Construyendo organización y conciencia de clase N° 2

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N°2 - Febrero - 2008 CONTRIBUCIÓN A LA DISCUSIÓN ACERCA DE LA CONDUCCIÓN Y CONSTRUCCIÓN POLÍTICA PAG. 01 LA CONSTRUCCIÓN PERMANENTE DE UNA DIRECCIONALIDAD DEL PUEBLO PAG. 10 DESARROLLO DE LA ORGÁNICA EN LOS ESPACIOS DE CONSTRUCCIÓN PAG. 16 HACIA LACONSTRUCCION DE LOS PIES DEL PUEBLO PAG. 21 trabajadores de la ciudad y el campo, pobladores, estudiantes… ¡Uníos! construyendo Organización y Conciencia de Clase

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Índice: 1.- Contribución a la discusión acerca de la conducción y construcción politica. 2.- La construcción permanente de una direccionalidad del Pueblo. 3.- Desarrollo de la orgánica en los espacios de construcción. 4.- Hacia la construcción de los pies del Pueblo.

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N°2 - Febrero - 2008

CONTRIBUCIÓN A LA DISCUSIÓN ACERCA DE LA CONDUCCIÓN Y CONSTRUCCIÓN POLÍTICA PAG. 01 LA CONSTRUCCIÓN PERMANENTE DE UNA DIRECCIONALIDAD DEL PUEBLO PAG. 10

DESARROLLO DE LA ORGÁNICA EN LOS ESPACIOS DE CONSTRUCCIÓN PAG. 16 HACIA LACONSTRUCCION DE LOS PIES DEL PUEBLO PAG. 21

trabajadores de la ciudad y el campo, pobladores, estudiantes… ¡Uníos!

construyendo Organización y Conciencia de Clase

construyendo conciencia y organización de clase

Revista elaborada en la Octava Región por un grupo de trabajadores,

estudiantes, pobladores artistas populares y ambientalistas,

como contribución al debate político, ideológico, fraterno y democrático

en el seno del pueblo politizado.

[email protected]

trabajadores de la ciudad y el campo, pobladores, estudiantes… ¡Uníos!

CONTRIBUCIÓN A LA DISCUSIÓN

ACERCA DE LA CONDUCCIÓN Y CONSTRUCCIÓN POLÍTICA

(Las fotografías de este articulo corresponden a las movilizaciones de los trabajadores textiles de Tomé, de fines del año pasado).

CONTRIBUCIÓN A LA DISCUSIÓN ACERCA DE LA CONDUCCIÓN Y CONSTRUCCIÓN POLÍTICA

(O DEL MOVIMIENTO POPULAR Y EL PARTIDO)

1.- MOVIMIENTO POPULAR

El primer número de esta Revista discurrió sobre la base de un diagnóstico, más o menos compartido por la Izquierda chilena, esto es: La Desconstitución del Movimiento Popular en nuestro país. Es éste el presupuesto básico sobre el que se arma todo el edificio que se presenta en el mencionado primer número. Sobre dicha base o presupuesto se afinca una primera consecuencia, que le es inherente: la necesidad de la Reconstitución del Movimiento Popular, clasista, en Chile.

Las tesis que se proponen en el referido primer

número son: a) Que los Colectivos, como organizaciones, no

son la expresión política ni social de la clase, y que en las condiciones históricas actuales ya han dado lo máximo que podían, y

b) La necesidad histórica de la Convergencia. Dichas tesis tienen como base los mencionados

presupuestos y sólo se entienden sobre ella. A partir de dicho diagnóstico, esto es, la desconstitución, es preciso establecer, como continuación lógica, qué significa, a grandes rasgos, que el Movimiento Popular esté desconstituido hoy1.

La Desconstitución Social no es, para

decirlo en sentido negativo, la fragmentación del Sujeto Social. La fragmentación supone fragmentos, trozos de Movimiento Popular, es decir, algo que existe, pero que está dividido, mutilado y al que hay que unir. Por ejemplo, el Movimiento del Pueblo chileno arrasado por el Golpe de 1973 y la Tiranía. Dicho Movimiento existía y se venía constituyendo, construyendo así mismo, desde mediados de los años 30 y alcanzó su clímax, su tope, durante los años de la Unidad Popular, presentando incipientes caracteres de constitución de Poder Popular.

Con posterioridad al Golpe, dicho Movimiento

seguía existiendo, pero tenía una característica: estaba ralentizado, fragmentado, había que reunirlo en sus trozos dispersos, en pocas palabras había que unirlo y conducirlo. 1 Dentro de la mencionada desconstitución del Movimiento Popular se pretende, por supuesto, incorporar al resto de los “sub-movimientos”, tales como: Movimiento estudiantil, de trabajadores, poblacional.

Esto fue lo que ocurrió luego de los años 82 y 83, en los que se presenta una reunión de acción y conciencia del Pueblo chileno, conducido por organizaciones de carácter popular y con una historia reconocida por él. Hablamos del MIR, del PC (incluyendo al Frente) y fracciones Socialistas (Es necesario, sin embargo, tener presente la diferencia ideológica entre estas organizaciones). Este ascenso de la conciencia del Pueblo fue, a larga, cooptado por la idea del fin de la Dictadura y el mero retorno a la democracia burguesa.

Con posterioridad al plebiscito de 1988 y el

retorno a la democracia parlamentaria, el Movimiento de los pobres se desconstituye, es decir, se deshace, deja de existir. Es cooptado en forma total, material y subjetivamente por el Neoliberalismo2. Esto se expresa muchas veces con el término atomización del Movimiento, término que en el fondo yerra, por lo antes dicho, a menos que se entienda como una forma de decir que es tal la desconstitución popular que llega hasta el mero individualismo (unidad mínima de existencia de la población y manifestación de su destrucción subjetiva como Pueblo, es decir, de su desconstitución). La existencia de un “movimiento poblacional”, como se ha querido proyectar por

algunos, basado en la demanda por el no pago de las gravosas hipotecas de las casas de los más pobres, ya sea del SERVIU o de la Banca privada, no deslegitima este

2 Además de la masacre de las orgánicas revolucionarias, por parte del Estado contrainsurgente, es necesario indicar la alienación cuasi-completa del Pueblo por la moral y conciencia de la ideología Neoliberal. El Movimiento Popular es sustituido por el “Movimiento Burgués” y el Pueblo va tras los ideales neoliberales.

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punto de vista, toda vez que dicho “movimiento” a pesar de provenir de sectores populares y de pelear una lucha justa, es limitado en sus objetivos de clase, tiene una condición de lucha económica no clasista, y posee como norte, en su mayor parte, la mera respuesta estatal burguesa.

Por lo anterior, la respuesta (y la propuesta) estratégica, desde un punto de vista político-social revolucionario, que se debe ofrecer a un Movimiento desconstituido es diferente en grado sumo a la que se debe dar a uno fragmentado. No es posible plantear, por ejemplo, la misma respuesta que se dio a la crisis económica de comienzos de los años ochenta y al desarrollo de movimiento popular de aquél entonces.

2.- CONSTRUCCIÓN VERSUS CONDUCCIÓN.

A partir de esta introducción básica es que hay que abordar el tema de la Conducción política versus la Construcción política, conceptos que se han levantado como posiciones antagónicas en el campo Popular chileno3. Es así como en la actualidad, estas dos proposiciones se presentan como dos opciones de camino político que se excluyen mutuamente. Así se expresa en la mayoría de las intervenciones que los luchadores político-sociales hacen cada vez que surge el tema de ¿QUÉ HACER?, ¿Cuál es el deber del revolucionario hoy?

Ahora bien, ¿qué se entiende hoy, “COMÚNMENTE”, por

Construcción político-social? Se entiende como la creación, desde la bases, de un Movimiento, acompañado de una organización de nuevo tipo, que no repita los viejos errores (“el dogmatismo marxista-leninista”), que se abra en definitiva a la apreciación de lo Nuevo, de la moderna

3 Situación que, desde el año 2000, se ha manifestado con inusitada fuerza en el debate de la izquierda chilena, incluyendo tanto a los sectores reformistas como a los revolucionarios.

realidad del Siglo XXI, con una reivindicación patente del espontaneísmo en la lucha social.

Por su parte, la Conducción político-social

pareciera ir por el camino de la generación de una organización (orgánica) correctamente estructurada, a la manera clásica, que sepa leer los signos de los tiempos (armada de una correcta ideología) y que sea capaz de arrastrar tras de sí a la mayor cantidad de masa posible. Plantear lo contrario, según esta postura, aparece como la negación del papel conductor de la vanguardia, del Proletariado conciente y es dejarse llevar por las corrientes anarquistas, posmodernas y oportunistas que viven hoy su hora feliz. (Planteamiento de un sector de la izquierda revolucionaria). Los sectores reformistas, por su parte, señalan que la “construcción” que han llevado a cabo los sectores más radicales de la izquierda chilena después del año 1988, no han dado resultado alguno que valga la pena considerar, por lo que la única vía con factibilidad de llevar al Poder a los trabajadores y pobres en general, es el camino de la inclusión en el medio electoral burgués, desde donde llevar a cabo una serie de reformas en pro de ellos. La construcción se revela a la larga, según ellos, como un medio ultra democrático, absurdo, que deviene en obstáculo para la llegada al Poder. Así lo plantea, por ejemplo, el Partido Comunista, La Surda o Fuerza Social4.

La respuesta a esta divergencia, como puede

verse de inmediato, no es sólo valórica, subjetiva5, sino que también reviste caracteres científicos, históricos e ideológicos, desde donde hay que abordar este problema.

Como primer acercamiento a la resolución

de esta divergencia (Construcción versus Conducción), es necesario indicar con precisión que, en términos absolutos, estas tesis de trabajo político no se excluyen de manera total. Es decir, no existe la una sin la otra. Por el contrario, se vinculan, se influyen mutuamente, y plantearse de modo contrario (la desvinculación extrema) es simplemente hacer gala de una incomprensión grave de la realidad social. En la Historia no se registran casos de mera conducción o construcción aislada de la conducción.

La comprensión de la realidad social y

política de manera superficial, lleva en reiteradas

4 Estas organizaciones, mayoritarias en la izquierda organizada, muy minoritarias en el concierto electoral, entienden el Poder, como su poder, como su permanencia en el poder. Hoy no se plantea la antigua faceta del reformismo en que se buscaba la llegada del Socialismo por vía estratificada o escalonada, más bien se pretende una incierta humanización del Capitalismo, sin dar pruebas prácticas ni teóricas de que ello pueda ser cierto. Se plantea la metodología del antiguo reformismo sin pretender los fines socialistas buscados anteriormente por éste. 5 Existe, obviamente, un trasfondo más profundo que la simple contraposición del pasado con el presente. Hay, además, una divergencia en la comprensión de la realidad social actual, una distinta visión del papel de la vanguardia, de la ideología, una distinta concepción de lo que el hombre es.

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ocasiones al entendimiento de que el proceso revolucionario o es blanco o es negro y no hay que nada más que observar y analizar, pues todo ya está claro. Es, en el fondo una visión reduccionista y determinista de la Historia y de la Sociedad. La existencia de posturas antagónicas de trabajo político-social no se presenta, como creen algunos, por ser más o menos revolucionarios los que las defienden, sino por iniciarse el camino revolucionario antes de mirar lo que hay que revolucionar.

Por ello se hace necesaria la majadera exigencia

de un buen diagnóstico de la realidad social. De todas formas, el mero análisis, sin práctica del mismo, no pasa del intelectualismo pequeño burgués. Así, una vez empezado el análisis, el luchador político atento advierte de inmediato el alto nivel de complejidad de las interrelaciones en las formaciones económico-sociales, lo que le hace entender que el desenvolvimiento de la realidad social merece más que una simple mirada y que lo que aparece a simple vista no es necesariamente cierto. De lo contrario, no sería necesario el análisis científico de la realidad.

En consecuencia, lo que parece a secas

Conducción o Construcción política, es necesario mirarlo de nuevo, a fin de escarbar en profundidad si la mera manifestación fenoménica externa esconde alguna esencia, es decir, alguna concatenación interna.

Así pues, luego de un análisis incluso somero,

parece necesario indicar de inmediato que: a) El que construye, conduce (por lo menos

conduce su construcción). De lo contrario, su construcción no es tal, es una ilusión de construcción. No existen los

procesos puramente constructivos, de simple construcción desde la base. El que no controla su construcción, en términos de direccionalidad y que no disputa su conducción, a la larga es conducido por quien esté dispuesto a hacerlo6. En la historia hay repetidos ejemplos de ello.

Aquí hay que hacer un alto. Si lo que se pretende

es la Revolución, el arrebatamiento del Poder político a los explotadores por parte de los trabajadores, el fin de la dominación capitalista, es ineludible tener presente la reacción burguesa a estos intentos proletarios. Como se sabe el recorrido del camino revolucionario no se realiza de manera lineal, sino que con innumerables altos y bajos que en gran medida están determinados por la reacción de los explotadores y de sus aliados. Si no se construye con una dirección clara, con una metodología científica que asegure por lo menos que se va hacia buen puerto (aunque no se llegue a él), la construcción está vacía y resulta a la larga perjudicial, puesto que se engaña al Pueblo, no se le permite siquiera iniciar el camino, debido a que desde el comienzo no tuvo aptitud para conducir a la posibilidad de hacer la Revolución.

b) Por otro lado, la conducción presupone algún

grado de construcción. Por lo menos la construcción de la orgánica que conduce a la masa. No existe la conducción pura de masas inertes. De igual modo, si se pretende la conducción de masas inertes, no hay conducción revolucionaria. Si no se hace el trabajo político de cara al Pueblo no se es revolucionario. Sería la otra cara de la famosa frase del Che: Revolución o caricatura de

6 Se corre el riesgo de que, a final de cuentas, se manipule la Construcción desde fuera de los constructores, cayéndose en el basismo irreflexivo, incapaz de comprender la realidad en su conjunto, existiendo sólo una apariencia de Construcción.

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Revolución. Sin participación consciente del Pueblo, no hay Movimiento ni menos posibilidad de Revolución, sería una revolución peleada por el Pueblo, pero ganada para la orgánica.

c) Por lo tanto, la oposición “sin más” entre

Conducción política y la Construcción política, no existe. Sólo existe contradicción en la medida que se explicita la naturaleza de dichos procesos, en la medida que se establece qué los distingue en la esencia, no en los aspectos formales o exteriores de los mismos, por lo mismo esta oposición presentada de forma acrítica es un sinsentido7.

7 Si un revolucionario de izquierda se “queja”, por ejemplo, de la política de conducción que desarrolla el Partido Comunista, ¿qué quiere expresar?, o ¿qué debería expresar desde un punto de vista revolucionario? ¿Se es

3.- MOVIMIENTO POPULAR Y ESTRATEGIA

POLÍTICO SOCIAL. Relacionando lo antedicho es posible concluir, en una primera aproximación, que, en el estado actual del Movimiento Popular, la estrategia político-social de trabajo más idónea para la superación del diagnóstico hecho, resulta ser la Construcción Política. Dicha Construcción sería el camino estrictamente necesario para la superación del estado de Desconstitución del Movimiento Popular que hemos mencionado. El Movimiento Popular, entendido como la unión consciente y material de la clase trabajadora y de los sectores aliados a ella, en pos de la transformación de la realidad social e individual, la aniquilación de la sociedad capitalista y la creación de una sociedad socialista, verdaderamente humana.

Entonces, ¿a qué clase de Construcción Político-social nos referimos? A aquella Construcción revolucionaria que se realiza con el objetivo de la Revolución (esto es, de revolucionar, que nace hoy y que no termina en el “acto de la toma del poder”), y que busca instalar las capacidades políticas existentes en el Pueblo, en tanto sujeto creador y transformador de la sociedad, para que éste, en su quehacer político-social las desarrolle en toda su magnitud, de manera tal que se constituya como Pueblo en Movimiento y que, en definitiva, nadie pelee por él su Revolución. La opción que tomamos es la Construcción con direccionalidad, direccionalidad revolucionaria, de liberación popular, a la vez que particular8. La Construcción es la metodología revolucionaria que se propone, es la forma a la que, a su vez, hay que darle el contenido político de la Revolución. Teoría y práctica se hacen una misma cosa, de manera que el pensamiento dialéctico se hace carne en el Pueblo constructor.

Esto es así, porque, no se puede pensar en este momento en conducir algo que no existe hoy, o por lo menos que no existe de manera tal que pueda ser conducido. Tampoco cabe pensar en unir fragmentos de Movimiento, (como si entendiéramos que las luchas secundaria y forestal se enmarcan dentro del mismo Movimiento Popular9). Podemos, según lo dicho, orientar

revolucionario por estar en contra de la Conducción?, ¿O por estar en contra del tipo de conducción que hace el P. C., en este caso? 8 Esta postura política se acerca a las raíces más profundas del Marxismo, despojándolo del contenido estático y carente de respeto por la individualidad humana, tan propia de las desviaciones dogmáticas. Karel Kosík, filósofo marxista, señala con respecto al proceso revolucionario destructor del Capitalismo y creador de una nueva realidad social que “cada individuo debe- personalmente y sin que nadie pueda sustituirle- formarse una cultura y vivir su vida”. La Revolución es general y particular a la vez. 9 La verdad es que se enmarcan en el mismo proceso de acumulación de fuerzas, en la misma lucha de clases, dentro de una misma sociedad explotadora, pero no son partes fragmentadas de un todo. Entender lo contrario significa medir mal nuestras fuerzas, sobreestimarlas, subestimar

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políticamente al Movimiento Popular en la medida que exista, que esté construido, constituido, así como no podemos pensar en construir un precedente de Poder Popular sin darle una orientación que justifique y sirva a la práctica sobre la que se construye. Pero esto no es todo. Lo anterior fue planteado desde un punto de vista meramente esquemático, de medición de fuerzas, de determinación del período político, de estrategia y táctica. Además de aquello, es necesario hacer un análisis desde el punto de vista valórico- ético.

En general, se supone que un análisis marxista

excluye el aspecto espiritual, de realización personal, o subjetivo del proceso de la lucha de clases y de la Revolución. Existe un mal entendimiento de la Filosofía Materialista y de la Dialéctica. Ser materialista no significa en caso alguno que el ser humano sea un objeto y ver al humano como un medio. Tampoco es esto lo que plantea la dialéctica. El fin de la Revolución no se confunde con el final de la Revolución. El fin es el proceso, el interminable proceso de transformación consciente de la realidad, y la realidad no es tan sólo lo que está fuera del hombre, sino que él mismo también lo es. El medio se transforma a medida que se transforma su hacedor. Esto es lo que debe diferenciar al revolucionario del reformista, no solamente el carácter armado o legal del proceso revolucionario.

las del enemigo de clase, identificar mal el periodo, significa responder mal a la pregunta de ¿Qué Hacer?

Por lo anterior, la Conducción política de masas becerras, propias del estalinismo y de ciertas estructuras partidarias actuales, que señalan la mera necesidad de unos pocos escogidos muy comprometidos para hacer la Revolución, significan solamente un mal entendimiento de lo que ésta es y constituye una negación de lo humano. Si una Revolución no la hace la mayoría, no es Revolución, porque ella es el proceso de construcción de una Nueva Sociedad donde cada cual viva su vida sabiendo que forma parte y condición de la vida del resto de los miembros de dicha Sociedad, lo que no ocurre hoy ni ocurrirá mañana, si se les ordena vivir tal y cual vida. 4.- El Partido y La organización político-

social.

De la discusión anterior nace hoy la cuestión de la organización. Por lo mismo, es necesario mencionar que no siempre fue así. En tiempos no tan remotos la necesidad del Partido, revolucionario o reformista10, era vital. Y no es de creer que sólo lo era en razón de cierta predisposición espiritual o meramente ideológica, no. La correlación de fuerzas, las crisis reiteradas (en ese entonces definitivas) del Capitalismo, el largo proceso de acumulación de conciencia de Clase, la existencia del Campo Socialista, etc., todo ello (circunstancia objetiva) hacía pensar que la mayor unidad posible auguraba una victoria más rápida, de todos modos inevitable, del Socialismo, y no de cualquier Socialismo, sino del único, el que señaló Marx11 y siguió Lenin y la Revolución Rusa12.

Entre las mencionadas cuestiones a revisar en la

discusión de la organización revolucionaria, caben destacar, entre otras: la condición del proletariado como sujeto de la Revolución, la posibilidad actual de humanizar el Capitalismo y no de revolucionarlo, el papel del Partido o bien, la posibilidad de prescindir de éste.

Ahora bien, destacando uno de los temas de esta

discusión, esto es, lo que es el Partido o lo que debiera ser, 10 Por lo que se ve, al parecer, hoy tan sólo los sectores reformistas o viejas estructuras revolucionarias mantienen férreamente la necesidad actual del Partido tradicional del Capitalismo Keynesiano. 11 Es menester indicar lo respetuoso que era Marx con respecto al Socialismo y Comunismo del futuro. Jamás vaticinó como sería, (era un científico), sino que señaló por donde era probable que la humanidad caminara hacia él. Marx, al igual que Engels, hizo hincapié en que la construcción del futuro era algo reservado a sus constructores, no debía ni podía establecerse reglas a priori, de ahí la grandeza de Lenin, Trosky o Fidel, constructores en sociedades reales, con hombres y mujeres reales. 12 Aunque parezca lo anterior una simple ironía, no deja de ser cierto y, no tiene ello de particular o criticable más de lo que las actuales concepciones de Partido y de Socialismo existen hoy para la izquierda. La presencia de Chávez, Chomsky, las volteretas de antiguos revolucionarios, las penurias de la Revolución en Cuba en la construcción del Socialismo en un solo país, la trágica experiencia de la lucha contra las dictaduras en Latinoamérica, junto con la caída de los mal llamados países Socialistas, han provocado una suerte de abjuración de las posturas del Marxismo clásico, entendiendo por éste una doctrina que es necesario actualizar.

06 CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE

su papel y su historicidad, hay que discutir primero en atención al origen de éste. Partido, viene de tomar partido. Por algo.

En la Historia de las relaciones sociales de la

humanidad, siempre se ha tomado partido por algo. Pero ese algo no es siempre una cosa cualquiera.

Si comprendemos la Historia de la Humanidad, como la Historia de la lucha de Clases13, el partido que se toma va siempre de la mano con la creencia política, conciente o no, que se profese. Durante la mayor parte de la Historia del desarrollo social, por la existencia misma de clases, la lucha se ha dado al margen de las clases marginadas y desposeídas. Éstas tan sólo eran carne de cañón en las luchas entre los sectores que se disputaban la conducción de la Sociedad.

Sólo con el surgimiento y desarrollo del

Capitalismo y su vocación uniformadora de grandes masas humanas, que provoca la escisión cada vez más marcada entre dos grandes grupos humanos, clases (junto con las mayores posibilidades materiales de acceso a información, tanto teórica como práctica), la posición política se hace asequible a la mayoría de la población, aunque ello no obsta a que dentro de esta realidad capitalista, la enajenación y la alienación humanas obstruyan la toma conciente de partido.14

Ahora, poco a poco la posición política o partido deviene en una forma organizativa de expresión de la misma, porque la posición política no se da solamente en el ámbito mental del individuo, sino que también en aspectos prácticos, que siempre son sociales. Ello no deja de ser lógico, dado el carácter eminentemente social del ser humano.

13 Cabe destacar, que dicha premisa parte sobre la base de la existencia real de las clases en la sociedad y su desarrollo a lo largo de la Historia. En ese sentido, la existencia de un llamado Comunismo primitivo pre-clasista, permite decir que la Historia Moderna de la Humanidad ha sido y es una Historia de la lucha de clases. 14 Como es de notorio conocimiento, es imposible, en este reducido análisis hacer una relación acabada de estos conceptos esenciales del materialismo histórico, además de que el aporte es dudoso en comparación con obras maestras de la filosofía.

El individuo, en el desarrollo de su cotidiano vivir, transita diariamente entre su vida individual (personal), y su vida social. A cada una de dichas dimensiones de su realidad se aboca de manera diferente, a pesar de ser ámbitos de una misma realidad material. En su vida individual el hombre y la mujer, trabajadores, cesantes o estudiantes, son conocidos con nombres y apellidos; se les conocen sus virtudes y defectos, poseen un lenguaje característico y dicha porción de su vida se desenvuelve con cierta independencia del resto de los sucesos que acaecen en el mundo. El mundo aparece como algo que está más allá de su vida. En su condición social de estudiantes, por ejemplo, los seres humanos viven una realidad particular, que excede a su vida individual, pero que los diferencian de otras dimensiones sociales, por ejemplo del mundo del trabajo, y que les hace pensar como estudiantes, comer como estudiantes, dormir como estudiantes, soñar como estudiantes.

Pero, al mismo tiempo que poseen su vida individual y su vida estudiantil, poseen una vida como miembros de un conglomerado humano que escapa a las meras diferencias ocupacionales directas: su condición de clase. ¿Se poseen o no medios de producción?, ¿se tiene conciencia de ello?, ¿de qué lado se está en la lucha?, ¿se está en lucha? Todas estas son preguntas cuyas respuestas hacen un mundo de diferencia.

Ahora bien, generalmente los seres humanos poseen una conciencia clara de su papel como

seres individuales y como seres sociales. No resulta del todo difícil que alguien se reconozca como humano y como estudiantes cuando lo es. Lo difícil es que alguien tenga conciencia de su condición de miembro de una clase. Esto sucede solamente luego de largas “jornadas” de acumulación de fuerza social clasista, tanto organizativa como de conciencia. Estas “jornadas” suelen durar decenios y exceden los intentos voluntariosos de constituir conciencia a fuerza de “hechos políticos”, por más espectaculares que estos sean.

A estos distintos ámbitos o dimensiones de la vida

humana o de la realidad social, les corresponden formas de conciencia, como ya dijimos, pero también le corresponden formas de asociación o de organización. Estas formas de organización son consecuentes con el carácter de la dimensión con que se corresponden. Así, a la vida individual o más íntima le corresponde, por ejemplo, la familia, los

CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE 07

amigos. En un plano laboral, una empresa. A la vida social o dimensión social de la realidad humana, les corresponde por ejemplo, en el plano estudiantil, la Asamblea de Estudiantes Secundarios, la Federación de la Universidad; a los trabajadores, una Confederación de trabajadores de cierta rama productiva, etc.

En el plano de su condición de miembro de una

clase, le corresponden formas organizativas que tienden a ser clasistas, y en general una organización de tal carácter presenta formas de globalidad que le permiten tener el carácter de clase y no de mero representante de cierto sector de la sociedad.

Y aquí toma importancia todo lo que hemos

mencionado acerca del Movimiento del Pueblo y de lo que significa tomar partido. Conciencia y Organización.

El Partido, como corolario de lo que es tomar

partido por algo, como manifestación del carácter clasista de la decisión, es una forma organizativa que se han dado las clases a lo largo de la Historia, desde tiempos remotos. El tipo de orgánica es lo que ha variado, así como la finalidad u objetivo del Partido. Desde Roma, pasando por los Partidos religiosos de la Edad Media, hasta el Partido Leninista, todos ellos han sido Partidos, pero no han sido iguales por ello. Sus fines y su orgánica, así como los miembros de cada uno de ellos son y han sido diferentes.

Es necesario precisar aún más. Como

mencionamos, a las distintas dimensiones de la vida de los seres humanos, les corresponde determinadas formas de conciencia, de asimilación y aprehensión de la misma. Se reconocen como individuos, como miembros de determinada función social, trabajadores, por ejemplo. Pero no todos, y no siempre, los individuos son capaces de tomar conciencia de su lugar y rol históricos. Sólo en determinadas circunstancias se reconocen y se saben como miembros de una clase determinada, conocen el pensamiento propio de su clase y saben quiénes son sus compañeros y quiénes son sus enemigos15. Comprenden cuál es su rol histórico como miembros de tal clase.

A tales formas de conciencia, históricamente los hombres y las mujeres, han asimilado teorías y prácticas concretas. Una de las aplicaciones de la teoría y práctica ha sido la de la organización de la clase. En el caso de los proletarios, desde que tomaron conciencia de ser tales, se han organizado en pos de sus intereses formando grandes organizaciones nacionales e internacionales.

15 Una de las particularidades o paradojas del proceso de construcción revolucionaria es el hecho de que el obrero o trabajador debe reconocerse como tal, esto es, debe reconocerse como explotado, sentirse orgulloso de pertenecer a la clase y desde allí luchar por la superación de este estado de cosas, pero no de cualquier manera, sino de manera tal que la superación de ese estado no pase por la mera satisfacción de su necesidad, por medio de la satisfacción material personal, sino por la superación de tal estado para todos los explotados, por el fin de la explotación del hombre por el hombre.

Parece, entonces, que el tema central en la discusión de la organización no es si es que debe o no existir organización de los trabajadores y sus aliados en la lucha contra la clase explotadora, sino más bien cómo se constituye, su forma y la metodología de intervención en la realidad político-social. La organización es necesaria, se ve todos los días lo imperioso de su existencia.

Pero la existencia de la organización revolucionaria va de la mano con el desarrollo de todo el Movimiento del Pueblo. No puede pretenderse simplemente que con la creación de una orgánica puede suplantarse la falta de conciencia y organización popular. Una organización política no es igual a la organización del Pueblo, y en esto hay que hacer hincapié. Determinadas orgánicas pretenden erigirse como la organización del Pueblo chileno. Confunden su organización, el hecho de estar ellos organizados, con el hecho de la organización de los trabajadores y de los pobres.

Pero ¿Por qué ocurre esto?, pues porque no distinguen los distintos ámbitos o dimensiones de la realidad social. ¿Es sustituible por el Partido, la organización poblacional?, ¿La organización de los estudiantes debe en todo caso estar subyugada al Partido? ¿El trabajador que no está en la Organización está siempre desorganizado? ¿Existe una sola forma de organización o cada espacio social debe tener su organización social? La respuesta a todas estas interrogantes nos puede ofrecer certeras luces respecto de la organización del Pueblo y si bien no puede darse hoy una respuesta definitiva, es menester realizar un aporte a la discusión. Así, parece claro (por lo dicho más arriba acerca del carácter popular y masivo de la Revolución Socialista),

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que el Pueblo debe organizarse en todos los espacios posibles y de la manera que mejor se acomode a dicho espacio. Así no se puede pensar en armar un ejército para disputar políticamente en las asambleas de los Liceos, ni mandar liceanos organizados a pelear con el ejército. En ambos casos se mal entiende el espacio y sus formas organizativas. El llamado entonces, en aras de la correcta comprensión de la realidad social como presupuesto de la actividad política, es a comprender correctamente los diferentes ámbitos de la realidad chilena. Sólo después de esto es posible:

1.- Que se entienda la necesidad de que el Pueblo, como tal, y en su inmensa mayoría, debe tomar conciencia de sí y organizarse, como presupuesto básico de la existencia de un Movimiento Popular, 2.- Que, el proceso de constitución como Pueblo en Movimiento va de la mano con su organización y se trata en definitiva de una relación dialéctica de constitución, donde conciencia y organización van siendo configuradas a medida que se configura el Movimiento Popular, esto es, que el movimiento no tiene fin,

3.- Que la organización política del Pueblo, no se pre-constituye al Movimiento de la clase, sino que se va organizando a medida que se organiza el Pueblo. Esto no significa, sin embargo, que haya que esperar a que el todo Pueblo haya tomado conciencia de sí para que se empiece a hablar de la organización política de la clase, puesto que difícilmente se logrará. En la medida que la Vanguardia, esto es, los sectores más conscientes del Pueblo en lucha, va adquiriendo organicidad y perspectiva política (programática, por ejemplo), adquiriendo la calidad de “Partido”, tendrá posibilidades de generar transformaciones sociales, siempre y cuando no olvide la problemática (la necesidad de la organización y del Partido) que le dio origen, esto es: la existencia de un sistema aniquilador de lo humano, socialmente destructivo, que permite la explotación del hombre por el hombre, junto con la certeza de que es necesario que la clase explotada se levante y transforme (destruyéndola) esta vieja y caduca Sociedad en una Nueva. Sólo el proletariado, la clase de los trabajadores, puede hacerlo, no un grupo reducido que interprete a la clase y que se arrogue el derecho de negarla como paso previo a la Transformación Revolucionaria.

Para la organización completa de la mayor parte del Pueblo es menester la existencia de la organización o Partido de la clase, es una herramienta más de ella en el

proceso de constitución como tal. Pero no sólo eso, también es una herramienta en el proceso construcción de su propio Poder. Para destruir el orden burgués, a su Estado y su control de la sociedad, es necesaria la máxima unidad posible de la clase, que se da tanto en lo que se refiere a la unidad de acción popular, esto es, caminar hacia el mismo objetivo, como en la organización fuerte que se enfrente a la organización social, política y militar, unida, del orden explotador. Los sueños de destruir el Capitalismo sólo con el Partido y su ejército son tan ilusos y perjudiciales como los que pretenden su destrucción por la sola voluntad del Pueblo. El Pueblo muchas veces en la Historia ha tenido la voluntad de terminar con la explotación y muchas orgánicas lo han intentado sin la clase a la que dicen representar. La correcta y estrecha relación entre los trabajadores y sus distintas organizaciones, sociales y políticas, que dan cuenta de espacios diferentes pero complementarios, parece ser el camino que hay que comenzar a andar.

CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE 09

LA CONSTRUCCIÓN PERMANENTE DE UNA DIRECCIONALIDAD DEL PUEBLO

La apertura de este siglo ha traído consigo un nuevo sacudón en estas apaciguadas aguas de la política de los consensos y de la estabilidad burguesa. Desde hace ya varios años, han venido entrando en escena los trabajadores de sectores estratégicos y dinámicos de la economía nacional: los portuarios (con su movilización que arrebató ciertas conquistas al interior de “su mundo”), en el 2006, los mineros (con la huelga de Escondida) y los salmoneros.

El 2007 apuntala dicha recomposición, incipiente pero que marca una tendencia. Si el 2006 fue el año del movimiento estudiantil secundario, que logró cierta empatía con las demandas de los trabajadores y el pueblo en general, el 2007 fue el año de los trabajadores subcontratados, de los forestales y más tarde de los subcontratados de CODELCO.

No podemos desconocer tampoco que ciertas

luchas y victorias incipientes y ultraparciales, acotadas, rápidamente asimiladas por el sistema y finalmente encausadas hacia una adaptación que no incomoda, con inyección de recursos para impedir que se sigan potenciando y radicalizando ciertas luchas, inclusive, son expresiones del desgaste, del cansancio que viene experimentando este pueblo que no para de darse cuenta que sus demandas desde hace mucho no han sido satisfechas. De alguna forma están tomando en sus manos la resolución de sus problemas inmediatos y más básicos.

Sin marearnos por estos

cambios, es innegable que ciertos grupos de trabajadores, pasando por encima de la legalidad sindical, han evidenciado propuestas organizativas que parcialmente apuntan a una búsqueda de la clase para reposicionarse objetivamente como motor de las necesarias transformaciones, pero principalmente como indicador que al capitalismo en esta fase, hay que enfrentarlo de manera distinta, en términos subjetivos y organizativos.

En un sentido

revolucionario, estos cambios son positivos, si lo comparamos con años recientes y por sobre todo, porque “abre” la posibilidad de iniciar una discusión y una práctica

muy fundacional sobre esta tendencia que puede acentuarse o profundizarse, habida cuenta los cambios estructurales experimentados en los últimos años (o décadas) y su expresión en la organización y dispersión de la clase.

Este análisis, lo situamos desde dos premisas que en líneas generales no debieran descuidarse:

Por un lado, es cierto que temas como negociación colectiva, salario mínimo y organización por fuera de los marcos institucionales son una discusión nacional, que obligan a la clase patronal a asomar su cabeza y a los medios de comunicación con sus “expertos” a decir algo. También, no es menos cierto que todavía se viabilizan soluciones de dichas necesidades a niveles sólo de subsistencia de las familias trabajadoras.

CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE 11

Un segundo aspecto, es que se ve un avance en el cuestionamiento al neoliberalismo y a la impunidad patronal, abriéndose camino a un nivel más político. Sin embargo, los triunfos son también concesiones en el marco que puede dar una “relativa bonanza económica”, de un momento en que los explotadores se daban un festín con el alto precio del cobre. En un contexto más general, podríamos citar lo sucedido en educación cuyo aumento presupuestario tuvo su importancia como apaciguador, en un aspecto, de lo sucedido el año antepasado con los estudiantes secundarios y su irrupción, permitiendo a los sectores burgueses reposicionarse y alejar la discusión y crítica de fondo al sistema educativo en sí.

Lo anteriormente dicho, no tendría absolutamente

ninguna importancia si no lo vemos desde una perspectiva dinámica, es decir, no como fenómeno único y general para auto complacernos y decir que todo va por un tubo y que la hora de los poderosos ha llegado o llegará inexorablemente, generalizando torpemente.

la importancia está determinada precisamente en que nos sitúa

en una discusión más o menos concreta, viva, de la lucha de clases,

que determinará también nuestra teoría y nuestra experiencia práctica

históricamente acumulada.

Para nuestros afanes organizativos, es fundamental circunscribir cada momento de dicha lucha, al avance o no de la conciencia de la clase proletaria. A la mera conciencia “sindicalista” debemos avanzar o hacer avanzar a la conciencia política de clase y que ésta no se desarrolla ni espontánea ni automáticamente de los desarrollos objetivos de la lucha de la clase proletaria. Si pensamos en una organización política de la clase, del conjunto del pueblo, debemos concebirla no como un producto mecánico inevitable de la historia, sino como un resultado de una práctica teórica que debe unirse con la lucha de clases a través de una lucha prolongada, ni lineal ni uniforme. Sabemos que este proceso embrionario en gestación no da todavía para pensar que se está ante la presencia de una nueva vanguardia de luchadores y cuadros obreros, puesto que aún están haciendo sus

primeras experiencias de luchas y de organización en el ámbito de sus conquistas básicas. Sin embargo, no pocos compañeros de la clase trabajadora ya habrán sacado algunas conclusiones como que la asociación es necesaria para el logro de sus demandas, rompiéndose, aunque sea parcialmente, el eslabón ideológico de que “como individuo me basto a mi mismo”.

Falta tiempo para que la ideología de la clase

dominante en el sentido de que esta última tiene el control de los medios de producción ideológicos de que dispone la sociedad (la iglesia, las escuelas, los medios de difusión masivos, etc.), y utiliza estos medios para sus intereses de clase, deje de ser tal y que el proletariado en su conjunto se despercuda de todo eso, la ponga en duda e inicie el camino hacia su emancipación definitiva. No cabe duda que la ideología de la clase en el poder domina también a la conciencia de la clase oprimida. Sin temor a ser irrespetuosos con la heroicidad de algunas luchas que se vienen desarrollando, se puede afirmar que estamos ante la

12 CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE

presencia de la primera fase en que el pueblo trabajador plantea su lucha a la manera de fórmulas, ideales e ideologías de los explotadores. No obstante, mientras más sea puesta en duda la estabilidad de la sociedad existente, mientras más se intensifique la lucha de clases, y mientras más se comience a debilitar en la práctica el dominio de los explotadores, en mayor grado sectores de la clase oprimida comenzarán a liberarse del control de las ideas de aquellos que tienen el poder.

Dicho esto, estamos enfrentados a necesidades

fundamentales de organización y conciencia de clases. Estamos en un momento en que se empiezan a conjugar ciertos estadios de organicidad del activo político, aunque marginalmente, y la reanimación de sectores de clase que empujan hacia una definición más clara y concreta del período que comenzamos a transitar.

Es fundamental iniciar la discusión sobre la

organización revolucionaria de los trabajadores y el pueblo.

Se empieza a plantear, por fin y en serio, la

integración de la conciencia del núcleo revolucionario con la conciencia de los trabajadores que empiezan a destacar en conciencia y organización. Sin embargo, esto no es lineal, porque (repetimos) estamos ante una primera fase. Ese vasto territorio de compañeros que aún ni siquiera ven la necesidad de asociarse con el de al lado es todo un desafío, también muy serio, para cualquier propuesta que se precie de revolucionaria. Además, lo anterior coloca en primer plano la importancia central de las demandas transitorias, la posición estratégica de los trabajadores avanzados o que ya están organizados, que ya tienen experiencia en propagar dichas demandas, y la importancia histórica de la organización revolucionaria, ya que únicamente esta integración férrea entre ambas serán capaces de iniciar la creación del programa que corresponda a las condiciones históricas objetivas, así como también a las necesidades subjetivas de los amplios sectores del pueblo trabajador.

El campo popular cambia permanentemente sus formas organizativas. Hay cambios que tienen que ver con amplias etapas históricas, y expresan transformaciones estructurales del trabajo. Por ejemplo, las mancomunales y las sociedades mutualistas primero y los sindicatos por oficio, después, reflejaron a un sector de la clase obrera, especializado y más cercano por su vida social y productiva al artesanado que a la moderna clase obrera industrial altamente concentrada. Los sindicatos por rama industrial reflejan a esta última. Y hoy la evidencia de una dispersión que no refleja ninguna de las formas organizativas anteriores.

Hay cambios, por otra parte, que tienen que ver con la situación concreta de la lucha de clases. Si hay

retroceso político de la clase, ésta se refugia en organizaciones defensivas, de resistencia.

Es enorme la riqueza de las formas organizativas que se ha dado y se está dando el movimiento popular. Queda demostrado que, en contra de lo que sostienen los sectores burocráticos y anquilosados en viejas prácticas, la clase trabajadora no está definitivamente enchalecada en una forma organizativa fija, sino que ella misma va cambiando sus formas organizativas según cambian las etapas de la lucha de clases y aparecen nuevas necesidades, atendiendo también, al hecho que si bien la clase obrera es más homogénea que la burguesía; pero pese a ello no tiene garantizada la suficiente homogeneidad política como para tener una sola expresión política revolucionaria. Como toda clase tiene diferentes segmentos. Hay obreros de sectores estratégicos, obreros medios y obreros de los círculos precarizados del trabajo. Están los temporeros y faeneros y otros que trabajan permanentemente. Los hay de la industria pesada, de la liviana, de los servicios, del proletariado agrícola y hay un inmenso campo de trabajo por cuenta propia y precario.

Sobre la base de esta experiencia y este recuento de las formas organizativas, es que debemos plantearnos la organización (revolucionaria) del pueblo.

CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE 13

Debemos desprendernos de ciertos fetiches organizativos y avanzar a una concepción dialéctica de construcción, en que su eje debiera estar sustentado en la práctica y accionar permanente al interior de la clase.

Ser duros en los principios y sustentar una ética en el quehacer se hace indispensable en estos tiempos. Pero no hay nada rígido ni definitivo. Menos puede serlo la organización revolucionaria que construyamos. Por eso una orgánica sumamente flexible se hace necesaria a la hora de convertir al programa y los principios en estrategias, tácticas, consignas y políticas concretas para incidir sobre la situación presente en la lucha de clases. Si hay un cambio en la realidad objetiva, cambiamos consignas, políticas, tácticas y estrategias… y también la forma organizativa. Esa es la esencia de la forma revolucionaria de organización: el cambio, la adaptación a la realidad de la lucha de clases y a las tareas y objetivos que debemos darnos en cada etapa.

La “estructura” deberá adaptarse a las características de las clases explotadas. No podemos pensar por tanto en una estructura u orgánica como la que se concibió hace quince, veinte o para la revolución cuando estuvo planteada en Chile. Los avances experimentados en el último tiempo en que se pone como eje la confluencia de los revolucionarios no deben desperdiciarse. Sin embargo, tampoco es correcto decir que con eso basta y sobra. Planteamos una forma de organización que empiece a dar cuenta de lo expuesto latamente, pero dedicada fundamentalmente a dotarse de ciertos instrumentos para que la clase pueda llevar a realización la necesaria

asociación. Arrancándonos si fuera necesario del activo militante que quiera recrear lo que en el pasado sirvió por algún momento, pero que después devino en traba, quizá sea pertinente por un lapso de tiempo. Entonces, darse los plazos para que el proceso madure, no por si solo sino que acompañando desde nuestras capacidades es lo central. La organización debe tener la sapiencia necesaria de flexibilidad para comprender y hacer suya el proceso de organización en curso. En la práctica, debe ser capaz de atender e involucrar al trabajador en una acción política que se escape de la alienación del trabajo patronal, de acuerdo a los ritmos, tiempos y sistematización que se logre arrancar a la cotidianeidad explotadora.

El punto de inflexión y, en el mejor de los casos, de reversión de la dispersión de la clase da pie para dar saltos en la organización política. Es por eso, que debemos estar atentos para desarrollar en toda su amplitud posible la centralización que debe darse, fundamentalmente en la

esfera política y no en lo formal u organizativa.

En este sentido, la centralización organizativa formal, se reduce a lo necesario para hacer posible la realización de un plan estratégico. Lo mismo comprende su disciplina militante. En esta última, la jerarquización no es personal, sino que está dada por el desarrollo del quehacer y la política implementada, de modo que la responsabilidad, la voluntad política militante y el desarrollo amplio de las capacidades del cuadro constructor sean desplegadas en todo su potencial, reflejo de una forma democratizadora de elaboración colectiva de la política, desde una posición en permanente retroalimentación.

Lo anterior, hace también a la necesidad de la síntesis y direccionalidad política, entendido esto último no cómo una simple reedición de burocráticos esquemas de organización.

Si pensamos que el deber de todo revolucionario no es SÓLO el desplazamiento de la clase capitalista del poder, sino que la demolición de ese poder y sobre la base de sus cenizas construir la nueva sociedad, nuestros esfuerzos están centrados en el cómo, de qué manera enfrentamos a la máquina político- ideológica y militar de la clase que nos domina ya que ésta está ejemplarmente organizada. Por tanto, nuestra propuesta organizativa debe estar basada en el desarrollo pleno del ser humano, es decir, una forma organizativa inmensamente superior que la de ellos.

Indudablemente, no se puede decidir “iluminadamente” y de antemano qué tipo de organización debería adoptar el pueblo, pero sí se puede proyectar su viabilidad histórica. La organización revolucionaria debe

14 CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE

permitir que la clase desarrolle su programa en forma amplia y democrática, capaz de sustentar el encaminamiento de la sociedad infinitamente más atractiva y productiva que la que nos tocó vivir.

La organización revolucionaria debe ser capaz de involucrarse en el campo popular para la disputa y el enfrentamiento con las otras dos vertientes que actúan en su interior: la de la clase dominante y la no revolucionaria que pretende la subordinación del movimiento popular.

Por tanto, la orgánica está llamada a la confrontación con el capital. Armados de una teoría, a través de un instrumento político- social se confronta al capital. Desde esta perspectiva, se va configurando, desde ya, la estrategia de la nueva sociedad que queremos. Nuestra propuesta se asienta en la elaboración independiente en tres planos: GLOBAL- SECTORIAL Y LOCAL. El individuo al ejercer su derecho a expresarse en estos tres planos se empieza a construir como sujeto tomando en sus manos los instrumentos que sustentará su vida futura.

Nuestro proyecto se enmarca en la preparación de los militantes constructores para transformar la movilización popular en proceso de acumulación de fuerza popular revolucionaria.

Es una propuesta que aparece para iniciar la superación del deterioro ideológico con que se sale del período de resistencia. Esto dice relación con la debilidad a nivel discursivo y muchas veces de lenguaje, que no permite encarar el nuevo ciclo abierto. Ante eso se hace fundamental, que el proyecto se dote de los mecanismos necesarios para el rearme teórico de la clase. Este aspecto debe ser enfrentado planteando la formación permanente de los militantes constructores del estudio en la teoría revolucionaria.

Construir la base de sustentación orgánica para la politización del pueblo.

Dada la estrechez de las formas orgánicas existentes y con las cuales se sale a intervenir para resistir el vendaval del nuevo ciclo de acumulación capitalista abierto con la dictadura y cuya manifestación más importante lo constituyeron los colectivos de los noventa, se hace indispensable reorientar y reformular el colectivismo, apuntando a su superación, pero no a su supresión, sino que tomar lo mejor que dio esta etapa de construcción, intentando reestablecer el vínculo entre lo social y lo político (práctica y teoría).

Desde la perspectiva anterior, el militante del nuevo período que se abre, debe ser capaz de asociarse multisectorial y referencialmente. Un militante constructor es aquel que simplemente se adscribe a un programa permanente de formación teórica, permanece asociado a una comunidad de base y a su programa de trabajo social. Todo lo anterior es fundamental, para ser un aporte válido en la articulación con otros militantes para la elaboración y

análisis en espacios de síntesis multisectoriales. Es una elaboración que se debe dar en forma autónoma en el plano local, sectorial y global.

La direccionalidad en este período está dada por la superación del diagnóstico, por la construcción política que amplía la franja politizada, generando el contenido revolucionario- ideológico.

Una unidad mínima política- social debe estar conformada por compañeros que tengan una visión lo más amplia posible, desarrollando los ejes longitudinales (multisectorial) y transversales (referencial) y el anclaje local de nuestra praxis.

Es nuestro deber desarrollar y desplegar todos los esfuerzos para la confrontación con el capital. Mientras más trabajadores, pobladores, estudiantes, etc. estén asociados e implicados en esta confrontación, participando en instancias de debates ideológicos y de acción, socializando las experiencias y difusión de los aprendizajes experimentados por la clase, desarrollando una “técnica” para el combate con el capital e involucrados e interviniendo consecuentemente en los conflictos, iniciaremos la reversión, daremos un paso más en la configuración de la tendencia político- social revolucionaria, en el seno del movimiento popular.

CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE 15

DESARROLLO DE LA ORGÁNICA EN LOS ESPACIOS

DE CONSTRUCCIÓN

DESARROLLO DE LA ORGÁNICA EN LOS ESPACIOS DE CONSTRUCCIÓN

La realidad se nos presenta, a los que aspiramos un cambio social de fondo, compleja y en constante cambio. Por ello, nuestra organización político-social no puede ser tampoco rígida: nuestras tácticas y nuestra estrategia deben dar cuenta de la existencia del constante movimiento de la sociedad, de sus transformaciones. Ergo, no basta con la sola existencia de una orgánica político-social, sino que por el contrario, es imperante la necesidad de distinguir los espacios en que ésta ha de actuar para de esta manera asegurar efectividad en nuestro trabajo y una real ligazón con los explotados y pobres.

Es posible distinguir que en el accionar político

existen, por lo menos, tres espacios de construcción (de desarrollo del quehacer político-social) – el espacio local, el espacio sectorial y el espacio global o multsectorial-. Debemos entonces preguntarnos, ¿cuál debe ser el desenvolvimiento de la organización revolucionaria en cada uno de éstos?, y con la respuesta, poder proyectar un adecuado accionar de la orgánica; respetando los diferentes espacios, y sabiendo usarlos, para retroalimentarse de ellos, con el fin de lograr las síntesis políticas que nos permitan avanzar en la reconstrucción del Movimiento Popular.

La necesidad de distinguir

entre estos tres espacios es fundamental para dar cuenta de las reales necesidades del Pueblo, asegurando que la alternativa revolucionaria encarne dichas demandas, y no quede “haciendo política (teoría política) en el aire”. La organización debe surgir desde el Pueblo y no ser un ente ajeno a éste.

Es necesario establecer, sin lugar a dudas, que

todos estos espacios señalados anteriormente se entrelazan constantemente siendo difícil distinguirlos cómodamente. Sin embargo, la correcta distinción es de la mayor importancia por lo antedicho, esto es, porque las manifestaciones de la actividad político social deben ser esencialmente diversas en uno y otro espacio, a fin de que cada uno de ellos dé lo mejor de sí.

EL ESPACIO LOCAL Al hablar de espacio local, nos referimos a aquel

en que nos desenvolvemos normalmente, día a día, es en

donde nos reconocemos como miembros de un grupo social determinado, ejemplo de esto son los trabajadores en sus fábricas, los estudiantes en sus liceos o universidades, los pobladores en su población, etc. Es, entonces, el espacio inmediato en el que interactuamos con nuestros pares. En este punto el individuo se reconoce como integrante de un espacio social limitado y, por ende, está conciente de sus necesidades inmediatas y se organiza (eventualmente) con el fin de superarlas; en el caso de los trabajadores la herramienta que utilizan son los sindicatos, (o los grupos de hecho que se organizan para negociar con el empleador); en el caso de los estudiantes los centros de estudiantes o federaciones. Dichas organizaciones son fuerzas sociales, reconocidas por sus pares y por otras fuerzas adyacentes. Servirán como organización de opinión y lucha, para las reivindicaciones propias del sector, en su mayoría de índole económica. Estas organizaciones corresponden a la institucionalidad burguesa, es decir, no son, generalmente, fruto de la organización independiente de la clase, sino que

han sido el resultado de concesiones que se han hecho por medio de la legislación, ello explica, en gran parte, lo limitado de sus demandas.

En este espacio local, limitado en su visión y en sus expectativas de lucha, se da por lo general, un correlato de desarrollo de conciencia política: ésta es tan limitada como lo es la cualidad de las luchas que se dan. Cuando la lucha es de carácter meramente reivindicativo y, además, es parcial, limitada a un sindicato, a una junta de vecinos o a un centro de alumnos, etc., los niveles de conciencia se “elevan” hasta cierto punto, del cual no pueden progresar si es que no se complementan con otras visiones políticas o con luchas sectoriales, que exceden lo local y que hacen comprender a los que luchan que sus reivindicaciones no

CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE 17

son solo suyas y, por otro lado, que se reconozcan como parte de un sector social mayor a su inmediato desenvolvimiento diario, esto es, exceden la fábrica, exceden la Universidad, etc.

ESPACIO SECTORIAL Si bien en el espacio local nos organizamos en

torno a los espacios creados y soportados por el sistema (sindicatos, federaciones de estudiantes, juntas de vecinos, etc.); en el espacio sectorial nos vamos dotando de herramientas organizativas que permiten identificar a la clase en su conjunto o por lo menos sectores completos de la clase trabajadora. Esto no quiere decir que las agrupaciones sectoriales, que exceden lo inmediato, tengan de por sí una política o una postura de lucha con contenido de clase. (Conocidas son, lamentablemente, las experiencias de organizaciones de trabajadores que sucumben a los encantos del sistema o que apuestan por la colaboración de clases o por el nacionalismo burgués). Es en este espacio en que históricamente se han creado las orgánicas y programas de carácter clasista.

El Pueblo ha sido capaz de constatar su realidad mediata, y se dota de organización y de líneas de trabajo a largo plazo para cambiarla. La demanda deja de ser economicista o cortoplacista y, por el contrario, se dota de elementos políticos superiores, que la proyectan más allá de los límites impuestos por el Estado de los patrones. El ejemplo histórico por excelencia es la CUT de mediados de los cincuenta hasta el Golpe, la de Clotario Blest y tantos otros obreros concientes.

Cuando los obreros, los estudiantes, los

pobladores, los campesinos, se organizan como tales, esto es, no solamente como asalariados de un patrón determinado sino que se asocian teniendo como contraparte

a todos los patrones de un eje de la producción, a todos los empresarios de la educación, al Estado, etc., el nivel de conciencia política que han alcanzado y los retos que han asumido exceden con creces las peticiones locales. Ahora ya no solamente “piden” por ellos mismos, por su familia o por sus compañeros de trabajo o estudio, sino que luchan por todos los trabajadores de una región por ejemplo, lo hacen por personas que no conocen, pero que saben que viven las mismas miserias y explotación que ellos. Se reconocen, en definitiva, como seres sociales, no sólo como seres individuales. Han roto el primer muro ideológico del Capitalismo.

ESPACIO GLOBAL, DE SÍNTESIS En este espacio el sujeto comprende su papel en

la Historia y pretende hacer la Historia a favor de la mayoría pobre, alienada y explotada.

Aquí se realiza la síntesis de los espacios

sectoriales señalados anteriormente, sin la limitación de desarrollar el trabajo en un solo sector, como sucede, por ejemplo, con todos los trabajadores del cobre. En este punto

se estaría en condiciones de tener una visión global, de clase. El Pueblo elabora las políticas para su totalidad, aunque sin pasar a llevar los dos espacios anteriores y, al contrario, retroalimentándose de ellos, asegurando que la organización nazca del Pueblo.

La existencia de un espacio de

síntesis, como se puede ver, se relaciona con el desarrollo de una conciencia de clase completa, que comprende por tanto la necesidad de organizarse de manera unitaria, de forma tal que la organización comprenda todas las manifestaciones de lucha que se dan en los diversos sectores sociales.

Como ya hemos mencionado

respecto a los espacios locales y sectoriales, existe en esta instancia también un correlato de conciencia y organización. En primer lugar, el sujeto se reconoce miembro de una clase social, identifica sus antagonistas, pero no los identifica de manera inmediata, esto es, sus patrones, sino que reconoce al conjunto de la clase explotadora. Por otro lado, sabe que la clase antagonista está organizada y que procura organizarse unívocamente, por lo que el sujeto revolucionario comprende la necesidad de organizarse férreamente para luchar como clase en contra de los explotadores, en contra de sus organizaciones, de su Estado y de su conciencia burguesa. No le bastan las organizaciones (pero, que no se entienda que le sobran) locales o sectoriales, necesita una organización que comprenda la totalidad de las experiencias

18 CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE

de la lucha de clases, que le dé un norte a las luchas parciales contra el Capital.

LA RETROALIMENTACIÓN DIALÉCTICA

ENTRE LOS ESPACIOS

Se hace necesario, luego de dar aproximaciones con relación a qué entendemos por cada uno de los espacios, tener una visión de cómo entendemos que debería actuar la orgánica revolucionaria, que pretende cambiar la historia, en la realidad humano-social en que se desenvuelve.

Este tema se relaciona en mucho con la división

que hacía Engels (y también Gramsci) acerca de la necesidad de comprender que la lucha tenía tres niveles posibles de diferenciar: Por un lado, tenemos la lucha economicista o meramente reivindicativa, por otro, tenemos la lucha política y por último, existe la lucha de carácter teórico.

En cada uno de los espacios reseñados se dan o se presentan con preeminencia una u otra forma de lucha, la que es siempre político-social (o mejor dicho siempre debe ser), pero en la que adquieren mayor importancia los elementos reivindicativos, los elementos de dirección política o los elementos de comprensión y preparación teórica.

Así, la organización que existe en el espacio local jamás desarrollará una comprensión teórica a cabalidad del movimiento popular en su totalidad porque carece de los elementos de juicio necesarios para realizarla. La organización sectorial, por su parte, no se puede hacer cargo de todas y cada de las demandas locales que existan en su sector. Debe, por lo tanto, generar las directrices generales del sector en que se asienta. Por ejemplo, en el caso de los trabajadores forestales, las diversas coordinadoras que allí existen intentaron realizar un petitorio de lucha que reuniera las demandas comunes y más importantes de todos los sindicatos y demás organizaciones de trabajadores del sector, pero no todos y cada uno de los problemas que aquejaban a los trabajadores, pues ello además de ser imposible, si no lo es, al menos entrabaría por años la posibilidad de generar una plataforma de lucha común con la qué enfrentarse a las grandes empresas forestales.

Por su parte, la existencia de una organización

política de clase, con táctica y estrategia clasista supone, a su vez, la existencia en su interior de componentes que representan al conjunto de los diversos sectores sociales presentes en el país o en un territorio determinado. Solo de esta forma es posible asegurar, aunque sea mínimamente, la posibilidad de desarrollar una visión de conjunto que comprenda la totalidad de las manifestaciones sociales y desarrollar la teoría revolucionaria que requiere Chile en estos momentos. No basta con reconocerse Marxistas o Leninistas. Es necesario analizar y comprender la realidad socio-económica chilena teniendo como base la aplicación

de las premisas filosóficas y políticas del marxismo y las formas organizativas del leninismo, pero no su copia. Para esto, es necesaria la Organización Política y esta tarea no la pueden realizar autónomamente ni las organizaciones locales ni las organizaciones sectoriales.

Ahora bien, en la reconstrucción del Movimiento

Popular, y por lo dicho, debemos ser cautelosos en las políticas que desarrollemos. La orgánica revolucionaria debe ser capaz de reconocer cada uno de los espacios, y realizar un trabajo eficaz respetando cada uno de ellos.

Por eso, al hablar de la interrelación que debe

existir entre los 3 espacios, nos referimos a que es impensable pretender construir una alternativa revolucionaria, sin siquiera reconocer la realidad material en la que nos desenvolvemos.

Por tanto, el espacio global o multisectorial debe

funcionar, como señalamos anteriormente, como síntesis del espacio local y sectorial, o sea, donde desarrollamos nuestro trabajo diariamente. Será un error si el espacio de síntesis no da cuenta de las reales necesidades del Pueblo, caso en el cual terminaremos elaborando tácticas y

CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE 19

estrategias que no tienen correlato con la realidad, y que representan más a la organización que al Pueblo.

La situación anterior se puede apreciar, por ejemplo, cuando el Partido Comunista plantea como objetivos poner fin al Binominal con la consigna “No a la Exclusión”; ¿Representan estos objetivos los reales intereses del Pueblo chileno?, ¿O más bien son políticas elaboradas por un espacio político (el comité central), que no se alimenta de la realidad, de lo que sucede en el día a día en las luchas sociales? Podrá responderse que es sólo una táctica, pero sin duda dicha táctica no aporta en nada para la reconstrucción del Movimiento Popular, ya que el Pueblo simplemente no se siente identificado con estas consignas, porque no nacieron en su seno. Las necesidades del Partido y su camarilla dirigente se hacen pasar como necesidad del Pueblo, siendo que es necesario que las necesidades del Pueblo sean los objetivos de la Organización Política.

La otra cara de la moneda la representa el

basismo, típico de la inmadurez política. Es decir, con el trabajo que se haga en el espacio local basta, sin dar cuenta de la necesidad de realizar las síntesis que engloben a la totalidad de la realidad, e ir dando de esta manera pasos seguros en la construcción, y no conformarse con luchar en el sector natural, sino que proyectar la lucha al cambio revolucionario de la sociedad. Este basismo reniega de la necesidad de construir junto al Pueblo la teoría revolucionaria chilena para realizar la Revolución; pretende que con el mero trabajo práctico (como si la teoría viniera del cielo) se solucionarán los problemas sociales y que a partir de allí surgirá como por arte de magia la conciencia revolucionaria en el seno popular. O, peor aún, señalan que basta con lo que se sabe (en el fondo lo que los iluminados saben) no debiéndose entregar al Pueblo más que las herramientas básicas indispensables para la solución de problemas locales o sectoriales, no comprendiendo la necesidad de la lucha de clases como un todo.

Por ello, los espacios no se pueden entender

separados uno del otro, sino que se relacionan dialécticamente. Para efectuar síntesis políticas efectivas,

se requiere conocer la realidad de los espacios sociales, realidad que sólo se conocerá si es que trabajamos en ella y para que tenga sentido el trabajo local y sectorial debe existir un espacio de síntesis (al decir un espacio de síntesis no se quiere decir que exista un único espacio globalizador sino la necesidad de que exista dicho espacio, que la construcción revolucionaria no carezca de desarrollo teórico ni estratégico con qué oponerse a los explotadores o a los reformistas no revolucionarios) que complete el círculo de lucha revolucionaria.

La construcción que se vaya realizando debe ir

dando cuenta de la dialéctica entre lo parcial y lo global, pero siempre en todos los espacios debe contener las expresiones políticas y sociales de dicho lugar, ya que sólo de esta manera aseguramos que el Pueblo se sienta identificado con las demandas que se levanten, por el hecho de que ellas nacieron del mismo. La Organización Política no puede “inventar” las necesidades, sino que debe hacer valer las que, luego del análisis correspondiente, emanen de la realidad, que repetimos, seremos capaces de identificar si llevamos a cabo nuestro trabajo social práctico, como parte del Pueblo que somos. Debe realizarse la unión dialéctica entre la Teoría y la Práctica, es decir, deben dejar de existir como polos opuestos que se excluyen mutuamente como ha sido la tónica de esta etapa.

Para concluir, es preciso dejar claro que la Organización Revolucionaria debe existir en todos los espacios señalados, no se presenta como la instancia de síntesis que deja el trabajo práctico a los menos avezados y que se reserva sólo la tarea de elaborar teoría. La verdadera Organización Revolucionaria emana del Pueblo, se reconoce como su organización, no lo suplanta, por el contrario busca generar a partir de sus mejores exponentes las capacidades de elaboración teórica y práctica en el seno mismo del pueblo, de los trabajadores, de los estudiantes, pobladores. Sólo de esta forma se puede garantizar que paulatinamente mejores y mejores cuadros participen en la dirección de su propia revolución, involucrando a la mayor parte de la población conciente en la lucha.

20 CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE

… HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE LOS PIES DEL PUEBLO

…HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE LOS PIES DEL PUEBLO

Cada franja del mundo popular es un universo complejo, donde se superponen más de una dimensión de la existencia humana, que necesita se reconozcan sus particularidades como requisito ineludible para el ejercicio eficiente y democrático de la acción concientizadora y organizadora. En estos tiempos, nada resulta más impropio que homogenizar un diagnóstico y la acción que de él se deriva, más aún cuando la comprensión de las particularidades aludidas, sólo se pueden descubrir plenamente en el propio proceso de organización y toma de conciencia que los explotados hagan de si mismos, lo que debe verse correctamente reflejado en el adecuado grado de “transitoriedad” de los objetivos, métodos y formas de organización en desarrollo. LA ORGANIZACIÓN DE LOS TRABAJADORES ESTÁ CUANTITATIVA Y CUALITATIVAMENTE REDUCIDA

En el pequeño mundo popular politizado, hay dos temas que desatan apasionadas controversias: “el partido” y “el sindicato”. Dos instrumentos orgánicos (no los únicos) que se sitúan en el corazón del ciclo de acumulación de fuerza desarrollado entre los años 20 y 70 del siglo pasado. Los siguientes 35 años, que suceden a la contrarrevolución neoliberal iniciada en 1973, han modificado estructuralmente nuestro país, alterando muchos aspectos de la realidad social que fueran determinantes en el desarrollo de estas formas de organización.

Atrapado en una realidad jurídica y económica adversa, el Sindicato ha perdido la capacidad de representar en forma efectiva los intereses de clase del trabajador, ante el conjunto de la sociedad y ante el patrón. Su organización de base ya no es la célula orgánica que reproduce el pensamiento obrero, donde se concretiza la pertenencia y se construye día a día la identidad proletaria. En un ambiente social desprovisto de referentes políticos revolucionarios, ha derivado hacia manifestaciones gremialistas ampliamente extendidas, que han contribuido a la despolitización del conjunto del Pueblo.

LOS REVOLUCIONARIOS ESTÁN DESARTICULADOS POLÍTICAMENTE Y

ATOMIZADOS ORGÁNICAMENTE.

La izquierda independiente, se presenta hoy desintegrada, carente de una política común capaz de cohesionarla (el Partido), derivando estos últimos años hacia diferentes formas de micro organización, con

fuertes contenidos auto-referentes. Si bien, muchas de esas pequeñas “orgánicas” siguen vigentes, parece adecuado comprender su conjunto, como el techo de un período de resistencia popular, que poco a poco empezamos a abandonar, para transitar, lentamente hacia un nuevo ciclo de acumulación de fuerza. Estas variadas formas de organización, representan el piso de este eventual “nuevo momento”, lo que tensa a sus protagonistas y los obliga a enfrentar el desafío de su propia unificación, proceso complejo contenido en el llamado unitario rotulado públicamente como “convergencia”.

La pretensión de construir nuevas formas de asociación mas amplias y numerosas (convergencia) no encuentra su sentido en la coordinación o expansión simple de la experiencia instalada, sino, en la búsqueda de nuevas propuestas que hagan posible la “evolución histórica” de la organización popular revolucionaria.

Afortunadamente, después de más de tres décadas de explotación impune, la búsqueda de “nuevas prácticas de lucha contra el capital” al interior de esa pequeña franja de trabajadores que permanece organizada

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y la “unificación y fortalecimiento de los revolucionarios” son dos procesos que empiezan lentamente a marchar. Cada día parece haber mas señales, en el acontecer nacional, anunciando que por fin los explotados comienzan a echar mano a sus reservas históricas y empiezan a despertar. Tenemos que tener cuidado con auto engañarnos, no es el reacomodo de los integrantes del “activo político” o “activo social”, (el traspaso de sus integrantes de una experiencia a otra) lo que nos puede sacar de la encrucijada. La cualificación y articulación del mencionado segmento es sin duda importante, pero el horizonte estratégico recién comienza a aparecer cuando las actuales fronteras de la estrecha franja politizada del pueblo, se expanda.

LAS DIVERGENCIAS ESTRATÉGICAS EMERGENTES EN EL MUNDO POPULAR.

Si evaluamos nuestra actual situación desde la

perspectiva de estar acercándonos a los albores de un nuevo ciclo de acumulación de fuerza, hay que considerar que no todo lo popular, en todo momento, da cuenta de los intereses de la clase, ni mucho menos tan sólo por ser popular es revolucionario. Tempranamente se comienzan a perfilar, al menos, tres variables que tensan el mundo del trabajo con sentido divergente. Las tres tienen como denominador común la necesidad urgente de profundizar sus propios procesos de inserción y construcción de tejido social.

La primera se origina en el bloque en el poder, ya que las clases dominantes, tras la búsqueda de la legitimación del régimen y de prolongar su estabilidad, no permanecerán indiferentes a este rebrote de las movilizaciones populares. Es razonable esperar no sólo nuevos niveles de represión y criminalización de las luchas populares, sino además significativas novedades en el terreno de la legislación como parte de otras importantes medidas tendientes a restablecer las simetrías amenazadas. Probablemente, las clases dominantes estén dispuestas a dar cuenta de la relación entre el trabajo y el capital, con nuevas lógicas, distintas a aquellas heredadas de la dictadura, esta vez contextualizadas en la actual fase de madurez y consolidación del proyecto contrarrevolucionario (situación aun pendiente).

La constitución de una fuerza popular liderada por las representaciones políticas patronales, no es un fenómeno desconocido en nuestra historia, ya que en otros momentos ha jugado importantes roles en ella, con grados notables de articulación y movilización, funcionales a la estrategia patronal. Esta tendencia está en condiciones de operar hoy día teniendo como base material el conjunto de las instituciones del Estado y las representaciones políticas de las clases dominantes, aprovechando su amplio espectro de manifestaciones político sociales, que van desde la UDI a la concertación. Las acciones destinadas a encausar las demandas, desarrollar formas de organización, incluso promover su movilización, pero en el mismo proceso domesticarlas y despolitizarlas, no es algo nuevo ni desconocido por las clases patronales. Ellos saben de sobra

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como detonar controladamente los estallidos sociales y convivir largos años con ellos. De mantenerse esta tendencia al alza de las movilizaciones, es muy probable que dé paso a grados importantes de configuración y protagonismo de una franja de largo aliento, definitivamente desclasada en el seno de este movimiento popular, algo muy diferente a la simple des-configuración social que hasta la fecha hemos vivido.

Un segundo sector importante del mundo popular, se sitúa en los actuales contextos, reeditando una antigua apuesta, con una “mirada bizca” de la realidad, dirigida en un sentido hacia el campo popular, agitando e impulsando las movilizaciones y en otro sentido (en forma simultánea) mirando hacia el Estado burgués y su institucionalidad, como espacio social donde se puede encontrar el sustento para la construcción del movimiento popular en las actuales circunstancias. Esta alternativa hoy opera teniendo como base “material” las capacidades del PC y todos aquellos que “juntos pueden” y luchan por poner fin a su propia exclusión de la institucionalidad dominante. Esta vertiente se sustenta en un PC que emerge tras estos largos años de contrarrevolución mas articulado orgánicamente y menos desarraigado socialmente de lo que comúnmente se piensa. No por casualidad está presente en los últimos grandes conflictos laborales, usando todas sus capacidades de lucha y movilización en función de la generación del contexto propicio para el logro de su primer objetivo. Si hoy, en los espacios locales muestra confusión en su táctica, esta apreciación es sólo transitoria ya que se explica en el sentido de que está aún en pleno proceso de configuración de sus herramientas, y sin duda en un futuro más cercano de lo pensado, se invertirá con renovada fuerza en la alineación de una potente franja en el seno del movimiento popular. Esta alternativa sólo alcanzará los grados de institucionalización aspirados (en este actual Estado y régimen dominante) haciendo importantes concesiones político ideológicas que terminarán en la gestación de un

movimiento popular carente de independencia y con notable subordinación al itinerario político de las clases dominantes. Los “pacos rojos”, la reacción pastoral ante el asesinato del compañero Cisterna, la aceptación de ese extraño rol mediador del clero, el desconocimiento y abandono de esos grupos de trabajadores que pusieron el componente más violento en los últimos conflictos laborales y sociales, tal vez no sean tan sólo manifestaciones transitorias de vulneración de la ética revolucionaria, sino, el comienzo de una tendencia que se hará permanente, conforme avancen los compromisos con la actual institucionalidad burguesa.

La tercera vertiente, a través de la cual

se anuncian potencialmente las iniciativas de reconstrucción del movimiento popular, tiene relación con la izquierda revolucionaria,

independiente o rebelde, como quiera llamársele, (el zoológico en pleno). Es la más atrasada en su desarrollo, en tanto carga con mayor intensidad con las secuelas y consecuencias de la contrarrevolución. Hoy está políticamente desarticulada, reducida y atomizada, con débiles expresiones de enraizamiento en el mundo laboral. Enfrenta el doble desafío “histórico” de politizar desde una perspectiva independiente a una franja de los explotados y simultáneamente construir la base “orgánica” capaz de sustentar este esfuerzo, para que las experiencias de lucha mas conscientes de la clase, den paso a un efectivo proceso de acumulación de fuerzas, y no sucumban recién nacidas, devoradas por las otras tendencias en pleno proceso de configuración en el mundo laboral.

EL FORTALECIMIENTO DE LAS POSICIONES REVOLUCIONARIAS MARCHA POR CAMINOS

DIVERSOS.

La izquierda independiente, emerge de este largo periodo de resistencia seriamente deteriorada. Pero, más allá de sus deficiencias, representa junto a las pequeñas franjas organizadas del pueblo, la única reserva histórica desde donde el conjunto popular puede avanzar en la construcción de un futuro movimiento con la independencia de clase necesaria para llegar a ser portador algún día, de un proyecto de transformación social revolucionaria. En este sentido, tras los esfuerzos por volver a configurar a la izquierda independiente como un actor social significativo, parecen haber al menos tres caminos que están siendo simultáneamente explorados en la búsqueda de unificar y fortalecer las posiciones.

o El primero, intenta construir algunos instrumentos “centrales” que permitan dotar de contenido de clase, coherencia política y direccionalidad al

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conjunto de ex militantes y micro organizaciones vigentes, coordinando, al menos, una franja de ellos, para volver a tener un horizonte común que permita reestablecer el vínculo estratégico extraviado entre este subconjunto, el llamado “activo político”, y los productores que hoy permanecen mayoritariamente despolitizados.

o La segunda iniciativa, de cara al amplio mundo

popular carente de conciencia, pretende situarse más allá del “activo político” y avanzar en la construcción de nuevas unidades orgánicas autosuficientes, que a diferencia de los colectivos, esta vez efectivamente cuenten con las capacidades mínimas necesarias para sustentar la ansiada “politización del pueblo”. Unidades mínimas de acción político-social, que actuando en el ámbito local de sus relaciones y vínculos, sirvan de “base orgánica” desde donde una franja del pueblo auto construya la capacidad de dar dirección política a sus esfuerzos.

o Mientras, el tercer camino transitado por la

izquierda independiente en estos días, busca la revitalización de antiguas experiencias de organización y lucha, apostando a que este discreto resurgimiento de movilizaciones populares, que en alguna forma afecta la subjetividad del conjunto de la clase, podría

proporcionar el oxígeno necesario para poner fin a su fase de contracción orgánica y política, iniciando un nuevo período de expansión y fortalecimiento.

La reconstrucción de la izquierda independiente

sin duda excede en muchos planos los llamados simples a la unidad, o los esfuerzos por coordinar fragmentos. Más allá de la diversidad de formas con que hoy, las iniciativas en desarrollo intentan adaptarse a esta compleja realidad, todas ellas tienen como denominador común el que su eventual éxito, sólo se podrá evaluar de cara a la capacidad que hayan tenido para transformar este resurgimiento de las movilizaciones populares, (las de hoy o las que vendrán) en el inicio de un proceso efectivo de acumulación de fuerza popular independiente. Aquellos aspectos auto referentes a través de los cuales durante largos años hemos evaluado nuestras existencias, para demostrar que estamos resistiendo los embates de la barbarie neoliberal, ya no son suficientes, y empiezan a perder su sentido y justificación histórica.

EL DEVENIR ESPONTÁNEO DE LOS HECHOS NO NOS SACARÁ DE LA ENCRUCIJADA:

Si queremos que algo ocurra, cualquiera sea nuestro propósito en el terreno de la política, es muy

probable que nuestras aspiraciones nunca se lleguen a cumplir si no nos preocupamos a tiempo de construir las condiciones y herramientas necesarias para que esto sea posible. A un objetivo complejo no se llega de improviso, de golpe. Su logro por muy rápido o violento que en ocasiones parezca, siempre esconde tras él, muchos y variados elementos que han tomado forma en distintos instantes del tiempo, y probablemente en diferentes espacios de la realidad, que de una u otra manera se relacionan entre sí, para hacer posible que algo ocurra. Es razonable por tanto pensar, que entre esas muchas cosas que hacemos, o en las cuales nos vemos involucrados en el presente, por muy necesarias y justificadas que resulten en lo inmediato, solo algunas de ellas, anticipan las futuras realidades a las cuales aspiramos. LA BÚSQUEDA SIMPLE, DE LA UNIDAD, HOY

NO “HACE” LA FUERZA.

En estos días asistimos a la proclamación de más de un llamado unitario, donde algunos actores populares proponen, desde sus trincheras independientes, la creación de nuevas centrales, coordinadoras y frentes obreros, que en algunos casos tienen resueltos incluso los programas, en

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circunstancias que en los actuales contextos sociales, marcados por la inexistencia de una tendencia político social revolucionaria, efectivamente instalada en el seno del pueblo, estos llamados unitarios generan complejas contradicciones.

En los escenarios que se avecinan, cada día va a ser más necesario agrupar y unir, para controlar y cooptar posiciones, agrupar y unir a los explotados para generar los contextos sociales que permitan poner fin a la exclusión política de quienes aspiran a sumarse a la institucionalidad. También es necesario agrupar y unir a los trabajadores, para construir una tendencia revolucionaria en el mundo laboral y en forma simultánea sacar a la “izquierda independiente” de su actual posición social, proyectándola a los grandes escenarios nacionales.

En estos términos, la “mítica unidad de la clase”, se instrumentaliza desde muy diversas perspectivas, tan divergentes como lo son las propuestas emergentes al interior de la franja organizada. Es en este escenario complejo donde se sitúan los constructores del presente (incluidos nosotros obviamente) y se debería actuar conforme a ello.

Estos llamados unitarios que en el presente se

limitan a la coordinación de los dirigentes más conscientes, es posible y necesaria, pero requiere tener los pies bien puestos en la tierra, a la hora de definir sus eventuales perspectivas y logros, so pena de incurrir nuevamente en profundos autoengaños. Quienes nos vemos llamados a participar de instancias de coordinación laboral tenemos que reconocer que en dichos espacios actuamos como individuos, y no como efectivos representantes de la clase, ya que, a diferencia de otros momentos de nuestra historia, hoy existe una profunda brecha entre esa tímida vanguardia de dirigentes conscientes que empieza a despuntar y la condición político-social de sus representados.

Desde esta perspectiva el desafío parece consistir, en la coordinación de los dirigentes de avanzada, pero no para desgastarse en construir referentes artificiales cuyos acuerdos copulares, la mayor parte de las veces, no pueden ser sustentados efectivamente por sus bases, sino a cambio de ello avanzar en la resolución democrática de los problemas que demanda la politización del pueblo desde una perspectiva independiente de clase. La coordinación

de una reducida franja de dirigentes conscientes hoy tiene poca relación con la unidad efectiva de la clase, pero adquiere un tremendo sentido cuando se ponen en práctica los principios de ayuda mutua en directa relación con dos diferentes tareas de primera importancia:

o El auto-desarrollo político social interno de sus

organizaciones de base, o Hacer de la franja de trabajadores sindicalizados

la principal base de sustentación del proceso de organización de los productores que hoy permanecen dispersos y desorganizados.

En estos tiempos “la unidad no hace la fuerza” en

el plano general del quehacer del trabajo. El legendario lema obrero todavía no se puede dotar de acuerdos sustentables en el tiempo, ni en el terreno de los programas ni en el de las prácticas político sociales, lo que reduce la magnitud de los “esfuerzos unificadores amplios” a expresiones básicas relacionadas principalmente con la solidaridad y la socialización de experiencias. Esto traslada el centro de gravedad del problema al plano local, ya que es al calor de las demandas reivindicativas, donde se contraponen directamente los intereses del patrón y el trabajador sin tapujos ni segundas intenciones; donde la unidad de los explotados adquiere en estos tiempos una tremenda relevancia.. La unidad es una tarea urgente en el terreno local, donde se libran día a día

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las confrontaciones parciales con el capital. Es ahí donde es necesario empezar a demostrar, que los trabajadores unidos, posicionados correctamente en su espacio local, son capaces de desplegar exitosamente sus primeras fuerzas, empezando a ganar los conflictos parciales con el capital, ya que hoy la mayor parte de éstos se pierden no solo por las limitantes legales, o por carecer de asesoría jurídica sino por la falta de unidad local y la precaria planificación política de ellos.

Sin duda la unidad de los trabajadores adquiere diferentes formas de construcción según el marco estratégico en que se promueva. El apresuramiento demostrado por algunos actores populares en construir instancias unitarias nacionales, tan limitadas estructuralmente por las actuales condiciones históricas, solo son explicables bajo la perspectiva de estrategias de desarrollo político ajenas a la democracia popular revolucionaria, que definitivamente no compartimos.

LA LUCHA HOY NO SE GANA, SÓLO, MOVILIZÁNDOSE EN LA CALLE.

Imaginar las fuerzas sociales que fluyen

espontáneamente, desbordando sus propias cadenas, copando los espacios públicos, para realizarse como clase, encierra verdades peligrosas. Sin movilización probablemente no hay posibilidades de desarrollar un proyecto social revolucionario, pero no se puede confundir, simplemente, la movilización, con la acumulación de fuerza popular. Ambos no son lo mismo y es el segundo concepto, en tanto contiene al primero, el que anuncia el desarrollo de una alternativa viable. La historia está llena de ejemplos en que la movilización se desarrolla sin la adecuada correspondencia con otros aspectos trascendentes, propios de un proceso efectivo de construcción de una alternativa revolucionaria. Las clases explotadas se pueden movilizar sin estar construyendo efectivamente un proyecto social alternativo, y pueden terminar ganando la guerra pero en el mismo acto perdiendo la revolución.

La revolución social seguirá siendo una quimera mientras no seamos capaces de resolver, colectivamente, en el marco de la permanente confrontación entre las clases, al menos los siguientes aspectos de una propuesta popular:

o Cómo logramos construir en este mundo des-estructurante formas de asociación político-sociales independientes y estables.

o Cómo logramos hacer efectiva la participación

amplia y democrática de la clase en la elaboración de los programas que anticipan la nueva sociedad a la que aspiramos.

o Cómo demostramos que esa nueva sociedad “prometida”, diseñada a través de nuestros programas, es más productiva y justa que la actual.

o Cómo construimos las herramientas necesarias

para reproducir, defender e imponer la propuesta popular en plena lucha de las clases.

o Cómo hacemos de todo esto un único proceso, simultáneo y coherente, en los planos local, sectorial y general, de nuestra vida social cotidiana.

LA HEGEMONÍA DE LAS POSICIONES REVOLUCIONARIAS EN EL SENO DEL PUEBLO:

En un escenario futuro, de complejidad creciente,

las posiciones revolucionarias se presentan como una alternativa potencial, pero con importantes limitaciones. Desde una condición de tamaña precariedad como la que hoy vivimos, no se puede esperar reaparecer convertidos en importantes protagonistas de la historia, tan sólo porque los contextos sociales evolucionen, como si los otros actores que despliegan sus fuerzas en el mundo laboral no existieran.

Los tiempos que vienen, serán productivos si somos capaces de dar forma a una tendencia independiente en el mundo del trabajo y a una tendencia revolucionaria en el seno de la izquierda como conjunto. Hoy no está en juego la hegemonía de las posiciones revolucionarias al interior de la clase. Hoy tan sólo está en juego la posibilidad de convertir las movilizaciones venideras en un efectivo proceso de acumulación de fuerza popular. Ese es el desafío que define el quehacer de los revolucionarios en estos tiempos: “configurar una “tendencia - político – social - revolucionaria en el seno del pueblo”, ya que estamos seguros que esto no ocurrirá espontáneamente, por la sola fuerza de la movilización, si no nos preocupamos de construir oportunamente las herramientas que lo hagan posible.

Intentar en alguna forma acotar los posibles logros de las posiciones revolucionarias en el corto y mediano plazo, revisten de realismo las prioridades que se hagan en relación a la construcción de una fuerza popular independiente en el presente. Permite definir los acentos y ejes principales del debate ideológico. Permite en alguna medida orientar la construcción hacia lo que es necesario resolver efectivamente, y no desgastarnos en esfuerzos que probablemente requieren de otra relación cuantitativa / cualitativa, en el desarrollo de nuestras propias fuerzas, para poder lograrlo.

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LAS “CARENCIAS ESTRUCTURALES” EN LOS

ALBORES DE UN NUEVO CICLO DE ACUMULACIÓN DE FUERZA.

De cara a un nuevo momento de la lucha de

clases, los revolucionarios enfrentan estos tiempos, afectados por profundas deficiencias y atrasos en su desarrollo, tanto en relación al enemigo de clase como a otros actores que operan en el mundo popular desde otras perspectivas de acción. La izquierda independiente no será capaz de superar estas “desventajas comparativas” mientras no atienda adecuadamente las carencias que se sitúan en la base misma de su existencia social:

o Precariedad teórica, política- ideológica

Los revolucionarios emergen de este largo periodo de resistencia con un sustento ideológico extremadamente pobre y distorsionado, dotado de un conjunto de conceptos y categorías para la comprensión de la realidad social, que en el presente se muestran claramente insuficientes para dar forma al análisis y el discurso que debería acompañar la proyección de la franja popular mas consciente hacia un “nuevo momento” de la lucha de clases. Esta condición generalizada es producto de una nefasta amalgama de circunstancias, la mayor parte de ellas, suficientemente conocidas, donde se destacan el efecto traumático de la derrota popular, la discontinuidad de la memoria social, la caída de los referentes revolucionarios

internacionales, la interrupción abrupta de una histórica condición de dependencia ideológica que ello había provocado, el prolongado periodo de resistencia y la sostenida acción erosionante del proyecto social dominante desplegado prácticamente sin contrapeso por más de tres décadas.

Si bien contamos con un diagnóstico de la realidad actual, instalado en la estrecha franja politizada aún, (que es infinitas veces más reducida, que la franja organizada del pueblo) hay mucho trabajo por hacer todavía, en lo que se refiere a su socialización más amplia. Si bien este diagnóstico contiene elementos comunes a las diferentes iniciativas en desarrollo, a la hora de transformarlo en una herramienta efectiva de construcción, éste se abre como un abanico de propuestas divergentes que solo denotan nuestra profunda precariedad ideológica y en más de una ocasión simplemente nuestra ignorancia. En el marco de tal diversidad o confusión teórica, hasta los conceptos mas importantes terminan siendo vaciados de contenidos prácticos efectivos.

o Estrechez de las formas de organización político – social actual.

Tal vez una de las manifestaciones más importantes de esa larga lista de secuelas de la contrarrevolución, hoy está relacionada con el desprestigio del concepto de “partido”, en la franja politizada, y el desprestigio general de la “política”, en el conjunto del Pueblo. Probablemente existan más de una razón valedera para concluir evaluaciones críticas y negativas al respecto, pero a partir de ello negar la necesidad de construir “fuerza político - social organizada”, como un hecho ineludible a la hora de elaborar colectivamente una alternativa social, es construir concepciones teóricas al margen de la historia. Ningún discurso o propuesta razonable puede eludir la necesidad de construir formas de organización que permitan al Pueblo dar dirección política (táctica y estratégica) a sus propios esfuerzos, en la confrontación permanente entre las clases. Como ya se había mencionado anteriormente, la izquierda independiente enfrenta hoy el doble desafío de politizar una franja del pueblo desde una perspectiva independiente, reconstruyendo los componentes ideológicos propios de la clase, y en el mismo y simultaneo esfuerzo, construir la “base organizacional” capaz de sustentar este proceso. Ya suficientemente se ha dicho, en muchas partes y oportunidades, que los contextos sociales han cambiado sustancialmente con posterioridad a la

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contrarrevolución de 1973. Esto limita las concepciones antiguas de organización partidaria, y que además, las nuevas formas de organización colectiveras surgidas en estas últimas décadas cargan con su propio karma: haber sido concebidas durante un prolongado periodo de resistencia. Ambas propuestas organizacionales, con sus micro- expresiones prácticas, son el sustento orgánico fragmentado en el cual

descansa hoy la izquierda independiente, y resultan insuficientes para proyectar, a un significativo segmento de la clase, a ese esperado “nuevo ciclo” de acumulación de fuerza popular. Ambas concepciones orgánicas, las partidarias tradicionales y las colectiveros emergentes, por si solas, resultan extremadamente estrechas para dar forma a una tendencia político – social revolucionaria, conforme a lo que demandan estos tiempos.

o Carencia de vínculos estratégicos con los

sectores productivos de la sociedad

Si se consideran los logros alcanzados por las negociaciones laborales estos últimos años, se empiezan a mostrar nuevas experiencias de lucha protagonizadas por conjuntos laborales construidos en torno a trabajadores subcontratados en la “industria exportadora estratégica” (portuarios, forestales, mineros), quienes logran superar su propia fragmentación sobrepasando la primera barrera de defensa del capital y las normas legales que la definen. Estos trabajadores, además de asociarse bajo nuevos criterios han sido capaces de reemplazar el concepto clásico de “huelga” (negativa a trabajar), por la amenaza efectiva a los medios de

producción, tomándose y bloqueando los accesos a las plantas productivas. Si bien estas luchas nos llenan de optimismo, están aún lejos de generalizarse y representar avances en la politización de sus protagonistas. La ausencia de una tendencia política – social - revolucionaria en el mundo laboral se hace más patente que nunca en la infinidad de conflictos ganables que se pierden por la falta de una evaluación política adecuada de éstos. La izquierda independiente, excluida casi totalmente del mundo de los productores se ha resistido a desaparecer anclándose casi exclusivamente en segmentos poblacionales y estudiantiles. La recomposición de los vínculos laborales es una necesidad, y una tarea, de primera importancia, si se aspira a jugar un papel significativo en el desarrollo de la conciencia y la organización de los explotados. TRES TAREAS QUE NOS PREPARAN PARA ENFRENTAR UN NUEVO MOMENTO EN LA

LUCHA DE CLASES.

Sacar al trabajador, al estudiante, al joven poblador, del estrecho y solitario círculo con que le atrapa el consumismo, la competitividad y

el individualismo, la superexplotación a que son sometidos diariamente, para obtener su compromiso y participación en nuevas tareas colectivas que amplíen su comprensión de la realidad social, desarrollando sus propias capacidades, parece ser lo que hoy se puede entender como “politización del pueblo” con la necesaria amplitud que requiere el concepto.

Superar gradualmente el mezquino rincón donde el capitalismo nos recluye, nos asigna roles y objetivos funcionales a sus intereses, para dar forma a una nueva experiencia colectiva paralela, donde seamos nosotros mismos, pueblo explotado y dominado, quien se auto asigna nuevas tareas ajenas al capital, esta vez conforme a nuestros propios intereses de clase, relacionadas con la auto-educación, la reivindicación de nuestras muchas necesidades, la defensa del medio ambiente, las comunicaciones y el arte popular, etc., es lo que entendemos también por politización del pueblo, cual convocatoria amplia, dirigida a ese mayoritario universo humano carente de experiencia colectiva organizada y de conciencia de su propia explotación.

Después de esta contrarrevolución neoliberal, del

derrumbe de las antiguas construcciones populares (nacionales y mundiales), el trabajador no puede seguir siendo entendido simplemente como tejido social, como el “sustrato” donde se enraízan vanguardias elitistas, sino desde un principio, como el viajero que construye el camino

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que transita. El tema central no consiste en cómo se construye un instrumento orgánico que represente a la clase, sino, en cómo la clase se constituye a si misma en un sujeto colectivo con capacidades político – sociales. Esto no solo requiere voluntad, capacidad de persuasión, discursos potentes y experiencias visibles, sino además, una base organizacional nueva, un nuevo pensamiento colectivo depurado de distorsiones y una nueva capacidad de lucha más amplia y certera.

Generar las condiciones para que un segmento del pueblo sea capaz de comenzar a dotar de direccionalidad táctica y estratégica a los esfuerzos populares, requiere con urgencia el compromiso colectivo en, al menos, las siguientes tareas simultáneas:

o El rearme teórico de la clase o La construcción de las bases orgánicas del Pueblo

politizado o El desarrollo de la confrontación parcial con el

capital

EL REARME TEÓRICO DE LA CLASE

La reconstrucción del pensamiento de los explotados, tras 35 años de imperio impune del poder de las clases dominantes, demanda a su vez lo siguiente:

o El debate político – ideológico interno y fraterno o La socialización de experiencia adquirida en la

lucha cotidiana. o El estudio riguroso de las ciencias sociales y

políticas, asistido por “especialistas”.

Es necesario abrir el más profundo e intenso debate político- ideológico posible en el seno de las organizaciones populares existentes, a fin de depurar éstas, de las evidentes deformaciones teóricas acumuladas no

sólo como consecuencias directas de la derrota popular, sino, además, como resultado esperado del prolongado periodo de resistencia que por estos días intentamos abandonar.

Promover en todos los espacios posibles, locales, sectoriales y globales, las iniciativas de autoformación, basadas en la socialización y análisis de conocimientos y experiencias para que los “descubrimientos”, o nuevos conocimientos teórico – prácticos, que el pueblo obtiene como fruto de la lucha cotidiana, encuentre un camino que permita su conocimiento amplio y se acumulen en forma creciente las enseñanzas que de ellos se desprenden.

El debate político-ideológico fraterno, y la socialización de la experiencia en desarrollo, se presentan como pilares fundamentales de la formación colectiva, pero además, no hay que olvidar que la humanidad ha acumulado un extenso legado de conocimientos cuya aprehensión resulta determinante a la hora de ampliar nuestros horizontes de constructores.

El Pueblo como conjunto mantiene una de sus más valiosas reservas teóricas en los docentes e investigadores comprometidos con el mundo popular. Profesores, científicos y estudiosos especializados, que formando parte del Pueblo trabajador, no han olvidado el origen, que en la eterna confrontación de las clases, tiene el conocimiento que en el presente atesoran, y conforme a ello están dispuestos a compartirlo. En estos tiempos en que con bastante frecuencia y con una vulgaridad que denota sólo ignorancia, se desprecia la educación y formación teórica de los trabajadores. La realización de “escuelas populares permanentes” adquiere una importancia trascendental. Estas escuelas donde el “conocimiento científico” se funde con la visión crítica del alumno constructor social, son el tercer eje indispensable en la reconstrucción de nuestro pensamiento independiente.

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LA CONSTRUCCIÓN DE LAS BASES ORGÁNICAS

DEL “PUEBLO POLITIZADO”.

La superación de la estrechez de las formas de organización existentes, que no dan el ancho para sustentar un efectivo proceso de politización del pueblo, requieren, en primera instancia, (dada la necesaria transitoriedad de las actuales propuestas) invertir los esfuerzos en relación a tres criterios básicos que resultan de enorme importancia para abrir y potenciar el desarrollo de la organización popular actual hacia nuevos y futuros horizontes:

o La redefinición de la unidad orgánica mínima o La redefinición del militante o El respeto de los ejes básicos de articulación de

la orgánica popular emergente La redefinición de la unidad orgánica mínima.

Hoy, donde lo que buscamos es generar nuestras propias capacidades de síntesis y elaboración política, es necesario que el trabajador se una con sus iguales ya sea sindicalizándose, o asumiendo otras formas de organización, pero además, junto con eso y en forma paralela, tiene que salir del estrecho rincón de su fábrica, para asociarse a otros actores populares, y en la interacción política fraterna que se genere entre ellos, ampliar su percepción del acontecer social.

La unidad orgánica mínima debe concebirse como

una unidad político social, que considere necesariamente, (cual micro dirección) integrantes de diverso origen sectorial para que en las actuales condiciones sean posibles, los procesos de análisis, síntesis y elaboración en la misma base de la organización. La unidad mínima de trabajo político social, “idealmente”, en estos tiempos de intensa des estructuración, debe estar constituida al menos por un trabajador, un poblador, un estudiante, un artista y un ambientalista, si efectivamente lo que se quiere es ampliar la visión que éstos tienen del mundo, y junto con ello potenciar las capacidades propias y autónomas de dar dirección política a sus luchas. La redefinición del militante

Ya no basta con la auto proclamación de intenciones, con la inscripción formal en determinada tendencia política, agregando un número más a las estadísticas con que comúnmente se abultan cuantitativamente las orgánicas. Ese militante constituido en base a la auto referencia política, dispuesto a ser conducido pasivamente, ya no sirve para enfrentar los desafíos del presente. En el otro extremo, también se muestra anacrónico el súper militante, ese verdadero marciano eximio conocedor de técnicas que van desde la SIPONA a las artes marciales, pero incapaz de construir junto a sus

compañeros de trabajo un triunfo reivindicativo para el conjunto. La condición de militante en estos tiempos en que se construyen cimientos, no pude ser definida tan solo, por sus doctos conocimientos ni su propia auto referencia, sino de cara a las necesidades que la lucha de clases con el dinamismo que le es propio, demanda. El militante constructor no es un “grado” que asigna la orgánica, sino es mas bien una forma de vida, que se auto constituye a si misma, en la medida que efectivamente participa de un proceso de auto formación sistemático y permanente, forma parte de una unidad político / social (núcleo orgánico) y finalmente, en la medida que junto a otros integrantes del espacio local donde transcurre su vida cotidiana, es capaz de implementar planes de trabajo social independientes, planificados, ejecutables y evaluables.

El estudio permanente, la capacidad de dar dirección política a lo que construye, y su práctica social consecuente, es lo que definen al militante constructor de estos días. El respeto de los ejes básicos de articulación de la orgánica popular emergente.

Lograr la asociación amplia de, al menos, una franja significativa de la clase, en forma paralela e independiente a la articulación (o desintegración) que el sistema de dominación le impone desde la perspectiva de sus mezquinos intereses, solo puede ser comprendido como una iniciativa de carácter político social en lo orgánico, si se espera que sean los mismos explotados los que resuelvan los desafíos teóricos, orgánicos, prácticos, etc. que ello demanda. Una iniciativa de tal magnitud, sin duda, excede lo que comúnmente se conoce como puramente social o puramente partidario en sus acepciones tradicionales, adquiriendo un carácter re- fundacional.

Lo dable a esperar en momentos como los que vivimos, es la dispersión coherente de las capacidades de síntesis y elaboración a lo ancho y largo de todos los espacios sociales de construcción, de manera que se retroalimenten complementándose mutuamente, pero sin subordinarse unos a otros, fundando las bases de la autonomía e independencia y en el mismo esfuerzo aproximarnos a una nueva dimensión (efectivamente en desarrollo) de la anhelada democracia popular.

En este sentido, son tres los ejes mas importantes de desarrollo, cada uno, con sus propias particularidades y dinámicas: el anclaje local, las referencias sectoriales y el eje global o general (o multisectorial), como quiera llamársele. Acceder a la existencia política en estos tiempos, requiere que el trabajador se asuma en tres dimensiones simultáneas: Primero, como integrante de una comunidad local (su lugar de trabajo, su población, por ejemplo) donde cada uno tiene nombre, historia conocida, problemas y demandas específicas. Segundo, como integrante de un sector social (trabajadores, pobladores, estudiantes, etc.) donde los problemas y necesidades

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comunes exceden su vida individual cotidiana. Y finalmente, como integrante de un movimiento popular emergente donde nuevamente la existencia social y sus problemas adquiere una dimensión aun más amplia, esta vez, de carácter multisectorial. Cada una de estas dimensiones del tiempo y el espacio donde el ser humano practica en forma simultánea su existencia social constituye un todo diferente, que debemos ser capaces de respetar para fortalecerlos y articularlos a través de una propuesta político social coherente. El trabajador debe escapar al destino que las clases dominantes le tienen preparado, para comenzar a dotarse, a si mismos, de las herramientas teóricas, orgánicas y prácticas que le permitan acceder a dimensiones cada vez más amplias y plenas de su existencia social, hoy sometida y subordinada.

EL DESARROLLO DE LA CONFRONTACIÓN PARCIAL CON EL CAPITAL

La politización del conflicto laboral

Es importante y urgente potenciar el conflicto laboral más allá de los límites jurídicos establecidos por la legislación vigente. Al respecto, hay mucho que hacer todavía en lo que se refiere al conocimiento “amplio y profundo” del código del trabajo, y las funciones de la dirección estatal respectiva, sin embargo, no basta con esto. Un alto número de conflictos hoy se pierden u obtienen pobres resultados por la precariedad política de los análisis en que se basó su planificación y ejecución.

Hay que desarrollar una nueva visión del conflicto laboral, que además de sus aspectos jurídicos considere éste como una acción compleja de movilización popular que debe ser cuidadosamente planificada desde una perspectiva política en todas sus fases:

o el proceso en el cual las necesidades son transformadas en demandas,

o la fuerza propia que se construye para la movilización,

o las expectativas desarrolladas por el conjunto movilizado y los máximos logros posibles

o los eventuales aliados, o los agentes que es necesario neutralizar o a quiénes se enfrentará definitivamente. o la posición que los protagonistas ocupan en la

formación económica y social. o la configuración de la contraparte o el uso gradual de la fuerza disponible o demostrar que somos capaces de sustentar y

defender lo logrado etc. o el horizonte político establecido con posterioridad

a una movilización.

El listado precedente ilustra algunas de las complejas interrogantes que es necesario resolver

colectivamente en el marco de una negociación laboral si se enfrenta con responsabilidad y posibilidades reales de éxito. Se presentan tan solo como una manera de ejemplificar que el desarrollo de un conflicto laboral excede con creces los límites establecidos por la ley, en lo que se refiere a su planificación y ejecución desde una perspectiva popular y no se resuelven simplemente con una eficiente asesoría jurídica, pero ello requiere emprender seriamente el trabajo de sistematización y socialización de su conocimiento.

La configuración de una “tendencia político social independiente” en el mundo laboral, hace necesario e imprescindible que sus protagonistas empiecen a ganar efectivamente las confrontaciones parciales con el capital (al menos las que son ganables) y no reincidir en movilizaciones tan comunes por estos días, en que la fuerza popular carente de visión política se diluye en medio de costosos fracasos, o imbuida de una falsa radicalidad, no hace sino auto-atraparse en complejos y estrechos zapatos chinos sin salida racional.

La implementación simultánea de acciones destinadas a reconstruir el pensamiento independiente de los explotados, construir una base organizacional que permita articular, al menos, una franja significativa de los productores y promover un nuevo ciclo de movilizaciones populares, son las tareas que nos acercan al objetivo identificado para estos momentos de nuestra historia: “jugar un papel activo en la transformación de las movilizaciones populares en un efectivo proceso de acumulación de fuerza social y programática, que se encarne en la configuración de una “tendencia político social revolucionaria” al interior de la clase.

32 CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN Y CONCIENCIA DE CLASE

EDUCACION POPULAR REVOLUCIONARIA Y ESCUELA

POPULAR PERMANENTE

“La creación de una sociedad nueva no puede ni debe esperar por hombres y mujeres nuevos”

El triunfo de los oprimidos mañana depende del trabajo de los oprimidos hoy. Este trabajo generoso, esencialmente revolucionario, debe dar a luz organizaciones de nuevo tipo que, desde el seno del Pueblo sepan dar las soluciones prácticas para que sean los oprimidos los que construyan las herramientas para su liberación final. De todas las herramientas indispensables para el triunfo revolucionario, de todas las herramientas más manoseadas y embaucadas al Pueblo por sus enemigos de clase, la educación brilla con luz propia como la más escasa en el actual ciclo histórico que enfrenta nuestro Pueblo. Educación popular no sólo en oposición a la educación formal, sino como arma principal de los pobres para su propia liberación. Educación revolucionaria, rebelde hasta la médula, que potencie el carácter transformador de la lucha de los trabajadores. Educación que venga a desintoxicar a nuestro Pueblo de la ideología de los ricos. Es por todo esto que se hace un deber y una necesitad la creación de un espacio donde el Pueblo fortalezca su identidad, multiplique su conciencia, perfeccione su experiencia revolucionaria y acelere su constitución como clase autónoma y subversiva. Ante este escenario se crea el proyecto de la “Escuela Popular Permanente” que intenta hacer interactuar a una franja del Pueblo en un espacio crítico que potencie estrategias orientadas al desarrollo del proyecto popular. Esta Escuela cuenta con el valioso e insoslayable apoyo de destacados trabajadores de las ciencias sociales y matemáticas. Queda entonces abierta la invitación a quienes buscan participar y aportar en la reconstrucción del pensamiento de la clase.

TRABAJADORES DE LA CIUDAD Y EL CAMPO, POBLADORES, ESTUDIANTES…

¡Uníos!