Confrontación entre locke y hinkelammert sobre la idea de derechos hunamos
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Confrontación entre Locke y Hinkelammert sobre la idea de derechos humanos
El presente trabajo recoge las premisas principales de estos
filósofos para confrontarlas en materia de derechos humanos y
conocer sus aciertos y desaciertos en la problemática jurídico-
político que examinan. John Locke padre del liberalismo aporta en
su tiempo ideas fresca que vienen a revolucionar la concepción de
los derechos individuales, y al mismo tiempo a reivindicar el
consentimiento del individuo como la base para todo contrato o
pacto social. Franz Hinkelammert, filósofo contemporáneo,
contrincante despiadado de John Locke, realiza un estudio sobre
la inversión de los derechos humanos en nombre de la propiedad
burguesa, en el que señala a Locke como el responsable de
introducir el método que guía esta inversión, y fruto del cual las
víctimas son las culpables y los victimarios los inocentes que se
arrogan ser los jueces del mundo. En definitiva, le atribuye el
descubrimiento y despliegue del esquematismo de inversión de los
derechos humanos que hace historia hasta hoy.
Sobre este punto, quiero mostrar la importancia que tiene el
confrontar la concepción de derechos humanos de Locke con la
crítica que Hinkelammert le realiza, al grado que comparto
algunas tesis y premisas fundamentales de su pensar, pero
también reconozco algunas virtudes del pensamiento lockiano. Es
aquí donde se halla la novedad de este trabajo, ya que no solo es
una descripción de las premisas fundamentales de estos autores
en el tema en mención, sino un esfuerzo de comprensión y de
síntesis personal.
1
Para cumplir con este objetivo, el primer apartado de mi
trabajo versa sobre la reflexión lockiana de los derechos
naturales, en donde planteo sus límites y alcances, así como los
excesos y equilibrios del pensamiento del filósofo Inglés. En el
segundo apartado analizo las categorías que Franz Hinkelammert
recoge del pensamiento jurídico-político de Locke para justificar
su crítica; asimismo, voy a confrontar sus ideas con el
planteamiento del filósofo Inglés para conocer si hace o no justicia
a su pensamiento. Mi propuesta es el análisis global del Segundo
Tratado sobre el gobierno civil, para adoptar las tesis o categorías
de su autor y oponerlas a sus postulados más problemáticos sobre
todo desde un punto de vista jurídico-político.
Por último, aclaro que estamos frente a un diálogo que
confronta un tema en específico, por ello me restringiré al estudio
del “Segundo Tratado sobre el Gobierno civil”, y al texto, “La
inversión de los derechos humanos en nombre de la propiedad
burguesa”, en donde aparece con mayor énfasis su crítica a
Locke. En estas páginas he pretendido realizar una primera
aproximación a esta temática. Soy consciente de que el tema es lo
suficientemente apasionante para posibilitar a mi trabajo una
investigación más amplia y profunda. Quizá sirvan estas páginas
como punto de apoyo para este paso. La investigación seguirá un
orden secuencial y lógico.
1. John Locke: premisas fundamentales sobre los derechos individuales
2
La riqueza del pensamiento filosófico político de John Locke
tiene varias avenidas, pero aquí solamente busco una
aproximación a la idea de los derechos individuales que, me
permita revisar cuál es la importancia que tienen para la
elaboración de los derechos humanos Occidentales; asimismo, los
puntos de discordia que la idea de derecho de este autor clásico
provoca en sus críticos. En ese sentido, se considera que para
hacer justicia a la reflexión político-jurídico de este pensador, hay
que situarse en el espacio y tiempo donde esgrime sus ideas.
Efectivamente, Locke se mueve en un contexto histórico del
debate entre la continuidad de la monarquía absoluta y la
instauración de un gobierno liberal, que en teoría tiene como
bandera la protección de los derechos del individuo. Así, Locke
como partidario de la revolución Whigs defiende los derechos
individuales, entendiendo por estos: el conjunto de aquellos que
gozan los individuos como particulares y que no pueden ser
restringidos por los gobernantes, entre ellos, la vida, la libertad,
la propiedad, la igualdad ante la ley, etc.
Ahora bien, es probable que nuestro lector se pregunte si
para el tiempo que Locke escribe sobre la idea de derechos
individuales existía lo que en la Cultura Occidental llamamos
derechos humanos. Sin embargo, debe tomarse en cuenta que si
por derechos humanos entendemos aquellos que hacen referencia
a lo humano, en Locke está presente esta concepción cuando
sostiene que toda persona tiene el derecho y el deber de la
“autopreservación”, es decir, a los bienes materiales que le
permitan vivir en libertad e igualdad frente a la ley, siendo la vida,
la libertad, la igualdad ante la ley y la propiedad, los derechos
3
individuales que por excelencia más tarde serán llamados
derechos humanos de primera generación, tomados en cuenta,
tanto por la Declaración de los derechos del hombre y el
ciudadano de 1789, y por la Declaración del buen pueblo de
Virginia de 1776.
Por otra parte, es preciso recordar que desde el momento
que Locke introduce la ley a la naturaleza como una suerte de
código moral único y diáfano para los hombres, es incuestionable
su influencia en la teoría de los derechos humanos. Así, desde la
perspectiva de la ley de la naturaleza, lo fundamental son los
deberes, ya que su mera presencia conlleva aceptar que existen
ciertos fines que el hombre no exige por sí mismo. De eso sigue
que la naturaleza humana posee implícita una norma que obliga a
los hombres a un determinado comportamiento.
Por último, para Locke los derechos que tienen como
fundamento la ley natural, son por regla general inalienables e
irrenunciables, característica que comparte con la concepción
actual de los derechos humanos. A continuación se examinan las
premisas fundamentales de la reflexión lockiana sobre los
derechos naturales.
1.1 Derecho de igualdad
Para Locke este derecho tiene su fundamento en el estado de
naturaleza, el cual concibe como una situación de libertad e
igualdad total, en la que todo poder y jurisdicción son recíprocos y
en donde nadie los disfruta en mayor medida que los demás, por
tanto, ningún hombre está jurídicamente o legalmente por encima 4
de otro1. Pues los hombres son criaturas de Dios, propiedad de
Dios, y originariamente no son súbditos de ningún hombre. Y
como criaturas de Dios, tienen el deber, el mandamiento de
conservar la vida, es decir, no tienen ningún derecho para
destruirla; esto significa que nadie debe someterse al total
arbitrio de otro, nadie puede convertirse en esclavo de otro
hombre, a menos que el amo y el señor de todas ellas por alguna
declaración manifiesta de su voluntad, ponga unas por encima de
otras, y le confiera, mediante un evidente y claro nombramiento,
un derecho indudable de dominio y soberanía.
El estado de naturaleza tiene una ley que gobierna y que
obliga a todos; y la razón que es esa ley, enseña a toda la
humanidad que quiera consultarla, que siendo todos los hombres
iguales e independientes, ninguno debe dañar a otro en lo que
atañe a su vida, salud, libertad y posesiones2. Esto significa, que
de conformidad al derecho de igualdad todos los hombres tienen
las mismas oportunidades para procurar mediante su trabajo la
obtención de los bienes que les permita existir; asimismo, todos
los hombres tienen el deber de no dañar la vida, salud, libertad y
posesiones de los otros hombres. Ahora, si alguno o algunos
rompen con esta razón común de la ley natural, todos los hombres
tienen el derecho a castigar al agresor.
De lo anterior sigue que esa ley natural no sólo genera una
responsabilidad moral sino también jurídica, por tanto, todos los
individuos tienen el derecho a juzgar y a castigar a alguien que no
respetó los bienes de un miembro de la comunidad. Respecto a la
1 John Locke. (2004) Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Alianza Editorial, Madrid. Pág. 36. 2 John Locke, op. cit., pág. 38.
5
atribución derivada del derecho de igualdad que tienen los
hombres, llamo la atención en lo siguiente: que la postura que
adopta Locke, sobre el derecho que tienen todos los miembros de
la comunidad en el estado de naturaleza a castigar al agresor, lo
retoma más tarde el derecho penal liberal, en el sentido que el
derecho que tiene el Estado a castigar al agresor no lo ejercite de
modo arbitrario, sino en atención a la proporcionalidad entre la
acción y la gravedad de la transgresión3, aunque en el estado de
naturaleza nunca está garantizado que los individuos cumplan
adecuadamente estos preceptos de la razón.
Es importante rescatar que el derecho de igualdad que
describe Locke de acuerdo a la ley fundamental de la naturaleza,
contiene cuatro hipótesis que a pesar de las variantes respectivas
siguen vigentes hasta nuestros días. Estas hipótesis son las
siguientes: a) ningún hombre jurídicamente o legalmente está por
encima de otro; b) todos los hombres tienen derecho a la
autopreservación; c) todos los hombres están obligados a no hacer
daño a la vida, a la salud, a la libertad o a la propiedad de otro y;
d) todos los hombre tienen derecho a castigar al agresor de algún
miembro de la comunidad. Con esta reflexión sobre el derecho de
igualdad, Locke introduce un nuevo concepto al derecho moderno
que más tarde es llevado hasta sus últimas consecuencias con la
universalización de los derechos humanos.
Sin duda, que todo pensador original tiene sus críticos y
Locke no es la excepción. Así, Macpherson le acusa de introducir
dos concepciones de sociedad, una compuesta por hombres
iguales, y otra compuestas por dos clases diferenciadas por su
3 John Locke, op. cit., pág. 39. 6
nivel de racionalidad: “los que eran industriosos y tenían
propiedades, y los que no lo eran, que en realidad trabajaban,
pero sólo para vivir y no para acumular”4. De esto se sigue la
acusación que Locke justifica la desigualdad no sólo respecto a la
propiedad, sino también en otras muchas cosas. Ahora bien, es
cierto que Locke parte del supuesto de que los hombres, por
naturaleza, son igualmente capaces de gobernarse por sí mismos,
y desde ahí justifica que es el esfuerzo que cada uno realiza para
conservar su vida el que lleva a que con su trabajo incorpore un
excedente a su propiedad, y también a que otros hombres en su
lucha por conservar su vida den su consentimiento para sujetarse
a las directrices de otro en el proceso de producción. En este
contexto, resulta muy riguroso atribuir a la teoría política de
Locke el propósito de perpetuar desigualdades abusivas e
injustas, ya que a raíz del fruto del trabajo el hombre puede
adquirir propiedad y convertirse en industrioso.
Por último, considero que con relación al derecho de
igualdad, Locke como crítico de la monarquía aboga por una
nueva forma de entender y desentrañar el sentido de los derechos
individuales, y en eso es probable que esté la virtud de su aporte a
los derechos humanos. Aunque, es probable que alguien se
pregunte: ¿Existía o no la intención de Locke en elaborar un
método de inversión de derechos humanos con el fin de legitimar
la burguesía imperial? ¿Estaba obligado a prevenir que su
concepción de derechos individuales podía ser llevada hasta las
últimas consecuencias?
4 C. B. Macpherson. (1970) La teoría del individualismo posesivo. Editorial Fontanella, S.A. Barcelona. Pág. 208.
7
1.2 La libertad natural del hombre como derecho limitado
Para Locke la libertad natural del hombre consiste en ser
libre frente a cualquier poder superior sobre la tierra, y no estar
sometido a la voluntad o a la autoridad legislativa de hombre
alguno, sino adoptar como norma exclusiva la ley de la
naturaleza5. En ese sentido, los seres humanos creados por Dios
viven en un estado de perfecta libertad natural, sin
“subordinación ni sujeción alguna”, y sin estar sometidos a la
voluntad o autoridad legislativa de ningún hombre, no siguiendo
otra regla que aquella que la ley natural dicta.
Sin embargo, el estado de libertad no significa que sea un
estado de absoluta licencia, para que cada uno pueda hacer lo que
le venga en gana, pues el hombre tiene una ley natural que lo
gobierna y que es obligatoria y vinculante para todos. En efecto, si
la libertad no tuviera como límite una ley natural afirmando que
todos los hombres son libres e iguales, perdería su carácter
universal, pues a raíz de la libertad desenfrenada, el resto de la
humanidad seria colocada en una situación de inseguridad y
sumisión a otros, algo que no es posible desde la concepción
lockiana de la libertad humana. Para evitar esto, Locke amplía su
concepto señalando que la libertad consiste: “en que cada uno
puede disponer y ordenar, según le plazca, su persona, sus
5 John Locke, op. cit. pág. 52.8
acciones, posesiones y su propiedad toda, y además que nadie
puede verse sometido a la arbitraria libertad de otro hombre”6.
Según Locke la ley natural nos enseña a todos, que si los
hombres son iguales e independientes, nadie puede perjudicar a
otro en su vida, libertad, salud o posesiones. En este sentido, la
libertad del hombre consiste en su superioridad frente a cualquier
poder terrenal, pues al estar dotado con facultades iguales no
cabe ningún tipo de subordinación a la voluntad o autoridad
legislativa de otro hombre”7. Ahora bien, este postulado teórico,
Locke lo aplica al estado de naturaleza, ya que cuando se produce
el paso hacia la sociedad civil se vuelve insostenible, obligándole a
justificar como natural la subordinación de una parte del pueblo
por la continua enajenación contractual de su capacidad para
trabajar, la cual según él se produce porque los hombres son
libres de alienar su libertad. Para Locke, esta diferencia de
racionalidad es una consecuencia de esa alienación, no causa de
ella8. Esto significa, que un contrato que produce una relación
jurídica de subordinación no anula la libertad del contratante,
pues la libertad como capacidad del individuo para decidir la clase
de trabajo que realizará para su beneficio personal se expresa en
el consentimiento que otorga.
En consonancia con la anterior, Locke intenta mostrar que
la sociedad civil y el gobierno se basan en el consentimiento de los
hombres para ser miembros de una sociedad política. Es así como
la libertad absoluta del estado de naturaleza resulta
necesariamente restringida por las instituciones jurídicas y
6 John Locke, op. cit. pág. 36 7 Ibídem. pág. 52 8 C.B. Macpherson, op. cit. pág. 211.
9
políticas, y que éstas sólo pueden justificarse si provienen del
consentimiento de los que se han incorporado a la sociedad,
sometiéndose a un gobierno. Pero este sometimiento no es
arbitrario, ya que los hombres no renuncian a su libertad para
pasar a una condición de servidumbre, sino que cada uno
renuncia a sus poderes legislativo, ejecutivo y judicial para gozar
con más seguridad de su libertad, ya que no puede suponerse que
una criatura racional cambie su condición voluntariamente para
empeorar9.
En suma, para Locke la libertad es el fundamento de todas
las otras cosas. Del mismo modo, aquél que en el estado de
sociedad arrebata la libertad que pertenece a los miembros de esa
sociedad o Estado debe ser considerado como alguien que tiene la
intención de apropiarse de todo lo demás, y debe ser mirado igual
que lo haríamos en el estado de guerra10. Por otra parte, la
libertad considerada como fundamento del resto de derechos, es
llevada por Locke hasta sus últimas consecuencias, identificándola
con el uso del derecho que se asimila a lo correcto, donde la
libertad que tiene el hombre para elegir, el qué y cómo ha de
apropiarse de las cosas, debe realizarse dentro del límite de la ley
de la naturaleza; asimismo, el uso del derecho como correlación
entre derecho y deber en este autor, implica que el hombre tiene
derecho a la libertad de actuar, pero además tiene el deber de no
dañar la libertad del otro. Se trata pues, de un correlato entre la
libertad de actuación y el deber de respetar la libertad del otro.
9 John Locke, op. cit. pág. 138 10 John Locke, op. cit. pág. 47.
10
1.3 El derecho natural de propiedad: de derecho
limitado a ilimitado
Para los críticos de Locke la propiedad es un término
polisémico: en sentido amplio, significa “vida, libertad y
hacienda”, y en un sentido más restringido, “bienes, el derecho a
heredar, y la capacidad de acumular riquezas”11. Sobre este
punto, Locke en su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, hace
la siguiente aclaración: “Por propiedad debe entenderse aquí y en
otros pasajes, la que los hombre tienen tanto en lo que se refiere a
sus personas como a sus bienes”12. En este orden de ideas, Locke
no está dispuesto a atribuir al concepto de propiedad un doble
sentido, ya que de lo contrario no hubiese formulado esta
aclaración.
La propiedad como derecho natural existía en el estado de
naturaleza, es decir, antes de la organización de la sociedad y
ningún poder supremo podía y puede arrebatar al hombre parte
alguna de su propiedad sin su propio consentimiento, ya que los
hombres entran en sociedad para preservar su propiedad13. Esto
implica que para Locke tanto en el estado de naturaleza como en
la sociedad civil, la ley natural del instinto de preservar la vida
que tienen todos los hombres constituye el fundamento del
derecho de propiedad, caracterizándose por ende la propiedad
como un derecho natural.
11 Tomás Várnagny. El pensamiento político de John Locke y el surgimiento del liberalismo. Universidad de Buenos Aires. Pág. 55. 12 John Locke. op. cit. pág. 175.13 Cfr. John Locke. págs. 135, 142, 147, 191, 213.
11
En efecto, es la necesidad de autopreservar la vida la que
lleva a Locke a fijar límites y alcances a este derecho natural. Así
pues, en el estado de naturaleza aunque todo pertenezca a los
hombres en común, cada hombre es propietario de su propia
persona y del trabajo de sus manos, por tanto, si toma algo y lo
cambia de su estado natural, mezcla su trabajo con él y le añade
algo que le pertenece y lo convierte en propiedad suya14, siempre
que dé esa cosa quede una cantidad suficiente y de la misma
calidad para que lo compartan los demás.
De lo anterior resulta, en primer lugar, que para Locke el
trabajo humano es el fundamento del derecho de propiedad, en
este sentido vale decir, que el único título para poseer algo es el
trabajo, ya que aquello que inicia la propiedad es, precisamente,
el acto de sacar algo del estado en que la naturaleza lo dejó. Por
ello, el trabajo que se tomé en hacerlas salir del estado comunal
en que se encontraban ha fijado en ellas su propiedad, por
ejemplo en palabras de Locke: “Aunque el agua que mana de la
fuente es de todos, sin embargo nadie pondrá en duda que la que
está en la jarra es de aquél que se molestó en llenarla”15. En
segundo lugar, la propiedad no consiste en un derecho ilimitado,
sino en el derecho de cada hombre podrá poseer legítimamente
todo lo que pueda abarcar con su trabajo, ya que la misma ley
natural que le otorga la propiedad, es la que le pone límites a la
misma. Puede apropiarme de todo antes que se malogre, y lo que
supera ese límite supera a la parte que corresponde a una
persona y pertenece a otros. Locke es muy claro y tajante: “la
14 John Locke, op. cit., pág. 56 15 John Locke, op. cit., pág. 58.
12
medida de la propiedad vendrá fijada por la cantidad de tierra que
un hombre labre, siembre, cuide y cultive”16.
Sin embargo, con la invención del dinero y la tecnología que
preserva la materia prima, el derecho natural de propiedad
limitada desaparece, pues el hombre puede acumular más tierra
de la que necesite para existir. Aunque, se podría argumentar que
de acuerdo a la teoría lockiana de la propiedad, persiste la visión
de la propiedad como derecho natural limitado, ya que ninguna
persona puede adquirir la propiedad de otro sin su consentimiento
o bien dañar su propiedad sin responsabilidad penal alguna, por
tanto, válido argumentar que con el aparecimiento del dinero y el
crecimiento de la población, la tierra se volvió escasa, pero no se
convirtió en un derecho sin límites. Pero, cómo se justifica
entonces la expropiación de las tierras de los pueblos indígenas
de América del Norte, por el simple hecho de negarse a
cambiarlas por dinero. Como se observa el problema es complejo,
ya que para legitimar esta expropiación se recurre al marco
conceptual del estado natural y la ley natural que no es otra que
la libertad contractual, impuesta por la burguesía imperial.
También se podría argumentar que el derecho de propiedad
para Locke tiene un carácter universal e irrenunciable. Universal
porque todos los hombres mediante su trabajo pueden llegar a
poseer propiedades; así, en palabras de este filósofo Dios ha dado
a los hombres el mundo en común para que lo usen, por tanto,
todos los hombres mediante su trabajo tienen la oportunidad de
llegar a ser propietarios. Es irrenunciable, puesto que todo
hombre tiene el deber de preservar su vida y para esto debe
16 John Locke, op. cit., pág. 60. 13
procurar mediante su trabajo la obtención de los bienes que le
permitan cumplir con el mandato divino de preservar su vida.
En conclusión, el aporte de Locke al derecho de propiedad
es importante a pesar de las críticas formuladas, ya que existe un
esfuerzo teórico para fijarle límites, entre ellos, la libertad del
hombre para decidir el destino de sus bienes. Además, Locke en
ningún momento dice que cualquier hombre tenga derecho a
amasar propiedad sin límite, y menos en perjuicio del
consentimiento de los demás. En cuanto a la acusación de que
Locke justifica el derecho natural de la propiedad desigual, se
debe tomar en cuenta que la propiedad privada
independientemente de las leyes de la sociedad civil no constituye
un hallazgo de Locke, sino que su mérito está en afirmar al menos
en teoría, que el límite de este derecho exige a los hombres no
dañar a otros en sus posesiones.
2. La inversión de los derechos humanos en nombre de
la propiedad privada: Crítica de Franz Hinkelammert
a John Locke
Para Franz Hinkelammert, John Locke elabora el método
mediante el cual disuelve los derechos humanos en nombre
justamente de estos derechos. Este método lo específica para dos
situaciones determinadas de su época: la legitimación del trabajo
forzado en forma de esclavitud, y la legitimación de la
expropiación de los pueblos indígenas de América del Norte por
los conquistadores europeos. 14
2.1 Estado de naturaleza en Locke y la crítica de Franz
Hinkelammert
En opinión de Locke, el estado de naturaleza es un estado de
igualdad y libertad. Pero, aunque ese estado sea de libertad, no lo
es de licencia17. Ahora bien, para evidenciar la inversión de los
derechos humanos en nombre de la propiedad privada, el filósofo
germano citando a Locke expone:
de la misma manera que cada uno de nosotros está obligado a su propia conservación y a no abandonar voluntariamente el puesto que ocupa, lo está así mismo, cuando no está en juego su propia conservación, a mirar por la de los demás hombres y a no quitarles la vida, a no dañar ésta, ni todo cuanto tiende a la conservación de la vida, de la libertad, de la salud, de los miembros o de los bienes del otro, a menos que se trate de hacer justicia en un culpable. (II: 6)18
De esto deduce la definición del ser humano como
propietario en tres sentidos: de su propia persona, de sus bienes y
de su libertad. Propiedad que debe conservar y defender, pues
según Locke, ese es el fin primordial de la ley de la naturaleza,
que busca la paz y la conservación de todo género humano.
Por consiguiente, el fundamento de la ley de la naturaleza
descansa en el respeto a la integridad física del ser humano y en
el respeto de sus propiedades. Éste presupuesto Locke lo
considera evidente. Por eso según el autor alemán lo despliega en
términos muy breves. Lo que explaya largamente es el derecho
17 Franz Hinkelammert y Ulrich Duchrow. (2003) La vida o el capital. Alternativas a la dictadura global de la propiedad. Editorial Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), San José, Costa Rica. Pág. 68. 18 Franz Hinkelammert, op. cit. pág. 68.
15
derivado de esta ley de la naturaleza. Es decir, el derecho de ser
juez sobre esta misma ley. Al respecto indica que la ley de la
naturaleza ha sido puesta en manos de todos los hombres, dentro
de ese estado [natural]; por eso cualquiera tiene el derecho de
castigar a los transgresores de esa ley con un castigo que impida
su violación.
Ahora bien, para Hinkelammert, juez no es nada más la
víctima, sino que todo ser humano puede decidir hacerse juez;
por supuesto también cualquier persona, independientemente de
donde se localice al culpable.
De esa forma, el centro del análisis lockiano lo ocupa la
figura del culpable frente a la cual cada uno es juez, y el culpable
es transformado en un verdadero monstruo”19. Para justificar esta
afirmación, el autor germano recurre a las citas de los numerales
8, 10 y 11 del Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, y de estas
deduce que se trata de un pensamiento de aniquilamiento, donde
el culpable debe ser tratado como fiera salvaje, pues ha
manifestado que con él ya no rige la ley de la razón. Y al cometer
el crimen ha renunciado a sus derechos humanos20.
A mi juicio, la crítica de Hinkelammert a Locke sobre este
punto es radical, pues va más allá de la idea que en el estado de
naturaleza es común que el ofendido frente a cualquier delito
contra él o su grupo haga justicia de propia mano; sin embargo,
para el autor alemán Locke no está pensando en el castigo que se
debe imponer al delincuente común, sino en el castigo que
merece todo aquél que viole la ley de la naturaleza, que no es otra
19 Franz Hinkelammert. op. cit. pág. 67. 20 Franz Hinkelammert. op. cit. pág. 70
16
cosa que la ley de la burguesía naciente para legitimar la
inversión de los derechos humanos, de libertad a trabajo forzoso y
de propiedad a expropiación de las tierras de los indígenas de
Norte América. En este sentido, el derecho a hacerse justicia
frente al culpable Locke lo justifica del modo siguiente:
“Y así como en el estado de naturaleza un hombre llega a tener poder sobre otro. Pero no se trata de un poder absoluto o arbitrario que permita a un hombre, cuando un criminal ha caído en sus manos, hacer con él lo que le venga dictado por el acalorado apasionamiento o por la imitada extravagancia de su propia voluntad, sino únicamente castigarlo según los dictados de la serena razón y de la conciencia, asignándole penas que sean proporcionales a la transgresión y que sirvan para que el criminal repare el daño que ha hecho y se abstenga de recaer en su ofensa”21.
En definitiva, la crítica de Hinkelammert a Locke consiste en
afirmar que cuando éste habla del estado de naturaleza no se
está refiriendo al pasado, sino al presente, es decir, al enemigo
que pierde sus derechos humanos por resistirse a los designios de
la burguesía imperial. Ahora, el mérito de Locke es el aporte que
realiza al derecho moderno sobre el deber que tiene todo ser
humano a no dañar injustificadamente la vida, la libertad y los
bienes de otro, pues cuando esto sucede a la víctima le asiste el
derecho a reclamar ante las instancias competentes el castigo
penal y la reparación por los daños y perjuicios. Reparación
económica a la que incluso los tribunales en la actualidad
condenan a los Estados violadores de los derechos humanos.
2.2 Estado de guerra: defensa o agresión frente al
género humano21 John Locke. op. cit. pág. 39
17
Hinkelammert interpreta que el estado de guerra es de
veras el estado principal en el cual la humanidad de Locke se
encuentra. Así, Locke percibe el estado natural como bandera de
lucha. Donde existe un estado natural, hay que civilizarlo en
estado civil o estado político. Donde hay un estado civil, hay que
someterlo a la ley de la naturaleza22. El objetivo es claro, entrar
en conflicto con el mundo entero para que la construcción
conceptual del “estado natural” le posibilite mudar toda
resistencia a la burguesía en una guerra de agresión, en la cual
ésta enarbola los lemas de la paz y la defensa legítima.
De modo que toda resistencia a la ley burguesa por parte del
ser humano, hace que éste sea considerado como malvado,
dañino, a nivel de bestia salvaje levantada frente al género
humano y la razón, y que sea el mismo quien renuncie a sus
propios derechos humanos23. Pero, quién es el género humano y
cuál es la razón. El género humano es la burguesía; y la razón, es
la libertad contractual en nombre de la cual la burguesía
conquista el mundo en una guerra de defensa.
Para fundamentar esta problemática, Hinkelammert cita a
Locke en los apartados 16, 17, 176 y 20 del Segundo Tratado
sobre el Gobierno Civil. Y de estas citas deduce: en primer lugar,
quienes se ponen en estado de guerra para someter sin su
consentimiento a otros, arrebatarles su propiedad y esclavizarlos
son las monarquías absolutas del continente europeo (Ceilán, la
India y los pueblos indígenas de América del Norte); en segundo
22 Franz Hinkelammert. op. cit. pág. 7123 Franz Hinkelammert. op. cit. pág. 72.
18
lugar, los agredidos para Locke son todos aquellos que defienden
el género humano, la ley de la razón que Dios ha puesto en el
corazón humano. Eso sí, son Locke y la burguesía inglesa que
descubren que todo el mundo está alzado contra el género
humano, excepto ellos, quienes lo defienden24.
Se trata pues de un verdadero estado de guerra, porque no
hay juez entre los bandos. Sin embargo, donde no hay juez
entonces cada uno es juez. La guerra decide ahora respecto al
resultado, y esta guerra es la anticipación del último juicio. Esta
referencia al último juicio, el cual es anticipado, es simplemente
una referencia al poder, cuyas decisiones no son y no tiene que
justificarlas frente a nadie, pues el derecho a la guerra se posee a
priori y será necesariamente una guerra justa de defensa del
género humano25.
De esta secuencia Franz Hinkelammert concluye que Locke
por un lado, legitima la guerra de parte de la burguesía para
conquistar el mundo entero y adjudicarse legítimamente todas las
riquezas de éste; y por otro, que es el clásico de la inversión de
los derechos humanos. Inversión por la cual anula los derechos
humanos de todos aquellos que se resisten a la sociedad burguesa
y su lógica26.
A mi opinión, la crítica de Hinkelammert a Locke pone en
evidencia que el objetivo del filósofo inglés no consiste en
elaborar un esquema de derechos humanos, en donde a la base
del derecho natural todos los hombres sean libres e iguales para
ordenar sus acciones y preservar sus posesiones dentro de los
24 Franz Hinkelammert. op. cit. pág. 73.25 Franz Hinkelammert. Op. cit. pág. 73 26 Franz Hinkelammert. op. cit. pág. 76
19
límites de la ley de naturaleza; al contrario su pretensión es que
en nombre de la defensa del derecho “libertad-igualdad
contractual” la burguesía se coloque en guerra con otros pueblos,
para apoderarse legítimamente de sus riquezas y que no parezcan
un robo.
En efecto, este esfuerzo conceptual lo realiza Locke al
afirmar que el derecho de igualdad natural corresponde a todo
hombre, pero el golpe de gracia lo da cuando invierte este
derecho a favor de los principios burgueses. Así pues, el agresor
es quien en defensa de sus derechos se resiste a los designios de
la burguesía imperial, y al hacerlo pierde sus derechos humanos
incluyendo la integridad física que tanto defiende Locke.
Ningún hombre, ninguna sociedad de hombres tiene el poder para renunciar a su propia preservación, ni para entregar los medios de conseguirla poniéndolos bajo el dominio arbitrario y absoluto de otro; y siempre que haya alguien que quiera esclavizar a los hombres de esta manera, éstos tendrán el derecho de conservar aquello a lo que no pueden renunciar ni compartir; y tendrán según esto, el derecho de deshacerse de quienes violen esta fundamental, sagrada e inalterable ley de autopreservación, guiados por la cual entraron en sociedad27.
En apariencia Locke no autoriza a ninguna clase o poder
imperial para esclavizar a la humanidad, sino que elabora un
derecho de libertad para todos los hombres. Tampoco afirma que
donde hay un estado civil hay que someterlo al estado de
naturaleza; al contrario señala que sin el consentimiento del
pueblo, ningún nuevo gobierno podría erigirse; asimismo, que si
por la ambición que ha llenado al mundo, el agresor se pone en
un estado de guerra con otro e injustamente invade sus derechos
no puede jamás, como resultado de esa guerra injusta, tener
derecho alguno sobre el conquistado tampoco podrá estar nadie
27 John Locke. op. cit. pág. 15520
obligado a cumplir promesas que le han sido arrancadas
ilegalmente mediante intimidación y violencia28. Pero, cuáles son
esos derechos que se invaden y que llevan a considerar injusto el
estado de guerra, son los derechos que la burguesía reconoce
como parte de la ley natural, pues cuando no los reconoce o los
hombres exigen su cumplimiento, se considera de acuerdo al
esquema lockiano que existe un estado de agresión al que la
burguesía debe responder, aplastando los derechos humanos de
pueblos enteros, en nombre de la paz y el orden.
En suma, el acierto de Hinkelammert consiste en descubrir la
inversión de los derechos humanos llevada a cabo por Locke en
nombre de los derechos humanos, y conectar este esquematismo
de inversión con la actual estrategia de globalización. Sin duda,
que este enfoque teórico ilumina un análisis ético-filosófico
comprometido con la defensa y desarrollo de los derechos del ser
humano.
2.3 La legitimación del trabajo forzado por la esclavitud
Franz Hinkelammert señala que la legitimación del trabajo
forzado la deriva Locke de su propio examen del estado de
guerra, y de la argumentación de que el adversario que lucha en
una guerra injusta pierde todos sus derechos humanos, por su
decisión de alzarse en contra del género humano29.
Continúa nuestro autor señalando que Locke inicia con el
derecho humano de no poder ser jamás esclavo de nadie, y
28 John Locke. op. cit. pág. 177-178.
29 Franz Hinkelammert. op. cit. pág. 77.21
citándole en el epígrafe 22 del Segundo Tratado sobre el
Gobierno Civil, concluye que: “El ser humano no solamente es
libre, sino que está obligado a serlo. No puede renunciar a su
libertad para tornarse en esclavo de otro. Mas es esta libertad
según Locke la que legitima el trabajo forzoso. Ya que se la puede
perder, si bien nadie puede renunciar a ella30.
Ahora bien, ¿Hace o no justicia el autor germano al marco
conceptual lockiano? A mi juicio, si realizamos un análisis
superficial a la problemática que aborda el filósofo inglés se
puede decir que no, máxime si se tiene como punto de partida la
idea que para Locke el derecho natural de la libertad es derecho y
deber al mismo tiempo. Así pues, todos tienen el derecho de
apropiarse de los bienes que la naturaleza pone para la
autoconservación del hombre, pero esta apropiación no puede
realizarla el hombre a su antojo, sino dentro del marco de la ley
natural. Es ahí donde su libertad le impone el deber de no dañar
la libertad, vida y posesiones de otros, pues si lo hace se pone en
un estado de guerra con el otro, y puede llegar a perder su
libertad. Pero, si revisamos el espacio dentro del cual operan
estos derechos y dejamos por fuera aquellos derechos adquiridos
que no corresponden a ese marco encontramos que el sujeto de
derecho al tratar de recuperarlos o bien al resistirse a perderlos,
para Locke se está colocando a nivel de violador de la ley natural,
y por ende en agresor inicial, al grado que víctima puede llevar a
cabo una guerra justa contra él por haberse levantado contra la
humanidad, a quien una vez hecho cautivo podrá matar, mutilar o
someter a trabajo forzoso para la reparación por los daños y
30 Ibídem, pág. 77 22
perjuicio en que incurrió en la guerra justa. Como se observa, la
libertad en Locke es libertad a la esclavitud, puesto que el único
espacio para ejercerla es desde la libertad contractual y para la
libertad contractual, por tanto, quien se resiste a esa libertad o no
quiere realizar contratos pierde su vida, integridad, posesiones y
libertad.
En este sentido, Hinkelammert siguiendo el epígrafe 22 del
Segundo Tratado de Locke señala que: “Si el derrotado que ha
emprendido una guerra injusta, pierde toda su humanidad,
entonces el vencedor adquiere un poder absolutamente arbitrario
sobre él. Puede legítimamente matarlo, pero de igual puede
aprovecharse de su trabajo en términos de un trabajo forzado, y
con ello no le causa perjuicio alguno”31. En efecto, esta
posibilidad la justifica Locke desde el poder despótico legítimo,
que es el poder que ejerce el vencedor sobre el agresor que
renunció a su propia vida al ponerse en un estado de guerra
injusto. Así, la legitimación del trabajo forzado la sustituye Locke
por el postulado de la renuncia de derechos del agresor;
postulado que para él es la auténtica condición de la esclavitud.
También señala Hinkelammert que “Locke considera la
esclavitud como legítima más allá de cualquier límite”32. Esta
afirmación es aceptable cuando se trata del mismo agresor,
porque pierde todos sus bienes incluyendo su vida, pero no aplica
respecto a la vida de su esposa, hijos y bienes de estos cuando no
han participado en la agresión. Ciertamente, Locke esgrime al
respecto el siguiente argumento:
31 Franz Hinkelammert. op. cit. pág. 78.32 Franz Hinkelammert. op. cit. pág. 80
23
Como la ley fundamental de la naturaleza dice que ha de procurarse la conservación de todos hasta donde sea posible, a ello sigue que si no hay bienes suficientes para proteger los del vencedor y los de los hijos, quien ya tiene bienes de sobra para mantenerse habrá de ceder algo de su completa indemnización, y dárselo a quienes tienen mayor y más urgente derecho, debido a que están en peligro de perecer si carecen de esos bienes33
Por último, Hinkelammert señala que Locke defiende la
esclavitud en términos más extremos que cualquier escritor
anterior, al afirmar que el pacto social no incluía a los esclavos,
pero en su criterio la ley de naturaleza había condenado de modo
alguno al esclavo al estado en que se hallaba. Posición que
elabora en términos tan extremos, para que cualquier tratamiento
que los conquistadores liberales den a los vencidos, parezca poca
cosa en comparación con lo que legítimamente podrían hacer34.
Sobre punto se podría argumentar que en el segundo Tratado
sobre el Gobierno Civil no existe ninguna afirmación en defensa
sobre el sometimiento a esclavitud de los indígenas de Norte
América por parte de los conquistadores liberales; al contrario se
diría que Locke es tajante en el sentido que ninguna persona debe
renunciar a sus derechos para ponerse bajo el dominio arbitrario
y absoluto de otro, y lo cual era obvio que también contara para
los indígenas por su condición de seres humanos. Sin embargo, el
núcleo central del pensamiento lockiano son sus postulados
teóricos que justifican que todo grupo humano que se encuentra
en estado de naturaleza, la ley natural indica que los bienes
pertenecen en común, por tanto, cualquiera puede para su
autoconservación trabajarlos y apodarse de ellos, y si alguien los
33 John Locke. op. cit. pág. 185
34 Cfr. Franz Hinkelammert. op. cit. pág. 81.24
reclama como propios o de la comunidad, la ley de la naturaleza
lo condena a esclavitud, porque ante esta agresión la ley natural
autoriza al propietario a defender sus posesiones, y en el caso que
el agresor resulte vencido, el vencedor posee un poder despótico
para quitarle la vida o para someterlo a esclavitud por el tiempo
que le plazca, pues el cautivo ya no es dueño de su vida y su
libertad. Con esta posición extrema sobre el esclavismo Locke
legitima los actos realizados por los conquistadores liberales
En suma, el acierto de Hinkelammert consiste en poner en
evidencia la inversión del derecho humano de la libertad a
esclavitud y su justificación por Locke según el postulado de la
ley de la naturaleza, a la cual renuncia el agresor, y al hacerlo
renuncia también a sus derechos humanos.
2.4 La acumulación ilimitada de la propiedad a través
del dinero
Para el autor germano, Locke exige un contrato sobre el uso
del dinero que es anterior e independiente al contrato de
constitución de una sociedad civil. Esto por razones obvias, pues
le permite asegurar una mayor cantidad de ventajas posibles,
para los trabajadores racionales en materia de acceso a la
propiedad. Ahora bien, si la propiedad común no puede lograrlo y
el trabajo en el estado natural tampoco, la acumulación va más
allá de eso35.
De lo anterior deduce que Locke construye, por tanto, un
acuerdo común que va más allá de “toda sociedad y de pacto”. Se
35 Cfr. Franz Hinkelammert. op. cit. pág. 8425
trata del acuerdo referente al uso del dinero y la propiedad
privada, del que se sigue el derecho de la acumulación ilimitada
de la tierra. Para justificar esta afirmación cita a Locke en lo que
sigue: “Por un acuerdo común, los hombres encontraron y
aprobaron una manera de poseer legítimamente y sin daño para
nadie mayores extensiones de tierras de las que cada cual puede
servirse para sí, mediante el arbitrio de recibir oro y plata,
metales que pueden permanecer largo tiempo en manos de los
hombres sin que se eche a perder el excedente”36.
Por último, Hinkelammert encuentra de la lectura de los
epígrafes 45 y 50 del Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil,
que el acuerdo de los habitantes para el empleo del dinero común
une, para Locke, la propiedad privada, el desarrollo superior de
las fuerzas productivas y el afán de acumulación. En ese sentido,
el uso del dinero no es simplemente un medio para un fin, sino un
conjunto de relaciones de producción que contienen en sí una
ética con sus normas correspondientes. Usar el dinero sin aceptar
estas relaciones de producción y esta ética aparece como una
contradicción en sí. En consecuencia, el contrato social, que
constituye de acuerdo con Locke la sociedad civil, es subsidiario
al uso del dinero y sus implicaciones37.
En definitiva, considero que la crítica que sobre este punto
Hinkelammert realiza a Locke es parcialmente válida, ya que es
aceptable la decisión voluntaria de los hombres para aceptar el
uso del dinero en el intercambio mercantil; asimismo, el acuerdo
para organizar una sociedad civil donde el derecho de propiedad
36 Franz Hinkelammert, op. cit. pág. 85
37 Franz Hinkelammert, op. cit. págs. 85-86.26
sea el eje de rotación de la organización jurídico-político. Pero, es
inaceptable un acuerdo que autorice la acumulación ilimitada de
la propiedad, porque limita la posibilidad de otras personas a
ejercer su derecho irrenunciable a la propiedad, es por ello que la
organización jurídico-política actual reconoce
constitucionalmente la propiedad como un derecho limitado.
3. Algunas reflexiones finales
Frecuentemente unos acusan a John Locke de ser un servidor
de la burguesía, ya que su pensamiento tiene la intención no
solamente de consolidar esta clase en el poder político, sino
también configurar una nueva política imperial. Es probable que
otros piensen que esta crítica lleva hasta las últimas
consecuencias un planteamiento teórico moderado, que las
fuerzas del mercado, la fe en el progreso y la política imperial
corrompieron. En efecto, para el esquema jurídico-político de
Locke, los derechos individuales se poseen por la condición
hombre de hombre natural, no por la pertenencia a una clase
social, y en ese sentido es el trabajo humano el que configura la
propiedad como derecho transferible, pero la libertad y la
igualdad ante la ley conservan la característica de derechos
intransferibles.
Fijado esto tenemos que en la obra de Locke se
identifican al menos los siguientes usos del concepto derecho: (I)
El derecho se asimila a lo correcto. Es decir que para el filósofo
inglés se tiene derecho a hacer aquellas cosas no prohibidas por
27
la ley de la naturaleza38. Así por ejemplo, de conformidad al
derecho de apropiación los hombres pueden apropiarse
libremente del fruto de su trabajo, por lo tanto, son ellos quienes
eligen el qué y el cómo deben realizar dicha apropiación, pero eso
sí, dentro de los límites de la ley de naturaleza. (II) Locke se
refiere, a su vez, a los derechos como un poder moral que altera
la situación y los derechos y deberes de los otros. Por ejemplo:
cuando reconoce el poder que tienen los hombres de hacer lo que
crean oportuno para la preservación de sí mismos y del resto de
la humanidad. Siguiendo el mismo ejemplo, cuando los hombres
ejercen ese poder y se apropian de un determinado bien están
creando derechos y deberes que antes no existían, puesto que
según la ley natural el que de conformidad con su trabajo se
apropia de un bien adquiere un derecho que el otro está obligado
a respetar. (III) En la mayor parte de los dos ensayos la referencia
a los derechos se realiza como si existiese una correlación directa
con un deber. La correlación entre derechos y deberes se produce
en ambas direcciones como por ejemplo, el deber de caridad se
conecta con el derecho a esa caridad. Lo mismo ocurre con los
deberes y derechos extraídos sobre igual consideración de la
dignidad humana; esto significa aceptar que el deber de igual
consideración se correlaciona con el derecho a recibir dicho
tratamiento.
Ahora bien, el punto central es conocer si Locke descubre y
despliega un esquematismo de inversión de los derechos humano
como afirma Hinkelammert. En mi opinión, la evidencia se
encuentra en el trabajo forzado por esclavitud y en la
38 John Locke. op. cit. pág. 36. 28
expropiación de las tierras de los pueblos indígenas de América
del Norte, en donde Locke siguiendo su método acerca de que las
víctimas son las culpables y los victimarios los inocentes sustituye
el postulado de la libertad natural por la esclavitud del supuesto
agresor, a fin de justificar la esclavitud del agresor al género
humano. Con esto pone en evidencia la ambigüedad de su marco
categorial, pues muestra la universalidad de los derechos
individuales, y por otra establece excepciones en nombre de los
derechos individuales, ahora derechos del individuo propietario.
Este esquematismo de inversión de los derechos humanos
desarrollado por Locke, lleva a Hinkelammert a considerar que
para recuperar los derechos humanos de la vida hoy, se debe
comenzar por revisar los medios que realicen los derechos
humanos, pues muchas veces contradicen estos derechos. Esta
preocupación lo lleva a criticar despiadadamente el marco
categorial lockiano. Sin embargo, tanto Locke como
Hinkelammert son acérrimos enemigos de la sumisión o sujeción
del hombre a otro, pues ambos son partidarios del amplio margen
de libertad con la que debe contar el hombre en el cúmulo de
acciones que realiza, siempre que no terminen por dañar la
libertad del otro.
También Hinkelammert se distancia de Locke en cuanto al
concepto de propiedad, y por tanto, es partidario de la
reconstrucción de un régimen de propiedad desde abajo, decir, en
la perspectiva de la vida y del bien común. En este sentido, para
superar la pobreza, deudas y esclavitud que crea la propiedad
absoluta, recurre al análisis del surgimiento de la economía de
propiedad en la antigüedad y las alternativas bíblicas. Locke en
29
cambio es partidario de la propiedad privada, pues considera que
cada individuo tiene el derecho a poseer el fruto de su trabajo, el
cual nadie puede arrebatarle, y sí lo hace se coloca contra él en
un estado de guerra. Además se distancian respecto a la
concepción del sujeto de derecho. Hinkelammert concibe el sujeto
como ser corporal, necesitado y vulnerable; al contrario, Locke
piensa el individuo como un sujeto abstracto reducido al género
humano, a quien se refiere de manera recurrente en su Segundo
Tratado sobre el Gobierno Civil. A pesar de la referencia puntual
a la confrontación de estas dos categorías, en mi opinión, es útil
comprender el marco conceptual en que ambos filósofos se sitúan
ambos filósofos, para dejarse llevar cada uno en su época a
pensar los derechos humanos desde enfoques diferentes.
En definitiva, poniendo en perspectiva lo dicho sobre las
condiciones filosófico-jurídico actuales, la concepción de los
derechos naturales elaborada por John Locke es ineludible a la
hora de abordar la problemática sobre los derechos humanos de
nuestro tiempo, ya que ningún ser humano debe renunciar a los
derechos humanos individuales que forman parte de nuestra
herencia humanista, tampoco debe renunciar a los derechos
humanos de la vida, pues ellos constituyen un estandarte para la
construcción de un mundo en el que quepan todos.
El tiempo dirá si el esfuerzo teórico por complementar
ambos enfoques es la mejor alternativa para la vigencia integral
de los derechos humanos. Recién entonces, las personas
individuales y colectivas tendrán en el marco conceptual que
ilumina la defensa de sus derechos, óptimas condiciones para
avanzar en la exigencia de sus reclamos históricos y conseguir la
30
vigencia de los derechos humanos, que tantos años de lucha y
entrega le han costado a la humanidad.
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32