Coparticipacion Federal

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1 MORA Y OPORTUNIDADES PARA UN NUEVO REGIMEN DE COPARTICIPACION FEDERAL BUENOS AIRES, de enero de 2005 CPN Hugo Garnero y Lic. Verónica Ferraris 1.Introducción En los sistemas federales, los regímenes de coparticipación permiten compensar la diferencia entre las posibilidades de recaudar y las obligaciones de gastar que tienen los distintos niveles de gobierno. En general los gobiernos nacionales, por el diseño de las estructuras tributarias, recaudan más que lo que gastan y los locales tienen menores fuentes de recaudación y mayores obligaciones de gastos, por ello el excedente de los primeros se transfiere a los segundos. La coparticipación responde entonces a la necesidad de asignar dichos excedentes tributarios; que, en nuestro pensamiento, también debe servir para igualar oportunidades a todos los habitantes de nuestro país. Por ello, no existen países federales con total separación de fuentes tributarias. Estos sistemas han emergido por distintas razones. Por ejemplo, en los EEUU fue establecido en los ´60, para transferir excedentes federales a los estados, muy acotados en su nivel de gasto público por la “competencia tributaria” entre ellos, que limitaba su recaudación propia. Argentina, por el contrario, abandonó el sistema de separación de fuentes tributarias e incorporó un sistema de coparticipación de fuentes tributarias entre Nación y Provincias (Ley 12.139 cuya vigencia fue a partir del 1º de enero de 1935) y se implantó en 1935 por la razón contraria: la crisis del 30 fue enfrentada con el fortalecimiento de los ingresos nacionales. A través de un acuerdo, las provincias cedieron potestades tributarias (desde entonces concurrentes) a cambio de la transferencia de una parte de la recaudación de los nuevos impuestos sobre las ventas y las ganancias. Dicho régimen fue sufriendo prórrogas y modificaciones en distintas oportunidades que, como antecedentes, sirven de base para la discusión del sistema. En 1973 se sancionó una ley que constituyó un hito en esta materia ya que unificó los tres regímenes anteriores con la integración de una única masa coparticipable. La Ley 20.221 trató de transformar a la coparticipación federal en un mecanismo de coordinación tributaria con efectos redistributivos para lo cual adoptó el sistema de distribución

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MORA Y OPORTUNIDADES PARA UN NUEVO REGIMEN DE COPARTICIPACION FEDERAL

BUENOS AIRES, de enero de 2005 CPN Hugo Garnero y Lic. Verónica Ferraris

1.Introducción En los sistemas federales, los regímenes de coparticipación permiten compensar la

diferencia entre las posibilidades de recaudar y las obligaciones de gastar que tienen los

distintos niveles de gobierno. En general los gobiernos nacionales, por el diseño de las

estructuras tributarias, recaudan más que lo que gastan y los locales tienen menores

fuentes de recaudación y mayores obligaciones de gastos, por ello el excedente de los

primeros se transfiere a los segundos. La coparticipación responde entonces a la

necesidad de asignar dichos excedentes tributarios; que, en nuestro pensamiento,

también debe servir para igualar oportunidades a todos los habitantes de nuestro país.

Por ello, no existen países federales con total separación de fuentes tributarias. Estos

sistemas han emergido por distintas razones. Por ejemplo, en los EEUU fue establecido

en los ´60, para transferir excedentes federales a los estados, muy acotados en su nivel

de gasto público por la “competencia tributaria” entre ellos, que limitaba su recaudación

propia. Argentina, por el contrario, abandonó el sistema de separación de fuentes

tributarias e incorporó un sistema de coparticipación de fuentes tributarias entre Nación y

Provincias (Ley 12.139 cuya vigencia fue a partir del 1º de enero de 1935) y se implantó

en 1935 por la razón contraria: la crisis del 30 fue enfrentada con el fortalecimiento de los

ingresos nacionales. A través de un acuerdo, las provincias cedieron potestades

tributarias (desde entonces concurrentes) a cambio de la transferencia de una parte de la

recaudación de los nuevos impuestos sobre las ventas y las ganancias. Dicho régimen

fue sufriendo prórrogas y modificaciones en distintas oportunidades que, como

antecedentes, sirven de base para la discusión del sistema.

En 1973 se sancionó una ley que constituyó un hito en esta materia ya que unificó los tres

regímenes anteriores con la integración de una única masa coparticipable. La Ley 20.221

trató de transformar a la coparticipación federal en un mecanismo de coordinación

tributaria con efectos redistributivos para lo cual adoptó el sistema de distribución

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secundaria en base a parámetros que tenían en cuenta la situación de las provincias

menos desarrolladas. De manera que la distribución entre Provincias tenía en cuenta los

siguientes indicadores: 65% en relación a la población, 25% según la brecha de desarrollo

y el 10% restante por dispersión de la población.

La Ley 20.221 tuvo vigencia hasta fines de 1980 y fue prorrogada periódicamente hasta

1984. Posteriormente se firmaron convenios financieros transitorios con un sistema de

asignaciones durante los años 1985, 1986 y 1987.

Desde el año 1988 rige el denominado Acuerdo Financiero Transitorio, sancionado por la

Ley 23.548, en un contexto en el cual para arribar a un acuerdo se debieron abandonar

los criterios objetivos de reparto para dar lugar a una distribución secundaria de

coeficiente fijos para cada Provincia. Es decir que el sistema actualmente vigente desde

sus orígenes adolece de claros problemas en la fijación de los criterios de distribución por

la falta de objetividad en la asignación de recursos . Este régimen general convive,

además, con un conjunto de regímenes específicos de afectaciones (FONAVI, Fondo Vial,

etc.).

El desequilibrio de nuestro régimen federal se acentuó durante el período que precedió a

las reformas de principios de los ´90; pero la estabilización de la última década añadió

nuevas presiones al sistema fiscal federal, con un efecto paradójico: se sumaron

demandas a favor de la reforma del sistema, pero la profundización de la puja de

intereses hizo más complejos y difíciles de alcanzar los procedimientos y las condiciones

necesarias para concretarla.

A partir de año 1992, las sucesivas modificaciones de política tributaria, de asignación del

gasto público (descentralización de servicios) y política previsional han ido modificando

las relaciones fiscales y los mecanismos de distribución a través de la incorporación de

procedimientos ad hoc tales como precoparticipaciones, afectaciones específicas y

fijación -en distintos períodos- de montos mensuales mínimos y máximos (pisos y techos)

como mecanismos compensatorios de las variaciones en el coeficiente o la exclusión de

ciertos recursos de la masa coparticipable.

El régimen existente pasó a caracterizarse por ser sumamente complicado (por la gran

cantidad de detracciones específicas que se le hace antes de la distribución) a la vez que

ocasionó un ingreso formal del Sistema de Seguridad Social al “club de la

coparticipación”. El flujo de distribución de recursos en el ámbito de los especialistas en la

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materia, fue denominado “laberinto” para dejar en claro el grado de complejidad que

presenta.

Los temas anteriormente mencionados (falta de objetividad en los criterios de

distribución, excesiva complejidad en las afectaciones, ausencia de criterios dinámicos

para recalculo de coeficientes), como así también la prociclicidad del sistema tributario sin

la existencia de mecanismos compensadores que morigeren los ciclos económicos, han

hecho de la cuestión fiscal federal un tema muy complejo donde el reordenamiento

general del sistema es un elemento central para la definición de una política fiscal

intertemporal y su sustentabilidad de largo plazo. La importancia de la cuestión fiscal en el

marco de la evolución macroeconómica de la crisis ha quedado clara por la existencia

entre 1999 y 2002 de cuatro acuerdos federales (uno por año) ratificados por ley. A partir

de dicho año la cuestión federal – sin abordar en forma definitiva el núcleo central del

régimen de coparticipación – ha sido administrada por los acuerdos bilaterales con las

distintas provincias que constituyen el “Programa de Financiamiento Ordenado” y por las

reglas definidas por la ley 25.917.

A partir de lo anterior, entendemos que para lograr el objetivo de un nuevo régimen de

coparticipación federal primero hay que definir cual debe ser la responsabilidad de cada

nivel de gobierno en materia de gasto y recuros y esta definición está estrechamente

vinculada a tres principios: la descentralización, la equidad redistributiva territorial entre

regiones muy asimétricas social y económicamente y el diseño de la política tributaria

nacional.

La comparación entre los niveles de recaudación y gastos que tiene cada nivel de

gobierno determinan el grado de correspondencia fiscal.

Las provincias argentinas apenas cubren, en promedio, el 28% de sus gastos con los

tributos propios constituyendo un ejemplo de dependencia extrema de los recursos

federales (por ejemplo en los estados federales de la OECD dicha cobertura supera el

70%).

Las consecuencias institucionales de estos desequilibrios verticales de “falta de

correspondencia fiscal” son serias porque los gobiernos provinciales no ejercen una

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verdadera responsabilidad fiscal si su gestión de gasto aparece sustancialmente

desvinculada del esfuerzo y el riesgo de recaudar recursos entre sus contribuyentes para

financiar su funcionamiento..

2. El diseño federal y su instrumentación en el sistema de coparticipación. Un aspecto central del ordenamiento del sistema fiscal es la sanción de un régimen de

Coparticipación Federal de Impuestos. Desde lo técnico fiscal este régimen puede ser

visto como un criterio o regla de distribución de recursos entre distintos niveles de

gobiernos en un modelo donde una proporción de la recaudación de algunos impuestos

son compartidos en términos de financiamiento entre la Nación y las Provincias.

En términos macroeconómicos esté régimen tiene un alcance mucho más amplio: detrás

de sus reglas de distribución se sostienen y hacen viables un conjunto de políticas de

largo plazo. En este sentido cabe señalar que el régimen de distribución de recursos entre

Nación y Provincias está condicionado y condiciona un conjunto de políticas que exceden

la problemática propia de la distribución y son:

Desde la perspectiva conceptual:

el modelo de federalismo subyacente y los roles de los distintos estados subnacionales

y como se articulan entre sí

el modelo distributivo que cabe al Estado y los esquemas para subsanar las asimetrías

económicas y sociales subyacentes.

Desde la perspectiva de políticas estructurales:

La política tributaria

La asignación de competencias federales y provinciales en materia de prestación de

servicios y la correspondiente correlación con el gasto público.

La política previsional

En cuanto al Federalismo hace a la organización política del Estado en el cual las

actividades de cada nivel de gobierno están establecidas de un modo particular. El

modelo de federalismo que se proponga determina el rol que se asigne a los estados

nacional y provinciales, a las regiones pero también como se distribuye el poder de

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imposición y las competencias entre ambos y como se coordina su funcionamiento.

En este sentido el federalismo puede estar plasmado bajo un modelo de “competencia”

territorial y transforma la discusión del régimen en una discusión de intereses en conflicto

o en un modelo más constructivo de “coordinación” o formación de “gobernabilidad

ampliada” donde se adaptan posiciones de intereses comunes a administrar.

En términos de un modelo de juego es un modelo bajo el “gana” – “pierde” o del “gana” –

“gana”. A partir de lo anterior se articula un modelo de Federalismo Fiscal que refleja la

asignación de competencias de gasto y de tributación, y la existencia o no de

transferencias entre los distintos niveles de gobierno y las características y magnitud de

dichas transferencias.

En cuanto a la política distributiva, hace a la definición del rol nacional como

redistribuidor del ingreso y a la necesidad de que existan mecanismos de compensación

federal, esto último a través de mecanismos específicos (afectaciones) o generales

(índices correctivos redistributivos). La definición que se tome incide en la definición de

coeficientes de distribución primaria y secundaria, en el mantenimiento de sistemas de

afectación específica o en la recreación de fondos afectados para destinar a determinadas

actividades de promoción (por ejemplo, esquemas de matching funds). Entendemos que,

si bien el régimen de coparticipación no es el único instrumentos que tiene el Estado

Nacional para redistribuir recursos (en cuanto las políticas de ejecución directa son un

segundo instrumento compensador), si es el más importante por la magnitud de los

recursos involucrados.

El primer aspecto de políticas estructurales, la política tributaria, hace al diseño de la

competencia tributaria entre la Nación, las Provincias y los Municipios. Tiene aspectos

que exceden lo propiamente fiscal y que deben ser tenidos en cuenta al definir la relación

entre política fiscal y sustentabilidad de la economía real, tales como: el sesgo competitivo

y el sesgo distributivo (proporcionalidad o progresividad de la política tributaria) de la

tributación .

La definición de las potestades tributarias exclusivas y concurrentes inciden en la

definición de los recursos que ingresan a la masa coparticipable.

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En segundo orden es importante resaltar las cuestiones vinculadas al gasto público. Las

competencias federales, provinciales y locales, son un aspecto muy importante a tener en

cuenta. Aquí en el fondo debe definirse un conjunto de cuestiones vinculadas a la

descentralización de servicios aún no resueltas. Inciden en el régimen en dos niveles: a

nivel conceptual definiendo perfil de prestaciones a absorber por cada nivel de gobierno y

a partir de allí un “cuantum estimado” de la distribución; a nivel operativo porque cada

paso de competencias entre los distintos niveles de gobierno debe corregir los

coeficientes de distribución de recursos entre los distintos niveles de forma de garantizar

que quien se compromete a realizar las prestaciones reciba los recursos

correspondientes.

En cuarto lugar, la política previsional, como aspecto particular tanto desde la

perspectiva del gasto público (mantenimiento de las prestaciones de la seguridad social),

como de la política tributaria (cotizaciones vinculadas al trabajo y financiamiento del déficit

previsional) y de la distribución es un tema que por su relevancia y problemas

estructurales de financiamiento debe ser incluido en el debate.

La definición que se tome en estos cuatro aspectos y su articulación con el diseño de un

nuevo régimen de coparticipación federal no son neutrales: definirán la nueva

institucionalidad del federalismo, incidirán en la mayor o menor integración nacional, en

los grados de autonomía y de capacidad de gestión de los distintos niveles de gobierno y

en el modelo de redistribución social y geográfica del ingreso.

A estos aspectos, además, se suma el hecho que el sistema tributario y el sistema de

distribución en sí mismo es claramente procíclico. Por ello es necesario una revisión del

sistema en forma integral teniendo en cuenta que el gasto público debe propender a crear

mecanismos anticíclicos y no a profundizar los ciclos.

Junto con estos ejes de política pública debemos definir un modelo institucional para

administrar el régimen, esto es que esquema institucional, de organización, de formación

de voluntad y de atribución de competencias deben tener los distintos participantes del

régimen (nación y provincias). Dicho modelo debe avanzar en cuestiones institucionales

del sistema federal que exceden el régimen de coparticipación tales como la gestión del

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crédito público, la transparencia de la información fiscal y el control en la evolución de las

cuentas fiscales nacionales. Algunos avances en este sentido se han logrado con la Ley

de Responsabilidad Fiscal Nº 25.917 sancionada recientemente.

Una reforma del sistema federal que permita mejorar la calidad de vida de los ciudadanos

supone, además, el fortalecimiento de las funciones de planificación de mediano y largo

plazo de los organismos públicos de todos los niveles de gobierno, la transformación de

los procedimientos administrativos y financieros a las nuevas oportunidades que brindan

las tecnologías de gestión para mejorar la capacidad de gestión pública, la sustentabilidad

de las políticas y la transparencia de los actos públicos.

3. Aspectos claves del régimen actual que deberán ser atendidos en el proceso hacia un nuevo sistema de coparticipación

Hay consenso sobre los problemas actuales del régimen de coparticipación y en sentido

más amplio sobre el sistema de relaciones fiscales federales. Para el diseño del nuevo

régimen debemos partir del siguiente diagnóstico de base sobre el régimen de federal

actual:

La formación de la masa coparticipable es compleja y sufre reducciones por

excepciones.

El actual sistema es un esquema de distribución complejo y sin criterios objetivos de

asignación, ni capacidad de ajuste dinámico.

La distribución primaria y secundaria es rígida y no tiene para su corrección por

modificaciones en la política tributaria y con escasa correspondencia fiscal entre nación

provincias y entre provincias entre sí.

El actual sistema profundiza el carácter procíclico de la tributación y de las

transferencias por coparticipación.

Está basado en un sistema tributario regresivo, con elevado grado de evasión,

anticompetitivo, complejo y con baja armonización y limitada coordinación de las

administraciones tributaria nacional provincial y municipal

El sistema de seguridad social, cuyo financiamiento impacta en la política tributaria y en

el régimen de coparticipación, es deficitario y requiere recursos adicionales en forma

permanente, procíclico y está estrechamente vinculado a la evolución del empleo,

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profundizándose sus requerimientos de financiamiento en las crisis económicas.

Los procesos de transformación de la gestión pública tanto a nivel nacional como

provincial son incompletos y distan de haber alcanzado standares deseados de calidad

de prestaciones y eficiencia en el gasto público.

El sistema carece de estímulos a la mejora y eficiencia en la asignación de recursos, en

mejorar la capacidad tributaria de la propia administración y en la coordinación de la

administración tributaria y en la eficiencia del gasto público (el sistema no tiene

mecanismos de incentivos, ni premios o castigos)

Todo el esquema de los ´90s se fue construyendo como modificaciones transitorias. La

gravedad del problema fue identificada ya en la Reforma constitucional de 1994. De

hecho la Constitución de 1994 en su artículo 75 inc 3ro. fijó como objetivo la sanción de

un nuevo Régimen de Coparticipación Federal que debería ser aprobado antes de 1996.

Si bien a partir de dicho año, la sanción de un nuevo régimen de coparticipación ha formado parte de la Agenda Fiscal Federal, no ha podido diseñarse ningún proyecto de régimen que cuente con consenso suficiente para su tratamiento. 4. La cuestión fiscal federal: mora en su tratamiento y el “juego” de los actores actores.

La mora en el tratamiento de la cuestión federal no se debe a la falta de interés en la

materia sino a la importante complejidad y a los intereses contrapuestos entre los distintos

actores. En este contexto pueden identificarse los siguientes juegos de intereses:

Nación vs. Provincias, debate que se centra la discusión de la conformación de la masa

coparticipable, la asignación de la distribución primaria y que enfrenta, además de la

necesidad del conjunto de los fiscos de alcanzar el equilibrio fiscal, de atender las

presiones del gasto social y en infraestructura (principalmente en las provincias) y el

gasto previsional y de servicios de la deuda (principalmente en la nación)

Provincias grandes vs. provincias chicas. El régimen vigente redistribuye fuertemente

recursos originados en las "grandes" hacia las “chicas” de un modo muy arbitrario, que

no resulta de indicadores objetivos ni asegura bienes y servicios públicos a los pobres

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de las jurisdicciones más beneficiadas. Las "grandes" aspiran a una distribución más

racional y transparente. Y, como tienen una mayor recaudación potencial y mejor

capacidad administrativa, estarían dispuestas a asumir más responsabilidad en la

recaudación (aceptando el canje de más atribuciones tributarias por menor masa

coparticipable)

Buenos Aires, con intereses propios donde es la que más recibe en valores totales y

absolutos, pero también la que más población concentra, tiene más servicios sociales y

problemas de pobreza muy específicos. La "distribución secundaria" vigente la castiga

como consecuencia de una transacción política del gobierno nacional de 1983-89, que

logró que la Provincia "sacrificase" 10 puntos de su coparticipación para satisfacer las

aspiraciones de las provincias "chicas" gobernadas por la oposición. Por ello Buenos

Aires tiene un coeficiente de distribución bajo, aún con las correcciones incorporadas

en los ‘90 (23 % incluyendo las transferencias por todo concepto), cuando tiene el 38 %

de la población y 36% del PBI y aporta el 80 % del fondo redistribuidor implícito en el

régimen vigente (Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza lo

completan). Las aspiraciones de las restantes jurisdicciones -mejorar su participación

secundaria- chocan entonces con la aspiración de Buenos Aires de superar la

discriminación de más de 15 años.

Provincias entre sí por la definición de los índices de corrección de la correspondencia

fiscal (en particular cuánto deben incidir temas de pobreza por ingreso, de pobreza

estructural, densidad de población, capacidad tributaria, etc. en la fijación de

determinados índices correctores). Las provincias "chicas" aspiran a obtener nuevas

ventajas del reparto que las compense por su retroceso regional.

Teniendo en cuenta básicamente los dos últimos aspectos debe considerarse

importante la posibilidad de introducir indicadores que consideren las diferenciales de

capacidad tributaria teórica (y no real en base a sus más o menos eficientes sistemas

recaudatorios) y que trate de igualar las capacidades tributarias por un lado y el efecto

de la redistribución de los recursos, por la otra. De ser posible se incluyan los subsidios

directos o implícitos (como los gastos tributarios derivados de los regímenes de

promoción o subsidios explícitos que reciben algunas economías regionales)

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La Ciudad de Buenos Aires, es una aspirante al ingreso al régimen, hoy participa a

través del presupuesto del Gobierno Nacional. El tratamiento e inclusión de la ciudad

de Buenos Aires supone además la resolución de competencias tipícamente

provinciales hoy en manos del Gobierno nacional como son la seguridad, la justicia y el

servicio penitenciario.

En síntesis, nadie desea perder y todos desean aumentar su participación en el futuro.

Pero esto no es posible en igual medida.

Para encaminar la discusión es necesario fijar una política nacional. Esto no significa fijar

la posición del Estado Nacional en la cuestión; sino, por el contrario, establecer sobre los

distintos puntos de la agenda un objetivo común independientemente de las necesidades

del estado nacional y de los distintos estados provinciales.

Una vez fijados los objetivos nacionales, que reflejen una dimensión del conjunto del país

en pos de un federalismo equilibrado, deberán ir operativizándose las distintas variables

en un contexto donde “nadie pierda” respecto de un momento inicial definido en el

tiempo; pero que se incorporen mecanismos correctivos a futuro de forma que a mediano

plazo el sistema vaya equilibrándose en forma dinámica.

5. Los consensos alcanzados

Tanto la Reforma Constitucional de 1994 como los diversos Pactos Federales y

Compromisos Federales, el “Acuerdo Nación Provincias sobre Relación Financiera y

Bases de un régimen de Coparticipación Federal de Impuestos” de febrero de 2002 y la

ley de Responsabilidad Fiscal de 2004 han fijado un conjunto de consensos más o

menos amplios que permiten abordar el problema de la coparticipación.

La Constitución fija los siguientes principios:

El régimen se aprobará por una Ley Convenio elaborada en base a Acuerdos entre la

Nación y las provincias. Esto significa que el proyecto de Ley debe ser aprobado en

forma previa por Acuerdo de Gobernadores.

El régimen debe ingresar por el Senado,

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El régimen no puede ser modificado unilateralmente ni reglamentada.

Hay quienes agregan el tema de si es un régimen único y debaten la posibilidad que en

simultáneo funcionen otros regímenes especiales (por ejemplo combustibles).

Los procedimientos de distribución deben ser automáticos

La distribución entre la Nación, las Provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y

entre estas, deberá ser en relación directa a competencias y funciones con criterios

objetivos de reparto, equitativa y solidaria La creación de un Organismo Federal Fiscal con competencias de control y fiscalización

El Acuerdo Nación Provincias y la Ley de Responsabilidad Fiscal han adicionado a los

consensos constituciones los siguientes:

La constitución de un Fondo Anticíclico Fiscal, que morigere los efectos procíclicos del

ciclo económico en el sector fiscal;

La instauración de un régimen de transparencia de información de carácter obligatorio

de todos los niveles de gobierno;

La creación de mecanismos de coordinación del crédito público y del endeudamiento de

los gobiernos provinciales;

La necesidad, en el diseño del régimen, de evaluar funciones y servicios prestados por

el Estado Nacional y los Estados Provinciales

La necesidad de comprender en el diseño del régimen la armonización y financiamiento

de los regímenes provisionales.

La necesidad de analizar la simplificación y armonización impositiva, evaluar la

descentralización de tributos nacionales y autorizar la descentralización de la

recaudación y la administración a las provincias que así lo soliciten.

La coordinación de los organismos de recaudación.

La creación de nuevos indicadores de distribución sobre la recaudación adicional con

base en competencias y funciones que aumenten la correspondencia y la eficiencia

fiscal.

6. La agenda central de la coparticipación.

La agenda del sistema federal se compone de cuatro grandes capítulos:

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Política y administración tributaria La importancia de estos temas en la definición del régimen está definida por la asignación

de las potestades tributarias y la capacidad de generar un régimen dinámico que permita

acompañar los cambios tributarios con la correcta reasignación de recursos (dificultades

de esta naturaleza se han demostrado en las tensiones producidas con la creación del

monotributo y del impuesto a las transferencias bancarias y las compensaciones a los

cambios en las políticas tributarias sobre las nóminas salariales – seguridad social)

Podemos suponer dos realidades: la primera, que toda la reforma tributaria fuera

diseñada e implementada en forma previa a la redefinición del régimen de coparticipación;

la segunda, que ello no sucediera o que sólo contáramos con algunos principios que

regirán dicha reforma.

El primer caso, cuya probabilidad es muy baja, nos daría más certidumbre para abordar la

reforma del régimen, aún así siempre quedaría el problema de evitar que modificaciones a

la política tributaria generen efectos no deseados en el régimen de coparticipación; o que,

por características del régimen, toda reforma tributaria beneficie initencionadamente a

aquellos que no requieren de mayores recursos. Dados estos efectos adversos

esperables aún en la hipótesis de contar con una reforma tributaria previa debemos definir

un mecanismo mediante el cual, los efectos de modificaciones en la política tributaria

puedan ser neutralizados mediante el régimen de coparticipación.

En este contexto los grandes temas que se han identificado en este capítulo son:

Descentralización de Potestades Tributarias,la desdentralización de la recaudación o la

transformaciones en la participación de los gobiernos provinciales en la administración

tributaria de los recursos coparticipales como modos de incrementar la

correspondencia fiscal.

Profundización de los procesos de simplificación y armonización tributaria entre los

distintos niveles de gobierno.

Coordinación y colaboración de los organismos de recaudación de todos los ámbitos de

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gobierno

Tratamiento de las promociones industriales y no industriales, como gastos tributarios y

su incorporación en la definición de criterios de distribución primaria y secundaria.

Responsabilidad en los gastos

Los ´90 fueron un período de gran definición de descentralización de competencias entre

el Estado Nacional y los estados Provinciales. Dicho proceso, sin embargo, aún no se ha

concluido y quedan algunas cuestiones de principios generales y algunas políticas

particulares cuya redefinición no ha sido realizada. Esta situación está agravada por la

inconclusa Reforma del Estado, que mantiene niveles de gasto administrativo (gasto

burocrático) a nivel nacional sin justificativo suficiente y porque los procesos de

modernización de la gestión estatal nacional y provincial han perdido su dinamismo. En

particular durante fines de los ´90 se ha observado como los principios de las reformas de

los sistemas de administración financiera, profundizando la centralización operativa

anterior (incluso a diferencia de los principios declarados) han sido un instrumento clave

para la gestión de caja durante la crisis. Sin embargo han hecho colapsar la capacidad

administrativa de las áreas y, más aún, como no se ha avanzado en las reformas

administrativas y de los procesos de compras, la gestión presupuestaria es hoy altamente

ineficiente y obstruye el correcto y oportuno funcionamiento de las administraciones

nacional y provinciales.

La reasignación de competencias cabe resolver las siguientes preguntas:

que rol le cabe al Estado Nacional en materias donde la prestación de los servicios es

esencialmente provincial como lo es la salud, la educación primaria y secundaria y el

gasto social (políticas sociales compensatorias) y cual es su rol en el desarrollo de

infraestructura (dado que la mayor parte de los fondos de infraestructura se encuentran

descentralizados y se han construido mecanismos nuevos desde fines de los ´90).

En el mismo sentido si es razonable o viable preguntarse si es deseable continuar el

proceso de descentralización y, por ejemplo, avanzar sobre las universidades

(recordemos que éstas tiene un status de desconcentración particular a través de la

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figura de la autonomía) o el INSJyP (PAMI) o el tratamiento de servicios especiales en

la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (seguridad y justicia). Cada una de estas áreas

puede tener, desde ya, respuestas muy diferentes.

A partir de las respuestas anteriores debe tenerse principalmente en cuenta si es

deseable mantener a nivel del Estado Nacional instrumentos de políticas activas en

materia de política social (programas sociales focalizados, etc.) e infraestructura. Esto

significa si se desea mantener en el estado Nacional algún nivel de rol de redistribución

del ingreso y por lo tanto mantener cierto financiamiento para políticas compensatorias.

Cuál será la articulación definitiva del régimen de seguridad social (sistema provisional y

seguros por desempleo), sus mecanismos de cotizaciones y financiamiento y la

armonización de sistemas provisionales mantenidos por algunas provincias.

Cómo se financia el gasto de la recaudación de los impuestos coparticipables.

Es claro que estas respuestas suponen dos cosas: un enorme consenso sobre el diseño

de un nuevo ciclo de Transformación Estatal (cosa muy improbable en la medida que no

se ha avanzado en este tema en forma significativa por lo menos en los últimos cinco

años) o que debemos generar un principio general en la materia para que en todos los

casos citados sepamos como actuar a medida que se van definiendo los complejos temas

citados y que el régimen tenga un principio de autorrectificación (de la misma forma que

fue definido en materia de política tributaria)

Constitución y distribución de la masa coparticipable

Los temas identificados en este capítulo dan la imagen de ser absolutamente

instrumentales: qué recursos conforman la masa coparticipable, como se distribuyen,

cuanto corresponde a la Nación y cuánto a las Provincias (distribución primaria), cuánto a

cada provincia entre sí (distribución secundaria).

El problema es mucho más complejo y tiene por objetivo fijar un criterio de diseño de

indicadores para el cálculo y recálculo de coeficientes de distribución primaria y

secundaria.

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Esto es muy trascendente si consideramos que el régimen que se diseñe deberá ser

resistente (esto es tener mecanismos flexibles y transparentes de corrección de

coeficientes de distribución primaria y secundaria) a una reforma tributaria profunda

(que diseñada deberá ir instrumentándose progresivamente de forma de garantizar la

sustitución tributaria), una futura reforma previsional, una eventual descentralización de

servicios general o a una sola jurisdicción y a una eventual definición del rol del Estado

Nacional como responsable de la asignación de recursos públicos con criterio

redistributivo.

La agenda alcanza los siguientes temas:

Conformación de la masa coparticipable, régimen general y mantenimiento o no de

afectaciones específicas (fondos afectados y fondos fiduciarios). Aquí hay que analizar

si es conveniente mantener un único régimen o varios, con alternativas que van desde

sistemas tax by tax hasta fondos específicos de infraestructura. Lo que sí es claro que

aunque coexistan distintos sistemas cada uno tiene que tener independencia y no

como sucede hoy que los distintos sistemas se atraviesan o cruzan en distintas

instancias (precoparticipaciones, distribución diferencial de residuales, etc).

Distribución Primaria, su forma de cálculo y ajuste por coeficientes en base a las

capacidades tributarias y a un consolidado de gastos teórico (para neutralizar los

efectos de modificaciones en la política tributaria y de descentralización) y al gasto

tributario total y su distribución.

Distribución Secundaria, su forma de cálculo y ajustes de coeficientes en base a las

capacidad tributarias y a un consolidado de gastos teórico, siguiendo principios

consistentes con los que se establezcan para la distribución primaria.

Definición de coeficientes de participación secundaria con criterios devolutivos,

redistributivos (que compensen diferenciales de capacidad tributaria, de inequidad

social y de desigual distribución del ingreso) y de estímulo a la mejora en la eficiencia

en la recaudación y en el gasto fijándose la forma y periodicidad de cálculo de tales

coeficientes.

Fijación del “Momento Cero” del sistema , esto es cual es el período anual que se

considera base para calcular los montos excedentes que estarán sujetos a los

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coeficientes correctivos de la distribución primaria y secundaria.

Si no avanzamos en este sentido podremos encontrarnos frente a los mismos problemas

que hicieron emerger los numerosos pactos fiscales y debilitar el régimen: los efectos no

deseados de la política tributaria nacional, como así también la política previsional y la

posible descentralización futura de servicios deberán ser neutralizados mediante

acuerdos ad hoc.

Cuestiones institucionales de alcance federal

El régimen vigente tiene una institucionalidad acotada que se refleja en la Comisión

Federal de Impuestos cuya vigencia fue ratificada por el Capítulo III de le Ley 23.548 (art.

10mo y sigs.). Mejoras de esta institucional están por venir con la conformación del

Consejo Federal de Responsabilidad Fiscal previsto en la Ley 25.917.

El desafío de la construcción de un ámbito institucional adecuado hoy inexistente es el

camino crítico para pasar de un federalismo “competitivo” y “transaccional” a un

federalismo “cooperativo” donde las diferencias de niveles de gobierno y regionales sean

analizadas y resultas a la luz de un enfoque nacional integrador de necesidades y

diferencias.

La historia reciente es crítica y en particular las limitantes que ha tenido la Comisión

Federal de Impuestos para funcionar como organismo coordinador Nación – Provincias y

constituirse como un espacio relevante en el tratamiento de los temas fiscales federales:

ni el Estado Nacional ha utilizado el ámbito de dicha Comisión para tratar los temas

fiscales federales sino que ha realizado todas las gestión en ámbitos informales

constituidos ad hoc; ni la Comisión Federal de Impuestos ha equilibrado los conflictos

entre la Nación y las Provincias.

7. Algunas conclusiones para diseñar una estrategia sustentable. Muchas cosas han pasado en nuestro país desde 1996 año en que debía aprobarse el

nuevo régimen de coparticipación federal. La tensión fiscal permanente de las cuentas

públicas nacionales y provinciales posterior a la crisis del Tequila; la ruptura del ciclo

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ascendente de la recaudación; la mayor crisis económica, financiera y fiscal de nuestra

historia (2001-2002); fragmentación de la moneda (con cuasimonedas provinciales y

LECOPs como medio de financiamiento –emisión de deuda- compulsivo y poder de

circulación y pago) y un proceso de recuperación sin financiamiento adicional, sustentado

con recursos fiscales genuinos producto de nuevas imposiciones tributarias.

En este contexto es entendible, aunque de ninguna forma justificable, la mora en el

tratamiento de la coparticipación: un corto plazo incierto, exigencia de mayores recursos,

contexto fiscal adverso. Mantener la situación y continuar la política de enfoque parcial de

pactos fiscales ha permitido administrar la crisis pero no proyectar el largo plazo.

Sin embargo podemos decir que hemos entrado nuevamente en un ciclo de “normalidad”

en las relaciones fiscales federales. Y es tiempo de pensar y diseñar el largo plazo.

Mantener las soluciones transitorias sin aprovechar la oportunidad de tratar los temas de

fondo implica una pérdida de tiempo valioso y descuidar el armado de un diseño más

consistente orientado a prevenir nuevas crisis.

Para definir la estrategia a seguir en el rediseño del régimen de Coparticipación Federal

de Impuestos debemos tener en cuenta que es necesario crear consensos básicos ya alcanzados.

Es muy difícil que haya un nuevo diseño tributario integral en el corto plazo. Por otra

parte una reforma de amplio alcance tardará muchos años en implementarse y

solidificarse, fundamentalmente porque los reemplazos tributarios deben ser progresivos

para evitar reducción de recursos fiscales.

También es muy difícil que la solución integral al régimen de seguridad social sea

resuelta en el corto plazo año. Sin embargo, sea cual fuere el diseño final del régimen es

claro que deben sostenerse dos principios:

a) la armonización de los sistemas nacionales y provinciales, atendiendo a las

particularidades del empleo público y el tratamiento de las contribuciones

patronales en este contexto.

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b) el financiamiento federal de los déficit previsionales armonizados.

En base a estos principios es claro que el sistema de seguridad social es una parte en el

cálculo de la distribución primaria o secundaria que deberá ser resuelta a través un

sistema de “precoparticipación”, de la participación de los distintos niveles de gobierno en

la distribución primaria, o afectando impuestos en forma específica para el financiamiento

del régimen.

Por último es muy difícil que todos los aspectos de la descentralización de servicios

estén resueltos antes de la propuesta del régimen. En este contexto debemos fijar los

principios para corregir los coeficientes de distribución.

En síntesis, el régimen de coparticipación que se diseñe debe soportar la definición posterior de aspectos estructurales en la conformación de la masa coparticipable y la

asignación de gastos en diferentes niveles de gobierno con mecanismos de rápida

corrección de coeficientes de distribución.

El marco normativo debe fijar los principios a seguir y luego reglamentarse la

instrumentación. Esto alcanzará tanto los coeficientes iniciales de la distribución primaria y

secundaria, como a los coeficientes de corrección de la distribución actual cuando existan

mayores recursos.

Este contexto los plantea el diseño de un mecanismo de compleja instrumentación, de

correcciones graduales para reequilibrar el sistema a largo plazo. Sin embargo un nuevo

esquema de coparticipación abre un contexto institucional financiero que no soluciona las

restantes cuestiones que el Estado en todos sus niveles debe afrontar en forma prioritaria:

la mejora de la cobertura y calidad en prestación de sus servicios y de los procedimientos

administrativos que se aplican.

Si en la discusión priman las visiones de corto plazo o los múltiples intereses en conflicto

la alternativa será mantener las cosas como están para no generar nuevas asimetrías; si

en la discusión prima el diseño de país federal que los argentinos deseamos para los

próximo veinte años la discusión de la coparticipación tendrá oportunidad de llevar a buen

término.

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