cuento de los reyes magos

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Cuento de los Reyes Magos” Miguel-A.

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“Cuentodelos

ReyesMagos”

Miguel-A.

Algunos de los archivos de esta colección, en teoría de humor, no tienen tal ingrediente. Más bien, son presentaciones serias, con clipart y mucho colorido. Podría decirse que toda la colección está realizada en un estilo muy infantil. Probablemente. Una degeneración cortó las alas al autor en plena adolescencia, y tal vez no haya conseguido, ni nunca conseguirá, hacerse adulto plenamente.

Por otra parte, aunque sea bastante crítico con la Iglesia, me considero cristiano. Sin embargo, esta colección no me parece un lugar adecuado para presentar a los Reyes Magos en versión religiosa. Es tradición. Se trata de la síntesis de un cuento navideño que escribí e ilustré hace muchos años.

A primera vista, diría que un niño sin ilusión no es niño. Sin embargo, no puedo, ni tampoco es posible para nadie, afirmar textualmente dicha frase inicial, porque, por desgracia (y debiéramos sentir vergüenza por ello), sí existen en el mundo muchos niños que carecen de ilusiones, incluso de futuro.

Tan perjudicial es insistir con esta bonita historia de los Reyes Magos a un niño que ya no cree en ella, como privarle de esa ilusión. La niñez es la edad de la inocencia. Todo es verdad para los niños, pues no necesitan hacer distinción entre sueños y realidad.

Los niños de esta historia, eran como cinco angelitos, revoltosos, pero angelitos. Todos estaban entre uno y ocho años de edad.

Por fin, en el colegio, llegaron las esperadas vacaciones navideñas. La Navidad es esperada por todos, pero la esperanza es un patrimonio especial de los niños.

También llegó, como todos los años, la hora de escribir a los Reyes Magos. El encargado de expresar los deseos de todos sus hermanos fue el mayor, Manolín.

La noche de Reyes es mágica para todos los niños. ¿Quién no tiene alguna noche de Reyes grabada en el recuerdo? ¿Quién no ha sido niño? ¿Quién no ha soñado alguna vez con esa noche?. Los pequeños estaban más nerviosos que de costumbre. Apenas cenaron y no tenían ninguna prisa por acostarse.

En la habitación, estaban sobre una alfombra preparados los zapatos. Aquella noche, los zapatos fueron el objetivo principal de las miradas de los niños. La mamá, con el ajetreo de los preparativos del día, había olvidado de colocar junto a los demás zapatos el calzado del niño más pequeño. Él no podía darse cuenta de esta ausencia, pues no comprendía aún aquella situación. Los demás niños estaban tan fuera de sí con la ilusión, que tampoco advirtieron la falta.

Aquella noche, entraron los tres Reyes Magos en la habitación. Nadie sabe cómo ni por dónde. Simplemente aparecieron. Traían brillantes vestiduras de sedas de colores con adornos de piel de armiño en sus capas. En sus cabezas lucían relucientes coronas de oro con piedras preciosas incrustadas. Dos de ellos tenían barba blanca. El otro Rey era negro, y parecía mucho más joven que sus compañeros.

Sólo el Rey Gaspar llevaba bolsa para distribuir los regalos, y sacaba de ella cajas y más cajas. Sacó muchos más paquetes que regalos habían pedido los niños.

Baltasar pareció olvidarse de que era Rey Mago. Contaba por los dedos, como un niño que no entiende de cuentas. Lo hacía repetidamente, cual si no supiera contar, o hubiera hallado un problema superior a su mente. Después, se llevó el índice a la boca para pedir de esta forma silencio al Rey Melchor. Y seguidamente, susurró unas palabras al oído de su compañero.

Tampoco Melchor supo resolver aquella cuestión expuesta por Baltasar, en la que ni siquiera había reparado. Gaspar, mientras tanto, seguía muy activo extrayendo cajas de su saco mágico.

Los dos desconcertados Reyes llamaron, por señas, a Gaspar, para consultar con él la dificultad. Pero... ¿qué pasaba...? Simplemente ocurría que el Rey Baltasar había descubierto la existencia de un niño más que pares de zapatos.

Los Reyes Magos siempre tienen soluciones para todo. Buscaron en su saco mágico una caja de zapatos nuevos, de por estrenar, y la dejaron en la alfombra junto a los otros calzados.

Y después, desaparecieron misteriosamente. Nadie supo cómo ni por dónde. Se fueron de la habitación de la misma forma que llegaron.

Los niños nunca olvidarán su sueño. Porque, soñar es tan bonito y necesario que, a veces, nadie querría despertarse. Cualquiera desearía que sueños tan bellos tuvieran lugar todos los días.

No entendió Melchor.Dudó Baltasar.Contaban los niñosde aquel hogar...contaban zapatos,¡y faltaba un par!.- ¿Ahora qué hacemos?-preguntó a Gaspar.- Junto a los regalosvamos a dejarunos zapatitosde por estrenar.