Cuentos de La India

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CUENTOS DE LA INDIA ANÓNIMO Digitalizado por

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Cuento Indio

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Cuentos de la India

CUENTOS DE LA INDIAANNIMO

Digitalizado por El len y la cigea

Una vez, en el tiempo en que Brahama reinaba en Benars, estaba un enorme y fiero len devorando su recin cazada presa, cuando se atragant con un hueso. Irritsele la garganta de tal manera, que el pobre animal pas varios das sin poder probar bocado. Y sufriendo terriblemente.

Una cigea, que le contemplaba desde un rbol, le pregunt una maana, al ver cmo se retorca de dolor:

- Qu os pasa, amigo?

El len explic con apagada voz el motivo de su sufrimiento.

- Yo podra libraros de ese hueso -dijo la cigea cuando el otro animal ces de hablar,- pero no me atrevo a hacerlo por miedo a que me devoris.

- No temas -contest el len, que como rey de los animales hablaba de t a todo el mundo.- No te devorar. Te suplico que me libres enseguida del estorbo que tanto dao me hace y que no me deja comer.

- Confo en vuestra palabra. Echaos sobre la espalda y abrid bien la boca.

La fiera hizo lo que le indicaba la cigea. Entonces el ave, no queriendo ahorrarse ninguna seguridad, coloc un palo entre las dos imponentes mandbulas para que el len no pudiese cerrar la boca; enseguida, metindole el largo pico hasta la garganta cogi el hueso y en un momento libr al animal de lo que le haba hecho pasar tan malos ratos. Despus, con la punta del pico, apart el palo que impeda cerrar la boca al rey de la selva, y sin aguardar ms, vol a posarse sobre una rama.

A los pocos das de esta escena, el len, ya del todo curado, estaba devorando un gran bfalo, cuando la cigea, que le contemplaba desde un rbol cercano, decidi sondearle. As, recit este primer verso;

Por el favor que yo os hice

Con la mejor voluntad

Dadme vos, Gran Majestad,

El premio que se merece.

La contestacin del rey de los animales fue la siguiente:

Me pides t la merced

Que la accin de m merece.

No te parece estar viva

Merced ms que suficiente?

A lo que la cigea replic:

Vos no sois agradecido,

Mi seor, el rey Len

Habis dado ya al olvido

El favor que os hice yo.

Algn da os hallaris

Otra vez en gran apuro,

Y entonces no tendris

Ningn asilo seguro.

Y dicho esto, el ave vol lejos de la tierra.

Tiempo despus, cuando el dios Buda contaba esta historia a sus discpulos, sola aadir:

- En aquella poca el len era Devadata, el traidor, y la blanca cigea era yo mismo.

El hijo del Raj y la princesa Labam

Un Raj, que gobernaba una importante provincia de la India, tena un solo hijo, a quien le gustaba ir de caza diariamente. En una ocasin la Ran, su madre, le dijo:

- Puedes cazar hacia el Norte, hacia el Este y hacia el Oeste, pero nunca se te ocurra ir hacia el Sur.

Dijo esto porque estaba segura de que si su hijo iba en aquella direccin, oira hablar de la hermossima princesa Labam y entonces despedirase de sus padres para ir en busca de la bella muchacha.

El joven Prncipe obedeci por algn tiempo el consejo materno, pero una vez, despus de recorrer el Norte, Este y Oeste sin haber encontrado un solo animal sobre el cual disparar sus flechas, record la advertencia de la Ran acerca del Sur, y decidi investigar el motivo de la prohibicin. Sin la ms pequea duda, prepar el arco y penetr en el bosque que se extenda hacia el Sur.

De momento slo vio una selva muy densa, sin encontrar en ella nada anormal, a no ser una cantidad enorme de loros. A falta de mejor caza, el hijo del Raj dispar varios dardos contra los hermosos pjaros, que enseguida huyeron a esconderse en los rboles ms altos.

En realidad no huyeron todos, pues el viejo Hiraman, que era su rey y a quien los achaques no permitan volar con la misma rapidez de sus sbditos, quedse en la rama que le serva de trono, y con voz cascada grit a los fugitivos loros:

- No me dejis solo, para que sirva de blanco a las flechas del prncipe! Volved enseguida o le contar a la princesa Labam lo que habis hecho!

Al or estas palabras todos los pjaros regresaron junto a su soberano, balbuciendo humildes excusas.

El hijo del Raj quedse grandemente sorprendido al or hablar tan bien a unos animalitos tan pequeos.

Decidido a enterarse de quin era la princesa Labam, que tanta importancia pareca tener entre ellos, pregunt a Hiraman:

- Quin es la princesa Labam? Dnde vive?

El rey de los loros no quiso contestar a la pregunta del prncipe, limitndose a decir:

- No te molestes preguntando por la princesa, pues nunca podrs llegar hasta su morada.

El hijo del Raj trat de obtener ms informacin, pero fue completamente intil. Al fin, cansado de preguntar, tir el arco y las flechas y regres a su palacio, donde estuvo cinco o seis das encerrado sin comer ni beber.

Al fin, comprendiendo que de aquella manera no poda vivir, sali de sus habitaciones y dirigiese a las de sus padres, a quienes anunci que quera ir a conocer a la princesa Labam.

- Tengo que ir -dijo.- Es necesario que la vea. Decidme dnde se encuentra.

- No lo sabemos, hijo -contestaron a la vez el Raj y la Ran.

- Entonces ir yo mismo a buscarla, -dijo el prncipe.

-No, no -protest el padre.- No debes dejarnos. Eres nuestro nico hijo. Ser mejor para ti que no salgas de nuestros dominios, pues nunca logrars encontrar a la princesa Labam.

- Es necesario que lo intente. Tal vez Dios se apiade de m y acceda a mostrarme el camino. Si la encuentro volver con ella a vosotros; pero si muero no volver a veros. Adis, padres queridos.

El Raj y la Ran, vertieron ardientes lgrimas al despedirse del joven. El padre le dio hermosos vestidos, un magnfico caballo, un arco que lanzaba las flechas ms de trescientos metros, y un talego lleno de rupias.

Cuando el prncipe haba montado ya a caballo, acercse la Ran, y despus de abrazarle estrechamente, le tendi un pauelo lleno de golosinas, dicindole:

- Cuando sientas hambre, hijo mo, come dulces de estos.

El joven guard el obsequio de su madre, y conteniendo las lgrimas que pugnaban por brotar de sus ojos, alejse hacia la ventura.

Al cabo de varias horas de cabalgar a travs de una selva virgen, lleg a un estanque bordeado de frondosos rboles. Despojndose de sus vestiduras base en l, y cuando hubo terminado, fue a tenderse a la sombra de uno de los rboles, con la intencin de comer alguna de las golosinas que le diera su madre.

Al desatar el pauelo y coger el primer dulce, vio que una hormiga haba empezado a comrselo. En el segundo encontr otra hormiga. Dej los dos pasteles en el suelo y cogi otro, y otro y otro. Fue intil; todos estaban como los anteriores.

- No importa -murmur.- No comer los dulces. Dejar que los terminen las hormigas.

Al or esto, la reina de las hormigas abandon su pastel y dirigindose al prncipe, le dijo:

- Has sido bueno con nosotras; si alguna vez te encuentras en peligro, piensa en m y acudir en tu ayuda.

El hijo del Raj le dio amablemente las gracias, y montando a caballo, continu el viaje.

Al cabo de varias horas, sali de la selva para entrar en otra ms espesa, y despus de cabalgar largo rato por ella, vio a un tigre que ruga de dolor.

- Por qu ruges de esa manera? -pregunt el joven prncipe.- Qu te pasa?

- Hace doce aos que me clav una espina en esta pata -contest el animal.- En todo ese tiempo no ha dejado de dolerme, y por ello me quejo desde que nace el sol hasta que muere.

- Yo te quitar ese estorbo -prometi el prncipe.- Pero has de prometerme que, cuando te haya curado, no me devorars.

- Oh, no! No te devorar. Te suplico que me libres de este dolor tan terrible.

El hijo del Raj sac un afilado pual, y con un rpido movimiento, arranc la espina. Esta se hallaba tan hundida en la pata de la fiera que, al salir hzole lanzar un rugido tan fuerte, que su hembra lo oy desde donde se encontraba, y temiendo que algo malo le hubiera ocurrido a su pareja corri a ayudarle.

El tigre la vio venir y ocult al prncipe a fin de que ella no le encontrase.

- Quin te ha herido? -pregunt la tigresa. Por qu has lanzado ese rugido tan fuerte?

- No me ha herido nadie -replic el tigre.- El rugido ha sido de alegra porque el hijo de un Raj me ha quitado la espina que me clav hace doce aos.

-Dnde est ese prncipe? Quiero verlo enseguida!

- Si me prometes no matarlo, le llamar.

- Te juro que no le har ningn dao -asegur la tigresa.- Slo deseo conocerle.

El tigre llam entonces al joven y cuando ste sali de su escondite, la pareja de tigres le saludaron con numerosas demostraciones de afecto. Despus le sirvieron una excelente cena. Durante tres das el prncipe permaneci con ellos y cada maana miraba la herida del tigre. Cuando estuvo completamente cerrada despidise de sus amigos, quienes le dijeron:

- Si alguna vez te encuentras en peligro, piensa en nosotros y correremos en tu ayuda.

El prncipe prometi hacerlo as y, montando a caballo, lleg a una tercera selva. En ella encontr a cuatro faquires cuyo maestro haba muerto, dejndoles en herencia cuatro cosas: una cama que trasladaba de un sitio a otro a quien se sentase en ella; una bolsa que proporcionaba a su poseedor todo cuanto le pidiera, joyas, comida o ropas; un vaso de piedra capaz de ofrecer siempre agua a su dueo, por muy lejos que estuviera de la fuente y un palo y una cuerda a los cuales slo se tena que ordenar: "Palo, golpea a todos los hombres que hay aqu, menos a m" para que el palo golpease uno tras otro, a todos los enemigos, seguido de la cuerda que los ataba.

Los cuatro faquires se peleaban por stas cuatro cosas. Uno deca:

- Yo quiero la cama!

El otro replicaba:

- No puede ser, porque la cama es para m.

Y as por el estilo, sin que, ni por un momento lograran ponerse de acuerdo.

- No os peleis por vuestra herencia -dijo el prncipe.- Voy a lanzar cuatro flechas. Aquel de vosotros que coja la primera se quedar con la cama. Quien consiga la segunda, tendr la bolsa. El que me traiga la tercera ser el dueo de la taza de piedra y al que se apodere de la ltima se le dar el palo y la cuerda.

Los faquires se mostraron de acuerdo con estas condiciones y cuando el prncipe lanz la primera flecha, los cuatro echaron a correr tras ella. Cuando le trajeron el primer dardo, el prncipe lanz el segundo, y cuando ste tambin le fue devuelto dispar el tercero y despus el cuarto.

Al quedarse solo por ltima vez, el hijo del Raj, dejando en libertad a su caballo, sentse en la cama, cogi la taza de piedra, la bolsa, el palo y la cuerda y dijo:

- Cama, deseo ir al pas de la princesa Labam.

La cama elevse por los aires y vol, hasta llegar al pas de la princesa, donde se pos sobre un verde campo. Para asegurarse, el joven pregunt a unos campesinos:

- En qu pas estoy, amigos?

- En el de la princesa Labam -le contestaron.

Entonces el prncipe dirigise a una casa en la que vio a una anciana, quien le pregunt:

- Quin sois y de dnde vens, noble seor?

- Vengo de un pas muy lejano, seora -contest el prncipe, inclinndose respetuosamente ante la anciana.- Ruego que me dejis pasar aqu la noche.

- No puede ser, noble seor, no puedo permitir que durmis en mi casa porque nuestro rey nos ha prohibido albergar a extranjeros.

- Por lo menos dejadme estar en vuestra casa hasta que amanezca. Ya es muy tarde y si durmiese en la selva correra el peligro de ser devorado por las fieras.

- Bien, podis quedaros, pero maana, a primera hora, os marcharis, pues si nuestro rey se enterase de que os haba dado cobijo, harame pasar el resto de mi vida en un calabozo.

Dicho esto, la buena mujer entr en su vivienda, seguida del joven y se dispuso a preparar la cena, pero el prncipe la contuvo, diciendo:

- Seora, no os molestis en preparar comida, ser yo quien os la sirva. Y metiendo la mano en la bolsa dijo en voz baja:

- Bolsa, dame la cena, -y la bolsa sirvi en dos platos de oro los ms excelentes manjares que jams viera la anciana.

Cuando hubieron terminado, la mujer quiso ir a buscar agua para beber y lavarse las manos, mas tambin sta vez la contuvo el prncipe, diciendo:

- No os molestis, bondadosa seora, tendris tanta agua como queris. -Y sacando la taza de piedra le orden:

- Taza, dame agua.

Inmediatamente se llen la taza de agua fresqusima que el prncipe verti en los diversos recipientes. Cuando todos estuvieron llenos, orden a la taza que cesase de dar agua, e inmediatamente qued vaca.

Como la noche ya haba llegado, y el hijo del Raj se extraase de que la anciana no encendiera ninguna luz, pregunt el motivo de aquella particularidad.

- No es necesario -explic la mujer.- Nuestro rey ha prohibido que sus sbditos encendamos luces, pues, en cuanto anochece, su hija, la princesa Labam, se asoma al mirador de palacio y, es tanto el brillo que despide, que su luz alumbra todos nuestras casas y calles con la misma fuerza que la del sol.

En efecto, en cuanto cerr la noche, que era oscura como boca de lobo, la princesa asomse al mirador. Vesta un traje hecho con rayos de luna tejidos por los dioses protectores del pas. Alrededor del cuello, la cabeza y el cuerpo, llevaba largas hileras de perlas y brillantes, que, unidos a su belleza, convirtieron en un momento la noche en da claro.

El prncipe contempl embelesado a la princesa y su corazn fue muy feliz. En voz baja murmur una y mil veces:

- Qu hermosa es!

A las doce, cuando todos los habitantes de la nacin se hubieron acostado, la princesa retirse a sus habitaciones.

El joven prncipe aguard hasta que supuso que la princesa se habra ya dormido, y entonces, sentndose en su cama, dijo:

- Cama, quiero que me lleves al dormitorio de la princesa Labam.

Y la cama obedeci inmediatamente, trasladando al prncipe a la habitacin donde dorma la bellsima joven.

El hijo del Raj cogi la bolsa y pidi:

- Quiero un enorme montn de hojas de betel.

Apenas acababa de formular la peticin, la bolsa se fue hinchando. En un momento se form a los pies de la cama, un montn de las hojas pedidas. Entonces el joven sentse de nuevo en su cama y regres a casa de la anciana.

A la siguiente maana los servidores de la princesa encontraron el montn de hojas de betel, y se pusieron a masticarlas.

- De dnde habis sacado eso? -les pregunt la bellsima muchacha.

- Lo hallamos junto a vuestro lecho -contestaron los criados, que ignoraban por completo la visita del hijo del Raj.

Entretanto, la anciana fue a despertar al hermoso prncipe, y le dijo muy triste:

- Debis abandonar esta casa, pues si el rey supiese que he faltado a sus rdenes seguramente me hara matar.

- Hoy me siento enfermo, buena seora -contest el joven.- Os ruego que me permitis quedarme hasta maana por la maana.

- Bien, -replic la anciana, que senta un gran afecto por l.

Aquel da comieron y cenaron de lo que les dio la bolsa encantada. Al llegar la noche la princesa Labam sali al mirador de palacio y el prncipe permaneci todo el rato con la vista fija en ella.

A las doce, la princesa se retir a su dormitorio, y al poco tiempo, el hijo del Raj sentse en su lecho y solicit ser trasladado al cuarto de su adorada. Una vez en l, pidi a la bolsa el ms bello chal del mundo, y como de costumbre, la bolsa obedeci.

Apoderse el prncipe del chal, que estaba hecho de azul de noche y espolvoreado con estrellitas cadas del cielo, y cubri con l a la hermosa princesa, que pareci ms bella que nunca. Enseguida regres a la casa donde se hospedaba y durmi hasta el da siguiente.

Al despertarse la princesa y ver el chal, que tan bien armonizaba con su traje de rayos de luna, se sinti muy feliz.

- Mira, mam -dijo a la Ran.- Este chal tan hermoso debe de habrmelo trado Kuda.

- S, hijita -replic la madre, que tambin se senta muy feliz.- Sin duda es un regalo de Kuda.

En aquel mismo instante la anciana que hospedaba al hijo del Raj le indic:

- Ahora ya podis marcharos, noble caballero.

- Por favor -suplic el prncipe.- Os ruego me dejis quedar unos das ms, pues an no me encuentro completamente bien. Os prometo no salir para nada de casa, y as nadie me ver.

La anciana, cautivada por las palabras del joven, cedi una vez ms.

Aquella noche, lo mismo que las anteriores, la princesa Labam sali al mirador de su palacio. Y asimismo el prncipe estuvo todo el rato con la mirada fija en ella, sintiendo arder su corazn, de amor hacia la hermosa joven.

A las doce y media, un rato despus de haberse retirado la princesa, el prncipe sentse en su cama y se traslad al dormitorio de su amada. Al llegar all, sacando la bolsa, le pidi:

- Bolsa, dame el anillo ms precioso del mundo.

La bolsa obedeci, entregando a su dueo una sortija hecha con sol del medioda y adornada con una estrella de medianoche. El hijo del Raj coloc suavemente el anillo en la mano de la princesa, mas, en este momento, despertse la joven y le mir asustada.

- Quin eres? -pregunt.- De dnde vienes? Por qu ests en mi dormitorio?

- No te asustes, hermossima princesa. No soy un ladrn, sino el hijo de un poderoso Raj. Hiraman, el rey de los loros de la selva donde yo cazo, me dijo tu nombre e inmediatamente dej a mi padre y a mi madre para venir a verte.

- Si eres el hijo de un Raj -murmur la muchacha, que haba quedado prendada del hermoso joven,- no te har matar, y dir a mis padres que quiero casarme contigo.

Loco de alegra, el prncipe regres a casa de la anciana; pero era tanta su felicidad, que aquella noche no pudo dormir.

A la maana siguiente la princesa, que tampoco haba podido descansar, dijo a su madre:

- Ha llegado a nuestro pas el hijo de un poderoso Raj y deseo casarme con l. Te suplico por favor que se lo comuniques a mi padre.

- Est bien -asinti el Raj al enterarse por su esposa del deseo de su hija.- No tengo ningn inconveniente en que ese prncipe se case con mi hija, pero antes ha de hacer lo que yo le diga. Si fracasa le matar. Voy a darle cincuenta kilos de simiente de mostaza y si no logra extraer en un da todo el aceite que contiene, ser decapitado.

Entretanto, el prncipe haba despertado y lo primero que hizo fue explicar a la buena mujer que le hospedaba, que pensaba casarse con la princesa Labam.

- Marchaos enseguida de este pas y olvidaos de la princesa! -exclam la anciana.- Muchos Rajs y prncipes han venido a pedir su mano y el rey los ha mandado matar. A todo el que intenta casarse con su hija le impone una serie de condiciones tan terribles que no hay quien pueda cumplirlas. Si intentis hacerlo moriris como los dems.

Aunque los consejos de la anciana eran muy acertados, el prncipe no quiso escucharla. Era joven, adoraba a la princesa y nada poda detenerle.

Al poco rato de sostener esta conversacin, lleg a casa de la anciana un mensajero del rey, que invit al prncipe a acompaarle hasta palacio. All, el soberano, rodeado de toda su corte, le entreg cincuenta kilos de semilla de mostaza, ordenndole que extrajese el aceite que contena y se lo llevara a palacio el da siguiente a la misma hora.

- Quien desee casarse con mi hija tiene que hacer cuanto yo le ordene -explic el Raj.- Si no es capaz de ello, tengo que matarlo. Por lo tanto, si no consigues extraer todo el aceite de esas simientes, te mandar decapitar.

Al or esto y ver lo que abultaban los cincuenta kilos de semilla, el prncipe sintise muy desanimado, pues comprendi que le sera imposible salir airoso de aquella prueba.

Como no poda hacer otra cosa, cogi la semilla y se la llev a casa de la anciana. Estuvo reflexionando varias horas acerca de su situacin, sin llegar a decidir nada. De pronto, acordse de la reina de las hormigas, y apenas acababa de pensar en ella la vio aparecer.

- Cul es el motivo de tu tristeza? -pregunt el animalito

El hijo del Raj le mostr el montn de simiente de mostaza y replic:

- Cmo puedo extraer en un da todo el aceite que contiene esta semilla? Sin embargo tengo que hacerlo antes de maana, o ser decapitado por orden del Raj de este pas.

- No te preocupes -contest alegremente la reina de las hormigas.- Ve a tu lecho y descansa. Mientras tanto, entre mis sbditos y yo, haremos ese trabajo.

Confiado en aquella palabra, el prncipe fue a acostarse, y efectivamente, los pequeos insectos extrajeron todo el aceite.

Al otro da, el prncipe se traslad al palacio del Raj y le present el resultado de la laboriosidad de las hormigas. Pero el soberano movi la cabeza y dijo:

- An no puedes casarte con mi hija. Es necesario que antes luches con mis dos demonios y los mates.

Aos atrs, el Raj haba logrado cazar en una trampa a dos terribles demonios. No supo qu hacer con ellos, y como tema soltarlos, los encerr en una jaula, esperando que algn da se presentase un hombre lo bastante fuerte para matarlos.

Hasta entonces ninguno de los prncipes que intentaron vencerlos lo consigui, y el Raj empezaba a temer que, aquellos demonios, se convirtieran en una carga eterna.

Cuando el joven vio a los dos terribles demonios, se dijo:

- Cmo podr vencer a dos seres tan espantosos?

En aquel momento record a sus dos amigos los tigres, quienes inmediatamente aparecieron ante l.

- Qu te ocurre? -le pregunt el tigre.

- El Raj de este pas me ha ordenado que luche contra sus dos demonios y los mate. Cmo podr hacer semejante cosa?

- No te apures -contest la hembra.- Nosotros los mataremos.

En efecto, los dos tigres vencieron en pocos momentos a los demonios, y el Raj se sinti mucho ms tranquilo al verse libre para siempre de la amenaza de los dos demonios.

- Est muy bien -dijo felicitando al prncipe. Mas, para conseguir a mi hija, debes hacer an otra cosa. En lo alto del cielo tengo un enorme tambor. Es necesario que llegues hasta l y lo hagas sonar. Si no lo consigues, ya sabes lo que te espera.

El joven prncipe record enseguida su lecho, y sin perder un minuto, corri a casa de la anciana que le hospedaba, y sentndose en la cama, orden:

- Cama, llvame hasta el tambor del Raj.

El lecho obedeci en seguida, y a los pocos minutos el prncipe haca sonar el enorme instrumento.

A pesar de haber odo el Raj las notas del tambor, no quiso entregar su hija al joven, dicindole que an quedaba una ltima prueba.

- Cul? -pregunt el joven.

El soberano le cogi de la mano y acompandole al jardn del palacio, le mostr un grueso tronco, dicindole:

- Maana por la maana debers partir este tronco con esta hacha de cera.

Esta vez el prncipe quedse muy triste. No vea solucin posible al nuevo problema, pues estaban ya agotados todos sus recursos. Convencido de que al da siguiente iba a ser decapitado, quiso despedirse de la princesa Labam, y por ello, trasladse a sus habitaciones montado en su lecho volador.

- Vengo a despedirme de ti, hermosa princesa dijo.- Maana tu padre har rodar mi cabeza por el suelo.

- Por qu?

- Me ha ordenado que parta un rbol muy grueso con un hacha de cera. Cmo podr hacer semejante cosa?

- No te preocupes -replic la princesa, que habindose enamorado del joven no quera dejar de ser su esposa.- Toma este cabello mo y colcalo extendido sobre el filo del hacha. Maana, cuando nadie te oiga, ordena al rbol: "Djate cortar por este cabello; te lo manda la princesa Labam".

Al otro da, el hijo del Raj, sigui las instrucciones de la princesa, y en efecto, tan pronto como el cabello toc el tronco, ste qued partido en dos.

Maravillado por todos aquellos prodigios, el Raj cedi al fin, diciendo:

- Has ganado a mi hija, y puedes casarte con ella.

Al casamiento de los dos prncipes acudieron todos los Rajs de los alrededores, y los festejos duraron varias semanas. Cuando se terminaron, el prncipe dijo a su esposa:

- Quieres que vayamos al pas de mi padre?

La princesa Labam acept complacida y al poco tiempo los dos esposos partieron hacia los dominios del Raj.

El padre de la princesa Labam les regal una enorme cantidad de camellos y caballos cargados de rupias y objetos de oro. Tambin les dio una escolta de numerosos criados que les acompaaron con gran pompa hasta la capital del vecino reino, donde, de all en adelante, vivieron.

El prncipe conserv siempre su cama voladora, el tazn, la bolsa, el palo y la cuerda; slo que esto ltimo, como vivi siempre en paz, no tuvo que emplearlo nunca.

Punchkin

Hubo una vez un Raj que tena siete hermosas hijas. Todas eran buenas y honradas, pero la ms joven, llamada Balna, era muchsimo ms inteligente que las otras. La Ran, su madre, muri cuando las hermanas eran an muy jvenes, dejndolas sin nadie que pudiera cuidar de ellas.

Como el soberano tema ser envenenado por alguno de sus enemigos, las siete princesas encargronse de prepararle la comida. Adems, mientras estaba ausente, discutan con los ministros los asuntos de la nacin.

Por entonces muri el Gran Visir, dejando mujer y una hija. Cada da, mientras las siete princesas preparaban la comida del Raj, la viuda acuda a visitarlas, pidindoles unos carbones encendidos para su cocina. Balna, que no se fiaba de ella, no se cansaba de repetir a sus hermanas:

- No hagis lo que pide esa mujer. Si quiere fuego que lo encienda en su casa. Estoy segura de que alguna vez nos arrepentiremos de haber sido tan complacientes.

Pero las dems princesas no se dejaron convencer.

- No seas as, Balna -contestaban.- Por qu ests siempre pelendote con esa pobre mujer? Qu importa que le demos unos carbones? Somos ricos y no nos puede causar ningn perjuicio.

As, la viuda del Gran Visir, con la excusa de recoger en un plato de cobre unas ascuas, y aprovechando algn momento en que nadie la observaba, pona un poco de barro en la comida del Raj.

El soberano que quera mucho a sus hijos, se extra al ver barro en los manjares y como nadie ms que ellas entraba en la cocina, supuso que sera un descuido de alguna de las princesas. Pero como la cosa se repitiera das y ms das, al fin decidi descubrir el motivo, aunque sin decir nada a las jvenes, pues no deseaba disgustarlas.

Oculto en la habitacin prxima, observ a sus hijas por un agujero abierto en la pared. Pudo ver cmo las princesas lavaban cuidadosamente el arroz y preparaban los diversos ingredientes de la comida. Al poco rato advirti la llegada de la viuda del Gran Visir que, como otras veces, pidi unas brasas para su cocina. Balna se encar furiosa con ella y le dijo:

- Por qu no encendis fuego en vuestra casa, en vez de venir aqu a molestar? Una vez ms os digo, hermanas, que no debis darle ni una pavesa.

- Deja que esa pobre mujer coja el carbn que necesite replic la hermana mayor.- No puede hacernos ningn dao.

- No ests tan segura. Si sigue viniendo cada da, no me extraar que nos cause ms de un disgusto.

En aquel momento el Raj vio que la viuda del Gran Visir echaba un puadito de barro dentro de la cazuela.

Irritado por lo que acababa de presenciar, orden a sus guardias que la detuvieran y la condujesen a su presencia. Pero, cuando la mujer lleg ante l, le dijo que haba hecho aquello porque deseaba obtener una audiencia suya. Habl de manera tan persuasiva que el Raj, no slo le perdon el haberle echado barro en la comida, sino que, prendado de ella, la hizo su esposa.

La nueva Ran odiaba profundamente a las siete princesas y decidi hacer lo posible por librarse de ellas, a fin de que su hija heredase todos los tesoros. Olvidando las bondades que las seis mayores haban tenido con ella, hizo cuanto pudo por mortificarlas. Para comer les daba slo pan y agua, pero en tan poca cantidad que las pobres apenas podan sostenerse. Era tanta la tristeza e infelicidad de las muchachas, que se pasaban largas horas llorando ante la tumba de su madre, y diciendo:

- Oh madre, madre! No ves lo desgraciadas que somos y lo mal que nos trata nuestra madrastra?

Un da mientras sollozaban sobre la tumba, empez a crecer un naranjo al lado de la losa. En pocos momentos sus ramas quedaron llenas de dorados frutos, con los cuales las princesas calmaron su apetito. Desde entonces, en vez de comer los malos guisos que les daba su madrastra iban a la tumba de su madre y se alimentaban con las excelentes naranjas.

Extraada la Ran por lo inslito del caso, dijo un da a su hija:

- No comprendo cmo esas muchachas, que se niegan a comer lo que yo les doy, estn cada da ms sanas. En vez de menguar, su belleza va en aumento, y son mucho ms hermosas que t misma. Viglalas bien y dime si alguien les da algo.

Al da siguiente, la hija de la Ran, sigui a las siete princesas y las vio coger naranjas.

Balna, que se haba dado cuenta de que eran seguidas, advirti a sus hermanas:

- Habis notado que la hija de nuestra madrastra nos est espiando? Marchmonos de aqu, o escondamos las naranjas, pues de lo contrario, se lo dir a su madre.

- No seas as, Balna -replicaron las otras.- Esa joven no ser tan mala que haga una cosa as. Al contrario, lo que debemos hacer es ofrecerle algunas de estas frutas.

Diciendo esto, la mayor de las princesas, llam a la hija de la Ran y le dio dos naranjas.

Apenas las hubo comido, corri a explicar a su madre lo que ocurra.

Al enterarse la Ran de lo bien que se alimentaban las hijas de su marido, irritse mucho y orden a sus criados que derribasen el naranjo y la tumba de la antigua reina. No contenta con esto, al da siguiente, fingi estar gravemente enferma y cuando vio que el Raj se hallaba muy acongojado, le dijo que en sus manos estaba salvarle la vida.

- Slo existe un remedio para m, -murmur- pero ya s que vos no seris capaz de proporcionrmelo.

- Os juro que, lo que sea, os lo traer -replic el soberano.

- Pues bien, el nico remedio para mi enfermedad consiste en que me echis en la frente, en la barbilla, en el pecho, en los pies y en las palmas de las manos, una gota de sangre de cada uno de los cadveres de las siete princesas, vuestras hijas.

Al or estas palabras, el Raj retrocedi horrorizado, mas como no poda faltar a su juramento, contuvo el dolor y fue a buscar a sus hijas, a quienes encontr llorando junto a la destrozada tumba de su madre.

Al verlas tan hermosas, dise cuenta de que no podra matarlas, y con dulces palabras les pidi que le acompaasen a la selva virgen. Al llegar a un sitio muy alejado del palacio, hizo que encendieran una hoguera y preparasen un poco de arroz. A poco, como el calor era muy intenso, las siete princesas se quedaron dormidas; entonces el Raj se alej presuroso de ellas dicindose:

- Es preferible que mis pobres hijas mueran aqu a que su madrastra las asesine.

En aquel momento se cruz con un ciervo y le dispar una flecha matndole. Cogi un poco de sangre, y con ella, regres junto a su esposa. Esta, creyendo que la sangre del ciervo era la de las princesas, san inmediatamente.

Al cabo de unas horas se despertaron las jvenes. Al verse solas en la espesa selva, se asustaron mucho y empezaron a llamar a su padre. Pero ste se hallaba muy lejos y no hubiera podido orlas aunque sus voces hubieran tenido la fuerza del trueno.

Dio la casualidad de que los siete hijos del Raj del vecino pas haban ido a cazar a aquella selva. Regresaban a su palacio cuando el ms joven de ellos dijo a sus hermanos:

- Me parece que alguien pide socorro. No os voces? Dirijmonos hacia donde suenan y veamos lo que ocurre.

Los prncipes partieron hacia el lugar de donde salan las voces de las princesas y, al descubrirlas, su asombro no tuvo lmites. Pero an fue mayor cuando se enteraron de su historia. De mutuo acuerdo, decidieron que cada uno de ellos se casase con una de las siete hermanas. Y as el primero tom por esposa a la mayor de las princesas, el segundo a la segunda, el tercero a la tercera, el cuarto a la cuarta, el quinto a la quinta, el sexto a la sexta, y el sptimo, que era el ms bello de todos, casse con la bellsima Balna.

El pueblo del padre de los siete prncipes se alegr mucho al ver a las hermosas princesas que los hijos de su seor haban tomado por esposas y los festejos duraron das y das.

Al cabo de un ao, la hermosa Balna tuvo un hijo hermossimo. Los prncipes y las seis princesas restantes quedaron tan prendados de l que en vez de dos padres pareca tener catorce. Ninguno de los otros matrimonios tuvo hijos y por ello todos decidieron que el nio sera el heredero de la corona.

Durante varios aos una gran felicidad rein en el palacio del rey, pero, un da, el marido de Balna sali a cazar y no regres.

Los seis hermanos partieron en su busca y aunque transcurri mucho tiempo, ninguno volvi a su hogar, sumando en hondsimo tristeza a las siete princesas que teman que sus esposos hubieran hallado la muerte.

Poco tiempo despus de este triste suceso, mientras Balna meca la cuna de su hijito y sus hermanas trabajaban en las habitaciones inferiores, un hombre santo fue a pedir limosna a las puertas del palacio.

- No puedes entrar -le dijeron los criados.- Los hijos del Raj han partido todos y creemos que deben de haber muerto. Por ello no se puede interrumpir el dolor de las esposas.

El faquir no hizo caso de la prohibicin y replic:

- Soy un hombre santo y debis dejarme el paso libre.

Los estpidos criados no opusieron ya la menor resistencia, sin darse cuenta de que en vez de un santo faquir, era un brujo llamado Punchkin.

Tras mucho vagar por el palacio, Punchkin lleg a la habitacin donde Balna meca a su hijito.

La princesa gust al brujo mucho ms que las otras cosas hermosas que haba visto en el palacio, y sin vacilar un momento, le pidi que accediera a ser su esposa.

Sin embargo, la princesa movi negativamente la cabeza y replic:

- Mucho temo que mi marido haya muerto, pero mi hijo es an muy pequeo y quiero ensearle a ser un hombre de bien. Por ello no deseo casarme otra vez.

El mago, al or estas palabras se enfureci mucho, y murmurando unos encantamientos, la convirti en un perrito que cogi en brazos diciendo:

- Ya que no quieres venir conmigo de grado, te llevar por fuerza.

Y as la pobre princesa fue sacada de palacio sin siquiera poder enterar a sus hermanas de su triste suerte.

Cuando Punchkin iba a salir, los guardias le preguntaron:

- De dnde has sacado ese perrillo tan mono?

- Me lo ha regalado una de las princesas -contest el brujo.

Convencidos por estas palabras, los servidores no opusieron ningn reparo a que saliese.

Al cabo de un rato, las seis restantes hermanas oyeron el llanto de su sobrinito. Cuando al entrar en su habitacin vieron que estaba solo, quedaron muy sorprendidas. La sorpresa aument al no encontrar a Balna por ninguna de las dependencias de palacio. Por fin interrogaron a los criados, y al enterarse de la visita del faquir y de su salida acompaado de un perrillo, sospecharon lo ocurrido. Sin prdida de tiempo enviaron numerosas fuerzas en busca del falso santn y del perro, mas los soldados regresaron sin haber hallado el menor rastro.

Qu podan hacer seis pobres mujeres? Nada. Comprendindolo, las princesas, perdida todo esperanza de volver a ver a su hermana y esposos, dedicaron sus cuidados a la educacin de su sobrinito.

Cuando ste tuvo catorce aos, sus tas le explicaron la historia de la familia. Apenas la oy, el muchacho sintise posedo de tan gran deseo de partir en busca de sus padres y tos para devolverlos a su casa, que, desde aquel momento, no pens en otra cosa. Alarmadas por estas intenciones, las princesas trataron de disuadirle diciendo:

- Hemos perdido a nuestros maridos y a nuestra hermana. T eres nuestro nico consuelo. Qu ser de nosotras sin ti?

- No os desanimis -contest el muchacho.- Volver pronto y, si es posible, traer conmigo a mis padres y tos.

Al da siguiente parti a caballo y durante varios meses busc en vano el rastro de sus familiares.

Por fin, un da, despus de recorrer un sin fin de leguas, lleg a una extraa selva, llena de grandes piedras y aosos rboles, en el centro de la cual se levantaba un enorme palacio con una torre altsima. No lejos del edificio elevbase la msera cabaa de un leador.

Mientras observaba el lugar, el prncipe fue visto por la mujer del leador, quien, saliendo de la choza, le pregunt:

- Quin eres, hijo mo, y por qu te atreves a venir solo a un lugar tan peligroso como ste?

- Soy el hijo de un Raj -contest el muchacho. He venido en busca de mis padres, que perd hace mucho tiempo.

- Ese palacio y este pas pertenecen a un poderoso mago -replic la buena mujer,- y si alguien le disgusta lo transforma enseguida en piedra o rbol. Todos los rboles y rocas que aqu ves, son hombres y mujeres encantados. Hace aos vino el hijo de un rey y fue transformado en piedra, y lo mismo les ocurri a sus seis hermanos, que llegaron a los pocos das.

Adems, en la torre del palacio vive una hermosa princesa, prisionera del brujo porque no accede a casarse con l.

Al or esto, el joven se dijo que, sin duda, aquella princesa era su madre. Entonces explic su historia a la bondadosa esposa del leador, pidindole permiso para hospedarse en su casa a fin de llevar a cabo las investigaciones necesarias para volver a la vida a sus tos y rescatar a su madre.

Ella accedi a la peticin del prncipe, pero le aconsej que se disfrazase de mujer para que el mago no sospechase nada. El prncipe estuvo de acuerdo y visti un sari que le prest su protectora. Despus convinieron que, en adelante, pasara por su hija.

Un da, el brujo, que paseaba por su jardn, pudo ver a la que l crey linda joven y le pregunt que quin era. El prncipe contest con fingida voz que era la hija del leador.

- Eres muy simptica -dijo el mago.- Alguna vez llevars un ramo de flores a la hermosa seora que vive en la torre.

El joven sinti una enorme alegra al or estas palabras, y enseguida, corri a la cabaa de su protectora a contarle lo ocurrido. La buena mujer le aconsej que conservase su disfraz y confiara en la suerte que sin duda le prestara una oportunidad para hablar con su madre.

Al nacer el prncipe, Balna habale regalado un anillo de oro, y el anillo, agrandado convenientemente por sus hermanas las princesas, segua adornando el dedo meique del joven. La mujer del leador le dijo que si tena ocasin de quedarse a solas con la cautiva le mostrase la sortija para que ella le reconociera. Esto no dejaba de tener sus dificultades, pues el mago ejerca sobre la princesa una fuerte vigilancia a fin de que no pudiera comunicarse con el exterior.

Por fin un da se present la ansiada oportunidad y el joven entreg a su madre el anillo entre el ramo de flores. Al ver la joya, la princesa tuvo una gran alegra, sobre todo cuando la que ella crea una muchacha se transform en su hijo, a quien ya no esperaba volver a contemplar. Con voz entrecortada por la emocin, la princesa Balna cont al joven su terrible cautiverio, y la imposibilidad de salir de l.

Pero el prncipe era muy valiente y no se desanimaba por las contrariedades.

- No temas -dijo.- Lo que ante todo hay que hacer es descubrir la verdadera fuerza del mago, pues deseo libertar tambin a mi padre y mis tos a quienes tiene convertidos en piedras y rboles. Durante tu cautiverio te has mostrado esquiva con el brujo. Pues bien, ahora haz ver que ya no le odias. Dile que, como has perdido la esperanza de volver a ver a tu marido, consientes en casarte con l. Haz lo posible por enterarte de si es inmortal o no.

Balna decidi seguir el consejo de su hijo. Al da siguiente, hizo llamar a Punchkin y le habl en la forma indicada por el prncipe.

El brujo, entusiasmado por aquella noticia, le suplic que se casara con l lo ms pronto posible.

La princesa dijo que antes era conveniente que ambos tratasen, a fin de ir cobrando confianza, pues, despus de tantos aos de ser enemigos, la amistad deba llegar poco a poco.

- Y decidme - aadi.- Sois realmente inmortal? Os respetar siempre la muerte?

- Por qu me preguntis eso?

- Porque, habiendo decidido ser vuestra esposa, deseo estar enterada de todo cuanto pueda ser de importancia para vos, as evitar los males que pudieran atacaros.

Satisfecho con esta contestacin, el brujo dijo:

- En verdad no soy como los dems. Lejos, muy lejos, en plena selva virgen, hay un claro rodeado de altas palmeras. En l se encuentran seis recipientes llenos de agua, colocados uno encima de otro. Debajo de esos recipientes hay una jaula con un loro verde. De la vida de ese animal depende la ma. Si muriese, yo morira tambin. Sin embargo, es muy improbable que lo maten pues, aparte que el lugar es inaccesible, est defendido por una legin de genios que asesinan a todo el que consigue acercarse all.

Balna comunic a su hijo lo que Punchkin le haba dicho, pero suplicndole al mismo tiempo que abandonase toda idea de apoderarse del loro.

- Mam -replic el joven.- Es necesario que me apodere de l, pues de lo contrario t, mi padre y mis tos seguiris prisioneros. No tengas miedo, pues volver pronto. Entretanto, ve aplazando el casamiento con pretextos.

En cuanto se hubo equipado convenientemente, el prncipe parti hacia la selva virgen. Muchas leguas recorri hasta que, al fin, echse a dormir bajo un frondoso rbol. Despertle un fuerte roce, y al mirar a su alrededor, descubri una enorme serpiente que se encaramaba por el tronco hacia un nido de aguiluchos.

Al ver el peligro que corran los dos pjaros que, en aquellos momentos ocupaban el nido, el prncipe sac su espada y de un tajo mat al reptil. En el mismo instante oyse un batir de alas. Eran los padres de los aguiluchos, que regresaban a su casa. Al ver muerta a la serpiente y al prncipe con la espada desenvainada, las dos guilas comprendieron lo que haba ocurrido. La madre, dirigindose al joven, le dijo:

- Durante muchos aos nuestros pequeos han sido devorados por esa cruel serpiente. T la has matado y con ello salvas a cuantos hijitos podamos tener de ahora en adelante. Si algn da nos necesitas, no tienes ms que llamarnos y acudiremos en tu ayuda. En cuanto a los aguiluchos, tmalos como servidores.

El prncipe agradeci el regalo. Entretanto, las dos pequeas aves, abandonaron el nido, y cruzando las alas, formaron un asiento para el prncipe. Este lo ocup, siendo enseguida transportado por los aires hasta el claro de la selva. All pudo ver los seis recipientes de agua. Era medioda y haca un calor sofocante. Alrededor del claro veanse numerosos genios dormitando.

Cruzar a travs de ellos hubiera sido una locura, pero gracias a los aguiluchos, el prncipe pudo descender silenciosamente. Derribando los recipientes, cogi la jaula del loro. Despus, sentndose en las alas sus amigos, huy de all en el momento en que los genios despertados por el ruido, lanzaban lastimeros alaridos.

Los aguiluchos condujeron al prncipe hasta el rbol donde vivan las dos guilas, a quienes dijo el joven:

- Os devuelvo a vuestros hijos, que me han sido muy tiles. Si alguna vez os necesito para algo, os llamar.

- Hazlo as -contest la hembra.- Ahora, antes de que te vayas, quiero decirte una cosa: de la vida del loro que llevas en esa jaula depende la del mago Punchkin, pero si quieres inutilizar su poder, no tienes ms que cortarle las uas de la pata derecha. De esa forma no tendrs que temer nada de l y te ahorrars la necesidad de matarle.

El joven, dando las gracias por el consejo, sigui su camino hacia el palacio del mago. Cuando estuvo ante la puerta del edificio se puso a jugar con el loro. Punchkin le vio desde una ventana y baj enseguida a su encuentro.

- Muchacho -le dijo- de dnde has sacado ese pjaro tan hermoso? Te pido por favor que me lo regales.

- De ninguna manera -replic el prncipe.- Se trata de un amuleto. Lo he tenido en mi poder durante largos aos y me ha trado mucha suerte.

- Si es as dime el precio que pides por l.

- No deseo venderlo.

- Puedes pedir cuanto dinero quieras. Por mucho que sea lo tendrs. Y si deseas otra cosa pdela tambin.

- Perfectamente -sonri el prncipe.- Slo quiero que devuelvas a su primitiva forma a los hombres y mujeres que convertiste en rocas y rboles.

El mago murmur unas palabras, al mismo tiempo que mova la mano derecha. Al momento los rboles transformronse en elegantes damas y caballeros.

- Dame el loro -suplic Punchkin cuando hubo cumplido su promesa.

- Enseguida -replic el joven- pero antes quiero tomar una precaucin, pues seras muy capaz de convertir de nuevo en objetos sin vida a las personas que acaban de resucitar.

Y antes de que el mago tuviera tiempo de impedirlo, el prncipe cort las uas de la pata derecha del loro.

Punchkin rod por el suelo sin sentido, tan fuerte fue la conmocin por l recibida al quedar privado de su poder mgico. Antes de que volviera en s, la caravana de los miles de prncipes y caballeros, con Balna y su marido a la cabeza, estaban ya lejos del valle, en el cual slo quedaba el palacio del antiguo mago.

El puchero roto

Viva en cierto lugar un bracmn cuyo nombre era Savarakipana, que significa: nacido para ser pobre. Aquel da recibi una gran cantidad de arroz y cuando hubo terminado de cenar, an le qued para el da siguiente. Para que no se estropease lo guard en un puchero que colg de un clavo en la pared, encima de su cama.

Al acostarse, el bracmn no poda apartar el pensamiento del puchero de arroz.

- Si ahora reinase el hambre en el pas -se dijo, de ese puchero de arroz sacara lo menos cien rupias, con las cuales podra comprar una pareja de cabras, macho y hembra. Cada seis meses tendra cabritillas y, en unos aos tendra un gran rebao. Vendiendo las cabritillas, sacara bastante dinero para comprar un buey y una vaca. Con el importe de los ternerillos que tuviesen, me comprara unos cebs. Con las cras de los cebs comprara una pareja de caballos, y con lo que me diesen por los potros sera pronto rico. En cuanto fuese rico me comprara una casa bien grande a la que ira a visitar el gobernador, quien, encantado de lo hermosa que sera, me concedera la mano de su hija, dotndola regiamente. Al poco tiempo de casados tendramos un hijo que se llamara Somasarman. Cuando fuese lo bastante grande para poderle columpiar sobre mis rodillas lo tomara...

En aquel momento, el bracmn levant una pierna y tir el puchero, cuyo contenido cay sobre l, quedando cubierto de arroz de pies a cabeza.

As, a orillas del Sagrado Ganghes los sacerdotes dicen a sus fieles oyentes:

- Quien hace locos planes para el futuro, quedar cubierto de arroz como Savarakipana.

El violn mgico

ranse una vez siete hermanos y una hermana. Los hermanos estaban casados, pero sus esposas no cocinaban, ya que este trabajo quedaba reservado para la hermana. Por este motivo las esposas sentan una profunda antipata por su cuada y decidieron desposeerla de este privilegio, que todas ambicionaban.

- Ella no sale a trabajar a los campos como nosotras, -deca una- sino que permanece sentada en casa y mi siquiera tiene preparadas las comidas a tiempo.

Reunidas todas las cuadas fueron a ver a un brujo que viva cerca de su casa y le pidieron les librara de la odiada parienta. El brujo, que les estaba agradecido por unos favores que le haban hecho, prometi hacerlo, y as, al da siguiente, cuando la joven fue a buscar agua para la comida, un genio enviado por el brujo la empuj tirndola al ro, donde se ahog.

Pas algn tiempo, y un da su espritu reencarn en un hermoso bamb que creci junto al ro, en el mismo sitio donde ella se haba ahogado. En pocos das alcanz un tamao enorme y un yogui que acert a pasar por all, lo vio y se dijo que con la madera poda hacerse un magnfico violn. Al da siguiente volvi al lugar con una afilada hacha y se dispuso a cortar el alto y grueso bamb.

En el momento en que se dispona a descargar el primer hachazo, una voz son dentro del bamb, diciendo:

- Por favor, no me cortes por la raz, corta un poco ms arriba.

Al disponerse a descargar un golpe en el sitio indicado, volvi a or la voz del bamb que le deca:

- No, por ah no cortes, corta por las races.

Cuando de nuevo el yogui iba a cortar el bamb por las races, el espritu volvi a hablar:

- Corta ms arriba.

Y as continu hasta que el yogui se dio cuenta de que el espritu aquel se estaba burlando de l y sin vacilar ms, cort el bamb por las races y llevndoselo, se hizo con l un violn, tan magnfico, que cuantos lo oan quedaban maravillados de su tono.

De cuando en cuando visitaba la casa de los hermanos de la ahogada, quienes siempre que oan la msica de aquel violn no podan contener las lgrimas. El hermano mayor pidi varias veces al yogui que le vendiera el violn, ofrecindole mantenerlo un ao entero, pero el hombre, que conoca el inmenso valor de su violn, se neg a desprenderse de l.

Ocurri que un da el yogui fue a visitar al jefe de un poblado y despus de tocar unas piezas con el violn, pidi algo para comer.

El jefe del poblado le pidi le vendiera el violn, ofrecindole por el mismo un elevado precio, pero el yogui se neg a venderlo replicando que el instrumento era su medio de vida.

Cuando el jefe vio que no podra adquirir el violn, decidi emborrachar al yogui, y para ello sirvi una excelente comida acompaada de los mejores vinos. Cuando hubo terminado de comer, el yogui estaba completamente borracho, y valindose de su estado, el jefe cambi su violn por otro viejo y malo.

Al volver en s, el yogui se dio cuenta de que le haban cambiado el violn, y protest airado, pero el jefe neg haberle robado el instrumento, y al fin tuvo que marcharse con el violn viejo.

El hijo del jefe del poblado haba aprendido msica y en sus manos el violn daba unas notas tan maravillosas que causaba la emocin de cuantos lo oan.

Cuando todos los habitantes de la casa estaban ausentes, ocupados en sus trabajos en los campos, el espritu que habitaba dentro del violn, sala del mismo y preparaba la comida de la familia.

De momento, los dueos de la casa supusieron que alguna joven que estaba enamorada del hijo del jefe demostraba de aquella manera su amor, y no se molestaron en averiguar quin era, suponiendo que ella misma se presentara cuando llegara la oportunidad.

Sin embargo, el hijo empez a sentirse intrigado por aquella constancia y al fin decidi averiguar cul era la muchacha que tanto se preocupaba por l. Para ello ocultse detrs de un montn de lea y desde all vio salir a la joven que habitaba dentro del violn. Con profundo asombro la vio peinarse y preparar la comida, y prendado de su belleza, sali de su escondite y la cogi entre sus brazos y trat de besarla.

- Vete, -exclam ella.- T y yo no podemos casarnos, pues yo soy mitad espritu y mitad humana.

- De ninguna manera -replic el joven.- T sers de hoy en adelante mi esposa, porque al quererte yo, volvers a ser slo humana.

Y as fue, y toda la familia se sinti muy feliz al ver a la mujer que el hijo del jefe tomaba por esposa.

Pasaron los aos y en la casa reinaba la mayor alegra, pues la joven administraba a la perfeccin los bienes de su marido, y tanta fue su buena administracin que cada da fueron ms ricos y poderosos.

En cambio, los hermanos de ella eran cada da ms pobres, y lleg un da en que tuvieron que acudir al jefe del poblado, pues ya ni siquiera podan comer.

La joven les reconoci enseguida, aunque ellos no supieron que era su hermana, y despus de servirles excelentes viandas, les cont su historia, fingiendo que era la de una amiga suya. Los hermanos se avergonzaron de no haber procurado salvarla, y hasta el final de sus das se lamentaron de su mal proceder.

Y sta fue toda la venganza de la joven del violn encantado.

La cigea cruel y el cangrejo listo

En un espeso bosque haba un pequeo estanque lleno de truchas. Como la estacin era muy calurosa y el ro que verta sus aguas en el estanque muy poco caudaloso, pronto los peces se encontraron con que el lugar les resultaba bastante incmodo.

Una blanca cigea que les estaba observando se dijo:

- Es necesario que encuentre la manera de engordar a esos peces y convertirlos en mi comida.

Mientras buscaba la solucin el problema, acercse al estanque y se sent a su orilla.

Al cabo de un rato, los peces, extraados de verla all, le preguntaron en qu pensaba.

- En vosotros -contest el ave.

- De veras? Y qu es lo que piensas?

- Pues me deca que en este estanque hay muy poca agua y por lo tanto muy poca comida, por lo cual muchos de vosotros no tendris apenas qu llevaros a la boca.

- Eso que dices es verdad -contest un viejo barbo.- Pero qu solucin puede haber a un problema semejante?

- Hay una solucin muy sencilla. Si queris os llevar a un estanque que hay cerca de aqu. Es un estanque muy profundo y est lleno de flores de loto. Puedo cogeros uno por uno, con el pico, y trasladaros a ese lugar.

- No estara mal si fuese verdad, pero las cigeas tenis la mala costumbre de comeros a los peces, y ya comprenderis que no vamos a exponernos a perder la vida.

- Estis muy equivocados; ni por un momento se me ha ocurrido comerme a ninguno de vosotros. Si queris, puedo llevar a uno de vosotros a que vea el estanque tan hermoso que hay a pocos pasos de aqu. Si vuelve con vida ser seal de que no quiero causaros dao alguno.

Estas palabras convencieron algo a los peces, quienes delegaron a uno de ellos para que hiciera el viaje en el pico de la cigea. Era una trucha vieja y tuerta, que haba demostrado en mil ocasiones que era suficientemente capaz de salir por s misma de cualquier apuro.

El ave cogi con todo cuidado a la trucha y la llev a que viese el magnfico estanque. Despus la devolvi con sus compaeras, a las cuales explic que la cigea haba dicho verdad al describir el estanque.

Los peces celebraron consejo y al fin decidieron trasladarse al otro estanque, y as se lo comunicaron a la cigea, quien emprendi el primer viaje con la trucha tuerta.

Al llegar junto al estanque, en vez de tirar la trucha al agua, el ave la mat de un picotazo y se la comi con gran apetito, tirando las espinas al pie de un rbol.

Cuando hubo terminado con la primera trucha, regres al estanque diciendo:

- Ya he trasladado al primer pez, ahora trasladar al segundo.

Y como haba hecho con el primero, hizo con las dems truchas y barbos que fueron lo bastante tontos para dejarse engaar por ella.

Sin embargo, an quedaba un cangrejo muy viejo, y al verle, la cigea se dijo que debera estar muy sabroso, tanta era su gordura.

- No quieres reunirte con tus amigos, buen cangrejo? -pregunt con voz dulce la cigea.

- Ya quisiera, pero no veo la forma en que me podrs llevar.

- Te sostendr con el pico.

- No podras, y quiz cayese por el camino.

- No tengas miedo -insisti el ave.- Te aseguro que te sostendr lo mejor que pueda.

El cangrejo reflexion unos instantes.

- Esa cigea es incapaz de coger un pez con el pico y soltarlo en un estanque -se dijo.- Si me trasladase a otro sitio mejor, sera maravilloso, pero si fuera a parar a su estmago me causara un profundo disgusto. Seguir reflexionando.

Pasaron unos minutos, y la cigea empez a impacientarse. Por fin el cangrejo asom la cabeza fuera del agua y dijo:

- Bien, seora cigea, estoy dispuesto a que me trasladis al estanque ese de que me habis hablado. Sin embargo, utilizando el sistema que habis empleado con los dems peces no conseguiramos nada. Se me ha ocurrido un medio mejor. Con mis tenazas me agarrar a vuestro cuello y as, cuando lleguemos al estanque no tendr que hacer ms que soltarme y caer al agua.

- Perfectamente -asinti la cigea. Y bajando la cabeza dej que el cangrejo se le cogiese al cuello con sus fuertes tenazas.

Al llegar junto al estanque de los lotos, el cangrejo vio que la cigea no se diriga hacia el agua, sino hacia el rbol junto al cual haba devorado a los dems peces.

- Eh, amiga! -llam el cangrejo.- El estanque est en otro sitio. Dnde me llevis?

- Por quin me habas tomado? -replic furiosa la cigea.- Crees acaso que soy tu esclava? Si te he trado aqu ha sido para comerte, lo mismo que he hecho con tus dems compaeros. Al pie de ese rbol tienes sus restos.

- Si mis compaeros fueron lo bastante tontos para dejarse devorar por vos, yo no lo soy. Al contrario, quien va a perecer sois vos, amiga cigea. Sin duda no os habis dado cuenta de que ests en mi poder, y que s bien yo morir, vos seris destruido antes que yo.

Y al decir esto apret sus tenazas alrededor del cuello del ave.

Este sinti que le faltaba la respiracin y gruesas lgrimas brotaron de sus ojos. Vio la muerte muy cerca y como amaba la vida, tartamude:

- Os juro que no quera comeros, seor cangrejo. No me apretis ms el cuello y os prometo llevaros al estanque. Os doy mi palabra de honor!

- Bien -asinti el cangrejo.- Si es as llvame al estanque de los lotos.

La cigea obedeci presurosa y deposit el cangrejo a la orilla del estanque. Pero el cangrejo, que haba sido muy buen amigo de las truchas y los barbos del estanque, decidi vengarlos, y antes de que la cigea pudiera retirarse cerr con fuerza sus tenazas y le cort la cabeza, que cay dentro del agua.

Al ver esto, el genio que habitaba el sauce, junto al cual la cigea haba devorado a las truchas, agit sus hojas y murmur al viento:

- El malvado nunca prospera en el ejercicio del mal y tarde o temprano acaba como la cigea, que se dej engaar por el cangrejo.

La hermosa Laili

rase una vez un Raj llamado Dantal, poseedor de montones de rupias, soldados, caballos y elefantes. Tena tambin un hijo llamado el prncipe Maxnun, que era un jovencito de dientes como perlas, mejillas sonrosados, cabello color de fuego, labios como rubes, y cutis como la nieve que cubre las cimas del Himalaya.

Al prncipe le gustaba mucho jugar con Husain, el hijo del Visir, y se pasaban los dos las tardes en los jardines del Palacio, que estaban llenos de rboles y flores. Con sus cuchillos de oro, los dos nios mondaban los frutos y se los coman. Tambin iban los dos a estudiar a las rdenes del profesor que el Raj haba tomado para su hijo.

Un da, cuando los dos muchachos se hubieron convertido en hombres, el prncipe dijo a su padre:

- Husain y yo quisiramos ir de caza.

El soberano no opuso el menor inconveniente, y los dos jvenes mandaron preparar sus caballos y arreos de caza. El lugar que escogieron para cazar fue la regin de Falana, ms no obstante pasar el da entero en ella, slo encontraron chacales y pjaros pequeos.

El Raj de la regin de Falana, se llamaba Munsuk, y tena una hija de peregrina belleza, la princesa Laili. Esta princesa recibi una noche la visita de un ngel que le envi Kuda con la orden de que deba casarse con el prncipe Maxnun. Al despertarse, la princesa cont a sus padres la visin del ngel, pero el Raj no prest atencin.

Desde aquella noche, Laili no dejaba de pronunciar el nombre del esposo que Kuda le destinaba.

- Maxnun, Maxnun; quiero casarme con Maxnun.

Hasta durante las comidas pronunciaba el nombre del Prncipe. Y a tal extremo lleg, que su padre, irritado, le pregunt un da.

- Pero quin es ese Maxnun? Quin ha odo hablar de l?

- Es el hombre con quien Kuda me ha ordenado que me case.

Pasaron los das y Maxnun y Husain llegaron a la regin de Falana. La hermosa Laili, que haba salido a respirar el puro aire del campo, y por casualidad encontrse detrs de los cazadores, iba murmurando como de costumbre:

- Quiero casarme con Maxnun; Maxnun, Maxnun. El prncipe oy su nombre, y volvindose pregunt:

- Quin me llama?

Laili, le mir fijamente y al momento qued locamente enamorada.

- Estoy segura de que ese es el prncipe Maxnun con quien tengo que casarme.

Sin esperar ms, corri a Palacio y le dijo a su padre que deseaba casarse con el prncipe Maxnun que haba llegado al pas.

- Muy bien -replic el padre,- te casars con l. Maana le pediremos que acceda a ser tu esposo.

La princesa consinti en esperar, aunque estaba muy impaciente. Pero ocurri que el prncipe y su amigo abandonaron aquella misma noche el reino de Falana, y cuando se enter de ello la princesa, crey enloquecer de dolor. Sin hacer caso de sus padres ni de sus servidores, corri a la selva y se fue alejando, murmurando mientras caminaba:

- Maxnun, Maxnun; dnde estis?

Y as camin durante doce aos.

Al cabo de este tiempo encontr un faquir (en realidad era un ngel, pero la princesa lo ignoraba), que le pregunt:

- Por qu vas diciendo "Maxnun, Maxnun; quiero casarme con Maxnun"?

- Soy la hija del Raj de Falana, y quiero encontrar al prncipe Maxnun. Dime dnde est su reino.

- No creo que jams consigas llegar all -replic el faquir.- Ese reino est muy lejos y tendrs que cruzar infinidad de ros.

Laili replic que no le importaba, que su nico deseo era llegar junto al prncipe Maxnun.

- Est bien -replic el faquir. Cuando llegues al ro Bagirati encontrarais un enorme pez que se llamo Ro. Pdele que te lleve al pas del prncipe Maxnun.

La princesa lleg al ro Bagirati y vio en efecto un enorme pez que se llamaba Ro. En aquel momento estaba bostezando y, sin vacilar un momento, Laili se lanz dentro del cuerpo del pez. Mientras haca esto iba murmurando:

- Maxnun, Maxnun; quiero casarme con Maxnun.

Al or dentro de su estmago estas palabras, Ro llevse un susto enorme, y queriendo huir de la extraa cosa, metise dentro del ro y nad, nad, durante doce aos hasta que ya no pudo ms, que fue al llegar al reino de Falana.

Un chacal que tomaba el sol junto al ro qued muy asombrado al or al pez gritar:

- Maxnun, Maxnun; quiero casarme con Maxnun.

- Qu te ocurre, Ro? -pregunt.

- No lo s -replic con lgrimas en los ojos el pez.- Tengo algo dentro de mi cuerpo que me hace hablar como los humanos. Quieres decirme qu es?

- Tendr que meterme dentro de tu cuerpo, pues desde fuera no puedo verlo.

- Mtete -contest Ro.- Quiero verme libre de una vez de esta molestia.

El pez abri la boca todo lo que pudo, y el chacal metise dentro de l. A los pocos minutos sali asustado, diciendo:

- Ro, tienes una bruja dentro del cuerpo. Me marcho porque tengo miedo de que me coma.

Tras el chacal lleg una enorme serpiente, que se detuvo ante el pez, al orte decir:

- Maxnun, Maxnun; quiero casarme con Maxnun.

- Qu significan esas voces? -pregunt.

- Por favor -suplic Ro,- dime qu es lo que tengo dentro del estmago.

- Abre la boca y me meter hasta tu estmago, y as descubrir este misterio.

El pez abri de nuevo la boca, y la serpiente se desliz hasta su estmago, de donde sali al momento, diciendo asustada:

- En el estmago tienes una bruja terrible, y si no la sacas pronto de tu cuerpo, acabar devorndote.

- Pero, cmo me deshar de ella? -contest muy triste el pez.

- Hay un medio. Si quieres te abrir el vientre con un cuchillo y te sacar a la bruja.

- Pero si haces eso me matars.

- No lo creas, porque luego te dar una medicina y quedars igual que antes.

Convencido por estas palabras, Ro consinti en que le abriesen el vientre, y la serpiente, armada de un cuchillo muy afilado, hizo un largo corte, por el cual sali Laili.

La princesa era ya muy vieja. Doce aos haba pasado en la selva virgen, y otros doce en el estmago de Ro; no era ya una belleza, y le faltaban todos los dientes.

La serpiente, entreg al pez una botella lleno de un lquido mgico, y tomando sobre sus lomos a la princesa, la condujo al palacio del Raj Maxnun.

Unos soldados que le oyeron decir: "Maxnun; dnde ests?", le preguntaron qu buscaba.

- Quiero ver al Raj -contest la princesa.

Los soldados avisaron al Raj, dicindole:

- Una vieja muy vieja, quiere veros, Majestad.

- Hacedla pasar y que exponga sus deseos -contest el soberano.

Los soldados condujeron a Laili a presencia del Raj, a quien dijo:

- He venido a casarme contigo. Hace veinticuatro aos fuiste a cazar a las tierras de mi padre, el Raj de Falana. Entonces quise casarme contigo, pero te marchaste antes de que pudiera decrtelo y desde entonces te he buscado por toda la India.

- Perfectamente -replic el Raj.- Nos casaremos cuando t quieras.

- Antes es necesario que pidas a Kuda que nos vuelva otra vez jvenes.

El soberano rog a Kuda que devolviese la juventud que l y la princesa haban perdido, y Kuda, le susurr al odo:

- Toca las ropas de Laili y ardern. Cuando se apaguen las llamas, ella y t seris de nuevo jvenes.

As ocurri y durante varias semanas el reino celebr grandes festejos en seal de alegra por el casamiento de su soberano con la hermosa princesa Laili.

Al cabo de un tiempo de casados, el Raj y Laili se trasladaron al reino de Falana, a visitar a los padres de la princesa. Estos, haban llorado tanto la prdida de su hija que estaban ciegos, pero Kuda, accediendo a los ruegos de Laili, les devolvi la vista.

Para celebrar este acontecimiento hubo numerosos festejos en el reino, y los esposos permanecieron all durante tres aos.

Transcurrido este tiempo se despidieron del Raj Munsuk y regresaron al reino de Maxnun.

De cuando en cuando, los esposos solan a cazar, y un da el Raj quiso entrar en una selva muy espesa.

- No entremos -le dijo Laili.- Tengo el presentimiento de que en esta selva puede ocurrirnos algo malo.

Maxnun se ri de los temores de su esposa y la hizo entrar en la selva. Kuda que les observaba desde el cielo se dijo:

- Me gustara saber cunto quiere Maxnun a Laili. Se sentir muy desolado si muriese? Volvera a casarse? Voy a verlo.

Llamando a uno de sus ngeles le orden que descendiera a la selva adoptando la forma de un faquir. El ngel lo hizo as, y al llegar encima de la princesa, tir unos polvos mgicos, y Laili cay al suelo convertida en un montn de pavesas.

El Raj Maxnun llor copiosamente al ver a su amada Laili convertida en cenizas, y lanzando grandes sollozos regres a su palacio, del cual no sali en muchos aos.

Al fin, el dolor fue menguando, y de nuevo reanud sus paseos con su amigo Husain. Los cortesanos le aconsejaron que volviera a casarse, pero el Raj se neg.

- Mi esposa slo ser Laili -contest firmemente.

- Pero cmo puedes casarte con Laili, si est muerta? -le pregunt Husain.- Ella no puede volver a ti.

- Entonces no tendr otra esposa.

Al pronunciar el Raj estas palabras, son un trueno y de un rosal prximo cay una rosa al suelo. Una nubecilla de humo brot de la flor, y al disiparse, apareci ms bella que nunca la princesa Laili.

Maxnun se arrodill ante ella y derramando abundantes lgrimas, le jur que nunca ms dejara de seguir su consejo.

Y cuentan las crnicas del pas, que los dos soberanos reinaron ms de cien aos, sin que ninguno de ellos envejeciera nunca.

El da en que cumpla el siglo de su reinado, Maxnun y Laili, salieron al mirador de su palacio y en aquel momento son un trueno lejano y el cielo se oscureci unos segundos. Cuando volvi a hacerse la luz, los esposos haban desaparecido, y cuando los cortesanos salieron al mirador en su busca, vieron sorprendidos que de las losas de mrmol haban brotado toda clase de rosas.

Y aunque jams se regaron, aquellos rosales siguieron viviendo en el mrmol y fuera verano o invierno, siempre tenan rosas.

Cuentan los palaciegos que cada vez que se cumple un nuevo centenario de la desaparicin de los reyes, las rosas se agitan aunque no haga viento, y en el mirador se oye una voz femenina que dice:

- Maxnun, Maxnun.

Y una voz de hombre replica:

- Laili, Laili.

El tigre, el bracmn y el chacal

Hubo una vez un tigre que cay en una trampa. En vano trat de salir por entre los barrotes; tuvo que darse por vencido y lo proclam con fuertes rugidos.

Por casualidad un bracmn pasaba por all y al verle el tigre le dijo:

- Por favor, venerable santo, aydame a salir.

- De ninguna manera, amigo mo -replic el bracmn.- Si lo hiciese me devoraras.

- No lo har -asegur el tigre.- Al contrario, te quedar eternamente agradecido y ser tu esclavo.

Tantas fueron las lgrimas que verti el tigre, que el santo hombre se compadeci de su infortunio y consinti en abrir la trampa.

Libre, el tigre salt sobre el bracmn, y le dijo:

- Qu estpido has sido! Quin puede impedirme devorarte en un momento? He estado encerrado mucho tiempo y me muero de hambre.

En vano intent el bracmn convencerle de lo injusto de su sentencia; la nica cosa que logr fue que el juez se atuviera al juicio de las tres primeras cosas a quienes el bracmn interrogara. Si stas decidan que la condena era injusta, el tigre no lo devorara.

El bracmn interrog primero a una acacia, pero el rbol le contest framente:

- De qu te quejas? No doy yo sombra a los cansados pastores y sin embargo ellos arrancan mis ramas para alimentar el ganado? No llores; s hombre.

El bracmn sigui su camino hasta encontrar un ceb que haca girar una noria. Sin embargo, la respuesta que obtuvo no fue mejor que la anterior.

- Eres un imbcil si confas en la gratitud! Fjate en m! Mientras he dado leche me han alimentado a cuerpo de rey, pero ahora que ya no sirvo para ello, me atan a esta noria que terminar conmigo.

El bracmn reanud la marcha por la carretera, a la cual pregunt su opinin acerca del caso.

- Lo encuentro muy natural, santo padre -replic la carretera.- Lo que no encuentro natural es que vos, esperaseis otro pago. Fijaos en m! Soy til a todos, ricos y pobres, grandes y pequeos, y qu obtengo de ello? Que me abran profundos surcos en mi carne y me tiren los residuos de sus comidas.

El bracmn, abatido, apartse del camino. En esto tropez con un chacal que le pregunt:

- Qu os ocurre, santo bracmn? Parecis como un pez fuera del agua.

El bracmn explic al chacal lo que le ocurra.

- Qu historia tan enredada! -exclam el chacal.- Queris repetrmela de nuevo, a fin de que me haga cargo de todo lo que ha pasado?

El bracmn repiti su historia, pero el chacal movi la cabeza indicando que no entenda an.

- Es muy extrao -murmur,- pero me da la impresin de que me entra por un odo y me sale por otro. Ser mejor que vayamos al sitio donde ha ocurrido eso y as, tal vez, pueda entenderlo mejor.

Regresaron, pues, junto a la trampa en donde el tigre esperaba el regreso del bracmn.

- Has tardado mucho -le reconvino.- Pero en fin, te perdono. Dispnte a servirme de cena.

- Dadme unos minutos -pidi el bracmn.- Quisiera explicar al chacal cmo ha ocurrido la cosa. Es un poco duro de cabeza y no me ha entendido bien.

El tigre consinti en ello y el bracmn empez de nuevo la historia, sin omitir detalle alguno.

- Qu cabeza la ma! -dijo el chacal, apretndose las sienes.- Repetid otra vez ese cuento. Vos estabais en la trampa, y en esto aparece el tigre...

- Idiota! exclam el tigre.- Yo era quien estaba dentro de la trampa.

- S, s, claro, ya comprendo! Yo estaba dentro de la trampa y... -el chacal se apret de nuevo las sienes.- No, no era yo! No s cmo tengo el cerebro! El tigre haba cado dentro del bracmn y lleg la jaula... No, tampoco es esto!

- Claro que no! -rugi el tigre, enfadado por la estupidez del chacal.- Te lo voy a explicar grficamente, con detalles. Yo soy el tigre, me entiendes?

- S, seor tigre.

- Este es el bracmn.

- S, seor tigre,

- Yo estaba dentro de la trampa. Yo, entiendes?

- S... No... no le entiendo mucho, podra...?

- Qu? -aull impaciente el tigre.

- Podra explicarme cmo cay en la trampa?

- Cmo? Pues como se cae en una trampa.

- No, no, as no nos entenderemos. La cabeza vuelve a darme vueltas. Cul es la manera de caer dentro de una trampa?

Al or esto el tigre agot la paciencia y saltando dentro de la trampa grit:

- Esta! Has entendido ahora cmo es?

- Perfectamente -sonri el chacal, y cerrando diestramente la puerta, aadi:

- Con vuestro permiso, seor tigre, os dir que ahora las cosas quedan como antes y podris reflexionar acerca de la conveniencia de cumplir la palabra que se da.

El anillo encantado

Un mercader entreg trescientas rupias a un hijo suyo y le dijo que se trasladara a otro pas y probara all fortuna en el comercio.

El hijo obedeci y a las pocas horas de haberse puesto en camino, lleg junto a un grupo de hombres que se peleaban por un perro que uno de ellos quera matar.

- Por favor, no maten al perro -dijo el joven.- Les dar cien rupias por l.

La oferta fue aceptada enseguida y el alocado joven recibi el perro, con el cual continu su camino. Poco despus tropez con unos hombres que se disponan a matar un gato.

- No lo maten -les pidi.- Les dar cien rupias por l.

El cambio fue aceptado enseguida y el joven recibi el gato a cambio de su oro. Sigui adelante con los dos animales hasta llegar a un grupo de personas que se preparaban para matar a una serpiente.

- No maten a esa serpiente -suplic el hijo de comerciante.- Les dar cien rupias por ella.

Desde fuego, los campesinos no se hicieron repetir la oferta, y el joven se vio dueo de tres animales, con los cuales no saba qu hacer. Como no le quedaba ni un cntimo, resolvi volver a casa de su padre, quien al ver cmo haba gastado su hijo el dinero que le entregara, exclam:

- Loco, ms que loco! Ve a vivir a un establo para que te arrepientas de lo que has hecho. Nunca ms entrars en mi casa.

El joven lo hizo as. Su lecho era la hierba cortada para el ganado y sus compaeros eran el perro, el gato y la serpiente, que tan caros haba comprado. Los tres animales le queran con locura y no se apartaban de l ni un segundo. De noche dorman el perro a su cabeza, el gato a sus pies y la serpiente sobre su pecho.

Un da la serpiente dijo a su amo:

- Soy la hija del Rey de las serpientes. Un da que sal de la tierra a respirar el aire puro, fui cogida por aquellos hombres que queran matarme, y t me salvaste. No s cmo podr pagarte tu bondad. Ojal conocieras a mi padre; tendra una gran alegra en conocer al salvador de su hija!

- Dnde vive? -pregunt el hijo del mercader. Me gustara verle.

- Podramos ir los dos -replic la serpiente.- En el fondo de la montaa que se ve all a lo lejos, hay un pozo sagrado. Saltando dentro de l, se llega al pas de mi padre. Si vamos se pondr muy contento y te premiar!... -La serpiente pareci reflexionar un instante.- Pero, cmo te premiar? -pregunt. Ah, s! yeme bien. Si te pregunta qu deseas como premio por haberme salvado, dile que quisieras el anillo mgico y el famoso tazn y la cuchara encantados. Con esas dos cosas no necesitaras nunca nada, pues el anillo tiene una propiedad tal, que con slo pedrselo entrega enseguida una hermosa casa amueblada con todo el lujo posible; y el tazn y la cuchara con tanta comida como se desee.

Acompaado por sus tres amigos, el joven fue al pozo y se dispuso a saltar dentro.

Al ver lo que iba a hacer, el perro y el gato le dijeron:

- Qu vamos a hacer sin ti? Dnde iremos? -Esperadme aqu. No voy lejos, y por lo tanto, no tardar.- Y al decir esto, el joven salt al agua y desapareci de la vista de los dos animalitos.

- Qu haremos? -pregunt el perro.

- Quedmonos aqu -replic el gato.- Debemos obedecer a nuestro amo. No te preocupes por la comida, pues yo ir al pueblo y traer cuanta podamos necesitar.

Y as lo hizo, y durante el tiempo que tard en volver su amo, a los dos animalitos no les falt nada en absoluto.

El joven y la serpiente llegaron a su destino en completa salud y fueron despachados mensajeros que anunciaron al Rey su llegada. El soberano orden que su hija y el forastero aparecieran ante l. Pero la serpiente se neg, diciendo que no poda hacerlo hasta ser puesta en libertad por el forastero, cuya esclava era desde el momento en que la salv de una muerte horrible.

Al or esto, el Rey fue al encuentro de su hija y del joven, a quien salud, ofrecindole cuanto contena el palacio. El hijo del comerciante agradeci las finezas del rey y pas varios das en su compaa. Al marcharse lo hizo con el anillo mgico y el tazn encantado.

Cuando sali del pozo sinti una gran alegra al encontrar a su perro y a su gato, quienes le contaron sus aventuras y escucharon asombrados el relato de su amo. Juntos, los tres pasearon por la orilla de ro y al llegar a un paraje muy hermoso, el joven decidi comprobar la eficacia del anillo. Lo cogi fuertemente y le pidi una casa. Al momento apareci una maravillosa casita, con una no menos maravillosa princesa de cabellos de oro, dientes de perlas y labios de rubes. El joven habl entonces al tazn e inmediatamente aparecieron fuentes de la ms deliciosa comida.

Locamente enamorado de la princesa, el hijo del comerciante se cas con ella y durante varios aos fueron muy felices. Sin embargo, un da, mientras la princesa se peinaba, meti algunos de los cabellos que le cayeron, en una cajita de ncar, que pensaba tirar al ro. Dio la casualidad que esta cajita lleg a manos de un prncipe que viva a muchas leguas de distancia, ro abajo, quien curioso por ver lo que contena, la abri, quedando al momento enamorado de la mujer que tena aquellos cabellos. No la haba visto nunca, pero se imaginaba que deba de ser muy hermosa.

Loco de amor, el prncipe se encerr en sus habitaciones y no quiso salir de ellas para comer ni beber; tampoco quiso dormir, y el Raj, su padre, intranquilo por lo que le ocurra, no supo qu hacer. Su mayor temor era que su hijo muriese, dejndole sin herederos. Al fin decidi pedir ayuda a su ta, que era una maga muy famosa.

La vieja consinti en ayudarle, asegurando que descubrira el motivo de la tristeza de su hijo. Cuando se enter de lo que le ocurra al prncipe, se transform en una abeja y despus de husmear los cabellos de oro, se fue ro arriba, siguiendo el rastro hasta llegar a la casa de la hermossima princesa. All se transform en una noble dama y se present a la princesa, diciendo:

- Soy tu ta; me march de aqu cuando t acababas de nacer, y por eso no me reconoces.

Despus de esto, abraz y bes a la hermosa joven, quien qued convencida de que aquella mujer era en realidad su ta.

- Quedaos tantos das como queris. Esta casa es vuestra y yo soy vuestra servidora.

La hechicera sonri complacida, dicindose:

"La he engaado. Pronto har de ella lo que quiera."

Al cabo de tres das, empez a hablar del anillo mgico, aconsejando a la princesa que se lo pidiera a su marido, ya que ste estaba siempre de caza y podra perderlo. La princesa sigui la indicacin de la que ella crea su ta y pidi el anillo, que su marido le entreg al momento.

La hechicera aguard un da ms antes de pedir ver la maravillosa joya. Sin sospechar nada, la princesa se la entreg. La maga transformse inmediatamente en abeja y con el anillo vol hasta el palacio del prncipe, a quien dijo:

- Levntate y no llores ms. La mujer de quien te has enamorado aparecer ante ti tan pronto como quieras -y al decir esto entreg el anillo que quitara a la princesa.

Loco de alegra, el prncipe cogi el anillo y le pidi que trajese ante l a la princesa. Son un trueno y la casa, con su bellsima ocupante, descendi en el jardn del palacio.

El joven entr en la casa y cayendo de rodillas ante la princesa de los cabellos de oro, le pidi que consintiese en ser su esposa. La princesa, viendo que no haba ningn medio para huir, accedi a lo que se le peda, poniendo, no obstante, la condicin de que el prncipe aguardara un mes.

Entretanto, el hijo del mercader que haba vuelto de caza, qued muy sorprendido y desesperado al ver que su casa y su mujer haban desaparecido. Ante l se extenda el terreno tal como lo viera antes de comprobar el poder del anillo mgico que le regal el Rey de las serpientes.

Loco de dolor el joven se sent a la orilla del ro, decidido a aguardar all la llegada de la muerte. El gato y el perro, que al ver desaparecer la casa se haban ocultado, se acercaron a su dueo y le dijeron:

- Tu dolor es grande, nuestro amo, pero si nos das un mes de tiempo te prometemos remediar el mal y rescataremos tu mujer y tu casa.

- Perfectamente, acept el prncipe.- Id y devolvedme a mi mujer. Si lo hacis, seguir viviendo.

El gato y el perro partieron a toda velocidad en direccin del sitio en que suponan estaba la casa, y al cabo de unos das de viaje, llegaron al palacio del Raj.

- Esprame aqu fuera -dijo el gato al perro,- que yo entrar a ver si encuentro a la princesa. Como soy mucho ms pequeo que t, podr pasar inadvertido.

El perro asinti y el gato salt la alta tapia que rodeaba los jardines del palacio y en pocos momentos lleg junto a la princesa de los cabellos de oro, quien al verle lo abraz llorosa y le cont lo que haba ocurrido, preguntando al terminar:

- No hay modo de huir de las manos de estas gentes?

- S, -contest el gato.- Decidme dnde est el anillo y con l os sacar de aqu.

- El anillo lo guarda la hechicera en el estmago.

- Perfectamente, esta noche mismo lo recuperar, y una vez en nuestro poder seremos los dueos de la situacin.

Despus de saludar a su ama con una corts reverencia, el gato baj a los stanos del palacio y cuando, hubo descubierto un nido de ratones, se tumb junto a l, fingiendo estar muerto.

Casualmente, aquella noche se celebraba el casamiento del hijo del rey de los ratones con la hija de la reina de las ratitas, y por aquel agujero deba salir la comitiva. Cuando el gato vio la procesin de ratitas y ratones, puso en prctica el plan que haba formado, y cogiendo al prncipe de los ratones lo agarr fuertemente sin hacer caso de sus protestas.

- Por favor, sultame, sultame! -chill el aterrorizado ratn.

- Por favor, soltadle, seor Gato -suplic la comitiva.- Hoy es su noche de bodas.

- Si queris que lo suelte es necesario que hagis algo por mi -contest el gato.

- Qu queris que hagamos? -preguntaron los ratones.

- Deseo que me traigis el anillo que la hechicera tiene en el estmago. Si me lo trais dejar ir al prncipe; de lo contrario lo matar.

- Yo os lo traer -dijo un ratn blanco, que pareca ms listo que sus compaeros. -Conozco el cuarto de la hechicera y adems, la vi cuando se trag el anillo.

El ratoncito blanco, corri a la habitacin de la maga, a la cual lleg por mil intrincados subterrneos, y despus de asegurarse de que estaba dormida, salt sobre la cama y metiendo la cola dentro de la boca de la anciana la hizo toser y expuls el anillo, que rod por el suelo, con alegre sonido.

Sin perder un segundo, el ratoncito galop por los caminos subterrneos, hasta llegar al sitio donde aguardaba el gato, a quien entreg el anillo. El gato cumpli su promesa y dej ir al prncipe de los ratones, que fue a reunirse con su novia, que le aguardaba sollozando junto con su madre.

El gato fue a reunirse con el perro y al llegar junto a l le dijo que ya tena el anillo.

- Entonces -replic el perro,- lo mejor ser que te montes en mi lomo, pues yo corro mucho ms que t y as llegaremos antes al sitio donde nos espera nuestro amo.

Tres das corri sin descansar el perro, y al fin, jadeando fuertemente, se dej caer a los pies de su amo, a quien el gato entreg el anillo, cuyo mgico poder devolvi junto a su esposo a la princesa de los cabellos de oro.

El matrimonio fue muy feliz, y nunca ms volvi a separarse. En su casa, los visitantes ven un gato y un perro muy viejos y casi ciegos, a los cuales los esposos tratan con mucho cario. A veces tambin acude a la casa una enorme serpiente que lleva una corona de diamantes en la cabeza. Y en tales ocasiones, las risas de felicidad suenan muy fuertes y prolongadas.

El hijo del adivino

Estando en su lecho de muerte, un adivino hizo el horscopo de su segundo hijo, cuyo nombre era Gengazara, y sta fue la nica fortuna que le leg, dejando todo su dinero y tierras al hijo mayor. Gengazara ley atentamente el horscopo y se dijo:

- Esto es todo lo que ha de ser mi vida? Mi padre jams fall en sus horscopos, y el mo no puede ser peor: ser pobre todo la vida. Estar diez aos en la crcel. Morir a la orilla del mar; lo cual significa que me encontrar lejos de mis amigos y parientes en un pas baado por el mar. Y ahora viene la parte ms curiosa del horscopo: ms tarde tendr alguna felicidad. Esa felicidad es un enigma para m.

Cuando terminaron los funerales, el muchacho se despidi de su hermano mayor, y parti hacia Benars. Como quera evitar las orillas del mar, a fin de vivir muchos aos, se adentr en un terrible desierto y a los tres das se encontr sin agua y sin comida. La situacin era desesperada, pero el joven no se inmut.

- Mi padre jams se equivoc en sus profecas, y si me predijo que morira junto al mar, no hay peligro de que fallezca en este desierto.

Este pensamiento calm un poco la terrible sed que senta, y al mismo tiempo le dio nuevas fuerzas, haciendo que al poco rato llegase junto a un pozo en ruinas.

Pensando que podra obtener algo de agua descolgando su cantimplora con un cordel, lo hizo as, y de pronto lleg a sus odos una voz que deca:

- Slvame, hombre. Soy el rey de los tigres y me estoy muriendo de hambre. En los ltimos tres das no he comido nada. La suerte te ha trado a ti a este pozo. Si me ayudas encontrars en m un amigo para toda la vida. No creas que soy un animal de presa. Si me salvos no tocar un pelo de tu ropa. Por favor te ruego que me saques de aqu.

- Debo sacarle o no? -se dijo Gengazara.- Si le saco puedo convertirme en su comida. Pero no, no puede ser porque segn el horscopo de mi padre debo morir junto al mar y esto no se parece en nada al Ocano. Adems, mi padre jams se equivoc.

Sin vacilar un momento ms, el joven tendi al tigre su cantimplora atada al cordel. El animal se cogi a ella y ayudado por el hombre, salt fuera del pozo. Fiel a su palabra no intent nada contra Gengazara. Al contrario, dio tres vueltas alrededor de l y detenindose ante el joven, le dijo:

- Mi bienhechor. Nunca olvidar este da ni tu bondad. En premio a ella te juro ayudarte en todas las dificultades en que puedas encontrarte. Si me necesitas no tienes ms que pensar en m y al momento acudir a tu lado.

"Ahora, voy a contarte el motivo de hallarme dentro del pozo. Hace tres das encontr a un joyero y le persegu para comrmelo. Viendo que no poda escapar de mis garras, el hombre salt dentro de este pozo y ahora se encuentra en el fondo del mismo. Yo le segu, pero me qued cogido en un saliente. Un poco ms abajo, en otro saliente, se encuentra una serpiente de cascabel medio muerto de hambre. Ms hacia el fondo, tambin en otro saliente, hay una rata. Sin duda te pedirn los tres que los saques del pozo. Pues bien, como amigo te dir que ayudes a los dos animales, pero que no hagas caso de las demandas del joyero. Los joyeros no son gente de fiar, y ste mucho menos que los dems. Por tu bien no le auxilies, podras arrepentirte.

Dicho esto, el tigre se march por el desierto, sin aguardar la respuesta de su salvador.

Gengazara reflexion sobre las palabras del tigre y uno tras otro salv a la serpiente y a la rata.

Ambos animales dieron tres vueltas a su alrededor, y como el tigre, le prometieron ayudarle en el momento en que los necesitase. Para tenerlos a su lado no tendra que hacer ms que pensar en ellos. Pero lo mismo que el tigre, le advirtieron de peligro de salvar al joyero.

El joven recapacit acerca del consejo dado por los tres animales, pero como tena mucha sed, dej bajar la cantimplora, para coger agua. El joyero le pidi por todos los dioses que le salvara del lugar aquel, prometindole ser su amigo eterno.

Gengazara, que era bueno, no pudo resistir las peticiones del desgraciado y le salv como a los animales. Despus, siempre temiendo que an quedara alguien en aquel concurrido pozo del desierto, hizo bajar la cantimplora, y al fin pudo saciar su sed.

- Mi querido amigo y protector -le dijo el joyero.- He odo la serie de tonteras que os han dicho esos tres animales. Me alegro infinito de que no hayis hecho caso de sus consejos. Me estoy muriendo de hambre y os ruego me permitis dejaros. Me llamo Manicasari y vivo en Ujaini, a veinte kas al Sur de este lugar. Cuando regresis de Benars podis pasar por mi casa y tendr un gran placer en pagaros un poco de lo mucho que por m habis hecho.

Dicho esto, el joyero se despidi de Gengazara, quien parti hacia el Norte, en direccin a Benars.

Lleg a la ciudad Santa y vivi en ella durante diez aos, durante los cuales olvid casi por completo al tigre, a la serpiente, a la rata y al joyero. Al cabo de diez aos de vida religiosa, el recuerdo de la casa de su hermano y el deseo de verle le asaltaron tan insistentemente, que se dijo:

- Con las prcticas religiosas que he hecho, he debido de conseguir suficientes mritos. Es, pues, el momento de regresar a mi casa.

Recordando la profeca de su padre acerca de morir a la orilla del mar, regres a su pueblo por el mismo camino que siguiera diez aos antes, y as se dio el caso de que llegase junto al pozo donde le o