CONVENTOS AGUSTINOS

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1 de 23 CONVENTOS AGUSTINOS YECAPIXTLA. Edo. Morelos. Monasterio Agustino de San Juan el Bautista ………………….. 2 OCUITUCO. Edo. Morelos. Convento Agustino de Santiago (La Asunción) ………………….. 5 ATLATLAHUCAN. Edo. Morelos. Convento Agustino de San Mateo …………………………… 7 TOTOLAPAN. Edo. Morelos. Convento Agustino de San Guillermo …………………………… 8 TLAYACAPAN. Edo. Morelos. Convento Agustino de San Juan el Bautista ………………….. 9 CHALMA. Edo. México. Convento Agustino del Cristo de Chalma ……..…………………….. 11 MALINALCO. Edo. México. Convento Agustino de la Transfiguración …………………………… 12 ANEXO: El Apostolado Agustino en la Nueva España ……………………………………………………….. 13

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CONVENTOS AGUSTINOS

YECAPIXTLA. Edo. Morelos. Monasterio Agustino de San Juan el Bautista ………………….. 2

OCUITUCO. Edo. Morelos. Convento Agustino de Santiago (La Asunción) ………………….. 5

ATLATLAHUCAN. Edo. Morelos. Convento Agustino de San Mateo …………………………… 7

TOTOLAPAN. Edo. Morelos. Convento Agustino de San Guillermo …………………………… 8

TLAYACAPAN. Edo. Morelos. Convento Agustino de San Juan el Bautista ………………….. 9

CHALMA. Edo. México. Convento Agustino del Cristo de Chalma ……..…………………….. 11

MALINALCO. Edo. México. Convento Agustino de la Transfiguración …………………………… 12

ANEXO:

El Apostolado Agustino en la Nueva España ……………………………………………………….. 13

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YECAPIXTLA. Edo. Morelos. Monasterio Agustino de San Juan el Bautista

Entre 1535 y 1540, los padres agustinos construyeron el monasterio de San Juan el Bautista. Las características de este edificio invitan al viajero y al estudioso a conocer su belleza, apreciada desde tiempos coloniales, como cita la Relación de Cuernavaca de 1743: “...a ocho leguas de esta cabecera (Cuernavaca), está el curato de Yecapixtla, convento de religiosos del Señor San Agustín, uno de los templos más pulidos de este reino, con una iglesia fortísima, labrada con tal curiosidad que hasta las rejas de las ventanas son de piedra, como las barandillas del coro y el púlpito, todo tan pulido que con un buril no se pudiera realzar más sus labores, como los lasos de las bóvedas y escaleras del convento.”

Los frailes agustinos construyeron el monasterio de San Juan el Bautista y desde allí atendieron un grupo reducido de poblaciones. El monasterio se convirtió en el centro de la organización colonial regional. A finales del siglo XVI, el monasterio comenzó a perder descendencia sobre la población a causa del predominio de los seculares y del surgimiento industrial en la región de Cuautla; los vecinos de Yecapixtla, abandonaron el monasterio y se contrataron en las haciendas.

El monasterio cuenta con elementos como un atrio monumental, una capilla posas, capilla abierta, templo monumental y convento y una huerta anexa en la que existen árboles de diferentes especies. El monasterio cuenta con una integración de características góticas, renacentistas e indígenas.

RESEÑA HISTÓRICA

El sitio de Yecapixtla fue atacado, vencido y saqueado por Gonzalo de Sandoval el 16 de marzo de 1521; su importancia estratégica llama la atención del conquistador que los incluye en la propuesta de donación que solicita a Carlos V.

Fundado el monasterio de Cuernavaca, este sitio queda dentro del radio de la primera campana misionera que emprenden los franciscanos en 1525-65 Entre 1531 y 1532, la encomienda a cargo de Holguín y Solís tiene enlistados los siguientes pueblos como tributarios: Tlayacaque. Tetela, Xalostoque, Tecpantzingo, Axuchapa, Tlatlauco, Totolapa, Xunacatepeque, Zantetelco, Amayucan y Guauzongo, una agrupación alrededor de Yecapixtla que forman los pueblos de la Tlalnáhuac, señorío que tiene diversas recomposiciones a través del tiempo. Es importante la mención temprana de los pueblos tributarios, que paulatinamente se van disminuyendo hasta quedar en "los 14 pueblos de la Tlalnahuac", porque muestra los numerosos y variados recursos que hicieron posible la construcción de tan notable edificio.

La traza del monasterio parece indicar que lo que aquí hallamos en otras fundaciones tempranas, el inicio de un monasterio de dimensiones reducidas, seguramente alrededor de la capilla de indios; de pronto la traza evoluciona hacia el desplante del monasterio que conocemos actualmente. Bien podría ser que los franciscanos comenzaran el monasterio y después fuera tomado por los agustinos o que al no ceder "la idolatría" porque los frailes todavía hacen recuento y aceptan elementos culturales de los antiguos pobladores, de pronto las disposiciones tridentinas aceleran la terminación de la parte principal del monasterio.

Los agustinos pasan por aquí en 1534 rumbo a Ocuituco; el carácter tributario del lugar no debió pasar desapercibido para ellos, de manera que después de haber reconocido los caminos antiguos de la tributación y el comercio, y establecidos en Totolpan, tornan a evangelizar la Tlalnáhuac con los pueblos tributarios de Zacualpan, Jantetelco y Jonacatepec donde inician casa que evolucionan hasta convertirse en monasterios; otros pueblos no tuvieron suerte semejante como Calalpa, un antiguo barrio indígena que se negó a convertirse en barrio virreinal y

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que desapareció en el siglo XVIII, Pazulco y Tlayecac, casas que tienen un avance de construcción indicativo de su posibilidad de convertirse en monasterios, pero que al final de cuentas se ven suspendidas.

El monasterio de Yecapixtla se inicia en 1535 y para 1540 está tan avanzado como lo conocemos ahora; el claustro queda sin terminar pero los recursos son dedicados al templo que viene a convertirse en "una de nuestras mejores casas"; todavía en un momento tardío le es añadida una torre masiva, atrás del paño de la fachada hay un cuarto en la torre del que la leyenda cuenta que se usó como celda de castigo. La vista poniente del conjunto ofrece un grandioso espectáculo, seguramente como correspondía a una cabecera tributaria y sitio donde el marqués tenía construida casa junto a una estructura piramidal, que formaba parte del conjunto indígena principal donde se desplantó el monasterio. Todavía en el ala sur del monasterio se encontraron restos del basamento durante la limpieza de los sótanos en 1959, mientras que recientemente fueron destruidos los últimos restos de la que fuera conocida como la casa de Cortés; sobre los restos del último montículo se desplantaron casas de la misma forma que lo han venido haciendo sobre los barandales de los puentes virreinales, como en el caso del "Puente de las Ánimas", sin que haya forma de detener semejante atraco histórico.

El conjunto arquitectónico está formado por un gran atrio en cuyas esquinas se levantan sobrias las capillas posas; la portería del monasterio debió servir de capilla de indios, la que ha sido identificada como la sala ricamente decorada que se encuentra en la parte alta, pero que más bien podría ser una sala principal para el prior o de visita porque el análisis de la capilla de indios, su función y relaciones con el atrio y la estructura prehispánica no permiten pensar en una capilla en planta alta. Por la portería se llega al claustro donde sus pinturas murales, en grave deterioro y descuido, contrastan con la pesadez de los muros del corredor. Es de una sola planta, bóveda de cañón y rematada por un reloj solar para la mañana y para la tarde, así como por aparentes arranques de una posible planta alta; sobre el muro sur se extiende "el cañón grande" sobre los "subterráneos" que habían sido cegados con tierra hasta 1959, quizá porque la tradición los menciona como una comunicación entre el monasterio y la casa de Cortés. En la planta alta de la galería sur se encuentra una interesante inscripción que forma la cenefa sobre la que se desplanta la bóveda de cañón; estas decoraciones son interesantes por su posible relación con la toma de Yecapixtla por los conquistadores. El templo tiene una finísima presencia: su portada lateral muestra elementos decorativos renacentistas discretamente puestos; sin embargo, la fachada poniente, la principal, denuncia los resabios claros de los estilos gótico y románicos en una interpretación renacentista llena de armonía formal donde el rosetón fija el centro de atención de los visitantes y parece regir la armonía de la totalidad; rematan esta fachada un cornisuelo con perlas isabelinas sobre la que se desplantan los garitones que han hecho pensar falsamente a los historiadores del arte en una arquitectura militar.

El interior está lleno de sorpresas formales; el bajo coro con su tracería, las jambas de las puertas de acceso a la torre y al claustro, la pila bautismal con sus cuatro personajes que debieron señalar los cuatro rumbos de la cosmogonía indígena o los puntos cardinales europeos. La nave se observa grandiosa; la vista hacia el coro nos muestra la balaustrada graciosamente labrada en cantería y al fondo la luz del rosetón que se filtra a través del fino calado de sus piedras; al mirar hacia el ábside llaman la atención el pulpito labrado como si fuera encaje, más adelante el arco que divide el cuerpo de la nave del ábside donde nuestra atención corre el peligro de ser atraída por el ciprés neoclásico del periodo porfiriano descuidando la vista de la esbelta tracería de cantería velada por modernas pinturas. El patrón San Juan preside el espacio; pero la pintura original que quizá tenga un origen europeo no se encuentra más aquí; salida para su restauración después de largo tiempo vino a quedar en el monasterio de Cuernavaca, probablemente de la misma manera que la colección de pinturas de los apóstoles de las que sólo la de San Judas Tadeo se encuentra en este monasterio.

El conjunto tiene otras construcciones como el llamado "cañón chico", y la llamada "capilla del Sagrado Corazón de María" que parecieran tener relación, más bien, con el primitivo monasterio, o las construcciones que ahora utiliza la presidencia y que estando a espaldas del conjunto con una "plazuela" importante y en la calle donde se encontraba la casa de Cortés, la tradición y el historiador de Yecapixtla Juventino Pineda, le han llamado Plaza de la Tributación, porque su localización podría estar relacionada con el espacio donde se recibían los cuantiosos recursos de los pueblos tributarios del oriente del actual estado de Morelos.

Los cronistas virreinales hacen mención especial de la topografía del sitio desde el asalto que hicieron los españoles y que, sin darse cuenta ellos, los pobladores se refugiaron en las "aclamiles" de las barrancas: un asentamiento entre barrancas que "si se les pusiera llave" sería inexpugnable. Los agustinos se distinguieron por su carácter social derivado de su concepción ideal urbana, en que el bienestar de la sociedad tenía que ver con las condiciones de vida. Seguramente por ello, reutilizan los sistemas hidráulicos para organizar la dotación de agua para el pueblo; conducen el agua desde el Alcualan a la orilla del cerro del Yoteco en Achichipico, hacen una red de apantles con que irrigan las huertas que eran famosas en el pueblo y que fueron abandonadas para revender la tierra parcelada, reorganizan los manantiales de las Ánimas, el Chirimoyo y la vuelta con que se surte el pueblo de agua para uso doméstico hasta que recientemente son abandonados. Pero, la obra que todavía no es reconocida y que apoyó el auge virreinal de la población fueron los siete puentes tendidos sobre los viejos caminos entre la cabecera y sus pueblos sujetos por donde se intensificó el sistema tributario que permite la construcción de este monasterio.

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Hacia 1561, el recuento de los tributarios de los "catorce pueblos de la Tlalnáhuac" menciona a: "Texcala, Pazulco, Auztoc, Yciatepec, Xonacatepec, Xluztoc, Atotonilgo, Tecpanzingo, Antitec, Amayoca, Teyaquizteco, Chalcatzingo, Tetela y Xantetelco", que a su vez tienen numerosos barrios y estancias dependientes.

Hacia 1571, los pueblos sujetos de Yecapixtla son Pazulco, Aclamamillca, Ocatepec, Tzacatepec, Calalpa, Tetiucuiluizca, Tecaxic, Toltlan, Quatituloc, Suchitlan, Tescala, Achuchilco y Ayacango que tienen 3,125 tributarios.

En 1580, todavía aparecen estos pueblos. Sin embargo, para 1639 algunos de estos barrios han desaparecido y sus capillas están arruinadas. En los registros del monasterio comienzan a llevar el recuento de los que nacen y sus circunstancias de legitimidad, los que se casan y los que mueren, apareciendo en forma interesante los barrios virreinales que conforman la traza. Al parecer estos barrios surgen con los pobladores de los barrios indígenas congregados; algunos parecen no aceptar la congregación como el antiguo barrio de San Esteban Calalpa que aparece como el barrio de San Esteban junto al de Tecpan ya en la traza de Yecapixtla pero cuya desaparición todavía no es explicable más que considerando el rechazo a ser congregados, los del barrio de Zahuatlan al ser congregados, o alguna situación que podría tener que ver con la salud, son puestos lejos del centro.

Podemos pensar que el conjunto monacal fue construido con las canteras de Chalcatzingo, Jonacatepec y Xalostoc, la cal de los de Amayuca y Zacualpan, las arenas de Xalpa tributadas, quizá por los sujetos de Totolapan, mientras que las maderas fueron traídas por los sujetos que vivían a la orilla del cerro Yoteco, todos bajo la organización de los padres Jorge de Ávila y San Esteban.

Fuente: http://www.morelos.gob.mx/e-estado/emsanjuanbautyec.htm

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OCUITUCO. Edo. Morelos. Convento Agustino de Santiago (La Asunción)

Mientras aprenden la lengua que se habla por toda la tierra conocida, solicitan los agustinos les sea asignada tierra para evangelizar. Entonces les hablaron de dos provincias que todavía no habían sido evangelizadas: Tlapa y Chilapa donde:

Todavía vivían en la espesura de sus errores, sin que les hubiese entrado un rato de la luz; por ser ásperas y remotas. Éstas les señaló la audiencia real para la espiritual conquista, el P. Benerable escogió para esta empresa al padre Fr. Jerónimo, que ya se llamaba así, y Fr. Jorge de Ávila de paso la audiencia les encomienda que en el pueblo de Ocuituco funden monasterio desde el cual misionan la región.

Puestos en camino, cruzando por Milpa Alta, pasaron por Totolapan y hasta Ocuituco donde fueron recibidos con danza y todo tipo de regocijos. Dice Grijalva que allí: "Aunque ya estaba plantada la fe en aquel pueblo, no es el demonio de los que se despiden a la primera repulsa...". El demonio daba voces por la gran cantidad de neófitos que pedían asistencia de los frailes. Recordemos que los sacerdotes antiguos tomaban el papel del dios de quien eran ministros; seguramente trataban de disuadir a los indios para que no practicaran su cristianismo. Se manifiesta una suerte de competencia entre los frailes y los dioses paganos por el control de los ocuitucos. Sin embargo, quedó momentáneamente suspendida la evangelización de Chilapa.

Las buenas noticias de los frutos en la región de Ocuituco determinaron que se estableciera una misión para evangelizar la región; entretanto, el provincial padre Francisco de la Cruz nombró al padre fray Agustín de la Coruña para Tlapa y Chilapa, con fray Jerónimo de San Esteban, en lugar de fray Jorge de Ávila y San Esteban de manera que así se inició la evangelización de la región a partir de Ocuituco.

Debió ser exitosa la misión de Ocuituco, Totolapan y la Tlalnahuac porque "Ordenóse la junta para el día de Corpus Christi en el monasterio de Ocuituco en el Marquesado, y diose de ello aviso a todos los religiosos para que todos concurrieran allí para aquel dia". Éste fue el primer capítulo agustino en la Nueva España; era el día 8 de junio de 1534.

El capítulo de Ocuituco fue la primera junta que tuvo la Orden en la Nueva España; en él se pusieron las bases para la organización misional agustina en el territorio.

Así se pretenden resolver dos cuestiones: el bautismo, la eucaristía, la liturgia y la doctrina y, por otro lado, atender tres misiones: la de México con fray Jorge de Ávila y Jerónimo de San Esteban; la de Ocuituco con fray Francisco de la Cruz y fray Juan de Oseguera y la de Chilapa con fray Juan de San Román y Agustín de la Coruña.

En cuanto a la doctrina se recomienda que se use el catecismo de fray Pedro de Gante mientras se termina el de De la Coruña.

En cuanto a la liturgia que se respete el año cristiano y la eucaristía sea con mucha devoción, y el bautismo de niños sea una vez al año y cuatro veces con los adultos.

Se muestra una tendencia ortodoxa, sin embargo, después formó parte del pensamiento ideal evangelizador de los primeros 50 años. No cambia esta organización hasta el momento en que entra en crisis el marquesado y Trento impulsa la Contrarreforma.

Gerhard menciona que los padres dominicos visitaban esta región desde 1528, desde Oaxtepec seguramente los pueblos serranos del actual Morelos al sur de Chimalhuacán estaban relacionados con el centro a través de Chalco. Su carácter religioso expresado en tradiciones medicinales que serían vistas por los dominicos como paganas llamaron su atención a limitar su área cediéndoles estos pueblos y permaneciendo con los pueblos de las Amilpas que habían sido quitados al marquesado.

Cuando pasaron por Totolapan en su primer viaje a Ocuituco prometieron volver con motivo de la cálida

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recepción de que fueron objeto, de manera que pronto organizaron las misiones de los altos y la Tlalnáhuac con ocho monasterios propios, dos más de los dominicos y uno más de los padres franciscanos.

La gran necesidad de frailes ante la población numerosa los impulsa a pedir más misioneros; pero no parecen ser atendidos a la incomprensión que manifiesta Grijalva, manifiesta la impotencia del pequeño grupo agustino de siete misioneros.

Ante la incomprensión se ven obligados a reunirse para enviar a España al hombre más creíble, su propio provincial De la Cruz, quien ya no volvería porque diez días después de su llegada lo sorprende la muerte.

Para reforzar las nuevas misiones, el padre San Esteban se regresa a Ocuituco dejando solo a De la Coruña en las misiones Tlapaneca y de Chilapa; San Esteban atiende desde allí a los monasterios de la misión de Ocuituco: Jumiltepec, Temoac, Zacualpan, Tétela, Gueyapan y Tochimilco (la antigua Ocopetlaluya). Mientras que el padre Jorge de Ávila se retira a Totolapan desde donde visita Yecapixtla, Jantetelco y Jonacatepec, con los numerosos pueblos que forman la Tlalnáhuac.

Hacia el último cuarto del siglo XVI, el monasterio pierde importancia misionera dando paso a la Iglesia institucional controlada desde Europa bajo las disposiciones tridentinas impulsadas por el segundo arzobispo de México el dominico fray Alonso de Montúfar. La relación de los nacidos, de los casados y de los muertos comenzaron a formar el archivo monacal, mientras se abandonan las crónicas y los estudios antropológicos de la cultura mexicana. Los temas de los murales son el último reducto de la actividad misionera para que los moradores y los asistentes al monasterio pudieran reflexionar los principios del cristianismo cuando la incipiente edición de libros de pronto se ve frenada para evitar lecturas ajenas al control de la Iglesia de Roma y del Rey de España. El fin de la misión marca también el final de la construcción y con ella el inicio de su decadencia.

FUENTE: http://www.morelos.gob.mx/e-estado/emsantiago.htm

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ATLATLAHUCAN. Edo. Morelos. Convento Agustino de San Mateo

A la llegada de los españoles forma parte de un pequeño señorío en las faldas de la sierra conocido como "Cuauhtenca" que tenía como cabecera Totolapan; su vecindad con la provincia de Chalco los integra a esta región convirtiéndolos en la puerta hacia los valles del actual estado de Morelos.

Ante los ataques de los administradores coloniales. Cortés parte a España dejando como encomenderos a Diego de Holguín y a Francisco de Solís; obtiene de Carlos V la merced del Marquesado donde quedan incluidas las "cuatro Villas": Oaxtepec, Acapistla, Yautepec, Tepoztlán y Cuernavaca, entre otros pueblos y un total de 22 mil vasallos.

Con motivo del recuento de los 22 mil vasallos concedidos a Cortés, la Corona le reclama esta población a su favor junto con los pueblos de Tlayacapan y Totolapan; el marqués argumenta a su favor que son sujetos de Oaxtepec y Yecapixtia por lo tanto le corresponden. El pleito es largo y el marqués los pierde; en este tiempo no tenemos información relacionada con el monasterio. Gerhard dice que el monasterio de San Mateo Atlatlauhcan fue fundado en 1570, pero no hace mención qué pasa mientras los agustinos reciben la región de manos de los dominicos.

En 1579, el Corregidor de Totolapan dice que "los monasterios que ay son tres, de frailes agustinos. Uno en Totolapa y otro en Tlayacapa y otro en Atlatlauca, en cada uno de los cuales ay de tres y quatro frailes; fundólos su Magestad".

El conjunto monacal está formado por su atrio de regulares proporciones en el que hay un doble camino procesional separado por un murete, en las esquinas noroeste y suroeste capilla posas cuya disposición es interesante porque como dice Kubler "la disposición de las capillas posas o sus altares obliga a una marcha en el atrio en sentido contrario al de las manecillas del reloj". Al claustro se entra por el interior del templo porque en la fachada se construyó, donde debió estar la capilla posa, una pequeña capilla para la devoción de Padre Jesús, cuando el sitio se convirtió en uno de los santuarios devotos del Cristo sufriente. Al lado izquierdo de la fachada del templo están los restos de la que habría sido capilla de indios con el trazo especial abocinado; al centro la fachada del templo. Ésta es sobria rematada con almenas y una torre en el lado norte, semejante a la de Yecapixtia: masiva, sencilla con paños lisos y almenas. Todo el conjunto está rematado con almenas. El claustro es pequeño y bajo; en sus muros existen pinturas murales simulando alfarjes que descansan sobre la cenefa pintada en el arranque del arco de medio punto; la planta baja tiene una bóveda de cañón corrido, en la alta' el techo es plano.

Existen tradiciones relacionadas con la salud y que tienen que ver con la cueva donde se venera la Santa Cruz, sitio propiciatorio indígena relacionado con el agua y los aires. En la época virreinal existieron once barrios con sus festividades propias; algunos ya desaparecieron, otros están señalados por las ruinas de sus capillas que están próximas a su desaparición.

FUENTE: http://www.e-morelos.gob.mx/e-estado/emsanmateoatlatla.htm

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TOTOLAPAN. Edo. Morelos. Convento Agustino de San Guillermo

Los agustinos se establecieron ahí en 1536, la iglesia del convento fue dedicada a San Guillermo y se terminó en 1545. La fundación del monasterio de Totolapan fue el refugio de los agustinos enemistados con el obispo Zumárraga por los planes ambiciosos que tenían sobre la misión de Yecapixtla. Zumárraga era el encomendero de Ocuituco, cuyas rentas destinaba para su sustento y la construcción de un hospital. Según Kubler, las causas de tal desavenencia fue "que entre 1534 y 1536 los frailes emprendieron operaciones muy ambiciosas y abusaron de los indígenas en su esfuerzo por construir rápidamente", es más probable que la pugna fuera alrededor de los tributos y los servicios personales de los indígenas que Zumárraga necesitaba para su hospital de México.

La construcción de la iglesia fue regular: pequeñas dimensiones austeras, de las que se pueden apreciar pocos elementos originales como si quisiera reflejar las graves dificultades de la evangelización. Hacia 1541 el establecimiento estaba concluido. El conjunto tiene un gran atrio donde el padre Ponce que venía de España a visitar los conventos y saber las condiciones en que se encontraban, vio una cruz sobre una construcción en cuyo interior podían caber hasta 15 personas.

El monasterio tiene una iglesia que, como hemos dicho, manifiesta profundas vicisitudes en su estilo variado con sus claustros bajos, acabados con pintura mural semejante a todos los conventos de la región, tiene reminiscencias mudejares, influencia más clara en la fuente que adorna al patio central dé la planta baja. El agua fue preocupación social de los agustinos, como es tradición, de la fuente que está en la plaza cuyo sistema hidráulico oculto llevaba el agua desde un manantial del deshielo del volcán, sistema que causó admiración entre los pobladores acostumbrados a conducir el agua por caños.

La decoración de la fuente del monasterio hermana dos profundos sentimientos agustinos: la herencia científica mozárabe y el interés por evangelizar "los peces ariscos de la misión de la mar del sur que no habían querido caer en las redes del evangelio". En la huerta los frailes aclimataron las frutas de la tierra fría con las que completaron su dieta.

Hacia el último cuarto del siglo XVI, el monasterio pierde importancia misionera dando paso a la Iglesia institucional controlada desde Europa bajo las disposiciones tridentinas impulsadas por el segundo arzobispo de México el dominico fray Alonso de Montúfar. La relación de los nacidos, de los casados y de los muertos comenzaron a formar el archivo monacal, mientras se abandonan las crónicas y los estudios antropológicos de la cultura mexicana.

Los temas de los murales son el último reducto de la actividad misionera para que los moradores y los asistentes al monasterio pudieran reflexionar los principios del cristianismo cuando la incipiente edición de libros de pronto se ve frenada para evitar lecturas ajenas al control de la Iglesia de Roma y del Rey de España. El fin de la misión marca también el final de la construcción y con ella el inicio de su decadencia.

FUENTE: http://www.e-morelos.gob.mx/e-estado/emsanmateoatlatla.htm

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TLAYACAPAN. Edo. Morelos. Convento Agustino de San Juan el Bautista.

En 1533, los frailes agustinos visitaron Tlayacapan en su paso hacia Ocuituco donde habían sido invitados para fundar un monasterio

La región que hoy forma el estado de Morelos, estuvo dividida cuando llegaron los españoles en los siguientes señoríos: Cuauhnáhuac, Amilpas, Tlalnáhuac y Cuauhtenco, aunque para efectos de tributación se agrupaban en dos: Cuauhnáhuac y Oaxtepec, según establece la Matrícula de Tributos. El pueblo de Tlayacapan era pequeño formaba parte del señorío de Cuauhtenco cuya cabecera tributaria era Totolapan y tributaba mantas, mantillas, armas de plumas, rodelas de plumas y piezas de armas ricas. Tlayacapan conserva su carácter transicional: paso, puerto y control, entre el centro metropolitano y los extremos provinciales que se extienden más allá de los valles morelenses.

El viernes 5 del mes de abril de 1520, Cortés inició una campaña "Para ver sí podía traer de paz algunos pueblos que estaban cerca de la laguna, y también para ver la tierra y sitio para poner cerco a México...". Para tal efecto inició su viaje de Chimalhuacán hacia Yautepec. En el camino encontró algunos puertos militares sobre "peñoles", que custodiaban el paso al Valle. Primero no les hizo caso; finalmente molesto por los constantes insultos y ataques que le hacían desde arriba, tomó la decisión de atacarlos de manera que tornó a tomarlos. Uno de estos peñoles era el de Tlayacapan y cerca de aquel peñol había unos árboles de moreras de la tierra, y allí paramos y estaban obra de doce o trece casas al pie de la huerta. Y así como llegamos nos comenzaron a dar gritos y tirar varas y galgas y flechas desde lo alto, y estaban en esta fuerza mucha más gente que en el primer peñol, y aún era más fuerte, según después supimos. Nuestros escopeteros y ballesteros les tiraban; más estaban tan altos que no se les podía hacer mal ninguno, pues echarles o subirles no había más remedio; aunque probamos dos veces por las casas que por allí estaban había unos pasos hasta dos vueltas podíamos ir, más desde allí adelante he dicho, peor que el primero.

Díaz del Castillo sigue contando cómo después se retiraron al lugar donde estaban las moreras silvestres, muertos de sed, cansados decidieron pernoctar allí y reiniciar el ataque al día siguiente. Y así lo hicieron; después de vanos esfuerzos por subir y de luchar quiso nuestro señor Dios que acordaran los defensores de a darse de paz, y fue por causa de que no tenían agua ninguna, que estaba mucha gente arriba del peñol. Y desde que Cortés lo entendió mandó que no se les hiciese mal ninguno. Después de la rendición de Tlayacapan, se dirigieron a Oaxtepec, que junto con Yecapixtia había caído en sus manos hacía cosa de un mes; en una huerta famosa que los había impresionado; entonces levantaron su campamento.

No habían pasado más de 10 años de la conquista cuando ya se habían destacado las pugnas por el poder: primero entre los mismos conquistadores y después entre éstos y la Corona. Cortés aventajó a sus compañeros de armas al obtener la merced de 23,000 vasallos; pero se enfrentó sólo con los representantes virreinales, que en nombre de la Corona le escamotearon su merced y le arrebataron poco a poco partes importantes de sus propiedades, entre éstas el señorío de Cuauhtenco y con él Tlayacapan, que fue convertido en corregimiento y cabecera realenga. Con esto la Corona logró abrir un corredor a través del Marquesado que unía los recién descubiertos minerales de Huautla con Chalco. Al mismo tiempo, la Corona logró desplazar a Oaxtepec como centro de las Amilpas e hizo surgir, en su lugar, el barrio indígena de Cuautla, convirtiéndolo en centro realengo paralelo en poder a Cuernavaca. Tlayacapan obtuvo el impulso de su urbanización con una traza modelo y tierras para su sostenimiento, conforme a la merced que el virrey Mendoza les concedió el 21 de julio de 1539. Con sus límites y términos.

En 1533, los frailes agustinos visitaron Tlayacapan en su paso por Totolapan, hacia Ocuituco donde habían sido invitados para fundar un monasterio de enlace con las misiones del sur. Por desavenencias surgidas con el obispo Zumárraga, encomendero del pueblo. Volvieron sus pasos a fundar el monasterio de San Guillermo en Totolapan, cabecera del señorío de Cuauhtenco; entonces recibieron de los dominicos de Oaxtepec el pueblo de Tlayacapan y fundaron una vicaría. Construyeron entonces una pequeña casa desde donde extendieron el evangelio. Ante las perspectivas halagüeñas que despertaba la importancia estratégica del sitio y el carácter realengo de la población decidieron fundar un monasterio más apropiado. El padre Vertabillo hizo la fundación de 1544; y ante el desarrollo inesperado, el monasterio se convirtió en priorato en el año de 1566.

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El análisis de los espacios monacales deja la impresión de que originalmente existió un pequeño monasterio, en la parte posterior relacionado con el ábside, quizá sea lo que los cronistas mencionan como "e hicieron casa", una primera construcción monacal de acuerdo con las condiciones que encuentran en la población deprimida por los efectos de la invasión. Más tarde este espacio se convierte, probablemente, en hospedería donde llegan las carretas. Tlayacapan se encuentra en una región de curanderos, hecho que debió repercutir en la organización monacal de los espacios, cuando el monasterio tomó las dimensiones que conocemos actualmente. Está dedicado a San Juan el Bautista lo que nos indica la posible existencia de una espiritualidad indígena relacionada con el agua, líquido preciado que escurre de las montañas, en un pueblo serrano. El templo es masivo y su vista nos recuerda una nave con sus contrafuertes de tajamar, es decir, como la quilla de un barco sus arcos botareles como si fueran dos grandes remos, su espadaña cual velas desplegadas; una alegoría que tiene todo el sabor marinero de los agustinos como si quisiera recordarnos que en esos momentos el padre Urdaneta lograba el paso hacia las nuevas tierras de misión en el Oriente. Tiene un atrio de grandes proporciones que permiten la vista total del conjunto; en algún momento sustituyeron su barda atrial con una de arcos invertidos. Quedan restos del portal de acceso, todo parece indicar que corresponde al siglo XVII y que pronto se destruyó. Su claustro es pequeño pero los corredores que rodean el patio fueron enriquecidos con las bóvedas de tracería en piedra de cantería labrada burdamente rica. El esplendor del Renacimiento se manifiesta en sus pinturas murales, en particular las de la sacristía y capilla de las horas; las del pórtico de sacramentos donde pareciera que está narrada la utopía experimentada en Tlayacapan, se encuentran en proceso grave de deterioro. En la sacristía, la gracia de los faunos y las fuentes parecen mezclarse con una fauna y flora locales. En el templo quedan restos de pintura mural de diversas épocas. Su aljibe muestra el ingenio de los constructores indígenas y españoles, de monasterios y sus conocimientos de los sistemas hidráulicos.

En 1579 el Corregidor Andrés Curiel escribió su relación de Totolapan y su partido, y en ella dice que este corregimiento tiene tres cabeceras: Totolapan, Tlayacapan y Atlatlauhcan siguientes pueblos sujetos: Hizquetepeque, Cuitlapila, Atocpa, Tezontitlán, Nonopala, Zacatiliucan, Suchimilco y Tepuztlán; informa que en otros tiempos servían como militares de Moctezuma quien les entregaba armas; que tenían diversas tradiciones como la del casamiento cuyas fiestas duraban siete días; que su estructura de gobierno se asentaba en la organización de barrios con su "tequitlato" como autoridad, cuatro jueces que resolvían sus problemas y un juez universal. Tenían un orden militar en sus luchas contra Chalco, Huejotzingo, Tlaxcala y Cholula; que tenían árboles frutales propios y traídos de España, que hacían carbón, tenían el maguey para sacar miel, comerse sus pencas cocidas, hacer huaraches (cactli) y sacar agujas; que tenían animales propios y de Castilla, granos; y que sus casas eran de adobe y techos de paja, tenían materiales de construcción, excepto la cal que traían de Oaxtepec. Para este tiempo tributan no sólo en especie, sino que ya lo sustituyen por monedas que obtienen en el mercado por los productos de su tierra. Que el monasterio está habitado por dos, tres y hasta cuatro frailes agustinos que atienden a la población y sus sujetos.

En el último tercio del siglo XVI la fuerza de trabajo quedó liberada al suprimirse la sucesión de la encomienda y los servicios personales, a pesar de los esfuerzos de frailes y colonizadores por evitarlo. Las construcciones barriales fueron más modestas y sólo ocupaban los recursos de los mismos barrios persistiendo hasta el abandono de todo tipo de construcción religiosa. Al ser abolidos los servicios indígenas personales numerosos españoles retornaron a España, ante la perspectiva de tener que trabajar para vivir, en el nuevo sistema despótico tributario impuesto por la Corona. Hacia 1631, se liberó la propiedad comunal de la tierra, puesta a la venta pública, pronto fue a parar a manos de las incipientes haciendas que vinieron a conformar los grandes latifundios, que de tiempo en tiempo, cambiaron de composición y algunas veces de manos. Todo esto tuvo como resultados una aguda despoblación y un pleito constante entre las haciendas y los reductos de población, así como una nueva división del trabajo. De esta relación resultaron múltiples tradiciones gremiales, de cofradías y familiares, alrededor del acontecimiento cristiano de la Pasión de Cristo. El arte de los siglos XVII y XVIII está representada por los Cristos de Alpuyeca, los de Totolapan, la portada de Tepalcingo, el Cristo de Tula, el de Cuautla y muchos otros más, que reflejan ampliamente la cotidianidad de la vida de la población.

Es triste observar que existen pocos estudios acerca de monasterios, no sólo del de Tlayacapan sino de todos los del país. La causa fue el criterio virreinal y decimonónico que consideró las expresiones artísticas hispanoamericanas como de ínfima categoría. En este tiempo Tlayacapan estableció relaciones con la hacienda de Pantitlán, que se encontraba en sus linderos. El pueblo proveía de tierras de agostadero para los animales de la hacienda, así como mano de obra para el cultivo de la caña, mientras que ésta daba los toros en la fiesta principal de Tlayacapan, acompañados con los negros, que eran buenos toreros y montadores, música y baile, así como azúcar y miel. Es probable que muchas de las tradiciones actuales se hayan derivado de las relaciones entre esta hacienda y el pueblo de Tlayacapan. Hacia 1775, debió estar tan acorralada la población y el virreinato tan poco favorecido por los excedentes de las haciendas que Tlayacapan revivió la merced de tierras que el virrey Mendoza les había concedido en 1539.

FUENTE: http://es.catholic.net/turismoreligioso/659/1918/articulo.php?id=27152

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CHALMA. Edo. México. Convento Agustino del Cristo de Chalma

El milagro de la leyenda dice que en 1537 los frailes Sebastián de Tolentino y Nicolás Perea, de la Recolección de Religiosos Agustinos, evangelizaban la región de Malinalco y Ocuilán y se enteraron de que en una cueva cercana a Chalma se veneraba a Oxtotéotl (dios de la cueva) con sacrificios humanos. Fueron conducidos por los indios y al observar las diabólicas escenas, emprendieron la tarea evangelizadora exhortándoles a destruir el ídolo y venerar a Jesucristo. Al tercer día regresaron y vieron con sorpresa que en el lugar se encontraba la piadosa imagen que hoy se venera.

Existe otra leyenda que habla de un arriero que buscando su mula entró a la cueva y encontró a un prodigioso Cristo. Lo que tenemos por cierto es

como en otros muchos sitios, estos celosos misioneros sustituyeron al ídolo por la imagen de pasta de caña de maíz llamada "Tatzingueni". Esta técnica es la que desarrolló Vasco de Quiroga y gracias a la maleabilidad, ligereza y duración de ésta, han llegando hasta nosotros buen número de piezas.

Fue tan atinado su culto que para fines del siglo XVI los frailes Bartolomé de Jesús María y Juan de San José decidieron fundar un convento de visita para atender a los peregrinos. Para 1683 fray Diego Velázquez de la Cadena construyó el edificio que en 1721 reconstruye fray Juan de Magallanes y finalmente, en 1830, el cronista del santuario Joaquín de Sardo entrega la obra fundamental que ahora conocemos. Carlos III le otorga el 6 de septiembre de 1783 el título de Real Convento y Santuario de Nuestro Señor Jesucristo y San Miguel de las Cuevas de Chalma.

A este templo acuden peregrinos no sólo de México, sino del extranjero, recibiendo las principales peregrinaciones de Querétaro, Michoacán, Oaxaca, Guerrero y la Huasteca. Sus fiestas principales son el primer viernes de cuaresma, Pentecostés y Navidad.

La concentración de danzas es muy rica puesto que reúne a visitantes de todo el país. Los peregrinos, como siempre, aprovechan "la manda" para pasear, bailar y comprar, existiendo la tradición que regando a un Ahuehuete en donde brota un manantial, se bañan (sincretismo de purificación) y una vez limpios, se coronan de flores para entrar al Santuario. En este lugar se baila, de modo que este baile ha formado parte del ritual peregrino. Cuando se piden imposibles, hay un dicho que dice que no se alcanzará el milagro "ni yendo a bailar a Chalma".

El conjunto formado por el convento y el santuario es escénico y de mejor lejos. Destaca su cúpula aperaltada de gran esbeltez. La fachada de estilo neoclásico denota la continua actualización que sufrió el edificio que recibe al peregrino con la frase evangélica: "Venid a mi todos los que estáis trabajados y cansados y yo os aliviaré".

En el interior y sobre todo en la sacristía encontramos buenos lienzos anónimos de la pasión de Cristo, la Magdalena y Santa María Egipciaca, la conquista espiritual, la aparición del Señor de Chalma y su traslado.

El Cristo de Chalma tiene buenas ofrendas de platería como sus cantoneras colocadas en 1534 por el orfebre Agustín Villaseñor. Hay un culto secundario al Santo Niño del Consuelo, recién nacido, probablemente del escultor Solache, quien realizó la obra regional. Su festividad es en Navidad y Reyes, recibiendo como ofrenda juguetes.

FUENTE: http://www.mexicodesconocido.com/espanol/cultura_y_sociedad/religion/detalle.cfm?idcat=3&idsec= 19&idsub=0&idpag=1023

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MALINALCO. Edo. México. Convento Agustino de la Transfiguración

El convento Agustino de la Transfiguración de Malinalco, se dice fue fundado entre 1540 y 1543, aunque hay noticias de la presencia de frailes desde 1537.

Testimonios documentales hacen suponer que su iglesia estaba concluida hacia 1568, cuando se contrató su retablo con los entalladores García de Salamanca, Juan Fernández y Juan Rodríguez, y los pintores Simón Pereyns y Francisco de Morales.

Su iglesia, con testero poligonal, cúpula sin tambor y un tramo cubierto con bóveda de cañón corrido, está decorada con altares neoclásicos y pinturas con perspectivas y elementos arquitectónicos del siglo XIX. Aunque con algunas modificaciones, su portada de cantería labrada, tiene elementos del renacimiento purista, y una elevada torre con tres pesados cuerpos en disminución, dos cuadrados y uno octagonal, y un cupulín. Por la sobria portería de un sólo nivel, cubierta con una bóveda de cañón y con arcos de medio punto apoyados en pilares, prácticamente sin decoración, pues ésta se reduce a un friso con medallones con monogramas, se ingresa al claustro, rodeado por corredores en los dos niveles, con arcos de medio punto y pilares

con medias muestras, en la planta baja, reforzados por contrafuertes prismáticos.

En la planta alta están decorados con pilastras pareadas, con el fuste ocupado por un casetón. Los cubren bóvedas de cañón, divididas en varios tramos por molduras de cantería labrada que se apoyan en repisas y que en las esquinas, donde hay bóvedas vaídas, se cruzan al centro.

Este convento conserva una decoración mural al fresco, que actualmente se restaura. Descubiertos parcialmente, estos murales están realizados el fresco y temple; los de la portería representan santos agustinos y alegorías, mismos que decoran los corredores de la planta baja, donde cubren los muros como las bóvedas, sus motivos en blanco sobre fondo negro, están dibujados con líneas negras, con aplicaciones de colores azul y verde. En la planta baja, están pintados sobre muros y bóvedas, unos árboles y arbustos, cuyas ramas y hojas, flores y frutos, cubren todos los espacios, dando el aspecto de un tupido bosque. Encima hay grandes círculos, con una

orla y los monogramas de Jesús y María, realizados a base de elementos vegetales. En las ramas y entre las hojas están pintados con gran ingenuidad pequeños animales, monos, ciervos, conejos, águilas, garzas, serpientes, orugas e insectos, entre otros, que juegan o pelean, devoran o picotean las flores y fruta. Algunos recuerdan motivos indígenas

prehispánicos. En el interior de un confesionario en uno de los corredores, se pintó a un fraile acompañado por un esqueleto que sostiene una guadaña, como permanente admonición a los confesores.

En los corredores de la planta alta es diferente la decoración y quizá más tardía, está realizada en colores rojo, ocre y negro, con escenas de la Pasión de Cristo, en las esquinas; frisos con grutescos, marcos con elementos vegetales y motivos geométricos, que en las bóvedas simulan casetones de un artesonado. La bóveda de la escalera está pintada dentro de un círculo, con motivos que recuerdan los diseños prehispánicos, un pelícano que alimenta a sus polluelos, símbolo de la Eucaristía, que parece una agresiva águila prehispánica.

El convento cuenta con pintura mural en muros y bóvedas del claustro bajo con la representación de figuras zoomorfas, fitomorfas y carteles con monogramas.

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FUENTE: http://www.adopteunaobradearte.com/estados/edomex/mali.htm

El Apostolado Agustino en la Nueva España

Dr. Roberto Jaramillo Escutia OSA

Lic. Jaime Barajas García OSA

LA ORDEN DE SAN AGUSTÍN llegó a la Nueva España el 22 de mayo de 1533, nueve años después que los franciscanos y seis que los dominicos, sin duda por su obstinación de asentarse en estas tierras, y no en la provincia de Santa Marta o Centroamérica, como eran los deseos de la Corona Española, terquedad  que se acentuaría al fundar convento en la capital contra el parecer de la Audiencia.

La primera expedición agustina estuvo compuesta por siete frailes: Fr. Francisco de la Cruz, a la cabeza, Fr. Jerónimo Jiménez, Fr. Juan de San Román, Fr. Juan de Oseguera, Fr. Jorge de Ávila, Fr. Alonso de Borja y Fr. Agustín de Coruña, quienes se embarcaron en Sevilla el 3 de marzo de 1533 en la nao Santa María de la Anunciada, al mando del maestre Juan Sánchez de Figueroa. Atracaron el dicho día 22 de mayo, día de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, en San Juan de Ulúa, en la Nueva España.

Narra el cronista Fr. Juan de Grijalva, cómo partieron de Veracruz el 27 de mayo y llegaron a la ciudad de México el 7 de junio, víspera de la fiesta de la Santísima Trinidad Cuatro de ellos llegaron enfermos, así que por orden médica

debieron hacer el viaje en mulas. Rutas Geográficas.- Sin duda alguna, debe considerarse a los agustinos entre los fundadores del cristianismo en nuestro país, por haber desarrollado su labor evangélica en tierras vírgenes, todavía no roturadas por las otras órdenes.

Iniciaron su actividad en la ciudad de México y alrededores. Establecieron diversas rutas de  evangelización, una hacia la llamada Sierra Baja, en el actual estado de Guerrero, con Tlapa 1533, y Chilapa 1534, como centros principales, destacando los conventos de Ocuituco 1533, primer convento agustino enAmérica, Totolapan y Yecapixtla en 1534. Y otra hacia el norte, en la llamada Sierra Alta.

De entre las tres órdenes mendicantes, fueron los agustinos quienes mayor confianza mostraron en la capacidad espiritual  de los indios; ponían en ellos altas aspiraciones, buscando iniciarlos en la vida contemplativa. Además, dieron suma importancia no sólo al aprendizaje de las lenguas indígenas, sino a la comprensión de su idiosincrasia.

Por ello, desde el llamado “Primer Capítulo”, celebrado el 8 de junio de 1534 en el convento de Ocuituco, ordenaron que todos los hermanos, en cuanto llegaran de España, sin importar las borlas y sin excepciones, escogieran algún pueblo y lengua y en ellos aprender la administración de los indígenas. Serán también los agustinos los primeros que se inscribirían como alumnos en la facultad de teología de la Real y Pontificia Universidad de México.

Cuando se consideraba que los indios estaban ya suficientemente catequizados, iniciaban la obra material o “fábrica” tanto del pueblo como de la iglesia. Se trazaban los pueblos en cuadro, y todas las calles con salida, siguiendo el modelo de la ciudad capital. Y planeaban enseguida las obras públicas, sobre todo las más indispensables, como el llevar agua a las poblaciones, con canales que la conducían al convento, a la plaza pública y al hospital, destacando en esto la fuente de Chilapa, construida por Fr. Pedro Juárez de Escobar, quien superó muchas dificultades técnicas. Esta fuente se construyó en 1545 y aprovechaba todos los accidentes del terreno, superando las barrancas con acueductos de pequeña extensión. Dentro de la traza del pueblo, junto al convento, se crearon, como en Tiripetío, salones propios para

la enseñanza de las artes y oficios. Buscaba aprovecharse las aptitudes indígenas las cuales, con el conocimiento de las nuevas técnicas europeas, iban a provocar grandes resultados, por ejemplo: los cultivos.

Se mandaban traer de España árboles frutales, flores, verduras y ganados, y acto seguido, se enseñaba a los indios a sembrar trigo y aun maíz, que ya lo tenían, pero con técnicas depuradas. Efectivamente son agustinos, al

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decir de los historiadores del arte colonial, los principales ejemplos del estilo arquitectónico propio de este primer siglo.

El arte plateresco florece entre ellos de manera sin igual, lo que demuestra a plenitud la mano de obra especializada que se alcanzó en los pueblos a ellos encomendados. Baste aquí, como ejemplo máximo, la fachada de la iglesia conventual de Cuitzeo, dibujada por algún escultor español, pero dirigida y realizada por canteros indígenas, como lo corrobora un cartel colocado en la misma, que dice: “Fr. lo Metl me fecit”, (Francisco Juan Metl me hizo).

Algunas de estas obras eran dirigidas por frailes peritos en este arte, destacando Fr. Andrés de Mata, y su labor en el convento Actopan, uno de los monumentos más sugestivos de nuestra arquitectura colonial, así como

en Ixmiquilpan, y Fr. Juan de Utrera en Ucareo, arquitecto excelente, quién ideó un nuevo modo de construcción, para concluir su obra en el tiempo prefijado.

Estos frailes se preocupaban en primer lugar por solucionar las necesidades propias de algún pueblo, venciendo para ello todos los obstáculos. En este afán, las técnicas europeas se unían de tal forma con las diestras manos indígenas, que las carencias se convertían en arte.

Estas artes eran enseñadas a las personas mayores, porque con los niños, en todos los conventos los frailes se reunían a diario, para la enseñanza de lo que denominaríamos “primeras letras”: leer, escribir, contar y cantar, escogiendo ahí las mejores voces para la formación de los coros conventuales, tan importantes en las ceremonias litúrgicas, dándoles educación especial a quienes destacaban.

¡Y vaya que si los indígenas tenían amplias aptitudes musicales!, como aquel Francisco de quien narra Diego Basalenque en su Historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán de la Orden de N.P.S. Agustín, quien se presentó entre los organistas españoles a una oposición en México. No en balde se mandó comprar en Toledo un órgano de los mejores que hubo en la tierra para Tiripetío. 

LA EVANGELIZACIÓN

“Sujeta, pues, la multitud, y reducida a la Doctrina, empezaron a Catequizarla, y disponerla para administrarles el santo sacramento del Bautismo y los demás”.

Estas palabras de Grijalva se refieren al inicio de la evangelización, es decir, el conformar la vida de los indígenas con el Evangelio. Será un largo y difícil proceso que iniciará con la transformación de la mentalidad religiosa indígena que giraba en torno a una cosmovisión poblada, a ojos de los frailes, por deidades malignas.

Además, la experiencia y la fidelidad al culto de sus mayores que profesaban los indígenas les hacía confiar plenamente en sus deidades, por lo que la conversión al cristianismo no será una cuestión de días.

La persistencia en sus antiguas creencias, máxime cuando intervenían aspectos socioeconómicos de la antigua jerarquía indígena, tanto civil como religiosas, va a tardar en diluirse. Por ejemplo, los neófitos de Yecapixtla, siguiendo las instrucciones de su cacique, habían decidido seguir dando culto a Toxcotl, por lo cual habían abandonado el lugar del culto cristiano.

LOS SACRAMENTOS

A) EL  BAUTISMO

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Desde 1534, los agustinos optaron por guardar en todo el ceremonial romano, bautizando niños todos los domingos y poniendo cuatro fechas anuales para los adultos: Pascua, Navidad, Pentecostés y San Agustín. En tales días, narran los cronistas, debía celebrarse el bautismo con “grandísima solemnidad, imitando a los santos padres de la primitiva Iglesia.”.

En las cuatro fechas señaladas, se adornaban no sólo las iglesias, sino los pueblos. Formaban los neófitos una procesión en la que lucían sus mejores galas. Llegados al lugar escogido para la ceremonia, los estaban esperando formando una valla los ya bautizados entre dos sacerdotes se cumplían todas las ceremonias del ritual. Una vez terminado éste, se coronaba de flores a los bautizados, mientras la música y las campanas tañían en son de alegría por el acontecimiento. Así entraban todos en la iglesia para la celebración eucarística, con un sermón especial donde les recordaban cómo habían de comportarse. Por la tarde, “había gran mitote, con que se solemnizaba el día a la usanza de la tierra [sic]”.

B) LA CONFESIÓN

Para la confesión pascual, las multitudes aumentaban, puesto que todos eran examinados sobre la doctrina, preparándose con rezos a este sacramento, lo que se realizaba en los atrios, pasaban a la iglesia y allí los frailes en una plática los exhortaban al arrepentimiento. Venía el sacramento, dejando a los pies del confesor un huevo, para saber el número de los confesados y poderlo confrontar después con el padrón del pueblo.

C) LA EUCARISTÍA

Si los indígenas habían nacido a la vida de la gracia por el bautismo, debían mantenerla comiendo de este pan de vida, ya que si los habían bautizado era porque tenían una fe explícita en la Trinidad, tendrían entonces suficiente capacidad para entender lo que era necesario para este sacramento, puesto que no se les pide que comprendan el modo del misterio, sino la verdad del mismo.

Los naturales confirmaban la devoción con que recibían este sacramento.

Se vestían de fiesta, se iban a la iglesia desde las siete y allí esperaban en silencio la celebración de la misa, que frecuentemente tardaba, porque el ministro estaba ocupado en confesiones de último momento.

Se preparaba rezando la tradicional oración de Santo Tomás de Aquino en su lengua.

Al comulgar les ponían unas guirnaldas de flores; rezaban la misma oración en acción de gracias, y en silencio daban gracias como hasta el medio día, cuando se iban a sus casas.

Los vecinos les procuraban el sustento aquel día, haciendo notar el cronista que el comulgante era reverenciado. Acabando de comer regresaban a la iglesia y allí se pasaban la tarde, o visitaban cruces o ermitas.

En cuanto al viático, se les había metido en la cabeza que el Santísimo sólo podía salir de las iglesias con mucha pompa. Constatando además la pobreza de las casas indígenas, se les hacía una indecencia llevar la Eucaristía a los enfermos, por lo que la costumbre era llevar al enfermo a la iglesia en hamacas.

D) LA EXTREMAUNCIÓN

Por las grandes epidemias que se padecieron en el siglo XVI, era imposible que se atendieran todos los enfermos que la solicitaran, por lo que se hizo costumbre trasladar al enfermo a la iglesia en hamacas para que recibiera el sacramento, con el lógico agravamiento del moribundo.

Cuando estas circunstancias fueron menos frecuentes, ya no hubo dificultad, iban sin importarles la hora, ni las circunstancias para atender al enfermo, por eso “hasta hoy son unas vivas centellas los ministros, que coman, que duerman, que haga sol, o que llueva; en Llamándolos para Olear van con tanta prisa, una, dos y tres leguas”.

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LAS CEREMONIAS

La vida entera del indígena estaba amalgamada con sus creencias, porque ellos se consideraban colaboradores indispensables de los dioses.

El sacrificio personal del indígena tenía siempre su aspecto cruento, era su forma de cooperar en la supervivencia del cosmos.

Así en el ritual de los sacrificios el sujeto era parte activa del mismo, danzando y cantando. Otros de los retos fue la magnificencia de sus ceremonias, no en balde una de las razones que tendrán los agustinos para proceder en sus construcciones, en el aderezo de sus templos y en la riqueza de sus utensilios, será ésta: “para que los indios con la gloria de los edificios, con las riquezas de los templos, con la solemnidad de las fiestas, y con el culto divino, se olvidasen del trabajo pasado, y de la flor de su gentilidad”.

Dos serán los instrumentos principales que utilicen los agustinos novohispanos, en su evangelización: el Santísimo Sacramento del Altar, y el de la Cruz; porque fueron estos dos instrumentos principales de la conversión de los Indios. Así la fiesta más fastuosa del año será el Corpus Domini, cuando las cabeceras parroquiales se convertían en un vergel, haciendo gala de flores, frutos y animales.

También se le daba importancia cuando cada quince días se renovaba el depósito sacramental, asistiendo todo el pueblo con sus velas, mientras el altar estaba adornado con abundancia de flores y los instrumentos musicales hacían solemne la ceremonia. En cuanto a la Cruz, la que estaba en todas partes, en sus casas, en las esquinas del pueblo, en los caminos, en los montes y en fin en todos los lugares donde halla alguna singularidad allí la tienen... y donde quiera que la ven, la reverencian, y muchos y muchas veces le besan el pie.

En todos los pueblos había un calvario, y aún cuando las enramaban y les ponían flores cada vez que podían, todo esto se opacaba el día 3 de mayo, cuya fiesta duraba dos días.

El día anterior bajaban todas las cruces desde donde estuvieran, las llevaban a bendecir y con mucha pompa, en medio de procesiones y debajo del palio las regresaban a sus lugares entre música, danzas, luces y si era posible, pólvora. Al día siguiente hacían grandes banquetes, ya el señor de la casa, el barrio o el pueblo según a quien perteneciera la cruz.

Les enseñaban que el cristiano no era sólo un conjunto de verdades que debían creer, sino también un conjunto de actitudes que debían asumir a lo largo de toda su vida. Merece también recordarse que fue la Orden de San Agustín de donde surgieron las tradicionales posadas navideñas mexicanas.

Todo comenzó hacia el último cuarto del siglo XVI, cuando se les ocurrió celebrar en los nueve días previos a la navidad, nueve misas que llamaron de aguinaldo y celebraban al amanecer.

En nuestros tiempos, el historiador Robert Ricard, tras analizar los métodos evangelizadores de las tres órdenes, concluirá: “Sin embargo, en el arte de fundar pueblos, civilizarlos y administrarlos se llevaban la palma los agustinos, verdaderos maestros de civilización”.

FUENTE: http://www.virgendeguadalupe.org.mx/boletin/articulos/agustino.htm