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deusz Kantor. Los Cuadernos de Teatro 70 CRICOTAGE «DONDE ESTAN LAS NIEVES.DE ANTAÑO» Tadeusz Kantor PARTITURA Secuen cias -1. Esa Línea Recta. 2. El Gran Geómetra y el Medidor Rural. 3 . Inoportuna Metamoosis pública. 4. Ojalá nuestra calle tranquila(...). 5. Inesperados excesos de los Comediantes. 6. El Enterrador Enloquecido. 7. Nuestra aldea en llamas. 8. La boda tardía. 9. La Trompa del Juicio Fin. 10. La Entrada de los Grandes Actores. 11. Y. más blanco que la nieve seré. Et s�per nivem dealbabo. 12. Los·ecos apropiados. 13. Ese Señor tan conocido. Cricotage «Dónde están las n ieves de antaño» part it ur a Lugar: idea del escenio-v í a, rodeada de ambos lados p or las filas del público amontonándose hacia arriba, (Lo utilicé por primera vez en el espectáculo «La Gallina Acuática» en 1967, y en el año 1972 en «Le Bellocce el Cercopitechi»), adquirió en Crico- tage «Donde están las nieves de antaño» su sen- tido completo y radical. El escenario «abierto» o bien «en caja», situado vis-a-vis del público, está siempre contenido en un espacio limitado. En la mayoría de los casos en un cuadrilátero. Ganar o anexionar este espacio - por ejemplo: pasar de un lado al otro, al ndo, hacia adelante, o bien, moverse en el medio, todos estos desplazamientos interdependientes son dic- taqos por el desarrollo de la acción, estando n- didos inseparablemente con la bula. Se podría afirmar que la rma del escenario e creada por las necesidades de la narración y la .bula. * En cambio la v í a, cuyo principio y fin se pier- den ante la vista del espectador, se convierte en la

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Tadeusz Kantor.

Los Cuadernos de Teatro

70

CRICOTAGE «DONDE ESTAN LAS NIEVES.DE ANTAÑO»

Tadeusz Kantor

PARTITURA

Secuen cias

-1. Esa Línea Recta.2. El Gran Geómetra y el Medidor Rural.3. Inoportuna Metamorfosis pública.4. Ojalá nuestra calle tranquila( ... ).5. Inesperados excesos de los Comediantes.6. El Enterrador Enloquecido.7. Nuestra aldea en llamas.8. La boda tardía.9. La Trompa del Juicio Final.

10. La Entrada de los Grandes Actores.11. Y. más blanco que la nieve seré. Et s�per

nivem dealbabo.12. Los·ecos apropiados.13. Ese Señor tan conocido.

Cricotage «Dónde están las n ieves de antaño»

part it ur a

Lugar: idea del escenario-v í a, rodeada de ambos lados por las filas del público amontonándose hacia arriba,

(Lo utilicé por primera vez en el espectáculo «La Gallina Acuática» en 1967, y en el año 1972 en «Le Bellocce el Cercopitechi»), adquirió en Crico­tage «Donde están las nieves de antaño» su sen­tido completo y radical.

El escenario «abierto» o bien «en caja», situado vis-a-vis del público, está siempre contenido en un espacio limitado. En la mayoría de los casos en un cuadrilátero. Ganar o anexionar este espacio -por ejemplo: pasar de un lado al otro, al fondo, hacia adelante, o bien, moverse en el medio, todos estos desplazamientos interdependientes son dic­taqos por el desarrollo de la acción, estando fun­didos inseparablemente con la fábula. Se podría afirmar que la forma del escenario fue creada por las necesidades de la narración y la

.fábula.

*

En cambio la v í a, cuyo principio y fin se pier-den ante la vista del espectador, se convierte en la

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esfera del movimiento que, por sí mismo y para sí mismo, es una materia suficiente, autónoma. Puede significar todo: las victorias; las derrotas y las caídas, las cruzadas y las marchas llenas de obstáculos, las procesiones y los peregrinajes peligrosas huídas y deplorables regresos, esperanzas, desesperaciones, el agotamiento del largo camino, destinos inexplorados, el nacimiento y la muerte, cosas pequeñas y grandes, todas las virtudes y todos los crímenes. Aún más sorprendente: al no estar cerrada con una figura geométrica, no se puede llamar lugar de acción a esta v í a. Má.s bien, es comparable a una 1 í n e a que corre y pasa. Aquí cuenta más el tiempo que el espacio. La v í a, el camino, son infinitos. Aunque en los dos extremos del teatro están los bastidores (negros), se deja notar que sólo son

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apariencias (ilusiones) de un orden oficial, ya que · la soga, que los actores van a hacer pasar entreestos vestigios teatrales, se pierde, por un lado, enun agujero, detrás del cual, quizás continúe haciala eternidad y el pasado.Del otro lado, se podría decir, discurre hacia loinfinito, y la Muerte (un esqueleto humano) sen­tada en una silla, la agarra con un gesto implaca­ble.Con este método pobre y deplorable, fue marcadala línea de la vida desde el nacimiento hasta lamuerte, desde la nada hasta el mundo de «d'audela», del otro lado.Para evitar el pathos, prefiero llamar a la secuen­cia:ESA LINEA RECTA.

l.

... La soga parece ser muy larga. Tiran de ella hombres con vestimentas blancas ... de 'papel. Se sabe: el papel inevitablemente se rompe. Ese es su destino. Sin embargo, este papel, a pesar de los movimientos bruscos y el rabioso arrancar, queda int;icto. Semeja ser indestructible. Este fenómeno contrario a la naturaleza del papel, esta resistencia del delicado material, tiene su rol secreto, y su blancura de nieve se une sin ambigüedad al título del espectáculo. Y aún más: el ·crujido del papel

. que acompañará todos los aconteci!Ilientos, un ruido casi inadvertible y hasta gracioso, es, al final de la obra, tan fuerte que adquiere un sentido diferente y trágico.

*

La misma acción de tirar de la soga despierta dudas. Del lado invisible tira alguien Desconocido - de éste, deplorables figuras humanas.Quizás sean arrastrados por ella. Dan la sensaciónde estar atados a la soga para siempre, como si nopudieran separarse.

*

La acción de tirar es efectuada por personajes que, sin la menor duda, no son actores de «teatros estatales y municipales», esos falsos templos del arte - sino que forman parte de una troupe de Comediantes de una pobre BARRACA FERIAL, de ese v e r d a d e r o t e a t r o d e 1 a s c o nmo c i o n e s : Su llamativo parecer y su comportamiento, pue-den provocar una sensación de sinsabor en los estetas profesionales y pretenciosos. Con sus vestimentas circenses, demuestran al pú­blico todos los sentimientos humanos - el sufri­miento, el martirio, la dureza y el agotamiento, la esperanza, las momentáneas alteraciones pasa­jeras, el miedo, la torpeza y los bajos instintos ... Y así, como suele ocurrir en el circo, existe al­guien que es el domador. Cuando el «Hombre de vanguardia» agarrando -

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no se sabe si el «fin» o el «principio» de la soga, llegue con su último esfuerzo al final d� la. v í a y · enganche la soga en el brazo levantado de la

. Muerte, la LINEA RECTA será trazada y, a par-. tir de ese momento, obligará con todo rigor. Nada podrá sobrepasar su alcance. Su dirección será la única posible, imaginada y permitida. Ahora, los que tiraban de la soga, «enfilados» en ella·, agarrándola con todas sus fuerzas desespera­damente con la esperanza de los ahogados, siguen su curso, empujados por el instinto ciego, con prisa, yendo y viniendo de acá para allá ...

2.

El «Hombre de vanguardia» quedó junto a, una silla, en la que, estirada e inerte está sentada la Muerte. En la lista de los personajes, figura como el Gran Geómetra. Permanece de pie, serio, y por lo visto espera su importánte actuación.

*

En el otro extremo yacen un montón de. cuerpos humanos, aquellas «víctimas de la soga». Uno de ellos se alza; encuentra un metro de madera y comienza metódicamente, uno tras otro, a rriedir las partes de los cuerpos de sus compañeros (las partes que nunca-se miden). 'Con cr�ciente torpeza y crueldad, pone punto final con una risa en todas las tonalidades posibles. Las víctimas de esa desviada acción se salvan, al final, huyendo. El apasionado Medidor con su me­tro bajo el brazo, siguiendo lealmente la Línea Recta, corre (siempre la risa), se acerca al Gran Geómetr<1- y devuelve, eri los brazos estirados de su probable propietario, su posesión y atributo: un metro de madera. Contento de sí mismo (sigue la risa) da la vuelta y desaparece. El Gran Geómetra empieza su partida ejemplifica­dora. Con el metro de madera mide la: Línea Recta. Lo hace con gran habilidad. En su postura y sus movimientos hay algo de prestidigitador-equili-

. brista mostrando los conocidos efectos, algo de una magistral lección y de la seriedad profesoral, y algo de los malabarismos de las banales depen­dientas de los almacenes midiendo balas de. tela y pasamanerías. Después de la escena de los sufrimientos - acaso un poco fuerte - desesperaciones y derrotas, des­pués de inaguantables excesos del depravado Me­didor - al fin la pura, purista y refrescante Abs­tracción. Pero nunca hay que alegrarse demasiado pronto. A pesar de la impecable pureza de la línea y de la autoridad del Gran Geómetra, a cada paso ace­chan accidentes imprevistos, derrotas y pasiones que aniquilan todo. He aquí que el Gran Geóme­tra, en la mitad del camino, cae 'en desviaciones

· impuras. Algo falla en sus precisos cálculos, em-

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pieza a tener prisa, a irritarse, su - hasta ahora -perfecta pronunciación se convierte - ¡horror! - en un balbuceo, las cifras se confunden, se repiten, su ira profesora! da· lugar a invectivas cada vez más fuertes, frases soeces y gritos obscenos, y los números matemáticos se transforman en el chi­llido de un cabo instruyendo a los reclutas·- uno, dos, uno, dos, uno. dos ... Desaparece dejando al público en una completa confusión e inseguri­dad ... Pero, apenas desaparecido, vuelve a surgir. Rápidamente recorre la Línea Recta lleno de nue­vas fuerzas·, gesticulando con fervor., grita aj.go ct,mo si quisiera correr un velo sobre su malo­grada partida.

3. Se acerca al Esqueleto sentado en una silla. La Muerte es judaíca. Va vestida con un negro talet Lleva el cráneo cubierto con una kipa, debajo de la cual cuelgan dos tirabuzones. El Gran Geóme­tra, por lo visto, renunció a las tendencias ,puris­tas. Sentimos que el teatro se inclina hacia impre­vistas peripecias que desembocan en trágicos des­tinos. Su sacerdote será, dentro de un momento, el Gran Geómetra. Henos aquí ante la escena de la m e t a m o r-f o s i s.

No ocultamos que estamos en el teatro. Será casi un rito de Muerte anunciando la Guerra. El Gran Geómetra queda desnudo. Arranca la manga clerecha del talet jasídico junto _al hueso de la Muerte. Lo levanta mosti:ándolo triunfalmente al público, extrae el hueso, lo enseña otra vez, se pone la manga y coloca el hueso en su sitio. Hace lo mismo con la otra manga. Después, se ajusta el resto del talet. Al final, se coloca la kipa, que tiene pegados los tirabuzones, con un gesto coronador. Somos testigos de la conversión del Gran Geómetra en Rabino. Ahora, se dirige rápidamente el Rabino a la .salida. Seguramente tiene prisa. Desaparece. En seguida, surge de nu�vo cogido de la mano a una copia suya, su doble, un niño, un Pequeño Rabino . Los dos actúan como en sueños. Se paran, dan vuelta, aceleran el paso. Desap.árecen en medio del pánico ... Quizás se sal­ven ...

*

4.

Más la vida, antes del Gran Exterminio, es siem­pre tranquila, apacible, cotidiana y prosaica ... Entonces, entra en escena el «Individuo con Ba­rriga». Anda con pasos cortos, casi trotando, in­definidamente contento consigo mismo y con el mundo, mirando adelante con confianza dirige, a su vez, la vista a los lados. Las manos cerradas atrás, ocultas en el interior de dos largas mangas, no se sabe bien por qué, cosidas.

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Desde el sitio donde probablemente están las ma­nos, cuelga una cuerda con un paquete, cuidado­samente envuelto en papel (también blanco), atado con un cordel. El Individuo cori Barriga se para de_ repente al sentir que algo golpea sus pier­nas. Mrra sospechosamente atrás y, al no divisar �ada, continúa su agradable paseo regalando son­nsas. Aquellos golpes contra las piernas no cesan. El Individuo con Barriga se detiene, piensa, se nota que su cerebro trabaja intensamente, mira atrás repentinamente, a un lado, a otro, queriendo atra­par a alguien con las manos en la masa. Tranquilizado al no descubrir nada, sigue cami­nando confiadamente. Por supuesto, la Línea Recta le lleva.al consabido destino. En est� ocasión, lo que golpea las piernas es algo demasiado notable. El Individuo gira en torno a sí mismo. Desapareció la conformidad consigo y con el mundo. El paquete cae ·al suelo. El Individuo con Barriga (l'Embonpoint) se agacha con dificul-

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tad, pierde el equilibrio y cae de rodillas, mira sorprendentemente el paquete, desata la cuerda, desenvuelve el papel blanco para encontrar aden­tro una caja igualmente blanca. Ahora. intenta de nuevo envolverla. Vemos cómo un prometedor paseo termina con imprevistas complicaciones y cómo el banal pa­quete (Emballage), muestra, de repente, la absur­didad del mundo. Sabemos de antes, que el Indi­viduo con Barriga no logrará vencer estas compli­caciones y no envolverá el paquete. Ajusta el pa­pel de un lado, del otro, fo alisa, asegura al pú­blico con sonrisas, y a Dos Transeúntes (pareci­dos como dos gotas de agua) que le observan con curiosidad, que todo . transcurre perfectamente. Con una mano sujeta el paquete. Con la otra lo voltea una y otra vez. Cuando cree que está a punto de conseguirlo, tira de una esquina del pa­pe� y todo vuelve a deshacerse. Encima del papel abierto queda una caja inocente burlándose de los esfuerzos del desgraciado. Esa delicada operación, exponiendo el sinsentido de las acciones humanas, exigió minuciosos ensa­yos siendo el f r a c a s o el efecto de una ex­traordinaria precisión. Eso se repite eternamente. El Individuo con Ba­rriga se arrastra con esfuerzo y empuja su paquete con la participación de la multitud y los Dos Tran­seúntes (parecidos como dos gotas de agua) que le controlan, ofuscan, levantan la moral, o bien, le hunden en la desesperación. Cuando la paciencia se agota del todo, le echan fuera de los bastidores como si de un baúl se tratase.

*

Ap:n�s desaparecido, su lugar es ocupado por un Ind1v1duo con Periódicos. Como aquel, camina con _montón de periódicos bajo _el brazo y en losbolsillos. Lee, sujetando las hojas cerca de" la vista. Anda, se para. Por lo visto, no le gusta el contenido del periódico ya que, con rabia, lo tira al suelo. Los Dos Transeúntes (parecidos como dos gotas de agua) levantan con fruición el periódico aban­donado. Lo leen, encuentran algo interesante pro­rrumpiendo en exclamaciones: Ho! Ho! Ho!, Aha!, No! No!, o bien, si llegan a la conclusión de que no hay nada interesante balbucean: Bla, bla, bla ... Un periódico más cayó al suelo. Se repite lo mismo. El Individuo, leyendo, tira los periódicos al suelo; los otros los levantan, los leen emitiendo gritos: de sorpresa, de condena, de aburrimiento. Recogen estos periódicos. Ya tienen las manos llenas de ellos, de manojos de periódicos ... Al terminar, cuando todo parece convertirse en un montón de papeles, los Dos Transeúntes (pareci­dos como dos gotas de agua) despiden al Indivi­duo Lector y desaparecén detrás de él.

*

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5.

Sin embargo, ya con otro rol, regresan en seguida. Estamos cansados de los prosaicos transeúntes y de la vida cotidiana. Esperamos algo descomunal, sensacional e in­cluso escandaloso. Los Dos Transeúntes cubren ahora sus cabezas ' con ínfulas obispales de color púrpura. Como si no hubieran tenido tiempo de cambiarse. Como si algunos de los próximos acontecimientos que se avecinaban les hubieran impedido una importante metamorfosis. Están avergonzados, abren los brazos en un gesto de impotencia pidiendo perdón por su incompleta vestimenta. Mueven los hombros, dicen algo que viene a significar: « ¡ n o h a y!», gritan deses­peradamente: «n o h a y ... no h a y!!!» Detrás de ellos brota un personaje - no es una Novia con velo ni una Chica de la Calle, deam­bula, innecesaria, «no acoplada» a los otros ... De repente todo pierde su lógica, se derrumba, se sumerge en el SUEÑO.

*

6. Al escenario sale otra figura más. Agarra una p a 1 a clavada en un montón de tierra con forma de tumba. Recoge la tierra, corre al trote, la transporta al otro lado, sonámbulo, sin parar, ·aquí y allí tras él entran Dos Curiosos. Por fin tienen algo importante. Siguen al Enterrador-Maníaco,· quien se buscó el extraño oficio de transpo·rtar las tumbas. Intentan encontrar los motivos y la esen­cia de esa manía, le persiguen, observan cuidado­samente cómo recoge la tierra con la pala, exami­nan los grupos terrosos, los tocan, los miran. Al igual que en un sueño, también estas extrañas e inusuales accione.s se· apagan. El «escenario» se queda vacío. Durante un momento reina el silen­cio. Sentimos que es sólo ahora cuando va a dar comienzo el verdadero espectáculo y que todo lo anterior era un pálido preludio.

*

7. Entran hombres con cubos. Sólo en uno de ellos hay agua. Los colocan a lo largo de la Línea Recta. El que lleva agua en su cubo, la vierte a su vecino. Irrumpen corriendo otros personajes con cubos. Muchos cubos. Aquella pequeña cantidad de agua pasa de cubo en cubo. La vierten automá­ticamente, sistemáticamente, sin saber por qué. No lograrán salvarse ellos mismos, _sus casas, no apagarán los incendios. Aparece el Rabino con su Pequeño doble. Abier­tos los bordes de su talet, asemeja un malicioso Angel Exterminador. El pobre Pequeño Rabino huye enloquecido de temor, . se agarra· 1a c¡abeza abriendo y cerrando sus diminutos brazos. El Rabino grita: «¡Nuestra aldea en llamas!» Se levantan lamentaciones en todos los idiomas del mundo:

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«¡La nostra citadina e in fiamme!» <<Unser Stadtchen brennt!» «Our City is burning!» «Nasz garadok gariejet» «¡Nuestra aldea en llamas!» «Notre village brulle!» El lamento alcanza todos los límites posibles.. Entonces, entra una figura que, en .fa lista de los personajes del drama, lleva el nombre de. «ese Señor tan conocido». Botas altas, abrigo militar de corte conocido y una gorra muy significativa con la visera levantada. S-ólo falta la calavera. Mas esa exactitud no nos interesa ... No consideramos congruente mencionar el nom­bre que· sembraba pavor en todos los gettos del mundo. La victoria de . nuestro espectáculo sería dema­siado fáGil. La conseguimos por otra vía mucho más difícil. A través de la i 'm a g i n a c i ó n. Y aún más, por medio de la i m a g e n de un niño. Aquel trágico Señor es el símbolo de la muerte, no· por su traje, sino por el hecho de que este papel es representado por un NIÑO. De la estirpe de los Niños Trágicos. El niño quiere ser severo. Cambia de ropa. Las botas le están demasiado grandes. Marcha, patalea, se balancea creyendo que eso le confiere más seriedad. Todo en esta Barraca Ferial es un guiñol infantil. El viejo y el Pequeño Rabino escapan despavori­dos. El incendio no será apagado. «Ese Señor» deja de marchar y balancearse. Desaparece tras los bastidores.

*

8.

Entra el Novio con un maletín negro. Deja el maletín en el suelo, Lo abre. Sus movimientos son exactos, calculados al efecto, como los utilizados• por los magos profesionales del" circo. Se quita la chaqueta blanca. Ahora está semidesnudo. Se arrodilla al lado del maletín. Saca la «simplifi­cada» camisa festiva empleada antaño por los ga­lanes suburbanos que no se podían permitir el lujo de adquirir una costosa camisa de frac. Consta ésta de un corsé duro, un cuello altQ. almidonado, manguitos, gran número de complejas correas, hebillas, que sujetan todas las partes sueltas, y que adquiere,. bajo la chaqueta abotonada, el as­pecto de una verdadera camisa. El No vio no se pone la chaqueta, quizás debido a que no tiene. Se viste el corsé con cuello, los manguitos, enhebra las innumerables correas, cie­rra las numerosas hebillas, los botones. Cada ac­ción es presentada amablemente al público. Le­vanta los bordes del cuello, saca una corbata que se acopla con una goma, demuestra su elasticidad, se la pone, al término saca un blanco sombrero de charol y lo coloca en su cabeza con un gesto de galán suburbial.

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Sólo le resta poner cuidadosamente sobre el suelo un pequeño colchón provisto de cinturones cuya finalidad conoceremos dentro de un momento. Todo parece indicar que el Novio se prepara para la ceremonia de la Boda. Falta únicamente la No­via. Hela aquí! Muerta! El Novio la arrastra igual que a una muñeca. La acuesta con extremo cuidado sobre el colchón, ordena el velo con amor, agarra con fuerza los cinturones del colchón y empieza a tirar.

9.

Irrumpe el v1eJo Rabino en compañía de su Pe­queño. doble. La boda no puede efectuarse sin soccrdo�s. Ocupémonos en este momento de la Máquina del Juicio FÍnal que dispone el funcionamiento de la Trompeta de Jericó. La Máquina se parece a una guillotina o a una

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horca, algo a una máquina guerrera de los tiempos bíblicos. MUCHAS RUEDAS, RUEDAS . DE SIERRA, CINTAS, CUERDAS. Unas manivelas hacen funcionar la Trompa que se encuentra en el. interior de un negro embalaje fúnebre. La Trompa se levanta y, despacio, vuelve a bajar. De su inte­rior salen los sonidos del Himno del Getto, creado por el conocido compositor judío Gebirtig. El Rabino va empujando esta antigua Máquina del Juicio Final al son del trágico himno. El No vio va arrastrando brutalmente a la No vía. La Boda se confunde con el Entierro.

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10. En ese sueño.entre la vida y la muerte surgen los,. ya familiares, Dos Trans'eúntes (parecidos como dos gotas de agua), vestidos con trajes cardenali­cios, Infulas color púrpura, y Capas. Y para realzar el aire ilusorio de esta escena, los Cardenales bailan un auténtico Tango Argentino respetando todas sus complicadas figuras. Todo eso no tiene nada que ver con la blasfemia. El Director de la Barraca les recibe con todos los honores. El tango suena en toda su grandeza. Se confunde con los fúnebres tonos del Himno del Getto. El Novio va arrastrando el cuerpo de su Novia; el Rabino maneja la Trompa del Juicio Final; los Cardenales efectúan las refinadas evoluciones del tango argentino. El sueño sigue. Dentro de un momento tod.o dejará de existir. En medio de la v í a yace el cuerpo sin vida de la Novia.

11. Se acerca el final. En la entrada aparecen todos los Comediantes de la Barraca Ferial. Como al principio. Comienzan a desenvolver un enorme v e 1 o blanco. Está hecho con el mismo papel de las blancas vestimentas de los Comediantes. El velo se alarga infinitamente en toda la longitud de la vía. Es sujetado y arrastrado por todos, con creciente rabia y pasión. Un rito bárbaro. Ese blanco cinturón, sacudido por convulsionados movimientos, baja cada vez más hasta llegar a cubrir el cuerpo muerto de la Novia. El crujido del papel aumentado por altavoces, se asemeja a otros sonidos que se hacen, cada vez, más expresivos y evidentes: el estrépito de las botas de un ejército en marcha. Sólo entonces brota el personaje a quien

�hemos ll�mado «Ese Señor tan Cono- ·�cido». . _ � Empieza su marcha.