Cultura ocómoaprendi

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CULTURA: O cómo aprendí a amar el comportamiento de oveja en el ganado.

Por Fritz Rodríguez.

Muchas veces no nos damos cuenta de lo que tenemos a nuestro alrededor. Siempre estamos a la vanguardia del “qué dirán” de los demás, mostrándonos tal como “esos demás” desean, dejando de lado lo que somos nosotros mismos. Aunque existe a la par la otra situación, y con “situación” me refiero al momento cuando te encuentras en boca de otros, donde la fijación del “qué dirán” desaparece y se convierte en otra cosa. Se convierte en otra sensación. Se convierte en una situación de búsqueda de revancha. De búsqueda de la verdad.

Los efectos generacionales alcanzados hasta nuestros tiempos han demostrado que el pensamiento estancado de las masas conservadoras sólo genera un efecto en las masas que piensan distinto, que hablan distinto, que se expresan de manera distinta; ese efecto está plasmada en una sola palabra: Revolución. Y la revolución es una constante en la historia de la humanidad, pues sin ella, jamás habríamos alcanzado la tan aclamada tecnología que nos une día a día por nuestros teléfonos móviles o a través de nuestras computadoras. Tampoco hubiéramos alcanzado a conocer las facetas económicas impuestas por entidades financieras mundiales con la visión de apoyar a los países desarrollados y a los denominados de manera incorrecta, del tercer mundo.

Podríamos abordar de una manera más práctica para poder entender la evolución de la revolución desde su punto más llamativo y conocido: el histórico. Y se puede tomar sus inicios, como explica en su libro el escritor Ken Goffman “La contracultura a través de los tiempos”, con el mito griego de Prometeo al quitarle la propiedad más apreciada por el grupo de Zeus y sus hermanos dioses: el fuego, para dárselo a la creación ínfima que habitaba en la tierra, comiendo carne cruda, sin abrigo en la noche y soportando las atrocidades y deseos fatuos de los dioses. He aquí una muestra amena de cómo inició el hombre su pensamiento evolutivo sobre cómo criticar un sistema imperante y constante por un sistema que abarque una mayor preocupación hacia las calamidades que pasan, por no decir sufren, otros. Ahora, es cierto que el hombre ha pasado por momentos inquietantes y al borde del acantilado, pero que llevaron a la recuperación de la situación crítica que ellos vivían en su momento. Además, debe tomarse en cuenta sobre quiénes

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son los que inician esa situación de levante, pues sin hacer mucha memoria, son los mismos de siempre. Un grupo marginado por una clase considerada así misma como la más capacitada y organizada para liderar el desarrollo y futuro de esa masa desprestigiada y vulgar, según ellos.

Pues ese vulgo es el que ha sabido determinar su propia suerte cuando la clase instruida y organizada no pudo hacerlo. Y quiero dejar en claro que con éste no me refiero a los trillados ejemplos históricos como la Revolución Francesa o, su par contemporáneo, la Primavera Árabe. Me refiero a una revolución que modifica el pensamiento de las masas sin llegar a un debacle político, jurídico o económico. Una revolución que no lleve a un cambio brusco del sistema ya implementado por mucho tiempo y por muchos. Un “Mayo del 68” o una “Primavera de Praga” son momentos donde el sistema no cayó por completo. No se hicieron cambios en el campo político (no se derrocaron presidentes), o en el campo económico (no se implementaros sistemas socialista por capitalista, o viceversa) o en el campo jurídico. El cambio se logró en la mente de la gente que habitaba en esas épocas las calles de las ciudades de París o Praga esencialmente, pues una vez que la mente de la ciudad cambia, sobretodo de la ciudad capital, todo el país cambia.

Ese movimiento revolucionario que iba en contra de lo establecido por la sociedad gobernadora, determinó el futuro de esos dos países ubicados en ambos hemisferios políticos y económicos. Uno en el oeste capitalista y el otro en el este socialista. Sin menor duda, eso demuestra que el pensamiento de ir contra el sistema, no sólo de gobierno, de reglas morales y de convivencia establecidas por una generación anterior, nace y crece en todas partes. Ese movimiento tiene nombre propio y creador: Contracultura.

Theodore Roszak acuñó la palabra contracultura para referirse a las tendencias, valores y expresiones que distan de lo ya establecido por una sociedad, como explica en su libro “El nacimiento de la contracultura”. Pues así como sucedió en Francia en el 68 o en la antigua Checoslovaquia en ese mismo año, las minorías de la sociedad con reglas ya establecidas se levantaron en contra de lo que creían estaba equivocado para los momentos que vivían, iniciando una larga y dura lucha por lo que deseaban cambiar y demostrarse, y demostrarle al mundo, la posibilidad de dar un cambio al status quo de su sociedad.

El camino del cambio de algunas reglas de convivencia que existen en algunas sociedades todavía mantienen un pensamiento retrógrado con sabor de machismo, discriminación y un conservadurismo irracional. Lo principal para algunos de nosotros es la búsqueda de un cambio pausado pero constante en la sociedad en que vivimos, donde las ideas fijas y conservadoras sobre el modo de vestir, vivir, pensar, expresarse, relacionarse, son reglas rígidas y con una mínima posibilidad de cambio. Una sociedad como la nuestra, donde se pueden encontrar

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toda clase de pensamientos que chocan entre sí, pero aún se mantiene a la cabeza el conservadurismo de sus ideas, impuestas en su mayoría desde la época en que se estableció una europeización religiosa dura, mantiene a su sociedad todavía en una situación de status quo difícil de cambiar. Es ahí donde entra la nueva generación.

Y esta nueva generación viene galopante para absorber las ideas, enseñanzas y estudios de la generación anterior, donde se establecieron las reglas del juego para los campos de la política, economía y social. En un inicio, todas las reglas serán bienvenidas, así no calcen en la realidad de algunos. Pero luego, cuando sus mentes tomen aires de libertad e independencia, buscarán la forma para encontrar una salida a esa estabilidad y conservadurismo de la generación anterior. Y su solución será la más obvia de todas. Cogerán las enseñanzas. Cogerán la tecnología. Cogerán todos los medios creados por sus antecesores y se irán contra ellos. Pues se dieron cuenta que la realidad actual es otra. No es la realidad de sus padres ni de sus profesores ni de todo lo que les enseñaron en un inicio.

La era del cambio siempre se da. Las cosas siempre cambian. Pero para lograrlo debe de existir un poco de violencia cultural que choque contra las ideas ya existentes. Eso se puede apreciar en marchas en pro y contra la unión civil o concederle la libertad a la mujer en su decisión de abortar. Aunque sean ejemplos pequeños para sociedades desarrolladas culturalmente, para la nuestra son golpes máximos contra el status quo y generan un gran impacto en las mentes de las generaciones anteriores.

Finalmente, debe terminar este escrito expresando su mayor rechazo al pensamiento conservador y retrógrado, sin ánimos de ofender el status quo de algunos, haciendo sólo una expresión de la realidad que es posible ver en nuestros días, reclamando sólo una cosa: convivir con el pensamiento de las minorías, sin importar el modo cómo piensen, cómo se expresen, cómo se hablen, cómo se relacionen, cómo se visten. Sólo “soportando” su visión del mundo frente al que la mayoría tiene y piensan que debe ser.