Concursos Musicales y El Conde Lucanor (original de Ricardo Ramírez Aranda)

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1 (A propósito de concursos musicales) De lo que contesció a un juglar con un tribunal de grandes señores Un día fablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, de esta guisa: -Patronio, vos sabéis que un mi sobrino, a más de ser mozo valiente y asaz diestro con las armas, aprendió a tañer el laúd con arte y maestría tales, que su fama en estas tierras se acrecienta con cada velada o gran fiesta donde ofrece su música. Mas por estas fechas se celebran grandes ceremonias y se preparan agasajos para la visita del rey, de modo que bajo la presidencia de Su Majestad se organiza un concurso de trovadores y músicos de todos los reinos, y mostradas sus habilidades ante el rey y el pueblo, decidirán los grandes músicos de Su Majestad cuál de ellos es el más hábil y mejor artista, en tal manera que ofrecen como premio treinta mil maravedíes. Y por el gran aprecio que mi sobrino tiene puesto en mí, me requiere consejo en si debe o no presentarse a mostrar sus habilidades ante los poderosos privados del rey; pero como yo no confío en hombre alguno como en vos, y aún fío más en vuestro juicio que en el mío propio, ruégovos me digáis en qué forma puedo aconsejarle lo que más le cumple hacer en este asunto.- -Señor conde Lucanor- dijo Patronio-, para que podades aconsejar a vuestro sobrino lo que más conviene a su pro, mucho me placería que sopiésedes lo que contesció a un juglar con un tribunal de grandes señores.- El conde le rogó que le dijese cómo fuera aquéllo. -Señor conde Lucanor -dijo Patronio-, un juglar dotado del más excelso arte musical pasaba muy grande humillación en su tierra, pues tuvo la desgracia de superar a sus maestros en edad temprana; y como el vulgo no concibe la maestría sin la edad madura, no parando mientes en que es la grandeza de las obras la que otorga maestría, y no el paso del tiempo, atribuyéronle al mozo el vicio de la vanidad y de la soberbia con la ayuda de aquellos maestros ultrajados. Pues sabed que la ignorancia de unos aliada con la envidia de los otros llegó a tan fiero estado que el mancebo resolvió partir a otras tierras donde pudiera ganar el sustento con su arte, sin menoscabo de su hacienda y honor. Acaesció que habiendo llegado al castillo de un gran señor, don García de Montalbán, duque de Valdelaguna, por su aspecto gentil y dispuesto fue recebido de buen grado por todos los vasallos, que al punto guisaron de preparar ocasión en que el juglar pudiese deleitar con su música a unos invitados muy principales del duque. No bien hubo terminado la primera cantiga, uno de los poderosos señores alzó la voz diciendo: -A fe que nunca pensé que pudiera escucharse la música del cielo en esta vida terrenal; y afirmo que no tenéis igual desde Castilla hasta la Vasconia.- Y así cada invitado coincidía en elogios y alabanzas, de modo que convenciéronle para probar suerte en el concurso de juglares que cada año se celebra en época de Carnestolendas. En esa ocasión formaban tribunal cinco músicos representando cada uno a su condado, y les decían: don Nuño, don Pero, don Sancho, don Álvaro y don Pablos.

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Sátira sobre concursos musicales

Transcript of Concursos Musicales y El Conde Lucanor (original de Ricardo Ramírez Aranda)

  • 1 (A propsito de concursos musicales)

    De lo que contesci a un juglar con un tribunal de grandes seores Un da fablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, de esta guisa:

    -Patronio, vos sabis que un mi sobrino, a ms de ser mozo valiente y asaz diestro con las armas, aprendi a taer el lad con arte y maestra tales, que su fama en estas tierras se acrecienta con cada velada o gran fiesta donde ofrece su msica. Mas por estas fechas se celebran grandes ceremonias y se preparan agasajos para la visita del rey, de modo que bajo la presidencia de Su Majestad se organiza un concurso de trovadores y msicos de todos los reinos, y mostradas sus habilidades ante el rey y el pueblo, decidirn los grandes msicos de Su Majestad cul de ellos es el ms hbil y mejor artista, en tal manera que ofrecen como premio treinta mil maravedes. Y por el gran aprecio que mi sobrino tiene puesto en m, me requiere consejo en si debe o no presentarse a mostrar sus habilidades ante los poderosos privados del rey; pero como yo no confo en hombre alguno como en vos, y an fo ms en vuestro juicio que en el mo propio, rugovos me digis en qu forma puedo aconsejarle lo que ms le cumple hacer en este asunto.-

    -Seor conde Lucanor- dijo Patronio-, para que podades aconsejar a vuestro sobrino lo que ms conviene a su pro, mucho me placera que sopisedes lo que contesci a un juglar con un tribunal de grandes seores.-

    El conde le rog que le dijese cmo fuera aqullo.

    -Seor conde Lucanor -dijo Patronio-, un juglar dotado del ms excelso arte musical pasaba muy grande humillacin en su tierra, pues tuvo la desgracia de superar a sus maestros en edad temprana; y como el vulgo no concibe la maestra sin la edad madura, no parando mientes en que es la grandeza de las obras la que otorga maestra, y no el paso del tiempo, atribuyronle al mozo el vicio de la vanidad y de la soberbia con la ayuda de aquellos maestros ultrajados. Pues sabed que la ignorancia de unos aliada con la envidia de los otros lleg a tan fiero estado que el mancebo resolvi partir a otras tierras donde pudiera ganar el sustento con su arte, sin menoscabo de su hacienda y honor.

    Acaesci que habiendo llegado al castillo de un gran seor, don Garca de Montalbn, duque de Valdelaguna, por su aspecto gentil y dispuesto fue recebido de buen grado por todos los vasallos, que al punto guisaron de preparar ocasin en que el juglar pudiese deleitar con su msica a unos invitados muy principales del duque.

    No bien hubo terminado la primera cantiga, uno de los poderosos seores alz la voz diciendo: -A fe que nunca pens que pudiera escucharse la msica del cielo en esta vida terrenal; y afirmo que no tenis igual desde Castilla hasta la Vasconia.- Y as cada invitado coincida en elogios y alabanzas, de modo que convencironle para probar suerte en el concurso de juglares que cada ao se celebra en poca de Carnestolendas. En esa ocasin formaban tribunal cinco msicos representando cada uno a su condado, y les decan: don Nuo, don Pero, don Sancho, don lvaro y don Pablos.

  • 2 Llegado el da de las pruebas, tras unas selecciones previas en manera de eliminatorias, resultaron tres finalistas a juicio del tribunal: el primero, un juglar muy popular entre las huestes del rey, cuyo padre era un rico mercader que abasteca al monarca de cuantas mercancas inslitas y extraordinarias podan traerse de Oriente, y permita a su hijo holgar y dedicarse a msicas y teatros, pues no haba menester buscar por s mesmo ninguna honra o riqueza, siendo su padre favorito del rey; el segundo, un msico de escasas dotes, pero nascido en aquella tierra y seleccionado por no ofender a las gentes del pueblo; el tercero, y ms mozo de todos, era el juglar mancebo recin llegado.

    Cuando subi al escenario el primer finalista, comenz una tonada muy conocida de todo el pueblo, mas desafinaba de tal modo que el tribunal hubiera huido si no recordase quin era su padre. El segundo juglar, favorito de los lugareos por ser de su mesma tierra, ofrend a sta un canto de alabanza, sino que presa de los nervios no acertaba el momento de acabar y repiti la estrofa ltima hasta terminar como pudo, amn de algunos ritmos impropios que desliz en los estribillos. El tercero, aquel juglar forastero y desconocido, ofreci una cantiga tan melodiosa y bien interpretada que conmovi a cuantos lo escucharon.

    Retirse el tribunal a deliberar, y el que llamaban don Nuo empez a decir: -El premio principal ha de ser para el primer juglar, pues ha mostrado tener tanto odo como su ilustre padre.- Don Pablos, sin temer el poder de don Nuo en aquella comarca, exclam estallando en carcajadas: -Por el Cielo, que es como decs!. Y an creo que vos tenis esa misma clase de odo!.-

    Mas los otros msicos esperaban del favor de don Nuo para presentar sus composiciones a la Corte, y no osaban contradecirlo en nada, de modo que con aire grave le reprendieron.

    Cuando don Nuo vio que la batalla era de cuatro contra uno, contuvo su ira, reservndose para vengarse en otro lugar, en la certeza de que por esta vez su triunfo era seguro.

    Don lvaro, con tono amenazador, se dirigi a don Pablos de aquesta manera: -Don Pablos!, dad por cierto que no toleraremos afrentas de esta especie por un msico soberbio como vos, que en nada podis compararos a don Nuo, maestro de maestros.-

    Y as los dems adulaban al gran seor del que dependa el triunfo de sus composiciones y el permiso del rey para darlas a publicacin. Don Sancho, llamando aparte a don Pablos, le dijo: -Es que habis perdido el juicio?. No deseis participar en las fiestas de entrega de armas que organiza el rey este ao, y cuyo asesor de msica es don Nuo?. Si creis que el mundo cambiar por estrellar la cabeza contra la pared os compadezco, pues nunca vi locura semejante.-

    Cuando don Pablos comprob cmo llamaban locura a la dignidad y soberbia a la honradez, abandon la estancia con estas palabras: -Seores, bien sabis lo que hacis, y no ser yo quien os ayude a premiar la trampa y castigar el talento; mas como soy uno solo, es intil que intente mudar vuestro juicio, pues para tal fueran necesarios muchos doblones de oro, que en verdad no poseo.-

    A poco salieron don Nuo y don Pero a la plaza para dar el fallo del tribunal. Don Nuo ley el acta de este modo:

  • 3 -El tribunal, tras difcil deliberacin dado el alto nivel de los participantes, acuerda por mayora otorgar el primer premio al primer juglar y conceder un segundo premio de diezmil maravedes al segundo juglar, por lo que felicitamos a ste su pueblo natal.- Cuando el mancebo forastero oy esto dud mucho si seguir all o volver a su tierra, que haba juzgado con rigor.

    Mas acabado el acto y de regreso al castillo del duque, acompaado por dos vasallos leales y bondadosos que don Garca haba designado, el juglar volvi la cabeza al escuchar un galope de caballo que les segua en pos. Por fin les alcanz el jinete: era don Nuo, y descendiendo del caballo dijo: -Deseo que sepis que habis sido el mejor artista, no de este acto, mas de cuantos haya visto. Pero aunque procur defenderos, los dems miembros del tribunal no lo hicieron. Si alguna vez logris la fama deseo que recordis que quise ayudaros una vez.-

    El mancebo agradeci mucho estas palabras y despidise de don Nuo. Y regresando a su tierra decidi cambiar de oficio, convirtise en un gran mercader, y en adelante solo ofreci su msica a los amigos que se pagaban mucho de su compaa.

    Y vos, seor conde Lucanor, si consideris que vuestro sobrino alberga en s la inocencia de la mocedad, no debis aconsejarle en modo alguno que acuda a esos lances donde el juicio est en manos de los hombres. Antes le animaris a participar en justas y torneos, o en el juego de axedrez, o en el tiro con arco; pues si derriba a un caballero, hombre ninguno en el mundo podra negar que lo ha derribado, o si su flecha da en el centro de la diana, nadie osar decir que as no fue; y mirad que no por falta de intencin, mas por temor a ser tomado por loco, nadie negar lo que todos estn viendo. No sucede tal en la msica y la danza, pues que en ellas no hay medidas por encima de las veleidades de los hombres, y as tambin contesce a los pintores, y a los farsantes, y a los poetas, y a todos los oficios que no son de acuerdo obligado.

    Mas si vuestro sobrino, como creo, es de buen juicio y de buen humor, y tanto conoce el mundo del arte que no pone devocin en esos premios, entonces s podis recomendarle que asista, y pues no ha qu perder, puede gozar participando, y an ganar el premio si Fortuna le acompaa.-

    Y el conde tuvo ste por buen exemplo, y as actu, y le sali muy bien.

    Y porque don Juan entendi que este exemplo era muy bueno, hzolo escrebir en este libro, e hizo unos versos que dicen as:

    No desesperes de tu arte, por muchos envidiosos que quieran derribarte. (Ricardo Ramrez Aranda//1992)