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JAVIER ECHEVERRIA fiarse el plan general de esta Enciclopedia se acordó destinar dos volúmenes al período que va del Renacimiento a la Ilustración; después de concluido el primero se tiene la impresión de que harían falta varios volúmenes más, tal es la riqueza del período estudiado y los constantes sacrificios de espacio a que se han visto obligados sus redactores". Terminado el segundo volumen, esa impresión persiste. Aun así, estos dos volúmenes abordan la mayor parte de temas y autores relevantes, sin perjuicio de que algunos grandes pensadores no han sido tratados a fondo, ni de que po- drían haberse incluido muchos más. En cualquier caso, el recorrido es lo suficientemente amplio y, a veces, detallado, corno para que Jos lectores y lectoras de estos dos tomos de la EIAF dispongan de una buena introducción al pensamiento moderno, hecho desde una perspectiva histórica, es decir, ateniéndose a los problemas que preocuparon a los pensadores modernos, y no a lo que hoy en día se llama modernidad. Otros volúmenes de laEnciclopedia abordarán este problema, que es propio de la filosofía de finales de siglo xx, y no de la filosofía moderna. El nivel medio de las contribuciones que aquí se publican muestra bien el alto nivel que ha alcanzado la historia de la filosofía que elaboran los pensadores iberoamericanos con vocación universalísta. Se trata de exponer lo que el pensamiento iberoamericano actual puede aportar a la historiografía universal de la filosofía moderna. Por ello se estudian ante todo autores italianos, franceses, ingleses y alemanes, sin aludir apenas a los filósofos españoles e iberoame- ricanos de esta época, que los hubo, y muy significativos, pero sin alcanzar la influencia mundial que tuvieron los pensadores aquí estudiados. Otros volúmenes de la EIAF permitirán colmar esta laguna, que es coherente con el diseño mismo de estos dos volúmenes y con el de la Enciclopedia Iberoamericana en general. Como editor suplente, dedico este volumen a la memoria del profesor Ezequiel de Olaso, que fue su principal iniciador, además de impulsar desde el principio el proyecto general de la EIAF como miembro de su Comité Académico. En algún mundo posible Ezequiel hubiera podido compilar personalmente estas páginas hasta el final, y no dudo de que el resultado hubiera sido mejor. La responsabilidad de las deficiencias que sin duda habrá en esta obra son exclusivamente atribuibles a quien firma este prólogo, por no haber sabido interpretar bien el diseño del profesor de Olaso. Conste mi agradecimiento a todos los autores que colabo- ran en este volumen por el alto nivel de sus artículos y mis dis- culpas a quienes, teniendo sobrados méritos para poder haber colaborado, tuvieron que ser descartados de este volumen. 12 LA REVOLUCIÓN COSMOLÓGICA: DE COrÉRNICO A DESCARTES Miguel Ángel Granada La publicación en 1543 de la obra de Copérnico titulada De reuolutionibus orbium coelestíum, dio lugar a una radical transfor- mación de la cosmología que es denominada con frecuencia «ce- volución científica" o «revolución copernicana». De resultas de este proceso, del que Copérnico fue un detonante en virtud de las implicaciones revolucionarias de su obra (más allá de su propia conciencia y voluntad) y que encontró su clausura teórica sólo con la publicación en 1687 de los Principia mathematica philosophiae naturalis de Newton, disciplinas científicas como la astronomía y la física salieron radicalmente transformadas. Además, esta revolu- ción que dio origen a la «ciencia moderna» estuvo estrechamente vinculada a la gestación de la filosofía moderna, es decir, a la renovación de las concepciones epistemológicas y ontológicas, así como a las conexiones teológicas de todo ello. En este trabajo estudiaremos la renovación de la imagen del universo en el perío- do comprendido entre Copérnico y Descartes y atenderemos, además de estos dos autores, a algunos momentos sobresalientes en el proceso, especialmente a las ideas cosmológicas de Giordano Bruno, johannes Kepler y Galileo Galilei. I. NICOLAS CorÉRNICO (1473-1543) 1. Antecedentes y edición del De revolutionibus Aunque el De reuolutíoníbus se publicó el mismo año de la muerte de Copérnico, la obra estaba ya terminada en 1530. Sabemos incluso que el astrónomo polaco había redactado antes de 1514 13

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JAVIER ECHEVERRIA

fiarse el plan general de esta Enciclopedia se acordó destinar dosvolúmenes al período que va del Renacimiento a la Ilustración;después de concluido el primero se tiene la impresión de queharían falta varios volúmenes más, tal es la riqueza del períodoestudiado y los constantes sacrificios de espacio a que se han vistoobligados sus redactores". Terminado el segundo volumen, esaimpresión persiste. Aun así, estos dos volúmenes abordan la mayorparte de temas y autores relevantes, sin perjuicio de que algunosgrandes pensadores no han sido tratados a fondo, ni de que po­drían haberse incluido muchos más.

En cualquier caso, el recorrido es lo suficientemente amplio y,a veces, detallado, corno para que Jos lectores y lectoras de estosdos tomos de la EIAF dispongan de una buena introducción alpensamiento moderno, hecho desde una perspectiva histórica, esdecir, ateniéndose a los problemas que preocuparon a los pensadoresmodernos, y no a lo que hoy en día se llama modernidad. Otrosvolúmenes de laEnciclopedia abordarán este problema, que es propiode la filosofía de finales de siglo xx, y no de la filosofía moderna.El nivel medio de las contribuciones que aquí se publican muestrabien el alto nivel que ha alcanzado la historia de la filosofía queelaboran los pensadores iberoamericanos con vocación universalísta.Se trata de exponer lo que el pensamiento iberoamericano actualpuede aportar a la historiografía universal de la filosofía moderna.Por ello se estudian ante todo autores italianos, franceses, inglesesy alemanes, sin aludir apenas a los filósofos españoles e iberoame­ricanos de esta época, que los hubo, y muy significativos, pero sinalcanzar la influencia mundial que tuvieron los pensadores aquíestudiados. Otros volúmenes de la EIAF permitirán colmar estalaguna, que es coherente con el diseño mismo de estos dos volúmenesy con el de la Enciclopedia Iberoamericana en general.

Como editor suplente, dedico este volumen a la memoria delprofesor Ezequiel de Olaso, que fue su principal iniciador, ademásde impulsar desde el principio el proyecto general de la EIAFcomo miembro de su Comité Académico. En algún mundo posibleEzequiel hubiera podido compilar personalmente estas páginashasta el final, y no dudo de que el resultado hubiera sido mejor.La responsabilidad de las deficiencias que sin duda habrá en estaobra son exclusivamente atribuibles a quien firma este prólogo,por no haber sabido interpretar bien el diseño del profesor deOlaso. Conste mi agradecimiento a todos los autores que colabo­ran en este volumen por el alto nivel de sus artículos y mis dis­culpas a quienes, teniendo sobrados méritos para poder habercolaborado, tuvieron que ser descartados de este volumen.

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LA REVOLUCIÓN COSMOLÓGICA:DE COrÉRNICO A DESCARTES

Miguel Ángel Granada

La publicación en 1543 de la obra de Copérnico titulada Dereuolutionibus orbium coelestíum, dio lugar a una radical transfor­mación de la cosmología que es denominada con frecuencia «ce­volución científica" o «revolución copernicana». De resultas deeste proceso, del que Copérnico fue un detonante en virtud de lasimplicaciones revolucionarias de su obra (más allá de su propiaconciencia y voluntad) y que encontró su clausura teórica sólo conla publicación en 1687 de los Principia mathematica philosophiaenaturalis de Newton, disciplinas científicas como la astronomía yla física salieron radicalmente transformadas. Además, esta revolu­ción que dio origen a la «ciencia moderna» estuvo estrechamentevinculada a la gestación de la filosofía moderna, es decir, a larenovación de las concepciones epistemológicas y ontológicas, asícomo a las conexiones teológicas de todo ello. En este trabajoestudiaremos la renovación de la imagen del universo en el perío­do comprendido entre Copérnico y Descartes y atenderemos,además de estos dos autores, a algunos momentos sobresalientesen el proceso, especialmente a las ideas cosmológicas de GiordanoBruno, johannes Kepler y Galileo Galilei.

I. NICOLAS CorÉRNICO (1473-1543)

1. Antecedentes y edición del De revolutionibus

Aunque el De reuolutíoníbus se publicó el mismo año de la muertede Copérnico, la obra estaba ya terminada en 1530. Sabemosincluso que el astrónomo polaco había redactado antes de 1514

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un opúsculo que permaneció inédito: el llamado Commentaríolus,En él exponía los principios de su astronomía-cosmología (concre­tamente el heliocentrismo y el triple movimiento de la Tierra:anual, diario y de declinación) y daba los sistemas de círculos (conla longitud del radio de cada uno) que permitían explicar o salvarlos fenómenos o apariencias del movimiento planetario, a partirde los principios indicados, con un respeto escrupuloso del prin­cipio secular de la astronomía -la regularidad o uniformidad delmovimiento circular planetario COJi respecto a su centro- que enla astronomía ptolemaica se había abandonado de hecho con laconsiguiente corrupción histórica de la disciplina. En este opúscu­lo Copérnico ofrecía, por tanto, los principios}' líneas generalesde una reforma de la astronomía, dejando «para una obra másamplia» (el De reuolutionibus, aquí mencionado al menos comoproyecto) el pleno desarrollo matemático de la misma (Copérnico,1969; 1983)1. En otro opúsculo posterior que también permane­ció inédito hasta el siglo XIX, la denominada Carta contra \\!erner(dirigida en junio de 1524 a su amigo Bernard \X'apowski a peti­ción de éste), Copérnico criticaba la explicación del lento movi­miento de precesión de los equinoccios dada por Johannes \Verneren su obra De motu octavae sphaerae (Nuremberg, 1522) y con­cluía con las siguientes palabras:

¿Cuál es, por último, mi opinión acerca del movimiento de laesfera de las estrellas fijas? Dado que es mi intención presentar mispuntos de vista en otro texto, he considerado innecesario e impro­pio extender mi comunicación (Copérnico, 1969, 121).

Sin embargo Copémico no pensó publicar el De reuolutioní­bus, anunciado también en este opúsculo. La razón de ello era eltemor a la reacción negativa de teólogos y peripatéticos (filósofosnaturales) ante una astronomia-cosmologfa que parecía contrade­cir la letra de la Escritura y los principios de la física y teoríaaristotélica del movimiento; pero también su adhesión a una teo­ría pitagórico-platónica de la comunicación oral a sujetos capacespor su formación teórica e integridad moral de emitir un juicioautorizado. La divulgación, no obstante, de la tesis del movimien­to de la Tierra, sin duda como consecuencia de la circulación delCommentariolus y de las referencias verbales de unos a otros,llegó bastante lejos: en 1533 hasta Roma, donde tuvo lugar unaexposición ante el papa Clemente VII; en 1538 a \Vittenberg,donde suscitó la curiosidad del joven profesor de matemáticas de

1. Las referencias bibliográficas aparecen recogidas al final del capítulo.

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la universidad Georg-Joachim Rheticus (1514-1574), el cual obtu­vo permiso de su maestro Melanchton para efectuar un viaje deestudios que concluyó con la visita a Copérnico en Frauenburg (aorillas del Báltico).

Copérnico permitió al joven matemático la lectura del manus­crito de su De reuolutionibns, quizá esperando ejercer el magisteriopitagórico, y el resultado fue la conversión entusiasta de RheticusalaastronoITÚa-cosmología copernicana. Rheticus redactó en el plazo~e breves meses un resumen-exposición del De reuoíutíonibtts que,SIn duda con la aprobación de Copérnico, se publicó en Danzig enmarzo de 1540: la Narratio prima (una segunda edición aparecióen 1541 en Basilea). El joven discípulo redactó también un Tratadosobre el movimiento de la Tierra y la Escritura (que permanecióinédito y desapareció muy pronto hasta su recuperación y publi­cación en fecha reciente; véase Rheticus, 1984) en el que defendíala compatibilidad de la cosmología coperriicana con la Biblia. Lainsistencia de Rheticus y otras personas de su entorno llevaron a~opérnico a permitir la publicación. El De reuolutioníbus se publicófinalmente en Nuremberg en 1543 en la imprenta de]. Petreius(en 1566 apareció una segunda edición en Basilea, acompañada dela Narratio prima) con dos prefacios: uno del editor final, el teólogoreformado Andreas Osiander, famoso por su intransigencia antipa­pal, quien decidió anteponer a la obra una misiva anónima (parano perjudicar la recepción de la obra en ambiente católico): «Allector sobre las hipótesis de la presente obra); en esta misiva sepres~ntaba la obra -de acuerdo con una tradición secular, muyarraigada todavía en la época, de estricta separación entre astro­nomía matemática y cosmología (ísica- como una propuesta deastronomía matemática destinada a predecir las posiciones plane­tarias mediante cálculos matemáticos elaborados desde unos prin­cipi~s (el movimiento de la Tierra) puramente hipotéticos, carentesde dimensión física. El otro prefacio era la dedicatoria del propioCopé.mico al papa Pablo III, redactada en junio de 1542, en la cualse afirmaba la unidad de astronomía y cosmología, esto es ladimensión cosmológica o física de la astronomía y, por tanto: elcarácter real o físico de los principios astronómicos (centralidad solary movimiento terrestre) que permitían establecer un cálculo correctode los movimientos planetarios de acuerdo con el axioma de launiformidad del movimiento circular.

Los dos prefacios anunciaban ya las dos 'líneas de la recepciónfutura de Copérnico: la mayoritaria hipotético-instrumentalista,que toleraba a Copérnico a costa de eliminar sus implicacionesrevolucionarias en física y filosofía; la minoritaria, que denunciaba

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la tergiversación del editor y afirmaba la astronomía copernicanacomo un discurso físico, con la consiguiente necesidad de refor­mar la física e incluso la ontología por la manifiesta incompatibi­lidad del movimiento de la Tierra con el aristotelismo.

2. Astronomía y cosmología en la obra de Copérnico

El De reuoíutioníbus era una obra de astronomía matemática y sedirigía, por tanto, como la instancia apropiada para entenderla yevaluarla, a los matemáticos (astrónomos). Lo señalaba explícita­mente el propio Copérnico en su prefacio al papa Pablo III dicien­do que «las matemáticas se escriben para los matemáticos» (Copér­nico, 1982, 95) con el fin de desautorizar una condena inmediatade su obra desde la esfera teológica. Con ella Copérnico pretendíacumplir -y estaba seguro de haberlo, conseguido- el propósitoenunciado en los opúsculos anteriores: ofrecer un modelo geomé­trico de los movimientos celestes acorde con la experiencia (csal­var los fenómenos») y, por tanto, restaurar la astronomía, reali­zando así un deseo general de la cultura contemporánea al quehabían intentado dar satisfacción sin éxito en el siglo anteriorPeurbach y Regiomontano mediante un retorno al auténtico Pto­lomeo, al verdadero Almagesto, a través de un programa en buenamedida filológico de restitución de la astronomía ptolemaica.Copérnico, ciertamente, había construido el De reuolutioníbus so­bre el modelo del Almagesto, ofreciendo una réplica del mismo, esdecir, un tratamiento exhaustivo de todos los problemas de laastronomía matemática, lo cual convertía su obra en un sustitutoperfecto de la obra del astrónomo alejandrino. En el libro segundoestudiaba el movimiento diario y daba un completo catálogo es­telar de las 1022 estrellas existentes para la tradición (sin tomaren cuenta el hecho de que los descubrimientos geográficos estabanenriqueciendo el cielo austral) distribuidas en las 48 constelacio­nes, un catálogo en el que las diferencias con Ptolomeo eranmínimas, en el libro tercero trataba de la precesión y del movi­miento anual aparente del Sol; en el cuarto se ofrecía la teoría dela Luna y en los dos últimos se explicaba los movimientos enlongitud y latitud de los cinco restantes planetas. Y 'si Ptolomeohabía antepuesto al Almagesto un primer libro cosmológico desti­nado a establecer la imagen física del universo y a demostrar losprincipios físicos sobre los que se fundaba la astronomía matemá­tica (figura esférica, finita, del mundo; geocentrismo e inmovilidadde la Tierra central, principios establecidos también por Aristóte­les en el De caelo), lo mismo hacía Copérnico con su libro prime-

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ro; si Prolomeo había añadido al libro primero unos capítulosmatemáticos en los que exponía el utillaje matemático necesariopara el desarrollo de la astronomía, lo mismo había hecho final­mente Copérnico añadiendo los capítulos 12-14 del primer libro.Esta característica del De revolutíoníbus de nuevo Almagesto, derestitución e incluso renacimiento de una disciplina matemáticadecaída en el curso de los siglos, fue reconocida muy pronto porlos contemporáneos, que recibieron a Copérnico como un «nuevoProlomeo». Es lo que afirmaba Rheticus en la dedicatoria de laNarratio prima y lo que reconocerá Erasmus Reinhold en su edi­ción comentada de las Tbeoricoe novae planetarurn de Peurbach(\Xlittemberg, 1542L antes de la aparición del De reuolutíonibus ytras la lectura de la exposición de Rheticus.

Sin embargo, la restauración de la astronomía que el Derevclutíonibus ofrecía iba en contra de Ptolorneo y de la tradi­ción secular. Copérnico ofrecía una solución nueva del problemade los movimientos planetarios: rechazaba rotundamente el viejomodelo de las esferas homocéntricas que autores recientes comoGiovan Battista Amico (De rnotibus corporum coeíestiurn iuxtaprincipia peripatetica sine eccentricis el epícyclis, Venecia, 1536)y Girolamo Fracasroro (Homocentrica, Venecia, 1538) habíanintentado rehabilitar desde la rígida ortodoxia aristotélica demovimientos exclusivamente concéntricos y de una armonía deastronomía y filosofía natural a través de la plena subordinaciónde la primera. Quería también romper con el modelo ptolemaícode excéntricas y epiciclos, aun reconociendo que conseguía sal­var gran parte los fenómenos, por su violación del principio dela uniformidad del movimiento circular con respecto a su centroy porque no había podido descubrir «lo más importante, esto es,la forma del mundo y la exacta simetría de sus partes» (Copérni­ca, 1982, 92 s.).

Ahora bien, de hecho la astronomía copernicana seguía siendouna astronomía de excéntricas y epiciclos. Su novedad con respec­to a Ptolomeo residía en su respeto fiel del principio de la unifor­midad y sobre todo en los principios físicos o cosmológicos apartir de los cuales se desarrollaban los modelos de excéntricas yepiciclos: el heliocentrismo y el movimiento de la Tierra -nuevoplaneta- lejos del centro ocupado por el sol. La novedad deCopérnico era, por tanto, fundamentalmente una novedad cosmo­lógica y sólo secundariamente una novedad astronómico-matemá­tica. La reforma de la astronomía matemática tenía lugar medianteuna tesis cosmológica o física (heliocentrismo, movimiento terres­tre) que la astronomía tradicional --que establecía la independen-

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cia de la disciplina frente a la filosofía natural~ nunca hubieraadoptado porque su independencia era sólo relativa y porque de(acto ~~eptaba como verdad física el principio cosmológico de lainmovilidad de la Tierra central. Por su parte, si Copérnico refor­maba los principios de la forma que lo hacía, no era ampliandoal máximo el límite de lo «suponible» o «imaginable» hasta unaseparación total frente a la cosmología (ésta será precisamente larecepción que Osiander llamará a hacer de la astronomía coper­nicana), sino estableciendo una cosmología nueva e incompatiblecon aquélla (la aristotélica) asociada explícita o implícitamente ala astronomía matemática ptolemaica.

Esta cosmología nueva se presentaba: 1) apelando a la auto­ridad filosófica antigua, a aquellos pitagóricos que habían esta­blecido una rotación de la Tierra (Heráclides, Ecfanto) o unatraslación (Filolao), Con lo cual la cosmología heliocéntrica teníaun cierto carácter de renacimiento de una verdad profunda ysagrada perdida en el curso del tiempo por imposición de unaopinión vulgar; 2) como el descubrimiento de «lo más importan­te, la forma del mundo y la exacta simetría de sus partes», queel ptolemaísmo era incapaz de alcanzar, pues cuando se conjun­taban las teorías de cada planeta para una composición global elresultado era .un «monstruo- físicamente imposible (Copérnico,1982, 93), mientras que el orden heliocéntrico de las esferasproducía «una admirable simetría del mundo y un nexo segurode armonía entre el movimiento [la duración del período] y lalongitud de las órbitas, como no puede encontrarse de otromodo» (Copérnico, 1982, libro 1, cap. 'l O, 119)j 3) medianteuna argumentación física desarrollada en el libro primero paraestablecer la realidad física del movimiento terrestre frente a lateorización contraria de Aristóteles en De caek» y de Ptolomecen el primer libro del Almagesto, aunque Copérnico reconocía-r-cierto es que ante la cuestión límite de la finitud o infinituddel universo- que no era un filósofo natural (Copérnico, 1982,110); Y 4) a partir de un optimismo epistemológico, es decir, dela confianza en que la inteligencia humana puede descubrir elorden del mundo (cuanto menos la estructura del sistema plane­tario y sus movimientos), una confianza que Copérnico expresaremitiéndose a Platón y a la función de la astronomía comodisciplina que nos eleva hasta Dios mediante la contemplaciónde las cosas celestes (Copérnico, 1982, 97 s.: introducción al!i~r? ~rimero o~itido en la edición impresa seguramente pornucratrva de Osiander) y señalando también que la machinamundi «ha sido construida por Dios para nosotros), (Copémico,

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1982, 93), es decir, para que el hombre a través de la contem­plación astronómica descubra su verdadera configuración física.

Ello muestra que Copérnico no aceptaba la separación tradi­cional de principio entre astronomía (matemática) y cosmología(filosofía natural) y el consiguiente. reparto de tareas entre ambas:cálculo matemático con independencia de la cuestión de la verdadpara la primera; descubrimiento de la verdadera configuración de!universo para la segunda, disciplina no matemática. Y para queCopérnico no haya aceptado esa separación ha podido ser decisivoe! que no fuera un astrónomo profesional o un profesor universitarioobligado a cumplir un determinado cometido en el marco de lasrelaciones tradicionales entre las disciplinas (cf. Westman, 1980, 106ss.). Astrónomo vocacional, Copérnico (canónigo ti hombre de laIglesia dedicado a la administración de una diócesis y también alejercicio de la medicina) postula una nueva relación entre astrono­mía y cosmología, una relación que tiende a la unificación e iden­ti ficación: la astronomía matemática en su despliegue consecuentea partir del principio operativo del movimiento de la Tierra descubrey formula la verdad cosmológica y puede inferir conclusiones sobrela filosofía natural (física) revolucionarias, es decir, modificadorasdel contenido tradicional de esta disciplina. Y esto es lo que aportaen concreto el libro primero, en el que Copérnico modifica deci­sivamente la física (aristotélica) para ponerla al servicio de la as­tronomía matemática heliocéntrica, actuando en contra de la tra­dicional jerarquía entre las disciplinas, según la cual la física eraanterior a la astronomía y procuraba a ésta los principios a partirde los cuales ella desarrollaba su cometido calculatorio.

3. El problema teológico y físico del movimiento de la Tierra

Que Copérnico era plenamente consciente del problema teológicoy físico que su principio de una Tierra en movimiento planteabaa la cultura contemporánea (preocupación que sólo tiene sentidosi el principio es una tesis física verdadera) y que ello era la causade su resistencia a publicar, lo muestra la carta de Osiander aCopérnico del 20 de junio de 1541, en la cual el futuro editorregistra el miedo del astrónomo polaco «a la reacción negativa deteólogos y peripatéticos» (Elena, 1985, 129; Osiander, 1988,333­335).

¿Qué actitud adoptó finalmente Copérnico ante el problemateológico y escriturístico? En toda la obra sólo efectúa una refe­rencia breve, pero inequívoca al mismo. En la conclusión de laepístola al papa afirma:

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Si por casualidad hay mataiológoi [charlatanes] que, aun siendoignorantes de todas las matemáticas, presumen de un juicio sobreellas y por algún pasaje de las Escrituras) malignamente distorsio­nado de su sentido, se atreven a rechazar y atacar esta estructura­ción mía) no hago en absoluto caso de ellos) hasta el punto de quecondenaré su juicio como temerario (p. 95).

Se trata de un juicio somero, taxativo) como si Ccpérnico noquisiera detenerse excesivamente en la cuestión por considerar lademora peligrosa. No obstante establece con claridad tres pun­tos: 1) el juicio sobre su obra (matemática) corresponde no a losteólogos en tanto que tales, sino a los matemáticos (en el enten­dido de que la astronomía matemática-cosmología responde alproblema de la verdad e incluye la filosofía natural); 2) si losteólogos, desde la teología (Escritura) y en la ignorancia de laastronomía, enjuician la obra negativamente, su juicio carece devalor: tales individuos son charlatanes, cuyo discurso vano esirrelevante y cuyo juicio es temerario; 3) los pasajes escrirurtsti­cos contrarios en su letra al movimiento de la Tierra (por ejem­plo ]osué, 10, 12-14, aducido por Lutero) no pueden ser presen­tados como autoridad frente a la astronomía y su principio.Copérnico apela aquí a la separación disciplinar (teología-Escri­tura/astronomía) y señala incluso que la lectura literal de la Es­critura en este caso es «una distorsión malévola de su [verdade­ro] sentido". Copérnico no dice más en 1542, pero podemospensar que el tratado de Rheticus Sobre el movimiento de laTierra y la Escritura (seguramente redactado en Frauenburg, an­tes de septiembre de 1541; pero a diferencia de la Narratioprima, inédito) recoge también la opinión de Copérnico (Rheti­cus, 1984). En suma: frente al problema teológico, la vía deCopérnico no era la de Osiander (privar de dimensión cosmoló­gica a la astronomía), sino establecer el verdadero ámbito de laEscritura: la Biblia no da un conocimiento científico de la natu­raleza, sino la voluntad y la promesa de Dios a los hombres convistas a la salvación; una enseñanza moral y teológica que seacomoda a la inteligencia (rudimentaria y sensible) de la mayoríade los hombres. Esta teoría de la acomodación -de base por lodemás patrística- adquirirá carta de naturaleza en los paísesreformados gracias a la autoridad de Calvino (su Comentario alGénesis fue decisivo en este punto, aunque el reformador no eracopcrnicano ni hacía mención de este problema); en los paísescatólicos será propuesta, con distintos matices, por Giordano Bru­no (La cena de las cenizas, diálogo IV; desde una acomodaciónde tipo «averroísta" y maquiaveliano] y por Galileo (Carta a

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Cristina de Lorena de 1615) sin los elementos peligrosos de Bru­no). Ello na impidió -como veremos- la condena inquisitorialdel De reuolutíonibus y del movimiento de la Tierra en 1616

(Granada, 1996b). ."Pero el problema de la cosmología coperntcana era también y

sobre todo un problema físico) el de su incompatibilidad con lateoría aristotélica del movimiento. é Cómo puede ser que la Tierrase mueva con el perfecto y regular movimiento circular de loscuerpos celestes, si es un cuerpo pesado, grave) cuyo movi~li~n~o

natural es el rectilíneo hacia el centro del mundo? El prmcrptocopernicano estaba en contradicción con tesis fundamentales de lafísica aristotélica y en particular con el principio de que el com­portamiento de .un cuerpo o elemento en términos de movimient.oo reposo viene determinado por su naturaleza (por su composI­ción ontológica o sustancial) y por el lugar natural en el cosmosfinito que le corresponde ontológicamente. De a~í se seg~í~ quea un cuerpo o elemento le corresponde un único movmuento(circular o bien rectilíneo hacia o desde el centro) y ello conindependencia de la cantidad con que se presente el cuerpo encuestión. ASÍ) el movimiento de una partícula de tierra (un grave)será el mismo que el de la totalidad de la Tierra, y en la obser­vación del primero tenemos la evidencia para inferir el comp,or­tamiento de la tierra total: un movimiento rectilíneo de la perife­ria al centro y ulteriormente el reposo indefinido en el centr~ delmundo finito; todo ello necesariamente, ya fuera por necesidadabsoluta (según Aristóteles en De caelo, 1, 2-4; Il, 13-14) ya fu,crapor necesidad secundaria en virtud de la libre elección p~r DIOS,dentro de su potencia absoluta, del orden natural tpotencia orde­nada) que configura la realidad de acuerdo con lo co~ocido porAristóteles (según la distinción escolástica entre potentta absolutay ordinata de Dios; véase Courtenay, 1990; Granada, 1994a). Elmovimiento circular y uniforme es imposible (en uno u otro sen­tido) a la Tierra y por el contrario es exclusivo del elementoceleste (el éter o quintaessentia). Argumentos más específicos yconcretos, más físicos, como la necesidad (no manifiesta en laexperiencia) de una trayectoria oblicua en la caída ~e los gr~vesy de un movimiento de aire) nubes y objetos en el arre (aducidospor Aristóteles y Ptolomeo), si la Tierra se desplazaba con ~l ~elozmovimiento diario, se derivan de la teoría general del movtrmentoy de su substrato ontológico.. ~

Consciente del problema, Copérmco trata de' fundamentar ft­sicamente el movimiento de la Tierra mediante rectificacionesconcretas de la teoría aristotélica del movimiento. Se trata) no

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obstante, de rectificaciones incompatibles con dicha teoría y portanto inaceptables para ella; son modificaciones que muestran deforma inequívoca la voluntad cosmológica de Copérnico, pero queno llegan a alcanzar el carácter de una teoría física global. En todocaso ponen de manifiesto que la cosmología copemicana sólopodía ser verdadera si la física aristotélica era falsa y que, porconsiguiente, los copernicanos realistas (los que no se limitaban auna mera recepción instrumentalista del De reuolutionibus comocálculo geométrico a partir de hipótesis) debían destruir la físicatradicional incompatible con la cosmología copernicana y elaboraruna física nueva de la que se siguiera el movimiento de la Tierraen torno al Sol como un hecho natural. El desarrollo de estabatalla traerá consigo la destrucción del cosmos tradicional y elpaso al universo homogéneo indefinido, si no infinito, de la nuevafísica, en suma: la revolución" científica.

Pero écuál es de momento la alternativa física de Copérnico?Frente a la determinación ontológica, sustancial-material, del mo­vimiento natural, él vincula este movimiento con la forma geomé­trica: el movimiento circular es propio de la forma esférica y, portanto, común a la Tierra y a los astros (con independencia decuál pueda ser su composición material o elemental) en virtud dela forma esférica de estos cuerpos (para la Tierra, cf. Copérnico,1982, 1, caps. 2 y 3) o de las esferas que los arrastran (Copérnicoacepta la creencia tradicional en las esferas celestes portadoras delos planetas, si bien no se pronuncia acerca de su composiciónfísica): «El movimiento de los cuerpos celestes es circular. Pues lamovilidad de la esfera es girar en círculo, expresando mediante elmismo acto su forma, en un cuerpo simplicísimo» (Copémico,1982, 1, 4, 102). La relatividad óptica del movimiento, que yahabían aducido en el siglo XIV los físicos nominalistas a favor dela posibilidad (de potentía absoluta, no de potentia ordinata) delmovimiento diario de la Tierra, es aducida de nuevo por Copér­nico (Copérnico, 1982, I} S} 104 s.}, pero él no infiere sólo laposibilidad no realizada por Dios de un movimiento diario de laTierra, sino la realidad del movimiento diario y anual, introdu­ciendo un nuevo supuesto necesario para éste último: la enormedistancia entre Saturno y las estrellas fijas que hace imposible latraducción visual del movimiento anual de la Tierra en una para­laje estelar (Copérnico, 1982, 1, 5, 104). Por eso:

Si alguien opinara que la Tierra da vueltas, diría que tal movimien­to es natural y no violento [...]. La Tierra está limitada por suspolos r terminada por una superficie esférica. Luego épor qué

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LA REVOLUCiÓN COSMOLÓGICA

dudamos aún en concederle una movilidad por naturaleza con­gruente con su forma, en vez de deslizarse todo el mundo, cuyoslímites se ignoran y no se pueden conocer, y no confesamos sobrela revolución diaria que es apariencia en el cielo y verdad en laTierra? (Copémico, 1982,1, 8, 110).

Copérnico afirma, pues, la realidad del movimiento terrestre,pero a la teoría aristotélica del movimiento que le contradice noopone sino la relatividad óptica del movimiento, la asociaciónarbitraria y problemática del movimiento natural (circular) con laforma geométrica y la ampliación del radio del universo con elcuestionamiento de la forma exterior del mismo, es decir, el cues­tionamiento del límite exterior para la esfera de las fijas: muypoca base física para una novedad de tal envergadura e inclusounas implicaciones (radio enorme del universo, dimensión incog­noscible de la esfera de las fijas) que podían hacer pensar quecuestionaban la posibilidad misma de lo que las introducía, elmovimiento anual de la Tierra en torno al Sol central. Podemoscomprender el rechazo de la dimensión cosmológica de la astro­nomía copernicana, la reducción y uso instrumentalista, la inevi­table confrontación y revolución física que iba a acompañar a suadopción en clave realista. Y ello es verdad a pesar de que Copér­nico se esforzaba pOI neutralizar otros argumentos tradicionales:a la objeción de los efectos observables en el aire de la revolucióndiaria, oponía la concepción de la región inferior del aire comoparte de la Tierra o participante del movimiento de ésta, por loque no tenían por qué producirse efectos perturbadores (Copérni­co, 1982,1,8, 111)j a la objeción de un doble movimiento naturalen la Tierra -el circular y el rectilíneo de los graves- frente alaxioma aristotélico de que «un elemento sólo puede tener unmovimiento simple» (De caelo, 1, 3), respondía negando el carác­ter natural del movimiento rectilíneo y calificándolo de movimien­to propio de las partes que retornan al todo al que pertenecen(Copémico, 1982, 1, 8, 112).

4. El problema de la figura del universoy otros datos perturbadores de la cosmología copernicana

El capítulo 1, 10 de la obra copernicana exponía «el orden de losorbes celestes» y estaba acompañado del famoso diagrama cosmo­lógico que traducía en términos visuales la armonía y simetría deluniverso copernicano. El diagrama (1, 10, 118) presenta una esferade las fijas finita y propiamente esférica, que configura un univer­so finito de acuerdo con la declaración del capítulo primero. Esta

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esfera es inmóvil, puesto que todos los movimientos estelares (dia­rio, precesión de equinoccios) son atribuidos a la Tierra y. a susmovimientos diario y de declinación. El texto atribuye su mmc­vilidad al hecho de que dicha esfera es el receptáculo de todas lascosas, el lugar del universo (Copérnico, 1982, 117). ~on ant~ri?­

ridad (en el capitulo I, 8) se había defendido el movimlent.o diariode la Tierra con el argumento de que éste es más propio de laparte y contenido que del todo o continente (Copérn~co, 1982,112). Estas razones ocultan una dificultad, cuyo tratamiento llevaa consecuencias aun más revolucionarias con respecto al cosmostradicional, que sin embargo Copérnico no llega a aceptar explí­citamente.

En efecto, si el orbe de las fijas es esférico y si por otra parteel comportamiento natural y espontáneo de la esfera es el movi­miento circular, entonces la esfera de las fijas debería tambiénmoverse en círculo y no estar inmóvil. La explicación del movi­miento diario de la Tierra por su forma geométrica se muestra, pues,insatisfactoria o al menos insuficiente y Copérnico se vería abocadoa la índecidibilidad en cuanto al sujeto del movimiento diario, ano ser que se supere la dificultad mediante la huida hacia adelantey rompiendo aun más con la cosmología tradicional: corno sugierehipotéticamente (Copérnico, 1982, I, 8, 110), sin llegar a una afir­mación explícita, podría ser que el orbe de las fijas tuviera figuraesférica y finita sólo por la cara inferior, siendo en cambio infinitoy por tanto carente de figura hacia arriba, por lo cual sería lógi­camente inmóvil. Copérnico corta abruptamente la discusión trans­firiendo el problema de la infinitud del universo a los filósofosnaturales y luego presupone a lo largo de toda la obra la esfericidaddel cielo de las fijas en tanto que lugar y receptáculo; sin embargoreitera que «el límite [exterior] del mundo se ignora y no se puedeconocer» (Copérnico, 1982, 110), por 10 que podemos pensar queello junto con la forma geométrica es la razón para atribuir a laTierra los movimientos secularmente atribuidos a las estrellas.Podernos pensar también que Copémico no excluía e incluso con­sideraba más probable la extensión indefinida de la esfera de las fijas.Si es así, su pensamiento real va más allá de lo dicho a lo largode la obra y de lo señalado en el diagrama, preludiando los desa­rrollos posteriores de copernicanos como Digges y Bruno.

El pasaje nos ilustra sobre otro dato interesante: el problemade la extensión «hacia arriba» de la esfera de las fijas no perte­nece a la astronomía, sino a los filósofos naturales. La reunifica­ción de astronomía y cosmología no llega hasta aquí. El campo dela astronomía es propiamente el del movimiento planetario y se-

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LA REVOLUCIÓN COSMOLÓGICA

cundariamente la topografía del límite interior visible del cielo es­trellado con las estrellas visibles que constituyen el marco de refe­rencia del desplazamiento planetario. Para la solución de los pro­blemas de este campo -que cubre un radio finito- nuestroentendimiento finito es capaz; en cambio, el territorio de la esferamisma de las fijas en su extensión indefinida hacia arriba seríaobjeto de la filosofía (o incluso de la teología). Rheticus en suNarratio prima enfatizará este último punto (Rheticus, 1982, 59 YGranada, 1992a, 47-52).

Por lo demás, la atribución del movimiento estelar a la Tierrapermite a Copémico eliminar todas las esferas sin astros introducidaspor los astrónomos con posterioridad a Aristóteles (Copérnico, 1982,238) Y volver a la situación aristotélica: la esfera de las fijas es laprimera esfera, aunque su extensión es un problema seguramenteinsoluble. Pero al eliminar esas esferas Copérnicc elimina tambiénlas conexiones cosmológicas}' teológicas: desaparece (al menos deldiscurso astronómico legítimo) el cristalino-primurn mobile iden­tificado con las «aguas sobre el firmamento» del Génesis (1, 6-7)Y también el motivo teológico tradicional, ciertamente no astronó­mico, pero asociado a la cosmología, del empíreo o ámbito meta­físico de luz inteligible, sede de Dios, ángeles y elegidos. Ello esconsecuencia de una voluntad firme de limitarse a la problemáticaastronómico-cosmológica, pero es un reflejo también del reajustede la región supraplanetaria producido por el movimiento de laTierra y de los efectos de la extensión indeterminable por el hombrede la región estelar. Para Copérnico patece estar claro --como paraRheticus-c- que la extensión del orbe estelar y de lo que pueda habermás allá no es responsabilidad de la astronomía.

El diagrama copernicano, al conceder a los orbes una extensiónsimilar sin solución de continuidad entre uno y otro) ocultaba unoshechos que resultaban muy problemáticos para la cosmología co­pernicana. No se registraba el enorme espacio vacío entre Saturnoy la esfera de las fijas que venía impuesto por el movimiento anualde la Tierra, ni el hecho de que toda la región comprendida por elorbis magnus (1a órbita anual terrestre) constituía un simple puntoen comparación con el límite inferior del orbe estelar; no se refle­jaba, pues, el hecho de que el sistema solar ocupaba una pequeñaporción del radio del universo, que en su mayor parte estaba vacío.La continuidad de las esferas celestes ocultaba asimismo la existen­cia de espacios vacíos entre las esferas planetarias: 285 radios te­rrestres entre Mercurio y Venus) 3648 entre Júpiter y Saturno (vanHelden, 1985, 46). El resultado era muy perturbador: inclusoomitiendo el problema del enorme espacio vacío entre Saturno y

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las fijas, que será una clara evidencia de disharmonía e irraciona­lidad para los detractores de Copérnico en la segunda mitad del XVI

(será el argumento fundamental de Tycho Brahe), a escala mismadel sistema planetario parecía que no sólo había vacíos entre losorbes, sino que el vacío predominaba sobre el espacio lleno. Escierto que el problema no se explicita ni en Copérnico ni en losastrónomos posteriores y que será Kepler -COIllO veremos- elprimero en plantearlo abiertamente en El secreto del universo(Kepler, 1992, cap. XIV), para ubicar en los espacios vacíos inter­planetarios los sólidos regulares.

5. Los modelos del movimiento planetarioy la presencia de hipótesis en la astronomía copemícana

Si el objetivo de Copérnico era unificar astronomía matemática ycosmología en una astronomía físicamente verdadera y por tantono hipotética (en el sentido que el término hipótesis poseía en latradición de la astronomía matemática: enunciado o construccióngeométrica independiente de su verdad o falsedad física), lo ciertoes que ello vale para los principios fundamentales del movimientode la Tierra y la centralidad solar, pero no ya para los modelosplanetarios propuestos como explicación de los fenómenos. Eneste punto su astronomía era tan hipotética como la tradiciónastronómica. El estatuto hipotético de los modelos planetariosofrecidos queda de manifiesto en el recurso al modelo de excén­trica más epiciclo en el De revolutionihus abandonando el modelobásico usado en el Commentariolus (concéntrico-biepicfclico, con­servado sin embargo para la Luna), en las diferentes alternativaspresentadas a propósito del movimiento anual aparente del Solcon el reconocimiento de que «no es fácil de distinguir cuál deellos existe en el ciejo» (IlI, 15,284-287). Este importante residuohipotético presente en Copérnico terminará siendo reconocido porRheticus y valorado por él como muy perturbador, incluso incom­patible con el programa realista enunciado por Copérnico y conlas aspiraciones del heliocentrismo. Por eso aspirad a liberar laastronomía copernicana de todo resto hipotético, considerandoésta su misión histórica, pero sin alcanzar su objetivo (Burmeister,1967, 1, 160-166).

La tensión entre el Copérnico cosmólogo y el Copérnicomatemático se manifiesta finalmente de forma clara en el contrasteentre la afirmación cosmológica del principio heliocéntrico (el Solocupa el centro del universo y es el centro de los movimientosplanetarios; 1, 10, 118 s.) y la realidad manifiesta en los cálculos

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LA REVOLUCiÓN COSt-l0LÓGICA

matemáticos de un centro del universo vacío (el Sol está en lascercanías) porque los movimientos de los planetas eran calculadoscon respecto al centro del movimiento de la Tierra (Sol medio) yno con respecto al Sol real (Epístola a Pablo 1lI, p. 94).

De esta exposición, necesariamente incompleta, de los rasgosmás sobresalientes de la innovación copernicana se puede colegirque la unificación de astronomía y cosmología no estaba plenamenteconseguida}' sobre todo que el De reuoíutionibus planteaba másproblemas de los que resolvía y estaba lleno de implicacionesdestinadas a plantearse con posterioridad. De ahí que tenga razónKepler cuando califica a Copérnico de «ignorante de sus propiasriquezas» (diviatiarum suarum ígnarusí v de ahí la múltiple y variadarecepción de la obra copernicana en la segunda mitad del siglo XVI.

11. DE COPÉRNICO A BRUNO

Las dos décadas siguientes a la publicación del De revolutionibusno aportaron ninguna adhesión significativa a la cosmología co­pernicana y Rheticus siguió siendo el único ccpernicano realista,si bien desde 1551 estaba alejado del ejercicio público de la astro­nomía (Burmeister, 1967, 1, cap. IV). Eso no significa que la obrade Copérnico no suscitara interés O no fuera leída, puesto que fueobjeto de una lectura muy atenta por el escaso número de mate­máticos que podían evaluarla, tal como testimonian las anotacio­nes manuscritas de los ejemplares de las dos primeras edicionesque han llegado hasta nosotros. La característica universal de estarecepción de Copérnico es clara: silencio cuando no rechazo de­cidido de la cosmología heliocéntrica y estudio muy atento de losmodelos geométricos, es decir, de los componentes matemáticosde la obra.

1. Giouanni Maria Toíosani (ca. 1470-1549)

Teólogo del convento florentino de San Marco, Tolosani es autorde una voluminosa obra teológica titulada De purissima veritatedívíne scripture adversus errores humanos, la cual estaba preparadapara la imprenta, pero quedó finalmente inédita por la muerte delautor. De ella formaba parte en calidad de apéndice un breveopúsculo De coelo supremo immobili et terra ínfima stabili, cete­risque coelis el elementis irüerrnediís mobilibus, redactado en 1546a la muerte de su amigo Bartolomeo Spina, maestro del SacroPalacio vaticano, el cual se había propuesto refutar el De revolutio-

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nibus, Tolosani, autor de varios tratados sobre la reforma del ca­lendario (Rosen, 1975), era también un experto en astronomíay en su opúsculo ---descubierto y editado por Eugenio Garin en1975- efectúa una radical desautorización de la cosmología co­pernicana (el «cielo inmóvil» de que habla el título no es la esferade las fijas o una esfera astronómica, sino el cielo empíreo de latradición teológica).

Lo significativo de esta primera reacción católica e italiana)conectada con altas instancias vaticanas aunque sin el carácter dereacción institucional) es que Tolosani no contempla un posibleuso instrumental del De revolutionibus en el campo de la astrono­mía matemática) sino que considera tan sólo la cosmología cope~­

nicana y atiende únicamente al libro primero. La imagen copern¡­cana del universo -calificada despectivamente de pitagórica apartir de la exposición y refutación aristotélicas en E!e. ~aelo JI) 13­14- eS condenada sin paliativos por su incompatibilidad con laEscritura (Granada) 1991) 95-98) Y con la teoría aristotélica delmovimiento) tenida por Tolosani como enunciación de la verdadfísica.

Ante la patente falsedad de la cosmología heliocéntrica sóloqueda pensar ---dado por otra parte el reconocimiento de la indu­dable pericia matemática de Copérnico-> que se trata de un inten­to de restaurar una cosmología vieja e históricamente superadapor un afán de innovar y ostentar el propio ingenio. A~e~ás,

según Tolosani, Copémico manifiesta un flagrante desconOCimIen­to de la dialéctica al ignorar la relación de dependencia de laastronomía con respecto a la física y al pretender invertir dicharelación rectificando injustificadamente los principios físicos apartir de un axioma astronómico fruto de la imaginación. Frentea ello y en contra de la afirmación de Osiander de una completaautonomía de la astronomía matemática con respecto a la física,T olosani reafirma la necesidad de derivar los principios astronó­micos de las conclusiones necesarias de la física (aristotélica), delas que el menciona dos fundamentales conectando con el comen­tario de Tomás de Aquino al De cae/o: 1) un elemento sólo puedetener un movimiento natural; 2) el movimiento natural es el mis­mo para el todo y la parte, de donde resulta que el movimientocircular de la Tierra es imposible como un movimiento natural ypermanente. La crítica de Tolosani es, pues, importa~te ~or ponerde manifiesto la radical incompatibilidad del coperrncamsmo rea­lista y del aristotelismo, por señalar la imposibilidad física (desdeel aristotelismo) del copernicanismo y la necesidad de una revo­lución física como única vía de afirmación de la cosmología helio-

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LA REVOLUCiÓN COSMOLÓGICA

céntrica. En este sentido y como señala Garin (Garin, 1975,283 s.) essignificativo el conocimiento profundo de la obra de Tolosani porparte de su compañero de orden Tommaso Caccini, el acusadorimplacable de Galileo desde 1611.

2. La «interpretación de \Vittenberg». Me/anebtan y Reinhold

Erasmus Reinhold (1511-1553; alumno de Melanchton y profesorde matemáticas superiores en la universidad de \Vittenberg) expre­só en 1542) tras la publicación de la Narratio prima) sus esperan­zas en que la obra de Copérnico, de pronta publicación, aportaríala necesaria reforma de la astronomía. Tras la publicación se en­tregó a una detenida lectura del De reuolutionibus, testimoniadapor sus anotaciones manuscritas a su ejemplar (conservado en elRoyal Observatory de Edimburgo) y por su extenso comentario,redactado con la intención de publicarlo) pero que debido a lamuerte repentina del autor en 1553 permaneció inédito y anóni­mo hasta su descubrimiento a comienzos del presente siglo. Enambos casos Reinhold deja de lado el primer libro de Copérnico(indicio de que no tenía ningún interés por la cosmología coper­nicana) y se concentra en el análisis minucioso de los restantes)señal inequívoca de que su interés se dirigía a la astronomíamatemática. Reinhold seguía, pues) la pauta de Osiander y recibíael De reoolutionibus como un ejercicio de astronomía destinado asalvar las apariencias planetarias mediante un cálculo matemáticocon independencia de la verdad o falsedad de sus hipótesis y dela cosmología en que se basaba. Se evitaba así todo conflicto conla Escritura y con la física aristotélica) lo que equivale a decir quese privaba a la obra de Copérnico de toda dimensión revolucio­naria o perturbadora; a cambio se conseguía una utilización cal­culatoria y predictiva de la misma y se posibilitaba la asimilaciónde su riqueza matemática. En este espíritu instrumentalista confec­cionó Reinhold las Tablas prusianas (Tubinga, 1551) a partir delDe revolutionibus (Gingerich, 1973).

Así pues) el copernicanismo de Reinhcld se limitaba a unaapropiación de la eficacia matemática del De retoíutionibus, sinadherirse a la cosmología heliocéntrica, tenida sencillamente porfalsa) aunque tal cosa era irrelevante en principio para el astróno­mo. A Reinhold le sedujo especialmente de la astronomía coperni­cana la eliminación del ecuante ptolemaico, es decir) la elaboraciónde unos modelos planetarios cuyos movimientos circulares eranrigurosamente uniformes con respecto a sus centros. Y su recepcióninstrumentalista de Copérnico iba unida a un programa de «inver-

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sión geocéntrica» de dicha astronomía sin ecuantes. Tras la muertede Reinhold esta recepción y programa, denominados por RobertWestman «interpretación de Wittenberg» por haber sido desarro­llados en la universidad en que él y MeIanchton ensenaban (West­roan, 1975), fue continuado por otros astrónomos como CasparPeucer (1525-1602) y johannes Praetorius (1537-1616).

Esta "interpretación de \Vittenberg;; comportaba el reconoci­miento de la falsedad de la cosmología copernicana, cuya riquezaastronómica se trataba de asimilar y convertir al geocentrismo.Que ello es así lo muestra la obra de Philip Melanchton (1497­1560) ínitía doctrinae physicae (\Vittenberg, 1549; segunda edi­ción de 1550). En esta obra cosmológica o física Melanchton, demanera semejante a T olosani, denuncia la falsedad e incluso elabsurdo de la cosmología copernicana, apelando al texto literalde la Escritura y a los consabidos teoremas de la física aristotélica(Mclanchton, 1846, cols. 216-219). Aunque no nombraba explíci­tamente a Copérnico, no había duda posible sobre el destinatariode la crítica de estas columnas redactadas en 1545 (Melanchton,1846, col. 221 y Wohlwill, 1904, 267); la tremenda dureza deljuicio se explica por el carácter de la obra: cosmológica y destina­da a servir de introducción a la disciplina. Lo significativo es queen la segunda edición (1550) Melanchton modifica el texto: eli­mina los pasajes más duros y aun conservando la refutación delcopernicanismo como doctrina física patentemente falsa, introdu­ce un pasaje nuevo en el que -a la manera de Osiander-e- señalaque los «artífices [astrónomos] no pretenden afirmar tales cosas»(\Vohhvill, 1904, 261-262), es decir: cabe un uso no físico delmovimiento de la Tierra, {<por mor dc ejercer el ingenio» en labúsqueda de explicaciones geométricas del movimiento planeta­rio. Esta «interpretación de Wittenberg)), emanada de la necesidadde recoger la eficacia matemática de Copérnico sin enfrentarse asus problemas bíblico y físico, será la que finalmente adoptará en1616 la Iglesia católica.

3. Las novedades celestes de la década de 1570y las [ormulaciones del sistema geo-heliocéntrico

En la década de 1570 se produce una inflexión en la recepción deCopérnico: comienza a abrirse paso la adopción de la cosmologíacopernicana, un proceso que se acrecentará en las décadas siguien­tes, si bien el número de los copernicanos realistas será siempreescaso. Esta inflexión coincide -aunque no se puede decir queesté causada por ello- con la aparición de las portentosas noceda-

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LA REVOLUCiÓN COSMOLÓGICA

des celestes de la estrella nova en la constelación de Casiopea de1572 a 1574 y del cometa de 1577, novedades que vieron incre­mentado su significado portentoso por la asociación con la granconjunción planetaria prevista para 1584 y las expectativas esca­tológicas de advenimiento del fin del mundo en los años inmedia­tamente siguientes a 1584.

El problema que planteaban estas novedades y al cual debíansu significación portentosa, era el de la mutación (generación­corrupción, cambios de cualidad y cantidad) en una región -elmundo supralunar o celeste- que según la dominante cosmologíaaristotélica tenía como único cambio el perfecto movimiento cir­cular y uniforme de sus esferas. Ahora bien, si dentro de la abundantecantidad de tratados y opúsculos dedicados a esos fenómenos uncierto número defendía, en consonancia con la ortodoxia cosmo­lógica aristotélica, el carácter sublunar de los mismos, la aplicaciónde los métodos matemáticos de determinación de la paralaje y, portanto, de la altura celeste de los fenómenos permitió concluir a losastrónomos y filósofos naturales más competentes y avanzados quese trataba indudablemente de hechos celestes: el primero localizadoen la región de las estrellas fijas y el segundo en la esfera de Venus.Evidentemente, esta conclusión no implicaba la adopción de lacosmología copernicana; tampoco implicaba necesariamente el aban­dono de la cosmología aristotélica y de su concepción de una jerarquíacosmo-ontológica según la cual la región sublunar era el reinoexclusivo de la muerte frente a la inmutabilidad del perfecto y divinomundo celeste, puesto que talesnovedades incompatibles con el ordennatural (aristótelico) eran un milagro, una expresión de la potentiaabsoluta o extraordinaria de Dios que transgredía providencialmenteel marco de la potentia ordinata para señalar precisamente a loshombres el advenimiento de los eventos escatológicos. Ésta es pre­cisamente la interpretación que encontramos en los tratados másimportantes sobre la nova de 1572 (los escritos de Tycho Brahe,Cornelius Gernma, Thaddaeus Hagecius, Thomas Digges, MichaelMaestlin") o el cometa de 1577 (los escritos de Brahe, Maestlin,Gemma o Helisaeus Roslin), véase Hellman, 1944; Granada, 1994a;1994h y 1997a.

2. En España Jerónimo Muñoz (profesor de matemáticas en la universidad deValencia) publicó un Libro del lluevo cometa (Valencia, 1573) que fue uno de losprimeros escritos publicados sobre el fenómeno y ejerció un fuerte impacto sobrelos estudiosos europeos (una traducción francesa se publicó además en París en1574). Muñoz, aunque calificaba al astro de cometa; lo consideraba celeste, afín alas estreilas y ubicado en la esfera estelar. Sin embargo, no efectuaba ningunareferencia a un carácter milagroso o sobrenatural y constataba la falsación del dogma

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No obstante, la observación y reflexión sobre el cometa de1577 y los de años siguientes (1580, 1582, 1585, etc.) produjeronimportantes efectos cosmológicos (siempre en autores aislados,puesto que la imposición general sólo se produjo a más amplioplazo): en primer lugar la aceptación del carácter celeste de loscometas y el abandono de la creencia en la existencia de esferasu orbes sólidos portadores de los planetas, que en ellas estabanpresuntamente encajados e inmóviles, así como la adopción de unmedio fluido celeste por el que cometas y planetas se muevenlibremente, fluido que para Christoph Rothmann (en su De come­ta, qui anno Christi 1585 [...] apparuit que permaneció inéditohasta 1619) es aire y para Brahe (en su tratado sobre el cometa de1577, publicado en 1588 con el título De mundi aethereí recell­ticribus phaenomenis) es éter; de esta manera Brahe conservaba lajerarquía cosmológica que en Rothmann ---euyo tratado Braheconocía desde 1586~ se cuestionaba en la dirección de la homo­geneidad (sobre el problema de la prioridad y de la independenciade Brahe en el abandono de las esferas celestes véase Rosen, 1985;Lerner, 1992, cap. 3; Granada, 1996a, caps. 2 y 3; Goldstein­Barker, 1995; Granada, 1997b). En segundo lugar, si la reflexiónsobre el cometa de 1585 y la discusión posterior con Brahe en lacorrespondencia de 1588-1589 pone de manifiesto el copernica­nismo realista de Rothmann (Granada, 1996a, cap. 3), su propiaobservación y reflexión sobre el cometa de 1577 llevó a MichaelMaestlin a adoptar la cosmología copernicana en su Observatio etdemonstratio Cometae aetherei qui anno 1577 et 1578 ccnstitutusin sphaera venerisapparuit (Tubinga, 1578; véase \'7estman, 1972;1973). No obstante, en su tratatc de 1573 sobre la nova de Ca­siopea estaba ya implícita la cosmología copernicana (Granada,1997a), pero en cualquier caso el futuro maestro de Kepler toda­vía conservaba las esferas planetarias.

En tercer lugar, la eliminación de las esferas planetarias per­mitió a Tycho Brahe formular en 1588, en el capítulo octavo dela obra anteriormente mencionada, el modelo geo-heliocéntrico(según el cual la Luna y el Sol giran en torno de la Tierracentral e inmóvil, mientras los restantes cinco planetas se despla­zan en torno al Sol, que los arrastra en su órbita anual) plantea­do no sólo como modelo matemático, sino como cosmologíaacorde con la Escritura y con la física frente al imposible univer­so copernicano. Ese mismo año vio la publicación del Funda-

aristotélico de la inmutabilidad celeste. Este importante texto ha sido reeditado enreproducción facsímil junto con un notable estudio introductorio por Víctor Nava­rro Broróns (Valencia, 1981).

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LA REVOLUCiÓN COSMOLÓGICA

mentum astronomicum de Nicolás Raymarus Ursus, en el cual sereivindicaba la independencia y prioridad en el modelo geo-he­liocéntrico del universo, con el añadido de la transferencia a laTierra del movimiento diario, la afirmación del aire como fluidoceleste universal y la extensión indefinida de la región estelar. A1588 se remontaba también una tercera versión del sistema geo­heliocéntrico (en este caso similar a la de Tycho, pero conser­vando las esferas celestes) cuya publicación se retrasará hasta1597: la versión de Helisaeus Róslin en su De opere Dei creatio­nis seu de mundo hypotheses (Schofield-jones, 1981; Lerner,1997; Granada 1996a, cap. 5)3.

4. Thomas Digges (ca.1545-1595)

Thomas Digges había publicado en 1573 Alae seu scalae mathe­maticae, una obra dedicada a la nova de Casiopea. Redactada ypublicada cuando la estrella se hallaba todavía en el cielo, perohabía mostrado ya una variación en su bríllo y magnitud, la obrarecogía la adhesión explícita de Digges a la cosmología coperni­cana y formulaba incluso la esperanza de que la observación dedichas variaciones en los meses siguientes pudiera confirmar, aguisa de una paralaje anual, el movimiento anual de la Tierra entorno al Sol. Al mismo tiempo, la evaluación de la nova como«milagro divino que anunciaba la [segunda] venida de Cristo» sedaba unida a una fortísima afirmación de la jerarquía y heteroge­neidad cosmo-onrológica entre el mundo celeste y el mundo su­blunar en que el alma humana se encuentra exiliada de su patriaceleste y encerrada en las cadenas del cuerpo, de las que puede noobstante liberarse y ascender al cielo mediante las alas o escalas dela matemática y astronomía (Granada, 1994b, 11-16; Granada,1997a).

La definitiva desaparición de la nova en 1574 no confirmó latesis copernicana del movimiento anual de la Tierra. Sin embargoDigges publicó en 1576 un opúsculo en inglés titulado A PerfitDescription of the Caelestiall Orbes according to the mast auncien­te doctrine of the Pvtbagoreans, latelye reuiued by Copemicus andby Geometricall Demonstratíons approued en el que reafirmaba sucopernicanismo realista. El opúsculo era en realidad una traduc­ción inglesa de los capítulos más relevantes cosmológicamente delprimer libro del De reuolutioníbus (caps. lO, 7 Y 8; la primera

3. Véase la reproducción facsímil H. Rdslin, De opere Dei creationis seu demundo bypotbeses, prólogo y edición de M. A. Granada, Aurifodina Philosophica,Lecce, 2000.

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MIGUEL ÁNGEL GRANADA

traducción a una lengua vulgar) con algunas significativas e impor­tantes adiciones. Digges rechazaba decididamente la reduccióninstrumentalista del copernicanismo y reivindicaba, frente al em­pirismo aristotélico, la hegemonía de la razón en la búsqueda dela verdad, de lo cual Copérnico era precisamente un ejemploegregio resucitando la antigua cosmología (verdadera) de los pita­góricos (Digges, 1983, 49-51; Jiménez Heffernan, 1997).

La adición más importante que Digges hacía a la cosmologíade Copérnico y que se ponía de manifiesto en un diagrama cos­mológico que iba acompañado de una elocuentfsima leyenda (Di­gges, 1983, 47) era la explícita afirmación de la extensión infinitade la esfera de las fijas) frente a la suspensión de juicio del propioCopérnico:

Nunca podremos dejar de admirar la inmensidad [...] de esa esferainmóvil engalanada por innumerables luminarias, que se extiendeilimitadamente hacia arriba en altitud esférica. De estas luces ce­lestiales sólo podemos ver aquellas que se encuentran situadas enla parte inferior de dicha esfera, pareciéndonos cada vez menoresa medida que están más altas, hasta llegar a un punto donde noalcanza ya nuestra vista y no es capaz de distinguirlas: en virtud deesta prodigiosa distancia la mayor parte de las mismas resultaninvisibles para nosotros. Muy bien podemos pensar que ésta es lagloriosa corte del gran Dios [...] a cuyo infinito poder y majestadúnicamente puede convenir un lugar infinito que supere tanto encantidad como en cualidad a todos los demás (Digges, 1983, 61).

No cabe duda de que la fuente para esta innovación de Oiggeses el texto mismo de Copérnico (1, 8, 110») pero para afirmar loque Copérnico no se atrevía a reconocer Digges se vio estimulado:1) por la interpretación de la aparición y desaparición de la novaen términos de descenso y ascenso de la misma en el seno de unaesfera estelar que se extendía mucho más hacia arriba de lo quenuestra vista podía alcanzar; 2) por la concepción de MarcellusPalingenius StelIatus (autor del poema Zodiacu...s vitae, famosísimoen el siglo XVI y citado por Digges con elogio en el proemio allector) de un empíreo inteligible de «extensión» infinita comonecesaria producción de la infinita potencia divina más allá delmundo corpóreo necesariamente finito y terminado en el primummobile. El copernicano Oigges fundía empíreo y esfera estelar, con[o-que el primero devenía sensible y corpóreo mientras la segundaadquiría un rango de mundo supraceleste, es decir, de ámbitocosmo-oncológico superior al celeste en tanto que sede y moradade Dios, ángeles y elegidos; un ámbito, además, infinito contra­puesto al único sistema planetario finito alojado en su interior y

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LA REVOLUCiÓN COSMOLÓGICA

escindido en los dos grados heterogéneos del mundo celeste ymundo sublunar o región inferior de la Tierra. Aquí estaba elreino de la muerte y en tanto que morada humana expresaba ladistancia que separaba al hombre de la perfección divina «ubica­de» en la periferia infinita estelar, más allá del último planeta. Ensuma: la afirmación diggesiana del infinito no era tanto la afirma­ción de un universo infinito y homogéneo corno la afirmación deun infinito estelar vinculado a la divinidad, heterogéneo con res­pecto a la región inferior del único sistema planetario existente,cuya finitud evidencia su distancia ontológica frente a Dios asícomo la miseria humana, que sólo en la mediación de Cristoencuentra, en última instancia, la redención (Koyré, 1979, 26-30Y 38-41; Granada, 1992a y 1994b; Jiménez Heffernan, 1997).

III. GIORDANO BRUNO (1548-1600)

Las obras cosmológicas de Ciordano Bruno son, fundamentalmen­te, los diálogos en lengua italiana La cena de le ceneri y Del'infiníto universo e mcndi (Londres, 1584); un elenco de Centumet viginti articttli de natura el mundo aduersus peripatetícos (París,1586, base de una acalorada disputa pública en el Colegio deCambrai) que fueron publicados de nuevo más tarde con impor­tantes ampliaciones y con el título de Camoeracensis Acrotismus(\Vittenberg, 1588) y el poema cosmológico De immenso et innu­merabíííbus sen de universo et mnndis (Frankfurt, 1591) que cons­tituye la summa del pensamiento bruniano.

En estas obras Bruno expone su adopción de la cosmologíacopernicana (véase La cena de las cenizas [Bruno, 1584a], 107­109 para un rechazo despectivo de la interpretación de Osiander,calificado de «asno ignorante y presuntuoso»] y sobre todo eldesarrollo radical de la misma en la dirección de un universonecesario y necesariamente infinito y homogéneo, es decir, sin je­rarquías, en el cual nacimiento y muerte (composición y disolu­ción) son manifestaciones universales de la vida (expresiones de lametamorfosis incesante en el seno de la sustancia única), la Tierraes un astro celeste equivalente a cualquier otro planeta (desaparecela representación de la vida humana en términos de exilio de lapatria celeste) y Dios no tiene una relación diferente con las dis­tintas regiones de! universo, sino idéntica con todas en e! universoinfinito y homogéneo que es su retrato, la explicatio necesaria desu infinita potencia, en suma: su expresión o, por emplear un len­guaje teológico, su unigénito y co-susrancial Hijo. Evidentemente

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