Cuaderno 05: Carta a los Filipenses

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Introducción a San Pablo 5.– CARTA A LOS FILIPENSES DIÓCESIS DE JAÉN Jaén. Octubre 2008

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Cuadernos de San Pablo: Carta a los Filipenses

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I n t r o d u c c i ó n a S a n P a b l o

5 . – C A R TA A L O S F I L I P E N S E S

D I Ó C E S I S D E J A É N

Jaén. Octubre 2008

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Lectura Bíblica Flp 1,12-21

Quiero que sepáis, hermanos, que lo que me ha sucedido ha contribuido más bien al progreso del Evange-lio; de tal forma que se ha hecho público en todo el Pre-torio y entre todos los demás, que me hallo en cadenas por Cristo. Y la mayor parte de los hermanos, alentados en el Señor por mis cadenas, tienen mayor intrepidez en anun-ciar sin temor la Palabra. Es cierto que algunos predican a Cristo por envidia y rivalidad; mas hay también otros que lo hacen con bue-na intención; éstos, por amor, conscientes de que yo estoy puesto para defender el Evangelio; aquéllos, por rivali-dad, no con puras intenciones, creyendo que aumentan la tribulación de mis cadenas. Pero ¿y qué? Al fin y al cabo, hipócrita o sincera-mente, Cristo es anunciado, y esto me alegra y seguirá alegrándome. Flp 1,12-21

F ILIPOS. En tiempos de san Pablo, Filipos era una ciudad importante situada en Macedonia, en una llanura a doce kiló-metros de la costa del mar Egeo, cerca del monte Athos. Por ella pasaba la vía Egnatia que unía el Adriático con el Egeo.

La ciudad debía su nombre a Filipo II de Macedonia, el padre de Ale-jandro Magno, que la había fundado el año 358 a. C. y la había hecho ca-pital de su reino. Allí, el 42 a. C. Octavio Augusto y Marco Antonio ven-cieron a los asesinos de César. La ciudad, habitada por veteranos del ejér-cito romano y por macedonios tenía, desde la época de Augusto categoría de colonia romana lo cual le proporcionaba notables ventajas jurídicas. Había tenido minas de oro y plata y tras haber sufrido muchas guerras y devastaciones estaba recuperándose hasta el punto que en los primeros tiempos cristianos era una región rica y próspera por su agricultura y co-mercio

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La carta a los Filipenses

En Act 16,6-40 se nos cuenta que Pablo fundó la Iglesia de Filipos y los primeros pasos de aquella Iglesia.

Pablo durante su segundo viaje mi-sionero, hacia el año 49, estando entre Misia y Bitinia, en el centro de la actual Turquía, quiso seguir predicando por aquellas regiones pero Dios lo guió de tal manera que llegó a Troade y allí tuvo una visión que le mandaba pasar a Europa para predicar en Macedonia.

Pablo obedeció y cruzando el mar llegó a Neápolis, donde no se detuvo, y de allí pasó a Filipos que era “una colo-nia, la principal ciudad de la región de Macedonia” (Act 16,12) Así pues, Fili-pos fue el primer lugar de Europa don-de predicó Pablo. Pablo quiso entrar en contacto con los judíos y se nos cuenta que “el sába-

do fuimos a las afueras de la ciudad, bordeando el río donde pensábamos que habría oración y habiendonos sentado conversábamos con las mu-jeres que se habían congrega-do” (Act 16,13) De aquí concluimos que debía de haber pocos judíos allí porque no tenían sinagoga y que según acostumbraban se reunían junto al río para rezar. También ve-mos que las mujeres tuvieron mucha importancia en la fundación de esta Iglesia. De hecho se recuerda el nombre de la primera mujer con importancia en esta comunidad:se llamaba Lidia y tenía una importante tienda de telas finas. Un conflicto motivado porque Pablo liberó a una muchacha de un espíritu adivino, provocó que Pablo fuera flagelado y encarcelado. La cárcel fue ocasión para la conver-sión de la primera familia no judía y para la liberación y para la partida

Pablo y Filipos

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de Pablo de la ciudad. Según los Hechos de los Apóstoles, la comunidad de Filipos tenía un doble origen: judío y gentil y ambas comuni-dades, fundadas por Pablo vivieron in-dependientemente algún tiempo. Pablo tenía mucho cariño a los fili-penses y ellos a él, hasta el punto que, contra su costumbre, aceptó regalos y subsidios que le enviaban. Incluso, cuando Pablo estaba encarcelado, le enviaron a Epafrodito para que lo cuida-ra. Pero Epafrodito se puso gravemente enfermo y Pablo, cuando mejoró, tuvo que devolverlo a Filipos para que acaba-ra de reponerse.

Aprovechando el regreso de Epafro-dito San Pablo envió la carta a los fili-penses – o una parte de esta carta si, como dicen algunos, es una pequeña antología – para dar gracias por los re-galos y por la ayuda de este colabora-dor, para llamar a la unidad y a tener cuidado con los predicadores que iban haciéndole la contra a Pablo, para dar noticias propias y recomendar a sus enviados a la comunidad.

EPAFRODITO

E ra un cristiano de Fili-pos que fue enviado por los filipenses para auxiliar a Pablo en su

prisión y llevarle subsidios (Flp 2,25; 4,18) El nombre de Epafrodito lo llevaban los que de alguna manera habían sido consagra-dos al culto de Afrodita, pero este hombre no lo cambió cuando se hizo cristiano. Los dioses no son nada y nada implica un mero nombre. Pablo en 2,25, lo llama hermano, compañero en la lucha, colaborador. En el curso de su misión Epafrodito corrió grandes ries-gos (2,30) y cayó tan enfermo que estuvo a punto de morir (2,27) lo cual causó mucha preocupación a Pablo que con-sideró un milagro su curación. También se preocupa-ron los Filipenses cuando les llegó la noticia, por lo que Pa-blo se vio obligado a enviarlo pronto a Filipos para calmar la ansiedad de sus paisanos. En esta ocasión Epafrodito les llevó la carta, o una de las par-tes de la carta, a los Filipenses De todo esto deducimos que Epafrodito era un dirigente de la comunidad de Filipos.

Lugar y tiempo de la carta

San Pablo estuvo varias veces en la cárcel. Los Hechos de los Apóstoles nos cuentan dos encarcelamientos largos, el de Cesarea (Act 23,35) y el de Roma (Act 28,30), y además refieren algunas detenciones rápidas.

El mismo san Pablo en 2 Cor 6,5 y 11,23 nos habla en general de haber pa-sado cárceles. El Apóstol sabía aprove-char todo para anunciar a Cristo y con-virtió su cárcel en un lugar de predica-ción. En la carta a Filemón nos dice que ha engendrado (=bautizado) a Onésimo en la cárcel. Desde la cárcel escribe a los

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La carta de san Pablo a los Filipenses resulta especialmente agradable al que la lee. Todos los comentaristas lo desta-can. Las razones son variadas. Las ex-

ponemos más adelante. Tiene una espléndida afirma-ción de la divinidad de Cristo en el himno del capítulo se-gundo, que probablemente es anterior a la carta y se cantaba en las reuniones litúrgicas de los primeros cristianos. Desde el comienzo la comunidad cristiana reconoció a Cristo como Dios. Así Cristo es el modelo en todo y para todo.

Filipenses, y a Filemón y quizás a los Colosenses y a los Efesios. (Por eso estas cuatro cartas, (Flp, Ef, Col, Flm) se suelen llamar Cartas de la cautividad).

No sabemos desde qué ciudad se escribió esta carta. Antes se solía decir que se habría escrito desde Roma hacia el año 62. En efecto las menciones del pretorio en 1,13 y de la casa del Cesar en 4,22 parecen aludir a Roma. Muchos comentaris-tas siguen opinando lo mismo actual-mente, pero algunos han apuntado que quizás se escribiera desde Cesa-rea, el puerto y capital romana de Palestina donde Pablo estuvo preso antes de ser trasladado a Roma para el juicio en el tribunal del empera-dor. Podemos añadir un tercer lugar más probable aún: Éfeso. Desde allí el contacto con Filipos era fácil y se explicarían mejor ciertas característi-cas de la carta. La fecha entonces sería un poco antes, en torno a los años 54 al 57.

Esta prisión en Éfeso no está ex-plícitamente afirmada en ningún lugar, pero en 1 Cor 15,32 dice Pa-blo: Si como humano luché en Éfeso con las fieras ¿De que me aprove-

cha? Y en 2 Cor 1,8-10 dice: No queremos que vosotros, herma-

nos, ignoréis nuestra tribulación, la que sobrevino en Asia, porque fuimos abrumados exageradamente, por enci-ma de nuestras fuerzas, hasta el punto que perdimos las esperanzas de vivir, pero nosotros mismos, en nuestro inter-ior, teníamos ya la sentencia de muer-te para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en el Dios que resucita a los muertos, el cual nos libró y nos librará de tan tremenda muerte. En él esperamos porque todavía en adelante nos librará

Parece pues que Pablo en Éfeso, la capital de la provincia de Asia, sufrió un gravísimo peligro que tal vez fuera la prisión e la que hablamos. Además se han descubierto en Éfeso inscripcio-nes que hablan de pretorianos y de la llamada “casa del César”

Una carta amable desde la cárcel

La Vía Egnatia en la actualidad

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Lo grande es que la divinidad de Cris-to se afirma aquí en un contexto de exhortación a la humildad y a la uni-dad.

La figura de Pablo prisionero por Cristo nos llena de admiración cuando vemos que aprovecha la misma adver-sidad como medio de apostolado, y eso que tiene que vencer incluso los celos, humanos al fin, que le provocan otros predicadores que aprovechan su incapacidad para meterse en su terreno de apostolado y tal vez para despresti-giarlo (1,15-17).

Además sentimos ternura al ver al Apóstol con temor de ser condenado a muerte (1,18-20), sintiéndose sólo y con pocos amigos de quien fiarse de veras (2,19-24), pero deseoso de vivir para seguir haciendo el bien a la co-munidad.

Hay que tener en cuenta que, si la carta se escribió en Roma el año 62, el temor se hizo realidad ya que Pablo casi con seguridad fue condenado a muerte en esa ocasión y no más tarde como se ha supuesto.

En esa situación tan trágica, cárcel, peligro de muerte y soledad, brilla la exhortación a la alegría más vibrante de todo el Nuevo Testamento (Flp 4,4-7). Y no es sólo un momento, la carta entera habla con mucha fre-cuencia de la alegría. No debemos perder la alegría ni en los momentos más duros. El mismo Pablo en la car-ta a los Gálatas cuando indica los criterios para que veamos si estamos movidos por el Espíritu Santo pone en segundo lugar la alegría, inmedia-tamente detrás del amor.

En toda la carta se refleja el cariño sereno que Pablo sentía hacia la co-munidad de Filipos, un cariño que sabía que era correspondido y le lle-vaba a preocuparse por la unidad, la armonía y la intensidad de la vida cristiana en aquella Iglesia. Este am-biente de cariño hace que Filipenses, junto a Filemón, sean las dos cartas más familiares y personales del Apóstol. La cárcel también sirvió a Pablo para vivir más unido a Cristo y para anunciar el Evangelio. En las

La carta de la alegría

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situaciones dolorosas de la vida, esta carta puede ser una gran llamada a la esperanza y a la alegría.

Puede ser por todo eso junto y por mucho más, pero el caso es que Fili-penses es una carta especialmente amable dentro del epistolario paulino.

Un problema especial es el de la unidad interna de este escrito ya que presenta saltos bruscos en el pensa-miento. Más que de una carta, dicen muchos que se trata de una antología de por lo menos tres cartas que Pablo había escrito a los cristianos de Fili-pos. Eso no es ningún problema para nuestra lectura ya que la carta se en-tiende bien como escrita de un tirón. En cualquier caso para los que quie-ran complicarse un poco la lectura les digo que esas cartas serían, según W. Marxsen, A) 1,1-3,1; 4,4-7; 4,21-23; ; B) 3,2-4,3.8-9 C) 4,10-20. En esque-ma:

¿Una o varias cartas?

1ª carta (A) 2 ª carta (B) 3ª carta (C)

1,1-3,1

3,2-4,3

4,4-7

4,8-9

4,10-20

4,21-23

Si la carta, en vez de una, fuese triple, éste sería el contenido de cada una de ellas:

A) 1,-3,1; 4,4-7.21-23 Habla Pablo desde la cárcel y exhorta a llevar una vida digna del evangelio: para eso les envía a Timoteo y Epa-frodito.

B) 3,2-4,3. 4,8-9 Es una seria amonestación para que no se dejen sorprender por los judaizantes y otros herejes (?).

C) 4,10-20 Les da las gracias por sus aportaciones económicas.

Esta frecuencia de comunicación se explicaría más fácilmente de ser expedidas las cartas desde Éfeso.

***

Si leemos la carta como una uni-dad, la división puede ser esta: 1,1-11 Introducción 1,1-2 Saludo 1,3-11 Acción de gracias 1,12-3,1a 1º parte 1,12-26 Noticias personales 1,27-30 Exhortación a mantenerse firmes en

la fe 2,1-18 Exhortación a la concordia y al des-

interés 2,19-31a Noticias personales 3,1b-4,1 2ª parte 3,1b-4,1 Advertencia contra los judaizantes 4,2-9 3ªparte 4,2-9 Exhortación a la concordia 4,10-20 4ª parte 4,10-20 Agradecimientos 4,21-23 Despedida 4,21-23 Despedida

División de la carta

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Cántico: Filipenses 2,6-11 Cristo, siervo de Dios, en su misterio pascual

C risto, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de

Dios; al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: "Jesucristo es Señor", para gloria de Dios Padre.

Para la Oración El himno de Filipenses parece ser anterior a Pablo. Éste lo recoge en su carta para estimular a sus destinatarios a la humildad y a la concor-dia. En el himno hay una bajada y una subida. Cristo, siendo Dios, se aba-ja hasta la cruz y el Padre lo exalta hasta su puesto divino.

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