Curso L4

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Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores Zaragoza Curso: Teoría de los enfoques Alumno: López León Jorge Enrique Grupo: 802 Fecha de entrega: 16/02/15 Profesora: Dra. Inés Vargas Control L4. Vallejo, M. (2001). Situación actual de la terapia de conducta. En: García, Rojas y Vargas (2001). Psicología Clínica y Salud. Perspectivas Teóricas. México: Facultad de Estudios Superiores Zaragoza. Pp. 181-201. Si bien, la lectura anterior trata de manera casi exclusiva las técnicas de la terapia conductual, al final, cuando se trata de la terapia cognitivo conductual, se hace énfasis en que la terapia, por llamarse conductual, no está exenta del componente cognitivo y esto es cierto para el resto de las técnicas que se abordan, ya que se reconoce el papel de proceso interventores, incluso, en corrientes como el neoconductismo. De esta forma, la lectura aborda el hecho de que el los procesos cognitivos están considerados de manera implícita y explícita en la denominada terapia conductual, ya sea en cualquiera de su doble condición, como constructos modulares o como productos. De tal manera que, aunque Eysenck niega la necesidad de la etiqueta cognitivo a la hora de cualificar este tipo de terapia, esta incluido si se revisan los antecedentes históricos, tal vez sea necesario utilizarla para no confundir a los despistados. Dentro de esta aproximación, los elementos que tienen cabida en la terapia de conducta son: los pensamientos, construcciones abstractas como el aprendizaje, creencias, esquemas cognitivos, expectativas, lugar de control etc. Dichos constructos son una construcción irreal, una convención; es aceptable evaluar e intervenir sobre pensamientos concretos que generan cambios en la conducta o en el estado de ánimo de la persona, por otro lado, resulta innecesario considerar a los esquemas o a las creencias básicas como la causa de los males de la persona. Se realiza un recorrido histórico de la terapia conductual, realizando énfasis en Wolpe, el neoconductismo mediacional de Tollman y Hull y el conductismo radical o contextual influido por Skinner, para luego brindar un panorama de la situación actual (al momento de publicado el texto) de la terapia de conducta. Aquí de nuevo se menciona el hecho de que las construcciones no son el objeto de la terapia de conducta, más bien la actuación va dirigida a conductas específicas en contextos precisos. A continuación se describen las aportaciones del conductismo radical ha hecho para definir la terapia de conducta: la psicoterapia funcional analítica, la terapia de aceptación y compromiso (llamada terapia contextual) y la terapia de conducta dialéctica; el elemento característico de estos nuevos tipos de terapia es destacar la importancia de las contingencias naturales para el cambio terapéutico. Con esto se da énfasis en el hecho de que, aunque un problema esté definido haciendo uso de constructos de difícil objetivación, no es impedimento alguno para desarrollar

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Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores ZaragozaCurso: Teoría de los enfoquesAlumno: López León Jorge Enrique Grupo: 802 Fecha de entrega: 16/02/15Profesora: Dra. Inés Vargas

Control L4.

Vallejo, M. (2001). Situación actual de la terapia de conducta. En: García, Rojas y Vargas (2001). Psicología Clínica y Salud. Perspectivas Teóricas. México: Facultad de Estudios Superiores Zaragoza. Pp. 181-201.

Si bien, la lectura anterior trata de manera casi exclusiva las técnicas de la terapia conductual, al final, cuando se trata de la terapia cognitivo conductual, se hace énfasis en que la terapia, por llamarse conductual, no está exenta del componente cognitivo y esto es cierto para el resto de las técnicas que se abordan, ya que se reconoce el papel de proceso interventores, incluso, en corrientes como el neoconductismo. De esta forma, la lectura aborda el hecho de que el los procesos cognitivos están considerados de manera implícita y explícita en la denominada terapia conductual, ya sea en cualquiera de su doble condición, como constructos modulares o como productos.

De tal manera que, aunque Eysenck niega la necesidad de la etiqueta cognitivo a la hora de cualificar este tipo de terapia, esta incluido si se revisan los antecedentes históricos, tal vez sea necesario utilizarla para no confundir a los despistados. Dentro de esta aproximación, los elementos que tienen cabida en la terapia de conducta son: los pensamientos, construcciones abstractas como el aprendizaje, creencias, esquemas cognitivos, expectativas, lugar de control etc. Dichos constructos son una construcción irreal, una convención; es aceptable evaluar e intervenir sobre pensamientos concretos que generan cambios en la conducta o en el estado de ánimo de la persona, por otro lado, resulta innecesario considerar a los esquemas o a las creencias básicas como la causa de los males de la persona.

Se realiza un recorrido histórico de la terapia conductual, realizando énfasis en Wolpe, el neoconductismo mediacional de Tollman y Hull y el conductismo radical o contextual influido por Skinner, para luego brindar un panorama de la situación actual (al momento de publicado el texto) de la terapia de conducta. Aquí de nuevo se menciona el hecho de que las construcciones no son el objeto de la terapia de conducta, más bien la actuación va dirigida a conductas específicas en contextos precisos.

A continuación se describen las aportaciones del conductismo radical ha hecho para definir la terapia de conducta: la psicoterapia funcional analítica, la terapia de aceptación y compromiso (llamada terapia contextual) y la terapia de conducta dialéctica; el elemento característico de estos nuevos tipos de terapia es destacar la importancia de las contingencias naturales para el cambio terapéutico. Con esto se da énfasis en el hecho de que, aunque un problema esté definido haciendo uso de constructos de difícil objetivación, no es impedimento alguno para desarrollar estrategias de intervención precisas, dentro del ámbito de la terapia de la conducta.

Se propone que la terapia de conducta constituye el acercamiento más importante dentro de la psicología científica, y esto le da un lugar preponderante dentro del rubro de la psicología clínica. Su campo de acción está tradicionalmente colocado en la intervención de los trastornos emocionales y otros problemas mentales, además de un campo más amplio que se abrió con la aparición de las técnicas de biofeedback, con lo que se empezó a tratar otro tipo de trastornos ya no relacionados directamente con el ámbito psiquiátrico.

Este acercamiento dio pie a la interdisciplinariedad con la labor médica, esta es la peculiaridad de la medicina conductual que surge formalmente en el año 1977. Por otro lado, la salud conductual se refiere a dos áreas de la intervención de la medicina conductual: la prevención y el mantenimiento de la salud, sin embargo, elimina el carácter interdisciplinario de la medicina conductual, para restringirse al campo psicológico, además de que se propugna una filosofía de la salud como elemento característico de intervención en este ámbito. También se realiza la precisión de donde se ubica el campo de acción de esta disciplina: tanto en el ámbito individual como grupal, se centra en la modificación del ambiente, la modificación de la conducta es una consecuencia de lo anterior, se sitúa el término salud por implicaciones positivas más que con el afán de entrar en el debate del continuo salud-enfermedad. Además es de mucho interés la prevención y la rehabilitación, además de la intervención directa.

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De esta forma, el autor busca esclarecer que la etiqueta terapia de conducta o psicología clínica recoge e integra los conocimientos, técnicas y aplicaciones que cubren este ámbito de actividad. Esto lo intenta sin descalificar o desconocer otras aproximaciones a la práctica clínica en psicología, ya que acepta que existen diferentes modelos, aunque le otorga a la terapia de conducta la calidad de ser la postura más cercana a la cientificidad debido a su tradición empírica y de comprobación más o menos rigurosa de los principios sobre los cuales descansa. Es interés del autor hacer explícito el campo de acción, así como alcance y perspectiva sobre los problemas que pueden ser abordados desde esta perspectiva, abriendo un abanico bastante amplio sobre el cual se puede trabajar sin perder el enfoque psicológico que debe ser preferido sobre el médico si se esta trabajando desde el ámbito de la psicología.

El texto es un buen complemento para la lectura anterior, ya que no se centra en lo teórico unicamente, sino que plantea custiones que es importante recalcar como el campo de acción, ya que al ser terapia de conducta, puede causar confusión y pensarse que únicamente se centra en la conducta observable, cuando se consideran otros aspectos individuales (construcciones) como la personalidad. Es importante hacer la aclaración de que se trabaja, desde este modelo, más sobre las condiciones ambientales que en la conducta directamente, a pesar de que los cambios se esperan en esta misma. Al ser la conducta lo que ultimamente se espera que cambie, es imposible pensar que no esta emparentado este modelo con otros, ya que gran parte de la labor clínica va encaminada a que se produzcan cambios en al conducta, aunque los caminos para hacerlo, la sistematización y el énfasis en las construcciones individuales, son algunas de las caracteristicas que la pueden diferenciar. Más recientemente, la inclusión de la medicina conductual, implica un acercamiento mayor al ambito médico, al punto de incluir la interdisciplinariedad en su fundamento, más interesante sería pensar en la multidisciplinariedad, donde psicológos, sean de la orientación que sea, sean capaces de incorporar conocimiento del funcionamiento biológico y médicos puedan manejar conceptos, técnicas y modelos de intervención que involucren el ambito psicológico dejando de lado el misterio de lo psicosomático. Pensar en una medicina conductual que no pierda su foco en lo psicológico, resulta preponderante para no sucumbir ante la tentación de reducir los fenómenos psiquicos a la mera expresión de conductas, además de la elaboración de métodos que puedan evaluar las intervenciones hechas por otros modelos con el fin de integrar aún más conocimiento sin perder las raíces objetivas que tiene el modelo. Esto último es central en la búsqueda de no quedar subordinados, como aparentemente sucede desde hace años, al modelo biológico cuando la psicología incursiona en lo que tradicionalmente es el campo de los médicos.