Creo en La Iglesia

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COLECCIÓN ARCO IRIS Miguel Rivilla San Martín C/. Las Eras, 5 - 4º D 28921 ALCORCON (Madrid) Teléf.: 610 53 91 PEDIDOS A: 01. Yo Pregunto. 02. Verdades a medias. 03. Palabras de vida. 04. Los jóvenes y la fe. 05. Testimonio de fe. 06. Para pensar, rezar y vivir. 07. El mayor don de Dios: LA VIDA. 08. El mayor fracaso del hombre: LA MUERTE. 09. Desde mi ventana (1ª parte). 10. Desde mi ventana (2ª parte). 11. Vivir con Dios. 12. Vivir sin Dios. 13. Moral y sexo (1ª parte). 14. Moral y sexo (2ª parte). 15. Sacramentos (1ª parte). 16. Sacramentos (2ª parte). 17. Miscelania (1ª parte). 18. Miscelania (2ª parte). 19. ¿Confesarse hoy católico? (1ª parte). 20. ¿Confesarse hoy católico? (2ª parte). 21. Testigos de Jesucristo. 22. Testigos de Jehová. 23. Escritos y cartas de "Epoca". 24. Creo en la Iglesia. (PARA TU FORMACION CRISTIANA) TITULOS PUBLICADOS DEL MISMO AUTOR COLECCION ARCO IRIS N.º 24 Creo en la Iglesia MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

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COLECCIÓN

ARCO IRIS

Miguel Rivilla San MartínC/. Las Eras, 5 - 4º D

28921 ALCORCON (Madrid)Teléf.: 610 53 91

PEDIDOS A:

01. Yo Pregunto.

02. Verdades a medias.

03. Palabras de vida.

04. Los jóvenes y la fe.

05. Testimonio de fe.

06. Para pensar, rezar y vivir.

07. El mayor don de Dios: LA VIDA.

08. El mayor fracaso del

hombre: LA MUERTE.

09. Desde mi ventana (1ª parte).

10. Desde mi ventana (2ª parte).

11. Vivir con Dios.

12. Vivir sin Dios.

13. Moral y sexo (1ª parte).

14. Moral y sexo (2ª parte).

15. Sacramentos (1ª parte).

16. Sacramentos (2ª parte).

17. Miscelania (1ª parte).

18. Miscelania (2ª parte).

19. ¿Confesarse hoy católico? (1ª parte).

20. ¿Confesarse hoy católico? (2ª parte).

21. Testigos de Jesucristo.

22. Testigos de Jehová.

23. Escritos y cartas de "Epoca".

24. Creo en la Iglesia.

(PARA TU FORMACION CRISTIANA)

TITULOS PUBLICADOS DEL MISMO AUTOR

COLECCION ARCO IRIS N.º 24

Creo en la Iglesia

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

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COLECCION ARCO IRIS N.º 24

"Creo en la Iglesia"

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

A modo de prólogo

Creo en la Iglesia

El drama de la Iglesia

Cristo y la Iglesia

Misión de la Iglesia

Horizontalismo en la Iglesia

La verdad de la Iglesia católica

Mandamientos de Dios y de la Iglesia

La Iglesia, ante la pluralidad

Signos externos en la Iglesia

Iglesia y poder

Iglesia viva

De boca a boca

¡Salid a la calle!

Las puertas del infierno

Misas de sanación

Secretismo eclesial

Leonardo Boff

Darwin y la Iglesia católica

El corazón del Papa

El anticristo

¿Y los católicos?

Volver a ser pescador

INDICE

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A MODO DE PRÓLOGO

Presento con mucho gusto este trabajo de D. Miguel Rivilla que aclarará conceptos, disolverá dudas e introducirá a muchos -con el afecto necesario- al calor del hogar cristiano. La Iglesia está permanentemente en la palestra de las discusiones porque se resiste a ser reducida a moldes mundanos. Dice, simplemente, que sirve: es útil para los hombres. Mucho más aún: es necesaria, imprescindible. Y por eso, fundamentalmente, es controvertida o atacada. Sin embargo, la única condición que ella pone para poder cumplir su misión es ser conocida en su ser más íntimo. Dice que quiere transparentar la Gloria del Creador, que muestra el rostro de Dios Hijo hecho hombre que vive hoy resucitado, y que lleva una fuerza que no es suya, pero que mueve montañas y hace santos.

Necesitamos conocer esa identidad propia suya que no cambia y que le hace ser tan original. Si crece y se desarrolla a lo largo de los siglos y en medio de tan diversos pueblos, si hoy es amada, defendida y valorada por tantos, hasta el hecho de dar la vida por ella y en ella, es gracias a que cada generación, cada persona que lo hace así, la ha descubierto, valorado y aceptado tal

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CREO EN LA IGLESIA

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Rafael Zornoza Boy.Rector del Seminario de Getafe

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como es, esto es, tal y como Dios ha querido que sea siempre y como siempre seguirá siendo. Todo eso comporta una gran dificultad, puesto que los hombres de cada cultura somos más sensibles a algunos de sus aspectos, que se subrayan hasta la saciedad, pero oscurecemos otros. Entonces, inmediatamente, esas construcciones unilaterales dejan de manifestarnos a Cristo. No se trata ya más que de nuestra propia imagen en el espejo, fruto de las ideas standard predominantes, una moda u otra que pasa tan fugazmente como todas. Y lo que es peor, ya no sirve.

Este librito que nos ofrece Miguel Rivilla nos servirá, con toda seguridad, para abrir a muchos la puerta que lleva al interior de esta casa, hogar de muchos hijos, que es Cuerpo mismo de Cristo, y que necesita para ser conocida, una cordialidad afectiva suficiente, la sintonía para poder oir la voz de Cristo: "¿qué buscas?". Quién entre con El, donde El vive hoy - como lo hicieron los discípulos (Jn 1,39)- descubrirá su misterio desvelado, su historia de salvación ( un precioso tapiz entretejido en una miserable trama de pobreza humana), su apasionante misión en el mundo. Sólo El nos libra de la soledad cuando cose nuestro corazón al "nosotros" de la familia de Dios, reconciliada, que contagia su experiencia de libertad y quiere llevar a todos su novedad. Así es la Esposa de Cristo que corre al encuentro del Esposo diciendo a todos: "Ya está aquí ¡salid a su encuentro!" (Mt 25,6).

Al profesar nuestra fe con la fórmula del C r e d o a p o s t ó l i c o decimos: "Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica" ... y a s u s v e z , c u a n d o

rezamos el Credo Niceno, proclamamos: "Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica". Para un católico coherente, la profesión de su fe en Jesucristo, el hijo de Dios, no puede separarse, en modo alguno, de su profesión en su obra, que es la Iglesia, por él querida y fundada. Todo intento de separar a Cristo y a la Iglesia es absurdo, pues "la Iglesia es el cuerpo de Cristo" y no se puede separar la cabeza de su cuerpo. Así como no se puede separar la humanidad de la divinidad, en la persona de Jesucristo, de la misma manera, no se puede separar a Cristo y la Iglesia, pues forma una unidad indivisible. Quien cree en Cristo y lo que él es y significa, no tiene más remedio que creer y aceptar a la Iglesia, como lugar obligado del encuentro con Cristo. Dios sigue salvando al hombre por mediación de su Iglesia. Jesús, es cierto centró toda su predicación en el anuncio de la llegada al Reino de Dios a los hombres, pero dejó a la Iglesia la misión y la tarea de que ella continuase, realizace y llevara a cabo, este mismo Reino de Dios aquí abajo, en la tierra, en espera de la consumición plena en el más allá. El problema surge, no tanto en aceptar a Cristo como mediador entre Dios y los hombres, sino en aceptar a sus representantes en la tierra, que se muestran llenos de fallos, incoherencias y limitaciones. La figura de Cristo resalta como única, admirable y ejemplar, en todos los aspectos. No así la

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Iglesia, que aparece a los ojos de muchos, como manchada con el pecado de los hombres de todos los tiempos y de todos los siglos y de todos los lugares. Difícil resulta, aún con fe, ver a Dios en la obra de los hombres. La Iglesia como insitución humano-divina que es , adolece de las contradiciones propias de todo lo que es terreno y está regido por hombres. Camina entre luces y sombras, entre la santidad y el pecado y entre la belleza de su mensaje y doctrina y la concreción histórica de sus realizaciones. A pesar de toda esta aparente contrariedad y dualidad, tan escandalosa para muchos, nada invalida la presencia del Espíritu en ella y la perenne y divina misión de hacer presente el Reino de Dios en la tierra. Un buen católico ha de estar convencido plenamente de que, trabajando en la Iglesia, por la Iglesia y con la Iglesia, está colaborando, según la voluntad divina, en la construcción del Reino de Dios. En la medida que se implica y compromete en la tarea eclesial de evangelización, testimonio y vida de amor a Dios y al prójimo, está colaborando con Cristo y demás hermanos, en la construcción de su Reino. Esta tarea es responsabilidad de todos los miembros de la misma. No sólo de la Jerarquía, de los sacerdotes y personas consagradas, sino de todos los bautizados, en comunión con Cristo y sus legítimos pastores. Los laicos tienen sus ámbito de acción en las realidades terrenas de lo social, familiar y político. Los obispos no tanto en estos campos, cuando en lo específico suyo, que son las tareas pastorales intraeclesiales como "dispensadores de la Palabra divina y los sacramentos, en orden a la santificación de todos los miembros de la Iglesia". Partiendo del hecho histórico de que Cristo sólo quiso la fundación sobre el apóstol Pedro, de una única Iglesia (Mt 16,18), hay que concluir, sin ningún género de duda, que la Iglesia católica, presidida por el PAPA, es la única verdadera en

la que reside la plenitud de las promesas y de la revelación divina necesaria para la salvación. El Concilio Vaticano II afirmó, sí, que fuera de la Iglesia católica se encuentran elementos de santificación, que como dones propios de la misma Iglesia de Cristo, empujan a la unidad católica (cf LG 8). En la Iglesia católica se encuentra la plenitud de los medios de salvación que Cristo enriqueció a su Iglesia. Quiero concluir este artículo con las palabras de un prestigioso teólogo actual al respecto: "Habría que evitar pensar que la verdad se encuentra en la Iglesia católica del tal modo que en las otras Iglesias no exista ningún elemento de verdad o que las notas de la unidad o la santidad, por ejemplo, se encuentren en ella de modo tan perfecto que no

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No parece exagerado ni es propio de pesimistas afirmar que el drama que sufre hoy la Iglesia, tanto en Europa como también en España, es la vuelta al paganismo. Hace años que el cardenal Ratzinger, con palabras autorizadas, escribía: "Esta Europa, cristiana de nombre, es desde hace cuatrocientos años, la cuna de un nuevo paganismo. La imagen de la Iglesia en la era moderna está caracterizada fundamentalmente por el hecho de que se ha convertido en una Iglesia de paganos. Ya no se trata

EL DRAMA DE LA IGLESIA

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como antaño de una Iglesia de paganos converidos al cristianismo, sino de una iglesia de paganos que se llaman todavía cristianos, pero que en relidad se han convertido en paganos". Nadie podrá tachar este duro diagnóstico

del cardenal de exagerado o de irreal, cuando a diario estamos costatando el comportamiento de los cristianos españoles en los diversos órdenes de la vida. ¿Nos distinguimos mucho los cristianos de los que no lo son?. ¿Podemos afirmar sin sonrojo que la generalidad de los bautizados viven hoy por hoy como cristianos?. ¿El conocimiento, amor y seguimiento de la persona de Jesucristo informa y conforma la vida de nuestro pueblo?. Es ingente y apremiante la tarea que aguarda a todos los agentes de pastoral-obispos, sacerdotes y laicos comprometidos- en la "nueva evangelización" propuesta por el Papa en vistas al Gran Jubileo del año 2000. El dilema es urgente: O volvemos a lo esencial, que no es otra cosa que predicar a Jesucristo muerto y resucitado, o cada día la Iglesia quedará fosilizada en el pasado, sin ser luz y sal de la tierra. Este y no otro es el verdadero drama de la Iglesia, tanto en

dan consistencia a todo. La base fundamental del cristianismo y por consiguiente del catolicismo, no es otra, que la divinidad de Jesucristo. En Jesús reconocemos los cristianos una sola persona divina con dos naturalezas: la divina y la humana. Es decir, confesamos como verdad absoluta, que Jesús es verdaderamente hombre y al mismo tiempo es verdadero Dios. Es la Palabra de Dios hecha carne. Lo que él enseñó, como lo que él hizo mientras vivió en la tierra, es la manifestación clara del designio de Dios en favor de la salvación de toda la humanidad. No se ha dado otro salvador en el cielo y en la tierra fuera de Jesucristo. El es el

único Mediador entre Dios y los hombres.

CRISTO SÍ, IGLESIA TAMBIÉN. El pretender disociar la persona de Jesús de su obra, que es la Iglesia, es empeño vano. Quien acepa a Jesús como el Hijo de D i o s h e c h o h o m b r e ,

necesariamente habrá de admitir la Iglesia por él querida y fundada. Lo primero que hay que admitir, según el Concilio Vaticano II, es que "la Iglesia es sacramento universal de salvación". Es obra de Dios y no de los hombres. En los evangelios encontramos datos más que suficientes para afirmar que la Iglesia fue fundada por Jesucristo. La fundación de la Iglesia no se realizó con un solo acto de Jesús, como si se tratara de erigir una sociedad jurídica, mediante la firma de un documento constitutivo. La realidad divino-humana de la Iglesia abarca un conjunto de los actos en la vida de Jesús: la elección de los discípulos, la institución del Primado, la elección de los Apóstoles, la institución de la eucaristía etc. Los

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COHERENCIA Y UNIDAD. Si algo caracteriza al catolicismo, respecto a las demás religiones o confesiones, es precisamente la coherencia. Todo en él está perfectamente ensamblado y unido. Tanto el dogma como la moral, la liturgia y la pastoral, forman una unidad admirable. Son como piedras de un edificio, sólidamente construido sobre unos cimientos que

CRISTO Y LA IGLESIA

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testimonios históricos nos aseguran que Jesús agrupó a sus discípulos en una comunidad estable, a la que llamó Iglesia. Esta comunidad de creyentes recibió de Jesús la misión de continuar en la historia la misión divina que El recibió durante su vida histórica. Esta misión consiste en anunciar e instaurar el Reinado de Dios y de Cristo en medio mundo; es decir predicar el mensaje salvífico de Jesús y en bautizar a las gentes para establecer una comunión de vida sobrenatural con Dios aquí en la tierra, que alcanzará su consumación en el cielo.

JESÚS FUNDÓ EL C O L E G I O APOSTÓLICO. Por los evangelios sabemos que Jesús, entre los numerosos discípulos que reunió en torno a sí, eligió el grupo de los Doce. En el evangelio de Marcos (3,13 - 19) se

nos dan el nombre de los doce escogidos. Este número tiene un profundo significado pues corresponde a los doce Patriarcas de Israel y ellos representan el Nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia fundada por Jesús. Se pone de manifiesto la continuidad del Antiguo y el Nuevo Testamento. "Los Doce reciben la misión de predicar el evangelio y de distribuir la gracia -expulsar demonios- sin olvidar el deber de caridad ante las necesidades temporales - curar enfermedades". Lo específico de la misión de los Apóstoles es ser continuadores de la misión de Jesús: " Como tú me has enviado al mundo, así yo les he enviado al mundo" (Jo 17,18). Jesús se

identifica con ellos: "El que a vosotros oye a mí me oye, el que a vosotros desprecia a mí me desprecia. Y el que a mí me desprecia, desprecia al que me envió" (Lc 10.16). Para realizar esta misión divina, Jesús les confiere unos poderes sagrados: "Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo" (Mt. 18.18). La misión y los poderes sagrados quedarían confirmados y explicitados antes de subir Jesús a los cielos (ver Mt 28,16-20).

JESÚS INSTITUYÓ EL PRIMADO DE PEDRO. Para conocer la voluntad de Cristo recurrimos al evangelio. El texto Mateo 16,16-19 es clarificador al respecto. En él vemos cómo Cristo le cambia el nombre de Simón por el de Cefas, roca. Significa que Pedro será un fundamento vigoroso e inquebrantable de la Iglesia. En los Hechos de los Apóstoles, Pedro aparece como el representante de la comunidad cristiana. También Cristo le da "las llaves del Reino de los cielos", es decir le da el poder o capacidad para decidir sobre la admisión o exclusión de un determinado miembro de la comunidad eclesial. el poder de "atar y desatar" significa la plenitud del poder de gobierno sobre la Iglesia. El Colegio Apostólico también recibió la plenitud de poder, pero Pedro la tiene solo, independientemente de los demás apóstoles. Esta promesa sería confirmada por Cristo después de su resurrección. (ver Juan 21,15-17).

LA IGLESIA CONTINUA LA MISIÓN DE JESÚS. Al fundar Jesús una única Iglesia visible, jerárquica, la quiso hacer continuadora de su misma misión en la tierra. La Iglesia de Cristo es instrumento necesario de salvación para todos, pues ésta sólo se logra según las palabras de Cristo, por la fe y el bautismo: "El que crea y sea bautizado se salvará, pero el que no

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crea se condenará" (Mc 16,16). La necesidad de la fe y del bautismo para la salvación, hace necesaria la Iglesia.

EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA. De mil modos y maneras hoy en día es cuestionado el magisterio de la Iglesia católica, la única verdadera. A lo largo de los siglos el Papa, cabeza visible de la

Iglesia y vicario de Cristo en la tierra, ha venido ejerciendo su magisterio "para confirmar a sus hermanos en la fe". El rechazo u oposición al magisterio del Papa referentes a la fe o la moral, constituye un rechazo frontal a Cristo. Si la enseñanza del Papa es ejercida de un modo solemne y oficial, obliga a un asentimiento pleno por parte de todos los fieles, pues está en juego la infalibilidad de la Iglesia asistida por el Espíritu Santo. Quiero terminar con unas sabias palabras de un gran creyente católico, el profesor y catedrático don Angel Gutiérrez Sanz en su obra " Humanismo y fe" (pag. 109) al respecto. "No se puede alardear de espíritu independiente diciendo que lo único que importa es el compromiso cristiano, aunque no se tenga en cuenta el magisterio eclesial, ya que el sentir con la Iglesia es imprescindible en la vida del católico, miembro elegido del

fundador- ha ido suscitando la fe por todo el mundo y sigue haciéndolo hasta el final de los tiempos. La fe cristiana ha de estar en relación con la revelación divina, que se ha manifestado como único Dios vivo y verdadero, en tres personas iguales y distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. En la medida en que la Iglesia sea fiel a esta tarea, estará cumpliendo el plan divino. Si se apartase de ella, estará defraudando a Jesucristo y no agradaría al Señor. La salvación humana está íntimamente relacionada con el conocimiento, amor y adhesión a la persona divina de Jesucristo: " En esto consiste la vida eterna: en que te conozcan a tí, Padre y a tu enviado Jesucristo" (Jo 14,6). Ahora bien, para lograr la salvación del hombre, la Iglesia debe dar a conocer - con palabras y obras - dónde está la verdadera salvación. Toda la acción testimonial de la Iglesia ha de converger a este objetivo esencial: dar a conocer a Jesucristo, quien nos ha revelado al Padre y al Espíritu Santo. La verdad fundamental del cristianismo es el misterio de la Sma. Trinidad. La mente humana por sí misma nada puede saber de la vida íntima de Dios. Lo poco que podemos conocer y vislumbrar sobre Dios, no es fruto de raciocinio, sino de la revelación divina. "Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre y aquel a quien el Hijo se lo quiere

revelar". Por esta revelación sabemos que Dios no es el gran Solitario. Es la vida y fuente de toda vida, que desborda incontenible entre las personas divinas, con una admirable comunicación e interrelación de amor. Los hombres estamos a formar parte de la gran familia divina. Este es nuestro destino último, que se inicia aquí en la tierra en el bautismo.

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El encargo o tarea principal que Jesucristo mandó a sus apóstoles está claramente señalada en el Evangelio: "Id, por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda criatura. El que crea y se bautice se salvará; pero el que no crea se condenará" (Mc 16,15-17). Desde siempre la Iglesia católica -fiel a su divino

MISIÓN DE LA IGLESIA

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Somos hijos adoptivos de la gran familia trinitaria. "Hemos recibido el Espíritu de adopción - nos dice S. Pablo - por el cual clamamos "Abba, Padre". La iniciativa es de Dios. Nuestra condición y destino supera todo lo imaginable. ¡SOMOS HIJOS DE DIOS!. Nada más y nada menos. Por Jesucristo el Unigénito somos introducidos en la intimidad de Dios. Somos hijos en el Hijo. El evangelio, pues, no es sólo un mensaje para escuchar, sino una vida para vivir.

PANORAMA ACTUAL. La misión de la Iglesia, que no es otra, que anunciar a todos los hombres esta Buena Nueva, suscitar en ellos la fe y hacerles por el bautismo hijos de Dios, miembros de la Familia divina, se ve mediatizada hoy día por un sin fin de obstáculos y dificultades. En este mundo actual, tan materializado y secularizado, no se aprecian sino los valores tangibles y materiales. La esencia de nuestra fe - el misterio trinitario- es por desgracia, ignorado, preterido y hasta combatido. Ahí están, sin ir más lejos, la labor destructiva de los llamados Testigos de Jehová que niegan la divinidad de Jesucristo y por consiguiente, la Trinidad divina. Basados en que la palabra "trinidad" no aparece en la biblia, niegan incluso su contenido y todos los textos del N.T. que claramente aluden a ello. Por otra parte, ante la dificultad de acercar el meollo de la fe cristiana al pueblo sencillo, muchos, dentro de la misma Iglesia, han optado por la predicación de un evangelio reductivo, centrado todo en la liberación de la pobreza material. Con la mejor buena voluntad muchos agentes pastorales gastan todos sus esfuerzos en la lucha contra la desigualdad, la pobreza y la marginación de la gente - como si fueran meros agentes de organizaciones humanitarias, al mismo nivel o a veces peor de sindicatos o partidos políticos.

Detecto en esto un gran fallo y es entender la pobreza casi, exclusivamente, en sentido material. Hay otras clases de pobreza (carencia de fe, cultura, amor, gracia de Dios, esperanza etc.) que deben ser redimidas por la fuerza liberadora de Cristo y su evangelio y que muchas veces quedan en la penumbra. Está muy bien, en nombre del Evangelio, empeñarse en la lucha por

los derechos humanos, pero no todo acaba en esto. Los derechos de Dios, de la predicación del evangelio y dar a conocer a Jesucristo - camino, verdad y vida - único Salvador de los hombres, debería constituir la prioridad de todos los cristianos comprometidos. Nadie debería olvidar las

palabras de Jesús en el evangelio: "Buscad primero el Reino de Dios y todas las demás cosas, se os darán por añadidura".

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HORIZONTALISMO EN LA IGLESIA

Simpre en el critianismo se ha dado un perfecto equilibrio entre lo divino y lo humano. Partiendo del dogma fundamental: Cristo es verdadero hombre y verdadero Dios, se ha tenido la cruz como el símbolo esencial y perfeco del cristianismo. El madero trasversal orienta hacia Dios y el mundo trascendente. El madero horzontal orienta hacia el hombre y las realidades terrenales. En el centro de todo, la muerte y la resurrección de Cristo, de donde dimana la salvación integral para toda la humanidad. Fiel a esta orientación primigenia, la Iglesia, a través de los siglos, ha ido desplegando su acción evangelizadora y misionera sin descuidar ninguno de los dos aspectos fundamentales: anunciar la salvación integral que Cristo hos ha conseguido. El

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anuncio del reino de los cielos, se va haciendo presente en la tierra. La fe se va explicando en las obras de misericordia. Así misionó la Iglesia desde el principio. La mirada y el corazón en el cielo, pero las manos y los pies en la tierra. Anunciando la verdad y pract icando la jus t ic ia .

Bautizando, predicando y sacramentalizando sí, pero creando escuelas, hospitales y centros asistenciales. Es decir, atender al hombre y a todo hombre, en sus necesidades espirituales y materiales. Nunca se ha buscado dentro de la Iglesia, dicotomía o separación entre la ordodoxia (bien creer) y la ortopraxis (bien obrar). El auténtico critiano era y es, quien une, con una gran coherencia, su vida de fe y su acción caritativa; su vida de oración y su trabajo familiar o social. Este perfecto equilibrio se ha venido manteniendo, con más o menos acentuación, según los carismas particulares, a lo largo de los siglos, entre todos los miembros e instituciones de la Iglesia. Ahora bien, en la medida que en el mundo y la sociedad han ido evolucionando y progresando, la acción caritativa y asistencial de la Iglesia se ha ido desplazando, supliéndola en esta tarea, otras instancias no religiosas del Estado o la sociedad. La cooperación y entendimiento entre Iglesia-Estado, en épocas pretéritas, dió frutos óptimos en favor de los más necesitados. Con el desarrollo industrial y tecnológico, las agrupaciones masivas en centros urbanos, las nuevas ideologías y la securalización de la vida, etc..., el panorama ha cambiado radicalmente. La proclamación de los derechos del hombre, la lucha por la justicia, la igualdad y

la libertad, la caída de los regímenes dictatoriales y la implantación de la democracia, han contribuído en gran manera a desequilibrar la concepción cristiana de la vida. Dios ha dejado de ser el referente casi único y obligado de la existencia. La Iglesia se ha encontrado desconcertada, sin atinar, hasta el Vaticano II, a retomar su rumbo y su puesto en el mundo. Todos, sin apenas percibirlo, nos hemos materializado un tanto. Los valores transcendentales y religiosos, ya no cuentan como prioritarios. El bienestar terreno, el consumismo, y el disfrute de lo inmediato, son las nuevas aspiraciones del hombre moderno. En esta situación, las carencias y frustraciones del mundo, son más llamativas y apremiantes que nunca. Grandes masas de personas en todas partes - máxime en el tercer y cuarto mundo- sufren las consecuencias del hambre, de la enfermedad, de la marginación y de la injusticia. La Iglesia no ha permanecido impasible. Serios intentos, más o menos acertados, se han hecho con la teología de la liberación. No ha parecido ser el rumbo preciso. Se ha rectificado a tiempo. Pero su misión tiene que seguir adelante, según el mandato del Señor Jesús. Quizás, sin descuidar al hombre entero - no sólo su alma- habrá que empeñarse ahora sobre todo, en una tarea prioritaria de anunciar la salvación integral, los valores trascendentes, la dimensión espiritual de la vida humana, las verdades eternas etc..., como algo específico de su misión en el mundo. Otras manos tan buenas como las Organizaciones No Gubernamentales, los Organismos Internacionales, y los laicos comprometidos suplirán con creces la ayuda y las tareas

LA VERDAD DE LA IGLESIA CATÓLICA

Estamos viviendo tiempos difíciles para la fe católica. No

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más duros ni terribles, eso sí , que los desencadenados contra ella, a lo largo de veinte siglos de cristianismo. Por todas partes y de mil modos se ataca, se cuestiona se acusa y se calumnia a la Iglesia católica y lo que esta institución representa. Nada ni nadie escapa a este furibundo ataque. Desde el Papa, a los obispos y sacerdotes. Desde los dogmas, a la moral de la Iglesia. Desde los evangelios, a las personas de Jesucristo y de la Virgen María. Todo se cuestiona, todo se tergiversa, todo se niega, todo vale. No son pocos los que dudan y vacílan en su fe, al percibr el acoso incesante de los poderes del mundo y del infierno. Olvidan estos tales que la Iglesia no es obra humana, sino obra de Jesucrito, "el hijo de Dios vivo", que tiene empeñada su palabra divina. Dios no abandonará jamás a su Iglesia. "Tú eres Pedro y sobre esta puedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt. 18,18); o aquellas otras: "No temáis. Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos". - Son tiempos de prueba, que Dios permite, para que cada persona se defina libremente, con El o contra El. No hay neutralidad posible. Hay que tomar partido. Es un vano intento pretender separar a Cristo y a su Iglesia. De eso se trata por todos los medios. Jamás lo conseguirán. Esta es la verdad de la Iglesia

católica: Dios está con ella, aunque ésta sea débil y pecadora, como fueron también los 12 apóstoles. La nave de la Iglesia ya ha experimentado, en toda su larga singladura, lo que es pasar por momentos de tormenta. Persecuciones y herejías, falsos profetas y embaucadores, cismas y apostasías, deserciones y calumnias, martirios y despojos. Todas las fuerzas del mal, juntas y desatadas... y, ahí sigue, más viva que nunca, con el tesimonio de sus mejores hijos, dispuestos al martirio, antes que renegar de su fe.

Comunión

En el mundo y sociedad en que vivimos suena raro y hasta molesto, oir y hablar de mandamientos. Gusta más oir y hablar de libertad y de derechos humanos. Se olvida, fácilmente, que todos tenemos derechos, pero también obligaciones. si somos libres, somos también responsables. Es decir, hemos de responder ante alguien, del uso o abuso que hacemos de nuestra liberdad. El ser libres no supone que seamos independientes. Dios N.S., el Creador de todo, ha querido poner su santa Ley - sus mandatos- al hombre, dotado de libertad, para que éste reconozca su condición de criatura y obedeciendo su Ley, llegue a realizarse plenamente, según el plan divino. el decálogo no es una barrera que coarte la libertad, sino un cauce, una vía , un camino de vida para el hombre, siguiendo el cual, llega a su meta. Lo que las vías del tren son para el convoy, son los mandamienttos para el hombre. Si el tren se sale o pretendiese marchar sin la vías, no llegaría a parte alguna. Lo mismo pasa al hombre que se sale del camino que Dios le ha trazado y que todos llevamos grabado en

MANDAMIENTOSDE DIOS Y DE LA IGLESIA

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nuestro corazón. Descarrila y fracasa en la vida. Sólo somos felices y nos realizamos, en la medida que, libre y voluntariamente, seguimos el camino que Dios nos ha trazado a toda la humanidad. Jesucristo, el Hijo de Dios, al joven rico que le preguntaba qué tenía que hacer para salvarse, le contestó taxativamente que cumpliese los mandamientos. Jesús, el hombre libre por excelencia, vino a hacer no su voluntad, sino la de su Padre del cielo, aprendiendo a obedecer en todo y así realizó el plan divino de la salvación universal.

Por otra parte, todo el poder que Cristo tenía como Dios y hombre verdadero que era - ("Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra"): se lo ha entregado a su Iglesia, que continúa su misma misión en la tierra hasta el fin de los siglos. "Todo lo que vosotros atéis en la tierra, quedará atado en el cielo y todo lo que vosotros desatéis en la tierra, será desatado en el cielo" (Mt. 18.18). Está claro que la Iglesia tiene

idéntico poder que Jesucristo para disponer y mandar en la tierra todo aquello que juzgue conveniente para gloria de Dios y bien de las almas. Ahora bien, en el evangelio aparece como difícil la senda que conduce a la salvación. Dice Jesús: "Entrad por la entrada estrecha porque ancha es la entrada y espacioso el camino que conduce a la perdición y son muchos los que entran por ella, mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!, y qué pocos son los que la encuentran". (Mt. 7,13-14). El seguir a Jesús, nunca ha sido, ni será cosa fácil para

nadie. La misión de la Iglesia no es otra que enseñar a todos los hombres a que sigan a JESÚS - el único camino verdadero- por la senda que él nos ha trazado. NO PUEDE NI DEBE HABER REBAJAS, para que se apunten más gente. Sería una grave equivocación. La Iglesia tiene que ser plenamente fiel al ejemplo y enseñanza de Jesús. Si ella, con la autoridad que le viene de dios, ha puesto por mandamientos no ha sido para complicar y dificultar el seguimiento de Jesús, sino todo lo contrario. Los mandamientos de la IGLESIA SON OTRAS TANTAS AYUDAS, que nos posibilitan el acercamiento a Dios, al explicar, concretar y detallar el modo y manera de cumplir la ley divina, y a la vez miembro responsable de la Iglesia. El ver la normativa eclesial bajo el aspecto negativo de imposición, obligación o condenación conlleva una desafección o un rechazo que no es ni mucho menos la mejor postura para un

LA IGLESIA, ANTE LA PLURALIDAD

Suele ser motivo de desconcierto y extrañeza entre la gente, incluso la piadosa, el comprobar el panorama diverso y plural que se da en la comunidad eclesial. Fácilmente se constatan

apreciables diferencias entre unas diócesis y otras, entre parroquias cercanas, incluso limítrofes, y máxime entre comunidades, movimientos, grupos y personalidades que se dicen cristianos. Es raro encontrar criterios, comportamientos y actitudes iguales en el aspecto moral, litúrgico, cultural, pastoral o político y social. Hay quienes añoran la uniformidad de tiempos pretéritos,

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donde tan fácil era señalar la identidad de todo lo que se denominaba católico o cristiano. Hoy, ciertamente, el panorama ha cambiado. La fe se vive a la intemperie en una sociedad secularizada y pluralista, donde lo que se mira no es tanto la uniformidad, sino el valor esencial de la unidad. Para aclararse de algún modo se ponen etiquetas a todo y a todos. Unos se sienten o se les consideran avanzados y progresistas, otros, más bien, conservadores y reaccionarios. Este panorama, lejos de ser motivo de escándalo y extrañeza, debería ser considerado como elemento natural y enriquecedor. La Iglesia de Jesús tiene que dar cabida a todas las tendencias de los creyentes y darles el cauce adecuado sin excluir ni rechazar a nadie que en ella está y en ella quiere permanecer. La Iglesia - valga la comparación- es como una amplia autopista con muchos carriles, donde pueden circular denro de unos límites irrebasables - toda clase de vehículos. Naturalmente, hay unos más veloces, atrevidos y pertrechados que otros. Todos tienen derecho a circular por el carríl convenientemente elegido, sin tratar de interferirse en la marcha de los demás y respetando todos fundamentalmente las normas - ¡no muy numerosas ni prolijas!- que por el bien común ha de dar la autoridad competente. Quien tenga esto claro no se desconcertará ni se escandalizará por el pluralismo eclesial. Muy sabias a este respecto las palabras que hace siglos escribió San Agustín para los cristianos de su tiempo: "En lo dudoso, libertad, en los necesario, unidad, y en todo, siempre caridad".

q u e d i g a y e s c r i b a n s u s representantes, como por lo que de verdad haga y signifique. Hoy se valoran los gestos, los hechos, las realidades, por encima de los sermones y los documentos, por valiosos e interesantes que éstos sean. Vemos como nuestros pastores se

afanan, con el mejor de los deseos y buena voluntad, innegables, en ofrecernos documento tras documento a cual mejor elaborado e importante. Pero... ¿qué pasa en la realidad?. Para la mayor parte de la gente son letra muerta. O no se enteran, ya que si los medios de comunicación - si los recogen- lo hacen parcialmene o tendenciosamente o les dejan fríos e indiferentes sólo una minoría se entera de su contenido, pero lo cierto es que casi todo sigue igual. Creo merecería la pena que nuestros obispos se formulasen algunos interrogantes y tratasen sencilla y honradamente de darles respuesta. Por ejemplo: ¿Por qué no tratar de comunicarse con el hombre moderno con el lenguaje de los gestos o de los signos? ¿Qué signos serían más creibles y aceptables hoy en un mundo escéptico y de vuelta de tanto verbalismo? ¿No sería más convincente escribir menos y actuar más proféticamente? ¿Qué signos relevantes podría hoy ofrecer la Iglesia para convencer a todos - de dentro y de fuera- que de verdad es la "Iglesia de los pobres", de que ha apostado por la liberación integral del hombre, de que es la valedora y defensora de la justicia, la libertad, la paz, los derechos humanos, etc.? Siendo cierto que dentro de la Iglesia se dan grupos pequeños empeñados en este sentido, ¿sería mucho pedir que en la cúpula La Iglesia se hará creíble al mundo moderno no tanto por lo

SIGNOS EXTERNOS EN LA IGLESIA

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En el número de m a r z o d e ALANDAR se ha p u b l i c a d o u n interesante artículo d e C a r l o s F . Barberá, titulado "Iglesia, no busques

privilegios". Sin ánimo de polémica, sino de contrastar pareceres, quiero aportar tambíen mi "punto de vista" sobre el actual y preocupante tema puesto sobre el tapete. No es, a mi parecer, en la línea ideológica donde puede haber desacuerdo, sino en la linea operativa y de la práctica. Después de meditar el texto fundamental de Fip, (2, 5 ss.), donde Cristo, según San Pablo, "se despojó de su rango, haciéndose uno de tantos" y el no menos escalofriante del capítulo 52 de Isaías, referido a Cristo, el siervo de Yahvé, proclamado en la liturgia del Viernes Santo, donde "le vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombrse", es de razón concluir todos que la Iglesia no puede ser mayor que su Maestro y, en consecuencia lógica, ha de tener un lugar entre los no privilegiados de este mundo. Abundando al respecto, cito unas líneas convincentes de Martín Velasco en Iglesia Viva, nº 143, p. 465: "Ya va siendo hora de que aprendamos que no es el poder el que hace a la Iglesia significativa, ya que ordinariamente el poder la introduce en el terreno de las contiendas humanas -todas ellas originadas por la búsqueda de más poder- y la hace perder su capacidad de hacer presente el "más allá del mundo", el Reino del que es sacramento, y con ello la posibilidad de enriquecer a la sociedad

con la dimensión trascendente de la que debería ser testigo privilegiado". Hasta aquí todos de acuerdo, pero insisto, el problema no es teórico, sino práctico.

Con la mano en el corazón habría que plantearse unos interrogantes de no fácil respuesta: -El prescindir la Iglesia, de todo poder político, social, cultural, crematístico, etc... ¿No será algo utópico e irrealizable, como demuestra la praxis e historia de 20 siglos?.

-¿Podemos afirmar, sin atenuantes, que la Iglesia ha sido y sigue siendo infiel a su divino Fundador en este aspecto tan esencial? ¿La Iglesia actual debería comenzar desde cero?. -¿Se puede hacer algo en este mundo - no en el más allá- sin poder y sin dinero?. Hay que tener en cuenta que el ejemplo de Cristo, aparte de ser único e irrepetible, es inasequible a la mayoría de sus seguidores. En la hora de su pasión "se despojó de su rango" y pasó por la humillación total, pero en su vida pública, al proclamar el Reino, no renunció a su sabiduría divina, ni a su poder taumatúrgico, manifestado en sus signos: curaciones, liberaciones demoniacas, poder sobre la vida, la muerte y la misma naturaleza. Cristo se valió del dinero para pagar el tributo suyo y el de los apóstoles y mandó "dar al César lo que es del César", mostrándose amigo de algunos ricos, y siendo siempre respetuoso con los que tenían el poder civil o religioso en su

IGLESIA Y PODER

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tiempo. El mismo apóstol Pablo ¿no apeló ante el tribunal de Festo, el procurador romano, a su condición privilegiada de ciudadano romano, para librarse de la muerte? (Hch. 25,12). Y finalmente por no ser excesivamente prolijo en citas ¿es que veinte siglos de Historia no prueban que la evangelización y asentamiento

inst i tucional de la Iglesia tuvieron siempre apoyaturas en el poder de cualquier tipo que fuese?. Estoy de acuerdo en que jamás la Iglesia debería haber buscado el poder por el poder. Este

ha de estar siempre en función del Reino y al servicio de los hombres, sus destinatarios. Pero no pretendemos vivir en "otro mundo" y tener ya en la tierra una Iglesia "celestial". Pienso que desde esta perspectiva se justifica, como natural, que la Iglesia tenga posesiones territoriales (desde el Vaticano a las curias), tenga bienes muebles e inmuebles, necesarios a su misión: casas, emisoras, editoriales, escuelas, hospitales, complejos parroquiales... con todo el poder que esto comporta. Es más, cada miembro de la Iglesia tiene su cultura, su formación, su "estatus" social, su medio de vida y sus posibilidades económicas que a veces son verdaderos "privilegios" respecto a los demás hombres. ¿Habrá que descalificar sin más tales comportamientos en virtud del ejemplo de Cristo y su Evangelio?. Yo no me atrevería a tanto. Problema complejo por lo demás el aquí expuesto y de no fácil resolución tras 20 siglos. Es de agradecer al amigo Carlos F.

Causa admiración el comprobar la actividad febríl que en el concierto mundial, está llevando a cabo la Santa Sede y S.S. el Papa Juan Pablo II. Para muchos, que quisieran ver reducida a las sacrisías la acción de la Iglesia, les resulta chocante este protagonismo emprendido por las más altas instancias del Vaticano. Sin afán de ser exhaustivo, enumero algunas de las acciones recientes que han sido destacadas en todos los medios de comunicación. Sin ir más lejos, en el pasado agosto, se ha convocado un Congreso en Brasil de toda Iglesia Hispanoamericana para combatir la influencia de las sectas en ese continente. Hace poco tuvo lugar en Loreto el encuentro del Papa con los jóvenes (cerca del medio millón) por la Paz, acontecimiento que fue trasmitido, en conexión y en directo, por varias televisiones europeas. La presencia e influencia de la Delegación de la Santa Sede en la IV Conferencia Mundial sobre la mujer, ha sido muy positiva y relevante. En este mismo mes de Septiembre el Papa inicia su undécimo viaje pastoral a Africa (el 67 de su periplo internacional). Visitará Camerúm, suráfrica y Kenia,

Barberá que haya expuesto honestamente su punto de vista. Tiene mucha razón en lo que dice, pero no toda la razón. El, que desea y es estupendo, una Iglesia sin privilegios ni poder, se ha valido de su cultura, de su superior formación y de su "privilegiada" tribuna (ALANDAR) y hasta de su parroquia, para airear sus opiniones, lo que ciertamente no está al alcance de

IGLESIA VIVA

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presentando un importante documento a favor del celibato y contra la poligamia. Por si todo esto fuera poco para la salud del Santo Padre- ¿de

dónde sacará fuerzas el Papa, a sus años y trás las secuelas de los atentados sufridos? - en una nueva iniciativa, ha anunciado la convocatoria en Roma de un Sínodo de obispos de la ex-Yugoslavia para el próximo mes. ¿Hay quién pueda dar más?.. En estos mismos días, - a otro nivel y trás el barullo del nombramiento de los obispos vascos-, se está programando en todas las diócesis y en todas las parroquias de España, la acción pastoral

del nuevo curso. Ante este panorama, bien podemos afirmar, que gracias a Dios, la Iglesia en todas partes, de arriba a abajo, está dando señales de vitalidad y quiere hacerse presente en la realidad del

odio, y de persecución, como fue el del Imperio romano, la Iglesia arraigó fuertemente y se consolidó. Carecían de todos los medios materiales, que a nosotros nos sobran. El ambiente estaba podrido por el materialismo, la idolatría y la corrupción generalizada. No obstante todo ello, el Evangelio se fué extendiendo como reguero de pólvora o mancha de aceite, llegando a los últimos extremos del dilatado mundo greco-romano; hasta el punto, que en unas décadas, la transformación obrada por el cristianismo fue casi total, notoria e irreversible. ¿Cómo se obró el milagro?. Aparte la indudable ayuda divina, - que nunca ha fallado, ni faltará a la Iglesia - todo fue posible, por la categoría humana de aquéllos primeros cristianos. Ellos fueron los testigos más decididos y valientes de Cristo y de su Evangelio. Gracias a su testimonio, la fe cristiana se propagó por todas partes. Y todo, sin medios apenas materiales, sino DE BOCA A BOCA. Es tiempo que reflexionemos los que nos llamamos cristianos, de que casi todo, en la actualidad, depende de nosotros. Con nuestro ejemplo y nuestra palabra -boca a boca-, de persona a persona, confiando, hoy como ayer, en sus discípulos y

Veinte siglos de historia lleva a sus espaldas el cristianismo y con él la Iglesia católica, en todo el mundo. No somos de ayer o anteayer, como la mayor parte de las sectas, que han aparecido recientemente y se camuflan como "cristianos" para captar adeptos a sus filas. Hay que volver los ojos a los comienzos de la Iglesia apostólica y copiar todo lo que fue válido entonces y que quizás hemos desechado, un tanto alegremente, como cosa del pasado. Todos sabemos que en un ambiente hostíl de rechazo, de

DE BOCA A BOCA

¡SALID A LA CALLE!

Fue el papa actual Juan Pablo II, quien en uno de sus viajes a España, dió esta consigna a los católicos: "No os quedéis en las

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sacristías, salid a la calle y dad testimonio de vuestra fe". Me da la impresión que poco caso, en general, hemos hecho los católicos a esta recomendación del Papa. Estamos preparando el Jubileo del año 2000. Este es el año dedicado a Jesucristo. Muchas de las calles de nuestros pueblos y ciudades, han sido tomadas por los miembros de diversas sectas. Sin ningún rubor y con una decisión a prueba de bomba, miles de personas pertenecienttes a ellas, van sembrando la confusión entre la gente sencilla. Niegan la divinidad de Jesucristo, atacan a la Iglesia católica, a la Sma. Virgen María y casi todos los dogmas de la fe cristiana. Mientras tanto, los católicos, incluso los practicantes, estamos como adormilados, pasivos, llenos de otras preocupaciones materiales, y más bien ajenos a la misión principal, que Jesús nos encomendó, de ser sus testigos. "¿Tenemos miedo, vergüenza, respeto humano, o somos católicos de "cumplimiento"?. Convendría que todos recordásemos las palabras del Señor: "No tengáis miedo, yo he vencido al mundo". "El que se avergüence de mí delante de los hombres, me avergonzaré yo de él delante de mi Padre". Millares de santos y de mártires de todos los tiempos, sitios, edad y condición, nos están recordando a los católicos de hoy, el ineludible compromiso de nuestra fe, que debe testimoniarse no sólo en las iglesias, sino sobre todo fuera de ellas. EN LA CALLE.

Este es el sugestivo título del primer tomo de la ingente obra del prolífico historiador, D. Ricardo de la Cierva, sobre la historia de la Iglesia jamás contada, publicado en octubre de 1995. Un grueso tomo de más de 900 páginas, en el que con amenidad, rigor y profesionalidad, se narra "el asalto y defensa de la Roca ante la Masonería y la Revolución. Masonería y gnosis." El contenido del libro prende al lector en un interés creciente desde la primera a la última página. Su lectura resulta apasionante y enriquecedora sobre todo para lectores iniciados y preocupados por la marcha y evolución histórica de la Iglesia católica a través de los siglos. Como el propio autor confiesa en el prólogo "analiza la historia de la Iglesia en las decisiones y vacilaciones de los grandes Papas de nuestro siglo, los asaltos del Modernismo y la Revolución marxista, la crisis total entre las dos guerras mundiales, el hecho innegable de la gran infiltración que preparaba la demolición de la Iglesia, la historia interna del concilio pactado, cosa que casi todo el mundo ignora; el nacimiento del Opus Dei, que es uno de los hechos centrales para la historia de lal Iglesia en el siglo XX y la crisis de la Compañía de Jesús, con nuevos enfoques y documentos secretos de la reciente Congregación General 34, que nunca se han publicado ni comentado hasta hoy". Repetidas veces el autor hace ferviente manifestacón de su fe católica y el amor que desde siempre ha sentido y siente por la Iglesia. A este interesantísimo volumen seguirá el segundo titulado "La Hoz y La Cruz" donde abordará el problema de la relación entre la Masonería, la Internacional Socialista y la Iglesia católica, sobre el que tantas distorsiones se han acumulado.

LAS PUERTAS DEL INFIERNO

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Tratará además del papel de la Iglesia en el confuso Nuevo Orden Mundial. Su lectura es pues de rabiosa actualidad. El autor ha cumplido con creer un gran servicio a la Iglesia y creo que merece el reconocimiento sincero de todos los que amamos y formamos parte de la Iglesia. Es una obra enciclopédica que todos los eclesiásticos deberíamos leer y consultar. Es un verdadero arsenal de valiosos documentos, muchos de ellos inéditos y de primera mano. Esta obra debería estar en todas las bibliotecas de seminarios y casas religiosas. Su lectura abrirá los ojos a muchos que siguen ciegos apoyando, dentro de la Iglesia, la teología de la liberación, que tan discutibles frutos ha producido. Don Ricardo con un gran rigor va desmontando de sus pedestales a tantos falsos ídolos, aupados por la propaganda marxista. Sólo desde un gran amor a Jesucristo y a su Iglesia se puede escribir una obra como ésta. Unos capítulos verdaderamente apasionantes y aleccionadores de esta obra, son los referentes a la crisis interna de la Compañía de Jesús y al gobierno del P. Arrupe en relación con los últimos Papas. Todas las aseveraciones y juicios del autor, en este como en los demás asuntos espinosos que trata, están avalados por un formidable aparato documental y crítico, que refrendan su máxima credibilidad. Por supuesto que no será del gusto y aceptación de todos los lectores. Toda voz crítica se trata de silenciarla o ignorarla. el autor es consciente del vacío que su persona y a su obra se dan en algunos sectores intraeclesiales que han sido denunciados por él. Ahora bien, la verdad no tiene más que un camino y tarde o temprano se le reconocerá la valentía y acierto que ha demostrado al escribir este libro. Me consta por otra parte el prestigio y reconocimiento de que

goza el autor en altas esferas de la Jerarquía de la Iglesia, comenzando por el actual Papa Juan Pablo II, que le ha recibido varias veces en audiencia particular y ha elogiado y leído sus libros y dentro de la misma Compañía de Jesús, donde goza de la amistad de influyentes miembros de la misma. No me duelen prendas al elogiar al valiente intelectual católico don Ricardo de la Cierva, pues tanto con sus escritos como su comportamiento

coherente se ha hecho acreedor al agradecimiento de la generalidad de los católicos españoles. La mejor manera de reconocimiento a su persona, será el comprar, leer y difundir esta excepcional obra, que tan gratos momentos ha proporcionado al autor de esta sencilla reseña.

Uno de los programas de más impacto de TVE., que se han podido ver últimamente - aunque a horas intempestivas, dos de la madrugada - ha sido, sin duda, el así titulado "Misas de Sanación" (20 del 5), dentro del espacio FUERZAS OCULTAS, admirablemente conducido por Juan José Ramas. Como invitados participaron en él, además del protagonista el P. Manuel Rodríguez, misionero claretiano en Perú, Pedro Ceferino Santos, sacerdotte jesuíta; Bety Misiego, cantante peurana; Juan Restrepo, periodista corresponsal de TVE. y Pitita Ridruejo, escritora y marióloga. El P. Rodríguez lleva años celebrando en su parroquia de S.

MISAS DE SANACIÓN

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Miguel Arcángel de Lima (Perú) unas misas los sábados, especialmente preparadas, conocidas como Misas de Sanación, con todos los permisos de su obispo, a las que acuden entre diez mil y doce mil personas de toda clase, sexo y condición de todo el Perú, en demanda de curación. Abundan las sanaciones en muchas personas, que dan testimonio público de ello. Curan de toda clase de enfermedades físicas y espirituales, incluso de tumores, deformaciones, cáncer y de sida. Fue realmente impresionantte el contemplar, en un reporttaje de video, el desarrollo de estas misas masivas. Se invoca a gritos por todos los presentes a Jesús como el hijo de Dios vivo . Todos rezan y cantan con las manos y brazos alzados a lo alto, sin ningún respeto, con idénticas o semejantes palabras del evangelio a Jesús sacramentado, expuesto en la custodia. Se palpa la fe de la gente. No son actos incontrolados. Hay orden , silencio, respeto y no se hacen cosas raras, especie de ocultismo o brujería, sino se sigue el ritual de la santa misa, aprobado por la Jerarquía para toda la Iglesia católica, esto es: Acto penitencial, proclamación de la Palabra de Dios, homilia, preces e intenciones que se presentan escritas ante el altar, consagración y comunión masiva con su acción de gracias. El ritual de sanación tiene lugar después, con el Smo. Sacramento expuesto. Tras invocar al Señor con gran fe, viene el rito de la imposición de manos sobre la cabeza de los enfermos y la unción. Lo realizan todos. No sólo el sacerdote, con aceite normal y agua bendita, sacramentales de la Iglesia. Ante los hechos comprobables de verdaderas curaciones, no valen los argumentos que ciertas personas increyentes o indiferentes puedan aducir en explicación del fenómeno religioso, cuya única base está en la fe de todos los participantes. Particularmente me ha llamado la atención la actitud humilde -nada de afán de protagonismo- del P. Rodríguez . He aquí

algunas de sus palabras: -"Trato de ser sincero conmigo mismo, con Dios y con los demás...- Todo es cuestión de fe en la presencia de Jesús Resucitado en medio de nosotros...- Este don de curar, Dios lo ha dado a otros sacerdotes y cristianos... a todo el que cree, según el evangelio (Mc. 16,17); Dijo Jesús: "Estas son las señales que acompañarán a los que crean, en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas,

tomarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán sus manos sobre los enfermos y se pondrán bien". -Yo no soy nada más que un animador de la fe - dice el P. Rodríguez -El único que sana es el amor misericordioso de Dios, que se vale de muchos instrumentos. - Hay que quitar primero muchos obstáculos dentro del corazón, que bloquean la acción de Dios. - Ha habido y los hay, médicos, que dan testimonio público de las curaciones de sus enfermos. El P. Rodríguez ha celebrado ya en sus anteriores visitas a España misas de sanación en Oviedo, Tibidabo y León. Cuando vuelva de vacaciones repetirá estas misas donde se lo pidan.

Para terminar, quiero dejar constancia escueta de la opinión de los participantes ante el fenómeno de las curaciones: - Esperanza Ridruejo: "Impresionada por lo visto, pero no sorprendida. Es lógico todo lo que sucede, cuando hay fe y

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oración". -Misiego: "La fe es lo más importante. Se alegra suceda en su patria, tan necesitada. Ella acude a la Virgen y a San A. de Porres". - P. Ceferino Santos: " El P. Rodríguez es un hombre de gran fe, de pueblo, sencillo y abierto a todos". - Juan Restrepo: " Se considera lego en la materia, pero ha tenido una experiencia inolvidable". Por el interés y el gran bien que este programa puede producir en los televidentes, sería muy conveniente que se repusiera en una hora de máxima audiencia y no a las dos y media de la

Lo de "luz y taquígrafos" debería ser también - y con muchísima más razón para las asambleas eclesiales - uso habitual y corriente, si de verdad se quiere la credibilidad de la Iglesia ante el mundo moderno y el hombre actual tan sensible al respecto.

Es triste e incomprensible que aún perduren en la Iglesia, a estas alturas, actitudes de "secretismo oficial", como en el pasado Sínodo, que casi rayan en lo escandaloso y ridículo. Si la Iglesia promueve y valora en sus documentos y magisterio la importancia de los medios de comunicación social y la influencia de la información, ¿por qué no da ejemplo de apertura y transparencia dentro de ella, máxime en los asuntos que a todos conciernen?. El ocultismo, las graves recomendaciones a los obispos, el

negar las conclusiones a los seglares participantes (¡vaya confianza en un Sínodo que les estaba dedicado!), son posturas que nos retraen a épocas que parecían superadas. Ha sido grande el malestar en el aula sinodal y las protestas se han hecho patentes dentro y fuera por este proceder anacrónico.

SECRETISMO ECLESIAL

LEONARDO BOFF

Las manifestaciones públicas en El Mundo (1-9-96) del teólogo de la Liberación, Leonardo Boff, recogidas por Benjamín Forcano, han rebasado todas las cotas de resentimiento, despecho y mal gusto que cabía esperar de un "cristiano", que ha sido sacerdote y religioso y que por muchos años gozó de la confianza de sus

superiores jerárquicos, en el seno de la Iglesia católica. Con una indisimulable soberbia L. Boff ha descalificado al Papa y las altas instancias del Vaticano, porque no coinciden con sus criterios personales y no han seguido las pautas que él había marcado con su magisterio, escritos y comportamiento. Por mucha libertad de expresión de que se quiera alardear, en modo alguno es de recibo el insulto y el juicio descalificador de este señor, contra el Papa actual, al que, pública e irrespetuosamente, tacha de "ursurpador", "prepotente", "autoritario" etc.. Inspirado por no sé qué espíritu celestial se atreve a decir: "Pido misericordia para el Papa Wojtyla, que Dios y los pobres tengan misericordia de él..(...) está confundido en sus ideas, equivocado en sus opciones y a pesar de eso, Papa". Conocedor también del futuro dice: "Yo no espero mucho del cristianismo

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romano. Posiblemente la única lección que Roma va a comprender, es la lección de la Historia". Al buen criterio de los lectores queda el enjuiciar estas manifestaciones y si pueden ser representativas o no de una san crítica constructiva, dentro del pluralismo existente en el seno de la Iglesia.

el tema, pero lo más que se llega a percibir, son ciertos comentarios como que "es verdad que el hombre procede del mono", "que la ciencia es una cosa y que la Biblia es otra", que lo de Adán y Eva no había quien se lo creyera" etc, etc. Cualquier lector -medianamente instruído- describre el cacao mental, por no decir la ignorancia o los prejuicios, que tales comentarios encierran. Con la mejor buena voluntad, que no sé si acierto, voy a intentar poner un poco de luz en este asunto de la

evolución, confiando que otras plumas o mentes mejores que la mia, lo logren plenamente. Parto de unos principios, comunmente aceptados por oidos, que n o m e d e t e n d r é e n explicar. Son éstos -No

hay ni puede haber contradicción entre la Ciencia y la fe (o la Biblia), pues ambas proceden del mismo autor, Dios. - La Biblia no está escrita para satisfacer curiosidades históricas, científicas ec. sino para enseñarnos el camino de la salvación. - Una cosa es el mensaje bíblico y otra el ropaje, estilo o sentido literario, con que viene arropado el mensaje. No es lo mismo un libro de historia que una novela que uno de oración o catequésis etc... En la Biblia, (72 libros), aunque todos proceden del Dios -son su Palabra-, cada uno tiene su peculiaridad.

Dicho esto, hay que admitir, que para explicar la realidad o existencia de todo lo que nos rodea sólo hay dos caminos: evolución o creación. Para los evolucionistas, la

Que el hombre de la calle hable y se apasione por el futbol, es lógico. Que además hable algo de política, de sexo y de dinero, es natural. Pero que además se interese por temas de religión, parece demasiado. sin embargo, habría que hacer todo lo posible por divulgar, a través de los diversos medios los temas religiosos, y se comprobaría que interesan y apasionan tanto o más que los otros. Lo que pasa es que la gente de la calle adolece de falta de conocimiento y formación en este aspecto. Los grandes temas son expuestos a través de amplios documentos de la Jerarquía, que casi nadie lee. Son escritos en un lenguaje propio de expertos y de iniciados, que no llega a la gente y por desgracia no abundan comunicadores que puedan y sepan poner al alcance del pueblo la temática religiosa. Los que lo hacen por deber, no siempre aciertan en su intento y en muchas ocasiones llegan a aburrir hasta a las ovejas. El desinterés, la frivolidad y la superficialidad en los temas religiosos, suelen ser la respuesta más común al planteamiento de los mismos. Mucha gente oye campanas y no sabe ni dónde ni cuándo ni porqué. Tal ha sucedido, una vez más, con el tema de la evolución. Se ha sabido que Juan Pablo II ha tratado hace poco

DARWIN Y LA IGLESIA CATÓLICA

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creación es mitología. Algunos científicos, para explicar la existencia del hombre han dejado la Biblia a un lado como respuesta y por consiguiente a Dios. Son científicos ateos. Si no hay Dios, entonces no hay nadie ante quien sentirse responsables, más que ante uno mismo. Ante estas personas la Iglesia siempre ha mantenido la postura de la creación (Dios con su omnipotencia saca todo de la nada), apoyada en la revelación de la Biblia.

En las verdades fundamentales o de fe, no puede haber contradicción jamás en la Iglesia. En este contexto, aparece el científico Darwin como un evolucionista ateo. Señaló que no se precisaba de ningún diseñador sobrenatural; debido a que la selección natural podía dar cuenta de la existencia de cualquier forma de vida, por consiguiente, no quedaba lugar para ninguna agencia sobrenatural en su evolución. Darwin fue primero teista. Después se hizo ateo. escribió: "La incredulidad fué apoderándose de mí muy lentamente, pero al final, de una manera total. Y fue de una manera tan lenta que no sentí ninguna angustia y desde entonces no he sentido ninguna duda de que mi conclusión fuera correcta. Dificilmente puedo ver cómo alguien pueda desear que el critianismo sea cierto...". Para él la evolución vino a ser un "sustitutivo de Dios". Esto mismo le sucede a todo evolucionista ateo, como Huxley que se expresaba así: "La hipótesis de un dios, ya no tiene ningún valor pragmático para la interpretación o comprensión de la naturaleza, y en realidad, frecuentemente actúa como estorbo para una mejor y más verdadera interpretación. Operativamente, Dios está comenzando a parecer no un gobernante, sino la última y evanescente sonrisa de un gato de Chesire".

Como es natural, tanto Darwin como sus seguidores ateos, encontraron el rechazo, oposición y condena en

el magisterio de la Iglesia católica. La Iglesia dejó que el e v o l u c i o n i s m o s e dirimiera en el campo c i e n t í f i c o . Gradualmente, ya en el

siglo XX, la teoría de la evolución biológica llega a ser aceptada por la mayoría de los escritores cristianos. Fue Pio XII en el año 1950 quien en la encíclica "Humani géneris" afirmó que nada impedía el discutir el posible origen del cuerpo humano a partir de una materia viva preexistente, siempre que se mantenga que el alma es creada directamente por Dios. Y, con una actitud muy respetuosa con la ciencia, pide que las razones a favor y en contra del evolucionismo" sean examinadas y juzgadas seria, moderada y templadamente". Para PIO XII, no se trataba de algo totalmente demostrado, sino de una hipótesis digna de ser estudiada

Al cabo de medio siglo, el Papa Juan Pablo II ha dicho que el evolucionismo es "algo más que una hipótesis". Se han hecho en estos años descubrimientos importantes sobre la evolución, aunque con fuertes discusiones sobre cómo se ha producido. Si alguien piensa que el Papa ha dado un giro revolucionario en la doctrina de la Iglesia, habrá que decir que ya lo dió hace años en 1985 en un discurso que dirigió a los participantes de un simposio internacional en Roma. Decía que no había obstaculos para la compatibilidad entre la ciencia y la fe cristiana, siempre que el modelo explicativo se mantuviera en el ámbito científico. "La evolución - son sus palabras- presupone la creación y la creación, en el contexto de la evolución, se plantea como un acontecimiento que se extiende en el tiempo -

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como una creación continua- en la cual Dios se hace visible a los ojos del creyente como Creador del cielo y de la Tierra".

Muy bien ha escrito al respecto, Ignacio Aréchaga, quien dice; "Todo lo anterior es bastante elemental para quien se preocupe de conocer la doctrina católica sobre la creación. La extrañeza ante el discurso del Papa, sólo indica el estado fósil de los conocimientos religiosos de ciertos comentaristas. Mientras algunos reprochan a la Iglesia su incapacidad para adaptarse a

veces en el vacío. Polonia es una nación paradigma de tantas otras, donde los valores cristianos son preteridos o despreciados. Nunca como al presente, se acrecentó tanto la responsabilidad de los católicos en la construcción del futuro. Pocos motivos de consuelo y alegría recibe el cansado corazón del Papa en este aspecto. Pienso que algo mejor se merecía el papa polaco, al menos, por parte de sus paisanos.

No es difícil imaginar el sufrimiento moral que debe afligir al corazón sensible de Juan Pablo II, en su último viaje a su patria. Intuye que este viaje, el séptimo a Polonia, será el del adiós definitivo, dada su salud y sus años. Muy lejos del aparente triunfalismo de otras giras, el panorama que se le presenta al Papa, no puede ser más penoso para su corazón de polaco y líder espiritual de la Iglesia. El poder está de nuevo en manos de los ex-comunistas, ha sido votada una Constitución proabortista, las vocaciones han disminuído alarmantemente, no se ha ratificado el Concordato con la Santa Sede, se elimina toda manifestación pública de religiosidad y el pueblo -tradicional y masivamente católico- anda dividido, prevaleciendo el partido de los "indiferentes". Inasequible al desaliento el Papa, propone un mensaje para alentar a construir, sobre el solar poscomunista, una sociedad libre y solidaria. Para Juan Pablo II, esta tarea extensiva a toda Europa del este, "habrá de pasar por la fidelidad a las raíces culturales de identidad, intensamente ligadas a la fe católica". Dios quiera que la voz del Papa, no caiga, como otras

EL CORAZÓN DEL PAPA

EL ANTICRISTO

Todo el mundo ha oído hablar de él. Pocos tienen idea clara de quién es o qué significa. etimológicamente sería "el adversario de Cristo". El apóstol y evangelista S. Juan lo cita cuatro veces en sus cartas. Con él se designa a los que en su tiempo negaban la divinidad de Cristo (1 Jo. 2,18) o al enemigo que surgirá al final de los tiempos (1 Jo 4,3). Para la exégesis católica sería "el hombre de pecado, el hijo de perdición que se contrapone y levanta contra todo lo que es Dios y digno de veneración". "Se establece incluso en el templo de dios y se hace pasar por Dios". "Es el sin ley a quien el Señor arrojará con el aliento de su boca y aniquilará con el resplandor de su venida".

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La tradición cristiana espera un combate final, llevado a cabo por las potencias malignas, antes del triunfo definitivo de Jesús y de sus seguidores. Hay padres de la Iglesia que ven en el Anticristo un personaje que descollará por su odio inmenso hacia Cristo, como el mismo Satán, bajo cualquier aspecto. Otros interpretan el Anticristo como una tendencia anticristiana, como un símbolo de la maldad, que se manifiesta a través de varias personas, poderes o sistemas opuestos radicalmente a Jesucristo o contra todo lo que signifique Dios. (marxismo, comunismo). A lo largo de los siglos se ha tratado de identificar al Anticristo con diversos personajes históricos que se opusieron al cristianismo, verbi gratia: Nerón, Calígula, Mahoma, Lutero, e incluso algún papa indigno. Se puede considerar también como Anticristo aquel poder histórico, que actuará sobre todo en los últimos tiempos, simbolizado por la Bestia del Apocalipsis a la que el Dragón = Satán, da " su fuerza, su trono y gran autoridad", y la segunda Bestia (herejes y falsos profetas), su valiosa ayuda. Hoy día se continúa a la espera del Anticristo. No faltan personas buenas y santas que anuncian que "ya está entre nosotros". No deja de ser curioso que a lo largo de la Historia de veinte siglos, los antagonistas religiosos se han tratado mutuamente de anticristo de buena o mala fe, cada vez que el contrario de turno se oponía a las enseñanzas del otro grupo.: Así Lutero fue para los papistas el "anticristo" y el papa lo fue para los protestantes. Todavía hoy el comunismo ateo, las sectas en su infinita variedad, con sus secuelas destructivas para sus adeptos son la presencia del Anticristo en el mundo.

Oportuno parece en gran manera, después de lo expuesto, recordar aquí la solemne conjuración que hace en su segunda carta Timoteo a su discípulo Tito a propòsito de lo que

sucederá al final: "Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestación y por su Reino: Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la sana

doctrina, sino que arrastrados por sus propias pasiones se harán con un montón de maestros por el prurito de oir novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas"(2 Tim. 4,1-5).

Es una obviedad ponderar, a estas alturas, el poder e influencia, - para bien o para mal- de los mass media, tanto en la vida política, social o religiosa de nuesttra nación. Bien lo han entendido los partidos políticos, que han desencadenado una dura batalla, para no perder nada de su poder mediático, en vistas a las elecciones.

En el aspecto religioso, se viene notando la influencia de la Iglesia católica en la radio (COPE); en algunos programas de TVE (Día del Señor - Testimonio- Ultimas preguntas etc.), con un notable vacío en la prensa escrita. Hace poco, en Madrid, ha instalado una emisora de radio FM 100 - Radio Amistad- y en TV el canal 8, una confesión evangelista. Dedican la mayor parte del día a poner a la gente en contacto con la Palabra de Dios y anuncian a Cristo Salvador y Sanador, con su

¿Y LOS CATÓLICOS?

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peculiar estilo hispanoamericano. Me parece laudable y meritorio el empeño, pese a otras consideraciones de tipo crematístico que no comparto.

Aunque se oye hablar de saturación en los diversos medios, lo cierto es que lo religioso, goza de creciente demanda y puede hacer un bien inmenso a muchísima gente, que no pisa las iglesias, pero que tiene hambre y sed de Dios. Se echa de menos una divulgación adecuada de la Palabra de Dios, así como una puntual formación de los católicos, en el conocimieno y profundización de la Biblia. Muchos católicos, frente al acoso de las sectas -testigos de Jehová- sobre todo, se encuentran como desarmados y sólo están a la defensiva. Dios quiera que pronto se dé el día en que la mayoría católica esté preparada para dar la razón de su fe y su esperanza con la Biblia en la mano. Es justo y necesario.

Muchos cristianos pasan cada año por la basílica de San Pedro de Roma. Casi todos se detienen un momento frente a la estatua de bronce que representa al primero de los apóstoles. Sentado y majestuoso, bendice a los peregrinos que, unos pasos más adelante, llegarán a postrarse ante su tumba.

Seguramente, al pararse ante la estatua, muchos españoles habrán recordado aquellos versos de Rafael Alberti que, entre pícaros y proféticos, nos recuerdan la misión de Pedro de Betsaida:

VOLVER A SER PESCADOR

"Di, Jesucristo, ¿Por quéme besan tanto los pies?Soy San Pedro aquí sentadoen bronce inmovilizado;no puedo mirar de ladoni pegar un puntapié,pues tengo los pies gastados,como ves.Haz un milagro, Señor;Déjame bajar al río,volver a ser pescador,que es lo mío"

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La parroquia se apoya en el esfuerzo fundamental del sacerdote. Hay seglares que reclaman también participar; nadie debe impedírselo, pero ellos tienen que crecer cada día más en formación y en constancia. Con todo, feligreses hay que dudan o calculan. ¿Esto es cosa mía, debo unirme a ellos?.

La Parroquia avanza ilusionada. Pero el sacerdote avisa: no olvidéis a los alejados. Todavía hay huecos en los varales del templo, de la casa común. Y más que correr hay que recuperar. sobre todo, es Cristo, lo oiréis en la oración. quien alienta y marca el ritmo del trabajo. Sin reflexión y sin raices sobrenaturales, hasta podemos desviarnos y dañar o deformar la Iglesia. ¡Dios no lo quiera!

¡El riesgo de la inconstancia y del cansancio! Un día se comprometieron, pero otro se desligaron. Dicen que debían atender a su familia, sus n e g o c i o s , s u d e s c a n s o , s u s d ivers iones . . . Y muy ser ios , circunspectos, dejaron solo al sacerdote agotado y perplejo. Pero la Parroquia sigue ahí. En cualquier caso, no te vayas sin que te revelen para arrimar el hombro. ¿Tal vez tu hijo, un amigo?

La parroquia es de todos. El sacerdote no sólo preside, reconoce que quienes portean, algo se sacrifican por los demás. Y respeta su corresponsabilidad. Pero siempre hay algún rezagado o "avispado" que vive y se beneficia del esfuerzo de los demás y tal vez los critique. ¿Tú dónde te reconoces?.