De mi amor y sus circunstancias (poemas)

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DE MI AMOR

Y SUS CIRCUNSTANCIAS. J. Garés Crespo (1969)

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Para mis hijas. Mi más sincero agradecimiento al profesor, poeta y amigo, Hilario Barrero que ha recuperado estos poemillas que tenía por perdidos, en una universidad de California (USA).

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-I- Amada, habitaremos la luz de los fulgores que aflora la vida a rajatabla, parcelando las sombras. Violaremos ¿por qué no?, los mundos de los sueños con nuestros pies descalzos y sin ranuras. Descorreremos las dobleces de las verdades que simulan nuestros rostros, perdida la mirada, para que nazca el amor por su cauce, retorcido y fresco, con puro –dios está con nosotros- y bestial empuje. Y dormiremos un día cogidos a la ruda tierra que aún fértil, ajada y anhelante nos amamanta. Purificaremos la leche y la esperanza, la presunción del desolado dios que nos alienta y el pueblo que nos pretende en estos trances de desolada paz que atravesamos.

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-II- No pienses más. Tanto verde como nos rodea, tú sabes que nos trajo aquí todo cuanto vivimos, memoria hoy. Nuestros hijos serán como se sueñen, como se ensalcen, más allá del descuido y del dolor de nuestras miradas, de la armonía, del mimo y la benevolencia de tus manos. Lo importante para poder vivir los dos es que se sientan hombre con cariño, que adivinen el linaje en nuestros rasgos, que consientan vivir en este mundo. Porque ser feliz es un accidente, con un cierto orgullo de ser algo, que realza, a despecho, nuestra nulidad concretada en ansia. No pienses más; bésame y sueña, sueña, vive, sueña que son buenos. Si despiertan, comprende que son, involuntariamente, hombres. ¿Comprendes? Sí, bésame.

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-III- Tu carne se amalgama a mi deseo como el logrado sol de un agostado mediodía a mi campesina piel. De par en par me has abierto a la vida, soñadora de soles de espuma de mar, manantial de engendrada luz por amor. Como el alba desgajada en nardos, huele tu piel coronada por zarzas blondas, como el alba sin fin que tú eres. Tu cálida voz, entraña secular, aclara las noches de mi sentir angosto. Eres el adelanto exacto de la celestial promesa. Tus pupilas, en el blanco sucio de tu sereno cielo, engalanadas con los doseles arqueados de tus cuencas, vértigo lanzan a mis sienes, horizontes abren a mis manos, mis océanos surcan con tu enseña, risa, de muda voz, dan a la vida.

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-IV- La vida es dura, amada mía. Lo atestiguan las grietas que surcan nuestras manos y esos vulgares días que se acumulan en tu tersa piel que beso como llanto. Lo cantan por las noches las tumbas que jalonan nuestra lucha y esas niñas que estrujan mi frente soñadora. La vida es dura, sí, por ello mi amor es grito de fondo que se coge a tu carne, mi amor es garra que se pega a tus pechos mientras mis ojos intentan albear tu soledad compañera. Sin el roce continuo del cuerpo, la voz y tus ojos, sumados en tu vida, soy náufrago pretérito en esta brega cotidiana que sepulta, poco a poco, mi desaforada sed de amor y vida. Porque tú eres el manantial sereno que lanzó el mundo en mi camino.

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-V- ¿Te acuerdas que con el primer beso arranqué de cuajo tu aliento verdecido y lo planté en mis ojos soñadores de esperanzas?. Pues, ya ves: Este es el sembrado mañanero, con esta mies haremos unos días cincelados en donde podamos morir tranquilos de puro amor. Después de todo, hasta el hombre se cansa de ser malo y resulta, a veces, que se crea compañero, entrelazando sus brazos con ajenos cuerpos para vivir como la grama, si, como la grama. Entre tierra y cielo.

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-VI- Resulta que la sombra nos aplasta a ras de mundo y nos despeña hacia los baches de su rastro, y no obstante -para seguir siendo hombre- noto que tus sueños se apoyan en mis hombros y sigo luchando -para seguir siendo hombre-, abro las manos a la esperanza que alientas y te sigo queriendo, queriendo, queriendo. Resulta que el amor se abre dilatado por la angostura de un beso como signo y no obstante -para seguir siendo hombre-, cierro los ojos queriendo verte y te sigo besando, besando, besando. Resulta que la vida se prolonga hacia el mañana en busca de ignorados horizontes, y no obstante, -para seguir siendo hombre-, me lanzo a la conquista del futuro -fíjate cómo me crezco- para que nazca en cualquier sitio un hombre, un hombre, un hombre... y para seguir siendo un hombre.

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-VII- Seremos en el amor, aunque nacimos en la marisma del deseo y la voluntad ajena que concluyo en vida. Seremos hasta el total arribo a la morada incógnita, y habitaremos nuestro tiempo por voluntad del pie que nos lanzó, por el camino increado, hacia un mar de indefinida forma. Seremos en la noche que atesora nuestros besos de angustiada ansia, para que nazca, al clarear el día, un hombre bueno en paz. Seremos a impulso de las horas hasta el remate final que nos defina. Seremos acodados en los abrigos del color abismal de tus sueños, en las sonrisas paridoras de consuelo, en el desván milenario de la raza. Igual da hacia dónde, pero, ya verás, Seremos. ¡Abrázame¡.

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-VIII- La lección es caminar al mismo tiempo que te desgajas hacia una insegura batalla final en donde nos abrazaremos doblemente ¿de qué color es tu alma, María?-. Por lo demás, es bien seguro que quedaremos en los montes, en los llanos, en el mar -¡ay el mar¡-, y tal vez en los hombres que caminan. La lección es caminar. Sí, a despecho de los dioses del absurdo, inaugurar la dicha en la condena y notar que la bestia se atosiga con la luz que implanta tu sembrado fruto de la esperanza. Sentir su bramido en las alturas y poder pesar los días. Lo dicho. La lección es caminar. Cógete y sígueme.

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-IX- Ya verás, es tan sencillo abrir una flor y continuar sonriendo a cualquiera. Es...¿ cómo te diría yo?, como si besar no fuese besar sino ensancharse en otro, como si vivir no fuese vivir sino crear una aventura sin ton ni son, como si morir no fuese morir o anularse sino un accidente vulgar o cotidiano, como si dios no fuese un mesón para el descanso sino una creación continua y dificultosa. Ya verás, al fin y al cabo se pierde tan poco, se suma tan bien con los demás, se otea tan bien desde otros mundos, se llora tan bien cuando no es en vano. Y es que, claro, siempre hay un resquicio por donde entra la luz, siempre hay un hombre ajeno en cualquier recodo como la mano abierta, siempre hay un valle detrás de una montaña, siempre, sí, siempre hay una luz después de una sombra. Porque, ¿para qué sino nuestras vidas?, ¿para qué entonces nuestras manos?, ¿para qué sino nuestras muertes?, ¿para qué entonces nuestros cuerpos?. Ya verás, es sencillo.

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-X- ...Porque una mirada es como un sol y cierra y abre velados horizontes. Una mirada salva un mundo. No importa que un seno no sea un monte ni que tú envejezcas en mi mano encallecida. Anda, ven; hace mucho que te espero, hace mucho que te guardo en mi costado izquierdo un rincón para que reposes de tu futuro parto. ¡Qué no aligerará una futura madre¡. ¿Sabes?. ¡Te quiero¡. Es tan corta una palabra para modular una vida. Y qué larga una vida para una sola pena. Mira, mira que sol más niño nos nace hoy. Anda, vamos. Esta amaneciendo Mayo.

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-XI- María, la de los mil nombre, vengo sucio de polvo de vida ajena, náufrago soy de mi muerte. Sálvame. ¿Me oyes?. Sálvame. únete a mi paso y que tus ojos me amparen. Deshaz la bruma que me atosiga y remacha un beso en mis labios, pura de amor, copón de luz. Créame a tu antojo, desde tus sienes y siéntate conmigo a comulgar la vida, sabor final. María.

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-XII- Nos llegará a destiempo la compañera muerte, lo presiento. Pero lo importante, es que la vida, hora tras hora, no pase como el rocío matutino por un cuchillo de bronce reluciente alumbrado por cirios de hojalata. Nos llegará a destiempo la compañera muerte. Sí, a destiempo.

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ACABOSE DE IMPRIMIR ESTE OPÚSCULO EL 30 DE AGOSTO DE 1969

EN LA CIUDAD DE CÁDIZ Y EN EL TALLER DEL MAESTRO IMPRESOR

JOSÉ LUIS GONZÁLEZ RUMALES.