Cornejo, Luis - El Capote (Barrio Bravo) [1955]

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El capotede Luis Cornejo

Cuento del libro Barrio Bravo1955

Donde termina el barrio hay un fundo que divide el tristemente clebre Canal de la Punta. Los nios juegan revolcndose en el pasto, encumbrando volantines o ventilando sus pleitos a puo limpio.Para llegar a estos potreros debe saltarse una parte estrecha del canal, donde ms de un chiquillo ha perdido la vida en demanda de los potreros para retozar como animalillos. Por las noches los frecuentan las parejas para juegos de otra categora, que a veces traen serias consecuencias meses ms tarde.En un rancho, viva un viejo carpintero, su mujer y su nica hija, una hermosa muchacha que, siempre, dejaba a su paso una corte de silbidos arrabaleros. Trabajaba en una confitera del centro y por las noches estudiaba en un instituto en que ensean de todo. Aprenda corte y confeccin.A la pandilla del Flaco Manguera le pareca algo creda, pues nunca respondi, ni siquiera, con una sonrisa, a sus piropos. El flaco Manguera, hombre de 22 aos, con varios robos a su haber, era el terror de esa esquina, cercana a la casa del carpintero; mujer que tuviera la osada de pasar sola despus de la diez de la noche deba sufrir las impertinencias de los secuaces. El carpintero, conociendo los modales de los pandilleros, iba a esperar a su hija a la calle Independencia y atravesaba la poblacin con ella, alejndola del peligro.El padre se enferm y, todas las noches la muchacha deba soportar las insinuaciones de la pandilla al regresar del colegio. Ella, como siempre, no les haca caso, enfureciendo al Flaco Manguera que le gritaba:Sitica! Tens que ser ma no ms!La muchacha trataba de no or, pero como aquello continuaba, una vez les pidi con cortesa, que no la molestaran. La pandilla no quiso entender y, sublevndose, empez a hacer avances atrevidos. Ella debi ponerlos nuevamente en su sitio y no les dirigi la palabra de nuevo.A pesar de estos inconvenientes, la muchacha se senta feliz de poder estudiar. El colegio era otra cosa; en l encontraba una juventud bulliciosa y emprendedora. En el establecimiento conoci a su primer amor, un muchacho que estudiaba mecnica dental. Como buen enamorado iba a dejarla a su casa, luego entr en ella, siendo muy bien recibido por el carpintero y su mujer. Este suceso los alegr ya que su hija estaba a salvo por esas peligrosas calles. No contaban con los celos de la pandilla del Flaco Manguera y especialmente del jefe de ella. Al ver a la pareja, el dictador se revolva las manos en el bolsillo del pantaln y rumiaba:Pero me las van a pagar! A m no me la quitan as no ms!Una noche que pasaron del brazo, coment:Miren la tonta con el pailn que le dio!Estoy seguro que no me aguanta dos combos el despatriao se! dijo el Rucio Chico.Y si le diramos un sustito al bacalao se, y as se cabrea ar tiro! propuso un tercero.En los nimos de la pandilla creca el malestar por la dicha de esos muchachos indiferentes a sus provocaciones.Ah viene! dice el Mecha eclavo.Djalos pasar! orden el jefe. Y cuando pase, veremos qu tal se porta el jetn.Se acercaban los enamorados y el Flaco Maguera rompi el ataque:Qu pasa, mijita, que anda del brazo de un infeliz como ste?El muchacho se detuvo y los mir desafiante. El jefe se plant ante l, diciendo fanfarronamente:Qu pasa, amigo, no le han sacudido la payasa, a estas horas?Y quin lo va a hacer?Yo pues, si no le molesta al carepescao! dijo riendo el Flaco Manguera.La muchacha persuadi a su compaero para que no siguiera la disputa.Hgale caso a su mamita, niito! Y es mejor que se pierda por estos laos, porque si no, a lo mejor, va a terminar en el canal.El muchacho inici la retirada por no exponerla. La pandilla lanz su carcajada amarilla y los despidi con insultos y guijarros por los talones.Ella le suplic que no volviera a acompaarla.No te preocupes, maana los quiero ver a esos matones!A la noche siguiente, esperaba la pandilla, confiada de su xito, la pasada de la nia.

El Flaco Manguera, al ver burlada su terminante orden de la vspera, los enfrent furioso:Quiubo ganchito, no le dije que no asomara la nariz por aqu!El muchacho lo mir indiferente, lo hizo a un lado y sigui su camino. El matn le dio un puntapi en el traste. El agredido, volvindose velozmente, le coloc un bofetn en plena mandbula, que lo hizo arar por el suelo. La pandilla se lanz sobre l, pero el muchacho, con un movimiento rpido sac el revolver y grit:Atrs! Atrs! Al que se acerque le meto un tiro! Lrguense de aqu!Los asaltantes quedaron paralizados. El Mecha eclavo dijo:Arranquemos cabros! este infeliz tiene ganas de meternos plomo!No se muevan! dijo el jefe No es revolver de verdad! De dnde lo iba a sacar este pobre ave? Vean cmo le tiembla la mano!. Y se acerc desafiante.No te acerques o disparo!Dispara, si soy valiente, infeliz! A m no me asustan con cuetes!No te acerques!El Flaco Manguera avanz, enrgico.Retumb la detonacin en el silencio de la noche.La pandilla qued helada. Por primera vez, estaban frente a un peligro real. Esto no era lo mismo que ver una pelcula. Aqu las balas estaban a dos metros de distancia y no haba nadie que admirara sus proezas de pistoleros.Est bien, cabro... est bien... si no es para tanto... dijo el Flaco Manguera y orden tomar las de villadiego.As, las cosas alcanzaron su punto de ebullicin y la pandilla revolva la venganza.Por la pucha que tengo rabia! dijo uno. Que un desconocido nos robe la harina y encima nos venga a vender el pan!Djalos que se azucaren no ms! dijo el jefe.Hay que darle su merecido a estos jetones! propuso el Rucio Chico.Claro! fue el clamor de todos. El jefe dijo:Bien muchachos, les daremos la torta a l por tirarse a guapo y a ella por despreciarnos! Le ensearemos a vivir a esta frunca!El Rucio Chico escupi y lanz la bravota.Qu tal si los machacamos bien machacaos hasta que vayan a parar al cementerio?No! Eso es poco! Hay que darles otro purgante a estas porqueras! indic el jefe.Cul?Un capote!Un capote! exclam la pandilla deslumbrada. El Flaco Manguera esboz su plan:La llevaremos al potrero del sauce maana mismo. Como el ato ese anda con revlver los dejaremos pasar y caeremos por la espalda y si se resiste le cortamos la guata. La cosa la haremos en grande. Como somos diez, doy permiso para que traigan cinco amigos de ustedes. La cosa es que la cabra quede fregada para siempre.Y si alguno anda enfermo?Lo revisaremos primeroClaro! exclam el Rucio Chico. La otra vez que me met en un capote, me pegaron la gotosa.Yo no permito que ninguno que ande cagao, se meta en el asunto aclar el jefe y al despedirse dio las ltimas instrucciones: Maana nos juntaremos aqu a las nueve de la noche. Y todos los tontos deben venir bien lavaos!Dnde podramos revisar el ganao?Uno propuso ir a su casa que por esa noche estaba desocupada. En un rancho blanqueado a carburo fueron pasando, uno por uno, delante del jefe y del Rucio Chico, que hicieron de entendidos en enfermedades venreas. Tres estaban enfermos. Se les dio la oportunidad de ser los ltimos , lo que aceptaron gustosamente. Hicieron el sorteo. El Flaco Manguera se reserv el primer puesto. Segundo y tercero salieron, debido a una trampa, el Rucio Chico y el Mecha eclavo, respectivamente.Bien, cabros, dejaremos pasar a los tortolitos. En la esquina, slo estarn el Rucio Chico y el Mecha eclavo. Nosotros estaremos agazapados contra la muralla del almacn espaol y, en cuanto pasen, nos dejaremos caer sobre ellos.La pareja se sorprendi al ver slo a dos de los pandilleros. Nadie les dijo nada y doblaron la esquina sin sentir el vuelo de una mosca. No haban dado cuatro pasos, cuando, sin saber como, cayeron a sus espaldas los conjurados. Sin darles tiempo para pedir socorro, en un segundo, los amordazaron y amarraron. Partieron con ellos rumbo al potrero elegido. Saltaron el Canal de la Punta. Botaron a la muchacha de espaldas en el pasto. Sentaron al muchacho enfrente, afirmado al tronco de un sauce, para que presenciara el acto. Los enfermos vigilaban, por si apareca la polica montada cerca del canal.El Flaco Manguera deba empezar la ceremonia. Ella se retorca en el suelo, apretando fuertemente las piernas. EL hombre chance:Ya pues, mijita, djeme sacarle los calzones.El estudiante, intilmente, haca esfuerzos violentos para zafarse de sus amarras. La muchacha segua debatindose. El jefe se irrit con esas resistencias y a tirones, le rasg la bata floreada, la celeste enagua y, por ltimo los blancos calzones. Ahora estaba desnuda. Los pechos sin desarrollo, palpitaban. EL Flaco Manguera ya estaba sobreexcitado. Subi sobre ella, pero la vctima no se entregaba. En el colmo de su desesperacin, jadeante, grit:Sujtenla de los brazos! Y branle las piernas!Fueron cumplidas sus rdenes. As el Flaco Manguera entr en la muchacha y rompi el velo virginal. Ella hincaba los dientes en la mordaza, de dolor, de impotencia y de placer. Porque, a pesar de todo, senta la satisfaccin de aquel himeneo forzado.Gotas de sangre junto al semen, regaron el pasto profuso y tierno.Despus, entr a lidiar el Rucio Chico. Ya no quedaba en ella ni la traicin de los sentidos; unos inmensos deseos de gritar.Y vino el tercero, el cuarto y el quinto. Sus piernas estaban embadurnadas. El muchacho, con nuseas, baj la vista. El Flaco Manguera, al advertirlo, le alz el rostro, tomndolo del pelo:Mira! Mira a la sitica de tu cabra! Mira paque te acords de esto!El muchacho intentaba refugiarse en el recuerdo del primer da. Cmo quedaron ambos paralizados, cuando se encontraron sus miradas. Cmo sus corazones palpitaban al estrechar, por primera vez, sus manos. Frente a sus ojos, sin embargo, seguan bajndose pantalones y piernas velludas entrelazndose a las piernas femeninas. No adverta que lloraba.Ella, con los ojos vacos, miraba las ajenas estrellas.Huyeron los cobardes, abandonando a su suerte a sus vctimas.Cuando el Flaco Manguera se despidi del Rucio Chico, le dijo:Siento la boca amarga.Yo tambin.All sobre el pasto quedaron ambos. Ninguno quera pensar en nada, hasta que el sol entibi sus cuerpos ateridos y sec el roco de la hierba.

FUENTE: Cornejo, Luis, El capote, Barrio Bravo, 1955, Imprenta Codina, Sptima edicin, 1986, Santiago de Chile.