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“Fortaleced vuestros “Fortaleced vuestros corazones” corazones” (St 5, 8) (St 5, 8) CUARESMA CUARESMA - - B B 2015 2015 Acción Católica General Alfonso XI, 4 - 5º 28014 Madrid www.accioncatolicageneral.es [email protected]

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“Fortaleced vuestros “Fortaleced vuestros

corazones” corazones” (St 5, 8)(St 5, 8)

C UA R E S M AC UA R E S M A -- B B

2 015 2 015

Acción Católica General Alfonso XI, 4 - 5º

28014 Madrid www.accioncatolicageneral.es [email protected]

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MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO

PARA LA CUARESMA 2015

Fortalezcan sus corazones (St 5,8)

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyen-te. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co

6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a no-sotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativa-mente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globaliza-ción de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.

Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero dete-nerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.

La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.

Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terre-na, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta me-diante la proclamación de la Palabra, la celebra-ción de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mun-do y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Igle-sia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.

El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no ce-rrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pa-sajes para meditar acerca de esta renovación.

1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia

La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimo-niar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero des-pués entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que reci-bimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar pa-ra la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro su-fre, todos sufren con él; y si un miembro es hon-rado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).

La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es co-munión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre és-tos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los san-tos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podría-mos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.

2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades

Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf.

Lc 16,19-31).

Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.

En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mu-tuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que

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encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indife-rencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y go-zan, gracias a que, con la muerte y la resurrec-ción de Jesús, vencieron definitivamente la indife-rencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregri-nos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Igle-sia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es ple-na mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio

1897).

También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos partici-pan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón

Por otra parte, toda comunidad cristiana está lla-mada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.

Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.

Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras co-munidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.

3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente

También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimien-to humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué pode-mos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?

En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La inicia-tiva 24 horas para el Señor, que deseo que se ce-lebre en toda la Iglesia —también a nivel dioce-sano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expre-sión de esta necesidad de la oración.

En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos orga-

nismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.

Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constitu-ye un llamado a la conversión, porque la necesi-dad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que noso-tros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.

Para superar la indiferencia y nuestras pretensio-nes de omnipotencia, quiero pedir a todos que es-te tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un cora-zón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobre-zas y lo da todo por el otro.

Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Leta-nías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vi-gilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.

Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra prove-chosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.

Vaticano, 4 de octubre de 2014

Fiesta de san Francisco de Asís

Franciscus

© Copyright - Libreria Editrice Vaticana

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Pregón desde el desierto

Amigo hombre:

Te escribo desde el desierto.

No sé si te interesarán las noticias del desierto, a lo mejor piensas que en el desierto no pasa nada y que no hay nada noticiable.

Aquí, hombre, donde no pasa nada, sólo puede pasar una cosa: que al hombre le pase algo. Aquí donde no sucede nada, nos sucede algo. La noticia más grande del desierto es que yo me hago noticia para mí mismo y quizá por el eso mismo, para otros.

Aquí en el desierto, donde todo calla o habla a su modo, no artificialmente, es donde yo redescubro la palabra perdida. Es aquí donde descubro que en el fondo tengo palabras hondas que no se acallan y llamadas hondas que me solicitan. Aquí me descubro de nuevo interlocutor: oigo llamadas y puedo dar respuestas. Abajo, en la ciudad no me llaman y ya me han prefabricado la respuesta.

Así pronto será imposible vivir una vida humana.

Cuando estás en el desierto y tocas de cerca la soledad y te preguntas: ¿quién soy yo? ¿en qué manos estoy? Todo tu ser se estremece. Porque a veces tenemos, abajo, la impresión de estar en manos de nadie. Y no podemos vivir más que entregados y sabidos en manos de alguien.

No, no es suficiente estar en manos de robots. Tenemos que estar en el corazón de Alguien.

Mira, hombre, te escribo desde el desierto, aquí todo es tan diferente que el hombre es una inmensa novedad, una riqueza inabarcable. Te quiero decir que podemos ir a la perdición si nos enterramos en la superficialidad.

Me ha costado entrar en el desierto. Se entra poco a poco. Hasta el principio, me decía a mi mismo: ¿por qué venir hasta acá? ¿quién me manda meterme en este paraje?

Después descubres como don lo que había sido duda y sospecha.

Aquí en el desierto, son posibles sólo las cosas esenciales: el hambre, la sed, el cansancio, la soledad, la meta. Aquí no te salvan las cosas, ni te entretienen los artificios. Aquí todo es diferente.

Aprendes que se puede vivir mejor sin la nevera llena de zumos frescos, sin la despensa cargada de manjares. Podemos vivir con mucho menos y seríamos más humanos, más hombres. Lo mucho nos está haciendo olvidar lo esencial.

Mi grito a los hombres, a ti, es que volvamos a lo esencial para poder ser felices, para no hacer peli-grar al mismo hombre en sus raíces.

No sé, hombre, si me entenderás, pero éstas son las noticias que tiene el desierto.

Me doy cuenta de que en la medida en que me adentro más y más en él, descubro una nueva profundi-dad. Estoy seguro de que si te escribiera mañana de nuevo tendría cosas insospechadas por mí en es-tos momentos para comunicarte.

Hombre, te invito al desierto, desde mi desierto.

A lo mejor me dices que ya tienes bastante desierto en tu alma y en tu vida llena de prisa y de traba-jo agotadores. Sí, hombre, lo sé. Pero ése no es un desierto, es una soledad poblada de aullidos. Ese desierto no te da paz.

Hombre, hermano, ven al desierto y comprenderás que las bienaventuranzas y la felicidad tienen su manantial dentro del hombre y no fuera. Es en el corazón donde nace lo mejor nuestro. No, nos viene de fuera. Hombre, amigo, desde el desierto te envío mi cercanía.

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Mt 6,1-6.16-18 1 «Guardaos de practicar vuestra justicia delante de los hombres pa-ra que os vean; de otro modo, no tendréis mérito delante de vuestro Padre celestial». 2 «Por tanto, cuando des limosna, no toques la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que los hombres los alaben. Os aseguro que ya reci-bieron su recompensa. 3 Tú, cuan-do des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu de-recha, 4 para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará». 5 «Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, que prefieren rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea todo el mundo. Os aseguro que ya recibieron su recompensa. 6 Tú, cuando reces, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está presente en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 16 «Cuando ayunéis, no estéis tristes como los hi-pócritas, que desfiguran su rostro para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya re-cibieron su recompensa. 17 Tú, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lávate la cara, 18 para que los hombres no se den cuenta de que ayunas, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

Nota para situar el texto en el contexto del tiempo de Cuaresma

● Las tres religiones monoteístas, el judaísmo, el cristianismo y el islamismo conceden unánimemente una trascen-dencia decisiva a la práctica concreta de tres generosas acciones humanas, especialmente agradables a Dios: la li-mosna, la oración y el ayuno. El islam las considera como los “pilares básicos”, sobre los que se asienta la verdadera religión. El judaísmo las concibe como el “alma misma” del cumplimiento de la ley. Y el cristianismo las presenta co-mo la quintaesencia de las enseñanzas testimoniadas por Jesús.

● Precisamente estas tres acciones constituyen el objeto directo de consideración del evangelio de hoy. Ocupan, jun-to con el Padrenuestro (Mt 6,9-13), nada menos que el centro literario y teológico del Sermón de la Montaña (Mt 5-7). La Iglesia quiere que al inicio de la cuaresma, tiempo de penitencia y conversión, se escuchen, como si resonaran por primera vez, las enseñanzas de Jesús en torno al sentido que los creyentes estamos llamados a dar a estas tres acciones, referentes ineludibles de la genuina espiritualidad. Necesitamos de modo constante ayudar al prójimo, orar a Dios y ayunar. Pero se nos amonesta encarecidamente a que lo hagamos bien, como el Padre quiere, fija nuestra mirada en el Maestro.

● Entramos en un tiempo “fuerte”. Tiempo fuerte en época de adhesiones y convicciones blandas. Tiempo de militancia, tiempo de resistencia. La meta final es la Pascua, fiesta de vida nueva.

MIÉRCOLES DE CENIZA - B

● Joel 2, 12-18 ● “Rasgad los corazones y no las vestiduras”

● Salmo 50 ● ”Misericordia, Señor: hemos pecador ”

● 2 Corintios 5,20-6,2 ● “Reconciliaos con Dios: ahora es el tiempo favorable”

● Mateo 6, 1-6.16-18 ● “Tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará”

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Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

Mateo inicia el capítulo 5 con el programa de las Bienaventuranzas, le sigue una refle-xión entorno a la Ley (sentido), e inicia el ca-pitulo 6 con una reflexión sobre la aplicación más común y cotidiana de la Ley (“las obras de piedad: la limosna, la oración y la peni-tencia”). Lo hace en un tono de crítica y de-nuncia, con el objetivo de revisar estás prácti-cas para recuperar el espíritu. El texto tiene un ambiente de polémica entre cristianos y judíos. Los judíos querían imponer a otros un cumplimiento externo de la Ley de Moisés.

Empieza con una advertencia: “cuidado / guardaos…”. Existen dos actitudes para situar nuestra acción (compromiso). Una es buscar nuestro propio yo –convertir las piedras en pan- y buscar el reconocimiento de los otros –tirarte para que los ángeles te recojan-. Otra, los que han acogido el Reino de los cie-los deben cumplir la voluntad del Padre sin alardes ni ostentaciones de ninguna clase.

“Vuestra justicia”.. entendida en los círcu-los judíos como el conjunto de actos que ha-cen al hombre merecedor de la salvación (actos de piedad -la limosna, la oración y el ayuno-); pero para muchos estas prácticas se habían convertido en una cuestión pura-mente externa y en un motivo de orgullo. La postura de Mateo no es de rechazo total, por-que en su comunidad había judíos que se ha-bían hecho cristianos y seguían practicándo-las, es cauto con las tradiciones judías (Mt 5,17

-20), sin dejar de ser tajante en lo que le pa-rece fundamental (Mt 23,1-12). A estos cristia-nos procedentes del judaísmo Mateo los ex-horta a vivir en profundidad y hasta las últi-mas consecuencias las buenas tradiciones aprendidas de sus mayores, como la limosna, que era una obra buena recomendada en el Antiguo Testamento (Eclo 3,30; 35,2; Tob 12,9).

Tentación y oportunidad de estas obras que hoy podríamos llamar sociales y religio-sas:

* Limosna era costumbre pregonarla en la sina-goga sobre todos las grandes… los que las reali-zaban eran la élite social y escondiendo otras prácticas de especulación y explotación. Jesús denuncia y propone pasar del bombo al sentido más profundo de la solidaridad (señal profética de la justicia que debería existir para todos/as).

* La práctica de la oración varias veces al día, ¿se puede orar por exigencia legal? Es como amar por obligación. Jesús insiste en la misma actitud y insiste que no tiene sentido la oración por obligación ni por autoimagen. Como la de-claración de amor y de sentimientos profundos, se hacen en la intimidad. Recuerdo que Mateo escribe para una comunidad que sabe orar (judía, desde niño obligación de 3 veces al día),

pero que tiene que aprende ha hacerlo de otra forma (no como los hipócritas v.5). Lucas, por el contrario, es una comunidad que necesita apren-der (es pagana) (Lucas 11,1).

* La penitencia, que Jesús la concretiza en el ayuno. Los fariseos ayunaban dos veces por semana (Lc 18,12). Jesús practicó el ayuno al prepararse para su misión (Mt 4,12). La comuni-dad de Mateo practicaba el ayuno (Mt 9,15), pe-ro el evangelista insiste en que los cristianos deben dar un sentido nuevo a esta práctica. Tiene sentido como toma de conciencia de las propias limitaciones, autodominio y como gesto vivencial de solidaridad que nos pone en comu-nión de espíritu y vida con los que sufren. (Ayunar para ayudar).

Jesús quiere penetrar en el sentido pro-fundo que viene dado desde la opción funda-mental y desde experiencia existencial de co-mún-unión con el Padre, que hace absurda e hipócrita cualquier forma de autopromoción y autoimagen por encima de lo que debería ser práctica solidaria y gesto profético del Reino.

Empezamos la cuaresma, que siempre ha sido considerada, con toda la razón, como tiempo de gracia y de conversión. - Gracia es vivir del milagro de Dios, que constantemente nos sale al paso en Jesús y nos acompaña con el Espíritu. Gracia es no contentarse con vivir lo exterior, sino acoger la interioridad que nos ayuda a conocer lo que la realidad tiene de más auténtico. - Convertirse significa escuchar con detención la Palabra de Jesús, que nos in-vita a cambiar de modo de pensar y especial-mente de actuar. Significa, también, descubrir el rostro del Padre y el rostro de los herma-nos, sobre todo de los que salen a nosotros con su dolor, miseria y flaqueza. Significa, en fin, reajustar la praxis cristiana, siguiendo co-mo buenos discípulos el mandamiento nuevo del amor. En este contexto la limosna, la oración y el ayuno se enriquecen mutua-mente y encuentran todo su sentido.

“El Evangelio en medio de la vida”

(Domingos y fiestas del ciclo-B)

Josep Maria Romaguera

Colección Emaús Maior 1 - Centro de Pastoral Litúrgica

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Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesu-cristo y, así, poder seguirlo mejor

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.

Destaca aquellos aspectos del misterio de Je-sucristo que mejor iluminan tu búsqueda per-sonal y apostólica.

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evan-gelio ¿veo?

Pon rostro a personas concretas que desde la oración, la sencillez son fieles en la acción y compromiso por los más pobres, en la entrega y servicio al bien común.

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre

hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

MENÚ CUARESMAL RECOMENDADO Como plato fuerte:

exquisita caridad para con el prójimo. Caldo de atención a los desamparados

y enfermos. Ensalada de detalles

y de afecto para los tuyos. Pan abundante

para compartir con el hambriento. Vino de alegría

para convidar a los tristes y desanimados. Sopa de letras

para escribir más seguido a familiares y amigos.

Sopa de zanahoria para ver con buenos ojos a los demás.

Pan bendito para los afligidos,

ya que “las penas con pan son menos”. POSTRES…

Perita en dulce…para ser buena persona. Yogur de guayaba para repetir…

los gestos de perdón. Y no olvides: “Donde come uno, comen dos”.

Comparte tu vida con los otros. Finalmente “el CHEF celestial”, recomienda: El que come mi Carne y bebe mi Sangre,

tiene vida eterna.

Oración en el miércoles de ceniza

¡Oh Alto y Glorioso Dios! Mi vida es como una vidriera

iluminada por tu GRACIA multicolor.

En este tiempo favorable, conviérteme a Ti,

a tu Voz. Que tu Palabra no caiga en mí

como en saco roto. Concédeme orar

con un corazón nuevo; infunde en él

los mismos sentimientos

de tu Hijo Jesús.

Padre, renueva en mí tu Alianza

con el fruto de tu PACIENCIA.

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VER VER -- JUZGAR JUZGAR –– ACTUARACTUAR

“Auditoría cuaresmal”

“Auditoría cuaresmal”

VER:

D esde hace unos meses, surgen no-

ticias que ocupan los grandes titulares en prensa, radio y televi-sión: se refieren a di-ferentes tipos de co-rrupción que, presun-tamente, se han pro-ducido en las clases

dirigentes: hemos escuchado noticias sobre apropiaciones indebidas de fondos públicos, existencia de cuentas bancarias en paraísos fiscales, uso de influencias para fines lucrativos, contabilidades ocultas en partidos políticos… Todo ello ha provocado que se vea más necesario que nunca que se hagan auditorías contables, que consisten en una revisión y verificación de las cuentas y de la situación económica de una empresa, organismo, etc., realizada por un experto independiente. Pero una auditoría puede hacerse en otros temas además de los económicos; de hecho, su primera acepción en el dicciona-rio de la R.A.E. es: revisión sistemática de una actividad o de una situación para evaluar el cum-plimiento de las reglas o criterios objetivos a que aquellas deben someterse.

JUZGAR:

H oy comenzamos el tiempo de Cuaresma, el tiempo por excelencia de la llamada a la conversión. Por eso vamos a aprovecharlo y, tomando el ejemplo anterior, vamos a someternos a una “auditoría cua-

resmal”. Vamos a dejar que el Señor, el mayor “experto” y el más “independiente”, nos ayude a revisar en profundidad nuestra actividad, nuestra situación, para que evaluemos el grado de cumplimiento de nuestro ser cristianos, de las reglas y criterios que deben guiar nuestro seguimiento del Señor, para de-tectar las posibles irregularidades que estamos realizando en nuestro actuar de cada día, sin que seamos conscientes de ello o sin darles la importancia que tienen.

Porque aunque no ocupemos un cargo en la política o en la economía, por el hecho de estar bautizados tenemos una gran responsabilidad, como decía san Pablo en la 2ª lectura: Somos embajadores de Cris-to. Y por eso nuestro actuar, no sólo en los momentos importantes sino también en la rutina diaria, debe ser coherente con esa confianza que el Señor depositada en nosotros.

Para realizar esta “auditoría”, hoy el Señor en el Evangelio nos ha ofrecido tres puntos para revisar: li-mosna, oración y ayuno, que se refieren a la relación con los demás, con Dios y con uno mismo.

Y el mismo Señor nos indica las reglas o criterios que deben guiar esos tres puntos: cuando hagas limos-na, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha… Cuando tú vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido… Cuando ayunes… que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre que está en lo escondido.

Hoy debemos revisar nuestro comportamiento respecto a los demás, a Dios, y a nosotros mismos, para ver si estamos actuando con el fin de ser honrados por los hombres… para que nos vea la gente… en lu-gar de actuar de manera coherente con nuestro ser cristianos “sólo” por y para el Padre. Hoy debemos revisar si estamos pretendiendo llevar una “doble contabilidad” en alguna dimensión de nuestra vida, olvidándonos de que nuestro Padre ve en lo secreto, está en lo escondido.

ACTUAR:

¿Q ué resultados da en mí esta auditoría cuaresmal? ¿Descubro en mi vida irregularidades de diferen-tes tipos? ¿Cómo evalúo mi actuar en esos tres puntos de la limosna, la oración y el ayuno, como

relación con los demás, con Dios y conmigo mismo? ¿Actúo más “de cara a la gente” o procuro hacerlo “de cara a Dios”? ¿Pretendo llevar una “doble contabilidad” en alguna dimensión de mi vida, o busco ser coherente con lo que significa seguir a Cristo?

Hoy el Padre nos hace una fuerte llamada: Convertíos a mí de todo corazón… Como nos recordaba San Pablo, ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el día de salvación. Ahora se nos ofrece la oportunidad de someternos voluntariamente a esta “auditoría cuaresmal”.

Pongámonos sin miedo en las manos del mejor “experto”, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hom-bre y, con Él, guiados por su Palabra, realicemos una revisión profunda de nuestra actividad y situación, eliminando las irregularidades que encontremos, para que llevemos a cumplimiento con fidelidad las re-glas y objetivos que, como cristianos, deben guiar nuestra vida para ser testigos creíbles del Evangelio, de la salvación que Jesús, crucificado y resucitado, nos ofrece.

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Mc 1, 12-15 12 Luego el Espíritu lo llevó al de-sierto. 13 Y estuvo en él durante cua-renta días, siendo tentado por Sata-nás; y vivía entre las bestias salva-jes, pero los ángeles le servían. 14 Después de ser Juan encarcelado, Jesús fue a Galilea a predicar el evangelio de Dios; 15 y decía: «Se ha cumplido el tiempo y el reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el evangelio».

Nota que pueden ayudar a comprender el texto

● “El desierto” (12), en la Biblia, es una zona con poca vegetación, poco habitada y con animales peligrosos. En él viven personas proscritas y los perseguidos (Gn 21,14; 1Ma 2,29), así como el diablo y los malos espíritus (Mt 12,43). Es también, el desierto, lugar de prueba, de corrección, de reflexión y de encuentro con Dios (Dt

8,2-6 y Os 2,16), para decirle que sí o decirle que no cediendo a la tentación (13).

● La cifra “cuarenta” en la Biblia equivale a un periodo de tiempo largo. Tiempo que puede ser de opresión, de seducción, de camino hacia la libertad, de crisis. En todo caso, tiempo en el que Dios está cerca. Aquí hay una alusión a la estancia de Moisés en la montaña (Ex 34,28), al camino que recorrió Elías por llegar a la montaña de Dios (1Re 19,8) y a los cuarenta años de peregrinaje de Israel por el desierto (Nm 14,34; Dt 8,2.4): donde fueron probados y donde cayeron en el pecado –Ex 15,22-17,16; c 32- ). También fueron cuarenta los días del Diluvio (Gn 7,17). Todos estos textos están relacionados con la Alianza de Dios con su pueblo.

● Los “cuarenta días” (13) hacen referencia –en cuanto que significan un tiempo largo– a toda la misión de Jesús, el ministerio del cual es un camino que pasa por la prueba y va a la Pascua. Jesús, el Hijo-Siervo de Dios, ungido por el Espíritu (1,9-11), es tentado y resiste con éxito los embates del mal (asentado firme-mente en Dios).

● Tentación (13) quiere decir prueba. Prueba para discernir la profundidad y solidez de la fe. En las dificulta-des de la vida y la hostilidad del ambiente se pueden vivir tentaciones que prueban la intensidad de la fe en la persona que cree. El creyente puede superar la prueba –saliendo fortalecido– o puede sucumbir.

I Domingo de Cuaresma - B

● Génesis 9, 8-15 ● “El pacto de Dios con Noé salvado del diluvio”

● Salmo 24 ● ”Tus sendas, Señor, son mi misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza”

● 1 Pedro 3, 18-22 ● “Actualmente os salva el bautismo”

● Marcos 1, 12-15 ● “Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían”

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● 10 ●

Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

El “Espíritu” de Dios “bajaba hacia Jesús” en el bautismo del Jordán (Mc 1,10). Ahora, tras el bautismo, este mismo “Espíritu” es quien “empuja a Jesús al desierto” (12): Dios quiere rehacer la Alianza con su pueblo, co-mo lo había intentado con Moisés y Elías.

Aquí (12) se expresa, también, que toda la acción y predicación de Jesús es conducida e impulsada por el Espíritu. Es el Espíritu quien le envía “a anunciar la buena nueva de Dios” (14).

El evangelista Marcos nos dice que Jesús es “tentado” por el diablo en el desierto (13), pero, a diferencia de Mateo y Lucas, Marcos no se extiende en ello. Da por entendido que Jesús supera todas las pruebas y muestra su fidelidad absoluta a Dios (Heb 4,15). Así la Creación (“alimañas, el paraíso) volverá al proyecto de Dios.

El tema de la tentación, en Marcos, vuelve a aparecer en Getsemaní, cuando Jesús mis-mo exhorta a los discípulos a rogar por no caer en ella (Mc 14,32-42). (La Cuaresma apunta a la Pascua).

Que Marcos no insista en las tentaciones de Jesús nos va bien para que no insistamos nosotros. No es que no sea un tema impor-tante. Pero a menudo nos centramos en esto y en nosotros mismos en lugar de contem-plar “Cristo, Hijo de Dios” (Mc 1,1), que viene “a anunciar –a proclamar- la buena nue-va” (Mc 1,1.14).

Lo mismo nos pasa con el tema de la “conversión” (15). La llamada de Jesús a la conversión, que Marcos transmite, no es una llamada a la penitencia –que no se excluye–. No es un esfuerzo por ser mejores. No es una cuestión ética o moral. No se trata de los “pecados” –aunque esta cuestión tan im-portante también entra–. Se trata de un cam

cambio de vida. No porque viviésemos en el pecado. Sino porque no conocíamos el “Reino de Dios” que “está cerca” (15). Y vivíamos para otros “reinos”. Acoger el Reino exige un cambio, romper con cosas que nos determi-nan la vida y dejarnos marcar por Dios. Por tanto, no basta con dejar ‘de pecar’ pero con-tinuar viviendo como siempre, acomodados a un sistema de vida injusto con la mayor par-te de los hijos y hijas de Dios, acomodados a aquello que tenemos, a unos bienes que nos cierran y que nos alejan de los otros –y, por lo tanto, de Dios–.

La Cuaresma, por tanto, antes que un exa-men de conciencia sobre los propios pecados con ánimo de dar pasos para mejorar –cosa buena de hacer y necesaria–, es un tiempo para dejarse conducir por “el Espíritu”. Y ello es muy arriesgado. Nos puede llevar a luga-res insospechados, nos puede hacer cambiar muchas cosas.

“El Evangelio en medio de la vida”

(Domingos y fiestas del ciclo-B)

Josep Maria Romaguera

Colección Emaús Maior 1

Centro de Pastoral Litúrgica

● El término “Satanás” (13) significaba originariamente “adversario” y “acusador‘’ o fiscal en un juicio. El An-tiguo Testamento imagina que en la corte celestial hay un “acusador” que presenta a Dios las infidelidades de los hombres (Za 3,1-5; Jb 1,6.9) y que ejerce al mismo tiempo el papel de tentador (1Cr 21,1). Después pasa a designar la personificación de las fuerzas del mal, y la Sabiduría lo identifica con la serpiente del Edén (Gn

3,15; Sa 2,24).

● “Vivía entre alimañas” sólo aparece en Marcos ¿se alude al Sal 91,11.13: “porque he ordenado a sus ángeles que le protejan en todos sus caminos… caminará sobre áspides y víboras, pisarás leones y dragones”? El salmo describe la suerte del justo, que vive al abrigo del Altísimo, a la sombra del Todopoderoso, en el que encuentra cobijo, gozo y salvación. Pero también hay otra interpretación (quizás más acorde con Mc). Se trata de una referencia implícita a Adán que, antes de pecar, vivía en comunión entre los animales (Gn 2,20). Así, la alusión a las “alimañas” y a los “ángeles” (13) es una referencia al Paraíso: Cristo, Nuevo Adán, es Señor de la Creación; es el HOMBRE NUEVO que está en paz con el mundo y con el cielo. Jesús –inaugurador de los tiempos mesiánicos- restablece la armonía perdida por la primera pareja humana. Con el Nazareno llega un Tiempo Nuevo cargado de esperanza y paz –de ahí que los ángeles le sirvan- (que es tanto como afirmar que cuenta con la complacencia, la protección y el beneplácito divino).

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Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesu-cristo y, así, poder seguirlo mejor

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.

El proyecto de Dios…. ¿Quiénes y qué me ayu-da a ser fiel a ese proyecto de Dios? ¿el amor a Dios, a los más pobres? Hay cosas, situacio-nes que vemos que tienen que (piden) ser cam-biadas, transformadas, porque no se ajusta al proyecto de Dios –somos hijos e hijas, no pie-zas del sistema.

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evan-gelio ¿veo?

¿Qué “pruebas” –tentaciones- me exigen ser fiel al Reino, amar a Dios y a los demás –los más pobres- antes que mirarme egoístamente? ¿Cómo discernir? ¿Cómo ayuda el equipo, la comunidad?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre

hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

“Convertíos, y creed en el Evangelio”“Convertíos, y creed en el Evangelio” ¿Qué pueden decir estas palabras

a un hombre o a una mujer de nuestros días? A nadie nos atrae oír una llamada a la conversión.

Pensamos enseguida en algo costoso y poco agradable: una ruptura que nos llevaría a una vida poco atractiva y deseable. ¿Es realmente así? El verbo griego que se traduce por “convertirse”

significa en realidad “ponerse a pensar”, “revisar el enfoque de nuestra vida”,

“reajustar la perspectiva”. Las palabras de Jesús se podrían escuchar así:

“Mirad si no tenéis que revisar y reajustar algo en vuestra manera de pensar

y de actuar para que se cumpla en vosotros

el proyecto de Dios de una vida más humana”. Convertirnos es “liberar la vida” eliminando miedos,

egoísmos, tensiones y esclavitudes que nos impiden crecer de manera sana y armoniosa.

“Convertíos y creed en la Buena Noticia”, nos invita a descubrir la conversión

como paso a una vida más plena y gratificante. José Antonio Pagola

Bendito seas, PadreBendito seas, Padre Bendito seas, Padre, por este tiempo tan oportuno,

para la conversión y el encuentro, que Tú concedes gratis

a todos tus hijas e hijos que andamos desorientados por los caminos de la vida.

Bendito seas, Padre, porque llamas a cada hombre y mujer,

sea cual sea su historia o su vida, a emprender cada día,

de manera más personal y consciente, su compromiso de seguir a Jesús,

tu Hijo y nuestro Hermano.

Bendito seas, Padre, por despertarnos de nuestros dulces sueños,

tan vaporosos e infecundos, por interpelarnos en lo radical de la vida,

por liberarnos de nuestras falsas seguridades, por poner al descubierto nuestros ídolos secretos

que tanto defendemos e intentamos justificar.

Bendito seas, Padre, porque nos das tu Espíritu, el único que puede convertirnos,

el único que puede darnos un corazón de hijos, el único que puede atravesar

nuestros pensamientos, el único que puede guiarnos por la senda del Evangelio,

el único que hace posible nuestra vuelta a tu seno. ¡Bendito seas, Padre, por este tiempo tan propicio!

Ulibarri Fl.

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VER VER -- JUZGAR JUZGAR –– ACTUARACTUAR

“Una limpieza a fondo”

“Una limpieza a fondo”

VER:

N ormalmente en nuestras ca-sas no hacemos todos los días

una limpieza a fondo, ni siquiera todas las semanas. Procuramos, desde luego, que estén aseadas, sobre todo aquellas estancias que más se utilizan, pero a veces, por falta de tiempo, limpiamos “lo que más se ve” y vamos aplazando la limpieza a fondo de toda la casa, hasta que llega el momento en que nos lo proponemos en serio, busca-mos el tiempo necesario, cogemos un buen producto de limpieza y va-

ciamos armarios y estanterías, y no dejamos rincón sin repasar para realizar una limpieza a fondo, sobre todo de aquello que, en otras ocasiones, hemos ido aplazando.

JUZGAR:

E l miércoles pasado iniciábamos el tiempo de Cuaresma, un tiempo de gracia que se nos ofrece como una “auditoría” para proceder a una revisión profunda de nuestra fe, una revisión de cómo se integra

esa fe en la vida ordinaria, qué avances vamos logrando, qué impedimentos encontramos. Un tiempo de preparación, para poder llevar a cabo una “limpieza a fondo” de todo nuestro ser, un tiempo de conver-sión para profundizar en el misterio del Dios hecho hombre en Jesús y ser más conscientes de lo que sig-nifica creer en Jesús Resucitado y en su Evangelio.

Para llevar a cabo esa “limpieza a fondo”, disponemos de un producto de limpieza inmejorable: el Bautis-mo que hemos recibido. Un producto de limpieza cuyo “ingrediente” es el Espíritu. Quizá durante el resto del año no somos muy conscientes de lo que significa estar bautizados, de lo que eso implica y de lo que nos aporta; quizá pensamos, como decía san Pedro en la 2ª lectura, que el Bautismo consiste en limpiar una suciedad corporal, sólo para “limpiarnos del pecado original”, y que el Bautismo es algo externo, al-go que nos ocurrió hace años.

Sin embargo, como decía san Pedro, el bautismo es algo que actualmente os salva. Y nos salva “ahora” porque el Bautismo nos afecta en profundidad, porque consiste en impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Cristo Jesús. El Espíritu que hemos recibido en el Bautismo, que es el Espíritu de Jesús, ora en nosotros en todo momento para que podamos solicitar y conseguir del Padre que vayamos adquiriendo una conciencia pura que nos permita seguir a Jesús Resucitado cada vez con mayor fideli-dad.

Un seguimiento no exento de riesgos, de tentaciones, pero que, poniendo en práctica nuestro bautismo, podemos superar, como Jesús, que empujado por el Espíritu al desierto, se dejó tentar pero venció la tentación. Un seguimiento que más allá de las dificultades nos llevará a compartir su misma meta: Como era hombre, lo mataron; pero como poseía el Espíritu, fue devuelto a la Vida.

ACTUAR:

S e ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed en el Evangelio. Las palabras con las que Jesús comenzó a proclamar el Evangelio de Dios son el pistoletazo de salida, la llamada a

aprovechar este tiempo de Cuaresma no para llevar a cabo una simple “limpieza exterior” consistente en un cambio de oraciones y prácticas piadosas, sino para realizar una limpieza a fondo de todas las dimen-siones de nuestra vida, (familia, afectividad, trabajo, formación, espiritualidad, compromiso social, com-promiso eclesial, economía, tiempo libre), revisando nuestro Plan Personal de Vida Cristiana (PPVC). Una revisión a fondo, que podemos iniciar preguntándonos: ¿Soy consciente de lo que he recibido en el Bau-tismo, lo aprovecho? ¿Dejo que el Espíritu actúe en mí, me dejo “empujar” por Él, aunque sea “al desier-to”? ¿Pido a Dios esa “conciencia pura” para descubrir y vencer las diferentes tentaciones con que me encuentro?

La vida cristiana consiste en seguir a Jesús, pero no vamos solos, Él mismo se hace nuestro compañero de camino en la Eucaristía, por la fuerza del Espíritu, para que cada vez avancemos más en nuestro pro-ceso de conversión. Está cerca el Reino de Dios: aprovechemos este tiempo de Cuaresma para limpiar a fondo nuestra vida y así unirnos más a Cristo y creer más en su Evangelio, de modo que nos sintamos también empujados por el Espíritu con la certeza de que nuestros pasos nos van llevando hacia la meta de vida eterna que Jesús Resucitado abrió para todos los que quieran seguirle.

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Mc 9, 2-10 2 Seis días después Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a un monte alto a solas. Y se transfiguró ante ellos. 3 Sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente, como nin-gún batanero de la tierra podría blan-quearlos. 4 Y se les aparecieron Elías y Moisés hablando con Jesús. 5 Pedro to-mó la palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 6 Es que no sabía lo que decía, pues estaban asustados. 7 Una nube los cubrió con su sombra; y desde la nube se oyó una voz: «Éste es mi hijo amado. Escuchadlo». 8 Miraron inme-diatamente alrededor, y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. 9 Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos. 10 Ellos guardaron el se-creto, pero discutían qué querría decir con eso de «resucitar de entre los muertos».

Notas que ayudan a comprender el texto

● La "montaña alta" (2) indica la proximidad de Dios, revelación de Dios.

● Moisés y Elías (4) habían hablado con Dios en una montaña alta. Representan, según algunos, la Ley y los Profetas, las dos partes de la Biblia; por tanto, representan la antigua alianza. Eran aquellos a quienes el pueblo escuchaba (7) hasta ahora. El que aparezcan conversando con Jesús indica que la Escritura da testi-monio de Él. Por otro lado, ambos son personajes que acaban la vida de manera extraordinaria (Dt 34,6; 2Re

2,1 l).

● Las "tres chozas" (5) pueden aludir a la fiesta de los Tabernáculos. Pero también se pueden referir a las estancias eternas del cielo (Jn 14,2).

La fiesta de los Tabernáculos se celebraba al comienzo del otoño, y en su origen era una fiesta agrícola que coincidía con el fin de la vendimia y de la cosecha (Ex 23,16; 34,22). Era una celebración muy festiva; durante siete días la gente vivía en chozas hechas con ramas en medio de los campos (Dt 16,13-15). Con el tiempo, la fiesta de los Tabernáculos se vinculó al recuerdo de los cuarenta años de estancia en el desierto en tiempos del éxodo, donde los israelitas habían vivido en tiendas de campaña.

● “La "nube" (7) es signo de la presencia de Dios (Ex 24,15-16; 40,35).

● La "voz" (7) que sale de la nube repite las palabras que se habían oído en el momento del bautismo de Je-sús (Mc 1,11).

● "Les mandó: No contéis a nadie..." (9):

En el Evangelio según Marcos es muy frecuente que Jesús prohíba revelar su identidad o divulgar los hechos extraordinarios que él realiza (Mc 1,25.34; 3,12; 5,43; 7,24.36; 8,30; 9,930). Jesús actúa así probablemente para que su mesianismo no sea mal entendi-do y para poder mostrar poco a poco a sus discípulos y a todo el mundo quién es él: no el Mesías guerrero, triunfador y glorioso que muchos esperaban, sino el Mesías pobre y humilde que tiene que pasar por el sufrimiento y la muerte antes de resucitar (Mc

8,31; 9,31; 10,33-34).

II Domingo de Cuaresma - B ● Génesis 22, 1-2.9-13.15-18 ● “El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe”

● Salmo 115 ● ”Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”

● Romanos 8, 31b-34 ● “Dios no perdonó a su propio Hijo”

● Marcos 9, 2-10 ● “Éste es mi Hijo amado”

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Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

"Pedro, Santiago y Juan" (2) son testigos de algunos de los hechos más importantes de la vida de Jesús: la resurrección de la hija de Jairo (Mc

5,37), éste de la transfiguración, la oración en Getsemaní (Mc 14,33). También los vemos con Jesús refle-xionando sobre la realidad (Mc 13,3).

Los tres Apóstoles representan a la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios, el Pueblo que es interlocutor de Dios, que está en diálogo con Él, que lo "escucha" (7). En ellos se expresa que la Iglesia recibe del Padre, a tra-vés de los Apóstoles, la afirmación central de la fe: el hombre Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios (7).

"Elías y Moisés", que habían subido a la montaña para encontrarse con Dios, "conversando" (4) con Jesús en la "montaña alta" (2) parecen indicar que Jesús de Nazaret -que acaba de anunciar su pasión y muerte y resu-rrección (Mc 8,31)- es Dios mismo.

Por tanto, la antigua alianza, la Ley y los Profetas, ha sido transfigurada (2): ya no son tablas de piedra; la nueva Ley es el mismo Jesús. Basta con "escucharlo" a Él, "solo con ellos" (8).

"Escuchar" (7) a Jesús, el Profeta definitivo, es vida para la Iglesia y para cada discípulo: discípulo es quien "escucha" al "Maestro" (5).

El "mandato" (9) de Jesús: ”No con-téis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos” alude, por un la-do, al anuncio de la pasión-muerte-resurrección que acabamos de encon-trar (8,31). E indica que sólo al final de todo el proceso, de todo el camino de Jesús, se podrá comprender quién es el Mesías de Dios, cuál es la ma-nera de estar Dios con nosotros.

La experiencia de los tres Apósto-les, anticipación de la resurrección, les

les será una fuerza para el camino que tienen que recorrer, que será duro: a partir de ese momento, Je-sús sólo encuentra dificultades; en este Evangelio de Marcos ya no ha-llamos más al Jesús exitoso que he-mos visto en la primera parte

(capítulos 1-8).

Con esta fuerza ya no es necesario "estar aquí" (5), en la montaña. La vi-da, por dura que pueda ser (cruz, muerte ... ), será vivida en otra pers-pectiva: la resurrección de Cristo lo transfigura todo, el pecado y la muer-te no tendrán la última palabra sobre la vida de nadie.

Síntesis: Es un texto de una epifanía apocalíptica. La nube, la voz celestial, la presencia de Moisés y Elías evocan la manifestación de Dios en el Sinaí. El rostro resplandeciente y la túnica blanca recuer-dan la visión del hijo del hombre de Dn 7. En Cristo, pues, se revela el Dios liberador de la esclavitud de Egipto, de la muerte de Elías, de la persecución helenista. En la transfiguración Jesús quiere que comprendan que la muerte no significa la ruina del hombre. Quien ha sido rechazado y ha dado la vida por el bien de los demás no fracasa definitivamente. Simón, (“el Piedra” = el obstinado), Santiago y Juan (“los Truenos” = los autoritarios) son los tres que presentan mayor resistencia al mensaje. Quiere darles la experiencia de su condición divina, signifi-cada por el color blanco luminoso, y la conversa-ción con la Ley y los Profetas. Pedro no compren-de, no ve la novedad de Jesús. Dios interpreta el hecho: “este es mi Hijo amado; escuchadle”.

“El Evangelio en medio de la vida”

(Domingos y fiestas del ciclo-B)

Josep Maria Romaguera Colección Emaús Maior 1 - Centro de Pastoral Litúrgica

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Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesu-cristo y, así, poder seguirlo mejor

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.

En todo lo que estoy viviendo actualmente, mi relación con Jesús, mi diálogo con Él, (“escucharlo”), ¿Qué fuerza me da para el ca-mino? ¿Qué “transfiguraciones” provoca de mi vida y de la vida de los demás que “lo escu-chan”?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evan-gelio ¿veo?

¿Qué experiencias de muerte y resurrección he tenido?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre

hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

Tabor de cada día Cuando te has olvidado de ti mismo,

cuando te has agotado en el servicio a los últimos, cuando has aceptado el sufrimiento como compañero

cuando has sabido perder, cuando ya no pretendes ganar,

cuando has compartido lo que tú necesitabas, cuando te has arriesgado por el pobre,

cuando has enjugado las lágrimas del inocente, cuando has rescatado a alguien de su infierno,

cuando te has introducido en el corazón del mundo, cuando has puesto tu voluntad en las manos de Dios,

cuando te has purificado de tu orgullo, cuando te has vaciado de tanto acopio superfluo,

cuando te sientes herido... brilla en ti, gratis, la luz de Dios,

sientes su presencia irradiando frescura primaveral y su perfume te envuelve y reanima.

Ya no necesitas otros tesoros. Dios te acompaña, te habla, te protege.

Te sientes esponjado en un mar de dicha... Y no estás en las nubes,

es un Tabor que se te ofrece gratis, para que disfrutes ya lo presente

y camines firme y sin temores.

Ulibarri Fl.

Ahora el Padre no habla sólo a Jesús:

“Tú eres mi hijo”.

Se dirige a tod@s nosotr@s: “Éste es mi Hijo”.

Él es mi Palabra. Lo que dice y lo que hace es mi Palabra.

Vivid la Palabra de mi Hijo y os haréis hij@s. Vividla, y os haréis palabra.

Ésa será vuestra transfiguración.

“Sólo sabremos hablar de TRANSFIGURACIÓN, si aprendemos a llevar una vida transformada”

(Hna. Regina)

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VER VER -- JUZGAR JUZGAR –– ACTUARACTUAR

“Periodo de prueba”“Periodo de prueba”

VER:

E l otro día compré un pequeño electrodoméstico, y el dependiente me dijo: “Pruébelo durante unos días

antes de tirar la caja, por si acaso no funciona algo.” Es algo común, cuando adquirimos determinados produc-tos, ponerlos a prueba, es decir, someterlos a determi-nadas situaciones para averiguar o comprobar sus cuali-dades, funcionamiento, etc. También a veces nos encon-tramos con situaciones de tipo personal, laboral… que calificamos “de prueba”, y exigen de nosotros mostrar si sabemos afrontarlas y estamos a la altura de las circuns-tancias. Si superamos la prueba, solemos darnos cuenta de que, a pesar de la dificultad que nos haya presenta-do, nos ha ayudado a madurar humanamente, nos ha hecho crecer interiormente, y nos sentimos más capaces de afrontar las que vengan, porque si ésta la hemos su-perado, otras también podremos superarlas.

JUZGAR:

H oy la Palabra de Dios nos ha ofrecido en la 1ª lectura un pasaje que suele ser difícil de entender: Dios puso a prueba a Abrahán... «Toma a tu hijo único… y ofrécemelo en sacrificio.» Muchos se pre-

guntan, tomándolo al pie de la letra: ¿Cómo pide Dios algo tan cruel? ¿Qué clase de prueba es ésa? ¿Qué clase de Dios es? Pero no hay que olvidar que el relato del Génesis, como muchos pasajes de la Biblia, no hay que tomarlos en sentido literal, no es un libro histórico en el sentido que nosotros le damos, ya que lo que pretende es transmitir verdades y contenidos de fe. En el ambiente de la época de Abrahán, se hacían sacrificios humanos para contentar a los dioses, algo que fue denunciado repetidamente por los profetas, porque Dios no necesita ni desea esos sacrificios; por eso el pasaje deja claro que Dios de-tiene a Abrahán: No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Lo que el relato quiere resaltar es la fe de Abrahán “a toda prueba”, que queda demostrada por estar dispuesto a obedecer a Dios hasta ese extremo incomprensible.

Cuando nosotros nos encontramos con situaciones a veces muy dolorosas y difíciles, también se pone a prueba nuestra fe. Este tiempo de Cuaresma nos ofrece ejemplos como el de Abrahán para que podamos evaluar cómo llevamos nuestra confianza en Dios, cómo reaccionamos ante esas situaciones difíciles, pa-ra que podamos fortalecer y madurar nuestra fe en el caminar diario.

Un caminar que requiere también “momentos de transfiguración” que alimenten y fortalezcan la fe. El Señor ofreció a Pedro, Santiago y Juan la experiencia de contemplar su gloria como un anticipo de su resurrección para que más adelante pudiesen aguantar la prueba de su Pasión; del mismo modo también nos ofrece a nosotros momentos en los que podemos exclamar: Maestro, ¡qué bien se está aquí!, para que cuando “bajemos del monte” y volvamos a las pruebas de la vida, podamos mantener la esperanza con la certeza que san Pablo expresaba en la 2ª lectura: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Si tenemos la experiencia del amor del Señor en esos momentos buenos, ¿cómo no va a acompañarnos en los momentos de prueba? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él? Si el amor de Dios llega hasta entregarse en la Cruz por nosotros, ¿cómo va a faltarnos su amor cuando más lo necesitamos? Creer esto es la prueba de fe que, como Abrahán, necesitamos superar.

ACTUAR:

L a Cuaresma es un “periodo de prueba”, un tiempo de gracia para que evaluemos nuestra fe en Jesús Resucitado y comprobemos si “funciona” en nuestra vida. El domingo pasado teníamos presente nues-

tro PPVC, teniendo ahora presente las distintas dimensiones, puedo reflexionar: ¿Qué pruebas he pasado o estoy pasando? ¿Cómo reacciono, qué pienso de Dios en esos momentos? ¿Qué “momentos de transfi-guración” he vivido? ¿Me ayudan a creer que verdaderamente Dios está conmigo? ¿Me sirven de apoyo y ánimo ante las nuevas pruebas que se me presentan?

Para fortalecer nuestra fe, el Señor se nos da en la Eucaristía, memorial de su entrega por nosotros. La celebración es un momento de transfiguración que nos debe animar a volver a la vida con fuerzas reno-vadas. Que durante este tiempo de Cuaresma procuremos vivir con mayor profundidad la Eucaristía, por-que es para nosotros un anticipo de la meta hacia la que nos dirigimos, Cristo Resucitado, que intercede por nosotros para que sepamos que, manteniendo nuestra fe en Él, a través de las pruebas de este mun-do llegaremos al gozo perfecto de su Reino.

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Jn 2, 13-25 13 Se acercaba la pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén, 14

y halló en el templo vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y cambistas en sus puestos. 15 Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del templo, con las ovejas y los bueyes; esparció por el suelo las monedas de los cambistas y volcó las mesas. 16 Y dijo a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi Padre un mercado». 17 Sus discípulos se acordaron que está escrito: El celo de tu casa me de-vora. 18 Entonces los judíos dije- ron: «¿Qué señal nos das para obrar así?». 19 Jesús les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». 20 Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años se tardó en construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». 21 Pero él hablaba del templo de su cuerpo. 22 Por eso, cuando resucitó de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que ya lo había di-cho, y creyeron en la Escritura y en la palabra de Jesús. 23 Mientras estaba Jesús en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en él al ver los milagros que hacía; 24 pero Jesús no se fiaba de ellos, pues los conocía a todos. 25 No necesita-ba que le informasen de nadie, pues él conocía muy bien el interior del hombre.

III Domingo de Cuaresma - B

● Éxodo 20 1-17 ● “La Ley se dio por medio de Moisés”

● Salmo 18 ● ”Señor, tú tienes palabras de vida eterna”

● 1 Corintios 1, 22-25 ● “Predicamos a Cristo crucificado, escandalo para los hombres, pero, para los llamados, sabiduría de Dios”

● Juan 2, 13-25 ● “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”

Notas sobre el texto

● El templo de Jerusalén (13-14) era un complejo de atrios y edificios, rodeado de una muralla con varias puertas, y de un conjunto de pórticos. Entre las dependencias estaba el tesoro del templo, lugar donde se recogían las ofrendas en metálico (Mc 12,41; Lc 21,1), y la sala de reuniones del Sanedrín. El gran patio exte-rior (llamado "atrio de los gentiles") era accesible a los paganos, es decir, a los que no eran judíos. Más allá del muro de separación, dentro del recinto interior, al que sólo podían acceder los judíos, estaban el atrio de las mujeres, el de los hombres o de Israel y el de los sacerdotes; en este último estaban el altar de los holocaustos y el santuario propiamente dicho. El templo de Jerusalén estaba considerado como el símbolo principal de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Jesús enseñaba en el templo (Jn 7,14; Mt

26,55). En el cristianismo, el culto a Dios es interior, comporta el ofrecimiento de la propia existencia (Rm

12,1) y tiene que hacerse en Espíritu y en verdad (Jn 4,23). Los cristianos son templos del Espíritu Santo (2Co

6,19; 2Co 6,16).

● Los animales (14-16) eran los destinados a los sacrificios; sobre "los cambistas" hay que saber que en el templo los donativos en metálico o cualquier transacción comercial se tenían que hacer en una moneda especial y no en cualesquiera monedas de uso corriente.

● En el libro del profeta Zacarías hallamos palabras que resuenan en las de Jesús (16): Todos los calderos de Jerusalén y Judá estarán consagrados al Señor. Los que vengan a ofrecer sacrificios los usarán para guisar en ellos. Y ya no habrá mercaderes en el templo del Señor del universo (Za 14,21).

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● 18 ●

Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

El cuarto evangelio sitúa los sucesos al inicio de la vida pública de Jesús, mien-tras que los sinópticos lo hacen en la úl-tima semana de su vida (Mt 21,12-13; Mc

15b-17; Lc 19,45-46). Entre otras cosas, esta divergencia es debida principalmen-te a la estructura literaria diferente que existe entre ambos. Mientras los sinópti-cos siguen un trazado literario común que hace concluir el itinerario de Jesús en una única ida a Jerusalén, el cuarto evangelio presenta como mínimo tres idas diferentes de Jesús a Jerusalén. Lo histórico y lo teológico se entremezclan en ambas estructuras narrativas, y no hay una prueba concluyente a favor de ninguna de las dos, aunque existen da-tos que tienden a dar más credibilidad histórica a los hechos narrados por el cuarto evangelio, aunque aparezcan mu-cho más reelaborados teológicamente.

El gesto de Jesús (15-16) es una acción simbólica al estilo de los profetas. Ex-presa su desacuerdo con el abuso de los comerciantes y los cambistas instalados en el atrio de los gentiles (Za 14,21). Y recuerda que el "templo" tenía que ser el lugar de una verdadera relación con Dios (16) y que no puede ser manipulado por los intereses económicos de nadie. Este gesto profético, no se lo perdona-ron nunca quienes se habían apoderado del templo para convertirlo en un "mercado". Fue causa de su condena (Mt

26,61).

Pero el gesto de Jesús no se refiere sólo al aspecto mercantil que ha adquiri-do la religión. Es "signo" (18) de la nove-dad que viene de Dios: el viejo sistema sacrificial se ha terminado. A partir de ahora bastará con el único sacrificio de su muerte y resurrección. El mismo evangelista nos ha dicho antes que Je-sús es el "Cordero de Dios" (Jn 1,29.36).

"Destruid este templo, y en tres días lo levantaré" (19): se refiere a la muerte y resurrección (22). Por tanto, desde ahora el verdadero "templo" de Dios es Jesús, la presencia de Dios en el mundo se da en Él, es "el camino" (Jn 14,4-6) hacia "el Padre" (16).

"Dieron fe" (22): parece claro que sólo después de la glorificación de Jesús se puede hablar de fe. El evangelio según Juan lo subraya de varias formas (Jn

12,16; 13,719; 14,29; 20,9). Pero, por enci-ma de todo, lo enseña mediante la pro-mesa del Espíritu (Jn 7,39; 14,16.26; 15,26-

27; 16,7-15): sólo después de la venida del Espíritu será posible creer en Jesús, porque sólo entonces se podrá conocer su misterio. Creer y conocer van unidos (Jn 4,42; 6,69; 10,38; 16,30; 17,7-8).

“El Evangelio en medio de la vida”

(Domingos y fiestas del ciclo-B)

Josep Maria Romaguera Colección Emaús Maior 1

Centro de Pastoral Litúrgica

● En griego, el término traducido aquí por "levantar" (19) se usa también para hablar de "resucitar" (22).

● "El templo de su cuerpo" (21): en el evangelio según Juan, el término "cuerpo" sólo se vuelve a utilizar a propósito del cadáver de Jesús (19,31.38.40; 20,12).

En la Biblia, el "cuerpo" es lo que permite la relación de la persona con el mundo y con las demás personas. En el NT, el término "cuerpo" es sinónimo de "persona viva" (Rm 8,23; 1 Co 6.19). Pablo habla de la Iglesia como "cuerpo de Cristo", formado por diferentes miembros y enriquecido por los diversos carismas (Rm 12,4-5; 1 Co 12,12-27). El pan de la eucaristía es el cuerpo de Cristo (Mt 26,26; Mc 14,22; Lc 22,19; 1 Co 11,24), y participar en este pan quiere decir edificar la Iglesia (1 Co 10,17).

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● 19 ●

Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesu-cristo y, así, poder seguirlo mejor

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.

La muerte y resurrección de Jesús ¿qué cam-bios provoca en mí (religiosos, sociales…)?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evan-gelio ¿veo?

¿Qué experiencias de muerte y resurrección he tenido? ¿Cómo he vivido en estos hechos la presencia de Jesús muerto y resucitado?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre

hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

Tener celo por algo Tener celo por algo es vivirlo con pasión,

defenderlo con todo interés y toda intensidad.

Se tiene pasión y celo por las cosas que se aman,

que interesan profundamente. ¿Cuáles son mis intereses?

¿Coinciden mis actitudes y proyectos con los de Jesús?

¿Siento pasión por la Buena Noticia, por la paz, por un mundo más solidario y una sociedad más justa y más libre?

¿Por qué se apasiona Jesús? ¿Por qué me apasiono yo?

Templos profanados Una víctima inocente es un deicidio.

Un niño hambriento es una blasfemia. Una mujer violada es una profanación.

Una tortura física o psicológica es un sacrilegio.

Un drogadicto es un templo derrumbado. Un engañado o traicionado es un perjurio.

… …

¿Ante estas realidades no tendríamos que seguir levantando el látigo y la pancarta de la libertad,

la justicia, el amor...? Andrés Huertas.

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● 20 ●

VER VER -- JUZGAR JUZGAR –– ACTUARACTUAR

“Requisitos mínimos”

“Requisitos mínimos”

VER:

E n diferentes ámbitos de la vida nos en-contramos con la exigencia de ciertos

requisitos mínimos indispensables: ante una oferta de trabajo hay unos requisitos mínimos que el solicitante debe tener; a la hora de instalar un programa informático hay unos requisitos mínimos que el orde-nador debe reunir para que funcione co-rrectamente; para aprobar un examen u oposición hace falta también un nivel mí-nimo de conocimientos… También en las relaciones humanas necesitamos unos re-quisitos mínimos para que funcionen: así, hablamos de “un mínimo de decencia”, “un mínimo de educación”, “un mínimo de formalidad…” Sea en lo que sea, si no se cumplen esos requisitos mínimos, no po-dremos conseguir, ni siquiera esperar, los resultados o metas deseados.

JUZGAR:

E n la 1ª lectura hemos escuchado cómo Dios establece esos “requisitos mínimos” indispensables para regular la vida de su pueblo, tanto en lo referente a la relación con Él como en las relaciones entre

ellos: No tendrás otros dioses… No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso… Fíjate en el sá-bado para santificarlo. Honra a tu padre y a tu madre… No matarás… No cometerás adulterio. No roba-rás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo… Si nos fijamos, sólo dos mandamientos están formulados en positivo, el resto comienzan con una negación. El nivel mí-nimo que Dios establece consiste sobre todo en “no hacer el mal”, lo cual es importante. Pero el proble-ma de movernos en un nivel de mínimos es que, pasado un tiempo, es muy fácil que ni siquiera se al-cance ese mínimo indispensable, tanto para la buena relación tanto con Dios como para con los demás.

En el Evangelio, Jesús pone en evidencia las consecuencias de cumplir sólo “el mínimo”. Las ofrendas que se hacían a Dios en el templo de Jerusalén como signo de fe y culto a Dios se habían ido vaciando de sentido; en muchos casos se cumplía con el mínimo de la forma exterior hasta quedarse en un puro ri-tualismo y, lo que es peor, habían derivado en un negocio que lleva a Jesús a exclamar: Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.

El Dios de Jesús, el Dios que se nos revela en Jesús, no nos pide una relación de mínimos; Él espera más de nosotros, pero no más prácticas externas, sino una relación más “en espíritu y verdad”, no en canti-dad, sino en calidad. Una calidad que no se rige por criterios humanos.

Porque, como decía san Pablo, los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros pre-dicamos a Cristo crucificado. Jesús terminó su vida mortal como débil, necio… y fue crucificado. Pero Él ya había advertido: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles, es sin embargo, por su Resurrección, fuerza de Dios y sabiduría de Dios, demostrando así que lo importante es ofrecer a Dios el máximo que cada uno pueda, pero de cora-zón, aunque nos cueste la cruz, no por “cumplir”, sino porque Dios cambia la perspectiva, porque lo que humanamente puede parecer pequeño o despreciable es grande para Dios, pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

ACTUAR:

E n este tiempo de Cuaresma puedo revisar mi PPVC en sus distintas dimensiones: ¿Me muevo en un nivel de mínimos? ¿Llego a cumplir los requisitos mínimos para los objetivos que me he propuesto en

lo personal, en lo familiar, en lo espiritual, en lo económico…? ¿Qué requisitos mínimos me faltan? ¿En qué debo crecer para que mi relación con Dios y el prójimo vaya a más y sea “en espíritu y verdad”?

Jesús Resucitado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios, se nos entrega en la Eucaristía. Participar en la Eu-caristía no es un requisito mínimo de la vida cristiana; Jesús no se nos da en lo mínimo, se nos da ente-ramente, en lo máximo. Que Él, “que sabe lo que hay dentro de cada uno”, nos dé fuerza para que tam-bién nosotros, alimentados con Él, podamos dar lo máximo que podamos a Dios y al prójimo, para ir ha-ciendo realidad su Reino y llegar a compartir la meta de la Resurrección.

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Jn 3, 14-21 14 Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así será levantado el hijo del hombre, 15 para que todo el que crea en él tenga vida eterna». 16 «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17 Pues Dios no en-vió a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. 18 El que cree en él no se-rá condenado; pero el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el hijo único de Dios. 19 La causa de la condenación consiste en que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz porque sus obras eran malas. 20 En efecto, el que obra mal odia la luz y no va a la luz, para que no se descubran sus obras. 21 Pero el que practica la verdad va a la luz, para que se vean sus obras, que están hechas como Dios quiere».

Notas sobre el cuarto evangelio (Juan) y así poder entender el texto

El hecho de haber sido escrito tardíamente, hace que el autor de cuarto evangelio, entre otras influencias, no tenga como objetivo principal narrar hechos, sino interpretar el sentido de los mismos. Aunque en muchos pasajes el cuarto evangelio maneja los datos historiográficos con una mayor precisión y exactitud que los sinópticos, el énfasis, e incluso el objetivo del cuarto evangelio, no es demostrar hechos ocurridos sino desentrañar su sentido profundo. Por este motivo, el autor es, antes que nada, un gran teólogo.

La estructura narrativa del cuarto evangelio suele seguir el mismo esquema: narrar un hecho y posteriormente incluir largos discur-sos o reflexiones. En este caso, estamos ante el tramo de un discurso. El hecho que le precede, es el encuentro de Jesús con Nicode-mo.

Sin duda estamos ante una reflexión teológica del autor del cuarto evangelio sobre el sentido de la muerte de Jesús y su repercusión para el mundo. Si nos atenemos al hecho historiográfico, sólo vemos un crucificado, totalmente marginal dentro del contexto social y absolutamente irrelevante para la marcha de la historia. Esta es la fotografía, científica, de un crucificado anónimo. El autor de cuar-to evangelio nos desafía a mirar más allá de la aparente insignificancia de ese crucificado y nos introduce paulatinamente en la com-prensión de un sentido oculto a nuestros ojos de empiristas y científicos superficiales.

Notas para entender mejor algunos términos que aparecen en el texto

● “La serpiente” (14): es una alusión a la serpiente de bronce del desierto, que curaba quienes la miraban: Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando alguien había sido picado, mira-ba la serpiente bronce y quedaba curado (Nm 21,9). El libro de la Sabiduría lo interpreta así: Tenían un sím-bolo de salud como recordatorio del mandato de tu Ley; en efecto, el que se giraba a mirarlo, quedaba cu-rado; pero quien lo curaba no era aquello que contemplaba, sino tú, Señor, que curas-salvas todo el mun-do (Sab 16,6-7).

● “El mundo” (16ss) se refiere a la humanidad que necesita ser salvada (17). La palabra “mundo”, sobre to-do en los capítulos 13-17 de Juan, señala una oposición compacta y radical contra Jesús (Jn 14,17.19.27;

15,18.19; 16,8.20; 17,9.14.16.25). En este sentido, ni Jesús es del mundo (Jn 8,23) ni los discípulos lo son (Jn

17,14.16). Pero Dios ama el mundo y le envía su Hijo (16), y también los creyentes serán enviados al mundo (Jn 17,18).

IV Domingo de Cuaresma - B ● 2 Crónicas 36, 14-16.19-23 ● “La ira y la misericordia del Señor se manifiesta en la deporta-

ción y en la liberación del pueblo”

● Salmo 136 ● ”Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti”

● Efesios 2, 4-10 ● “Estando muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo”

● Juan 3, 14-21 ● “Dios mandó a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él”

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Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

Juan 3,1-21 cuenta el diálogo de Jesús con Nicodemo sobre el nuevo nacimiento, el envío del Mesías y la respuesta del hombre. El texto desarrolla el último pun-to como momento donde se hace realidad el hecho salvador. Claramente revela que la salvación es iniciativa divina que se ha realizado por medio de Jesús, y que el hombre se la apropia o rechaza por la fe o la incredulidad respectivamente.

Nicodemo representa al judaísmo culto. Tiene simpatía por Jesús; pero, a la vez, miedo a los dirigentes. Por eso se acerca a Jesús “de noche”. Representa así a los creyentes de todos tiempos que tienen prejuicios “vergonzantes” para aceptar el Evangelio.

La “serpiente” es figura de la muerte de Jesús en cruz y de la salvación que viene de Él. La “elevación” (14) del “Hijo del hombre” es la crucifixión y la resurrec-ción de Jesús.

Quien mire (Nm 21,9) con fe Cristo glori-ficado en la cruz recibe la vida “eterna” (15). Mirar con fe es lo mismo que decir “creer”, en el sentido expresado antes, de acogerlo a Él, su Palabra y su estilo de vida.

El designio de Dios es, exclusivamente, la salvación y la vida (16); este designio salvador de Dios, además, es universal, es para todo el mundo. Nadie queda ex-cluido de su amor (16).

Que Dios dé a “su Hijo único” (16) por “amor al mundo”, quiere decir que lo ofre-ce él mismo, que da su propia vida (Rm

5,8; 1Jn 4,9-10). Nos recuerda otros textos: Abraham–Isaac, figura del amor que lo da todo (Gn 22,16); la parábola de Mt 21,33-46, que describe la disposición de Dios a darlo todo por los pecadores, por quien lo re-chazan (Mt 21,37).

El “juicio” (o “condena “”) significa que la presencia de Jesucristo como luz del mundo hace que debamos decidir si aco-gemos o rechazamos su salvación, su amor, su persona, su estilo y el Reino que anuncia. Es este el juicio: no que Él haga de juez sino que nos provoca porque no-sotros mismos decidimos. Algo de esto tiene el “juzgar” de la Revisión de Vida, dónde no es ningún juicio a nadie sino que es el espacio en el cual somos urgi-dos por “la luz” de Jesucristo a decidir, a concretar, a actuar.

Por otra parte, la presencia luminosa de Jesús hace que quede al descubierto la propia vida, y se ponga de manifiesto quiénes somos, cuál es la realidad del mundo, etc.

Quien no está dispuesto a cambiar na-da en su vida, no se acerca a Jesús (20), no se arriesga. Quien, al contrario, está dispuesto a cambiar, a dejarse cambiar, se acerca –o no se aparta– (21): esta per-sona será, ella misma, “luz” para los otras, es decir, militante (Mt 5,14).

“El Evangelio en medio de la vida”

(Domingos y fiestas del ciclo-B)

Josep Maria Romaguera

Colección Emaús Maior 1 - Centro de Pastoral Litúrgica

● La expresión “condenar” (17ss): la palabra griega así traducida significa tanto “condenar” como “juzgar” (Jn 5,22.30; 8,15-16; 12,31.47; Hch 17,31). Aquí sirve para resaltar más la misión del Hijo de Dios, que ha venido “a salvar” (17), puesto que esta palabra significa todo el contrario.

● “Creer” (18 ) es una palabra que sale muchas veces en Juan. Tiene un sentido bien preciso: acoger Jesús, su palabra, su estilo de vida (Jn 1,12; 8,31-32.37; 10,10). Solamente tras la glorificación de Jesús se puede ha-blar de creencia. Jn lo remarca de varias formas (Jn 12,16; 13,7.19; 14,29; 20,9) y lo enseña mediante la pro-mesa del Espíritu (Jn 7,39; 14,16.26; 15,26-27; 16,7-15): tan sólo tras la venida del Espíritu será posible de creer en Jesús, porque sólo entonces se podrá conocer su misterio. “Creer” y conocer van unidos (Jn 4,42; 6,69;

10,38; 16,30; 17,7-8).

● “La luz” (19ss) es una imagen referida a Jesús (Jn 1,5.9-11; 8,12; 9,5; 12,48; 1Jn 1,7;2,8). Él viene al mundo e ilumina a cuantos se le acercan. Y quienes le acogen se convierten ellos mismos en luz para los demás: Vosotros sois la luz del mundo. No se puede esconder un pueblo puesto arriba de una montaña... (Mt 5,14-

16).

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Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesu-cristo y, así, poder seguirlo mejor

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.

Si “creer” quiere decir acoger a Jesús, su pala-bra y su estilo de vida, ¿cómo llevo mi fe, cómo la cuido y alimento?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evan-gelio ¿veo?

Y mi militancia, traer la luz que es Cristo a los demás, ¿cómo la llevo? ¿Cómo me dejo tocar por Jesús, “la luz”, que me quiere modelar para ser como Él?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre

hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

TODA LA HISTORIA ES SAGRADA

Una cruz honda sobre el tiempo, sobre los libros comunales,

sobre el camino que buscamos, sobre quien hace lo que importa,

sobre quien dice lo que ve.

Una cruz terca contra el odio, contra el ritual de los injustos,

contra los látigos expertos, contra el emblema de venganza, contra quien viene a demoler.

Una cruz suave entre las mieses, entre el brotar del agua fresca,

entre los gestos laborales, entre el reposo compartido,

entre el pan tierno y el mantel.

Una cruz rota en las trincheras, en los espinos carcelarios,

en la ordenanza de dar muerte, en las paredes fusiladas,

en tanta sangre que vencer.

Una cruz alta sobre el aire, sobre relojes de esperanza, sobre los páginas en blanco,

y una cruz viva sobre un monte y sobre el tiempo de después.

Una cruz honda sobre el tiempo.

una cruz terca contra el odio, una cruz suave entre las mieses, una cruz rota en las trincheras,

una cruz alta sobre el aire, porque toda la historia es sagrada.

Enrique Badosa

Hay una cruz que he de admirar y con la que puedo y debo cargar:

la del que procura que el otro no tenga cruz; la del que ayuda a otro a llevar su cruz;

la del que se mortifica por no mortificar; la del que sufre sencillamente porque... ama.

¡Ésta es la cruz de Jesús! Ésta es la cruz que da vida,

que me da vida, que nos salva. Florentino Ulibarri

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● 24 ●

VER:

A menudo nos encontramos con cam-pañas de prevención, como las de la

Dirección General de Tráfico, o las de Sa-nidad, en las que se pretende concienciar a las personas para que sean responsa-bles y se eviten accidentes o enfermeda-des. Alguna de estas campañas ha sido calificada como demasiado truculenta, de-masiado fuerte… pero como dice el refrán, “el que avisa no es traidor”, y estas cam-pañas también pretenden hacer caer en la cuenta de las consecuencias de hacer caso omiso a las advertencias, y el perjuicio que supone continuar con actitudes erró-neas.

JUZGAR:

E ste tiempo de Cuaresma viene a ser como una “campaña de prevención” que Dios nos hace llegar pa-ra que nos tomemos en serio nuestra conversión. Dios siempre ha estado dispuesto a realizar esas

“campañas de prevención” con su pueblo; lo hemos escuchado en la 1ª lectura: El Señor… les envió des-de el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo. Pero el pueblo hizo caso omiso de estos avisos, de estas “campañas de prevención”: todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades… mancharon la Casa del Señor…. se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas… Y la negativa a seguir los caminos del Señor llegó a tal punto que ya no hubo remedio, acarreando al pueblo unas consecuencias lamentables: Incendiaron la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babi-lonia, donde fueron esclavos. Por haberse negado a cambiar, lo pierden todo.

Pero Dios continúa tendiendo su mano al pueblo y ofreciéndole una nueva oportunidad: movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, y el pueblo pudo volver a su tierra y empezar de nuevo.

La Cuaresma nos debe servir para ser más conscientes del amor y la misericordia de Dios para con noso-tros, como decía san Pablo en la 2ª lectura: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo… nos ha resucitado con Cristo Jesús. Jesús es la gran “campaña de prevención” de Dios, porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eter-na. Tanto nos ama Dios que nos envía a Jesús, su Hijo, que nos avisa para que nos convirtamos porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. De nosotros depende hacer caso o ignorar el contenido de la “campaña de prevención” que es Jesús y que de nuevo nos ofrece en esta Cuaresma, pero debemos ser conscientes de las consecuencias de una u otra opción: el que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creí-do en el nombre del Hijo único de Dios.

No es Dios quien condena; “el que avisa no es traidor”, y Dios nos avisa, nos ofrece su amor y misericor-dia una y otra vez, pero si nos obstinamos en no hacer caso o no tomar en serio sus avisos, la responsa-bilidad de las consecuencias será sólo nuestra: Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque su obras eran malas.

ACTUAR:

M ediada la Cuaresma, podemos reflexionar acerca de esta “campaña de prevención”: ¿Qué avisos me está enviando Dios? ¿Qué “mensajeros” suyos me los hacen llegar? ¿Me he tomado en serio mi pro-

ceso de conversión? ¿Lo veo como algo bueno, una muestra del amor de Dios, o como una imposición que sigo por miedo a su castigo? ¿Pienso en las consecuencias de mis actos? ¿Asumo mi responsabilidad en esas consecuencias, o me quejo de Dios? ¿Qué debo modificar en mi PPVC?

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Tanto nos ama Dios que nos sigue dejando a su Hijo en la Eucaristía, en la que celebramos el memorial de su entrega para tener en nosotros a quien es la Vida. Respondamos con amor a su Amor, acerquémonos con fe al Señor y sigamos su “campaña de prevención” para que nos dediquemos a las buenas obras y seamos testigos creíbles de ese Amor de Dios entregado continua-mente en Jesús, porque sólo quiere la vida eterna para todos sus hijos.

VER VER -- JUZGAR JUZGAR –– ACTUARACTUAR “El que avisa no es traidor”

“El que avisa no es traidor”

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● 25 ●

Mt 1, 16.18-21.24 16 Jacob de José, el esposo de Ma-ría, de la cual nació Jesús, que es el Mesías. 18 El nacimiento de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba despo-sada con José, y, antes de que vi-vieran juntos, se encontró encinta por virtud del Espíritu Santo. 19 José, su marido, que era un hom-bre justo y no quería denunciarla, decidió dejarla en secreto. 20 Estaba pensando en esto, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no tengas ningún reparo en recibir en tu casa a María, tu mujer, pues el hijo que ha concebido vie-ne del Espíritu Santo. 21 Dará a luz un hijo, y le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». 24 Cuando José despertó del sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió en su casa a su mujer.

Notas para entender mejor algunos términos que aparecen en el texto

● El desposorio (18) tenía lugar aproximadamente un año antes de la boda y tenía un valor legal muy parecido al del matrimonio, a pesar de que los esposos todavía no vivían juntos.

● Para “repudiar” (19) era preciso que el marido diese a la mujer un documento de divorcio para, así, dejar de considerarla su esposa. Esto lo preveía la Ley, “por lo tercos que sois”, pero no forma parte del proyecto de Dios, como Jesús recordará (Mt 19,4-8).

● En la Biblia los “sueños” (20) aparecen como un medio para expresar que Dios se manifiesta (Gn 15,12;

Mt 2,12.13.19.22; 27,19).

● También es común a toda la Biblia hablar del “ángel del Señor” (20) para expresar que Dios mismo ac-túa o habla. Aquí es el mensajero de Dios.

● El objetivo del evangelista con esta página es afirmar que Jesús es “el Cristo” (16). Este objetivo ya se ve cuando Mateo pinta el árbol genealógico de Jesús (Mt 1,1-17), y lo dice explícitamente en los ver-sículos 1 y 17. Es por esto que tiene interés en dar un cierto protagonismo a José, padre legal de Je-sús, que entronca de manera clara con toda la descendencia de David. Para la mentalidad de la épo-ca, la paternidad legal era más importante que la biológica.

● En los evangelios de la infancia se concentran afirmaciones básicas de la fe cristiana, la fe en el Resu-citado: el hombre Jesús, nacido de María y miembro de un pueblo concreto -Israel—, es el Cristo, el Ungido de Dios; el hombre Jesús, engendrado por obra del Espíritu Santo, es Dios mismo presente en medio de nosotros —Emmanuel (Mt 1,23)—.

S an J osé - B ● 2 Samuel 7, 4-5a.12-14a.16 ● “El Señor Dios le dará el trono de David, su padre”

● Salmo 88 ● ”Su linaje será perpetuo”

● Romanos 4, 13.16-18.22 ● “Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza”

● Mateo 1, 16.18-21.24 ● “José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”

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● 26 ●

Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

Una cosa que queda bien afirmada en es-ta página es la intervención directa de Dios en el nacimiento de Jesús. De la misma manera que en la creación del mundo se decía que el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas (Gn 1,2), ahora se dice que Maria “esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo” (18 y 20). Estamos, pues, ante una confesión de fe sobre Jesús, más que ante una biografía: Él es el Cristo, el Ungido de Dios.

Y estamos, también, ante una confesión de fe en la intervención del “Espíritu Santo” en la historia del pueblo de Dios. Del mis-mo modo que el Espíritu, además de inter-venir en su nacimiento, conduce a Jesús en su camino (Mt 3,16;4,1), ahora conduce el camino de su pueblo (Mt 10,20; Hch 1 ,8).

Dios también interviene en el nombre que recibe Jesús (21): lo propone el ángel. El nombre de “Jesús” (21) significa «el Se-ñor salva». En la Biblia el nombre es la per-sona e indica su misión: Él “salvará a su pueblo” (21).

“Salvar” es acción que abre: es hacer efectivo que ni el pecado, ni la muerte, ni las injusticias, por más que hagan daño, no tienen la última palabra en la vida de na-die. Es abrir camino con los que creen que no son nadie, haciéndoles saber que el plan de Dios sobre ellos es otro.

Ni a José (19) ni a los contemporáneos de Jesús (Mt 9,34; 11,19; 12,14.24.38; 13,57-58; 14,28; 16,22-23; 26,63-65; 27,39-44) ni a la gente de nuestro tiempo no nos ha sido fácil de aceptar que un hombre concreto, Jesús de Nazaret, sea el mismo Dios. O, dicho de otra forma, que Dios tome carne humana en el hombre his-tórico Jesús de Nazaret. Nos cuesta aceptar que Dios actúa a través de la realidad crea-da. Quizá preferimos un dios que no se im-plique y que, por lo tanto, no nos implique en su proyecto.

Para creer esto que se le plantea a José y que se nos plantea a todos, hay que tener un corazón de pobre. A los pobres el Padre se lo revela (Mt 11,25; 16,17). José, con corazón de pobre, es obediente a la fe.

“El Evangelio en medio de la vida”

(Domingos y fiestas del ciclo-B)

Josep Maria Romaguera

Colección Emaús Maior 1

Centro de Pastoral Litúrgica

LOS sueños de José. Ocho palabras del ángel

del Señor

Soñaba con los ángeles. Estos le iluminaban en

sus noches oscuras y le transmitían la voluntad

de Dios. Recojamos sus palabras: Veamos algu-

nas palabras del ángel del Señor (Mt 1,20-21; 12,13

-14; 2,19):

No temas. Cuando el Señor se acerca, los miedos

huyen. Las experiencias de Dios están perfuma-

das con la paz y la confianza.

Toma a María. Ella, que era un problema para

José, terminó siendo su gloria. ¿María una car-

ga? Ninguna más suave y liberadora.

Fecundada por el Espíritu Santo. El Espíritu es el

gran protagonista de la Encarnación y de la mi-

sión de Cristo. Todo es cosa de Dios.

Jesús. Nombre bendito que significa y realiza la

salvación. José será el primero en pronunciarlo.

Levántate. Dios nos quiere despiertos, dignos,

activos y decididos.

Huye. El niño es la luz y las tinieblas chillan. Vie-

ne a salvar. Y José tiene que salvarlo. Ante el

peligro la mejor respuesta puede ser la huida.

Tuvo miedo. No debemos extrañarnos. Aunque

Dios está con nosotros, seguimos siendo huma-

nos. El mismo Jesús tuvo miedo.

Nazaret, de Galilea. Después de un accidentado

periplo, José, con el niño y con María, se asenta-

ron pacíficamente en una aldea insignificante de

una región más tranquila y hermosa, pero po-

bre. Misterio de humildad y ocultamiento.

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Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesu-cristo y, así, poder seguirlo mejor

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.

Ante los retos que se me plantean ¿Qué medios tengo al alcance para descubrir en cada situa-ción cual es la voluntad de Dios?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evan-gelio ¿veo?

¿Qué testimonio encuentro ahí de personas con corazón de pobre, que encaminan la vida ha-ciéndose obedientes a la fe?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre

hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

Oración a San José por los pequeños de este mundo

Alguien ha dicho que San José es como «hermano de los marginados», puesto que él

también fue un marginado. Para todos los mar-ginados San José es buena noticia. Por eso, José, patrono de humildes

y pequeños, hoy queremos presentarte:

A los pequeños y débiles. Sé tú su fuerza.

A los tímidos y menos valorados. Tú los estimas.

A los arrinconados y olvidados. Tú no los olvidas.

A los que sólo cosechan fracasos. Tú los animas.

A los torpes y manazas. Tú conoces sus valores.

A los no queridos y que se sienten solos. Tú estás con ellos.

A los huérfanos y desvalidos. No los desampares.

A los niños vendidos, niños soldados, niñas prostituidas, niños de la calle...

Lloras por ellos.

A los ancianos que estorban. Sé su consuelo.

A las mujeres excluidas, violadas o maltratadas.

Sal en su defensa.

A los que no tienen voz. Tú los escuchas.

A los que emigran, dejando sus casas. Tú los comprendes.

A los que no tienen piso ni hogar. Mantén sus ilusiones.

A los que están en paro. Que no pierdan la esperanza.

A tantos enfermos, nuevos apestados. Dales salud y dignidad.

A los encarcelados. Que puedan reinsertarse.

A todos los pobres. Enséñales las Bienaventuranzas.

A los esposos o esposas abandonados. Tú eres fiel con ellos.

A los padres que no tienen hijos. Diles que son fecundos.

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● 28 ●

VER:

D entro del tiempo de Cuaresma celebramos la solemnidad de San

José. Si nos paramos a pensar, ¿cuántas personas que conoce-

mos llevan su nombre, solo o compuesto? José, Josefa, Pepe, Pepita,

María José, José María, José Manuel, José Ramón… se multiplican. Sin

embargo, durante bastantes siglos la figura de San José no estuvo

muy presente en el culto y devoción de los cristianos. Fue a partir so-

bre todo del siglo XVI cuando San José penetró plenamente, no sólo

en la devoción popular, sino en la experiencia de fe de Santos repre-

sentativos de la más profunda espiritualidad católica, como por ejem-

plo Santa Teresa de Jesús. San José es una figura entrañable y pre-

sente en el pueblo cristiano y en su piedad, y goza de popularidad,

sobre todo entre los cristianos sencillos.

JUZGAR:

L a pintura y la escultura han transmitido a lo largo de los siglos una imagen de San José a menudo “deformada”, muy piadosa pero poco realista. Por eso hoy vamos a recordar lo que sabemos de él.

San José aparece en algunos fragmentos del Evangelio, en lo que conocemos como los “Evangelios de la Infancia de Jesús”, mostrando su puesto en esa Historia de Salvación, el puesto en el que y para el que fue elegido por Dios. José desciende de la Casa de David, y era carpintero en Nazaret. San José, por vo-luntad de Dios, es elegido para cumplir una misión: custodiar a María y al Niño, pasando como el padre terrenal de Jesús. Para cumplir esta misión, José fue dotado de los dones y características necesarios: una edad oportuna (contrariamente a su representación tradicional), su fe, su fidelidad a la Ley, su bon-dad, su disponibilidad a la voluntad divina, su silencio…

Su última aparición en el Evangelio ocurre cuando pierden a Jesús en su peregrinación al templo de Jeru-salén. Tras este episodio, vuelve con su mujer y con Jesús a Nazaret, y José se eclipsa por completo. Lo más probable es que, poco antes o después de iniciada la vida pública del Señor, José muriera en el mis-mo silencio en que había transcurrido su vida habitual.

Partiendo de estos datos de la Sagrada Escritura, podemos contemplar a San José en dos actitudes que pueden interpelarnos y ayudarnos a la reflexión y la oración en este tiempo de Cuaresma: su “noche os-cura”, y su “servicio”.

San José pasó por una verdadera “noche oscura” en el encuentro con el Misterio que se manifestó en María al concebir a su Hijo por obra del Espíritu Santo. Su confianza, su proyecto de vida… parecían ha-berse roto, pero no se deja llevar por el ímpetu del momento ni toma una decisión irreflexiva, sino que aun en esa situación permanece abierto a Dios. Su experiencia, su modo de afrontar la “noche oscura”, puede servirnos de modelo y punto de referencia cuando nos encontramos con situaciones y sentimien-tos que trastocan todos nuestros planes y seguridades y no sabemos qué decisión tomar. Nos enseña, sobre todo, a permanecer abiertos a Dios.

Por otra parte, el “servicio”, que es característico de san José. Él llevó a cabo su servicio sin tener total-mente claro el plan de Dios que debía seguir; un servicio llevado a cabo en las circunstancias cambiantes que iban surgiendo y que había que afrontar. Un servicio que tenía por centro el bienestar de María y del Niño, y eso era más importante que su propio bienestar. San José nos enseña, para ser fieles a Dios, a testimoniar nuestra fe desde una actitud de servicio, aunque quede oculto y poco o nada reconocido, porque “un cristiano que no sirve no sirve para nada”.

ACTUAR:

C elebrando a San José, podemos preguntarnos: ¿Qué virtud, de las que hemos señalado como carac-terísticas de San José, creo que necesito mejorar o adquirir? ¿He atravesado o estoy atravesando yo

alguna “noche oscura”? ¿Cómo la he afrontado? ¿Cómo me ayudó o ayuda la fe? ¿Estoy realizando o he realizado algún “servicio” a alguien, aun costándome un sacrificio personal? ¿Veo y pongo a Dios “en el centro” de ese servicio, por amor a Él antes que a mis intereses?

Que esta fiesta nos ayude a descubrir con mayor profundidad la grandeza de San José. Que ante las de-formaciones o visiones parciales, los cristianos mantengamos una devoción auténtica a San José, purifi-cándola de todo aquello que pueda dar una idea equivocada de él, porque San José es modelo de fe y servicio para todos los que formamos la Iglesia en todo tiempo.

VER VER -- JUZGAR JUZGAR –– ACTUARACTUAR “Modelo de fe y servicio”

“Modelo de fe y servicio”

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Jn 12, 20-33 20 Entre los que habían ido a Jerusalén para dar culto a Dios en la fiesta había algunos griegos. 21 Éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le di-jeron: «Señor, queremos ver a Jesús». 22 Felipe se lo fue a decir a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. 23 Jesús les respondió: «Ha llegado la hora en que va a ser glorificado el hijo del hombre. 24 Os ase-guro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mu-cho fruto. 25 El que ama su vida la perderá; y el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna. 26 El que quiera ponerse a mi servicio, que me siga, y donde esté yo allí estará también mi servidor. A quien me sirva, mi Padre lo honrará. 27 Ahora estoy profundamente angustiado. ¿Y qué voy a decir? ¿Pediré al Padre que me libre de esta hora? No, pues para esto precisamente he llegado a esta hora. 28 Pa-dre, glorifica tu nombre». Entonces dijo una voz del cielo: «Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo». 29 La gente que estaba allí y lo oyó, dijeron que había sido un trueno. Otros decían que le había hablado un ángel. 30 Jesús replicó: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. 31 Ahora es cuando va a ser juzgado este mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. 32 Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos los atraeré hacia mí». 33 Decía esto indicando de qué muerte iba a morir.

Notas para ayudar a entender el texto

● Los "gentiles" (20) de que habla el texto son, probablemente, no judíos que simpatizan con el judaísmo y que han subido a Jerusalén para celebrar la Pascua.

● “Betsaida" (21) estaba situada al norte del lago de Galilea, cerca de la desembocadura del Jordán en dicho lago. Tenía una población formada por judíos y no judíos. "Felipe" (21-22) no sólo es de un lugar como éste, de mezcla, sino que lleva un nombre griego, como "Andrés" (22). Son, por tanto, interlocutores especialmente aptos para los "gentiles" (20).

● "La hora" (23) no es un momento cronológico. Todo el evangelio de Juan se mueve en-tre la hora de Jesús que todavía tiene que llegar (Jn 2,4; 7,30; 8,20) y la llegada de dicha hora (Jn 12,23; 13,1; 17,1). En este caso, un signo de su gloria futura, como es la venida de los "gentiles" a la comunidad de Jesús, marca que ya "ha llegado la hora" (23).

● Con la imagen del grano que tiene que morir para poder dar fruto (24), Jesús quiere de-cir a los discípulos que tendrá que sufrir la pasión y muerte. Pero la pasión conducirá a una resurrección fecunda. En esta imagen es importante el contraste entre "queda infe-cundo" y "da mucho fruto".

V Domingo de Cuaresma - B ● Jeremías 31, 31-34 ● “Haré una alianza nueva y no recordaré sus pecados”

● Salmo 50 ● ”Oh Dios, crea en mi un corazón nuevo”

● Hebreos 5, 7-9 ● “Aprendió a obedecer y se ha convertido en autor de salvación eterna”

● Juan 12, 20-33 ● “Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto”

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Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

Los "gentiles" (20) representan a todos los pueblos que se abren al Evangelio.

Quieren ver a Jesús (21). "Ver" es la mirada de la fe: creer.

Los Apóstoles (Felipe, Andrés... los de entonces y los de hoy) (21-

22) tienen esta misión: son "enviados" a los pueblos para que puedan "ver" (creer) a Jesús. El Jesús a quien podrán "ver" es el Jesús de la Pascua, muerto y re-sucitado -"cae en tierra y muere" para dar "mucho fruto" (24)-. No podemos creer ("ver") si no es en el misterio de la cruz, donde se manifiesta la gloria de Dios -"elevado" (32)-.

La venida a Jesús de los "gentiles" (20), es decir, de los otros pueblos, es presentada aquí como un objetivo importante de la misión de Jesús: marca su "hora" (23). La muerte y la resu-rrección "da mucho fruto" (24), "atrae a todos" (32). Este "atrae a todos" se opone al "queda infe-cundo". El fruto de la Pascua de

Jesús es éste: la reunión de "todos" en la unidad.

Lo que se dice de Jesús con la parábola del grano de trigo (24) se aplica del mismo modo al creyente (25): el desprendimiento de sí mis-mo, el dar la vida, fructificará en vida eterna. Seguir a Jesús para "ver" (26) es seguirlo hasta la cruz-glorificación (25). Sólo desde ahí podemos creer: Dichosos los que crean sin haber visto (Jn 20,29).

“El Evangelio en medio de la vida” (Domingos y fiestas del ciclo-B)

Josep Maria Romaguera Colección Emaús Maior 1 - Centro de Pastoral Litúrgica

● Con la expresión "donde esté yo, allí también estará mi servidor" (26) no se indica un espacio físico, sino una relación personal (Jn 8,29) con Jesús (Jn 14,3; 17,24).

● Los versículos 27 y 28 son equivalentes a lo que los otros tres Evangelios (los llamados sinópticos) sitúan en Getsemaní (Mt 26,38-39; Mc 14,35-36; Lc 22,42).

● "Glorifica tu nombre" (28): el nombre, en la Biblia, expresa y manifiesta la persona. Je-sús pide que Dios acabe su obra de amor entre los hombres mediante la muerte y la re-surrección que él mismo experimentará. Esta expresión de Jesús nos recuerda la del Pa-dre-nuestro: Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre (Mt 6,9).

● Aquí "mundo" (31) se tiene que entender como lugar donde se manifiestan los poderes hostiles a la soberanía de Dios: el diablo (Jn 6,70; 8,44; 13,2), Satanás (Jn 13,27).

● “Elevado" (32) aparece como opuesto a "caído" (24). Jesús "elevado" -crucificado y glori-ficado- hace posible el reconocimiento, es decir, la fe (Jn 2,22; 8,28; 19,35-37). Muerte y resurrección son indisociables.

● El mensaje sobre la pasión-muerte-resurrección de Jesús viene acompañado de un mensaje sobre la “vida" (25) del discípulo. Equivale a otra frase evangélica: el que en-cuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará (Mt 10,39).

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Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesu-cristo y, así, poder seguirlo mejor

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.

Si tengo la misma inquietud de los “gentiles” de querer ver a Jesús, ¿quién me ha hecho de apóstol, quién me ha acompañado o me acom-paña? ¿Dónde lo busco, hacia donde miro para verlo? ¿Cómo contribuyo a la misión de Jesús de atraer a todos hacia Él, de reunir a todos?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evan-gelio ¿veo?

¿Qué experiencias de desprendimiento, de en-trega de la vida (“grano de trigo que muero”), he tenido? Si “veo” a Jesús, si creo en Él ¿estoy dispuesto a dar la vida como Él para fructificar? ¿Qué experiencias tengo?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre

hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

Dios esta con los últimos Un amor inmenso, amor multiplicado, el amor que Dios tiene por sus hijos.

Rico de amores y entregado por todos para todos.

El nos dice: Venid todos, disfrutar de mi vida, comed el alimento del amor

contra el virus temible de la muerte. Venid los que no tenéis casa,

ni amigos, ni alimento, Yo os quiero, os cuido,

y os entrego lo que tengo.

Venid vosotros rechazados y excluidos por gentes del poder y del dinero,

seréis en mi reino los primeros, mis nobles y mis hijos predilectos.

Escucho vuestras quejas y gemidos, esclavos, humillados, pordioseros,

transeúntes sin sosiego, sin hogar… pero os llevo en mis entrañas,

dentro, incluidos.

Y a vosotros, tan ricos e integrados, que no veis a los pobres, a los hambrientos,

a los sin techo, ni escucháis sus gemidos y lamentos,

epulones de mesas abastecidas, escuchad, estáis perdiendo vuestra vida.

“No molestéis ni oprimáis al forastero, ni al pobre,

ni al que no tiene casa, ni dinero... No maltratéis a la viuda y al huérfano:

clamarán a mí y yo escucharé su clamor”. (Ex22)

Es la hora.

Ha llegado la hora del encuentro, de la entrega,

de la decisión, de la escucha, del servicio,

de la alabanza, de la glorificación.

Éste es el tiempo oportuno, el día de la salvación,

tiempo de esperanza.

Se trata de vivir toda la vida, cada momento,

siguiendo a Jesús y recorriendo su camino.

Florentino Ulibarri

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● 32 ●

VER VER -- JUZGAR JUZGAR –– ACTUARACTUAR

“Para eso estamos”“Para eso estamos”

VER:

D os Agentes de Policía rescataron a una anciana cuya vivienda se había incendiado: entraron en medio del

humo y las llamas y la sacaron de allí. Fueron entrevista-dos en televisión y, cuando la periodista alabó su valor, respondieron: “Hemos hecho nuestro trabajo. Estamos para eso”, dando a entender que ese gesto de entrega no era algo tan extraordinario, sino que forma parte de su labor cotidiana, ya que a diario se hacen servicios incluso más arriesgados que ése y que se quedan en el anonima-to. Esa entrega diaria no siempre es reconocida por la sociedad, que en general sólo los “ve” en acontecimientos que tienen repercusión en los medios de comunicación, pero ellos están dispuestos a seguir ofreciendo su servicio a la sociedad, aunque no les resulte fácil, y aunque bas-tantes veces arriesguen su propia vida.

JUZGAR:

E n el Evangelio, unos gentiles habían oído hablar de Jesús y querían verlo. Pero cuando fueron a decírselo

a Jesús, Él no se presentó a sí mismo, sino que habló de lo que Él ha venido a enseñarnos: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero su muere, da mucho fruto. Ésta es la tarjeta de presentación de Je-sús, y quien quiera “verle” de verdad no ha de fijarse en la imagen, en lo que se ve, ha de tener presente su en-trega, que está dispuesto a llevar hasta el extremo, aun-

que como verdadero hombre no le resulta fácil: Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré? Padre, líbrame de esta hora; como dice la carta a los Hebreos: presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte.

Pero a pesar de experimentar la agitación del alma, la inquietud, se reafirma en cumplir la voluntad del Padre: Pero si por esto he venido, para esta hora. Jesús está dispuesto a “hacer su trabajo” aunque le cueste: Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y por esa obediencia el Padre lo ratifica delante de todos: Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.

El Padre reconoce la entrega de su Hijo, y en Él, la de todos los que le siguen, nosotros, porque como decía Jesús: Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Por eso Jesús nos lanza una propuesta que es también un reto: El que quiera servirme, que me siga. Ser cristiano es seguir a Jesús, pero seguirle también en esa entrega, estar dispuesto a ser “grano de trigo que cae en tierra y muere para dar fruto”. Un seguimiento en la entrega que, a pesar de las dificultades y angustias que puede acarrear, quien lo realiza se guardará para la vida eterna. Un seguimiento en la entrega que nos da la certeza de compartir el destino de Jesús: a quien me sirva, el Padre le premiará, cumpliéndose que donde esté yo, allí tam-bién estará mi servidor.

ACTUAR:

A punto de iniciar la Semana Santa, podemos preguntarnos: ¿“Veo” a Jesús en su entrega hasta la muerte, o me fijo sobre todo en lo externo, la imagen, como mucho sus palabras, en sus milagros…?

¿Estoy dispuesto a seguirle en su entrega? ¿En alguna circunstancia o con alguna persona soy “grano de trigo que cae en tierra para dar fruto”, o “me amo a mí mismo” demasiado y no me entrego como debie-ra? Por esto he venido, decía Jesús: ¿cumplo mi trabajo, mi misión en la vida, aunque me cueste, aun-que no se me reconozca, porque sé que debo hacerlo, o sobre todo pido al Padre: “Líbrame”? ¿Qué debo modificar en mi PPVC?

Jesús se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna, decía la carta a los Hebreos. Que durante la Semana Santa que vamos a iniciar, la meditación de los misterios de su Pasión, Muerte y Resurrección nos mueva a seguirle con mayor coherencia para alcanzar su misma meta, siendo también “granos de trigo” dispuestos a morir a nosotros mismos para dar mucho fruto.

Y hoy oremos especialmente por quienes, como los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, personal sanitario, bomberos y personal de emergencias, religiosos y religiosas… de un modo anónimo, callado y poco o nada reconocido la mayoría de las veces, son también “granos de trigo” que cumplen una función de servicio a los demás, y están dispuestos incluso a entregar sus vidas para que otros pue-dan vivir, porque tienen claro que “por esto han venido”, para eso están en nuestra sociedad.