¿De qué manera es posible la inclusión escolar? Una reflexión desde la teoría sociopolítica?

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Trabajo Final Integrador Grupo: Clares Maximiliano, Othaz Ana, Setien Rocio ¿De qué manera es posible la inclusión escolar? Una reflexión desde la teoría sociopolítica La presente nota editorial constituye una reflexión acerca del contexto educativo actual y las políticas inclusivas. Nos preguntamos de qué manera es posible la inclusión en una escuela inmersa en un contexto de crisis institucional. Intentaremos abordar un análisis desde un recorrido histórico acerca de la educación, articulándolo con las prácticas educativas, en un intento de respuesta a nuestro interrogante, desde la teoría sociopolítica. Consideraremos los momentos más relevantes de la escuela en nuestro país, desde sus orígenes hasta los tiempos actuales, tiempos caracterizados por un accionar condicionado por las formas neoliberales, lo cual se traduce en relaciones sociales bajo la lógica “del momento”, primacía de la imagen, la violencia y el consumo, éste último, impuesto como promesa de felicidad y bienestar. En los primeros tiempos, en la República Argentina la educación comenzó a cobrar mayor relevancia a partir del siglo XIX con la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, quien se encargó de fomentar la inmigración, de traer educadores estadounidenses y europeos y de construir escuelas y bibliotecas en todo el país. En este momento las políticas implementadas eran en pos de la construcción de una nación. La escuela fue la cuna de un modelo político, cultural y educativo basado en el normalismo, cuya finalidad era la formación de maestros y maestras para la escolarización masiva. Se produjo entonces una combinación bastante estable de posiciones democratizadoras (mediante la inclusión) y autoritarias (mediante la homogenización) que anidó en la escuela argentina y marcó su historia educativa. Con un discurso de modernización cosmopolita, procesó todas las diferencias de origen de sus alumnos y docentes, y buscó imponer un imaginario común de cuño ilustrado, con fuertes elementos positivistas, republicanos y burgueses. A mediados del siglo XX, el peronismo implementó el Estado Benefactor que formó parte de una política social dirigida a incorporar nuevos sectores a la participación social. Las reformas más importantes al sistema educativo fueron realizadas durante el

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Trabajo Final IntegradorGrupo: Clares Maximiliano, Othaz Ana, Setien Rocio

¿De qué manera es posible la inclusión escolar?

Una reflexión desde la teoría sociopolítica

La presente nota editorial constituye una reflexión acerca del contexto educativo actual y las políticas inclusivas. Nos preguntamos de qué manera es posible la inclusión en una escuela inmersa en un contexto de crisis institucional. Intentaremos abordar un análisis desde un recorrido histórico acerca de la educación, articulándolo con las prácticas educativas, en un intento de respuesta a nuestro interrogante, desde la teoría sociopolítica.

Consideraremos los momentos más relevantes de la escuela en nuestro país, desde sus orígenes hasta los tiempos actuales, tiempos caracterizados por un accionar condicionado por las formas neoliberales, lo cual se traduce en relaciones sociales bajo la lógica “del momento”, primacía de la imagen, la violencia y el consumo, éste último, impuesto como promesa de felicidad y bienestar.

En los primeros tiempos, en la República Argentina la educación comenzó a cobrar mayor relevancia a partir del siglo XIX con la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, quien se encargó de fomentar la inmigración, de traer educadores estadounidenses y europeos y de construir escuelas y bibliotecas en todo el país. En este momento las políticas implementadas eran en pos de la construcción de una nación. La escuela fue la cuna de un modelo político, cultural y educativo basado en el normalismo, cuya finalidad era la formación de maestros y maestras para la escolarización masiva. Se produjo entonces una combinación bastante estable de posiciones democratizadoras (mediante la inclusión) y autoritarias (mediante la homogenización) que anidó en la escuela argentina y marcó su historia educativa. Con un discurso de modernización cosmopolita, procesó todas las diferencias de origen de sus alumnos y docentes, y buscó imponer un imaginario común de cuño ilustrado, con fuertes elementos positivistas, republicanos y burgueses.

A mediados del siglo XX, el peronismo implementó el Estado Benefactor que formó parte de una política social dirigida a incorporar nuevos sectores a la participación social. Las reformas más importantes al sistema educativo fueron realizadas durante el primer gobierno peronista y se fundamentaron en los principios del primer plan quinquenal. Éste destacaba la búsqueda de una filosofía educacional que equilibre el materialismo e idealismo y que haga compatible el principio de democratización de la enseñanza. La opinión oficial era que los problemas educacionales se debían a las influencias del normalismo positivista y liberal, falta de sentido nacional, persistencia del enciclopedismo y a defectos en la organización escolar de base positivista.

La reforma pretendía erradicar la discriminación y se daba respuesta sin precedentes a las demanda de educación de los sectores populares, pero se les diseñaba una zona especial del sistema, separada del tronco clásico.En la reforma constitucional de 1949 fueron incluidas la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza primaria elemental en las escuelas del Estado. Las enseñanzas media y superior sólo estarían oficialmente garantizadas para los alumnos más capaces y meritorios, mediante becas.

Los gobiernos militares dictatoriales entre 1955 y 1958, y entre 1966 y 1973 propinaron duros golpes a la educación argentina, cercenaron la libertad de cátedra y postularon la selección de contenidos.

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Las persecuciones, la censura y la desaparición de personas se extendieron a todos los ámbitos de la vida, y la educación no fue una excepción. Se trataba de disciplinar al sistema educativo, y erradicar de él los elementos “subversivos”, promover la vigencia de los valores de la moral cristiana, de la tradición nacional y de la dignidad de ser argentino”. Así, la dictadura consideró a la escuela un aparato de reproducción ideológica, pero ya no en términos de reproducción de las desiguales relaciones de producción, sino de formación de subversivos. Las líneas de determinación de política educativa, entramaron eficacia y orden a través de una propuesta tecnocrático-moralizadora.

El retorno a la democracia, en 1983, permitió cambios y transformaciones que continúan en implementación y evaluación permanente. Con clásicos argumentos y principios del pensamiento liberal, como la defensa de la institucionalidad y el principio de igualdad de oportunidades, y con la necesidad de restaurar el consenso luego de la dictadura, a la par de impulsar un proyecto socioeconómico, la pedagogía de la hegemonía alfonsinista recurrió a la educación por la necesidad de generar consenso y legitimidad.

En la década del 90 se inició un proceso de reforma educativa de corte netamente neoliberal. La reforma incluía la experiencia de la descentralización de la educación. Estas medidas fueron criticadas por numerosos sectores docentes e intelectuales universitarios.

El neoliberalismo argentino se caracterizó por un proceso de reingeniería estatal bajo la retórica de lograr un Estado eficiente. Estos cambios desplazaron la responsabilidad del Estado hacia las instituciones y los sujetos en el marco de las nuevas orientaciones de las políticas sociales. Lo que resulta más representativo de este período es la sanción de la Ley de Educación Superior, que plasma un modelo de Estado evaluador asociado a la lógica del mercado. Esta ley sigue vigente.

Cabe destacar que durante la segunda mitad del siglo XX los estados fueron perdiendo su capacidad financiera para sostener el sistema educativo, razón por la cual, y con el incremento de la matrícula, se produce una diversificación de la misma con el consiguiente abandono de la escuela pública optando por la escuela privada. En este contexto surge el sector de educación privada que sumado al tradicional sector estatal monopólico conformaron el cuasi monopolio estatal del sistema educativo.

En relación a las políticas de inclusión, éstas se encuentran sustentadas en la Ley 26.206 que establece la estructura del Sistema Educativo, haciendo alusión a todos los niveles y modalidades del Sistema Educativo Nacional, determina la extensión de la obligatoriedad escolar y plantea las responsabilidades y obligaciones del Estado Nacional.

La educación inclusiva debe entonces reconocer y responder a las diversas necesidades de los alumnos teniendo en cuenta tanto las diferentes formas y velocidad de aprendizaje como así también garantizar una educación de calidad para todos a través de la implementación de un curriculum apropiado, compromiso institucional, estrategias de enseñanza, y utilización adecuada de los recursos en sociedad con la comunidad. El término “todos” hace referencia, de manera indiscutida, a los alumnos con capacidades diferentes, minorías étnicas, aquellos en situación de pobreza extrema con sus necesidades básicas insatisfechas, todos deben ser incluidos en el sistema educativo, y a todos deben estar dirigidos los esfuerzos institucionales, de la comunidad y de los educadores.

Al igual que a lo largo de la historia de la educación argentina, sigue ocurriendo que entre el reconocimiento legal y la efectiva materialización se interpone una dinámica de desigualdad, expulsión e injusticia. El sistema educativo estuvo dirigido a aquellos que se adaptaban o encajaban rápidamente y sin mayor esfuerzo en él, considerando a los que no lo hacían, incapaces de ser educados o al menos incapaces de ser educados junto con los demás.

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Este sistema excluyó a aquellos que no se adaptaban fácilmente a las estructuras establecidas, de manera que eran ubicados en instituciones especiales o directamente ignorados. En esta situación conflictiva basada en las desigualdades sociales, una categoría de personas ejercen su dominio sobre otras. La sociedad estructurada de esta forma no hace más que perpetuar la desigualdad de los recursos económicos y políticos entre la población, además de imponer contenidos y prácticas educativas que son el resultado de la dominación de una clase sobre otra, expresada a través de una imposición cultural, lograda de manera sutil y disimulada. Al hablar de clases, o más específicamente de clases sociales nos referimos al estatus definido no solo por el lugar que ocupa un individuo en las relaciones de producción sino también la profesión, ingresos, nivel de instrucción, costumbres, modos de vida, etc, todos indicadores sobre los que el sistema educativo debe trabajar con la finalidad de contribuir a la integración de los grupos sociales y a la posterior legitimación por parte de toda la sociedad.

En este proceso, una gran cantidad de personas que podrían, y que aún pueden, contribuir al progreso de la sociedad con su energía, creatividad e inteligencia, fueron, y siguen siendo, incapaces de desarrollar su potencial, debido a la exclusión del sistema educativo.

Podemos considerar esto como una suerte de dominación racional, aceptada inconscientemente por la sociedad, que forma parte de un sistema de estrategias socialmente aceptado en contextos de desigualdad. Esta relación de dominación, en la que se produce una imposición cultural aceptada naturalmente o se inculca una cierta cosmovisión arbitraria a través de la cual se desarrollan comportamientos y valores, es una forma de exclusión en tanto se limita el pensamiento y la percepción produciéndose la aceptación de los mensajes como verdades absolutas.

Sería sumamente reduccionista afirmar que la inclusión simplemente se lleva a cabo con una mayor incorporación de alumnos al sistema educativo, atendiendo a la diversidad de la población estudiantil. En este caso, el equipamiento de las instituciones educativas, la formación y actualización docente, el cambio en el sistema de evaluación, etc., sería suficiente. Lamentablemente no es así. La política, de manera aislada, no cambia nada. Necesitamos rever nuestros propios comportamientos e ideas. Todos, de una u otra forma somos responsables de la exclusión. “Nuestro” significa todos: padres, docentes, líderes de la comunidad, funcionarios públicos, la sociedad en su totalidad.

Creemos que una modalidad inclusiva puede funcionar con la participación de la comunidad educativa entera en la mayor cantidad posible de actividades escolares: docentes, padres, alumnos, comunidad vecina, para lograr un compromiso conjunto y así poder ser parte de un proceso de enseñanza – aprendizaje significativo, socializando las tareas escolares. Esto daría lugar también a crear un sentido distinto al impuesto por las políticas consumistas, previniendo relaciones violentas e impulsando un crecimiento en la autonomía de cada persona participante, como así también una posibilidad de superación de la crisis de la institución educativa. Creemos que de esta manera puede ser posible una mirada más integral y crítica de los procesos educativos, con todos los cambios y dificultades que eso conlleva para la comunidad educativa, las instituciones y los sujetos mismos.