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CONTRIBUCIONES EXTERNAS

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C O N T R I BU C I O N E S E X T E R N A S

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INTRODUCCIÓN HISTORICA A LOS DIVERSOS ASEDIOS DE BARCELONA Y GUERRAS DE

CATALUNYA. SIGLOS XVI - XVIII

1. La guerra de Sucesión

El conflicto sucesorio que dio lugar a la Guerra de Suce-sión ha sido concebido por algunos historiadores comouna auténtica guerra mundial. Durante la época Moderna,las disputas entre las potencias europeas por conseguir lahegemonía continental fue una constante. Aun así, con laGuerra de Sucesión, los frentes bélicos se desarrollaron enmúltiples escenarios; Europa monopolizó el epicentro,pero en todo el continente americano se vivieron episo-dios relevantes.

La lucha europea se produjo en diversas geografías: en elducado de Saboya; en la península Ibérica, ya fuera en lafrontera castellano-portuguesa, en Castilla y especialmenteen la Corona de Aragón; en Francia, donde incursionesaliadas penetraron en diversos sectores del reino, sobretodo por el sur; en la península Itálica, ya fuera en el tradi-cional escenario padano, o en el reino de Nápoles; y en elcentro del continente, desarrollándose algunas campaña alsur de Alemania y entre las tierras irrigadas por los ríosMosela y Rin.

De forma más remarcable, el gran teatro bélico de laépoca Moderna, Flandes, tampoco se libró de padecer larigurosidad del conflicto. Las campañas más espectacularesen términos cuantitativos, donde cada bando podría llegara presentar batalla con ejércitos que oscilaban entre setentay cien mil combatientes, se produjeron en esta geografía acaballo entre Francia y las Provincias Unidas. Las batallasde Ramillies (1706), Oudenarde (1708) o Malplaquet(1709), son un buen ejemplo de ellas.

A pesar de que el trono de la Monarquía Hispánica origi-naba la disputa internacional, el prestigio y el fracaso sejugaban en Flandes. Los grandes generales de la época rea-lizaban algunas campañas en este escenario, como elduque de Marlborough y el príncipe Eugenio de Saboyapor el bando aliado, o los duques de Vendôme y de Villars

por el lado borbónico. Los cuatro grandes generales de laAlianza de la Haya de los primeros años de la disputa fue-ron el duque de Marlborough, el príncipe Eugenio deSaboya, el conde de Peterborough y el magrebí Luís Gui-llermo de Baden-Baden. El duque de Marlborough fue,probablemente, el mejor comandante que participó en laguerra de Sucesión. En líneas generales, sus acciones sedesarrollaron en Flandes, ganando importantes batallas enRamillies, Oudenarde y Malplaquet.

El príncipe Eugenio de Saboya, a lo largo de toda la dis-puta, estuvo al servicio del Imperio romano-germánico,liderando acciones meritorias en Turín y luchando al ladodel duque de Marlborough. El conde Peterborough consi-guió que el archiduque Carlos de Austria fuera coronadoen suelo hispánico y se apoderó de la Corona de Aragónen poco menos de un año. Luis Guillermo de Baden-Baden fue el comandante del ejército imperial, liderandola victoriosa batalla de Schellenberg.

2. Barcelona a principios del siglo XVIII

La Barcelona de principios del siglo XVIII contaba conuna población que rondaba los treinta y cinco mil habi-tantes. La Rambla, Antigua muralla medieval, ya estabainmersa dentro del trazado urbano y era una avenida quedividía la Ciudad de intramuros. Desde la Rambla hacialevante había la parte más dinámica, heredera del esplen-dor medieval, que se organizaba entre cuarteles: del Pi, deSant Pere, de Framenors y del Mar. El sector barcelonés deponente, el Raval, estaba más despoblado, y aunque lazona de Tallers iba aumentando en población, era unespacio donde predominaban los centros conventuales yasistenciales, además de disponer de una importanteextensión de huertas.

La ciudad contaba con decenas de gremios bien cualifica-dos, muestra de la amplia oferta existente de bienes y ser-vicios. El puerto tenía una actividad comercial prolífera yarrastraba a diversos sectores de toda Catalunya a exportara medio mundo. El vino y el aguardiente eran mercaderíasmuy preciadas, pero también los frutos secos, los tejidos olos productos de cestería. Este dinamismo implicaba queen la ciudad hubiera bastante población extranjera y oca-

sional. Barcelona actuaba como cabeza y centro de unaCatalunya que en términos socioeconómicos se vertebrabaen una red.

La vida cotidiana estaba regida por la religiosidad caracte-rística del Antiguo Régimen, donde convivían actospúblicos de fe, como las procesiones y las peregrinaciones,y una sociedad urbana abocada a la fiesta y al ocio; comolo demuestran las extensas aficiones al juego, a la música, ala danza, al teatro o a las chocolatadas que se organizabanen las afueras de la ciudad disfrutando de la naturaleza.Seguramente el mejor ejemplo lo representaba el carnaval,que alrededor de 1700 era uno de los más importantes deEuropa.

Aunque la Barcelona próspera de finales del siglo XVII yprincipios del siglo XVIII vio como la guerra agredía sudinámica floreciente. Primero, a causa del conflicto de losNueve años, cuando la flota francesa bombardeó la capitalcatalana (1691), en el momento en que la ciudad fue ase-diada (1697); i sobre todo, durante la guerra de Sucesión,cambiando definitivamente su fisonomía a causa de losasedios de 1705, 1706, y de manera muy especial, despuésdel fatídico episodio de 1713-1714.

3. Las defensas de Barcelona

El siglo XVI fue la centuria en la que las armas de fuego yla guerra de artillería se impusieron en toda Europa. Lasnuevas necesidades bélicas comportaron cambios en lasurbes medievales, fortificadas con murallas elevadas ytorres de defensa. Desde entonces las ciudades como Bar-celona reforzaron el perímetro amurallado con baluartespoligonales capaces de albergar artillería para castigar alinvasor.

Una de las primeras áreas de la capital catalana que seadaptó a la nueva estructura defensiva fue la fachada marí-tima, a partir de la construcción de los baluartes de Lle-vant, Migdia, Sant Francesc, i con el tiempo, el del Rey, allado de las Atarazanas. Al mismo tiempo se fortificaron losaccesos que conducían a Montjüic y al llano de Barcelona:baluartes de Sant Antoni, Tallers, de l’Àngel, Jonqueres,Sant Pere i Portal Nou. Para la Monarquía Hispánica, ase-

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gurar Barcelona era fundamental, por tratarse de una plazaportuaria y una de las ciudades más importantes cercanasal reino de Francia. El dispositivo defensivo de la ciudad sereforzó a mediados del siglo XVII con la construcción delcastillo de Montjüic, adquiriendo la estructura poligonalcaracterística de la época Moderna. A través del portal deSanta Madrona, una línea de comunicación conectaba lamontaña con la ciudad.

La capital catalana estaba rodeada por una gran extensiónagrícola, el llano de Barcelona, irrigado por los arroyosprovenientes de la sierra de Collserola. En el llano habíadiversas masías diseminadas y algunos centros conventua-les. Uno de los más cercanos era el convento de Jesús, queconducía a Barcelona a partir del camino de Jesús. El con-vento de los Capuchinos estaba emplazado en el cerro deMontcalvari, a medio camino de la masía del Guinardó.

Decenas de senderos pasaban por el llano de Barcelona,entre los que destacaba el camino real que seguía la anti-gua vía augusta romana. Una vez éste superaba el rioBesós, se encaminaba hacia Sant Martí de Provençals, cru-zaba el Rec Comtal por el puente de las Bigues y entrabaen Barcelona por el Portal Nou. En intramuros, el caminotomaba la calle Carders para dirigirse al centro de la ciu-dad, atravesaba la Rambla para emprender la calle Hospitaly salía por el portal de Sant Antoni.

El Rec Comtal de Barcelona, que también entraba por elPortal Nou, cruzaba el barrio de Sant Pere para adentrarsehasta el cuartel del Mar. El agua que transportaba no ser-vía para beber, sino para el tejido productivo barcelonés. Aextramuros, la acequia hacía mover los molinos de SanAndreu y el Clot; dentro de la capital, el agua era utilizada,sobre todo, por las manufacturas textiles (tintoreros, curti-dores y sazonadores).

4. Carlos II

Carlos II fue el último monarca de la Casa de Austria.Hijo de Felipe IV y de Marianna de Austria, reinó entre1655 y 1700. Fue el único monarca del Principado queno juró las constituciones de Catalunya. No visitó nuncalas tierras catalanas ni convocó nunca las cortes del país del

cual era soberano. Aunque a finales del siglo XVII Cata-lunya no experimentara ninguna reforma económica, elPrincipado vivió los 14 años de reinado de Carlos II enun sobresalto permanente a causa de la inacabable guerracon Francia que amenazaba las fronteras del Principado yla misma capital, sitiada por los franceses el año 1697.Durante los años de su mandato, la inestabilidad política,que llegó también a Catalunya, se pone de manifiesto enlos continuos cambios de virreyes que se produjeron, die-cisiete en total, casi todos miembros de la aristocracia cas-tellana y con experiencia militar. Los episodios bélicos conFrancia tienen una cronología que abarca la totalidad desu reinado: 1667-1668, 1673-1678, 1648 y 1689-1697. Unpersonaje de gran influencia política fue el antiguo virreyde Felipe V, Joan José de Austria. Durante el virreinato deAlexandre de Bournonville (1678 – 1685) “la burguesía semostró decidida a dar un paso adelante al introducir técni-cas e invertir en empresas que darían lugar a la futuraindustria textil catalana. La ascendencia flamenca delvirrey bien podía haber alentado a los catalanes a seguir elcamino de las prestigiosas fábricas de tejidos y manufactu-ras de Flandes” (Morales-Sobrequés). Murió el uno denoviembre en Madrid y fue enterrado en el Escorial.

5. Felipe V

El duque Felipe de Anjou nació el 19 de diciembre de1683 en Versalles. Era el segundo hijo del Gran Delfín,heredero del trono de Francia, y María Ana de Baviera. Suascendencia hispánica procedía de su abuela paterna, yaque su abuelo Luis XIV se había casado con la infantaMaría Teresa.

Gracias al testamento que firmó el moribundo Carlos II,el año 1700, el duque de Anjou fue proclamado sucesor.Muy pronto, Luis XIV coronó a su nieto rey de la Monar-quía Hispánica reconocido como Felipe V.

El joven monarca llegó a Madrid cuando solo tenía 17años y se rodeó de un círculo de clara influencia francesay fue así como Luis XIV controló muy de cerca los pri-meros años del reinado de Felipe V. La corona hispánicade los Austrias se había caracterizado por un sistema polí-tico marcado por la influencia de los consejos reales y los

contra poderes de los reinos constitucionales. El nuevotalante borbónico evolucionó hacia una política más cen-tralizada y jerárquica, donde las medidas se dictaban desdela Secretaría del Despacho Universal del monarca.

Después de la guerra de Sucesión, la uniformización de laCorona española realizó un paso más a partir de losDecretos de Nova Planta, que abolían los regímenes jurí-dicos de la Corona de Aragón -menos el del reino deCerdeña, que pasó a manos austriacas-. El nuevo ordena-miento adoptó la administración castellana. Las RealesAudiencias y Capitanías Generales proliferaron en todo elEstado para llevar a cabo el orden político, jurídico y mili-tar desde 1716 y hasta bien entrado el siglo XIX.

6. El archiduque Carlos de Austria.

Carlos de Austria o de Habsburgo, nació el 1 de Octubrede 1685 en Viena y era el segundo hijo del emperador delSacro Imperio Romano Germánico, Leopoldo I, y deLeonor de Palatinado-Neoburgo. El emperador LeopoldoI era hijo de una de las infantas de España, María Ana. Deesta forma los derechos hereditarios hispánicos de Carlosproceden por parte de su abuela paterna.

Cuando Carlos II murió en Madrid el año 1700, el empe-rador no reconoció el testamento del monarca español afavor de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. En el últimosuspiro, Carlos II, decretó que el pretendiente francés seconvertiría en su sucesor, en detrimento de cualquier can-didato procedente de la rama vienesa.

El descontento de Leopoldo I coincidió con la desaproba-ción de las potencias atlánticas (Inglaterra y los PaísesBajos), que querían interceder en el decadente imperioespañol. Sin duda, la elección de Carlos II provocaba quela primera potencia continental de la época, la Francia deLuis XIV, reforzara su liderazgo gracias a la coronación deun Borbón en Madrid.

La forma como se había cerrado el proceso sucesoriohacía prever que pronto se originaría un nuevo conflictointernacional. En esta ocasión, además, aparecía la oportu-nidad de irrumpir en América. Las múltiples posibilidadesmercantiles que ofrecía el continente, como eran los con-

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tratos de los esclavos, la introducción de productos, asícomo amplios y abundantes recursos naturales, también seconvirtieron en motivaciones importantes de la disputa.

Cuando la guerra de Sucesión española se declaró demanera oficial en mayo de 1702, al cabo de un año elemperador Leopoldo I proclamó rey de la MonarquíaHispánica a su segundo hijo Carlos. Desde entonces, laspotencias atlánticas y el Imperio Romano Germánicoreconocieron al joven monarca como Carlos III.

El pretendiente salió de Viena para dirigirse hacia lapenínsula ibérica, haciendo un trayecto muy similar al quehabía realizado unos doscientos años antes el emperadorCarlos V. A principios de 1704, Carlos III viajó a Portugal,pero muy pronto creyeron oportuno que se desplazara aCatalunya para sublevar los territorios catalano-aragone-ses. Aquellas alturas de la guerra, el Principado y el reinode Valencia habían dado señales inequívocas a favor deljoven Habsburgo.

A partir del asedio sobre la Barcelona borbónica del virreyVelasco (agosto – octubre de 1705), el pretendiente austrí-aco entró en la Corona de Aragón, fue proclamado arlosIII y convocó las Cortes Generales de Cataluña. A conti-nuación, su dominio se expandió por los otros reinospeninsulares y, hasta llegó a ser coronado en Madrid endos ocasiones (junio de 1706 y setiembre de 1710). Sinembargo, el apoyo social que disponía en la Corona caste-llana era muy escaso y cualquier posibilidad de arraigarseen la capital imperial era nula. Por otro lado, el ejércitoaliado que le daba soporte presentaba problemas de coor-dinación, financiación y avituallamiento, elementos funda-mentales para imponerse a la alianza militar borbónica delas Dos Coronas (España y Francia).

Cuando las armas de Carlos III pasaban por uno de suspeores momentos la península ibérica –al margen de laderrota de Almansa-, el hermano del monarca, José I,murió el 17 de abril de 1711. El hasta entonces empera-dor había muerto a los treinta y cinco años de edad enViena, y a pesar de haberse casado y tenido tres hijos, suúnico descendiente masculino no había sobrevivido. Estehecho comportó que su hermano Carlos III, por orden deprimogenitura, ascendiera al trono de Austria, Hungría,Bohemia y poseyera el título imperial. De esta forma, Car-

los III hubo de abandonar Catalunya para oficializar lacoronación. La ceremonia se produjo el día 22 de diciem-bre de 1711 en la catedral de San Bartolomé de Frankfurt.

Mientras tanto su esposa, ahora emperatriz, se quedó enBarcelona como regente. El objetivo era mantener activaslas opciones de la sucesión hispánica, y al mismo tiempodemostrar su compromiso con el territorio. A pesar delgesto del nuevo emperador, coronado como Carlos VI,mientras se acordaba el tratado internacional de Utrecht,el monarca ordenó que la emperatriz regresara a Viena.Asimismo, firmó el armisticio con Francia para tratar deproseguir con las negociaciones de paz.

Finalmente, el tratado se ratificó el 7 de marzo de 1714 aRastatt, por el cual Carlos VI consolidó la anhelada políti-ca imperial sobre la península itálica. En detrimento de lacorona española, el emperador se apoderó de los reinos deCerdeña y Nápoles, del ducado de Milán y de los Presi-dios Toscanos, además de controlar Flandes y algunosemplazamientos del centro de Europa.

Acabada la guerra de Sucesión española después de lacaída de Barcelona, Mallorca e Ibiza, hasta treinta mil per-sonas de origen hispánico tomaron el camino del exilio.En Viena, Carlos VI creó el Consejo de España para darcobijo a los desplazados. El organismo, bajo la proteccióndel propio monarca, otorgaba pensiones a los exiliados ymantuvo sus funciones hasta el año 1729.

Diversos militares catalano-aragoneses que habían luchadoal lado del Habsburgo, se enrolaron en el ejército de Car-los VI para hacer frente al imperio otomano (guerra aus-tro-Turca, 1716-1718). De la misma manera, durante estosaños conflictivos, Austrias y Borbones volvían a enfrentar-se en la guerra de la Cuádruple Alianza (1718-1720), apartir de la cual Felipe V anhelaba recuperar la soberaníade los reinos de Cerdeña y Sicilia. El desenlace de la pazde Utrecht no había satisfecho a la Corte de Madrid, yaque la Corona había perdido la herencia territorial delMediterráneo.

La paz definitiva entre Carlos VI y Felipe V se consiguiócon el tratado de Viena de 1725. A través del acuerdo,diversos aspectos que habían marcado las disputas entreambos monarcas desde principios de siglo se resolvieron.

España y Austria ratificaron los tratados internacionales deUtrecht-Rastatt y Londres, el emperador reconoció a Feli-pe V como rey español y renunció a sus derechos, y a losde sus descendientes, sobre el trono de Madrid. Además seacordó una amnistía para los austracistas exiliados y unretorno recíproco de los bienes confiscados.

7. Austracistas y borbónicos

La entrada oficial de Felipe V en Madrid se produjo el 14de abril de 1701, en medio de una gran alegría popular.Durante las tres jornadas siguientes se realizaron diversosactos festivos y luminarias. El juramento de Felipe Vcomo nuevo rey se produjo delante de las Cortes de Cas-tilla y León el 8 de mayo. El acto de gran solemnidad, secelebró en el monasterio de los Jerónimos de Madrid.

Desde el primer momento en que Felipe V juró el cargo,el nuevo talante político se hizo evidente. El cardenal Por-tocarreo, su principal valedor, se convirtió en el hombrefuerte del rey, adquiriendo mucho poder e impulsando laformación de un consejo secreto cuyos miembros eranabiertamente filofranceses. Los primeros años del reinadode Felipe V estuvieron muy marcados por el sello de LuisXIV, que a partir de algunos ministros que enviaba aMadrid, el monarca francés logró tener mucha influenciaen el gobierno hispánico.

En estos primeros meses de 1701 también se vivieronexpulsiones de algunos prohombres que no comulgabancon el bando borbónico. El caso más ilustrativo fue el delalmirante de Castilla, el cual era caballero mayor deldifunto Carlos II a quien Felipe V substituyó por el duquede Medina Sidonia. En otros puntos de la Corona suce-dieron episodios similares, apartando de su cargo al gober-nador de Cartagena o al comandante de Cádiz. En Cata-lunya, el ejemplo más evidente fue la destitución delvirrey Jorge de Hessen-Darmstadt, quién posteriormentesería uno de los máximos exponentes del austracismo quese enfrentaría a la alianza franco-española.

Aunque la guerra no había empezado de manera oficial,las hostilidades entre Borbones y Austrias se iniciaron elaño 1701. Para la campaña del norte de Italia, Luis XIV

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desplegó unos veinticinco mil efectivos. Ante el climaexistente de escalada militar, todas las monarquías intenta-ban captar posibles aliados iniciando acuerdos de apoyomutuo o pactando alianzas matrimoniales. Así pues, mien-tras el rey de Francia hacía esta demostración de fuerza, elmariscal de Tessé aseguraba el apoyo del duque de Saboyajunto al bando borbónico. De esta manera, Víctor Ama-deo II reconoció Felipe V como rey de la Monarquía His-pánica, colaboró militarmente al lado de Luis XIV y con-vino la boda entre Felipe V y su segunda hija, María Luisade Saboya.

La futura reina, que entonces tenía 13 años, salió de Vila-franca de Mar (Niza) a finales de octubre de 1701. El maltiempo provocó que desembarcara en Marsella para prose-guir el viaje por tierra. Desde Barcelona, Felipe V viajó aFigueres para recibir la comitiva de la pretendiente, enca-bezada por su camarera mayor, la influyente princesa de losUrsinos. El día 2 de noviembre de 1701, los jóvenesmonarcas contrajeron matrimonio en la villa ampurdanesa.

A continuación, la pareja real, se dirigió a Barcelona. Suentrada se realizó en medio de un clima festivo. La ciudadhizo tres días de fuegos artificiales y luminarias. Las autori-dades de Catalunya pasaron por el Palacio Real – situadoen la plaza de Palacio- para agasajar a los jóvenes, mientraslos gremios barceloneses competían por hacer las mejoresdemostraciones de júbilo. Se realizaron precisiones por laciudad, que se había engalanado para la ocasión. La noble-za del Principado organizó un torneo y diversos bailespara celebrar el matrimonio.

Tras la celebración de la boda entre Felipe V y MaríaLuisa de Saboya, y una vez que los monarcas ya estabanestablecidos en Barcelona, el rey borbón continuó con lasCortes catalanas que se habían inaugurado el mes anterior.Hay que tener en cuenta que un proceso legislativo deestas características no concluía con éxito desde 1599,dado que fracasó en los intentos de 1626 y 1632. Lasdemandas de convocatoria de los estamentos catalaneshabían sido insistentes, ya que era necesario actualizardiversos aspectos del tejido socioeconómico y político delterritorio.

8. Las cortes catalanes de Felipe V (1701-1702)

Las Cortes Generales catalanas se inauguraron el 12 deoctubre de 1701 en el convento de Sant Francesc y seprolongaron hasta el 14 de enero de 1702. Como resulta-do, algunos sectores sociales obtuvieron acuerdos muyfavorables, especialmente a nivel económico: puerto francopara Barcelona, libre comercio con América, formación deuna compañía náutica y mercantil, libertad de comerciarcon aguardiente y vino en los puertos peninsulares, impo-siciones proteccionistas sobre productos extranjeros,…Una serie de concesiones especialmente beneficiosas paralos grandes negociantes catalanes.

Aunque estas resoluciones contrastaban claramente conalgunas demandas provenientes de la clase dirigente. En elfondo, éstos lamentaban que continuaran sin resolver algu-nos aspectos de la esfera jurídico-política pendientes desdela Guerra dels Segadors; concretamente, la reglamentaciónde los alojamientos militares, que tanto había castigadoCataluña desde 1635, y el nombramiento de cargos de laDiputación del General y la Ciudad de Barcelona.

El 8 de abril de 1702, el rey Felipe V se marchó de Barcelo-na en dirección a Nápoles. De esta forma el monarca borbó-nico ponía fin a su estancia en Catalunya, a la que se habíadesplazado para casarse con María Luisa Gabriela de Saboyay para convocar Cortes con los estamentos catalanes.

El viaje de Felipe V a Italia estuvo envuelto en ciertapolémica ya que algunos sectores de la Corte hispánicaconsideraban que el monarca debía permanecer en laPenínsula. Contrariamente, Luis XIV creía oportuno queel nuevo rey visitara las posesiones italianas. Las presionesespañolas consiguieron que, al menos, María Luisa deSaboya no hiciera el trayecto. La reina se desplazó a Zara-goza para realizar Cortes Generales aragonesas.

Mientras tanto, Felipe V y su séquito realizaron los prepa-rativos necesarios para desplazarse a la península itálica. Alinicio de la guerra de Sucesión, el norte de Italia era unode los principales escenarios bélicos. Felipe V acompañó alejército que lideraba el duque de Vendôme, quien consi-guió la victoria de la batalla de Luzzara.

9. Carlos III llega a Lisboa

Desde que se inició la crisis dinástica a causa de la muertesin descendencia de Carlos II, el emperador Leopoldo I ysu hijo José no habían renunciado a los derechos heredita-rios que poseían sobre la Monarquía Hispánica. Aunquelas principales potencias internacionales advertían que elheredero debía ser el archiduque Carlos de Austria, elemperador todavía no lo había reconocido.

Finalmente, el 13 de setiembre de 1703, Leopoldo Irenunció al trono español en su nombre y en el de José, yaccedió a oficializar el nombramiento de su segundo hijo.De esta forma, el archiduque Carlos fue reconocido enViena como Carlos III. Las presiones ejercidas por laspotencias aliadas hicieron cambiar de opinión al empera-dor, sobre todo, desde que Portugal se unió a la Alianza dela Haya. La incorporación del reino lusitano facilitaba unaacción militar que posibilitaba la entrada del pretendienteaustriaco a la península ibérica.

Los preparativos para que Carlos III se dirigiera a Lisboase activaron. Tanto es así que el 19 de setiembre de 1703el joven monarca, que tenía 18 años, se marchó de Vienaen dirección a los Países Bajos. El 3 de noviembre llegabaa la Haya, y después de algunas jornadas realizando diver-sas audiencias, entre ellas con el duque de Marlborough,comandante supremo del ejército aliado, se embarcó haciaInglaterra. A primeros de diciembre, la comitiva delmonarca Habsburgo llegó al palacio de Windsor paraencontrarse con la reina Ana.

En Londres se hicieron todos los preparativos para que laflota que acompañaría a Carlos III a Portugal, transportaraocho mil soldados ingleses, cuatro mil de origen holandésy el equipamiento necesario para armar a los veinte milcombatientes que Pedro II se había comprometido areclutar. Finalmente, el 9 de marzo de 1704, la gran expe-dición aliada que trasladaba a Carlos III entraba en elestuario del Tajo.

La llegada del archiduque Carlos de Austria en Barcelonase materializó gracias a que en junio de 1705, el enviadoinglés de Génova, Mitford Crowe, había firmado un

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acuerdo con representantes de los “vigatans” (vigatans erauna de las denominaciones del bando austracista de laGuerra de Sucesión Española), para que el pretendienteaustriaco desembarcara en Cataluña. Con este pretexto, elPrincipado se levantaría en favor del monarca y se podríaconsolidar la presencia del ejército aliado en la Corona deAragón.

Esta opción, no era bien vista por la mayoría de coman-dantes de la alianza austracista. Estando en Lisboa, elentorno de Carlos III aconsejaba que se accediera a suelohispánico por la vía andaluza, reduciendo a Cádiz. El ide-ólogo de este planteamiento fue el Almirante de Castilla,que consideraba que si conseguían reducir la plaza gadita-na y situar la Corte en Sevilla, el impacto al conjunto de laCorona castellana sería mayor, además de controlar el áreaportuaria que conectaba con América. Por el contrario, siel ejército aliado se internaba por Catalunya, o por laCorona de Aragón, sería muy perjudicial para los interesesde los Habsburgo, ya que el almirante de Castilla advertíaque podría producirse un conflicto civil en el seno de lamonarquía.

La opinión del aristócrata hispánico era mayoritaria entrelos asistentes en Lisboa. Aun así, al final, se acabó impo-niendo la idea de penetrar por la vía catalana, sobre todogracias a las presiones del príncipe Jorge de Hessen-Darmstadt. Según parece, el landgrave de Hesse interactuócon el propio archiduque Carlos para convencerle. A fina-les de julio de 1705, la expedición que transportaba a Car-los III zarpó de Lisboa, y el 22 de agosto, anclaba frente ala capital catalana.

10. El asedio austracista de Barcelona de 1704

Aunque durante el año 1703, la imponente escuadra aliadahabía hecho acto de presencia en aguas del Mediterráneooccidental, los anglo-holandeses no habían intentado nin-guna acción militar relevante. En Altea (Marina Baja), lasnaves fondeaban para aprovisionarse de agua potable, talcomo repitieron los años 1704 y 1705. En estas maniobras,el comandante aliado pudo observar la buena acogidaofrecida por la población civil de la Marina.

El año 1704, por primera vez en el Mediterráneo, losaliados intentaron una acción ofensiva para irrumpir enlos territorios de la Corona de Aragón. El 28 de mayo,ochenta embarcaciones, treinta de las cuales eran de gue-rra, se presentaron delante de Barcelona. El máximo ins-tigador de la operación fue el príncipe Jorge de Hessen-Darmstadt, que pidió obediencia a favor del archiduqueCarlos. El virrey borbónico de Catalunya, Francisco Fer-nández de Velasco, decidió defender la plaza y movilizóla coronela de la ciudad, mientras que los aliados desem-barcaban alrededor de tres mil quinientos hombres. Eldeseo del landgrave de Hesse era llegar intramuros y pro-mover el levantamiento de la población. La demora deestos intentos conspiradores provocó que se realizara untímido bombardeo sobre Barcelona, aunque el 1 dejunio, la armada ya se hizo a la mar advirtiendo la empre-sa fracasada.

11. El asedio austracista de Barcelona de 1705

Aunque a finales de mayo de 1704 la flota anglo-holande-sa había intentado sorprender Barcelona, la primeramaniobra relevante de la guerra de Sucesión en Cataluñafue el asedio aliado de 1705.

Fruto del Tratado de Génova, entre Inglaterra y los “Viga-tans” el 20 de junio de 1705, la monarquía anglosajona secomprometió a liderar un desembarco de diez mil hom-bres en Catalunya. A cambio, el Principado debería facili-tar soporte militar a la vez que vería garantizadas susConstituciones.

A finales de agosto de este mismo año, unas ciento cin-cuenta embarcaciones fondearon en la desembocadura delrio Besós. La expedición transportaba al propio Archidu-que Carlos, y contaba con la presencia del conde de Peter-borough y del príncipe Jorge de Hessen-Darmstadt. Laflota había zarpado de Lisboa el 28 de julio de 1705. Pocodespués se detuvo en Gibraltar, desde donde volvió ahacerse a la mar el 5 de agosto. Al cabo de cinco jornadasde navegación, la expedición hizo aguada en Altea y, unasemana más tarde, tomaba Denia. En la localidad de LaMarina, el archiduque fue proclamado rey por primera vez

en territorio hispánico. A continuación, la expedición sedirigió hacia la capital catalana, donde fondeó el 22 deagosto.

El mando aliado pidió al virrey borbónico Velasco quecapitulara, garantizando la salida de la guarnición militarde Barcelona. El lugarteniente creyó oportuno defender laplaza ya que desde el inicio del verano, la capital catalanahabía recibido refuerzos y tenía provisiones suficientespara resistir el ataque. De hecho, la capacidad de los efecti-vos de Velasco, unos seis mil hombres, hizo replantear laofensiva a los aliados, ya que a pesar de llegar a Barcelonael 22 de agosto, las primeras maniobras ofensivas no se ini-ciaron hasta el 14 de septiembre. Mientras transcurríanestas jornadas, en el área del desembarco comenzaron areunirse algunos miles de voluntarios catalanes -principal-mente “vigatans”-, así como otros pertrechos necesariospara iniciar el asedio.

El 14 de setiembre de 1705 comenzaron las primerasacciones militares del asedio sobre Barcelona, cuandodesde el campamento aliado se creyó oportuno hacer unamaniobra de distracción con el objetivo de atacar Mont-juïc. Al alba de esta jornada, el príncipe Jorge de Hessen-Darmstadt se dirigió por vía terrestre, simulando su mar-cha, hacia Tarragona. La expedición estaba formada portres mil hombres, encabezados también por el conde dePeterborough y James Stanhope. Paralelamente, las embar-caciones aliadas simularon el reembarque de la artillería yotros pertrechos, dando a entender que zarparían en brevey abandonarían Barcelona.

Cuando la comitiva del landgrave de Hessen llegó a lascercanías de Montjuïc, tres columnas atacaron la montaña.Una de las primeras acciones consistió en apoderarse delconvento de Santa Madrona, mientras que otro destaca-mento cortaba la comunicación con la ciudad.

Después de tres días de enfrentamientos, donde el príncipeJorge de Hessen-Darmstadt perdió la vida, el 17 desetiembre una bomba aliada hizo estallar el polvorín delcastillo de Montjuïc. La explosión provocó un boquete enel lienzo de la muralla lo suficientemente grande comopara permitir la reducción de la fortaleza a favor de lasfuerzas austracistas.

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En estas operaciones, el ejército aliado contó con la cola-boración de un número indeterminado de somatenes detodo Catalunya. El noble catalán Antoni de Peguera iAimeric los capitaneaba y sus acciones se centraron enevitar el despliegue de la guarnición borbónica, ya fuerahacia Montjuïc o hacia el llano de Barcelona.

Una vez dominada la montaña y el castillo de Montjuïc, elejército carlista inició la segunda parte de la ofensiva sobrela capital de Cataluña. La posición estratégica que ofrecíaeste emplazamiento hizo posible que comenzaran lasmaniobras necesarias para emprender un asedio formal. Laestrategia que planteó el conde de Peterborough consistíaen combatir la muralla de poniente, entre el portal de SantAntoni y la Torre de Sant Pau. La gran capacidad de arti-llería de las potencias de la Haya, junto con la inacción dela Corte borbónica, provocaron que con pocas jornadas seincrementara el número de cañones. En consecuencia, ladimensión de la brecha fue aumentando día tras día.Mientras se producía la lluvia de proyectiles sobre la ciu-dad, también se inició la apertura de trincheras en elmismo sector bombardeado. De esta manera, cuando elconde de Peterborough lo creyera conveniente, podríaordenar el asalto de la infantería.

Desde el mar, la flota cerraba la entrada al puerto y bom-bardeaba tanto el entramado urbano como las posicionesdefensivas de Barcelona. La superioridad técnica y humanadel ejército aliado era tan evidente que el virrey Velascosólo podía realizar los preparativos de defensa en caso deque se produjera el asalto a la brecha.

El 3 de octubre se detuvo el fuego, dado que el conde dePeterborough pidió la capitulación de la plaza. Velasco,observando su inferioridad, además de la imposibilidad derecibir socorro por parte de Felipe V, aceptó iniciar lascapitulaciones. El acuerdo definitivo se firmó el 9 de octu-bre de 1705. Barcelona, y en aquellas semanas buena partede Cataluña, se hallaba bajo control austracista.

El 14 de octubre de 1705, dos días después de haberserendido la ciudad de Barcelona al ejército aliado, salió laguarnición. Por la mañana se había producido un granalboroto en la ciudad, porque había corrido el rumor deque se iba a ejecutar los partidarios de Carlos III que seencontraban por esta causa en la cárcel, cuando se había

pactado que serían puestos en libertad. Varios grupos deciudadanos se enfrentaron a la guarnición y liberaron a losprisioneros. El mismo conde de Peterborough tuvo quedesplazarse a la ciudad para poner a salvo al virrey Velasco,ya que se temía por su vida. Rendida la guarnición, ocu-pada la muralla y las puertas de la ciudad, la calma volvió ala ciudad. Ese día salió la guarnición, formada por 4.000infantes y 500 caballos, y el día 15, de madrugada, lo hizoel virrey Velasco, que se embarcó hacia Andalucía, desdedonde pasó a Madrid. El día 21 se fueron los generalesque habían defendido la ciudad; ministros de diferentestribunales, algunas familias catalanas y diversas personalida-des partidarias de Felipe V, así como también se ausenta-ron los inquisidores y todos los obispos, a excepción delarzobispo de Tarragona y obispo de Solsona.

La expedición aliada que llegó a Barcelona a finales deagosto de 1705 estaba formada por unas ciento cincuentanaves, muchas de las cuales eran embarcaciones de guerra(Men-of-war). Algunos de estos barcos tenían capacidadsuficiente para cargar noventa cañones, por lo que la flotaanglo-holandesa fue la armada más temible durante todala guerra de Sucesión. Su capacidad numérica y bélica sólopodía ser contenida por Francia, pero una vez se produjola batalla naval de Málaga (24 de agosto de 1704), el con-trol aliado en el Mediterráneo fue incontestable. En estasflotas impresionantes también había embarcaciones queservían para el transporte, ya fuera de provisiones de bocay guerra, como de soldados. La flota aliada que llegó aCataluña trasladaba alrededor de diez mil hombres, eranregimientos de infantería, caballería y marina.

Cuando se produjo el asalto aliado al castillo de Montjuïc el14 de septiembre de 1705, el principal promotor del opera-tivo, Jorge de Hesse-Darmstadt, murió a causa del fuegocruzado entre ambos bandos. Su pérdida fue un golpe muyduro en términos militares, dado que él era el personajeclave para amalgamar el austracismo y las potencias aliadasen territorio hispánico. La muerte del landgrave de Hessencomportó que el sitio de Barcelona de 1705 fuera lideradopor Charles Mordaunt, tercer conde de Peterborough. Justodespués de firmar las capitulaciones, Barcelona vivió unajornada de disturbios contra las autoridades borbónicassalientes (14 de octubre). El conde de Peterborough fuefundamental para garantizar la seguridad del virrey Velasco

y de su séquito, proporcionándoles resguardo en su cuartely, posteriormente, acomodándose en las embarcaciones alia-das con las que huyeron en Andalucía.

Durante la guerra de Sucesión, el conde de Peterboroughfue el comandante supremo del ejército aliado desplegadoal este de la Península. Su dirección tan sólo duró doscampañas ya que en marzo de 1707, debido a los actosbélicos ocurridos -donde Barcelona sufrió un ataque bor-bónico muy potente sostenido con una guarnición aliadamuy débil-, fue reclamado por el Parlamento inglés. EnLondres tuvo que dar explicaciones sobre su conducta, porlo que se le declaró incompetente, así como fue acusadode haber excedido su autoridad.

Los acontecimientos ocurridos durante el asedio aliado de1705 favorecieron al pretendiente austríaco, el archiduqueCarlos, que a partir del 7 de noviembre entró de maneratriunfal en Barcelona en medio de una aclamación popu-lar. El soberano vivió en la villa de Sarriá, en la Torre deLledó, desde donde ordenó sus primeras disposiciones yrecibió a las autoridades del Principado. El día 20 de octu-bre fueron a cumplimentar al monarca en ceremonia ofi-cial, primero, los consejeros de la ciudad, vestidos con lasropas consulares que les distinguían. Después, los diputa-dos de la Generalitat en representación de todo el Princi-pado y, a continuación, el presidente del brazo militar,acompañado por noventa y ocho caballeros. Correspondióal gobierno de la ciudad, ocuparse de preparar el PalauReial (Palacio Real) para alojar al monarca. El día 23, Car-los III entró en la ciudad de incognito por el Portal delMar, pero volvió a Sarriá. A partir del 5 de noviembre,Barcelona se convertiría en la corte del soberano hasta sumarcha en setiembre de 1711.

El 7 de noviembre de 1705, el archiduque Carlos de Aus-tria hizo su entrada oficial en la ciudad de Barcelona. Lacapital de Catalunya se convertiría desde aquel momentoen la capital y la corte de Carlos III. A las dos de la tardesalió del Palau Reial con toda la corte. La comitiva fuehasta Sants, fuera del recinto amurallado, donde empezó elceremonial. El rey entró por la puerta de Sant Antoni,acompañado de los diputados y consejeros de la ciudad. Alas salvas de los barcos; el repicar de las campanas y lamúsica que iba con la comitiva, se sumaban los “vivas” al

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rey del pueblo. Las calles de Barcelona se engalanaron conlos mejores tapices, mientras desde las ventanas se lanzabanflores y perfumes. Cuando el rey pasó por delante de laactual Plaça del Padró, donde se erigía la pirámide a SantaEulàlia, patrona de la ciudad, se dejaron en libertad unagran cantidad de pájaros, innovación que gustó al monar-ca. Después de jurar los privilegios de la ciudad en la plazadel convento de Sant Francesc, marchó hacia la catedral,donde juró la defensa y los privilegios e inmunidades de laIglesia. Después la comitiva real se fue por la calle deMontcada hasta el palacio real. A las ocho de la nocheempezaron las luminarias, los fuegos artificiales y la músicadelante de la casa de la Generalitat. Se encendieron farolasen todas las torres de los campanarios, en el castillo deMontjuïc, en las iglesias de los pueblos y en las del llanode Barcelona. Las fiestas duraron tres días y toda la noblezadel país se dio cita en el Palau Reial.

El nuevo monarca, coronado como Carlos III, siguió elrecorrido de las grandes solemnidades: entrando por elportal de Sant Antonio, tomando la calle Hospital hasta elllano de la Boquería, siguiendo la Rambla hasta las Drassa-nes y, finalmente, dirigiéndose al convento de Sant Fran-cesc para comprometerse a respetar las leyes y los privile-gios del Principado. El acto oficial del juramento de lasConstituciones de Catalunya se celebró el 28 de noviem-bre de 1705.

Una vez Carlos III hizo el juramento, al cabo de unasemana se convocaron las Cortes. Con este nuevo procesolegislativo, inaugurado el 5 de diciembre en el Palau de laDiputació del General, se derogaron los pactos que sehabían establecido con Felipe V. En líneas generales, elresultado del proceso fue satisfactorio para las institucionescatalanas, donde se reafirmaron buena parte de las medidaseconómicas pactadas con el Borbón, como era el comer-cio con América. En el terreno político el acuerdo tam-bién fue favorable, puesto que Carlos III se comprometióa reincorporar los candados del Roselló y la Cerdaña. Lomás trascendente, sin embargo, fue pactar la regulación delos alojamientos militares y el retorno del nombramientode cargos de las instituciones catalanas (insaculaciones),aunque el monarca Habsburgo se atribuyó un derecho dereserva.

12. El asedio borbónico de Barcelona de 1706

Dada la pérdida de Barcelona y la entronización de CarlosIII, varios sectores de la Corte borbónica reclamaron unataque fulminante para cortar de raíz el levantamientoaustracista de Catalunya. Así pues, sólo cinco meses des-pués de que el archiduque Carlos hubiera sido coronado,una doble incursión franco-española llegó frente a Barce-lona. Desde Madrid, siguiendo el camino real, un destaca-mento liderado por el propio Felipe V había entrado en elPrincipado por Torres de Segre. Desde el Roselló, las tro-pas francesas que se habían concentrado bajo las órdenesdel duque de Noailles y del mariscal de Tessé también seencaminaron hacia la capital. Ambos contingentes llegarona Barcelona el 3 de abril, conformando un gran ejércitode 28.000 efectivos.

La operación que se había organizado por vía terrestretambién contaba con el apoyo marítimo de la armadafrancesa. El 28 de marzo zarpaba de Tolón la flota delconde de Toulouse. En total, se contabilizaban entre veintey treinta barcos de línea, otras fragatas menores y una can-tidad elevada de embarcaciones de transporte. Barcelonaquedó bloqueada tanto por tierra como por mar.

En las operaciones de asedio que se produjeron en Europadurante los siglos XVII y XVIII para intentar reducir unaplaza militar como Barcelona, completamente amuralladay con baluartes que protegían los lienzos, era fundamentalatacar con fuego de artillería. Por este motivo, los ejércitoseuropeos de estos siglos se llenaron de ingenieros preocu-pados por aplicar el conocimiento matemático y geomé-trico, haciendo gala de la progresiva racionalización quevivía el continente.

El primer paso para cualquier ejército atacante era prepa-rar baterías conformadas por cañones y morteros, tal comohicieron los ingenieros borbónicos en el asedio de Barce-lona de 1706. Algunas de estas plataformas de fuego eranmuy potentes ya que podían llegar a contar con más detreinta piezas. La artillera tenía el objetivo de abrir unabrecha en la muralla suficientemente grande como paraposibilitar un asalto. De esta manera, el fuego de los caño-nes se concentraba en un punto concreto del paño de la

muralla, para dañarla y conseguir abrir un boquete. En elasedio de 1706, la brecha abierta cerca del baluarte de SantAntoni, ya empezaba a ser importante a primeros demayo, según diversas fuentes.

Para contrarrestar las maniobras, en el interior de las pla-zas, tal como ocurrió en Barcelona en el asedio de 1705 y1706, se intentaba preparar una cortadura. La cortaduraera la principal estrategia defensiva cuando las ciudadessitiadas tenían abierta una brecha. El operativo consistía enpreparar una línea defensiva intramuros que rodeaba labrecha por donde penetraría la infantería atacante. De estamanera, los defensores podían abrir fuego y tener protegi-da su posición.

La determinación del asedio borbónico era tan fuerte quela tarde del 3 de abril de 1706 un destacamento se apode-ró del convento de los capuchinos de Santa Madrona,situado a los pies de Montjuïc. Mientras tanto, Felipe Vestablecía su residencia en Sarriá y el ejército acampaba enel llano barcelonés, desde oriente a occidente (Besòs, SantAndreu del Palomar, Sant Martí, Gràcia, Sants y Llobre-gat). La operación se había diseñado para atacar la CiudadCondal con severidad, gracias a un ejército numeroso ycon mucha capacidad de artillería. Como máximo, el ase-dio debía de durar dos meses, fruto de la planificación eje-cutada por la Corte borbónica en términos de avitualla-miento. Por otra parte, los franco-españoles sabían perfec-tamente que desde Londres se dirigían refuerzos haciaBarcelona y querían evitarlo intentando recuperar la plazaantes de que fuera demasiado tarde.

Los primeros movimientos del ejército borbónico consis-tieron exclusivamente en preparar las acciones para el pos-terior bombardeo. Primero de todo fortificaron SantaMadrona, mientras que grupos de mil trabajadores habili-taban los caminos para transportar el tren de artilleríahacia el castillo de Montjuïc. La caballería y la infanteríatrabajaban para acumular fajinas (Cfr. nº 183) y la flotafrancesa descargaba pertrechos varios en la torre del ríoLlobregat. Paralelamente, también con grupos de mil tra-bajadores y seis batallones de infantería, se empezó a cavaruna trinchera bajo la supervisión de una brigada de inge-nieros. Estas excavaciones se iniciaron siempre desde Santa

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Madrona, en dirección a la fortaleza de la montaña. Talcomo había pasado durante el asedio aliado de 1705, elcastillo de Montjuïc fue el primer objetivo del ejércitoatacante.

En la primera quincena de abril, las refriegas entre ambosbandos fueron constantes, desarrollándose en el entornodel castillo de Montjuïc. El día 15, un embate felipistamuy potente consiguió hacerse con el control de un sec-tor exterior de la fortaleza. Aun así, el ataque definitivo seprodujo el día 21, dado que mediante un asalto simultáneopor tres bandas (trinchera, brecha del baluarte de SantFelip y fortificaciones exteriores), la guarnición austracistase vio forzada a abandonar el castillo.

Al día siguiente, la noticia agitó Barcelona, dado que todoel mundo conocía la importancia estratégica de la monta-ña y las consecuencias que podían suceder si los borbóni-cos la controlaban. De este modo, las campanas de la ciu-dad tocaron a rebato. El clima intenso, de conmocióncolectiva, se evidenció al enarbolar los pendones de SantJordi y Santa Eulàlia. Posteriormente, el tumulto pidiólicencia a Carlos III para subir a combatir a Montjuïc. Elmonarca Habsburgo lo concedió y nombró como jefe alvigatan Jaume Puig de Perafita. Siguiendo las banderas,alrededor de diez mil paisanos, junto con seis batallones deinfantería, atacaron a los militares borbónicos establecidosen la trinchera de la montaña. El ruido de las campanas deBarcelona había alertado el campo felipista, que movilizóun refuerzo de cuatro mil infantes. Después de toda la jor-nada combatiendo, los barceloneses se retiraron hacia laciudad sufriendo más de cuatrocientas bajas.

Una vez las tropas borbónicas controlar todo Montjuïc,se inician los preparativos para abrir la brecha en el lienzode la muralla. La estrategia seguida fue la misma que habí-an empleado los aliados justo medio año antes: controlarprimero la fortaleza y la montaña para, posteriormente,bombardear el sector de poniente.

Desde el primer momento en que las armas franco-espa-ñolas transitaban por el interior del Principado, la noticiadel asedio sobre Barcelona se esparcía por todo el territo-rio. Carlos III y la corte austracista envió correos a laslocalidades catalanas para pedir asistencia de hombres y

pertrechos de guerra. A lo largo del mes de abril, muchosconsejos locales comenzaron a movilizar partidas de soma-tenes, que poco a poco, tomaron posiciones en Collserolay los pasos que comunicaban el llano barcelonés. La sumade esfuerzos aglutinó un contingente de paisanos armadosnada despreciable. Algunas fuentes hablan de entre diezmil y quince mil hombres movilizados.

Los miqueletes y los somatenes llegados de todas partessituaron su campamento desde Sant Cugat hasta el caminoque comunicaba con el monasterio de Sant Jeroni (Coll-serola). En un primer momento, el conde de Cifuentesencabezó la movilización popular, pero, a finales de abril,fruto de un retorno fugaz desde el reino de Valencia, elconde de Peterborough lideró el contingente junto conalgunos efectivos de infantería reglada.

El tipo de acciones practicadas por estos combatientes tie-nen el objetivo de fustigar el despliegue borbónico, paratratar de incomodar el operativo de asedio y retrasar el asal-to final. Desde Collserola, las partidas sorprendían los cam-pamentos de Gràcia, Sant Andreu, Sant Martí, etc., roban-do caballos, acémilas y munición, matando a los soldadosenemigos, o haciendo prisioneros para llevarlos a Barcelo-na. Aunque esta estrategia no permitía derrotar el ejércitoborbónico, la presión constante a la que se veía sometidoobligaba a desviar tropas para mantener la guardia.

A partir del 25 de abril de 1706, el ejército de Felipe V,que ya dominaba toda la montaña de Montjuïc, inició lospreparativos para asaltar Barcelona con infantería. Se atacóel mismo sector de poniente que había sido acosadodurante septiembre y octubre de 1705, aunque en estaocasión, el lienzo de la muralla bombardeado fue mayor,afectando desde el Portal de Sant Antoni hasta la línea decomunicación con el castillo de Montjuïc. En paralelo, losingenieros diseñaban la excavación de las trincheras, asícomo reforzaban las baterías para evitar que el ejércitoaliado se fortificara sobre la muralla.

Desde el interior de Barcelona, la situación se vislumbracada vez peor. Carlos III cambió de residencia y se instalóen el monasterio de Sant Pere de les Puel·les, ya que esta-ba situado en la parte más alejada de los bombardeos.Durante las últimas jornadas de abril y las primeras de

mayo, las presiones para que el monarca Habsburgo aban-donara la ciudad fueron constantes. El más que probableasalto borbónico podía comportar que Carlos III fueracapturado.

La Generalitat, dada la falta de avituallamientos quecomienza a vivir la ciudad, así como la dimensión queadquiría la brecha, pedía con urgencia al conde de Peter-borough alguna acción exterior que pudiera demorar elasalto. La situación había llegado al punto en que en cual-quier momento se podía producir la capitulación de Bar-celona.

En la jornada del 4 de mayo, sin embargo, los aconteci-mientos dieron un vuelco. Barcelona recibió noticias sobreel avistamiento de una flota aliada en aguas tarraconenses.La confirmación de la posible llegada de socorro se pro-dujo cuando el conde de Toulouse levantó el bloqueomarítimo para retirarse a Tolón.

En el interior de la capital catalana, Carlos III disponía deunas fuerzas muy reducidas, ya que buena parte del ejérci-to se había desplegado por diversas zonas de la Corona deAragón. Contabilizando la coronela de Barcelona (4.500combatientes), en total, los efectivos austracistas rondabanlos 6.000 infantes y 600 caballos. Durante el transcurso delasedio, sin embargo, las fuerzas aliadas fueron introducien-do algunos refuerzos por vía marítima. Eran soldados que,con barcazas, llegaban a Barcelona desde los puertos delMaresme.

El levantamiento del asedio borbónico de 1706 y la con-secuente fuga de las tropas hacia el Roselló, fue muy caó-tica; un descontrol que queda perfectamente ilustrado conla enorme cantidades de pertrechos y soldados que fueronabandonados en el campo de Barcelona. La precipitaciónde la fuga comportó que las Dos Coronas dejaran los mili-tares heridos y enfermos establecidos en los hospitales decampaña del convento de Gràcia y de las casas diseminadasde Sarrià. Aunque es difícil determinar el número de con-valecientes, la cifra hubiera podido llegar hasta los dos mil.Del mismo modo, muchos pertrechos de guerra fueronabandonados: ciento seis cañones de bronce, más de cincomil barriles de pólvora, quinientos barriles de balas de fusily mosquetón con una gran cantidad de plomo, más de dos

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mil bombas, mil granadas reales e innumerables granadasde mano, ocho mil picos, palas y azadas, más de cuatro milbalas de artillería, dieciséis mil sacos de harina, gran canti-dad de trigo y avena, más de diez mil pares de zapatos,muchos hornos de hierro, la botica provista de medicinasy equipajes, y un largo etcétera que se iba descubriendo amedida que pasaban las jornadas. El azar quiso que justoen la retirada de Felipe V hacia el Roselló, Europa vivieraun eclipse de sol total. Las alegorías en torno a la guerra, elsitio de Barcelona y la victoria carolina recorrieron elcontinente, tal como puede verse en las láminas 111, 115,116, 118, 121, 130, 133 y 137.

Desde la óptica borbónica, la valoración del sitio fue unauténtico fracaso, convirtiéndose en una de las accionesmás perjudiciales del frente peninsular. Solamente ladesorganización y la improvisación del ejército aliado evi-taron que, para Felipe V, las consecuencias hubieran sidopeores.

El 8 de mayo de 1706, cuando ya hacía cinco semanas queBarcelona estaba siendo sitiada por el ejército borbónico,una flota aliada proveniente de Gibraltar consiguió llegar ala capital catalana. En total, la flota anglo-holandesa lidera-da por el almirante Leake contaba con ochenta velas ytransportaba seis mil hombres de refresco, además de pro-visiones de boca y guerra. Desde la óptica austracista, lallegada de los refuerzos fue providencial porque el asedioborbónico estaba muy avanzado y la brecha que se habíaabierto en la muralla estaba casi lista para ser asaltada.Tanto era así que la Corona de Habsburgo, divisando laprevisible caída de Barcelona, estaba realizando los prepa-rativos necesarios para continuar la lucha en Tarragona.

Desde el punto de vista borbónico, en cambio, el apoyoaliado hizo replantear el operativo bélico y en un consejode guerra presidido por el propio Felipe V se decidiólevantar el asedio y emprender el camino hacia el Roselló(11 de mayo de 1706). La marcha hasta Perpignan fuemuy traumática, dado que las tropas felipistas incendiaronalgunas localidades catalanas, a la vez que fuerzas auxiliaresdel ejército austracista fustigaron su retaguardia.

El 12 de mayo de 1706 se puso fin al asedio de Barcelonapor parte del ejército de Felipe V. La ciudad había resistidoa lo largo de dos interminables meses y se encontraba apunto de caer. Cuando todo parecía perdido, apareció la

flota anglo-holandesa en el puerto de Barcelona el 8 demayo. Ante el nuevo giro que tomaba la campaña militar,el alto mando borbónico decidió retirarse. Aquel triunfo yla marcha del ejército felipista hacia el Roselló hicieronconcebir esperanzas a los austracistas de dominar todos losterritorios de la corona. Así lo explicaba el príncipe Anto-nio de Liechtenstein, consejero de Carlos III, al conde deGoez ese mismo 12 de mayo: «Por el movimiento del ene-migo, éste parece que marcha hacia el Roselló, lo que da aEspaña por perdida y que no le resta ninguna esperanza desostener más tiempo a España (...) la duquesa de Anjou seha retirado hacia Pamplona, encontrándose toda España engran confusión ». Aquel triunfo permitió a Carlos III ane-xionarse otros territorios de la Corona de Aragón y llegarhasta Madrid. Sin embargo, Felipe V con la ayuda de LuisXIV reorganizó sus ejércitos y volvió a España.

13. Boda real en Barcelona (1708)

Elisabet Cristina de Brunsvic-Wolfenbüttel nació el año1691 y era la primera hija del duque de Brunsvic-Lüne-burg. Cuando la princesa Elisabet Cristina fue aceptadacomo mujer de Carles III se dirigió hacia Viena paraconocer la corte del emperador José I, hermano de sufuturo esposo. El 18 de agosto de 1707 se hizo el anunciode la boda en Barcelona y solo el desenlace de la batalla deAlmansa demoró la llegada de la pretendiente.

En Abril de 1708, Elisabet Cristina de Brunsvic abando-naba la capital imperial para dirigirse a la costa genovesa.En Vado Ligure, la flota del almirante Leake, de casi cientocincuenta embarcaciones, la esperaba para trasladarla aBarcelona. La expedición se hizo a la mar el 14 de julio, ydespués de algunas complicaciones, divisó el litoral catalána finales de mes.

Elisabet de Brunsvic desembarcó en Mataró para reponer-se del traslado. El rey Carlos III, queriendo alejar la prin-cesa del batiburrillo barcelonés, consideraba que la tran-quilidad de esta ciudad, el clima y el paisaje eran idealespara su restablecimiento. Carlos III se dirigió a Mataró el28 de julio para saludarla en persona.

La entrada de la joven pretendiente a la capital catalana seprodujo el último día del mes, en medio de un clima muy

festivo. Barcelona se engalanó para la ocasión y cuando laprincesa entró, el gozo popular fue máximo, los miembrosde la Corte y los representantes de las instituciones catala-nas lucían sus mejores galas, el castillo de Montjuïc realiza-ba salvas con artillería y todas las campanas repicaban alunísono. Finalmente, ambos monarcas contrajeron matri-monio el 1 de agosto de 1708 en la basílica gótica deSanta María del Mar. Desde entonces, la iglesia se convir-tió en la capilla real. El compositor napolitano AntonioCaldara estrenó en honor de la reina la ópera Il più belnome, una de las primeras óperas representadas en lapenínsula ibérica.

14. El archiduque Carlos abandona Barcelona(1711)

El 17 de abril de 1711 la guerra de Sucesión dio un girodecisivo. El vuelco no provino de ninguna acción militarmeritoria, sino por la muerte del emperador romanoger-mánico José I. El monarca del Sacro Imperio era el her-mano mayor de Carlos III. Como José I no había dejadoningún descendiente masculino, el pretendiente al tronoespañol se perfiló como nuevo emperador, por tanto, Car-los III podría reunir las herencias hispánicas e imperiales.Desde este punto de vista, la sombra del nuevo Carlos IIIde España y VI de Alemania era una amenaza para elequilibrio europeo igual, o superior, a la que representabala alianza borbónica franco-española.

Aparte de estos acontecimientos ocurridos en la Corte deViena, Londres también vivió un cambio político relevan-te, por cuanto la mayoría tory se impuso en el Parlamentoinglés. El partido conservador creía oportuno acabar deuna vez por todas con la guerra que estaba agotando lasarcas británicas. Así pues, la muerte del emperador José Ifavoreció a que los tories iniciaran las conversaciones depaz. Bajo este argumento, los contactos entre Inglaterra yFrancia se ejecutaron de manera secret.

En el Principado, mientras tanto, todos estos aconteci-mientos se vivieron con mucha desazón, ya que afectabandirectamente al rey por el que los catalanes luchaban.Desde el momento en que se conoció la noticia de lamuerte de José I, Barcelona temía que Carlos III tuvieraque abandonar el territorio en cualquier momento. Al

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final, la fecha fijada para su salida fue 27 de septiembre de1711. El monarca Habsburgo embarcó en el puerto barce-lonés en medio de un ambiente de incertidumbre y cons-ternación.

Cuando Carlos III abandonó Barcelona, como muestra desu compromiso con el territorio y con el trono hispánico,creyó oportuno que la reina Isabel de Brunswick quedaraen Cataluña como regente. El mariscal Starhemberg reco-mendó esta medida al monarca porque consideraba, conbuen criterio, que la sociedad y las instituciones catalanasestarían menos alteradas y continuarían apoyando la Casade Austria.

Desde el puerto de Barcelona, Carlos III navegó hasta elMarquesado del Final -actualmente en Liguria- para pro-seguir por vía terrestre hacia Frankfurt. El 22 de diciembrede 1711, frente a los otros príncipes alemanes y justo en lajornada en que las fuerzas austracistas rompían el asedio deCardona, el monarca se convirtió en emperador del SacroImperio Romanogermánico, coronado como Carlos VI.

Durante la etapa final de la guerra (1711-1714), el nuevoemperador aun mostró su anhelo por recuperar el tronoespañol, incluso después de haberse acordado la paz inter-nacional de Utrecht. Aun así, durante la resistencia catala-na de 1713-1714, Carlos VI tuvo una actitud ambigua yno dudó en firmar los acuerdos para retirar las tropasimperiales del Principado.

Carlos VI renunció a sus aspiraciones hispánicas a partirdel Tratado de Viena de 1725. Sólo entonces, el empera-dor reconoció a Felipe V de manera oficial. Con el trata-do, también se estableció una amnistía para los exiliadosaustracistas que habían abandonado Cataluña y las islasBaleares tras las derrotas de 1714-15.

15. La paz de Utrecht de 1713

El Tratado de Utrecht (11 de abril de 1713), básicamente,pacificó las dos grandes potencias enfrentadas en la guerrade Sucesión: Francia y Gran Bretaña. De este modo, elefecto de la paz entre las dos monarquías fue desencade-nando los acuerdos entre los otros países involucrados enel conflicto.

Gracias al tratado, Gran Bretaña inició un proceso deexpansión que la conduciría a la hegemonía internacionalde los decenios posteriores. La monarquía británica consi-guió el control de algunos enclaves americanos y aseguróla presencia en el Mediterráneo occidental (Menorca yGibraltar). Francia, por su parte, consolidó sus fronterascontinentales y logró que Felipe V se mantuviera en eltrono hispánico.

En cuanto a Felipe V, además de mantener la Monarquía,continuó controlando las colonias de ultramar. Ahorabien, a nivel europeo, las posesiones italianas y los próspe-ros territorios flamencos fueron entregados a otras poten-cias (Saboya y Austria), confirmando la dinámica decaden-te que la Monarquía Hispánica arrastraba desde la paz delos Pirineos (1659). Las Provincias Unidas de los PaísesBajos aseguraron las posesiones de la Barrera, una línea defortificaciones que garantizaba la integridad de su territo-rio en caso de que Francia promoviera una nueva incur-sión. El reino de Portugal amplió ligeramente los domi-nios americanos, asegurando la colonia de Sacramento yobteniendo parte de la Guayana francesa. El duque deSaboya recuperó localidades que habían sido ocupadas porFrancia, ganó Sicilia y obtuvo los derechos hereditarios dela Monarquía en caso de que se extinguiera la línea bor-bónica que iniciaba Felipe V.

Hay que subrayar que los acuerdos de Utrecht pusieron fina la guerra de Sucesión a nivel internacional. En Cataluña,Mallorca e Ibiza, sin embargo, la disputa continuó prolon-gándose ya que, con el nuevo statu quo, estos territorios nopercibieron de manera satisfactoria como se había resueltosu encaje jurídico en la Monarquía de Felipe V.

16. Evacuación del ejército aliado de Catalunya el verano de 1713

La evacuación de las fuerzas aliadas de Catalunya se pro-dujo de manera progresiva, desde el otoño de 1712 hastael verano de 1713, cuando el Principado quedó aisladoante las armas de las Dos Coronas.

El origen de la evacuación se inició en 1711, cuando, demanera secreta, se produjeron unas primeras reuniones para

negociar la paz entre Francia y Gran Bretaña. En 1712, lasconferencias ya se inauguraron oficialmente en Utrecht.Una de las acciones derivadas de este encuentro fue la tre-gua acordada en agosto del mismo 1712, por la que Franciay Gran Bretaña aceptaban un armisticio de cuatro meses.Este hecho provocó que, en plena campaña, los regimientosingleses situados en Cervera fueran retirados hacia la costacatalana para embarcarse. Durante los meses de octubre ynoviembre de 1712, el ejército británico, que era funda-mental para el éxito de Carlos III, abandonó Cataluña.

Las negociaciones de paz continuaron prosperando y amedida que pasaban las semanas iban trabándose másacuerdos. Uno de ellos, un armisticio pactado entre Portu-gal y las Dos Coronas, algo que hizo marchar los regi-mientos lusos desplegados en Cataluña a primeros de1713. Durante este proceso de evacuación, por las calles deBarcelona se podían oír las siguientes estrofas: ¡ingleses hanfaltado, portugueses han firmado, holandeses firmarán y al finalnos colgarán!.

Después de Utrecht, las fuerzas restantes en el Principadoprosiguieron con la salida. Los últimos efectivos embarca-dos fueron los de origen imperial. La última escena nopodía ser más significativa, dado que en la jornada en queStarhemberg abandonaba Barcelona, el 9 de julio de 1713,la Diputación del General anunciaba la decisión adoptadapor los estamentos de Cataluña: declarar la guerra aultranza contra Felipe V y Luis XIV.

17. Asedio de Barcelona 1713-1714

Una vez se firmó el Tratado de Utrecht entre Francia y laspotencias que apoyaban la Alianza de la Haya, los paísesque todavía tenían tropas desplegadas en el Principado lasretiraron. Acto seguido, Austria y Francia acordaron unarmisticio, motivo por el cual los regimientos imperialestambién abandonaron el frente de guerra. Cataluña sequedaba a su suerte. Durante las negociaciones de pazinternacional, un aspecto fundamental para el Principado,como era la preservación de las Constituciones catalanas,no había quedado resuelto de manera satisfactoria. Por estarazón, la Junta General de Brazos, a modo de urgencia, sereunió para deliberar la continuidad del conflicto.

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Las sesiones se inauguraron el 30 de junio de 1713 en elPalau de la Diputació del General. Al encuentro acudieronrepresentantes de los tres estamentos de la sociedad catala-na, con una presencia muy elevada del Brazo Militar y delReal. Los debates fueron muy intensos y tanto se argu-mentaba la rendición como la defensa. Finalmente, en lajornada del 6 de julio, la Junta General de Brazos resolviósu posición: proclamar la guerra a ultranza contra Felipe Vy Luis XIV.

Mientras se producían estos hechos tan importantes, elejército borbónico liderado por el duque de Populi toma-ba posiciones en las principales plazas del Principado. Elgiro que habían hecho los acontecimientos, fruto de ladecisión tomada por los Brazos catalanes, provocó que lastropas de Felipe V pusieran cerco sobre Barcelona, altiempo que las fortalezas de Cardona y Castell-ciutat tam-bién optaron por resistir. Desde la retaguardia marítima, lasislas de Mallorca e Ibiza continuaron apoyando a la capitalcatalana, siendo fundamentales para garantizar la provisiónde víveres.

18. Un largo asedio de catorce meses (junio 1713 – setiembre 1714)

El ejército borbónico del duque de Populi rompió el cor-dón del sitio sobre la capital catalana el 25 de julio de1713. La manera en que las tropas borbónicas dispusieronsu campamento fue igual a la circunvalación ejecutadadurante el asedio de 1706. los efectivos hispánicos se situa-ron desde la villa de Gràcia hacia poniente, en dirección aSants y el Llobregat, donde desembarcaban los pertrechosnecesarios; y las tropas francesas lo hicieron desde el MasGuinardó hacia levante, en dirección a las casas del Clot,Sant Martí, Sant Andreu del Palomar y el Besòs.

Las primeras baterías establecidas se dispusieron en elmismo cordón del sitio, de modo que las bombas casi noafectaban a la ciudad. En estos primeros meses, sobre todo,las posiciones más deterioradas por los ataques de artilleríaborbónica fueron las avanzadas que habían preparado losresistentes de Barcelona (como la Creu de Sant Francesc oel convent dels Caputxins de Montcalvari).

Con la primavera de 1714, la artillería franco-españolaganó terreno, puesto que los ingenieros borbónicosemplazaron nuevas baterías de morteros entre las casas delClot y el Mas Guinardó. Los explosivos lanzados desdeesta posición llegaron a intramuros, afectando a los cuarte-les de Sant Pere y del Mar. Desde Barcelona, Antonio deVillarroel organizó algunas salidas para fustigar las nuevasbaterías, pero los franco-españoles lograron reforzarlas pro-gresivamente.

El despliegue felipista por el llano barcelonés se acentuógracias a la captura del convent dels Caputxins a finales demayo de 1714. Con esta posición, los resistentes habíanlogrado contener el avance borbónico, pero con el controldel convento, las baterías felipistas conformadas por mor-teros se situaron más cerca de la ciudad.

A la hora de hablar de los bombardeos sufridos por la ciu-dad de Barcelona durante el asedio de 1713-1714, hay quesituar un punto de inflexión cuando las fuerzas borbónicasdel duque de Populi lograron dominar el convent delsCaputxins, emplazado en la colina de Montcalvari (17-22de mayo de 1714). Desde este lugar, la resistencia barcelo-nesa había conseguido retrasar el despliegue felipista queintentaba acercarse a la muralla.

Debido a la proximidad entre la ciudad y los Caputxins,perder el convento significaba que los bombardeos tuvie-ran un efecto más severo sobre la población. Durante laúltima semana de mayo y todo el mes de junio de 1714, elduque de Populi apuntó hacia el entramado urbano con lasola intención de castigar a la población civil. El coman-dante supremo de Felipe V, en lugar de abrir una brechaen los muros para posibilitar el asalto, se dedicó a propagarel terror con una lluvia de bombas incesante. Algunos cro-nistas anotaron que, tan sólo un mes después de que lasfuerzas borbónicas dominaran el convent dels Caputxins,Barcelona recibió el impacto de más de once mil bombas.

19. La batalla final, julio-setiembre 1714. Los generales. El duque de Berwick

James FitzJames, primer duque de Berwick y desde 1707duque de Liria y Jérica, nació en Francia en 1670 y era

hijo ilegítimo de Jaime II, candidato católico al tronoinglés. Su madre era Arabella Churchill, hermana delduque de Marlborough. Aunque los orígenes del duquede Berwick eran anglosajones, la educación recibida y laprotección del propio Luis XIV comportaron que siempreluchara del lado del reino de Francia.

La primera campaña en la que el duque de Berwick tuvoun papel destacado fue al lado de Felipe V. En 1704, elmonarca borbónico lo designó comandante general delejército franco-español que luchaba en la frontera de Por-tugal. Las siguientes campañas combatió en diversos esce-narios: en el sur de Francia, para hacer frente a los protes-tantes y para apoderarse de la ciudad saboyana de Niza; enCastilla, para derrotar el ejército aliado en Almansa; luegoviajó a Flandes, para apoyar el duque de Vendôme; y a par-tir de 1710 se convirtió en gobernador del Delfinado conel objetivo de fortalecer las comunicaciones de los Alpes.

Con el Tratado de Rastatt (7 de marzo de 1714), elmonarca francés tuvo las manos libres para ayudar a sunieto Felipe V. El rey español estaba llevando a cabo el ase-dio de Barcelona que se prolongaba desde hacía seis meses.Luis XIV quiso acabar de una vez por todas con la resis-tencia catalana y envió al duque de Berwick, uno de losmejores generales de Francia, para encabezar el operativo.

El comandante anglo-francés llegó al campo de Barcelonaen julio de 1714. Desde ese instante, el sitio sobre la capi-tal catalana fue más severo, agudizando el bloqueo maríti-mo y terrestre. Asimismo, el duque de Berwick inició lasoperaciones necesarias para llevar a cabo un asedio formal,que tras dos intentos fracasados a mediados de agosto,logró concluir el 11 de septiembre de 1714.

20. Antonio de Villarroel

Antonio de Villarroel y Peláez (Barcelona, 1656 - laCoruña, 1726) fue el comandante en jefe del ejércitocatalán durante los últimos meses del asedio borbónico deBarcelona (1713 -1714). Continuando la tradición fami-liar -su padre era un militar español que fue destinado a lacapital catalana-, Villarroel siguió la carrera de las armas.En 1695 tomó parte en el sitio de Ceuta, donde fue heri-

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do. A partir de ese año tuvo continuados ascensos. Comogeneral de artillería fue gobernador del castillo de Cardo-na y pronto alcanzó el grado de maestro de campo. Aquelque puede ser considerado como un héroe catalán en laGuerra de Sucesión, sirvió a Felipe V durante los prime-ros años de la contienda, lo que hizo que en 1708 alcan-zara el grado de teniente general del ejército de Felipe V.No fue hasta después de las victorias austracistas deAlmenar (27 de julio de 1710) y de Zaragoza que Villa-rroel no se pasó al bando de Carlos III. Su indiscutiblevalía como militar le propició la confianza del archiduqueque lo nombró comandante supremo de las fuerzas cata-lanas, cargo desde el que dirigió la defensa de Barcelonacontra el poderoso ejército franco-castellano de Felipe Ven el último episodio de la Guerra de Sucesión (1.713-1.714). A partir del análisis realista de la situación en quese encontraba la Barcelona asediada, y de acuerdo con uncriterio puramente militar, el primero de septiembre de1714 Villarroel se manifestó favorable a la capitulación,actitud no compartida por las autoridades civiles catala-nas. A pesar de que su dimisión (5 de septiembre) fueaceptada, aunque conservada en secreto, decidió quedarseen Barcelona y retomar el mando de la plaza. Con elobjetivo de evitar el saqueo y la destrucción total de Bar-celona, cuando ya todo estaba perdido, Villarroel, quehabía sido herido, tomó, el 11 de septiembre de 1714, ladecisión de capitular ante el duque de Berwick, jefe delejército borbónico, que el día 12 entró en Barcelona.Incumpliendo lo que decía la capitulación, Villarroel fuedetenido y encarcelado el 22 de septiembre. Fue recluidoen el castillo de Alicante y, en noviembre, en el castillo deSan Antón, en A Coruña, donde permaneció hasta que lapaz de Viena (7 de junio de 1725), que puso fin a la hos-tilidad entre Austria y España, significó que le otorgaranla amnistía y su liberación. Los años de prisión, en condi-ciones infrahumanas, fueron debilitando su salud. Villa-rroel murió en la ciudad gallega el 22 de febrero de 1726.Su defensa de Barcelona le hizo merecedor del respeto yde la consideración de amplios sectores catalanistas en elsiglo XIX y borraron su pasado borbónico y su actitudfavorable a la capitulación en las últimas horas del últimoasedio importante de aquella guerra desafortunada paraCataluña.

21. El asalto del 12-14 de agosto de 1714

Después del Tratado de Rastatt (7 de marzo de 1714) porel cual Francia y Austria firmaron la paz de manera defini-tiva, la monarquía francesa quedo liberada para podercolaborar activamente en el bloqueo y sitio de Barcelona.Luis XIV consideraba que el afer internacional conocidocomo el “caso de los catalanes” hacia demasiados mesesque duraba. De esta manera, el Rey Sol quiso dar ungolpe definitivo a la ofensiva contra Barcelona e impuso asu nieto Felipe V que uno de sus mejores generales, elduque de Berwick, sustituyera al duque de Populi en ladirección del asedio.

A partir de la primavera de 1714, numerosos batallones yescuadrones galos fueron movilizados para encaminarsehacia la capital catalana. Este proceso llevó a que, contabi-lizando las tropas de Felipe V ya existentes en el Principa-do, la presencia total de efectivos franco-españoles rondaralos noventa mil hombres. En términos generales, cuarentamil combatientes cercaron y ejecutaron las maniobrassobre Barcelona, mientras que los otros cincuenta miltomaban posiciones en Cataluña.

El proceso de ocupación militar se consolidó el 7 de juliode 1714, día en que el duque de Berwick llegó frente a laciudad. Desde ese momento, el cerco se endureció en tér-minos militares, ya que se iniciaron las operaciones paraabrir trincheras hacia el lienzo de la muralla, así como seconcentró el fuego de artillería en puntos concretos delentramado defensivo. Además, la flota francesa del Medite-rráneo también hizo presencia en el puerto barcelonés,reforzando el bloqueo marítimo que hasta entonces sehabía mostrado irregular. Las embarcaciones provenientesde las islas Baleares que habían podido introducir provisio-nes a cuentagotas, durante estos meses vieron sus manio-bras imposibilitadas. Para los barceloneses, el verano de1714 fue el peor momento de todo el conflicto, donde sevivieron situaciones de extrema penuria.

Al llegar a Barcelona, el duque de Berwick comprobósobre el terreno la circunvalación de las murallas de lacapital con sus ingenieros, los tenientes generales Prósperode Verboom y Mr. Dupuy-Vauban. Tras analizar diversa

planimetría y escuchar las opiniones de la cúpula militar,finalmente optó por atacar el sector de levante, en espe-cial, el lienzo de la muralla que se extendía desde el PortalNou hasta el baluarte de Santa Clara.

Próspero de Verboom fue el ideólogo de esta estrategia yaque, entre 1710 y 1712, este ingeniero de origen flamencoal servicio de Luis XIV, había sido prisionero en Barcelonay había podido estudiar el entramado defensivo ciudad. Ellienzo de la muralla por donde se abriría el gran boquete(Brecha Real), no tenía media luna para protegerse, ade-más, contaba con un foso poco profundo.

Con el duque de Berwick llegaron a Barcelona diez bata-llones franceses, que se sumaron a los que ya se habíandesplazado a finales de junio. Con las tropas del ejércitoespañol formaban un formidable ejército de casi de treintay nueve mil hombres. La plana mayor del ejército francésque acompañó al duque estaba formada por los tenientesgenerales Dillon, Geofreville, Cilly, De la Croix yGuerchy; los mariscales de campo Maulevrier, Gavaret, deBourg, de Broglie, Crevecoer, Rochchouart y Damas, y losbrigadieres Courten, Sauneboeuf, Sanzay, Jousse, Balin-court, Espourch, Rubercy, Nonant, Roussy y Valliere. Losregimientos estaban formados por el de Normandía, Vie-lle-Marine, Anjou, La Reine, Orleans, La Couronne, LaMarche, Île de France, Ponthieu, Courten y Castelart,entre otros.

El cuerpo de ingenieros franceses se encontraba bajo ladirección del teniente general Dupuy-Vauban, primo delgran ingeniero Vauban, asistido por los ingenieros C,Duverger, de Biancolelly, de Chelays i Thibergean. La arti-llería francesa sumaba más de ochenta cañones y treintamorteros, mientras que la flota francesa liderada por elalmirante Ducasse bloqueaba el acceso marítimo a la ciu-dad. El despliegue del ejército de Felipe V por el campode Barcelona no dejaba ninguna salida a una ciudad a laque no le llegaría ningún auxilio.

En cuanto a Catalunya, reforzó los destacamentos querecorrían todo el territorio y perseguían las partidas resis-tentes del marqués de Poal, además de definir un nuevocómputo para las guarniciones. En Barcelona, ordenó un

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reforzamiento del bloqueo marítimo, con un cordón deembarcaciones que cerraban tanto de día como de nochelas aguas comprendidas entre la torre del río Llobregat y ladesembocadura del río Besòs. De hecho, justo en estas jor-nadas de julio, los borbónicos interceptaron más de veinteembarcaciones de Mallorca que transportaban avitualla-miento. Sólo algunas naves ligeras, menos cargadas, pudie-ron esquivar el bloqueo y acceder al puerto barcelonés.

Desde el momento en que los veinte mil efectivos felipis-tas iniciaron el bloqueo y sitio de Barcelona, los bombar-deos sobre la ciudad y sus alrededores fueron una constan-te. En ocasiones, los proyectiles podían ser lanzados desdeel mar, pero sobre todo, desde las baterías preparadas extra-muros, con la intención de dañar el entramado urbano ode atacar las posiciones defensivas habilitadas en el llanobarcelonés. El bombardeo minaba la moral de la poblacióncivil y llegó a dejar casi inutilizados algunos barrios de lacapital, sobre todo el de Sant Pere y el antiguo cuartel delMar, donde cientos de casas fueron derribadas. En térmi-nos generales, se contabiliza que Barcelona recibió elimpacto de entre treinta mil y cuarenta mil proyectilesdurante los más de trece meses que se prolongó el asedio.

Una de las primeras acciones que ejecutó el duque deBerwick una vez llegó a Barcelona fue la apertura de trin-cheras y paralelas. Por otra parte, era la actividad más lógi-ca en términos de estrategia militar, dado que el duque dePopuli se había dedicado a bombardear la ciudad a lolargo de muchas semanas sin hacer ningún intento de asal-tar los muros. Así pues, el duque de Berwick aplicó losprincipios básicos de cualquier operación de asedio for-mal, donde todos los movimientos iban encaminados aseguir un único objetivo: abrir una brecha para asaltar laplaza.

El primer paso para desplegar este operativo, por lo tanto,era la excavación de una gran trinchera que corría paralelaal lienzo de la muralla (conocida como paralela). Desdeesta vía excavada se abrían los otros ramales perpendicula-res a las murallas y en zigzag, para evitar que la plaza queestaba siendo asediada tuviera una buena opción de tiro. Sila distancia entre la primera paralela y el muro a asaltar eragrande -hecho habitual, ya que daba más seguridad a lostrabajadores-, entonces excavaban una o dos paralelas más.Tanto era así que la primera paralela abierta por el ejército

borbónico del duque de Berwick estaba situada a unosquinientos metros de las murallas de Barcelona.

Los trabajos de apertura se iniciaron el 12 de julio de1714, en el sector barcelonés de levante. En términosgenerales, las obras se iniciaban cuando caía el día y la luzera muy escasa; primero, porque los excavadores pudieranhacerlo sin las inclemencias del calor, pero sobre todo,porque la oscuridad de la noche les protegía del fuegoincesante que era disparado desde Barcelona.

El primer asalto a la muralla se produjo el día 12 de agostode 1714, mediante una maniobra doble que pretendíatomar los baluartes del Portal Nou y de Santa Clara. Conla primera luz de esta jornada, las tropas del duque de Ber-wick hicieron estallar una mina en el sector del PortalNou, por lo que la infantería felipista consiguió llegarhasta la plataforma del bastión. Los defensores, previendoesta posibilidad, habían preparado una segunda línea dedefensa, para poder disparar a los asaltantes manteniendo laposición asegurada. Además, la artillería del vecino baluar-te de Sant Pere ayudaba a fustigar los soldados borbónicosque iban subiendo por las ruinas del Portal Nou.

Mientras se producían los combates, el baluarte de SantaClara también sufría el embate borbónico. Los granaderosfranceses, que eran la infantería de élite, fueron los prime-ros en subir por la escombrera de Santa Clara, a pesar desufrir el fuego directo de los resistentes. Tal como estabapasando en el otro bastión, los asaltantes lograron coronarsu plataforma, pero los barceloneses, bien parapetados, sedefendían desde una línea de barricadas. El vizconde delPuerto encabezaba la incursión de las diez compañías degranaderos por la brecha abierta al baluarte. El boquete erabastante ancho y tenía poca altura, lo que favorecía a losfranco-españoles. Una vez coronada la subida por laescombrera, en la plataforma de Santa Clara estaban res-guardadas tres compañías de la coronela: la de los estu-diantes de leyes, la de los sastres de los encantes y la de losespaderos. De nuevo, estas compañías cargaron de maneradirecta contra el enemigo, logrando expulsarlos.

Los combates cuerpo a cuerpo con bayoneta no erandemasiado habituales en este tipo de operaciones de ase-dio, donde se priorizaba la estrategia y se intentaba asegu-rar las posiciones de los soldados que asaltaban la plaza. En

Barcelona, la lucha a ultranza que habían declarado lasautoridades provocó que se vivieran episodios de estanaturaleza, caracterizados por la impetuosidad y la cruel-dad. En el ataque del 12 de agosto, las fuerzas borbónicassufrieron novecientas bajas.

Todos los asaltos producidos el día 12 de agosto fueronrechazados, ante la estupefacción del mando borbónico. Elpropio duque de Berwick había visto la derrota, ya que seencontraba en la segunda paralela de la trinchera observan-do todos los movimientos de su ejército. La derrota nohizo retroceder el comandante francés, que ideó una nuevaofensiva para asaltar la ciudad. Al día siguiente, mientras losresistentes intentaban fortificar toda la muralla de levante,los franco-españoles volvieron a lanzarse al ataque.

La maniobra planteada por el duque de Berwick se ejecu-tó a las diez de la noche del 13 de agosto. Aunque el ata-que parecía priorizar el asalto de la Brecha Real, que erael boquete más grande que la artillería felipista habíaabierto, el objetivo consistía en tomar el baluarte de SantaClara. La coronela detectó la acción y logró lanzar algunoscontraataques en la plataforma del bastión, con el objetivode impedir que los borbónicos la coronasen.

A pesar de los esfuerzos, los resistentes no lograron recha-zar al enemigo, que se adentró hasta el centro del baluarte.Los combates se mantuvieron hasta las doce del mediodíadel 14 de julio. En ese instante, el general Villarroel lanzóun ataque múltiple que había estado ideando lo largo de lamañana. La maniobra consistía en combinar descargas deartillería, fuego de fusilería desde la vecina Torre de SanJuan, y una embestida general, cuerpo a cuerpo, contra lastropas borbónicas que aún ocupaban el baluarte. Además,uno de las claves del operativo consistió en fustigar elacceso por donde entrarían los refuerzos borbónicos de latrinchera y el foso, algo que se logró con éxito gracias a ladestreza de los hombres que lideraban el capitán Ortiz y elteniente coronel Tomeu. De nuevo, la estupefacción delmando borbónico fue general al ver la derrota de los efec-tivos felipistas que habían conseguido hacerse fuertesdurante horas en uno de los baluartes de Barcelona.

El bando borbónico también atacó el baluarte del PortalNou. Hizo estallar la mina, provocando un acceso en unode los lados del bastión. Quince compañías de granaderos

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lideradas por el caballero Reves coronaron la plataformadel baluarte. El Portal Nou estaba guarnecido por doscompañías de la coronela, la de los sastres capitaneada porMagí Ninot, y la de Antoni Berardo, formada por los alfa-reros, olleros, percheros y colchoneros. Los hombres deNinot dispararon desde los parapetos que habían elabora-do y contuvieron el asalto borbónico. Entonces, Villarroelmandó refuerzos y una vez reunidos un número impor-tante detrás de la barricada, hicieron una salida en bloquepara embestir cuerpo a cuerpo a los borbónicos que aúnocupaban un extremo del bastión. La lucha, a bayonetacalada, provocó la retirada de los asaltantes.

El 14 de agosto, el comandante Villarroel creyó oportunoque con la luz del día se podría iniciar una nueva ofensivaen Santa Clara, por eso preparó artillería en varios sectoresde la ciudad que estaban en disposición de fustigar losborbónicos a boca de cañón (zona de la Ribera). Almediodía, la estrategia se puso en práctica y, a pesar de quefue una de las acciones más cruentas de todo el asedio, losbarceloneses consiguieron expulsar a los borbónicos.

En la fase final del asedio, una de las claves para entender laresistencia de Barcelona radica en su milicia urbana: lacoronela. Este cuerpo cívico-militar estaba formado porcinco mil hombres que se organizaban según el gremio alque pertenecían (compañías de panaderos, tenderos, nota-rios públicos, estudiantes, zapateros y un largo etcétera). Laconducta valerosa -y temeraria- de la coronela fue esencialpara hacer frente a las embestidas del duque de Berwick.Los combates de Santa Clara fueron su mejor ejemplo.

En la lucha de los días 13 y 14 de agosto las pérdidas fue-ron muy elevadas, lo que demuestra la crueldad de losacontecimientos. Entre ambos bandos, las bajas sufridas(muertos y heridos) llegaron hasta los tres mil.

22. El 11 de setiembre de 1714

Con la llegada del duque de Berwick el verano de 1714,el cerco sobre la capital catalana adquirió un patrón denormalidad en términos militares, dado que se priorizó unasalto reglado y el comandante mitigó el castigo a lapoblación civil abandonando el bombardeo aleatorio

sobre el casco urbano. Aunque el duque de Berwick asaltóla muralla de Barcelona en varias ocasiones, uno de susobjetivos antes de ejecutarlo -tal como ocurría en la Euro-pa de la época- era pedir la capitulación de la plaza paraevitar tanto las posibles pérdidas de efectivos militarescomo la violencia entre la población civil.

El 4 de septiembre de 1714, el caballero de Asfeld, ennombre del ejército borbónico, se acercó a la Brecha Realpara pedir la capitulación de Barcelona. Desde los comba-tes en el baluarte de Santa Clara a mediados del mes deagosto, el ejército felipista había perfeccionado la estrategiapara asaltar la plaza con garantías y, antes de hacerlo, inten-tó una proposición para evitar la carnicería. En el interiorde Barcelona, las autoridades de la ciudad (con presenciade los consejeros, de los diputados y de algunos miembrosdel Brazo Militar), resolvieron continuar con la lucha.

La resolución tomada no fue de agrado del comandanteVillarroel, que era de la opinión de capitular dado el esta-do de Barcelona y la violencia que podría sobrevenir si lastropas borbónicas conseguían penetrar intramuros. Por estarazón, el comandante militar renunció a su cargo, acto quelas autoridades le aceptaron.

La respuesta de Barcelona supuso que al cabo de unasemana justa, el duque de Berwick lanzara el asalto defini-tivo sobre la capital catalana. A las cuatro y media de lamadrugada, con la primera luz de la jornada del 11 deseptiembre, alrededor de unos dieciocho mil soldados bor-bónicos embistieron todo el sector de la muralla de levan-te, desde el baluarte del Portal Nou hasta el reducto deSanta Eulàlia, cerca del mar. En el interior de la ciudad, lascampanas repicaban por todas partes para llamar a lapoblación a combatir. El asalto que había planteado elmando felipista era simultáneo, atacando las ocho brechasexistentes.

La gran fuerza de la maniobra borbónica supuso que alre-dedor de las siete de la mañana, algunos regimientos bor-bónicos consiguieran llegar hasta la primera línea deviviendas detrás de la muralla, en áreas como el Pla d’enLlull, o el convento de Sant Agustí. Aun así, el entramadourbano de este sector de la ciudad, muy derruido, contri-buyó a que el combate se endureciera.

Desde el momento en que las autoridades de Barcelonadecidieron que harían frente a Felipe V, una de las posibi-lidades que podía ocurrir era que si el ejército borbónicoentraba en la ciudad, ésta sería sometida al saqueo y la des-trucción. Durante los años de guerra, varias localidades dela Corona de Aragón habían vivido episodios similares,como Játiva, quedando casi arrasada, su población represa-liada y la localidad rebautizada (pasando a llamarse SanFelipe hasta el año 1812). En Cataluña, uno de los ejem-plos más cruentos se vivió en Lleida, cuando en octubrede 1707 la ciudad fue ocupada por las fuerzas del duquede Orleans que permitió el saqueo durante una semana.

A pesar de que el general Villarroel había decidido dejarsu cargo, en la jornada del 11 de septiembre aún no habíaabandonado Barcelona para ir a Mallorca, por lo que nodudó en ponerse de nuevo al frente de las fuerzas resisten-tes. Él mismo consiguió dirigir la defensa en el Pla d’enLlull y en la zona del Born, cargando con la caballería yllegando a caer herido.

Paralelamente a los combates del área del cuartel del Mar,en el barrio de Sant Pere, los enfrentamientos eran ferocesy las posiciones se perdían y se recuperaban sucesivamen-te, tanto por un bando como por el otro. Alrededor de lassiete de la mañana, cuando la lucha no parecía decantarsepor ningún ejército, el Consejero jefe Rafael Casanovallegó al baluarte de Sant Pere enarbolando el pendón deSan Eulàlia. A inicios del siglo XVIII, llevar la bandera dela patrona de la ciudad a primera línea de fuego significabaque los barceloneses tenían que hacer su último esfuerzopara combatir al invasor. Rafael Casanova encabezó lascargas que la coronela ejecutó en el bastión de Sant Pere,logrando rechazar el asalto borbónico pero cayendo heri-do de un disparo en el muslo.

La lucha aún se prolongó por las calles de la capital, hastaque a las tres de la tarde los resistentes tocaron a parlamen-to. El bando borbónico era superior en términos militares,sobre todo numéricamente. Los combates se detuvieron ylas autoridades de la ciudad aceptaron las condiciones delduque de Berwick: desarme general; rendición de la plaza;entrega del puerto, las Atarazanas y el castillo de Montjuïc;y la capitulación de la fortaleza de Cardona, que se produ-jo una semana más tarde.

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Si Barcelona pudo evitar el saqueo y la destrucción en lajornada del 11 de septiembre fue por la lucha encarnizadade más de diez horas, provocando gran cantidad de bajasentre los asaltantes y llevando los combates hacia un calle-jón sin salida imprevisible. Cuando los resistentes llamarona parlamento para acordar la rendición, el duque de Ber-wick aseguró las vidas y haciendas de la población civil acambio de la capitulación final. De esta manera, tal comose había acordado, el 13 de septiembre las tropas borbóni-cas entraban en Barcelona para tomar posesión de la ciu-dad en un clima de normalidad impropia, atendiendo a losúltimos trece meses vividos.

Sin embargo, las consecuencias humanas del bloqueo yasedio de Barcelona tuvieron un impacto muy elevado sitenemos en cuenta las características de este tipo de opera-ciones. Entre ambos bandos se contabilizaron más de vein-te mil bajas a lo largo del asedio; aparte de una poblacióncivil que también sufrió de manera incalculable y de unaciudad que quedó muy dañada.

23. Represión y exilio

Cuando Barcelona cayó en manos borbónicas, las institu-ciones de gobierno de la ciudad y del Principado fueronabolidas (Diputación del General, Consejo de Ciento,Audiencia Real). José Patiño y Rosales, intendente delejército de Felipe V, pasó a presidir la Real Junta Superiorde Justicia y Gobierno, instaurada provisionalmente el 15de septiembre de 1714. De este modo, bajo la argumenta-ción del “derecho de conquista”, se puso fin a la arquitec-tura jurídico-política que había regido en Catalunya desdehacía más de cuatro siglos.

El nuevo reglamento borbónico para el Principado sedefinió a partir del Decreto de Nueva Planta (16 de enerode 1716). El ordenamiento se inspiraba en los modelosque ya habían sido implementados en Valencia y Aragóndesde 1707, pero en esta ocasión tenía un perfil más severoen términos de fiscalidad y militarización de la vida civil.

El decreto de Nueva Planta significaba la instauración deun nuevo modelo de Estado que rompía con la tradiciónde época medieval y moderna. Se impuso una política de

corte absolutista y jerarquizado. El Capitán General fue lamáxima autoridad del territorio y dirigía el gobierno y elejército de Catalunya. La justicia se impartía desde lanueva Real Audiencia, que también disponía de algunasfunciones gubernativas. El territorio, en lugar de verte-brarse a través de las tradicionales veguerías, se dividió endoce corregimientos regidos por el corregidor y los alcal-des mayores. El Intendente gestionó la nueva tributación,que desde 1715 se vio incrementada por la imposición delcatastro, una tasa que sólo grababa los territorios de la yaextinguida Corona de Aragón.

José Patiño Rosales (Milán, 1666 - La Granja de San Ilde-fonso, Segovia, 1736) fue el principal ideólogo y artífice dela configuración del nuevo orden borbónico en Cataluñadespués de la derrota catalana de 1714. Después de doceaños de formar parte de ella, abandonó la Compañía deJesús y, ya en España, ingresó en la orden militar de Alcán-tara. Incorporado a la administración borbónica y despuésde cumplir varios cargos en Castilla, fue nombrado (1713),en plena Guerra de Sucesión, superintendente en Catalun-ya, con la misión específica de recaudar dinero para mante-ner el ejército que operaba en el Principado, tarea en eldesarrollo de la cual, colaboró con el duque de Populi, jefede las tropas felipistas. Ambos configuraron una políticarepresiva de extrema dureza contra los austracistas. En laúltima etapa de la contienda, el sitio de Barcelona de 1713-1714, Patiño promovió el establecimiento, en la Catalunyaocupada, de nuevos impuestos para financiar el ejércitoborbónico. Este hecho dio lugar a una auténtica revueltapopular contra la tributación, que recaía sobre una pobla-ción empobrecida por causa de la guerra. Después del 11de septiembre de 1714, el nuevo jefe militar, el duque deBerwick, partiendo de la idea de considerar «el Principadode Catalunya como si no tuviera Gobierno alguno», creó,junto con catalanes fieles a Felipe V, Gobierno y Justicia,con la misión de gobernar Catalunya hasta su definitiva ins-titucionalización política. José Patiño sería el jefe de la Junta(1714 hasta 1716). Desde este cargo, introdujo la renta delpapel sellado y se hizo cargo “del Real Patrimonio, ocu-pándose de los recursos de la Generalitat y el Consejo deCiento, administrando las propiedades confiscadas a los aus-tracistas e instaurando la contribución del catastro» (Martí-nez Shaw). Fue, conjuntamente con el arrogante Francisco

Almendro, el inspirador del famoso y nefasto Decreto deNueva Planta (1716). Más tarde sería responsable de Mari-na, Indias, Hacienda (1726) y Guerra (1730). En 1733 fuenombrado secretario de Estado. De hecho, Patiño actuó,entre 1726 y 1736 como un auténtico primer ministro delrégimen borbónico instaurado por Felipe V. Su políticaexterior tuvo como escenario prioritario el Mediterráneoy como preocupación básica la recuperación de Menorca yGibraltar, y la influencia sobre Nápoles y Sicilia. Patiñoocupa un lugar negativo en el imaginario popular de signocatalanista y ha sido considerado como uno de los enemi-gos más emblemáticos del país por su estrecha vinculacióncon la represión borbónica después de 1714.

24. La Ciudadela

Una vez las tropas de Felipe V controlaron la capital cata-lana, una de las primeras acciones puestas en marcha por elnuevo orden borbónico fue la construcción de una ciuda-dela militar. La gran fortaleza fue proyectada en 1715 porel ingeniero Próspero de Verboom y al cabo de cuatroaños la obra ya estaba casi terminada. El monarca españolquiso castigar severamente a Barcelona, y a toda Cataluña,con la implantación de un fortín inexpugnable para con-trolar la capital rebelde. De las antiguas defensas de levan-te, sólo se rehabilitó la Torre de Sant Joan, que quedó enel interior de la ciudadela y se convirtió en uno de losemblemas represivos.

Con la construcción de esta gran ciudadela, la avanzadadel Fort Pius y el ya existente castillo de Montjuïc, lamonarquía española contó con las infraestructuras milita-res necesarias para volver a someter a Barcelona en cual-quier momento.

El barrio de Ribera, situado en el entorno de lo que es hoyel Born y Santa María del Mar fue uno de los escenariosmás destacados de las acciones militares de los dos bandos,los sitiadores y los sitiados, durante el asedio de Barcelonade 1713- 1714. La zona del Portal Nou y de Santa Clarafue el escenario de los enfrentamientos más duros duranteel asedio. La brecha abierta entre el baluarte del Portal Nouy el baluarte de Santa Clara, fue uno de los objetivos prio-ritarios del ejército borbónico a la hora de intentar el asalto

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definitivo a la capital catalana. También el baluarte deLevante, en el extremo este de la ciudad, compartió estetrágico protagonismo durante el asedio. Con el fin de cons-truir una fortaleza para tener dominada la ciudad, al termi-nar la guerra las autoridades borbónicas no dudaron en ani-quilar una parte importante del barrio de Ribera. Unas milcasas fueron derribadas, lo que representó el desalojo forzo-so de entre cuatro y cinco mil personas, es decir, el diecisie-te por ciento de todo el tejido urbano de Barcelona. Laconstrucción de la Ciudadela se hizo destruyendo una zonade la ciudad habitada por mercaderes y pescadores quedaban vida a la economía de la capital catalana. Los Borbo-nes se vengaban así de una parte de Barcelona que les habíaplantado cara con gran coraje durante el asedio.

Para edificar la Ciudadela, Felipe V ordenó la demoliciónde una quinta parte del entramado urbano, básicamente, elsector oriental que delimitaba el Rec Comtal y que con-taba con un millar de viviendas (la mayor parte del anti-guo cuartel del Mar y las áreas de los conventos de SantAgustí y Santa Clara). El espacio derruido era una de laszonas urbanas más dinámicas de Barcelona, con carácterpropio y con una elevada densidad demográfica. En elantiguo cuartel del Mar vivían los segmentos populares deBarcelona, precisamente uno de los barrios que más se sig-nificaron durante el sitio de 1714.

Con la construcción de la Ciudadela, la vida cotidiana dela población civil quedó alterada completamente, puestoque los barceloneses observaban que una gran fortalezahabía irrumpido en el centro de su ciudad.

La construcción de la Ciudadela cambió definitivamentela fisonomía de la capital, ya que quitó una cara de la plazamayor, el Born, que era el centro socioeconómico de Bar-celona desde las centurias medievales. Además, el cascourbano por donde circulaba el Rec Comtal, que fue ani-quilado debido a las demoliciones, albergaba instalacionespreindustriales en alza y buena parte de los oficios y servi-cios que nutrían el puerto.

Fruto de estas alteraciones en el tejido socioeconómico,durante el Setecientos, otras zonas de Barcelona ganaronprotagonismo. El Raval, un barr io que en la épocaModerna era más bien marginal y despoblado, se convirtióen el centro productivo. Además, la Rambla se urbanizó y

ganó popularidad progresivamente. Las familias acomoda-das querían participar de este nuevo proceso, por lo que seconstruyeron grandes palacios de estilo neoclásico, comoel Palau Marc, la Virreina o el Palau Moja).

La ciudadela militar permaneció en pie hasta 1869, cuan-do debido al Sexenio Democrático, el general Prim lacedió al Ayuntamiento de Barcelona. El órgano local deci-dió derribarla para construir un parque que complemen-taría el proyecto urbano del Eixample. De la antigua ciu-dadela quedan tres grandes edificios, el antiguo arsenal,hoy sede del Parlamento de Cataluña, el palacio delgobernador y la capilla castrense.

25. Las banderas del ejército catalán

Durante el Antiguo Régimen, los ejércitos identificabansus unidades militares con banderas, además de ser un ele-mento que se empleaba para estimular la tropa. Era unapieza muy importante en el imaginario de la época, conun carácter casi litúrgico. Entre las crónicas, la pérdida delas banderas se ponía al mismo nivel que las bajas en com-bate. El ejército que ganaba una acción bélica, si podía,requisaba las de su contrincante y las mostraba ante algúnaltar religioso. Por ejemplo, durante la guerra de Sucesión,en varias ocasiones las fuerzas borbónicas expusieron lospendones del ejército aliado ante la Virgen de Atocha, enel santuario de Madrid.

En cuanto a las instituciones catalanas, las dos banderasprincipales eran la de la Generalitat, representada por lacruz de Sant Jordi, y la de Barcelona, que mostraba lapatrona de la ciudad, la mártir Santa Eulàlia. Esta últimafue enarbolada por el Consejero jefe Rafael Casanova enla jornada del 11 de septiembre. Con este gesto, el conse-jero primero quería empujar a los barceloneses a la luchafinal, en un contexto de emergencia por cuanto las tropasborbónicas ya estaban inmersas en el entramado urbano.Durante el asedio borbónico de 1706, los ciudadanos tam-bién reclamaron la salida de las banderas al conocer quehabían perdido el castillo de Montjuïc (22 de abril de1706). En consecuencia, una multitud de barcelonesessubieron a la fortaleza siguiendo los estandartes y cargaroncon fuerza contra el ejército franco-español.

Cuando las tropas del duque de Berwick ocuparon Barce-lona el 13 de septiembre de 1714, una de las primerasacciones ejecutadas fue la requisa de las cuarenta y dosbanderas de la coronela y las de Sant Jordi y Santa Eulàlia.Berwick las envió a Felipe V, pero el monarca no aceptólos pendones de los rebeldes y mandó que fueran devuel-tas a Barcelona para ser quemadas en público. Este acto,cargado de simbolismo, denotaba el carácter de la repre-sión que sobrevendría durante los próximos años.

26. Las autoridades catalanas durante el asedio final. Rafael Casanova

Rafael Casanova i Comes (c. 1660 – Sant Boi de Llobre-gat, 1743). Estudió leyes, tanto derecho civil como canóni-co. En 1706 fue nombrado consejero tercero de Barcelona, y al año siguiente el rey Carlos III le confirió la condiciónde ciudadano honrado. Le encontramos como integrantede la comisión que recibió la reina Isabel Cristina cuandoésta llegó a Mataró en 1708 para consumar su matrimoniocon el rey Carlos. Durante el sitio de Barcelona de 1713-1714 fue miembro de la Junta de Brazos y de la JuntaSecreta, integrada por cinco miembros con la misión dedebatir sobre cuestiones importantes. Le acompañó en estatarea el militar Antonio de Villarroel. En las elecciones del30 de noviembre de 1713 fue elegido consejero de Barce-lona, responsabilidad que llevaba adherida el grado decoronel de la Coronela y, por tanto, la más alta responsabili-dad militar en la defensa de la capital catalana. Al producir-se el ataque borbónico el 11 de septiembre, Casanova fueherido por una bala que le atravesó el muslo mientrasenarbolaba la bandera de Santa Eulàlia, sobre la cual habíajurado defender Barcelona hasta la muerte. Casanova fuetrasladado al hospital del colegio de la Merced. Para evitarsu detención, encarcelamiento y exilio, fue dado por muer-to y registrado como tal en el hospital de la Santa Cruz. Alterminar la guerra huyó disfrazado y se refugió en Sant Boien la casa familiar de su mujer. Lo cierto es que en 1719volvió a ejercer como abogado. Lo hizo hasta el 1737, quese retiró en Sant Boi, donde murió y fue enterrado el 3 demayo de 1743. Casanova aconteció durante el Renaci-miento la el símbolo patriótico de la resistencia a Felipe V.Y lo fue desde entonces sin excepción, incluso durante ladictadura del general Franco, y hasta hoy.

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Después de que la Diputación del General hiciera pública laresolución de resistir a ultranza por parte de los Brazos cata-lanes (9 de julio de 1713), en Barcelona, todas las institucio-nes trabajaron desde el primer momento para iniciar lospreparativos bélicos. De manera especial, el Consell de Centveló porque toda la población barcelonesa capaz de comba-tir fuera integrada en la defensa. La coronela, formada porcuarenta y dos compañías demasiado difíciles de maniobrar,fue reorganizada en seis batallones. En total, la milicia urba-na de Barcelona se componía de cinco mil combatientes.Asimismo, los hombres hábiles que no formaban parte deningún regimiento del nuevo ejercido ni de la coronela,fueron enrolados en los llamados batallones de Barris, com-pletando así un proceso de militarización total.

Con el objetivo de estimular la resistencia y de otorgarleuna gran solemnidad, el 24 de julio de 1713, el pendón deSanta Eulàlia se mostró en público. La ceremonia, cargadade simbolismo y con mucha concurrencia, concluyó conla exhibición de la bandera en el portal mayor de la Casade la Ciutat. Un acto de estas características sólo se produ-cía cuando se vivían momentos de gran conmoción, talcomo sucedió en Barcelona entre julio de 1713 y sep-tiembre de 1714.

En un lado del pendón, que era de damasco carmesí, apa-recía la imagen de Santa Eulàlia, patrona de Barcelona;mientras que la otra mostraba un cáliz acompañado deuna hostia y el lema Exurge, Deus, juzga causam tuam(Levántate, Señor, juzga tu causa). El Consell de Centresolvió la formación de un batallón de mil hombres pararesguardar la bandera de Santa Eulàlia. Este cuerpo seformó con los jóvenes de los gremios que, una vez finali-zara el asedio, verían recompensado su esfuerzo con elgrado de maestro de oficio.

Comenzaba 1714 y el conjunto de Catalunya estaba bajolas armas de Felipe V. Las plazas militares catalanas teníanuna guarnición borbónica permanente, así como las ciu-dades más importantes del interior. La ocupación delPrincipado ya era total. Sólo Barcelona y Cardona, bajo lasórdenes de Manuel Desvalls i de Vergós, continuabanresistiendo el embate felipista.

Fruto de esta situación, el Consell de Cent barcelonés pre-sionó a la Diputación del General para que le cediera ladirección de la defensa. En ese contexto de ocupaciónmilitar, la Generalitat no tenía capacidad para extraer ren-

tas de toda Catalunya, razón por la cual, el peso de la resis-tencia recaía en el Consell de Cent y en la capacidad eco-nómica de mercaderes potentados de Barcelona. El 26 defebrero de 1714, en el Saló de Cent, se llevó a cabo la ofi-cialización del cambio de poder. Sin embargo, a la hora detratar los asuntos político-militares más relevantes, losdiputados de la Generalidad y el presidente del BrazoMilitar aún fueron partícipes de los debates.

El Consell de Cent ordenó que la nueva planta de gobier-no se formara a partir de tres juntas: de Guerra, de Mediosy de Provisiones. La vint-i-quatrena, tal como era conocidoel gobierno barcelonés dado el número de miembros quelo formaban, confirió un marcado tono popular a la resis-tencia, ya que buena parte de la nobleza, la jerarquía ecle-siástica y algunos comerciantes ya habían abandonado laciudad. Buena muestra de ello es el creciente protagonis-mo que adquirió la coronela de Barcelona y la decisión deno capitular ante el ofrecimiento del duque de Berwick el4 de septiembre de 1714.

27. El pendón de Santa Eulàlia

El pendón de Santa Eulalia era uno de los elementos máspoderosos del imaginario colectivo de los catalanes y,especialmente, de los barceloneses. No existía ningún otroelemento capaz de aglutinar a la población para materiali-zar un propósito concreto, puesto que la bandera sólo salíaa la luz en contextos de extrema urgencia como conse-cuencia de los hechos de armas.

Durante los años del conflicto sucesor io, el pr imermomento en que el estandarte de Santa Eulalia aparecióen público fue durante el asedio borbónico de 1706,cuando después de que las tropas aliadas abandonaran elcastillo de Montjuïc, el 22 de abril, un tumulto de barce-loneses pidió la salida del pendón para embestir las tropasfranco-españolas que rodeaban el castillo. De este modo,hasta diez mil personas subieron a la montaña de Mont-juïc siguiendo la bandera.

El episodio más célebre protagonizado por el veneradopendón de Santa Eulàlia se produjo en los combates fina-les del 11 de septiembre de 1714. Como consecuencia delasalto simultáneo de las Dos Coronas, Antonio de Villa-rroel pidió que el estandarte saliera de la Casa de la Ciutatpara incitar la lucha de los defensores. La máxima autori-dad de Barcelona, el Consejero jefe Rafael Casanova,

levantó la bandera de Santa Eulalia para dirigirse al baluar-te de Jonqueres. La acompañaba una comitiva de prohom-bres, el sexto batallón de la coronela y algunas compañíassueltas del tercer batallón. A medida que avanzaba por lascalles se iba añadiendo gente de toda clase y condición. Labandera de Santa Eulalia presidió los contraataques barce-loneses a lo largo de la mañana del 11 de septiembre, hastaque Antonio de Villarroel, forzado por la evolución delcombate, llamó a capitulación.

28. Santa Madrona

Según la tradición, Santa Madrona era originaria de Tesa-lónica (Grecia), donde fue martirizada por su condiciónde cristiana alrededor del año 300. Unos mercaderes tras-ladaron sus restos hacia Marsella, pero en el trayecto se res-guardaron en Barcelona a causa del mal tiempo, en la playade Sant Bertran. Para proteger los restos de la mártir, losmercaderes las depositaron en la vecina ermita de SantFruitós, a los pies de la montaña de Montjuïc. Cada vezque intentaban hacerse a la mar, el temporal se repetía,razón por la que interpretaron que Santa Madrona queríaquedarse en Barcelona.

Durante las épocas medieval y moderna, las reliquias de lasanta cambiaron de emplazamiento en varias ocasiones,depositándose, según se cree, en Sant Pau del Camp. Elaño 1558 se inauguró una iglesia dedicada a Santa Madro-na en Montjuïc, convirtiéndose en un centro conventualcapuchino. Durante la guerra de Sucesión, el convento deSanta Madrona tuvo mucho protagonismo en los tressitios que vivió la capital catalana. En el último (1713-1714), el conjunto religioso quedó muy dañado y las reli-quias fueron trasladadas a la catedral.

El año 1563, el Consell de Cent había declarado el día deSanta Madrona, 15 de marzo, fiesta de precepto y se con-virtió en co-patrona de Barcelona junto con Santa Eulàlia.La población femenina de la ciudad, sobre todo, le profesómucha devoción y las mujeres realizaban procesionesdesde Barcelona hasta el convento de Montjuïc. Los nave-gantes y los marineros también le mostraron una granveneración, por cuanto se consideraba que la mártir prote-gía de las inclemencias del mar.

Adrià Cases, Mercè Morales y Jaume Sobrequés

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