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Análisis de la organización económica a través de la óptica del contrato Oliver E. Williamson 1 University of California, Berkeley [email protected] Como ya señalamos en otros trabajos (Williamson, 2002a, 2002b), el enfoque de la organización económica a través de la óptica del contrato difiere del enfoque ortodoxo en tres puntos importantes. Primero y principal, la óptica del contrato se centra básicamente en las ganancias comerciales, mientras que el enfoque ortodoxo se centra en la asignación de recursos (precios y producto). En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, el enfoque ortodoxo describe a la empresa como una función de producción mientras que vista con la óptica del contrato, la empresa es una estructura de gobernancia. En tercer lugar, a través de la óptica del contrato la interpretación es más microanalítica y más compatible con lo que dicta la teoría de la organización. Este trabajo adopta la perspectiva de la óptica del contrato. Comienzo primero por un breve esbozo de la teoría de la organización, tanto curricular como de investigación en la Graduate School of Industrial Administration (GSIA) (Escuela de Graduados de Administración Industrial) en Carnegie en la década del 60. Luego paso a analizar algunos de los aprendizajes más importantes que nos deja la teoría de la organización para el estudio de la organización económica, vista a través de la óptica del contrato. En tres ejemplos que incluyo en la Sección 3 y en la presentación que hago sobre formalismo total en la Sección 4, quedan ilustradas las diferencias importantes que resultan de analizar la organización económica a través de la óptica del contrato. Por último, cierro con las conclusiones. 1. Teoría de la organización Como suele ocurrir, mis estudios de postgrado me permitieron descubrir intereses. Había comenzado mi primer año en el MBA de Stanford (en 1958-59, antes de que la Stanford Business School sufriera importantes cambios en sus programas de estudio), cuando descubrí que la economía era un tema fascinante que utilizaba muchos elementos del mecanismo analítico de la ingeniería. Por sugerencia de Jim Howell, la mayoría de las materias que cursé el segundo año en Stanford eran del área de economía y estadística. Luego de algunas conversaciones con otro miembro de personal docente de la Stanford Business School, recién egresado de la GSIA, Charles Bonini, tomé la decisión al año siguiente de pasarme a Carnegie. Como conté en otras publicaciones (Williamson, 1996, Cap. 1; 2002c), para mí fue una experiencia muy estimulante cursar el Ph.D. en la GSIA a fines de la década del 50, principios del 60. No solo porque el personal docente reunido en Carnegie era extraordinario, sino además porque profesores y alumnos participaban en trabajos de investigación interdisciplinaria en ciencias sociales de un nivel que jamás había visto antes ni he vuelto a ver. La literatura sobre teoría de la organización no solo es abundante y difusa; a veces, también resulta confusa. Habiéndome basado en una versión confusa de la teoría de la organización (en donde el conocimiento se transmitía a través de “proverbios de administración”) 2 antes de entrar a la GSIA, no tenía idea de qué esperar en la primera clase de teoría de la organización en la cátedra de Jim March. Antes de que terminara la primera semana de clases, (y contra el consejo de Jim), me anoté en su materia para obtener créditos. Lo especial de Carnegie era la manera en que se combinaba la teoría de la organización con las ciencias sociales contiguas. En todo este proceso, yo fui cambiando amplia y constantemente mi comprensión de la organización económica y la manera en que abordaba su estudio. 1 El autor es Edgar F. Kaiser, Profesor de Administración de empresas, Profesor de Economía y Profesor de Derecho de la Universidad de California, Berkeley. Se agradecen especialmente los útiles comentarios de David Kreps 2 Herbert Simon hizo una excepción con esta tradición en Administrative Behavior (Comportamiento administrativo) (1947, Cap. 2). Véase también James March y Herbert Simon, Organizations (Organizaciones) (1958, Cap. 2).

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Análisis de la organización económica a través de la óptica del contrato

Oliver E. Williamson1 University of California, Berkeley

[email protected]

Como ya señalamos en otros trabajos (Williamson, 2002a, 2002b), el enfoque de la organización económica a través de la óptica del contrato difiere del enfoque ortodoxo en tres puntos importantes. Primero y principal, la óptica del contrato se centra básicamente en las ganancias comerciales, mientras que el enfoque ortodoxo se centra en la asignación de recursos (precios y producto). En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, el enfoque ortodoxo describe a la empresa como una función de producción mientras que vista con la óptica del contrato, la empresa es una estructura de gobernancia. En tercer lugar, a través de la óptica del contrato la interpretación es más microanalítica y más compatible con lo que dicta la teoría de la organización. Este trabajo adopta la perspectiva de la óptica del contrato.

Comienzo primero por un breve esbozo de la teoría de la organización, tanto curricular

como de investigación en la Graduate School of Industrial Administration (GSIA) (Escuela de Graduados de Administración Industrial) en Carnegie en la década del 60. Luego paso a analizar algunos de los aprendizajes más importantes que nos deja la teoría de la organización para el estudio de la organización económica, vista a través de la óptica del contrato. En tres ejemplos que incluyo en la Sección 3 y en la presentación que hago sobre formalismo total en la Sección 4, quedan ilustradas las diferencias importantes que resultan de analizar la organización económica a través de la óptica del contrato. Por último, cierro con las conclusiones.

1. Teoría de la organización

Como suele ocurrir, mis estudios de postgrado me permitieron descubrir intereses. Había comenzado mi primer año en el MBA de Stanford (en 1958-59, antes de que la Stanford Business School sufriera importantes cambios en sus programas de estudio), cuando descubrí que la economía era un tema fascinante que utilizaba muchos elementos del mecanismo analítico de la ingeniería. Por sugerencia de Jim Howell, la mayoría de las materias que cursé el segundo año en Stanford eran del área de economía y estadística. Luego de algunas conversaciones con otro miembro de personal docente de la Stanford Business School, recién egresado de la GSIA, Charles Bonini, tomé la decisión al año siguiente de pasarme a Carnegie.

Como conté en otras publicaciones (Williamson, 1996, Cap. 1; 2002c), para mí fue una

experiencia muy estimulante cursar el Ph.D. en la GSIA a fines de la década del 50, principios del 60. No solo porque el personal docente reunido en Carnegie era extraordinario, sino además porque profesores y alumnos participaban en trabajos de investigación interdisciplinaria en ciencias sociales de un nivel que jamás había visto antes ni he vuelto a ver.

La literatura sobre teoría de la organización no solo es abundante y difusa; a veces,

también resulta confusa. Habiéndome basado en una versión confusa de la teoría de la organización (en donde el conocimiento se transmitía a través de “proverbios de administración”)2 antes de entrar a la GSIA, no tenía idea de qué esperar en la primera clase de teoría de la organización en la cátedra de Jim March. Antes de que terminara la primera semana de clases, (y contra el consejo de Jim), me anoté en su materia para obtener créditos. Lo especial de Carnegie era la manera en que se combinaba la teoría de la organización con las ciencias sociales contiguas. En todo este proceso, yo fui cambiando amplia y constantemente mi comprensión de la organización económica y la manera en que abordaba su estudio.

1 El autor es Edgar F. Kaiser, Profesor de Administración de empresas, Profesor de Economía y Profesor de Derecho de la Universidad de California, Berkeley. Se agradecen especialmente los útiles comentarios de David Kreps 2 Herbert Simon hizo una excepción con esta tradición en Administrative Behavior (Comportamiento administrativo) (1947, Cap. 2). Véase también James March y Herbert Simon, Organizations (Organizaciones) (1958, Cap. 2).

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Si bien la teoría de la organización es un campo aparte, no está separada de las demás ciencias sociales. En realidad, lo que ocurre con la teoría de la organización es que se desprende de ellas, pero une en si misma a la economía, la sociología, las ciencias políticas y algunos aspectos de psicología cognitiva y social. Yo le digo a mis alumnos interesados en organizaciones e instituciones que la teoría de la organización es “el cimiento,” aunque los beneficios dependen de cuál es la versión de teoría de la organización con la que se trabaja y quién es el docente. Teniendo en cuenta el criterio de sistemas racionales, naturales y abiertos (Scott, 1987), la versión Carnegie era básicamente un mix de sistema racional (con limitaciones) y natural, con mayor énfasis hacia el primero3. Con respecto al docente a cargo del curso, me gustaría que mis alumnos cursen teoría de la organización con James March o un equivalente. Lo de equivalente no es un requisito muy fácil de cumplir, ya que Jim March es uno de esos “administradores, profesores, investigadores casi únicos e irremplazables” a los que se refiere Jacob Marschak (1968, pág. 14).

Sea como fuere, los alumnos míos que cursan teoría de la organización normalmente reciben beneficios duraderos. El gran beneficio es que toman conciencia de que la organización económica es más complicada, menos ordenada y más interesante de lo que se habían imaginado. En lugar de declarar con toda seguridad que “Esta es la ley” (como lo revela, por ejemplo, la aplicación disciplinada de la teoría de precios), se encuentran más preparados para formular la pregunta “¿Qué pasa aquí?” cuando se enfrentan con formas de contratos u organizaciones confusas o fuera de lo estándar. Este tipo de orientación los lleva a los mecanismos microanalíticos y a las transformaciones de procesos intertemporales, que son terreno conocido para la teoría de la organización.

A través de su famoso estudio de las “tendencias oligárquicas de la democracia

moderna”, Robert Michels llegó a reconocer que los objetivos democráticos iniciales muchas veces son trastocados por la oligarquía. La oligarquía, que apareció gradualmente, fue atribuida a las posiciones ventajosas que iba ganando el liderazgo: “es la organización lo que da lugar a que el electo domine al elegido, el mandatario al mandante, los delegados a los delegantes. Quien dice organización, dice oligarquía” (Michels, 1962, Pág. 365). Pero la conclusión de Michels no es que la democracia debe abandonarse por esta razón. Más bien concluye en que cuando se descubre que hay una propensión hacia la oligarquía y se identifican los factores responsables de la misma, es necesario arrancar las ramificaciones del diseño organizacional. Michels establece finalmente que “solo un análisis franco y sereno de los peligros oligárquicos de la democracia nos va a permitir minimizar estos peligros” (Michels, 1962, p. 370).

Aunque no era estudioso de la teoría de la organización, Ronald Coase poseía una curiosidad innata sobre el tema y era un excepción entre los economistas, propensos a declarar con toda seguridad que las prácticas contractuales confusas y las estructuras organizacionales tienen un objetivo y un efecto monopólico. Puede ser, pero puede ser que no. De hecho, él atribuía el estado regresivo de la organización industrial de la década del ’60 precisamente a la excesiva confianza que se tenía en el razonamiento teórico de monpolio/precio (Coase, 1972, pág. 67): un resultado importante de esta preocupación con el problema del monopolio es que si un economista encuentra algo – algún tipo de práctica comercial – que no entiende, lo trata de explicar por el lado del monopolio. Y como en este campo somos muy ignorantes, son muchas las prácticas que no se entienden, y es con mucha frecuencia que se busca la explicación en el monopolio. Los estudiosos de la teoría de la organización no tienen esa predilección por el monopolio. Así pues, si bien algunas interpretaciones de prácticas y estructuras no estándar hechas desde la teoría de la organización resultaron algo caprichosas e incluso algunas

3 El abordaje de sistemas tanto racionales como naturales tiene sus orígenes en Chester Barnard (1938). La teoría de sistemas racionales ve a la administración como un proceso “consciente, deliberado, con un objetivo” (Barnard, 1938, pág. 4). La organización está sujeta a limitaciones en su racionalidad, se impone una meta secundaria, y se ve influida por la organización informal. (Simon, 1947). La teoría de sistemas naturales apunta más hacia la idea de que la organización, como la ley, tiene una vida propia. Lo cual hace que surjan transformaciones intertemporales espontáneas. (Selznick, 1948, 1949, 1950). Resulta elemental descubrir todas las características económicas significativas y establecer las ramificaciones.

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tautológicas (por ejemplo, “poder”), los estudiosos de la teoría de la organización no llevan la carga de la obsesión con el monopolio. Tuve la suerte de transformar mi comprensión y curiosidad respecto de la organización económica por haber cursado en la GSIA. Aunque algunos señalen que tendría que haber internalizado con más profundidad lo aprendido en Carnegie, quiero creer que han habido beneficios duraderos. Sin duda podría argumentarse que, en combinación con una óptica económica (de tipo contractual, o de teoría de los juegos o teoría de los precios), la teoría de la organización confiere una “ventaja injusta”.4 2. La óptica del contrato 2.1 Generalidades

Hal Varian hizo hace poco la distinción entre idea importante y Gran idea y describe el

clásico de Ronald Coase’s “The Nature of the Firm” (La naturaleza de la empresa) (1937) como una Gran idea (2002, p. C2). Si bien hay consenso con respecto a esto, llevó su tiempo registrar el concepto de gran idea. Es así que en 1972, treinta y cinco años después de la publicación de “The Nature of the Firm”, Coase describió su artículo de 1937 como un texto “muy citado y poco usado” (1972, pág. 63). Muy citado porque se refería a algo importante, tal vez incluso algo grande. Pero poco usado porque la gran idea apenas se percibía y / o no había forma de llevarla a la práctica (Coase, 1992, págs. 716-718).

La esencia del aporte coasiano se ha descripto de formas diversas (Williamson, 1994,

pág. 202; North, 2000, pág. 37; Werin, 2000, pág. 45). Reflexionando y con el beneficio de la declaración de James Buchanan, según la cual “la ventaja mutua del intercambio voluntario es …..la interpretación más fundamental en economía” (2001, pág. 29), me animo a decir que la gran idea aquí es alejarse de la óptica ortodoxa elegida e incorporar sistemáticamente la óptica del contrato para el análisis de los diversos fenómenos económicos. Para muchas transacciones, como por ejemplo la decisión de hacer o comprar, (Coase, 1937), se reconoce fácilmente la estructura contractual. Otras transacciones, como el problema de la externalidad (Coase, 1960), tuvieron que ser reformuladas para sacar afuera sus características contractuales latentes.

En su libro The Nature and Significance of Economic Science (La naturaleza e importancia de las ciencias económicas), Lionel Robbins describe de la siguiente manera el abordaje ortodoxo de la economía desde la óptica de asignación de recursos: “La economía es la ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre fines y medios escasos que tienen usos alternativos” (1932, pág. 16). La alternativa está basada en dos construcciones paralelas: la teoría de la conducta del consumidor, en la que los consumidores maximizan la utilidad; y la teoría de la empresa como una función de la producción, en la que las empresas maximizan ganancias. Los economistas que parten de estos escenarios hacen hincapié en la manera en que las cantidades se ven influidas por los cambios en los precios relativos y los recursos disponibles. El paradigma de asignación de recursos resultante fue el que los economistas tomaron como “dominante” en todo el siglo veinte. (Reder, 1999, p. 48).

Buchanan (1975, pág. 255), sin embargo, afirma que la economía como disciplina se “equivocó” en su preocupación con la ciencia elegida y el mecanismo de optimización asociado con la misma. Lo que se necesitaba era desarrollar en forma paralela una ciencia de contrato. Mientras se esperaba este desarrollo, algunos fenómenos pasarían inadvertidos, otros no se entenderían bien, y el resultado sería una política pública errónea.

Según lo percibe Buchanan, la mayor necesidad de una ciencia de contrato se observaba

en el campo de las finanzas públicas, donde tomó la forma de órdenes públicas (public ordering): “La política es una estructura de complejos intercambios entre individuos, una estructura dentro de la cual las personas buscan asegurar de manera colectiva sus objetivos privados que no pueden asegurarse de manera eficiente por medios de simples intercambios de 4 David Kreps sostiene que: “prácticamente cualquier teoría de la organización que se contemple desde la teoría de los juegos, hará por la teoría de los juego más de lo que la teoría de los juegos pueda hacer por ella.” (1992, p. 1).

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mercado” (1987, pág. 296; con énfasis agregado). Para Buchanan y otros, considerar con una óptica contractual cuestiones en las que el intercambio estaba acuciado por problemas de organización colectiva llevó a analizar las reglas del juego. Se plantean aquí cuestiones de elección pública y economía constitucional (Buchanan y Tullock, 1962; Brennan y Buchanan, 1985).

Independientemente de las reglas del juego, la óptica del contrato también sirve para

observar cómo se juega. Esto mayormente funciona a través de las órdenes privadas (private ordering), que implican esfuerzos de auto ayuda de las partes inmediatas a una transacción para alinear incentivos y elaborar estructuras de gobernancia más a tono con sus necesidades de intercambio. El profético enunciado que hace John R. Commons respecto del problema económico puede considerarse como un precursor de una interpretación a través de la óptica del contrato: “la unidad de actividad por excelencia … debe contener en sí misma los tres principios de conflicto, mutualidad y orden. Esta unidad es la transacción” (1932, pág. 4).

La economía de costos de transacción no solo considera a la transacción la unidad básica de análisis, sino que también considera a la gobernancia el medio por el cual se infunde el orden, se mitiga así el conflicto y se logran ganancias mutuas. A diferencia de lo que ocurre con los abordajes ortodoxos, se destacan las cuestiones de organización más que de tecnología. También, a diferencia de las transacciones anónimas y el orden espontáneo del mercado, pueden surgir conflictos entre partes que guardan una dependencia bilateral, para lo cual se garantiza un apoyo intencional (a veces jerárquico).

Con su interpretación del aprendizaje que nos deja la literatura sobre fracaso del mercado, Kenneth Arrow nos ofrece un puente más desde el análisis ortodoxo al análisis comparativo contractual. Así pues, Arrow propone darle a los fracasos del mercado una interpretación organizacional: “el fracaso del mercado es más una categoría general que una externalidad, y ambas difieren de los retornos crecientes en un sentido básico, ya que los fracasos del mercado en general y las externalidades en particular están relacionados con la modalidad de organización, en tanto los retornos crecientes constituyen básicamente un fenómeno tecnológico” (1969, pág. 48; con énfasis agregado). En consecuencia, atribuir los fracasos del mercado y las externalidades a la tecnología es restrictivo e inoportuno, incluso desubicado, ya que muchos de los “problemas” se originan en la organización. Además, la importancia de los costos de transacción pasa a un primer plano cuando el fracaso del mercado se reconceptualiza de esta forma (a través de la óptica del contrato): “el fracaso del mercado no es absoluto; es mejor considerar una categoría más amplia, la de costos de transacción, que en general impiden, y en casos particulares bloquean por completo, la formación de mercados” (Arrow, 1969, pág. 48; con énfasis agregado). Des esta forma, los objetos de análisis pasan a ser la incidencia y la mitigación de los costos de transacción. 2.2 Operacionalización

El análisis de la organización económica a través de la óptica del contrato se ramifica hacia la organización industrial y tiene también aplicaciones más generales.5 Las empresas ya no son funciones de producción (un fenómeno tecnológico) sino una modalidad de organización (una estructura de gobernancia, que debe ser analizada en relación a otras modalidades de gobernancia factibles). Además, al no haber un poder de monopolio preexistente (que es la excepción más que la regla), las formas de contrato desconocidas o fuera de la norma se

5 Como dice Avinash Dixit en su monografía sobre Las confección de la política económica (The Making of Economic Policy) (1996, pág. 9): El análisis de políticas con abordaje normativo estándar considera … [el] proceso como una caja negra maximizadora del bienestar social, del mismo modo que la teoría neoclásica de producción y abastecimiento consideraba la empresa una caja negra maximizadora de ganancias. Si bien de este planteo surgen visiones útiles, quedan blancos importantes en nuestra comprensión y nos da algunas ideas muy engañosas sobre las posibilidades de intervención beneficiosa de políticas. Los economistas estudiosos de la organización comercial e industrial reconocieron hace rato que su visión neoclásica de la empresa no resulta adecuada y desarrollaron modelos y paradigmas más ricos basados en los conceptos de distintos tipos de costos de transacción. El análisis de políticas también se beneficia con semejante abordaje, ya que se le ofrece la posibilidad de abrir la caja negra y estudiar los engranajes internos del mecanismo.

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consideran eficientes y no tendientes al monopolio6. La economía de los costos de transacción pasa a ser el “punto central”.

Este abordaje contractual comparativo que se hace de la organización económica se

implementa a través de una serie de seis maniobras de apoyo, muchas de las cuales tienen sus orígenes en la teoría de la organización.

(a) actores humanos

Si “A la hora de definir nuestra agenda de investigación e informar nuestros métodos de investigación no hay nada tan fundamental como la manera en que vemos la naturaleza de los seres humanos que estamos estudiando” (Simon, 1985, pág. 303), entonces está bien aconsejar a los economistas y demás estudiosos de las ciencias sociales que describan los atributos de los actores humanos sobre los que descansa su análisis. La economía de costos de transacción nombra tres: cognición, interés personal y previsión. En la racionalidad limitada está el elemento cognitivo, cuya derivación económica principal es que todos los contratos complejos son inevitablemente incompletos. El elemento de interés personal es el oportunismo, por el cual las partes de un contrato de largo plazo contemplarán las posibilidad de desviarse del contexto de contrato y volverse a un contexto de negociación para beneficio personal cuando el contrato pierde la alineación por trastornos importantes. La búsqueda de estrategias, que ha sido reprimida en los abordajes ortodoxos, surge cuando el oportunismo entra en escena. (Makowski y Ostroy, 2001). Se habla de previsión porque se contempla que las partes de un contrato tienen la capacidad de ver más allá del presente, de descubrir los peligros más notorios, determinar lo mecanismos con los que trabajan e incorporarlos en el diseño ex ante de la gobernancia7 La descripción que hace Ludwig von Mises de los emprendedores cuando dice que son “los que tienen más iniciativa, más espíritu de audacia y una vista más rápida que el resto de la gente’ (1949, p. 255) se encuentra en esta línea, al igual que el comentario de Rudolf Spreckels de que “Cuando veo que algo se hace mal o directamente no se hace, veo la oportunidad de hacer una fortuna.” (b) unidad de análisis

La unidad natural de análisis a los fines de la óptica del contrato es la transacción. Sin

embargo, es más fácil nombrar una unidad de análisis que identificar las dimensiones críticas que mejor la describen, como lo demuestra el hecho de que nunca se identifican los atributos clave de tantas unidades de análisis potenciales8. A la espera de la dimensionalización, la economía de costos de transacción retuvo su condición de concepto mayormente tautológico.

Claro está que las transacciones pueden describirse de diversas formas, según sea su

objetivo. Hay tres dimensiones cuyas ramificaciones llegan a afectar la gobernancia, a saber: la especificidad de los activos (que es una medida de la capacidad de redespliegue y puede estar relacionada al lugar, a la especificidad física, a activos especialmente destinados a un fin, a la marca); las perturbaciones no previstas a las que están sujetas las transacciones (que plantean la necesidad de adaptaciones,9 en donde se incurren en costos de adaptaciones erróneas en el caso 6La eficiencia se analiza de un modo institucional comparativo respecto de formas factibles alternativas de organización, que tienen algún defecto. Aquí se aplica el criterio de remediabilidad. (Williamson, 1996). 7Como dice Richard Dawkins , la “la capacidad de simular el futuro en la imaginación..... [nos salva] de las peores consecuencias que pueden acarrear los replicadores ciegos” (1976, pág. 20). La previsión no obstante es limitada y muchas veces se combina con el análisis retrospectivo perspicaz (el aprendizaje). Si las cosas salieron mal, ¿cuáles fueron las razones y cómo pueden mitigarse los problemas en el futuro? Pero esto también es simétrico. Si las cosas salieron bien, ¿cuáles fueron las razones y cómo pueden reforzarse los beneficios? 8 Como ejemplos de unidades de análisis potenciales que carecen de contenido operativo podemos mencionar el rol (véase la crítica de Simon, 1957a, pág. xxx), la premisa de decisión (que es la candidata de Simon, pero que ha tenido muy poca aplicación fuera de la psicología cognitiva (Newell y Simon, 1972)), y la rutina, sobre la que se ha trabajado con fines específicos (Cyert and March, 1963) pero no en términos generales (Nelson and Winter, 1982). 9Como señalan March y Simon (1958, pág. 159): La interdependencia en sí misma no causa dificultades si el patrón de interdependencia es estable y fijo. Ya que, en este caso, cada subprograma puede diseñarse de manera tal que tome en cuenta todos los subprogramas con los que interactúa. Las dificultades surgen solo si la ejecución del programa descansa en contingencias que no pueden predecirse bien. Esta situación plantea la necesidad, entonces, de una toma de decisiones secuenciales y con capacidad de adaptación.

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en que las partes dependientes bilateralmente no cooperan con la adaptación a menos que se “renegocie” el contrato); y la frecuencia con la que recurren las transacciones (que influye en la eficacia de los efectos de reputación en el mercado y en el incentivo de incurrir en el costo de una gobernancia especializada). La ausencia de activos específicos describe la transacción ideal en derecho y economía para que funcione bien la competencia: “o entra porque hay acuerdo, o sale por el desempeño” “sharp in by clear agreement; sharp out by clear performance” (Macneil, 1974, pág. 734). A medida que se incrementa la especificidad de activos, se impone la dependencia bilateral y, en combinación con la incertidumbre (que termina desalineando a los contratos incompletos), aparecen las complicaciones contractuales mencionadas. (c)transformaciones intertemporales

La idea de que “se impone la dependencia bilateral” a medida que se incrementa la

especificidad de activos, se debe a la Transformación fundamental, al ingenio: aunque en un principio, antes de que se adjudique un contrato y se hagan inversiones específicas de la transacción, puedan haber mucho proveedores calificados, una vez que se han hecho inversiones en activos específicos duraderos ya no cabe esperar paridad entre el ganador de la licitación y los demás oferentes. Y eso es así porque ahora el comprador y el ganador inicial de la licitación tienen interés de continuidad. No solo el proveedor perdería valor productivo si redespliega estos activos y les da otros usos alternativos convenientes, sino que el comprador solo podría adquirir el bien o el servicio de fuentes genéricas pagando un costo mayor. Una competencia inicial entre muchos oferentes termina así transformándose en una relación de intercambio bilateral durante la implementación del contrato y en el intervalo de renovación del contrato. En consecuencia, está en juego la eficacia del “contrato simple de mercado”.

La organización interna también sufre transformaciones intertemporales. La condición de oligarquía, mencionada más arriba y señalada por Michels, es un ejemplo. Sin embargo, es solo una manifestación de la propuesta según la cual la organización tiene vida propia (Selznick, 1949, 1950). La identificación de las transformaciones intertemporales clave y la definición de la importancia institucional comparativa resultan de vital significado para poder entender la gobernancia de las relaciones contractuales. La burocratización (Williamson, 1985, Cap. 6) y la “organización informal” (Barnard, 1938; Simon, 1991) son fenómenos intertemporales especialmente importantes.

El aprendizaje es otro proceso intertemporal con importantes ramificaciones en el

desempeño. Uno de los temas aquí es si el aprendizaje en las organizaciones está sujeto a sesgos, tales como la miopía (Levinthal y March, 1993). Al igual que con la burocratización, el desafío es descubrir el sesgo, hallar los mecanismos y definir las ramificaciones institucionales comparativas. Observemos, también, que las oportunidades de aprendizaje y ramificaciones que trae aparejadas están condicionadas, entre otras cosas, a los atributos de las transacciones y las condiciones de gobernancia preexistentes.

En la literatura de teoría de la organización, muchas veces se describen las

transformaciones intertemporales bajo el rótulo de “dependencia de vía”, especialmente en lo que respecta a la comparación entre los primeros protagonistas y los que se acercan más tarde. Los primeros por lo general corren con ventaja en tales comparaciones porque los que llegan más tarde necesitan incurrir en costos de puesta en marcha del tipo “de bolsillo” mientras que esos mismos costos para los primeros de la escena son costos históricos. Un error común es inferir que hay ineficiencia porque alguien que se acerca más tarde con una tecnología “superior” (dejando de lado los costos de puesta en marcha) no logra generar ganancias. La economía de costos de transacción aconseja que las consecuencias de eficiencia de las transformaciones intertemporales/las dependencias de vía se juzguen en función del criterio de remediabilidad10.

10Según el criterio de remediabilidad, se considera eficiente una modalidad de organización existente respecto de la cual no se halla otra alternativa superior factible implementable que pueda llegar a generar ganancias. Dicha eficiencia, sin embargo, es un supuesto refutable (Williamson, 1996).

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(d) Fin operativo: adaptación

Resulta interesante que tanto el economista Friedrich Hayek (1945) y el estudioso de teoría de la organización Chester Barnard (1938) convengan en que la adaptación es el problema central de la organización económica. Hayek se centra en las adaptaciones de actores económicos que se adecuan espontáneamente a los cambios en el mercado, básicamente en respuesta a los cambios en los precios relativos: Cuando consideramos “el sistema de precios… como un mecanismo para comunicar información”, lo maravilloso del mercado radica en “lo poco que cada uno de los participantes necesita saber para emprender la acción correcta” (Hayek, 1945, págs. 526-527). En contraste, Barnard presenta la adaptación coordinada entre los actores económicos como un proceso que transcurre a través de la administración (jerarquía). Esta no se logra de manera espontánea, sino de un modo “consciente, deliberado y bien definido” (Barnard, 1938, pág. 9). Los precios ya no constituyen una estadística suficiente. En cambio, se recoge y comparte una gama de información mucho más amplia, las expectativas divergentes son reemplazadas por una base de información común de la que se desprenden proyecciones comunes (Malmgren, 1961), se establecen respuestas operativas e inversiones coordinadas, se elaboran planes de contingencia para la revisión de determinadas cuestiones, y los conflictos se resuelven ya no en los tribunales sino internamente. Las propiedades de adaptación de los mercados y las jerarquías difieran por todas estas razones.

El resultado final de esto es que las adaptaciones autónomas a las que se refiere Hayek, en las que cada una de las partes responde a las oportunidades que ofrece el mercado según sean los cambios en los precios relativos, deben distinguirse de las adaptaciones cooperativas que ocupan a Barnard, que se consiguen a través de la administración dentro de la empresa. Puesto que ostentará estos dos tipos de capacidad de adaptación, se requiere comprender y contemplar tanto mercados y jerarquías (lo cual no es lo mismo que la dicotomía ideológica de mercados o jerarquías). No hay predilección ideológica ni por la empresa ni por el mercado. La óptica del contrato, a diferencia de la opción, pasa a la vanguardia.

Una de las ventajas de centrarse en la adaptación es que agrega significado a la idea de ganancias mutuas. Resulta elemental el hecho de que las ganancias provenientes de la actividad comercial se lograrán siguiendo la curva del contrato. ¿Pero cómo ha de lograrse esto en un mundo en donde los contratos complejos son incompletos y se implementan con el tiempo en medio de perturbaciones para las cuales, o bien no se dispuso un plan de contingencias, o el que se dispuso estaba equivocado? Uno de los aprendizajes centrales que nos quedan al analizar la organización económica a través de la óptica del contrato incompleto es que se debe prestar más atención a las distintas alternativas de estructuras de gobernancia con buena capacidad de adaptación ( y no tanto concentrar toda la acción en la etapa previa de alineación de incentivos. (e) estructuras de gobernancia

Estudiar la organización económica a través de la óptica del contrato no solo permite ajustar el foco sobre la adaptación ex post, sino que, de paso se le da prominencia al papel que desempeña la gobernancia. En términos específicos, la economía de costos de transacción sostiene que cada modalidad genérica de gobernancia se define por un síndrome de atributos internos consecuentes que incorporan distintas fortalezas y debilidades con respecto a la adaptación. Esta descripción coincide en general con la opinión de Simon, quien sostiene que las organizaciones difieren en modos estructurales discretos. (1978, pág. 8).

El análisis estructural discreto difiere del análisis marginal en que el primero reconoce

las diferencias de tipo mientras que el segundo considera diferencias en grado. Pero hay más. No solo la “modalidad A” de gobernancia es incapaz de replicar un atributo en particular (por ejemplo, la intensidad del incentivo) de la “modalidad B,” sino que los esfuerzos desordenados por lograr una replicación poco sistemática pueden poner en juego la integridad de la modalidad A.

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Resulta instructivo analizar los tres tipos de estructuras de gobernancia que presenta la Tabla 1: el mercado spot (de contado), las organizaciones híbridas y la jerarquía. Tal como puede verse en esta Tabla, los atributos rudimentarios que describen una modalidad de gobernancia (a los fines de las comparaciones con economía de costos de transacción) son la intensidad de incentivo, el control administrativo y el régimen legal de los contratos, cada uno de ellos con tres valores posibles: mucho (++), algo (+), y poco (0). Dado que cada uno de los atributos puede tener cualquiera de estos tres valores y que tenemos tres modalidades y tres atributos que considerar, hay 27 combinaciones posibles. La características distintiva de las tres combinaciones presentadas en la Tabla 1 es que son configuraciones complementarias (Williamson, 1991a). Cabe observar que el mercado y la jerarquía son opuestos polares. Así pues, mientras los mercados involucran incentivos de gran potencia, tienen poco aparato administrativo y resuelven conflictos en los tribunales, la jerarquía parte de incentivos de baja potencia, posee un aparato administrativo considerable y resuelve los conflictos internamente (la misma empresa es el tribunal de última instancia). Con estas diferencias en la gobernancia, los mercados tienen ventajas en cuanto a la adaptación autónoma, en tanto que la jerarquía las tiene en el plano de la adaptación cooperativa. La organización híbrida es una modalidad intermedia de gobernancia para el manejo de la dependencia bilateral. (f) alineación discriminatoria

Las empresas, los mercados, las organizaciones híbridas, las agencias, etc. son todas modalidades alternativas de gobernancia. Lo que distingue a estas estructuras de gobernancia es que cada una de ellas despliega un síndrome de atributos diferente. Como describiéramos en el punto (b), las transacciones también difieren en sus atributos. La hipótesis de alineación discriminatoria de la que parte la economía de costos de transacción es esta: las transacciones, que difieren en sus atributos, se alinean con estructuras de gobernancia que varían en sus costos y competencias, lo cual resulta en un determinado costo de transacción, básicamente11. Lo común es que a medida en que se incrementa la especificidad de activos (que genera la dependencia bilateral) y a medida que ganan peso las perturbaciones (que alejan a las partes de la curva del contrato), aumenta la necesidad de adaptación cooperativa. Una respuesta eficiente de la gobernancia ante la mayor necesidad de adaptación cooperativa consiste primero en alejar las transacciones de los mercados de contado y llevarlas más hacia el lado de la organización híbrida y, si aun no se satisfacen las necesidades de una mayor coordinación, hacia el plano de las jerarquías.

Así pues, las transacciones genéricas son aquellas para las que resultan adecuados los

mercados; las transacciones complejas son bien administradas por las jerarquías; y las modalidades híbridas de gobernancia son aptas para las transacciones intermedias. Y este patrón se aplica, también, no simplemente para transacciones en mercados de productos intermedios, sino para cualquier cuestión que surja o que pueda reconceptualizarse como un problema de contratación. Esto resulta gratificante, en el sentido de que “una hipótesis fundamental de la ciencia es que las apariencias engañan y que hay una manera de considerar o interpretar y organizar la evidencia que revelará que fenómenos diversos desconectados a nivel superficial son en definitiva manifestaciones de una estructura más fundamental y relativamente simple” (Friedman, 1953, pág. 33).

3. Algunas comparaciones

Puesto que surgen muchas cuestiones, y muchas otras pueden reconceptualizarse en términos contractuales, la visualización de la organización económica a través de la óptica del contrato tiene una amplia aplicación. En la Tabla 2 se incluye una lista de los temas que enfoca la óptica del contrato (y se contrasta con interpretaciones rivales). Son solo sugerencias12. A 11De hecho, la economía de costos de transacción presupone que los atributos de una determinada transacción se consideran constantes a la hora de decidir cuál es la modalidad de gobernancia con el menor costo. Se trata de una presuposición simplista que puede servir para considerar los efectos de primer orden. En realidad, los atributos de la transacción y las estructuras de gobernancia son interactivos, pero esto es en general un efecto de segundo orden. (Riordan y Williamson, 1985). 12 Hay otras áreas sobre las que se ha enfocado la óptica del contrato, como las prácticas contractuales en el ámbito agrícola, las organizaciones de salud, la estrategia comercial, el esquivo concepto de la confianza, y sigue la lista.

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continuación presentamos un bosquejo de cuatro aplicaciones: licitación de franquicias, teoría de los juegos, agencias públicas y contratos incompletos. En esta sección cubrimos los tres primeros puntos. Contratos incompletos se trata en la Sección 4. El argumento que recurre constantemente es el siguiente: puesto que la aludida eficacia de todos los mecanismos con consecuencias de peso se considera problemática en todas partes, es necesario identificar y explicar en detalle el microanálisis de los mecanismos pertinentes de gobernancia, analizando con realismo la credibilidad de cada uno de ellos.. 3.1. Licitación de franquicias para la creación de un monopolio natural

La licitación de franquicias para la creación de un monopolio natural es una aplicación imaginativa del razonamiento contractual al problema del monopolio natural que Milton Friedman describió alguna vez como una opción entre tres males: “desafortunadamente no hay una buena solución para el monopolio técnico. La única posibilidad es optar entre tres males: el monopolio privado, el monopolio privado regulado por el estado y una operación gubernamental” (1962, pág. 128). Harold Demsetz (1968) no se convenció con esta propuesta y presentó una cuarta posibilidad: usar al estado para organizar una “competencia para el mercado” ex ante.

Demsetz introdujo una importante distinción intertemporal entre una condición de

competencia ex ante y una condición de monopolio ex post. Ex ante, hay una gran cantidad de oferentes calificados. Ex post, a una empresa le resulta eficiente proveer al mercado en razón de las economías de escala. Al establecer esta distinción, la “nueva solución” al problema del monopolio natural es llamar a licitación ex ante y otorgar una franquicia monopólica a la empresa que presenta la mejor oferta (los precios más bajos). Demsetz ilustra el argumento con las licitaciones para la fabricación de patentes de automóviles y sugiere que la propuesta tiene aplicación general.

El argumento de Demsetz a favor del uso de competencia ex ante en el mercado como

solución al monopolio natural funciona con un alto nivel de generalidad. Además, el ejemplo de las patentes es un simple bosquejo. Como lo plantea Lester Telser, la propuesta parte de un “proceso de licitación que se describe de manera vaga” (1971, pág. 364), cuyas características específicas necesitan ser tomadas en cuenta si se desea intentar aplicaciones reales.

El tema de la televisión por cable fue abordado por Richard Posner (1972), quien

propuso la implementación de un llamado a licitación para otorgar franquicias para servicio de TV por cable en el mercado mediante el uso de tres mecanismos: (1) un mecanismo para determinar las preferencias de los clientes (y definir así el paquete óptimo); (2) un mecanismo para evaluar activos que no pueden ser redesplegados (y facilitar así la transferencia objetiva e incuestionada de propiedad entre las partes); y (3) un mecanismo para relanzar la licitación periódicamente a intervalos determinados. Sin embargo, en lugar de internarse en un microanálisis de estos tres mecanismos, Posner se limitó a aseverar que si nos explayamos “en los detalles de reglamentaciones y propuestas específicas....lo único que lograríamos sería oscurecer aun más las cuestiones básicas” (1972, pág. 98).

Quizás sea así porque los detalles pertinentes no se hacen evidentes sin la ayuda de una

lente bien enfocada, y la lente que prefiere elegir Posner (el enfoque ortodoxo de los libros de texto) no resulta adecuada para el análisis de temas contractuales. Sea como fuere, Posner afirma alegremente que basta con su contexto de licitación, quizás no bien descripto aunque bien intencionado.

Vaya que a veces resulta caro el costo de las buenas intenciones. (Morris, 1980).

Después de analizar a través de la lente de la economía de costos de transacción la frugal descripción que hace Posner de estos mecanismos _reparando en los atributos de la transacción de la televisión por cable (con especial referencia a la especificidad de activos y a la

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incertidumbre), determinando los posibles problemas contractuales que se presentan y descubriendo las debilidades de las consultas a clientes, la valuación de activos y los mecanismos periódicos de relicitación descriptos por Posner (y ni hablar de la manera en que desatiende los peligros de la politización)_, llego a la conclusión de que hubieran surgido serios problemas si en la década del 70 se hubiera llamado a licitación para otorgar franquicias de televisión por cable (Williamson, 1976). (Un estudio de caso que acompaña este análisis de un llamado a licitación para el otorgamiento de franquicias en Oakland revela que mi preocupación no es solo hipotética)

No quiero decir con esto que la licitación de franquicias nunca va a funcionar bien y que

por lo tanto carece de méritos. Por el contrario, se trata de una propuesta imaginativa. Sin embargo quienes recomiendan la licitación de franquicias para los problemas de la vida real (en contraposición a la fantasía), necesitan entrar en un microanálisis para mitigar los peligros y acotar las circunstancias. La reciente adjudicación de contrato para el suministro de electricidad a largo plazo por parte de la London Underground Ltd. (Littlechild, 2002) es un muy buen ejemplo de la vida real.

3.2 Teoría de los juegos

No solo hay un amplio consenso en cuanto a que la teoría de los juegos constituye un poderoso modo de análisis, sino que hay quienes consideran que se trata de la teoría con la que se debe analizar la economía de la organización (Gibbons, 2000) y la conducta estratégica. (Shapiro, 1989). He aquí mis argumentos: (1) los mecanismos a través de los cuales funciona la teoría de los juegos se invocan con frecuencia sin una actitud crítica; (2) la atracción que la “organización” siente por la teoría de los juegos, como medio para rediseñar juegos que no resultan, se ve muchas veces truncada. (a) La eficacia de los efectos de reputación

Lo que comúnmente se llama “juego de la confianza” es una versión unilateral del

dilema del prisionero en el que la parte A hace el primer movimiento y decide si se expone al peligro (“confía en B”) o no (“desconfía de B”). Si la Parte A acepta el peligro, entonces la Parte B decide si se aprovecha de A (“abusa de la confianza de A”) o no (“honra la confianza de A”). Los beneficios son tales que la ganancia conjunta se ve maximizada con el resultado de confianza/honra. Pero, puesto que las ganancias inmediatas de B se maximizan si abusa de la confianza de A, se obtendrá el resultado de desconfianza/desconfianza si se lo juega como un juego de un solo tiro.

Consideremos, sin embargo, una variante en la que hay muchas probabilidades de una

ronda de juego detrás de otra. Si en estas circunstancias, A le dice a B: “Empiezo confiando en vos y espero que honres mi confianza. Por supuesto, voy a seguir confiando en vos mientras no abuses de mi confianza. Pero si alguna vez abusás de mi confianza, no voy a volver a confiar en vos nunca más.” Si B escucha y cree en estas palabras, si el juego se repite varias veces (con altas probabilidades), entonces se auto impone el par honra-confianza. (Kreps, 1990a, págs. 102-103).

Este argumento, además, puede extenderse a una secuencia de partes A tratando

sucesivamente con la misma parte B e incluso extenderse a una sucesión partes B en donde cada una de estas compra la reputación de su antecesor. La repetición del juego combinada con el uso de una simple “estrategia disparadora” _ si llegás a abusar de mi confianza, no voy a volver a confiar en vos nunca más13 _ parecería rescatar lo que de otra manera sería otro trágico fracaso del oportunismo. 13La estrategia disparadora no solo es fácil de describir sino también de entender. Por lo tanto, si a A le toca estar en la posición de hacer el primer movimiento en un juego de confianza, la decisión de A de confiar en B estará acompañada por un claro mensaje sin ambigüedades de que A está jugando con una estrategia disparadora. Si B recibe este mensaje, y el resultado del juego es conocido por todos los observadores interesados (que son potenciales contrapartes comerciales de B que ya han aplicado la estrategia disparadora en juegos anteriores con ellos o con otras partes A), B tendrá incentivos más poderosos para honrar la confianza.

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Pero si bien la simplicidad es una virtud, no siempre lo simple es convincente. La

pregunta fundamental que debemos formularnos es esta: ¿En qué casos las estrategias disparadoras funcionan bien y en qué casos funcionan mal?. Y al estudiar esto, introducimos el microanálisis. ¿Para qué tipo de transacciones? ¿Para que tipo de poblaciones? ¿Para qué tipo de información básica? ¿Para que tipo de ámbito institucional? David Kreps (1990a) señala que hay problemas de interferencia si A observa solo sus propios beneficios, más que las acciones de B, y si los beneficios los probabilísticos. Además, la imprevisibilidad complica aun más las cosas: ¿Cuándo se considera que B deja de cumplir si surge una contingencia imprevista? Bernard Williams (1988) también aconseja precaución respecto de tratamiento de la confianza en la teoría de los juegos; y quien escribe nombra diez factores adicionales que cuestionan la eficacia de las estrategias disparadoras (Williamson, 1991b). Si se ignoran estas consideraciones, se llega a confiar de manera indebida en mecanismos de efecto de reputación que pueden ser convenientes desde el punto de vista analítico pero muchas veces inverosímiles. (b) mal juego y aplicación de estrategias.

El dilema de los prisioneros es el ejemplo más conocido de la lógica coercitiva de la

teoría de los juegos. En el juego participan dos delincuentes que fueron detenidos y se les plantea la posibilidad de, digamos, tres años de cárcel si ambos persisten en declararse inocentes. De manera inteligente, la policía entrevista a cada delincuente por separado y los induce a confesar: si usted confiesa y el otro no, su pena será leve (digamos un año) mientras que el otro permanecerá unos largos 15 años en la cárcel. Pero si los dos confiesan, la sentencia será de 10 años para cada uno. Como no pueden coordinar, la estrategia que predomina en ambos delincuentes es confesar. Prevalece la lógica coercitiva del juego. Gana la policía.

Pero como muchos otros observaron, esto es una presentación truncada. Una vez más, si

el dilema de los prisioneros se presenta como un juego repetitivo se introducen nuevas opciones, como la “organización”. Por ejemplo, la mafia se interpreta por lo común como un medio por el cual se introducen beneficios contingentes que malogran de alguna manera el dilema.. Supongamos entonces que a los delincuentes que ingresan como miembros de la mafia no solo se les aconseja no confesar nunca sino que se les informa que la mafia impondrá sus propias penas a los que confiesan. Concretamente, si ambos confiesan, serán considerados poco confiables y se les denegará el ingreso a la mafia. Si solo uno confiesa, y el otro persiste en su postura, el desertor será castigado por la mafia en cuanto lo liberen de su pena leve, mientras que al que resistió le prometen ayuda para la familia y asistencia legal para reducir la pena. La estrategia cooperativa (ninguno de los dos confiesa) puede inducirse pensando con previsión e incorporando el juego a un contexto más amplio de beneficios contingentes, en el que el dilema de los prisioneros desaparece.

Así como las partes de un contrato complejo muchas veces pueden anticiparse a los

hechos, identificar potenciales peligros, descubrir los mecanismos e incorporarlos al diseño ex ante de la gobernancia, del mismo modo puede reformularse el mal juego14. Así interpretada, la teoría de los juegos es mucho más que una herramienta sofisticada para entender las interacciones estratégicas del juego tal como se presenta originalmente. Una vez que se ven los mecanismos que generan resultados (tal vez no deseados), los participantes que ahora entienden

14A veces esto puede resultar irrealista, que es la respuesta que da Kreps a un cuestionario que se presenta en las últimas páginas de sus conferencias de Clarendon (1990b, pág. 182): siempre que se analiza una situación desde la teoría de los juegos en el departamento de economía de la Universidad de Tel Aviv, hay siempre un docente..... que tiene algo que objetar: ‘Si los participantes de este juego son tan inteligentes, porque juegan este juego tonto? ¿Por qué no cambian las reglas del juego y juegan a otra cosa en la que les vaya mejor?’ Una explicación es que “la gente juega juegos “tontos” porque no es tan inteligente como presuponemos en nuestro análisis” y porque las reglas que están internalizadas socialmente experimentan inercia (1990b, págs. 182-183). Mi opinión es que en realidad algunos juegos tontos se reformulan (se agrandan), con lo cual le empieza a ir mejor a los participantes. Consideremos aquí el juego de las citas en donde X e Y planean cenar juntos y convienen en que X compra el vino e Y la comida, ambos en el camino de vuelta del trabajo. Los dos prefieren vino tinto con carne vacuna y vino blanco con pollo, pero X prefiere la primera combinación, e Y prefiere la segunda. Como no se coordinaron antes, ambos están frente a un dilema. Las nuevas tecnologías de comunicación (los celulares) podrían mitigar el dilema Pensando en la época en que no había teléfono celular, una solución para X hubiera sido prever la situación y comprar ambos vinos, blanco y tinto, abrir el que resultara apropiado y recordarle a Y que en la próxima cena van a abrir el otro vino.

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la situación estratégica que protagonizan van a estar mejor preparados para reformular el mal juego que aquellos que no cuentan con la misma información.

A pesar de estos paralelos entre la reformulación de juegos y contratos, el abordaje

contractual muchas veces va más allá de la teoría de los juegos en la manera que usa el razonamiento de la teoría de la organización. En contraste con muchas versiones de la teoría de los juegos que considera la mafia como una solución eficaz al dilema de los prisioneros, el abordaje de la gobernancia sostiene que todas las formas factibles de organización tienen fallas, incluida la jerarquía (la mafia). Del mismo modo, la gobernancia hace uso de la teoría de la organización para descubrir características frecuentes significativas –incluidas las debilidades- que adquiere la “organización”. Con el abordaje de la gobernancia surgen cuestionamientos que en general se ignoran con la teoría de los juegos, como por ejemplo dónde y por qué la mafia funciona bien o mal. (Recordemos en este sentido que la gobernancia considera la jerarquía como un forma de organización de último recurso. Entonces, en lugar de saltar en seguida a la mafia, el abordaje de la gobernancia también estudia la eficacia comparativa de formas intermedias). Aquí, como en otras instancias, la acción reside en los detalles de las transacciones por un lado y las estructuras de gobernancia por el otro.

Observemos, además, que (en general) la actitud mental para la estrategia es distinta que

para el contrato. La estrategia implica en la mayoría de los casos toma de posiciones y ardides inteligentes, con los que un actor estratégico impone su voluntad sobre el otro. En el contrato, en cambio, se pone el énfasis en el intercambio voluntario con la perspectiva de ganancias mutuas. Si bien hay quienes interpretan esto como el alejamiento del contrato del escenario estratégico, sería apresurado hacerlo. Consideremos la depredación.

Desde la óptica estratégica, quienes ocupan oficialmente una determinada posición

pueden recurrir a la depredación para desalentar el ingreso de otros (si se satisface el requisito de precondiciones estructurales). Desde la óptica contractual, la ineficiencia invita a su propio deceso, siempre y cuando pueda idearse una respuesta costo efectiva. Por ejemplo, ante la perspectiva de que las empresas ya establecidas bajen los precios como medida de contingencia para desalentar el ingreso de nuevos competidores, pero enseguida los vuelven a subir en cuanto lograron derrotar a un nuevo participante, los clientes que están posición de desventaja y los posibles nuevos ingresantes podrían considerarse peones indefensos. Pero no es necesariamente así. A veces, los clientes y los nuevos ingresantes pueden comprometerse con contratos de pre-ingreso, para poder asegurar así la viabilidad de su ingreso (la industria de las líneas áreas es un ejemplo reciente (Brannigan, 2002)). Los usos del razonamiento contractual para entender mejor la organización económica compleja son “interminables.”

3.3 Agencias públicas

Cuando en el sector público, se trata de describir a las empresas como cajas negras maximizadoras de ganancias que transforman los insumos en productos siguiendo las leyes de la tecnología, podemos decir que una agencia pública es un actor omnisciente, omnipotente y benevolente (Dixit, 1996, pág. 8). La omnisciencia aniquila las asimetrías de información que de otra manera plagarían las transacciones del sector público; la omnipotencia aniquila los problemas de implementación; y la benevolencia aniquila la búsqueda de submetas. Pero si las agencias públicas se describen de esta manera, ¿por qué una oficina de gobierno no es una forma de organización superior y multipropósito?

Esto se reconoce como una variante de la pregunta coasiana, “¿Por qué no organizar

toda la producción en una sola empresa grande?” (1937, pág. 394). La economía de costos de transacción responde de manera idéntica a ambas preguntas: porque las formas hipotéticas (ideales) de organización son descabellados productos de la imaginación. Basta con abrir la caja negra y analizar cómo funcionan los mecanismos internos, concretamente analizarlos de un modo institucional comparativo.

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Aparentemente, como ocurre con otras modalidades de gobernancia, la agencia pública posee fortalezas y debilidades (comparativas) que la hacen más apta para algunas transacciones y menos aptas para otras. Así pues, si bien la agencia pública posee incentivos de muy baja potencia y sufre cargas burocráticas adicionales en comparación con las agencias privadas, hay algunas transacciones especialmente complejas (por ejemplo, la administración de la política exterior) para las cuales la agencia pública constituye la modalidad menos costosa (Williamson, 1999).

Un error frecuente que debe evitarse es declarar que las estructuras gobernancia son

eficientes o ineficientes sin hacer referencia a las transacciones, lo cual ha derivado en el mantra equivocado según el cual los mercados de contado son superiores a las empresas, y éstas superiores a las agencias públicas. La lógica de la alineación discriminatoria revela, sin embargo, que hay algunas transacciones para las que la empresa es superior al mercado, no obstante sus discapacidades burocráticas. Del mismo modo, y a pesar también de sus discapacidades burocráticas aun mayores, hay un lugar para la agencia pública dentro de esta lógica de la organización. En términos más generales, hay un lugar para cada modalidad genérica de gobernancia, aunque es importante que cada una conserve su lugar.

Dando vuelta un poco el tema de la alineación discriminatoria, que supone que las

empresas buscan, de alguna manera, modalidades eficientes de gobernancia, supongamos en cambio que pensamos que las estructuras de gobernancia buscan transacciones para las que son aptas. ¿Qué tipos de transacciones buscaría la agencia pública? Como señaláramos en otros textos, las candidatas obvias serían aquellas transacciones que se benefician de incentivos de bajísima potencia y que responden con seguridad a las necesidades de integridad del sistema de gobierno (Williamson, 1999).

Asimismo, la economía de costos de transacción coincide con George Stigler en que la

economía no mata a la política sino que está a su servicio: “La maximización de los ingresos nacionales….no es el único objetivo de nuestra nación a juzgar por las políticas adoptadas por el gobierno – y los objetivos del gobierno, tal como lo revela la práctica real, son mucho más serios que los que pronuncian los profesores de economía o derecho” (1992, pág. 459). Claro que algunos gobiernos son corruptos y sus objetivos no son dignos de respeto. Pero aquellos gobiernos que están “por encima del umbral”, a un poco de respeto, al menos, tienen derecho. La economía puede ayudar a manejar los costos de los objetivos y seleccionar entre mecanismos alternativos de producción. Pero si consideramos la política como intrínsecamente ineficiente (North, 1990, pág. 372) no podemos dejar de preguntarnos: ¿Comparado con qué? 4. Los desafíos del formalismo total

El enfoque de la organización económica a través de la economía de costos de

transacción se ha ido desarrollando a lo largo de cuatro etapas desde la modalidad de análisis informal al pre formal, de allí al semiformal llegando finalmente al formalismo total (Williamson, 1996). El precursor artículo de Coase de 1937 fue un tratamiento informal (aunque tautológico) de los costos de transacción. Con el beneficio de nuevos avances en la literatura sobre fracaso del mercado y teoría de la organización, Markets and Hierarchies (Mercados y jerarquías) (1975) podría considerarse como una etapa de desarrollo preformal. Los actores humanos se describen en términos más verídicos; la acción reside en peligros contractuales que varían con los atributos de las transacciones; la integración vertical emerge como un problema paradigmático en relación al cual las transacciones se interpretan como variaciones de un mismo tema; toman forman las ramificaciones que se extienden hacia las políticas públicas (especialmente en lo que respecta al antimonopolio). Los atributos tanto de las transacciones como de las estructuras de gobernancia se describen con mayor precisión en The Economic Institutions of Capitalism (Las instituciones económicas del capitalismo) (1975) y The Mechanisms of Governance (Los mecanismos de gobernancia) (1996). Se interpretan las modalidades híbridas de organizaciones con la ayuda de un mecanismo de contratos rudimentario y creíble. En modelos semi informales de contratos incompletos se caracterizan adaptaciones tanto autónomas como cooperativas, a lo que se incorporan predicciones de

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alineación discriminatoria. Aparecen nuevas aplicaciones y la literatura sobre investigación empírica aumenta de manera exponencial.

La escena está lista para los modelos de formalismo total. Pero esto alberga un desafío:

lograr modelos de formalismo total en la adaptación incorrecta ex post resulta terriblemente difícil.

¿Qué se hace? En primer lugar comienzo hablando de modelos de formalismo total a nivel general,

luego de lo cual paso a considerar el formalismo total en contratos incompletos. Si bien tomo mis precauciones y tengo mis reservas, me permito aclarar de entrada que para mi el formalismo total constituye un progreso. Los formalismos totales potenciales, sin embargo, que pierden contacto con los fenómenos, se consideran más bien esfuerzos provisorios e incluso prematuros para representar las cuestiones a través de un modelo de un modo que supone formalismo total. 4.1 Generalidades

A pesar de la pérdida de contacto, el formalismo total se considera un avance respecto

de un menor grado de formalismo, como lo atestiguan los comentarios de Simon sobre el uso de la matemática y las ciencias sociales: “La matemática se ha transformado en el lenguaje dominante de las ciencias naturales no por ser cuantitativa—un error común—pero básicamente porque permite un razonamiento claro y riguroso sobre fenómenos demasiado complejos como para tratarlos con palabras. Esta ventaja que tiene la matemática sobre lenguajes más rudimentarios debería resultar mucho más significativa en las ciencias sociales, que trata de fenómenos sumamente complejos” (1957b, pág. 89). Después sostiene que a pesar de la condición primitiva de los modelos de formalismo total, resultan preferibles los modelos formales a la “prestidigitación [de razonamiento verbal] que consiste en introducir una enorme cantidad de supuestos implícitos y no reconocidos en cada etapa del argumento verbal. La pobreza de la matemática es una pobreza honesta que no ostenta riquezas imaginarias ante el mundo” (1957b, pág. 90).

Aunque algunos de mis alumnos revoleen los ojos cuando escuchan esto último, una

variante a la que adhiero es la siguiente: “La pobreza de la matemática es una pobreza honesta si los abastecedores y usuarios de los modelos matemáticos tienen la candidez de admitir las limitaciones matemáticas”, como lo son la inverosimilitud y el alejamiento respecto del fenómeno. 15 Pero como la formulación de modelos de formalismo total resulta muy exigente, se les puede dar todavía algún margen de libertad a este tipo de esfuerzos.

Más tarde Simon reconsideró un poco su enfoque y ahora le recomienda a profesionales

economistas prestar más atención a las necesidades de los muchos estudiantes que miran “las herramientas matemáticas con desconfianza y les molesta sobremanera tener que dedicar su tiempo de investigación a formalismos que consideran básicamente estériles” (1997, pág. 90). Assar Lindbeck lo expresa de una manera un poco diferente: los profesores universitarios y los investigadores en materia de economía deberían “asumir una mayor responsabilidad de transmitir el conocimiento y la comprensión de los problemas del mundo real, incluido el sentido común” en lugar de detenerse en “simples ejercicios de aula, con supuestos demasiado simplificados y muchas veces irrealistas.” (2001, pág. 32). ¿Cómo proceder, entonces, considerando las tensiones?

El consejo de Robert Solow de hacer buena economía se resume en tres

recomendaciones: que sea simple, correcto, y verosímil (2001, pág. 111)16. Con referencia a la 15Un ejemplo de esa candidez es el párrafo final de Birger Wernerfelt en su trabajo no publicado “Why Should the Boss Own the Assets?” (¿Por qué tiene que ser el jefe el dueño de los activos?), en donde señala que su trabajo “comparte una desventaja con casi toda la literatura” en el sentido de que “la titularidad se vuelve irrelevante si ninguno de los jugadores es reacio al riesgo”. Esta actitud cándida es la excepción más bien que la regla. 16Estos son los mismos criterios científicos que propone Thomas Kuhn (1970, pág. 170).

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primera recomendación, observa que “la misma complejidad de la vida real…. [es la que] hace que los modelos simples sean tan necesarios” (Solow, 2001, pág. 111.). Mantenerlo simple implica eliminar lo que no es esencial e ir al punto central (la yugular) Para que sea correcto se requiere “traducir los conceptos económicos a matemática exacta (o a diagramas o palabras) y asegurarse de que las demás operaciones lógicas se realicen de manera correcta y se verifiquen” (Solow, 2001, pág. 112). Y para que resulte verosímil hay que describir a los actores humanos de una manera (razonablemente) verídica. Pero hay más: un modelo puede ser correcto desde el punto de vista mecánico pero no es esclarecedor porque no “resulta adecuado al tema. Puede obscurecer las interacciones clave, en lugar de iluminarlas” (Solow, 2001, pág. 112; énfasis agregado). Así pues, es esencial mantener un buen contacto con los fenómenos clave de interés (contractuales o de otra índole).

Agregaría a esto, además, una cuarta recomendación: inferir la implicancias refutables y

confrontarlas a los datos pertinentes (con frecuencia microanalíticos). Nicholas Georgescu-Roegen lo expresó de manera acertada: “El propósito de la ciencia en general no es la predicción, sino el conocimiento per se,” aunque la predicción es “el estándar de prueba del conocimiento científico” (1971, pág. 37).

¿Por qué esta cuarta recomendación? Porque está la necesidad de elegir entre teorías alternativas que dicen ocuparse del

mismo fenómeno, digamos la integración vertical, y satisfacen (en mayor o menor medida) las tres primeras recomendaciones. Así se da por sentado que son varios los modelos manejables, que la lógica de cada uno de ellos es coherente y que no se puede establecer consenso en cuanto a qué se considera verídico y qué significa buen contacto con el fenómeno. ¿Le tenemos que prestar la misma atención acaso a todas estas teorías posibles? ¿O tenemos que ser más exigentes? Aquí es donde entran las implicancias refutables y las pruebas empíricas: pedirle a cada teoría potencial que se ponga de pie y se reporte17.

Porqué no hay más economistas que insistan en inferir implicancias refutables y

someterlas a ensayos empíricos es un verdadero enigma. Una posibilidad es que el mundo de la teoría tiene su propia órbita y sus propias reglas del juego. Una segunda posibilidad es que algunos economistas no están de acuerdo en las implicancias refutables y las pruebas son importantes. (Coase, por ejemplo, dijo en su conferencia de en conmemoración de Warren Nutter” que los economistas no eligen, no podrían elegir y si pudieran, no deberían elegir sus teorías según sea la precisión de sus predicciones” (1988, pág. 24).) Otra posibilidad es que algunas teorías son verdaderamente descabelladas y sus protagonistas quedarían desconcertados ante semejante divulgación. Una cuarta es que las implicancias refutables de algunas posibles teorías se contradicen con los datos. Y quizá haya más razones. Sea como fuere, la multiplicidad de teorías, algunas de las cuales son vacías, otras descabelladas e incluso algunas se contradicen con la evidencia, es una vergüenza para los pragmáticos miembros de la tribu. En este subconjunto, hay atracción hacia la cuarta recomendación, inferir implicancias refutables y confrontarlas con los datos. 4.2 Contratos incompletos

La crítica, en general favorable, que hace William Baumol de The Economic Institutions

of Capitalism (Las instituciones económicas del capitalismo) —el libro es “iluminador, perspicaz, precursor de ideas y claro está, en general acertado” (1986, pág. 286)—registra una queja: “hay ausencia de maquinaria operativa para la deducción formal y el análisis formal” (1986, pág. 285). Baumol atribuye esta ausencia no a “incapacidad por parte del autor, quien en el pasado ha demostrado ser un maestro en las técnicas pertinentes …, [sino más bien] la dificultad parece estar …en la naturaleza del tema” (1986, pág. 285). A pesar de estas dificultades en el tema, Baumol observa que “en donde realmente se destacan los economistas es en la construcción de modelos formales que generan de inmediato teoremas esclarecedores y 17La teorías que tienen amplia aplicación porque los fenómenos resultan ser variaciones de un mismo tema son preferibles a las que tienen un enfoque más acotado, ceteris paribus.

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que se prestan a ensayos econométricos”. Concluye, entonces, en que “se podría haber construido más sobre la base de la literatura disponible para darle un mejor comienzo a la formalización operativa” (1986, pág. 285; énfasis agregado).

Mis reacciones son varias, y la primera es la de agradecer la evaluación general de

Baumol. En segundo lugar, coincido en que la formalización total es el objetivo máximo. Pero tampoco veo ninguna razón por la cual la economía de costos de transacción no pueda seguir funcionando en el nivel semi formal y en el formalismo total hasta que llegue un momento en que el formalismo total o bien incorpora las características clave de lo semi formal, o bien demuestra, de manera convincente, por qué la acción básica reside en otra parte.

En realidad, desde 1985 hasta la fecha se vienen realizando investigaciones paralelas en

ambos niveles. Más arriba se hizo referencia a lo realizado en el nivel semi formal. Michael Riordan y Williamson (1985) construyeron un modelo de formato reducido, que tiene la propiedad de estar “basado en líneas más neoclásicas”, y que trata la especificidad de activos como un elemento endógeno a la hora de considerar la compensación de ventajas y desventajas entre los costos adicionales de una mala adaptación ex post y los costos adicionales de la burocracia (de hacer en lugar de comprar). Aparte de algunas reservas con respecto a los modelos semiformales, hay algunas sorpresas.

La teoría de derechos de propiedad asociada con Sanford Grossman y Oliver Hart

(1986) y Hart y John Moore (1990) es un esfuerzo más ambicioso para llegar a la formalización total.18 Sin embargo, estos modelos aniquilan la mala adaptación ex post porque presuponen que existe un conocimiento común de los beneficios y una negociación sin costos en el intervalo de implementación del contrato ex post. No solo se trata de supuestos muy fuertes, sino que además tienen un efecto oscurecedor sobre lo que yo considero interacciones clave. En ese caso, el formalismo total de Grossman, Hart, y Moore (GHM) tienen un costo serio.19

Además, hay otro problema conceptual con estos modelos de formalismo total, porque

la integración vertical se describe de una manera peculiar, que no se condice con la realidad. Así pues, para GHM la integración es “direccional”, ya que importa si A adquiere a B o B adquiere a A. Esto es así porque la titularidad unificada en el escenario de GHM no implica inversión coordinada, operaciones coordinadas, o resolución de conflictos jerárquicos. En cambio, para GHM la titularidad de los activos solo importa en la medida en que esté relacionada con posiciones de amenaza ex post, que a su vez influyen en la eficacia (o no) de las inversiones ex ante en activos humanos específicos. De esta forma, para GHM las ineficiencias clave se concentran en la etapa contractual de alineación de incentivos ex ante.

Puesto que no hay otra teoría de integración vertical en donde la integración eficiente

sea direccional, GHM presenta una implicancia comprobable única. Lo sorprendente es que GHM no alienta a la comprobación de esta característica única; y los investigadores empíricos tampoco han demostrado interés hasta ahora en esta característica inusual.

No obstante sus inverosimilitudes, GHM mereció el crédito de haber abierto una puerta

y haber invitado a nuevos proyectos de formalización total. El trabajo reciente de Patrick Bajari y Steven Tadelis (2001) es especialmente notable. Guarda una relación más complementaria con el análisis semi formal de contratos incompletos, ya que se concentra en la ineficiencias ex post

18Construir un modelo de formalismo total para la organización económica es una tarea muy exigida. Edward Prescott, que ha avanzado mucho más que yo en la construcción de modelos formales, sugirió una vez que necesitábamos una “matemática nueva” para poder involucrar a las cuestiones que plantea la economía de la organización. Si bien en su momento me negaba a reconocer eso, con los eventos que ocurrieron en el ínterin, ahora pienso que Ed tenía razón. Pero la idea de que estoy contribuyendo a crear una nueva matemática me deja pasmado. Sin duda, hasta los diseñadores de modelos formales tienen sus desafíos. 19Nada de eso se hace evidente en la interpretación que Bernard Salanié hace de los formalismos totales de GHM (Salanié, 1997, pág. 176). Sin duda, GHM es congruente con la primera teoría semi-formal en el sentido de que los contratos son incompletos (por la racionalidad limitada), impera la imposibilidad de verificación (por el oportunismo), surge la dependencia bilateral (por la especificidad de activos), y las conversiones de estado son inciertas. Pero, como se menciona en el texto, se elimina la posibilidad de una mala adaptación ex post dando por sentado un conocimiento común de beneficios y una renegociación sin costo. Como punto elemental surge aquí que los supuestos inverosímiles que (al menos en mi opinión) oscurecen las interacciones clave resultan sumamente problemáticos.

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y no invoca la negociación sin costos. Por estas y otras razones, preveo una sucesión de prometedores modelos de formalismo total para contratos incompletos. Sin embargo, no creo que hayamos llegado a la etapa en que el análisis semi formal se haya agotado, por lo cual creo que de ahora en más tendríamos que poner todos nuestros huevos en la canasta de la formalización total. 5. Conclusiones

Si se le hubiera consultado a Moliere, él nos hubiera contestado lo obvio: los economistas y, aun más, los hombres y mujeres de negocios, no solo estuvieron hablando de prosa sin conocerla, sino que estuvieron pensando contractualmente. Sin duda, es lo que cabe esperar si pensar en términos contractuales ayuda a revelar temas básicos.

Esta claro que desde “el principio” la economía habla de intercambio. Sin embargo, hay

diferencias reales entre los simples intercambios en el mercado, de los que se ocupa el enfoque ortodoxo, y las transacciones más complejas que ocupan mayormente a la economía de costos de transacción. Entre las diferencias más destacadas se cuentan las siguientes: mientras que el abordaje ortodoxo describe a la empresa como a un caja negra (interpretación tecnológica), la óptica del contrato la ve como un estructura de gobernancia (interpretación organizacional); mientras el abordaje ortodoxo se centra en la combinación de factores eficientes (asignación de recursos), la economía de costos de transacción se centra en la alineación eficiente de transacciones con modalidades de gobernancia; y mientras que el enfoque ortodoxo explica las estructuras organizacionales y las prácticas contractuales desconocidas y fuera del estándar básicamente con referencia a fines monopólicos, la economía de costos de transacción interpreta la variedad contractual y organizacional básicamente en términos de economizar. El elemento común a todas estas diferencias es que el enfoque ortodoxo le da muy poca importancia a la organización (y a la teoría de la organización), mientras que la economía de costos de transacción sostiene que la organización importa y es susceptible de análisis.

Así pues, si bien Coase sembró en 1937 semillas de economía de costos de transacción,

fue necesario aplicar todo lo que apareció entretanto en la literatura de teoría de la organización y el fracaso del mercado antes de que esas semillas comenzaran a germinar a principios de la década del 70. Entre las medidas básicas que tienen origen en la teoría de la organización y resultan de crucial importancia para la puesta en operación de la economía de costos de transacción, se incluye la descripción de actores humanos en términos más verídicos, el énfasis en la adaptación, la consideración de transformaciones de procesos intertemporales y la descripción de estructuras de gobernancia como alternativas estructurales discretas (con lo cual difieren por tipo más que por grado).

Sin duda, la economía ha vuelto al centro de la escena por hacer que el “punto central”

sea economizar (en costos de transacción), lo cual es visto con escepticismo por muchos estudiosos de la teoría de la organización. Sea como fuere, en el contexto de la economía de costos de transacción se incorporan muchas implicancias refutables que los datos corroboran ampliamente. Pero hay que seguir trabajando para alcanzar el formalismo total. El uso combinado de teoría de la organización, teoría de los juegos y economía de costos de transacción (Baron y Kreps, 1999) promete contribuir a ese fin.

Tabla 1 – Atributos que definen tres modalidades viables de gobernancia

Atributos de la gobernancia Estructuras de gobernancia

Intensidad del incentivo

Control administrativo

Régimen legal de contrato

Mercado de contado ++ 0 ++ Híbridos + + + Jerarquía 0 ++ 0

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Tabla 2 – Interpretaciones rivales Interpretaciones alternativas Fenómeno o condición Óptica del contrato Óptica rival Empresa Estructura de gobernancia

(organizacional) Función de producción (tecnológica)

Tipo de contrato Incompleto Completo Integración vertical Respuesta organizacional a los

peligros contractuales Correcta contra proporciones de factor ineficiente

Restricciones verticales del mercado

Para mitigar la búsqueda de submetas

Objetivo monopólico o músculo (poder)

Organización del personal Surge la gobernancia para infundir credibilidad

Sindicalismo monopólico

Organización del trabajo Propósito de economizar Poder o abuso Finanzas Financiamiento basado en

activos Modigliani-Miller

Monopolio natural No hay una única mejor respuesta multi propósito

Licitación de franquicia multipropósito

Agencias públicas Como respuesta eficiente a algunas transacciones

Intrínsecamente ineficientes

Ley de contractos Varía de una estructura de gobernancia a otra

Una única forma legal multipropósito

Reforma económica Gradualista big bang Efectos de reputación Eficacia problemática Eficacia confiable

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