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Crianza reactiva o reflexiva prometeo
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Publicado en el No. 61 de la Revista Prometeo: Fuego para el Propio Conocimiento, 2011/ISSN 1405-0951
¿Crianza Reactiva o Reflexiva? El Humor y la Biblioterapia Como Recurso en el Acompañamiento de Padres y Madres
Laura Eunice Guadiana Martínez
viso en una clínica de m/paternidad. Se busca persona razonablemente feliz que cuente con increíble apertura y total disposición a entregar la vida, a las causas nobles; con o sin entrenamiento y experiencia en la facilitación del
crecimiento humano; con interés y consciencia de su historia y desarrollo, además de apertura a seguir ampliando el conocimiento de sí mismo. Se pretende que sea sensible, empática, y abierta a identificar y enmendar sus errores. Se prefiere que lo que haga sea por vocación, no compulsión. Esencial haber integrado la firmeza sin menoscabo de la empatía. Se dará preferencia a quienes tengan una vida lo suficientemente rica como para no vivir ajeno. Esencial contar con fuentes suficientes de reconocimiento y afecto, y no depender enteramente de su descendencia para satisfacerlas; con calidad de vida tal, que su m/paternidad no sea un foro donde exagerar o minimizar su poder personal.
A
¿Ambicioso? No propongo que haya madre ni padre en este planeta capaz de
llenar este perfil en todo momento. Somos seres humanos en obra, enfrentando
realidades cambiantes, conciliando expectativas. Cargados de historia, transitamos por la
vida ocupándonos de lo cotidiano, con las bendiciones o vicisitudes que el azar o el
espejismo de la planeación conjuren a nuestro favor o contra.
Sin embargo, quienes respondemos a esta convocatoria, tenemos una larga lista
de preparativos personales que atender para la buena crianza de nuestra descendencia.
Ésta se ha ido transformando a la luz de más y más investigación, que nos ha permitido
conocer los efectos longitudinales de los diferentes modelos de crianza, prácticas
disciplinares, estilos de autoridad, etc. Mucho ha cambiado, y los cambios son tan
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profundos que hoy día, nos ruborizamos de admitir que hace unas cuantas décadas
recurríamos a la economía de fichas para motivar a las criaturas.
Para los propósitos de este trabajo, es importante establecer algunas bases a
propósito del desarrollo infantil, iniciando con las conductas de apego. En los cincuentas,
Bowlby quedó cautivado por las anomalías que encontró en las relaciones materno-
infantiles que estudió en chicos institucionalizados. Posteriormente Harry Harlow, en
sus estudios de laboratorio con primates separados de sus madres al nacer, corroboró las
hipótesis de Bowlby al concluir que en efecto, somos seres inminentemente sociales que
procuramos la satisfacción de las necesidades de contacto, incluso con la misma urgencia
que las necesidades de alimento. Por diferentes medios ambos llegaron a la conclusión
de que el desarrollo físico, psicológico y especialmente el apego, se ve lastimado cuando
se obstaculiza la relación madre/crío. Identificaron incluso, ciertos comportamientos
patológicos y repetitivos de auto estimulación, tales como mecerse, golpearse
rítmicamente, etc. que pretenden suplir de alguna manera el contacto interpersonal
(Bowly, 1988; Harlow, 1962).
A raíz de estas investigaciones, aprendimos sobre las relaciones de apego y se
probó lo importante que resulta el contacto y la continuidad para internalizar una
visión del mundo como un lugar grato y confiable, y para edificar aquellos sentimientos
de confianza y valía personal tan importantes para el cabal funcionamiento psicológico
(Idem). Hughes (2009), comenta que “…los niños que logran el apego seguro, tienen
muchas mejores probabilidades de mostrar un desarrollo emocional saludable que los
niños que carecen de seguridad en el apego” (p.121).
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Posteriormente Ainsworth llevó los hallazgos preliminares más allá, elaborando
una categorización de las relaciones de apego e identificando cuatro variantes; todas ellas
de importancia para la salud mental y emocional del futuro adulto. A decir, 1) apego
seguro, donde el proveedor de cuidados brinda seguridad, confiabilidad, y un trato
tierno y perceptivo que modela y cultiva el desarrollo de confianza, competencia
emocional, resiliencia y empatía en el bebé; 2) apego evitador, resultado de un trato
inconsistente y/o negligente en el que la criatura es lanzada prematuramente a la
independencia. El pequeño evita el contacto con en el adulto a manera de auto defensa,
mientras procura depender básicamente de sus propios recursos. 3) apego ambivalente,
consecuencia de figuras parentales en extremo inconsistentes, en que la criatura crece
anhelando más consistencia y presencia, y mostrando inmadurez para justificar la
dependencia en el adulo como estrategia de contacto. Por último, 4) apego
desorganizado, resultado de una figura de crianza en extremo violenta, amenazante, e
inestable que frustra tanto la necesidad de apego, como el desarrollo de la seguridad
personal. Estas criaturas carecen de las herramientas necesarios para relacionarse con
los demás; también adolecen de una buena relación consigo mismos, lo cual los vuelve
inestables e impredecibles (Ainsworth, M., Blehar, M., Waters, E., y Wall, S, 1978).
Según Goleman (2006), “La vida familiar es nuestra primer escuela de
entrenamiento emocional; es en este caldero íntimo donde aprendemos cómo sentirnos
con respecto a nosotros mismos, y cómo van a reaccionar los demás ante nuestros
sentimientos…” (p.101).
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Inserta en el sistema límbico, por excelencia el centro de nuestra vida emotiva, la
amígdala, guardiana de nuestra integridad y depositaria de aquellos recuerdos traumáticos
que nos han amenazado en el pasado, vigila perenemente la experiencia presente,
cazando cualquier evento que por asociación active los núcleos traumatizados del
pasado. Cuando esto sucede, la amígdala detona un corto circuito que bloquea la
participación del lóbulo pre frontal, encargado de las funciones ejecutivas del
razonamiento en el proceso de toma de decisión. La persona pierde la capacidad de ser
razonable y actúa impulsivamente. Momentos después, recupera el control sólo para
sentirse sorprendida y muchas veces avergonzada de su reacción (Idem).
Prevenir estos “secuestros” emocionales presupone armonizar los eventos del
pasado con la realidad presente. Ser reflexivos en contraposición a reactivos, es una
tarea compleja y muchas veces difícil de alcanzar, mas es el cimiento de lo que nos
ayuda a trascender nuestra historia (Grewal, D. y Salovey, p. 2005).
Cuando los accidentes existenciales de la propia crianza han sido importantes, y
evadimos la reconciliación de estas heridas tempranas, comprometemos nuestra
efectividad como seres humanos, y muy especialmente, comprometemos nuestra
capacidad de crianza.
Cuando la relación padre-hijo dispara un asunto no resuelto, es tiempo de reflexionar sobre ello…ciertamente a través de la tarea reflexiva, los padres tenemos la oportunidad de dejar de ser controlados por las emociones del pasado, y de impedir que éstas lastimen su vivencia en el presente con sus hijos. (Siegel, D. & Hartzell, M., 2004) p.154)
Cuando por el contrario, existe una plataforma de apego seguro y destreza
emocional, el adulto logra enfrentar los conflictos cotidianos con competencia emocional.
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Conoce y maneja sus propios sentimientos con confianza, y se siente cómodo ante la
expresión de sentimientos de los demás. Esta comodidad le permite comunicar confianza
y esperanza en la competencia de su hijo, donde incluso los errores tienen sentido y son
aprovechables. Puede acompañar suave y empáticamente a su hijo, aceptándolo sin
necesitar controlar y cambiarlo, para quererlo (Michel y Michel, 2009).
Si nos asomamos al funcionamiento cognitivo, la persona que tuvo apego
seguro, también cuenta con recursos para cultivar el tipo de interacciones que susciten la
resiliencia y sensatez en sus hijos. La Teoría de Atribuciones establece que para
orientarnos en el mundo, constantemente intentamos comprender el comportamiento de
las personas, atribuyéndolo a factores positivos o negativos. Estas premisas determinan
cómo interpretamos la realidad y cómo entendemos la intencionalidad del otro.
En resumidas cuentas, atribuimos la conducta a razones 1) internas o externas;
creemos que dicho comportamiento es 2) fijo o cambiante, y que es 3) no controlable o
controlable. Por ejemplo, si el chico no quiere hacer la tarea: podemos atribuirlo a que
es un flojo (interno), que siempre ha sido así (fijo), y que no tiene sentido invertirle más
energía (no controlable), versus revisar el contexto y determinar que está cansado pues
tuvo clase de natación (externo), que mañana temprano será mejor momento para
abordar la tarea (cambiante) , y que vale la pena intentar este plan para ver cómo
funciona (controlable) (Weiner, 2009).
Las primeras tres atribuciones destruyen la confianza y validación de la persona
y conducen a la desesperanza, mientras que el segundo conjunto alimenta la creencia de
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que las cosas, problemas, etc. son susceptibles de mejoría, además de ser fuente de
valiosos aprendizajes por lo que apunta a la resiliencia (Brooks y Goldstein, 2001).
Con esta disposición se aligeran los retos y conflictos de la crianza,
aprovechando cada evento para edificar el carácter y cultivar la resonancia emocional en
los hijos. “Estos padres incluso aprovechan la oportunidad que presenta una expresión
emocional dolosa para explorar la verdadera naturaleza de esos sentimiento y cómo
utilizarlos constructivamente” (Lantieri y Goleman, 2008, p. 135-136).
A mayor empatía, paciencia, respeto y comprensión, tenderá a haber un patrón de
atribuciones más noble y flexible y conducente a la siembra de salud emocional. Por el
contrario, a mayor abuso de poder, vergüenza y humillación por parte de las figuras de
autoridad en la propia crianza, mayor propensión a utilizar un estilo negativo y limitante
de manejar las atribuciones con los propios hijos (Siegel, 1999).
Todos estos eventos, generan no sólo experiencias gratas o desafortunadas, sino
además, aprendizajes vicarios a través de lo que los especialistas en Neurobiología
Interpersonal han identificado como neuronas espejo. Cuando el niño ve a un adulto
siendo tolerante, pacífico, centrado, empático, en su propio cerebro, se disparan las
llamadas neuronas espejo, que suscitan en él la idéntica experiencia de tolerancia,
pacifismo, equilibro y empatía. Si por el contrario, frecuentemente es testigo de cómo el
adulto pierde sus estribos, reaccionando de manera impulsiva y arbitraria, el pequeño
observador, vive la experiencia como propia construyendo un modelo de agresión,
impaciencia y ausencia de consideración. Las neuronas espejo son la base de la
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empatía y hacen posible que cualquier evento se convierta oficialmente en lección
(Iacoboni, 2008).
“Cuando los eventos no resueltos… afloran en la conciencia, tienden a
descomponer el funcionamiento afectivo y reflexivo, y la persona no logra hacer sentido
de su experiencia…” (Hughes, 2009, p.58). Cualquier evento cotidiano tiene el potencial
de activar núcleos de conflicto no resueltos. Levantar al chico adormilado para
prepararse a ir a la escuela en una mañana fría; consolar al chico cuando su mascota
muere; invitarlo a que comparta su juguete predilecto con el hermano menor, etc. son
situaciones donde ante la frustración o desacuerdo, se corre el riesgo de perder el
momento presente e interponer los fantasmas del pasado. Es en la cotidianidad donde
todo se pone a prueba, pues a partir de estas pequeñas piezas se va construyendo el gran
rompecabezas de la personalidad.
Recibir, amar y educar a los chicos de la llamada Generation Hot promete ser un
gran desafío. “Son casi 2 billones de personas las que han nacido desde que inició la
primera era de calentamiento global en 1988” (Hertsgaard, 2011, p.29). Sin menosprecio
de las generaciones que nos preceden, ésta sí tiene un reto capital. Cansados de
escucharlo, mas no por ello menos cierto, vivimos un momento sin precedente. “…los
jóvenes de esta generación no sólo deben aprender a lidiar con las aberraciones que sus
antecesores han puesto en movimiento… además deberán ser capaces de crear la
revolución verde que es nuestra mejor apuesta para prevenir el caos…” (Ibid).
Es impactante como hoy, a diferencia del pasado, los medios y tecnología
funcionan como una especie de sistema nervioso global que extiende sus ramificaciones
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e interconecta a todo el mundo, dando como resultado que nuestros destinos como
humanidad, se han entretejido irremediablemente en un gran, torpe y desquiciado ego
planetario (Rifkin, 2011).
La sinergia de la influencia recíproca de voluntades sin empatía o compromiso
con las futuras generaciones, ha hecho que el legado a nuestras hijas sea un planeta
desahuciado. Éste expresa la seriedad de su herida a través de malestares varios. Por
caso, el calentamiento global que hoy día, deja de ser una especulación y modifica de
hecho, el rostro y clima de la Tierra. Hertsgaard, advierte que hagamos lo que hagamos,
el curso de este proceso no podrá ser modificado en los siguientes 50 años. (Ibid, 2011)
La tarea es urgente. Es preciso generar las condiciones para lo que Riffkin
(2010), ha llamado la Civilización Empática.
Cada vez más, la evidencia científica apunta a que somos una especie fundamentalmente empática, lo cual tiene consecuencias de gran alcance para la sociedad, y bien puede determinar nuestro destino como especie. Lo que requerimos hoy es nada menos que un brinco a una conciencia global empática” (p.2).
Se trata de apostarle a la naturaleza humana y a su capacidad de estremecimiento y
solidaridad. Es preciso cultivar en nuestros hijos las disposiciones que permitan que el
día de mañana, consigan corregir los augurios de destrucción que actualmente se
pronostican. Según Lantieri y Goelman (2008), “Las decisiones de hoy…tendrán
implicaciones críticas para las generaciones que vienen…es más probable que los
hogares que acogen la exploración de la vida interior, sean capaces de desarrollar
identidades plenas de afecto, amor y optimismo” (p.137).
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Como p/madres es urgente propiciar el diálogo y la reflexión en lugar del
castigo y la represión externa, para sembrar las bases morales que cimienten la confianza
y cultiven la respuesta empática por encima de la narcisista.
Es importante vigilar que nuestra crianza genere resiliencia, no desesperanza;
auto estima, no humillación; apertura no aislamiento. Esto sólo es posible si generamos
el tipo de convivencia familiar que se entrega sin reservas a la tarea; que pasa de
centrarse en mi, a centrarse en nosotros; que busca entender y después ser entendido;
que pone todo lo necesario para el desarrollo de la comunicación empática, modelando
una manera diferente de estar en el mundo (Covey, 1998; Gottman, J., Declair, J. y
Goleman, D., 1997).
Necesitamos revisarnos y hurgar en el baúl de los recuerdos. “Nuestro temor de
ser como nuestros padres, pasando una carga que sabemos que sería mejor evitar,
frecuentemente nos lleva a actuar de maneras que nos impiden ofrecer a nuestros hijos
las herramientas que necesitan para ser independientes… (Kindlon, 2001, p.193).
Implica un acto de conmovedora valentía regresar a limpiar la casa interior, hasta
poder entrar y salir sin aspavientos. Hay que sufrirla, llorarla, reírla para finalmente,
soltarla.
¿Qué medios tenemos a nuestro alcance para llegar a ser esos padres reflexivos;
firmes mas validantes, empáticos y emocionalmente pedagógicos? Esencialmente,
cualquier experiencia, actividad o relación que nos permita ser más conscientes nos
llevará a un lugar de ventaja. La crianza misma nos pone en un lugar privilegiado porque
“… nuestros hijos nos preguntan cosas que nadie nos preguntaría… nos ven más de cerca
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de lo que lo hacen otras personas y constantemente nos muestran un espejo en cuál
mirarnos…” (Kabat-Zinn, M. y J., 1997, p. 123).
Las relaciones con personas significativas como la pareja y las amistades también
nos ayudan a encontrar formas viables de superar nuestras limitaciones a través de la
reflexión hombro a hombro con orientador o terapeuta, también es susceptible de
ayudarnos a resolver asuntos pendientes de nuestra historia personal (Hughes, 2009).
Las profesiones de ayuda abrigan muchos recursos para la autoexploración. Una
herramienta frecuentemente utilizada como complemento en el trabajo de
acompañamiento psicológico, es la biblioterapia o revisión de materiales de lectura.
Ofrece una excelente manera de optimizar el proceso de reflexión que se inicia durante
la visita presencial, pero que sería ideal poder continuar de manera auto dirigida entre
cita y cita.
La biblioterapia puede ayudar a sensibilizar y educar a la persona cuando lee
materiales relacionados con las áreas de énfasis en su trabajo personal. Las lecturas
pueden ser teóricas, biográficas, humorísticas, anecdóticas, etc. La elección dependerá
del perfil del cliente, la naturaleza de su problemática, y la etapa del proceso en que se
encuentre. Evidentemente, el orientador debe estar bien familiarizado con el contenido.
También es importante buscar los medios para que el dominio intelectual de los
contenidos no lleve a una intelectualización que obstaculice la exploración emocional
(Joshua, J. y Dimenna, D., 2000).
En sus reconocidísima creatividad para la ayuda no convencional, Milton
Erickson repetidamente subrayó las bondades de las anécdotas en la facilitación del
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cambio. “Las anécdotas no son amenazantes; absorben fácilmente la atención, son muy
fáciles de recordar, y burlan la resistencia natural al cambio…” (Zeig, 1980, p. 26).
El humor es el complemento ideal de la anécdota, pues si algo es chistoso
además de anecdótico, tiene aun más probabilidades de llamar la atención y quedar bien
archivado en la memoria. El elemento sorpresa, la exageración, el absurdo, la
incongruencia, los juegos de palabras, o la relativización, son maneras ingeniosas de
inyectar humor a las situaciones (Salameh, 1987).
Según Greenwald (1987), “Si puedes relacionar algo respecto del
comportamiento de una persona a un comentario humorístico, es probable que encuentres
menor resistencia para que acepte tu opinión… y esto es el sine qua non de la
psicoterapia efectiva. (p.43)
A continuación para el acompañamiento de padres de familia, un material
anecdótico que distrae las defensas, y estimula la reflexión mientras invita a tomarnos
menos en serio, para llegar a más. Los padres aquí descritos ayudan a garantizar el pan
nuestro de cada día a psicólogos y orientadores. Ellos se empecinan en abordar la crianza
con la camisa de fuerza psicológica de los aprendizajes no revisados del pasado, y eligen
reforzar las amarras a cada paso.
A mis Otros Significativos, la aclaración de que cualquier semejanza con la
realidad, es mera coincidencia.
El Nopal. Como su nombre sugiere, la m/padre es áspera y lacerante en el trato
con sus hijas. El mero acercamiento y contacto con él o ella corre el riesgo de resultar
doloroso o por lo menos, intimidante.
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Le gusta pensar de sí misma, que tiene mucho carácter, que el mundo es de las
fuertes, y que dispensar cachetadas psicológicas, o incluso físicas, es la mejor forma de
facilitar el crecimiento de los demás. Le desquicia el llanto, la queja, la inseguridad, la
debilidad, el miedo; en sí muchas de las respuestas propias de los niños. No ve la
infancia como un proceso de entrenamiento y aprendizaje, sino como dictamen final de
la personalidad acabada de sus hijos, lo cual le saca de quicio. Interviene acosando,
devalorando y humillando al (la) chica(o), racionalizando que lo hace por su propio
bien. Sus límites sacan sangre: son arbitrarios, puntillosos e inflexibles. Cree en su
estilo de confrontación y se siente orgulloso de sus gestos enérgicos, su voz sonora e
intimidante, y su mirada persecutoria que hiela hasta la más tierna de las sangres.
Mantiene secuestrada la paz y posibilidad de confianza en sus hijas. Confunde terror con
obediencia, y sumisión con madurez. Los hijos viven continuamente en la disyuntiva de
tener que traicionar sus ideas y sentimientos, pues desde muy temprano aprenden que hay
que someterse o sufrir. No sorprende que aprendan a desconfiar de sus propias ideas e
intuiciones.
En la trastienda, habita un(a) adulto solitario y minimizado, probablemente
víctima de hondos abusos y cicatrices de humillación en su propio desarrollo que dejaron
un hondo agujero donde debía haber brotado la empatía y compasión.
Tristemente, como resultado de este estilo de crianza, o sobrevive un corazón de
niña rota o brota otro nopalito, que a su vez asimiló que ésta es la mejor y más legítima
manera de sobrevivir en el mundo.
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P/Mater Maximus- El(la) P/Mater Máximus es el galardón de la imagen. Esta
figura despliega sus talentos y los vende bien deslumbrando a cuantos encuentra en su
camino. Todo lo ha vivido en su flamante trayectoria. ¡Está convencido que sus hijas
llegaron con letrero de “Se busca Gurú”, en la pañalera.
Se afana en mantener a sus críos en estado de subordinación, pues se vale que
crezcan, mas no que lo superen. Les concede permiso de sentir y pensar, pero a imagen y
semejanza suya, pues después de todo, ellos no son sino prolongaciones de su ego
narcisista.
La (El) P/Mater Máximus escucha poco y habla de sí y de sus proezas todo el
tiempo. Ninguna experiencia es más interesante, valiente, u original que la suya. Sus
hijos no bien acaban de empezar a compartir algo propio, cuando ya se enteran que:
-Eso no es nada, ¡si supieras lo mucho que le ayudé a Dios el séptimo día! - Lo suyo
siempre es más importante, increíble, valiente, original, inteligente, y/o prioritario que lo
de los demás.
El momento empático prácticamente no existe en su repertorio conductual. Su
necesidad de reconocimiento y atención es apabullante, y directamente proporcional a su
tremendamente atropellada autoestima. Es como si no hubiera espacio ni recurso para
nada más que, sanar las heridas primarias. Crecer a la sombra del P/Mater Máximus crea
un sentimiento de intensa invisibilidad y soledad en sus hijos, así como una
vulnerabilidad nada funcional ante la creciente y apremiante necesidad de ser vista y
escuchada.
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Sus descendientes pueden crecer creando las condiciones para procurar sus
propios espejos, o resignarse a establecer relaciones serviles en las que se ponen de tapete
y dedican a ser el eterno admirador de cuanto ser ilustre cruce su camino.
Torquemada – El p/madre es inquisidor(a). Torquemada es narcisista como el
P/Mater Máximus, mas en este caso, la superioridad se fundamenta en argumentos, leyes,
principios, dogmas, en suma en la perfección. Se jacta de ser guardian(a) de la moral.
Culpa, critica y juzga a todos, pero se siente especialmente inclinado a hacerlo con su
propia hija cuyo desarrollo es, después de todo, su responsabilidad.
Cualquier contacto es pretexto para la detección de imperfecciones. Es capaz de
la más fina y rigurosa disección de todos aquellos eventos que de acuerdo a su pensar
deberían ser mejores. Resulta rígido, inaccesible, intolerante, perfeccionista y petulante lo
cual le hace ineficaz para facilitar el crecimiento y desarrollo de sus hijos.
Los hijos de Torquemada, tienen llagas en su espíritu y auto concepto. Sufren
hambre de aprobación en su corazoncito. Anhelan ser queridos así, sin más condición
que la de ser, con aquella aceptación que advierten en otros p/madres de familia hacia
sus hijos.
Lamentablemente los hijos internalizan la voz crítica de Torquemada. La
resonancia de la grabación del p/madre, aunada a la voz interior propia se convierte en
una fuente de insatisfacción y ansiedad constante. Al crecer, pueden dedicar la vida
entera a seguir buscando el conjuro para a través de los demás, ganarse la aprobación de
papá o mamá, de una vez por todas. En su defecto, también puede darse el caso de un
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patrón exagerado de oposicionismo, en el que exista la tendencia casi a nivel de arco
reflejo, de decapitar a cualquier figura de autoridad que ose atravesarse en su camino.
Con seguridad, Torquemada creció cerca de la hoguera. Pienso que o bien fue
víctima de un ambiente revuelto e inestable y ésta su manera de conservar el control y
la cordura, o que hubo tal verticalidad y rigidez en la exigencias durante su desarrollo,
que no quedó más que sumarse y ser premiado por aprender bien la lección.
El (a) Redentor(a) Crucificado- El (la) redentor(a) crucificado tiene una
compulsión, y es ayudar a la menor provocación. Su talón de Aquiles es la tendencia a
sobreproteger a sus hijos a quienes considera irremediablemente perdidos sin su apoyo.
Al buscarlo en la Enciclopedia de Personalidades Ilustres, su foto aparece al lado de la
venerable Madre Teresa de Calcuta.
Para granjearse el favor y afecto de sus seres allegados, suele adoptar el papel de
bonachón(a). Tiende a mantener límites laxos y confusos donde todo se vale. Le gusta
infantilizar a sus hijos y diario les repite que de no ser por él o ella, se los cargaría la “tía
de los muchachos”. Hace todo lo posible por asegurar la lealtad de sus hijos.
El (la) redentor(a) crucificado es capaz de un profundo auto descuido que se
expresa hacia afuera en cuidados excesivos para sus hijos. Siempre se encuentra
vigilante, y en estado de sobreprotección. Eso sí, ¡Ay¡ de quien se atreva a insinuarlo.
En el fondo, el (la) redentor(a) crucificado pretende lograr una estrecha
codependencia simbiótica con sus hijos, que garantice una lealtad tal que le proteja de
perturbar su herida esencial: el abandono.
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Es tan desmedida la aparente entrega, que irremediablemente (la) redentor(a)
crucificado acumula un hondísimo resentimiento. Nadie lo cuida con el esmero y
dedicación que cree merecer. Frustrado, llega el momento en que se arranca el antifaz de
redentor(a), y revela su rostro oculto de dolor y agonía. Habita su Calvario, que a
pulso se ha ganado por su auto abandono tan extremo.
En las últimas etapas de esta escalada, y como medida desesperada, echa mano de
las técnicas que aprendió cuando se graduó Magna Cum Laude del Doctorado en
Codependencia. Hace gala de sus mejores recursos dobles vínculos, manipulación y
chantaje que, lejos de obtener el resultado deseado, terminan alejando a los demás.
Vencido, el (la) redentor(a) crucificado, sufre al sentirse traicionado y
abandonado. Atribuye el distanciamiento de los demás, a falta de amor o gratitud. No
ve ni se responsabilidad de cómo sus propios reclamos y actitudes han generado un
ambiente tóxico e insufrible a su alrededor, que aleja a los demás
Los hijos, o bien a validar aquello de “Hijo de tigre, pintito”, o a tener serios
problemas para abandonarse a la intimidad emocional, por temor a despertar de nueva
cuenta un buen día en el Monte de los Olivos.
El (la) Mago de Has de Estar Bien. El (la) Mago de has de estar bien, es
pariente cercano del Redentor(a) crucificado. Comparte la compulsión por hacer el bien,
y su energía también está volcada hacia afuera más que adentro. En sí, el estilito es
bastante parecido. Sin embargo, lo que le concede lugar propio en el Paseo de la Fama,
es el propósito último de sus maniobras. En el caso del (de la) Redentor(a) se pretende
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evitar el abandono, a diferencia del (la) Mago de has de estar bien, que a toda costa
pretende evitar la realidad como tal.
La estructura de personalidad del (la) Mago de has de estar bien, es frágil y se
cimienta fundamentalmente en la negación y racionalización como herramientas para
navegar en este mundo.
Suele ser una persona bondadosa, siempre sonriente y atenta. Es impecable en su
arreglo personal, poniendo mucha atención en los detalles. Su voz es mesurada y
persuasiva. Su mirada dulce y perceptiva. Nunca cae en los excesos, por lo que se
manifiesta como alguien con desarrollada inteligencia social. Es bien apreciada por
tener siempre la fórmula para hacer sentir bien a los demás.
Estar en su compañía es estar en armonía. Sus hijos recurren a ella para
recuperar la calma ante cualquier escenario que les roba la paz, preguntándose después
por qué se ahogaban en ese vasito de agua.
El (la) Mago de has de estar bien, es un hacha para el reencuadre. Tiene gran
talento para resignificar las experiencias negativas. No sabe cómo no estar siempre
componiendo lo que está en desarreglo. Desconfía del caos y le aterra perder el control,
por lo que se adelanta al desenlace natural de los eventos.
Lamentablemente, al condenar al exilio las experiencias de frustración o fracaso,
impide que sus hijos absorban los efectos profundamente pedagógicos de la experiencia
y desarrollo.
En su castillo resplandeciente de negación, ¡todo es perfecto! Todos se aman
entrañablemente. ¡La familia perfecta, la pareja perfecta, los niños perfectos! - ¿Qué
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bonito, no?- piensa para sí al suspirar satisfecho mientras limpia la caquita de mosca del
parabrisas del auto al llegar a casa.
Se vale que sus hijos rían, canten, jueguen, disfruten, mas se prohíbe devaluar ,
azotar , criticar o abatirse. En apariencia es buena fórmula. Lo que la vuelve ineficaz es
el hecho de que el acomodo sea tan prematuro.
Crecer con esta visión del mundo, implica que tengamos que enfrentar las
complejidades de la vida sin herramientas. Esos eventos que salen fuera de nuestro
control, nos obligan a replantearnos las cosas, dejando una estela de aprendizaje y
mayor capacidad de respuesta. En este caso lejos de ser así, la persona utiliza estos
eventos para apuntalar su castillito de cristal, malviviendo en la negación, y llevando una
vida estéril, mas estable.
¿Qué hay detrás? Una necesidad abismal de ser aprobado; y visto como en
control. Un hambre de conciliar y acomodar a cualquier costo. Una intolerancia a la
crítica; a lo negativo, lo triste, lo irreconciliable de sí mismo y de los demás. Terror a
verse sin maquillaje.
Con este entrenamiento, los hijos pueden asimilan el mismo discurso donde todo
ha de estar bien, graduándose a su vez, como Sofistas perfectamente entrenados.
Asimismo, puede ocurrir que para equilibrar el sistema, alguno del los hijos,
generalmente el o la más sensible, se vuelve reactivo y dedica su energía a confrontar a la
familia, convirtiéndose en el (la) depositario de todo lo que no case con la imagen de
perfección familiar, llegando en algunos casos a dedicar su vida entera al desafío de las
expectativas de p/mamá.
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Gigabait. Gigabait tiene una marcada predilección por las cosas; los detalles de las
cosas; los mini componentes de los detalles de las cosas; los micro elementos de los mini,
mini componentes de los detalles de las cosas, y en su investigación entusiasta sobre los
gigas y los bytes y demás asuntos técnicos, cuando menos piensa, ya se aisló de los
demás.
Su mentalidad es como un rígido disco DURO de increíble capacidad que archiva
toda aquella información que le permita imponer orden, logística, precisión, a su
experiencia. ¡Oh, la deliciosa sencillez de un perfecto proceso lineal! ¡Qué decir del
hermosísimo sentimiento de satisfacción al terminar de ordenar sus archivos habiendo
encontrado un nuevo y más eficiente sistema de clasificación! ¡Y qué va! La vida sería
perfecta si se pudiera contar con un revolucionario programa anti-virus que erradicara
todas aquellas situaciones virulentas, e imprecisas a las que tenemos que atender
distrayendo nuestra atención de lo que es verdaderamente importante.
Pero no; no hemos evolucionado a tal grado, y a Gigabait, no le queda más
remedio que regresar a la cruda realidad, en la que su pareja le recuerda que no quiere
saber que la quiere, sino sentir que la quiere. En ese momento, conecta con esa
resistencia tan franca que se niega a ser arrastrado al terreno de los sentimientos y a la
engorrosa necesidad de la expresión de emociones, en el que invariablemente se siente
incompetente al intentar comprender qué quiere el mundo de él o ella. ¡Tan fácil que
sería arreglarlo de una vez por todas, con un detallado email!
Si sus hijos lloran, no alcanza a comprender el por qué del drama. Si se encelan
del hermano, trata de apaciguarlos, y explicar con toda calma que sencillamente no es
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posible que un padre quiera a un hijo más que al otro. Su desconcierto es genuino
cuando el hijo insiste, o lo acusa de no entenderlo. No pierde jamás la esperanza de su
hija se deje convencer cuando le aclara que W No, en realidad no te sientes triste, más
bien es cansancio; no, no estás enojada, más bien tienes demasiada energía acumulad y
deberías ir al gimnasio; y no, no estás decepcionada, sino que felizmente has corroborado
tus hipótesis iniciales. W
La realidad de las cosas es que Gigabait tiene francas dificultades con todo lo que
sea propio del terreno afectivo. Le encantaría poderlo ordenar, manejar y controlar. Sin
embargo, a decir verdad, a veces ni siquiera es capaz de entender que no ha entendido.
En ocasiones se trata de una oda a la supervivencia en la que Gigabait de
pequeño desarrolló la intelectualización y una elegante disociación ideo-afectiva como
estrategia para imponer cordura en un mundo fuera de control. En otros casos, puede
tratarse de un franco perfil Asperger híper funcional, donde de hecho, la persona carece
de aquellos elementos sensibles que le permitan identificar los sutiles y caleidoscópicos
estados emocionales en sí mismo(a) y en los demás.
En el fondo, sufre de un profundo sentimiento de inadecuación puesto que no
logra captar lo que todo mundo ve como esencial. Tampoco detecta aquellas pequeñas
pistas que la mayoría emiten y leen tan quitados de la pena.
En el mejor de los casos, sus hijos se pierden de la intimidad y modelaje afectivo
que les permitiría ir edificando su propio repertorio de rasgos y recursos emocionales
para navegar por la vida. En casos más severos, en un afán de erradicar el propio
contacto con los sentimientos, Gigabait puede aniquilar la iniciativa de expresión en sus
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hijos al sistemáticamente invalidar o ridiculizar sus manifestaciones de acercamiento y
expresión emocional.
Se busca persona razonablemente feliz, ¿Recuerdan? Se busca crear personitas
razonablemente felices. Se busca un nuevo orden en el mundo. Se convoca a personas
con auténtica capacidad de respuesta.
Revisar la propia historia promete una relación más transparente y facilitadora
con los hijos donde su crianza sea menos sintomática y más por amorosa y reflexiva
vocación.
Ellos y nosotros; sin fantasmas ni preámbulos; sin secuestros del pasado; sin
jaloneos hacia el futuro. Simple y llanamente Nosotros, aquí, en esta confianza que
reivindica y promete un mejor mundo para mañana.
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