Criss Salazar - La noche en que conocí al descubridor de la ruta a los Césares

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    Criss Salazar

    La noche en que conoc al descubridor de la ruta a losCsares

    "Chile Moderno, que los gegrafos antiguos llamaron tierra Magallnica de los Patagones y los

    Csares...". As registr el cartgrafo oficial espaol Juan de la Cruz Cano y Olmedilla a la Patagonia

    Oriental en su famoso mapa de la Amrica Meridional de 1776.

    (Nota: esta es una dramatizacin de una conversacin muy especial que tuve haceaos... Slo puedo darles por sentado que eso s fue cierto. Del resto, la vida sabr)

    Era una tarde de septiembre. Buen da: viernes; mi favorito desde los tiempos del "Showde Benny Hill". Excelente, a decir verdad. Se haban reunido todos los miembros msconocidos del club en un pequeo grupo ocupando unas cuatro mesas de un bar delcentro de la capital, situado tras la famosa Torre Entel, antes que los edificioslevantados en su entorno le quitaran parte de la escasa majestuosidad que ofreca enaquellos das una ciudad gris y opaca como Santiago, carente de un Torre Eiffel dePars, del Obelisco de Buenos Aires o de la Aguja de Seattle.

    Mientras los dems se entretenan calumniando despiadadamente a los jefes deldepartamento, yo lea en mi lugar de la mesa al ejemplar de la revista que haba recibidode ese muchacho con cinto extrao en el brazo, a la salida de la estacin del metro, conel aire de los propagandistas y difusores polticos de los tiempos de la Segunda Guerra.La revista no era ms que un lote de como diez hojas fotocopiadas por ambos lados ypegadas con nada discretos corchetes. Llevaba varias horas calentndose en la mochila.Por razones que dejaramos mejor en la reserva de la memoria ajena, sino en el olvido, apartir de aquella noche se activ un hilo de contacto con las huellas fatales del PadreMascardi en el Sur de Chile. Slo nos sentiramos autorizados a decir que este pobreinfeliz que escribe comenz con ello una aventura inslita, desde algo tan simple comoleer una revistucha de mierda empecinada en salvar al mundo. As que no os

    sorprendis del salto que, a continuacin, sufre este relato Ser sta, acaso, la pruebade que nada se da por el capricho del azar en el mundo, y los hechos que parecen

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    inconexos comparten en realidad una fina nervadura que el tiempo y la visin de lamateria no nos permite acariciar al tacto.

    Pasaron, pues, los meses. Comenc ese da como cualquier otro de marzo de 1997, conel calor veraniego amenazado por la fuerte posibilidad de sbitos nubarrones y hasta

    chispeos de las primeras lluvias del ao, en una curiosidad del clima. Pese a todo, un dacomn, sin ninguna novedad. El vuelco vino en la tarde, al recibir una llamadaproveniente de mi nuevo amigo y desde haca poco camarada del club, Sergio, quienpreparaba la edicin siguiente de la misma revista rasca y fotocopiada recibida hacacuatro meses, para ser repartida ahora en el crculo universitario.

    Caben aqu las explicaciones, pues: justamente, a travs de ese ejemplar recibido casiaccidentalmente en septiembre del ao anterior, me haba puesto en contacto con eleditor que era Sergio, a travs de la casilla que apareca impresa en el reverso de lashojas corcheteadas y presentadas con intrusismo como una revista. Impactado por elcontenido del pasqun, le haba ofrecido modestamente sus servicios y recursos para

    posteriores ediciones de la revista, convencido de que con un poco de su ingenio podraesconder el corte y la produccin muy, muy artesanal que tena hasta ese momento. Perome llev una sorpresa: Sergio, que hizo las veces tambin de productor, sabaperfectamente lo que haca. Fue un poco decepcionante cuando me explic laintencionalidad con que era producida la revista, casi incitando a que fuera arrojada alprimer basurero en el camino. Era la seleccin natural que sus creadores habanquerido condicionarle. Por qu? Para qu tal truculencia?

    Seleccin o no, ya haba pasado la prueba de la blancura y la confianza Me interesen el tema y ca.

    - Tienes tiempo esta noche? -me pregunt al telfono, disimulando una agitacininusual en su calmada personalidad de hombre especialmente serio, ligado a laformacin y ejercicio del derecho.

    Su voz pareca perdida, como si una visin apocalptica en el horizonte lo distrajeramientras hablaba al auricular. No me cost entender que se hallaba sumido en unaespecie de trance, o de ensimismamiento, inclusive.

    - Depende le contesto algo sorprendido. Tengo que hacer algunas cosas, pero puedohacerme el tiempo...

    - Entonces ven me interrumpi imperativamente-... Quiero que conozcas a alguien quete va sorprender. Quiero completar un favor que necesito hacerte hace muo tiempo.

    Creo saber a qu se refiere. Pocas semanas antes, Sergio haba llevado personalmentehasta mi domicilio un enorme alto de fotocopias y recortes de diario. Puede que hubiesesido un tanto intrigante y nunca fue claro si representaba o no una opcin profesionalpara l; sin embargo, los documentos que portaba en esa ocasin, eran un gran fomentofermentativo al entusiasmo: contenan un extenso trabajo publicado en un diario sureocinco aos antes, y su intencin era incluir algo de esos contenidos en la edicin de larevista. Se trataba de extraordinarios reportajes sobre los hallazgos de un hombre

    totalmente atpico: un buscador de tesoros, si es que as se le puede llamar. Susexploraciones y sus conocimientos le haban forjado como arquelogo aficionado, y la

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    lectura de los documentos le permiti imaginar que se trataba de un investigador deculturas al estilo de los que haban en el siglo XIX: soadores, cautivados por lamaravilla y que a veces, acababan torciendo su obsesin de descubrimiento concruzadas tras tesoros perdidos o fuentes de la eterna juventud. Pero, ms buscadores decofres con oro que verdaderos cientficos.

    En efecto, haba algo de esa locura en ese hombre ah descrito, cuya identidad y rostropermanecan en el anonimato, ocultos tras nubarrones. Y algo saba l de estos posiblesparangones, adems, pues haca una comparacin explcita de su trabajo con el delfamoso explorador alemn Schliemann, que descubriera la ciudad de Troya slo con laslecturas de La Ilada de Homero, comprobando que el autor se inspiraba en la historiapica griega y no en fantasas, como se vena pensando hasta su intervencin en laarqueologa. Sonaba altanero, sin duda, pero esto fue lo que cambi toda mi forma devaloracin del Mito que se llevaba hasta entonces.

    Ahora bien, el personaje de los reportajes buscaba algo tanto o ms espectacular an de

    lo que debi ser la misma Troya al reaparecer a los ojos del hombre: La Ciudad de losCsares! Haba un ro de informacin y de fotografas con ambiguos datos sobre laubicacin fsica de cada imagen: extraordinarias esculturas y megalitos supuestamenterepartidos por toda la costa del Pacfico Sur incluyendo algunas islas, desde poco msabajo de Puerto Montt hasta el extremo Sur de Chile, all donde no haba rutas que nofueran las que consigue a punta de sacrificios indecibles el hombre perseverante, aqulque se abre camino por s mismo entre los bosques patagnicos, como ciertamente debaser el protagonista de aquellos reportajes. Rostros, smbolos, runas, figuras humanoidesy hasta escalas y murallones aparecan repartidos por toda la costa austral inexploradade Chile y parte del interior cordillerano, ah donde se presuma en la historia oficial laexistencia slo de pequeos clanes de indios entumidos en torno a una fogata, salvajescomo el paisaje e incapaces de levantar algo ms majestuoso que una choza. Pareca, aratos, la descripcin de otro pas, de otro territorio, no de ste que crea conocer tan bieny cuyas sorpresas aparentaban estar todas agotadas ya. El explorador tena, adems, unacompleta y compleja teora respecto del origen comn de Amrica y de otro continente.Consideraba que sus "hallazgos" (si es que eran tales) seran suficientes para argumentarla existencia de al menos una colonia muy particular en ese territorio de Chile, ahdonde l iba encontrando ahora sus esculturas y sus gigantes de piedra.

    Pero haba algo ms, todava... Los reportajes describan con la claridad de unarevelacin casi religiosa la existencia de una caravana de 5.696 incas selectos que haba

    llegado al Sur de Chile portando los fabulosos tesoros del Imperio, una vez que stecay con la muerte de Atahualpa. Los tesoros estaran escondidos en una maravillosaciudadela, pretendidamente perdida entre las montaas del Pacfico Sur; en otraspalabras, la Ciudad de los Csares. La Carretera Austral de Chile vendra a ser unaespecie de retrazado de la ruta que llev la caravana por esas tierras, por coincidencia,por voluntad o por sincrona.

    Aunque estaba lejos de quedar convencido, el encanto fue instantneo con la primeraposibilidad de acercarme a esta alquimia y conocer al hombre annimo que dict esosreportes asegurando haber estado a un paso de la ciudad... A un paso de la Ciudad delos Csares! Un paso! Pero desde el momento que colgu el telfono, me invadan

    tambin instantes de absoluta falta de entusiasmo y de apata, pues Sergio ya me habahablado de l en breves encuentros anteriores en el club y haba sido particularmente

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    reiterativo respecto del celo y de la discrecin que el explorador mantiene con losdesconocidos, con los extraos, cosa que reafirmaba en sus comentarios el propioperiodista redactor de los reportajes, por lo que haba alcanzado a leer. Tal vez slo meexpona innecesariamente a un portazo.

    Sin embargo, la idea de Sergio era simple: encontrarnos los tres dentro de alguno de losrestaurantes que hay cerca de la plaza principal de avenida Pajaritos, en Maip. Mipasaporte al encuentro slo sera el deseo evidente de obtener material e informacindirectamente de l para publicarlo en la mentada revista. Un repaso a los reportajes medio algo ms de seguridad para enfrentar esta presentacin y part manejando con esecreciente entusiasmo, que me haba hecho olvidar ya los escalofriantes atochamientosque encontr despus, de camino al lugar de la reunin.

    Me permit llevar un as escondido, sin embargo. Tena cmo comprobarle miprogresivo inters al explorador: el da anterior a aquella noche, haba hecho unaespecie de trazado con las referencias geogrficas explcitamente colocadas en el

    reportaje sobre la ruta de la supuesta caravana perdida, ms algunas de tipo sugerido,por decirlo de alguna manera, slo al alcance del lector despierto. Con esto, recordabalos sitios mencionados y haba descubierto, mirando un mapa turstico, que uno de loslugares sealados aunque sin nombres corresponda a Chaitn, por la coincidencia delos elementos geogrficos y los caminos descritos. Esos eran puntos muy a mi favor, oal menos eso crea. Mientras tanto, repasaba el mentalmente el mantra: Hallazgo,hallazgo, hallazgo. Era la hora de averiguarlo y enterarme si todo esto no era msque un bien fraguado truco periodstico.

    Tras una vuelta a la plaza, encontr un lugar para estacionar y sal a pie buscando ellocal donde pudieran estar Sergio y el visitante, pues la distancia y los tacos del trnsitoya me haban puesto del lado del retraso, unos veinte minutos por sobre la horaconvenida.

    En la esquina, bailaba uno de esos extraos personajes de aspecto pordiosero que se hanevadido a la vulgar realidad; un loco puro quizs, un harapiento mendigo delextramundo, hablando slo, en otra dimensin, en otra realidad, motivado por la ruidosamsica tropical que sala desde el interior de una tienda cercana. Haba visto tantos ya,hasta ese da! Sera otro desquiciado, acaso, el que me esperaba ahora all adentro?Son locos o slo evadidos; seres escapados? Siempre aparecen antecediendo oanticipando un evento extraordinario. Estaba ah, modulando monlogos silenciosos,

    haciendo movimientos sin razones terrenales, sentado o parado, inofensivo... Evadido.Y slo unos metros ms all, el lugar del encuentro. Era slo un loco o una divinareferencia? Un smbolo?... Tampoco quise creer que slo se trat de un cruce casualcon el destino.

    Camin por el lado del mendigo, evitando ser alcanzado por alguno de sus brazos que seagitaban como batidoras cortando el aire con su danza ritual, al son de la msica y susfrases inconexas e inaudibles. Cuando avanc al local, pude identificar a Sergio a travsde los ventanales, junto a los cuales tena su mesa, con un enorme mapa de Chiledesplegado encima. Al ingresar, consigo ver por primera vez al buscador en persona.Era ms o menos como le recordaba por una fotografa que me ense Sergio la primera

    vez que asistimos juntos a otra reunin realizada por all cerca de Amrico Vespucio,junto a otros editores del club, varios meses atrs. En esa imagen, segn recuerdo, sala

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    este caballero de cuerpo entero por un camino de tierra, con un pesado camin a susespaldas que haba sufrido un accidente y yaca empantanado al borde de un senderotpicamente sureo. Tena el pelo negro, con rasgos y manos de hombre esforzado; nadararo en un aventurero del Sur que corta lea a golpe de hacha y que trabaj gran parte desu vida como pirquinero. Sus facciones eran una mezcla equilibrada de mapuche, por

    ambos progenitores, y algo ms que cuesta describir: algo monumental, como losrostros de las estatuas clsicas. Sus ojos eran de un color claro indescriptible, casiazules, casi verdes, casi grises y muy, muy brillantes, de aspecto triste, no demasiadoexpresivos, pero tampoco apagados.

    - Mucho gusto. Puede llamarme usted Juan... Con eso bastar, por ahora.

    - El gusto es mo, seor Juan. Y gracias Sergio por invitarme a participar de esteencuentro.

    El viajero tena una botella de cerveza parcialmente vaca junto a sus brazos, apoyados

    sobre la mesa cubierta con mapas, fotografas y hojas de rayas incomprensibles. Sergioluca una de gaseosa en la misma situacin, por lo que advierto que llevaban un buenrato conversando, antes de que yo llegara. Esta apreciacin se reforz cuando pudeadvertir que el buscador de tesoros apuntaba todas las ideas de lo que iba comentandosobre un papelito totalmente lleno de trazos, nombres y palabras resumiendo instanciasanteriores del largo dilogo.

    - Le dar la oportunidad de que me haga tres preguntas sobre aquello que usted ha ledo-me coment don Juan sonriente, mientras yo tomaba asiento, antes de perderse por elbao del local unos minutos. Haba algo indescriptiblemente juvenil en sus modos.

    En su ausencia, Sergio permaneci en un extrao silencio, casi como si algo no leautorizara a pronunciar palabra alguna. Cuando don Juan regres cortando laincomodidad del momento, yo tena listas mis tres preguntas No podadesperdiciarlas:

    - Quisiera empezar por una pregunta sencilla, referida a las esculturas que usted ha idoencontrando a lo largo de la lnea costera dije aludiendo a uno de los principalesconceptos sealados en el reportaje.

    - Ah! Usted se refiere al Patrn de Inteligencia... Miles de figuras escondidas entre las

    rocas del litoral de la zona austral, que se repite tambin en las costas de casi todo Chile,pero ms abundante y ordenadamente al Sur.

    - se, sin embargo, es uno de tres patrones. Usted habla de la existencia de trespatrones, dos ms. La informacin contenida en ellos est referida al paso de la grancaravana de los sbditos de Atahualpa, que llev los tesoros hasta algn lugar secretodel Sur que coincide con la Ciudad de los Csares... Me equivoc?

    - No, no se equivoca; veo que est muy al tanto de lo que fue publicado. Efectivamentehay tres patrones, dos ms a parte del litoral: uno al interior y otro en la cordillera,contorneando las alturas andinas.

    Siento as que ya he dado con mi primer buen acierto. Voy por el camino correcto.

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    - Ello explicara la existencia de extraas figuras en distintos lados del litoral comentdespertando una mirada de enorme curiosidad e inters en don Juan-. He vistofotografas de una enorme mano esculpida en las rocas de un cerro del Tinguiririca, quehace a la distancia un saludo como el de Ave Csar, as como la existencia de unagran cabeza como de perro que hubo alguna vez en un cerro de Pirque, hoy destruida

    para construir por all un camino. S tambin de un cerro de La Reina, al interior de uncamino cercano a un recinto policial, en donde existe una tremenda roca con la cabezadel un indio, sealando el lugar en donde ms tarde se encontraron los restos de uncementerio aborigen.

    - Cada una de esas piezas es parte del patrn, de cada uno de los Patrones deInteligencia me respondi casi felicitando tales observaciones-. Si usted trazara unalnea unindolos, descubrira estas tres arterias que pasan a todo lo largo de este pasSin embargo, an no me ha hecho usted la primera pregunta.

    - Aqu voy entonces: He encontrado por mi propia curiosidad un rostro extrao y sin

    tiempo en las costas del balneario de Las Cruces, aqu en la zona central. A partir deello, he iniciado una afanosa investigacin sobre esta clase de rocas que muchas vecesse consideran meros caprichos naturales. Sergio sabe de esto y creo que fue por eso, enparte, que me invit a conocerle a usted. La cabeza que le describo mira en unadireccin especfica hacia el Norte, y slo se le puede reconocer contra la luz roja delcrepsculo. A otras horas, parece una roca comn y corriente sin nada especial. Es unaimagen casi desconocida, pero llena de sentido para m. Sin embargo, por s sola, noalcanza para tener la garanta de que alguna inteligencia haya obrado en ella.... Qutanta seguridad puede tener usted de que las muestras que ha ido encontrando seanefectivamente parte de unpatrn artificial, y no esos caprichos geolgicos?

    Yo traa material interesante sobre este asunto en el bolsillo de mi chaqueta, pero auncuando me senta sumamente tentado a sacarlo y ponerlo ante los ojos de don Juan,pude contener sus ansias considerando las innumerables advertencias de Sergio,respecto de ser discreto y evitar las imprudencias.

    - Muy bien... -dijo el visitante, procediendo a suspirar y concentrarse para continuar surespuesta-. Todo esto se trata materialmente de un cordn, de una lnea consecutiva.Tres rocas con apariencia de escultura cada diez kilmetros son una casualidad que nodeja de ser atractiva, pero no nos diran nada. Sin embargo, diez esculturas cada treskilmetros es, al menos algn sntoma de sospecha. Eso es lo que me tent a investigar

    estas formas que tantos estiman naturales y restan importancia. Sin embargo, gran partede ellas eran desconocidas hasta que las descubr yo... O debo decir mejor, desconocidaspor los cientficos, porque algunos lugareos ya saban de ellas y le colocaban nombresexticos como Piedra del Hombre Viejo, Indio que Llora, Roca de la Nia, etc.Note adems que se trata de zonas muy, muy poco conocidas. La Carretera Australpasa, en general, bastante lejos de la costa, de modo que a partir de Hornopirn estlleno de playas casi vrgenes, hasta los lmites australes.

    - Y cules han sido sus descubrimientos ms relevantes, en esto mismo?

    - Si debo hablar exclusivamente de las piezas, debera partir por las pequeas

    representaciones de figuras humanas, smbolos mgicos o runas que se creandesconocidas en Amrica, para culminar con montaas completas que tienen formas de

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    rostros en determinados ngulos y horas, tal cual lo advirti usted, mi amigo. Pero loque ms me contenta es el descubrimiento de motivos repetitivos: estas piedras y rocas,

    junto con marcar el camino a la posterior expedicin de Atahualpa, son adems untestimonio dejado all por una misteriosa cultura antiqusima, llammosla atlante,porque as la he definido sin saberlo exactamente. Nada es ms irrisorio que decirle a

    Amrica el Nuevo Mundo, por lo tanto, cuando es en realidad el ms viejo...Antiqusimo! Fue aqu donde floreci la primera cultura humana, antediluviana, laatlante. Su legado est en el mito y tambin en la arqueologa, ya que he podidodeterminar que existieron al menos siete puntos del planeta en donde llegaronescapando de grandes calamidades, como las del mito platnico. Se pueden verificar lasubicaciones originales de todas, menos una, la que se encuentra aqu en Chile, y quecorresponde a la Ciudad de los Csares, ni ms ni menos.

    El gusanillo de la incredulidad comenz a picarme la nuca luego de la exposicin dedon Juan. Quise evitar la pregunta, pero era inevitable a esas alturas:

    - Pero eso nunca ha sido comentado en crculos cientficos, en donde incluso algunoshan comenzado aceptar la existencia de una Atlntida ubicada en algn lugar de laprehistoria americana, en Tiahuanaco, en Bahamas, o an ms al Norte. Qu sucede,entonces?

    Sergio baj la mirada, como si las preguntas le incomodaban ahora a l, pero seguaguardando silencio sepulcral mientras el seor Juan continuaba su relato.

    - Lo que sucede es que aqu no han existido grandes investigaciones. Se cree que todo lorelacionado con arqueologa est al Norte de Chile y se acab. Por las condiciones delpaisaje no es probable que se encuentren construcciones majestuosas o fortalezas incascomo la de Sacsahuamn en el Sur, a pesar de que creo haber dado con lo que podra seruna enorme pirmide en ruinas cerca de Temuco. Sin embargo, vea usted que porinfluencia del paisaje y la condicin ambiental, lo que se entiende por arquitectura aques sustituido por mtodos ms rsticos, ms adecuados a las dificultades de lanaturaleza. Las esculturas del patrn son esas formas exclusivas, porque quizs no lasencontrar en otros pases en donde s puede haber grandes construcciones comotemplos o pirmides americanas. Mientras digo esto, se me viene a la mente el cerrobrasileo de Pedra de Gavea, al Sur de Ro de Janeiro, cuya cumbre rocosa exhibe unagigantesca esfinge echada, con un rostro humanoide enorme. Tuve ocasin de visitarla.All en Brasil tampoco existan grandes construcciones hasta que se encontraron

    pirmides y construcciones perdidas dentro de la selva amaznica, en tiempos ms bienrecientes.

    - Esto significa que se ajustan a cierta lgica local... o, cmo decirlo, a un mensajeoculto.... -le digo.

    - Justamente -me responde sonriendo-. El mensaje es claro: rostros que en su granmayora se revelan en el preciso punto del crepsculo, al lugar del atardecer, a vecesincluso mirando hacia el mismo. Por eso usted vio su piedra slo en esa hora, la delatardecer. Es la cada de un imperio, el fin de algo, de una civilizacin, como una luzque se apaga. Me comprende? Los rostros que no miran hacia el mar ni en una

    direccin especfica sealando la ruta, lo hacen casi invariablemente hacia abajo, comocayendo al suelo. Cul sera el motivo de esto? Esculpir una cabezota tan grande como

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    las de los toltecas y colocarlas boca abajo en un ngulo en que el rostro siga siendovisible es toda una pesadilla de ingeniera y una inutilidad para el arte... Con qupropsito se tomaran una molestia como esa?... Mire usted esta imagen: un dios deaspecto inca, esculpido al interior de una caverna. Sus atuendos son los de un noble,pero de uno de sus ojos cae un fino hilo de agua que escurre naturalmente de la pared de

    roca. Est llorando; eso es un mensaje. No puede ser otra cosa. La naturaleza no sabehacer coincidir rocas en formas de ojos justo con filtraciones de aguas a modo delgrimas.

    La fotografa que sac don Juan de su carpeta era casi un descanso a la vista despus dela pobre calidad de las imgenes fotocopiadas que haba tenido ocasin de revisar sobresus reportajes. Mientras el buscador la mostraba, procuraba celosamente tapar con susmanos todos los dems ngulos en que pudiese ser vista por algn curioso. Era sindunda una imagen formidable, casi increble. Qu difcil hubiese sido creer, de otramanera, en la existencia de semejante figura tallada sobre una pared del Sur de Chile,con un hilo de agua escurriendo por su ojo izquierdo.

    No pude represar las ganas incontenibles de arriesgarme a adelantar y perder una de lasdos consultas ms que le quedaban autorizadas:

    - Tendr alguna relacin el famoso Dios Llorn de la Puerta del Sol deTiahuanaco?... l tambin est con un gesto que transmite la sensacin de extraaamargura, simblica.

    - Bueno -responde-, Tiahuanaco es slo una de las sedes que tuvo la migracin quedenominamos atlante. No es casual. Piense usted en la antigedad de esa ciudad. Se hanencontrado muelles en tierra firme, y plataformas como puertos que ya no llevan aninguna parte. Alguna vez estuvo conectada a un gran mar que ya no existe. All seelevan tambin esas imgenes de gigantes con las manos en el pecho, como lo moais dela Isla de Pascua. Son representaciones de gigantes, de una raza perdida... Cree usteden gigantes?

    - No creo que sea asunto de creer o no, porque los hallazgos han demostrado laexistencia de hombres de cuatro, cinco metros e incluso ms, como es el caso delgigante encontrado en Filipinas.

    Sergio levant la cabeza y sac la voz por primera vez en varios minutos:

    - S que en el norte de frica se encontr tambin una caverna cuyo interior contenaherramientas de piedras enormes coment-, segn recuerdo, como hachas lticas decincuenta kilos y cuchillos de pedernal del tamao y del peso de un yunke.

    - El asunto es suponer si fueron efectivamente una raza prehumana continu mientrasdon Juan le miraba apaciblemente-, antecesora a la nuestra, y eso es lo que no ha sidoaceptado

    - A pesar de que se han hallado huellas fsiles de pies enormes volvi a comentarSergio-, de gigantes de cuatro metros y medio, caminando junto a las de unos

    dinosaurios prosaurpodos, que son los ms antiguos de todos, inmortalizando unaescena como la de los actuales pastores arriando su ganado.

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    - Sin embargo, estos hechos son "condenados" acot-, y su autenticidad puesta enduda. No tienen espacio en la aceptacin.

    - Es la clase de cosas con las que topa mi investigacin dijo al fin el buscador detesoros-. Mucho de ello es descartado a priori, especialmente por mi falta de estudios

    universitarios o de una licenciatura que avale mis descubrimientos y teoras. Fjeseusted que he encontrado recientemente en las cercanas del volcn Vilcn estatuas oalgo as, muy parecidas a esos moais de la Isla de Pascua, con formas menos precisa porla piedra en que se trabajaron, pero moais de todos modos. Cree usted que alguien med crdito si presento mis investigaciones en el lenguaje que usted me oye usar?

    La situacin generada por la presencia de las incredulidades en la mesa fue un pocodesagradable. Silencio incmodo. Por fortuna, el propio viajero se encarg de romperlaotra vez, al hacer una sea a Sergio, quien escarb entre sus archivos en la carpeta parasacar una colorida imagen fotogrfica. Slo entonces not lo grueso de ese portafoliocon documentos de todo tipo, que descansaba sobre las rodillas de Sergio, por debajo de

    la mesa.

    Don Juan tom la fotografa entre sus dedos cortos y de uas carcomidas; la reviscomo confirmando que fuese la requerida, y la puso en la mesa con el mismo celoprecavido que en la ocasin anterior.

    - Mire usted esta fotografa: una cara extraa, esculpida sobre la roca como una grgolaguardiana. Semeja un elfo, un ser fabuloso, de orejas puntiagudas y rostro burln. Estaclase de seres no eran conocidos como tales en la mitologa nativa, pero sin embargo, elelfo est ah. Los smbolos existen, como la cara que usted ha visto en Chilo, o un pocoms all, o que otros autores como Oscar Fonck Sieveking creyeron ver en losmonumentos megalticos de las Rocas de Santo Domingo.

    - Si t vieras las cosas que hay all en el Sur agreg Sergio dirigindose a Marco-, creoque quedaras asombrado con las maravillas existentes. No habra duda alguna en ti. Teharan olvidar la espectacularidad de esa carita en una roca chilota. Esper siempre laocasin apropiada para decrtelo, y slo ahora es cuando.

    Me qued pasmado mirando la imagen. Casi hubo que quitrmela de los dedos antes deque volviera a recuperar el habla, apenas conteniendo la emocin que me causaban estasasombrosas revelaciones. El instinto de mi incredulidad reciba, as, la primera estocada.

    Entonces, decid que era hora de arrojarme de lleno por la pendiente, a riesgo de caer enla imprudencia que tanto evitaba convocar.

    - No obstante, y a pesar de que usted ha avanzado hasta la posicin en donde se debeubicar de hecho la Ciudad de los Csares, desde el ao de las publicaciones del diariosureo no ha logrado armar su expedicin... Lo digo porque usted seala la necesidad deque este grupo llegue a estar integrado por personas con caractersticas muy precisas,inclusive en los das de su nacimiento. Tambin dijo estar contra el tiempo le hicenotar en forma ladina.

    - Puede parecerle fcil encontrar la gente indicada para una empresa como tal, pero

    piense en lo complejo del tema: hallar una ciudad perdida, un lugar que nadie ha

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    documentado antes y del que slo circulan leyendas... Y quienes creen en ella, lo hacensimblicamente, no como un hecho real...

    - O te ponen la camisa de fuerza interrumpe Sergio con una risa sarcstica.

    Otro instante de silencio atraves a los tres sujetos presentes all. Esta vez no fueincmodo, sin embargo, sino ms bien, como el anuncio de la hora para cerrar una etapaen la conversacin y abrir el umbral de la siguiente.

    - Ser la hora de que usted me haga la segunda pregunta que tiene en mente?

    - Por supuesto. Tratar de ser ms directo an dijo tras darle un trago a su bebida-...Una cosa es encontrar una serie de formas escultricas en tres lneas distintas delterritorio, pero el resto es contar con una formacin suficientemente comprometida conun mito especfico como para asociarla a algo mayor: al mundo atlante, a los tesoros deAtahualpa y a la Ciudad de los Csares

    Don Juan y Sergio notaron que se les vena un impacto profundo Ambos bebierontambin de sus respectivos refrescos.

    - Qu tipo de influencias o quines estn detrs de usted continu-, o a su lado, odigamos, han incursionado en esta posibilidad mtica? Me refiero a que alguien con estetrabajo a cuestas y siendo casi desconocido, si me permite decirlo, no pudo haberlevantado semejante construccin absolutamente solo.

    Por algunos segundos, se pudo escuchar hasta el volar de las polillas alrededor de esamesa.

    - Buena pregunta, aunque algo tramposa, pues es de varias aristas... Djeme empezarpor lo bsico: Yo, en forma personal, creo que todo esto se trata simplemente de cosasdel destino. La propia llegada de la caravana de Atahualpa no es un hecho fortuito, sinosincrnico, fruto de alguna frecuencia, y las frecuencias pueden ser develadas con unesfuerzo cuando uno mismo se hace pertenecer a ellas. La propia Carretera Australrevive el trazado de una ruta ms antigua, conectada a los antiguos caminos sobre loscuales se han asfaltado tramos de la Ruta 5, y ms al Norte, el Camino del Inca. Es laruta a la Ciudad de los Csares, de cierta forma: esa que empez don Pedro de Valdiviaen su fascinacin por extender Chile hasta la Terra Australis y conquistar los territorios

    antrticos, esos que creamos entonces al otro lado del Estrecho de Magallanes. Lasrutas-destinos se han unido formando una sola ruta medular, como un eje nacional. Noes casual... Nada es casual: la pieza ms grande de la caravana era una hermosa espadade oro macizo, cuya forma era, precisamente, la forma de Chile; ese largo caminollamado Chile. Recuerde que el nombre de Chile, de hecho, podra provenir tanto delquechua como del vikingo, Chillen y significara en ambos casos algo as comodesenfundar una espada.

    Volvi a beber de su cerveza, terminando de vaciarla, antes de continuar.

    - Sin embargo, debo confesarle que la base de mi teora la he tomado dirigido por un

    grupo esotrico de tremenda importancia, integrado por chilenos y por extranjeros. Esoes lo que quiere saber, verdad? Ellos mismos me buscaron a m, contando con una

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    descripcin ms o menos detallista sobre el color de mis ojos, la forma de mi cara yhasta el significado de mis apellidos. Quien est buscando la Ciudad de los Csares, yaunque no lo crea no son pocos, por ahora necesariamente pasar por m en algnmomento. Es inevitable. S que suena soberbio, pero as es.

    El viajero pidi la carpeta otra vez a su secretario para sacar ahora un papel blanco,comenzando a apuntar algunas de las palabras que de ah en adelante dira.

    - Usted se refiere a una predestinacin para con esta gente coment mientras don Juantodava hurgaba entre sus documentos.

    - Algo as. Por qu no?...Ellos tenan contacto directo con un poderoso maestro de unaorden antiqusima, pero all en Grecia, desde donde proceden y hasta donde viajaronhace aos. Ellos fueron los que, finalmente, me dieron el acceso a la prensa con losreportajes que usted ya conoci. Con el tiempo recibieron la orden de volver, deregresar a Chile establecindose en un pueblito de aqu, cerca de Santiago, llamado

    Caleu, que en mapuche significa Retorno. Pero no venan slo a meditar, sino quetambin a contactar conmigo de la forma que le he dicho. Pensar usted que meubicaron en el Sur, probablemente en una de mis exploraciones, pero no fue as. Ocurriaqu en Santiago, har unos aos, en pleno Centro y de la manera ms banal imaginable:en un edificio comercial. Nada ms casual, entonces.

    Me perturbaba de pronto su exceso de sinceridad de don Juan, pues pareca no repararen la posibilidad de que su interlocutor fuera un incrdulo ante tanta informacin comola que entrega. Pero intua que las sorpresas se sucederan unas detrs de otra... Lomejor, an no era volcado en esa mesa, pero se aproximaba.

    Algunas de las escasas fotografas que existen de don Juan, el hombre que asegura

    haber encontrado la Ciudad de los Csares, realizando en trabajos en terreno. A la

    izquierda, se lo observa encaramado en una gran roca llamada por los lugareos "el

    obelisco", y en cuya parte ms alta hay una extraa marca conocida como la "Huella

    del Diablo". Al centro, un presunto hallazgo suyo: supuesto rostro misteriosamente

    esculpido en las rocas de una ladera de un cerro sureo. A la derecha, parte de una de

    figura de grandes proporciones y aparentemente talladas sobre roca bruta,

    encontradas a baja profundidad por las excavaciones particulares dirigidas por el

    mismo personaje tambin al Sur de Chile.

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    (Nota: esta es una dramatizacin de una conversacin muy especial que tuve hace

    aos... Slo puedo darles por sentado que eso s fue cierto. Del resto, la vida sabr)

    Los mozos ya ni siquiera se acercaban a nuestro sitio en la sala del restaurante, quizspor prudencia, creyendo que all tena lugar una alegre conversacin entre amigos que

    no mereca ser interrumpida. La verdad era, sin embargo, que en esa mesa comenzabana volcarse secretos asombrosos, indignos de algunos odos.

    Incluso con la escasa suspicacia que a esas alturas me quedaba, comprenda que nosacercbamos a la mdula de este asunto, aunque ms lentamente de lo que hubiesequerido. En tanto, Sergio segua impvido, como si el contenido de las revelaciones dedon Juan fuera de lo ms natural y aceptable. Seguramente ya las haba escuchado milveces. Adems l era, sin duda, el que garantizaba la permanencia de la confianza en esamesa, incluso con sus prolongados silencios.

    - Quiere que le confiese otra cosa? agrega don Juan, esta vez en voz ms baja-. En

    Chilo viva un hombre que conoce la ciudad fabulosa, desde la cual haba trado unapieza inquietante que hoy est en poder de su familia: una especie de estatuilla de un oroque no tiene comparacin en pureza y finura. Es el nico que tal vez me ha anticip enentrar a la Ciudad, pero s, por lo mismo, que llegar a ella siguiendo esos mismospasos.

    - Y ha encontrado algo ms, al respecto? pregunt intentando hacer fluir sus palabras.

    - Piezas de metales valiosos no, pero s una misteriosa figura humana de cobre, sentadaen una especie de trono y tambin con esa inquietante semejanza con los moais de laIsla de Pascua, a pesar de que los de all estn de pie.

    - No todos le recuerda Sergio corrigindolo-. Hay uno que est de sentado difiriendode todos los dems moais. Su posicin es, hasta donde s, un completo misterio.

    - Tukuturi -les digo-. S cul es.

    - Quizs se trate de un gran rey contina don Juan-. Me gustara mostrarle imgenesde otra pieza tambin hallada por m en la selva patagnica, para que las compare. Fueuna de las primeras piezas valiosas que he encontr.

    Procedi otra vez a revolver su carpeta buscando algo. Pareca estar casi por sacarlo,cuando de pronto, muy sbitamente, se detuvo. Sus ojos se levantaron entoncesinquisitivamente, observando los del invitado como si se tratara de una prueba denervios. Esta vez, las voces regresaran a la mesa ms silenciosas an que antes.

    - Confo en usted, pero comprender que debo pedir reserva, porque hay gente que estdetrs de esto mismo, aunque no lo entienden en los trminos que yo se lo describo. Laciudad es una fuente de riqueza e inmenso poder. Es un secreto a voces el que grandesgrupos de poder estn interesados por ella aunque nunca se diga. S que suena a cuentode conspiracin, pero es real.

    - Cmo quines? A quines se refiere?

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    - Bueno... No s cmo decirlo... Ha odo usted de cierta gente que ha estadoexplorando el Sur de Chile, haciendo planos topogrficos y estableciendo algunoscensos en reas muy apartadas; incluso comprando enormes extensiones de territorio atravs de magnates internacionales? Lamentablemente, no puedo hablarle demasiadosobre ellos, pero intuyo que sabe a qu me refiero.

    - S, s a quines se refiere... Pero permtame a m preguntarle algo antes quecontinuemos, entonces: existe una leyenda de que la Ciudad de los Csares dejar de sermgica cuando alguien la penetre. Eso significa que es un lugar delicado, un santuariosacro. La intencin suya es no slo llegar hasta ella, don Juan, sino que develar sumisterio. No cree que con lo que ya ha sido publicado pueda estar corriendo peligro alcaer la informacin en manos de esta misma gente que describe usted?

    - Bueno, si as son las cosas, mi amigo -respondi no muy sorprendido por mi consulta-,sabe usted cuntos sectores registran ellos cada temporada en sus catastros? Sonsuficientes para traer a toda una colonia internacional hasta ac; para fundar un nuevo

    pas, si quisieran... Sin embargo han sufrido accidentes en zonas peligrosas, tragediasinslitas, muy extraas. Cadas en ros, resbalones en bordes de acantilados,desapariciones en bosques y lagos. Esta clase de extraos azares parecen ser el nicofreno a sus actividades.

    - Tambin s del asunto, pues me toc reportear hace un par de aos unos casos de estetipo. Hay algunos de estos misteriosos exploradores que incluso han cado en crteresde volcanes. Eso es extrao, porque no creo que exista necesidad de hacer topografasdel interior del volcn, menos con la tecnologa satelital a su servicio.

    Don Juan sonri como si mis palabras lo complacieran. A continuacin, extendi lagastada fotografa del objeto, en papel fotogrfico y calculo que del tamao de unapostal de correos. No era gran cosa: una estatuilla regordeta, color cobrizo y muyabstracta, semejante a una figura humana amasada en greda por un nio en un trabajoescolar. Poco en realidad, por lo que no tard en devolvrsela poco impresionado por laimagen. Obviamente, la mejor parte deba estar en la explicacin.

    - Parece ser que han cado confundidos buscando piezas como sta; tal vez engaadospor algo. Uno de ellos fue sacado de un ro ahogado y con una estatuilla muy parecida asta en su mochila. Pero, por qu?... Seor, es un hecho que esta gente busca alltambin la ciudad, nuestra ciudad, o algo parecido, pero han fallado al creer que sus

    ojos no autorizados lograran dar con ella, porque el secreto de la ciudad encantada esslo para un puado de hombres. Podran leer y releer los artculos publicados en esediario un millar de veces, pero no daran con las claves que en este momento manejopara encontrarla, porque me he encargado de que estn escritos en argot, y an cuandolo descifraran, no les sera suficiente. Es probable que ya manejen mucha de lainformacin que yo transmito en argot... Conoce usted el argot?

    Creo que en ese momento ya me senta algo descolocado, como si perdiera laorientacin de esta entrevista... Demasiados rodeos, demasiados giros ycircunvalaciones.

    - S -contest-. Es un lenguaje secreto, de cdigos y mensajes ulteriores, entendidos poruno pocos que lo comparten.

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    - As es. El argot pasa por tres estados simultneos del mensaje: anuncia, revela, perotambin oculta. En este ltimo lugar est toda la informacin necesaria para dar con laCiudad... Equivale a la diferencia entre ellos y nosotros; la ventaja con la que nosotross podemos conseguir alcanzar lo que ellos, que perecen engaados, no podran. LaBiblia, por ejemplo, a pesar de las adulteraciones, conserva esta triple funcionalidad de

    su argot. El Sur de Chile se comporta as, incluso frente a sus enemigos: una proteccinmgica les ha hecho creer que ven una ciudad maravillosa o algo en la copa de unvolcn, o en el torrente de un ro, o en el filo del acantilado, y avanzan a l hipnotizadospor el engao, cayendo hasta su propia muerte. La gente del Sur lo sabe. La Ciudad delos Csares no puede ser profanada.

    Aprovechando un momento de silencio, Sergio llam a la nica camarera que habaentre los dems meseros hombres y pidi una ronda ms de las mismas bebidas queyacan vacas sobre la mesa. Por alguna razn, le rog amablemente a la muchacha decoqueto delantal no llevarse los envases vacos ni los vasos sucios. Slo cuando laesbelta empleada se hubo retirado, volvi a retomarse la conversacin. Me llam la

    atencin, sin embargo, que ninguno de los dos mostrara alguna clase de incomodidadpor el hecho de que la fotografa de esta gastada figura antropomorfa siguiera tendida enla mesa, visible a cualquier fugaz mirada curiosa.

    - Hay cosas que usted desea preguntarme an, verdad? me pregunt el viajero, estavez mirando hacia afuera del local, por los grandes ventanales, con la vista perdida en laoscuridad, seguramente por all donde el vago loco segua bailando con demoniosimaginarios-. S que tengo mucho ms que decirle a usted sobre esto; sin embargo, lascosas las debo ir diciendo a medida que me las preguntan. No puedo volver a pecar deconfiado, como ya me ha sucedido en el pasado. Usted comprende.

    - Por supuesto don Juan. Lo s. Por eso he venido esta noche.

    - Una de las cosas que nos llama la atencin es tu intento de elaborar un mapa con laruta de la caravana y ajustando tu descubrimiento en Chilo dijo Sergiosorprendindome-. Sabes a qu posibilidades te enfrentas?

    Sintindome algo acosado, pero sin pretender cambiar los roles de entrevistador yentrevistado, creo haber esbozado una sonrisa amistosa, como de un nio atrapado enuna travesura. Efectivamente, yo haba intentado trazar un mapa siguiendo las pistasambiguas que aparecan en la serie de publicaciones que se hicieron hacia 1995 y 1996

    en el diario regional "El Xxx", en las que apareca mi ahora interlocutor en annimo,describiendo a los asombrados reporteros la presencia de extraordinarios complejos demurallones, escalas y ruinas varias en el paisaje austral chileno, casi invisibles a laciencia oficial. All estaban fotografas inslitas que nunca ms han vuelto a asomar porla prensa, ni siquiera por curiosidad periodstica.

    - S. Lo sospecho -respondo-. De todas maneras, mi mapa era impreciso, creo que desdelas Termas de Raln me extraviaba hacia el Sur, por la falta de informacin explcita.No tengo intenciones de publicarlo, pues era slo para satisfaccin de mi curiosidadpersonal. Sin embargo, no me atrev a decirle que he adivinado cul es la ciudad cuyonombre no menciona, pero cerca de la cual usted ha descubierto una cabeza enorme, en

    posicin crepuscular. He comparado algunos datos con sutiles con un mapa geogrficoy me he dado cuenta que se refiere a Chaitn.

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    - Exactamente, as es! Pero no se trata del nico lugar en donde existen estos rostrosenormes, as como esa cabeza de anciano no es el nico monumento que he visto all. Esparte de un conjunto de hallazgos de la zona, de toda la Ensenada de Chaitn, digamoshacia el Norte, en direccin a Santa Brbara. Aqul que considero particularmenteespecial es el de un conjunto de rocas costeras, contra las cuales golpea el mar. En una

    de ellas, se observa un pjaro esculpido, de alas abiertas, casi como un guila o uncndor herldico. Seala uno de los puntos de las mareas y no s desde cundo est ah.

    Slo entonces, don Juan termin de sacar otro documento de la roosa carpeta gris. Erauna especie de noticia, recortada de un diario viejo, amarillento. Con grandes letrasTimes, anunciaba un avistamiento de un barco fantasma en Chilo.

    - Sabe usted qu significa Caleuche? Es el hombre que vuelve, traducido delmapudung caleu, que es retornar, y che, que es hombre. No es raro, entonces, queeste barco fantstico est asociado adems al mito real, a lo comprobable, como a miCiudad de los Csares.

    - Cmo es eso? Podra explicrmelo?

    Su mano vuelve hasta una gruesa carpeta. Un secreto estremecimiento ntimo meanunci que, esta vez, s iba a ver algo espectacular depositado sobre la mesa.

    - Mire usted este dibujo. Es slo un dibujo, pero tiene algo ms.... Ha odo hablar deuna supuesta ciudadela maravillosa encontrada en Sudamrica por submarinos de laAlemania Nazi?

    Lo mir por un instante... Y luego otro. Era un corte de terreno marino en el que se venunos submarinos penetrando una oscura caverna y una especie de ciudad encantada ensu interior. Todava nada sorprendente.

    - S, algo s. Tres submarinos que penetran una caverna enorme en la plataformacontinental, y emergen despus en una fortaleza subterrnea. Un experimentoultrasecreto que sin embargo, se filtr. Me dir usted que esa es la Ciudad de losCsares.

    - No. Para nada. Pero tampoco fue tan secreto, mi amigo... Este dibujo lo hizo untestigo, no yo. Como la imagen de la estatuilla que acabo de mostrarle, encontrada en

    plena Patagonia, ste es slo un ejemplo. Un gran ejemplo... Sin embargo, como ustedes ansioso, ser un poco ms preciso: me pregunt sobre las fuentes de mis datosprincipalmenterelacionados con la ciudad. Pues es aqu donde debo unir las piezas, enfe de sinceridad... El hombre que posea la estatua de oro en Chilo, se puso en contactoconmigo por su propia iniciativa antes de morir, ya que en el Sur algunas gentes meconocen como el cazador de tesoros que pretendo ser. Este personaje, viejo y soador,sali en su bote una noche y se meti dentro de los lmites prudentes en la mar. Habatenido sueos con esa situacin, en los que se vea en determinado lugar y hora en elarchipilago. Debo recordarle que esta gente vive al lado del mito... Y aqu entra al

    juego el Caleuche. En fin... Cuenta que de pronto, en la absoluta oscuridad y silenciodel negro ocano austral, bajo la luz de la Luna, comenz a emerger al lado de su

    pequea embarcacin una mole plateada, luminosa y llena de faros encendidos, peroincreblemente silencioso. Era el Caleuche; y ms que el Caleuche, era una seal,

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    que despus se sumergi tan extraamente como haba aparecido, avanzando endireccin hacia un lugar desconocido del continente. Permaneci en su bote estticohasta que advirti que las corrientes lo estaba acercando al continente ya ms de lo quele hubiese bastado para decidir retornar a la isla. As lleg a tierra firme, precisamentepor el sector donde se perdi el barco fantasma, ya avanzada la noche, an sin creer lo

    que haba ocurrido. Sin embargo, cuando lleg a la orilla del continente, un varn deextraos ropajes y piel muy blanca le estaba esperando, y se lo hizo saber pidindoleque le acompaara. Caminaron un rato hasta enfrentarse a la ladera de un alto cerro.Conoce usted un monte con cuernos frente a Chilo?

    - S, s cual es. El monte ..., que puede verse de Quelln en el continente. El monte dedos puntas al cielo.

    - Muy buena seal interrumpe Sergio con una extraa expresin de gusto, como si misbreves palabras le hubiesen contentado alguna fibra ntima.

    - El cerro que le describo contina don Juan mostrndome una nueva imagen- est enesta otra fotografa; lo ve? Es similar al monte del que le hablo, salvo porque entre susdos cuernos aparece un tercero que no es de roca y nieve como creen algunos, sino quees una ilusin, generada por una fuerza increble que emerge desde su crter, desde suinterior. Es un doble astral del monte ... y sus cuernos, quizs. Ya le hablar de eso.Tard largo tiempo en identificar el cerro al que haba llegado este tipo que le describo,que ahora, acompaado de ese extrao anfitrin, era conducido por unas estrechasgaleras de roca que se internaban al corazn del cerro, acompaadas de un resplandorcada vez ms intenso. El gua le dijo que esa fluorescencia era peligrosa, como unaradiacin o algo as. Sin embargo, no deba temer si estaba con l. Bien, aqu viene loincreble, y comprender si usted no lo cree: Yo he encontrado esas entradas y hecomprobado la existencia del resplandor aquel. Podra creerme que he estado aquinientos metros de la entrada a la Ciudad de os Csares?... Bueno; mi afortunadoamigo atraves esa entrada y se encontr sbitamente dentro de un enorme boquetelleno de luz dentro del cerro, por sobre el cual se asomaba la noche estrellada a travs deuna enorme perforacin que semejaba un crter volcnico. Por esta cavidad sube esepotente haz de luz que no brilla en la noche, sino en el da, y que de lejos parece ser untercer cuerno en la cumbre del monte.

    - Vuelve a revolver sus documentos por ensima vez, y saca ahora un diagramamostrando el corte transversal del misterioso monte. El alto crter desciende por el

    centro del tubo hasta una amplia habitacin. Se le figura una copa... Pero es slo undibujo.

    - Semeja una copa al estilo del Grial...

    - S y no! -corrige don Juan-. En verdad es mucho ms que eso. Ponga atencin en loque queda abajo, al fondo. Es una hermosa ciudadela, de joyas y metales nobles, dentrode la cual se esconden los tesoros de la perdida caravana de Atahualpa. All crecenalerces ms viejos que toda la humanidad en el planeta, y sus habitantes, hombreshermosos, reflejos del paraso, son los guardianes custodios de los tesoros. Viven ahdesde siempre y para siempre. Permtame mostrarle estas otras imgenes: una nave

    central rodeada de una estructura de ocho puntas y una representacin de cmo se vedesde el cielo, digamos, mirando a travs de la boca del crter. Es la representacin de

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    la estrella de ocho puntas, de Oiyehue, de Venus, de la Estrella de Lucifer de la maanay la tarde. Crecen en torno a ella jardines de aguas y plantas distintas de todas lasconocidas, alrededor de las cuales se elevan esos ocho gigantes, los alerces, dispuestosen crculo. Comprender que mi amigo sufra un golpe de emocin en ese momento,pero an as saba que era lo hora de regresar. Tuvo algunos problemas para conseguir

    el permiso de retirarse, de hecho, pero los habitantes de la ciudad finalmente cedieron,dndole como recuerdo esa pesada joya de oro puro que hasta ahora conserva. Parecanms preocupados de que cometiera alguna imprudencia con este secreto; ms que si sellevara una prueba tan elocuente de que haba estado en un lugar as.

    Me cuesta creer tal avalancha de eclecticismo mitolgico. Necesito hacer mspreguntas.

    - Esa es su principal fuente, o hay ms?

    - Mucho ms... Mucho! Tendra que hacerle una biografa ma si se tratara de

    exponerle cmo he llegado a la solucin del enigma... Todo se da por la casualidad llenade sentido. Sabe usted qu es la relacin entre causalidad geogrfica y retorno-recurrencia histrica?. Es el fundamento de la relacin del hombre iniciado con supatria mstica, a travs de la conexin con su destino y su mecnica extrafsica. Es unalnea dorada de la existencia en todos sus planos, aqu, y all.

    - Pero eso, cmo afecta? pregunto con algo de insistencia, buscando aterrizar de unabuena vez este tema.

    - Afecta a los hombres involucrndolos en la mecnica de la recurrencia y lo recurrente;o sea, las casualidades que no pertenecen al azar, sino a una sincrona de la quesimplemente se es o no se es parte. Puede entenderme? Si esta cosa no fuera as, cmopodra explicarme que, cuando estaba de viaje por los monumentos arqueolgicos deBolivia y Per, un indio que ni siquiera hablaba castellano me comenz a describir conmuecas y gestos la existencia de una espada de oro que fue llevada hacia el Sur, o sea,hacia Chile? Cmo me explica que estando en una cervecera de Plaza Italia, un tipoborracho al que acababa de conocer se ponga a relatarme la historia de una caravanainca que sale del Per llena de riquezas?... Todo calzaba, todo se explicaba as. Ladesaparicin de ese ejrcito completo de Atahualpa, a dnde pudieron haber ido?Todava cree que miles de guerreros se regalaron por nada a los conquistadores, slopor creerlos venidos del cielo? Usted no ha llegado por casualidad aqu. Usted y yo

    debamos encontrarnos tarde o temprano. Lo hemos hecho muchas veces, antes ydespus de nuestras vidas... La parecer apresurado, pero s quin es usted y puedoadelantar algo de su destino. Nada es coincidencia, recurdelo. Noto algo que trasciendeal mero inters. Hay cosas que le dir esta noche, que a muy pocas personas se las hedicho, incluyendo a nuestro camarada Sergio, a quien conozco hace varios aos ya.

    Sin recibir ninguna seal de por medio, Sergio tom la carpeta y empez a ordenarlacon pulcritud mientras el aventurero continuaba su relato.

    - Mire usted: existe un conocido empresario, el seor ..., un caballero muy particularque se reuni conmigo varias veces antes de que fusemos al grano, como se dice. Me

    contact con muchas personas y se mostr desde siempre interesado en mis relatos, loscules haba conocido a travs de las ediciones del diario "El Xxx" que ha ledo usted

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    tambin. Sin embargo, l era un hombre de negocios, y su naturaleza le dicta lanecesidad de estar atento a cualquier situacin econmicamente favorable. Despus delas publicaciones, l crey ver esta oportunidad en mi caso, en mi teora, y por largas,largas semanas relat con detalle casi todas estas cosas que hoy le he resumido a usted...Imagnese! De hecho, se manifest inicialmente un tanto escptico, o ms que eso, creo

    que su falta de conocimiento en el tema limitaban un poco la comprensin de lo queintentaba decirle. Se extraaba que yo pudiese ser un autodidacta que encontrara piezasarqueolgicas en donde otros vean slo rocas y helechos, as que resultparticularmente insistente en pedirme que le mostrara alguno de estos sitios. Lo hice,pero quise agregarle una gran demostracin y escog un terreno que se encontrabadentro de su propia parcela cerca del lago Caburgua, en donde excavamos durante unosdas hasta encontrar lo que l tanto quera ver y que ni siquiera saba que se encontrabadentro de su propiedad. Varias piezas arqueolgicas de este sitio fueron a parar a losmuseos de la zona.

    El buscador dio un enorme trago a su cerveza, mayor que todos los anteriores. Sus

    mejillas ya se haban enrojecido un tanto y sus ojos ya no estaban tan abiertos comohaca un rato.

    - Pero all, -retom la narracin- hicimos algunas tediosas pruebas de cmaras: mehacan simular que arreglaba una cabaa, que sala a cortar lea, que herva una tetera afogata y todas esas cosas que habitualmente hago yo en mi casa, pero esta vez meestaban filmando. La historia deb contrselas por varias semanas... Oh, sorpresa!: alfinal de todas las sesiones, era tanto el argumento que tenan l y sus asesores quecreyeron contar con material no para uno, sino para tres proyectos flmicos que titularonostentosamente con nombres bastante burdos. Qu estaba ocurriendo entonces? Esteempresario, fascinado con la idea inicial de un reportaje y luego un documental,comenz a citarme diariamente, siempre acompaado de personas que me resultabandesconocidas, segn ellos relacionados con el cine y muchas veces provenientes delextranjero, documentalistas reconocidos inclusive, alguno con ms de un premio.Quines eran y cmo llegaron? No lo s exactamente. Lo nico que tengo claro es que,en menos de lo que yo hubiese credo, aparecieron los recursos y el equipo humano paraempezar un pretendido rodaje... No poda creerlo, y le juro que en cierta forma meentusiasm la idea... Hasta que l me present el guin... Y qu clase de idiotez resultser! Nada de documental ni reportaje: intentaban hacer el piloto de una pelcula al estilode Indiana Jones, un absurdo de aventuras sin contenido ni argumentos, como si nohubiese servido de nada todo aquello que les relat por tantas horas, das y semanas.

    Admitiendo haber perdido ya la linealidad de la entrevista, slo pude permanecer ensilencio, rondando entre la incredulidad y la confusin:

    - Podra decirme ms al respecto? Esto sin duda es un dato extrao en su historia.Comprenda por favor mi resistencia a aceptar de buenas a primeras lo que me estdescribiendo.

    - Por supuesto, no necesita explicrmelo... El proyecto era de tres etapas, aunque nuncame qued claro si se trataba de una serial de televisin o un largometraje. El primero delos tres, el piloto, correspondera bsicamente a lo ms tpico y predecible de una mala

    pelcula: dos turistas estadounidenses llegan al Sur de Chile, arriendan un par decaballos y llegan por accidente a unas cavernas que conducen a una ciudad maravillosa,

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    pero llena de peligros. Puede creerlo? Ni siquiera haba protagonistas chilenos en lapelcula... El rodaje, que me pintaron como inminente, se suspendi cuando noconvenci a los productores. A decir verdad, lo rechazaron antes de leerlo siquiera. Fueaqu entonces en donde deb mantener mi distancia con este empresario y con su gente,pues vino la segunda parte del asunto: los detalles de los detalles. Ahora quera que,

    simplemente, le contara todo a los guionistas para hacer ms interesante elargumento... Todo. Las desembocaduras de lospatrones de inteligencia en la geografachilena, la supuesta ubicacin de las rutas a la ciudad, los secretos que de ella oculto yla ruta que he credo encontrar de la perdida caravana incsica... Todo. se fue el fin demi relacin con este tipo.

    Un silencio de muerte invadi el escaso espacio que compartamos los tres en la mesa.Esta vez, s fue incmodo, muy incmodo. El ms incmodo hasta ese momento de lanoche.

    - Comprende ahora en qu lugar de confianza lo hemos depositado a usted en este da,

    al contarle esto? Quiero que sepa una cosa: con ellos, tengo un trato diferenciado. Soyhonesto, pero hay cosas que definitivamente no puedo revelarle a un empresario ni a sucrculo. Quiero que comprenda tambin que mi trabajo debe quedar, sin embargo, enalgn lugar y en algunas manos. Este es un gran rompecabezas que slo yo conozcobien, pero cuyas piezas tengo repartidas en todo Chile, a personas de fiar, como eldestino me ha sealado que podra ser tambin usted. Aqu mismo, en Santiago, tengoun casillero en donde guardo las piezas ms importantes de este rompecabezas; sinembargo, algunas de ellas no menos fundamentales estn en esta carpeta de la que heestado sacando dibujos para mostrrselos, tras elegirlo a usted para compartirlos bajo lapromesa de que jams los revelar a nadie mientras no suceda la seal queoportunamente estableceremos, en especial lo que le ensear ahora. Comprende loque le estoy diciendo? Esta noche sellaremos usted y yo un pacto. Un grave pacto,peligroso en cierta forma, poniendo en sus manos algo por lo que otros estarandispuestos a lo indecible.

    Dej pasar unos segundos, y sin poder contener ms el deseo, asent con la mirada, sinpronunciar palabra alguna. Sergio segua observando esta etapa del encuentro casi comoun espectador, otra vez sin participar.

    Don Juan volvi a abrir esa carpeta de cartn que su secretario acababa de ordenarleparcialmente, y de cuyo interior casi asomaba una luz blanca, a estas alturas. Un

    escalofro me recorri de arriba a abajo. Definitivamente, he pasado ya de entrevistadora entrevistado. El extrao personaje comenzaba a buscar algo especial dentro de ella,como si esculcara en la cartera de una amada infiel.

    - Imagina usted lo complicado de esta situacin, para m particularmente? preguntdon Juan-. S que a usted le gustara participar de una expedicin semejante. Lo leo ensu mirada. Pero ojo!, que no es cualquier viaje... Usted sabe del llamado asientopeligroso, verdad?

    - S. Del crculo de trece. El lder, el ms expuesto, es el trece, el del asiento peligroso.Dicen que de ah viene la supersticin que habla de la mala suerte que acarrea esta cifra.

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    - Exacto. Es el orden que han asignado para s Jess y los Apstoles, el Rey Arturo y laMesa Redonda... Jess y Arturo ocupaban el asiento peligroso, y terminaron en suspropios calvarios. Para iniciar una expedicin, yo debo ocupar el puesto nmero trecede sta, y le juro que ser peligrosa para todos, no slo para m. Yo sera el msexpuesto, pero no el nico.

    Por primera vez desde que entr al lugar, don Juan se vea realmente preocupado,autnticamente inquieto, y pareca dosificar todas las palabras que pronunciaba.

    - Usted tambin quiere que vayamos al grano... Pues lo haremos: y ver ahora que todolo que le he expuesto no est dems... Ha odo hablar del padre Mascardi? Sali deChilo convencido de que encontrara la Ciudad de los Csares, envindole a travs demensajeros indios las ms variadas cartas a sus habitantes en mltiples idiomas, puesMascardi era un polglota: en italiano, espaol, griego, mapuche, incluso un dialectopoya, etctera. Su expedicin fue encontrada destrozada, todos muertos Todos, menosl. Mascardi desapareci, seguramente alcanzando a entrar a la ciudad. Pero queda la

    interrogante, quin mat a los dems? Le dir algo muy grave, amigo: Existen all, porejemplo, junto a los bosques donde se encuentra la ciudad, una tribu y raza de extraosindividuos, de actitudes increblemente agresivas y hostiles, buenos para usar puales oarmas de fuego cuando las tienen. Son los guardianes de la ciudad. He estado con ellos,y los conozco bien; he estado a punto de que me empujen por altos barrancos o meatraviesen con un estilete, pero an as, s que son tratables y que se puede negociar conellos. No los culpo, pues es su naturaleza: ellos son una especie de raza de guerreros, deguardianes de algo sagrado, probablemente de la ciudad y los tesoros an cuando ya nolo recuerden. Comprende lo que le digo?

    - S. Supongo que se refiere usted a custodios de entradas a ciudades sagradas, como lospieles rojas eran los protectores de las entradas a las tierras subterrneas de los dioses,como los sacerdotes lamas del Tibet.

    - En efecto, eso eran. De ah han heredado por generaciones su conducta tan extraa ypeligrosa. El problema es que si no logro negociar con ellos, tendremos que defendernoscon armas... Me entiende usted? Tendramos que luchar. Si esto llegase a ocurrir, leaseguro que de una expedicin de trece personas no llegaran ms de cinco o seis a laCiudad de los Csares... Comprende por qu oculto tanto respecto de lo que busco? Sicomenzara a declarar todas estas posibilidades, terminara internado en un sanatorio.Luego de or todo esto, quiere continuar con lo que debo mostrarle ahora a usted?

    Mantuve un nuevo y lago silencio, pero finalmente, le respond en forma positiva.

    - S seor Ya me compromet desde que me sent en esta mesa.

    Entonces, de su vieja carpeta de cartn don Juan sac un ltimo documento que tenareservado para este encuentro: una fotografa de no ms de 20 por 30 centmetros. Eraextraordinaria, increble Maravillosa. Una joya capaz de demostrar por s misma suautenticidad, pese a ofrecerle a la vista una postal mgica, imposible, de algo que nodebera existir De algo que no puede ser cierto. Algo de agrede en un mismo yformidable golpe a la nocin, a la razn y al conocimiento.

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    Sergio y don Juan se acomodaron cerrndose sobre la mesa, como si impidieran otra vezla vista de la imagen a alguien que no fuese su invitado, a pesar de que no habra msque un puado de personas en todo el local, todos muy lejos de su mesa.

    La imagen era casi hipntica... Una perdicin inimaginable; la ensoacin ms

    desprendida de nuestra dimensin, pero hecha realidad.

    La majestuosa ciudad, fuera de toda la mecnica y geometra entendible en nuestrahumana miseria perceptiva, luca en esa fotografa como una fortaleza extraordinaria eincomprensible hasta el delirio de lo cautivante, metida dentro de una caverna deproporciones magnficas, increbles. Ni la geografa impensable de la isla del cautiveriopara Cthulhu en los pavorosos relatos de Lovecraft, semejaba esta catstrofe perceptual.

    La fotografa era indescriptible: aparentaba haber sido tomada desde un ngulo alto,como las tpicas escenas tursticas de Machu Picchu, pero multiplicando por un millnsu esplendor. A pesar del blanco y negro ya sepiado por el tiempo, todo pareca

    iluminado por un resplandeciente color aurfero, dorado como un fuego mbar. Losmurallones se alzaban por encima de los ms altos rboles con aspecto de alerces queyacan clavados en sus estrechos jardines. Nada semejara ms una visin del Paraso,sin tiempo, sin edad en el concepto humano del desarrollo arquitectnico o artstico.Extraterreno, acaso. Incomprensible; casi agotador para la razn.

    Y arriba, sobre las cabezas de sus invisibles habitantes (si es que acaso los tena), unagarganta de luz con la redondez de un crter acusaba en la imagen que todo elmaravilloso conjunto estaba dentro de una montaa o un volcn apagado, en algnsecreto lugar de los Andes australes, donde los gigantes se convirtieron en piedra, y laspiedras se volvieron mitos.

    Tard varios minutos en recuperar el habla. Casi no poda hilar palabras despus desemejante imagen. Si acaso esa antigua fotografa que calculo de mediados de siglo eraun fraude, he ah entonces al ms artstico trabajo de joyera falsificada que se haproducido en toda la historia de la humanidad, acaso. Senta que el mentn metemblaba, y realmente dud del paso que acababa de dar, al permitirle a mis ojos talencuentro con las dimensiones ms fantsticas de la realidad o la irrealidad, ya no lo sa estas alturas. Algo me deca que la percepcin de la vida cambiara para siempre desdeese instante; algo descoloc toda mi capacidad de interpretar la verdad; todo mi ordende la tierra, de la historia y del cosmos mismo. Intento forzar la razn, pero esto me

    supera... Quiero creerlo.Sergio levant su mano y la coloc en mi hombro, intentando sacarme del trance. Y donJuan habl otra vez:

    - Pues, si la mayora de las cartas de Mascardi se perdieron, yo he visto las que sllegaron a destino, amigo... Ah estn; existen. Comprueban mejor que esta fotografa,inclusive, que la ciudad existe... El mito existe, amigo, porque en ese territorio, ennuestro territorio, las lindes entre la realidad y lo sobrenatural son graduales,indefinidas... Hay espacios de transicin entre lo cierto y lo mitolgico, y por eso hayexistencias que se confunden y se pasan accidentalmente desde un lado al otro y

    viceversa... Eso es lo que algunos buscan; ellos... Buscan desesperadamente; buscan sinescatimar consecuencias, gastos ni sacrificios. All est ese tesoro... Escondido en esa

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    puerta a un mundo distinto, a otro... Aqul desde el cual se trajo esta fotografa. Puedeentenderlo todo, entonces? Por qu mis reservas? Por qu, incluso esos mismosreportajes que "revelaban" mis hallazgos, en realidad iban dirigidos a esconderlos ydejarlos protegidos?... S que lo entiende, amigo. Lo s.

    Casi mareos y nuseas me atacan... En efecto, ahora me calza toda esta conversacin,todos los detalles y sus prembulos. Nada estaba dems. Todo era parte de otro todo.

    Me permiten algunos minutos ms cautivado por la imagen. Pero hay algo en lo queparecen tener prisa, sin embargo.

    - Tienes lo que necesitamos? me pregunt Sergio en tono cordial pero inoportuno-.Sabemos de tus esfuerzos buscando esto. No te asustes. Entiendes lo que requerimosde ti para que este secreto est siempre a salvo?

    Ahora me senta casi sofocado. Mir a los dos hombres, ninguno de ellos ms alto que

    yo, pero en esta circunstancia me parecan inmensos incluso desde sus asientos, casicomo un par de monumentos derrumbndose sobre mi modesta existencia. Sabaperfectamente a qu se referan.

    - S, lo comprendo.

    Don Juan se sonri, reclinndose sobre el respaldo de la silla y guardando relajadamentela inslita fotografa. La segu con la vista hasta que desapareci mezquinamente en sucarpeta, otra vez. Celebro que no he quedado ciego tras verla, despus de todo.

    Tras un suspiro, creo que seguido de otra larga pausa, saqu del bolsillo de mi chaquetade cuero negro un sobre blanco de tamao corriente. Cuidadosamente, pero con losdedos tiritones, extraje de su interior la fotografa de unos 15 x 9 centmetros queguard antes de salir desde casa, y la extend sobre la mesa inclinada hacia la vista dedon Juan.

    La imagen a color, mi imagen, mostraba una enorme cabeza de piedra contra el Sol delatardecer. La perfecta nariz recta apuntaba casi perdida hacia tierras interiores,atravesando la baha y el estuario. Era mi pequeo gran secreto, aunque opacado casihasta el apagn total por lo que acababa de ver ante m. Empero, pareca otro escenariotomado de un paisaje de sueos, de una fantasa, aunque infinitamente menos

    espectacular.Sergio tom la fotografa desde una punta, y la contempl sonriente, con expresinsatisfecha, mientras la acercaba con sus manos hacia el haz de luz de la lmparacolgante como si le buscara el sello de agua a un billete de alta denominacin. Acontinuacin, la guard en la mentada carpeta.

    - Dnde fue que la observ? En ...? me pregunt el explorador dndole un ltimotrago a su cerveza- En la costa oriental, verdad? Y ya descubri hacia dnde apuntaexactamente, no es cierto?

    Mi expresin de sorpresa debe haber estallado casi al instante, pues era incontenible.Las respuestas estaban en todas sus mismas preguntas. Titubeando, creo haber asentido

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    tmidamente con la cabeza. Don Juan marc ms sus comisuras, exagerando la sonrisaque desde haca rato slo esbozaba tibiamente en su cara dura y curtida por loselementos del ambiente agreste. mientras volva a cerrar la carpeta con un par deelsticos.

    Como si siguieran una coreografa, ambos hombres se levantaron y me dejaron en lamesa con sus respectivas partes de la cuenta traducidas a dinero.

    - Fue un agrado amigo. Volver a tener noticias nuestras de la misma manera quenosotros tendremos las suyas, porque esta noche hemos quedado comprometidos en unpacto irrenunciable.

    Se retiraron tranquilamente llevndose todo: fotografas, papeles, anotaciones, hasta lasservilletas que ray durante sus explicaciones. Qued slo all, frente a botellas vacas,dineros y las monedas para la propina.

    Tras terminar de beber mi cerveza, sal ped la cuenta, pagu y sal. No haba notadoque ya era uno de los ltimos clientes en el local.

    Atravesar la puerta me inspir casi pavor. Cre que, inesperadamente, encontrara afuerade ese tibio refugio un paisaje antediluviano, con una terrorfica Luna asomando entrenubes de arsnico y montaas de rocas estriles con boquetes de relieves aterradores, enla imagen ms delirante de la noche de todos los tiempos; del tren de la Tierraextraviado en las estaciones de eras geolgicas inimaginables, despus de la nada yantes del todo.

    Pero no. Slo estaba all el barrio centro comercial de Maip, con la noche limpia y laLuna llena de un da de verano, alumbrando mi camino de regreso al vehculo; miretorno a la profana realidad.