Cuento - El Flamenco

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  • 8/18/2019 Cuento - El Flamenco

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    EL FLAMENCO

     Francisco Coloane

    Así como entre los hombres surge de vez en cuando el genio, entre los animales se da, a veces, algúnejemplar extraordinario, cuya existencia nos acerca hacia los misterios de la naturaleza, para hacérnoslosmás inescrutables.

    El ue ha visto degollar desde un hombre hasta una oveja, y conoce el último grito de terror, elmugido, el postrer relincho y hasta ha creído escuchar la exhalaci!n de una mariposa clavada, sabe c!moson de iguales estas últimas voces de la vida en todos los seres.

    "a muerte no s!lo iguala a los hombres, sino ue a los hombres con las bestias y hasta con losgusanos.

    #i en la vida tuviéramos en cuenta eso, nuestra conducta sería muy di$erente con los animales.%&ué campesino no ha conocido algún buey solitario ue se aísla para rumiar sus pastos en los

     bosues, un caballo ue sigue a una ni'a, o un perro ue ve a la muerte( )ambién algunas tierras son aptas para el misterio e in$luyen en la con$ormaci!n de seres y bestias raros, ue no se dan en otros lugares. "a$alda oriental de la *sla de )ierra del +uego parece ser una de ellas.

    En sus costas lamidas por el oleaje del Atlántico se han visto peces curiosos y monstruos marinos ensus llanadas galopan manadas de guanacos ue se di$erencian de los comunes el zorro es muy distinto delde la -atagonia los búhos, otras aves, y hasta ese peue'o roedor, el cururo, parecen ser propios de la

    lejana isla. "os hombres mismos su$ren la extra'a sugesti!n de esas tierras y no se acostumbran a vivir enotras partes. e visto a muchos maldecirla al partir, y regresar algunos a'os después, declarando ue no han podido vivir en otras regiones. /&uién sabe si, a lo mejor, esta narraci!n es producto de la nostalgia ue undía me acorrale demasiado y me haga volver hacia ella, como en esa época de mi juventud, a galopar denuevo sobre sus dilatadas praderas.

    II

    El caso del +lamenco empez! una ma'ana en ue se marcaba la caballada. Es decir, empez! para mí, pues la vida salvaje de este hermoso caballo alazán en las #erranías de 0armen #ylva, no estuvo al alcancede mi observaci!n y debi! haber sido muy interesante porue la de su cautiverio sí ue lo $ue, y no porueyo siguiera al

    animal como un entom!logo a sus bichos, sino porue el encadenamiento de los hechos me la destac! deesta manera. Auella ma'ana me había uedado solo en el corral de la tropilla la gente se había ido aalmorzar.

    +umando plácidamente mi caporal contemplaba el centenar de potritos y potranuitas apu'aladas por auel $eroz 1ac2ie sus ancas estaban brillantes sus delgadas extremidades terminadas en peue'os y $inoscascos parecían bracitos de ni'os muertos los pechos rotos por la cuchillada la cabecitas tiernas con losojosvidriosos y $ijos y las melenas revueltas con sangre y polvo, o$recían un espectáculo un poco molesto. 3#onduros estos gringos 4pensé4, en vez de regalar esos animales o vendérselos a los ovejeros y peones de su propia estancia, pre$ieren matarlos para descongestionar sus campos y no propagar la raza y la marca3.

    5n sol brillante caía pleno en el corral y levantaba de la sangre coagulada con el polvo, un vahoexcitante, un olor ue ponía tensa la punta de la nariz.

    El ambiente producía una paz poco cargada de angustia un desganode vivir. 3/6ebe ser la $alta de almuerzo73 4me dije 4 y me dispuse a partir pero, de pronto, un estridenterelincho lacer! la tranuilidad del mediodía. 6i vuelta la cabeza y, a mi espalda, entre los estacones delcerco, un caballo alazán contemplaba, como yo el espectáculo de los potritos degollados.

    "a belleza extraordinaria del animal hizo ue mis ojos se dilataran de asombro. Era un alazán de tres para cuatro a'os, alto, esbelto, con el lomo derecho, la barriga pegada entre los músculos, las patasdelgadas, envueltas en una vigorosa nervadura y la cabeza peue'a. -ero lo ue más llamaba la atenci!n eneste extraordinario ejemplar eran la piel y los ojos la primera reluciente, tan aterciopelada como la de loslobos marinos de dos pelos, de un color encendido y cambiante como la llama, cuando los tensos músculoshacían algún movimiento y los ojos eran dos bolas de luz cuajadas,salientes, ue pasaban de un brillo acerado cuando se encabritaba, hasta una opacidad serena y pro$unda.

    #e destacaba como el mejor tipo de la tropilla ue, separada por el amanse, descansaba en el $ondodel corral. 8ás allá, en los potreros, se movían las manadas de yeguas madres, con sus peue'os hijoscastrados y clasi$icados para sobrevivir.

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    %0uál era la causa de la curiosa actitud de los relinchos y miradas de este corcel solitario( %9ecordaba,acaso, cuando tres a'os antes le había tocado a él mezclarse entre los acuchillados y salvarse por milagro dela certera pu'alada del campa'ista salpicado con la sangre caliente de sus hermanos, esa sangre joven de uncolor tan vivo como su piel( %6e ella tom!, acaso, esa hermosura, como la agilidad ue aduieren los indioscuando sus padres les untan las rodillas con la sangre de los chulengos. 8e uedé contemplándoloentusiasmado hasta ue el mozo vino a llamarme para el almuerzo.

    En la tarde, continuamos la $aena de aparte y marca, pero esta vez tenía otro atractivo más ue apilar  potrillos en el corral, el alazán.

    Apenas 1ac2ie, arremangado, cuchillo en mano, empezaba a buscar los peue'os ue iba a ultimar, elalazán se acercaba a mirar entre los estacones, con la cabeza enhiesta.5bicada la víctima por su in$erior calidad, al criterio del matador, se acercaba éste y le asestaba la

    $eroz pu'alada en pleno pecho con un hábil movimiento, revolvía la hoja acerada en el interior hasta tocar el coraz!n, y el animalito caía desplomado.Entonces, ante el chorro de sangre ue saltaba a borbotones, los ojos del alazán se encendían, enarcaba elcuello y pia$aba haciendo retumbar el suelo con los cascos, después, relinchando, se metía entre lastropillas, removiéndolas.

    9epiti! estos movimientos durante toda la tarde. En una ocasi!n se lo hice observar a 1ac2ie.4/:ste me lo he dejado para mi tropilla ya me $ijé en él hace tres a'os en la marca pasada7 4me

    respondi! el campa'ista, interpretando egoístamente mi interés por el alazán.4/Así ue no le eche el ojo, pues3 4remat! como advertencia.

    "as dos mil yeguas cerriles volvieron a las campi'as cordilleranas a vivir su vida salvaje, mientrasunos doscientos redomones uedaron en la estancia para ser domados, y entregados al servicio nuestro, delos ovejeros, puesteros, etc.

    5na ma'ana nos reunimos en el corral desde el administrador hasta el último aprendiz, a $in de elegir, por orden de jeraruía, nuestros $uturos caballos de trabajo.

    Esta ceremonia es muy importante, porue demuestra el conocimiento y buen ojo de los ue eligen,ya ue los animales están j!venes y salvajes y pueden resultar tan buenos como malos para toda la vida.

    )odos, por supuesto, dirigieron la vista al alazán, pero 1ac2ie, ue en el corral tenía más autoridad ueel propio administrador, advirti!;

    4/:ste es el +lamenco, le puse nombre hace tres a'os, cuando lo salvé de acuchillarlo para dejarlo para mi tropilla es muy vistoso y largo de ca'as uién sabe si va a servir para trabajos rudos7

    6espués, cada uno continu! sus labore, y los campa'istas el suyo; el amanse de la potrada.

    5na ma'ana en ue debía salir a recorrer los campos, me uedé más de lo acostumbrado en loscorrales a $in de ver una jineteada.

    4/oy le voy a poner los cueros al alazán ue usted le había echado el ojo7 4me dijo 1ac2ie.E$ectivamente, el hermoso caballo estaba amarrado al palenue. 8e uedé, pues, en espera de un

    espectáculo campero emocionante, ya ue la primera monta de este corcel debía ser algo extraordinario.El pialador le lanz! una peue'a armada del lazo a las patas, lo hizo moverse y, luego, con un $uerte y

    traicionero estir!n, lo voltearon en tierra, tensaron los lazos y empezaron a ponerle la montura con la precauci!n acostumbrada.

    El animal se revolvi! inuieto un rato, luego se dej! ue le pusieran tranuilamente los cueros, lacincha y las riendas.

    A$lojaron los piales, le dieron un rebencazo y, mientras se levantaba de un salto, 1ac2ie se leencaram! como un gato sobre la montura.

    El animal ued! con las cuatro patas abiertas y $irmes en la tierra y agach! la cabeza comoresolviendo lo ue iba a hacer.

    )odos estábamos tensos de emoci!n. "os ayudantes abrieron la tranuera y otro con el caballoapadrinador se le puso al lado.

    ombre y bestia estaban rígidos, no movían un músculo, esperando uno el $ormidable salto y el otrouizá ué sorpresa en esta primera aventura.

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    4%&uiere ue lo pruebe( 4exclam! un ayudante. El joven, un moreno $ornido, se dispuso a montarlo.8ont! de un salto, con$iado pero no bien se había a$irmado enlos estribos, ocurri! algo sorprendente; el animal se encogi!, pareci! rozar el suelo como un gato y luegolevant! las manos y de un terrible salto dispar! tranuera a$uera.0omo un elástico se lanzaba hacia el espacio, en el aire se retorcía como un pez, brillábale la piel allamaradas, escondía la cabeza y caía azotándose con un estremez!n inaguantable.

    El domador su$ri! tres saltos grandes de esta clase al cuarto rod! por el suelo como un gui'apocuando $ueron a recogerlo, estaba uebrado de una pierna.

    1ac2ie era mestizo, hijo de un inglés y de una india >na, crecido en el lomo de las bestias yconsiderado como el mejor amansador de la )ierra del +uego cuando se encontraba con una bestia $iera, brotaban todas estas cosas y le hervía la sangre /6éjenmelo a mí7 4grit!4. /

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    3/-ara ué les voy a mentir, les jur! ue charuié si no, me bota7 4dijo sonriendo el campa'ista,aludiendo con ese término al hecho de tomarse del cojinillo de la montura para no caerse y ue loscampesinos lo consideran vergonzoso.

    3=o me dio lugar para a$irmarme 4continu!4, se lanz! en una bajada dando gambetazos y saltos igualue un torbellino; -ocas veces me he encontrado con cosa tan $iera se doblaba, se hacía un nudo y searrastraba como un gato, relinchando a boca abierta, y yo, /dale7 < /dale7 9ebencazo tras rebencazo,hundiéndole las ?lloronas3 en los ijares, con las alpargatas ba'adas en sangre.

    3Así peleamos no sé cuanto tiempo no me daba lugar para nada.

    36e pronto voy a dar vuelta el rebenue para agarrarlo por la lonja y darle un talerazo entre las orejasy voltearlo, cuando, por primera vez ue me ocurre en mis a'os de campesino, se me suelta el lazo yempieza a enredarme con la bestia.

    3/Auí me lleg!, pensé en medio del cansancio y de la ira73En un corcovo, la pata agarr! con el garr!n una vuelta del lazo ue me pesc! una pierna y me la

    abri! hasta casi despernancarme, y ya no pude más, era superior a mis $uerzas no me di cuenta cuando rodé por el suelo envuelto entre el lazo.

    ?0orri! ese animal, arrastrándome, como no había corrido en su vida, en direcci!n al río. 0uandollegamos al borde, yo estaba todo uebrado y medio aturdido.

    ?/&uerís ahogarme, carajo7 4pensé y alcancé a sacar el cuchillo y como en sue'os corté a tontas y alocas el lazo, por suerte en la parte necesaria.

    ?/< ustedes no lo van a creer 4exclam! el campa'ista medio incorporándose4. Auella $iera se me

    acerc! resoplando, con los ojos como $uego y llenos de sangre parecía el demonio. =unca había visto unanimal así, les juro ue tuve miedo7 #e acerc!, yo estaba casi desvanecido, me ol$ate!, jadeante, con sualiento ue uemabay, %saben ustedes lo ue me hizo( 3/8e hizo lo de la vaca me ensuci!, me dio un par de patadas más en lascostillas y me dej! creyéndome muerto7

    3/-ero no le hagan nada lárguenlo al campo no más, ue cuando me levante uiero tener el gusto deajustar cuentas con él73 4 termin! el campa'ista.

    IV

    0omo en otras ocasiones, a 1ac2ie se le compuso la osamenta y ya repuesto del todo sali! de nuevo acampear entre sus tropillas.

    4/=o suba más a ese alazán7 4le dijo un día el propio administrador, 8r. 0hi$$ord.-ero 1ac2ie lo mont!, le dio su tanda de talerazos, los agarr! de nuevo con las espuelas y el +lamenco

    se ued! tan manso y tranuilo como si no sintiera los dolores.El trabajo de las estancias está lleno de incidentes nuevos hechos vinieron a hacer olvidar auél. #!lo

    1ac2ie debía recordarlo, pues había uedado bastante másaparragado y su andar ya no era el de un mono, sino el de un andamio de huesos dentro de una bolsa malcosida.

    -ero pas! el tiempo y hasta el mismo 1ac2ie lo olvid!.4/6ebi! haber estado enlouecido ese día 4me dijo una tarde en ue galopábamos, él con su alazán

    los animales como las personas se vuelven idiotas y locos7El campa'ista era un hombre primitivo, el indio y el blanco ue había dentro de él luchaban de

    continuo con sus instintos. 0on un tono in$antil me dijo;4/@ea, yo mismo, ue soy un hombre bueno, cuántas veces por una nada ha despachado a un

    compa'ero para el otro mundo73ueno se llama éste73 4pensé y me sonreí al recordar las cuentas oscuras ue con su conciencia tenía

    el amansador.4/A lo mejor había comido algún pasto malo ese día 4continu!, justi$icando a la bestia a la cual

    seguramente odiaba y amaba4 y el pobre animal se enloueci!7 Así como en las vegas hay esos pastos ueemborrachan y dejan tendidos a pi'os enteros de ovejas, también debe haber hierbas ue ponen malos a loscaballos. %< borracho, ué es lo ue no puede hacer uno(

    4/=o olvide ue no se deja montar por nadie ue no sea usted7 Ble dije.4/-or eso es ue lo uiero, pues7 4me respondi!.8iré un rato al hermoso animal ue galopaba junto a mi caballo y recordé auella escena en el corral,

    sus ojos grandes y extra'os, en la $orma ue miraba el degCello de los potrillos, y pensé; %no habrá uedadograbada para siempre en esas retinas la persona del cruel campa'ista, cuando el hermoso alazán se salv! deser apu'alado entre sus hermanos(

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    /&uién sabe nada de nada7/&uién sabe nada de nada78i pensamiento de ue hubiera un odio casi humano del animal contra el hombre y de ue tramaba

    una verdadera venganza con el degollador, estaba muy bien guardado en mi interior. =o saldría jamás. 8iscompa'eros eran un poco rudos y no me comprenderían se habrían reído a carcajadas de misobservaciones. ?/Eres un novelero7 /Está chi$lado7 /a comido también mal pasto73 Bhabrán dicho.

    < como en la isla en realidad abunda el mal pasto y la gente se vuelve loca por la soledad, lasabstinencias o el alcohol, opté por uedarme callado.

    %< a lo mejor no me iba poniendo medio chi$lado(/=o, no estaba loco7 El epílogo de esta curiosa historia de un caballo en lucha contra un hombre medemostr! ue estaba en mi verdadero juicio.

    V

    4/=o ha vuelto 1ac2ie7 4dijo el segundo administrador bajo el alero de la pesebrera.4/< anda otra vez con el alazán7 4contest! un ayudante.4/-ero está convertido en un cordero7 4dijo el otro74/Así estaba esa vez y casi lo liuida7 4sentenci! el segundo.0aía la tarde $ueguina, el ocaso prolongaba sus luces a través de la llanura, aureolando los suaves

    lomajes e incendiando en las lejanas vegas los altos pastizales.

    El campa'ista había salido temprano con un recado para un puesto serrano y debía haber regresado amedia tarde. < no regres! ni en la tarde ni en la noche.A la ma'ana siguiente, me correspondi! salir a campearlo.El puesto uedaba en unas serranías volcánicas a más o menos diez leguas de la estancia. El puestero

    me in$orm! ue e$ectivamente 1ac2ie le había llevado una orden de ue repuntara las ovejas para dos díasmás tarde y ue, después de almuerzo, había partido de regreso.

    Empecé, pues, a desandar el camino andando in$ructuosamente, mirando siempre a derecha eizuierda, ya ue rastros no podía seguir en esa tierra cubierta por un coir!n duro y rauítico.

    A poco de galopar, volví riendas hacia las serranías y me dispuse a dar un gran rodeo a través dealgunos cerros, con el objeto de hacer una búsueda concienzuda.

    En esta parte de la )ierra del +uego terminan los últimos cordones de las cordilleras occidentales yempiezan las mesetas ue van descendiendo hasta el borde del Atlántico, sucesivamente, en llanadas, vegas

    y dunas."a $ormaci!n topográ$ica es curiosa; algunos peue'os lagos

    entre hoyos cordilleranos, ojos de agua al $ondo de precipicios, ancones, ollas de paredones pétreos, etc., ledan un aspecto sobrecogedor, como de comienzos del mundo. =i un ave se divisa, y los caballosue son obligados por sus jinetes a cruzar por allí, paran las orejas e inuietan el paso.

    6esde la cumbre de los cerros lanzaba miradas hacia las partes bajas sin resultado alguno.3El campa'ista pudo haber pasado por allí 4pensaba4 por observar algún paso desconocido o descubrir 

     buen pastizal3.

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    6e pronto me di cuenta de la presencia y gravitaci!n de tres cosas; el 0aballo, la =aturaleza y el#ilencio los tres $ormaban esa soledad impenetrable los tres unidos y asociados como los c!mplices$orman el triángulo de un crimen.

    /AhD, pero nunca nuestros pasos van al azar7-artí cuesta arriba para encontrar el $in de auella meseta pero al rato de andar, me di cuenta ue la

    tierra se combaba y me desmonté para seguir a pie, ya ue podría ser indicio del borde de algún precipicioue podría desprenderse al menor peso sobre su super$icie.

    "uego auella cumbre se comb! de tal manera ue indicaba su término. 8e tendí y empecé a

    arrastrarme de bruces. -resintiendo ue estaba cerca del borde, me apegué más a la tierra y repté como unalagartija, hasta ueD)iemblo todavía al recordarlo; /Estaba al borde un abismo7 /0erré los ojos angustiado, y me agarré

    hincando las u'as en la tierra7 En el cerebro se me produjo algo como el roce de un $ilo $río, como si unaguillotina hubiera estado a punto de desprender mi cabeza del cuerpo y lanzarla en auel vacío. /Auelloera un ca'!n, un cráter apagado, un precipicio, ué sé yo7

    "a atracci!n del vértigo debe ser como la del suicidio. Apreté los dientes como en espera de un dolor intenso y abrí de nuevo los ojos.

    Esta vez pude ver mejor; estaba justamente en la arista de un precipicio, como si mirara dentro de ungigantesco barril, cuyas paredes, después de una brevísima capa de ripio, bajaban combándose haciaadentro, negras y relucientes como las paredes de un pizarr!n, hasta el $ondo, también liso y brillante el$ondo de auel mortero $antástico era lo ue no había visto en mi primera mirada y lo había con$undido con

    el negro e insondable abismo.%< 1ac2ie(#!lo la $inal, cuando ya se me había retemplado un poco la médula, los nervios distendidos y el

    cerebro ya no sentía ese $ilo torturante del vértigo, pude divisar abajo, junto en la vertical de mi mirada, ungui'apo medio color ca$é, como el pellejo desvencijado de un perro grande. Era el campa'ista. 9epté haciaatrás, y cuando me senté y mis sentidos volvieron a reajustarse me topé con otra extra'a realidad; %0!mocay! 1ac2ie en ese precipicio(

    El campa'ista no era curioso y si hubiera llegado al borde del anc!n, sus nervios habrían resistidomás ue los míos, pues era más $uerte.

    %< el caballo, en su lucha con él, c!mo pudo haberlo lanzado al $ondo sin haber caído también él(/#!lo ue se hubiera retacado en una veloz carrera, en el borde mismo del abismo pero esta

    suposici!n se descartaba ante la reconocida $irmeza de las piernas del inglés4ona. /-udo haberse vuelto loco

    y lanzarse al abismo7 /-udo haberlo hecho sin enlouecer también, como otros hombres de esa tierra uehan terminado sus días suicidándose de extra'as maneras.

    8iré al caballo, a las lejanías y sentí otra vez la presencia de la soledad y del silencio. =ada. 6enuevo estaba otra vez unidos los tres c!mplices de auel misterio.

    VI