Cuentos y prosa no literaria + glosarios a cuentos, prosa ...

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Cuentos y prosa no literaria + glosarios a cuentos, prosa no literaria y poesía* de R.Paasche** Semesteremne i Spansk * Los poemas se incluyen en la lista del curso ** los glosarios a M.de Unamuno y R.Castellanos son de N.González-Ortega

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Cuentos y prosa no literaria + glosarios a cuentos, prosa noliteraria y poesía* de R.Paasche**

Semesteremne i Spansk

* Los poemas se incluyen en la lista del curso** los glosarios a M.de Unamuno y R.Castellanos son de N.González-Ortega

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Índice

Cuentos:Bécquer, Gustavo Adolfo (España 1836-1870): "El monte de las ánimas" 2Alas, Leopoldo "Clarín" (España 1852-1901): "Adiós Cordera" 7Unamuno, Miguel de: "El marqués de Lumbría" 13

Prosa no literaria:Martí, José (Cuba 1853-1895): "El Padre Las Casas" 21Alonso, Dámaso (España 1898-1989): "Primer conocimiento de la obrapoética"

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Catellanos, Rosario: "La liberación del amor". 31

Glosario: 33

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Gustavo Adolfo Bécquer:

El monte de las ánimas

(Leyenda soriana)

La noche de difuntos, me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas. Sutañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.

Intenté dormir de nuevo. ¡Imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es uncaballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato, me decidí aescribirla, como en efecto lo hice.

Al las doce de la mañana, después de almorzar bien, y con un cigarro en la boca, no lehará mucho efecto a los lectores de El Contemporáneo . Yo la oí en el mismo lugar en queacaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo, cuando sentía crujir loscristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche.

Sea de ella lo que quiera, allá va, como el caballo de copas.

I

- Atad los perros, haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores ydemos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en elMonte de las Ánimas.

- ¡Tan pronto!- A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del

Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará laoración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en lacapilla del monte.

- ¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?- No, hermosa prima. Tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un

año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso,y mientras dure el camino te contaré esa historia.

Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos. Los condes de Borges yAlcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz yAlonso, que precedían la comitiva a bastante distancia.

Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:- Ese monte que hoy llaman de las Ánimas1 pertenecía a los Templarios2 , cuyo

convento ves allí, a la margen del río. Los templarios eran guerreros y religiosos a la vez.Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad 1 Está situado en una de las márgenes del Duero. Antiguamente era un lugar poblado de encinares: los sorianosacudían a él para recoger bellotas. (Clemente Sáenz García "Anecdotario geológico de los ríos sorianos" y "Lahoz del Duero en Soria", en Celtiberia , IV y IX. 6 y 14, Soria 1953 y 1957. páginas 203 y 221-224.)2 "En frente y a continuación del arroyo de Peñaranda, que procede del encinar o Monte de las Ánimas, loshospitalarios fraires de San Juan de Acre construyeron en la décimo segunda centuria el extraordinario claustro ycapilla del santo titular...Estas ruinas sirvieron de inspiración a la leyenda de Gustavo Adolfo que lleva por títuloel (nombre) del bosque referido." (Sáenz García "La hoz del Duero..." págs. 221-222.) Otras tradicionesconsideran que el convento fue fundado por los Templarios. (M.L.Casado: Conozca Soria capital , Soria 1963,pág. 58.) Pueden unirse ambas tradiciones, pues con la disolución de la orden sus bienes pasaron a los frailes deSan Juan de Jerusalén.

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por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla, que asíhubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron. Entre los caballeros de la nuevay poderosa orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años y estalló al fin, unodio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte donde reservaban caza abundante parasatisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres. Los segundos determinaron organizaruna gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas ,como llamaban a sus enemigos. Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unosen su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición sellevó a cabo. No se acordaron de ella, las fieras. Antes la tendrían presente tantas madrescomo arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería. Fue una batallaespantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres. Los lobos a quienes se quiso exterminar,tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, malditaocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada enel mismo monte, y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó aarruinarse. Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola lacampana de la capilla, y que las ánimas de los muertos envueltas en jirones de sus sudarios,corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos bramanespantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han vistoimpresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria lollamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.

La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban alextremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de lacomitiva, la cual, después de incorporársele los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas yoscuras calles de Soria.

II

Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palaciode los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor, iluminando algunos grupos de damasy caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba losemplomados vidrios de las ojivas del salón.

Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso.Beatriz seguía con los ojos y absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama.Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.

Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos temerosos, en que los

espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias deSoria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.

- Hermosa prima - exclamó, al fin Alonso, rompiendo el largo silencio en que seencontraban - , pronto vamos a separarnos, tal vez para siempre; las áridas llanuras deCastilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales, sé que no tegustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío.

Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia: todo un carácter de mujer se reveló enaquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.

- Tal vez por la pompa de la corte francesa donde hasta aquí has vivido - se apresuró aañadir el joven - . De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos,quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar graciasa Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la

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pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tuoscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada: mi padre se lo regaló a la que me dio elser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?

- No sé en el tuyo - contestó la hermosa - ; pero en mi país una prenda recibidacompromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manosde un deudo..., que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías.

El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al jovenque, después de serenarse, dijo con tristeza:

- Lo sé, prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo entre todos; hoy es díade ceremonia y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?

Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sinañadir una palabra.

Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volvióse a oír la cascada voz delas viejas que hablaban de brujas y de trasgos, y el zumbido del aire que hacía crujir losvidrios de las ojivas, y el triste monótono doblar de las campanas.

Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo:- Y antes que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra

el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? - dijo él, clavandouna mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamientodiabólico.

- ¿Por qué no? - exclamó ésta, llevándose la mano al hombro derecho como parabuscar alguna cosa entre los pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro.Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió: - ¿Te acuerdas de la banda azulque llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era ladivisa de tu alma?

- Sí.- ¡Pues... se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.- ¡Se ha perdido! ¿Y dónde? - preguntó Alonso, incorporándose de su asiento y con

una indescriptible expresión de temor y esperanza.- No sé... En el monte, acaso.- ¡En el Monte de las Ánimas! - murmuró, palideciendo y dejándose caer sobre el sitial

-¡En el Monte de las Ánimas! - luego prosiguió, con voz entrecortada y sorda: - Tú lo sabes,porque lo habrás oído mil veces. En la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de loscazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como misascendientes, he llevado a esa diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud,todo el ardor hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras quehe muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres, yo he combatido conellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir elpeligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a unafiesta; y, sin embargo, esta noche... esta noche, ¿a qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Lascampanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del montecomenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren susfosas... ¡Las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornarsus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja quearrastra el viento sin que se sepa adónde.

Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios deBeatriz, que, cuando hubo concluido, exclamó en un tono indiferente y mientras atizaba elfuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores:

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- ¡Oh! Eso, de nigún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera!¡Una noche tan oscura, noche de difuntos y cuajado el camino de lobos!

Al decir esta última frase la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudomenos de comprender toda su amarga ironía; movido como por un resorte se puso de pie, sepasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en sucorazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobreel hogar, entreteniéndose en revolver el fuego:

- Adiós, Beatriz, adiós. Hasta.. pronto.- ¡Alonso, Alonso! - dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó

querer detenerle, el joven había desaparecido.A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La

hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestóatento oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último.

Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbabaen los vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.

III

Había pasado una hora, dos, tres; la medianoche estaba a punto de sonar cuandoBeatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, y, a querer, en menos de una horapudiera haberlo hecho.

- ¡Habrá tenido miedo! - eclamó la joven, cerrando su libro de oraciones yencaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de losrezos que la Iglesia consagra en el día de difuntos a los que ya no existen.

Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, sedurmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.

Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de lacampana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído, a par de ellas,pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El vientogemía en los vidrios de la ventana.

- Será el viento - dijo, y poniéndose la mano sobre el corazón procuró tranquilizarse.Pero su corazón latía cada vez con más violencia, las puertas de alerce del oratorio

habían crujido sobre sus goznes con un chirrido agudo, prolongado y estridente.Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su

habitación iban sonando por su orden; estas con un ruido sordo y grave, aquellas con unlamento largo y crispador. Después, silencio; un silencio lleno de rumores extraños, elsilencio de la medianoche; con un murmullo monótono de agua distante, lejanos ladridos deperros, voces confusas, palabras ininteligibles; eco de pasos que van y vienen, crujir de ropasque se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten,estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve, y que noobstante se nota su aproximación en la oscuridad.

Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinas y escuchó unmomento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar; nada,silencio.

Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que semovían en todas direcciones, y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada; oscuridad,las sombras impenetrables.

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- ¡Bah! - exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de rasoazul del lecho -. ¿Soy yo tan miedosa como estas pobres gentes cuyo corazón palpita de terrorbajo una armadura al oír una conseja de aparecidos?

Y cerrando los ojos, intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre símisma. Pronto volvió a incorporarse, más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era unailusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadaslentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible,pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban,se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó ungrito agudo, y rebujándose en la ropa que la cubría escondió la cabeza y contuvo el aliento.

El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con unrumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y lascampanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblaban tristemente por lasánimas de los difuntos.

Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna aBeatriz. Al fin, despuntó la aurora. Vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primerosrayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz claray blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, tendió una mirada serena a sualrededor, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor fríocubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas; sobreel reclinatorio había visto, sangrienta y desgarrada, la banda azul que perdiera en el monte, labanda azul que fue a buscar Alonso.

Cuando sus servidores llegaron, despavoridos, a notificarle la muerte del primogénitode Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas delMonte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de lascolumnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca, blancos los labios,rígidos los miembros, muerta, muerta de horror.

IV

Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la nochede Difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudocontar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, se asegura que vio a los esqueletos delos antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarseal punto de la oración con un estrépito horrible y, caballeros sobre osamentas de corceles,perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada que, con los piesdesnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba deAlonso.

( En "El contemporáneo ", anónimamente, 1861)

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Leopoldo Alas "Clarín":

¡Adiós, Cordera!

Eran tres; siempre los tres! Rosa, Pinín y la Cordera .El prao Somonte era un recorte triangular de terciopelo verde, tendido, como una

colgadura, cuesta abajo por la loma. Uno de sus ángulos, el inferior, lo despuntaba el caminode hierro de Oviedo a Gijón. Un palo del telégrafo, plantado allí como pendón de conquistacon sus jícaras blancas y sus alambres paralelos a derecha e izquierda, representaba paraRosa y Pinín el ancho mundo desconocido, misterioso, temible, eternamente ignorado. Pinín,después de pensarlo mucho, cuando a fuerza de ver días y días el poste tranquilo, inofensivo,campechano, con ganas, sin duda, de aclimatarse en la aldea y parecerse todo lo posible a unárbol seco, fue atreviéndose con él, llevó la confianza al extremo de abrazarse al leño y treparhasta cerca de los alambres. Pero nunca llegaba a tocar la porcelana de arriba que le recordabalas jícaras que había visto en la rectoral de Puno. Al verse tan cerca del misterio sagrado, leacometía un pánico de respeto y se dejaba resbalar de prisa hasta tropezar con los pies en elcésped.

Rosa, mucho menos audaz, pero más enamorada de lo desconocido, se contentaba conarrimar el oído al palo del telégrafo, y minutos y hasta cuartos de hora pasaba escuchando losformidables rumores metálicos que el viento arrancaba a las fibras del pino seco en contactocon el alambre. Aquellas vibraciones, a veces intensas como las del diapasón que, aplicado aloído, parece que quema con su vertiginoso latir, eran para Rosa los papeles que pasaban, lascartas que se escribían por los hilos, el lenguaje incomprensible que lo ignorado hablaba conlo ignorado; ella no tenía curiosidad por entender lo que los de allá, tan lejos, decían a los delotro extremo del mundo. ¿Qué le importaba? Su interés estaba en el ruido, por el ruidomismo, por su timbre y su misterio.

La Cordera , mucho más formal que sus compañeros, verdad es que, relativamente, deedad también mucho más madura, se abstenía de toda comunicación con el mundo civilizado,y miraba de lejos el palo del telégrafo, como lo que era para ella efectivamente: cosa muerta,inútil, que no le servía ni siquiera para rascarse. Era una vaca que había vivido mucho.Sentada horas y horas, pues, experta en pastos, sabía aprovechar el tiempo, meditaba más quecomía, gozaba del placer de vivir en paz, bajo el cielo gris y tranquilo de su tierra, como quienalimenta el alma, que también tienen los brutos; y si no fuera profanación, podría decirse quelos pensamientos de la vaca matrona, llena de experiencia, debían de parecerse todo lo posiblea las más sosegadas y doctrinales odas de Horacio.

Asistía a los juegos de los pastorcicos encargdos de llindarla como una abuela. Sipudiera, se sonreiría al pensar que Rosa y Pinín tenían por misión, en el prado cuidar de ella,de que la Cordera no se extralimitase, no se metiese por la vía del ferrocarril, ni saltara a laheredad vecina. ¡Qué había de saltar! ¡Qué se había de meter!

Pastar de cuando en cuando, no mucho, cada día menos; pero con atención, sin perderel tiempo en levantar la cabeza por curiosidad necia, escogiendo sin vacilar los mejoresbocados, y, después, sentarse sobre el cuarto trasero con delicia, o rumiar la vida, o gozar eldeleite del no padecer, del dejarse existir. Esto era lo que ella tenía que hacer, y todo lodemás, aventuras peligrosas. Ya no recordaba cuándo le había picado la mosca.

"El xatu (el toro), los saltos locos por las praderas adelante... ¡Todo eso estaba tanlejos!"

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Aquella paz sólo se había turbado en los días de prueba de la inauguración delferrocarril. La primera vez que la Cordera vio pasar el tren se volvió loca. Saltó la sebe de lomás alto del Somonte, corrió por prados ajenos, y el terror duró muchos días; renovándose,más o menos violenta, cada vez que la máquina asomaba por la trinchera vecina. Poco a pocose fue acostumbrando al estrépito inofensivo. Cuando llegó a convencerse de que era unpeligro que pasaba, una catástrofe que amenazaba sin dar, redujo sus precauciones a ponerseen pie y a mirar de frente, con la cabeza erguida, el formidable monstruo; más adelante nohacía más que mirarle sin levantarse, con antipatía y desconfianza; acabó por no mirar al trensiquiera.

En Pinín y Rosa, la novedad del ferrocaril produjo impresiones más agradables ypersistentes. Si al principio era una alegría loca, algo mezclada de miedo supersticioso, unaexcitación nerviosa, que les hacía prorrumpir en gritos, gestos, pantomimas descabelladas,después fue un recreo pacífico, suave, renovado varias veces al día. Tardó mucho en gastarseaquella emoción de contemplar la marcha vertiginosa, acompañada del viento, de la granculebra de hierro que llevaba dentro de sí tanto ruido y tantas castas de gentes desconocidas,extrañas.

***

Pero telégrafo, ferrocarril, todo eso era lo de menos; un accidente pasajero que seahogaba en el mar de soledad que rodeaba el prao Somonte. Desde allí no se veía viviendahumana; allí no llegaban ruidos del mundo más que al pasar el tren. Mañanas sin fin, bajo losrayos del sol a veces, entre el zumbar de los insectos; la vaca y los niños esperaban laproximidad del mediodía para volver a la casa. Y luego, tardes eternas, de dulce tristezasilenciosa, en el mismo prado, hasta venir la noche, con el lucero vespertino por testigo mudoen la altura. Rodaban las nubes allá arriba, crecían las sombras de los árboles y de las peñasen la loma y en la cañada, se acostaban los pájaros, empezaban a brillar algunas estrellas en lomás oscuro del cielo azul, y Pinín y Rosa, los niños gemelos, los hijos de Antón de Chinta,teñida el alma de la dulce serenidad soñadora de la solemne y seria Naturaleza, callaban horasy horas, después de sus juegos, nunca muy estrepitosos, sentados cerca de la Cordera , queacompañaba el augusto silencio de tarde en tarde, con un blando son de perezosa esquila.

En este silencio, en esta calma inactiva, había amores. Se amaban los dos hermanoscomo dos mitades de un fruto verde, unidos por la misma vida, con escasa conciencia de loque en ellos era distinto, de cuanto los separaba; amaban Pinín y Rosa a la Cordera , la vacaabuela, grande, amarillenta, cuya testuz parecía una cuna. La Cordera recordaría a un poetala zavala del Ramayana, la vaca santa; tenía en la amplitud de sus formas, en la solemneserenidad de sus pausados y nobles movimientos, aires y contornos de ídolo destronado,caído, contento con su suerte, más satisfecha con ser vaca verdadera que dios falso. LaCordera, hasta donde es posible adivinar estas cosas, puede decirse que también quería a losgemelos encargados de apacentarla.

Era poco expresiva, pero la paciencia con que los toleraba cuando en sus juegos ellales servía de almohada, de escondite, de montura, y para otras cosas que ideaba la fantasía delos pastores, demostraba tácitamente el afecto del animal pacífico y pensativo.

En tiempos difíciles, Pinín y Rosa habían hecho por la Cordera los imposibles desolicitud y cuidado. No siempre Antón de Chinta había tenido el prado Somonte. Este regaloera cosa relativamente nueva. Años atrás la Cordera tenía que salir a la gramática , esto es, aapacentarse como podía a la buena ventura de los caminos y callejas, de los rapados y escasospraderíos del común, que tanto tenían de vía pública como de pastos. Pinín y Rosa, en talesdías de penuria, la guiaban a los mejores altozanos, a los parajes más tranquilos y menos

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esquilmados, y la libraban de las mil injurias a que están expuestas las pobres reses que tienenque buscar su alimento en los azares de un camino.

En los días de hambre en el establo, cuando el heno escaseaba y el narvoso para estrarel lecho caliente de la vaca faltaba también, a Rosa y a Pinín debía la Cordera mil industriasque la hacían más suave la miseria. ¡Y qué decir de los tiempos heroicos del parto y la cría,cuando se entablaba la lucha necesaria entre el alimento y regalo de la nación y el interés delos Chintos, que consistía en robar a las ubres de la pobre madre toda la leche que no fueraabsolutamente indispensable para que el ternerillo subsistiese! Rosa y Pinín, en tal conflicto,siempre estaban de parte de la Cordera , y en cuanto había ocasión, a escondidas, soltaban alrecental, que, ciego y como loco, a testarazos contra todo, corría a buscar el amparo de lamadre, que le albergaba bajo su vientre, volviendo la cabeza agradecida y solícita, diciendo, asu manera: "Dejad a los niños y a los recentales que vengan a mí."

Estos recuerdos, estos lazos, son de los que no se olvidan.Añádase a todo que la Cordera tenía la mejor pasta de vaca sufrida del mundo.

Cuando se veía emparejada bajo el yugo con cualquier compañera, fiel a la gamella, sabíasometer su voluntad a la ajena; y horas y horas se la veía con la cerviz inclinada, la cabezatorcida, en incómoda postura, velando en pie mientras la pareja dormía en tierra.

***

Antón de Chinta comprendió que había nacido para pobre cuando palpó laimposibilidad de cumplir aquel sueño dorado suyo de tener un corral propio con dos yuntaspor lo menos. Llegó, gracias a mil ahorros, que eran mares de sudor y purgatorios deprivaciones, llegó a la primera vaca, la Cordera ; y no pasó de ahí; antes de poder comprar lasegunda, se vio obligado, para pagar atrasos al amo, el dueño de la casería , que llevaba enrenta, a llevar al mercado a aquel pedazo de sus entrañas, la Cordera, el amor de sus hijos.Chinta había muerto a los dos años de tener la Cordera en casa. El establo y la cama delmatrimonio estaban pared por medio, llamando pared a un tejado de ramas de castaño y decañas de maíz. La Chinta, musa de la economía en aquel lugar miserable, había muertomirando a la vaca por el boquete del destrozado tabique de ramaje, señalándola comosalvación de la familia.

"Cuidadla, es vuestro sustento", parecían decir los ojos de la pobre moribunda, quemurió extenuada de hambre y de trabajo.

El amor de los gemelos se había concentrado en la Cordera ; el regazo que tiene sucariño especial, que el padre no puede reemplazar, estaba al calor de la vaca, en el establo, yallí, en el Somonte.

Todo esto lo comprendía Antón a su manera, confusamente. De la venta necesaria nohabía que decir palabra a los neños. Un sábado de julio, al ser de día, de mal humor, Antónechó a andar hacia Gijón, llevando la Cordera por delante, sin más atavío que el collar deesquila. Pinín y Rosa dormían. Otros días había que despertarlos a azotes. El padre los dejótranquilos. Al levantarse se encontraron sin la Cordera . "Sin duda, mío pa la había llevadoal xatu ." No cabía otra conjetura. Pinín y Rosa opinaban que la vaca iba de mala gana; creíanellos que no deseaba más hijos, pues todos acababa por perderlos pronto, sin saber cómo nicuándo.

Al oscurecer, Antón y la Cordera entraban por la corrada mohínos, cansados ycubiertos de polvo. El padre no dio explicaciones, pero los hijos adivinaron el peligro.

No había vendido, porque nadie había querido llegar al precio que a él se le habíapuesto en la cabeza. Era excesivo; un sofisma del cariño. Pedía mucho por la vaca para quenadie se atreviese a llevársela. Los que se habían acercado a intentar fortuna se habían alejado

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pronto echando pestes de aquel hombre que miraba con ojos de rencor y desafío al que osabainsistir en acercarse al precio fijo en que él se abroquelaba.. Hasta el último momento delmercado estuvo Antón de Chinta en el Humedal, dando plazo a la fatalidad. "No se dirá,pensaba, que yo no quiero vender; son ellos, que no me pagan la Cordera en lo que vale:" Y,por fin, suspirando, si no satisfecho con cierto consuelo, volvió a emprender el camino por lacarretera de Candás adelante, entre la confusión y el ruido de cerdos y novillos, bueyes yvacas, que los aldeanos de muchas parroquias del contorno conducían con mayor o menortrabajo, según eran de antiguo las relaciones entre dueños y bestias.

En el Nataoyo, en el cruce de dos caminos, todavía estuvo expuesto el de Chinta aquedarse sin la Cordera ; un vecino de Carrió que le había rondado todo el día ofreciéndolepocos duros menos de los que pedía, le dio el último ataque, algo borracho.

El de Carrió subía, subía, luchando entre la codicia y el capricho de llevar la vaca.Antón, como una roca. Llegaron a tener las manos enlazadas, parados en medio de lacarretera, interrumpiendo el paso... Por fin, la codicia pudo más; el pico de los cincuenta lesseparó como un abismo; se soltaron las manos; cada cual tiró por su lado; Antón, por unacalleja que, entre madreselvas que aún no florecían y zarzamoras en flor, le condujo hasta sucasa.

***

Desde aquel día en que adivinaron el peligro, Pinín y Rosa no sosegaron. A mediasemana se personó el mayordomo en el corral de Antón. Era otro aldeano de la mismaparroquia, de malas pulgas, cruel con los caseros atrasados. Antón, que no admitíareprimendas, se puso lívido ante las amenazas de desahucio.

El amo no esperaba más. Bueno, vendería la vaca a vil precio, por una merienda.Había que pagar o quedarse en la calle.

Al sábado inmediato acompañó al Humedal Pinín a su padre. El niño miraba conhorror a los contratistas de carnes, que eran los tiranos del mercado.La Cordera fuecomprada en su justo precio por un rematante de Castilla. Se la hizo una señal en la piel yvolvió a su establo de Puao, ya vendida, ajena, tañendo tristemente la esquila. Detráscaminaban Antón de Chinta, taciturno, y Pinín, con ojos como puños. Rosa, al saber la venta,se abrazó al testuz de la Cordera , que inclinaba la cabeza a las caricias como al yugo.

"¡Se iba la vieja!", pensaba con el alma destrozada Antón el huraño."¡Ella era una bestia, pero sus hijos no tenían otra madre ni otra abuela"Aquellos días, en el pasto, en la verdura del Somonte, el silencio era fúnebre. La

Cordera, que ignoraba su suerte, descansaba y pacía como siempre, sub specie æternitatis ,como descansaría y comería un minuto antes de que el brutal porrazo la derribase muerta.Pero Rosa y Pinín yacían desolados, tendidos sobre la hierba, inútil en adelante. Miraban conrencor los trenes que pasaban y los alambres del telégrafo. Era aquel mundo desconocido, tanlejos de ellos por un lado y por otro, el que les llevaba su Cordera .

El viernes al oscurecer fue la despedida. Vino un encargado del rematante de Castillapor la res. Pagó; bebieron un trago Antón y el comisionado, y se sacó a la quintana la

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Cordera . Antón había apurado la botella, estaba exaltado; el peso del dinero en el bolsillo leanimaba también. Quería aturdirse. Hablaba mucho, alababa las excelencias de la vaca. Elotro sonreía, porque las alabanzas de Antón eran impertinentes. ¿Que daba la res tantos ytantos litros de leche? ¿Que era noble en el yugo, fuerte con la carga? ¿Y qué, si dentro depocos días había de estar reducida a chuletas y otros bocados suculentos? Antón no queríaimaginar esto; se la figuraba viva, trabajando, sirviendo a otro labrador, olvidada de él y desus hijos, pero viva, feliz...Pinín y Rosa, sentados sobre el montón de cucho , recuerdo paraellos sentimental de la Cordera y de los propios afanes, unidos por las manos, miraban alenemigo con ojos de espanto. En el supremo instante se arrojaron sobre su amiga; besos,abrazos, hubo de todo. No podían separarse de ella. Antón, agitada de pronto la excitación delvino, cayó como en un marasmo; cruzó los brazos y entró en el corral oscuro. Los hijossiguieron por un buen trecho por la calleja de altos setos al triste grupo del indiferentecomisionado y la Cordera , que iba de mala gana con su desconocido y a tales horas. Por finhubo que separarse. Antón, malhumorado, exclamaba desde la casa:

- ¡Bah, bah, neños , acá vos digo; basta de pamemas ! - así gritaba de lejos el padre,con voz de lágrimas.

Caía la noche; por la calleja oscura que hacían casi negra los altos setos formando casibóveda, se perdió el bulto de la Cordera , que parecía negra de lejos. Después no quedó deella más que el tintán pausado de la esquila, desvanecido, con la distancia, entre los chirridosmelancólicos de cigarras infinitas.

- ¡Adiós, Cordera ! - gritaba Rosa, deshecha en llanto -. ¡Adiós, Cordera de mioalma!

- ¡Adiós, Cordera ! - repetía Pinín, no más sereno.- ¡Adiós! - contestó, por último, a su modo, la esquila, perdiéndose su lamento triste,

resignado, entre los demás sonidos de la noche de julio en la aldea...

***

Al día siguiente, muy temprano, a la hora de siempre, Pinín y Rosa fueron al praoSomonte. Aquella soledad no había sido nunca para ellos triste; aquel día, el Somonte sin laCordera parecía el desierto.

De repente, silbó la máquina, apareció el humo, luego el tren. En un furgón cerrado,con unas estrechas ventanas altas, o respiraderos, vislumbraron los hermanos gemelos cabezasde vacas, que, pasmadas, miraban por aquellos tragaluces.

- ¡Adiós, Cordera ! - gritó Rosa, adivinando allí a su amiga, a la vaca abuela.- ¡Adiós, Cordera ! - vociferó Pinín con la misma fe, enseñando los puños al tren, que

volaba, camino de Castilla.Y llorando, repetía el rapaz , más enterado que su hermana de las picardías del mundo:- La llevan al matadero... Carne de vaca para comer los señores, los curas, los

indianos.- ¡Adiós, Cordera ! ...- ¡Adiós, Cordera ! ...Y Rosa y Pinín miraban con rencor la vía, el telégrafo, los símbolos de aquel mundo

enemigo, que les arrebataba, que les devoraba a su compañera de tantas soledades, de tantasternuras silenciosas para sus apetitos, para convertirla en manjares de ricos glotones.

- ¡Adiós, Cordera ! ... - ¡Adiós, Cordera ! ...

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***

Pasaron muchos años. Pinín se hizo mozo y se lo llevó el rey. Ardía la guerra carlista.Antón de Chinta era casero de un cacique de los vencidos; no hubo influencia para declararinútil a Pinín, que, por ser, era como un roble.

Y una tarde triste de octubre, Rosa en el prao Somonte, sola, esperaba el paso del trencorreo de Gijón que le llevaba a sus únicos amores, su hermano. Silbó a lo lejos la máquina,apareció el tren en la trinchera, pasó como un relámpago. Rosa, casi molida por las ruedas,pudo ver un instante en un coche de tercera multitud de cabezas de pobres quintos quegritaban, gesticulaban, saludando a los árboles, al suelo, a los campos, a toda la patriafamiliar, a la pequeña, que dejaban para ir a morir en las luchas fratricidas de la patria grande,al servicio de un rey y de unas ideas que no conocían.

Pinín, con medio cuerpo fuera de una ventanilla, tendió los brazos a su hermana; casise tocaron. Y Rosa pudo oír, entre el estrépito de las ruedas y la gritería de los reclutas, la vozdistinta de su hermano, que sollozaba exclamando como inspirado por un recuerdo de dolorlejano:

- ¡Adiós, Rosa!... ¡Adiós, Cordera ! ...- ¡Adiós, Pinín! ¡Pinín del mío alma! ...Allá iba, con la otra, como la vaca abuela, Se lo llevaba el mundo. Carne de vaca para

los glotones, para los indianos; carne de su alma, carne de cañón para las locuras del mundo,para las ambiciones ajenas.

Entre confusiones de dolor y de ideas, pensaba así la pobre hermana, viendo al trenperderse a lo lejos, silbando triste, con silbido que repercutían los castaños, las vegas y lospeñascos...

¡Qué sola se quedaba! Ahora sí, ahora sí que era un desierto el prao Somonte.- ¡Adiós, Pinín!... ¡Adiós, Cordera ! ...Con qué odio miraba Rosa la vía manchada de carbones apagados; con qué ira los

alambres del telégrafo. ¡Oh! Bien hacía la Cordera en no acercarse. Aquello era el mundo,lo desconocido, que se lo llevaba todo. Y, sin pensarlo, Rosa apoyó la cabeza sobre el paloclavado como un pendón en la punta del Somonte. El viento cantaba, en las entrañas del pinoseco, su canción metálica. Ahora ya lo comprendía Rosa. Era canción de lágrimas, deabandono, de soledad, de muerte.

En las vibraciones rápidas, como quejidos, creía oír, muy lejana, la voz que sollozabapor la vía delante:

- ¡Adiós, Rosa!... ¡Adiós, Cordera ! .

(¡Adiós , Cordera! ca. 1893)

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Miguel de Unamuno:

EL MARQUÉS DE LUMBRÍA

La casona solariega de los marqueses de Lumbría, el palacio, que es como se le llamaba en laadusta ciudad de Lorenza, parecía un arca de silenciosos recuerdos del misterio. A pesar dehallarse habitada, casi siempre permanecía con las ventanas y los balcones que daban almundo cerrados. Su fachada, en la que se destacaba el gran escudo de armas del linaje deLumbría, daba al Mediodía, a la gran plaza de la Catedral, y frente a la ponderosa fábrica deésta; pero como el sol bañaba casi todo el día, y en Lorenza apenas hay días nublados, todossus huecos permanecían cerrados. Y ello porque el excelentísimo señor marqués de Lumbría,don Rodrigo Suárez de Tejada, tenía horror a la luz del sol y al aire libre. "E1 polvo de lacalle y la luz del sol --solía decir-- no hacen más que deslustrar los muebles y echar a perderlas habitaciones, y luego, las moscas..." E1 marqués tenía verdadero horror a las moscas, quepodían venir de un andrajoso mendigo, acaso de un tiñoso. E1 marqués temblaba anteposibles contagios de enfermedades plebeyas. Eran tan sucios los de Lorenza y su comarca...

Por la trasera daba la casona al enorme tajo escarpado que dominaba al río. Una mantade yedra cubría por aquella parte grandes lienzos del palacio. Y aunque la yedra era abrigo deratones y otras alimañas, el marqués la respetaba. Era una tradición de familia. Y en un balcónpuesto allí, a la umbría, libre del sol y de sus moscas, solía el marqués ponerse a leer mientrasle arrullaba el rumor del río, que gruñía en el congosto de su cauce, forcejeando conespumarajos por abrirse paso entre las rocas del tajo.

El excelentísimo señor marqués de Lumbría vivía con dos hijas, Carolina, la mayor, yLuisa, y con su segunda mujer, doña Vicenta, señora de brumoso seso, que cuando no estabadurmiendo estaba quejándose de todo, y en especial del ruido. Porque así como el marquéstemía al sol, la marquesa temía al ruido, y mientras aquél se iba en las tardes de estío a leer enel balcón en sombra, entre yedra, al son del canto secular del río, la señora se quedaba en elsalón delantero a echar la siesta sobre una vieja butaca de raso, a la que no había tocado el sol,y al arrullo del silencio de la plaza de la Catedral.

E1 marqués de Lumbría no tenía hijos varones, y ésta era la espina dolorosísima de suvida. Como que para tenerlos se había casado, a poco de enviudar con su mujer, con doñaVicenta, su señora, y la señora le había resultado estéril.

La vida del marqués transcurría tan monótona y cotidiana, tan consuetudinaria y ritual,como el gruñir del río en lo hondo del tajo o como los oficios litúrgicos de la Catedral.Administraba sus fincas y dehesas, a las que iba de visita, siempre corta, de vez en cuando, ypor la noche tenía su partida de tresillo con el penitenciario, consejero íntimo de la familia, unbeneficiado y el registrador de la Propiedad. Llegaban a la misma hora, cruzaban la granpuerta, sobre la que se ostentaba la placa del Sagrado Corazón de Jesús con su "Reinaré enEspaña y con más veneración que en otras partes," sentábanse en derredor de la mesitadispuesta ya, y al dar las diez se iban alejando, aunque hubiera puestas, para el siguiente día.Entretanto, la marquesa dormitaba y las hijas del marqués hacían labores, leían libros deedificación --acaso otros obtenidos a hurtadillas-- o reñían una con otra.

Porque como para matar el tedio que se corría desde el salón cerrado al sol y a lasmoscas, hasta los muros vestidos de yedra, Carolina y Luisa tenían que reñir. La mayor,Carolina, odiaba al sol, como su padre, y se mantenía rígida y observante de las tradiciones dela casa; mientras Luisa gustaba de cantar, de asomarse a las ventanas y los balcones y hasta de

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criar en éstos flores de tiesto, costumbre plebeya, según el marqués. "¿No tienes el jardín?", ledecía éste a su hija, refiriéndose a un jardincillo anexo al palacio, pero al que rara vez bajabansus habitantes. Pero ella, Luisa, quería tener tiestos en el balcón de su dormitorio, que daba auna calleja de la plaza de la Catedral, y regarlos, y con este pretexto asomarse a ver quiénpasaba. "Qué mal gusto de atisbar lo que no nos importa...", decía el padre; y la hermanamayor, Carolina, añadía: "¡No, sino de andar a caza!" Y ya la tenían armada.

Y los asomos al balcón del dormitorio y el riego de las flores de tiesto dieron su fruto.Tristán Ibáñez del Gamonal, de una familia linajuda también y de las más tradicionales de laciudad de Lorenza, se fijó en la hija segunda del marqués de Lumbría, a la que vió sonreír,con ojos como de violeta y boca como de geranio, por entre las flores del balcón de sudormitorio. Y ello fué que, al pasar un día Tristán por la calleja, se le vino encima el agua delriego que rebosaba de los tiestos, y al exclamar Luisa: "¡Oh, perdone, Tristán!", éste sintiócomo si la voz doliente de una princesa presa en un castillo encantado le llamara a su socorro.

--Esas cosas-- hija --le dijo su padre--, se hacen en forma y seriamente. ¡Chiquilladas,no!

--Pero, ¿a qué viene eso, padre? --exclamó Luisa.

--Carolina te lo dirá.Luisa se quedó mirando a su hermana mayor, y ésta dijo:--No me parece, hermana, que nosotras, las hijas de los marqueses de Lumbría, hemos

de andar haciendo las osas en cortejeos y pelando la pava desde el balcón como las artesanas.¿Para eso eran las flores?

--Que pida entrada ese joven --sentenció el padre, y pues que, por mi parte, nada tengoque oponerle, todo se arreglará. ¿Y tú, Carolina?

--Yo --dijo ésta-- tampoco me opongo.Y se le hizo a Tristán entrar en la casa como pretendiente formal a la mano de Luisa.

La señora tardó en enterarse de ello.Y mientras transcurría la sesión de tresillo, la señora dormitaba en un rincón de la sala,

y, junto a ella, Carolina y Luisa, haciendo labores de punto o de bolillos, cuchicheaban conTristán, al cual procuraban no dejarle nunca solo con Luisa, sino siempre con las doshermanas. En esto era vigilantísimo el padre. No le importaba, en cambio, que alguna vezrecibiera a solas Carolina al que debía de ser su cuñado, pues así le instruiría mejor en lastradiciones y costumbres de la casa.

* * *

Los contertulios tresillistas, la servidumbre de la casa y hasta los del pueblo, a quienesintrigaba el misterio de la casona, notaron que a poco de la admisión en ésta de Tristán comonovio de la segundona del marqués, el ámbito espiritual de la hierática familia parecióespesarse y ensombrecerse. La taciturnidad del marqués se hizo mayor, la señora se quejabamás que nunca del ruido, y el ruido era mayor que nunca. Porque las riñas y querellas entrelas dos hermanas eran mayores y más enconadas que antes, pero más silenciosas. Cuando, alcruzuse en un pasillo, la una insultaba a la otra, o acaso la pellizcaba, hacíanlo- como ensusurro, y ahogaban las quejas. Sólo una vez oyó Mariana, la vieja doncella, que Luisagritaba: "Pues lo sabrá toda la ciudad, ¡sí, lo sabrá la ciudad toda! ¡Saldré al balcón de la plazade la Catedral a gritárselo a todo el mundo¡" "¡Calla!", gimió la voz del marqués, y luego unaexpresión tal, tan inaudita allí, que Mariana huyó despavorida de junto a la puerta dondeescuchaba.

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A los pocos días de esto, el marqués se fué de Lorenza, llevándose consigo a su hijamayor, Carolina. Y en los días que permaneció ausente, Tristán no apareció por la casa.Cuando regresó el marqués solo una noche, se creyó obligado a dar alguna explicación a latertulia del tresillo. "La pobre no está bien de salud --dijo mirando fijamente al penitenciario--; ello la lleva, ¡cosa de nervios!, a constantes disensiones, sin importancia, por supuesto, consu hermana, a quien, por lo demás, adora, y la he llevado a que se reponga." Nadie le contestónada.

Pocos días después, en familia, muy en familia, se celebraba el matrimonio entreTristán Ibáñez del Gamonal y la hija segunda del escelentísimo señor marqués de Lumbría.De fuera no asistieron más que la madre del novio y los tresillistas.

Tristán fue a vivir con su suegro, y el ámbito de la casona se espesó y entenebreciómás aún. Las flores del balcón del dormitorio de la recién casada se ajaron por falta decuidado; la señora se dormía más que antes, y el señor vagaba como un espectro, taciturno ycabizbajo, por el salón cerrado a la luz del sol de la calle. Sentía que se le iba la vida, y seagarraba a ella. Renunció al tresillo, lo que pareció, su despedida del mundo, si es que en elmundo vivió. "No tengo ya la cabeza para el juego --le dijo a su confidente el penitenciario--;me distraigo a cada momento y el tresillo no me distrae ya; sólo me queda prepararme a bienmorir."

Un día, amaneció con un ataque de perlesía. Apenas si recordaba nada. Mas en cuantofué recobrándose, parecía agarrarse con más desesperado tesón a la vida. "No, no puedo morirhasta ver como queda la cosa." y a su hija, que le llevaba la comida a la cama, le preguntabaansioso: "¿cómo va eso? ¿Tardará?" "Ya no mucho, padre." "Pues no me voy, no debo irme,hasta recibir al nuevo marqués; porque tiene que ser varón, ¡un varón!; hace aquí falta unhombre, y si no es un Suárez de Tejada, será un Rodrigo y un marqués de Lumbría." "Eso nodepende de mí, padre..." "Pues eso más faltaba, hija --y le temblaba la voz al decirlo--, quedespués de habérsenos metido en casa ese... botarate, no nos diera un marqués... Era capazde..." La pobre Luisa lloraba. Y Tristán parecía un reo y a la vez un sirviente.

La excitación del pobre señor llegó al colmo cuando supo que su hija estaba paralibrar. Temblaba todo él con fiebre expectativa. "Necesitaba más cuidado que la parturienta" --dijo el médico.

--Cuando dé a luz Luisa --le dijo el marqués a su yerno--, si es hijo, si es marqués,tráemelo en seguida, que lo vea, para que pueda morir tranquilo; traémelo tú mismo.

Al oír el marqués aquel grito, incorporóse en la cama y quedó mirando hacia la puertadel cuarto, acechando. Poco después entraba Tristán, compungido, trayendo bien arropado alniño. "¡Marqués!" --gritó el anciano-- "¡Sí!" Echó un poco el cuerpo hacia adelante aexaminar al recién nacido, le dió un beso balbuciente y tembloroso, un beso de muerte, y sinmirar siquiera a su yerno se dejó caer pesadamente sobre la almohada y sin sentido. Y sinhaberlo recobrado murióse dos días después.

Vistieron de luto, con un lienzo negro, el escudo de la fachada de la casona, y el negrodel lienzo empezó desde luego a ajarse con el sol, que le daba de lleno durante casi todo eldía. Y un aire de luto pareció caer sobre la casa toda, a la que no llevó alegría ninguna el niño.

La pobre Luisa, la madre, salió extenuada del parto. Empeñóse en un principio en criara la criatura, pero tuvo que desistir de ello. "Pecho mercenario..., pecho mercenario..."Suspiraba "¡Ahora, Tristán, a criar al marqués" --le repetía a su marido.

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Tristán había caido en una tristeza indefinible y se sentía envejecer. "Soy como unadependencia de la casa, casi un mueble" --se decía. Y desde la calleja solía contemplar elbalcón del que fué dormitorio de Luisa, balcón ya sin tiestos de flores.

--Si volviésemos a poner flores en tu balcón, Luisa... --se atrevió a decirle una vez a sumujer.

--Aquí no hay más flor que el marqués --le contestó ella.El pobre sufría con que a su hijo no se le llamase sino el marqués. Y huyendo de casa,

dió en refugiarse en la Catedral. Otras veces salía, yéndose no se sabía adónde. Y lo que másle irritaba era que su mujer ni intentaba averiguarlo.

Luisa sentíase morir, que se le derretía gota a gota la vida. "Se me va la vida como unhilito de agua --decía--; siento que se me adelgaza la sangre; me zumba la cabeza, y si aúnvivo, es porque me voy muriendo muy despacio... Y si lo siento, es por él, por mimarquesillo, sólo por él... !Qué triste vida la de esta casa sin sol!... Yo creía que tú, Tristán,me hubieses traído sol, y libertad, y alegría; pero no, tú no me has traído más que elmarquesito... ¡Tráemelo!" Y le cubría de besos lentos, temblorosos y febriles. Y a pesar deque se hablaban, entre marido y mujer se interponía una cortina de helado silencio. Nadadecían de lo que más les atormentaba las mentes y los pechos.

Cuando Luisa sintió que el hilito de su vida iba a romperse, poniendo su mano fríasobre la frente del niño, de Rodriguín, le dijo al padre: "Cuida del marqués. ¡Sacrificate almarqués! ¡Ah, y a ella dile que la perdono!" "¿Y a mí?" --gimió Tristán. "¡A ti? ¡Tú nonecesitas ser perdonado!" Palabras que cayeron como una terrible sentencia sobre el pobrehombre. Y poco después de oírlas se quedó viudo.

* * *

Viudo, joven, dueño de una considerable fortuna, la de su hijo el marqués, y preso enaquel lúgubre caserón cerrado al sol, con recuerdos que siendo de muy pocos años le parecíanya viejísimos. Pasábase las horas muertas en un balcón de la trasera de la casona, entre layedra, oyendo el zumbido del río. Poco después reanudaba las sesiones del tresillo. Y sepasaba largos ratos encerrado con el penitenciario, revisando, se decía, los papeles del difuntomarqués y arreglando su testamentaría.

Pero lo que dió un día que hablar en toda la ciudad de Lorenza fué que, después de unaausencia de unos días, volvió Tristán a la casona con Carolina, su cuñada, y ahora su nuevamujer. ¿Pues no se decía que había entrado monja? ¿Dónde, y cómo vivió durante aquelloscuatro años?

Carolina volvió arrogante y con un aire de insólito desafío en la mirada. Lo primeroque hizo al volver fué mandar quitar el lienzo de luto que cubría el escudo de la casa "Que ledé el sol --exclamó--, que le dé el sol, y soy capaz de mandar embadurnarlo de miel para quese llene de moscas." Luego mandó quitar la yedra "Pero, Carolina --suplicaba Tristán--,¡déjate de antiguallas!"

El niño, el marquesito, sintió, desde luego, en su nueva madre al enemigo. No se avinoa llamarla mamá, a pesar de los ruegos de su padre: la llamó siempre tía. "¿Pero quién le hadicho que soy su tía? --preguntó ella-. ¿Acaso Mariana?" "No lo sé, mujer, no lo sé --contestaba Tristán--; pero aquí, sin saber cómo, todo se sabe." "¿Todo?" "Sí, todo; esta casaparece que lo dice todo..." "Pues callemos nosotros."

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La vida pareció adquirir dentro de la casona una recogida intensidad acerba. Elmatrimonio salía muy poco de su cuarto, en el que retenía Carolina a Tristán. Y en tanto, elmarquesito quedaba a merced de los criados y de un preceptor que iba a diario a enseñarle lasprimeras letras, y del penitenciario, que se cuidaba de educarle en religión.

Reanudóse la partida de tresillo; pero durante ella, Carolina, sentada junto a su marido,seguía las jugadas de éste y le guiaba en ellas. Y todos notaban que no hacía sino buscarocasión de ponerle la mano sobre la mano, y que de continuo estaba apoyándose en su brazo.Y al ir a dar las diez, le decía: "¡Tristán, ya es hora!" Y de casa no salía él sino con ella, delbrazo de él y barriendo la calle con una mirada de desafío.

* * *

El embarazo de Carolina fué penosísimo. Y parecía no desear al que iba a venir.Cuando hubo nacido, ni quiso verlo. Y al decirle que era una niña, que nació desmedrada yenteca, se limitó a contestar secamente: "¡Sí, nuestro castigo!" Y cuando poco después lapobre criatura empezó a morir, dijo la madre: "Para la vida que hubiese llevado..."

Tú estás así muy solo --le dijo años después un día Carolina a su sobrino, elmarquesito--; necesitas compañía y quien te estimule a estudiar, y así, tu padre y yo hemosdecidido traer a casa a un sobrino, a uno que se ha quedado solo...

El niño, que ya a la sazón tenía diez años, y que era de una precocidad enfermiza ytriste, quedóse pensativo.

Cuando vino el otro, el intruso, el huérfano, el marquesito se puso en guardia, y laciudad toda de Lorenza no hizo sino comentar el extraordinario suceso. Todos creyeron quecomo Carolina no había logrado tener hijos suyos, propios, traía el adoptivo, el intruso, paramolestar y oprimir al otro, al de su hermana...

Los dos niños se miraron, desde luego, como enemigos, porque si imperioso era eluno, no lo era menos el otro. "Pues tú qué te crees --le decía Pedrito a Rodriguín--, ¿queporque eres marqués vas a mandarme?... Y si me fastidias mucho, me voy y te dejo solo.""Déjame solo, que es como quiero estar, y tú vuélvete adonde los tuyos." Pero llegabaCarolina, y con un "¡niños!" los hacía mirarse en silencio.

--Tío-- (que así le llamaba) fué diciéndole una vez Pedrito a Tristán--, yo me voy, yome quiero ir, yo quiero volverme con mis tías; no le puedo resistir a Rodriguito; siempre meestá echando en cara que yo estoy aquí para servirte y como de limosna

--Ten paciencia, Pedrín, ten paciencia; ¿no la tengo yo?-- y cogiéndole al niño lacabecita se la apretó a la boca y lloró sobre ella, lloró copiosa, lenta y silenciosamente.

Aquellas lágrimas las sentía el niño como un riego de piedad. Y sintió una profundapena por el pobre hombre, por el pobre padre del marquesito.

La que no lloraba era Carolina.

* * *

Y sucedió que un día, estando marido y mujer muy arrimados en un sofá, cogidos delas manos y mirando al vacío penumbroso de la estancia, sintieron ruido de pendencia, y alpunto entraron los niños, sudorosos y agitados. ¡Yo me voy! ¡Yo me voy!" --gritaba Pedrito--."¡Vete, vete y no vuelvas a mi casa!" --le contestaba Rodriguín. Pero cuando Carolina viósangre en las narices de Pedrito, saltó como una leona hacia él, gritando: "¡Hijo mío! ¡Hijomío!" Y luego, volviéndose al marquesito, le escupió esta palabra: "¡Caín!"

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--¿Caín? ¿Es acaso mi hermano? --preguntó abriendo cuanto pudo los ojos elmarquesito.

Carolina vaciló un momento. Y luego, como apuñándose el corazón, dijo con vozronca: "¡Pedro es mi hijo!"

--¡Carolina! --gimió su marido.--Sí--prosiguió el marquesito--, ya presumía yo que era su hijo, y por ahí lo dicen...

Pero lo que no sabemos es quien sea su padre, ni si lo tiene.Carolina se irguió de pronto. Sus ojos centelleaban y le temblaban los labios. Cogió a

Pedrillo, a su hijo, lo apretó entre sus rodillas y, mirando duramente a su marido, exclamó:--¿Su padre? Dile tú, el padre del marquesito, dile tú al hijo de Luisa, de mi hermana,

dile tú al nieto de don Rodrigo Suárez de Tejada, marqués de Lumbría, dile quién es su padre.¡Díselo! ¡Díselo, que si no, se lo diré yo! ¡Díselo!

--!Carolina! --suplicó, llorando, Tristán.--¡Díselo! ¡Dile quién es el verdadero marqués de Lumbría!--No hace falta que me lo diga --dijo el niño.--Pues bien, sí: el marqués es éste, éste y no tú; éste, que nació antes que tú, y de mi

que era la mayorazga, y de tu padre, sí, de tu padre. Y el mío, por eso del escudo... Pero yoharé quitar el escudo, y abriré todos los balcones al sol, y haré que se le reconozca a mi hijocomo quien es: como el marqués.

Luego, empezó a dar voces llamando a la servidumbre, y a la señora, que dormitaba,ya casi en la imbecilidad de la segunda infancia. Y cuando tuvo a todos delante, mandó abrirlos balcones de par en par, y a grandes voces se puso a decir con calma:

--Éste, éste es el marqués, éste es el verdadero marqués de Lumbría; éste es elmayorazgo. Este es el que yo tuve de Tristán, de este mismo Tristán que ahora se esconde yllora, cuando é1 acababa de casarse con mi hermana, al mes de haberse ellos casado. Mipadre, el excelentísimo señor Marqués de Lumbría, me sacrificó a sus principios, y acasotambién mi hermana estaba comprometida como yo...

--¡Carolina! --gimió el marido.--Cállate, hombre, que hoy hay que revelarlo todo. Tu hijo, vuestro hijo, ha arrancado

sangre, ¡sangre azul!, no, sino roja, y muy roja, de nuestro hijo, de mi hijo, del marqués...--¡Qué ruido, por Dios! --se quejó la señora, acurrucándose en una butaca de un

rincón.--Y ahora --prosiguió Carolina dirigiéndose a los criados--, id y propalad el caso por

toda la ciudad; decid en las plazuelas y en los patios y en las fuentes lo que me habéis oído;que lo sepan todos, que conozcan todos la mancha del escudo.

--Pero si toda la ciudad lo sabía ya --susurró Mariana.

--¿Cómo? --gritó Carolina.--Sí, señorita, sí; lo decían todos...--Y para guardar un secreto que lo era a voces, para ocultar un enigma que no lo era

para nadie, para cubrir unas apariencias falsas ¿hemos vivido así, Tristán? ¡Miseria y nadamás! Abrid esos balcones, que entre la luz, toda la luz y el polvo de la calle y las moscas,mañana mismo se quitará el escudo. Y se pondrán tiestos de flores en todos los balcones, y sedará una fiesta invitando al pueblo de la ciudad, al verdadero pueblo. Pero no; la fiesta se daráel día en que éste, mi hijo, vuestro hijo, el que el penitenciario llama hijo del pecado, cuandoel verdadero pecado es el que hizo hijo al otro, el día en que éste sea reconocido como quienes y marqués de Lumbría.

Al pobre Rodriguín tuvieron que recogerle de un rincón de la sala. Estaba pálido yfebril. Y negóse luego a ver ni a su padre ni a su hermano.

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--Le meteremos en un colegio --sentenció Carolina.

* * *

En toda la ciudad de Lorenza no se hablaba luego sino de la entereza varonil con queCarolina llevaba adelante sus planes. Salía a diario, llevando del brazo y como a un prisioneroa su marido, y de la mano al hijo de su mocedad. Mantenía abiertos de par en par los balconestodos de la casona, y el sol ajaba el raso de los sillones y hasta daba en los retratos de losantepasados. Recibía todas las noches a los tertulianos del tresillo, que no se atrevieron anegarse a sus invitaciones, y era ella misma la que, teniendo al lado a su Tristán, jugaba conlas cartas de éste. Y le acariciaba delante de los tertulianos, y dándole golpecitos en la mejilla:"¡Pero qué pobre hombre eres, Tristán!" Y luego a los otros: "¡Mi pobre maridito no sabejugar solo!" Y cuando se habían ellos ido, le decía a él: "¡La lástima es, Tristán, que notengamos más hijos... después de aquella pobre niña...; aquélla sí que era hija del pecado,aquélla y no nuestro Pedrín...; pero ahora, a criar a éste, al marqués!"

Hizo que su marido lo reconociera como suyo, engendrado antes de él, su padre,haberse casado, y empezó a gestionar para su hijo, para su Pedrín, la sucesión del título. Elotro, en tanto, Rodriguín, se consumía de rabia y de tristeza en un colegio.

--Lo mejor sería --decía Carolina-- que le entre la vocación religiosa; ¿no la hassentido tú nunca, Tristán? Porque me parece que más naciste tú para fraile que para otracosa...

--Y que lo digas tú, Carolina... --se atrevió a insinuar suplicante su marido.--¡Sí, yo; lo digo yo, Tristán! Y no quieras envanecerte de lo que pasó, y que el

penitenciario llama nuestro pecado, y mi padre, el marqués, la mancha de nuestro escudo.¿Nuestro pecado? ¡El tuyo, no, Tristán; el tuyo no! ¡Fui yo quien te seduje, yo! Ella, la de losgeranios, la que te regó el sombrero, el sombrero, y no la cabeza, con el agua de sus tiestos,ella te trajo acá, a la casona; pero quien te ganó fui yo. ¡Recuérdalo! Yo quise ser la madre delmarqués. Sólo que no contaba con el otro. Y el otro era fuerte, más fuerte que yo. Quise quete rebelaras, y tú no supiste, no pudiste rebelarte...

--Pero, Carolina...--Sí, sí, sé bien todo lo que hubo; lo sé. Tu carne ha sido siempre muy flaca. Y tu

pecado fué el dejarte casar con ella; ése fué tu pecado. ¡Y lo que me hiciste sufrir! Pero yosabía que mi hermana, que Luisa, no podría resistir a su traición y a tu ignominia. Y esperé.Esperé pacientemente y criando a mi hijo. Y ¡lo que es criarlo cuando media entre los dos unterrible secreto! ¡Le he criado para la venganza ¡Y a ti, a su padre...

--Sí, que me despreciará...--¡No, despreciarte, no! ¿Te desprecio yo acaso?--¿Pues qué otra cosa?--¡Te compadezco! Tú despertaste mi carne y con ella mi orgullo de mayorazga. Como

nadie se podía dirigir a mí sino en forma y por medio de mi padre..., como yo no iba aasomarme como mi hermana al balcón, a sonreír a la calle..., como aquí no entraban máshombres que patanes de campo... Y cuando entraste aquí te hice sentir que la mujer era yo, yoy no mi hermana... ¿Quieres que te recuerde la caída?

--¡No, por Dios, Carolina, no!--Sí, mejor es que no te la recuerde. Y eres el hombre caído. ¿Ves cómo te decía que

naciste para fraile? Pero no, no, tú naciste para que yo fuese la madre del marqués deLumbría, de don Pedro Ibáñez del Gamonal y Suárez de Tejada. De quien haré un hombre. Yle mandaré labrar un escudo nuevo, de bronce, y no de piedra. Porque he hecho quitar el de

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piedra para poner en su lugar otro de bronce. Y en él una mancha roja, de rojo de sangre, desangre roja, de sangre roja como la que su hermano, su medio hermano, tu otro hijo, el hijo dela traición y del pecado le arrancó de la cara, roja como mi sangre, como la sangre quetambién me hiciste sangrar tú... No te aflijas --y al decirle esto le puso la mano sobre lacabeza--, no te acongojes, Tristán, mi hombre... Y mira ahí, mira el retrato de mi padre, ydime tú, que le viste morir, qué diría si viese a su otro nieto, al marqués... ¡Conque te hizo quele llevaras a tu hijo, al hijo de Luisa! Pondré en el escudo de bronce un rubí, y el rubíchispeará al sol. ¿Pues qué creíais, que no había sangre, sangre roja, roja y no azul, en estacasa? Y ahora, Tristán, en cuanto dejemos dormido a nuestro hijo, el marqués de sangre roja,vamos a acostarnos.

Tristán inclinó la cabeza bajo un peso de siglos.

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José Martí:

El Padre Las Casas

Cuatro siglos es mucho, son cuatrocientos años. Cuatrocientos años hace que vivió elPadre Las Casas, y parece que está vivo todavía, porque fue bueno. No se puede ver un liriosin pensar en el Padre Las Casas, porque con la bondad se le fue poniendo de lirio el color, ydicen que era hermoso verlo escribir, con su túnica blanca, sentado en su sillón de tachuelas,peleando con la pluma de ave porque no escribía de prisa. Y otras veces se levantaba delsillón, como si le quemase; se apretaba las sienes con las dos manos, andaba a pasos grandespor la celda, y parecía como si tuviera un gran dolor. Era que estaba escribiendo, en su librofamoso de la Destrucción de las Indias , los horrores que vio en las Américas cuando vino deEspaña la gente a la conquista. Se le encendían los ojos, y se volvía a sentar, de codos en lamesa, con la cara llena de lágrimas. Así pasó la vida, defendiendo a los indios.

Aprendió en España a licenciado, que era algo en aquellos tiempos, y vino con Colóna la isla Española en un barco de aquellos de velas infladas y como cáscara de nuez. hablabamucho a bordo, y con muchos latines. Decían los marineros que era grande su saber para unmozo de veinticuatro años. El sol, lo veía él siempre salir sobre cubierta. Iba alegre en elbarco, como aquel que va a ver maravillas. Pero desde que llegó, empezó a hablar poco. Latierra, si, era muy hermosa, y se vivía como en una flor; ¡pero aquellos conquistadoresasesinos debían de venir del infierno, no de España! Español era él también, y su padre, y sumadre; pero él no salía por las islas Lucayas a robarse a los indios libres; ¡porque en diez añosya no quedaba indio vivo de los tres millones, o más, que hubo en la Española!: él no los ibacazando con perros hambrientos, para matarlos a trabajo en las minas; él no les quemaba lasmanos y los pies cuando se sentaban porque no podían andar, o se les caía el pico porque yano tenían fuerzas; él no los azotaba, hasta verlos desmayar, porque no sabían decirle a su amodónde había más oro; él no se gozaba con sus amigos, a la hora de comer, porque el indio dela mesa no pudo con la carga que traía de la mina, y le mandó cortar en castigo las orejas; élno se ponía el jubón de lujo, y aquella capa que llamaban ferreruelo, para ir muy galán a laplaza, a las doce, a ver la quema que mandaba hacer la justicia del gobernador, la quema delos cinco indios. El los vio quemar, los vio mirar con desprecio desde la hoguera a susverdugos; y ya nunca se puso más el jubón negro, ni cargó caña de oro, como los otroslicenciados ricos y regordetes, sino que se fue a consolar a los indios por el monte, sin másayuda que su bastón de rama de árbol.

Al monte se habían ido, a defenderse, cuantos indios de honor quedaban en laEspañola. Como amigos habían recibido ellos a los hombres blancos de las barbas; ellos leshabían regalado con su miel y su maíz, y el mismo rey Behechio le dio de mujer a un españolhermoso su hija Higuemota, que era como la torcaza y como la palma real; ellos les habíanenseñado sus montañas de oro, y sus ríos de agua de oro, y sus adornos, todos de oro fino, yles habían puesto sobre la coraza y guanteletes de la armadura pulseras de las suyas, y collaresde oro; ¡y aquellos hombres crueles los cargaban de cadenas; les quitaban sus indias, y sushijos; los metían en lo hondo de la mina, a halar la carga de piedra con la frente; se losrepartían, y los marcaban con el hierro, como esclavos! : en la carne viva los marcaban con elhierro. En aquel país de pájaros y de frutas los hombres eran bellos y amables; pero no eranfuertes. Tenían el pensamiento azul como el cielo, y claro como el arroyo; pero no sabíanmatar, forrados de hierro, con el arcabuz cargado de pólvora. Con huesos de fruta y con gajos

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de mamey no se puede atravesar una coraza. Caían, como las plumas y las hojas. Morían depena, de furia, de fatiga, de hambre, de mordidas de perros. ¡Lo mejor era irse al monte, conel valiente Guaroa, y con el niño Guarocuya, a defenderse con las piedras, a defenderse con elagua, a salvar al reyecito bravo, a Guarocuya! Él saltaba el arroyo, de orilla a orilla; él clavabala lanza lejos, como un guerrero; a la hora de andar, a la cabeza iba él; se le oía la risa denoche, como un canto; lo que él no quería era que lo llevase nadie en hombros. Así iban por elmonte, cuando se les apareció entre los españoles armados el Padre Las Casas, con sus ojostristísimos, con su jubón y su ferreruelo. Él no les disparaba el arcabuz; él les abría los brazos.Y le dio un beso a Guarocuya.

Ya en la isla lo conocían todos, y en España hablaban de él. Era flaco, y de nariz muylarga, y la ropa se le caía del cuerpo, y no tenía más poder que el de su corazón; pero de casaen casa andaba echando en cara a los encomenderos la muerte de los indios de lasencomiendas; iba a palacio, a pedir al gobernador que mandase cumplir las ordenanzas reales;esperaba en el portal de la audiencia a los oidores, caminando de prisa, con las manos a laespalda para decirles que venía lleno de espanto, que había visto morir a seis mil niños indiosen tres meses. Y los oidores le decían: "Cálmese, licenciado, que ya se hará justicia"; seechaban el ferreruelo al hombro, y se iban a merendar con los encomenderos, que eran losricos del país, y tenían buen vino y buena miel de Alcarria Ni merienda ni sueño había paraLas Casas; sentía en sus carnes mismas los dientes de los molosos que los encomenderostenían sin comer, para que con el apetito les buscasen mejor a los indios cimarrones; leparecía que era su mano la que chorreaba sangre, cuando sabía que, porque no pudo con lapala, le habían cortado a un indio la mano; creía que él era el culpable de toda la crueldad,porque no la remediaba; sintió como que se iluminaba y crecía, y como que eran sus hijostodos los indios americanos. De abogado no tenía autoridad, y lo dejaban solo; de sacerdotetendría la fuerza de la iglesia, y volvería a España, y daría los recados del cielo, y si la Corteno acababa con el asesinato, con el tormento, con la esclavitud, con las minas, haría temblar ala Corte. Y el día en que entró de sacerdote, toda la isla fue a verlo, con el asombro de quetomara aquella carrera un licenciado de fortuna; y las indias le echaron al pasar a sus hijitos, aque le besasen los hábitos.

Entonces empezó su medio siglo de pelea, para que los indios no fuesen esclavos; depelea en las Américas; de pelea en Madrid; de pelea con el rey mismo; contra España toda, élsolo, de pelea. Colón fue el primero que mandó a España a los indios en esclavitud, parapagar con ellos las ropas y comidas que traían a América los barcos españoles. Y en Américahabía habido repartimiento de indios y cada cual de los que vino de conquista, tomó enservidumbre su parte de la indiada, y la puso a trabajar para él, a morir para él, a sacar el orode que estaban llenos los montes y los ríos. La reina, allá en España, dicen que era buena, ymandó a un gobernador que sacase a los indios de la esclavitud; pero los encomenderos ledieron al gobernador buen vino, y muchos regalos, y su porción en las ganancias, y fueronmás que nunca los muertos, las manos cortadas, los siervos de las encomiendas, los que seechaban de cabeza al fondo de las minas. "Yo he visto traer a centenares maniatadas a estasamables criaturas, y darles muerte a todas juntas, como a las ovejas". Fue a Cuba de cura conDiego Velázquez, y volvió de puro horror, porque antes que para hacer casas, derribaban losárboles para ponerlos de leña a las quemazones de los taínos. En una isla donde habíaquinientos mil "vio con sus ojos" los indios que quedaban: once. Eran aquellosconquistadores soldados bárbaros, que no sabían los mandamientos de la ley, ¡y tomaban a losindios de esclavos, para enseñarles la doctrina cristiana, a latigazos y a mordidas! De noche,desvelado de la angustia, hablaba con su amigo Rentería, otro español de oro. ¡Al rey había

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que ir a pedir justicia, al rey Fernando de Aragón! Se embarcó en la galera de tres palos, y sefue a ver al rey.

Seis veces fue a España, con la fuerza de su virtud, aquel padre que "no probabacarne". Ni al rey le tenía miedo, ni a la tempestad. Se iba a cubierta cuando el tiempo eramalo; y en la bonanza se estaba el día en el puente, apuntando sus razones en papel de hilo, ydando a que le llenaran de tinta el tintero de cuerno "porque la maldad no se cura sino condecirla, y hay mucha maldad que decir, y la estoy poniendo donde no me la pueda negarnadie, en latín y en castellano". Si en Madrid estaba el rey, antes que a la posada a descansardel viaje, iba a palacio. Si estaba en Viena cuando el rey Carlos de los españoles eraemperador de Alemania, se ponía un hábito nuevo, y se iba a Viena. Si era su enemigoFonseca el que mandaba en la junta de abogados y clérigos que tenía el rey para las cosas deAmérica, a su enemigo se iba a ver, y a ponerle pleito al Consejo de Indias. Si el cronistaOviedo, el de la Natural Historia de las Indias , había escrito de los americanos las falsedadesque los que tenían las encomiendas le mandaban poner, le decía a Oviedo mentiroso, aunquele estuviera el rey pagando por escribir las mentiras. Si Sepúlveda, que era el maestro del reyFelipe, defendía en sus "conclusiones" el derecho de la corona a repartir como siervos y a darmuerte a los indios, porque no eran cristianos, a Sepúlveda le decía que no tenían culpa deestar sin la cristiandad los que no sabían que hubiera Cristo, ni conocían las lenguas en que deCristo se hablaba, ni tenían más noticias de Cristo que la que les habían llevado los arcabuces.Y si el rey en persona le arrugaba las cejas, como para cortarle el discurso, crecía unas cuantaspulgadas a la vista del rey, se le ponía ronca y fuerte la voz, le temblaba en el puño elsombrero, y al rey le decía, cara a cara, que el que manda a los hombres ha de cuidar de ellos,y si no los sabe cuidar, no los puede mandar, y que lo había de oír en paz, porque él no veníacon manchas de oro en el vestido blanco, ni traía más defensa que la cruz.

O hablaba, o escribía, sin descanso. Los frailes dominicanos lo ayudaban, y en elconvento de los frailes se estuvo ocho años, escribiendo. Sabía religión y leyes, y autoreslatinos que era cuanto en su tiempo se aprendía; pero todo lo usaba hábilmente para defenderel derecho del hombre a la libertad, y el deber de los gobernantes a respetárselo. Eso eramucho decir, porque por eso quemaban entonces a los hombres. Llorente, que ha escrito laVida de Las Casas , escribió también la Historia de la Inquisición , que era quien quemaba; elrey iba de gala a ver la quemazón, con la reina y los caballeros de la corte; delante de loscondenados venían cantando los obispos, con un estandarte verde; de la hoguera salía unhumo negro. Y Fonseca y Sepúlveda querían que "el clérigo" Las Casas dijese en sus disputasalgún pecado contra la autoridad de la Iglesia, para que los inquisidores lo condenaran porhereje. Pero "el clérigo" le decía a Fonseca: "¡Lo que yo digo es lo que dijo en su testamentola buena reina Isabel; y tú me quieres mal y me calumnias, porque te quito el pan de sangreque comes, y acuso la encomienda de indios que tienes en América!" Y a Sepúlveda, que yaera confesor de Felipe II, le decía: "Tú eres disputador famoso y te llaman el Livio de Españapor tus historias; pero yo no tengo miedo al elocuente que habla contra su corazón, y quedefiende la maldad, y te desafío a que me pruebes en plática abierta que los indios sonmalhechores y demonios, cuando son claros y buenos como la luz del día, e inofensivos ysencillos como las mariposas." Y duró cinco días la plática con Sepúlveda. Sepúlveda empezócon desdén, y acabó turbado. El clérigo lo oía con la cabeza baja y los labios temblorosos, yse le veía hincharse la frente. En cuanto Sepúlveda se sentaba satisfecho, como el que hincó elalfiler donde quiso, se ponía el clérigo en pie, magnífico, regañón, confuso, apresurado. "¡Noes verdad que los indios de México mataran cincuenta mil en sacrificios al año, sino veinteapenas, que es menos de lo que mata España en la horca!" "¡No es verdad que sean gentebárbara y de pecados horrribles, porque no hay pecado suyo que no lo tengamos más loseuropeos; ni somos nosotros quien, con todos nuestros cañones y nuestra avaricia, para

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compararnos con ellos en tiernos y amigables; ni es para tratarlo como a fiera un pueblo quetiene virtudes, y poetas, y oficios, y gobierno, y artes!" "¡No es verdad, sino iniquidad, que elmodo mejor que tenga el rey para hacerse de súbditos sea exterminarlos, ni el modo mejor deenseñar la religión a un indio sea echarlo en nombre de la religión a los trabajos de las bestias;y quitarle los hijos y lo que tienen de comer; y ponerlo a halar de la carga con la frente comolos bueyes!" Y citaba versículos de la biblia, artículos de la ley, ejemplos de la historia,párrafos de los autores latinos, todo revuelto y de gran hermosura, como caen las aguas de untorrente, arrastrando en la espuma las piedras y las alimañas del monte.

Solo estuvo en la pelea, solo cuando Fernando, que a nada se supo atrever, ni queríadescontentar a los de la conquista, que le mandaban a la Corte tan buen oro; solo cuandoCarlos V, que de niño lo oyó con veneración, pero lo engañaba después, cuando entró enambiciones que requerían mucho gastar, y no estaba para ponerse por las "cosas del clérigo"en contra de los de América, que le enviaban de tributo galeones de oro y joyas; solo cuandoFelipe II, que se gastó un reino en procurarse otro, y lo dejó todo a su muerte envenenado yfrío, como el agujero en que ha dormido la víbora. Si iba a ver al rey, se encontraba laantesala llena de amigos de los encomenderos, todos de seda y sombreros de plumas, concollares de oro de los indios americanos; al ministro no le podía hablar, porque teníaencomiendas él, y tenía minas, o gozaba los frutos de las que poseía en cabeza de otros. Demiedo de perder el favor de la Corte, no le ayudaban los mismos que no tenían en Américainterés. Los que más lo respetaban, por bravo, por justo, por astuto, por elocuente, no loquerían decir, o lo decían donde no los oyeran; porque los hombres suelen admirar al virtuosomientras no los avergüenza con su virtud o les estorba las ganancias; pero en cuanto se lespone en su camino, bajan los ojos al verlo pasar, o dicen maldades de él, o dejan que otros lasdigan, o lo saludan a medio sombrero, y le van clavando la puñalada en la sombra. El hombrevirtuoso debe ser fuerte de ánimo, y no tenerle miedo a la soledad, ni esperar a que los demásles ayuden, porque estará siempre solo; ¡pero con la alegría de obrar bien, que se parece alcielo de la mañana en la claridad!

Y como él era tan sagaz que no decía cosa que pudiera ofender al rey ni a laInquisición, sino que pedía la bondad con los indios para bien del rey, y para que se hiciesenmás de veras cristianos, no tenían los de la Corte modo de negársele a las claras, sino quefingían estimarle mucho el celo, y una vez le daban el título de "Protector Universal de losIndios", con la firma de Fernando, pero sin modo de que le acatasen la autoridad de proteger;y otra, al cabo de cuarenta años de razonar, le dijeron que pusiera en papel las razones por quéopinaba que no debían ser esclavos los indios; y otra le dieron poder para que llevasetrabajadores de España a una colonia de Cumaná donde se había de ver a los indios conamor, y no halló en toda España sino cincuenta que quisieran ir a trabajar, los cuales fueron,con un vestido que tenían una cruz al pecho, pero no pudieron poner la colonia, porque "eladelantado" había ido antes que ellos con las armas, y los indios enfurecidos disparaban susflechas de punta envenenada contra todo el que llevaba cruz. Y por fin le encargaron, comopara entretenerlo, que pidiese las leyes que le parecían a él bien para los indios, "¡cuantasleyes quisiera, pues, que por ley más o menos no hemos de pelear!" y él las escribía, y lasmandaba el rey cumplir, pero en el barco iba la ley, y el modo de desobedecerla. El rey lesdaba audiencia, y hacía como que le tomaba consejo; pero luego entraba Sepúlveda, con suspies blandos y sus ojos de zorra, a traer los recados de los que mandaban los galeones, y loque se hacía de verdad era lo que decía Sepúlveda. Las Casas lo sabía, lo sabía bien; pero nibajó el tono, ni se cansó de acusar, ni de llamar crimen a lo que era, ni de contar en su"Descripción" las "crueldades", para que el rey mandara al menos que no fuesen tantas, por lavergüenza de que las supiera el mundo. El nombre de los malos no lo decía; porque era nobley les tuvo compasión. Y escribía como hablaba, con la letra fuerte y desigual, llena de

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chispazos de tinta, como un caballo que lleva de jinete a quien quiere llegar pronto, y valevantando el polvo y sacando luces de la piedra.

Fue obispo por fin; pero no de Cuzco, que era obispado rico, sino de Chiapas, dondepor lo lejos que estaba el virrey, vivían los indios en mayor esclavitud. Fue a Chiapas, a llorarcon los indios; pero no sólo a llorar, porque con lágrimas y quejas no se vence a los pícaros,sino a acusarlos sin miedo, a negarles la iglesia a los españoles que no cumplían con la leynueva que mandaba poner libres a los indios, a hablar en los consejos del ayuntamiento, condiscursos que eran a la vez tiernos y terribles, y dejaban a los encomenderos atrevidos comolos árboles cuando ha pasado el vendaval. Pero los encomenderos podían más que él, porquetenían el gobierno a su lado; y le componían cantares en que le decían traidor y español malo;y le daban de noche músicas de cencerro, y le disparaban arcabuces a la puerta para ponerleen temor, y le rodeaban el convento armados - todos armados, contra un viejo flaco y solo. Yhasta le salieron al camino de Ciudad Real para que no volviera a entrar en la población. Élvenía a pie, con su bastón, y con dos españoles buenos, y un negro que lo quería como a padresuyo; porque es verdad que Las Casas, por el amor de los indios, aconsejó al principio de laconquista que se siguiese trayendo esclavos negros, que resistían mejor el calor; pero luegoque les vio padecer, se golpeaba el pecho y decía: "¡con mi sangre quisiera pagar el pecado deaquel consejo que di por mi amor a los indios!" Con su negro cariñoso venía, y los dosespañoles buenos. Venía tal vez de ver cómo salvaba a la pobre india que se le abrazó a lasrodillas a la puerta de su templo mexicano, loca de dolor porque los españoles le habíanmatado al marido de su corazón, que fue de noche a rezarle a los dioses; ¡y vio de pronto LasCasas que eran indios los centinelas que los españoles le habían echado para que no entrase!¡Él les daba a los indios su vida, y los indios venían a atacar a su salvador, porque se lomandaban quienes los azotaban! Y no se quejó, sino que dijo así: "Pues por eso, hijos míos,os tengo que defender más, porque os tienen tan martirizados que no tenéis ya valor ni paraagradecer". Y los indios llorando, se echaron a sus pies, y les pidieron perdón. Y entró enCiudad Real, donde los encomenderos lo esperaban, armados de arcabuz y cañón, como parair a la guerra. Casi a escondidas tuvo que embarcarlo para España el virrey, porque losencomenderos lo querían matar. Él se fue a su convento, a pelear, a defender, a llorar, aescribir. Y murió, sin cansarse, a los noventa y dos años.

(La Edad de Oro, 1889)

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Dámaso Alonso:

Primer conocimiento de la obra poética

Dos son los conocimientos normales de la materia literaria, digamos, en especial, de lapoesía, puesto que el presente libro va a versar sobre poesía. No olvidemos una verdad dePero Grullo: que las obras literarias no han sido escritas para comentaristas o críticos (aunquea veces críticos y comentaristas se crean otra cosa). Las obras literarias han sido escritas paraun ser tierno, inocentísimo y profundamente interesante: "el lector". Las obras literarias nonacieron para ser estudiadas y analizadas, sino para ser leídas y discretamente intuidas. Ni elQuijote se creó para los cervantistas (aunque haya algún cervantista que piense de otromodo), ni el teatro de Shakespeare para la filología alemana. El árbol está ahí para recrearnoscon su sombra o para alimentarnos con su fruto, o simplemente para ser una delicia de losojos ahora que el viento graciosamente lo cimbrea. ¿Quién pensaría que nació para quedesgarremos sus partes, para que las escudriñemos, para que apliquemos a su cerne elmicrotomo y sometamos las más secretas células a nuestra curiosidad microscópica?¿Monstruoso, no? Pues este crimen intentan día a día, eruditos dieciochescos a palo seco yfilólogos de los que tienen por lema "spiritus occidit".

A ambos lados de la obra literaria hay dos intuiciones: la del autor y la del lector. Laobra es registro, misterioso depósito de la primera, y dormido despertador de la segunda. Laobra supone esas dos intuiciones, y no es perfecta sin ellas. Exagerando la dirección denuestro concepto, diríamos que la obra principia sólo en el momento en que sucita la intuicióndel lector, porque sólo entonces comienza a ser operante.

El primer conocimiento de la obra poética es, pues, el del lector, y consiste en unaintuición totalizadora, que, iluminada por la lectura, viene como a reproducir la intuicióntotalizadora que dio origen a la obra misma, es decir, la de su autor. Este conocimientointuitivo que adquiere el lector de una obra literaria es inmediato, y tanto más puro cuantomenos elementos extraños se hayan interpuesto entre ambas intuiciones.

Intuición artística e intuición científica

¿Cómo es, en qué consiste la revelación de un contenido de arte, esa iluminación queuna mente transmite a otra? Estas intuiciones (la del creador y la del lector) literarias,artísticas, se diferencian de la científica (mucho más simple) en que movilizan, por decirloasí, la totalidad psíquica del hombre: la memoria, a la cual llamamos fantasía cuando - en unestado lúcido, que tiene sin embargo relación con el ensueño - entremezcla con libertad susdatos, al par que los actualiza (realidad ilusoria: se trata de una intuición fantástica); lavoluntad, que matiza afectivamente la imagen, deseada o repelida (aunque con "querencia" nopráctica, es decir, sin finalidad posesoria1 : se trata de una intuición afectiva); y en fin - en

1 El lector de una novela goza y padece, en cuanto que, en cierto modo se encarna en los personajes, aunque sabeen cada momento que todo es ficción. Sin embargo, los límites son difíciles de señalar; a veces, el poder desugestión es tan grande, que al lector se le mezclan ficción y realidad. Así ocurre precisamente en los más bajosgéneros literarios o con público psicológicamente débil: Juanito (de ocho años), que está sentado a mi lado en lasala del cine, en el momento culminante de la película ha sacado su gran revólver de cow-boy y se ha puesto adisparar furiosamente contra la pantalla (¡verídico!), nuevo Don Quijote a mandobles contra las figuras delretablo.

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literatura - básicamente el entendimiento ( se trata de una intuición intelectual).Científicamante, intuimos con sólo una veta de nuestra psique (la intuición científica no esfantástica, ni es afectiva)2 . Estéticamente, intuimos con toda nuestra psique, puesta de modoautomático en una especie de vía muerta, o de ensueño, o de momentánea infancia, o de díadomingo, es decir, en un estado no hábil, no práctico, no comercial, puro, libérrimo,iluminado. La intuición literaria, la del ensueño y la del juego infantil, son fenómenosrelacionados. Pero el lector sabe que sueña, sabe que sabe que juega.

Este conocimiento (al que llamamos primer conocimiento literario, o del lector) tienede característico, también, el ser intrascendente: se fija o completa en la relación del lectorcon la obra, tiene como fin primordia la delectación, y en la delectación termina.

Intuiciones parciales e intuición totalizadora

Pensemos ahora en una novela. Por el lector pasa como un rosario, una serie continuade intuiciones. Una impulsada quilla va dejando una estela de luz en la imaginación, yconstantemente, durante la lectura, se abre más y más, rasgando una compacta oscuridad deno ser.

Cada momento de ese avance o esa iluminación tiene su importancia. Pero cuandohablamos de la "intuición" de la obra, nos referimos a la visión, a la comprensión de la obracomo conjunto, más exactamente, como organismo. Es una intuición que procede de toda esaserie de intuiciones parciales. La obra puede ser tan breve como una desnuda coplilla de latradición castellana, tan larga como la Divina Commedia o el Quijote . La imaginación (esdecir, ese espejo en el que se nos combinan formando como una nueva realidad datos - antesinconexos - de la memoria) ha podido ir reflejando sólo unas cuantas deliciosas o angustiosasimágenes o miles de ellas (intuiciones parciales); la intuición de la obra es una imagen total,no suma de las parciales, aunque elevada sobre ellas. Aunque de todas ellas necesita, laintuición totalizadora suele ser muy simple. Es también inexpresable, inefable. A veces, sinembargo, nos gusta ligarla a imágenes sensibles: siempre, por ejemplo, se me ha ligado lapoesía de Dante a una gran blancura y he visto la Divina Commedia como una luz central,blanca, ondeante3 . Cada obra literaria ( y cada obra de arte) es un espacio abierto en nuestraimaginación, poblado allí para siempre, encendido allí para siempre, un día interior que luceen nuestra alma y que ya no se extinguirá sino con nuestra conciencia.

Un ejemplo

Tenemos un ejemplo sencillo: una obra literaria breve: un soneto. Allá en los últimosfinales del siglo XIII, Dante (puesto que hemos mencionado a Dante), lleno de dulzura a la

2 Hablo grosso modo : en el ser humano no es posible una intuición de la que estén del todo ausentes la fantasíay la afectividad.3 Todo lo que se diga de la variedad, de la multiplicidad y contraste de la poesía del Alighieri será justo. Y yorepito, seguramente, el lugar común "unitario", habitual en el dantismo, contra el que se revuelve con razónGianfranco Contini en el prólogo de su admirable edición de las Rime de Dante (2.a ed., Turín, 1946). (Conrazón, desde el frío plano de la Razón.) Sin embargo, en todo creador hay un núcleo esencial a su arte; una raízque nos lo explica. No dejo de creer, aunque tantos no lo crean, que la raíz principal de Dante es "stilnovista", yque la milagrosa criatura de la Vita Nuova , que hace suspirar las almas, es - estéticamente - la misma que, enúltima trascendencia, guía en la Commedia hasta los aledaños (sólo los aledaños, Par. XXXI 58-93) de Dios. Yasí "siento" la poesía de Dante, maravillosamente una, a pesar de las contestaciones por los mismos consonantes,de las tenzones satíricas, de las Lisettas y de toda la riqueza de pormenor y aun de exactitud realista llena decomplejidad la Commedia , a pesar de la pasión política y de su expresión poderosa, etc.

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contemplación de una mujer (¿realidad de hueso y carne o sueño sólo?), escribió el siguientesoneto...

...Pero esta maldición babélica (por la que somos hombres y por la que existe eseprodigio del intercambio literario, ¿podemos imaginarnos el hastío de una sola lengua y unasola literatura?), esta maldición babélica, digo, nos obliga aquí a meter una falsilla al discurso;la falsilla será una modestísima traducción - ancilla ostiaria- - que no pretende sino sersuficientemente fiel y volver en castellano el contenido del italiano verso a verso4:

Tan gentil, tan honesta, en su pasar,es mi dama cuando ella a alguien saluda,que toda lengua tiembla y queda muday los ojos no la osan contemplar, Ella se aleja, oyéndose alabar,benignamente de humildad vestida,y parece que sea cosa venidaun milagro del cielo acá a mostrar Muestra un agrado tal a quien la miraque al pecho, por los ojos, da un dulzorque no puede entender quien no lo prueba. Parece de sus labios que se muevaun espíritu suave, todo amor,que al alma va diciéndole: suspira.

He aquí el soneto original:

Tanto gentile e tanto onesta parela donna mia quando ella altrui saluta,ch'ogne lingua deven tremando muta,e li occhi non l'ardiscon di guardare. Ella si va, sentendosi laudare,benignamente d'umiltà vestutae par che sia una cosa venutadi cielo in terra a miracol mostrare. Mostrasi si piacente a chi la mira,che da per li occhi una dolcezza al coreche'ntender non la può chi non la prova, e par che de la sua labbia si movaun spirito soave pien d'amoreche va dicendo a l'anima: sospira.

El lector de este soneto, al avanzar por sus catorce versos, va pasando como porcatorce cámaras, y cada una reserva una delicia. Son catorce criaturas individuales, peculiarespor sí y por su mutua relación. Claro que tenemos entre ellas nuestras preferencias: unas vecesse nos va el gusto tras el verso primero, tan claro con sus dos adjetivos que se reparten losacentos (de 4.a y 8.a sílaba). Otras, seguimos esas once sílabas ch'ogne lingua deventremando muta , de un avanzar tan ligado como trémulo. Otras, el alejarse de ese prodigioso

4 No he vacilado en perder la continuidad de las rimas en los versos 6.o y 7.o, a fin de conservar fielmente elsentido. Para la traducción de los dos primeros versos, téngase en cuenta el comentario en prosa del propioDante.

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verso 5.o (casi todo eses y eles ): ella si va, sentendosi laudare . ¿Cuándo el candor humanotuvo una transparencia como la de este tierno 6.o, benignamente d'umiltà vestuta ? A veces nos atrae la rápidaprecisión intelectual del verso 10.o, con su final ternura, che da per li occhi una dolcezza alcore, completado por el verso 11.o che'ntender non la può chi non la prova , verso quesentimos con su pausa final como un gozne en la estructura del soneto. Nadie se habrá podidonegar nunca al encanto del verso 13.o, con algo de levedades de pluma, un spirito soave piend'amore . ¿Quién, al verso final, che va dicendo a l'anima : sospira , donde el sospira es yacomo un susurro?

Treinta y cinco años hace que este soneto de Dante es un compañero de mi vida. Unángel bueno para refrenarme en la hora que nos empujaría a la maldad. Si alguna vez hemirado a lo mejor, a él se lo atribuyo. Si no se ha secado en mi alma la ingenuidad, si algome queda del niño, a él creería que se lo debo.

Y siento que no estoy solo. Somos miles y miles los hombres que hemos pasado porese soneto y que hemos recibido por él un empujón hacia la altura. Eterna Beatrice, eternameta ideal, amada de tantos desde la profundidad de las edades. Y el espíritu suave y lleno deamor que de ella emana, siglo tras siglo, va diciendo al alma del hombre: suspira .

No hay gozo mayor que el de sentirnos peregrinantes anónimos, perdidos entre lamultitud, hacia permanentes santuarios de belleza; besar humildemente las piedrasdesgastadas; las piedras seguras en donde se estriba nuestra fe.

El muchacho, casi un niño - aspirante a matemático - , que por las avenidas del Retirosacó de su bolsillo Le cento migliori liriche della lingua italiana , y por primera vez se pusoen contacto con el soneto inmortal, leía con alguna dificultad el italiano y no tenía la menoridea de análisis estilísticos. Seguramente que no pudo discriminar mucho entre sus intuicionesparciales al pasar por cada uno de los versos. Intuyó una imagen simplísima. En el alma estáaún: no ha cambiado. El hombre, casi un viejo, cansado y desilusionado, tiene aún en lasentrañas del alma esta cámara intacta, de candor, de ilusión eterna. La misma que se abrióaquel día en el alma del niño.

Es inefable; imagen inefable, cuya sensación, cuya sombra, cuyo accidente, expresaríaasí por imágenes exteriores: Es un ámbito - el alma sabe que es un ámbito milagroso - , es unaluz blanca. Allí crece todo lo que en el mundo es delgado y blanco, tallos, tallos altos, apenasflexibles en luz blanca. Y todo es una forma femenina. Suspira el corazón. Esta imagen estátraspasada de aire, y el corazón suspira.

Después el hombre leyó este soneto dentro de la Vita nuova , a la cual pertenece; leyóla bellísima explicación en prosa, por el mismo Dante, que allí le rodea; leyó los comentariosal soneto; se detuvo o entretuvo en el análisis de versos, y analizó los de esta obrita; leyósobre los problemas del dolce stil nuovo , el concepto de la mujer que de esta supuesta escuelaprocede, etc. La imagen primera - milagrosa, blanca, ascendente, encendida - es la que sigueabierta al fondo de una galería de su alma.

La intuición del lector es insustituible

La intuición del autor, su registro en el papel; la lectura, la intuición del lector. No haymás que eso: nada más.

Si alguien hubiera abierto el presente libro pensando que aquí se daban intuiciones yapreparadas y explicadas, se habría equivocado completamente. Esa intuición del lector no essustituible o excitable por medios exteriores (salvo la lectura misma). Pero no todo el que leees "el lector". Esa intuición... se la tiene o no se la tiene, como en la mística los carismas ygracias especiales.

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¡Que nada se interponga - si es posible - entre el lector y la obra!Vamos, pues, a evitar desde ahora un equívoco: este libro no trata de interponerse

entre un lector virginal y la poesía española. Se ha escrito pensando en el lector ya iluminadopor el conocimiento intuitivo de la poesía, en ese hombre a quien la poesía le ha abierto ya lashondas cámaras de una segunda vida, en ese hombre que lleva clavada en el flanco la saetaque no perdona (piaga per allentar d'arco non sana ), estigmatizado y, en cierto modo,divinizado por leves, aéreas presencias que se cuajan en torno de él como un ámbito, vidaabierta ya siempre a dimensiones irreales.

Tal es el primer conocimento de lo poético ( y no lo hay más alto).

(Poesía española, 1962)

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Rosario Castellanos

La liberación del amor

Usted, señora, abnegada mujercita mexicana; o usted, abnegada mujercita mexicana envías de emancipación: ¿qué ha hecho por su causa en los últimos meses? Me imagino larespuesta obvia: repasar el texto ya clásico de Simone de Beauvoir, (a) ya sea para disentir opara apoyar sus propios argumentos o simple y sencillamente para estar enterada. Mantenerseal tanto de los libros que aparecen, uno tras otro, en los Estados Unidos: las exhaustivasdescripciones de Betty Friedan, la agresividad de Kate Millet, la lúcida erudición deGermaine Greer.(b)

Y, claro, usted sigue de cerca los acontecimientos con los que manifiesta su existenciael Women's Lib. Se hizo la desentendida, seguramente, cuando supo lo del acto simbólico dearrojar al fuego las prendas íntimas porque eso se prestaba a muchos y muy buenos chistes. Seajustó bien las suyas recordando vagamente aquel grito de los españoles bajo el régimen deFernando VII,(c) "¡Vivan las cadenas!", y no le pareció, en lo más mínimo, aplicable al casoque nos ocupa.

Quizá se sintió de las que secuestraron al director de una revista pornográfica porquemostraba a las mujeres como un mero objeto sexual. Pero, de todas maneras, lamentó que elejemplo de las norteamericanas sea imposible de seguir en México. ¡Nuestra idiosincrasia estan diferente! Y también nuestra historia y nuestras tradiciones. El temor al ridículo nosparaliza y entendemos muy bien al poeta francés cuando confiesa que "por delicadeza, haperdido su vida".

Por lo que le pueda servir (a veces es bueno entrar en la casa de la risa y mirar nuestraimagen reflejada en los espejos deformantes) voy a pasarle al costo una información queacaso usted ya posee pero que, para mí, fue una verdadera sorpresa: la actitud que hanadoptado en Japón para enfrentarse al problema de la situación de la mujer en la sociedad y delos papeles que tiene que desempeñar. Esa actitud que cristaliza en un Movimiento deWomen's Love para oponerse al Women's Lib.

Usted pudo enterarse porque a propósito del viaje presidencial al Lejano Oriente, laspáginas de los periódicos y revistas mexicanas estuvieron llenas de datos sobre los diferentesaspectos de la vida en aquellas latitudes. Yo me enteré gracias a la visita que hizo a Israel laseñora Yachiyo Kasagi que es periodista, maestra, conferenciante, experta en la rehabilitaciónde los sordomudos y, en sus ratos de ocio, apasionada lideresa del Women's Love.

La señora Kasagi hizo la siguiente revelación: que una mujer graciosa, amable y,aparentemente, sumisa, puede conquistar al hombre, y, sin que él se entere, imponerle suspropios puntos de vista. Recuerde usted que las moscas se cazan con miel, no con vinagre, yque una mujer histérica y furiosa no alcanza a producir más que repugnancia entre losmiembros del sexo opuesto y lástima o risa despiadada entre los miembros de su propio sexo.

Cedo la palabra a la señora Kasagi, quien afirma que el hecho de enarbolar la banderadel amor y rechazar la militancia de las exigentes y violentas no hace más que reflejar supropia filosofía de la vida. Eso no quiere decir que no trabaje, y muy activamente, en laemancipación de la mujer japonesa, sólo que sus métodos son diferentes, más de acuerdo conla imagen femenina oriental en la que la mujer encarna los valores de la delicadeza y delencanto.

¿Por qué rechazar esta imagen para adoptar otra que les es profundamente extraña,como la que propone la actual cultura de occidente? Al contrario; la actividad de la señora

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Kasagi se dirige al rescate de una serie de técnicas que estuvieron a punto de perderse a raízde la derrota japonesa al término de la Segunda Guerra Mundial.

En la familia japonesa de antaño la madre transmitía a la hija los elementos para serconsiderada una verdadera mujer. Es decir, le enseñaba a inclinarse de una manera correcta ygraciosa en las reverencias debidas a sus mayores y superiores (que eran prácticamentetodos); le mostraba la manera adecuada de lucir el quimono y de arreglar flores. Así tambiénno deja de instruirla sobre la manera de comportarse en la mesa (y en otros muebles másprivados) y de llevar al cabo la refinada ceremonia del té.

¿Qué ocurrió al final de la Segunda Guerra? Que las mujeres se echaron a la calle atrabajar y a ganar dinero y ya no tuvieron tiempo ni para practicar lo que habían aprendido nimucho menos para enseñar a sus hijas a comportarse como damas. Como es natural, las hijasfueron incapaces de transmitir a sus propias hijas una serie de conocimiemtos que ya noconstituían su patrimonio.

La señora Kasagi se lanzó al rescate de tan importantes materias y ha abierto en Tokioalgo que podría considerarse el equivalente de lo que entre nosotros es una "escuela depersonalidad". Allí ese diamante en bruto que es una muchacha adolescente se pule hastaconvertirlo en un objeto de lujo: muestra la riqueza y el gusto refinado de quien lo posee yconstituye una inversión segura y que no cesa nunca de rendir dividendos.

La formación que se adquiere en el plantel de la señora Kasagi es de tal maneracompleta que una mujer educada allí puede ser inteligente sin dar el menor signo de ello;puede ser ambiciosa sin que ahuyente a los hombres; puede, incluso, llegar a desempeãarpuestos importantes, tanto privados como públicos, sin despertar ni el espíritu competitivo desus oponentes sino más bien apelando a su espíritu caballeresco que ayuda y protege.

En estos asuntos, ya usted lo sabe, e1 hombre japonés (a semejanza de algunoscongéneres suyos de origen latino) es muy quisquilloso. Exige una subordinación absoluta ycuando algo se opone a su voluntad sabe castigar con mano dura. ¿No recuerda usted, porejemplo, la confidencia hecha por la esposa del ex primer ministro Sato a un periodista en elsentido de que su marido acostumbraba pegarle? Esa confidencia no provocó ninguna crisisgubernamental ni deterioró la imagen pública del gobernante. Más bien habría que pensar locontrario.Hay, pues que reconocer los hechos dados y comportarse de la manera más conveniente. Laseñora Kasagi puede servir de ejemplo a sus discípulas. Ella ha obtenido el permiso de actuary aun de viajar sola, como lo prueba su estancia en Israel. Tal hazaña habrá que atribuirla no asu técnica, sino, según ella misma confiesa, a la circunstancia de que su marido es un hombremuy progresista y de criterio amplio.

Tan amplio que la aguardaría hasta su regreso de una ausencia de cinco días en los queaprovechó una invitación de una compañía aérea para conocer un país del Medio Oriente. Yen cuanto a su hijo, que actualmente tiene 20 años, puede escoger entre las discípulas de sumadre a la que obtenga la mejor calificación. (Tel Aviv, 20 de julio, 1972)

(a) Simone de Beauvoir. Escritora francesa que luchó por los derechos de la mujer y quienescribió Le Deuxième Sexe (El segundo sexo, 1947), libro clásico del feminismo del sigloXX.(b) Betty Friedan, Kate Millet, Germaine Greer: Autoras feministas que escribieron,respectivamente, los libros: The Feminine Mystique (1963), Sexual Politics (1970), y TheFemale Eunuch (1970).(c) Fernando VII. Monarca absolutista español (1784-1833)

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Glosarios: Rosamaría Paasche y Nelson González

G.A.Becquer: El monte de las ánimas.a par: al lado de.a querer: de querer, de haber querido, si hubiera querido.acaecer: suceder.acotado: reservado para la caza.aguijonear: avivar, estimular, hacer ir de prisa.alerce: árbol abietáceo.ánimas: espíritus, fantasmas.batida: caza que se hace golpeando con fuerza el monte para que salgan las reses.bramar: gritar.breñas: maleza, matorral.bultos: cuerpos que se distinguen mal.cascada voz: voz que carece de sonoridad y entonación.conseja: cuento, patraña.coto: terreno acotado.desbocarse: dejar el caballo de obedecer al freno y correr sin rumbo.descarnados: sin carne, esqueletos.friolera: cosa sin importancia, trivialidad.goznes: bisagras. Piezas que sirven para armar o montar puertas y ventanas.guarida: madriguera, cueva.hidalgo: perteneciente a la baja nobleza.joyel: pequeña joya.monte: grande elevación de terreno, montañanada fue parte: nada pudo.no se acordaron de ella, las fieras: no quedó en el recuerdo de los animales por haber sidopara ellos insignificante; no notaron siquiera lo que pasaba.ojiva: figura formada por dos arcos cruzados en ángulo.osamenta de corceles: esqueletos de caballos.pompa: fausto, grandeza, suntuosidad.sitial: silla de espaldar alto, asiento de ceremonia.tañer: doblar las campanas.Templarios: orden militar religiosa fundada en 1119. Fue el modelo de casi todas las otrasOrdenes de Caballería. Fue disuelta por el Papa Clemente V en 1312.traer a las mientes: recordar.trasgos: duendes.trompas: cuernos de caza.zarzal: lugar cubierto de zarzas, arbusto rosáceo cuya fruta es la zarzamora.

Leopoldo Alas "Clarín": ¡Adiós Cordera !abroquelarse: cubrirse con el broquel o escudo para defenderse.altozanos: elevación de poca extensión y altura sobre el terreno llano.camino de hierro: rieles del ferrocarril.

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campechano: de carácter llano y de buen humor.casería: conjunto de edificios de una finca rústica.corrada: camino que lleva al corral.cuarto trasero: parte posterior del cuerpo de algunos animales.diapasón: instrumento formado por una varilla doblada en U que al vibrar produce un tonodeterminado.esquila: campanilla o cencerro que se cuelga al cuello de cualquier res pequeña.esquilmar: agotar, dejar exhausta una fuente de riqueza.estrar: poner paja en el lecho de los animales.gamella: arco que hay a cada lado en el yugo de los bueyes.heredad: finca, hacienda.Horacio: poeta latino.jícaras: recipiente de porcelana que se ponía en los postes de telégrafo."llindar" (bable): pastorearmarasmo: inmovilidad, paralización.nación: animal recién nacido.narvoso: ¿narvaso? planta de maíz que después de quitada la mazorca se guarda para pienso.picar la mosca: exitar, alborotar.prao: prado.quintana: finca.quinto: recluta.Ramayana: libro sagrado del hinduismo.recental: animal recién nacido.sebe: cercado formado con plantas vivas.sofisma: razonamiento con que se hace ver como verdadero algo falso.testuz: nuca del toro, el buey o la vaca.trinchera: corte hecho en el terreno para el paso de una vía o línea de comunicación,particularmente una línea férrea.vespertino: del atardecer.

Miguel de Unamuno: El marqués de Lumbríasolariega: casa donde ha vivido una familia noble durante varias generacionesadusto: rígido, serioLorenza: lugar imaginario, pero, puede representar un pueblo típico del sur de Españaarca: cofre, baúldar al Mediodía: dar hacia el surdeslustrar: ponerse opaco, oscuroandrajoso: pobre y con ropa vieja y rotaescarpado: lugar alto de difícil accesoyedra: o hiedra: nombre común de plantas trepadorasalimañas: animal (perjudicial a la caza menor o al ganado)umbría: lugar donde hace sombraestío: verano, tiempo de calorarrullar: canto (sonido) agradable y monótono que adormeceenviudar: quedar sin esposo(a) a causa de la muerte de éste (a)Río Tajo: río español-portugués que nace en Teruel, pasa por Toledo y desemboca en Lisboa.liturgia: formas y ritos usados para celebrar cultos religiosos o misastresillo: un juego de naipes

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penitenciario: sacerdote de una iglesia determinada que tiene la obligación de confesarlibros de edificación: libros de contenido religioso, vidas de santos, etc.tedio: aburrimientoplebeyo: opuesto a lo noble, vulgar, propio del pueblo (despectivo)tiestos de flores: vasija o vaso de barro para las flores y plantasatisbar: espiar, vigilar, acechar, asomarse o mirar con curiosidadtenerla armada: ya empezaría la pelea que habían preparadoello fue que: y sucedió que...hacer el oso: hacer que se rían de uno(a), hacer el ridículopelar la pava: estar enamorado(a) como un(a) tonto(a) de alguienoponerle: no tener nada en contra de éllabor de punto: oficios relacionados con tejer, bordar y cosercontertulios tresillistas: personas que se reunen para jugar a las cartasservidumbre: los criados de una casasegundón: hijo segundo que no tenía derecho a la herencia del padretaciturno: callado, silencioso, triste, melancólico, funesto, lúgubreinaudito: insólito, excepcional, incomúndisensiones: riñas, querellas, pendencias, peleasreponerse: curarse de una enfermedad, ponerse bien de saludajarse: estropearse, deteriorarse, deslustrarseperlesía: disminución de movimientos del cuerpo, parálisis parcialpues eso más faltaba: eso es lo último que podría pasar, eso es el colmoestar para librar: estar a punto de dar a luzdar de lleno: cubrir completamente. Los rayos del sol penetraban todo el escudodesistir: renunciar a un derecho o abandonar algo que se empezó a hacerderretir: fundir (convertir en líquido) con el calor una substancia blandazumbar: ruido o sonido continuadoreanudar: continuar, proseguir, renovarentrar monja: ingresar en un convento con el fin de hacerse religiosa o monjaembadurnar: manchar, pintarrajear, embarraracerbo: aspero, cruel, riguroso, desapaciblepreceptor: persona que enseña, maestro, mentores acaso mi hermano: es realmente mi hermanoapuñarse el corazón: oprimirse el corazón con el puño de la mano para expresar dolor erguirse: levantar la cara o el cuerpo con orgullomayorazgo: derecho del hijo primero o mayor (primogénito) a heredar los bienes del padreacurrucarse: doblar o encoger el cuerpo para sentarse, ocupandoel menor espacio posiblepropalar el caso: contar a todos la noticiaentereza varonil: energía, firmeza aplomo, supuestamente propios de los varonesgestionar: hacer acciones o diligencias para lograr un negocio o deseoenvanecerse: sentirse orgulloso de alguien o de algorebelarse: protestar contra alguien o algoser de carne flaca: ser débilcompadecer: sentir lástima por alguienla caída: el pecado (original). La caída de la gracia. (Biblia: Génesis)chispear: echar chispas, algo que da reflejos de luz o brilla mucho.

José Martí: El Padre Las Casas.

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acatar: obedecer.adelantado: primera autoridad política, militar y judicial de América durante el período delos descubrimientos y conquista. El título desapareció a fines del siglo XVI.Aragón, Fernando de: Fernando el Católico.arcabuz: arma de fuego antigua,semejante al fusil.armadura: conjunto de armas de hierro que vestían los que iban a combatir.audiencia: tribunal.Behechio o Behequio: Cacique de los tainos, impotante pueblo cubano a la llegada de losespañoles.Carlos: El emperador Carlos V de Alemania y I de España.cencerro: campanilla que se cuelga algunas veces al cuello de las reses.Chiapas: Estado de México a orillas del Pacífico.cimarrón: esclavos que se escapaban y huían al monte.Ciudad real: ciudad de España, capital de la provincia de su mismo nombre.coraza: armadura que proteje el pecho y la espalda.Cumaná: ciudad de Venezuela. La primera ciudad establecida por los españoles en tierrafirme.Cuzco: ciudad del Perú.desdén: desprecio.encomendero: el que tenía indios en encomienda, es decir, a su cargo.encomienda: pueblo de indios que estaba a cargo de un encomendero.ferreruelo: capa corta sin capilla o capucha.Fonseca, Juan Rodriguez de: 1451-1524. Prelado español, presidente del Consejo de Indias.Protegió a los encomenderos y fue enemigo de Colón, Cortés y el Padre Las Casas.gajo: división interior de varias frutas.guaantelete: pieza de la armadura que protegía la mano.iniquidad: maldad, injusticia.jubón: especie de chaleco ajustado al cuerpo.lirio: planta de la familia de las iridáceas.Lucayas: las Bahamas.mamey: árbol de la familia de las gutíferas, de fruto redondo de pulpa amarilla aromática ysabrosa.molosos: casta de perro procediente de Molosia que se utilizaba para la custodia del ganado.monte: campo, despoblado.oidores: magistrado que en las Audiencias del reino de España oía y sentenciaba las causas ylos pleitos.ordenanzas reales: decretos de los reyes.Oviedo,Gonzalo Fernández de: 1478-1557. Historiador español, autor de una HistoriaGeneral y Natural de las Indias.regañón: gruñón, refunfuñón.sagaz: listo, agudo, penetrante.Sepúlveda, juan Ginés de: 1490?-1573. Humanista que estudió los problemas jurídicos queplanteaba el descubrimiento y la colonizació de América.tachuelas: clavo pequeño de cabeza grande.taino: perteneciente a la tribu taina, pueblo americano.torcaza: variedad de paloma silvestre.turbado: confuso.

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Velázquez, Diego: 1465-1524. Militar y colonizador español que emprendió la conquista deCuba en 1511.

Dámaso Alonso: Primer Conocimiento De La Obra Poética.aledaño: confín, término, límite.ámbito: recinto.ancilla ostiaria: criada que abre la puerta; portera.babélica: perteneciente a la torre de Babel a causa de la construcción de la cual se castigó alos hombres que antes hablaban un sólo idioma con la confusión de las lenguas, origen, segúnla Biblia, de los distintos idiomas.carisma: don gratuito que concede Dios a una criatura.cerne: parte más dura de una madera que forma el tronco de los árboles.cimbrar: mover una cosa flexible con movimiento trémulo.contestaciones: italianismo por contienda literaria.contestantes: italianismo por contendientes.cuajar: solidificar.dolce stil nuovo: la nueva forma de poesía, íntima, profunda y elegante del Dante. Seencuentra el nombre por primera vez en el canto XXIV del Purgatorio.ensueño: ilusión.estigmatizado: marcado.falsilla: Hoja de papel con líneas muy marcadas que se coloca debajo del papel en que seescribe para, guiándose por estas líneas, que se transparentan, no torcerse.flanco: lado.inefable: que no se puede explicar con palabras.Lisetta: nombre con el que aparece en uno de los sonetos de Dante, una jovencita que creíapoder instalarse en el corazón del poeta a causa de su belleza, sin recordar que ahí estaba yainstalada Beatrice. Lisetta fue defendida en otro soneto por el poeta Aldobrandino Mezzabatide Padua.lúcido: claro, penetrante, inteligente.mandoble: cuchillada, tajo.micrótomo: instrumento para cortar en laminillas los objetos estudiados en el microscopio.palo seco, a: sin adornos.piaga per allentar d'arco non sana: llaga que no sana por venir de arco flojo.quilla: pieza de madera o de hierro que forma la base del barco y que sostiene toda suarmazón.repeler. rechazar.retablo: figuras pintadas o talladas que representan una historia.saeta: flecha.spiritus occidit: "matemos el espíritu".suscitar: despertar, provocar, causar.tenzones: palabra italiana; composición de orígen provenzal en la cual dos poetasintercambiaban poesías y estrofas alternadas; corresponde al conflictus de la poesía latina.tierno: fino, delicado.

Rosario Castellanos: La liberación del amorabnegada: que se sacrifica por los otrosrepasar: revisar, volver a leerdisentir: no estar de acuerdo

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mantenerse al tanto: estar informadoexhaustivas: completas que agotan el temahacerse la desentendida: fingir no entenderprendas íntimas: ropa interiorsecuestrar: encerrar a alquien en contra de su voluntadpasar al costo: transmitir algo literalmentesumisa: obedienteenarbolar: levantarexigente: rígido secerorescate: acto de recuperar algo o a alguiena raíz de: a causa dede antaño: antigualucir: vestir algo con gracia y eleganciadiamante en bruto: diamante sin pulirrendir dividendos: hacer gananciacongéneres: del mismo origendiscípula: estudianteplantel: establecimiento de educaciónahuyentar: espantar, dar terrorquisquilloso: irritablehazaña: acto heroicoaguardar: esperar

José de Espronceda: Canción del pirataa todo trapo: a toda velocidad, a toda vela.aquilones: viento violento del norte.bajel: barco.banda: lado estribor o babor de los barcos.bergantín: buque de dos palos y vela cuadrada o redonda.entena: verga larga para la vela latina.rielar: brillar tremulamente.

Rubén Darío: Letanías de Nuestro Señor Don Quijoteadarga: escudo de cuero ovalado.Clavileño: caballo de madera que aparece en la segunda parte del Quijote.de manga ancha: indulgentes en extremo.malsines: que siembran cizaña, soplones.Orfeo: marido de Eurídice, hijo según algunos de Apolo y Clío. Fue el músico más famosode la antigüedad y adormecía a las fieras con su música. Bajó a los infiernos en busca deEurídice.orfeón: sociedad de canto para ejecutar música coral.paladines: caballeros valerosos famosos por sus hazañas.Pegaso: caballo con alas, nacido de la sangre de la Medusa.ristre: hierro del peto de la armadura donde se afianzaba la lanza.Rolando: Héroe de las canciones de Gesta francesas.Segismundo: personaje de "La vida es sueño" de Calderón de la Barca.

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Antonio Machado: A orillas del Dueroadalides: líderes.ahincar: apresurar.ballesta: arma para disparar flechas y bodoques.barbacana: obra de defensa avanzada y aislada.comadreja: animal carnicero nocturno, de cuerpo prolongado y pelo pardo y rojizo.ganapanes: hombres que se ganan la vida haciendo mandados/ recados. Hombres rudos.Levante: la zona de Valencia.merino: oveja.palurdo: tosco, grosero.recamado: bordado de realce.recodo: ángulo o codo que hacen ciertas cosas.regato: charco.roquedas: sitio abundante en rocas.serrezuelas: sierras pequeñas.

Alfonsina Storni: Bien pudiera serantojos: caprichos.solar: casa antigua; cuna de una familia noble.

Nicolás Guillén: Balada de los dos abuelosabalorios: cuentas de vidrio.gorguera: adorno de lienzo rizado o plegado para el cuello.ingenio: plantación de caña de azúcar y planta industrial destinada a moler la caña paraobtener el azúcar.repujado: labrado de relieve.Taita: papá.

Ernesto Cardenal: Salmo Vblindado: revestido con acero.expedientes: conjunto de papeles concernientes a un asunto.

Jaime Gil de Biedma: Contra Jaime Gil de Biedmacacaseno: inservible, inútil, tonto.chulo: persona de las clases populares con ciertas maneras de hablar y modalesdesenfrenados; bravucón; rufián.memo: bobo, tonto.pelmazo: persona fastidiosa por pesada.truculento: atroz, tremebundo, tremendo.visillos: cortina transparente que se pone detrás de los cristales de una ventana.