Cuentos de Monterroso

7
El Camaleón que finalmente no sabía de qué color ponerse [Fábula. Texto completo] Augusto Monterroso En un país muy remoto, en plena Selva, se presentó hace muchos años un tiempo malo en el que el Camaleón, a quien le había dado por la política, entró en un estado de total desconcierto, pues los otros animales, asesorados por la Zorra, se habían enterado de sus artimañas y empezaron a contrarrestarlas llevando día y noche en los bolsillos juegos de diversos vidrios de colores para combatir su ambigüedad e hipocresía, de manera que cuando él estaba morado y por cualquier circunstancia del momento necesitaba volverse, digamos, azul, sacaban rápidamente un cristal rojo a través del cual lo veían, y para ellos continuaba siendo el mismo Camaleón morado, aunque se condujera como Camaleón azul; y cuando estaba rojo y por motivaciones especiales se volvía anaranjado, usaban el cristal correspondiente y lo seguían viendo tal cual. Esto sólo en cuanto a los colores primarios, pues el método se generalizó tanto que con el tiempo no había ya quien no llevara consigo un equipo completo de cristales para aquellos casos en que el mañoso se tornaba simplemente grisáceo, o verdiazul, o de cualquier color más o menos indefinido, para dar el cual eran necesarias tres, cuatro o cinco superposiciones de cristales. Pero lo bueno fue que el Camaleón, considerando que todos eran de su condición, adoptó también el sistema. Entonces era cosa de verlos a todos en las calles sacando y alternando cristales a medida que cambiaban de colores, según el clima político o las opiniones políticas prevalecientes ese día de la semana o a esa hora del día o de la noche. Como es fácil comprender, esto se convirtió en una especie de peligrosa confusión de las lenguas; pero pronto los más listos se dieron cuenta de que aquello sería la ruina

Transcript of Cuentos de Monterroso

El Camalen que finalmente no saba de qu color ponerse

El Camalen que finalmente no saba de qu color ponerse[Fbula. Texto completo]Augusto MonterrosoEn un pas muy remoto, en plena Selva, se present hace muchos aos un tiempo malo en el que el Camalen, a quien le haba dado por la poltica, entr en un estado de total desconcierto, pues los otros animales, asesorados por la Zorra, se haban enterado de sus artimaas y empezaron a contrarrestarlas llevando da y noche en los bolsillos juegos de diversos vidrios de colores para combatir su ambigedad e hipocresa, de manera que cuando l estaba morado y por cualquier circunstancia del momento necesitaba volverse, digamos, azul, sacaban rpidamente un cristal rojo a travs del cual lo vean, y para ellos continuaba siendo el mismo Camalen morado, aunque se condujera como Camalen azul; y cuando estaba rojo y por motivaciones especiales se volva anaranjado, usaban el cristal correspondiente y lo seguan viendo tal cual. Esto slo en cuanto a los colores primarios, pues el mtodo se generaliz tanto que con el tiempo no haba ya quien no llevara consigo un equipo completo de cristales para aquellos casos en que el maoso se tornaba simplemente grisceo, o verdiazul, o de cualquier color ms o menos indefinido, para dar el cual eran necesarias tres, cuatro o cinco superposiciones de cristales.Pero lo bueno fue que el Camalen, considerando que todos eran de su condicin, adopt tambin el sistema.Entonces era cosa de verlos a todos en las calles sacando y alternando cristales a medida que cambiaban de colores, segn el clima poltico o las opiniones polticas prevalecientes ese da de la semana o a esa hora del da o de la noche.Como es fcil comprender, esto se convirti en una especie de peligrosa confusin de las lenguas; pero pronto los ms listos se dieron cuenta de que aquello sera la ruina general si no se reglamentaba de alguna manera, a menos de que todos estuvieran dispuestos a ser cegados y perdidos definitivamente por los dioses, y restablecieron el orden.Adems de lo estatuido por el Reglamento que se redact con ese fin, el derecho consuetudinario fij por su parte reglas de refinada urbanidad, segn las cuales, si alguno careca de un vidrio de determinado color urgente para disfrazarse o para descubrir el verdadero color de alguien, poda recurrir inclusive a sus propios enemigos para que se lo prestaran, de acuerdo con su necesidad del momento, como suceda entre las naciones ms civilizadas.Slo el Len que por entonces era el Presidente de la Selva se rea de unos y de otros, aunque a veces socarronamente jugaba tambin un poco a lo suyo, por divertirse.De esa poca viene el dicho de quetodo Camalen es segn el colordel cristal con que se mira.

El grillo maestro[Fbula. Texto completo]Augusto MonterrosoAll en tiempos muy remotos, un da de los ms calurosos del invierno, el Director de la Escuela entr sorpresivamente al aula en que el Grillo daba a los Grillitos su clase sobre el arte de cantar, precisamente en el momento de la exposicin en que les explicaba que la voz del Grillo era la mejor y la ms bella entre todas las voces, pues se produca mediante el adecuado frotamiento de las alas contra los costados, en tanto que los pjaros cantaban tan mal porque se empeaban en hacerlo con la garganta, evidentemente el rgano del cuerpo humano menos indicado para emitir sonidos dulces y armoniosos. Al escuchar aquello, el Director, que era un Grillo muy viejo y muy sabio, asinti varias veces con la cabeza y se retir, satisfecho de que en la Escuela todo siguiera como en sus tiempos.FIN

El mono que quiso ser escritor satrico[Minicuento. Texto completo]Augusto Monterroso

En la selva viva una vez un Mono que quiso ser escritor satrico.

Estudi mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor satrico le faltaba conocer a la gente y se aplic a visitar a todos y a ir a los cocteles y a observarlos por el rabo del ojo mientras estaban distrados con la copa en la mano.

Como era de veras gracioso y sus giles piruetas entretenan a los otros animales, en cualquier parte era bien recibido y l perfeccion el arte de ser mejor recibido an.

No haba quien no se encantara con su conversacin y cuando llegaba era agasajado con jbilo tanto por las Monas como por los esposos de las Monas y por los dems habitantes de la Selva, ante los cuales, por contrarios que fueran a l en poltica internacional, nacional o domstica, se mostraba invariablemente comprensivo; siempre, claro, con el nimo de investigar a fondo la naturaleza humana y poder retratarla en sus stiras.

As lleg el momento en que entre los animales era el ms experto conocedor de la naturaleza humana, sin que se le escapara nada.

Entonces, un da dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se fij en la Urraca, y principi a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se rea y se encaramaba de placer a los rboles por las cosas que se le ocurran acerca de la Urraca; pero de repente reflexion que entre los animales de sociedad que lo agasajaban haba muchas Urracas y especialmente una, y que se iban a ver retratadas en su stira, por suave que la escribiera, y desisti de hacerlo.

Despus quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la Serpiente, quien por diferentes medios -auxiliares en realidad de su arte adulatorio- lograba siempre conservar, o sustituir, mejorndolos, sus cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se sentiran aludidas, y desisti de hacerlo.

Despus dese satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo en la Abeja, que trabajaba estpidamente sin saber para qu ni para quin; pero por miedo de que sus amigos de este gnero, y especialmente uno, se ofendieran, termin comparndola favorablemente con la Cigarra, que egosta no hacia ms que cantar y cantar dndoselas de poeta, y desisti de hacerlo.

Despus se le ocurri escribir contra la promiscuidad sexual y enfil su stira contra las Gallinas adlteras que andaban todo el da inquietas en busca de Gallitos; pero tantas de stas lo haban recibido que temi lastimarlas, y desisti de hacerlo.

Finalmente elabor una lista completa de las debilidades y los defectos humanos y no encontr contra quin dirigir sus bateras, pues todos estaban en los amigos que compartan su mesa y en l mismo.

En ese momento renunci a ser escritor satrico y le empez a dar por la Mstica y el Amor y esas cosas; pero a raz de eso, ya se sabe cmo es la gente, todos dijeron que se haba vuelto loco y ya no lo recibieron tan bien ni con tanto gusto.FIN

Tomado de La oveja negra y dems fbulas, Mxico, Era, 1969.

El perro que deseaba ser un ser humano[Fbula. Texto completo]Augusto MonterrosoEn la casa de un rico mercader de la Ciudad de Mxico, rodeado de comodidades y de toda clase de mquinas, viva no hace mucho tiempo un Perro al que se le haba metido en la cabeza convertirse en un ser humano, y trabajaba con ahnco en esto. Al cabo de varios aos, y despus de persistentes esfuerzos sobre s mismo, caminaba con facilidad en dos patas y a veces senta que estaba ya a punto de ser un hombre, excepto por el hecho de que no morda, mova la cola cuando encontraba a algn conocido, daba tres vueltas antes de acostarse, salivaba cuando oa las campanas de la iglesia, y por las noches se suba a una barda a gemir viendo largamente a la luna.FIN

La fe y las montaas[Minicuento. Texto completo]Augusto MonterrosoAl principio la Fe mova montaas slo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permaneca igual a s mismo durante milenios. Pero cuando la Fe comenz a propagarse y a la gente le pareci divertida la idea de mover montaas, stas no hacan sino cambiar de sitio, y cada vez era ms difcil encontrarlas en el lugar en que uno las haba dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba ms dificultades que las que resolva.La buena gente prefiri entonces abandonar la Fe y ahora las montaas permanecen por lo general en su sitio. Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligersimo atisbo de fe.FIN

Tomado de La oveja negra y dems fbulas, Mxico, Era, 1969.

La mosca que soaba que era un guila[Minicuento. Texto completo]Augusto MonterrosoHaba una vez una Mosca que todas las noches soaba que era un guila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes. En los primeros momentos esto la volva loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensacin de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impeda posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, as como sufrir a conciencia dndose topes contra los vidrios de su cuarto. En realidad no quera andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos. Pero cuando volva en s lamentaba con toda el alma no ser un guila para remontar montaas, y se senta tristsima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volva a poner las sienes en la almohada.FIN

La sirena inconforme[Cuento. Texto completo]Augusto MonterrosoUs todas sus voces, todos sus registros; en cierta forma se extralimit; qued afnica quin sabe por cunto tiempo. Las otras pronto se dieron cuenta de que era poco lo que podan hacer, de que el aburridor y astuto Ulises haba empleado una vez ms su ingenio, y con cierto alivio se resignaron a dejarlo pasar. sta no; sta luch hasta el fin, incluso despus de que aquel hombre tan amado y deseado desapareci definitivamente. Pero el tiempo es terco y pasa y todo vuelve. Al regreso del hroe, cuando sus compaeras, aleccionadas por la experiencia, ni siquiera tratan de repetir sus vanas insinuaciones, sumisa, con la voz apagada, y persuadida de la inutilidad de su intento, sigue cantando. Por su parte, ms seguro de s mismo, como quien haba viajado tanto, esta vez Ulises se detuvo, desembarc, le estrech la mano, escuch el canto solitario durante un tiempo segn l ms o menos discreto, y cuando lo consider oportuno la posey ingeniosamente; poco despus, de acuerdo con su costumbre, huy. De esta unin naci el fabuloso Hygrs, o sea el Hmedo en nuestro seco espaol, posteriormente proclamado patrn de las vrgenes solitarias, las plidas prostitutas que las compaas navieras contratan para entretener a los pasajeros tmidos que en las noches deambulan por las cubiertas de sus vastos trasatlnticos, los pobres, los ricos, y otras causas perdidas.FIN