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Marco Legal del derecho de pueblos indígenas, Implementación y Aplicación Convenio

169 y desarrollo actual del ‘Problema Indígena’

José Tomás Rosas Lira

Tras las políticas de asimilaciónismo y exterminio sostenidas por el constitucionalismo

liberal e individualista del Estado Chileno (caracterizadas por una sistemática política de

empobrecimiento, sometimiento, muerte y despojo tras la segunda mitad del siglo xx), las

consecuentes políticas de integración forzada durante los gobiernos de Frei y Allende

(fomento de integración y educación indígena, reforma agraria) y la posterior etapa de re-

indigenización promovida por el presidente Aylwin y el Compromiso de Nueva Imperial

(Ley Indígena, fondo de recuperación de aguas y compromiso ratificación convenio 169),

se reconoce una nueva e importante etapa en el avance del pensamiento y reflexión desde el

Estado hacia la problemática indígena con la ratificación en el año 2008, durante el

gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, del Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y

Tribales.

Cabe señalar que la adopción del convenio por Chile llego relativamente tarde en

comparación con los demás países de la región (México 1990,Bolivia 1991, Colombia

1991, Costa Rica 1993, Paraguay 1993, Perú 1994, Argentina 2000, Venezuela y Brasil

2002) y dentro de un contexto constitucional absolutamente abstencionista (propio de la

tradición liberal y neoliberal con sus derechos de corte estrictamente individualista) y

marginal respecto del reconocimiento de derechos colectivos y de multiculturalidad en

particular.

Los derechos colectivos y sociales que engloban a la mayoría de los intereses y demandas

de nuestros pueblos originarios, asociados al reconocimiento de territorios, costumbres,

lenguas y autonomías, suponen una organización constitucional distinta al modelo propio

del Estado liberal y abstencionista Chileno, por cuanto requieren de una forma activa de

intervención prestacional y desarrollo de políticas públicas (educación, vivienda, salud,

medio ambiente, etc) por parte de todo el aparato Estatal y administrativo. La integración

de derechos colectivos implica, entonces, un reconocimiento y protección legal-

constitucional que reconozca explícitamente la pluralidad de sujetos colectivos tales como

sindicatos, cooperativas y comunidades, mas no solo a individuos sujetos de derechos en

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tanto solo individuos o en tanto integrantes de un determinado modelo económico o

institucional.

El modelo (o el otro modelo) de constitucionalismo social por su parte, define (y asume) al

problema indígena como un asunto de marginalidad socio-económica, introduciendo

derechos sociales y colectivos con miras a mejorar y cambiar la situación de precariedad

indígena mediante reconocimiento y protección de sus derechos colectivos, no solo

individuales.1Nuestro país sin embargo, no dispone de ningún tipo de reconocimiento

constitucional que dé cuenta de una nación compleja y diversa culturalmente en el marco de

un Estado plurinacional. A diferencia de países Centro Andinos tales como Perú, Bolivia y

Ecuador, que sí reconocen derechos a comunidades colectivas, tierras de dominio común e

instituciones, autoridades y practicas jurídicas indígenas de resolución de conflictos

(subordinadas a la ley general), Chile prácticamente limita su regulación en materia

indigena tan solo a lo dispuesto por leyes infra-constitucionales tales como 19.253 y al

convenio 169 OIT.

Sin embargo, el reconocimiento expreso de los derechos indígenas en el ámbito

internacional encuentra en el Convenio 169 un exponente destacado. Al efecto, el convenio

es el único tratado que reconoce derechos colectivos en favor de los pueblos indígenas y

que se encuentra abierto para su ratificación2. El Convenio número 169 se basa en una

actitud general de respeto por las culturas y el modo de vivir de los pueblos indígenas y

tribales al adoptar el supuesto fundamental de que estos constituyen a su vez sociedades

permanentes con derecho a determinar sus propias prioridades para cada proceso de

desarrollo.3

Este convenio representa además una declaración explícita de superación de las políticas

asimilacionistas practicadas por los Estados en relación a sus pueblos indígenas, de modo

que viene a reconocer expresamente las aspiraciones de aquellos pueblos a controlar sus

propias instituciones sociales, políticas y culturales, además de su particular desarrollo

1 Hitos del reconocimiento del pluralismo jurídico y el derecho indígena en las políticas indigenistas y el constitucionalismo andino. Publicado en: Berraondo, Mikel (coordinador): Pueblos Indígenas y derechos humanos. Bilbao: Universidad de Deusto, 2006. (pp. 537-567).2 Santiago Montt y Manuel Matta, “Una visión panorámica al convenio OIT 169 y su implementación en Chile” Estudios Públicos CEP 121, 2011.3 Historia de la labor de la OIT, www.ilo.org/indigenous/Aboutus/HistoryofILOswork/lang--es

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económico. La importancia de este documento radica en que representa un instrumento

promotor de igualdad de oportunidades y trato para aquellos grupos que se encuentran en

situación de desventaja y discriminación de forma que los gobiernos puedan asumir la

responsabilidad de desarrollar, con la participación de los pueblos interesados, una acción

coordinada y sistemática con miras a proteger los derechos de esos pueblos y a garantizar el

respeto de su integridad de forma que aseguren a los miembros de dichos pueblos gozar, en

pie de igualdad, de los derechos y oportunidades que la legislación nacional otorga a los

demás miembros de la población de suerte de servir de ayuda a los miembros de los

pueblos interesados a eliminar las diferencias socioeconómicas que puedan existir entre los

miembros indígenas y los demás miembros de la comunidad nacional de una manera

compatible con sus aspiraciones y formas de vida.4

Al ser fundamentalmente un instrumento de dialogo entre las comunidades indígenas,

sociedad civil y autoridades, fortalece los canales de comunicación y tutela efectiva de

derechos al representar, como todo tratado internacional, una ley jurídicamente vinculante

que se incorpora al derecho interno. Las disposiciones contenidas en el convenio son por lo

mismo exigibles ante los tribunales de justicia y su violación constituye y compromete la

responsabilidad internacional del Estado ratificante, contemplándose al efecto, mecanismos

de control basados en la obligación de los estados ratificantes de presentar regularmente

memorias e informes sobre la efectiva aplicación y respeto del convenio.

Dentro de los contenidos más importantes del convenio destaca el reconocimiento de un

derecho indígena y jurisdicción particular en el marco de asumir formas de pluralismo

jurídico en contraposición con el unitarismo y centralismo monista de la organización

Estatal. Al efecto el artículo 8° establece claramente que ”al aplicar la legislación nacional

a los pueblos interesados deberán tomarse debidamente en consideración sus costumbres o

su derecho consuetudinario”, como también la idea de que “dichos pueblos (originarios)

deberán tener el derecho de conservar sus costumbres e instituciones propias, siempre que

éstas no sean incompatibles con los derechos fundamentales definidos por el sistema

jurídico nacional ni con los derechos humanos internacionalmente reconocidos.” En

ámbitos tan importantes tales como el territorio indígena y su significancia particular, el

convenio reconoce en su artículo 13 la necesidad de que para aplicar las disposiciones del 4 Convenio 169 OIT, art 2°.

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convenio, los gobiernos deberán respetar la importancia especial que para las culturas y

valores espirituales de los pueblos interesados reviste su relación con las tierras o

territorios” lo cual constituye un factor de real importancia en el marco del reconocimiento

del carácter pluricultural del Estado-Nación, así como del derecho a la identidad cultural

individual y colectiva.

En el mismo sentido, el artículo 14 establece expresamente en su número 1° que “deberá

reconocerse a los pueblos interesados el derecho de propiedad y de posesión sobre las

tierras que tradicionalmente ocupan.”, y en su número 3° que “deberán instituirse

procedimientos adecuados en el marco del sistema jurídico nacional para solucionar las

reivindicaciones de tierras formuladas por los pueblos interesados.” Junto con el artículo 15

que a su vez reconoce los derechos de los pueblos a los recursos naturales existentes en sus

tierras, en cuanto a participar en la utilización, administración y conservación de dichos

recursos, los preceptos mencionados constituyen un mandato dirigido especialmente al

Estado como órgano garante y funcionalmente competente para velar por el respeto,

devolución y normalización de los derechos ancestrales sobre la propiedad indígena en

materias de territorio.

Junto a la ley indígena 19.253 que establece restricciones a la propiedad indígena en

materia de arrendamientos, enajenación y embargos de tierras, encontramos en nuestra

legislación interna la creación del Fondo de Tierras y Aguas Indígenas con funcionamiento

en la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena CONADI (órgano creado en 1993 por

ley indígena 19.253 que tiene como objetivos la promoción, coordinación y ejecución de la

acción estatal de los planes de desarrollo de las personas pertenecientes a los pueblos

indígenas de Chile). Mediante este fondo, la CONADI entre otras cosas, cumple con los

objetivos de a) otorgamiento de subsidios para la adquisición de tierras por personas,

comunidades indígenas o una parte de éstas cuando la superficie de las tierras de la

respectiva comunidad sea insuficiente, b)financiamiento de mecanismos que permitan

solucionar los problemas de tierras, en especial, con motivo del cumplimiento de

resoluciones o transacciones, judiciales o extrajudiciales, relativas a tierras indígenas y c)

financiamiento de la constitución, regularización o compra de derechos de aguas e iniciar

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obras destinadas a obtener este recurso.5 Si bien dichos preceptos parecieran implicar una

voluntad real desde el Estado en materia de solución de conflictos y respeto a los derechos

de los pueblos, particularmente el Mapuche, resulta evidente la falta de manejo, voluntad e

interés en las políticas de devolución de tierras y en particular en el trato represivo a

quienes han procurado defender sus legítimos derechos y reivindicaciones territoriales ante

el Estado de Chile.

La política usurpadora del Estado caracteriza toda su historia, indistintamente del lugar o la

época en que se esté. Paradigmático es el caso de la instalación de la central “Ralco” de

propiedad de la empresa nacional de electricidad S.A (Endesa), cuyo proyecto de

construcción de una central hidroeléctrica en la zona de alto Biobío, supuso e implicó la

inundación de un total de 3.470 hectáreas, de las cuales 638 se encontraban ocupadas por

91 familias de comunidades Pewenches, propiedades en principio protegidas por la ley

indígena 19.253. La oposición de 8 familias al proyecto, develo la cara más autoritaria y

represiva del Estado, sucediéndose una serie de manifestaciones y acciones contrarias a la

aprobación del proyecto, todas ellas respondidas con fuerte represión policial. Las

presiones del gobierno concertacionista de Eduardo Frei no se dejaron esperar, provocando

la renuncia del director de la Conadi de la época y la posterior desconfianza por parte del

mundo Mapuche de los órganos e instrumentos supuestamente creados para su protección

legal. Finalmente el conflicto se resolvió en 2003 mediante un dudoso acuerdo entre la

hidroeléctrica y las familias, comprometiendo a la central a una compensación económica

hacia las familias afectadas y desplazadas de sus ancestrales territorios y la pronta

regularización de los nuevos títulos de dominio, entre otras cosas.6

Tras el conflicto, el Estado Chileno suscribió un acuerdo ante la comisión interamericana

de Derechos Humanos para evitar una nueva condena (5 veces condenado por violaciones a

D.D.H.H). Sin embargo, el acuerdo de entrega de títulos de dominio para las familias

relocalizadas recién vería la luz en junio de 2014, quedando hasta el día de hoy pendientes

los compromisos de reconocimiento constitucional e institucional de pueblos indígenas y el

5 Artículo 20° ley 19.253 de 1993.6 Jordi Bonet i Martí: “El movimiento mapuche en Chile: de lareivindicación por la tierra al reconocimientocomo pueblo” en Anuario de Movimientos Sociales 2013, publicado por FundaciónBetiko en Enero 2014.

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compromiso a impulsar mecanismos que aseguren la no instalación de megaproyectos,

particularmente hidroeléctricos, en las zonas del alto Biobío. El incumplimiento de este

último punto por parte del Estado puede verificarse en la aprobación en 2009 por parte de la

Comisión Nacional de Medio Ambiente del proyecto Central Angostura de la empresa

Colbún, propiedad de la familia Matte. La condición de los desplazados de Ralco hasta el

día de hoy es deplorable en muchos casos por ausencia de acceso a recursos vitales como el

agua.

En el año 2002 en el marco de una recuperación territorial de tierras del “lof” por parte de

la comunidad “Montutui Mapu” de Ercilla en el fundo Santa Elisa de la misma comuna,

perteneciente a la empresa forestal Mininco (actualmente con faenas detenidas por título

que comprobaría propiedad Mapuche sobre dichas tierras), resultó asesinado el joven

Edmundo Alex Lemun Saavedra por impacto de proyectiles recibidos por parte de las

fuerzas policiales en respuesta a la toma de tierras. A esta muerte le seguirán las de Matías

Catrileo y Jaime Mendoza Collio durante la represión ejercida en el primer gobierno de

Michelle Bachelet. Los dos primeros casos han terminado en total impunidad para los

asesinos mientras que el autor de la muerte de Mendoza Collio fue condenado a 3 años bajo

un régimen especial de libertad vigilada. Se suman para el año 2013 las extrañas

circunstancias de la muerte del comunero y dirigente Rodrigo Melinao en la comuna de

Angol.

Para el año 2010 la combinación de acción policial y judicial, provoca un saldo de 57

presos Mapuche en cárceles chilenas, procesados bajo la legislación antiterrorista, acusados

de participar en diferentes acciones de sabotaje y un total de 39 procesados con medidas

cautelares. Durante ese mismo año y el siguiente, se desarrollarán diversas huelgas de

hambre para pedir el fin de la aplicación de la cuestionada y desproporcionada legislación

antiterrorista creada en la dictadura cívico militar de Augusto Pinochet la cual no ha sido

derogada hasta el día de hoy, como muchas leyes de aquel periodo.

Los juicios llevados a cabo por esta ley contemplan el uso de testigos protegidos ‘sin

rostro’ y el uso de condenas absolutamente desproporcionadas a menores y adultos por

igual (durante el año 2007 el Comité de Derechos Humanos en su informe sobre la

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situación de Chile condeno enérgicamente el uso reiterado y abusivo de la ley 18.314 en el

contexto de la criminalización y desarticulación del movimiento social mapuche. También

han existido condenas desde organismos como Amnistía internacional y la Comisión

Interamericana de Derechos Humanos de la OEA). Durante el transcurso de los años 2010

y 2011 las huelgas de hambre por parte de los comuneros Mapuche se desarrollaron en

protesta por las irregulares condiciones y la calidad de los juicios por aplicación

indiscriminada de ley antiterrorista y vulneración de los principios de doble enjuiciamiento

o “non bis ídem” a los que fueron sometidos (un mismo juicio no puede ser llevado por dos

tribunales a la vez. En este caso hubo paralelamente procesamientos por la justicia militar

chilena y por la ordinaria) como también en demanda por la inmediata desmilitarización de

las comunidades Mapuche en el sur. El uso indiscriminado de la fuerza policial y

allanamientos a comunidades integradas por niños y ancianos se han vuelto cada vez más

presentes en el desarrollo del conflicto junto al deficiente rol de los medios de

comunicación mediante el uso de juicios de opinión desinformativos, racistas y

discriminatorios hacia las comunidades (juicios valorativos abiertamente discriminatorios y

especulaciones irresponsables se emitieron durante los primeros días del atentado contra

familia Luchsinger-Mckay por citar un ejemplo)7.

El informe anual de derechos humanos del año 2013 en lo referente al uso de la fuerza

estatal en el tratamiento del conflicto Mapuche, hace recomendaciones en cuanto a

“ordenar, a través del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, que Carabineros de Chile

y la Policía de Investigaciones modifiquen sus protocolos policiales de acuerdo a los

estándares internacionales de derechos humanos pertinentes a la temática indígena,

especialmente aquellos relativos a la consulta y a las medidas especiales en relación al uso

de la fuerza contenidos en el Convenio 169” y a “adecuar la legislación antiterrorista a los

estándares internacionales, en especial en lo que se refiere a la definición de delito terrorista

y el debido proceso”.8

7 Revisar cobertura y portada diario “El Mercurio” además de las declaraciones del ministro del interior de la época, Andrés Chadwick.8 “Fuerza Estatal y conflicto Mapuche”, Informe Anual Derechos Humanos. Ediciones Universidad Diego Portales, 2013

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Ahora bien, habiendo abordado el marco general de las políticas de los gobiernos de

transición en el tratamiento del ‘problema indígena’, corresponde continuar con los

mecanismos que actualmente permiten materializar el oportuno ejercicio de derechos por

parte de las comunidades históricamente desplazadas. No podemos desentendernos en que

si bien el Estado Chileno continua resistiéndose tozudamente al reconocimiento de su

carácter multicultural y nacional, es importante destacar al menos desde un punto de vista

formal, la adopción e incorporación de tratados y medidas legislativas tales como el

convenio 169 y la ley indígena, en función de abordar bajo un nuevo prisma la relación con

los pueblos originarios y el tratamiento de las históricas y actuales problemáticas en

relación a multiculturalidad, educación, salud y restitución de tierras. Dichos cambios aún

se encuentran en su fase originaria, pero dan cuenta del establecimiento de nuevas bases y

cursos de acción para el futuro.

En relación al acuerdo 169, dentro de sus objetivos generales, destaca particularmente la

idea del desarrollo de un derecho a decidir soberanamente cuales son las estrategias y

prioridades de desarrollo más óptimas para cada comunidad local bajo la idea de un

“control de sus propias instituciones y formas de vida, así como de su desarrollo económico

para mantener y fortalecer sus identidades, lenguas y religiones, dentro del marco de los

Estados en que se desarrollen”.9

En función de estos objetivos es que se incorporan y contemplan instituciones específicas

tales como el trámite de consulta previa y participación. Este derecho a la participación,

consulta y consentimiento previo representa la piedra angular del convenio por cuanto

significa un proceso y mecanismo especifico en función del principio de participación de

las comunidades frente a decisiones de autoridad sobre sus territorios. En cuanto a las

características principales del proceso de consulta contenido específicamente en los

artículos 6° y 7° del convenio, se establece el deber del estado de consultar a los pueblos

indígenas en aquello que les afecte. La consulta es efectivamente representa un deber para

el Estado ratificante, nunca una opción. En segundo lugar, el derecho de consulta es un

derecho fundamental puesto que forma parte del bloque de constitucionalidad de los países

ratificantes (esta tesis aun no logra aceptarse en nuestro país). Es también un proceso

sistemático y un proceso de diálogo permanente, puesto que no es un acto que se agota ni 9 Convenio 169 OIT

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deba agotarse en una sola fase. Los titulares en el ejercicio del derecho de consulta son

precisamente los consultados representantes de los pueblos indígenas afectados. Este

dialogo además, debe desarrollarse de buena fe, es decir, debe efectuarse de forma previa a

la toma de la decisión, con plena información, sin coacciones y de manera apropiada a las

circunstancias. Por último, la finalidad de la consulta debe ser concreta por cuanto su fin

último no es cumplir con un trámite administrativo sino que lograr el consentimiento,

entendimiento y acuerdo entre las partes.

La consulta tendrá lugar siempre que se estudie, planifique o aplique cualquier medida

susceptible de afectar directamente a los pueblos interesados. Al efecto el artículo 6°

dispone en su número primero el deber de “consultar a los pueblos interesados, mediante

procedimientos apropiados y en particular a través de sus instituciones representativas, cada

vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles

directamente” También se especifican aquellos casos y circunstancias en que se hace

necesaria la consulta: Antes de la prospección o explotación de los minerales y los recursos

del subsuelo (Artículo 15(2)); antes del traslado y la reubicación, los cuales sólo deberán

efectuarse con consentimiento, dado libremente y con pleno conocimiento de causa

(Art.16); siempre que se considere la enajenación o la transmisión de las tierras de los

pueblos indígenas fuera de su comunidad (Artículo 17); en relación con la organización y el

funcionamiento de programas especiales de formación profesional (Artículo 22); en

relación con la alfabetización y programas y servicios de educación (Artículos 27 y 28).

Como mencionábamos, el trámite de consulta debe realizarse bajo el principio de la buena

fe teniendo los gobiernos la obligación de brindar información apropiada y oportuna a las

comunidades. El artículo 7° a su vez establece  que “los gobiernos deberán velar por que,

siempre que haya lugar, se efectúen estudios, en cooperación con los pueblos interesados, a

fin de evaluar la incidencia social, espiritual y cultural y sobre el medio ambiente que las

actividades de desarrollo previstas pueden tener sobre esos pueblos. Los resultados de estos

estudios deberán ser considerados como criterios fundamentales para la ejecución de las

actividades mencionadas.” Así mismo, la consulta debe ser siempre previa y ante los

representantes legítimos de cada pueblo, proporcionando información exhaustiva y clara,

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celebrada bajo los mecanismos y métodos apropiados según la realidad de cada pueblo.

Correlativamente, la participación de los mismos pueblos implica formar parte en la

formulación, aplicación y evaluación de planes y programas nacionales y regionales donde

se vean afectados, participar en la política general de desarrollo del Estado y participar

libremente en la adopción de decisiones en organismos responsables de políticas que los

afecten por medio de sus propias instituciones u organizaciones representativas.

En relación al procedimiento de consulta, cabe destacar en nuestro ordenamiento jurídico el

emblemático caso de la comunidad Williche Pepiuleken y la empresa salmonera “Los

Fiordos”, en que la Corte de Apelaciones de Puerto Montt acogió un recurso de protección

presentado por la comunidad mapuche Pepiuleken en orden a defender sus tierras e

integridad comunitaria agredidas por los proyectos de la empresa en cuestión. “Los

Fiordos” construyó una planta industrial en el terreno colindante con los de una comunidad

indígena, siendo aprobado el proyecto con la complicidad de la Comisión de Medio

Ambiente a través de una dudosa declaración de impacto ambiental en el año 2006.

Posteriormente se construyó una piscina con el objetivo de retener aguas y filtros

contaminantes del proceso productivo, contaminando indirectamente a su vez mediante el

rebalse de las aguas al rio Allipen, los pastos donde pastan los animales de la comunidad.

En su declaración pública de Febrero de 2010, la comunidad “Pepoileken” de Pargua Alto

finaliza exigiendo al gobierno, a las autoridades locales y a la empresa, el respeto efectivo

de los derechos consagrados en el convenio:

“Finalmente queremos dejar en claro tanto a la empresa Los Fiordos como al gobierno que

no permitiremos que se sigan vulnerando nuestros derechos. El gobierno no puede seguir

ignorando los compromisos que ha contraído con los pueblos originarios y sus derechos, lo

que ha quedado refrendado incluso en la ratificación del Convenio 169 de la OIT, el que

está en plena vigencia desde septiembre de 2009.” Lonko Manuel Vera Millaquén y

Werkén Francisco Vera Millaquén.

Mediante recurso de protección las comunidades hicieron valer sus derechos ante la Corte

de Apelaciones de Puerto Montt la que en su sentencia de fecha con 27 de Julio de 2010,

ratifico que “los pueblos indígenas deben ser consultados, ya sea se trate de una

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declaración o estudio de impacto ambiental.” En ese orden, la Corte determina que "Así las

cosas, ya sea una declaración o estudio de impacto ambiental, los pueblos indígenas

involucrados deben ser consultados, puesto que el Convenio consagra el derecho a la

participación.”

De esta forma la Corte de Apelaciones de Puerto Montt reconoce e invoca los preceptos del

convenio 169 relativos a la consulta previa sentando un importante precedente en materia

de resolución de conflictos y protección de derechos colectivos. Posteriormente la Corte

Suprema ratificará el fallo.

Sin embargo otro caso emblemático da cuenta de la ceguera que aún persiste en algunos

tribunales de justicia en cuanto al respeto y cuidado del medio ambiente e integridad de las

comunidades. Es el caso de la comunidad Mehuin y el proyecto de “sistema de conducción

y descarga al mar de efluentes tratados de planta Valdivia” de la empresa Celulosa Arauco

y Constitución perteneciente al grupo económico del empresario Anacleto Angelini,

CELCO. El conflicto comenzó en 2004 cuando la planta ubicada en San Jose de la

Mariquina de Valdivia contaminó con desechos tóxicos los humedales del rio Cruces y

Santuario Natural Carlos Anwandter. La evacuación de contaminación toxica significó la

muerte y emigración de la mayoría de las aves silvestres del rio Cruces además de la

desaparición de los emblemáticos cisnes de cuello negro de la zona. Tras el desastre

ecológico, el proyecto de ducto de desechos se traslada a la bahía de Mehuin con la

intención de comenzar un nuevo proceso de desagüe de desechos con la consecuente

contaminación de dicha zona costera, encontrando férrea oposición por parte de pescadores

artesanales, comunidades Lafkenches y Comités de Defensa del Mar.

El año 2007 la empresa CELCO firmó un acuerdo con pescadores de la zona

comprometiéndolos a apoyar el proyecto a cambio de grandes sumas de dinero, generando

división y violencia entre los habitantes del lugar y evidenciando una vez más las

desastrosas consecuencias del feroz capitalismo y su increíble potencial para la destrucción

indiscriminada de la vida y sus comunidades.  Tras la aprobación del proyecto por la

Corema de los Ríos, las comunidades Lafkenche y pescadores, agrupadas bajo el Comité de

Defensa del Mar interpusieron un recurso de protección en la Corte de Apelaciones de

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Valdivia, denunciando la violación del procedimiento de consulta establecido en el

convenio 169 de la OIT en el marco del proceso de evaluación ambiental de este proyecto.

Este recurso fue rechazado por la Corte de Apelaciones de Valdivia en virtud de considerar

que si se habría celebrado diligentemente el procedimiento de consulta previa en la zona,

sentencia que posteriormente fue ratificada por la Corte Suprema. El voto de minoría de la

Corte Suprema respecto a la finalidad de la consulta previa indico que “… para asegurar lo

anterior, el artículo 4° del Convenio nombrado previene la obligatoriedad de las consultas y

la participación de organizaciones representativas. Tal modalidad no implica sujetar la

decisión de estos asuntos sólo al parecer de las minorías étnicas afectadas, ni menos limitar

la potestad de administrar a las autoridades públicas sino, únicamente, buscar un

procedimiento que otorgue posibilidades de entendimiento, de acuerdos que integren y no

excluyan. Informar no constituye un acto de consulta, porque cuando sólo se entregan

antecedentes quien los recibe no tiene posibilidad de influir en la decisión. Por ello es

que este diálogo ha de tenerse de buena fe, con la intención de alcanzar acuerdo, de

abandonar posiciones propias con el propósito de lograr otras, que surjan consensuadas.

Necesariamente debe hacerse a través de organismos representativos y libremente”10

En abril de 2011, el Comité de Defensa del Mar anuncio que buscará justicia en organismos

internacionales ya que los tribunales chilenos validaron el proyecto sin respetar los

procesos de consulta y participación que exige el Convenio 169 de la OIT. El mismo año se

denunció al Estado de Chile ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por no

salvaguardar los derechos del pueblo Mapuche Lafkenche.

10 Voto minoría Ministro Aroldo Brito Corte Suprema (sentencia de 14-10-2010, Rol Nº 4078-2010)

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