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    DISCURSOS POLITICOS[*]

    David Hume[1752]

    INDICE DE LOS DISCURSOSI.- Sobre el Comercio II.- Sobre el lujo III.- Sobre el dinero IV.- Sobre el intersdel dinero V.- Sobre la balanza del comercio VI.- Sobre la balanza del poder VII.-Sobre los impuestos VIII.- Sobre el crdito pblico.

    DISCURSO PRIMEROSOBRE EL COMERCIO

    La mayor parte del gnero humano puede dividirse en dos clases: una de los espritussuperficiales, que no hacen ms que desdorar la verdad, y otra de los espritus slidos,

    que la profundizan. La ltima es con mucho la menos numerosa, y me atrevo a decirque es la ms til y la ms estimable. En efecto los que la componen a lo menossugieren ideas y hacen nacer dificultades, que quiz nos siempre tienen talento pararesolver; pero que muchas veces dan lugar a descubrimientos importantes si sonmanejadas por sujetos mas capaces y de un espritu mas penetrante. El mayor defectoque puede reprehenderse en ellos es que sus discursos son siempre superiores a lacapacidad del vulgo; pero si bien es cierto que cuesta un poco de trabajo elentenderlos, tambin es constante que en compensacin se tiene el gusto de aprenderlas cosas que se ignoraban. Poco nos importa un autor que solo nos dice lo quediariamente se habla en los cafs.

    Los hombres superficiales son naturalmente dados a desacreditar los entendimientosslidos y pensativos que solo se ocupan en meditar e investigar, y no creen que puedacaber exactitud en todo lo que es superior a la esfera de su conocimiento. Confieso quehay casos en que a fuerza de refinar se hace un sabio sospechoso de error, o en queno discurre de modo alguno, y pasa por un hombre alegre y natural. Cuando algunoreflexiona sobre su conducta en algn negocio particular y se forma un plan de poltica,de economa, de comercio o de otro cualquiera asunto, no se le ocurre argumentar enforma, ni hacer un largo tejido de razonamientos. En cualquiera de estos casossucedera seguramente algn accidente que descompondra la unin de sus silogismos,y de lo cual resultara un efecto diferente del que l se habra imaginado. No sucedeas cuando se discurre sobre asuntos generales; y puede asegurarse que lasespeculaciones nunca son demasiado sutiles siempre que sean exactas, y que ladiferencia entre un hombre ordinario y un hombre de entendimiento consisteprecisamente en la frivolidad o en la solidez de los principios de que uno y otro parten.Los razonamientos generales parecen embrollados nicamente porque son generales:adems no es fcil al comn de los hombres distinguir en una infinidad de casosparticulares, la circunstancia que es comn a todos, o hacer de ella un extracto,digmoslo as, sin mezcla de otra alguna circunstancia intil. Todos sus juicios, todas

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    sus conclusiones son particulares. No les sera posible extender su vista a aquellasproposiciones universales que contienen en s una infinidad de puntos individuales yencierran toda una ciencia en un teorema singular. Sus ojos se hallan confundidos yofuscados con una perspectiva tan vasta, y las consecuencias que de ella resultan, porgrande que sea la claridad con que se enuncian, parecen oscuras y confusas. No

    obstante esta obscuridad aparente, es cierto que los principios generales, si son slidosy exactos, deben quedar siempre superiores, en el curso general de las cosas, bien quepuedan salir fallidos en los casos particulares. Pero el curso general de las cosas es a loque deben dirigir los filsofos principalmente su atencin, sobre todo en el gobiernointerior del Estado, donde el bien pblico, que es, o a lo menos se supone que debe sersu principal objeto, depende del concurso de una infinidad de circunstancias, en lugarque en el gobierno exterior depende de ciertos casos fortuitos y del capricho de unpequeo nmero de personas. Y de aqu es de donde nace la diferencia entre lasdeliberaciones particulares y los razonamientos generales, y que es causa de que lasutileza y el refinamiento convengan ms a estos que a aquellas.

    Yo he juzgado necesaria esta introduccin a los Discursos siguientes sobre elComercio, el Lujo etc. en atencin a que quizs se hallarn en ellos algunos principiospoco comunes, y que parecern demasiado sutiles en asuntos tan triviales. Si sonfalsos convengo en que se reprueben; pero tambin convendr advertir que no debendesecharse solo por la razn de que se apartan del camino trillado.Aunque pueda suponerse bajo de ciertos respectos que la grandeza de un Estado y lafelicidad de los Pueblos son dos cosas, independientes la una de la otra; con todo,respecto del comercio se las considera regularmente como inseparables; y puededecirse con verdad que as como la autoridad pblica asegura el comercio y la felicidadde los particulares, del mismo modo las riquezas y la extensin del comercio de los

    particulares aumentan a proporcin la autoridad y el poder Soberano.Esta mxima, hablando en general, es incontestable, aunque tampoco puede menos deconvenirse, en que es susceptible de algunas restricciones que por lo comn nosotrosnunca establecemos sino con algunas ligeras modificaciones y excepciones. Puedehaber circunstancias en que el comercio, la opulencia y el lujo de los particulares, lejosde aumentar el poder Soberano, solo sirvan para disminuir sus fuerzas y para hacerleperder la autoridad entre sus vecinos. El hombre es un animal muy inconstante,susceptible de una infinidad de opiniones diferentes, de principios y de reglas deconducta, que de ningn modo se asemejan. Lo que tena por verdadero, cuandopensaba de cierto modo, le parece falso luego que muda de dictamen.El comn de los hombres puede dividirse en labradores y artesanos u operarios. Losprimeros se emplean en la cultura de las tierras, y los ltimos reducen a artefacto losmateriales que los primeros les suministran para las necesidades, o para el ornato delos hombres. Luego que el gnero humano sali del estado salvaje en que viva a losprincipios, sin otra ocupacin que la de la caza y la de la pesca, fue absolutamentenecesario que se dividiese en estas dos clases; guardando no obstante esta diferenciaque el numero de labradores compona a los principios la mayor parte de esta sociedad[1]. El tiempo y la experiencia han llevado la agricultura a tan alto grado de perfeccin,

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    que la tierra puede fcilmente alimentar un nmero mayor de hombres que los que seemplean en cultivarla, y que los que se ocupan en las obras mas necesarias a smismos y a aquellos.Si las manos superfluas se dirigen haca las bellas artes, llamadas comnmente lasartes del lujo, resultar de aqu, un acrecentamiento de felicidad para el Estado,,

    puesto que procuran a muchos el modo de gustar los placeres, que sin ellas ni aunhubieran conocido. No podra proponerse otro plan para ocupar estas manossuperfluas? El Soberano no podra reclamarlas, y emplearlas en sus escuadras y ensus ejrcitos, para extender los lmites de su dominacin, y llevar la gloria del Espadohasta las Naciones ms remotas? Es cierto que cuantos menos deseos y cuantasmenos necesidades tengan los labradores y los propietarios de tierras, tantas menosmanos tendrn, que emplear, y por consiguiente el superfluo de hombres en lugar deser artesanos y mercaderes, podran ser marineros o soldados, y reformar las armadasy los ejrcitos; lo cual no puede hacerse cuando es necesario un gran nmero deartfices, para abastecer al lujo de los particulares. Esta es la razn por que parece que

    en el caso presente hay una especie de contradiccin o de oposicin entre la grandezade un Estado y la felicidad de sus sbditos. Un Estado nunca es mas grande quecuando todos sus miembros superfluos se emplean en servicio del pblico. Lascomodidades de los particulares exigen que todas las manos superfluas se empleen ensu servicio. Lo uno no puede hacerse sino a expensas de lo otro. Y as como laambicin del Soberano debe rebajar el lujo de los particulares, del mismo modo el lujode los particulares debe disminuir las fuerzas y poner en estrechura la ambicin delSoberano.Este razonamiento no es una quimera; est fundado sobre, la historia y la experiencia.La Repblica de Esparta era sin contradiccin mas poderosa que otro algn Estado del

    mundo, ni ms poblado, ni de mayor extensin; y con todo no haba en ella comercio,ni lujo, ni tampoco poda haberlos. Los Ilotas eran los labradores. Los espartanos eranlos soldados, o los nobles. Es evidente que si los espartanos hubiesen vivido concomodidad y delicadeza y se hubiesen ocupado en el comercio y en las artes, nunca eltrabajo de los Ilotas hubiera bastado para mantener tan gran nmero de personas.Esta misma poltica puede observarse en la Repblica Romana. En efecto se descubreal travs de las historias antiguas que las Repblicas pequeas levantaban ymantenan ejrcitos mas grandes que los que podran mantener hoy da los Estadosque tuviesen un nmero tres veces mayor de habitantes. Se ha calculado que en todaslas Naciones de la Europa la proporcin entre los soldados y el pueblo es con cortadiferencia como de uno a ciento. Pero leemos que sola la Ciudad de Roma con supequeo territorio levant y mantuvo en los principios diez legiones contra los Latinos.Atenas, cuyo territorio no tena mas extensin que el Condado de York, envi a laExpedicin de Sicilia cerca de cuarenta mil hombres [2]. Se dice que DIONISIO ELVIEJO mantena siempre un ejrcito de cien mil hombres de infantera y de diez mil decaballera, sin contar una armada de cuatrocientas velas [3]; aunque su dominacin nose extenda mas all de Siracusa y su territorio, que ocuparan con corta diferencia latercera parte de la Isla de Sicilia, adems de algunas ciudades martimas sobre las

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    costas de Italia y de Iliria. Es cierto que los ejrcitos de los antiguos no subsistan casisiempre sino del pillaje. Pero no era preciso que tambin el enemigo pillase a su vez?Puede imaginarse un medio peor que este para imponer contribuciones? Finalmenteno puede alegarse razn alguna plausible de la superioridad del poder de las Nacionesantiguas sobre las modernas a no ser la falta de comercio y de lujo. Como haba pocos

    artesanos que alimentar, el trabajo de la gente del campo bastaba para mantenermuchos soldados. Tito Livio dice que en su tiempo hubiera costado mucho trabajo aRoma levantar un ejrcito tan grande como el que envi a los principios de sufundacin contra los Galos y los Latinos [4]. En lugar de los soldados que combatieronpor la libertad bajo de Camilo tenia Roma en tiempo de AUGUSTO msicos, pintores,cocineros, comediantes y sastres. Y si el pas estaba igualmente bien cultivado en unay en otra poca, es evidente que poda mantener un nmero igual de gentes as de launa como de la otra profesin. El puro necesario no exiga ms en un tiempo que enotro.Con este motiv se presenta una cuestin bien natural. Por qu, se dir, no

    retroceden los Soberanos a las mximas de la poltica antigua, y no consultan en estaparte ms bien a su inters que a la felicidad de sus sbditos?Yo respondo que la cosa me parece enteramente imposible; porque la poltica antiguaera violenta y contraria al curso ms natural y ms ordinario de las cosas. Se sabecuan singulares eran las leyes que gobernaban a Esparta, y que muchos han miradoesta Repblica como una especie de prodigio, atendiendo al carcter general-de loshombres, segn se ha dado a conocer entre otras Naciones, y en diversos tiempos. Siel testimonio de los antiguos Historiadores estuviera menos expreso, menos uniforme,y menos circunstanciado, semejante gobierno parecera un ente de razn, una ficcin,una cosa impracticable; y aunque Roma y otras Repblicas antiguas estuviesen

    fundadas sobre principios un poco mas naturales; con todo fue necesario un concursode circunstancias extraordinarias para sujetarlas a una carga tan pesada. Eran Estadoslibres de poca extensin, y como la guerra era el gusto dominante de aquellos siglos,todos los estados vecinos se hallaban continuamente sobre las armas. La libertadproduce naturalmente hombres de Estado, particularmente en las Repblicaspequeas, y este espritu de gobierno, este amor de la patria debe acrecentarse amedida que se aumentan las alarmas, y a medida que cada uno se ve obligado entodos los momentos a correr los mas grandes peligros por defenderse. Una seriecontinuada de guerras que se suceden, hace aguerridos a todos los ciudadanos; ytodos por su turno salen a campaa, y durante el servicio se mantienen a susexpensas. Y aunque este servicio sea equivalente a un grande impuesto, con todo esmenos sensible para un pueblo belicoso que combate por el honor, que mas quierevengarse que pagar, y que no conoce ganancia, ni industria, ni placeres [5]. A estopuede aadirse la extremada igualdad de fortunas entre los habitantes de lasRepblicas antiguas, en las que perteneciendo los campos a diversos propietarios, erancapaces de mantener muchas familias, y hacan que el nmero de ciudadanos fuesemuy considerable, aun sin comercio ni manufacturas.

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    Pero aunque la falta de comercio y de fbricas en un pueblo libre y muy belicoso puedaalgunas veces no surtir otro efecto que el de empobrecer al pblico, siempre quedadecidido, que en el curso ordinario de los negocios, producira un efecto muy diferente.Es preciso que los soberanos tomen a los hombres como los encuentran, sin pretenderintroducir mutaciones violentas en sus principios y en su modo de pensar. El tiempo, la

    variedad de accidentes y de circunstancias son necesarias para obrar aquellas grandesrevoluciones que tanto cambien la faz de las cosas de este mundo. Cuanto menosnatural sean el fundamento y los principios sobre que est apoyada una sociedadparticular, tanto mayor dificultad tendr el legislador para formarla y ordenarla. Elmejor mtodo es acomodarse al humor general de los hombres y sacar de l el mejorpartido que es posible. Pues bien, segn el curso mas natural de las cosas, la industria,las artes y el comercio aumentan el poder del soberano del mismo modo que lafelicidad de los sbditos; y la poltica que establece la grandeza pblica sobre lamiseria de los particulares, es una poltica violenta. Esto es lo que fcilmente se dejarconocer por medio de algunas reflexiones que vamos a hacer sobre las consecuencias

    que resultan de la ociosidad y de la barbarie.En todas las partes en que las manufacturas y las artes no se cultivan es necesario queel grueso de la Nacin se dedique a la agricultura; y si este gran nmero de labradoresadquiere nuevas luces en el arte de cultivar la tierra, resultar una grande superfluidadde frutos de su trabajo, respecto a lo que basta para su mantenimiento. De aquproviene el que ellos no hacen esfuerzo alguno para llegar a ser ms hbiles y msindustriosos, mientras que no pueden procurarse por medio de su superfluo algunaventaja que conduzca a su placer o su vanidad. Llegan a hacerse naturalmenteindolentes. La mayor parte de las tierras queda bien pronto inculta, y lo que se hacultivado al fin no es de la misma importancia que antes por la incapacidad y la

    negligencia de los labradores. Si algn da la necesidad del Estado exige que un grannmero de gentes se ocupe en el servicio pblico, el trabajo de los paisanos noproduce ya un superfluo, con que pueda subsistir este gran nmero de personas. Lahabilidad y la industria de los labradores no se aumentan repentinamente. Se necesitatiempo para descuajar las tierras incultas, mientras que un ejrcito hace en pocos das,por un esfuerzo dichoso, la conquista de un pas, o se desbanda por falta desubsistencia. De aqu proviene el que un pueblo, cual nosotros le suponemos, seaincapaz de un ataque o de una defensa regular y el que los soldados que pone encampaa sean tan ignorantes y poco diestros como sus labradores y sus artesanos.Hay una infinidad de cosas en este mundo que no se alcanzan sino por medio deltrabajo; y nuestras pasiones son el nico resorte que nos mueve a trabajar. Cuandouna Nacin ve florecer dentro de su seno las manufacturas y las artes mecnicas, lospropietarios de las tierras, del mismo modo que los arrendadores, se aplican a laagricultura, la estudian como una ciencia, y redoblan su industria y su atencin. Elsuperfluo de su trabajo no queda perdido; se trueca por las obras de los artesanos queles procuran las comodidades, y que el lujo hace bien pronto el objeto de sus deseos, yaun de sus ansias.

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    Esta es la razn porque una tierra produce infinitamente mas cosas necesarias a lavida que las precisas para la subsistencia de los que la cultivan. En tiempo de paz y detranquilidad este superfluo se consume por los operarios y por los que cultivan lasartes liberales. Pero es fcil al Estado convertir muchos de estos operarios en soldados,y el alimentarlos con este superfluo que proviene del trabajo de los paisanos. As

    vemos que esto se practica en todos los Estados bien gobernados. Cuando el soberanolevanta un ejrcito qu sucede? Carga un impuesto. Este impuesto obliga a todo elmundo a disminuir el consumo de las cosas menos necesarias a su subsistencia. Losque trabajan en las obras de lujo se ven reducidos por esta misma causa a hacersesoldados o jornaleros por falta de ocupacin. De manera que considerada la cosaabstractamente, no aumentan el poder del Estado sino en cuanto ocupan a muchasgentes, sin privar a nadie de lo necesario para vivir, y de modo que el Estado tengasiempre el derecho de reclamarlas. Esta es la razn porque cuanto mayor es el nmerode personas empleadas en obras que exceden del simple necesario, tanto maspoderoso es el Estado, cuando estas personas pueden pasar de este trabajo al servicio

    del soberano y de la patria.En un pas donde no hay manufacturas puede muy bien haber el mismo nmero demanos; pero no tendr ni la misma cantidad, ni la misma especie de trabajo. Solo sehacen en l las obras de pura necesidad, o las que con corta diferencia pueden mirarsecomo tales, y que no sufren sino poca o ninguna disminucin.Parece pues, que la grandeza del soberano y la felicidad de los sbditos se componenmuy bien entre s, respecto del comercio y de las manufacturas. Es un mtodo muymalo, y por lo comn impracticable, el de obligar al labrador a atormentarse para sacarde la tierra mas de lo que necesita para la subsistencia de su familia. Que se le de loque para l sea cmodo y agradable, y l por s mismo se esforzar. Despus de esto

    ser muy fcil tomarle una parte del superfluo de su trabajo y emplearle en serviciodel Estado, sin darle los retornos acostumbrados. Habituado una vez al trabajo leparecer menos oneroso que si repentinamente le obligis a aumentarle sin algunarecompensa ni salario. Esta mxima puede aplicarse a los otros miembros del Estado.Todas las especies de trabajo reunidas componen el fondo principal, y puede quitarsede l una gran cantidad sin que se conozca mucho. Un granero pblico, un almacn deropas, un arsenal, son sin dificultad riquezas reales y una verdadera fuerza en unestado. El comercio y la industria no son en el fondo ms que la unin de muchasespecies de trabajo, que en tiempo de paz y de tranquilidad conducen para el bienestar y para los placeres de los particulares, y en otros tiempos pueden emplearse, enparte, en provecho del Estado y del pblico. Supongamos en lugar de una ciudadcapital una especie de campo fortificado en que cada habitante se abrasa en ardormarcial, y en tanto celo por el bien pblico, que est dispuesto a sufrir las ms grandesfatigas por el inters general. Este celo, esta aficin no probaran, como en los tiemposantiguos, ms que una disposicin suficiente para la industria, y para la defensa de lacomunidad. En tal caso convendra desterrar, como en los campamentos, todas lasartes y todo el lujo, y limitando las mesas y los equipajes, hacer provisiones de vveresy forrajes mucho menos expuestos a verse pronto consumidos, que si el ejrcito

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    estuviese cargado de sirvientes y de otras bocas intiles. Pero como estas mximassuponen sentimientos demasiado desinteresados, y es muy difcil mantenerlas convigor, es absolutamente necesario gobernar a los hombres por medio de otraspasiones, despertar su avaricia y ejercitarla en las artes y en el lujo. Entonces elcampo se ver ciertamente cargado de un nmero considerable de bocas intiles, pero

    en compensacin los vveres se hallarn en una abundancia proporcionada. La armonadel todo se mantendr, y hallndose la inclinacin natural mas lisonjeada por estemedio, los particulares, del mismo modo que el pblico, hallarn su cuenta en laobservancia de estas mximas. El mismo modo de discurrir nos har ver las ventajasdel comercio extranjero, as respecto del acrecentamiento del poder pblico, comorespecto del aumento de las riquezas y de la felicidad de los particulares. El comerciocon el extranjero es un nuevo manantial de trabajo en la Nacin, y el soberano puedeaplicar la porcin de l que juzgue necesaria al servicio pblico. Este comercio,respecto de las mercancas de afuera, subministra materiales a nuevas manufacturas,y con la salida de las de adentro nos hace despachar una infinidad de obras y de

    gneros que nosotros no podramos consumir. Finalmente un reino que recibe y queenva muchas mercaderas debe tener mas artesanos, mas comodidades, mas lujo queun reino que se limita a sus ventajas naturales; y por consiguiente aquel debe ser maspoderoso, mas opulento, mas dichoso que este. Los particulares reciben el beneficio deestas comodidades en los pases ms remotos en que ellas lisonjean los sentidos y laspasiones. El Estado gana en esto el que aumentndose la industria por semejantemedio se halla fortificado contra todos los accidentes que pudieran sobrevenir. Quierodecir, que de este modo se mantiene un nmero mucho mayor de hombres, los cualesen la ocasin pueden emplearse en servicio del estado, sin interrumpir el trabajonecesario para las necesidades y los trabajos de la vida.

    Si consultamos la historia veremos que entre la mayor parte de las Naciones elcomercio con el extranjero precedi a la perfeccin de las manufacturas interiores, ehizo nacer el lujo domstico. Naturalmente nos inclinamos ms a las invencionesextranjeras que a las de nuestro pas; aquellas tienen el mrito de la novedad, y estasse perfeccionan lentamente, y nos parecen demasiado comunes. As es que se ganamucho en enviar fuera de nuestro suelo lo que hay en l de superfluo, y que no puedevenderse; en enviarlo, digo, al extranjero, cuyo clima o territorio no es favorable asemejantes producciones. Este es el camino por donde los hombres conocen losplaceres del lujo y las ganancias del comercio. Una vez que se hayan despertado sudelicadeza y su industria, se dedican gustosos a cuanto puede perfeccionar el comercioas interior como exterior: y esta es quizs la mayor ventaja que puede sacarse delcomercio con el extranjero. En efecto este es el medio con que los hombres salenalgunas veces de su indolencia y letargo: el lujo y la opulencia de una parte de laNacin, de que antes no tenan la menor idea, son objetos que los excitan a vivir conmas esplendidez que sus antepasados; los pocos mercaderes que poseen el comercio,as exterior como interior , amontonan ganancias inmensas; y habiendo llegado ahacerse rivales de la antigua nobleza por sus riquezas , excitan la emulacin en otrosaventureros de hacerse rivales de ellos en el comercio. La imitacin es la que propaga

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    las artes; nuestros artesanos, nuestros fabricantes teniendo a la vista las obras de losextranjeros, se abrasan en un deseo, y una emulacin viva de perfeccionar las suyasen cuanto les es posible. Por un efecto de este sentimiento el hierro y el acero recibenentre estas manos laboriosas una brillantez igual a la del oro o a la de los rubes de lasIndias.

    Una vez que los negocios de la sociedad hayan llegado a este punto, podr una Nacinperder la mayor parte de su comercio extranjero, sin dejar de ser poderosa. En efectosi los extranjeros dejan de sacar ciertas mercaderas que nosotros fabricamos serpreciso dejar de fabricarlas y entonces las manos que trabajaban en ellas se ocuparnen otras obras de que estamos faltos nosotros mismos, y esto continuar hasta quecada individuo que posee riquezas en el pas haya adquirido a precio de dinero todassus comodidades, y en tan alto grado de perfeccin como desea; lo cual nunca podrverificarse. La China est reputada por uno de los Imperios mas florecientes deluniverso, y con todo este Imperio tiene muy poco comercio exterior.Yo espero que no se tendr por digresin superflua la observacin que me atrevo a

    hacer sobre este punto; y es que as como la mayor cantidad de artes mecnicas esventajosa, del mismo modo cuanto es ms grande el nmero de los que dividen entres los productos de ellas, tanto mayores son las ventajas que resultan. Unadesproporcin demasiado grande entre los ciudadanos debilita todos los estados. Cadauno debera, si fuese posible, gozar el fruto de su trabajo, o a lo menos debera estaren su mano el poderse procurar no solo las cosas absolutamente necesarias a la vida,sino tambin algunas de las que son puramente del gusto. Nadie puede dudar que estaespecie de igualdad no sea muy conforme a la humanidad, ni que se dirija tanto adisminuir la felicidad de los ricos como a aumentar la de los pobres. Esto pues,acrecienta el poder del Estado, y hace que cada uno pague mas alegremente los

    impuestos extraordinarios. En el pas donde las riquezas se hallan concentradas en unpequeo nmero es preciso que los poseedores de ellas contribuyan con unascantidades prodigiosas para subvenir a las necesidades pblicas; pero cuando lasriquezas estn divididas entre una multitud de personas, cada uno lleva su parte de lascargas, que por este medio se hacen mas ligeras, y los impuestos no causan diferenciaalguna notable en el modo de vivir de cada uno.Adase a esto que en el pas donde se hallan las riquezas depositadas en un pequeonmero de individuos estos tienen todo el poder en su mano, y forman entre s unconcierto para hacer caer todas las cargas sobre los hombros del pobre pueblo, y leoprimen de manera que extinguen en l toda especie de industria.En esto consiste la ventaja que la Inglaterra tiene sobre todas las naciones queexisten, y que quizs han existido en otros tiempos. Es cierto que el ingls padecealgn perjuicio en el comercio con el extranjero, lo que proviene en parte de laopulencia de sus artesanos, y en parte de la abundancia de dinero que circula en elpas. Pero como el comercio con el extranjero no es el negocio ms importante, nuncapodr entrar en concurrencia con la felicidad de tantos millares de personas. Y auncuando los Ingleses no tuvieran mas ventaja que la de vivir bajo de un gobierno libre,esto solo les bastara. La pobreza es una consecuencia, si no necesaria, a lo menos

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    natural del gobierno desptico; aunque yo por otra parte dudo que la opulencia seauna consecuencia infalible de la libertad. Ms bien me parece que es el efecto deciertos accidentes, y de un cierto modo de pensar junto con la libertad. El Lord Bacon,hablando de las grandes ventajas que han alcanzado los Ingleses en sus guerras con laFrancia, da por razn principal de esto la comodidad y la grande abundancia en que

    vivan el pequeo pueblo entre los primeros; y con todo los gobiernos de estas dosnaciones eran muy semejantes en aquellos tiempos. Si los labradores y los artesanosestn acostumbrados a trabajar por un salario muy reducido, y a no gozar sino de unaparte muy pequea de los frutos de su trabajo, les es difcil, aun en un gobierno libre,el mejorar de condicin y obrar de concierto entre s para hacer que se les suba elsalario. Pero si estn acostumbrados a vivir con cierta abundancia es fcil a los ricos enun gobierno desptico hacer que caiga todo el peso de los impuestos sobre loshombros de los unos y de los otros.Parece que ya es opinin antigua que la pobreza del pequeo pueblo de Francia, deItalia y de Espaa es en algn modo el efecto de la fertilidad superior del terreno y de

    la bondad del clima. No faltan razones para sostener esta paradoja. En un pas tanbello como es el de estas regiones ms meridionales la agricultura es un arte fcil:puede un hombre con un par de rocines cultivar un pedazo de tierra que dar alpropietario una renta considerable. Los arrendadores no saben otro secreto que dejarsu tierra de barbecho por espacio de un ao, despus que se ha cansado: y el calor delsol, junto con el tempero del aire, es bastante por s solo para restituirla su fertilidadprimitiva. De manera que los jornaleros de estos pases, alimentndose a poca costa,trabajan por poco dinero. No tienen tierras ni caudal que los autoricen para pretenderms que un salario muy pequeo; y por otra parte viven siempre en la dependencia desus seores, que ni mejoran sus tierras, ni conocen que se deterioran y arruinan con la

    mala costumbre de darlas en arriendo.En Inglaterra el pas es rico, pero ingrato, y naturalmente infecundo: es precisocultivarle a mucha costa, y no produce sino cosechas muy medianas cuando no setrabaja con un cuidado extremado y con un mtodo que no deja una ganancia muylimpia sino al cabo de muchos aos. Esta es la razn porque en Inglaterra unarrendador debe llevar un terreno considerable, y por un largo tiempo, condiciones queexigen una ganancia proporcionada. Los hermosos viedos de Champaa y deBorgoa, que dan a sus propietarios ms de cinco mil libras esterlinas por cada acre detierra, se cultivan por jornaleros que apenas tienen pan; y la razn consiste en queestos jornaleros no tienen mas ajuar que sus brazos, ni otros muebles que algunosinstrumentos, que todos juntos apenas cuestan veinte chelines. Por lo comn losarrendadores lo pasan mucho mejor; pero los que engordan el ganado y hacen trficocon l disfrutan aun mejores comodidades que todos los que cultivan la tierra: y estopor la misma razn; es decir, que es necesario que la ganancia sea proporcionada a losgastos y a los riesgos. El pas que tenga un nmero de artesanos pobres igual al de los

    jornaleros y arrendadores indigentes, ser generalmente miserable, porque todo elresto de los habitantes debe participar de su indigencia, cualquiera que sea sugobierno monrquico o republicano.

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    Podemos hacer la misma observacin respecto de la historia del gnero humano. Porqu razn pueblo alguno de los que estn situados entre los trpicos no ha podidoadquirir ningn arte, ninguna civilidad, ni introducir algn orden en su gobierno, nifinalmente disciplina alguna militar, cuando vemos que en los climas templados pocasnaciones han estado privadas de todas estas ventajas a un tiempo mismo? La principal

    causa de este fenmeno consiste probablemente en el calor y en la igualdad del climade la zona trrida, que hacen que los habitantes no tengan necesidad de vestidos, nide lienzos, ni de casas para cubrirse; lo que destruye en parte la necesidad, madre dela industria y de la invencin. Curis acuens mortalia corda. Dejando a un lado quecuantos menos bienes de esta especie posea un pueblo tantos menos pleitos yquerellas habr en l; el caso de necesidad le servir de polica establecida, y deautoridad reglada para protegerle y defenderle contra todo enemigo extranjero.

    Notas:[1] Mr. Melon asegura en su Ensayo poltico sobre el comercio que si actualmente se

    dividen los Pueblos de Francia en veinte partes, diecisis sern de labradores opaisanos, dos solamente de artesanos, una de gente forense, de Iglesia, y de guerra, yotra de mercaderes, dependientes de la Real Hacienda , y vecinos de las Ciudades. Eneste clculo seguramente hay error. En Francia y en Inglaterra, y aun en la mayorparte de los pases de la Europa, la mitad de los habitantes vive en las Ciudades yentre los que viven en el campo hay muchos que son artesanos, y quiz mas de untercio pertenece a esta clase.[2] Thucid. lib. 7.[3] Diod. Sic. lib. 2. Este clculo me parece sospechoso, por no decir otra cosa peor,principalmente porque estos ejrcitos no se componan de ciudadanos, sino de tropas

    mercenarias. Vase nuestro Discurso 1.[4] Tit. Liv. Cap. 27. Adeo in que laboramus, dice, sola crevimus, divitias, luxuriemque.[5] Los ms antiguos Romanos vivan en guerra perpetua con sus vecinos, y en latnanticuado la palabra hostis significa igualmente un extranjero y un enemigo. Estaadvertencia es de Cicern, que atribuye esta significacin doble a la humanidad de losantepasados del Pueblo Romano, los cuales para suavizar en lo posible el yugo de unenemigo le designaban con el mismo nombre, que significaba un extranjero. Vase Cic.de of fic. lib. 2. Con todo es ms verosmil y ms conforme a las costumbres de aqueltiempo que la ferocidad de este pueblo lleg hasta mirar como enemigos a todos losextranjeros, y llamarlos con un mismo nombre. En efecto la mxima mas comn de lapoltica o de la naturaleza no permite mirar con buen semblante a los enemigos delEstado, ni que se les guarden los mismos miramientos que Cicern atribuye a losprimeros Romanos; desando aparte el que estos antiguos habitantes de Roma ejercanla piratera, como nos lo dice Polibio lib. VIII, que nos ha conservado el primer tratadoque hicieron con los cartagineses, en el cual se halla esta ancdota. De manera queeran entonces, con corta diferencia, lo que hoy son los Corsarios de Argel y de Sal:esto es, que estaban en guerra continua con la mayor parte de las Naciones, y que lasvoces extranjero y enemigo eran para ellos muy sinnimas.

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    DISCURSO SEGUNDO

    SOBRE EL LUJOLa palabra Lujo tiene una significacin harto dudosa; puede tomarse haca buena yhaca mala parte. Sin embargo se entiende por ella generalmente un cierto

    refinamiento en los placeres de los sentidos; y cada grado suyo puede ser inocente oreprehensible segn los tiempos, los lugares y la clase de personas. En esta parte masque en otro algn asunto de la moral es difcil fijar los lmites que hay entre la virtud yel vicio. Creer que sea un vicio gustar de cierta especie de placer sensual, como el decomer bien y vestir con finura, es formarse una idea que solo puede hallarse en unacabeza acalorada con los vapores del fanatismo. O decir una vez que cierto hombreaustero, cuya habitacin tenia unas vistas muy hermosas, contrat con sus ojos nomirar jams por la ventana, o a lo menos mirar sin sentir algn placer. Semejante esel pecado de beber vino de Champaa o Borgoa, con preferencia a la cerveza fuerte oa la cerveza comn. Estos pequeos gustos no son vicios sino cuando se buscan a

    expensas de alguna virtud, como la generosidad o la caridad: as que tambin pasanpor locuras, con mucha razn cuando por gozarlos arruina uno sus bienes, o se reducea la mendigues. Pero son del todo inocentes cuando se procura tenerlos sin perjudicara la virtud, y sin abandonar el cuidado que debe tenerse de la familia y de los amigos.No ocuparse, por ejemplo, mas que en el regalo, sin aficin alguna a los placeres de laambicin, del estudio, de la conversacin, es seal cierta de una grande estupidez, yun vicio que enerva el cuerpo y el espritu. No gastar sino para satisfacer esta especiede sensualidad, sin atender absolutamente a las necesidades de la familia y de losamigos, es tener un corazn desnudo de todo sentimiento de humanidad ybenevolencia. Pero un hombre que cumple con sus obligaciones de amigo, de

    ciudadano, de padre de familia, no es digno de censura y reprehensin , si da en ellujo de tener una mesa un poco regalada.Puesto que el lujo puede considerarse, bajo de estos dos diferentes puntos de vista,como inocente y como reprehensible, no podemos pensar sin admiracin en lasopiniones extraas que respecto de esto se han sostenido. Los unos por un espritu delibertinaje han elevado hasta las nubes un lujo vicioso, y nos le han representado comosumamente ventajoso a la sociedad. Los otros, moralistas acalorados, han hablado del como de un manantial de corrupcin, de desrdenes, de facciones en el gobiernocivil. Nosotros procuraremos aproximar estas dos extremidades, haciendo ver primeroque el siglo del lujo es el mas dichoso y el mas virtuoso; segundo, que el lujo deja deser til desde el instante en que deja de ser inocente , y que llevado al exceso llega aser pernicioso, aunque quizs absolutamente no lo ser para la sociedad poltica. Paraprobar el primer punto nos basta considerar los efectos del lujo tanto en la vidaprivada como en la vida pblica.La felicidad de los hombres , segn el modo de pensar mas bien recibido , consiste entres cosas , en la accin , en el placer y en el reposo; y aunque estas tres cosas debenestar mezcladas en diferentes proporciones segn el humor y el carcter de laspersonas; con todo no puede excluirse una de las tres sin destruir en algn modo el

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    gusto de todo este compuesto. La indolencia o el reposo ciertamente parece quecontribuye poco a nuestra satisfaccin: y con todo el sueo es necesario para remediara la debilidad humana, que no podra sostener una serie continua y no interrumpida deocupaciones o de placeres. El movimiento rpido de los espritus, que pone al hombrefuera de s mismo, llega finalmente a agotar el alma, y exige algunos intervalos de

    descanso, que aunque sean agradables por un momento, a la larga degeneran enlanguidez, en letargo, y destruyen toda suerte de placer. La educacin, la costumbre yel ejemplo contribuyen mucho a fomentar en nosotros la inclinacin haca estas trescosas: es preciso convenir en que si excitan el gusto de la accin y del placer tambinson al mismo tiempo favorables a la felicidad de los hombres. Cuando florecen lasartes y la industria, el tiempo se pasa en trabajar y en regocijarse. La industria y lasartes nos facilitan los medios para ocuparnos, y los placeres son el fruto y larecompensa del trabajo. Con l se fortifica el espritu, sus facultades se aumentan, yse previenen los inconvenientes que producen la pereza y la ociosidad; porque laaplicacin continua a una honesta industria tiene la alma ocupada, y suministra medios

    para satisfacer sus mas naturales deseos.Si desterris las artes de la sociedad privareis al hombre de accin y de placer, y en sulugar no le dejareis mas que la indolencia, la cual tambin desnudareis de todo gusto:porque en efecto el reposo no es agradable sino cuando sucede a la fatiga, y recrea elespritu que ya se halla agotado con la demasiada aplicacin y trabajo.Otra de las ventajas que trae consigo la industria y el refinamiento en lo que toca aartes mecnicas, consiste en que regularmente las artes liberales se resienten de l, yparece que estas no se perfeccionan sino a medida que aquellas se van cultivando demas. El mismo siglo que produce los grandes filsofos, los buenos polticos, losgrandes capitanes y los poetas clebres, produce tambin excelentes fabricantes de

    paos, y hbiles constructores de navos. Nosotros no podemos razonablementelisonjearnos de que una Nacin que no tiene tintura alguna de la Astronoma, ni de laMoral pueda llevar las fbricas de paos a la mayor perfeccin. El espritu del sigloinfluye sobre todas las artes, y una vez que el espritu de los hombres haya salido desu letargo, y est puesto en una cierta fermentacin, se vuelve por s mismo hacatodas partes y lleva a la perfeccin todas las artes y todas las ciencias. La ignoranciacrasa se destierra entonces absolutamente. El hombre goza del privilegio quepertenece a las criaturas racionales, que es el de pensar y de obrar, disfrutar losplaceres del espritu, y tambin los del cuerpo.Cuanto mayores son los progresos que hacen estas artes amables, tanto, mas sociablese va haciendo el hombre; y es imposible que personas de un espritu iluminado conlas luces de la ciencia y que poseen un fondo de conversacin puedan complacerse enla soledad, o vivir con sus conciudadanos en aquella separacin que es propia de lasnaciones ignorantes y brbaras. Tienen asambleas en las Ciudades que habitan;gustan de recibir y de comunicar la ciencia, de hacer que todos conozcan su talento, sucultura, su buen gusto en la conversacin y el modo de anunciar sus ideas. Lacuriosidad seduce al hombre de entendimiento, y el necio es seducido por la vanidad.El uno y el otro lo son por el placer. Por todas partes se forman tertulias (cotteries) y

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    sociedades particulares. Los dos sexos se encuentran y se aproximan con un modohonesto y civil, y un hombre bien educado y de talento sirve de modelo a otrosmuchos; de suerte que si a esto se aaden las perfecciones que adquieren en lacultura de las ciencias y de las artes liberales, no puede menos de suceder el que sehagan mas humanos y mas amables conversando acerca de ellas los unos con los

    otros, y procurndose mutuamente el placer y la diversin. As es como la industria, laciencia y la humanidad se ligan entre s con un vnculo indisoluble; y la experiencia, deacuerdo con la razn, hace ver que estas tres cosas son particulares a los siglos mascivilizados y mas entregados al lujo.Sin embargo, todas estas ventajas no se logran sin inconvenientes. La mayor parte delos hombres refina mucho los placeres, y otros los llevan al exceso; pero nada hay tancontrario al verdadero placer como el exceso del placer mismo. Puede asegurarsepositivamente que los Trtaros son muchas veces mas culpables de una gula brutal,regalndose con la carne de sus caballos muertos, que los cortesanos de Europa quemas refinan sobre la cocina. Y si el amor desordenado, si el adulterio es mas frecuente

    en los siglos civilizados que en los tiempos de ignorancia y de barbarie; s muchasveces es mirado solamente como una especie de galantera, la embriaguez encompensacin es mucho mas rara en ellos, y todos saben que este es el vicio masodioso y mas pernicioso, tanto para el espritu como para el cuerpo, como me seramuy fcil probarlo no solo con el testimonio de Ovidio y de Petronio, sino tambin conel de Seneca y de Catn. Nadie ignora que en tiempo de la conjuracin de Catilina,Julio Cesar se vio precisado a poner en manos de Catn un billete dulce que revelabaun comercio amoroso entre l y Servilla, hermana de Catn; y que al leerle estesevero Censor, mirando a Cesar con indignacin, no pudo menos de llamarle en elprimer movimiento de su clera borracho; epteto que le pareci mas vergonzoso que

    el que pudiera haberle dado con mas justicia.Pero no solo en la vida privada son cosas ventajosas la industria, el saber y lahumanidad; lo son tambin en la vida pblica, y no contribuyen menos a hacer unestado floreciente y respetable que a hacer prosperar los particulares. El aumento y elconsumo de una infinidad de cosas que sirven para el ornato o para el placer de lavida, son una ventaja real para la sociedad; porque al mismo tiempo que multiplicanlos gustos de los particulares forman una especie de almacn de trabajo que en lasnecesidades del Estado puede emplearse en el servicio pblico. Una Nacin, en la cualno se trate de estas superfluidades, vivir necesariamente en la languidez y en laindolencia, perder todos los placeres de la vida, y nada har por el Estado, cuyosejrcitos y armadas no ser posible que se mantengan por la poca industria de tantosmiembros desocupados y perezosos.Los lmites de los Estados de Europa son hoy da con corta diferencia los mismos queeran hace doscientos aos; pero qu distancia no se halla de aquellos tiempos a estosrespecto al poder y a la grandeza de unas mismas naciones? Y a qu puede atribuirsesino al acrecentamiento de las artes y de la industria? Cuando Carlos VIII. Rey deFrancia invadi la Italia no llev a esta expedicin sino cerca de veinte mil hombres, yno obstante observa Guicbardino que este armamento agot a la Nacin en tal

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    manera, que en mucho tiempo no se vio en estado de hacer otro esfuerzo igual. Elltimo Rey de Francia ha tenido en tiempo de guerra hasta cuatrocientos mil hombressobre las armas [1], aunque desde la muerte del Cardenal Mazarino hasta la suya sevio metido en muchas guerras que duraron cerca de cuarenta aos.He dicho que la industria debe sus principales adelantamientos a las ciencias

    inseparables de los siglos en que reinan las artes y el lujo; ahora aado que lasciencias son las que ponen al soberano en estado de sacar las mayores ventajas de laindustria de sus sbditos. Las leyes, el buen orden, la polica, la disciplina, no puedenllevarse a un cierto grado de perfeccin sin que la razn humana se haya aguzadoantes ejercitndose en las obras mecnicas y aplicndose a las artes mas vulgares, ysobre todo al comercio y a las manufacturas. Puede creerse que tendr bien regladosu gobierno un pueblo que no sabe hacer un torno, ni servirse tilmente de un telar?Prescindo ahora de que los tiempos de ignorancia estn tocados de las supersticionesque precipitan el estado haca su decadencia, y apartan a los hombres de laprosecucin de su inters y de su felicidad.

    La ciencia exige naturalmente en el arte de gobernar cierta dulzura y ciertamoderacin. Hace ver las ventajas que traen consigo las mximas de la humanidad,comparadas con las del rigor y la severidad; las cuales impelen los sbditos a larebelin y oponen dificultades insuperables para que vuelvan a la sumisin, haciendodesvanecer toda esperanza de perdn. Cuando el humor de los hombres ha llegado adulcificarse tanto cuanto su razn est perfeccionada, entonces es cuando estahumanidad brilla con mas resplandor, y entonces es cuando se ve la sealcaracterstica que distingue un siglo civilizado e ilustrado de los tiempos de ignoranciay de barbarie. Las facciones son entonces menos inveteradas, las revoluciones menostrgicas, la autoridad menos severa, y las sediciones menos frecuentes. Hasta las

    guerras extranjeras son menos crueles, y en el mismo campo de batalla en que elhonor y el inters hacen a los hombres tan poco susceptibles de compasin, como demiedo, se ve a los vencedores despojarse de la ferocidad y revestirse de lossentimientos propios de la humanidad.No hay motivo para temer que los hombres perdiendo su humor salvaje y feroz,pierdan tambin sus cualidades guerreras, y sean por eso menos intrpidos y menosvalientes en la defensa de su patria y de sus libertades. Las artes no enervan ni elespritu, ni el cuerpo. Al contrario la industria, que es una consecuencia necesaria deellas, da nuevas fuerzas al uno y al otro. Y si la clera que se dice es la piedra detoque del valor, pierde un poco de su rudeza con la cultura, y el refinamiento de lascostumbres, siempre permanece un sentimiento de honor que se fortifica con aquellaelevacin de espritu, que producen el saber y la buena educacin, y que es unadisposicin mas fuerte, mas constante, y mas fcil de manejar que otra alguna.Adase a esto que el valor ni es durable, ni es til cuando no est acompaado de ladisciplina y de una cierta capacidad militar, que pocas veces se halla entre las nacionesbrbaras. Los antiguos observan que Dtames era el nico brbaro que hubieseconocido jams el arte de la guerra. Y Pirro viendo a los romanos ordenar su ejrcitocon algn arte y pericia grit diciendo con admiracin: Estos brbaros nada tienen de

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    brbaro en su disciplina. Es muy de notar que los primeros romanos aplicndosesolamente a la guerra, fuesen el nico pueblo no civilizado en quien floreci ladisciplina militar; as como los italianos son en Europa el nico pueblo civilizado enquien no se advierte ni bravura, ni humor marcial. Los que atribuyen la molicie de estanacin a su cultura, al lujo y a las artes que reinan en ella, no tienen mas que volver

    los ojos haca los franceses y haca los ingleses, cuya bravura es tan incontestablecomo su gusto por el lujo y su aplicacin infatigable al comercio. Los historiadoresitalianos nos dan razones muy concluyentes de esta especie de bastarda. Nos ponen ala vista el modo con que todos los soberanos de Italia se hallaron desarmados a untiempo mismo; mientras que la aristocracia veneciana tema las empresas del pueblo,el gobierno popular de Florencia se aplicaba enteramente al comercio: Roma estabagobernada por Clrigos, y Npoles por mujeres. El oficio de la guerra ya no fue desdeentonces mas que recurso de miserables: estos soldados de fortuna se guardabanmutuamente sus miramientos, y con grande admiracin de todo el mundo hacan quedurase un da entero lo que ellos llamaban una batalla, y se retiraban por la noche a su

    campo sin haber perdido un solo hombre y sin haber derramado una gota de sangre.Lo que principalmente ha excitado a los moralistas severos a declamar contra el lujo yel refinamiento en los placeres es el ejemplo de la antigua Roma, que juntando a supobreza y su rusticidad mucha virtud y prudenciare elev al mas alto grado degrandeza y libertad; pero habiendo tomado de los Griegos y de los Asiticos, a quieneshaba subyugado, el lujo y la delicadeza, cay en una especie de corrupcin , de la cualnacieron las sediciones y las guerras civiles, qu finalmente fueron seguidas de laprdida total de la libertad.Todos los autores clsicos Latinos que nos hacen decorar en los Colegios, estn llenosde estos sentimientos, y atribuyen generalmente la ruina del estado a las artes y a las

    riquezas tradas del Oriente; y hasta el mismo Salustio habla del gusto por la pinturacomo de un vicio igual a la incontinencia y a la embriaguez. Eran tan comunes estasideas en los ltimos tiempos de la Repblica, que el mismo autor no se cansa deexaltar la rgida virtud de los antiguos romanos, no obstante que l era un modelobastante bello de lujo y de corrupcin moderna. Vitupera la elocuencia de los Griegos,aunque era l mismo el escritor mas elegante del mundo. Qu mas? emplea muyfuera del caso las digresiones y declamaciones sobre este asunto, aunque era l unmodelo de gusto y de exactitud.Pero sera fcil probar que estos escritores han errado la causa de los desrdenesacaecidos en la Repblica Romana, que ellos atribuyen al lujo y las artes; puesrealmente no procedan sino de la mala constitucin del gobierno, y de aquelprodigioso nmero de conquistas. El lujo y el refinamiento en los placeres no son lascausas primitivas de la venalidad y de la corrupcin. El valor en que todo hombreaprecia cada placer en particular, depende de la comparacin y de la experiencia. Unmozo de esquina que se regala con jamn y bebe aguardiente, es quizs tan avarocomo el Gran Seor, que se regala con hortelanos y vino de Champaa. Las riquezasson importantes en todos los tiempos, y para todos los hombres, porque sirven paracomprar los placeres a que estn acostumbrados y por los que tanto anhelan. No hay

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    cosa que pueda limitar ni reglar el amor de las riquezas sino el sentimiento del honor yde la virtud, que sino es precisamente igual en todos los tiempos, a lo menos sernaturalmente mucho ms comn, y ser llevado a ms alto grado de perfeccin en unsiglo de luces y dado al lujo.De todos los reinos de Europa, Polonia es el nico que parece estar mas escaso de

    artes, as pacficas como militares, tanto mecnicas como liberales; y con todo aqueles el centro de la venalidad y de la corrupcin.Parece que los nobles no se han mantenido en su derecho de elegirse Rey, sino porconservar su inters personal; y las intrigas que hay en ocasiones de esta naturaleza,casi son la nica especie de comercio que conoce esta Nacin.Las libertades de los Ingleses, lejos de haber decado despus que se introdujo el lujo,nunca han estado tan florecientes ni tan slidas; y aunque parezca que la corrupcinse ha aumentado mucho entre nosotros en estos ltimos tiempos, es preciso atribuirlaprincipalmente al establecimiento de nuestra libertad, despus que nuestros Prncipeshan reconocido la imposibilidad de gobernar sin Parlamento o de aterrar a los

    Parlamentos con la fantasma de sus prerrogativas. Prescindo ahora de que estacorrupcin o venalidad toca menos a los elegidos que a los electores, y porconsiguiente no puede ser un efecto del lujo.Si consideramos la cosa bajo de su verdadero punto de vista, hallaremos que el lujo ylas artes mas bien son favorables que nocivas a la libertad; y si no la producen en elgobierno, a lo menos tienen la propiedad de conservarla una vez establecida. Entre lasNaciones rudas y groseras en que estn menospreciadas las artes, no se conoce otraocupacin que el cultivo de la tierra, y toda la sociedad est dividida en dos clases; lospropietarios de tierras y sus vasallos, o arrendadores. Estos ltimos vivennecesariamente en la dependencia, o a lo menos han nacido para la esclavitud y la

    sujecin; particularmente si son pobres, y se distinguen poco por su conocimiento enla agricultura, como siempre debe suceder en un pas en que las artes estnabandonadas. Los primeros se erigen naturalmente en pequeos tiranos, y los unos ylos otros se ven precisados a ponerse bajo la dominacin de un soberano, paramantener la paz y el buen orden; o suponiendo que quieran mantenerse en suindependencia, como los antiguos Barones, se exponen a rencores inmortales y sesumergen en un ocano de querellas y de contiendas, que ponen todo el pas encombustin e introducen en l una confusin quiz mas perniciosa que el gobierno masdesptico. Pero cuando el lujo fomenta la industria y el comercio, el labradorcultivando su campo se hace rico e independiente, el negociante y el fabricanteadquieren su parte en la propiedad de las tierras; lo cual les da poder, autoridad y unrango medio en la sociedad, que es el apoyo mas firme, y la base de la libertad. Estosnuevos propietarios de tierras con un espritu tan limitado como sus labradores, noaspiran a la tirana como los Barones, y por la misma razn no se ven tentados de lamxima de favorecer el despotismo del Soberano, con el fin de adquirir ellos mismosun poder que no ambicionan. No piden ms que leyes equitativas que los mantenganen su propiedad y les aseguren la posesin pacfica de los bienes que han adquirido, y

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    esta es la razn porque no desean mas que vivir preservados de la tirana monrquicao aristocrtica.La Cmara de los Comunes es el apoyo mas firme de nuestro gobierno popular; y todoel mundo conviene en que debe su principal influencia y la consideracin de que gozaal acrecentamiento del comercio, el cual pone a los Comunes en estado de entrar a la

    parte en la adquisicin de las tierras. As es que carecen de todo fundamento los quese desatan contra el lujo y el refinamiento de las artes, y nos le representan como elescollo de la libertad y del celo por el bien pblico.Declamar contra el tiempo presente y exaltar la virtud de nuestros antepasados es unamana comn a todos los hombres; y como solo se trasmiten a la posteridad lossentimientos y las opiniones de los siglos civilizados, de ah proviene el que nosotrosencontremos tantos decretos severos contra el lujo, y aun contra las ciencias, y de ahviene tambin el que ahora subscribamos con tanto gusto a estos mismos decretos.Pero es fcil descubrir el error comparando diversas naciones contemporneas de lasque formamos juicio ms imparcial, y que mejor podemos oponer entre s con respecto

    a sus costumbres, de que estamos suficientemente instruidos. La perfidia y lacrueldad, que son los mas odiosos y mas perniciosos de todos los vicios, parece quehan sido peculiares a los siglos groseros y no civilizados. Los Griegos y los Romanos,que eran pueblos tan refinados, atribuan estos vicios a todas las naciones brbaras deque estaban rodeados; y podan presumir con justicia que sus propios antepasados,cuya celebridad es por otra parte tan grande, no eran gente mucho mas apreciable, yque eran tan inferiores a sus descendientes en materia de probidad o de humanidad,como en materia de ciencias y de gusto.Celbrese cuanto se quiera a un antiguo Franco o Sajn; por lo que a m toca no creoque haya en el mundo hombre alguno que no creyese menos segura su vida y su

    bienes en las manos de un Trtaro o de un Iroqus que en las de un caballero Franceso Ingles; esto es, de dos especies de hombres los mas pulidos de las Naciones maspulidas.Pasemos ahora al segundo punto que nos hemos propuesto examinar, a saber, que unlujo moderado y un refinamiento inocente en los placeres es ventajoso al pblico, ascomo deja de serlo luego que deja de ser inocente; y que cuando el lujo se lleva masall de sus lmites se hace pernicioso, aunque quizs no lo sea con respecto a lasociedad poltica.Consideremos primero lo que nosotros llamamos lujo vicioso. Nada de cuanto lisonjealos sentidos puede ser por su naturaleza vicioso. El placer no degenera en vicio sino encuanto impele al hombre a hacer gastos excesivos, que le impiden cumplir con susobligaciones y hacer el bien que exigen su situacin y fortuna. Supongamos que evitaeste escollo y que emplea una parte de su gasto en la educacin de sus hijos, enasistir a sus amigos y en socorrer a los pobres, qu perjuicio puede resultar de aqu ala sociedad? Siempre se verificar el mismo consumo, y el producto de trabajo que unhombre gasta hoy en una pequea diversin servir para alivio de miserables yprocurar el placer y la satisfaccin de muchos. Los mismos cuidados y las mismasfatigas que se emplean en preparar el Pastel de Navidad daran pan a toda una familia

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    por espacio de seis meses. Decir que sin un lujo vicioso el trabajo no se extendera atodo, no es mas que decir que en la naturaleza humana se hallan otros defectos fuerade la indolencia, de la avaricia y de la inatencin a los dems hombres, para quienes ellujo es en algn modo un remedio; as como un veneno puede servir de antdoto paraotro veneno: pero la virtud es semejante al alimento mas saludable , y mas eficaz que

    el veneno mas bien corregido.Supongamos el mismo nmero de personas que hay al presente en la Gran Bretaa,con el mismo clima y el mismo territorio. Pregunto yo sino serian mas dichosas con elmodo de vivir mas perfecto que pueda imaginarse, y con la mayor reforma decostumbres que pudiese obrar en ellas el todopoderoso? Sera extravaganciamanifiesta el negarlo. Como el pas puede alimentar muchos mas habitantes de los quetiene, jams experimentaran otros males que los que resultan de la debilidad delcuerpo; y estos males no componen la mitad de las miserias humanas. Todos losdems son efecto o de nuestros vicios o de los de otros; y por lo comn muchas denuestras enfermedades no tienen otro origen. Si desterris el lujo vicioso sin proscribir

    la ociosidad, la holgazanera y la indiferencia para con los dems, no haris otra cosaque disminuir la industria en el Estado, sin aumentar la caridad ni la generosidad.Contentmonos pues, con decir que dos vicios opuestos pueden ser ms ventajosos enel Estado que el uno de los dos solo; pero guardmonos bien de afirmar que el vicio ens es ventajoso.No cometi una imprudencia muy grande cierto autor cuando afirm en un lugar desu libro que las distinciones morales son invenciones de los polticos para mantener elinters pblico, y sostuvo en la pgina siguiente que el vicio es ventajoso al Estado?[2] Con efecto en cualquiera sistema de moral parece que nada menos habr quecontradiccin en los trminos, si dice del vicio que en general es ventajoso a la

    sociedad.Yo he credo deba extenderme un poco sobre este asunto para aclarar una cuestinfilosfica que se ha agitado muchas veces en nuestra Inglaterra. La llamo filosfica yno poltica; porque cul puede ser la consecuencia de una metamorfosis tan milagrosaen el gnero humano, sino la de dotar a todos los hombres de toda suerte de virtudesy librarlos de todo vicio? Pero esto no pertenece al Magistrado que solo aspira a lasposibilidades. El no puede desterrar vicio alguno, substituyndole una virtud; y muchasveces no puede desterrar uno sin abrir la puerta a otro: y en este caso debe preferir elmenos funesto a la sociedad. El lujo llevado al exceso es el origen de muchos males,pero en general es preferible a la ociosidad y a la holgazanera, que indubitablementele reemplazaran; y as el uno como el otro son ms perniciosos al pblico y a losparticulares. Cuando reina la ociosidad, reina tambin entre los particulares un modode vivir grosero y miserable, sin placer y sin sociedad: y si en estas circunstanciasexige el soberano el servicio de sus sbditos, el trabajo del pas, que apenas da lonecesario para los trabajadores, tampoco podr abastecer a los que se emplean en elservicio pblico.

    Notas:

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    [1] La inscripcin de la plana de Vandoma dice 440.000.[2] Vasela fabula de las abejas.

    DISCURSO TERCEROSOBRE EL DINERO

    El dinero, hablando con propiedad, no es una mercanca, y s solo un instrumento parael negocio; por unnime consentimiento han convenido los hombres en que sirva parafacilitar el cambio de un gnero por otro. No es propiamente la rueda que hace andaral comercio, sino el unto viejo que se da a la rueda, para que voltee con ms viveza yfacilidad. Si consideramos a cada reino en s mismo, es evidente que la mayor o menorcantidad de dinero no es de gran consecuencia, puesto que el precio de las cosas seproporciona siempre a la cantidad de dinero, de tal manera que en el reinado deENRIQUE VII, se haca tanto con un escudo como hoy con una libra esterlina. Solo elestado es a quien trae cuenta la abundancia de dinero, ya en las guerras, ya en lasnegociaciones con las potencias extranjeras. Esta es la razn porque todos los estados

    ricos y comerciantes desde Cartago hasta la Inglaterra y la Holanda inclusivamente, sehan valido de las tropas mercenarias que les suministraban sus vecinos indigentes. Sise hubieran servido de sus sbditos naturales, hubieran hallado menos ventajas en lasuperioridad de sus riquezas y de la cantidad de oro y plata que posean; puesto que lapaga de un hombre que sirve al pblico debe proporcionarse siempre con la opulenciapblica. Nuestro pequeo ejrcito de veinte mil hombres nos cuesta tanto como unejrcito tres veces ms numeroso a la Francia. La armada Inglesa en la ltima guerranecesitaba tanto dinero para mantenerse, cuanto exigieron en tiempo de losEmperadores todas las Legiones Romanas que subyugaron el mundo entero. [1]La cantidad de pueblo y de industria son dos cosas ventajosas en toda, especie de

    caso, tanto para dentro como para fuera, para el particular y para el pblico; pero eldinero tiene un uso muy limitado, y su demasiada abundancia puede perjudicar a unaNacin en su comercio con los extranjeros.Parece que hay en los negocios de este mundo un concurso dichoso de causas, queoponen obstculos al acrecentamiento excesivo del comercio y de las riquezas, eimpiden que se concentren en una sola Nacin. Una vez que un pueblo se hayaadelantado a otro en el comercio, es muy difcil a este ltimo reconquistar el terrenoque ha perdido; porque el primero siempre tiene la ventaja de la industria y lahabilidad, y porque sus mercaderes estando mejor surtidos de mercaderas puedenvenderlas con mucha menor ganancia; pero esta ventaja tambin se contrapesa con elbajo precio de la mano de obra en todo pas que no tiene un comercio muy extendido,ni una abundancia considerable de oro y plata. Esta es tambin la razn porque lasmanufacturas van mudando poco a poco de lugar, abandonando las regiones yprovincias que han enriquecido, y se refugian a otras a donde las atrae la baratura delos gneros. En general puede decirse que el precio subido de las cosas que provienede la abundancia de dinero es una desventaja que ordinariamente acompaa a uncomercio slidamente establecido, y que le fija lmites en todos los pases, poniendo a

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    una Nacin mas pobre en estado de dar mas barato el gnero que una Nacin rica, enlas ventas al extranjero.Estas consideraciones me hacen dudar mucho de la utilidad de los Bancos y de losbilletes de crdito, que se tienen por tan ventajosos en todas las Naciones. Bajomuchos respectos es inconveniente el que los gneros y la mano de obra se

    encarezcan con el aumento del comercio y la abundancia de la plata; pero es uninconveniente inevitable, y es el efecto natural de la opulencia y de la prosperidad, queson el objeto de todos nuestros deseos. Adems se halla bien compensado con lasventajas que sacamos de poseer este precioso metal, y con la influencia que da a laNacin en las guerras y en las negociaciones extranjeras. Parece que no puede haberrazn alguna que obligue a aumentar este inconveniente con una especie de monedafalsa, que los extranjeros no recibirn, y que ser reducida a cero al primer desordenque haya en el Estado. Es bien cierto, lo confieso, que en todos los Estados ricos haygentes que teniendo gruesas sumas en especie, preferirn el papel (mediante laseguridad conveniente), por ser mas fcil de transportar y de guardar. Sino hay banco

    pblico, los banqueros particulares no omitirn valerse de esta coyuntura, como losplateros lo practicaban antes en Londres, y como lo hacen actualmente los banquerosen Dubln. Esta es la razn por que vale mas, segn mi dictamen , el que una sociedadpblica goce del beneficio de los billetes de crdito, que siempre tendrn curso en todoReino opulento. Pero el aumentar artificiosamente esta especie de crdito nunca puedeconvenir a los intereses de alguna Nacin comerciante. Por el contrario es necesariocreer que de ah resulta un perjuicio, porque aumenta las especies ms de lo querequiere su proporcin natural con la mano de obra y con los gneros, y sube por estemedio el precio de estas dos cosas al mercader y al manufacturero. Convengamos noobstante en que no habra cosa mas til que un banco que guardase como en depsito

    toda la plata que recibiese, sin aumentar jams las especies circulantes, haciendoentrar en el comercio una parte de su tesoro, como se practica ordinariamente. Coneste medio un banco pblico cortara de raz todos los fraudes de los banquerosparticulares y cambiadores.Es cierto que los salarios de los directores, tenedores de libros y cajeros de este bancocargaran enteramente sobre el estado, puesto que adoptndose nuestro supuesto nose cometeran en l fraudes, ni por consiguiente resultaran utilidades para ellos; perola ventaja que la Nacin sacara del bajo precio de la mano de obra y la destruccin delos billetes de crdito, serian una indemnizacin suficiente. Omito ahora decir el que unacopio de plata que se tendra siempre, digmoslo as, en la mano, facilitara grandesrecursos en las necesidades urgentes del estado y en las calamidades pblicas, ypodra reemplazarse poco a poco en tiempo de paz y de prosperidad.Pero en otra parte hablaremos mas a la larga de los billetes de crdito, y entre tantoconcluiremos este ensayo sobre el dinero con dos observaciones que propondremos yexplicaremos, y que acaso servirn para que se ocupen las especulaciones de nuestrospolticos; porque siempre son estos seores los sujetos a quienes me dirijo aqu, y aquienes llamo en mi auxilio: no acomodndose con mi humor el que adems de estar

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    expuesto al ridculo afecto por lo comn al carcter de filsofo en este siglo, memotejen tambin de proyectista.I. ANACHARSIS EL ESCITA, que nunca haba visto dinero en su pas, deca burlndose,que le pareca que el oro y la plata no servan a los Griegos mas que para contar ycifrar [2]. Efectivamente se ve con claridad que el dinero no es otra cosa que la

    representacin del trabajo o de las cosas necesarias a la vida, o un modo de tasar yestimar estas cosas. El pas en que las especies son ms abundantes, necesita mayorcantidad para representar la misma cantidad de bienes que se hallan en otro pasdonde es ms raro el dinero. De aqu se sigue que considerada una Nacin en smisma, esta mayor abundancia de dinero no decide de su mal o bienestar; as comoimporta poco el que los libros de un mercader, en lugar de cifras rabes que pidenpocos caracteres, estn escritos en cifras romanas, que requieren muchos ms. Hayotra razn, y es que la abundancia de especies semejante a las cifras romanas, es muyembarazosa e incmoda, y ms difcil de guardar y de transportar. Pero a pesar deesta consecuencia, y en cuya exactitud es necesario convenir, es constante que

    despus del descubrimiento de las minas de la Amrica, la industria se ha acrecentadoen todos los reinos de Europa, exceptuando los poseedores de estas minas; lo cualdebe atribuirse a otras razones diversas del aumento del oro y de la plata. As es quevemos que en cada reino donde empieza a correr la plata en mayor abundancia queantes, todas las cosas toman un nuevo aspecto; el trabajo y la industria dan con quevivir; el mercader emprende muchos negocios; el manufacturero se hace mas diestro einteligente; y hasta el arrendador cultiva la tierra con mas alegra y mas atencin. Noes fcil dar la razn de esta diferencia si consideramos la influencia que tiene en estemismo reino la mayor abundancia de especies, subiendo el precio de los gneros, yobligando a cada uno a pagar un nmero mayor de esas piezas pajizas o blancas para

    tener lo que desea. Respecto al comercio con el extranjero parece cierto que la grandeabundancia de dinero es una desventaja, puesto que hace levantar el precio de todaespecie de mano de obra.Para dar razn de este fenmeno es necesario considerar que aunque la subida de losgneros es una consecuencia necesaria de la multiplicacin de las especies de oro yplata, no es con toda la consecuencia inmediata. En efecto, se necesita tiempo paraque las especies circulen con abundancia de un extremo a otro del Estado, y penetrentodas sus partes tanto especficas como individuales. Al principio no se nota alteracinsensible; ahora se encarece este gnero, y despus aquel, y as se va por grados hastaque la totalidad haya llegado a una justa proporcin con la nueva abundancia deespecies que se halla en el reino. Segn mi modo de pensar solo en el intervalo ocircunstancia intermedia entre la adquisicin de la opulencia y la alza de precio de lascosas, es favorable a la industria la multiplicacin de las especies de oro y plata.Cuando cierta cantidad de dinero se introduce en una Nacin, no se distribuyeprontamente en muchas manos, sino que permanece confinada en los cofres dealgunas personas que procuran desde luego emplearla del modo ms ventajoso.Supongamos una compaa de mercaderes o manufactureros que han recibidoretornos de oro y plata por mercaderas enviadas a Cdiz, y los hallaremos en estado

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    de emplear mas artfices que antes; los cuales no tomarn la resolucin, de pedirsalarios mas fuertes, como que estn muy contentos de verse empleados por sujetosque pagan tan bien. Si los artfices escasean, los mercaderes dan salarios mayores,pero exigen al mismo tiempo mas trabajo, a el cual se somete gustoso el artesano,porque entonces puede comer y beber mejor para indemnizarse de este recrecimiento

    de pena y de fatiga. Va con su dinero al mercado, donde halla todas las cosas almismo precio que antes, y vuelve con una provisin grande y de mejor calidad parasustentar su familia. Los labradores y los hortelanos, viendo que sus frutos sedespachan mejor, se aplican gustosos a procurarse cosechas mas abundantes, y almismo tiempo se les pone en la fantasa comprar mejor y mas pao a sus mercaderes,y este pao est al mismo precio que antes, lo cual solo sirve para estimular suindustria con el atractivo de esta nueva ganancia. Es bien fcil notar as todos losprogresos que las especies hacen en un Estado, y siguiendo este mtodo hallaremosque solo despus de haberse excitado al trabajo cada individuo, empieza a subir elprecio de la mano de obra. Para probar que las especies pueden aumentarse

    considerablemente antes que produzcan este ltimo efecto, pueden alegarse entreotras razones las frecuentes y diversas mutaciones que los Reyes de Francia han hechoen su moneda. Siempre se ha observado que el aumento del valor numerario no haceencarecer los gneros, ni la mano de obra a proporcin, a lo menos an tiempomismo. A fines del reinado de Luis XIV, el dinero subi tres sptimas partes, y el preciode las cosas solo aument una. El trigo est actualmente en Francia al mismo precioque tenia en 1683, no obstante que la plata estaba entonces a 30 libras el marco, yhoy est a 50. [3]Dejemos aparte la cantidad de oro y plata que puede haber entrado en este Rey nodesde la primera poca.

    De todo este razonamiento resulta que respecto de la felicidad interior del Estado, esindiferente el que sea mayor o menor la cantidad de dinero. Con todo es inters de lahuella poltica favorecer su multiplicacin, porque este es el modo de excitar laindustria en una Nacin, y de aumentar la mano de obra, que es en lo que consistetoda la realidad del poder y de las riquezas. Una Nacin en que la cantidad de dinerovaya decreciendo, se hace desde el mismo momento en que empieza la disminucinms dbil y ms pobre que otra que no posee mayor cantidad de dinero; pero que esten el caso de irla acrecentando. Esto es fcil de comprehender, si se atiende a que lamutacin, en esta misma cantidad de dinero que se hace en sentido contrario en una yotra Nacin, no produce inmediatamente una diferencia proporcionada en el precio delos gneros. Siempre hay un intervalo antes que los negocios se ajusten a su nuevasituacin, y este intervalo es tan pernicioso a la industria, cuando el oro y la plata vandisminuyendo, como ventajoso, cuando estos mismos metales van aumentando. Elfabricante y el mercader dejan de ocupar al artfice, aunque pagan las cosas al mismoprecio en el mercado. El arrendador no puede despachar sus frutos y su ganado,aunque paga la misma renta a su seor. Finalmente es fcil preveer la miseria, lapobreza, y la ociosidad que trae consigo esta mutacin.

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    II. La segunda observacin que me he propuesto hacer respecto del dinero, puedeexplicarse del modo siguiente. Hay muchos reinos y pases en Europa, donde el dineroanda tan raro (en otro tiempo se hallaban en el mismo caso) que los seores de tierrasno pueden sacar nada de sus renteros y se ven obligados a tomar en pago los frutos yconsumirlos ellos mismos, o enviarlos a los lugares de mercado para venderlos. En

    estos pases el soberano no puede cargar sino poco o ningn impuesto, sino le cobradel mismo modo. Pero como los impuestos pagados as traen muy poca utilidad, esevidente que un reino de esta circunstancia no podr menos de ser muy dbil aun enlo interior, y no podr mantener armadas, ni ejrcitos tan considerables como los quetendra si abundase de oro y plata en toda su extensin. Seguramente se halla unadesproporcin muy grande con respecto a las fuerzas entre el estado presente de laAlemania, y el que tenia hace doscientos a trescientos aos. [4] Y esta desproporcines ms notable respecto de las fuerzas, que respecto de la industria, de la poblacin yde las manufacturas. Los dominios de la Casa de Austria en el Imperio estn por logeneral bien poblados, bien cultivados, y son de muchsima extensin; pero sin

    embargo esta casa no tiene un peso proporcionado en la balanza de la Europa.Comnmente se supone que esto proviene de la falta de dinero. Pero esta suposicincmo podr acordarse con este principio de la razn, que la cantidad de oro y plata esindiferente en s misma? Segn este principio si el soberano tiene muchos sbditos, yestos tienen muchos gneros, aquel debe ser naturalmente grande y poderoso, y estosricos y felices con independencia del mas o del menos de esos preciosos metales, queson susceptibles de muchas divisiones y subdivisiones; y si las monedas llegasen a sertan pequeas que se temiese perderlas, era fcil mezclarlas con otro metal de menorcalidad, como se ha practicado en muchos pases de la Europa, y con este arbitriodarles un grueso mas sensible y conveniente. Cualquiera que sea la cantidad y el color

    nada importa; porque siempre tienen un mismo uso, que es el de trocarlas por lascosas necesarias a la vida.En punto a las dificultades que se objetan, respondo que el efecto que se supone comoun resultado de la escasez de especies, proviene mas bien de las costumbres y de losusos de los pueblos, y que muy de ordinario nos engaamos tomando un efectocolateral por una causa. La contradiccin pues, no es mas que aparente, y algunasreflexiones que vamos hacer, bastarn para explicar los principios por cuyo mediopodemos conciliar la razn con la experiencia.Parece ser una mxima que se evidencia por s misma la de que el precio de cada cosadepende de la proporcin entre los gneros y el dinero, y que toda mutacinconsiderable que sobreviene a una de estas dos cosas produce tambin el mismoefecto, que es el de alzar o bajar el precio de las cosas. Multiplicad los gneros, y lostendris; ms baratos; multiplicad las especies, y encareceris los gneros; y si porotra parte disminus los unos y las otras, produciris efectos enteramente contrarios,Est pues manifiesto que el precio de las cosas depende menos, hablandoabsolutamente, de la cantidad de gneros y de dinero que hay en un pas, que de losgneros que se venden o pueden venderse, y del dinero que circula. Si las especiesestn encerradas en los cofres, esto es lo mismo, por lo que toca al precio, que si se

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    hubieran aniquilado. Si los gneros se amontonan en almacenes, resultar el mismoefecto; y como en estos dos casos el dinero y los gneros nunca se ven juntos, la unade las dos cosas nunca puede influir sobre la otra. Si queremos formar conjeturassobre el precio de los gneros, el trigo que los labradores se ven obligados a reservarpara el sustento de sus familias, de ningn modo entrar en nuestro clculo. Solo el

    sobrante, comparado con el despacho que tiene, es lo que determina el valor de lascosas venales,Para hacer la aplicacin de este principio es necesario considerar que en la primera ymas grosera edad de cada estado, antes que la imaginacin confundiese susnecesidades con las de la naturaleza, los hombres se contentaban con las produccionesde su propio suelo, o con las preparaciones groseras que podan darles por sus mismasmanos; y que entonces no se trataba de cambios, o a lo menos de los que se hacenmediante el dinero, que por consentimiento universal es la medida comn de todocambio. Hilaban la lana de sus propios rebaos que despus teja algn vecino, y cuyotrabajo se pagaba en grano o en lana, y todos se provean y vestan con corta

    diferencia por el mismo medio. Los carpinteros, los herreros, los albailes y los sastresreciban como salario esta especie de cosas, y hasta los grandes que tenan tierras,viviendo en las inmediaciones, se contentaban con que se les pagasen las rentas enfrutos cogidos por sus arrendadores. De estas consuman la mayor parte en sus casas,el resto acaso se despachaba en los pueblos vecinos en cambio de dinero queempleaban en otros gastos y en sus diversiones.Pero luego que los hombres empezaron a refinar los placeres de la vida, a comunicarsemas entre s, y a no contentarse con las producciones de sus vecinos, se aumentaronlos cambios y comercios de toda especie, y se introdujo en ellos mayor cantidad dedinero. El mercader ya no quiso desde entonces recibir trigo en pago, porque

    necesitaba otras muchas cosas que no se comen. El labrador sali de su parroquia parair a comprar las mercaderas que necesitaba, y no siempre pudo llevar sus frutos almercader que le provea. El caballero quiso viajar o residir en la capital, y dijo que nose le pagasen las rentas en frutos, sino en oro o en plata. Otros empezaron adedicarse a las empresas del comercio y las manufacturas, y no pudieron traficar sinopor medio de las especies. Este es el conjunto de circunstancias con que lleg a ser eldinero el instrumento de los contratos y de las ventas, y as es como lleg a hacersems comn que antes era.El efecto natural de esta mutacin, con tal que el dinero no se haya multiplicadomucho en una Nacin, es que todas las cosas estarn mas baratas en los tiempos deindustria y refinamiento, que en los tiempos groseros e ignorantes. La proporcin entreel dinero que circula y los gneros que se venden en el mercado, es la tasa comn. Loque el propietario consume o cambia por otras cosas nunca viene al mercado, o a lomenos no tiene relacin alguna con las especies corrientes, y en esta parte es lomismo que si no existiese. Por consiguiente esta especie de cambio destruye laproporcin respecto de los gneros, y aumenta los precios. Pero luego que el dineroentra en los contratos y en las ventas, y por todas partes se hace medida del cambio,la misma caja nacional tiene que llenar un descubierto mayor, todos los gneros se

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    llevan entonces al mercado, la esfera de la circulacin se engrandece; sucede el mismocaso que si esta suma individual hubiese de servir para un reino mayor; y he aqu larazn porque habindose disminuido la proporcin por parte del dinero, esabsolutamente necesario que todo se ponga mas barato, y que les precios vayanbajando por grados.

    Por los clculos mas exactos que se han hecho en toda la Europa, mediante los abonosnecesarios, a causa de las variaciones en el valor numerario, se ha averiguado que elprecio de las cosas solo ha aumentado en un triplo, o todo lo mas un cudruplo, desdeque se descubrieron las Indias Occidentales. Con todo quin se atrevera a asegurarque hoy solo hay en Europa tres o cuatro veces mas dinero que el que haba en elSiglo XV y en los precedentes?Los espaoles y los portugueses sacan de sus minas de Amrica, y los ingleses, losfranceses y los holandeses de su comercio en frica mas de siete millones de librasesterlinas por ao, de los que apenas pasa la dcima parte a las Indias Orientales. Solaesta suma de siete millones debe hacer probablemente en el espacio de cinco aos el

    doble de todo el dinero que hubo antiguamente en Europa y no puede darse razn mssatisfactoria de no haberse subido por lo general tan exorbitantemente el precio detodas las cosas, sino la mutacin que ha habido en los usos y costumbres. Despusque la industria produjo ms frutos y mercaderas, la venta de estas comodidades seha extendido mucho mas, por haber los hombres abandonado la antigua simplicidad decostumbres. Y aunque estas cosas no se han aumentado a proporcin del dinero, noobstante, la cantidad de ellas ha sido bastante considerable para conservar entre lasespecies y los gneros la proporcin que mas se aproxima al pie antiguo.Si se me pregunta ahora cual de estos dos modos de vivir es mas ventajoso al estadoo a la sociedad, si el antiguo o el moderno, esto es, si la simplicidad o el refinamiento

    de costumbres, responder sin mucho escrpulo que prefiero este ltimo, a lo menoshablando polticamente, y que le miro como una nueva razn para fomentar elcomercio y las manufacturas.Si los hombres viviesen con la simplicidad que antiguamente, limitndose a unaindustria domstica y al puro necesario, el soberano no podra exigir impuesto algunoen dinero de una parte considerable de sus sbditos; sera preciso pagarle en frutos,que sera la nica cosa que tendran en abundancia; lo cual est sujeto a tantos y tangraves inconvenientes que es superfluo detenernos en ellos. Este soberano no podrasacar dinero sino de sus principales ciudades, nicos lugares en que circulara; y esevidente que estas ciudades no podran dar tanto como todo el estado suministrara, siel oro y la plata circulasen por todas sus partes. Pero adems de esta tristedisminucin de rentas, hay tambin otra causa de la pobreza del estado, cuando sehalla en esta situacin. No solo el Soberano recibe menos dinero, sino que aun todo eldinero mismo no se introduce tan adentro, como en los tiempos de industria y de uncomercio general. Todo est ms caro en el pas en que se suponen iguales el oro y laplata, as porque se exponen en venta pocos gneros, como porque el dinero noguarda proporcin con lo que se quiere comprar. Y sola la proporcin es la que fija ydetermina el precio de cada cosa.

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    Sobre lo cual podemos notar un error que se halla muy comnmente en loshistoriadores, y en el que caen de ordinario muchas gentes en la conversacin; que unestado, aunque sea frtil, est bien poblado y bien cultivado, es sin embargo dbil soloporgue le falta dinero. Al contrario parece que la escasez de dinero nunca puede sernociva a un estado, considerado en s mismo: los hombres y los gneros son la fuerza

    real de toda sociedad. La sencillez en el modo de vivir es la que perjudica al pblico,confinando el oro y la plata en pocas manos, e impidiendo que se derramen y circulenpor todas las partes del estado. El lujo y la industria por el opuesto hacen comunesestos preciosos metales en todo el estado; por pequea que sea su cantidad, laderraman, digmoslo as, de vena en vena, y la introducen en todas las negociacionesy contratos. No hay mano que deje de tener alguna parte; y como el precio de todaslas cosas se disminuye por este medio, el soberano saca doble utilidad, porque puedesacar dinero de todas las partes de su estado, y porque el que recibe circula mas conmotivo de las ventas y de los pagos.Comparando los precios entre s, puede concluirse desde luego que la China no tiene

    ms dinero que el que haba en Europa hace trescientos aos. Sin embargo qupotencia tan grande no ser este imperio, si se ha de formar juicio por el nmero deOficiales civiles y militares que mantiene? Polibio [5] observa que los vveres estabantan baratos en su tiempo en Italia, que en muchas ciudades el escote regular en lashosteras solo era de medio as por cabeza; esto es, poco mas de un liard deInglaterra: con todo Roma estaba entonces en el ms alto grado de poder, y casi eraseora de todo el mundo conocido. Cien aos antes de esta poca los EmbajadoresCartagineses decan por modo de chanzoneta que no haba en el mundo pueblo queviviese mas sociablemente que los romanos, porque vean que en todos los festinesque se les daban como a ministros extranjeros se servia con una misma bajilla. [6] La

    cantidad de oro y plata es indiferente en s misma. Solo dos circunstancias puedenhacerla importante; el aumento gradual de estos preciosos metales, y su continuacirculacin entre todos los miembros que componen el cuerpo del estado. Ya hemoshecho ver cuales eran los efectos de estas dos circunstancias. En el Discurso siguienteveremos otro error semejante al que acabamos de combatir: en el que un efectocolateral se toma por una causa y una cierta consecuencia se atribuye a la abundanciade dinero, aunque en la realidad solo resulta de las mutaciones que experimentan lospueblos.

    Notas:[1] En la Infantera Romana un soldado tenia un difiero por da, que hace poco menosde ocho sueldos de Inglaterra. Los Emperadores Romanos mantenan regularmenteveinticinco Legiones, que hacen, a 50.000 hombres por Legin, y 25.000. Vase TcitoAnn. lib. IV. Es cierto que haba tambin Legiones auxiliares, pero su nmero no erafijo, ni tampoco su paga. Considerando solo los simples legionarios, y desando a parte,los Oficiales, la paga de estas veinticinco Legiones no sube mas que a 1.600.000 librasesterlinas. Pues bien, el Parlamento ha concedido para la armada en esta ltima guerra2.500.000 libras esterlinas; con que restan 900.000 libras para la paga de Oficiales y

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    dems gastos de las Legiones. En los ejrcitos romanos parece que haba muy pocosOficiales en comparacin de las tropas modernas, si se exceptan algunos RegimientosSuizos. Estos Ofciales tenan una paga muy Corta; un Centurin, por ejemplomantena ms que el doble prest de un soldado: y como el soldado, segn Tcito Ann.lib. I, estaba obligado a costearse el vestido, las armas y la tienda, desquitndoselo

    todo de su paga, es evidente que esto, disminua mucho los dems gastos del Ejrcito.As es que costaba poco mantener este poderoso imperio, y era fcil soportar el yugoque haba impuesto al mundo. A lo menos esta es la consecuencia que resulta delclculo precedente; porque aun despus de conquistado el Egipto , parece que apenashaba tanto dinero en Roma como el que hay hoy da en el reino mas rico de la Europa.[2] Plut. Quomodo quis tuts profectut in virtute sentir possit.[3] Aseguramos este hecho con la autoridad de Mr. Du Tot, cuya obra, tituladaReflexiones polticas, le ha adquirido una justa reputacin: bien que me veo precisadoa confesar que en algunas ocasiones afirma cosas tan sospechosas que disminuyen suautoridad en esta materia. Pero esto no quita el que sea cierta y muy verdadera la

    observacin general, que el aumento de las monedas en Francia no hizo subirprontamente el precio de las cosas, ni en proporcin. Como de paso diremos que estoparece la mejor razn que puede darse en favor del aumento gradual y universal delas monedas, aunque se haya omitido en todos los volmenes escritos sobre lamateria, por Mrs. Meln, Du Tot Paris de Verney. Si toda nuestra moneda, porejemplo, se refundiese y se rebajase a cada cheln un sueldo de plata, probablementese comprara con los nuevos chelines la misma cantidad y la misma calidad de cosasque antes se compraban con los viejos: por este medio el precio de las cosas sedisminuira insensiblemente, el comercio extranjero se fomentara, y la industriadomstica se aumentara con la circulacin de un mayor nmero de especies. Si este

    proyecto se hubiera de ejecutar convendra poner los nuevos chelines a 24 mediossueldos para ma