CUADERNOS PERONISTAS

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Año 2017. Nº 5 Contiene el artículo de Antonio Cafiero publicado el 11 de abril de 1984 en el diario Clarín CUADERNOS PERONISTAS

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Año 2017. Nº 5

Contiene el artículo de Antonio Cafiero publicado el 11 de abril de 1984 en el diario Clarín

CUADERNOSPERONISTAS

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EN QUÉ NOS EQUIVOCAMOSArtículo de A. Cafiero publicado en el diario Clarín, Buenos Aires, 11 de abril de 1984

Cuarenta años de lucha, entre legalidades y persecuciones, en‐tre desilusiones y esperanzas, que parecen esfumarse en los pliegues de la derrota del 30 de octubre, han terminado por llevar al peronismo a un perceptible es‐tado de agobio al que no son in‐munes los entes políticos. Es que mucho se ha dicho desde enton‐ces, y entre acusaciones y excu‐sas se ha ensayado toda la gama de la evasión para concluirse afirmando, sin mucha convicción ni análisis, que fuimos vencidos por una máquina publicitaria, co‐mo si ésta no hubiera existido, aún mayor, en 1946, 1962 ó 1973; que nuestra derrota fue un accidente, producto de algunos errores y distracciones y que con el desgaste del gobierno volvere‐mos a ser la mayoría invencible de otras horas; o que después de todo no hemos perdido porque hemos sacado el 40% de los vo‐tos (sic).

Todas estas evasiones, que rehúsan la sana autocrítica, que se refugian en la explicación pueril y acomodaticia y que nos incapacitan para engendrar una oposición basada en un proyecto alternativo al del oficialismo, son otros tantos síntomas del

agobio que nos invade. Mientras tanto nuestros principales adver‐sarios en la desesperada carrera por apuntalar el inesperado triun‐fo, diagnostican el fin de nuestro Movimiento, que hasta cinco mi‐nutos antes se presentaba como una fuerza inexpugnablee im‐prescindible a la salud de la Na‐ción. Así ha quedado el país polí‐tico, polarizado entre un oficialismo legítimamente enfer‐vorizado por su victoria ―y tal vez exageradamente confiado en sus fuerzas― y una oposición in‐fecunda. Y mientras ellos se sola‐zan en la retórica de la autoafir‐mación, nosotros no atinamos a reencontrar aquella fértil identi‐dad que fue la característica de nuestra irrupción triunfal en la política argentina.

Inmerecido

Hoy la memoria de cualquier peronista "histórico" se abruma por estas contradictorias y confu‐sas imágenes que hacen más dura y agraviante nuestra derrota. No es difícil comprendernos. Fuimos protagonistas de las más grandes transformaciones que se hayan hecho en el país durante el siglo. Ensanchamos la base de la parti‐cipación democrática; fortaleci‐mos las organizaciones sociales intermedias; nos dimos un pro‐yecto de liberación y justicia que fue modelo para los pueblos emergentes, abriendo así los cau‐ces institucionales para la forja de una nueva Nación. Cuando le tocó el turno de la persecución, el peronismo afrontó hasta el he‐roísmo todas las instancias que le plantearon las dictaduras y los gobiernos ilegítimos mientras ofrendaba el tributo de sus mejo‐

res dirigentes y militantes. Hasta hace pocos meses la lucha por la restauración de la democracio fue casi patrimonio exclusivo del peronismo y en especial de aque‐llos compañeros del Movimiento Obrero que protagonizaron jor‐nadas como la del 30 de marzo de 1982. Por todo ello el peronis‐mo no merecía la derrota.

Y si la tuvo fue porque algo muy grave sucedió entre noso‐tros; se tiró por la borda el Movi‐miento y se lo reemplazó por la burocracia partidaria; nos olvida‐mos del Frente con nuestros alia‐dos históricos para buscar apoyos electorales contra natura; cargos electivos de los más encumbra‐dos se adjudicaron con fraude y violencia; el triunfalismo infantil, el oportunismo feroz, la declina‐ción moral y la soberbia sectaria: he allí el sustituto de aquello de que "primero" la Patria y el Mo‐vimiento. Yo mismo me reprocho por no haber sido más exigente, cuando cedía al impulso de la "unidad" teniendo la convicción de que estábamos equivocándo‐nos. Porque la unidad formal de nada sirve. Sirve aquella que na‐ce de la lucha por una comunión de ideas y que se cimenta en la solidaridad.

Nadie es más ni menos pero‐nista que otro. Pero es posible que en esta pérdida de rumbo muchos de los compañeros con quienes hemos compartido tantas horas de lucha hayan comenzado a expresar una imagen, un estilo de peronismo que amenaza con

Es imposible ser "li‐berador" para afuera siendo autoritario pa‐ra adentro

Mientras ellos se so‐lazan en la retórica de la autoafirmación, no‐sotros no atinamos a reencontrar aquella fértil identidad que fue la característica de nuestra irrupción triunfal en la política argentina.

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diferenciarnos definitivamente. Porque es imposible ser "libera‐dor" para afuera siendo autori‐tario para adentro; habitar el es‐cenario de la democracia ―que supone pluralismo político― y negarlo a los propios compañe‐ros; refugiarse en la gesticulación opositora para ocultar el vacío de ideas.

Razones

En esta etapa inédita del Mo‐vimiento, el proyecto que se enarbole, la conducta de los hombres y la transparencia de sus actos son más importantes que el dominio formal de los aparatos. Porque, de no ser así, se subvertirían los valores y aca‐baríamos ―acaso estamos empe‐zando a hacerlo― por subordinar la institucionalización de la "lu‐cha por la idea" a la riña menor por los espacios.

¿Y qué deviene de esta riña?

Sencillamente el abandono de to‐do aquello que nos dio razón y sentido en la vida argentina, sin siquiera perfilarnos como una al‐ternativa válida del poder, y lo que es peor, sin diferenciarnos del conjunto de la política del país; en consecuencia, sin identi‐dad.

Ahora mismo, frente a la trampa dialéctica a que empujan sectores del radicalismo, se teme a un tercer movimiento histórico. Y este temor que subyace en las actitudes de un sector de la diri‐gencia peronista es en realidad impotencia para asumir el rumbo ideológico y expresarlo con ge‐nuina convicción.

El peronismo no será absorbi‐do en otros movimientos en tanto siga expresando un modo de pensar y sentir la Argentina que le es propio e intransferible. No hay síntesis posible entre el pero‐nismo y otras fuerzas o corrien‐

tes políticas, aun las más respeta‐bles y cercanas.

El justicialismo no es una eta‐pa en la marcha hacia el socialis‐mo democrático o marxista, ni nació para evitar el comunismo, ni puede confundirse con el radi‐

[El justicialismo] es el eje natural del mo‐vimiento, histórica‐mente gestado por Juan Perón, cuya con‐vocatoria se extiende a aquellos argentinos que sin participar es‐pecíficamente de la actividad partidaria coinciden en sus ideas­fuerza, en los valores asumidos y propues‐tos.

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calismo. Pero sí es el eje natural del movimiento, históricamente gestado por Juan Perón, cuya convocatoria se extiende a aque‐llos argentinos que sin participar específicamente de la actividad partidaria coinciden en sus ideas­fuerza, en los valores asumidos y propuestos.

Y el nuestro es un proyecto específico y original ―hasta donde pueden serlo las creacio‐nes históricas― que se define como una ideología nacional de cambio antes que por una ética universal democrática. Nuestro mensaje se dirige a la compleja dimensión del hombre ―más allá de su condición de ciudada‐no―, no sólo acreedor de dere‐chos y garantías jurídicas sino también sujeto de necesidades básicas. Para los peronistas, no es suficiente recordar el Preám‐bulo de 1853 sino que también hay que decir la Constitución de una "Nación socialmente justa, económicamente libre y política‐mente soberana" (1949). El pro‐yecto peronista es ambicioso: as‐pira a construir en el curso del tiempo un Estado de Justicia que supere, aunque lo supone, el Es‐tado de Derecho. Porque el dere‐cho puede legislar la injusticia. Para el justicialismo la sociedad no es necesariamente conflictiva sino posiblemente armónica. Descubrir y alentar tales ar‐monías es parte de la faena polí‐tica, aunque estas concepciones se tachen de "corporativistas". Para el peronismo el máximo va‐lor de la convivencia organizada radica en la justicia social, la que está lejos de plasmarse, solamen‐te, mediante el ordenamiento

jurídico. Es, en cambio, una fuer‐za transformadora del orden so‐cial que no alcanza su deseada dimensión hasta que no se tradu‐ce en un estado de persuasión co‐lectiva. El peronismo es en sí mismo un proyecto de liberación nacional. Que no se agota en una cuestión ética, de honestidad per‐sonal frente a los intereses trans‐nacionales, sino que es una cues‐tión vital que exige una genuina empresa de unión nacional y de planificación concertada de un desarrollo autónomo e innova‐dor.

Variantes

La traducción de estas pocas ideas clave a la realidad actual es sencilla; hay que operar cambios drásticos e imaginativos a una si‐tuación económica que no admite

dilaciones antes que satisfacer ciertos perfeccionismos pro‐gramáticos; hay que impulsar de‐cididamente los mecanismos de la concertación social y relegar intencionalidades políticas; hay que sincerar al país respecto de su destino; debemos comenzar a pensar en la reforma de la Cons‐titución Nacional; la definición de una sola política exterior y de un solo frente ante la cuestión de la deuda debe asumir mandato prioritario. Ya es demasiado el tiempo perdido. Y en todos estos temas el peronismo puede hacer mucho para el país y para sí mis‐mo. Porque sería una forma de ejercitar la empresa de recuperar su identidad perdida.

Es cierto que a muchos les ga‐na la duda de si existen reservas para intentarla. Por mi parte aún confío en la grandeza que supi‐mos ser, para recrear un peronis‐mo actual, movilizador de ideas­fuerza convocantes, firme en sus esencias y capaz de recomponer el Movimiento Nacional. Si esto significa empezar de nuevo, habrá que hacerlo. Personalmen‐te, conservo aquella fe de las pri‐meras horas y atento estoy al sur‐gimiento de la nueva generación peronista. Si hay futuro, por ella pasa.

Lo demás será hacer camino, y el peronismo nos ha dejado a todos mucho por hacer.

Cuadernos Peronistas es una publicación de la Agrupación Felipe Vallese orientada a facilitar el estudio y la formación de los compañeros mediante la difusión de documentos y materiales históricos de nuestras luchas nacionales.

Si esto significa em‐pezar de nuevo, habrá que hacerlo. Personal‐mente, conservo aquella fe de las pri‐meras horas y atento estoy al surgimiento de la nueva genera‐ción peronista. Si hay futuro, por ella pasa.