D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que...

12
D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS

Transcript of D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que...

Page 1: D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más

D

E

P

A

R

T

A

M

E

N

T

O

D

E

L

E

N

G

U

A RELATOS PREMIADOS

Page 2: D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más

MELLAMOANITA

E l lunes, después de un duro día de colegio, con dos exámenes, gimnasia etc. Anita bajó con su amiga Lucía al polideportivo para empezar el entrenamiento de baloncesto. Le encantaba ir a

los entrenamientos porque, además de jugar, estaba con sus amigas. Empezó el juego, el balón iba y venía, toque para aquí, toque para allá. De repente sintió un fuerte golpe y ya no vio ni canastas, ni balón… solo oía unas voces a lo lejos y luego, se hizo el silencio… Notó cómo alguien le hacía cos-quillas en la oreja, sintió unas enor-mes ganas de reír y soltó una carca-jada al tiempo que abría los ojos cuando vio montones de pares de ojos muy cerca de su cara con aspec-to extraño. Los observó más de cer-ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más alto que podía. Al mismo tiempo los gnomos, hadas, elfos y duendes chi-llaban todo lo más que podían, asus-tados de esa extraña criatura . De repente, una de las elfas con una plumita púrpura en su gorro se le acercó diciendo: - ¿Cómo te llamas, extraña criatura? - Me llamo Anita. - ¡Hola “Mellamoanita! - No, no, que me llamo Anita. - Sí, claro, pues eso, “Mellamoanita” - Bueno, dejemos el tema…¿dónde estoy? - Estás en “Dream world”, el reino donde se fabrican los sueños de los niños buenos. ¿Quieres conocerlo? Síguenos, “Mellamoanita”. Y a continuación la agarraron de la mano y le llevaron volando a un castillo rodeado de pequeñas nubes extra-ñas. Allí cada criatura, hada, elfo, duende o gnomo, de-mostraba sus habilidades manuales modelando en cada nube, con mucho cariño, formas muy hermosas. Unas tenían forma de caramelos, otras de ositos, otras de flo-res, estrellas, lunas y corazones. Uno de los gnomos, des-de la torre más alta vigilaba con un catalejo las casas de los niños del mundo. Cuando detectaba que uno de los niños tenía una pesadilla, le mandaba una nube de las más hermosas para quitarle el mal sueño y la pesadilla se convertía en un suave arco iris, un corazón, una estre-lla, esto es, la forma que tenía la nube. Anita intentó coger una nube pero se le resbaló de las manos. Los duendes le explicaron que sólo los seres con un corazón puro podían coger la nube porque si una persona que no tenía un buen corazón cogía la nube, podía convertirla en una pesadilla De repente, un gnomo dijo: - Deprisa, deprisa, “Mellamoanita” tenemos que en-viar muchas nubes a una ciudad llamada Vitoria porque está cayendo una tormenta de granizo y los niños están teniendo muchas pesadillas.

Todos los seres se pusieron a trabajar, fabricando corazo-nes, estrellas, caballitos de mar, flores y enviándolos hasta Vitoria, soplando y soplando hasta que las nubecitas entraban por las ventanas, se ponían encima de la cabecita del niño y, automáticamente, la pesadilla se transformaba en una forma feliz. Uno de los duendes moldeó una nube extrañísima, tenía un texto incomprensible, “Green capital”…. - ¿Por qué ha puesto ese extraño mensaje?

- No sé, este gnomo tiene ideas muy raras en la cabeza, “Mellamoanita”. La semana pasada escribió en una nube otra palabra muy rara “¡Baskonia!”, o algo así, y tampoco supimos qué quería decir. Anita sonrió pensando: “este gnomo es más listo de lo que creen”… De repente, se echó a reír y de tanta risa, se cayó de la silla donde estaba subida viendo cómo las nubes salían pa-ra su destino final y dejó de ver a los gnomos, las hadas, los elfos, las nubecillas y empezó a oír voces lejanas hasta que se hizo, nuevamente, el silencio. Se despertó por las cosquillas de una voz pegada a su oído que le decía. - ¿Cómo te llamas? - “Mellamoanita”. - Querrás decir, Anita…. Soy el médico del Hospital. Te hemos traído aquí porque has sufrido un golpe jugando al baloncesto y has perdido el conocimiento. Hemos tardado un poco más porque ha caído una tormenta de granizo y la am-bulancia no podía llegar. - Una tormenta de granizo? -dijo Anita. Sabían -dijo Anita- que los gnomos de “Dream world” fabri-can nubes de formas felices para asustar los malos sueños y que las envían soplando y soplando y que vigilan el sueño de todos los niños del mundo? - Creo -dijo el médico- que el golpe ha afectado su cabeza, vamos a dejar que descanse. - ¿No me creen verdad?- dijo Anita. Todos le miraron con cara de incredulidad. Una vez a solas, Anita vio cómo de su bolsillo salía una pe-queña pluma púrpura….Sonrió y pensó…”Green capital”…esto debe de ser importante.

PRIMARIA Patricia García 5º B

2 abril 2012

Page 3: D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más

Cinco minutos más tarde, aunque a Suf y a Laura les pareció un tiempo interminable, las dos aparecieron en la ciudad se-creta de Fairivile en el mundo de las hadas. A Laura le pareció estar en un lindo sueño pero Suf le arruinó la fiesta al decirle que se encontraban en su casa, en Fairivile. Pero se recuperó al saber que allí vivían todas las hadas existentes. Suf le dijo que allí todas las hadas tenían un don especial, a unas se les daba mejor una cosa y a otras otra y así, ayudándose, convi-vían en la misma ciudad. Laura preguntó a ver quién en esa ciudad conseguía hacer pequeña a una niña de carne y hueso y luego le diera el poder de volar. En ese instante a Suf se le ocurrió una idea. Llevaría a Laura ante Venza, el único hado que conseguía hacer pequeña cualquier cosa y luego la llevaría a la casa de Felí, el hada que conseguía capacitar cualquier cosa de volar cuando quisiera. Al llegar a la casa de Venza, el hado se sobresaltó al ver a Laura en su casa, ya que no era normal que una niña se pasea-ra tranquilamente por Fairivile. Cuando Suf le contó lo que quería que hiciera, Venza, un poco a regañadientes, sacó su libro de hechizos, buscó la palabra “niña” y le dio las instruc-

ciones necesarias. Tenía que pegar los dos brazos al cuerpo y pensar en el tamaño del que quería ser cuando quisiera. Laura lo hizo, y pensó con todas sus fuerzas en el tama-ño de una paloma de ciudad. Venza dijo unas palabras rarí-simas de conjuros y Laura adoptó el mismo tamaño que Suf. Venza entregó a Laura un papelito con las palabras mágicas que tenía que decir

para ser y para dejar de ser pequeña. Le dieron las gracias y se fueron hacia la casa de Felí. Cuando llegaron a la casa de Felí, notaron un suave olor a fresas proveniente de la cocina. Se dirigieron hacia allí y en-contraron a Felí haciendo un rico pastel de fresas. Suf le contó todo lo ocurrido y enseguida hizo saber a Felí lo que tenía que hacer. Cogió su libro de hechizos pronunció unos conjuros e hizo que Laura tuviera alas. Luego le escribió en un papel las palabras mágicas. Y uniendo los dos papelitos, las palabras mágicas eran: “Totomon Ravensburger”. Se despidieron de Felí y Suf bajó con Laura a la tierra y le recordó que no debía contar a nadie su aventura en Fairivile y que si quería enseñar a alguien su aspecto siendo pequeña que nadie se lo impedía. Laura, desde que consiguió cumplir su sueño, presta mucha atención a la clase, saca sobresalientes y tiene muy contentos a los profesores. Ahora Laura juega con las chicas de su clase en el recreo y, cuando terminan las cla-ses, pronuncia las palabras “Totomon Ravensburger” y va vo-lando junto a unos estorninos hacia su casa. Y aquí termina la historia de Laura, y habiéndola leído cae-mos en la cuenta de que, a veces, los sueños se cumplen. Pero no de cualquier manera, se cumplen cuando nos lo trabajamos, cuando nos esforzamos. Porque si nos quedamos tirados en el sofá, estoy segura de que Suf no habría escogido a ese niño o niña para darle la oportunidad de su vida como, por ejemplo, es el caso de Aritz. Pero eso ya es otra historia.

abril 2012 3

PRIMARIA Olárizu Soto 5º B

Laura, la niña soñadora

É rase una vez una niña que vivía en Vitoria. Siem-pre había soñado con volar, volar junto a los pájaros, volar en el gran cielo azul. Pero había personas de su entorno que creían que eso era

malo para ella. Y es que, cada vez que se distraía un po-co, acababa pensando en sus viajes por el mundo, vo-lando como un pajarillo incansable de mirar hacia de-lante y seguir volando, incansable de ver paisajes in-igualables, incansable de ver el mundo. Esta niña de imaginación sin límites se llama Laura y estudia en un colegio a las afueras de Vitoria, está en 3º de primaria pero los estudios no le van muy bien. En dicho colegio la llaman “Fantasilaura”, cosa que a Laura no le importa que la llamen así, pues cree que si la llaman así es por que ellos también creen que algún día cumplirá su sue-ño. A Laura le encantan las matemáticas, tanto como educación física. Las matemáticas le gustan porque cree que cuando el hada de la oportunidad vaya a visitarla para concederle su deseo, le preguntará por algún pro-blema o cuenta difícil. Y educación física le gusta por-que cuando vuele su habilidad tiene que ser perfecta. Su profesora se llama Elena y parece que esta un po-co aburrida de que cada vez que recogen los exámenes, en la esquina derecha de arriba, siempre hay un dibujo en el que aparece una niña volando entre tres pajaritos amarillos y debajo de dicho dibujo, aparece una flecha verde apuntando a la niña y debajo de la flecha pone con su letra más bonita “Laura”, también de color verde. Laura nunca juega al balón, ni salta a la comba y tampo-co juega con las chicas al escondite, no. Laura dedica los recreos a observar a las aves que pasan cada día por encima del patio y, si no esta observándolas, entonces estará corriendo sin descanso por el patio para mejorar su habilidad. Un día, y sin previo aviso, por encima de Vitoria, so-brevolaba una pequeña pero valiosísima hada de las oportunidades, lista para dar la oportunidad de su vida a un niño o niña. La hadita llamada Suf (diminutivo de Suffix) iba calle por calle, colegio por colegio, casa por casa, buscando al merecedor de su premio. A medida que avanzaba por la capital alavesa se iba desesperando más, pero eso cambió cuando volaba sobre el colegio de Laura, que ese día estaba observando a una bandada de estorninos volar alrededor del edificio de enfrente. Suf se ilusionó y bajó en picado hacia Laura que soltó un chillido tremendo al verla. Suf la hizo callar al instante, ya que solo Laura debe saber que existe. Después de haberse tranquilizado y presentado, Lau-ra empezó a hacer preguntas a Suf descontroladamente: ¿Cuál es la cuenta?, ¿cuál es la prueba?, ¿cuál es el pro-blema?, ¿cuántos metros tengo que recorrer? Suf la paró y le dijo:”dime tres ríos de España”. En ese mo-mento Laura se quedó blanca y antes de desmayarse dijo triste y miedosamente:”no lo sé”. A Suf también se le quedó la cara blanca y se desmayó junto a ella.

Page 4: D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más

Yo disfrutaba haciéndole trastadas como, por ejemplo, escondiéndole su pelota favorita, arañándole cuando Amaia no miraba y comiéndome las galletas que tanto le gustaban. Tobby, por su parte, para hacerme rabiar, me tiraba a la bañera llena de agua, me pisaba la cola cuando estaba despistado. Y así estuvimos tres meses. Hasta que todo cambio un fin de semana cuando Amaia fue a Bilbao a la boda de una amiga. Estábamos solos en casa cuando oímos unos ruidos ex-traños que provenían de la puerta. Fui sigilosamente a ver qué era. Miré a través de la rendija de la puerta: ¡Era un ladrón! Inmediatamente avisé a Tobby y cada uno por su cuenta

nos pusimos a pensar en un plan. De pronto, Tobby me ladró: -¡Pancho, será mejor que trabajemos juntos para pensar un plan más eficaz y en menos tiempo! -¡Cuenta conmigo, chucho!-dije yo. Tobby trajo su correa de paseo, él la agarró de un extremo con los dientes y yo la agarré del otro y nos colocamos detrás de la puerta. De esta manera la correa quedo tensada y al entrar el ladrón tropezó y cayó de morros al suelo. Una vez en el suelo salté sobre su cara y empecé a arañarle. Tobby, por su parte, le enganchó de la pier-na y empezó a morderle. El ladrón intentó oponer resistencia y dio un fuerte golpe a Tobby. Yo al ver a mi compañero maltrecho le clavé las uñas en las piernas. No iba a permi-tir que aquel intruso le hiciera daño, además teníamos que defender nuestra casa. El ladrón dio un grito de dolor que se oyó en toda la man-zana. Tobby aprovechó ese momen-to y corrió como pudo a dar golpes a la puerta del vecino mientras la-

draba. Al oír tanto escándalo el vecino salió de su casa, vio al ladrón y rápidamente alertó a la policía. En cinco minutos llegó una patrulla y lo detuvo. Yo corrí hacía mi compañero para comprobar qué tal se encontra-ba. Estaba un poco magullado pero nada grave que no pu-diera curar Amaia cuando volviera. Entonces me miró con sus ojitos negros y saltarines a la vez que lanzaba un suave aullido que me llegó al corazón. A partir de ese instante comprendimos que ser amigos y llevarnos bien era mejor que pelearnos. Nos dimos cuenta de que ya nada sería igual que antes. Ese chucho magullado iba a ser mi primer amigo y me sentí contento. No sabía explicar por qué. Había muchas cosas que nos diferencia-ban: él era un perro callejero; yo, un gato persa; a mí no me gustaba el agua, a él le encantaba; él era muy movido y ju-guetón; yo, muy tranquilo… pero en el fondo sentíamos que podíamos ser amigos. Este fue el comienzo de una gran amistad.

COMO EL PERRO Y EL GATO

V ivía yo como un rey en una modesta casa de las afueras de Madrid junto con Amaia. Mi vida era tranquila y sin muchas pretensiones. Me gustaba comer, dormir, mirar por la ventana y

sobre todo que Amaia me acariciara el pelo tan bonito que tengo como buen gato persa que soy mientras susurraba mi nombre: “Pancho “. A pesar de esto no era todo felici-dad, había dos cosas que odiaba: el agua y escuchar los la-dridos del perro de nuestro vecino, un chucho callejero que él había recogido un buen día y al que llamaba Tobby.

De la noche a la mañana mi mayor pesadilla se hizo reali-dad. El vecino llamó a la puerta y dijo: Hola Amaia, vengo a pedirte un favor. En el trabajo me han destinado a China y por miedo a que los chinos se coman a Tobby me gustaría que te quedaras con él. Al oír esto me dieron ganas de tirarme por la ventana, pero luego pensé: -¿Para qué malgastar una de mis vidas? Tenía ganas de gritar, bueno en mi caso maullar: ¡Amaia, di que no! Pero en ese momento Amaia, decidida, dijo que sí, que encantada cuidaría de Tobby. -¡Es un perrito tan gracioso y juguetón!-dijo Amaia. -Gracioso, gracioso.- no sé dónde veía la gracia a ese chu-cho callejero. A partir de ese momento mi vida fue un infierno. Amaia sacaba a Tobby a pasear y yo me quedaba solo en casa. Ella ya no pasaba tanto tiempo conmigo ni me acariciaba tanto el pelo. Mientras, Tobby se hacía el graciosillo para llamar la atención y ganarse alguna galletita de premio.

1º - 2º ESO Javier Orive 1º B

4 abril 2012

Page 5: D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más

abril 2012 5

1º - 2º ESO Minerva García 2º A

Una amistad fantástica

C uenta conmigo”, la frase que me ayudaría a recor-dar una amistad pasada, la frase que acompañaría mis sueños y que me sacaría una sonrisa cada vez que la recordara. Mi historia no es muy creíble,

pero si no crees ni un poco en la fantasía y en las hadas, no merece la pena que continúes leyendo: es una pérdida de tiempo. Pero si crees en ellas, comprenderás todo lo que me pasó y también que tu mejor amigo puede que no esté a tu lado, pero es como si lo estuviera y lo notas en tu corazón y te hace sonreír. Yo, al principio, era una chica callada, tímida y triste. Había sufrido mucho durante muchos años: me habían insultado, pegado, humillado, acobardado…y creía que ya no merecía la pena sonreír, ni soñar, ni hablar… ni vivir. Había decidido dejar los estudios y estaba todo el día escondida en mi cabaña cercana al Bosque de la Locura donde, según cuentan las per-sonas más ancianas de mi pueblo, Valle Viejo, las personas que se internan en él, nunca han vuelto o, si habían vuelto, estaban locas y ni los psicólogos más importantes del mundo entero encontraban remedio a su enfer-medad. Por eso, ese bosque ahora está vallado con una red metálica que conduce electricidad para que nadie más traspase las fronteras naturales y se interne en su maldición. Yo era muy triste, y todo empeoró con la muerte de mi abuela Asunción. Ella era la única que me entendía y había entendido el motivo de mi sufri-miento interno y mi silencio continuo. Tenía 92 años, ya necesitaba descansar de la vida y rencon-trarse con mi abuelo Pepe. Yo no aguantaba más la situación: mi abuela estaba muerta, mis padres se habían separado, mi padre se dedicaba a la bebida y mi madre tenía que hacer todo tipo de trabajos para comer algo cada día. Yo ya no necesitaba vi-vir, había cumplido mi misión en esta vida: sufrir un problema tras otro. Decidí una noche internar-me en el bosque y olvidar todo lo que me había sucedido en esta vida. Me fugué de casa y me fui corriendo hacia el bosque con la idea de no volver. Vi la valla electrizada y la traspasé de un salto. Noté muchos calambrazos, pero no me importaban por-que quería escapar y no volver. Esa era la única esperanza que tenía: escapar para no volver. No volver… era como un sueño cumplido, una carrera ganada, un tesoro perdido encontrado. No dejé de correr hasta aproximadamente las cinco de la ma-ñana. Cuando paré me aseguré de que estaba lo suficientemente lejos como para que no me encontraran, pero por si acaso corrí un poco más. Cuando las fuerzas no me lo permitieron más, caí rendida y me dormí. Hasta ahora, el bosque no pare- cía tan maligno como decían, es más, parecía acogedor: los pajaritos cantaban, las flores brotaban y los árboles me daban sombra. Seguramente durmiera hasta mediodía porque el sol estaba encima de mí dándome calor y luz. Me levanté y em-pecé a andar. Necesitaba encontrar algo para comer y un ria-chuelo para beber agua y asearme. Los días pasaban y el paisaje cambiaba a cada paso. Al prin-cipio era frondoso y espeso, luego más seco y árido, para lue-go convertirse en un desierto. Yo me encontraba en mi más profunda desesperación, hasta que un día me desmayé. No sé quién me salvó, pero me salvó de una muerte segura. Al des-pertarme me encontraba en una pequeña cabaña hecha con ramas y hojas del bosque. Tenía una venda alrededor de la cabeza por una herida que seguramente me habría hecho al

desmayarme contra una roca o algo parecido. De repente, entró un ser diminuto con alas y de piel verde. Llevaba una bandejita con un mejunje dentro, seguramente para curarme la herida mientras des-cansaba. Cuando me vio despierta, tiró la bandeja al suelo y se escapó de la casa. Yo le supliqué que se quedara, pero no apareció. Pasó todo el día, pero no vino. Oí pasitos por la noche, pero no me molesté en mirar, no quería que se volviera a marchar y me dejara sola en aque-lla cabaña. Al día siguiente, el hada vino para curarme, pero esta vez yo estaba despierta y ella no se marchó. Le pregunté cómo se llama-ba. - Me llamo Arena y soy el hada del desierto y cuido de todos los desiertos del mundo –me contestó. Estás en Magitasía, donde la ma-gia y la fantasía se unen para formarnos a nosotras y a todos los seres imaginarios de vuestros cuentos. En realidad, vosotros los humanos habéis formado nuestro mundo. Con vuestros cuentos y vuestros sueños vais ampliando cada vez más nuestro planeta, mas cada vez los niños dejan de soñar y los padres y abuelos ya no cuentan cuentos a sus hijos y nietos. Por eso, este mundo se hace más pequeño, hasta que un día, cuando el último niño deje de creer en nosotros, desapa-receremos. Me pareció horrible lo que me contó. Intenté decirle algo para con-

solarla, pero no en-contraba las palabras adecuadas. Iban pa-sando los días y una gran amistad se iba formando entre no-sotras: ella me cura-ba mis heridas y yo le ayudaba a cuidar la pequeña extensión de desierto que le pertenecía para que crecieran grandes y fuertes cactus y pe-queños arbustos. Pero un día, des-cubrí que Arena esta-ba enferma. No sabía

cómo curarla. Ella me dijo que no había solución, que los niños hab-ían dejado de creer en ellas en muy poco tiempo y que su destino era desaparecer. Yo no quería e intenté hacer sus tareas hasta que se curara, pero era imposible que sanara. Los padres ya no contaban historias a sus hijos, los niños ya no creían en ellos… Pero, a la vez que pasaban los minutos, los problemas iban creciendo. Yo no sabía cuidar el desierto y me entristecía ver a Arena así. Y un día, vi en el cielo una gran bandada de pájaros extraños. Me impresionaron, pero la forma en que volaban me alertó de algo muy peligroso para mí y para todos los seres que vivían allí. Los humanos habían descubierto que al principio del bosque no había nada peli-groso y, en su afán de búsqueda, habían decidido seguir y habían des-trozado árboles, matado animales indefensos… Al saber la grave noti-cia, corrí dentro de la cabaña y cogí a Arena, que se encontraba un poco más fuerte. Antes de salir, miré hacia atrás para recordar la ca-baña que había sido mi hogar durante muchos meses y dos lágrimas rodaron por mis mejillas. Empezamos a correr. Arena se tropezó con la raíz de un pequeño arbusto y me dijo justo cuando la atraparon los hombres que nos perseguían: - Cuenta conmigo para todo y no te olvides de mí. Y, seguidamente, murió. No he dejado de llorar desde entonces y ahora entiendo por qué aquella gente nunca ha vuelto: porque había encontrado una gran amistad en el bosque y no quería abandonarla, o se volvía loca porque su vida ya no tenía sentido sin ella, como me ha pasado a mí sin Arena. Ya no había cura, pero yo nunca me volví tan loca, pues siempre me acordaba de Arena, al contrario que las otras víctimas, que ya se había olvidado de sus amiguitos y se encontraban vacíos por dentro.

Page 6: D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más

¿AQUÍ?... ¿ALLÍ?... ¿AQUÍ?... ¿ALLÍ?...

E ra su último día de trabajo antes de las vacaciones y

hacía un calor sofocante, los últimos diez días hab-

ían tenido un ritmo trepidante, quería dejarlo todo

arreglado antes de salir de viaje buscando el sol y la

playa. Preparar la ropa de verano de los niños, dejar el fri-

gorífico lleno para su marido que se incorporaría unos días

más tarde con ellos a la playa y ultimar los detalles del viaje

habían ocupado el poco tiempo que le quedaba después de

trabajar todos los días en una multinacional. El próximo jue-

ves era su cumpleaños, cumplía 30 años, aún es una mujer

joven, profesional y entregada a su familia. Mientras ultima

los detalles escucha de fondo el telediario, una noticia llama

su atención, escucha al enviado especial hablando sobre la

hambruna en Somalia y las imágenes de niños desnutridos y

muriendo de hambre le llega al corazón. Mira a sus hijos sa-

nos, cenando su pescado a regañadientes. Siempre le han con-

movido estas cosas y decide que este año su regalo de cum-

pleaños será una donación a la ONG cuyo número de cuenta

apunta rápidamente en un papel. No quiere olvidarlo así que

enciende su portátil y opta por una transferencia mensual.

Apaga el ordenador, se siente bien, sonríe y continúa prepa-

rando su viaje.

El calor aprieta, aquí nunca llueve, hasta donde alcanza su

vista solo ve tierra seca y resquebrajada, siempre ha siso así.

Aún recuerda la última vez que llovió fue cuando nació su se-

gundo hijo, solo fueron unas gotas pero pensó que él había traí-

do la prosperidad. Pero no fue así. Ella tiene treinta años y si-

gue siendo una mujer hermosa y afortunadamente sana. Ahora

salen de viaje, salen de Mogadiscio, los últimos días ha estado

triste por dejar su casa, su tierra seca…. y no tiene nada que

llevarse. Sus hijos y su marido la esperan, se dirigen al campo

de refugiados.

MADRES/PADRES Ana Peñacoba

abril 2012 6

Por fin el avión aterriza, el viaje solo ha durado tres horas pero los niños no han parado de gritar y marear a la azafata, pero por fin llegan al mar, al descanso y al relax. El viaje está siendo muy duro, llevan caminando diez días. Su marido es mayor y las fuerzas le flaquean, pero ellos tienen que seguir, deciden que él se quede en una aldea del camino y cuando recupere fuerzas se unirá con ellos en su destino. El autobús les lleva al Hotel, ya ven el mar, la piscina, los niños se alborotan y quieren ponerse rápidamente sus bañadores y zambullirse, pero primero hay que re-gistrarse en el hotel y subir a la habitación. Tras quince días caminando por fin llegan al campo de refugiados, los niños están tan débiles…pero han llegado vivos, no tienen fuerzas para nada, desfallecen en los bra-zos de su madre, tienen sed y hambre. Los responsables del campo les indican que los trámites para registrarse les llevarán diez días, deberán esperar al raso. Han pasado diez días y ya empieza la cuenta atrás, qué lástima que se acaben las vacaciones; se le pone mal cuerpo al pensar en la vuelta a la rutina, los madrugones diarios, el correr constante para poder llegar a to-do….Por fin llegó su marido y ahora pueden disfrutar al sol en la hamaca del “Todo Incluido” mientras sus hijos juegan en el mini-club. Los trámites para acceder al campo han acabado y les han entregado una choza; está feliz, no hay nada dentro salvo unas esterillas pero está a cubierto. Por fin llegó su marido, se siente afortunad. Temía por él pero ya están todos juntos. El clima es fantástico, el sol calienta pero no agobia. El ambiente invita a conocer gente en el hotel y el matri-monio de la habitación de al lado tienen niños de la mis-ma edad, entablan amistad y se ofrecen a cuidar de sus niños cuando salen a cenar. El calor es sofocante y el agua escasea, hay tanta gen-te... Cada día muere alguien que conoces. Pero ella nunca llora. En la choza de al lado hay una mujer viuda con los dos únicos hijos que le han sobrevivido, ahora ella está enferma. Se acabaron las vacaciones, abre el portal y el buzón. Ha recibido una carta del banco y en el extracto aparece el concepto “Donación a Somalia” sonríe y se siente bien. Mira a sus hijos y piensa en cómo explicarles qué es la solidaridad. La mujer de al lado ha muerto, sus hijos están solos. Ella les ofrece compartir la choza con su familia. Es lo natural, lo que ella quisiera para sus hijos, lo que le dicta el corazón, lo que es justo. Ponerse en la situación de los otros. ¿Solidaridad?.... ¿Aquí?....¿Allí?....

Page 7: D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más

De vuelta a casa el niño oye los gritos desde la escalera. Su hermana pequeña dice que no va a ir al cole al día siguiente. Nada de lo que le explica su madre consigue convencerla. El niño se acerca con su estuche nuevo. Ni siquiera lo ha estre-nado todavía - “Nena, ¿quieres usar mañana mi estuche?” La niña lo coge con una sonrisa de oreja a oreja y va a guardarlo en su mochila. “Esperemos que lo cuide bien”. El niño empieza a ponerse nervioso. ¿Quién va a ayudarle a él con la solidaridad? El padre entra en su habitación, ¡está salvado!. Sabe que está cansado y que todavía no ha tenido tiempo de abrir el periódico, pero allí está, como todos los días. Re-pasan juntos las cuentas y el resumen de inguru. ¡Seguro que él sabe la respuesta! -“Gracias, papá, no sé qué haría sin ti. ¿Me ayudas a bus-car en Internet qué significa solidaridad? Es para un trabajo.

Había pensa-do anotar también cómo se traduce en varios idio-mas”. “La solida-ridad no es algo fijo. Cam-bia cada día, en cada lugar y para cada persona. Hoy no es igual que ayer, y será distinta de la que se necesite ma-ñana”.

Es jueves. El padre sale temprano de casa. En el trabajo un compa-ñero presume del nuevo coche que se ha comprado. Su co-che va a cumplir quince años, pero él se siente infinitamente más rico que él. Su hijo le ha hecho sentirse importante. Va-lora su ayuda y sus consejos. Llega al trabajo y enciende su ordenador. No le gusta lo que hace, y tampoco siente que reconocen su trabajo. Pe-ro hoy la madre no se cambiaría por nadie. Se siente orgullo-sa. Su hijo será una buena persona que sabrá ser feliz y que hará más llevadera la vida a los que le rodeen. Antes de que terminen de abrir la puerta del cole, una niña sube las escaleras corriendo. Tiene prisa por enseñar a todos el estuche que lleva. Hace tiempo que prepararon las mesas para la partida de cartas, pero hoy nadie tiene prisa por sentarse. Solo se oye hablar del ángel que les hizo pasar ayer una tarde inolvida-ble. La abuela, orgullosa, tiene buen cuidado de esconder unas lágrimas de felicidad. Suena el timbre. La clase de lengua va a empezar. Un niño se sienta triste en su pupitre. Está convencido de que va a suspender el trabajo. Él no sabe nada de la solidaridad.

LA SOLIDARIDAD

L a clase de lengua siempre ha sido su favorita. El niño está muy atento para anotar los deberes del próximo día. El profesor les va a hacer una prueba escrita. El

tema será la solidaridad. Sale pensativo de clase. Él no sabe qué es eso. Tendrá que preguntar en casa. - “Mamá, dime qué puedo escribir sobre la solidaridad”. -“Hijo, la solidaridad no se pone en un papel, se expli-ca con el ejemplo”. ¡Menuda respuesta! ¿De verdad espera su madre que eso le sirva al profesor? Menos mal que ya es la hora de sus dibujos favoritos. Camino de la tele, el niño pasa por la cocina. Su madre ha salido tarde del trabajo, quiere dejar todo preparado para mañana, y vuela de la lavadora al frigorífico, y de la

plancha a la vitro. Seguro que echan un capítulo repetido, piensa el niño... -“¿Quieres que te ponga la mesa mamá?” La abuela va a salir al club de jubilados. El niño decide acompañarle. Ya no se fija como antes, y tiene miedo de que cruce la calle sin mirar. -“Abuela, ¿me explicas lo que es la solidaridad?” -“Cariño, solidaridad es aquello por lo que te recor-darán cuando ya no estés aquí”. De lo que sí se va a acordar él va a ser del suspenso que va a sacar en lengua. Decididamente la abuela empieza a desvariar. La acompaña hasta la sala. Allí hay un montón de abue-los. Él piensa que es el único que tiene menos de cien años. Todos miran a su abuela con ojos de envidia porque hoy ha llegado acompañada. Le empiezan a pre-guntar cómo se llama, cuántos años tiene, qué va a ser de mayor, si tiene novia... vamos, lo que dicen siempre los abuelos cuando quieren agobiar. Pero hoy el niño los ve con otros ojos. Delante de él aparecen solo unas personas mayores que están tristes, que están solas. Algunas puede que hayan sido olvidadas por todos aquellos a los que ayudaron. Seguramente no le pasará nada por quedarse un rato a escuchar sus batallitas. .

MADRES / PADRES Raquel Zufiaur

abril 2012 7

Page 8: D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más

3º - 4º ESO Raquel Viu 4º A

8 abril 2012

Más fuerte que el miedo

E lena se encontraba en su habitación, sentada en la cama, tocando la guitarra. No había cosa que más le relajara y quisiera hacer en ese momento. La mañana siguiente iba a viajar a Barcelona para ir a visitar a su abuelo que se en-

contraba enfermo. Su padre no podía acompañarle porque tenía que quedarse al cuidado de su hermano pequeño, Lucas, y trabajar en el campo. Elena casi no se había movido del pueblo en toda su vida. Siempre estaba ayudando a su padre y, desde hace ya tres años, había estado haciendo el papel de madre de la familia ya que esta había fallecido por un cáncer. Mientras, Carmen, así se llamaba su madre, estaba enferma, Elena cuidó de su hermano y, por eso, estaban muy unidos. Cuando su padre, José, le dio la noticia de que su abuelo estaba enfermo, Elena pensó que lo mejor sería ir a Barcelona a hacerle compañía y ayudarle. No estaba muy preocupada por su abuelo, ya que la enfermedad no parecía muy grave y él siempre había sido un hombre fuerte y sano. Lo que sentía en esos momentos era muy diferente. El hecho de ir a la cuidad y cambiar de aires completa-mente le emocionaba y, por eso, estaba tocando una canción que transmitía alegría y entusiasmo. A Elena le encantaba tocar la guitarra, era su objeto más precia-do. Tenía veintidós años, pero ya había compuesto muchas cancio-nes. La música era su don. Aun así, nunca las había cantado en público. Tan solo a su hermano, que siempre escuchaba su preciosa voz con mucho gusto. Eran las ocho de la mañana y Elena estaba preparando las últi-mas cosas para su viaje. Después de desayunar su padre y su her-mano le acompañaron a la estación de autobuses. Allí se despidie-ron con un fuerte abrazo y Elena, ilusionada, se montó en el au-tobús. No había muchos sitios libres, pero encontró uno nada más entrar. La verdad es que tuvo suerte, ya que el chico que se sentaba a su lado era bastante atractivo y parecía de su misma edad. Este le saludó con una bonita sonrisa. Elena sacó el móvil y los cascos ya que iba a ser un viaje largo y no podía prescindir de un poco de música. Más tarde, el autobús hizo una parada para descansar y bajaron a una cafetería.

Fue allí cuando el chico del autobús se acercó y le dijo: -¡Hola! Me llamó David y me encantaría invitarte a un café, pero solo si tú quie-res y me dices tu nombre, claro. La forma tan directa con la que habló con ella le hizo gracia y le sonrió. -¡Vale! Me parece justo, trato hecho. Me llamo Ele-

na. Ahora me debes un café, ¿no? David se rio e hizo lo que le había prometido. Estuvieron char-lando en la cafetería y en el trayecto hasta el autobús. Casualmente, los dos viajaban a Barcelona, solo que el viaje de David era de vuel-ta a casa. Intercambiaron números de teléfono y quedaron en volverse a ver en Barcelona. Elena fue al piso de su abuelo. Allí deshizo la maleta y se aco-modó en la que iba a ser su habitación esos días. Ese día se quedó en casa porque estaba agotada por el viaje. Al día siguiente fue al supermercado a hacer la compra, siguien-do las indicaciones que le había dicho su abuelo ya que no conocía la ciudad. De noche bajó a un parque que había cerca de la casa de su abuelo. No había nadie y se respiraba tranquilidad. Sentada en un banco, se puso a tocar la guitarra. Cuando terminó de cantar una

canción, oyó unos pasos a su espalda y una voz que decía:

-Es preciosa. Elena se dio la vuelta y vio que era David, el chico que había conocido el día anterior. - En el autobús vi que llevabas una guitarra. Me dijiste que la tocabas y que te gustaba componer música. Pero no me dijiste que cantaras tan bien. ¿Esa canción es tuya? -Sí... –contestó Elena, un poco incómoda. -Es realmente buena. Me gustaría oír más. Elena y David quedaron más días y él le estuvo enseñando Barcelona. Cogieron confianza el uno con el otro y parecía que encajaban. Un día fueron al café en el que David estaba trabajan-do. Por la noche había actuaciones de gente que no era famosa pero, la verdad, es que tenían talento. Iban cómicos, músicos… El abuelo de Elena ya no estaba enfermo, pero ella quiso que-darse más tiempo y José le dejó ya que su abuelo estaba encan-tado con su nieta en la ciudad. David le ofreció a Elena actuar en el café pero ella le explicó su miedo a cantar en público. Suponía un gran obstáculo para ella, ya que ese era su sueño, cantar sus canciones en un escena-rio. Elena tenía una voz preciosa y merecía ser escuchada. -No puedes permitir que tu sueño no se cumpla. Debes inten-tarlo, yo te ayudaré. Pasaron los meses y su relación cada vez era más fuerte. Ele-na hablaba con su hermano todos los días y le contó que tenía un nuevo novio y que era muy feliz en Barcelona, incluso se fue a vivir con él. A David le encantaba oír la dulce voz de Elena e incluso le ayudó con la letra en alguna de sus canciones. En la parte de atrás de la guitarra le escribió una frase: “Del miedo a la valentía solo hay un paso: la confianza en uno mismo”. Él le insistía en cantar en el café pero ella nunca accedió. Una noche David y Elena volvían en coche de dar una vuelta por la ciudad cuando oyeron la bocina de otro coche y un fuerte frenazo. Para cuando David, que iba conduciendo, quiso reaccio-nar, el otro coche golpeó fuertemente por un lateral y no pudo hacer nada. Elena estaba sentada al otro lado y, afortunadamen-te, el accidente solo le causó algunas heridas no muy graves. Con David no ocurrió lo mismo y falleció en el accidente. A pesar de llamar a la ambulancia, no había vuelta a atrás, por mucho que Elena lo deseara con todas sus fuerzas. ¿Qué iba a hacer sin él? Estuvo varios días encerrada en su habitación, en el piso en el que ella y David vivían. Sentía que el mundo se venía abajo. Su padre le dijo que tal vez lo mejor sería volver al pueblo, y olvidarse un poco de todo lo sucedido. Pero ella no podía olvidar lo que David le decía una y otra vez: que no se rindiera y que luchara por lo que quería. Ahora no solo lo tenía que hacer por ella, sino también por David, se lo había prometido. Llamó al café. Les dijo quién era y que quería tocar y cantar allí, en público. Le dieron hora para su actuación, iba a ser el día siguiente. Cuando fue al café a cantar, Elena sentía que el corazón se le salía del pecho. Su abuelo, su padre y su hermano se encontra-ban también en el café, ya que era un momento importante para ella y no podían perdérselo. Cogió la guitarra, se sentó en el ta-burete, respiró hondo y empezó a tocar y cantar una canción dedicada a David. Al final el público se levantó de sus asientos y hubo muchos aplausos. Fue realmente genial y emotivo. Consiguió desahogar-se, superar su miedo. Y no iba a ser la primera vez que hiciera esto. Elena se buscó la vida y consiguió hacerse un hueco en el mundo de la música, llegando incluso a ser famosa. Hace unos días, en una entrevista para la radio, me contaba que estaba muy orgullosa de lo que había logrado, pero que nunca lo habría hecho sin la ayuda de David y el apoyo de su familia. El amor a la música y a David se unió para conseguir vencer sus miedos. Porque no hay lugar para el miedo donde haya un sueño por cumplir.

Page 9: D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más

3º - 4º ESO Paula Ortega 4º A

abril 2012 9

Amor eterno

Q uién me diría a mí, la persona que siempre buscó el amor, que lo encontraría tal día co-mo hoy, un martes 13, en la Quinta Avenida de Manhattan, Nueva York.

De niña soñaba con casarme con un vestido blanco, tan bonito como los de las princesas, con unos taco-nes de cristal y cómo no, con un príncipe azul. Yo era lista, y sabía que no sería un príncipe, pero sí que se-ría el chico más guapo de toda la ciudad. Además, también soñaba con tener hijos. Bueno, no, me equi-voco. Soñaba con tener tres hijos. Exactamente dos niños y una niña, y los tres serían guapísimos y vesti-rían mejor que nadie. En mi sueño también aparecía la casa perfecta. Era una bonita y enorme casa en un barrio residencial. Teníamos pis-cina y un perro labrador, Tomy. Y allí, viviríamos hasta envejecer y cuidar de nuestros nietos. A medida que crecía, empeza-ba a descubrir que la vida no era tal y como los cuentos que me habían contado de pequeña. Los chicos de mi escuela no eran gua-pos y encima se comían los mo-cos y tiraban piedras. ¿Qué podía esperar de ellos? Llegué a la adolescencia y las cosas empezaron a cambiar. Pri-mero estuvo Mike, luego George, después Philip, Harry, Tom, Karl, Son… ¿o se llamaba John? En fin… edad de la exploración. Co-nocer nuevas caras, nuevos cuer-pos. Conocer la vida. Esta última etapa fue larga. Duró hasta mis veintiu-no, cuando decidí sentar mi cabeza en cuanto al amor se refería. No iría de flor en flor y busqué alguien con mantener una “relación estable”. Aquí apareció mi primer “amor”. Bill. Me hizo feliz, durante 6 largos e intensos años y luego me destrozó el corazón. Lloré, y mucho. Derramé más lágrimas de las que él nunca imaginó. Pero yo, no me rendí. Seguí buscando el amor; y aquí apareció Rick. Rick, era guapo, alto y muy inteligente. Un hombre de negocios, del que me enamoré desde el primer día. Nos conocimos en la boda de mi amiga Susan. Él era amigo del novio y, casualmente, nos sentaron en la misma mesa. Mi abuela decía: “De una boda sale otra boda”. Nadie dijo nada de: “De una boda sale otra bo-da en la que te dejan plantada en el altar”. Diez años. Diez años en los que le di todo mi amor y cariño. No sé por qué, ni lo quiero saber. Solo sé que no me lo merecía.

Tengo 38 años, me llamo Charlotte Waldorf y ofi-cialmente he dejado de buscar el amor. No sé muy bien qué es lo que siento en estos mo-mentos. Una de las grandes decía que en la vida tan solo se tienen dos amores, uno con el que te equivo-cas y otro con el que rectificas. Rick y Bill, han sido mis dos grandes amores, y eso no puedo negarlo ¿Estoy condenada a la infelicidad? En todos estos años he descubierto algo importante: las cosas bue-nas no se buscan, se encuentran. No debemos acele-rarnos, lo que tenga que venir vendrá, y lo que tenga que surgir, surgirá. Así que… no lo sé ni lo quiero sa-ber. A partir de ahora no pienso, actúo. Haré lo que me apetezca, sin preguntar ni pensar en las conse-cuencias. Es arriesgado, lo sé, pero me lo merezco. Busqué el amor, sin darme cuenta de que lo tenía delante de mis narices. En todo este relato no he men-

cionado a las tres personas más importantes de mi vida. Ellas son Sarah Aniston, Samantha Buss y Miran-da Humphrey, mis amigas. Ellas son las que me han dado su hombro para llorar, las que han sabido apo-yarme en todo momento y han abierto mis ojos cuan-do lo he necesitado. Son ellas las que me han cogido el teléfono a las cinco de la mañana y han soportado mis días bordes. Son las que son capaces de dejar todo lo que estén haciendo por venir a rescatarme. Son las que saben cuando algo no va bien y las primeras en abrazarme. Son ellas, a las que no cambiaría por nada del mundo. Estoy aquí, sentada en Coffee-Coff, como todos los domingos. Me espera el desayuno más rico de todo Nueva York con las tres mejores personas del mundo, que ahora mismo están entrando por la puerta. Puede sonar cursi, pero sin ellas nada sería lo mismo. Es difí-cil de entender, tal vez de creer, pero ellas, actual-mente, son mi verdadero amor y este no me lo va a quitar nadie, nunca.

Page 10: D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más

Nunca es demasiado tarde

D oy por hecho que todo en lo que se había con-vertido había tenido origen en su infancia. So-mos lo que nos enseñaron, o lo que la propia vida nos enseñó a ser. Hay situaciones que nos

marcan. Y deduzco, y casi afirmo, que su infancia deter-minó su vida. Aunque, en realidad, nunca llegué a investi-gar sobre ella; me faltó tiempo para hablar de su presen-te, como para descubrir su pasado. Así que te hablaré de los únicos hechos y manías que conozco con total certeza. Te hablo de alguien que había perdido su parte emo-cional. Bueno, puede que nunca la hubiera tenido. Sé que tras él habían pasado al menos setenta y cinco primave-ras. Pero, desde que lo conocía, jamás lo vi reír con ganas, soltar una carcajada. Ni tampoco vi sufrimiento, ni lágri-mas, tras esos pequeños y rasgados ojos que se dejaban ver tras sus gafitas. Tengo la sensación de que no conocía los sentimientos, de que sus labios nunca pronunciaron un te quiero. Y ya no por timidez o egoísmo. No sentía. No sabía sentir. La soledad había acompañado sus pasos a lo largo de casi toda su vida. Y no es fácil. Bien. Admito que quieras confesarme que en ocasiones te encantaría estar solo pa-ra poder huir de todo este mundo lleno de personas a las que rara vez entiendes y por las que rara vez te sientes comprendido. Pero créeme cuando te digo que no es fácil.

10 abril 2012

BACHILLERATO Patricia Ochoa de Eguileor 1º B

Tú sabes que cada vez que tropiezas hay alguien dispuesto a levantarte. Tú sabes que acompañan tus pasos y que no im-porta lo lejos que decidas marcharte porque irán a buscarte. Él sabía que la soledad era la única compañera de viaje que le quedaba, o mejor dicho, la única compañera de viaje que había tenido. Su día a día se había convertido en una lucha por no desistir. Se levantaba, se aseaba, se preparaba su desayuno, se daba su paseo, se hacía su comida, se echaba su siesta, veía su televisión, se ponía su pijama y su vasito de leche antes de acostarse. Demasiado pronombre personal para una sola persona, en un solo día, ¿verdad? Pues este era su día a día, su rutina. Lo único que variaba era el tiempo, y ni si quiera podía co-mentarlo con esos jóvenes que hoy en día se meten contigo en el ascensor y por evitar silencios incómodos hablan del tiempo. Está bien; ahora te toca a ti formar parte de este cuento. Da igual que seas joven y estés cansado de comentar el tiem-po con tus agradables vecinos -¡que sabes que lo son!-, da igual que seas tú quien comenta el tiempo con esos jóvenes con los que cada vez es mas difícil conversar. Da igual si eres de las personas que se queda callada y solo desea que llegue su dichoso piso, que parece que cada día el edificio crece un poco. Da igual. En este momento lo único que me importa es que seas tú. Eres lector de mis palabras y, al menos en ellas, hay algo que nos une. Así que te toca a ti. Exprésame con palabras lo que sientes cuando te dan un abrazo. Un abrazo de los de verdad, de los que empapan tus ojos y aceleran un poco el aburrido ritmo que llevan tus latidos. Arropado, me has dicho la palabra arropado, y también has nombrado ese sentimiento en el que parece que todo alrededor se para y solo ocurre tu (vuestro) abrazo. Debe ser alguien especial quien abrigue tus brazos, has añadido prácticamente sin darme pie a responderte nada. A conti-nuación, he dicho la palabra magia y tu sonrisa ha confesado que, efectivamente, un abrazo es pura magia. Pues bien, tras este paréntesis te preguntarás dónde está la parte solidaria de este cuento, ¿eh? Atento. Nunca es de-masiado tarde. Necesitaba recordarte los abrazos, necesita-ba que los tuvieras presentes; sin ellos, él nunca hubiera sido el mismo. Una mañana interrumpí su paseo, lo abracé. Fuerte. En-tendí que era el primer abrazo que recibía, no supo qué hacer; sus brazos ni siquiera se movieron. Y dirás: Igual no quería abrazarte. Efectivamente, yo también lo pensé. Y si así hubiera sido jamás me hubiera arrepentido de aquel abrazo; yo sabía que tenía que dárselo, lo sentía. Pero, afor-tunadamente, al separarme volví mi vista a esos ojos rasga-dos que se escondían tras sus gafitas, sí, esos de los que ya te he hablado. Lloraban, estaban empapados. Pronunció un gracias, me has hecho feliz. En aquel preciso instante, deja-ron de ser sus paseos para convertirse en nuestros. Y fui yo la joven a la que decidió contarle el tiempo cada mañana. Al llegar el verano se marchó al tercer mundo. Prestó su

ayuda, su tiempo, todo cuanto tenía. Por primera vez en la vida le necesitaban. Le enseñaron a querer, le hicieron sen-tirse querido. Terminó por cambiar lo que tenía de solitario por solida-rio. Y, la verdad, no es un mal cambio para empezar con una nueva vida.

Page 11: D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más

el matrimonio no pasaba por allí. El hombre de éxito dejó de considerarse como tal. Se cuestionaba por qué eso le tenía que pasar a él. Aun así le quedaba algo de felicidad para compartir con su pequeña hija. Pasó más tiempo, hasta que la niña creció lo suficiente para ir al colegio. La escena de un hombre pasando delante de un pobre sin hacer ni caso se iba a repetir. Pero ya no había una mujer de la que despedirse, ahora había una niñita a la que llevar de la mano. Al pasar por el lado del indigente, el hombre como llevaba

haciendo tanto tiempo siguió andando. En cambio, se dio cuenta de que su pequeña había frenado su mirada hacia el pobre. Papá, ¿por qué ese señor está ahí en el suelo? Y justo en ese instante el hombre de éxito cambió su pers-pectiva. Supo que no necesitaba más éxito para ser más feliz. Su hija le hizo abrir los ojos. Y decidió hacer lo que nunca hab-ía pensado que haría en su vida. Algo muy simple. Ayudar.

PERSPECTIVA

S iempre había estado acostumbrado a una vida de éxito; estudió en el mejor colegio, siempre vistió y calzó la mejor ropa y zapatos, incluso tuvo talento y suerte para conseguir el trabajo

perfecto que siempre había soñado. Ni con todo eso se conformaba. Necesitaba más, algo de éxito, atractivo físico e inteligencia no le bastaban. Se casó con una mujer más perfecta que su trabajo. Y segu-ía queriendo más y más. ¿Para qué vivía si no? Las preocupaciones que ocupaban su cabeza eran solamente las que repercutían en él. Trabajo y familia. Dinero y algo de amor. Por encima de todo, éxito. Y ese éxito que no se cansaba de anhelar le con-ducía al egoísmo. Algo de lo que él no se daba cuenta. Todas las mañanas salía a traba-jar con su mujer y en la esquina don-de se despedían siempre ocupaba el mismo sitio un hombre al que la vida no le había sentado bien. Senta-do en el suelo junto a un par de car-tones y una manta, trataba de recla-mar la atención suficiente a los vian-dantes para recolectar algo de dine-ro que pudiera hacer que comiera algo ese día. Nunca quería molestar a los peatones, pero era muy agrade-cido con los que reparaban en él y era imposible que no se sintiera des-plazado cuando alguno le miraba con desprecio, o peor, cuando ni si quiera se percataban de su existen-cia. Al fin y al cabo era una persona como todos los demás. El hombre de éxito paseaba con su traje de marca delante de él todos los días. El indigente sabía quién era a la perfección, y sabía de sobra que al revés no se daba el mismo caso. Aun así, no se molestaba, al fin y al cabo aquel hombre había nacido con suerte, tenía éxito, podía disfrutar de él ¿por qué iba a tener la bondad de echarle una mano? A veces necesitamos en la vida algo que nos ayude a cambiar de perspectiva. Una experiencia, una sensación, una canción… o una persona. El tiempo pasaba y siempre se repetía la misma esce-na. Un traje de marca pasaba por delante de unos hara-pos sin percatarse de su existencia. ¿La suerte frente a la mala suerte? No siempre se trata de eso. La mujer del hombre exitoso se quedó embarazada. Iban a tener una preciosa niña. El hombre no cabía de-ntro de su felicidad. Se sentía dichoso. Más éxito en la vida. Más suerte.

BACHILLERATO Helena Malvido 2º C

abril 2012 11

Page 12: D E P A R T A M E N T O D E L E N G U A RELATOS PREMIADOS · 2016-10-27 · ca y pudo comprobar que eran gno-mos, hadas, elfos y duendes, por lo que se puso a chillar todo lo más

ABRIL 2012

“La alegría de es-

cribir es que uno

puede descubrirse

a sí mismo"

Michael Ondaatje