Conferencias.10.08

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 Mad CICLO dE CONFERENCIaS Madrid, 6-7 de octubre de 2008 Arquitectura y espacio urbano de Madrid en el siglo xix

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MadCICLO dE CONFERENCIaS

Madrid, 6-7 de octubre de 2008

Arquitectura y espacio urbano de Madrid

en el siglo xix

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MadCICLO dE CONFERENCIaS

Madrid, 6-7 de octubre de 2008

Arquitectura y espacio urbano de Madrid

en el siglo xix

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AYUNTAMIENTO DE MADRID

Alberto Ruiz Gallardón

Alcalde de Madrid

Alicia MorenoDelegada del Área de Gobierno de las Artes

Juan José EcheverríaCoordinador General de Infraestructuras Culturales

Belén Martínez DíazDirectora General de Archivos, Museos y Bibliotecas

Carmen HerreroJefa del Departamento de Museos y Colecciones

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Edita

Museo de Historia de Madrid

Edición a cargo de

Carmen Priego

Con la colaboración de

Eva CorralesEster Sanz

Textos

María Rosa Cervera SardáAntonio Fernández GarcíaJavier García-Gutiérrez MosteiroLuis MoyaCarlos de San Antonio Gómez

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T

he 19th century brought abouta thorough change in the cityof Madrid. The growth of its

population was a determining factor forthe adoption of an Enlargement Planand for the demolition of the wall thathad restricted the city’s expansion since1628. The disentailment of the church’slanded property modified the city’sappearance significantly, providing thethriving bourgeoisie with investmentopportunities. Throughout the reign ofIsabella II and later, with the Restorationof the monarchy, reform projects wereimplemented to restructure the city andprovide means of extending the built-uparea. Madrid gradually became a moderncity of progress—though not without itsimbalances—with inner-city reforms suchas the enlargement of the Puerta del Sol,the development of suburban districts, thenew periphery, gas-fired street lighting, the

establishment of the railway, the supply ofwater from the river Lozoya, major marketsand arcades, trams, city gardens and newcemeteries.

For the past four years the Museo deHistoria and Fundación COAM have beenholding this important cycle of lectureswhich analyse the changes that have

occurred in the urban landscape of thecapital over the centuries. On this occasion,the authors give a lucid insight into the

19th-century city inherited by today’sMadrid. I hope that this rigorously writtenbook and each of the lectures it containsprovide readers with a fresh glimpse ofour city and of the transformations itunderwent to become the great metropoliswe know today.

Alicia MorenoDirector of the Arts Department

Madrid City Council

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E

l siglo xix propició una profundatransformación en la ciudad de Madrid.El crecimiento de su población fue

determinante para la aprobación de un Plande Ensanche y para el derribo de la cercaque constreñía la ciudad desde 1628. Ladesamortización modificó significativamentela fisonomía de la villa, proporcionandoocasiones de inversión a una pujanteburguesía. A lo largo del reinado de IsabelII y, más tarde, con la Restauración, sepusieron en marcha proyectos de reformaque tuvieron como objetivo sanear la ciudady dar cauces a la ampliación del cascourbano. Madrid se fue convirtiendo en unaurbe de modernidad y progreso, no exentade desequilibrios, con reformas interiores,como la ampliación de la Puerta del Sol,la formación de los barrios del Ensanche,la nueva periferia, la iluminación de lascalles por medio del gas, la instalación delferrocarril, la traída de las aguas del Lozoya,

los grandes mercados y pasajes comerciales,el tranvía, los jardines urbanos y los nuevoscementerios.

El Museo de Historia y la Fundación COAMvienen ofreciendo, desde hace ya cuatroaños, este relevante ciclo de conferencias,que analiza los cambios en el paisajeurbano de la capital durante los últimos

siglos. En esta ocasión, la lúcida visión delos autores nos permite aproximarnos ala villa decimonónica, de la que el Madrid

contemporáneo es heredero. Espero quela lectura de este riguroso volumen, y decada una de las conferencias que contiene,les permita tener una mirada nueva sobrenuestra ciudad y sobre las transformacionesque ha sufrido, hasta convertirse en la granurbe que hoy conocemos.

Alicia MorenoDelegada de Las Artes

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Ínice

La evolución social de Madriden la época liberal (1834-1900). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10Antonio Fernández García

Cuando la ciudad parte de una matriz teórica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30Luis Moya

Del Madrid isabelino al de la Restauración:arquitectura y espacio urbano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38Javier García-Gutiérrez Mosteiro

Hierro y arquitectura en el Madrid del siglo xix. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56María Rosa Cervera Sardá

La arquitectura de Madrid:de la Restauración al fin de siglo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84Carlos de San Antonio Gómez

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10 La evolución social de Madrid en la época liberal (1834-1900)

E

l periodo delimitado por el iniciodel reinado de Isabel II y el final delsiglo xix fue en España de cambios

intensos, tanto en el modelo políticocomo en la estructura social o en elimpulso revolucionario que experimentóla economía, pilotada por la aparición delferrocarril y el inicio de la industrializaciónen Cataluña y el País Vasco. Aunque losfenómenos característicos de la revoluciónindustrial se experimentaran en Madridcon bastante retraso, no podía la capitalpolítica del país mantenerse inmune a

los restantes fenómenos, antes bien losencabezó en el plano político y social, enel mundo de la información —sede de losgrandes rotativos—, o en el de impulsor ycanalizador de la nueva red de transporte.Son muchos años y demasiados temaslos que se presentan, y sería intentoilusorio examinarlos todos. Teniendo encuenta que en este ciclo se tratarán losaspectos que se refieren al crecimientoespacial de la villa, a su rostro visible(la arquitectura en la edad del hierro) ya las infraestructuras, nuestro objetivose enfocará a examinar, con la concisiónmáxima, los procesos que han exigido elcrecimiento de la villa del Manzanares: enprimer lugar la población, porque sin elincremento censal no hubiera aumentado

su superficie ni se hubiera planificado elEnsanche; en segundo lugar el cambioen el protagonismo social, que pasó de

los viejos estamentos a una burguesíaemprendedora; en último términodibujaremos un apunte sobre el impactode esta transformación social en elcampo de la política.

La poblaciónEl crecimiento del censoLa denominada «revolución demográfica» o«explosión blanca» constituyó un elemento

esencial de la revolución industrial. Conel descenso casi súbito de la mortalidad,y en un periodo posterior la contracciónmás tenue de la natalidad, los países másavanzados contemplaron el crecimientoexponencial de su censo, lo que permitióla expansión planetaria de los europeosen la época del imperialismo. Fue el casode los diecisiete millones de inglesesque abandonaron la isla para administrarel Imperio británico. En paralelo con elretraso de la industrialización, estefenómeno poblacional se experimentó enEspaña de forma amortiguada, porquelas tasas de mortalidad y natalidad semantuvieron elevadas. Dicho de otra forma,España vivió durante el siglo xix un modelodemográfico antiguo.

L evolución socil e Mri en l époc liberl(1834-1900)

Antonio Fernández García

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Antonio Fernández García 11

A pesar de esta limitación Madrid crecióen habitantes de forma clara1, porque enun país de base agraria la capital ofrecíaoportunidades de trabajo o de ascenso deestatus para los más capacitados, y el flujoinmigratorio compensaba con creces el juego negativo de los factores biológicos.Según el recuento municipal de 1804 Madridtenía 176.374 habitantes, aunque de hechoseguramente alcanzaba los 200.000, un

guarismo que la identificaba como el mayornúcleo urbano español, a gran distanciade Cádiz, Sevilla o Barcelona. La guerra dela Independencia, el exilio generado porel retorno del absolutismo encarnado porFernando VII y la pérdida de los territoriosde Ultramar contribuyeron a la parálisiseconómica y al estancamiento poblacionalde España. En 1836 el ministerio deGobernación atribuía a la capital 224.312

habitantes, pero el empadronamiento de1846 solo 206.714. Es una contracciónextraña que habría de ser investigada;probablemente la primera guerra carlista,la división política de la familia liberal yun cambio de ciclo económico estén enel envés de esta basculación, pero encualquier caso se nos aparece la primerafase del siglo, entre 1800 y 1846, como deparálisis, si constatamos que los 206.000habitantes de 1846 apenas superabanlos 200.000 de 1804. Sin caer en undeterminismo demográfico, nos parece

lógico que en un periodo de censo establelos proyectos urbanísticos se ciñeran a lareforma interior del plano de la ciudad,dentro de los límites de la cerca, como secomprueba en el proyecto presentado porMesonero Romanos.

Los años siguientes, hasta 1860, fueronde notable crecimiento, hasta alcanzarlos 298.426 habitantes según el censo

nacional de este año, lo que representabaun incremento cercano al 50%. Repitiendola correlación entre censo y superficieedificada, creemos que esta explosióndemográfica fue determinante para laaprobación del Plan de Ensanche deCastro y el derribo de la cerca. Que losacontecimientos políticos, y no solo losprocesos económicos, repercuten en lagráfica de la población se comprueba

con la pérdida de 10.000 habitantes entre1860 y 1869, si recordamos que el finaldel reinado de Isabel II se caracterizó poruna inestabilidad acusada, que coincidióademás con la crisis financiera de 1866 yla agraria de 1867 y 1868. Madrid dejó deser en esa circunstancia una meta soñaday mientras parte de sus vecinos ilustres seveían impelidos a probar la amargura delexilio otros posibles inmigrantes buscabanlugares más acogedores.

A partir de 1869, con la consolidación delsexenio democrático, la villa del Manzanaresinició tres décadas de crecimiento continuo,aunque de menor gradiente que el de losaños cincuenta. Hasta 1877 Madrid habíaganado otros cien mil habitantes (397.816,

1 Fernández García, a. (dir.), Historia de Madrid ,Madrid: Instituto de Estudios Madrileños, CSIC,2007, pp. 477 y ss.

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según el censo nacional de ese año) yrebasaba ampliamente el medio millón en1900 (539.835). Así se colmató el Ensanche yse inició la expansión por el extrarradio. Laimaginativa propuesta de Arturo Soria en laCiudad Lineal, más allá de sus concepcionesurbanísticas, que tanto influjo tuvieron enbastantes países, traducía la necesidadde búsqueda de espacios construidos almargen de las previsiones de Castro casicuatro décadas antes.

Podríamos por tanto establecer unacorrelación entre el censo y los planesde expansión urbana en tres fases: 1ª.estancamiento del censo/remodelacióndel casco. 2ª. crecimiento del censo/plande Ensanche. 3ª. incremento sostenido

de población/ocupación y planes para laurbanización del extrarradio.

El modelo demográfico madrileñoConstatamos, por tanto, que Madridcreció en población a lo largo de unperiodo en el que multiplicó el númerode sus vecinos por 2,5, un crecimientomuy superior al experimentado por otrosnúcleos urbanos y por el conjunto de lapoblación española, que se incrementó enmedio punto aproximadamente. La era delferrocarril, con la revolución que supusopara las comunicaciones, proporcionó a lacapital grandes facilidades para el accesode hombres y mercancías. Porque aunqueen esta ocasión no nos detengamos eneste punto, el abasto representaba otro

Figura 1. L. Levy, Calle y Puerta de Alcalá, h. 1880. Museo de Historia de Madrid

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condicionante estructural, puesto queno puede crecer un núcleo humano si nodispone de un abastecimiento suficiente,como el que facilitó la red ferroviaria.

La capital creció a un ritmo de 5 a 1 conrespecto al conjunto de la población deEspaña, diferencial que por sí solo exhibelas ventajas que ofrece el centro político,pero lo más llamativo es que su crecimiento

se produjo sin la modernización del modelo,porque a lo largo del siglo xix continuósiendo arcaico. ¿Qué rasgos calificabanun modelo demográfico moderno, elcorrespondiente a la industrialización?2.El de mayor trascendencia —como hemosseñalado— el descenso acusado de lamortalidad, conseguido por los avances dela medicina y la higiene; de forma más lenta,el descenso de la mortalidad infantil, que

repercutió decisivamente en la estructura delas pirámides de edades; en tercer lugar, lacasi desaparición de las crisis epidémicas,que constituyeron hasta el siglo xix un frenodecisivo para la expansión de los efectivoshumanos; en último término, la atenuaciónde las tasas de mortalidad diferencial, esdecir, la extensión a las capas popularesde tasas homogéneas de morbilidad y

mortalidad con respecto a las cohortessociales superiores. Ninguno de estosrasgos caracterizó el modelo madrileño.En consecuencia solo una explicación

existe para el crecimiento global del censomadrileño: la aportación constante de flujosde inmigrantes. Examinemos estos puntos.

Índices de natalidad y mortalidad altosdefinían un modelo poblacional antiguo,situación en la que se encuentran todavía,en los inicios del siglo xxi, bastantes pueblosdel Tercer Mundo. En Madrid la natalidadpermaneció en tasas en torno al 30 ‰hasta 1900, prácticamente las mismas queen 1800. Era la respuesta a una potenciade la mortalidad, que persistía en cotassuperiores. Carbajo Isla3 ha contabilizadoque en bastantes años del primer tercio dela centuria el número de fallecimientos enMadrid era superior al de nacimientos. Pornuestra parte hemos constatado que este

2 WriGley, e. a., «The growth of population inEighteenth-Century England: A conumdrumresolved», en Past and Present, n.º 98,pp. 121-150.

3 Carbajo isla, M.ª F., La población de la Villa deMadrid. Desde finales del sigo  xvi hasta mediadosdel siglo  xix », Madrid: Siglo XXI, 1957.

Figura 2. José Luis Pellicer y Fener, Plaza Mayor de Madrid, 1891. Museo de Historia de Madrid

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grave fenómeno persistía a finales de siglo:1880, 1882, 1883, 1885 a 1887, 1889, 1890,1896 y 1900 fueron años de crecimientovegetativo negativo en los que por el estricto juego de los índices Madrid debería haberperdido habitantes4. Y sin embargo sabemosque la población continuó en ascenso,hasta rebasar en 1900 el medio millón dehabitantes. No solo morían más individuossino que además en una alta proporciónmorían niños. En el quinquenio 1880-1884,del promedio de defunciones anuales de16.281, 4.525 eran menores de un año y3.267 se encontraban comprendidos entreuno y cinco años. Casi ocho mil niñosmorían en la capital, de un total de pocomás de dieciséis mil; es una proporción

estremecedora, que induce a investigar lascondiciones de higiene y vivienda de lasfamilias de los barrios más humildes.

Hemos señalado en otro estudio que lastasas de mortalidad diferencial a lo largode la Restauración entre los distritos ybarrios de la capital podían ser consideradosindicadores de una sociedad desigual, enla cual la vida y la salud no se repartían

de forma más equitativa que la riqueza. Elmédico Philip Hauser, al elaborar el mapasanitario de Madrid, clasificó los distritosen tres categorías calificadas por índicesdesiguales: de mortalidad máxima, Inclusa,Hospital, Latina y Universidad; media,Hospicio, Palacio y Audiencia; mínima,Centro, Buenavista y Congreso.

Recordemos, por otra parte, que en una

gráfica de la mortalidad aparecen crestasmuy marcadas en determinados años. Secorrespondían con crisis agrarias, años dehambre —lo que demuestra que examinamosuna economía del Antiguo Régimen—, o concrisis epidémicas. Nicolás Sánchez Albornozestudió las primeras; por nuestra partehemos estudiado los embates de las grandespandemias que afligieron a la población deMadrid. La mayor catástrofe del siglo se

4 Fernández García, a., «La población madrileñaentre 1876 y 1931. El cambio de modelodemográfico», en bahamonde, A. y otero,L. E. (eds.), La sociedad madrileña durantela Restauración. 1876-1931», Madrid: vol. I,Comunidad de Madrid, 1989, pp. 29-78.

Figura 3. Joaquín Sorolla, Caserío de barrios bajosmadrileños, 1883. Museo de Historia de Madrid

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fecha en 1811 y 1812, cuando los efectosde la crisis agraria fueron multiplicadospor la guerra, y produjeron entre veintey veintidós mil muertos de inanición, unacatástrofe descrita de forma estremecedoraen las Memorias de Mesonero Romanosy en los grabados de Goya. Desaparecida lapeste y en retroceso la viruela, el cólera seconvirtió en el enemigo número uno en laera del imperialismo5. En Madrid dejó 5.342

víctimas en 1834, 4.210 en 1854 y 1855, 2.869en 1865 y 1.366 en 1885. En retirada en losúltimos años del siglo xix, todavía castigócon coletazos demoledores algunas zonasdel norte de Europa, con Hamburgo y SanPetersburgo como víctimas más conocidasen la invasión colérica de 1893. Pero enMadrid en 1890, aunque el cólera se limitó aamagar con unos pocos casos en el verano,suficientes para perturbar el abastecimiento,

la gripe invernal y la viruela otoñal sumaronalrededor de seis mil víctimas.

Todos estos rasgos nos hablan de unasociedad que en el aspecto demográficomantenía un perfil de arcaísmo, de falta demodernización. Y sin embargo aumentabaen términos censales. La única explicaciónreside en los flujos migratorios. Una riadaque aportaba desde todos los puntospeninsulares nuevos habitantes a Madrid. Nopodemos dedicarle el espacio que mereceeste punto, por lo que nos limitamos aseñalar que los empadronamientos y censos

nos permiten comprobar que a lo largo de

la segunda mitad del siglo predominabanlos vecinos procedentes de otros lugaressobre los nacidos en la capital. Un soloejemplo: el 1 de enero de 1888 vivían enla villa 93.020 madrileños frente a 130.000foráneos, y 105.925 madrileñas frente a142.307 forasteras. Dos áreas geográficasdestacaban en esta aportación migratoria:la corona de provincias que rodeaban lade Madrid, y el Noroeste: Asturias ylas cuatro provincias gallegas. Con laconstrucción de la red ferroviaria y unamayor difusión de las noticias se diversificóa medida que avanzaba la centuria laprocedencia geográfica de los inmigrantes,aunque en ningún momento desaparecióel protagonismo de las áreas citadas,especialmente la de gallegos y asturianos.

5 Fernández García, a., Epidemias y sociedad enMadrid, Barcelona: Vicens Vives, 1985.

Figura 4. Aguador asturiano. Museo de Historiade Madrid

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16 La evolución social de Madrid en la época liberal (1834-1900)

La desamortizaciónLos sucesivos procesos desamortizadores—Godoy, José I, Trienio Liberal,Mendizábal, Madoz— alteraron en ciertogrado la fisonomía de las ciudades, unatransformación que cuenta con unaamplia bibliografía6. Para Madrid la ventade inmuebles y huertos de conventosdecretada por José I representó unaoportunidad para descongestionar una villa

ceñida por la cerca, aunque sus principalesproyectos, entre ellos la plaza de Oriente,para enmarcar el Palacio Real en unentorno solemne que resaltara su carácterde símbolo del poder, se remataran duranteel reinado de Isabel II. Nos limitaremosa examinar algunos aspectos de lo quesignificó para Madrid la desamortizaciónde Mendizábal. Tengamos en cuenta dospuntos de partida. El primero, la amplitud

de los espacios ocupados por institucionesreligiosas. En los planos de Martínez dela Torre (1800) y Juan López (1812) esevidente la presencia de innumerablesiglesias y conventos, resultado de mandasy obras pías dispuestas por la familia realy su cohorte de grandes a partir de lainstalación de la Corte. El segundo puntode partida es la residencia en Madrid deuna burguesía emprendedora, dotada decapacidad de compra, que encontró enesa enorme oferta de suelo urbano unaoportunidad de generación de plusvalías engran escala.

Resulta llamativo que en la compra debienes nacionales entre 1836 y 1845 serealizara una inversión de mayor amplitud

que en los ferrocarriles en los añossiguientes. La oferta de suelo provocó elhundimiento de los precios y el nacimientode empresas cuyo volumen de negociosse elevó a más de 100 millones de reales,como consiguió la Peninsular, fundadapor Pascual Madoz, o el Marqués deSalamanca en sus negocios inmobiliariosen el distrito de Buenavista. La inversión enla adquisición de bienes nacionales

garantizaba altos beneficios no solo porla adquisición de suelo a precio bajo sinoademás por el sistema de pago, que en unalto porcentaje se liquidaba mediante títulosde deuda pública, entonces devaluados, porlo que el valor de remate se reducía a un 1/5del valor real, según estimación de ÁngelBahamonde y Jesús Martínez7.

La especulación con el suelo urbano

se presentó como una fuente rápida debeneficios, mediante el juego de la compraa la baja y la venta algunos años después,y por la percepción de alquileres al crecerla población a partir de mediados de lacenturia.

6 Rueda, G. (ed.), La desamortizaciónen la Península Ibérica, en Ayer , n.º 9.

En este número, una panorámica de lavertiente urbanística en García colmenares,P., «Transformaciones urbanísticas eindustriales», pp. 175-211.

7 Bahamonde maGro, A. y Martínez martín, J.,«La desamortización y el mercado inmobiliariomadrileño», en Urbanismo e Historia Urbanaen el mundo hispano, Madrid: EditorialComplutense, 1985.

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Antonio Fernández García 17

A partir del plano de Coello (1849) y larelación de calles y plazas que incluyePascual Madoz en su Diccionario, SimónSegura8 ha calculado que el clero poseíabienes en un 44% del total de calles, plazasy plazuelas; dicho en otros términos, noexistía ningún rincón de la villa en el que nose alzara o desde el que no se vislumbrarala silueta de un convento o un huertoconventual o una iglesia, omnipresencia que

convirtió la venta de los bienes del cleroregular en un seísmo de compras, derribosy construcciones. Simón Segura ha estimadocomo probable que el clero poseyera un12% de las fincas urbanas, si bien su valorreal, dada la situación de la mayoría delos inmuebles, superaba claramente eseporcentaje. La documentación del Boletín

Oficial de Ventas de Bienes Nacionales, Diario

de Madrid y Archivo de Protocolos permite

observar la jerarquización del suelo segúndistritos, pues mientras en Audiencia sellegó a pagar a 106 reales el pie cuadrado,como precio máximo, en Inclusa elmáximo se movió en torno a los 30 reales9.Conocemos perfectamente a los principalescompradores10. Encabezó la nómina AngelIndo, con más de diez millones de reales

invertidos, seguido por Andrés Andreu concerca de siete millones de reales (el quemayor número de fincas adquirió), superólos seis José Cano e invirtieron cifrasen torno a los cuatro millones de realesDoroteo López, José Safont y Manuel Safont,en tanto que Salamanca, que terminaría porser el más importante constructor, invirtióen este periodo dos millones de reales encompras. Hablamos de la alta burguesíamadrileña, aunque el nivel de compras nose correspondía proporcionalmente con

8 Simón seGura, F., Contribución al estudio de ladesamortización en España. La desamortizaciónde Mendizábal en la provincia de Madrid, Madrid:Instituto de Estudios Fiscales, 1969.

9 Bahamonde, A. y Martínez, J., op. cit., p. 947.

10 Simón seGura, F., op. cit., pp. 92-93.

Figura 5. Iglesia de Santa María durante su derribo.Museo de Historia de Madrid

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18 La evolución social de Madrid en la época liberal (1834-1900)

su nivel económico, porque las fortunasacumuladas dependieron del uso delsuelo que hicieron en los años siguientes,aparte, naturalmente, de las inversionesen otros sectores. Por citar exclusivamentepersonajes conocidos, figuraban entrelos beneficiarios de estas compras encondiciones óptimas Tomás Jordán,propietario de una prestigiosa imprenta yeditor del Diario Oficial de Avisos de Madrid, 

Antolín Udaeta, banquero, entre otrosnombres de comerciantes, industriales,financieros, e incluso personalidades ligadasal régimen liberal, como Andrés Borrego,José Canga Argüelles y el autor de la ley,Mendizábal.

Parte de los inmuebles se dedicó ainstalaciones de gobierno o servicio público,destino que libró del derribo a algunos

de los edificios más destacados. Sírvanosde elemento de comparación la suerteseguida por el convento de los AgustinosRecoletos, del paseo del mismo nombre,adquirido por un particular y derribado, y elde los Agustinos de Doña María de Aragón,que pasó a ser ocupado por el Senado. ElCarmen Calzado, de la calle del Carmen, sedestinó a la Dirección de la Deuda Pública,respetándose la iglesia. El convento declérigos del Espíritu Santo fue demolidopara levantar el Congreso de los Diputados.El convento de los Jesuitas se convirtió enel Instituto San Isidro. Otras expropiacionespermitieron la apertura de plazas, unanecesidad acuciante en un plano abigarrado.Al derribarse el convento de los Capuchinosde la Paciencia se dibujó en parte de su

emplazamiento la plaza de Bilbao. Elconvento de los Mercedarios Calzadosse aprovechó para delimitar la plaza delProgreso (hoy Tirso de Molina). Algunascalles cambiaron por completo su funciónurbana. Fue el caso de Atocha, barrio dehospitales desde la época de Felipe II y, enrelación con la tarea asistencial, ámbito deconventos. Cinco fueron desamortizados:agonizantes de Santa Rosalía, dominicos de

Santo Tomás, Trinitarios Calzados, agustinosy beatas de San José. La calle se convirtióen un importante eje de la administración.Así, parte del convento de Santo Tomás seaprovechó para la instalación del Ministeriode la Guerra y Sala del Tribunal Supremo deGuerra; el de Comercio, Instrucción yObras Públicas se instaló en el conventode Trinitarios Calzados, situado en el solardonde hoy se encuentra el teatro Calderón11.

La desamortización transformósignificativamente el plano de la villa enel periodo en el que la estabilización delcenso de habitantes no exigía más quereformas interiores del casco. Definió unacoyuntura económica de oportunidades parala inversión y la acumulación de capitales.Y contribuyó al ascenso de una burguesíapotente en una ciudad hasta ese momentosubsidiaria de la actividad estatal.

11 Fernández García, A., «Antón Martín», enVV. AA. Madrid , vol. 2, Madrid: Espasa Calpe/Instituto de Estudios Madrileños, 1979.

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Pujanza de la burguesía madrileñaDurante bastantes años predominó en lahistoriografía del siglo xix la imagen deMadrid como una ciudad de funcionarios yartesanos, carente de industria y por endede clase obrera y de empresarios, en la cuallas actividades económicas se restringíana las derivadas del funcionamiento delEstado. Esta imagen tópica fue iniciadapor el historiador catalán Jaime Vicens

Vives y arraigó en sucesivas promocionesde historiadores. Para Vicens solo podíahablarse, al menos durante la primera mitaddel siglo xix, de burguesía en Barcelona yCádiz. La revisión fue iniciada por ÁngelBahamonde y varios historiadores de laeconomía, que demostraron la presencia enla capital de un nutrido grupo de hombresde negocios desde los inicios de la épocaisabelina, si bien su génesis debe buscarse

en los años anteriores12.

Efectivamente a principios de siglo y enlos años correspondientes a la guerra dela Independencia la estructura social deMadrid se caracterizaba por una intensapresencia de la aristocracia y el clero, losdos estamentos privilegiados del Antiguo

Régimen, completada por una extensanómina de altos funcionarios y unas capaspopulares integradas por una plétorade criados —el oficio más solicitado porunas clases que hacían de la ostentacióny el lujo su forma de vida—, y un variadomuestrario de actividades artesanales, enlas que comparecían chisperos, vidrieros,carpinteros, botoneros, guarnicioneros,etc. Pero ya en esa época aparecían

individuos destacados en el campo delcomercio o ligados a las actividades de loscinco gremios. Bastantes aumentaron suinfluencia al ocupar cargos municipales,fueran regidores, caso de Álvaro Benito, ocorregidores, como García de la Prada oSáinz de Baranda, durante los años de laocupación francesa. Estos núcleos crecieronen los años veinte, al socaire de los serviciosal Estado y de la especulación con deuda

pública, único recurso del que disponíael Tesoro público para afrontar gastosinaplazables.

En los inicios del reinado isabelino, la listade contribuyentes por subsidio mercantile industrial permite conocer la nómina dela alta burguesía con negocios en Madrid,en su mayoría procedentes del País Vasco—perfectamente estudiada por Estíbaliz Ruizde Azúa13— y en menor número de Cataluña,una nómina donde comparecen fundadoresde auténticas dinastías comerciales:Balmaseda, Ceriola, Remisa, Norzagaray,Falcó. Una de las mejor conocidas es lafamilia de los Murga, en cuya segundageneración destaca el que se convertiríaen Marqués de Linares, cuyo palacio se

12 Bahamonde maGro, A. y Toro mérida, J.,Burguesía, especulación y cuestión social en elMadrid del siglo  xix , Madrid: Siglo XXI, 1978.

13 Ruiz de azúa y Martínez de ezquerecocha, E.,Los vascos en Madrid a mediados del siglo xix . Lección de ingreso en la Real SociedadBascongada de los Amigos del País, Madrid,1995.

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20 La evolución social de Madrid en la época liberal (1834-1900)

mantiene como uno de los emblemasarquitectónicos del Madrid actual. Estasfortunas se generaron en servicios al ejército—incrementados con las expediciones paraintentar retener las colonias americanas—,servicios que aumentaron durantelas guerras carlistas, así como en laespeculación con los alimentos durante lascíclicas crisis de subsistencias, el negociobancario o el abastecimiento de la ciudad,

arrendado por el Ayuntamiento a partir de1839 al catalán José Safont.

La lista de contribuyentes por territorialy subsidio industrial de 1856 nos permiteconocer los principales individuos deeste grupo y su actividad. Considerandogran burguesía la formada por individuosque pagaban una contribución superior alos 1.000 reales, aparecen en los listados

1.002 inscritos como almacenistas ycomerciantes de lujo, 211 comisionistas detoda índole, agentes de bolsa y prestamistaso banqueros; 175 nombres correspondientesa profesiones liberales (abogados, médicos),un número reducido correspondiente a laincipiente actividad industrial en pequeñostalleres y, como grupo más destacado,2.215 rentistas, que percibían ingresosde fincas rústicas y urbanas. Este últimogrupo representa la importancia del sectorinmobiliario, que se apoyó en la ofertade suelo abierta por la desamortización.En 1846, cuando el proceso de adjudicaciónde bienes nacionales podía considerarsecompleto, al lado de algunos nobles, conel Duque de Osuna a la cabeza, figurabancomo principales perceptores varios

burgueses, el más destacado SantiagoAlonso Cordero, con rentas de 464.000reales, muy por encima de Mariano Barrioy Juan Antonio Cobián, que recaudabanmás de 200.000 reales. En los años sesentael Ensanche y la inmigración continuareafirmaron la importancia económica delsector de los alquileres.

Dos áreas de la ciudad retribuyeron con

más generosidad a los inversores. Laampliación de la Puerta del Sol beneficiaríasobre todo a Juan Manuel de Manzanedo;en el distrito de Buenavista los Rothschildy Salamanca serían los principalesimpulsores de la Sociedad del Barrio deSalamanca. Manzanedo y Salamanca fuerondos personalidades arquetípicas. JuanManuel Manzanedo acumuló su fortuna enCuba y se instaló en Madrid para explotar

contratas de tabaco, pero sus beneficios semultiplicaron con la compra venta de solarese inmuebles en la ampliación de la Puertadel Sol. Sol era el epicentro de Madrid, elágora de los grandes acontecimientos, elcentro de la vida urbana de la villa. En 1836el convento de la Victoria fue adquiridopor Manuel Mateu a un precio bajísimo, 33reales por pie, y Alonso Cordero compró enel lugar más estratégico de la plaza, en elarranque de la calle Mayor, el convento deSan Felipe a un precio similar14. El proyectode ampliación, completado en 1862, deparóuna nueva oportunidad de acumulación

14 Bahamonde, A. y Martínez, J., «Ladesamortización...», op. cit., p. 930.

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de beneficios en una zona donde cadaaño se elevaba el precio del suelo y de losinmuebles. Manzanedo fue el segundoinversor, con 5,2 millones de reales, a grandistancia de otros compradores, comoAntolín de Udaeta, que invirtió menos dedos millones, si bien la cifra mayor figuraen una sola operación, la de LambertoFontanella en el área de la iglesia delBuen Suceso, que se elevó a seis millones

de reales15. Los inversores acumularonen poco tiempo pingües ganancias yManzanedo vio retribuida su fortuna con eltítulo de marqués en 1863, para premiar sucontribución al desarrollo de la ciudad.

Otro burgués ennoblecido, José deSalamanca, repartió sus ganancias entrela bolsa, los ferrocarriles y la construcción.Trajo la ópera a Madrid, contrató artistas,construyó el ferrocarril Madrid-Aranjuez yfundó la compañía MZA, fundó periódicosy diseñó el barrio que llevaría su nombre.En 1864, cuando se le concedió el título deMarqués de los Llanos, su fortuna ascendíaa 400 millones de reales, según cálculo deTorrente Fortuño16 y representaba el mayorpatrimonio español del momento. La crisis

15 Ruiz Palomeque, E., Ordenación y transformación urbana del casco antiguomadrileño durante los siglos  xix  y  xx , Madrid:Instituto de Estudios Madrileños, 1976, p. 245.

16 Torrente Fortuño, J. A., Salamanca, bolsistaromántico, Madrid: Taurus, 1969.

Figura 6. Charles Clifford, Puerta del Sol después de la reforma, 1862. Museo de Historia de Madrid

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22 La evolución social de Madrid en la época liberal (1834-1900)

financiera de 1866 le alcanzaría y le pondríaen riesgo de ruina.

Al lado de la burguesía especulativa surgióen Madrid un empresariado industrial, enrelación con actividades que desbordabanla dimensión artesanal. El gran tallercaracterizó actividades como el calzado,alimentación, materiales de construcción.En el metal aparecieron fundiciones, comola de Safont, estimuladas por la insaciabledemanda del ferrocarril. Y en los registrosindustriales aparecían nombres ligados altejido, papeleras y las innovadoras industriasquímicas, que impulsarían la agricultura entreotros beneficios, hasta constituir un sectordefinitorio de la segunda revolución industrial.

Mientras algunas de las más linajudas casasaristocráticas no acertaban a adivinar los

sectores de inversión más prometedoray se arruinaban al no poder asumir unos

gastos suntuarios crecientes, como ocurriócon la Casa de Osuna, algunos burguesesenriquecidos entraban en el coto reservadode la nobleza, conquistado por los noblesde nuevo cuño, casos de los marqueses deManzanedo, Salamanca y Linares, entreotros muchos17. Este juego de ascensoy descenso está en la base de la alianzaburguesía-aristocracia. Muchos títulospresidían, solo por la fuerza simbólicadel título, sin que dispusieran de una

17 Bahamonde maGro, A., «Crisis de la noblezade cuna y consolidación burguesa (1840-1880),en Madrid en la sociedad del siglo  xix , vol. I,Madrid: Comunidad de Madrid/Alfoz, 1986,pp. 325-376.

Figura 7. Andreas Pic de Leopold, Palacio del Marqués de Salamanca en Recoletos. Museo de Historia de Madrid

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participación accionarial que lo justificara,sociedades de seguros, de transportes ode construcción. Aunque en otros casosocuparan las presidencias personalidades notituladas: Alejandro Mon fue presidente dela Sociedad Española Mercantil e Industrialy de la compañía de ferrocarriles MZA, yAlejandro Oliván presidió la CompañíaGeneral de Minas y era consejero de laCompañía General de Coches de Madrid. Se

formó así una malla de intereses que nosha permitido afirmar en otras ocasiones latesis de que la burguesía fue socia antes querival de la nobleza a lo largo de los reinadosde Isabel II, Amadeo de Saboya y durante laRestauración18.

Cartografía social del Madridde la RestauraciónHemos apuntado que en el Madrid de

principios de siglo, en los años de la guerracontra Napoleón, predominaban los gruposcaracterísticos del Antiguo Régimen:nobleza y clero, y los propios de una capitalpolítica: altos funcionarios y artesanos19.A mediados de siglo, como acabamos de

señalar, la preeminencia de la burguesíaera ya indiscutible. En el censo de 1860 secontabilizan más de 7.000 propietarios y

cerca de 3.000 comerciantes, al lado de unnúcleo compacto de clases medias, con másde 1.500 abogados como sector más nutrido,y unos 44.000 artesanos, en contraste conlos 1.200 jornaleros de fábrica, proporciónentre artesanos y obreros que señala conclaridad la falta de industria en la capital yla persistencia de actividades económicastradicionales.

En el último cuarto del siglo asoman yalos rasgos propios de una sociedad máshomologable a la edad de la industria.Las sucesivas remesas de inmigrantesy el constante aumento de la poblaciónestimularon la renovación de lasactividades productivas. Todavía en 1885se contabilizaba la exigua cifra de 106

18 Fernández García, a. y Rueda laFFond, J.

C., «La sociedad (I): los grupos sociales», enFernández García, A. (coord.), Los fundamentosde la España liberal (1834-1900). La sociedad.La economía. las formas de vida. Historia deEspaña Menéndez Pidal, vol. XXXIII, Madrid:Espasa Calpe, 1997.

19 Fernández García, a., «La sociedad madrileñaen 1808», en Los franceses en Madrid. 1808.Revista de Historia Militar , 2004, número extra.

Figura 8. Amador, Interior aristocrático. Museode Historia de Madrid

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24 La evolución social de Madrid en la época liberal (1834-1900)

máquinas de vapor y motores de gas, quese aplicaban mayoritariamente al sectorde las infraestructuras y la construcción:fundiciones de hierro, máquinas de aserrary cepillar madera; o a la alimentación:fabricas de chocolate, de cerveza, tahonas.En 1897 se había multiplicado por cincoel número de instalaciones fabriles, conun censo de 15.318, de ellas 628 con ladenominación de fábricas. En la fábrica

de gas La Madrileña trabajaban 1.500obreros. El trabajo de la mujer estabarepresentado en la fábrica de tabacos, dondehabían llegado a estar empleadas, directao indirectamente, 3.000 cigarreras, unaacumulación que permitió la movilizaciónsocial en casos de conflicto. Por esos añosse introdujo la electricidad, tanto en elalumbrado, donde desplazó muy lentamenteal gas, como en el transporte, aquí de forma

muy rápida: el primer tranvía eléctrico seinauguró en 1891, con una reglamentaciónmás racional que la de los tranvías de mulasde 1871. En resumen se puede hablar deun proceso de protoindustrialización en ladécada final de la centuria.

En la mano de obra para las nuevasinstalaciones predominaban inmigrantesrecientes, que se instalaban en las zonasmás humildes del plano de la ciudad. Deesta forma, al lado de la ciudad barroca,de espacios amplios y edificios solemnes,la dibujada en las zonas próximas alRetiro y al Palacio Real, se apuntaba enlos distritos meridionales una ciudad«manchesteriana», abigarrada y parcaen servicios. Tenían sus residencias

las familias burguesas en las zonas delEnsanche, y en particular mostrabanpreferencia por el urbanismo cuadricularde Buenavista, al mismo tiempo que losbarrios del Sur y de Universidad, de callesangostas y viviendas antiguas, sufrían unproceso de deterioro. Contemplamos laclásica dicotomía de la ciudad industrial,señalada en las historias del urbanismo,aunque Madrid se encontrara todavía en

un grado incipiente de industrialización.Anotamos algún indicador.

Los distritos distinguidos se situaban ya enun ciclo demográfico moderno, con tasas denatalidad y mortalidad bajas; los distritosproletarios se mantenían en el ciclo antiguo,de índices elevados. Para no abundar encifras, digamos tan solo que los porcentajesde mortalidad se movían en torno al 40 ‰

en Inclusa y Latina, y en torno al 23 ‰ enBuenavista, Centro y Congreso. Ocurríalo mismo con la mortalidad catastrófica.La última gran invasión del cólera enEspaña, en 1885, provocó en Congresouna cifra apenas apreciable de víctimasde 0,08 ‰; más expuesto se vio el distritode Buenavista, con un índice de 1,33, peronada comparable a la indefensión de Latina,con 4,06 y de Inclusa, con 4,08. Tomandolas cifras extremas, se puede afirmar quela potencialidad del cólera había sido 51veces inferior en el distrito más distinguidoen comparación con el más depauperado,lo que traducía grandes desigualdades enlos niveles de vida de los habitantes. Poreso Serrano Fatigati en su Informe a laComisión de Reformas Sociales aseguraba:

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«Los barrios de Madrid donde preponderanlos obreros carecen de limpieza, de higieney de toda clase de condiciones para serhabitados»20. 

El otro indicador social que elegimos, lavivienda, suponía una diferenciación doble:vertical y horizontal. El principal se reservabapara familias de más alto nivel social,buhardillas y sótanos albergaban familiashumildes recién llegadas en busca de trabajo.Antes de la instalación de los primerosascensores, a Méndez Álvaro le parecíaexcesiva la altura consentida, superior a lade París: «La fatiga que originan estas [las

Figura 9. Enrique Martínez Cubells, La Puerta del Sol, h. 1900. Museo de Historia de Madrid

20 Serrano FatiGati, E., Información oral y escrita, Comisión de Reformas Sociales, Madrid, 1890.t. II, pp. 65-70.

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26 La evolución social de Madrid en la época liberal (1834-1900)

escaleras] y la perturbación consiguiente enla circulación de la sangre, trae a la larga [...]consecuencias funestas»21.

Más acusada que la diferenciación verticalera la horizontal, pues los grupos socialesse distribuían según su nivel de ingresos endiferentes zonas del plano. Los alquileresmás bajos, en torno a las 40 pesetas almes, se encontraban en los distritos de

Inclusa y Latina, aunque también aparecíanen Congreso y Centro, probablementecorrespondientes a pequeñas buhardillas.Los alquileres medios, entre 50 y 80 pesetasa finales de siglo, eran frecuentes en barriosperiféricos de Palacio y Buenavista, y seencontraban más repartidos en el áreade Hospicio. Los alquileres superiores a100 pesetas, que podían exceder las 400pesetas y en unos pocos casos las 1.000, se

localizaban exclusivamente en Buenavista,Centro y Congreso. Podemos clasificarsegún estos datos los distritos de Madriden humildes, medios y distinguidos. Yprofundizando más, establecer la relaciónentre alquileres y tasas de mortalidad22.

En esos años saltó al campo de la opiniónla denominada «cuestión social», a la quese intentó responder desde el gobierno conla formación de la Comisión de ReformasSociales y a escala internacional con el augede la medicina higienista y la convocatoria deun Congreso Internacional de Demografía enMadrid en 1898. Si se buscaban solucionesera porque existía un problema. Y Madrid,a pesar de mantenerse como una urbeescasamente industrializada, constituía ya un

testimonio de los problemas derivados de lasegunda revolución industrial.

Cartografía del voto a finales de sigloExiste una relación entre la base socialy la tendencia del voto. Por razones deespacio nos limitaremos a apuntarlo en laselecciones de 1893, circunstancia en la quepara consternación de los líderes políticosde los partidos del «turno», Cánovas

y Sagasta, se produjo el triunfo de losrepublicanos en el distrito emblemático dela capital, provocando en los protagonistasdel sistema el temor de que la Monarquíaterminara derribada por las urnas.

Cánovas solo había visto peligros en elsufragio universal, pero consintió en dejarel tema abierto en el artículo 28 de laConstitución de 1876, lo que permitió a

un gobierno Sagasta aprobar por ley de26 de junio de 1890 el voto para todos losciudadanos varones mayores de veinticincoaños. Al distrito de Madrid capital seasignaron ocho diputados, seis para la listamás votada y dos para la siguiente. Mediante

21 Méndez álvaro, F., «Discurso de contestación

a Casas de Batista», en casas de batista, R.,Problema relativo al hogar del obrero. Memoriade la Real Academia de Medicina. tomo III,parte II, Madrid, 1875, pp. 245-246.

22 Fernández García, a., «Niveles de vida delproletariado madrileño (1863-1903)», enI Jornadas de Estudio sobre el Reformismo Socialen España: La Comisión de Reformas Sociales, Córdoba: Obra Cultural Caja Sur, 1987.

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Antonio Fernández García 27

el pacto previo conocido como encasillado,en los comicios de 1891 obtuvieron seisescaños los conservadores, en ese momentoen el gobierno, y dos los liberales; pero yaentonces se comprobó el arraigo de lospartidos republicanos, que se hubierantraducido en escaños si hubieran concurridounidos. Con esta experiencia, dejando a unlado el grupo posibilista de Castelar, queprefería entenderse con los monárquicos,

los progresistas del doctor Esquerdo, losfederales de Pi y Margall y los centralistas

de Salmerón concurrieron asociados en lalista denominada Unión Republicana. Conel sufragio universal y en un momento deeclosión de la prensa política concurríanademás otras candidaturas, aunque no laconservadora de Cánovas, que no presentólista por Madrid. De esta forma se enfrentabancomo formaciones principales los liberales deSagasta, en ese momento en el gobierno, y laUnión Republicana, que presentaba sus pesos

pesados, frente a figuras de segunda fila en lacandidatura monárquica.

El resultado, escandaloso para la prensamonárquica, fue el triunfo republicano, querecogió los seis escaños de la mayoría,relegando a los gubernamentales alos dos de la minoría. Recordando lacaracterización de los distritos madrileños,veamos los resultados23.

Elecciones de 1893.Porcentajes de las dos primeras candidaturas

Distritos Liberales Republicanos

Palacio 55,28 40,06

Universidad 40,04 54,46

Centro 48,25 44,99

Hospicio 42,85 51,05

Buenavista 52,25 41,05Congreso 51,37 42,54

Hospital 39,18 57,59

Inclusa 32,41 63,54

Latina 37,36 60,15

Audiencia 43,68 51,94

TOTAL 43,79 53,30

(Fuente: Amparo García López: Las elecciones parlamentarias de la Restauración en Madrid ).

23 Fernández García, a., El sufragio universal enMadrid (1890-1893), Ayuntamiento de Madrid/Instituto de Estudios Madrileños, 1996. García lóPez, A., «Elecciones en Madrid en el cambiode siglo», en Fernández García, A. (coord.),«Madrid hace un siglo. En torno a 1900».  Arbor,n.º 666 (junio de 2001).

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28 La evolución social de Madrid en la época liberal (1834-1900)

El triunfo republicano era incontestable yllevó al Parlamento al doctor Esquerdo,Salmerón, Pedregal, Pi y Margall, RuizZorrilla y Eduardo Benot. Se había fraguadoen los distritos proletarios del mediodía:Inclusa, Latina. Los diez puntos porcentualesde ventaja sobre los monárquicos se habíanacumulado en las zonas de Madrid demayores problemas sociales y urbanismomas problemático, sin que esos votospudieran ser contrarrestados por elrespaldo a los monárquicos en los distritosde Palacio, Buenavista y Congreso. Esacorrelación entre base social y tendencia delvoto se refuerza si se observa la ubicación

de los colegios donde obtuvo su magracosecha el partido socialista, encabezadopor Pablo Iglesias, casi en exclusiva recogidaen Inclusa, Hospital y Palacio. Y se vería conmás claridad si descendiéramos a la escalade barrio.

El éxito republicano, que no se repetiría enlos siguientes comicios, provocó un seísmopolítico. En 1896, sin haber cambiadola sociedad, mientras los monárquicospactaban un apoyo mutuo, los republicanos,exhibiendo una inmadurez política frustrantepara sus seguidores, volvían a presentarsedivididos en varias listas. En cualquier caso

Figura 10. Alfred Guesdon, Vista de Madrid con la Plaza de Toros. Museo de Historia de Madrid

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la elección de 1893 había demostrado queel granero republicano se encontraba entrelos inmigrantes recién llegados y los obrerosdel sur de Madrid, afincados en las áreasurbanas más problemáticas, con viviendasvetustas, una alta mortalidad y serviciosantiguos, por ejemplo con la persistenciade pozos negros en vez de alcantarillas,una situación que recogía todavía en 1929 laexcelente Memoria municipal de ese año.

Los intensos cambios que experimentóMadrid entre 1834 y 1900 se reflejaron en elcrecimiento de la ciudad, en los sucesivosplanes, de Mesonero, Fernández de losRíos, Castro, por lo que al casco antiguorespecta, y el proyecto imaginativo de

Arturo Soria en la Ciudad Lineal para elextrarradio. Este crecimiento fue inducidopor el crecimiento constante de la población,que terminó la centuria con un censosuperior al medio millón de habitantes, yque fue aprovechado por los burgueses másaudaces con las enormes oportunidadesabiertas por la desamortización. En estase fraguó un núcleo burgués poderoso,que caracterizó el denominado «siglo de

la burguesía». Solo en los lustros finalesdel siglo se inició un proceso todavíaincipiente de industrialización. En esascapas populares que acudieron a lallamada del republicanismo se reflejaba laheterogeneidad de una sociedad urbana muyalejada de la aristocrática y clerical de 1800.

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M

adrid en el siglo xix era una ciudadconvulsa social y espacialmente1. Elurbanismo es el más fiel reflejo de la

sociedad que lo habita. La nueva burguesíade un país que no ha tenido ni una revoluciónviolenta ni industrial, necesitó sin embargoreflejarse en sus edificios y espacios libres

públicos. Pero al mismo tiempo, esta mismasociedad era muy consciente de que laciudad podía ser un negocio lucrativo si

se elegían los instrumentos adecuados. Elprimer paso fue la desamortización que seproduce entre 1836 y 1855; prácticamentela mitad de los bienes inmuebles de Madrid

30 Cuando la ciudad parte de una matriz teórica

Cuno l ciu prte e un mtriz teóric

Luis Moya

Figura 1. Plano de Madrid en 1849. Apretado tejido urbano con edificios y establecimientos principales, religiosos,civiles y militares. Procedencia: Museo de Historia de Madrid.

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Luis Moya 31

pertenecían a la Iglesia, fuera clero regularo clero secular, pero además existía un granpatrimonio en alquiler para todo tipo de

usos, especialmente de vivienda. Por tantono debe sorprender ni es un síntoma deradical anticlericalismo el hecho de que sedestruyeran muchos conventos e iglesiaspara esponjar el tejido con nuevas plazas,calles y espacios verdes, y para construiro acondicionar edificios para nuevosequipamientos como hospitales, escuelas,

Figura 2. Ramón de Mesonero Romanos, Carlos María de Castro, Ángel Fernández de los Ríos y Arturo Soria. Cuatrourbanistas de tendencias teóricas diferentes.

1 moya, L, «El desarrollo espacial de Madridhasta 1857», en Cartografía básica de la ciudad de Madrid , Madrid: COAM, 1979.

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32 Cuando la ciudad parte de una matriz teórica

centros universitarios, cuarteles y muchosmás, acordes con la nueva organizaciónsocial. Por mencionar algunas plazas, TirsoMolina, Vázquez de Mella, Santa Bárbara,proceden de la demolición respectivamentede los Mercedarios Calzados, losCapuchinos de la Paciencia y Santa Bárbara,edificios como las Cortes, el mercado de SanMiguel, y la universidad de San Bernardoproceden de nuevas construcciones

o reformas donde se encontraban losconventos de Santa Catalina y San Miguel,y el acondicionamiento del Noviciado delos Jesuitas para el caso de la universidad,que había sido trasladada desde Alcalá deHenares en 1836.

El primer debate surge entre elgrupo de responsables y técnicospartidarios de reestructurar la ciudad

existente, precisamente aprovechandolas posibilidades que brindaba ladesamortización, y el grupo de los queopinaban que había que construir unanueva ciudad a continuación de la antigua.Desde el punto de vista económico lalucha se centraba fundamentalmenteentre propietarios del centro o de laperiferia. Desde el punto de vista teórico,los partidarios de la higiene y la movilidadconsideraban que el confort solo se podríaalcanzar con un Ensanche, y como lamentalidad burguesa se apoyaba en laclaridad y la precisión, la cuadrícula era lamejor fórmula geométrica.

El representante más cualificado de laregeneración de la ciudad existente fue

Mesonero Romanos, y del Ensancheevidentemente fue el autor del mismoen Madrid, Castro. Pero había unatercera postura teórica que podemosadjudicar a Ángel Fernández de los Ríosy que por su eclecticismo y pragmatismoprobablemente hubiera resultado la mejor,es decir, intervenir en el tejido existentepero ampliarlo en su perímetro con suspropias leyes de formación sin solución de

continuidad.

Ramón de Mesonero Romanos era periodista,escritor y fue concejal de tendenciaconservadora en 1846 del Ayuntamiento deMadrid2. A él se deben escritos que inician elgénero costumbrista. Planteó reformas quefueron llevadas a cabo, como la del barriode la calle de Barquillo donde se ubicabanlos «chisperos» (herreros), la Plaza Mayor,

y la construcción del mercado de la Cebada,entre otros. Carlos María de Castro erafuncionario, de profesión arquitecto y sobretodo ingeniero de caminos. Esta últimaprofesión agrupada en la Junta Consultivade Caminos del Ministerio de Fomento,defendía precisamente los Ensanches comomejor manera de crecer las ciudades, puesla vialidad ortogonal era la base sobre la queconstruir un tejido con sus mayores virtudes.Su modelo fue el Ensanche de Barcelonaconsecuencia de su admiración teórica porel también ingeniero de caminos Ildefonso

2 En edición facsímil El antiguo Madrid , AgustínCriado, 1981.

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Luis Moya 33

Cerdá. Ángel Fernández de los Ríos eraperiodista y escritor, como Mesonero, peroen su polo opuesto ideológicamente, puesera progresista, afrancesado y anticlerical;fue concejal de Madrid tras la revolución de1868 «La Gloriosa» y a pesar de la brevedaden el cargo consiguió obras trascendentespara Madrid como abatir la tapia de laciudad, abrir el Retiro a los madrileños, elviaducto de la calle Bailén o la plaza del

2 de Mayo, entre otras. Pero además dejóescrito un magnífico libro para reformarMadrid titulado El futuro Madrid que es unaexcelente referencia para conocer la ciudad,debido a lo detallado de sus descripciones,y al mismo tiempo es un análisis crítico dela sociedad que le tocó vivir desde una visiónpositiva y propositiva3.

Madrid antes de las reformas y ensanche

del siglo xix era una ciudad congestionaday agobiada dentro de la cerca levantada porFelipe IV en 1625. Las monarquías absolutashabían construido sus residencias socialesen La Florida, El Pardo, el Buen Retiro,además de las exteriores como Aranjuez,El Escorial, La Granja, y la aristocracia sehabía situado en determinadas vías como el

paseo del Prado, San Bernardo, Alcalá, laCarrera de San Jerónimo, y en proximidadal Palacio Real. Pero ningún poderoso habíaprestado suficiente atención a la ciudad

dejando el caserío normal, sus calles yplazas a promotores y constructores conmiras en el beneficio inmediato. Quizádebemos achacarlo a nuestro pasado árabecuyas ciudades, a diferencia de lo que ocurreen Francia o Italia, son fruto de la adiciónparcela a parcela, en gran contraste con losedificios representativos y singulares. Lasparcelas que todavía en el Plano de PedroTexeira de 1656 tenían una o dos alturas,se van sustituyendo por edificios de cinco asiete alturas, con lo cual el vaso de la callequeda desproporcionadamente estrechopara recibir aire y luz, y las actividadeslo congestionan. La reforma, pues, eraimprescindible para una sociedad que sepretendía racional. Frente a una visiónparcial de Mesonero, Fernández de los Ríos

3 La edición de Libros de la Frontera de 1975del libro El futuro Madrid tiene una excelenteintroducción de Antonio Bonet Correa. Parauna lectura rápida se puede ver el artículo delque estas líneas suscribe en el libro Madrid noconstruido titulado «La utopía de Fernández delos Ríos», Madrid: COAM, 1986.

Figura 3. Proyectos de Ángel Fernández de los Ríos.Plaza de Europa y plaza de Colón, con las funcionesde airear la ciudad espacial y culturalmente.

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34 Cuando la ciudad parte de una matriz teórica

propone una reforma global con un métodoque ya se había aplicado en la Roma deSixto V para convertir la ciudad sagradapero medieval en una ciudad procesional yrepresentativa. Dicho método, origen de lasreformas barrocas, consiste en abrir plazascon edificios representativos y grandesejes que los unen. En el caso de Roma

eran iglesias, en el caso de la reforma deFernández de los Ríos, edificios cívicos. Peroademás este último proponía ampliacionesen continuación de los grandes ejes deforma orgánica.

El Ensanche de Castro de 1860, por unaparte propone una nueva ciudad completaen sus elementos y bien distribuidos en sus

equipamientos y servicios, pero no tiene encuenta ni la ciudad preexistente, ni la ciudadfutura4. Estas son las principales críticasque se le hacen: falta de conexión con eltejido antiguo y una calle perimetral confoso que impide su fácil continuación, comode hecho ocurrió. Pues hasta la GuerraCivil Madrid creció más en el extrarradio,donde el valor del suelo era menor, que enel propio Ensanche. Sin embargo el modelohaussmanniano de Fernández de los Ríostenía un componente territorial al considerarvinculaciones con los pueblos del entorno deMadrid.

El Ensanche de Castro no es monótono,como tantas veces se ha criticado. A cadabarrio le imprime un carácter y permite una

Figura 4. Proyecto de ensanche de Carlos María deCastro, 1860. En oscuro quedan los barrios que en elplano de 1863 se integran en la propuesta definitiva.

4 Plan Castro, Madrid: COAM, 1978. Acompañaun exhaustivo «Estudio preliminar» de AntonioBonet Correa.

Figura 5. Calle Velázquez en su encuentro conOrtega y Gasset en 1926. Imagen de un tejido rico deelementos y proporcionado en sus volúmenes.

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variedad tipológica que ya desearía la ciudadde los polígonos del siglo xx. Evidentementees clasista en cuanto que la Castellanaestaba pensada para la aristocracia y altaburguesía, Salamanca y Argüelles parala burguesía media, y el Este, detrás delRetiro, para el proletariado, pero la fuerzade los hechos positivos ha conseguido unamezcla no destruida en parte hasta muyrecientemente. También la fuerza de los

hechos negativos ha desvirtuado muchas delas buenas decisiones originales en cuantoa la relación que Castro deseaba del 50%del espacio libre con respecto al ocupadopor la edificación, o las tres alturas de límitemáximo, o los parques que luego fueronmermados. La primera transformación lafirmó el propio Castro en el segundo planoque elaboró, definitivamente aprobado dosaños después del primero. Sin embargo

la integración de los barrios de Chamberíy Yeserías a la que fue obligado por lospropietarios de los mismos rompió larigidez de la trama hipodámica, asumiendola existencia de antiguos ejes muyrepresentativos para la ciudad. En estesegundo plano aparecen también los barriosde Alfonso XII y Argüelles, nuevo enlacede ferrocarriles, nuevo perímetro de rondasalvando la propiedad Real de La Florida,y supresión de huertos al Sur, entre otroscambios. La segunda transformación conpérdida evidente de calidad fue durante elmandato de Cánovas del Castillo, con elDecreto Real de 1864, en el que se plegóexcesivamente a las pretensiones de lospropietarios y constructores que ya veíanel gran negocio que procuraba una mayor

edificabilidad. Aun con todo el Ensanchetiene barrios de gran riqueza y complejidad,y solo actualmente la presión del valor delsuelo está provocando una terciarización queen algunos, como Salamanca, hacen perderlas cualidades que siempre han tenido.

La discusión entre los partidarios delEnsanche geométrico y aquellos quepropugnaban un crecimiento más orgánico,y que tuviera en cuenta la topografía delterreno como elemento trascendente a lahora de decidir la ordenación, entronca conel debate europeo de los que confiaban enla industria como proceso racionalizador yaquellos que reivindicaban la artesanía enrelación con el arte. Esta última corriente,que tiene su formulación más clara enarquitectura de la mano de Ruskin yMorris en Inglaterra, permanecerá hastanuestros días, especialmente en la Europaseptentrional, y realmente es la que másinfluye en el urbanismo madrileño delsiglo xx, pues es sustrato del planeamiento

Figura 6. Dibujo de Sancha sobre la construcción en1920 del paseo de Ronda del Ensanche .

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36 Cuando la ciudad parte de una matriz teórica

basado en la ciudad central y los núcleossatélites, y más tarde en el policentrismo.

Pero la gran figura teórica del urbanismomadrileño del siglo xix es Arturo Soria,otro personaje perteneciente a esa castade hombres que se forjan luchando con laadversidad, y defienden sus ideas hasta elfinal. Soria vuelve a ser, como MesoneroRomanos o Fernández de los Ríos, alguienque no tiene que ver con la Arquitectura o elUrbanismo pero que piensa que la sociedadpuede mejorar en un espacio diferente,algo de lo que Engels ya había desistidoa mitad de siglo. Arturo Soria, entreotras cosas, aporta una visión territorialpara evitar la especulación del precio delsuelo por proximidad, según las teoríasclásicas de David Ricardo (1817) y StuartMill (1848) aplicadas al medio urbano. El

crecimiento de las ciudades, según unalínea y con un transporte público eficaz,rápido y gratuito, eliminaba las diferenciasdel valor del suelo. Se aplica el auténticoprincipio de ruralizar la ciudad y urbanizarel campo, probablemente influido porF. L. Olmsted, estudioso y proyectista delpaisaje en Estados Unidos5, a diferencia deotras teorías que como mucho conciben la

metropolización de la ciudad. Esta teoríala formula en 1886 pero no encuentra alo largo de su vida apoyos institucionalesque ejecuten su idea. Por ello abandonael nivel territorial, que planteaba ciudadeslineales de Lisboa a San Petersburgo, paralimitarse al nivel urbano. Funda la CompañíaMadrileña de Urbanización y con su propiocapital y el de sus seguidores, construye los5,2 km de la actual Ciudad Lineal de Madrid,

uno de los barrios más bellos a pesar desus deformaciones por motivos similares alos del Ensanche. Soria ha ejercido una gran

Figura 7. Ciudad Lineal. Tramo construido del proyectode una ciudad-anillo.

Figura 8. Ciudad Lineal. Sección de la calle centralcon el transporte público a mitad de precio que en elresto de la ciudad.

5 Tema desarrollado por Carlos Sambricio enla introducción al libro La Cité linéaire d’ArturoSoria, París: Centre d’Études et de RecherchesArchitecturales, 1979.

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influencia a lo largo del siglo xx en España,y todavía más en el extranjero. Un ejemploparadigmático es el proyecto de NikolaiMilutin para Stalingrado.

Hoy día es difícil averiguar cuál es la matrizteórica que inspira la toma de grandesdecisiones sobre la ordenación de Madrid.Probablemente la complejidad económica ysocial no permite lógicamente apostar por

una teoría general, pero también debemosreconocer que las decisiones parciales quese toman no permiten tampoco construir laciudad con el carácter de otros tiempos ode otros lugares. El planeamiento generalatiende más a cuestiones de gestión yeconomía que espaciales, alejándose portanto de cualquier intento estructural ymorfológico unitario. Debemos aprender

de la historia sin reproducirla: las ciudadestienen una vocación que manifiestan con subiografía, y esta debe dictarnos una forma deactuar coherente. Madrid además de ser lacapital de España es un lugar de encuentrode culturas y pensamiento espontáneos. Alos urbanistas nos incumbe crear el marcoapropiado y creo que en este momento nose trata tanto de actuaciones singularesy espectaculares como de acondicionar

los espacios cotidianos, mejorar lasinfraestructuras y equilibrar los usos aunquecada barrio pueda tener una especialidadatractiva para los demás. Dentro de estosobjetivos estaría la recuperación de lasáreas históricas, incluso las más recientes,que son las que nos imprimen personalidady reflejan el pensamiento urbanístico que lesda origen.

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38 Del Madrid isabelino al de la Restauración: arquitectura y espacio urbano

L

os dos más destacados planosmadrileños del xix, el de Coello (1848)y el de Ibáñez de Ibero (1872-1874)1,

fijan los extremos del intervalo que va delMadrid isabelino al de la Restauración.Representan dos fases muy próximasen el tiempo, apenas veinticinco años,pero bien diferenciadas. La rapidez de latransformación resulta tanto más llamativacuando observamos que el primero de ellosdibuja un Madrid que mantiene la mismaextensión en planta —y casi morfología—que la del doscientos años anterior plano

de Texeira (1656); en tanto que el segundomuestra una ciudad que, en ese lapso, hasentado las bases para una radical mutaciónurbana que, en otro cuarto de siglo, llegaríaa convertirla en metrópoli.

El entorno de 1860 marca el punto dedespegue del crecimiento demográfico enMadrid. En 1857, cuando se hace el primercenso moderno, la ciudad no pasaba de280.000 habitantes (no llegaba a duplicarla población que existía cuando se levantóel plano de Texeira); pero solo dos décadasdespués ya se acercaba a los 400.000, yllegando al fin de siglo —duplicando lapoblación en cincuenta años— superaba elmedio millón de habitantes.

Aunque en los primeros años del xix, conJosé Bonaparte, se habían producido (sobretodo, se habían planeado) importantes

reformas urbanísticas, el gran impulsorenovador no llegaría hasta el segundotercio del siglo, coincidiendo con el triunfode los liberales y la subida al trono deIsabel II. El cambio en la organización social,económica y política conllevaba un diferenteplanteamiento urbano; la burguesía en elpoder construiría su ciudad desde renovadospresupuestos.

del Mri isbelino l e l Resturción:rquitectur y espcio urbno

Javier García-Gutiérrez Mosteiro

1 El plano conocido como de Coello está basadoen el que realizaron los ingenieros Merlo,Gutiérrez y Ribera (1841-1846), encargado porel Ayuntamiento, como herramienta de trabajo,para documentar los cambios que se estabanproduciendo en la ciudad; Francisco Coello,ingeniero militar y destacado cartógrafo, loincluyó en su Atlas de España y sus posesionesde Ultramar ; y Pascual Madoz, en su Diccionario

geográfico-estadístico-histórico. Por otrolado, el Plano parcelario de Madrid formado y  publicado por el Instituto Geográfico y Estadísticobajo la dirección del excmo. señor don CarlosIbáñez e Ibáñez de Ibero, realizado por el Cuerpode Topógrafos entre 1872 y 1874, partía de unconsiderable trabajo emprendido por la JuntaGeneral de Estadística (organismo predecesordel Instituto): la Topografía catastral de España (1860-1870), las llamadas «Hojas kilométricas».

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Con la revolución de 1868 se promovieronno pocas innovaciones para Madrid. Elescritor y periodista Ángel Fernández delos Ríos, concejal en aquellos tiempos, fuela figura que publicitó la idea de una ciudadpretendidamente racional y moderna, acordecon la capital de un estado renovado; perosus propuestas —expuestas en su libro detan expresivo título, El futuro Madrid. Paseos

mentales por la capital de España, tal cual es y 

tal cual debe dejarla transformada la revolución (1868)— apenas lograron escapar del orden delas ideas2. La restauración borbónica posibilitóun periodo de mayor calma social y política,un ambiente de seguridad económica y deasentamiento de la burguesía que favoreceríala construcción de la nueva ciudad.

El cambio de Madrid en este arco deveinticinco años tuvo tres registros

predominantes, relacionados estrechamenteentre sí: las reformas interiores, elcrecimiento en extensión (básicamente, elplan de Ensanche), y la incorporación a laciudad de nuevas estructuras urbanas yarquitectónicas que marcaron una nuevaimagen del espacio público.

La ciudad que se redibuja. Reformasinteriores del Madrid heredadoLa más llamativa innovación urbana querefleja el citado plano de Coello es la

aparición de espacios abiertos provenientesde las desamortizaciones. La primeraacción que tuvo un efecto redefinidor deltejido urbano madrileño fue, ciertamente,la que llevaron a cabo los procesosdesamortizadores, productores de grancantidad de suelo en el colmatado centro yactivos agentes de transformación física ysocial de la ciudad.

Si las demoliciones llevadas a cabo porJosé I, a comienzos del siglo, habían tenidoun claro valor urbanístico (dando lugar alas primeras plazas que —con la salvedadde la Plaza Mayor— conociera la ciudad), ladesamortización de Mendizábal (1836-1843)operaría sobre los grandes conjuntos queocupaban las órdenes religiosas con muchamayor incidencia urbana.

La imagen conventual que hasta el momentohabía representado el paisaje urbano deMadrid se vio transformada por el decretode Mendizábal, que afectó a la mitad delamplio centenar de conventos existentesen el recinto de la ciudad. Muchos deellos, la mayor parte, fueron demolidos;su no sustitución, en bastantes casos,por edificios de nueva planta originó unsensible esponjamiento en el apretadocaserío y un nuevo concepto, aliviado ydignificado (a pesar de la indudable pérdidapatrimonial), del espacio público.

La desamortización propició, por un lado,las grandes operaciones de reforma interiorque caracterizarían el periodo y, por el otro,contribuyó a la creación de un primer cuerpo

2 Véase bonet correa, A., «Ángel Fernándezde los Ríos y la génesis del urbanismocontemporáneo», en Fernández de los ríos, Á.,El futuro Madrid (ed. facs.), Barcelona:Los Libros de la Frontera, 1989, vii-ivc.

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legal —hasta entonces inexistente— acercade los ordenamientos urbanos. Constituyó,en cualquier caso, una eficaz herramienta alservicio de los intereses económicos de la

burguesía.

Es significativo que los tres principalesedificios que se levantaban en Madriden este periodo derivaran de procesosdesamortizadores. El Teatro Real y elCongreso de los Diputados (las primerasobras monumentales que surgían enMadrid desde la construcción del Museo

del Prado) se inauguraron en 1850. Elprimero, el gran proyecto fernandinoiniciado por Antonio López Aguado en 1818,constituye el único testimonio del plan

de ordenación que ideara Isidro GonzálezVelázquez para la plaza de Oriente. Estase había originado por los derribos deBonaparte, y había permanecido durantedecenios sin conformar, como vasta ydesatendida superficie, impropia del locus que marcaba. No sería hasta 1844 cuandoPascual y Colomer —como arquitectomayor de palacio— presentara el proyecto

Figura 1. Plano de Madrid (Coello, 1848).

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definitivo para la alineación de la plazay la prolongación de la calle de Bailén,definiendo un nuevo eje urbano, de primeracategoría en el futuro de la ciudad; eje quetrataba de ligar dos referentes de la cornisaoccidental madrileña, el Palacio y la iglesiade San Francisco el Grande, hasta entoncesseparados por la vaguada de Segovia3.

El edificio del Congreso, obra también de

Colomer, se levantó en solo siete años y,comenzada su construcción el día en queIsabel II cumplía su mayoría de edad einiciaba propiamente su reinado, representael más claro emblema arquitectónico delperiodo isabelino; erigido en el mismo solarque ocupara el convento del Espíritu Santo,supuso una considerable renovación de latrama urbana de esta zona, configurandoel cruce del Prado con la carrera de San

Jerónimo, nudo que a partir de entoncesiba a tener monumental relevancia en laestructura de la ciudad.

El tercer edificio, la Biblioteca y MuseosNacionales, obra de Francisco Jareño,iniciada en 1866 (pero no acabada hastafinales de siglo), ocupaba los terrenos quehabían sido del convento de AgustinosRecoletos, derribado en 1836; verdadero

hito en lo que sería el eje de Recoletos yla futura plaza de Colón, representaba laimagen de solidez y modernización que laCorona pretendía ofrecer en sus últimos ycomprometidos años.

Hasta mediados del xix el paseo de Recoletos,estrecho y limitado por tapias de huertas,había tenido un carácter tangencial a laciudad. Al Norte, más allá del portillohomónimo, exterior a la ciudad y siguiendoel arroyo de la Castellana, se desarrollabael paseo de las Delicias de Isabel II o —segúnmás tarde prevalecería— de la Fuente

Castellana (materializada esta por elobelisco que, en 1833 —con motivo de laascensión al trono de Isabel II—, levantaraJavier de Mariátegui en lo que es hoy plazade Castelar). En el periodo en que fueCorregidor el Marqués viudo de Pontejos

3 Esta conexión partía de una voluntad urbana—se trataba de construir una calle— quedifería esencialmente de la propuesta de uniónmediante grandes espacios áulicos, a eje dela fachada principal de Palacio, que formularaSilvestre Pérez en el reinado de José I.

Figura 2. Paseo de la Castellana con la FuenteCastellana, de Javier Mariátegui, en el actualemplazamiento del monumento a Castelar(foto de J. Laurent).

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(1834-1836), se había canalizado el arroyoy se había llevado a cabo una importanteplantación de árboles, transformando eseámbito de vertedero en umbrío y agradableparaje destinado al paseo de coches de laalta sociedad madrileña.

El paseo de Recoletos constituía, deesta manera, una estrangulación en laembrionaria continuidad entre el paseo

del Prado y el nuevo de la Castellana.Tras el derribo del convento de Recoletos,que ocupaba buena parte de la zonacomprendida entre este paseo y elde ronda —hoy Serrano—, esta zonadio lugar a una serie de pequeñosestablecimientos e industrias; y en esosterrenos, con evidente perspicacia, Joséde Salamanca —el cosmopolita banqueroy hombre de negocios, figura clave para

comprender la historia urbana del Madriddel Romanticismo— decidió levantar suprogramático palacio (1845-1858), unadelantado de lo que rápidamente iba aser ese escenario privilegiado de la vidamadrileña y, a la vez, antesala del sector delEnsanche —el barrio de Salamanca— que elpropio marqués iba a promover en seguida4.

Paralelamente, el Proyecto de mejoras generales (1846) de Mesonero Romanosya pretendía —tal y como luego seríarealizado— conferir al prado de Recoletos un carácter verdaderamente urbano; paraello proponía su ensanche a costa de lashuertas que flanqueaban su lado izquierdo, ydos importantes operaciones urbanísticas5:a la izquierda, la completa transformación

del distrito de Barquillo, entonces «unverdadero arrabal, compuesto de miserablecaserío y espaciosas huertas (...)»; a laderecha, en el sector que discurría hastael paseo de ronda, «la construcción de unanueva y elegante barriada (...), hasta lapuerta de Alcalá». El barrio de Recoletosse constituiría de este modo en piezaesencial del urbanismo del momento, comonexo entre el Madrid histórico y su primer

ensanche.

Si en Bailén y Recoletos se llevaron acabo reformas de bordes urbanos, laprincipal operación de cirugía interna enel Madrid del xix —la que afectaba a sumismo núcleo— fue la de la Puerta delSol (1852-1862). El valor simbólico de suconformación correspondía a ineludiblesrequisitos de la nueva sociedad; sobre

todo, se trataba de disponer de un espaciopúblico suficientemente representativo (lasúnicas plazas dignas de tal nombre conlas que contaba la ciudad eran la PlazaMayor —resultante también de una cirugía urbana— y la recién estrenada plaza deOriente).

Revelando su génesis como puerta delantiguo recinto amurallado, la Puerta

4 navascués Palacio, P., Un palacio romántico.Madrid 1846-1858, Madrid: El Viso, 1983, p. 42.

5 La reforma de Recoletos (1859-1863) ya estárecogida —aunque no realizada— en el planode Castro.

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del Sol era una alargada articulación decalles que no explicitaba el carácter decentralidad urbana para el que estabarequerida. Entre sus desordenadosedificios de vivienda solo destacaban laiglesia del Buen Suceso, en la confluenciade Alcalá con la carrera de San Jerónimo,y la Casa de Correos, en el frente sur; junto a la embocadura de la calle Mayor,ocupando los terrenos del desamortizadoconvento de San Felipe el Real, se

acababa de levantar la llamada Casa deCordero (1845), edificio que presentabaya una nueva concepción urbana para laarquitectura residencial.

El proyecto definitivo, debido a los ingenierosLucio del Valle (que trabajaba también enlas obras del Canal de Isabel II), Rivera yMorer, lograba un gran espacio trazando

una amplia curva a lo largo de todo el frentenorte, de manera que —siguiendo pautas dela antedicha Casa de Cordero— se ofrecíaun conjunto unificado arquitectónicamente.El nuevo centro localizó importantesactividades comerciales, administrativasy financieras, y animó otras destacadasreformas anexas.

La ampliación y rectificación de la calleancha de Peligros —lo que iba a ser la

nueva calle de Sevilla— fue emprendidapor el Ayuntamiento como la reforma másimportante para la ciudad tras la de laPuerta del Sol; el proyecto de Agustín F.Peró (1864), que planteaba una anchurosacalle, apoyada en las dos grandes arteriasque partían de Sol, y la consiguientecreación de la plaza de Canalejas, determinóun centro urbano de singular interés en

Figuras 3 y 4. La Puerta del Sol antes einmediatamente después de su reforma (1852-1862).

Figura 5. La nueva calle de Sevilla, desde la nuevaplaza de Canalejas.

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el nuevo Madrid; en torno al triángulo queasí se acababa de definir se empezaríaa constituir el primer núcleo de grandesedificios bancarios y financieros de laciudad.

Pero estas intervenciones de reformainterior no eran independientes de la otragran operación transformadora de la ciudad.Ensanche y reforma interior —como explicó

Cerdá en su Teoría de la viabilidad urbana y reforma de la de Madrid (1861)— eran doscaras de la misma moneda y no podía darsela una sin la otra.

El crecimiento imparable. Ensanchey primer extrarradioLa cuestión de la vivienda fue surgiendocon el crecimiento demográfico quela fuerte inmigración producía desde

mediados de siglo6. Para entoncesse habían formado ya dos núcleos depoblación extramuros: el principal erael arrabal de Chamberí, al norte de laciudad, siguiendo un plan de ordenaciónen torno a lo que es hoy plaza de Olavide;mucho más tímida y desordenadamente,al sur, junto al portillo de Embajadores, seestaba consolidando el pequeño caserío dePeñuelas.

Madrid, en cualquier caso, seguíamanteniendo su característica forma

urbis, precisamente materializada porla cerca de Felipe IV (1625). Solo con lallegada del ferrocarril y la aprobacióndel Ensanche de Castro se iniciaría eldesmantelamiento de esta; el plano de

Ibáñez de Ibero (que sustituye —pasandohoja definitivamente— a la reconocibleplanta de Coello) da idea de este proceso yde las reformas urbanas que se produjeronen torno a la desaparecida cerca7.

El intento de dotar a la ciudad de uncrecimiento planificado era algo que—aunque frenado por los intereses dealgunos propietarios— venía acariciándose

de lejos8. Por Real Orden de 1846 se habíaprevisto un ensanche, cuyo proyecto seencargó al ingeniero Juan Merlo; este ideóun crecimiento hacia el Norte «retirandosus tapias y ronda del Norte» desde lo quees hoy Alberto Aguilera hasta el Retiro. Peroese mismo año el Ayuntamiento, a instancias

6 Los propietarios, amparados en la Ley delInquilinato de 1842, aprovechaban la escasezde suelo para disparar unos alquileresinasequibles a las crecientes oleadas declases trabajadoras (situación que en pocopudo paliar la promulgación en 1852 de unaley de promoción y regulación de «casaspara pobres»). Véase díez de baldeón, C., Arquitectura y clases sociales en el Madrid delsiglo  xix , Madrid: Siglo XXI, 1986.

7 ruiz Palomeque, E., Ordenación y transformaciones urbanas del casco antiguomadrileño durante los siglos  xix  y  xx , Madrid:Instituto de Estudios Madrileños, 1976,pp. 336-338.

8 sambricio, C., Madrid: ciudad-región I. De laCiudad Ilustrada a la primera mitad del siglo  xx ,Madrid: Comunidad de Madrid, 1999, pp. 55y 56.

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de Mesonero Romanos —madrileñista degran influencia y próximo a la corporaciónmunicipal—, informaría negativamente elproyecto: argüía que el crecimiento de laciudad no exigía un plan de tal envergadura,defendiendo que con un sistema de reformasinteriores y aprovechando la liberaciónde suelo producida por los procesosdesamortizadores, y —en todo caso—con pequeñas ampliaciones de núcleos

extramuros, la ciudad aún podía acoger unimportante incremento de población (ideasque luego serían seguidas por Fernández delos Ríos).

En cualquier caso, la clase en el poder,que para la creación de su nueva ciudad sehabía servido, en una primera fase, de ladesamortización de Mendizábal, requeríaotro instrumento igualmente eficaz pero de

mucho mayor alcance: el Ensanche de laciudad, la definitiva propuesta del Madrid dela burguesía. En 1857 se creó la Comisión deEstudios para el crecimiento de la ciudad,y en 1860 se aprobaba el «Anteproyecto deEnsanche» del ingeniero Carlos María deCastro, momento clave en la historia dela ciudad y germen del que ha surgido elMadrid moderno.

El plan, cuya extensión triplicaba la de laciudad entonces existente, se fundamentabaen una retícula ortogonal, que tomabapor módulo la manzana residencial. Sesuperponía con indiferencia —y ello fue unode los aspectos criticados— tanto a núcleossuburbanos que iban creciendo con rapidez(Chamberí, Peñuelas) como a determinados

trazados de paseos arbolados y exteriores alrecinto histórico (casos más significativos: eldieciochesco tridente que partía de Atochay los nuevos paseos isabelinos del margenoeste de la Castellana).

Castro estableció —a diferencia del planCerdá para Barcelona (1855)— un recintocerrado y acotado, perfectamente definidopor el perímetro de las «rondas», losanchos paseos arbolados cuyo perfiltransversal se remataba en un «fosode circuito»; por la parte sur y oeste secerraba el polígono por el propio curso delManzanares y los reales sitios de La Floriday montaña de Príncipe Pío hasta la finca dela Moncloa.

El vector de crecimiento así establecido porCastro —aunque con cierto predominio dela parte norte— no contradecía el históricoeje Oeste-Este de la ciudad, desplazandoel centro geométrico de la Puerta del Sola una posición más cercana a la plaza

Figura 6. Plano del proyecto de Ensanche de Castro(1859).

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46 Del Madrid isabelino al de la Restauración: arquitectura y espacio urbano

de Cibeles. Consecuentemente, el ejePrado-Recoletos-Castellana, conectandolos tres sectores de la nueva ciudad—Salamanca, Chamberí y Delicias—,se convertía en fundamental arteriaurbana, que preludiaba ya el futuro eje decrecimiento de la ciudad9.

La zonificación de signo social establecidapor Castro para cada sector del Ensanche(otra diferencia respecto al caso deBarcelona) es claramente perceptible enel tejido actual de la ciudad, a pesar de la

alteración que conllevó la materializacióndel plan. El ritmo de ejecución, aunqueacelerado por puntuales impulsos (comola ley de 22 de diciembre de 1876), seríamuy desigual entre los distintos sectores:desde 1863, en que se comienza lapromoción del Marqués de Salamanca paralas primeras casas de la calle de Serrano,hasta bien entrado el siglo xx.

Pero, junto a los desarrollos situados enla demarcación del plan, Madrid conociódos ensanches no contemplados en elproyecto de Castro. En los últimos añosdel reinado de Isabel II se procedió a lasegregación y venta de dos vastos sectoresde las posesiones reales que habían ceñidohistóricamente la forma de Madrid, el Retiroy la montaña del Príncipe Pío. Uno y otro seincorporaron con rapidez al ensanche que seestaba poniendo en marcha, originando dosbarrios de nueva planta: el de los Jerónimosy el de Argüelles.

En 1865 se aprobó la urbanización de unaextensión considerable del Retiro, la más

Figura 7. Construcción de los primeros edificios de viviendas en el barrio de Salamanca.

9 castro, C. M.ª, Memoria descriptivadel anteproyecto de Ensanche de Madrid ,Madrid, 1860. (Facs., en El Plan Castro, Madrid:COAM, 1978).

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próxima al paseo del Prado, disolviendoel histórico vínculo entre ambos enclaves.La parcelación distribuía las manzanas—destinadas a edificación residencialde alta calidad— entre los restos de losedificios singulares que permanecían trasla ocupación francesa (palacio del BuenRetiro, Casón, cuartel de Artillería, conjuntode los Jerónimos); creaba, también, unadeterminante vía (paseo del Rey, luego calle

de Granada y, por fin, de Alfonso XII) que,prolongando la nueva calle de Serrano,uniría con Atocha la Puerta de Alcalá —estaya separada de la histórica cerca, exenta ymonumentalizada10.

El barrio que se originó con la urbanizaciónde los terrenos de la montaña de PríncipePío fue otro de los activos agentes de laevolución urbana11. Tras la construcción dela Estación del Norte al pie de la ladera,se inauguró en 1862 la vasta construccióndel Cuartel de la Montaña, dejando unvacío hasta el límite del plan de Castro

—la actual calle de la Princesa— que seofrecía como una de las más tentadorasoperaciones urbanísticas de la ciudad. Elproyecto de parcelación (1865) se trazó abase de calles paralelas a la de la Princesa,llegando hasta la cuesta de Areneros(hoy Marqués de Urquijo)12. El barrio deArgüelles, muy diferenciado del vecinobarrio promovido poco antes por Pozas,

10 Fernández de los Ríos argumentaría

una crítica de esta operación inmobiliaria,proponiendo otro proyecto de conexión entreel Retiro y el Prado (Fernández de los ríos,Á., Guía de Madrid. Manual del madrileño y del forastero, Oficina de la IlustraciónEspañola y Americana, 1876, p. 376 y ss.);posteriormente, en tiempos de la Revolución,defendería un análogo proyecto, conformandoya la plaza de la Independencia en torno a laPuerta de Alcalá.

11 ruiz Palomeque, E., «Límites del barrio de

Argüelles. Su evolución», Anales del Instituto deEstudios Madrileños, t. IX (1973), pp. 427-436.Véase también Gómez iGlesias, A., «La Montañadel Príncipe Pío y sus alrededores (1565-1907)», Villa de Madrid, 25 (año VI), pp. 11-29.

12 En una posterior fase (1875) se completaríamás allá, hasta los terrenos de la Moncloa(donde en seguida se construiría la CárcelModelo).

Figura 8. Reordenación de la Puerta de Alcalá (enÁ. Fernández de los Ríos, Guía de Madrid , 1876).

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nacía para una clase media y contó desdesus inicios con importantes edificaciones,entre ellas la iglesia del Buen Suceso(1867), obra del arquitecto Agustín Ortizde Villajos, máximo representante deleclecticismo madrileño.

Pero el rápido aumento de población habidoen este periodo no encontraba acomodoni en el casco antiguo ni en el ensancheplanificado que se estaba levantando. Seiniciaba así un crecimiento en núcleosespontáneos y exteriores a las rondas deCastro, sin ordenación urbanística alguna—lo que favorecía los intereses de lospromotores— y siguiendo por lo generallas vías de acceso a la capital. El ritmo de

construcción de la nueva periferia empezabaa superar en algún caso la lentitud con quese iba materializando el Ensanche: a partirde ese momento tuvo sentido hablar deun tercer Madrid (que aunque luego fueraobjeto de intentos de regulación, como elde Núñez Granés en los primeros años delsiglo xx, nunca se llegó a ajustar a un estrictoordenamiento).

Siguiendo el eje de la carretera de Francia,más allá del límite del Ensanche, se uniríanmuy pronto los dos importantes núcleosde Cuatro Caminos y Tetuán, atrayendoel desarrollo de Chamberí y apuntandola idea de crecimiento norte de la ciudad.En el noreste se conformaron barriadascomo La Guindalera, adosada a la ronda,y Prosperidad, que seguía la carretera deHortaleza. En la carretera de Aragón, a sucruce con el arroyo Abroñigal, surgió labarriada de las Ventas del Espíritu Santo;y apoyándose en la de Valencia, el arrabaldel Puente de Vallecas, que, ya conformadoen 1875, iba a experimentar un grancrecimiento en lo que quedaba de siglo.

Estructuras e infraestructuras urbanas.La apremiante imagen de la ciudadcontemporáneaA la vez que Madrid extendía susdimensiones, rompiendo su característicaforma ceñida, y redefinía algunos de sustrazados históricos, veía también cómotodo un conjunto de nuevas instalacionesurbanas alteraba con rapidez su apariencia

Figura 9. El Cuartel de la Montaña poco después de ser construido (foto de J. Laurent).

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superficial y su misma estructura. Laciudad se reconocía en una nueva imagende modernidad y progreso: las mejoras

generales propuestas por Mesonero Romanos(1846), entre las que figuraban las aceras ylos adoquinados de calzadas; la iluminaciónpública mediante faroles de gas (1847); lainstalación del ferrocarril (1851); la traídade las aguas del Lozoya (1858) y la red dealcantarillado; los grandes mercadoscubiertos y los pasajes comerciales; lainstalación del tranvía (1871); las estructurasviarias y el flamante viaducto sobre la calle deSegovia (1872-1883); los nuevos edificios parael ocio, los grandes equipamientos urbanos,escuelas públicas y edificios singulares; lasmodernas estructuras —articulando el hierro

con el cristal— de los pabellones de lasmúltiples exposiciones que se celebraban; los jardines urbanos y los nuevos cementerios; lailuminación eléctrica (1878)...

La instalación del ferrocarril en Madrid,inaugurado en 1851 con la línea Madrid-Aranjuez (promovido también por elMarqués de Salamanca), corrió en

paralelo con el primer desarrollo urbano.Extendiéndose en seguida a las principalesciudades españolas y conectando con lared francesa, impulsó el crecimiento de lapoblación, y afectó a la materialización delEnsanche de Castro. El hecho de que sedecidiera situar la primera estación —simpleembarcadero todavía— en el extremo surdel paseo del Prado, fuera de la Puerta deAtocha (significativamente la primera de lacerca en ser derribada, ese mismo año de1851), tuvo determinante incidencia en laevolución urbana.

A esta Estación de Mediodía siguióinmediatamente la del Norte, establecidaal otro extremo de la ciudad, al pie de

la Montaña del Príncipe Pío. El enlaceentre una y otra, desechada la idea deuna estación central, se materializó enseguida con el ferrocarril de circunvalación(1866), que recorrió la parte sur de laciudad, a media distancia entre la cerca y elManzanares, salvando en túnel la extensióndel Campo del Moro y superponiéndose a lostrazados barrocos suburbanos.

Figura 10. Estación de Delicias (1880) (foto de J. Laurent).

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La parte sur que Castro había previsto, porsu proximidad al río, para uso de huertas, vioalterado así su desarrollo; junto al tendidode circunvalación y las estaciones que

fueron surgiendo, entre ellas la de Peñuelasy la de Delicias —la más antigua que seconserva en Madrid (1880)—, aparecieronlos primeros grandes establecimientosindustriales de la ciudad: fábricas, centralesde producción energética, mataderos,mercados centrales... Y a este sobrevenidocarácter industrial acompañó un densificadotejido residencial para clases trabajadoras13.

En 1858 la ciudad culminó la traída de lasaguas del río Lozoya por medio del Canalde Isabel II, hecho histórico que mejorócualitativamente la vida de los madrileños ycolaboró eficazmente al crecimiento urbano.Las obras, iniciadas por Real Decreto de1851 (siendo Bravo Murillo presidentedel Consejo de Ministros), habían sidode enorme complejidad (canalizaciones,embalses, acueductos...), constituyendo

un paradigma para otras grandes redes deabastecimiento en Europa.

La acometida de las instalaciones tuvofuerte repercusión en el trazado del sectornorte de la ciudad. Un primer depósitose construyó extramuros de la ciudad(1851-1856), junto a la carretera de Francia—hoy Bravo Murillo—, en un sector todavíasin urbanizar, cuyos solos vecinos eran

los nuevos cementerios; años más tarde(1879), al otro lado de la carretera y hastala nueva calle de Santa Engracia, unsegundo depósito ocuparía una superficiemucho mayor (y aun nuevos depósitos yestructuras continuarían conformando esazona de Madrid en los primeros años delsiglo xx).

La aparición del tendido de tranvía en1871 constituyó la primera aproximacióna las condiciones de movilidad ytransporte colectivo que exigía la ciudadcontemporánea. Rápidamente proliferaron,

13 sambricio, C., op. cit., p. 55.

Figura 11. Tendido de la primera línea de tranvía en lacalle de Serrano (1871), acompañando la promociónde los primeros edificios del marqués de Salamanca(en Á. Fernández de los Ríos, Guía de Madrid , 1876).

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con importante participación extranjera,las distintas líneas adjudicatarias, queemplearon el sistema de tracción animal—en algún caso, algo más tarde, el vapor—hasta que a finales de siglo se electrificarala red.

La primera línea (inmediatamente descritaen el plano de Ibáñez de Ibero) conectabalos dos sectores extremos —y en clara

expansión— del Ensanche, los barrios deSalamanca y de Argüelles. Desde su origen,el nuevo medio de transporte se imbricabacon el crecimiento de la ciudad; bastereparar en que la promoción inmobiliariade las primeras manzanas del barrio deSalamanca (el frente de la calle de Serranohasta la calle de Maldonado, donde seemplazaron las primitivas cocheras)estaba ligada —mediante la ubicua figura

del Marqués de Salamanca— a la propiaexplotación de la primera línea de tranvías14.

El centro de Madrid quedó en seguidaconectado, en una tupida red de líneas ycompañías explotadoras, con los nuevosbarrios del Ensanche y los crecientesnúcleos de la periferia; en la consolidaciónde estos últimos desempeñó la red un papelprotagonista. En 1878 se inauguró el primer

tramo de la Compañía de los Tranvías delNorte de Madrid, que proyectaba unir losbarrios de Chamberí y Cuatro Caminos conla Puerta del Sol; la Compañía GeneralEspañola de Tranvías conectó en 1877la Plaza Mayor con los Carabancheles,llegando a Leganés en 1879; y esta mismacompañía inauguró en 1878 el primer tramo(Toledo-San Antonio de la Florida) de lalínea que pretendía comunicar Madrid con

El Pardo.

Caso singular, que ya anunciaba el nombredel ingeniero Arturo Soria como graninnovador en torno a las posibilidadesurbanas del moderno medio de transporte,fue su propuesta para el «Tranvía deEstaciones y Mercados» (1872), paratransportar mercancías entre las estacionesdel Norte y Atocha y los principales

mercados de la ciudad. Pero la granaportación de Soria, que no tardaría enllegar, sería la que uniera el nuevo sistemade transporte colectivo con la propuesta deuna Ciudad lineal (la experiencia urbanísticamás singular —internacionalmentereconocida— habida en la historia deMadrid).

La política de abastecimientos de la granciudad llevó al Ayuntamiento, desde losúltimos momentos del periodo isabelino,a un novedoso programa de edificios paramercados cubiertos. No dudó para ello enimportar las más recientes experienciaseuropeas, y hasta llegó a encargar, para lasplazas de la Cebada y de Santa Bárbara,sendos proyectos de mercados a arquitectos

14 Se iniciaba así una práctica que se repetiríamás tarde en la promoción de las operacionesurbanísticas de la Ciudad Lineal y —ya en elsiglo xx, combinando tranvía y metro— de laCompañía Urbanizadora Metropolitana enReina Victoria.

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franceses tan prestigiosos como HectorHoreau y Émile Trélat. Ninguno de aquellosse llevó a cabo, pero sí dos construccionesque bebían directamente en las reciénacabadas Halles de París: el mercado de laCebada y el de los Mostenses, inauguradosya con la Restauración (en 1875) y hoydesaparecidos; ambos del arquitecto ManuelCalvo Pereira, introducían un nuevo concepto

de servicios urbanos y, junto a su novedadtipológica y funcional, también una nuevaimagen urbana apoyada en la estética de lasgrandes estructuras de hierro.15

La decidida yuxtaposición de impactantesconstrucciones metálicas al paisajehistórico madrileño tuvo uno de sus másdestacados episodios con el gran viaductoque el ingeniero Eugenio Barrón tendiósobre la calle de Segovia, cuyo proyecto sepresentó en 1859 aunque no fuera concluidohasta el periodo de la Restauración.Más tarde, las grandes marquesinas delas estaciones ferroviarias —la citadade Delicias, y, sobre todo, las definitivasde Norte (1882) y de Mediodía (1889)—

constituirían, en sus alardes estructurales

Figura 12. Mercado de la Cebada.

Figura 13. Viaducto sobre la vaguada de Segovia(1872-1883).

15 navascués, P., Arquitectura y arquitectosmadrileños del siglo  xix , Madrid: Instituto deEstudios Madrileños, 1973, p. 183. Véase, delmismo autor, «Las estaciones y la arquitecturadel hierro en Madrid», en Las estacionesferroviarias de Madrid , Madrid, 1980.

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con el moderno material constructivo,las nuevas y simbólicas puertas de lamoderna ciudad del progreso (a la vez quedesaparecían las puertas y portillos de lacerca histórica).

También en la construcción de edificios deuso más tradicional desempeñó el hierro unpapel innovador. Obras como las citadas delCongreso de los Diputados y la Biblioteca

Nacional, así como la Caja de Ahorros yMonte de Piedad (1870) —de FernandoArbós—, el Museo Etnológico (1875) —delMarqués de Cubas— o la nueva CárcelModelo (1877) en los terrenos de la Moncloa,fueron pioneras en la conformación deespacios arquitectónicos con eficaces einteresantísimas estructuras metálicas. Lospasajes comerciales también supusieronun reconocible tipo arquitectónico en el

Madrid de entonces, aunque en mucha

menor medida que en otras ciudadeseuropeas16; destacó entonces el pasaje deMatheu (1843-1847) que en nuestros días,desmontada la cubierta, queda convertido encalle peatonal (Espoz y Mina).

El hierro fue también aplicado enlos muchos teatros que entonces seconstruyeron en Madrid17. El arquitectoAgustín Ortiz de Villajos tuvo un importante

papel en la introducción de las estructurasmetálicas como conformantes de losnuevos espacios teatrales; en el teatrode la Comedia (1875) ya dispuso esbeltascolumnas de fundición que mejoraban lascondiciones de visibilidad (lo mismo que lacontemporánea Plaza de Toros de RodríguezAyuso); y, más adelante, en el Circo dePrice (1880) y en el teatro de la Princesa—hoy María Guerrero— (1885), desarrollaría

ampliamente las posibilidades expresivasdel metal.

En los edificios de viviendas los elementosmetálicos tuvieron mucho menor acomodo;las estructuras se siguieron haciendo(hasta que en la última década del siglo seimpusiera en Madrid la construcción a la

catalana) con sistemas de entramados demadera. El material constructivo que ibaa cambiar la apariencia de las fachadasmadrileñas en el último tercio del siglofue el ladrillo visto; esa característicaarquitectura de ladrillo madrileña, aunandoforma y construcción con magníficoresultado, conformaría lienzos enterosde las manzanas de los nuevos barrios ybuena parte de las construcciones que se

16 Fernández de los ríos, Á., El futuro Madrid.Paseos mentales por la capital de España, talcual es y tal cual debe dejarla transformada larevolución, Madrid, 1868, p. 293.

17 Mesonero Romanos ya había incluido entresus mejoras urbanas (Proyecto de mejoras

generales de Madrid..., Madrid, 1846, p. 33)la reforma y refuerzo de la red de teatrosde Madrid. Cercanamente a la nueva zonade ocio de Recoletos se produjo en esteperiodo una gran concentración de espaciosteatrales: teatro de Apolo, teatro del Circo dePaul, teatro de La Alhambra, teatro y Circo deMadrid…; de ellos solo permanece el Teatrode la Zarzuela (1856), obra de Jerónimo de laGándara.

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levantaron entonces en el casco antiguo,sustituyendo los viejos edificios del xvii ydel xviii.

Otra renovación del ambiente urbano, demuy distinto carácter a las anteriores,fue la introducción —y proliferación— de jardines y zonas verdes. Tras el proyectode ajardinamiento de la plaza de Oriente(1844), el Madrid isabelino había vistocómo sus espacios públicos se habíanadaptado a una estética romántica y nueva

en la ciudad: la del jardín que tomaba pormodelo el paisajismo inglés; los entoncesllamados jardinillos, que iban ocupandoplazas y plazuelas, y de cuya proliferaciónnos habla muy descriptivamente el planode Ibáñez de Ibero. La plaza de SantaAna, originada con la desamortización deJosé I, fue uno de los más claros ejemplos—junto con la misma Plaza Mayor— dela transformación de estos espacios enalgo que quería recordar los squares londinenses.

Figura 14. Plaza de Santa Ana con el trazado de los nuevos jardinillos (en Á. Fernández de los Ríos, Guía deMadrid , 1876).

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La estética de los nuevos jardines seintrodujo también en los nuevos proyectosde cementerios. Desde el decreto deJosé Bonaparte de 1809 los cementeriosde Madrid se venían construyendo, porrazones de salubridad, más allá de loslímites de la cerca. En la parte sur, másallá del Manzanares, en torno al caminode Carabanchel, se habían fundado lassacramentales —hoy todavía existentes— de

San Isidro y San Andrés, de Santa María y deSan Justo; en la parte norte, en la zona deVallehermoso —hoy todos desaparecidos porel Ensanche de la ciudad—, se concentrabanel Cementerio General del Norte, de Juande Villanueva, y las sacramentales de SanLuis (1831), de San Martín y de la iglesiaPatriarcal (1849).

La Sacramental de San Isidro, tras

distintas ampliaciones, realizó en elúltimo tercio del siglo el gran patio de laPurísima Concepción, paradigma del nuevotratamiento individualista y monumental dela arquitectura funeraria de la aristocraciay la alta burguesía, y donde mejor semostraba —el Père Lachaise de Madrid se leha llamado— la innovadora concepción decementerio-jardín.

El crecimiento de la población, la previsiónde que el Ensanche desplazara en brevelos camposantos del Norte, y el hechode que desde 1868 la ley adjudicara a losayuntamientos la creación y conservaciónde los cementerios, apuntó la idea de ungran recinto funerario municipal. En 1876,el Ayuntamiento presidido por José Abascal

convocó el concurso para una enormenecrópolis al este de la ciudad, en losterrenos de La Elipa; el proyecto ganador,de los arquitectos Fernando Arbós y JoséUrioste (1878), plantearía una grandiosay concéntrica ciudad de los muertos (cuyamagnitud ocasionó que no se pudieraconcluir hasta entrado el siglo xx).

La interacción de todas estas innovaciones

urbanas condujo a que en el intervalo deesos veinticinco años la transformaciónde Madrid fuera cualitativa, de modo quecada uno de los dos históricos planos queparalelábamos al principio retratan,en realidad, dos ciudades por enterodistintas. Pero en el Madrid de finalesde siglo podemos observar también,sincrónicamente, otras dos ciudades superpuestas, fuertemente contrastadas:

el Madrid de la burguesía, por un lado,triunfante en lo económico, con estructurasurbanas insospechadas hasta hacía muypoco, que se miraba en el refinamientode las grandes ciudades europeas y quelevantaba enfáticas arquitecturas; y, porel otro, el Madrid proletario, hacinado enlas cada vez más numerosas barriadasde la periferia, fundamentalmente enla zona sureste, que no contaban coninfraestructuras urbanas de ningún tipo ycuya insalubridad —como ya denunciaraMéndez Álvaro en 1875— quedaba reflejadaen la escandalosa tasa de mortalidad quearrojaban. Esta dicotomía señalaría, concarácter protagonista, el devenir de ladisciplina urbanística —y arquitectónica— debuena parte del siglo xx.

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56 Hierro y arquitectura en el Madrid del siglo xix

E

l siglo xix fue para España un periodode profunda transformación y desuperación de las heredadas y

obsoletas estructuras sociales, políticas,económicas y culturales. Madrid, comocapital del reino, sede de los diferentespoderes y lugar de residencia de lasclases dominantes, asumió dicho cambiomanifestándose plenamente como unamoderna ciudad europea. El crecimientode la población y las mejoras económicasy políticas que tuvo el país desde lamuerte de Fernando VII reclamaron unarenovación y ampliación de la estructuraurbana y una arquitectura cosmopolitay de gustos internacionales capaz desatisfacer las necesidades e intereses de lasnuevas clases que lideraban el desarrolloeconómico, industrial y político de la nación.

En este escenario, el hierro, como materialligado tanto a la arquitectura como a lamisma construcción de la ciudad, tuvo unpapel protagonista, hasta el punto de queno sería entendible el Madrid que hemosheredado sin considerar las aportaciones delhierro al fenómeno urbano y arquitectónicodecimonónico. No en vano nos encontramosen un siglo en el que la industria siderúrgicaalcanzaría su mayoría de edad y en el que elhierro sería considerado como el material

del progreso. De ahí la aceptación que estetuvo a lo largo del siglo y el modo en quepasó de ser una materia estrictamente

industrial a elemento sistemático de laarquitectura y objeto cotidiano de consumofamiliar.

El despegue de España y el nacimientode la industria siderúrgicaEl primer tercio del siglo xix es para Españauna época de penurias y calamidadesen la que los acontecimientos históricosretrasaron la consolidación del proceso

de revolución industrial iniciado en elsiglo xviii y la entrada de las nuevas ideasculturales, políticas y económicas quecirculaban en Europa. La nefasta actitud delos soberanos Carlos IV y, especialmente,Fernando VII; la guerra de la Independenciade los franceses; las posteriores guerrascarlistas por la sucesión de la corona y eldesmoronamiento del imperio español, conla pérdida de la mayoría de las posesionesen ultramar, sumieron al país en un retrasodel que no salió hasta la década de losaños treinta, ya bajo la regencia de MaríaCristina. Será a partir de ese momentocuando la industria comience su verdaderodesarrollo en España y de este modo elpaís inicie su incorporación a las corrientesinternacionales del momento.

Hierro y rquitectur en el Mri el siglo xix

María Rosa Cervera Sardá

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María Rosa Cervera Sardá 57

1832 es un año que marca un punto deinflexión en la historia de España pues escuando se instala el primer horno alto,iniciándose así una nueva era en nuestrahistoria industrial. Será Manuel de Herediael hombre que llevará a cabo tal logro.Representante de la nueva sociedadprogresista que estaba conformando elpaís, fue un personaje de empuje y visiónmercantil que fundó la siderurgia nacional.

Las primeras instalaciones, y por ellosimbólicas de la nueva época, fueronlas de La Constancia y la de Río Verde,situadas en Málaga y en las proximidadesde Marbella respectivamente. Heredia,con miras de hombre europeo, adoptó lossistemas ingleses de fundición y construyólos altos hornos, hornos puddler y hornos dereverbero y sustituyó la energía hidráulicay animal por la de vapor. En 1840 contaba

ya con 2.500 empleados1 y estaba en

disposición de producir 300.000 quintales(aunque por falta de demanda solo producía100.000 quintales2). A partir de las ferreríasde Manuel Heredia surgirían las de El Ángel,fundada por Juan Giró también en Málaga, yEl Pedroso, en Sevilla. La naciente industriade la siderurgia se instaló en Andalucíadebido a las dificultades provocadas por lasguerras carlistas en el norte de España, yaunque su producción fue notable, llegando

a alcanzar el 85 % de la producción nacional,era incomparable con la de países comoInglaterra o Francia3. Será a partir dela adopción del horno de coque, con lautilización del carbón mineral en vez delvegetal, cuando la industria española seencuentre en condiciones de competircon la extranjera. En 1848 se instala enMieres el primer horno de coque y aunquesu duración fue escasa, el camino estaba

iniciado marcando un hito en la siderurgiaespañola. Desde ese momento la proximidadde las cuencas carboníferas fue esencialpara la localización de las ferrerías. Así, laindustria del hierro se trasladó de Andalucíaal norte de España abriéndose ferrerías enLa Felguera —Sociedad Metalúrgica Duróy Cia, 1859—; en la Vega —Sociedad Gily Compañía, 1859—; en Bolueta —SantaAna, 1865—; en el Desierto, Sestao —SanFrancisco, 1879—, estas últimas en Vizcaya,marcando la de Sestao el despegue deesta provincia como la más dotada por susposibilidades para la producción siderúrgica.La mayoría de edad de la industria delhierro se produciría a partir de la fundicióndel primer lingote de acero Bessemer en1885 y de la instalación del primer horno

1 marichal, c., «Spain (1834-1844) A new society», Londres, 1977, p. 212.

2 caveda, j., «Memoria presentada al Exmo.Ministerio de Comercio, Instrucción y ObrasPúblicas por la Junta Calificadora de los productos de la Industria Española reunidos en

la Exposición pública de 1850», Madrid, 1851,p. 179.

3 La producción de lingote en 1850 deInglaterra es de 2.249.000 tm y la de Franciade 406.000 tm, mientras que España selimita a la simbólica cantidad de 15,2 tm, enArtola, M. de, «La Burguesía Revolucionaria(1808-1874)», Madrid: Alianza, 1983,pp. 333-334.

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58 Hierro y arquitectura en el Madrid del siglo xix

alto Martín-Siemens en 1888-18894. Desdeeste momento el aumento de producciónfue espectacular confirmando el xix comoel «siglo del hierro».

Gracias al proceso de fundición fueposible obtener una cantidad de hierroinimaginable con las antiguas técnicasde las forjas y hornos bajos. Y gracias aesta nueva capacidad de elaboración de

un material milenario se inició, a partirdel periodo isabelino, la modernidad enEspaña con la construcción de las primeraslíneas de ferrocarril, y consiguientementecon el desarrollo de los transportes enEspaña; con la consolidación del procesode industrialización y con el avance en loscampos de la ingeniería y de la construcción.

En el terreno de la arquitectura las

consecuencias inmediatas del desarrollode la siderurgia lo fueron en un doblesentido: por una parte, con la producciónen serie de elementos estructurales yornamentales mediante la fundición y, porotra, con el abaratamiento de los costes, loque posibilitaba su consumo y utilizacióna gran escala. Así, la arquitectura, queen las primeras décadas del siglo xix había empleado el hierro de una maneramuy tímida, con sencillos elementos decerrajería en los balconajes de las fachadas,comenzó, a partir de la década de loscincuenta, un periodo de esplendor quellegaría a su máximo vértice en la época dela restauración, es decir, durante el últimotercio de siglo, prolongándose durante losprimeros años del siglo xx.

La sociedad madrileña y el hierroLa sociedad madrileña de la segunda mitaddel siglo xix se distinguió por un carácteremprendedor y progresista que la haríaimplicarse en el proceso de modernizacióndel país. Así, las clases de intelectuales, deindustriales, de banqueros, de bolsistas y depolíticos que tomaron el relevo a la rentista einmovilista aristocracia del xviii conformaronla nueva burguesía que transformó España

en un país industrial y permeable a lascorrientes culturales europeas. No es deextrañar que esta sociedad aceptara elhierro al identificarse con sus cualidadesde innovación y progreso y lo adoptaracomo símbolo de futuro, otorgándole elprotagonismo que en otras épocas tuvieronmateriales nobles como el oro o el bronce.Por ello, pronto empezaron a consumir todotipo de piezas en hierro, primero dentro del

campo del arte aplicado y más tarde con unacontundencia que llevó a la construcciónde las obras más significativas del siglo xix realizadas todas ellas en estructura dehierro y en combinación de este material conel cristal como cerramiento.

En consecuencia las fábricas comenzarona fundir todo tipo de elementosarquitectónicos, con repertorios queabarcaban tanto las piezas ornamentales—balaustres, zócalos y frisos, montantes,remates, lámparas...— como las

4 Nadal, j., «El fracaso de la revolución industrialen España. 1814-1913», Barcelona: Ariel, 1975,p. 183.

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estructurales —pilares y columnas,vigas y cerchas, armaduras de cubierta,estructuras de galerías, marquesinas yvoladizos, etc.—. Todo ello sin olvidar elcampo del mobiliario que, a su vez, tuvouna doble vertiente: el mobiliario domésticodonde un repertorio de objetos tales comomesas, sillas, camas, candelabros, jarronesy otros elementos de adorno inundaron lascasas decimonónicas, y el mobiliario urbano

con bancos, farolas, urinarios, quioscos,etc., que se extendieron por toda la ciudadcambiando su imagen.

La realidad es que Madrid fue poco a pocovistiéndose de hierro, suavemente en elperiodo isabelino y marcadamente en elperiodo de la restauración monárquica,en un proceso que se fue incrementandodécada a década tanto en cantidad como

en calidad, llegando a producir obras deexcepcional valor que dotaron a la ciudad deuna fisonomía inconfundible que la distinguede otras urbes.

Para poder tener una panorámica lo máscompleta posible del papel del hierroen la arquitectura y la ciudad de Madriddurante el siglo xix hemos consideradooportuno organizar el paseo en tresgrandes apartados. El primero se refierea la aportación del hierro a la arquitecturacomo arte aplicada o como elementoornamental y complementario, siendo estala más temprana participación del hierro enel campo arquitectónico. De hecho ya en elperiodo fernandino se había generalizadola existencia de elementos férreos que irían

aumentando su riqueza con el transcursodel siglo. El segundo se centra en laimportancia del hierro como elementourbano, es decir, más allá del edificio ycomo material fundamental en la definiciónde la ciudad. Será a partir de la mitad delsiglo cuando la ciudad inicie sus procesosde renovación de espacios públicos y cuandoel hierro conquiste la escena urbana. Y eltercero se ocupará propiamente de lo que

se ha dado en llamar la arquitectura delhierro, es decir aquellas construccionesrealizadas en hierro o en hierro y cristal queson las manifestaciones más contundentesde la importancia que estos materialesllegaron a alcanzar en el siglo xix y lasque expresan claramente el sentir de todauna época.

El hierro en la arquitectura como

material ornamentalEl hierro se introduce en la arquitecturaa partir del siglo xviii y siempre comomaterial aplicado a la misma. En un origensu aparición se produce en los balcones,en sustitución de las antiguas celosías demadera, de tal modo que a inicios del sigloxix el hierro es ya una presencia constanteen la fachada decimonónica. El patróncompositivo del alzado es herencia deldieciochesco, con una distribución uniformede huecos en el lienzo plano del alzado. Estatipología de fachada se mantiene a lo largode la centuria y podemos decir que vienedeterminada por la presencia rítmica dehuecos rasgados hasta el forjado y dotadosde un pequeño voladizo, conocidos comobalcones, que constituyen una invariante y

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caracterizarán la edificación de la ciudaddurante más de un siglo.

Las variaciones que la fachada sufrirá a lolargo de la centuria no modificarán estaestructura base, que persiste a pesar de laevolución que los edificios experimentancon el paso de las décadas. La modificacióntipológica se deberá a cuestiones tales comoel incremento del número de plantas, que a

medida que transcurre el siglo pasarán debaja más dos plantas y buhardilla a teneren total seis y siete niveles, si contamosabuhardillados bajo cubierta. Igualmente lacomposición general del plano del alzado seirá modificando de tal modo que en la épocaisabelina ya se estructura claramente eledificio en cuerpo basamental, plano principal,pisos secundarios y coronación con sotabanco.Esta distribución se hace más notoria en

el último tercio del siglo, introduciéndosepiso entresuelo y marcándose, además, loscuerpos extremos de la fachada a modo deremate del alzado. Y todo ello acompañado deuna ornamentación de artes aplicadas que,siendo extremadamente sencilla en el periodofernandino y de decoración grácil y ligeraen el isabelino, se convierte en suntuosa yrecargada durante la época de la restauración.

El hierro pronto tomará un papelprotagonista en la fachada del xix, dadoque estará vinculado a los balcones quepresiden la composición de la edificacióndoméstica durante la centuria. Al iniciodel siglo, e incluso ya desde las últimasdécadas del xviii, las antiguas celosías querecubrían los balcones se ven desplazadas

por barandillas de hierro con sencillosbalaustres de forja y traveseros en suremate superior e inferior. Esta situación iráenriqueciéndose en el periodo isabelino yeclosionará durante el último tercio de siglodando lugar a excepcionales repertoriosde balconajes y antepechos de hierro queconformarán un lienzo férreo que precederáa las fachadas, a modo de veladura,anunciando su categoría.

Para entender el papel que tuvo el hierroen la arquitectura hay que considerar lo quesupuso el ornamento para el siglo xix y parauna sociedad que pronto se identificó conel lujo a través de lo decorativo. España seabrió a las corrientes estéticas europeasa partir de los años cuarenta, una vezsuperada la etapa de ostracismo y pobrezadel reinado de Fernando VII. Desde ese

momento, los gustos eclécticos penetraronen el país y fueron rápidamente asumidospor la incipiente burguesía que se asentabaen Madrid y que se iba a hacer cargo de lamodernización de la nación. Así, la capitalcomenzó un camino de engalanamientoa través del enriquecimiento ornamentalde sus edificios. La arquitectura utilizóel hierro como un signo de distinción. Ladisponibilidad de su consumo que, a partirde la segunda mitad de siglo, ofrecía elproceso de la fundición puso en el mercadoun notable y extenso catálogo de piezas,balaustres, frisos, zócalos, etc., que hicieronque los balconajes configuraran su tipologíadefinitiva y que acompañaran la categoría dela arquitectura con unos hierros de similarcualidad o valor estético.

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El balcón adoptaría el formato de elementode protección del voladizo mediantebalaustres o montantes verticales, de mayoro menor riqueza decorativa, enlazados ensu parte superior por un travesero y en suparte inferior por un zócalo con motivoornamental que serviría de protección, yque era reclamado por la ordenanza paraevitar caídas de tiestos u otros objetos a lavía pública. El tipo de motivo decorativo varía

ampliamente, desde los utilizados en lacultura popular, como las sencillas espiralesy volutas o los básicos entrelazamientosde elementos pseudovegetales, hasta laselaboradas composiciones que manifiestantodos los gustos de la época y que sediseñan en consonancia con el estiloarquitectónico de los edificios a los queacompañan.

El tipo de ornamento y categoría de loshierros del balconaje solía ir parejo a la dela arquitectura. Por ello los modelos mássencillos y de decoración popular aparecíanen la edificación doméstica de modestaspretensiones artísticas y generalmenteubicada en barrios populares de Madrid. Sinembargo hay un gran repertorio de diseñosde hierros de balcones que planteados coninquietudes artísticas se hacen eco de lascorrientes estéticas de la época. Así, una vezsuperada la sobriedad neoclásica del primertercio de siglo, el hierro va sustituyendo lasformas rectas por las curvas, las formasgeométricas por otras más libres y losóvalos o elipses por roleos o pámpanos,dando lugar a composiciones de carácteramable y delicado más acordes con los

gustos cosmopolitas de la nueva sociedad.La entrada de los repertorios neohistoricistasno se hizo esperar. Si hacia la mitad de sigloya se habían incorporado los modelos delrepertorio neogriego y neogótico que desdehacía décadas se utilizaban en Inglaterray Francia, a partir de los años setenta losestilos históricos llegaron a su plenitud. Elestilo neorrenacimiento fue muy apreciadopor la nueva aristocracia, que lo incorporó

a una tipología arquitectónica nueva quealcanzaría gran relevancia en la ciudad:el palacete. Como ejemplo tenemos elpalacio del Marqués de Salamanca, obradel arquitecto Narciso Pascual y Colomer,o el palacio López Dóriga, del arquitectoFrancisco de Cubas. La influencia francesatrajo el gusto por los estilos neobarrocos y losmotivos ornamentales estilo Luis XIV, XV y XVI,que con su ampulosidad y representatividad

llenaban las aspiraciones de una sociedadnecesitada de reafirmación social. Este esel caso del palacio del Marqués de Casa-Riera. Igualmente hubo producciones enestilos nacionales como el neomudéjar delque podemos destacar las Escuelas Aguirre,realizadas por Emilio Rodríguez Ayuso.

Un elemento de excepcional valor y singularde la arquitectura madrileña es el mirador.Realizado en hierro y cristal, no aparece enla ciudad hasta la segunda mitad de siglo,con unos primeros ejemplos fechados en ladécada de los cincuenta y todavía realizadosen madera. Será a partir de los añossesenta cuando comiencen a construirseen los huecos de planta principal y segundasituados en los extremos del alzado unos

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recubrimientos del voladizo hacia lacalle mediante hierro y cristal. De estemodo, aquel elemento volado sobre la víapública que era el balcón se incorporaal interior de la vivienda, constituyendouna pieza de tránsito entre el dentro yel fuera. Los miradores se conviertenasí en la prolongación al exterior de lospequeños salones íntimos o gabinetesque precedían a la alcoba a la italiana.

Sin duda los miradores fueron, desdesus inicios, un signo de distinción de lafachada; sin embargo su posición, salvoraras excepciones, no es de centralidad,vinculada a la sala principal de la vivienda,sino a salas de menor entidad y carácterintimista y reservado. El mirador notiene justificación climatológica parasu aparición, como sí sucede en otroslugares de la geografía española, ni tiene

precedentes en los siglos anterioresque anuncien su aparición. Más bienpodríamos entenderlo como un deseo de laburguesía progresista de incorporarse a lamodernidad de las grandes construccionesde hierro y cristal mediante unareinterpretación de las mismas a la escaladoméstica. Es la identificación del hierrocomo símbolo del progreso la que hace queestas piezas de pequeñas arquitecturasadquieran una trascendencia tal comopara convertirse en signos distintivos einseparables del imaginario de la ciudadde Madrid. El mirador juega un papeldestacado en la organización jerárquicade la fachada decimonónica, señalandola importancia del edificio y destacando laprincipalidad de los pisos nobles. De ese

modo entra en el juego de reflejos dela sociedad a través de la complejidady riqueza de los elementos aplicados ydecorativos de la arquitectura.

Además de balcones y miradores,el hierro durante la segunda mitad delsiglo xix conquistó numerosos lugaresde la arquitectura. Cronológicamentehablando, primero ocupó los montantes

de las entradas a los portales para mástarde realizar en hierro las propias puertasde los portales de los edificios. Tambiénconquistaría las cajas de escalera y, en sumomento, los cierres del ascensor. Lasgalerías de viviendas que daban a patiosinteriores serían realizadas en hierro al igualque alguna galería en la planta de cubiertas.Las lámparas y candelabros que hasta losaños ochenta habían tenido un carácter

exclusivamente urbano se incorporan a laedificación para el realzamiento de la mismaa través de la iluminación. Interesantesejemplos son los de los edificios del Ateneo,la Bolsa de Madrid o el Banco de España.

Por último, y para comprender plenamentelo que significó el hierro para la sociedadmadrileña, deberíamos referirnos al campodel mobiliario doméstico. Todo un repertoriode camas, mesas, sillas, jarrones, bañeras,etc., fabricado en hierro fue llenandolas casas decimonónicas. Esa relaciónestrecha que mantiene el ciudadano consus objetos más próximos y cotidianos esla que manifiesta de manera más notoria laprimacía de este material sobre cualquierotro durante el siglo xix.

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El hierro en la escena urbanaMadrid tuvo como modelo París, la ciudadgalante y cosmopolita, y como ella quisoembellecer sus espacios públicos. Apartir de la segunda mitad de siglo lascondiciones fueron favorables para estaempresa. La mejora en la economía delpaís, el asentamiento en la capital de ladesahogada clase burguesa y de los poderesinstitucionales y, sobre todo, los nuevos

hábitos de esta sociedad, que demandabanlugares de recreo y diversión, propiciaronla aparición de nuevos espacios urbanosy la mejora de los existentes. La ciudadcomenzó a cuidar sus plazas, a abrir nuevospaseos arbolados, a embellecer sus callesy a contar con grandes parques urbanos. Entodos estos lugares el hierro tendrá un papelcada vez más destacado, desde las pequeñasverjas de los jardinillos y parterres hasta los

grandes lienzos rejeros que se extienden porla ciudad, pasando por el mobiliario urbanoy pequeñas construcciones auxiliares. Elresultado es un cambio en la fisonomía dela ciudad que la hace más acorde con elaspecto de otras capitales europeas.

Una de las primeras intervenciones deembellecimiento de estos nuevos lugares derecreo fue la del paseo o salón del Prado.

El proyecto de engalanamiento de esteámbito favorito de la sociedad isabelinadata de 1842. Realizado por el arquitectomunicipal Juan José Sánchez Pescadorincluía verjas de hierro fundido sobre piedraberroqueña que dividían la zona de paseo dela de coches y caballos, balaustradas, bancos,lámparas, además de arboleda y vegetación5.A partir de los años cincuenta las plazas de lacapital se comenzaron a ajardinar siguiendo

el modelo del square inglés, con estatuas enel centro, jardinillos alrededor y una pequeñacancela o una verja que rodeaba el conjunto.Citemos a modo de ejemplo la plaza deOriente con la estatua ecuestre de Felipe IVy parterres en su centro. En torno a ello unaverja de hierro bronceado sobre basamentode piedra caliza que protegía de la entrada depúblico. También la plaza de la Constitucióno Mayor cuenta con una verja diseñada por

Sánchez Pescador que cierra el conjunto dela estatua ecuestre y el parterre. Como estas,otras plazas de Madrid: la del Progreso, converja en torno a la estatua de Hernán Cortés;la de las Cortes, con hierros rodeandouna estatua de Cervantes o la de AlonsoMartínez, con enverjado en torno a la estatuade Quevedo. Por otra parte, las plazas ypaseos complementaron su fisonomía conun amplio repertorio de mobiliario urbanoen hierro: bancos, farolas y, en ocasiones,quioscos, tenderetes, urinarios, etc. Comoejemplo representativo citamos el caso dela Puerta del Sol que tuvo una «... magníficafarola (de fundición) que descansa sobre unacolumna con pedestal de bronce... esta farolaalimentada con un mechero de gas, iluminatoda la plaza...»6.

5 ASA (Archivo de la Secretaría delAyuntamiento), leg. 4-54-104.

6 Madoz, P., Madrid, audiencia, provincia,intendencia, vicaría, partido y villa, Madrid:Araco, 1981, pp. 172-173.

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La influencia de los parques urbanosparisinos como el Bois de Boulogne o losChamps-Elysées pronto se dejó sentir enla capital, donde la sociedad progresistaansiaba nuevos lugares de paseo. En 1868,tras la caída de Isabel II y con la pérdida delas posesiones reales, el parque de Madrido del Retiro se abrió al público. A partir deese momento el Ayuntamiento inició unproyecto de embellecimiento sustituyendo

las antiguas cercas por unas verjas enhierro «de elegancia y solidez»7 de las quehay que resaltar las magníficas puertasde entrada. El cambio del cerramientose hizo por fases en un proceso que duróhasta finales del siglo xix, interviniendoprestigiosos arquitectos como Agustín Peyróy José Urioste y Velada y diversos herrerosde la corte8.

La relación de arquitectura y jardín fueincrementándose a lo largo de la segundamitad del siglo. De este modo los edificiosse embellecieron rodeándose de pequeños jardines que ennoblecían su arquitectura.El cerramiento de estos ámbitos abiertosse realizaba, al igual que en el parquedel Retiro, mediante lienzos rejeros. Deeste modo una fachada previa en hierroanunciaba la calidad de la arquitectura ala que antecedía. Este patrón lo utilizarontanto los palacetes y hoteles de la asentadasociedad decimonónica como los edificiosinstitucionales. De los primeros citamoslos ejemplos del palacio del Marqués deSalamanca en el paseo de Recoletos, elpalacio de Buenavista, los palacetes delMarqués de Villamejor, de los Duques del

Santo Mauro, el de Zabálburu, la casa-palacio del Marqués de Cerralbo, etc. De lossegundos podemos recordar la BibliotecaNacional y Museo Arqueológico, el antiguoMinisterio de Fomento, el Banco de España,las iglesias de San Manuel y San Benitoy la de la Concepción, la Real Basílica deNuestra Señora de Atocha, las EscuelasAguirre, etc.

El resultado es una ciudad recubierta enhierro, un material que se convirtió enimprescindible en el proceso de mejoraurbana de Madrid.

La arquitectura del hierroEspaña entró tarde en la producción delo que conocemos como arquitectura delhierro y lo hizo siempre dentro de una escalamoderada, difícilmente comparable a la

de las grandes construcciones de hierroy cristal que se realizaban en Europa. Lascircunstancias históricas que vivió el paísen los inicios del siglo xix cortaron de raíz elproceso de la revolución industrial iniciadoen el xviii e impidieron el desarrollo detodos aquellos aspectos que dependían delos nuevos sistemas de fabricación y de lasnuevas tecnologías. España mantuvo, pues,

7 ASA, leg. 10-36-13.

8 Para más información véase CERVERASARDÁ, M.ª R., El hierro en la arquitecturamadrileña del siglo  xix , Madrid: EdicionesLa Librería y Servicio de publicaciones de laUniversidad de Alcalá, 2006.

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un considerable retraso con respecto apaíses como Inglaterra y Francia en loque se refiere a las construcciones dearquitectura y de ingeniería realizadasen hierro o en hierro y cristal. En esteterreno, las aportaciones españolasfueron tímidas, con moderada innovacióny aportación técnica y con proyectos dematiz conservador en lo que a la propuestaestilística se refiere.

No obstante la distancia de la producciónnacional con respecto a la envergadurade obras como el Cristal Palace deLondres o las Galerías de Máquinas de lasExposiciones Universales de Viena y París ode la propia Torre Eiffel, Madrid, durante lasegunda mitad del siglo xix, llegó a contarcon un número de notables ejemplos dearquitectura construidos en hierro y cristal.

La aceptación que el hierro tuvo entre laburguesía progresista de la época hizo queeste material se introdujera con facilidaden la ciudad y que conviviera con los estilosarquitectónicos entonces en boga. El gustopor el hierro de la sociedad madrileñase aprecia también por los destacadosproyectos que no llegaron a construirsepero que dan idea de las aspiraciones einquietudes del momento. Por desgracia,gran parte de estas obras ha desaparecidohabiendo quedado muy mermado el ricopatrimonio de hierro y cristal que nos habíalegado el siglo xix.

La construcción de arquitecturas de hierroy cristal estuvo relacionada, al igual quesucedía en Europa, con las nuevas tipologías

que surgieron al hilo de la revoluciónindustrial. Grandes pabellones destinadosa exposiciones, mercados, invernaderos-estufas y estaciones constituyen el principalrepertorio de la producción nacional y, enconcreto, de la producción madrileña. Pero,además de estas obras, que podríamoscatalogar como mayores, existen otrasinteresantes construcciones férreas que,sin llegar a configurar un edificio en su

totalidad, conforman una parte importantedel mismo con entidad suficiente comopara ser consideradas ejemplos de laarquitectura del hierro. Tal es el caso de lasarmaduras de hierro y cubriciones de hierroy cristal de grandes espacios interiores ypatios, de las cúpulas de hierro y cristalque rematan cuerpos arquitectónicos,de las bibliotecas de hierro de edificiosinstitucionales, de galerías de hierro

tanto en coronaciones de edificios comoen espacios urbanos, de las columnas defundición que generalizan su uso desde lasúltimas décadas del siglo, etc. Por último,no podemos olvidar ejemplos que, aunquepertenecen al campo de la ingeniería,han tenido una presencia destacada en lafisonomía de la ciudad, como es el casodel antiguo viaducto de hierro de la calleSegovia.

Las primeras construcciones realizadasintegralmente en hierro y cristal que tuvola capital estuvieron destinadas al uso demercado. La necesidad de reorganizar laventa de alimentos, hasta entonces un tantoanárquica, en la ciudad hizo que Madridvolviera su vista a París, modelo permanente

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de la sociedad española decimonónica,y siguiendo el ejemplo de Les Halles sepropusiera la construcción de las primerasedificaciones destinadas a tal fin. Baltard fueel arquitecto de la obra parisina y proyectó,en sustitución del viejo mercado en piedrade la capital del Sena, un conjunto de diezpabellones realizados en hierro y cristal. Laobra, construida entre 1854 y 1866, marcóel patrón tipológico a seguir por los futuros

mercados. Así, el Ayuntamiento de Madrid,cuando en 1867 decidió realizar dos nuevasconstrucciones para tal fin en la plazuelade la Cebada y en el solar resultante de lademolición del convento de los Mostenses,quiso seguir el criterio de Les Halles optandopor el hierro y cristal. Ambos mercados,proyectados por el arquitecto Mariano Calvoy Pereira, se iniciaron en 1870, aunquefueron inaugurados en distintos años. El

mercado de la Cebada estaba formado poruna base o zócalo de ladrillo a partir de lacual nacía una estructura de finas columnasde fundición que se repetían modularmentepor sus fachadas construyendo unparamento transparente continuo en elperímetro. Volumétricamente, el mercadotenía una doble altura que se manifestabaa modo de pabellones diferenciados dentrodel conjunto, todo ello sostenido por lasesbeltas columnas de hierro fundido y porlas delicadas arquerías de medio punto.El edificio mantenía un equilibrio entreel carácter ornamental de moderadadecoración de sabor clasicista y el lenguajedecididamente industrial. La seriación yestandarización de las piezas constructivasy el uso de los modernos materiales

anunciaba la nueva era en la arquitectura,aunque de momento este novedosoplanteamiento se limitara a las tipologíasnacientes y se considerara inapropiado parala arquitectura institucional y doméstica. Elmercado de los Mostenses era muy similaral de la Cebada y como este se basaba enun sistema de elementos prefabricados quepermitían un nuevo método constructivo amodo de mecano. Los hierros, posiblemente

siguiendo la estela de Les Halles, provinieronde Francia. Lamentablemente, ningunode estos dos sobresalientes ejemplospermanece. Una torpe política de derribosy una mirada corta propició la desapariciónde estos ejemplos de la arquitectura delhierro sustituyéndolos por otros de fábricade escaso interés. Sin duda con estas dosprimeras construcciones de hierro y cristalMadrid alcanzó su mayoría de edad en lo que

a producción férrea se refiere.

El camino tipológico iniciado por estosmercados se continuó en las siguientesdécadas, aunque ya no se llegarona realizar construcciones de igualenvergadura y contundencia. En 1875 seinauguró el mercado de Olavide, tambiénderribado, de menor escala y con utilizacióndel hierro en medida moderada. El únicoejemplo de esta tipología que ha llegadohasta nuestros días es el del mercado deSan Miguel. Situado en la plaza del mismonombre, junto a la Plaza Mayor de Madrid,es una obra tardía fechada en 1912-1916 yproyectada por Alfonso Dubé Díez. Cuentacon sótano para almacenes de alimentos,siguiendo el patrón habitual de este tipo

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de construcciones, y con una planta bajaa modo de gran contenedor donde seubican los diferentes puestos de ventas.La estructura está formada por columnasde fundición que, a pesar de su lenguajeindustrial, siguen todavía el modelo decolumna clásica con capitel jónico y estríasen el fuste a modo de acanaladuras.Sobre los estilizados pilares se apoyauna desnuda armadura de cubierta que

conforma unas naves sobre los pasillosde circulación con penetración de luz porla parte superior. Todo el conjunto exponeuna combinación de elementos industrialesy elementos decorativos que continúan elideario decimonónico de diálogo entre loindustrial, por un lado, y lo ornamental yacademicista, por otro. La imitación desdela industria de los patrones de las obrasde arte y de los objetos de la artesanía

fue una de las características de todo elquehacer del siglo xix y la confusión delenguajes entre arte e industria hizo quetoda la producción seriada se apropiarade los atributos formales de la obra únicao artesanal. De este modo toda la épocafue de convivencia de múltiples estilos yde recargamientos ornamentales que solocederían cuando la industria alcanzara sumayoría de edad y fuera capaz de generarformas propias sin tenerlas que tomaren préstamo. El mercado de San Miguel,que había sido mantenido en buen estadohasta la fecha, se encuentra actualmenteen un proceso de reforma que, al parecer,sustituye su actividad inicial de venta dealimentos por otra vinculada con el ocio yel comercio lúdico, dentro de la tendencia

presente de transformación de estasarquitecturas del hierro.

Los pabellones de exposición son sin dudalas construcciones más emblemáticas delsiglo xix y las que fueron origen de lo que hoyconocemos como arquitectura del hierro.Nacidos con motivo de la primera exposiciónuniversal en Londres en 1851, adoptaron,desde el primer ejemplo construido por

Paxton, el modelo de pabellón invernadero opabellón estufa, realizado en hierro y cristal.En esta elección fue determinante el sistemaconstructivo de estas piezas de jardín quese basaba en un método de prefabricacióny estandarización que proporcionabaenorme eficacia al proceso constructivo,anticipándose con mucho a los sistemas desu época. El éxito de estas construccionesprovino tanto de la rapidez de su ejecución

y de su posibilidad de montaje y desmontajecomo de lo apropiado de su concepto comograndes contenedores de actividad, a lapar de lo innovador de su planteamientoestético. Por ello, se convirtieron en elsímbolo de modernidad de toda una épocay en patrón para las nuevas tipologíasde grandes edificaciones y de hangaresy estaciones que, a partir de la mitad desiglo xix, se iban a construir.

La ciudad de Madrid no fue ajena a lafiebre de exposiciones que se celebrarondurante la segunda mitad del siglo xix. Ysi bien no llegó a ser sede de los grandeseventos universales, como lo fueron lasciudades de Londres, París, Viena, Filadelfia,Chicago, etc., sí celebró en la década de los

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68 Hierro y arquitectura en el Madrid del siglo xix

ochenta algunas exposiciones nacionales einternacionales que dejaron como herencialos notables pabellones que hoy permanecenen la capital.

De la Exposición Nacional de la Industriay las Artes tenemos el actual Museo deCiencias Naturales y Escuela TécnicaSuperior de Ingenieros Industriales; de laExposición Nacional de Minería tenemos

el actual Palacio de Velázquez y de laExposición de Filipinas nos ha quedado elPalacio de Cristal, estos dos últimos en elParque del Retiro.

Los dos primeros se alejan del formatoimplantado por el London Cristal Palace ydeciden una construcción convencional decomposición clásica con fachadas de fábrica.El hierro se reserva para la cubrición, con

cúpulas y cubiertas de armadura férrea,cristal y cinc. El Pabellón de la ExposiciónNacional de la Industria fue diseñado porFernando de la Torriente tras ganar unconcurso celebrado en el año 1881. Laconstrucción finalizó en 1887, ya fallecidoDe la Torriente y siendo entonces directorde la obra Emilio Boix. El proyecto sedistribuye a partir de un pabellón centraldel que simétricamente nacen dos alaslaterales a modo de galerías que serematan con dos pabellones menores enlos extremos. Es decir, nos encontramoscon una organización de espacios formal,simétrica y jerárquica que no se puedeenclavar dentro del concepto de los nuevoscontenedores de exposición. El carácteracadémico se acentúa con el uso de

materiales convencionales como el ladrillo yla cerámica y procedimientos tradicionalesde construcción que se encuentran en laposición opuesta a la ejecución de mecanode las piezas prefabricadas. Será en lacúpula que corona el punto central deledificio donde, aun siguiendo un esquemaformal clásico, se utilice el hierro y el cristalcon rotunda modernidad. Lo mismo sucedeen las cubiertas con armaduras férreas

traídas de Bélgica, que harán de este edificioun referente de la arquitectura del hierrodentro del panorama madrileño.

Algo similar ocurre con el pabellón realizadopor el arquitecto Ricardo Velázquez Boscoen 1883 para la Exposición Nacional deMinería, Artes Metalúrgicas, Cerámica,Cristalería y Aguas Minerales en el Parquedel Retiro. Nuevamente el arquitecto

opta por una composición jerárquica quese manifiesta al exterior como una navecentral, torreones extremos y galerías deunión con fachada de fábrica y decoracionesde azulejería. Sin embargo, la planta esrectangular y sin divisiones internas, másallá de los cuatro torreones que flanqueanlos extremos, lo que nos habla de unespacio de uso versátil y nos dice más deun concepto de nave expositiva y diáfanaque quiere aproximarse a los modernospabellones de exposición. Esta ambigüedadentre lo convencional y lo moderno se ponede manifiesto en las cubiertas donde elhierro se convierte en protagonista. Es decir,que si bien en la parte inferior el edificio seenclavaría dentro de las corrientes eclécticasdel xix en su parte superior se diluye

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asumiendo un proceso de desmaterializaciónmuy interesante que nos lleva a considerarlocomo ejemplo de la arquitectura del hierro.El ingeniero calculista de la estructura fueAlberto de Palacio, que, como veremos, fue

el autor de otras grandes obras de hierro,y el constructor del hierro fue BernardoAsins, uno de nuestros más insignesherreros del xix (fig. 1).

Donde Ricardo Velázquez Bosco, Alberto dePalacio y Bernardo Asins alcanzan el máximoesplendor es en el pabellón que realizaronpara la Exposición de Filipinas de 1887. Eneste caso sí que nos encontramos ante la joya de la arquitectura del hierro de Madridy posiblemente de España. Realizadosiguiendo los modelos ingleses, ha sidocomparado, por su delicadeza y su escala,con la Palm House de Burton y Turneren Kew Gardens. La adopción plena delesquema de pabellón estufa inglés y de laconstrucción integral en hierro y cristal se

manifiesta también en el nombre por el quese le conoce, Palacio de Cristal, idéntico aldel Cristal Palace londinense. De algunamanera estas edificaciones manifiestan serel máximo exponente de un momento y de

una sociedad trasladando la denominaciónde palacio desde el campo en el que surge,es decir, el de la noble residencia de la altaaristocracia y de la monarquía, al de lasnaves de carácter industrial donde se exponeel quehacer más novedoso de la época. Deeste modo parece sacralizarse el papel de laindustria y de sus producciones. Siguiendoesta línea, el Palacio de Cristal del Retirofue diseñado por Velázquez Bosco según elmodelo de invernadero de hierro y cristal yadoptando el procedimiento de prefabricaciónque le permitiría terminar esta obra en eltiempo récord de cinco meses. Las piezasestructurales de fundición se realizaron enla fábrica Alonso Millán y Cía., de Bilbao ysu ensamblaje y construcción corrió a cargoBernardo Asins, el maestro constructor en

Figura 1. Palacio de Velázquez en el parque del Retiro, obra del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco. (Foto M.ª RosaCervera).

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70 Hierro y arquitectura en el Madrid del siglo xix

hierro más prestigioso del momento. Asinsse formó en las fábricas de París y a suvuelta de Francia se estableció en Madrid,donde realizó diversos trabajos para laReal Casa por los que obtuvo el honor dealcanzar el título de Cerrajero de la RealCasa. En 1867 fundó la casa Asins, que ya en1890 contaba con 100 operarios dedicados alas fraguas, trabajos artísticos, construccióny al repujado —llegando a contar

con 200 operarios a principios del siglo xx—y que ha pervivido hasta finales del siglo xx, sibien en un progresivo proceso de decadenciadel esplendor que tuvo bajo la dirección desu fundador y, posteriormente, de su hijoGabriel. El espíritu innovador de Asins le llevóincluso a hacer concurrir a sus empleadosa las academias a fin de aumentar suformación9. A él debemos algunas de las másvaliosas obras de hierro de Madrid. Entre

ellas las verjas de la Biblioteca Nacional, loshierros del Banco de España y del Ministeriode Fomento, importantes bibliotecas de losedificios institucionales, además de colaboraren las mejoras del templo de San Franciscoel Grande y en edificios como el palacio deBuenavista. Por todo ello consiguió la GranCruz de Isabel la Católica y fue nombradoComendador de la Orden y CaballeroCubierto ante S. M. el Rey10.

El Palacio de Cristal, cuyo fin era ser uninvernadero de plantas y flores exóticasprovenientes de Filipinas, se construyó todoél de hierro y cristal con esbeltas y finasarquerías de hierro cerradas por vidrioy sostenidas por importantes columnas jónicas, con volutas de los capiteles que

en unas ocasiones se completan con unaroseta en el centro de su enrollamiento yen otras se transforman en grecas. Lascubiertas, igualmente de hierro y cristal,están conformadas por bóvedas de cañón queconvergen en una cúpula de 24 m de alturaen el punto central. La planta del edificio, apesar de estar concebido como un espaciocontinuo y fluido propio de un contenedorexpositivo, no se sustrae a las influencias

historicistas que tan en boga estaban en laépoca. Así, adopta una distribución que nosrecuerda al crucero y ábside de una iglesiagótica11, anclándose con ello en un ciertoclasicismo histórico que merma la radicalidadde planteamiento. Esta ambigüedad sereafirma en el pórtico de entrada. El deseo de jerarquizar este punto del edificio hace queVelázquez Bosco obvie el hierro y se decidapor un pórtico de columnas y semicolumnas

de orden jónico con dos pequeños pabellonesen los extremos y coronado todo ello conbalaustrada. Nuevamente nos encontramosante una mezcla ecléctica, propia del Madriddel momento, en la que las formas novedosasde hierro se completaban con otras máshistoricistas y las formas puramenteestructurales lo hacían con pequeños

9 Alzola y minondo, P., El arte industrial enEspaña, Madrid: Colegio de Ingenieros deCaminos, Canales y Puertos, 2000, pp. 486-487.

10 Cervera, r., op. cit., pp. 255-261.

11 Navascués, P., Arquitectura y Arquitectosmadrileños del siglo  xix , Madrid: Instituto deEstudios Madrileños, CSIC, 1973, pp. 196-197.

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detalles decorativos de predominanciaclásica tales como palmetas, gárgolas,rosetas, guirnaldas, relieves de cabeza, etc.y con delicados juegos de color en azulejeríarealizada por los hermanos Zuloaga12. En

definitiva, con un producto propio de todaslas contradicciones del xix: clasicismo en lasformas arquitectónicas —naves, bóvedas,cúpulas— y modernidad en procedimientosconstructivos —estructura, sistemaprefabricado, materiales— y conceptosestéticos —inmaterialidad, continuidadespacial, transparencias—. El Palacio deCristal se complementa con un pequeñolago situado delante de él que contribuyeal juego de reflejos, brillos y veladuras delcristal, reforzando así la imagen etérea yevanescente del pabellón (figs. 2, 3).

Figura 2. Palacio de Cristal en el parque del Retiro, obra del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco. (Foto M.ª RosaCervera)

12 Cervera, r, op. cit., p. 265.

Figura 3. Palacio de Cristal en el Parque del Retiro,obra del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco. Detallede la cubierta. (Foto M.ª Rosa Cervera)

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72 Hierro y arquitectura en el Madrid del siglo xix

No obstante, el Palacio de Cristal, a pesar desu interés dentro del panorama nacional, esuna obra de pequeño tamaño, sobre todo si lacomparamos con producciones europeas dela misma época. Basta cotejar algunos datospara darnos cuenta de la diferencia. Porejemplo, su área total es de 2.500 m2 frentea los aproximadamente 55.000 m2 del CristalPalace de Londres, o sus dimensiones, quecon 54 m de largo, 28 de ancho y 24 de altoen la parte superior del cimborrio, nadatienen que ver con los 550 de largo del CristalPalace o con los 420 de largo y 115 de anchode la Galería de Máquinas de la Exposición

Universal de París de 1889, obra realizadacon arcos de tres articulaciones sin apoyosintermedios en un alarde estructural sinprecedentes.

El gusto de la sociedad madrileña por elhierro y su identificación con los valoresde modernidad que este representabahizo que surgieran diversos ejemplos de

pabellones estufa más allá de los realizadospara las exposiciones. Se construyeronen unas ocasiones y en otras se quedaronen proyecto pero, en cualquier caso, elinterés y envergadura de las propuestaspone de manifiesto el atractivo que estasconstrucciones ejercieron en la sociedadmadrileña decimonónica. De los añossetenta contamos con dos importantesproyectos que no llegaron a construirse.

Uno de ellos es un edificio para conciertosfirmado el 30 de agosto de 1876 por elarquitecto de Edimburgo R. Morham. ElConcert Hall propuesto tenía una longitudde aproximadamente 60 m y una alturade 30 m. Todo él en hierro y cristal estabadiseñado mediante cuerpos superpuestosque a medida que se situaban a mayoraltura disminuían su tamaño. El lenguaje erael habitual en este tipo de construcciones,

con finas columnas de fundición quesoportaban arquerías de medio punto, todoello en esa permanente combinación deelementos modulares y repetitivos con unadisposición general del conjunto simétrica y jerárquica. El interior se concebía como uncirco, con gradas en todo el perímetro,un corredor en la parte superior de lasmismas y una zona de escenario en unade las cabeceras de la planta ovalada. Dehaberse construido esta propuesta, Madridhabría contado con un excelente ejemplode arquitectura de hierro y cristal13 (fig. 4).Un segundo caso, también proveniente de

13 ASA, leg. 7-202-85.

Figura 4. Propuesta de Concert Hall, 1876 (documentoinédito del Archivo de la Secretaría del Ayuntamiento).

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Gran Bretaña, es el del proyecto de SkatingRink para el parque de Madrid, actualRetiro, también del año 1876. Este proyectofue iniciativa de Juan de Bustelli Toscolo,Duque de Marignan, residente en Londres,alegando que las principales capitales deEuropa contaban con «establecimientosde recreación y gimnasia denominadosSkating rink que vienen a sustituir conventajas la patinación sobre el hielo con

la verificada por medio de skates conlujosos edificios construidos al efecto conpavimento asfaltado y deseando introduciresta nueva mejora y adelanto en la capitalde la nacionalidad española para lo cualson indispensables cuantiosos gastos en laadquisición de terrenos, construcción de unvasto edificio compuesto de un gran circocon elegantes departamentos de distraccióny ameno descanso, cafés, restaurantes, etc.,

etc., cuyo coste ascenderá próximamentea un millón de francos»14. Este proyectopropuesto al Ayuntamiento no llegó a teneraprobación y, por tanto, no se convirtió enrealidad, sin embargo refleja claramente losnuevos gustos cosmopolitas de Madrid y lanecesidad de disponer de espacios de recreoy diversión para sus prósperos ciudadanos. El Skating Rink o círculo de patinadoresincluía acuario, restaurante, gimnasio,teatro y sala de conciertos, además de otrasdependencias. El conjunto contaba en suparte central con un gran óvalo destinado alpatinaje. Su imagen exterior era algo másconvencional que el anterior ejemplo dado

que combinaba los materiales tradicionalescon el hierro y cristal que aparecíandominantes en la cúpula y en los ventanalesy remates de coronación (fig. 5).

Muy interesante es también el proyecto deestufa que propuso el arquitecto FranciscoJareño en 1883 para el jardín botánico de laUniversidad Central —y más tarde tambiénInstituto Cardenal Cisneros.

La solvente burguesía decimonónica tambiénse decantó por dar protagonismo al hierroen sus nuevas residencias denominadaspalacetes. De este modo empezaron aincorporar pabellones invernadero que enocasiones se construían exentos y a vecesampliaban la vivienda con una extensión amodo de sala-invernadero. Ejemplos de lodicho lo tenemos con el invernadero quemandó construir el Marqués de Salamanca.Esta estufa fue hecha en Londres en los14 ASA, leg. 6-163-69.

Figura 5. Propuesta de Skating Rink para el parquede Madrid, 1876 (documento inédito del Archivo de laSecretaría del Ayuntamiento).

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74 Hierro y arquitectura en el Madrid del siglo xix

talleres de los hermanos Konnans y mástarde pasó a ser propiedad del Ayuntamientode Madrid en 1876, instalándose en laRosaleda del Retiro. El constructor que seencargó del traslado fue Francisco Picazo15 (fig. 6). Igualmente, en el palacete delMarqués de Zabálburu, el arquitecto Luisde Landecho añadió, ya entrado el siglo xx 

y con motivo de una ampliación del mismo,una estufa en hierro y cristal en su parte

posterior.

La edificación doméstica de la ciudadno se resistió tampoco al atractivo delos invernaderos, ubicándolos comoestructura de remate superior del edificioa modo de última cubierta. Estas galeríaso invernaderos podían llegar a serexuberantes. Tal es el caso de la propuestapara la casa en Costanilla de los Ángeles,

n.º 2 con fachada a la calle del Arenal(fig. 7), donde se proyecta una armadurapara cubrir la azotea que nos sorprendepor su gran riqueza con decoración clásicade arcos de medio punto, palmetas, floresde lis, etc. Más modestos, pero tambiéninteresantes, son los ejemplos de la casade Rafael Colás en la calle Alcalá 31 —35nuevo—, del año 1883 y del arquitecto Sainzde la Lastra, y la de la calle Mayor, n.º 73,del año 1884 y del arquitecto Fernando dela Torriente (fig. 8). En ambos casos unagalería de hierro y cristal, a modo depabellón invernadero, culmina el edificio.Como muestra que todavía se puede

Figura 6. Invernadero del Marqués de Salamancainstalado en el Parque del Retiro.

Figura 7. Invernadero sobre cubierta de casa enCostanilla de los Ángeles, n.º 2 con fachada a la calle

Arenal (documento inédito del Archivo de la Secretaríadel Ayuntamiento).

15 ASA, leg. 5-285-62.

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contemplar citamos la casa de la calle CavaBaja con vuelta a la plaza de Herradores.Como últimos ejemplos de este interésque Madrid sintió por el hierro citaremosdos curiosos proyectos no construidos.Uno de ellos es una galería para la Puertadel Sol, denominada Galería del Príncipede Asturias Don Alfonso. El proyecto, delque desconocemos la fecha pero que nosatrevemos a fijar en torno al inicio de la

segunda mitad del xix, está firmado por M.de M. y C., de quien solo conocemos lassiglas. El diseño propone una sucesión decolumnas de fundición con arquerías quesostendrían una cubierta de cristal querecorrería los cuatro frentes de la Puertadel Sol16. El segundo es una propuestadel ingeniero francés residente en MadridCharles de Villadevil, para cubrir la PlazaMayor con una gran estructura de hierro

forjado y fundido que sostendría una vidrierapintada, pretendiendo hacer de esta un graninvernadero17.

Las construcciones de hierro de mayorenvergadura son, sin duda, las estaciones.Madrid cuenta con tres magníficos ejemplos:la Estación del Norte, la de Delicias y la deAtocha. Cronológicamente todas surgen enun mismo periodo en torno a la década delos ochenta. La primera de ellas, en estrictoorden temporal, es la Estación del Norte

o del Príncipe Pío de la Compañía de losCaminos de Hierro del Norte, construida ensustitución de la antigua que daba servicioa la línea Madrid-Irún. El proyecto, de 1877,corrió a cargo del grupo de ingenieros yarquitectos de la Compañía y estaba firmadopor el ingeniero francés Biarez. A pesar deser una estación término, es decir de finalde la línea, el edificio principal de viajerosadopta el esquema propio de una estaciónde paso, disponiéndose paralelo a las vías.Sobre estas se realiza una gran cubiertade 40 m de luz que fue calculada por elingeniero Mercier en 1881 con el sistema decuchillos Polenceau, todavía con tornapuntasy tirantes. Toda la concepción respira un aireafrancesado en lo que a estilo arquitectónicose refiere. La influencia europea se dejanotar también en la armadura metálica que,con sus considerables dimensiones podríaequipararse a producciones del país vecino.

Figura 8. Galería sobre cubierta de la calle Mayor,n.º 73, 1884, obra del arquitecto F. de la Torriente.

16 ASA, leg. 59-8-4.

17 Ariza, c., Los jardines del Buen Retiro en elsiglo.  xix , Madrid: Avapiés, 1988, pp. 172-173.

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No en balde los ingenieros eran franceses,como solía ocurrir con los que trabajabanpara las compañías concesionarias deferrocarriles (fig. 9). A comienzos del siglo xx se ampliará la cubierta por el ingenieroGrasset y posteriormente, en 1926, seconstruirá un edificio de cabecera. En la

actualidad esta estación, que ha dejado dedar servicio de largo recorrido, limitándosea las comunicaciones de cercanías, se haconvertido en un centro comercial y de ocio.El gran espacio bajo la cubierta, que enotro tiempo fue el lugar de vías, andenes ybullicio de viajeros, es en la actualidad unmoderno zoco donde tiendas y restaurantesse han apropiado de su grandiosamonumentalidad desacralizando el encanto

del «viaje».

La Estación de Delicias es prácticamentecoetánea a la del Norte, ya que se iniciaen 1878, dándose el caso de que sucubierta sobre los andenes es la másantigua de las tres grandes estaciones dela época. A esta estación llegaba la líneaMadrid-Ciudad Real-Badajoz que prontosería la línea Madrid-Cáceres-Portugal.

Nuevamente nos encontramos con uningeniero francés, Emile Cachelievre, queconcibe el conjunto en un estilo funcional.Eso le permite terminar la construcciónen tiempo récord inaugurándose esta en1880. Dos pabellones paralelos a las vías yuna gran cubierta sobre las mismas y losandenes es el esquema compositivo elegidoque, al igual que ocurre en el proyectooriginal de la del Norte, nuevamente secorresponde más a una estación de pasoque a una término al no tener propiamenteun edificio de cabecera. No obstantepresenta un frontal de remate de la estacióncon un gran tímpano de cristal sobre laspuertas de entrada. La cubierta es de granenvergadura, 175 m de largo, 35 de anchoy 22 de alto y constituye uno de los mejores

Figura 9. Estación del Norte. (Foto M.ª Rosa Cervera)

Figura 10. Estación de Delicias. (Foto M.ª Rosa Cervera)

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ejemplos de la arquitectura del hierro(fig. 10). El ingeniero Cachelievre utilizará unsistema estructural de cuchillos metálicosque se acababa de aplicar en Francia ala construcción de naves de exposiciónconocido como el sistema «De Dion». Estesistema fue utilizado por primera vez porel ingeniero que le dio nombre, De Dion, enlas Galéries des Machines de la Exposiciónde París de 1878, consiguiendo que los

arcos metálicos de perfil ojival rebajadoabsorbieran los empujes laterales de laestructura poniendo fin así, y por primeravez, al lastre de los tirantes interiores o delos contrafuertes exteriores. Es decir, estenuevo sistema lograba un avance notableen la construcción de espacios de gran luz,permitiendo mayor diafanidad del mismoy la posibilidad de desmaterializaciónde las fachadas laterales al no necesitar

contrarrestar los empujes laterales pormedio de machones de fábrica. La Estaciónde Delicias, aprovechando las ventajas delsistema De Dion, recibe luz por la partesuperior de los paramentos laterales. Paraello la sección se plantea de tal modo quela nave sobre vías y andenes es de mayoraltura que los pabellones laterales defábrica y hierro. Así el paño superior de losparamentos laterales, donde los pabellonesterminan y empieza la cubierta, es de hierroy cristal. Este hecho hace de la Estaciónde Delicias un edificio puntero en cuanto anovedades no solo técnicas y estructuralessino conceptuales, al hacer que la estructurade cubierta aparentemente «flote»apoyándose en un paramento no macizo sinodesmaterializado.

El material estructural de la Estación deDelicias proviene del país vecino y se montaen Madrid por el ingeniero, también francés,Vasaille. El carácter de la construcción, tantode los edificios como de la armadura, es decorte industrial, con pocas concesiones alo ornamental, como demuestra el hechode que siendo los edificios de ladrillodejen vistas las columnas de hierroexplicitando siempre el sistema estructural

y constructivo. Actualmente, tras su cierreal transporte ferroviario en 1971, se hareconvertido en Museo del Ferrocarril yNacional de la Ciencia y de la Técnica. Elhecho de que el gran ámbito bajo la cubiertase destine a la exposición de vagones detren desvirtúa en menor medida su sentidooriginal y aunque la actividad ferroviaria yano exista es posible percibir su huella.

Por último nos referiremos a la Estaciónde Atocha o de Mediodía, de la Compañíade los Ferrocarriles de Madrid a Zaragozay Alicante (MZA). A fin de sustituir a laantigua estación, a todas luces insuficientea consecuencia del aumento de transporte,la Compañía encargó al arquitecto eingeniero bilbaíno Alberto de Palacio unnuevo proyecto que este firma en 1889. Nosencontramos ante una estación término ocabecera de línea que en este caso adoptauna tipología más acorde con esta situaciónal organizarse mediante dos pabelloneslaterales paralelos a las vías y un cuerpobajo, uniendo ambos en la fachada queda a la plaza de Carlos V o glorieta deAtocha. Sobre este cuerpo bajo se muestrael gran frente de la enorme cubierta de

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andenes y vías, que es la imagen másnotable y característica de esta estación. Laestructura de la cubierta fue calculada porel ingeniero Henry Saint James, también conel sistema De Dion que libera de tirantes ycontrafuertes. La cubierta presenta secciónde casco de nave invertido ligeramentecurvado y está formada mediante unasucesión de arcos estructurales de hierroroblonado, apuntados rebajados, y unaestructura secundaria también metálica.Todo ello se recubre con cristal a lo largodel centro de la nave y cinc en los lateralesde la misma. Al igual que en la Estación de

Delicias la parte superior de los paramentoslaterales del gran espacio de la estaciónpermiten la penetración de la luz, si biensin llegar al grado de desmaterializaciónde aquella. Las dimensiones de la cubiertason notables: 48 m de luz, 152 de longitudy 27 de altura, y equiparables a las de lasgrandes obras europeas en su envergadura(fig. 11). La espacialidad interna es

impactante y se enfatiza con la gran fachadaacristalada de su frente de cabecera, tal ycomo lo plantean las grandes estacioneseuropeas como Saint Pancras, en Londres, ola Gare de L’Est y la Gare du Nord en París.Esta significativa fachada transparentecierra, en el frente principal, la sección de laarmadura en forma de casco. El equilibrio enel muro cortina entre las formas puramenteestructurales y el delicado ornamento

es de gran armonía. Así el cuchillo de laarmadura queda expuesto y se integra conlos hierros decorativos del muro acristalado.La fachada se corona con una crestería ygrifos y presidiendo el conjunto un globoterrestre. Otra pieza acristalada —de menorimportancia— forma el frente trasero dela zona de andenes y vías. La estación sefinalizó en 1892, fecha conmemorativa del IVCentenario del Descubrimiento de América,

habiendo sido construida por una empresabelga, Société Anonyme de Constructionet des Ateliers de Willebroeck. Esta obraes comparable a otras europeas, tantopor su belleza como por sus dimensionesy por la espacialidad generada, y por suplanteamiento de estructura vista enperfecto diálogo con los muros de fábrica, yalcanza un valor arquitectónico equiparableal de obras maestras del momento, comoson las estaciones anteriormente citadaso como ejemplos de otras tipologías, comoel caso de la Bolsa de Ámsterdam, delarquitecto Berlage.

La Estación de Atocha es, de las tresestaciones de hierro, la única que mantieneel tráfico de ferrocarriles de largo recorrido.

Figura 11. Estación de Atocha. (Foto M.ª Rosa Cervera)

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No obstante, y al igual que las anteriores, harenunciado a mantener las vías y andenes ensu lugar original, desplazando los trenes auna moderna extensión realizada hace unosaños —1985-1992—. En este caso el granespacio bajo la cubierta guarda conexión conla actividad ferroviaria al convertirse en unhall de la estación. Sin embargo, este usoya no es suficiente para justificar y llenarun espacio de tal envergadura pensado a la

escala del tren. Por ello, la estación, trasperder su identidad de intercambiador yquedarse relegada a añoranza del pasadoy complemento de la nueva, ha necesitadonuevas actividades que potencien suvitalidad, generando en el punto centralun importante jardín interior público yperiféricamente las siempre socorridasactividades de ocio y restauración.

Más allá de estas grandes construccionesen hierro y cristal existe en Madrid unbuen número de ejemplos que combinanarquitectura de valores tradicionales—composición academicista y fachadas enmateriales convencionales— con interioresinnovadores, tanto por su propuesta espacialcomo por los nuevos materiales y sistemasconstructivos y estructurales utilizados. Dealgún modo, podríamos decir que existe unaarquitectura del hierro oculta al exteriortras unos ropajes estilísticos historicistasfusionando la vanguardia que provienedel campo de la industria con los gustoseclécticos de las bellas artes del momento.Esa dualidad entre «lo útil» y el «verdaderoarte» que se manifiesta continuamentea lo largo del siglo es la que podemos

encontrar en numerosos edificios deMadrid que, sin llegar a ser obras de granenvergadura o de radicalidad innovadoraconstructiva y estética, sí son susceptiblesde ser catalogadas como arquitectura delhierro por el protagonismo que tiene esteen las mismas, un protagonismo que semanifestará no solo a nivel constructivosino también en los nuevos planteamientosespaciales y en los conceptos estéticos.

Todos los ejemplos que vamos a citarpertenecen al último tercio del siglo xix,época de máximo esplendor en laproducción del hierro, y generalmente secorresponden con edificios institucionales oedificios de uso público.

Algunas de estas construcciones sedestinan a espectáculos públicos y porello requieren grandes espacios centrales

abiertos, con gradas o galerías perimetrales.El hierro es el material idóneo y se utilizacomo estructura de los diferentes pisosy balconajes, dejando tanto las columnascomo las ménsulas y arquerías en materialférreo desnudo. La necesidad de crearámbitos de gran amplitud con buenavisibilidad hizo del hierro el materialapropiado dada su capacidad de resistenciacon mínimas dimensiones. De este modo,los espacios interiores se liberaron de lospesados muros, fábricas y pilastras, optandopor las esbeltas columnas de fundición ypor las arcadas y ménsulas de hierro. Estees el caso del nuevo Circo-Teatro, conocidomás tarde como Circo Price, proyectodel arquitecto Agustín Ortiz de Villajosdel año 1880. El espacio central estaba

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formado por una sala poligonal de 16 ladosy una interior de 8 lados, con cubiertas dediferentes alturas y todo ello sobre finascolumnas de fundición. Este edificio teníala estructura interior férrea, estructuraque se hizo en ocho meses en la fundiciónde Francisco Picazo, siendo la fachadauna envoltura de fábrica que disfrazaba laarquitectura del hierro. Por desgracia fuederribado, al igual que sucedió con el Gran

Panorama Nacional, edificio destinado amuestra de grandes reproducciones depaisajes y monumentos españoles. Estaconstrucción, diseñada por el arquitectoSainz de la Lastra en 1881, presentaba gransemejanza con el Circo Price, contandoigualmente con 16 columnas de fundiciónque soportaban la cubierta de hierro, cinc ycristal. En este caso el material provenía deBarcelona de los talleres de I. C. Girona18.

Otros ejemplos son la antigua Plaza deToros, de los arquitectos Rodríguez Ayuso yÁlvarez Capra; el demolido frontón de VistaAlegre, del arquitecto Francisco AndrésOctavio o el, todavía en pie si bien en unestado de deterioro importante, frontón Beti-Jai, de Joaquín Rucoba Octavio de Toledo,fechado en 1893-1899. Las fachadas de esteúltimo que envuelven el frontón son de unestilo ecléctico y, sin embargo, al interior,y dando al vacío del juego de pelota, hayuna estructura de hierro que sostiene elgraderío que discurre paralelo a la pista.Nuevamente nos sorprende esta dualidadarquitectónica de tal modo que las fachadasconvencionales impiden vislumbrar el usodel edificio como frontón reglamentario,

con importantes dimensiones de 67 m delargo por 11 de ancho, y aún más el carácterde construcción moderna que imprime laestructura férrea del interior.

Dos de las más importantes obras dearquitectura del siglo xix, y en concreto de suúltimo tercio, fueron la Biblioteca Nacionaly Museo Arqueológico y el Banco de España,ambas situadas en el eje Prado-Recoletos.

La primera se basa en un proyecto originalde 1866 de Francisco Jareño, que más tarde,en 1885, modificó parcialmente AntonioRuiz de Salces, finalizándose la obra en1892. El segundo está firmado por Eduardode Adaro y Severiano Sainz de la Lastra en1884, contando también con la colaboracióndel ingeniero Alberto de Palacio y de otrosinsignes arquitectos en el proceso de laobra. Ambos son edificios de máxima

representación institucional y por tanto susarquitecturas están concebidas con estilosgrandilocuentes y ampulosos dentro detendencias de eclecticismos clasicistas.Sin embargo, y a pesar de ser edificios decarácter enfático representativos del Estado,ambos cuentan con el hierro como materialrelevante en el diseño y en la construcción.Las verjas que rodean la Biblioteca Nacional—construidas por Bernardo Asins19 concolumnas traídas de Beasaín, de la firma

18 Navascués, P., op. cit., p. 198.

19 Alzola y minondo, P., op. cit., p. 487. Este datoha sido corroborado por el nieto de BernardoAsins, Gabriel Asins Nieto.

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Goitia y Cía.—, las puertas del Banco deEspaña —también realizadas por BernardoAsins—, las lámparas y demás elementosornamentales de estas arquitecturas seencuentran entre lo mejor de lo producidoen este campo durante el siglo xix.Pero, además, en ambos edificios nosencontramos con interesantes armadurasque cierran sus patios generando así unarica dualidad entre interior y exterior de tal

modo que lo que en otro momento hubieransido patios abiertos se convertían ahora engrandes salas con una magnífica iluminacióncenital y con una espacialidad singular porla desmaterialización de la cubierta. DelBanco de España tenemos que citar su patiode operaciones o Caja Central y del MuseoArqueológico la cubrición de sus patios«árabe» y «romano».

De hecho la cubrición de patios y grandesespacios mediante armaduras de hierroy cristal se generalizó en el Madrid delas últimas décadas del siglo xix siendofrecuente que los edificios de ciertaimportancia incorporaran estas cubiertasmetálicas en sus interiores. Entre losejemplos más notables podemos citarotro gran edificio institucional, el antiguoMinisterio de Fomento, y posterior deAgricultura, que en la versión definitivade 1892 fue diseñado por el arquitectoVelázquez Bosco. Los dos patios existentesestán cubiertos por una estructura dehierro y cristal realizada en los AltosHornos de Bilbao, de donde provienen todoslos elementos de fundición del edificio.Otras cubriciones de hierro y cristal las

encontramos en la Escuela Superior deIngenieros de Minas, de Ricardo VelázquezBosco 1884-1893, con columnata jónicade fundición en su fachada trasera y patiocubierto con montera de fundición y cristalsobre finas columnas y, algo más tardías,en la Real Academia de Medicina, obra deLuis María Cabello Lapiedra y en el BancoEspañol del Río de la Plata —posteriorBanco Central y actualmente dependencias

del Ayuntamiento de Madrid—, de AntonioPalacios y Joaquín Otamendi. De finales desiglo es la Antigua Real Compañía Asturianade Minas —actualmente dependencias de laComunidad de Madrid—, en la calle Bailéncon vuelta a la plaza de España y obra deManuel Martínez Ángel (1895-1899). Aquívemos un aprovechamiento total del solaren planta baja al cubrir la parte trasera delmismo mediante una nave de estructura

y cubrición metálica que nos deja un buenejemplo de arquitectura industrial en hierro.

Otro tema que dio lugar a interesantesproducciones férreas fue el del almacenajede libros. Muchos edificios se decantaronpor el hierro para sus bibliotecas, alconsiderar su mayor resistencia al fuego,produciéndose así sobresalientes ejemplosconstruidos en este material que hanllegado hasta nuestra época. En la BibliotecaNacional se encuentra una de las mejoresproducciones en hierro del momento que esla estructura del almacén de libros. Unasgigantescas estanterías de hierro fundido,con más de siete pisos, están sostenidas porfinas columnas de fundición con capitelesclásicos y unidas por escaleras y galerías,

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82 Hierro y arquitectura en el Madrid del siglo xix

todo ello con una controlada decoración enel estilo neogriego que domina el conjuntoarquitectónico. Aquí nos encontramos con untema que sería comparable a las primerasconstrucciones americanas en altura, puesse está construyendo dentro de un edificiootro, todo él de hierro con una alturaimpensable hasta entonces y con una cargaconsiderable por el peso de los documentosque almacena.

Al igual que en la Biblioteca Nacionalmuchos edificios se decidirían por el hierropara su almacenaje de libros. Podemos citarla Biblioteca del Senado, obra de RodríguezAyuso y construida toda ella en chapa yfundición. La estantería va colocada en unapieza rectangular con iluminación cenitaly consta de dos cuerpos con una galeríaperimetral volada a la altura del segundo.

Unas escaleras de caracol situadas en lasesquinas completan el conjunto todo él enestilo gótico inglés, con su repertorio dearcos apuntados, pináculos, cresterías, etc.,incluso la lámpara es de claro caráctermedievalista. Nuevamente esta magníficaproducción es obra de Bernardo Asins.También de Asins, que se convirtió en unexcelente constructor de bibliotecas deMadrid, son las del palacio de Buenavista20,la del antiguo Casino de Madrid21 y la delInstituto Geográfico y Estadístico.

En el Ministerio de Fomento, Asins volvió acolaborar con Ricardo Velázquez Bosco. Asu cargo corrió la construcción de la puertaprincipal de ingreso realizada en hierroforjado y fundido y de estilo renaciente

con motivos arabescos y dragones aladosflanqueando un tondo en el que figura elanagrama del Ministerio. La biblioteca delInstituto Geográfico y Estadístico, dentro deledificio, es obra también del maestro Asins,aunque en este caso el resto de hierros deeste edificio, armazones, escaleras y pisosfueron construidos por otro gran herrero ycerrajero del momento, el maestro González,proviniendo el material fundido y laminado

de los Altos Hornos de Bilbao.

Por último no queremos dejar de referirnosa los puentes de hierro que, aunqueescapan del ámbito de la arquitectura y máspertenecen al campo de la obra pública ode la ingeniería, completan el panoramadecimonónico de la ciudad. De estas obrastenemos dos ejemplos que nos sirven demuestra de dos momentos en el siglo. El

primero es una obra temprana, de 1843en pleno periodo isabelino, de modestasdimensiones y de gran delicadeza dediseño. Se trata del puente de hierro que, ensustitución de otro que había de madera, fuediseñado por el arquitecto mayor de palacio,Narciso Pascual y Colomer para la Ría delJardín del Real Casino de la Reina22 (fig. 12).El proyecto mantiene un tratamientopróximo al de la arquitectura, con una

20 AP (Archivo General de Palacio), Sec. Adm.,Leg. 5286.

21 Alzola y minondo, P., op. cit., p. 487.

22 AP, Casa de Campo, Leg. 22.

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María Rosa Cervera Sardá 83

predominancia del sentido ornamentalsobre el estructural y el industrial. Estáclaro que por sus pequeñas dimensionesy por su destino favorecía el que fueradiseñado por un arquitecto y el que tuvieraun tratamiento más de obra decorativaque de ingeniería. De hecho Pascual yColomer ensayó dos decoraciones de diversacomplejidad, siempre con motivos presentesen el quehacer isabelino, a base de ondas,

espirales, suaves curvas y formas ovaladas,circulares y elipsoidales. En el paño centralse hace referencia a la Monarquía con unanagrama bajo corona real. La construccióndel mismo corrió a cargo del maestrocerrajero de la Casa Real Vicente Mallol,quien ejecutó desde la estructura con elemparrillado hasta la barandilla, incluyendola unión con la sillería, cartelas, etc.

Este pequeño puente de perfil curvilíneo,y a modo de labrada joya, contrasta con elsegundo ejemplo al que nos referiremosque es el antiguo viaducto de hierro sobre

la calle Segovia. Aquí nos encontramos yafrente a una obra de ingeniería donde elhierro trasciende su capacidad ornamental yes utilizado por sus posibilidades para salvaruna luz de 130 m y una altura de más de 22.Este viaducto fue la solución para el viejoproblema de unión de la zona del PalacioReal con la de las Vistillas y San Franciscoel Grande. Propuesto por primera vez en elaño 1859 por el ingeniero Eugenio Barón, fue

finalmente aprobado por el Ayuntamiento,iniciándose en 1871. En este caso el hierroes empleado en su máxima potencialidadconstructiva, con un diseño ingenierilsin concesiones a lo ornamental que nosmanifiesta ya el cambio que se ha producidoen tan solo unas décadas. Este puentefue demolido en 1934, siendo sustituidopor el que actualmente existe, de mayorenvergadura y construido en hormigón

armado, el nuevo material que se convirtióen seña de modernidad, desbancando alhierro y poniendo fin al glorioso periodo queeste vivió durante el siglo xix.

Figura 12. Puente sobre la Ría del Casino de la Reina, obra delarquitecto Narciso Pascual y Colomer, 1843.

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84 La arquitectura de Madrid: de la Restauración al fin de siglo

L

a ciudad de Madrid tal como hoyla vemos y la vivimos es herederade aquella ciudad isabelina y de la

Restauración que fue tomando cuerpo conel paso de los años, hasta el comienzo delsiglo xx. Pero cuando hablamos de ciudad,lo hacemos también de sus arquitecturas y,especialmente, de las más emblemáticas,de aquellas que cual piedras preciosas seengarzan en el corazón de la urbe paradarle brillo y esplendor. De esa arquitecturaemblemática, de las ideas que subyacen en sulabrada piel y de su largo caminar a través de

un siglo y medio hasta llegar a nosotros, es delo que trataremos en el presente texto.

Pero esa arquitectura es hija de su tiempo,de un tiempo convulso que afecta por igualal pensamiento, a la vida política y social y,evidentemente, también a la arquitectura.Empezamos el estudio adentrándonos en losúltimos y difíciles años del reinado de Isabel II,y terminamos en la fecha paradigmáticadel 98, periodo en que cristalizan a la vez y deforma convencional, las diferentes crisis de lacultura española, por lo demás, no ajena a lacrisis ideológica de la Europa fin-de-siècle.

La pervivencia del clasicismoEl contexto arquitectónico en el que seenmarca la llegada al trono de Isabel II,

es el del crepúsculo del clasicismoque, en su apogeo, afectó a las diversasmanifestaciones de la cultura y del

pensamiento, al arte y a la arquitectura.El mito de la razón como valor supremofue el leitmotiv de un periodo que comenzócon la Ilustración y entró en crisis en elRomanticismo. El clasicismo se identificó,en lo político, con el imperio napoleónicoy, en la arquitectura, con la dictadura delos órdenes clásicos de las academias deBellas Artes. El Romanticismo y la caídade Napoleón trajeron los nacionalismosque reivindicaron el derecho de los pueblosa su libertad y a su cultura. Artistas yarquitectos exigieron también libertadcreadora por encima de cualquier norma debelleza.

En España, el clasicismo sobrevivió a JoséBonaparte y al periodo absolutista deFernando VII, con la Academia de BellasArtes como garante de la arquitectura segúnlos principios vitruvianos. Su monopolioacabó en el periodo liberal de Isabel II,al crearse la Escuela de Arquitectura deMadrid. Esto dio lugar a la convivencia delclasicismo con los estilos medievales ycon el alhambrismo y el mudejarismo. Conla restauración de Alfonso XII, se rompiódefinitivamente el monopolio del clasicismo

L rquitectur e Mri: e l Resturciónl fin e siglo

Carlos de San Antonio Gómez

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a favor de un eclecticismo más acorde conlos nuevos tiempos.

El arquitecto de referencia del periodoisabelino fue Narciso Pascual y Colomer. Supaso por París, en 1836, con una beca deestudios, resulta clave, ya que incorpora asu arquitectura un clasicismo italianizante algusto parisino, que marca ya la ruptura conla herencia de Juan de Villanueva y sientalas bases del clasicismo ecléctico de larestauración alfonsina.

En 1842, ganó el concurso para el Palaciodel Congreso de los Diputados (fig. 1). Eneste edificio hace una síntesis entre dostemas clásicos: el templo griego y el palacio

renacentista italiano, dando lugar al últimogran ejemplo del clasicismo académico,con un soberbio pórtico de columnassímbolo del nuevo orden constitucional.De ese mismo año es su intervención enel antiguo Noviciado de los Jesuitas de lacalle de San Bernardo, para convertirlo ensede de la Universidad Central de Madrid.También recompuso la fachada segúnesquemas clásicos y transformó la iglesiaen paraninfo.

En 1845, el Marqués de Salamanca le encargósu palacio en el paseo de Recoletos (fig. 2).Este magnífico edificio, compuesto a lamanera de las villas renacentistas italianas,rompió el prototipo del austero caserón-

Figura 1. Congreso de los Diputados. Narciso Pascual y Colomer. (Foto Pablo Salgado)

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86 La arquitectura de Madrid: de la Restauración al fin de siglo

palacio madrileño al introducir un nuevomodelo, que imitó la burguesía madrileñaen los palacios que posteriormente seconstruyeron. También transformó, en 1848,el palacio de Vistalegre en Carabanchel. Comoarquitecto mayor de palacio, intervino en lareforma de la plaza de Oriente, construyendolos dos edificios a los lados del Teatro Real,y en los jardines del Campo del Moro.

Otro arquitecto importante fue FranciscoJareño y Alarcón, autor del más ambiciosoedificio del periodo isabelino: la Bibliotecay Museos Nacionales (1865-1868) (fig. 3).

En este imponente edificio, de plantarigurosamente académica, adoptaun clasicismo de origen griego lejano delclasicismo madrileño. También sigue estemodelo en el edificio para el Tribunal deCuentas (1860-1863), en el que incorporaya algún elemento neogótico en lafachada, buscando así los límites entreel neoclasicismo puro y el meramente

superficial del eclecticismo clasicista. Estees el caso del edificio para la Real AcademiaEspañola (1891-1894) (fig. 4), de MiguelAguado, que podría clasificarse tanto como

clásico o como ecléctico, ya que el recurso allenguaje clásico no pasa de ser una operaciónde imagen urbana. Solo por motivos de ordenexpositivo es posible trazar ese límite.

El romanticismo y la arquitecturaLa reacción anticlásica se remonta alos últimos años del xviii con los alboresdel romanticismo, y toma fuerza con

Figura 2. Palacio del Marqués de Salamanca. Narciso Pascual yColomer. (Foto Pablo Salgado)

Figura 3. Biblioteca y Museos Nacionales. FranciscoJareño y Alarcón. (Foto Pablo Salgado)

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los nacionalismos emergentes tras lacaída de Napoleón. Afectó a todas lasmanifestaciones de la vida, y coincidió con lanaciente industrialización que degradó las

relaciones laborales y suscitó el deseo deencontrar valores globales que resolvieranlos problemas de la sociedad. La Edad Mediafue para los románticos la sociedad justaque buscaban; era cristiana y tenía unaarquitectura propia: el gótico. Aunque elromanticismo tuvo formulaciones diferentesen cada país, la vuelta a la Edad Media fueel común denominador. Los románticos

se propusieron renovar la sociedad, lapolítica, la cultura y la arquitectura, con unarecreación de lo medieval. Al racionalismodogmático, opusieron la superioridaddel sentimiento y del genio creador, y ala universalidad de la cultura clásica, lasingularidad de cada pueblo o nación.

La arquitectura gótica fue para ellos laexpresión de los valores morales de un

pueblo, por lo que apareció a sus ojos comoel motor del cambio, ya que a la bellezaformal seguía la moral. Así surgió por todaEuropa el movimiento neogótico con laintención de recuperar ese estilo y lo quemoralmente representaba que, por lodemás, fue considerado como nacionaltanto en Inglaterra como en Francia yAlemania. En Inglaterra, el debate teóricosobre el gótico alcanzó su cenit entre 1830

y 1850, siendo su principal promotor Pugin(1812-1852).

En Francia, el medievalismo gótico loimpulsó Chateaubriand (1768-1848), consu obra El genio del cristianismo, o bellezas

de la religión cristiana, publicada en 1802.Proponía «venerar, conservar y restaurarlos monumentos medievales, en los quedescansa la belleza moral de la civilizacióncristiana frente a la belleza ideal pagana», loque originó un movimiento restaurador deantiguos monumentos que en muchos casossupuso una reinvención del estilo gótico.La intervención de mayor transcendenciafue la que Viollet-le-Duc y Lassus hicieronen Notre-Dame de París en 1843. EnFrancia, como en toda Europa, se levantaron

Figura 4. Real Academia Española. Miguel Aguado.(Foto Pablo Salgado)

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88 La arquitectura de Madrid: de la Restauración al fin de siglo

innumerables iglesias góticas ya que sepensaba que ese estilo respondía mejor queel grecorromano, de origen pagano, a lasnecesidades del culto cristiano.

Esas mismas ideas se dieron en Madrid,donde nuestros románticos propusieronla regeneración moral y artística del país.Así, el Marqués de Monistrol concibeel gótico a la manera de Pugin, Ruskino Chateaubriand, es decir, en lo querepresenta simbólicamente, ya «que solosobre un firme soporte ético, cristiano, podía

fundarse la buena arquitectura». Para él laarquitectura gótica, además de una opciónestilística, es un camino de regeneraciónmoral y religiosa, en cuanto que fueproducido por una sociedad moralmentesana. Pedro de Madrazo lo entendía a lamanera de Morris o Viollet-le-Duc, en lalógica de su racionalismo constructivoy estructural. Ambos plantearon larecuperación del gótico como modelo para

la arquitectura del momento tanto civil comoreligiosa.

El ejemplo más representativo es la catedralde la Almudena (fig. 5). La capital carecía deun templo catedralicio por la oposiciónde la diócesis de Toledo, a la que pertenecíaMadrid. Las circunstancias cambiaroncuando el papa León XIII erige, en 1885, ladiócesis de Madrid-Alcalá, independiente de

la de Toledo. Fue entonces cuando se pensóaprovechar el proyecto de iglesia parroquialdedicada a la Virgen de la Almudena,que albergaría los restos mortales de lareina María de las Mercedes, muerta sindescendencia. El Marqués de Cubas, autordel proyecto, concibió un gran templogótico de carácter funerario, muy próximoa las ideas de Viollet-le-Duc, inspirado enlas grandes catedrales góticas francesascomo Chartres o Reims. Los trabajoscomenzaron en 1881, pero la falta derecursos económicos hizo de esta catedraluna utopía. Tras la muerte de Cubas, elproyecto pareció desmesurado e irrealizable,por lo que los arquitectos que le sucedieronintrodujeron sistemáticas reformas parasimplificarlo. Lo terminó Chueca Goitia, que

Figura 5. Catedral de la Almudena, sección transversal.Francisco de Cubas. (Arzobispado de Madrid)

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ocultó su estructura neogótica tras unasfachadas clasicistas que armonizan con elvecino Palacio Real. Únicamente la cripta, deestilo neorrománico de gran pureza y calidadcompositiva, guarda relación con el proyectooriginal. El papa Juan Pablo II consagró lacatedral el 15 de junio de 1993 y, en el mesde noviembre de 2000 fueron inhumados enella los restos de María de las Mercedes.

Otras iglesias neogóticas se construyeronen Madrid en el siglo xix y en la primeradécada del xx, como las de Nuestra Señoradel Perpetuo Socorro (1892-1897), en la callede Manuel Silvela, y de San Vicente de Paúl—la Milagrosa— (1900-1904), en García deParedes, las dos de Juan Bautista Lázaro;la de la Purísima Concepción en la calle deGoya (1902-1914), de Eugenio Jiménez Correay Jesús Carraso; y la de Nuestra Señora de

los Ángeles (1902-1914), en la calle de BravoMurillo, de Enrique María Repullés y Vargas.

También capillas de colegios, conventos ofundaciones benéficas, como la del conventode las Siervas de María, en la plaza deChamberí (1880-1883), del Marqués deCubas; la del Sagrado Corazón aneja alInstituto de Puericultura y Colegio de laPaz, de autor desconocido (1900-1910), enla calle del Doctor Esquerdo; la del colegiode las ursulinas Nuestra Señora de Loreto(1889-1898), en la calle Príncipe de Vergara,de Juan Bautista Lázaro.

En algunos panteones de las sacramentales,encontramos asimismo, ejemplos dearquitectura religiosa funeraria neogótica y

neorrománica. Citamos, entre los góticos,el de Amboage del arquitecto ArturoMélida (1888); y el de Álvarez Mon en unestilo románico-bizantino, ambos en laSacramental de San Isidro. De arquitecturaneobizantina con influencias toscanas,podemos citar dos obras del arquitectoFernando Arbós: el Panteón de HombresIlustres (1891) y la iglesia de San Manuel ySan Benito (1902-1910), edificada ya en el

siglo xx.

Con respecto a la arquitectura civil, seconstruyeron también algunos edificiosneogóticos como los palacetes Zabálburu(Casa de Heredia Spínola) (1876-1878), enla calle Marqués del Duero, del arquitectoJosé Segundo de Lema; y el del Conde dela Unión de Cuba (1862-1866), en la plazade Santa Bárbara, proyectado por Juan de

Madrazo y Kunt. Ambos son una muestrade la difusión de las ideas del racionalismoneogótico de Viollet-le-Duc.

También el movimiento restaurador de lascatedrales e iglesias góticas europeas tuvosu eco en Madrid en la iglesia gótica de losJerónimos, que sufrió dos intervenciones.La primera, de Narciso Pascual y Colomer(1848-1859), que le añadió torres, pináculosy decoración superficial, según el modelo deSan Juan de los Reyes de Toledo. La otra, acargo de Enrique María Repullés y Vargas(1879-1883), que fue menos traumática yafectó únicamente al interior del templo.

La visión romántica de la arquitecturaque se tenía en Madrid no se limitaba a la

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recuperación del gótico que, obviamente,no fue considerado el estilo nacionalespañol, ya que en nuestro medioevoconvivieron tres culturas: cristiana,

musulmana y judía. La tradición judíano tuvo arquitectura propia, mientrasque la cristiana lo fue románica y gótica.En cuanto a la musulmana, interesóúnicamente lo que podía considerarsegenuinamente español, como elmudejarismo y el alhambrismo, porquelo que pretendían los románticos era elvínculo entre arquitectura y nación.

El mudéjar era el resultado de la simbiosisde dos culturas muy diferentes: la cristiana yla islámica, que intercambiaron ideas en unasíntesis perfecta, logrando un estilo que JoséAmador de los Ríos definía como «propio ycaracterístico de la civilización española»,atributo este sobre el que volveremos enel último epígrafe. Para Ríos el mudéjarera la aportación netamente española a lacultura universal. Tuvo tanto eco en Madrid,

que lo podemos considerar como un estilogenuinamente madrileño, por los numerososedificios civiles, militares y religiosos que seconstruyeron difundiéndose su uso hasta elprimer cuarto del siglo xx.

En los edificios religiosos, el mudéjar, enmuchos casos, se combinó con el gótico, alque se reservaba la estructura del edificio ylos huecos: puertas, rosetones y ventanas;

mientras que el conjunto de las fachadas,por ser de ladrillo visto, se modulaba con losconsabidos aparejos mudéjares, resultandoun conjunto armoniosamente ecléctico.Entre los ejemplos más significativostenemos las iglesias de San Fermín delos Navarros (1886-1890), de EugenioJiménez Corera y Carlos Velasco; y la dela Paloma (1896-1911) (fig. 6), de LorenzoÁlvarez-Capra.

No obstante, la visión romántica de laarquitectura madrileña no se limitó alas recreaciones góticas, mudéjares obizantinas, ya que hubo un interés especialpor el orientalismo que se extendía portoda Europa y que aquí cristalizó en elllamado alhambrismo. Fue un estilo

Figura 6. Iglesia de la Virgen de La Paloma. LorenzoÁlvarez-Capra. (Foto Carlos de San Antonio)

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fundamentalmente decorativo que seusó mucho en Madrid en los llamados«salones árabes», tan de moda en elreinado de Isabel II, y hoy lamentablementedesaparecidos. El único ejemplo que seconserva es el Gabinete Árabe o Salón deFumar que, en 1848, se construyó en elPalacio de Aranjuez, aunque inicialmenteestaba previsto para el Palacio Real deMadrid.

El eclecticismo: lo mejor de cada estiloAnte el debate surgido en Francia, en 1846,entre góticos y clásicos sobre cuál de los dosestilos era el más apropiado, la Académiedes Beaux-Arts de París propuso superaresa dicotomía eligiendo, de entre todos losestilos, lo mejor de cada uno. Surge asíun eclecticismo arquitectónico que con eltiempo adquirió categoría de estilo, llegando

a ser la expresión propia de la arquitecturade la segunda mitad del siglo xix.

A partir de entonces, los arquitectos notuvieron solo dos alternativas: góticoy clásico. Cualquier estilo del pasado:románico, bizantino, renacimiento, egipcio,árabe, persa, japonés, etc., encerraba unaenseñanza de la que se podía aprender.Las contradicciones, desde el puntode vista de la unidad del estilo, fueronanálogas a las del eclecticismo filosóficode Víctor Cousin, para el que la filosofíadebía fundarse en el reconocimiento de lalibertad del individuo para elegir lo mejor decada sistema filosófico. Es, precisamente,en su acepción más filosófica, como seentiende generalmente el eclecticismo:

tomar lo mejor de cada estilo y reunirloen un mismo edificio. Esta combinaciónestilística cristalizó en unos edificios que noson ni clásicos ni góticos. Son —como diríaNavascués— «las obras que no habían sidovistas nunca en la historia de la arquitecturaaunque el erudito, y de forma parcial, digareconocer este detalle o aquella solucióncomo procedente de tal o cual escuela omaestro». Aunque puedan citarse grandes

edificios eclécticos especialmente por lanovedad de sus programas, la combinaciónde estilos produjo, muchas veces,arquitecturas engoladas, frías, relamidas ysin alma; una muestra de despropósitos quehizo reaccionar a los más sensibles.

Uno de los logros del eclecticismo fueconstruir la ciudad del xix con los grandesensanches de París o Viena. El de Madrid, de

menores proporciones, fue el de Castro, quesiguió el mismo patrón burgués, elegante ymonumentalista, con un repertorio lingüísticoclasicista: frontones, columnatas, capiteles...,combinados con libertad y con criterios pococanónicos. El Madrid de la Restauración,necesitado de convertirse en una ciudadmoderna, se pobló de edificios de unvariado repertorio lingüístico: historicismosmedievales ajenos y vernáculos, eclecticismobelga y francés, clasicismo académico enla tradición de Villanueva, y los llamadosestilos nacionales y regionales, que dierona la ciudad una imagen similar a la de otrascapitales europeas.

No obstante, el eclecticismo madrileño máscomún fue el clasicista con sus diversas

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versiones: romana, griega, renacentistae incluso del barroco francés y romano,muchas veces engalanado con motivosornamentales medievales. El sustratoclasicista de este eclecticismo respondía a laopinión generalizada de que ese estilo era elmás apropiado para los edificios oficiales yrepresentativos, de la misma manera que elgótico lo era para las iglesias. Todo ello conel objetivo de la elocuencia, de la aparienciagrandiosa y escenográfica, como es el casodel Monumento a Alfonso XII que empezó aconstruir Grases Riera en 1901 en el Retiromadrileño.

Son muchos los ejemplos del eclecticismoclasicista madrileño en el que abundanmagníficos edificios como el MuseoNacional de Etnología (1873-1875), deFrancisco de Cubas; los bancos de España(1882-1891) (fig. 7) e Hispano Americano(1903-1905), los dos de Eduardo Adaro; elpalacio de la Equitativa (1882-1891) (fig. 8),

Figura 8. Palacio de la Equitativa. José Grases Riera.(Foto Pablo Salgado)

Figura 7. Banco de España. Eduardo Adaro. (Foto Carlos de San Antonio)

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de José Grases Riera; la Bolsa de Comerciode Madrid (1884-1893) (fig. 9), de EnriqueMaría Repullés y Vargas; el Teatro MaríaGuerrero (1884-1885), de Agustín Ortiz deVillajos; y la Real Compañía Asturianade Minas (1891-1899) (fig. 10), de ManuelMartínez Ángel.

Se podrían citar también palacetes comoel palacio de Linares —actual Casa deAmérica— (1877-1900) (fig. 11), de CarlosColubí; o la embajada de Francia (1876-1879), de Francisco de Cubas; y edificios deviviendas, como el que Luis de Landechoconstruyó en la manzana con fachadas a lascalles Sagasta y Covarrubias y a la plaza deAlonso Martínez (1899-1902).

Caso particular en el eclecticismo madrileñoes Ricardo Velázquez Bosco, con tresmagníficos edificios: la Escuela Superior deIngenieros de Minas (1884-1893), la Escuelade Ciegos y Sordomudos (hoy Escuela

Superior del Ejército) (1888-1898) y elMinisterio de Fomento (hoy de Agricultura)(1893-1897) (fig. 12). En sus plantas siguetipologías beaux-arts y en las fachadas, paratransmitir una imagen de grandiosidad,adosa pórticos columnados sobre el telón defondo del aparejo de ladrillo rojo con aportes

Figura 9. Bolsa de Comercio. Enrique María Repullésy Vargas. (Foto Carlos de San Antonio)

Figura 10. Real Compañía Asturiana de Minas. ManuelMartínez Ángel. (Foto Carlos de San Antonio)

Figura 11. Palacio de Linares (Casa de América).Carlos Colubí. (Foto Pablo Salgado)

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de piedra y cerámica que le dan un ricocromatismo.

Otro de los debates del eclecticismo fue

el de si la arquitectura era arte o técnica,a propósito de los nuevos materialesque proporcionaban las industriassiderúrgica y del vidrio. El hierro y elcristal revolucionaron la construcciónhasta entonces anclada en materialesy técnicas milenarios: madera, ladrillo,piedra, mortero de cal... El hierro y el cristalposibilitaron una nueva arquitectura civilque fue a remolque de la arquitectura parala industria, donde el protagonista no era elarquitecto sino el ingeniero.

Al principio, aprovechando las propiedadesdel hierro colado, sus imponentesestructuras se ocultaron con volutas,capiteles y otros elementos decorativos conla pretensión de que fueran más estéticas.

Después, con la aparición del hierrolaminado, el material se desprenderá deornamentos para, poco a poco, encontrarla forma adecuada a su tecnología y a sufunción, pero esto no ocurrió hasta bienentrado el siglo xx.

El hierro colado pasó de las fábricas y delos puentes a las nuevas edificaciones quenacieron en el siglo xix: pabellones para

las exposiciones universales, estacionesde ferrocarril, invernaderos, mercados...Además, progresivamente, se sustituyeronlos entramados de madera de lasedificaciones urbanas por los de hierrocolado primero y posteriormente por los deacero.

A Madrid llegaron pronto estas nuevastipologías. Por ejemplo, a los pocos

meses de la construcción del mercadode Les Halles de París (1854-1870), elAyuntamiento comenzó la construcción delos mercados de la Cebada, inaugurado porAlfonso XII en 1875, y el de los Mostensespoco después. Como el parisino, estosdos mercados también fueron derribados.El único que se conserva es el de SanMiguel, que fue construido a partir de 1910.También han desaparecido el viaductosobre la calle de Segovia (1872); edificiosen los que el hierro se utilizó con profusióncomo la Cárcel Modelo de la Moncloa, laPlaza de Toros situada donde hoy está elPalacio de los Deportes, y la Casa de laMoneda de la plaza de Colón. El hierrofundido se utilizó también en los teatros dela Comedia y María Guerrero; en el Banco

Figura 12. Ministerio de Fomento (hoy de Agricultura).Ricardo Velázquez Bosco. (Foto Pablo Salgado)

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de España, y en edificios de VelázquezBosco como el Ministerio de Agricultura, laEscuela de Minas y los palacios del Retiro:el de Velázquez y el de Cristal (1886-1887)(fig. 13). Este edificio se construyó parala Exposición de Filipinas como pabellón-estufa de plantas de las islas. La plantaes de crucero, con la cúpula acristaladade cuatro paños en el encuentro de lasdos bóvedas de cañón. El orden jónico del

pórtico y la arquería de medio punto a lolargo de la fachada dan filiación eclécticaa este edificio.

De acero laminado y roblonado son lasestaciones de Delicias, de Atocha y dePríncipe Pío. La de Delicias (1879-1880),se construyó como cabecera de losferrocarriles de la línea Madrid-CiudadReal-Badajoz. La estructura de la nave sigue

el esquema de Henri De Dion, ensayadoen la Galería de Máquinas de la ExposiciónUniversal de París de 1878. Paralelos a lanave, se dispusieron dos cuerpos de fábricade una gran sinceridad constructiva: piesderechos de hierro visto, cerramiento defábrica de ladrillo de diversos colores,zócalos de granito y cubiertas de pizarra conremates de hierro. La Estación de Atocha(fig. 14), de Alberto de Palacio (1888-1892),fue construida para la Compañía MZA, y seutilizó, como en la de Delicias, el prototipode De Dion. La tipología es sencilla: unagran nave para vías y andenes y dos edificiosparalelos para las dependencias, que serematan en la cabecera con dos pabellonescúbicos, de dos plantas y cubiertos conmansardas.

A finales del xix el eclecticismo entró enuna profunda crisis. La renovación de lacultura arquitectónica que había iniciadoel medievalismo sirvió de soporte paralas experiencias innovadoras de Morris,Richardson, Olbrich, Mackintosh, Berlaguey Wright. Contra el eclecticismo alzaron

Figura 13. Palacio de Cristal del Retiro. RicardoVelázquez Bosco. (Foto Pablo Salgado)

Figura 14. Estación de Atocha. Alberto de Palacio.(Foto Pablo Salgado)

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sus voces, entre otros, Pietro Selvático,Camilo Boito y Otto Wagner, denunciando suirracionalidad.

La agonía del eclecticismo, en sus diversasmanifestaciones, adquirió en nuestropaís, como luego veremos, característicaspropias con la crisis del 98. En lugar deinvestigar nuevos caminos, quedamos almargen de los movimientos de vanguardia

absortos en la estéril búsqueda de unaarquitectura nacional. Por ello, la condiciónecléctica propia del xix pervivió hasta bienentrado el xx e, incluso, en la primeradécada del régimen de Franco, en forma dehistoricismos nacionalistas, regionalistas oacademicismos clasicistas.

Madrid fin de siglo: la regeneraciónnoventayochista y la arquitecturaLa ausencia de certidumbres que, en origen,causó el movimiento desestabilizadorromántico y que se prolongó en la crisis delpositivismo, contaminó, por igual, cualquiermanifestación del pensamiento humano enla Europa del siglo xix. Alcanzó su ceniten el llamado fin-de-siècle, caracterizado,según Amo J. Mayer, por «una sensaciónde malestar psíquico y de incertidumbreideológica, una mezcla desigual deesperanza y temor». Esa contaminaciónno ha de interpretarse solamente ensentido negativo, sino como revulsivo que,en muchos casos, espoleó la creatividadcomo reacción a la crisis político social.Un ejemplo paradigmático es la Vienafinisecular, un periodo enormementecreativo en todos los campos del saber con

personajes como S. Freud, L. Wittgenstein,Hofmannsthal, Mahler, Schonberg, C.Sitte, O. Wagner, A. Loos, J. Hoffman, J. M.Olbrich, G. Klimt, E. Schiele, O. Kokoschka,etc. Este florecimiento intelectual, quecomenzó aproximadamente en 1860, se llevóa cabo sobre la ruina objetiva del imperio delos Habsburgo, política y económicamenteatrasado, que ocultaba su aspecto bajo elmanto de un glamour brillante, alegre y

sensual.

También, el fin de siglo madrileño es fielreflejo de la crisis finisecular españolamarcada por la mítica fecha del 98,paradigma del fracaso por la pérdida delImperio Colonial, de la desconfianza de unanación tras la derrota militar, aldabonazoen la conciencia colectiva, guarismoconvencional en que cristalizó una época

de decadencia que venía desde la invasiónnapoleónica. La idea regeneradora fuegestándose desde 1868, en los círculosintelectuales, en lo que ha venido a llamarselas filosofías de salvación, pero, comosabemos, adquirió sentido de urgenciaen el 98 cuando la mayoría del país tomóconciencia de la necesidad de un cambio atodos los niveles.

Pero si el 98 simbolizó la crisis, tambiénsignificó la regeneración. Si la crisis nosdejó la nostalgia, la regeneración alumbróla vena creativa de toda una generación, ladel 98, con grandes literatos que espolearoncon su fácil pluma y exagerado verbo,muchas veces pesimista, la conciencia deun pueblo y afectó, en diverso grado, a todas

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las esferas de la vida pública, a la cultura, alpensamiento, al arte y a la arquitectura.

Frases como «encontrar a España» o«salvar a España», fueron lugar comúnen el lenguaje de políticos, intelectuales ypúblico en general. La idea regeneradora sefraguó en dos opciones: mirar a Europa, enbusca de razones de progreso; o a nosotrosmismos, a nuestro glorioso pasado, cuando

España fue grande, admirada y temida porel concierto de las naciones. Unamunoresolvió esta aparente contradicción con suconocida frase: «tenemos que europeizarnosy chapuzarnos de pueblo».

Los arquitectos españoles de finalesdel siglo xix siguieron esas dos vías quedesarrollarían, principalmente, en el primercuarto del xx. Mirando a Europa, imitaron el

Eclecticismo y las novedosas propuestas dela Secesión vienesa. El Eclecticismo, comohemos visto, estaba de moda en Madrid,al igual que en las principales ciudadeseuropeas, ya desde mediados del xix. Supervivencia hasta las primeras décadas delxx, aparte de la propia inercia del estilo,se debió, como dijimos anteriormente, alsentimiento regeneracionista del 98, demirar a Europa en busca de soluciones pararegenerar la arquitectura. El eclecticismofin de siglo madrileño adquiere ahoraun matiz más internacional: se prefiereel llamado estilo beaux-arts, por ser elmás extendido en Europa. Era un estilomonumentalista que utilizó los moldesclásicos con total libertad, por ser losmás adecuados a la grandiosidad que

se pretendía. Se construyeron grandesedificios aunque ya en el siglo xx. Citamossolamente algunos de la primera décadacomo: el Casino (1905-1910), de LuisEsteve y José López Salaberry; los hotelesPalace (1910-1913), de Eduardo Ferrés yLeón Monnoyer, y Ritz (1908), de CharlesH. Mewes; o el edificio para la Unión y elFénix (hoy Metrópolis) (1905-1910), de Julesy Reymond Ferrier y Luis Esteve. También

existen referencias directas beaux-arts, enlos numerosos palacetes que la aristocraciay la burguesía madrileña se construyeronen Madrid.

Sin embargo, otros arquitectoscomprendieron que el eclecticismo estabaagotado y carecía de sentido insistir en esasolución, por lo que volvieron sus ojos a lasnuevas imágenes de la Secesión vienesa,

y los movimientos que se fraguaban enHolanda y en Alemania, que darían lugara las vanguardias de los años veinte ytreinta.

Con la mirada a nuestra historia, al sueño

de España, que diría Azorín, se siguió elcamino de la tradición, como propusoMenéndez Pelayo, imitando los estilosque se llamaron nacionales: mudéjar,plateresco y barroco, o regionales:montañés y sevillano. Se copiaronfragmentos enteros del mudéjar toledano yaragonés. Del plateresco se tomaron comoparadigmas: el palacio de Monterrey deSalamanca, la Universidad de Alcalá y SanJuan de los Reyes de Toledo. Y del barroco,especialmente en Madrid, el de Ribera.

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98 La arquitectura de Madrid: de la Restauración al fin de siglo

Quienes rechazaban copiar sin más laarquitectura del pasado enfocaron elproblema como Azorín, que, con sus«excursiones por el tiempo», buscaba lo«intemporal» de la historia de España, quetraducido a la arquitectura, sería lo quesubyace por debajo de las apariencias queconforman los estilos históricos. En estesentido también Unamuno, en sus escritosEn torno al casticismo, definió conceptostales como «casticismo», «intrahistoria»

y «tradición eterna», que años mástarde influirían decisivamente en TorresBalbás, uno de los más lúcidos críticos dearquitectura habidos en España.

Esa búsqueda de un estilo nacionalentroncaba nuevamente con la idearomántica del estilo propio de cada país ala que antes nos referimos. Ahora adquiere

nuevos bríos cuya consecuencia será que enel primer cuarto del siglo xx e, incluso,en la primera década del franquismo, seconstruyan en Madrid decenas de edificioscon fachadas platerescas, mudéjareso barrocas, prolongando un siglo esaensoñación romántica

En los diferentes estilos nacionales seconstruyeron: la Escuela de Veterinaria(a partir de 1960 Instituto de Bachillerato

Cervantes) (1877-1881), y el Asilo Hospitaldel Niño Jesús (1879-1885) (fig. 15), ambosde Francisco Jareño; las Escuelas Aguirre(1884-1887) (fig. 16), de Rodríguez Ayuso;la iglesia de San Fermín de los Navarros(1886-1890), de Eugenio Jiménez Coreray Carlos Velasco; el Museo e Institutode Valencia de Don Juan (1889-1893),de Enrique Fort, Luis Mosteiro y Vicente

Figura 15. Asilo Hospital del Niño Jesús. FranciscoJareño. (Foto Carlos de San Antonio)

Figura 16. Escuelas Aguirre. Emilio Rodríguez Ayuso.(Foto Carlos de San Antonio)

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García Cabrera; la iglesia de la Paloma(1896-1911), de Lorenzo Álvarez-Capra; elEdificio ABC (1899) (fig. 17), de José LópezSalaberry. Y en la primera década del sigloxx: el Seminario Conciliar de Madrid (1901-1906), de Miguel de Olabarría, Juan Moya yRicardo García Guereta; el colegio de SanDiego y San Buenaventura (1903-1906), deJuan Bautista Lázaro; el colegio La Salle-San Rafael (1903-1907), de Enrique Fort y

Luis Esteve; el ICAI (1903-1910), de EnriqueFort (Instituto) y Antonio Palacios (Talleres);la iglesia de Santa Cristina (1904-1906), deEnrique María Repullés y Vargas; la Escuelade Matronas y Casa de Salud de SantaCristina (1904-1919), de Luis Landecho; y elpalacete Adcoch (1905-1906), de José LópezSalaberry.

EpílogoEn el periodo que hemos analizado, lafisionomía de Madrid cambió radicalmentede ser una ciudad provinciana apenassin servicios a poner las bases de unagran urbe. Pocos eran los edificiosrepresentativos del Madrid isabelino ymenos los hoteles, los museos, los colegios,los bancos o los edificios de viviendasdignos de una moderna ciudad europea.En esos años se levantaron edificiosque pertenecen a la memoria históricade la ciudad y que le dan su particularcarácter. Algunos han desaparecido,como el mercado de los Mostenses; lospabellones Jareño de la Casa de la Moneda,demolidos en 1970 para edificar el CentroCultural de la Villa en la plaza de Colón; olos numerosos palacetes del paseo de la

Castellana. Muchos otros, afortunadamente,se conservan y podemos seguir disfrutandode su presencia.

Unos con el uso original para el quefueron construidos, aunque con las lógicasadaptaciones funcionales, como la BibliotecaNacional, el Congreso de los Diputados,el Museo Nacional de Etnología, el Museoe Instituto de Valencia de Don Juan, elPanteón de Hombres Ilustres, la Bolsa,

el Banco de España, la Real Academia dela Lengua, el Ministerio de Agricultura(aunque antes se llamara de Fomento), laEscuela Superior de Ingenieros de Minas,la Cripta de la Catedral de la Almudena, lasiglesias de la Paloma y de San Fermín de losNavarros, el Cementerio de la Almudena, elteatro María Guerrero, el Hospital del NiñoJesús, etc.

Figura 17. Edificio ABC. José López Salaberry.(Foto Pablo Salgado)

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Otros, con un cambio funcional pocotraumático como la nave de la Estación deAtocha, que ha pasado de ser terminal detrenes a vestíbulo-invernadero de plantasde la nueva estación diseñada por Moneo.Los más se han conservado con un cambioradical en su uso como el Palacio de Cristaldel Retiro, que de ser pabellón-estufa hapasado a sala de exposiciones; la Estaciónde Delicias a Museo de Ferrocarril; la Caja

de Ahorros y Monte de Piedad a Sala deExposiciones de Caja Madrid; el palacio deLinares a Casa de América; las Escuelas

Aguirre a Casa Árabe; el Palacio delMarqués de Salamanca a sede de un banco;el Edificio Abc a centro comercial; la Escuelade Ciegos y Sordomudos a Escuela Superiordel Ejército, etc.

Sea como fuere, lo cierto es que el perfilarquitectónico y urbano del Madrid del xix permanece hoy día en sus edificios singularesy en aquellos otros anónimos, como los

de vivienda, que pueblan, por ejemplo, elEnsanche de Castro o el llamado barriogriego en torno a la iglesia de los Jerónimos.

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