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UNA HISTORIA DE MI FAMILIA “Crónica de una búsquedaAutor: Deborah Thompson

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UNA HISTORIA DE MI FAMILIA

“Crónica de una búsqueda”

Autor: Deborah Thompson

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ÍNDICE

Objetivos y justificación ………………………………………………………………….Pág. 2

Introducción ……………………………………………………………………………. Pág. 3

“Tierras lejanas” …………………………………………………………………………. Pág. 4

“Una búsqueda personal” ……………………………………………………………… Pág. 5

“El vapor ALSINA” ………………………………………………………………………. Pág. 6

“Madre hay una sola” …………………………………………………………………… Pág. 6

“Una nueva vida en Buenos Aires” …………………………………………………...... Pág. 8

“El legado familiar” ………………………………………………………………………. Pág.10

Conclusiones …………………………………………………………………………… Pág.12

Bibliografía ……………………………………………………………………………… Pág.13

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UNA HISTORIA DE MI FAMILIA

“Crónica de una búsqueda”

OBJETIVOS Y JUSTIFICACIÓN

Este relato tiene su origen en una búsqueda personal. La investigación de una historia que

significa mucho para mí. La necesidad de completar algo, de rebrotar una raíz cortada. Intentar

remontarme lo más que pueda en el tiempo, como para poder entender el por qué de las cosas. Y

con todo eso llegar a plasmar la historia de una manera más clara y más certera, para que pueda

ser transmitida algún día a los que desciendan de mí. Siento que se lo debo a los que quedaron

atrás, que son parte de mí, pero que hasta hoy no tenían un lugar en mi historia.

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NTRODUCCIÓN

Personajes memorables existen en todas las familias. Personajes memorables que cuentan

historias memorables, una y otra vez. Basta con reconocer el instante en el que se pierden las

miradas, dando lugar a una sonrisa evocada. Entonces, y casi sin volver al presente, comienzan a

pronunciarse las primeras palabras de un relato que en seguida nos resulta familiar.

Pero también existen en casi todas las familias los personajes que no hablan, las historias que

no se cuentan. Es justamente una de esas historias no contadas la que hoy nos compete.

Ésta es la historia de una búsqueda. Mi búsqueda, intrépida, por descubrir las raíces

armenias de mi abuelo, que son mis raíces también.

Jorge es mi abuelo materno. Tiene 94 años, casi un siglo, y los lleva muy bien. Vive en su

casa de Martínez, solo. Enviudó hace dos años, y no hay un sólo día en el que no exprese cuánto

extraña a Molly (mi abuela). Tiene 4 hijos, 7 nietos y 4 bisnietas. Por éstas últimas él se desvive…

Afirma que ya está listo para irse. Dice que extraña a Molly, que todos sus amigos fallecieron

y que ahora se aburre. Por eso le gusta que lo vayan a visitar. Disfruta las charlas sobre los temas

actuales. Habla de política y de economía. De cómo todo se vuelve a repetir. Habla sobre autos,

motores, cilindros, velocidades. Sugiere restaurantes a los que podemos ir a comer, y qué platos

hay que pedir en cada uno. Y habla sobre deportes. Básicamente del tenis. Le gusta muchísimo el

tenis. Pero cuando le pregunto sobre su infancia… ahí ya no habla. Y se pone un poco

incómodo…

Ese es un tema tabú en la familia. Sabemos muy poco sobre su infancia. Apenas algunas

ideas vagas, pero nada en concreto. Porque él nunca contó mucho. Y porque nunca nadie

preguntó demasiado… Hacia allí me embarco entonces yo.

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TIERRAS LEJANAS

Mi abuelo se llama Jorge Nikotian, pero arribó a la Argentina como “Kevork” Nikotian. En

armenio “Kevork” significa Jorge. Él es de origen armenio, pero nació en Atenas, Grecia, en el año

1918, unos meses antes del fin de la Primera Guerra Mundial.

Sus padres habían nacido en Esmirna (Turquía) y pertenecían aparentemente a familias de la

burguesía armenia. Se habían radicado en Grecia, como muchos otros armenios, a causa de los

problemas político-sociales de la época. Allí, mi bisabuelo, Hrand Nikotian, se desempeñaba como

diplomático. Era el “Presidente de la Colonia Armenia en Grecia”. Allí falleció la madre de mi

abuelo, cuando él era todavía un niño. Su padre se casó al poco tiempo con Nazik, quien se

convirtió en su madrastra.

En 1915, Armenia sufrió el Genocidio perpetrado por el Estado Turco, el cual se extendió

hasta el año 1923. En el año 1922 Grecia perdió la soberanía sobre la ciudad de Esmirna frente a

los Turcos. Miles de ciudadanos Griegos y Armenios fueron asesinados, y los sobrevivientes se

refugiaron en Atenas. Estaba prohibido el regreso de los griegos y armenios a Turquía, por lo que

en 1923 Grecia aceptó la repatriación de 1.400.000 refugiados griegos. Ese hecho derivó en una

inmigración masiva que agravó de manera considerable la situación económica del país. Habiendo

sobrevivido a las persecuciones y al Genocidio del año 1915, fue la crisis económica lo que volvió

determinante la decisión de mi bisabuelo, quien partió rumbo a la Argentina, junto a su esposa y

sus dos hijos.

La familia Nikotian arribó al puerto de Buenos Aires el 24 de agosto de 1923, a bordo del

vapor “ALSINA”, de bandera francesa. Mi abuelo sólo recordaba haber arribado al país con una

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tormenta muy fuerte, un día de mucha lluvia, al que todos referían como “La tormenta de Santa

Rosa”. Era un niño de 5 años, y después de haber estado casi un mes a bordo del barco, aquella

tormenta es el único recuerdo que atesora en su memoria. Había viajado desde Atenas a Buenos

Aires con su padre, su madrastra y su hermano menor, Nubar, durante aproximadamente un mes,

y no recuerda absolutamente nada del viaje. “¿Nada más?” le pregunté yo. “Nada más” respondió

él de manera tajante. Ésta declaración me desilusionó un poco. Realmente pensé que él iba a

tener una historia interesante por contar… Su relato continuó con una larga serie de espacios en

blanco. Diversos estudios de sociología y psicología describen éste tipo de comportamientos. Es

un mecanismo de defensa muy propio del ser humano, que le otorga a uno la capacidad de borrar

pasajes enteros de su memoria.

UNA BÚSQUEDA PERSONAL

Dada la escasa información que obtuve del relato de mi abuelo, me vi obligada a seguir por

mi cuenta, tratando de armar la historia como un rompecabezas, uniendo piezas, llenando

huecos. Pero ¿por dónde empezar? “Tengo una caja de documentos. Los podés ver si querés”

había indicado mi abuelo. Me adueñé entonces de una vieja caja de madera, llena de

documentos, papeles y algunas fotos. Y empecé.

Dediqué varias horas a reparar con cinta y con mucha delicadeza todas las grietas que tenían

las hojas. Parecía que algunas iban a desarmarse en mis manos. Varías páginas dejan clara

evidencia de haber sido dobladas y desdobladas quizás demasiadas veces. Al leer algunos

documentos, me topé con otro conflicto: varios estaban escritos en otros idiomas. Para ser más

exacta, en cinco: griego, armenio, turco, francés y español. Esto tiene su razón lógica: es lo que

suele suceder cuando a un pueblo lo despojan de su lugar, y debe comenzar a incorporar los

elementos culturales de otros, como ser el idioma, por ejemplo. Advertí que el estado Argentino

tomaba como válidos los documentos legalizados frente al gobierno Francés. Eso explica la

cantidad de documentos traducidos al francés, a la vez que me aportó la posibilidad de descifrar

su contenido. Otros sólo están en su idioma original, haciendo imposible la lectura ( al menos

hasta el momento).

En un pasaporte de 1919 mi bisabuelo Hrand figura como “Protegido Especial” del

Consulado de Francia en Atenas. Éste le otorgaba el pase libre entre los países aliados. Un

telegrama de 1920, dirigido hacia la delegación Armenia en Francia, reportando las situaciones de

masacre, al pie: la firma de mi bisabuelo como Presidente de la Colonia Armenia en Grecia.

Son rastros de una situación muy lejana, de la cual me resulta casi imposible hacerme una idea…

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EL VAPOR ALSINA

Dos pequeños niños en una amarillenta fotografía que apareció anexada a un documento de

viaje y unos garabatos en lápiz en el reverso de la hoja, fueron los primeros rastros que encontré

de ese niño y su viaje… Luego varias hojas con el nombre del vapor “ALSINA” sellado con tinta

azul en el encabezado permitió empezar a establecer un orden. Las aclaraciones en lápiz, de mi

bisabuelo o bisabuela, resultaron de mucha ayuda. Advertí una ordenada y cuidadosa clasificación

de los documentos. Advertí un plan, algo programado. Imagino que dadas las circunstancias de

ese viaje, todo lo que fuese documentación o prueba de su existencia cobraba un valor

inigualable… Fueron presentadas ante las autoridades del barco: la “hoja judicial”, la “hoja de

trabajo o industrial” y la “hoja de salud” (válida para toda la familia). Esta última venía con dos

comprobantes adjuntos, con sello del Departamento Nacional de Higiene, especificando que

habían sido vacunados en viaje. Estos comprobantes me aportaron otros dos datos adicionales:

que habían viajado en 2º clase, y las edades de mis bisabuelos: Hrant tenía 46 años y Nazik 26 al

momento de su arribo a Buenos Aires. Kevork y Nubar tenían 5 y 4 respectivamente.

Mi abuelo no recuerda desde dónde zarpó el barco. Lo más lógico sería suponer que siendo

éste de bandera francesa, y dada la relación que tenía mi bisabuelo con el gobierno francés, el

vapor haya partido desde algún puerto de Francia. Marsella figura como ciudad de origen para

varios vapores que llegaron a Buenos Aires en la época. Marsella se presenta entonces como la

opción más fuerte.

Desde 1920 la Argentina ha recibido a unos 40.000 armenios en calidad de refugiados,

especialmente en Buenos Aires y Córdoba. Durante el año 1923 se registró el número más alto de

inmigrantes armenios que ingresaron al país. Hubo un notorio incremento del sector calificado y

semi-calificado, con una diversificación de las categorías socio-profesionales, ya que se trató de la

emigración forzada de toda una población, incluyendo todas sus categorías socio-profesionales, y

ya no sólo de aquellos que buscaban mejorar su situación económica. Se observó ese año un

elevado número de inmigrantes acompañados por sus familias, así como también un porcentaje

mucho más elevando de inmigrantes que sabían leer y escribir (comparado a los registros de años

anteriores).

MADRE HAY UNA SOLA

Sobre mi bisabuela biológica no sé mucho… Sólo que falleció en Grecia, cuando mi abuelo

era muy pequeño. Nazik, su segunda esposa, fue quién viajó con ellos a la Argentina, ocupándose

de la crianza de los 2 niños. Es Nazik a quien mi abuelo siempre consideró y llamó “mamá”.

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Durante la charla inicial que tuve con él, resultaba confuso el hecho de no saber si cuando

decía “mamá” se refería a su madre biológica o a Nazik. Entonces lo interrumpí y le pregunté. Y su

respuesta fue muy clara: “Ahora siempre cuando digo “mamá” es Nazik.” Acompañé su silencio

durante unos segundos, para luego hacerle otra pregunta incisiva: “¿Recordás al menos su

nombre?” Su respuesta fue negativa. Debo admitir que es algo que me dolió un poco. Perdió a su

madre a los 4 años. ¿Cómo es que no recuerda nada? y ¿por qué nadie mantuvo vivo su

recuerdo?

En medio de mi búsqueda, encontré el certificado de matrimonio de Hrant y Nazik, pudiendo

dejar estableciendo que se casaron el 22 de octubre de 1922, en Atenas. Éste certificado aparece

original en armenio, y traducido luego al francés y español.

Varios de los documentos que hallé fueron expedidos en el año 1934, como extensiones de

los documentos originales, con el objetivo de ser legalizados por el estado Argentino. Desconozco

si viajaron personalmente a Grecia para buscarlos, o si fueron pedidos y enviados por correo. Lo

cierto es que entre ellos hallé algunos datos relevantes y por demás interesantes, por ejemplo, las

incongruencias entre los datos del certificado de matrimonio original de 1922 y su copia, expedida

en 1934 por el Arzobispado Armenio en Grecia. Los datos de mi bisabuelo son los mismos en

ambos papeles. Pero la fecha del casamiento, y la fecha de nacimiento de la novia no coinciden.

Mi teoría es que se mezclaron los datos de los dos casamientos de mi bisabuelo. Si estoy en lo

correcto, entonces mi bisabuela biológica nació el 15 de noviembre de 1895, y el primer

casamiento de mi bisabuelo tuvo lugar el 5 de mayo de 1917 (lo cual tiene sentido, ya que mi

abuelo nace un año después).

Hasta aquí todo lo que tenía eran suposiciones... Pero luego apareció un certificado. Un

certificado de defunción. “Su” certificado de defunción. Demoré unos segundos, antes de retomar

la lectura. Estaba por enterarme de algo que nadie me había contado, un misterio aún no resuelto.

Y fue como una revelación: el nombre de mi bisabuela era “Angela”. Un nombre de origen griego,

que significa “mensajera de Dios”. Angela falleció el 15 de abril de 1922, en Atenas, un día antes

de que mi abuelo cumpliera 5 años. Esto explica quizás la falta de recuerdos. O quizás no tenga

nada que ver con ello. Lo que sí es un hecho es que a los seis meses mi bisabuelo se casaba por

segunda vez, y un año más tarde dejaban Grecia para siempre.

Respeto los sentimientos de mi abuelo. Supongo que Nazik supo ganarse el corazón de los

dos niños, y me alegro de que así fuera. Pero me alegro también de haber conocido el nombre de

mi bisabuela. Significó mucho para mí...

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UNA NUEVA VIDA EN BUENOS AIRES

El barrio de Flores fue el primero en albergar a la familia. El tío de mi abuelo (el hermano de

Nazik) vivía hace ya algunos años en la Argentina, y fue él quien los ayudó a conseguir un

departamento. Primero vivieron sobre la calle Fray Cayetano, y al poco tiempo se mudaron a tan

solo media cuadra de allí, a otro departamento sobre la calle Bogotá. Mi abuelo no recuerda nada

de su país de origen, ni del viaje que lo trajo hasta acá, pero recordó sin siquiera vacilar el nombre

de las calles donde vivieron apenas llegaron. Así son las cosas… Yo recuerdo de memoria el

teléfono de mi primera casa.

En un principio, mi bisabuelo se estableció junto a su cuñado para trabajar. Pero después se

separaron. Mi abuelo dice que su padre tenía una forma de trabajar completamente diferente. Que

era un hombre muy hábil, y que pudo levantarse rápidamente. Habían llegado al país sin nada y

fue necesario hacer algunos sacrificios. Tuvo que vender el anillo de diamantes de su esposa, para

hacer un poco de dinero y con eso comenzar un nuevo emprendimiento. Pero mi abuelo

enseguida agregó: “Claro que después lo compensó ¡regalándole unos cuantos anillos más!”. Mi

bisabuelo se dedicó a lo que él sabía hacer: comercio e importaciones. En un momento le empezó

a ir muy bien. Entonces pudo ayudar a muchos armenios. En general, los nuevos que venían se

establecían en el barrio de “Once”, y mi bisabuelo les daba créditos de mercadería a largo plazo,

como para que pudieran empezar su negocio. Con eso ayudó a muchos. Según mi abuelo su

padre era un “capo” dentro de la colectividad (en el amplio sentido de la palabra). Le decían “el

Cacique”.

En el año 1932, se mudaron a una casona de dos pisos en Belgrano, sobre la Avenida del

Libertador. A mi abuelo se le iluminó la cara al recordar aquella casa, que en la actualidad ya no

está en pie. En su lugar se erigieron edificios, además del túnel. Con el tema de la casa mi abuelo

se largó a hablar. “Era linda. Abajo estaba la recepción, el comedor, dos salas y la cocina. Y arriba

tenía 4 dormitorios: 2 los unieron para mi mamá y mi papá, otro que era para Nubar y para mí, y

otro que lo hicieron biblioteca. Era una casa muy linda… Ahí se casó la Sra. de Fortabat. Le

prestamos la casa para el casamiento.” También dijo que había una señora que se ocupaba de

limpiar la planta baja, y otra que atendía la planta alta. Había dos cocineras españolas. Él aún

recuerda el nombre de una de ellas: Josefina. Su madre les había enseñado varias recetas, para

que aprendieran a cocinar como ella lo hacía. En la casa se comía mucha comida armenia. Era la

que les gustaba comer a ellos, especialmente a mi bisabuelo, que gustaba de lo oriental: los

porotos, los dátiles, el aceite de oliva. Pero también se animaron a algunos platos típicos de la

Argentina, como las empanadas y el todavía hoy favorito de mi abuelo: ¡bife con papas fritas!

Del mismo modo les enseñaron a las cocineras a preparar el café como se tomaba en

armenia. Cuenta mi abuelo que su padre siempre pedía tomar un “surch”. Surch es café, en

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armenio. En realidad mi abuelo no recuerda si es en armenio, griego o turco, pero asegura que es

café.

Tenían además un chofer, porque mi bisabuelo no manejaba. Sí sabía manejar Nazik, a quien

le gustaban mucho los autos. Mi bisabuelo había comprado para ella el primer BMW que ingresó a

la Argentina. Se lo habían ido a ofrecer especialmente a la casa. Pero ese auto tuvo un final

trágico: Nazik lo dejó un día en la cima de una barranca, sin el freno de mano puesto, y el auto se

deslizó barranca abajo, estrellándose contra una pared. Una verdadera pena…

Ese mismo año mi bisabuelo trajo a su suegra desde Atenas. Le pagó un pasaje para que

viajara a la Argentina, y le alquiló un departamento en Belgrano, a 100mts de su casa. Mi abuelo

entonces conoció a su abuela personalmente. Fue a la única de sus abuelos que llegó a conocer.

Él dijo tener noción de que ella estaba aún en Grecia, porque era la madre de su madre, pero que

no la recordaba.

Un año más tarde, Hrand mandó a buscar de la misma manera a sus 3 sobrinos (los hijos de

su hermano fallecido) y a la madre de éstos (su cuñada). Los niños tenían edades similares a las

de mi abuelo y su hermano. Alquiló un departamento para ellos, y los mantuvo al comienzo,

ocupándose también de la educación de los chicos.

En cuanto a la barrera cultural y del idioma, ellos contaban, a diferencia de la mayoría, con la

ventaja de hablar varias lenguas. Nazik había recibido su educación en una escuela inglesa, con lo

cual era el inglés el idioma que usaba para hablar con los chicos y con su marido. Mi bisabuelo

hablaba varios idiomas también. Mi abuelo dijo no acordarse del idioma que hablaba en Grecia.

Aprendió armenio años más tarde, con la llegada al país su abuela materna. Ella era la única que le

hablaba en armenio.

Mi abuelo y su hermano aprendieron castellano en el colegio. Primero fueron al del Estado: el

Nacional de Flores. A la tarde los mandaban a un colegio particular, de inglés. Él dice que era para

que no estuvieran encerrados en el departamento todo el día… La que se ocupaba de la

educación de los chicos era la madre. Mi bisabuelo no se metía para nada.

A mi abuelo lo mandaron después al Word, un colegio americano. Y al terminar allí, le

agregaron un año más de estudios, en el English High School. Para ese entonces el tenía 15 años.

Luego se fue a Europa para realizar sus estudios universitarios. Estuvo dos años en

Manchester (Inglaterra) estudiando Ingeniería Textil. El plan era recibirse de ingeniero, para luego

regresar a la Argentina y continuar con el negocio familiar. La carrera tenía una duración de 3

años, pero se estaba por desatar la guerra, por lo cual su padre lo hizo volver al país antes de que

pudiera recibir su título.

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EL LEGADO FAMILIAR

Caminando por el barrio de Palermo Viejo, uno puede advertir que la calle Acevedo cambia

de nombre entre las avenidas Córdoba y Santa Fe. En ese tramo, la calle pasa a llamarse

“Armenia”. Palermo Viejo se transformó en el entorno por excelencia de la colectividad armenia en

Buenos Aires, y en homenaje a ello el Concejo Deliberante de la Ciudad rebautizó la calle en el año

1984.

A lo largo de esas cuadras se ve cómo emerge la cúpula de la Catedral San Gregorio el

Iluminador, perteneciente a la Iglesia Apostólica Armenia. Al 1353 de la calle Armenia: unas rejas

altas, enmarcan la entrada a la catedral. El edificio posee una importante fachada. Toda blanca.

Puede observarse la cúpula del campanario, tres arcos de medio punto y sobre ellos tres

rosetones. Hay una imponente escalinata para ingresar, que guían hasta la entrada principal. Pero

antes de ingresar, volteando hacia la derecha, hay un busto en mármol. Un hombre, serio. Y en la

placa se lee un nombre: “Hrand Nikotian”. Fue mi bisabuelo fue quien donó en 1935 el dinero para

la construcción de la iglesia. Donó la quinta parte de su patrimonio personal. Consideraba que una

iglesia era lo que preservaba la identidad nacional, más allá de los fines espirituales y culturales. El

director y arquitecto ad-honorem del proyecto fue Israel Arslan. En 1937 se finalizó la construcción

y el 10 de abril de 1938, con la visita de Monseñor Jachadurian al país, se inauguró la catedral.

Una nueva etapa comenzaba en la pequeña gran historia de la comunidad Armenia.

"Donde va un armenio, lo primero que hace es fundar una iglesia". Éste es un dicho popular.

Las iglesias son el epicentro de la vida social armenia, La catedral de San Gregorio se encuentra!

rodeada del Arzobispado, el Centro Armenio, el Instituto Educativo San Gregorio el Iluminador, la

sede de la Unión General Armenia de Beneficencia y su Instituto Marie Manoogian, la Asociación

Cultural Tekeyán, la Asociación Cultural Armenia, el Centro Cultural Tadrón, la Unión

Compatriótica Armenia de Marras, además de locales comerciales armenios, en donde pueden

encontrarse especialidades culinarias, especias y objetos tradicionales.

Mis bisabuelos siempre colaboraron y formaron parte de los grupos de la comunidad. En

1930 Hrand fue designado presidente honorario de la IAIA (Institución Administrativa de la Iglesia

Armenia) más conocida por todos como el Centro Armenio. Ese mismo año Nazik integró la

primera Comisión de Damas del Centro Armenio. Tras la consagración de la iglesia ese grupo se

transformó en la Comisión de Damas de la Iglesia San Gregorio El Iluminador, aumentado casi al

doble la cantidad de miembros.

Mi abuelo también realizó sus aportes como miembro de la comunidad. En 1940 se creó la

Liga de Jóvenes Armenios (HOM), y se designó la primera comisión de la Liga. Mi abuelo fue el

primer presidente. Él recuerda que se juntaban y organizaban eventos culturales y deportivos,

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aunque se quejó de que en deportes “sólo había ping-pong”. Los jóvenes armenios de la ciudad

no tenían muchos lugares a dónde concurrir y en ese entonces el HOM era el lugar donde estaban

todos. Pero había otra liga de jóvenes armenios: La Unión General Armenia de Cultura Física.

Tenían un campo de deportes en Ramos Mejía, y allí concurría mi abuelo para hacer ejercicio. En

1943 se organizó una competencia deportiva, en la cual mi abuelo superó el récord europeo de

salto en alto, aunque no alardea mucho al respecto: “Hoy ya no es nada lo que salté… pero en el

club, en Ramos Mejía, todavía debe figurar eso en algún lado…”

Los aportes de mi familia a la comunidad armenia, en pos de mantener vivas las raíces fueron

varios. Sin embargo, mi abuelo nunca supo si sus padres regresaron alguna vez a su país de

origen... Él, por su parte, nunca fue. Cuando le pregunté si es algo que le hubiese gustado hacer,

me respondió que no. Dijo que a él le gusta viajar a donde hay naturaleza… a donde “las cosas

comienzan”.

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CONCLUSIONES

“Donde las cosas comienzan” Ésta frase de mi abuelo responde bastante a mis preguntas.

Las cosas para él comenzaron aquí, en la Argentina. Y lo dejó bien en claro: “si viví acá… mis

memorias están acá. Mi vida está acá”. Con sus 94 años considera que ya no hay para él otro

lugar en el mundo. Él es argentino. Está naturalizado, y se siente parte de éste país. Aún así, no

dudó un segundo en hacer valer sus conexiones armenias, para cerrar nuestra charla efectuando

una invitación: “Igual podemos ir un día a comer comida armenia ahí enfrente de la iglesia. Yo

tengo el teléfono de la iglesia. Los puedo llamar para pedirles el teléfono del restaurant.“

No existen costumbres armenias en mi familia. Hace no más de 5 años, probé un plato

armenio por primera vez, y no fue de la mano de mi abuelo. Me gusta pensar que de alguna

manera son a veces las raíces las que salen a buscarlo a uno, y lo encuentran. O por lo menos

ese fue mi caso. Tuve la oportunidad de conocer varias personas armenias, en ámbitos muy

distintos: en el trabajo, en la facultad, en la vida. Y a través de ellos se fueron presentando ante mí

aspectos de una cultura, que en definitiva, completa un poco más la mía. Vivo con un argentino-

alemán, que trabaja para una empresa armenia, y que ya ha viajado al menos 3 veces a ese

pequeño país. Con los casi 200 países que hay en el mundo: si eso no es una maniobra del

destino ¿entonces qué es?

Ésta búsqueda me ha servido para abrir una puerta. Hace 2 años cenando en “Sarkis” (un

restaurant armenio) me animé a la lectura de la borra del café: “Te vas a ir a vivir lejos, cerca del

agua y te va a ir muy bien en la vida” eso fue lo que vio Roxana, la vidente, en el fondo de mi

pocillo. Ojalá sea cierto. Conocer otras culturas y vivir en otra sociedad es una experiencia que me

gustaría vivir. Es algo que de hecho está en mis planes. Y en mi caso, puedo decir que tendré la

suerte de llegar con una historia que sueña con seguir siendo contada.

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BIBLIOGRAFÍA

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“Observatorio de Colectividades – Buenos Aires, mosaico de colectividades” Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires - Dirección General de Relaciones Institucionales. Secretaría General

Disponible en: http://www.buenosaires.gob.ar/areas/secretaria_gral/colectividades/?col=2