CUARTA CATEQUESIS

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CUARTA CATEQUESIS SOBRE EL DOMINGO CUARTO DE CUARESMA “UN PADRE TENIA DOS HIJOS” (Jos. 5,9ª. 10-12; 2 Cor. 5,17-21; Lc 15,1-3. 11-32) Hoy meditaremos una de las parábolas mas bellas y emotivas que se hayan escuchado, la del hijo prodigo. Saborearemos su mensaje: El amor victorioso del padre sobre el hijo pródigo de ayer y sobre los hijos pródigos de hoy; sobre el hermano mayor de ayer y sobre los hermanos mayores de hoy. Queremos sentir la necesidad y la grandeza del perdón. También hoy el Padre nos quita andrajos y trapos sucios para invitarnos al mejor banquete. Aprenderemos a conocer mejor, quién es Dios. Lo preguntaremos a Jesús y nos responderá: no es un Dios justiciero y vengativo, sino más bien, como un Padre que tenía dos hijos. 1.- UNA HERMOSA PARABOLA Y ALGO MÁS. La parábola del hijo pródigo, además de ser hermosa, es como una teofanía, una revelación de Dios. Es como una poderosa luz que nos descubre algo muy profundo y maravilloso del misterio divino e ilumina la oscuridad de lo desconocido. Dios es un Padre que está hecho de prudencia, paciencia y misericordia. También la parábola nos revela, nos descubre, la verdad de Jesucristo. Nos enseña que nadie conoce al Padre mejor que El y por eso puede enseñárnoslo. Cristo no anuncia un sueño, ni un cuento, sino una parábola, es decir, narra algo tomado de la vida. Cristo no emplea un ejercicio o estilo literario, sino que habla desde la verdad y de la vida. Cuando Cristo contaba parábolas, “arriesgaba su vida”. No eran cosas inventadas, sino reflejos de la vida, eran ejemplos vivos, eran parábolas encarnadas. Jesús contaba en parábolas no solo para que los cristianos entendiéramos más fácil y mejor, sino para que las viviéramos y fuésemos nosotros mismos, como Jesús, parábolas vivas. Dicho más sencillamente, Cristo hoy nos pide a través de esta parábola, que nos revistamos de misericordia, que nos despojemos de todo orgullo de creernos mejores y juzgar siempre desde el respeto y el amor. 2.- DESDE LA CRUZ Y LA EUCARISTIA.

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CUARTA CATEQUESISSOBRE EL DOMINGO CUARTO DE CUARESMA

“UN PADRE TENIA DOS HIJOS”(Jos. 5,9ª. 10-12; 2 Cor. 5,17-21; Lc 15,1-3. 11-32)

Hoy meditaremos una de las parábolas mas bellas y emotivas que se hayan escuchado, la del hijo prodigo. Saborearemos su mensaje: El amor victorioso del padre sobre el hijo pródigo de ayer y sobre los hijos pródigos de hoy; sobre el hermano mayor de ayer y sobre los hermanos mayores de hoy. Queremos sentir la necesidad y la grandeza del perdón. También hoy el Padre nos quita andrajos y trapos sucios para invitarnos al mejor banquete.

Aprenderemos a conocer mejor, quién es Dios. Lo preguntaremos a Jesús y nos responderá: no es un Dios justiciero y vengativo, sino más bien, como un Padre que tenía dos hijos.

1.- UNA HERMOSA PARABOLA Y ALGO MÁS.La parábola del hijo pródigo, además de ser hermosa, es como una

teofanía, una revelación de Dios. Es como una poderosa luz que nos descubre algo muy profundo y maravilloso del misterio divino e ilumina la oscuridad de lo desconocido. Dios es un Padre que está hecho de prudencia, paciencia y misericordia. También la parábola nos revela, nos descubre, la verdad de Jesucristo. Nos enseña que nadie conoce al Padre mejor que El y por eso puede enseñárnoslo. Cristo no anuncia un sueño, ni un cuento, sino una parábola, es decir, narra algo tomado de la vida. Cristo no emplea un ejercicio o estilo literario, sino que habla desde la verdad y de la vida. Cuando Cristo contaba parábolas, “arriesgaba su vida”. No eran cosas inventadas, sino reflejos de la vida, eran ejemplos vivos, eran parábolas encarnadas.

Jesús contaba en parábolas no solo para que los cristianos entendiéramos más fácil y mejor, sino para que las viviéramos y fuésemos nosotros mismos, como Jesús, parábolas vivas. Dicho más sencillamente, Cristo hoy nos pide a través de esta parábola, que nos revistamos de misericordia, que nos despojemos de todo orgullo de creernos mejores y juzgar siempre desde el respeto y el amor.

2.- DESDE LA CRUZ Y LA EUCARISTIA.Hay que aprender a hacer nuestra esta parábola, desde la cruz y desde el

sagrario. Ahí encontraremos muy buenas razones y argumentos interpretativos. La cruz es parábola doliente, misericordia sangrante, y perdón enamorado. La Eucaristía es reencuentro deseado, abrazo paternal-maternal, banquete permanente. En la Eucaristía es donde se nos ofrece vestido nuevo, alianza nueva, música de fiesta y convivencia familiar. Sus manjares son sabrosos y de inmortalidad. En la cruz escuchamos palabras de perdón y de amistad insuperables.

Si Cristo no hubiera enseñado esta parábola, si no la hubiera hecho vida, quizá podría no haber muerto necesariamente en la cruz, ya que ahí fue llevado

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impulsado por el amor inmenso del Padre que fue capaz de perdonarnos con tal amor que permitió que su Hijo llegara al sacrificio.

3.- UN TRIPTICO.La parábola nos permite tres temas, dos laterales sombríos, vacíos y sin

color, y en el centro, un esplendido sol. Nos habla de las grandes miserias humanas y de la gran misericordia de Dios. Nos recuerda de lo que somos capaces de hacer los hombres y de lo que es capaz de hacer Dios.

Es una parábola que quizá hemos escuchado muchas veces y ya conocemos casi de memoria, pero nunca nos cansamos de leerla y meditarla con emoción. Son palabras que llegan al alma.

4.- PRIMERA IMAGEN: EL HIJO PRODIGO.Este hijo no es reflexivo, ni responsable, ni agradecido. Es ligero, alienado,

consumista. No valora la casa del Padre. Ahí recibía todo: vida, amistad, dignidad, seguridad, trabajo, buen nombre y posición, valores.

Se dejó seducir fácilmente por el tener y el placer. Vivía volcado hacía afuera y no se había encontrado consigo mismo. Buscó siempre fuera lo que él quería, creyéndolo mejor. Y como San Agustín, siempre con nuevos desencantos y miserias. Huye de la casa del Padre, de sí mismo y de lo que en verdad valía la pena tener y gozar.

Huyendo, llega al vacío: sin bienes, sin placeres, sin amigos y lo peor, sin Padre, sin familia, sin amor. Encuentra su nada y su basura… ¿Qué otra cosa puede hacer sino quedarse entre los cerdos?.

Pero… desde ese abismo profundo y oscuro, brota una luz y empieza a recordar con nostalgia y reconoce su culpabilidad y se prepara a iniciar un camino liberador. Algo así como le pasó al profeta Jonás: “Desde mi angustia clame al Señor, y El me respondió, desde el seno del infierno grite y Tú oíste mi voz… cuando mi alma en mi desfallecía, me acordé del Señor” (Jo. 2,3.8).

Fue sobre todo el recuerdo de su Padre lo que más le motivó a pensar en volver a encontrarse con El. Y se atrevería a hacerlo, porque conocía demasiado bien a su Padre. Fue lo que lo salvó: conocer y reconocer que su Padre era demasiado bueno y, por lo mismo, capaz de perdonar.

Empieza a valorar lo que antes menospreciaba: el pan, el vestido, el respeto, el trabajo y sobre todo el calor de la presencia y cercanía de su Padre. Si no hubiera habido Padre, ¿A dónde dirigir su paso? Fue una gran pena que para valorarlo, haya tenido que perderlo, pero al final salió ganando. Se daría cuenta que sí conocía muy bien a su Padre… y entonces se levantó y comenzó su camino de salvación.

5.- SEGUNDA TABLA: EL PADRE-MISERICORDIA.

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Es el retrato que de Dios Padre hace Jesucristo, es una inolvidable definición de Dios que solo El puede hacer y nunca olvidaremos. Es el Padre que respeta y confía, porque es el Dios de la libertad. Es el Padre que sufre y espera, porque es el Dios de la paciencia y de la esperanza. Es el Padre que se conmueve y perdona, porque es el Dios de la misericordia. Es el Padre que se recrea y celebra, porque es el Dios de la vida y de la Pascua.

El Padre merecía que el hijo le ofreciera esta gran e inmensa alegría de recuperarlo y poderle brindar una vez más su amor (que nunca le había negado, ni aún cuando estaba lejos); pues había sufrido demasiado y necesitaba esta oportunidad.

Quiero hablar del sufrimiento del Padre y señalo 7 de sus dolores (entre otros) que había padecido:

Aunque no lo sabemos con certeza, tal vez pudo ser la muerte de su esposa. Sus manos son de padre y madre como lo pinto Rembrandt.

La separación de su hijo pequeño, que rompió alocadamente las cuerdas del amor provocando un desgarre sangrante.

La duda. ¿Por qué se marchaba el hijo? ¿Por qué lo había dejado marchar? ¿Habrá el cometido algún malo error? ¿No habría sabido quererlo? ¿O lo habría querido demasiado? ¿No habría sabido educarlo?

La incertidumbre. ¿A dónde habría ido su hijo? ¿Cómo vivirá y si acaso vive? ¿Volverá a verlo otra vez? ¿Cuándo dará marcha atrás? ¿Se encontrará con salud?

La desesperanza. Pasan los días tristemente y parece que se apagan las esperanzas. ¿Habrá muerto el hijo de mis entrañas? ¿O es que no se atreve a volver?

La huella del pecado. Por fin volvió el hijo. Fue una fiesta de amor y perdón. Fue en verdad una resurrección. Se acaban los dolores… ¡pero no del todo! Al ver el estado en que su hijo vuelve, el Padre se entristeció. Se había degradado y envilecido. Era un pobre guiñapo humano. Venía vestido de andrajos, sucio y mal oliente… y porque lo amaba, más le dolió.

El hermano mayor. Era orgulloso y no supo perdonar. Su comportamiento hasta entonces había parecido ejemplar. Pero ahora no se alegra con la vuelta del hermano y condena el gozo del Padre. Interiormente lo ha matado, ya que no lo llama mi hermano, sino tu hijo. Resultó ser un mero cumplidor que no era capaz de amar, un “perfecto” que no tenía corazón. Un fariseo y un puritano sin entrañas. Una anti-imagen del Padre. Y este fue, sin duda, el dolor más grande del Padre.

Sin embargo, El logrará hacer que el hijo entienda y que acepte entrar a la fiesta.

Entendemos la gran conmoción y no solo emoción del Padre cuando lo ve de lejos y sale a su encuentro y cuando lo encuentra y lo abraza y lo cubre de besos. Es la actitud que nos manifiesta el corazón de padre. Toda la parábola se centra en este sentimiento que le brota de todas sus entrañas. Por eso logra ver al hijo a lo lejos, corre, abraza, besa y le recrea. Lo viste, lo calza y hace fiesta.

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Fue una gran y tremenda emoción. No es la razón la que puede explicar su forma de actuar. Quizás si solo lo hubiese pensado a lo mejor hubiera actuado de otra forma. Pero no lo pensó, sino lo compadeció y lo amó.

Esto mismo le pasó a Jesús que se conmovió y se compadeció de las miserias humanas: dolencias del cuerpo, dolencias del alma. Por eso se acercaba a los pecadores, “porque son los enfermos los que necesitan el médico” y “misericordia quiero mejor que sacrificios”.

6.- TERCERA TABLA: EL HIJO INMISERICORDE.Es el retrato de un fariseo escrupuloso y sin entrañas. Hasta parecería que

pude convencernos con sus argumentos, casi lo hubiera logrado, porque argumenta desde los méritos y “su” justicia. Enseguida nos dará cuenta del orgullo que sus palabras encierran.

…3Es el hombre que se compara, que se cree mejor, que juzga y desprecia. Es

el hombre que cumple, más no ama. Es un “perfecto” que no tiene entrañas. Es un “santo” pero sin corazón. Ha renegado del hermano “ese tu hijo”, interiormente lo ha matado. El hubiera preferido que el hermano no volviese y exigía a su Padre otro recibimiento diferente para “su hijo” y quería lo tratara con penitencia y castigo de acuerdo a sus pecados.

¡Que grande contraste entre el Padre y el hijo mayor!: El hijo se irrita y el Padre se conmueve. El hijo se negaba a entrar y el Padre echa a correr. El hijo reclama nunca habérsele dado un cabrito y el Padre mata el ternero cebado. El hijo habla de ese hijo tuyo y el padre de ese hermano tuyo. El hijo asegura que nunca le ha desobedecido y el Padre reconoce que encontró al que se había perdido. El hijo se molesta porque se comió los bienes con malas mujeres y el Padre reconoce que estaba muerto y resucitó.

La parábola pone en ridículo las actitudes orgullosas e inmisericordes del hermano mayor, que se apoyaban en el cumplimiento y la obediencia estricta de la ley, pero de un corazón sin entrañas.

Entendemos ahora mucho mejor lo de “misericordia quiero, no sacrificios” que Jesús dijo claramente a los fariseos. Es quizá ésta una de las razones, o mejor dicho, pretextos con que lo llevaron a la cruz.

Me llama mucho la atención cómo el Evangelio alude, a través de los sentidos y órganos de su cuerpo, a la totalidad de la persona del Padre: sus ojos, logran ver al hijo desde lejos; su alma, se conmueve; sus pies, sale corriendo a su encuentro; sus brazos y manos, se le echa al cuello y lo cubre de besos.

7.- PARA REFLEXIONAR.1. ¿Cuándo se es hijo pródigo de Dios?2. ¿Habrá hijos pródigos que no vuelven a la casa del Padre? ¿Quiénes?

¿Por qué?

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3. ¿Qué pasa si de descuida la fe o el interés por crecer y ser mejor se pierden?

4. ¿Cómo llegar a los alejados?