CUADERNOS DE PENSAMIENTO POLÍTICO 44 Nota editorial

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OCTUBRE / DICIEMBRE 2014 5 NOTA EDITORIAL D esde los años noventa, a medida que se hacía más probable una vic- toria del Partido Popular en las elecciones generales, se desarrolló en España una corriente académica que más adelante sirvió de soporte a muchas iniciativas políticas prácticas del periodo 2004-2011 y que hoy nutre también una cierta cultura política. En síntesis, se trata de explicar que nuestra Transición y nuestro proceso constituyente no cumplieron las condiciones de un acuerdo racional y deliberativo, en el sentido que una escuela concreta de la filosofía política otorga a ese concepto: una decisión nacida de la comprensión ilustrada y del entendimiento en el seno de una discusión ilimitada e irrestricta, en la que solo sea admitido el peso del mejor argumento. En España, al parecer, no se cumplieron esos requisitos, y nuestro pacto constituyente queda por ello desacreditado y pendiente de demolición, porque lo que se hizo entre 1976 y 1978 fue votar en mitad de una discu- sión en la que se dejaron notar razones, pero también emociones y temo- res, creencias y afectos; en la que actuaron mayorías y minorías irreductibles, con posiciones que no se plegaron ante un argumento su- puestamente mejor, que por supuesto era el que sostenía la izquierda. Se al- canzó de esa forma una transacción, un compromiso, entre personas y

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Desde los años noventa, a medida que se hacía más probable una vic-toria del Partido Popular en las elecciones generales, se desarrolló enEspaña una corriente académica que más adelante sirvió de soporte

a muchas iniciativas políticas prácticas del periodo 2004-2011 y que hoynutre también una cierta cultura política. En síntesis, se trata de explicarque nuestra Transición y nuestro proceso constituyente no cumplieron lascondiciones de un acuerdo racional y deliberativo, en el sentido que unaescuela concreta de la filosofía política otorga a ese concepto: una decisiónnacida de la comprensión ilustrada y del entendimiento en el seno de unadiscusión ilimitada e irrestricta, en la que solo sea admitido el peso del mejorargumento.

En España, al parecer, no se cumplieron esos requisitos, y nuestro pactoconstituyente queda por ello desacreditado y pendiente de demolición,porque lo que se hizo entre 1976 y 1978 fue votar en mitad de una discu-sión en la que se dejaron notar razones, pero también emociones y temo-res, creencias y afectos; en la que actuaron mayorías y minoríasirreductibles, con posiciones que no se plegaron ante un argumento su-puestamente mejor, que por supuesto era el que sostenía la izquierda. Se al-canzó de esa forma una transacción, un compromiso, entre personas y

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grupos que seguían pensando cosas distintas, que actuaron a la luz de lahistoria y en búsqueda de un cierto futuro y que hicieron posible un Estadode derecho común, pero no se iluminó la verdad definitiva y universal queel progresismo proclama. Y puesto que la emancipación no vino por esavía deliberativa tendrá que acabar viniendo por otra menos amable: el sis-tema responde a un vicio de origen que está a la espera de reversión.

Sobre esta idea se ha creado la ficción de que el secesionismo es un mo-vimiento reactivo debido al “inmovilismo” de una democracia deficiente ypoco menos que “bunkerizada”, y de ella se extrae una consecuencia in-mediata: hay que hacer una reforma de la Constitución fundada, ahora sí,en el reconocimiento del mejor argumento. El de Pedro Sánchez, concre-tamente, cuya versión ordinaria ya conocemos y cuya versión “de luxe”quizás conozcamos pronto. Un argumento que en lo que tiene de inteligi-ble afirma la conveniencia de una España federal asimétrica –algo imposi-ble a priori– en la que “de paso” queden constitucionalizadas las iniciativasmorales del periodo de Zapatero –cuya vinculación con el pensamientode la izquierda clásica continúa siendo un enigma– y cualquier otra cosaque convenga a un “social/ismo” guiado ya solo por el sufijo, convertidoen un mero activismo a la deriva.

No importa que los pretendidos beneficiarios de esa reforma hayan dichoya con toda claridad que no servirá de nada, que no es eso lo que buscan.Tampoco es motivo de reflexión el hecho de que en un sistema supuesta-mente sesgado en su contra, tanto la izquierda como los nacionalismos hayandisfrutado de un poder muy superior al que ha ejercido el centro-derecha, yque la aparición de nuevos partidos sea algo sencillo y frecuente. De igualmodo, no parece ser relevante que al actuar como lo hace, patrocinando, aveces, o disculpando, casi siempre, la quiebra de las reglas del juego, el so-cialismo haga imposible de inicio cualquier deliberación ordenada, justa yútil. Y, finalmente, ni siquiera parece importar el desfondamiento electoral delPartido Socialista y el desbarajuste territorial y programático del que es pro-tagonista. Las iniciativas propuestas por el PSOE pretenden simplementetransformar un grave problema de partido en un gravísimo problema de Es-tado, derivado del hecho que marca su historia desde hace más de una dé-cada: su incapacidad medular para abordar crítica y exigentemente su

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relación con el nacionalismo, con el que ha decidido establecer un vínculoridículamente ancilar y de nulo provecho para él mismo y para España.

Porque, en realidad, la idea de que un acuerdo que hace posible la con-vivencia de personas que discrepan sea un fracaso social y no un éxito his-tórico reclama alguna justificación. La sustitución de las personas por losterritorios como categoría de análisis elemental, también. Aunque solo seaporque el socialismo, e incluso una izquierda más escorada, no han pen-sado así durante décadas. Ahora, aspergen la desasosegante utopía de unasociedad viva y compleja transformada en asamblea omnipotente comométodo para la vida unívoca solo diferenciada territorialmente por ads-cripciones identitarias cerradas.

Sin embargo, lo cierto es que no constan episodios históricos relevan-tes en los que puedan acreditarse las condiciones de validez que desde eselado se exigen a nuestra Transición y por cuya supuesta omisión se pre-tende justificar ahora la necesidad teórica de un nuevo ciclo constituyente,que no sería una reforma de la Constitución sino un nuevo hecho fundantede un nuevo Estado, puesto que para crear una federación se necesitan va-rios sujetos de soberanía originaria.

Estamos actualmente ante un caso excepcionalmente claro de inope-ratividad y de insustancialidad práctica de ese falso paradigma de la buenademocracia: Escocia. Sorprende que la reciente campaña que ha conducidohasta el referéndum sobre su independencia se proponga como modelode necesaria imitación precisamente por quienes, al mismo tiempo y sinobservar falla alguna en la solvencia de su razonamiento, imputan como es-tigma de España exactamente lo mismo que reconocen como virtud en elReino Unido.

Lo que aquí constituyó evidencia de irracionalidad ha sido allí expre-sión de la autoconciencia de pertenencia; lo que aquí fue amenaza por ad-vertirse de las consecuencias del sí o del no, ha sido allí debate a fondo y sinreservas; lo que aquí, en suma, fue falsa democracia ha sido allí democraciaejemplar. Banqueros, partidos, jefatura del Estado, artistas, medios de co-municación, economistas, empresarios, deportistas, etc., han pugnado por

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el sí o por el no con todo tipo de recursos retóricos, culturales, históricos yprospectivos: seguridad, defensa, empobrecimiento, salida de la UE, aisla-miento internacional, quiebra fiscal, etc. Con una fiereza y con una vocaciónde victoria propias de quienes creen que tienen razón sobre algo esencial ensu vida y tratan de hacerla prevalecer conforme a las reglas establecidas.

Cuesta encontrar en la reciente experiencia escocesa algo que sobre-pase la excelencia de la experiencia democrática española desde 1976, in-cluido el compromiso final de iniciar un proceso de descentralización quetendrá que avanzar mucho hasta parecerse al que España completó conéxito hace ya muchos años, pese a la brutalidad que ha ejercido el terro-rismo. España es el modelo de Escocia y no al revés. Y los españoles po-demos estar orgullosos de ello. Esto es algo tan claro que solo se puedeignorar a causa de un deslumbramiento por lo ajeno, provinciano y feble,vuelto de espaldas a la propia historia. La experiencia escocesa no des-miente sino que avala la grandeza de la obra común de los españoles quees nuestra Transición, incluido nuestro modelo autonómico, que no puedevolverse a hacer “como en Escocia” por la simple razón de que ya estáhecho bastante mejor. E impacta de lleno en el puente de mando del se-cesionismo catalán, por más que se pretenda disimular. No solo por el ní-tido rechazo a la secesión sino porque el “modelo escocés” es de hecho elcontramodelo nacionalista catalán, y acredita el modelo español.

La cuestión ahora, a la luz de la experiencia del Reino Unido, es cómoquedan el secesionismo y el revisionismo socialista en España. Cómo vana sobrellevar el hecho de que en los próximos años se desarrolle un pro-ceso político que con grandes dificultades llegará –si llega– a poner en pieexactamente lo que aquí pretenden desmantelar. De lo que se habla ahoraen el Reino Unido como ideal de una aproximación a nuestro régimenautonómico.

Pero una rara amalgama de populismo y buenismo, asumida ya comoseña de identidad de una izquierda europea que avanza a galope tendidohacia el colapso de los gobiernos que tiene a su cargo, es todo lo que el pro-gresismo tiene que ofrecer. Y el definitivo abandono de todo recurso ar-gumental resume también la reacción del nacionalismo.

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La tentación populista, igual que la tentación buenista y el naciona-lismo, es bien conocida en Europa. Y la forma de enfrentarla también: rea-firmar el valor de la democracia representativa, de los partidos nacionales,de las instituciones que cooperan a la expresión de la voluntad generalsobre el interés general (esto es la ley), y que evitan degenerarse hacia elfaccionalismo y el grupo de interés. Reafirmar el valor y también la utili-dad de la democracia representativa, cuyo rendimiento en términos deigualdad, prosperidad y libertad soporta cualquier comparación tanto en sufuncionamiento práctico como en sus fundamentos morales e ideológicos.

Este es el trabajo en el que nunca se debe flaquear y a él contribuye estenúmero de Cuadernos de Pensamiento Político, que contiene los siguientes es-tudios: “Constitución y secesión”, de Manuel Aragón; “Opinión pública ysecesionismo. El caso catalán”, de Francesc de Carreras; “El mundo des-pués de Ucrania”, de Michael Ignatieff; “La tentación autoritaria”, de JosefJoffe; “Las Brigadas Rojas y el poder de las ideologías asesinas”, de Ales-sandro Orsini; “Dignidad de la conciencia, totalitarismo y antipolítica.Notas sobre la crisis moral venezolana”, de Julio Borges; “Chavismo y opo-sición: categorías y significados”, de Mariana González; “Para esquivar lacuarta encrucijada de la historia económica española”, de Juan VelardeFuertes; “¿Por qué ha ganado UKIP las elecciones europeas en el ReinoUnido?”, de José Ruiz Vicioso; “Julián Marías y el espacio público de la Es-paña de nuestro tiempo”, de Jaime de Salas Ortueta; “La caída del Murode Berlín, veinticinco años después”, de Ricardo Martín de la Guardia, y“Manuel Jiménez de Parga. En recuerdo”, de Julio Iglesias de Ussel.

Las reseñas de este número de otoño son: “Tras la segunda utopía deEuropa” (Poder y derecho en la Unión Europea, José María de Areilza), por Ig-nacio García de Leániz; La reforma federal. España y sus siete espejos (JuanJosé Solozábal), por Jorge del Palacio; Memorias olvidadas (Andrés Pas-trana), por José Herrera; Foreign Policy Begins at Home: The Case for PuttingAmerica’s House in Order (Richard N. Haass), por Juan Tovar; Éxodo. Inmi-grantes, emigrantes y países (Paul Collier), por Javier Sota, y La fatal igno-rancia (Axel Kaiser), por Alfredo Crespo Alcázar.

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FAES, Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales tiene el placer de informar que todos los números pasados

de Cuadernos de Pensamiento Político están disponibles en la red a través de JSTOR, el sistema de archivo digital

sin ánimo de lucro, así como en la propia página web de nuestra Fundación.

Los usuarios y las instituciones que accedan a la sección Arts & Sciences VI Collection de JSTOR podrán leer,

buscar, descargar e imprimir las versiones completas en PDF de todos los artículos pasados de nuestra revista,

desde su primera edición en 2003 hasta el año de publicación más reciente.

La Fundación FAES está orgullosa de poder colaborar con JSTOR en la conservación y amplia difusión de la

literatura histórica de nuestra revista.

JSTOR es una organización sin interés lucrativo dedicada a ayudar a la comunidad académica a descubrir, emplear y

desarrollar un amplio abanico de contenidos intelectuales que se almacenan en un Archivo digital de confianza.

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