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Segunda instancia-Sistema Acusatorio, N° 37.449Inés Mercedes Mendoza Mora y otras
Corte Suprema de Justicia
Proceso n.º 37449
CORTE SUPREMA DE JUSTICIASALA DE CASACIÓN PENAL
Magistrado Ponente
Dr. SIGIFREDO ESPINOSA PÉREZAprobado Acta Nº 372.
Bogotá, D.C., diecinueve de octubre de dos mil once.
V I S T O S
Se pronuncia la Corte respecto del recurso de apelación
presentado por el señor Joaquín María Parra, reconocido
como víctima, en contra de la providencia proferida por la Sala
Penal de Tribunal Superior de Bucaramanga (Santander), el
29 de agosto del cursante año, a través de la cual decretó la
preclusión de la investigación que solicitó la Fiscalía Sexta
delegada ante esa Corporación, a favor de las fiscales
seccionales INÉS MERCEDES MENDOZA MORA,
MARGARITA DIANA RAMÍREZ ESPINEL y CLAUDIA
JIMENA MARÍN MORA, quienes fueron denunciadas por el
primero como posibles autoras de la conducta punible de
prevaricato por acción.
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H E C H O S
Son narrados en el proveído impugnado, de la siguiente
manera:
“2.1. El 12 de octubre de 2004 falleció el señor Lodwing
Oseider Parra Colorado al estrellarse contra la camioneta
Chevrolet Luv 1995 conducida por Ever Marino Libreros Berón,
en momentos en que transitaban por la paralela a la autopista
en Bucaramanga.
2.2. Formulada la denuncia por delitos de homicidio y omisión
de socorro y realizadas las diligencias propias de la
investigación, la Fiscal Mendoza Mora al calificar el mérito
probatorio por medio de resolución del 25 de enero de 2006,
precluyó la investigación por la doble conducta, dispuso la
entrega definitiva de la camioneta y ordenó expedir copias
para investigar el comportamiento delictivo en que pudieron
incurrir los policías que concurrieron al lugar, y al parecer, no
auxiliaron el lesionado.
2.3. Correspondió esta nueva investigación preliminar a la
fiscal Ramírez Espinel, funcionaria que el 27 de septiembre de
2007 se inhibió para iniciar investigación penal en resolución
apelada por la defensa (sic)1 y confirmada por la Delegada
que, no obstante, ordenó identificar a los agentes de policía de
Floridablanca por supuesta omisión de apoyo, contra quienes
debería enderezarse la acción.
1 Dicho proveído, vale aclarar, fue apelado por el representante del Ministerio Público y no por la defensa como equivocadamente consigna el Tribunal.
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2.4. Posteriormente, el 12 de marzo de 2009, la fiscal Marín
Mora se inhibió de abrir investigación contra los Agentes de la
Policía, en resolución apelada que la Delegada confirmó.
2.5. Las decisiones anteriores no satisficieron al padre del
occiso, Joaquín María Parra, que denunció ante la Fiscalía
Delegada las actuaciones el 12 de abril del año en curso,
Fiscal que ahora solicita triple preclusión por atipicidad de las
conductas y que es la razón de esta providencia”.
ACTUACIÓN PROCESAL RELEVANTE
1. Denunciados los hechos anteriores por el ciudadano
Joaquín María Parra, la Fiscalía Sexta delegada ante el
Tribunal Superior de Bucaramanga (Santander) inició la
respectiva indagación, que culminó con resolución inhibitoria
el 14 de marzo de 2011.
Pero, al percatarse de que en el presente trámite era
aplicable la Ley 906 de 2004 y no el Código de Procedimiento
Penal de 2000, la misma dependencia anuló el proveído
inhibitorio, el 6 de mayo siguiente, y ordenó continuar con la
investigación, en la que reconoció como víctima al
denunciante Joaquín María Parra.
2. El 24 de mayo de 2011, el ente instructor presentó
escrito de preclusión ante la Sala Penal del Tribunal Superior
de Bucaramanga, invocando, a favor de las tres fiscales
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denunciadas, el numeral 4° del artículo 332 de la Ley 906 de
2004, esto es, la atipicidad de los hechos investigados.
2.1. El 7 de julio de este año, la Sala de Conocimiento
llevó a cabo la audiencia de preclusión, en la cual el
representante de la Fiscalía reseñó los pronunciamientos
cuestionados y alegó, en términos generales, que no se
configuraban los elementos estructurantes del delito de
prevaricato por acción.
En particular, señaló que en el proceso adelantado por
la fiscal Mendoza Mora, se acreditó que el homicidio fue
causado por culpa de la víctima. Su decisión preclusiva, al
igual que las resoluciones inhibitorias dictadas por las fiscales
Ramírez Espinel y Marín Mora, se ajustaban al cumplimiento
del deber legal y se tomaron bajo los postulados de
transparencia y autonomía judicial, en los términos del artículo
228 de la Constitución Política; por eso descartó, apoyado en
vasta jurisprudencia de la Corte, que fuesen “manifiestamente
contrarias a la ley”.
Adicionalmente, para justificar los pronunciamientos
inhibitorios con relación al ilícito de omisión de socorro, indicó
el funcionario que las heridas padecidas por el motociclista
Lodwing Oseider Parra Colorado revistieron tal gravedad, que
en el dictamen de medicina legal concluyeron los médicos
forenses que era imposible que sobreviviera a ellas y
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entonces, “aun con ayuda pronta, la idoneidad de esta se
tornaba superflua”.
2.2. La solicitud de preclusión fue respaldada por el
delegado del Ministerio Público y los defensores de las
indiciadas.
Solo se opuso a ella el representante de la víctima,
quien partió por aclarar que no tenía ninguna objeción frente a
la preclusión por la conducta punible de homicidio culposo,
como sí en la concerniente al delito de omisión de socorro,
respecto de la cual lamentó que no se hubiesen adelantado
las pesquisas necesarias para su esclarecimiento; por esa
razón, estimó, la Fiscalía no contaba con elementos de juicio
suficientes para inhibirse.
Insistió, también, en que los agentes de policía dejaron
transcurrir 27 minutos sin atender al lesionado Parra Colorado
y por este motivo incurrieron en grave omisión y vulneraron el
principio de solidaridad social, lo cual torna responsable al
Estado, de conformidad con los artículos 90 y 95 de la Carta.
2.3. Escuchadas las partes e intervinientes, el Tribunal
Superior de Bucaramanga aceptó la petición de precluir,
mediante providencia del 29 de agosto de la anualidad que
avanza, cuya lectura se realizó en audiencia del 6 de
septiembre siguiente.
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LA DECISIÓN DE PRIMERA INSTANCIA
Advirtiendo que el análisis sería conjunto para los tres
casos, el A quo aseveró, para empezar, que la pretensión de
la Fiscalía no solo era jurídica, sino que hacía justicia a las
fiscales “que a mala hora resultaron denunciadas”.
A continuación, sostuvo que no le asistía la razón al
representante de la víctima cuando invocó los artículos 90 y
95 constitucionales, por aludir estos a la justicia administrativa
y no a la penal, y porque no es cierto que respecto de la
conducta de omisión de socorro no existiese la prueba
necesaria para inhibirse, agregando que dicho interviniente
nunca especificó las evidencias o elementos materiales
probatorios echados de menos.
Contrario a ello, el Tribunal estimó que las tres
resoluciones tildadas de prevaricadoras poseían el soporte
probatorio necesario para decidir de fondo, conjugaban
separadamente un razonamiento serio y sólido, estaban
motivadas suficiente y debidamente, y no se fundaban en
“corazonadas, bravuconadas, arbitrariedades o caprichos”.
Así, luego de disertar sobre la configuración del delito de
prevaricato por acción y citar precedente de la Corte sobre el
tópico, insistió en que en ninguna de las decisiones
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cuestionadas se advertían caprichos, arbitrariedades o burdo
desconocimiento normativo, como tampoco desgano por el
expediente y la prueba.
En particular, de la providencia dictada por la fiscal
Mendoza Mora prohijó que hubiese considerado que el hecho
fue por culpa de la víctima, y destacó cómo uno de los
testigos que llegó a la escena del hecho alrededor de las 7:05
a.m., afirmó que ya no estaba el lesionado.
Y, en cuanto a la conducta punible de omisión de
socorro, resaltó que hubiese hecho consideraciones de tipo
psíquico para descartar el dolo, elemento subjetivo sin el cual
el ilícito no existe.
En lo concerniente a la resolución inhibitoria dictada por
la fiscal Ramírez Espinel por la misma infracción, afirmó que
se encontraba ajustada a derecho y no podía catalogarse de
equivocada, en la medida en que tuvo en cuenta la prueba
aportada, basada en los informes de las autoridades. Entre
ellas, el protocolo de necropsia, en el que se describen las
heridas padecidas por el occiso y se concluye que “NO PODÍA
SOBREVIVIR” al impacto sufrido, así de manera inmediata
hubiese recibido atención médica o trasladado a un centro
asistencial.
Además, como dicho comportamiento, de acuerdo a la
forma como está regulado en el artículo 131 del Código Penal,
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sólo se predica respecto de personas vivas o que aún tengan
la posibilidad de vida, la prueba científica determina que el
mismo no existió, y no por carencia del elemento subjetivo,
“sino por imposibilidad material, ontológica”.
Y si dicho pronunciamiento fue revocado en segunda
instancia, precisó la Sala de Conocimiento, no fue por algo
alusivo a la esencia del ilícito, sino a la falta de identificación
de los agentes comprometidos en el suceso.
Finalmente, con relación al proveído inhibitorio proferido
por la fiscal Marín Mora, aseveró que no comportaba
ilegalidad manifiesta ni error, ya que se fundó en el testimonio
de Leonardo Castillo Jiménez, quien escuchó el impacto,
concluyó –como todos- que el accidentado estaba muerto, lo
vió moverse, requirió el auxilio de los agentes que así lo
hicieron, y señaló que entre uno y otro momento apenas
pasaron de 10 a 15 minutos.
Con base en lo dicho por este declarante, que no fue
refutado por nadie, se puede colegir la ausencia de delito,
entre otras cosas porque la funcionaria fiscal lo cotejó con
otros elementos de juicio, concluyendo razonablemente que la
actuación policial, con la que ni siquiera se puso en peligro el
bien jurídicamente tutelado, no era reprochable.
Así, tras insistir en la ausencia de delito y en la falta de
soporte fáctico en el discurso del representante de la víctima,
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el A quo dispuso la preclusión de la instrucción a favor de las
indiciadas, y el archivo definitivo del diligenciamiento.
LA APELACIÓN
1. Aunque el apoderado de la víctima exteriorizó su
conformidad con la decisión preclusiva, su representado
expresó lo contrario y la impugnó.
En tal medida, el Tribunal admitió que en estos eventos
primaba la voluntad del último y por ello le concedió el uso de
la palabra al señor Joaquín María Parra, quien luego de ser
ilustrado sobre el objeto y finalidad de la apelación, de manera
confusa dió a conocer el motivo de su disentimiento, indicando
que los agentes que declararon en el proceso no fueron los
que estuvieron al momento del accidente, razón por la cual
acusa a las fiscales denunciadas de no tomar precauciones y
basarse en “agentes supuestos”.
Insistió, también, en que el accidente no ocurrió entre las
6:55 y 7 de la mañana, sino entre las 6 y 6:37, lo cual
demuestra que hubo 27 minutos de omisión de socorro por
parte de “estos señores”.
En sustento de sus asertos, aseguró que el croquis no
es exacto y volvió a cuestionar la falta de actividad de las
fiscales con miras a ubicar a los agentes, al tiempo que criticó
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que hubiesen dejado pasar varios años para finalmente
decretar la preclusión.
Así, tras insistir en que no aceptaba la determinación de
la Sala de Conocimiento, clarificó que su inconformidad se
centraba únicamente en lo atinente al delito de omisión de
socorro.
2. Provistos del uso de la palabra los no recurrentes, el
fiscal del caso y los representantes de la defensa al unísono
consideraron que el recurso no había sido sustentado, en la
medida en que el apelante, en vez de controvertir la decisión
de la Sala, se dedicó a enunciar las razones por las cuales
insistía en la configuración de la conducta punible de omisión
de socorro, aspecto éste ya superado.
3. El Tribunal, por su parte, aunque reconoció la falta de
fundamentación de la alzada, se amparó en el “principio de
caridad” para estimar válida la argumentación de la víctima. Al
efecto, dijo entender su dolor y falta de conocimientos
jurídicos, destacando que por lo menos expuso una serie de
circunstancias que podrían constituir “un sustento digámoslo
relativamente mínimo, así no sea debido”.
En esa medida, concedió el recurso y envió la actuación
a esta Corporación para los fines correspondientes.
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CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. Cuestiones previas.
La Corte es competente para conocer de los recursos de
apelación que se interpongan en contra de los autos que
profieran en primera instancia los Tribunales Superiores, de
conformidad con lo previsto en el numeral 3° del artículo 32 de
la Ley 906 de 2004.
En este evento, vale aclarar, se trata de la apelación
promovida directamente por la víctima, en contra de la decisión
interlocutoria dictada por la Sala Penal del Tribunal Superior de
Bucaramanga, consistente en precluir la investigación
adelantada por el delito de prevaricato por acción, en contra de
las doctoras INÉS MERCEDES MENDOZA MORA,
MARGARITA DIANA RAMÍREZ ESPINEL y CLAUDIA JIMENA
MARÍN MORA, en sus condiciones de fiscales seccionales de
esa ciudad.
En aras de un mejor entendimiento del asunto, la Sala
precisará el comportamiento que se le endilga a las
funcionarias investigadas, para luego abordar lo atinente a la
impugnación.
En efecto, la génesis de los procesos en los que se
dictaron las tres providencias tildadas de prevaricadoras, se
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remonta al martes 12 de octubre de 2004, cuando en la ciudad
de Bucaramanga ocurrió un accidente de tránsito en el que
perdió la vida el señor Lodwing Oseider Parra Colorado, quien
conducía una motocicleta que colisionó contra la camioneta
Chevrolet Luv conducida por Ever Marino Libreros Berón.
Los hechos anteriores dieron origen a la investigación
penal adelantada por la Fiscalía 29 Seccional de esa ciudad en
contra de Libreros Berón, a quien le fueron imputadas las
conductas punibles de homicidio culposo y omisión de socorro.
Dicho proceso, iniciado el 27 de octubre de 2004, culminó
el 25 de enero de 2006 cuando al calificarse el mérito
probatorio del sumario, la fiscal 29 seccional de Bucaramanga,
doctora INÉS MERCEDES MENDOZA MORA, dispuso la
preclusión de la investigación a favor de Libreros Berón “por los
punibles Homicidio En Accidente de Tránsito y Omisión de
Socorro”, y ordenó compulsar copias “para que por separado
se investigue la conducta en que pudieron incurrir las
autoridades de policía y tránsito que arribaron al lugar de los
hechos, tal como se expresó en la parte motiva de esta
resolución”.
La misma dependencia fiscal, en cumplimiento a lo
dispuesto en su proveído calificatorio, inició investigación
previa el 21 de febrero de 2006, con el fin de determinar lo
atinente al delito de omisión de socorro.
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Luego, el 21 de febrero de 2006, tras considerar que no
estaban individualizados los autores del hecho y que el mismo
no configuraba delito alguno, esa Fiscalía, para ese entonces
regentada por la doctora MARGARITA DIANA RAMÍREZ
ESPINEL, dictó la resolución inhibitoria que el 26 de marzo de
2008 fue revocada por el superior funcional, el cual ordenó que
se continuara con la investigación, con el fin de individualizar e
identificar a los agentes que intervinieron en el procedimiento
generado a raíz del accidente vehicular en el que perdió la vida
Parra Colorado.
Lo anterior dio lugar a una nueva indagación preliminar,
que aunque iniciada por el mismo despacho el 22 de abril de
2008, la finiquitó la Fiscalía 11 Seccional de ese municipio, a
cargo de la doctora CLAUDIA JIMENA MARÍN MORA, quien
dictó resolución inhibitoria el 12 de marzo de 2009, al estimar,
definitivamente, que no se estructuró el ilícito de omisión de
socorro.
En cada uno de los tres trámites fue reconocido como
víctima el señor Joaquín María Parra, padre del occiso Lodwing
Oseider Parra Colorado, quien en el curso de los mismos sentó
su voz de protesta por las decisiones adoptadas y presentó
múltiples denuncias y quejas en contra de los diferentes
funcionarios que por uno u otro motivo estuvieron relacionados
con las diligencias, ante diversas autoridades nacionales y
regionales, tales como esta Corporación, Corte Constitucional,
Vicepresidencia de la República, Ministerios de Defensa
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Nacional y del Interior y de Justicia, Procuraduría General de la
Nación, Consejo Superior de la Judicatura, Salas
Administrativa y Disciplinaria del Consejo Seccional de la
Judicatura de Santander, y Grupo de Control Disciplinario de la
Policía Nacional.
De igual modo, elevó varias reclamaciones ante la
Fiscalía General de la Nación, en una de las cuales denunció
penalmente a las fiscales INÉS MERCEDES MENDOZA
MORA, MARGARITA DIANA RAMÍREZ ESPINEL y CLAUDIA
JIMENA MARÍN MORA por el delito de prevaricato por acción.
Dicha denuncia, entonces, fue la que suscitó el presente
trámite en el que, conforme se consignó en el resumen del
decurso procesal, fue igualmente reconocido como víctima y,
en tal condición, apeló la decisión preclusiva dictada por la Sala
Penal del Tribunal Superior de Bucaramanga, por solicitud de
la Fiscalía Sexta delegada ante ese Colegiatura, la cual invocó
la causal 4° del artículo 332 de la Ley 906 de 2004, alusiva a la
atipicidad de los hechos investigados.
2. La legitimidad de la víctima para interponer y sustentar directamente el recurso de apelación, en contra del auto que decide la preclusión de la investigación.
En el marco del sistema penal acusatorio regulado por la
Ley 906 de 2004, la Sala se ha pronunciado en varias
ocasiones frente a la posibilidad que tiene la víctima de
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interponer y sustentar directamente el recurso de apelación en
contra del auto preclusivo, cuando no ostenta la condición de
abogado, tal y como ocurre en el presente evento, en el que,
adicionalmente, se adolece de falta de una debida
argumentación.
A continuación, entonces, se hará una reseña en la que
se indicará claramente cómo ha evolucionado la jurisprudencia
de la Corte en torno a esta temática, resaltando las diversas
posturas hasta aceptar, finalmente, no solo que sí es posible
que la víctima, así no sea profesional del Derecho, ejerza
directamente el contradictorio, sino también que incluso es
factible superar los defectos de fundamentación de la alzada.
2.1. En el auto de segunda instancia del 9 de diciembre
de 2010 (Radicado N° 34.782), la Sala ratificó el concepto de
víctima a la luz de la Ley 906 de 2004 y determinó que
ostentaba la prerrogativa de impugnar la preclusión de la
instrucción.
Sobre el primer tópico, trajo a colación precedentes de la
Corte Constitucional y de la propia Corporación para insistir en
que de acuerdo a lo previsto en el artículo 132 de la citada
normatividad, víctima es (i) la persona natural o jurídica (ii) que
ha sufrido un daño, (iii) individual o colectivo, (iv) como
consecuencia del delito. A su turno, el daño debe ser (i) real y
concreto y (ii) no necesariamente de contenido patrimonial.
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De igual forma, la Sala consideró que
“la intervención del titular de la acción civil dentro del proceso
penal puede estar determinada por su interés en la verdad, la
justicia y la reparación, sin que la pretensión ajena al ámbito
exclusivamente patrimonial torne ilegítima su condición de sujeto
procesal o imposibilite su intervención en el trámite, siempre que
subsistan los dos o uno de los restantes intereses y se demuestre el daño concreto respecto de ellos, que justifiquen
su presencia dentro de la actuación penal2.
En síntesis, para acceder al reconocimiento como víctima dentro
del proceso penal actual no basta con pregonar un daño genérico o potencial; además, es preciso señalar el daño real y
concreto causado con el delito, así se persigan exclusivamente
los objetivos de justicia y verdad y se prescinda de la reparación
pecuniaria”.
Bajo ese entendido, no se discute la condición de víctima
por parte del denunciante y ahora apelante Joaquín María
Parra, quien no solo fue reconocido como tal en los tres
trámites penales que se adelantaron a raíz de los hechos en
los que perdió la vida su hijo, sino también en el presente,
desde que fue asumido por la Fiscalía instructora, hasta la
audiencia de preclusión ventilada ante la Sala de
Conocimiento.
Ahora bien, retomando lo consignado en el auto del 9 de
diciembre de 2010, también allí la Corte señaló que no había
2 Cfr. Providencia del 10 de agosto de 2006, Rad. 22289.
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duda sobre la prerrogativa ostentada por las víctimas, de
impugnar la sentencia absolutoria “y, de contera, la preclusión
de la investigación, pues la misma les fue reconocida mediante
sentencias C-004 de 2003 y C-047 de 2006 de 2007 de la
Corte Constitucional”.
Sin embargo, al abordar el estudio de ese caso concreto,
aseveró que en tratándose de personas a quienes se les ha
reconocido la calidad de víctimas, en punto de su intervención
en audiencias donde se adopten decisiones como la preclusión
de la investigación, debía indicárseles la necesidad de designar
apoderado que las represente y si, eventualmente, manifiestan
la imposibilidad de sufragar los costos de un abogado y así se
verifica, se les deberá designar un profesional adscrito a la
defensoría pública.
Ello, por cuanto
“…[e]l acceso de la víctima al proceso penal debe ser efectivo y
no meramente formal, tal como lo ordena el artículo 229 de la
Constitución Nacional, razón por la cual la garantía de igualdad
de condiciones comporta el ejercicio material de las prerrogativas
que les han sido reconocidas.
En este sentido, nótese cómo desde la investigación la víctima
puede perseguir la verdad, la justicia y la reparación. Así mismo,
en esa fase pueden adoptarse determinaciones de carácter
jurídico lesivas para sus intereses, las cuales, por su carácter
técnico, sólo podrían ser controvertidas de manera efectiva por
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personas versadas en derecho, verbigracia, la aplicación del
principio de oportunidad, la celebración de acuerdos y
preacuerdos, la solicitud de medidas cautelares, la preclusión de
la investigación, entre otras.
Si ello es así, resulta contrario al acceso judicial efectivo de las
víctimas permitir que se enfrenten a situaciones tan complejas
como la sustentación de un recurso de apelación sin la
representación de un abogado.
Aún más, por regla general dentro del ordenamiento jurídico
colombiano, las partes deben acudir a los procesos
representados por abogado; por excepción y en los casos
expresamente previstos en la ley se puede actuar sin tal
representación”.
En suma, de la decisión proferida en el Radicado N°
34.782 se desprende claramente que la víctima (i) debe ser
previamente reconocida como tal, (ii) puede apelar el auto de
preclusión y, ante esa eventualidad, (iii) debe estar asistido por
profesional del Derecho, ya sea porque lo nombre directamente
o porque se le designe uno adscrito a la defensoría pública.
2.2. En el auto del 23 de febrero de 2011 (Radicado N°
35.678), la Sala, al conocer nuevamente de un recurso de
apelación promovido directamente por la víctima en contra del
proveído preclusivo, aprovechó la oportunidad para ocuparse
de la naturaleza del mismo, del tratamiento que debe dar la
judicatura a las discrepancias que surjan entre la víctima y su
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representante técnico, y de los requisitos de la sustentación del
recurso de apelación.
Con relación al primer tópico, reiteró su jurisprudencia
anterior, según la cual, la decisión que decreta la preclusión de
la instrucción no tiene el carácter de fallo3 sino de auto, motivo
suficiente para que su apelación deba ser sustentada en la
misma audiencia pública, al tenor de lo dispuesto por el artículo
90 de la Ley 1395 de 2010.
En lo concerniente al segundo punto, referido a las
discrepancias entre la víctima y su representante, la Corte
consideró que no era viable aplicar analógicamente el artículo
130 del Código Procesal Penal de 2004, el cual señala que “de
mediar conflicto entre las peticiones o actuaciones de la
defensa con las del imputado o procesado prevalecen las de
aquella”.
En efecto, además de recabar sobre los derechos de las
víctimas y su intervención en el marco del sistema acusatorio
penal, esto consignó sobre el particular:
“A diferencia de lo regulado sobre las discrepancias del
defensor y el imputado, no existe norma procesal que dirima las
divergencias que se puedan presentar entre la víctima y su
abogado. Por este motivo la decisión que adopte el Juez penal
3 Como erradamente parece considerarlo el Magistrado Ponente del asunto, quien en varias oportunidades, se constata en los registros escuchados, se refiere a la misma como “fallo”.
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ante una diferencia como ésta debe sustentarse en la garantía
de los derechos constitucionales y legales de la víctima, previo
análisis del contexto específico de cada audiencia y estudio de
las particularidades del respectivo caso.
Ha reiterado la jurisprudencia de la Corporación la importancia
que ha adquirido el derecho de las víctimas en el proceso
criminal al subrayar que existe un marco jurídico que reconoce
a éstas no solamente los daños que le ocasione el delito, sino
también la protección integral de sus derechos a la verdad y la
justicia para garantizar el principio de la dignidad humana. La
Corte Constitucional ha declarado la exequibilidad de
numerosas normas de la ley 906 de 2004 de manera
condicionada, en el entendido de que la mayoría de las
garantías de los imputados se extiendan a las víctimas, de tal
forma que las prerrogativas de éstas ocupan un lugar
destacado en el proceso penal y su papel no se limita a la
obtención de un resarcimiento de índole económica.
(…)
Bajo el anterior marco jurisprudencial, debe resolver el Juez
Penal los conflictos que surjan entre la víctima y su
representante técnico, teniendo en cuenta que la actuación de
las personas afectadas con el delito, en el nuevo modelo de
investigación y juzgamiento está explicada por el imperativo de
hacer efectivas sus prerrogativas a conocer la verdad de lo
sucedido y a obtener de manera expedita la correlativa justicia
material. El funcionario está en la obligación de hacer un análisis
pormenorizado y específico de cada una de las discrepancias
aludidas y resolverlas siguiendo el norte constitucional reseñado,
para determinar, cuál criterio debe primar, lo cual excluye la
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aplicación analógica del artículo 130 de la ley 906 de 2004 al
conflicto mencionado. Enfatiza la Sala que los problemas
jurídicos que se susciten sobre el particular exigen la
contemplación de las características del proceso
correspondiente, premisa que excluye una solución general,
abstracta y uniforme en todas las actuaciones penales.
Así las cosas, en el caso examinado acertó el a quo al definir,
frente al conflicto surgido entre RAMÍREZ ARBOLEDA y su
apoderado, que prevalecía el criterio de la víctima”.
Por estas razones, la Corte avaló que el A quo, frente a la
discrepancia presentada entre la víctima y su defensor de cara
a la apelación de la providencia preclusoria, hubiese dado
curso al trámite de la impugnación formulada por el primero,
permitiéndole así oponerse a la pretensión de la Fiscalía,
dentro de la perspectiva constitucional vigente.
Estos es, hizo prevalecer los criterios de la víctima en
contradicción con los de su representante, garantizándole así
sus derechos constitucionales como persona afectada con la
presunta conducta delictiva, pues, de haber aplicado
analógicamente el artículo 130 de la Ley 906 de 2004, no
habría tenido la oportunidad de expresar sus criterios sobre el
tema discutido y de acceder al Tribunal de cierre de la
Jurisdicción Ordinaria para que se pronunciara en relación con
lo que originó su disentimiento.
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No obstante lo anterior, opinó la Sala al asumir el estudio
del tercer punto, el respeto por los derechos de la víctima y la
prevalencia de su criterio sobre el de su defensor, no eximían
al apelante del cumplimiento de los requisitos de forma y fondo
inherentes a la sustentación del recurso de apelación.
En ese orden de ideas, se apoyó en el contenido del
artículo 90 de la Ley 1395 citada, alusiva a la debida
sustentación del recurso, para insistir en que es esta una
exigencia legal que no se cumplía con la simple manifestación
de oposición o inconformismo frente a la decisión y, por el
contrario, exigía una mínima formalidad en la exposición de
motivos y argumentos que propugnaran por la revocatoria o
modificación de la providencia cuestionada.
Al efecto, trajo a colación pronunciamiento anterior sobre
el tópico, para luego sostener que:
“La impugnación es la herramienta de carácter constitucional
que tienen las partes para controvertir la legalidad de la
providencia emitida. Por este motivo, el recurrente debe ser
claro y coherente al expresar las razones por las cuales
considera que la decisión cuestionada no se ajusta a las
normas procesales o sustantivas en las que se debe
fundamentar. Cualquier otra expresión o manifestación del
recurrente que no esté dirigida a demostrar esta inconsistencia
legal, no puede considerarse como sustento de la impugnación.
Ello no implica necesariamente el uso de un lenguaje técnico,
sobre todo cuando el recurrente no es abogado, como que
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basta la expresión de los argumentos de oposición presentados
en forma clara y comprensible”.
Como en ese evento la víctima optó por presentar y
sustentar ella misma el recurso de apelación en contra de la
providencia de preclusión, pero se abstuvo de cumplir con las
exigencias legales para su fundamentación, la Corte declaró
desierta la alzada, en la medida en que no hubo una censura
concreta a la legalidad y acierto del auto apelado, lo cual le
impedía confrontar las causales de inconformidad del
recurrente con el contenido del proveído respectivo y, por ende,
desatar el recurso.
En síntesis, de lo decidido en el Radicado N° 35.678, se
tiene que (i) se ratifica que la decisión de preclusión es auto y
no sentencia, (ii) las discrepancias entre la víctima y su
representante deben resolverse a favor de la primera, (iii)
puede ella, por tanto, apelar directamente el auto de preclusión,
(iv) aunque al efecto deba cumplir con los rigores de
fundamentación del recurso, so pena de que el mismo sea
declarado desierto.
Como en el caso anterior, la Corte mantuvo incólume la
facultad de la víctima de apelar directamente la decisión
preclusoria, pero dejó de lado la exigencia de que para tal
efecto tuviese que estar asistida por un profesional del Derecho
que se encargase de su sustentación.
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De esa forma, al no ostentar la victima la condición de
abogado, corría el riesgo de que su argumentación no fuese
adecuada ni suficiente, conduciendo la misma,
indefectiblemente, a que se declarara desierta su impugnación.
Ello fue matizado por la Sala en auto reciente, al cual se
hará referencia a continuación.
2.3. En efecto, en el auto del 21 de septiembre de 2011
(Radicado N° 36.852), resolviendo un caso similar a los
anteriormente mencionados, la Corte volvió a aludir a la
legitimidad de la víctima para impugnar el auto de preclusión.
En dicho asunto, el abogado que asistía a la víctima
renunció a su mandato en el curso de la audiencia de
preclusión, la que no obstante se llevó a cabo, toda vez que
aquella manifestó que no lo requería.
La Sala estimó irregular esa situación, porque si bien es
cierto que el artículo 229 de la Constitución Política defiere a la
ley determinar los casos en que una persona puede acceder a
la administración de justicia y actuar en causa propia, es decir,
sin representación de un abogado, no podía entenderse que en
tan trascendental diligencia, la víctima, sin ostentar esa calidad,
pudiera actuar directamente.
En concreto, esto aseveró:
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“En efecto, de acuerdo con el artículo 137-3 de la Ley 906 de
2004, para el ejercicio de sus derechos, no es obligatorio que
las víctimas estén representadas por un abogado, salvo a partir
de la audiencia preparatoria, de donde el a-quo concluyó que
en este caso donde ni siquiera se ha formulado imputación, la
víctima estaba autorizada para actuar directamente, esto es, sin
asistencia de un profesional del derecho o estudiante de
consultorio jurídico. Considera la Sala que, dada la
trascendencia de la audiencia de preclusión en la cual se
pretende poner fin a la actuación con lo cual se enervarían
algunos de los derechos de la víctima, sí resultaba oportuna y
necesaria la asistencia por parte de un profesional del
derecho…”.
Sobre todo en ese caso, agregó la Sala, en el que la
Fiscalía anunció el tratamiento de aspectos muy técnicos,
propios de las causales invocadas, que no podían ser del
manejo de una persona sin formación jurídica.
Esa situación, desde luego, trajo como resultado una
pobre argumentación por parte de la víctima apelante, que en
últimas la Corte decidió pasar por alto, anotando:
“No obstante lo anterior, la Sala procederá a pronunciarse sobre
las inquietudes planteadas por el denunciante ROMERO
CHAVES, y que constituyen el núcleo de su expresado disenso,
dando prevalencia al derecho sustancial como lo manda el
artículo 228 constitucional, siendo indiscutible la inconformidad
del recurrente con la preclusión decretada y su voluntad de que
fuese revisada por una instancia superior”.
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Esta decisión, que en principio pareciera contradecir lo
resuelto en las anteriores ocasiones, no lo hace, en la medida
en que una cosa es que haya discrepancia entre la víctima y su
defensor y otra muy distinta es la ausencia absoluta del último,
que es, precisamente, lo ocurrido en ese evento, en el que la
Sala decidió resolver la alzada superando los defectos de
fundamentación, para decidir de fondo sobre la preclusión
recurrida.
Armonizando todo lo anterior, se tiene entonces que (i) la
víctima puede apelar directamente la decisión de preclusión, (ii)
independientemente de que coincida con el criterio de su
defensor, (iii) aunque si decide hacerlo está obligada a cumplir
con la carga argumentativa, so pena de que se declare desierto
el recurso, (iv) a menos que durante la audiencia no esté
representado por profesional del Derecho, caso en el cual
puede admitirse la apelación.
3. El caso concreto.
Hechas las anteriores precisiones, en el estudio del caso
concreto, la Corte concluye que:
(i) El señor Joaquín María Parra fue reconocido como
víctima durante el presente trámite, tal como lo fue en las
investigaciones que adelantaron las fiscales denunciadas,
doctoras INÉS MERCEDES MENDOZA MORA, MARGARITA
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DIANA RAMÍREZ ESPINEL y CLAUDIA JIMENA MARÍN
MORA.
(ii) En esa condición, el señor Joaquín María Parra fue
convocado a la audiencia de preclusión, en la que estuvo
asistido por miembro activo del Consultorio Jurídico de la
Universidad Santo Tomás de Bucaramanga.
(iii) Durante la audiencia de preclusión, llevada a cabo el
7 de julio 2011, la Fiscalía invocó la causal 4ª del artículo 332
de la Ley 906 de 2004, esto es, la atipicidad de los hechos
investigados.
(iv) La solicitud de preclusión fue respaldada por el
delegado del Ministerio Público y los defensores de las fiscales
indiciadas, pero no por el representante de la víctima, quien se
opuso a ella, advirtiendo que las investigaciones adelantadas
por el delito de omisión de socorro4 no contaban con suficientes
elementos de juicio para decretarla.
(v) La Sala Penal del Tribunal Superior de Bucaramanga
aceptó la petición preclusiva, mediante auto del 29 de agosto
de ese año.
4 En efecto, tanto el representante de la víctima, como ella misma, señor Joaquín María Parra, dejaron claro desde el comienzo que su oposición se centraba única y exclusivamente en lo resuelto respecto de la conducta punible de omisión de socorro, marginando del debate lo decidido en lo concerniente al ilícito de homicidio culposo.
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(vi) En audiencia de lectura celebrada el 6 de septiembre
siguiente, el delegado del Ministerio Público, los defensores de
las fiscales investigadas y el representante de la víctima,
manifestaron su aquiescencia con lo decidido por el Tribunal.
(vii) Sólo la víctima se mostró inconforme con la decisión
preclusiva, exteriorizando su deseo de impugnarla.
(viii) Ante la disparidad de criterios entre la víctima y su
representante en lo tocante a la apelación del auto de
preclusión, la Sala de Conocimiento aplicó el precedente de la
Corte del 23 de febrero de 2011 (Radicado N° 35.678), en
virtud del cual hizo primar la voluntad de la primera.
(ix) La sustentación del recurso por parte de la víctima fue
confusa y precaria, en la medida en que no atacó los
fundamentos de la providencia preclusoria, sino que se limitó a
criticar, de manera muy genérica, la prueba testimonial y
documental que fue el soporte de las resoluciones de
preclusión e inhibitorias dictadas por las fiscales denunciadas,
a las que igualmente reprochó por su falta de actividad.
Dejó claro, en todo caso, que no compartía lo resuelto en
torno a la conducta punible de omisión de socorro, para lo cual
reiteró que los hechos no ocurrieron a la hora determinada por
las funcionarias.
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(x) Al ser provistos del uso de la palabra como no
recurrentes, el delegado del Ministerio Público y los
defensores de las indiciadas coincidieron en afirmar que no
había sido sustentado, toda vez que el apelante, en vez de
controvertir la decisión de la Sala, se dedicó a enunciar las
razones por las cuales insistía en la configuración de la
conducta punible de omisión de socorro, aspecto éste ya
superado.
(xi) El Tribunal reconoció esa falta de fundamentación de
la alzada, pero se amparó en el “principio de caridad” para
estimar válida la argumentación de la víctima, pues, entendía
su dolor y falta de conocimientos jurídicos, destacando que por
lo menos expuso una serie de circunstancias que podrían
constituir “un sustento digámoslo relativamente mínimo, así no
sea debido”.
(xii) Para la Corte, no hay duda alguna de que la víctima
se abstuvo de cumplir con las exigencias legales para la
fundamentación del recurso de apelación, en la medida en que
no hubo una censura concreta a la legalidad y acierto del auto
apelado. De esta manera, resulta imposible confrontar las
razones de su inconformidad con el contenido del proveído y,
por ende, desatar el recurso.
Es que, vale aclarar, unas son las razones que tuvieron
las servidoras judiciales investigadas para declarar que no se
estructuraba el delito de omisión de socorro, y otras muy
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diferentes las invocadas por el A quo para precluir la
instrucción adelantada en contra de ellas por un probable delito
de prevaricato por acción.
La víctima apelante, a no dudarlo, circunscribió su ya de
por sí precaria sustentación del recurso al primer aspecto, el
cual es ajeno al tema penal debatido y en contraste omitió por
completo el segundo, ligado directamente a la discusión
jurídica propia de la audiencia de preclusión. Esa circunstancia,
se reitera, impide a la Corte conocer los aspectos del
pronunciamiento atacado de los que se predica el agravio y le
imposibilita, por consiguiente, para resolver el recurso.
En este orden de ideas, conviene recordar que sobre la
carga de argumentar el recurso de apelación, en reiteradas
ocasiones la Sala ha precisado que5:
“Si bien el derecho fundamental al debido proceso de que trata
el artículo 29 de la Carta se concibe como un conjunto de reglas
y principios a los que debe someterse la acción del Estado, de
modo que ésta no resulte arbitraria, no menos cierto es que la
intervención y actividad de los sujetos procesales y de terceros
tampoco queda a la discrecionalidad de los mismos, pues es
claro que varios de los elementos que hacen parte de dicha
garantía, dada su estructura lógica, admiten limitaciones o
condicionamientos que no tienen finalidad distinta que la de
garantizar su vigencia y asegurar el equilibrio de los diversos
intereses que se confrontan en el ámbito del proceso.
5 Auto del 16 de enero de 2003, Radicado 18.665.
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Así, siendo que el proceso penal, según lo señaló la Sala en
decisión del 15 de marzo de 1.999 con ponencia del Magistrado
Dr. Carlos Eduardo Mejía, es, en esencia, un escenario de
controversia, a través del cual el Estado ejercita su derecho de
investigar, juzgar y penar las conductas prohibidas por el
ordenamiento jurídico, no obstante lo cual, esa actividad, en
virtud del principio de legalidad, no puede desarrollarse de
manera arbitraria, es a la vez incuestionable que su
adelantamiento se encuentra sometido a un conjunto de reglas
determinadas por el legislador a las que también deben someter
su actividad los sujetos procesales y los funcionarios judiciales“.
(rad.18619, segunda instancia. 19 de noviembre de 2002. M. P.
Dr. Carlos Augusto Gálvez Argote).
En el caso que ocupa la atención de la Sala, el impugnante no
cumplió con la carga de señalar en concreto las razones de su
inconformidad con la providencia recurrida, ya que en la primera
parte de su escrito se limita a afirmar, genéricamente, que la
funcionaria judicial debió ser condenada, al haber transgredido
gravemente la ley penal, y que su comportamiento fue doloso, sin
ni siquiera percatarse que fue absuelta por ausencia de tipicidad
normativa, como quiera que el Tribunal consideró que las
decisiones tomadas “si bien hipotéticamente” podrían ser
contrarias a la ley no lo eran de manera ostensible, sin que el
apelante hubiera dedicado un solo renglón a exponer porqué, en
su criterio, sí lo eran.
En la última parte simplemente remite a los argumentos
expuestos por el Fiscal y la Agente del Ministerio Público en el
acto de la audiencia pública, como si ellos no hubieran sido
analizados y no compartidos en la sentencia impugnada.
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En otros términos, remitirse a lo expresado con antelación a la
providencia que se recurre, no puede considerarse como
sustentación, teniendo el recurrente el deber de indicarle a la
Sala, si estimaba que tales sujetos procesales tenían razón, los
motivos concretos y precisos por los cuales han debido ser
compartidos y, por lo tanto, por qué el Tribunal se equivocó”.
Todo lo anterior es válido en tratándose de la sistemática
acusatoria implantada por la Ley 906 de 2004 que se aplica en
este evento, en la que la carga procesal de argumentar
inicialmente cambió de escenario, pues, con su entrada en
vigencia se llevaba a cabo en la segunda instancia, pero con
ocasión de la expedición de la Ley 1395 de 2010, ahora debe
realizarse de frente al funcionario de primer grado, ante el cual
el recurrente tiene el deber de exponer los fundamentos de su
disenso, presentándose en esa sede un verdadero debate.
Y al efecto, precisa la Sala, no es que se reclame del
impugnante una específica técnica o el seguimiento estricto de
líneas argumentales, sino que, cuando menos, para que se
entienda una verdadera controversia, al apelante le corre la
obligación de señalar en concreto las razones del disenso con
lo decidido, para cuyo efecto, huelga anotar, el objeto sobre el
cual debe recaer su discurso no puede ser otro diferente a la
providencia misma.
No sobra recordar, en este sentido, que
independientemente de la mayor, menor o nula formación
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jurídica del apelante, lo exigido es establecer con claridad, a
través de la correspondiente exposición de premisas fácticas y
jurídicas, una mejor solución a la planteada por el funcionario, o
determinar el yerro en el que incurrió este.
El que se trate, el recurrente, de la víctima, no faculta
pasar por alto tan precisas exigencias, ni mucho menos, otorga
una especie de habilitación para que en segunda instancia
–dentro de un supuesto principio de “caridad”, por completo
ajeno a lo que las exigencias legales postulan-, el funcionario
judicial aborde el conocimiento del asunto, como si se tratase
de una suerte de consulta del fallo y no de la impugnación del
mismo, entre otras razones, porque si se asume, digamos, de
oficio, la tarea de verificar la integridad de lo decidido, ante la
impropiedad o vaguedad de la crítica, no solo se vulnera de
manera profunda el principio de imparcialidad, sino que se
pasa por alto el de competencia, visto que precisamente la
legitimidad del pronunciamiento del ad quem, viene dada por
las razones del disenso y lo íntimamente ligado a ello.
Ello, para lo debatido, porque esa “caridad” pregonada
por el Tribunal resulta por completo inoficiosa o innecesaria,
dado que la víctima, se resalta, estaba acompañada de
defensor idóneo, quien con sus conocimientos técnicos advirtió
la impropiedad de la apelación.
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Entonces, si en contra del consejo autorizado del
profesional del derecho encargado de asistirla, la víctima
estima necesario apelar, lo menos que puede exigírsele es que
lo haga de manera clara y precisa, señalando el yerro de la
decisión que controvierte, dado que ninguna desprotección
puede pregonarse existir en su caso y para que, finalmente, la
impugnación comporte un mínimo de seriedad y respeto a
parámetros básicos.
Por lo anterior, se itera, se declarará desierto el recurso
presentado por la víctima.
En mérito de lo anteriormente expuesto, la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia en nombre de
la República y por autoridad de la ley,
R E S U E L V E
DECLARAR DESIERTO el recurso de apelación
presentado por la víctima, en contra del auto de preclusión
dictado por el Tribunal Superior de Bucaramanga el 29 de
agosto de 2011, a favor de las fiscales INÉS MERCEDES
MENDOZA MORA, MARGARITA DIANA RAMÍREZ ESPINEL y
CLAUDIA JIMENA MARÍN MORA, quienes fueron denunciadas
como posibles autoras de la conducta punible de prevaricato
por acción.
Página contiene parte resolutiva y firma de los 9 MagistradosSegunda instancia sistema acusatorio N° 37.449 –Desierto recurso-
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Contra este interlocutorio no procede recurso alguno.
Comuníquese, cúmplase y devuélvase a Tribunal de
origen.
JAVIER DE JESÚS ZAPATA ORTIZ
Comisión de servicio
JOSÉ LUIS BARCELÓ CAMACHO JOSÉ LEONIDAS BUSTOS MARTÍNEZ
FERNANDO A. CASTRO CABALLERO SIGIFREDO ESPINOSA PÉREZ
MARÍA DEL ROSARIO GONZÁLEZ MUÑOZ AUGUSTO J. IBÁÑEZ GUZMÁN
LUIS GUILLERMO SALAZAR OTERO JULIO ENRIQUE SOCHA SALAMANCA
NUBIA YOLANDA NOVA GARCÍASecretaria