Daño a La Persona o Daño No Patrimonial

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¿ Daño a la persona o daño no patrimonial ? 18 Una tercera observación sobre el tema que nos ocupa se refiere al intento de equiparar la noción de daño a la persona con el concepto de daño no patrimonial. Aparte de que no llegamos a entender la preferencia de los juristas por la expresión "patrimonio" sobre la de "persona", consideramos que no siempre el daño a la persona tiene consecuencias no patrimoniales. Por el contrario, generalmente, a las consecuencias de carácter no patrimonial se suman otras de naturaleza patrimonial. Es decir que, desde nuestro punto de vista, no cabe equiparar el concepto de “daño a la persona” con el de “daño no patrimonial”. Ello, siempre dentro de nuestra óptica, supone mezclar dos niveles conceptuales diversos como son, de un lado, la naturaleza del ente dañado y, del otro, las consecuencias que generan dichos daños, ya sea a la persona o al patrimonio o a ambos.. En un trabajo publicado hace más de tres años expresábamos que debíamos encaminarnos a una nueva sistematización del daño a la persona 37. En efecto, en aquella oportunidad sosteníamos que, a nuestro parecer, y tal como lo hemos adelantado, la primaria clasificación del daño debería atender a la naturaleza del ente dañado, ya que las técnicas de protección y de reparación jurídica del ente variaban según los casos. A este propósito proponíamos que "la primera distinción que habría que hacer respecto al daño, dada su importancia teórica y práctica, es la que se sustenta en la calidad ontológica del ente afectado por dicho daño". Es decir, que debía privilegiarse la calidad del ente dañado a las "consecuencias" producidas a raíz del daño 38 Por lo expuesto, éramos del parecer que, primordialmente, debería atenderse a si el ente dañado es una cosa u objeto del

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Daño a la persona o daño no patrimonial

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¿ Daño a la persona o daño no patrimonial ?18Una tercera observación sobre el tema que nos ocupa se refiere al intento de equipararla noción de daño a la persona con el concepto de daño no patrimonial. Aparte de que nollegamos a entender la preferencia de los juristas por la expresión "patrimonio" sobre la de"persona", consideramos que no siempre el daño a la persona tiene consecuencias nopatrimoniales. Por el contrario, generalmente, a las consecuencias de carácter nopatrimonial se suman otras de naturaleza patrimonial. Es decir que, desde nuestro punto devista, no cabe equiparar el concepto de “daño a la persona” con el de “daño no patrimonial”.Ello, siempre dentro de nuestra óptica, supone mezclar dos niveles conceptuales diversoscomo son, de un lado, la naturaleza del ente dañado y, del otro, las consecuencias quegeneran dichos daños, ya sea a la persona o al patrimonio o a ambos..En un trabajo publicado hace más de tres años expresábamos que debíamosencaminarnos a una nueva sistematización del daño a la persona 37. En efecto, en aquellaoportunidad sosteníamos que, a nuestro parecer, y tal como lo hemos adelantado, laprimaria clasificación del daño debería atender a la naturaleza del ente dañado, ya que lastécnicas de protección y de reparación jurídica del ente variaban según los casos. A estepropósito proponíamos que "la primera distinción que habría que hacer respecto al daño,dada su importancia teórica y práctica, es la que se sustenta en la calidad ontológica delente afectado por dicho daño". Es decir, que debía privilegiarse la calidad del ente dañadoa las "consecuencias" producidas a raíz del daño 38 Por lo expuesto, éramos del parecerque, primordialmente, debería atenderse a si el ente dañado es una cosa u objeto delmundo, por más valioso que fuera o, si, por el contrario, el ente dañado es, nada menos, queel ser humano, el sujeto de derecho.Nadie puede discutir la fundamental diferencia ontológica que existe entre el serhumano, que es libertad y sensibiliza valores, y las cosas del mundo que, contrariamente,carecen de libertad, no vivencian valores y son acabadas, terminadas, macizas. Esta

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diferencia marca el diverso tratamiento técnico-jurídico que merece cada una de estas tandisímiles calidades de entes. Ello, con mayor razón, debe manifestarse cuando se trata deapreciar la magnitud del daño, considerado en sí mismo, y sus consecuencias, ya seanéstas patrimoniales o no patrimoniales.Como es fácil percibir, la posición antes sustentada se inspira en una concepciónpersonalista o humanista del Derecho, que coloca al ser humano, y no al patrimonio, comoeje y centro de la disciplina jurídica. Razón que ha llevado, a ciertos autores, a concentrar supreferente atención en torno a la víctima del daño ante la humana necesidad de que ella noquede sin reparación. Esta actitud supone que al derecho le interesa prioritariamenteatender a la víctima frente a la indagación destinada a determinar el grado o intensidad de laculpa del agente del daño que, en algunos casos, como señala Mosset Iturraspe, parecieraponerse del lado del agente del daño con el propósito de diluir la debida indemnización.En virtud de lo expuesto, apreciábamos que existen dos tipos básicos de daños si setiene en cuenta, como se ha dicho, la naturaleza misma del ente que ha sufrido susconsecuencias. Así, y tal como se ha señalado, es posible hacer una primera y ampliadistinción que atiende a la calidad ontológica de los entes pasibles de ser dañados.