Conferencia Hacia otro orden de Vulnerabilidad, Vulnerabilidad subjetiva - Dr. Juan Dobón
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II Encuentro Internacional de la Red Interuniversit aria de Investigaciones en
Psicoanálisis y Derecho - Violencia, culpa y acto
14 de abril de 2012
Segundo Panel Plenario
Presentación a cargo del Dr. Juan Dobón
“Hacia otro orden de Vulnerabilidad: Vulnerabilidad subjetiva”
En primer lugar deseo manifestar mi agradecimiento a la Rectora de esta Universidad y
a dos personas en particular que han hecho posible este encuentro entre
psicoanalistas, juristas y profesionales de diferentes disciplinas la Licenciada Amelia
Imbriano y Marta Gerez Ambertin, con quienes compartimos temas, ocupaciones y
sobre todo la pertinencia de llevar el psicoanálisis a este campo que señalaba el Doctor
Pedro David que es la interdisciplina.
Me presento: mi nombre es Juan Dobón, médico, psicoanalista, Jefe de Unidad de
servicio de salud mental del Hospital Piñero, ubicado en Flores sur, una de las zonas
más complejas, en cuanto a las problemáticas subjetivas que asistimos atravesadas
por violencia, consumo de sustancias, situaciones de vulnerabilidad social, etc.
Me interesa pensar esta complejidad desde los elementos con que cuento, que
provienen del psicoanálisis, y tratar de aportar desde alli al trabajo interdisciplinar. Por
que en acuerdo con lo señalado por los anteriores expositores, estos no pueden ser
abordados por una sola disciplina. Creo a su vez que esa tarea también es parte de la
responsabilidad, en este caso del analista, asi como de otros agentes que intervienen
en un equipo interdisciplinario sea como agente de salud, agente social, de dar cuenta
de lo que hace pero también formalizarlo.
Asistimos a una época donde la violencia es una manifestación de una crisis del
registro de lo real y no un problema simplemente ligado a carencias político-sociales. El
sujeto en la época ya no se pregunta por su existencia sin incluir tácitamente la
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pregunta por el límite ético de las acciones humanas, donde el Otro histórico-social
tiende a desagregarse. Ya Lacan en su “Discurso a los católicos” afirmaba que el
hombre en nuestra época se halla ante una impotencia cada vez mayor para
orientarse en su propio deseo. Y caracterizaba la angustia de la época como de “una
angustia, ordinaria”, situación que atenta directamente contra sus recursos y modos de
estar en el mudo1.
En el marco de este evento Violencia, Culpa y Acto considere oportuno trabajar una
dimensión que podemos pensar como el envés que subyace y se aloja en el sujeto que
asistimos: la dimensión de la Vulnerabilidad Subjetiva. Presentare los antecedentes de
esta idea en otras disciplinas, su concepción desde el psicoanálisis siguiendo a Freud y
a Lacan, su caracterización en tres posiciones diferentes y por ultimo un breve
apartado sobre el acto y la función del analista ante esto.
Hacia otro orden de vulnerabilidad.
Habitualmente en la interdisciplina aquel que padece una situación de violencia recibe
el nombre de víctima y las condiciones del que padece, sobre todo en las ciencias
sociales, recibe el nombre de vulnerable o vulnerabilidad. Sucede con estos términos,
como con tantos otros - el derecho penal da cuenta del estrago que ha causado la
extensión del concepto de peligrosidad a todas las áreas- extender y generalizar el
concepto de victima o vulnerabilidad, no solo banaliza su alcance, sino que a su vez
tiende a reforzar la identificación masiva del sujeto a ello. Siendo funcionales a ello el
mal uso de las categorizaciones nosográficas estadísticas del DSM-CIE10 extendiendo
el diagnostico de stress postraumático para muchas de estas situaciones de violencia.
Concluyendo en esa via, si el sujeto no cuenta con recursos de separación o no se
encuentra con un dispositivo que permita des-alienarlo a ello con dos hechos: un
diagnóstico y un nombre reforzado alienadamente para el ser. “Ser vulnerable” operara
entonces como una respuesta obturante.
1 Lacan, Jacques. Discurso a los católicos, p.42, Ed. Paidós, Bs. As, 2005
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De la Vulnerabilidad social 2
El concepto de vulnerabilidad se ha extendido en las ciencias sociales.
Convirtiéndose en un instrumento de estudio de la realidad social, de análisis
multidimensional de sus causas, que atiende lo económico, los vínculos sociales, lo
político, el entorno físico y medioambiental o las relaciones de género, entre otros
factores. Como dice Bohle (1993:17), mientras que la pobreza se puede cuantificar en
términos económicos absolutos, “la vulnerabilidad es un concepto relacional y social”,
que depende de las contradicciones y conflictos sociales.
Sera definida siguiendo la teoría de las catástrofes sociales como el “nivel de riesgo
que afronta una familia o individuo a perder la vida, sus bienes y propiedades, y su
sistema de sustento (esto es, su medio de vida) ante una posible catástrofe. Dicho nivel
guarda también correspondencia con el grado de dificultad para recuperarse después
de tal catástrofe” (Pérez de Armiño, 1999:11).
Otro autor como Chambers (1989:1) nos permite extenderla a situaciones de violencia,
ya que define la vulnerabilidad social como “la exposición a contingencias y tensión, y
la dificultad para afrontarlas. La vulnerabilidad tiene por tanto dos partes:1- externa, de
los riesgos, convulsiones y presión a la cual está sujeto un individuo o familia; y 2-
interna, que es la indefensión, esto es, una falta de medios para afrontar la situación sin
pérdidas perjudiciales.”
La vulnerabilidad social ante situaciones de violencia contempla entonces tres tipos de
riesgos:1- de exposición a crisis o convulsiones;
2- falta de capacidad para afrontarlas;
2 Bibliografía para este apartado : Chambers, R. (1989), "Vulnerability, Coping and Policy", en IDS Bulletin, vol. 20, nº 2 (monográfico: Vulnerability: How the Poor Cope), Institute of Development Studies, University of Sussex, Brighton (Inglaterra), abril, pp. 1-7. . Bohle, H. G., T. E. Downing y M. J. Watts (1994), "Climate Change and Social Vulnerability. Toward a Sociology and Geography of Food Insecurity", en Global Environmental Change, nº 4, vol. 1, Butterworth-Heinemann Ltd, Oxford, pp. 37-48. Pérez de Armiño, K. (1999), Vulnerabilidad y desastres. Causas estructurales y procesos de la crisis de África, Cuadernos de Trabajo, nº 24, HEGOA, Universidad del País Vasco, Bilbao. Swift, J. (1989), "Why Are Rural People Vulnerable to Famine?", en IDS Bulletin, vol. 20, nº 2 (Monográfico: Vulnerability. How the Poor Cope), Institute of Development Studies, University of Sussex, Brighton (G.B.), abril, pp. 8-15. Walker, P. (1989), Famine Early Warning Systems: Victims and Destitution, Earthscan Publications Ltd., Londres.
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3 el riesgo de sufrir consecuencias graves a causa de ellas, así como de una
recuperación lenta o limitada (Bohle et al., 1994:38).
El reverso de la vulnerabilidad es el concepto de seguridad concepto que se ha
extendido como el anterior (como seguridad del sistema de sustento, seguridad
alimentaria, seguridad medioambiental).
La otra vertiente social de la vulnerabilidad implica las capacidades de las personas,
esto es, los recursos y aptitudes que les permiten afrontar y mejorar su vida diaria, así
como también encarar los procesos de desestructuración, sean estos situaciones de
violencia o crisis sociales, familiares o personales y la posterior rehabilitación ante lo
traumático, claro está desde la concepción social del mismo.
La vulnerabilidad como vemos se prefigura como una dimensión relativa. Es decir,
desde esas perspectivas todas las personas son vulnerables, pero cada una, en
función de sus circunstancias socioeconómicas y condicionantes personales, tiene su
propio nivel de vulnerabilidad, así como también su propio tipo de vulnerabilidad. Esto
significa que uno puede ser muy vulnerable a un tipo de situación de riesgo o catástrofe
potencial, pero poco a otra, ya que cada una de ellas golpea de forma diferente y pone
a prueba aspectos diferentes.
En otras términos , la vulnerabilidad desde las lecturas sociales en
general siguen el modelo científico-social y hablan de ella como un problema medico-
social , afirmando que “ el contexto propiciatorio, el caldo de cultivo en el que el “virus”
de la catástrofe puede desencadenar la “enfermedad” del desastre en aquel cuerpo que
carezca de capacidades de resistencia suficientes, capacidades que permiten la
implementación de diferentes estrategias de afrontamiento familiares de la crisis.”
Es decir la extensión de la noción de vulnerabilidad, en su empleo en nuestro campo si
no se valoran las condiciones subjetivas de la misma, resulta en una generalización
inconducente para el sujeto, desoyendo las particularidades de la encrucijada que
determinan algunas situaciones de violencia.
Ante el universo tan amplio que representa pensar la Violencia me limitare aquí al
modo de apólogo a un tipo de violencia, que es la Violencia estatal, en nuestro país se
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expreso en los años setenta. Cabe recordar que en las víctimas del Terrorismo de
Estado, la vulnerabilidad y desamparo subjetivo resultan de máxima valoración, en
tanto lo estatal como organización del terror se transformó en el agente del trauma.
A partir de pensar esa violencia podemos extraer la idea de un orden de vulnerabilidad
que puede diferenciarse en distintos gradientes, lo que ahí si nos permite extender ese
orden de valoración a otros tipos de violencia y vulnerabilidad subjetiva.
En esas víctimas de violencia necesitamos entonces valorar su vulnerabilidad
(subjetiva), más allá de su vulnerabilidad social, para lo cual es necesario diferenciar su
uso conceptual en los dispositivos de evaluación (Juntas multidisciplinarias de
evaluación) previstos y exigidos por las actuales disposiciones de las leyes de
reparación que el Estado asume en relación a las víctimas del terrorismo de Estado. De
su uso en los dispositivos de asistencia, en este caso de orientación psicoanalítica y
bajo transferencia; cuyo empleo requiere de algunas precisiones preeliminares.
Los dispositivos de evaluación (en situaciones de v iolencia)
Los criterios de evaluación habituales en las Juntas interdisciplinarias, sean estas
periciales o forenses, cuando son solicitadas desde el Poder Judicial responden al
modelo de evaluación generalizado de corte positivista, manteniendo la ilusión de
posibilidad de establecer una técnica, un método general y generalizable capaz de dar
cuenta del carácter del daño infligido a la víctima. Se parte del supuesto a priori de
encuadrar toda situación de esta índole bajo la égida del stress post-traumático, por
ello consideramos apropiado modificar el criterio evaluatorio en las situaciones de
violencia. Hemos sustituido el mismo por un criterio de valoración subjetiva, poniendo
en cuestión la dimensión particular de la posición de cada sujeto frente a los hechos
acontecidos.
En cuanto al agente, es necesario distinguir entre aquel convocado a título de
“evaluador”, con todas las resonancias que esto conlleva, del que se posiciona
dispuesto alojar lo que allí se ha dicho como un acontecimiento en la vida de un sujeto.
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Si el evaluador en cuestión se encuentra atravesado en algún orden por el psicoanálisis
y su ética, mantendrá una forma de leer, escuchar o registrar lo hallado ante el
testimonio de las víctimas al modo de la construcción de un texto. Diferenciándose así
de la tradicional forma de mostrar protocolos de categorías clínicas previamente
construidas bajo el criterio estadístico. Resultando en este caso una evaluación que
conduce al diagnóstico de un conjunto de signos y síntomas al modo de los protocolos
médicos olvidando o desestimando aspectos cruciales en la vida del afectado por ser
consideradas ajenas a las categorías nosológicas existentes. Las preguntas por la
percepción subjetiva del dolor, lo perdido, la existencia y un sentido posible como
horizonte de vida más allá del horror y la mortificación no ingresan en ese universo.
Dado que no existen test, cuestionarios o instrumentos válidos que permitan develar
esta consecuencia dolorosa del hecho (criminal en el caso del T. de estado) acaecido3.
Sin embargo existe en estos casos el Protocolo de Estambul como instrumento idóneo;
ya que en su capítulo VI sobre signos psicológicos indicativos de tortura, se revela que
solamente los efectos del horror hacen su aparición en el contexto del significado que
personalmente el afectado les dé y de los factores sociales, políticos y culturales que lo
condicionaron. Consideramos que esto es extensible a la evaluación de otras formas
de violencia grave (domestica, de genero, intrafamiliar, sobre niños, etc.)
Por tanto, la importancia del relato que este tipo de dispositivos valorativos preserva, es
su carácter de Testimonio. En el accedemos por una parte a valorar el estado de
vulnerabilidad subjetiva y por otra quizás a un lugar posible donde el hecho mismo de
narrar permita accederá un estatuto del ser de verdad diferente. Cuestión esta que
podrá ser alojada a posteriori en un dispositivo analítico, es decir bajo transferencia.
3 En estos casos, las condiciones de la encrucijada traumática se enmarcan en las siguientes coordenadas: 1. El haber sido víctima del programa del terror estatal. Ese ha sido un programa destinado básicamente a vulnerar la dignidad y derechos humanos en todos sus planos. 2. En el caso de haber sido víctima directa de un programa que pretendió diseñar su destino impunemente escribiendo secuestro, entrega o muerte de hijos, tortura, desaparición forzada, traslado, liberación, etcétera. 3. En el caso de los niños, la apropiación de identidad escribe un estado de máxima vulnerabilidad subjetiva, si es que eso puede valorarse o cuantificarse. Lo que determina una desorientación básica acerca del deseo del Otro parental - histórico por ruptura de la genealogía o peor… El estrago en la identidad misma al haber sido instrumento, rehén, -objeto de goce y uso- y su efecto transgeneracional. 4. La desmentida social y la negación posterior de lo acontecido, con el subsecuente aislamiento social y subjetivo del dolor. 5. La mortificación y la crueldad en su impacto en el cuerpo psíquico, además de las secuelas en el cuerpo biológico.
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Es por este motivo que el acceso a la palabra de las víctimas de delitos (en este caso
de lesa humanidad) requiere no solo de una política estatal sino de una política del
síntoma. Es decir un dispositivo que finalmente ha lugar y aloje a ese afectado en el
pasaje del dar Testimonio al de ser un sujeto en la asunción de su decir. A esto
aludíamos cuando mencionamos sus posibilidades de separación. En tanto el que
testimonia recupere una distancia desde donde enuncia lo dicho, recuperando y
poniendo en cuestión nuevos sentidos a lo vivido. Recién cuando esto acontece puede
decirse que emerge “un mas”, un plus de significación que permitirá tramitar el
excedente y los excesos de dolor, los restos del horror y la posibilidad de deslizar su
fijeza.
Lo político del síntoma. Otro orden de vulnerabilid ad
El hombre en tanto ser hablante, deseante y sexuado atraviesa en su constitución
misma un estado de indefensión desde su origen. El mismo se reactualiza ante los
diferentes avatares y pérdidas a lo largo de su vida. Sin embargo, debemos discernir un
estado de desamparo particular que acontece en los sujetos que enfrentan algunas
formas de violencia como una “encrucijada de lo traumático”.
Introducimos las condiciones subjetivas –del deseo y del goce– como coordenadas
determinantes en dicha encrucijada, para arribar a otro orden de fragilidad no
generalizable: el de la vulnerabilidad subjetiva por excedente y exceso. Las
“condiciones de vulnerabilidad subjetiva” serán el resultado por una parte de evaluar las
condiciones de vulnerabilidad social, histórica, educativa, sanitaria, etcétera. Siendo las
mismas efectos de la segregación que determinan los discursos y procesos de
exclusión. Sin embargo, esto no agota el problema, debemos valorar el universo que se
abre en el tiempo de su constitución subjetiva como deseante, así como el impacto de
una situación que opera desde la eficacia del trauma y lo indeleble de algunas
situaciones de violencia que intervienen de modo arrasador como estrago.
La hilfloshkeit freudiana , presentada por él como carencia de amparo es estructural,
en tanto consiste en un estado de carencia total de recursos en el “cachorro humano”,
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dado por su pre maturación a diferencia de todos las demás especies biológicas. Esa
imposibilidad estructural y estructurante queda determinado como un punto de falta y
carencia, como punto no suturable (Real) e inevitable de la fragilidad humana en su
origen. Freud emplea la metáfora de la copa que tiene una rajadura estructural y por allí
por la carencia de amparo por donde se abrirá, la angustia por la existencia misma.
Sin embargo esta situación ante determinadas coordenadas podrá reeditarse, revivirse,
en caso que se enfrente lo extremo de una situación violenta, que puede resultar
traumática, ya como angustia o como desestructuración, si esta es sostenida y opera
como exceso o excedente para el aparato psíquico del agredido.
Entre los textos que nos orientan en su búsqueda conceptual situamos en primer lugar
su Proyecto de una psicología para neurólogos, en el apartado del Complejo del
semejante, nos describe aquel desvalimiento estructural del “infans”, su dependencia
primera, la necesidad de los cuidados del Otro parental, la importancia de la ternura de
su crianza, para su supervivencia básica. Tiempo de necesidad de amparo como
condición de existencia y arribo a lo humano. Por otra parte allí también describe que
ese tiempo primero es el del surgimiento de los retoños de la conciencia moral, que en
textos posteriores se ira conformando como el Superyo. Tiempo fundante a su vez del
“baño de lenguaje”, que lo inscribe como sexuado y hablante.
Posteriormente en el Complemento C. angustia, dolor y duelo de su texto Inhibición,
Síntoma y Angustia, podemos leer que existe un pasaje o pase del dolor corporal a los
estados de dolor anímico y que ese pase conllevan la mudanza de la investidura
narcisista. Presentándose como dolor por displacer, el mismo determina que si dicho
dolor no es pasible de ser inhibido por la conciencia se transforme, comprometiendo la
investidura de objeto en un estado de hilfloshkeit (carencia de amparo) ante un
estímulo pulsional sostenido y continuado. A este estímulo –pulsional- sostenido y
continuado hacemos referencia cuando mencionamos los efectos de exceso y
excedente de una situación de violencia.
El otro modo de padecimiento psíquico es el del duelo o las perdidas, como fuente de
un estado de vulnerabilidad subjetiva. Dado que el principio de realidad exige al Yo
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separarse del Objeto, ante el hecho factico de su no existencia o su pérdida. Esta
exigencia del principio de realidad determinara lo que Freud llama la “añoranza por el
objeto”, y la misma torne en irrealizable dicha exigencia en las situaciones que debe
des-asirse del objeto ya perdido. Lo que de mantenerse determine un estado de
desvalimiento frente a esa exigencia.
La instancia del Superyo impone a su vez otro orden de exigencia que puede
presentarse aunada a lo anterior o bien desasido de la misma. Para comprender su
incidencia debemos remitirnos a inteligir su génesis misma.
En el Malestar en la Cultura podemos leer la relación entre la falta, la vulnerabilidad
del sujeto y la génesis de la culpa moral. En tanto afirma que la instancia del Superyo
se funda en primer lugar como angustia social. En ese primer tiempo el Otro se impone
al sujeto como una autoridad “exterior”, que sostiene una obediencia fundada en
aquella dependencia primera por indefensión o desvalimiento (vulnerabilidad subjetiva)
y sostenida en los cuidados y el amor del Otro. Ese amor primero dijimos de acuerdo al
Proyecto…que fundaba a su vez los “retoños de la moral” determinando una inhibición
de la agresividad. El Otro como autoridad exterior determina bajo amenaza de pérdida
de su amor la renuncia a las satisfacciones pulsionales. Esa amenaza deja al sujeto en
posición de carencia de amparo ante sus reproches, génesis de la culpa moral.
En un segundo momento lógico esa autoridad exterior es “introyectada en el Yo” dirá
Freud, proponiendo una lógica donde se introyecta a su vez la amenaza y el
desvalimiento que esta conlleva. Releyendo esto desde otra perspectiva decimos que
lo que en realidad se incorpora es la enunciación simbólica del imperativo moral.
De modo tal que una estancia del Yo queda cooptada por el mandato que un inicio era
imperativo del Otro. El sujeto ahora sabe de su propia falta, ya no podrá engañar
linealmente, sino que deberá apelar a sus artilugios como la negación para enfrentar la
culpa, la vergüenza o el reproche por su falta, que por otra parte en última instancia no
puede alegar desconocer.
Eso inaugura un doble circuito de exigencias, por una parte las exigencias de
satisfacción pulsional sean estas de orden libidinal o de agresión como pulsión de
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muerte. Y por otra la renuncia a la satisfacción por vía de la exigencia del superyo.
Esta renuncia retroalimenta la exigencia del superyo en particular la instancia de la Cc.
Moral. Es decir que por una parte se inhibe vía renuncia el goce y satisfacción pulsional
y por otra ante el exceso (excedente) de renuncia lejos de aliviarse este goce se
retroalimenta. Lo que hace del superyo una instancia que opera al modo de una
resistencia eléctrica, es decir por una parte acumula energía y evita así el “cortocircuito”
del aparato (goce pulsional), pero por otra si se sobrecarga ante el exceso, es
generador en si mismo de una fuente de displacer (goce). A mayor exigencia del deber
ser mayor la tensión y sobrecarga de exigencia del aparato, es decir mayor
desvalimiento y culpa.
Lo que nos permite concluir al menos parcialmente que el desvalimiento del Sujeto es
ante dos exigencias. Dicha carencia de amparo tiende a hacerse feroz en particular en
aquellas situaciones donde la perdida, la muerte o el abandono se han realizado.
Quedando presentado como “destino “que hace las veces del castigo parental, en este
caso como destino a perdida.
Este desvalimiento ante dos exigencias conduce a la encrucijada subjetiva de una
tensión y división entre el deseo y el bien o lo justo para el sujeto. No deseando
necesariamente aquello que es bueno o justo para sí.
Lo que daría cuenta de una cantidad de situaciones donde el sujeto no desconoce el
daño o las pérdidas que conllevan algunas determinaciones y aun así, no puede
evitarlas o dejar de hacer y repetirlas, piénsese en esto al universo de situaciones de
violencia que se expone un sujeto aun sabiendo que no es bueno para sí.
La vulnerabilidad subjetiva ataca los lazos del sujeto. En su Conferencia introductoria
del psicoanálisis 31, Freud refiere que ese estado de desamparo o vulnerabilidad
subjetiva ante su división, enfrenta al sujeto con un resto inasimilable por la conciencia,
dicho resto intramitable que como cicatriz del desgarro fundante resulta insoluble
retorna en ocasiones desagregando los lazos y aun la vida misma del sujeto. Resto que
retorna como Pulsión de muerte, la misma comanda a la auto o hetero agresión y
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encuentra su satisfacción en ello. Llamamos a esta satisfacción pulsional goce sea
libidinal o tanática .
La vulnerabilidad subjetiva anida y actúa por esa razón en la intimidad misma del
sujeto, aún desconocida por él, como inconsciente. Vimos que no resulta domeñable a
la voluntad, su exposición a situaciones de violencia aun conociendo el mal que esto
acarrea y que además las exigencias del Principio de realidad y el superyo determinan
mayor vulnerabilidad subjetiva.
. Va mas allá de la dialéctica amparo-desamparo en tanto toca un punto real
intramitable por esa vía, ya que no se trata bajo ningún aspecto del orden de la
frustración, ni tampoco de alojarla por esa senda.
La oposición o exclusión recíproca entre ambos órdenes de vulnerabilidad –el general y
el subjetivo– no es más que una distorsión de lectura, podemos afirmar que una no es
sin la otra. Determinando, de este modo, que la vulnerabilidad subjetiva mantiene una
relación de extimidad con la vulnerabilidad social, cultural, parental o histórica.
La angustia es la defensa más radical ante lo real, aquí resulta clave leer como ambas
cualidades de la angustia –traumática y señal- se entrelazan. En la medida en que la
angustia “es la respuesta al peligro más original e insuperable, al desamparo absoluto
de la entrada al mundo “y por otra parte ella será retomada por “el Yo como señal de
peligros infinitamente más leves “. El retorno de un “deseo enterrado” es tan peligroso
y eficaz en su cualidad traumática como el de un duelo “congelado”, es decir una
perdida intramitada y detenida en el tiempo, lo que ha de justificar “la movilización de
una señal tan capital como esa señal ultima que sería la angustia”
Ante lo traumático el sujeto se encuentra inerme, des-bordado, excedido y sin
recursos. Solo el corte que produce el decir entre los dichos puede establecer un
intervalo-vacío con la subsecuente pérdida, estableciendo un borde-limite. Por una
parte la dimensión de la angustia expectante que se reactualiza como la espera de un
peligro inminente, señal en definitiva de la presencia de “la falta de la falta”, del objeto
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de la causa del deseo. Señal que se orienta justamente hacia ese objeto que debiera
faltar4.
Podemos inferir que si se valora la vulnerabilidad subjetiva como un Estado de
desvalimiento que comprende y puede comprometer ambos ordenes de angustia
debidos a:
1- Hilsfloshkeit. Como situaciòn de des-amparo o de carencia de amparo
2- Objetktloskeit indeterminación y ausencia de objeto
Sin embargo cabe aclarar que en el estado de vulnerabilidad subjetiva, no
encontramos allí expectativa, ni anticipación, ni espera angustiosa. La angustia en
estos casos irrumpe con la fuerza de lo traumático, el desborde pulsional puede dar
lugar a la suspensión de la idea de tener un cuerpo, para determinar la percepción de
serlo. Cuando se arriba a un punto máximo de no dominio y fragmentación posible del
Yo, aquello que había instituido el estadio del espejo como estable, amenaza con
desrealizarse, asaltando al Yo bajo la pregunta acerca de “que o quien soy en eso que
veo en el espejo”. Lo no especularizable asoma como intuición que deja un saldo de
extrañeza o perplejidad.
En muchos casos, en los procesos de subjetivación, la valoración de la posición y
constitución del sujeto ante la angustia y esta encrucijada traumática, puede determinar
un efecto de anonadamiento o arrasamiento, que acontece cuando el sujeto no
encuentra un lugar particularizado allí o bien ha sido expoliado traumáticamente del
mismo. Podremos considerar como determinantes por lo menos a 3 posiciones en
términos de vulnerabilidad subjetiva o hilfloshkeit, que lejos de reforzar un lugar de
víctima, que ya soporta en lo real, permiten abrir esta cuestión:
a. La de una desorientación del sujeto ante el deseo del Otro-parental, histórico.
b. La de estar alienado a una economía de goce, sin recursos de separación,
habiendo encarnado una posición de “objeto” ante las vicisitudes de goce del otro
parental, social o en este caso de Terrorismo, estatal.
4 Lacan, J. La angustia, Seminario 10, clase 10, del 30 de enero de1963 .Ed. Paidos. Bs.As
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c. La del retorno de la eficacia de lo traumático y el estrago de la identidad.
Resuena en estas palabras o en estas posiciones, un breve pero inteligente texto de
Lacan que se llama "Dos notas sobre el niño". Pero debemos agregar una tercera
posición, más compleja aun que es la del retorno de la eficacia de lo traumático y el
estrago en la identidad que conllevan este tipo de situaciones violentas. Los
dispositivos y artificios debieran tomar en cuenta estas diferentes posiciones de
vulnerabilidad subjetiva determinantes como condiciones de la angustia a la hora de
abordar un caso. Cuestión que no desestima el problema diagnóstico pero lo relativiza
como una condición más a evaluar.
Lo que no ha de conducirnos al error de arribar a un diagnóstico por caracterización y
nivel de vulnerabilidad, hecho que pertenece a la idea positivista de una enunciación
“por autor”, al modo del positivismo criminológico de principios del siglo XX. En cambio
el psicoanálisis aporta una dimensión diferente al reintroducir la atipía, como la
particularidad de cada caso, y la vulnerabilidad como un estado subjetivo o situación
solo evaluable bajo transferencia.
Ver cuadro: Valoramos un estado entonces por la situación, las condiciones de la angustia y la
posición del sujeto bajo transferencia
Estado – Situación – Condiciones - Posición S
V. Social 1. Desorientación ante el
deseo
2. Pérdidas – abandono -
E. de Vulnerabilidad duelo - dolor
V. Subjetiva A. Traumática 3. Objeto de goce del A
Parental
A. Syo Histórico Social
Estatal
La vulnerabilidad subjetiva y la función del analis ta
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En el caso de la aplicación terapéutica, si nos orientamos desde el psicoanálisis, no
puede desconocerse la amputación psíquica que implica un delito “imprescriptible” ni
valorarlo como un hecho tychico o accidental más en la vida del sujeto. En tanto afecta
la genealogía, el linaje de los sentidos y la transmisión misma de la historia, el envés de
lo imprescriptible del delito nos muestra lo indeleble de la marca y la pérdida en
cuestión5.
Definimos, entonces, el estado de vulnerabilidad subjetiva en sujetos que han sido
víctimas de formas sostendias de violencia como desgarro en la existencia del orden de
un agujero real en el Otro.
Un agujero no es el vacío; tampoco es la nada o la pregunta del ser sartreano. El
agujero en cuestión, en tanto real, es desgarro traumático, es decir no punto vacío a
ser re-significado, sino hiancia, corte y pérdida. Aquí pensamos un agujero que opera a
pura pérdida, por exceso y fragmentación no tramitable en el cuerpo. En el caso de
victimas de violencia estatal aquella pregunta acerca del deseo y el destino del Otro
solo encuentra fragmentos, trazas, marcas que han impactado en su cuerpo psíquico
(pulsional y fantasmático) y en su soporte material: el cuerpo viviente. El máximo
desamparo ha dejado su huella de un hecho de estructura, la de soportar una
existencia sin Otro. Aquí el sentido y el goce parecen desacoplarse. Esto hace borde
en el cuerpo psíquico y deja una escritura-marca como letra, marca indeleble en la
historia y la identidad. Dicha letra resiste a dialectizarse y opera como signo
inconsciente de una ausencia. Escritura encriptada del Uno que ha hincado en la carne
y hace borde entre el goce y el ser. El sujeto conoce y padece sus efectos, pero en
ocasiones desconoce su presencia. Se localiza, horada cuerpo e historia, y trabaja
contra el deseo mismo del sujeto. No se trata llanamente de hacer hablar de ella, eso
puede simplemente deslizar el goce y padecimiento en cuestión, se tratarà de bordear
ese agujero. La letra es eficaz a la hora de pensar el duelo o el dolor, pero compleja e
5 El estrago en la identidad es un plus que de valorarse extrema la situación que alojamos. No es un hecho que toda vicisitud en el deseo o ante el goce del otro parental devenga en un estrago en la identidad. Ahora bien cuando esto acontece, como en los casos de víctimas de delitos de lesa humanidad, el estrago incide no solo en el afectado directo sino que pude proyectar su sombra transgeneracionalmente. Un delito como el de lesa humanidad jurídicamente imprescriptible, seguramente deje su huella estragante en el sujeto más allá de los avatares de la vida del mismo.
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inasible a la hora de valorar el daño. Los fragmentos hallados como marca resisten la
rememoración y tienden a borrar el tiempo en que fueron inscriptos.
La función analista f(a) se pone a prueba allí, intentando conmover su certeza de
repetición y la fijeza que retorna como destino. Al modo del aprendizaje de las lenguas
tonales -por ejemplo el mandarín-, debe incorporarse el tono y las resonancias que
puede despertar equivocando la lectura de su cadencia cada vez.
Para concluir diré que pensar la (no) relación entre el Psicoanálisis y el Derecho nos
deja una paradoja abierta: La vulnerabilidad como el malestar de habitar en la cultura
no se suturan, dejan un saldo siempre intramitable a recorrer, que incide en la
particularidad que nuestra política pretende reintroducir y alojar.
Una vez que sabemos eso podemos aproximarnos al síntoma apostando a los
recursos del sujeto, siendo este su modo ético de sostener una terapéutica. La política
del síntoma, es decir arribar a un ser de verdad diferente, determina la orientación de
la función F(a) hacia un orden nuevo, abierto, que equivoque el destino, apostando al
recurso de separación del sujeto de los sentidos congelados que lo había fijado al “ser
victima o vulnerable”.
Es decir el establecimiento bajo transferencia de la pregunta que permita leer la
particularidad de esta condición trágica, la de la vulnerabilidad subjetiva como posición,
conmoviendo los sentidos congelados y alienados que perpetúan el dolor y la eficacia
de lo traumático de una situación de violencia sostenida como excedente o como
exceso.