Cuentos en versos para niños perversos

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Este material ha sido descargado de www.jewishprograms.org . CUENTOS EN VERSO PARA NIÑOS PERVERSOS Roald Dahl Blancanieves y los siete enanos Cuando murió la madre de Blanquita dijo su padre, el Rey: <<Esto me irrita. ¡Qué cosa tan pesada y tan latosa! Ahora tendré que dar con otra esposa…>> –es, por lo visto, un lío del demonio para un Rey componer su matrimonio–. Mandó anunciar en todos los periódicos: <<Se necesita Reina>> y, muy metódico, recortó las respuestas que en seguida llegaron a millones… <<La elegida ah de mostrar con pruebas convincentes que eclipsa a cualquier otra pretendiente>>. Por fin fue preferida a las demás la señorita Obdulia Carrasclás, que trajo un artefacto extraordinario comprado a algún exótico anticuario: era un ESPEJO MAGICO PARLANTE con marco de latón, limpio y brillante, que contestaba a quien le plateara cualquier cuestión con la verdad más clara. Así, si, por ejemplo, alguien quería saber qué iba a cenar en ese día, el chisme le decía sin tardar: <<Lentejas o te quedas sin cenar>>. El caso es que la Reina, que Dios guarde, le preguntaba al trasto cada tarde: <<Dime Espejito, cuéntame una cosa: de todas, ¿no soy yo la más hermosa?>>. Y el cachivache siempre: <<Mi Señora, vos sois la más hermosa, encantadora y bella de este reino. No hay rival a quien no hayáis comido la moral>>. La Reina repitió diez largos años la estúpida pregunta y sin engaños le contestó el Espejo, hasta que un día Obdulia oyó al cacharro que decía: <<Segunda sois, Señora. Desde el jueves es mucho más hermosa Blancanieves>>.su majestad se puso furibunda, armó una impresionante barahúnda y dijo: <<¡Yo me cargo a esa muchacha! ¡La aplastaré como a

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CUENTOS EN VERSO PARA NIÑOS PERVERSOSRoald Dahl

Blancanieves y los siete enanos

Cuando murió la madre de Blanquitadijo su padre, el Rey: <<Esto me irrita.¡Qué cosa tan pesada y tan latosa!Ahora tendré que dar con otraesposa…>> –es, por lo visto, un lío deldemonio para un Rey componer sumatrimonio–. Mandó anunciar en todoslos periódicos: <<Se necesita Reina>>y, muy metódico, recortó las respuestasque en seguida llegaron a millones…<<La elegida ah de mostrar conpruebas convincentes que eclipsa acualquier otra pretendiente>>. Por finfue preferida a las demás la señoritaObdulia Carrasclás, que trajo unartefacto extraordinario comprado aalgún exótico anticuario: era un ESPEJOMAGICO PARLANTE con marco de latón,limpio y brillante, que contestaba aquien le plateara cualquier cuestión conla verdad más clara. Así, si, porejemplo, alguien quería saber qué iba acenar en ese día, el chisme le decía sintardar: <<Lentejas o te quedas sincenar>>. El caso es que la Reina, queDios guarde, le preguntaba al trastocada tarde: <<Dime Espejito, cuéntameuna cosa: de todas, ¿no soy yo la máshermosa?>>. Y el cachivache siempre:<<Mi Señora, vos sois la más hermosa,encantadora y bella de este reino. Nohay rival a quien no hayáis comido lamoral>>.

La Reina repitió diez largos años laestúpida pregunta y sin engaños lecontestó el Espejo, hasta que un díaObdulia oyó al cacharro que decía:<<Segunda sois, Señora. Desde eljueves es mucho más hermosaBlancanieves>>.su majestad se pusofuribunda, armó una impresionantebarahúnda y dijo: <<¡Yo me cargo aesa muchacha! ¡La aplastaré como a

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una cucaracha! ¡La despellejaré, la haréguisar y me la comeré paraalmorzar!>>.Llamó a su Cazador al aposento y legritó: <<¡Cretino, escucha atento! Vasa llevarte al monte a la Princesadiciéndole que vais a buscar fresas y,cuando estéis allí, vas a matarla,desollarla muy bien, descuartizarla y,para terminar, traerme al instante sucorazón caliente y palpitante>>.

El Cazador llevó a la criatura,mintiéndole vilmente, ala espesura delBosque. La Princesa, que se olió latorta, dijo: <<¡Espere! ¿Qué he hechoyo para que usted me mate, señor mío?–el brazo y el cuchillo de aquél tíoerizaban el pelo al mas pintado–¡Déjeme, por favor, no sea pesado!>>.El Cazador, que era mala gente, sederritió al mirar a la inocente.<<¡Aléjate corriendo de mi vista,porque, si me lo pienso más, laslista…!>> la chica ya no estaba – ¡quéiba a estar! – cuando el verdugoterminó de hablar. Después fue elhombre a ver al carnicero, pidió que lesacara un buen cordero, compró mediadocena de costillas amén del corazón y,a pies juntillas, Obdulia tomó aquellacasquería por carne de Princesa.<<¡Que mi tía se muera si he faltadovuestro encargo, Señora…! Se hacetarde… Yo me largo…>>. <<Os creo,Cazador. Marchad tranquilo –dijo laReina–. ¡Y ese medio kilo de chuletillasy ese corazón los quiero bien tostados alcarbón!>>, y se los engulló, la muysalvaje, con un par de vasitos debrebaje.

¿Qué hacía la Princesa, mientras tanto?Pues auto-stop para curar su espanto.Volvió a la capital en un boleo yconsiguió muy pronto un buen empleode ama de llaves en el domicilio de sietedivertidos hombrecillos. Habían sidojockeys de carreras y eran muy majostodos, si no fuera por un vicio que ensábados y fiestas les devoraba el coco:¡las apuestas! Así, si en los caballos no

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atinaban un día, aquella noche nocenaban…Hasta que una mañana dijo Blanca:<<Tengo una idea, chicos, que no esmanca. Dejad todo el asunto de micuenta, que voy a resolveros vuestrarenta, pero hasta que yo

vuelva de un paseo no quiero quejuguéis ni al veo-veo>>.Se fue Blanquita aquella misma nochede nuevo en auto-stop –y en un buenchoche– hasta Palacio y, siendo chicalista, cruzó los aposentos sin ser vista;el Rey estaba absorto haciendo cuentasen el Despacho Real y la sangrientaObdulia se encontraba en la cocinacomiendo pan con miel y margarina. Lajoven pudo, pues, llegar al fin hasta eldichoso Espejo Parlanchín, echárselo enun saco y, de puntillas, volver sobre suspasos dos mil millas –que eso leparecieron, pobrecita–. <<¡Muchachos,aquí traigo una cosita que todo loadivina sin error! ¿Queréis probar?>>.<<¡Sí, sí!>>, dijo el mayor: <<Mira,Espejito, no nos queda un chavo, asíque has de acertar en todo el clavo:¿quién ganará mañana la tercera?>>.<<La yegua Rifífí será primera>>, lecontestó el Espejo roncamente…¡Imaginad la euforia consiguiente!Blanquita fue aclamada, agasajada,despachurrada a besos y estrujada.Luego corrieron todos los Enanos hastael local de apuestas más cercano y noles quedó un mal maravedí que no fueraa para a Rifífí: vendieron el Volkswagen,empeñaron relojes y colchones, seentramparon con una sucursal de laGran Banca para apostarlo todo a supotranca. Después, en el hipódromo, sevio que el Espejito no se equivocó, y yasiempre los sábados y fiestas ganaronlos muchachos sus apuestas. Blanquitatuvo parte de beneficios por ser laemperatriz del artificio, y, en cuantocorrió un poco el calendario, se hicierontodos superbillonarios –de donde sededuce que jugar no es mala cosa… sise va a ganar–.

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Caperucita Roja y el lobo

Estando una mañana haciendo el bobole entró un hambre espantosa al SeñorLobo, así que, para echarse algo a lamuela, se fue corriendo a casa de laAbuela.<<¿Puedo pasar, Señora?>>, preguntó.La pobre anciana, al verlo, se asustópensando: <<¡Este me come de unbocado!>>. Y, claro, no se habíaequivocado: se convirtió la Abuela enalimento en menos tiempo del que aquíte cuento. Lo malo es que era flaca ytan huesuda que al Lobo no le fue degran ayuda: <<Sigo teniendo unhambre aterradora… ¡Tendré quemerendarme otra señora!>>. Y, al noencontrar ninguna en la nevera, gruñocon impaciencia aquella fiera:<<¡Esperaré sentado hasta que vuelvaCaperucita Roja de la Selva –que asíllamaban al Bosque la alimaña,creyéndose en Brasil y no es España–. Yporque no se viera su fiereza, sedisfrazó de abuela con presteza, se diolaca en las uñas y en el pelo, se pusogran falda gris de vuelo, zapatos,sombrerito, una chaqueta y se sentó enespera de la nieta. Llegó por fin Caperua mediodía y dijo:<<¿Cómo estás,abuela mía? Por cierto, ¡me impresionantus orejas!>>. <<Para mejor oírte, quelas viejas somos un poco sordas>>.<<¡Abuelita, qué ojos tan grandestienes!>>. <<Claro, hijita, son laslentillas nuevas que me ha puesto paraque pueda verte Don Ernesto eloculista>>, dijo el animal mirándola congesto angelical mientras se le ocurríaque la chica iba a saberle mil veces másrica que el racho precedente. Derepente Caperucita dijo: <<¡Quéimponente abrigo de piel llevas esteinvierno!>>. El Lobo, estupefacto, dijo:<<¡Un cuerno! O no sabes el cuento otú me mientes: ¡Ahora te toca hablar demis dientes! ¿Me estás tomando elpelo…? Oye, mocosa, te comeré ahoramismo y a otra cosa>>. Pero ella sesentó es un canapé y se sacó unrevólver del corsé, con calma apuntó

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bien a la cabeza y – ¡pam! – allí cayó labuena pieza

Al poco tiempo vi a Caperucita cruzandopor el Bosque… ¡Pobrecita! ¿Sabéis loque llevaba la infeliz? Pues nada menosque un sobrepelliz que a mí me parecióde piel de un lobo que estuvo unamañana haciendo el bobo.

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La Cenicienta

<<¡Si ya nos la sabemos dememoria!>>, diréis. Y, sin embargo, deesta historia tenéis una versiónfalsificada, rosada, tonta, cursi,azucarada, que alguien con la molleraun poco rancia consideró mejor para lainfancia…

El lío se organiza en el momento en quelas Hermanastras de este cuento semarchan a Palacio y la pequeña sequeda en la bodega a partir leña. Allíentre ratones llora y gruta, golpea lapared, se desgañita: <<¡Quiero salir deaquí! ¡Malditas brujas! ¡¡Os arrancaré elmoño por granujas!!>>. Y así hasta quepor fin asoma el Hada por el encierro enel que está su ahijada. <<¿Qué puedohacer por ti, Ceny querida? ¿Por quégritas así? ¿Tan mala vida te dan esaslechuzas?>>. <<¡Frita estoy porqueellas van al baile y yo no voy!>>. Lachica patalea furibunda:<<¡Pues yo también iré a esa fiestainmunda! ¡Quiero un traje de noche, unpaje, un coche, zapatos de charol,sortija, broche, pendientes de coral,pantys de seda y aromas de Paris paraque pueda enamorar al Príncipe enseguida con mi belleza fina ydistinguida!>>. Y dicho y hecho, alpunto Cenicienta, en menos de tiempodel que aquí se cuenta, se personó enPalacio, en plena disco, dejando a susrivales hechas cisco.

Con Cecy bailó el Príncipe rocks milestomándola en sus brazos varoniles y ellase le abrazó con tal vigor que allí perdiósu Alteza su valor, y mientras la miró nofue posible que le dijera cosa inteligible.Al dar las doce Ceny pensó: <<Nena,como no corras las hemos hechobuena>>, y el Príncipe gritó: <<¡No meabandones!>>, mientras se le agarrabaa los riñones, y ella tirando y él hechoun pelmazo hasta que el traje se hizomil pedazos. La pobre se escapó medio

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en camisa, pero perdió un zapato con laprisa. El Príncipe, embobado, lo tomó yante la Corte entera declaró: <<¡Ladueña del pie que entre en el zapatoserá mi dulce esposa, o yo memato!>>. Después, como era un pocodespistado, dejó en una bandeja elchanclo amado. Una Hermanastra dijo:<<¡Esta es la mía!>>, y, en vista deque nadie la veía, pescó el zapato, lotiró al retrete y lo escamoteó en unperiquete. En su lugar,disimuladamente, dejó su zapatillamaloliente.

En cuanto salió el Sol, salió su Altezapor la ciudad con toda ligereza en buscade la dueña de la prenda. De casa encasa fue, de tienda en tienda, e hicieroncola muchas damiselas sin resultado.Aquella vil chinela. Incómoda, pestíferay chotuna, no le sentaba bien a damaalguna. Así hasta que fue el turno de lacasa de Cenicienta… <<¡Pasa, Alteza,pasa!>>, dijeron las perversasHermanastras y, tras guiñar un ojo a laMadrastra, se puso la de más cara decerdo su propia zapatilla en el pieizquierdo. El Príncipe dio un grito,horrorizado, pero ella gritó más: <<¡Haentrado! ¡Ha entrado! ¡Seré tu dulceesposa!>>. <<¡Un cuerno frito!>>.<<¡Has dado tu palabra, Principito,precioso mío!>>. <<¿Si? –rugió suAlteza. – ¡Ordeno que le corten lacabeza!>>. Se la cortaron de un únicotajo y el Príncipe se dijo: <<Buentrabajo. Así no está tan fea>>. Deinmediato gritó la otra Hermanastra:<<¡Mi zapato! ¡Dejad que lopruebe!>>. <<¡Prueba esto!>>, bramósu Alteza Real con muy mal gesto y,echando mano de sureal espada le descocorotó de unaestocada; cayó la cabezota en lamoqueta, dio un par de botes y sequedó quieta…

En la cocina Cenicienta estabaquitándoles las vainas a unas habascuando escuchó los botes –pam, pam,pam– del coco de su hermana en el

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zaguán, así que se asomó desde lapuerta y preguntó: <<¿Tan pronto y yadespierta?>>. El Príncipe dio un salto:<<¡Otro melón!>>, y a Ceny le dio unvuelco el corazón. <<¡Caray! –pensó–¡Qué bárbara su alteza! Con ese yo nome juego la cabeza… ¡Pero si estacompletamente loco!>>. Y cuando gritóel Príncipe: <<¡Ese coco! ¡Cortádseloahora mismo!>>, en la cocina brilló lavara del Hada Madrina. <<¡Pídeme loque quieras, Cenicienta, que tus deseoscorren de mi cuenta!>>. <<¡HadaMadrina –suplicó la ahijada–, no quieroya ni príncipes ni nada que puedaparecérseles! Ya he sido Princesa por undía. Ahora te pido quizás algo más difícile infrecuente: un compañero honrado ybuena gente. ¿Podrás encontrar unopara mí, Madrina amada? Yo lo quieroasí…>>

Y en menos tiempo del que aquí secuenta se descubrió de prontoCenicienta a salvo de su Príncipe ycasada con un señor que haciamermelada. Y, como fueron ambosfelices, nos dieron con el tarro en lasnarices.