De la civilización a la barbarie -...

77
De la civilización a la barbarie -1- PRÓLOGO Dice Ramón Tissera en el capítulo final de este libro: “Se ha llegado a contraponer el individualismo al vinculo social. No se trata de un error formal en el uso de los términos, sino de conceptos defectuosamente interpretados. El individualismo es una forma social como todas. Y la colectivización significa la adecuación del hombre, no ya a la existencia en sociedad, sino a un sistema que la sociedad se ha impuesto como norma, como ideal y como la mejor expresión de convivencia. Aquí radica precisamente el problema de nuestro orden social. El hombre se ha masificado para una colectivización empírica, fatal, que nos ha llegado por determinación de factores históricos no controlados, mientras faltan los ideales de perfección que solo puede alimentar un gran sistema, una ortodoxia... Poco más adelante agrega que las ortodoxias “son las únicas expresiones que han conseguido organizar sociedades y crear civilizaciones con una idea preconcebida de los resultados. No se entregaron a la evolución, a la fatalidad de los procesos sociales; muy al contrario, señalan a la constante transformación social el sentido, las metas, los propósitos voluntarios que el progreso no puede establecer por sí mismo. Por ello, toda ortodoxia se da como un dinamismo orientado por un pensamiento de alcance siempre universal. En la conciencia ortodoxa existe un sistema de ideas capaz de abarcar todas las ambiciones legítimas del hombre”. “Cuando el hombre adopta uno de esos colosales sistemas, afirma su personalidad. Depone sus pretensiones como individuo para incorporarse a la gran aventura de transformar la realidad. El sistema que iguala y compensa a todos en la justicia, conduce al más alto de los propósitos humanos: orientar el curso de la historia”. He considerado conveniente transcribir en este prologo la extensa cita que el lector reencontrará en el texto. En cierta medida tiende a anticiparla pues si bien el autor hace aquí una historia de las misiones guaraníes y una descripción acertada de su organización económica y social, sustancialmente este trabajo se diferencia de otros sobre el tema, en el acierto con que lo ha encarado desde un ángulo, que permite una visión generalmente ni presumida por los que lo han tratado entre nosotros. Mira la obra misional de la Compañía como una tentativa de “constituir una nueva cristiandad para enfrentar y superar las innovaciones de la era moderna al par que corregir el clero decadente. Advirtieron – (los jesuitas ) – los desgastes estériles de la represión armada a los protestantes... de las hogueras inquisitoriales... y la inutilidad de ganar la discusión desde los púlpitos o desde las cátedras de teología. Buscaron el camino más largo: preparar el contragolpe de otra civilización”. Pero rechaza el autor la idea de un regreso a la Edad Media, que supone Lugones, excluyendo toda finalidad de retroceso. Dice: “Los jesuitas, mentalidades moderas, pretendieron efectivamente retomar el

Transcript of De la civilización a la barbarie -...

Page 1: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-1-

PRÓLOGODice Ramón Tissera en el capítulo final de este libro:“Se ha llegado a contraponer el

individualismo al vinculo social. No se trata de unerror formal en el uso de los términos, sino deconceptos defectuosamente interpretados. Elindividualismo es una forma social como todas. Yla colectivización significa la adecuación delhombre, no ya a la existencia en sociedad, sino aun sistema que la sociedad se ha impuesto comonorma, como ideal y como la mejor expresión deconvivencia. Aquí radica precisamente elproblema de nuestro orden social. El hombre seha masificado para una colectivización empírica,fatal, que nos ha llegado por determinación defactores históricos no controlados, mientras faltanlos ideales de perfección que solo puedealimentar un gran sistema, una ortodoxia...

Poco más adelante agrega que las ortodoxias “son las únicas expresionesque han conseguido organizar sociedades y crear civilizaciones con una ideapreconcebida de los resultados. No se entregaron a la evolución, a la fatalidad delos procesos sociales; muy al contrario, señalan a la constante transformaciónsocial el sentido, las metas, los propósitos voluntarios que el progreso no puedeestablecer por sí mismo. Por ello, toda ortodoxia se da como un dinamismoorientado por un pensamiento de alcance siempre universal. En la concienciaortodoxa existe un sistema de ideas capaz de abarcar todas las ambicioneslegítimas del hombre”.

“Cuando el hombre adopta uno de esos colosales sistemas, afirma supersonalidad. Depone sus pretensiones como individuo para incorporarse a lagran aventura de transformar la realidad. El sistema que iguala y compensa atodos en la justicia, conduce al más alto de los propósitos humanos: orientar elcurso de la historia”.

He considerado conveniente transcribir en este prologo la extensa cita queel lector reencontrará en el texto. En cierta medida tiende a anticiparla pues si bienel autor hace aquí una historia de las misiones guaraníes y una descripciónacertada de su organización económica y social, sustancialmente este trabajo sediferencia de otros sobre el tema, en el acierto con que lo ha encarado desde unángulo, que permite una visión generalmente ni presumida por los que lo hantratado entre nosotros. Mira la obra misional de la Compañía como una tentativade “constituir una nueva cristiandad para enfrentar y superar las innovaciones dela era moderna al par que corregir el clero decadente. Advirtieron – (los jesuitas ) –los desgastes estériles de la represión armada a los protestantes... de lashogueras inquisitoriales... y la inutilidad de ganar la discusión desde los púlpitos odesde las cátedras de teología. Buscaron el camino más largo: preparar elcontragolpe de otra civilización”. Pero rechaza el autor la idea de un regreso a laEdad Media, que supone Lugones, excluyendo toda finalidad de retroceso. Dice:“Los jesuitas, mentalidades moderas, pretendieron efectivamente retomar el

Page 2: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-2-

sentido corporativo y teocrático del medioevo, desde que advirtieron en ello unsistema, en igual medida que el pensamiento humanístico intentó revivir elpersonalismo pagano; sin que esto autorice a descalificar ambas proyeccionescon el histórico mote de regresivas”. Pero no intentaron de ninguna manera unregreso, sino conformar sociedades en que el individuo en sí no fuera objeto sinolo colectivo en relación a lo divino, pero en funciones de realidad local ycontemporáneas, pues si eran ortodoxos en los fines no lo eran en cuanto a losmétodos y al manejo de los pueblos que debían llegar a ellos por los modosdeterminados por la naturaleza y las circunstancias en cada lugar y colectividad.

Así la obra misionera no solo se cumplió en el mundo guaraní; se extendiópor América y alcanzó a todos los continentes, y en cada lugar se adecuó a lascondiciones existentes para llegar al fin íltimo buscado. Pero lo que destaca a lasMisiones Guaraníes de todo el resto de la obra misional jesuítica es queprecisamente encontró entre los pueblos guaraníes las condiciones más propiciaspara el desarrollo de la empresa propuesta. Descubrirlo y aprenderla mientras sela ejecutaba, fue genial hazaña, como fue sacrificada y heroica tarea penetrar enesa nación e ir construyendo sobre ella sin desnaturalizarla.

Digamos a este respecto que no corresponde a este prologo la descripciónque hace el autor de la forma en que los jesuitas cumplieron la tarea. Ni tampocolos enemigos que enfrentaron y que terminaron por destruir la empresa histórica,de encomenderos y bandeirantes hasta la ceguera política de la Corona deEspaña, que por temor a un peligro hipotético destruyó el antemural que manteníaal vecino portugués dentro de sus propios limites. Pero sí destacar aquello que losjesuitas habían descubierto y fue la base de su obra misionera: la existencia de unpueblo que sin ser sedentario, expresaba todas las características de una culturapropia que aún subsiste a pesar de las circunstancias adversas hasta el punto queguaraniza lo español más que se españoliza lo guaraní, y cuyo sentido de locolectivo, en los fines del hombre – que podemos decir lo nacional –, los jesuitasdescubrieron, aprovecharon y encauzaron para darle una forma de vidacomunitaria que hiciera posible la tentativa original de una nueva cristiandad.

Este último aspecto, la preeminencia del interés colectivo sobre elindividual, que trascendió en heroica solidaridad mucho después de la expulsiónde los misioneros, con Artigas y con Solano López para la guerra, fue en la paz elinstrumento creador de la estructura económico-social al que hoy el fracaso delindividualismo obliga a volver los ojos, aunque no sea más que como experienciay al margen de toda preocupación confesional.

Es lo que no han hecho casi todos los autores que se han ocupado deltema imbuidos, aun los mismos católicos militantes, de preconceptos económicos,sociales y culturales en que el individuo está atento a lo propio como razón última– por lo menos terrena – de sus actos, y no a la vida solidaria.

Tissera en esta obra, al reconstruir el mundo de las misiones jesuíticas, lohace con el espíritu que corresponde, ubicándose en una posición objetiva que lepermite percibir que el juicio no puede fundarse en escalas de valores que no eranni las de los misioneros ni de los pueblos misionados, remitiéndonos precisamentea ellas: por un lado, una ortodoxia espiritual y materialmente instructiva; por elotro, una disposición natural para la vida comunitaria. Para nuestra historiaamericana el libro que comento aporta una enseñanza con la demostración de

Page 3: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-3-

cómo pudo construirse una América adaptando lo importado a ella, ejemplo buenopara oponer a los que inversamente aún se empeñan en seguir en la tarea deimpedir que seamos para hacernos solo imágen y apéndice de otros.

En este momento de revisión en que las jóvenes generaciones argentinasya se han liberado de la pedagogía colonialista de la superestructura cultural en loque se refiere el país, la realidad del mundo prepara para otra visión del hombredentro de él. Este ensayo con otra óptica que las usadas hasta ahora es un eficazaporte revisionista, como lo comprobará el lector al adentrarse en su lectura ymeditación.

ARTURO JAURETCHEOctubre de 1968.

Page 4: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-4-

IDEAS, ÁRBOLES Y PIEDRAS.El viajero que va de Posadas a Iguazú, si presta atención a la altura de

San Ignacio, advertirá de pronto que entre la maleza y los frondosos árboles queengalanan el paisaje, descuella una rara construcción vetusta cuyas dimensionescomo su inusitada presencia en tales parajes, excitan la curiosidad. Junto a larumbosa ruina principal se agrupan otros restos de edificación menor que, si bienmás sencilla, mantiene la unidad de estilo para dar al conjunto la imponencia deuna civilización olvidada.

Árboles enredados a la piedra, intrincados con la edificación, brotados enlugares imprevisibles como si hubieran elegido el sitio estratégico para acechar alenemigo, y la piedra que pugna por conservar su emplazamiento, remedan unacontienda de viejos adversarios que, pese a todo, han llegado a convenir ciertascondiciones para mantener la rivalidad indefinidamente sin la destrucción completade ninguno. Así la piedra subsiste frente al intruso, que para ella es la amenaza deusurpación, la tumba anónima.

Hay una armonía vigorosa en la perspectiva que insinúan éstos restos. Esuna arquitectura maciza. No tiende a la altura. Está firmemente asentada la tierra,de la cual no quisiera desprenderse.

Y si luego de apreciar el conjunto verificamos los detalles, descubriremosla mano laboriosa del artífice que fue grabando sobre la materia el mensaje delespíritu. Alegorías simples pero de alta inspiración. Perfiles de pájaros que miranel cielo con quietud mítica, guirnaldas de tallos y hojas estilizadas porcombinaciones esotéricas, rostros de ángeles cuyos rasgos indianos losconvierten en esfinges.

Aquí un rosetón de formas vegetales carnosas, como medusas quetodavía se mueven dentro de la geometría del marco; allá un escudo de muchossignos, custodiado por víboras ondulantes y bravías a las que el escultor injertóprevisoramente cabezas de perros o de aves de presa para que puedan defendermejor el abstracto tesoro. Los símbolos litúrgicos, en cambio, están tallados condibujo elemental, neto. La mente indígena encontró en sí misma una soluciónestética: elevó la naturaleza al misterio y dio al misterio un trazo concreto.

Todo edificio monumental del pasado evoca la sensación de grandesacontecimientos. Hechos descomunales debieron ocurrir para que se levantara ydestruyera tanta magnificencia. Un poeta argentino, al contemplar el espectáculo,habló de una “catástrofe imperial”. ¿Que realización se operó a través de estasconstrucciones? ¿Qué pensamiento guardan esas lajas mudas, colocadas algunavez bajo la dirección de un apasionado arquitecto, preocupado sin duda porinfinitos irreductibles al compás y la escuadra? La imaginación del viajero seestimula aún más cuando llega a saber que estas ruinas de San Ignacioconstituyen apenas un eslabón en la dislocada cadena de otros escombrosesparcidos sobre la dilatada extensión que ocuparon las tribus guaraníes. Esto esparte de una realidad mucho mayor. Pero también se siente la tristeza de ladesolación, porque nada hay en los contornos que se relacione con estaestructura solitaria. La Catedral de Córdoba, el Cabildo de Buenos Aires, sonsímbolos patriarcales a los que la ciudad moderna ha rodeado con afecto yrespeto para mostrarlas como referencia de sus orígenes. Presiden con orgullo el

Page 5: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-5-

crecimiento de la urbe, como los abuelos contemplan la prosperidad y lasextravagancias de la prole. Las ruinas de San Ignacio semejan un giganteextraviado que se debate todavía en una lucha miserable con los elementosnaturales. La historia ¿produjo aquí algún rompimiento, una fractura categóricaque separó al hombre de los edificios dejando a éstos como testimonio de suimplacable decisión? Las ruinas no son arcaicas. Datan de menos de tres siglos.Dijérase que vienen de remota antigüedad. ¡Cuanta distancia establecen las ideas!Porque estos edificios se levantaron respondiendo a ideas y fueron abatidos algolpe de otras. Y la indiferencia que los condenó a la soledad era aparente. Enrealidad esas paredes provocaron una leyenda más fatídica que los lugaresembrujados. Durante mucho tiempo los hombres menos supersticiosos, los máscultos precisamente, no quisieron acercárseles ni admirarlas ni descifrarlas.Recelaban de las ideas que las erigieron porque quizá estas vivieran todavía; talcomo se teme que en las casas abandonadas deambulen los espectros de losantiguos moradores. Una cosa es contemplar las reliquias egipcias, inofensivasporque nada viviente representan ya – sepulcros desde todo punto de vista –, yotra muy distinta es aproximarse a monumentos cuya intención comprometenuestros espíritus con ciertas emociones, con los problemas del hombre y sudestino. Las ruinas tienen a veces una existencia inmaterial independiente de suconservación física.

Hay un principio activo que vive entre estos paredones, en los frisos y losrestos de altivos portales: su significado. Apenas se averigua la razón de tal o cualedificación, se comprueba que ella no fue diseñada para simple comodidad de loshabitantes. Cada cosa fue hecha a la medida de un sistema que abarcaba todo,desde la seguridad contra el vendaval hasta el vuelo hacia las alturas másambicionables. Como los techos desaparecieron, cada habitación es ahora unpatio espacioso cercado por muros mutilados. Reina allí una paz profunda. Elsilencio se interrumpe apenas con el gorjeo de las pájaros y el murmullo del follaje.De pronto irrumpe el viento de los trópicos; un viento airado, silbante, que persistecon sostenido aliento. Al retirarse parece una voz que vino a recordar algoimportante, “Sobre su pelada ca1avera soplarán eternamente los vientos”, diceuna vieja canción inglesa de las tabernas, el canto de la venganza. ¿Acaso estasruinas no son el último vestigio, el esqueleto de una vitalidad reducida a nada másque esto? Pero no. Por encima de la nostalgia domina un pensamiento optimista.¿Que importa más en toda ruina? ¿El mero hecho de la destrucción, o la idea deque allí se cumplió la eterna pasión humana de construir y modelar, la ambición demodificar al mundo porque no se lo acepta tal como es? Los cíclopes levantaronmontañas, pero el hombre erige edificios llenos de sentido. Y una sola piedralabrada significa más que el majestuoso Himalaya.

Page 6: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-6-

EL MUNDO ELEGIDOA fines de 1609, seis jesuitas salieron de Asunción. A poco andar se

dividieron hacia distintos rumbos: sur, este y oeste. Dos de ellos emprendieron lasenda que conducía a la espesa selva sobre las márgenes del gran río caudal desudamérica y sus numerosos afluentes. Estos hombres iban a comprobar lapracticabilidad de extraordinarios proyectos. Diez años antes otros misioneroshabían llevado a Asunción la noticia de un descubrimiento: el encuentro de lasustancia humana óptima, más valiosa para ellos que todas las alucinaciones deoro y pedrería que movilizaran a los conquistadores. Estudiada a fondo laempresa, la Orden de San Ignacio había requerido de la Corona el permiso (o laexclusividad) para trabajos apostólicos en la región. Convencida asimismo de losalcances del asunto, instituyo la Provincia del Paraguay, vale decir, unajurisdicción con jerarquía adecuada a la responsabilidad que comenzaba.

Pocos años después de los éxitos logrados por aquellos primerosemisarios, se distribuyó un contingente mayor y más seleccionado de quincesacerdotes, entre los que se contaban algunos veteranos de la conquistaespiritual, con experiencia en zonas semejantes.

Las tribus guaraníes ya no eran salvajes entonces. Comenzaban asuperar el último estadio de la barbarie y podían abrir sus espíritus a las sorpresasde la civilización. Estaban en la edad de la adolescencia. Idioma integrado,conceptos religiosos, agricultura, laboreo de tejidos, “Gustaban de la música, delbaile y del canto. Las diversiones consistían en danzas alegóricas y caprichosascanciones relativas al pasado de la tribu. Estimaban en mucho 1a elocuencia, parala que se prestaba el idioma copioso, pintoresco y expresivo”.

Siendo tan numerosos como los diaguitas y aimaráes y habiéndoseesparcido desde sus lares amazónicos a todo el centro de sudamérica, losguaraníes conservaron la unidad étnica. Cierta vigencia nacional los identificaba,pese a que no instituyeron nunca gobierno común. Sus tribus se organizabanaisladamente con las mismas modalidades. Cuando no tenían motivos desobresalto, la autoridad del cacique atendía los litigios y grescas internas, casi suúnica preocupación. Este jefe debía conocer las tradiciones, demostrar riqueza deexpresión al hablar y escuchar el consejo de los ancianos ante problemas graves.Durante las jornadas de guerra se confería el mando a otro tubichá elegido alefecto, sin que se suscitaran conflictos entre la autoridad bélica y la de paz.

Este tranquilo poderío, fruto sin duda de la mayor evolución, influíaconsiderablemente sobre las demás naciones aborígenes comarcanas, queactuaron siempre “como guaranizadas”, según la feliz expresión de HernánGómez. Las investigaciones lingüísticas han tropezado con una singularalternativa que, en cualquier sentido, confirma esa influencia, pues se trata desaber si la semejanza de algunos idiomas autóctonos del Chaco, norte deParaguay, Brasil y litoral argentino, obedecería a un remoto origen guaranítico o auna absorción que los convirtió en dialectos. Por lo demás, el indio guaraní sellamaba a sí mismo abá (hombre, persona) y distinguía a los demás pueblos conla designación general de tapiiy (cara sucia o también servidor). La gravitación eranotoria aun entre las tribus desafectas: Minuanes quiere decir salteadoresnocturnos; Mepenes, los que no dejan pasar; Charrúas, enemigo dañino;Guaycurú, según varias inflexiones de la pronunciación, que lleva dijes, que habla

Page 7: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-7-

mal o graniento.Raza no belicosa pero capaz de bríos guerreros cuando se afectaban sus

fueros, ya había protagonizado levantamientos parciales y generales – unacaudilla legendaria, Juliana – contra las injusticias de la conquista. Durante los dosgrandes alzamientos de 1545 y 1556, cuando los españoles avistaron a las tribusque convergían sobre Asunción en número pavoroso, debieron apelar a la extremaviolencia, a la represión más sangrienta, y aunque gananciosos por la espada,solo pudieron sofocar a los vencidos satisfaciendo su curiosa demanda principal,que consistía en la devolución de las mujeres. Debe interpretarse con exactitudesta circunstancia que explica mucho, si prescindimos de la versión erótica a quese la ha restringido. Los españoles, en efecto, habían concentrado en las ciudadesy centros de trabajo, cantidades impresionantes de mujeres de todas las edades.Los repartimientos afectaban a ellas, casi excluyendo a los hombres. Estaanomalía deparó la promiscuidad, al extremo que el soldado cronista Ruy Díaz deGuzmán llamo a Asunción “el paraíso de Mahoma”; intervino la Inquisición y elRey dirigió sus alarmas al Adelantado. La cuestión fincaba en que para losguaraníes, los trabajos agrícolas y demás labores estaban reservados a la mujer.Los propios hombres entregaban comedidamente sus hijas y hermanas al serviciode las encomiendas. Luego se hizo habitual entre ellas llamar a los españolescuñados o parientes. Sólo que los abusos de la explotación y el relajamiento moralengendraron primero la protesta y al cabo la insurrección. Conquistadores yencomenderos pues, tras ganar la matanza, perdieron el favor de la voluntariosaraza. La mayoría de las tribus emigró al fondo de los montes, y desde allíhostilizaban todo intento de penetración.

Los quince hombres que ahora se distribuirán por los rincones del solarguaraní, portaban otras armas. No los urgía el mito áureo, ni llevaban el despreciodel conquistador. En cambio, su sobriedad de costumbres ya los colocaba en unplano de admiración ante aquella ignorancia habituada a comprobar tantasdebilidades inferiores en la superioridad civilizada. Traían sobre todo el secreto dela educación, y cumplirían durante años, en las más penosas condiciones quepuede soportar el hombre culto, la misión de convivencia que les había sidoasignada.

De por sí esta sacrificada disciplina establecía una ventaja apreciablesobre los anteriores métodos de catequización. Pudieron comprobarlo losprotagonistas de las primeras incursiones. Escribía uno de ellos: "La razón deestar esta gente tan temerosa y costar tanto el reducirse, es el estar persuadidosde que ser cristianos no es otra cosa sino hacerse ellos y sus hijos y sus pobreshaciendas, esclavos de los españoles; ...y si algún sacerdote veían, que lo máscomún era que iba en el ejército español, cualquier cosa que les decía ibaenderezada a que fuesen buenos, y esto consistía en que diesen sus hijos e hijaspara que sirviesen a los españoles en la ciudad”. El contraste es patente con otrorelato de un misionero jesuita sobre "los increíbles trabajos y fatigas" de suministerio: "nuestra labor llegaba a ejercer no solo los oficios de pastores,labradores, albañiles y carpinteros, sino también muchas veces de guisar, coser,tejer e hilar... Nuestros caudales se reducían a una pobre choza de cuero, ...a unadesdichada comida de un pedazo de carne mal asada, y ésta de vaca o de potro ode mono sin pan alguno, y si le había, hecho de raíces tan insulsas que más

Page 8: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-8-

gustaba no comerlo".Exigiría la extensión de un libro enumerar la infinidad de recursos

prácticos de que se valió esa pedagogía para atraer y convencer. Baste decir queno desecho ni la seducción de los regalos, pero con una particularidad quetambién en este campo aventaja en favor del indio, la técnica del espejito y loscollares de vidrio. Los misioneros jesuitas deslumbraron a las mujeres nativas conla aguja y la tijera y los hombres con el hacha. “Indio que recibía un hacha sesentía por tan obligado como si hubiese firmado el más inviolable contrato.”

Las crónicas no registran el momento preciso en que las primeras tribuscomprendieron la utilidad del trabajo continuado, de unir los grupos dispersos paraun esfuerzo común, de convertir los caprichos de la naturaleza en fuerzas dócilesa la voluntad y la razón del hombre. La vertiente encontró la hendidura por dondedesbordar, y el hilo de agua mínimo, paciente, infatigable, cavaría después elcauce para fertilizar los amplios valles. El empuje no se detuvo hasta levantartemplos, viviendas, talleres de los más refinados oficios, ciudades enteras. Sobrelos campos se extendieron ganados y sembrados interminables.

Para el observador desprevenido no hay tarea más fácil que convencer ala ingenuidad primitiva sobre la conveniencia de ciertos cambios. Es todo locontrario. Constituye la tarea más ímproba, porque el hombre pre-civilizado esrutinario; esta más atado a los hábitos. Para él, el pasado no es historia sino unainfluencia que gravita sobre sus actos con la fuerza del instinto. Sus lentosprogresos sin asombros que acepta ante la evidencia; no ante la posibilidad ni laesperanza. Pasar de la barbarie a la civilización representa para su conciencia unaaventura que lo seduce únicamente cuando la civilización regala sus productos,sus novedades brillantes, cuando el conquistador le obsequia como tentaciónalgunos pedazos de comodidad o de esplendor; pero la idea de construir lacivilización, para lo cual ha de abandonar la molicie de la vida sedentaria y adquirirel valor del trabajo, equivale en su espíritu a una revolución que sólo puederesolverse pacíficamente cuando está dirigida por una orientación tenaz y eximia.

El templo de San Ignacio, por ejemplo, era inmenso y sólido. Los indios loconstruyeron desde los cimientos, decorando los pórticos y capiteles. EI techoestribaba sobre pilares de quebracho clavados en la tierra y disimulados con unrevestimiento de tablones que les daba forma de columna octogonal. Los trabajosfueron dirigidos por sacerdotes y hermanos arquitectos venidos de Europa, peroque hablaban guaraní para poder trasmitir la intención de los trabajos a loscapataces y operarios. Además, en San Ignacio había treinta pabellones paraalojamiento de la población. Cada pabellón albergaba ocho o diez familias. Eranhabitaciones amplias de piedra y ladrillo, con aberturas dispuestas para permitir elpaso refrescante de la brisa, con argollas de hierro empotradas a la pared parasostener las hamacas a modo de lechos; el tejado se apoyaba sobre tirantes ycabriadas de madera dura. Rodeaba cada pabellón un extenso alero, a vecesterminado en galerones de recoba, para proteger al poblador de los resplandoresdel trópico. Todo lo hicieron los indios para vivir mejor.

El núcleo de la colonización puede ubicarse históricamente en la actualciudad de Posadas. Esta cabecera centralizaba la jurisdicción de quince pueblosen territorio argentino, siete en el Brasil y ocho en el Paraguay. Pero desde allí seextendió hasta confines muy lejanos. Pretendió primero abarcar el Guayrá y las

Page 9: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-9-

fuentes mineras del entonces Brasil sur. Por el oeste se unió a realizacionessimilares emprendidas desde Tucumán. En territorio rioplatense alcanzó lasproximidades de Buenos Aires e instaló principios de poblados en la Patagonia.Hacia el norte llego a las tribus díscolas del Alto Paraguay. Simultáneamenteaparecieron en Perú y Bolivia quince pueblos, resultado de la colonizaciónorientada desde Lima.

La expansión, sin embargo, debió detenerse en varios sectores anteresistencias insuperables. La primera y principal fue el régimen de repartimientos.Los encomenderos no podían tolerar la presencia de reducciones que inculcabanconciencia de pobladores a sus pupilos. En Tucumán fue preciso trasladar lasprimeras reducciones a zonas apartadas de los centros de trabajo ya adjudicadosa patrones españoles. En Perú, Bolivia y Paraguay, no obstante que la poblaciónaborigen sobraba, se destinaban para los jesuitas las regiones y tribus másinhóspitas, sin perjuicio de requerirles después la entrega de los indios conversospara trabajos especiales. Funcionarios complacientes se prestaban a solicitartrabajadores misioneros que luego eran derivados a beneficio de particulares. Ellodetermino enérgicas instrucciones del General de la Orden: “...mando en virtud deprecepto de obediencia, que ninguno saque a los indios forzados y contra suvoluntad de sus territorios o pueblos, haciendo que vayan a morar en otros; ...queninguno les obligue a otro servicio personal que aquel a que están obligados a daral Rey, cuando en su nombre lo pidan los reales gobernadores, o quien tuviere sureal autoridad; ...que ninguno de los Nuestros saque ni coopere a que se pida osaque a los indios ningún tributo, exceptuando solamente el que debe pagarse alRey”.

Otra dificultad para que el trabajo misionero se extendiese, la ofrecía ladureza impenetrable de algunas razas encastilladas en el salvajismo. El GranChaco, el Matto Grosso y aun ciertos reductos guaraníes, no respondieron a laperseverancia misional. Catorce sacerdotes perdieron la vida en estas tentativas.El mártir más egregio fue Roque González de Santa Cruz, quien luego de fundarsiete reducciones pagó con una muerte trágica su valerosa disposición parainternarse entre las tribus más reacias y brutales. Se calculan veinticincoreducciones malogradas; algunas que debieron abandonarse tras largos esfuerzosinfructuosos, como las de los tobas, lules, guaycurúes, payaguás y mbayás; yotras que se estancaron en el comienzo, sin alcanzar desarrollo, como las de losabipones, charrúas, mocovíes, bugres y bohanes. Entre estas tribus sólo se logróconvencer a reducidos grupos. El grueso se mantuvo refractario y aun agresivo;hostigaba y saqueaba las misiones reviviendo periódicamente su repudio a lacivilización y también la inmemorial rivalidad con los guaraníes. Tales luchasadquirieron a veces contornos homéricos, cuando se presentaban tribus realmenteguerreras, como los tobas, mocovíes y abipones, diestros jinetes de la selva cuyosalvajismo no les impedía movilizarse con cierta estrategia; pero en ocasionessolían irrumpir al escenario hordas tan primarias que rememoraban el rudimentoantiquísimo de la humanidad. Varios misioneros dejaron descripciones dignas dela fantasmagoría, como ésta: “Entrando de repente en los pueblos, como fierasque acometen al rebano, hacen presa de los muchachos que pueden para sucomida. Suelen andar vagando de noche por los caminos, como borrachos olocos. Comen brasas de fuego como si fueran guindas. Dudoso es de creer, y yo

Page 10: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-10-

confieso que lo tuvo por patraña, pero desengañóme la experiencia que hizo unoen presencia mía, mascando carbones encendidos como un terrón de azúcar”.

Las misiones debieron proveerse de servicios de defensa para repeler lossorpresivos, ataques en avalancha. Las reducciones avanzadas del Chaco,Paraguay y la Banda Oriental, actuaban como centinelas alertando a tiempocuando se anoticiaban de grandes concentraciones. Con el tiempo, el progresomisionero permitió disponer de milicias para salir a recibir las agresiones osofocarlas en el lugar de origen. Mientras tanto, la conquista pacifica continuaba acargo de misioneros abnegados. En medio de la naturaleza salvaje, olvidados delmundo, al frente de precarias aldeas o acompañando grupos nómades,acomodaban la conducta para mantener a la vez la convivencia y la serenajerarquía de su condición. Durante los ratos libres escribían en el mejor latín susnovelescas impresiones, al par que informaban sobre costumbres, fauna, flora,topografía y hasta las posibilidades gramaticales de la lengua vernácula quehabían asimilado a la perfección.

“Viajando una vez con catorce abipones, cuenta Dobrishoffer, nossentamos junto al fuego que habíamos encendido sobre el alto barranco delParaná. El firmamento, enteramente calmo, deleitaba nuestros ojos con sustitilantes estrellas. Comencé entonces una conversación con el cacique Ichoalay,el más inteligente de cuantos abipones he conocido, como era el más valienteguerrero que hubo jamás entre ellos.

“– Contemple usted, le dije, el esplendor del firmamento. ¿Quien podrádecir que toda esa maravilla fue obra de la casualidad? Usted sabe bien quenuestras carretas no se hicieron solas y que si alguien no dirige nuestros bueyesse extravían.... ¿Quien decís vosotros que es el Creador y Gobernador de todoeso? ¿Que pensaban sobre eso vuestros antepasados?”

La respuesta del indio no se hizo esperar:“– Mi padre, mis abuelos y mis bisabuelos sólo se preocupaban de mirar a

la tierra, pues en ella y no en los cielos habían de encontrar pasto y agua para suscaballos. Jamás se preocupaban de lo que pasa allá arriba”.

Los personajes del dialogo asumen formas esculturales. Ichoalay yDobrishoffer, el cacique y el sacerdote, protagonizan una escena que se habrárepetido innumerables veces durante la conquista espiritual. No solamente susfiguras contrastan. El pensamiento depurado del europeo recurre a la sencillezsocrática para desafiar a un vuelo de calculados efectos, y la mentalidad simpleaunque robusta del hombre edénico se resiste a incursionar por los laberintos deun mundo desconocido e innecesario; pero el conocimiento se ha planteado:Ichoalay sabe que el forastero no es un acompañante cualquiera, sino que supresencia lleva implícita una proposición y además una fuerza misteriosa quepudiera ser útil alguna vez.

Pero el trastorno mayor que debieron sobrellevar las misiones desde sunacimiento y por espacio de cuarenta años, tenía un nombre tan épico como decruel significado; os bandeirantes. A lo largo de una frontera de mil kilómetros,desde el Alto Paraná hasta las serranías del actual territorio uruguayo, acechabapermanentemente el enemigo astuto e implacable.

Sao Paulo fue de las ciudades cuyo engrandecimiento se explica porfavorables circunstancias y la voluntad temeraria de sus habitantes. Cuando los

Page 11: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-11-

misioneros jesuitas la fundaron como reducción, no imaginaron que pocos lustrosdespués su modesta obra naufragaría en un conglomerado urbano febril,accionado por el cercano tráfico marítimo, la afluencia fácil de productos delinterior y la fértil terra roxa que enriquecía rápidamente a los facendeiros. Supoblación activa se integró con una heterogénea concentración de comerciantes,emigrados y vocacionales de la aventura. Entre estos últimos tomó cuerpo elnegocio más original y productivo de latinoamérica por entonces. Losbandeirantes, o paulistas como se les llamaba en el resto del continente a dondellegó su fama, eran acopiadores de hombres, literalmente hablando. Capturabanindios para venderlos por intermedio de sus contratistas. Gente dura de piel y decorazón, soportaban las jornadas más arduas de la selva, la montaña y el páramo.Acorazado el cuerpo con gruesas casacas de loneta y sombrero a manera decasco, arcabuz al brazo, espada y cuchillo pendiendo del cinto, los filibusterosterrestres cumplieron hazañas que tendrían mucho de epopeya si no lasoscureciera el vil tráfico que las impulsaba.

Utilizaban todos los recursos de la caza mayor: el coraje, la trampa y lacombinación de factores. Capitaneaban grandes contingentes de indios tupíes,hermanos de raza de los guaraníes. Ya arremetían con asaltos inesperados, obien se acompañaban de sacerdotes renegados para enviarlos anticipadamente asonsacar indios para una presunta colonización en Sao Paulo; en otras, uno deellos se disfrazaba de misionero jesuita y se adelantaba a proponer entre las tribusvecinas la formación de otras reducciones donde se permitiría la poligamia. Losaborígenes capturados de una u otra forma eran acollarados y conducidos encaravana a pie. Las penurias de la caminata servían de selección, pues durante eltrayecto eran abandonados o sacrificados los que se extenuaban.

Las misiones fueron descubiertas por los bandeirantes como la máscodiciable proveeduría de gente. El misionero Ruiz de Montoya describe estacircunstancia: "viendo que la caza de infieles iba despacio, por estar separados yen pequeños aduares (que allí llaman rancherías), y que los indios cristianos ycatecúmenos eran muchos millares y juntos; picándoles la infernal codicia,...entraron a mano armada en los pueblos". Las primeras malocas en territoriomisionero datan de 1611. Como inauguración, ocuparon durante dos días lareducción de Paranambaré, de donde se llevaron la población indígena íntegra.Luego adoptaron por sistema aparecer periódicamente donde menos se losesperaba, o acometían sucesivamente contra dos o tres misiones próximas. En lade Jesús María se anunciaron como visitantes; salió el párroco a recibirlos con losfuncionarios nativos; tras de cambiar las reverencias de estilo, arremetieron contrael pueblo, profanaron y saquearon el templo encendiendo grande hoguera en laplaza con los muebles, y allí empujaban a los indios para brindarse el espectáculoque ofrecían los desdichados al incorporarse sobre las brasas y huir despavoridos;como final de fiesta formaron la collera y la pusieron en marcha.

La maloca de mayor envergadura y fiereza acaeció en 1630. Fuertesformaciones paulistas se volcaron a un tiempo sobre las once misiones delGuayrá: San Ignacio, Loreto, San Javier, Jesús María, Encarnación, Arcángeles,San Miguel, Santo Tomé, San Pablo, San Antonio y Nuestra Señora deCopacabana. Vandálicamente fueron arrasados los edificios y caseríos. De casitodos los poblados quedaron taperas humeantes. Treinta mil indios se perdieron

Page 12: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-12-

entre secuestrados y muertos. Siete mil pudieron salvarse refugiándose en laselva. Sobrevivieron a la catástrofe dos misiones, las de San Ignacio y Loreto, porrara coincidencia las dos primeras que se fundaron en la región. La población deellas, cinco mil indios, debió comprimirse para dar alojamiento a los fugitivos de lasotras. Ante la magnitud del desastre el Provincial de la Compañía, VázquezTrujillo, convocó a los párrocos a conferenciar, acordando como mejor medidaabandonar definitivamente las once misiones. La dirección de las operaciones deéxodo se encomendó al Padre Antonio Ruiz de Montoya, un hombre múltiple,activo organizador de doctrinas y colegios y autor del mejor diccionario guaraní,hoy libro de consulta para conocer el abañeé arcaico. Sobre la costa del ríoParapanema, los pobladores comenzaron a construir aprovechando la abundantemadera del lugar. Se diseñó a la sazón un modelo uniforme: dos troncos cavadospara servir de canoas que sostenían tirantes sobre los que se armaba una casilla.Cuando estuvieron concluidas setecientas unidades, procedióse a desmantelar losartefactos útiles y a reunir trastos y enseres. Los cuerpos de tres sacerdotesfallecidos y sepultados tiempo atrás, fueron exhumados para no dejarlos enaquella soledad. Se emparedaron las aberturas de los templos. Y una mañana de1631 los curas de las parroquias cesantes oficiaron misa sobre la playa,bendijeron los caserones vacíos y Ruiz de Montoya dio la orden de partida. Tras laderrota, los jesuitas alcanzaban la victoria moral más espléndida de la historia delas misiones. Doce mil indios que pudieron abandonarlos, volver a la vida silvestreo quedarse obstinadamente en las taperas, prefirieron el destino misionero;siguieron a los paí tuyá en procura de nuevas tierras de paz donde recomenzar laconstrucción de otras ciudades. La interminable caravana de balsas recorrió másde cien leguas a lo largo del Paraná, con pocos accidentes en relación a lospeligros que representaba la aventura. Al aproximarse al gran salto del Guayrá, lacorrentada arrastró varias embarcaciones que se estrellaron contra el fondo de lacatarata. Fue preciso trasladar balsas y útiles a pulso varias leguas parareembarcarse en la zona navegable. Una vez en jurisdicción de la actual provinciade Misiones volvieron a fundarse Loreto y San Ignacio; esta última con elagregado de miní para diferenciar de San Ignacio guazú en el Paraguay.

Desaparecido el Guayrá como fuente de recursos, los bandeirantesdedicaron los años 1631 y 32 a las cuatro reducciones de indios itatines que losjesuitas habían conseguido levantar al norte del Paraguay. Repetidas malocas aritmo sostenido, obligaron a los pobladores a trasladarse al sur en busca deproximidad con Asunción. Entonces cambió otra vez el escenario de lasdepredaciones. La colonización jesuita, desde 1620, venía extendiéndose sobre laactual provincia brasileña de Río Grande do Sul, a lo largo de los ríos Iyuí e Ibicuyhasta la transversal que marca el río Pardo. Había asimilado nuevas tolderíasguaraníes y numerosas tribus de indios tapés. Hacia esta región se dirigieronpresurosas las expediciones paulistas. Pero ahora encontrarían por primera vez lahostilidad. Las malocas dejaron de ser cacerías divertidas sobre poblacionespusilánimes. La ocupación de cada reducción costaba recios encontronazos paravencer la desesperada defensa de los indios atrincherados en barricadas yarmados de flechas, mazas y cuchillos.

Tales resistencias, sin embargo, originaron un serio problema, porqueenardecían la violencia enemiga, que así podía arrogarse los derechos del

Page 13: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-13-

vencedor. Las represalias contra los pueblos sometidos alcanzaron los peoresextremos del rigor y la crueldad. Hasta los sacerdotes, para los que se habíanguardado siempre algunas consideraciones, empezaron a ser objeto devejámenes.

En enero de 1637, el nuevo Provincial Diego de Baroa llamo a Consulta alos párrocos. Quería enfrentar el problema y resolverlo en definitiva. Las misionesno podían continuar indefensas. Parece ser que desde el comienzo se desechó laposibilidad de recurrir a las tropas regulares de la Corona, en lo que se compruebala prudencia de los jesuitas: con el peligro encima, no les interesaba que su obrafuese salvada por extraños. Dice bien Furlong: “rehusaron el pacto de la cruz y laespada”. Un poco esto, y además la relatividad de un recurso que loscomprometía sin ofrecer completa seguridad. Las guarniciones de Buenos Aires,demasiado alejadas del teatro de los sucesos, no podían acudir con la prontitudque reclamaban las emergencias. A su vez la autoridad de Asunción se habíamostrado indolente y hasta indiferente a los desmanes paulistas, porque noafectaban su jerarquía política. Cierto Gobernador se negó a socorrer las misionesaduciendo: “Dejen a esos pobres portugueses que se auxilien como puedan en suinfortunio”. Surgió pues la iniciativa de crear milicias indígenas y proveerlas dearmas de fuego. Desde luego que esto significaba una revolución contra lasnormas del imperio español sobre tratamiento de los naturales. Los jesuitas nopodían innovar por su cuenta en asunto de tamaña importancia. Años anteshabían deslizado una sugerencia parecida ante la Audiencia de Charcas, sin másresultado que provocar otras presentaciones adversas de algunos vecinos deAsunción y del gobernador Lugo, alarmados por lo que consideraban un riesgoincalculable. La Consulta convocada por Baroa resolvió dirigirse directamente alRey, a quien se elevó un memorial. Al mismo tiempo, Ruiz de Montoya fuecomisionado para viajar a España a entrevistar al monarca. Interesa anticipar queFelipe IV consideró tan insólita y delicada la petición de la Compañía, que prefirióno decidir por sí solo. Designó entre la Corte una comisión que lo asesorara ydictaminase sobre el caso.

En tanto se aguardaba la autorización real, los jesuitas se dieronreservadamente a los preparativos para incorporar el combatiente guaraní a laedad de la pólvora. Compraron trescientos arcabuces y mosquetes. En la misiónde Concepción se instaló una fundición para fabricar municiones. Artesanosingeniosos idearon un modelo precario de cañón, consistente en un tubo de hierroque embutían dentro de una caña tacuara forrada con cuero; la armazónaguantaba hasta tres o cuatro disparos. El hermano Domingo de Torres, quehabía sido militar antes de profesar la Orden, se hizo cargo de la maestranza yadiestraba a los milicianos para el uso de las nuevas armas.

Mientras duraban tales aprestos, los pobladores continuabandefendiéndose con el primitivo armamento. Hubo acciones reñidas, a tono con lavoluntad de los jesuitas y de los pobladores de enfrentar las agresiones. Bajo ladirección del Padre Cristóbal de Mendoza se fortificaron los caseríos de la nuevamisión de Jesús María cerca del río Pardo, pero antes que finalizaran los trabajos,un súbito asalto capitaneado por Raposo de Tabares, obligó a gran número deindios a rendirse mientras los demás se retiraban a un poblado cercano, SanCristóbal, donde consiguieron rechazar al enemigo encarnizado en atraparlos.

Page 14: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-14-

Otras dos malocas durante los años 1637 y 38, dejaron toda la franja misionera alsur del río Iyuí a merced de dos audaces capitanes bandeirantes, GarcíaRodríguez y Fernan Díaz el Mozo, españoles al servicio de Sao Paulo, quienessembraron la destrucción tras vencer a guaraníes y tapés en dos furiososcombates cerca de las reducciones de San Carlos de Caapí y de Apóstoles deCaazapaguazú. Estos pueblos desaparecieron como misiones. Ya parecíarepetirse para la colonización oriental el desastre de Guayrá; “los agresores seretiraban con su presa – relata Pablo Hernández –, cuando los guaraníes, que...con nuevos refuerzos de los pueblos no invadidos habían llegado a juntar unejército notable de cuatro mil hombres de pelea, pasaron el Uruguay, ocuparonSan Nicolás y siguieron adelante en persecución de los malhechores... La llegadade nueva tropa de guaraníes que conducía el Padre Romero, en número de milquinientos, puso en consternación a los paulistas, quienes... hubieron deencerrarse en unas empalizadas”. Los bandeirantes sufrieron entonces undescalabro de magnitud en los campos de Caazapaminí, a consecuencia del cualdebieron abandonar sus prisioneros y retirarse para no ser exterminados. Al añosiguiente, con motivo de otra invasión a la zona de las nacientes del río Iyuí, losmisioneros pudieron confirmar la inoperancia de los auxilios armados de losgobernadores. Aconteció que un destacamento de sesenta arcabuceros, titubeó ala vista de los bandeirantes; solo la decisión de los guaraníes comandados por elhermano Antonio Bernal, los arrastró al combate. Y luego de la bien ganadavictoria (en los campos de Caazapaguazú, la misma región donde los misionerosfueran derrotados un año antes), el gobernador Lugo, que había presenciado labatalla, reprobó lo saña puesta por los indios, además de exigir la liberación delos paulistas que habían caído prisioneros, por temor a “que todo Portugal” seviniera a tomar la revancha. Mientras Lugo ordenaba tales disposiciones, losbandeirantes se retiraban con dos mil indios secuestrados y daban muerte alPadre Diego de Alfaro.

Durante estos encuentros, la mortandad mayor se había registradosiempre entre los guaraníes, pues combatían “desnudos de medio cuerpo arriba yarmados de flechas”, contra un enemigo “vestido de algodón colchado, que haciainútiles las flechas y armado no sólo de cortantes alfanjes, sino de bocas defuego”.

En enero de 1640, Felipe IV firmó al fin la Real Cédula que autorizaba alVirrey de Lima “para que habiendo oído a los gobernadores confinantes sobre elarmarse los dichos indios para su defensa, dispongáis lo que más “convenga”. ElVirrey dio luego su conformidad ordenando asimismo la entrega de 150 arca-buces. Meses después, circulaba otra noticia excitante: 600 bandeirantes al frentede 4.000 tupíes descendían por el río Uruguay con 250 embarcaciones. Venían arepetir las correrías de costumbre. Aunque informados del armamento misionero,habían recibido el rumor “con desprecio”. Ignoraban que a más de la novedad delas armas, encontrarían otros contingentes dotados de gran capacidad combativaa través de dos años de ejercitación. En las misiones se vivía por primera vez elentusiasmo de vísperas reparadoras. El Padre Romero asumió la dirección de lasoperaciones. El cacique Abiarú capitaneaba 800 guaraníes sobre 100 balsasgrandes provistas cada una de empalizada protectora, por cuyas tronerasasomaban las bocas de fuego. El hermano Domingo de Torres conducía 4.000

Page 15: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-15-

milicianos que apoyarían desde la costa la maniobra fluvial. EI plan trazado alefecto resultó acertado. Calculando la intención de los invasores según el rumboque traían, establecióse que el encuentro debía producirse a cuatro leguas arribade la misión de San Javier, en la confluencia del río Uruguay con su afluentemisionero el Mbororé. Las balsas aparecían sorpresivamente navegando por elMbororé para acometer a la escuadrilla paulista, rodearla y empujarla hacia laribera occidental, donde la esperarían los hombres de Torres ocultos en laespesura de la costa.

El día 11 de mayo de 1641, cuando los desprevenidos expedicionarios setoparon con la flota misionera, vivieron la confusión del agresor agredido. Abiarú,que iba al frente, quiso inaugurar el mismo la guerra de pólvora y empuñó uncañón. Los primeros proyectiles hundieron tres embarcaciones paulistas. Laruidosa algarabía de los guaraníes respondía como un eco al estruendo de lasdetonaciones. La sorpresa, sin embargo, no podía decidir frente a la considerablesuperioridad numérica de las embarcaciones de los bandeirantes, acrecentada porla pericia de sus tripulaciones. Sobre todo que advirtieron enseguida la maniobraenvolvente que se les preparaba y se dispusieron a ganar la delantera cercandopor ambos costados. Pero esta era la oportunidad que aguardaba Torres con susmilicianos. La mitad de la formación paulista que intentaba ganar el flancoizquierdo de los guaraníes, debió para ello aproximarse a la ribera oeste, y vino arecibir de lleno las andanadas desde tierra. Disparos de cañón y arcabuz seconfundían con centenares de flechas certeras. Los náufragos fueron ultimadossobre la playa. Ya equilibradas las fuerzas, el forcejeo se mantuvo durante todo eldía. Tras la pausa nocturna, continuó la acción hasta las dos de la tarde. Lospaulistas comenzaron a zafarse de la peligrosa lucha, cuyo resultado ya podíanprever. Optaron por la retirada y fueron a refugiarse en una improvisadafortificación próxima de la costa; pero hasta allí los siguió por tierra y agua laformación. Entonces pidieron parlamento. Hicieron llegar al Padre Romero unamisiva “llena de lamentaciones por lo ocurrido”, y proponían tregua para organizarel regreso. Sin embargo, en las filas misioneras, donde se conocía bien la picardíapaulista, cundió la sospecha de que se trataba de una treta para tomar aliento ysorprender con alguna arremetida imprevisible. Romero rompió la misiva. Elembate final de los guaraníes fue aniquilador. dedicóse la victoria al Rey y losartífices indios labraron una imagen que después fue consagrada como NuestraSeñora de Mbororé.

Virtualmente, el triunfo concluyó con la preocupación paulista. Si bienestos se adecuaron después a las nuevas condiciones de la guerra, fueron deigual modo rechazados. Y cuando pretendieron apoyar sus expediciones conreductos fortificados, a cuyo efecto emplazaron las bases operativas de Apiterebí yMburicá, cerca de San Javier, recibieron la visita inesperada de Abiarú y elhermano Torres, quienes los pusieron en fuga y quedaron dueños del lugar. Otrafuerte invasión paulista, en 1651, intentó disgregar los efectivos guaraníesatacando simultáneamente por cuatro frentes: las misiones de itatines, de Corpus,de La Cruz y de Yapeyú; pero terminó desbaratada por la acción combinada de lasmilicias misioneras, que en algunos casos cortaron la retirada de los que huían ala desbandada, derivándolos hacia las tolderías de los sanguinarios mbayás ypayaguás para que también estos se cobraran, como se cobraron, viejos agravios

Page 16: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-16-

de los paulistas.Años antes de esta victoria, el Virrey Cáceres y Ulloa reconoció a los

guaraníes como guarnición de frontera para que se organizasen en formapermanente, se adiestraran en el uso de las armas y quedaran liberados de otrasobligaciones extrañas a la vida misionera: “que el Gobernador de dichasProvincias no ocupe a los indios en trajines, servicio ni conveniencias suyas”.

El acopio de hombres había concluido para os bandeirantes en lasmisiones.

Page 17: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-17-

LA ESTRUCTURA SOCIALLa familia guaraní de la época selvática adolecía aun de los resabios

bárbaros, aunque denotaba mucho progreso respecto del matriarcado y lapromiscuidad primitivas. Prevalecía en ella lo que a partir de Morgan se conocecomo el vinculo sindiásmico: la unión conyugal de fácil disolución, la poligamiapermitida al hombre, mientras la infidelidad de la mujer era castigada con lamuerte. La tenacidad de los misioneros por imponer la unidad familiar civilizada,debió vencer graves contratiempos y resistencias. La primera reducción de SanIgnacio guazú, a poco de fundada, estuvo próxima a disolverse por ese motivo. Lade Loreto (en el Guayrá), se vio seriamente amenazada por la rudeza de unpoderoso cacique, Atiguayé, enemigo del vinculo nuevo. En 1628 el hechiceroNezú, luego de fanatizar algunas tribus en defensa de las viejas costumbres,consiguió devastar una incipiente reducción sobre el río Iyuí.

La colonización logró finalmente la aceptación del matrimoniomonogámico con sus equivalencias sociales, como la igualdad de trato entrehombre y mujer, la división de trabajos, la potestad paterna sobre el hogar y loshijos. Para esto se estructuró el sistema concediendo ventajas apreciables a lafamilia. Los habitantes solteros disfrutaban de menos derechos. Las prerrogativasque hoy otorga la mayoría de edad, se obtenían en las misiones con elcasamiento. La mujer al enviudar, no podía hacerse cargo de la patria potestad.Es probable, por otra parte, que la norma misionera de aconsejar y provocar ellazo conyugal a temprana edad – quince años para la mujer y diecisiete para elvarón –, haya contribuido a desligar insensiblemente a las nuevas generacionesde la mentalidad ancestral.

Es preciso prestar atención a otros aspectos de la configuración social,porque la originalidad de cada solución se presenta prolijamente ensamblada parala armonía del conjunto. Es una organización integral, que no descuidó nada y enla que nada se puede considerar por separado, pero donde cada problema parecehaber sido resuelto con un criterio especial.

El régimen de propiedad individual de la tierra era prácticamente deenfiteusis. Cada hombre, al constituir familia, recibía como propiedad vitalicia, nohereditaria, un predio de dimensiones adecuadas a la productividad de la tierra y alos menesteres de su interés. Era el abambaé (tierra del hombre), donde la familiaindígena instalaba la chacra para producir su sustento: hortalizas, frutales,animales y frecuentemente algodón. El hombre con los hijos laboraban la tierra ycosechaban. Las mujeres ayudaban y además hilaban y tejían la fibra del algodón.Cuando el propietario enfermaba, los vecinos trabajaban su tierra. Si fracasabanlas cosechas en una misión, las otras contribuían con aportes a reintegrarse enaños prósperos.

La producción privada de los abambaé era administrada en común por unrégimen que sin duda fue programado atendiendo las condiciones ambientales y lamodalidad de los pobladores. Conviene esta aclaración para prevenirnos antedefiniciones de algunos interpretes, quienes apoyándose en ciertas coincidenciasde la organización misionera con nuestros actuales sistemas económicos, laencuadran dentro del esquema completo. ¿Anticiparon las misiones formassociales como las que hoy representan el comunismo, el socialismo, elcooperativismo, el capitalismo? Al margen de las implicancias ideológicas que

Page 18: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-18-

involucran estas economías, la tentativa de abarcar la colonización misionera conuna calificación, suele sacrificar el mérito principal de la misma, que radicaprecisamente en la objetividad de sus realizaciones, previa a toda especulaciónteórica. Las similitudes innegables entre aquella organización y estos sistemas,demuestra en todo caso que un realismo inteligente, dedicado con esmero, sinprejuicios, a estructurar una sociedad según los elementos que se dan para elcaso, puede descubrir las experiencias sociales más sorprendentes. Analicemoscomo ejemplo un aspecto. Toda la cosecha de productos alimenticios delabambaé, pasaba a integrar un fondo común que luego se repartía según lasnecesidades cotidianas y en proporción a cada grupo familiar. Este sistema, queen nuestros días podemos definir como una singular combinación decooperativismo y socialismo, sin embargo no fue ideado obedeciendo a una teoríaprevia, sino que se logro después de otros ensayos para superar ciertascaracterísticas negativas de los pobladores. Varios informes de los primeroscolonizadores jesuitas lo atestiguan. El indio guaraní, conformado a la prodigalidadde la selva en alimentos naturales, era un consumidor voraz, imprevisor, dispuestocada día a agotar su provisión sin preocupaciones de reserva. Por otra parte, ladedicación al trabajo, no era la misma en todos los propietarios. La laboriosidad dealgunos contrastaba con la negligencia o la torpeza de otros. Así el fondo común ysu distribución racional regulaban el consumo al paso que emparejaban lasdiferencias evitando el desnivel social; sin perjuicio de que la organización, por víade la educación constante, la vigilancia y aun la reprimenda, inculcaba concienciasolidaria. Los alcaldes indios verificaban continuamente el cuidado que cadapoblador dedicaba a su chacra; la indolencia era castigada porque lesionaba laigualdad de contribuciones.

Ese cooperativismo socialista, regía únicamente para los alimentos. Elalgodón se mantenía como producto privado. Cada propietario disponía de él a suarbitrio. Pero como del algodón dependía un elemento básico de la vida civilizada,el vestuario, la organización intervenía primero para exigir al propietario la cosechaintegra de su sembrado (de no mediar este control, muchos se limitaban a recogerlo inmediatamente necesario dejando malograr el resto), y luego para ayudar aindustrializar la fibra, la comunidad pagaba tejedores que convertían gratuitamenteen lienzo una parte del hilado elaborado por las mujeres. Había también tejedoresque trabajaban particularmente para los pobladores que querían disponer de máslienzo. Además la comunidad proveía a las hilanderas domésticas de cardadoras ehiladoras mecánicas que simplificaban el trabajo.

Las misiones disponían de un servicio especial de atención a las viudas,los huérfanos y las mujeres abandonadas. Como la posesión de la tierra estabareferida al padre y caducaba con su desaparición, al producirse este evento (fuerapor muerte o porque el hombre abandonaba el hogar), la propiedad quedabavacante y era entregada a otro poblador; consiguientemente, la comunidad sehacía cargo de la familia desamparada. Los varones menores se albergaban en lacasa de otros familiares, aunque su manutención corría a cuenta del servicio. Lasmadres e hijas se alojaban en el pabellón mayor de viviendas, el cotiguazú (casagrande), donde se atendían sus necesidades y trabajos. Allí eran internadastambién las solteras de vida airada, que tampoco faltaban entre las mujeresguaraníes.

Page 19: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-19-

Cada ciudad disponía de una gran propiedad comunal, el tupambaé(tierra de Dios), bajo la administración directa de la Compañía y donde cadahabitante debía trabajar dos jornadas por semana. Estaban eximidos de estacontribución los funcionarios, artistas, artesanos, maestros y caciques. Las tribusse turnaban para aportar periódicamente los contingentes de brazos. Allí seproducían las mismas especies que en los abambaé, pero en gran escala.Además la Compañía instaló estancias yerbateras y criaderos de ganado sobrevastas extensiones, donde trabajaban peones y familias a jornal. Del conjunto deesta producción comunal, se separaban los cupos suficientes de carne y yerbapara distribuir entre la población, de algodón para los propietarios que no locultivaban, así como las especies de consumo para los artistas y artesanos y elcotiguazú. El resto se enviaba a otras ciudades del Virreynato. En Buenos Aires ySanta Fe se instalaron grandes almacenes que reducían la producción a moneda.En otras ciudades, como en Córdoba, comerciantes particulares se dedicaban arevender mercadería adquirida al efecto en dichos almacenes y anunciaban laprocedencia como propaganda, lo que da una idea de la calidad misionera.

Los ingresos de tal comercialización se destinaban a la adquisición deimportaciones, el pago de servicios exteriores y sobre todo la contribución a laCorona de un peso fuerte anual por indio en actividad. Críticos muy agudos haninsinuado que tales negocios producían el cuantioso dividendo en favor de laCompañía. Olvidaremos algunas novelas que hasta individualizaban un emisariosecreto en viaje a Roma todos los años portando el usufructo, La suposición esharto difícil de demostrar, no por falta de constancias documentales, que seríacandoroso pedirlas, sino porque de la economía general de las misiones surge laevidencia de que los servicios comunitarios (costeados con la producción. yganancias del tupambaé y los talleres) equivalían a tanto o más que la actividadde los pobladores. Lo que puede asegurarse sin temor a duda, es que si esedividendo existió realmente, su obtención no significó nunca privaciones albienestar de la comunidad.

Los jesuitas tuvieron frente a su época el comportamiento que define a lasortodoxias. Pese a las fronteras que restringían su acción en el mundo (ladependencia eclesiástica, la sujeción a gobiernos de diversa estructura estatal),aspiraban a realizar un concepto nuevo del hombre y especialmente del hombreintegrado en sociedad. Para este humanismo la economía, la política, la cultura,eran vías de ejecución donde no se detenían las ambiciones. Sospechar que talesdesignios quedaban satisfechos apenas se lograba un centro de producción paraexplotar el trabajo humano, es equivocarse desde el principio e ignorar lo que lasortodoxias pretenden del hombre.

Las relaciones económicas internas de las misiones se desenvolvíanmediante el trueque. El sistema no era sorpresa para los nativos. Con él se habíanmanejado desde su prehistoria. Pero lo importante es que la colonización loperfeccionó para extenderlo a las nuevas y complejas formas de intercambio. Lasencilla tabla de valores compensatorios regulaba desde los negocios de mayorvolumen hasta los compromisos personales. El portentoso artificio del dinero – queindependiza al consumidor, multiplica el tráfico y libera al individuo en el uso de suprovecho, pero que también genera la especulación, el parasitismo, laacumulación de riqueza en pocas manos y la plutocracia –, no existía en la vida

Page 20: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-20-

misionera. Se lo había excluido deliberadamente. El trueque era la base de lasfinanzas. Por el comerciaban las ciudades entre sí, los habitantes en susnegociaciones privadas, la organización con sus abastecedores. Los sueldos,beneficios y subsidios se pagaban en especie. Quien deseaba adquirir, debíaproducir el valor necesario en su campo o en el taller. Los asiduos comerciantesespañoles y criollos que acudían a las misiones para ofertar su novedosamercadería (se les destinaba a una residencia donde no podían permanecer másde tres días), debían ajustarse al riguroso trueque; y el párroco o su compañeropresenciaban los negocios para evitar que la clientela indiana fuese burlada contransacciones irrisorias. Si se advierte la trascendencia del sistema a la vidapersonal y de relación, pueden balancearse diversas implicaciones. La poblaciónmisionera no conoció la pobreza como desnivel de clase, como contraste con laopulencia de algunos. Nadie podía atesorar riqueza individualmente. Los caciquesmismos, cuyas ventajas les permitían vida holgada y los halagos de la autoridad,no podían llegar a ser socialmente ricos. Desde luego que el trueque, con suscondiciones primarias, reportaba un ámbito vital estrecho en comparación anuestro actual despliegue de posibilidades. (Para el indio misionero esa existenciaconstituía una conquista sin precedentes, no ya con relación a su barbarie anteriorsino frente a todo el resto de la población aborigen de la Colonia.) Aun así, encompensación a las limitaciones del sistema, la organización garantizabaabsolutamente la igualdad de oportunidades, el trabajo para todos – pleno empleo,decimos hoy –, la atención de las necesidades fundamentales y una economíacolectiva sin crisis, exenta de catástrofes monetarias.

Los servicios sociales aseguraban al poblador las principales previsiones,como ser: la vivienda digna en los pabellones de cada misión y en los refugios delas estancias y yerbales; la protección a la unidad familiar a través de laredistribución del sustento; el amparo ante el infortunio cuando el hogar sedesmembraba; la provisión de recursos indispensables a quienes no podíanproducirlos; la elaboración del tejido necesario para la vestimenta; el mejoramientopersonal por la educación y la instrucción. La estructura política, a su vez,defendía el orden vigente contra toda ingerencia extraña.

La administración de justicia era patriarcal. Dependía de los sacerdotes,quienes actuaban a criterio en cada caso, si bien se guiaban por reglamentacionesprecisas de la Compañía. El juzgamiento y la aplicación de penas estaban a cargode los Alcaldes. Los castigos por faltas comunes consistían en encierro o azotes.Los delitos graves, como el homicidio, se castigaban con encarcelamiento por unoo dos años y luego expulsábase al reo de la comunidad. A propósito, resultacaprichosa la objeción de algunos historiadores a esa prescindencia de laorganización judicial española. El planteo es formal y político, pues nadie podríaafirmar que la justicia colonial de la época, con todos sus escrúpulos procesales,asegurara mayor probidad ni eficacia. El expeditivo paternalismo de las misionesestaba sujeto a lo consuetudinario. Aun el castigo de azotes (sobre el que se hapromovido todo un escándalo, completamente antojadizo, ya que se trata delprocedimiento penal más común del siglo XVII en Europa), no autorizaba tampocoabusos ni arbitrariedades. Consta en los archivos jesuitas el caso de un jovensacerdote que, exasperado por una discusión trompeo a un indio. Su actitud fuejuzgada durante una Consulta, reunión periódica que los párrocos de zona

Page 21: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-21-

realizaban con el Provincial. “Preguntó su Reverencia que penitencia se le debíadar al Padre Jerónimo Zacarías por haber dado a un indio de San Lorenzo, con supropias manos y con demasiada violencia en la cara unos golpes, pues estaordenado que en semejante culpa se de capelo o reprimenda publica condisciplina. Uno fue de parecer que se le diese buena penitencia, aunque no se lediera esa; cuatro, que se ejecutase lo que estaba ordenado”.

La educación comprendía dos aspectos: el religioso para toda lapoblación, a través de enseñanza y predicación luego de los actos del culto y laeducación común para los niños. Esta se impartía diariamente en salonesadecuados; consistía en conocimientos elementales de escritura, lectura yaritmética. Al comienzo la enseñanza era impartida por los sacerdotes, pero luegose formaron maestros nativos. De entre los alumnos de primeras letras seseleccionaban los estudiantes y aprendices de disciplinas especializadas: unospara perfeccionarse en escritura y en lengua castellana, otros en cálculos (paraque actuasen como administradores), otros en música instrumental, canto odanza, y la mayor cantidad en artes y oficios como pintura, tornería, talabartería,tejedura, técnicas de la construcción, etc. Los de mayor vocación religiosa eranincorporados a la Congregación de San Miguel, que los capacitaba para serpreceptores del culto ante la población.

Las misiones llegaron a contar asimismo con fuerzas militares de altacalidad y número. Sus ejércitos, los mejor equipados de la Colonia, capitaneadospor caciques o hermanos coadjutores que habían ejercido la carrera de las armas,solían ser comandados por oficiales españoles en circunstancias especiales.Fueron los cuadros más efectivos al servicio del Virreynato de Lima y de lasGobernaciones de Asunción y Buenos Aires. En 1704, durante uno de losenfrentamientos que provoco la ocupación portuguesa de la Colonia delSacramento, frente al Río de la Plata, la tropa misionera que se presento a pedidodel gobernador Valdez Inclán, estaba compuesta de “ 4.000 indios con 6.000caballos y 2.000 mulas cargadas de bastimentos, además un rodeo de 30.000vacas para alimento del ejército. Cuatro jesuitas venían con ellos como capellanesy varios en calidad de cirujanos y enfermeros” .

Y sin embargo, el soldado no constituía casta. No podía constituirla por lascondiciones de su formación. En las misiones no existían cuarteles. El guerrerohabitaba con sus familiares. Solo estaba exento de trabajo los días deadiestramiento o durante las jornadas de guerra. Y quienes determinaban enúltima instancia las movilizaciones y hasta la autorización para ciertas operacionesen campaña, eran los capellanes jesuitas, cuya actuación no se limitaba a laasistencia espiritual, sino que ejercían superintendencia sobre el ejército Lasintervenciones de la oficialidad española equivalían pues a un servicio transitorio,consentido en cada caso y para cumplir funciones estrictamente técnicas. Laortodoxia advirtió que el militarismo tiende a la casta, y la casta apetecebiológicamente el poder. No incubarían las misiones una rivalidad que trastornarael orden de las jerarquías. Pero además, para la verdadera ortodoxia la violenciarepresenta un medio, un instrumento, nunca una finalidad. Ella aspira a lopermanente. Prevé la emergencia, desde luego ; esta preparada para recibir ycontestar a la beligerancia si se presenta. ¡Y cuidado con la violencia ortodoxacuando se desata, porque es fría, calculada, exenta de neurosis bélica; mientras

Page 22: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-22-

lucha se prepara para ganar la paz subsiguiente a la guerra! Pero su pensamiento,dirigido al común de los hombres, no puede instituir el peligro como un ideal devida. El común aspira a la seguridad.

Estos singulares elementos reunidos concertaban la dinámica social de la“Provincia Jesuita del Paraguay” .

El sistema, empero, no era innovación pura. Había tomado mucho de lamentalidad guaraní, Y tal vez esta particularidad explique gran parte de su éxito.Fue tarea de los jesuitas llevar a mayor tamaño y racionalizar lo que existía en loshábitos de un pueblo. De allí, por ejemplo, el respeto a la agrupación tribal. Lastribus no se disolvían al integrar las comunidades; mantenían su conformación, asícomo sus tradiciones y autoridades internas. Hasta la configuración de lasviviendas respondía al modelo agreste, porque ya los guaraníes utilizaban el granrecinto de caña y cuero donde convivían las familias. La colonización mantuvo elcarácter colectivo de la vivienda, aunque suprimió la promiscuidad con lainstalación de compartimentos familiares e impuso la arquitectura duradera de lapiedra, el ladrillo y la teja. Otro aspecto que se ha pasado por alto y sin embargointeresa, es la adopción del curanderismo guaraní. En las misiones había pocosmédicos y proto - médicos europeos, que se reservaban los trabajos de cirugía yla atención de las epidemias (gran flagelo del indio misionero). Lo corriente era elservicio de los curanderos nativos, los curuzuyá, investidos de idoneidadhabilitante. Se los llamaba así porque la expresión significa “portadores de lacruz”, signo con el que ejercían su oficio. Con frecuencia atendían también a lossacerdotes. Pero debe saberse que esos personajes no coinciden con la ideacomún de la magia y sus exorcismos. Estaban respaldados por extraordinariosconocimientos prácticos de la botánica; mérito admirable de la tradiciónguaranítica, que había permitido la formación de una terapéutica empírica, taneficaz como incalculable para nosotros. Los documentos jesuitas confunden alhablar de esos “médicos”, como los llaman equiparándolos a los profesionales;pero hasta en esto se advierte una jerarquización que confirma la minuciosapenetración en la vida aborigen.

La adopción más importante fue la del idioma. En la inmensidad de lasmisiones se hablaba exclusivamente el guaraní. Sacerdotes y hermanos debíanaprenderlo antes de incorporarse a la organización. Al indio se le enseñaba a leersu lengua autóctona, en la que estaban impresos los libros y escritos a su alcance.Y de veras fue admirable el esfuerzo cumplido para volcar la rica y sutil fonéticaabañeé a los caracteres latinos, sistematizar la composición, conjugar los verbos,esclarecer las declinaciones. Pese a las continuas recomendaciones de losobispos y de la Corona sobre enseñanza del castellano, es indudable que laCompañía mantuvo su criterio. Los indios solo aprendían de la lengua europea lanumeración, los días de la semana y los meses del año; y aún esto por ser másprovechoso para salvar los inconvenientes de la exigua numeración guaraní y suimpráctico calendario lunar. El asunto se ha prestado a interpretaciones de variadaíndole, perspicaces o capciosas, que tienen su razón. En efecto, es probable queel regionalismo idiomático levantara una muralla de aislamiento. Solo falta agregaralgunas preguntas: ¿Habría sido más beneficiosa una mayor intromisión de losadministradores y comerciantes españoles en la vida de los indios? ¿Poseíaacaso la Colonia un pensamiento más liberal que el que suministraban los

Page 23: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-23-

jesuitas? En todo caso, ¿no era respetable una incomunicación así planteada, sinviolencia, sin cerrojos, por vía de una predilección idiomática que enaltecía alnativo? Para el sincero sentimiento americanista será siempre satisfactorio leeraquellas instrucciones del General de la Orden al Provincial: “que ninguno seordene sin conocer la lengua índica, y si se hallare ordenado, se le detenga elgrado en la Compañía hasta ser aprobado de lengua por un buen lenguaraz”.

Se equivocaría quien atribuyese al gesto la intención del halago. En todala organización misionera no hay un detalle, una actitud que pueda calificarse dedemagógica. La seriedad, no desprovista de sagacidad, por supuesto, presidetodos los trabajos. A cada paso se observa que cuando el misionero se inclina areconocer un mérito, a complacer una modalidad, lo hace educativamente, luegode analizar la utilidad de su aprobación.

Un ejemplo más. Al comienzo de la colonización, los sacerdotescomprobaron con alarma el arraigo de dos vicios, el mate y el tabaco, elevadospor los indios al carácter de placeres cotidianos. Hasta les atribuían virtudescurativas. La primer reacción fue de combatir ambas inclinaciones. Pero luego secomprobó que tales vicios eran sucedáneos inofensivos de otro peor, el alcohol. Apartir de entonces, cada poblador recibía durante el reparto matinal la cuotafamiliar correspondiente de yerba y tabaco.

¿Qué cerebro concibió esa estructura? ¿Hubo un genio de la acción quedio el acierto de los hechos a una teoría? Inútil buscarlo. Lo que más llama laatención es justamente la ausencia de figuras desmesuradas. Todos los jesuitasparecen haber sido iguales. El común domina la extensa lista de párrocos ycoadjutores que durante siglo y medio gobernaron esas ciudades como si setratara de una labor rutinaria. Hacemos excepción, naturalmente, de las proezas,que las hubo y magistrales. Tampoco hablamos de los valiosos aportes culturales,tanto de información como de investigación, en que brillaron estudiososcalificados: geógrafos, lingüistas, botánicos, zoólogos, cartógrafos, astrónomos,biólogos, historiadores; una academia consagrada al relevamiento de la regióninédita. Hablamos de la configuración política y social, donde notoriamente noaparecieron genios. Todo autoriza a pensar en un sistema y un método simples endefinitiva, ajustados a una idea fundamental de organización. Los novicios jesuitasdestinados a las misiones, se graduaban en América con una previaespecialización complementaria de sus estudios de seminario, que se impartíaprimero en Asunción y luego en Córdoba. De allí salían formados para su misión,con el instrumento idiomático y nociones claras del trabajo a ejecutar. Debíancumplir pues, una labor metódica, donde la coordinación importaba más que lainiciativa personal. Es el secreto, el verdadero genio de las ortodoxias: conseguirel voluntario renunciamiento del individuo en aras de un propósito.

Se ha dicho que los indios no comprendieron nunca la real finalidad quelos agrupaba en la República Guaraní. Pero ellos, al fin, no renunciaban a nada,porque el hombre pre - civilizado es gregario por naturaleza; su obediencia a latradición, a la mutualidad, al rito, no es optativa.

¿Hasta qué punto el párroco de San Ignacio miní conocía los objetivos, losentretelones de la trayectoria mundial que la Orden de San Ignacio dirigía? Muypoco, seguramente. También él era factor menor. Pero desde la modestia de sucelda parroquial habrá contemplado muchas veces la extraña ciudad que

Page 24: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-24-

gobernaba, sin orgullo, con plena conciencia de que navegaba hacia un rumboextraordinario, que no dependía de él. Para eso él, hombre civilizado, habíarealizado el sacrificio de su individualidad. Su eficacia radicaba primero en laaptitud, pero más en la convicción acendrada de que era conducido a buentérmino.

La Orden de San Ignacio tuvo en su tiempo la selección de sus hombres.Es ilustrativo revisar el cuestionario de averiguaciones a que era sometido cadaaspirante y cuyas curiosas exigencias no abundan tanto en aspectos vocacionalescomo en ciertas circunstancias personales: “si tuvo cargos de gobierno, con quésatisfacción los desempeñó; si tiene fuerzas corporales y salud para los trabajosde misión; si le acompañan talentos y prudencia suficientes para hacer fruto en lamisión;... qué lenguas sabe y qué facilidad o dificultad tiene en aprender otrasnuevas;... si se sabe acomodar fácilmente al humor de otras naciones; cuál es sufirmeza de cabeza, si es tranquilo, o al contrario, de fantasía alborotada; si parececonstante en vocación, y tan adelantado en virtud, que pueda ser expuesto conseguridad a las dificultades;... si entregado a sí mismo, parece que cumplirá con...las Constituciones y reglas de la Compañía; si es mortificado, amante de lapobreza y obediencia y cuidadoso de conservar la paz y caridad fraterna; ...y siacaso es propenso a familiarizarse con seglares”. Luego de formado el misionero,las últimas instrucciones que se le daban al partir para su derrotero,recomendaban: “Fomente en sí gran celo; guárdese de murmurar de losSuperiores;... sea circunspecto en el hablar; ...ni alabe las cosas de su patria...sino las de entre quienes mora, o si no las puede alabar, no las vitupere por lomenos; ande solicito de la castidad... y sepa que con ser tan lascivos los indios,ellos mismos se escandalizan de las leves faltas de un religioso;... adquiera algunapráctica de artes mecánicas, de medicina y de farmacia, que será de gran utilidad;ocúpese asiduamente en el estudio, que también allí hace mucha falta; sepa queen ninguna parte esta más seguro que donde lo pone la obediencia; no se carguede muchas cosas para el camino”.

Page 25: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-25-

LA ESTRUCTURA POLÍTICALas misiones existieron como organización durante un siglo y medio,

llegaron a contar ciento cuarenta mil habitantes y se desenvolvieron sin registrarun sólo disturbio social. Esto no obstante, sobrellevaron muchas vicisitudes ygrandes acontecimientos: todo lo que puede ocurrirle a un país configurado para lapaz y el trabajo, pero que debe defender sus fueros por el hecho de existir en unmundo complicado.

Conviene mostrar algunos aspectos del desenvolvimiento político en susrelaciones con el exterior. El esfuerzo diplomático para defender las misionesresultó tan considerable como el que demandó su construcción. Demuestratambién que la tarea misional constituía la base de anhelos más ambiciosos, elparticolare de una perspectiva mucho mayor.

No bien comenzaron las poblaciones guaraníes a levantar su asombrosaarquitectura y las tribus comarcanas a incorporarse espontáneamente al extrañomundo nuevo, revelándose así una empresa que escapaba de lo ordinario enmateria misionera, la emulación y el recelo movilizaron todas sus influencias. Seprotestó contra la vastedad del territorio que ocupaban las reducciones, contra elidioma nativo, contra la exclusividad de la influencia jesuita sobre los guaraníes,contra el peligro de armar a los indios, contra las facultades de la Compañía paracubrir los curatos. Se ensayaron todas las objeciones y apelaciones. Unfuncionario de la Corona llegó a la osadia de argüir que los jesuitas negaban a losindios la propiedad privada, ¡tal como si los virreyes se ocuparan diariamente deconvertir a los indios en rentistas! Cierto gobernador legista presentó al Rey unabundoso tratado contra la estructuracion misionera, mientras demostraba que elrégimen de mitas y encomiendas favorecía más a los indios que a los españoles.Fue la edad de oro de la chicana.

Pero la milicia de Loyola no acostumbraba ser pasiva ante la amenaza.También sabía anticipar el golpe. Por ejemplo, comprendió a tiempo, antes deconsumar los trabajos misioneros, que se echaba encima un enemigo de cuidado:el encomendero. Quienquiera fuese el que amagare una innovación en materiaindigenista, debía contar con la resistencia potencial de los empresarios delmercado humano. Entonces, decididamente, el Provincial Diego de Torres apuntó,no a quemarropa sino por elevación, a los puntos vitales donde radicaba la fuerzadel adversario, y comenzó activas gestiones contra el “servicio personal” y lasprácticas encomenderas. Diego de Torres, sacerdote de vasta cultura, entregado ala acción misionera luego de ejercer varios rectorados en colegios de laCompañía, autor del primer diccionario de la lengua aimará, fundador de lasreducciones jesuitas del Perú y Bolivia, sabía por criterio y por experiencia que eltrabajo misionero no podía realizarse paralelamente con los encomenderos, cuyosintereses no sólo entorpecían la instalación de misiones sino que deformaban laconciencia indígena con irritaciones y rencores.

Sabido es que, hipotéticamente, el régimen ideado desde Madrid, aspirabaa mejorar la condición de los nativos. Para eso los entregaba al cuidado delpoblador español. Este debía asistir al aborigen con los auxilios religiosos,educacionales y sociales que redimieran su primitivismo. A cambio, el indiopagaba su mejoramiento con trabajo. En la práctica el sistema condujo a unainicua explotación. Lo único que se cumplió puntualmente de las cédulas reales

Page 26: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-26-

fue el trabajo del indio. El encomendero transfería y vendía sus pupilos comomercancía. Paulatinamente se fueron agregando a las duras exigencias laboralesen minas, haciendas y establecimientos, otras novedades: entre ellas, laservidumbre doméstica, que derivo en esclavitud.

El Provincial Torres contaba con una vinculación decisiva en elgobernador Hernandarias, primer criollo elevado a tal jerarquía y cuyas iniciativascolonizadoras fueron de gran impulso. Hernandarias echó las bases de laorganización del Paraguay como país productor. Respecto a los indios,desenvolvió una política adecuada a los distintos aspectos del problema: llevó laguerra a las tribus inadaptables, pero aseguró trato humano a las que seincorporaban a la civilización. De 1598 y 1603 datan las dos mejoresreglamentaciones que se dictaron en la Colonia sobre encomiendas. Fueronsancionadas por Hernandarias simultáneamente con los preparativos de lasmisiones y con participación de los jesuitas. Las nuevas disposiciones limitabanconsiderablemente las franquicias e impunidades del encomendero, prohibían loscastigos y el trato inhumano, exigían la protección y educación del aborigen yreducían las etapas de trabajo a cuatro días semanales. También limitaban elnúmero de nativos a cargo y exceptuaban de trabajo a la india casada.

La acción depuradora no se detuvo allí. Diego de Torres lanzó otraofensiva para vulnerar la base misma, el atributo doméstico del señoríoencomendero. Interesó a Hernandarias en la necesidad de rever la institución delservicio personal. Y para completar la gestión elevó un memorial a la Corona. Enrespuesta, el rey Felipe III ordenó a la Audiencia de Charcas la designación de unvisitador con amplios poderes, incluso para reprimir por su cuenta “los agravios ymalos tratamientos que reciben los indios”. Francisco de Alfaro, el insobornablefuncionario, actuó en Asunción como quien se abre camino en una maraña deintereses. Lo asesoraron dos jesuitas, Vázquez Trujillo y Lorenzana. Finalmentedio a conocer la célebre ordenanza que lleva su nombre y que cambiabaradicalmente el carácter del “servicio personal”. Suprimió de él la servidumbreesclava. Es de notar como el señorío afectado agotó los recursos de persuasión yde confusión ante el visitador, al punto de enviarle una delegación de indígenasque defendiese como cosa propia las bondades del viejo sistema: “dicen ellos quesirven como quieren y cuando pueden, ...y que vienen a ayudar a los españoles,no a título de tasa o servicio, sino como parientes”.

Los reglamentos de Hernandarias y la ordenanza de Alfaro fuerondespués burlados muchas veces con la aquiescencia de funcionarios; peroreportaron dos consecuencias: por una parte la primera quita al privilegioencomendero; por otra, la inquina antijesuita que comenzó entonces entre ciertovecindario. La instalación posterior de los yerbales misioneros y las gestiones dela Compañía por la abolición total del régimen de encomiendas, alimentaron unarivalidad cuya importancia debe atenderse para explicar el largo historial dedesencuentros entre la política jesuita y las elites asunceñas.

Veinticinco años después de la actuación de Alfaro, un obispo deAsunción a cargo del gobierno dispuso el arresto de los jesuitas en su jurisdicciónLos embarcaron en precarias canoas, y exigiéndoles trasladarse por sus propiosmedios los abandonaron en medio del río. El incidente culminaba un agitadoproceso, a ratos cruento, en que gente principal de Asunción coordinada con la

Page 27: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-27-

jerarquía eclesiástica, intentó cobrarse daños recibidos. La crisis merece serobservada con algunos detalles porque tuvo un desenlace tan excéntrico como deinterés para el conocimiento de un aspecto de la colonización misionera.

Monseñor Fray Bernardino de Cárdenas ejercía el obispado de Asunción.Temperamento astuto, contradictorio y pasional – “por momentos parecía uniluminado cuando hablaba” –, había jurado no quedar quieto hasta echar a losjesuitas “río abajo”. Convencido de que el fin justifica los medios, procuró aliadosmediante arbitrios poco decorosos. Captó fácilmente a la oligarquía lugareña alpredicar que los indios debían servir a los españoles; y para dar más fuerza a suprincipio lo sustentó como afirmación ex cathedra, utilizando así el ministeriomagistral de la Iglesia. También ordenó sacerdotes entre gente de acción, sin másrequisito que un juramento de fidelidad a la causa del obispo. Pero tras diez añosde excitación, de intrigas y arremetidas, de excomulgar sucesivamente algobernador Hinestrosa, al Cabildo Eclesiástico íntegro, y por supuesto a losjesuitas, se disiparon las esperanzas depositadas en él. Los amigos de influenciafueron retirando prudentemente su apoyo.

En el ínterin, los jesuitas se habían defendido airosamente. Claro está, lafuria contra ellos no era gratuita. Comenzaron por provocar la irritación deCárdenas al discutir su consagración como obispo, en la que no se cumplieracierta formalidad entonces sine qua non. Luego apoyaron al gobernador cuando elobispo rompió con él. Más tarde instigaron los reclamos del Cabildo Eclesiástico. Ypor último pusieron a disposición de León y Zárate (nuevo gobernador designadodesde Charcas y a quien Cárdenas, provisoriamente a cargo del gobierno, seresistía a reconocerlo) una tropa de mil guaraníes que dio buena cuenta de lashuestes reunidas por el obispo-gobernador.

Sin embargo, Bernardino de Cárdenas era hombre de no cejar hasta elúltimo cartucho. Habiendo comprobado la imposibilidad de abordar el bastiónjesuita, recordó sus lejanas y olvidadas especulaciones teológicas, consultóentendidos y lanzó la última andanada: una acusación de herejía ante laInquisición. Sindicaba a los jesuitas de inculcar a los indios conceptos sacrílegossobre Dios, Cristo y la Virgen a causa de traducciones aviesas, desde queintentaban incorporar los altos misterios del dogma al léxico guaraní.

El primer error de Cárdenas radicaba en que el trabajo básico detraducción, no había sido obra de los jesuitas sino de una personalidad estimabley memorable de la tradición misionera, el franciscano Luis de Bolaños. Fue de unbreve diccionario y un catecismo elaborados por éste y facilitadas a los primeroscolonizadores jesuitas, de donde Antonio Ruiz de Montoya y Paulo Restivodedujeron después sus trabajos definitivos. Pero la más reprochable falla en lassutilezas de Cárdenas era su reticencia ante las dificultades idiomáticas quejustificaban la deficiencia de algunas acepciones. Por ejemplo, la lenguaguaranítica carecía del vocablo dios como concepto; disponía en cambio de variasnominaciones referidas a deidades que personificaban potencias naturales,creencias propias de una religiosidad primaria y politeísta. El traductor, conintenciones evidentemente didácticas, equiparó a Dios el nombre de Tupá, ladeidad agreste que más se aproximaba al ideal del triunfo final del bien y lajusticia. Así también, para nominar a Cristo, el hijo de Dios, se lo habíapersonificado en Tayrá, presumiblemente un joven héroe indio de acciones

Page 28: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-28-

legendarias, divinizado por la imaginación popular. El acusador aducía que Tupáera una deidad pagana y Tayrá un hijo de la carne que desmentía el origen divinode Jesús. En cuanto al dogma de María, la acusación no podía señalartergiversación alguna, pero metía escándalo sobre la procacidad de los términos.Y en efecto, ya que el guaraní carecía también de palabras tan depuradas como“inmaculada concepción”, éstas se habían vertido a sus equivalentes rústicos, queexpresaban el hecho de la gestación sin acto sexual. Cárdenas calificaba dehorrenda la versión guaranítica.

El pleito tuvo los pormenores y peripecias propias del estrado español: unabultadísimo expediente que tardó dieciséis años para resolverse. El Tribunal deCharcas derivó el caso al obispado de Buenos Aires y éste al de Asunción.Finalmente una junta de peritos dictaminó en favor de Bolaños y los jesuitas.

Pero desde veinte años antes de los enredos con Cárdenas, la Ordenvenia soportando el encono de los obispos a causa de una elemental aunqueardua cuestión de jurisdicciones. Se refería al nombramiento de los curas en lasparroquias misioneras. Debatíanse allí, tras el derecho canónico, intereses desuma importancia para las partes. Los obispos de Buenos Aires y Asunciónreclamaban para sí la atribución de designar los curas en cada misión, según sureconocida competencia sobre las parroquias de su diócesis. La Compañíainvocaba a su vez las franquicias concedidas por Roma y las Cédulas Reales (elpatronato) que oportunamente les otorgaran excepciones respecto de lajurisdicción episcopal. En realidad, los jesuitas advertían que el reclamo de losobispos importaba el riesgo de la designación de sacerdotes de otras ordenes, oen el mejor de los casos, la supeditación del cura jesuita a la voluntad obispal.Esto rompía la unidad y descompaginaba la planificación de las misiones. Habíaescrito una vez el propio General de la Orden, Vicente Carafa, en susinstrucciones al Procurador; “antes dejaríamos cualquiera doctrina (misión), porprincipal que fuese, que sujetarnos a condiciones que no dicen con nuestraprofesión”.

El conflicto tuvo larga duración. Se dirimió con todos los recursos eintervinieron las mayores jerarquías. La última pendencia, de contornos a la vezásperos y amenos, vino a resolverse en Buenos Aires, poco tiempo después deaquietados los ánimos en Asunción. Correspondió esta vez a Monseñor DeMancha y Velazco reiterar la demanda obispal. Tratábase de persona muy distintaa Cárdenas; un dominico de actitudes enérgicas y rectas, buen teólogo,funcionario diligente pero de mucho celo por su investidura. A causa de esto tuvograve enemistad con el gobernador Lariz. Necesariamente debía interesarse por lacuestión misionera. Una primer demanda a Madrid sobre el caso, recibió comorespuesta que “no hiciese novedad en la provisión de los curatos jesuíticos”.Convoco entonces a un sínodo diocesano, para el que notificó a vicarios, preladosy “varios eclesiásticos y civiles prácticos en cosas de Indias”. Por la Compañíaconcurrieron un ex-Provincial, Juan Ferrujino, acompañado del Padre VicenteAlsina.

El 11 de abril de 1655 comenzaron las reuniones con una procesión desdela Iglesia de Santo Domingo hasta la Catedral. Ya en esta, congregados losparticipantes en una gran sala a puertas cerradas, Monseñor Mancha y Velazcoabrió las deliberaciones con una prolongada exhortación de dos horas y en la que

Page 29: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-29-

sus alusiones a los jesuitas no podían dejar duda alguna sobre el objeto de laasamblea. Concluido el acto inaugural, los delegados jesuitas comprendieron enseguida dos cosas: que el sínodo era contra ellos y que ellos estaban en ínfimaminoría. Toda discusión era inútil. Resolvieron pues, abstenerse de concurrir a lasreuniones siguientes. Su ausentismo fue tolerado al principio; pero aconteció quedurante el desarrollo de las conversaciones se hizo necesario consultar un libro,“Política indiana” de Solórzano, texto indispensable en la materia y cuyo únicoejemplar en Buenos Aires poseían los jesuitas. Fue preciso requerirles variasveces el envío del volumen. Los aludidos, tras algunas evasivas dilatoriasprometieron que ellos mismos concurrirían con el libro, pues deseaban participaren la interpretación de su lectura. Pero como ni así se hicieron presentes, elsínodo los convocó formalmente. Ferrujino y Alsina respondieron aduciendo, elprimero su mal estado de salud y el segundo que “no había dormido por haberestado velando a una difunta”.

El sínodo entonces acordó por su cuenta en un extenso pronunciamiento“que los jesuitas no tienen posesión de curato ni parroquia, y que todas ellas seproveerán de acuerdo a la ley; ...que mientras no haya clérigos pueden los jesuitasejercer de párrocos, según el Patronato, en los pueblos del Paraná; que aun asíno se entregarán los curatos a sacerdotes extranjeros; que en el caso de que losjesuitas no acepten esa condición, pasen sus misiones a la tutela de los frailesdominicos y franciscanos; que queda revocada la facultad concedida al superiorjesuítico para remover a sus religiosos sin noticia del diocesano; etc.”. Otradeclaración accesoria incidía sagazmente sobre el punto neurálgico de lacolonización jesuita: “se manda que no se hable a los indios en otro idioma que nosea el español; ...y se establece que aún predicando en lengua india, cuando elcaso lo imponga, las palabras Dios, Papa, Rey, Obispo, etc., se digan encastellano”.

El golpe llevaba intenciones mortales. La obra misional se frustrabairremisiblemente. Pero Ferrujino y Alsina, que por lo visto no dormían, acudieron alProcurador de la Orden en Buenos Aires. Del despacho de éste salió díasdespués un recurso de apelación ante la Audiencia de Charcas. La habilidad de laapelación consistía en que su planteamiento no invocaba directamente el privilegiojesuita menguado, sino demostraba que el Sínodo se había pronunciado “enmenoscabo y perjuicio del real patronato”; con otras palabras, que había incurridoen alzamiento contra el mismísimo Rey. Seis meses después, la Audienciaordenaba al Obispo “hacer entrega de las misiones jesuitas, y que en caso de nohacerlo dentro del tercer día de recibir la notificación, el gobernador impusiera ysostuviera a los nombrados religiosos”.

En realidad la orden de reintegro no necesito ejecutarse, porque losjesuitas no pudieron ser reemplazados. El Obispo había hecho publicar edictos enlas parroquias de Buenos Aires y demás ciudades de su diócesis convocandoclérigos para que se hicieran cargo de los curatos declarados vacantes por elSínodo. No recibió ningún ofrecimiento. Los documentos a nuestro alcance no danlas razones del raro silencio. Pero podemos suponer los motivos. A mediados delsiglo XVII, las misiones eran un hervidero. La fragua había alcanzado latemperatura máxima. Se estaba concretando el proceso que llevaría a lasmisiones a ser “el imperium in imperio que excitó el asombro del mundo y los celos

Page 30: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-30-

de los príncipes”, como diría mucho después Woodbine Parish. La guerra contralos bandeirantes culminaba con batallas supremas. Experimentos socialesinauditos lograban organizar las comunidades indianas con formas nuevas. Laidentificación de los indios con los doctrineros jesuitas era incuestionable. Y alcabo, ¿qué clase de parroquias eran esas, defendidas con milicias indígenasreputadas de invencibles? Aventurarse por semejante mundo, representaba puesuna empresa incierta y poco atractiva para clérigos que debían abandonar sustranquilos menesteres en Córdoba o Buenos Aires. A ello vino a sumarse uncambio imprevisto de actitud por parte de Mancha y Velazco, quien al poco tiempodepuso su encono para convertirse en sincero admirador de los trabajosmisioneros.

Esta fue la última reyerta, de comienzos angustiosos para los jesuitas y deun final digno de su temple. Desde 1655 los jesuitas pudieron ser verdaderospárrocos, nombrados conforme al Patronato, a propuesta de la Orden y condependencia directa del Provincial.

Pero en la apreciación de estos antecedentes, lo que más sobresale yatrae la atención, es la casi inverosímil identidad de cada hombre con su trabajo ysu misión. No son autómatas que cumplen movimientos preestablecidos. Ponensu más lucida inteligencia, su audacia, para alcanzar el objetivo propuesto, porquela personalidad se ha consustanciado a tal punto con la institución, que el interésde ésta viene a ser la ambición de cada uno.

La vocación ortodoxa inspira tales prodigios, ante todo, por el carácter dela organización. Allí se ha equilibrado la jerarquía con la equidad. Derechos ysatisfacciones son iguales para todos. No han de renunciar a la vanagloriaúnicamente los subordinados. Ningún General de la Orden reunió para sí máspoder que los otros, ni su nombre alcanzó notoriedad espectacular. En la sucesiónde apellidos que ejercieron tan extraordinario mandato, la fama sólo ha dejadolugar a muy pocos – Aquaviva, Retz, Tirso Gonzalez, Visconti, Ricci –, no porinferioridad de los otros, sino que tocó a ellos vivir contingencias excepcionalespara la institución. El generalato estaba lejos de representar una fascinación.Constituía el exponente de una capacidad consagrada a la conducción, y presidíaun comando rigurosamente seleccionado, en el que la consulta, la dedicaciónconjunta, evaporaban las pasiones de la emulación o del egoísmo.

La organización misionera se ajustaba a idénticas condiciones. Cadahombre era resultado de una preparación moral e intelectual vitalmente formativaspara la acción. Cada tarea formaba parte de una ecuánime distribución de trabajo,y era también continuación del adiestramiento personal incesante. Todos loscargos y grados tenían carácter rotativo. Eruditos como José Serrano, autor denotables traducciones de literatura sagrada a la dicción guaraní, se desempeñóasimismo como misionero, impresor, párroco, secretario del provincialato ySuperior. Pocas veces el párroco podía prolongarse demasiados años en susfunciones. Cuando se daba el caso, considerábase la beneficiosa influenciapersonal sobre el medio, o quizá la situación de temperamentos estacionarios alos que todo cambio desalienta en lugar de estimular.

Cada creación en el campo organizativo y especialmente en el productivode las misiones, era estudiada por consultores idóneos. Las estancias, ganaderíasy mestización de vacunos y yeguarizos, se proyectaron y ejecutaron bajo la

Page 31: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-31-

responsabilidad de sacerdotes expertos en dichos menesteres. La instalación delos grandes yerbales del litoral argentino y la banda oriental (con los que sedesplazó del mercado rioplatense a la producción paraguaya de Maracayú)requirió muchos años de estudio y experimentación, a cargo de botánicos, paraaclimatar las mejores especies. En oportunidades, la aparición de hermanosrecomendados por el dominio de determinada técnica originaba importantesinnovaciones, como fueron la fabricación de órganos, el armado de relojes, lostalleres de fundición, la elaboración de azúcar, la organización de conjuntoscorales y coreográficos. Otras veces la necesidad de adelantos que afianzaran elprogreso de las misiones, generaba excelentes conquistas: así la instalación de laimprenta, debida a la dedicación del Padre Juan Bautista Neumann, quien luegode ensayos ímprobos logró montar una prensa impresora y descubrir la aleaciónpara tipografía, así como educar artesanos indios en el arte de laminas metálicas yxilográficas. (La posteridad ha sido ingrata con este pionero, a quien se deben losprimeros libros editados en territorio rioplatense).

Con referencia a la población nativa, el método formativo contemplaba laaptitud y establecía para los seleccionados la actividad adecuada invariable. Delpanorama humano de las misiones puede deducirse que la masa de la población,el vulgo, era de condición campesina. La selección brindaba como primer escalónlos operarios de oficio, cuyas especialidades abarcaban todas las formas deproducción artesanal. En otro plano, los músicos, tallistas y escultores, losmaestros y bibliotecarios y los prácticos médicos.

Formalmente, la Provincia Jesuita del Paraguay dependía del Virreynato,pero la autoridad religiosa prevalecía en los hechos. Las jerarquías comenzabanen el Provincial con sede en Córdoba (inicialmente Asunción), luego el Superior ysus asesores en Candelaria, y finalmente los gobiernos parroquiales de cadamisión: el cura, jerarquía mayor de la ciudad, y su coadjutor o compañero; ambasinvestiduras comúnmente denominadas por los indios paí tuyá y paí miní, curaviejo y cura chico, asistidos por el Comendador y su Cabildo.

Concretamente, el orden gubernativo y administrativo de cada misióncomprendía un nutrido grupo de funcionarios nativos que actuaban bajo lasupervisión centralizada del párroco.

Cada día, poco antes del amanecer, los primeros que abandonaban ellecho mientras la comunidad dormía, eran el cura y su compañero. Dedicabanmedia hora a sus oraciones y pasaban a celebrar las misas matutinas, a las queconcurrían por turno las tribus. Luego el desayuno, que por lo general consistía enmate. Después el párroco presenciaba el reparto de comestibles, predicabadoctrina a los feligreses, recorría los talleres, acudía a caballo a visitar a losenfermos cada tres días, verificaba las ventas de los mercaderes cuando estosvenían a la misión, asesoraba a los encargados de justicia, intervenía en lasresoluciones del Cabildo, escuchaba periódicamente los informes de loscapataces de oficios y de los guardianes y celadoras. Poco antes del mediodíadedicaba un cuarto de hora a la meditación. Mientras almorzaba con el coadjutor yotros sacerdotes, si los había, un indio leía en voz alta textos sagrados odisposiciones superiores sobre organización. Luego de dos horas de siesta, sereanudaban las tareas hasta el anochecer. Anualmente el párroco se ausentaba acumplir los ejercicios de Loyola en otra misión.

Page 32: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-32-

El Comendador o poroquiatara (que imparte las órdenes), era elintendente del pueblo; siempre un cacique, designado por el cura y ratificado porel Gobernador. Duraba cinco años en el cargo. Presidía el Cabildo y mandaba elcumplimiento de sus disposiciones. Cuando el Rey designaba nuevo Gobernadoren Buenos Aires o Asunción, los Comendadores de las treinta ciudades viajaban asaludarlo y tributarle acatamiento. Otras funciones prominentes correspondían alos Regidores o cabildoiguará (que pertenece al Cabildo); se designaban cuatro apropuesta de los indios y duraban un año; especie de alcaldes de zona, dosrepresentaban a la ciudad y dos al sector rural; vigilaban el trabajo comunitario,perseguían a los vagabundos e investían funciones judiciales; cuidabanespecialmente la concurrencia de los niños a la escuela. El Alguacil Mayor oibirayaruzú (primero que lleva bastón), actuaba como ejecutor de la justicia conlos otros alguaciles auxiliares. El Escribano o quatiaapobara (el que escribe),tenía a su cargo el registro de las actuaciones del Cabildo. El Sacristán y elPortero, cuyos quehaceres importaban alta distinción entre la comunidad, atendíanel templo y la casa parroquial. Un Mayordomo o Procurador General administrabalos bienes del tupambaé con la colaboración de Contadores y Fiscales. ElEcónomo y los Almaceneros cuidaban el fondo común y distribuían las racionesdiarias. Los Capataces o Alcaldes de Oficios dirigían los talleres y enseñaban sustécnicas a los aprendices. Para la vigilancia de costumbres, la misión se dividía enbarriadas, cada una de las cuales comprendía varias tribus, y guardianes delorden atendían estas parcelas. Las mujeres del cotiguazú estaban a cargo deceladoras. Las rondas nocturnas velaban por la seguridad del pueblo. La últimaronda después del amanecer, recorría las calles al toque de tambor y con unpregonero para despertar a los rezagados. Por su parte las jerarquías milicianasse ordenaban en grados permanentes: maestre de campo asistido por el sargentomayor, al mando de cada ejército; capitanes de compañías o brigadas, oficiales yguías de patrullas.

El cacique, tubichá, actuaba con categoría paralela o complementaria delorden político. Se le respetaban algunos privilegios tribales. Los caciques poseíanmayores extensiones de abambaé, que eran trabajadas por la tribu (si bien él y sufamilia participaban de las jornadas en su propiedad). Por lo general recaían enellos los cargos públicos y los grados de la milicia. Se les toleraba en los hechos,ya que no en la norma, sus infracciones a la monogamia. Pero ellos no estabanfacultados para ejercer justicia por su cuenta, debían aportar de su producción alfondo común y eran depositarios de la lealtad de su gente con el resto de lacomunidad.

Por atavismo el cacicazgo era hereditario, aunque la tribu podía destituir aquien lo ejercía y reemplazarlo a su voluntad, incluso cambiando la dinastía. Habíaademás caciques menores y mayores, por así llamarlos, según el número defamilias que agrupaban o a veces por su prestigio. Pero sobre todos estos únicosprivilegiados de las misiones, imperaba el párroco con autoridad jerárquica y moralindiscutida. Nunca se dio el caso de un cacique cuyo ascendiente sobrepasara lainvestidura del paí tuyá. Cierta vez, voceros interesados soltaron por Europa laespecie de que los jesuitas habían coronado a un indio como Rey del Paraguay. Elrumor causó mucho revuelo. Desde luego, se lo había propagado aprovechando eldesconocimiento general en Europa de la organización misionera y para sembrar

Page 33: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-33-

cizaña contra los jesuitas en las cortes metropolitanas. La trama no era sólo paracrédulos. Estaba bien urdida. Se mostraban láminas alegóricas y medallasapócrifas con un auténtico perfil guaraní. Tratábase del cacique principal NicolásÑeenguirú, a la sazón Procurador General en la misión de Yapeyú, y que así tomóextravagante notoriedad. Su fama trascendió tanto que el gobernador Bucarelli, depaso por sus dominios, envió un emisario para que le dijese “me holgaría muchoverlo”. Apenas lo trató, comprendió el infundio. Lo único que le impresionó fue elnatural malicioso y burlón del personaje y el gran respeto con que los otroscaciques lo atendían, pues como ya estaba viejo, le sostenían el estribo cuandoiba a montar.

La autoridad del cacique afectaba únicamente al sector rural, agrario delas misiones. Los pobladores que adquirían oficios, artes o instrucción especial,así como las mujeres del cotiguazú, se independizaban del vinculo tribal.

Toda esta coordinación de elementos primitivos y nuevos, pudoestablecerse entre fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, cuando las misionesalcanzaron el desarrollo necesario. De ese periodo datan las realizaciones másponderables: la edificación monumental, la productividad llevada al máximo devolumen y el orden colectivo desenvolviéndose con la dinámica de una sociedadintegrada. Fue coincidentemente la etapa de mayor tranquilidad en la relaciónexterior de las misiones.

Veremos ahora los efectos del primer gran impacto en esa estructura. Esel único trance confuso en que el accionar jesuita no tuvo la claridad ysincronización características. Acaeció durante los últimos lustros de supredominio.

Exactamente al promediar el siglo XVIII, el rey Fernando VI acordó con lacorona portuguesa un tratado de límites para resolver la posesión de la Coloniadel Sacramento. El pacto era ruinoso, absurdo para España, al punto que loscomentarios acalorados señalaron – con razón – la actuación poco clara dealgunos ministros, Carabajal particularmente, y de la propia reina Bárbara,originaria de la casa de Braganza, así como la debilidad del monarca. Por eseconvenio, España recuperaba para sí Colonia (situada en pleno territorio colonialespañol y ocupada arbitrariamente por los portugueses por un acto de fuerza),mientras entregaba a cambio toda la extensión terrestre entre el río Uruguay y elocéano, equivalente a las tres actuales provincias brasileñas de Paraná, SantaCatarina y Río Grande do Sul. Lo inquietante para los jesuitas era que estajurisdicción abarcaba siete misiones y sus estancias más ricas y florecientes,sobre todo las llamadas Del Mar y De los Pinares. Como un sarcasmo, el tratadoofrecía 4.000 pesos en concepto de reparación por cada uno de los pueblos,cuyas instalaciones y haciendas debían trasladarse a la margen occidental del ríoUruguay. El menos importante de esos pueblos valía un millón de pesos, según lodemostró la Orden en un memorial ante Madrid.

Para los jesuitas la alternativa era tremenda. Acatar el Tratado importabatanto como desperdiciar ciento veinte años de perseverancia, perder un tercio desu Provincia y defraudar la fe de treinta mil indios, sin perjuicio de ladesmoralización del resto de las misiones; pero desconocerlo acarrearía elalzamiento liso y llano ante la Corona, quedar copados entre dos frentes, Portugaly España, y dar la razón a los difamadores que durante un siglo habían asegurado

Page 34: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-34-

que las actividades jesuitas iban en provecho propio.Conocida la noticia en las misiones y recibida la orden regia de traslado de

los pueblos, los párrocos no disponían aún de instrucciones precisas de laCompañía. La primer reacción fue de indignación. Los indios, con su viejo rencor alas depredaciones de los portugueses y su apego a los pueblos edificados porellos y sus antepasados, se encendieron fácilmente. No vacilarían después enexpulsar a los sacerdotes indecisos.

La excitación comenzaba cuando se recibió noticia de la primeracomunicación del General de la Orden al Provincial. Se indicaba allí la entrega delterritorio y el desmantelamiento de los pueblos. Por otro despacho recomendabael General aconsejar a los indios el traslado pacífico para evitar los perjuiciosmayores del desalojo compulsivo. Esto en el plano de las constancias oficiales, dela actitud formal y de aparente acatamiento; porque en otro orden, la Compañíainició rápidamente gestiones ante la Corte, el Virreynato y la Audiencia deCharcas. La asiduidad de los reclamos llegó al punto de hacer presentar por lospárrocos un memorial al confesor privado del rey Fernando sobre lainconveniencia del Tratado. Más aún, la Compañía aprovechó una singularcircunstancia para negarle todo viso de seriedad al convenio de 1750. El asuntotuvo origen en un detalle si se quiere simple y accidental pero tan ridículo quedesmerecía las tramitaciones preliminares del Tratado; detalle que sólo laprolijidad de los estudiosos jesuitas pudo advertir. En efecto, durante lasconversaciones que dieron forma al acuerdo, los representantes de Madrid y deLisboa habían utilizado mapas completamente inexactos, elaborados porcartógrafos portugueses, en los que ciertos territorios aparecían desplazados desu ubicación real; de manera que Fernando pudo creer sinceramente que lasexigencias lusitanas se ajustaban a la famosa línea demarcatoria establecida porlas bulas papales de Alejandro VI y su consecuencia, el tratado de Tordecillas(primera distribución de posesiones de ultramar entre España y Portugal). Pero losjesuitas disponían de cartas geográficas auténticas, cotejadas con los informes yplanos originales de los misioneros. Pudieron percatarse pues, de los errores de laarbitraria cartografía portuguesa. Si bien esta comprobación fue muy posterior a lafirma del tratado de 1750 y de sus derivaciones, la Compañía comisionó vocerosque, munidos de aquel material y con demostraciones incontrovertibles, inculcaronen las esferas gubernativas de Madrid la convicción de que tanto Colonia delSacramento como los territorios cedidos por el rey Fernando, eran de legítimajurisdicción española.

Pero, mientras, sobre las misiones pesaban la orden real de desalojo y laprudente ratificación de la misma por el General. Y ocurrió que aquí vino arepetirse la misma duplicidad de actitudes que en la esfera oficial. El proceder delos párrocos presento extraños síntomas de anarquía. Unos pasivos, otroscomenzaron la organización del éxodo. El Padre José Cardiel, de muchopredicamento en las misiones, rompió el fuego con una activa correspondenciasubversiva, más una carta afrentosa a los funcionarios encargados de tomarposesión. En otra comunicación aseguraba que las instrucciones del General de laOrden sobre el asunto no imponían obligación. Un Padre Comisario (que yaveremos) impuso a Cardiel castigo de no referirse más al tratado y retirarse de lamisión de Itapuá. Pero a la prédica de Cardiel siguió la del Padre Jaime Passino,

Page 35: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-35-

quien exhortaba a los demás párrocos, en mensajes reservados, a ignorar eltratado. Otra figura comprometida del modo más singular fue el gran Nusdorffer,comisionado por el Provincial para reiterar a los indios la ventaja del desalojo.Recorrió las misiones una a una, e informó luego que había encontrado voluntadgeneral de los pobladores de abandonarlas, excepto en San Nicolás; circunstanciaque no sería de cuidado por entender que esta reducción imitaría el ejemplo de lasotras. Pero los hechos fueron distintos. El traslado se comenzó a dar con desidia ymala gana. Las caravanas de carretas quedaban abandonadas a poco de salir,pues los indios se volvían a las reducciones. Y posteriormente Nusdorffer fueacusado de aprovechar su dominio del guaraní para transmitir el mensaje a losindios en forma tan capciosa que estos habrían interpretado lo contrario.

Como las operaciones de traslado se efectuaban sin la celeridad queconvenía al tratado, el Rey había requerido de la Orden el nombramiento de unPadre Comisario con atribuciones mayores que las del Provincial. La designaciónrecayó, a propuesta del Rey, en el Padre Lope Luis Altamirano. El Comisario actuócon severidad, Pero lo sugestivo es que su gestión no fue grata a los demáshombres de su propia Orden, y el rigor de las disposiciones que debió tomar,denota que su autoridad era burlada de continuo. Impartió al principio unaordenanza de obediencia a las cláusulas del tratado bajo pena de sanción porpecado grave con suspensión del ejercicio sacerdotal; mas al comprobar que laindicación dejaba un resquicio, estableció castigo también para quienes nopusiesen premura o actuasen con negligencia. Lo rodeo al fin un clima tal dedescrédito y antipatías, que abandono sus tareas y se ausentó.

Un desdichado incidente vino a precipitar los acontecimientos y ainterrumpir las dificultosas tareas del éxodo. Indios de San Lorenzo degollaron aun emisario y dos acompañantes que portaban comunicaciones del gobernadorAndonaegui al párroco de esa reducción. El Gobernador, que ya marchaba conescasa tropa, mal equipada, hacia las misiones, regreso a Buenos Aires; organizóefectivos poderosos y al año siguiente irrumpió sobre la zona en franco tren deocupación, al tiempo que otro ejército portugués invadía por el norte. Lashostilidades comenzaron, pues la población aborigen hizo frente a los incursores.El conflicto duro alrededor de un año. Los indios defendieron valientemente suspueblos, hasta quedar diezmados y faltos de jefes por la muerte de varioscaciques principales. Luchaban junto a ellos otras naciones aborígenes solidarias:charrúas, bohanes y minuanes. Su plan inicial de dividirse en dos contingentespara detener a los portugueses sobre el río Pardo y a los españoles sobre elIbicuy, se cumplió con temeridad y bravura pero desarregladamente. Lasuperioridad técnica de los ejércitos, que para el caso actuaron coaligados, seimpuso.

¿Que había sido de los jesuitas durante la beligerancia? Fue notorio quese rehusaron a intervenir abiertamente, y la confusión de las filas indias loconfirma. Los jefes españoles y portugueses señalaron después a algunossacerdotes como cabecillas. El Padre Adolfo Skal fue denunciado por vérsele enun paraje a caballo, con ropa de paisano, capitaneando una patrulla dehostigamiento. Aun de ser verosímil el hecho, la participación jesuita tuvo que serindividual, esporádica. La acusación más grave y difícil de levantar fue que losjesuitas, al abstenerse de la guerra, habían instigado discretamente a los indios a

Page 36: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-36-

realizarla. Esto dio motivo a dos investigaciones sumariales que – para mayortrastorno – llegaron a conclusiones diametralmente opuestas. Una demostróculpabilidad y la otra, inocencia. Ha de saberse, sin embargo, que el segundosumario fue ordenado por el sucesor de Andonaegui, Don Pedro de Ceballos,cuya inclinación a la Compañía era conocida.

Triunfante el ejército lusitano-español, se hizo cargo de la dirección deltraslado de los pueblos. Los trabajos se reanudaron a ritmo forzado. Pero al pocotiempo aconteció el cambio providencial que habían esperado los jesuitas.Ascendía al trono de España Carlos III, quien de inmediato denuncio el conveniofirmado por su antecesor. De cualquier manera, la providencia llegaba tarde. Eldaño sobre las misiones orientales estaba casi consumado. Estancias y pueblosse habían desquiciado y despoblado. Extensos yerbales habían sido talados paraque no cayesen en manos extrañas. Algunos grupos ya comenzaban sureubicación en otras tierras, cuando recibieron instrucciones de volver al lugarprimitivo. De la población anterior de 30.000 almas, quedó menos de la mitad.

Aquí debemos detenernos para obtener las conclusiones más útiles. En eltumultuoso desarrollo de los hechos se observa tanto la proverbial perspicaciajesuita de trazarse un plan inteligente y realista para abrirse camino entre lasdificultades, como también sus desaciertos o su declinación frente aextraordinarios acontecimientos.

Resulta indudable que, ante la imposibilidad de desconocer el tratado de1750 ni de eludir la evacuación de los pueblos, eligieron el camino de hacertiempo, demorar los trabajos del desalojo o entorpecerlos aprovechando eldescontento de los indios, mientras apuraban en otro sector las gestiones para larevisión del tratado, a más de la campaña de desprestigio contra este – campañaque nunca impresionaría como extemporánea, pues la opinión era adversa entoda España –. Dentro de la organización misionera se debió vivir, no cabe duda,un clima de conspiración al margen del acatamiento formal y oficial. Téngase encuenta que las cartas de Cardiel y Passino han llegado a nuestro conocimientoporque fueron interpretadas y agregadas luego al sumario contra los jesuitas. Nopueden haber sido las únicas piezas del mecanismo. Y con la correspondenciasubrepticia, pueden presumirse los mensajes verbales, las instruccionesconfidenciales, transmitidas a lo mejor por los mismos portadores de lascomunicaciones oficiales. ¿Por qué alegó Cardiel contra el Padre Comisario, quelos mandamientos del General de la Orden en cuanto a las misiones no imponíanobligación? Era imposible para un hombre de tan probada lealtad, incurrir en unainsubordinación, que para la norma jesuita implicaba la expulsión; y Cardiel nosólo continuo perteneciendo a la Orden sino que fue repuesto luego como párroco.Aparece también otro indicio elocuente en la animadversión que despertó esePadre Comisario. Era profeso de la misma Orden, y al cabo venía a acelerar elcumplimiento de las indicaciones dadas por el General. Su posible falta de tactoen los procedimientos, no podían constituir un escollo para la disciplina jesuita.Pero claro está, la organización misionera no ignoraba que este Padre Altamiranoera un enviado dudoso, cuya designación había sido impuesta al General por elrey Fernando. Su presencia, más sus excepcionales facultades, perturbaban elplan trazado que, como suponemos, no era de insurrección sino de discretademora.

Page 37: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-37-

Pero la perturbación, peor que Altamirano, sobrevino cuando los ejércitosresolvieron invadir sin más trámite el territorio en cuestión. La violencia, esta vez,desbarataba la habilidad. Ya no eran las milicias de algún díscolo ni losbandeirantes quienes invadían la jurisdicción misionera. Detrás del ejércitolusitano- español venía el enfrentamiento total de la Compañía con dos Imperios.¿Procedió bien la Orden al no dirigir resueltamente la sublevación de los indios?¿Erró el camino al no decidirse a una lucha que de cualquier manera sedesencadenaría después? Cualquiera sea la respuesta, allí comenzó ladecadencia. Los desordenados cuadros indianos fueron batidos con demasiadarapidez; no pudieron estabilizar una guerra de resistencia. La anulación del tratadollegó con retraso, y no por retractación del Rey que lo había firmado sino comoconsecuencia de un cambio general de política de su sucesor, Resulta irónico perosignificativo que quien ordeno la devolución de las misiones orientales, fue tanluego Su Majestad Carlos III, el que al correr de los años expulsaría de susdominios a la Compañía.

¿Habían perdido ya los jesuitas su fibra inicial, o el vértigo de nuevasfuerzas en la historia los arrastraba también a ellos? El tratado de 1750 y susderivaciones fueron el primer contraste desastroso. Un soberano sin talento, quizácontra su voluntad, vino a romper la invulnerabilidad de la organización que hastaentonces había empuñado los controles de gran parte del mundo.

Page 38: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-38-

¿UNA NUEVA CRISTIANDAD?Es difícil elegir entre la variedad de explicaciones y polémicas con que se

ha intentado desentrañar el propósito real que perseguían los jesuitas al echar lasbases de su "imperio": si se propusieron finalidades políticas, religiosas,económicas o de simple catequización; si intentaron desplazar hacia sí el poderpolítico, o si los conflictos surgieron de la incomprensión de la Corona y susvirreyes y, finalmente, de la tiara papal. Al margen de lo folletinesco,investigaciones de mucho esmero han revisado el enigma, y aunque erraran en lainterpretación o concluyesen por desconocerle importancia, dejaron siempre laimpresión de la perplejidad.

La personalidad más problemática de las letras argentinas, LeopoldoLugones, dio una opinión que no puede calificarse de exhaustiva ni mucho menos,pero cabe consultarla como una de las más inquietantes. Su libro adolece de fallasde información y extralimitaciones de juicio. No obstante, contiene proposiciones eintuiciones no despreciables.

El predicador jesuita representaba un espíritu nuevo y nueva fuerza parala Iglesia: "hábil antes que inspirado y observador antes que fervoroso;...abandonando la tristeza, tan característica de la Edad Media, para entregarse ala ciencia que crea el bienestar; reaccionando contra el odio al rico, base delcristianismo puro, porque la filosofía (predominante en él sobre la mística) le haenseñado que es mucho más humano y eficaz acoger a todos sin distinción en lamisma esperanza de salvación, y porque siendo la riqueza el ideal social en bogano es posible ir contra éste sin renunciar a la victoria; ...deferente con lasaspiraciones populares, que sintetizadas en la instrucción barata o gratuita, élcultiva hoy para dirigirlas mañana, convirtiéndose al efecto en profesor; fiando porúltimo poco o nada en el milagro y todo en el esfuerzo inteligente, en laperseverancia, en la habilidad, nada puede objetársele por el lado de la lógicahumana”. Se dirá que en el retrato abunda más la psicología que la historia, perola imagen es nítida. Sólo le faltó a Lugones consultar la faz íntima de formación deese criterio que con tanta suficiencia podía hacer concesiones al mundo de sutiempo; porque tal actitud no es la del curioso, el sensible, el impresionable que seentrega a la exaltación de nuevas realidades. Hay un seguro dominio de sí mismoy de los instrumentos a manejar. Y esta firmeza venía de una preparación que nose ha analizado como merece para desentrañar el secreto de una técnicaeducativa tan sencilla en recursos como prodigiosa en resultados. Losrenombrados “ejercicios espirituales” de Loyola, que el profano interpreta comodevociones inofensivas, son en realidad un anticipo genial del siglo XVI enpedagogía y en conocimiento de la vida psíquica. El individuo soporta allí unaprueba tal de autocrítica a la vez enérgica y penetrante, como para decidir todassus encrucijadas. Por otra parte, la disciplina militante, el trabajo compartido,impedían que la auscultación espiritual sumergiese al hombre en su intimidad.Decía un buen conocedor del método: “La Compañía no es una suma deindividuos encerrados en sí mismos. Un sujeto incapaz de vida comunitaria nopuede considerarse apto para ella”. Con plena seguridad pues, Iñigo de Loyolapudo comunicar al Papa que sus milicias estaban “cada hora preparadas para irvelozmente por unas y por otras partes del mundo a donde fueren enviados por elSumo Pontífice o sus Superiores ...ad maiorem Dei gloriam”.

Page 39: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-39-

Con exactitud describe Lugones el gesto y la visión de los jesuitas ante elcomplejo panorama de su época. Tales hombres pudieron percatarse pronto de lairreparable fisura abierta en Europa por la rebelión protestante y el pensamientohumanista. Advertirían también que la inmensurable Asia – emporio de culturastodavía vigentes – no depararía los resultados inmediatos que reclamaba la crisis.Encontraron en la nación guaraní la raza virgen, incontaminada, el fundamentohumano fértil para una eclosión ideológica.

Lugones se equivoca en las conclusiones, al reducir la empresa a unobjetivo que tiene tanto de lírico como de pragmático: la fundación de unateocracia que restableciese el poder temporal de Roma y tonificara a Españacontra el resto de Europa. Pudo ser este un aspecto, a lo mejor una etapa, pero deningún modo la misión en todos sus alcances. Lugones se llamó a engaño con lasfatigosas reiteraciones de lealtad y hasta de obsecuencia al Rey de que estácolmada la correspondencia oficial de los jesuitas. Ni franciscanos ni dominicosabundaron tanto en tales demostraciones. Y la particularidad tiene unaexplicación. Sobre los escritorios de la cancillería española llovían las denuncias ylos alertas respecto al proceder jesuita. Desde alcaldes, militares y comercianteshasta gobernadores y obispos, ventilaban las más alarmantes acusaciones. Perolos aludidos no ignoraban el trabajo de sus delatores. Por ello, no sólo en lacorrespondencia sino en los actos, en el protocolo ponían el énfasis suficientepara desmentir habladurías. En ninguna casa particular de las misiones faltaba elcuadro del Rey o su estandarte. Entre los ornamentos que decoraban lasceremonias públicas, ocupaba lugar bien visible el escudo de armas, al principiode los Habsburgos, después de los Borbones. Y si los gobernadores visitaban lasmisiones eran recibidos con tal pompa y demostraciones de acatamiento queprovocaban siempre una carta de ponderación a la Corona. De cualquier modo,cuando el gobernador dirigía la acostumbrada arenga al pueblo, los indios noentendían ni jota, pues ignoraban el castellano. Lo mismo ocurría con lossermones de los obispos visitantes.

Más demostrativos que estos indicios, son los rastros dejados por losjesuitas en lejanías increíbles. Sus andanzas desbordaron los límites del imperioespañol. Si el trabajo más jerarquizado fructificó en Sudamérica, fue porquecondiciones propicias lo determinaron; pero la captación jesuita se extendió aCalifornia y Louisiana, toda Europa, Filipinas, India, Japón, China, Centro ySudamérica, norte y centro de África, Asia Menor, zonas del actual territorio ruso.La técnica de penetración se adecuaba a cada lugar: si entre los guaraníesrealizaban trabajos masivos de persuasión, en los reinos asiáticos se dirigíandirectamente al jerarca, y en las ciudades europeas sus colegios eran los máscompletos y actualizados. Difícilmente escapaban a su ingerencia las crisispolítico-gubernativas en los más apartados rincones de Europa y Asia. Cuenta unahistoria de la vieja Rusia: “Cuando en el siglo XVII Dimitri, el pretendiente del tronode Moscú, se apoderó de la ciudad con la ayuda de los polacos, veníaacompañado por varios jesuitas y traía consigo una esposa católico-romana”.

La idea pues, de circunscribir la cuestión a España y sus colonias, resultainsuficiente. La expulsión de la Compañía, no sólo de España sino también deFrancia y Portugal, donde había alcanzado gran influencia, y la categóricadisolución de la Orden por el papa al considerarla “contraria a los intereses de los

Page 40: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-40-

pueblos católicos”, indican que el comportamiento jesuita alentó proyectos másexclusivos y ambiciosos. ¿En qué consistían? No pretendamos reducirlo todo auna definición, que al cabo no pasaría de otra acusación improbable.

Ciertamente los jesuitas aspiraron a constituir una nueva cristiandad paraenfrentar y superar las innovaciones de la era moderna, al par que corregir al clerodecadente. Advirtieron los desgastes estériles de la represión armada a losprotestantes, el odio siniestro e improductivo de las hogueras inquisitoriales, comola inutilidad de ganar la discusión desde los púlpitos y las cátedras de teología.Buscaron el camino más largo: preparar el contragolpe de otras civilizaciones.

Aún la suspicaz incriminación de “regreso a la Edad Media”, que tambiénutiliza Lugones, pero que en este caso no constituía una simple tentativa deretroceso, indica que los trabajos estaban orientados por una idea concreta. Losjesuitas, mentalidades modernas, pretendieron efectivamente retomar el sentidocorporativo y teocrático del medioevo, desde que advirtieron en ello un sistema, enigual medida que el pensamiento humanístico intento revivir el personalismopagano; sin que esto autorice a descalificar ambas proyecciones con el histéricomote de regresivas. Había más lógica en la idea de recuperar el orden medioeval,que en la vehemencia de algunos adalides de la Reforma por volver al cristianismoprimitivo y acatar al pie de la letra los textos evangélicos.

El público y hasta los estudiosos han olvidado libros claves del pasado,que registran movimientos importantes del pensamiento. Si desechamos esaindiferencia y nos disponemos a revisar la austera prosa española pre-renacentista, encontraremos un volumen titulado “Excercicios spirituales”, uno decuyos exordios comienza diciendo: “El hombre es criado para alabar, hacerreverencia y servir a Dios nuestro señor, y mediante esto salvar su anima; y lasotras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre y para que leayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que elhombre tanto ha de usar dellas quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarsedellas quanto para ello le impiden”. El autor, San Ignacio, proponía a su siglo algonuevo. El hombre fue creado para Dios, pero el mundo fue hecho para la salvacióndel hombre, si este sabe utilizarlo inteligentemente. La formulación era decontenido renovador frente a la herencia monástica y la tradición eremítica con susrigurosas disciplinas de renunciamiento al mundo y a la vida practica. La realidadno es temible ni mala; hay que saber aprovecharla. “Las otras cosas sobre la fazde la tierra son criadas para el hombre”, escribía Iñigo con fuerte convicción. Sudesprejuiciamiento, su resuelta manera de asir las cosas como son, refrescaba laantigua sabiduría bíblica – “Y crió Dios al hombre a su imagen y semejanza; varóny hembra los crió; ...y díjoles Dios: fructificad y multiplicad, y henchid la tierra ysojuzgadla” –; pero además daba la espalda al ascetismo dominante hastaentonces, para abrir las puertas a otra expresión de la religiosidad; virtualmenteabolía el anterior divorcio entre la fe y la acción. Es de reconocer que ya la OrdenFranciscana había planteado algo parecido – salir de los conventos en lugar derecluirse –, pero su afán por superar la actitud contemplativa se excedió y restóimportancia a la vida intelectual. Para aquellos franciscanos la evangelización sefundaba en la tradición patrística; las ideas fundamentales bastaban para darpreminencia a los sentimientos y prácticas piadosas; lo principal era cultivar lasvirtudes de esperanza y caridad, mientras consideraban la erudición, las

Page 41: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-41-

preocupaciones filosóficas y científicas como ostentaciones proclives a la vanidad.En esto se diferenciaron siempre de los jesuitas, para quienes toda actividadestaba inseparablemente ligada al estudio.

Podemos imaginar el ímpetu que dio a las milicias de Loyola su cuidadosapreparación, y también el convencimiento de eficacia que animaría a susintegrantes. Los éxitos iniciales fueron rotundos. Con el tiempo, la consolidaciónde las innumerables realizaciones rodeó a los Colegios y Doctrinas de laCompañía de un prestigio tan singularizado que por fuerza debía alimentaraspiraciones crecientes. Podemos pues suponer fundadamente que talesresultados hayan imbuido a sus autores de una intención que no tuviera alcomienzo: la idea mesiánica, la tentación de generalizar la experiencia bajo sucontrol directo, hasta estructurar un bloque de países nuevos por sobre laordenación convencional de los Estados. ¿Entró en tales designios desafiar a lasmonarquías católicas e incluso dominar a la Iglesia misma? Defensoresintransigentes de la Compañía de Jesús han rechazado como antojadizas estassospechas, y aseveran que la obra misional no traspasó nunca la intenciónbenéfica o la estricta labor catequística. Tal razonamiento menoscaba en definitivalos trabajos jesuitas, y no explica la alarma que los mismos suscitaron. Por lodemás, la exigencia de pruebas documentales que invocan estos defensoresfrente a cada suposición, deja de ser razonable si se considera la complejidad delasunto. Sería como intentar demostrar los móviles intrínsecos de la SegundaGuerra Mundial según la correspondencia de las cancillerías. Hay caminos deinvestigación en que la conjetura, mientras mantenga buen sentido, necesitaresolver los vacíos y oscuridades documentales con la inducción anteacontecimientos de extraña significación.

Pero ocurre además que para este caso, las constancias que existen,como los acontecimientos más fehacientes, no pueden ser tomados según sepresentan. Es preciso interpretarlos en relación a la índole de los protagonistas.Los jesuitas consiguieron equilibrar talentosamente dos condiciones pocas vecesconciliables: la osadia y la prudencia. Su trayectoria deja la impresión de unacomplicada armonía en la que se ha ensamblado lo inaudito con lo sensato.Nunca la oposición abierta al poder político, aunque procuraran minarlo o abatirlo;nunca la reacción violenta cuando está fuera sólo un desquite desesperado; jamásuna intención cismática ante la Iglesia. 0 todo o nada, pareciera ser su consigna.¿Pide alguien que se muestren los planes de organización para las sociedadescristianas que presumiblemente proyectaba la Compañía? Craso error. Losproyectos no existen, y no porque fueran destruidos para ocultarlos o porque nohubiese aspiraciones en tal sentido; sino porque tampoco pertenecía a lamentalidad de esos hombres establecerse modelos ni dibujar arquitecturassociales visionarias. Sus propósitos no dependían de ningún diseño a la manerade las utopías con que Tomas Moro y Campanella, casi coetáneos de San Ignacio,anticiparon la moderna planificación político-social. Visiblemente construyeron conla actividad. Su nueva configuración cristiana era un concepto, un criterio quepodía producir distintos resultados según las condiciones de momento y lugar. Lodice una evidencia simple. Las misiones guaraníticas se estructuraron sin planprevio; sus novedades más sobresalientes tomaron forma sobre la marcha, yempero, no hay nada en ellas que denuncie improvisación. En cada misión había

Page 42: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-42-

un libro de consulta obligatoria, “Órdenes”, que los sacerdotes debían leer encomún durante una hora por semana; allí estaban especificadas las normas degobierno y atención de las comunidades; y lo notable es que no se trataba de unideario ni un manual elaborado teóricamente, sino de la recopilación de lasprincipales instrucciones impartidas a lo largo de años por los Generales yProvinciales de la Orden.

Estas consideraciones arrojan mucha luz sobre el desconcertante epílogode disolución de la Compañía; vale decir, explican más que la documentaciónrelacionada con las tramitaciones finales que precipitaron la decisión de Roma.Nunca será convincente, verbi gracia, la proposición de atribuirlo todo a una intrigaborbónica ante el Vaticano. Incluso otras constancias autorizan a dudar. Seis añosantes del breve de extinción, el Papa le había reprobado acerbamente a Carlos IIIsu drástica medida de expulsión. El reclamo comenzaba con la frase admonitoriade Cesar, “tú también, hijo mío?”, para señalar a la corona de España sucomplicidad con el trono de Francia, en los probados manejos de la masonería.Pero lo más sintomático es que las gestiones borbónicas ante la Silla Apostólica,no fueron las únicas. Abundan asimismo las constancias con pronunciamiento deotras ordenes y de autoridades eclesiásticas aprobando la proscripción jesuita,mientras aprovechaban el consiguiente debilitamiento de la Compañía parainstigar una resolución definitiva. ¿Qué hace pensar esto? ¿Sería disparatadosuponer que, aparte del misterio de las tramitaciones, la disolución de la Orden deSan Ignacio pudo significar el triunfo de una influencia reaccionaria dentro de laIglesia?

El blanco predilecto al que apuntaban los enemigos de la Compañía era elde sus innovaciones. No sólo en lo político y social. Hasta los manuales deestudio, los programas educacionales de las escuelas jesuitas eran analizados ypuntualizados con procura de herejías o impiedades! La Inquisición de Sevillaprodujo un edicto – famoso por la exagerada extensión del texto – reprobandocierta estampa impresa por los jesuitas y cuyas originalidades gráficas nocoincidían con la iconografía de rigor.

Desde luego que el espíritu de reserva y exclusividad en los trabajos, asícomo la vocación de expansión, tenían que constituir motivos de resistencia; tanirritativos que hasta la opinión irreligiosa los mira todavía con desconfianza. ¿Peropor qué atribuirlo todo a la ambición sin freno? El celo mismo de la obraemprendida pudo convencer a los jesuitas de la necesidad de su hegemonía.Desde que descubrieron el valor de la educación como instrumento más efectivoque las prácticas devotas o las obras benéficas, se supieron ubicados en el vérticeexacto para rehabilitar a la Iglesia como ortodoxia. Eran además los únicoscapaces de ejecutar sus programas sociales, y su reemplazo en las misiones porotras órdenes lo demostró cabalmente. Solo ellos pudieron trazarse y cumplir unaestrategia mundial para el Cristianismo, porque conocieron la geopolítica muchoantes que ésta fuera considerada una ciencia. Y se sentían inspirados por uncriterio histórico cuyos alcances no podían ni compararse con las limitaciones, laingenuidad o aun la torpeza que evidenciaban ante el siglo otras congregaciones ylas propias monarquías católicas.

Si admitimos esta evolución, es decir, que los jesuitas no fueron unaentidad invariable, urgida desde el comienzo por un fantástico plan secreto de

Page 43: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-43-

dominación, entonces pueden explicarse sin dificultad las variantes de trato querecibió su obra misional: el decidido apoyo y la ayuda al principio, losreconocimientos generosos ante lo realizado (liberación impositiva, autonomíapolítica, etc.), y finalmente el recelo, la represión, hasta epilogar con la eliminaciónde toda influencia.

Quienes ignoran el carácter de las organizaciones religiosas o políticasque asumen la categoría de ortodoxias, acostumbran a atribuirles la condición deconjuraciones un tanto tenebrosas, en cuyo seno se manejan las técnicas másmaquiavélicas y se urden maquinaciones desmesuradas. Entretanto, losmiembros de la organización no pueden menos que sonreír ante tales fantasías;porque todo lo que ocurre en la ortodoxia, todo lo que ella se propone, es lógico yclaro. En esto radica justamente su fuerza. No padece del romanticismoindispensable para reunir a los confabulados en una habitación lóbrega, a prepararla revolución. Ella posee plena conciencia de su debilidad o de sus reales energíasen un momento dada, para no cometer desatinos ante lo difícil. Hasta cuando laortodoxia se dispone a abordar lo inaccesible, la suprema meta, calculará conesmero las etapas, aguardará imperturbable la oportunidad optima, y prepararácon tal prolijidad el ánimo de sus hombres, que para estos la empresa ha deresultar una tarea normal, simple.

No todas las anécdotas tienen valor demostrativo. Pero algunassimbolizan épocas enteras, sueños de una generación, la colisión de dos mundosque se encuentran súbitamente. Fue a mediados de julio de 1767 cuando llego aCórdoba el batallón que debía arrestar a los miembros de la Orden e incautarse desus bienes y haciendas. El domingo 12, antes del amanecer, irrumpieron lossoldados por la portería que llevaba a los claustros, compeliendo luego a lossacerdotes a vestirse y congregarse en el patio. “Al fin juntos todos, se levantó elcomandante Fabro y dijo a la comunidad oyese las providencias del Rey. Nospusimos todos de pie y leyó el escribano en alta voz la Cédula Real deentrañamiento y secuestro. Oída, respondió el Padre Rector que la obedecía”.Ciento treinta jesuitas fueron encerrados por varios días en el refectorio, bajoguardia con bayoneta. Entretanto, afuera cundían las gestiones de los postulantesansiosos por cubrir vacantes. El Colegio de Monserrat se convirtió en el objetivomás codiciado. El obispo Manuel Illana, a cargo de la provisión de funciones ycátedras, dio su preferencia a los frailes franciscanos y otros civiles afectos. Peroconocida esta versión, los alumnos provocaron gran alboroto. Según la crónica, nofueron precisamente cordiales con el nuevo cuadro docente y su director.Entonces el Obispo resolvió como expediente más razonable escribir un mensajepara tranquilizar los ánimos y cuyo texto, desdichadamente para el autor, seincorporo a la historia. Pocos documentos podrían reflejar mejor la desubicaciónde los caracteres impasibles, apoltronados, cuando se ven requeridos a dar unaopinión ante la efervescencia: – “Habéis de saber que, aunque yo fui educado conla leche de la escuela de Santo Tomas, esto sólo me duró el tiempo de mi niñezliteraria. Cuando me tuve por adulto propuse no adherir a sistema escolástico yseguir el rumbo a donde me llevase el aire de la verdad y la luz de la razón.Seguile y vine a descansar en el país de la indiferencia y la neutralidad. Esto osdigo con toda verdad para que no penséis que os habla un tomistón declarado,enemigo de los jesuitas”. “Si os preciáis de cristianos, más ha de poder mi dicho

Page 44: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-44-

que el de quinientos Lacroix y Busembaum y demás turba de autores vuestros, yno siendo así no prosigáis leyendo; rompedla y Cristo con todos”. “Creed que hasido justo y santo lo hecho por el Rey”. Alta y recia debió ser la formaciónespiritual de los alumnos para que leyesen estupefactos el mensaje y escucharoncon tal desdén sus consejos que resolvieron llevar el precioso documento a susanteriores maestros, los jesuitas encarcelados. Un testigo de la escena siguiente,la lectura del mensaje en el refectorio, comenta: “no nos hacia creíble que fueseparto de un obispo, que tantos años había sido catedrático de Salamanca...”.

Era en Córdoba, cabecera de la cultura colonial – no en las reduccionesguaraníes –, donde daba el contraste de sacerdotes modestos de su tiempo,sonriendo ante la chabacanería aunque dotados de la educación humanística deun dignatario que, no obstante, empuñaba el timón en esa hora dramática y podíadecidir mucho sobre la suerte de ellos.

¿Disponía acaso Roma de un plantel de hombres más eficaces, al decidirla extinción de la orden jesuita? ¿O se la disolvía a causa de este mismo, paraanular un rival de cuidado que tarde o temprano impondría su mérito? Tal vez losjesuitas, con su infatigable perseverancia, su guardia despierta por los presagiosde la época, sembraban la impaciencia entre esa jerarquía tranquilizada,satisfecha, ciega ante las señales que anunciaban la inminencia de conmocionesvolcánicas.

“Vine a descansar en el país de la indiferencia y la neutralidad...” Dieciséisaños después del breve Dominicus ac Redemptor, estallaba la erupción en París yse levantaba la guillotina para seccionar un mundo de otro.

“No penséis que os habla un tomistón declarado, enemigo de los jesuitas”... La amena frase aludía sin mencionarlo, al pensador más sugestivo del sigloXVI, justamente español y tan luego profeso de la Orden, Francisco Suárez, cuyasobjeciones a la escolástica tomista y a los escotistas habían promovido unantagonismo de escuelas. Pero lo importante es que en la nueva época, lo quepersistía de Suárez no era tanto sus disquisiciones sobre el ente, la individuación yla distinción de razón, como su doctrina jurídica. “La autoridad política viene deDios pero no recae inmediata y directamente sobre la persona que tiene lasoberanía, sino sobre toda la sociedad civil”. Decir esto y anunciar la soberanía delpueblo, era casi lo mismo en el siglo XVIII. Hombres que pensaban así, estabanpreparados para mirar sin pavor lo que se aproximaba.

¿Qué hubieran hecho los jesuitas ante la revolución del 89? Imaginemoslo más pesimista: que se opusieran. Lo habrían hecho con razones y propósitosmuy distintos al común de la jerarquía eclesiástica, que se limitó a solidarizarsecon la dinastía destronada y a bregar por la vuelta del ancien regime.

Cuando en 1814, Pío VII, el Papa moderno que celebró el primerconcordato con la República Francesa, restituyó los derechos a la orden de SanIgnacio, ya las condiciones habían cambiado en la historia y en la Iglesia. Losjesuitas quedaron nivelados por la vigencia de muchas cosas que ellos habíanvaticinado pero que ahora eran realidad en el hombre de la calle. Continuaronsiendo una organización de características particulares en el ámbito católico,mantuvieron su ventaja como educacionistas y estudiosos de toda novedad; peroaquel impulso titánico que los repartió por los confines del orbe como pacíficoscruzados de un signo nuevo en el mundo, se había agotado para siempre.

Page 45: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-45-

De la etapa heroica quedó, sin embargo, una reminiscencia que laposteridad no quiso valorar en su justa medida. Las prevenciones, los prejuicioshan impedido ver que los jesuitas alcanzaron el sitial de los grandes realizadoresimperiales. Como los romanos, como Carlomagno, como España misma,protagonizaron una era de afirmación y propagación. Sus legiones fueron distintas.No portaban armas. No necesitaban tampoco la ostentación fáctica de ladominación: fieles al Papa, respetuosos de cada gobierno donde llegaba suinfluencia, les bastaba saber que bajo la pluralidad de estructuras estatalespervivía la unidad de su sistema preparando un poderío nuevo, o mejor dicho, unconcepto distinto del poder. La pulla del “imperio jesuítico” no es reprochable porabsurda, sino porque se la utilizó con ramplonería y como sorna vulgar; se referíaa un presunto Estado religioso-militar en el centro de Sudamérica, preparado parainiciar la conquista de otros territorios. Hoy mismo, es difícil para muchos concebiruna fuerza extendida internacionalmente sin invasiones armadas, golpes deEstado, estandartes colonialistas. La historia suele ser inadvertida anteacontecimientos exentos de sangre o de sensacionalismo. Por eso se ignora casila gesta de los legionarios que agotaron el ansia de tierras ignotas. Resultademasiado opaca la acción de unos pocos hombres que se introducían en laselva, en las aldeas primitivas, en los aduares del desierto, en los remotospalacios exóticos de Oriente. La historia que dedica capítulos a la ocupaciónmilitar transitoria, de países que pasan a convertirse en subsidiarios, no puedemedir la revolución profunda, definitiva, que inculca un predicador en el corazón detribus y razas convencidas. Muchas ciudades populosas de hoy, originadas algunavez como reducciones por el trabajo misionero, no llevan el nombre de sufundador, y muy pocas le han rendido el homenaje merecido. Algunas hastaignoran su origen. De todos modos, el imperio existió; fue una potencia y cumpliólos ciclos clásicos de crecimiento y caída. No necesitó figurar en la cartografía dela época porque sus recursos, su estructura, sus finalidades diferían de lo quecomúnmente se atribuye a toda dominación. Si se nos ocurriera dibujar el mapa deesa rara hegemonía, el espectador presenciaría una alteración radical de lageografía política. Vería estampadas sobre los cinco continentes las marcasdispersas, estratégicamente ubicadas como cabeceras cuya expansión podíacubrir el mundo. Aunque ese imperio no asumió el poder político, poseyó unacapacidad de penetración y una conciencia sobrenacional que suplía elrevestimiento estatal,

No es que Iñigo de Loyola o sus continuadores persiguieran objetivosimperialistas. Acertaron genialmente al descubrir un principio fecundo, un métodoque inevitablemente acciona la voluntad colectiva. Creyeron que la inteligencia estambién una fuerza, tan o más categórica que la espada, la economía o el Estado.

Una idea, cuando está firmemente apoyada sobre la realidad y poseeademás el mecanismo para articular los elementos de esa realidad, constituye unaenergía capaz de movilizar al hombre, a veces sin que sus descubridores se lopropongan. ¿Sabia el profesor Hegel que su dialéctica llegaría a ser instrumentode las agitaciones políticas y sociales más desencadenantes de nuestro siglo?

Perdida la potencia de ejecución, caído el imperio, quedó no obstante alos jesuitas la convicción acendrada de su idea, a la que nunca renunciaron.Cuatro siglos después de la fundación, hace pocos años, un prestigioso General

Page 46: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-46-

de la Orden, el Padre Janssens, al dirigirse a sus milicias las exhortaba a creersiempre que la inteligencia por conducto de la educación continúa siendo el puntalde toda transformación: “Cualquiera sea el rumbo que la sociedad futura puedatomar en su desenvolvimiento, podemos tener la seguridad de que la influenciapreponderante sobre la vida pública será la que provenga de las clasesintelectuales y cultas. Pues bien, tales elementos directores de la sociedad demañana, son precisamente esos alumnos que se sientan hoy en los bancos de loscolegios o en torno a las cátedras de la Universidad”.

Page 47: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-47-

LA EXÉGESIS LIBERAL ANTE LAS MISIONESLa primera impresión que surge del examen de las misiones, es que

fueron una creación lógica. No eran un absurdo. Más aún, fueron lo mejor que sepudo hacer con los indios.

Pero la visión histórica no se presenta siempre despejada, con menosrazón entre nosotros. Los primeros relatos, los primeros juicios, fueron escritos porlos principales protagonistas. Casi todos los historiadores de mediados y fines delsiglo XIX eran exponentes políticos, personalmente comprometidos con unatendencia.

No es que la colonización misionera sea incomprensible, sino querepresenta algo completamente opuesto a las costumbres intelectuales de unaépoca decisiva de nuestra formación cultural. Habría que hurgar mucho en lahistoria del pensamiento para conseguir otros ejemplos de promociones tantorpemente irritadas contra la realidad ambiente, como el caso de nuestrasminorías intelectuales en la culminación del ideario liberal. Fue casi un morboimposible de satisfacer con la actitud crítica, pues necesitaba exhibir el desprecio.Agustín Alvarez, con el mejor de los humores, escribió cierta vez este párrafosorprendente: “Yo he vivido en ese opendoor de la insensatez medioeval, que erala herencia intelectual forzosa de los hispano-americanos de la época colonial, elcual, y el terremoto del 61, han sido las dos grandes calamidades que hanamargado las que debieron ser horas felices de mi infancia”.

La desconfianza o el desconocimiento que ocultaron durante muchosdecenios la importancia del experimento misionero, responden en gran parte a losprejuicios que deformaron la interpretación histórica argentina. Las misionesfueron agregadas al esquema de los Caudillos y de Rosas; pasaron a completar lalista negra del oscurantismo. Eran la herencia perniciosa que explicaba algunasmalas inclinaciones argentinas. De nada valió la sensatez de unos pocos que nocompartían el error o que advirtieron la necesidad de rever el apresurado fallo.

El exponente más significativo, quizá la culminación de la campañadetractora, se cifra en José Ingenieros.

Cuando se pretende exponer la “evolución de las ideas argentinas” y se hasentido un “deber social” el hacerlo, las comunidades indianas merecen por lomenos una verificación prolija y escrupulosa, por ser el ensayo más sobresalientede colonización que nos llega desde la Colonia. Ingenieros consideró másadecuado tratar el tema al correr de las páginas, a propósito de ciertos contrastesy antinomias de las que, como no podía ser de otra manera, los jesuitas saleninvariablemente aporreados.

Buscaríamos en vano entre las nutridas acotaciones de Ingenieros unaponderación, una exclamación optimista ante el enorme mérito que al fin decuentas correspondió a los indios en el trabajo de edificar, engrandecer y defenderlas misiones. El devoto de las minorías ilustradas, el receloso de toda multitud, nopodía encontrar ingenio ni grandeza en una raza inculta. Según su interpretación yla de los comentaristas que seleccionó, quedaría implícito que los guaraníesfueron unos pobres tontos que se dejaron expoliar sin el menor provecho. Sin másaliciente que "deslumbrantes engaños e infantiles promesas", “por míseraspiltrafas que se les arrojaban de parte de aquellos en el banquete”, pusieronpiedra sobre piedra para levantar treinta ciudades. “Sudor y sangre..., regaban el

Page 48: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-48-

suelo y fecundaban las semillas y mieses al son de músicas y ritmos”. Y era tal laestulticia de esa gente que, aún organizada en poderosas milicias, con armas a sualcance, jamás se le ocurrió volverlas contra sus opresores: dos curas cuyaescolta, cuando la necesitaban, eran los propios indios.

EI argumento del indio engañado, que a la verdad no comienza conIngenieros, ya que él mismo lo utiliza como repetición convencional, como quieninsiste con un acerto demostrado e inconmovible, sólo puede concebirse en unasociología trivial, apriorísticamente convencida de que el hombre pre-civilizadosería incapaz de calcular sus elementales conveniencias. El capitalismocolonizador inglés y holandés, que en el siglo XVII ya campeaba por América, Asiay África, y que no sabía sociología pero poseía el realismo neto de ubicación desus intereses, se hubiera reído con ganas ante la propuesta de que es posibleesquilmar tribus bárbaras con sólo tocarles música y prometerles el paraíso. Hastapor razones de costo hubiera adoptado sistema tan módico, ahorrándose losingentes gastos que suponía mantener guardias, crumiros y cipayos, más elsoborno a los jefes y además el juego peligroso de romper las tradiciones de unaraza, corromper sus costumbres, despreciar su idioma, deprimir el sentimientonacional, desquiciar la moral con el alcohol o el opio y las casas deesparcimiento...

El inocente criterio de Ingenieros sobre la explotación del trabajo, resultapues inofensivo cuando califica a las misiones de “empresa comercial”.Prescindamos del fervor retórico que remonta a vuelos de este nivel:“arborescente y porosa como el polípero madrepórico de los mares tropicales...”.La definición no aspira a ser objetiva, evidentemente. Pero ocurre que, aunjuzgadas como negocio, las misiones no fueron la simpleza que presentaIngenieros a causa de su deficiente información sobre el tema. Ninguna empresaestatal ni privada del siglo XVII en el mundo, pudo igualar a la colonización jesuitaen proporciones ni en originalidad. La misma Inglaterra, a la que Ingenierosadjudica el rol de vanguardia del progreso moderno, no ofreció un solo ejemplocomparable, ni siquiera en tamaño.

“Ni pensamiento libre ni trabajo libre”. Este axioma de Vicente Fidel Lópezal que Ingenieros se adhiere con júbilo, demuestra que le agrada deslizarseplácidamente por sobreentendidos a los que el asigna valor absoluto, más allá deltiempo y la geografía. ¿Qué validez tienen tales premisas para aquella época yante el panorama colonial? La libertad de trabajo es una conquista europea delsiglo XVIII, cuya afirmación se produjo recién al consolidarse la economía liberal.Para hacer justicia, el sistema laboral guaranítico debe compararse con laesclavitud negra en los algodonales norteamericanos, con los repartimientos deindios en Latinoamérica o con la realidad del gauderio rural, librado a la alternativadel conchabo o el vagabundeo.

Lo único sistemático de Ingenieros frente a los jesuitas y las misiones, essu ensañamiento. Por eso, en lugar de una crítica certera, cuidadosa, orientadapor conceptos, más bien ha dibujado la caricatura del tema. Tal despreocupaciónlo embreta a veces en contradicciones insolubles. Hace suya la opinión de Alberdicuando éste afirma que “los reverendos padres jesuitas hubieran eternizadonuestra sujeción a España si no se van”, pues Ingenieros estaba convencido deque los jesuitas eran el sostén más firme del colonialismo; pero párrafos antes, al

Page 49: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-49-

referirse a la educación indígena en lengua nativa, asegura que se trataba de un“ardid para evitar que los indios conocieran el español y se comunicaran con lasautoridades civiles”; y para no dejar dudas, afirma en otra parte: “Unas vecesfomentando a los cabildos contra los gobernadores, otras excitando a las masascontra toda autoridad, muchas intrigando ante el poder civil, contra el clerosecular, siempre aprovechándose de tantas cizañas hábilmente sembradas, supoderío crecía y crecía...”, “provocando terribles celos de las otras ordenesreligiosas y violentos rencores de las autoridades políticas”. “Los jesuitas eran unpeligro para el Estado y para la Iglesia”. Si el bosquejo es verídico, estamos antela acción revolucionaria más disgregadora, dialéctica y consecuente que pudoincubar la Colonia para su propia destrucción. Pero lngenieros se horrorizaría de laconclusión a que conducen sus precisiones. El recargó las tintas solo paraofrecernos un espectáculo frívolo, igual que si escribiera la historia psicológica deun gran intrigante que, por otra parte, no le merece ninguna simpatía.

Si una organización humana demuestra la excepcional capacidad deintervenir en todos los acontecimientos decisivos de su tiempo, y hasta deprovocarlos, siempre en una misma dirección, de forma que cualquiera de suscomponentes o sus células se presentan imbuidos de idéntica intención encualquier lugar donde los sorprendan las más diversas motivaciones, esa fuerzaadmirable no puede ser medida con el cartabón moralista. Además, cabe otrapregunta: ¿Fueron siempre renovadoras las tendencias que enfrentaron a losjesuitas? El esquema simple que presenta Ingenieros, esos dos partidos políticosque él, por su cuenta y riesgo, se permite fundar en plena Colonia (uno dirigido porlos jesuitas y el otro “progresista”), no responden a la realidad; no resisten elmenor análisis. Si bien es cierto que la Compañía de Jesús perdió el tacto demuchas manifestaciones llenas de porvenir que comenzaron a expresarse amediados del siglo XVIII, no lo es menos que su acción provocó el escozor de losintereses más retrógrados, así como de los sectores conservadores del clero.¿Puede decirse seriamente que quienes se opusieron a las reformas de Vertizprocedían de la herencia jesuítica? Para demostrarlo habría que distorsionar lahistoria. Fue precisamente el obispo De la Torre – aquel que en 1767 celebraba laexpulsión con una eufórica misiva al Rey: “Llegó ya, gracias a Dios, elconsumatum est de abulsión de los PP. Jesuitas que ocuparon el Imperio de lasllamadas misiones” –, fue él mismo quien se opuso expresamente a la creaciónde la Universidad de Buenos Aires alegando que bastaba un seminario declérigos, “porque de la cátedra de leyes no se sacarían más que mayoresenredos”.

Aun la oposición de los jesuitas a la revolución de los comunerosparaguayos, debe analizarse con precaución. Es preciso diferenciar situaciones.Los hombres que a partir de Antequera pretendieron elegir Gobernadorprescindiendo del Virrey, y por ende del Rey, representan un anticipo de laIndependencia. Su gesto político fue positivo. Ellos interpretaron al patriciadocriollo, ansioso allí como en todas partes de romper la prevalencia española ynobiliaria para el gobierno. Pero sus opiniones en lo social no eran justamentelibertarias. Lo que ellos entendían por “el común” no se refería a los indios nipropiamente al pueblo. Es demasiada casualidad que los disturbios de Asuncióncomienzan al año siguiente de la abolición del régimen de encomiendas. La

Page 50: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-50-

secuencia es sugestiva. Y cuando Antequera invadió las misiones de San IgnacioGuazú, Santiago, Nuestra Señora de Fe y Santa Rosa, lo primero que hizo fueestablecer las encomiendas para los indios, tan luego el sistema que acababa deser suprimido por España.

La incomprensión de Ingenieros tiene una explicación, que no es laestrechez precisamente. Ante todo, su formulación ideológica es tan purista yexcluyente, que sólo admite a la política como invitada especial. El problemasocial carece de relevancia para su concepción de la ideología. Esto puede verseen los cinco tomos de la “Evolución de las ideas argentinas”. En lo que concierne alas misiones, cabe señalar que el talento de Ingenieros se vio siempre comprimidopor una patente manía anticlerical. Se lo dijo Alejandro Korn en una crítica cordial:“cada vez que ve un fraile procura tocar fierro”.

Muchos escritores no católicos o especialmente prevenidos contra losjesuitas, autores protestantes como Robertson y Woodbine Parish, seempecinaron enumerando las deficiencias, los desaciertos y en fin, las posiblescausas de la disolución final de las misiones, pero no se les ocurrió negarlesgrandeza. El propio Sarmiento, insospechable en el tema, juzgó con su pasióncivilizadora y afirmó que los jesuitas “entrañaban una revolución practica, máseficaz que la que con la sola enunciación de sus doctrinas han propuestoRousseau, Fourier, Saint Simón y otros reformadores”. A propósito, la páginasarmientina concluye con una interesante observación. Afirma que la obramisionera encontró un tardío continuador (“heredero” lo llama) en el gobierno deGaspar Francia. Efectivamente, y aunque la exactitud del comentario no se alteracon el tono mordaz que le da Sarmiento, se sabe ya que Francia no representó unretroceso ni una inmovilización, como interpreta el liberalismo americano, sino unrégimen colectivista y nacionalizado, impuesto con la consiguiente depresión delpatriciado feudalista.

Conviene aclarar que varias imputaciones a la obra misionera, son ciertas.En muchos aspectos se presionaba al individuo con el sistema; las intromisionesde la autoridad sobre la propiedad privada para exigir el mayor cuidado yaprovechamiento de ésta; la obligación de los indios de anticiparse a denunciarsus faltas so pena de doble castigo, el servicio secreto que vigilaba elcomportamiento de cada cual y delataba toda actitud sospechosa, los favores deeducación especial a los hijos de los caciques y de vecino de buencomportamiento, etc. La equivocación consiste en atribuir a tales comprobacionesuna importancia concluyente, como si fuera imposible concebir una sociedadsatisfactoriamente organizada y que, sin embargo, exhiba esos síntomasdisciplinarios, policiacos sobre la conducta individual. ¿Existe alguna sociedaddonde no reciban premios los más consecuentes con el régimen imperante?Porque sería capcioso exigir a una sociedad del pasado lo que no se ha logradohasta hoy en otras. Pero de todas aquellas comprobaciones, la que más se haprestado a recriminaciones que afectan cuestiones fundamentales, es larelacionada con el ejercicio de la propiedad. Desde la expulsión de los jesuitashasta hoy, incluyendo autores de renombre como Felix de Azara, Bartolomé Mitrey Vicente Fidel López, se han interpretado los controles sobre la propiedad privadacomo una demostración de que la misma no habría existido en las misiones. Al noencontrarse las características del propietario romano, burgués, dueño de hacer y

Page 51: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-51-

no hacer según su soberana voluntad, se ha transferido directamente el abambaémisionero a la condición del comunismo rural. La intransigencia de los términosresulta explicable en autores de otro tiempo, que se manejaban solamente condichos extremos, pero es inadmisible en nuestro siglo, donde el concepto de“función social de la propiedad” constituye quizá la más importante conquista de lademocracia para adecuarse a la complejidad creciente del progreso económico yparticularmente productivo – complejidad que ya no puede coincidir con interesesprivados absolutos –. No es del caso que pretendamos con esto actualizar losprocedimientos que en su época debieron aplicarse sobre una sociedadprematura. Es preciso, si, recordar a muchos teóricos asustadizos ante la fazpráctica de sus propias ideas, que si hay un antecedente terminante de tal funciónsocial en la historia americana, se encuentra precisamente en las misionesguaraníes.

Pero lo que más se descuida al puntualizar las presiones sobre elindividuo, es que, en el caso de las misiones, estamos ante un sistema. Y lacuestión es decisiva; porque una cosa es el noble ideal de la libertad políticaenfrentado con el absolutismo del superhombre, con la oligarquía egoísta ysibarita o con la empresa que lo sacrifica todo al mantenimiento de los índices deproducción, y otra completamente distinta es la gravitación de un régimenimpersonal que salvaguarda su orden o que al presionar sobre la conciencia y losactos educa y estimula el mejoramiento personal.

El más notable rasgo de las misiones es la sobriedad de su equipodirigente. El misionero jesuita estaba más sujeto a la sistematización que lospobladores. Sobre él recaía una disciplina cuya severidad no llegaba a los indios.

Los más serios críticos, incluidos los iracundos, coinciden en señalar elmagisterio jesuita como fundamentalmente persuasivo y basado en el ejemplo. Loreconocen Colmo (citado por Ingenieros), Bougainville, Sarmiento, Barros Arana,Mantilla y hasta los enciclopedistas Voltaire y D´Alambert. Lugones dice del curamisionero: “Su tendencia estudiosa no se relajó con el contacto enervante de laselva, residiendo ante todo su prestigio en el talento y la virtud”. También Azara:“Es menester convenir que, aunque los padres mandaban allí en todo, usaron desu autoridad con una suavidad y moderación que no puede menos de admirarse”.

El viajero, marino y cronista Bougainville apunta como defecto penoso dela vida misionera el “mortal aburrimiento” de sus pobladores. Al explicar lamonotonía, nos entrega un útil elemento de juicio: “Las casas son de tal modouniformes, que viendo una se han visto todas, como con ver un hombre y unamujer se han visto todos los habitantes, dado que no hay la menor diferencia en elmodo de vestir”. Claro que Bougainville, francés de sangre y alma, lo juzga todocon la imagen patriótica del petite propietaire, pero reconoce que de aqueligualitarismo no escapaba ni la suprema autoridad visible, el paí tuyá, cuyosúnicos bienes disponibles consistían en “una mesa, una cama, una silla y uncandelabro”, y que de esta austeridad dimanaba el ascendiente inmenso delsacerdote sobre los indios.

La historia registra un episodio, relatado por testigos, que casi semeja unademostración de practicas hipnóticas. Ocurrió durante los trabajos de fortificaciónen torno a Montevideo, para defender la ciudad de la amenaza portuguesa yadonde había concurrido un contingente guaraní. “Un indio de los más robustos no

Page 52: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-52-

quería aquel día trabajar en la construcción del baluarte. Irritado el comandante dela fortaleza dio orden a los soldados que le pusieran en prisión. El indio al oírprisión (palabra cuyo significado entendió) tomo un manojo de flechas y monto enel acto a caballo, y preparando su arco amenazaba al primero que se acercara atomarlo. Hubieran podido los soldados matarlo con los mosquetes, pero temiendoel comandante enojar a los otros indios si éste era muerto, originando unapeligrosa sublevación o a lo menos que todos huyeran, tomó el partido de hacersaber al misionero la obstinación de aquél, para que, si era posible, pusieseremedio. Vino el Padre y con pocas palabras que le dijo hizo desmontar delcaballo y dejar el arco y las flechas. Induciéndolo después con buenas maneras yamorosas palabras a recibir algún castigo por su falta, hechólo tender en tierra y lehizo dar veinticinco azotes, con asombro de los soldados, al ver que el que pocoantes no temía la boca de los arcabuces, se rindiera después tan pronto a sólo laspalabras del misionero”. Tan poderosa sugestión no obedecía sin embargo a lamera aplicación de la técnica persuasiva, como deduciría un aficionado a lapsicología. Cualquier otro, incluso el comandante, habría fracasado con igualmétodo. La maravilla que asombró a los soldados como un milagro, era elproducto de una vida; venía del ejercicio de una autoridad que, precisamente porauténtica, inspiraba confianza y protección. El indio rebelde sabia que el misionerono deseaba su perdición.

Pero donde el criterio liberal se ha sentido más confundido, es ante laestructura social del colectivismo indiano.

Se ha señalado que en América no faltaron ejemplos saludables de otrapolítica indigenista que, también sobre la base de la convicción, los mediospacíficos y moderados, lográronse buenos resultados sin necesidad delextremismo jesuita. Así las realizaciones del gobernador Díaz de Venero en NuevaGranada y de los virreyes Hurtado de Mendoza y Gracia de Castro en Perú, máslas innumerables reducciones patrocinadas por franciscanos y dominicos. Noobstante queda siempre una diferencia. Estos ensayos fueron efímeros en sumayoría, y tampoco pueden equipararse a la labor jesuita en proporciones ni eneficacia. Estaban preparados para subsistir con la protección gubernativa, o bienmantenerse con el modesto producto de sus artesanías y labores agrícolas, queen ningún caso superaban las necesidades primarias de la comunidad. Lasmisiones guaraníes fueron emporios económicos. No se explicaría de otra maneraque, sin sacrificar el satisfactorio nivel de vida de los habitantes, la renta produjeraexcedentes y alcanzara holgadamente para mantener oficios y actividadesimproductivas.

¿Cual era el monto real de productividad de las misiones?Frecuentemente se ha equivocado el camino al intentar estipulaciones monetarias.Primero que no existen registros completos del movimiento económico, baseinsustituible para cualquier promedio. Por otra parte, las condiciones de aquellaorganización impiden distinguir entre el monto de la producción y su produccióncon el exterior. Los excedentes de valor financiero, ya que en las reducciones nose atesoraban ganancias ni se comercializaba la producción comunal que semandaban a Santa Fe y Buenos Aires, pasaban a cargo de procuradores que nodependían de las misiones sino del Provincial de la Orden. Queda no obstante unaexcelente posibilidad de estimación si nos remitimos a lo más simple y practico,

Page 53: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-53-

como ser, enumerar las actividades que se desarrollaron. Las misiones, incluidaslas de Tucumán, producían: algodón, hilo, tejidos, ropa y tapicería, yerba mate,tabaco, carne y cuero, vacunos, mulares, equinos, ovinos, porcinos, productos detambo, todas las hortalizas domesticas, frutales especialmente citrus, arroz, cacao,maíz, trigo, harinas, viñedos, azúcar y melaza, jabón, lana, relojes de sol ymecánicos, armas de fuego y de filo, pólvora, colorantes, curtiembre, talabartería,lomillería, maderas, extracción minera, libros, instrumentos musicales, toda laorfebrería y platería del culto, ladrillo, piedra de cantera, alfarería y cerámicaindustrial, utensilios, herramientas manuales y mecánicas, muebles, canoas,balsas y embarcaciones de calado fluvial, rodados menores y carretas de carga.La importación de productos era relativamente mínima: sal, vidrio, metales enbruto, papel, instrumentos de acero. Las misiones exportaban yerba mate, cueros,azúcar, lienzo, tabaco, maderas y la infinidad de artesanías de sus talleres.

Es lo que hoy llamamos un complejo económico; un mundo al que elautoabastecimiento resuelto le permite proyectarse hacia afuera. Porque debepensarse que la mención de ciertas actividades sugiere otras cosas. Para llegar ala tapicería, a la elaboración de herramientas y armas, a las artes gráficas, alinstrumento musical, es preciso superar etapas previas, con mayor razóntratándose de procesos artesanales. Ninguna sociedad alcanza talesperfeccionamientos sin resolver antes problemas de organización, de producción yde educación obrera.

Los jesuitas instrumentaron un sistema capaz de crecer indefinidamentecon sus propios recursos y resultados. Sin saberlo, fueron precursores delmoderno expansionismo capitalista y estatal.

Cuando el liberalismo económico, más otros que ya no son liberales perosi sectarios que ven la paja en el ojo ajeno, porfían con que es imposible alcanzartales magnitudes sin la explotación del trabajo humano, en realidad ignoran lapotencia del esfuerzo colectivo centralizado hacia un solo objeto. La visualacostumbrada a la dispersión de energías que implica la proliferación del capitalprivado y los desniveles propios de la libre empresa con las angustias de lacompetencia, no alcanza a concebir el rendimiento derivado, no ya de losdividendos, sino hasta el ahorro y la simple acumulación en los sistemas que hanlogrado unificar todas las actividades productivas.

Algo parecido puede señalarse con respecto a la famosa maldición de lasdos jornadas semanales que el indio dedicaba a la propiedad comunal. El asuntoha sido tan zarandeado que merece una aclaración. Todo orden social noindividualista, se organiza con aportes, sean estos de trabajo o de salarios, que dalo mismo. Precisamente, si hay un siglo que no puede sorprenderse en estamateria, es el nuestro. Basta recordar los descuentos normales que todo Estado ytoda empresa practican sobre la asignación laboral en concepto de réditos,contribuciones, servicios sociales, cuota gremial, y que con seguridad equivalen ados jornadas semanales; basta comprender nuestro actual (pero no nuevo)concepto del orden social, para medir la tragedia de la sociedad liberal ycontractualista: la idea de que dirigir sería controlar, fiscalizar el correctofuncionamiento de los intereses individuales, de forma que el Estado no debaprestar servicios públicos, ni cumplir objetivos políticos, ni disponer de otra reservaque no sea la necesaria para funcionar administrativamente.

Page 54: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-54-

Es de notar como en este punto, también Lugones equivoca los términos.Lugones es más actual que Ingenieros, en el sentido de que sus preocupaciones,su sensibilidad, previeron con bastante clarividencia nuestros problemas. En susmismas vacilaciones y angustias hay presentimientos más exactos que en lascaprichosas divagaciones de Ingenieros sobre el fundo futuro. Por eso asombraque un espíritu de visión tan elevada haya señalado como falla principal de lasmisiones su carácter corporativo, que él llama en unos casos “comunismo” y enotros “socialismo de Estado”. Fue el primero entre nosotros que señaló estanotable característica – y recuérdese que se trata de un libro escrito en 1904,varios lustros antes de las diversas experiencias estatales socialistas –. “Noflaqueó el esfuerzo, dice, sino el ideal en pugna con la vida”. ¿Cuál era esteideal?. “La teocracia erró el camino al no comprender que el comunismoperpetuaba el ideal social de la Edad Media”. Así el indio “fue el gran melancólicode una opresión incomprendida”.

No debe olvidarse que Lugones, con todas sus fecundas controversiasintimas, y quizá por lo mismo, estaba demasiado comprometido con el mundoindividualista. No podía comprender una sociedad colectivista. No admitía que elhombre se desenvolviera normalmente “bajo aquel sistema de todo para todos”.Para él la colectivización engendraba el despotismo. Aunque al fin, ¿por quealarmarnos de Lugones? Tendencias ideológicas esquematizadas como el anarco-sindicalismo, que aspiró al “todo en común”, no pudo desprenderse delpreconcepto individualista, asimilo incluso el culto nietszchiano de la“personalidad”, y debió elaborar su estructura mental con este colosalcontrasentido.

Es decir que Lugones, a diferencia de otros impugnadores superficiales,pudo ver en las misiones propósitos nada vulgares y un contenido que excede elmarco corriente de la adaptación del indio al progreso. Su drama radica en queaun reconociendo la superioridad de ese sistema colonizador sobre toda otraexperiencia, no admite ni la utilidad de su aplicación. Ofuscado por las evidencias,llega a la conclusión más lamentable. Justifica la voracidad de los encomenderos,pero no por los motivos utilitarios de estos, como podría suponerse, sino porque“el exterminio del salvaje era una fatalidad a la cual no cabía oponerse sinperjuicio para la raza superior”. “Al humanismo puede esto parecerle atroz, pero elderecho a la vida es el resultado de las condiciones del viviente, no una cuestiónsentimental y soluble con arreglo a cánones eternos”. La engorrosa explicacióndemuestra su debilidad. El autor olvidó que aun las ideas de dominación universalque favorecen a una nación o una raza, para ser efectivas, no pueden fundarse enla destrucción de las otras, sino al contrario, en su asimilación. Una hegemonía esrealmente fuerte cuando para los demás resulta conveniente aceptarla. El nohaber comprendido esto convirtió al nazismo alemán en una aventura suicida.

El pensamiento liberal ha combatido con más saña a las misiones que alos encomenderos, a quienes los ha criticado sólo por razones de protocoloideológico. Ha reprochado, es cierto, sus abusos y su inconsciencia, pero no haquerido convertirlos en símbolos, como fueron, de la real tragedia americana. JoséIngenieros no dedicó a los encomenderos páginas tan acerbas y violentas comolas que propino a los jesuitas. Y Lugones creía que sólo se puede repudiar lasencomiendas por razones humanitarias. Ninguno de los dos pudo ver que allí

Page 55: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-55-

fincaba la frustración de España.En 1720 la Corona abolió el régimen, que ya tenía dos siglos de vigencia y

había producido todas sus consecuencias negativas. ¿Se creo en cambio unsistema salarial o cualquier otra norma de relación reparadora? ¿Se reprimió a losencomenderos como al verdadero peligro, el culpable del fracaso de un imperio?

Ni la corona española ni el pensamiento liberal comprendieron nunca queel encomendero constituía la negación de todo propósito serio de colonización, yque en él residía el obstáculo permanente, la burla diaria al intento de construiruna sociedad próspera, es decir, organizada y justa.

La expulsión de los jesuitas, que se pretende presentar como unaliberación para América, ha sido por eso expurgada de sus verdaderas causaspara atribuirla, junto con la abolición de las encomiendas, a una posible tendenciadepuradora cuya acción habría preparado la independencia de las colonias. Ellector sin defensas mentales que recorre ciertos textos no puede informarse quetales hechos no fueron concurrentes sino antinómicos, y que además el desalojode los jesuitas vino como repercusión de situaciones metropolitanas, cortesanasde Madrid, por completo ajenas a lo que las misiones representaban paraAmérica. La ruinosa administración de las “temporalidades”, demostró que lascomunidades indianas fueron una sorpresa o un inesperado botín para laburocracia colonial.

También para el pensamiento liberal continuaron siendo las misiones unasorpresa. Lugones e Ingenieros se propusieron, por distintos caminos, mostrarlascomo una extravagancia que alguna vez había estado de moda y luego paso sindejar consecuencias.

Hoy ya podemos practicar el balance y determinar siquiera el mínimo desaldos favorables. Hay tres resultados positivos. Las misiones produjeron, enprimer termino, la experiencia de colonización más efectiva y admirable de lahistoria americana hasta nuestros días. La magnitud del esfuerzo misionero sóloadmite parangón con el programa indigenista cumplido por la República de Méxicoa partir de Benito Juárez y a través de otras presidencias. Aunque esta políticaaplicó técnicas y un sentido muy distintos, equiparó las proporciones y los méritos.En otro aspecto, la colonización ignaciana implantó la civilización europea en lavastedad de un territorio ignorado, y a la recíproca, incorporó éste al ámbito de laevolucionada cultura occidental. La tercera consecuencia se deriva de lasanteriores. Las misiones salvaron al aborigen, en su zona de influencia, de lasinfamias de la esclavitud. Los guaraníes pudieron llegar al final de la Colonia, aundesbandados y ya lejos de sus misiones, como un pueblo libre y digno, seguro desí mismo. No pesaba sobre ellos la depresión trisecular de las razas cordilleranasni el salvajismo agresivo en que, por su lado, debieron mantenerse las tribuspampeanas y chaqueñas despreciadas por la ciudad.

A propósito, ¿qué deformación ha llevado a considerar como hazañamemorable las “expediciones al desierto”? Numerosos historiadores se apresurana puntualizar para sus personajes preferidos esta discutible proeza. Se arguye quela oligarquía progresista de Buenos Aires – así dicen – ampliaba el área de lacivilización al desalojar, matar o someter (¿para que?) al indómito habitante de lallanura; cuando es evidente que ello constituía una confesión de incapacidad. Asífracasaban los gobiernos poseedores de todos los recursos estatales y políticos,

Page 56: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-56-

dueños de la educación común, promotores de la legislación más desprevenidapara atraer corrientes migratorias europeas, aun con riesgo de comprometer laintegridad nacional. No pudieron convertir al indio en agricultor. A la inversa,elevaron a la categoría de gloria la guerra contra él. La conquista delparadójicamente llamado desierto, se resolvió con el exterminio del indio, o suproscripción a las tierras áridas, lejos de la pampa húmeda. Cierto expedicionarioveterano declaraba a una revista recordando sus cacerías: “Solamente el máuserpudo atajar a los indios. De no haberse producido este invento, todavía serianproblema”. Y lo patético es que no estamos ante una historia exhumada del fondode la Colonia sino en las postrimerías del siglo de las luces...

No fue por simple maldad que la colonización del siglo XIX degeneró enexpediciones punitivas. Sus realizadores alentaban ideas tan elevadas y a la veztan rígidas de la civilización, que de ningún modo podían conciliarlas con elhombre primitivo. De poco o nada valieron las preocupaciones filantrópicas conque Mitre y Sarmiento, como gobernantes, atendieron algunas veces el problemapampeano. Carecían de una política indigenista en condiciones de dar solucionesmetódicas. ¿Por que triunfaron, en cambio, con la colonización gringa? Porquepara esto disponían de un plan elaborado con detenimiento y entusiasmo, yporque el inmigrante coincidía con el esquema civilizador que se habían trazado.

Ciertamente, civilizar al indio era más difícil que aclimatar al inmigrante.Pero lo difícil no era imposible. Un cientifismo antropológico muy en boga porentonces, pretendía ver en el hombre primitivo una especie de humanidadincompleta, no lograda, pues tales especímenes carecían de ciertas facultadescorticales. Felizmente la propia ciencia ha demostrado que el hombre es hombreen todos los estadios. Las diferencias culturales, los distintos intereses vitales yhasta la diversa propensión en los gustos y hábitos, no impiden ver en el bárbarola energía más pura, que no ha conseguido orientar su acción y se dispersa contentaciones inmediatas. El hombre civilizado, cuando se propone, puede provocaruna reacción propicia en esas naturalezas vírgenes.

Tan ilustrativa como un texto de antropología viene a ser la versión de unexperto misionero jesuita, Dobrizhoffer, cuando da una opinión sobre losresultados de su trabajo: “Durante dieciocho años he estado entre los indiosguaraníes y abipones y puedo aseverar a base de mi larga experiencia que hevisto salvajes bien salvajes, nacidos en la selva y que habían pasado en la mismagran parte de su existencia, naturalmente tan imbéciles y tan estúpidos comobestias, y no obstante, gracias a la instrucción cotidiana y al ejemplo de otroscatequizados con anterioridad, llegaban a conocer, apreciar y cumplir la ley deDios y sentirse halagados intelectualmente con las verdades de nuestra fe. Sonlentos de entendimiento, pero si sus maestros o catequistas son habilidosos,llegan no sólo a entender, sino entender bien las artes y las ciencias”.

Varios decenios después de concretada la obra misional, todavía otrocronista, Nussdorffer, lamenta con una graciosa referencia las rémoras de losflamantes colonos: “Compra (el indio) para su hacienda un par de bueyes, peroacabando de arar con ellos sus sementeras, por no andar cuidando todo el año deellos, o antes que los maten otros, los mata él, y haciendo hoguera con su arado,los asa y los consume”. Pero al cabo, en la culminación de la perseverancialograda, dice Peramás: “Cuando digo que había artistas entre los indios, no

Page 57: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-57-

quisiera que nadie se imagine que me refiero a artesanos rudos sin técnicaalguna. Trabajaban en sus labores con tanta destreza como cualquier artíficeeuropeo. Causarían sin duda admiración a quien los viese, los magníficos órganosque construían y los instrumentos musicales de toda clase, los hermosos vasoslabrados a torno, las labores textiles y otras perfectísimas manufacturas... Comolos indios eran muy amigos de sus tradiciones, guardaban con suma solicitud lasenseñanzas recibidas y se las transmitían unos a otros como de mano en mano”.

Page 58: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-58-

EL VIEJO CRONISTAAllá por 1790 en Faenza, Italia, un anciano sacerdote oficiaba misa todos

los días al amanecer en un convento. Su rostro envejecido mostraría seguramenteel gesto de cansancio y sabiduría que dejan los grandes sinsabores y laparticipación en altas responsabilidades. Pero lo que más asombraba a losfeligreses de aquella lejana comarca era que, al ofrecer el sacrificio de la misa, eloficiante solía hacerlo “pro América, pro indis et nigris, pro juventute”.

José Manuel Peramás era español de origen, ordenado en la Compañíade Jesús. Tenía veinticinco años cuando vino a América para incorporarse a laempresa misionera. Fue paí miní en San Ignacio. Luego paso a Córdoba, a ejercerla docencia en los mismos claustros donde se preparaban los colegialesdestinados a la obra misional. Y tal vez por eso ofrendaba por los indios y lajuventud, para tributar a Dios lo mejor de su vida. Cuando se desterró a Faenza,ya su Orden estaba disuelta y el Rey le había quitado la nacionalidad española.Sin hogar y sin patria, “dormía solamente algunas horas, empleaba varias en laoración y meditación de las verdades cristianas, y consagraba las restantes alestudio y composición de sus diversos libros”. Al acaecer la muerte, encontróseentre sus papeles un prolijo trabajo de relatos y comentarios, donde Peramáscomparaba la organización guaranítica con la República de Platón.

El libro debe ser leído para apreciar los detalles verídicos de una grantarea de educativa, de organización y de conducción. Se trata de la más honrada ysobria crónica. La obra carece justamente de vuelo imaginativo. Las referenciasplatónicas, harto ingenuas, son la única incursión del autor al campo de la ilusión.Todo el libro es un registro de vivencias, anécdotas, minucias incluso,descripciones simples y directas que van dibujando el complicado esquema deuna realidad.

Algunos ejemplos:“Los padres y madres de familia comían en sus casas con sus hijos, parca

y sobriamente, contentándose con los frutos del campo y la carne que a cada unose distribuía públicamente”. “Las comidas públicas se celebraban en las ocasionesmás solemnes del año. Entonces se colocaban mesas en la plaza, sobre lascuales se disponía todo aquello que los jefes de familia aportaban de sus casas. Ypara que la comida fuese más espléndida se distribuían entre las diversas tribusalgunos víveres procedentes del fondo común. En público comían solamente loshombres, si bien las mujeres no dejaban de participar de tan solemne alegría;pues como había abundancia de todo, gran parte de los comestibles se les llevabaa sus casas”.

“Los misioneros aconsejaban a los padres que al cumplir un hijo losdiecisiete años le buscasen una digna esposa, y que a las hijas, una vezcumplidos los quince, les buscasen un marido. Esta aprecio ser la edad másadecuada”.

“Tres opiniones hubo en un principio: la primera aprobaba como legítimaslas bodas de los guaraníes con una muchacha primeriza, a la que llamabancherembirecó. La segunda reprobada las bodas tanto con la cherembirecó comocon una mujer experimentada o cheaguazá, por la ligereza con que los hombres

Page 59: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-59-

las tomaban y dejaban, ...por más que algunos fuesen más constantes en amar ala cherembirecó. La tercera opinión juzgaba írritos los matrimonios de loscaciques por la facilidad con que éstos repudiaban a sus mujeres; pero tenían porválidos los de los súbditos, ya que éstos eran más constantes en mantener en suscasas a sus esposas”.

“Los tejedores merecen capítulo aparte. En cada pueblo había grannúmero de ellos, dedicados a tejer las telas que eran distribuidas por la comunidadpara la confección de ropas. Había también cuatro o seis que tenían para losindios particulares. Las mujeres casadas hilaban en sus casas el algodón que losjefes de familia cultivaban en sus propios campos; una vez que reunían una buenacantidad, la entregaban al Ecónomo del pueblo, quien anotaba en su registro elnombre de la portadora y la cantidad entregada. Este algodón hilado era confiadoa uno de aquellos cuatro o seis tejedores para que lo tejiese. El Ecónomo devolvíaluego el tejido a la india que había llevado el algodón, sin cobrarle nada, pues altejedor se le pagaba por cuenta de la comunidad. ...Las dueñas de casa, aparte deaquel paño que entregaba la comunidad a sus hijos, tejían para estos, para susmaridos y para ellas mismas las otras prendas de vestir”.

“En los días festivos, después del oficio de la tarde, hacían los hombresun simulacro de guerra en la plaza, lanzando flechas al blanco. Son tan diestrosen este arte que, ora persiguiendo una fiera en su carrera, ora un ave en su vuelo,casi nunca yerran el tiro. Solían jugar también a la pelota....los guaraníes nolanzan la pelota con la mano como nosotros (los europeos), sino con la partesuperior del pie descalzo, enviándola y devolviéndola con gran ligereza yprecisión”.

“Los varones vestían pantalones, camiseta y chaleco. Encima se poníancapotes, que ellos llaman aboací”. “Las mujeres, además de la camisa, usaban unvestido, typoí, también de algodón, el cual les llegaba hasta los talones. El cabellolo llevaban suelto hacia la espalda, sin sujetarlo con cintas. Adornaban las orejascon pendientes de metal; el cuello y los dedos con abalorios de variados colores.Este era todo su aderezo....En sus casas y en el campo usaban prendas másligeras y apropiadas para el trabajo; entonces se recogían el pelo con una cofiaalargada, a manera de redecilla”.

“...los guaraníes no se cubrían los pies ni la cabeza, y no padecían poreso. Exceptuábanse algunos que hacían los trabajos más duros, los cualesusaban medias (seguramente se refiere a la actual canillera de loneta) ysombreros. El Corregidor, sin embargo, y las demás autoridades, en los díassolemnes del año usaban zapatos como las gentes de la ciudad, medias ysombreros finos. Todo ello era costeado por el erario público. Pasado el día defiesta, tornaban a su habitual manera de vestir y guardaban aquellas prendaslujosas en la casa parroquial. Los sacristanes y acólitos usaban zapatos y mediasademás de otras prendas. Pero una vez terminado el sagrado ministerio, como siaquel refinamiento les cansase y estorbase, al punto se descalzaban”.

Page 60: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-60-

“Una vez abierta la sepultura, era depositado en ella el cuerpo del difunto,en presencia del sacerdote, el cual, revestido de capa, recitaba las precesfúnebres. Al arrojar la tierra encima, prorrumpían en llanto las mujeres que hastaentonces habían permanecido en silencio. Durante ese llanto, que los guaraníesllaman guajú, hacían ellas un elogio del muerto y recordaban lo que había hechopor el pueblo, y lo que hubiese realizado si habría continuado viviendo. – ¡Ah!,decían entre sollozos las lloronas cuando moría prematuramente algún joveninteligente, el hubiera sido profesor, ecónomo, director de música, miembro delCabildo, cónsul, alférez del Rey, corregidor! Todos estos eran cargos de muchaestimación y honor entre ellos. Tales lamentos iban acompañados de tantasinterjecciones, de expresiones tan recónditas y rebuscadas, que no había enguaraní nada tan difícil de aprender”.

Peramás dejo así uno de los documentos más completos para valorar lavida vulgar de las misiones. A través del nutrido anecdotario, donde el realismo hadescripto la faz íntima, doméstica de una sociedad, el lector puede inferir elsentido que inspiraba y orientaba esa convivencia. También dice mucho el acentoy la actitud que el autor ha dado a su crónica. No es el patrón que recuerda a suservidumbre; ni tampoco el caudillo que añora a la hueste. Dijérase de la nostalgiadel viejo maestro que rememora con tanto afecto a sus discípulos... Pero Peramásagrego a los escritos un prolijo croquis de la época, explicado en latín y quereproduce la distribución de los edificios en la misión Candelaria. El dibujo coincideexactamente con la disposición de las ruinas aún en pie de otras reducciones, yaque el trazado de los pueblos respondía al mismo modelo con ligeras variantes.Puede apreciarse con esta guía la ubicación central del templo, el cementerio a unlado y la casa parroquial al otro; al frente la gran plaza para reuniones públicas, elmonumento alusivo (la Inmaculada) en el medio y cuatro grandes cruces sobre losángulos. Está también el edificio administrativo, los talleres, las aulas escolares, laresidencia para huéspedes, el cotiguazú, Bordeando el núcleo edilicio, entrecallejones simétricos, se distribuyen las numerosas viviendas para los pobladores.

El plano expresa gráficamente el estilo de vida que practicaba lacomunidad y el propósito que la había organizado. Sería pueril adjudicar a talesciudades la condición de factorías estructuradas con vistas a una especulacióneconómica. El capitalismo del siglo XVIII no conocía las conquistas del tratohumano ni los principios del mercado interno de consumo. Todo indica que allí sepretendía establecer formas sociales duraderas; se aspiraba a elaborar un tipohumano que, si bien aleccionado por ideas preconcebidas y estrictas, debíaconocer los estímulos de la seguridad, el bienestar y la justicia.

¿Hubiera convenido más el ideal benéfico: dar sin formar ni modelar;enseñar a vivir sin establecer a la vida un objeto?

El pragmatismo de la pregunta, que se contesta por sí sola, nos lleva aotra comprobación. Cuando además de construir la ciudad se inculca a sushabitantes una idea y se preparan sus hábitos para que viva en función de ésta, seproyecta algo más que una sociedad: se programa una civilización.

Cuando se ha creído ver en los modales del indio misionero la merarepetición mecanizada de la existencia civilizada (cuyas finalidades no habríacomprendido), en realidad se ignora el fundamento de toda educación orientadahacia la vida en común y no ya para el individuo aislado. Primero, que aquello de

Page 61: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-61-

que el indio entendiera acabadamente la teología de su civilización, como exigíaLugones, es la pretensión más discutible. En las sociedades más evolucionadas,el gran numero no ha tenido siempre una idea clara del destino comunitario, aunante las crisis neurálgicas. El conocido episodio de aquellos pescadores que enplena Revolución Francesa trabajaban junto al Sena, a poca distancia del cadalsodonde sería guillotinado Luis XVI, y que ni siquiera dieron vuelta la cabeza parapresenciar el espectáculo más elocuente del siglo; esa actitud increíble para elhistoriador que analiza los procesos históricos imbuido de su propia conciencia,representa sin embargo una conducta harto común de mucha gente. Así tambiénante el reverso de eso, vale decir, ante las movilizaciones abnegadas que provocala solidaridad o el patriotismo y que indican lo insigne del hombre colectivo,debemos distinguir más bien el sentimiento de una reacción justiciera que la ideaexacta y completa de un plan. Y no podría ser de otra manera, porque en cuantoa ideas la obligación, la conciencia de saber lo que se persigue, pertenece alsector dirigente. Este sí debe saber claramente la razón de lo que defiende y loque ataca; no por privilegio, sino porque en ello radica la clave de todaconducción. ¿Que sería de un ejército cuyo comandante se jactara de compartirlas emociones heroicas, el espíritu de sacrificio de sus soldados, e ignorase elobjeto preciso de los movimientos que él debe ordenar?

Pero en otro aspecto, lo decisivo de una educación reside en inculcar lapredisposición, los gestos, las inclinaciones que provocaran tal o cual dirección alaccionar. Me explico: no es que se practiquen tales costumbres a causa de unamanera de pensar, sino que la costumbre adquirida despertará en el hombredefiniciones. ¿Importa que el habitante de las misiones repitiera los modales deuna civilización cuyo destino no podía discernir profundamente? Lo importante esque su manera de actuar preparaba un estilo de vida. La ortodoxia lo adiestrabapara poder elegir alguna vez, inequívocamente, entre su civilización y las otras. Suvivienda, sus diversiones, su trabajo, sus intereses personales estaban orientadoshacia ideales –¡resulta tan difícil para alguno admitir que un guaraní pudiera tenerideales! – que él preferiría siempre como los más razonables y adecuados a sumentalidad.

El sólo hecho de retener al indio en las misiones por espacio de cincogeneraciones, y retenerlo sin centinelas, sin adulación, mientras se le asignabantrabajos y obligaciones de convivencia, constituye una realidad que debeatenderse. No es una casualidad ni puede explicarse como resultado de unaestratagema. Aquí Peramás vuelve a darnos una guía, cuando habla de laformación del soldado: “...no se diferenciaban en nada de los demás indios, ni enel domicilio, ni en la manera de vestir; ni por razones de servicio tomaban para síde los bienes comunes, y alternaban el arado con las armas”. “No había entreellos un solo soldado profesional. Sin embargo, llegado el caso, todos estaban encondiciones de actuar como soldados”. Puede que a muchos parezca indiferenteque un soldado viva en su casa en lugar de los cuarteles, que comparta el serviciode las armas con el trabajo; pero solamente un orden social vigoroso, puedepermitirse la amplitud de no separar al soldado de su pueblo y mantener susensibilidad en contacto cotidiano con la comunidad cuya organización debedefender y también salvaguardar. Además, este principio es extensivo a los otrossectores de la vida misionera. El artista que tallaba imágenes, el maestro que

Page 62: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-62-

educaba a los niños, el gráfico que imprimía libros, llevaban la misma existenciaque el campesino del abambaé, sin más discriminación que la determinada por lacalificación cultural. Otro indicio es que el castigo judicial más severo consistía enexpulsar de la comunidad.

Mirando así se descubre el error de Bougainville respecto al mortalaburrimiento de la vida misionera. En tal observación se agita el bullicio de la clasemedia, que hace ver monótona cualquier existencia donde no intervengan ciertasexpansiones y deleites que al fin no indican una vida más plena ni más rica enespíritu. Cualquiera que pase a nuestro lado absorbido por una preocupación deimportancia para él, nos parecerá insensible a los goces menudos de la vida. En lasociedad indiana el individuo encontraba motivos suficientes para concurrir ypermanecer; pero esa sociedad poseía finalidades que no se reducían albienestar: preparaba y organizaba al individuo para posibilidades siempremayores. A Bougainville le falto ver que en otros sectores de la Colonia donde noimperaba el tedio sino la agitación, la impaciencia, esto se debía más al desordeny al descontento que a un equilibrio logrado. Ni el esclavo ni el gauderio seaburrían con su existencia incierta, que luego los llevó a vislumbrar comosupremos ideales la libertad o la rebelión. Ambos tenían del orden opiniones tanimpracticables que, cuando no se referían a esperanzas quiméricas, lo reducíantodo al ejercicio de una autoridad sin limitaciones.

Desde luego que si no apartamos la visual de los aspectos rudimentariosde la conformación misionera, su atraso indudable con relación al progreso de lasciudades coloniales por influjo de la población europea y criolla, no hay posibilidadalguna de comparación. El contraste es de contenidos. Figuradamente puededecirse que el drama argentino consistió en que el criollo, heredero de lacivilización europea, más aventajado que el indio guaraní para constituir unasociedad moderna, perdió demasiadas energías y oportunidades defendiendohasta el derecho a subsistir como integrante de una nación y una raza. El sistemacolonial primero y la república incipiente después, se esmeraron en inculcarle lanorma directamente, sin brindarle los elementos primordiales de la convivencia.

Pero a propósito de estas conclusiones, falta analizar un trascendenteaspecto. El caso guaraní presenta una singularidad que no se ha valoradoexactamente. El colectivismo de las misiones entronca con un lejano antecedentecontinental: el de las civilizaciones autóctonas previas a la irrupción europea.

Falta todavía mucho por comprobar sobre el origen y la sucesión de esosmisteriosos florecimientos, de los cuales los indios y aztecas parecen haber sidosolo la última expresión; pero se sabe ya que mientras Europa consumaba laapertura de la era cristiana, América fue escenario de imperios altamenteorganizados, cuyos refinamientos se igualan a los de caldeos, asirios y aún otrasmanifestaciones más próximas, como los mogoles y tártaros. Gengis Kan fuecontemporáneo del desmembramiento de la confederación maya; Tamerlan, elgran conquistador, lo fue del primer rey proclamado por los aztecas y delcomienzo de la expansión incásica. Lo que ha desmerecido a las culturasprecolombianas para su registración en la historia universal, es que ellascarecieron de escritura. No dejaron otras evidencias gráficas que el idiomaemblemático de los monumentos. Hasta se ignora si muchas figuraciones talladassobre los edificios son simples alegorías o inscripciones ideográficas. Los

Page 63: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-63-

cronistas españoles de la conquista, incluso el Inca Garcilaso, recogieron susversiones de los relatos verbales, recuerdos incompletos, tradiciones borrosas delos sobrevivientes de la destrucción. Sin embargo, estos vestigios permitenreconstruir la conformación social. Todos aquellos reinos habían superado laesclavitud. Se regían por un colectivismo estatal. Los incas, los másevolucionados sin duda, alcanzaron una estructuracion tal, que cuando anexabanotras naciones les convenía asimilarlas a su sistema en lugar de sojuzgarlas. Allíel vasallo tenía algunos derechos frente al Estado y la comunidad; contribuía consu trabajo a las obras públicas, y aunque no disponía de propiedad era depositariode la tierra para trabajarla. De la producción individual se apartaba el tributo parael inca y la casta sacerdotal y el resto se consumía comunitariamente. A su vez elimperio atendía varios beneficios, como la provisión de vivienda, parte del vestidoy la alimentación en épocas aciagas.

El colectivismo misionero alcanzó desde luego, mayores ventajas ydesarrollo; su sistema era más respetuoso del individuo, posibilitaba la realizaciónpersonal. De cualquier modo, son visibles algunos elementos de la organizaciónanterior. Esto abre un interrogatorio de interés no solo para el historiador sinotambién para la sociología y la filosofía actual. ¿Conocían los jesuitas talesantecedentes, o los encontraron en la nación guaraní? ¿Los guaraníes constituíanun desprendimiento extraviado de aquellas civilizaciones, o cabe pensar que acierta altura de su evolución las sociedades producen tales caracteres? No es delcaso resolver aquí estas proposiciones. Lo que puede inferirse con seguridad es elrealismo de la colonización guaranítica. Sin perpetuar lo ancestral, tampocoanticipó nada que pudiera cumplirse gradualmente. Utilizó la idiosincrasiacomunitaria aborigen, su arraigado gregarismo, para hacerla avanzar por esemismo camino. El mérito pues, reside en que siendo el colectivismo misionero unresultado previsto, dirigido, controlado, sus directores no incurrieron en laabstracción frecuente de esta clase de empresas – error aun de las ortodoxias –,consistente en confundir lo que se quiere con lo que se utiliza, la transformacióncon lo que se debe transformar.

La observación explica gran parte de las dificultades que despuésencontró el indigenismo bajo la política liberal y burguesa. Proyectos que alentaronlas mejores intenciones, pretendieron no obstante estimular al aborigen conperspectivas que éste no ambicionaba precisamente; intentaron despertar en él lavocación individualista, inculcándole al efecto que la tribu, el cacicazgo, la toldería,serían rémoras despreciables. El propósito no era negativo. Lo desacertado eracomenzar por allí.

La misma colonización española no tuvo en cuenta que ella no podía trataral indio como si nada hubiera pasado y como si éste fuera una pizarra en blanco.Estaba de por medio el corte violento de la conquista, además de la ruptura deformas sociales que en su momento habían constituido organizaciones completas.No se estaba ante los clanes totémicos de Africa o la Polinesia. La encomienda, lamita, tal como se aplicaron representaban, aparte de una injusticia un régimenestrechísimo en comparación con las satisfacciones que dio al indio elcolectivismo precolombiano. El caso guaraní por ser distinto, ya que noevidenciaba tanta evolución, no escapa tampoco a la regla, pues contenía losmismos elementos en grado primario. La colonización misionera, al retomar la

Page 64: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-64-

mentalidad aborigen en aquella interrupción, ofreciéndole condiciones humanasque no violentaban su herencia, restablecía el único camino por donde el indiopodía transitar confiado.

Lo que se ha querido ver en las misiones como un exotismo, desde queresultaban extrañas, diferentes al panorama colonial, obedece a una elementalalteración de la perspectiva. Para el indio, lo anormal eran justamente las otrasformas de vida y de trabajo que perturbaban su autenticidad sin ofrecer tampocoun progreso a su estancamiento. También la idea de explicar la tranquilidadmisionera como mero reflejo de la pasividad o el letargo indígena, tiene que vercon la primera equivocación. Se ha pasado por alto la realidad inmensa de que losguaraníes se incorporaron a las reducciones con una tradición de rebeldía. Ytampoco se advierte que en aquellas sublevaciones contra los encomenderoshabían intervenido factores más poderosos que el resentimiento de la explotación.Cuando los guaraníes se volvieron a la selva después de combatir, era imposibleque se recluyeran a gusto en la barbarie. Los exiló el descontento. En elprimitivismo los aguardaban condiciones tan penosas como la explotación, perosiquiera allí recuperaban la noción de sí mismos, la identidad moral y racial en quecada cual se siente alguien. Por lo mismo, no perdieron la expectativa, yreemprendieron la aventura de la civilización con los hombres como Peramás.

Los hombres como Peramás explican históricamente la antinomia de losdos factores humanos divergentes que personificaron dos estilos de conquista.Esto interesa a la psicología en función social. Los conquistadores, como losprimeros encomenderos, representaron en general un sector frustrado de la vidaespañola; gente de diversa extracción aglutinada por iguales ansiedades:plebeyos ambiciosos lanzados a probar fortuna, ilusos alucinados por loextraordinario, o bien nobles de capa caída que no se resignaban a la modestia.Sus sentimientos oscilaban de la insatisfacción al despecho. En la metrópoli tomóactualidad el calificativo de “perulero”, sinónimo de nuevo rico, para designar alenriquecido en las Indias. Estos advenedizos esclavizaron al indio, Los misionerosjesuitas, seleccionados por la Compañía entre familias hidalgas o de condiciónmedia pero afincadas, que no necesitaban emigrar, y que arribaron a Américapara satisfacer un ideal conscientemente elegido, se aproximaron al aborigen enactitud comprensiva, descendieron a su infortunio, aceptaron su mundo.

Page 65: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-65-

LA DEVASTACIONNo completaríamos el estudio si no enfrentáramos su mayor dificultad: el

saldo de improductividad que a pesar de todo dejaron las misiones. Tanespléndido esfuerzo quedó encerrado en sus limites geográficos e históricos.Nadie lo imitó ni lo prosiguió. Los propios indios demostraron no haber asimiladotodo el espíritu de esa civilización para continuarla o reproducirla en otra parte.Las misiones les dejaron un recuerdo de su pujanza, “la felicidad de estospueblos”, como reconocía un dignatario franciscano al visitarlos en la decadencia;pero tales elementos no acusaban una energía capaz de subsistir por sí misma.

Casi media centuria después de la expulsión, un comerciante viajero, elinglés Robertson, encontraba en una pequeña ciudad del litoral argentino algunosvestigios de esplendor: “A cinco leguas de Goya, sobre el camino de Corrientes,está el pueblecito de Santa Lucia, fundado por los jesuitas y edificado según sucostumbre en forma de cuadrángulo. Conservaba todavía entonces el aspecto deuna reducción y los indios, más civilizados, vivían cómodos y felices.... Tuve elgran placer de trabar conocimiento con el maestro de escuela del lugar, donPonciano Delgado, indio y genuino discípulo de los jesuitas....Como tenía más desetenta anos, deduzco que había pasado la mayoridad cuando se produjo la caídade sus maestros, ...y obtuve de sus propios labios muchas noticias y tradicionessobre los hijos de Loyola, de quienes hablaba con entusiasmo y a menudo conlágrimas en los ojos cuando recordaba sus padecimientos y la mansedumbreobservada en la hora de su expulsión”.

¿Que causas gravitaron para que tanta energía se consumiera en pocosdecenios? Este rápido desfallecimiento, ¿procedía de una debilidad de origen, oresultó de un despiadado aplanamiento que no dejó en pie ni el menor indicio degrandeza?

La frustración de que hablamos debe entenderse como la disgregación, eldebilitamiento y la mediocrización que sobrevino a la expulsión de los jesuitas. Nose confunda con la falsa versión del regreso de los indios a la barbarie selvática.Furlong ha demostrado la inexactitud de esta invención. Parece que el infundiocomenzó con una equivoca información de Azara al dar noticia de algunas tribusefectivamente retrógradas que se habían exilado en la selva paraguaya. El indiciofue lanzado luego a la publicidad intelectual por Juan María Gutiérrez con unaimagen de gran vigor literario, y alcanzó tal poder de generalización que debe serdesmentido expresamente. La mayoría de los indios misioneros no regresó alprimitivismo de sus antepasados. Se dispersó hacia otros centros urbanos delVirreynato. Brasil y Paraguay atrajeron muchos grupos con otras formas decolonización. Para Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes llegó a constituir unainquietud la afluencia de emigrados misioneros, pues junto a los operarios deoficio que encontraban ocupación en la actividad mercantil, talleres y estancias,concurría la ígnara población agraria, desubicada y apabullada. Un funcionarioporteño reclamó medidas de contención frente a “la multitud de indios e indiasnaturales de los citados pueblos, que prófugos de estos, se ha establecido aquí”.Al aclarar el error pues, entramos a la verdadera cuestión, porque en rigor la ideadel regreso a la barbarie era la más superficial, y también la más cómoda. Con ellase derivaba a los jesuitas la responsabilidad de sus reemplazantes en lasmisiones.

Page 66: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-66-

Desde luego que entre las causas fundamentales de la declinación,corresponden algunas fallas a los jesuitas. Notoriamente, no pudieron resolvercierta incompatibilidad entre la escolástica y la idiosincrasia guaraní. Llama laatención, por ejemplo, que pese a sus inteligentes incentivos para ganar lavoluntad nativa (idioma, costumbres, cacicazgo), eludieron un gran recurso, comola formación de sacerdotes de origen guaraní.

Otro error de apariencia secundaria y que no obstante asume importanciatratándose de la raza guaraní, se refiere a la educación estética. Los jesuitasaprovecharon y propiciaron la fuerte afición nativa a la música y la danza,innegablemente. Cierto viajero ponderaba haber escuchado en las misiones “unniño guaraní de doce anos que ejecutaba al órgano las más difíciles partituras delos compositores de Bolonia sin un solo tropiezo”. Cada pueblo había organizadoconjuntos corales y coreográficos que durante las festividades representaban en laplaza autos sacramentales cuya calidad no desmerecía la tradición clásica de losatrios europeos. Allí podían verse, dramatizados con arte eximio, lospadecimientos de la Virgen, la huida a Egipto, las luchas del arcángel Gabriel conlos espíritus del mal, la insurrección y condenación de Luzbel. Sin embargo, elmaestro jesuita se jactaba de que tales espectáculos no eran “profanados concadencias o melodías que muchos músicos incapaces y profanos han intentadointroducir, ¡oh vergüenza!, en el recinto sagrado”. Más aún, durante las jornadasen el campo, para las que se enseñaban cánticos adecuados, tampoco se admitía“nada que pudiese corromper las costumbres”, entendiéndose por esto,lógicamente, los vivaces y dionisíacos ritmos nativos. De igual modo en lasdanzas. Nunca “se advirtió nada chocante o lascivo, pues para eso estaban allípresentes el párroco y su compañero”. ¿No se repite acaso la eterna suficienciadel arte importado que desprecia (sea en nombre de la moral, del progreso o delarte mismo) las expresiones autóctonas cuya riqueza primigenia no percibe? Laprohibición resultaba aquí funesta, pues rompía un nexo íntimo. Las misioneshabían intentado armonizar un modelo de cultura con una raza, sin alterar laautenticidad de una ni otra. Y el arte debe contarse como elemento principal en elacervo de un pueblo. ¿Como pretender que la espiritualidad de una nación – lanación guaraní existió siempre – se consustanciara con expresiones artísticascuyo aprendizaje suponía menospreciar y desechar lo propio como pecaminoso,profano o sencillamente malo? Aunque el nativo acatara voluntariamente lanovedad de otro arte evolucionado, que no podía sentir con el fervor de lo telúrico,en su conciencia quedaría el oscuro sentimiento de la usurpación.

Pero la equivocación más perjudicial consistió en no capacitar equiposgubernativos. Y lo evidente es que la omisión fue deliberada. Quienes habíanlogrado tantos prodigios del instinto bárbaro, podían haber superado al caciquismoprimitivo, aunque no suprimiesen la jerarquía, ya que ésta no era simple productodel atraso sino del temperamento guaraní. Aún en las postrimerías del predominiojesuita, a siglo y medio del comienzo de la colonización, cuando ya se habíaconvertido al poblador selvático en orfebre, gráfico, maestro, el cacique continuabasiendo el capitanejo de pobrísimas luces, engalanado de comendador o maestrede campo pero carente de competencia para dirigir con criterio propio unaorganización precisamente compleja como eran las misiones.

El cuidado por ilustrar y promover al nativo llegó hasta su idoneidad

Page 67: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-67-

técnica. En ciento cincuenta anos, ningún indio consiguió trasponer la líneadivisoria que le impedía acceso a una real aptitud de gobierno. Esta laguna impidiódespués que exponentes nativos pudieran enfrentar los excesos y anomalías de laadministración colonial, o imponer al intruso el respeto que inspira siempre laautoridad natural cuando se respalda en aptitudes satisfactorias.

Esto en lo que atañe a los jesuitas. Con ser apreciables, las deficienciasno abarcan todo el problema, porque en última instancia son omisiones. Veremosahora lo que se hizo después.

La degradación, el deterioro irreparable, abarca un proceso dedescomposición iniciado al día siguiente de la proscripción de los jesuitas.

Ante todo, el éxodo indígena subsiguiente a la expulsión, fue gradual, noinmediato. Al comienzo la población permaneció fiel a las misiones, posiblementeesperanzada por la expectativa y las novedades propias de todo cambio. Ladeserción se inició después, progresivamente, en el transcurso de cuarenta años,o sea, una generación que presenció el desbarajuste y vivió la desilusión deciudades desquiciadas, literalmente corrompidas por la inconsciencia de losnuevos administradores.

Tenemos a la vista una crónica de la época, que relata el primer episodio,el primer contacto del poder político con las misiones. Quiso el gobernadorBucarelli concurrir personalmente a la incautación de las haciendas paracerciorarse de la efectividad de los procedimientos – “no puedo confiar en ningunode los que me rodean” –, y también intrigado por versiones sobre fabulosostesoros que los jesuitas guardarían en sus arcas. Llegó a las proximidades deYapeyú acompañado por un grupo de dignatarios y abundante guardia degranaderos y dragones. Comisionó desde allí a un capitán y a un escribanoseguidos de escolta, para que cumplimentaran la confiscación de los bienes y elarresto de los sacerdotes, incluido el Provincial jesuita que allí lo esperaba. Dosdías después el Gobernador hizo su entrada triunfal en el pueblo para tomarposesión en nombre del Rey. “Lo hice con todo el aparato y ostentación que cupo,para captar la benevolencia y el respeto, poniéndome a la cabeza de losgranaderos, cuyas gorras nunca vistas por los indios causaron grandeadmiración”. AI día siguiente del arribo, cumplidas las tramitaciones del caso, fuesu preocupación buscar alojamiento para la tropa, acampada al aire libre de laplaza. ¿Que edificio elegiría? Seguramente la amplia casa de la administración, oquizá los talleres, o el pabellón para huéspedes con sus espaciosas galerías. Perono. Los indios, testigos mudos y estupefactos de lo que ocurría – no podíanconcebir a los paí presos – vieron que granaderos y dragones se encaminaban alcotiguazú, ¡el pabellón de viudas y huérfanas!, que al efecto debió ser desalojadopor sus habitantes. ¿Al Gobernador sólo le interesaría la capacidad del edificio,con prescindencia de su función? ¿O fue una decisión intencional para hacersentir ostensiblemente la iniciación del nuevo trato? Cualquiera de las dossuposiciones demuestra que allí comenzaba el desastre.

Bucarelli impuso a las misiones el régimen que puede adivinarse sinningún esfuerzo de la imaginación. Guarniciones militares cuidaban el orden.Sacerdotes franciscanos, dominicos y mercedarios trasladados desde susconventos y colegios, sin formación especial (la mayoría ignoraba el idiomanativo), atendían el servicio religioso. Y administradores civiles gobernaban

Page 68: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-68-

virtualmente los intereses de las ciudades. Estos fueron por lo general venales ydesaprensivos. Su falta de escrúpulos para enriquecerse en el cargo se hizoproverbial. El obispo De la Torre, luego de una visita informativa, habladespreciativamente de “estos Cresos que logran visibles utilidades, con las que sevan inutilizando los pueblos”.

El régimen provisorio, a la postre, se hizo definitivo. Muchas fueron lasiniciativas que se estudiaron y propusieron, algunas inspiradas en las fantasíassociales entonces en boga; pero el sistema de Bucarelli se prolongó con pocasvariaciones hasta que la despoblación torno innecesaria la presencia de gobiernosespeciales. Todas las promesas demagógicas que había hecho el Gobernador alos indios para asegurar su pasividad – “sacarles de la esclavitud y ponerlos enposesión de sus bienes, de que hasta el presente no han gozado” –, así como losextensos memoriales donde se estudiaba la mejor administración posible para lasmisiones, quedaron como enunciados inoperantes o lamentables falacias deocasión. El mismo virrey Vertiz, de cuyas opiniones renovadoras se esperabanreformas sustanciales, que al cabo se limitaron a la ciudad de Buenos Aires, noencaró modificaciones, aunque puso coto a la venalidad.

“En tiempo de los Regulares expatriados, ...aunque se trabajaba muchomenos que en el tiempo presente, rendía más el producto del corto trabajo,respecto a que sólo se reducía al bien común del mismo pueblo”. Esta significativaopinión, dada por un Administrador preocupado a causa del descenso brusco de laproductividad misionera, denuncia involuntariamente la torpeza de lasimprovisaciones que pretendieron suplantar un gran sistema. Bucarelli no se habíalimitado a proponer la libertad. También prometió que los caciques podían aspirarcomo los españoles a los cargos de gobernadores y virreyes, que las misionescontarían con una Universidad para graduar doctores en medicina y jurisprudenciay un seminario de clérigos, que la propiedad privada sería absoluta e inejecutable,que desaparecerían los trabajos comunitarios. Su desubicación llegó al punto deproponer, como homenaje grato a los indios, la enseñanza del castellano ensustitución del guaraní. Se escandalizó también de que los indios andabandescalzos y prometió la consiguiente provisión de zapatos. Como resultado, laspenurias de la población aumentaron. Los trabajos en el tupambaé se duplicaron.Las indias tejedoras debieron aumentar de dos a cuatro sus jornadas decontribución laboral para la colectividad. Por otra parte, las irregularidadescrecientes de la administración del fondo común, desalentaron la producciónprivada de los abambaé. Y la consecuencia más gruesa del desgaste se advierteen el agotamiento de las dos fuentes de producción típicas de la región: el algodóny la yerba mate. Pocos decenios después, el Paraguay acapararía nuevamente elmercado yerbatero, cuya hegemonía retuvo durante mucho tiempo.

Los informes oficiales coincidían en atribuir “toda la ruina al sistema decomunidad con que se gobiernan los indios”, según la concisa expresión delobispo Luis de Velazco. Félix de Azara contribuyó a la misma opinión insistiendoen la necesidad de suprimir ese “gobierno en comunidad en que no se permite lamenor propiedad particular, en que nadie puede sacar la menor ventaja ni utilidadde su talento, industria, habilidad y virtudes, ni de sus facultades físicas”. Elcomentario de Azara es capcioso, o por lo menos inexacto, desde el momento queniega la existencia de propiedad particular en las misiones; pero de cualquier

Page 69: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-69-

modo, cuando el virrey Avilés se propuso suprimir las grandes extensiones depropiedad comunal o colectiva que realmente quedaban de la organización jesuita,los tupambaé, con vistas a repartirlas entre los pobladores indios, encontró quelas mismas ya estaban ocupadas por pobladores criollos a españoles, allegados alos Administradores, y en algunos casos por los Administradores mismos. “Se hanposesionado usurpando aquellos terrenos, sin otro título que la prepotencia”,informaba Avilés. Desde luego, los indios continuaban trabajando en estasparcelas, cuyo beneficio redituaba ahora para los particulares apropiados.

La distorsión lesionó finalmente el autoabastecimiento. La burocraciaadministrativa en aumento que gravitaba sobre el presupuesto misionero, y a cuyaproliferación se agregaba la deshonestidad en el manejo de los bienes o laproducción – las sanguijuelas sorbían la ultima sangre –, hizo menester que losvirreynatos de Lima y Buenos Aires concurriesen con subsidios para mantener elequilibrio financiero. En 1795, otro emisario oficial, el Brigadier Diego de Alvear,insertaba en su memoria de inspección un párrafo inaudito: “Las Misiones, en elpie en que se hallan, son muy gravosas al Estado”. Vale decir, que la organizaciónque otrora había realizado aportes y contribuciones cuantiosas y cuya opulenciahabía inducido a muchos a sospechar maquinaciones financieras de alcanceinternacional, no estaba ya en condiciones de atender el mantenimiento de suadministración.

Pero el desquicio venía de causas anteriores y fundamentales. Losdesaciertos de esos administradores póstumos – verdaderos albaceas de loconcluido –, no eran circunstanciales. Los gobiernos coloniales habían ignorado laimportancia de la Provincia Jesuita del Paraguay. Retrotrayendo la mirada a laépoca próspera de las misiones, asombra la insensibilidad de los altosfuncionarios ante ellas, salvo pocas excepciones. Es cierto que no faltan informesentusiastas de algunos gobernadores luego de su visita a “los pueblos delParaná”, porque de veras debió ser impresionante la visión de esa realidad: unmundo de civilización y progreso en medio de la selva, más allá de las leguas yleguas que era preciso atravesar para llegar allí. En las impresiones oficiales deviaje se reitera el mismo reconocimiento a la dedicación de los sacerdotes quehabían obrado el portento; pero no se dio el caso de un interés promotor, quecomprendiese la utilidad de adoptar o extender los alcances de esa colonización.El mundo estatal ignoró las causas reales del éxito, o por lo menos faltó elexponente que hiciese de ellas un punto de partida. El gesto de Hernandarias aliniciarse las misiones, no fue repetido por otros gobernadores al consolidarse lasmismas, cuando hubiera sido más constructivo. Este vacío se explica con laneutralidad que preferían asumir los gobiernos ante las rencillas clericales. Paraellos la cuestión guaraní estaba ligada a los jesuitas, y éstos eran protagonistas deperiódicas crisis frente a franciscanos y dominicos. La historia colonial está llenade tales agitaciones. Razón de más para que los mandatarios rioplatenses noquisieran complicarse abiertamente con un sector. Así la cautela burocrática,siempre medrosa de tomar partido, contribuyó a recluir el experimento en suesfera de acción. Pero queda otro factor de mayor peso todavía: la variante queintrodujo en el mecanismo estatal de España, como en la Colonia, la suplantaciónde los Habsburgos por la dinastía borbónica, cuyos exponentes ya no ofrecieron lafirmeza ni probidad de los anteriores. La mayoría de las innovaciones introducidas

Page 70: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-70-

a partir de Felipe V – primer borbón – obedecen más a la debilidad y al ánimoinfluenciable de los reyes que a una seria voluntad de modernización. Estacircunstancia poco analizada ha confundido a muchos cultores del modernismo acualquier precio. Si los borbones aportaron elementos de transformación al sigloXVIII, víspera de tantas remociones, fue por la vía negativa, por su condicióndisolvente. La falta de orgullo nacional los llevó a practicar una especie dedespotismo ilustrado (al que tampoco se volcaron resueltamente), con eficaciamuy distinta a la demostrada por Catalina la Grande y Federico de Prusia en susrespectivos dominios. Sus novedades convulsionaron a las fuerzas más dispares,desde los encomenderos hasta lo indios de Tupac Amaru. Frente a las misionesse comprueba idéntica fluctuación de los borbones. Fueron a la vez los másobsequiosos y los más perjudiciales. Felipe V firmó la Cédula de 1743, llamadapor los jesuitas “la cédula grande”, pues enaltecía su labor de más de un siglo, lesconfirmaba la facultad de proponer el cubrimiento de los curatos, a más detolerancias impositivas y la ratificación expresa de armar a los indios y hasta laopción para pagar si querían el diezmo a la autoridad eclesiástica. Pero a lainversa, Fernando VI entregó despreocupadamente a Portugal un tercio delterritorio misionero, y Carlos III decreto la proscripción de la Compañía sin atenderel problema que deparaba su retiro de América. Es evidente que ignoraron elsignificado y hasta la importancia de la colonización guaranítica. Carlos III y CarlosIV solían leer con curiosidad algunos memoriales provenientes del Río de la Platay de la propia Madrid, que intentaban adecuar las misiones a algún régimenilusorio de los propuestos por Moro o Bacon; pero no se les ocurrió salvar siquierala continuidad del efectivo sistema con que se habían administrado hasta 1767, yse resignaron al practicismo de Bucarelli.

La Revolución de Mayo encontró a las misiones reducidas a la mínimaexpresión. Y los gobiernos patricios soportaban demasiadas presiones externas einternas para echarse otra preocupación encima.

La gran comunidad indígena, otrora ejemplo de organización yexhuberancia, participó de la Independencia como la más humilde Provincia,considerada sólo por su proximidad estratégica a la inquietante Gobernación delParaguay, desde donde Velazco seguía repudiando los acontecimientos del 25 deMayo. Pero desde el primer momento, la población de las diez misiones quehabían quedado en jurisdicción argentina, dio plena satisfacción a Buenos Aires.Caciques guaraníes reunidos por el delegado porteño Rocamora, proclamaron suadhesión a la Junta de Mayo en junio de 1810, un mes después de constituida lamisma. Y cuando Belgrano, de paso al Paraguay, instaló su cuartel general enCandelaria, en el mismo edificio que antes ocuparan el Superior jesuita y susasesores, recibió como contribución un escuadrón de 500 milicianos guaraníesque intervendrían después con lucida actuación en Tebicuarí y Tacuarí. Operariosmisioneros fueron llevados a la fábrica de pólvora instalada en San Telmo. SanMartín reclutó para su regimiento glorioso 500 guaraníes que lo acompañarondesde San Lorenzo hasta Mendoza, Chile y Perú. Cuando el Ejército de los Andesse disolvió, muchos de esos veteranos incorporáronse a los distintos bandos de laguerra civil.

Hizo justicia la Asamblea del año XIII al decidir que “los diez pueblos deMisiones de la dependencia de las Provincias Unidas, nombren un diputado que

Page 71: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-71-

concurra a representarlos”; pero “el decreto era de puro efecto – aclara uncomentario de la época –, prematuro además, y resultaba imposible de cumplir enla práctica”. ¿Que cambios mediaron para que Buenos Aires no pudiera “admitirlos indios a sentarse en el congreso con los mismos privilegios de los demásrepresentantes”?. El territorio fronterizo que comprendía las misiones, ya se habíaconvertido en tierra de litigio, de igual modo que la Banda Oriental y las provinciassureñas del actual Brasil. La Junta de Gobierno del Paraguay, independizada tantode España como de Buenos Aires, resolvió ocupar las misiones ubicadas sobre lamargen este del Paraná superior, vale decir territorio de las Provincias Unidas. Asu vez el imperio lusitano, que esperaba sacar partido de las disensiones internasde los primeros gobiernos patrios para satisfacer su vieja codicia sobre la cuencarioplatense, se apoderó de todas las misiones orientales del Uruguay y aún dealgunas occidentales, como Yapeyú. Buenos Aires concentró su atención sobre ladefensa de Montevideo desentendiéndose de la inmensidad restante.

Inesperadamente, surgieron dos reivindicadores del territorio despojado:Artigas y los indios misioneros. Como una resonancia del pasado esplendor, tomóprestigio una figura de singulares relieves, un aborigen minuano convertido encaudillo, cuya vestimenta estrafalaria, su pasión justiciera por los indios y su arrojoen la guerra, despertaron a la vez la admiración fanática de su gente y el recelo delos vecinos acaudalados. Andrés Guacaraví, o Andrés Artigas como solía llamarseen homenaje a su padre político, Andresito según su fama, fue designadoComandante de las Misiones por el Protector de los Pueblos Libres. “Era unhombre de buen corazón y mucho más instruido de lo que pudiera suponerse”.“No usaba espada porque había perdido la suya en un combate con losportugueses y decidió no llevar ninguna hasta que la hubiera recuperado conhonor”. Cierta vez, matronas correntinas reclamaron sus hijos, que Andresitohabía incorporado a su ejército para desquitarse de la esclavitud de unosindiecitos; se los devolvió diciéndoles: “Pueden llevarse a sus hijos, perorecuerden en adelante que las madres indias también tienen corazón”. Cuandosus fuerzas ocupaban alguna ciudad, se ofendía sensiblemente si las familiascaracterizadas no concurrían a sus festejos, que consistían en representacionesdramatico-religiosas, heredadas de la educación jesuita e interpretadas por lossoldados. Cuenta un relato de la época: “Andresito nos pidió como un gran favorpara sus funciones, algunos trajes destinados a sus actores, y accedimos, comoes natural. ...Los actores representaron el papel de ángeles guardianes de SanIgnacio en el drama, aunque las alas no concertaban muy bien con sus morrionesde soldados, de los que no quisieron desprenderse. Cuando Andresito abandonóla ciudad, estos ángeles fueron cabalgando delante de él por espacio de dosleguas, y solamente a esa distancia se despojaron de sus vestidos”.

Su plana mayor estaba compuesta de cuatro paladines guaraníes,caciques de renombre que mandaban las divisiones en combate: Vicente Tiraparé,Miguel Maracajú, Francisco Javier Arapotí y Guirá-Verá.

Cumpliendo instrucciones de Artigas y con su decidido apoyo, Andresitodesalojo a los paraguayos de las misiones de Candelaria, Santa Ana, Loreto, SanIgnacio y Corpus. Con el estímulo de estos éxitos, Artigas y Andresito concertaroncon otro gran rebelde guaraní, Pantaleón Sotelo, una operación de ataque a losportugueses por tres frentes. Se proponían expulsar al invasor de las misiones

Page 72: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-72-

orientales. La empresa resultaba temeraria para las milicias misioneras, dada lacalidad de las tropas enemigas. Empero, la audacia reportó a Andresito buenostriunfos iniciales. Luego de sorprender a los portugueses con un rápido cruce delrío Uruguay, por el norte, dispersó varias patrullas, venció en lasprimeras escaramuzas e incorporo a sus filas algunas partidasde aborígenes que desertaron del ejercito lusitano,alcanzando después la proeza de sitiar al comandante ChagasSantos en su propio cuartel general de San Borja. Pero allíocurrió el más extraño contratiempo. San Borja era el pueblonatal de Andrés Guacaraví. Dícese que se impresionómelancólicamente al volver a contemplar desde una colinapróxima la iglesia, los tejados de las casas y los naranjalesdonde había transcurrido su infancia. No se atrevió abombardear ni asaltar la plaza. Demoró días y días haciendollegar a Chagas Santos inútiles intimaciones de rendición.(Una de las misivas, de su puño y letra, replanteaba losderechos indianos: “ no se le ocultará a usted que estosterritorios son de los naturales misioneros, a quienescorresponde gobernarlos” ). A los trece días, al tiempo queel capitán Tiraparé, inquieto ante la indecisión de su jefe,lo reconvenía – “ mira cherubichá que Sotelo nos espera en elIbicuy” –, apareció sobre la retaguardia misionera laformación portuguesa de José de Abreu que venia en auxilio delos sitiados. El combate resulto desastroso para Andresito. Ysu debilidad acarreó graves consecuencias. Desbarató lacombinación de Artigas, pero además provocó la contraofensivaportuguesa que luego desbandó sus milicias y lo retrajo aterritorio argentino.

Chagas Santos no se detuvo en la frontera. Paso el ríoUruguay y continuó la persecución con mayor saña, entregandoal pillaje las misiones de La Cruz, Yapeyú, Santo Tome,Mártires, Concepción, Santa María la Mayor y San Javier, deforma que no pudiesen estas servir de base a nuevosagrupamientos indígenas. Andresito, que había intentado envano entorpecer con guerrillas los desplazamientosportugueses por territorio de las Provincias Unidas, serefugió en la misión de Apóstoles, al norte, desde dondecomenzó a reclutar nuevas milicias. Allí fue a buscarloChagas Santos. Se concertó entonces un encuentro de resultadoincierto pero que ocasiono la casi completa destrucción deApóstoles. Al año siguiente, otra fuerza portuguesa sepresentaba en San Carlos para deshacer el principio deejército que el infatigable Andresito procuraba organizar enesa misión. Esta acción, dirimida furiosamente entre ambosbandos, comprometió a la vecina misión de San Juan, cuyospobladores se sumaron a la resistencia; y otra vez la suerteindecisa de los combates redujo a escombros los edificios yahuyentó a los habitantes. En 1820, Andresito tomabaintrépidamente la ofensiva. Cruzaba el río Uruguay y ocupabala misión oriental de San Nicolás, batiendo repetidas veces aChagas Santos y obligándolo a replegarse hasta Palmeiras. Yase disponía a continuar el desquite, cuando fue interceptadoen el paso de Itasurubi con la mitad de sus fuerzas. Tras la

Page 73: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-73-

derrota fue hecho prisionero y remitido a Río de Janeiro.Entretanto el gobierno paraguayo, con Gaspar Francia a

la cabeza, aprovechaba los contratiempos de Andresito parainvadir nuevamente los misiones de Candelaria, Santa Ana,Loreto, San Ignacio miní y Corpus; aunque esta vez no leinteresó anexar territorios sino desmantelar los edificios eincautarse tanto de los bienes como de los pobladores paratransferirlos a las misiones que se conservaban en elParaguay.

Lo que quedó de las misiones sobre jurisdicciónargentina, cayó a partir de entonces en la anarquía másamorfa. En 1825, el gobierno provincial de Corrientes disolvió lascomunidades indígenas para igualar – o creyendo que así igualaba – a los indioscon el ciudadano común de las instituciones republicanas. Estanislao Lópezfomentó desde Santa Fe la aparición de otros andresitos, pero sin la visión deArtigas. Andresito había sido un héroe; creación de un pueblo que encarno en unhombre sencillo el talento y los sentimientos egregios. López logro únicamente laproliferación de gobiernos indígenas efímeros y la formación de bandas que seentregaron al saqueo de estancias y ciudades correntinas. Fructuoso Rivera, porsu parte ganó las simpatías de varios caciques de las misiones orientales, con locual convirtió a estas en centros de reclutamiento para sus luchas con el Brasil yBuenos Aires.

Sería difícil inventar un proceso mas sistemático, una acción mascontundente para destruir hasta los rudimentos de una sociedad. Fue como sitodos los factores históricos se hubiesen conjurado. Esta suposición,aparentemente esotérica, tiene lógica y razón.

Las misiones no podían sobrevivir como organización después deeliminado su factor condicionante. No las disolvió solo Carlos III, ni la incapacidadde sus administradores, ni tampoco el desorden de la América liberada. Les habríasofocado de cualquier modo el advenimiento de un clima político, social eintelectual adverso a lo que ellas representaban. ¡Imposible que pudiesenfranquear ilesas el impetuoso caudal del siglo XIX, paraíso del individualismo!

¿Qué hubiera ocurrido si la Revolución encontraba a la Provinciaguaranítica en su apogeo, sin la declinación y las atrofias que le depararon losúltimos gobiernos coloniales? Supongamos que se hubiera producido estaconfrontación.

La Revolución de Mayo era el portal del liberalismo. La diferenciaresultaba especifica. EI colectivismo misionero habría despertado explicablesprevenciones en el librepensamiento porteño y los gobiernos patricios. Si ellosjuzgaron erradamente que el caudillismo provinciano era el atraso, en cambiohabrían pensado bien sospechando que las misiones eran lo más opuesto a ellospor su significado. Y aunque una hábil diplomacia los hubiera pacificado y hastasolidarizado, habrían crecido como dos arboles de distinta especie; una dualidadcontrastante y antagónica.

El destino de las misiones no tenia por que diferir de otras sociedadessimilares a lo largo de la historia humana. Ellas equivalían a una etapa más en elconflicto inmemorial de individuo y colectividad. Las misiones no eran tampocouna segregación natural del colectivismo primitivo. Constituían una creación

Page 74: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-74-

consciente. Por ello, pese a sus dimensiones, tenían la fragilidad de todo sistema.Aun cuando el mecanismo funcionara con la participación equilibrada del conjunto,bastaba quitar los resortes principales o utilizarlo en otras funciones distintas a sufinalidad, para que se dislocara de manera irreparable. Esa sociedad tenía unsentido. No era cuestión de cambiar una policía por otra.

Desde la terminación de la Primera Guerra Mundial, nuestro tiempo yapodría comprender claramente el problema, porque nuestras organizacionessociales son cada vez mas colectivistas, al punto que las crisis mas sangrientasfueron y siguen siendo resultados del choque de sistemas divergentes decolectivización. Estamos más cerca del hombre de las misiones que del ciudadanolibre y sufrido. Solo que gravitan sobre los espíritus atavismos ideológicos que seviven como ilusiones, no como practicas vitales, y que cubren con su velo larealidad. ¿Qué es la libertad de conciencia de nuestro ciudadano frente a ladosificación científica, imperativa, ineludible de la publicidad, las agencias deinformación, el televisor, la radio? El hombre que, aislado en su hogar, lejos de lamultitud vulgarizadora, se siente personal, dueño de sus gustos, que no necesitaagregarse a los grandes auditorios porque dispone en casa de los maravillososmedios de comunicación que le brindan los mismos espectáculos, cree que eligecuando acciona el dial de su receptor, cambia de revista o prefiere cierta música.Solamente vive la ilusión de la libertad. No sabe que a través de tales dispositivosse ha ido formando su sensibilidad para orientarla hacia determinadaspredilecciones que vulgarizan su espiritualidad. Si la colectivización de losguaraníes fue perspicaz, los refinamientos de la nuestra alcanzan lo portentoso;porque no inculcan la disciplina, promueven la necesidad de proceder así. Eltransporte urbano, la rigurosa fila de turno, el supermercado, la vestimenta deconfección, son formas de colectivización, como también la medicina mutualizada,el servicio jubilatorio, el seguro empresario, el turismo social. La gran industriamecanizada es la expresión más perfecta y directa. Y sin embargo, únicamente aeste precio la igualdad de derechos, la dignificación del trabajo, han llegado a serrealidades.

Si el hombre así sistematizado reparara por un momento en la cantidad devalores íntimos a que debe renunciar diariamente, la cuantiosa porción depersonalidad y de libertad que ha de sacrificar para vivir decorosamente,¿abandonaría la convivencia? No podría hacerlo sin riesgo de extraviarse en lascontradicciones de una conducta insocial. Pero si en todo caso no llegara a loshechos y se limitase a mirar con ojos críticos, a separar su espíritu de susnecesidades, entonces contemplaría a la sociedad colectivista para formularse lamisma pregunta de Lugones ante el hombre de las misiones: ¿cómo pueden vivirfelices en semejantes condiciones?

Frente a este interrogante queda sin embargo la contrapregunta. Veamos:la sociedad individualista exalta la libertad; en compensación, disminuye el margende seguridad. Garantiza la libertad de trabajo, pero no asegura que habrá siempretrabajo para todos; proclama la igualdad ante la ley, pero no asegura que lascondiciones de convivencia han de ser iguales para todos los que deben cumplircon la ley. ¿Es justo ofrecer al hombre tanta incertidumbre?

Los dilemas de la historia parecen trágicos porque el hombre no puedeprescindir de ellas, y al preferir uno de los términos, sacrifica algo de sí mismo.

Page 75: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-75-

Pero la tragedia es aparente. Existe sólo para la visión intelectualista delproblema, para el idealismo que exige el hombre total en una sociedad tambiéntotal; que el héroe sea al mismo tiempo un buen vecino sin problemas con nadie.La invocación utópica padece siempre de una inhibición inaceptable. En rigor noaspira a modificar la realidad. Presupone otra realidad completamente distinta,perfecta, sin indicar los caminos que conducirían a ella.

Pero volviendo a lo anterior, hay una diferencia sustancial en nuestraactual colectivización (refiriéndonos al llamado mundo occidental, tan colectivizadocomo el otro y con la deficiencia de no haber llegado a esto por vía de un sistema).El hombre se ha masificado por un determinismo social en el que los conductoresy los conducidos no tuvieron exacta conciencia hacia donde iban. ¿Es esto mejor?De ningún modo, y la falta de contenidos espirituales que acusan tanto el hombrecomún como sus líderes, denuncian su angustioso vacío. La insuficiencia cultural,la fanatización deportiva, la demagogia fetichista, la hipnosis de la propaganda,indican pobreza de humanidad en medio de la riqueza más espléndida deposibilidades técnicas y materiales.

Se piensa con razón que la tecnificación deshumaniza. Y la figuranovelesca de las máquinas sublevadas para convertir al hombre en su esclavo,constituye una advertencia suprema. No es una profecía, porque no se cumplirá,pero indica el punto débil de una civilización. La técnica es inhumana porque sucreador, el hombre, la convirtió en una finalidad. No podía actuar de otra manera,pues la civilización a que pertenece no tiene una conciencia rectora que mantengala correcta gradación entre medios y fines.

Nuestro tiempo confunde frecuentemente el concepto social con lacolectivización. Se ha llegado a contraponer el individualismo al vinculo social. Nose trata de un error formal en el uso de los términos sino de conceptosdefectuosamente interpretados. El individualismo es una forma social como todas.Y la colectivización significa la adecuación del hombre, no ya a la existencia ensociedad, sino a un sistema que la sociedad se ha impuesto como norma, comoideal y como la mejor expresión de convivencia. Aquí radica precisamente elproblema de nuestro orden social. EI hombre se ha masificado para unacolectivización empírica, fatal, que nos ha llegado por determinación de factoreshistóricos no controlados, mientras faltan los ideales de perfección que sólo puedealimentar un gran sistema, una ortodoxia.

Por eso también, este colectivismo empírico tiene que dar constantessatisfacciones nuevas. No se siente autorizado a obtener del individuo el sacrificiode algunas predilecciones, como no sea el recetario elemental de no ser egoísta,ocioso, etc. (Ni la sociedad más individualista le aconsejaría al hombre ser egoístau ocioso) . No se siente autorizado a requerir, verbigracia, la renuncia de algunosderechos civiles consagrados por el individualismo. Y si pidiese tales cosas,incurriría en una arbitrariedad deshonesta, pues tales sacrificios sólo se piden ennombre de un ideal de elevación consentido y deseado por todos, no ya por elgrupo que ostenta el poder. No hay error más nefasto que confundir una ortodoxiacon las dictaduras unipersonales o de castas.

No es que las ortodoxias lo hayan hecho todo en la historia ni queconstituyan la causa de toda actividad. Son las únicas expresiones que hanconseguido organizar sociedades y crear civilizaciones con una idea preconcebida

Page 76: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-76-

de los resultados. No se entregaron a la evolución, a la fatalidad de los procesossociales; muy al contrario, señalan a la constante transformación social el sentido,las metas, los propósitos voluntarios que el progreso no puede establecerse por símismo. Por ello toda ortodoxia se da como un dinamismo orientado por unpensamiento de alcances siempre universales. En la conciencia ortodoxa existe unsistema de ideas capaz de abarcar todas las ambiciones legítimas del hombre.Cuando el hombre adopta uno de esos colosales sistemas, afirma supersonalidad. Depone sus pretensiones como individuo para incorporarse a lagran aventura de transformar la lealtad. El sistema que iguala y compensa a todosen la justicia, conduce al más alto de los propósitos humanos: orientar el curso dela historia.

Page 77: De la civilización a la barbarie - usuarios.arnet.com.arusuarios.arnet.com.ar/etissera/obras/rt02_dcb.pdf · De la civilización a la barbarie-2-sentido corporativo y teocrático

DDee llaa cciivviilliizzaacciióónn aa llaa bbaarrbbaarriiee

-77-

BIBLIOGRAFÍABARBOS ARANA, Diego. – “Historia de América”.BUSCHIAZZO, Mario J. – “Historia de la arquitectura colonial en Hispanoamérica”.CALDERAN BELTRAO, Pedro. – “Familia y política social”.CARBIA, Rómulo. – “Historia eclesiástica del Río de la Plata”.CENTURION, Carlos R. – “Historia de la cultura paraguaya”.CORVETTO, Pedro C. – “Agustín Alvarez”.DE BOUGAINVILLE, L. A. – “Viaje alrededor del mundo”.DE HUMBOLT, Guillermo. – “Cuatro ensayos sobre España y América”.DE LAZARO, Juan P. – “Las temporalidades de Tucumán a fines del siglo XVIII”.Trabajos y comunicaciones del Instituto de Investigaciones Históricas. UniversidadNacional de La Plata.FOURCADE SJ., JORGE. – “Clase magistral de inauguración de cursos”, RevistaCONSUDEC, marzo de 1967.FURLONG SJ., Guillermo. – “Entre los abipones del Chaco”.FURLONG SJ., Guillermo. – “José Manuel Peramás y su diario del destierro”.FURLONG SJ., Guillermo. – “Misiones y sus pueblos de Guaraníes”.GARCIA MELLID, Atilio. – “Proceso a los falsificadores de la historia paraguaya”.GUEVARA SJ., José. – “Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata yTucumán”. Prólogo de Andrés Lamas.GOMEZ, Hernán E. – “Nuestra Señora de Itatí”.HERNANDEZ SJ., Pablo. – “Organización social de las doctrinas guaraníes de laCompañía de Jesús”.INGENIEROS, José. – “Evolución de las ideas argentinas”.ISWOLSKY, Elena. – “El alma de Rusia”.LARRAIN, Hernán A. – “Aggiornamento de los jesuitas”. Revista CRITERIO,marzo de 1967.LASTARRIA, Miguel. – “Colonias orientales del río Paraguay o de la Plata”.LOYOLA, San Ignacio de. – “Exercicios spirituales”.LUGONES, Leopoldo. – “El imperio jesuítico”.MANACORDA, Telmo. – “Fructuoso Rivera”.MANTILLA, Manuel Florencio. – “Crónica histórica de la Provincia de Corrientes”.MITRE, Bartolomé. – “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina”.OTS, José María. – “Instituciones sociales de la América Española”.PERAMAS SJ., José Manuel. – “La República de Platón y los guaraníes”. Prologode Guillermo Furlong SJ.PUIDROSS, Rodolfo. – “De la Colonia a la Revolución”.RAMOS MEJIA, José María. – “Las multitudes argentinas”.REAL, Juan José. – “Manual de Historia Argentina”.ROSA, José María. – “Historia Argentina”.RAZORI, Amilcar. – “Historia de la ciudad argentina”.ROBERTSON, J. P. y G. D. – “Cartas de Sudamérica”.SARMIENTO, Domingo F. – “Conflictos y armonías de las razas en América”.SEIGNOBOS, Charles. – “Historia comparada de los pueblos de Europa”.TOMMASINI OFM., Fray Gabriel. – “La civilización cristiana del Chaco”.YUNQUE, Alvaro. – “Breve historia de los argentinos”.