Cortés Duverger

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521 RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS Christian Duverger, Cortés, Paris, Fayard, 2001, 493 p. (Traducción al espa- ñol, México, Taurus, 2005, 500 p.). De entrada, este libro preocupa y plantea problemas. La bibliografía no sólo es muy escueta, sino que el autor ignora las principales obras, tanto en inglés como en español y en francés, lo cual no deja de sor- prender. Citemos los trabajos de R. S. Chamberlain, el Cedulario Corte- siano, la Residencia de Cortés publicada en México en 1852, 1 los diversos coloquios recientes dedicados a Cortés, 2 las obras fundamentales de F. Morales Padrón, las biografías de otros conquistadores de México, 3 sin hablar de nuestros propios estudios, 4 obras todas que, de haberlas con- sultado, hubieran permitido a Christian Duverger evitar tantos errores. Así, Jerónimo de Aguilar no es “un eclesiástico como Las Casas” (p. 11) sino un diácono; Francisco de Salcedo no llegó con 70 hombres (p. 163) sino con una docena; no le cortó todo el pie a Gonzalo de Umbria (p. 166) sino solamente unos dedos; no hubo ocho mujeres entre los castellanos durante la guerra de conquista (p. 249) sino unas veinte, de 1 Sumario de la residencia tomada a don Fernando Cortés gobernador y capitan general de la Nueva España y a otros gobernadores y oficiales de la misma, paleografía de I. López Rayón, 2 v., México, 1852, 457 + 509 p. 2 “Hernán Cortés, hombre de empresa”, en Primer congreso de la Asociación Española de Americanistas (Badajoz, 1985), Valladolid, Museo de Colón, 1985, 351 p.; “Hernán Cortés y su tiempo”, Actas del congreso Hernán Cortés y su tiempo, V Centenario (1485-1985), Mérida, Junta de Extremadura, 1987, 826 p.; Cortés. Navegante, político, arquitecto, economista y literato, México, Patronato mexicano del V Centenario de Cortés, A. C., Diana, 1992, 467 p. 3 Jesús M. García Añoveros, Pedro de Alvarado, Madrid, Historia 16, 1987, 159 p.; Antonio Gutiérrez Escudero, Pedro de Alvarado, el conquistador del país de los quetzales, Ma- drid, Anaya, 1988, 127 p.; John Eoghan Kelley, Pedro de Alvarado, conquistador, New York, Kennikat Press, 1971 [1932], 279 p.; Adrián Recinos, Pedro de Alvarado, conquistador de México y Guatemala, México, Fondo de Cultura Económica, 1952, 263 p.; Ignacio López Rayón, Proceso de residencia contra Pedro de Alvarado y Nuño de Guzmán, publicado por Ig- nacio López Rayón, México, 1847, 304 p.; Clinton Harvey Gardiner, The constant captain Gonzalo de Sandoval, Carbondale, Southern Illinois University Press, 1961, 221 p.; la lista de los “olvidados” sería demasiado larga si incluyéramos los libros y los artículos dedica- dos a otros conquistadores tales como Bernal Díaz del Castillo, Martín López, Jerónimo de Aguilar, etcétera. 4 Bernard Grunberg, L’univers des conquistadores. Les hommes et leur conquête dans le Mexique du XVIe siècle, Paris, L’Harmattan, 1993, 415 p.; Histoire de la conquête du Mexique, Paris, L’Harmattan, 1995, 286 p.; Dictionnaire de conquistadores de Mexico,Paris, L’Harmattan, 2001, 633 p.

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christian duverger, Cortés, Paris, Fayard, 2001, 493 p. (traducción al espa-ñol, México, taurus, 2005, 500 p.).

de entrada, este libro preocupa y plantea problemas. la bibliografía no sólo es muy escueta, sino que el autor ignora las principales obras, tanto en inglés como en español y en francés, lo cual no deja de sor-prender. citemos los trabajos de r. s. chamberlain, el Cedulario Corte-siano, la Residencia de cortés publicada en México en 1852,1 los diversos coloquios recientes dedicados a cortés,2 las obras fundamentales de F. Morales Padrón, las biografías de otros conquistadores de México,3 sin hablar de nuestros propios estudios,4 obras todas que, de haberlas con-sultado, hubieran permitido a christian duverger evitar tantos errores. así, Jerónimo de aguilar no es “un eclesiástico como las casas” (p. 11) sino un diácono; Francisco de salcedo no llegó con 70 hombres (p. 163) sino con una docena; no le cortó todo el pie a Gonzalo de umbria (p. 166) sino solamente unos dedos; no hubo ocho mujeres entre los castellanos durante la guerra de conquista (p. 249) sino unas veinte, de

1 Sumario de la residencia tomada a don Fernando Cortés gobernador y capitan general de la Nueva España y a otros gobernadores y oficiales de la misma, paleografía de i. lópez rayón, 2 v., México, 1852, 457 + 509 p.

2 “hernán cortés, hombre de empresa”, en Primer congreso de la Asociación Española de Americanistas (Badajoz, 1985), Valladolid, Museo de colón, 1985, 351 p.; “hernán cortés y su tiempo”, Actas del congreso Hernán Cortés y su tiempo, V Centenario (1485-1985), Mérida, Junta de extremadura, 1987, 826 p.; Cortés. Navegante, político, arquitecto, economista y literato, México, Patronato mexicano del V centenario de cortés, a. c., diana, 1992, 467 p.

3 Jesús M. García añoveros, Pedro de Alvarado, Madrid, historia 16, 1987, 159 p.; antonio Gutiérrez escudero, Pedro de Alvarado, el conquistador del país de los quetzales, Ma-drid, anaya, 1988, 127 p.; John eoghan Kelley, Pedro de Alvarado, conquistador, new York, Kennikat Press, 1971 [1932], 279 p.; adrián recinos, Pedro de Alvarado, conquistador de México y Guatemala, México, Fondo de cultura económica, 1952, 263 p.; ignacio lópez rayón, Proceso de residencia contra Pedro de Alvarado y Nuño de Guzmán, publicado por ig-nacio lópez rayón, México, 1847, 304 p.; clinton harvey Gardiner, The constant captain Gonzalo de Sandoval, carbondale, southern illinois university Press, 1961, 221 p.; la lista de los “olvidados” sería demasiado larga si incluyéramos los libros y los artículos dedica-dos a otros conquistadores tales como Bernal díaz del castillo, Martín lópez, Jerónimo de aguilar, etcétera.

4 Bernard Grunberg, L’univers des conquistadores. Les hommes et leur conquête dans le Mexique du xvie siècle, Paris, l’harmattan, 1993, 415 p.; Histoire de la conquête du Mexique, Paris, l’harmattan, 1995, 286 p.; Dictionnaire de conquistadores de Mexico,Paris, l’harmattan, 2001, 633 p.

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las cuales se conocen los nombres de trece; sandoval murió en Palos y no en niebla (p. 323); Juan de herrera, presentado como el conquis-tador que cortés mandó a roma para que el Papa legitimara a sus hijos (p. 334), no es un conquistador (duverger lo confunde con el conquis-tador Juan Pérez de herrera). en cuanto al descubridor Francisco her-nández de córdoba, nada autoriza a identificarlo como un pariente del gran capitán Gonzalo hernández de córdoba (p. 423). señalaré tam-bién que en el mapa de la página 38 se ubica santander ¡en asturias! las definiciones de ciertas palabras son erróneas o incorrectas (alcalde, encomienda, escribano, vecino, etcétera); duverger no duda en escribir que cortés, escribano de azua, por su función es un ¡“tipo de prefecto [gobernador] con funciones embrionarias”! (p. 85). acerca de los gran-des descubrimientos, el autor no vacila en afirmar que los portugueses, en 1481, ya habían descubierto américa (p. 51), y en particular Brasil (p. 52). asimismo retoma la vieja teoría del origen judío de cristobal colón, teoría abandonada hace ya muchos años, e indica que colón sabía exactamente a dónde iba desde antes de su viaje (p. 52), contra-riamente a todo lo que sabemos y sin proporcionar ninguna prueba. todos estos errores se hubieran evitado al leer obras recientes de espe-cialistas sobre estas cuestiones, en particular los trabajos de consuelo Varela.5 duverger está también equivocado cuando habla del genocidio en santo domingo (p. 105).

el autor presenta digresiones más o menos largas sobre la historia de la españa de los reyes católicos, el descubrimiento de américa, cristobal colón, ovando, santo domingo y los taínos, carlos V, etcé-tera. nunca remite duverger a estudios serios al respecto, lo que lo lleva a emitir clichés y lugares comunes: los colonos de santo domingo son “aventureros sedientos de oro” (p. 79). entre otras afirmaciones que el lector encontrará en dicho libro, está la de que el piloto antón de alaminos conocía México antes de la primera expedición hacia esta tierra en 1517 y que hubiera descrito deliberadamente Yucatán como una isla (p. 111-112); lo cual es no solamente desconocer la historia de los viajes del “descubrimiento” sino también ignorar que si alaminos regresó a cuba pasando por la Florida fue porque no conocía la ruta directa para regresar y por lo tanto que ignoraba lo que era Yucatán. otra prueba de ignorancia del contexto es la afirmación de duverger según la cual el “requerimiento” era absurdo (p. 115): era una práctica necesaria antes de empezar las hostilidades. de la misma manera, para la toma de posesión, decir que era para “uso interno” (p. 138) es igno-

5 consuelo Varela, Cristobal Colón, retrato de un hombre, Madrid, alianza, 1992, 204 p.

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rar la cuestión del llamado derecho de conquista. la lista de los errores y aproximaciones es demasiado larga para poder citarla toda.

cortés mismo es objeto de confusiones, de errores e incluso de in-ventos. duverger busca los antepasados de hernán cortés en documen-tos de segunda mano para validar la tesis según la cual provenía de una familia privilegiada (p. 25), en contradicción con todo lo que sabemos hoy en día. incluso afirma el autor que el padre del conquistador “ha-blaba imperativamente con carlos V” (p. 26), lo que parece incon-gruente. duverger llega incluso a decir que el conquistador del Perú, Francisco Pizarro, era primo de cortés (p. 337), ya que la madre de este último se llamaba catalina Pizarro altamirano. la reciente biografía de Pizarro escrita por Bernard lavallé demuestra que esta afirmación es falsa.6 Para las necesidades de su demostración, duverger transforma a cortés en una persona fuerte y vigorosa (p. 27), mientras que la casi totalidad de nuestras fuentes indica que era de salud frágil. el autor sigue afirmando que cortés tuvo un papel clave en la pacificación de santo domingo (p. 84), siendo que cuando él llega ya estaba realizada la conquista. duverger narra el encarcelamiento de su héroe cortés en cuba, como si de una novela se tratara (p. 99). exagera el número de guerreros tlaxcaltecas (100 000 y luego 150 000) que se enfrentaron con cortés (p. 170) con el propósito de enaltecerlo. se descubre a un cortés que se burla del gobernador de cuba (p. 125) y que domina a carlos V por haberle ofrecido un México conquistado sin que el emperador tu-viera que gastar para esta empresa (p. 122). Y qué podemos decir de la afirmación de duverger según la cual cortés se siente más cercano a los comuneros y a los franciscanos que a carlos V (p. 270), y la de que este último fue “un soberano de antesala sin grandeza de alma” (p. 329). igualmente fantasiosa es la teoría de este autor, que pretende que cortés ayudó a carlos V a imponer la idea de “una españa grande, fuerte y unida” (p. 210), así como su hipótesis según la cual “tal vez ha sido el oro de los aztecas lo que incitó a carlos V a regresar a espa-ña” (p. 214). se puede así constatar que duverger desconoce las gran-des obras dedicadas a este emperador que se publicaron en los últimos veinte años.

nos dice el autor que cortés descuidó su enriquecimiento personal y que despreció las relaciones de interés (p. 272), sin embargo, la cui-dadosa lectura de los principales textos escritos por los conquistadores y sobre todo del juicio de residencia de cortés demuestra que las afir-maciones de duverger son contrarias a la realidad. Más descabellados

6 Bernard lavallé, Francisco Pizarro. Biografía de una conquista, lima, Ifea-IeP, 2005, 264 p.

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son los alegatos del autor acerca del blasón de cortés, que tendría como origen “una composición glífica procedente de una codificación nahua” (p. 245, 247-249), o bien del hecho de que cortés mantenga su rango como el tlatoani mexica y de que viva como un príncipe nahua (p. 252). encontramos la misma idea cuando duverger afirma que el conquista-dor “más indio que los propios indios quiere reconstituir la grandeza del imperio que él mismo ha derrocado. cortés se identificaría con el gran tlatoani nahua quien visitaba sus tierras una tras otra y las reivin-dicaba” (p. 302-303). estamos aquí no ante un libro de historia, sino de una obra de ficción.

sobre los episodios de la conquista, son muchos los errores que aparecen en este libro de duverger. afirmar que “Moctezuma está al tanto de la suerte reservada a los taínos de santo domingo y cuba” (p. 146) y que cuando los españoles llegan a México, hacía más de medio siglo que los mexicanos sabían lo que les esperaba, nos deja perplejos. el hundimiento de los navíos de cortés no fue como lo describe duver-ger (p. 165), ya que el conquistador recuperó todo lo que se podía como son velas, cuerdas, anclas, tablas, etcétera. en cuanto al transporte de los 13 bergantines, no los cargaron los indios en sus espaldas (p. 218), porque estas embarcaciones fueron desmontadas y luego transportadas hasta tezcoco antes de ser ensambladas de nuevo. la matanza de cho-lula, descrita como “un acto de guerra en una lógica de guerra” (p. 178), no es en realidad sino un castigo habitual para un “crimen de felonía”. el hecho de herrar a los esclavos no demuestra que cortés haya perdido el control de sus tropas (p. 232), aparte del valor como ejemplo de este castigo esta decisión obedecía a otros motivos. cortés necesitaba a un maximum de hombres, ahora bien, como perdió una parte de su ejército durante la noche triste, tenía que aumentar el número de sus auxiliares indios. Por lo tanto, tuvo que liberar algunos de ellos de la tarea de cargar y sustuirlos por esclavos. además, al ins-taurar la esclavitud en México proporcionaba a sus hombres, que lo perdieron todo durante este episodio, la esperanza de tener una vida más fácil en el futuro, basada en el trabajo indígena. la escena de cuau-htémoc llamando desde una azotea a detener la resistencia (p. 231), procedente de la obra de lópez de Gómara, no aparece en ninguna otra fuente contemporánea. duverger es demasiado breve cuando tra-ta de la matanza de tóxcatl, de la captura y toma como rehén de Mo-tecuhzoma, del complot de Villasaña. Por último, decir que “la bata-lla de México no es realmente una guerra, es el suicidio de un pueblo” (p. 232) es muestra de una visión más novelesca que histórica. desgra-ciadamente, duverger reconstruye a menudo la historia basándose en su imaginación.

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Más grave aún es el desconocimiento del autor respecto a la histo-ria misma de México en el siglo xvi: no se envió a antonio de Mendo-za a México para implantar la inquisición. contrariamente a lo que piensa duverger, l’exponi nobis fecisti no organizó la iglesia mexicana (p. 258) y la inquisición no dejó de perseguir a los indios después de 1540 —aunque sí hubo una disminución de las persecuciones—, sino hasta después de 1570-1571.7 en cuanto a los disturbios en la ciudad de México, los retoma del testimonio de Bernal díaz del castillo, sin nin-gún análisis. sostener que los primeros franciscanos “tradujeron en actas el método de conversión imaginado por el conquistador [cortés]” reve-la una total incomprehensión del papel de los doce por parte de du-verger (p. 260). el autor aún se contradice cuando reconoce que cortés fue un colonizador (p. 138) —de hecho instaura los fundamentos de la colonización implantando la encomienda en México—, pero después añade que “nunca cortés tuvo la idea de hacer de México una colonia española” (p. 263). conviene precisar que si bien hubo una explotación “colonial” de la nueva españa, no hay que olvidar nunca que este te-rritorio no fue una colonia stricto sensu sino más bien un virreinato.

una de las grandes ideas de duverger es que cortés sueña con el mestizaje de las culturas. decir que cortés amaba a los indios (p. 106) y que tuvo una “visión mestiza del mundo” (p. 106-107) demuestra el desconocimiento acerca del conquistador. Basta leer atentamente sus cartas y su juicio de residencia para darse cuenta de lo falso de estas aseveraciones. cómo no quedarse circunspecto frente a la aserción de duverger, quien considera que cortés “funda en realidad el México moderno” (p. 15). el hecho de afirmar que el proyecto del conquista-dor “conlleva en sí mismo, desde el origen, la independencia de Mé-xico” y que “fue el modelo de cortés de mestizaje y de desarrollo en-dógeno lo que llevó a españa a concebir, en reacción, una verdadera estrategía de colonización, opresiva y cínica” (p. 275) es pura inven-ción. en realidad, el autor parece divertirse reinventando la historia de México, tal como se la imagina. ¡Bien es cierto que la verdad es a menudo más difícil de aceptar que la ficción! Por último, el retrato de un cortés, “más allá de su tiempo, visionario”, “mestizo de fe y de con-vicción”, “creador de civilización” (p. 408) no descansa sobre ninguna base sólida. la realidad es bastante más prosaica: cortés fue un jefe

7 Bernard Grunberg, L’inquisition apostolique au Mexique. Histoire d’une institution et de son impact dans une société coloniale, 1521-1571, Paris, l’harmattan, 1998, 237 p.; L’exponi nobis fecisti, más conocido con el nombre d’Omnimoda, extendía a todas las órdenes los privilegios de la bula de león X (Alias Felicis). el clero regular podía así ejercer todos los poderes episcopales, salvo la ordenación, donde no había obispo residente o en las zonas situadas a dos días de distancia de la sede de un obispado.

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carismático, un líder excepcional, pero sobre todo se distinguió de los otros conquistadores al aplicar, frente a situaciones novedosas, una mez-cla acertada de viejas ideas medievales y de nuevas concepciones del renacimiento, particularidades que le abrieron las puertas del éxito y que le otorgan un primer lugar en este episodio de la conquista de américa.

la lectura de este libro de duverger nos hace reflexionar sobre ciertas “producciones históricas” que a menudo no tienen nada que ver con la historia. la historia nos obliga, por fortuna, a una búsqueda paciente, realizada en el marco de una actitud científica, sin olvidar nunca que el historiador no es juez, sino investigador del pasado, como lo subrayaba antaño lucien Febvre. Permanezcamos siempre críticos, no caigamos en la trampa de una historia “oficial”, de una historia “complaciente”, de una historia comercial, novelesca, de una historia-ficción, ¿pero acaso eso es historia? el historiador debe ser exigente. se necesita entonces olvidar rápidamente este libro de duverger. Por fortuna contamos con buenos estudios sobre cortés, la biografía clásica de José luis Martínez, la excelente presentación de cartas privadas publicadas por María del carmen Martínez Martínez y recientemente el libro de Bartolomé Bennassar.8

Bernard grunBerg

8 José luis Martínez, Hernán Cortés, México, Fondo de cultura económica, 1990, 1009 p.; hernán cortés, Cartas y memoriales, edición de María del carmen Martínez Martínez, león, universidad de león, 2003, 450 p.; Bartolomé Bennassar, Cortés. Le conquérant de l’impossible, Paris, Payot, 2001, 357 p.