Crónica de un computador

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CRÓNICA DE UN COMPUTADOR Escrito por: Johanna Ortiz Mi recuerdo de ese día es muy vago. Lo que sí viene a mi memoria y aún existe es el televisor que se manejaba con una perilla de selección de canales. Mi padre siempre decía que dicha perilla no se debía mover en el sentido contrario a las manecillas del reloj y además al moverla había que hacerlo con una velocidad prudente porque se podía dañar. Claro está que esa norma se cumplía solo en frente de mi papá y a veces a mi hermana y a mí nos traicionaba el subconsciente y teníamos que aguantarnos la cantaleta y los regaños del viejo. Y es que porque pasar del canal doce al canal ocho teniendo que dar toda una vuelta con la perilla, sabiendo que podía retroceder y hacerlo en cuatro pasos? ¿Y porque paso a paso y no poder pasar “instantáneamente” de un canal y otro? El control en aquella época era un lujo. Mi papá llego muy contento con su nueva adquisición y lo instalo sobre el armario rosado. En aquel entonces nuestra casa tenía una sala amplia muy amplia que estaría destinada, en su debido momento a unas poltronas rojas y un gran comedor, pero para ese entonces la futura sala estaba dividida por dos armarios grandes que simulaban una pared y justo allí mi padre puso el nuevo tele de frente a las dos camas en forma de L, en una dormía mi mama y en la otra mi hermana y yo. Y allí me deleite por muchos años viendo los programas de TV favoritos: Candy todas las tardes y clase de Beverly Hills para los fines de semana. Meses antes mi padre había llevado a la casa una estufa verde con un horno el cual mi mamá no usaba mucho. Años más tarde sería el mismo quien lo usara para fabricar y vender pandebono. Quisiera decir que de esa manera le ayudaba a mi mamá a descansar un poco de hacer las arepas pero en

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CRÓNICA DE UN COMPUTADOR

Escrito por: Johanna Ortiz

Mi recuerdo de ese día es muy vago. Lo que sí viene a mi memoria y aún existe es el televisor que se manejaba con una perilla de selección de canales. Mi padre siempre decía que dicha perilla no se debía mover en el sentido contrario a las manecillas del reloj y además al moverla había que hacerlo con una velocidad prudente porque se podía dañar. Claro está que esa norma se cumplía solo en frente de mi papá y a veces a mi hermana y a mí nos traicionaba el subconsciente y teníamos que aguantarnos la cantaleta y los regaños del viejo. Y es que porque pasar del canal doce al canal ocho teniendo que dar toda una vuelta con la perilla, sabiendo que podía retroceder y hacerlo en cuatro pasos? ¿Y porque paso a paso y no poder pasar “instantáneamente”

de un canal y otro?

El control en aquella época era un lujo. Mi papá llego muy contento con su nueva adquisición y lo instalo sobre el armario rosado. En aquel entonces nuestra casa tenía una sala amplia muy amplia que estaría destinada, en su debido momento a unas poltronas rojas y un gran comedor, pero para ese entonces la futura sala estaba dividida por dos armarios grandes que simulaban una pared y justo allí mi padre puso el nuevo tele de frente a las dos camas en forma de L, en una dormía mi mama y en la otra mi hermana y yo. Y allí me deleite por muchos años viendo los programas de TV favoritos: Candy todas las tardes y clase de Beverly Hills para los fines de semana.

Meses antes mi padre había llevado a la casa una estufa verde con un horno el cual mi mamá no usaba mucho. Años más tarde sería el mismo quien lo usara para fabricar y vender pandebono. Quisiera decir que de esa manera le ayudaba a mi mamá a descansar un poco de hacer las arepas pero en realidad a ella le tocaba más duro porque era precisamente ella la encargada del marketing y de entregar el producto a los interesados y pues en ese lleve y traiga se cansaba aún más. La nueva estufa se ubico en lo que en esa época era la cocina, después en esa misma habitación llegaría mi hermana mayor con nuestro primer computador.

Barrigón, negro, sin sueños de internet, con la enciclopedia Encarta, en un pequeño escritorio con algo de desnivel, y en una habitación oscura donde siempre fue necesario encender la luz, en esas condiciones estaba el computador. En él hacia algunos trabajos, escuchaba la música que me gustaba y en ese sentido ya no era como antes, porque antes no había opción tenía que alternarme entre una emisora de rock en español y otra de salsa romántica para escuchar canciones de caifanes, David summers, Willi Gonzales y Andy Montañés entre otros.

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El nuevo computador también tenía instalado juegos como tomb raider, de billar y otros que nunca llamaron mi atención.Pensándolo bien la maquina sin internet podría tornarse muy aburridora y hasta obsoleta, sin embargo creo que tengo muchas cosas que agradecerle a ese computador y por supuesto a mi hermana por llevarlo a casa. Porque gracias a él aprendí lo necesario en el manejo de herramientas como Word, paint y Excel. Lo anterior contribuyo enormemente a mi trabajo como profe. Antes los talleres los hacía en una máquina de escribir electrónica. Realmente en esa época ya estaban en furor los pc pero el presupuesto solo alcanzaba para eso.

Mi vieja máquina de escribir electrónica me acompaño varias madrugadas. Ya en la sala linda de poltronas rojas y en el gran comedor donde me podía extender como verdolaga en playa con todos mis papeles y amados libros de matemáticas, mientras mi mamá hacía sus arepas para vender, yo me levantaba temprano para diseñar talleres y exámenes para los estudiantes.

Aun conservo evidencias de aquellos trabajos. Pero con el computador de mi hermana y la ayuda de un scanner, hice material de aula mucho más interesante, lleno de imágenes y de color y también llene varios diskettes. Desafortunadamente los diskette tenían un gran defecto y es que se dañaban muy rápido y un buen día al pc también le cayó un virus que hizo que todo se perdiera. A partir de allí aprendí a grabar las cosas importantes de varias maneras. Hoy afortunadamente existe la nube y allí no tienen pierde, se ahorra dinero y siempre están disponibles a cualquier hora y desde cualquier lugar.