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¿Crisis o transformación? La autoridad pedagógica en el centro del debate. Educación sanadora. El Hospital de Niños y su escuela Atrapasueños. Aprender a decidir: base para prevenir adicciones desde la primaria. año número 13 2 0 0 9 julio

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¿Crisis o transformación? La autoridad pedagógica en el centro del debate.

Educación sanadora. El Hospital de Niños y su escuela Atrapasueños.

Aprender a decidir: base para prevenir adicciones desde la primaria.

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Los cambios en el rol de los adultos y la familia; las transformaciones político-culturales;el tránsito desde la crítica antiautoritaria,hacia una excesiva permisividad; así comola pérdida del sostén institucional que lalegitimaba, son algunas de las razonesque ayudan a comprender por qué la autoridad está en crisisy dan pistas acerca de cómo reconstruirla.

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la CUEStióN dE la CriSiS de la autoridad pedagógicaes, para muchos, uno de los temas centrales a la horade analizar la actual situación educativa.

Esa percepción se explica fácilmente: sin autoridadno hay, como es obvio, hecho pedagógico. Y, a su vez,los antiguos criterios de potestad resultan inserviblesen el presente.

alicia Carranza, investigadora y docente cordobesa,cree que el problema, “difícil, complejo y necesario deabordar”, excede a la escuela, ya que “lo que se hafracturado es la autoridad en la sociedad” y que latarea de reconstruirla, sobre todo en los ámbitos esco-lares, “no se hace de un día para otro; necesita muchotrabajo reflexivo del conjunto de los docentes en cadainstitución escolar. Necesita construir conviccionespersonales y grupales para desplegar poder de conven-cimiento sobre la ventaja que tiene, para todos, respe-tar las reglas de juego de la vida escolar”.

“la SoCiEdaddESValoriZa El lUGar dEl EdUCador”

Marcelo Urresti es sociólogo, filósofo e investigador del Instituto gino germani de la Universidad nacional de buenos aires.

–¿Hay un esfuerzo por reconstruir la autoridad docente?–Hay cambios absolutamente tangibles respecto del

declinio de la autoridad, lo que ha llevado a su recons-trucción en distintos ámbitos del sistema educativo. Eléxito todavía es difícil de ponderar, dado el breve tiem-|

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L A A U t O R I dA d :

¿crisis otransformación?

Es cierto, como afirma Carranza, que el fenómenorebasa holgadamente a la institución escolar. Enargentina, como en casi todo el mundo, se produjo unviolento cambio de época, sobredeterminado, ennuestro caso, por la fragmentación social, la ausenciade certezas y la crisis de representación. “Estamos enun momento de transición cultural”, afirma HoracioPaulín, psicólogo social y docente de la UniversidadNacional de Córdoba. “Existe una crisis de los resor-tes de la autoridad más moderna, que tenían que vercon la delegación institucional del Estado, una ciertaalianza escuela-familia, un contexto de capitalismotodavía inclusivo y una centralidad del conocimientopor parte de la escuela como resorte que articulaba larelación”, afirma el investigador.

No faltan quienes sostienen, con razón, que los cues-tionamientos a la autoridad en general, y docentes enparticular, existieron siempre. Pero es evidente que

La autoridad pedagógica no es propiedad de la persona odel docente, sino una construcción que sólo existe si elgrupo áulico la reconoce en quien aparece como el líderformal de la clase: el profesor. Se apoya en dos aspectosfundamentales. Uno es la formación académica y didácti-ca: aquel adulto que muestre un conocimiento acabado dela asignatura y una forma atractiva de presentarla, segu-ramente será valorado y respetado por los adolescentes. Elotro es la relación que se establece entre docente y estu-diante, basada en el afecto y la honestidad: es necesarioproponer un vínculo signado por lo humano, por el acerca-miento cálido, la empatía, la asertividad y la confianzarespetuosa. La autoridad es algo más que disciplina y obe-diencia hacia el docente; tiene que ver con el respeto y elbuen clima grupal, que se logran al considerar las opinio-nes diferentes, generar conocimientos promovidos por eldiálogo e incluso tomar las críticas argumentadas de losestudiantes hacia las propuestas educativas. Pienso tam-bién que las sanciones son herramientas poco útiles si noestán fundamentadas; las amonestaciones pueden debili-tar la autoridad más que reforzarla, ya que serían la prue-ba de las limitaciones del docente, de la falta de elemen-tos pedagógico-didácticos para lograr respeto y un buenclima de trabajo”.Santiago Gagliardo, docente del IPEM 268 Deán Funes,

Córdoba Capital.

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po transcurrido. Se trata de un desafío en el que sebusca conciliar el adentro de las instituciones, aúnceñido en buena medida a tradiciones canónicas, conel afuera, básicamente liderado por el mercado, losmedios masivos de comunicación viejos y nuevos y lasindustrias del entretenimiento, todas ellas instanciasde enorme dinamismo y capacidad de imposición,frente a las cuales la escuela actúa con los recursos ylas fuerzas desiguales de que dispone.

–En este sentido, ¿a algunas escuelas les va mejor que a otras?–las escuelas tradicionalistas y de elite, por ejemplo,

pelean en otras condiciones, ya que absorben porcompleto la subjetividad de los individuos que en ellasingresan. Son muy minoritarias pero indicativas de lafuerza del dispositivo: separan tajantemente adentro yafuera, lo cual les permite por un tiempo considerablemantener el control por parte de la institución.

En otras escuelas donde ese corte es más lábil, el res-to del sistema educativo en términos genéricos, lasproblemáticas culturales contemporáneas menciona-das y las transformaciones que afectan las relacionesfamiliares, las cuestiones de género y las rutinas diariasque han tenido las familias por décadas, arrojan a losalumnos a una economía temporal mucho menos con-trolable, atravesada por la cultura del entretenimiento,barrera difícil de superar por exigencias tradicionalesvinculadas con la disciplina, los rigores y el sacrificioregularmente exigido por el estudio.

–¿Cómo se encuentran los docentes frente a estas transformaciones?–El docente, en algún punto, está tensionado por

estos cambios. algo que se percibe además en otrosplanos. la sociedad desvaloriza el lugar del adultoy del docente como guías y modelos. En esto, lasituación respecto de años anteriores cambió de

nunca alcanzaron las dimensiones que se perciben enesta época vertiginosa.

Esa ruptura con las jerarquías nace en el propiohogar, antes de trasladarse a las aulas. Y los primerosdesorientados suelen ser los padres, quienes oscilanentre la permisividad y el autoritarismo y no aciertanen desarrollar una conducta clara que transmita segu-ridad y otorgue independencia a sus hijos. En este sen-tido, junto a la configuración de las familias, tambiénse modificó la relación adultos-adolescentes: “Somosparte de una generación –señala Paulín– que fuesocializada en otras claves de autoridad. Y con esasclaves poco democráticas, más centradas en la obe-diencia por el miedo, más de una mirada correctiva yno de un lugar de apropiación a la norma, creo quetenemos dificultades para convocar a relaciones deautoridad a los jóvenes”.

La caída de la idea de autoridadPara Marcelo Urresti, sociólogo especializado en

cultura juvenil, (Ver Recuadro) la problemática de laautoridad “es una dimensión que, de los ’60 a la actua-lidad, ha sufrido una transformación cultural y socialmuy fuerte, ya que las relaciones de autoridad semodificaron en todos los ámbitos: tanto entre padres ehijos como entre maestros y alumnos. los últimos 40años han mostrado cambios vertiginosos partiendo deuna reacción contra los autoritarismos anclados en lasformas de la autoridad tradicional”.

“En la familia –explica–, a partir de las nuevas pau-tas de crianza que se difunden con la divulgación de lapsicología, la nueva pediatría y la puerología en todooccidente; muchos padres empiezan a moldear cami-nos alternativos al tradicional régimen de autoridadfamiliar, normalmente rígido y autoritario”.

Estos cambios también se producen “en el ámbitoescolar, cuando se abren las discusiones sobre el rol deldispositivo escolar en sus contenidos curriculares y enel papel de los métodos de enseñanza, que comienzana ser vistos como una herencia contingente y por lotanto reemplazable”. “Con ello empiezan a revertirseprácticas de socialización primaria y secundaria lleva-das adelante hasta ese momento. Esto no es ajeno res-pecto del cambio que simultáneamente se da en lasorganizaciones políticas y movimientos sociales quepugnan por nuevas formas de gobernar, menos auto-ritarias, acción que junto con las otras ayuda a desnatu-ralizar el concepto de autoridad casi incuestionablehasta ese momento”, afirma Urresti.

“Con el tiempo –agrega–, este derrotero jaquea laidea misma de autoridad que cae por completo,arrasada por las críticas antiautoritarias. Hoy en día,hay nuevas corrientes que invitan a su replanteo,dada la necesidad que en ciertos ámbitos impulsa arepensarla. tanto padres como docentes se encuen-tran desautorizados ante sus hijos y alumnos, llegan-do a trabar los vínculos, los procesos de socializacióny educación”.

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manera radical. Habría que rastrear entre los jóve-nes cuáles y cuántos son los que quieren ser docen-tes por vocación y no por segunda opción para verla presencia del ejemplo. Nos sorprenderíamos.los sueldos a nivel comparativo son bajos, las con-diciones de trabajo precarias, la probabilidad desufrir maltrato por parte de los alumnos y última-mente también de sus padres, en aumento. todoello nos habla de una desvalorización de un lugarque en otro momento estaba resguardado y con-servaba un aura. Por eso también el sintomáticoestado de nostalgia que invade a ciertos docentes ypadres, frente a un tiempo que no vivieron en esaposición, pero que imaginan mejor que el actual.a diferencia de otros momentos, también hay

padres que actúan como los abogados de sus hijosy en ocasiones a su lado, codo a codo, contra losdocentes y la institución, colocándose en el lugarde sus hijos.

–¿Esto modifica en algún sentido el papel del docente dentrodel aula?

–Sin dudas. Hoy un docente no sólo debe conocerlos contenidos de la currícula y de su materia, mane-jar los mejores métodos de enseñanza y mostrar unaconducta justa y ecuánime respecto de sus alumnos.Hoy el docente, además, debe irradiar carisma. Estecuarto componente tensiona mucho más el rol ya depor sí tenso del docente tradicional. además desaber, saber cómo enseñar, ser justo y neutral, debe

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hacer todo ello de modo atractivo, cálido y concapacidad para motivar. Un buen docente que no esde algún modo actor, que carece de dotes histrióni-cas, puede fracasar en su tarea especialmente cuan-do se encuentra frente a alumnos del nivel medio,donde la autoridad no es heredada e indiscutiblecomo en los primeros años de la primaria, ni se tra-baja con un público interesado y voluntario como enlíneas generales ocurre en la universidad. En media,el carisma gana en fuerza, con todos los peligros quepuede encerrar: facilismo, demagogia, amiguismocon los alumnos, vicios que pueden conducir a lainstitución a una implosión y un deterioro tremen-do, por lo cotidiano e invisible de sus efectos en loinmediato.

–En esa exigencia que implica dar clases en el nivel medio, ¿eldocente está solo?

–Por lo general, es la sensación que más se exterio-riza. Es una demanda subjetiva inocultable y de lasprimeras que aparecen cada vez que se trabaja en gru-po con docentes o personal involucrado en escuelasmedias. El docente preocupado por lo general se venadando solo contra una corriente fuerte que lo arras-tra. El que no está preocupado ha generado una cos-tra autoprotectora, también por lo general compuestade cinismo y distancia, algo que lo aleja de los “idea-les” de la docencia y del rol transformador de la escue-la, algo que cambia sin esperar mayor recompensa porun bienestar personal módico en su necesidad desobrevivir.

La autoridad pedagógica se asienta, por un lado, en lapostura del docente frente los alumnos: si uno los escu-cha, respeta y valora, ellos lo perciben y se enganchan. Ypor el otro, en el compromiso y la capacidad del profesio-nal en el área de enseñanza. El chico detecta cuando unoestá a gusto con lo que hace y si está debidamente prepa-rado o no: placer y competencia van de la mano y así setiene media batalla ganada.

La transmisión del conocimiento se produce sólo cuandoel estudiante está conectado con el docente. Estableceresa relación cada vez cuesta más trabajo, hay poco apoyode las familias –incluso se perdió el hábito de sentarse yestudiar en la casa–, además de los importantes proble-mas de indisciplina. Pero considero que la base está enlograr la aceptación de los chicos, poder llegar a ellos ymovilizarlos. Nuestra tarea depende mucho del sentidocomún y de la personalidad del docente: si uno establecepautas claras y precisas desde el primer momento, los chi-cos responden y respetan”.Cecilia Ciccarelli, docente del IPEM 247 Ingeniero Carlos

Cassaffousth, Córdoba Capital.

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“HaY QUErECoNStrUir El laZo CoN laS FaMiliaS”

Silvina Gvirtz es doctora en educación, directo-ra de la maestría en educación de la Universidadde san andrés, investigadora del cOnIcet yconsultora externa del IIpe-UnescO (InstitutoInternacional de planeamiento educativo).

–¿Qué ha ocurrido en la relación entre familia y escuela, quepuede ayudar a explicar la crisis de autoridad?

–los lazos que unen a la escuela y a la familia estánrotos, y esto se pone de manifiesto en dos situaciones.Una es la de la clase media alta y alta, que envía a sushijos a colegios privados. algunos padres de estos sec-tores tratan a los docentes –porque tienen menos dine-ro y porque la relación con la escuela se rige por lasleyes de mercado– como si fueran sus empleados, des-prestigiándolos frente a los chicos. En el otro extremo,tenemos el caso de las familias carenciadas –con pri-|

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La base de toda relación es el respeto: eldocente recibe en función de lo que da a sus alum-nos. Si bien somos adolescentes y eso hace que aveces no nos callemos, si el profesor pone ordenpuede dar la clase de manera tranquila. Es impor-tante que no levante la voz: si él grita, gritamostodos. Hay que generar un buen clima en el aula,después está en cada uno llevarse bien, o no, conel profesor. Con algunos tenemos una relación, node amistad, porque uno no puede ser amigo, perosí de más confianza.

Hay veces en que sólo se respeta la autoridadmáxima. Por ejemplo, cuando hay que izar la ban-dera se necesita silencio, cosa que es muy difícilde conseguir si el director no está presente. Hayuna cuestión de jerarquía: si sólo están los profe-sores o los preceptores cuesta mucho más que noscallemos”.Natalia Perrone, 16 años, IPEM 91 Rita Argüello,Coronel Baigorria, departamento Río Cuarto.

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meras generaciones que llegan a la escuela media–que, en no pocas oportunidades, son expulsadas por lamisma escuela, que desvaloriza a los padres porque nosaben escribir o no hablan con la corrección gramati-cal esperada.

Entonces, un paso para recomponer la autoridaddocente es también reconstruir los lazos con las familias.

–¿Cómo se puede empezar a reconstruir el vínculo?–Me parece que las instituciones educativas tienen

que ofrecer a las familias nuevas propuestas de comu-nicación: la escuela aleja a las familias cuando sigueplanteando modelos decimonónicos. Cada vez quenecesita hablar, recurre a modos de comunicaciónpresenciales y exige que los padres se acerquen a laescuela, generándoles, muchas veces, problemas en eltrabajo y alterándoles la vida cotidiana. Sería impor-tante que la escuela pudiera ponerse en el lugar de lafamilia actual y ayudarse de las nuevas o no tan nue-vas tecnologías de la comunicación, como el teléfono,el mail, y los cuadernos de comunicados.

Por otro lado, también es cierto que la escuela estáintentando hacer innovaciones pedagógicas y seencuentra con padres que le exigen volver a la tradi-ción. En realidad, no es que la familia plantee volver amodelos tradicionales, sino que necesita entender quées lo que están enseñando los maestros. En la medida

en que las instituciones educativas no expliquen lasnuevas estrategias de enseñanza, los padres seguiráncreyendo que los maestros están enseñando mal o queel colegio no es tan bueno como cuando ellos estudia-ban. Es necesario que la escuela empiece a encontraren los padres personas que pueden ser sus aliadas y esoes posible en la medida que les cuente qué va a hacer,cómo lo va a hacer y los resultados que espera.

–Sin embargo, esto choca con la percepción de que la familiaestá cada vez más ausente...

–Es cierto que, en muchos casos, la familia entrega ydeposita a sus hijos en el colegio y espera que se losdevuelva aprendidos y felices. los padres tienen queentender que la enseñanza y el aprendizaje dependende la escuela, pero también de la familia, que debegenerar los espacios de estudio en la casa –con silencioy buena luz–; valorar la realización de las tareas; mirarla carpeta; tener un diálogo medianamente frecuentepara que su hijo le cuente qué es lo que está pasandoen la institución escolar. Si la familia puede asumir eserol, la escuela va a poder enseñar más y mejor.

Hay otros casos en los que la familia es monoparen-tal; esto es, son padres o madres solos o solas, a vecescon muchos hijos, que tienen que mantener la casa y nopueden acercarse a la escuela porque no tienen tiemponi fuerzas para hacerlo. En esos casos, las instituciones

El filósofo argelino Jacques rancière dijo que laautoridad es la virtud que precede a la ley, definiendocon precisas palabras que la norma por sí sola nogarantiza el mando, si se carece del necesario recono-cimiento social para ejercerlo.

Ese reconocimiento social parecía más potente déca-das atrás, en el marco de una escuela que, en unmomento histórico donde existía una esperanza ciertade ascenso social, disciplinaba más o menos fácilmente,con docentes de palabra autorizada. En esos tiempos, lainstitución escolar y la propia familia avalaban la legiti-midad de los docentes. Era una época donde, en el pla-no de la autoridad, las características particulares deldocente, como individuo, tenían un rol secundario fren-te al efecto de la institución que representaba.

“El acto del nombramiento en un cargo o una cátedrade la escuela oficial (es decir, reconocida por el Estadopara ejercer la función educadora) generaba esa con-secuencia casi mágica: transformaba a una personadotada de rasgos más o menos comunes en una perso-na digna de crédito. Por el solo hecho de estar allí, conla constancia que lo habilitaba en el bolsillo, frente alcurso, el maestro gozaba ya de un respeto particular.la audiencia y el reconocimiento se daban por des-contados, por lo tanto no debía hacer muchos esfuer-zos para convencer o seducir”, puntualiza Emilio ten-ti Fanfani, consultor del instituto internacional de Pla-neamiento Educativo, de UNESCo.

“En el pasado, la autoridad aparecía como un efec-to, una delegación institucional. Hoy los resortes que

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lideraban este efecto institucional se han modificado.No es entonces que sólo está en crisis la autoridadpedagógica, sino que también hay una crisis de la ins-titución educativa y de la relación de la educación conel Estado”, señala Horacio Paulín.

Autoritarismo y permisividadla autoridad como efecto institucional es, claro está,

el pasado. la escuela no aparece hoy con atributossuficientes como para sustentar la autoridad docente,cuyo deterioro se agrava con el ahondamiento de labrecha generacional y la doble mirada social sobre lajuventud que fortifican los medios de comunicación demasas: de endiosamiento cuando los adolescentes per-tenecen a los sectores acomodados y de estigmatiza-ción si provienen de las franjas urbano marginales.

El resultado concreto es que la necesaria asimetríade las relaciones entre adultos y jóvenes naufragó irre-mediablemente y que jamás podrá reestablecerse enlos términos tradicionales. Porque es preciso asumirque los adolescentes y los niños son portadores dederechos: es justo, por lo tanto, que puedan participaren las decisiones de temas que les atañen, expresarselibremente y exigir respeto y diálogo.

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educativas tienen que asumir mayor responsabilidad.los niños y adolescentes tienen derecho a la educación–derecho que no depende de si poseen, o no, una fami-lia que se ocupa– y el Estado y los maestros, como fun-cionarios públicos, tienen que hacerse cargo.

–Esto plantea cuál es el límite –entre la familia y la escuela–acerca de las problemáticas que corresponde que se traten en elcolegio, y cuáles no... como ha sido el debate acerca de los con-troles de alcoholemia.

–la escuela tiene una función esencialmente educa-tiva, la cual tiene que entenderse en un sentidoamplio: no sólo académico. Esto es, la escuela se ocu-pa de la formación integral de las personas, y en esemarco, una de las funciones centrales del docente esenseñarle al estudiante a comprender y desarrollaruna moral autónoma –un término tomado de Piaget–,que le permita decidir cuál es el mejor camino, la con-ducta a seguir. Se trata de que los chicos pasen detener una moral heterónoma, externa, que dependede otros y de la obediencia, a una propia.

Si un chico viene borracho a clases, la escuela debesancionarlo, pero también debe ocuparse del proble-ma; no desde la represión, sino desde lo pedagógico:

tiene que tomarse el tiempo para explicarle al jovenpor qué conviene comportarse de un modo y no deotro. desde esta perspectiva, medidas como la dehacer controles de alcoholemia pierden su sentido.Primero, porque nos coloca en una sociedad autorita-ria, en la que se invierte la carga de la prueba: todosson culpables hasta que la pipeta demuestre lo contra-rio. Esto es en sí mismo gravísimo. además, la realidades que la gran mayoría de los estudiantes de nuestropaís no van a la escuela alcoholizados. Segundo, por-que no es el modo pedagógico e interesante de enca-rar el problema: no sólo no lo resuelve, porque los chi-cos se van a seguir emborrachando; sino que ademáslo profundiza, porque los adolescentes, encima, van adejar de ir a la escuela. Y uno lo que quiere es que losjóvenes sean prudentes con el tema y tengan controlsobre el alcohol. Y tercero, porque la escuela no pue-de volverse el lugar de la exclusión: en estas propues-tas tan poco interesantes, si el test da positivo, corres-ponde expulsar al chico y entonces… ¿quién lo educa?

–¿Entonces, en vez de sancionar, la escuela debería enseñar?–No, no... la escuela tiene que sancionar pero tam-

bién y al mismo tiempo ofrecer una respuesta peda-

Para que se mantenga la autoridad, el eje central es lacomunicación, de ello depende el tipo de relación a esta-blecer. De ahí se desprenden otras cuestiones: la persona-lidad del docente y los alumnos, las características delgrupo y la actitud del profesional ante su trabajo. Está eldocente comprometido con la tarea, con vocación y con-vicción preocupado en que el alumno apruebe, pero evi-tando el facilismo; y está el profesor light que viene por elsueldo. Hay quienes se ponen a la altura de los chicos, sinfijar la distancia que efectivamente existe entre ambos.Para lograr el respeto hay que pararse con pie firme en elaula, mantener la palabra y poner límites desde el primermomento.

Hay otras cuestiones que también influyen: por un lado,los chicos están complicados, son portadores de otroscódigos y es difícil convivir con eso, y por el otro hayausencia y falta de apoyo de las familias”.Mónica Barcos, docente del IPEM 165 Presbítero José

Bonoris, Colonia Caroya, departamento Colón.

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Con una escuela que ya no puede asegurar alos docentes la cuota de credibilidad que lesbrindaba en otras épocas, suelen aparecer dosposiciones frente a las controversias sobre laautoridad: una que procura restituirla tal comoera y otra que opta por permitir el reinado de lapermisividad, por temor, en muchos casos, acaer en comportamientos autoritarios.

Ninguna construye verdadera autoridad niayuda a formar a los alumnos como ciudadanosautónomos y responsables. El autoritarismosupone un poder arbitrario que exige obedienciay sometimiento y termina generando, por logeneral, insubordinación y rebeldía.

la permisividad, contracara del autoritaris-mo, no ofrece mejores resultados y produce, enel mejor de los casos, apatía y desorganización.

Mientras tanto, la gran pregunta es cómo tra-bajar con relación a la autoridad en la escuela sincaer ni en los resortes del disciplinamiento o elautoritarismo ni –siguiendo a Horacio Paulín–“en esta cosa voluntarista ingenua de creer que lacapacitación de ciertas características personaleso de ciertos contenidos va a habilitar la autoriza-ción. Es un desafío institucional: ni personal nisolamente de un cambio de conocimientos”.

Hacia una nueva institucionalidad escolarPartiendo de la base de que las transformacio-

nes que produce este tiempo de profundos cam-bios sociales, políticos y culturales no tienenretorno, es preciso preguntarse cómo se recons-truye la autoridad pedagógica.

En primer lugar, es necesario recuperar el sos-tén institucional de la autoridad, de modo queno dependa solamente de la calidad individual |

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gógica para que la inconducta, sea cual fuere, no sevuelva a repetir. Hay que superar el maniqueísmoentre el supuesto discurso progre, en el que se eliminala sanción y el castigo, y el discurso de derecha, quees pro mano dura, pro sanción, y en el que el adoles-cente queda a la buena de dios: no puede ser que losdebates en nuestro país sean tan esquemáticos. Si loschicos cometen una falta, deben ser sancionados,garantizando su derecho a defensa. Pero después, hayque tomar medidas para que eso no se vuelva a repe-tir: llamar a los padres, diseñar la estrategia pedagó-gica para que ese chico limite su consumo de alcohol,consultar con desarrollo social o las áreas de salud opsicología encargadas del tema, porque si no, nadie sehace responsable y esto parece el gran bonete: la cul-pa no es del padre, no es del juez, ni de las autorida-des; finalmente, la culpa es del chico que viene borra-cho. debemos volver a dialogar: cuando un chico tie-ne problemas, antes de que familia y escuelaempiecen a levantar mutuamente el dedo acusador,hay que hablar a ver qué pasa. a veces, lo que termi-na sucediendo frente a la falta de diálogo, es que elchico acaba siendo el chivo expiatorio de aquello queno pueden resolver los adultos.

“El CoMProMiSoCoN la ENSEÑaNZaaUtoriZa la PalaBra doCENtE”

Isabelino Siede es licenciado en ciencias de laeducación, profesor adjunto de la cátedra dedidáctica de las ciencias sociales en laUniversidad de La plata y doctorando de laFacultad de Filosofía y Letras de la Universidadde buenos aires.

de cada docente. Pero la meta de lograr más Estado, omejor aún mejor Estado, con buenas políticas públicasen materia de educación, no se alcanzará de un díapara otro.

Pero lo que sí puede lograrse, en menor tiempo, sonpolíticas educativas que refuercen la autoridad peda-gógica avalando a los docentes en sus saberes y susprácticas. Es decir, que construyan una nueva institu-cionalidad escolar.

“Hay que restituir la capacidad reflexiva y delibera-tiva en la práctica educativa, que tiene que ver con elhecho de que los maestros dejen de ser pensados comotécnicos”, afirma Horacio Paulín, y completa: “Para

que el docente tenga autoridad, la política educativadebe autorizarlo; esto es darle participación clave enlas reformas y programas de cambio en la educación”.“otro punto –acota– es construir autoridad sustenta-da en un colectivo docente, que genere una culturabasada en las normas, las reglas de trabajo, sin dejarde poner límites y exigencias, y que permita afincarseen relaciones más horizontales”.

Para alicia Carranza, “la escuela tiene la posibili-dad, sin desconocer las dificultades que enfrenta, derepresentar otro mundo. En esa representación, poderreconstruir la autoridad escolar sería una contribuciónmuy importante para la sociedad en su conjunto. Me

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–¿Está en crisis la autoridad?–Un primer problema que tenemos con este con-

cepto es que hay ciertas imágenes de la historia de laeducación que funcionan como un estándar perdido,con la idea en que hubo una época en que había unaautoridad clara, que no tenía que validarse. Y eso nofue nunca así: ser docente siempre costó mucho. lonovedoso es que unas décadas atrás, las autoridadesque circulaban en una sociedad eran menores en can-tidad, y eso les daba mayor redundancia a cada una.¿Quién tenía autoridad en el tema salud? El médico¿En educación? El maestro ¿En temas legales? El juez.

lo que ha ocurrido es que por la circulación de infor-mación y conocimientos, por la multiplicación de lasvoces y la aparición de distintas vertientes; en primerlugar, las personas que representan cada uno de esosroles no siempre dicen lo mismo. Y en segundo lugar,cuando cualquiera de estas autoridades se expide, delotro lado, hay alguien que ya está lleno de otros discur-sos sobre el mismo tema. Pensemos la escena del médi-co hace 30 años: el paciente llegaba, era revisado, medi-cado y con suerte antes de salir del consultorio el profe-sional le decía lo que tenía. Hoy la escena es muydiferente: el paciente asiste con una serie de informacio-nes, conjeturas y diagnósticos que obliga a que el médi-co además de informarnos tenga que convencernos.

–¿Se podría afirmar, entonces, que ocurre lo mismo con eldocente?

–Claro, mirando la escena del médico, tenemosherramientas para pensar la autoridad del docente. Escierto que antes, en algunos casos, ocurría esto de que

la palabra del maestro era sagrada; pero habría quepreguntarse si eso era bueno. Probablemente, esapalabra sagrada tuviera muchos más errores, pocasposibilidades de revisión y poca necesidad de argu-mentación o justificación.

Hoy, como padres, hemos conquistado el derecho aque la escuela, cuando hace un diagnóstico sobrenuestros hijos o plantea una nueva propuesta de ense-ñanza, nos dé razones de por qué. Esto, para los maes-tros, resulta un trabajo arduo. requiere estar todo eltiempo estudiando y formándose, porque es muchomás difícil sostener la autoridad en la actualidad,cuando hay un montón de otras fuentes de informa-ción y conocimiento que circulan. Pero al mismo tiem-po, les brinda la posibilidad de justificar sus posiciones.los docentes reconocerán que cuando uno es capazde darle a los padres argumentos sólidos, validables,ese diálogo suscita una autorización, ese adulto perci-be que el docente no es cualquier docente, si no que esalguien en quien confiar. Ese maestro ha conquistado,ha construido autoridad a partir de su argumentación.Y esto nos lleva a pensar que no es hoy imposible serun buen docente.

–Sin duda, pero el malestar de los docentes parece acrecentar-se día a día...

–Yo entiendo que un docente esté agotado. Es cier-to, vivimos una situación crítica como sociedad, muydura como país, uno puede quedarse lamentándosepor el malestar que eso implica, por el exceso de tra-bajo, o verlo en términos del apasionamiento que con-lleva saber que estamos construyendo futuro cada día.

El trabajo del docente es difícil en estas condiciones,pero a mi modo de ver, indispensable. desde la escue-la necesitamos ayudar a construir perspectivas, noporque tengamos certezas acerca del futuro, sino por-que tenemos convicciones acerca de cómo queremosque sea.

lo que no haga la escuela dentro del aula, es proba-ble que no haya otro que lo asuma. lo que no haga elmaestro, es probable que no lo puedan suplir ni lasfamilias, ni otras organizaciones sociales. Cuando undocente empieza a manifestar pasión por lo que sabe,compromiso con la enseñanza, respeto por sus alum-nos, es muy difícil que con el tiempo no construya unalto grado de autoridad.

Es necesario saber que no da lo mismo que el cono-cimiento circule a través de la escuela, o de otroscanales mercantilizados, trivializados. la escuela esun espacio donde el conocimiento se valida y serecrea todos los días. Y eso implica estar seguros quelo que la escuela le propone a los chicos es valioso.ahí hay un compromiso ético y político de los docen-tes que nos va a permitir tener autoridad cuando ven-ga un chico a preguntarnos por qué enseñamos lo queenseñamos. |

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Hay una desvalorización general de la autoridad pedagógi-ca que no sólo proviene del alumno y su familia, sino tam-bién del Estado. La ausencia de políticas educativasserias, la falta de propuestas de capacitación gratuita yde trabajo al interior de la institución, se suman a la esca-sez de valores imperantes en nuestra sociedad. Es impor-tante reposicionar a la escuela y la educación en el imagi-nario social.

Nos enfrentamos con un fuerte desinterés del alumnopor el aprendizaje y a toda una invasión proveniente de losmedios de comunicación, que se hace presente a través delos celulares, los mp3, entre otras cosas, que los chicosllevan a la escuela.

En este contexto, el docente debe generar otros tipos deespacios que permitan una mejor comunicación con losjóvenes, instancias de diálogo, de escucha, de intercambiode ideas... En este sentido, en nuestro colegio, el centrode estudiantes resultó una buena medida para encontrar-nos con los jóvenes, receptar sus inquietudes e incluirtemas que generen su interés. Es en ese proceso donde seva construyendo la autoridad y ganando el respeto de losalumnos”.Ana Acquarola, docente del IPEM 91 Rita Argüello, CoronelBaigorria, departamento Río Cuarto.

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parece que ahí hay un trabajo de comunicación fuer-te de los adultos y los adolescentes. Nosotros sabemos,porque lo hemos observado en muchas escuelas secun-darias, que cuando hay ciertas reglas de juego, acepta-das por parte de ambos, docentes y alumnos –y tam-bién de los padres–, las cosas pueden funcionar mejor.los estudiantes difícilmente acepten la imposiciónarbitraria de la autoridad formal. Nuestra experiencianos indica que, sin desconocer las dificultades que hoytenemos los adultos para influir sobre los jóvenes, con-tradictoriamente, y a veces sorprendentemente, estosjóvenes valoran a profesores y directivos exigentes,siempre que esa actitud, denote al mismo tiempo, res-peto, contención, protección y cuidado del otro”.

Sobre este punto, Paulín plantea que hay una cultu-ra del trabajo docente que debe modificarse: “En lainvestigación que hicimos en escuelas públicas y priva-das y con grupos de discusión con los alumnos, los chi-cos nos marcaban tres aspectos de la relación educati-va que si el maestro no sabía manejarlos generabanconflictos en la relación y quebraban la línea de auto-ridad”. “Uno era el modo de vincularse con ellos –quetuviera un equilibrio entre la intimidad del joven y a lavez preocupación por su problemática–: los docentesque son indiferentes a eso generalmente no tienencapacidad de relacionarse”, comienza a enumerar.

“otro era el modo de enseñanza, en el que, de algunamanera, los profesores no sólo tuvieran en cuenta cier-ta calidad de lo que generan, sino también cierta pre-ocupación por el aprendizaje de ellos, o sea formas deconstrucción del conocimiento más apropiadas”, con-tinúa. “Y el tercero, que es importantísimo, es el modode ejercer la disciplina: el criterio de justicia que tieneel docente y qué grado de coherencia tiene con elorden normativo de la escuela. o sea, es central cómomanejar la norma de la escuela, porque favorece queel otro se incluya y se haga cargo de sus responsabili-dades. Es un problema de los adultos, no de los chi-cos”, argumenta.

o sea, no es utópico pensar que se puede generarautoridad de un modo diferente a lo que establecíanlas fórmulas del pasado. Pero la nueva forma deman-dará una mayor actitud para el diálogo, la escucha y elrespeto por los argumentos de los alumnos.

Y no pensar, por ejemplo, que la participación de losalumnos en instancias donde se debatan temas comocontenidos, actividades o procedimientos de evalua-ción implica una pérdida de autoridad del docente.

“El conocimiento que tienen los docentes sigue sien-do un elemento central y a eso no se renuncia. El temaes cómo jugarlo: si por imposición o por la construccióncon el otro, lo que implica que en el currículum haya

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No a todos los docentes se los respeta por igual. Enla práctica, mucho tiene que ver la actitud: no es lo mismoun profesor que no se da el lugar, escribe en el pizarrón yse va, que uno que desde el primer día explica cómo sonlas reglas de juego: a él seguramente le va mejor.

A veces los docentes no tienen las estrategias correctas:la educación de hoy es distinta a la de los ‘60, Y hay quever cómo captar nuestra atención. Es distinto ser unaautoridad para organizar la clase y permitir que todosestemos en las mismas condiciones para aprender, que serautoritario, sin ofrecer fundamento de lo que se dice yhace. Los profes que se convierten en ídolos son aquellosque generan cambios y, generalmente, también son losmás exigentes. Amonestar no tiene ningún sentido, loimportante es subsanar: tomar conciencia en lugar de cas-tigar y trabajar para reparar el error.

Solucionar el problema de la autoridad tiene queincluirnos a todos, familia, maestros y alumnos”.Blas Kabalin, 17 años, Escuela Normal Superior Alejandro

Carbó, Córdoba Capital.

‘‘ El docente construye autoridad pedagógica desde elconocimiento de la propia tarea y de sus alumnos, asícomo reconociendo sus fortalezas y debilidades. Se tratade un proceso continuo donde el profesional se preocupa yocupa por concretar la misión que le compete conforme alo previsto, asumiendo con compromiso y alteridad sulugar en la relación que los convoca.

El maestro es un dador de saber y un técnico en modelosde intervención que planifica sus acciones en pos de lograrque sus aportes lleguen y estimulen a todos y a cada unode sus alumnos: tratando de instalar la participacióndemocrática en el aula, escuchando a los chicos, valoran-do sus posibilidades e intervenciones y reconociéndolostanto en su condición personal como grupal.

En esta construcción, es central nuestro papel ya quedebemos movilizar el deseo y la inquietud en el alumno porconquistar su ser y saber y promover la búsqueda de unpresente y un futuro dignos, aceptando las posibilidadesdel otro y actuando en consecuencia”.Lucía Vichi, docente de la Escuela Normal Superior

Alejandro Carbó, Córdoba Capital.

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loS adUltoSoMitEN SU rESPoNSaBilidad

Por estanislao Antelo.magíster en educación y doctor en Humanidadesy artes, con mención en educación.

decir que la autoridad ha entrado en crisis es unlugar común. Con ese lamento perimido lo único quese puede hacer es un panel televisivo con 4 o 5 de esosperiodistas restringidos tan típicamente típicos.Hablar de la falta de valores, del respeto, de lo que yano es, de los jóvenes que no tienen límites, etc. Eso noconduce a ningún lado. Es cháchara reaccionaria yconservadora. Pero el problema mayor no es la bana-lidad de ese tipo de preocupaciones, sino que, de esa

forma, los adultos responsables de la educación de losmás chicos omiten su responsabilidad en el asunto.Nada mejor que denunciar el descontrol para noincluirse en la cadena causal que lo produce.

El problema de la autoridad (si es que al fin existesemejante cosa) es un problema de los adultos. la res-ponsabilidad de lo que sucede en este mundo es de losadultos, no de los pibes. los que no tienen respeto yno reconocen a los pibes son los adultos. Quien omitesu responsabilidad en lo que luego condena, es uncanalla. Y la educación con ese semblante tan bonda-doso también es tierra propicia para todo tipo decanallas y canalladas.

Son los adultos los que ya no reconocen a los maes-tros y profesores. Son adultos quienes desvalorizan elesfuerzo, el estudio, la complejidad y lo difícil. Si que-remos evitar lo peor tenemos que trabajar con losadultos y dejar en paz a los pibes. En todo caso, con-fiar en que a pesar nuestro conseguirán aumentar lasdosis de amor y cultura.

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participación de los alumnos. No una participacióndemagógica, sino de intereses, de preocupación por lostemas que movilizan a los chicos”, apunta Paulín.

En este sentido, Silvina Gvirtz (Ver Recuadro) juzgaque los profesores deben cambiar algunas cosas. “Porejemplo –grafica–, los mecanismos de evaluaciónmuchas veces no incluyen decirles a los chicos los crite-rios con los que se va a examinar, qué se espera de ellos;entonces las pruebas, –en el imaginario de los chicos, almenos–, se vuelven el reino de la arbitrariedad. Segui-mos manejándonos con una cultura autoritaria, que loschicos cuestionan, y está muy bien que lo hagan. losprofesores no dicen que ‘en esta prueba esta preguntava a valer tantos puntos, voy a darle importancia a lacapacidad de síntesis, o de análisis, o los conceptos vis-tos en tal tema’, y arman una grilla para justificar lacorrección, el porqué se pone una nota y no otra”.

Por su parte, Mario Martín Bris, un catedrático espa-ñol, afirma sobre el particular que “en lugar de refor-

zar la autoridad pedagógica hay que centrar la miradaen el respeto, la convivencia y la ética educativas”.

Y la psicóloga María Beatriz Greco, autora de Laautoridad pedagógica en cuestión, añade que hoy se debereflexionar justamente sobre el lugar de la autoridad.“Ésta ya no puede ser pensada como lugar de imposi-ción o jerarquía de unos sobre otros, ni tampoco des-de la posición de un adulto que, por ocupar el lugardel docente, considere estar en superioridad sobre elalumno. Una relación de autoridad donde se guardela asimetría que necesita toda transmisión, pero a lavez que haga posible que se establezca una relación deigualdad”, subraya.

en el caminotodo este reaprendizaje sobre las formas de la auto-

ridad debe complementarse con otras acciones, comoel establecimiento de sólidos canales institucionalespara la participación de docentes, padres y alumnos

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Hay distintos tipos de profesores: están los autori-tarios y fríos que no parece que vayan a enseñar ni a incul-car valores y que no tratan a los chicos como seres huma-nos que van a aprender algo. En el otro extremo, están losque intentan ser amigos, en vez de docentes, y son muypermisivos. Aunque ningún alumno se queje, terminansiendo perjudiciales. Generalmente son los más populares,pero los menos respetados.

En el medio, está el docente que da su materia y apro-vecha las oportunidades que tiene para enseñar no sóla-mente cosas técnicas, sino valores humanos y hábitos:tratan realmente de educar al alumno. Es el que más res-peto va a ganar porque cumple su labor y no hace delaprendizaje una actividad forzosa.

Hay profesores que están por vocación, pensando quépueden hacer para lograr un futuro mejor, uno se da cuen-ta, y eso contagia. Cuando uno ve un profe comprometidose pone las pilas. Si uno cumple su rol, el otro también lohace”.Agustín Vallejo, 16 años, IPEM 165 Presbítero José Bonoris,Colonia Caroya, departamento Colón.

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que permitan, en las nuevas condiciones, reapreciar elsentido de la escuela.

El sociólogo Marcelo Urresti sugiere, en este senti-do, explorar un itinerario interesante: que los docen-tes “estén al tanto de las problemáticas que atravie-san al grupo de alumnos que les tocan, no individual-mente, sino colectivamente y con las herramientasque las ciencias sociales ofrecen para hacer el mejordiagnóstico grupal. Sólo así se podrán conocer bienlas fortalezas y las debilidades de los grupos y de losindividuos que los componen”. “otro aspecto de lapropuesta –continúa– es trabajar por áreas y encon-trar puntos de referencia en las distintas materiaspara tratar de manera interdisciplinaria e integraldiferentes problemáticas del saber que generen unaapropiación más sistemática y colectiva de conoci-mientos. Esto no es una cuestión curricular exclusi-vamente, sino de acuerdo al ritmo de administraciónde esos currícula para que se acumulen grupalmen-

te”. “Y por último, –finaliza– todo ello, dentro de unsistema de convivencia eficaz que permita discutir demanera abierta entre las partes los conflictos suscita-dos y aplicar sanciones de tipo inclusivas (como tare-as comunitarias) y no expulsivas para dejar bien enclaro qué cosas son inaceptables en la instituciónescolar”. de esta manera, “la discusión sería sindudas mucho más compleja y de largo aliento, peropor los canales indicados se puede comenzar a trazarun camino conjunto”.

Un camino lento y difícil, sembrado quizás conalgunas rosas pero también tapizado de muchas espi-nas, pero que necesariamente debe ser transitado paraque el vínculo de poder que supone toda autoridadadquiera verdadera legitimidad.

Pero el premio a ese esfuerzo no será para nadadespreciable: la reconstrucción de una credibilidadque es insustituible para que el aprendizaje seaposible.

Hay tres factores que obstaculizan un buen desarrollode clases: un docente con salarios bajos, una infraestruc-tura edilicia que no siempre es la adecuada y un alumnoque se pregunta ¿por qué estudiar? A eso hay que sumarleel tema de la autoridad que depende de la relación que seestablezca entre los involucrados, y fundamentalmente delo que proponga el docente: si se considera superior alalumno, la clase se convierte en un mensaje unidireccionaldonde los chicos no tienen voluntad ni se sacrifican porestudiar y así la relación de aprendizaje no se da eficaz-mente. Mientras que si propone una situación en la que élse postule como uno más, la clase se convierte en un inter-cambio de ideas y experiencias, en donde los estudiantesnos comprometemos. En este caso, la relación de aprendi-zaje se da más allá de toda expectativa previa”.Quimey Genti, 17 años, IPEM 247 Ingeniero

Carlos Cassaffousth, Córdoba Capital.

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Cr. Juan Schiaretti

Gobernador de Córdoba

D. Héctor Campana

Vicegobernador de Córdoba

Prof. Walter Grahovac

Ministro de Educación

Prof. Delia Provinciali

Secretaria de Educación

Cra. Silvina Rivero

Secretaria de Gestión Administrativa

Dr. Carlos Sánchez

Secretario de Relaciones Institucionales

Dr. Horacio Ferreyra

Subsecretario de Promoción

de Igualdad y Calidad Educativa

Prof. Enzo Alberto Regali

Director de Planeamiento

e Información Educativa

Prof. Carlos Osvaldo Pedetta

Director de Infraestructura

Lic. María del Carmen González

Directora General de Educación Inicial

y Primaria

Prof. Juan José Giménez

Director General de Educación Media

Ing. Domingo Aríngoli

Director General de Educación Técnica y

Formación Profesional

Prof. Hugo Zanet

Director General

de Institutos Privados de Enseñanza

Lic. Leticia Piotti

Directora General

de Educación Superior

Lic. Luján Mabel Duro

Directora General

de Regímenes Especiales

Prof. Carlos Brene

Director de Jurisdicción de Jóvenes y Adultos