cuento

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cuentos infantiles

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indice

1. la bruja maruja

2. la criatura del desvan

3. los monos bubuanos

4.ricitos de oro

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la bruja maruja

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La bruja Maruja qui-ere modernizar su vieja escoba para que vuele más rápido. Entonces, prepara una poción con plumas de lechuza, polvo de murciélago y otros ingredientes brujeriles. Pero, ¡bum-mmm!, el resultado no es el esperado. Sin em-bargo, Maruja no se da por vencida y encuen-tra una solución a su problema.Con una recetaque le dio su abuelala bruja Marujapreparó un brebajelleno de burbujas.

Puso en su calderoplumas de lechuza,polvos de murciélago,lágrimas de sapoy hojas de muérdago.¿Qué hace Marujacon tanto cuidadoy con tanto esmero?Quiere que su escobavuele más ligeroporque le dijeron:—Las brujas modernasya no usan escobasporque son muy lentasy no están de moda.Por eso Marujaquiere transformara su escoba viejaen super velozauto de carrera.

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Cuando ya está listala extraña pociónla bruja Marujarocía su escobacon gran emocióny repite alegrelas palabras mágicas:—Escoba, escobita,serás la más rápida,zim zalaca zum,zim zalaca zom… .Pero, entonces… ¡BUMMM!Hay una explosión.Vuelan por el airela escoba y la bruja.La pobre Maruja¡ay! se cae al suelo,se da un coscorrón,pierde su sombrero,

le sale un chichón.Y llora amargadala bruja Maruja.Llora sin consueloal ver a su escobatoda chamuscada.¿Se da por vencida?Pues no, para nada.Busca otra recetaque tiene guardada.¿Qué va a hacer ahorapara ser moderna?Pues si ya no puedeviajar en escobatendrá que volarcon la aspiradora. FIN

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LA CRIATURA DEL DESVAN

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La primera noticia de la cria-tura del desván surgió cuando uno de los niños subió a bus-car un viejo libro. Todo estaba oscuro, pero entre las som-bras pudo ver claramente dos ojos que le miraban fijamente, desde lo alto, con gesto ter-rible. Eran dos ojos grandes, separados casi un metro, lo que daba idea del tamaño de la cabeza de aquel horrible ser, que se lanzó hacia el niño. Este gritó a todo pulmón, cerró la puerta con llave, y dejó al mon-struo gruñendo en el desván.

Durante dos días el pueblo vivió aterrorizado. Los gruñi-dos del desván y los aporreos de la puerta continuaron, y las noticias de las crueldades de aquel "bicho" se extendían por todas partes. El número de tragedias y desgracias aumentaba, pero nadie tenía valor para subir al desván y plantar cara a la bestia.Al poco pasó por allí un pesca-dor noruego, cuyo barco bal-lenero había naufragado días atrás; parecía un auténtico lobo de mar indomable, un tipo duro; y aprovechando que

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conocía el idioma, los hombres del lugar le pidieron su ayuda para enfrentarse a la horrible criatura. El noruego no dudó en hacerlo a cambio de unas monedas, pero cuando al acer-carse al desván escuchó los gruñidos de la bestia, torció el gesto, y bajando las escaleras pidió mucho más dinero, algu-nas herramientas, una gran red y un carro, pues si triun-faba quería llevarse aquel ser como trofeo.

A todo accedieron los del pueblo, que vieron cómo el

noruego abría la puerta y de-saparecía entre gritos pro-fundos y estremecedores que cesaron al poco rato. Nunca más volvieron a ver al noruego ni a escuchar a la bestia. Tam-poco nadie se atrevió a subir de nuevo al desván.

¿Queréis saber qué ocurrió tras la puerta? ¿Seguro?

Cuando el noruego abrió, pudo ver el ojo de Olav, su enorme y bravo timonel. El ojo se veía también reflejado en un espejo, dando la impresión

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de pertenecer a la misma cabeza, porque el otro ojo de Olav llevaba años cubierto por un parche. Ambos siguieron hablaron a gritos en su idi-oma, mientras el ballenero le contaba a su encerrado amigo que aquellas miedosas gentes le habían dado tanto dinero que podrían volver a tomar un barco y dedicarse a la pesca. Juntos encontraron la forma de escapar del desván, subir al carro y desaparecer para siempre.

Y así, el miedo, y sólo el miedo,

empobreció a todo el pueblo y permitió recuperarse a los pescadores. Tal y como sigue ocurriendo hoy con muchas de nuestras cosas, en las que un miedo sin sentido nos lleva a hacer tonterías, e incluso per-mite a otros aprovecharse de ello.

FIN

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los monos bubuanos

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Había una vez una ex-traña selva llena de monos bubuanos. Los bubuanos eran unos monos de largos brazos y piernas cortitas, que dedicaban todo el tiempo a adornar sus brazos de coloridas y brillantes pulseras. Cada cierto tiempo les visitaba el macaco Mambo, con su carro lleno de pulseras y cachivaches. En una de sus visitas, apare-ció con una enormes y brillantísimas pulseras, las más boni-tas que había llevado nunca. Y también las más caras, porque nun-

ca antes había pedido tanto por ellas.Todos los bubuanos, menos Nico, corrieron por todas partes a conseguir plátanos su-ficientes para pagar su pulsera. Siendo tan caras, tenían que ser las mejores.

Pero Nico, que guarda-ba plátanos por si al-guna vez en el futuro hicieran falta, y que a menudo dudaba de que todas aquellas pulseras sirvier-an para algo, pensó que eran demasiado caras. Pero como no quería desaprovechar

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la visita de Mambo, rebuscó entre sus cachivaches algo in-teresante, hasta dar con una caja extraña llena de hierros tor-cidos. "No sirve para nada, Nico", le dijo el vendedor, "puedes quedártela por un par de plátanos".

Así, Mambo se fue habiendo vendido sus pulseras, dejando a los bubuanos encan-tados y sonrientes. Pero al poco tiempo comenzaron a carse cuenta de que aquellas pulseras, tan anchas y alargadas, no dejaban

mover bien los brazos, y eran un verdadero problema para hacer lo más importante en la vida de un bubuano: coger plátanos. Tra-taron de quitárse-las, pero no pudieron. Y entonces resultó que todos querían los plátanos de Nico, que eran los únicos en toda la selva que no estaban en los árboles. Así, de la noche a la mañana, Nico se con-virtió en el bubuano más rico y respetado de la selva.

Pero no quedó ahí la cosa. Aquella caja de

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raros hierros torcidos que tan interesante le había parecido a Nico y tan poco le había costado, resultó ser una caja de her-ramientas, y cuando Nico descubrió sus muchas utilidades, no sólo pudo liberar a los demás bubuanos de aquellas estúpidas pulseras, sino que en-contraron muchísimas formas de utilizarlas para conseguir cosas increíbles.

Y así fue como, gra-cias a la sensatez de Nico, los bubuanos comprendieron que

el precio de las co-sas nada tiene que ver con su valor real, y que dejarse llevar por las modas y demás mensajes de los vend-edores es una forma segura de acabar te-niendo problemas.

FIN

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Risitos de oro

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Una tarde se fue Ricitos de Oro al bosque y se puso a recoger flores. Cerca de allí había una cabaña muy linda, y como Ricitos de Oro era una niña muy curiosa, se acercó paso a paso hasta la puerta de la casita. Y empujó.La puerta estaba abierta. Y vio una mesa.Encima de la mesa había tres tazones con leche y miel. Uno, grande; otro, mediano; y otro, pequeñito. Ricitos de Oro tenía hambre y probó la

leche del tazón mayor. ¡Uf! ¡Está muy caliente!Luego probó del tazón mediano. ¡Uf! ¡Está muy caliente! Después probó del tazón pequeñito y le supo tan rica que se la tomó toda, toda.Había también en la casita tres sillas azules: una silla era grande, otra silla era mediana y otra silla era pequeñita. Ricitos de Oro fue a sentarse en la silla grande, pero ésta era muy alta. Luego fue a sentarse en la silla mediana, pero era muy ancha.

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Entonces se sentó en la silla pequeña, pero se dejó caer con tanta fuerza que la rompió.Entró en un cuarto que tenía tres camas. Una era grande; otra era mediana; y otra, pequeñita.La niña se acostó en la cama grande, pero la encontró muy dura. Luego se acostó en la cama mediana, pero también le pereció dura.Después se acostó en la cama pequeña. Y ésta la encontró tan de su gusto, que Ricitos de Oro se quedó dormida.

Estando dormida Ricitos de Oro, llegaron los dueños de la casita, que era una familia de Osos, y venían de dar su diario paseo por el bosque mientras se enfriaba la leche.Uno de los Osos era muy grande, y usaba sombrero, porque era el padre. Otro era mediano y usaba cofia, porque era la madre. El otro era un Osito pequeño y usaba gorrito: un gorrito pequeñín. El Oso grande gritó muy fuerte:-¡Alguien ha probado

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mi leche!El Oso mediano gruñó un poco menos fuerte:-¡Alguien ha probado mi leche!El Osito pequeño dijo llorando y con voz suave:-¡Se han tomado toda mi leche!Los tres Osos se miraron unos a otros y no sabían qué pensar. Pero el Osito pequeño lloraba tanto que su papá quiso distraerle. Para conseguirlo, le dijo que no hiciera caso, porque ahora iban a sentarse en las tres sillitas de color azul que tenían, una

fin