Cruz de Jaspeado

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LA CRUZ DE JASPEADO En nuestro país, los mitos y leyendas son una parte importante de nuestra tradición oral. En casi todos los pueblos se transmiten, de generación en generación, relatos de sucesos extraordinarios que se han ido modificando conforme pasa el tiempo y por las distintas personas que los recogen. En Texcoco existen varias leyendas que poseen versiones encontradas respecto a su origen. En el caso de la leyenda de La Cruz de Jaspeado la historia más difundida es aquélla que asegura que tras una pelea entre padre e hijo éste último no había encontrado la paz después de su muerte. También se aseguraba que la cruz es el último vestigio de un antiguo panteón donde reposaban los restos de Francisco Jaspeado. Sin embargo, Don Ricardo Jaspeado García, bisnieto del protagonista, nos cuenta la historia real de la Cruz de Jaspeado, que por generaciones ha pertenecido a su familia. Alrededor de 1840 su bisabuelo, Don Roberto Jaspeado, llegó a Texcoco después de recibir instrucción con unos frailes franciscanos. Ahí había adquirido el apellido Jaspeado por recomendación de sus tutores, pues no era correcto que él llevara el apellido de cualquiera de ellos. En esa misma época, aprendió español, inglés, francés y los secretos de las hierbas curativas. En Texcoco, Don Roberto se convirtió en un hombre próspero pues sabía trabajar y aprovechar lo mejor de la tierra y tenía también una tenería en el Barrio de la Conchita. Además, montó una botica frente al actual jardín municipal, aprovechando las enseñanzas de los frailes en el seminario. Debido a su formación, era un hombre muy católico, celoso de guardar los preceptos de la Iglesia. Tuvo tres hijos: dos varones y una mujer. El primero de ellos, Vicente, estudió medicina y estuvo mucho tiempo sirviendo en varias campañas militares bajo el cobijo de Don Porfirio Díaz, quien era compadre de Don Roberto Jaspeado.

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Mitos y Leyendas de Texcoco

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LA CRUZ DE JASPEADO

En nuestro país, los mitos y leyendas son una parte importante de nuestra tradición oral. En casi todos los pueblos se transmiten, de generación en generación, relatos de sucesos extraordinarios que se han ido modificando conforme pasa el tiempo y por las distintas personas que los recogen.

En Texcoco existen varias leyendas que poseen versiones encontradas respecto a su origen. En el caso de la leyenda de La Cruz de Jaspeado la historia más difundida es aquélla que asegura que tras una pelea entre padre e hijo éste último no había encontrado la paz después de su muerte. También se aseguraba que la cruz es el último vestigio de un antiguo panteón donde reposaban los restos de Francisco Jaspeado.

Sin embargo, Don Ricardo Jaspeado García, bisnieto del protagonista, nos cuenta la historia real de la Cruz de Jaspeado, que por generaciones ha pertenecido a su familia.

Alrededor de 1840 su bisabuelo, Don Roberto Jaspeado, llegó a Texcoco después de recibir instrucción con unos frailes franciscanos. Ahí había adquirido el apellido Jaspeado por recomendación de sus tutores, pues no era correcto que él llevara el apellido de cualquiera de ellos. En esa misma época, aprendió español, inglés, francés y los secretos de las hierbas curativas.

En Texcoco, Don Roberto se convirtió en un hombre próspero pues sabía trabajar y aprovechar lo mejor de la tierra y tenía también una tenería en el Barrio de la Conchita. Además, montó una botica frente al actual jardín municipal, aprovechando las enseñanzas de los frailes en el seminario.

Debido a su formación, era un hombre muy católico, celoso de guardar los preceptos de la Iglesia. Tuvo tres hijos: dos varones y una mujer. El primero de ellos, Vicente, estudió medicina y estuvo mucho tiempo sirviendo en varias campañas militares bajo el cobijo de Don Porfirio Díaz, quien era compadre de Don Roberto Jaspeado.

Por su parte, su otro hijo varón, Francisco, se hizo cargo de la botica. Aunque él era el responsable del lugar, su padre revisaba semanalmente las cuentas para vigilar que el negocio marchara bien.

En cierta urgencia, un amigo de Don Francisco acudió a él en busca de un préstamo. Éste, confiado, le facilitó la cantidad solicitada. Así ocurrió en tres oportunidades, en las cuales su amigo pagó puntualmente. Sin embargo, al presentarse la cuarta ocasión, el amigo no liquidó la deuda con Don Francisco. Éste, desesperado ante la idea de que su padre viniera a pedirle cuentas y descubriera que no tenía con qué responder, se suicidó tomando un fuerte veneno.

Al atentar contra su propia vida, Don Francisco no tenía derecho a un lugar en el camposanto. Por esta razón, su padre le dio sepultura en el camino que se encontraba frente a su tenería, en la esquina que hoy forman las calles de Nicolás Romero y

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Tenería. En memoria de su hijo, Don Roberto mandó construir esta cruz en donde, desafortunadamente, no puede leerse ninguna inscripción que nos revele la fecha exacta del suceso.

No obstante, todo parece indicar que el episodio que dio lugar a esta leyenda ocurrió en los últimos años del siglo XIX. Actualmente, esta cruz es un símbolo que muchos identifican con el Barrio de la Conchita e, incluso, con Texcoco. A pesar de que ha sufrido cierto deterioro, producto de algunos autos que han chocado contra ella así como de grafiteros, aún podemos observarla de pie, recordando este relato que forma parte ya de la tradición texcocana.