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Contenido realizado en el marco de la celebración de los 15 años

Altavoz

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Ideas en Altavoz

Edita: Secretaría de Cultura Ciudadana,

Alcaldía de Medellín.

Artículos realizados en el marco de la celebración de los 15 de Altavoz Fest.

(Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición

de la Administración Municipal).

Diseño y maquetación: Nicolás González

Carolina Salazar Londoño

@De la impresión: Secretaría de Cultura Ciudadana

De los textos: sus autores

@De las fotografías: Fernando Puerta

Maria Paulina Pérez Camilo Díaz

Yojan Valencia Jorge Rocha.

2018

Altavoz Fest, 15 ediciones de una sola fiesta.

Altavoz, una herramienta para la transformación cultural.

El punk: un Altavoz que amplifica el espíritu de las calles.

Punk más que música.

Galería Altavoz.

CONVIVENCIA EN ALTAVOZ.

Datos de interés sobre los 15 años de Altavoz.

Altavoz Fest: 15 ediciones en clave de convivencia.

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primer paso, de los muchos que se han dado para hacer de Altavoz el gran Festi-val que es hoy.

En 2006, se creó un ciclo de ocho confe-rencias, la semilla de lo que hoy es Alta-voz Lab, un espacio en el que las bandas emergentes y músicos locales adquieren formación integral que después se revierte en mayor proyección de su talento artístico y un mayor posicionamiento profesional dentro del mercado musical.

Como ciudad nos llena de orgullo que en 2009 en México, en el marco del Foro Re-gional de Mejores Prácticas en Políticas y Programas de Juventud, Altavoz Fest haya sido elegido por la Unesco y el BID como una de las mejores prácticas de juventud en América Latina y el Caribe, así trans-cendemos las fronteras nacionales y se re-conoce el trabajo que realizamos en nues-tras comunidades, pero la mejor imagen de este encuentro en el extranjero la han construido todas las bandas locales que han tenido la oportunidad de asistir a festi-vales internacionales gracias al programa de intercambios y que con su talento dejan una huella musical en quienes los escu-chan, sin duda, es una invitación sonora a visitar Medellín.

Escribir sobre Altavoz Fest es recordar cada episodio de esta historia, es llenarnos de orgullo, es, sobre todo, escribir con pa-labras lo que nuestros músicos ya habían escrito con notas musicales, acordes y canciones: un capítulo en la historia de la música en Colombia.

Es guardar en la memoria y para la his-toria momentos únicos; los particulares que cada asistente vive en torno a la música: Altavoz es el primer con-cierto en la vida de muchos jóvenes;

Desde el año 2004 Altavoz es una marca registrada de Medellín, un referente del arte y la cultura de nuestra ciudad, pero también un símbolo de las apuestas que como sociedad hemos hecho, apuestas encaminadas a promover la convivencia, la equidad, el desarrollo y la participación. Altavoz es un ejemplo de cómo en la ciudad se construyen escenarios que trascienden lo artístico, que nos unen como habitantes de un mismo territorio.

En el imaginario de algunos, Altavoz es un Festival que sucede cada año y que durante tres días reúne en dos grandes escenarios a los mejores exponentes de la música local, nacional y grandes artistas internacionales invitados, una fiesta en la que todos los géneros musicales parecen fusionarse, en donde los diferentes gustos se vuelven uno solo: el gusto por la música, y claro que eso

también de momentos únicos para la música, como en 2011, año en el que los amantes del punk pudieron disfrutar en la ciudad de la presentación de The Adicts, agrupación considerada como una leyen-da, o los famosos aguaceros en medio del festival, como el del 2008 cuando estaba en tarima la banda de rap Violadores del Verso, y pese a la cantidad de agua que del cielo caía ningún asistente se movió de su lugar porque el amor por la música es tan fuerte que ninguna lluvia ha podido aguar el Festival.

Altavoz no sucede cada año, Altavoz es una fiesta que está sucediendo ahora mismo y que transcurre a lo largo del año, en cada rincón de cualquier barrio de Medellín, en cada terraza en la que una banda local en-saya, en el teatro en el que se realizan las audiciones, en la tarima en la que se llevan a cabo los Conciertos Ciudad Altavoz, en los recintos en los que Altavoz Lab forma a nuestros músicos en la industria cultural, en cada casa que vive esta fiesta a través de la pantalla de su televisor, en cada par-que de amigos que dicen “¡En Altavoz nos encontramos para que suene la ciudad!”.

Altavoz Fest, 15 ediciones de una sola fiesta.

es Altavoz, hace parte de su esencia, de su razón de ser, pero ese encuentro musical, esa gran fiesta, es tan solo una parte de todo lo que implica este programa.

Desde su segunda edición, en 2005, bajo el nombre de Eliminatorias Altavoz, que hoy conocemos como Conciertos Ciudad Alta-voz, llegar a presentarse en el Festival se convirtió en un viaje por diferentes esce-narios, en el que un jurado busca las me-jores bandas musicales y la ciudad tiene la oportunidad de disfrutar del talento local más cerca de su casa, de su comuna o de su corregimiento. Durante estos años 994 propuestas han participado de los conciertos y en el proceso se han forta-lecido como grupos, y han deleitado a toda la ciudad con su talento.

Extender los conciertos, las convoca-torias y el proceso de selección fue un

Lina Botero Villa Secretaria de Cultura Ciudadana

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Altavoz nació como respuesta a una pregunta lanzada a gritos guturales armonizados con guitarras distorsio-

nadas: ¿y ahora qué sigue? Los músicos de Medellín estaban haciendo su trabajo: componer, tocar y crear audiencias. El público acogía a las bandas y asistía a los conciertos. Pero no era suficiente. La in-dustria musical no estaba interesada en los músicos independientes de Medellín y los roqueros no tenían cómo invertir para que sus proyectos crecieran.

Por eso la pregunta que estaba en el aire obtuvo una respuesta de la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín: un festival que no solo fuera un show, un festival que pusiera a los artistas las condiciones téc-nicas para sus presentaciones con un alto nivel, que además sirviera como platafor-ma para llegar a nuevos públicos.

En Medellín ya se sabía del poder de la cul-tura, y Altavoz se pensó para hacer parte de esa línea de programas que además de fortalecer el sector artístico, lograra gene-rar cambios positivos en la ciudadanía. No en vano, el Festival nació en los primeros años del milenio, luego de la década más violenta de la historia de la ciudad, la que nos puso en los últimos años del siglo XX como una de las urbes más violentas del mundo. En el triste inventario de secuelas de esos días puede incluirse la estigmati-zación de la que estaban siendo víctimas los jóvenes por esos días.

Teniendo en cuenta lo anterior, Altavoz se convirtió en el foco adecuado para que la ciudad viera a sus muchachos desde otro ángulo: todos esos jóvenes con peinados diferentes y vestimentas que se salían de

la norma general, estaban manteniendo proyectos de vida serios, desarrollaban procesos artísticos ambiciosos y expresa-ban su visión del territorio en las letras de las canciones que componían.

Estos jóvenes, que ya eran líderes de sus propios proyectos o en sus comunidades musicales, no solo fueron el motivo del inicio de este encuentro ciudadano, fueron parte activa de su construcción. Desde la planeación los artistas estuvieron traba-jando con el equipo de la Secretaría de Cultura. Ellos, que habían trabajado tanto tiempo en sus iniciativas, conocían los ve-ricuetos de la gestión y sabían muy bien lo que estaba haciendo falta para la ciudad. En Altavoz, desde la primera edición, se estableció un diálogo que aún sigue vivo y que permite que los músicos expresen sus posturas.

Por eso celebramos estas 15 ediciones en que Altavoz ha sido un aliado para el cre-cimiento del sector musical de Medellín, posibilitando espacios para el aprendizaje gracias a los ciclos formativos, trabajando con programadores de diferentes partes del mundo, estableciendo acuerdos para la circulación con festivales en otras partes

Editorial

del país y de Latinoamérica, logrando que las creaciones de esta ciudad sue-nen en todo el continente.

Pero quizá lo más importante de estos años es que el Festival en el que vibran jóvenes que sacuden su cabello al ritmo del metal, alzan su puño con el rap, se golpean unos a otros en el pogo, se ha convertido en una de las herramientas para la transformación cultural a la que le apuesta Medellín.

Altavoz, una herramienta

para la transformación

culturalFelipe Grajales,

Director de Altavoz Fest.

EN ALTAVOZ, DESDE LA PRIMERA EDICIÓN, SE ESTABLECIÓ UN DIÁ-LOGO QUE AÚN SIGUE VIVO Y QUE PERMITE QUE LOS MÚSICOS EXPRESEN SUS POSTURAS.

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El punk en Medellín es la consecuencia de una ciudad en caos, un lugar que no cesa de incubar problemáticas que se

convierten en caldo de cultivo de un género musical ávido de gritar todo aquello que corroe a la sociedad. El punk es parte del sentir de los barrios de la ciudad, historias del diario vivir con mensajes emancipados que merecen ser escuchados y amplifica-dos en un Altavoz.

Altavoz cumple 15 años en el 2018, un período corto pero intenso, pasional y beligerante, un espacio ganado desde el rock en sus múltiples posibilidades,

convertido en decreto y hasta el momento consecuente con lo que cada género trae. Altavoz es un ejemplo de unión, participa-ción y lucha ciudadana.

El primer Altavoz en la plaza de toros de la Macarena me trae especiales recuerdos, su ingreso con el modelo tipo Undergrano, en el que se donaban juguetes para niños damnificados, bandas de culto en la ciudad como Nepentes, I.R.A, Nadie, Coffee Makers y Frankie Ha Muerto, videos que alfabética-mente nombraban una a una las bandas y músicos de la ciudad, un aire nostálgico, una especie de homenaje a la oleada rock.

Altavoz es la voz concedida a generaciones de músicos que buscan exponer su sentir artístico a través de los sonidos. Para el punk, un género en el que la mayor parte de las tarimas es en pequeños locales y even-tos barriales, la posibilidad de un evento como este es un altoparlante punkero que habla de inconformismo, rebeldía, políti-ca, libertad, algunas veces misantropía al ver una sociedad injusta, falta de sentido, carente de visión ante el futuro de quienes habitamos este planeta, eso hace de Alta-voz un parlante real y de cara a la ciudad.

Si bien parte de la esencia punk ha sido el no futuro, está claro que en Medellín algo se incrustó profundamente en los jóvenes que aún ven la música como testimonio. El punk no busca hacer historia, pero la hace a su manera, la cuenta a su modo repercute en el tiempo y deja su carácter impreso en una estética contracultural que genera nuevas transformaciones musica-les y colaborativas, y que extiende el marco conceptual en piezas artísticas, visuales y escritas, todo esto fuera de lo que llaman mainstream, distante siempre de cadenas comerciales del mundo de la música.

El punk: un Altavoz que

amplifica el espíritu

de las calles

El punk sobrevive porque es una alternati-va, siempre ha estado ligado a la posibili-dad del hágalo usted mismo y la simpleza musical que, conjugada con pasión y men-te crítica, crea la fuerza particular que lo mantiene vigente. El no futuro se quedó para hablar del presente, es la mácula que se extiende dejando una huella que no desaparece fácilmente, seguirá siendo la comunidad que sobrevive a las malas épocas y se expande por lugares ocultos dejando su presencia latente, el punk se resiste a la exclusión social y al protago-nismo que crea el comercio.

El punk es a Altavoz una voz más que se suma a la creencia de que las manifestacio-nes artísticas deben primar ante el odio, la indiferencia y la corrupción, de hacer de la música un mensaje en el que la precarie-dad ya no es un sino trágico, es más bien el espíritu combativo de gente que cree y transforma con la música como estandarte, que emerge como una propuesta de vida que salva frente a una sociedad siempre a punto de colapsar.

Así nos apoyamos en esa familia punk dis-par y disfuncional que les da cabida a otros, sin importar su apariencia, estrato social, nacionalidad, una familia en la que la dife-rencia es un logro, el ruido es fiesta, el baile sana heridas, es vida y hermandad vestida de una agreste fraternidad. Altavoz es para algunos una gran tarima, para otros una plataforma, para el punk es el lugar donde expresar el vigor y fuerza que empuja cada una de las canciones creadas desde el espí-ritu mismo de la calle.

Por: Giovanny Rendón: Realizador audiovisual,

música de la banda Pne

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Medellín, 1980, vivíamos en un país convulso y difícil para esta época. La juventud no tenía muchas op-ciones de escapar a esa realidad

del narcotráfico; carros bomba, sicarios, armas y droga era lo más común en estas calles de obreros que venían en su gran mayoría del campo.

La juventud vivía el sofoco de la guerra, es-capaba de esta realidad que había hecho de las comunas y calles de esta ciudad la más violenta del mundo con un índice de 6.809 homicidios para 1991 (dato del CNMH). Los jóvenes resistían a la violencia a través del arte, y el punk fue uno de esos sonidos que captó muchos adolescentes que encontra-ron en esta música una fuente de inspi-ración para sus vidas, viviendo su música desde el hazlo tú mismo, con guitarras de madera y baterías hechizas, realizando sus conciertos en las terrazas de las casas, en solares, sótanos y garajes, allí encontraría sentido este sonido en medio de la margi-

Punk más que música

nalidad de la época.Con el paso del tiempo este fenómeno fue materia de estudio para muchos académicos, se podía ver algunos artículos de periódico donde, de forma no muy profunda, se hablaba de este género que había hipnotizado a tantos muchachos.

Es allí donde el Estado comienza a brindar un poco de apoyo a esta música que no tenía una multitud de seguidores como los géneros más comerciales en aquella épo-ca, pero que en Europa y Norte América sí había logrado gran afluencia de seguidores. Es así como, previos al Festival Altavoz, se dan algunos bastiones de otros festivales.

En 2004, se realizó por primera vez el Festival Altavoz, el cual le daría al punk esa oportunidad de mostrarse en un evento de grandes magnitudes, donde las bandas locales pudieran codearse con grupos de alto nivel sin tener censuras en sus letras y poder seguir proponiendo desde un escenario mucho mayor y que perfila dichas bandas para salir a eventos a nivel internacional, capacitándoles para tener mejor puesta en escena, manejo de público, conectándolos con empresarios y managers de otros festivales y brindando un apoyo a este género.

Por: Faber López, vocalista de la banda Kaso De Homicidio.

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Las ciudades son el lugar donde los sueños comienzan, son habitadas por un sinnúmero de seres que tienen miles y diversas formas de pensar y

expresarse, de entender y de razonar su entorno y el mundo que habitan. Un mundo donde la tecnología se ha globalizado y los aspectos sociales nos dan muestra de una marcada sociedad con diversas formas de comprender las brechas sociales.

La cultura cumple ese papel de mostrar los vivires, los haceres y los sueños del ha-bitante de a pie, el que barre las calles, el oficinista etc., y es en estas dinámicas de ese diario vivir donde la música crea ese baluarte y encuentra esas narrativas con las que el ser humano se identifica. El rock como una de esas tantas facciones del arte cobra vitalidad en una sociedad como la nuestra; a comienzos de los años 80s, Co-lombia era un país enmarcado en diversas problemáticas sociales de relevancia que nos llevaron a pensarnos como sociedad.

Después de los diálogos de paz en la Ha-bana Cuba, Colombia abrió sus puertas a una sociedad más incluyente y pluralista, dándole cabida a un dialogo de aceptación y de convivencia en un país que ha vivido más de 50 años de guerras.

CONVIVENCIA EN ALTAVOZ

Esto ha sido precisamente lo que desde años atrás fundamenta uno de los pilares más importantes del Festival Altavoz, siendo ejemplo de convivencia y aceptación musical en el rock y géneros afines como el metal, rock progresivo, hip hop y punk entre otros; dándole así vida a la juventud de una ciudad que necesita respirar un poco de buena mú-sica que ayude a hacer esa catarsis que nos lleva a pensar y reflexionar sobre el diario vivir como habitantes de este globo.

Es el rock el que después de muchos años de vivir una separación en sus géneros y público, puede converger por espacio de tres días, año tras año, mostrando que so-mos capaces de estar juntos a pesar de no pensar igual, de vestir diferente y de escu-char géneros donde sin saberlo se pueden encontrar los seres más opuestos.

Seres opuestos en sus visiones religiosas y políticas que los hacen gritar, saltar, bailar y hasta llorar de la emoción por ver a sus artistas preferidos. Las bandas también son un claro ejemplo de lo que es este es-pacio que transgrede, un lugar dotado de los niveles más profesionales y de un equi-pamiento de alta calidad, pero es allí don-de en medio del sudor y las satisfacciones de un buen show han expresado sin ningún veto lo que piensan y opinan manteniendo como el hilo que nos une, el rock.

Por: Faber López, vocalista de la banda Kaso De Homicidio.

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Un festival para vibrar con los géneros que han marcado la identidad cultu-ral de Medellín, para conectarse con los artistas que año tras año no solo

comparten sus apuestas creativas, sino también sus posturas frente a la vida, el arte y la libertad en todos sus sentidos. Un festival para todos los gustos cuya boleta de entrada es el respeto por los sonidos ajenos y la consigna es: ‘parchar’ con los amigos para disfrutar la música.

Son varios los hechos históricos que han marcado el devenir de esta ciudad. Muchos de ellos se pueden cuantificar en obras de infraestructura, transformaciones viales, proyectos arquitectónicos que han cam-biado la proyección de diferentes lugares, han dinamizado la economía y puesto a la ciudad en los ojos del mundo en cuanto a sostenibilidad e innovación.

Dichos cambios no tendrían impacto sin la voluntad de las comunidades que aún en los tiempos más oscuros, han decidido apostarle al arte, a la cultura, como un todo, como el mejor eje articulador de las relaciones sociales.

local, pero también en un escenario de en-cuentro donde la ciudad confluye en total armonía tolerancia y respeto”.

Sobre el origen, Felipe Grajales director artístico del festival, explica que una de las consecuencias más graves durante los años de conflicto en Medellín, fue la estigmatización de los jóvenes y por eso la apertura de espacios para mostrar sus talentos y para que pudieran relacionarse de otras formas, se volvió fundamental: “la ciudad empieza a reclamar otros espacios de convivencia y entonces fija la mirada en la música como una opción donde la juventud se encuentre, sea escuchada y se visibilicen otras formas de vida”.

El primer festival fue celebrado en la Plaza de Toros La Macarena. Allí se realizó un concierto con bandas locales, un invitado nacional y otro internacional, pero más allá de un evento, fue la apertura a un proceso referido a la democratización, a la igualdad de oportunidades para todas las agrupaciones “ese primer encuentro mos-tró la necesidad de ampliar la invitación a otros géneros y de invitar a las bandas a través de una convocatoria pública”, expli-

ca Grajales.

Una plataforma para los artistas

Por ello, en el 2005 se realiza una con-vocatoria pública que empieza a darle al festival el carácter de plataforma para la circulación de las expresiones musicales, que lo convierte en un punto de encuentro para que las bandas se comuniquen, inter-cambien conocimientos y generen alianzas en pro del mercado musical.

Los resultados de la convocatoria se han evidenciado con el pasar de los años en el crecimiento de las bandas, de su partici-pación y perserverancia para luchar por un sueño llamado música. En el 2017 se presentaron 256 bandas a este proceso.

Cada etapa para llegar a Altavoz Fest -donde los locales comparten con otros artistas del país y el mundo- es una pieza fundamental de esta iniciativa. Tenemos entonces que, después de la convocatoria en talento se mide en las audiciones, luego los seleccionados se presentan en Ciudad Altavoz, un encuentro de tres días donde demuestran con sus apuestas artísticas

Cada barrio, cada corregimiento, tiene una historia por contar y ante todo: la diversi-dad de sus habitantes hace que Medellín siempre se mueva hacia adelante, en bus-ca de nuevos horizontes que llenen de sen-tido la existencia, que posibiliten mejores y más equitativas formas de vida. En ese contexto, y contando con el fortalecimiento de una escena musical rockera heredera de grupos como Kraken, Bajo Tierra, Ma-sacre, Ira, Estados Alterados, entre otros, nació en el 2004 el Festival Altavoz.

Los músicos habían abonado un buen ca-mino, gestores (as), periodistas culturales y por supuesto los seguidores, no desfa-llecían en la promoción de los artistas, en contarle a toda la ciudadanía que en medio del conflicto la juventud estaba resistiendo y que merecía ser escuchada en un es-cenario idóneo, razones suficientes para que la Secretaría de Cultura Ciudadana le apostara a una iniciativa que hoy llega a sus 15 ediciones.

Al respecto, Lina Botero secretaria de esta dependencia señala: “celebramos las 15 ediciones de un festival que se ha conver-tido en una gran plataforma para el talento

Altavoz Fest: 15 ediciones en clave

de convivencia

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por qué fueron elegidos, luego participan en los ciclos creativos y formativos de Al-tavoz Lab, para llegar finalmente a la fiesta de tres días.

Además, durante todo el año, los intercam-bios de Altavoz van circulando por diversos festivales del mundo, gracias a esta estra-tegia las bandas fortalecen su quehacer y tienen la oportunidad de promover sus proyectos fuera de casa.

Alejandro Montoya Echeverri, voz líder de la banda de trash punk Nación Criminal creada en el 2005 en la comuna 6 de Me-dellín, manifiesta que: “la primera vez que nos presentamos fue en el 2010, Altavoz fue la principal plataforma para darnos a conocer, después de que fuimos la banda invitada se nos abrieron muchas puertas. Estamos en el proceso para grabar nues-tro próximo disco y organizando gira para México. Hace poco estuvimos en un festival de Panamá y quedamos con unos contac-tos para hacer gira allá el próximo año”.

Para finales de este año, 7 agrupaciones de la convocatoria Altavoz se habrán pre-sentado por intercambio en dos escenarios de México: Vive Latino y Force Fest; en el Festival Mupa de Panamá; en Rock y Hip Hop al Parque de Bogotá; en Unirock Alter-nativo de Cali, y en Galeras Rock de Pasto.

Sobre el impacto de este festival en Mede-llín, Militantex otra agrupación que preci-samente ha estado de intercambio por es-tos días, expresa que: “Creemos que el arte tiene esa increíble capacidad de transfor-mar no sólo el alma de las personas, sino también limpiar todos esos imaginarios y todos estos juicios de valor erróneos que muchas veces tenemos los seres humanos en nuestras cabezas. Por ello pensamos

que Altavoz Fest sí ha transformado la vida de quienes participan e incluso en la diná-mica de muchas comunidades”.

El año pasado cerca de 80 mil personas disfrutaron de 58 bandas entre locales, nacionales e internacionales en el Estadio Cincuentenario, donde se acondicionaron dos escenarios de alta calidad técnica.

Medellín se prepara para conmemorar el aniversario número 15 de un festival que cambió su historia, y es que hace años ¡La ciudad suena diferente, suena Altavoz!

Para Felipe Grajales: “Altavoz se ha con-vertido, tal vez, en el mayor escenario de convivencia ciudadana. Aquí hemos unido a miles de personas que en torno a la música, se encuentran sin importar las diferencias”.

Agrega que todo ha sido posible gracias a una suma de voluntades, en especial, de

las bandas. Sobre la fiesta para estos 15 argumenta que será inolvidable.

“Contamos con nuestras 28 bandas que empezaron su proceso desde principio de año en las Convocatorias de Estímulos para el Arte y la Cultura; celebraremos tres décadas del Hip Hop en Medellín, tenemos una particularidad muy especial este año y es que un grupo internacional tan impor-tante como The Adicts repite y esto gracias a que el público lo pidió, y pues la gente que sabe de Rock comprende la trascendencia de que Para Roach venga a deleitar a los asistentes de Medellín y a los del resto del país o incluso de otros lugares del mundo, que siempre nos acompañan”.

Son 15 ediciones abriendo los micrófonos a los jóvenes, que dan cuenta de un pro-ceso en el que diversos grupos se han fortalecido, han llevado sus voces más allá de las fronteras; donde la convivencia ha

LA CITA ES EL 10, 11 Y 12 DE NOVIEMBRE EN EL ESTADIO CINCUENTENARIO, UBICADO EN LA ZONA NORTE DE MEDELLÍN. ¡LA ENTRADA ES LIBRE!

sido el común denominador en un espacio en el que, sin importar el color de la ropa, la extensión de los peinados, o cuál es el equipo de fútbol favorito, la ciudadanía dice ¡En Altavoz nos encontramos!

Más información en: http://altavozfest.co

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¡El llamado!Uno de los retos más

importantes de un músico (sino el más), es entenderse como artista,

saber qué proyección tiene, si lo hace por el disfrute, o si eso que tiene en el corazón, es

un llamado a vivir, sufrir y atravesar todos los

caminos que obliga esa elección; pues bien,

como primíparos en la U, o experimentados

profesionales, el proceso de Altavoz, es un

campanazo muy especial, de muchos que deben

escuchar, esos oídos de la gente que vibra en la frecuencia de octavas y destinos escritos en un

pentagrama.

El 11 de diciembre de 2004 fue celebrado el primer festival en la Plaza de Toros La Macarena. Allí se realizó un concierto con bandas locales, dos invitados nacionales y uno internacional, pero más allá de un evento, fue la apertura de un proceso democrático con igualdad de oportunidades para los grupos

musicales. #Los15DeAltavoz #CulturaCiudadana

Las bandas de Altavoz fueron elegidas por primera vez por

convocatoria en el 2005, año en el que el festival se transfroma en una plataforma para la circulación de las expresiones musicales, y en un punto de encuentro para que las bandas intercambien

conocimientos.

Los conciertos Ciudad Altavoz iniciaron en 2005 bajo el nombre

de Eliminatorias Altavoz. A la fecha se

han presentado en estos conciertos 994

propuestas

En 2006 lo que hoy conocemos como Altavoz Lab, empezó con un ciclo

de ocho conferencias dirigidas a las bandas emergentes y músicos

locales con el objetivo de formarlos integralmente para que proyectaran su talento artístico de una

forma profesional dentro del mercado musical.

El Rap se incluyó por primera vez en la tercera edición (2006)

de Altavoz Fest.

Altavoz Fest fue elegido por la Unesco y el BID como una de las mejores prácticas de

juventud en América Latina y el Caribe. El reconocimiento fue entregado en noviembre

de 2009 en México en el marco del Foro Regional de Mejores Prácticas en Políticas y Programas de

Juventud.

Los países con el mayor número de agrupaciones participantes en Altavoz,

además de Colombia son: Estados Unidos con

17; México y Argentina con 12 cada uno.

En su primera edición (2004) sólo hubo una

banda internacional: Kinky, de México. En 2017, se presentaron 17 bandas

internacionales en Altavoz Fest.

Altavoz Fest ha sido testigo de momentos memorables, porque

es un escenario en el que también se celebra el poder de la música para generar encuentros

y abrazos entre amigos, como ocurrió con la banda de punk

Nadie, que en 2017 se reencontró en el Escenario Fest, el mismo

en el que tocaron por última vez antes de su separación.

Altavoz Fest tuvo al maestro Elkin Ramírez en sus escenarios en la segunda edición

(2005). Su banda Kraken regresaría hasta 2017 para rendir homenaje

póstumo al Titán.

Datos de interés sobre los

https://www.youtube.com/watch?v=6A9mbzRVlck&t=11s

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Este es un Festival para todos los gustos cuya boleta de entrada es el respeto por los sonidos ajenos y la consigna es: ‘parchar’ con los amigos para disfrutar la música. ¡Son 15 ediciones generando espacios para que públicos de todas las edades disfruten la música en sana convivencia!

Fotografías: Fernando Puerta, Maria Paulina Pérez, Camilo Díaz, Yojan Valencia y Jorge Rocha.

Galería Altavoz

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