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CONSTITUCION Y ENJUICIAMIENTO CIVIL Por el Lic. Guillemo FLORJS MAR- GADANT, Proferor de la Fiicultod de Derecho. 1) Uno de los temas que frecuentemente han ocupado a Couture ' es el de la relación entre, por una parte, las normas que reglamentan el enjuiciamiento civil y, por otra, la Ley Fundamental. Siguiendo el pensamiento de Kelsen, de la invertida pirámide de normas, en la cual cada capa superior deriva su validez de la inmediata- mente inferior, el maestro uruguayo exige que toda ley, inclusive la que rige el enjuiciamiento civil, sea el fiel desenvolvimiento de los preceptos constitucionales, y que, a su vez toda sentencia (que él considlera, con Kelsen, como una norma constitutiva, no declarativa)' se desarrolle natu- ralmente del material legislativo. Esta idea, la expresa Conture repetidamente. Asi leemos en :sus Fun- damentos del Derecho Procesal Civil: "La Constitución se individualiza y particulariza en las leyes, reglamentaciones, estatutos, etc.; éstas, a su vez, se individualizan y se hacen específicas en las sentencias, los actos administrativos, las res~luciones administrativas", o, en otro 'lugar de - 1 Véase del citado autor, El debido proceso como tutela de los derechos humanos, en "La Revista de Derecho, Jurisprudencia y Administración" de Mon- tevideo, agosto-octubre de 1954, y su reseiía por Alcalá-Zamora, en "Revista df la Facultad de Derecho de México", 1955, núm. 19. Consfiltece también de Couture. Las garanfias constitucionales del proce>o civil, en aEstudios de Derecho Procesal en honor de Hugo Alsina" (Buenos Aires, 1946). Además, Couture habló sobre este tema en la Utiiversidad de Viena. con ocasión del Congreso dc Derecho Procesal Civil de dctubre de 1953. 2 Op. cit., p. 209, edición de 1951. www.derecho.unam.mx

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CONSTITUCION Y ENJUICIAMIENTO CIVIL

Por el Lic. Guillemo FLORJS MAR- GADANT, Proferor de la Fiicultod de Derecho.

1) Uno de los temas que frecuentemente han ocupado a Couture ' es el de la relación entre, por una parte, las normas que reglamentan el enjuiciamiento civil y, por otra, la Ley Fundamental.

Siguiendo el pensamiento de Kelsen, de la invertida pirámide de normas, en la cual cada capa superior deriva su validez de la inmediata- mente inferior, el maestro uruguayo exige que toda ley, inclusive la que rige el enjuiciamiento civil, sea el fiel desenvolvimiento de los preceptos constitucionales, y que, a su vez toda sentencia (que él considlera, con Kelsen, como una norma constitutiva, no declarativa)' se desarrolle natu- ralmente del material legislativo.

Esta idea, la expresa Conture repetidamente. Asi leemos en :sus Fun- damentos del Derecho Procesal Civil: "La Constitución se individualiza y particulariza en las leyes, reglamentaciones, estatutos, etc.; éstas, a su vez, se individualizan y se hacen específicas en las sentencias, los actos administrativos, las res~luciones administrativas", o, en otro 'lugar de -

1 Véase del citado autor, El debido proceso como tutela de los derechos humanos, en "La Revista de Derecho, Jurisprudencia y Administración" de Mon- tevideo, agosto-octubre de 1954, y su reseiía por Alcalá-Zamora, en "Revista df la Facultad de Derecho de México", 1955, núm. 19. Consfiltece también de Couture. Las garanfias constitucionales del proce>o civil, en aEstudios de Derecho Procesal en honor de Hugo Alsina" (Buenos Aires, 1946). Además, Couture habló sobre este tema en la Utiiversidad de Viena. con ocasión del Congreso dc Derecho Procesal Civil de dctubre de 1953.

2 Op. cit., p. 209, edición de 1951.

www.derecho.unam.mx

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la misma obra: La Constitución se desarrolla en la legidación; la legis- lación se desarrolla en la c o a jugada.

Esta necesaria concordancia entre el derecho procesal civil y las normas constitucionales, no siempre se realiza en forma ideal, como ob- serva Couture; es que la Constitución suele mirar hacia el futuro na- cional, mientras que el sistema procesal civil se inspira a menudo en un parado extranjero (en el caso de Uruguay o de México, en el derecho es- pañol del siglo pasado). Y sin embargo, es necesario que el sistema pro- cesal, de tan eminente importancia para la paz social y para el grado en que cada país logre dentro de sus fronteras la realización concreta del abstracto ideal de "Justicia", sea anclado en la Ley Fundamental, en- contrando en ella sus lineamientos esenciales y respirando el mismo es- píritu que ella.

2 ) Una nueva provincia del isnperio constitzccional. Permitaseme, en relación con estas ideas del maestro uruguayo, la siguiente observación.

Se suelen distinguir dos sectores en el contenido de una Constitución: el "dogmático", que garantiza al ciudadano sus derechos individuales fun- damentales, y el "orgánico", que reglamenta el funcionamiento de los órganos supremos del estado.

E n realidad, esta división bipartita no basta. Al lado de estos dos sectores surge un tercero, con normas básicas para determinados capi- tulos del Derecho. Este sector orienta la actividad legislativa, imponiendo al legislador la observación de ciertos principios que no son exactamente "derechos individuales fundamentales", sino que representan más bien lineamientos fundamentales de alguna rama especial del Derecho (el de- recho penal, el derecho procesal, penal, el derecho obrero, agrario, admi- nistrativo, etc.).

Si este nuevo sector debe considerarse como una tercera familia de normas constitucionales, al lado de la dogmática y de la orgánica, o como una ramificación de la parte dogmática (que entonces se compondría de un capitulo de derechos individuales fundamentales y de otro con normas básicas para diversas ramas de legislación), es cuestión que puede dejarse a la elección de cada uno.

E n México pertenecen a esta nueva categoría de disposiciones cons- titucionales, el contenido del articulo 123 y el del articulo 130, parte del -

3 0 p . cit., p. 305, edición de 1951.

4 Véase Felipe Tena Rarnirez, Derecho constitucional meric~no (México, 1949), pp. 56 g SS.

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articulo 27. las normas sobre la iiacionalidad y la ciudadanía, y muchas otras, dispersas por toda la Constitución, como la que enuncia que el poder público pucde negar o revocar sin juicio o recurso la autorización para que particulares impartan educación (art. 3, fracciíin II) , la que dispone que el estado podrá retirar discrecionalmente el reconocimiento de validez oficial a estudios hechos en planteles particulares (art. 3, fracción I I I ) ,

y tantas otras que sólo mediante una argumentación excesivamente sofis- ticada podrían atribuirse a la parte "dogmática" strirto sc t z s~~ o .a la "or- gánica" de la Constitución.

Este concepto [le normas constitucionales que tienrn por fiinción la de orientar al legislador respecto de la reglamentación de alguna. materia determinada del Derecho, requiere una breve aclaración, para la cual re- invertiremos la "pirámide invertida" de normas que nos presenta el pensamiento kelseniano. No digamos que cada cuerpo más ancho de esta pirámide sea el desenvolvimiento del próximo cuerpo más estrecho; lo que sucede es más birn que las normas superiores determinan cl marco limitativo dentro del cual las inferiores deben contribuir a concretizar el abstracto iileal de Justicia. La Constitución limita la libertad del legis- lador, quien, a su vez, restringe la libertad del jucz cuando éste busca la justicia del caso concreto.

Esta visión es más realista que la tradicional del desenvolviniiento en diversas etapas, ya que esta Última hace suponer que toda la actividad legislativa esté in germine predibujada en la Constitución, lo ci-ial no es exacto. Hay, y habrá siempri, muchos detalles para cuya reglanientación el legislador ordinario no encontrará base alguna en la Constii:ución, y la riqueza de la vida real ofrece diariamente casos al juez, que el legis- lador no había previsto. Lo primordial no es la Constitución, sino el otro extremo de la pirámidc: la labor del juez que busca, y generalmente en- cuentra, una solución equitativa para un conflicto concreto (Rechtsfin- duny) : lo que hace el legislador es ordenar al juez que tome en cuenta dcterrninadas normas durante su doble búsqueda; y, finalmente, el Cons- tituyente viene a imponer "superrestriccionrs" a estas restriccir>nes que cl legislador hubiera impuesto al juez. Durante este camino del juez al constituyente, el aire se hace cada vez más escaso: primero estamos en contacto con la plenitud de la vida rial; las restricciones impuestas por e1 legislador ya tiencii un carácter abstracto; y, finalmente, deten reco- nocersc como "abstractísiinas' las "superrestricciones constitucionales": Sstas son principios nmy generales, que limitan la libertad del legislador. Varios de éstos tratan de crear alrededor del individuo una zona, en la cual el Estado no puede penetrar: son los "derechos individuales funda-

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inentales". Pero otros no tienden hacia la protección directa de la indi- vidualidad del ciudadano, sino que indican cómo deberia efectuarse, den- tro de un campo determinado del Derecho, la concretización de la idea de justicia.

Desde luego, toda medida social se centra alrededor del mncepto hombre, pero este rasgo común no nos autoriza a confundir la categoria de los "derechos individuales fundamentales" y la de los principios orien- tados que el legislador debe tomar en cuenta cuando se pone a reglamentar diversas ramas especiales del Derecho.

3) Así encontramos, al lado de las normas sobre la estructura fun- damental del Estado, y al lado de las disposiciones que delimitan la at- tiiósfera estatal de la individual, siempre otras normas básicas sobre ma- terias, coino son: el Derecho obrero, el agrario, el penal, el prouiesal penal, el administrativo, y también algunas sobre Derecho civil y procesal civil.

Una vez reconocida la existencia de esta tercera categoria de dispo- siciones constitucionales, comprenderemos también la necesidad de siste- matizarla en una forma más completa y limpia: es probable que en el porvenir, los peritos de cada rama del Derecho tendrán que elaborar los principios básicos de sus especialidades, para que el constituyente los in- corpore en su obra; entonces sc ofrecerá al legislador, para cada rama del Derecho, un esquema general dentro de cuyas limitaciones deberá realizar su obra reglamentadora.

4) E n cuanto al derecho procesal civil, la tarea de lo que el Dr. Niceto Alcalá-Zarnora llama la "constitucionalización de las garantías minimac del enjuiciamiento", podría desarrollarse en tres etapas:

a ) La ciencia procesal debe hacer un análisis de cóino deberia or- ganizarse el proceso civil para que contribuya a la realización del ideal de justicia; este análisis llevará hacia el establecimiento de una serie de principios fundainentales a que debe obedecer un proceso para que pueda ser calificado de jwto, principios que deben tomar rn cuenta el ambiente sociológico, los medios per- sonales y materiales que estuvieren disponibles, y el reinante concepto de j~~s t ic ia ; además, deben respetar las limitaciones im- puestas por la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, de 10 de diciembre de 1948. "

5 Especialmente 110s referireinos al articulo 10 de diclin documento, que dice: "Toda persona tiene dereclio. en condiciones de plena igualdad, a ser oída pública-

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b ) Los resultados de la investigación científica deberán presentarse ante las personas más competentes de la práctica forense, y de- berán purificarse y ajustarse mediante una amplia y coordinada discusión.

c) Luego se iniciará la tarea de persuasión, que formará el puente hacia el campo político, y una vez aceptados por los grupos po- líticamente eficaces, los aludidos principios deberán incorl~orarse a la Ley Fundamental.

Después, una reforma de la legislación ordinaria deberá crear un sistema procesal que se mueva dentro de las nuevas limitaciones impuestas por la constituyente. Y finalmente, respetando, a su vez, las reslricciones ordenadas por la legislación ordinaria, el juez cumplirá con su augusta tarea de buscar para cada caso concreto una solución equitativa, armando sus decisiones de la eficacia coactiva y de la inmutabilidad que caracte- rizan normalmente las sentencias; así dará carne y liueso a la abstracta idea de justicia, que llegará así al pueblo, guiada y canalizada prudente- mente mediante limitaciones consagradas por la Constitución y la legis- lación ordinaria.

5) En las próximas páginas trataremos de analizar cuáles son los principios fundamentales del proceso civil, y hasta qué grado la. Consti- tución mexicana los garantiza.

Considerando el proceso como el camino que sube desde Ia acción hasta la sentencia, para continuar desde allí - e n ciertos casos- hasta la ejecución, cabe proponer que estos principios constituciona.les para el sistema procesal civil "se desarrollen alredrdor de cuatro cc8,nceptos: acción, proceso, sentencia y ejecución".

Comencemos por la acción.

6) Acción y Constitur,ión. La acción es un derecho autónomo (tér- mino más feliz que "derecho abstracto") que los miembros de uria cotnu- nidad civilizada reciben como compensación de la pérdida de su original facultad de buscar justicia por propia mano. Podemos tratar de definirla como la facultad de dirigirse a determinados órganos públicos pura pedir que se declare la existencia de un derecho subjetivo, que se quiten los

mente y con justicia nor un tribunal independiente e imparcial para 1s determinación de sus derechos y obligaciones. . .'O

6 Véase Alcalá-Zarnora, Proceso, autoconrposición y ositodefensa (México, 1947), p. 100.

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obstáculos al libre ejercicio de tal derecho, o que la autoridad iutervenga para que éste se haga eficaz o para que se obtenga su equivalente pa- trimonial.

Como Ihering ha deniostrado tan elocuentemente, el derecho de ac- ción es esencial, no sólo para la protección de los derecltos subjetivos sino también para la existelzcia del D~recko objetivo, que sólo podrá sub- sistir entre todos los egoísmos, desenfrenados impulsos y apetitos, me- diante una continua lucha por el derecho subjetivo. Pero, aun recono- ciendo plenamente la importancia individual y social del derecho de acción, <debemos garantizarlo constitucionalmente con una generosidad absoluta?

Creemos que esto no es una consecuencia ineludible de los principios ae la democracia o de la idea de la justicia. Desde luego, admitimos in- mediatamente que no s r puede restringir el derecho de acción;limitando su ejercicio sólo a la parte que tenga razón : el objeto del praceso es pre- cisamente el de determinar si el actor tiene razón o no. Pero esta consi- deración no nos obliga necesariamente a admitir qu? cualquier persona debe poder ejercitar, sin más restricciones, su derecho de acción por cualquier pretexto, causando molestias a las autoridades judiciales -ya tan sobrecargadas- y a la parte contraria; la democracia y la justicia no prohiben )I el sentido común aconseja - que el ejercicio del derecho de acción deba acompañarse del pago de "derechos" (que en caso de éxito del actor, el demandado indemnizará a éste) y del afianzamiento de los gastos que puedan causarse a la parte contraria en caso de que la auto- ridad judicial decida finalmente que la acción estuviera infundada. Y para que tales restricciones de orden financiero, impuestas al ejercicio del derecho de acción, no tengan consecuencias antidemocráticas, deben completarse mediante un sistema de exenciones por razones de indigencia, al ejemplo de la legislación procesal civil de Austria o de Uruguay. Sa- bemos muy bien que este sistema de "certificados de indigencia"; como toda medida burocrática, no es precisamente lo ideal, pero tampoco que- remos alabar como modelo un sistema en que todo el mundo pueda poner en movimiento el delicado y costoso aparato judicial, sin pagar ninguna contraprestación (es decir: a costa del contribuyente en general). In- clusive en la legislación procesal civil de un país que hace tanta gala de su espíritu "democrático'', como es la Unión Soviética, encontramos el sistema de "derechos" que el actor debe pagar en el momento de pre- sentar la demanda, y nada es más lógico que esta restricción al ejercicio -

7 Véase el capitulo IV del código de procedimientos civiles de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, sobre todo el articulo 35, que puede con- sultarse en el "Foro de México", mayo de 1955, núm. 26, PP. 41 g SS.

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del derecho de acción. Aquí en hfbxico, dotide pagaiuos "derechos" por casi cada niolestia que infligiiiios a la .i\dministración, ;por qué pagamos cargos fiscales por un divorcio administrativo, y nada por un divorcio judicial que causa mucho más trabajo a las autoridades l ¿Po r q u paga- mos inipuestos por una copia certificada de uila sentencia -la. cual se hace en poco tiemp- y nada por un desahogo de una prueba 1e:stimonial que quita varias horas al tiempo del juez » del secretario, y de la me- caiiógrafa ?

7 ) El sistema de "derechos" judiciales aportaría los medio:; necesa- rios para aumentar el número de los tribunales y para mejorar el personal y el equipo técnico-administrativo de la justicia; se traduciría en una justicia más rápida. Y un sistcnia más expedito, en csta materia, en com- binación coti "dereclios" y con exenciones por razones de indigeiici;~, nos acerca niás al ideal de una justicia deiriocrática que un sistema dogmática- mente gratuito, pero letito. Esta cotisideración será todavía más convin- cente si tomatnos en cuenta que es prncisamente la clase humilde la que sufrr nias por la lcntitud de la justicia, aceptando finalniente cualquier "arreglo" rápido en lugar de la sentencia favorable que les espcrara en un lejano porvenir. Y qnerrriios añadir un último argumento má!;: en un mundo de continua desvalorizaciiin de la moneda, la lentitud judicial es todavía riiás contraria a los idralos de la justicia, de lo que fuera. el caso en un tiiundo de dinero estahle.

Desde luego, esta medida no podría introducirse sin modificación al articulo 17 de la Constitución, y sin trner que hacer frente a una fuerte oposicii~n; es que cl publico ya se queja de que la justicia es tan cara en la actualidad y no rstaria muy dispuesto a admitir quc a lo que los abogados 1v cobran, sc añadiera todavía un gasto que le cobraría el Estado. Esta resistencia drl público sólo podrá vencerse en caso de de- mostrar que a cambio de los nuevos "derechos judiciales" recibiría la ventaja [le una tramitación más rápida de sus reclamaciones.

Por lo taiito, la primera garantía fundamental de proceso civil es que todo rl niundo pueda ejercer rl derecho de acción, siempre que se cumpla con razonables requisitos financieros, de los cuales los pobres purdan obtener una exención.

Pasemos ahora de la troria a la Constitución mexicana. Aquí no en- contramos explí~citamcnte una garantía del libre ejercicio del derecho de acción; pero sí hallamos parantizado el derecho de petición (:irt. 8) ; y el concepto tnoderno dc la "autononiía de la acción civil, justifica la posicióri de Couture, qiiien considera el derecho de acción corno una

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especie dentro del género del derecho de petición, y precisamente como la especie que ha recibido un desarrollo más amplio que las otras formas de este derecho individual fundamental. Esta última circunstancia se debe al hecho que el sistema representativo ha disminuido en los paises democráticos la necesidad de que el público se dirija mediante peticiones al Parlamento, y que la falta de un deber reglamentado por parte del Ejecutivo de contestar en breve término a las peticiones (si hacemos caso omiso de la platónim fracción xxxrv del articulo 18 de la Ley de Responsabilidades) ha disminuido el interés que el público pudiera tener en formular peticiones al Ejecutivo, mientras que, en cambio, la facultad de dirigir peticiones al tercer poder, el Judicial, reclamando su interven- ción cuando se crean violados determinados derechos subjetivos, es una facultad diariamente ejercida, y muestra una forma del derecho de pe- tición que corresponde a un deber minuciosamente reglamentado, como observa el finado maestro de Montevideo.

En todo lo anterior, se puede dar la razón a Couture: una vez que liberemos a la "acción" respecto del derecho subjetivo cuya eficacia se trate de garantizar, otorgando a la acción su autonomía, tenemos la posi- bilidad de vincularla con la garantía individual de peticibn. Pero esto todavía no significa necesariamente que el derecho de acción esté debida- mente garantizado. E n México, el sujeto tien,e el derecho de dirigir peti- ciones a la autoridad, ,pero ésta no está constitucionalmente obligada a intervenir en el asunto explicado en la petición. Si contesta, por ejemplo, "por escrito'' y "en breve término", comunicando al interesado que no puede ocuparse del asunto, entonces la autoridad no viola lo dispuesto en el articulo 8 de la Constitución. En caso de considerar el articulo 8 cons- titucional como fundamento y protección de la acción, deberíamos admitir que la Constitución no impediría en México, por ejemplo, el estableci- miento de un sistema procesal como el formulario de la época clásica romana, con una absoluta discrecionalidad por parte de los magistrados para admitir o rechazar las demandas.

Por lo tanto, el artículo 8 de la Constitución no ofrece un hogar se- guro para el derecho de acción. Mejor busquemos la base constitucional para este derecho en el articulo 17, que dice: "Los tribiinales estarán expeditos para administrar justicia en los plazos y términos que fije la ley.. .", pero también este fundamento es débil, ya que no garantiza ex- presamente a cada interesado que el aparato judicial reaccionará sobre su acción aun cuando ésta reúna los requisitos legales.

En cambio, la Constitución va demasiado lejos -según creemos- cuando garantiza una justicia gratuita (art. 17).

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E n nuestra opinión. para vincular firmemente en la Ley Fundamental este primer paso del litigio civil, se necesitaría un artículo que por ra- zones doctrinarias podría venir inmediatamente después del ar.ticulo 8, pero que también podría buscar la compañía de los articulas 13 y 14, y que obligaria a la autoridad judicial a admitir toda demanda que co- rrespondiera a los requisitos reglamentarios, fijados en una 1cy ordina- ria, y este mismo articulo deberia disponer que en el caso de qut: una ley fiscal o procesal fijara "derechos" para el ejercicio de la acción civil, la misma deberia contener disposiciones sobre la exención de tales "dere- chos" en caso de indigencia comprobada.

8) Proceso y Constitución. Pasemos ahora al próximo tema :procesal: el "proceso", que une la acción a la futura sentencia.

Respecto del proceso, la Constitución debería garantizar diversos derechos fundamentales. El primer grupo de éstos se relacion:~ con el principio central de la igualdad.

1) Este requisito de igualdad prohibe una diferenciación de trata- miento legal basada en consideraciones de clase, poder. medios financieros, raza, religión, etc., y encuentra apoyo en el ar- tículo 13 de la Constitución, que prohibe la expedición de leyes privativas (aunque esta garantía se refiere a la legislaciijn, y no a la jurisdicción). Observemos, de paso, que la venda de la diosa justicia, originariamente introducida por via de caricatiiras ("a ciegas, la justicia dispone de nuestros bienes, nuestro honor, nues- tra vida"), se ha convertido en símbolo de esta indiferencia res- pecto del rango social de los litigantes, una indiferencia que ca- racteriza toda jurisdicción que merezca este nombre.

2) Otra consecuencia de este principio de igualdad, es la prohibición de tribunales formados "ad hoc", compuestos por jueces selec- cionados en vista del caso concreto y predispuestos en contra de una de las partes.

Esta prohibición de tribunales especiales. está garantizada en México por el mismo articulo 13 constitucional, y además, por el artículo 14 que dice que "nadie podrá ser privado de la vida, de la libertad o de sus propiedades, posesioncs o derechos, sino me- diante juicio seguido ante los tribiinsles previamente estable- cidos.. ."

Observemos que el términos de "tribunales especiales", uti- lizado por el articulo 13, corresponde en la literatura jciridica a

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GUILLERMO FLORIS A4ARGADANT

dos conceptos distintos. I<n la primera acepción de la palabra, un tribunal especial es el establecido con posterioridad al hecho que debe juzgar y cuyos jueces están nombrados en vista de su pro- bable actitud respecto del caso que se les someta.

Pero en otra acepción del término, es un tribunal que se ocupa sólo de determinada categoría de negocios, y en este sentido no se trata necesariamente de una figura reprobable ; al contrario: muchas veces corresponde a la necesidad de establecer dentro de la justicia cierta división del trabajo, y a la deseabilidad de una especialización de los jueces y magistrados. La misma Constitu- ción nos presenta algunos casos de "tribunales especiales" en este segundo sentido (los órganos de la justicia militar o de la obrera), a los cuales la práctica jurídica ha añadido otros más (como el Tribunal Fiscal). Creemos que se debe dar una interpretación al articulo 13 de la Constitución, en el sentido de que sólo impide los tribunales especiales en la primera acepción del término, no en la segunda.

3) El principio de la igualdad tiene muchas consecuencias más, en e! campo procesal civil. Si las partes ion iguales, entonces la pre- tensión del actor debe poder ser contrabalanceada por lo que el demandado tenga que decir sobre ella, o por una contrapretensión. Audiatur et altera pam.

Como observa el antiguo jurista inglés Blackstone: aun Dios mismo, a pesar de ser omnisciente, oyó a la primera pareja hu- mana antes de desahuciarla del paraíso.

Por lo tanto, la parte contraria debe ser notificada y em- plazada de un modo realista, que tome en cuenta la distancia y que brinde, en caso de notificarse por edictos, un ~ r a d o razo- nable de verosimilitud de que e1 interesado pueda tener conoci- miento de la notificación.

Además, el interesado debe poder dispouer de un plazo ade- cuado para preparar el material probatorio, y de una oportunidad razonable para desarro!lar libremente sus pruebas ante el juez, y para alegar. En esta oportunidad debe insistirse tambikn para que las presunciones legales (tanto las iz~ris tolztunz cuanto las iwis et de iure) que establezca el Derecho positivo sean realistas y eviten todo favoritismo para cierta clase, raza. ctc. Disposicio- nes como "salvo prueba rn contrario, las afirn~aciones del patrón se tienrn por ciertas" violarían, desde luego, el principio de la igualdad procesal.

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COXS'TITUCION Y EiVIUICIA.ZfIENT0 C I V I L 223

Esta garantía de notificación, etnplazamicnto, facultades pro- batorias y audiencia, encuentra expresión, en la Constit~ición mexicana, en el articulo 14, conforme a la interpretación dog- mático-histórica, generalmente aceptada, de las palabras : "median- be juicio.. . en el que se cumplan las for+rmlidades esenciales del proccdimniento".

No es necesario describir aquí la conocida historia de este importante articulo, que por su vaguedad y elasticidad es iin típico vestigio del derecho anglosajón, y un elemento un tanto hcte- rogéneo en el sistema mexicano, cuyo espíritu romanista, latino, es generalmente mucho más conciso que el anglosajón.

Sabenios cómo cl principio de "las formalidades esenciales del procedimiento" inició su carrera con el b f u l judgemrnt of hir peers y el l m of the land de la Magna Charta que los barones ingleses arrancaron en 1215 a Juan sin Tierra; también se sabe cómo surge en 1354 en el Estatuto de Westminster de las Liber- tades de Londres, el término de due process of law, que se gene- raliza en la Perition of Rights de 1628 y que viene a ser el here- dero del principio de la "Ley de la Tierra", pasando luego a la quinta enmienda de la Constitución norteamericana, hasta llegar a la Constitución mexicana (y varias otras constituciones de Ibe- roatnérica), donde funciona, según observa tan acertadamente el jurista argentino J. Francisco Linares, como la Gara:ntZa in- nominado de razonabilidad, una garantía que limita tanlo la li- bertad del legislador cuanto la del juez. Como resultado de ella, el legislador tiene el deber constitucional de iniponer al juez un esquema procesal razonable, y el juez tiene, a su vez, la obliga- ción constitucional de aplicar este esquema también razconable- mente.

Esta elástica fórmula del artículo 14 de la Constituciúin puede interpretarse a la luz de un "jusnaturalismo <le contenido \.a- riablc y progresizo", coniornie la feliz añadiriurn de Rennrd ? la fórmula stainmleriana. Así utilizada, esta garantía de "razonabi- lidad" permite cn la práctica que el sistema proccsal de cada trio-

8 J. I:r:~i:ci:tco Liiiai-es. I lebido procpru: n~.;onnbi/id~d dc los k i c s (Biienor: Aires, 1944).

9 P:irn i;i riies;iii:i dc si el artiiiilo 14 se <lirire t:inlbién 31 lericlailor. rease, par ejemplo, In tesis de 1:i Supreriin Corte en el tonio L X I I , 11. 4156. y eii C I LII,

p. 2251, del "Semanario Judicial de la Federaciún".

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mento, mediante declaraciones de anticonstitucionalidad respecto de toda práctica o norma procesal que no corresponda a los prin- cipios fundamentales del proceso aceptados por la ciencia jurídica. Esto equivale, dentro de la importante materia del procedimiento civil, a un golpe mortal para el positivismo.

Así, en el curso de varios siglos, se logró añadir a la garantía de la correcta aplicación de la ley procesal, la de su razonable contenido, una admirable hazaña del espíritu jurídico, íntimamente ligada a aquella bella conquista del equilibrio aceptable entre in- dividuo y comunidad, de que nuestra cultura occidental está tan justamente orgullosa (y que en la actualidad se encuentra ame- nazada en grado inquietante).

E s evidente: el texto del artículo 14 de la Constitución no habla sino de las "formelidades esenciales del procedimiento", lo cual parece equivaler &lo al rito procesal, a la exteriorización formal del proceso. Pero el análisis histórico nos demuestra que dicho artículo era una tentativa de trasladar al Derecho mexicano la quinta enmienda de la Constitución norteamericana, de manera que este artículo 14 de la Constitución no sólo garantiza que se cumpla con el procedimiento prescrito por la ley, sino, además, que el enjuiciamiento corresponda a ciertos principios procesdes, generalmente reconocidos como esenciales. El proceso debe reunir los requisitos esenciales de un due process of daw.

4) Otra consecuencia del mencionado principio, es que el demandado en materia civil, que carezca de medios, deba encontrar a su dis- posición un cuerpo de defensores de oficio, un principio que to- davía no está incorporado en la Constitución mexicana.

5) Por último, si las partes deben recibir un trato igual, entonces una justicia rápida, expedita, debe disminuir la diferencia entre el rico que puede esperar, y el pobre que no lo puede. Esta garantía de rapidez ha encontrado un lugar, en la Constitución mexicana, dentro del articulo 102, que encarga al Ministerio Público Federal el cuidado por una justicia pronta y expedita. Sin embargo, esta garantía no se refiere sino al fuero federal.

De vigencia más general es el artículo 17 de da Constitución, que dice que "los tribunales estarán expeditos para administrar justicia. . ." (Como observa tan justamente el Lic. Pallares en su DicciottMio, es dudoso si el sistema actual de vacaciones simultáneas de 10s funcionarios

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judiciales sea compatible con esta garantía constitucional de que la justicia sea "expedita").

Para la obtención de una justicia rápida, merece atención el princi- pio de concentración: sólo en caso de evidente necesidad debe admitirse k figura procesal de incidentes de previo y especial pronunciamiento.

9 ) Otra familia de principios procesales se agrupa alrededor del deseo de que el juez acerque lo que él declare verdad legol a lo que es o era la verdad red . Dicho deseo da lugar a los siguientes principio:;, que de- berían elevarse al rango de garantías constitucionales del proceso civil.

1) En primer lugar, se debe garantizar a las partes la fa!cultBd de aportar prutbas, dentro de términos realistas que constituyan un compromiso entre la comodidad de las partes y la necesidad social de rapidez. Como este principio se relaciona también con el re- quisito de la igualdad, ya hemos hablado de él. E n la Co:nstitucibn mexicana está garantizado mediante la interpretación del ar- tículo 14.

E n caso de transformarse esta garantía, ahora implícita en ias "formalidades esenciales'' del citado articulo, en un principio constitucional consagrado expess is verbis, seria útil smjetar su aplicación al deber de obrar con probidad.

Notemos aquí que para el juez debe ser indiferente cuál de las partes haya aportado una prueba determinada. Aun si el re- sultado de una prueba fuera contrario al interés del que ia ofreció, el juez está obligado, a pesar de esto, a tomar en cuenta las cir- cunstancias que aparecieron por el desahogo de dicha prueba (principio de adquisición procesal).

2) TambiGn es de importancia esencial el derecho de las partes de som*iter al jw sus opiniones finoles sobre los sucesos pr.ocesales. E s que el propio interés no sólo hace a veces ciego, sino también a menudo clarividente, y es en beneficio de una justicia realista el que el juez escuche, antes de dictar la sentencia, los alegatos de las partes (tratando de sustraerse en la medida de lo posible, a la influencia mágica del discurso estético, erudito o Iiumorís- tico) .

En México, este derecho de alegar, conio "formalidad esen- cial del procedimiento", está consagrado por el artículo 14 de la Constitución.

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3) Adeinás, para un máximo acercamiento de la verdad legal a la real, es necesario qeu los jueces estén profesionalmente capacita- dos, y moralmente a la altura de su delicada misión. El modo de

. . reclutamiento de los jueces es de tan esencial importancia, que uno se pregunta si este tema puede ser abandonado al legislador ordinario. En México, la Constitución fija sólo para los minis- tros de la Suprema Corte los requisitos que deben garantizar su capacidad profesional y moral (art. 95). A este respecto debe preguntarse, de paso, si el límite superior que fija este articulo para la edad de un ministro de la Corte, de 65 años, no es algo . bajo. Precisamente en funciones intelectuales -y más todavía en nuestra época de higiene y progreso tiiédico- una persona de 65 años puede rendir todavía un excelente trabajo. Pensemos en Einstein, Freud, Alfonso Reyes, etc., y recordemos que una de las más poderosas organizaciones del mundo occidental, la 1glesi.i Cattlica, es gobernada desde hace siglos por Papas y cardenales generalmente de edad avanzada. No es necesario que la sociedarl se prive mediante el sclics de poate del artículo 95, del beneficio de la actividad y de la acumulada experiencia de juristas mayores de 65 años; su juicio será a menudo más sereno del que solemos encontrar entre personas más jóvenes.

4) Pero aun el juez más capaz no dictará siempre sentencias justas, . . si no es independiente del Ejecutivo, y una primera condición de

esta independencia es la inamovilidad de los jueces, o sea el prin- cipio de que el juez, una vez nombrado, continuará funcionando dentro del poder judicial mientras observe buena conducta, y que su promoción no dependa de ningún otro poder.

Aquí los principios constitucionales del enjuiciamiento civil tienden un momento a confundirse con la parte orgánica de la Constitución, especialmente con el principio de la división de PO- deres: estamos en la frontera entre el campo jurídico y el político.

Se ha preguntado si la inamovilidad judicial es compatible . . con la soberanía del pueblo: ;no se le quita asi la libertad de

cambiar el personal judicial cuando lo desee? Ahora no poden~os entrar en esta cuestión, pero no creemos que debamos sacrificar necesidades obvias y concretas a dogmas abstractos. Sólo en casos extremos, de cambios rápidos de la ideología político-social del pueblo en general, podría quizás surgir una molesta contradic- ción entre el espíritu de los tradicionales funcionarios judiciales, y la tendencia general del pueblo; entonces el dogma de la so-

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beranía popular merecería probablemente la preferencia sobre el principio de la inamovilidad judicial. Pero en tiempos relativa- mente normales, este último principio deberia prevalecer.

Otra objeción contra la inamovilidad judicial es que ella "quita al Ejecutivo la posibilidad de sustituir elementos menos deseables por otros mejores". El argumento es débil: si la "in- deseabilidad" encuentra su causa en factores políticos o en una falta de complacencia judicial para con el Ejecutivo, entonces de- bemos defender la posición del juez contra el poder ejecutivo; y si la "indeseabilidad" se funda en factores profesionales y morales, un sistema de sanciones debe servir para reprimir la mala conducta del funcionario judicial, o en caso extremo, para privarle de su puesto, Siempre que el procedimiento sancionador otorgue ciertas garantias de imparcialidad y defensa al interesado, no es incompatible con el principio de la inamovilidad.

Dicho sea de paso, el principio de independencia se realizará todavía más plenamente si combinamos la inainovilidad con el sistema dc la "carrera judicial", por el cual la promoción s e hace más independiente del arbitrio y de la amistad de auto:ridades judiciales superiores, organizándose esta materia en la fornna más automática y objetiva que sea posible, a base de antecedentes y méritos profesionales, antigüedad y datos apuntados en la:; hojas de servicio.

E n relación con esta importante materia, la Constitucihn me- xicana no ofrece garantias completas. Sólo a los jueces federales otorga inamovilidad, abandonando al criterio de las entidades fe- derativas cómo ellas quieran organizar esta materia respecto de sus propios jueces locales. E l hecho de que sólo en pocos ESstados se haya consagrado el principio de la inamovilidad, y que inclu- sive encontremos un caso en que los jueces pueden ser sej~arados de su cargo en cualquier momento, por el Gobernador, demues- tra que una constitucionalización general de este importante prin- cipio no seria superflua. lo Pero aun los jueces federales y los del Distrito y los Territorios Federales, mencionados en la Cons- titución, no han recibido todos el privilegio de la inamovilidad.

E n cuanto a los jueces del Distrito y de los Territorios Fe- derales, la Constitución les niega expresamente (desde 1950) el

10 Para m á s detalles, Alberto Bremauntz, Por una justicia al servicio del pueblo (México, 195.5). p. 223.

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derecho de la inamovilidad (art. 73, fracción VI-4, última frase). El argumento en pro de la modificación de 1950 era que el am- biente, no siempre muy digno de la justicia del Distrito y de los Territorios, exigia que el Ejecutivo pudiera sustituir peritdicd- mente (cada seis años) al personal indeseable por elementos me- jores. Cabe preguntarse, con el Lic. Alberto Bremauntz, " si la responsabilización de dichos funcionarios, en el sentido adminis-. trativo, civil y penal, no seria una mejor solución que esta viola- ción del principio de la inamovilidad.

Pero aun en materia federal, la independencia de los jueces. no está reglamentada de manera ideal. E s verdad que sus sueldos no pueden disminuirse durante su encargo, conforme a lo dis- puesto en el artículo 94 de la Constitución. l2 También admitimos que el sistema de nombramiento de los ministros de la Suprema Corte (por el presidente con aprobación del Senado), a pesar de. la intervención del Ejecutivo, no es violatorio del principio de^ la independencia judicial, ya que ésta depende más bien de la si- tuación de los jueces durante su cargo que de la exclusión deL Ejecutivo respecto de su nombramiento. Pero lo que sí es peli- groso para la independencia judicial, es la facultad concedida al presidente, por la fracción XIX del articulo 89 de la Constitución, y detallada en el articulo 111 de la misma, de pedir al Parlamento. la destitución de algún juez federal o de algún juez del orden común del Distrito Federal y de los Territorios, alegando su "mala conducta". En primer lugar, el procedimiento fijado en la Constitución, para este caso, es muy sumario y no garantiza al afectado una defensa adecuada, ya que el presidente le oirá sólo. en lo privado; fuera de esta audiencia ante el tribunal de con- ciencia, la Constitución no prevé una posibilidad de defensa. Además, por la preponderancia fáctica del Ejecutivo sobre la Legislatura, es dificil que el presidente no obtenga la simple mayoría prevista por el articulo 111. Afortunadamente, la Ley de Responsabilidades de 1939 mejora este sistema, obligando al.

11 Alberto Bremauntz, op. cit., p. 89.

12 Curiosamente, el articulo 127 de la Constitución prohibe, además, que las salarios de los ministros de la H. Suprema Corte se aumenien durante el período en que ejerzan su cargo, disposición difícil de justificar. Especialmente en épocas de gradual desvalorización de la moneda, dicha prohibkión es incompatible con l a inamovilidad judicial.

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presidente para que funde y motive su petición, y otorg:ando al funcionario en cuestión la facultad de defenderse ante la (Cámara de Diputados. Pero, de todos modos, constitucionalmente la inde- pendencia judicial no está suficientemente garantizada mientras subsista el articulo 111 en su forma actual. Además, debe obser- varse que el término de "mala conducta" es de una vaguedad ob- jetable. ¿Comprende también la mala conducta política? .[Dónde termina la falta leve y comienza la "mala conducta"? Esta va- guedad hace todavía más significable la ausencia de una garantía constitucional de defensa ante el Parlamento.13

Aquí debe observarse, finalmente, que muchas veces iin juez preferirá renunciar a su cargo antes que ser trasladado a alguna ciudad de provincia. Por lo tanto, cuando se reglamente constitu- cionalmente el principio de la inamovilidad, éste deber.á com- prender la prohibición de que un juez pueda ser trasladado, por instrucciones del Ejecutivo, a un lugar fuera de la circunsc:ripción territorial donde ejerza sus funciones. Respecto de los jueces federales, esta prohibición está confirmada por el segundo inciso del articulo 97, que otorga un poder exclusivo a la Suprem:a Corte para ordenar tales cambios.

5) En cuanto a la independencia del juez respecto de los litiigantes, puede considerarse como "formalidad esencial de procedimiento". que en caso de evidente amistad, enemistad o interés prol?io por parte del juez, sea posible la recusación. Pero más peligrosa que esta dependencia evidente, es la oculto, nacida de dádivas o pro- mesas. Para combatir ésta, es necesario que el juez esté :razona- blemente bien remunerado por el Estado, ya que un buen sueldo no sólo disminuye el impacto de la tentación, y aumenta la efi- cacia preventiva de la amenaza de ser destituido, sino que, ade- más, presenta al Estado una mayor oferta de candidato:$ entre los que se pueda seleccionar a los más competentes y a llos que más garantías ofrezcan respecto de su moralidad.

Desgraciadamente, en un mundo de inestabilidad monetaria, como la actual, es imposible que la Constitución garantice un de- coroso nivel de vida a los funcionarios judiciales. E n relación con lo anterior debe observarse todavía que la seguridad económica no depende únicamente del sueldo, sino también de un :sistema

- 13 Véase Alberto Bremauntz. op. cit., PP. 68 y ss.

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de seguridad social respecto de enfermedades, y de una generosa política de jubilaciones por vejez e invalidez.

Este principio de independencia judicial da también lugar a la prohibición de que los funcionarios de justicia desempeñen otros empleos públicos o privados, o que ejerzan libremente la profesión, una consecuencia consagrada -por lo que se refiere al poder judicial federal- por el articulo 101 de la Constitución mexicana.

6) Inclusive jueces capaces e independientes, necesitarán a menudo un estimulo para que ofrezcan a la sociedad el beneficio de su capacidad e independencia. Tal estimulo puede resultar en parte del sistema de ascensos; pero más eficaz será generalmente la solución simétricamente opuesta: la responsabilización civil, penal y administrativa, sin que ésta infrinja la independencia del juez. La Constitución mexicana ofrece una base para este principio en sus artículo 108-114, de los cuales acabamos de objetar el 111, por el excesivo poder latente sobre el juez que concede dicho precepto al Ejecutivo. Además, uno se pregunta si el articulo 113 no manifiesta una prudencia excesiva, cuando limita la posi- bilidad de exigir responsabilidades por delitos y faltas oficiales, al periodo del encargo y a un año más, tan sólo.

7) Otro factor procesal que sirve a la vez de estimulo y de control respecto de la actuación de los jueces, es la publicidad de las audiencias. Sin embargo, es dudoso si este principio merece ser elevado al rango constitucional.

Se le critica a menudo, atribuyendole la tendencia hacia efec- tos retóricos, y afirmando que por la publicidad, la discusión de los proyectos "se alarga y se encona bajo el influjo de la pre- sencia del público". "

La Constitución mexicana garantiza la publicidad respecto de las audiencias de la Suprema Corte (art. 94).

A este propósito observamos, empero, que el desahogo de las pruebas debe hacerse públicamente, conforme el articulo 10 de la Declaración de los Derechos del Hombre; pero en cuanto a los alegatos y a la discusión y votación de proyectos de sen- tencias, repetimos que es problemático si la doctrina aconseja, o la práctica recomienda la publicidad. De todos modos, es evidente

- 14 Véase Felipe T e m Ramirez, op. &t., p. 381.

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que ésta nunca puede convertirse en principio absa1ul.0, y que deberán sicmpre permitirse limitaciones en interés de la moo l y dcl orden público, restringiéndose, además -como (iucede en Alemania- cuando exista peligro de que se divulgueri secretos industriales o comerciales.

8 ) E s este el lugar de subrayar la importancia del principio de in- mediación, en el sentido de que el desahogo de las pruebas sc realice en presencia del juez. Ces t le ton qui f&t la musiqw, y pequeños matices en el desahogo de la prueba confesional o de la testinionial pueden ser indicios importantes para un buen ob- servador y contribuir a la formación de la convicción judicial o, cuando inenos, impulsar al juez para que haga determinadas prc- guntas. E s importante que el juzgador forme su criterio a base de un contacto directo con la viva realidad y no apoyfindose en un expediente. Consúltese a este respecto la deliciosa historia de Anatole France, Monsicur Thomas, para darse cueuiia de las transiormaciones que sufre fácilmente un testimonio cuando se le rrgistra en el expediente, aun en el supuesto de la más per- fecta buena f e por parte del funcionario judicial en cuestión.

Ya el "divino Adriano" aconsejaba, según Ca1isl:rato (D. 22.5-3.3) que los jueces deben fijarse más en los testigos que en los testimonios; esta formulación es ciertamente algo exagerada, pero de todos modos ilumina la enorme importancia <'le la per- sonalidad del testigo para el valor que a su declaración debe atribuirse. > Y cómo puede formarse una idea fundada de tal per- sonalida<l, si no se ve más que un extracto de su declaración, condcnsado por el secretario del juzgado?

9 ) Finalmente queremos llamar la atención sobre el rerluisito de que rl juez sea objetivamente competente. Se trata de una ga- rantía básica para una justicia, no sólo más ordenada, sino tam- bi6n más imparcial, ya que así se evita que el actor pueda llevar rl pleito en cuestión ante un juez que sea amigo suyo o que sea niis fácil de influir.

A este respecto, observamos que una buena legislación or- dinaria deberá evitar que los actores tengan la posibilidad de escoger entre varios jueces de rango igual, antr quienes puedan ejercer su derecho de acción.

10) E n cuanto al dogma de la no-retroactividad: éste encierra dos principios íntimamente ligados, y que, sin embargo, deberíamos distinguir

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con más precisión de lo que se suele hacer. El primero es el de la no aplican'ón de nuaias leyes a actos realizados anteriormente o lo r e f o w legd. A este respecto, dicho dogma tiene plena validez en el terreno pro- cesal, y tiene c a o una de sus consecuencias que fases procesales, váli- damente terminadas bajo el régimen de la ley antigua, deben conservar su validez después de que la nueva ley haya entrado en vigor, consecuen- cia evidente del principio de la economía procesal, y de especial impor- tancia en los paises de justicia lenta, en los cuales la cantidad de pro- cesos en curso es más grande de lo que se'ria, ceteris paribus, bajo un. sistema jurisdiccional más expedito.

Pero dentro de dicho dogma de la irretroactividad, se engloba Iia- bitualmente un segundo principio: el de la no aplicnción de numas normas jzm'dim o relaciones juddicm en curso. Este principio no se impone con la misnia evidencia que el primero. De la irretroactividad en su primera acepción, se puede admitir la afirmación del ministro Chico Goerne: que la respetaremos mientras no sucumbamos bajo la influencia del totali- tarismo. '6 Pero en su segunda significación, el buen sentido exige que dicho principio sufra una serie de excepciones y limitaciones. Cuando el legislador impone una reforma, es porque opina que las nuevas normas son mejores que las antiguas; en tal caso, creerá también que sea una ventaja social que el nuevo sistema se aplique inmediatamente, inclusive a relaciones jurídicas nacidas dae actos y hechos anteriores a la reforma. Para brindar un ejemplo evidente: cuanto una reforma legal abole la esclavitud, esta abolición no se limitará a prohibir para lo porvenir que seres humanos caigan en esclavitud, sino también terminará con la "es- clavitud en curso".

E s muy dudoso si el articulo 14 de la Constitución mexicana incluye en su concepto de retroactividad también la inmediata aplicación de nur- vas leyes a relaciones jurídicas en curso. Si es así, entonces debemos reconocer que nuevas leyes procesales no deben aplicarse a procesos en curso. Excluir la materia procesal de la prohibición contenida en dicho artículo, no sería permitido: la ley no establece distinciones, por lo tanto tampoco puede hacerlo el intérprete.

Pero si entendemos que el primer inciso del articulo 14 utiliza el ambiguo término de "rctroactivo" sólo en su primera acepción, entonces

15 Véase la exposición sobre la irretroactividad en materia procesal liecha por el ministro Chico Goerne en la sesión plenaria de la H. Suprema Corte en que E resolvió el problema del cómputo de los términos para declarar el sobreseimiento cn el amparo por falta de promoción o actuación: "Foro de México", 43. 44 y 45.

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ninguna norma constitucional se opone a la inmediata aplicación de una nueva ley procesal a los litigios en curso, lo cual crearía una situación legal muy deseable, por las siguientes consideraciones.

1) Debe suponerse que la nueva ley procesal es mejor que la anterior, y debe procurarse que no se retarde su aplicación general;

2) En el Derecho substantivo, la inmediata aplicación de nuevas leyes a relaciones en curso puede dar resultados injustos, y a q u e se quita al ciudadano la previsibilidad de las consecuencias de su actividad jurídica. Pero en el Derecho procesal, en cambio, esta consideración es poco convincente, puesto que no celebramos nor- malmente, nuestros negocios jurídicos, pensando ya en lar; conse- cuencias procesales que resultarán en caso de futuro conflicto.

Por lo tanto, ninguna razón dogmática se opone a la inme- diata aplicación de nuevas leyes procesales a procesos que estén en trámite, con algunas restricciones, como la de que para actos anteriores a la reforma, que sólo pudieran probarse por medios procesales entretanto derogados, debería admitirse el régitr~en pro- batorio vigente en el momento de presentarse la demanda, o qui- zás inclusive en el momento de celebrarse el acto.

Afortunadamente, el legislador mexicano parece haber ad- mitido, en la práctica, que b prohibición constiturional de re- troartiuidad no impide la aplicación de nuevas leyes a re.lariones en curso, limitando por lo tanto el concepto de "retroactividad" a la primera de las dos acepciones arriba apuntadas. Así encon- tramos, por ejemplo, en los artículos transitorios del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito y los Territorios Fede- rales, que las apelaciones contra fallos que se dictaran en niegocios pendientes en primera instancia, se sujetarán a las nuevas leyes (art. 2) , y que las instancias en curso sólo continuarán bajo el régimen del antiguo código, hasta por un plazo máximo de cuatro u ocho nieses (arts. 9 y l l ) , transcurrido el cual el 1ii:igio se someterá al arbitraje. Además, encontramos allí que los sindicas, interventores o albaceas ya nombrados al entrar en vigor e'l nuevo código, deberán garantizar su manejo conforme las nuevas nor- mas, recibiendo para ello un plazo de dos meses (art. 6, :7 y 8). niientras que en materia de términos para interponer re:cursos, que corrieran al entrar en vigor el nuevo código, se da la prefe- rencia a la norma que establezca el plazo más largo (art. 4), lo cual equivale en algunos casos a una inmediata aplicación de nue-

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vas normas a situaciones en curso y en otros a una prolongación de la vigencia del código antiguo dentro del periodo de vigencia del nuevo.

Resumiendo: una nueva ley procesal debe dejar intacto lo válidamente actuado bajo el régimen de la ley anterior, pero es constitucionalmente admisible su aplicación inmediata a la con- tinuación de relaciones procesales en curso.

11) Antes de pasar al próximo tema, queremos recordar que existen varios principios más en relación con el proceso, que según la opinión particular de cada uno pueden considerarse o no de importancia tal que merezcan ser anclados en la Constitución.

Como uno de ellos mencionaremos el principio de dzptación, que exige al legislador el establecimiento de varias formas de según la índole del litigio (contrariamente a lo que sucede, por ejemplo, en el procedimiento civil federal).

12) Sentencia y Constitución-Habiendo hablado de la acción y del proceso, debemos decir ahora algunas palabras sobre la sentencia.

1 ) Como primer principio fundamental, encontramos la prohibición de que el juez se sustraiga al deber de pronunciar sentencia (ex- cepción hecha de la excusa por causa justificada, prevista en la ley para cuando la imparcialidad judicial corra peligro en algún caso concreto). La facultad que tenia el juez romano de declarar lacónicamente sibi non liquere, ha desaparecido -afortunadamen- te- en le Derecho moderno. Por otra parte, como en la práctica sucede con frecuencia que realmente non liquet, dicha proposición debe completarse con la posibilidad de impugnar las sentencias, principio al cnal nos referiremos en seguida.

2) Queremos, además, advertir que el juez, más que Pefre inonimé cbe Montesquieu, es & boucke qui prononce les paroles de la loi, de tal modo que, en general, debe valorar No torna automática- mente la manivela de la máquina legal, sino que debe buscar la justicia del caso concreto, la solución equitativa, dentro del frame- wovk legal. E n esta delicada tarea intervienen tantos momentos subjetivos, que el juez inicial no debería tener la última palabra, y creemos que un sistema de control jerárquico es uno de los principios fundamentales que se relacionan con la sentencia. Sin embargo, la economía procesal nos obliga a limitar esta garantía a los casos en que el interés particular no sea desproporcionado

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con la n~olestia que sufra el aparato judicial por esa tarea de control. E n México, esta garantía de poder recurrir está proba- blemente incluida en las "formalidades esenciales del proceso" del articulo 14 constitucional, y creemos que una 1egisl:ltura local que limitara a una sola instancia la tramitación de rec'lamaciones judiciales de carácter civil y de cuantía considerable, violaría la Ley fundamental del pais. l8

3 ) Además, es un requisito esencial de la sentencia, que ésta sea motivada y fundada: así se podrá combatir el pelicro de la ar- bitrariedad judicial y se facilitará la tarea de los juitces de la próxima instancia. Desde la valiente lucha de Filangiero por el triunfo de este principio, se le admite generalmente en la práctica y en la doctrina.

Entre nosotros, este importante requisito está alortunada- niente consagrado constitucionalmente por el articulo 16, que dis- pone que "nadie puede ser molestado en su persona, familia, do- micilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandainiznto cs- crito de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento".

4 ) También es un principio importante, relacionado con la sentencia, que ésta contenga disposiciones sobre cada u n a d e las cuestiones debatidas, pero también exclusivamente sobre ellas (principio de congruencia entre sentencia y litis). La violación del primer requisito haría ilusorio el deber del juez de pronunciarse respecto de los pleitos que se le hayan sometido; la violación del segundo requisito pondría en peligro el principio de la igualdad y el del acercamiento de la verdad legal a la real, ya que entonces la sen- tencia contendría decisiones sobre puntos no suficientemente ilu- minados mediante la actividad probatoria de las partes y mediante los alegatos. Ne eat judex ziltra petita partium, y jzidex srcundun~ allegata ot probata decidere deber son conocidos aforismos de la antigua sabiduría jurídica, en que se condensa este último prin- cipio.

5 ) Añadamos a lo anterior, que se aumenta considerablemente el valor práctico de las sentencias, cuando se exige que el juez fije

- 16 Couture, siguiendo a este respecto la jurisprudencia norteamericana, niega

que la posibilidad de recvrso sea un elemento esencial del procedimiento judicial. Véase para esta cuestión su citada obra El debido groceso.

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en ellas el modo de cumplimiento de las mismas. Mediante un alto grado de precisión en las instrucciones que dirija el juez a las partes respecto de este punto, se evitará en muchos casos la ne- cesidad de que un procedimiento ejecutivo siga a la sentencia, de manera que este requisito se relaciona íntimamente con el prin- cipio de econonlía procesal.

Inútil decir que la sentencia no debe sufrir de contradicciones entre sus diversos elementos (firincifiio de congruencia interno).

6) Finalmente, debe considerarse como una garantía esencial, rela- cionada con la sentencia, que ésta no contradiga ni la letra, ni la interpretación jurídica ni tampoco el espíritu de la legislación, principio consagrado por el Último inciso del artículo 14 de la Constitución mexicana, que dispone: "En los juicios del orden civil, la sentencia definitiva deberá ser conforme a la letra o a la interpretación jurídica de la ley, y a falta de ésta, se fundará en los principios generales del derecho".

1 3 ) Priwipios báSicos de lo ejecución. También la fase de eje- cución debería ser circundada de garantías constitucionales. No debe subestimarse la importancia de este tema: muchas veces las dificultades y las injusticias se presentan después de la sentencia. Además, para la buena reputación de la justicia en un país, no basta con que las sentencias se dicten con rapidez y rectitud, sino que debemos procurar que estas no sean seguidas de una fase ejecutiva lenta y con evidentes posibilidades parainjusticias y chicanas: no debemos naufragar a la vista del puerto.

También debe tomarse en cuenta que un sistema de ejecución que sea realista, justo y rápido, facilita la práctica crediticia, y ayuda a com- batir el fenómeno de la usura, divulgado entre las capas humildes de la sociedad mexicana.

Si añadimos todavía la consideración de que la ejecución se presta más fácilmente a abusos en el ambiente complicado y menos vigilable de una sociedad industrializada, se comprende que en un país que está des- arrollándose tan rápidamente, como el México actual, deba dedicarse es- pecial atención al problema de la ejecución.

Los siete principios básicos de la ejecución civil son:

1) que los particulares no ejecuten sus derechos por propia mano;

2) que la ejecución se haga en los bienes del deudor, no en su persona :

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3) que la ejecución proporcione con rapidez los fondos liquidos su- ficientes para la satisfacción del acreedor (un principio que Jeager llama de satisfarciún ntáxima) ;

4) que se eviten pérdidas indebidas para el deudor (principio dc sacrificio mínimo) ;

5 ) que se tomen en cuenta los intereses de la sociedad;

6) que se respeten los derechos de terceros;

7) que no se prive al deudor indigente de lo estrictamente necesario para el sustento de si mismo y de su familia.

a d l . El primer principio está sancionado por el articulo 17 de la Cons- titución, cuya segunda frase reza: "ninguna persona podrá ha- cerse justicia por si misma ni ejercer violencia para reclamar su derecho".

Esta pérdida de la facultad de hacerse justicia por propia mano esta compensada, en la sociedad moderna, por la disponi- bilidad de una justicia estatal, pero la lentitud o parcialidad de ésta provoca a menudo un regreso ilegal hacia la jcisticia por propia mano.

ad 2. El segundo principio, perfeccionan~iento de lo disput.sto en la Ley Potltelia Papiria, está consagrado en la primera frase del artículo 17 de la Constitución, que reza: "Nadie puede: ser apri- sionado por deudas de carácter puramente civil" (algo que varios países, entre los cuales uno tan indiscutiblemente culto, como Inglaterra, todavía no han querido reconocer).

Una consecuencia de este principio es que el arresto como vía de apremio no es aplicable al procedimiento ejecutivo res- pecto de sentencias civiles (tomó LXIX, pág. 3820, Jurisprudencia de la Suprema Corte).

ad3. Este principio y los dos siguientes se contradicen recíprocamente. A menudo la rapidez del cobro sólo puede obtenerse a costa de un remate, realizado en un momento de baja temporal de los precios, en cuyo caso el principio de satisfacción máxima se cn- cuentra en oposición al de sacrificio mínimo. En otiros casos, cuando se deja subsistir, mediante una ingeniosa reorganización financiera, una empresa quebrada que forma un importante es- labón en la producción nacional o que emplea gran cantidad de obreros, se sacrifica frecuentemente el principio de la satisfa,

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ción máxima al interés de la sociedad. Todo lo que el constitu- yente puede hacer, en este caso, es recomendar al legislador que tome en cuenta estos tres principios, abandonando al buen sentido del Parlamento y d e n t r o del marco legislativo- al sano cri- terio del juez, encontrar un equilibrio entre el interés del acreedor, el del deudor, y el de la sociedad.

En caso de evidente desacierto, la ley o la sentencia en cues- tión podrían tacharse de anticonstitucionales, y su aplicación con- creta podría paralizarse (tratándose de ley, sólo para el caso con- creto), mediante el juicio de amparo.

d . 4 . Por lo que se refiere al cuarto principio, podemos remitir a lo dicho sobre el anterior. Sólo queremos añadir que en interés del deudor, la Constitución debe disponer que la venta de bienes embargados se haga públicamente y con intervención de un fun- cionario público competente o un notario. En tal disposición en- contraríamos la natural prolongación del justo canlino, iniciado por la prohibición del pacto comisario, acierto legislativo del Emperador Constantino.

d5 De nuepo nos referimos a lo dicho respecto del tercer principio.

ad 6. Este principio, tan evidente a primera vista, ofrece algunas difi- cultades en la práctica Pensemos en el caso frecuente de que fábricas o iuáguinas se coloquen a nombre de la esposa del patrón, celebrándose luego contratos de arrendamiento con la empresa en cuestión, con el fin de salvar estos objetos si se presentaran difi- cultades de índole laboral. Sin embargo, el problema de la lucha contra la simulación antilegal o antisocial no concierne al cons- tituyente, sino al legislador o al juez.

ad 7. Este principio encuentra una confirmación parcial en la octava fracción del artículo 123 de la Constitución mexicana, que dis- pone que el salario mínimo sea inembargable, y en la fracción vigésimo octava del mismo artículo, que determina que también el "patrimonio de la familia" no puede sujetarse a embargos. La extensión de esta protección constitucional a pensiones ali- menticias (eventualmente hasta el límite del salario mínimo) y a los utensilios de trabajo, propiedad de artesanos, confirmaría un principio de justicia social que, afortunadamente, el legis- lador ordinario ya ha reconocido repetidamente.

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14) Conclusiones. 1 ) E s evidente la tendencia de que constituciones modernas añadan a su parte orgánica y a sus garantía~, indivi- duales, una serie de normas que, sin ser derechos funda~nentales del individuo, limitar1 la libertad del legislador ordinario para reglamentar determinadas materias

2 ) Esta niieya clase dc normas impone a los especialistas de cada rama del derecho la responsabilidad de elaborar los principios básicos de la ~ i~a te r ia de su especialidad, para que éstos puedan ser elevado> al rango de principios constitucionales.

3) En cuanto al derecho procesal, estos principios básicos giran al- rededor de los cuatro conceptos siguientes: acción, proceso, sen- tencia y ejecución.

4 ) Los principios fundamentales de la acción son:

o ) que el derecho de acci6n sea correlativo a un deber por parte de la autoridad judicial de admitir la denianda, siempre y cuando ésta reúna ciertos requibitos fijados en la 1q:islaciÓn ordinaria ;

b) que, ciiarido estos requisitos incluyan un afianzamiento de los gastos y costas que se causen a la parte demandada, o un pago de determinado? "derechos", la legislación ordinaria establezca un sistema de exenciones por indigencia.

5 ) Los principios fundamentales del proceso son:

a ) Igualdad de las partes, mediante

a') prohibición de diferenciacionrs basadas en consideracionei de clase, religión, color político, raza;

b') prohibici6n de tribunales ad hoc;

c') notificación y emplazaniiento del demandado, y oportuni- dad para éste de ofrecer y desarrollar pruebas en pre- sencia del juzgador mismo. ? de presentar alegatos, ob- servando en ello un grado razonable de probidad.

8) disponibilidad de defensores de oficio para los pobres;

e ' ) un sistema de control sobre la rapidez en la tramitación de los litigios;

b) Acercamiento de la verdad legal a la verdad real, mediante

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a') razonabilidad del sistema probatorio;

b') oportunidad, para ambas partes, de alegar;

c') precauciones para que los jueces sean profesionalmente capaces, independientes del Poder Ejecutivo y de intereses privados, y moralmente a la altura de su función;

8) responsabilización civil, penal y administrativa de los fun- cionarios judiciales;

e') publicidad en el desahogo de las pruebas;

f') competencia jurisdiccional del juez;

c ) firmeza de derechos procesales adquiridos, en caso de re- formas legales.

6) Los principios fundamentales relacionados con la sentencia son:

a ) que el juez esté obligado a dar una decisión;

b ) que las sentencias sean fundadas y motivadas, y que indi- quen el modo de cumplimiento;

c) que las sentencias versen sólo sobre los puntos debatidos, comprendiendo, empero, cada uno de los temas de la litis;

d ) que sean apelables cuando el objeto del proceso tenga cierta importancia, sea por su cuantía, sea por su repercusión sobre el bienestar moral o familiar de los interesados;

e ) que se ajusten al texto expreso de la ley, a su interpretación jurídica o al espíritu de ella.

7 ) Los principios relacionados con la ejecución que merecen rango constitucional, son :

a ) prohibición de la justicia por propia mano; 6) ejecución en los bienes, y no en la persona del deudor, tra-

tándose de litigios puramente civiles; c ) publicidad del remate de bienes embargados, con intervención

de funcionarios competentes o de un notario; d ) cierto bmeficium competentiae a favor de los menesterosos,

que comprenda cuando menos el salario mínimo y pensiones alimenticias hasta el nivel del salario mínimo; y tratándose de artesanos, exclusión de los utensilios de trabajo de la categoría de bienes embargables ;

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e ) un equilibrio entre el principio de satisfacción mhcima, el de sacrificio mínimo y los intereses de la sociedad.

8) Muchos de estos principios ya se encuentran en la Con~ititución mexicana, sea en forma expresa (a veces dispersos entre las "garantías individuales", y a veces englobados en la parte orgá- nica), sea en forma más o menos oculta, como resultado de la interpretación del elástico artículo 14.

15) Sería interesante examinar qué modificaciones deban aportarse a la lista de principios sugeridos en el presente articulo y cómo podría formularse un proyecto para uno o más artículos constitucionales (que se colocarían de preferencia fuera del capítulo de las "Garantías indivi- duales"), g que fijarían en forma sistemática las bases que d legislador ordinario debería observar cuando reglamente la ~nateria del e:njuicia- miento federal o del enjuiciamiento en el Distrito y los Territorios Fe- derales.

Seria cuestiói~ de ver hasta qu t grado tales normas constitu<:ionale:. podrían extenderse hasta el rnjuiciainiento en los Estados, sin violación del sistema federal.