Cuaderno 94

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María Alejandra Vanney CONSENSUALISMO Y GOBIERNO POLÍTICO Contractualismo y Justicia en John Rawls

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María Alejandra Vanney

CONSENSUALISMO Y GOBIERNO POLÍTICO

Contractualismo y Justicia en John Rawls

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diciembre 2005

© Instituto Empresa y Humanismo

Universidad de Navarra

ISSN: 1139 - 8698

Depósito Legal: NA 638/87

Edita: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, S. A.

Imprime: Idazluma, s.a.

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INTRODUCCIÓN1. Justificación objetiva: ¿por qué John Rawls y no otro autor? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .52. La metodología de la investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6

CAPÍTULO I: TEORÍAS DE LA JUSTICIA Y DE LA LEGITIMACIÓN1. Relevancia de la Teoría de la Justicia. Conceptos previos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .92. Voluntarismo, racionalismo y contractualismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .113. Estructura de las teorías consensuales de justicia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .154. El racionalismo y el voluntarismo en diversas teorías consensualistas contemporáneas . . . . .185. Crisis del Consensualismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21

CAPÍTULO II: ANTECEDENTES HISTÓRICO-FILOSÓFICOS DEL CONTRACTUALISMO CON-TEMPORÁNEO

1. El contractualismo de Thomas Hobbes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .302. El contractualismo de John Locke . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .323. El contractualismo kantiano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .344. Influencia de los autores contractualistas en Rawls . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38

CAPITULO III: LA TEORÍA DE LA JUSTICIA DE JOHN RAWLS1. Antecedentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .472. Aspectos generales de Teoría de la Justicia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .483. Análisis de la obra A Theory of Justice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .504. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .64

CAPÍTULO IV: CRÍTICAS A LA TEORÍA DE LA JUSTICIA Y RECEPCIÓN EN ELLIBERALISMO POLITICO

1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .652. La Teoría de la Justicia como "insuficientemente liberal" (Robert Nozick) . . . . . . . . . . . . .673. La Teoría de la Justicia como "insuficientemente igualitaria" (Ronald Dworkin y Amartya Sen) . . .714. La Teoría de la Justicia como "insuficientemente social" (Michael Sandel, Charles

Taylor y Alasdair MacIntyre): el Comunitarismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .765. Rectificaciones a la Teoría de la Justicia: El Liberalismo Político . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .816. El Iusnaturalismo frente al Liberalismo y al Comunitarismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .837. El derecho y las normas morales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .90

CONCLUSIÓN: CRÍTICA A LA TEORÍA DE LA JUSTICIA DE JOHN RAWLS1. Críticas al consenso como metodología válida para la determinación de los

principios de justicia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .932. Crítica a la metodología del consenso utilizada por Rawls . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .963. Críticas a aspectos de fondo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .994. Posición de un Estado neutral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .103

ÍNDICE

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María Alejandra Vanney4

En la actualidad, María Alejandra Vanney se dedica principalmente a la investiga-ción en el área de la Filosofía Política. Cursa el Programa de Doctorado en Gobierno yCultura de las Organizaciones del Instituto de Empresa y Humanismo, Universidad deNavarra. Es Master en Gobierno de las Organizaciones del mismo Instituto (2004).

Anteriormente investigó y publicó acerca de temas relacionados con los procesosregionales de integración: en 1999-2000 realizó un Postgrado sobre Integración Euro-pea (Krajowa Szkola Administracji Publicznej, Escuela Nacional de AdministraciónPública de Varsovia y École Nationale d’Administration de París), y en 1998-1999 cursóun Master en Estudios Europeos (Universidad de Varsovia y Universidad de Maas-tricht). Es abogada (Universidad Católica Argentina, 1992) y Magister en Derecho (Uni-versidad de Varsovia, 1996-1998).

Su actividad académica comenzó en 1997 en la Universidad de Varsovia, dondedictó durante varios años la asignatura de postgrado “Procesos de integración en Amé-rica Latina”. Actualmente es Profesora Adjunta en la Cátedra de Contratos Civiles yComerciales de la Facultad de Derecho de la Universidad Austral (Argentina).

Ha participado en numerosos congresos internacionales sobre temas relacionadoscon el Derecho Internacional y la Cooperación al Desarrollo (España, Escocia, Hungría,Ucrania, Suecia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo e Irlanda), y presentó comunicacionesen cinco de ellos.

Nota Biográfica

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Este trabajo intenta desarrollarun planteamiento humanístico einterdisciplinar, asentado en unaperspectiva filosófica, acerca deltema que constituye el corazóndel Derecho: la justicia.

1. Justificación objetiva: ¿por quéJohn Rawls y no otro autor?

Los temas que hoy se planteala Filosofía política (el pluralismo,la justicia social, el consenso,etc.) con extraordinaria frecuenciatoman como referencia, de unmodo u otro, la teoría de la justi-cia desarrollada por John Rawls.Esto no significa que toda la filo-sofía de la justicia contemporá-nea se adhiera a Rawls, sino quelos estudiosos de la justicia par-ten de este autor para desarrollardespués su propia teoría: comien-zan desde una crítica, una adhe-sión o un comentario para desarro-llar luego su propio pensamiento.En definitiva, Rawls se ha consti-tuido en un referente fundamen-

tal para tratar la justicia en lasociedad de hoy.

La pregunta acerca de la justi-cia recobró su vitalidad desde queen 1958 Rawls publicó Justice asFairness. A partir de ahí surgió unabundante debate entre filósofospolíticos, especialmente los libe-rales, que se plasmó en innume-rables publicaciones. Se trata deuna relación muy rica en la quecada autor incorporó nuevos ele-mentos al desarrollo de una Teoríade la Justicia, título que lleva la obrapublicada por Rawls en 1979, enla que desarrolló, de forma siste-mática, lo esbozado en Justice asFairness.

La controversia siguió nutrién-dose con nuevas críticas y aporta-ciones- actualmente con el granembate comunitarista- que, junta-mente con los grandes cambiosque se operan en el mundo (glo-balización, multiculturalismo,etc), condujeron a El Liberalismo

I. INTRODUCCIÓN

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Político, última obra de Rawlspublicada en 1996.

2. La metodología de la investi-gación

Para entender cabalmente elpensamiento de Rawls y el marcoreferencial dentro del que se des-envuelve su teoría de la justiciaresulta fundamental abordar trescuestiones aparentemente margi-nales:

1. El consensualismo comometodología válida para funda-mentar una teoría de la justicia.Precisamente Rawls determinaprimero su metodología (elaborael “engranaje” de la máquina) yluego la utiliza para obtener elesperado producto final: en sucaso, una teoría de la justicia.Después de realizar una serie dedistinciones para situar el tema-entre teorías de la justicia y teoríasde la legitimación, teorías con-sensuales de la justicia y teoríasconsensuales morales, contenidovoluntarista o racionalista de lasteorías de la justicia consensua-listas- analizo la estructura queconduce a la distinción entre teo-

rías de la justicia basadas en unconsentimiento actual o en unconsentimiento hipotético, yentre aquellas que exigen requisi-tos cognoscitivos, de aquellas queno los requieren. La conclusióndel análisis es que las teoríasvoluntaristas no estructuradasconducen a situaciones irresolu-bles o a resultados incoherentes,mientras que las estructuradas selimitan a un producto de ingenie-ría procesal sobre la base de prin-cipios ya adoptados, lo cual lasdescalifica por innecesarias. Lasteorías racionalistas llevarían a“descubrir” cuáles son los princi-pios de justicia que se debenadoptar. Aquí ya se ve un elemen-to exterior que determinaría elporqué de la elección de determi-nados principios y no otros, eneste caso, lo que no se entiendees cuál sería el fin del consensomás allá de un simple recursodemagógico. Lo que queda claroes que resulta necesario adoptaruna posición ética acerca del biendel hombre a la hora de especifi-car los principios de justicia. Nobasta con un procedimiento. Estacuestión constituye el capítulo 1.

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2. Rawls situado en su contextohistórico, como heredero del con-tractualismo filosófico. Se buscaasí determinar qué elementostoma y en qué se aparta de losautores que él mismo cita comofuente de inspiración: Rousseau,Hobbes, Locke y Kant. Este análi-sis corresponde al capítulo 2.

3. El desarrollo de la Teoría dela Justicia ocupa el capítulo 3. Elinterés que se ha prestado al estu-dio del consensualismo rawlsia-no, nos lleva a poner el centro degravedad en el análisis del proce-dimiento utilizado para fijar losdos principios axiomáticos de suteoría de la justicia: el de igualdad(entendida como autonomía) y elde igualdad de posibilidades paratodos los ciudadanos a la hora derealizar su propio plan o modelode vida. Efectivamente, Rawlsemplaza el núcleo de la justicia enla indiferencia indispensable res-pecto al contenido de los planesde vida. En ella fundamenta sucrítica a toda noción de justiciaque haga referencia a un biendeterminado con anterioridad.Con el fin de mostrar el caráctercontractualista y procedimentalis-

ta, se analiza con cierto detalle sumetodología, básicamente el“equilibrio reflexivo”, “las circuns-tancias de la justicia”, “la teoríaparcial del bien”, “la posición ori-ginal”, el “velo de la ignorancia” yel “principio del maximin”.

4. A continuación, en el capítu-lo 4, se esbozan las principalescríticas que ha recibido Rawls,clasificadas según aquel bien que,de acuerdo con la posición ideo-lógica de los autores estudiados,se encuentra insuficientementeconsiderado en la teoría de Rawls.Este capítulo incluye también lasrectificaciones que ha hechoRawls ante algunas críticas, reco-gidas en El Liberalismo Político. Elcapítulo concluye con una con-frontación entre el iusnaturalis-mo, el liberalismo y el comunita-rismo, basada en Tomás de Aqui-no. El cognitivismo ético deTomás de Aquino se opone clara-mente al relativismo cultural(liberal) y al no-cognotivismoético de buena parte de los comu-nitaristas. Es necesaria una afir-mación del modo de ser propiodel hombre para que la sociedadredescubra sobre sus bases su

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necesario ethos común y seaposible, así, una coexistenciaordenada a promover al hombre.

5. Las conclusiones recogen,fundamentalmente, críticas a lametodología utilizada, en cuantocontiene elementos contradicto-rios y, de modo más amplio, unplanteamiento de la justicia basa-do en la necesidad de partir deuna antropología realista.

En definitiva, siempre que elderecho actúa- salvo en cuestio-

nes de verdad meramente proce-dimentales- impone un determi-nado concepto de bien, porque lojusto presupone siempre un con-cepto de lo bueno. Lo que se debevalorar en el diálogo político esqué elementos éticos se proyec-tan sobre lo público, a través dequé medios y hasta qué punto.Los valores no pueden imponersepor medios políticos, sino que esla ley, recogiendo el ethos social,quien puede hacerlos exigibles enun determinado aquí y ahora.

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1. Relevancia de la Teoría de laJusticia. Conceptos previos

En este capítulo se analizará,por un lado, el contenido volunta-rista o racionalista de la interpre-tación de la justicia en las teoríasconsensualistas, a fin de analizarcómo las de tinte voluntarista fra-casan por su indeterminación, enel mejor de los casos, o por inco-herencia; mientras que las racio-nalistas resultan simplementesuperfluas. A partir de esta afir-mación, que se argumentará enlas próximas páginas, este capítu-lo será el marco teórico, que abo-gará por el abandono del procedi-mentalismo como técnica paradar contenido a la justicia políticay tratará de orientar la mirada delfilósofo político hacia el desarro-llo de teorías sustantivas de lajusticia.

Antes de profundizar en la dis-tinción esbozada anteriormente,convendrá aclarar conceptos quese utilizarán a lo largo de este tra-

bajo. Si bien los términos “justo”e “injusto” pueden ser atribuidosa un amplio panorama de institu-ciones, regímenes legales, políti-cas públicas, conductas indivi-duales, y otras muchas realida-des, la filosofía política contem-poránea tiende a abstraer de esasaplicaciones concretas aquellosprincipios que surgen de una“visión general”, no metafísica,que se conocen como principios dejusticia1.

Se entiende así por teoría de lajusticia el conjunto de preceptosnormativos vigentes a los quedeben conformarse los particula-res, las instituciones, la ley, lapolítica, los códigos de conducta,etc.

Resulta necesario distinguirclaramente entre una teoría de lajusticia y un conjunto de normasque otorgan legitimación políticaa la autoridad competente. Lasteorías de la legitimación estánconstituidas por la suma de aque-

CAPÍTULO I TEORÍAS DE LA JUSTICIA Y DE LA LEGITIMACIÓN

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llas condiciones bajo las cuales esmoralmente aceptable para la ciu-dadanía el ejercicio de la coerciónpor parte de los poderes gober-nantes, así como aquellas condi-ciones bajo las cuales el ciudada-no tiene la obligación de obede-cer a los representantes quedetentan ese poder coercitivo. Sepodría considerar que los poderescoercitivos gozan siempre de legi-timidad tal, que todos sus actosson de por sí justos; en este caso,poco interesaría la distinciónentre teoría de la legitimación yteoría de la justicia. De todosmodos, las teorías de la legitima-ción son en sí mismas diferentespor su alcance y su objeto. Porello, hoy, en un Estado de Dere-cho, siempre que una ley o políti-ca particular se dicta y promulgade acuerdo con los procedimien-tos adecuados (los que determinala Constitución Nacional, o lasleyes materiales correspondien-tes), y su implementación estaavalada por un poder coercitivo,ésta será legítima más allá de quesu contenido sustantivo puedaser injusto.

Tanto las teorías de la justiciacomo las teorías de la legitima-ción se pueden basar en el con-senso, pero la distinción entreambas es muy importante, ya quees diverso el alcance que se reco-noce al consenso en unas u otras.Este trabajo se centra sólo en lasprimeras. Por ello, si bien las teo-rías de legitimación consensualesse enfrentan a importantes limita-ciones, sólo se tratará de estomarginalmente, en cuanto se rela-cione con las teorías de la justicia.Esta aclaración es necesaria por-que los argumentos en contra delas teorías consensuales de la jus-ticia no necesariamente se identi-fican con los argumentos opues-tos a las teorías de la legitimacióndel poder2.

Se puede definir una teoríaconsensual de la justicia comoaquella cuyos procedimientosdeterminan el contenido de losprincipios de justicia a través deencuestas que se realizan a lagente acerca de su acuerdo (o no)con los mismos, bajo unas condi-ciones apropiadas para la expre-sión del consentimiento. Estadefinición amplia permite incluir

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entre las teorías consensualistasde la justicia una amplia gama deconcepciones, tales como las con-tractualistas, sostenidas por JohnRawls y sus seguidores; las llama-das de la imparcialidad, de T.M. Sca-lon, Brian Barry y Thomas Nagel; ylas deliberativo-democráticas, de Jür-gen Habermas, Joshua Cohen yotros (cuando no se interpretanrestrictivamente como teoríaslegitimatorias). Mientras que lasteorías contractualistas parecenser las más influyentes en la filo-sofía política contemporánea, lasdeliberativo-democráticas sonprobablemente las más corrientesen la praxis política.

2. Voluntarismo, racionalismo ycontractualismo

Para situar el contractualismo,es imprescindible hacer referenciaa Jean-Jacques Rousseau, quienelabora su doctrina sobre la“voluntad general” con la inten-ción de resolver lo que denominael “problema fundamental” de lafilosofía política, esto es, a fin deencontrar una forma de asocia-ción política en la que cada uno

permanezca él mismo y a la vez sehalle unido con todos para ladefensa y la protección. Rousseauhace hincapié en que esta asocia-ción debe garantizar que cadauno, obedeciendo a sí mismo,permanezca tan libre como antesde que la asociación se hubieseestablecido. La respuesta que daal problema es la fórmula delContrato Social, definido como lasituación en la que cada uno denosotros sitúa su persona y supoder en común bajo la supremadirección de la voluntad general.La pregunta que surge, entonces,es a qué llamamos voluntad gene-ral.

Considerada superficialmente,la solución que ofrece Rousseaupuede parecer suficiente y clara.Sin embargo no lo es, ya que noofrece una definición explícita devoluntad general- excepto la acla-ración de que no se trata de lamera suma de intereses privados3-.Se limita sólo a señalar aspectosmetodológicos que brindarían unprocedimiento claro y razonablepara determinar si existe en undeterminado contexto. En térmi-nos generales, Rousseau explica

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que, cuando los miembros de unacomunidad política se reúnen enuna asamblea y votan sobre unadeterminada cuestión, el resulta-do de esa votación corresponderácon la voluntad general siempreque se hayan seguido todas lascondiciones para que ésta seobtenga. Las condiciones queseñala Rousseau pueden resumir-se en las siguientes: que los votosde todos los miembros de lacomunidad sean contados; quelos votantes se hallen “suficiente-mente informados”; que cadaelector haya deliberado a solassin previa comunicación con losdemás; y, finalmente, que lascuestiones presentadas para servotadas por la comunidad políticaasuman la forma prevista parauna ley general que pueda seraceptada o rechazada como tal.Dados, entonces, la totalidad deesos requisitos, las leyes así deci-didas constituirían expresión dela voluntad general.

Dejando de lado numerosascuestiones sobre la posibilidadreal de llevar a cabo los procedi-mientos descritos por Rousseau, ycentrando la atención en la

estructura de la teoría en símisma, no puede dejar de seña-larse que, aunque Rousseau afir-me que la voluntad general essiempre certera y tiende a la utili-dad pública, el resultado concretodel voto puede ser en muchoscasos infructuoso. Esto es fácil-mente reconocible, dado que losrequisitos enumerados son idea-les hipotéticos que en la prácticasólo podrán obtenerse de modoaproximado4. En definitiva, sepone de manifiesto que, si biende acuerdo con las normas proce-dimentales la voluntad general esinfalible, en la práctica, aquelloque la gente realmente votó enocasiones no se tiene en cuenta.Se podría incluso agregar, quizá,que la perfección de los procedi-mientos y la aproximación de losresultados a la voluntad generalestán relacionados, de modo quecuanto mejor se implementen losrequisitos procedimentales,mayor seguridad habrá en que elresultado de la votación coincidacon la voluntad general.

Los seguidores de Rousseau,sin embargo, no se adhieren com-pletamente a esta idea. La dificul-

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tad comienza cuando se intentaresponder a la siguiente pregunta:suponiendo, a favor del argumen-to rousseauniano, que se consi-guieron las condiciones idealesde asamblea y voto ¿qué es lo querealmente fundamenta la identi-dad entre los resultados concre-tos de la votación y la voluntadgeneral? Una idea evidente es queRousseau intenta simplementedefinir la voluntad general comola voluntad colectiva de los miem-bros de la comunidad políticaconcreta, expresada a través delvoto bajo determinadas circuns-tancias. En otras palabras: noexiste ningún estándar externopara el bien común, fuera deaquello que la gente desea, apesar de que los genuinos deseosse encuentran frecuentementedistorsionados por intentos pro-cedimentales imperfectos, queson los que afirmarían su volun-tad. Se defiende esta lectura pordos razones: en primer lugar eluso del término voluntad generalparece aconsejar esa interpreta-ción; en segundo lugar, porqueparece una obvia extensión de lastendencias del incipiente pensa-

miento político de la modernidadeuropea, que equipara repetida-mente autoridad política convoluntad soberana.

La novedad de Rousseau con-siste en la reivindicación de quesólo sobre el cuerpo formado porla totalidad de los ciudadanospuede recaer una soberaníagenuina5. Por esas razones, estaprimera interpretación- llamadacomúnmente interpretación volunta-rista de la voluntad general- fuedurante largo tiempo mayoritariay aún hoy cuenta con numerososseguidores.

Una interpretación alternativa,surgida posteriormente y difundi-da por Ernst Cassirer en su mono-grafía The Question of Jean-JacquesRousseau (1932), realiza una inter-pretación racionalista. El punto departida de la interpretación esidéntico al del modelo voluntaris-ta: los miembros de la comunidadpolítica, reunidos en asamblea yvotando una determinada leygeneral, alcanzan la voluntadgeneral dadas todas las condicio-nes requeridas para su formación.Así, la infalibilidad de la voluntad

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general explicaría el resultado delos votos concretos y señalaría, ensu caso, los errores en los proce-dimientos seguidos. En la inter-pretación racionalista, lo quecambia de modo radical es laexplicación de por qué hay diver-gencias entre las dos proposicio-nes indicadas. El punto centralreside en que existe, en ciertosentido, una voluntad general obien común para la comunidad,que es anterior al conocimientoque de él puedan tener los ciuda-danos de la comunidad política.El punto en cuestión es, enton-ces, que no es el proceso como talel que genera la voluntad generalo el bien común per se, sino que laasamblea y la votación constitui-rían una especie de ejercicio cog-noscitivo que permitiría descubriresa voluntad general que ya exis-te.

¿Qué interpretación recogemejor la postura de Rousseau?Lamentablemente no surge unaposición clara de la interpretaciónde su lectura. Basta con citar unconocido pasaje para ilustrar estadificultad: “La voluntad constantede todos los miembros del Estado

es la voluntad general: por ellason ciudadanos y libres. Cuandose propone una ley en la asam-blea del pueblo, lo que se les pre-gunta no es precisamente siaprueban la proposición o si larechazan, sino si es conforme o noa la voluntad general”6. El textocitado apoya la interpretaciónvoluntarista, dado que parece queel solo hecho de que los miem-bros de la comunidad deseenalgo, convierte ese deseo envoluntad general. Pero el texto deRousseau continúa, esta vez,dando pistas que conducen a unainterpretación racionalista: “Ycuando vence la opinión contrariaa la mía, ello no prueba otra cosasino que me había equivocado, yque lo que yo creía la voluntadgeneral no lo era. Si hubiera ven-cido mi opinión particular, yohabría hecho otra cosa distinta dela que quería”7. En estas frasesparece que al participar de laasamblea y votar, el ciudadanodescubre cuál es realmente lavoluntad general y, lógicamente,ex post reconoce que lo que real-mente quería era una cosa distin-ta de la que inicialmente votó. Si

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bien hoy la mayoría de los autoresoptan por una interpretaciónracionalista de la voluntad gene-ral en Rousseau, su postura noparece estar muy definida8.

3. Estructura de las teorías con-sensuales de justicia

La estructura básica de unateoría de la justicia basada en elconsenso se puede expresar delsiguiente modo: todo principio pes un principio genuino de justi-cia si, y sólo si, todos están deacuerdo con él bajo determinadascondiciones preestablecidas9.Enseguida surge una serie de pre-guntas tales como: ¿de quiéneshablamos?, ¿cuáles son esascuestiones preestablecidas? Jus-tamente en las diversas respues-tas a estas preguntas residen lasdistintas teorías de la justiciabasadas en el consenso. En térmi-nos generales se podría respon-der, por un lado, que se trata depersonas reales y concretas en lascondiciones propias de su vidaordinaria; mientras que, por otro,se podría establecer una serie derestricciones acerca del tipo de

condiciones bajo las cuales elconsentimiento funcionaría. En elprimer caso, la teoría de justiciase basaría en el consentimientoactual; en el segundo, se funda-mentaría en el consentimiento hipoté-tico.

Si consideramos el consentimien-to actual como base para una teoríade la justicia, la proposición p esun principio de justicia si, y sólosi, personas concretas están deacuerdo con él en situaciones desu vida real. En la práctica estecaso resulta casi imposible:¿cómo se podrá llegar a un acuer-do unánime acerca de un aspectoesencial de un principio de justi-cia que afecta a la vida diaria yconcreta? Tal vez se podría llegara alcanzar unanimidad si se dedi-case todo el tiempo necesariohasta que se llegara a él a travésde largas deliberaciones, situa-ción que las condiciones políticasreales no permiten. En esoscasos, probablemente el consen-so, si se alcanzara, sería de mayo-rías no especialmente significati-vas.

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Si la gente no llegase a unacuerdo con respecto a p en elmarco de una teoría consensualse presentaría el problema acercade las bases sobre las que edificaruna teoría de justicia. Una líneade pensamiento político tal vez seaferraría a los hechos y concluiríaque no hay nada más que hacer:la justicia es simplemente lo quela gente cree que es, y si se pre-senta diversa, porque las opinio-nes son muy variadas, significaque la justicia es precisamenteese conjunto atomizado de princi-pios que impide arribar a una teo-ría de la justicia en el sentido pro-pio de la frase. Esta opción nosconduce a una teoría de la anar-quía10.

Otra posibilidad consiste en laintroducción de una regla de deci-sión procedimental que resuelvalas opiniones discordantes, con-virtiéndolas en un conjunto deprincipios ordenados y sistemáti-cos de justicia que obliguen atodos. La regla de las mayorías es,sin duda, la más postulada, peroexisten también otras posibilida-des. Dejando de lado el hecho de

que la regla de las mayorías nosiempre conduce a resultadoscoherentes entre sí, la cuestiónprincipal que se plantea es quécriterio de decisión se debe optary por qué. Se puede responderque se adoptará la regla que lagente acuerde, lo cual nos condu-ce a una clara regresión en el razo-namiento. Si la gente no se ponede acuerdo en temas sustantivos,es difícil esperar que lo hagan confacilidad a la hora de elegir unaregla de decisión, y así se puedeseguir un razonamiento cíclicohasta el absurdo.

Sobre estas bases parece queel argumento en favor de la reglade decisión r debería ser a favorde aquel procedimiento que nopermita a nadie saber de antema-no a qué resultados llegará r, peroésta es, sin duda, una regla dedecisión de la misma categoríaque la elección basada en la carao cruz de una moneda lanzada alaire. Está claro, entonces, quenecesitamos argumentos adicio-nales para afirmar que una reglade decisión es mejor que otra,dado un escenario normativo con-

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creto. Lamentablemente, estogenera nuevos problemas. Pode-mos defender, por ejemplo, laregla de las mayorías, porque susresultados son los que con mayorprobabilidad maximizarán la feli-cidad de la sociedad política.Estamos así eligiendo una reglade decisión r sencillamente por-que instrumentalmente aseguraresultados x sobre la base de uncriterio de utilidad: la maximiza-ción de la utilidad ha reemplaza-do el consentimiento comomedio para determinar cuáles sonlos principios de justicia. En otraspalabras, se estaría abandonandoaquello que se desea proteger -uncontenido de justicia basado en elconsentimiento- ya que se estáoptando por un criterio sustanti-vo, que es buscar la utilidad comofin de la teoría de justicia. Alencontrarnos con estas dificulta-des, tal vez se deba volver a laidea de un consenso que norequiera contar con una regla dedecisión. Pero ya se ha visto queen condiciones normales, entrepersonas reales, es imposible delograr. De hecho, si se presenta-ran decisiones unánimes repeti-

das en temas sustantivos daríanlugar a sospechas de manipula-ción o de supresión de la oposi-ción11.

Por lo expuesto, las teorías dela justicia consensualistas estáncondenadas a confiar en un con-senso hipotético. Esta solución elimi-na los problemas al asegurar con-diciones apropiadas para la con-cesión del consentimiento. Porello las teorías elaboradas porautores contemporáneos utilizanel consentimiento hipotético enlugar del actual. En todas ellas, laproposición p es un principio dejusticia si, y sólo si, la gente estu-viera de acuerdo con él bajo lascondiciones c, que se enumeranen una lista. El contenido de esalista de condiciones configuraprecisamente las diversas teorías.Lo que queda claro es que todasellas poseen una estructura muysimilar a la doctrina de Rousseausobre la voluntad general y que, aligual que ésta, se encuentranfrente al dilema acerca de sucarácter voluntarista o racionalis-ta.

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4. El racionalismo y el voluntaris-mo en diversas teorías consen-sualistas contemporáneas

4.1. Teorías contractualistas

El principal representante deesta corriente es Rawls, con suteoría de la justicia como correc-ción (fairness), traducida en algu-nas ediciones como imparciali-dad. Para Rawls, las condicionesapropiadas que aseguran el con-sentimiento están determinadaspor la “posición original”, queincluye: requisitos formales, talescomo que los principios debenser generales, universales, etc.;requisitos cognoscitivos, comoque la persona debe ser racional;requisitos de información, quedebe estar sujeta al “velo de igno-rancia”; y otras premisas acerca dela naturaleza de las “preferenciasrazonables”12.

Su argumentación se basa enla consideración de que los prin-cipios de justicia son aquellosque surgen de un contrato socialhipotético con el que estarían deacuerdo todas las personas que

se encuentran en la posición ori-ginal. Más aún, de este contratosocial hipotético surgirían los“dos principios de justicia”13. Cla-ramente este razonamiento puedeinterpretarse tanto en términosracionalistas como voluntaristas.De acuerdo con la versión volun-tarista, conocemos que los dosprincipios son los correctos parauna teoría de la justicia porqueson los que hubieran elegido per-sonas que se encuentran en laposición original.

Rawls se inclina por esta inter-pretación cuando enfatiza que lajusticia como corrección o impar-cialidad es capaz de utilizar laidea de una justicia procedimen-tal desde su mismo comienzo.Esta idea se presenta específica-mente diáfana cuando aclara quela característica propia de la posi-ción original consiste en que losprincipios que se escojan, seanlos que sean, son aceptablesdesde un punto de vista moral.Por contraste, la interpretaciónracionalista nos indica que laposición original está correcta-mente diseñada porque la gente

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llega, de este modo, a elegircorrectamente los dos principiosde justicia. Rawls parece sosteneresta última interpretación cuandojustifica los méritos de su caracte-rización de la posición original delsiguiente modo: “Para cada con-cepción tradicional de la justiciaexiste una interpretación sobre lasituación inicial de acuerdo con lacual sus principios constituyen lasolución preferida”. La interpreta-ción correcta es aquella que “con-duce a una concepción [de la jus-ticia] que caracteriza a nuestrosjuicios por un equilibrio reflexivo”acerca de lo que la justicia real-mente es14. En definitiva, no exis-te una interpretación unánime yclara acerca del carácter volunta-rista o racionalista de la teoría dela justicia de Rawls.

4.2. Teorías imparciales

Sus principales representantesson Scalon, Barry y Nagel. Laestructura de estas teorías esmucho más sencilla que la rawl-siana.

En líneas generales, su argu-mento sostiene que los principios

de justicia son aquellos que“nadie puede razonablementerechazar como base para unacuerdo general, informado yvoluntario”15. Los requisitos de“información” en las personas yde “voluntariedad” y “generalidad”en el acuerdo resultan suficientes.Lo que supone mayor disquisi-ción es la provisión de “razonabi-lidad” que se contiene en la fór-mula citada.

De todos modos, lo que intere-sa aquí es el interrogante que sesigue acerca de si el hecho de quela gente no pueda rechazar razo-nablemente algo es lo que lo con-vierte en un principio de justicia,o más bien si éste se manifiestacomo tal en la medida en quenadie puede rechazarlo razona-blemente.

Nagel apoya la primera tesis(voluntarista) cuando afirma queen el acuerdo no surge la unani-midad en la aceptación generalporque en sí mismo el acuerdosea correcto, sino que éste consis-te precisamente en una “unanimi-dad que se puede alcanzar entrelas personas, dado que éstas sean

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razonables”16. Barry se inclina porla postura opuesta, haciendonotar que si el consentimiento“fuese algo más que una estrate-gia para hablar sobre lo que escorrecto, no lo vería como una crí-tica devastadora de la teoría”17.Scalon, por su parte, se interesapor una teoría general de la moralmás que por una teoría de la jus-ticia solamente.

4.3. Teorías deliberativo-demo-cráticas

Muchas veces estas teorías sepresentan como filosofía moral ofilosofía de la justicia en general,y muchas otras se refieren a lalegitimidad política. En lo queaquí interesa, las teorías delibera-tivo-democráticas no difieren delas teorías procedimentalistasbasadas en el consenso, sino queprecisamente se caracterizan por-que el proceso adquiere una sig-nificación aún más fuerte.

El énfasis se pone en los efec-tos transformadores que tiene elproceso de formación de la volun-tad general en sí mismo. Así,

estas teorías establecen que lagente puede participar o no en elproceso deliberativo a fin de obte-ner un resultado u otro, pero quesus preferencias serán finalmentetransformadas en algo más valio-so de lo que eran anteriormentepor el mero hecho de haber parti-cipado en el proceso de discusióny sanción de las normas.

A modo de ejemplo se cita laformulación de Cohen, quien afir-ma que “en la misma raíz del idealintuitivo de democracia, se hallala justificación de los términos ycondiciones de asociación. Justifi-cación que procede de los argu-mentos y razonamientos públicosrealizado entre los ciudadanosiguales entre sí”18.

Ciertamente, podemos conce-der que las opiniones de la genteson susceptibles de cambio comoresultado de un proceso de deba-te legislativo público, pero lo queno queda claro es qué elementoasegura que esa transformaciónde las preferencias constituya unaexpresión de los principios de jus-ticia. De modo que la justiciapodría entenderse tanto como

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resultados que se alcanzan gra-cias a la realización del debate(dado que éste se haya realizadoefectivamente); o por el contrarioque las preferencias, una veztransformadas con ocasión deldebate, expresan con mayor exac-titud lo que la justicia ya era.Cohen no clarifica este punto:sólo se detiene a establecer condetalle en qué consiste un “proce-dimiento ideal deliberativo”.

5. Crisis del Consensualismo

El hecho de que todas las teo-rías de la justicia basadas en elconsenso puedan ser interpreta-das como voluntaristas o raciona-listas no constituye el mayor pro-blema. Este radica en que, una vezque se ha tomado partido porunas u otras, las teorías basadasen el consenso necesariamentemanifiestan sus errores.

Las teorías consensualistasconstruidas sobre un modelovoluntarista argumentan que elhecho de que la gente acuerdeque, bajo condiciones C, P esprincipio de justicia, es lo queconvierte a éste en lo que es. El

racionalismo, por su parte, afirmaque ciertos principios morales ode teoría política existen “fuera”del hombre, con independenciade nuestro conocimiento, talcomo existen hechos naturales.

Por lo que se ha indicado pre-viamente, el voluntarismo debeentenderse como teorías de con-sentimiento hipotético y no real.Esto significa que siempre seimponen al sujeto que reconocelo justo o injusto condiciones quecalifican su consentimiento comoverdadero o no. Estas condicio-nes, a grandes rasgos, pueden cla-sificarse como requisitos cognos-citivos y no-cognoscitivos. Entrelos primeros estaría, por ejemplo,la necesidad de que no se come-tan errores lógicos en el razona-miento que conduce al consenso;en el segundo grupo se incluyencondiciones tales como la exclu-sión de cierta información, decreencias, etc. Otro tipo de condi-ción no cognoscitiva sería el pro-cedimiento que el otorgamientodel consentimiento debe seguirpara su validez19. Se suele consi-derar a las teorías que establecen

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condiciones cognoscitivas comoteorías no estructuradas en contras-te con las estructuradas, que sebasan en condiciones no cognos-citivas y, por ello, más instrumen-tales o apriorísticas.

Si se pregunta a la gente cuálesson los principios de justicia, eli-minando sólo los errores cognos-citivos (tal como proceden lasteorías no estructuradas), se pre-sentan sólo dos posibilidades: unconsenso unánime de que p cons-tituye el principio de justicia, o surechazo. El consenso unánime sepodría entender si consideramosque la contestación a la preguntaadmite una sola respuesta. Peroesta situación no parece la másadecuada a la realidad. En el casocontrario, es decir cuando lagente no llega a un consenso, nosenfrentamos con una situaciónque podría ejemplificarse delsiguiente modo:

Esta es una situación tomadade la paradoja de Condorcet: anteuna situación semejante, hayquienes hoy considerarían impo-sible ese resultado si se hubiesedeliberado lo suficiente; otrosdirían que utilizando ciertos pro-cedimientos electorales los parti-cipantes hubieran evitado la para-doja. Por el momento, sin embar-go, se pueden observar los resul-tados sin ningún tipo de prejui-cios y preguntarnos cómo sepodrá, entonces, afirmar cuálesson los principios de justicia. Pararesolver la situación se puedeconsiderar que, por ejemplo, parala persona 1 el utilitarismo (X)implica los principios de justiciamás verdaderos; para la persona 2éstos se identifican con los dosprincipios de justicia rawlsianos;mientras que la persona 3 seadhiere a una forma de perfeccio-nismo (Y). Ninguna de estas pos-turas es, en sí, cognoscitivamente

Persona 1 Persona 2 Persona 3

1ª elección X Z Y

2ª elección Y X Z

3ª elección Z Y X

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errónea, por lo que no estánexcluidas de las teorías no estruc-turadas.

Ante esta situación se presen-tan al menos dos objeciones. Laprimera es que muchas veces separte de la premisa de que lagente siempre actúa por interesespersonales. Esto es falso aplicadoa la totalidad de la sociedad yaque las motivaciones son siempremuy variadas. La persona 1 puedeperfectamente adherirse al utilita-rismo con la convicción de quetraerá mayor bienestar a un mayornúmero de personas y no por inte-reses egoístas. La segunda obje-ción es que esta teoría de la elec-ción no tiene en cuenta la posibi-lidad de cambio de opiniones enlas personas durante los procesosde deliberación.

Las teorías estructuradas queincluyen condiciones no cognos-citivas en el proceso de otorga-miento del consenso, general-mente incluyen tres tipos de con-diciones: restricciones relaciona-das con el tipo de información a laque las personas tienen acceso,tal como el “velo de la ignorancia

de Rawls”; restricciones basadasen algún tipo de preferencias quela gente está autorizada a tener,por ejemplo, que se trate de pre-ferir los principios que enfatizanaspectos de colaboración mutuao, por lo menos, que no sondemasiado egoístas; finalmente,el tercer tipo de restricciones serelaciona con el procedimiento aseguir para alcanzar un resultadoaceptable. Estas reglas de deci-sión o de procedimiento mues-tran que, bajo la apariencia deinocuidad, se puede inclinar labalanza incluso en casos de para-doja electoral.

Así, por ejemplo, si una reglade política establece que “losprincipios teleológicos serán utili-zados contra otros principios teleo-lógicos, mientras que, a los no-teleológicos se los comparará conotros no-teleológicos”, la parado-ja terminará resolviéndose a favorde los principios de Rawls indica-dos como Z (el utilitarismo X seopondrá al perfeccionismo Y porser ambos teleológicos, neutrali-zándose mutuamente). Esto sim-plemente muestra cómo en lasteorías de elección estructuradas,

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las reglas que se utilicen determi-narán la victoria de una postura ola contraria.

Aquí se encuentra el meollodel fracaso de las teorías volunta-ristas: si se adoptan versionespoco estructuradas nos enfrenta-mos a paradojas irresolubles o aresultados incoherentes. De ahíque no estén en condiciones deindicar cuáles son los verdaderosprincipios de justicia. Por el con-trario, adoptando versionesestructuradas el resultado se limi-ta a un producto de la ingenieríaprocesal adoptada. En definitiva,queda claro que no tiene sentidola adopción de una particularestructura que conduzca a unresultado predeterminado, ya quepara ello se podrían elegir sin máslos principios de justicia que sequieren adoptar, a menos que sebusque la explicación en argu-mentos demagógicos que nosoportan ningún análisis filosófi-co. En definitiva, las estructurasprocedimentales realizan unatarea normativa que no deja espa-cio para el consentimiento en sí,que ya viene implícito en el proce-dimiento.

Visto el fracaso de las teoríasconsensuales voluntaristas, co-rresponde reconsiderar la viabili-dad de las construcciones racio-nalistas. En este caso, la ventajasobre las anteriores es clara yaque no se trata de elaborar unateoría sobre la elección socialporque se parte de que los princi-pios de la justicia en sí son inde-pendientes. Las objeciones deque son objeto las teorías racio-nalistas son de otro tipo.

En el caso voluntarista, dadoque los principios de justicia sedefinen por acuerdo popular bajodeterminadas condiciones, lanecesidad de procedimientospara alcanzar consenso es eviden-te. Pero, desde una perspectivaracionalista, si se cuenta con ele-mentos independientes al sujetopara conocer qué procedimientoes el que conduce a la solucióncorrecta, resulta difícil justificar laexistencia de uno que regule elmodo de concesión del consenso.Algunos autores ven en estos pro-cedimientos un modo más per-suasivo o democrático de ilumi-nar aquellos principios que ya sesabe que son los verdaderos. Siéste es el caso, en realidad no se

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trata de una teoría consensual,dado que el consentimiento noagrega nada a la determinaciónúltima de los principios, sino queel consenso se transforma en unpretexto retórico vacío de conte-nido.

Ante esta argumentación, losracionalistas objetan que justa-mente a través de las reglas delconsenso se “descubre” cuálesson los principios de justicia quela sociedad debe aplicar. Lo queresulta difícil es justificar los fun-damentos de tal afirmación. Así,supongamos que bajo las condi-ciones c, las personas acuerdanque p constituye los principios dejusticia. Pues bien, dado que elhecho de que ellos acuerden noes lo que hace a p principio de jus-ticia, es difícil descubrir qué otrotipo de información nos está pro-porcionando el procedimiento.Dando un paso más: si realmentep es elegido como principio dejusticia sobre la base de un con-junto de razones r20, entoncestoda la argumentación no pasaráde ser un ejercicio lógico. No exis-te diferencia sustancial entre laafirmación “bajo las condiciones cla gente elegiría p como principio

de justicia por las razones r” y laque dice directamente que “p es elprincipio de justicia por las razo-nes r”. No tiene sentido dar esterodeo.

Así, en el marco de la argumen-tación expuesta, queda claro queresulta necesario adoptar unaposición ética acerca del bien delhombre a la hora de especificarlos principios de justicia. Puedeser que no se conozcan a cienciacierta cuáles son los elementosque contribuyen a la mayor pleni-ficación de la persona pero, desdeluego, se pueden determinar fac-tores negativos u obstáculos quese presentan en el camino de suconsecución. La justicia debereducirlos, o al menos minimizar-los.

Las teorías basadas en el con-sentimiento presentan, sin duda,el gran atractivo de proveer deaparentes medios que permitenevadir la difícil tarea de desarro-llar una teoría de la justicia sus-tantiva pero, tal como se ha inten-tado explicar, no aportan a la filo-sofía política instrumentos váli-dos para su desarrollo.

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Antes de entrar de lleno en lasteorías neo-contractualistas, yconcretamente en la teoría de lajusticia de John Rawls, correspon-de analizar someramente susantecedentes históricos, ya que separte de esa tradición doctrinariapara la construcción de sus argu-mentaciones. Dejamos de lado eneste capítulo al mayor represen-tante de las teorías contractualis-tas, Jean-Jacques Rousseau, por-que su doctrina del ContratoSocial ya se ha tratado en el capí-tulo precedente.

Se trata, entonces, de esbozarlas teorías contractualistas clási-cas, encarnadas en sus principa-les representantes históricos:Thomas Hobbes, John Locke eInmanuel Kant, para fijar la aten-ción en los filósofos del siglo XXque suponen un “retorno a Kant”(en la teoría de la justicia deRawls), así como un “retorno aLocke” (en el liberalismo de

Robert Nozick). Principalmenteinteresa mencionar la influenciade las ideas de los contractualis-tas clásicos que se manifiestan enlos presupuestos rawlsianos reco-gidos en Teoría de la Justicia y en suobra posterior, Liberalismo Político.

Efectivamente, a partir de 1980se ha producido un resurgir delconsensualismo, doctrina que enel ámbito de la filosofía políticadio lugar a la corriente neo-con-tractualista dentro de la que seencuadra la obra de Rawls. Estavuelta a la reflexión sobre el con-tractualismo como elemento legi-timatorio se produjo en unamisma época en dos ámbitos geo-gráficos diferentes y en dos tradi-ciones filosóficas diversas.

En Estados Unidos, la Teoría dela Justicia de Rawls y la obra Anar-quía, Estado y Utopía de Nozickconstituyen claros ejemplo delneocontractualismo. En Alema-nia, los máximos exponentes son

CAPÍTULO II

ANTECEDENTES HISTÓRICO-FILOSÓFICOS DELCONTRACTUALISMO CONTEMPORÁNEO

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Habermas y Apel. Sin embargo,aunque este resurgimiento seasimultáneo, las causas de la vuel-ta al contrato son bien distintas.Mientras que en Estados Unidosse intenta volver al viejo y autén-tico liberalismo como contraparti-da al conservadurismo21, para losfilósofos alemanes se trata dereforzar el concepto de Estado y laexigencia de obediencia a lasleyes.

Curiosamente, cabe destacarque -a pesar de ser continentales-mientras que Apel y Habermas seconsideran filósofos analíticos22,Rawls y Nozick -siendo anglosajo-nes- no lo son, porque no buscanel análisis lógico del lenguajemoral23. En el caso de Rawls, setrata del desarrollo de una éticanormativa (principios de conduc-ta como normas) que apuntahacia el “deber ser” discernido porla razón, en el más profundo sen-tido kantiano de imperativo cate-górico. A diferencia de la éticahegeliana24, que no se enfocahacia el deber ser sino hacia larealidad (en Hegel lo racionalsería lo rea), para Rawls lo racio-nal es lo justo, el deber ser.

La teoría del contrato social sedesarrolla históricamente en tresmomentos, a saber: la doctrina dela elaboración del pacto, la crisisde la doctrina del pacto y la teoríatradicional del Contrato Social.Estos tres momentos aparecendeterminados no sólo por lasobras de autores contractualistas,sino por la concreta situaciónpolítica y económica de sus res-pectivas épocas históricas. Contodo, las obras de Hobbes, Locke,Rousseau y Kant, son las que deuna manera precisa definen el sig-nificado de un hipotético contratolegitimador del poder político.

De un modo general, se pue-den distinguir dos tipos de con-tratos. El primero sería el pactode asociación, que sugiere que unconjunto de personas que vivenen un estado de naturaleza en elque no existen leyes civiles, niEstado, acuerda conjuntamenteconstituir una sociedad organiza-da. Un ejemplo sería el que llevana cabo, en noviembre de 1626, losPeregrinos del Mayflowers, en elque se dice: solemne y conjuntamente,en presencia de Dios, acordamos consti-tuirnos en un cuerpo civil y político. Por

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este pacto o contrato, sus inte-grantes pasan a constituir unasociedad organizada.

Un segundo tipo de pacto seríael llamado contrato de gobierno ocontrato de sumisión. Un ejemplosería el celebrado entre el sobera-no y su pueblo para regular lostérminos de su relación: obedien-cia por parte de los súbditos acambio de protección y gobiernojusto por parte del soberano, obli-gación cuyo cumplimiento generala desaparición del contrato. Estasegunda forma de contrato es his-tóricamente anterior a la primera,y suponía un límite a la monar-quía, a través del cual se estable-cían y definían los poderes delgobierno.

Dos autores han desarrolladofundamentalmente la teoría delcontrato como fundamento deunidad y del poder del Estado. Eneste sentido, la obra de ThomasHobbes y la de John Locke sonprecursoras de la noción de uncontrato hipotético a partir delcual se podrá hablar de Estadolegítimo. Tanto en el De Cive comoen el Leviatán de Hobbes, y en el

Ensayo sobre el gobierno civil deLocke, aparece ya una fundamen-tación teórica y legitimante delEstado moderno.

Antes de exponer las diferentesteorías contractualistas, se pue-den esbozar sus afinidades bási-cas25:

El punto de partida de las teo-rías contractualistas es la necesi-dad de legitimación de las rela-ciones estatales. Las teorías seproponen satisfacerla, es decir,justificar un orden político funda-mental; no plantean cuestionesempíricas sino normativas. Estasteorías no se refieren a aconteci-mientos históricos, sino a las con-diciones de un orden políticoracional.

Por su comprensión básica delhombre y del mundo, estas teoríasse encuentran en la tradición delRenacimiento. Como origen detoda legitimación estatal, y comocriterio último de todo orden polí-tico, vale el individuo libre. Lacarga de la prueba de legitimidadse encuentra del lado del ordenpolítico: él es el que tiene que serlegitimado. El individuo libre es,

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en cambio, la razón de legitima-ción26. Al mismo tiempo, aquí seencuentra la diferencia entre lateoría contractualista y el utilita-rismo: el orden político no necesi-ta justificarse ante la totalidadsino frente a cada individuo.

Por ello, el orden político signi-fica una limitación de la personaindividual, a diferencia de lo quesucedía en el pensamiento clási-co27. El Estado (polis) ya no es elfin de la existencia humana sinomás bien su restricción, que seconsidera inevitable.

Por el axioma de la libertad, lalimitación sólo puede referirse alos propios afectados; es unaautolimitación de los individuos.Formulado modernamente: elorden político sólo puede justifi-carse a partir del consenso posi-ble de todos los afectados.

La autolimitación se explicasiguiendo un modelo determina-do: a) la situación preestatal tieneen sí misma un defecto inacepta-ble: la falta de derecho lleva a unconflicto de egoísmos que haceinsoportable la vida individual; b)esta situación se supera si, cada

uno, bajo las mismas condicio-nes, acepta una limitación de sulibertad; c) pero una limitaciónlibre y recíproca es lo que se llamacontrato, por ello el orden políticofundamental surge del contractooriginario entre personas libres.

1. El contractualismo de ThomasHobbes

Hobbes parte de la idea de quelos hombres, antes de la existen-cia de la sociedad civil, vivían enun estado de naturaleza, sin leyesciviles: todos tenían un derechoilimitado a todo, eran iguales yposeían las mismas capacidadespara conseguir sus fines28. Se tratade un estado de violencia, insegu-ridad y guerra sin fin, es “por ellomanifiesto que durante el tiempoen que los hombres viven sin unpoder común que les obligue atodos de respeto, están en aque-lla condición que se llama guerra,y una guerra como de todo hom-bre, contra todo hombre29”. En laque nada puede ser injusto. Lasnociones de bien y mal, justicia einjusticia no tienen allí lugar.Donde no hay poder común, no

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hay ley. Donde no hay ley no hayinjusticia”30.

La falta de seguridad existenteen el estado de naturaleza, elmiedo, la necesidad de proteccióny seguridad, y la capacidad derazón -que en su caso es meraprevisión- ocasionan que loshombres renuncien al derecho ili-mitado sobre todas las cosas queposeían en el estado de naturale-za, y accedan a crear una sociedadcivil31 para asegurar la paz, losmedios de vida y la seguridad. Setrata en definitiva de fundamen-tos de utilidad: “puesto que lasociedad se forma voluntariamen-te, toda sociedad busca el objetode la voluntad, es decir, lo queparece bueno para sí mismo acada uno de sus miembros (...)toda sociedad se forma por utili-dad o por vanidad”32.

Mientras que la causa del con-trato sería la esperanza de obte-ner la paz y el bienestar, su conse-cuencia es la restricción que loshombres sufren en la libertad ili-mitada que poseían en el estadode naturaleza. Los hombres trans-fieren su derecho y consienten en

la pérdida de libertad, no paraque el derecho transferido recaigasobre otras personas que pudie-ran disfrutarlo, sino para que elbeneficio de esa transferencia, laseguridad y la protección recaigansobre ellos.

Sin embargo, este acuerdo opacto realizado entre los hombresno es de por sí suficiente paracrear la sociedad, aquella queofrezca los beneficios avistadospreviamente al pacto. Podría ocu-rrir que, aunque el pacto se lleva-se a cabo unánimemente, algunaspersonas lo incumpliesen, sinrecibir castigo alguno por ello, ono se considerasen sujetas a lasrestricciones de libertad queimplica. Por ello, el acuerdo detodos no basta para procurar laseguridad que exige el ejerciciode la justicia natural. Así pues, elcontrato, sin poder coactivo queobligue a su cumplimiento, seríaineficaz33. De aquí surge el segun-do momento del pacto: el deautoridad. El primer pacto, el deasociación, no tendría sentido sineste otro, ya que el acuerdo devoluntades ha de devenir en unavoluntad única, capaz de impo-

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nerse a todos e integrada por unao varias personas. Por tanto, lavoluntad de la autoridad, y elpoder de obligar coactivamente alcumplimiento del acuerdo quesupone, tiene su origen en la deci-sión voluntaria de los hombres desometer sus voluntades a otravoluntad exterior a ellos, de talmodo que la coacción que recibanpor parte de la autoridad seaobjetiva y se reparta igualitaria-mente entre todos ellos34. Así, enla doctrina de Hobbes, la búsque-da de seguridad y de felicidad quelos hombres llevan a cabo es lacausa primaria del nacimiento delEstado Moderno. Este consenti-miento mayoritario en el pactoobliga a todos. La necesidad de laobligación de obediencia provocala creación del Estado. Sin embar-go, sostiene Hobbes, “la obliga-ción de prestar esa obediencia, nonace inmediatamente del pacto,mediante el cual hemos transferi-do al Estado todo nuestro dere-cho, sino mediatamente, esto esporque sin ella no se podría ejer-cer el derecho de mandar y, portanto, no se hubiera instituido elEstado”35. Se trata de un Estado

absoluto, que gobierna todos loscentros de poder sin estar someti-do a leyes civiles, ni obligadohacia los ciudadanos y que con-centra los tres poderes caracterís-ticos del Estado Moderno.

Hobbes concibe la libertad delos ciudadanos como “aquellaparte del derecho natural que lasleyes civiles permiten y dejan adiscreción de los ciudadanos.[Éstos] se entorpecerían si nohicieran nada que no fuera orde-nado por la ley, [pero] si lo hicie-ran todo sin sujetarse a la ley sedisiparían, y gozan de tanta máslibertad, cuanto más puntos que-den indeterminados por lasleyes”36.

2. El contractualismo de JohnLocke

En la segunda mitad del sigloXVII, aparece en Inglaterra la obrade John Locke, que defiende laexistencia de unos derechos cons-titucionales y la necesidad deestablecer límites a la monarquía.Locke parte también de la idea deun estado de naturaleza concebi-do como estado de libertad e

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igualdad pre-social, sin leyes niderecho y, como en el caso deHobbes, un estado a-histórico eintemporal, que proporciona lasolución al enigma de la creaciónde la sociedad civil y del poder delEstado.

Los hombres en el estado denaturaleza lockiano tienen unalibertad ilimitada, y ellos mismospueden ejecutar los castigos porlos daños que les hayan infligido.Los hombres son, pues, su propiaautoridad, ya que no hay un poderexterior ajeno a ellos ante quiendeban rendir cuentas, ni del cualpuedan temer castigo. Sin embar-go, Locke prevé un límite a lalibertad en la forma de ley natural,entendida como racionalidad:“aunque ese estado natural seaun estado de libertad, no lo es delicencia; aunque el hombre tengauna libertad sin límites para dis-poner de su propia persona y desus propiedades, esa libertad nole confiere derecho de destruirsea sí mismo (...) El estado naturaltiene una ley natural por la que segobierna, y esa ley obliga a todos.La razón, que coincide con esaley, enseña a cuantos seres huma-

nos quieren consultarla, que sien-do iguales e independientes,nadie debe dañar a otro en suvida, salud, libertad o posesio-nes”37.

La transgresión de la ley de lanaturaleza es, entonces, suscepti-ble de castigo. Cada hombrepuede ser ejecutor de la ley natu-ral y el castigo habrá de ser dicta-do por la razón. Este castigo, suer-te de “venganza razonada” por eldaño recibido, adolece de gravesdefectos tales como la parciali-dad, la injusticia, la falta de obje-tividad, etc. ya que la valoracióndel daño queda a la merced delsujeto dañado. Se hace puesnecesaria la existencia de unaautoridad, de un poder que seajuez entre los hombres y que, a lavez, se sitúe por encima de ellos.Se ve aquí la necesidad cuya satis-facción dará lugar al poder civil.Así Locke concede “sin dificultadque el poder civil es el remedioapropiado para los inconvenien-tes que ofrece el estado de natu-raleza”38.

El consentimiento es el mediode salida del estado de naturale-

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za. Una vez realizado el pacto deasociación será el consentimien-to, expresado a través del pacto deautoridad, lo que someterá alhombre al poder político. Pero entanto no se haya celebrado estesegundo pacto, la autoridad lecompete a la voluntad de la mayo-ría. La exclusión del consenti-miento en el sometimiento a laautoridad originaría lo que Lockeconsidera un “estado de guerra”entre el que somete y el que sesomete. En el estado de guerra nohay un soberano que actúe comojuez.

La libertad del hombre ensociedad radica en disponer deregla fija a la que acomodar suvida, regla que es común a todoslos que pertenecen a esa sociedady ha sido dictada de acuerdo conlo pactado. Significa, en palabrasde Locke, “la facultad de seguir mipropia voluntad en todo aquelloque no esté determinado por esaregla”39.

Así pues, mientras Hobbesdefiende el poder absoluto delsoberano, Locke argumentaexhaustivamente en su contra, a

través de la necesidad del someti-miento del soberano a las leyes,aunque respete la prerrogativa dela creación del derecho de resis-tencia y de la separación de pode-res para evitar su concentración yabuso.

3. El contractualismo kantiano

El planteamiento kantiano res-pecto al contrato como recursolegitimador del Estado está orien-tado a dar explicación de la nece-sidad racional del Derecho, comoorden jurídico, que padece todasociedad. El Estado kantiano seestablece cuando pueda suscitar-se una cuestión que ponga enpeligro la determinación de “lomío y lo tuyo”40, para lo cual sepromulga una constitución. Asípues, el estado de naturaleza dalugar al estado civil, que se origi-na a través del contrato social,entendido como una coalición detodas las voluntades particularesen una voluntad pública y general.

Considera Kant que “la únicavoluntad capaz de obligar a todos,es la voluntad colectiva (común),la voluntad omnipotente de

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todos”41 y concibe al Estado civilcomo aquel en el que tiene reali-dad el derecho como orden de lavida colectiva. Se trata de una leyque impone una obligación, peroque no exige del individuo que, acausa de la obligación a la que laley da origen, deba sujetar sulibertad a esas mismas condicio-nes.

La elaboración del concepto deEstado kantiano pasa por tresmomentos: el estado de naturale-za, el contrato -que incorpora elconsentimiento de las personasque se encuentran en el estado denaturaleza- y, por último, la socie-dad civil, fundamentada y protegi-da por el derecho.

El estado de naturaleza no eshistórico, sino una abstracciónlógica del estado de sociedadalcanzado al imaginar al hombre,independientemente de todo loque debe a la sociedad. Es unestado en el que todos están amerced de la violencia porquetodos actúan según su voluntad,según lo que a su parecer esbueno. Cabe subrayar que elmétodo kantiano no se orienta a

la búsqueda de un Estado idealsino a la deducción racional de unconcepto puro de Estado, des-prendido de todo viso de realidadhistórica. Kant, frente al hechoconstatable de grupos humanosunidos por una voluntad heteró-noma, se plantea el problema desus condiciones de validez a priori,de las determinaciones abstractasque hacen de él un postuladoabsoluto de la razón. En definiti-va, se trata de determinar quévalor tiene la voluntad humanacomo proceso creativo y legitima-dor a través del sufragio.

El “contrato originario” kantia-no obliga al legislador a dictar susleyes como si cada ciudadanopudiera aceptarlas, es decir comosi hubieran emanado de la volun-tad unida de todo un pueblo. UnEstado libre estaría gobernado,pues, por leyes que fuesen acep-tables por todos los sujetos racio-nales42. Numerosos autores, Ber-lin entre ellos, acusan a Kant dedejar la puerta abierta al autorita-rismo43.

Kant entiende la libertad jurídi-ca como el poder de autolegislar-

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se, haciendo coincidir el significa-do de “libertad” con el de “autono-mía política”. Desde este punto devista, Kant, al igual que Rousseau,entendería la libertad en términosde la participación de todos losmiembros de una sociedad en unpoder público que tendría dere-cho a interferir en cualquieraspecto de la vida de los ciudada-nos. Por cierto, para Kant, el “con-trato originario” o “pacto social”es la única forma de asociaciónque puede permitir a los hombresalcanzar una constitución civilcon validez irrestricta, ya queaglutina cada voluntad particularen una voluntad comunitaria ypública, es decir, general44. Poresa vía, los hombres renuncian asu libertad exterior para recupe-rarla inmediatamente comomiembros de un Estado. Así,abandonan su libertad salvaje ysin ley para volver a encontrarlaen la dependencia legal que brotade su propia voluntad legisladora.

En diferentes escritos Kantexplica que el origen real del esta-do jurídico es la violencia, “sobrecuya coacción se funda después elderecho público”45. El contrato es,

entonces, una mera idea de larazón que tiene una realidadexclusivamente práctica y quefunciona normativamente comoun principio de justicia política46.En otros términos, la idea de con-trato es un principio de acciónque constriñe a todos los legisla-dores empíricos, que están a prioriobligados a promulgar sus leyescomo si pudieran haberse origina-do en la voluntad unida de todos.

El procedimiento kantianopara garantizar la justicia es denaturaleza lógica, y exige mera-mente un experimento mental,análogo al procedimiento de uni-versalización de las máximas en elplano de la moralidad. La idea esque una ley no será aceptada portodos si la restricción de la liber-tad que implica no afecta a todosde la misma manera.

La propiedad, la libertad y elEstado son conceptos inmanente-mente relacionados en el pensa-miento de Kant. Si el problemafundamental del derecho privadoes elucidar qué debe entendersepor “lo mío y lo tuyo externos”, ysi lo que me pertenece inteligible-

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mente es aquello con lo que man-tengo relaciones tales que su usopor parte de otro sin mi consenti-miento me perjudicaría, la pose-sión equivale al “libre uso de unacosa”, en donde “libre” quieredecir “no obstaculizado”.

La fundamentación absolutadel derecho de propiedad es decarácter lógico-formal. Es decir,en el estado de naturaleza puedotener como mío cualquier objetoexterno sometido a mi voluntad y,por lo tanto, la posesión tienerealidad como posesión física,sólo como un hecho. Ante estasituación reacciona Kant afirman-do que “una posesión futura y lapreparación de semejante estado,que no puede fundarse más queen una ley de la voluntad generaly que, por consiguiente, esté con-forme con la posibilidad de estavoluntad, es una posesión provi-sionalmente jurídica”47. Por elcontrario, la que tiene lugar bajouna constitución legal es unaposesión perentoria. Antes deentrar en ese estado el sujeto seopondrá a todo aquel que intentequitarle la posesión. En definitiva,la forma de tener como “suya” una

cosa exterior en el estado de natu-raleza es una posesión física quesólo se convertirá en “adquisiciónperentoria” en el estado social.Así pues, la precariedad del dere-cho en el estado de naturaleza eslo que hace necesario el paso alestado civil. Éste significa, paraKant, la conversión del derechoprivado en derecho público y, portanto, el surgimiento de garantíasque, por medio de la obligatorie-dad, protegen los derechos de losciudadanos.

El sistema jurídico kantianorevolucionó la manera tradicionalde representar el contrato. ParaKant, hay sólo un argumento váli-do para la constitución del Esta-do. Este argumento es que la jus-ticia y la injusticia sólo puedendeterminarse legalmente, y no pormedio de opiniones personales,en un Estado público de leyes. Ytal estado no viene exigido por-que la paz tenga el efecto positivode detener el derramamiento desangre, sino porque es una condi-ción indispensable para que serealice la legalidad que demandala razón. El Estado es, por tanto,una forma de auto-organización

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de individuos libres e iguales quetiene el propósito de establecerun sistema público de justicia. Lavalidez práctica del contrato origi-nario kantiano tiene, así, el objeti-vo de establecer un procedimien-to de decisión y consenso quegarantice la justicia de sus resul-tados. En ese sentido, su procedi-mientalismo sitúa a la formacióndemocrática de la voluntad deuna comunidad contractual en ellugar del criterio para los tests dejusticia. La consecuencia políticadel derecho a la libertad es, deese modo, el derecho de estarsujeto sólo a leyes que puedanrecibir un asentimiento universal.

En definitiva, el Estado kantia-no no se desarrolla con vistas amaximizar la libertad comoausencia de interferencia, sino aampliar la libertad de acción aten-diendo a las exigencias de la jus-ticia. Eso equivale a maximizar eldisfrute de un grado igual delibertad para todos los ciudada-nos. Por un lado, la naturalezacoercitiva de la ley es indispensa-ble para conseguirlo. Pero, por elotro, esa autoridad para el uso dela fuerza no es arbitraria, porque

debe atender a la visión delmundo del público y no de susdetentadores. Los actos de inter-ferencia por parte del Estadodeben seguirse, en consecuencia,de una interpretación de los inte-reses compartidos por los afecta-dos que sea capaz de conseguir, almenos idealmente, su adhesión.

4. Influencia de los autores con-tractualistas en Rawls

4.1. Elementos hobbesianos enla teoría de la justicia de Rawls

En una disertación en la Uni-versidad de Princeton, en 1950,Rawls hizo mención al argumentohobbesiano que articula voluntady libertad. A continuación, com-paró a Kant con Hobbes, descri-biendo a este último como unegoísta. En sus obras hizo escasasreferencias directas a Hobbes: enTeoría de la Justicia lo menciona sólouna vez, mientras que en El Libera-lismo Político, aparece en tres oca-siones48.

A pesar de esa parquedad, enambos autores se encuentra un

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fundamento idéntico para laconstrucción del Estado: mientrasHobbes hace referencia a la preo-cupación por un Estado justo,seguro y estable para los indivi-duos en pro del propio beneficiopersonal, Rawls, en la introduc-ción al Liberalismo Político, anunciaque su obra pretende “estudiar elmodo de que exista una sociedadjusta y estable para ciudadanoslibres e iguales”49. Asimismo, elmotivo de la construcción de estasociedad, calificada por amboscon idénticos calificativos50, es el“egoísmo general” y el subjetivis-mo que expresan los propios jui-cios. También el concepto hobbe-siano de justicia como el cumpli-miento de los contratos se acercaal concepto de justicia como fair-ness de Rawls. La obligación moralde Hobbes de cumplir las leyes dela naturaleza y las de soberaníaestán implicadas en la institucio-nalización contractual de la socie-dad civil, que contiene obligacio-nes muy similares a las de la teo-ría de la justicia rawlsiana.

Si bien Rawls pone el énfasisde su teoría en la justicia y Hob-bes en el orden de paz y de segu-

ridad, ambos reconocen que suesfuerzo incluye a ambas, ya quees imposible conseguir una sin laotra en la sociedad civil. Con estefin compuesto, los dos autorespretenden hacer frente a la nece-sidad de lograr estabilidad en unentorno plural, y demostrar queindividuos razonables con diver-sos valores pueden obligarse amantener determinados princi-pios de justicia necesarios para laconvivencia pacífica y la seguri-dad civil.

También se puede establecerun paralelismo en la considera-ción minimalista que ambos tie-nen acerca de la naturaleza huma-na. Comienzan con un diagnósti-co acerca de las necesidades bási-cas del hombre y, asumiendo alegoísmo racional como el meca-nismo principal de la naturalezahumana, concluyen que cada per-sona considerará la posibilidadde cooperar con otros sólo por-que ello le brindará ventajasracionales a sí misma. Otro carác-ter propio del hombre para Hob-bes y Rawls es el amor natural a lalibertad: a pesar de las restriccio-nes que trae consigo el contrato

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social, ésta se ve maximizada ensus oportunidades por medio delcontrato. También coinciden en elconcepto indiscutido de confianzaen la razón humana, que incluyeel reconocimiento de los mediosnecesarios que conducen a un fin.Ambos consideran que los ciuda-danos a los que se dirigen soncapaces de efectuar razonamien-tos, o al menos, de ser persuadi-dos por ellos.

El asentimiento da origen aobligaciones. Tanto Hobbes comoRawls presentan razones querecomiendan reglas operativas.Así, el asentimiento, un ciertocompromiso con obligacionesconsecuentes, constituye el puen-te que les permite pasar por altoel reconocimiento de leyes mora-les y concentrarse en la razonabi-lidad de considerar determinadosprincipios como obligatorios. Eseasentimiento les conduce a dis-tinguir las obligaciones de todarelación con la Voluntad divina ocon el poder de una soberaníacivil.

El requisito rawlsiano de laexistencia de un velo de la igno-

rancia en el momento del estable-cimiento de las reglas para unasociedad justa tiene una reminis-cencia hobbesiana: para la deter-minación de las leyes Hobbestambién exige que los individuosse abstraigan de su posición indi-vidual51 y consideren la norma a laque se adherirían si siguieran enun estado de naturaleza52. Enambos casos se trata de indivi-duos que, a la hora de prestarconsentimiento, desconocencaracteres básicos de su persona.De lo contrario sería imposiblellegar al pacto, ya que cada unobuscaría satisfacer su egoísmo.Por ello se parte de una igualdadque no es ni una verdad metafísi-ca ni una realidad de hecho: elestado de naturaleza en Hobbes yel velo de la ignorancia en Rawls.Hobbes explica que las diferen-cias entre los individuos en elestado de naturaleza no son rele-vantes como para influir en lamoral; Rawls, por su parte, con-cuerda en que las diferencias sonmoralmente irrelevantes. Asípues, a pesar de los evidentes ras-gos propios de cada individuopara la moral, la política, la acción

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de gobierno y la distribución debienes, tanto Hobbes como Rawlsimponen igual trato para todos.Sólo sobre esta premisa se podríaconstruir una sociedad estable yjusta.

Para ambos autores los princi-pios de justicia son una construc-ción de la razón en vistas al esta-blecimiento de una sociedadestable. A pesar de los límiteshumanos y de un mundo caracte-rizado por una escasez moderada,Hobbes y Rawls explican estosprincipios sin relación alguna connociones filosóficas o religiosas.

4.2. Elementos lockianos en lateoría de la justicia de Rawls

Además de partir del contractosocial como elemento configura-dor de la sociedad, Locke y Rawlscomparten principalmente su preo-cupación por la tolerancia en unmundo de valores diversos. Elprincipal problema para Lockereside en el modo de resolver laincertidumbre que plantea la exis-tencia de cosmovisiones distintasen vistas a lograr el acuerdo nece-sario para el surgimiento de la

sociedad organizada contractual-mente, así como la necesidad desentar bases para la separaciónde Estado y religión. Rawls, al res-pecto, sostiene que en caso deque Locke hubiese vivido en otrascircunstancias históricas hubierasido el paladín de una total tole-rancia53.

Locke, como los demás con-tractualistas de su época, buscacomo fundamento del Estado laconsecución de la seguridad y elorden. Si bien Rawls hace men-ción- como se señaló anterior-mente- a la justicia y la estabili-dad, los fines lockianos no sonmás que condiciones para lograrla sociedad rawlsiana. Sin embar-go, la gran coincidencia reside enel valor supremo que ambos auto-res conceden a la libertad, logradaen cada uno de ellos conforme ala construcción social que susten-tan y al valor al que se ordena. Detodos modos, se debe resaltarque en Locke no se encuentra unadefensa de la igualdad de tiporawlsiana.

Locke influye claramente en laconsideración sobre la tolerancia,

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desarrollada por Rawls, especial-mente en El Liberalismo Político.Rawls describe vivamente la tole-rancia como el punto focal delconsenso liberal contemporáneoen cuanto a las múltiples concep-ciones del bien, pero se trata deun consenso que no hace referen-cias a posturas morales básicas.Precisamente lo que Rawls deseaes presentar un modelo que justi-fique la separación entre justicia yreligión, intento hecho por Lockeanteriormente. El problema alque se enfrentan Locke y Rawls esque esa justificación positiva dela tolerancia sobre la base de ele-mentos pragmáticos es tan arries-gada como una justificación quese apoye en los principios deriva-dos de los derechos humanos.¿Cómo se explica la elección de laprimera alternativa en detrimentode la segunda? Se trata nueva-mente de la creación de justifica-ciones, con el fin de atraer de unmodo más ideológico que filosófi-co.

La Carta sobre la Tolerancia deLocke, que defiende la idea de latolerancia interreligiosa, fue revo-lucionaria en su momento y abrió

el debate de la tolerancia tal ycomo todavía hoy lo entendemos.Sin embargo, a diferencia deRawls, es importante percatarsede que en el punto clave de laargumentación Locke no apeló aninguna idea nueva o extraña a latradición a la que pertenecían susinterlocutores, sino que recurrió ala idea de salvación personal.Locke alude al significado de lasalvación en el pensamiento y lapráctica protestantes: “No sepuede forzar a los hombres a sal-varse, quieran o no... esta cues-tión la tienen que decidir en supropia conciencia”54. Locke nohabla aquí el nuevo lenguaje delos derechos neutrales sino el yaviejo de la “salvación por mediode la sola fe”. Pero lo que dicesugiere la forma de pasar del viejolenguaje al nuevo55.

La propuesta de Locke tuvoéxito justamente por esta razón.Porque consiguió conectar conlos sentimientos y las creenciasde la gente a la que se dirigía. Eneste sentido de oportunidad coin-cide con Rawls, en cuanto ésteescribe para sociedades en lasque el concepto de tolerancia se

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entiende como un valor supremoy dogmático del que no puedenprescindir.

4.3. Elementos kantianos en lateoría de la justicia de Rawls

La exposición que hace Rawlsde la posición original limitadapor el velo de la ignoranciademuestra su conexión con lainterpretación kantiana de laposición original. Cuando Kantaborda el problema del conoci-miento, para extraer unos princi-pios a priori y universalmente váli-dos, llega a la conclusión de queni la razón ni los sentidos son laúnica fuente de conocimiento. Larazón no da un conocimiento delo que las cosas realmente son.Los sentidos, por su parte, nosmuestran lo que las cosas pare-cen ser bajo las formas de espacioy tiempo.

¿Cómo actuaría o qué princi-pios elegirían los agentes raciona-les participantes en un procedi-miento contractual, cuyos conoci-mientos, deseos e intereses apa-reciesen parcialmente limitadospor un velo de ignorancia? Éste es

el problema que plantea Rawls.Su planteamiento trata de demos-trar que los agentes racionalesparticipantes, limitados en susdeliberaciones por las normasprocedimentales del juego con-tractual y por los principios for-males de la razón práctica, toma-rán sus dos principios de la justi-cia como solución al problema deelección colectiva56.

Rawls trata de decir que losprincipios formales de la razónpráctica son insuficientes paraproducir conclusiones morales,pero si a esos principios moralesde la razón práctica les impone-mos los límites del mecanismocontractual entonces sí estaremosen condiciones de deducir conclu-siones morales.

En segundo lugar, existe unaconexión “superficial”57 con Kant:ambos comparten la preocupa-ción de que la unidad y la exhaus-tividad de sus sistemas teóricosson la razón de su validez. Rawlsmantiene esa pasión por laexhaustividad al considerar cadaelemento de su teoría siempre en

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relación con la generalidad delsistema.

En tercer lugar, la estructura-ción de la posición originariarawlsiana, bajo el velo de la igno-rancia, trata de conectar la teoríamoral de Rawls con la filosofíakantiana. El velo de la ignorancia,de acuerdo con la interpretaciónde González Altable58, tiene elefecto de limitar a los participan-tes en las deliberaciones raciona-les que actuarían como agentesnoumenales en vez de como cria-turas fenoménicas. Es decir, losagentes racionales, seres fenomé-nicos, que tienen conocimientode las cosas a través de los límitesde la propia experiencia o sensibi-lidad, a causa del recurso rawlsia-no del velo de la ignorancia, seconvierten en seres noumenales,ya que aquél limita sus posibili-dades de conocimiento de loshechos generales acerca de símismos o acerca de la futurasociedad que tratan de construir.

La ética kantiana plantea doscuestiones: en primer lugar, cómoel hombre puede estar o sentirseobligado por principios morales,

ya que el determinante de la con-ducta humana son los deseos einclinaciones; es decir, cómo ade-cua su conducta o aprehenderacionalmente los principios de larazón práctica. En segundo lugar,cómo los principios formales dela razón práctica pueden producirprincipios morales. Ante estosinterrogantes, Kant sostiene quede un principio formal se puedenderivar principios sustantivos,universalmente obligatorios paralos agentes racionales, y que exis-ten dos fines obligatorios paraellos: la felicidad de los demás yla propia perfección.

Rawls, por su parte, consideraque la posición original puedeestudiarse como una interpreta-ción procedimental de la concep-ción kantiana de autonomía eimperativo categórico, es decir,afirma que la elección que losagentes racionales hacen bajo elvelo de la ignorancia la llevan acabo en tanto que seres noume-nales y no en tanto que seresfenoménicos. Asimismo, conside-ra que ya que cada uno elige libre-mente en la posición original, losprincipios que regirán su vida

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serán los elegidos por sí mismo,con lo que queda asegurada laautonomía moral del hombre.

Para Kant, entonces, ser autó-nomo reside en estar sujeto sólo alas leyes que uno se da para sí,leyes que son universales en suaplicación. Pero hay dos modosde darse leyes uno mismo: en uncaso, dejándonos guiar por nues-tros deseos e inclinaciones, y enel otro, no dejándonos guiar porellos. Este segundo tipo de legis-lación es autónoma y universal enla medida en que cualquier otroagente racional, en las mismascircunstancias, haría lo mismo.De esto se deduce que es el con-tenido de la voluntad y las inclina-ciones y deseos, lo que diferenciaa unos agentes racionales deotros. Por tanto, la ley que unagente racional quiere en tantoque agente racional es la mismaque cualquier otro querría y, porlo tanto, resulta obligatoria paratodos los agentes racionales. Estaley es universal en tanto que esautónoma.

Para Rawls, los grupos de laposición original son agentes

racionales en cuanto tienen unavoluntad racional y están bajo elvelo de la ignorancia, privados decualquier conocimiento acerca desí mismos, como agentes particu-lares. Rawls trata de demostrarque el velo de la ignorancia privaa las personas, en la posición ori-ginal, de los conocimientos quelas capacitarían para elegir princi-pios heterónomos en sentidogeneral y no particular, ya que loque motiva la elección de princi-pios es el propio interés y no laidea de bien.

Finalmente, existe una estre-cha relación entre la noción rawl-siana de la prioridad de la libertady la interpretación kantiana de laposición original. Las formas polí-ticas exigidas por el principio deigual libertad son la expresióncorpórea institucional de la deci-sión colectiva, que manifiesta elreconocimiento que hacen loshombres unos de otros como per-sonas libres e iguales59.

El concepto rawlsiano de prio-ridad de la libertad parte de lasuposición de que, en la teoría dela justicia, los agentes racionales

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situados en la posición originalacordarían dos principios ordena-dos lexicográficamente: el de jus-ticia, que sería el de la mayorlibertad equitativa y posible paratodos; y el de justa igualdad deoportunidades, que incluye el dediferencia, ya que éstas debenredundar siempre en beneficio delos sectores menos aventajadosde la sociedad. Cabe resaltar quelos principios rawlsianos mencio-nados son una derivación extraídadel concepto kantiano de justicia,basado a su vez en la noción kan-tiana de autonomía.

Kant considera que los princi-pios de justicia poseen dos carac-terísticas: son, en primer lugar,principios autónomos ya que sonelegidos como expresión de lanaturaleza del ser libre y racional.Son además, para Kant, imperati-vos categóricos, ya que son princi-pios de conducta que se aplican alas personas en virtud de su natu-raleza de seres libres y racionales.Rawls llega a la autonomía de losprincipios por una vía diferente,que es la utilización del velo de la

ignorancia. Ante el desconoci-miento que éste produce en losagentes, no deja posibilidad a laelección de principios heteróno-mos. Con respecto a la segundacaracterística kantiana de losprincipios, la existencia de impe-rativos categóricos, Rawls corro-bora que se aplican en virtud de lanaturaleza de los hombres comoseres libres y racionales. La posi-ción original pondría a las perso-nas en la situación de elegir losprincipios desde una expresiónpura de su naturaleza libre y racio-nal.

Por último, dado que los prin-cipios son autónomos a causa delvelo de la ignorancia, y puestoque Rawls supone que los agen-tes actuarán conforme a estosprincipios, se puede afirmar quelos agentes racionales rawlsianosson seres noumenales en el senti-do kantiano: su actuación estaríabasada en una serie de principiosbásicos elegidos previamente,que serían la expresión de sereslibres y racionales60.

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1. Antecedentes

El antecedente principal de lateoría de la justicia es un artículoque Rawls publicó en 1958 en ThePhilosophical Review, titulado “Justiceas Fairness”61. En él aparecenesbozadas la idea de la posiciónoriginal y el concepto de justiciadesde una perspectiva claramentecontractualista, con el fin de opo-nerse a la interpretación utilitaris-ta de los principios de la justicia.En ese artículo y en otros poste-riores quedan ya definidos loselementos que constituirán suteoría general sobre la justicia.Ésta puede considerarse definiti-vamente expuesta en Teoría de laJusticia, publicado en 1971, reedi-tado en 1993 con una serie de rec-tificaciones bajo el título El Libera-lismo Político. Teoría de la Justicia des-pertó inmediatamente notableinterés en los medios informati-vos y en los más diversos ambien-tes intelectuales, que con frecuen-cia consideran esta obra como un

clásico del pensamiento contem-poráneo.

Rawls se inscribe en lo que sedenomina liberalismo democráti-co o social-liberalismo, unacorriente de pensamiento cuyopunto de partida es, en aparien-cia, bastante semejante al libera-lismo radical: libertad (entendidacomo autonomía) y justicia socialformarían un binomio indisolubley axiomático; sólo que el concep-to de libertad que proponen es elde igual libertad de todos los ciuda-danos.

La nueva interpretación delvalor de la libertad que propone elsocial-liberalismo tiene conse-cuencias importantes a la hora dedefinir la justicia social, sobretodo cuando se une a la compro-bación histórica de que la dinámi-ca social abandonada a sí misma,sin más control que las garantíasque ofrece un mínimo Estado deDerecho, sofoca en la práctica la

CAPITULO III

LA TEORÍA DE LA JUSTICIA DE JOHN RAWLS

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libertad de muchos ciudadanos,limitando las posibilidades realesde éxito de sus proyectos de vida.Esta desigual distribución de lalibertad real se considerará, apli-cando el principio de la iguallibertad individual, un hechoinjusto. En consecuencia, afirmaque son justas las intervencionesdel Estado dirigidas a hacer efec-tivo el reconocimiento de la iguallibertad de todos los ciudadanos,es decir, dirigidas a crear una cier-ta igualdad de posibilidades de vidaentre todos ellos.

Ahora bien, es necesario dar aesa igualdad de posibilidadesentre los ciudadanos un conteni-do, hacerla igualdad en algún bien o,si se quiere, igualdad de posibilidadespara realizar algún modelo de vida. Eneste sentido, el social-liberalismorechaza cualquier política de igua-lación llevada a cabo según el cri-terio de utilidad62. Esa actitud, ensí misma, resulta para Rawlsincompatible con el liberalismo,ya que presupone una decisiónarbitraria por parte del Estadocuando determina qué tipo devida es la que se ha de tener por

buena y, por tanto, se ha de pro-mover o maximizar.

Para que el Estado promuevala igualdad de posibilidades de vidaentre sus ciudadanos, Rawls pro-pone una solución de tipo proce-sal respecto al problema de la jus-ticia: será justa toda intervenciónestatal que siga un proceso justo,cualquiera que sea su resultadoúltimo; y si la igual libertad es elvalor operativo primario, sólopodrá ser justo el proceso en elque en cada paso intervenga lavoluntad de todos. Es decir, que elEstado puede y debe promoveresa igualdad de posibilidades devida que todos estarían dispues-tos a aceptar en un diálogo sin pre-juicios sobre lo que es bueno omalo.

2. Aspectos generales de Teoríade la Justicia

Desde una perspectiva formal,Teoría de la Justicia es una obraredactada con un lenguaje noexcesivamente técnico y poco sis-temática: desde el inicio vuelveuna y otra vez sobre los mismosconceptos. En ocasiones resulta

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incluso difícil saber si las afirma-ciones que se van encontrandoconstituyen una hipótesis de tra-bajo o una conclusión definitiva, yen este segundo caso cuál es elrazonamiento exacto que conducea esa conclusión. Asimismo, semezcla una terminología propia-cuyo significado no queda total-mente claro hasta que no se cono-ce la teoría completa-, con térmi-nos filosóficos ya acuñados quese usan a veces en distinto senti-do del habitual.

El nombre que Rawls ha queri-do dar a su concepción de la jus-ticia política es el de Justice as Fair-ness. Por tanto, lo que Rawls pro-pondría sería una justicia comocorrección63, usando una expresiónque es igualmente ambigua encastellano, como lo es fairness eninglés.

El libro se estructura en trespartes, cada una de ellas divididaen tres capítulos. Como explica elmismo Rawls, la parte primera“presenta los elementos esencia-les de la estructura teórica (...). Enla segunda [Instituciones] he exa-minado la clase de instituciones

que prescribe la justicia, y lostipos de deberes y de obligacio-nes que impone a los individuos.(...) En fin, en la Parte tercera[Fines] hemos controlado si la‘Justice as Fairness’ es una con-cepción realizable en la prácti-ca”64. En el prefacio, Rawls presen-ta su teoría como una alternativapara llevar a un grado más alto degeneralización la teoría del con-trato social.

Metodológicamente, se podríadescribir la Justice as Fairness comouna larga negociación que Rawlsestablece con el lector, dirigida aestablecer un acuerdo o contratosobre los principios de justiciaque han de regular la estructurafundamental del Estado (la Cons-titución y las leyes fundamenta-les). Antes de dar comienzo a eseproceso se señalan algunos pre-supuestos que son básicamentedos: las circunstancias de la justicia,es decir, las circunstancias fácti-cas por las que los hombres nece-sitan y buscan la justicia, y ladeterminación del concepto de justi-cia, que se entiende como aquellanoción abstracta de justicia pre-sente en todas y cada una de las

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diversas concepciones singularesque de ella tienen los hombres. Acontinuación comienza la nego-ciación propiamente dicha, con elfin de obtener el consentimientodel lector en dos momentos suce-sivos: 1) para establecer un primeracuerdo sobre las reglas procesa-les a las que debemos ajustarnosal negociar (es lo que Rawls llamala posición original de las partes con-tratantes); y 2) para lograr la apro-bación de los dos principios sus-tantivos de la justicia en los quese articulará la Justice as Fairness.Estos dos elementos del contratotienen, desde el punto de vista desu justificación —dice Rawls—,una cierta autonomía: “es posibleaceptar la primera parte de la teo-ría (o una variante), y no la segun-da, y viceversa”65.

3. Análisis de la obra A Theory ofJustice

3.1. Aspectos metodológicos:el equilibrio reflexivo

Rawls asume como dato esta-blecido que toda persona de unacierta edad, en posesión de las

necesarias facultades mentales,desarrolla en condiciones socia-les normales el sentido de la jus-ticia, es decir, la capacidad de juz-gar intuitivamente sobre lo justo ylo injusto, y de motivar estos jui-cios. Además, en virtud siemprede su sentido de la justicia, deseageneralmente actuar de acuerdocon cuanto sostiene, y espera quelos otros lo deseen igualmente.Así, en una primera aproximación,se podría considerar la teoría dela justicia como un intento derecorrer analíticamente el mismocamino que sigue espontánea-mente nuestro sentido de la justi-cia. Aunque Rawls tratará deracionalizar este análisis parareducir al mínimo el recurso a lasintuiciones, nunca le será posibleprescindir totalmente de ellas.Considera que, de este modo, secrearán las condiciones para unadiscusión racional, y será másfácil llegar a un acuerdo comúnsobre la justicia66.

Un primer paso en esta direc-ción resulta de la elección dealgunos de los juicios sobre lajusticia. Parece, en efecto, que esrazonable aceptar algunos y

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excluir otros. Rawls propone con-siderar sólo los juicios ponderados,es decir, aquéllos que se basan enintuiciones habidas en circuns-tancias en las que la capacidadmoral del sujeto no ha sufrido dis-torsiones. Por el contrario, habráque eliminar, por ejemplo, los jui-cios emitidos bajo estados deduda, nervios o temor. Por otraparte, dado que se quiere llegar auna concepción común sobre lajusticia, para iniciar la discusiónse deben elegir intuiciones débi-les, entendiendo por tales lascomúnmente aceptadas.

Hecha esta operación selecti-va, se ponen en relación esos jui-cios con una determinada con-cepción sobre la justicia, es decircon aquellos principios que seríancomo las premisas del razona-miento que concluye con ellos. Elconocimiento de esos principiospuede sugerir ulteriores reflexio-nes, que pueden inducir a recon-siderar los juicios primitivos. A suvez, esta reconsideración podríallevar a iniciar de nuevo el proce-so, que se repite indefinidamentehasta alcanzar lo que Rawls llamael equilibrio reflexivo: “es un equi-

librio porque, al final, nuestrosprincipios coinciden con nuestrosjuicios; y es reflexivo porque sabe-mos a qué principios se confor-man nuestros juicios”67. ¿Permitela Justice as Fairness lograr el equili-brio reflexivo? Sólo en parte, por-que esa meta es un ideal filosófi-co que quizá no puede alcanzar elindividuo singular, y todavíamenos una teoría de la justicia.En realidad, no se puede nisiquiera saber si existe un equili-brio reflexivo para la filosofíamoral, o si éste es único. Por eso,la Justice as Fairness se presentasólo como una teoría de la justiciaque nos acerca tendencialmente aese ideal filosófico, aunque nuncalo alcanza.

3.2. Un principio prioritario: laigual libertad individual

En línea con lo que requiere elmétodo del equilibrio reflexivo,Rawls inicia su razonamiento for-malizando el principio que -en suopinión- resumiría toda una seriede convicciones intuitivas fácil-mente aceptables por todos, acer-ca de la justicia y de lo que ésta

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comporta de modo principal. “Lajusticia es el primer requisito delas instituciones sociales, al igualque la verdad lo es de los siste-mas de pensamiento (...) Todapersona posee una inviolabilidadfundada sobre la justicia, porencima de la cual ni siquiera elbienestar de la sociedad en suconjunto puede prevalecer. Poresta razón la justicia niega que lapérdida de la libertad por parte dealguno, pueda ser justificada porlos mayores beneficios que otrosreciben”68.

Manifiestan estas palabras elpapel central que, en la Justice asFairness, corresponde al principiode la igual libertad (autonomía)individual. Rawls lo reconoceexplícitamente. Además, la liber-tad es, muchas veces, la premisaimplícita de sus razonamientos:dando por descontado que laautonomía individual quedaránecesariamente menoscabada encualquier sistema de cooperaciónsocial, la característica específicade un esquema cooperativo “quesatisfaga los principios de la Justi-ce as Fairness [está en que] se acer-ca lo más posible a la idea de un

esquema voluntario, ya que satis-face los principios que individuoslibres e iguales aceptarían en cir-cunstancias imparciales. En estesentido, sus miembros son autó-nomos, y las obligaciones queellos reconocen auto-impues-tas”69.

En esa misma línea, más ade-lante, Rawls afirma que unabuena parte de la Justice as Fairnessse puede derivar de la noción kan-tiana de autonomía, según la cual“una persona actúa autónoma-mente cuando los principios desu acción son elegidos como laexpresión más adecuada posiblede su naturaleza de ser racionallibre e igual”70.

3.3. Las circunstancias de lajusticia y el concepto de justicia

Con la expresión circunstan-cias de la justicia, Rawls designael conjunto de condiciones huma-nas normales que tienen algunarelevancia en relación con la justi-cia en orden a establecer lasreglas para la unión y la coopera-ción social entre los hombres. Asu estudio dedica una sección

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específica, pero también en otroslugares de la obra se encuentranexplicaciones importantes. Porejemplo, al hablar de la estructuramisma del hombre, ilustrada enlas primeras páginas de Teoría de laJusticia, Rawls afirma que los hom-bres son personas morales, es decir,“seres racionales que tienen finespropios y están dotados (...) de unsentido de la justicia”71. El estudioen detalle de las circunstancias dela justicia muestra- y así lo reco-noce Rawls- que el planteamientoasume y condensa la descripciónde Hume acerca de la situacióndel hombre en estado de natura-leza. Dentro del cuadro dibujadopor este último autor, Rawls acen-túa el hecho de que la unión ycooperación entre los hombresademás de posible (y necesaria enciertos aspectos), es convenientey problemática.

La razón por la que se debeconsiderar conveniente la unióncivil entre los hombres es clara: lasociedad es una empresa coope-rativa que “hace posible paratodos una vida mejor de la quecada uno conduciría si viviesesólo sobre la base de la propia

actividad”72. La mayor cantidad debienes que produce la colabora-ción entre los hombres no es sufi-ciente, sin embargo, para satisfa-cer todos sus deseos; por eso launión civil es problemática. Estadificultad característica de lasrelaciones sociales queda bienreflejada, en opinión de Rawls,indicando otras dos circunstan-cias: el recíproco desinterés (losindividuos no se interesan por losproblemas de los demás) y laescasez moderada (los mayoresbeneficios que produce la coope-ración social son inferiores a lasuma de los intereses humanosglobales).

Rawls considera todas estascircunstancias, y especialmentelas dos señaladas en último lugar,como de la justicia porque, alcrear una situación potencialmen-te conflictiva, hacen necesario unorden de justicia que regule lacooperación social. Si, por el con-trario, “estas circunstancias nosubsistiesen, faltarían las condi-ciones para la virtud de la justicia,del mismo modo que, faltando lasamenazas o los daños a la integri-dad de una persona, no habría

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ninguna ocasión para vivir el cora-je físico”73.

3.4. El concepto de justicia y lateoría parcial del bien

Los hechos que constituyen lascircunstancias de la justicia per-miten a Rawls llegar a una prime-ra descripción de esta virtud: lajusticia es el conjunto de princi-pios “que se ocupan de las preten-siones contrastantes en relacióncon las ventajas que se obtienenpor medio de la cooperaciónsocial”74. Si bien con esta defini-ción no se llega todavía a determi-nar cuáles son esos principios, sealcanza a fijar al menos una defi-nición funcional de justicia seña-lando la misión que cumple. Unamisión que, para Rawls, está pre-supuesta en todos y cada uno delos modos sustanciales en que loshombres conciben la justicia. Enefecto, “decir que cada uno deellos posee una concepción de lajusticia (...) significa decir que seencuentran dispuestos a recono-cer y afirmar la necesidad de unconjunto específico de principiosque asignen los derechos y debe-

res fundamentales, y que determi-nen del modo que ellos conside-ran correcto la distribución de losbeneficios y de las cargas de lacooperación social”75.

Esta referencia que Rawls hacea los derechos fundamentales y alos beneficios anuncia una impor-tante simplificación del problemade la justicia, que es posible gra-cias a lo que él designa como teo-ría parcial del bien (thin theory of thegood). La cuestión radica en que siel problema de la justicia es ladistribución de bienes, ¿por quéno considerar únicamente algu-nos de ellos? La respuesta deRawls es que, al obrar así, se pre-supone que algunas cosas sonbuenas, y existe por tanto el ries-go de que se imponga a los ciuda-danos una determinada visión delbien, cuando lo que debe consi-derarse como tal depende, en rea-lidad, del proyecto de vida quecada uno haya elegido libremen-te. Este riesgo se puede evitar sise toman en consideración todoslos “bienes principales”76. Estosbienes, “agrupados en grandescategorías, son derechos y liberta-

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des, oportunidades y poderes,ingresos y riquezas”77.

3.5. Fundamento del contractua-lismo en la “justicia social”

Las circunstancias de la justi-cia y su concepto crean el marcoformal de los problemas que todaconcepción de la justicia está lla-mada a afrontar y resolver. Rawlsadopta una solución de tipo con-tractualista para llevar a cabo esatarea. Esta decisión se derivainmediatamente de la concepciónque tiene acerca de la igualdad deautonomía de todos los indivi-duos, y por tanto resulta una con-dición previa a cualquier discu-sión sobre los contenidos mismosde la justicia.

Partiendo de la consideracióndel valor central de la igual liber-tad individual, Rawls se inclina -se podría decir que de modo natu-ral- por una concepción de la jus-ticia de tipo contractualista, yaque en ella se exige, ante todo,que los principios de la justiciasean aceptables por todas las partes[contratantes]. En sentido opues-to, y siempre por el mismo moti-

vo, descarta por injusta la concep-ción utilitarista de la justicia, almenos en el origen de la funda-mentación, porque si se aplicasedesde el inicio la lógica utilitaris-ta “no se reconocería el objeto deun acuerdo entre los hombrescomo fundamento de la justicia”.Al ser el utilitarismo una teoríateleológica, “el bien es definidocon independencia de lo justo (...)y sucesivamente formula la hipó-tesis de que lo justo consiste en lamaximización del bien preceden-temente determinado”. En conse-cuencia, “el método más naturalpara llegar al utilitarismo”, esdecir, el procedimiento por elcual, en virtud de su lógica inter-na, éste debería imponerse comoregla de la estructura social, “es elde adoptar para la sociedad en suconjunto el principio de elecciónracional que sirve para un sólohombre. Ahora bien, no hay nin-guna razón para suponer que losprincipios que deberían regularuna asociación de hombres seanuna simple extensión del princi-pio de elección para un solo hom-bre”78. Sólo el contractualismo, yno el utilitarismo, puede ser el

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fundamento primero de la justi-cia.

3.6. El proceso de contratación

La justicia procesal pura

El importante papel que enesta teoría de la justicia desempe-ñan las reglas procesales sólo sepone plenamente de manifiesto sise tiene en cuenta que la Justice asFairness, considerada en su con-junto, se podría calificar comouna teoría de la justicia procesalpura, según afirma su autor endiversas ocasiones. La compren-sión de esta tesis exige, ante todo,explicar en qué consiste la justiciaprocesal pura. En una primeraaproximación se puede decir quela decisión de hacer del contratosocial el fundamento de la justiciaremite a este tipo de justicia. Enefecto, para quien sostiene unateoría contractualista, la correc-ción en la formulación de las obli-gaciones de justicia que se impo-nen a las partes depende, princi-palmente, del procedimiento quese ha seguido para su determina-ción: concretamente, de si eseproceso ha respetado o no la

autonomía decisoria de las par-tes, de modo que de las obligacio-nes consecuentes pueda decirseque han sido auto-impuestas.

La teoría de Rawls lleva estalógica al límite, pues caracteriza lajusticia procesal pura del siguientemodo: es la justicia que se da“cuando no existe un criterioindependiente para conseguir unresultado correcto; existe, sinembargo, un procedimiento talque dará siempre un resultadocorrecto, cualquiera que éste sea,con la condición de que se sigaapropiadamente el procedimien-to”79. Un caso de justicia procesalpura son los juegos de azar; otrocaso sería, según Rawls, la deter-minación de la justicia de laestructura fundamental del Esta-do. Esto significa que, supuesto eldeseo de los hombres por fijarunos principios correctos de justi-cia social, sólo podrán saber cuá-les son si se adecúan a las reglasde un proceso correcto (pues noexiste un criterio independientepara fijar el resultado correcto); esmás, el simple hecho de haberseguido ese proceso garantizaque sus conclusiones, indepen-

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dientemente de su contenido,sean correctas.

Las dudas que se plantean coneste segundo caso de justicia pro-cesal pura pueden expresarse conla siguiente pregunta: ¿por quéhabrían de querer los hombresparticipar en este “juego” al bus-car los principios de la justicia?De acuerdo con Rawls los motivosson claros: porque conviene esta-blecer unos principios de justicia(vivir en una sociedad civil), paraasegurar que todos tengan lasmismas posibilidades de realizarel propio proyecto de vida.

Estos principios deben surgirde un acuerdo o contrato para res-petar desde el inicio la igual liber-tad individual. La decisión de nojugar sería, por el contrario, unamanifestación de egoísmo colec-tivo o individual que impediría laconstrucción de una sociedadlibremente fundada: “La cosamejor para cualquier individuo esque todos los demás se unan conél para afirmar la propia concep-ción del bien, cualquiera que sea.O, si ello no fuera posible, que atodos los demás se exija actuar

según la justicia mientras él estáautorizado a considerarse exentocuando quiera. Dado que losotros individuos no aceptaríannunca asociarse en estas condi-ciones, estas formas de egoísmoquedarían eliminadas”80.

Otra cuestión reside en saberqué es lo que nos asegura que lasconclusiones del “juego” serán entodo caso correctas. Hay muchasinterpretaciones posibles de lasituación inicial en relación con elmodo de concebir las personas:cuáles se supone que son susintereses y creencias, las alterna-tivas disponibles, etc. Se podríadecir que cada una de las concep-ciones tradicionales de la justiciasupone y se origina desde unadeterminada interpretación de lasituación humana inicial; coloca-dos los hombres en ella, elegiríancomo solución preferida la corres-pondiente concepción tradicio-nal. Pues bien, lo que Rawls inten-ta mostrar es que existe una inter-pretación de la situación inicialque expresa mejor que cualquierotra las condiciones que general-mente se considera razonableimponer al elegir los principios.

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Esto es lo que Rawls llama “posi-ción original”.

La posición original

El conjunto de reglas que com-ponen el proceso correcto para laelaboración de principios de lajusticia igualmente correctos esenteramente reconducido porRawls a una hipotética situaciónen la que deberían (imaginaria-mente) situarse los individuosque participan en él. Es la posi-ción original: el status quo inicialque garantizaría la corrección delos acuerdos fundamentalesadoptados a partir de él.

La mayoría de las condicionesque definen ese status son presen-tadas por Rawls como deducidasde los presupuestos de la justicia.No basta, sin embargo, con seguiresa vía analítica, y por eso algu-nas de las condiciones de la posi-ción original se justificarán por-que son razonables o general-mente admitidas. La lista comple-ta de condiciones que caracteri-zan la posición originaria esamplia; aquí se recogen los dosgrupos que parecen más significa-tivos:

a) Característica de los partici-pantes

Los individuos que elegirán losprincipios de justicia deben con-tar con los dos rasgos rawlsianospropios de la personalidad moral:en primer lugar, son capaces detener (y se presume que tienen)una concepción de su bien que seexpresa en un plan racional devida; y, en segundo lugar, soncapaces de adquirir (y se presumeque adquieren) un sentido de lajusticia.

En cuanto al primer rasgocaracterístico, “la idea principal esque el bien de una persona estádeterminado por lo que para él esel plan de vida más razonable alargo plazo, si se dan circunstan-cias razonablemente favorables.Un hombre es feliz cuando lograrealizar más o menos este plan.Para decirlo brevemente, el bienes la satisfacción del deseo racio-nal”81. De ahí que los bieneshumanos sean tantos y tan diver-sos como planes de vida indivi-duales existen. La dificultad depactar en estas condicionespuede ser, sin embargo, fácilmen-

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te resuelta, pues “aunque los pla-nes racionales de los hombres tie-nen diferentes propósitos finales,todos ellos requieren para su eje-cución ciertos bienes principalesnaturales y sociales”82. Estos bienesprincipales son derechos y liber-tades, poder y oportunidades,ingresos y riqueza; a ellos seañade, en la última parte del libro,el respeto de sí mismo (self-respect).La segunda característica de losparticipantes es el sentido de lajusticia, que será lo que les lleve arespetar siempre, a pesar de lasdificultades, los principios acor-dados, proporcionando a laestructura fundamental que enellos se inspira la necesaria esta-bilidad.

Los “bienes principales” moti-van a elegir los principios quecomponen la Justice as Fairness:aquellos que favorecen al máximoel propio sistema de fines y ase-guran un máximo de bienes prin-cipales.

b) El velo de la ignorancia

Continuando con el proceso:una ficción, “el velo de la ignoran-cia”, debe cubrir a las partes con-

tratantes en este momento. Envirtud de este velo las personas“no saben cómo las diferentesalternativas afectarán a su propiocaso particular (...) Ante todonadie conoce su puesto en lasociedad, su clase o status social;no conoce, tampoco, su fortunaen la distribución de capacidadesy habilidades naturales, su inteli-gencia, su fuerza y cosas simila-res. Ninguno conoce su concep-ción del bien, los aspectos con-cretos de su plan racional de vidani, tampoco, los aspectos espe-ciales de su psicología, como suaversión al riesgo o la propensiónal optimismo o al pesimismo”83.Además, ignoran las circunstan-cias concretas de su propia socie-dad (situación política o econó-mica, nivel de civilización o cultu-ra, etc.); tampoco saben a quégeneración pertenecen. Los úni-cos datos particulares que cono-cen son que su sociedad estásujeta a las circunstancias de lajusticia, y todo lo que esto impli-ca.

La misión del velo de ignoran-cia es garantizar la unanimidad yla imparcialidad de los acuerdos a

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los que las partes llegan en laposición original. La unanimidadqueda asegurada porque “las dife-rencias entre las partes son paraellas desconocidas, y cada uno esigualmente racional y se encuen-tra en la misma situación”84; enconsecuencia, los argumentosválidos para uno, lo serán paratodos. Por su parte, la garantía dela imparcialidad se deriva inme-diatamente de que las partes des-conocen sus fines personales. Elvelo de ignorancia, al realizar estasegunda misión, coloca a las par-tes en una situación desinteresa-da respecto a los propios fines.Por eso podríamos decir, en opi-nión de Rawls, que nos encontra-mos ante una “noción que estáimplícita en la ética de Kant”85.

En opinión de Rawls, el velo dela ignorancia no compromete laracionalidad de las decisiones nielimina la motivación de las par-tes porque tal velo permite cono-cer los aspectos generales de lapsicología humana y de la organi-zación de la sociedad. Así, separte de la base de que los indivi-duos sí conocen los hechos gene-rales y la problemática política y

económica general, además de lasbases de la Sociología y la Psico-logía.

En cuanto a la motivación,Rawls asume que las partes siem-pre prefieren recibir más bienesprincipales y no menos. Además,en caso de que su preferenciafuese de una cuota menor, noserán coaccionados para que reci-ban lo que no desean.

3.7. Los principios de la Justice asFairness

a) La regla del maximin

La posición de quienes debenelegir los principios de la justiciapor el velo de la ignorancia seencuentra en una situación deincertidumbre tal, que hace con-veniente que la decisión se tomede acuerdo con la regla del maxi-min: conseguir el máximo de losmínimos (maximum minimorum). Esdecir que lo más racional seríadecidirse por la alternativa cuyopeor resultado es el mejor resul-tado de las otras. Para un indivi-duo, la conveniencia de sujetarsea tal regla es evidente en aquellos

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casos en los que él se encarga dedeterminar las cuotas distributi-vas, sabiendo que será un adver-sario el encargado de asignarlasposteriormente86.

Téngase en cuenta que las par-tes, a causa del velo de ignoran-cia, no disponen de ningún datoobjetivo en base al cual puedanprever la naturaleza de la futurasociedad, o el puesto que ocupa-rán en ella. No tienen, por tanto,motivos para fiarse de los cálcu-los de probabilidades. Por otraparte, los individuos deben teneren cuenta que los otros contra-tantes deben considerar razona-ble su elección. En consecuencia,si se puede probar que ciertosprincipios dan lugar a una teoríarealizable de la justicia social, yque garantizan un mínimo satis-factorio de bienes primarios paratodos, hay pocas razones parabuscar algo mejor; es más, nohabrá razón alguna para hacerlo sise prueba que las otras concep-ciones alternativas de la justiciapueden conducir a institucionesque las partes encontrarían into-lerables.

b) La elección de los principios

Para Rawls, sea cual sea la acti-tud personal de las partes, losprincipios de la justicia que elegi-rían en la posición original serían,en cualquier caso, una interpreta-ción particular de la siguiente con-cepción general de la justicia: “Todoslos bienes sociales- libertades yoportunidades, riqueza y renta, ylas bases para el respeto propio-deben ser distribuidos de modoigual, a no ser que una distribu-ción desigual de uno o de todosestos bienes redunde en beneficiode cada uno”87.

Parece obvio que hay algunasdesigualdades que hacen estarmejor a cada uno respecto a laigualdad inicial; por ejemplo, por-que determinan la existencia deincentivos que estimulan elesfuerzo productivo. Puede admi-tirse, en consecuencia, que exis-ten algunas desigualdades justas,pero es necesario ver hasta quépunto lo son: estudiar en quémedida la elección de las partesen la posición original limitaríaestas desigualdades. Como con-clusión de las suposiciones que

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Rawls hace al respecto sostieneque la versión más justa (la quesería elegida) de la concepcióngeneral de la justicia, es la que searticula según los siguientes prin-cipios de distribución:

- Primer principio: toda perso-na tiene igual derecho a las másamplias libertades de ciudadanía,compatibles con iguales liberta-des para los demás. Las liberta-des fundamentales de los ciuda-danos son, aproximadamente, lalibertad política, junto con las depalabra y reunión; las libertadesde conciencia y de pensamiento;las libertades de la persona, juntocon el derecho de propiedad per-sonal; la libertad frente al arrestoy la detención arbitrarios.

- Segundo principio: las desigual-dades sociales (de jerarquía) yeconómicas (de riqueza y renta)deben ser: a) para el mayor bene-ficio de los menos afortunados,compatible con el principio delahorro justo y b) conectadas a car-gos y posiciones abiertos a todosen condiciones de justa igualdadde oportunidades.

No se entendería bien el signi-ficado de estos principios si no setuviese en cuenta su ordenación“lexicográfica”: 1, 2 b), 2 a). En vir-tud de este orden, ninguna des-viación de las instituciones deigual libertad establecida en elprimer principio puede ser justifi-cada o compensada por la obten-ción de mayores beneficios socia-les o económicos. Sólo una vezque se han cumplido las exigen-cias del primer principio puedeentrar en acción el segundo.Admite éste una desigual distri-bución de las riquezas y de laautoridad, pero con la condiciónde que para el acceso a estosbienes exista una igualdad deoportunidades (principio de laigualdad de oportunidades), y deque las desigualdades concretasque se vayan creando actúen enbeneficio de los menos afortuna-dos (principio de diferencia).

c) La prioridad de la libertad (yla exclusión del utilitarismo)

Existe en el sistema una priori-dad absoluta de la libertad y laresultante prohibición de su inter-cambio con mayores beneficios

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sociales y económicos. Esto esconsecuencia de que, en aplica-ción de la regla del maximin, laspartes en la posición original ele-girán aquel sistema que en el peorde los casos les asegure la liber-tad. En este sentido, puede decir-se que las partes excluirán siem-pre el utilitarismo —al menos eneste nivel de elección—, puesaunque éste introduzca una seriede reglas intuitivas tendentes aasegurar la libertad de todos, estáclaro que siempre que una socie-dad busca maximizar la suma devalores intrínsecos, sufrirá la ten-tación de descubrir que la nega-ción de la libertad a algunos sejustifica en nombre de este fin.Las libertades de igual ciudadaníason inseguras cuando se fundansobre principios teleológicos.

Más adelante Rawls acepta cir-cunstancias en las que esta orde-nación de los principios de la jus-ticia sufre excepciones. Se tratade aquellas situaciones en las quelas condiciones sociales son talesque las libertades sociales nopueden en realidad ejercerse. Sepodrá entonces volver a la con-cepción general de la justicia, que

no prohíbe su limitación; peroserá justo obrar así sólo duranteel tiempo estrictamente necesariopara elevar el nivel de civilización,de modo que esas libertades pue-dan disfrutarse en el momentooportuno.

d) La prioridad de la justicia res-pecto a la eficiencia y el bienestar

Rawls estudia y valora negati-vamente las dos opciones que,una vez reconocida la igual liber-tad, se podrían presentar comouna alternativa mejor que larepresentada por el segundo prin-cipio de su teoría. Se trata del“sistema de la libertad natural” ydel “sistema de la igualdad libe-ral”. La injusticia más evidente delsistema de la libertad naturalestá, dicho intuitivamente, enpermitir que las contingenciasnaturales y sociales ejerzan uninflujo excesivo en la determina-ción de las cuotas distributivas. Elliberalismo intenta corregir estasarbitrariedades introduciendouna condición: quienes poseenhabilidades e inclinaciones seme-jantes deberían tener las mismasposibilidades de éxito, indepen-

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dientemente de su punto de parti-da dentro del sistema social. Estaconcepción, afirma Rawls, aunqueparece claramente preferible alsistema de la libertad natural,presenta a primera vista algunascarencias. En efecto, las cuotasdistributivas se deciden sobre labase de los resultados de la lote-ría natural que reparte las distin-tas capacidades. Ahora bien, nohay más motivos para permitirque la distribución de la riquezase establezca basándose en lasdotes naturales, de los que haypara que lo haga el azar históricoo social.

La interpretación democráticaliberal, es decir, la que se proponeen el segundo principio de la jus-ticia, se obtiene combinando elprincipio de la igualdad de opor-tunidades con el principio de dife-rencia. Si se asume como presu-puesto la existencia de las institu-ciones exigidas por la igual liber-tad y la igualdad de oportunida-des, las expectativas de quienesse encuentran en una situaciónmejor son justas si, y sólo si, for-

man parte de un esquema quemejore las expectativas de losmiembros menos favorecidos dela sociedad.

4. Conclusión

En este capítulo se presentóuna breve exposición de los pun-tos fundamentales de la Teoría de laJusticia de John Rawls, haciendohincapié en el método y procedi-miento para la elección de los dosprincipios de justicia de su siste-ma. Estos principios, de acuerdocon la teoría de Rawls, serían lógi-camente (a través de un “equili-brio reflexivo” y por medio delconsenso) razonables para laspartes (los ciudadanos-contratan-tes) que, desde una “posición ori-ginal” actúen utilizando el méto-do del maximin. Finalmente, Rawlsdefiende ambos principios comofuente de bienes sociales. Precisa-mente los bienes de la igual liber-tad y la igualdad son los quegenerarían una sociedad estable yconsistente con el bien de losmiembros de la misma.

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1. Introducción

A partir de la publicación de laTeoría de la Justicia, Rawls ha recibi-do numerosas críticas desde dis-tintos sectores de la filosofía polí-tica. Después de una breve expo-sición de las posibles causascomunes de las críticas a la Teoríade la Justicia, se considerarán lasposturas de Robert Nozick (teoríalibertaria) y su rectificación antelas críticas recibidas, las teoríasigualitaristas88 de Ronald Dworkiny Amartya Sen; y las críticas porparte de los comunitaristas89, con-cretamente de Michael Sandel,Charles Taylor y Alasdair MacInty-re.

En la Teoría de la Justicia de Rawlsse contienen elementos que estánen permanente tensión unos conotros. Mientras que, por un ladoutiliza el contrato como mecanis-mo para sostener su teoría, por elotro esgrime que ésta es la única

realizable frente a las otras alter-nativas propuestas para la deter-minación de la estructura básicade la sociedad. Asimismo, afirmaaudazmente que los dos princi-pios básicos de la Teoría de la Justi-cia son los únicos capaces de ase-gurar la estabilidad social y deotorgar a los individuos un ciertosentido de estima personal quefacilite la cooperación entre unosy otros. Rawls no intenta probarque sus dos principios cumplenrealmente con estas característi-cas, sino que insiste en que lasotras alternativas existentes-sobre todo el utilitarismo, al queataca en varios pasajes de suobra- son incapaces de alcanzarestos objetivos. Lo que no explicaRawls, en este contexto de “reali-zabilidad” de los principios, es porqué hace un uso tan abundantedel contrato, una técnica que sos-tiene también alguna de las teoríasque él pretende corregir.

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CAPÍTULO IV

CRÍTICAS A LA TEORÍA DE LA JUSTICIA Y RECEP-CIÓN EN EL LIBERALISMO POLITICO

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En la mayor parte del libro seargumenta que los dos principiosde justicia son únicos en su capa-cidad de asegurar estabilidadsocial y de conseguir adhesiónpor parte de todos, porque estánen consonancia con la concepciónde bien propio para los individuosparticulares. Si esto es así, nueva-mente surge la cuestión acerca dela razón por la que Rawls acude alargumento contractual, cuandopodría simplemente mostrar elmérito de los principios de modomucho más directo: es decir, sipuede comprobar- como afirma-que son los únicos principios rea-lizables en la sociedad actual,como principios de una concep-ción pública de justicia.

El contrato juega el papel deinstrumento para la identificaciónde los principios de justicia, demodo que cada uno pueda consi-derar que ha participado en suelección y que se trata de princi-pios que satisfacen plenamentelos requisitos del concepto dederecho, sobre todo el de publici-dad. De este modo, vemos la jus-ticia desde una perspectiva parti-cular: lo que se obtiene cuando

las normas públicas aceptablesson respetadas. La consecuentedistribución de bienes es, enton-ces, justamente lo que correspon-día que fuese. Por eso la justiciano es, en Rawls, una cuestión deconformidad con un ideal o conun conjunto de resultados o demodelos de distribución. La Teoríade la Justicia es puramente procedi-mental.

Para entender qué es una justi-cia puramente procedimentalbasta considerar las opcionesalternativas: la justicia procedi-mental perfecta y la imperfecta.En la perfecta se posee una ideaclara e independiente de losresultados a obtener y de cómollegar a ellos90; la justicia procedi-mental imperfecta es aquella enla que existe un criterio indepen-diente del resultado justo91. Asípues, en la justicia puramenteprocedimental no existe un crite-rio independiente para lograr unresultado justo. Se cuenta con unprocedimiento fair o correcto, queconduce a un resultado tambiéncorrecto- sea el que sea- siempreque el procedimiento se hayaseguido al pie de la letra. Así, por

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ejemplo, ocurre con los resulta-dos de la lotería.

Rawls, entonces, presenta unateoría en la que no existe unparangón a través del que se pue-dan confrontar las distribucionesconcretas que se realicen, ni unprocedimiento que garantice unadistribución ideal. Por ello, lacorrección de cualquier distribu-ción deberá ser determinada porla “justicia” que surja de unesquema de cooperación. Si seplantea en abstracto si un tipo dedistribución de determinadosbienes a individuos concretos queconocen sus deseos y preferen-cias es mejor que otro, en unesquema de justicia procedimen-tal puro no hay respuesta. Estapostura choca claramente con lautilitarista, que se maneja con cri-terios de justicia procedimentalimperfecta.

En definitiva, si la identifica-ción de una estructura apropiadapara la sociedad es una meracuestión de justicia procedimen-tal pura, entonces el modo derazonar contractual resulta muyatractivo. Se diseña una posición

original y el problema contractualgeneral, de tal modo que la elec-ción de la estructura básica resul-te de aquello que todos conside-ran como un procedimientocorrecto. Cuando el problemacontractual está totalmente carac-terizado no existe ninguna dificul-tad para que los contratantesencuentren la estructura másdeseable entre las propuestas.

Sólo una opción entre pocasposibilidades- los dos principiosde justicia y algunas variantes-será realizable. Esto, sin embargo,no constituirá un problema: elcontrato habrá jugado su papelheurístico conduciendo a descu-brir lo que los contratantes hanelegido y, principalmente, habráayudado a ver qué estructurasbásicas han pasado la pruebaacerca los límites que el conceptode derecho habrá de tener en unasociedad determinada.

2. La Teoría de la Justicia como“insuficientemente liberal” (RobertNozick)92

La crítica de Nozick fue una delas primeras que recibió la teoría

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de la justicia. Nozick era entoncesun filósofo claramente inscritodentro de un liberalismo conser-vador, que reaccionaba frente altipo de igualitarismo defendidopor Rawls. Según éste, la socie-dad justa necesitaba de un Esta-do muy activista cuyas institucio-nes fundamentales debían contri-buir en la primordial tarea deigualar a las personas en sus cir-cunstancias básicas. La obra Anar-quía, Estado y Utopía93 de Nozick secentra en una crítica a teorías detinte rawlsiano. La teoría deNozick postula un Estado muchomenos ambicioso en cuanto a suspretensiones: un estado mínimodedicado exclusivamente a prote-ger a las personas contra el robo,el fraude y el uso ilegítimo de lafuerza, y a respaldar el cumpli-miento de los contratos celebra-dos entre tales individuos.

Nozick, preocupado por res-tringir al máximo las intervencio-nes del Estado, se ve obligado a irmás allá de sus críticas al Estadoigualitarista omnicomprensivo eintenta encontrar justificaciónpara no caer en un anarquismo.Defiende una sociedad organiza-

da como un “marco para la uto-pía”, en el que quienes quieranvivir conforme a pautas liberales,conservadoras, socialistas, comu-nistas, podrán hacerlo mientrasrespeten los derechos de losdemás. Nozick ve en el trayectohacia un Estado mínimo unatarea moralmente necesaria, quecomienza por demostrar quedicho Estado no violará los dere-chos fundamentales, especial-mente a la vida y a la libertad.También intentará demostrar queel Estado mínimo también escompatible con el respeto delderecho a la propiedad.

Ya se ve que la de Nozick, aligual que la de Rawls, es una teo-ría deontológica que afirma laexistencia de ciertos derechosbásicos inviolables y que, comotal, rechaza la posibilidad de quelos derechos de algún particularresulten violentados a favor delmayor bienestar de los otros. Aquíse ve un claro antecedente kantia-no en Nozick, en cuanto que losindividuos deben tomarse comofines en sí mismos y no comomedios que pueden utilizarse

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para mejorar la suerte de losdemás.

Los derechos asumidos porNozick se distinguen por trescaracterísticas fundamentales:son sólo derechos negativos (deno-interferencia), actúan comorestricciones laterales frente a lasacciones de los demás y sonexhaustivos (en el sentido de queestán por encima de cualquierotra consideración moral). Losúnicos derechos positivos admiti-dos son los originados pormedios contractuales.

Lo que separa ampliamente aRawls de Nozick es la negativa aque el Estado pueda imponerobligaciones respecto de losdemás a pesar de una serie decoincidencias iniciales. Así, lo quepara Rawls resulta un sistema ins-titucional justo, para Nozick estemible: considera que, cuandoparte del esfuerzo de algunos sedestina a mejorar la suerte deotros, se violenta el principio dela autopropiedad, hasta el puntode que cobra sentido hablar deuna nueva forma de esclavitud,

defendida en el nombre de la jus-ticia.

Más aún, si según Rawls lostalentos individuales formanparte de un acervo común, segúnNozick las teorías igualitarias con-sagran los “derechos de propie-dad (parciales) sobre otras perso-nas”94. Dworkin (igualitarista)intenta algunas objeciones al res-pecto, como la de establecer unalínea inviolable alrededor delcuerpo de cada uno, para asegurarel respeto a la individualidad95.Sin embargo, la respuesta esobvia: ¿por qué, entonces, no tra-zar otra línea que pueda abarcarmás? Scalon presenta una valiosadefensa de la teoría de Rawls,señalando que cuando éste hablade acervo común de los talentos,se está refiriendo a las gananciasadquiridas como fruto de la utili-zación de esos talentos y no a laposesión y disfrute de las capaci-dades personales.

Con respecto a la justificacióndel Estado, Nozick se basa en losaspectos preocupantes del estadode naturaleza en la descripciónlockiana. El Estado surge sin vio-

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laciones de derecho a través delproceso de una “mano invisible” yse muestra conveniente paratodos frente a la alternativa delestado de naturaleza y a otro tipode asociaciones más costosas.Este Estado no impone pautaspara el establecimiento de laigualdad contra la voluntad de losindividuos, que no sólo es moral-mente inaceptable sino, además,imposible, dado que las personasson de por sí distintas. La liber-tad, afirma, quiebra todo intentoigualitarista. Nozick hace descan-sar sus intuiciones en la justiciade las transacciones voluntariasentre adultos -en las que el Esta-do no tendría derecho alguno aintervenir-. Sin embargo, pareceque Nozick parte de una idea muylaxa de lo que es una transacción“voluntaria”, que muchas veces noes tal en la sociedad capitalista(sobre todo en el ámbito del dere-cho laboral). Según esta teoría, elcontrato celebrado por un desocu-pado en condiciones totalmentedesventajosas para él sería uncontrato justo, ya que nadie leestaría obligando a emplearse.

Nozick desarrolla también lateoría de la adquisición justa, quepodría resumirse diciendo quecada persona puede tomar para sícantidades ilimitadas de recursosnaturales si, de este modo, nodaña a nadie. Además de atentara la justicia, esta teoría parte de lasituación irreal de considerar quela tierra no es propiedad de nadie,y que se encuentra abierta a laapropiación de cualquiera.

Como justificación Nozick desarro-lla el “principio de rectificación”,que permitiría anular toda adqui-sición hecha por medios injustos.Esto en realidad no es más que unartilugio que permitiría, despuésde la anulación de la apropiaciónviciada, continuar con la cadenade apropiaciones y transferenciaslibertarias.

Ante situaciones históricas deapropiaciones injustas o deexpropiaciones estatales que pro-ducirían un gran caos, Nozick con-testa que se deberían olvidar,teniendo en cuenta la cantidad decálculos y de dinero que llevaríaconsigo, y comenzar de nuevo. Elmismo Nozick, frente a este argu-

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mento, llega a decir que tal vez elprincipio de rectificación signifi-que que, como castigo a esospecados (las injusticias históricascometidas), resulte necesario unEstado intervencionista, queorganice la situación y permitarecomenzar con el proceso quedesarrolla su teoría.

3. La Teoría de la Justicia como“insuficientemente igualitaria”(Ronald Dworkin y Amartya Sen)

Las teorías igualitaristas sedirigen a atacar la teoría de la justiciacomo un planteamiento incapazde hacer realidad su promesa ini-cial de igualdad.

Ronald Dworkin procura mos-trar que la concepción de Rawlsfalla tanto por hacer responsablesa los individuos de situaciones delas que no lo son, como por nohacerlos responsables de otrasque sí están bajo su control.Amartya Sen, por su parte, cues-tiona la métrica igualitaria escogi-da por Rawls, la igualdad de“bienes primarios”, concentradaen ciertos bienes “objetivos”, sintener en cuenta el modo diferente

en que los mismos bienes puedenafectar a los distintos individuos.

Los puntos en común entreRawls y Dworkin son claramentemayores que sus diferencias.Dworkin se preocupa más bienpor perfeccionar la visión pro-puesta por Rawls. La principaldiferencia reside en los alcancesde la teoría, que para Dworkindebe ser más amplia: resultademasiado insensible a las dota-ciones propias de cada persona yno es suficientemente sensible alas ambiciones de cada uno. Supropuesta intenta superar ambosinconvenientes.

El hecho de que la teoría deRawls resulte demasiado insensi-ble a las dotaciones de cada unose explica porque los dos princi-pios rawlsianos dejan lugar a quealgunos sujetos se encuentren endesventaja por circunstancias queno controlan. Esto sucede porquela teoría de la justicia “define laposición de los que están peor entérminos de la posesión de bienesprimarios de tipo social- porejemplo, derechos, oportunida-des, riquezas- y no en términos de

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bienes primarios de tipo natu-ral”96. El ejemplo con que ilustraDworkin esta posibilidad es elsiguiente: una persona con ingre-sos algo mayores que otra, perocon graves afecciones físicas, seencontraría- conforme a la teoríade Rawls- mejor que esta última,aún cuando sus mayores ingresosno le resulten suficientes parapagar las medicinas que requierea causa de sus desventajas natu-rales.

La idea de que la teoría deRawls no es suficientemente sen-sible a la ambición se resumiríadel siguiente modo. De acuerdocon la Teoría de la Justicia, las des-igualdades sociales pueden resul-tar aceptables sólo si operan enbeneficio de los que están peor.Sin embargo, si sucede que dedos personas dotadas con igualestalentos y recursos materiales,una trabaja muy duramente ylogra así incrementar su dotacióninicial, mientras que la otra traba-ja menos y utiliza sus ahorros enactividades de consumo, se daríauna situación de injusticiasiguiendo la teoría rawlsiana: lasegunda persona terminaría sien-

do beneficiada por las desigual-dades existentes a través de unimpuesto estatal, por medio delcual la primera persona transferi-ría a la segunda parte de susganancias. Esto lleva a que lasegunda persona se beneficie deventajas creadas por el trabajoextra de la primera.

Con el fin de resolver las dosdificultades descritas, Dworkinpresenta una teoría alternativa:un modelo ideal -un ideal regula-tivo- diferente del que aparece enla presentación de Rawls. Elmodelo de Dworkin consiste bási-camente en dos partes. En la pri-mera nos encontramos con unasubasta hipotética, en la que cadaparticipante comienza con unidéntico poder adquisitivo. A tra-vés de la subasta, la sociedadpone a disposición del públicotodos sus recursos. Ahora bien,distingue dos tipos de recursos:los personales (habilidades físi-cas, salud, etc.) y los impersona-les (tierra, maquinarias, etc.). Enla subasta sólo se ponen a rematelos bienes impersonales porquelos personales, evidentemente,

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no pueden ponerse a disposicióndel público.

La subasta comienza, enton-ces, con personas que tieneniguales posibilidades de adquirirlos recursos impersonales queprefieren. Y concluye cuando cadaparticipante queda satisfecho conlos recursos que adquirió, y noprefiere los adquiridos por otro.Cuando se llega a este estadio seentiende que queda satisfecho loque Dworkin denomina “test de laenvidia”. Una vez terminada lasubasta, se asigna a las distintaspersonas una porción adicional eigual de medios para adquirir másbienes con el fin de asegurar dosoperaciones: perseguir el plan devida que se ha propuesto y contra-tar seguros para hacer frente aeventuales desventajas futuras97.

A través de este ejemplo Dwor-kin pretende mostrar cuáles sonlas características que tienen quedistinguir a una concepción igua-litaria digna: las personas debentener la posibilidad de comenzarsus vidas con iguales recursosmateriales, y deben tener unaigual posibilidad de asegurarse

contra eventuales desventajas98.Evidentemente, más allá de queel modelo de Dworkin sea desea-ble, parece muy difícil realizar unatraducción más o menos fiel de supropuesta igualitaria a la realidad.

El enfoque de Amartya Senconduce a una propuesta igualita-ria que no debería concentrarseen la igualdad de bienes prima-rios, como ocurre en el caso deRawls, ni en la igualdad de recur-sos, como en el caso de Dworkin.Lo que debería tomarse en cuentaes algo “posterior” a la tenenciade tales recursos, pero “anterior” ala obtención de la utilidad. Laigualdad debe estar, utilizando suvocabulario, en la capacidad decada sujeto para convertir esosrecursos en libertades99. Así, si elmercado permite que ocurransituaciones de fuerte “desigual-dad en la distribución de la liber-tad efectiva”100, necesita ser com-pletado por la intervención públi-ca, con medidas que integren elmercado (acciones dirigidas a rea-lizar lo que él no puede hacer),más que con aquellas que lo sus-tituyan, impidiendo su naturalfuncionamiento.

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Para entender adecuadamentela alternativa propuesta por Senes importante distinguir la ideade “capacidades” que él defiende.Cuando Sen sugiere que una teo-ría igualitaria debe concentrar suatención en las capacidades bási-cas de las personas, quiere decirque dicha teoría debe prestar unaatención privilegiada a los distin-tos “desempeños” de los indivi-duos.

La capacidad de una persona,conforme a su opinión, viene aconjugar los distintos desempe-ños que alguien puede alcanzar:tener una cierta capacidad es sercapaz de alcanzar una serie de“desempeños”.

En este sentido, la idea de“desempeños” representa el con-cepto más primitivo dentro de supropuesta de vincularse a las dis-tintas cosas que la persona logra hacer ollega a ser en el desarrollo de su vida101.

Los desempeños posibles a losque alude Sen son de lo másvariados, y van desde algunosmuy complejos, como el logro delautorrespeto o de un alto nivel deintegración en la sociedad, hasta

desempeños muy básicos, comoel de lograr un nivel nutricional ode salud adecuados. De acuerdocon Sen, distintos individuos, envariadas sociedades, alcanzandiversos niveles de desarrollo deestas capacidades, y valoran tam-bién, de modo diferente, cada unode aquellos “desempeños” posi-bles102.

Sen parte de la observación delcomportamiento humano y pro-pone una visión más completa delas múltiples motivaciones de lavida económica, que están pre-sentes también en los sistemascapitalistas. Sin embargo, cuandohace un análisis de la capacidaddel mercado para propiciar laefectiva libertad de las personas,no deja claro que haya ámbitos delibertad humana que trasciendanel alcance del mecanismo delmercado (y de cualquier medidade política económica)

Para Amartya Sen, el ideal deigualdad se enfrenta a dos limita-ciones: la heterogeneidad huma-na y, en relación estrecha con ella,la amplia gama de variablesdesde donde puede observarse.

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Sin embargo, reconoce que (...)“toda teoría normativa del ordensocial que haya resistido, con máso menos fortuna, al paso del tiem-po, parece haber exigido la igual-dad de algo, algo que, con respec-to a esta teoría, se consideraespecialmente importante. (...):Ser igualitario (es decir, igualita-rios en este o aquel ámbito al quese da especial importancia) no esrealmente una característica“determinante”. (...) Debido a queexisten estas diferencias básicasentre los distintos ámbitos en losque la igualdad es recomendadapor diversos autores, la similitudbásica entre ellos (al defender laigualdad en algún ámbito consi-derado importante) puede no sal-tar a la vista. Esto ocurre, sobretodo, cuando el término ‘igual-dad’ se define, implícitamente,como igualdad en un ámbitodeterminado”103.

Las afirmaciones de Sen sonimportantes en la búsqueda de unmayor refinamiento en las teoríasigualitarias. Hoy parece haber uncierto consenso en la idea de que,así como las propuestas “bienes-taristas” abogaban por una métri-

ca igualitaria demasiado “subjeti-va”, la métrica propuesta porRawls corre el riesgo de resultardemasiado “objetiva”. De ahí quecobre sentido esta búsqueda ini-ciada por Sen, orientada a encon-trar un punto intermedio. Detodos modos, cabe agregar queesta propuesta se halla todavíaen un estadio relativamentepoco desarrollado. Esto puededeberse a que la métrica “inter-media” que ofrece se encuentrasujeta a ambigüedades que élmismo reconoce, y que no pare-cen sencillas de resolver104. Talesambigüedades se registran tantoen relación con la idea de capaci-dades (¿se trata de aquello quelas personas “extraen” de losbienes o más bien lo que de ellos“reciben”?), como en la idea másbásica de “desempeños” (¿se tratade actividades que las personasrealizan o estados a los que pue-den llegar?). Se pone de manifies-to la necesidad de seguir explo-rando los términos y sus aplica-ciones, con el objeto de refinaresta propuesta igualitarista.

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4. La Teoría de la Justicia como“insuficientemente social” (MichaelSandel, Charles Taylor y AlasdairMacIntyre): el Comunitarismo

El comunitarismo es una con-cepción teórica de difícil caracte-rización, profundamente críticahacia el liberalismo. Así, dentrode este grupo hay teóricos queson críticos con el liberalismopero que, en definitiva, defiendencriterios algo cercanos a dichapostura –como Charles Taylor–;otros que oscilan entre la defensade posiciones socialistas y repu-blicanas –como Michael Sandel-;y aún otros que asumen posturasmás decididamente conservado-ras, como es el caso de AlasdairMacIntyre. En cuanto a su origenfilosófico, también aparece unagran variedad, ya que AlasdairMacIntyre es aristotélico, CharlesTaylor se define como un hegelia-no singular; y Mary Ann Glendon,Robert Bellah, Robert Nisbet,Michael Sandel, Michael Walzer yvarios otros se consideran perte-necientes a la tradición comunita-rio-republicana norteamericana105.A pesar de sus diversas raíces filo-sóficas, todos estos autores cen-

tran su crítica al liberalismo endeterminados puntos comunes:ante todo, afirman que el libera-lismo deontológico maneja unconcepto inadecuado de sujeto,aislado de sus condicionamientossociales y culturales e indepen-diente de sus bienes propios.

Entre los textos fundamentalesque, de algún modo, abrieron bre-cha de la discusión, se encuentraHegel y la sociedad moderna106. En él,Taylor trató de dar continuidad ala empresa hegeliana de objetarla obra de Kant. Las críticas apun-taban tanto al concepto de razónpuramente formal utilizada porKant- concepto que impediría darcontenido alguno a las obligacio-nes morales- como a la concep-ción de “autonomía” por él pro-puesta, que rechazaba justamentelo que Hegel consideraba másimportante: la “inmersión” delindividuo dentro de su comuni-dad.

Este libro y otros escritos deTaylor sobre el “atomismo”, fue-ron seguidos por nuevas obras,entre las que cabe destacar El libe-ralismo y los límites de la justicia107,

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dirigido fundamentalmente a ata-car cualquier concepción de lajusticia como independiente decualquier concepción del bien; Lasesferas de la Justicia108, escrito porMichael Walzer en contra de lapropuesta de justicia distributivaque aparece en las obras rawlsia-nas; y Tras la virtud109, de AlasdairMacIntyre, destinado a refundaruna moral de raíz aristotélica,basada en virtudes y no en princi-pios universales.

Con esta base de las principa-les obras, se puede desarrollarcon mayor detalle cuáles son lasprincipales críticas dirigidas alliberalismo y, concretamente, a laconcepción de la justicia deRawls.

En primer lugar, el comunita-rismo disputa la concepción depersona, que Rawls sintetiza en laidea según la cual “el yo antecedea sus fines”. Esta afirmación refle-ja simplemente que, más allá desu pertenencia a cualquier grupo,categoría, comunidad, etc, losindividuos tienen (y es valiosoque tengan) la capacidad de cues-tionar tales relaciones, hasta el

punto de separarse de ellas si esque así lo prefieren. Para el comu-nitarismo, en cambio, la identi-dad personal, al menos en parte,se encuentra profundamente mar-cada por nuestra pertenencia aciertos grupos: sin la comunidadde procedencia y sus prácticas, sedejaría de ser quien se es. Dichosvínculos aparecen, así, como defi-nitorios de nuestra identidad. Porello la pregunta fundamental noes ¿quién deseo llegar a ser?- másbien de tipo liberal- sino ¿quiénsoy, de dónde provengo? La iden-tidad de cada uno, en Taylor, sedefine, en buena medida, a partirdel conocimiento de dónde sehalla uno situado, cuáles son susrelaciones y compromisos: conquiénes y con qué proyectos sesiente identificado. Por ello criticalo que llama una libertad “vacua”liberal, frente a una libertad“situada”.

En este sentido, Sandel criticaa Rawls su presupuesto según elcual las personas eligen sus fines,sus objetivos vitales. Este presu-puesto supone una visión muypobre del ser humano porque sig-nifica dejar de lado una visión

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según la cual cada persona reco-noce la importancia que tiene,para cada uno, el conocimientode los valores propios de sucomunidad. Los valores que laspersonas no eligen sino descubren,los que reconocen mirando “haciaatrás”, hacia las prácticas propiasde los grupos a los que pertene-cen.

Sandel objeta, además, la ideade que “el yo antecede a susfines”, porque lleva implícito que,por más intensa que sea mi iden-tificación con un determinado fin,nunca será visto como algo cons-titutivo de la persona. En estesentido, Rawls no podría explicarciertas experiencias humanasbásicas, como el hecho de queexistan propósitos compartidoscon la propia comunidad en cuan-to parte integral del propio ser.Tampoco permitiría atribuir res-ponsabilidades a la comunidaden cuanto tal.

Aquí conviene aclarar quecuando los comunitaristas afir-man que no todos los “planes devida” son igualmente valiosos, ocuando sostienen que la adop-

ción de políticas de protección dela comunidad da marco a nues-tras eleccciones, lo que muestranes un claro rechazo al postuladoliberal de la “neutralidad” delEstado. Para el comunitarismo,por el contrario, el Estado debeser activista y estar comprometi-do con ciertos “planes de vida”, ycon una cierta organización de lavida pública (ya sea para la pro-moción de un ambiente culturalrico, la custodia de ciertas tradi-ciones, etc.)

Este compromiso debería ade-más extenderse a cuestiones vin-culadas a esferas que los liberalescalificarían de vida privada o éticapersonal. Para Michael Sandel,por ejemplo, no se puede tomaruna postura indiferente ante laesfera personal o privada, ya queel bien de la comunidad exigecualidades de carácter en los indi-viduos. Más aún, el Estado debe-ría ayudar a que los individuos seidentifiquen con ciertas formas devida comunes.

Por el contrario, la posturaliberal no sólo establece unadrástica división entre lo público

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y lo privado, sino que valora ydefiende esa independencia conel fin de asegurar a los individuosla elección de sus propios fines yde su concepción del bien.

Los comunitaristas describenla postura liberal como “atomis-ta”, en cuanto parte de una obviaprioridad de los individuos porencima de las “cuestiones socia-les”. Defender una postura ato-mista, de acuerdo con los comu-nitaristas, implica ignorar que losindividuos sólo pueden crecer yautorrealizarse dentro de un con-texto particular, e implica ignorarla mutua dependencia de loshombres entre sí. Para Taylor, elpunto de partida de los atomistas“denota falta de visión, un engañode la autosuficiencia que les impi-de ver que el individuo libre, quedetenta los derechos, sólo puedeasumir esta identidad gracias a surelación con una civilización libe-ral desarrollada; que es un absur-do situar a este individuo en elestado de naturaleza (...) Másbien, el individuo libre que se afir-ma como tal tiene una obligaciónde completar, de restaurar o demantener la sociedad dentro de la

cual es posible alcanzar esa iden-tidad”110. Por ello se hace necesa-rio velar no sólo por las eleccio-nes individuales de las personas,sino también por el “marco” den-tro del cual se llevan a cabo. Tay-lor propone, entonces, la “tesissocial” como anti-atomista, en elsentido de que- en términos aris-totélicos- el hombre es un “ani-mal social” que no es autosufi-ciente fuera de la polis. Sin laexistencia de un determinadocontexto social, el hombre nopuede afirmar su “autonomíamoral”, no puede tampoco formarsus propias convicciones111.

Alasdair MacIntyre también cri-tica la visión atomista y asocialpresupuesta por el liberalismo. Supunto de partida se encuentra enel carácter arbitrario del debatemoral contemporáneo, que secaracteriza por su impronta “emo-tivista”, por la invocación de razo-nes personales (“esto debe hacer-se así, porque es como lo consi-dero personalmente”) y no porrazones impersonales (“haz estoporque es tu deber”) en las discu-siones sobre moral. Esta situa-ción- considerada por MacIntyre

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-como de declive cultural- tendríasu fuente en el “iluminismo”, cuyacultura sería culpable de la pre-sente arbitrariedad del debatemoral112.

MacIntyre aboga por recuperarla idea de “finalidad” propia de lavida humana. Esto implicaríadejar de lado aquel ser emotivistay la filosofía abstracta en la que seenmarca, para comenzar a “pensaren las personas como situadas ensu propio contexto social e histó-rico”. Prestar atención a la “finali-dad” de las personas exige volvera reconocer el papel jugado porlas “virtudes” en el desarrollopleno de la vida de cada persona:se desarrollan sólo a través de laparticipación de los sujetos enciertas prácticas propias de sucomunidad.

Lógicamente, liberales y comu-nitaristas difieren radicalmenteen cuanto a la concepción de jus-ticia que defienden. Antes convie-ne aclarar que, aunque todos loscomunitaristas se enfrentan conel liberalismo en este punto, casitodos ellos difieren internamenteen cuanto a qué noción de justiciaapoyar.

Sandel concede a la justicia unvalor meramente “remedial”, queaparece, simplemente, porque nose permite el desarrollo de virtu-des más espontáneas, como lafraternidad o la solidaridad. Laidea de comunidad ordenadareemplazaría la idea de justicia113.

Charles Taylor, por su parte,explica que en una sociedaddonde no existen fuertes lazos desolidaridad entre sus miembros,la insistencia obstinada en la apli-cación de ciertas reglas de justiciapuede resultar no sólo inútil, sinoincluso contraproducente en rela-ción con los lazos sociales aúnvigentes114.

Para otros comunitaristas, lasideas de justicia y comunidadpueden ser compatibles. Sinembargo, para ello debe reformu-larse el concepto de justicia: enlugar de basarse en conceptosuniversales, abstractos y ahistóri-cos, debería nutrir su contenido apartir de nuestras prácticas comu-nes. En esta versión, cada comu-nidad evalúa sus bienes socialesde manera diferente. La justiciaaparece en la medida en que

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dichas evaluaciones tienen rele-vancia y son las que dominan lasdistribuciones de derechos y derecursos que la sociedad en cues-tión lleva a cabo.

5. Rectificaciones a la Teoría dela Justicia: el Liberalismo Político

Como resultado de las nume-rosas críticas, y especialmente del“embate” comunitarista, Rawls sevio obligado a revisar sus posicio-nes. Concretamente, la segundaetapa en el pensamiento de JohnRawls corresponde a la obra ElLiberalismo Político, de 1993. Amenudo, para referirse a las inno-vaciones que supuso este segun-do libro con respecto al primero,los especialistas hablan del “giropolítico” que ha sufrido la concep-ción de la justicia como correc-ción. Sin embargo, algunos intér-pretes de la obra de Rawls- entrelos cuales sobresalen R. Rorty, G.Warnke, T. Kelly y, en buena medi-da, M. Walzer- consideran que enrealidad se trata de un viraje haciaun modo eminentemente herme-néutico de hacer filosofía política.En realidad Rawls, no ha cambia-

do nada en la fundamentación desu sistema, sino que la ha enri-quecido en sus discusiones concomunitaristas y otras corrientescríticas. Además, la ha adaptado auna sociedad pluralista.

Hay varias afirmaciones parti-cularmente ilustrativas en estecontexto:

El liberalismo políticorawlsiano limita el dominio deaplicación de su teoría a lassociedades occidentalesmodernas de hoy, democráti-cas y liberales, “las nuestras”.La limitación del dominio esuno de los cambios más nota-bles de El Liberalismo Político conrespecto a la Teoría de la Justicia.Esta restricción significa unreconocimiento de que su teo-ría de justicia sería “lógicamen-te” aplicable sólo en ese con-texto social-económico y cultu-ral.

La restricción del ámbitode su teoría, que pierde sucarácter totalizante porque, suesfera de aplicación es unasociedad plural. Una buenateoría, en este sentido, tiene

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que ayudar a explicitar loscompromisos e implicacionesde las ideas fundamentalesque caracterizan la práctica dela vida política. Si tiene éxitoen tal empresa, entoncesobtendrá el apoyo de la gente yquedará justificada. Rawls, eneste sentido, afirma que laposición original no es másque un “mecanismo de repre-sentación” de concepcionesque ya se hallan en la culturapolítica pública y que, de algúnmodo, ya se encontrarían acep-tadas. La posición originalpasa a ser, entonces, un recur-so teórico que ayuda a captarmás claramente lo que ya sejuzgaba normativamente vincu-lante. La posición original haceque nos autocomprendamos másprofundamente115.

Rawls introduce, además,dentro de los elementos cons-titucionales esenciales la obli-gación del Estado de propor-cionar a todos los ciudadanosun mínimo de subsistenciapara cubrir sus necesidadesbásicas.

Se deja de lado la insisten-cia en la idea de un Estadoneutral. Se pide que se com-partan unos mismos valorespolíticos al margen de las lla-madas “doctrinas comprehen-sivas”, que se refieren a lavisión de cada uno sobre elhombre y el mundo, y queorientan la vida de las perso-nas. En este sentido, Rawls nodiscute que pueda existir unaética basada en valores objeti-vos, simplemente afirma queéstos no deben influir en deba-tes éticos o filosóficos con elfin de establecer la justiciapolítica.

Como medio para obtenerese equilibrio entre doctrinasomniabarcantes, introduce elconcepto de consenso entre-cruzado (overlapping consensus).Este llevaría a lograr la razónpública, distinta -a su enten-der- de las razones no públicassostenidas por otro tipo deasociaciones116.

Por motivos de pragmatis-mo político, en caso de conflic-to no se debería acudir a argu-

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mentos éticos o religiosos,sino utilizar sólo argumentospolíticos. Eso es comportarse,en palabras de Rawls, de modorazonable. “Se trata de vivir polí-ticamente con otros a la luz derazones que puede esperarseque todos aceptarán, [en defi-nitiva de] hacer un balancerazonable de valores políticospúblicos”117.

Rawls admite, finalmente, en ElLiberalismo Político que su plantea-miento de “la justicia como equi-dad no es neutral procedimental-mente. [Los principios de justicia]son sustantivos y, por lo tanto,expresan mucho más que valoresprocedimentales; [incluyen] con-cepciones políticas de la sociedady de la persona, que están repre-sentadas en la posición original,la cual [según reconoce ahora], nopuede considerarse moralmenteneutra”118. Este punto afecta demodo particular a Rawls, dadoque si su teoría no resulta neutralno será capaz de lograr el fin quebusca: la estabilidad del sistema.Esta incapacidad, tal como élmismo reconoce, se basa en que,a la hora de construir una teoría

de la justicia adecuada hoy, nopueden dejar de considerarsehechos tales como la enormediversidad de “doctrinas abarcan-tes”, la necesidad del uso opresi-vo de la fuerza estatal, la convic-ción de que una sociedad demo-crática “razonable” requiere, almenos de modo implícito, ciertasideas intuitivas fundamentales, apartir de las que se podrá elaboraruna concepción política de la jus-ticia119.

6. El Iusnaturalismo frente alLiberalismo y al Comunitarismo

Una de las convicciones demayor permanencia en la historiade la humanidad ha sido la nece-sidad de que las leyes civiles, lasnormas jurídicas de la sociedadpolítica, reforzaran, exigieran oimpusieran el cumplimiento deciertas normas morales funda-mentales para el buen vivir, y aunpara la subsistencia misma de lacomunidad política. Este tipo delegislación no recibió, durantetoda la historia de Occidente, nin-gún cuestionamiento serio deprincipios; sólo se ponían en tela

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de juicio algunos preceptos parti-culares o su aplicación concreta,pero nunca se descalificó demodo global ese tipo de legisla-ción, considerándola en bloquecomo injustificada o despótica.

Hoy, por el contrario, se sostie-ne decididamente el carácterinjustificado de toda esa legisla-ción. Para muchos autores con-temporáneos, más allá de lasopciones del sujeto no existenbienes morales ni modos de vidaéticamente mejores que otros.Desde este supuesto, es evidenteque cualquier pretensión de laautoridad política de imponer oprohibir, a través de su legisla-ción, determinadas conductas enel ámbito de la moralidad, nopuede consistir sino en la imposi-ción de una particular opciónmoral, creada o aceptada por cier-tos sujetos, a otro grupo de suje-tos que no la comparten. Esto sig-nificaría, en palabras de Dworkin,tratar al segundo grupo con desigualconsideración y respeto120, violandosus derechos morales e incurrien-do en una coacción injustificada yopresora.

Resumiendo lo visto hastaaquí, para Rawls sólo resultan jus-tificadas aquellas normas jurídi-cas que prohiben conductas quecausan daño a otros, o que almenos crean el marco normativonecesario para que cada sujetoautónomo realice en la mayormedida posible su “plan de vida”.Ahora bien, estas pocas reglas deconvivencia, que establecen elmínimo necesario de “lo justo” enla sociedad, tampoco pueden fun-darse o justificarse sobre la basede algún bien humano, menosaún de un bien humano común, ydeben ser el resultado de un cier-to acuerdo entre los sujetos adhe-rentes a la colectividad. Esteacuerdo justificará las reglasgenerales de la convivencia y laspolíticas específicas del Estado,orientadas hacia objetivos mera-mente agregativos, nunca haciaun modelo de perfección humana:esto significaría caer en el “perfec-cionismo”, privilegiar indebida-mente un modelo humano parti-cular -todos los modelos huma-nos son particulares en clave libe-ral- sobre otros tan valiosos comoaquél y que merecen tenerse en

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igual consideración y respeto. En casode colisión con un objetivo gene-ral, el derecho individual ha detriunfar necesariamente sobre elinterés colectivo.

El carácter central que estedebate ha adquirido en el pensa-miento contemporáneo, amplián-dose desde los Estados Unidoshacia el resto del mundo, haceconveniente una indagación, aun-que sea somera, de las enseñan-zas de Tomás de Aquino, repre-sentante de la tradición central deOccidente en materia ético-jurídi-ca acerca de las “leyes morales”121.Por otra parte, toda una serie deautores actuales -John Finnis,Robert P. George, Germain Grisez-han intervenido en la polémicaque nos ocupa tomando comopunto de partida las ideas delAquinate122. Esto transforma enespecialmente oportuno el estu-dio de su enseñanza y su aplica-ción al debate que aquí se analiza.

Tomás de Aquino dedicó variascuestiones de la Summa Theologiaeal estudio del tema de la exigibili-dad jurídica de ciertos preceptosmorales. De entre ellas, la que

resulta central es aquélla en laque el Aquinate se pregunta si esun efecto de la ley el hacer buenos a loshombres. Allí sostiene que la leypositiva tiene como efecto inducira los hombres a la virtud, ya quelos somete al dictamen de larazón práctica del gobernante.Como la virtud es algo que tiendea hacer bueno al que la posee, esinnegable que la ley tiene comouno de sus efectos propios elhacer buenos a aquellos a quie-nes se aplica123. La ley -enseña elAquinate- se da para dirigir losactos humanos, y en la medida enque los actos humanos conducena la virtud, en esa medida la leyhace buenos a los hombres. Perotambién aclara que, para producirplena y absolutamente ese efecto,la ley debe ser conforme a la rectarazón. De aquí se siguen dos prin-cipios generales en cuanto a lasfunciones de la ley, en especial dela ley jurídica: que se ha de orde-nar al logro de la perfección moralde los hombres induciéndolos ala virtud; y que para que la leypueda surtir ese efecto, es precisoque se trate de una norma justa,es decir, conforme a la razón prác-

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tica verdadera, adecuada al apeti-to rectificado hacia el bien comúnpolítico.

Ahora bien, y refiriéndonos yamás concretamente a nuestracuestión, Tomás de Aquino preci-sa de qué modo la ley positiva,promulgada por la autoridad polí-tica, puede ordenar la conductade los ciudadanos hacia la virtud yel consiguiente bien moral. “Laley humana -escribe a este res-pecto el Aquinate- se ordena aregir la comunidad de los hom-bres entre sí. Pero los hombres serelacionan unos con otros por losactos exteriores con los que secomunican unos con otros, y estacomunicación pertenece a larazón de justicia, que es propia-mente la directiva de la sociedadhumana. Por esto -concluye SantoTomás- la ley humana no imponepreceptos sino actos de justicia; ysi manda algún acto de las otrasvirtudes, es sólo considerándolabajo la razón de justicia, tal comolo evidencia el Filósofo en el libroV de la Ética”124. Y en otro lugaraclara aún más la cuestión, cuan-do dice que “la ley humana noprescribe lo concerniente a todos

los actos de cada una de las virtu-des, sino solamente aquellos queson referibles al bien común, seainmediatamente (...), sea media-tamente”125.

Pero más relevantes todavíason los textos de Tomás de Aqui-no respecto al caso inverso, esdecir, a la cuestión de si la leyjurídica debe prohibir o no la tota-lidad de los vicios. En el casoespecial de la ley jurídica, afirmael Aquinate, ella “se impone a unamultitud de hombres, una granmayoría de los cuales es imper-fecto en la virtud. Por ello, la leyhumana no prohibe todos losvicios, de los cuales se abstienenlos virtuosos, sino sólo los másgraves, aquéllos que la mayorparte de la multitud puede evitary, sobre todo, los que van en per-juicio de los demás, sin cuya pro-hibición la sociedad humana nopodría sostenerse”126. Y concluyeafirmando que “la ley humanapretende inducir a los hombres ala virtud, no repentina, sino gra-dualmente. Por eso no imponedesde un principio a la multitudde los imperfectos obligacionespropias de los ya perfectos”127.

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De los pasajes citados, asícomo de varios otros concordan-tes, surge una solución sistemáti-ca a la cuestión de la exigibilidadjurídica de ciertas normas mora-les que puede sintetizarse enalgunos puntos centrales:

La ley humana ha de esta-blecerse para el bien de loshombres, concretamente parasu bien común, que se adquie-re, en su dimensión ética, a tra-vés de la práctica de las virtu-des morales. Por esa razóncorresponde a la ley jurídicapromuever en los ciudadanosel cumplimiento de los actospropios de esas virtudes.

No obstante, como la leyjurídica sólo se ordena al biencomún político en materia dejusticia, no corresponde que laley ordene los actos que sonobjeto de todas las virtudes,sino únicamente de la justicia,o aún de las otras virtudes perosólo en cuanto ordenables orectificables por la justicia.

No es propio de la ley jurí-dica prohibir y castigar todoslos vicios, sino sólo los más

graves, los que perjudican a losdemás; aquellos sin cuya pro-hibición la sociedad humanano podría mantenerse; aque-llos cuya prohibición no aca-rree males mayores. Y todo elloha de hacerse de modo gradualy progresivo, teniendo en cuen-ta el tenor moral de la sociedada la que ha de aplicarse la ley.

De lo anterior se sigue quedeben quedar excluidas de laregulación de la ley civil lasconductas que son impuestaso prohibidas por una ley tiráni-ca, las que no contienen pre-ceptos verdaderos y sí normaserróneas de moral; los actosmeramente internos, que nopueden ser ordenados por lajusticia al bien común político;los vicios menores o sin impor-tancia social.

La ley humana tiene, en loque respecta a la exigibilidadjurídica de ciertos actos mora-les, un carácter eminentemen-te supletorio o subsidiario128.No se trata de que por la coac-ción puedan promoverse direc-tamente actos de valor moral,

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sino sólo de evitar la propaga-ción de los vicios más graves através del mal ejemplo o deprevenir la formación de viciosfuertes y seductores.

Sobre esta base correspondeefectuar ahora un cotejo somerocon las ideas difundidas en nues-tros días por el liberalismo y elcomunitarismo acerca el espinosotema de las “leyes morales”.Comenzando con las ideas libera-les, lo primero que es necesariodestacar es que la solución tomis-ta es mucho más rica y matizada,ya que toma en consideración nosólo el bien del individuo consi-derado abstractamente y en cuan-to opuesto al interés social, sinoque, partiendo de la necesariaordenación de la ley al biencomún, pone en evidencia queese bien se resuelve en bienesconcretos y personales de losmiembros de la sociedad. Por eso,la ley jurídica, ordenándose albien común, tiene como efecto lavirtud, es decir, el bien perfecto dequienes participan de ese biencomún en cuanto miembros de lacomunidad. La autoridad políticano es, por lo tanto, en Tomás de

Aquino, un agente neutral respec-to a la perfección de sus ciudada-nos, ni tiene tampoco un objetivodistinto de esa perfección, sinoque, por el contrario, esa mismaperfección es su fin propio y loque justifica su existencia y activi-dad.

Por otra parte, la doctrina deTomás de Aquino no sólo superala oposición individuo-sociedadpropia del pensamiento liberal,sino que da muestras de un enor-me realismo al tratar el tema de laimposición jurídica de la moral.En efecto, aún reconociendo lanecesidad de que las leyes de lacomunidad política prohiban cier-tos vicios especialmente graves,el Aquinate defiende que esa pro-hibición ha de hacerse teniendoen cuenta el tenor moral de lasociedad a la que ha de aplicarsey la posibilidad de que esa aplica-ción produzca males mayores queaquellos que se pretende reme-diar, lo que ha de apreciarse pru-dencialmente en cada caso con-creto. Además, este mismo realis-mo le hace comprender la imposi-bilidad de prohibir jurídicamentelos actos viciosos que de ningún

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modo trascienden al exterior delsujeto.

También es posible, a partir delas enseñanzas de Tomás de Aqui-no, superar las bases apriorísticasdel subjetivismo liberal, que ter-mina privando de justificaciónracional toda la actividad de laautoridad política, no sólo la quetiene que ver con el refuerzo de lamoralidad social. Efectivamente,si todo bien es meramente subje-tivo, queda claro que la acción delgobierno quedará sin sentidofinal, ya que aún la misma garan-tía de los bienes privados y la per-secución de los crímenes resultanser bienes comunes a todos losciudadanos. Si todo bien fuerameramente privado, ni siquieraestas actividades, reservadas algobierno aún por los más conse-cuentes liberales, resultarían jus-tificadas racionalmente. Conmayor razón aún, actividadescomo la educación, la promociónde las ciencias y de las artes y laprotección de la salud públicaquedarán fuera del ámbito deactividad de la autoridad política.

Pero además, la doctrinatomista también supera en estepunto a las propuestas comunita-ristas de defensa a ultranza de lamoralidad de cada sociedad parti-cularizada, cualquiera sea su con-tenido normativo. En efecto, unode los caracteres de la posturacomunitarista es su decididoantiuniversalismo, que le lleva anegar la existencia de un derechonatural y de los consiguientesderechos naturales. Esto se ponede manifiesto especialmente enlos escritos de MacIntyre, quienescribe que “por derechos no merefiero a los derechos conferidospor la ley positiva o la costumbrea determinadas clases de perso-nas; quiero decir aquellos dere-chos que se dicen pertenecientesal ser humano en cuanto tal (...);la verdad es aquí sencilla -conclu-ye- no existen tales derechos ycreer en ellos es como creer enbrujas y unicornios”129. TambiénRobert Nisbet es terminante eneste sentido: “no existen derechosde los hombres -afirma- que noprocedan de la sociedad en la quelos seres humanos viven”130. YLord Devlin sostiene expresamen-

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te que las normas de la moralidad

propia de un pueblo deben defen-

derse a ultranza, cualquiera sea su

contenido, aún cuando ellas esta-

blezcan, por ejemplo, la poliga-

mia131.

Desde la perspectiva tomista,

por el contrario, las normas de la

moralidad común que merecen

defenderse son sólo aquellas que

resultan ser conformes con la

recta razón y, como consecuencia,

con la ley natural. Para Tomás de

Aquino, en efecto, la defensa de,

por ejemplo, la poligamia o el

racismo, no puede alcanzar justifi-

cación racional, ya que se trata de

conductas éticamente erróneas,

contrarias a la verdad práctico-

moral contenida en la ley natural,

que abarca con sus prescripciones

a todos los hombres de modo uni-

versal. El cognitivismo ético de

Tomás de Aquino se opone aquí

claramente al relativismo cultural

y al no cognitivismo ético de una

buena parte de los comunitaristas

anglosajones.

7. El derecho y las normas mora-les

Muchas de las dificultades quese presentan al pensamiento libe-ral en el tema de la exigibilidadjurídica de las normas moralestienen su raíz en su concepción dela autonomía humana, absoluta ysin límites intrínsecos o de princi-pios132. Una autonomía así conce-bida conduce necesariamente a lanoción subjetivista del bien, alpostulado de la autonormaciónhumana y al “triunfo” de las exi-gencias individuales sobre losbienes comunes. Y como conse-cuencia, conduce también a lapérdida de justificación de la exi-gibilidad jurídica de aquellas nor-mas morales cuyos actos resultenordenables al bien común políticoy de su propósito de salvaguardarel ambiente moral en el que lossujetos han de tomar sus decisio-nes éticas.

Por el contrario, la concepcióntomista del derecho y de la políti-ca basada, por una parte, en elcarácter participado de su auto-nomía, que circunscribe la liber-tad humana en los límites de una

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esencia, y por otra, en el reconoci-miento del bien humano como unbien común, no meramente agre-gativo, justifica razonablemente laimposición al sujeto, aún jurídica-mente, de normas morales que noson fruto de su autoría, sino quese siguen de una consideraciónracional y objetiva de la realidadhumana. Esta afirmación del ius-naturalismo tomista cobra unaespecial relevancia en las socie-dades pluralistas contemporáne-as, ya que en ellas se ha tornado

especialmente importante el des-cubrimiento y el fomento de unamoralidad común a todos los sec-tores sociales y grupos culturales,que haga posible su convivenciaen una colectividad armónica pre-sidida por la justicia. Y esta mora-lidad común no puede basarse enel mero acuerdo, como proponenlos liberales, ni en la pura tradi-ción particularizada, como defi-nen los comunitaristas. Es nece-saria una afirmación del modo deser propio del hombre, de su

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naturaleza, para que la sociedadredescubra sobre sus bases sunecesario ethos común y se hagaposible, de ese modo, una coexis-tencia ordenada a promover laperfección propiamente humana.

CRÍTICA A LA TEORÍA DE LA JUS-TICIA DE JOHN RAWLS

La teoría de la justicia rawlsia-na sufre de los problemas quesufren las Ciencias humanas engeneral por seguir los modelospropios de las Ciencias positivas:las Humanidades, y entre ellas engran medida la Filosofía política,se han transformado más en ins-trumentos que pretenden prede-cir y detallar conductas con preci-sión, con objetivos meramentefuncionales. En lugar del valorintrínseco de las cosas se busca laeficiencia, la planificación admi-nistrativa en lugar de la libertadhumana, el lenguaje especializa-do de los expertos frente a lasdemandas de participación, las

exigencias técnicas frente a losdeberes morales. El postuladodemocrático del hombre racionalha sido reemplazado por el homoæconomicus de Bentham, el homofaber de Marx, la voluntad depoder nietzscheana y los diversosirracionalismos del siglo XIX. Estasustitución indica una clara ten-dencia a marginar la razón en lavida del hombre, que parece notener nada que decir acerca de losvalores, que quedan, así, relega-dos a un ámbito impenetrablepara la razón calculadora133.

En la Filosofía política contem-poránea, se sostiene que las riva-lidades y diferencias son inevita-bles en cuestiones de fondo(fines), pero pueden ser “suaviza-das” y tolerables en la forma(medios), a través de la utilizaciónde instrumentos que permitan aalcanzar un “consenso procedi-mental”. Así, la nueva democraciadebería apoyarse en un acuerdosobre soluciones a problemasespecíficos. A partir de esta pre-

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CONCLUSIONES

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misa han surgido numerososestudios que prescinden explíci-tamente de la metafísica y sebasan en datos empíricos toma-dos del funcionamiento institu-cional de las democracias occi-dentales. De este modo, se obvióla necesidad de obtener un acuer-do sobre los principios de lasdecisiones colectivas, dejando asíla libertad- como autonomía- deque cada uno mantenga sus pro-pias convicciones. El fracaso delas ideologías, que en gran medi-da causaron y, paradójicamente,se afianzaron después de las Gue-rras Mundiales, tuvo en el sigloXX un doble efecto: el rechazo deldogmatismo y la rigidez, a preciode convertir a la política en unatecnocracia pragmática.

Por otro lado, con el fin deobtener la esperada reputacióncientífica, la Filosofía políticadebía partir de una dicotomía ini-cial: el ámbito de lo que es, de loshechos, ha de mantenerse incon-taminado por la Etica, la Teologíay las ideologías, es decir, diferen-ciado de lo que debe ser. “Losconceptos básicos y las hipótesisde la ciencia política no deben

contener elaboraciones de teoríapolítica, o de lo que el Estado y lasociedad deban ser”134. Así, estaescisión entre hechos y valoresacarrea graves consecuenciaspara los valores políticos, verda-dera sustancia de la Filosofía polí-tica. Conceptos tales como justi-cia, libertad o igualdad, son con-denados a permanecer en unámbito no científico, que conducea graves equívocos de los térmi-nos en el discurso político.

1. Críticas al consenso comometodología válida para ladeterminación de los principiosde justicia:

Como se mostró en el capítuloI de este trabajo, el consensobasado en un contrato hipotéticode tipo racionalista consiste másbien en un ejercicio lógico que,por tratarse de un plano diverso,no tiene entidad como para darorigen a consecuencias reales.Así, en el caso de la teoría rawlsia-na, se evidencia que de una situa-ción irreal (a-histórica y no funda-da en hechos ciertos, ya que elmismo autor admite que se trata

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de una construcción inexistenteen la realidad) llamada “posiciónoriginal” -podría preguntársele¿en quién y cuándo se da estaposición? Más aún, ¿se puede daren la vida real?- y del posiciona-miento de la totalidad de las per-sonas- ¿cómo se podría haceresto?- tras un velo de ignorancia,se justifica la deducción de losdos principios de justicia que sir-ven de soporte para toda la teoría.En definitiva, todo consensohipotético racionalista no es másque una estructura lógica bienpensada pero que no logra, porfalta de entidad, servir de basepara regir conductas en la reali-dad humana individual y social.

Asimismo, en el consenso semargina a todos aquellos queestán “demasiado convencidos”de cuál es la solución, entendien-do que esta convicción implica unpeligro público y un atentado aldiscurso racional y democrático.Se da así lugar a una actividad“neutralizadora”. En el fondo,quien esgrime esta teoría estáimponiendo sus propias convic-ciones, que se presentan como sifueran neutras, mientras que las

de los demás se consideran par-ciales por definición. Convertir elconvencimiento personal enmotivo de exclusión a la hora deconfigurar lo público llevaría- condudosa ventaja- a identificar éticapública con capricho mayoritario.

Dworkin realiza una críticaaguda al consenso hipotéticocomo fuente de obligaciones rea-les. Efectivamente, como enseñaTomás de Aquino, el intelecto, seren potencia respecto a lo inteligi-ble, no puede pasar al acto si noes mediante un ser en acto. El seren acto es, a su vez, el único capazde atraer a la voluntad ya que, encuanto verdadero, se presenta enrazón de bien. Aquello que atrae ala voluntad es susceptible de serquerido por ésta con libre albe-drío para su realización por partedel hombre. Por el contrario, elhombre no elige necesariamente,porque lo que es posible que nosea (lo hipotético, como el con-senso rawlsiano), no es necesarioque sea135. En otras palabras, “sólosi hay lo natural, lo que es de porsí y para sí mismo, puede haberrazón. (...) Pero el descubrimientode lo natural, el descubrimiento

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del ser por sí natural, es lo quellamamos lo racional. Lo natural ylo racional son conceptos correla-tivos. Ninguno es derivable delotro. Si nuestros objetos no tie-nen una subjetividad teleológica-mente captada, entonces nopodemos decir nada sobre ellos,sino sólo algo sobre nuestros pro-pios estados cognitivos”136. Enidéntico sentido, en un lenguajemás accesible, se pregunta RafaelAlvira: “¿Cómo puedo saber quemi decisión moral, ética, última,es correcta, si no poseo, un crite-rio externo que me lo diga, asaber la naturaleza?”137. Así, lo queno parte de lo real no tiene posi-bilidad de obligar en la vida real.

2. Crítica a la metodología delconsenso utilizada por Rawls

a) Contradicciones basadas en lautilización del consensualismo

Rawls centra su teoría en la uti-lización del “velo de la ignorancia”como medio para evitar una pos-tura utilitarista y, a su entender,contraria a la libertad. Afirma,explícitamente que no quiere unajusticia sustancial. Sin embargo,

en definitiva, a la hora de la deci-sión desde la posición original ytras el “velo de la ignorancia”,asume que quien no conoce susituación querrá aquella que legarantice un mínimo de bienes(elección que no es procedimen-tal sino sustancial, en definitivautilitarista). ¿Qué pasa en el casode que el individuo prefiera ser un“jugador” que arriesga a todo onada, que prefiere intentar ser elmás poderoso a riesgo de perderaún el mínimo de bienes esencia-les? En definitiva, Rawls, no admi-te la libertad138. En el mejor de loscasos, ésta queda confinada a unamera autonomía, (no tiene puntosde referencia externos que seña-len una meta a alcanzar) sobretodo reducida a un mínimo: lapersona no elige acerca de lostemas fundamentales de su vidaen sociedad en cuanto sí misma,sino despojada de su ser por laficción del “velo de la ignorancia”.

Otro aspecto que no cabe omi-tir es la utopía que encierra elplanteamiento del “velo de laignorancia”. Cómo conjugar quecada uno de los actores socialesolvide todo acerca de su identi-

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dad más propia, y a la vez poseatodos los conocimientos genera-les necesarios para la elección.

Asimismo, se parte de la basede que tras el velo no se da laenvidia: supuesto no justificadopor Rawls y claramente irreal139.En el mismo sentido, Habermasse pregunta: ¿por qué tendríamosque creer que los dos principiosde justicia son vinculantes? y res-ponde acertadamente que “lacuestión decisiva en la justifica-ción de los dos principios de jus-ticia más altos no depende tantode las deliberaciones en la posi-ción original cuanto de las intui-ciones y los conceptos básicosque guían el diseño de la propiaposición original”140. En este caso,la pregunta natural -que tambiénse formula Habermas- es: ¿dedónde sacan la fuerza normativatales concepciones? ¿Por qué tie-nen que ser justamente estas con-cepciones sustantivas y no otras?Rawls no ofrece respuesta.

A la hora de analizar otrasalternativas, Rawls señala lasinsuficiencias que, a su criterio,tienen el utilitarismo y el perfec-

cionismo. Así, sostiene que, parala elección de una determinadaconcepción de la justicia, lo idealsería que los participantes sebasasen en el estudio sustantivode cada una de las posibles opcio-nes. Pero como este método pre-senta graves dificultades, funda-mentalmente, la de describir lacapacidad intelectual de las par-tes de modo que puedan recono-cer la concepción óptima, a Rawlsle parece preferible que se siga elprocedimiento de elegir entre unabreve enumeración de alternati-vas posibles. Así, lo que era unproblema de valoración se trans-forma en un problema de elec-ción, que es mucho más fácil detratar con las teorías sobre deci-sión en situaciones de incerti-dumbre.

La relación de posibilidades enla elección de una posición originalse reduce, en la práctica, al utilita-rismo y a una combinación delprimer principio de Rawls con elprincipio utilitarista del prome-dio. Entre las ausencias notablesparece que habría que destacar lateoría de la justicia perfeccionistade raíz aristotélica. Pero, en opi-

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nión de Rawls, tal ausencia no seda, pues el perfeccionismo puedeconsiderarse una forma peculiarde utilitarismo, que se caracterizaporque pretende hacer máximauna perfección humana, o algúnaspecto del arte, de la ciencia o lacultura. Según el criterio perfec-cionista, en opinión de Rawls,resultaría que el reconocimientode derechos desiguales y de opor-tunidades que favorezcan a unaminoría “no es injusto, si es lacondición para que se produzcauna mayor suma de perfeccioneshumanas”.

b) Otras contradicciones metodo-lógicas

El tema de la racionalidad y larazonabilidad no se halla resueltoen Rawls. En general, justifica laposición original señalando que setrata de un artificio procesal razo-nable. En el marco de una justiciaprocesal pura, esta razonabilidad nopuede buscarse en la justicia delresultado al que nos conduce, yaque no existe un criterio distintodel proceso mismo para sabercuál es, con anticipación, el resul-

tado justo. Si se considera ade-más que el velo de ignorancia no sededuce analíticamente de las pre-misas anteriores, la razonabilidadde ese artificio procesal sólopuede encontrarse en la evidenciacon la que él mismo se impone ala conciencia ética. Así lo cree elpropio Rawls, y esta conclusión,como era previsible, le ha llevadoa buscar las razones del velo en laética de Kant.

Ya desde el inicio de su obra,Rawls subraya las semejanzasexistentes entre su teoría de lajusticia y la doctrina moral deKant. El punto de encuentro seríaprecisamente el “velo de ignoran-cia”: “Creo que Kant ha sostenidoque una persona actúa autóno-mamente cuando los principiosde su acción son elegidos como laexpresión más adecuada posiblede su naturaleza de ser racionallibre e igual. Los principios enbase a los cuales actúa no sonadoptados a causa de su posiciónsocial o de sus dotes naturales, oen función del particular tipo desociedad en la que vive, o deaquello que resulta querer. Actuaren base a estos principios signifi-

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caría actuar de modo heteróno-mo. El velo de ignorancia priva ala persona en la posición originalde los conocimientos que la capa-citarían para elegir principiosheterónomos”141. Sin embargo, noparece que se pueda entenderrealmente la posición original comouna representación gráfica de larazón pura práctica de Kant.

Si bien las semejanzas entrelas dos teorías son innegables, eldesacuerdo de fondo es igual-mente claro. Decir que la Justice asFairness recoge las diversas nocio-nes fundamentales de la moralkantiana es erróneo. En Kant, elhombre actúa moralmente sólo silo hace por puro respeto al deber(autoevidente), es decir, si semueve por lo que caracteriza a larazón práctica en cuanto tal y nopor ninguna motivación: por laforma universal de sus mandatos,y no por una instancia extrínsecaal mismo deber. En la teoría deRawls, por el contrario, las partesactúan movidas por un fin univer-sal pero heterónomo: buscando lamayor cantidad de bienes principales.No hay, diría Kant, una utilizaciónmoral sino instrumental de la

razón. Por eso, lo que el “velo deignorancia” garantiza es que losprincipios elegidos serán general-mente heterónomos más que par-ticularmente heterónomos.

Finalmente, en la concepciónrawlsiana, el bien de por sí no escompartible, con lo cual carecende sentido sus afirmaciones en elsentido de que, en la sociedadbasada en sus dos principios dejusticia, se lograría obtener un“bien general”. Lo no compartibleno es susceptible de generaliza-ción.

3. Críticas a aspectos de fondo

Finalmente cabe agregar, comose señala en la introducción a estecapítulo, que la teoría de la justi-cia de John Rawls es susceptiblede numerosas críticas de fondo.Muchas de ellas constituyen pre-cisamente el fundamento de laarticulación del procedimentalis-mo, otras son consecuencia de suutilización. Sin afán de exhaustivi-dad se pueden señalar lossiguientes puntos:

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a) Individualismo intrínseco142

En teoría, si se parte de laigualdad de las partes contratan-tes debería alcanzarse un acuerdounánime sobre los principios dela justicia, dado que los interesesde todos son iguales (libertad yriqueza), pero no comunes (liber-tad y riqueza para todos). Con elfin de superar esta dificultad el“velo de ignorancia” opera uncambio todavía más profundo enlos sujetos: les restringe la con-ciencia al punto de considerarse,únicamente, un átomo indetermi-nado del cuerpo social. Esta pér-dida de identidad social significaque cada sujeto sólo podrá deci-dir acerca de su suerte futura deci-diendo sobre la suerte de todoslos demás. Ésa es la función esen-cial del velo de ignorancia: trans-formar el bien personal en unaparte del bien general, es decir, enuna realidad que el sujeto sólopodrá alcanzar asegurando uncierto bien a todos los ciudada-nos.

El velo de ignorancia realiza,pues, dos cambios: convierte elbien que todos manifiestan que-

rer en el bien de cada uno y, loque es más importante, transfor-ma este último en un bien gene-ral. Dicho de otro modo, lo que enlas circunstancias de la justiciaera un interés que todos manifes-taban, constituido por muchosintereses particulares relativos abienes excluyentes, se transfor-ma, en la posición original, en uninterés general relativo a un biende todos.

Otra cosa ocurriría una vez quese sabe a dónde nos conduce laposición original, o una posiciónsemejante: los dos principios dela justicia. Parece claro que, con elfin de llegar a construir una socie-dad cuyas instituciones se inspi-ren en estos principios, serían(son) muchas las personas dis-puestas a llegar a un compromiso,renunciando en parte a algunasde sus ideas sobre lo que essocialmente justo o bueno (some-tiéndose a una especie de velo deignorancia, si se quiere). Es más,pareciera que este comporta-miento no sería siempre ética-mente rechazable, ya que la socie-dad bien-ordenada de Rawlspodría considerarse justa en rela-

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ción (y sólo en relación) a lasotras alternativas que son algunasveces las únicas posibles: el con-flicto social generalizado o laimposición del modelo de vidaconsiderado justo por un dictadoro por una mayoría cualquiera. Esesencial, sin embargo, determinarcorrectamente el sentido y alcan-ce de este último juicio de valor.

b) Pretensión de elaborar unaTeoría “pura” de la justicia

Resulta imposible, como se hamencionado anteriormente, laaplicación exitosa de modelosmatemático-cientificistas -en cuan-to acordes con la verdad- a lasCiencias humanas. En el terrenode la justicia procesal pura, es nohacer referencia a que los princi-pios sean justos, sino a que elproceso lo sea. Sin embargo, parallegar a un resultado justo (acep-table) sí se puede llegar a un com-promiso.

Importa subrayar, además, quese ha considerado justa la sociedadbien ordenada sólo cuando las úni-cas alternativas de hecho posiblesson peores, menos justas. Por ese

motivo, no se trata de que nodeban crearse, con urgencia, con-diciones que hagan posible solu-ciones de justicia social mejores(la justicia social posible noexcluye la búsqueda de la justiciasocial ideal); ni implica descono-cer las graves contradicciones dela sociedad bien-ordenada que propo-ne Rawls. La primera contradic-ción ha sido implícitamente reco-nocida por el mismo Rawls al tra-tar el problema de la estabilidad. Afavor de este autor hay que seña-lar que no ha eludido el plantea-miento en primera persona de lacuestión de la justicia social,como es hoy frecuente en las teo-rías neo-contractualistas. Rawls reco-noce que es necesario justificarpor qué cada uno (y no un legisla-dor abstracto), libremente, debe-ría llegar a ciertos acuerdos y res-petarlos después, aunque ellosuponga sacrificios (en términosde riqueza o ejercicio de liberta-des). En caso contrario, la con-cepción de la justicia propuestaserá gravemente insuficiente, puesdará lugar a un sistema políticoque no será estable, que no seráaceptado por los ciudadanos en la

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vida ordinaria. Se producirá, enconsecuencia, ese fenómenocaracterístico de las sociedadesdesarrolladas que la Sociologíaha denominado juridificación pro-gresiva de la vida social, en virtuddel cual el derecho positivo inva-de cada vez más la vida de las per-sonas.

La segunda y más grave contra-dicción de la sociedad bien-ordenadase refiere a la igual libertad queefectivamente existiría allí. Nobasta, desde luego, con afirmarlay reconocerla genéricamente en laConstitución. Es necesario ade-más, como indica el mismo Rawls,llegar a un acuerdo sobre el modoen que la libertad de unos searmonizará con la libertad de losotros, y sobre la forma en que lasdistintas libertades (en sí mismasconsideradas) han de coordinarseentre sí.

Ahora bien, en esta materia, locierto es que ninguna discusiónracional, ningún acuerdo racionales posible cuando no se reconocela existencia de una serie de ver-dades sobre el bien del hombreque son incondicionadas y abso-

lutas, y por tanto anteriores ysuperiores a cualquier acuerdo. Sila discusión se centrase exclusiva-mente en la libertad de cada unoa realizar los propios intereses, y atodas las peticiones se les reco-nociese el mismo valor, no se vecómo podría solucionarse racio-nalmente el conflicto de liberta-des. Las únicas posibilidades sondar la razón al interés (libertad)mayoritario, sea el que sea, o alinterés (libertad) defendido por elmejor orador, o por quien insistemás o por quien dispone de unarma.

Una discusión verdaderamenteracional acerca de las libertadesen conflicto sólo podrá comenzarsi el diálogo no se refiere simple-mente a la libertad de realizar lospropios intereses, sino a los bieneso valores que cada uno de esosintereses permite realizar. Una vezplanteado el diálogo de estemodo, la condición necesaria parallegar a un acuerdo racional esque se presuponga una ciertajerarquía de valores para todos, esdecir, que se reconozca a priori(como fundamento del acuerdo)la superioridad incondicional y

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absoluta de ciertos bienes bási-cos del hombre: se concederáentonces una mayor cuota delibertad a las actividades quemejor promuevan los bienes ovalores superiores, y una cuotamenor, o ninguna según loscasos, a las otras actividades.

4. Imposición de un Estado neu-tral

Hay problemas que no admitensoluciones neutras, por lo tantohay que tomar postura y hay queacabar imponiendo jurídicamentevalores éticos, se quiera o no. Laverdadera dificultad está en quese pueda partir de que algo es ver-dadero o falso, de lo contrario nohay posibilidad de diálogo. Sicada cultura se cierra en sí misma,no se puede dar paso a un verda-dero espacio de diálogo intercul-tural. Rawls no está de acuerdo eneste punto: “para mantener laimparcialidad (...) ha de abstener-se de entrar específicamente entópicos morales que dividen a lasdoctrinas comprehensivas”143. Así,lo razonable cede ante las estrate-gias: “al evitar las doctrinas com-

prehensivas, tratamos de evitarlas controversias religiosas y filo-sóficas más profundas con objetode no perder la esperanza de con-seguir una base para un consensoentrecruzado”144 (vale más elmétodo “consenso entrecruzado”,que el fin que el mismo se suponeque tiene). “Por ello una concep-ción liberal elimina de la agendapolítica los asuntos más decisi-vos, los asuntos capaces de gene-rar conflictos pugnaces que podríansocavar las bases de la coopera-ción social”145.

En definitiva, se está impo-niendo un juicio moral sin debatedemocrático: la postura de quelos poderes públicos no debenintervenir en una cuestión, frentea la otra que entiende que sídeben intervenir, y que es unaopinión tan legítima como laanterior. Se trata, pues, de uncurioso pluralismo que convierteen “confesional” un laicismo sinningún fundamento ni siquieraconsensual. Rawls relega obliga-toriamente lo religioso a lo priva-do.

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Evidentemente, hoy se necesi-ta diálogo entre culturas, peroesto no significa ir hacia una neu-tralidad homogeneizante. Cuandono se admite una verdad de ordensuperior (anterior al consenso)acerca de los bienes del hombre,no son posibles ni la discusiónracional ni el acuerdo racional, ytodos esos bienes y derechosquedan en manos de lo que deci-da la mayoría, o la mejor oratoria,etc.

Es cierto que en Rawls no faltade modo completo una verdadsobre el bien del hombre, anterioral consenso, y presupuesto de suracionalidad. Pero esa verdad semanifiesta insuficiente, ya que selimita a reconocer los bieneshumanos de la libertad (autono-mía) y de la riqueza. En conse-cuencia, lo único que su sistema

asegurará al ciudadano es unmínimo de riqueza146 y un derechopuramente formal a una libertadigual. Precisamente, la erróneanoción de libertad que utilizacompromete la validez del núcleode su pensamiento. En definitiva,la pérdida del orden trascendente,normativo para la libertad huma-na, hace imposible el intento deconstruir una teoría de la justiciasocial.

“Por ello, siempre que el dere-cho actúa, salvo en cuestionesque sean de verdad meramenteprocedimentales, está imponien-do un determinado concepto delbien porque, en el fondo, lo justopresupone siempre un conceptode lo bueno. Por eso, en realidad,lo que hay que entrar a valorar esqué elementos éticos vamos aproyectar sobre lo público, a tra-

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vés de qué procedimientos, y enqué medida se puede vetar quedeterminadas personas puedanaportar sus propios elementoséticos sin romper con ello lasreglas del juego democrático”147.1 Un ejemplo de esta visión general es laque John Rawls llama “principio de dife-rencia”, según el cual, todas las inequi-dades sociales y económicas debenresolverse en favor del mayor beneficiode los menos afortunados. Véase Rawls,J. (1971), pp. 75-83.

2 Se requiere distinguir también entrelas teorías consensuales de la justicia ylas teorías consensuales morales. Unateoría de la justicia es, en principio,parte de una filosofía moral más amplia.Por ello, quien sustenta una teoría con-sensual de la moral, no excluye de ésta ala teoría de la justicia. Siguiendo elmismo razonamiento, algunos filósofospolíticos advierten en contra de la con-versión de los principios de su teoría dela justicia en una filosofía moral omnia-barcante.

3 Rousseau, J. J. [1762 (1987)], p. 148.

4 Rousseau adjudica al “legislador” latarea de poner en marcha todos losmecanismos necesarios para que en lasinstituciones políticas se den las condi-

ciones de votación más aproximadas almodelo.

5 No deja de tener interés la definiciónde soberanía de Rousseau, como lavoluntad general puesta en acto. Rous-seau, J. J. [1762 (1987)], p. 149.

6 Rousseau, J. J. (1987), p. 205.

7 Rousseau, J. J. (1987), p. 206.

8 Entre los autores a favor de una inter-pretación voluntarista se puede citar aTheodore Waldman y Gopal Sreenivas-san; entre los que interpretan la volun-tad general en términos racionalistas seencuentran Ernst Cassirer, Glen Allen oRichard Dagger. Por su parte, PatrickRiley sostiene que la tensión voluntaris-ta-racionalista nunca fue resuelta porRousseau.

9 Sobre el tema, T. M. Scalon distingueentre la diferencia entre “aceptar p” y “norechazar p”. En este trabajo no se trataráesta distinción, que dispersaría del temade fondo. Véase Scalon, T. M. (1982), p.111.

10 Estas son algunas de las dificultadesque presenta Nozick en sus intentos porjustificar la autoridad del Estado frente alos partidarios de la anarquía. VéaseNozick, R. (1974), pp. 51-118.

11 En este sentido, Ian Shapiro sostieneque “el consenso de una persona es fre-

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NOTAS

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cuentemente la hegemonía de otro”.Véase Shapiro, I. (1999), p. 14.

12 La Teoría de la Justicia de Rawls, con susposteriores rectificaciones en El Liberalis-mo Político, se analizará con detalle en loscapítulos III y IV.

13 Los principios de justicia rawlsianosson el de libertad y el de igualdad.

14 Rawls, J. (1971), p. 121.

15 Scalon, T. (1982), p. 110.

16 Nagel, T. (1991), p. 33.

17 Barry, B. (1995), p. 113.

18 Cohen, J. (1989), p. 72.

19 Por ejemplo, el requisito rousseaunia-no de que cada persona delibere en sole-dad, sin confrontar su parecer con otras.

20 Por ejemplo porque p realiza en gradomás pleno una concepción particular delbien del hombre.

21 En los filósofos americanos se da ungiro hacia la izquierda.

22 Se consideran filósofos analíticos, adiferencia de los normativistas, a aque-llos que no dictan normas sino que ana-lizan el lenguaje moral. Si se considera ladistinción entre lenguaje y metalenguaje(hablar acerca del lenguaje) y se aplicaesta distinción a la moral, el lenguajealudiría a la valoración, a la ética norma-tiva, y el metalenguaje analizaría los tér-minos valorativos, sería metaética.

23 Véase Rawls, J. (1971); Nozick, R.(1974); Habermas, J. (1973) y (1981); yApel, O. (1980)

24 Véase Hegel, W. (1956).

25 Sigo en la exposición la tesis de Höffe,O. (1992), pp. 9-11.

26 Idea de la que se parte casi indiscuti-damente, como si fuera un axioma.

27 Aristóteles (1920), I, 2.

28 Hobbes, T. (ed. 1980), p. 222.

29 Hobbes, T. (1980), p. 224.

30 Hobbes, T. (1980), p. 226.

31 Hobbes, T. (1966), p. 50.

32 Hobbes, T. (1966), p. 71.

33 Hobbes, T. (1980), p. 240-241.

34 Hobbes, T. (1966), p. 121.

35 Hobbes, T. (1966), p. 133.

36 Hobbes, T. (1966), pp. 213-214.

37 Locke, J. (1963), p. 341.

38 Locke, J. (1963), pp. 345 y 349

39 Locke, J. (1963), p. 351.

40 Kant I, (1978), p. 67.

41 Kant, I. (1974), p. 89.

42 Kant, I. (1994), p. 37.

43 Berlin, I. (2000), pp. 232-233.

44 Kant, I. (1994a), pp. 36-37.

45 Kant, I. (1994b), § 47.

46 Kant, I. (1994b), p. 37.

47 Kant, I. (1974), p. 67

48 Rhodes, R. (2002), pp. 393-412.

49 Rawls, J. (1993), p. 4.

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50 Sociedad justa y estable. Hobbes agregael calificativo de segura.

51 Asimismo, la igualdad fundamentalrawlsiana, en Hobbes se manifiesta en lacapacidad de matar y en la posibilidadde ser muerto. Frente a esa igualdaddeterminada de manera puramenteantropológico-pragmática (no ética)pasan a un segundo plano todas laspeculiaridades individuales.

52 En igual sentido, Rawls afirma que elacuerdo en la posición original represen-ta el resultado de un proceso racional dedeliberación bajo condiciones ideales yno-históricas. Rawls J. (1993), p. 273.

53 Rawls, J. (1999), p. 92.

54 Citado en Lorenzo, D. (2003), p. 248.

55 Véase Lorenzo, D. (2003), pp. 248-258.

56 Wolff, R. (1977), p. 101.

57 Así calificada en Wolff R. (1977), p.102.

58 Véase González Altable, M. P. (1993),p. 48 y ss.

59 Wolff, R. (1977), p. 116.

60 Sobre el tema: Johnson, O. (1974) yDarwall, S. (1976), pp. 58 y ss.

61 Rawls, J. (1958), pp. 164-194.

62 El utilitarismo propugna el empeñoestatal por promover lo que contribuya amaximizar la suma total de bien o devida feliz dentro de la sociedad.

63 Otras traducciones utilizadas son:“justicia como equidad”, “justicia como

lo razonable”, “justicia como imparciali-dad”.

64 Rawls, J. (1979), pp. 10-11.

65 Rawls, J. (1979), p. 33.

66 Rawls elige el método del “equilibrioreflexivo” basándose en un artículo queno pertenece al ámbito de la filosofíamoral. Véase Goodman, N. (19955), pp.65-68.

67 Rawls, J. (1979), p. 38.

68 Rawls, J. (1979), p. 50.

69 Rawls, J. (1979), p. 52.

70 Rawls, J. (1979), p. 288.

71 Rawls, J. (1979), p. 66.

72 Rawls, J. (1979), p. 152.

73 Rawls, J. (1979), p. 154.

74 Rawls, J. (1979), p. 39.

75 Rawls, J. (1979), p. 135.

76 Se trata de aquellas cosas que Rawlssupone que todo individuo racionalquiere, aunque pueda querer ademásotras cosas, las que preferiría tener másy no menos para asegurar un mayor éxitoen la realización de su propio plan devida, sea éste cual sea.

77 Rawls, J. (1979), p. 114.

78 Rawls, J. (1979), p. 42.

79 Rawls, J. (1979), p. 109.

80 Rawls, J. (1979), pp. 171-172.

81 Rawls, J. (1979), pp. 452-453.

82 Rawls, J. (1979), p. 453.

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83 Rawls, J. (1979), pp. 163-164.

84 Rawls, J. (1979), p. 166.

85 Rawls, J. (1979), p. 167. La posiciónkantiana es muy clara: “La naturaleza (...)y la inclinación no pueden dar leyes a lalibertad. Muy distinto es el caso de laidea del deber, cuya transgresión, aunprescindiendo de los inconvenientes queproduce, actúa de una manera sobre elánimo y hace que el hombre se conside-re reprobable y merecedor de castigo”.Citado en Alvira, T. (1985), p. 143. AsíKant busca construir la moral sobre labase de un sentido del deber desconec-tado totalmente de la naturaleza.

86 Rawls, J. (1979), p. 181 (nota 19).Ejemplo del principio del maximin: latabla representa pérdidas y gananciasposibles, los números representan valo-res en cientos de dólares en compara-ción con una situación inicial. La ganan-cia (g) depende de la decisión individual(d) y de las circunstancias (c). Asumien-do que existen 3 decisiones posibles y 3circunstancias posibles, se puede cons-truir esta tabla:

Circunstancias

Decisiones C1 C2 C3

D1 -7 8 12

D2 -8 7 14

D3 5 6 8

La regla del maximin requiere que setome la tercera decisión, ya que en estecaso lo peor que puede suceder es reci-bir 500 dólares, lo cual resulta el mejorresultado en comparación con los peoresresultados en las otras dos decisiones.

87 Rawls, J. (1979), p. 208.

88 Entre los filósofos políticos “igualita-ristas” se podría, también, incluir la críti-ca del “igualitarismo radical” de GeraldCohen [Véase Cohen, G. (1993), (1995) y(1999)]; así como la crítica feminista,representada por Catherine MacKinnon[Véase MacKinnon, C. (1987)] y SusanMoller Okin [Véase Okin, S.M. (1990)]

89 Otros “comunitaristas” que criticandiversos aspectos de la obra de Rawlsson Joseph Raz [Véase Raz, J. (1986)], WillKymlicka [Véase Kymlicka, W. (1990)] yMichael Walzer [Véase Walzer, M. (1983)]

90 Es conocido el ejemplo de justiciaprocedimental perfecta que cita Rawls: sise quiere dividir un pastel en partesiguales basta con dejar que lo corte lapersona que tomará la última porcióndel mismo (asumiento, por supuesto,que tiene interés en obtener una porcióngenerosa).

91 Es lo que sucede en un juicio penal: elfin perseguido es que se castigue al cul-pable y se absuelva al inocente, pero losprocedimientos son imperfectos y nootorgan certeza absoluta en la consecu-ción del fin.

92 Véase los subtítulos 2, 3 y 4 del capí-tulo en: Gargarella, R. (1999).

93 Nozick, R. (1974).

94 Nozick, R. (1974), p. 172.

95 Dworkin R. (1983).

96 Dworkin, R. (1973), p. 71.

97 Dworkin, R. (1990), parte VI.

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98 Para Dworkin el modelo debe ser:“subasta + seguros”.

99 Sen, A. (2000), p. 11.

100 Sen, A. (2000), p. 47.

101 Sen, A. (1993), p. 31.

102 Sen, nacido en la India (actual terri-torio de Bangladesh) y educado en Ingla-terra y Estados Unidos, tuvo la posibili-dad de conocer la diferente valoraciónque se otorga a bienes determinadossegún la situación de la sociedad en laque se está inmerso.

103 Sen, A. (1999), p. 17.

104 Sen, A. (1993), pp. 31 y 46.

105 Sobre el movimiento comunitarista,Véase Naval, C. (1995), p. 59 y ss.

106 Taylor, C. (1979).

107 Sandel, M. (1982).

108 Walzer, M. (1983).

109 MacIntyre, A. (1981).

110 Taylor, C. (1985), p. 210.

111 Para Taylor, las elecciones másimportantes, los juicios morales y, endefinitiva, la propia identidad, se moldeany constituyen dialógicamente a través delas relaciones que establecemos con elresto de los miembros de nuestra comu-nidad.

112 Mulhall, S. y Swift, A. (1992), p. 77.

113 En la familia, explica Sandel, la justi-cia no es necesaria porque existen“entendimientos compartidos” entre sus

miembros que la hacen innecesaria.Véase Sandel, M. (1982), p. 183.

114 Taylor, C. (1995), pp. 184-185.

115 Rawls, J. (1996), p. 523.

116 En este sentido afirma que “al discu-tir las esencias constitucionales y losasuntos de justicia básica, no podemosapelar a doctrinas religiosas y filosóficascomprehensivas, a lo que, como indivi-duos, o como miembros de asociacio-nes, creemos que es la verdad global,sino que debemos acudir a verdadesgeneralmente aceptadas”. Rawls, J.(1996), pp. 259-260.

117 Rawls, J. (1996), p. 230. Con respectoa la “razonabilidad” de las doctrinascomprehensivas, Rawls afirma que algu-nas de ellas pueden contener elementos“irrazonables”. A modo de ejemplo,acude a la cuestión del aborto, que abor-da en sentido sustantivo, atacando lasmismas bases de su construcción forma-lista. En este caso, la decisión de lamadre de abortar constituiría un princi-pio de justicia básica. Rawls, J. (1996),pp. 278 y 279, nota 32.

118 Rawls, J. (1996), p. 226 y nota 11 de p.43. Citado en: Ollero, A. (2001), p. 31.

119 Rawls, J. (1996), pp. 36-38.

120 Dworkin, R. (1977), pp. 198 y ss.

121 Esta es la opinión de George, R.(1995), pp. 28 y ss.

122 Acerca de estos filósofos, véaseGajil, R. (1994).

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123 Tomás de Aquino, Summa Theologiae,I-II, q. 92, a.1, ad. I

124 Tomás de Aquino, Summa Theologiae,I-II, q. 100, a.2.

125 Tomás de Aquino, Summa Theologiae,I-II, q. 96, a. 3.

126 Tomás de Aquino, Summa Theologiae,I-II, q. 96, a.2.

127 Tomás de Aquino, Summa Theologiae,I-II, q. 96, a.2, ad. 2.

128 Véase Lafont, G. (1964), p. 253.

129 MacIntyre, A. (1987), p. 95.

130 Nisbet, R. (1981), p. 256.

131 Devlin, P. (1965), pp. 102-123.

132 Sobre la noción de autonomía, véaseMillán Puelles, A. (1995), p. 106 y ss.

133 Para mayor detalle acerca de la crisisdel saber político, véase Innerarity, D.(1990), p. 166 y ss.

134 Laswell, H. (1952), p. XI.

135 Véase Rassam, J. (1980), p. 233 y ss.

136 Véase Spaemann, R. (1989), prólogode Alvira, R. (p. 14) y pp. 144-145.

137 Alvira, R. en el prólogo a Spaemann,R. (1989).

138 Olvida Rawls, que lo propio del hom-bre es lo que Leonardo Polo llama “loimprevisible”: “Aunque el hombre lo pre-tenda esquivar, no se puede negar laaparición de lo imprevisible. De hecho,gran parte de lo imprevisible se cifra enque la experiencia de cada uno no estransmisible a los demás (...) El surgi-miento de las novedades hace que lavida del ser humano no sea una línearecta. (...) Cuando el hombre se encuen-tra con problemas nuevos, muchas vecesse esfuerza en resolverlos con procedi-mientos antiguos que no sirven paraencarar la novedad”. Véase Polo, L.(2001), pp. 23-25.

139 Kukathas, C. y Petit, P. (1992), p. 26.

140 Habermas, J. (1995), p. 119.

141 Rawls, J. (1996), p. 243.

142 Kukathas, C. y Petit, P. (1992), p. 12.

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15. Ensayos de Richard Mervyn Hare, JoelFeinberg, Gerald Dworkin, y DavidLyons, en RR.

16. Ensayos de David Brink, RichardMervyn Hare, y Michael DePaul, enPR2.

17. Más referencias en CCR, pp. 540-542.

Sobre el argumento de la “PosiciónOriginal”

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7. Más referencias en CCR, pp. 547-548,algunas especialmente relevantesacerca del debate entre Rawls y Har-sanyi.

Rawls y el Kantismo

1. O’Neill, Onora, “Constructivism inRawls and Kant”, en CCR.

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6. PL, Conferencias 2 (El Poder de losCiudadanos y su Representación) y 3(Constructivismo Político).

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11. Más referencias en CCR, pp. 543-544.

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6. Más referencias en CCR, pp. 546-547.

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3. Gauthier, David (1986), Morals byAgreement, Clarendon Press, Oxford.

4. Más referencias en CCR, p. 553. Lasreferencias en CCR bajo el título“Rawls, Justice, and Individual Desert”(pp. 544-545) pueden resultar tam-bién relevantes.

La Prioridad de la Libertad

1. Hart, Herbert Lionel Adolphus,“Rawls on Liberty and its Priority”, enRR.

2. Daniels, Norman, “Equal Liberty andUnequal Worth of Liberty”, en RR.

3. Barry, Brian, “John Rawls and thePriority of Liberty”, en PR2.

4. PL, Conferencia 8.

5. JF, §§ 30-32, 45-46.

6. Muchas más referencias en CCR, pp.536-537.

El Principio de Diferencia y la Igual-dad

1. Scanlon, Thomas M., “Rawls’s Theoryof Justice”, en RR.

2. Van Parijs, Philippe, “Difference Prin-ciples”, en CCR.

3. Cohen, Joshua (1989), “DemocraticEquality”, Ethics, vol. 99, nº 4, pp. 727-751. [Se trata de una defensa del prin-cipio de diferencia contra otras alter-nativas menos igualitarias]. Estevolumen de Ethics contiene las comu-nicaciones presentadas en un simpo-sio sobre Rawls.

4. Cohen, Gerald Alan (1997), “Wherethe Action Is: On the Site of Distribu-tive Justice”, Philosophy and PublicAffairs, vol. 26, pp. 23-36.

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Críticas provenientes de la Izquierda

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2. JF, Parte IV.

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7. Cohen, Joshua (1989), “Deliberationand Democratic Legitimacy”, en Ham-

lin, Alan y Pettit, Philip (eds.), TheGood Polity: Normative Analysis of theState, Blackwell, Oxford.

8. Más referencias en CCR, pp. 552-553.

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6. Mulhall, Stephen y Swift, Adam,“Rawls and Communitarianism”, enCCR.

Sobre el Liberalismo Político y lanoción del overlapping consensus

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2. Nagel, Thomas (1987), “Moral Con-flict and Political Legitimacy”, Philo-sophy and Public Affairs, vol. 16, nº 3, pp.215-240.

3. Galston, William (1989), “Pluralismand Social Unity”, Ethics, vol. 99, nº 4.[contiene comunicaciones presenta-das en un simposio acerca de Rawls]

4. Doppelt, Gerald (1989), “Is Rawls’sKantian Liberalism Coherent andDefensible?”, Ethics, vol. 99, nº 4, pp.815-851.

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CUADERNOS EMPRESA Y HUMANISMO

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CONSENSUALISMO Y GOBIERNO POLÍTICO

María Alejandra Vanney120

Page 121: Cuaderno 94

CUADERNOS EMPRESA Y HUMANISMO

En españolNº1 Aspecto financiero y aspecto humano de

la Empresa

Vittorio Mathieu

Nº2 La interpretación socialista del trabajo yel futuro de la Empresa

Leonardo Polo

Nº3 La responsabilidad social del empresario

Enrique de Sendagorta

Nº4 El sentido de los conflictos éticos origi-nados por el entorno en el que opera laEmpresa

Juan Antonio Pérez López

Nº5 Empresa y Cultura

Fernando Fernández

Nº6 Humanismo y Empresa

Cruz Martínez Esteruelas

Nº7 Moralidad y eficiencia: líneas funda-mentales de la ética económica

Peter Koslowski

Nº8 La estrategia social de la empresa

Manuel Herrán Romero-Girón

Nº9 El trabajo directivo y el trabajo operati-vo en la empresa

Carlos Llano

Nº10 El altruísmo en la empresa

George Gilder

Nº11 Ricos y pobres. Igualdad y desigualdad

Leonardo Polo

Nº12 El utilitarismo en la ética empresarial

Joan Fontrodona

Nº13 La empresa en la historia

Agustín González Enciso

Nº14 La empresa entre la Economía y elDerecho

José Antonio Doral

Nº15 La empresa ante la nueva complejidad

Alejandro Llano

Nº16 Empresa y libertad

Jesús Arellano

Nº17 ¿Qué es el humanismo empresarial?

Rafael Alvira

Nº18 El rendimiento social de la Empresa

Jose M. Basagoiti

Nº19 Elementos configuradores de la actualvaloración del trabajo

Tomás Melendo

Nº20 Dirección y sistemas de mando

Manuel López Merino

Nº21 La índole personal del trabajo humano

Tomás Melendo

Nº22 La revolución social del management

Tomás Calleja

Nº23 Indicadores de la madurez de la perso-nalidad

Enrique Rojas

Nº24 Empresa y sistemas de cooperaciónsocial

Ignacio Miralbell

Nº25 Humanismo para la dirección

Miguel Bastons

Nº26 Actualidad del humanismo empresarial

Alejandro Llano

Nº27 Notas sobre la cultura empresarial

Rafael Gómez Pérez

CONSENSUALISMO Y GOBIERNO POLÍTICO

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CUADERNOS EMPRESA Y HUMANISMO

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CUADERNOS EMPRESA Y HUMANISMO

Nº28 La importancia de la dinámica políticapara el directivoManuel Alcaide Castro

Nº29 El poder...¿Para qué?Juan Antonio Pérez López

Nº30 La empresa y el ambiente socio -políticoen el umbral del nuevo sigloDaniel Bell

Nº31 La gestión del cambio en la empresaJuan A. Díaz Alvarez

Nº32 Hacia un mundo más humanoLeonardo Polo

Nº33 Estudio histórico sistemático del huma-nismoHiginio Marín

Nº34 Humanismo estamentalHiginio Marín

Nº35 Consideraciones sobre el activo humanode la empresaTomás Calleja

Nº36 Ser el mejor. Hacer que otros tambiénlo sean (Sólo para empresarios)José María Ortiz

Nº 37 La Etica de la Sociedad de ConsumoAntonio Argandoña

Nº 38 Hacia una Economía Política Huma-nistaLudwig Erhard

Nº 39 Las referencias sociales de la empresaTomás Calleja

Nº 40 Máximo Beneficio y Máxima Racionali-dadJosé María Ortiz

Nº 41 La inserción de la Persona en laEmpresaArmando Segura

Nº 42 Humanismo pericialHiginio Marín

Nº 43 Dimensión humanista de la energíaTomás Calleja

Nº 44 La empresa entre lo privado y lo públicoMiguel Alfonso Martínez-Echeva-rría

Nº 45 Competitividad y cooperación comovalores institucionales de la empresaSantiago García Echevarría

Nº 46 Filosofía de la economía I - Metodologíade la ciencia económicaAlejo J. Sison

Nº 47 La lógica del directivo: el control necesa-rio y la confianza imposiblePablo García Ruiz

Nº 48 La ‘revolución’ institucional de laempresa. El reto al directivo y a losrecursos humanosSantiago García Echevarría

Nº 49 Filosofía de la economía II- El ámbitoaustrogermánicoAlejo J. Sison

Nº 50 Valores éticos de la empresaJuan Cruz

Nº 51 La empresa virtuosaJosé María Ortiz

Nº 52 Las decisiones en la empresa: cálculo ycreatividadMiguel Bastons

Nº 53 Filosofía de la Economía III. Los funda-mentos antropológicos de la actividadeconómicaAlejo J. Sison

Nº 54 La familia: un imperativo para laempresa

Ramón Ibarra

CONSENSUALISMO Y GOBIERNO POLÍTICO

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Page 123: Cuaderno 94

CUADERNOS EMPRESA Y HUMANISMO

Nº 55 Variaciones sobre una crisis

Tomás Calleja

Nº 56 Pobreza, productividad y precios

Paolo Savona

Nº 57 Lo común y lo específico de la crisismoral actual

Rafael Alvira

Nº 58 La ética empresarial: una aproximaciónal fenómeno

Manuel Guillén

Nº 59 La dimensión política de la economía

Miguel Alfonso Martínez-Echeva-rría

Nº 60 Sobre la cooperación competitiva

Ana Fernández y Carmelo Lacaci

Nº 61 Organizaciones inteligentes en la socie-dad del conocimiento

Alejandro Llano

Nº 62 La economía social de mercado de Lud-wig Edhard y el futuro del estado debienestar

Ana Fernández y Carmelo Lacaci

Nº 63 La persona humana en la empresa defin de siglo

Carlos Llano

Nº 64 Estado, sociedad civil y empresa

Tomás Calleja

Nº 65 Sobre la confianza

Richard Brisebois

Nº 66 El protagonismo social de la empresa

Tomás Calleja

Nº 67 Dimensiones estéticas de la empresa

Rafael Alvira

Nº 68 La empresa como realidad estética

Ana Fernández

Nº 69 De la estética a la ética de la comunica-ción internaIñaki Vélaz

Nº 70 La respuesta empresarial a una nuevadinámica del empleo: ¿Eficiencia econó-mica versus eficiencia social en claveética? Santiago García Echevarría

Nº 71 La Profesión: Enclave ético de lamoderna sociedad diferenciadaFernando Múgica

Nº 72 El Empresario servidor - líderEnrique de Sendagorta

Nº 73 Peter Drucker (I): Hacia una biografíaintelectualGuido Stein

Nº 74 Peter Drucker (II): Sobre Empresa ySociedadGuido Stein

Nº 75 La literatura anglo-americana de lapropiedadAlejo José Sison

Nº 76 La empresa como sujeto de las relacio-nes internacionalesJavier Herrero

Nº 77 Clima y cultura empresarialIñaki Vélaz

Nº 78 Valores burgueses y valores aristocráti-cos en el capitalismo moderno: unareflexión históricaAgustín González Enciso

Nº 79 Hacia una nueva teoría de la empresaMiguel Alfonso Martínez-Echeva-rría

Nº 80 Los pliegues ocultos de las relaciones enla empresaTomás Calleja

CONSENSUALISMO Y GOBIERNO POLÍTICO

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CUADERNOS EMPRESA Y HUMANISMO

Nº 81 La empresa entre el psicologismo y elconductismo

Miguel Alfonso Martínez-Echeva-rría

Nº 82 La tercera vía en Wilhelm Röpke

Jerónimo Molina Castro

Nº 83 Teorías de la empresa y crisis de lamodernidad

Miguel Alfonso Martínez-Echeva-rría

Nº 84 Adam Smith: Interés particular y biencomún

Raquel Lázaro Cantero

Nº 85 Violencia y modelos sociales. Una visiónhumanista

Tomás Calleja Canelas

Nº 86 El estado y la teoría económica. Ideasprospectivas del papel del estado en laeconomía

Ángel Rodríguez García-Brazales yÓscar Vara Crespo

Nº 87 Visiones racionalistas y románticas dela empresa

Miguel Alfonso Martínez-Echeva-rría

Nº 88 Los orígenes de la Teoría de la Empresa

Miguel Alfonso Martínez-Echeva-rría

Nº 89 Un modelo para comprender la empre-sarialidad

Eduardo García Erquiaga

Nº 90 Dirección de empresas en la economíadel conocimiento

Marta Mas, Alfons Corrales eIñaki Vélaz

Nº 91 El autocontrol de la gestión en organi-zaciones públicas

Omar Urrea Romero

Nº 92 Los contratos son lo que son

José Antonio Doral

Nº 93 Introducción al octógono

Manuel Alcázar García

En inglés

Nº9 Managerial work and operative workwithin enterprise

Carlos Llano

Nº10 The altruism of enterprise

George Gilder

Nº15 Business and the new complexity

Alejandro Llano

Nº17 Enterprise and Humanism

Rafael Alvira

Nº22 The social revolution of management

Tomás Calleja

Nº30 The socio-political environment thatenterprise may face

Daniel Bell

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