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CR?NICA BIBLIOGR?FICA Elias Trabulse El Colegio de M?xico Habiendo discurrido entre m? del n? mero grande de los libros, y de lo que va creciendo, as? por el atrevimiento de los que escriben, como por la fa cilidad de la imprenta, con que se ha hecho trato y mercanc?a, estudiando los hombres para escribir, y escribien do para granjear con sus escritos, me venci? el sue?o... Diego de Saavedra Fajardo El 18 de agosto de 1939 don Alfonso Reyes, entonces pre sidente de la reci?n fundada Casa de Espa?a en M?xico, le dirig?a un memor?ndum a don L?zaro C?rdenas, enton ces presidente de la rep?blica, donde, entre otros asuntos, le informaba acerca de las publicaciones realizadas hasta esa fecha por la instituci?n a su cargo. Don Alfonso mencionaba cinco obras, las cuales ofrec?a al primer mandatario de la naci?n como una prueba m?s de que la fundaci?n de la Casa hab?a sido una atinada medida que ya empezaba a rendir sus frutos. Ciertamente la labor no hab?a sido f?cil, ya que a pesar de que tanto don Alfonso como don Daniel Cos?o Villegas hab?an tenido un particular inter?s en llevar a las prensas los sudores intelectuales de los miembros de la Casa, casi todos ellos espa?oles transterrados, las dificultades edi toriales y econ?micas eran grandes (el presupuesto de 1939 para todas las publicaciones era de treinta y cinco mil pesos). Ya en el bolet?n n?mero 1 del 20 de junio de 1939, despu?s de rese?ar las "actividades actuales de la Casa de Espa?a" entre las que estaban los cursos y seminarios impartidos por Enrique D?ez-Canedo, Jos? Gaos, Agust?n Millares Cario y Luis Recas?ns Sienes, hab?a hecho menci?n don Alfonso Reyes, con una prosa as?ptica que le debi? costar enorme 620

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CR?NICA BIBLIOGR?FICA Elias Trabulse

El Colegio de M?xico

Habiendo discurrido entre m? del n? mero grande de los libros, y de lo que va creciendo, as? por el atrevimiento de los que escriben, como por la fa cilidad de la imprenta, con que se ha hecho trato y mercanc?a, estudiando los hombres para escribir, y escribien do para granjear con sus escritos, me venci? el sue?o...

Diego de Saavedra Fajardo

El 18 de agosto de 1939 don Alfonso Reyes, entonces pre sidente de la reci?n fundada Casa de Espa?a en M?xico, le dirig?a un memor?ndum a don L?zaro C?rdenas, enton ces presidente de la rep?blica, donde, entre otros asuntos, le informaba acerca de las publicaciones realizadas hasta esa fecha por la instituci?n a su cargo. Don Alfonso mencionaba cinco obras, las cuales ofrec?a al primer mandatario de la naci?n como una prueba m?s de que la fundaci?n de la Casa hab?a sido una atinada medida que ya empezaba a rendir sus frutos. Ciertamente la labor no hab?a sido f?cil, ya que a pesar de que tanto don Alfonso como don Daniel Cos?o Villegas hab?an tenido un particular inter?s en llevar a las prensas los sudores intelectuales de los miembros de la Casa, casi todos ellos espa?oles transterrados, las dificultades edi toriales y econ?micas eran grandes (el presupuesto de 1939 para todas las publicaciones era de treinta y cinco mil pesos). Ya en el bolet?n n?mero 1 del 20 de junio de 1939, despu?s de rese?ar las "actividades actuales de la Casa de Espa?a" entre las que estaban los cursos y seminarios impartidos por Enrique D?ez-Canedo, Jos? Gaos, Agust?n Millares Cario y Luis Recas?ns Sienes, hab?a hecho menci?n don Alfonso Reyes, con una prosa as?ptica que le debi? costar enorme

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esfuerzo, de las publicaciones que estaban por engrosar la amplia bibliograf?a nacional: Enrique D?ez-Canedo aparec?a con El teatro y sus enemigos; Juan de la Encina con Goya ? Su mundo hist?rico y po?tico; Jos? Moreno Villa con Locos, enanos, negros y ni?os palaciegos de los siglos xvi y xvii; Adolfo Salazar con M?sica y sociedad en el siglo xx, y Mar?a Zambrano con Pensamiento y poes?a en la vida espa?ola. Asimismo anunciaba sus Cap?tulos de literatura espa?ola (Primera serie). Del modo como estas obras lograron ver la luz nos dio noticia el mismo don Alfonso en su informe de labores del a?o de 1939, donde dec?a:

Para las publicaciones que constan en el ?ndice, a medida que se ha desarrollado nuestra actividad editorial, ha habi do que adquirir tipos especiales, de que carec?an las imprentas de M?xico. La actividad editorial de La Casa de Espa?a ha sido gobernada y administrada por el Fondo de Cultura Eco n?mica. Entre las obras publicadas o por publicar hay autores mexicanos no miembros de La Casa de Espa?a, a quienes especialmente se ha pedido alg?n libro.

En la empresa editorial de estos primeros a?os, de lo que despu?s de 1940 ser?a conocido como El Colegio de M?xico, desempe?aron un papel de primera importancia los espa?oles reci?n llegados a tierras indianas. Cuenta aparte de su labor docente, que fue amplia, y de sus m?ltiples traducciones de obras que dif?cilmente hubiesen podido ver la luz en nuestro pa?s, sus obras hist?ricas, cient?ficas, filo s?ficas, bibliogr?ficas, antropol?gicas, literarias o de cr?tica de arte son numerosas y forman quiz? el mejor legado de Espa?a a M?xico en lo que va del siglo. Al acogerse a la Casa de Espa?a casi todos ellos dieron lo mejor de s? y algunos de ellos lograron formar escuela. As?, de las 112 obras registradas en el primer cat?logo de publicaciones de El Colegio, aparecido en 1945, un 56% lo formaban obras escritas o traducidas por espa?oles emigrados. Ciertamente algunos de esos libros hab?an sido elaborados casi en su tota lidad en Espa?a y ac? s?lo fueron completados, retocados e impresos. Algunos de los manuscritos originales (como el

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de la traducci?n hecha por el doctor Gaos de las Meditacio nes cartesianas de Husserl), fueron materialmente rescatados despu?s de varias peripecias. Otros como el de los Locos, enanos, etc., de Moreno Villa vinieron en estado fragmen tario y aqu? fueron completados. El libro de Adolfo Salazar titulado La m?sica en la sociedad europea, obra verdadera

mente monumental, tambi?n fue terminada en M?xico. El sapient?simo don Agust?n Millares Cario con las prisas de la salida de Espa?a dej? en Valencia su Ensayo bibliogr?fico de la imprenta en Barcelona en el siglo xvi, obra que le mereci? un premio de la Biblioteca Nacional de Madrid. Sin ? embargo, con los materiales que alcanz? a empacar logr? publicar en 1941 sus Nuevos estudios de paleograf?a espa ?ola. Por otra parte, no todo fue escribir e imprimir; era necesario publicar no s?lo buenas obras sino publicarlas a tiempo. Don Alfonso elabor? no menos de quince informes y cartas donde alud?a a la inminente, pr?xima, inevitable y esperada aparici?n de los Locos y enanos de Moreno Villa, que no aparec?an por ning?n lado. Don Daniel le reclamaba a Jes?s Bal y Gay el atraso en la entrega del pr?logo al bell?simo Cancionero de Upsala. Hab?a, adem?s, que justi ficar la actividad "social" de La Casa. Don Alfonso Reyes, apurad?simo, promet?a al supremo gobierno que el maestro Gaos traducir?a directo del alem?n las obras completas de Marx. Aparec?an, en ediciones breves bautizadas como Jor nadas, estudios sobre la guerra, la demograf?a y la econom?a.

Por otra parte la carencia cr?nica de fondos suficientes para hacer sobrevivir al Fondo (que editaba y distribu?a los libros de El Colegio), hac?an que por la falta de personal su empe?oso director y su esposa do?a Emma Cos?o Ville gas tuvieran que corregir y revisar galeras, planas y contras de las ediciones, de tal manera que el nombre de don Daniel aparece en colofones de libros de filosof?a o literatura. Obras como La critica en la edad ateniense de Alfonso Reyes o M?sica y sociedad en el siglo xx de Adolfo Salazar pasa ron por el ojo inquisitivo del don Daniel corrector de prue bas. Desconocemos, pero adivinamos, los problemas que debieron afrontar los fundadores de El Colegio por carencia

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de recursos y no podemos menos de aquilatar y reconocer su labor.

Desde 1940 el n?mero de publicaciones creci? notable mente. Ese a?o el prol?fico Joaqu?n Xirau dio a la estampa una bella obra titulada Amor y mundo, que hace recordar en ciertos aspectos la obra de Denis de Rougemont, El amor y el Occidente. Xirau intent? realizar en esa obra lo que podr?amos llamar una fenomenolog?a del amor como el elemento fundamental de la historia de la cultura. Hac?a partir su estudio de la visi?n grecorromana y cristiana del amor hasta llegar a nuestros d?as, para pasar despu?s a un an?lisis profundo de lo que el amor significa ?o significaba en 1940? para el hombre contempor?neo. En ese mismo a?o, public? el doctor Gaos un breve op?sculo titulado La filosof?a de Maim?nides, a quien le hab?a dedicado algunos estudios desde antes de venir a M?xico y cuando todav?a era un joven maestro universitario. Se dice que en cierta ocasi?n un grupo sindical bastante numeroso y de tenden cias izquierdistas bien definidas invit? al doctor Gaos, como experto en Marx, a dar una conferencia. Al llegar al amplio recinto, el secretario general le pregunt? al doctor cu?l ser?a el tema de su arenga a lo que ?ste respondi? que ser?a acerca de la filosof?a de Maim?nides. Entonces el secretario, ha ciendo callar al auditorio, le inform? que a continuaci?n el compa?ero Gaos har?a una amplia y detallada exposici?n de la filosof?a del "camarada Maim?nides" y de su teor?a de la lucha de clases...

Tambi?n en 1940, Jos? Moreno Villa public? su agudo an?lisis de nuestras costumbres, mitos y tab?s al que inti tul? Cornucopia de M?xico. Esta fina s?tira, a la que su autor llamaba modestamente un "librito de mir?n", proba blemente sea uncr de los mejores cuadernos costumbristas del M?xico de la primera mitad del siglo xx, s?lo compara ble quiz? a Los mexicanos pintados por s? mismos de media dos del siglo anterior.

Desde 1941 hasta 1945 apareci? la colecci?n de textos cl?sicos de filosof?a, hecha en colaboraci?n con maestros de la Universidad de M?xico tales como los doctores Edmundo

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O'Gorman y Eduardo Nicol. Aparecieron as? Los pres?cr? ticos en edici?n de Juan David Garc?a Bacca, Las cuestiones acad?micas de Cicer?n traducido por Millares Carlo, los Di?logos sobre religi?n natural de Hume y la Teor?a de los sentimientos morales de Adam Smith, ambos en traduc ci?n de O'Gorman y con introducciones de Nicol. Eugenio ?maz le hizo una introducci?n a la Filosof?a de la historia de Kant y Jos? Carner realiz? una ilegible e incomprensible traducci?n de la Ciencia nueva de Vico. Ese a?o el maestro Gaos public? con traducciones directas su Antolog?a de la filosof?a griega. Esta obra se reimprimi? en 1968.

En el a?o de 1943 el sabio y erudito don Juan B. Ig??niz imprimi? sus Disquisiciones bibliogr?ficas donde, solt?ndose la pluma, redact? en un estilo ameno muy lejano de la des carnada prosa del bibli?grafo varios estudios entre los que se encuentra la interesante historia de los avalares por los que pas? la Carta guadalupana de Garc?a Icazbalceta. Ah? dej? don Juan delineados con fina iron?a los retratos de los protagonistas de la querella: Paso y Troncoso, Agreda, For tino Hip?lito Vera, el mismo don Joaqu?n y ese pintoresco homo maledicus, el presb?tero Vicente de Paula Andrade.

Los trabajos de historia o cr?tica del arte que public? El Colegio entre 1939 y 1949 forman una importante contri buci?n a estos estudios en nuestro pa?s. El erudito music? logo Jes?s Bal y Gay imprimi? en 1939 sus Romances y villancicos espa?oles del siglo xvi y en 1944 dio a la estampa una de las m?s espl?ndidas obras impresas por El Colegio, el Cancionero de Upsala, prologado, anotado y comentado por Rafael Mitjana. En 1941 Otto Mayer-Serra abri? brecha con su Panorama de la m?sica mexicana desde la indepen dencia hasta la actualidad, que, salvo el estudio de Gabriel Sald?var, era el primer intento de historiar seriamente el rico patrimonio musical de este pa?s. En este mismo campo de la historia de la m?sica trabaj? Adolfo Salazar. Sus nu

merosos libros son la ant?tesis de un trabajo monogr?fico. Debi? de ser hombre de profundo saber para quien la histo ria formaba una unidad no import?ndole el "?rea", el "what

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Reuni?n de profesores en el CEH: Eduardo Blanquel, Josefina Z. V?zquez, Luis Gonz?lez, Berta Ulloa, Luis Muro y Mois?s Gonz?lez Navarro (1961)

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Luis Gonz?lez

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is your field?" que actualmente se estila. Su obra es un paseo por la cultura humana y no s?lo por su m?sica. Aqu? y all? aparecen notas, comentarios, digresiones que nos ale jan del tema vertebral. Lejos de ce?irse al asfixiante cerco que impone la monograf?a, Salazar viaja por m?ltiples t?picos vengan o no a cuento, pero sin perder nunca pro fundidad. Su obra es una enciclopedia de la cultura que debe ocupar un alto esca?o entre las obras hist?ricas produ cidas en nuestro pa?s en los ?ltimos cincuenta a?os.

La pintura, la escultura y la arquitectura mexicanas dieron origen tambi?n a valiosos estudios. Juan de la Encina public? en 1943 su libro El paisajista Jos? Mar?a Velasco ? 1840-1912, que es un an?lisis no s?lo de la pintura de paisaje de este autor, sino del tema "paisaje" de la pintura europea contempor?nea. El ojo perspicaz de Jos? Moreno Villa corri? a gusto por nuestro arte de las ?pocas colonial e indepen diente. Fruto de sus observaciones y estudios, fueron sus trabajos, llenos de agudas interpretaciones, a los que titul? Lo mexicano en las artes pl?sticas y Escultura colonial mexi cana, En Moreno Villa observamos la intuici?n y la vivencia de una realidad m?s que un conocimiento sabio y erudito de esa realidad; en ello contrasta con Salazar quien nos parece m?s de "libros" que de "vida". Moreno Villa fue un fino estilista ?d?galo si no su Autobiograf?a?, emotivo y sensi tivo, de prosa delicadamente burilada. Quiz? uno de los

mejores prosistas no de oficio que hayan sido acogidos por El Colegio. Por ?ltimo, es" pertinente mencionar el estudio hist?rico y est?tico de Gonzalo Obreg?n sobre El Real Cole gio de San Ignacio de M?xico, hecho a base de fuentes docu mentales de primer orden y con un amplio conocimiento del tema.

La mano de don Alfonso Reyes se deja entrever en las numerosas ediciones de poemas y ensayos que se imprimieron entre 1939 y 1955. Con el pie de imprenta d? la Casa de Espa?a primero y con el de El Colegio despu?s aparecieron textos de Le?n Felipe, de Xavier Villaurrutia, de Juan Jos? Domenchina, de Benjam?n Jarn?s, de Enrique D?ez Canedo y tambi?n de Manuel Calvillo, quien fuera secreta

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rio de El Colegio, lo que no fue ?bice para que imprimiera una excelente colecci?n de poemas que intitul? Primera vigilia terrestre. Dentro de la editorial Tezontle (nombre de batalla de una misteriosa editorial que trabajaba con los sobrantes de papel del Fondo de Cultura Econ?mica y con las aportaciones intelectuales y pecuniarias de los autores de los libros), aparecieron varias obras de don Alfonso Reyes, de Octavio Paz, de Juan Jos? Arre?la y de Carlos Pellicer entre otros. En 1950 El Colegio realiz? una haza?a que no ha vuelto a repetir: public? la rar?sima Ortograf?a castellana de Mateo Alem?n, cuya primera edici?n hab?a sido impresa en M?xico en 1609. Esta obra fue, en primer lugar, muy dif?cil de conseguir completa y en buen estado, y en segundo lugar hubo que imprimirla usando tipos que no exist?an en las imprentas. La edici?n la prepar? Jos? Rojas Garci due?as. Entre 1944 y 1948 Alberto Jim?nez public? su tri log?a sobre la historia de la universidad espa?ola desde la edad media hasta principios de este siglo.

El balance bibliogr?fico de los doce primeros a?os de El Colegio resultaba bastante halagador: 163 libros publicados por la instituci?n am?n de colaboraciones en revistas y de publicaciones hechas en otras casas editoras. Por otra parte, para permitir que se publicaran el mayor n?mero posible de obras de los investigadores y estudiantes de El Colegio y debido a lo restringido del presupuesto, don Alfonso Reyes, don Daniel Cos?o y don Silvio Zavala optaron por hacer gemir las prensas de otras editoriales. Los numerosos trabajos de ellos tres, por parad?jico que nos parezca, fueron impresos fuera de la instituci?n a la que m?s tiempo y esfuerzo dedi caron sea en la administraci?n, sea en la docencia.

Ya desde 1947 Henrique Gonz?lez Casanova hab?a hecho una evaluaci?n de la labor de El Colegio. En un art?culo que public? en el suplemento de El Nacional y al que ti tul? "El Colegio de M?xico, hogar de cultura", hac?a un repaso somero de las actividades de la instituci?n, de sus logros y limitaciones, de las promociones de estudiantes y de los planes de estudio, y al referirse a la labor editorial ex presaba lo siguiente:

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Para hacer m?s generalizado el aprovechamiento de los frutos que se han obtenido en este renovado empe?o de tra bajar por la cultura, El Colegio de M?xico ha mantenido una amplia labor editorial. Se han publicado as? obras de Alfonso Reyes, de cr?tica e historia literaria, una de ellas, La critica en la edad ateniense le mereci? el Premio Nacional de Lite ratura; Joaqu?n Xirau public? en ediciones de El Colegio varios de sus m?s importantes trabajos filos?ficos, y como ellos muchos otros profesores y estudiosos mexicanos y extran jeros. Tambi?n alcanzan la publicidad las mejores tesis o tra bajos de investigaci?n realizados por alumnos de El Colegio.

En efecto, para 1948 El Colegio hab?a publicado un total de 151 obras de las cuales 61 o sea un 40.3% eran investiga ciones hist?ricas o se relacionaban con asuntos hist?ricos. En 1950 V?ctor Adib publicaba en el suplemento literario de Novedades una nota donde hac?a un balance con saldo positivo de la labor pedag?gica, editorial y de investigaci?n de la instituci?n en la que hab?a estudiado.

Bien conocida es la famosa querella entre historicistas-rela tivistas y posi ti vistas-cien tificistas que surgi? en nuestro me dio all? por los a?os cuarenta, diez a?os y pico despu?s de la sostenida en los Estados Unidos por Charles Beard y Cari Becker sobre el mismo tema. Las sesiones de junio de 1945 para discutir el problema de la verdad hist?rica eran un s?ntoma, de hasta d?nde hab?an calado hondo las ense?an zas de los fil?sofos transterrados. A aquellos historiadores que alguna vez oyeron al doctor Gaos exponer a Kant, a Hegel o a Heidegger les resultaba dif?cil sustraerse al seduc tor arte de cuestionar la validez del conocimiento hist?rico. Casi todos los estudiosos del pasado nacidos entre 1890 y 1930 fueron alcanzados por ese escepticismo que llev? a algu nos hasta la par?lisis intelectual. Se cuestionaba el modo de conocer el pasado y el valor de ese conocimiento; se dec?a que el relato hist?rico era parcial por incompleto y por tanto no era totalmente verdadero; se insist?a en distin guir a la historia de las ciencias de la naturaleza y, en suma, se afirmaba el valor un?voco de la interpretaci?n personal

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del pasado. Subjetivismo y objetivismo acaso se extremaron en las discusiones p?blicas o privadas, pero ello no trascen di? demasiado a los libros que unos y otros escrib?an. Quiz? sepamos de la querella s?lo por los recuerdos personales de los que en ella intervinieron directa o indirectamente, como polemistas o como disc?pulos de unos y otros. Las obras que escribieron dif?cilmente dejan traslucir los t?picos m?s ?lgi dos del debate.1 Casi veinticinco a?os despu?s se replante? el problema en una sesi?n llevada a cabo en El Colegio en abril de 1969. En ella maestros y disc?pulos replantearon ?ahora con motivo de la validez de la historia cuantitativa? el inagotable temario que, probablemente yak postre, resulte totalmente insoluble. Se repitieron los argumentos de anta?o, s?lo que aquellos que en 1945 llamaron "tradicio nalistas" a los positivistas, fueron a su vez tratados de "tra dicionalistas" por los neocientificistas. Quiz? pueda alg?n d?a escribirse una historia del pensamiento hist?rico toman do como punto de inflexi?n entre una tendencia y la si guiente el momento en que los de la nueva corriente califi can a sus predecesores de "tradicionalistas".

Por otra parte las obras publicadas por el Centro de Estudios Hist?ricos desde su fundaci?n en 1941 han abar cado tantos temas y de tan diversa ?ndole que una generali zaci?n tendiente a dilucidar las inclinaciones ideol?gicas de un autor no deja de ser riesgosa y es probable que resulte m?as o menos alejada de la verdad. Lo que s? es incuestiona ble es que los autores han buscado siempre ce?irse a una metodolog?a rigurosa.

A grandes trazos podemos distinguir tres etapas en la historia de los libros publicados por el Centro de Estudios Hist?ricos. La primera etapa, que abarcar?a de 1941 a 1953 aproximadamente, incluir?a buena parte de las obras sobre historia de las ideas, historia de las instituciones e historia

v l Alvaro Matute: La teor?a de la historia en M?xico ? 1940-1973, M?xico, Secretar?a de Educaci?n P?blica, 1974 [SepSetentas, 126]. Vid. la introducci?n y los documentos reunidos bajo los n?meros 1, 3 y 7.

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de la historiograf?a. La segunda etapa comprender?a de 1954 a 1966 y abarcar?a las colecciones documentales y algunos trabajos de historia pol?tica. La tercera etapa que va de 1967 hasta 1976 comprender?a las obras de la "Nueva serie" de historia y los trabajos en equipo realizados bajo la direcci?n de miembros del Centro.

El seminario de historia de las ideas que dirig?a el doc tor Gaos produjo obras de indudable valor y que probable

mente no han sido superadas todav?a. Se caracterizaron por ser obras que abordaban temas casi nunca o nunca explo rados hasta entonces por los historiadores de nuestra cultura. Fueron todos ellos trabajos individuales que intentaban acla rar un poco el desdibujado panorama de una ?poca determi nada de nuestro pasado intelectual. Sus autores aventuraban algunas hip?tesis en cuanto al "clima cultural" de una ?poca, hip?tesis que podr?an a su vez servir de puntos de partida para interpretaciones m?s generales. Los miembros del seminario exploraron ricos fondos documentales que has ta entonces hab?an permanecido casi intocados. En todos ellos se dej? sentir la influencia directa o indirecta del director del seminario.

En 1943 apareci? una obra colectiva presentada por el doctor Gaos y titulada Del cristianismo y la edad media. Conten?a trabajos de Leopoldo Zea, Edmundo O'Gorman, Jos? Luis Mart?nez, Tom?s Gurza y Antonio G?mez Ro bledo entre otros. De particular inter?s resulta el an?lisis hecho por O'Gorman de la cr?nica medieval titulada "La destrucci?n de Jerusalem". El art?culo de Gurza, que intent? establecer un paralelo entre las ideas directrices de la cate dral g?tica y de la Suma teol?gica merecer?a ser reimpreso dado el c?mulo de ideas sugestivas que contiene.

Entre 1943 y 1949 Leopoldo Zea dio a la impresi?n va rias obras salidas de su prol?fica pluma. Primero apareci? El positivismo en M?xico, despu?s Apogeo y decadencia del positivismo en M?xico y por ?ltimo Dos etapas del pensa miento hispanoamericano ? Del romanticismo al positivis mo. Con una perspectiva hist?rica original y personal, Zea intent? explicar las condiciones sociales y pol?ticas del ?lti

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mo tercio del siglo xix y primeros a?os del xx y relacionar las con la filosof?a imperante en esos a?os. En la ?ltima de las tres obras mencionadas Zea retrotra?a unos decenios el tema de su investigaci?n a efecto de enfocar la ideolog?a liberal y ampliaba el espacio de su investigaci?n a toda Hispanoam?rica. Analizaba los pensadores m?s sobresalientes de cada pa?s y pon?a en relieve su ideario mostrando a con tinuaci?n los puntos comunes que guardaban con otros ide? logos hispanoamericanos. En 1945 la portorrique?a Monelisa Lina P?rez Marchand public? una obra que llevaba por t?tulo Dos etapas ideol?gicas del siglo xviii en M?xico a tra v?s de los papeles de la inquisici?n (el tema de las "dos eta pas" siempre fue caro al maestro Gaos). La autora se anim? a explorar el ingente material que bajo el rubro de Inquisi ci?n custodiaba el Archivo General de la Naci?n y aunque s?lo analiz? la documentaci?n correspondiente al periodo al que dedic? su estudio, su labor fue casi exhaustiva. Es dif?cil a?n hoy, treinta y un a?os despu?s de publicado el libro, estudiar la difusi?n de las ideas ilustradas en M?xico en la segunda mitad del siglo xvm sin consultar el libro de P?rez Marchand. Don Alfonso Reyes lo ten?a en alta estima y a juzgar por las notas y apostillas que le puso a su ejem plar lo consultaba a menudo. El ap?ndice de la obra con tiene valiosa informaci?n y hace interesantes referencias a libros y documentos. Tres a?os despu?s de la aparici?n de este libro, vieron la luz dos obras que estudiaban sendos temas relacionados tambi?n en forma m?s o menos directa con el siglo xvin. Bernab? Navarro, despu?s de leer y anali zar una cantidad impresionante de manuscritos filos?ficos de los siglos xvn y xviii escribi? lo que primero ser?a su tesis de maestr?a y luego el libro La introducci?n de la filosof?a moderna en M?xico. Las figuras de los jesuitas Abad, Alegre y Clavijero, entre otros muchos, fueron estudiados desde un ?ngulo distinto. Incluso cabr?a mencionar que algunas de sus fuentes ?todas ellas de primera mano? fueron descubiertas por el autor, por ejemplo la Physica particularis de Clavije ro. El abocarse al estudio de herej?as y heterodoxias, que parec?an ser de su agrado, llev? a Pablo Gonz?lez Casanova

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a escribir dos libros de indudable inter?s y relacionados con un tema com?n. Al primero lo titul? El misone?smo y la modernidad cristiana en el siglo xviii y al segundo, publicado diez a?os m?s tarde, La literatura perseguida en la crisis de la colonia. El primero versaba sobre la resistencia de ciertos grupos a aceptar el ideario ilustrado; el segundo es una bella y bien escrita descripci?n de los documentos proscritos por oler a heterodoxia y que fueron condenados por la inquisici?n. Gonz?lez Casanova analiz? la poes?a m?stica, la oratoria sagrada, el teatro religioso, las canciones, los bai les, la s?tira popular, etc. De esta ?ltima hab?a ya publicado en 1953 en compa??a de Jos? Miranda una amena colecci?n de textos todos ellos rescatados del rico fondo de la inqui sici?n. Ese mismo a?o Gonz?lez Casanova hab?a publicado en El Colegio su estudio monogr?fico Una utopia de Am? rica, que analizaba una interesant?sima figura del siglo xix: la del cient?fico y fil?sofo Juan Nepomuceno Adorno, autor de una enjundiosa obra que lleva por t?tulo La armon?a del universo. Este libro, que alcanz? a ser traducido al ingl?s, es uno de los pocos tratados aparecidos en M?xico que puede ser inscrito dentro de la corriente ut?pica. En el a?o de 1949 Olga Victoria Quiroz Mart?nez dio a las prensas su tesis tambi?n de maestr?a a la que hab?a titulado La introducci?n de la filosof?a moderna en Espa?a. La se?orita Quiroz ana liz? la resistencia peripat?tica a la difusi?n de las nuevas teor?as tanto filos?ficas como cient?ficas y el fen?meno subse cuente del eclecticismo. La importancia de este erudito estu dio puede justipreciarse por las numerosas referencias que aluden a ?l en los actuales trabajos de historia de la ciencia espa?ola, sobre todo para el periodo 1650-1750. Fruto de sus lecturas de nuestros historiadores fue la obra de Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en M?xico, apare cida en 1950. En ella ?y siguiendo un m?todo muy favore cido por Gaos? su autor fue analizando las diversas im?genes del indio que iban desprendi?ndose de las diversas cr?nicas e historias de nuestro pasado. Dos obras m?s aparecieron en los a?os subsecuentes, la de Patrick Romanell y la de Mar?a del Carmen Rovira, que conviene a?adir a la lista de obras

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de historia de las ideas publicadas por El Colegio. Tambi?n cabe incluir los trabajos de Eugenio ?maz sobre Dilthey al cual, adem?s, tradujo ?ntegro a nuestra lengua.

A esta primera etapa pertenecen tambi?n los estudios de historia de la historiograf?a mexicana que, a decir verdad, ha sido poco cultivada entre nosotros. Bajo la direcci?n de Ram?n Iglesia, transterrado que fue maestro en El Colegio de 1941 a 1945, se inician algunos trabajos de investigaci?n historio gr?fica. Este entusiasta propagandista de la musa Cl?o y aparente enemigo de la ciencia Cl?o, public? en 1943 Cronis tas e historiadores de la conquista de M?xico ? El ciclo de

Hern?n Cort?s, donde emprend?a un an?lisis de las obras hist?ricas de algunos autores que se refer?an a la conquista. Es un libro bien escrito, estupendamente estructurado y que revela en su autor un profundo conocimiento del tema, igle sia ?junto con Alberto M. Salas que public? en 1959. su obra Tres cronistas de Indias? inaugur? la cr?tica historio gr?fica mexicana del siglo xvi. En 1944 agrup? una serie de trabajos elaborados entre 1929 y 1943 y los public? con el t?tu lo de El hombre Col?n y otros ensayos. Esta obra lamenta blemente no cont? con el ?xito editorial de su predecesora pese a que conten?a interesantes trabajos sobre Bernai D?az del Castillo y sobre Sig?enza y G?ngora. Una de las mayores contribuciones de El Colegio a la historia de la historia fue sin duda la obra Estudios de historiograf?a de la Nueva Espa?a coordinada por Iglesia y aparecida en 1945. La for maban una serie de siete monograf?as centradas en las narra ciones que de la conquista hac?an algunos cl?sicos de nuestra historiograf?a. Cabe se?alar como los m?s relevantes de entre ellos el de Hugo D?az-Thom? sobre Cervantes de Salazar, el de Ernesto de la Torre sobre Dorantes de Carranza y el de Julio le Riverend sobre Clavijero. En 1948 el doctor Silvio Zavala dirigi? otra obra colectiva sobre estudios de historia de la historia. El libro, que llevaba un pr?logo suyo, se titul? Estudios de historiograf?a americana y agru paba trabajos de alumnos del Centro tales como Mar?a del Carmen Vel?zquez, Luis Gonz?lez y Luis Muro. Una de las

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obras hist?ricas estil?sticamente insuperables que apareci? por aquellos a?os fue la de Fernando Ben?tez, La vida criolla en el siglo xvi. Su autor supo recrear, con un no muy grande acopio de fuentes, la sociedad colonial de esa ?poca, la ciu dad, la iglesia, las conjuras, los autos de fe. las obras litera rias, la encomienda, etc.

Una metodolog?a rigurosa y un acucioso manejo de las fuentes son quiz? las caracter?sticas fundamentales de las obras de los dos principales promotores e impulsores de la historia que se ha dado en llamar institucional: el doctor Silvio Zavala y el profesor Jos? Miranda. En rigor, la primera obra de este tipo publicada por El Colegio fue debida a Jos? Ma Ots Capdequ? y se titulaba El estado espa?ol en las Indias. Fue impresa en 1941 y en ella se abordaba el estudio de la legislaci?n hisp?nica, de las instituciones espa?olas en Am? rica y de las diferentes modalidades que les impon?a la pluralidad ?tnica del continente. Ots Capdequ? analizaba la encomienda ?seis a?os despu?s de la publicaci?n del estudio fundamental del doctor Zavala sobre ese tema? y las diferen tes instituciones econ?micas, el r?gimen tributario, etc. En 1944 con motivo de un concurso sali? premiada la ?nica obra presentada que era debida al entonces estudiante Carlos Bosch Garc?a. El trabajo fue impreso y llevaba por t?tulo La esclavitud prehisp?nica entre los aztecas. En ?l se abor daba no muy ampliamente un tema que resultaba novedoso. Su autor examinaba la situaci?n econ?mica y social del es clavo ind?gena y sus relaciones de dependencia. Una de las raras publicaciones del doctor Zavala que aparecieron con el pie de imprenta de El Colegio fue su estudio titulado Con tribuci?n a la historia de las instituciones coloniales en Guatemala que incluy? en la serie Jornadas en 1945. Como resultado de una amplia investigaci?n, el profesor Jos? Mi randa public? en 1952 una obra que merecer?a ser reimpresa no s?lo por el alarde erudito de que el autor hace gala, sino tambi?n por la forma en que trat? sus materiales y por la

manera como estructur? su trabajo. El tributo ind?gena en la Nueva Espa?a durante el siglo xvi acaso sea una de las

mejores contribuciones ?si no es que la mejor? de El Cole

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gio a la historia institucional. La selecci?n cuidadosa de los documentos y las citas siempre precisas, jam?s superfluas, as? como una clara exposici?n de los temas utilizando siempre una prosa rica, maleable y matizada muestran hasta qu? punto pueden, en un autor, llegar a conjugarse en una s?n tesis armoniosa la objetividad cientificista y la subjetividad art?stica. Dif?cil ser? para los estudiosos de la historia eco n?mica del siglo xvi pasar por alto esta obra. Un estudio met?dico del rico acervo documental que guarda el Archivo General de la Naci?n bajo los rubros de Bandos, Correspon dencia de virreyes, Historia, Ordenanzas, etc., as? comi? el manejo de algunos manuscritos y con el respaldo de una larga bibliograf?a y de m?ltiples lecturas, permiti? a la

maestra Mar?a del Carmen Vel?zquez "compilar y escribir" una obra que resultaba de gran inter?s: El estado de guerra en Nueva Espa?a ? 1760-1808. En ella y pese al laconismo del t?tulo la autora hac?a un estudio completo de las mili cias desde la ?poca del marqu?s de Cruillas hasta la de Iturrigaray y del efecto que-provoc? su existencia en el cre ciente sentimiento nacionalista mexicano de la segunda mi tad del siglo xvm y primeros a?os del xix.

Un cierto cambio en el esp?ritu de las publicaciones se hace sentir en los primeros a?os de la d?cada de los cincuen tas. Vemos en ello la directiva positivista de don Daniel. Siguiendo una vieja tradici?n decimon?nica algunos inves tigadores se lanzaron con entusiasmo a la tediosa labor de compilar, traducir, anotar y publicar documentos. El Colegio ten?a cierta tradici?n en esa l?nea con los trabajos de J. M.

Miquel i Verg?s acerca de la prensa insurgente, los de este autor y D?az-Thom? sobre los documentos in?ditos de Fray Servando y los de Millares Carlo y J. I. Mantec?n sobre los protocolos del Archivo de Notar?as, todos ellos publicados en la d?cada de los cuarentas. Entre 1949 y 1952 Javier Malag?n Barcel?, Enriqueta L?pez Lira y Jos? M^ Miquel i Verg?s publicaron en dos tomos las Relaciones diplom?ti cas hispano-mexicanas ? 1839-1898, interesantes tanto por el periodo que cubren como por los temas que tocan: la vida econ?mica, pol?tica y social del periodo m?s intranquilo y

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agitado de nuestra vida independiente. En 1957 Ernesto de la Torre Villar inici? la publicaci?n de la Correspondencia diplom?tica franco-mexicana ? 1808-1839, continuada con el t?tulo de Versi?n francesa de M?xico por la investigadora Lilia D?az. Esta colecci?n resulta de sumo inter?s para cono cer la actitud de la pol?tica francesa ante M?xico. Su impor tancia puede evaluarse por el uso que los estudiosos de la intervenci?n francesa han hecho de ella. En la reciente y exhautiva obra de Alfred J. Hanna y Kathryn A. Hanna sobre este periodo de nuestra historia se hace un uso fre cuente de esta compilaci?n documental. Con motivo de la celebraci?n del centenario del congreso constituyente de 1857 El Colegio public? primero la Historia y luego la Cr?nica de Francisco Zarco, que no hab?an sido publicadas en forma completa antes. En 1960 Emma Cos?o Villegas prolog? y edit? el Diario personal ?1855-1865? de Mat?as Romero que se inicia con la salida de este personaje de Oaxaca y termina con su gesti?n en Washington. Ese mismo a?o se publican las Estad?sticas econ?micas del porfiriato ? Comercio Exte rior de M?xico - 1811-1911. Por ?ltimo, entre 1960 y 1962, Luis Gonz?lez, Guadalupe Monroy, Luis Muro y Susana Uribe agobiaron pluma e intelecto para compilar las 24 078 fichas que formaron los tres gruesos tomos de sus Fuentes para la historia contempor?nea de M?xico ? Libros y folle tos (los tomos de Peri?dicos y revistas aparecer?an entre 1965 y 1967 en dos vol?menes que eran resultado de los esfuerzos de Stanley R. Ross).

Tres obras de historia pol?tica propiamente dicha apa recieron en este periodo. En 1952 Mois?s Gonz?lez Navarro vio impreso El pensamiento pol?tico de Lucas Alam?n que se agot? pronto. En 1955 la siempre afable Nettie Lee Ben son dio a las prensas de El Colegio su libro La diputaci?n provincial y el federalismo mexicano, trabajo fundamental que rastreaba los or?genes de las ideas federalistas en los primeros a?os de vida nacional hasta sus or?genes en la constituci?n liberal de C?diz de 1812. Por ?ltimo, en 1960,

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David McLean dio a la estampa su Vida y obra de Guiller mo Prieto.

Al finalizar esta segunda etapa, all? por los a?os 1965-1966 El Colegio hab?a publicado con su pie de imprenta o con el de la Casa de Espa?a en M?xico un total de 224 obras, de las cuales 110, o sea un 49.1%, eran de historia o de temas que de alguna manera hac?an uso del m?todo hist?rico. Desde 1967 nuevas perspectivas se abrieron a la labor editora de El Colegio con la creaci?n del departamento y la comisi?n de publicaciones, que sin duda han rendido buenos frutos.

La tercera etapa bien pudiera iniciarse con la autobio graf?a intelectual de Luis Gonz?lez. En la "Nueva Serie" de historia que inicia Pueblo en vilo ? Microhistoria de San Jos? de Gracia, aparecen representantes de las diversas ten dencias que acabamos de enumerar y que al cabo de treinta y cinco a?os del arranque del Centro, conviven en paz. Ni objetivos puros, ni subjetivos puros, todos de alguna manera hacen solamente historia.

La Microhistoria de San Jos? de Gracia, traducida al fran c?s con el sugestivo t?tulo de Histoire universelle de San Jos? de Gracia y al ingl?s como San Jos? de Gracia ? Mexi can village in transition le mereci? a su autor el premio Haring en 1971. La obra ha hecho correr mucha tinta: m?s de un centenar de comentarios en forma de rese?as, notas, art?culos; desde las recensiones en las revistas hist?ricas m?s especializadas hasta los comentarios period?sticos de Jos? Alvarado o de Jorge Ibarg?engoitia, y ha gozado de un buen n?mero de lectores, que van desde el meticuloso erudito hasta el simple aficionado. Hoy d?a en que la historia ha ido arrim?ndose cada vez m?s al rinc?n del especialista, en visible deterioro de sus sanas relaciones con el gran p?blico, siempre es grato y refrescante que alguien escriba historia ?y buena y documentada y erudita? sin desde?ar ni al sabio ni al hombre com?n y corriente. Por otra parte (y su autor quiz?s no coincida con ello), la obra abre una brecha nota blemente profunda en dos ?reas que hab?an venido culti v?ndose con ?xito: el de la historia mionumental y el de la monograf?a archiespecializada. En esta ?poca de atomizaci?n

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cultural, de microan?lisis, la musa Cl?o hubo de guarecerse de los fr?os guarismos y acaso est? ahora refugiada en una historia micro y macro a la vez y que revela en su autor la esencia de un historiador: el amor al pasado y al terru?o. Pueblo en vilo resume y compendia un cierto tipo de his toria pol?tica, social, institucional, econ?mica y urbana, a ratos biogr?fica y a ratos an?nima. No desoye a sus cong? neres, las otras historias locales y particulares, pero va m?s all?, pues su autor cre? un estilo personal, maduro y equi librado, donde campean humor y desenfado, esas dos difi cil?simas cualidades del buen escritor que tras una suave prosa oculta obst?culos insospechados. Voltaire dec?a que los libros de los ingleses eran mejores que sus autores, y pen samos que en el caso presente quiz?s se pudiera invertir la ecuaci?n.

La colecci?n se ha enriquecido con trabajos que han hecho incursiones en ?reas casi inexploradas en nuestro me dio. Dos obras de geograf?a econ?mica han aparecido en la colecci?n; la primera objetiva, clara y documentalmente rica debida a Alejandra Moreno Toscano se titula Geogra f?a econ?mica de M?xico ? Siglo xvi y vio la luz en 1968. La segunda, que tuvo como editor a Alvaro Jara, apareci? en el a?o de 1973 y se intitul? Tierras nuevas. Ah? apare cen estudios de ?ste autor, de Rolando Mellafe, de Roberto Cort?s Conde y de Enrique Florescano, entre otros.

La historia econ?mica ha merecido los cuidados de dos eminentes investigadores. Enrique Florescano nos dio en 1969 un estudio novedoso y original (y recordamos el elogio que le hizo Fran?ois Chevalier en la III Reuni?n de Histo riadores Mexicanos y Norteamericanos reunidos en Oaxtepec en noviembre de 1969), al que puso por t?tulo Precios del ma?z y crisis agr?colas en M?xico ? 1708-1810. En esta mis ma l?nea caen los trabajos de Jan Bazant, quien en 1968 nos ofreci? su Historia de la deuda exterior de M?xico; en 1971 Los bienes de la iglesia en M?xico (que fue traducida al ingl?s y le mereci? a su autor el premio Sahag?n) y hace apenas unos meses sus Cinco haciendas mexicanas. Cabe mencionar que en todos estos estudios este acucioso y meto

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dico autor hace uso de fuentes de primer orden analizadas y criticadas con agudeza. No emite juicios superfluos o aven turados y aunque en alguna ocasi?n contest? en una entre vista period?stica que no cre?a en las teor?as generales de la historia, varios de sus amigos y colegas desear?an que alguna vez, sali?ndose de su habitual y prudente circunspecci?n, nos hablase de su teor?a particular de la historia de M?xico.

Cuando Salvador Novo, entonces cronista de la ciudad de M?xico, quiso escribir su Historia de Coyoac?n, se encontr? con algunos problemas que dif?cilmente hubiese podido so lucionar si afortunadamente no hubiere ca?do en sus manos

el libro titulado El marquesado del Valle de Bernardo Gar c?a Mart?nez. Esta obra, que ha sido pr?diga veta para los trabajos de otros autores que ni siquiera se han tomado la pena de citarla y que, correspondiendo a su delicadeza, tam poco yo mencionar? aqu?, es una excelente investigaci?n acerca del se?or?o cortesiano, de su historia, de su demar caci?n geogr?fica, de su jurisdicci?n y de su estructura jur? dica y econ?mica. La obra no desmerece entre el selecto gru po de trabajos de historia institucional que ha producido el Centro, tales como los del doctor Silvio Zavala o el maestro Jos? Miranda. A este ?ltimo algunos alumnos del CEH le dedicaron en 1970 un merecido libro de homenaje (parecido al que a?os antes se le hab?a dedicado al doctor Zavala con el t?tulo de Estudios hist?ricos americanos) al que se le titul? Historia y sociedad en el mundo de habla espa?ola. Entre las muchas y valiosas contribuciones de distinguidos autores a este homenaje s?lo mencionaremos, como de singular in ter?s, la de Luis Muro, "La expedici?n Legazpi-Urdaneta a las Filipinas": la de Luis Gonz?lez sobre los informes presi denciales y la de Berta Ulloa sobre Taft y los antimaderistas. En 1971 nos obsequi? esta ?ltima autora con un libro fundamental, exhaustivo y particularmente documentado ti tulado La revoluci?n intervenida.

Gracias al empe?o de Berta Ulloa, de Josefina V?zquez, de Susana Uribe, de Luis Muro y de Luis Gonz?lez el Cen tro de Estudios Hist?ricos public? un homenaje a don Daniel Cos?o Villegas que apareci? con el t?tulo de Extremos

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de M?xico. Ah? se incluyen dos buenas semblanzas de don Daniel, una debida a Antonio Alatorre y otra a Enrique Krauze as? como una cronobibliograf?a elaborada por Susana Uribe, am?n de varios art?culos debidos a Luis Gonz?lez, Mois?s Gonz?lez Navarro, Romeo Flores, Jean Meyer, Lo renzo Meyer, Luis Muro, Mario Ojeda, Rafael Segovia, Berta Ulloa y Josefina V?zquez entre otros.

Fruto de sus desvelos en libros de texto, en historias pa trias y en varios libros escolares de este siglo y del pasado (algunos de ellos conseguidos gracias al ojo perspicaz de

Luis Muro), Josefina V?zquez, public? en 1970 su Naciona lismo y educaci?n en M?xico que mereci? reeditarse el a?o pasado. En esta l?nea cae tambi?n la obra de Jos? Mar?a Kobayashi, quien en 1974 vio en letras de molde su tesis doc toral a la que puso por t?tulo La educaci?n como conquista.

Dentro de la historia pol?tica del siglo xrx dos son los estudios fundamentales publicados recientemente por el Cen tro. El primero es debido a los esfuerzos del colombiano Fernando D?az D?az quien aplica conceptos extra?dos de las teor?as de Max Weber para poder clasificar sus Caudillos y caciques y el segundo a los del abrumadoramente erudito Mois?s Gonz?lez Navarro quien dio a la luz la historia de la guerra de las castas en Yucat?n con el t?tulo de Raza y tierra. Tambi?n conviene mencionar el libro de Romeo Flores Caba llero intitulado La contrarrevoluci?n en la independencia.

Dentro del campo de la historia de las ideas Javier Ocam po nos rese?? en Las ideas de un d?a el entusiasmo nacio nalista al d?a siguiente de la consumaci?n de la indepen dencia, y Germ?n Cardozo Galu? en su Michoac?n en el siglo de las luces rastre? los semiocultos y no bien estudiados or?genes de la ilustraci?n mexicana en sus manifestaciones intelectuales, pol?ticas, econ?micas y religiosas en una de las zonas m?s efervescentes de la segunda mitad del siglo xviii. Por ?ltimo, el que esto escribe public? en 1974 un libro titulado Ciencia y religi?n en el siglo xvii.

Despu?s de hurgar varios a?os met?dica y sistem?tica mente en los viejos y mal cuidados papeles del Archivo General de la Naci?n, la maestra Mar?a del Carmen Vel?z

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quez nos dio su historia del Establecimiento y p?rdida del septentri?n de Nueva Espa?a, que viene a corregir y a enfo car correctamente muchos de los falsos presupuestos hist?ri cos sobre los que se asentaban las razones de la p?rdida de m?s de la mitad del territorio nacional en la guerra de 1847 1848 (conviene se?alar que la autora deja al lector esta con clusi?n como mera cortes?a). Por otra parte este libro ?que consideramos por el momento dif?cil de superar? insiste en la necesidad de evaluar convenientemente el siglo xvm a efecto de poder comprender sin deformaciones ?pticas el siglo siguiente.

Indispensables como instrumentos de trabajo son las ocho publicaciones sobre Bibliograf?a hist?rica mexicana debidas a los trabajos de Susana Uribe, lamentablemente desapare cida de entre nosotros en agosto del a?o pasado. A Luis Muro debemos el ?ndice de Historia Mexicana, imprescin dible para su consulta y manejo.

Uno de los pocos "best-sellers" de El Colegio ha sido la Historia m?nima de M?xico en la que colaboraron varios autores: don Daniel, Ignacio Bernai, Alejandra Moreno, Luis Gonz?lez y Eduardo Blanquel. Pronto ver?n tambi?n la luz dos obras a las que auguramos buena acogida por parte del p?blico estudioso: una Historia general de M?xico en cua tro gruesos vol?menes, hecha con colaboraciones de miem bros del Centro y de otras instituciones, y una historia de M?xico desde la revoluci?n hasta 1964 coordinada y dirigida por don Daniel y por Luis Gonz?lez.

Si bien para 1972 el total de obras publicadas por El Colegio era de 280, de las cuales 125, es decir un 44.6% ver saban sobre temas hist?ricos, para septiembre de 1975 las publicaciones hab?an ascendido en n?mero a 331 de las cua les 143 o sea un 43.2% eran obras de car?cter hist?rico. Conviene mencionar; que gracias a que el actual jefe de publicaciones, Alberto Dallai, posee un genio inquisitivo e hipercr?tico, ha sido posible mejorar la calidad de las publi caciones, tanto en el formato y en las portadas de las edicio nes como en su tipograf?a.

La publicaci?n de las Jornadas ha llegado hasta el n?

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Maria del Carmen Velazquez

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Josefina Zoraida V?zquez

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mero 79, y entre ellas cabe mencionar el trabajo de Mois?s Gonz?lez Navarro titulado Sociolog?a e historia en M?xico; el de Jorge A. Lozoya sobre El ej?rcito mexicano? 1911 1965, y el de Ivette Jim?nez de B?ez sobre la L?rica corte sana y la l?rica popular actual. Esta ?ltima autora, en com pa??a de Margit Frenk, ambas del Centro de Estudios Lin g??sticos y Literarios dieron a la luz una obra de deliciosa lectura titulada Coplas de amor del folklore mexicano. Car los H. Magis public? en 1969 su libro La l?rica popular contempor?nea y el a?o pasado apareci? una obra, patro cinada por ese mismo Centro, que merece ser colocada entre las mejores ediciones en toda la historia de El Colegio: El cancionero folkl?rico de M?xico, que inicia una serie de cinco vol?menes con las Coplas del amor feliz. Esta espl?n dida obra nos hace recordar las viejas ?pocas del Cancionero de Upsala y de un otro Colegio posiblemente hoy ya casi desaparecido.

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