"Creer para soñar" 2014: El gran año de Maristas`97

“Creer para soñar” 2014: El gran año de Maristas`97 Campeonas Copa Federación Temporada 2013-‐2014

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“A mis 15 jugadoras, por entenderme, aguantarme y captar siempre el mensaje de confianza que quise transmitirles en

cada momento. Por un año mágico que no olvidaremos jamás.

Habéis demostrado que creyendo se consiguen los sueños”


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Prólogo Siempre he sido un soñador, una persona que siempre está ideando sus sueños conforme pasan las noches. No necesito que alguien venga a motivarme o que alguien venga a animarme para que me proponga conseguir algo. Mi manera de ser y de pensar me hace ser yo mismo quien dé un paso al frente a la hora de decidirme a soñar. La vida está llena de sueños, de retos, de cotas que parecen inalcanzables, pero también de realidades. Cuando haces algo con tanta pasión, cuando las cosas te salen desde el corazón, es complicado que te paren en tu empeño de llegar a lo más alto. Puedes llegar a conseguir lo que te propones o puedes no hacerlo, pero eso no debe influir en las ganas y la fuerza con la que te emplees en la consecución de tu objetivo. Todo tiene su proceso, su trabajo, hay que hilar muy fino y dar con todas las teclas del piano para que salga una preciosa melodía. La constancia dicen que es de las cosas más importantes de este mundo, y este año yo he aprendido que eso es así. No hay secreto en el éxito. Alguna vez leí que creer en la suerte es de mediocres, que hay que creer en el trabajo y que con trabajo, la suerte te ayuda. Una verdad como un templo. No puedes esperar a que algo suceda, tienes que hacer algo para que eso que deseas ocurra. Si estás estático, el tren pasa por delante de


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ti y no llegarás a cogerlo. Si vas hacia él, te llevará al viaje inolvidable con el que siempre habías soñado. Lo que se desarrolla a continuación son mis sensaciones, mis experiencias, pero sobretodo mis ilusiones por llegar a hacer creer a un grupo de niñas de que podían con todo lo que quisieran. He comprendido una vez más que con corazón todo llega. Cuando estás al frente de un grupo humano una de las primeras cosas que debes hacer es que crean en ti, que se crean lo que les dices y que capten tu mensaje. Debes hacer entender a todos sus integrantes que el compromiso debe ser una constante y que la superación una meta. Así hemos llegado a ser lo que hoy en día somos y por todo eso hoy me animo a publicar el año de un equipo que ha maravillado a todo un colegio y a una institución a base de coraje y corazón. No todo han sido sonrisas, sino también ha habido malos momentos en los que como grupo hemos sabido reponernos. Hay cosas que lógicamente se quedan para nosotros, pero después de tanto apoyo que hemos tenido a lo largo de todos estos meses y después de tantos y tantos mensajes alentándonos cada día, me veo en la obligación de explicar cuáles han sido mis pensamientos en cada uno de los días en los que he tenido el privilegio y el honor de entrenar a


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un equipo que se ha convertido una temporada más en mi segunda familia.


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1. La vuelta fue como un sueño Todo se remonta a un 31 de diciembre de 2012. Supongo que sería la nostalgia de que se volvía a acabar un nuevo año. Siempre he estado ligado al baloncesto en Maristas y esa temporada no estaba resultando absolutamente nada fácil. Por entonces entrenaba al Minibasket Femenino del 2000 y no ganábamos ni un partido porque éramos equipo de primer año. Siempre he sido competitivo a pesar de saber que mi equipo no daba para mucho más en la pista. Siempre he intentado, por muy pequeñas que sean mis jugadoras, que se crezcan ante las adversidades y demuestren que los equipos que no suelen ganar sus partidos también pueden competir y sentirse ganadores en la derrota. Supongo que por frustrarme ante los resultados me senté ese día a fijarme en todos los equipos que he entrenado a lo largo de los 16 años que llevo como técnico. Han sido muchos, y obviamente con algunos sí he conseguido llegar hasta donde me he propuesto –que nunca ha sido ganar títulos porque sabía que era difícil-, pero quizá el que recuerdo con más cariño es el de la promoción del 97. Ese día me senté a recordar la temporada 2010-2011 en la que conseguí por primera vez ser Campeón de algo como entrenador. Fue precisamente con ellas, con Maristas 97, como se han hecho llamar durante todos estos años.


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Aquella temporada eran ya Infantiles y fuimos Campeonas de Copa Federación de una manera espectacular. Éramos equipo de primer año, veníamos de un desencanto en la temporada anterior donde no pudimos clasificarnos para la fase Sector de la categoría. Caímos en semifinales ante San Estanislao y eso nos dolió a todos porque muchas veces nos sentíamos favoritos para estar entre los mejores de Andalucía. Por diversas cuestiones no lo conseguimos, pero ese fue el punto de inflexión para que un año después el baloncesto nos devolviera lo que nos quitó 365 días antes. Incluso me atrevo a decir que a la larga fue bueno para el grupo no cumplir los objetivos que muchos nos marcaron ese año, porque a raíz de ahí este equipo creció a pasos agigantados. Tras una buena temporada el equipo terminó la Liga Regular de Copa Federación en tercera posición con 12 victorias en 16 partidos, perdiendo tan solo con Manilva en dos ocasiones (47-57 y 46-44), Gamarra (19-23) y CB Andersen (37-38). Casi sin darnos cuenta nos colábamos en la Final Four. Yo jamás había vivido algo así. Teníamos por delante una semifinal que por los menos nos devolvía la sonrisa de volver a sentirnos importantes como equipo. Primero teníamos que hacer frente al único equipo que nos había ganado por partida doble durante la Liga Regular. Manilva era favorito por los resultados anteriores y nosotros teníamos la baza de, por lo menos, ser los anfitriones de la fase final del torneo.


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Con un pabellón abarrotado, conseguimos pasar a la final sobreponiéndonos a todo lo anterior y ganando por 35-32 en un partido durísimo. La otra semifinal la jugaban Gamarra y Mijas, ganando las primeras 28-23 y pasando junto a nosotros a la finalísima. Ya les habíamos ganado una vez, e íbamos a intentar volver a conseguirlo. Sabíamos que era complicado, que la mayoría de sus jugadoras eran de segundo año y nosotros tan solo contábamos con Myriam del año 1996. Aún así, salimos a pelear ante nuestra gente. El partido fue igualado, muy complicado. Ninguno de los dos equipos consiguió romper el partido. La igualdad era tal que a falta de 10 segundos para el final del partido el marcador era de 40-40. Hicimos una falta para tener por lo menos la última posesión para ganar o empatar y las obligamos a ir a la línea de tiros libres. Metieron solamente el segundo y con apenas 10 segundos por delante la cosa se nos complicó. Su presión nos hizo meternos en un lío de mil diablos y tuvimos que lanzar desde medio campo porque se nos acababa el tiempo. A Tati le llegó la bola y sin pensarlo mucho lanzó. Puedo asegurar, sin miedo a equivocarme, que fueron los segundos más largos de toda mi vida. Me parecieron eternos, de esos momentos que solamente se ven en las películas y que tienen casi siempre un final feliz. Yo me vi inmerso sin terminar creérmelo en un final que poca gente podía esperar. El tiro entró. Nadie lo creía,


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pero del 41-40 con una final más que perdida se pasó al 41-43 con un triple en el último segundo desde el centro de la pista. Por primera vez podía sentirme Campeón. Mis niñas me habían hecho Campeón. No me lo creía, porque había sido un año complicado y habíamos trabajado mucho para llegar hasta ahí. Eso me liberaba de una vez por todas y conseguía tocar lo que siempre había soñado. Encima en mi colegio, con mis padres en la grada y todos mis compañeros entrenadores. La medalla de Oro era nuestra con un triple de medio campo. Tan real como increíble. El colegio se volvió loco porque esos finales solamente se ven en la ciencia ficción, pero nosotros lo estábamos viviendo en primera persona. Ahí empezó la verdadera historia de Maristas 97, que tuvo en esa Final Four a Carmen Ruíz como MVP de la final. Casi sin darnos cuenta el equipo empezó a crecer y en un abrir y cerrar de ojos, estaba en categoría Cadete. Yo por aquel entonces no me sentía preparado para llevar un equipo de esa categoría porque nunca lo había hecho, y lo cierto es que el desgaste de temporadas anteriores compitiendo a un nivel bastante alto me hizo plantearme dejar el equipo con el que tanto había disfrutado. Estaba desgastado, cansado y sólo quería entrenar para divertirme. Así fue y pedí en el Club un cambio radical.


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Con ese cambio de ciclo tras tres años compitiendo juntos yo me marchaba del grupo y el grupo digamos que se disolvía prácticamente. Me daba pena, pero me aterraba la idea no dar el nivel en una categoría tan complicada y decidí lo más correcto. “Si no me veo, me voy”. Lo vi claro y no quise engañar a nadie. Del grupo de 16 jugadoras que estaban conmigo el año anterior, solo continuaron jugando cinco. El resto dejaron el baloncesto o se marcharon a otro equipo en vista de que el grupo no continuaba junto. Así pasaron dos largos años, y a mitad de esa segunda temporada separados se encontraba el 31 de diciembre de 2012, ese mismo día en el que empiezo a relatar todo esto que cuento. Ese día, como si de una película se tratase, cogí la medalla que tengo aún colgada en la pared de mi cuarto. También tengo la Copa y el balón del triple en el último segundo firmado por todas las jugadoras del equipo. Recordé todo lo que disfruté y eché de menos tantas cosas de todas y cada una de ellas. Me invadió la nostalgia, porque fueron tres años de vivencias espectaculares. Cogí mi móvil casi sin quererlo, y creé un grupo de WhatsApp al que nombré “Maristas 97: El Retorno”. Empecé a meter a todas y cada una de ellas, incluso a Carmen Ruíz que estaba jugando en otro club. Empezamos a charlar todos juntos de aquellos años, de que Carmen Pérez estaba conmigo ejerciendo de ayudante en uno de mis equipos y de lo bonito que sería volver a


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juntarnos en categoría Junior. Todas respondieron lo mismo. “Ni de coña, bachillerato es muy complicado”. A mi había algo que me decía que teníamos que volver, y yo sabía que si les vendía la moto bien, este equipo tenía todo para volver a juntarse. Todos nos echábamos de menos, queríamos estar juntos, pero las circunstancias no eran quizá las mejores por la inactividad y la ausencia de muchos factores determinantes. Mi último tren para hacer realidad la idea de volver a disfrutar de aquel equipo era que Carmen Ruiz decidiera volver con nosotros. Era complicado, porque ella estaba a unos niveles que nosotros no podíamos alcanzar. Competir en Andalucía y España no está a nuestro alcance, pero la complicidad que siempre había tenido con la que fue mi capitana y jugadora de confianza me otorgaba la posibilidad de hablar con ella. Dudó poco la chica, y me dijo claramente: “Si eres capaz de que este equipo vuelva, yo vuelvo”. Eso me abrió los ojos y me hizo entender lo importante que seguía siendo ese equipo y este colegio para ella. Mi deber era intentarlo y en mi cabeza solo había una idea: conseguirlo. Y lo conseguí. Dejamos pasar los meses, entre unas historias y otras, los exámenes de final de curso, y en el mes de junio les planté una comida para juntarnos y hablar del retorno entre risas. Incluso se incorporó en la comida Carmen García, que era un “fichaje” que venía de otro colegio. Ese día se fraguaron


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muchos deseos y muchas ilusiones. Prometimos volver algunas con más miedo que otras por el hecho de ser un curso complicado. Pero el compromiso estaba ahí, y las ilusiones se mantenían constantes. Con esas me puse manos a la obra. Planteé al Club el equipo junior femenino, que hacía años y años que no salía en Maristas y del que algunos no eran partidarios de sacar porque es cierto que son edades complicadas y las últimas experiencias habían sido negativas. Los equipos anteriores habían dejado el barco a mitad de camino y el equipo no salía demasiado rentable. Este equipo iba en serio y así lo hice ver a todos. Yo me hice responsable de sacar este proyecto hacia delante y dejé atrás a los dos equipos que entrenaba en ese momento solamente para centrarme en que esta historia saliera bien. El club accedió al voto de confianza que pedí y cuando tuve la confirmación por parte de todos, el proyecto era una realidad. A alguna le tembló hasta la cara cuando a mitad de verano recibieron trabajo físico para empezar a ponerse en forma. Cumplieran o no, ya sabían que la vuelta a las pistas no iba a ser fácil y que tenían que trabajar algo durante las vacaciones porque si no en septiembre les iba a costar horrores empezar en la dinámica de Javi Cuenca, que se convertía en nuestro preparador físico. No les sentó demasiado bien a algunas, aunque otras sí que tuvieron el valor de ponerse el mono de trabajo.


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2. El trabajo físico, fundamental Una de las nuevas cosas que se incorporan en el Club Maristas durante la temporada 2013-2014 es la figura del preparador físico. En años anteriores cada entrenador hacía más o menos su planificación de cara a la pretemporada, pero pocas veces existió la figura real de un profesional de estos campos. Javi Cuenca, ‘Tito’ Cuenta para las niñas, se ha convertido con el paso de los meses en una pieza fundamental en el equipo. Todos los martes se ha encargado de que trabajen bien esa parcela, ya sea con circuitos de fuerza alrededor del pabellón como con interminables series de resistencia en Gibralfaro. Aquí quiero incidir en un pequeño detalle que muchos desconocerán. Las sesiones físicas han sido todas a las 14,30 de la tarde, justamente a la hora salían del colegio y sin apenas tiempo para comer. Salir de clase y trabajar. Así ha sido la historia. El físico ha sido quizá la sesión de trabajo más importante de la semana, y lo que al final ha hecho que el equipo responda en situaciones complicadas en los partidos.


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Tengo claro que en un alto porcentaje las victorias que hemos logrado han sido gracias al físico que el equipo ha desarrollado durante el año. Está claro que la táctica y la intuición de las jugadoras ha servido de mucho en muchas ocasiones, pero el físico ha sido esencial. Ninguno de nuestros rivales ha trabajado tanto este aspecto como ellas, y eso ha sido una nota predominante en cada uno de los encuentros que hemos jugado. En muchas ocasiones han tenido que remontar partidos complicados. A veces a base de acierto en el tiro y muchísimas veces cimentando las victorias en los últimos minutos de partido, cuando las rivales estaban exhaustas y las nuestras quizá más frescas y con más capacidad de aguante. Hoy en día hay una frase muy conocida de Diego Pablo Simeone que dice que “el esfuerzo no se negocia”. Soy un loco del “Cholo” y de su filosofía de vestuario. Adoro su manera de llevar un grupo humano y de hacerle ver que con esfuerzo todo es posible. Creo que fue una de las primeras frases que les dije a las niñas cuando empezaron a quejarse de las sesiones de físico. Si quieres progresar, tienes que esforzarte. Y el esfuerzo no se negocia, eso es así. Cuando hago balance del año, me alegra ver que ellas captaron el mensaje y que muy rara vez han faltado un martes a entrenar. En un 80% de entrenamientos Javi ha


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contado con el equipo al completo, los números están ahí, no me los invento. Ellas cogieron el mensaje de que sin físico no iban a ninguna parte y se pusieron a trabajar para conseguir el objetivo que Cuenca les ponía cada semana encima de la mesa. Podría decir que se han superado a ellas mismas. Algunas llegaban en el tiempo establecido, otras ni de lejos lo cumplían, y otras llegaban incluso antes. Pero qué mejoría han tenido todas con el paso de las sesiones. A las “grandes” siempre les ha costado más cumplir con el reloj, alguna creo que en ninguna de las semanas lo consiguió, pero es de admirar la fuerza de voluntad y la manera de intentar superarse que han tenido. Eso es lo que me ha quedado a la hora de decidir quien jugaba y quien no cada fin de semana. A mi me daba igual quien cumpliera los minutos que fijaba el preparador físico, incluso quien los rebajara de manera exagerada. Yo lo que quería era ver las caras de esfuerzo de todas y cada una de ellas. Siempre he comprendido que hay jugadoras que tienen más capacidad de aguante que otras, y ninguna puede decir que le he reprochado el llegar más tarde de la cuenta. A la hora de jugar, si te has esforzado, saltas a la pista. Puedes ser mejor o peor, anotar más o anotar menos, pero si tu capacidad de esfuerzo y superación ha sido grande, conmigo juegas. Nadie les ha regalado nada a ninguna. Desde septiembre han trabajado en playa y con balón,


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pocas semanas se han sustituido los martes por pista o por otro trabajo que no haya sido físico. Eso sí, el acierto que hemos tenido en este aspecto tanto Javi como yo ha sido que hemos sabido premiar los esfuerzos en las épocas de exámenes con entrenamientos más divertidos y relajados. Han tenido aerobic, funky o cualquier actividad que Javi se ha inventado. Pero ni en épocas de agobio máximo han parado de trabajar. Ese ha sido el principal pilar de lo que han conseguido: hay que trabajar sin parar para crecer. Con el aumento del físico también aumentaron las lesiones. Menos mal que ahí estaba Ernesto, también nueva incorporación al club en esta nueva etapa. Ha sido todo un privilegio tenerle cerca en cada entrenamiento para que en cualquier situación de lesión o molestia tratara a las niñas. Lo que digo siempre, esto es un grupo, esto es un equipo y aunque la cara que luego sale tras la victoria sea la mía, yo sin ellos no soy nadie. Tampoco olvidarme de la gran labor de Dani como segundo entrenador, alguien que se ha implicado con el equipo desde el primer día y que aunque deba superar ciertos comportamientos en el banquillo, será un gran entrenador. He disfrutado mucho viéndole disfrutar en cada partido y despertando esa ilusión en él por un banquillo.


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3. No ha sido fácil ser un líder Para llegar hasta donde el equipo ha llegado todos hemos tenido que superar un proceso bastante difícil. Esto no ha sido coser y cantar, ni yo mismo sabía en un principio como iba a manejar el grupo. No ha sido fácil ser un líder y que todas hayan creído en lo que les he dicho en cada momento. Tampoco ha sido fácil que remen en mi misma dirección. En categorías inferiores es más sencillo porque los jugadores que podemos tener bajo nuestra responsabilidad son más fáciles de “engañar”. Te ven como su entrenador, como un ídolo, y piensan que todo lo que dices es la verdad verdadera. Poco entienden y solo hacen lo que les mandas. Eso es así y poca gente puede estar en desacuerdo. Lo he vivido en mis propias carnes e incluso sabiendo yo que me estaba


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equivocando, ellos han hecho lo que yo les decía. No porque pensaran igual que yo, sino porque no tenían ni idea de lo que lo que estaban haciendo no servía para nada. En este equipo junior la cosa no ha sido así. Llegan unas edades en las que ya comprenden las situaciones y las cosas, y algunas entienden el baloncesto hasta mejor que tú. Me he tenido que preparar para saber transmitirles las cosas, pero también para saber convencerlas de que podían llegar lejos. Mis discursos no podían sonar dudosos en ningún momento ni mis palabras podían no llegar a donde yo quería que llegaran. Tenía claro que si no conseguía transmitirles seguridad estaba completamente perdido. Ya podía ser el mejor entrenador del mundo, que si no sabía transmitirles, no podía llegar hasta donde yo quería que llegaran. Yo como entrenador no voy a ningún lado sin mi equipo, que al fin y al cabo es quien responde en la pista y es quien tiene que demostrar en el juego lo que se ha trabajado en los entrenamientos. El equipo es quien debe jugar bien y debe mostrar al mundo el trabajo diario. Creo que mi éxito ha sido dar confianza a todas y cada una de las jugadoras de este equipo tanto dentro como fuera de la pista, pero también he tenido claro que la seguridad que tenía que transmitir no se podía tambalear lo más mínimo.


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No ha sido fácil ser un líder, porque los inicios fueron muy complicados. En algún momento aparecieron los miedos a no conectar con ellas como llegué a hacerlo cuando eran más pequeñas, miedo a mostrar mis debilidades, que las tengo, a que mi discurso no les pareciera creíble. Siempre fui con la palabra DIVERSIÓN por bandera, ILUSIÓN por lo que hacemos y CONFIANZA en lo que se hacía. CREER en el trabajo en equipo, básicamente. Yo también he tenido que prepararme para ser mejor entrenador, pero sobretodo, para ser un buen conductor de grupo y transmisor de ideas La motivación ha sido la clave de los éxitos este año. He sabido darle a cada jugadora el espacio que necesitaba, le he demostrado a todas que sus opiniones a veces valían más que las mías, y les he dado una libertad para romper la estrategia en la pista según lo que ellas creían conveniente. He hecho que crean que son mejores que nadie y que todo lo que decidieran hacer en el campo estaba bien hecho. Aunque fallaran. No he sido un entrenador más, simplemente he sido un líder para que ellas se superaran cada vez que saltaban a la pista a jugar. Lo que más me ha impactado de todo el año ha sido la confianza que tenían en mi en cada momento. Daba igual si yo me estaba equivocando o no, daba igual si les gustaba lo que yo explicaba o no. Iban conmigo a morir, hasta el final, sin importarles si serviría para ganar al final. Han ido


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en grupo a una, de la mano y hacia el frente. Eso ha sido parte del éxito. En aspectos tácticos ha sido fácil conectar, pero donde más me he tenido que esforzar ha sido en transmitir un discurso que podía no calar. Ellas quisieron captarlo, ellas se han creído campeonas durante todo el año y por eso al final, han sido las campeonas.


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4. Orden, trabajo y disciplina Algo que me ha costado sudores transmitirles pero que al final he conseguido que comprendan es eso de tener una lista con prioridades donde el orden determina la importancia de cada cosa en su día a día. Estando en bachillerato, jugándose lo que se juegan en cada examen, las prioridades han sido algo fundamental para mi. Han protestado por entrenamientos a tempranas horas de la mañana, han protestado por entrenar un sábado o un domingo, no les ha gustado perderse alguna fiesta por tener que dar la cara al día siguiente en un partido. Pero ahí muchas han dejado claro cual era su prioridad esta temporada justo por detrás de sacar unas notas espectaculares. Lo primero siempre ha sido estudiar y aprobar. Cuando han pedido un cambio de entrenamiento por exámenes o aplazar algún día por agobio máximo, se les ha dado sin ningún tipo de problema. Estamos aquí para lo que


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estamos, para crecer como personas y el crecimiento empieza por ser buenas estudiantes y sacar unas notas que le permitan a cada una alcanzar la carrera que sueñan. Pero después de estudiar y aprobar me propuse que en su lista de prioridades fuera el compromiso con el equipo, el compromiso de ir a entrenar y el compromiso de saber valorar la familia que tienen al lado por encima de otras muchas cosas o diversiones típicas de su edad. Si hemos aplazado entrenamientos por exámenes, también les hemos cambiado entrenamientos para que puedan ir a fiestas o cumpleaños. Pero eso sí, al día siguiente había que entrenar. Muchas lo veían como algo dramático. “¡Cómo vamos a entrenar al día siguiente de salir a una fiesta!”. Pues sí, sobretodo en vacaciones. No era por gusto ni por cabezonería, sino por desarrollar aún más la capacidad de responsabilidad de cada una de ellas, desarrollar un poco más el compromiso adquirido cuando se entra al equipo. Orden de prioridades. El día tiene 24 horas y la semana tiene 7 días. Si quieres salir, entrar, estudiar, entrenar, jugar y descansar… Ahí sobran cosas. Si quieres salir, no puedes descansar. Si no puedes descansar, no puedes estudiar, y menos entrenar. Si no entrenas ni estudias, no puedes jugar. Y si no puedes jugar, es porque en tu lista de prioridades hay demasiadas cosas que tienes que entender que no se pueden hacer a la vez.


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Estoy seguro de que alguna podría con todo sin ningún tipo de problema. De hecho, hemos entrenado en las últimas semanas algún día a las 8:30 de la mañana, cuando la noche antes habían salido la mayoría a un concierto y cuando teníamos partido importante en plena semana de exámenes. Muchas tienen esa capacidad para llevar todo lo que quieran hacia delante, pero en todas esas cosas que han desarrollado, han tenido que reducir algunas en cierto modo. Todas han renunciado a parte de su tiempo de ocio por una misma causa. De eso se ha tratado también el trabajo, porque son experiencias que se van a llevar para la vida. El día de mañana tendrán una mayor capacidad para organizarse, porque no ha sido fácil este año con tanto volumen de entrenamientos y tanta carga de exámenes. Pero han sido capaces de sacar todo para delante a base de organización. Si hay organización, hay tiempo para todo. Y cuando te veas que no tienes tiempo para todo, ahí es donde debes sacar tu lista de prioridades para descartar la que menos te interese.


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5. Un equipo gana campeonatos Sudor y lágrimas. Así podría definir el camino que hemos tenido que recorrer para llegar hasta el final. No ha sido absolutamente fácil a pesar de que la Copa Federación, para muchos, es una competición menor. Puede ser menor para todos esos clubes que hacen sus equipos a dedo, que están llenos de jugadoras que proceden de distintos sitios y en las que su filosofía es únicamente la de ganar. Para ellos es lógico que esta copa sea un trofeo menor, pero los que venimos desde abajo, los que somos equipos humildes y de colegio en donde competimos única y exclusivamente con jugadoras de nuestro centro, esta competición es como la Champions League. Es nuestro título, es nuestra liga y es una competición en la que nos


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sentimos tan a gusto que ganarla nos hace sentirnos enormes. Desde el primer día que empezamos a entrenar tuve claro que no ganaríamos absolutamente nada importante. El objetivo lo marcamos algunos meses antes y todos estuvimos de acuerdo en que íbamos a competir pero basándonos en la diversión, en pasarlo bien y en conseguir ser un grupo unido. Ahí ha radicado el éxito de este grupo, en que hemos sido una familia que supo entender desde el primer momento que para competir había que divertirse y había que disfrutar en la pista a la vez que se trabajaba a morir por un mismo objetivo. Conforme fueron pasando los partidos e íbamos ganando con mayor o menor dificultad comprendí que muy pocos tenían en sus manos lo que yo sí tenía: un grupo unido. No ha habido partido en el que yo no haya disfrutado con lo que han hecho en la pista. Han podido ganar o han podido perder, nunca, estas niñas han dejado de disfrutar y sonreír con lo que han hecho. Han conseguido ganar partidos de 20, han conseguido ganar de uno y se han llevado la victoria en el último segundo de una prórroga con un triple desde medio campo. Han perdido sus partidos y se han ido fastidiadas a casa, pero en ninguna ocasión han dejado de disfrutar. Han competido, y de qué manera, pero han disfrutado,


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han sonreído y se han superado en la pista como tantas veces les he pedido en el vestuario. Siempre han creído en lo que se hacía, a pesar de todo. Mi equipo no tiene quizá a las mejores jugadoras de la competición. Muchas sí han podido serlo, pero los egos aquí no han existido. Cuando dentro de un grupo hay algo más que amistad, cuando hay complicidad en cada mirada, no puede haber egos. No niego que es un lujo tener a una jugadora que sea capaz de liderar, de anotar, de defender, de atacar o de rebotear. Pero es que esa jugadora, sin el grupo detrás, no es nadie. Una jugadora puede meter 20 puntos en un partido, pero si el equipo luego no es capaz de frenar que el rival meta 22, al final pierdes el partido. A mi equipo no podría definirlo con otra palabra que no sea esa propiamente: EQUIPO. Todas tienen algo, todas aportan algo y he conseguido a base de trabajo que se crean mejores de lo que son. La que ha jugado 30 minutos ha aportado en todos y cada uno de los partidos lo que ha podido, pero es que ha habido momentos en los que las que han jugado tan solo cinco minutos han sido tan determinantes en el devenir del partido que al final, por esos cinco minutos, hemos conseguido ganar. La fuerza ha estado en el grupo, el éxito ha estado en el equipo. Una no es nada sin el resto, y el resto no es nada sin una. Así de sencillo. He repetido muchas veces que en mi cabeza no estaba en absoluto levantar la copa al final


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del año, simplemente mi objetivo era conducir al grupo a estar presente en el último partido, en la final. Mi discurso no ha cambiado durante todo el año a pesar de que hemos hecho partidos bestiales en los que era mirar a la grada del búnker y ver que la gente se lo estaba pasando bomba. La gente no ha venido a verlas jugar porque lo hagan mejor o peor, o porque ganen o pierdan. La gente ha abarrotado cada sábado las gradas de nuestro pabellón porque este equipo se ha matado por cada balón y han jugado tan juntas y unidas que era un placer verlas saltar, correr y anotar. Yo mismo he notado el enorme cambio que han tenido durante todos estos meses y la trayectoria tan ascendente que han conseguido. Pero insisto en que lo han conseguido siendo un grupo, una misma familia y nunca nos hemos puesto a lamentarnos si nos faltaba una u otra jugadora por lesión o por rotación. Todas comprendieron que si alguna adversidad había que superar, se superaba con unión. ¡Cuántas veces he leído eso de “Un jugador gana partidos, pero un equipo gana campeonatos”¡ Lo han aplicado a la perfección y creo que tengo hasta 10 frases para enmarcar en donde ellas han demostrado la verdad que intentan mostrar. Frases tan insignificantes como motivadoras que al final te hacen darte cuenta de que sin esfuerzo no hay recompensa, pero que hasta a veces por mucho que te esfuerces hay algo que te impide conseguir lo que buscas.


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Hemos perdido partidos a pesar de esforzarnos como bestias, pero ahí es donde han crecido y se han dado cuenta de que si se han esforzado y no han ganado un día, al siguiente tenían que trabajar más y mejor. No han buscado excusas y se han aplicado el cuento. Nos hemos enfrentado a equipos muy complicados, como Alhaurín por ejemplo, donde una jugadora llevaba el ritmo del partido y era capaz hasta de anotar 30 puntos en un partido y capaz de ganarle a Mijas por 19 en su propia pista. Esa jugadora ha ganado partidos, tantos que al final se consiguieron meter en la Final Four cuando nadie lo daba por hecho, pero al final la lógica se impuso. Una jugadora puede ganar muchos partidos, un grupo, el nuestro, al final consigue llevarse el campeonato.


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6. Creer por encima de todo Ha sido un año muy divertido. He “engañado” tantas veces a estas 15 niñas a lo largo del año que cada vez que lo conseguía me proponía volver a hacerlo una vez más. El corazón que tiene este grupo es inmenso y el afán de superación que han demostrado durante toda la temporada es digno de admirar. Esa diversión ha radicado sobretodo en que se han creído absolutamente todo lo que yo les contaba en cada entrenamiento o antes de cada partido. Ha habido días en los que sin venir a cuento les echaba una bronca de mil demonios simplemente con el objetivo de plasmarles una idea que me había surgido a lo largo del día leyendo un libro o viendo algún video de liderazgo. La famosa frase de Myriam cuando decía que “Yiyi es bipolar”. Todos estos meses me los he pasado sacando frases motivadoras que las hicieran salir como motos no solo a la pista, sino a comerse el mundo en su vida personal. Todo lo que yo les decía lo han llevado hasta tal punto que si en algún momento les planteaba la idea de pegarnos un cabezazo contra la pared, lo hacían todas juntas sin preguntar. Ellas han creído en mi discurso diario y cualquier cosa, si la decía yo, estaba bien dicha y era siempre para mejorar en grupo. En esta historia las verdaderas protagonistas han sido ellas. Yo habré tenido mi parte de culpa, pero las que han sido


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capaces de hacer un grupo sin fisuras y donde ninguna destaque por encima de otra han sido ellas. En la pista siempre hay quien aporta más y quien aporta menos, lógicamente, pero cuando hablo de grupo donde una no destaca por encima de nadie me refiero al grupo humano, a la familia. Todas se han mostrado igual que el resto y ninguna ha tenido un mal gesto o una mala cara con otra compañera. El respeto ha sido espectacular y las ganas de ayudarse entre sí han despertado en mi un sentimiento que difícilmente se me olvide. Creerse un discurso quizá sea sencillo, pero ponerlo en práctica ya es más complicado. Siento que he despertado en ellas ese puntito de auto superación que algunas tenían algo adormilado y eso las ha hecho crecer. El caso más claro lo he tenido con Carmen García, alguien que vino con unos miedos terribles a no dar la talla en un equipo que ella veía superior a sus posibilidades pero en el que ha acabado siendo titular en el 90% de los partidos, MVP de la final de la Copa Colegial y una de las mejores jugadoras de la final de la Copa Federación. Ella se veía inferior desde el primer momento simplemente porque no nos conocía como grupo. Nos veía a años luz. Era algo que me molestaba, así que desde el


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primer momento utilicé con ella la palabra “sueños” en cada conversación que teníamos fuera de los entrenamientos. Si tienes un sueño, ve a por él. Eso se lo he dicho millones de veces. He trabajado muchísimo con ella individualmente para despertarle ese afán por levantarse cada día con ganas de ser mejor que ayer pero peor que mañana. Hay algo que me ha enamorado esta temporada, y es que he visto soñar a este equipo. Todas han tenido el mismo sueño desde el primer día que se juntaron. Han soñado tantas veces y de manera tan intensa que podían ser las campeonas que a la hora de trabajar ponían todos sus esfuerzos en conseguir ese sueño por el que peleaban. Los sueños a veces se hacen realidad, pero tienes que ir a por ellos y poner todo tu empeño en conseguirlos. Puede que tarden en llegar o puede que lleguen a medio plazo, pero lo que es seguro es que si no te has esforzado ni has creído con todas tus ganas en que podías llegar a la cima, seguro que no lo consigues.


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7. Ser ejemplo de los pequeños

Cuando comenzó el año, Salva Merat tuvo una pequeña charla con las niñas acerca de la nueva temporada que empezaba. En esa charla hubo un detalle que me marcó un nuevo objetivo en la mi libreta: ser ejemplo de los equipos que vienen por detrás. Salva les explicó la importancia de ir bien uniformadas en cada entrenamiento con ropa del colegio, que llegaran puntuales a la hora prevista para entrenar, no dejar de asistir a las sesiones sin explicación alguna… Más que nada porque ellas son el espejo de las cadetes, de las infantiles y de las minibasket. Cuando escuché eso no pude más que asentir con la cabeza porque eso estaba en lo cierto.


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Todos hemos sido pequeños y todos nos hemos fijado en como se comportaban los mayores. Yo tenía claro que tenía que conseguir no solo que las niñas vinieran a entrenar regularmente y bien uniformadas, sino que también tenía que conseguir que todos se fijaran en mi equipo. Ha sido fácil llevarlas por ese camino, porque son personas que entienden las cosas cuando se les explica y la verdad es que cuando han acudido con otra vestimenta ha sido con mi consentimiento y con previo aviso. Las faltas han transcurrido de la misma manera, cuando alguna ha faltado ha avisado con tiempo y se ha excusado, y eso ha facilitado que cada día yo haya podido planificar el entrenamiento del día según las jugadoras disponibles para la tarde. El hecho de entrenar en el pabellón, a la vista de poca gente, fue lo que más me motivó a la hora de proponerme ser el espejo en el que se miren no solo los equipos más pequeños, sino también compañeros y amigos. La responsabilidad que cogieron cuando Salva les explicó quienes eran realmente sirvió para que muchas abrieran los ojos y se decidieran conmigo a conseguir lo marcado. Este factor lo hemos conseguido con creces y no tuvimos que esperar mucho tiempo para ver que eso era así. Tan solo tenían que sentirse importantes y actuar como modelos a seguir. Esto ha sido un trabajo de todas, porque no me valía que la mitad del equipo se marcara el reto de


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conseguirlo, y que la otra mitad se dedicara a echar por tierra el trabajo del resto. Ahí vuelvo a sentirme orgulloso de todas ellas, porque han sabido enamorar con su forma de trabajar, de entrenar, y sobretodo con su forma de ser, a otras muchas niñas que ya sueñan con llegar a la categoría junior y ser lo que ahora mismo son ellas. La forma que han tenido de trabajar ha sido determinante en la consecución de esto. “La gente no viene a veros porque ganáis o perdéis, sino porque os machacáis en la pista”. Ese carácter que han puesto en cada encuentro, esas ganas de luchar por todo y de comerse el mundo que han tenido cuando los partidos estaban perdidos, y esa mentalidad ganadora que han tenido incluso siendo a veces inferior al rival, ha sido lo que ha hecho que el pabellón se llenara cada tarde que jugábamos en casa. Estas niñas dan envidia sana por su manera de afrontar la vida y los problemas en el deporte, por haber sabido apoyarse en el grupo antes que en otras personas y por haber pensado más en el nosotros que en el yo. A los entrenamientos también han asistido muchas veces jugadoras de otras categorías a ayudarnos porque teníamos bajas y lesiones que nos impedían trabajar con un número de jugadoras de calidad, y lo cierto es que de todas, absolutamente de todas, he recibido al concluir el entrenamiento un mensaje en el móvil en el que me decían que habían disfrutado como nunca haciendo un


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entrenamiento. Y no era porque yo entrenara al equipo, sino por la forma de entrenar que tenían ellas. Concentración, atención, superación y una enorme sonrisa en la cara. Por todas esas cosas, las que venían querían repetir. Y si no repetían, sólo por haber entrenado con nosotros un día, ya venían a nuestros partidos. He intentado que mi equipo sea cercano a todos y cada uno de los que se han acercado a animarnos en el colegio y fuera de él. En las victorias les he hecho partícipes desde la pista y en las derrotas les he dado las gracias por seguir ahí. Las niñas también lo han agradecido con cada aplauso al final del partido porque son niñas tan sencillas como humildes. Mi equipo es de todos, y las victoria no son solo nuestras. Ahora con el final de temporada tan espectacular que han tenido es cuando más ejemplo tenemos que dar a todos. Hay que seguir entrenando a pesar de las victorias, y si nosotros entrenamos habiendo sido campeonas en los dos torneos que hemos disputado, aquellos equipos que se fijan en nosotros y que no han ganado nada tomarán nota y se aplicarán el cuento de que nunca hay que dejar de crecer ni jamás hay que dejar de mejorar.


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8. Un juego bonito que ilusiona Esto lo aprendí durante el verano, en la pretemporada del Clínicas Rincón. Cuando escuchaba a Francis Tomé hablar en las entrevistas a las que yo le acompañaba como Jefe de Prensa, en algunas de ellas explicaba que él entrenaba al equipo sin pensar en absoluto que era un equipo profesional, apoyándose siempre en la idea del crecimiento individual de cada jugador y no limitándole en absoluto sus movimientos en la pista. Sus entrenamientos, para cualquiera que los haya visto, siempre se han centrado más en lo individual que en lo colectivo. Claro está que siempre hay momentos para una cosa o para otra, pero sí es cierto que la parte importante del entrenamiento se basaba en el crecimiento de cada uno de forma individual.


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Yo me propuse lo mismo, teniendo en cuenta el equipo que he tenido entre manos no podía hacer otra cosa que no fuera hacerlas mejores de lo que realmente eran. Este trabajo, como he dicho muchas veces ha sido más de cabeza que de otra cosa. Algunas han podido mejorar en algún aspecto, pero lo que ha crecido ha sido su confianza, su cabeza, el creerse mejores que la de que le defiende. Mi filosofía ha sido siempre la del esfuerzo máximo, la de vaciarnos en la pista y no dejar nada dentro de nosotros. Presionar, presionar y presionar y desarrollar en todas y cada una de ellas la capacidad de sobreponerse a todo y comerse el mundo. Lo habré conseguido en mayor o menos medida, pero mi empeño ha sido ese y el reconocimiento creo que ha dejado claro que el camino que se ha seguido no ha sido el equivocado. Siempre he renegado de las defensas zonales. No me han gustado nunca y no me gustarán jamás. En las categorías de formación las eliminaba por completo, pero cuando son legales y pueden planteártelas no tienes más remedio que dedicarles tiempo porque por lo menos las niñas tienen que saber qué hacer en cada una de las situaciones que se encuentran en el partido. Este año han tenido creo que un master gratuito de cómo atacar contra defensas zonales. Han acabado sacando la zona 2-3 de dos maneras diferentes pero iguales, han ganado una final atacando una incómoda zona 1-3-1, han ganado partidos contra una 3-


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2, y lo han bordado cuando han tenido que superar una 2-1-2. De todos los colores y de todos los tipos han tenido que trabajar. Sin embargo, nuestra propuesta de juego ha ido mucho más allá. ¿Qué queríamos ganar o divertirnos? ¿Defender en zona y aburrirnos o tratar de correr y poner patas arriba a todo el mundo? Sin duda la segunda opción ha sido la que ha marcado nuestra temporada. Y ojo, que muchas veces hemos estado a punto de perder un partido o se nos ha complicado la cosa por mi empeño de no querer defender en zona ni un segundo, pero con los años he aprendido que las zonas aburren, que cada uno puede utilizarlas cuando crean que las necesitan para su equipo, pero yo prefiero que mi equipo se divierta, que presione, que corra, que juegue rápido, que se lo pase bomba y que disfrute en la pista. Alguna vez sí que nos hemos colocado en zona por necesidades del partido, porque estábamos cargados de faltas, porque el físico nos fallaba o porque no era nuestro día defensivamente, pero todo el que ha jugado contra nosotros puede decir que más de 10 minutos no hemos estado defendiendo atrás. Estoy seguro que todo el mundo que ha venido a vernos alguna vez se ha divertido. Da igual si hemos ganado o hemos perdido, la sensación con la que se va la gente a su casa es de que vaya despliegue físico tienen y cómo han corrido estas niñas. Eso lo he vivido yo en primera persona


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porque al ser el entrenador del equipo, todos los comentarios acerca del juego me los han trasladado a mi primero antes que a ellas, y ahí sí asumo mi parte de culpa. Entiendo que jugamos para disfrutar, para divertirnos pero también para divertir, para no aburrir. Un partido que acaba con un marcador bajo es imposible que divierta a alguien. Sin embargo, un partido que termina con una alta anotación es porque no ha tenido respiro alguno. Las altas anotaciones no siempre son sinónimo de mala defensa. Nuestro juego es de correr, presionar y de desgastarnos en ambos lados de la pista. Algún riesgo cometemos y muchas faltas hacemos porque nuestro juego es así. Pero por eso mismo a la gente le ha encantado como hemos jugado a pesar del resultado final. Si los que vienen a vernos se divierten, imaginaos nosotros ahí abajo dándolo todo. Si ellos disfrutan, nosotros más. Si ellos se divierten, nosotros más. Y si ellos se van satisfechos por lo que han visto, nosotros más. Eso es así y eso ha sido lo que nos ha hecho grandes. Lo hemos pasado bien con un juego super bonito para estas edades, donde defender era una parte importante en el juego, pero también meter canastas continuamente.


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9. El vestuario es sagrado Los partidos se empiezan a ganar o se empiezan a perder en el vestuario. En la pista se defiende, en los tiros libres se anota de uno en uno y en las defensas se intenta parar el ataque del rival, pero los partidos se empiezan a ganar o se empiezan a perder en los momentos previos al partido. Siempre, y más con este grupo, he tenido el don de ver si estaban preparadas o no para competir y ganar un partido. Siempre que alguien me preguntaba por las posibilidades de ganar o perder un fin de semana, a veces podía pasar de ser tan positivo un lunes como negativo dos horas antes de jugar. Un equipo es un estado de ánimo y es algo que tengo claro en mi día a día. Esa es la realidad, y tengo la


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virtud de conocer tan bien a mis jugadoras que con tan solo mirarlas y verlas calentar o hablar entre ellas ya sé como va a ir la cosa en la pista. Una de las cosas que ha hecho que el equipo crezca ha sido hacerlas entender que el vestuario es sagrado. Ahí no entra nadie que no sea del equipo salvo que yo acceda a ello. Muchas veces me han criticado por este motivo, de que actúo con demasiado profesionalismo a la hora de llevar las riendas del grupo. Puede ser que sí, yo nunca he dicho que no, pero en este caso, en el del vestuario, creo que las niñas han demostrado que no. Los trapos sucios hay que lavarlos en casa, y los buenos momentos y abrazos hay que mantenerlos también a buen recaudo. Un vestuario es la habitación de un equipo, es donde se habla de baloncesto, del grupo, donde se corrigen los errores o donde se anima para seguir trabajando. Para mi es mi casa, y no es raro verme sentado antes de un partido en soledad pensando en lo que está por venir en la pista. Mi vestuario en cada partido es igual. Siempre ha estado decorado con frases motivadoras, con objetivos de cada partido y con las sensaciones que tengo en el cuerpo. Siempre hay una que he repetido desde el primer partido de temporada: “No dejes que la duda te incomode. No pienses. Cree en ti”. Un día la leí, me gustó, y la he hecho nuestra hasta el final. El vestuario es el lugar para quitarle a las niñas los miedos, para relajarlas, para hacerlas creer y para


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hacerlas confiar y soñar, pero también para hacerles ver tantas cosas como que el baloncesto es un deporte y que nosotros somos un equipo de formación. Junior, pero en formación. Formación de jugadoras, pero en formación también de personas. No he soportado nunca los nervios de alguien del grupo antes de un partido. No tiene que haber nervios porque todos estamos en el mismo barco por un simple motivo: divertirnos. Si ellas tienen nervios no se divierten. Mi trabajo ha sido quitárselos intentando crear un ambiente impresionante dentro del vestuario. Aquí nadie es profesional, y nadie va a vivir de esto. Aquí estamos para disfrutar, para jugar y crecer todos juntos, y no para pasarlo mal cuando alguna tiene que pisar el campo.


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El vestuario lo he utilizo para unirnos más. Incluso no he tenido ningún problema en que ellas mismas decoren las paredes del mismo en los partidos. Dos han sido las que han llevado la voz cantante en este punto. Carmen García y Gloria. Más de una vez me han dado cosas para que las colgara en las paredes para animar a sus compañeras. La verdad es que muchas veces esas cuatro paredes parecían de manicomio o de película de terror, todo pintorreado y con cosas colgadas, pero siempre ha sido por un motivo y viendo los resultados y el crecimiento personal del grupo ha dado resultado. Las cuatro paredes en las que nos hemos metido antes de empezar un encuentro ha sido el lugar donde he basado todo el trabajo que se ha realizado. Las tácticas están bien, las jugadas están maravillosas, pero antes que eso he tenido claro que hay una cosa más importante. La motivación, el creer que se puede y querer que se pueda. Las niñas pueden no haber sido las


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mejores durante todo el año, pero estoy seguro que ellas han sido las que más han creído que podían ser campeonas. Ni son las que tiran mejor, ni son las que defienden mejor. Son las que más se han preparado para llegar hasta el final y para prepararse para ello han tenido que tener una motivación y un convencimiento que creo que he sabido transmitirles a la perfección. Siempre he visto en todas y cada una de ellas algo especial. Todas han tenido algo que le faltaba a la de al lado y todo eso ha hecho que la mezcla que ha salido en cada partido a luchar y pelear haya sido explosiva. Para salir a dejarse la vida en cada partido, sin importar ganar o perder, han tenido que creérselo mucho, confiar mucho, motivarse mucho, soñar mucho. Todo eso ha surgido del lugar de las paredes pintorreadas. Tengo que reconocer que lo del vestuario propio ha surgido este año por el hecho de ser equipo junior y jugar en el pabellón. Ningún año he necesitado vestuario porque hemos jugado en las pistas exteriores y aunque alguna vez sí lo he utilizado en algún partido determinado, nunca lo vi tan necesario como esta temporada, porque desde que empezamos a entrenar algo me decía que iban a hacer algo grande. Con este grupo humano que he manejado todo este año, era necesario juntarlas y hacer que maduraran en grupo, fomentando los valores de la confianza, el respeto y la sinceridad. Muchas veces hemos discutido entre esas cuatro paredes, muchas veces me han replicado algo que


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no les ha gustado de mi, pero jamás ha salido una conversación surgida en el vestuario al exterior. Ellas comprendieron que ese sitio es nuestra casa y a nadie le gusta ver que el exterior conoce lo que se mueve en su lugar de confianza. Es difícil crear algo así y más en ciertas edades, pero el éxito de conseguir hacer del vestuario un lugar sagrado ha sido que todas son amigas fuera de las pistas y que si tenían que contarle algún problema personal o del equipo a alguien, la que tenía cerca también permanecía al grupo


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10. Orgullo Cadete Esta temporada he tenido que compaginar los entrenamientos del junior femenino con los del cadete. Dos equipos más que distintos en todo. En compromiso, en trabajo, en dedicación… En todo prácticamente. Muchos de los días ambos equipos han tenido que entrenar juntos por falta de jugadoras. Cuando no veían cinco, venían seis y si no, te encontrabas con cuatro. Imposible trabajar así, y es una pena porque las que verdaderamente estaban comprometidas se han visto afectadas por la actitud del resto. El cadete era un equipo que yo conocía de años anteriores, porque tuve la suerte de entrenarlo un año y ser subcampeones de a Liga Municipal. Sabía que más allá del nivel que podía dar algunas jugadoras, el compromiso de las de segundo año iba a ser espectacular. No dudaba de ello y por eso les “premié” cada miércoles con poder entrenar con el junior ante la ausencia reiterada de las de


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primer año. Conforme fueron pasando los entrenamientos y las semanas me fui dando cuenta de que ahí había materia que le podía venir muy bien el equipo junior. La competitividad siempre es buena, y ya había tirado alguna vez de alguna jugadora cadete para los partidos cuando me faltaba alguna para completar la convocatoria. De este modo, Nuria, Virginia y Vito se fueron incorporando poco a poco a la dinámica del equipo junior por méritos propios. En los entrenamientos demostraban que podían aportar no mucho, sino muchísimo, y estaban dispuestas a “pelearse” día tras día con las mayores para tener minutos. Ante esa actitud de interés y de compromiso, no tuve problemas en contar con ellas sin descuidar nunca que su verdadero equipo era el cadete. Siempre que han podido jugar con las mayores lo han hecho, y siempre que han estado sentadas en el banquillo, han saltado a la pista. Para subirlas y no sacarlas, las dejo en casa. El factor cadete, como me gusta llamarlo, fue el empujón que le faltaba al junior para madurar y creérselo del todo. Aumentaron la rivalidad sana entre compañeras, le dieron sabia nueva al equipo y han aportado en los partidos unas ganas de comerse el mundo que pocos pueden imaginarse. Además, el equipo entendió de buen agrado que era necesaria la incorporación de las tres para darle un salto de calidad a nuestras opciones de llegar hasta el final. Las tres


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han sido cadetes pero con derechos plenos en el junior. Cuando se han comido a una compañera en los entrenamientos, no me ha temblado el pulso a la hora de ponerlas titulares si lo merecían, y si he tenido que descartar a una de las mayores para meter en la convocatoria a una de ellas lo he hecho sin problemas. Era hacerlo así o no dejar claro que aquí para jugar no valía con venir a entrenar, como muchas pensaban al principio. Hay que venir a entrenar para luego demostrar cada día que había ganas de jugar y ambición por ganar minutos en la pista. Con esto, creo que he ganado a tres jugadoras y las he hecho crecer de manera impresionante, pero también he ganado otras 12 que apretaron los puños y subieron su nivel de compromiso y esfuerzo. Las tres jugaron las semifinal de la liga, y Virginia jugó en la final bastantes minutos. Nuria y Vito podrían haberse colado en el último partido, pero me guié por el gran compromiso que el equipo junior ha tenido durante todo el año y no fui capaz en el último partido de quitarle protagonismo a una de las mayores. Tampoco había ninguna que se mereciera no jugar. Todas cumplieron durante el año y todas tenían su sitio.


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11. Asumir la derrota como parte del juego En la Copa Federación tan solo hemos tenido tres derrotas en 14 partidos. Dos derrotas con Mijas por cuatro y dos puntos, y una contra CB El Palo, por cinco. Bajo mi punto de vista, tan solo en dos de esos tres partidos

merecimos perder, no por el hecho de haber jugado mal, que a veces también es justo reconocerlo, sino porque el rival fue mejor. Esa ha sido la clave del crecimiento de este grupo. Las chicas entendieron en cada momento cuando el contrario era mejor y cuando merecimos la victoria nosotros a pesar de no conseguirla. La derrota en Mijas por 54-50 quizá fue en uno de los mejores partidos que las he visto jugar durante la temporada. Desde que salió el calendario, señalamos a Mijas como nuestro rival más complicado de superar por el juego y la defensa que hacían. Todos han sido unos rivales exageradamente difíciles, y a los resultados me remito, pero sí es cierto que Mijas siempre ha estado en nuestra cabeza cada fin de semana. Junto a ellas hemos estado al frente de la clasificación prácticamente todo el año, salvo


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en momentos puntuales. Esa derrota por cuatro puntos no hizo que dejara de sentirme orgulloso de cómo estaban respondiendo. Trabajaron como sabían y jugaron como debían, solo que el baloncesto es un deporte en el que hay que meter más canastas que el rival, y ellas metieron dos más que nosotros. Ni ellas nos pasaron por encima, ni ganaron por suerte, ni nosotros jugamos mal. Ambos hicimos un juego muy limpio, bonito de ver, y metieron cuatro puntos más que nosotros para ganar. El partido que perdimos en casa quizá sí lo vi más injusto por los méritos que hicimos unos y otros, pero no es menos cierto que si no aprovechas las oportunidades que tienes durante los 40 minutos de partido, lo acabas pagando muy caro. Eso fue lo que nos pasó. Supimos remontar un partido con una anotación irrisoria al final del encuentro (22-24). El partido fue raro, muy extraño, y los dos equipos pusimos en liza los nervios de jugar lo que nos estábamos jugando. Ellas ser primeras de grupo en ese momento y nosotros levantarles el average de la derrota en su pista. Pudimos ganar el encuentro por 24-22 en los últimos tres segundos de partido, pero fallamos una canasta debajo de aro completamente solos y al coger el rebote hicimos falta con tiros libres. No nos perdonaron. Anotaron los dos y no nos quedó tiempo para empatar el partido. No jugamos mal, pero tampoco bien. No merecimos perder, porque ellas tampoco hicieron un juego


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espectacular. Simplemente aprovecharon nuestros errores para salir ganadoras. Alabar el juego de rival cuando juega mejor que tú es algo que nunca me ha importado reconocer y ellas han actuado igual que yo en ese sentido. De hecho, ellas siempre han tenido claro que cuando perdimos en La Mosca ante el CB El Palo por 56-51 fue el típico partido que ni durando 20 minutos más hubiéramos ganado. Podríamos haber remontado como lo hicimos, porque llegamos a perder hasta por 15 puntos, pero tenía claro que ese no era el día de mi equipo y que ellas estaban jugando muy cómodas y mucho mejor que nosotros. Merecieron la victoria y solo nos quedó seguir trabajando para que el partido de vuelta fuera otra historia. El segundo partido sí lo ganamos por 52-43, pero tuvimos que remar mucho contracorriente porque al descanso nos estaban ganando por 13 puntos. Muchos entrenadores se escudan cuando pierden en que los árbitros han pitado mejor o peor, o en que si les han pitado una falta que no era. Pocos se paran a pensar en que quizá el rival ha sido mejor y punto. A todos nos da coraje perder un encuentro cuando sabes que tu equipo es superior en algunos aspectos determinantes, pero que tus jugadoras no han sido capaces de plasmar en el campo. Esta Copa Federación ha dejado claro que los partidos hay que jugarlos y que quien se crea ganador antes de saltar a la pista al final se ha llevado un


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susto en forma de derrota. Yo he tenido muchos maestros en los banquillos, muchos amigos entrenadores en los que me he fijado y he pedido consejo, y de uno de ellos aprendí a ser humilde en la victoria y sobretodo en la derrota. Si el equipo rival ha sido mejor que tú, hay que asumirlo, pero no solo tú, sino también tus jugadoras. Ellas entendieron esos dos días que merecieron perder porque las superaron y se fueron ‘tocadas’ a casa tras la derrota en casa ante Mijas porque no la merecimos en cierto modo. Eso es lo bonito del baloncesto, que te hace entender tantas cosas y te hace madurar de una manera que al final no solo lo aplicas al deporte, sino que hay cosas que las trasladas a la vida.


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12. Un momento muy duro para todos Lo que este equipo ha hecho es admirable. Como se ha repuesto de los palos que le han ido dando por el camino. El peor de todos, el que yo pensaba que me echaba por tierra todo el trabajo que se estaba realizando, fue el accidente que tuvo Esther casi a mitad de temporada. Ahí el equipo se paró y lo pasamos todos tan mal que lógicamente dejamos de darle importancia al deporte y nos centramos todos en el interior de las personas. Esther siempre ha sido, es y será una de las jugadoras claves en el buen ambiente de mi equipo. Es una jugadora que juegue más o juegue menos, siempre tiene una buena palabra para mi y para sus compañeras, una sonrisa que sacarnos a todos. Su mala suerte la ha dejado fuera del equipo prácticamente toda la segunda parte de la competición, pero cuando todo se restableció de manera positiva y la cosa fue mejorando muy poco a poco, las niñas se unieron aún más en torno a ella para cumplir los objetivos. Las cosas suceden por algo, y esto nos sirvió a todos para comprender que el grupo que tenemos es el mejor del mundo. Nos unimos más, juntamos nuestras fuerzas con muchísimas más ganas y viendo que Esther no podía jugar ningún partido de la Copa Federación por su situación, el equipo se centró en llegar lo más lejos posible para intentar que no acabara el año sin que ella no pudiera jugar algún


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partido. Ahí las ganas de cumplir nuestros sueños crecieron de una manera espectacular. Para mí no ha sido una situación cómoda el tener que convivir con esta situación, porque en todas las reuniones de equipo, en todas las conversaciones y entrenamientos, aparecía el nombre de Esther. Se le ha echado de menos tantísimo cuando no ha estado que por momentos fue muy difícil entender que de momento no podía estar con nosotros. Si a nosotros nos costó superar poco a poco su ausencia en la pista, a ella se le hizo un mundo. Siempre tuvo un empeño tan grande en volver cuanto antes, incluso a veces los médicos tenían que pararla. También en algún entrenamiento hemos tenido que frenarla nosotros porque veíamos que su mente y sus ganas iban más deprisa que su cuerpo y físico. Nunca he llegado a decírselo pero hoy sí tengo la oportunidad de hacerlo. La he admirado todos los días que no ha podido estar y la he admirado en todos los entrenamientos que se ha machacado con la ilusión de volver. Qué manera de correr y qué manera de venirse abajo al ver que no llegaba a donde ella quería. Qué afán de superación y lucha. De verdad, admirable. Yo desde fuera veía que no estaba en condiciones físicas de poder entrar en convocatorias, porque estuvo parada mucho tiempo, pero siempre tuve el deseo de poder contar con ella. El problema fue que cuando llegó la recta final de su


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vuelta, el equipo se estaba jugando tanto que tuve que pensar en el grupo más que en otra cosa. Ahí lo pasé realmente mal, porque yo quería verla en la pista, las compañeras querían verla de nuevo jugando, pero la situación no era la idónea. Una conversación con ella me hizo entender que ella simplemente era feliz estando convocada. Le daba igual jugar o no, pero estando entre las 12 elegidas para un partido, con eso, ya era feliz. A dos partidos del final de la liga regular me decidí por convocarla. No olvidaré jamás la sonrisa que le salió al decírselo ni olvidaré jamás la conversación que tuvimos segundos antes de entrar a la pista en Asunción. Estaba asustada y nerviosa, como si fuese el primer partido de su vida. A mi me daba igual que lo hiciera mejor o peor, yo lo único que quería era que se sintiera otra vez jugadora. Nunca dejó de serlo, pero quizá lo pasó tan mal que para ella esa etapa se paró algunos meses. Esa situación ha sido clave este año, porque el grupo ha estado por encima de todas las cosas habidas y por haber. La humanidad que han tenido estas niñas ha sido tan grande que el baloncesto les ha devuelto todo lo que han peleado para que Esther volviera a jugar. Y no solo jugó un partido, sino que acabó jugando tres. Hasta la final. Tenía que volver y tenía que jugar. Tenía que ganar y sentirse lo que es, una CAMPEONA. El sueño se cumplió, y lo más


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bonito de todo es que el sueño se alcanzó estando todas juntas.


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13. Campeonas de la Copa Colegial 2014

La participación del equipo en la Copa Colegial por Bifrutas 2014 fue un pilar básico para que el equipo se creyera capaz de todo en mitad de la temporada. Quizá no fue una competición muy exigente en sus dos primeras eliminatorias, y quizá la final la sacamos hacia delante con menos problemas de los que pensábamos que tendríamos, pero lo cierto es que ser Campeonas de Málaga en esa competición colegial les dio un impulso de moral espectacular para afrontar los tres últimos meses de temporada.


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La Copa Colegial envolvió al colegio en un ambiente espectacular en la que profesores, alumnos y deportistas se volcaron de tal manera con nosotros que no tuvimos más opción que ganarla. Además, jugando la final en casa, el apoyo fue impresionante. La Copa Colegial es lo que hace algunos años se denominaba como Series Colegiales, una competición muy atractiva en la que solo pueden participar equipos de colegios con jugadoras que estudian en el propio centro. Los clubes deportivos no pueden jugarla, por lo que para equipos que compiten en ligas federadas y suelen tener enfrente a equipos de clubes mucho mejores, este formato de competición es como un soplo de aire fresco. Ese es el encanto de este equipo, que todas son jugadoras que se tienen que ver la cara cada mañana en clase porque son compañeras. Viven intensamente todo lo que les rodea porque lo hacen juntas en todo momento. Durante los días previos a la final se sentían las heroínas del colegio, porque todo el mundo las animaba, todo el mundo hablaba del partido y la semana giró prácticamente a una nueva final que tenían delante. El partido tuvo un ambiente especial, porque lo cierto es que el formato de la Copa Colegial es similar al de las Universidades en EEUU. Se busca que el Colegio se vuelque, que las aficiones llenen las gradas y que las chicas sean las protagonistas de todo. Presentaciones


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espectaculares en el partido, ambiente externo que hace que el partido sea diferente al resto y una entrega de premios que siempre recordarán. El premio de las medallas y de la copa quedarán para su cuarto y para sus recuerdos, pero para todo el colegio quedará la banderola que hoy en día está colgada en una de las paredes del pabellón. Eso ya queda para la historia, para que las promociones venideras recuerden cada vez que pisen el pabellón que en 2014 fuimos Campeonas de la Copa Colegial.


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14. La Final Four Dos semanas antes de terminar la competición regular el equipo se clasificó para la Final Four. El objetivo se cumplió tras ganar en Maristas al CB El Palo por 52-43. Fue un partido muy complicado, que llegamos a perder hasta por 13 puntos pero que las niñas supieron remontar a base de coraje y corazón. Fue el típico partido en el que no te salen las cosas desde el principio y te desesperas porque ves que al rival le entra todo sin hacer apenas esfuerzo. Tras el descanso, el equipo salió con una intensidad espectacular y acabó poniéndose por delante. Al final, victoria por nueve puntos, average recuperado –en La Mosca se perdió 56-51- y la clasificación matemática para las semifinales en el bolsillo.


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Aún quedaban dos semanas por delante en los que nos teníamos que jugar ser primeros, segundos terceros o

cuartos, pero la relajación y la tranquilidad de vernos ya en el corte de cuatro equipos dos jornadas antes no sé si vino bien o mal. Con Asunción, equipo que ha ido último todo el año y al que le habíamos ganado todos los partidos de la temporada –primera fase, Copa Colegial, la ida de Copa Federación…-, lo pasamos tan mal que solamente pudimos superarlas en la prórroga y con un triple desde medio campo de Carmen Ruiz para apuntarnos el tanto por 66-69. Fue un patinazo espectacular y a pesar de ganar, no lo

merecimos en ningún momento. Remontamos 17

puntos, sí, pero a mi no me valió ganar de esa forma. Sin actitud, le faltas el respeto al rival. Y lo más peligroso, te faltas el respeto a ti mismo.


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Siempre he intentado inculcarles que el partido más importante que tienes que jugar es el que tienes delante, y no el que jugarás la semana que viene o la siguiente. Ellas ese día estaban más pendientes de las semifinales que de asegurar el primer puesto de cara a un cruce con el cuarto en la Final Four. Por lo menos esa victoria nos mandaba directamente a enfrentarnos con el rival que quizá menos me gustaba de los tres semifinalistas: Alhaurín de la Torre, pero al que estaba más seguro de poder ganar. Ya lo habíamos hecho en su pista por ocho puntos en la primera vuelta, y en la segunda, era el último partido que nos quedaba por jugar. Cerrábamos la liga con ellas y nos enfrentábamos otra vez a la semana siguiente en unas semis a vida o muerte. El susto de Asunción las puso en alerta. A mi no, porque intuía lo que iba a pasar en ese partido porque la semana de entrenamientos había sido floja y los exámenes estaban acechando. A Alhaurín se le ganó de nuevo por siete puntos, sin enseñar mucho las cartas por las semifinales tan cercanas, pero sufrimos para hacerlo. Ganar o perder nos daba igual, porque el rival iba a ser el mismo con cualquier resultado, así que el objetivo era ganar y meterles miedo en el cuerpo para cuando tuvieran que volver a vernos las caras.


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La Final Four la organizamos nosotros en Maristas, como sucedió en Infantiles. El destino nos tenía preparado un fin de semana lleno de emociones que yo me encargué de avivar aún más durante la semana. Mi idea era no hablar de la semifinal hasta que llegara, pero era inevitable porque verlas entrenar de la manera en que lo hacían me ponía el corazón a 200 pulsaciones. Sabíamos que éramos mejores que nuestras rivales, había que tenerlo claro si queríamos ganar y aunque no lo fuéramos, teníamos que creer que éramos mejores. Queríamos soñar con ganar. Creer, creer y creer fue la frase que más repetimos durante los días previos al partido. Ya les habíamos ganado dos veces, y no podía haber dos sin tres. La primera semifinal la jugaron Mijas y Málaga Basket. Las primeras metieron la directa a la final y dejaron claro que iban a ser unas rivales muy difíciles. Ganaron con suma facilidad y sin mucho desgaste por 64-42, por lo que ellas ya llegaban más frescas a la


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final del domingo. A nosotros nos costó horrores ganar nuestro partido a pesar de que el resultado final fue de 15 puntos a nuestro favor (57-42). Lo pasamos mal en algunos momentos, porque de ir ganando prácticamente durante los primeros 30 minutos de partido, se nos pusieron por delante en un momento clave del encuentro que tuvimos que superar a base de corazón. Este partido lo sacaron adelante las niñas con el apoyo de la grada. Llena a reventar. Qué manera de animar y qué manera de entregarse al trabajo que estaban haciendo las niñas en el campo. La gente reconoció el enorme trabajo que se había hecho durante el año y acudieron en masa a animarnos. Tenía claro que así no podíamos perder, y tras ese pequeño bajón en el que se nos pusieron por delante tras remontarnos 10 puntos, pusimos la directa a la final y superamos a nuestro rival. En la final nos esperaba Mijas, el único equipo que había sido capaz de ganarnos por dos veces. No pensé mucho en el encuentro la noche antes, raro en mí porque suelo martirizarme mucho en vez de disfrutar, pero el objetivo de la temporada no era ganar la competición, sino llegar al último partido y creer que se podía pelear. Llegamos, y esa anoche fui el más feliz del planeta porque ellas lo eran. Lo habían conseguido y no había absolutamente nada que reprochar, así que me limité a disfrutar mucho del momento y la final ya llegaría al día siguiente.


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Ya el domingo, al levantarme y leer un mensaje en WhatsApp en “Maristas 97: El retorno”, me di cuenta de que había llegado el día por el que habíamos entrenado tanto. El mensaje de una de las jugadoras decía: “Chicas, os quiero. Muy orgullosa de vosotras, pero como dice Yiyi cada día, queremos más. Quiero ganar la final. Y vamos a ganar la final”. La final, el último partido. Había que disfrutarlo y creer. La tarde-noche antes, contra Alhaurín, había vuelto a poner patas arriba el vestuario con frases por todos lados y carteles que hablaban de lo bonito que es jugar una Final Four de esas características con tu gente en las gradas. “Si emociona pensarlo, imagínate hacer” rezaban las camisetas que preparé para darle un sentimiento mayor al momento. Para la final me quedé sin recursos. Es verdad, me quedé sin recursos, sin discurso que darle a las niñas y sin ideas que mostrarles. Todo lo que les diría era repetido. Creer, confiar, no bajar los brazos, pelear hasta el final, no creernos vencidos si las cosas van mal ni ganadores si nos vemos por delante en el marcador. Todo ya lo había dicho o estaba en la pared. Hasta soñar


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parecía repetitivo. Al verme acorralado porque consiguieron agotar mis invenciones, decidí bajar al vestuario a las personas que nos han apoyado siempre, desde el primer día, en nuestro camino. Las madres de mis jugadoras. Entraron al vestuario sagrado, y fue uno de los momentos más emocionantes y bonitos que he vivido ahí dentro. Mientras hablaba a las chicas sobre el partido, veía a las madres con los lagrimones en la cara y sentadas con sus hijas en sus sitios de cada sábado, en esos lugares que han tenido asignados de manera fija en el vestuario. Vi felices a mis jugadoras y vi con un corazón inmenso que no le cabían en el pecho a sus madres, orgullosas de sus hijas. Fue mi manera de hacerles ver a mis 15 jugadoras que en esa final no importaba otra cosa que no fuera jugar con el corazón. Ya habíamos entrenado lo suficiente, ahora tocaba sacar el orgullo para jugar una final que no se juega todos los días. Ese día fue muy especial. Les conté una historia que aprendí de uno de las personas que más me han influido en el mundo de los banquillos. Cuando jugaba el Clínicas Rincón el último partido en casa ante Logroño, Francis Tomé, el entrenador del equipo, les dijo a los jugadores una frase que se me quedó marcada a fuego y que me prometí repetirla en mi vestuario el día de la final de la liga. “Tenéis que tener vuestros propios sueños. Yo tengo el mío,


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y sueño con ver vuestras caras de felicidad celebrando la victoria que vamos a conseguir en el partido. Ahora sois vosotros los que tenéis que soñar con qué vais a hacer cuando ganemos, cómo lo vais a celebrar”. Fue una manera de motivarles y de dejarles claro que iban a ganar ese partido y que se iban a meter en los Play Off de ascenso a la Liga Endesa. Él no sabía si iban a ganar o no, pero tenía que hacerles creer que lo iban a hacer. Se ganó a Logroño con un Pabellón de Carranque abarrotado y con los chicos haciendo un partido impresionante. Nosotros también ganamos a Mijas. Ganamos, sí. Ganamos porque lo merecimos. Ganamos porque pelearon hasta el final. Ganamos porque estuvieron juntas en todo momento. Ganamos porque no dejaron de creer ni cuando fuimos perdiendo. Ganamos porque no nos creímos ganadores antes del pitido final. Ganamos por el esfuerzo de todas. Ganamos porque la grada estuvo siempre de nuestro lado. Ganamos porque el baloncesto al final es justo con quien lo merece. Ganamos por mil y una cosas que podría expresar en estas líneas. Ganamos porque el destino de este equipo


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estaba más que escrito, y si tenían que volver a juntarse en un año tan complicado como el junior, lo hacían para volver a ser lo que fueron cuando se separaron. Ganamos porque desde el primer día soñaron con volver a ser CAMPEONAS.


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15. Supersticiones a montones Tal y como ha ido transcurriendo el año han ido apareciendo una serie de supersticiones y de rituales que como han ido saliendo bien las cosas no he querido cambiarlas demasiado. Alguna que otra si que la he cambiado porque podía volverme loco, pero otras las sigo manteniendo desde hace años y esta temporada ha crecido mi manera de cumplirlas. La primera de ellas ha sido que todas las niñas se sienten en el vestuario en la misma disposición. Desde el primer partido hasta el último. Odio tener que buscar a mis jugadoras en el vestuario cuando hablo con ellas. Si cada día se sientan en un sitio distinto al final soy yo el que se vuelve loco. En el primer partido de liga lo ganamos y no he querido cambiar esa norma dentro del vestuario. Además, creo que para ellas es algo personal aunque solamente sea un asiento, pero el hecho de saber donde se sientan antes de empezar un partido es lo que hace que verdaderamente le den sentido a la conexión positiva que intentamos tener antes de empezar un partido. Una frase ha estado durante todos los partidos presidiendo el vestuario. “No dejes que la duda te incomode. No pienses. Cree en ti”. La escribí justo después de una semana de entrenamientos donde vi que las niñas no tiraban todo lo que tenían que tirar y buscaban siempre a las mismas


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compañeras para que hicieran los tiros en las jugadas. Las vi como nunca he querido ver a nadie de mi equipo. Les puse esa frase y no les expliqué el significado ni el por qué la escribí. Simplemente la planté y en ese partido todas hicieron algún tiro de campo. Muchos ni entraron, pero el objetivo no era que las metieran todas, sino que efectuaran sus tiros cuando tuvieran la opción de hacerlo. Eso sí, algunas se vinieron arriba y tiraron más de la cuenta, pero… ¡todo tenía su riesgo! Los rotuladores son los que me traen por la calle de la amargura. Si perdemos un partido, cambio de rotulador de pizarra, hago que desaparezca tirándolo a la basura. Una vez no lo hice y perdimos dos partidos consecutivos: El Palo y Manilva. No me di cuenta y la pifié. No perdimos lógicamente por haber utilizado el mismo color de rotulador, pero eso hizo que mi paranoia creciera mucho más. Este año he dado un paso más y hago lo mismo cuando un partido no me gusta, aunque ganemos, pero en este caso no lo tiro, sino que lo guardo para otra ocasión. Esta superstición no es solo mía, se las he visto a cientos y cientos de entrenadores. Muchos se ríen, pero yo por lo menos no me siento a gusto cuando incumplo esta norma. La cruz en el suelo, poner la botella de agua en la línea azul y caminar sin salirme de ella. Justo antes de empezar un partido en casa hago lo mismo. Lo hice espontáneamente una vez y es algo que es he hecho muy


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mío. Antes me comía unos caramelos en el banquillo antes de empezar el partido pero la cambié radicalmente hace tres temporadas porque la cosa no me fue nada bien. Esta no tiene mucha esencia, pero me hace sentirme tranquilo y concentrado cuando la hago. La ropa ya es algo que me supera, pero es lo que tiene tener unos padres como los que tenemos en Maristas 97. Sobretodo la madre de Carmen Pérez, que me vigila y sabe cuando me he cambiado o no de ropa. Hasta ella tiene esta manía si ganamos un partido importante e intenta repetir ropa al siguiente partido. Nos reímos mucho con estas historias porque a veces se han hecho locuras para poder repetir vestimenta, pero sinceramente es algo que les hace partícipes de este equipo y a nosotros nos encanta que estén tan pendientes de todo. Este año le prometí que si pasábamos a la Final Four de compraría un polo de color blanco. Lo cumplí, ganamos la semifinal un sábado y el domingo estaba repitiendo polo en la final. Ahora ya sé cual es mi polo en las grandes citas.


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LAS 15 VERDADERAS PROTAGONISTAS DE UNA

TEMPORADA INSUPERABLE


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#4 Carmen Ruiz Pocas cosas puedo decir de ella Es esa jugadora que todo entrenador desea tener en su equipo toda la vida, por lo que aporta en la pista y por lo que aporta fuera de ella. Tiene alma de líder, ha sabido llevar el grupo con una facilidad pasmosa y ha conseguido que todas las compañeras confíen en ella como en la que más. Su presencia en la aumenta la confianza de sus compañeras y eso ha sido un factor importante a la hora de conseguir llegar hasta el final de la escalera. Cuando no ha tenido su día en algún partido, no ha tenido problema en delegar responsabilidades al resto de sus compañeras y ha asumido que las circunstancias no le acompañaban. No es la típica jugadora que sabe que es la líder y quiere ejercer como tal contra viento y marea. Sabe cuando tiene que dar el paso al frente y cuando darlo hacia atrás para que otra compañera lleve la voz cantante. La complicidad y la confianza que he llegado a tener con ella ha superado los límites. Con solo mirarme yo ya sabía


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lo que me quería decir y con solo mirarla ya sabía ella lo que yo estaba pensando. Ha sido una de esas jugadoras a las que le he pedido consejo cada vez que lo he necesitado, y ella con una madurez tremenda ha sabido responderme en todo momento. Mi prolongación en la pista, mi mano derecha. Su vuelta fue el pilar básico sobre el que se ha sostenido este proyecto.


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#5 Laura Fernández Quizá haya sido mi jugadora más protegida durante todo este tiempo. Me he sentido en la obligación de ejercer de hermano mayor con ella y cuidarla cada día. Soy un hermano mayor orgulloso. Su crecimiento ha sido tal que se ha convertido en una jugadora completamente nueva y con una confianza en su juego que ya querrían tener algunas. Ha desarrollado una forma de jugar que va completamente acorde con la filosofía que hemos tenido durante todos estos meses. Es capaz de fabricarse un tiro o ver un pase donde ni yo lo veo. Ha formado una pareja perfecta con Carmen Ruíz y muchos equipos aún tienen pesadillas con sus ataques contra zona. Me alegro enormemente de su crecimiento, porque se lo ha ganado y ha trabajado cada día a un nivel espectacular. En los momentos importantes ha estado siempre en la pista y ha sido capaz de defender a muchas de las mejores jugadoras de los equipos rivales.


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#6 Esther Pascual Una persona que jamás pierde la sonrisa, aunque las situaciones de la vida vengan mal dadas. Mientras ha estado disponible para jugar ha trabajado para superarse en cada entrenamiento. Poco a poco fue cogiendo confianza en su juego y a veces incluso llegó a hacer buenas jugadas con la mano izquierda, su temor permanente. Para mí siempre ha sido una de mis preferidas, su forma de jugar ha servido para que el equipo desatasque algunos partidos importantes. Parece que no está en la pista pero como le llegue un balón en la esquina te lo clava sin ningún problema. Quizá ese miedo a dar un paso al frente en los entrenamientos y auto convencerse de que es mejor de lo que ella piensa le ha hecho salir desde el banquillo muchas veces, pero en la última parte de la temporada se ha machacado tanto que a pesar de haber estado parada muchas semanas consiguió jugar la final de la Copa.


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#7 Carmen Pérez Fundamental en la buena sintonía del equipo. Todo positividad y continuamente está sumando para el grupo. Su temporada ha sido espectacular a pesar de que quizá en algunos partidos ha jugado menos de lo que debería, pero también tengo que decir que muchas de las victorias que hemos conseguido han sido por su incansable trabajo. Le da exactamente igual tener que defender a la que bota o a la que tira, y si tiene que ponerse al poste a pelearse, lo hace sin ningún tipo de problema. Suma, suma y suma sin parar, y se ha convertido en una de las líderes de este equipo. Tiene una enorme capacidad crecerse antes las adversidades y siempre que la he necesitado ahí ha estado. Mi confianza en ella es inagotable porque me ha demostrado que está conmigo en las buenas y en las malas.


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Ha sabido asumir su rol a la perfección y eso es algo que yo valoro enormemente. #8 María García Otra de las jugadoras que comprendió su rol desde el primer entrenamiento. Entendió que la segunda línea era su posición y se ha adaptado a ella sin ningún tipo de problema. Cuando ha jugado, ha dado el máximo que siempre le pedía y exigía. Ha defendido como ella sabe hacerlo y le ha perdido el miedo al tiro, algo que antes parecía insuperable para ella, como en el caso de Esther. Su carácter fuerte a veces le pierde, pero siempre es bueno tener en el equipo gente que vive las cosas con tanta pasión. La presencia de Nuria, su hermana, en el equipo pienso que le ha venido bien porque ha compartido tantas cosas con ella que en un futuro recordarán y compartirán juntas.


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#9 Paloma González Quizá haya sido la jugadora que más ha crecido como persona. Su confianza en ella misma y en lo que puede dar se ha superado esta temporada y es algo de lo que me siento enormemente orgulloso, porque es alguien a quien tengo muchísimo cariño y verla crecer cada día me ha hecho tremendamente feliz. Aún debe cambiar algo: las pequeñas cosas que suceden a su alrededor no deben afectarle tanto. Debe darle la justa importancia a las cosas más insignificantes. Muy necesaria en el equipo, ha sido la segunda capitana. Ha levantado partidos que estaban complicados y el quinteto titular ha sido la mayoría de las veces su hábitat natural. Cuando se vio fuera de las cinco que empezaban el partido, no puso problema y trabajó para volver a ser la jugadora determinante que siempre ha sido. Su mejor actuación, en cuanto a confianza y liderazgo, viene en la final de la Copa con dos triples consecutivos


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que rompen el partido a nuestro favor. Aunque ella diga que no, le debemos todos el poder estar disfrutando de esto ahora mismo por esa valentía de querer ser una de las líderes en el momento más oportuno. #10 Carmen García Llegó en silencio en los primeros entrenamientos y acaba la temporada haciendo un ruido escandaloso. He visto en ella un afán de superación bestial en todas las facetas que he podido compartir con ella. De no haber competido de manera federada jamás a ganar dos competiciones siendo titular indiscutible en un equipo como este. Tiene la virtud de que cuando las cosas no le salen, hace algo para revertir la situación. Su grandeza reside en que le gusta automotivarse y autoexigirse, y cuando ha visto que mi positividad no era máxima ha estado ahí para darme un toque y abrirme los ojos. Como persona, no es un 10, sino un 11. Ha sabido hacerse notar en un grupo que la acogió con los brazos abiertos y


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del que se ha hecho más que necesaria. Lleva la voz cantante y su discurso nunca se tambalea. Si este equipo tiene que aplaudir a alguien por el crecimiento del año, sin duda todos los elogios irían hacia ella. #11 Myriam Muñoz Es sin duda la que más intensamente ha vivido el año, porque ha sido la única de segundo año y por tanto su etapa como jugadora de formación acaba aquí. Nunca olvidaré sus lágrimas al final del partido por haber sido una temporada muy especial para ella. En ella he encontrado muchas veces la confianza que necesitaba. He podido hablar con ella de mil y una cosas, de baloncesto, de su vida, de la mía y de todo lo que nos ha apetecido en cada momento. Me llevo de ella un recuerdo más que especial, porque ha sido parte importante de todo esto. No se merecía otro final como el que ha tenido. Con una medalla al cuello y que ésta sea de oro. Tiene un corazón


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enorme y me quedaría horas y horas hablando de ella. Como jugadora, de 10. Suma, suma, suma y suma sin parar. Un honor haber compartido con ella todo esto. #12 María Marfil Quizá la que empezó con más dudas el año y la que ha acabado en un momento de forma espectacular. Ha sido titular indiscutible en la recta final de la liga porque sus compañeras lo pedían a gritos. Ha cumplido a la perfección con su papel en el equipo y fue una pena que no pudiera jugar la Final Four por un esguince de tobillo. Hubiera sido para ella lo más justo, pero así es el deporte. Este año ha dado un paso al frente en cuanto a motivación con el deporte. Otros años no ha sido tan fácil engancharla, pero esta temporada venía con la ilusión renovada y se ha metido de lleno en la dinámica. Junto con Laura y Carmen Ruíz, han formado un conjunto en la pista que ya quisieran muchos equipos tenerlo. Eso ha sido


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fruto de una enorme amistad fuera de la pista. Orgulloso de ella y de su evolución en todas las facetas de su vida. #14 Virginia Alcaide Creo que no me he peleado con nadie como lo he llegado a hacer con ella. Mi empeño ha sido hacerla mejorar hasta tal punto que se ha colado de manera definitiva en la rotación del equipo junior siendo aún cadete. Físico impresionante y unas ganas locas de sumar constantemente, aunque eso le ha llevado a equivocarse muchas veces. Si trabajara en los entrenamientos al nivel que puede alcanzar jugando, estamos ante una jugadora más que determinante el próximo año. Ha jugado titular, ha ganado partidos… Lo tiene todo, pero debe entender que los entrenamientos están para mejorar. Es la típica jugadora que disfruta jugando, pero no entrenando. Debe cambiarlo de cara al próximo año. Le tengo un cariño especial porque en años anteriores también coincidimos en el mismo equipo y junto a Nuria


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fueron piezas importantes. Si este año ha sido de matrícula de honor, gran parte de culpa es de ella. #15 Gloria Ríos Todo lo que diga de ella se va a quedar corto para lo que se merece. Trabajadora a un nivel espectacular, lo tiene todo para triunfar en la vida. Motivación, una mente positiva como pocas, unas ganas impresionantes de trabajar y mejorar. Si le preguntas a todas las del equipo quien es la jugadora que siempre es capaz de levantar el ánimo en cualquier situación, todas dirían que es ella. Adora este deporte y por eso se hace fundamental tenerla. Da igual que salga de titular o de suplente, siempre sabes que va a estar ahí para lo que necesites en cada momento. Un minuto, quince o treinta, siempre suma y pocas veces hace algo mal. Tiene la virtud de encontrar en cada


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esquina algo que le haga superarse y salir a la pista a comerse a todo el mundo. Admirable. #16 Tati Fortes Tati es similar a Gloria. La capacidad de entrega, de trabajo y de motivación que tiene supera cualquier cosa. Jugadora de equipo, juegue más o menos siempre está con una sonrisa dispuesta a seguir trabajando para ganarse un puesto en cada partido. Si este equipo es grande es por gente como ella. Y no hablo de meter un triple en el último segundo para darnos un campeonato. Me quedo con la persona. Los que la conocemos bien sabemos que es espectacular en todos lo sentidos. Ha mejorado en todo lo que podía mejorar, pero debe subir un punto más en confianza. Puede estar entre las tres mejores tiradoras del equipo. Ahora, de cara al año próximo, le falta creérselo y dar un paso al frente.


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#18 Nuria García Entre ella y Virginia han revolucionado el equipo. Su entrada al Junior fue en el momento justo y oportuno, cuando había que dar un golpe en la mesa y que todos los equipos se enterasen de que Maristas iba en serio a por todas. Energía, revolución, ganas, confianza… Lo que le ha hecho grande es jugar sin complejos. Le daba igual fallar o equivocarse, ella lo hace todo sin pensar. A veces se acelera, pero esa decisión por hacerlo todo le ha hecho ganarse mi confianza de cara a la mayoría de los partidos importantes de este año. El año que viene es junior por decreto, y aunque sea de primer año, va a tener un protagonismo mucho mayor que esta temporada. Este año quizá se ha quedado fuera de convocatoria más de lo previsto por ser cadete, pero las compañeras ya saben que como no espabilen desde pretemporada, Nuria les va a comer mucho terreno.


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#19 Ana Cristóbal Ana es de esas jugadoras diferentes, capaces de aparecer y desaparecer cuando menos te lo esperas. Empezó como titular pero le ha costado ir encontrando su sitio en el equipo. Después de muchos partidos logré encontrárselo para que se sintiera cómoda y el año que viene le irá mucho mejor que este. Su forma de ver la vida le da otro ritmo y otro ambiente al equipo. Tiene siempre a broma en la mente para cuando pueda soltarla, y eso en un equipo es más que necesario. No todo es entrenar, no todo es jugar y no todo es estar concentrado. También, y más en este equipo, hay tiempo para los buenos momentos y las risas. Y en la mayoría de los que recuerdo este año ella ha sido partícipe.


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#32 Vito Gómez El gran descubrimiento del año, pero tiene que trabajar muy duro en ataque para quitarse los miedos y los agobios. Nadie pensaba que acabaría jugando minutos en el junior pero ahí ha estado ella con esas ganas e ilusión para colarse en la semifinal. Fuerza y lucha a raudales, tengo la enorme suerte de haber contribuido a su crecimiento tanto dentro como fuera de la pista. El año que viene va a dar mucho que hablar y el puesto que deja libre Myriam lo va a hacer suyo si sigue trabajando al nivel que lo ha hecho este año. Un privilegio tenerla y un privilegio que ella quiera seguir mejorando cada día. Eso hace que sea una jugadora muy a tener en cuenta.


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Sin ellos, imposible

En todas las historias hay diferentes protagonistas. Unos tienen más incidencia que otros, pero otros tienen más incidencia que los demás. Parece complejo, pero no lo es. Yo tuve muy claro desde el primer día una cuestión que al final se ha cumplido. Al igual que creo que los partidos se empiezan a ganar desde el vestuario, doy por sentado que un grupo, un equipo, se empieza a construir desde los hogares de cada uno de sus miembros. No es lo mismo pertenecer a un equipo de baloncesto teniendo el apoyo de tus padres, que venir cada día a


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entrenar sabiendo que en tu casa no son partidarios de lo que estás haciendo. El apoyo de unos padres a la hora de practicar deporte es esencial. Yo tengo la inmensa suerte que desde pequeñas mis jugadoras han tenido ese empujón desde casa para que fueran conscientes de lo importante que era para sus vidas el participar de algo así. No por los triunfos, sino por los valores que se adquieren cuando uno forma parte de un equipo. La situación con el paso de los años no ha cambiado, y ahora que las niñas están en bachillerato y están cerca de entrar en la Universidad a estudiar la carrera de sus vidas, el apoyo para seguir haciendo deporte que he encontrado en cada uno de sus hogares ha sido el verdadero protagonista de esta historia. Los padres han sido, son y serán, los verdaderos artífices de todo esto. Jamás me cansaré de decirlo, y jamás encontraré todas las palabras de agradecimiento que se merecen. Ver la grada llena en cada partido es gratificante, pero es más gratificante todavía ver que entre esa multitud de personas que vienen a ver a las niñas están todos los padres. No sabéis el apoyo que es para ellas tener ese empujón en la familia en un año tan complicado académicamente para todas. Ver que disfrutáis con ellas, con lo que hacen cada día y como afrontan cada partido en la pista y también como se comportan en la vida, para ellas es algo inmenso.


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Desde aquí, agradeceros a todos y cada uno de vosotros esa pieza del puzzle que habéis colocado para que las chicas vuelvan a conseguir salir campeonas. Ojalá pudiera romper el trofeo contra la pared y repartir un cachito de la copa para cada uno de vosotros. Os lo merecéis más que nadie, y os debemos todo. Gracias por un año lleno de triunfos deportivos, pero también de victorias personales que al fin y al cabo es lo que se va a llevar uno para el resto de sus días. Vosotros sois nuestro verdadero triunfo.

"Creer para soñar" 2014: El gran año de Maristas`97

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