Consideraciones filosóficas sobre el fantasma divino, sobre el mundo real y sobre el hombre...

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    Consideraciones filosficas sobre el

    fantasma divino, sobre el mundoreal y sobre el hombre.

    Mi ja i l Ba k u n in

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    1 . El s i s t em a d e l m u n d o

    No es este el lugar para entrar en especulaciones filosficas sobre lanaturaleza del ser. Pero como me veo forzado a emplear a menudo la palabranaturaleza, creo deber decir aqu lo que entiendo por ella. Podra decir que lanaturaleza es la suma de todas las cosas realmente existentes. Pero eso me dara

    una idea completamente muerta de la naturaleza, que se presenta a nosotros, alcontrario, todo movimiento y toda vida. Por lo dems, qu es la suma de lascosas? Las cosas que son hoy no sern maana; maana se habrn no perdido,sino enteramente transformado. Me acercar, pues, mucho ms a la verdaddiciendo que la naturaleza es la suma de las transformaciones reales de las cosasque se producen y que se producirn incesantemente en su seno; y para dar unaidea un poco ms determinada de lo que pueda ser esa suma o esa totalidad, quellamo la naturaleza, enunciar, y creo poderla establecer como un axioma, laproposicin siguiente:

    Todo lo que es, los seres que constituyen el conjunto indefinido deluniverso, todas las cosas existentes en el mundo, cualesquiera que sea por otraparte su naturaleza particular, tanto desde el punto de vista de la calidad comode la cantidad, las ms diferentes y las ms semejantes, grandes o pequeas,cercanas o inmensamente alejadas, ejercen necesaria e inconscientemente, seapor va inmediata y directa, sea por transmisin indirecta, una accin y unareaccin perpetuas; y toda esa cantidad infinita de acciones y de reaccionesparticulares, al combinarse en un movimiento general y nico, produce yconstituye lo que llamamos vida, solidaridad y causalidad universal, lanaturaleza.

    Llamad a eso dios, lo absoluto, si os divierte, qu me importa, siempre queno deis a esa palabra, dios, otro sentido que el que acabo de precisar: el de lacombinacin universal, natural, necesaria y real, pero de ningn modopredeterminada ni preconcebida, ni provista, de esa infinidad de acciones y dereacciones particulares que todos las cosas realmente existentes ejercenincesantemente unas sobre otras. Definida as la solidaridad universal, lanaturaleza, considerada en el sentido del universo sin lmites, se impone comouna necesidad racional a nuestro espritu; pero no podremos abarcarla nunca deuna manera real, ni siquiera por la imaginacin, y menos reconocerla. Porque nopodemos reconocer ms que esa parte infinitamente pequea del universo quenos es manifestada por nuestros sentidos; en cuanto al resto, lo suponemos, sinpoder constatar realmente su existencia.

    Claro est que la solidaridad universal, explicada de ese modo, no puedetener el carcter de una causa absoluta y primera; no es, al contrario, ms queuna resultante (1), producida y reproducida siempre por la accin simultnea deuna infinidad de causas particulares, cuyo conjunto constituye precisamente lacausalidad universal, la unidad compuesta, siempre reproducida por el conjuntoindefinido de las transformaciones incesantes de todas las cosas que existen y, almismo tiempo, creadora de todas las cosas; cada punto obrando sobre el todo (heah el universo producido), y el todo obrando sobre cada parte (he ah el universo

    productor o creador).

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    Habindolo explicado as, puedo decir ahora, sin temor a dar lugar aningn malentendido, que la causalidad universal, la naturaleza, crea losmundos. Es ella la que ha determinado la configuracin mecnica, fsica,qumica, geolgica y geogrfica de nuestra Tierra, y que, despus de habercubierto su superficie con todos los esplendores de la vida vegetal y animal,contina creando an, en el mundo humano, la sociedad con todos sus

    desenvolvimientos pasados, presentes y futuros.

    Cuando el hombre comienza a observar con una atencin perseverante yseguida esa parte de la naturaleza que le rodea y que encuentra en s mismo,acaba por apercibirse que todas las cosas son gobernadas por leyes que le soninherentes y que constituyen propiamente su naturaleza particular; que cadacosa tiene un modo de transformacin y de accin particular; que en esatransformacin y esa accin hay una sucesin de fenmenos y de hechos que serepiten constantemente, en las mismas circunstancias dadas, y que, bajo lainfluencia de circunstancias determinadas, nuevas, se modifican de una maneraigualmente regular y determinada. Esa reproduccin constante de los mismoshechos por los mismos procedimientos constituye propiamente la legislacin de lanaturaleza: el orden en la infinita diversidad de los fenmenos y de los hechos.

    La suma de todas las leyes, conocidas y desconocidas, que obran en eluniverso, constituye la ley nica y suprema. Esas leyes se dividen y se subdividenen leyes generales y en leyes particulares y especiales. Las leyes matemticas,mecnicas, fsicas y qumicas, por ejemplo, son leyes generales que semanifiestan en todo lo que es, en todas las cosas que tienen una real existencia,leyes que, en una palabra, son inherentes a la materia, es decir al ser real ynicamente universal, el verdadero substratum de todas las cosas existentes.

    Aadir tambin que la materia no existe nunca y en ninguna parte comosubstratum, que nadie ha podido percibirla bajo esa forma unitaria y abstracta;que no existe y no puede existir ms que bajo una forma mucho ms concreta,como materia ms o menos diversificada y determinada.

    Las leyes del equilibrio, de la combinacin y de la accin mutua de lasfuerzas o del movimiento mecnico; las leyes de la pesadez, del calor, de lavibracin de los cuerpos, de la luz, de la electricidad, tanto como las de lacomposicin y de la descomposicin qumica de los cuerpos, son absolutamenteinherentes a todas las cosas que existen, sin exceptuar de ningn modo lasdiferentes manifestaciones del sentimiento, de la voluntad y del espritu; puesestas tres cosas, que constituyen propiamente el mundo ideal del hombre, no sonms que funcionamientos completamente materiales de la materia organizada yviva, en el cuerpo del animal en general y sobre todo del animal humano enparticular (2). Por consiguiente, todas esas leyes son leyes generales, a las cualesestn sometidos todos los rdenes conocidos y desconocidos de existencia real enel mundo.

    Pero hay leyes particulares que no son propias ms que a ciertos rdenesparticulares de fenmenos, de hechos y de cosas, y que forman entre s sistemaso grupos aparte: tales son, por ejemplo, el sistema de las leyes geolgicas; el de

    las leyes de la organizacin animal; en fin, el de las leyes que presiden eldesenvolvimiento social e ideal del animal ms perfecto de la Tierra, el hombre.No se puede decir que las leyes que pertenecen a uno de esos sistemas sean

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    absolutamente extraas a las que componen los otros sistemas. En la naturaleza,todo se encadena mucho ms ntimamente de lo que se piensa en general, y de loque quizs quisieran los pedantes de la ciencia, en inters de una mayorprecisin en su trabajo de clasificacin. Pero, sin embargo, se puede decir que talsistema de leyes pertenece mucho ms a tal orden de cosas y de hechos que aotro, y que si, en la sucesin en que las he presentado, las leyes que dominan en

    el sistema procedente continan manifestando su accin en los fenmenos y lascosas que pertenecen a todos los sistemas que siguen, no existe accin retrgradade las leyes de los sistemas siguientes sobre las cosas y los hechos de lossistemas precedentes. As, la ley del progreso, que constituye el carcter esencialdel desenvolvimiento social de la especie humana, no se manifiesta de ningnmodo en la vida exclusivamente animal, y aun menos en la vida exclusivamentevegetal; mientras que todas las leyes del mundo vegetal y del mundo animal seencuentran, sin duda, modificadas por nuevas circunstancias, en el mundohumano.

    En fin; en el seno mismo de esas grandes categoras de cosas, defenmenos y de hechos, as como de las leyes que le son particularmenteinherentes, hay an divisiones y subdivisiones que nos muestran esas mismasleyes particularizndose y especializndose ms y ms, acompaando, por deciras, la especializacin ms y ms determinada, -y que se vuelve ms restringida amedida que se determina ms-, de los seres mismos.

    El hombre no tiene, para constatar todas esas leyes generales, particularesy especiales, otro medio que la observacin atenta y exacta de los fenmenos y delos hechos que se suceden tanto fuera de l como en l mismo. Distingue en elloslo que es accidental y variable de lo que se reproduce siempre y en todas partes

    de una manera invariable. El procedimiento invariable por el cual se reproduceconstantemente un fenmeno natural, sea exterior, sea interior; la sucesininvariable de los hechos que lo constituyen, son precisamente lo que llamamos laley de ese fenmeno. Esa constancia y esa repeticin no son, sin embargo,absolutas. Dejan un vasto campo a lo que llamamos impropiamente lasanomalas y las excepciones -manera de hablar muy poco justa, porque loshechos a los cuales se refiere prueban solamente que esas reglas generales,reconocidas por nosotros como leyes naturales, no siendo ms que abstraccionesdeducidas por nuestro espritu del desenvolvimiento real de las cosas, no estnen estado de abarcar, de agotar, de explicar toda la infinita riqueza de esedesenvolvimiento.

    Esa multitud de leyes tan diversas, y que nuestra ciencia separa encategoras diferentes, forman un solo sistema orgnico y universal, un sistemaen el cual se encadenan lo mismo que los seres de quienes manifiestan lastransformaciones y los desenvolvimientos? Es muy probable. Pero lo que es msque probable, lo que es cierto, es que no podremos llegar nunca, no slo acomprender, sino slo a abarcar ese sistema nico y real del universo, sistemainfinitamente extenso por una parte e infinitamente especializado por otra; desuerte que al estudiarlo nos detendremos ante dos infinitudes: lo infinitamentegrande y lo infinitamente pequeo.

    Los detalles son inagotables. No le ser dado nunca al hombre conocer msque una parte infinitamente pequea de ellos. Nuestro cielo estrellado, con su

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    multitud de soles, no forma ms que un punto imperceptible en la inmensidaddel espacio, y aunque lo abarquemos con la mirada, no sabemos casi nada de l.Por fuerza, pues, debemos contentarnos con conocer un poco nuestro sistemasolar, del cual tenemos que presumir la perfecta armona con todo el resto deluniverso, porque si no existiese esa armona, o bien debera establecerse o biennuestro mundo solar perecera. Conocemos ya muy bien este ltimo desde el

    punto de vista mecnico, y comenzamos a conocerlo ya un poco desde el puntode vista fsico, qumico, hasta geolgico. Nuestra ciencia ir difcilmente muchoms all. Si queremos un conocimiento ms concreto, debemos atenemos anuestro globo terrestre. Sabemos que ha nacido en el tiempo y presumimos que -no s en qu nmero indefinido de siglos o de millones de siglos- ser condenadoa perecer, como nace y perece, o ms bien se transforma, todo lo que es.

    Cmo nuestro globo terrestre, primero materia ardiente y gaseosa, se hacondensado, se ha enfriado; por qu inmensa serie de evoluciones geolgicas hadebido pasar, antes de poder producir en su superficie toda esa infinita riquezade la vida orgnica, vegetal y animal, desde la simple clula hasta el hombre;cmo se ha manifestado y contina desarrollndose en nuestro mundo histricoy social; cul es el fin hacia donde marchamos, impulsados por esa ley suprema yfatal de transformacin incesante que en la sociedad animal se llama progreso: heah las nicas cuestiones que nos son accesibles, las nicas que pueden y quedeben ser realmente abarcadas, estudiadas y resueltas por el hombre. Noformando ms que un punto imperceptible en la cuestin ilimitada e indefinibledel universo, esas cuestiones humanas y terrestres ofrecen sin embargo anuestro espritu un mundo realmente infinito, no en el sentido divino, es decir,abstracto de esa palabra, no como el ser supremo creado por la abstraccinreligiosa; infinito, al contrario, por la riqueza de sus detalles, que ninguna

    observacin, ninguna ciencia sabrn apreciar jams.

    Para conocer ese mundo, nuestro mundo infinito, la sola abstraccin nobastara. Abandonada a s misma, nos volvera a llevar infaliblemente al sersupremo, a dios, a la nada, como lo ha hecho ya en la historia, segn lo explicarpronto. Es preciso -aun continuando en la aplicacin de esa facultad deabstraccin, sin la cual no podramos elevamos nunca de un orden de cosasinferior a un orden de cosas superior ni, por consiguiente, comprender la jerarqua natural de los seres-, es preciso que nuestro espritu se sumerja almismo tiempo, con respeto y con amor, en el estudio minucioso de los detalles yde lo infinitamente pequeo, sin lo cual no podramos concebir jams la realidadviviente de los seres. No es, pues, uniendo esas dos facultades, esos dos actos delespritu en apariencia tan contrarios: la abstraccin y el anlisis escrupuloso,atento y paciente de los detalles, como podremos elevarnos a la concepcin realde nuestro mundo. Es evidente que si nuestro sentimiento y nuestra imaginacinpueden darnos una imagen, una representacin ms o menos falsa de estemundo, slo la ciencia podr darnos una idea clara y precisa.

    Cul es, pues, esa curiosidad imperiosa que impulsa al hombre areconocer el mundo que le rodea, a perseguir con una infatigable pasin lossecretos de esa naturaleza de que l mismo es, sobre esta Tierra, la ltima y la

    ms perfecta creacin? Esta curiosidad, es un simple lujo, un agradablepasatiempo, o bien una de las principales necesidades inherentes a su ser? Novacilo en decir que de todas las necesidades que constituyen la naturaleza del

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    hombre, esa es la ms humana, y que el hombre no se distingue efectivamente delos animales de las dems especies ms que por esa necesidad inextinguible desaber, que no se hace real y completamente hombre ms que por el despertar ypor la satisfaccin progresiva de esa inmensa necesidad de saber. Para realizarseen la plenitud de su ser, el hombre debe reconocerse, y no se reconoce jams deuna manera completa y real ms que en tanto que haya reconocido la naturaleza

    que le rodea y de la cual es el producto. Por tanto, a menos de renunciar a suhumanidad, el hombre debe saber, debe pensar con su pensamiento todo elmundo real, y sin esperanza de llegar nunca al fondo, debe profundizar ms yms la coordinacin y las leyes, porque su humanidad no existe ms que a eseprecio. Le es preciso reconocer todas las regiones inferiores, anteriores ycontemporneas a l mismo, todas las evoluciones mecnicas, fsicas, qumicas,geolgicas, vegetales y animales, es decir, todas las causas y todas lascondiciones de su propio nacimiento, de su propia existencia y de sudesenvolvimiento, a fin de que pueda comprender su propia naturaleza y sumisin sobre la Tierra, su patria y su teatro nico; a fin de que en este mundo dela ciega fatalidad, pueda inaugurar su mundo humano, el mundo de la libertad.

    Tal es la tarea del hombre: es inagotable, es infinita y suficiente parasatisfacer los espritus y los corazones ms orgullosos y ms ambiciosos. Serefmero e imperceptible, perdido en medio del ocano sin orillas de latransformacin universal, con una eternidad ignorada tras s, y una eternidadinmensa ante l, el hombre que piensa, el hombre activo, el hombre consciente desu humano destino, queda en calma y altivo en el sentimiento de su libertad, queconquista emancipndose por s mismo mediante el trabajo, mediante la ciencia, y emancipando, rebelando a su alrededor, en caso de necesidad, a todos loshombres, sus semejantes, sus hermanos. Si le preguntis despus de eso su

    ntimo pensamiento, su ltima palabra sobre la unidad real del universo, os dirque es la eterna transformacin, un movimiento infinitamente detallado,diversificado, y a causa de eso mismo, ordenado en s, pero sin comienzo, nilmite ni fin. Es, pues, lo contrario absoluto de la providencia: la negacin de dios.

    Se comprende que en el universo as entendido, no pueda hablarse ni deideas anteriores ni de leyes preconcebidas y preordenadas. Las ideas, incluso lade dios, no existen en esta Tierra ms que en tanto que han sido producidas porel cerebro. Se ve, pues, que vienen mucho ms tarde que los hechos naturales,mucho ms tarde que las leyes que gobiernan esos hechos. Son justas cuandoson conformes a esas leyes, falsas cuando le son contrarias. En cuanto a las leyesde la naturaleza, no se manifiestan bajo esa forma ideal o abstracta de ley, msque por la inteligencia humana, cuando, reproducidas por el cerebro, en base aobservaciones ms o menos exactas de las cosas, de los fenmenos y de lasucesin de los hechos, toman esa forma de ideas humanas casi espontneas.Anteriormente al nacimiento del pensamiento humano, no son reconocidas comoleyes, por nadie, y no existen ms que en el estado de procesos reales de lanaturaleza, procesos que, como acabo de decirlo ms arriba, estn siempredeterminados por un concurso indefinido de condiciones particulares, deinfluencias y de causas que se repiten regularmente. Esa palabra naturaleza,excluye, por consiguiente, toda idea mstica o metafsica de sustancia, de causa

    final o de creacin providencialmente combinada y dirigida.

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    Pero puesto que existe un orden en la naturaleza, debe haber habidonecesariamente un ordenador, se dir. De ningn modo. Un ordenador, aunquefuese un dios, no habra podido sino obstaculizar por su arbitrariedad personal elorden natural y el desenvolvimiento lgico de las cosas; y sabemos bien que lapropiedad principal de los dioses de todas las religiones, es ser precisamentesuperiores, es decir, contrarios a toda lgica natural, y no reconocer ms que una

    sola lgica: la del absurdo y la de la iniquidad. Porque, qu es la lgica, sino eldesenvolvimiento natural de las cosas, o bien el proceso natural por el cualmuchas causas determinantes, inherentes a esas cosas, producen hechosnuevos? (3) Por consiguiente, me ser permitido enunciar este axioma tan simpley al mismo tiempo tan decisivo:

    Todo lo que es natural es lgico, y todo lo que es lgico o bien se encuentraya realizado, o bien deber realizarse en el mundo natural, inclusive el mundosocial (4).

    Pero si las leyes del mundo natural y del mundo social (5) no han sidocreadas ni ordenadas por nadie, por qu y cmo existen? Qu es lo que les daese carcter invariable? He aqu una cuestin que no est en mi poder elresolverla y a la cual, que yo sepa, nadie encontr todava ni encontrar jamsrespuesta. Me engao: los telogos y los metafsicos han tratado de responder aella por la suposicin de una causa primera suprema, de una divinidad creadorade los mundos, o al menos, como dicen los metafsicos pantestas, por la de unalma divina o de un pensamiento absoluto encarcelado en el universo ymanifestndose por el movimiento y la vida de todos los seres que nacen y quemueren en su seno. Ninguna de esas suposiciones soporta la menor crtica. Meha sido fcil probar que la de un dios creador de las leyes naturales y sociales

    contena en s la negacin completa de esas leyes, haca su existencia misma, esdecir, su realizacin y su eficacia, imposible; que un dios ordenador de esemundo deba producir en l necesariamente la anarqua (6), el caos; que, porconsiguiente, de dos cosas una, o bien dios, o bien las leyes de la naturaleza noexisten; y como sabemos de una manera segura, por la experiencia de cada da ypor la ciencia, que no es otra cosa que la experiencia sistematizada de los siglos,que esas leyes existen, debemos concluir que dios no existe.

    Profundizando el sentido de estas palabras: leyes naturales, volveremos,pues, a encontrar que excluyen de una manera absoluta la idea y la posibilidadmisma de un creador, de un ordenador y de un legislador, porque la idea de unlegislador excluye a su vez, de una manera tambin absoluta, la inherencia de lasleyes en las cosas , y desde el momento que una ley no es inherente a las cosasque gobierna, es necesariamente, en relacin a esas cosas, una ley arbitraria, esdecir, fundada no en su propia naturaleza, sino en el pensamiento y en lavoluntad del legislador. Por consiguiente, todas las leyes que emanan de unlegislador, sea humano, sea divino, sea individual, sea colectivo, y aunque fuesenombrado por el sufragio universal, son leyes despticas, necesariamenteextraas y hostiles a los hombres y a las cosas que deben dirigir: no son leyes,sino decretos a los que se obedece, no por necesidad interior y por tendencianatural, sino porque se est obligado a ello por una fuerza exterior, divina o

    humana; decretos arbitrarios a los que la hipocresa social, ms bieninconsciente que conscientemente, da arbitrariamente el nombre de ley.

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    Una ley no es realmente una ley natural ms que cuando es absolutamenteinherente a las cosas que la manifiestan a nuestro espritu; ms que cuandoconstituye su propiedad, su propia naturaleza ms o menos determinada, y no lanaturaleza universal y abstracta de no s qu substancia divina o de unpensamiento absoluto; substancia y pensamiento necesariamenteextramundiales, sobrenaturales e ilgicos, porque, si no lo fueran, se aniquilaran

    en la realidad y en la lgica natural de las cosas. Las leyes naturales son losprocesos naturales y reales, ms o menos particulares, por los cuales existentodas las cosas, y desde el punto de vista terico son la nica explicacin posiblede las cosas. Por tanto, el que quiera comprenderlas debe renunciar de una vezpor todas al dios personal de los telogos y a la divinidad impersonal de losmetafsicos.

    Pero del hecho que podamos negar con una plena exactitud la existencia deun divino legislador, no se deduce que podamos darnos cuenta del modo cmo seestablecieron las leyes naturales y sociales en el mundo. Existen, soninseparables del mundo real, de ese conjunto de cosas y de hechos de quenosotros mismos somos los productos, los efectos, salvo el caso de devenir anuestra vez causas -relativas- de seres, de cosas y de hechos nuevos. He ah todolo que sabemos y, pienso, todo lo que podemos saber. Por otra parte, cmopodramos encontrar la causa primera, puesto que no existe? ya que lo quehemos llamado la causalidad universal no es ms que una resultante de todas lascausas particulares que obran en el universo. Preguntar por qu existen las leyesnaturales, no equivaldra a preguntar por qu existe el universo -fuera del cualnada existe-, por qu existe el ser? Esto es absurdo.

    Notas de E l s i s t e m a d e l m u n d o .

    (1) Como todo individuo humano, en cada instante dado de su vida, no es ms que laresultante de todas las causas que han obrado en su nacimiento y tambin antes de sunacimiento, combinadas con todas las condiciones de su desenvolvimiento posterior,tanto como con todas las circunstancias que obran en l en ese momento.

    (2) Hablo, naturalmente, del espritu, de la voluntad y de los sentimientos queconocemos, de los nicos que podemos conocer: de los del animal y del hombre el cual,de todos los animales de la Tierra, es -desde el punto de vista general, no del de cada

    facultad tomada aparte- sin duda el ms perfecto. En cuanto al espritu, a la voluntad ya los sentimientos extrahumanos y extramundanos del ser de que nos hablan lostelogos y los metafsicos, debo confesar mi ignorancia, porque no los encontr nunca ynadie, que yo sepa, ha tenido relaciones directas con ellos. Pero si juzgamos de acuerdo alo que nos dicen esos seores, ese espritu es de tal modo incoherente y estpido, esavoluntad y esos sentimientos son de tal modo perversos, que no vale la pena ocuparse deellos ms que para constatar todo el mal que han hecho sobre la Tierra. Para probar laaccin absoluta y directa de las leyes mecnicas, fsicas y qumicas, sobre las facultadesideales del hombre, me contentar con plantear esta pregunta: Qu sera de las mssublimes combinaciones de la inteligencia si, desde el momento que el hombre lasconcibe, se descompusiese solo el aire que respira, o si el movimiento de la Tierra sedetuviese, o si el hombre se viese envuelto inopinadamente en una temperatura de 60

    grados por encima o por debajo de cero?

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    (3) Decir que dios no es contrario a la lgica, es afirmar que, en toda la extensin de suser, es completamente lgico; que no contiene nada que est por encima, o lo que quieredecir lo mismo, fuera de la lgica: que, por consiguiente, l mismo no es ms que lalgica, nada ms que esa corriente o ese desenvolvimiento natural de las cosas reales; esdecir, que dios no existe. La existencia de dios no puede, pues, tener otra significacinque la de la negacin de las leyes naturales; de donde resulta este dilema inevitable: Diosexiste, por tanto no hay leyes naturales, no hay orden en la naturaleza, el mundo presentaun caos, o bien: El mundo est ordenado en s, por tanto, dios no existe.

    (4) No resulta de ningn modo de eso, que todo lo que es lgico o natural sea desde elpunto de vista humano, necesariamente til, bueno y justo. Las grandes catstrofesnaturales; los temblores de tierra, las erupciones volcnicas, las inundaciones, lastempestades, las enfermedades pestilenciales, que devastan y destruyen ciudades ypoblaciones enteras, son ciertamente hechos naturales producidos lgicamente por unconcurso de causas naturales, pero nadie dir que son bienhechores para la humanidad.Lo mismo pasa con los hechos que se producen en la historia: las ms horriblesinstituciones llamadas divinas y humanas; todos los crmenes pasados y presentes de los

    jefes, de esos supuestos bienhechores y tutores de nuestra pobre especie humana, y la

    desesperante estupidez de los pueblos aceptan su yugo; las infamias actuales de losNapoleones III, de los Bismarck, de Alejandro II y de tantos otros soberanos o polticos ymilitares de Europa y la cobarda increble de esa burguesa de todos los pases que losanima, los sostiene, aun aborrecindolos desde el fondo de su corazn; todo eso presentauna serie de hechos naturales producidos por causas naturales, y por consiguiente muylgicos, lo que no les impide ser excesivamente funestos para la humanidad.

    (5) Sigo el uso establecido, separando en cierto modo el mundo social del mundo natural.Es evidente que la sociedad humana, considerada en toda la extensin y en toda laamplitud de su desenvolvimiento histrico, es tan natural y est tan completamentesubordinada a todas las leyes de la historia, como el mundo animal y vegetal, por

    ejemplo, de que es la ltima y la ms alta expresin sobre la Tierra.

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    2 . E l Hom bre : In t e l i genc ia , vo lun ta d .

    Obedeciendo a las leyes de la naturaleza, he dicho, el hombre no es esclavo,puesto que no obedece ms que a las leyes inherentes a su propia naturaleza, a

    las condiciones mismas por las cuales existe y que constituyen todo su ser: alobedecerlas se obedece a s mismo.

    Y, sin embargo, existe en el seno de esa misma naturaleza una esclavitudde que el hombre debe libertarse bajo pena de renunciar a su humanidad: es ladel mundo exterior que le rodea y que se llama habitualmente la naturalezaexterior. Es el conjunto de las cosas, de los fenmenos y de los seres vivos que leobsesionan, le envuelven constantemente por todas partes, sin los cuales y fuerade los cuales, es verdad, no podra vivir un solo instante, pero que, sin embargo,parecen conjurados contra l, de suerte que a cada instante de su vida est

    forzado a defender contra ellos su existencia. El hombre no puede existir sin esemundo exterior, porque no puede vivir ms que en s y no puede alimentarse msque a expensas suyas; y al mismo tiempo, debe salvaguardarse contra l, porqueese mundo parece querer devorarlo siempre a su vez.

    Considerado desde este punto de vista, el mundo natural nos presenta elcuadro criminal y sangriento de una lucha encarnizada y perpetua, de la luchapor la vida. No es slo el hombre el que combate: todos los animales, todos losseres vivos, qu digo!, todas las cosas que existen y que llevan en s, como l,pero de una manera mucho menos aparente, el germen de su propia destruccin, y por decirlo as, su propio enemigo, -esa misma fatalidad natural que los

    produce, los conserva y los destruyen a la vez-, luchan contra l, pues todacategora de cosas, toda especie vegetal y animal, no viven ms que en detrimentode las dems, una devora a la otra, de suerte que, como lo he dicho en otra parte,el mundo natural puede ser considerado como una sangrienta hecatombe, comouna tragedia lgubre creada por el hambre. Es teatro constante de una lucha sincuartel. No tenemos que preguntarnos por qu es as, y no somos de ningnmodo responsables de ello. Encontramos ese orden de cosas establecido cuandollegamos a la vida. Es nuestro punto de partida natural, y no tenemos que hacerotra cosa que constatar el hecho y que convencernos que desde que el mundoexiste siempre ha sucedido as y que, segn todas las probabilidades, nosuceder nunca de otro modo en el mundo animal. La armona se establece en lpor la lucha: por el triunfo de unos, por la derrota y por la muerte de los otros,por el sufrimiento de todos... No digamos, con los cristianos, que esta Tierra es unvalle de dolores; hay placeres tambin, de otro modo los seres vivos no tendrantanto apego a la vida. Pero debemos convenir que la naturaleza no es de ningunamanera la tierra madre de que se habla, y que, para vivir, para conservarse en suseno, tienen necesidad de una singular energa. Porque en el mundo natural losfuertes viven y los dbiles sucumben, y los primeros no viven ms que porque losotros sucumben. Tal es la ley suprema del mundo animal. Es posible que esa leyfatal sea la del mundo humano y social?

    Ay! La vida, tanto individual como social, del hombre no es primeramenteotra cosa que la continuacin ms inmediata de la vida animal. No es otra cosa

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    que esa misma vida animal, pero solamente que es complicada con un elementonuevo: la facultad de pensar y de hablar.

    El hombre no es el nico animal inteligente sobre la Tierra. Lejos de eso; lapsicologa comparada nos demuestra que no existe animal absolutamentedesprovisto de inteligencia, y que cuanto ms una especie se acerca al hombre

    por su organizacin y sobre todo por el desenvolvimiento de su cerebro, ms sedesarrolla su inteligencia y se eleva tambin. Pero slo en el hombre llega a lo quese llama propiamente la facultad de pensar, es decir, de comparar, de separar yde combinar entre s las representaciones de los objetos exteriores e interioresque nos son dados por nuestros sentidos, de formarlos en grupos; despus decomparar y combinar entre s esos grupos, que no son seres reales ya, sinonociones abstractas, formadas y clasificadas por el trabajo de nuestro espritu yque, retenidas por nuestra memoria, otra facultad del cerebro, se convierten en elpunto de partida o en la base de esas conclusiones que llamamos ideas (1). Todasesas funciones de nuestro cerebro habran sido imposibles si el hombre noestuviera dotado de otra facultad complementaria e inseparable de la de pensar:de la facultad de incorporar y de fijar, por decirlo as, hasta en sus variaciones ysus modificaciones ms finas y ms complicadas, todas esas operaciones delespritu, todos esos actos materiales del cerebro, por signos exteriores: si elhombre, en una palabra, no estuviese dotado de la facultad de hablar. Todos losdems animales tienen tambin un lenguaje, quin lo duda?, pero lo mismo quesu inteligencia no se eleva jams por sobre las representaciones materiales, a losumo, por encima de una comparacin y combinacin de esas representacionesentre s, lo mismo su lenguaje, desprovisto de organizacin e incapaz dedesenvolvimiento, no expresa ms que reacciones o nociones materiales, nuncaideas. Puedo, pues, decir, sin temor a ser refutado, que de todos los animales de

    esta Tierra, slo el hombre piensa y habla.

    Slo l est dotado de esa potencia de abstraccin que -sin duda, fortificada y desarrollada en la especie humana por el trabajo de los siglos, elevndolosucesivamente en s misma, es decir, en su pensamiento y solamente por laaccin abstractiva de su pensamiento, por sobre todos los objetos que le rodean yaun por encima de s mismo en tanto que individuo y especie- le permite concebirla idea de la totalidad de los seres, del universo y del infinito absoluto: ideacompletamente abstracta, vaca de todo contenido y, como tal, idntica a la nada,sin duda, pero que, sin embargo, se ha mostrado omnipotente en eldesenvolvimiento histrico del hombre, porque habiendo sido una de las causasprincipales de todas sus conquistas y al mismo tiempo de todas sus divagaciones,de sus desgracias y de sus crmenes posteriores, le arranc a las supuestasbeatitudes del paraso animal para arrojarlo en los triunfos y en los tormentosinfinitos de un desenvolvimiento sin lmites.

    Gracias a esa potencia de abstraccin, el hombre, elevndose por sobre lapresin inmediata que los objetos exteriores ejercen sobre el individuo, puedecompararlos unos con otros y observar sus relaciones mutuas: he ah el comienzodel anlisis y de la ciencia experimental. Gracias a esa misma facultad, el hombrese desdobla, por decirlo as, y, separndose de l mismo en s, se eleva en cierto

    modo sobre sus propios movimientos interiores, sobre las sensaciones queexperimenta, los instintos, los apetitos, los deseos que se despiertan en l, tantocomo sobre las tendencias afectivas que siente; lo que le da la posibilidad de

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    compararlos entre s, lo mismo que compara los objetos y los movimientosexteriores, y de tomar partido por unos contra los otros, segn el ideal de justiciay de bien, o segn la pasin dominante, que la influencia de la sociedad y de lascircunstancias particulares han desarrollado y fortificado en l. Ese poder detomar partido en favor de uno o de varios motores que obran en l en un sentidodeterminado, contra otros motores igualmente interiores y determinados, se

    llama voluntad.

    As explicados y comprendidos, el espritu del hombre y su voluntad no sepresentan como potencias absolutamente autnomas, independientes del mundomaterial y capaces, -creando uno los pensamientos, la otra los actosespontneos-, de romper el encadenamiento fatal de los efectos y de las causasque constituye la solidaridad universal de los mundos. Uno y otra aparecen, alcontrario, como fuerzas cuya independencia es excesivamente relativa, porque, lomismo que la fuerza muscular del hombre, esas fuerzas o esas capacidadesnerviosas se forman en cada individuo por un concurso de circunstancias, deinfluencias y de acciones exteriores, materiales y sociales, absolutamenteindependiente de su pensamiento y de su voluntad. Y lo mismo que debemosrechazar la posibilidad de lo que los metafsicos llaman ideas espontneas,debemos rechazar tambin los actos espontneos de la voluntad, el libre arbitrio y la responsabilidad moral del hombre, en el sentido teolgico, metafsico yjurdico de la palabra.

    No siendo todo hombre, en su nacimiento y durante toda la duracin de sudesenvolvimiento, de su vida, ms que la resultante de una cantidad innumerablede acciones, de circunstancias y de condiciones innumerables, materiales ysociales, que continan producindolo en tanto que vive, de dnde habra de

    proceder en l, anillo pasajero y apenas perceptible del encadenamiento universalde todos los seres pasados, presentes y futuros, el poder de romper por un actovoluntario esa eterna y omnipotente solidaridad, el nico ser universal y absolutoque existe realmente, pero que ninguna imaginacin humana podra abarcar?Reconozcamos, pues, una vez por todas, que frente a esa universal naturaleza,nuestra madre, que nos forma, nos educa, nos alimenta, nos envuelve, nospenetra hasta la mdula de los huesos y hasta las ms ntimas profundidades denuestro ser intelectual y moral, y que acaba siempre por sofocarnos en su abrazomaternal, no hay para ellos ni independencia ni rebelda posible.

    Es verdad que por el conocimiento y por la aplicacin reflexiva de las leyesde la naturaleza, el hombre se emancipa gradualmente, pero no de ese yugouniversal que comparten con l todos los seres vivos y todas las cosas queexisten, que se producen y que desaparecen en el mundo; se libera solamente dela presin brutal que ejerce sobre l su mundo exterior, material y social,inclusive todas las cosas y todos los hombres que le rodean. Domina las cosaspor la ciencia y por el trabajo; en cuanto al yugo arbitrario de los hombres, losacude por las revoluciones. Tal es, pues, el nico sentido racional de la palabralibertad: es la dominacin de las cosas exteriores, fundada en la observanciarespetuosa de las leyes de la naturaleza; es la independencia frente apretensiones y a actos despticos de los hombres; es la ciencia, el trabajo, la

    revuelta poltica, es, en fin, la organizacin, a la vez reflexiva y libre, del mediosocial, conforme a las leyes naturales inherentes a toda humana sociedad. Laprimera y la ltima condicin de esa libertad son siempre, pues, la sumisin ms

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    absoluta a la omnipotencia de la naturaleza, nuestra madre, y la observacin, laaplicacin ms rigurosa de sus leyes.

    Nadie habla del libre arbitrio de los animales. Todos estn de acuerdo eneso, que los animales, en cada instante de su vida y en cada uno de sus actos,son determinados por causas independientes de su pensamiento y de su

    voluntad; que siguen fatalmente el impulso que reciben tanto del mundo exteriorcomo de su propia naturaleza interior; que no tienen ninguna posibilidad, en unapalabra, de interrumpir por sus ideas y por los actos espontneos de su voluntadla corriente universal de la vida, y que, por consiguiente, no existe para ellosninguna responsabilidad ni jurdica ni moral (2). Y sin embargo, todos los,animales estn incontestablemente dotados de inteligencia y de voluntad. Entreesas facultades animales y las facultades correspondientes del hombre, no hayms que una diferencia cuantitativa, una diferencia de grado. Por qu, pues,declaramos al hombre absolutamente responsable y al animal absolutamenteirresponsable?

    Pienso que el error no consiste en esa idea de responsabilidad, que existede una manera muy real no slo para el hombre, sino para todos los animalestambin, sin exceptuar ninguno, aunque en diferentes grados para cada uno;consiste en el sentido absoluto que nuestra vanidad humana, sostenida por unaaberracin teolgica o metafsica, da a la responsabilidad humana. Todo el errorest, pues, en esta palabra: absoluto. El hombre no es absolutamente responsabley el animal no es absolutamente irresponsable. La responsabilidad del uno comola del otro es relativa al grado de reflexin de que es capaz.

    Podemos aceptar como un axioma general que lo que no existe en el mundo

    animal, al menos en estado de germen, no existe y no se producir nunca en elmundo humano, pues la humanidad no es ms que el ltimo desenvolvimientode la animalidad sobre la Tierra. Por tanto, si no hubiese responsabilidad animal,no podra haber ninguna responsabilidad humana, ya que el hombre est por lodems sometido a la absoluta omnipotencia de la naturaleza, lo mismo que elanimal ms imperfecto de esta Tierra, de suerte que desde el punto de vistaabsoluto, los animales y el hombre son igualmente irresponsables.

    Pero la responsabilidad relativa existe ciertamente en todos los grados de lavida animal; imperceptible en las especies inferiores, est ya muy pronunciada enlos animales dotados de una organizacin superior. Los animales educan a suscras, desarrollan a su modo la inteligencia, es decir, la comprensin o elconocimiento de las cosas, y la voluntad, es decir, la facultad, la fuerza interiorque nos permite contener nuestros movimientos instintivos; hasta castigan conuna ternura paternal la desobediencia de sus pequeos. Por tanto hay en losanimales mismos un comienzo de responsabilidad moral.

    La voluntad, lo mismo que la inteligencia, no es, pues, una chispa mstica,inmortal y divina, cada milagrosamente del cielo a la Tierra, para animar lostrozos de carne, los cadveres. Es el producto de la carne organizada y viviente, elproducto del organismo animal. La ms perfecta organizacin es la del hombre, y

    por consiguiente es en el hombre donde se encuentran la voluntad y lainteligencia relativamente ms perfecta, y sobre todo las ms capaces deperfeccionamiento y de progreso.

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    La voluntad, lo mismo que la inteligencia, es una facultad nerviosa delorganismo animal, y tiene por rgano especial principalmente el cerebro; lomismo que la fuerza fsica o propiamente animal es una facultad muscular de esemismo organismo y, aunque esparcida por todo el cuerpo, tiene por rganosespecialmente activos los pies y los brazos. El funcionamiento nervioso queconstituye propiamente la inteligencia y la voluntad y que es materialmente

    diferente, tanto por su organizacin especial como por su objeto, delfuncionamiento muscular del organismo animal es, sin embargo, tan materialcomo este ltimo. Fuerza muscular o fsica y fuerza nerviosa, o fuerza de lainteligencia y fuerza de la voluntad, tienen esto de comn, que, primeramente,cada una de ellas depende ante todo de la organizacin del animal, organizacinque lleva al nacer y que es por consiguiente el producto de una multitud decircunstancias y de causas que no slo le son exteriores, sino anteriores; y que,en segundo lugar, todas son capaces de ser desarrolladas por la gimnasia y por laeducacin, lo que nos las presenta una vez ms como productos de influencias yde acciones exteriores.

    Es claro que no siendo, tanto desde el punto de vista de su naturalezacomo del de su intensidad, ms que producto de causas por completoindependientes de ellas, todas esas fuerzas no tienen ms que una independenciarelativa, en medio de esa causalidad universal que constituya y que abarca losmundos. Qu es la fuerza muscular? Es una potencia material de unaintensidad cualquiera, formada en el animal por un concurso de influencias o decausas anteriores, y que le permite en un momento dado oponer a la presin delas fuerzas externas una resistencia cualquiera, no absoluta, sino relativa.

    Lo mismo pasa con esa fuerza moral que llamamos fuerza de la voluntad.

    Todas las especies de animales estn dotadas de ella en grados diferentes y esadiferencia es determinada ante todo por la naturaleza particular de su organismo.Entre todos los animales de esta Tierra, la especie humana est dotada de ella enun grado superior. Pero en esa especie misma todos los individuos no aportan alnacer una igual disposicin volitiva, pues la ms o menos grande capacidad dequerer est previamente determinada en cada uno por la salud y eldesenvolvimiento normal de su cuerpo y sobre todo por la ms o menos felizconformacin de su cerebro. He aqu, pues, desde el principio, una diferencia deque el hombre no es de ningn modo responsable. Soy culpable de que lanaturaleza me haya dotado de una capacidad inferior de querer? Los telogos ylos metafsicos ms rabiosos no se atrevern a decir que lo que ellos llamanalmas, es decir, el conjunto de las facultades afectivas, inteligentes y volitivas quecada cual aporta al nacer, sean iguales.

    Es verdad que la facultad de querer, lo mismo que todas las demsfacultades del hombre, pueden ser desarrolladas por la educacin, por unagimnasia apropiada. Esa gimnasia habita poco a poco a los nios a nomanifestar inmediatamente las menores de sus impresiones, o a contener ms omenos los movimientos reactivos de sus msculos, cuando son irritados por lassensaciones exteriores e internas que le transmiten los nervios; ms tarde,cuando un cierto grado de reflexin, desarrollada por una educacin que le es

    igualmente propia, se ha formado en el nio, esa misma gimnasia, al tomar a suvez un carcter ms y ms consciente, al llamar en su ayuda la inteligencianaciente del nio y al fundarse en un cierto grado de fuerza volitiva que se ha

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    desarrollado en l, lo habita a reprimir la expresin inmediata de sussentimientos y deseos, y a someter, en fin, todos los movimientos voluntarios desu cuerpo, lo mismo que los de lo que se llama su alma, su pensamiento mismo,sus palabras y sus actos a un fin dominante, bueno o malo.

    La voluntad del hombre as desarrollada, ejercida, no es evidentemente

    tampoco ms que el producto de influencias exteriores y que se ejercen sobre ella,que la determinan y la forman, independientemente de sus propias resoluciones.Un hombre, puede ser hecho responsable de la educacin buena o mala,suficiente o insuficiente que se le ha dado?

    Es verdad que cuando, en el adolescente o en el joven, el hbito de pensar ode querer ha llegado, gracias a esa educacin que recibe del exterior, a undeterminado grado de desenvolvimiento, hasta el punto de constituir en ciertomodo una fuerza interior, identificada en lo sucesivo con su ser, puede continuarsu instruccin y hasta su educacin moral l mismo, por una gimnasia pordecirlo as espontnea de su pensamiento y tambin de su voluntad, lo mismoque de su fuerza muscular; espontnea en este sentido, que no estar yanicamente dirigida y determinada por voluntades y actos exteriores, sinotambin por esa fuerza interior de pensar y de querer que, despus de haberseformado y consolidado en l por la accin pasada de esas causas exteriores, seconvierte a su vez en un motor ms o menos activo y poderoso, en un productoren cierto modo independiente de las cosas, de las ideas, de las voluntades, de losactos que le rodean inmediatamente.

    El hombre puede transformarse as, en un cierto grado, en su propioeducador, en su propio instructor y como en el creador de s mismo. Pero se ve

    que no adquiere por eso ms que una independencia muy relativa y que no lesubstrae de ningn modo a la dependencia fatal, o si se quiere a la solidaridadabsoluta, por la cual, como ser existente y vivo, est irrevocablementeencadenado al mundo natural y social del cual es el producto y en el cual, comotodo lo que existe, despus de haber sido efecto, y continuando sindolo siempre,se convierte a su vez en una causa relativa de productos relativos nuevos.

    Ms tarde tendr ocasin de mostrar que el hombre ms desarrollado desdeel punto de vista de la inteligencia y de la voluntad se encuentra an, conrelacin a todos sus sentimientos, a sus ideas y a sus voluntades, en unadependencia casi absoluta ante el mundo natural y social que le rodea, y que acada momento de su existencia determina las condiciones de su vida. Pero en elpunto mismo a que hemos llegado es evidente que no hay lugar a laresponsabilidad humana tal como los telogos, los metafsicos y los juristas laconciben.

    Hemos visto que el hombre no es de ningn modo responsable ni del gradode las capacidades intelectuales que ha aportado al nacer, ni del gnero deeducacin buena o mala que esas facultades han recibido antes de la edad de suvirilidad o al menos de su pubertad. Pero henos aqu llegados a un punto en queel hombre, consciente de s mismo, y armado de facultades intelectuales y

    morales ya aguerridas, gracias a la educacin que ha recibido del exterior, sehace en cierto modo el productor de s mismo, puede evidentemente desarrollar,

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    extender y fortificar en s su inteligencia y su voluntad. El que, hallando esaposibilidad en s, no la aprovecha, no es culpable?

    Y cmo lo sera? Es evidente que en el momento en que debe y puedetomar esa resolucin de trabajar sobre s, no ha comenzado an ese trabajoespontneo, interior, que har de l en cierto modo el creador de s y el producto

    de su propia accin sobre s mismo; en ese momento no es todava ms que elproducto de la accin ajena o de las influencias exteriores que lo han llevadohasta all; por tanto, la resolucin que tome depender, no de la fuerza depensamiento y de voluntad que se habr dado a s mismo, puesto que su propiotrabajo no ha comenzado an, sino de la que le haya sido dada tanto por sunaturaleza como por la accin, independientemente de su resolucin propia; y laresolucin buena o mala que tome no ser an ms que el efecto o el productoinmediato de esa educacin y de esa naturaleza de que no es de ningn modoresponsable; de donde resulta que esa resolucin no puede, de ninguna manera,implicar la responsabilidad del individuo que la toma (3).

    Es evidente que la idea de responsabilidad humana, idea por completorelativa, es inaplicable al hombre tomado aisladamente y considerado comoindividuo natural, al margen del desenvolvimiento colectivo de la sociedad.Considerado como tal en presencia de esa causalidad universal en cuyo seno todolo que existe es al mismo tiempo efecto y causa, productor y producto, todohombre se nos aparece en cada instante de su vida como un ser absolutamentedeterminado, incapaz de romper o de interrumpir solamente la corrienteuniversal de la vida, y por consiguiente puesto al margen de toda responsabilidad jurdica. Con toda esa conciencia de s mismo que produce en l el milagro deuna pretendida espontaneidad, a pesar de esa inteligencia y de esa voluntad que

    son las condiciones indispensables del establecimiento de su libertad frente almundo exterior, inclusive los hombres que le rodean, el hombre, lo mismo que losanimales de la Tierra, no por eso est menos sometido de una manera absoluta ala universal fatalidad que reina en la naturaleza.

    La potencia de pensar y la potencia de querer, he dicho, son potencias enabsoluto formales que no implican necesariamente y siempre la una, la verdad, yla otra el bien. La historia nos muestra el ejemplo de muchos pensadores muypoderosos que han desatinado. De ese nmero han sido y lo son todava hoytodos los telogos, metafsicos, juristas, espiritualistas, economistas e idealistasde toda suerte, pasados y presentes. Siempre que un pensador, por poderoso quesea, razone sobre bases falsas, llegar necesariamente a conclusiones falsas, yesas conclusiones sern tanto ms monstruosas cuanto ms vigor haya dedicadoa desarrollarlas.

    Qu es la verdad? Es la justa apreciacin de las cosas y de los hechos, desu desenvolvimiento o de la lgica natural que se manifiesta en ellos. Es laconformidad tan severa como posible del movimiento del pensamiento con el delmundo real, que es el nico objeto del pensamiento. Por tanto, siempre que elhombre razone sobre las cosas y sobre los hechos sin preocuparse de susrelaciones reales y de las condiciones reales de su desenvolvimiento y de su

    existencia; o bien cuando construya sus especulaciones tericas sobre cosas queno han existido jams, sobre hechos que no pudieron suceder nunca y que notienen sino una existencia imaginaria, ficticia, en la ignorancia y en la estupidez

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    histrica de las generaciones pasadas, quedar derrotado necesariamente, porpoderoso pensador que sea.

    Lo mismo sucede con la voluntad. La experiencia nos demuestra que elpoder de la voluntad est bien lejos de ser siempre el poder del bien: los msgrandes criminales, los malhechores en el ms alto grado, estn dotados algunas

    veces de la potencia ms grande de voluntad; y, por otra parte, vemos bastante amenudo, ay!, hombres excelentes, buenos, justos, llenos de sentimientosbenevolentes, que estn privados de esa facultad. Lo que demuestra que lafacultad de querer es una potencia formal que no implica por s ni el bien ni elmal. Qu es el bien? Qu es el mal?

    Desde el punto de vista a que hemos llegado, al continuar considerando alhombre, fuera de la sociedad, como un animal tan natural, pero msperfectamente organizado que los animales de las otras especies, y capaz dedominarlas gracias a la incontestable superioridad de su inteligencia y de suvoluntad, la definicin ms general y al mismo tiempo ms difundida del bien ydel mal me parece sta:

    Todo lo que es conforme a las necesidades del hombre y a las condiciones desu desenvolvimiento y de su plena existencia para el hombre, -pero para el hombrenicamente, no para el animal a quien devora (4)- es el bien. Todo lo que le escontrario, es el mal.

    Habindose demostrado que la voluntad animal, incluso la del hombre, esuna potencia formal, capaz, como lo veremos ms tarde, por el conocimiento queel hombre adquiere de las leyes de la naturaleza, y slo sometiendo a ellas

    estrictamente sus actos, de modificar, hasta un cierto punto, tanto las relacionesdel hombre con las cosas que le rodean, como las de esas cosas entre s, pero node producirlas, ni de crear el fondo mismo de la vida animal; habindosedemostrado que la potencia, por completo relativa, de la voluntad, una vez que espuesta en presencia de la nica potencia absoluta que existe, la de la causalidaduniversal, aparece de inmediato como la absoluta impotencia, o como una causarelativa de efectos relativos nuevos, determinada y producida por esa mismacausalidad; es evidente que no es en ella, que no es en la voluntad animal, sinoen esa solidaridad universal y fatal de las cosas y de los seres donde debemosbuscar el motor poderoso que crea el mundo animal y humano.

    Ese motor, no lo llamamos ni inteligencia ni voluntad; porque realmente notiene y no puede tener ninguna conciencia de s mismo, ni ningunadeterminacin, ni resolucin propia, no siendo siquiera un ser indivisible,substancia y nico, como se lo representan los metafsicos, sino un meroproducto y, como he dicho, la resultante eternamente reproducida de todas lastransformaciones de los seres y de las cosas en el universo. En una palabra, noes una idea, sino un hecho universal, ms all del cual nos es imposible concebirnada; y este hecho no es de ningn modo un ser inmutable, sino, al contrario, esel movimiento perpetuo, que se manifiesta, que se forma por una infinidad deacciones y de reacciones relativas: mecnicas, fsicas, qumicas, geolgicas,

    vegetales, animales y humanamente sociales. Como resultante siempre de esacombinacin de movimientos relativos sin nmero, ese motor universal es tanomnipotente como inconsciente, fatal y ciego.

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    Crea los mundos, al mismo tiempo que es siempre su producto. En cadareino de nuestra naturaleza terrestre, se manifiesta por leyes o maneras dedesenvolvimiento particulares. Es as como en el mundo inorgnico, en laformacin geolgica de nuestro globo, se presenta como la accin: y la reaccinincesante de leyes mecnicas, fsicas y qumicas, que parecen reducirse a una leyfundamental: la de la gravedad y del movimiento, o bien la de la de la atraccin

    material de que todas las dems leyes no se presentan entonces ms que comomanifestaciones o transformaciones diferentes. Esas leyes, como lo observ msarriba, son generales en el sentido que abrazan todos los fenmenos que seproducen en la Tierra, regulando tambin las relaciones y los desenvolvimientosde la vida orgnica, vegetal, animal y social, como los del conjunto inorgnico delas cosas.

    En el mundo orgnico ese mismo motor universal se manifiesta por una leynueva, fundada en el conjunto de esas leyes generales, y que no es sin duda msque una transformacin nueva, transformacin cuyo secreto nos escapa hastaaqu, pero que es una ley particular en este sentido, que no se manifiesta msque en los seres vivos: plantas y animales, incluso el hombre. Es la ley de lanutricin, que consiste, para servirme de las propias expresiones de AugustoComte: 1. En la absorcin interior de los materiales nutritivos sacados delsistema ambiente, y su asimilacin gradual; 2. En la exhalacin al exterior de lasmolculas, despus extraas, que se desasimilan necesariamente a medida queesa nutricin se realiza (5).

    Esa ley es particular en este sentido, he dicho, que no se aplica a las cosasdel mundo inorgnico, sino que es general y fundamental para todos los seresvivos. Es la cuestin del alimento, la gran cuestin de la economa social, que

    constituye la base real de todos los desenvolvimientos posteriores de lahumanidad (6).

    En el mundo propiamente animal, el mismo motor universal reproduce esaley genrica de la nutricin, que es propia a todo lo que es orgnico en esta Tierra, bajo una forma particular y nueva, combinndola con propiedades quedistinguen a todos los animales de todas las plantas: las de la sensibilidad y lairritabilidad, facultades evidentemente materiales, pero de las cuales lasfacultades llamadas ideales, la del sentimiento llamado moral para distinguirlo dela sensacin fsica, tanto como la de la inteligencia y de la voluntad, no sonevidentemente ms alta expresin o la ltima transformacin. Esas dospropiedades, la sensibilidad y la irritabilidad, no se encuentran ms que en losanimales; no se las encuentra en las plantas: combinadas con la ley de lanutricin, que es comn a unas y a otras, y que es la ley fundamental de todoorganismo, constituyen por esa combinacin la ley particular genrica de todo elmundo animal. Para esclarecer este asunto, citar an algunas palabras deAugusto Comte:

    No hay que perder nunca de vista la doble alianza ntima de la vida animalcon la vida orgnica (vegetal), que le proporciona constantemente una basepreliminar indispensable, y que, al mismo tiempo, le constituye un fin general no

    menos necesario. No se tiene necesidad de insistir hoy sobre el primer punto, queha sido puesto en plena evidencia por sanos anlisis fisiolgicos; es cosa bienreconocida ahora que para alimentarse y para sentir, el animal debe primero vivir,

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    en la ms simple acepcin de esta palabra, es decir, vegetar; y que ningunasuspensin completa de esta vida vegetal podra, en ningn caso, ser concebida,sin implicar necesariamente, la cesacin simultnea de la vida animal. En cuantoal segundo aspecto, hasta aqu mucho menos esclarecido, cada uno puedereconocer fcilmente, sea por los fenmenos de irritabilidad o por los de lasensibilidad, que son esencialmente dirigidos, en un grado cualquiera de la escala

    animal, por las necesidades generales de la vida orgnica, de la cual perfeccionanel modo fundamental, sea procurndole mejores materiales, sea previniendo odesviando las influencias desfavorables: las funciones intelectuales y morales notienen ordinariamente otro oficio primitivo. Sin un tal destino general, la irritacindegenerara necesariamente en una agitacin desordenada y la sensibilidad enuna vaga contemplacin: por eso, o la una o la otra, destruira pronto elorganismo por un ejercicio inmoderado, o se atrofiaran espontneamente, porfalta de estmulo adecuado. Slo en la especie humana, y llegada a un alto gradode civilizacin, es posible concebir una especie de inversin de ese ordenfundamental, representndose al contrario la vida vegetativa como esencialmentesubordinada a la vida animal, de la cual slo est destinada a permitir eldesenvolvimiento, lo que constituye, me parece, la ms noble nocin que sepueda formar de la humanidad propiamente dicha, distinta de la animalidad:pero ms an, una transformacin semejante no es posible, bajo pena de caer enun misticismo muy peligroso, ms que en tanto que, por una feliz abstraccinfundamental, se transporta a la especie entera, o al menos a la sociedad, el finprimitivo (el de la nutricin y el de la conservacin de s mismo) que para losanimales est limitado al individuo, o a lo sumo se extiende accidentalmente a lafamilia (6).

    Y en una nota que sigue inmediatamente a este pasaje, Augusto Comte

    aade:

    Un filsofo de la escuela metafsico-teolgica ha pretendido en nuestrosdas caracterizar al hombre mediante esta frmula retumbante: Una inteligenciaservida por rganos... La definicin inversa sera evidentemente mucho msverdadera, sobre todo para el hombre primitivo, no perfeccionado por un Estadosocial muy desarrollado. En cualquier grado que pueda llegar la civilizacin, noser sino en un pequeo nmero de hombres de lite en los que la inteligenciapodr adquirir, en el conjunto del organismo, una preponderancia bastantepronunciada para convertirse realmente en el fin esencial de toda existenciahumana, en lugar de ser solamente empleada a ttulo de simple instrumento, comomedio fundamental para procurar una ms perfecta satisfaccin de las principalesnecesidades orgnicas: lo que, abstraccin hecha de toda vana declamacin,caracteriza ciertamente el caso ms ordinario (7).

    A esta consideracin se agrega otra que es muy importante. Las diferentesfunciones que llamamos facultades animales no son de una naturaleza tal quesea facultativo para el animal ejercerlas o no ejercerlas; todas esas facultades sonpropiedades esenciales, necesidades inherentes a la organizacin animal. Lasdiferentes especies, familias y clases de animales se distinguen unas de otras seapor la ausencia total de algunas facultades, sea por el desenvolvimiento

    preponderante de una o de varias facultades en detrimento de todas las dems.En el seno mismo de cada especie, familia y clase animales, todos los individuosno estn igualmente dotados. El ejemplar perfecto es aquel en el cual todos los

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    rganos caractersticos del orden a que el individuo pertenece se encuentranarmnicamente desarrollados. La ausencia o la debilidad de uno de esos rganosconstituye un defecto, y, cuando es un rgano esencial, el individuo es unmonstruo. Monstruosidad o perfeccin, cualidades o defectos, todo eso es dado alindividuo por la naturaleza, aporta todo eso al nacer. Pero desde el momento queuna facultad existe, debe ejercitarse, y en tanto que el animal no ha llegado a la

    edad de su decrecimiento natural tiende necesariamente a desarrollarse y afortificarse por ese ejercicio repetido que crea el hbito, base de tododesenvolvimiento animal; y cuanto ms se desenvuelve y se ejercita, ms setransforma en el animal en una fuerza irresistible a la que debe obedecer.

    Sucede algunas veces que la enfermedad, o circunstancias exteriores mspoderosas que esa tendencia fatal del individuo, impiden el ejercicio y eldesenvolvimiento de una o de varias de sus facultades. Entonces los rganoscorrespondientes se atrofian, y todo el organismo se ve afectado por elsufrimiento, ms o menos, segn la importancia de esas facultades y de susrganos correspondientes. El individuo puede morir a causa de ello, pero en tantoque vive, en tanto que le quedan an facultades, debe ejercitarlas bajo pena demuerte. Por tanto, no es el amo de todo, es al contrario, su agente involuntario,su esclavo. Es el motor universal o bien la combinacin de las causasdeterminantes y productoras del individuo, incluso sus facultades, lo que obra enl y por l. Es esa misma causalidad universal, inconsciente, fatal y ciega, es eseconjunto de leyes mecnicas, fsica, qumicas, orgnicas, animales y sociales, loque impulsa a todos los animales, incluso el hombre, a la accin, y lo que es elverdadero, el nico creador del mundo animal y humano. Apareciendo en todoslos seres orgnicos y vivos como un conjunto de facultades o de propiedades delas cuales unas son inherentes a todos, y otras slo propias a especies, a familias

    o a clases particulares, constituye en efecto la ley fundamental de la vida eimprime a cada animal, comprendido el hombre, esa tendencia fatal a realizar pors mismo todas las condiciones vitales de su propia especie, es decir, a satisfacertodas sus necesidades. Como organismo vivo, dotado de esa doble propiedad dela sensibilidad y de la irritabilidad, y, como tal, experimentando ya el sufrimiento,ya el placer, todo animal, incluso el hombre, es forzado, por su propia naturaleza,a comer y a beber ante todo y a ponerse en movimiento, tanto para buscar sualimento como para obedecer a una necesidad superior de sus msculos; estforzado a conservarse, a abrigarse, a defenderse contra todo lo que le amenaza ensu alimento, en su salud, en todas las condiciones de su vida; obligado a amar, areproducirse obligado a reflexionar, en la medida de sus capacidadesintelectuales, en las condiciones de su conservacin y de su existencia; obligado aquerer todas esas condiciones para s; y dirigido por una especie de previsin,fundada en la experiencia, y de la cual ningn animal est absolutamentedesprovisto, obligado a trabajar, en la medida de su inteligencia y de su fuerzamuscular, a fin de asegurrselas para un maana ms o menos lejano.

    Fatal e irresistible, en todos los animales, sin exceptuar al hombre mscivilizado, esa tendencia imperiosa y fundamental de la vida constituye la basemisma de todas las pasiones animales y humanas: instintiva, se dira casimecnica en las organizaciones ms inferiores; ms inteligente en las especies

    superiores, no llega a una plena concepcin de s ms que en el hombre; porque,dotado en un grado superior de la facultad tan preciosa de combinar, de agrupary de expresar ntegramente sus pensamientos: nico capaz de hacer abstraccin,

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    en su pensamiento, del mundo exterior y hasta de su propio mundo interior, sloel hombre es capaz de elevarse hasta la universalidad de las cosas y de los seres;y desde lo alto de esa abstraccin, considerndose l mismo como un objeto de supropio pensamiento, puede comparar, criticar, ordenar y subordinar sus propiasnecesidades, sin poder naturalmente salir nunca de las condiciones vitales de supropia existencia; lo que le permite, en esos lmites sin duda muy restringidos, y

    sin que pueda cambiar nada en la corriente universal y fatal de los efectos y delas causas, determinar de una manera abstractamente reflexiva sus propiosactos, y le da, ante la naturaleza, una falsa apariencia de espontaneidad y deindependencia absolutas. Ilustrado por la ciencia y dirigido por la voluntadabstractamente reflexiva del hombre, el trabajo animal, o bien esa actividadfatalmente impuesta a todos los seres vivos, como una condicin esencial de suvida, -actividad que tiende a modificar el mundo exterior segn las necesidadesde cada uno y que se manifiesta en el hombre con la misma fatalidad que en elltimo animal de esta Tierra-, se transforma, no obstante, por la conciencia delhombre, en un trabajo sabio y libre.

    Notas de E l h o m b r e : In t e l ig e n c i a , v o l u n t a d .

    (1) Ha sido preciso una gran dosis de extravagancia teolgica y metafsica paraimaginarse un alma inmaterial que vive aprisionada en el cuerpo por completo materialdel hombre, cuando est claro que lo que es material es lo nico que puede serinternado, limitado, contenido en una prisin material. Era necesario tener la fe robustade Tertuliano, manifestada por esta frase tan clebre: creo en lo que es absurdo! paraadmitir dos cosas tan incompatibles como esa pretendida inmaterialidad del alma y sudependencia inmediata de las modificaciones materiales, de los fenmenos patolgicos

    que se producen en el cuerpo del hombre. Para nosotros, que no podemos creer en loabsurdo y que no estamos de ningn modo dispuestos a adorar lo absurdo, el almahumana -todo ese conjunto de facultades afectivas, intelectuales y volitivas queconstituyen el mundo ideal o espiritual del hombre- no es nada ms que la ltima y lasms alta expresin de su vida animal, de las funciones por completo materiales de unrgano material, el cerebro. La facultad de pensar, en tanto que potencia formal, sugrado y su naturaleza particular y, por decirlo as, individual en cada hombre, todo esodepende ante todo de la conformacin ms o menos feliz de su cerebro. Pero luego, esafacultad se consolida por la salud del cuerpo en primer lugar, por una buena higiene ypor un buen alimento; despus se desarrolla y se fortifica por un ejercicio racional, por laeducacin y por la instruccin, por la aplicacin de los buenos mtodos cientficos, lo

    mismo que la fuerza y la destreza musculares del hombre se desarrollan por la gimnasia.

    La naturaleza ayudada principalmente por la organizacin viciosa de la sociedad, creadesgraciadamente algunas veces idiotas, individuos humanos muy estpidos. Algunasveces, crea tambin hombres de genio. La inmensa mayora de los seres humanos naceniguales o ms o menos iguales: no idnticos, sino equivalentes en el sentido que, en cadauno, los defectos y las cualidades se compensan aproximadamente, de suerte que,considerados en su conjunto, el uno vale lo que el otro. Es la educacin la que producelas enormes diferencias que nos desesperan hoy. De donde saco esta conclusin: que,para establecer la igualdad entre los hombres, hay que establecerla absolutamente en laeducacin de los nios.

    No he hablado hasta aqu ms que de la facultad formal de concebir pensamientos. Encuanto a los pensamientos mismos, que constituyen el fondo de nuestro mundo

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    intelectual y que los metafsicos consideran como creaciones espontneas y puras denuestro espritu, no fueron en su origen nada ms que simples constataciones,naturalmente muy imperfectas primero, de hechos naturales y sociales, y conclusiones,aun menos racionales, sacadas de esos hechos. Tal fue el comienzo de todas lasrepresentaciones, imaginaciones, alucinaciones e ideas humanas, de donde se ve que elcontenido de nuestro pensamiento, nuestros pensamientos propiamente dichos,nuestras ideas, lejos de haber sido creados por una accin espontnea del espritu, o deser innatos, como lo pretenden aun hoy los metafsicos, nos han sido dados desde elprincipio por el mundo de las cosas y de los hechos reales tanto exteriores comointeriores. El espritu del hombre, es decir, el trabajo o la propia funcin de su cerebro,provocado por las impresiones que le transmiten sus nervios, no aporta a ellas ms queuna accin formal que consiste en comparar y en combinar esas cosas y esos hechos ensistemas justos o falsos. Justos, sin son conformes al orden realmente inherente a lascosas y a los hechos; falsos, si le son contrarios. Por la palabra, las ideas elaboradas asse precisan y se fijan en el espritu del hombre y se transmiten de unos a otros, demanera que las nociones individuales sobre las cosas, las ideas individuales de cadauno, al encontrarse, al controlarse y al modificarse mutuamente, y confundindose,armonizndose en un solo sistema, acaban por formar la conciencia comn o el

    pensamiento colectivo de una sociedad de hombres ms o menos extensa, pensada,siempre modificable y siempre impulsada hacia adelante por los trabajos nuevos de cadaindividuo; y transmitido por la tradicin de una generacin a otra, ese conjunto deimaginaciones y de pensamientos, enriquecindose y extendindose ms y ms por eltrabajo colectivo de los siglos, forma en cada poca de la historia, en un medio socialms o menos extenso, el patrimonio colectivo de todos los individuos que componen esemedio.

    Toda generacin nueva encuentra en su cuna un mundo de ideas, de imaginaciones y desentimientos que le es transmitido bajo forma de herencia comn por el trabajointelectual y moral de todas las generaciones pasadas. Ese mundo no se presenta desdeel comienzo al hombre recin nacido, en su forma ideal, como sistema derepresentaciones y de ideas, como religin, como doctrina; el nio seria incapaz derecibirlo en esa forma; se impone a l como un mundo de hechos, encarnado y realizadoen las personas y en las cosas que le rodean, y hablando a sus sentidos por todo lo queoye y lo que ve desde los primeros das de su nacimiento. Porque las ideas y lasrepresentaciones humanas, que al principio no han sido nada ms que el producto dehechos naturales y sociales -en el sentido que no han sido al principio nada ms que larepercusin o la reflexin en el cerebro del hombre, y la reproduccin, por decirlo as,ideal y ms o menos racional por ese rgano absolutamente material del pensamientohumano-, adquieren ms tarde, despus de haberse establecido bien, de la manera queacabo de explicarlo, en la conciencia colectiva de una sociedad cualquIera, ese poder deconvertirse a su vez en causas productoras de hechos nuevos, no propiamente naturales,

    sino sociales. Modifican la existencia, los hbitos y las instituciones humanas, en unapalabra, todas las relaciones que existen entre los hombres en la sociedad, y, por suencarnacin hasta en los hechos y en las cosas cotidianas de la vida de cada uno, sevuelven sensibles, palpables para todos, aun para los nios. De suerte que cadageneracin nueva se penetra de ella, desde su ms tierna infancia; y cuando llega a laedad viril en que comienza propiamente el trabajo de su propio pensamiento, aguerrida,ejercitada y necesariamente acompaada de una critica nueva, encuentra en s lo mismoque en la sociedad que le rodea, todo un mundo de pensamientos y de representacionesestablecidas que le sirven de punto de partida y le dan en cierto modo el material o lamateria prima para su propio trabajo intelectual y moral. A ese nmero pertenecen lasimaginaciones tradicionales y comunes que los metafsicos -engaados por el modo enabsoluto insensible e imperceptible de acuerdo al que, desde el exterior, penetran y seimprimen en el cerebro de los nios, antes de que hayan llegado a la conciencia de smismos- llaman ideas innatas.

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    Pero al lado de esas ideas generales, tales como las de dios o del alma -ideas absurdas,pero sancionadas por la ignorancia universal y por la estupidez de los siglos, hasta elpunto que hoy mismo no se podra pronunciar uno abiertamente y en un lenguajepopular contra ellas sin correr el riesgo de ser lapidado por la hipocresa burguesa-, allado de esas ideas por completo abstractas, el adolescente encuentra en la sociedad encuyo ambiente se desarrolla, y, a consecuencia de la influencia ejercida por esa mismasociedad en su infancia, encuentra en s mismo una cantidad de otras ideas mucho msdeterminadas sobre la naturaleza y sobre la sociedad, ideas que se refieren ms de cercaa la vida real del hombre, a su existencia cotidiana. Tales son las ideas sobre la justicia,sobre los deberes, sobre los derechos de cada uno, sobre la familia, sobre la propiedad,sobre el Estado, y muchas otras ms particulares an que regulan las relaciones de loshombres entre s. Todas esas ideas que el hombre encuentra encarnadas en su propioespritu por la educacin que independientemente de toda accin espontnea de eseespritu ha sufrido en su infancia, ideas que, cuando ha llegado a la conciencia de s, sepresentan a l como ideas generalmente aceptadas y consagradas por la concienciacolectiva de la sociedad en que vive, todas esas ideas han sido producidas, he dicho, porel trabajo intelectual y moral colectivo de las generaciones pasadas. Cmo han sidoproducidas? Por la constatacin y por una especie de consagracin de los hechos

    realizados, porque en los desenvolvimientos prcticos de la humanidad, tanto como en laciencia propiamente dicha, los hechos realizados preceden siempre a las ideas, lo queprueba una vez ms que el contenido mismo del pensamiento humano, su fondo real, noes una creacin espontnea del espritu, sino que es dado siempre por la experienciareflexiva de las cosas reales.

    (2) Esta idea de la irresponsabilidad moral de los animales es admitida por todos. Pero noes conforme en todos sus puntos con la verdad. Podemos asegurarnos, por la experienciade cada da, en nuestras relaciones con los animales amansados y adiestrados. Loscriamos, no en vista de su utilidad y de su moralidad propias, sino conforme a nuestrosintereses y a nuestros fines; los habituamos a dominar, a contener sus instintos, susdeseos, es decir, desarrollamos en ellos una fuerza interior que no es otra cosa que lavoluntad. Y cuando obran contrariamente a los hbitos que hemos querido darles, loscastigamos; por tanto, los consideramos, los tratamos como seres responsables, capacesde comprender que han infringido la ley que les hemos impuesto, y los sometemos a unaespecie de jurisdiccin domstica. Los tratamos, en una palabra, como el buen dios delos cristianos trata a los hombres -con esta diferencia: que lo hacemos por nuestrautilidad, y l por su gloria; nosotros, para satisfacer nuestro egosmo, l para contentar yalimentar su infinita vanidad.

    (3) He aqu dos jvenes que aportan a la sociedad dos naturalezas diferentes,desarrolladas por dos educaciones distintas, o slo dos naturalezas diferentesdesarrolladas por la misma educacin. La una toma una resolucin viril, para servirme

    de esta expresin favorita del seor Gambetta; la otra no toma ninguna o toma unamala. Hay en el sentido jurdico de estas palabras un mrito de parte del primero y unafalta de parte del segundo? S; si se quiere concederme que ese mrito y esa falta sonigualmente involuntarios, igualmente productos de la accin combinada y fatal de lanaturaleza y de la educacin, y que, por consiguiente, constituyen, ambos, el uno nopropiamente un mrito, la otra no propiamente una falta, sino dos hechos, dosresultados diferentes y de los cuales uno es conforme a lo que en un momento dado de lahistoria llamamos lo verdadero, lo justo y lo bueno, y el otro a lo que en el mismomomento histrico es reputado mentira, injusticia y mal. Llevemos este anlisis ms lejos.

    Tomemos dos jvenes dotados de naturalezas ms o menos iguales y que han recibido lamisma educacin. Supongamos que encontrndose tambin en una posicin social

    aproximadamente igual, han tomado ambos una buena resolucin. Uno se mantiene y sedesarrolla siempre ms en la direccin que se ha impuesto a s mismo. El otro se desva y sucumbe. Por qu? Cul es la razn de esa diferencia de desenlace? Es preciso

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    buscarla, sea en la diferencia de sus naturalezas y de sus temperamentos, porimperceptible que esa diferencia haya podido ser al principio; sea en la desigualdad queexista ya entre el grado de fuerza intelectual y moral adquirida por cada uno en elmomento en que ambos han comenzado su existencia libre; sea, en fin, en la diferenciade sus condiciones sociales y de las circunstancias que han influido ms tarde en laexistencia o en el desenvolvimiento de cada uno; porque todo efecto tiene una causa, dedonde resulta claramente que a cada instante de su vida, que en cada uno de suspensamientos, de sus actos, el hombre con su conciencia, su inteligencia y su voluntad,se encuentra siempre determinado por una multitud de acciones o de causas tantoexteriores como interiores, pero igualmente independientes de l mismo y que ejercensobre l una dominacin fatal, implacable. Dnde est, pues, su responsabilidad?

    Un hombre carece de voluntad; se le avergonz y se le dijo que debe tener una, que debedarse una voluntad. Pero cmo se la dar? Por un acto de su voluntad? Esto equivale adecir que debe tener la voluntad de tener una voluntad: lo que constituye evidentementeun crculo vicioso, un absurdo.

    Pero se dir, al negar el principio de la responsabilidad del hombre, o ms bien al

    constatar el hecho de la irresponsabilidad humana, no destrus las bases de todamoral? Este temor y este reproche son perfectamente justos si se trata de la moralteolgica y metafsica, de esa moral divina que sirve, si no de base, al menos deconsagracin y de explicacin al derecho jurdico. (Veremos ms tarde que los hechoseconmicos constituyen las nicas bases reales de ese derecho.) Son injustas si se tratade la moral puramente humana y social. Esas dos morales, como lo veremos despus, seexcluyen; la primera no es idealmente ms que la ficcin y en realidad la negacin de lasegunda, y esta ltima no puede triunfar ms que por la radical destruccin de laprimera. Por tanto, lejos de espantarme de esa destruccin de la moral teolgica ymetafsica, que considero como una mentira tan histricamente natural como fatal, alcontrario, apelo a ella con toda mi alma, y tengo la ntima conviccin de hacer bien al

    cooperar a esa destruccin en la medida de mis fuerzas.

    Se dir an que al atacar el principio de la responsabilidad humana, destruyo elfundamento principal de la dignidad humana. Sera perfectamente justo si esa dignidadconsistiese en la ejecucin de tours de force sobrehumanos, imposibles, y no en el plenodesenvolvimiento terico y prctico de todas nuestras facultades y en la realizacin tancompleta como posible de la misin que nos es trazada y, por decirlo as, impuesta pornuestra naturaleza. La dignidad humana y la libertad individual, tales como las concibenlos telogos, los metafsicos y los jurisconsultos, dignidad y libertad fundadas en lanegacin en apariencia tan altiva de la naturaleza y de toda dependencia natural, nosllevan lgica y directamente al establecimiento de un despotismo divino, padre de todoslos despotismos humanos; la ficcin teolgica, metafsica y jurdica de la humana

    dignidad y de la humana libertad tiene por consecuencia fatal la esclavitud y elrebajamiento reales de los hombres en la Tierra. Mientras que los materialistas, al tomarpor punto de partida de la dependencia fatal de los hombres frente a la naturaleza y asus leyes y, por consiguiente, su irresponsabilidad natural, que culminannecesariamente en la cada de toda autoridad divina, de toda tutela humana y, porconsiguiente, en el establecimiento de una real y completa libertad para cada uno y paratodos. Tal es tambin la razn por la que todos los reaccionarios, comenzando por lossoberanos ms despticos hasta los republicanos burgueses en apariencia msrevolucionarios, se muestran hoy partidarios tan ardientes del idealismo teolgico,metafsico y jurdico, y por qu los socialistas revolucionarios conscientes y sinceros hanenarbolado la bandera del materialismo.

    Pero vuestra teora, se dir, explica, excusa, legitima y anima todos los vicios, todos loscrmenes. Los explica, si; los legitima al mostrar cmo los vicios y los crmenes son

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    efectos naturales de causas naturales. Pero no los estimula de ningn modo; alcontrario, no es sino por la aplicacin ms amplia de esa teoria a la organizacin de lasociedad humana como se podr combatirlos y se llegar a extirparlos, al atacar, notanto los individuos afectados por ellos, como las causas naturales de que esos vicios yesos crmenes son los productos naturales y fatales.

    En fin, se dir, he ah dos hombres: uno lleno de cualidades, el otro lleno de defectos; elprimero, honrado, inteligente, justo, bueno, escrupuloso observador de todos los debereshumanos y respetuoso de sus derechos; el segundo, un ladrn, un bandido, unmentiroso desvergonzado, un violador cnico de todo lo que es sagrado para los hombres;

    y en la vida poltica, uno republicano, el otro un Napolen III, un Muravief o unBismarck. Diris que no hay ninguna diferencia que hacer entre ellos?

    No, no lo dir. Pero esa diferencia, la hago ya en mis relaciones cotidianas con el mundoanimal. Hay animales excesivamente repulsivos, malvados, otros muy tiles y nobles.

    Tengo antipata y pronunciada aversin haca unos, y mucha simpata hacia los otros. Y,sin embargo, s bien que no es culpa del sapo si es sapo, de la serpiente venenosa el serserpiente venenosa, ni es culpa del cerdo si encuentra una inmensa voluptuosidad en

    revolcarse en el fango; pero tampoco es mrito del caballo, en el sentido voluntario deesta palabra, si es un hermoso caballo; ni el del perro, si es un animal inteligente y fiel; loque no me impide de ninguna manera aplastar el reptil y echar el cerdo al fango, niquerer y estimar mucho al caballo y al perro.

    Se dir que soy injusto? No. Reconozco que unos, considerados desde el punto de vistade la naturaleza o de la causalidad universal, son tan inocentes de lo que yo llamo susdefectos, como los otros lo son de sus cualidades. En el mundo natural, no haypropiamente, en el sentido moral de estas palabras, ni cualidades ni defectos, sino slopropiedades naturales ms o menos bien o mal desarrolladas en las diferentes especies yvariedades animales, lo mismo que en cada individuo tomado aparte. El mrito del

    individuo animal consiste nicamente en esto, que es un ejemplar bien logrado,completamente desarrollado en su especie y en su variedad; y el nico mrito de estosdos ltimos, es pertenecer a un orden de organizacin relativamente superior. El defectopara el individuo animal, es ser un ejemplar mal logrado, imperfectamente desarrollado;

    y para la variedad y la especie, es pertenecer a un orden de organizacin inferior. Si unaserpiente perteneciese a una clase excesivamente venenosa y lo fuese poco, sera undefecto; si lo fuera mucho, sera una cualidad.

    Al establecer entre los animales de diferentes especies una diferencia judicial -al declarara unos repulsivos, antipticos y malvados, a los otros buenos, simpticos y tiles-, no los

    juzgo desde el punto de vista absoluto, natural, sino desde el punto de vista relativo,humano, de sus relaciones conmigo. Reconozco que los unos me son desagradables y

    perjudiciales y que, al contrario, los otros me son agradables y tiles. No hace todo elmundo lo mismo en los juicios sobre los hombres? Un hombre que pertenece a e