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1 UNIVERSIDAD DE CHILE FACULTAD DE DERECHO DEPARTAMENTO DE DERECHO PÚBLICO. LA ESTRUCTURA DEL DERECHO ADMINISTRATIVO SANCIONADOR CHILENO EN BASE A LA JURISPRUDENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL”. Memoria para optar al grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales. NICOLÁS RUIZ-TAGLE PANATT MATÍAS IHL RODRÍGUEZ Profesor Guía: Don Enrique Navarro Beltrán. Santiago de Chile, Marzo 2014.

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UNIVERSIDAD DE CHILE

FACULTAD DE DERECHO

DEPARTAMENTO DE DERECHO PÚBLICO.

“LA ESTRUCTURA DEL DERECHO

ADMINISTRATIVO SANCIONADOR CHILENO EN

BASE A LA JURISPRUDENCIA DEL TRIBUNAL

CONSTITUCIONAL”.

Memoria para optar al grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales.

NICOLÁS RUIZ-TAGLE PANATT

MATÍAS IHL RODRÍGUEZ

Profesor Guía: Don Enrique Navarro Beltrán.

Santiago de Chile, Marzo 2014.

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DEDICATORIA.

Nicolás: Agradezco a familia y amigos, en especial a mi madre, Andrea por todo

su apoyo y cariño.

Matías: Con especial cariño para mi Madre, Consuelo, para mi Padre, Peter,

para mis hermanos, Thomas y Francisco, para mi compañera, Nanito.

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TABLA DE CONTENIDO.

INTRODUCCIÓN 11

CAPITULO I 27

1. Consideraciones Previas. P. 27

2. La Naturaleza Jurídica del Ilícito y de la Sanción Administrativa: Una clásica discusión. P. 31

2.1. Tesis Sustancialista: El Iusnaturalismo y el Derecho Penal de Policía. P. 33

2.2. Tesis Sustancialista del Derecho Penal Administrativo. P. 37

2.3. Las Tesis Formalistas del Derecho Administrativo Sancionador. P. 48

2.4. Tesis Cuantitativa del Derecho Administrativo Sancionador. P. 55

2.5. La visión normativa de la discusión. P. 58

3. La Legitimidad del Derecho Administrativo Sancionador y la Potestad Sancionadora

Administrativa. P. 64

3.1. El nacimiento del Derecho Administrativo Sancionador en el ordenamiento jurídico chileno.

P. 65

3.1.1. Doctrina que rechaza la constitucionalidad de las potestades sancionadoras de la

Administración. P. 66

3.1.2. Doctrina que acepta la legitimidad constitucional de las potestades sancionadoras

de la Administración. P. 77

3.2. Análisis del Tribunal Constitucional relativo a la existencia del Derecho Administrativo

Sancionador chileno. P. 93

3.2.1. El Ius Puniendi estatal como fuente de origen del Derecho Administrativo

Sancionador. P. 95

3.2.2. El ejercicio de las potestades sancionadoras administrativas. P. 98

3.2.2.1. Naturaleza jurídica de la potestad sancionadora administrativa: ¿es o no

ejercicio de la jurisdicción? P. 99

3.2.2.2. El vínculo entre el Derecho Administrativo Sancionador y el Derecho

Penal. P. 104

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3.2.2.3. La estructura normativa del Derecho Administrativo Sancionador en

base a la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. P. 108

CAPITULO II 110

1. Introducción al Capítulo. P. 110

2. ¿Es el Derecho Administrativo Sancionador una disciplina autónoma? P. 120

2.1. Relación entre el Derecho Administrativo Sancionador y el Derecho Penal. P. 120

2.2. Análisis específico de la postura normativista del profesor Alejandro Nieto. P. 128

2.2.1. La correlativa inserción de la potestad penal y de la potestad administrativa

sancionadora en un genérico, único y superior Ius Puniendi del Estado. P. 128

2.2.2. El Ius Puniendi del Estado está regido por el Derecho Público estatal y no por el

Derecho Penal. P. 133

2.2.3. El Derecho Administrativo Sancionador tiene que inspirarse en el Derecho Público

estatal de donde emana y no en el Derecho Penal. P. 135

2.2.4. El Derecho Administrativo Sancionador presenta fundamentos y fines distintos que

el Derecho Penal. P. 138

2.2.4.1. Fines y fundamentos del Derecho Administrativo Sancionador. P. 140

2.2.4.2. Intervencionismo estatal penal y el intervencionismo estatal

administrativo sancionador. P. 157

2.2.4.3. Diferencia entre las garantías del administrado inculpado y del

ciudadano imputado. P. 161

3. Concepto de Derecho Administrativo Sancionador. P. 166

3.1. Conceptos doctrinales y jurisprudenciales del Derecho Administrativo Sancionador. P. 168

3.2. Elementos para un concepto de Derecho Administrativo Sancionador. P. 171

3.3. Un concepto definitivo de Derecho Administrativo Sancionador. P. 179

4. Principios del Derecho Administrativo Sancionador. P. 180

4.1. Origen de los principios del Derecho Administrativo Sancionador. P. 181

4.2. Los principios más relevantes del Derecho Administrativo Sancionador chileno. P. 187

4.2.1. Principio de Legalidad. P. 187

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4.2.2. Principio de Tipicidad. P. 201

4.2.3. Principio de Culpabilidad. P. 211

4.2.4. Principio Non Bis in Idem. P. 217

4.2.5. Principio de Proporcionalidad. P. 227

4.2.6. Principio del Debido Proceso Sancionador. P. 233

CAPÍTULO III 247

1. Consideraciones Previas. P. 247

2. De la Potestad Sancionadora Administrativa. P. 254

2.1. Del Ejercicio de la Potestad Sancionadora Administrativa. P. 254

2.2. Facultades inherentes al ejercicio de la Potestad Sancionadora Administrativa. P. 256

3. De las Infracciones Administrativas. P. 265

3.1. Cuestiones Previas. P. 265

3.2. Concepto de Infracción. P. 267

3.2.1. Concepto de Infracción Administrativa. P. 268

3.3. Elementos de toda Infracción Administrativa. P. 272

3.4. Tipos de Infracciones Administrativas. P. 281

3.5. Una Teoría General del Ilícito Administrativo a partir de la Teoría General del Delito Penal.

P. 284

4. De las Sanciones Administrativas. P. 302

4.1. Cuestiones Previas. P. 302

4.2. La importancia del concepto de Sanción Administrativa. P. 303

4.3. Concepto de Sanción. P. 306

4.4. Concepto de Sanción Administrativa. P. 308

4.5. Concepto definitivo de Sanción Administrativa. P. 312

4.6. Los presupuestos de la Sanción Administrativa. P. 312

4.6.1. Existe una vinculación con una Infracción Administrativa: La conducta antijurídica.

(Elemento Objetivo). P. 315

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4.6.2. Existe una retribución negativa consistente en una privación o restricción de

Derechos. (Elemento Teleológico). P. 317

4.6.3. La Sanción Administrativa debe estar establecida en el ordenamiento jurídico.

(Previsibilidad). P. 320

4.6.4. La Sanción Administrativa debe ser aplicada por un órgano administrativo como

resultado de la substanciación de un debido procedimiento administrativo sancionador.

(Elemento Formal). P. 321

4.6.5. La Responsabilidad. P. 325

4.7. Características relevantes de las Sanciones Administrativas. P. 327

4.7.1. Distinción entre las Medidas Administrativas Sancionatorias y las Medidas de

Simple Gravamen o No-Sancionatorias. P. 328

4.7.2. Criterio diferenciador del profesor Jorge Bermúdez Soto, basado en un concepto

restringido de Sanción Administrativa. P. 330

4.7.3. Criterio diferenciador de la profesora Gladys Camacho, basado en el principio de

Legalidad. P. 333

4.7.4. Criterio de Manuel Rebollo Puig y otros, basado en la importancia de la función

represiva o punitiva de las Sanciones Administrativas. P. 337

4.8. Clasificación de las Medidas Administrativas de Simple Gravamen. P. 339

4.8.1. La diferenciación entre Medidas Sancionadoras y No-Sancionadoras en la

jurisprudencia de los Tribunales de Justicia chilenos. P. 346

4.9 Existen diversos tipos de Sanciones Administrativas. P. 350

4.10. Criterios legales para determinar la intensidad de la Sanción Administrativa. P. 351

5. Del Procedimiento Administrativo Sancionador. P. 356

5.1. Aspectos Generales. P. 356

5.1.1. Ausencia de un Procedimiento Administrativo Sancionador General. P. 364

5.1.2. Ley N° 19.880 de “Bases de los procedimientos administrativos que rigen los actos de la

administración pública”. P. 366

5.1.2.1. Aspectos relevantes de la Ley N° 19.880. P. 367

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5.1.3. El Proyecto de Ley N° 3799 del año 2004, que pretende crear las “Bases de los

Procedimientos Administrativos Sancionatorios”. P. 376

5.1.3.1. Elementos más relevantes del Proyecto de Ley. P. 377

5.1.4. Necesidad de un Procedimiento Administrativo Sancionador de Aplicación General. P. 383

5.2. Del Procedimiento Administrativo Sancionador: Aspectos Especiales. P. 384

5.2.1. El Acto Administrativo como Resolución Administrativa. P. 386

5.2.2. La Revisión del Acto Administrativo: Los Procedimientos y los Procesos de

Impugnación del Acto Administrativo Sancionador. P. 427

5.2.3. Otros Mecanismos de Control del Acto Administrativo: La Contraloría General de la

República, la Toma de Razón y la Fiscalización. P. 462

5.2.4. La Decisión Administrativa y la Decisión Jurisdiccional: el Acto Administrativo

forma parte de la Función Pública Administrativa y no de la Función Pública

Jurisdiccional. P. 480

CAPÍTULO IV 492

Conclusiones Finales. P. 492

1. Síntesis del Capítulo I. P. 492

2. Síntesis del Capítulo II. P. 497

3. Síntesis del Capítulo III. P. 500

BIBLIOGRAFÍA 511

Textos Bibliográficos. P. 511

Legislación. P. 521

Jurisprudencia. P. 522

Pronunciamientos Administrativos. P. 525

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ABREVIATURAS.

Apud. En la obra, en el libro de.

Art. Artículo, precepto normativo.

Cap. Capítulo.

Cfr. Confróntese, compárese.

CGR Contraloría General de la República.

DAS Derecho Administrativo Sancionador.

Ed. Edición.

Ej. Ejemplo

Etc. Etcétera, entre otros.

Idem. Lo mismo.

Ibídem. Ahí mismo, en el mismo lugar, en la misma obra y en la

misma página.

Loc. Cit. Locus Citatum, locución citada, lugar citado.

N°, Nr. / N°s,

Nrs.

Número / números

Op. Cit. Opus Citatum, obra ya citada del mismo autor.

P. ej. Por ejemplo.

P. / pp. Página / páginas.

Sic. Así.

Supra. Antes, arriba.

TC Tribunal Constitucional.

[…] Se opta por no citar parte del texto.

[texto] Los autores de esta obra introducen una palabra o frase

dentro de un párrafo citado para brindar más coherencia a

la idea.

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RESUMEN.

El presente estudio tiene por objeto analizar la estructura y los elementos

más relevantes que componen el Derecho Administrativo Sancionador chileno.

En concreto, se exhibirá al lector un estudio acerca de la Potestad

Sancionatoria Administrativa, la Teoría General de la Infracción Administrativa y

la Teoría General de la Sanción Administrativa. Asimismo, se dedicarán

palabras acerca de los Procedimientos Administrativos Sancionatorios y

examinaremos la fisionomía jurídica del Acto Administrativo. Para llevar a cabo

estas labores, se ha investigado la más reciente jurisprudencia de nuestro

Tribunal Constitucional, información que ha sido complementada y revisada

críticamente en base a las ideas aportadas por los más distinguidos autores

doctrinarios, tanto nacionales como extranjeros. Además, se han extraído

ejemplos desde la realidad legislativa nacional, con el objeto de conocer la

materialización normativa de los criterios más importantes.

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<< […] Hoy, en cambio, el poder de dirección y conformación de la Economía

por el Estado ha derribado en gran medida las formas y cauces jurídicos, los

límites, las garantías. El Gobierno, por unos y otros medios está

permanentemente investido de poderes que a nuestros mayores les parecerían

una enormidad. Tiene siempre el bisturí en la mano y corta y saja por donde le

parece. Y esto no solo en este país sino en todos, y quizás sea absolutamente

inevitable. Pero el jurista de hoy ha de intentar afanosamente la configuración

de nuevas formas de control de esas zonas de acción libre del político […]>>1

1 ARIÑO ORTIZ, Gaspar. “Las Tarifas de los Servicios Públicos. Poder tarifario, poder de

tasación y control judicial”, Instituto García Oviedo, Universidad de Sevilla, año 1976, p. 170. Cita extraída a su vez de: AGUILAR VALDÉZ, Óscar. “Técnicas del Control Judicial de las Decisiones de la Administración Económica”, como parte de la obra coordinada por: DE LA CUÉTARA MARTÍNEZ, Juan Miguel, MARTÍNEZ LÓPEZ-MUÑIZ, José Luis y VILLAR ROJAS, Francisco J. “Derecho Administrativo y Regulación Económica”, Editorial La Ley, grupo Wolters Kluwer, año 2011. Damos todo el crédito que merecen a don Gaspar ARIÑO ORTIZ y a los autores mencionados, pues la cita que hemos tomado prestada no puede sino expresar lo más íntimo de nuestro sentir. Los mismos sentimientos han motivado a esta obra. Gracias.

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INTRODUCCION.

La irrupción de órganos administrativos con potestades sancionadoras no

es algo novedoso en nuestro sistema. Esta idea fácilmente puede ser apreciada

a la luz de las más diversas investigaciones que han proliferado en este último

tiempo, las que han tenido por objeto analizar el alcance y los contornos de este

tipo de facultades, siendo algo que ha venido ocurriendo desde una época muy

temprana en nuestro país. La materia se ha estudiado desde un sin número de

flancos distintos, que van desde discusiones doctrinarias referentes a la

legitimidad del Derecho Administrativo Sancionador (o DAS), pasando por el

análisis de las diversas sanciones estatales -dentro de las cuales podemos

encontrar a las conocidas penas penales principales, las penas penales

accesorias, las penas administrativas, etc.-, hasta discusiones que se adentran

en lo profundo de una frondosa fauna jurídica compuesta por los

procedimientos administrativos sancionatorios.

El tema presenta gran relevancia, toda vez que la Administración del

Estado ha diversificado sus funciones y hoy despliega sus acciones en una gran

variedad de áreas, pudiendo incidir de manera notable en el devenir del tránsito

económico y jurídico del país. Es por ello que, hasta la fecha, innumerables

autores, tanto nacionales como extranjeros, han realizado grandes esfuerzos

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por determinar cuál es la procedencia del DAS, su naturaleza jurídica, su

estructura normativa, sus fines, sus fundamentos y los numerosos aspectos que

constituyen la forma en la que esta área del Derecho se manifiesta en la

realidad jurídica nacional.

Es bajo este contexto doctrinario que, aun cuando la corriente

ampliamente mayoritaria reconoce la legítima existencia de un Derecho

Administrativo Sancionador, sigue habiendo cierta confusión y discusión en

torno a la legitimidad constitucional de su origen y en lo relativo al ejercicio de

estas potestades sancionadoras administrativas. El asunto es del todo

atingente, puesto que estas confusiones incluso han acarreado problemas en lo

referente a cómo debe verificarse el funcionamiento práctico de cada una de

sus instituciones. Ejemplo de lo anterior es la discusión a nivel constitucional

que se ha desarrollado a propósito de la determinación de cuáles serían los

fundamentos constitucionales, y legales, que permitirían al órgano legislativo

crear órganos administrativos con potestades sancionatorias2.

2 En este sentido, podemos decir existen grandes autores que se han mostrado

contrarios a la idea de incluir órganos administrativos con potestades sancionadoras en los sistemas jurídicos actuales, posición que han defendido con gran convicción. Lo anterior es mostrado por el catedrático español Luis PRIETO SANCHIS de la siguiente forma: “un ilustre representante de la escuela de Viena, Adolf MERKL, observaba ya en 1927 que el mundo de las sanciones administrativas significa la mayor intromisión imaginable de la Administración en la esfera de la justicia y, con ello, la más evidente quiebra del principio de separación de poderes”. MERKL, Adolf. “Teoría General del Derecho Administrativo, edición castellana, Ed. Nacional, México, 1980, pp. 347 y ss. Apud. PRIETO SANCHIS, Luis. “La Jurisprudencia Constitucional y el Problema de las Sanciones Administrativas en el Estado de Derecho”, en Revista Española de Derecho Constitucional, N° 4, enero-abril, año 1982, p. 99.

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Asimismo, también podemos distinguir que parte de esta disputa

doctrinaria se ha centrado en el análisis respecto de la relación que existe entre

el Derecho Administrativo Sancionador y el Derecho Penal. De esta contienda

han surgido notables discusiones, las que se han materializado en valiosos

intentos por determinar, por ejemplo, cuál sería la naturaleza jurídica de las

Sanciones Administrativas o cuál es la real función de aquéllas dentro de

nuestro sistema jurídico. La controversia ha sido vertiginosa y aún existen

autores que se preguntan si la multa administrativa debe o no ser entendida

también como una pena penal, con todos los efectos jurídicos y prácticos que

aquello significa.

Profundizando aún más en esta interesante materia, también han existido

discusiones referidas a los principios jurídicos que informan, ordenan y

alimentan a esta rama del Derecho. De modo ilustrativo, y haciendo una

pequeña lista, podemos nombrar algunos como: el “Principio de Legalidad”; el

“Principio de Tipicidad”; el “Principio de Culpabilidad”; el “Principio non bis in

idem”; y el “Principio de Proporcionalidad”. Por su parte, y desde la óptica del

plano adjetivo o procedimental, tanto nuestra doctrina como nuestra

jurisprudencia constitucional han discurrido con bastante dedicación acerca de

la vigencia de garantías de esta índole, como son: el “Derecho a la Acción”; el

“Derecho a un Debido Proceso”; el “Derecho a la Presunción de Inocencia”,

entre otras. En la misma vía, también son manifiestos los intentos encaminados

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a precisar en qué consiste un ejercicio legítimo de las potestades

sancionadoras administrativas. Así surgen algunas grandes preguntas: ¿qué

debemos entender por un “Justo y Racional Procedimiento Administrativo”?;

¿cuáles son sus estándares mínimos?; ¿cómo se resguarda el interés particular

en función del interés general?, entre los muchos otros elementos que

componen esta problemática.

Tal como ya podemos apreciar, al menos de manera provisional, la

cuestión no deja de ser compleja. En seguida, el sentimiento de inquietud

aumenta cuando contemplamos que nuestra Legislación está lejos de

conformar un panorama jurídico integral y autosuficiente en esta materia. Basta

con solo leer los diversos procedimientos administrativos sancionatorios

existentes para formarnos una imagen acerca de la falta de conexión sistémica

que presenta nuestro ordenamiento jurídico administrativo-sancionador.

Francamente, una situación de este tipo no se condice con el rigor que debiese

existir al trabajar en una rama del Derecho que tiene por objeto desarrollar los

poderes de sancionadores de un Estado.

Bajo este contexto, la Jurisprudencia de nuestros Tribunales de Justicia

ha venido a salvar importantes deficiencias de contenido normativo habidas en

nuestro Derecho Administrativo Sancionador. Así las cosas, es importante la

convicción con la que nuestros Tribunales han enfrentado la relación existente

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entre el Derecho Penal y el Derecho Administrativo Sancionador, pues han

procedido a determinar, con firmeza, la pertenencia de ambas ramas del

Derecho a un único, genérico y superior Ius Puniendi (o Derecho Punitivo) del

Estado. En términos prácticos, esta determinación ha acercado el contenido

normativo del Derecho Penal al DAS, lo que permite echar mano de los

principios y reglas contenidas en el Derecho Penal como una forma para

complementar las deficiencias normativas en materia de Derecho Administrativo

Sancionador. Así se ha ido conformando un sistema que, aunque bastante

criticado, permite sentar las bases elementales de lo que debe entenderse

como un legítimo ejercicio del Ius Puniendi estatal, esta vez, en su faceta

administrativo-sancionadora. Evidentemente, una determinación de esta índole

y magnitud no podría estar exenta de críticas. Así por ejemplo, se ha generado

una importante controversia en torno a cuál sería el contenido preciso de este

Derecho Punitivo estatal, genérico y común, cuáles serían sus principios y

reglas básicas, y en mayor medida, son muchos los que se preguntan cómo

debe realizarse un “traslado” correcto de los Principios del Derecho Penal al

DAS y cómo estas reglas, ineludiblemente, deben ser ajustadas a la realidad

jurídica propia del Derecho Administrativo Sancionador, en armonía con sus

fines y fundamentos, tanto legales como constitucionales.

De acuerdo con lo que hasta aquí hemos expuesto, ya puede entreverse

por qué merece la pena brindar un estudio mayor al funcionamiento y a las

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instituciones que conforman las bases estructurales de esta incipiente rama

jurídica. Ahora bien, consideramos que a continuación corresponde brindar al

lector una breve síntesis histórica acerca del origen del Derecho Administrativo

Sancionador. Una vez efectuado lo anterior, exhibiremos los objetivos que

deseamos lograr a través de la presente tesis.

Breve Reseña Histórica.

En la actualidad, la Administración del Estado es concebida como un

ente trascendental en los procesos de organización y de desarrollo de las

comunidades. Una de sus grandes virtudes se encuentra precisamente en que

en ella convergen diversas potestades, las que en conjunto, son esenciales

para que los órganos administrativos sean capaces de lograr los fines de

utilidad pública que el Legislador les ha encomendado. En efecto, dentro de

dichas potestades podemos encontrar facultades de control, de fiscalización, de

regulación, de creación normativa, y entre ellas, encontramos a aquéllos

poderes que le permiten al órgano administrativo sancionar o castigar a los

particulares. Justamente, y dado que nos encontramos en un Estado de

Derecho, dichas potestades sancionatorias se encuentran regidas por un

complejo sistema de normas y principios, los que a su vez forman parte de un

sistema de normas denominado comúnmente como el “Ius Puniendi del

Estado”, que también ha sido denominado como el “Ordenamiento Punitivo del

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Estado” o el “Derecho de Punición estatal”. En el fondo, es aquél Derecho que

viene a regir todas las manifestaciones punitivas del Estado3.

Desde sus orígenes, el Estado ha encontrado en el Ius Puniendi una

reserva para hacer uso de la coacción y de la fuerza pública, con el objeto de

regular el comportamiento humano y así resguardar los intereses de la

colectividad. En este sentido, dichos medios son utilizados ya sea como una

forma de perseguir el bien común, para resguardar el orden público, para velar

por el mantenimiento de la paz social, entre otros motivos de relevantes4.

Lógicamente, dentro de estos intereses también podemos contar los intereses

del propio Estado, los que se funden con los intereses de la colectividad. En

efecto, los fines que inspiran al órgano administrativo dicen relación con la

protección y la persecución de los intereses públicos. Estos interese a su vez

3 En doctrina no puede decirse que el concepto de Ius Puniendi sea unívoco. El profesor

Francisco DE LEÓN VILLALBA nos muestra algunas concepciones que sirven para demostrar lo anterior: ―Así MAURACH […] considera que el ius poenale es un conjunto de normas dictadas por el legislador, mientras que el ius puniendi alude al poder punitivo estatal -es decir, a la facultad del Estado derivada de su soberanía, en cuanto a elevar ciertas circunstancias de hecho constitutivas de ilícito a la categoría de punibles y de establecer la amenaza de pena. Luego, el ius poenale es una consecuencia del ius puniendi-. ROCCO define el ius puniendi como –la facultad del Estado de obrar conforme a las normas de Derecho que garantizan la consecución de su finalidad punitiva y, de pretender de otro (el reo) aquello a lo cual está obligado por la misma norma-. Lo describe como un derecho subjetivo del Estado a castigar conductas en el marco de una relación objetivizada por normas jurídicas‖. DE LEÓN VILLALBA, Francisco Javier. “Acumulación de sanciones penales y administrativas. Sentido y alcance del principio ne bis in idem”, Editorial BOSCH, Barcelona, año 1998, pp. 171 y 172. 4 Al respecto, se ha dicho que: ―La posibilidad de que la Administración imponga, y

ejecute, por sí misma sanciones a los ciudadanos es uno de los principales medios o instrumentos, si no el más cualificado, con que cuenta la Administración para asegurar el cumplimiento de las leyes y reglamentos, y, por tanto, el imperio de la Ley‖. GARCÍA GÓMEZ DE MERCADO, Francisco. “Sanciones Administrativas. Garantías, derechos y recursos del presunto responsable”, en “Estudios de Derecho Administrativo”, dirigida por: ARANA GARCÍA, Estanislao. Editorial Comares, Tercera Edición, Granada, año 2007, primera página de la presentación a su libro.

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corresponden a intereses de otras personas, es decir, son ajenos a la

Administración, pero la vez, componen la razón de ser los órganos

administrativos.

Por su parte, y dada la realidad en la que estamos inmersos, los

sistemas represivos constituyen una útil herramienta para regular la conducta

de los miembros de una sociedad. Dada su utilidad, el Estado se ha armado

con medios coercitivos y coactivos con el objeto de reprimir a aquellos sujetos

que verifiquen conductas que amenacen, perturben o dañen derechos o

intereses legítimos de la colectividad, derechos o intereses legítimos de sujetos

particulares, o incluso, como vimos, los intereses del propio Estado.

Históricamente, la mayor parte de la expresión jurídica de este poder

punitivo estatal se ha reflejado en el desarrollo del Derecho Penal. Podría

decirse que en sus inicios, y a pesar de lo que algunos piensen en la actualidad,

fue el Derecho Penal el mecanismo jurídico que monopolizaba el ejercicio de

los poderes sancionadores del Estado. En la otra vereda, la historia nos

muestra que el Derecho Administrativo Sancionador experimentó una situación

completamente distinta a la del Derecho Penal. Es ostensible que el primero

nunca recibió la atención que sí ha recibido el segundo, tanto en el plano

académico como desde el punto de vista de la discusión y creación legislativa.

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Sin perjuicio de lo anterior, con el pasar de los años la Administración del

Estado se ha ido nutriendo con diversas atribuciones, dentro de las cuales

destacan las que le permiten imponer sanciones, ya sea para castigar la

ocurrencia efectiva de infracciones administrativas, como también para servir

de desincentivo para la comisión de futuros ilícitos. Así las cosas, puede decirse

que en la actualidad los órganos administrativos están debidamente

capacitados tanto para castigar las conductas indebidas de sus propios

funcionarios públicos como las desviaciones conductuales de particulares

comunes y corrientes, ajenos a la Administración, a quienes denominaremos

como: “administrados”.

Naturalmente, son estas atribuciones sancionadoras las que conocemos

hoy en día como las Potestades Sancionadoras de la Administración. Estas

facultades, que también han sido entendidas como “prerrogativas” o “privilegios

de poder público” atribuidos a la Administración del Estado, se han ido gestando

y robusteciendo desde los albores de los “Estados Absolutos”, pasando por los

“Estados Liberales”, hasta los Estados que conocemos en el presente.

En un principio, esto es, en la época de los “Estados Monárquicos”, las

vertientes del poder del Estado no se encontraban claramente divididas. Por

tanto, el conjunto de poderes –ejecutivo, legislativo y judicial- se concentraba en

la figura del Monarca, quien a su vez gozaba de las más diversas prerrogativas

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o privilegios de poder. Al no existir un parámetro de diferenciación claro entre

las diversas facetas de la expresión del poder, el Monarca estaba facultado

para imponer sanciones, pero los ciudadanos no estaban en condiciones de

distinguir con seguridad, si su imposición se debía al ejercicio de poderes

punitivos penales o administrativos (o poderes de policía). Fue clave en aquel

momento la concepción de un Derecho Natural del Hombre, el que estaba

protegido por el Derecho Penal. Gracias a lo anterior, podía apreciarse una

diferencia entre la protección de Derechos Naturales del Hombre y la protección

de otro tipo de intereses. En parte, esta situación motivó a diversos autores

para plantear una serie de teorías, con el objeto de explicar qué situaciones

debían ser reguladas mediante el Derecho Penal y cuáles correspondían al

Derecho de Policía. De esta forma, y como sólo existía un único órgano

sancionador, el Monarca, en su momento fue importante hallar las distinciones

existentes entre las Sanciones Penales y las Sanciones Administrativas. Esto

último, como una manera para brindar racionalidad al ejercicio del poder

represivo del Monarca.

Posteriormente, una vez que surge el paradigma de la división de

poderes, comienza la verdadera discusión acerca de qué son realmente las

Infracciones y las Sanciones Administrativas. En este sentido: ¿son algo distinto

del Derecho Penal o son una misma cosa? Al respecto, cabe mencionar que se

discutió arduamente en relación a si el conocimiento y la aplicación de las

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Sanciones Administrativas debía quedar bajo el alero de los Tribunales de

Justicia –Poder Judicial-, o si por el contrario, era “aceptable” o “legítimo”

constitucionalmente, que la Administración del Estado ostentara dichas

potestades -Poder Ejecutivo- 5.

Conforme pasaban los años, la Administración del Estado, como

representante del Poder Ejecutivo, fue adquiriendo un rol mucho más activo,

esto a medida que se acrecentaban y se perfeccionaban sus funciones

subsidiarias y de apoyo social. En seguida, a los órganos de la Administración

del Estado se les encomendó la función pública de velar activamente por el

mantenimiento del orden público y el desarrollo del bien común. A la postre,

esta nueva realidad sirvió como una justificación para permitir una mayor

concentración de poderes en dichos órganos, tanto represivos como de

fiscalización, de control, de establecimiento normativo, entre otros. En

consecuencia, y en la medida que comenzaron a valorarse y diversificarse los

fines de la Administración del Estado, el sistema jurídico vio la necesidad de

depositar en ella, paulatinamente, mayores atribuciones sancionadoras. De ahí

que, en la medida que dichas potestades resultaban útiles y eficaces, fue

5 Por ejemplo, bajo esta lógica puede entenderse como esta situación es susceptible de

producir una afección al: ―principio de división de poderes, que se produce cuando la Administración impone castigos, usurpando de alguna forma la función jurisdiccional, de la que siempre ha formado parte el poder de imponer penas‖. HUERGO LORA, Alejandro. “Las Sanciones Administrativas”, Editorial Iustel, 1° edición, Madrid, año 2007, p. 15.

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22

haciéndose popular la idea de conferir facultades de naturaleza punitiva a

ciertos órganos administrativos, lo que abrió paso a su sostenida expansión.

Evidentemente, conforme las comunidades crecían y se desarrollaban,

mientras se sucedían fenómenos de incuestionable trascendencia, como la

revolución industrial, también lo hacían las complicaciones, los riesgos y las

situaciones de desorden social. Este nuevo contexto planteó fuertemente la

necesidad de regular la conducta de los ciudadanos de una manera más rápida,

directa y eficaz. Como puede suponerse, los Estados se vieron enfrentados a la

necesidad de conferir a la Administración del Estado aún mayores poderes

represivos, separados y diferenciados de los que tradicionalmente han

correspondido al Derecho Penal, y por tanto, al Poder Judicial. El Derecho

Penal se hacía lento y aletargado en comparación con el vigor y el ímpetu con

el que los Órganos de la Administración ejercen sus funciones. Era solo

cuestión de tiempo para que comenzara a reconocerse la gestación y la

existencia de lo que pasaría a llamarse como el Derecho Administrativo

Sancionador, que coexistirá de manera paralela junto al Derecho Penal.

En definitiva, el origen del Derecho Administrativo Sancionador moderno,

cercano al que conocemos hoy en día, puede ser situado aproximadamente

entre los siglos XVII y XVIII. No obstante lo anterior, no es sino hasta los siglos

XIX y XX en que se reconoce expresamente la existencia de potestades

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23

sancionadoras en los órganos de la “Administración Pública”. Por supuesto, su

concepción ha recibido diversas variaciones sustanciales hasta llegar a

convertirse en lo que conocemos hoy en día.

Objetivos de la presente Tesis.

Como ya lo hemos planteado, dentro de nuestros textos doctrinales

existen diversos estudios tendientes a analizar las particularidades del Derecho

Administrativo Sancionador chileno. Sin embargo, aún no es posible encontrar

en la literatura jurídica nacional un documento que trate este derecho de forma

sistémica y estructurada.

Dado lo anterior, la presente tesis tiene por objeto desarrollar, afinar y

analizar las instituciones fundamentales que componen la estructura del

Derecho Administrativo Sancionador chileno. Para lograr lo anterior,

elaboraremos un estudio basado en los aportes generados por la jurisprudencia

de nuestro Tribunal Constitucional, objetivo que será complementado haciendo

uso de los aportes de los más diversos autores, tanto nacionales como

extranjeros. Así las cosas, nuestro objetivo es presentar un texto que permita

ver al Derecho Administrativo Sancionador como una unidad, como un sistema

de normas que se complementan entre sí, basado en una estructura bien

definida, la que está conformada en su base por principios sustantivos y

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24

adjetivos que le son propios, los que son adecuados a su naturaleza funcional y

jurídica. Si bien es cierto, el contenido normativo del DAS ha experimentado un

notable desarrollo, gracias a las más diversas innovaciones legislativas, no es

posible obviar el rol trascendental que ha jugado nuestra jurisprudencia

constitucional. Nuestros Tribunales de Justicia han realizado grandes esfuerzos

por fijar el contenido mínimo esencial de nuestro Derecho Administrativo

Sancionador, mientras han desarrollado el contenido del Ius Puniendi del

Estado y han establecido profundos vínculos con el Derecho Penal. De esta

manera, el texto que hoy exponemos genera un análisis sistémico de la materia

y busca situarse como una herramienta útil para identificar el lugar que ocupa el

Derecho Administrativo Sancionador dentro del ordenamiento jurídico chileno

en general, y en especial, dentro del ordenamiento jurídico punitivo estatal.

Para finalizar, queremos mencionar que la estructura de este estudio se

divide en cuatro Capítulos, los cuales exhiben el siguiente contenido:

En el primer Capítulo se expondrá una síntesis de la discusión jurídico-

filosófica que se ha producido en torno a la naturaleza jurídica de la Infracción y

de la Sanción Administrativa. De esta forma, se estudiarán las diversas tesis

que han buscado identificar los rasgos que las distancian o las acercan de los

ilícitos y sanciones penales. Luego se hará una exposición esquemática acerca

de la discusión relativa a la legitimidad constitucional del Derecho Administrativo

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25

Sancionador chileno, en base a los argumentos doctrinarios y jurisprudenciales

más relevantes.

En el segundo Capítulo nos abocaremos a la tarea de comprobar la

autonomía del Derecho Administrativo Sancionador en relación con el Derecho

Penal y presentaremos los principales argumentos doctrinarios. Pasaremos a

finalizar el Capítulo con la elaboración de un concepto de Derecho

Administrativo Sancionador y brindaremos un tratamiento somero a los diversos

principios jurídicos que conforman la base estructural y funcional de esta rama

del Derecho.

En nuestro tercer Capítulo analizaremos en profundidad la estructura del

Derecho Administrativo Sancionador chileno. Nos embarcaremos en la tarea de

identificar cada uno de sus componentes normativos esenciales, a saber,

distinguiremos entre aquellas normas que atribuyen potestades administrativas

sancionadoras, aquellas normas que establecen Infracciones y Sanciones

Administrativas y aquellas normas que tienen por objeto establecer un

procedimiento administrativo sancionatorio. Para llevar a cabo esta tarea

haremos uso de los argumentos contenidos en la doctrina y en la jurisprudencia

de nuestros Tribunales de Justicia, y a su vez, esta información será

contrastada con la realidad legislativa nacional. Asimismo, dedicaremos una

sección a revisar la fisionomía jurídica del Acto Administrativo de Sanción y

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26

analizaremos el rol que corresponde a la Contraloría General de la República

en el desenvolvimiento práctico de la actividad sancionadora administrativa. Por

su parte, también nos enfocaremos en hacer una división entre la actividad

sancionadora de la Administración del Estado y la actividad jurisdiccional. Esta

última tarea nos permitirá entender a ambas actividades como manifestaciones

de poderes públicos diversos, con fines y fundamentos distintos. La labor

antedicha nos proporcionará una serie de argumentos que sirven para

normalizar y legitimar tanto la existencia como el ejercicio de las potestades

punitivas administrativas

Para finalizar, en nuestro Capítulo IV presentaremos las conclusiones

arribadas por el presente estudio, lo que brindará una coherencia definitiva a

esta obra.

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27

CAPITULO I.

1. Consideraciones previas.

En el actual escenario económico nacional, caracterizado por algunos

como el “fin del estatismo”6, la irrupción de un modelo de libre mercado ha

provocado cambios significativos en la conformación de los agentes

económicos. En particular, puede notarse como los actores privados del

presente han adquirido un rol mucho más activo en el desarrollo de diversas

áreas y servicios, incluso pudiendo ingresar a mercados calificados como de

“utilidad pública”, que antiguamente les eran ajenos, pues se encontraban

reservados al poder omnímodo de la Administración del Estado.

Bajo este contexto, el Derecho Administrativo Sancionador7 ha adquirido

una gran relevancia, toda vez que: ―de común ocurrencia y en los más diversos

ámbitos, la imposición de amonestaciones, multas, clausura de locales, y otras

medidas tomadas por órganos administrativos en uso de facultades que les

otorgan distintos cuerpos legales, se han hecho usuales en nuestro país8‖.

6 ARÓSTICA MALDONADO, Iván. “Algunos Problemas del Derecho Administrativo

Penal”, en Revista de Derecho Universidad de Concepción, Nº 182, año 1987, p.77. 7 En adelante utilizaremos indistintamente la sigla “DAS” para hacer referencia al

“Derecho Administrativo Sancionador”. 8 BOETTIGER PHILIPPS, Camila. “El Derecho Administrativo Sancionador en la

jurisprudencia del Tribunal Constitucional”, en Revista Actualidad Jurídica, Universidad del Desarrollo, N° 20, Tomo II, Julio, año 2009, p. 577.

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28

En consecuencia, el DAS se erige como una potente herramienta

administrativa para controlar la actividad de los particulares. Al respecto, la

profesora Gladys CAMACHO señala: ―que la misión del Estado contemporáneo

es el aseguramiento de las reglas del juego, tanto en lo social como en lo

económico, todo lo cual acentúa fuertemente su función reguladora. Ahora bien,

aparejado a este cambio de eje de la actividad administrativa va también el

reforzamiento de los poderes públicos relacionados con la regulación,

intervención y control sobre las actividades y operadores que asumen en

reemplazo del Estado la organización y la gestión de los servicios de utilidad

pública, otrora usualmente bajo el monopolio del Estado9‖.

Bajo este contexto, el estudio del Derecho Administrativo Sancionador ha

suscitado un gran interés dogmático, tanto para autores nacionales como

extranjeros. De la misma manera, nuestros Tribunales de Justicia se han

incorporado activamente en la discusión, aportando con el desarrollo

jurisprudencial de esta materia, la que ha significado uno de los mayores

desafíos jurídicos de nuestra era.

9 CAMACHO CEPEDA, Gladys. “La legitimidad de la Potestad Administrativa

Sancionadora”, en Revista de Derecho Público, Volumen 69, Tomo 2, año 2007, p. 10.

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29

Aún cuando en nuestro país el origen del estudio de este tópico se

remonta a lo menos al año 1859, con don Santiago PRADO10, su desarrollo es

sumamente incipiente, tanto así que incluso parte de la doctrina sigue

discutiendo acerca de cómo debe denominarse esta materia –así por ejemplo,

podemos notar que ciertos autores utilizan la expresión Derecho Penal

Administrativo, mientras otros utilizan la voz Derecho Administrativo

Sancionador11-.

Por lo pronto, cabe señalar que en la doctrina nacional existen álgidas

disputas relativas a temas tan diversos como: la legitimidad constitucional del

Derecho Administrativo Sancionador12; la naturaleza jurídica del Ilícito

Administrativo y de la Sanción Administrativa; la pretendida autonomía de esta

rama del Derecho13; la determinación de los principios, garantías y reglas que

10 ROMÁN CORDERO, Cristián. “Los Principios del Derecho Administrativo Sancionador”,

en Revista de Derecho Público, Volumen 69, Tomo 2, año 2007, p. 24. En palabras del autor: ―ya en 1859, Santiago Prado, en su texto ―Principio Elementales del derecho administrativo Chileno‖, primer libro de derecho administrativo en Chile y Latinoamérica, le reconocía a la administración potestades sancionadoras, las que consideraba necesarias, sino imprescindibles, para obtener de los particulares el cumplimiento de sus deberes administrativos‖. 11

Idem., p. 33. 12

CÁRCAMO RIGHETTI, Alejandro. "La Constitucionalidad y la Necesidad del Derecho Administrativo Sancionador correctivo en el complejo escenario económico moderno. Doctrina, estudios, Notas y Comentarios”, en Revista de Derecho y Jurisprudencia, Número 363, Santiago, Chile, Septiembre, año 2010, p.7. Al Respecto, el autor nos explica que: ―pese a lo mucho que se ha venido debatiendo sobre esta materia desde hace ya un par de décadas, consideramos que la cuestión no es un tema completamente superado en la actualidad.‖ 13

ROMÁN CORDERO, Cristian. “El Castigo en el Derecho Administrativo”, en Revista Derecho y Humanidades, N° 16, Vol. 1, año 2010, p.162. Así, el profesor CORDERO nos indica que: ―reiteradamente, he sostenido que el Derecho Administrativo Sancionador es una rama autónoma del Derecho, que tiene su ―anclaje‖ en el Derecho Público, en específico en el Derecho Administrativo, con lo cual he querido poner de relieve la finalidad prioritaria que

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30

conforman la base estructural de su funcionamiento; entre otros aspectos de

gran relevancia, característicos de esta rama del Derecho.

Lamentablemente, estas discusiones, siendo algunas calificadas de

innecesarias por ciertos autores14, no han logrado converger en la construcción

de un esquema sólido y sistémico, capaz de unificar la existencia

interrelacionada entre una teoría de la Potestad Sancionadora Administrativa y

una teoría de la Infracción y de la Sanción administrativa. Así, tampoco hemos

visto luces legislativas en orden de instaurar, de forma definitiva, un único

procedimiento administrativo sancionador, de aplicación común y general.

En consideración de lo anterior, y dado que la definición y precisión de

ciertos conceptos resultan fundamentales para la sustentación de los

argumentos que esbozaremos en la presente tesis, se entregará al lector una

síntesis acerca del progreso doctrinario, jurisprudencial y legislativo

experimentado por esta vertiente del Derecho Administrativo.

Consecuentemente, también realizaremos una breve exposición acerca del

panorama jurídico actual de esta pujante rama del Derecho.

singulariza a esta rama del Derecho, cual es, la protección del interés público, sin perjuicio de otras secundarias como, por ejemplo, dotar de garantías al perseguido‖. 14

Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys. “La Legitimidad de la Potestad Administrativa Sancionadora” p.17. Por cierto, la profesora CAMACHO, haciendo alusión a la conocida discusión relativa a la naturaleza jurídica de las Sanciones Administrativas, opina que: ―reparar en la naturaleza jurídica de las Infracciones y Sanciones Administrativas es inoficioso y carece de sentido, toda vez que dicha discusión no da mayores luces para determinar el régimen jurídico que corresponde aplicarles‖.

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31

2. La Naturaleza Jurídica del Ilícito y de la Sanción Administrativa:

una clásica discusión.

A lo largo de los años, la doctrina ha formado diversas teorías respecto

del DAS y su vinculación con el Derecho Penal, las cuales han influido de forma

importante en la configuración de los distintos ordenamientos jurídicos de cada

País, pues han servido de inspiración y de guía para su conformación

normativa. Así, cada sistema jurídico se ha visto influenciado, en mayor o en

menor medida, por las diversas teorías que han sido ideadas para explicar el

fenómeno de las Infracciones y de las Sanciones Administrativas. A modo de

ejemplo, esto puede ser contrastado con lo vivido en el sistema jurídico

español, el cual ha adoptado una firme postura frente al tema, distanciándose

de los demás países. Así por ejemplo se señalaría que: ―el punto de partida del

derecho sancionador español no coincide con el de muchos de los

ordenamientos (de su entorno) pues acentúa en exceso la unidad del ius

puniendi y tiende a olvidar las diferencias entre lo penal y lo administrativo

sancionador15‖.

Volviendo a la realidad nacional, nuestro DAS no se encuentra ajeno a

esta circunstancia, y se ha dicho que: ―existe en nuestra doctrina y

15 HUERGO LORA, Alejandro. “Las Sanciones Administrativas”, Editorial Iustel, 1era

Edición, Madrid, España, año 2007, p. 53.

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32

jurisprudencia una evidente influencia del derecho comparado, particularmente

del español, así da cuenta por lo demás la jurisprudencia constitucional

administrativa16‖. Esta última aseveración es profundamente relevante, toda vez

que varias construcciones normativas nacionales se han basado en las ideas y

los conceptos elaborados por el sistema jurídico español. Al respecto, la

semejanza e influencia española en el sistema sancionador administrativo

chileno es bien conocida por el profesor Jorge BERMÚDEZ SOTO, así por

ejemplo, podemos mencionar que, incluso, en uno de los Capítulos de su Tesis

Doctoral: ―Sistemas sancionadores de protección ambiental: casos español y

chileno17‖ tuvo la oportunidad de estudiar las similitudes y las distancias que

existirían entre la estructura jurídica de uno y otro sistema normativo.

Ahora bien, las teorías que desarrollaremos a continuación han enfocado

su análisis en la Naturaleza Jurídica del Injusto o Infracción Administrativa y

cómo ésta se relaciona con el Ilícito Penal, lo que se hace: ―especialmente con

el objeto de poder hacer el deslinde de los delitos y las penas18‖. Siendo bien

escuetos, en su momento, la intención primordial era determinar si las

Infracciones-Sanciones Administrativas tendrían el mismo estatuto jurídico que

los Ilícitos-Penas Penales, o si por el contrario, les correspondía uno distinto. La

16 CORDERO QUINZACARA, Eduardo. “El Derecho Administrativo Sancionador y su

relación con el Derecho Penal”, en Revista de Derecho Valdivia, Volumen 25, número 2, diciembre, año 2012, p. 130. 17

BERMÚDEZ SOTO, Jorge. “Sistemas Sancionadores de Protección Ambiental: casos español y chileno”, Tesis doctoral, Universidad Autónoma de Madrid, año 1998. 18

Idem. P. 133.

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33

decisión entre una u otra concepción del asunto puede acarrear notables

efectos, como por ejemplo, potenciar la necesidad de situar el conocimiento de

las Infracciones Administrativas bajo la custodia de los Jueces Penales, como

ocurriría si calificásemos a las Infracciones Administrativas dentro de la

categoría propia de los Ilícitos Penales, que como sabemos, son de

competencia y conocimiento judicial y no administrativo.

2.1. Tesis Sustancialista: El Iusnaturalismo y el Derecho Penal de Policía.

Tal como se desprende de las palabras del profesor Alejandro NIETO19,

podemos decir que el origen de las Sanciones Administrativas se remonta

aproximadamente a inicios del siglo XVIII, dentro del escenario de las

Monarquías Absolutas, y bajo la estructura que los pensadores actuales han

denominado como los “Estados de Policía”20. Como sabemos, en dicho periodo

histórico los poderes del Estado no se encontraban separados e

individualizados, sino que se reunían en la figura del Monarca, el que detentaba

de forma íntegra la Potestad Sancionadora.

19 El profesor Alejandro NIETO, nacido en el año 1930, es un connotado jurista español,

Doctor en Derecho de la Universidad de Valladolid y catedrático de Derecho Administrativo en las Universidades de La Laguna, Alcalá de Henares, Complutense de Madrid y en la Universidad Autónoma de Barcelona. Fue vicerrector en todas ellas y Decano de Derecho y Ciencias Económicas en ésta última. 20

NIETO, Alejandro. “Derecho Administrativo Sancionador”, Editorial Tecnos, 4° ed. Totalmente reformada, año 2005, p. 53. El autor expresará que: ―aunque hoy es común, como se comprobará más adelante, que los autores rechacen la tesis de que las sanciones administrativas sean consecuencia del ejercicio de la potestad de policía, es indudable que en su origen, tales sanciones de esta potestad se derivaban‖.

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34

Dado el escenario de la época21, la Tesis Sustancialista buscó

determinar la real Naturaleza Jurídica de las Sanciones Administrativas, tarea

que se concretó en varios intentos por encontrar las diferencias “sustanciales”

habidas con las Penas Penales. Dentro de sus principales exponentes podemos

encontrar a Paul Anselm RITTER VON FEUERBACH22, quien analiza el

problema desde el punto de vista del Derecho Natural.

El profesor von FEUERBACH concibe al “Injusto Natural‖ como una

conducta que supone una agresión al titular de un Derecho Subjetivo (o bien, el

titular de un “Derecho Natural‖). Como contraparte, sitúa al “Ilícito Policial‖ en un

escalafón más abajo y lo refiere como una mera contradicción a las reglas

creadas por la Policía reinante (institución que modernamente solemos llamar

como la ―Administración del Estado‖). A modo de ilustrativo, este autor nos

brinda un concepto de Injusto de Policía, señalando que: ―son acciones u

omisiones que en verdad no lesionan en sí y por sí mismo derechos del Estado

21 Para los autores de la época revistió una gran importancia dogmática la tarea de

determinar la naturaleza jurídica de las sanciones. Esto se entiende mejor considerando el hecho de que la figura del Monarca concentraba todo el poder, lo que en la práctica dificultaba la tarea de distinguir entre la aplicación de una Sanción Administrativa o una Penal, pues no existía una clara distinción entre los poderes del Estado. En este sentido, no existía un órgano Judicial, separado del órgano Ejecutivo, encargado de imponer la medida. 22

Paul Johann Aselm RITTER von FEUERBACH fue un abogado criminalista y filósofo de origen alemán. Estudió derecho y filosofía en la Universidad de Jena. Fue redactor del Código Penal de Baviera en el año 1813. Nació el 14 de noviembre del año 1775 y falleció el 29 de mayo del año 1833.

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35

o de un súbdito, pero que, sin embargo, son mandadas o prohibidas bajo pena

del peligro para la seguridad y el orden jurídico23‖.

Por consiguiente, las Infracciones de Policía no constituyen la comisión

de un Delito, puesto que su objeto no es prevenir una lesión a un derecho

Natural de un súbdito, o del Estado. Por esta razón, la Sanción Administrativa

es concebida como una herramienta para conseguir el cumplimiento de las

reglas creadas por la Administración del Estado (Policía)24. Por tanto, dichas

reglas no pueden ni tienen el carácter de permanencia25 y trascendencia que sí

ostentarían las reglas del “genuino‖ o natural Derecho Penal Criminal26.

Como podemos apreciar, el fundamento teórico de esta Tesis reside en

la idea de que existe una diferencia de contenido sustancial entre las

23 RITTER VON FEUERBACH, J. A. Anselm. “Über die Polizeistraf-Gesetzgebung

überhaupt und den Zweiten Theil eines Entwurfs des Strafgesetzbuchs”, München, año 1822. Apud. Op. Cit. CORDERO QUINZACARA, Eduardo, p. 135. 24

Op. Cit., CORDERO QUINZACARA, Eduardo, p. 136. Aquí el autor plantea que: ―en el estado absoluto, los asuntos de policía constituían un asunto separado del orden jurídico, donde la Administración pasó a gozar de un enorme espacio de libertad, pues las determinaciones que se adoptaban en esta materia eran inapelables‖. 25

Se utiliza el vocablo “permanente” en atención a que esta teoría “ius-naturalista” considera que las reglas de policía pertenecen a un “orden temporal”, cuya existencia depende de la Administración de turno (pasajera), en donde ésta crea o destruye dichas normas a su antojo, como una manera para regular la conducta de sus ciudadanos. En contrapartida se encuentran las reglas del “orden natural”, destinadas a servir de protección para los derechos subjetivos inherentes a la naturaleza humana. Estos últimos son entendidos como bienes jurídicos con un contenido ético-social superior y que trascienden en el tiempo. Ejemplos de ellos pueden ser la vida, la integridad física, la libertad, entre otros. 26

Idem. P. 135. En palabras del autor: ―Paul Johann Anselm Ritter von Feuerbach sostendría que las infracciones de policía, en la mayoría de las veces, comprenden acciones que son moral y jurídicamente indiferentes, pues constituyen en sus prescripciones inventos de la ―policía reinante pro tempore‖, en cambio los preceptos del genuino Derecho Penal Criminal, rigen en todo lugar y tiempo.‖

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36

Infracciones de Policía y los Delitos Penales. Así pues, los Ilícitos Penales han

sido reservados para proteger Bienes Jurídicos que son naturales al hombre, y

por tanto, son entendidos como derechos de mayor entidad. En razón de lo

anterior, su contenido jurídico presenta una valoración ético-social superior, y

de ahí que la sociedad se haya visto en la necesidad social de propender a su

constatación jurídica en un Derecho Penal Criminal.

Por su parte, las “Reglas de Policía‖ son consideradas como simples

creaciones o inventos de la Policía reinante pro tempore27, la que crea Ilícitos y

Sanciones Administrativas a su antojo, con el solo propósito de perseguir sus

propios fines, los que indefectiblemente varían de reinado en reinado. Dicho de

otro modo: bajo este paradigma, de ninguna manera puede considerarse que la

contradicción de Reglas de Policía pueda entenderse como un Delito Penal28.

Al respecto, resulta clarificador lo expresado por el profesor von

FEUERBACH, quien se pronuncia en los siguientes términos: ―los Códigos

Penales de policía […] contienen la mayoría de las veces acciones que no son

contrarias al Derecho, ni inmorales […] y que constituyen en sus prescripciones

27 Es decir, los ilícitos de policía pueden ir cambiando con el tiempo, con el ir y devenir de

los futuros gobernantes, quienes tienen diferentes concepciones acerca de lo injusto, de lo correcto y de lo que en dicho momento desean para sus “gobernados” (administrados). 28

Esta distinción también se ha entendido en los términos de un “injusto real” y un “injusto posible”. El primero constituye una lesión o puesta en peligro específico de un bien jurídico. El segundo implica una conducta contraria a las reglas de policía. En este último caso, no existiría una relación directa con un bien jurídico.

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37

inventos de la policía reinante pro tempore; los preceptos del genuino Derecho

Penal Criminal en cambio, rigen en todo lugar y todo tiempo, su contenido

esencial es tan viejo como el Derecho mismo29‖. Por lo expuesto, puede decirse

que el Injusto de Policía presenta una valoración ético-social menor que el

injusto penal. Más aún, algunos autores incluso han llegado a señalar que el

Injusto de Policía sería moralmente indiferente.

Como vemos, esta escuela ha pretendido desvincular los conceptos de

“injusto criminal‖ y de “injusto de policía‖ en base a diferencias de sustancia

jurídica, de valor, de permanencia y de relevancia. Sus autores rechazan la idea

de que las infracciones de policía puedan formar parte del Derecho Penal

Criminal y bogan por que el Derecho Penal de Policía sea considerado como

una disciplina independiente, con fines diversos30. En este sentido: ―los delitos

de policía serían esencialmente por su naturaleza, absolutamente distintos de

[…] los crímenes y por eso deberían regularse en un Código distinto del de

aquellos31‖

2.2. Tesis Sustancialista del Derecho Penal Administrativo.

29 MATTES, Heinz. “Problemas de Derecho Penal Administrativo”, en Revista de Derecho

Privado, Madrid, 1979, p. 148. Apud. Doctora GÓMEZ PÉREZ, Ángela. “Tutela Legal a las Contravenciones y los Delitos Paralelos en Cuba”, Tesis en opción al grado de Doctor en Ciencias Jurídicas, Universidad de Derecho de la Habana, año 2001 p. 31. 30

Idem., Cfr. p. 30. 31

Idem., p. 146.

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38

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, durante el apogeo del periodo

que conocemos como la “Revolución Industrial‖, se produjeron una serie de

cambios respecto de la configuración de la sociedad, especialmente en lo que

dice relación con la estructuración orgánico-política del Estado, potenciándose

un nuevo entendimiento de su labor social. Bajo este contexto surgen las ideas

planteadas por James GOLDSCHMIDT32, importante jurista alemán. En gran

medida, gracias a sus ideas se gesta un lento proceso de metamorfosis desde

la vieja concepción del Derecho Penal de Policía hasta lo que hoy conocemos

como el Derecho Administrativo Sancionador, desprovisto del apelativo que

hacía alusión al Derecho Penal.

En efecto, James GOLDSCHMIDT desarrolla una novedosa teoría

acerca de las “Infracciones del Orden‖, entendidas éstas como reglas creadas

por la Administración del Estado, quien tenía, dentro de sus fines, la obligación

de hacer observar el orden social y promover el bien común. En este sentido, el

profesor citado encuentra la base que distingue a las Infracciones

Administrativas y a los Delitos Penales en que las primeras implican una

infracción a Reglas de la Administración, y las otras, significan la infracción a las

Reglas del Derecho. Así las cosas: ―la acción punible [ilícito penal] representa

una rebelión contra el orden jurídico [antijuridicidad o anti derecho], y la

32 James Paul GOLDSCHMIDT, conocido jurista alemán, realizó importantes

contribuciones al derecho procesal y al derecho criminal alemán. Fue profesor en la Universidad de Berlín desde el año 1919 hasta su retiro, en el año 1934. Nació el día 17 de diciembre de 1874 y falleció el día 28 de junio del año 1940.

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39

infracción administrativa es sólo el dejar de promover la actividad administrativa

encaminada a conseguir el bien público, limitándose por ello a causar un

perjuicio al bienestar [anti-administratividad]33‖.

En concreto, James GOLDSCHMIDT plantea que el anhelo de la

Administración es fomentar y proteger el bienestar de sus administrados. En

consecuencia, el Ilícito Administrativo representa una conducta que produce

una afección a un Bien Jurídico protegido de carácter colectivo, que

tradicionalmente ha sido denominado como el bien común34. Bajo esta teoría, el

Ilícito Administrativo debe ser entendido como una conducta que produce un

perjuicio en los fines de la Administración, de manera que no generaría un

quebrantamiento del ordenamiento jurídico propiamente tal. En concordancia,

esta teoría supone entender que sólo la acción delictiva Penal es capaz de

producir una contradicción efectiva, y real, al Derecho (entendido en el sentido

de “Ordenamiento Jurídico”). Por tanto, y bajo este supuesto, el fin de los

Delitos y de las Sanciones Penales es propender a la justicia. Evidentemente, y

33 CORDERO QUINZACARA, Eduardo. El Derecho Administrativo Sancionador y su

Relación con el Derecho Penal”, en Revista de Derecho, Vol. XXV, N°2, diciembre, año 2012, p. 4. En visión del autor, y a la luz de los postulados de James GOLDSCHMIDT, la distinción entre la: “protección de las esferas humanas de voluntad y la promoción del bien público estatal‖ sirve para explicar la separación entre justicia y administración. En sus palabras: ―en los delitos el elemento característico es la antijuridicidad, que se traduce en un daño a bienes jurídicos portadores individuales de voluntad (damnun emergens), mientras que la violación de las infracciones administrativas conlleva una anti-administratividad, que se traduce en no alcanzar un objeto o meta impuesto por la administración, como es el bienestar público (lucrum cesans). En este sentido, la anti-administratividad es la peculiar omisión del apoyo a la administración del Estado dirigida a la promoción del bien público‖. 34

Cfr. Op. Cit. GÓMEZ PÉREZ, Ángela, p. 32.

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40

en la otra vereda, esta situación se contrapone con el entendimiento de la

finalidad de las Infracciones-Sanciones Administrativas. En ellas, el fin no sería

propender a la justicia, sino que son instaurados para proteger los fines de la

Administración y para propender al bien común.

Como bien dijimos, esta doctrina realiza un aporte notable al desarrollo

del Derecho Administrativo Sancionador, diferenciando sustancialmente a las

Infracciones Administrativas (que generan “anti-administratividad”) de las

Infracciones Penales (que generan “anti-juridicidad”). Sin embargo, es preciso

manifestar que sus ideas han sido objeto de las más diversas críticas

doctrinales. Así por ejemplo, una de las criticas fundamentales se dirige a

constatar que: ―[constituye un] error contraponer Administración y Orden

Jurídico, ya que ésta también pertenece al Orden Jurídico, y como tal está

regulada35‖.

Por nuestra parte, compartimos la crítica arriba expuesta, toda vez que

no es aceptable creer que las Infracciones Administrativas no implican una

infracción al ordenamiento jurídico. Evidentemente, es el mismo ordenamiento

jurídico el que las cobija, y las alza como una herramienta para precaver

vulneraciones a sus fines normativos. Por estos motivos, lo anterior nos hace

pensar que la tesis del Derecho Penal Administrativo resulta un tanto forzosa en

35 Op. Cit. GÓMEZ PÉREZ, Ángela, p. 33.

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41

su intento por diferenciar los Ilícitos Administrativos de los Ilícitos Penales.

Pues, reiterando la idea, ambas figuras suponen necesariamente, de una u otra

manera, una infracción al ordenamiento jurídico, toda vez que ambas

pertenecen a él.

No obstante lo anterior, el real aporte de esta teoría se encuentra en la

elaboración de los conceptos de “anti-juridicidad” y de “anti-administratividad”.

Esta diferenciación sirve de justificación para que el ordenamiento jurídico

pueda reaccionar de manera diversa frente a la comisión de ilícitos de

naturaleza disímil. De esta forma, la creación de esta distinción se presenta

como un gran fundamento para conferir a la Administración una Potestad

Sancionadora propia, separada de los Tribunales Penales. De esta forma, hay

aquí una idea que justificaría la decisión Legislativa de dotar a la Administración

del Estado de la competencia necesaria para avocarse al conocimiento de las

conductas que infrinjan las Reglas de un Derecho Penal Administrativo. A decir

verdad, esta Tesis tuvo una favorable acogida en una gran cantidad de autores

doctrinarios, lo que también tuvo efectos extensivos a la actividad legislativa36.

Con posterioridad, estos argumentos también han sido utilizados para respaldar

la conveniencia de sustraer del alero del Derecho Penal a ciertos ilícitos

36 Idem., GÓMES PÉREZ, Ángela. p. 33. Citando la autora: ―muchos fueron los

seguidores de esta teoría (Von Liszt, Kahl, Umhauer, Wach, Pollack, Kohler, Krankenberger, Risín, Van Calker y Hofacker), los que la enriquecieron, sin embargo, sólo lograron influenciar en los proyectos de Leyes, no así en el Órgano Legislativo. Tampoco en la literatura posterior esta teoría encontró eco, a pesar de los esfuerzos realizados por sus seguidores, por el contrario, fue atacada con fuerza por Beling, Rosemberg, Binding, Sauer, entre otros‖.

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42

penales de menor gravedad, para hacerlos formar parte del Derecho Penal

Administrativo, o Derecho Administrativo Sancionador como lo conocemos

actualmente. Este traslado sirve en parte para proteger el carácter de “Ultima

Ratio” del Derecho Penal, reservándose el castigo de las conductas más

graves, susceptibles de perturbar en mayor medida la paz social de un Estado.

A nuestro modo de ver, las Tesis Sustancialistas del Derecho Penal

Administrativo no resuelven el problema de manera satisfactoria, puesto que, si

bien es cierto, podemos compartir el juicio de que los Ilícitos Administrativos

implicarían conductas contrarias a los intereses de la Administración, en la

práctica, resulta difícil hacer una distinción tan tajante entre este tipo de ilícitos y

los Ilícitos Penales. En efecto, es difícil identificar a aquellas conductas que

significan única y exclusivamente un perjuicio a los fines de la Administración,

sin producir una afectación a los Derechos Subjetivos de algún particular, o,

haciendo uso de los conceptos de esta Tesis, al Derecho. Como es natural, lo

mismo puede suceder a la inversa. Para ilustrar esta situación, podemos

señalar que existen Ilícitos que reciben un tratamiento dual, tanto por la vía

Penal como por la vía Administrativa. Así sucede, por ejemplo, en el caso de la

presentación de declaraciones falsas, toda vez que su realización culposa o

dolosa determina su tratamiento como Ilícito Penal o Ilícito Administrativo. Lo

mismo ocurre con más claridad en el Derecho español, en donde existen Ilícitos

que, emanando de una misma conducta, tan solo por su cuantía se distingue si

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43

deben recibir un trato administrativo o penal, como sucede en el ámbito de la

defraudación fiscal, en donde solo centavos pueden determinar el tratamiento

jurídico que debe recibir una conducta infraccional. De esta manera, se

complica bastante la tarea de distinguir entre conductas puramente delictivas y

las puramente infraccionales.

Por su parte, el profesor Eberhard SCHMIDT37, siendo consciente de

esta situación, y con el objeto de brindar mayor sustento teórico a esta escuela

intentando evitar su declive, sostuvo que existe una diferencia ontológica entre

las Infracciones Administrativas y los Ilícitos Penales. Esta diferencia se

encuentra fundada en el entendido de que las Infracciones al Orden tendrían

una valoración ético-social distinta y menor a la que ostentarían los Ilícitos

Penales. Básicamente, la intención era justificar de mejor manera la necesidad

jurídica de situar el conocimiento de las Infracciones Administrativas bajo la

órbita de la Administración y no bajo la observancia del Derecho Penal.

Por supuesto, esta corriente de pensamiento sigue los lineamientos

esenciales de la postura sustancialista de James GOLDSCHMIDT, pues

también se basa en la idea central de generar una distinción sustancial entre el

Ilícito Penal y el Ilícito Administrativo. Lo que hace diferente a esta vertiente

37 Don Eberhard SCHMIDT fue un reconocido profesor de derecho penal y de derecho

procesal, dictando sus cátedras en diversas universidades. Fue rector en la Universidad de Hamburg y luego en la Universidad de Heidelberg. Nació el día 16 de marzo del año 1891 y falleció el día 17 de junio del año 1977.

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44

reside en constatar que el contenido del Injusto Administrativo presentaría una

menor valoración ético-social (o un menor sustrato ético) que el Injusto Penal.

De manera que el enfoque no estaría tanto en la anti-juridicidad o la no anti-

juridicidad de una conducta, sino en el reproche o en la falta de reproche ético.

En rigor, las diferencias entre ambos ilícitos son, según el autor, de orden

cualitativo o de Naturaleza Jurídica, en donde unos ilícitos tienen menor valor

que otros. De ahí que la Infracción Administrativa debe ser entendida como una

infracción al orden creado por la Administración, con un contenido del injusto de

menor gravedad. De esta manera, se afirma que: ―al daño administrativo le falta

la referencia a la persona, o a una persona colectiva pensada como tal; por lo

que sólo afecta a la relación en la cual está, como ciudadano del Estado,

obligado a la obediencia a los órganos administrativos38‖. Es decir, el daño que

se produce al cometer una Infracción Administrativa constituye solamente una

afección a la relación Administración-ciudadano y no debe ser entendido como

una lesión o daño a los derechos de otro ciudadano, que es la hipótesis de

donde nace el reproche ético-social, propio de los Ilícitos Penales, y que es lo

que justificaría, en tanto, la aplicación de sanciones de mayor gravedad.

38 HÄRTEL KURTSCHMIDT, Joel. “Gesetz zur Vereinfachung des Wirtschaftsstrafrechts,

Heidelberg, año 1949, p. 15. Cit. pos. MATTES, Heinz, supra. p. 230. Op. Cit. Apud. GÓMEZ PÉREZ, Ángela, p. 35.

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45

Consecuentemente, el profesor Eberhard SCHMIDT denomina a las

Infracciones Administrativas como “Penas del Orden‖ o “Multas Monitorias‖ y

nos brinda su concepto en los siguientes términos: ―[la pena del orden] es una

coacción administrativa de la autoridad facultada, ante una desobediencia a una

disposición de un órgano administrativo, ajena a cualquier sustrato ético39‖.

Efectivamente, debemos señalar que esta teoría tuvo asidero en

Alemania, a mediados del siglo XX, época en la cual los juristas actuaron con el

convencimiento de que era necesario confiar a la justicia penal el conocimiento

de los Injustos Penales y a la Administración del Estado los Injustos

Administrativos. De esta manera, puede notarse cómo se produjo una

concepción dualista del ilícito, basada en el reconocimiento unos que implican

delitos y otros que implican infracciones al orden. Más aún, y para infracciones

de menor entidad, muchas veces se decidió proceder a su des-tipificación

penal, para proceder a su tipificación administrativa.

Esta concepción de la Infracción Administrativa también fue desarrollada

por el profesor Erick WOLF40, y como bien señala el profesor Eduardo

39 Idem, p. 35.

40 Erik WOLF, nacido en el año 1902, en Biebrich, Alemania, fue un Filósofo del Derecho

con estudios en Sociología y Derecho Penal. Fue parte de la nueva Escuela Penal alemana fundamentada en la llamada “Filosofía de los Valores”, de RINDERBAND, RICKERT y LASK, quienes dedicarían grandes esfuerzos en determinar los fines del Derecho Penal. Dentro de sus obras se encuentran “Das Rechstideal des Nationalsozialistischen Staates”, o “Politische Gemeinschaftsordnung: ein Versuch zur Sebstbesinnung des christlichen Gewissen in den

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46

CORDERO: ―[Erick WOLF] reconoció el carácter penal de estas infracciones,

pero puso el acento en el diverso sentido valorativo que tenían con los delitos

jurídicos. Así, nos dirá que se trata de una pena que llama al orden de forma

enérgica y vigorosa, sin contener una desaprobación en contra de su autor: El

autor no es socialmente dañoso o peligroso, sino socialmente descuidado. Es

este elemento ético en el pensamiento de WOLF el que le lleva a sostener que

el derecho penal administrativo es derecho penal en sentido formal, pero

derecho administrativo en el plano material41‖.

Asimismo, corresponde mencionar que estas ideas sustancialistas

encontraron su acogida en la Ley Penal Económica alemana del año 1949. Más

adelante, la “Gesetz über Ordnungswidrigkeiten‖ (OWiG), del año 1952, dio

paso al Legislador para introducir la diferencia entre el injusto criminal y el

injusto administrativo, cosa que ya se había hecho en el Derecho Penal

Económico, con la norma del año 1949. En específico, se utilizó una fórmula

con tipos o ilícitos mixtos, en donde ciertos hechos criminales podían pasar a

constituir una infracción al orden, y no un delito, en razón de las circunstancias

particulares del caso concreto42.

politischen Nöten”, las que fueron ampliamente estudiadas a propósito del desarrollo de la dogmática penal alemana y la relación con el poder del Estado. 41

Op. Cit. CORDERO QUINZACARA, Eduardo, p. 137. 42

Idem. GÓMEZ PÉREZ, p. 35, en palabras de la autora: ―la teoría de las Infracciones del Orden marcó el camino para el futuro del Derecho Penal y el Derecho Penal Administrativo en Alemania, pues sus presupuestos constituyeron el punto de partida para extraer del ámbito de la Justicia penal el tratamiento a todo lo que no constituyera un injusto penal, así pues, las

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47

Estas ideas también tuvieron acogida fuera de Alemania. En Italia por

ejemplo, RANELLETI desarrolló la distinción entre Leyes Penales y Leyes de

Policía, y puso la atención ahora en el objeto de la sanción. De esta manera, el

autor propuso una concepción dual entre una tutela mediata y una inmediata del

Derecho. En efecto, la tutela inmediata, “malum quia malum‖, tiene por objeto

proteger un Bien Jurídico, un Derecho o un deber determinado. Por su parte, la

tutela mediata, “malum quia prohibitum‖, supone la defensa del Orden Jurídico

en un sentido general43. Sin embargo, más allá de lo novedoso de su ideación,

debemos tener presente el juicio del profesor Eduardo CORDERO quien nos

advierte que: ―se debe reconocer [sin embargo], que la mayoría de la doctrina

italiana ha abandonado este camino y se ha inclinado por un concepto más

formal de sanción administrativa44‖.

Para concluir, debemos hacer presente que la Tesis del Derecho Penal

Administrativo terminó siendo descartada, en gran medida dado lo dificultoso

que es establecer diferencias sustanciales, definitivas y claras, entre ambos

tipos de ilícitos. Así las cosas: “por diversas razones, la Teoría del Derecho

Penal Administrativo no fue aceptada, de este modo se negó toda diferencia

(sustancial) entre éste y el Derecho Penal; mucho menos fue aceptada la

contravenciones o bien se convirtieron en delitos, o en infracciones del orden y en otros casos, fueron des-tipificadas‖. 43

RANELLETTI, Oreste, “La polizia di sicurezza. Primo trattato completo di diritto amministrativo italiano”, Orlando V. E., IV, Milano: Societá Editrice Libraria, año 1904, pp. 207 – 265. 44

Op. Cit. CORDERO QUINZACARA, Eduardo, p. 138.

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48

justificación que esgrimían sus doctrinarios para extraer del Sistema Penal

algunas figuras de escasa gravedad para ser conocidas por el Derecho Penal

Administrativo. Tampoco se reconocían diferencias en la naturaleza jurídica de

la pena criminal y la pena administrativa, en ambos se trata de genuinas penas,

que es menos grave en las contravenciones que en los crímenes y delitos45‖

2.3. Las Tesis Formalistas del Derecho Administrativo Sancionador.

Estas teorías nacen como una crítica en contra de las Tesis

Sustancialistas, y podemos encontrar al profesor Adolf MERKL46 como uno de

sus principales exponentes.

La Escuela Formalista pretende poner fin a la discusión acerca de la

diferencia ontológica entre el Ilícito Penal y el Ilícito Administrativo. Sus

exponentes advierten que la determinación de las diferencias sustanciales entre

ambos injustos nunca ha podido justificarse de forma satisfactoria, de tal modo

que las diferencias entre ambas infracciones no son de sustancia o de

naturaleza jurídica, sino que son sólo de tipo formal. Por esta razón, se hace

necesario poner la atención en los aspectos formales que los diferencian, como

45 Op. Cit. GÓMEZ PÉREZ, Ángela, p. 38.

46 Don Adolf MERKL fue alumno de Hans KELSEN y realizó grandes aportes a la Teoría

general del Derecho. Se desempeñó durante varios años como profesor de la conocida Universidad de Viena, convirtiéndose en un connotado jurista. Nació el día 23 de marzo del año 1890 y falleció el día 22 de agosto del año 1970.

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49

por ejemplo: la naturaleza del órgano que conoce el ilícito; la naturaleza del

procedimiento; los efectos derivados de la imposición de la sanción; entre otros.

En consecuencia, las teorías formalistas consideran que la distinción

entre los Ilícitos Administrativos y los Ilícitos Penales reside principalmente en la

naturaleza del órgano que los conoce y los sanciona –sin perjuicio de que

existen una gran variedad de aspectos formales que nos ayudan a distinguir

entre uno u otro ilícito–. Así por ejemplo, el estatuto jurídico de los Delitos

Penales se encuentra determinado por el hecho de que estos son conocidos

por un Juez con competencia en lo penal. Por consiguiente, y en la otra vereda,

el estatuto jurídico de las Infracciones Administrativas está determinado por el

hecho de que éstas son conocidas por un órgano de carácter administrativo.

Esto bien lo ponen de manifiesto los profesores Miguel BAJO FERNÁNDEZ47 y

Blanca MENDOZA BUERGO48 cuando nos indican que: ―este cambio no

entraña una diferencia sustancial en el contenido del injusto […] sino a la índole

de la sanción que el ordenamiento jurídico asigna a cada uno de los hechos […]

así como a los órganos a quienes se atribuye la aplicación de las sanciones49‖.

47 Don Miguel BAJO FERNÁNDEZ es un afamado catedrático español, Doctor en

Derecho, y actualmente catedrático de Derecho Penal en la Universidad Autónoma de Madrid. 48

Doña Blanca MENDOZA BUERGO es una catedrática española, profesora titular de Derecho Penal en la Universidad Autónoma de Madrid. 49

BAJO FERNÁNDEZ, Miguel y MENDOZA BUERGO, Blanca. “Ensayos de Derecho Penal y Criminología en honor a Javier Piña y Palacios”, México, año 1985, p. 85.

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50

Los partidarios de esta doctrina basan su argumentación en que no

podemos encontrar respuestas satisfactorias mediante un estudio de la

Naturaleza Jurídica, o del contenido, de ambas infracciones. Esto es así, puesto

que a menudo se producen nuevas leyes, que van cambiando los supuestos de

tipicidad y de anti-juridicidad, generando un intercambio de ilícitos desde el

orden penal hacia el orden administrativo, lo que también ocurre a la inversa.

Esta situación complica enormemente la tarea de identificar definitivamente los

elementos que establezcan una diversidad o identidad de sustancia entre

ambos tipos de injustos, toda vez que su calificación jurídica quedaría

supeditada al mero arbitrio de lo que disponga el Legislador en el futuro.

A modo de ilustrativo, podemos nombrar algunos elementos de “forma‖ o

“externos‖ que distancian a los Ilícitos y Sanciones Administrativas de los Ilícitos

y Sanciones Penales:

1) En primer lugar, corresponde al Legislador la tarea de configurar el

alcance y los límites de la Potestad Sancionadora de la Administración. Del

mismo modo, también le atañe determinar la estructura del Ilícito y las posibles

sanciones que se le vinculen.

2) Las Sanciones Administrativas están contempladas dentro de su

propio régimen jurídico, el Derecho Administrativo.

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51

3) Para aplicar una Sanción Administrativa, inicialmente debe

desarrollarse un Procedimiento Administrativo Sancionador, sustanciado por un

órgano de la misma naturaleza. Esto es sin perjuicio de que la Ley permita una

eventual instancia de revisión judicial de la Sanción Administrativa (Tribunales

Contencioso-administrativos).

4) La Administración determina la Infracción, la participación de los

sujetos responsables y la Sanción por medio de un Acto de Naturaleza

Administrativa. Por estos motivos, la Decisión Administrativa carece de los

particulares efectos inherentes a las decisiones jurisdiccionales.

5) Se reservan las Sanciones privativas de libertad para el Derecho

Penal50.

6) Se concibe la posibilidad de su aplicación sin restricciones respecto de

las Personas Jurídicas, es decir, se entiende que son sujetos responsables

administrativamente.

Como podemos apreciar, bajo este paradigma, el Derecho Administrativo

Sancionador se bosqueja como un instrumento distinto del Derecho Penal,

50 CORDERO QUINZACARA, Eduardo y ALDUNATE LIZANA, Eduardo. “Las Bases

Constitucionales de la Potestad Sancionadora de la Administración”, en Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, N° 39, Valparaíso, Chile, 2ndo semestre, año 2012, p. 23.

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52

creado para solventar otro tipo de necesidades o exigencias jurídicas y sociales.

De esta forma, es el Legislador el que debe decidir recurrir a una u otra vía de

represión estatal, según los fines que busque proteger51.

Adentrándonos más en esta teoría, el profesor Adolf MERKL considera

que la Naturaleza del Órgano que conoce del Ilícito es un elemento de profunda

relevancia, y nos indica que: ―el derecho positivo, al repartir la competencia

entre los tribunales y las autoridades administrativas, no haría sino dar

satisfacción a una necesidad derivada de la naturaleza del hecho sometido, en

cada caso, a la sanción penal52‖. Así, y dependiendo de las necesidades de

cada sector regulado, el Legislador tiene la tarea de crear la estructura

normativa idónea para resolver los problemas que requieran de una reacción

jurídica determinada.

Como podemos apreciar, la Tesis Formalista es bastante concreta en su

análisis y su propuesta nos sirve para demostrar que la identidad o diferencia

ontológica no es el único argumento que podemos utilizar para alejar, o acercar,

51 El Legislador tomará la decisión de perseguir y proteger ciertos fines, para alcanzarlos,

puede elegir una u otra vía de represión estatal. La profesora Ángela GÓMEZ es muy clara al respecto y nos señala lo siguiente: ―hemos visto cómo a partir de elementos éticos, formales, políticos, etc., los tratadistas que representan las posiciones teóricas más desarrolladas en la materia, han tratado de distinguir los ilícitos y sus consecuencias jurídicas, para identificar y definir el lugar que ocupa la rama del derecho que debe darles tratamiento. En la base de tantas divergencias, está precisamente la realidad social de cada contexto, su sociedad, cultura, ética, economía y su política; que difieren de un país al otro y por tanto, también la proyección de sus instituciones y regulaciones jurídicas.‖ Op. Cit. GÓMEZ PÉREZ, Ángela, p. 40. 52

Op. Cit. GÓMEZ PÉREZ, Ángela, p. 40, Apud. MERKL, Adolf. “Teoría General del Derecho Administrativo”, Comares, Granada, año 2004, pp. 347 y ss.

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53

a ambos tipos de injustos. De hecho, en sustancia, son más las similitudes que

las diferencias, dado que ambos son órdenes punitivos elaborados en base al

binomio “Infracción-Sanción Estatal”. Es más, en ambos se produce una

reacción estatal de punición frente a una conducta ilícita, que funciona a modo

de respuesta a causa del quebrantamiento del ordenamiento jurídico del

Estado. A su vez, el profesor Eduardo CORDERO resalta los logros

conseguidos por las Tesis Formalistas y afirma que: ―la solución planteada por

esta tesis parece ser, desde un punto de vista lógico, incuestionable. La idea de

que los ilícitos administrativos no dan lugar a una lesión o a un peligro concreto

en un bien jurídico, como sí ocurriría con los delitos (tesis sustancialista), es

sumamente discutible, pues da a entender que estos (los ilícitos

administrativos) serían indiferentes desde un punto de vista ético-social53‖.

No obstante lo anterior, en la actualidad aún existen autores que

sostienen que es difícil aceptar que el poder Legislativo sea absolutamente libre

para configurar Delitos Penales o Infracciones Administrativas, sin efectuar una

ponderación previa de las características particulares de la conducta ilícita y de

los bienes jurídicos que se buscan proteger54. Una arbitrariedad en este sentido

53 Op. Cit. p. 140, CORDERO QUINZACARA, Eduardo.

54 El profesor Eduardo CORDERO piensa que esta tesis sigue siendo insatisfactoria y que

necesita delineamientos más precisos. Así dirá que: ―la tesis formalista es insatisfactoria, pues exige algunas matizaciones de no menor envergadura, para comprender desde el punto de vista jurídico-constitucional, cómo se explica la existencia de dos manifestaciones del poder punitivo del Estado, la función y límites que tiene el legislador en la configuración de estos

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54

puede generar diversos problemas, especialmente en lo que dice relación con

los derechos y garantías constitucionales de las personas. Evidentemente, la

creación indiscriminada de ilícitos, tanto penales como administrativos, implica,

en última instancia, una reducción de la esfera de libertad individual de las

personas, pues se establecen áreas prohibidas que antes eran perfectamente

transitables. Asimismo, son relevantes las implicancias que pueden observarse

en lo tocante al principio de separación de poderes del Estado, pues no

parecería del todo correcto aceptar un libertinaje tal de parte del Legislador que

le permitiese mudar a su antojo ilícitos de uno a otro ámbito, pudiendo generar

distorsiones y conflictos entre el Derecho Penal y el Derecho Administrativo

Sancionador55.

2.4. Tesis Cuantitativa del Derecho Administrativo Sancionador.

ilícitos, y, especialmente, las garantías que tienen las personas frente al ejercicio del ius puniendi estatal‖. Idem., p. 140. 55

Como es natural, una mayor actividad represora por parte de la Administración implica reducir la esfera de libertad personal de sus administrados. Por ejemplo, la proliferación de Infracciones Administrativas implica más actividades, antes lícitas, ahora declaradas como ilícitas. En el Derecho Penal la situación es más sensible, por eso uno de sus principios inspiradores es el de “última ratio”, el cual implica la noción de reservar la represión penal para las actividades más reprochables, peligrosas y dañinas. No ocurre lo mismo en el DAS, pues francamente no sabemos cuál es el límite que evite una creación indiscriminada de ilícitos administrativos. Por otra parte, no debemos olvidar que cuando el Legislador sustrae un ilícito penal, con el objeto configurar su tratamiento como ilícito administrativo, lo que ocurre en realidad es que se está quitando competencia al Poder Judicial, para así dársela al Poder Ejecutivo. Consideramos que, si se incurre en extralimitaciones en este sentido, la situación puede acarrear problemas en orden al principio de separación de poderes del Estado.

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55

Las teorías cuantitativas nacen como un intento por determinar

jurídicamente cuál es el área límite que corresponde al Derecho Penal y cuál

pertenece al Derecho Administrativo Sancionador. Sus exponentes sostienen

que, aún cuando los Injustos Penales y los Ilícitos Administrativos serían en

sustancia idénticos, la separación entre ellos se sustenta en base a razones de

“gravedad” o de “cuantía”.

Sus autores plantean que la gravedad de la conducta infraccional (nivel

de reproche) y la cuantía de la Sanción son los factores fundamentales que

debe seguir el Legislador para determinar la calificación jurídica de un ilícito. En

base a esta lógica, se deben reservar para el Derecho Penal aquellas

conductas que por su gravedad o peligrosidad requieran de una Sanción de

mayor severidad. Algunos partidarios de esta postura son ROXIN56, JAKOBS57,

José CEREZO MIR58 y Enrique CURY59, como exponente de nuestro país.

56 ROXIN, Klaus. “Derecho Penal. Parte General”, T.I, Civitas, Madrid, año 1997, p. 72.

57 JAKOBS, Günther. “Derecho Penal. Parte general”, traducción efectuada por Joaquín

CUELLO CONTRERAS y José Luis SERRANO GONZÁLEZ DE MURILLO, 2 ed. Marcial Ponst, Madrid, año 1995, pp. 65-66. 58

CEREZO MIR, J. “Límites entre el Derecho Penal y el Derecho Administrativo”, en Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, Tomo XXVIII, mayo-agosto, año 1975, pp. 159-173. 59

El autor es de la opinión de que el injusto administrativo tiene una significación ético-social menos grave en comparación con el injusto penal. Por este motivo, las infracciones administrativas no debieran sancionarse con la misma severidad que se utiliza para castigar la comisión de ilícitos criminales. Así las cosas, las diferencias entre los delitos y las infracciones administrativas se observan respecto de la envergadura de sus sanciones. No sería necesario utilizar las importantes garantías contempladas en el orden penal, puesto que al ilícito administrativo corresponderían sanciones de menor tamaño. CURY, Enrique. “Derecho Penal. Parte General”, 8° ed., Universidad Católica de Chile, Santiago, 2005, pp. 106 y siguientes.

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56

En el plano nacional, el profesor Eduardo CORDERO es de la opinión de

que deben existir límites cualitativos, y no tan solo formales, que nos brinden

criterios para configurar la naturaleza jurídica del injusto. Según el autor: ―la

realidad nos demuestra que hay elementos no tan solo formales que permiten

hacer la distinción entre los delitos e infracciones administrativas, entre los

cuales se encuentran la gravedad de la sanción, la posibilidad de aplicarlas sin

mayores restricciones a las personas jurídicas, la configuración de injustos

administrativos, cuya valoración ético social es menor que las contenidas en los

delitos, entre otros60‖.

Como es lógico, esta discusión no es fútil, sino que todo lo contrario. El

Derecho Penal, en contraposición con el DAS, contempla un vasto desarrollo

normativo a lo largo de su historia y presenta un complejo sistema de normas,

principios y garantías que han sido confeccionadas con el fin preciso de

proteger la esfera que contiene los derechos constitucionales de las personas

frente al ejercicio del poder punitivo del Estado. En este sentido: ―la

conceptualización de los delitos/penas y las infracciones/sanciones

administrativas se ha transformado en una cuestión fundamental al momento de

establecer cuáles son los principios y, especialmente, las garantías que están

en juego respecto de las personas que se les imputan dichos ilícitos. Por lo

tanto, no es solo una cuestión dogmática, ya que en este caso también entran

60 Op. Cit. CORDERO QUIZACARA, Eduardo, p. 141.

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57

otros principios y normas de naturaleza política, especialmente las tradicionales

garantías que por siglos se han ido forjando en el ámbito del Derecho Penal61‖.

De manera que desde el punto de vista de las garantías fundamentales de los

particulares, sin duda no es lo mismo dejar un ilícito al conocimiento de los

Jueces Penales que dejarlo al conocimiento de una autoridad administrativa.

Como podemos observar, las soluciones dadas por la Escuela

Cuantitativa son de gran utilidad, sin embargo, aun siguen existiendo

complicaciones para dilucidar con claridad cuáles son los márgenes o áreas

límites entre una u otra rama del Derecho, es decir, cuándo una conducta

merece un tratamiento penal o administrativo, o cuándo la conducta es lo

suficientemente grave como para determinar la utilización y conveniencia de

una u otra vía represiva. Esta situación no deja indiferente a muchos autores,

que buscan desligar estructuralmente al Injusto Administrativo del Injusto Penal,

con la intención de resaltar la necesidad imperiosa, social, económica, cultural y

jurídica, de dotar al primero de una configuración jurídica independiente e

íntegra, a modo de salvar sus notables deficiencias sistémicas62.

61 Idem., p. 141.

62 La Escuela Administrativista no está de acuerdo con la idea de identificar al delito penal

con el ilícito administrativo. Por eso, tampoco debiéramos sentirnos satisfechos con la sola idea de que los principios y garantías del primero puedan ser trasladados al segundo. El profesor NIETO nos puede dar luces frente a esta visión: ―en definitiva, contra viento y marea, hay que afirmar que el derecho administrativo sancionador es, como su nombre lo indica, derecho administrativo, engarzado directamente en el derecho público estatal, y no un derecho penal vergonzante; de la misma manera que la potestad administrativa sancionadora […] es ajena a toda potestad atribuida a la administración para la gestión de los intereses públicos. No es un azar, desde luego, que hasta el nombre del viejo derecho penal administrativo haya sido

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2.5. La Visión normativa de la discusión.

El profesor Alejandro NIETO tiene una particular visión acerca de este

problema, y postula que no tiene objeto seguir discutiendo acerca de la

diversidad o identidad ontológica de los Ilícitos Penales y Administrativos.

Según el autor, el problema reside en que la discusión se ha centrado,

erróneamente, en determinar la naturaleza real de las cosas (concepto meta-

jurídico), situación que se aleja de la base del conflicto. Esto es así, pues, al fin

y al cabo, estamos frente a normas y no frente a figuras con consistencia

material. Pasemos a continuación a analizar con detención los argumentos de

esta interesante postura, situada desde un punto de vista normativo:

En primer lugar, debemos detenernos en el estudio del concepto de

diferencia o unidad ontológica. Al respecto, el profesor NIETO nos explica que:

―en mi opinión, aquí se emplea esta palabra en su sentido más propio, es decir,

con referencia al ser o naturaleza de los ilícitos. Carencia de diferencias

ontológicas equivale a que, por naturaleza o esencia, se trata de ilícitos

idénticos o no-distintos63‖.

sustituido desde hace muchos años por el más propio de derecho administrativo sancionador […] El derecho administrativo sancionador no debe ser construido con los materiales y las técnicas del derecho penal sino desde el propio derecho administrativo, del que obviamente forma parte y desde la matriz constitucional y del derecho público estatal.‖ Op. Cit. NIETO, Alejandro, pp. 21 – 28. 63

Op. Cit. NIETO, Alejandro, ”Derecho Administrativo Sancionador”, p. 153.

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En segundo lugar, y teniendo presente lo anterior, debemos estudiar si

aquella naturaleza, idéntica o diversa, es de carácter normativo o no normativo.

En efecto, debemos considerar que: ―una cosa es la identidad física o real y otra

la jurídica; de tal manera que dos figuras meta-normativamente idénticas

pueden ser normativa o jurídicamente muy distintas, [lo que también puede

ocurrir] la inversa. En otras palabras: los ilícitos pueden ser entendidos como

figuras reales que existen con independencia de las normas o como meras

creaciones de éstas. En el primer caso, la norma se limita a reconocer su

existencia y a dotarlos de régimen jurídico; mientras que, en el segundo, los

crea64‖. Como vemos, el concepto normativo que se tiene de una realidad

puede ser distinto del fenómeno real. De este modo, dos fenómenos pueden ser

idénticos en la realidad, situación que no obsta que en el plano jurídico puedan

recibir un tratamiento diverso, así se constata que: ―el capricho de una ley que

declara delito o infracción administrativa a dos defraudaciones fiscales a las que

sólo separa un euro de cuantía65‖. Lo mismo ocurre cuando la Ley determina

que un barco, dada su envergadura, muda su naturaleza normativa de Bien

Mueble a Bien Inmueble, para obtener ciertos fines jurídicos y prácticos

determinados.

64 Idem., p. 153.

65 Ibídem.

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Para efectos prácticos, lo que nos debe interesar es reconocer el

régimen jurídico que corresponde aplicar a una cuestión, y no tanto atender al

problema filosófico relativo a su naturaleza existencial, ya que como vimos, las

normas pueden configurar una realidad jurídica contrariando dicha naturaleza

real. Pueden esgrimirse los clásicos ejemplos en los que nuestro sistema ha

otorgado dos regímenes jurídicos distintos a dos seres ontológicamente iguales.

Así ocurre cuando nuestro Código Civil considera que un bien tiene naturaleza

inmueble, cuando su naturaleza real es mueble (para embarcaciones en

atención a su tamaño), cuando se distingue entre Funcionarios Públicos y

Empleados particulares, o como se hizo en la antigüedad, cuando el Derecho

diferenciaba entre hombres libres y hombres esclavos. Para un mejor

entendimiento de este punto: ―así, constatada en la realidad zoológica la

existencia de dos tipos de seres (por ejemplo, hombres y caballos) de

naturaleza esencialmente distinta, si el Legislador quiere dotarles de un régimen

jurídico ha de atenerse a esa diferencia ontológica previa y exterior a la norma y

adaptar ésta a aquélla, puesto que lo contrario es imposible: una ley no puede

convertir ontológicamente a un caballo en hombre, aunque sí puede, por alguna

razón o capricho, dotarles el mismo régimen jurídico66‖.

66 Idem., p. 154.

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61

En consecuencia, cabe hacernos la siguiente pregunta: ¿está el

Legislador obligado a establecer un régimen jurídico que se corresponda con el

meta-jurídico?

Pues bien, para responder esta interrogante es preciso analizar el

problema desde un punto de vista normativo. Bajo este supuesto, no podemos

sino consentir que esta tarea corresponde única y exclusivamente al Legislador.

Él es el encargado de conformar el contenido de nuestro sistema jurídico, lo que

hace y hará en razón de su política legislativa. Por consiguiente, el profesor

Alejandro NIETO propone que: ―en lugar de decir que la ley debe regular por

igual a los ilícitos porque son ontológicamente iguales, habría que decir,

invirtiendo el planteamiento, que los ilícitos son iguales porque la ley les ha

dado un tratamiento normativo igual […] El proceso de despenalización, que

actualmente sacude a tantos países y entre ellos a España, es la mejor prueba

de lo que se está diciendo: los ilícitos serán penales o administrativos (y las

acciones humanas serán lícitas o ilícitas) según lo que declare la norma en

cada momento concreto. Demos, pues, a la Filosofía lo que a ella corresponde

y demos al Derecho lo que es del Derecho. Dejemos a un lado la ontología, que

sólo complicaciones puede traer a la dogmática jurídica y, si no se quiere

renunciar a ella, adviértase al menos de inmediato que se trata de una ontología

normativa, porque con esta sencilla precisión se evitarán muchas

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62

confusiones.67‖ El profesor Karl BINDING68 ya había expuesto lo anterior hace

más de cien años, al plantear que: ―el injusto no existe nunca antes de su

progenitor, el Derecho69‖. En otras palabras, la norma debe condicionarse a ella

misma, pues ella constituye un ente independiente, y bajo ese razonamiento, no

existiría algo previo a la norma que pudiera condicionarla. En cierta forma, las

teorías normativistas se confrontan con las teorías que abogan por un Derecho

Natural del hombre, previo o coetáneo con su existencia y con aquellas

Escuelas que protegen a sus instituciones jurídicas casi como un dogma de

fe.70.

En razón de lo que hemos expuesto, entendemos que los ilícitos deben

ser concebidos como lo que son, es decir, como una realidad normativa, lo que

nos impide definir, de manera previa, y abstracta, cuál es la sustancia real y

definitiva de un ilícito en particular, y cuál es el régimen jurídico que

indefectiblemente le corresponde. Tal como dice el profesor Alejandro NIETO:

67 Idem. 155.

68 Karl Ludwig Lorenz BINDING fue un jurista alemán, conocido como un promotor de la

teoría de la justicia retributiva. Dictó la cátedra de derecho criminal en la Universidad de Heidelberg y fue rector de la Universidad de Leipzig. Nació el día 6 de abril del año 1841 y falleció el día 7 de abril del año 1920. 69

Karl BINDING. “Die Normen und ihre Überbertrung”, 2° edición, apud. Heinz MATTES, año 1973, p. 167. Apud. Op. Cit. Alejandro NIETO, “El Derecho Administrativo Sancionador”, p. 154. 70

Si aceptamos que el Legislador está facultado para crear o eliminar ilícitos, sean estos penales o administrativos, entonces nos encontraríamos en un plano contrario al del Derecho Natural. En este sentido, el Legislador no descubriría simplemente las verdades o los derechos naturales del hombre, sino que podría innovar en uno u otro plano normativo, estando facultado para crear y eliminar ilícitos conforme se decida a proteger o desatender ciertos bienes jurídicos.

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―en lo que a los ilícitos atañe, sucede que en la realidad no son ontológicamente

ni iguales ni desiguales por la sencilla razón de que son conceptos rigurosa y

exclusivamente normativos. El ilícito no existe en la realidad, es creado por la

norma, de tal manera que sin norma no puede haber ilícito. Sin norma que

establezca una prohibición no puede quebrantarse prohibición alguna71‖.

Para concluir, el hecho de seguir una visión normativa del problema no

significa que debamos desatender el estudio de las variadas teorías que hemos

expuesto. Éstas han tenido una notable influencia en lo que ha sido el

desarrollo de la Teoría del Ilícito y de la Sanción Administrativa. En este sentido,

sus ideas nos sirven para estudiar las bases, los fundamentos y los fines que

inspiran y conforman al Derecho Administrativo Sancionador. Por tanto,

consideramos que funcionan como una buena guía para informar el crecimiento

y la orientación que debe adoptar el DAS como rama del Derecho. Tanto es así

que, como veremos más adelante, sus implicancias también pueden verse a

propósito del origen jurídico del Derecho Administrativo Sancionador. En efecto,

veremos cómo nuestros Tribunales de Justicia han determinado la pertenencia

del DAS y del Derecho Penal a un único, genérico y superior Ius Puniendi del

Estado, lo que implica considerar que ambos tipos de Ilícitos-Sanciones

presentan una unidad en su fuente o génesis.

71 Idem., p. 154.

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64

3. La Legitimidad del Derecho Administrativo Sancionador y la

Potestad Sancionadora Administrativa.

3.1. El nacimiento del Derecho Administrativo Sancionador en el

ordenamiento jurídico chileno.

En Chile, desde los albores del estudio del Derecho Administrativo se ha

constatado que la Administración goza de Potestades Sancionadoras.72 Tales

potestades han sido objeto de diversas críticas, dando paso a una extensa

discusión doctrinaria referente a la existencia y a la legitimidad de tales

potestades. En efecto, encontramos posturas doctrinarias diametralmente

opuestas, desde las que plantean derechamente la inconstitucionalidad del

DAS, abogando por su desvanecimiento como disciplina jurídica, hasta otras

que critican arduamente dichas ideas, enfatizando la conveniencia y la

necesidad de preservar, y desarrollar, las Potestades Sancionadoras

Administrativas.

72 Por cierto, ya desde el año1859 el DAS ha sido objeto de análisis, así lo podemos

apreciar en la interpretación que realiza profesor Cristián ROMÁN CORDERO de las ideas de don Santiago PRADO: ‖la Administración debía ser, en primer lugar, excepcional, razón por la cual, entiende, aquello debía estar reservado a la ley, y en segundo lugar, limitada, esto es, las sanciones que la Administración podía, en su ejercicio, imponer en caso alguno debían exceder la ―simple corrección por vía de disciplina‖. Op. Cit. ROMAN CORDERO, Cristian. “El Derecho Administrativo Sancionador en Chile”, p. 89.

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65

A continuación se expondrá una síntesis de las dos posturas ya

esbozadas, además de un breve análisis de la jurisprudencia constitucional en

la materia, con el fin de exhibir al lector el contexto doctrinario y jurisprudencial

en el cual nos encontramos.

3.1. Doctrina que rechaza la constitucionalidad de las potestades

sancionadoras de la Administración.

Ya en el año 1880 el profesor don Jorge HUNEEUS mostraba su

preocupación y pasaba a cuestionar la legitimidad constitucional de las

Potestades Sancionadoras Administrativas. Ha si ha planteado que: ―es algo

que parece inexplicable, por ejemplo, cómo el artículo 106° de la lei del réjimen

interior pudo conferir jurisdicción a los Gobernadores para imponer multas que

no excedieran de veinticinco pesos, o, en su defecto, prisión que no excediera

de cuarenta i ocho horas, a los individuos que les desobedecieran o faltaran al

respecto, i a los que turbaran el orden o sosiego público; i como el artículo 120

de la misma lei pudo conferir facultad a aquellos funcionarios para imponer

hasta un mes de prisión o hasta veinticinco palos, a los soldados de policía i a

otros ajentes de la misma clase, que incurrieran en faltas u omisiones que no

tuvieran pena determinada en el Código criminal. Hoi, por fortuna, nuestro

Código Penal tiene previstos los casos a que esas dos disposiciones se

refieren, i ha derogado, por consiguiente, o dejado sin efecto la anómala

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jurisdicción que ambas atribuían a los Gobernadores departamentales, evitando

así que éstos puedan ser jueces en causa propia i que puedan aplicar

paternalmente la pena de palos a los infelices subalternos de la policía. ! El

rubor asoma a las mejillas cuando se piensa que semejante réjimen,

abiertamente contrario a la Constitución i a los sanos principios, ha sido, sin

embargo, el réjimen legal de nuestra República durante largos años!!73‖.

Las palabras de este connotado profesor han servido de base para dos

ideas que se han mantenido vigentes a través de los años: la primera de ellas

está relacionada con la labor que cumple el Código Penal frente a las

Sanciones de carácter administrativo; y la segunda de ellas, se refiere a la

semejanza que existe entre la actividad sancionadora de los Gobernantes y la

realización de labores de juzgamiento. Ambas ideas son recogidas por una

parte de nuestra doctrina contemporánea, en donde podemos reconocer a los

profesores don Eduardo SOTO KLOSS y don Iván ARÓSTICA MALDONADO,

quienes muestran sus ideas en torno a la ilegitimidad constitucional del DAS y

al peligro que significaría seguir fomentando su existencia74.

Como hemos señalado, un claro exponente de esta postura es el Doctor

en Derecho don Eduardo SOTO KLOSS, quien plantea que en una sociedad

73 HUNEEUS, Jorge. “La Constitución ante el Congreso”, 1era edición, Imprenta de “Los

Tiempos”, Tomo II, Santiago, año 1880, p.244 74

Cfr. Op. Cit. ROMAN CORDERO, Cristian. “El Derecho Administrativo Sancionador en Chile”, p. 90.

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67

libre y democrática como la nuestra, es peligroso que exista un: ―exacerbado

intervencionismo estatal75” y un descontrolado e ilegítimo aumento del alcance

de las Potestades Sancionadoras en manos de la Administración del Estado. El

autor toma como punto de partida las ideas desarrolladas por el profesor

HUNEEUS, y enfoca su análisis en la profundización de dos argumentos, a

saber:

La Jurisdicción es una Función de monopolio exclusivo de los Tribunales

de Justicia.

Un primer argumento que plantea esta doctrina dice relación con la

contradicción constitucional que implica aceptar la existencia de un órgano

administrativo que pueda ejercer funciones jurisdiccionales. De esta manera, el

autor parte su argumentación definiendo el concepto de sancionar:

"sancionar/castigar significa imponer una pena, una aflicción en el ser o en el

tener del infractor, un detrimento en él, que le mortifica, le "duele", le agravia, y

con la esperanza de que se corrija para que, en lo sucesivo, no reincida en esa

75

De la misma manera el autor don Iván ARÓSTICA MALDONADO señala: resulta verdaderamente paradojal comprobar que mientras se viene abogando por el ―fin del estatismo‖, esto es por el término o al menos la reducción de omnímodos poderes en manos de la administración, en aras de concretar el justo equilibrio que estos y de los derechos de los ciudadanos requiere una sociedad verdaderamente libre, no se ha reparado mientes en la conservación e incluso aumento que han experimentado sus potestades sancionadoras con respecto a estos particulares‖. Op. Cit. ARÓSTICA MALDONADO, Iván. “Algunos problemas del Derecho Administrativo Penal”, p. 1.

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68

infracción. En otros términos, sanción es un mal que se impone al infractor de

una orden o mandato preestablecido, y que es su castigo o pena76‖.

En segundo lugar, sostiene que cada vez que se requiere imponer

cualquier clase de Sanción a un sujeto infractor, siempre debe realizarse un

―Juicio de Reproche‖, por tanto, debe de efectuarse una acción racional y de

entendimiento jurídico. Así el autor dirá que: “para imponer una sanción es

preciso, indispensable e ineludible, emitir por parte de alguien un juicio de

reproche frente a esa conducta, "juicio" que implica el ejercicio de una facultad

de la razón humana, de su intelecto, en cuya virtud el hombre puede distinguir

el bien del mal, lo verdadero de lo falso, lo lícito de lo ilícito, lo justo de lo

injusto. Y este "juicio" es una operación del entendimiento que consiste en

comparar dos (o más) hechos, términos, conceptos, etc., para conocer y

determinar sus relaciones77‖.

Agrega que, para realizar el Juicio de Reproche, es necesario escuchar

al presunto infractor, de manera que: “escuchar no es solamente que el

presunto infractor diga la exposición de cuanto se refiere a su exculpación, sino

76 SOTO KLOSS, Eduardo, ¿Es tan “delgada” la línea que separa “Fiscalizar” de

“Juzgar”?, en Gaceta Jurídica, N° 331, Santiago, Chile, año 2008, p.37. 77

SOTO KLOSS, Eduardo, “Sanciones Administrativas ¿Camino de servidumbre?”, en Gaceta Jurídica, Santiago, Chile, N° 296, año 2005, p. 81.

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69

que ello sea tomado en debida cuenta, analizado, entendido y sopesado con

todo los demás antecedentes que se reúnan al efecto78‖.

Por último, y en relación al sujeto capacitado para realizar el reproche,

éste debe de ser aquel sujeto sin interés alguno, imparcial e independiente de

las partes, es decir, un Juez.

En definitiva, el profesor SOTO KLOSS interpreta el verbo sancionar

como: “resolver una contienda entre partes‖. Consecuentemente, señala que

dicha labor solo le podría corresponder con exclusividad a un Juez. En este

sentido, desde el momento en que un órgano impone una Sanción se ha

producido una contienda entre partes, en sí un litigio, entre el órgano

administrativo persecutor y el supuesto infractor, conflicto de relevancia jurídica,

que a su vez debe ser resuelto por un Juez.

Para el autor, dicha situación significa una infracción al derecho y al

debido proceso, toda vez que en aquellos casos en que un órgano de la

Administración sostiene que se ha cometido por un particular una infracción a

un reglamento, una directiva, circular, instrucción o dictamen, no puede ser este

mismo órgano el que sancione, ya que por este mismo hecho aquél queda

78 Idem, 81.

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70

despojado de toda imparcialidad e independencia79. En consecuencia, habiendo

afirmado que sancionar implica de suyo una contienda jurídica, y una contienda

entre partes, el silogismo jurídico resulta evidente:

i) Que, según lo dispuesto en el artículo 76° inciso 1° de la Constitución

Política de la República: “la facultad de conocer las causas civiles y criminales,

de resolverlas y de hacer ejecutar lo juzgado, pertenece exclusivamente a los

tribunales establecidos por ley‖;

ii) Luego, sería atribución exclusiva de los Tribunales de Justicia conocer,

resolver y ejecutar lo resuelto en contiendas entre partes80;

iii) En la medida en que la acción de sancionar implica conocer y resolver

una contienda de relevancia jurídica entre partes, esta acción sería una

atribución exclusiva del Poder Judicial, es más, no sólo atribución exclusiva,

sino también excluyente, dado el tenor de la oración del siguiente inciso del

citado precepto constitucional: "ni el Presidente de la República, ni el Congreso

79 Al respecto el autor señala: ―los Tribunales –per se- son independientes e imparciales

(si no, no cabe llamarlos tribunales), la Administración carece enteramente de esos atributos; mientras en aquellos se da un debido proceso, en la Administración –si es que se da- un debido procedimiento, el cual queda siempre en sus manos su concreción; y mientras aquellos tratan de concretar la justicia diciendo el Derecho, lo justo, en el caso específico, la Administración habla en lenguaje de interés público, de conveniencia, de fines del Estado, razones usualmente políticas, y de política partidista no pocas veces, y no precisamente con la finalidad de hacer justicia, que , por lo demás, no es su finalidad específica ya que esta es de los tribunales‖. Idem., p. 85. 80

En el mismo sentido, el profesor ARÓSTICA MALDONADO expresa que: ―perfectamente puede concluirse que la potestad sancionadora administrativa es totalmente inconstitucional, ya que la facultad de imponer penas y sanciones por contravenciones a la normativa vigente le corresponde exclusivamente a los únicos órganos jurisdiccionales: los Tribunales de Justicia, por expresa disposición del inciso cuarto del Nº 3 del artículo 19 y del artículo 73, ambos de la Constitución‖. Op. Cit., MALDONADO ARÓSTICA, Iván, p. 74.

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71

Nacional pueden, en caso alguno, ejercer funciones judiciales, avocarse causas

pendientes, revisar los fundamentos o contenidos de sus resoluciones o hacer

revivir procesos fenecidos81".

En conclusión, la doctrina que hemos expuesto plantea que el Derecho

Administrativo Sancionador sería inconstitucional, por lo que cualquier

atribución legal de Potestades Sancionadoras a entidades administrativas

adolecería de ilegitimidad constitucional. A mayor abundamiento, la existencia

sola del DAS atentaría contra las garantías y derechos fundamentales de las

personas, dado que un órgano de la Administración no presenta las

características propias de un Juez, que le hacen idóneo para resolver, en

justicia, contiendas jurídicas entre partes. Por tanto, los órganos administrativos

no están orgánicamente facultados para ejercer funciones jurisdiccionales82.

81 Constitución Política de la República de Chile, artículo 76 inciso 1°.

82 En palabras del profesor SOTO KLOSS: ―la potestad sancionadora de la administración

constituye el ejercicio de una función jurisdiccional, que es de competencia exclusiva de los tribunales de justicia. Por lo tanto, su atribución y ejercicio por autoridades gubernamentales y administrativas constituye una clara vulneración de lo previsto en la Carta Fundamental […] si sancionar es juzgar, y si para juzgar se requiere estar habilitado jurídicamente por la Constitución y el ordenamiento constitucional, y ello en Chile se ha entregado a los tribunales de justicia, y más encima ello debe hacerse mediante el debido procedimiento (racional y justo), no parece sino elemental el preguntar, entonces, ¿cómo entonces, el administrador, sea el Presidente de la República, un jefe de servicio, un intendente, etc., puede imponer sanciones administrativas que sean multas, sean comisos, sean clausuras de locales, sean retiros de actos autorizados, sean conductas determinadas, etc., si carece constitucionalmente de jurisdicción?. Si el presidente de la República carece de potestad jurisdiccional, y para ordenar detenciones la Constitución ha debido regular expresamente tal posibilidad, y para el caso del Estado de Sitio, ¿Cómo es que la administración que le está subordinada puede imponer sanciones? Porque es una realidad que día a día la administración impone castigos, no solo a sus agentes (funcionarios), sino a los simples ciudadanos, a los usuarios de servicios públicos, a quienes contratan con ella, a quienes son beneficiarios de una autorización, de una subvención, de un acto de admisión, en fin, de cualquier acto administrativo de beneficio‖.

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72

Asimismo, se agrega que el hecho de que sea la misma Administración

la que dicte normas y fiscalice el cumplimiento de las disposiciones que ella

misma produce, constituye en sí una violación a todo tipo de garantías

fundamentales, en particular, lo que dice relación con el principio de separación

de poderes del Estado y el debido proceso83.

En un segundo orden de ideas, y como un argumento de carácter

subsidiario84, el autor acepta a regañadientes la existencia de un Derecho

Administrativo Sancionador en nuestro país. En este sentido, el autor, viendo

que la realidad jurídica de nuestro País se inclina por aceptar la inclusión de

órganos administrativos con facultades sancionadoras, pasa a referirse acerca

de la estrecha relación que existe entre el DAS y el Derecho Penal.

Naturalmente, pasaremos a analizar su postura a continuación.

SOTO KLOSS, Eduardo. “Derecho Administrativo Penal. Notas para el Estudio de la Potestad Sancionadora de la Administración”, en Boletín de Investigaciones, Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile, N° 44-45. Año 1979, pp. 95-103. 83

Op. Cit. SOTO KLOSS, Eduardo, ¿Es tan “delgada” la línea que separa “Fiscalizar” de “Juzgar”? p. 39, Al respecto señala: “ello mostraría pura y simplemente que estamos frente a la más descarnada violación del derecho y de los derechos fundamentales de las personas, y sería entonces de la más feroz hipocresía hablar de Estado de Derecho, de democracia, y de convivencia pacífica. Por el contrario, estaríamos frente a una brutal tiranía administrativa, la peor de todas ya que es la antesala de todo totalitarismo, régimen que subyuga todas las libertades ciudadanas‖. 84

A propósito, la profesora Gladis CAMACHO señala en su texto “La legitimidad de la potestad administrativa sancionadora” que: ―la segunda vía de argumentación, que también persigue el mismo objetivo negador de la potestad administrativa sancionadora, parte de la resignada aceptación de la existencia de la potestad sancionadora de la Administración, pero sosteniendo que es ineludible que ella se aplique con arreglo a los principios del derecho penal, sin variación de su contenido dogmático‖. Op. Cit., p. 17.

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73

La subordinación del Derecho Administrativo Sancionador al Derecho

Penal.

Los partidarios de esta corriente doctrinal parten de la premisa

consistente en que tanto el DAS como el Derecho Penal comparten un mismo

origen. Esto es: en un único, genérico y superior Ius Puniendi del Estado85. De

este modo, los autores identifican principios similares y hacen hincapié en que

existiría una similitud normativo-punitiva entre ambos tipos de ordenamientos

punitivos. Bajo este prisma, los autores arriban a la conclusión de que el DAS

debe ser entendido como una simple extensión del Derecho Penal, algo así

como una especie de hermano menor de aquél.

Para esta doctrina, la Naturaleza Jurídica de las Sanciones

Administrativas no es una cuestión de azar, sino que dice estrecha relación con

el cuerpo legislativo al cual debiesen estar sometidas. Al tratarse de una medida

de punición, se estaría reconociendo su naturaleza penal, por lo tanto,

correspondería en este caso subyugar al DAS al estatuto jurídico que nuestro

Código Penal confiere a las Penas Penales. Bajo este supuesto, el profesor

ARÓSTICA MALDONADO nos señala que; “las sanciones administrativas sí

85 Nuestro Tribunal Constitucional se refiere acerca de este punto y pasa a definir al Ius

Puniendi del Estado en los siguientes términos: ―es la potestad penal del Estado de declarar punibles determinados hechos, a los que impone penas o medidas de seguridad, por lo que comprende la posibilidad del Estado de establecer conductas u omisiones obligatorias y las penas aplicables por parte de un organismo de la Administración‖. Sentencia del Tribunal Constitucional, Rol N° 480-2006, a fojas 121.

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74

son penas, por lo que, o se restituye todo este poder represivo al juez –

observando así la Constitución Política de la República- o, al menos, se

consiente una mínima posibilidad represiva a la Administración, pero sujeta al

control del Juez, sobre la base de los principios penales garantes de los

derechos fundamentales86‖. Del mismo modo, el profesor SOTO KLOSS se

refiere al DAS en términos semejantes: “sea correctiva sea disciplinaria, y fruto

de un estatismo desorbitado y un menosprecio por los derechos de las

personas, que dicha materia es un aspecto de lo penal y, por ende, deben serle

aplicados los principios fundamentales del derecho sancionador87‖.

Esta corriente se condice estructuralmente con los postulados de la

escuela formalista del Derecho Administrativo Sancionador88, en cuanto

conciben la existencia de una unidad ontológica o de naturaleza entre el Ilícito

Penal y el Administrativo. Sin embargo, esta vez, en vez de diferenciar a ambos

ilícitos en atención a sus elementos formales, buscan que el estatuto jurídico de

ambos sea común, es decir, que rija el régimen jurídico penal para ambos. En

este sentido, estos autores concuerdan en que el Legislador puede crear Ilícitos

Administrativos y agregan que tanto el DAS como el Derecho Penal comparten

su origen en un único Derecho Punitivo estatal. A la vez, los partidarios de esta

86 Op.cit. ARÓSTICA MADONADO, Iván. “Algunos problemas del derecho Administrativo

Penal”, p. 81. 87

Cometario del fallo pronunciado por nuestra Corte Suprema de Justicia, el día 24 de marzo del año 1992, recaído en Recurso de Protección, RDJ T. 89, año 1992, 2.5 p.28 88

Véase Capítulo I, apartado 2.3. a propósito de las Tesis Formalistas del DAS.

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75

doctrina agregan que no es admisible aceptar que un órgano administrativo

ejerza jurisdicción, motivo por el cual plantean que el DAS debe,

necesariamente, someterse al Derecho Penal, a sus principios y garantías, en

especial en lo tocante al ejercicio de la jurisdicción, labor que solo puede ser

realizada de manera legítima por un Juez penal.

En definitiva, podemos ver cómo los partidarios de estas ideas hacen la

precisión consistente en que no debiera haber una desigualdad de trato entre el

DAS y el Derecho penal, de manera que serían los Jueces penales los

competentes para conocer estos dos tipos de ilícitos. En efecto, el raciocinio es

más o menos así: al existir una identidad entre el Injusto Penal y el

Administrativo, entre la Pena Penal y la Sanción Administrativa, entonces, es

justo y razonable que el Derecho Penal se el cuerpo jurídico que regule el

contenido normativo del DAS, estableciéndose una relación de subordinación

entre el primero y el segundo. A modo de ejemplo, el modelo del Derecho

Administrativo Sancionador alemán se asemeja a lo antedicho. En él, las únicas

Sanciones Administrativas son las multas y su conocimiento queda sometido a

un Juez penal quien conoce de ellas en base a un procedimiento de naturaleza

penal.

Por último, y en otro plano de ideas, esta doctrina apela a la coherencia,

unidad y estabilidad del sistema jurídico. En este sentido, tomando en

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76

consideración el contenido del principio “non bis in ídem” y atendida la identidad

ontológica entre ambos tipos de Sanciones, esta doctrina estima que el

Legislador tiene el deber de impedir las condiciones que nos lleven a producir

situaciones de doble juzgamiento. Ya sea en cuanto puedan intercalarse 2 o

más Sanciones Administrativas o al coexistir una Sanción Administrativa y una

Pena Penal simultáneamente89. Así las cosas, esta doctrina, apelando a la

funcionalidad del sistema, nos recalca la inconveniencia que significa, en

términos de justicia y de coherencia normativa, tener dos sistemas

sancionadores distintos. Sobre todo cuando en algunas situaciones ambos

sistemas pueden operar de manera paralela sobre unos mismos hechos,

generando sensibles problemas de compatibilidad.

Debe respetarse la recta función del órgano administrativo.

Para finalizar, y fundando su argumentación en los principios que

inspiran nuestra Constitución Política del Estado, como lo es el principio del

orden público Económico, esta doctrina estima que las funciones sancionadoras

89 En el mismo sentido, el profesor Aróstica MALDONADO señala: ―respecto a la

duplicidad entre sanciones administrativas y judiciales, huelga acusar los abusos a que puede llegarse, con la consiguiente falta de coordinación entre Poderes del Estado que deben actuar armónicamente, ya que es bien factible que los mismos hechos que conduzcan a la absolución del juez, mientras que –apreciados por la Administración- generen una sanción. El respeto al principio señalado debe poner pronto atajo a esta aberración (que permite al art. 165 Nº 6 DL 830 de 1974, Código Tributario), al igual que a todos aquellos casos en que se regula una sanción administrativa, para hipótesis que ya son consideradas infracciones penales y castigadas como faltas en el Código Penal o en otras leyes criminales (v. gr. Art. 496 Nº 14 C Penal con el art 11 de la Res. 125 de Transportes, de 14.12.1987)‖. Op. Cit. p. 80.

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77

no forman parte de la función pública encomendada constitucionalmente a la

Administración del Estado. En palabras de la profesora Olga FELIÚ: ―el

concepto de orden público económico que consideró el constituyente dice

relación claramente con los derechos de las personas frente al Estado y jamás

podría convertirse en un medio para impedirles e imponerles condiciones,

exigencias y cortapisas fundadas en consideraciones administrativas

discrecionales90‖.

3.1.2. Doctrina que acepta la legitimidad constitucional de las Potestades

Sancionadoras de la Administración.

La presente doctrina, considerada como la postura dominante en nuestro

país91, reconoce la legitimidad constitucional del DAS. Autores como la

profesora Gladys CAMACHO, Alejandro CÁRCAMO y Cristian ROMÁN

CORDERO, entre otros, han aportado diferentes argumentos que sirven para

sostener la legitimidad constitucional del DAS. Sus ideas pueden ser

sintetizadas, principalmente, en dos líneas argumentativas: la primera de ellas,

se desliza como una crítica a la postura que declara la inconstitucionalidad del

90 FELIÚ S., Olga. “El ejercicio de la Libertad económica y las Facultades de los

Organismos anti-monopólicos”, en Revista Actualidad Jurídica, Facultad de Derecho, Universidad del Desarrollo, Año I, N°1, enero, año 2000, p. 83. 91

Al respecto, el profesor CÁRCAMO RIGHETTI expresa: ―es posible constatar que la doctrina nacional ampliamente mayoritaria se ha alineado en el sentido de sostener la constitucionalidad de la potestad sancionadora de la Administración del Estado‖. CÁRCAMO RIGUETTI, Alejandro, "La constitucionalidad del Derecho administrativo sancionador correctivo en el complejo Escenario económico moderno", en Gaceta Jurídica, Santiago, Chile, número 363, año 2010, p. 7.

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DAS; y la segunda, se basa en la innegable utilidad funcional del DAS para el

manejo de las sociedades modernas.

Análisis crítico de las posturas que rechazan la existencia legítima de las

Potestades Sancionadoras Administrativas.

En primer lugar, sus exponentes señalan que las actividades de

fiscalización, investigación, de determinación de la conducta infraccional y la

imposición de una Sanción no constituyen funciones de monopolio exclusivo de

los Tribunales de Justicia. Bajo este prisma, y refiriéndose a las ideas de los

profesores SOTO KLOSS y ARÓSTICA MALDONADO, la profesora Gladys

CAMACHO afirma que la línea argumentativa de ambos profesores: ―pasa por

alto que bajo la Constitución de 1980 no es correcto afirmar la exclusividad

absoluta de la función jurisprudencial en manos del Poder Judicial, ya que la

propia Carta Magna directamente consagra jurisdicciones paralelas (tales como

la electoral que recae en el Tribunal Electoral y la política que recae en las

cámaras del Congreso). De otro lado, la Carta Política permite la creación por

vía legislativa de otras magistraturas, como son los tribunales arbitrales y otros

que podrían engrosar el universo institucional (como podrían ser futuros

tribunales contencioso-administrativos u otros que ejerzan jurisdicción pero que

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el legislador no los haya querido sujetar a la superintendencia correccional,

administrativa y económica de la Corte Suprema)92‖.

En este sentido, el primer argumento de esta doctrina consiste en

precisar que la Función Jurisdiccional no pertenece de forma exclusiva a los

Jueces. Así, gran parte de sus autores son partidarios de concebir que la

función sancionadora administrativa si constituiría un ejercicio de jurisdicción.

Esta postura también presenta un respaldo y fundamentos a nivel de

nuestra jurisprudencia constitucional. En ciertas sentencias, dicho Tribunal optó

por reconocer que la Administración sí ejercería una Función Jurisdiccional al

momento de imponer Sanciones Administrativas93. En esta línea, nuestro

Tribunal Constitucional pretendió zanjar la discusión adoptando un concepto

amplio de jurisdicción, que pudiera incluir dentro de su sentido la actividad

sancionadora administrativa94. Bajo este raciocinio, la jurisdicción no solo

92 Op. Cit. CAMACHO, Gladys. “La legitimidad de la Potestad Administrativa

Sancionadora”, p. 13. 93

Sentencia del Tribunal Constitucional, Rol N° 176-1993, considerando 3°: ―que la síntesis hecha precedentemente de los incisos que conforman el nuevo artículo 13 A del proyecto, conduce inexorablemente a concluir que la actividad y actitud que adopta el Ministro de Transportes y Telecomunicaciones cuando dicta una resolución que otorga o deniega una concesión o un permiso de telecomunicaciones, es la de un funcionario público que está estableciendo o afectando derechos de terceros, es decir está actuando como una autoridad administrativa que por la vía de la reclamación pasará a ejercer funciones jurisdiccionales, sometida al procedimiento judicial administrativo que la propia disposición le señala‖. 94

El concepto amplio de jurisdicción: ―se extiende, sin limitación alguna, al ejercicio de la jurisdicción, esto es, el poder-deber de conocer y resolver cualquier conflicto de carácter jurídico, por cualquier órgano, sin que importe su naturaleza, y se refiere a sentencia no en un sentido restringido, sino como toda resolución que decide una controversia de relevancia

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debiera ser ejercida por un Órgano Judicial, sino que también puede ser

ejercida por “los demás Tribunales‖, que serían justamente los que no integran

del Poder Judicial. Este argumento encuentra su asidero en el tenor literal del

inciso 3° del artículo 76° (73°) de nuestra Carta Fundamental, que al utilizar la

voz ―y los demás Tribunales‖, estaría haciendo alusión a los órganos no

comprendidos en el Poder Judicial, tal como podría serlo un órgano

administrativo habilitado legalmente para ejercer labores jurisdiccionales. Tal

como se puede apreciar, la intención de nuestro Tribunal ha sido salvar aquella

discusión basada en la noción de que el ejercicio de la jurisdicción constituiría

una función exclusiva de los Tribunales de Justicia. Así las cosas, sería

constitucionalmente aceptable que un órgano administrativo “ejerza

jurisdicción”, o “diga o declare el Derecho”, noción que se desprende de su

término en latín, ―iuris dictio‖. Esta situación sería la que se produciría en cuanto

un órgano administrativo entra a conocer una conducta, la califica como

infracción y determina el Derecho aplicable frente al comportamiento calificado

de ilícito imponiendo una Sanción a un sujeto, o declarando su absolución en

caso de no existir contravención al ordenamiento jurídico.

En la otra vereda, también podemos encontrar a autores que no

comparten la idea de que la Administración realmente ejerza funciones

jurídica‖. Sentencia del Tribunal Constitucional, Rol 478-2006, considerando N° 13, reiterado en el fallo Rol 747-2007, considerando N° 5.

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jurisdiccionales. Para afirmar sus planteamientos, sus exponentes señalan que

no pueden desconocerse las facultades que tiene la autoridad administrativa

para imponer sanciones de tipo disciplinario. Si de hecho se desconocieran,

hacer eso sería desmerecer el real sentido de la Ley, toda vez que el Legislador

intencionalmente ha dotado a la Administración con dichas potestades, con el

preciso propósito de confiarle las herramientas estrictamente necesarias para

cumplir con las funciones públicas que el Constituyente y el mismo Legislador le

han encomendado. Entonces, no habría problemas para hacer extensivo el

argumento a las Potestades Sancionadoras que actúan fuera de la órbita

disciplinaria.

A mayor abundamiento, estos autores consideran que el ejercicio de

facultades sancionadoras por parte de la Administración del Estado difiere

sustancialmente de lo que debe entenderse como una Función Jurisdiccional. Al

respecto, el profesor Alejandro CÁRCAMO RIGHETTI señala: ―nos parece

indiscutible que el ejercicio de la potestad sancionadora administrativa no

constituye, en caso alguno, ejercicio de facultades jurisdiccionales, sino

simplemente ejercicios de potestades administrativas, a través de los cuales los

órganos administrativos cumplen su función. La autoridad administrativa que

conoce y resuelve no tiene calidad de tribunal, no se decide en asunto

controvertido con el carácter de instancia, ni tampoco con efectos

jurisdiccionales, quedando siempre a salvo al particular la posibilidad de recurrir

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a los tribunales de justicia, pudiendo corregirse de ese modo, cualquier

ilegalidad o arbitrariedad en que haya incurrido el órgano administrativo

sancionador95‖.

Asimismo, también se ha producido una variación en la postura

jurisprudencial del Tribunal Constitucional, que contrasta con la que más arriba

hemos sindicado. Efectivamente, hemos podido ver sentencias en las cuales se

distingue a la actividad jurisdiccional de la actividad sancionadora

administrativa, señalándose que esta última no constituye un ejercicio de

jurisdicción, sino que corresponde al ejercicio de prerrogativas de poder público

de carácter administrativo, vinculadas con la naturaleza propia de la función

pública administrativa.

En este sentido, puede observarse una línea jurisprudencial divergente,

en donde nuestro Tribunal Constitucional ha declarado que el ejercicio de

Potestades Sancionadoras Administrativas no significa un ejercicio de

jurisdicción96. Así ocurre de hecho en la sentencia en causa Rol N° 2264 del

año 2012, donde se declara finalmente que:

95 Op. Cit. CÁRCAMO RIGHETTI, Alejandro. "La constitucionalidad del Derecho

Administrativo Sancionador correctivo en el complejo Escenario económico moderno", p. 14. 96

Tribunal Constitucional, sentencia Rol N° 725-2007, considerando 12°: ―que la facultad de los Directores Regionales del Servicio de Impuestos Internos de aplicar, rebajar o condonar sanciones administrativas a que alude el artículo 6°, letra B, N° 3, se enmarca dentro de sus potestades administrativas sancionadoras, que no suponen ejercicio de jurisdicción […] No obstante, aunque se trate de potestades que no suponen ejercicio de jurisdicción, ciertamente

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“TRIGESIMOTERCERO: Que, al respecto, cabe señalar, antes

de entrar a hacernos cargo de la presente objeción, tres

elementos de interpretación: En primer lugar, la sanción

administrativa es un acto administrativo, que se dicta después

de un procedimiento administrativo, a consecuencia de una

infracción de bienes jurídicos de naturaleza administrativa (STC

124/1991, 725/2008, 1413/2010). El hecho de que sea un acto

administrativo implica descartar que se trate del ejercicio de

funciones jurisdiccionales (STC 766/2008, 1183/2009,

1518/2010, 2381/2013)‖.

En tercer lugar, y una vez hemos aclarada la discusión, los autores

plantean que es innegable que los procedimientos administrativos

sancionadores deben ajustarse a los estándares normativos del Derecho a un

Debido Proceso, el cual recibe consagración constitucional en el artículo 19 Nº

3 inciso 4° de nuestra Carta Política. El hecho de que sea una autoridad

administrativa la que ventile el conocimiento de la infracción y la aplicación de la

sanción no implica que ésta no deba sujetarse a los necesarios márgenes de

racionalidad y de justicia que deben servir de orientación para un legítimo

accionar.

Como vemos, de esta manera los autores responden a las críticas

relativas a la presunta necesidad jurídica consistente en que la iniciación y

deben sujetarse a los parámetros propios de un debido proceso, como lo ha señalado reiteradamente esta Magistratura en diversos pronunciamientos‖.

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decisión de disputas de relevancia jurídica deba ser realizada por un Juez,

entendido éste como el único sujeto capaz de erigirse como un tercero imparcial

dentro del proceso. En consecuencia, los partidarios de esta doctrina declaran

que los conflictos de relevancia jurídica sí pueden ser dirigidos por un órgano

administrativo, siempre y cuando éste brinde una suficiente garantía de

imparcialidad97. En efecto, no es un presupuesto absoluto de racionalidad y de

justicia procedimental el hecho de que la Función Jurisdiccional se encuentre

radicada con exclusividad en los Tribunales de Justicia. Suponer esto sería

valorar en demasía, y de manera desproporcionada, las virtudes de los

procedimientos judiciales, sin mirar sus deficiencias inherentes, dotándoles de

garantías intrínsecas y absolutas de objetividad e imparcialidad, cosa que no es

verdad y eleva su fisionomía a un nivel poco realista98.

En cuarto lugar, y con respecto a la subordinación del DAS al Derecho

Penal, estos autores señalan que entender a la Sanción Administrativa como

una Sanción Penal y seguir ahondando en la discusión acerca de su identidad

97 Cfr. Op. Cit. CÁRCAMO RIGUETTI, Alejandro, p. 15.

98 La profesora Gladys CAMACHO, se refiere a la crisis del sistema judicial y lo hace en

los siguientes términos: ―[existirían una serie de elementos que hacen al Juez] poco confiable para los ciudadanos e ineficiente en su tarea principal, que es la administración de justicia oportuna‖. Para decir esto, la autora se basa en la crítica a la organización de los Tribunales, la formación y selección de jueces y por último, lo deficitario del presupuesto del sistema judicial. Luego, discute la calidad de la justicia, que supuestamente es imparcial y objetiva, señalando al respecto que: ―no está libre de sospecha la aplicación del Derecho que hacen los tribunales, ya sea por su discrecionalidad, por las sentencias basadas en elementos subjetivos y debido a que la interpretación de los elementos objetivos no es uniforme‖. Op. Cit., p. 14-15.

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sustancial no tiene ninguna relevancia práctica99. En concreto, y como ya vimos

a propósito de la visión normativista de este problema, entendemos que el

Legislador es libre de decidir el ordenamiento punitivo que utilizará para regular

las distintas facetas del comportamiento humano y no se encuentra limitado de

manera estricta por la naturaleza real de las cosas. Su único límite es el texto

de nuestra Carta Fundamental, por tanto, la creación legislativa no se ve

limitada de ninguna manera por las diversas discusiones meramente

metafísicas que divagan acerca de la entidad real, verdadera y última de los

ilícitos.

Por último, los partidarios de esta doctrina entienden que el préstamo de

instituciones entre una rama del Derecho a otra no es algo novedoso en nuestro

ordenamiento jurídico. Así ocurre por ejemplo, en los casos en los que un

cuerpo normativo rige en subsidio de otro –como cuerpos los normativos de

Derecho Común–, los que se utilizan como medio para subsanar lagunas del

cuerpo subsidiado, o cuando una Ley se refiere al todo o a una parte de otra,

como una forma para conectar o complementar el contenido de otras normas.

99 En este punto, la doctrina que hemos presentado ha seguido los lineamientos del

profesor Alejandro NIETO, toda vez que él entiende que la discusión sobre la naturaleza jurídica de los ilícitos y de las sanciones carece de sentido. Al respecto muestra su desprecio frente a dichas elaboraciones teóricas al expresar que: ―pero para mí personalmente no se me alcanza, ni se me ha alcanzado nunca, el provecho intelectual o jurídico que puede obtenerse de conocer un repertorio de autores de los que se dice que sostuvieron la tesis de la naturaleza administrativa de las infracciones, así como el constatar en otro repertorio, no menos largo, que otros dijeron que su naturaleza era idéntica a la penal‖. Op. Cit., “Derecho Administrativo Sancionador”, p. 25.

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Incluso, y para dar un punto final a esta discusión, varios autores se han

mostrado bastante críticos respecto de las posturas que pretenden subsumir al

DAS al Derecho Penal. Así, han llegando a expresar que: “respecto a la

argumentación des-legitimadora de la potestad administrativa sancionadora se

puede advertir que la asimilación al Derecho Penal no es sino una estrategia

para neutralizar los poderes sancionadores de la Administración100‖.

La Legitimidad de las Facultades Administrativas Sancionadoras en base

a los artículos 6° y 7° de la Constitución Política de la República.

Por su parte, no debemos desatender el estudio de este problema desde

la óptica del artículo 6° inciso 1° de nuestra Carta Fundamental, cuando

dispone que: ―los órganos del Estado deben someter su acción a la

Constitución y a las normas dictadas conforme a ella y garantizar el orden

institucional de la República‖. A su vez, dicho precepto constitucional debe ser

vinculado con el artículo 7° de la Carta Fundamental al establecer que: ―los

órganos del Estado actúan válidamente previa investidura regular de sus

integrantes, dentro de su competencia y en la forma que prescriba la ley‖. En

base a estos dos artículos, se reconoce al Legislador la facultad para configurar

el contenido de las competencias de los órganos de la Administración del

100 CAMACHO, Gladys, Op. Cit. “La legitimidad de la potestad administrativa

sancionadora”, p. 19.

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Estado. Una vez superada la discusión acerca del ejercicio de funciones

jurisdiccionales por parte de los órganos administrativos, no cabe más que

aceptar que la Ley puede atribuir potestades sancionadoras a los mismos y

determinar la forma y los límites de su ejercicio.

En efecto, esta línea de pensamiento también se ve reflejada en el

artículo 2° de la Ley de “Bases Generales de la Administración del Estado” que

prescribe que: ―los órganos de la Administración del estado someterán su

acción a la Constitución y a las leyes. Deberán actuar dentro de su competencia

y no tendrán más atribuciones que las que expresamente les haya conferido el

ordenamiento jurídico‖

Como podemos apreciar, nuestra normativa constitucional y legal

consagra al Principio de Legalidad como el pilar fundacional de toda nuestra

institucionalidad administrativa. Así podemos entender cuál es el valor de la Ley

como mecanismo atributivo de competencias sancionadoras, pudiendo ser

concedidas por Ley a órganos de naturaleza administrativa. Naturalmente, la

Ley también debe encargarse de configurar los límites de dichas competencias

y la forma legítima en la que deben ejercerse dichas potestades.

Por otra parte, también debemos comprender que todas aquellas

competencias que deban ser atribuidas por una norma de rango legal no son

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eficaces si no se corresponden con las disposiciones de nuestra Carta

Fundamental. De ahí que la actividad administrativa desviada de su órbita de

competencia legal puede ser perseguida y declarada inválida, por diversos

medios, como por ejemplo, mediante la declaración de Nulidad de Derecho

Público, o en cuanto produzca la afección de Garantías Constitucionales,

mediante el Recurso o Acción de Protección.

En definitiva, reconociendo la legitimidad constitucional de las Potestades

Sancionadoras Administrativas, es esencial el rol que corresponde al Legislador

a la hora de configurar la existencia y la funcionalidad de las mismas, acorde a

las exigencias de nuestra Carta Fundamental.

Argumentos defienden la legitimidad constitucional del DAS en base a su

utilidad funcional.

Por otro lado, también tenemos ideas que buscan legitimar la existencia

de las Potestades Sancionadoras Administrativas que se basan en la

conveniencia de éstas para el desarrollo de nuestras sociedades. En primer

lugar, quienes postulan estas ideas consideran que el Derecho Administrativo

Sancionador corresponde a un “deber actual” del Estado y engrandecen la

utilidad funcional que representa esta rama del Derecho para la protección de

nuestras comunidades. De ahí que algunos expresen que: “no cabe duda que el

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derecho administrativo sancionador es una necesidad de la complejísima

sociedad moderna. El potente y creciente desarrollo de los diversos campos de

la economía, unido a la concentración de capitales en grandes empresas

nacionales y trasnacionales que intervienen e invierten fundamentalmente en

áreas o mercados que se refieren a servicios básicos que son de mayor

importancia para el interés público, tales como salud; previsión,

telecomunicaciones, electricidad, combustibles, mercado bancario, entre otros

sectores, ha llevado necesariamente a que el Órgano Legislativo entregue a la

Administración del Estado una serie de herramientas destinas a fiscalizar en

forma permanente que dichas actividades se realicen dentro de los cánones

exigidos por nuestro ordenamiento jurídico, a interpretar de manera vinculante

las normas sectoriales en cada caso y a sancionar frente al incumplimiento de

dichas reglas. Éste es un argumento suficiente para legitimar la existencia de

esta potestad, en el entendido que la Administración pública, al igual que todos

los órganos del Estado, debe proteger el bien común, lo que necesariamente

implica que los intereses generales de la comunidad se superponen a los

intereses particulares, en la especie, de orden netamente patrimoniales101‖. Así

por ejemplo, y a modo ilustrativo, esto último lo podemos contemplar al dar

lectura al texto del artículo 1° de nuestra Carta Fundamental cuando dispone

que: ―el Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es

101 Op. cit. CÁRCAMO RIGUETTI, Alejandro. "La constitucionalidad del Derecho

Administrativo Sancionador correctivo en el complejo Escenario económico moderno", p. 11.

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promover el bien común […] con pleno respeto a los derechos y garantías que

esta Constitución establece‖.

La indispensabilidad del Derecho Administrativo Sancionador se pone de

manifiesto gracias a las ideas esgrimidas por el profesor Cristian ROMÁN

CORDERO102, quien en su texto: ―Los principios del Derecho Administrativo

Sancionador‖, nos presenta una serie de argumentos a su favor, los que

podemos sintetizar de la siguiente manera:

- Primero, divide la sociedad en dos clases de ciudadanos, atendida

su capacidad o poder económico, a saber: podemos encontrar a

particulares normales y a particulares poderosos.

- Luego pasa a señalar que es fácil constatar cómo muchas veces

hoy en día: ―los poderes que hoy detentan los particulares poderosos

superan con creces los de la Administración103‖.

102 A su vez, el autor sintetiza sus argumentos de la siguiente forma: ―a) Es que la defensa

del interés público debe ser especializada e inmediata, con órganos técnicos jurídicos y con medios idóneos que garanticen la eficacia y eficiencia. b) Ya que constituye el mecanismo idóneo para la coacción de los particulares y así obtener de estos el cumplimiento de sus deberes administrativos, con lo que se busca romper la lógica estrictamente económica con que operan en pos de impedir la creación de riesgos que amenazan a las personas y cosas. c) Las potestades sancionadoras de la Administración son una realidad muy difícil sino imposible de sustituir por más que se adviertan inconstitucionalidades en su atribución, aunque en la práctica -según lo hemos venido exponiendo- ellas son inexistentes‖. Ídem., p. 16.- 103

Op. cit. ROMÁN CORDERO, Cristian. “Los Principios del Derecho Administrativo Sancionador”, p. 26

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91

- Que esta realidad representa un verdadero peligro para la

sociedad, toda vez que la Administración podría llegar a sucumbir ante

los ―intereses capitalistas‖ de los particulares poderosos.

- Apelando al deber esencial del Estado consagrado en el artículo

1° inciso 3° de nuestra Carta Magna, corresponde a este último la

función pública de velar por la estabilidad y el respeto de los derechos de

los particulares comunes. Y efectivamente, esto lo debe hacer ocupando

sus facultades de establecimiento normativo (regulaciones) y de

determinación sancionatoria (coacción), facultades que le permiten limitar

y dirigir el actuar de los particulares más poderosos.

- Incluso, en el caso de no cumplir con este deber de control, el

Estado podría incurrir en responsabilidad patrimonial104.

En fin, de esta manera el profesor explica la necesidad de contar con

órganos que estén capacitados para equilibrar los intereses públicos y los

intereses privados, tarea que es esencial para propender al bien común.

104 Constitucionalmente, el argumento expuesto por el autor tiene asidero en el artículo 1°

de nuestra Carta Fundamental en relación con los artículos 6° inciso final, 7° y en el artículo 38° de la misma normativa constitucional en donde se consagra el principio de la responsabilidad estatal. La vinculación también debe hacerse en un rango legal y podemos ver dicha vinculación al dar lectura a los artículos 3°, 4° y los demás pertinentes de la Ley de “Bases Generales de la Administración del Estado”, entre otras disposiciones relacionadas.

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A modo de síntesis, esta doctrina plantea que la existencia del Derecho

Administrativo Sancionador constituye una herramienta esencial para las

sociedades modernas. De tal manera que los poderes coercitivos y coactivos

atribuidos a ciertas autoridades administrativas les permiten cumplir con los

mandamientos constitucionales que informan la función pública que tanto el

Constituyente como el Legislador les han encomendado. De este modo, los

Órganos Administrativos cuentan con herramientas útiles para evitar el

acaecimiento de riesgos y daños que puedan perjudicar enormemente los

intereses de la colectividad o los del propio Estado.

Por último, y a modo de conclusión, debemos mencionar que las

posturas que bogan por la legitimidad constitucional del DAS en base a su

idoneidad funcional también han sido criticadas en profundidad. Pues como

vemos, la generalidad de los argumentos que hemos expuesto se condicen más

con razones de carácter conveniencia existencial y de utilidad funcional que con

fundamentos meramente jurídicos. La profesora Camila BOETTIGER PHILLIPS

hace notar esta situación y pasa a enunciar que: “en todo caso, podemos decir

que, en términos generales, esta postura asume un criterio más bien funcional

en cuanto a la aplicación de sanciones, en vez de orgánico, en que la

legitimidad del poder sancionatorio, no depende tanto del órgano que lo

detenta, como del hecho de ejercerse con el debido respeto de los derechos de

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las personas105‖. Dado lo anterior, no podemos decir que la discusión

doctrinaria se encuentre del todo zanjada, aún cuando el DAS se constituye

como una realidad jurídica innegable en Chile.

3.2. Análisis del Tribunal Constitucional relativo a la existencia del

Derecho Administrativo Sancionador Chileno.

Ahora que ya estudiamos las principales perspectivas doctrinales

presentes en este debate, resulta sumamente conveniente analizar la línea

argumentativa contenida en la jurisprudencia de nuestro Tribunal

Constitucional106. Su voz es relevante para el ordenamiento jurídico chileno y su

criterio seguido ampliamente por Tribunales y Operadores Jurídicos, dadas las

funciones que nuestra Carta Fundamental le ha encomendado, que le erigen

como el intérprete final de los preceptos constitucionales. En efecto, la posición

jerárquica de nuestro TC respecto de los demás Tribunales de Justicia es

notable. Bajo este contexto, sus consideraciones, interpretaciones,

conclusiones y determinaciones reciben una importante atención por parte de

todos los actores jurídicos, ya sean Jueces, Abogados, Legisladores y/o

ciudadanos comunes y corrientes. Esta opinión es compartida por la profesora

Camila BOETTIGER PHILLIPS quien nos indica que: “la importancia de esta

105 Ídem., p. 578.

106 En adelante indistintamente TC.

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94

jurisprudencia viene dada por la interpretación que realiza el Tribunal, desde la

Constitución y en la óptica de los derechos fundamentales, y además, por la

jerarquía del TC, sus sentencias sientan definiciones muy relevantes frente a

estas discusiones, que son generalmente aceptadas por el resto de los actores

jurídicos107‖.

En consecuencia, veremos como nuestro Tribunal Constitucional ha

tomado un rol activo en las diversas discusiones que hemos expuesto en los

apartados anteriores. Así, el TC se ha pronunciado respecto de asuntos tan

relevantes como: en lo concerniente al origen del DAS; sus fundamentos; sus

principios jurídicos; en lo tocante al correcto ejercicio de las potestades

sancionadoras; entre otros temas de gran trascendencia jurídica.

Veamos a continuación la argumentación elaborada por el TC y

analicemos los elementos que componen su postura jurídica. Revisaremos si

nuestro TC legitima la atribución de facultades para sancionar a los particulares

y cuáles son los fundamentos constitucionales que sirven de justificación para

concebir la existencia de tales prerrogativas de poder público108.

107 Op. Cit. BOETTIGUER PHILIPS, Camila. “El Derecho Administrativo Sancionador en la

Jurisprudencia del Tribunal Constitucional”, p. 578 108

Cabe hacer presente que la discusión ha girado en torno a la legitimidad constitucional de las facultades sancionadoras administrativas en contra de particulares y no tanto a propósito de la potestad para imponer sanciones disciplinarias sobre los funcionarios públicos, asunto que comúnmente se trata de manera aparte y que no ha suscitado tanta controversia doctrinaria ni jurisprudencial.

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3.2.1. El Ius Puniendi Estatal como fuente de origen del Derecho

Administrativo Sancionador.

El criterio jurisprudencial de nuestro TC ha evidenciado una particular

evolución, consistente en un alejamiento desde la postura de la negación del

Derecho Administrativo Sancionador109 hacia la aceptación de la legitimidad

constitucional de las Potestades Sancionadoras Administrativas. De esta

manera, el TC ha enfocado la mayoría de sus esfuerzos en determinar el

contenido y los límites constitucionales de esta rama del Derecho y no ha

gastado mayores palabras cuestionar su existencia.

Una vez dicho lo anterior, debemos señalar que el punto de partida lo

representa la sentencia en causa Rol N° 244-1996 de nuestro TC, quien en su

considerando N° 9 se refiere de forma explícita al origen del DAS. En esta

sentencia, el Tribunal opta por estatuir la institucionalidad jurídica del DAS

estableciendo una vinculación de génesis entre éste, el Ius Puniendi del Estado

y los principios contenidos en el Derecho Penal. En efecto, esta situación puede

observarse en cuanto nuestro TC pasa a afirmar: “que los principios

109 Como ejemplo podemos nombrar el Fallo del Tribunal Constitucional, Rol N° 184-1994,

el cual declara como inconstitucional la designación de interventores de AFP por parte de la Superintendencia, por vulnerar lo dispuesto en el artículo 73° (76°) de la Carta Fundamental. En su considerando 7° expresa: […] la adopción de una medida precautoria es inherente, propia y consustancial al ejercicio de potestades jurisdiccionales, exclusivas y excluyentes de los tribunales de justicia, y no de órganos de la Administración del Estado. […] se vulnera además el artículo 19 N° 3 de la Constitución, el cual reconoce el derecho de toda persona al juez natural y prohíbe el ser juzgado por comisiones especiales, como denomina el constituyente a todo órgano que usurpa atribuciones jurisdiccionales y pretende asumirlas sin haber sido atribuido de ellas conforme a derecho‖.

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inspiradores del orden penal, contemplados en la Constitución Política de la

República han de aplicarse, por regla general al derecho administrativo

sancionador puesto que ambos son manifestaciones del Ius Puniendi propio del

Estado110‖. Dicho sea de paso, cabe hacer presente que el mismo criterio ha

sido reafirmado una y otra vez por nuestro Tribunal Constitucional en diversos

fallos posteriores, así es como ocurre, con leves variaciones, en los fallos roles

N°s 479-06; 480-06; 725-07; 766-07; 1.183-08; 1.184-08; 1.203-08; 1.205-08;

1.221-08; y 1.229-08.111.

Volviendo a la cita anterior, esta refleja al menos dos criterios jurídicos de

relevancia: primero, se puede sostener que el TC inicia su argumentación

aceptando la existencia legítima de un Derecho Administrativo Sancionador,

pues le concibe como una manifestación del Ius Puniendi Estatal, y pasa a

asumir tácitamente la legitimidad constitucional de su origen. Segundo, que al

utilizar el vocablo ―ambos‖ puede comprenderse como el TC parte por

reconocer al DAS como una realidad normativa separada del Derecho Penal,

optando por concebir la coexistencia jurídica de ―ambos‖ sistemas

sancionadores en nuestro ordenamiento jurídico Punitivo.

110 Tribunal Constitucional, Rol 244-1996, considerando 9º

111 Para más información véanse sus sentencias roles N°s: 479-06; N° 480-06; N° 725-07;

N° 766-07; N° 1.183-08; N° 1.184-08; N° 1.203-08; N° 1.205-08; N° 1.221-08; y N° 1.229-08.

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97

Cabe destacar que la evolución presente en la jurisprudencia de nuestro

Tribunal Constitucional se muestra acorde con el derecho comparado y se

encuentra en la vía correcta. Así, en palabras del profesor NIETO: ―Aceptada

genéricamente la existencia de la potestad sancionadora de la Administración,

la doctrina y jurisprudencia se han puesto de acuerdo en la tesis que hoy es

absolutamente dominante, a saber: la potestad sancionadora de la

Administración forma parte, junto con la potestad penal de los tribunales, de un

Ius Puniendi superior del Estado, que además es único, de tal manera que

aquellas no son sino simples manifestaciones concretas de éste112‖.

En la misma línea, debemos manifestar que el TC, en pronunciamientos

posteriores, tampoco se detiene en cuestionar la existencia de Potestades

Sancionadoras en órganos de la Administración, sino que las presume desde ya

existentes, aceptando su manifestación y considerándolas desde un inicio ya

legítimas. Así ocurre por ejemplo al tener presente su sentencia en causa Rol

N° 480-2006. El TC, más que adentrarse y entramparse en la discusión, pasa

directamente a pronunciarse acerca de los conflictos que se suscitan a

propósito del ejercicio de estas potestades y cuáles serían sus límites

constitucionales113.

112 Op. Cit. NIETO, Alejandro. “Derecho Administrativo Sancionador”, p. 26.

113 En la sentencia Rol N° 480-2006 del Tribunal Constitucional, en su considerando

segundo, se reflexiona acerca del tratamiento que debe darse a las infracciones-sanciones administrativas. Así: ―esta Magistratura debe razonar acerca de los límites constitucionales del llamado ―derecho administrativo sancionador‖ y, específicamente, establecer si, en la especie,

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Como ha quedado de manifiesto, puede concluirse que el TC entiende al

DAS como un integrante legítimo de nuestro ordenamiento jurídico. Acepta la

legitimidad constitucional de su existencia y reconoce incluso que este ostenta

cierta individualidad funcional, distinta de la del Derecho Penal, lo cual nos

permitirá más adelante abogar por su concepción como una disciplina jurídica

de carácter autónomo.

3.2.2. El Ejercicio de las Potestades Sancionadoras Administrativas.

Ahora bien, como tuvimos oportunidad de apreciar, los pronunciamientos

jurisprudenciales se han centrado no tanto en el reconocimiento o en el

desconocimiento de la existencia legítima del DAS sino que directamente han

tratado las implicancias que se derivan de su ejercicio. En este sentido, nuestro

TC ha analizado el ejercicio de la Potestad Sancionadora de la Administración

desde ópticas diversas, como por ejemplo, cuando se pronuncia acerca de: el

ejercicio de la jurisdicción por parte de un órgano administrativo; la vinculación

de las instituciones del Derecho Penal como complemento del contenido

normativo del DAS y por último; se también se ha referido acerca de la

estructura normativa del DAS nacional. A continuación pasaremos a estudiar los

pronunciamientos que el TC ha hecho frente a estas materias.

las reglas que establecen las infracciones y sanciones están constitucionalmente reservadas al ámbito legal‖.

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99

3.2.2.1. Naturaleza jurídica de la Potestad Sancionadora Administrativa:

¿es o no ejercicio de la jurisdicción?

Como hemos planteado con anterioridad, el Tribunal Constitucional es

partidario de la legitimidad constitucional de este tipo de potestades. Solo en

contados fallos nuestro TC se ha alejado de esta corriente común y ha

cuestionado ciertos aspectos relativos a la aplicación de Sanciones

Administrativas. Tal situación se pone de manifiesto en sus fallos roles N°s:

184-1994114, 725-2007115, 1061-2007116, 388-2003117, entre otros.

114 Como ejemplo podemos nombrar la ya citada sentencia del Tribunal Constitucional Rol

N° 184-1994, en donde se declara como inconstitucional la designación de interventores de AFP por parte de la Superintendencia, por vulnerar lo dispuesto en el artículo 73 (76) de la Carta Fundamental. En su considerando 7° expresa: “[…] la adopción de una medida precautoria es inherente, propia y consustancial al ejercicio de potestades jurisdiccionales, exclusivas y excluyentes de los tribunales de justicia, y no de órganos de la Administración del Estado. […] se vulnera además el artículo 19 N° 3 de la Constitución, el cual reconoce el derecho de toda persona al juez natural y prohíbe el ser juzgado por comisiones especiales, como denomina el constituyente a todo órgano que usurpa atribuciones jurisdiccionales y pretende asumirlas sin haber sido atribuido de ellas conforme a derecho‖. 115

Sentencia del Tribunal Constitucional Rol 725-2007, considerando 28°: ―que no debe desconocerse la circunstancia de que, aunque se trata de una cuestión de mérito que debe resolver el legislador, se ha cuestionado la circunstancia que sea la propia administración la que conozca de materias sancionatorias. Reparos en tal sentido puede apreciarse incluso en la doctrina de ius publicistas de fines del siglo XIX (Jorge Hunneus, ―La Constitución ante el Congreso, 1891‖). Ello se reitera en las postrimerías del siglo XX (Eduardo SOTO KLOSS e Iván ARÓSTICA MALDONADO, por mencionar algunos)‖. 116

En la sentencia del TC Rol N° 1061-2008, éste se pronuncia respecto del recurso de inaplicabilidad en contra de la segunda frase del inciso primero del artículo 171° del Código Sanitario, que dispone: ―para dar curso a ellos [reclamos en contra de las sanciones aplicadas por la autoridad sanitaria competente] se exigirá que el infractor acompañe el comprobante de haber pagado la multa‖. El Tribunal, en el considerando 25° de su fallo señala que: ―las expresiones legales impugnadas, ―para dar curso a ellos [al reclamo frente a la administración] se exigirá que el infractor acompañe el comprobante de haber pagado la multa‖, ―constituye una barrera injustificada y carente de razonabilidad al derecho de acceso a la justicia, que forma parte de la garantía de la igual protección de la ley en el ejercicio de los derechos y del derecho a defensa en un procedimiento racional y justo, que consagra la Carta Fundamental en el numeral 3° de su artículo 19°‖. Aunque el Tribunal sí reconoce que pueden proponerse limitaciones a dichas garantías, señalando que comparte la tesis de la requerida, en el sentido

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100

Estos fallos se pronuncian acerca del ejercicio de la actividad

jurisdiccional por parte de un órgano administrativo y señalan que estas

funciones no pueden ejercerse vulnerando las garantías constitucionales de los

ciudadanos. Dentro de dichas garantías se comprenden: la igualdad ante la

Ley; el libre acceso a la justicia; la prohibición de ser juzgado por comisiones

especiales; el debido proceso; entre otras. Como podemos ver, más que negar

la posibilidad de atribuir potestades jurisdiccionales a un órgano administrativo,

nuestra jurisprudencia constitucional se ha enfocado en encarar los problemas

particulares que definen los contornos del ejercicio de estas peculiares

potestades administrativas.

de que: ―el derecho de acceso a la justicia no es absoluto y puede tener que balancearse para que se alcancen otros derechos o fines constitucionalmente lícitos, como puede ser el de evitar la litigación infundada o puramente dilatoria, así como asegurar la eficacia de las sanciones administrativas y su imperio […]‖. A más abundamiento, en su considerando 17° dispone: ―este Tribunal ha exigido que las restricciones o limitaciones al ejercicio de un derecho que se encuentren determinadas por el legislador, no vulneren el principio de igualdad ante la ley y respeten el numeral 26 del artículo 19 de la Carta Fundamental, que prohíbe afectar los derechos en su esencia o imponer condiciones, tributos o requisitos que impidan su libre ejercicio‖. Para el Tribunal ―impedir el libre ejercicio de un derecho‖ significa: ―que lo somete a exigencias que lo hacen irrealizable, lo entraban más de lo razonable o lo privan de tutela jurídica‖, Sentencia de 24 de febrero de 1987, Rol N° 43. La limitación debe ser ―en forma prudente y dentro de latitudes razonables‖, Sentencias de fechas 30 de octubre de 1995 y 20 de octubre de 1998, roles N° 226 y 280, doctrina que se reitera en Sentencia de 22 de julio de 2008, Rol N° 1046. En fin, nuestro Tribunal Constitucional, en el considerando 22° de su sentencia Rol N° 1061-2008, concluye su argumentación al señalar que: ―tampoco es posible concluir que la barrera de acceso a la justicia, consistente en la necesidad de consignar la multa, puede justificarse como un instrumento lícito, idóneo y proporcional para evitar que las multas pierdan eficacia‖. 117

La Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 388-2003 gira en torno a una solicitud que se hace al mismo órgano a modo de que éste declare la inconstitucionalidad de las normas comprendidas en el artículo único, N°s. 2 y 18 del Decreto Supremo N° 56, del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, de 29 de abril de 2003. Dichos preceptos violarían los artículos 6°, 7°, 19,60, 73 y 74 de la Constitución Política de la República.

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101

El fallo en causa Rol N° 176-1993 del TC, en sus considerandos 3°, 4°,

6° y 7° reconoce que la actividad sancionadora administrativa significaría un

ejercicio de labores de naturaleza jurisdiccional. En dicha sentencia en

particular, se concluye que el Ministro de Transportes y Telecomunicaciones:

―por la vía de la reclamación pasará a ejercer funciones jurisdiccionales,

sometida al procedimiento judicial administrativo que la propia disposición le

señala […] es indudable que se está en presencia de un proceso jurisdiccional,

con partes interesadas en la solución de un conflicto de interés de relevancia

jurídica‖.

Esta situación se vincula con lo dispuesto en el artículo 76° de la

Constitución Política de la República y el TC pasa a señalar que: ―todas

aquellas controversias jurídicas administrativas que se pueden suscitar, y que

deben resolver autoridades, que si bien no están insertas dentro de los

tribunales que regula el Código Orgánico de Tribunales, están ejerciendo

jurisdicción y resolviendo cuestiones que afecten derechos de las personas‖.

Asimismo, debemos agregar que el fallo recaído en causa Rol N° 388-2003 se

manifiesta en la misma línea y en su considerando 22° expone que la

jurisdicción no es una atribución exclusiva de los Tribunales de Justicia, por lo

tanto, la Ley puede conferir al Ministerio de Transportes una ―competencia

sancionatoria para conocer y resolver la aplicación de las sanciones que

contempla el respectivo ordenamiento legal‖.

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102

Evidentemente, el criterio que hemos expuesto considera que la facultad

de imponer Sanciones Administrativas es una Función Jurisdiccional, por lo

tanto, los órganos administrativos están obligados a ejercer dichas funciones.

La sentencia del TC en causa Rol N° 478-2006, en su considerando 13°, y el

fallo recaído en causa Rol N° 747-2007, en su considerando 5°, vienen a

refrendar lo antedicho y nos ofrecen un concepto amplio de jurisdicción, que

resulta de una la interpretación de la garantía contenida en artículo 19 N° 3,

inciso 5° en los siguientes términos: ―se extiende, sin limitación alguna, al

ejercicio de la jurisdicción –esto es, el poder-deber de conocer y resolver

cualquier conflicto de carácter jurídico- por cualquier órgano, sin que importe su

naturaleza, y se refiere a sentencia no en un sentido restringido, sino como toda

resolución que decide una controversia de relevancia jurídica118‖. Por tanto, de

dichos fallos se desprende que no sólo los Jueces pueden ejercer jurisdicción,

sino que un órgano administrativo, legalmente facultado, también lo podría

hacer y en este sentido, muchos entienden que efectivamente así lo hacen.

En su minuto, gran parte de nuestra doctrina nacional se mostraba

acorde con dichos razonamientos. Así pues se ha sostenido que: “como

balance general, da la impresión que el TC no cuestiona la posibilidad que

órganos administrativos apliquen sanciones a particulares en el ámbito que les

118 Op. Cit. BOETTIGUER PHILIPS, Camila. “El Derecho Administrativo Sancionador en la

Jurisprudencia del Tribunal Constitucional”, p. 583.

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103

establezca la ley, usando un criterio más funcional que orgánico. Con un criterio

amplio de jurisdicción y de las autoridades (no exclusivamente tribunales) que

pueden ejercerla, deja bastante en manos de la ley la determinación de

competencias sancionadoras119‖.

No obstante lo anterior, esta forma de entender la Función Administrativa

Sancionadora está lejos de ser un punto zanjado y pacífico en nuestra

jurisprudencia constitucional. De a poco se ha ido reconociendo la naturaleza

administrativa, y no jurisdiccional, de las facultades sancionadoras

administrativas. En la sentencia en causa Rol N° 725-2007, en su considerando

12°, se niega la posibilidad de que los órganos administrativos puedan ejercer

jurisdicción y expone: ―que la facultad de los Directores Regionales del Servicio

de Impuestos Internos de aplicar, rebajar o condonar sanciones administrativas

[…] se enmarca dentro de sus potestades administrativas sancionatorias, que

no suponen ejercicio de jurisdicción […] no obstante, aunque se trate de

potestades que no suponen ejercicio de jurisdicción, ciertamente deben

sujetarse a los parámetros propios de un debido proceso, como lo ha señalado

reiteradamente esta Magistratura en diversos pronunciamientos‖. De hecho, nos

aventuramos a señalar que este se erige como el último criterio que ha seguido

nuestro Tribunal Constitucional, como aparece refrendado en las sentencias

119 Ídem., p. 580.

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104

Roles N°s 766-2008, 1183-2009, 1518-2010 y de forma más reciente, en su

sentencia en causa Rol N° 2381-2013.

3.2.2.2. El Vínculo entre el Derecho Administrativo Sancionador y el

Derecho Penal.

El presente tópico ha generado álgidas disputas en nuestra doctrina

nacional. El criterio emanado de la jurisprudencia de nuestro Tribunal

Constitucional ha estado exento de comentarios y de las más diversas críticas

por parte de la doctrina nacional. En parte, esta situación se explica toda vez

que la tarea de traspasar principios desde el Derecho Penal al Derecho

Administrativo Sancionador dista mucho de ser una tarea simple, libre de

complejidades. Su traspaso no es directo o inmediato, sino que debe está

condicionado a la observancia de la naturaleza administrativa del DAS, sus

fines, sus fundamentos y debe ponerse especial atención en su estructura

normativa. Efectivamente, dichos elementos nos permiten dilucidar cómo deben

ajustarse las normas provenientes del Código Penal al DAS.

Como bien señalamos en su momento, el traspaso de las reglas y principios

inspiradores del Derecho Penal al DAS no es inmediato y directo, sino que debe

hacerse “por regla general‖, como lo estableció en su momento la sentencia en

causa Rol N° 244-1996, o ―con matices‖, como fue determinado en la sentencia

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105

en causa Rol N° 480-2006 del mismo Tribunal. Este cambio de palabras

provocó varias repercusiones en el escenario jurídico nacional, situación que es

expresada por la profesora Gladys CAMACHO de la siguiente manera: “se ha

de observar que la fraseología utilizada por el Alto Tribunal, en un primer

momento introduce confusión, porque si bien este aceptó el planteamiento

formulado desde antaño por los Tribunales Ordinarios y la Jurisprudencia

Administrativa entorno a que son de aplicación las garantías del derecho penal

al derecho administrativo sancionador, al parecer no hace mención a posibles

graduaciones en su aplicación sino más bien a excepciones a esta aplicación,

por cuanto se puede interpretar que para el Tribunal Constitucional en una

primera instancia podrían ocurrir dos tipos de situaciones en materia

sancionadora: (1) situaciones en las que se aplican invariablemente las

garantías del derecho penal y (2) otras situaciones en que se exceptúa esta

aplicación. Demás está señalar, que esta interpretación sería preocupante pero,

como se detallará más adelante, en la actualidad nos parece despejada120‖.

Como bien señala la profesora Gladys CAMACHO, con el correr de los

años, el TC ha venido a hacer precisiones sustanciales frente a este tema, pero

sin variar la sustancia de su criterio inicial121. En efecto, en su sentencia recaída

en causa Rol N° 1888-2010, el Tribunal Constitucional se ha pronunciado de

120 Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys. “La Legitimidad de la Potestad Administrativa

Sancionadora”, p. 27. 121

Véase la sentencia Rol 244-1996 del TC, que en su considerando 9° hace referencia a la expresión “por regla general”.

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forma categórica al reiterar: “que incluso esta Magistratura ha señalado –

también en forma reiterada- que los principios del derecho penal son aplicables

en general, aunque con matices, en materia administrativa sancionadora como

es precisamente el caso de autos (roles Nº 244 y 479)122‖. Tal como podemos

observar, el contenido normativo del DAS no está desvinculado de Derecho

Penal, puesto que ambos nacen de una fuente jurídica común, el Ius Puniendi

estatal. Lo anterior es efectivo, aún cuando esta especie de “simbiosis

normativa” deba ser entendida y realizada con ―matices‖ y no de manera

inmediata o directa. Nuestro Tribunal Constitucional con justa razón ha querido

preservar la autonomía normativa del DAS, en un intento por no hacer extensiva

a su respecto la totalidad del pesado aparataje del Derecho Penal, que aunque

es eminentemente garantista, no ha sido diseñado para enfrentar los desafíos

jurídicos para los que sí está especialmente preparado el Derecho

Administrativo Sancionador.

La especial vinculación entre el Derecho Penal y el DAS que ha

propugnado nuestro Tribunal Constitucional no ha dejado indiferente a la

doctrina, sobre todo a aquella que postula la total independencia del Derecho

Administrativo Sancionador frente al Derecho Penal. En este sentido, el término

―matices‖ ha suscitado una considerable discusión por parte de los autores

nacionales. El profesor Román CORDERO recoge estas ideas y nos señala

122 Tribunal Constitucional, sentencia Rol 1888-2010, considerando 10°.

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107

que: ―lo anterior constituye, a mi juicio, un importante cambio jurisprudencial,

pues la voz ―con matices‖, que emplean estas sentencias [479 y 480 del año

2006], es más restrictiva que la utilizada por la N° 244 del año 1996 –que

utilizaba el vocablo ―por regla general‖–, ya que, a diferencia de esta última, no

autorizarían desviaciones o excepciones al modelo penal, con lo cual,

erróneamente, a mi juicio, el Tribunal Constitucional ha acercado el Derecho

Administrativo Sancionador al Derecho Penal, poniendo con ello en entredicho

su autonomía –que le es consustancial, conforme he explicado–, y ha

enfatizado, a su vez, su rol garantista, en desmedro de aquel que lo singulariza:

la protección del interés público123‖.

En definitiva, consideramos que ha sido acertado unificar en el origen al

DAS y al Derecho Penal. Si prestamos atención a la realidad jurídica nacional,

vemos como en muchas ocasiones el Derecho Administrativo Sancionador

necesita de reglas para complementar su contenido, sobre todo en lo que dice

relación con un ejercicio legítimo de las Potestades Sancionadoras

Administrativas. Por el momento, mientras el Legislador no se avoque con

mayor rigor a la tarea de regular íntegramente el contenido del DAS, no

tenemos más remedio que dirigirnos al contenido normativo del Ius Puniendi

estatal, ampliamente desarrollado en materia Penal, el que debe ser ajustado a

la realidad jurídica del DAS.

123 Op. cit. ROMÁN CORDERO, Cristian. “El Castigo en el Derecho Administrativo”, p. 164.

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108

3.2.2.3. La Estructura Normativa del Derecho Administrativo Sancionador

en base a la Jurisprudencia del Tribunal Constitucional.

Con el fin de desentrañar las claves que explican el funcionamiento del

DAS, el TC ha identificado los distintos tipos de normas que componen a esta

rama del Derecho, esquematizándolas de la siguiente manera: ―[existen

entonces normas que] describen deberes de los administrados; otras que

imputan sanciones al incumplimiento de esos deberes, otras que […] facultan a

un órgano para atribuir incumplimientos y aplicar sanciones a personas

determinadas, y otras que […] gradúan esas sanciones conforme a la

naturaleza de la conducta infraccional o sus consecuencias124‖.

Con estas palabras nuestro Tribunal Constitucional ha identificado la

existencia de normas que establecen deberes y conductas, otras que señalan

sanciones relativas al incumplimiento de dichos deberes correlativos, normas

que determinan el órgano administrativo que debe imponer la sanción, al que la

Ley otorga determinadas potestades, y por último, normas que permiten al

órgano persecutor determinar la graduación de la sanción impuesta. Además,

debemos agregar a esta ecuación aquellas normas que establecen un

determinado procedimiento, tal como se desprende de las palabras contenidas

en el fallo del TC de 27 de julio del año 2006, en causa Rol 480-2006, que en su

124 Tribunal Constitucional, sentencia rol 479-2006 considerando 5º.

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considerando 3° expone: ―que, típicamente la actividad sancionadora del Estado

[…] opera a través de una diversidad de normas que cumplen funciones

diversas. […] Además de estas clases de normas, el derecho administrativo

sancionador establece, típicamente en otros preceptos, los órganos que pueden

juzgar las conductas que infringen deberes y los procedimientos a (los) que

debe someterse esta actividad sancionadora‖.

Cabe hacer presente que dentro de la esquematización expuesta en los

fallos citados, el TC no se pronunció acerca de la existencia de normas que

extinguen la responsabilidad administrativa del sujeto infractor o que le

exoneren de ella, ni tampoco respecto de normas que atenúen su

responsabilidad. A nuestro modo de ver, son situaciones del todo relevantes

que aún no encuentran una respuesta definitiva en el plano jurisprudencial, lo

que tampoco ha ocurrido a cabalidad en el plano doctrinario.

Sin perjuicio de lo anterior, consideramos que el modelo propuesto por

nuestro Tribunal Constitucional resulta del todo esclarecedor, pues brinda aires

sistémicos al Derecho Administrativo Sancionador. Esto nos sirve de base para

estudiar los elementos precisos que componen la estructura normativa del DAS

y así profundizar en el análisis de su régimen jurídico.

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110

CAPITULO II.

1. Introducción al capítulo

Tal como vimos, la irrupción del Derecho Administrativo Sancionador en

nuestro sistema jurídico es un hecho ineludible. Tanto la jurisprudencia de

nuestros Tribunales de Justicia como la literatura jurídica nacional e

internacional, han otorgado un significativo aporte a esta pujante rama del

Derecho. Así, los operadores jurídicos la han sometido a análisis desde los más

diversos puntos de vista como lo son el Derecho Penal, Constitucional,

Administrativo e incluso desde la óptica del Derecho Civil125. Dicha actividad ha

generado aportes en los más variados puntos de su conformación jurídica, tarea

que ha brindado los elementos necesarios para dilucidar aspectos de vital

relevancia, tales como: la posibilidad de arribar a una definición y a un concepto

de Derecho Administrativo Sancionador; la determinación de sus principios

inspiradores y fundacionales; los detalles de su estructura interna, sus

características y fines particularísimos, etc. Este desarrollo, tanto normativo

como jurisprudencial, a su vez ha permitido que el DAS sea entendido como

una disciplina jurídica, es decir, como un sistema de normas, en donde se ha

125 Es importante el nuevo giro que se ha dado en torno a los efectos de las instituciones

de nuestro Código Civil en los cuerpos legales de Derecho Público. El profesor Jaime JARA SCHNETTLER, ya en el año 2004, a través de su libro ―La nulidad de derecho público ante la doctrina y la jurisprudencia‖ ha esbozado intentos por bajar las barreras que han impedido que ciertas normas del Código Civil pudieran tener efectos en nuestro Derecho Administrativo, rama del Derecho que pertenece indiscutiblemente al Derecho Público. En el libro que hemos citado, el autor ha pretendido hacer extensivos los efectos de la prescripción extintiva civil al plazo de prescripción de la Acción de Nulidad de Derecho Público. Como puede apreciarse, el prisma se ha volcado, y con el paso del tiempo, se ha aceptado el hecho de que muchas de las disposiciones de nuestro Código Privado han sido instauradas con fines de interés público o colectivo, y que junto a su carácter de cuerpo común y general, reúne las condiciones para interconectar las diversas ramas del Derecho. Esto permite botar ciertas barreras dogmáticas que han sido ideadas por la Doctrina y la Jurisprudencia de nuestros Tribunales de Justicia.

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identificado una estructura singular y una gran cantidad de elementos que le

son distintivamente propios.

La tarea de esclarecer la configuración jurídica del DAS, así como

también la de determinar el orden de sus instituciones y la precisión de sus

conceptos, no es una labor exenta de problemas. Estos se derivan,

principalmente, de la inmadurez normativa que presenta esta rama del Derecho.

Como ya tuvimos la oportunidad de comentar, la situación antedicha ha

formado el terreno propicio para incentivar su desarrollo jurídico a través de

interpretaciones jurisprudenciales, basadas muchas veces en preciados aportes

de la doctrina, nacional e internacional. Ambos herramientas del conocimiento

han aunado fuerzas con el objeto de delimitar la sustancia normativa y los

contornos jurídicos componen y delimitan el llamado Derecho Administrativo

Sancionador. Ejemplo de aquello es el criterio adoptado por nuestros Tribunales

de Justicia en orden a recurrir a los preceptos comprendidos en el Derecho

Penal como una forma de complementar el contenido, a veces incompleto, del

DAS. Naturalmente, una determinación de esta naturaleza no surgió de la nada,

sino que fue influenciada de manera cuantiosa por el estudio de los más

diversos autores doctrinarios, tanto nacionales como extranjeros126. Así, la

126 Vale señalar que la jurisprudencia española había arribado a semejantes conclusiones

con una antelación de más de 10 años en comparación a como ha ocurrido en el plano nacional.

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112

última corriente jurisprudencial ha insistido en la idea de que los principios de

Derecho Penal deben ser aplicados ―con matices‖ al DAS.

Sin duda esta técnica jurídica ha venido a solucionar varios problemas

que dicen relación con la insuficiencia normativa del DAS, sin embargo, cabe

hacer presente que la utilización de esta práctica jurisprudencial, que ha

producido esta unidad sistémica de la que hablamos, de ninguna manera debe

hacernos creer que el DAS sea un ―derivado‖ o esté subordinado al Derecho

Penal. Esta situación bien la aclara el profesor Alejandro NIETO al indicarnos

que: ―el Derecho Administrativo Sancionador –como su nombre indica y a

diferencia del viejo Derecho Penal Administrativo- es en primer término Derecho

Administrativo, sobre el que lo de Sancionador impone una mera modelización

adicional o adjetiva. El plus que añade lo de ―sancionador‖ significa que este

Derecho está invadido, coloreado, por el Derecho Penal sin dejar de ser

Administrativo. Lo cual no era necesario, incluso puesto que un Derecho

Administrativo Sancionador puede funcionar perfectamente de manera

autónoma y rigurosamente independiente de lo Penal127‖. Sin perjuicio de lo

anterior, el mismo autor debe admitir que en muchas ocasiones resulta útil y

conveniente recurrir a ciertas normas contenidas en el Derecho Penal de modo

de complementar los vacíos de contenido normativo del DAS, lo que dicho sea

de paso, no resta autonomía al DAS ni mucho menos. Naturalmente, dicha

127 Op. Cit. NIETO, Alejandro. “Derecho Administrativo Sancionador”, p. 177

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113

operación deberá hacerse siempre y cuando el Derecho Público o el Derecho

Administrativo no estén en condiciones de suministrar dicho contenido.

Conforme a lo anterior, está claro que todo aquel que tenga la intención

de realizar un estudio serio acerca de esta rama del Derecho debe tener

presente las particularidades que presenta vínculo que une al DAS con el

Derecho Penal.

Por otra parte, cabe mencionar que muchos autores consideran que esta

forma de solucionar el presente problema jurídico no es una respuesta del todo

satisfactoria. En efecto, ha sido objeto de innumerables críticas, centradas

primordialmente en base a que: ―[la tesis expuesta] no resuelve un aspecto que

es fundamental: reconociendo que existe un Derecho penal y un Derecho

administrativo sancionador, ambos de proyección del Derecho público del

Estado, no aparece resuelto el problema respecto de los límites a que debe

someterse el legislador en su configuración, más aún si se reconoce que en el

ámbito de la Administración las garantías se hacen más flexibles o tenues. […]

Además, siendo que ambos instrumentos están en poder del legislador, no

resulta fácil comprender a ambos poderes punitivos como estancos separados,

sin un lazo o vínculo alguno. Por lo demás, visto desde la perspectiva del

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114

derecho positivo, esta separación tan tajante no existe, como se aprecia en

materia tributaria o aduanera128‖.

Por de pronto, debemos señalar que la jurisprudencia y la doctrina

nacional lentamente han comenzado a abordar los aspectos más finos que

componen esta problemática. A medida que pasa el tiempo, cada vez podemos

ver más decisiones jurisdiccionales y más textos doctrinarios encaminados a

determinar cuáles serían aquellos límites que unen y a la vez distancian al

Derecho Penal del DAS. Esta labor paulatinamente ha permitido concebir al

Derecho Administrativo Sancionador como una disciplina autónoma del

Derecho Penal, pero que a la vez no duda en pedirle auxilio cuando se

encuentra en necesidad129.

Así las cosas, y como también lo ha señalado el profesor Cristián

ROMÁN CORDERO, la llave que abre la puerta para entender al Derecho

Administrativo Sancionador como una disciplina autónoma se encuentra en

determinar, con claridad, cuáles son los límites que distinguen la relación entre

el DAS y el Derecho Penal.

128 Op. Cit. CORDERO, QUINZACARA, Eduardo. “El Derecho Administrativo Sancionador

y su relación con el Derecho Penal”, p.142. 129

ROMAN CORDERO, Cristián. “Derecho Administrativo Sancionador: ¿Ser o no ser? He ahí el dilema”, en Pantoja, R. (coord.), Derecho Administrativo. 120 años de Cátedra, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2008, pp.107-141.

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115

De ahí que, a fin de dilucidar dichos límites, se hace necesario abordar

este inconveniente tomando en consideración una premisa: ambas ramas del

Derecho (Derecho Penal y DAS) comparten un origen común, en un único,

superior y genérico Ius Puniendi Estatal. No es novedad que esta afirmación se

haya convertido en incuestionable en nuestro sistema, pues ha sido aceptada

de manera consistente por nuestra jurisprudencia constitucional y por gran parte

de nuestra doctrina.

Como ya se ha mencionado, nuestro TC ha sido claro en determinar tal

origen –tal como ocurre en su sentencia con Rol de causa N° 480-2006– a lo

que cabe agregar lo manifestado por nuestra Excelentísima Corte Suprema,

que en su Sala Constitucional dispuso lo siguiente: ―que la potestad

sancionadora de la Administración admite un origen común con el derecho

penal en el Ius Puniendi del Estado, por lo que le resultan aplicables los mismos

principios, límites y garantías que en la Carta Fundamental se prescriben para

el derecho punitivo, aunque ese traspaso haya de producirse con ciertos

matices en consideración a la particular naturaleza de las contravenciones

administrativas130‖.

130 Sentencia de nuestra Excelentísima Corte Suprema, Rol N° 2157-2008.

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La postura jurídica expresada por nuestro Tribunal Constitucional –

adoptada mucho antes por su símil español131– es profundamente relevante y

genera una gama de complicaciones bastante interesantes, muchas derivadas

de la siguiente pregunta: ¿qué es lo que podemos entender por un “traspaso

matizado” de principios? Semejante afirmación abre un abanico de

posibilidades y una serie de cuestionamientos. Este asunto, a todas luces

esencial, es bien explicado por los profesores Sergio VERDUGO R. y José

Francisco GARCÍA, quienes señalan que: “si bien, el ordenamiento

constitucional no da muchas pistas textuales acerca de cuáles son las garantías

que operan en el DAS (o cuál es la intensidad con que ellas debieran operar),

sostener la identificación del mismo con el orden penal (como lo ha hecho el

TC) implica hacerse cargo de su definición. La doctrina del TC admite la

utilización de las garantías penales ―con matices‖. [A lo que nosotros nos

preguntamos] ¿Qué significan esos matices? ¿Cuáles son las garantías

131 El profesor Alejandro NIETO cita una sentencia del Tribunal Supremo Español, del año

1989, la cual hace referencia a la unidad ontológica entre Sanción Administrativa y la Pena Penal. Ya en ese entonces el Tribunal Supremo español utilizaba la expresión -con matices-. Esta situación refleja que nuestra jurisprudencia demoró más de 15 años en adoptar un criterio semejante. En palabras del profesor: ―el Tribunal Supremo, cuando niega una y otra vez las pretendidas diferencias ontológicas, suele referirse de ordinario a sensaciones y penas y no acostumbra a justificar su postura. En ocasiones, sin embargo, si ofrece una justificación por breve que sea‖. En la sentencia de 14 de junio y 4 de julio de 1989 (Ar. 4625 y 5246: Llorente) se justifica en la unidad originaria del Ius Puniendi al determinar: ―que no hay diferencia ontológica entre sanción y pena, dado que ambos son manifestaciones del Ius Puniendi, aunque sí de matiz‖‖. Op. Cit. NIETO, Alejandro. p. 155.

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117

susceptibles de ser relativizadas? ¿Cómo opera la matización de las mismas?

¿En qué casos corresponde relativizarlas?132‖.

En razón de lo anterior, nos avocaremos a la tarea de responder dichos

cuestionamientos, de manera de que podamos sustentar de forma consistente

el juicio de que el Derecho Administrativo Sancionador es una rama del

Derecho, autónoma del Derecho Penal, provista principios propios, en armonía

con las características y fines que inspiran su realidad jurídica, y compuesto por

una estructura común, dentro de la cual puede identificarse el juego

interrelacionado entre normas que atribuyen potestades sancionatorias a ciertos

órganos administrativos; las que crean infracciones administrativas y sanciones

administrativas; y las que regulan los procedimientos administrativos

sancionatorios. Es elemental analizar como todas estas instituciones deben

conformarse en una relación de respeto con las garantías y los derechos

fundamentales de los particulares, que funcionan como un contrapeso esencial

(respecto al interés privado) frente a la actividad sancionadora de los órganos

de la Administración del Estado (respeto al interés público). Entonces, aquí la

pregunta que cae de cajón sería: entonces ¿cuál es sería a afectación máxima

a la que pueden estar afectos los derechos fundamentales de los particulares

frente la persecución del Interés Colectivo? Lógicamente, la respuesta debe

132 GARCÍA G., José Francisco y VERDUGO R., Sergio, ¿Inflación de Superintendencias?

Una mirada crítica desde el derecho regulatorio", en Revista de Actualidad Jurídica Universidad del Desarrollo, Vol. 19, año 2009, p. 14.

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118

verse caso a caso y está relacionada con el grado y la intensidad de la

afectación, que tendría como límite abstracto el no hacer impracticables las

garantías constitucionales de los particulares. Esperamos que a lo largo de este

trabajo podamos brindar algunas luces para dar con ciertos parámetros y

elementos que nos puedan orientar hacia una respuesta razonable y

satisfactoria.

Ahora bien, es necesario hacer presente al lector que el objeto de esta

tesis y en especial el del presente Capítulo, en caso alguno es sentar un

precedente definitivo respecto de las preguntas ya planteadas. En este sentido,

nuestra intención es confeccionar una obra que muestre la realidad jurídica que

representa el DAS en Chile, como un mapa que indique las porciones de tierra

que representan sus elementos esenciales, así como las vertientes que unen a

cada una de sus instituciones entre sí, nutriéndose unas con otras. De esta

manera, y sin perjuicio de los grandes aportes doctrinarios que nuestra obra

pudiese generar, no podemos sino adherirnos a las críticas planteadas por los

profesores VERDUGO y GARCÍA en razón de que: “sería [profundamente]

conveniente que sea el propio TC el que explique con mayor detalle la manera

en que su doctrina del DAS debe operar, realizando las distinciones necesarias

para que el régimen sancionador otorgue más certeza y predictibilidad133‖.

Evidentemente, todo aporte resulta favorable, sin embargo, tampoco debemos

133 Idem pp. 14 y ss.

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119

olvidar la gran responsabilidad que le corresponde al propio Legislador en orden

a delinear expresamente cuáles son los límites y los matices de los que hemos

estado hablando134.

Así las cosas, en el presente Capítulo el lector obtendrá una visión

sintética de los argumentos doctrinarios necesarios para considerar al DAS

como una disciplina autónoma del Derecho Penal. A su vez, nos esforzaremos

por proponer un concepto de Derecho Administrativo Sancionador. De manera

posterior, y en consecuencia con los resultados de la labor antedicha,

concluiremos nuestro análisis con una esquematización acerca de los principios

que sirven de sustento y de base jurídica común para el Derecho Administrativo

Sancionador, ampliamente tratados por nuestra doctrina nacional. Sin duda

134 Nuestro Tribunal Constitucional, en su sentencia Rol N° 376 de fecha 17 de junio del

año 2003, en su considerando 35°, en el momento de controlar previamente la constitucionalidad de un Proyecto de Ley, objeta la ausencia de un procedimiento administrativo sancionador para aplicar las Sanciones Administrativas ahí contenidas. Esta situación es del todo relevante puesto que se manda una señal clara al Legislador para que cumpla con su deber constitucional de completar y desarrollar el contenido normativo de los principios y exigencias constitucionales. El texto de dicho fallo se pronuncia de la siguiente manera: ―el Legislador ha dejado de cumplir con la obligación que el Poder Constituyente le impone, de dictar las normas tendientes a asegurar la protección y defensa jurídica de los derechos fundamentales de quienes se encuentren comprendidos en las situaciones que, de acuerdo con las disposiciones indicadas, determinan la imposición de una sanción. A mayor abundamiento, lo recién advertido por este Tribunal puede lesionar el ejercicio de los derechos comprometidos, circunstancia que pugna con las garantías que, en los incisos primero y segundo del numeral tercero, del artículo 19°, la Carta Fundamental consagra para resguardarlos‖. De esta manera, consideramos que es loable el trabajo que ha realizado la jurisprudencia en Chile, que con ayuda de la doctrina, ha realizado grandes esfuerzos por determinar cuál es el real sentido y alcance de nuestras Leyes. Sin embargo, evidentemente, la tarea devendría más fácil si el Legislador se dignara a afinar sus preceptos y a vincular las instituciones que conforman al DAS, mediante la inclusión de más normas de aplicación general. Esto nos ayudaría en la tarea de conformar un sustrato teórico más consistente al respecto.

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120

alguna, dichos principios le inspiran a lo largo de toda su fisionomía jurídica y

configuran los cimientos de su sistema jurídico-teórico.

2. ¿Es el Derecho Administrativo Sancionador una disciplina

autónoma?

Como es de esperar, la respuesta a esta pregunta retórica no es posible

sustentarla con un simple sí o no. Es más, y como veremos a continuación,

elaboraremos su respuesta en base a tres puntos fundamentales. En primer

lugar, y como ya adelantamos en la introducción a este Capítulo, nos

detendremos brevemente a analizar la relación que existe entre el DAS y el

Derecho Penal. En segundo lugar, descubriremos los fines y fundamentos

primordiales de esta rama del Derecho. Por último, y en razón de los resultados

de las dos etapas anteriores, trabajaremos en pos de confeccionar un concepto

acabado del denominado Derecho Administrativo Sancionador.

2.1. Relación entre el Derecho Administrativo Sancionador y el Derecho

Penal.

Como ya hemos expuesto en reiteradas ocasiones, no son pocos los

autores, tanto nacionales como extranjeros, que han intentado dotar al Derecho

Administrativo Sancionador de una sustancia jurídica propia, independiente del

Derecho Penal. Al respecto, y con el objeto de sintetizar la extensa literatura

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121

que aborda este tema, nos centraremos en las palabras del profesor Alejandro

NIETO, afamado catedrático español, quien ha sido uno de los principales

precursores de estas ideas. Sus pensamientos con frecuencia han recibido

asidero en las posturas de distintos y reconocidos autores doctrinarios, tanto

españoles como chilenos. La utilidad de su análisis reside en que explica la

relación entre el DAS y el Derecho Penal a partir del estudio de dos tópicos

estrechamente relacionados:

i) La discusión acerca de la identidad o desigualdad ontológica de los

Ilícitos no es un elemento a considerar para unir o distanciar al DAS del

Derecho Penal.

Al iniciar su análisis, el autor se enfoca en desarrollar una síntesis acerca

de las teorías que han rodeado a la génesis del Derecho Administrativo

Sancionador y cómo éstas, a lo largo de la historia, se han utilizado como

herramientas para dilucidar las distinciones sustanciales o formales que

existirían entre la dualidad “Delito-Pena Penal” e “Infracción-Sanción

Administrativa”. Lo sorprendente de este análisis es que el autor concluye que,

finalmente, todo esfuerzo por distinguir ambos ilícitos es completamente inútil e

infructuoso. Pasa a señalar primero que la tarea de abordar la totalidad de la

extensa bibliografía existente resulta prácticamente imposible, inoficiosa por lo

demás. Una vez afirmado lo anterior, luego pasa a concluir que no es la

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122

investigación acerca de su sustancia jurídica lo que determina el régimen

jurídico (penal o administrativo) que corresponde aplicar a un ilícito, sino que tal

decisión correspondería básicamente a un mero capricho del Legislador. En

específico, el profesor se sitúa desde un punto ―normativista‖, y se aleja de la

típica discusión, casi puramente filosófica, acerca de la sustancia o naturaleza

jurídica de los ilícitos. En este sentido, nos indica que: “insistiendo en las

contradicciones que alimentan esta polémica, pudiera recordarse, en apoyo de

mi postura personal, que el factor normativo de la naturaleza de los ilícitos ha

sido también suficientemente subrayado en la doctrina italiana, a cuyo propósito

ROSSI VANNINI (1990, 128) se apoya en la jurisprudencia y cita una

interesante sentencia del Tribunal de Ravenna, de 21 de noviembre de 1980,

que dice así: la distinción entre delito e ilícito administrativo es, en nuestro

ordenamiento, solamente normativa, no estructural, puesto que la decisión de

configurar un comportamiento humano de delito o como ilícito administrativo,

aunque esté inspirada normalmente por el criterio de la consideración de la

importancia de los bienes jurídicos tutelados y de la gravedad de su agresión,

es no obstante y solamente el resultado de una decisión meramente

discrecional fundada sobre criterios de política legislativa. El ilícito

administrativo, por tanto, no se distingue conceptualmente del penal si no es por

la especie de sanción conminada en la ley, que es siempre una pena pecuniaria

administrativa135‖.

135 Op. Cit. NIETO, Alejandro. “Derecho Administrativo Sancionador”. p. 158.

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123

Por lo tanto, no cabe al intérprete pretender cambiar el tratamiento

jurídico dado por el Legisladora a un ilícito. De esta manera, si el Legislador ha

determinado el tratamiento administrativo o penal que debe darse a un ilícito, no

puede cambiarse dicha decisión legislativa mediante una argumentación

basada en elementos de otra índole, como son: su naturaleza jurídica

intrínseca; sus fines; la gravedad o el reproche ético-social derivado de su

comisión, las características de los bienes jurídicos tutelados, entre otras

situaciones. En consecuencia, debe entenderse que la naturaleza normativa de

los ilícitos es fijada irrestrictamente por el Legislador, de manera que luego de

dicha determinación no cabe mayor divagación acerca de su naturaleza jurídica

final136.

Así también lo ha entendido nuestro Tribunal Constitucional, quien en su

sentencia con Rol de causa N° 2045 del año 2011, en el punto N° 44 de sus

136 A las mismas conclusiones arriba el profesor Eduardo CORDERO QUINZACARA

cuando concluye que: ―el legislador puede establecer esta política represiva en base a los principios de eficacia y eficiencia en el actuar el Estado respecto de determinadas conductas que requieren de una acción oportuna (sanciones administrativas), frente a medidas que –dada su gravedad– exigen de una mayor rigurosidad en sus procedimientos y la intervención de un órgano independiente e imparcial, como es la autoridad judicial (sanción penal). Esto último refuerza la idea de un Derecho penal subsidiario y establece pautas de actuación objetiva a las que debe someterse el legislador. Por último, tanto las sanciones administrativas y las penas deben ser entendidas como medios y no como fines, destinada a que el Estado resguarde determinados valores y principios, ya sea bajo la forma de derechos, bienes jurídicos o de una actuación que permita efectivamente crear las condiciones para que todas las personas se desarrollen plenamente, tanto espiritual y materialmente, bajo el concepto de bien común. Esto permite proyectar un interesante análisis sustancialista que guía al legislador a partir de los derechos fundamentales, especialmente con la libertad como elemento rector de los delitos y la imposición de deberes previamente establecidos, en el caso de las sanciones administrativas‖. CORDERO QUINZACARA, Eduardo. “Bases Constitucionales de la Potestad Sancionadora de la Administración”, p. 23.

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124

consideraciones previas, determina que: ―en estas circunstancias, el legislador

en materia penal tiene libertad para definir los bienes jurídicos que pretende

cautelar mediante la sanción punitiva. Por tanto, es perfectamente admisible

que una conducta pueda infringir diversos bienes jurídicos generando una

multiplicidad de penas. Así las posibilidades sancionatorias son amplias y

muchas veces el legislador podrá concurrir, legítimamente, a fijar penas

principales, penas accesorias, penas penales junto a sanciones administrativas

o consecuencias no penales derivadas o anudadas a una pena penal. Junto a la

multiplicidad de penas, normalmente, concurrirá una cierta gradación en donde

la reiteración y la reincidencia tienen un papel esencial en el agravamiento de la

o las penas, cualquiera sea la naturaleza de las mismas. En todas las

situaciones, habrá que estar al caso concreto de cautela de los bienes jurídicos

protegidos, su proporcionalidad y su respeto a la interdicción de la doble

incriminación por el triple fundamento de identidad en la persona, la conducta y

sus fundamentos‖.

Por otro lado, y desde un punto de vista doctrinario, cabe agregar lo

planteado por el profesor CORDERO, quien, concordando con las conclusiones

expuestas por el profesor NIETO, pasa a pronunciarse acerca de la labor

Legislativa, y de cómo ésta actúa de forma discrecional al entregar a

determinados hechos humanos la calidad de ilícitos penales y a otros la calidad

de ilícitos administrativos. Pues en efecto: “la identidad ontológica debe ser

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125

analizada desde una perspectiva normativa. Bien señala este autor, que la

identidad ontológica de dos figuras no garantiza necesariamente el mismo

tratamiento jurídico: nada impide al legislador tratar igual a dos seres diferentes

por esencia [hombre y mujer] o tratar de modo igual a dos seres

ontológicamente iguales [libres y esclavos, nacionales y extranjeros]. Además,

esta supuesta igualdad ontológica choca con un hecho fundamental: los ilícitos

son de creación normativa. El ilícito no existe en la realidad, es creado por la

norma, de tal manera que sin norma no puede haber ilícito. En este sentido, es

el legislador quien los crea y determina si su régimen jurídico será igual o

diverso, tal como da cuenta el denominado proceso de despenalización137”.

En definitiva, dado lo anteriormente expuesto, es menester comprender

que la identidad o desigualdad ontológica de los Ilícitos Penales y de los Ilícitos

Administrativos no constituye un elemento determinante para establecer la

autonomía del DAS frente al Derecho Penal. Pues como vimos, aquella

discusión filosófica acerca de la naturaleza de los ilícitos no es un factor

vinculante para el Legislador ni para los Tribunales de Justicia. En efecto, el

régimen jurídico que corresponde aplicar a uno u otro cuerpo normativo no está

basado en la distinción habida en su naturaleza, sino principalmente en los

137 Op. Cit. CORDERO QUINZACARA, Eduardo: “El Derecho Administrativo Sancionador y

su Relación con el Derecho Penal”, p. 14.

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126

cuerpos normativos que construya el Legislador, destinados a delimitar los

contornos y el contenido de uno u otro orden punitivo.

ii) El DAS corresponde a una manifestación del Ius Puniendi del Estado, el

cual está a su vez regido únicamente por el Derecho Público y la

Constitución Política de la República, y no por el Derecho Penal.

Una vez zanjada la discusión histórica acerca de la identidad o

desigualdad ontológica de ambos tipos de ilícitos, el profesor Alejandro NIETO

pasa a argumentar su postura en apoyo a la autonomía del DAS en los

siguientes términos: “mi postura puede, entonces, resumirse en los siguientes

términos: 1º Si se acepta la identidad ontológica (harto discutible por cierto) de

delitos e infracciones administrativas, y la correlativa inserción de la potestad

penal y de la potestad administrativa sancionadora en un genérico, único y

superior ius puniendi del Estado, hay que aceptar inexorablemente todas sus

consecuencias jurídicas. 2º Una de las más importantes de éstas es la

afirmación de que dicho ius puniendi del Estado está regido por el Derecho

Público Estatal y no por el Derecho Penal, que es propio únicamente de una de

sus variedades. 3º Luego el Derecho Administrativo Sancionador tiene que

inspirarse en el Derecho Público Estatal, de donde emanada y no del Derecho

Penal. Estas proposiciones me parecen incuestionables desde el punto de vista

teórico; pero a ellas hay que añadir a reglón seguido otras no menos

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127

importantes si bien de índole muy diferente: 4º. Aunque en rigor, y por lo que

acaba de decirse, no hay necesidad alguna, ni lógica ni jurídica, de aplicar al

Derecho Administrativo Sancionador materiales procedentes del Derecho

Penal, esto resulta muy recomendable dado que: a) el Derecho Público estatal

no ha elaborado todavía una teoría útil sobre el ius puniendi del Estado que

pueda luego aplicarse a todas y cada una de sus manifestaciones, a diferencia

de lo que sucede con el Derecho Penal, envidiablemente desarrollado, cuyas

técnicas y experiencia sería necio desaprovechar por un escrúpulo sistemático;

b) Además las garantías de los derechos individuales que ya ha consolidado el

Derecho Penal, y que son irrenunciables, deben ser de aplicación general. Todo

lo cual significa, en último extremo, que nos encontramos, a despecho de tantas

novedades dogmáticas, igual que antes y que la primera cuestión del Derecho

Administrativo Sancionador sigue siendo la de precisar sus relaciones con el

Derecho Penal138‖.

Como podemos apreciar, encontramos en las palabras del profesor

NIETO una suerte de ―hoja de ruta‖ que nos permite reubicar la posición del

Derecho Administrativo Sancionador respecto del Derecho Penal, en aras de

fundamentar su autonomía. Así, según lo planteado en los tres primeros puntos,

el Derecho Penal no debe ser considerado como una autoridad situada por

sobre el DAS, sino que debe ser posicionada en un plano de igualdad, pues

138 Op. Cit. NIETO, Alejandro. “Derecho Administrativo Sancionador”, p. 161.

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128

ambos pertenecen de forma común e igualitaria al ―Ordenamiento Punitivo

Estatal‖.

2.2. Análisis específico de la postura normativista del profesor Alejandro

NIETO.

Como vimos, el profesor Alejandro NIETO resume su postura en cuatro

ideas fundamentales, a saber:

2.2.1. La correlativa inserción de la potestad penal y de la potestad

administrativa sancionadora en un genérico, único y superior Ius Puniendi del

Estado.

En primer lugar, y de acuerdo al artículo 19 N° 3 y demás pertinentes de

nuestra Constitución Política de la República, se reconocen al Estado

Potestades Punitivas. Su ejercicio está orientado y limitado por los preceptos de

nuestra Carta Fundamental y las normas de rango legal que vengan a

desarrollar y especificar el contenido de los preceptos constitucionales. En

efecto, en nuestra Carta Fundamental se notan claras alusiones al Derecho

Penal en orden a regular su contenido, lo que no ocurre con tanta claridad

respecto del Derecho Administrativo Sancionador, por lo que puede apreciarse

una cierta indeterminación constitucional a su respecto. Sin embargo, y aún

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129

cuando en nuestra Carta Política no puedan encontrarse referencias expresas

al Derecho Administrativo Sancionador, cosa que sí hace la Constitución

Política española en su artículo 25° N° 1, no puede deducirse el

desconocimiento o la ilegitimidad constitucional de su existencia. Es decir,

aunque dicho régimen punitivo no se encuentre expresamente determinado en

nuestra Constitución, aquello no implica que no exista o no debiese existir. De

ahí entendemos el juicio emitido por los profesores Eduardo CORDERO

QUIZACARA y Eduardo ALDUNATE LIZANA quienes sostienen que, en nuestro

sistema jurídico y en nuestra jurisprudencia, en general: ―no se cuestiona la

constitucionalidad de las sanciones administrativas, [sin embargo] tampoco se

fundamenta su legitimidad139‖.

De lo anterior se entiende la gran necesidad de establecer el origen de

los delitos y de las infracciones administrativas en un único, superior y genérico

Ius Puniendi del Estado. En efecto, esta situación permite ubicar al DAS bajo el

alero de los preceptos constitucionales que tradicionalmente habían sido

entendidos como una regulación exclusiva del Derecho Penal. El hecho de

vincular al Derecho Penal y al Derecho Administrativo sancionador de esta

manera, uniéndolos como parte del ejercicio del Ius Puniendi del Estado,

implica concebir que ambos comparten, en su base, un régimen jurídico común,

139 CORDERO QUINZACARA, Eduardo y ALDUNATE LIZANA, Eduardo. “Las Bases

constitucionales de la Potestad sancionadora de la Administración”, en Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, número 39°, Valparaíso, Chile, 2° semestre, año 2012, p. 344.

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130

el cual está determinado por toda la normativa Constitucional y Legal que

configura el contenido, la forma y los límites del ejercicio del Ius Puniendi del

Estado.

De modo ilustrativo, se demuestra su carácter común debido a que todas las

manifestaciones represivas del Estado constituyen un ejercicio del Ius Puniendi

Estatal, por lo que su contenido normativo funciona como una regulación para el

ejercicio de dichas atribuciones. Por otra parte, también es genérico, toda vez

que estamos en presencia de una única potestad punitiva estatal de carácter

general. Esto es sin perjuicio de que el Legislador está facultado para

especializar el contenido de los diversos ordenamientos punitivos, cosa que

hace cuando decide crear un Derecho Penal un Derecho Administrativo

Sancionador. Y por último, es superior, dado que el Ius Puniendi debe ser

considerado como la fuente y el límite exclusivo y excluyente de todas las

manifestaciones punitivas del Estado, las que deben adecuarse y someterse a

sus lineamientos. En este sentido, el Ius Puniendi Estatal se erige como una

especie de supra-concepto que genera la unión definitiva, y de génesis, entre

estos dos ordenamientos punitivos140.

140 Cfr. DE LEÓN VILLALBA, Francisco Javier. “Acumulación de sanciones penales y

administrativas. Sentido y alcance del principio ne bis in idem”, Editorial Bosch, Barcelona, año

1998, pp.169 y ss.

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131

Por su parte, no podemos sino asentir respecto de la afirmación que nos

indica que el Derecho Penal y el Derecho Administrativo Sancionador

presentan una base jurídica común. Es fácil notar como en ambos regímenes

punitivos se contempla un sistema de infracciones y de sanciones estatales

junto a un sistema procedimental que determina la forma en la que debe

verificarse el ejercicio de la Potestad Sancionadora. Aún cuando ambos

ordenamientos presentan una base jurídica común, no debemos olvidar que

ambos sistemas punitivos corresponden a una modalidad específica del

ejercicio del Ius Puniendi estatal. Así se comprende por qué el Derecho Penal

tiene normas particulares para sí mismo y que lo mismo puede y debe ocurrir

con el DAS. Esto nos permite ser concordantes con lo que ha determinado

nuestra jurisprudencia, en el sentido de que el traslado de principios y reglas del

Derecho Penal al DAS no es inmediato ni directo, sino que debe realizarse de

forma matizada o por regla general. Solo así pueden amoldarse dichos

principios a la realidad jurídica del DAS, sus fundamentos y sus fines.

Como vemos, el ejercicio del Ius Puniendi del Estado es susceptible de

ser modulado de acuerdo a los fundamentos y los fines de cada ordenamiento

represivo. En este sentido, es posible que la intensidad con la que se protegen

y se manejan ciertas garantías constitucionales pueda variar acorde con dicha

modulación. Por consiguiente, y bajo este razonamiento, el contenido del Ius

Puniendi estatal presenta una regulación mínima común, la cual puede

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132

aumentar en exigencia de acuerdo con las características particulares del tipo

de ordenamiento represivo. Así por ejemplo, se acepta que el Derecho Penal

esté fundado en principios y garantías más intensas, precisamente en atención

a la notoria gravedad y severidad represiva de sus sanciones, capaces de

generar grandes privaciones de derechos fundamentales. De ahí se explica, en

parte, que históricamente el Legislador haya puesto mayor atención en el

desarrollo de su contenido normativo, situación que es distinta a la ocurrida

respecto del DAS, pues es un cuerpo normativo que no ha recibido la misma

atención que su símil Penal. Sin perjuicio de lo anterior, cabe destacar que con

el correr de los años el DAS ha adquirido mayor notoriedad, lo que ha

provocado que tanto el Legislador como nuestros Tribunales de Justicia se

hayan ocupado con mayor rigor en la tarea de definir su contenido.

En fin, y teniendo presente la argumentación que hemos expuesto, no

podemos sino aceptar que es el Legislador el encargado de determinar qué

modalidad represiva utilizará para regular el comportamiento de los ciudadanos

de un Estado. A su vez, también él es el encargado de instaurar las normas que

definan qué debemos entender por un ejercicio legítimo de dichas facultades.

Naturalmente, la opción que adopte se vincula directamente con los fines que

desee cautelar y la forma particular que le parezca conveniente para

perseguirlos. Así las cosas, los límites que regulan esta elección están

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133

constituidos por aquellas normas constitucionales y legales que conforman el

contenido básico y común de un legítimo ejercicio del Ius Puniendi estatal.

2.2.2. El Ius Puniendi del Estado está regido por el Derecho Público

estatal y no por el Derecho Penal.

La presente afirmación hace alusión a que el Ius Puniendi Estatal no es

propiedad exclusiva del Derecho Penal, ni está regido únicamente por sus

normas, sino que su regulación se encuentra en el Derecho Público estatal. Por

lo tanto, frente a vacíos normativos habidos en el Derecho Administrativo

Sancionador, el TC ha abierto la posibilidad de hacer un traspaso ―con matices‖

o ―por regla general‖ de los principios del Derecho Penal al DAS, como una

forma de complementar su contenido. Este modo de proceder se justifica toda

vez que el contenido normativo del Derecho Penal es comparativamente muy

superior al del DAS. Por consiguiente, puede apreciarse como muchos de los

principios y reglas inherentes al ejercicio del Ius Puniendi Estatal han recibido

una materialización normativa en el Derecho Penal y no en el Derecho

Administrativo Sancionador. De ahí que, dada la comunidad de origen que

existe entre ambas ramas punitivas del Estado, resulta útil y beneficioso echar

mano al contenido normativo del Derecho Penal para llenar vacíos esenciales

en el DAS.

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134

De este modo, cuando se realiza la labor de extraer normas y principios

del Derecho Penal, con el objeto de hacerlas extensivas al Derecho

Administrativo Sancionador, en realidad lo que se está realizando es un trabajo

que tiene por objeto determinar cuáles serían los principios y reglas jurídicas

que componen el contenido normativo del Ius Puniendi del Estado. En este

sentido, si se llega a la conclusión de que un principio forma parte del contenido

mínimo necesario para un legítimo ejercicio del Ius Puniendi estatal, entonces,

como consecuencia, corresponde hacer un traspaso de dicho principio al DAS,

traslado que debe de hacerse de forma matizada, atendidas las características,

fines y fundamentos del DAS.

Entonces, ¿cómo debe efectuarse el traspaso “matizado” de principios

jurídicos del Derecho Penal al DAS?

Primero que todo, frente a lagunas o silencios normativos en materia

administrativa sancionadora, que no puedan ser llenadas ni con normas de

Derecho Administrativo ni con normas de Derecho Público, se habilita al

intérprete y al Juez para buscar ayuda en las reglas del Derecho Penal. Una

vez ubicada una norma, el siguiente paso es determinar si dicha norma

corresponde a un principio jurídico o no, esto es así, dado que nuestro TC ha

señalado que sólo se traspasan los principios del Derecho Penal y no

cualquiera de sus normas. Una vez que se ha determinado que una norma es

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135

un principio jurídico, debemos preguntarnos si dicho principio corresponde o no

al contenido normativo que regula el legítimo ejercicio del Ius Puniendi del

Estado. Si de lo anterior se colige que la norma jurídica forma parte del Derecho

Público y que forma parte el Ius Puniendi del Estado, entonces corresponderá

hacer su traspaso ―matizado‖ a materia administrativa sancionadora. Así pues,

al final de la operación se concluirá que dicho principio deberá pasar a formar

parte integrante del Derecho Administrativo Sancionador y ayudará a regular lo

que debe entenderse como un ejercicio legítimo de las Potestades

Sancionadoras de este tipo. Como vemos, con esta manera de razonar se

reafirma la autonomía del DAS respecto del Derecho Penal, puesto que el

principio jurídico obtenido del Derecho Penal, que en realidad corresponde a

una materialización jurídica del contenido del Ius Puniendi del Estado, una vez

hecho el traspaso pasa a formar parte del contenido propio del ordenamiento

administrativo sancionador, una vez que el principio haya sido ajustado a su

naturaleza jurídica.

2.2.3. El Derecho Administrativo Sancionador tiene que inspirarse en el

Derecho Público estatal, de donde emanada y no en el Derecho Penal.

En consecuencia, y de acuerdo con lo señalado en el punto anterior,

hemos de reiterar que el Derecho Administrativo Sancionador tiene su encaje

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136

en el Derecho Público141 y encuentra sus raíces de origen en el Derecho

Administrativo, y no en el Derecho Penal142.

El hecho de entender al DAS como Derecho Administrativo y no como

una modalidad del Derecho Penal, no es un simple capricho, toda vez que,

como bien lo expresa Alejandro NIETO: “el Derecho Administrativo Sancionador

– como su nombre lo indica y a diferencia del viejo Derecho Penal

Administrativo- es en primer término Derecho Administrativo, sobre el que lo de

Sancionador impone una mera modalización adicional o adjetiva. El plus que

añade lo de sancionador significa que este derecho está invadido, coloreado,

por el Derecho Penal sin dejar de ser Administrativo. Lo cual no era necesario,

incluso, puesto que un Derecho Administrativo Sancionador puede funcionar

141 La clásica distinción entre Derecho Público y Privado nace con el Derecho Romano. En

dicha época se entiende que el Derecho Público es aquél cuerpo de normas que trata del gobierno de los romanos, concepto que bien puede ser descrito a través de la fórmula en latín Publicum ius est quod ad statum rei romanae spectat. Este Derecho se refiere entonces a las funciones, atribuciones y a la organización del Estado, lo que implica que éstas no podrían ser modificadas por la voluntad de los particulares. En la otra esquina se encuentra el Derecho Privado, que se refiere a la utilidad de los particulares (o quienes actúen en calidad de tales) y su objeto es regular las diversas relaciones entre ellos. En latín, dicha concepción se presenta en los siguientes términos: Privatum quod ad singulorum utilitatem pertinet. Cfr. QUINTANA ADRIANO, Elvia Arcelia. “Derecho Público y Derecho Privado”, Estudios Jurídicos en Homenaje a Marta Morineau, Mexico, año 2006, pp. 407 – 408. 142

En las palabras del profesor Enrique SILVA CIMMA, el Derecho Administrativo puede ser entendido como: ―el conjunto de normas jurídicas que tienen por objeto la creación, organización, funcionamiento y supresión de los Servicios Públicos; en relación a los órganos de la Administración. Tiene por objeto además, la regulación de la actividad jurídica de la Administración del Estado y la determinación de las atribuciones y deberes del Estado para con sus habitantes‖.

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137

perfectamente de manera autónoma y rigurosamente independiente de lo

Penal143‖.

A modo de conclusión, consideramos que cuando concebimos al DAS

como parte del Derecho Administrativo esto acarrea, por lo menos, las

siguientes consecuencias:

- Que el DAS es un Derecho distinto del Derecho Penal. Como ya hemos

afirmado en varias oportunidades, el Tribunal Constitucional ha aceptado la

legitimidad constitucional de las Potestades Sancionadoras Administrativas.

Esto es así, sin perjuicio de que no podamos encontrar normas de carácter

expreso que así lo indiquen en nuestra Constitución Política de la República. De

todas formas, nuestra Carta Fundamental sí se refiere al ejercicio de los

poderes represivos del Estado, de manera que es aceptable que Ley venga a

precisar cómo deben desarrollarse las Potestades Sancionadoras de un órgano

administrativo.

- El ordenamiento jurídico nacional reconoce la existencia de normas de

carácter administrativo que crean infracciones y sanciones correlativas, sin la

necesidad de recurrir al ordenamiento penal.

143 Op. Cit. NIETO, Alejandro. “Derecho Administrativo Sancionador”. p. 177.

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138

- De igual manera, el sistema jurídico reconoce la existencia de normas

jurídicas que establecen Procedimientos Administrativos Sancionadores,

dirigidos por un órgano administrativo, facultado para imponer Sanciones. A su

vez, también se consagran ciertos mecanismos de revisión en sede

Administrativa, como lo son el Recurso de Reposición, el Jerárquico y el

extraordinario de Revisión. La existencia de Procedimientos Administrativos

Sancionadores genera una gran distancia respecto a lo que ocurre en materia

penal, pues sabemos que las Sanciones Penales sólo pueden aplicarse una vez

culminado un proceso judicial, dirigido por un Juez, cuyo acto final corresponde

a una decisión de naturaleza jurisdiccional.

- En último término, la aplicación general de los principios del Derecho

Penal al DAS solo se justifica debido a: ―la necesidad de garantizar los

derechos fundamentales del ciudadano en un mínimo suficiente que impida una

desigualdad intolerable de trato entre el procesado y el expedientado. Este

mínimo lo proporciona por ahora el derecho penal, pero si algún día lo

garantizase el derecho administrativo perdería su razón el préstamo actual144‖.

2.2.4. El Derecho Administrativo Sancionador presenta fundamentos y

fines distintos que el Derecho Penal.

144 Op. Cit. NIETO, Alejandro. “Derecho Administrativo Sancionador”, p. 183.

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139

A continuación trataremos esta afirmación desde tres puntos de vista: i)

en atención a los fines y fundamentos del DAS; ii) en lo que respecta al

intervencionismo estatal, tanto en su modalidad sancionadora penal como

sancionadora administrativa; y iii) en lo relativo a las garantías ciudadano

imputado y las del particular inculpado.

2.2.4.1. Fines y Fundamentos del Derecho Administrativo Sancionador.

Preliminarmente, y en términos muy simples, puede decirse que el

Derecho Administrativo Sancionador es aquel conjunto de normas sustantivas y

procedimentales creadas con el objeto de regular el contenido y el ejercicio de

las potestades sancionadoras de la Administración del Estado. Así las cosas, en

nuestro sistema jurídico se entiende que el Legislador está facultado para crear

órganos administrativos a los cuales les encomienda una función pública,

consistente en la persecución de ciertos intereses, públicos o colectivos, los que

a sus ojos merecen una protección especial. De esta manera, el Legislador opta

por revestir a ciertos órganos con los poderes suficientes para cumplir de

manera eficiente y eficaz con los fines el Constituyente y él mismo les ha

encomendado145.

145 El Legislador, al crear infracciones y sanciones, busca perseguir ciertos fines, los que

son propios de cada rama punitiva del Estado (tanto en su faceta penal como administrativa). El Máximo Tribunal español nos habla acerca de esta situación de la siguiente forma: ―el criterio sostenido por la jurisprudencia patria asume la tesis de la dualidad del ejercicio del ius puniendi del Estado, estableciendo como elemento diferenciador el telos perseguido por una u otra

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140

Bajo este paradigma, podemos ver como el Legislador se ha dispuesto a

crear un gran conjunto de Infracciones y Sanciones Administrativas. Esta

decisión de política legislativa no corresponde a un mero capricho, sino que lo

hace porque considera que su existencia es esencial para que los órganos de la

Administración puedan de lograr los fines inherentes a la función pública

administrativa146.

Con esta forma de razonar, podemos notar como el Legislador considera,

que en ciertos casos, la mejor manera para proteger los intereses generales es

amenazando a los particulares con la imposición de Sanciones de carácter

administrativo, con el objeto de prevenir la ocurrencia de ciertos

manifestación de potestad punitiva. Así las cosas, observa esta Sala que según el criterio establecido, la potestad punitiva del Estado corresponde al campo de estudio y aplicación del Derecho Penal, cuando la conducta antijurídica haya sido catalogada como tal, siendo necesario castigar dichas conductas a los efectos de mantener la paz social, como única herramienta para la consecución del bien común. Es justamente por esta razón, que el castigo tradicionalmente y generalmente aplicado es la pena privativa de libertad. De otra parte, el objeto de estudio y aplicación del Derecho Administrativo Sancionador, es el ejercicio de la potestad punitiva realizada por los órganos del Poder Público actuando en función administrativa, requerida a los fines de hacer ejecutables sus competencias de índole administrativo, que le han sido conferidas para garantizar el objeto de utilidad general de la actividad pública‖. Aunque al respecto, cabe hacer presente la precisión hecha por el profesor José SUAY RINCÓN, cuando explica que: ―consideramos, sin embargo, que la cuestión no es tan clara como parece haberla advertido el Máximo Tribunal, ya que de aceptarse, sin más, la tesis de las diferencias cualitativas o teleológicas entre el ilícito penal y el administrativo, habría que concluir que el Legislador no tiene posibilidad de transformar, como efectivamente lo ha hecho mediante modificaciones legislativas, ilícitos penales en meras infracciones administrativas, y viceversa‖. Cfr. SUAY RINCÓN. “Sanciones Administrativas”, Real Colegio de España, Bolonia, año1989, p. 36. Apud. DE GRAZIA SUÁREZ, Carmelo. “Derechos de los Particulares en los Procedimientos Administrativos Sancionatorios (adaptado a la Constitución de 1999), en Revista de Estudiantes de Derecho de la Universidad de Monteávila, año 2003, pp. 178 – 179. 146

Cabe señalar que las Infracciones-Sanciones Administrativas constituyen medios para conseguir la satisfacción de los intereses generales y no deben ser entendidos como fines en sí mismos, carentes de utilidad-funcionalidad racional.

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141

comportamientos que ha decidido establecer como infraccionales.

Evidentemente, la Administración del Estado, a su vez, también está facultada

para imponer dichas Sanciones con la finalidad de reprimir y castigar la

comisión efectiva de la conducta prohibida. Con frecuencia resulta mucho más

eficiente, y conveniente, utilizar un sistema de sanciones administrativas y no

penales, puesto que la Administración está investida de amplias facultades de

fiscalización y de establecimiento normativo, prerrogativas de poder que le

permiten posicionarse de manera una activa, eficaz y eficiente en relación a la

persecución de Infracciones Administrativas.

En otro orden de ideas, es posible notar una eminente finalidad

preventiva en las sanciones administrativas, las que son instauradas de modo

de conservar la integridad del ordenamiento jurídico. De ahí que es cierto que

las sanciones administrativas tienen una: ―finalidad preventivo-represora, pues

con ellas se persigue el desaliento de futuras conductas ilícitas similares, se

busca reprimir la conducta contraria a derecho y restablecer el orden jurídico

previamente quebrantado por la acción del transgresor147‖. Así las cosas, es

común ver en el Derecho Administrativo Sancionador Ilícitos y Sanciones

Administrativas que castigan no solo la producción de un daño, o lesión, a un

147 Sentencia de la Corte Suprema, Rol N° 9078-09, del 29 de octubre del año 2010,

“Colbún S.A. con Superintendencia de Electricidad y Combustibles”.

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142

Bien Jurídico determinados, sino también buscarían prevenir o castigar la

generación de riesgos relevantes para el ordenamiento jurídico.

- La actividad sancionadora administrativa forma parte de una Función

Pública encomendada por la Ley a un órgano de la Administración del

Estado.

Por otra parte, cada órgano de la Administración del Estado está

obligado a actuar de acuerdo con el cumplimiento de la Función Pública que la

Ley le ha encomendado. En este sentido, la facultad de imponer Sanciones

Administrativas se concibe como una notable herramienta para satisfacer los

intereses generales, proteger el orden público, fomentar del bien común, entre

muchos otros fines loables. Así las cosas, las Sanciones Administrativas se

erigen como un buen mecanismo para propiciar un correcto desenvolvimiento

de la actividad económica y social, lo que acompañado de facultades

regulatorias, de orden, de control, y de fiscalización, simplifica la tarea de

perseguir de manera activa el bienestar de los ciudadanos y la preservación de

los intereses generales de la nación.

De ahí se justifica, en parte, que la propia autoridad administrativa sea la

encargada de sustanciar los Procedimientos Administrativos Sancionadores,

encargada de la dirección y sustanciación del procedimiento además de la

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143

adopción de la decisión administrativa final. Por su parte, hemos de señalar que

la Administración no persigue fines estrictamente propios, sino que busca

proteger los intereses colectivos, que le son ajenos, pero que a la vez se

confunden con los fines que se corresponden con la función pública que la Ley

le ha encomendado. En otras palabras, si bien es cierto, la Ley encomienda a

un órgano administrativo el cumplimiento correcto de su función pública, ésta a

su vez consiste en la protección de los intereses de la colectividad, es decir,

protege derechos de otros y no un mero interés particular en el asunto.

- El Legislador ha conferido Potestades Sancionadoras a ciertos

órganos de la Administración como una forma para proteger Bienes

Jurídicos de interés general para la Nación.

Comúnmente se ha entendido que, dada la forma en la que está

configurada la Legislación administrativa sancionadora, no sería necesario que

se configure un daño o una lesión a un Bien Jurídico protegido para que se

configure la responsabilidad administrativa. Esto último, sin perjuicio de que

muchos también existen Injustos Administrativos que requieren de una lesión a

un Bien Jurídico para configurar la anti-juridicidad, como sucede respecto de

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144

algunos ilícitos que se presentan en materia medioambiental, de salubridad

pública, de riesgos laborales, de infracciones tributarias, etc.148

Volviendo a lo anterior, nuestro sistema jurídico acepta que baste la sola

verificación del tipo legal, sin exigirse una lesión a un Bien Jurídico

determinado, para habilitar a la Administración para imponer la Sanción

Administrativa respectiva. En base a esta concepción, se sostiene que el

Legislador estaría ampliamente facultado para crear Infracciones

Administrativas y Sanciones Administrativas con la sola finalidad de precaver

conductas que a su parecer constituyen un riesgo de daño para la sociedad,

riesgo que incluso puede o no llegar a materializarse efectivamente. Así las

cosas, la antijuridicidad de la conducta se conformaría con la verificación de una

acción u omisión, típica y culpable, que quebrante el ordenamiento jurídico

administrativo, sin que sea necesaria la producción de un daño efectivo a un

Bien Jurídico determinado para generar la antijuridicidad.

La misma opinión es compartida por el profesor Alejandro NIETO cuando

este señala que el objeto de las infracciones administrativas no se limita a:

―evitar la lesión, sino más bien de prevenir la posibilidad de que se produzca149‖.

148 Cfr. BAJO FERNÁNDEZ, Miguel. “Nuevas tendencias en la concepción sustancial del

injusto penal”, p. 10. 149

El autor introduce en su obra una cita correspondiente a Eberhard SCHMIDT, contenida en el trabajo de Heinz MATTES: ―Problemas de Derecho Penal Administrativo, Historia y Derecho comparado‖. En este sentido se señala que: ―Eberhard SCHMIDT ha intentando

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145

Esto da paso al mismo autor para terminar concluyendo que, para el

cumplimiento del tipo (configuración del Ilícito Administrativo), no se necesitaría

que la conducta produzca un daño o consecuencia gravosa alguna pues:

―producida la vulneración (infracción), surge la retribución negativa (sanción)

que se le vincula. Y ello porque la sanción lo que busca, su finalidad, es la

protección del ordenamiento jurídico150‖.

Como vemos, puede notarse una eminente finalidad preventiva151 en las

Sanciones Administrativas, a la que debe agregarse su idoneidad para situarse

como un mecanismo para conservar la integridad del ordenamiento jurídico,

idea que ha sido recogida por nuestra Corte Suprema cuando señaló en su

oportunidad que las Sanciones Administrativas presentan una eminente:

formular un criterio de distinción entre ―delitos judiciales‖ y ―delitos administrativos‖, afirma que estos son esencialmente distintos, ya que en los primeros el daño (o peligro concreto) concreto y mesurable inferido a un bien jurídico constituye el contenido material del injusto, mientras en el delito administrativo no opera más allá de la relación establecida por el deber desobediencia del ciudadano del Estado con los órganos administrativos, es decir, en su significación social no rebasa el ámbito de los intereses administrativos y no surge un daño concreto‖. Idem, pp.326 y ss. 150

Ibídem., pp. 327 y ss. 151

En cuanto a las finalidades de las sanciones, el profesor Jorge BERMÚDEZ SOTO plantea lo siguiente: ―en el ámbito penal, las Teorías Relativas sobre el fundamento y fines de la pena señalan que la sanción es un mal, pero que además persigue otras finalidades. Por una parte está la finalidad de prevención general que ejerce la sanción sobre la colectividad, su amenaza ejerce una eficacia intimidante y en ocasiones su efectiva ejecución tiene un carácter ejemplarizador que aparta a los miembros de la comunidad de las conductas que la han propiciado. En cambio, la finalidad de prevención especial se refiere a la incidencia de la pena en el delincuente para que no vuelva a delinquir‖. De ahí se entiende que el mismo autor sostenga que: ―el objetivo primero y directo de la Sanción Administrativa es la prevención de una conducta, evitar una acción u omisión que ha sido tipificada como infracción administrativa”. BERMÚDEZ SOTO, Jorge, p. 327.

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146

―finalidad preventivo-represora‖, tal como aseveramos con anterioridad en

nuestra obra152‖.

De este modo, es común ver en el Derecho Administrativo Sancionador

Ilícitos y Sanciones Administrativas que castigan no solo la producción de un

daño o la lesión a Bienes Jurídicos determinados, sino que también la sola

producción de un riesgo de daño. Incluso en algunos casos, basta la mera

idoneidad de una conducta para producir riesgos, aunque no se haya producido

ningún riesgo real. En este sentido, el DAS muchas veces trabaja bajo la lógica

de que “es mejor prevenir que curar”, de manera que, en casos relevantes y

sensibles, muchas veces se hace necesario prohibir conductas, que tal vez

individualmente consideradas no presenten el mayor riesgo, pero que sumadas

unas con otras, pueden generar peligros y daños de gran relevancia. Una

situación de estas características puede ocurrir, por ejemplo, si no se observan

las reglas relativas a la producción higiénica de un producto destinado a ser

consumido por gran parte de la población153.

152 Sentencia de la Corte Suprema, Rol N° 9078-09, del 29 de octubre del año 2010,

“Colbún S.A. con Superintendencia de Electricidad y Combustibles”. 153

Por su parte, cabe hacer presente que existen algunos autores que siguen sosteniendo que las Infracciones Administrativas, en esencia, sí implican la producción de un daño a Bienes Jurídicos determinados. Justamente, el daño en estos casos se vería representado como una lesión a los intereses de la Administración. Del mismo modo, y bajo esta lógica, se puede entender que la afectación implica a la vez un perjuicio o vulneración en los intereses de la colectividad, toda vez que la función pública encomendada al órgano administrativo es precisamente la de proteger los intereses generales.

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147

Efectivamente, esta realidad es opuesta a la que generalmente ocurre en

el Derecho Penal, pues no es habitual que sus normas sean formularas como

prohibiciones directas, sino que se plantean como hipótesis de realizaciones

conductuales. En este sentido, el ciudadano es libre de accionar o no, pero si su

actuar se corresponde con el tipo, y se cumplen otra serie de requisitos legales,

la conducta es susceptible de ser sancionada penalmente. A mayor

abundamiento, es común que en Derecho Penal se exija, para que se cumpla el

requisito de la antijuridicidad, que la conducta típica produzca una lesión

efectiva a un Bien Jurídico tutelado. Esta regla corresponde al denominado

―principio de lesividad‖. Sin embargo, cabe hacer presente que, si bien es cierto,

el principio de “lesividad” es la regla general en materia penal, esto no obsta

para que Legislador haga uso de una técnica legislativa diversa y opte por

introducir formulaciones jurídicas más novedosas, lo que ya ha hecho, al

introducir en nuestro sistema los famosos delitos de peligro abstracto154.

154 Esta idea es expuesta por el profesor Miguel BAJO FERNÁNDEZ, quien nos indica que:

―[dentro de las características del ilícito administrativo] se encuentra la tendencia a tipificar delitos de peligro abstracto. Estas características las convierte SILVA en criterios de distinción entre el Derecho Penal y el Derecho Administrativo. Así, dice, el Derecho penal persigue proteger bienes jurídicos concretos en casos concretos y sigue criterios de lesividad y peligrosidad concreta. El Derecho Administrativo Sancionador persigue ordenar, de modo general, sectores de actividad (reforzar mediante sanciones, un determinado modelo de gestión sectorial) y sigue criterios de afectación general o estadística y se mueve por criterios de oportunidad y no de legalidad y es el esfuerzo de la ordinaria gestión de la Administración‖. BAJO FERNÁNDEZ, Miguel. “Nuevas tendencias en la concepción sustancial del injusto penal”, Recensión a Bernardo Feijoo, “Normativización del Derecho Penal y realidad social, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, año 2007, pp. 1 y ss. El autor toma las palabras de Jesús-maría SILVA SÁNCHEZ, en su obra “La expansión del Derecho penal: aspectos de política criminal en las sociedades postindustriales”, 2° ed., Madrid, año 2001, p. 125.

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148

Desde otro punto de vista, el ordenamiento jurídico penal faculta a los

Jueces para imponer sanciones que resultan enormemente lesivas para los

derechos de los particulares, como son, precisamente, las penas privativas de

libertad. Son sanciones fuertes, que incluso quedan en la historia personal del

delincuente, pues suponen una anotación en su hoja de vida. En este sentido,

consideramos que no hay comparación entre la pérdida de la libertad derivada

de la comisión de un Delito y la pérdida pecuniaria producida a causa de la

imposición de una Sanción Administrativa155.

En este sentido, el Legislador ha visto en el Derecho Penal la utilidad e

idoneidad jurídica para tutelar los Bienes Jurídicos más preciados de nuestra

comunidad, los más sensibles, que constituyen la base estructural de toda

sociedad civilizada. Sin duda, uno de los fines que más identifican al Derecho

Penal es la preservación de la paz social, y para lograr esto, el Derecho Penal

contiene medidas represivas que privan de libertad a los particulares, las que

logran causar una intensa impresión en los miembros de la sociedad. De la

misma forma, las medidas privativas de libertad también cumplen con la función

de extraer al delincuente del sistema social, lo que demuestra el mayor grado

155 Evidentemente, nuestro Derecho Penal también contempla penas de carácter

pecuniario. La diferencia reside en que en el orden administrativo sancionador la multa es la sanción por excelencia.

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149

de reproche ético-social que se efectúa en contra de la persona del

delincuente156.

Del mismo modo, siempre se ha hablado acerca de los fines correctivos y

de enseñanza del Derecho Penal, toda vez que al sistema jurídico-social le

conviene evitar que los sancionados vuelvan a delinquir157. Sin duda, esta

discusión corresponde más a un asunto de política represiva más que a una

discusión estrictamente jurídica. Sin perjuicio de lo anterior, debemos hacer

notar que esta importante discusión no se ha dado, al menos no con la misma

intensidad, respecto del Derecho Administrativo Sancionador. A nuestro modo

de ver, esto se debe principalmente a que el grado de reproche ético-social que

se hace respecto de la persona del infractor no es tan severo como el que se

hace respecto del delincuente. Básicamente, al sancionado administrativamente

se le considera en mayor medida como un agente socialmente descuidado, esto

bajo la lógica subyacente de que las infracciones administrativas son, en

general, comisiones de común ocurrencia.

Lo anterior, aunque no sea un juicio de valor instaurado expresamente en

nuestra Legislación, es un sentimiento bastante generalizado, tanto a nivel de

percepción ciudadana como de nuestra doctrina y jurisprudencia. Esto es, sin

156 Cfr. CORTAZA VINUEZA, Carlos. “Separación entre Derecho Penal y Derecho

Administrativo Sancionador”, en Revista Jurídica de la Universidad Católica de Guayaquil, N° 18, año 2005, pp. 243 y ss. 157

Idem. pp. 243 y ss.

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150

perjuicio de que varios autores consideren que hoy en día existen Faltas

Administrativas tanto o más graves incluso que muchos Ilícitos Penales, cuya

comisión es altamente repudiable, tanto a nivel ético-social como jurídico, lo que

corresponde a una situación prevista por el Legislador, pues apareja multas de

enorme cuantía a su comisión. Así, por ejemplo, en muchos diarios de

circulación nacional se leen titulares relativos a que a muchos de estos

infractores no les haría nada de mal alguna clase de ética social o empresarial.

Por supuesto, a medida que los tiempos cambian, las concepciones acerca de

lo injusto también lo hacen, lo que explica en alguna medida la mayor

notoriedad pública que han adquirido las Faltas Administrativas158.

Por otro lado, dedicaremos algunas palabras a la aseveración relativa a

que las Infracciones Administrativas serían conductas ilícitas que se cometen

comúnmente. La situación es real, y se ve intensificada en las sociedades

modernas de hoy en día, también denominadas sociedades de riesgos, en

donde la actividad de los particulares se ha tornado extraordinariamente

158 Esta situación hace que sean especialmente delicadas las diferencias que nuestra

jurisprudencia constitucional ha estatuido respecto de la fisionomía jurídica de los ilícitos administrativos y los delitos penales. Así, según el profesor Luis PRIETO SANCHIZ: [estas diferencias no serían tan perjudiciales] para el Estado de Derecho si el mundo de las sanciones administrativas se circunscribiese a cuestiones de ínfima cuantía, si las multas se dirigiesen únicamente a proteger la higiene en las calles, la estética de los parques públicos u otros valores análogos. Pero no sucede así; el Derecho Penal gubernativo ha crecido extraordinariamente y no parece apreciarse hoy una tendencia contraria a favor de la judicialización. Y no sólo ha crecido en extensión, sino también en la gravedad de sus correcciones‖. Puede hacerse extensiva esta realidad a lo que ocurre hoy en día en Chile, lo que impulsa las ganas de hacer el presente trabajo, pues es notoria la gran importancia que ha comenzado a adquirir el DAS, como medio de regulación conductual, dentro del sistema sanciones estatales. Op. Cit. PRIETO SANCHIZ, Luis, p. 104.

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151

frenética. Así las cosas, el Legislador presenta aún más motivaciones para

dotar a la Administración con Potestades Sancionatorias, de manera que ésta

tenga las herramientas necesarias para controlar este creciente dinamismo y

así proteger los intereses generales con eficiencia y efectividad. En este

sentido, al instaurarse una mayor cantidad de Infracciones y Sanciones

Administrativas, según nuestra opinión, se refleja la necesidad pública de

propender a una disminución de los riesgos de la vida en sociedad. Por

supuesto, nadie querrá a 3000 infectados de tifus provocados por la falta de

higiene habida en una empresa del rubro alimentario, pues tal, o mayor, es el

alcance de provisión de bienes y servicios que muchas empresas logran hoy en

día.

En la otra vereda, distinto es lo que ocurre en Derecho Penal, el cual es

concebido en nuestro sistema jurídico como un mecanismo de última ratio.

Tradicionalmente se ha reservado su acción, y reacción, para cuando no exista

un mecanismo estatal menos lesivo de derechos en la persecución de los

mismos fines159. En este sentido, consideramos que el Derecho Penal tiene

preferencia para sancionar los ilícitos que caigan bajo su competencia, toda vez

que el Legislador, al introducirlos en el sistema jurídico Penal, ha tenido

159 Cfr. Op. Cit. CORTAZA VINUEZA, Carlos. “Separación entre Derecho Penal y Derecho

Administrativo Sancionador”, p. 241, 245 y 249.

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152

especialmente presente la necesidad jurídica de castigar dicha conducta con

una Sanción de tipo Penal.

Para finalizar, utilizaremos las palabras del profesor Miguel BAJO

FERNÁNDEZ, quien nos indica que las descripciones que hemos hecho solo

nos muestran como: ―opera regularmente el Derecho Administrativo

Sancionador, pero no es una distinción sustancial entre injusto administrativo e

injusto penal, porque se contradice con el Derecho Positivo. En la medida en

que no son más que pautas detectadas, admite excepciones, por lo que no

consigue una distinción sustancial160‖. Por consiguiente, se aprecia un amplio

margen de acción para que el Legislador construya la fisionomía jurídica de las

Infracciones y Sanciones Administrativas, labor que siempre debe tener como

límite el contenido esencial de los Derechos Fundamentales de los particulares.

- La Administración del Estado presenta un rol activo en la economía.

Por último, cabe destacar que uno de los aspectos más característicos

de la función administrativa es que ésta implica que la Administración adopte un

rol activo dentro de nuestra comunidad. No es un ente pasivo, sino que por

naturaleza actúa de ―oficio‖ o por iniciativa propia en cumplimiento de la función

que se le ha encomendado, debiendo ejercer las acciones convenientes y

160 Op. Cit. BAJO FERNÁNDEZ, Miguel, p. 2.

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153

pertinentes en pos de la persecución del bien común, la preservación de los

intereses generales, la protección del orden público, entre otras actitudes de

relevancia. Por estos motivos, las potestades sancionadoras de los órganos

administrativos no deben ser entendidas como un estanco separado de sus

demás prerrogativas de poder público-administrativo, sino que funcionan

bastante interrelacionadas. En este sentido, la función pública administrativa

solo puede ser entendida desde una óptica integral, que englobe a sus variadas

facultades de fiscalización, de control, de regulación normativa y de sanción.

Por esto, la Administración del Estado constituye un agente público que

acompaña y supervigila activamente el crecimiento de nuestra sociedad.

Por otra parte, el juego entre los intereses generales y los intereses

privados es un aspecto de relevancia, que debe ser analizado en cada caso

concreto. Como es de suponer, las autoridades administrativas están

orgánicamente incapacitadas para ser sujetos imparciales. Esto es así, dado

que el Legislador ha encomendado a la Administración del Estado la protección

de los intereses generales, que en términos sencillos implica la labor de

defender intereses ajenos. Sin embargo, el Órgano Administrativo asume una

posición jurídica dentro de los Procedimientos Administrativos Sancionatorios

que le quita toda posibilidad de decidir con parcialidad un asunto, toda vez que

debe defender los intereses de la colectividad, que al mismo tiempo se

confunden con su propio interés, mientras debe considerar los intereses del

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154

particular, que son a veces muy contrarios a los de la colectividad, en el sentido

de que el busca la protección de su posición individual dentro del asunto.

Dada la situación antedicha, la posibilidad de revisar judicialmente las

resoluciones administrativas sancionatorias constituye una necesidad jurídica

innegable. En este sentido, la última decisión de justicia, que viene a conciliar

definitivamente el interés general con el interés particular, pertenece única y

exclusivamente a nuestros Tribunales de Justicia. Dado lo anterior, es menester

que la decisión de justicia sea efectuada por un Órgano Judicial, orgánicamente

imparcial e independiente de la Administración y del particular afectado, la que

deberá adoptar a través de un Proceso Judicial Contencioso-Administrativo. En

efecto,

Evidentemente, habida consideración del contexto bajo el cual nos

encontramos, la Administración del Estado debe ejercer sus atribuciones con la

mayor imparcialidad posible, tomando en cuenta los intereses del particular

afectado. Se entiende que una actividad en este sentido es la única forma de

conformar una “buena administración pública estatal” con pleno respeto a los

estándares de un debido proceso administrativo.

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155

Esta idea es bien tratada por el profesor Baltazar MORALES

ESPINOZA161 y sus palabras son afortunadas para explicar lo que hemos

querido significar: ―al Estado Administrador le corresponde una participación

muy concreta y precisa en la promoción del bien común estatal, y es la

atención/satisfacción de la necesidad pública, no de cualquier manera, sino de

forma continua, permanente y observando, entre otros principios, los de

eficiencia y eficacia. Así las cosas, la atención/satisfacción de la necesidad

pública, que el legislador le encarga a la Administración del Estado, no es

meramente programática, declarativa, nominal o formal, sino que real, concreta,

permanente, dinámica y creciente, con énfasis en los medios utilizados y en los

resultados alcanzados. En suma entonces, la atención/satisfacción de la

necesidad pública, que a la Administración se le ha encargado, exige en

consecuencia integralidad. Esto es, no sólo dentro del marco de la legalidad,

sino también del mérito, conveniencia y oportunidad162‖. Lo anterior debe ser

interpretado en línea con lo dispuesto en el artículo 19° N° 2 de nuestra Carta

Fundamental, en cuanto proscribe la arbitrariedad, señalando que ni la Ley ni

autoridad alguna podrán establecer diferencias arbitrarias.

161 Para entender mejor sus palabras, véase lo prescrito en los artículos 3°, 5°, 53° y 62 N°

8 de la Ley Orgánica Constitucional N° 18.575 de Bases Generales de la Administración del Estado. 162

MORALES ESPINOZA, Baltazar. “El Mérito, Oportunidad y Conveniencia en la Contraloría General de la República”, en “Contraloría General de la República: 85 años de vida institucional (1927-2012), año 2012, pp. 215 y ss.

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156

Gracias a lo que hemos expuesto, podemos expresar que la actividad

sancionadora administrativa puede ser dividida, por un lado, en una faceta

meramente jurídica, atendida la cual la Administración del Estado debe sujetar

su actividad a la Ley, y por otro lado, existe una faceta material o funcional, que

autoriza a la autoridad administrativa para adoptar una u otra decisión de

acuerdo con razones de mérito, conveniencia u oportunidad. Esto es así,

siempre y cuando la decisión adoptada se base en fundamentos

suficientemente racionales que alejen todo sentido de arbitrariedad o mera

discrecionalidad en la medida. Así por ejemplo, frente a la constatación de la

comisión de una Infracción Administrativa, situación que haría plenamente

aplicable una Sanción Administrativa, la autoridad pública aún mantiene cierto

grado de acción que le permite no imponer la sanción en caso de que por

motivos importantes aquello resultara de una inconveniencia relevante. A modo

de ejemplo, si en caso de aplicar una multa una empresa constructora cayera

en insolvencia, paralizando en consecuencia la debida construcción de un

Hospital Público, parece razonable no aplicarla mientras eso parezca

conveniente con miras a los intereses generales y a la necesidad pública

presente, o futura, que se necesita satisfacer.

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157

2.2.4.2. Intervencionismo estatal penal y el Intervencionismo estatal

administrativo sancionador.

El intervencionismo Público, ya sea de carácter Penal o Administrativo

Sancionador, entra en funcionamiento toda vez que un individuo comete alguna

conducta que causa alguna lesión o un riesgo, de carácter jurídicamente

relevante, a un Bien Jurídico tutelado. Ante esta situación, el Estado ocupa un

rol activo: ―asumiendo la garantía de la intangibilidad de determinados bienes

sociales y colectivos –a los cueles da rango jurídico-, que pretende

salvaguardar con medidas de prevención que cristalizan en la conminación e

imposición de castigos a los infractores. Éste es el dato más común a todo el

ius publicum puniendi163‖.

Ahora bien, es en el intervencionismo Estatal en donde la distinción entre

Derecho Penal y el DAS se hace más evidente, toda vez que, en el primero, se

busca reprimir mediante una Pena Penal a un presunto delincuente, mientras

que en el segundo, dicha represión consiste en la imposición de un mal o

castigo a un sujeto infractor administrativo. Los castigos en materia penal

pueden consistir en la privación de una situación jurídica activa (por ejemplo, la

libertad personal) o, por el contrario, en la creación de una situación de carácter

pasivo (por ejemplo, la obligación de pagar una multa). Con el castigo se

163 Op. Cit. NIETO, Alejandro, p. 182.

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158

persigue tanto un fin de punición (de castigo al infractor) como un fin de

prevención (de desaliento futuro de conductas similares).

Por su parte, en el contexto del Intervencionismo Estatal Administrativo

Sancionador, el fin es completamente diferente, toda vez que, en vez de

reprimir, principalmente se busca prevenir: “así la prevención no se dirige

directamente contra el resultado, sino contra la utilización de medios adecuados

a la producción de tal resultado164‖. Ejemplo de esta distinción puede ser

ilustrado de la siguiente manera: en el Derecho Penal, el asesinato que comete

un médico negligente es castigado por afectar el Bien Jurídico protegido “vida” y

por obtener el resultado de “muerte”. Distinto es lo que sucede en el contexto de

comisión de Infracciones Administrativas, puesto que, dado su carácter

eminentemente preventivo, el médico podrá incurrir en una infracción

independiente de la verificación o no verificación del resultado de muerte (o de

lesiones, si nos alejamos del delito de muerte). En este sentido, el sujeto será

sancionado por el mero hecho de no contar con los medios idóneos para tal

actividad. Dichos ―medios idóneos‖ son determinados normativamente y en

razón de una norma adquieren por tanto la relevancia jurídica necesaria para

convertirse en un elemento del tipo administrativo, pudiendo sancionados en

caso de inobservancia normativa. Justamente, la Infracción Administrativa

puede introducirse con el preciso objeto de evitar la ocurrencia de ciertos

164 Op. Cit. NIETO Alejandro, p. 182.

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159

riesgos que en abstracto pueden aumentar la probabilidad de producir la muerte

de un paciente. De esta forma, la comisión de la Infracción Administrativa se

configura de manera independiente del resultado “muerte”, porque aún cuando

el paciente no muera, o incluso saliendo absolutamente ileso de la intervención,

la conducta ya se ha consolidado como una Infracción Administrativa y esto

habilita a la Administración para imponer la Sanción Administrativa

correspondiente. En el fondo, la contravención administrativa se produce

porque se verifica el resultado de ―desatención de una exigencia jurídicamente

exigida‖. Esto en el plano material implica la omisión de la conducta

directamente exigida por la norma. De esta manera, muchas veces puede

suceder que con la comisión de la infracción no se produzca una mayor

modificación en el mundo exterior, más que la sola producción de un riesgo,

que es un daño en potencia. En otras palabras, y para un mejor entendimiento

del asunto, el razonamiento implícito puede se expresado de la siguiente

manera: puede ocurrir que, cometiendo 100 veces una conducta infraccional no

se produzca ni el más mínimo daño, sin embargo, también puede ocurrir que en

la comisión número 1 éste sí se produzca. Este preciso modo de pensar es el

motivo que a ojos del Legislador justifica la creación de una Infracción

Administrativa. La situación se torna más clara cuando el daño potencial es de

grandes magnitudes. Así ocurre, por ejemplo, cuando grandes cadenas

farmacéutica comercializan un medicamento perjudicial para la salud, o cuando

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160

no se respetan las cadenas de frío en empresas del rubro de la alimentación,

entre miles de otros ejemplos.

Tal como podemos apreciar, el Legislador pretende evitar, dentro de lo

posible, la ocurrencia efectiva de ciertos daños, a fin de proteger los intereses

generales y el bien común. Naturalmente, el contenido de aquellos intereses

generales, y lo que se debe entender por el bien común, varía de época en

época. Así las cosas, en la actualidad, y dado el contexto en el cual vivimos, el

Legislador muchas veces debe ponderar entre la decisión de introducir una

mayor cantidad de Infracciones y Sanciones Administrativas o priorizar el

respeto a las esferas de libertad individual de las personas. En efecto, es

posible que consideremos que una gran cantidad de Infracciones

Administrativas no tienen una real relevancia o utilidad y que simplemente

molestan o solamente constriñen la esfera de libertad de los particulares. Este

plano de la discusión es realmente sensible, puesto que los ilícitos se

inmiscuyen en el contenido esencial del Derecho Fundamental a la Libertad

Personal. Esto, por supuesto, bajo la premisa consistente en que, frente a

mayor cantidad de ilícitos menor libertad de acción. Dado lo anterior, opinamos

que es relevante que el Legislador analice la utilidad real de un precepto

infraccional-sancionador antes de que sea introducido en nuestro sistema

jurídico. En este sentido, nos imaginamos que nadie quiere llegar a un punto tal

en el que la libertad personal se haga impracticable, situación que, por ejemplo,

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161

fácilmente podría suscitarse en materia de libertad comercial, en cuanto pueden

generarse trabas jurídicas que entrampen en demasía el ejercicio de una

determinada actividad empresarial, haciéndola impracticable para sujetos legos.

Asimismo, y en sede de culpabilidad, el principio de presunción del

conocimiento del Derecho podría ser empujado hasta límites insospechados, lo

que claramente pondría en jaque la racionalidad de su existencia. En razón de

lo anteriormente expuesto, consideramos que las normas, sobre aquellas que

restringen o limitan los derechos fundamentales, deben presentar motivos

razonables para existir en el ordenamiento jurídico. Una falta de sensatez en su

introducción genera constricciones arbitrarias, irracionales a innecesarias a los

Derecho Fundamentales de la ciudadanía, que en esencia, están por sobre los

fines del propio Estado, puesto que este último debe su existencia a la primera,

y no al revés.

2.2.4.3. Diferencia entre las garantías del Administrado inculpado y las

del ciudadano imputado.

Como bien hemos expuesto, nuestro Tribunal Constitucional ha

sostenido que los principios del Derecho Penal se aplican ―con matices‖ o por

―regla general‖ al Derecho Administrativo Sancionador. Esta aplicación

―matizada‖ de principios, que debe hacerse en función de las características

propias del DAS, en muchas ocasiones implica aceptar una atenuación

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162

respecto de las garantías del administrado inculpado. Efectivamente, en

muchas ocasiones el particular inculpado recibirá una protección distinta de sus

derechos, y a veces de menor intensidad, de la que se maneja en el Derecho

Penal, cuerpo legal eminentemente garantista.

Aún cuando nuestro ordenamiento jurídico no es claro al momento de

establecer específicamente cuáles son las diferencias que distancian al DAS del

Derecho Penal, nuestro TC si se ha avocado a tal tarea. Mediante

declaraciones jurisprudenciales ha establecido ciertos parámetros que son

útiles para establecer ciertas diferencias sustantivas entre las garantías del

sujeto imputado en materia penal y del inculpado afectado en materia

administrativa sancionadora.

A modo ilustrativo, ofrecemos al lector los siguientes ejemplos:

En primer lugar, y como una forma de contrapeso, se ha sostenido que a

la Administración del Estado le estaría vedado imponer sanciones

privativas de libertad o sanciones convertibles en medidas de privación

de libertad. Dicha afirmación ha sido ratificada por nuestro Tribunal

Constitucional, el cual a través de su sentencia de Rol N° 1518, año

2009, referente a la interpretación del artículo 169° del Código

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163

Sanitario165, ha señalado en su considerando vigesimosegundo que: “en

suma, de lo señalado puede concluirse que la disposición contemplada

en el artículo 169 del Código Sanitario infringe lo dispuesto en el artículo

19, números 1° y 7°, de la Constitución, desde que se trata de un

verdadero apremio ilegítimo, al importar una pena privativa de libertad

impuesta por la vía administrativa y sin que previamente exista una

instancia jurisdiccional que revise dicha actuación‖. En el mismo sentido,

el TC en su sentencia de Rol N° 1960-2011 complementa lo anterior

señalando: ―así las posibilidades sancionatorias son amplias y muchas

veces el legislador podrá concurrir, legítimamente, a fijar penas

principales, penas accesorias, penas penales junto a sanciones

administrativas o consecuencias no penales derivadas o anudadas a una

pena penal. Junto a la multiplicidad de penas, normalmente, concurrirá

una cierta gradación en donde la reiteración y la reincidencia tienen un

papel esencial en el agravamiento de la o las penas, cualquiera sea la

naturaleza de las mismas. En todas las situaciones, habrá que estar al

caso concreto de cautela de los bienes jurídicos protegidos, su

proporcionalidad y su respeto a la interdicción de la doble incriminación

por el triple fundamento de identidad en la persona, la conducta y sus

fundamentos. Por lo que en definitiva, es imperioso entender que la

165 Artículo 169°, Código Sanitario: ―Si transcurrido el plazo señalado en el artículo

anterior, el infractor no hubiere pagado la multa, sufrirá, por vía de sustitución y apremio, un día de prisión por cada décimo de unidad tributaria mensual que comprenda dicha multa‖.

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164

posibilidad de imponer sanciones privativas de libertad corresponde

únicamente a los jueces, a través de un procedimiento de naturaleza

jurisdiccional, y previa habilitación legal, determinando a una sanción en

su naturaleza penal. En este sentido, esta situación justamente significa

una protección para las garantías del afectado en materia administrativa

sancionadora, dada precisamente la atenuación que sufren las mismas

en dicha rama represiva estatal‖.

Por otra parte, cabe destacar que las Decisiones Administrativas no

comprenden de ningún modo los efectos que si producen las

resoluciones jurisdiccionales. Las sentencias definitivas firmes, por

ejemplo, producen el desasimiento del Tribunal, ―cosa juzgada‖ (acción y

excepción) y son esencialmente irrevocables. Por el contrario, las

decisiones Administrativas son eminentemente revisables, tanto en sede

administrativa (no producen desasimiento), como judicial (revocabilidad).

Consecuentemente, y a modo de resguardo para los particulares, el

Legislador también abre la posibilidad de que los Tribunales de Justicia

puedan revisar la legalidad de las decisiones de la Administración a

través de la interposición de las acciones judiciales correspondientes. En

este sentido, son los Tribunales de Justicia los que poseen última

palabra.

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165

En lo relativo al principio de la “no auto-incriminación” o al derecho a

“guardar silencio” del imputado en materia criminal, nuestro Tribunal

Constitucional ha sostenido que su vigencia es específica para el Orden

Penal, no siendo extensible a otras creaciones normativas. Así queda

demostrado en la sentencia de Rol N° 2381-12, en su considerando

decimoprimero al establecer que: ―sin perjuicio de lo anterior, cabe

preguntarse si la prohibición de autoincriminación es extensible a

procedimientos jurisdiccionales no criminales o a actuaciones

administrativas que pudiesen afectar la libertad personal o la seguridad

individual. Como ha quedado dicho, en procedimientos jurisdiccionales

no criminales no es procedente la aplicación directa de la letra f) del

numeral 7° del artículo 19, pues ella de modo explícito y con un propósito

claro se refiere sólo a las ―causas criminales‖. Con todo, la ley podría de

acuerdo con el propio contenido de la citada letra f), extender el derecho

a guardar silencio a otras personas en otros procedimientos de acuerdo

a los casos y circunstancias. Dicha garantía adquiriría en tal supuesto,

con rango legal, plena vigencia en otros procedimientos‖.

En fin, las características particulares de las garantías del afectado en

materia administrativa y los principios que rigen el ejercicio del Ius Puniendi del

Estado en su faceta administrativa-sancionadora son asuntos de relevancia,

que serán tratados con su debida atención en los diversos sectores del

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166

presente trabajo. Evidentemente, la presente enumeración que hemos

presentado no ha tenido un fin más ambicioso que el de demostrar que existen

varias diferencias ostensibles entre las garantías del imputado en materia penal

con respecto del afectado en materia administrativa sancionadora.

3. Concepto de Derecho Administrativo Sancionador.

El ejercicio de comprender al Derecho Administrativo Sancionador como

una rama autónoma del Derecho Penal, identificando sus elementos y sus

vínculos con otras ramas, no es una actividad nueva en el Derecho

contemporáneo. Reflejo de aquello lo constituye lo ocurrido en Alemania, con la

instauración de la ley alemana del año 1968 la cual da: “un nuevo vuelco a las

tradicionales posturas, distanciándose del Derecho Penal Administrativo,

consagrando la etapa del denominado ―Derecho Penal de Orden‖ o Derecho

Administrativo Sancionador166. En este sentido, el actuar de los alemanes de la

década de los sesenta sin duda alguna ha sido de gran trascendencia, dejando

en evidencia que las Potestades Sancionadoras de la Administración son

distintas a las potestades punitivas de los Tribunales en lo Penal. Sin embargo,

en el plano del Derecho alemán actual, cabe hacer presente que el Legislador

166 OKSENBERG González, Daniel y FLORES FERNÁNDEZ Cristián, “Principios de

Legitimación del Ius Puniendi Estatal en el Derecho Administrativo Sancionador: Revisión crítica”, Universidad de Chile, Facultad de Derecho, Memoria para optar al grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, año 2005, p. 54.

Page 167: De ruiz n

167

ha tomado la opción de someter el procedimiento de aplicación de las

Sanciones Administrativas a los Jueces Penales167.

Habida cuenta de lo anterior, y en consideración de todo lo que hemos

expuesto en relación a la vinculación existente entre el DAS y el Derecho Penal,

consideramos que hemos logrado demostrar la individualidad y autonomía del

Derecho Administrativo Sancionador respecto del Derecho Penal. Sin duda

alguna, es una tarea que no estará exenta de críticas. En parte, esta tarea se

condice con los objetivos perseguidos por el profesor Alejandro NIETO, quien

nos señalaría que: ―el gran objetivo, sustancialmente logrado, de este nuevo

Derecho consiste en explicar la existencia de una potestad sancionadora de la

Administración, distinta de la penal aunque muy próxima a ella, y además en

dotar a su ejercicio de medios técnicos-jurídicos suficientes, potenciando, al

efecto, las garantías del particular168‖.

Por tanto, y siguiendo con el tenor de nuestro análisis, no queda más que

ofrecerle al lector un concepto del DAS, poniendo especial atención en los

fundamentos y los fines que le sirven de inspiración.

167 Véase para más información acerca del modelo alemán: HUERGO LORA, Alejandro.

“Las Sanciones Administrativas”, pp. 54 y siguientes. 168

Op. Cit. NIETO, Alejandro, “Derecho Administrativo Sancionador”, p. 177.

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168

3.1. Conceptos doctrinales y jurisprudenciales del Derecho Administrativo

Sancionador.

Sin más preámbulos, procederemos a examinar los aportes que han

generado la doctrina y la jurisprudencia nacional en esta materia. Al respecto,

quisiéramos primero citar las palabras del profesor Alejandro CARCAMO

RICHETTI, quien en su texto: ―La constitucionalidad y la necesidad del derecho

administrativo sancionador correctivo en el complejo escenario económico

moderno‖ se ha aventurado a conceptualizar al Derecho Administrativo

Sancionador como:

"El conjunto de normas jurídicas que se traducen en la

facultad que poseen los órganos de la Administración del

Estado para tutelar sus propios intereses o los de la comunidad

en su totalidad, aplicando sanciones a los particulares y/o a

funcionarios públicos, mediando un procedimiento racional y

justo, por la infracción de reglas y/o deberes jurídicos

predeterminados169‖.

Tal definición, que a nuestro modo de ver dista mucho de ser una

definición acabada de lo que debemos entender como el Derecho

169 Op. Cit. CÁRCAMO RIGUETTI, Alejandro. “La constitucionalidad y la necesidad del

Derecho Administrativo Sancionador Correctivo en el complejo Escenario económico moderno”, p. 8.

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169

Administrativo Sancionador, entrega algunos elementos que a su vez son

compartidos por la jurisprudencia nacional. Tales elementos son: la exclusividad

del ejercicio de la potestad sancionadora administrativa en los órganos de la

Administración; la facultad de dichos órganos para imponer sanciones; y por

último, la facultad para imponer tales sanciones respecto de sus propios

funcionarios, así como también respecto de los demás particulares, ajenos a la

Administración del Estado.

Como hemos señalado, nuestros Tribunales de Justicia también han

realizado sus aportes, conceptualizando al Derecho Administrativo Sancionador

en algunos fallos170. Al respecto, el fallo recaído en causa Rol N° 2518-2010 de

nuestra Corte Suprema, nos brinda en su considerando N° 10 un concepto de

Derecho Administrativo Sancionador, texto que se presenta en el siguiente

tenor:

―El Derecho Administrativo Sancionador, es la rama del

Derecho que regula la potestad que el ordenamiento reconoce

a ciertos órganos administrativos para sancionar conductas que

170 Véase los fallos de nuestra Excelentísima Corte Suprema, Roles N°s: 2518-2010; 2783-

210; 2968-2010; entre otros.

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170

atentan contra las funciones de la Administración o contra otros

bienes jurídicos que la afectan de manera directa171‖.

Cabe hacer presente que el citado concepto jurisprudencial no hace

alusión a la naturaleza administrativa del Derecho Administrativo Sancionador.

Esto no implica un impedimento para alcanzar nuestros fines, dado que como

veremos más adelante, las instituciones del Derecho Administrativo tienen

mucho que decir en lo referente a esta materia. En efecto, especial atención se

situará sobre el lugar que corresponde al Acto Administrativo dentro de esta

ecuación.

Por último, quisiéramos presentar las observaciones planteadas por

nuestro TC en su sentencia en causa Rol N° 480-2006, que sin profundizar en

la sustancia jurídica del DAS, sí nos entrega un aporte notable, puesto que

identifica a los diversos tipos de normas jurídicas que componen a este

Derecho. La mencionada sentencia pasa a esbozar ciertos elementos que son

comunes a las definiciones ya planteadas:

―3°.- Que, típicamente la actividad sancionadora del

Estado… opera a través de una diversidad de normas que

171 Sentencia de nuestra Excelentísima Corte Suprema, con fecha de 10 de diciembre del

año 2012, Rol N°: 2518-2010, considerando décimo.

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171

cumplen funciones diversas. Entre ellas se encuentras tres tipos

de las cuales interesa destacar: […] a) Las que establecen las

conductas debidas de los administrados […] b) Aquellas que

otorgan las potestades sancionatorias a la Administración y

establecen, de un modo más o menos general, que el

incumplimiento que los deberes contenidos en otras normas

deben ser a lo menos sancionados […] c) Las que establecen

las sanciones que han de aplicarse a las conductas que

infringen deberes172‖.

Tal como puede observarse, pueden identificarse ciertas concordancias

entre las diversas definiciones que hemos esgrimido, las que a nuestro juicio

resultan elementales para elaborar un correcto concepto de Derecho

Administrativo Sancionador. Sin embargo, tales concordancias por sí solas no

son suficientes, toda vez que para obtener un concepto acabado de esta rama

del Derecho es necesario agregar algunos elementos que consideramos han

sido olvidados en las elaboraciones que hemos presentado.

3.2. Elementos para un concepto de Derecho Administrativo

Sancionador.

172 Sentencia de nuestro Tribunal Constitucional, con fecha de 27 de Julio del año 2006,

Rol N° 480-2006, considerando tercero.

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172

a) Es un conjunto de normas jurídicas.

En Chile, así como ocurre en muchos otros países, el Derecho

Administrativo Sancionador se encuentra desarticulado, pues no cuenta con

una legislación unitaria. Distinto sería si contásemos con una Ley general de

Infracciones y Sanciones Administrativas, o una con Ley que cree las Bases

Generales de todos los Procedimientos Sancionatorios Administrativos. Es

notorio el fraccionamiento normativo de esta rama del Derecho. En él, las

normas tanto de carácter procedimental como sustantivo se encuentran

dispersas a lo largo y ancho de nuestra legislación. Es común encontrar

distintos tipos de preceptos, algunos de carácter general, otros con el carácter

de Ley de Bases, otros con efectos de aplicación supletoria y otros de eminente

aplicación especial. Toda esta creación normativa se encuentra dispersa en

diversos cuerpos normativos, los que emanan de Leyes, Decretos Leyes o

Decretos con Fuerza de Ley, e incluso de normas de menor jerarquía

normativa, como simples Decretos, Reglamentos y Ordenanzas.

Así, vemos como entran en juego las más diversas normas: las

presentes en la Constitución Política de la República; en la LOC N° 18.575 de

―Bases Generales de la Administración del Estado‖; en la Ley N° 20.285 sobre

―acceso a la información pública‖; en la LOC N° 10.336 relativa a la Contraloría

General de la República; en la Ley N° 18.834 que regula el Estatuto

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173

Administrativo de los Funcionarios Públicos; en la Ley N° 18.833 que viene a

regular el Estatuto de los Funcionarios Municipales; en la Ley N° 19.880 que

establece ―Bases de los procedimientos administrativos que rigen los actos de

los órganos de la administración del Estado‖; las leyes relativas a las

Superintendencias; las referentes a los Servicios Sanitarios; al Servicio

Electoral; a la Dirección del Trabajo, entre muchas otras leyes sectoriales que

crean Infracciones y Sanciones Administrativas; sumadas a otras que estatuyen

procedimientos especiales, las que vistas como un todo, componen este vasto

mundo que es conocido como el Derecho Administrativo Sancionador.

Lejos de entender esta disgregación como una desventaja o como un

impedimento para entender al DAS como una disciplina autónoma, es este

mismo desparramamiento normativo el que permite distinguir a esta rama del

Derecho, pues cada sector regulado presenta características diversas, frente a

las cuales cada órgano administrativo requiere facultades distintas y así poder

actuar forma oportuna, en cumplimiento de sus objetivos, de acuerdo con las

particularidades del sector regulado.

En efecto, esta dispersión se debe, en principio, a la realidad compleja y las

múltiples actividades a las cuales el DAS debe adaptarse. En opinión de

Alejandro NIETO, la única posibilidad de acción que le queda a este derecho es

diversificarse y especializarse, de manera que el mismo autor nos señala que:

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174

“los frutos del derecho Administrativo Sancionador no forman un bloque sino

que se desarrollan como racimos, cuyos gajos fundamentales son el Estado y

las Comunidades Autónomas y, dentro de cada gajo van madurando las uvas

aisladas de cada sector. Ahora bien, como cada legislación material no sólo se

ordena dentro de su matriz territorial, ha aquí al final con un sistema en red en

el que cada uno tiene varias conexiones en diferentes sentidos173‖. Bajo este

paradigma, semejante dispersión legislativa representa una de las

características más distintivas del DAS.

A modo de conclusión, y volviendo a reiterar nuestra afirmación inicial,

esta dispersión normativa no impide concebir al DAS como una rama del

Derecho Administrativo, puesto que, como veremos, sus normas no se

encuentran desvinculadas entre sí, sino que forman parte de un sistema de

normas. Esto puede entenderse en gran medida, gracias a la existencia de

principios, límites y garantías tanto de orden constitucional como legal, las que,

aún cuando su distribución normativa no sea particularmente orgánica, al fin y al

cabo, actúan como un sistema en red, dirigiendo a toda la normativa

administrativa-sancionadora hacia unos mismos fines: la protección de los

intereses generales y la satisfacción del bien común.

b) Es una facultad de los órganos de las Administración del Estado.

173 Op. Cit. NIETO, Alejandro. “Derecho Administrativo Sancionador”, p. 188.

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175

De los conceptos que hemos citado podemos extraer algunas

conclusiones, que coinciden con lo ya expuesto acerca de la legitimidad

constitucional del DAS:

- Primero, la Constitución Política de la República permite al

Legislador conferir a determinados órganos de la Administración

potestades para sancionar conductas de los particulares.

- Segundo, como ya ha sido examinado a lo largo de esta tesis, y a

fin de otorgar a esta rama del Derecho una conceptualización, resulta

vital tener presente que el ejercicio de facultades sancionadoras por

parte de los órganos de la Administración es del todo legítimo, lo que

contrasta con aquellos argumentos que sistemáticamente la pretenden

desacreditar su existencia. Al respecto, más que desperdiciar esfuerzos

en intentar deslegitimar la existencia de Potestades Sancionatorias

Administrativas, los esfuerzos debieran ir encaminados hacia resolver

cuáles son los límites que deben ser observados para un ejercicio

legítimo de estas potestades.

- Por último, es necesario entender que el ejercicio de estas

potestades corresponde a una atribución exclusiva de los órganos de la

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176

Administración. Por lo tanto, su actividad debe someterse a las reglas y a

los procedimientos sindicados para la formación del Acto Administrativo

de sanción.

c) Su finalidad es tutelar los intereses de la Administración del Estado y

de la comunidad, mediante la aplicación de Sanciones Administrativas frente a

la comisión de Infracciones Administrativas.

Al respecto y con el objetivo de no ser reiterativos, recomendamos al

lector prestar atención acerca de lo ya planteado acerca de los fines del

Derecho Administrativo Sancionador174.

d) Contempla la Facultad de aplicar sanciones a los particulares y/o

Funcionarios Públicos por la infracción a deberes jurídicos predeterminados.

En este sentido, la potestad sancionadora administrativa puede ser

dividida de acuerdo a sus funciones en dos vertientes: La primera, es la

denominada función de autoprotección, mediante la cual la Administración

regula su propio orden disciplinario interno, relativo a sus Funcionarios Públicos.

Al respecto, el profesor CARCAMO nos brinda una conceptualización acerca de

lo que denominaremos “Derecho Administrativo Sancionador Disciplinario”. Este

174 Véase Capitulo II, apartado 2.2.

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177

es entendido como: ―aquel conjunto de normas jurídicas que regulan la potestad

sancionadora interna o doméstica de la Administración, en virtud de la cual se

encuentra autorizada para aplicar determinadas sanciones de naturaleza

disciplinaria a los sujetos que la integran por el cumplimiento de deberes

funcionarios175‖.

En otras palabras, el régimen de auto-protección, o disciplinario, permite

a la Administración castigar las Faltas Disciplinarias cometidas por sus propios

empleados públicos. Tiene su fundamento en calidad especial del vínculo que

une a ambos. En este punto, cabe introducir las conclusiones arribadas por los

investigadores Daniel OKSENBERG GONZÁLEZ y Cristián FLORES

FERNÁNDEZ, quienes sostienen que esta función se construye: “sobre el

modelo de la potestad disciplinaria y su fin sancionador no sería de retribución o

corrección sino que simplemente su propia defensa (Policía demanial)176‖.

Los autores citados sostienen que la facultad sancionadora disciplinaria

de la Administración no está orientada hacia la satisfacción directa del bien

común o hacia la protección de los intereses generales per se, sino que su

principal misión es proteger el propio interés de la Administración del Estado. A

175 Op. cit. CÁRCAMO RIGUETTI, Alejandro. “La constitucionalidad y la necesidad del

Derecho Administrativo Sancionador correctivo en el complejo Escenario económico moderno”, p. 12. 176

Op. Cit. OKSENBERG GONZÁLEZ, Daniel y FLORES FERNÁNDEZ, Cristián. “Principios de Legitimación del Ius Puniendi Estatal en el Derecho Administrativo Sancionador: Revisión crítica”, p. 87.

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178

nuestro modo de ver, dichas aseveraciones no son del todo acertadas, toda vez

que un correcto ejercicio de la función pública administrativa, en base a la

observancia que deban hacer sus propios funcionarios respecto de los

principios de probidad, eficacia, eficiencia, transparencia y responsabilidad

administrativa, constituye un medio del todo necesario, sino esencial, para

producir un recto, racional y justo ejercicio de la Potestad Sancionadora General

de la Administración, y de la Función Administrativa en general. En efecto, no

debemos olvidar que son justamente los funcionarios de la propia

Administración del Estado los están encargados de fiscalizar, recabar y

presentar los antecedentes que, a la postre, se constituirán como los medios

probatorios o el componente fáctico que habilitará a la misma Administración

para imponer la Sanción Administrativa correspondiente177.

177 La relevancia de la situación es bien descrita por el profesor Iván ARÓSTICA

MALDONADO, quien señala que: ―El valor de la actividad de los funcionarios públicos, recta, priva y transparente, para: nos lleva a escudriñar –en forma previa– si tales hechos fueron buscados imparcialmente por la autoridad, luego recabados a través de fuentes formales de producción de pruebas y en seguida procesados conforme a un raciocinio lógico. Todo, con miras a respaldar verdaderamente a acto, confiriéndole suficiente fundamento y justificación. Por manera que tal despliegue deja acotado el ejercicio de control –concomitante o posterior– a estos tres aspectos: En lo que hace al procedimiento, chequear si se están siguiendo u observaron oportunamente aquellos protocolos legales aptos para recabar idóneamente los datos; esto es, si la autoridad ha dado o no los pasos que hacen metodológica y jurídicamente aceptable una investigación (cómo, cuándo y en qué condiciones se consultaron los testimonios, declaraciones y otros medios de contraste); En lo que toca a la fundamentación, testear la verdad o falsedad del hecho invocado por el acto; esto es, si ese acontecimiento ocurrido en el pasado se encuentra confirmado, consistentemente, por los resultados de la evidencia empírica recogida (si en realidad se registró una cierta situación fáctica), y en lo concerniente a la justificación, valuar si ese evento posee o no las dimensiones requeridas que le permiten subsumirse o quedar comprendido dentro de aquella predeterminada fórmula legal (si aquel acontecimiento cuadra o encaja dentro de los supuestos de hecho previstos genéricamente en dicha premisa mayor)‖. ARÓSTICA MALDONADO, Iván. “El motivo de hecho en las Sanciones Administrativas: notas sobre procedimiento, fundamento y justificación”, en “La Contraloría General de la República: 85 años de vida institucional (1927 – 2012)”, Conmemoración por su 85° Aniversario de vida institucional, año 2012, p. 233 – 249.

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179

Por otra parte, la segunda función corresponde a la comúnmente

denominada potestad de hetero-tutela de la Administración y que le permite

defender el orden social en su conjunto. Esta ha sido denominada por el

profesor CÁRCAMO como el “Derecho Administrativo Sancionador Correctivo”.

El autor procede a definir esta faceta del DAS como: “el entramado normativo

que regula aquella potestad que posee la Administración, en virtud de la cual se

encuentra facultada para aplicar sanciones a los administrados por el

incumplimiento de ciertas reglas jurídicas predeterminadas178‖. Tal como

podemos apreciar, esta última función se ejerce con el fin de tutelar el orden

público y los intereses generales de toda la ciudadanía.

3.3. Un Concepto definitivo de Derecho Administrativo Sancionador.

Gracias a las precisiones ya planteadas, y en coherencia con lo expuesto

respecto a la distinción entre el DAS y el Derecho Penal, podemos concluir

nuestra argumentación con la presentación de una definición propia, que a

nuestro humilde modo de ver, presenta una idea más precisa acerca de lo que

es el Derecho Administrativo Sancionador:

178 Op. Cit. CÁRCAMO RIGUETTI, Alejandro. “La constitucionalidad y la necesidad del

Derecho Administrativo Sancionador correctivo en el complejo Escenario económico moderno”, p. 12.

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180

―El Derecho Administrativo Sancionador es aquella rama

del Derecho Público, descendiente del Derecho Administrativo,

que reconoce y regula las potestades sancionadoras

autónomas de determinados órganos de la Administración del

Estado, que a través de un debido procedimiento administrativo

sancionador, están facultados para sancionar tanto a sus

propios Funcionarios Públicos, mediante una investigación

sumaria o sumario administrativo (función de auto-protección),

como a los particulares comunes (función de hetero-protección),

a fin de proteger y potenciar, en base a normas y principios

propios: su organización interna; el bien común; y los intereses

generales de la población, todo lo cual deben hacer en estricto

cumplimiento a los fines inherentes a la función pública

administrativa que el Legislador y el Constituyente les ha

encomendado.‖

4. Principios del Derecho Administrativo Sancionador.

Sin lugar a dudas, ningún análisis serio de una disciplina jurídica puede

darse el lujo de desatender el estudio de sus principios estructurales. A

continuación presentamos al lector una breve descripción de aquellos

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181

principios, que bajo el criterio de nuestra doctrina y jurisprudencia, fundan los

cimientos jurídicos del DAS chileno.

Antes de comenzar la descripción ya señalada, urge hacer presente al

lector las siguientes consideraciones: primero, que en ningún caso se

encontrará con un análisis exhaustivo de casa uno de estos conceptos, toda

vez que no es el objetivo final del presente trabajo, cabe señalar, por lo demás,

que estos temas han ampliamente tratados por grandes autores, tanto

nacionales como extranjeros. En segundo lugar, no debemos olvidar que todo lo

que a continuación se propone tiene por objetivo generar los argumentos finales

que permitan esclarecer las dudas acerca de la autonomía funcional y

estructural del DAS

4.1. Origen de los principios del Derecho Administrativo Sancionador

En un primer acercamiento a la materia, debemos señalar que no

encontramos un cuerpo normativo único que establezca y tipifique clara, y

directamente, cuáles son los principios inspiradores y ordenadores del DAS

nacional. Sí tenemos, por suerte, variadas normas que nos pueden ayudar para

lograr dichos fines, como por ejemplo, las Leyes N°s: 18.575; 19.880, entre

otras. Incluso como vimos, podemos hacer uso de las normas contenidas en

nuestro Derecho Criminal. Pero, por sobre todas las cosas, la ecuación no

Page 182: De ruiz n

182

queda completa si no realizamos esta operación a la luz y bajo los lineamientos

de nuestra Carta Política.

Dentro de este contexto, es posible distinguir dos caminos mediante los

cuales el DAS puede proporcionarse de principios: El primero de ellos dice

relación con asumir su calidad de Derecho Administrativo, rigiéndose

únicamente por los principios que rigen esta rama; por otra parte, la segunda

alternativa resulta de ―tomar prestados‖ los principios inspiradores del orden

Penal, dada la vinculación que existiría entre ambos cuerpos legales y que

hemos descrito profundamente. Esta situación, aunque criticada, ha sido

asumida nuestra doctrina nacional. Así lo hace por lo menos el profesor

ROMÁN CORDERO cuando expresa que: “en mi opinión, corresponde aplicar,

como medida de urgencia y hasta que los principios del Derecho Administrativo

Sancionador adquieran claros y precisos contornos –lo que no acontece

actualmente-, como pauta y cota máxima, los principios que informan al

Derecho Penal. Como pauta pues ellos, en su conjunto, establecen los

lineamientos generales que deberían considerarse para tal propósito, sin que

ello importe necesariamente aplicar cada uno de dichos principios y con el

mismo alcance que en el Derecho Penal (en otras palabras, admito la

―importación‖, pero en caso alguno el ―contrabando‖ de ellos) y como cota

máxima, pues en la traslación de tales principios al Derecho Administrativo

Sancionador, no es posible ser ―más penalista que los penalistas‖, esto es, el

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183

alcance que en él han de tener, deberá ser siempre más flexible que en el

Derecho Penal179‖.

En este sentido, ambas ramas del Derecho copulan entre sí, sin

funcionar uno como un mero prestamista del otro, sino que es esencial entender

su pertenencia a un Derecho superior, el Ordenativo Punitivo del Estado. En

definitiva, los principios no son propiedad exclusiva de unos u otro Derecho

Punitivo, sino pasan a incorporarse a una especie de supra-ordenamiento que

regula todas las manifestaciones punitivas del Estado. Por tanto, el DAS debe

respetar el contenido mínimo y obligatorio que corresponde a dicho Derecho,

debiendo las demás partes de su contenido recibir un ajuste de acuerdo con las

particularidades jurídicas de la vertiente administrativa del Ius Puniendi Estatal.

No podemos decir que estas alternativas hayan encontrado una

consagración normativa expresa y especial en favor del DAS. Como sabemos,

en los pasillos del Congreso Nacional aún descansa el Proyecto del Ley que

tenía por objeto regular las Bases de los Procedimientos Administrativos

Sancionatorios, que contenía principios y reglas de enorme relevancia para

complementar el contenido de nuestro Derecho Administrativo Sancionador.

179 Op. Cit. ROMAN CORDERO, Cristian. “El Derecho Administrativo Sancionador en

Chile”, p. 95.

Page 184: De ruiz n

184

Dado el contexto que hemos planteado, se hace necesario recurrir una

vez más a lo señalado por nuestra jurisprudencia, la que ha venido a

salvaguardar los vacíos normativos presentes en la estructura jurídica del DAS.

Al respecto, y dada su importancia, quisiéramos transcribir lo que ha señalado

el Tribunal Constitucional, en la Sentencia en causa Rol N° 244, de 26 de

Agosto de 1996, en sus considerandos 9°, 10°, 11° y 12°. Que dicho sea de

paso, es esta sentencia la que viene a establecer la pauta inicial que

condicionará el criterio jurídico futuro de este Tribunal:

―9°. Que, los principios inspiradores del orden penal

contemplados en la Constitución Política de la República han de

aplicarse, por regla general, al derecho administrativo

sancionador, puesto que ambos son manifestaciones del ius

puniendi propio del Estado;

―10°. Que, entre ellos, es necesario destacar los principios

de legalidad y de tipicidad, los cuales no se identifican, sino que

el segundo tiene un contenido propio como modo de realización

del primero. La legalidad se cumple con la previsión de los

delitos e infracciones y de las sanciones en la ley, pero la

tipicidad requiere de algo más, que es la precisa definición de la

conducta que la ley considera reprochable, garantizándose así

el principio constitucional de seguridad jurídica y haciendo

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185

realidad, junto a la exigencia de una ley previa, la de una ley

cierta;

―11°. Que, en este sentido, ambos principios se

encuentran consagrados en los incisos séptimo y octavo del N‖

3‖ del artículo 19: de la Carta Fundamental, de acuerdo con los

cuales ―Ningún delito se castigara’ con otra pena que la que

señale una ley promulgada con anterioridad a su perpetración,

a menos que una nueva ley favorezca al afectado‖, y ―Ninguna

ley podrá establecer penas sin que la conducta que se sanciona

esté expresamente descrita en ella‖;

―12°. Que, de esta forma, la Constitución precisa de

manera clara que corresponde a la ley y solo a ella establecer

al menos el núcleo esencial de las conductas que se sancionan,

materia que es así, de exclusiva y excluyente reserva legal, en

términos tales, que no procede a su respecto ni siquiera la

delegación de facultades legislativas al Presidente de la

República, en conformidad con lo que dispone el artículo 61,

inciso segundo, de la Constitución Política‖.

La sentencia transcrita es de suma relevancia ya que, como dijimos, es el

punto de partida de gran parte del cuantioso estudio del que ha sido objeto el

DAS hasta el presente, el cual se ha desenvuelto de manera vertiginosa y con

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186

un crecimiento exponencial. Tal como puede apreciarse, la sentencia en

cuestión regula el juego de principios que existe entre el Derecho Penal y el

Derecho Administrativo Sancionador. El profesor VERGARA BLANCO nos

indica que: “de lo anterior podemos desprender claramente que el ius puniendi

del Estado, ya sea en su manifestación penal o administrativa, dada la evidente

naturaleza común, en su ejercicio debe respetar los mismos principios de

legalidad y tipicidad, y sus derivados […] En otras palabras, aunque exista una

dualidad de sistemas represivos del Estado, en ambos casos, por su unidad

material, aunque el procedimiento sea distinto, se han de respetar estos

principios de fondo: es el mismo ius puniendi del Estado. Entonces, los

principios conocidos generalmente como del derecho penal, hay que

considerarlos como principios generales del derecho sancionador, y el Tribunal

Constitucional ha señalado claramente que tales principios tradicionales del

derecho penal se aplican a la esfera sancionatoria administrativa180‖.

Este criterio, que relaciona los principios del Derecho Penal con el DAS

nacional, establecido en la sentencia de Rol N° 244 del año 1996, ha

influenciado las sentencias del Tribunal Constitucional desde su dictación hasta

la actualidad. Ejemplo de aquello, es que el mismo Tribunal, en su sentencia de

Rol N° 2381-2012, también conocido como el “Caso Pollos”, ha vuelto a señalar

180 VERGARA BLANCO, Alejandro. “Esquema de los Principios del Derecho Administrativo

Sancionador”, en Revista de Derecho, Universidad Católica del Norte, sede Coquimbo, N° 2, año 2004, p. 140.

Page 187: De ruiz n

187

que: “en efecto, este Tribunal Constitucional ha sostenido invariablemente, en

una veintena de sentencias y durante más de 16 años, que los principios y las

garantías del ámbito penal son aplicables al derecho administrativo

sancionador, al ser ambas manifestaciones del ius puniendi del Estado,

velándose así por la defensa e igualdad de las personas frente a la fuerza

coactiva estatal181‖.

4.2. Los principios más relevantes en el Derecho Administrativo

Sancionador Chileno.

A continuación pasaremos a revisar los principios elementales que

conforman la estructura basal del DAS nacional. Estos son: El principio de

Legalidad; El principio de Tipicidad; El principio de Culpabilidad; El principio de

Non Bis In Idem; El principio de Proporcionalidad; y el Principio del Debido

Proceso Administrativo.

4.2.1. Principio de Legalidad.

Concepto

181 Sentencia del Tribunal Constitucional, Rol N° 2381-2012, dictada con fecha de 20 de

agosto del año 2013.

Page 188: De ruiz n

188

―Este principio es una derivación del principio general de la

certeza (lex certa), y en su virtud, la ley respectiva (nunca el

reglamento, según lo dicho: principio de legalidad) debe

contener ella misma una descripción precisa de la conducta

específica que podrá ser sancionada182‖.

De acuerdo con la frase citada, este principio implica entender que sólo

es posible introducir Infracciones y Sanciones Administrativas a nuestro sistema

jurídico por medio de una norma de rango legal. Lo mismo ha sido expresado

por nuestra jurisprudencia constitucional en el sentido que: “el Tribunal

Constitucional‖ en diversos fallos incluso en uno pronunciado en el presente

año, ha reiterado que la potestad sancionadora administrativa se encuentra

regida por el principio de reserva legal, tal como ocurre en materia penal. De

este modo, sólo pueden aplicarse las sanciones previstas al efecto por la

ley183‖.

A lo anterior cabe agregar lo planteado por nuestro Tribunal

Constitucional en la sentencia en causa Rol N° 480-2006, que en su

considerando 5° determina:

182 Op. Cit. VERGARA BLANCO, Alejandro. “Esquema de los Principios del Derecho

Administrativo Sancionador”, p. 142. 183

NAVARRO BELTRAN, Enrique. “Notas sobre la Potestad Sancionatoria de la Autoridad Administrativa y Principio de Legalidad”, en Revista de Derecho Público Número 67, Publicación del Departamento de Derecho Público, Facultad de Derecho, Universidad de Chile, año 2005, p. 128.

Page 189: De ruiz n

189

―Quinto: Que el principio de legalidad es igualmente

aplicable a la actividad sancionadora de la administración, en

virtud de lo prescrito en los dos últimos incisos del numeral 3

del artículo 19° de la Carta Fundamental. Aún cuando las

sanciones administrativas y las penas difieren en algunos

aspectos, ambas pertenecen a una misma actividad

sancionadora del Estado -el llamado ius puniendi- y están, con

matices, sujetas al estatuto constitucional establecido en el

numeral 3º del artículo 19. Como ha establecido este Tribunal, a

propósito de la aplicación a Clodomiro Almeyda de las

sanciones contempladas en el artículo octavo entonces vigente,

―[…] se hace necesario, también, traer a colación el principio de

"nulla poena sine lege" que expresa el artículo 19 N° 3 inciso

séptimo de la Carta Fundamental, ya que si bien es cierto que

dicho precepto sólo se refiere a los delitos penales, no lo es

menos que él debe estar presente para determinar el alcance

del artículo 8°, ya que difícilmente, en una interpretación

razonable, pueden sustraerse al concepto de pena las graves

sanciones que el precepto impone a quien incurre en el ilícito

constitucional que contempla.‖ (Sentencia de 21 de diciembre

de 1987, Rol Nº 46, considerando 18º)‖.

Page 190: De ruiz n

190

En seguida, el Tribunal reiteró la doctrina que ya se había establecido en

el fallo Rol Nº 244 que en sus considerandos 9º y 10º ya habían señalado que:

“9º.- Que, los principios inspiradores del orden penal

contemplados en la Constitución Política de la República han de

aplicarse, por regla general, al derecho administrativo

sancionador, puesto que ambos son manifestaciones del ius

puniendi propio del Estado;‖

“10º.- Que, entre ellos, es necesario destacar los

principios de legalidad y de tipicidad, los cuales no se

identifican, sino que el segundo tiene un contenido propio como

modo de realización del primero. La legalidad se cumple con la

previsión de los delitos e infracciones y de las sanciones en la

ley, pero la tipicidad requiere de algo más, que es la precisa

definición de la conducta que la ley considera reprochable,

garantizándose así el principio constitucional de seguridad

jurídica y haciendo realidad, junto a la exigencia de una ley

previa, la de una ley cierta184‖.

184 Sentencia Tribunal Constitucional, Rol N° 480-2006, con fecha de 27 de Julio del año

2006, considerando quinto.

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191

Objetivo Principio de Legalidad

Como bien señala el profesor VERGARA BLANCO, el principio de

Legalidad es aquel que proporciona seguridad jurídica a todo nuestro sistema

normativo. Básicamente, debido a que exige poner de manifiesto en la Ley

cuáles son las conductas apropiadas y cuáles son las conductas prohibidas

para los administrados. Como sabemos, todos los comportamientos son

esencialmente lícitos, salvo que el ordenamiento jurídico determine que un

comportamiento en específico constituye un ilícito. Así, el principio de Legalidad

se erige como una garantía para los Derechos de los administrados y les

permite conocer de manera previa cuáles son los límites del comportamiento

lícito. Por cierto: “constituye un principio fundamental del derecho público el que

sólo pueden imponerse las sanciones administrativas autorizadas

expresamente por ley (principio de reserva legal), de acuerdo a lo señalado en

el artículo 19 Nº 3 de la Constitución Política de la República185‖.

En segundo lugar, y tal como señala el profesor Enrique NAVARRO

BELTRÁN, este principio tiene por objetivo velar por la protección de los

derechos consagrados en la Carta Constitucional. El citado profesor señala que:

“no debe olvidarse, adicionalmente, que toda circunstancia que importe afectar

185 Op. Cit. VERGARA BLANCO, Alejandro. “Esquema de los Principios del Derecho

Administrativo Sancionador”, p. 143.

Page 192: De ruiz n

192

derechos constitucionales sólo puede estar establecida a través de una ley186‖.

Naturalmente, las Sanciones Administrativas significan la imposición de un

gravamen susceptible de privar a un administrado, parcial o totalmente, del uso

o goce de la totalidad o de parte de alguno de sus Derechos Fundamentales.

Por último, y en concordancia con lo anterior, el presente principio

funciona como un límite de competencia para el actuar de la Administración.

Esto es efectivo, en cuanto se exige al órgano administrativo observar lo

establecido por la Ley, de manera tal que, al ejercer su Potestad Sancionadora

debe atenerse de manera irrestricta a lo que ella disponga. A modo ilustrativo

podemos señalar que el mensaje del Proyecto de Ley de ―Bases de los

procedimientos administrativos sancionatorios‖ se hacía cargo de este aspecto

y al referirse acerca de la atribución de Potestades Administrativas

Sancionadoras planteaba lo siguiente: ―la potestad sancionadora de la

Administración se ejercerá cuando haya sido expresamente atribuida por una

norma legal, mediante el procedimiento previsto para su ejercicio o, en su

defecto, mediante el procedimiento regulado en esta ley. El ejercicio de la

potestad sancionadora corresponde, entonces, a los órganos administrativos

que la tengan atribuida por disposición de rango legal187‖.

186 Op. Cit. NAVARRO BELTRAN, Enrique. “Notas sobre la Potestad Sancionatoria de la

Autoridad Administrativa y Principio de Legalidad”, p. 128. 187

Mensaje N° 541-350, con fecha de 25 de marzo del año 2004, que establece las “Bases de los procedimientos administrativos sancionatorios”.

Page 193: De ruiz n

193

Ejercicio del Principio de Legalidad

En el Derecho Administrativo Sancionador, el principio de legalidad ha

recibido ciertas modulaciones, las que dicen relación especialmente con las

especiales características que tiene por objeto regular (dinamismo, riesgos,

multiplicidad de casos, entes fiscalizadores, actuación de oficio, entre muchas

otras características de notable relevancia). Por estos motivos, nuestra

Jurisprudencia Constitucional ha reconocido la posibilidad de complementar el

contenido de las leyes sancionatorias mediante la dictación de normas de

naturaleza reglamentaria. Así, se ha permitido a normas de jerarquía infra-legal

adoptar la función de precisar los aspectos específicos de su contenido. No

obstante lo anterior, se reserva a la Ley la competencia para regular la parte

esencial del precepto sancionador, su inclusión en el sistema y su

funcionamiento abstracto. Por su parte, se permite al reglamento introducir

aquellos aspectos relativos a la ejecución práctica sus disposiciones.

Nuestro TC, en su sentencia de Rol N° 1669-2012, del 15 de marzo del

año 2012, se ha pronunciado sobre esta cuestión y ha venido a aunar el criterio

judicial determinando el que ostenta hasta la fecha:

“QUINCUAGESIMOCUARTO: Que, a continuación, cabe

agregar que este Tribunal ha considerado que es posible y lícito

Page 194: De ruiz n

194

que la Administración pueda regular algunos aspectos

determinados en una ley (STC 325/2001). La Constitución

diseña un régimen que armoniza potestad legislativa con

potestad reglamentaria (STC 370/2003); que una actividad se

regule por ley no excluye la colaboración reglamentaria (STC

480/2006). Ello, ha dicho, se funda en una interpretación

armónica de los artículos 63 y 32 N° 6 de la Constitución, por la

naturaleza general y abstracta de la ley y por la división de

funciones que reconoce nuestro sistema. Imaginar lo contrario

equivale a convertir la ley en reglamento y a concentrar en el

órgano legislativo las dos potestades (STC 480/2006). El rol de

la normativa administrativa es, sin embargo, concebido para

regular cuestiones de detalle, de relevancia secundaria o

adjetiva, cercana a situaciones casuísticas o cambiantes,

respecto de todas las cuales la generalidad, abstracción,

carácter innovador y básico de la ley impiden o vuelven difícil

regular. Las características de la ley (generalidad, abstracción,

igualdad, carácter innovador) deben ser conciliadas con la

mayor elasticidad, flexibilidad, adaptabilidad o posibilidades de

modificación que singularizan a la potestad reglamentaria (STC

370/2003);

Page 195: De ruiz n

195

QUINCUAGESIMOQUINTO: Que dicha colaboración

reglamentaria exige que la ley regule los aspectos esenciales

de la materia respectiva, de modo que el reglamento sólo se

involucre en aspectos de detalle (STC 370/2003). El legislador

no puede renunciar a su deber de normar los aspectos

medulares de una determinada regulación. Así como debe

limitarse a regular las bases esenciales de un ordenamiento

jurídico, no puede incurrir con motivo de esa tarea en una

deslegalización, en el establecimiento de cláusulas abiertas o

fórmulas en blanco que generen inseguridad jurídica (STC

370/2003)188‖.

Por de pronto, puede observarse la íntima relación que existe entre el

principio de Legalidad y el principio de Tipicidad, el cual desarrollaremos más

adelante. En efecto, el principio de ―reserva legal‖ obliga a que una serie de

elementos estén contemplados en una norma de rango legal, como son: la

potestad sancionadora administrativa, la conducta ilícita, la sanción y el

procedimiento administrativo sancionador. De ahí en más, puede un reglamento

venir a precisar aspectos particulares de lo ya contenido en una norma legal.

188 Sentencia Tribunal Constitucional, Rol N° 1669-2012, con fecha de 15 de marzo del año

2012, considerandos 54° y 55°.

Page 196: De ruiz n

196

La ―Colaboración‖ o ―Complementación Reglamentaria‖.

Como se desprende de la cita ya expuesta, la jurisprudencia ha señalado

que el ejercicio del principio de Legalidad exige que los preceptos que declaran

conductas ilícitas presenten una forma definida y describan en forma precisa el

contenido de la conducta infraccional. Nuestro Tribunal Constitucional ha hecho

hincapié en que la descripción de la conducta no debe ser completa, sino que

bastaría con que se estatuyan legalmente sus aspectos esenciales, juicio que a

su vez es compartido por gran parte de nuestra doctrina.

Este criterio se apoya en el artículo 19 N° 3 de nuestra Carta

Fundamental, el que únicamente exige la conducta ilícita se encuentre

expresamente descrita en la ley y no de manera completa. De esta forma,

nuestros Tribunales de Justicia han interpretado que corresponde a la Ley

describir el núcleo central o la parte esencial de la conducta prohibida y sus

sanciones correlativas, con la debida abstracción y generalidad que caracteriza

al mandato legislativo. Por lo que se termina por aceptar una colaboración

reglamentaria en todo aquello que bajo este paradigma no sea materia de

Ley189. Por estas razones: ―la vigencia del principio de legalidad en el campo del

189 Así se colige de la sentencia de nuestra Corte Suprema Rol N° 24-1984 que señala: ―el

texto del artículo 19 N° 3 exige que la conducta se encuentre ―expresamente‖ descrita en la ley, pero no que esté ―completamente‖ descrita en el precepto legal. Este último adjetivo calificativo fue incluido en la propuesta de precepto constitucional hecho por la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, pero deliberadamente eliminado por la Junta de Gobierno, lo que debe

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197

derecho administrativo sancionador no impide que la Administración pueda

legítimamente sancionar conductas cuyo núcleo esencial se encuentre descrito

en una ley y más extensamente desarrollado en normas reglamentarias190‖.

En otras palabras, el principio de reserva legal no impide la colaboración

normativa mediante el ejercicio de potestad reglamentaria de ejecución. En este

sentido, al reglamento le está vedado aquello que la Constitución considera

reservado a la Ley. Por estos motivos, no tiene cabida en este esquema el

ejercicio de la potestad reglamentaria autónoma, pues aquella no tiene por

objeto precisar el contenido de una Ley, para propiciar su aplicación práctica,

sino que tiene por finalidad configurar verdaderas normas autónomas en los

ámbitos que no sean de reserva legal. En este sentido la norma de rango

inferior no viene a innovar el contenido o núcleo esencial del precepto legal.

Básicamente, debe entenderse que al cometerse un ilícito se infringe la Ley y

no el Reglamento.

Por último cabe mencionar que no se autoriza la determinación de

infracciones o sanciones por el uso de la analogía, lo que funciona como un

límite para la complementación reglamentaría. De este modo: ―no es lícito que

la autoridad administrativa pueda ―crear‖ por si y ante si sanciones

necesariamente interpretarse como una aceptación, en esta materia, de la colaboración de la potestad reglamentaria en la descripción de la conducta sancionable‖. 190

Op. Cit. BOETTIGUER PHILLIPS, Camila, p. 589.

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198

administrativas al margen de las autorizadas legalmente. Por ello, ni siquiera es

posible aplicar sanciones a través de la analogía, como tampoco de la potestad

reglamentaria191‖.

Conclusiones.

A modo de conclusión, creemos necesario transcribir parte del texto de la

sentencia de nuestro Tribunal Constitucional, de Rol N° 2264 del año 2012, que

en sus considerandos vigesimotercero y vigesimocuarto. En ella se realiza un

magnífico compendio acerca del criterio que ha desarrollado nuestro Tribunal

Constitucional en lo relativo a la vigencia del principio de Legalidad en materia

administrativa sancionadora:

“VIGESIMOTERCERO: Que, al respecto, cabe señalar

que este Tribunal ya tiene asentada una doctrina sobre la

manera en que operan las normas administrativas frente a la

reserva legal. Esta relación se estructura sobre los siguientes

elementos. En primer lugar, es posible y lícito que la

Administración pueda regular algunos aspectos determinados

en una ley (STC 325/2001). La Constitución diseña un régimen

que armoniza potestad legislativa con potestad reglamentaria

191 Op. Cit. NAVARRO BELTRAN, Enrique, p. 128.

Page 199: De ruiz n

199

(STC 370/2003). El que una actividad se regule por ley, no

excluye la colaboración reglamentaria (STC 480/2006). Ello, ha

dicho, se funda en una interpretación armónica de los artículos

63 y 32 N° 6 de la Constitución, por la naturaleza general y

abstracta de la ley y por la división de funciones que reconoce

nuestro sistema. Imaginar lo contrario equivale a convertir la ley

en reglamento y a concentrar en el órgano legislativo las dos

potestades (STC 480/2006). En segundo lugar, dicha

colaboración administrativa exige que la ley regule los aspectos

esenciales de la materia respectiva, de modo que el reglamento

sólo se involucre en aspectos de detalle (STC 370/2003). El

legislador no puede renunciar a su deber de normar los

aspectos medulares de una determinada regulación. Así como

debe limitarse a regular las bases esenciales de un

ordenamiento jurídico, no puede incurrir con motivo de esa

tarea en una deslegalización, en el establecimiento de cláusulas

abiertas o fórmulas en blanco que generen inseguridad jurídica

(STC 370/2003). De ahí que el rol de la normativa

administrativa sea, sin embargo, concebido para regular

cuestiones de detalle, de relevancia secundaria o adjetiva,

cercana a situaciones casuísticas o cambiantes, respecto de

todas las cuales la generalidad, abstracción, carácter innovador

Page 200: De ruiz n

200

y básico de la ley impiden o vuelven difícil regular. Las

características de la ley (generalidad, abstracción, igualdad,

carácter innovador) deben ser conciliadas con la mayor

elasticidad, flexibilidad, adaptabilidad o posibilidades de

modificación que singularizan a la potestad reglamentaria (STC

370/2003).

VIGESIMOCUARTO: Que dichas consideraciones han

sido reiteradas por esta Magistratura a raíz de otras discusiones

relativas a la relación que existe entre la ley y las normas

administrativas en materia eléctrica (STC 1669/2012). Sobre

todo teniendo presente que la actividad de distribución eléctrica

está estructuralmente asociada a dichas normas. En efecto, por

de pronto, la empresa requirente, para poder operar como

distribuidora, requirió un título habilitante. Este consiste en una

concesión. Su actividad está legitimada por un decreto

supremo. La intervención de la Administración no le es, por lo

tanto, ajena. Enseguida, la Ley General de Servicios Eléctricos

contiene una abundante remisión a normas administrativas (por

ejemplo, en sus artículos 10, 15, 139, 222 y 223). El legislador,

al redactar un texto tan técnico y tan complejo, concibió

permanentemente el auxilio de la potestad reglamentaria para

implementar adecuadamente las instituciones y conceptos en él

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201

contenidos (sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago,

Rol 4397/99). Asimismo, la autoridad administrativa tiene

permanente intervención en esta ley. La misma Ley General de

Servicios Eléctricos señala que la aplicación de la ley

corresponde a la Superintendencia de Electricidad y

Combustibles (artículo 9°). Dicha autoridad tiene facultades de

fiscalización y supervigilancia, e inviste potestad normativa para

emitir reglas técnicas en materia de transporte y distribución

(artículo 2°, Ley N° 18.410). También puede sancionar el

incumplimiento de esta normativa (artículo 15, Ley N°

18.410)192‖.

4.2.2. Principio de Tipicidad.

Concepto del Principio

El principio de tipicidad se encuentra íntimamente ligado al principio de

Legalidad y requiere que la conducta ilícita y la sanción se encuentren

expresamente definidas en la Ley. Según el profesor Alejandro VERGARA

BLANCO: “Este principio es una derivación del principio general de la certeza

192 Sentencia Tribunal Constitucional, Rol N° 2264-2012, con fecha de 10 de octubre del

año 2013, considerando vigésimo tercero y vigésimo cuarto.

Page 202: De ruiz n

202

(lex certa), y en su virtud, la ley respectiva (nunca el reglamento, según lo

dicho: principio de legalidad) debe contener ella misma una descripción precisa

de la conducta específica que podrá ser sancionada193‖. Principalmente, este

principio funciona como un mecanismo de resguardo para la seguridad y

certeza jurídica, puesto que permite a los particulares conocer de manera previa

las consecuencias jurídicas precisas de un acto u omisión en particular, y la

responsabilidad que se deriva de su comisión. De esta forma, los administrados

(o Funcionarios Públicos en su caso) sabrían como modular su actuar para no

caer en una hipótesis de inobservancia legal194.

Objetivo del Principio de Tipicidad

Como ya hemos señalado, el objetivo principal de este principio es

brindar seguridad y certeza jurídica en materia sancionadora administrativa,

para lo cual resulta importante descifrar cuándo una norma de carácter

administrativo sancionador es lo suficientemente descriptiva de la conducta

infraccional.

193 Op. Cit. VERGARA BLANCO, Alejandro. “Esquema de los Principios del Derecho

Administrativo Sancionador”, p. 142. 194

En sentencia Rol 480-2006 del Tribunal Constitucional, los ministros señores Juan COLOMBO CAMPBELL, Hernán VODANOVIC SCHNAKE y Jorge CORREA SUTIL nos señalan en el N° 3 de sus conclusiones: ―Que uno de los objetivos esenciales de la legalidad es la certeza o seguridad que, en su virtud, cabe esperar pueda gozar el sujeto obligado. Así, en la medida que el deber o la descripción de la conducta indebida estén descritos en la ley con suficiente densidad, cabe presumir que el sujeto imperado sabrá a qué atenerse en sus relaciones sociales; sabiendo con antelación, por intermedio de una norma que, con antelación a la conducta, tiene suficiente contenido y publicidad acerca de sus deberes‖.

Page 203: De ruiz n

203

Nuestra jurisprudencia se pronuncia sobre la materia y considera que los

preceptos legales deben tener una suficiente densidad normativa. Esta

suficiente densidad normativa se satisface siempre y cuando el núcleo esencial

de la conducta prohibida se encuentre debidamente desarrollado en la norma.

Nuestro TC, en su sentencia en causa Rol N° 480-2006, dispone en su

considerando 22° que: ―La ley, norma cuyo conocimiento debe presumirse, está

llamada a establecer las conductas debidas, bajo apercibimiento de sanción

administrativa, de un modo suficiente para que los obligados tomen noticia al

menos del núcleo esencial de la conducta que les resulta obligatoria, bajo

apercibimiento de sanción195‖. En consideración con lo anterior, debe analizarse

cada precepto en particular, con el objeto de apreciar si la conducta y la sanción

han sido lo suficientemente desarrolladas en una norma de rango legal.

A lo ya expuesto se hace necesario agregar lo determinado por el TC en

su sentencia recaída en causa Rol N° 2045-2011. En ella, además de describir

el principio tratado, se estipula de forma precisa cómo opera el ejercicio práctico

de este mismo, determinando los componentes vitales que la norma

sancionatoria debe comprender. Estos componentes son: la acción delictiva o

infraccionaria; el resultado de dicha acción y la vinculación o relación causal

existente entre ambos. Así, el Tribunal Constitucional señala:

195 Sentencia Tribunal Constitucional, Rol 480-2006, de fecha 27 de Julio de 2006.

Page 204: De ruiz n

204

“SEXTO: Que se constata, asimismo, la vulneración de la

prohibición estampada en el inciso final del N° 3° del artículo 19

de la Constitución, referida a que ―ninguna ley podrá establecer

penas sin que la conducta que se sanciona esté expresamente

descrita en ella.‖ La tipicidad, o descripción abstracta de la

circunstancia delictiva, a que alude el precepto citado, es un

elemento esencial del delito, sin el cual éste simplemente no

existe. Comprende, necesariamente, la acción, el resultado y la

vinculación causal entre ambos. El examen de la figura en

cuestión (acumulación de infracciones o contravenciones

graves o gravísimas en los últimos doce meses) revela que no

hay descripción de algún comportamiento o conducta,

entendidos como un acto voluntario, y, por ende, no hay acción

que pueda configurar un hecho típico. Si no hay acción, no hay

delito. Aún más, la pena –magnitud del injusto- es una

consecuencia del delito y no un elemento de su estructura. En

esta situación, hay pena, pero no hay delito; salvo, claro está,

que se estime legítimo sancionar criminalmente hechos que ya

fueron objeto de represión criminal. La Constitución,

ciertamente, no lo permite196.

196 Sentencia Tribunal Constitucional, Rol N° 2045-2011, con fecha de 7 de julio del año

2012, considerando sexto.

Page 205: De ruiz n

205

Para finalizar, y a modo de conclusión, el profesor VERGARA BLANCO

se refiere a la referida densidad normativa, y señala que el objetivo principal del

principio de tipicidad: “es el establecimiento, por la ley, de una descripción y

determinación de la o las conductas que quedan sometidas a sanciones, de tal

manera que sea posible predecir con alguna certeza la sanción que se

impondrá en caso de que alguien incurra en la conducta así ―tipificada197‖.

Ejercicio del Principio de Tipicidad

Una vez aclarado el objetivo del presente principio, es necesario

especificar cómo este se desenvuelve en la realidad jurídica nacional. Al

respecto, sólo basta mencionar dos límites claves, que han presentado ribetes

de gran inexactitud, tanto en doctrina como en la jurisprudencia, estos son: el

problema de las ―leyes penales en blanco‖ y los límites de la ―complementación

reglamentaria‖.

El primero de ellos dice relación con la problemática de las leyes

sancionadoras en blanco, entendidas éstas como aquellos preceptos legales

que contienen una sanción pero que no presentan los elementos particulares

que configuran el supuesto de hecho que configura la estructura del ilícito.

197 Op. Cit. VERGARA BLANCO, Alejandro. “Esquema de los Principios del Derecho

Administrativo Sancionador, p 142.

Page 206: De ruiz n

206

Dicha situación es de suma importancia y se encuentra lejos de estar resuelta

de manera definitiva y satisfactoria por parte de nuestra jurisprudencia

constitucional. Bajo este contexto, los profesores Francisco ZÚÑIGA URBINA y

Kamel CAZOR ALISTE, refiriéndose a las sentencias del TC Roles N° 480-2006

y 478-2006, realizan una dura crítica al respecto y pasan a expresar que: “en

este contexto, claramente la debilidad del pronunciamiento de los magistrados

hay que ubicarla en su parte argumentativa, pues la ratio decidendi de las

sentencias no es fácil dar con ella, alejándose de uno de los objetivos

primordiales de la Jurisdicción Constitucional, cual es, lograr, a través de sus

fallos, la representación argumentativa y convincente de los ciudadanos.

Exigencia que se acrecienta, debido a la dificultad e importancia de los asuntos

resueltos198‖.

Por otra parte, en lo relativo a los límites de la complementación o

colaboración reglamentaria debemos tener especialmente presente lo planteado

a propósito del principio de Legalidad. En este sentido, la jurisprudencia de la

Tercera Sala Constitucional de nuestra Corte Suprema, en causa Rol Nº 4404-

2005, en su considerando vigésimo sexto, ha señalado:

198 ZÚÑIGA URBINA, Francisco y CAZOR ALISTE, Kamel. “ Sobre principio de legalidad y

derecho administrativo sancionador (SS.T.C. Rol Nº 479 y 480 del 2006)”, en Revista de Derecho Público, Gaceta Jurídica, Doctrina y Jurisprudencia, año 2007, p. 98.

Page 207: De ruiz n

207

―26.- Que, sin embargo, de acuerdo con la doctrina sentada por la

jurisprudencia y con la opinión mayoritaria de los estudiosos de la materia, el

principio de reserva legal no tiene en el campo del Derecho Administrativo

Sancionador, una aplicación tan rigurosa como en el Derecho Penal,

explicándose esto, entre otras razones, por una variada y compleja rama de

actividades actualmente reguladas por los órganos de la Administración,

algunas de ellas sujetas a implicancias de carácter técnico como ocurre con la

generación, transporte, distribución de la energía eléctrica; a las que suele

asociarse todavía una acentuada dinámica de cambio en el tiempo; todo lo Cual

se traduce en la imposibilidad de que la ley, como norma de previsión general y

abstracta, alcance a regularlas cabalmente. En tales circunstancias, el principio

de reserva, en su variable de tipicidad, se satisface dentro del área del Derecho

Sancionatorio Administrativo con la sola exigencia de describirse en la ley el

núcleo esencial de las conductas afectas a sanción, complementándose las

restantes especificaciones y graduaciones típicas mediante cuerpos normativos

de índole reglamentaria‖.

Según lo que se desprende de lo señalado por nuestra Excelentísima

Corte Suprema, esta se muestra acorde con lo que hemos venido aseverando a

propósito del principio de Legalidad. En este sentido, los problemas relativos a

la colaboración reglamentaria se solucionan al aceptar la posibilidad de que los

detalles de la conducta típica puedan ser desarrollados por vía reglamentaria,

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208

sin poder tocar su núcleo esencial, que es de reserva legal. Sólo así puede

darse cumplimiento a los parámetros mínimos de seguridad jurídica que nuestra

Constitución requiere199. Así las cosas, lo esencial es que de la lectura de un

precepto sancionador se entienda claramente que lo infringido es la Ley y no el

Reglamento, y a su vez, la Sanción debe entenderse comprendida en la Ley y

no en el Reglamento.

Por otra parte, otro punto importante es determinar qué implicancias se

derivan del hecho de que las distintas normas que establecen deberes

sanciones, y las que facultan a un órgano administrativo para sancionar, se

encuentren distanciadas y dispersas en distintos cuerpos legales. Al respecto,

nuestro TC ha entendido que es legítimo constitucionalmente que la pena

asociada a una conducta pueda contenerse en normas diversas. Aunque dicha

práctica legislativa no es la habitual, por ejemplo, en nuestro Derecho Penal,

nuestro Tribunal Constitucional no la concibe como una práctica ilegítima. En

consecuencia, a modo de cumplir con la exigencia de seguridad jurídica, es

menester ponderar el nivel técnico y la especialización del ente sujeto a

regulaciones de este tipo, de manera de determinar si el sujeto regulado está o

no en condiciones de conocer los contornos de la conducta debida y la sanción

199 Fallo del Tribunal Constitucional, Rol N° 244-1996, considerando 10°: ―El principio de

tipicidad exige que la conducta a la que se ha atribuido una sanción se encuentre sustantivamente descrita en la norma (de rango legal), de manera que los sujetos imperados por ella tengan una suficiente noticia (previa) acerca de la conducta que les resultará exigible‖.

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209

ligada a su incumplimiento200. Si se entiende que el sujeto no estuvo en

condiciones de conocer la antijuridicidad de su actuar, se abre lógicamente la

posibilidad de generar una discusión o un juicio en torno a la culpabilidad del

agente infractor, justamente con el objeto de verificar si su conducta puede o no

ser objeto de reproche, en el sentido de si es razonable exigir un conocimiento

de la norma, o si por el contrario, sería irreal o ilusorio, exigir ese conocimiento.

Por su parte, nuestro Tribunal Constitucional, en su sentencia de Rol N°

2264 del año 2012, se refiere acerca de la constitucionalidad del artículo 15° de

la Ley N° 18.410. En específico, dicho fallo se pronuncia acerca del

cumplimiento de las exigencias del principio de Tipicidad en dicha materia y si

se cumple con los requisitos mínimos relativos a la especificidad y la

determinación que deben presentar los preceptos sancionadores

administrativos. Este fallo es del todo relevante porque nos indica cómo se

cumplen las exigencias en torno a la “debida especificidad y determinación” de

la conducta ilícita, asimismo, lo mismo se hace extensivo propósito de la

Sanción:

200 Sentencia Rol N° 480-2006, considerando 38°: ―Que reunir en una misma norma la

conducta antijurídica y la sanción es la técnica habitual del derecho penal. En virtud de ella se garantiza mejor la seguridad jurídica. No estamos llamados a juzgar aquí si ello es exigible en materia penal, según el grado de seguridad que exige esa rama del derecho […] no resulta intolerable para el valor de la seguridad jurídica que normas contenidas en dos cuerpos legales diversos pretendan aplicarse en una Empresa que lleva a cabo, en virtud de una concesión, un servicio público, cuya naturaleza exige de una regulación altamente técnica y dinámica.‖

Page 210: De ruiz n

210

―VIGESIMOQUINTO: Que la norma objetada tiene

suficiente especificidad y determinación, en los términos

indicados en la STC 325/2001. En cuanto a la especificidad, la

norma indica con claridad cuál es la autoridad que puede emitir

las órdenes e instrucciones: la Superintendencia de Electricidad

y Combustibles. Enseguida, establece con precisión cuáles son

las empresas obligadas a acatar dichos actos: ―las empresas,

entidades o personas naturales, sujetas a la fiscalización o

supervisión de la Superintendencia‖. También señala con

claridad la conducta que se reprocha: infracciones de las leyes,

reglamentos y demás normas o incumplimiento de las

instrucciones y órdenes que les imparta la Superintendencia.

Del mismo modo, se establecen las garantías para las

personas: el procedimiento administrativo sancionatorio

(artículos 17 y 18 A) y la reclamación judicial (artículo 19).

Respecto de la determinación, la propia normativa legal que

regula a los concesionarios de servicio público de distribución

eléctrica, establece la subordinación a estas normas y órdenes

e instrucciones. Por ejemplo, la Ley General de Servicios

Eléctricos establece que ―es responsabilidad de los propietarios

de todo tipo de instalaciones eléctricas el cumplir con las

normas técnicas y reglamentos que se establezcan en virtud de

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211

la presente ley‖ (artículo 223). Lo mismo indica la Ley de la

Superintendencia en cuanto a acatar instrucciones y órdenes

que imparta la autoridad (artículo 3°, N°s 34 y 36). Lo mismo

puede decirse respecto del derecho de propiedad, pues si bien

las multas constituyen actos de disposición, son parte de las

sanciones que se imponen por incumplimiento del marco

jurídico que regula la actividad de distribución eléctrica

(artículos 16, 19 y 20, Ley N° 18.410).‖

4.2.3. Principio de Culpabilidad.

Concepto Principio de Culpabilidad.

El Derecho comparado europeo es claro al manifestar que el principio de

culpabilidad debe, necesariamente, recibir aplicación en materia administrativa

sancionadora201. Del mismo modo, nuestra doctrina ha señalado que el referido

principio forma parte del DAS, lo que sirve para alejar las nociones de

201 Op. Cit. ALCALDE RODRIGUEZ, Enrique, p. 74. A propósito del moderno derecho

europeo, el autor señala que: ―la garantía se encuentra recogida expresamente en el derecho comunitario, por lo que en principio no está permitida ninguna clase de responsabilidad objetiva, agregando que el aspecto procesal del mismo principio ha conducido de modo consecuente en el derecho penal y sancionador administrativo alemán a la supresión de las presunciones de culpabilidad, que en otros países aún se conservan, precisamente en el derecho sancionador administrativo‖.

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212

responsabilidad objetiva que muchos han querido atribuir a nuestro Derecho

Administrativo Sancionador.

Primero que todo, y con la ayuda de las palabras del profesor VERGARA

BLANCO, podemos definir a este principio de la siguiente forma: “[la

culpabilidad] es lo contrario a la presunción de culpa por el derecho, sin requerir

dolo o culpa personal en la conducta sancionable; esto es, a la llamada

―responsabilidad objetiva202‖. Dicho de otro modo, gracias a este principio se

exige una revisión subjetiva de la conducta del agente infractor antes de

imponer una Sanción Administrativa.

Objeto del Principio de Culpabilidad.

En palabras del profesor Enrique ALCALDE, la culpabilidad debe

analizarse desde dos ópticas:

1) Punto de vista cualitativo:

En este sentido los elementos subjetivos de la culpabilidad constituyen

un requisito esencial para la determinación de la Infracción y la aplicación de la

202 Op. Cit. VERGARA BLANCO, Alejandro. “Esquema de los Principios del Derecho

Administrativo Sancionador”, p. 143.

Page 213: De ruiz n

213

Sanción. En palabras del autor: ―la responsabilidad por la comisión de un injusto

administrativo, al igual como acontece tratándose de la responsabilidad penal,

únicamente podrá predicarse respecto de quien, teniendo capacidad para

comprender la antijuridicidad de su actuar y de adecuar su comportamiento a

las disposiciones legales, actúa, no obstante, en contra de las prescripciones

del ordenamiento jurídico203. De esta manera, las personas responden de

acuerdo con lo que pudieron prever al actuar, así: ―en virtud de este principio

queda erradicada de todo ordenamiento jurídico sano la aplicación de

sanciones sin culpabilidad personal, esto es, sin dolo o culpa en la acción

sancionable204‖.

2) Punto de vista cuantitativo:

En este sentido, la intensidad del reproche respecto de la conducta del

infractor debe vincularse con la graduación de la pena, la que debe ajustarse en

proporción a la intensidad o gravedad de la infracción. Cabe señalar que este

punto se encuentra íntimamente ligado al principio de Proporcionalidad, por lo

que será analizado con mayor detenimiento al tocar este último tema.

203 Op. Cit. ALCALDE RODRIGUEZ, Enrique, p. 76.

204 Op. Cit. VERGARA BLANCO, Alejandro. “Esquema de los Principios del Derecho

Administrativo Sancionador”, p. 143.

Page 214: De ruiz n

214

Ejercicio del Principio de Culpabilidad

En nuestro sistema jurídico, según se desprende de las normas que

componen nuestro DAS, una vez iniciada la fiscalización y la investigación por

parte del órgano administrativo instructor correspondiente, es obligación del

ente fiscalizador establecer el vínculo culposo entre la acción u omisión del

agente y el resultado ilícito de dicho comportamiento. De esta forma, para

establecer una Sanción y aducir responsabilidad administrativa en un agente,

primero es menester que el ente sancionador compruebe que la Infracción

Administrativa se produjo a causa del actuar culpable del particular afectado. De

ahí que comúnmente se señale que en materia administrativa sancionadora

estaría proscrita la llamada ―responsabilidad objetiva”.

Por otro lado, es una cosa distinta el constatar que, de común

ocurrencia, las Infracciones Administrativas se tipifiquen como prohibiciones

directas, cuya contravención sea más fácil de constatar que en materia penal,

puesto que basta solo con comprobar la conducta exigida, o esperada, con la

conducta efectivamente realizada. Sin embargo, esto no es impedimento para

aceptar la existencia de un Juicio de Culpabilidad dentro de los Procedimientos

Administrativos Sancionadores en el cual se brinde al particular afectado la

oportunidad para demostrar las condiciones subjetivas le releven del Juicio de

Reproche que se hace en contra de él. Lo contario sería aceptar que las

Page 215: De ruiz n

215

Superintendencias, u otros órganos administrativos con Potestades

Sancionadoras, tuvieran la potestad para imponer sanciones tan sólo

acreditando el incumplimiento formal de un deber de conducta, sin

consideraciones subjetivas. Esto implicaría en cierto sentido: ―consagrar

verdaderas presunciones de derecho‖, atentando derechamente en contra de

los principios fundacionales del sistema jurídico, otorgándole una

discrecionalidad inaudita que sin lugar a dudas corrompe no solo el sistema

jurídico y el económico, sino también el social y el cultural.

Por último y en consideración a la ―visión cuantitativa‖ de este principio,

es necesario hacer presente las conclusiones a las que arriban los profesores

Sergio VERDUGO y José Francisco GARCÍA, los cuales extraen algunas

conclusiones importantes referentes al actuar de la Administración y a la

importancia de la llamada proporcionalidad. Esto lo hacen en base a un estudio

económico del sistema Británico. Al respecto, los profesores concluyen que: “de

dicha experiencia es posible extraer los principios fundamentales del

enforcement administrativo seguido por el Reino Unido. Entre estos se

contempla el que el regulador deba: publicar su política sancionatoria [como

una manera de evitar la discrecionalidad que significa perseguir unas conductas

y no otras]; medir los resultados; justificar sus decisiones sancionatorias; hacer

seguimiento a sus acciones sancionatorias; ser transparente en su política

sancionatoria, especialmente en la aplicación y determinación de las sanciones

Page 216: De ruiz n

216

administrativas; y evitar los incentivos perversos que puedan influir en la

elección de la sanción específica aplicada205‖.

Por último y con el objeto de ratificar lo ya planteado, es de suma

relevancia citar lo señalado por nuestro TC, toda vez que ratifica lo que hemos

expuesto. En su sentencia de Rol N° 2045, con fecha de 7 de junio del año

2012 dispone:

―SÉPTIMO: Que, también, el precepto objetado aparece

transgrediendo el mandato constitucional que prohíbe al

legislador presumir de derecho la responsabilidad penal. De

éste -en armonía con el derecho a la libertad individual y la

seguridad de que los preceptos limitativos de las garantías no

pueden afectar la esencia de las mismas- se deduce

indirectamente el principio de inocencia, claramente consignado

en tratados internacionales suscritos por Chile, como la

Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto

Internacional de Derechos Civiles y Políticos. La voluntariedad

del acto, elemento esencial del hecho delictivo, debe justificarse

y no puede ser presumida en tales términos que se impida

acreditar los supuestos de la irresponsabilidad penal.

205 Op. Cit. VERDUGO, Sergio y GARCÍA, José Francisco, p. 17.

Page 217: De ruiz n

217

Igualmente se previno en la sentencia de Rol N° 993-007, de

fecha 13 de mayo de 2008 (prevención de los Ministros señores

Raúl Bertelsen y Jorge Correa), que ―estos preceptos

constitucionales no impiden, dentro de ciertos límites,

establecer presunciones legales, pero ciertamente exigen que

en toda condena penal se acredite un cierto grado de

culpabilidad, pues no podría estimarse ni racional ni justo un

procedimiento en el que se aplica una condena penal a una

persona cuyos actos han carecido de toda voluntariedad, al

menos de carácter culposo206‖.

En definitiva, podemos concluir que el principio de Culpabilidad juega un

rol importante dentro de los Procedimientos Administrativos Sancionatorios

pues se alza como un método de control de la actividad sancionadora de la

Administración, toda vez que obliga a ella a justificar y racionalizar el ejercicio

de sus potestades represivas.

4.2.4. Principio Non bis in idem.

Concepto del principio Non bis in idem.

206 Sentencia Tribunal Constitucional, causa Rol N° 2045-2011, con fecha de 7 de junio del

año 2012, considerando séptimo.

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218

Podemos encontrar en nuestra doctrina penal y administrativa

sancionadora innumerables conceptualizaciones del principio Non bis in ídem.

Lo mismo ha ocurrido en algunas de las sentencias de nuestra Corte Suprema.

Ejemplo de aquello es la conceptualización que presentamos a continuación:

―SÉPTIMO: Que el mencionado principio de non bis in

idem, con arreglo al cual una persona no puede ser procesada

ni condenada dos veces por un mismo hecho, para algunos

(Juan Carlos Cassagne, "La Intervención Administrativa",

Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2004, pág. 231) configura una

garantía individual innominada, originaria del Derecho Natural y

cuyo sustento se halla en el debido proceso legal exigido por el

N° 3 del artículo 19° de la Constitución Política nacional y en la

idea de que al admitirse una segunda condena por la misma

infracción se produce una manifiesta desproporción entre la

falta y su castigo207‖.

A su vez, nuestro Tribunal Constitucional se ha pronunciado en la misma

vía, tal como ocurre en su sentencia con Rol N° 045 del año 2012, cuando

plantea lo siguiente en su considerando cuarto:

207 Sentencia de la Corte Suprema, Rol N°5889-2004, considerando 7.

Page 219: De ruiz n

219

“4.- Que es una base esencial de todo ordenamiento

penal democrático el principio de que por un mismo hecho

delictivo el responsable no puede sufrir más de una pena o ser

objeto de más de una persecución criminal, conocido como el

―non bis in idem‖.208

En definitiva, podemos conceptualizar al principio Non bis in idem como

aquel principio que impide a una persona ser condenada o procesada dos

veces por un mismo hecho, atendido a que una segunda condena resultaría en

una manifiesta desproporción entre la falta cometida y la magnitud de su

castigo, contrariando el contenido de justicia que debe contener toda decisión

sancionadora o punitiva.

Objeto del principio Non bis in ídem

Este principio se encuentra consagrado en el artículo 63209 del Código

Penal y se encuentra estrechamente vinculado con los principios de legalidad y

de tipicidad. Así también lo entiende el profesor VERGARA BLANCO quien

208 Sentencia del Tribunal Constitucional, Rol N° 2045-2011, con fecha 7 de junio del año

2012, considerando cuarto. 209

El artículo 63 del Código Penal dispone lo siguiente: ―No producen el efecto de aumentar la pena las circunstancias agravantes que por sí mismas constituyen un delito especialmente penado por la ley, o que esta haya expresado al describirlo y penarlo. Tampoco lo producen aquellas circunstancias agravantes de tal manera inherentes al delito que sin la ocurrencia de ellas no puede cometerse‖.

Page 220: De ruiz n

220

expresa que: ―si en virtud de los principios de legalidad y tipicidad se impide

aplicar alguna sanción sin previa ley existente y descriptora de la conducta; en

virtud de este principio se impide aplicar una nueva sanción por una conducta

ya sancionada210‖.

Del mismo modo, y dirigiéndonos al plano administrativo sancionador, el

referido principio también puede ser entendido como una prohibición de doble

sanción administrativa por un mismo hecho. Lo anterior se muestra acorde con

lo que ha señalado nuestra jurisprudencia constitucional, como podemos

apreciar en la sentencia con Rol N° 2402 del año 2013, que expresa lo

siguiente:

―VIGESIMOPRIMERO: Que, en efecto, la regla del non bis

in idem es un principio que ―no prohíbe que una persona pueda

ser castigada doblemente (por) unos mismos hechos si la

imposición de una y otra sanción responden a distinto

fundamento. Así podría decirse que lo proscrito por el principio

non bis in idem no es tanto que alguien sea castigado o

perseguido doblemente por idénticos hechos, cuanto por

idéntico ilícito, entendido como hechos que lesionan o ponen en

peligro determinado interés protegido por la norma

210 Ibídem., p. 144.

Page 221: De ruiz n

221

sancionadora‖ (Rafael Pérez Nieto y Manuel Baeza Díaz-

Portales, Principios del Derecho Administrativo Sancionador,

Volumen I, Consejo General del Poder Judicial, Fundación

Wellington, Madrid, 2008, p. 152) [énfasis agregado]‖.

Por otro lado, el principio Non bis in idem también ha sido considerado

como un elemento clave al momento de evitar la trasgresión de la garantía

constitucional al Debido Proceso. En este orden de ideas el TC ha señalado en

su sentencia en causa Rol N° 2402-2013 lo siguiente:

―VIGESIMOSEGUNDO: Que, respecto a la consagración

del principio de non bis in ídem, sin perjuicio de que no tenga un

reconocimiento constitucional explícito, debe deducírsele –en

su faz procesal- del debido proceso, consagrado en el artículo

19, N° 3°, como también ―ha de entenderse que forma parte del

conjunto de derechos que los órganos del Estado deben

respetar y promover en virtud del mandato contenido en el

inciso segundo del artículo 5° de la Constitución, el que

reconoce como fuente de esos derechos tanto a la propia Carta

Fundamental como a los tratados internacionales ratificados por

Chile y que se encuentran vigentes‖ (STC Rol N° 1968,

considerando 41°), especialmente en relación al artículo 14, N°

Page 222: De ruiz n

222

7, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y al

artículo 8, N° 4, de la Convención Americana de Derechos

Humanos.

VIGESIMOTERCERO: Que el legislador en materia

penal tiene libertad para definir los bienes jurídicos que

pretende cautelar mediante la sanción punitiva. Por tanto, es

perfectamente admisible que una conducta pueda infringir

diversos bienes jurídicos, generando una multiplicidad de

penas. Así las posibilidades sancionatorias son amplias y

muchas veces el legislador podrá concurrir, legítimamente, a

fijar penas principales, penas accesorias, penas penales junto a

sanciones administrativas o consecuencias no penales

derivadas o anudadas a una pena penal. Junto a la multiplicidad

de penas, normalmente, concurrirá una cierta gradación en

donde la reiteración y la reincidencia tienen un papel esencial

en el agravamiento de la o las penas, cualquiera sea la

naturaleza de las mismas. En todas las situaciones, habrá que

estar al caso concreto de cautela de los bienes jurídicos

protegidos, su proporcionalidad y su respeto a la interdicción de

Page 223: De ruiz n

223

la doble incriminación por el triple fundamento de identidad en

la persona, la conducta y sus fundamentos211‖.

Asimismo, nuestro TC también ha considerado que: “el fundamento

constitucional [del principio non bis in idem] deriva de la dignidad personal y del

respeto a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana,

cualidad que le es reconocida universalmente. Su transgresión constituye, pues,

un atropello de las bases de la institucionalidad, así como de las garantías de

un procedimiento e investigación racionales y justos, consagradas en el capítulo

sobre igual protección de la ley en el ejercicio de los derechos212‖.

Ejercicio del principio Non bis in idem.

Su ejercicio puede estudiarse desde al menos dos puntos de vista:

Primero, como la imposibilidad de considerar un mismo hecho como

Ilícito Penal e Ilícito Administrativo simultáneamente. Esto se ha denominado el

―cúmulo de responsabilidad administrativa‖. Ejemplo de lo anterior se contiene

en la Ley de Mercado de Valores en sus artículos 27° y 25°213.

211 Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 2402-2013.

212 Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 2045-2011.

213 El artículo 28 del D.L. N° 3.538, que crea la Superintendencia de Valores y Seguros,

señala que organismo público está facultado para: ―requerir de las personas o entidades fiscalizadas que proporcionen, por las vías que la Superintendencia señale, veraz, suficiente y

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224

Segundo, también impediría que un mismo hecho pueda ser sancionado

administrativamente en dos oportunidades, lo que se ha llamado como la ―doble

sanción administrativa‖.

Las posiciones que hemos mostrado y los argumentos que hemos

expuesto pueden verse expresados en la sentencia de nuestro Tribunal

Constitucional de Rol N° 2402 del año 2013214:

―DECIMOSEXTO: Que el principio penal de non bis in

ídem supone, en términos generales, que nadie puede ser

juzgado y/o sancionado dos veces por un mismo hecho;

DECIMOSÉPTIMO: Que la prohibición del non bis in

ídem implica una restricción de carácter procesal, por un lado, y

una restricción de naturaleza material o sustantiva, por otro,

ambas, en principio, restricciones que vinculan al sentenciador;

DECIMOCTAVO: Que, como estándar de clausura

procesal, ―el principio se traduce en una exclusión de la

posibilidad de juzgamiento de un hecho ante la existencia de

oportuna información al público sobre su situación jurídica, económica y financiera‖ (artículo 4 letra g), añadiendo que: ―Las sanciones por infringir esta norma pueden consistir en multa de hasta 1.000 UF y si se trata de infracciones reiteradas hasta 5 veces el monto máximo expresado‖, es decir, 5.000 UF‖. Luego, el mismo cuerpo legal señala que: ―Las personas que rindan informaciones falsas ante la Superintendencia incurrirán en las penas que establece el artículo 210 del Código Penal‖, artículo 25 D.L. 3538 de 1980. 214

Mismo criterio es el sostenido en la sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 2403-2013.

Page 225: De ruiz n

225

otro juzgamiento (anterior o simultáneo) relativo al mismo

hecho‖, restricción que se identifica con la institución de la cosa

juzgada material o la litis pendencia, cuando el juzgamiento es

sucesivo o simultáneo, respectivamente. Por su parte, como

estándar sustantivo de adjudicación, la prohibición se vincula,

en principio, a aquellos casos en que ―el hecho objeto del

juzgamiento puede satisfacer dos o más descripciones de

formas de comportamiento delictivo, en términos de lo que se

conoce como un concurso de delitos‖, estándar que obliga, en

principio, al juez, ―porque la premisa ideológica que subyace a

la aplicación del principio en su modalidad de prohibición de

doble valoración es la necesidad de evitar las consecuencias de

una eventual redundancia legislativa circunstancial‖ (ambas

citas y consideraciones: Mañalich R., Juan Pablo. Informe en

Derecho: El principio ne bis in idem en el derecho sancionatorio

comparado y chileno, página 14 y siguientes215.

DECIMONOVENO: Que, como se puede concluir de lo

expresado, la prohibición del non bis in ídem tiene como

destinatario de referencia normativa fundamental al juez

sentenciador que, en el caso concreto, debe resolver si es que

un hecho sometido a un procedimiento radicado en su

215 Link: http://www.tdlc.cl/Portal.Base/Web/VerContenido.aspx?ID=2467&GUID.

Page 226: De ruiz n

226

competencia ya ha sido juzgado, siguiendo la regla clásica de

coincidencia de sujetos, hechos y fundamento, o si el

comportamiento que ha de ser juzgado se describe y sanciona

en diversas disposiciones sin fundamento para ello (prohibición

de doble valoración). Cuando el juez se ve enfrentado a

problemas como éstos, el ordenamiento jurídico le otorga

diversas herramientas de solución; así, por ejemplo, las

excepciones de cosa juzgada y litis pendencia (artículos 264,

letras b) y c), y 374, letra g), del Código Procesal Penal) o la

detección y aplicación de un concurso aparente de delitos;

VIGÉSIMO: Que, dicho lo anterior, el principio non bis in

ídem vincula al legislador al prohibirle establecer penas crueles,

inhumanas o degradantes, abriéndole un campo material y

formal de decisión bastante amplio para definir, determinar y

disponer comportamientos valorados negativamente, así como

para el establecimiento de penas proporcionales asociadas a

dichos comportamientos, mientras no excedan ese baremo y

mientras los sentenciadores dispongan de los mecanismos para

evitar que una persona se vea doblemente sancionada y/o

juzgada por el (los) mismo(s) fundamento(s) y hecho(s). En este

sentido, la libertad reconocida al legislador, dentro de esos

parámetros, es vasta y debe presumirse‖.

Page 227: De ruiz n

227

4.2.5. Principio de Proporcionalidad.

En rigor, este principio se encuentra vinculado en cierta medida con el

principio de Culpabilidad Esta relación se nota bajo la lógica consistente en

considerar que la intensidad o grado de reproche que se haga sobre una

conducta infraccional debe pesar como fundamento para la mayor o menor

gravedad de la Sanción. A modo de ejemplo, puede verse su asidero normativo

en los artículos 15, 16 y 16A de la Ley N° 18.410 del año 1985216, aunque por

cierto, la técnica utilizada por el Legislador impide su aplicación generalizada,

puesto que ha sido empleada para la creación de un cuerpo normativo de

carácter especial, sin efectos extensivos o generales.

Por su parte, encontramos alusiones a este principio justamente en el

mensaje que contiene Proyecto de Ley del año 2004 que pretendía establecer

las “Bases de los procedimientos administrativos sancionatorios”. En efecto,

dicho cuerpo pre-normativo buscaba introducir el deber jurídico de considerar

un grado de proporción en el procedimiento de imposición de Sanciones

Administrativas y se refería al tema de la siguiente manera: ―frente a la

imposición de sanciones, la Administración deberá guardar la debida

adecuación entre la gravedad del hecho constitutivo de la infracción y la sanción

216 El artículo 15 de la Ley 18.410 clasifica a las infracciones administrativas en gravísimas,

graves y leves. Su artículo 16 establece una correspondencia entre la naturaleza y gravedad de la infracción y la sanción. Por último, el artículo 16A determina la cuantía de la sanción en atención a si constituye una infracciones gravísima, grave o leve.

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228

aplicada. Para tal efecto, a falta de norma legal especial que los establezcan, se

establecen los siguientes criterios para la graduación de la sanción a aplicar: la

existencia de intencionalidad o reiteración; la naturaleza de los perjuicios

causados; la existencia de riesgos o peligro para terceros, derivados de la

infracción cometida y su entidad, y la reincidencia, por comisión en el término

de un año de más de una infracción de la misma naturaleza, cuando así haya

sido declarado por resolución firme217‖.

Por su parte, nuestro Tribunal Constitucional también se ha referido

acerca de la materia y lo ha hecho en los siguientes términos, como podemos

apreciar en su sentencia de Rol N° 2045-2011:

“OCTAVO: Que, por otra parte, la proporcionalidad de la

pena constituye una materialización de la garantía de igual

protección de la ley en el ejercicio de los derechos. En efecto, la

pena, concebida como retribución jurídica (al responsable de un

delito se asigna un castigo), se sujeta a principios jurídicos

universales, como son los de intervención mínima, interdicción

de la arbitrariedad y aplicación del principio de proporcionalidad,

en virtud del cual y como sostiene un reputado autor, ―la

sanción debe ser proporcional a la gravedad del hecho, a las

217 Op. Cit. Mensaje N° 541-530 del año 2004, p. 35.

Page 229: De ruiz n

229

circunstancias individuales de la persona que lo realizó y a los

objetivos político criminales perseguidos. La pena será

proporcional a las condiciones que la hacen ―necesaria‖; en

ningún caso puede exceder esa necesidad‖ (Mario Garrido

Montt, Derecho Penal, Tomo I, p. 49). De este principio de

proporcionalidad se prescinde manifiestamente cuando, como

en la especie, a las dos penas de multa impuestas por dos

infracciones graves, cualesquiera que éstas sean, se adiciona

la de suspender la licencia de conducir sin tener en cuenta si

las conductas en que incurrió anteriormente el infractor o los

antecedentes del mismo, revelan una especial peligrosidad que

amerite la aplicación de la suspensión de la licencia de

conducir‖.

La misma línea se ha seguido en sentencia de Rol N° 2236 del año 2012:

“SÉPTIMO: El legislador obliga al ciudadano que pretenda

circular en vehículo motorizado a contratar dicho seguro, y

parece no haber dudas de que dicha exigencia constituye un

medio razonable y proporcionado para precaver riesgos

colectivos en una perspectiva preventiva.‖

Page 230: De ruiz n

230

Por su parte, el mismo raciocinio es utilizado por la Ministro Marisol

PEÑA TORRES, que en sentencia de Rol N° 2356-2013 mediante el ejercicio

de su voto de minoría expresa:

13°. Que el artículo 19 N° 22° de la Carta Fundamental

prohíbe al Estado –que incluye al legislador- y a sus

organismos discriminar arbitrariamente a los particulares en el

trato que les otorgue en materia económica. La discriminación

arbitraria, a la que también se refiere el artículo 19 N° 2° de la

Constitución Política, es aquella que carece de razonabilidad o

que no se funda en criterios que vayan más allá del mero

capricho. La razonabilidad de la medida debe, a su vez, ser

valorada en función de los criterios de necesidad, idoneidad y

proporcionalidad en sentido estricto o latu sensu, que son

propios del análisis concreto que importa la decisión de una

acción de inaplicabilidad218‖.

218 El argumento número 15 del mismo voto de minoría señala: ―Que, en esta misma lógica

de análisis, tampoco el pago ―de inmediato‖ de las compensaciones resulta idóneo, en el caso concreto que se analiza, pues lo que interesa es resarcir al usuario, pero no a cualquier costo. Y obligar a las empresas distribuidoras a pagar dichas compensaciones, sin ser las efectivamente responsables, pugna desde luego con criterios de justicia material como los que inspiran el derecho al debido proceso asegurado en el artículo 19 N° 3°, inciso sexto, de la Constitución, pero además les irroga costos que pueden llevar a desincentivar el ejercicio de una actividad económica lícita que se ejerce con arreglo a las normas legales que la regulan. Por último, el pago ‖de inmediato‖ de la compensación tampoco es proporcional al fin que se persigue, porque si bien se compensa al usuario afectado se grava, innecesariamente, a las empresas distribuidoras de energía eléctrica, beneficiando a las generadoras que, siendo las directamente responsables (como lo ha constatado la investigación desplegada por la Superintendencia de

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231

Lo mismo es planteado por la misma Ministra, en su función de

Presidenta de la Sala del Tribunal Constitucional que dictaminó la sentencia Rol

N° 2430 del año 2013, quien considera que:

“11°: Que, siguiendo la jurisprudencia ya asentada en esta

Magistratura, el examen de la igualdad ante la ley exige verificar

si se han cumplido los requisitos de necesidad, idoneidad y

proporcionalidad en sentido estricto al introducirse una

diferencia de trato entre determinadas personas. Estos

estándares son precisamente los que permiten apreciar la

razonabilidad de la medida de que se trata. […] al punto que la

dictación de una nueva legislación ha venido a privarla de la

expectativa que tenía, se ha lesionado el principio de la

confianza legítima que debe reinar en las relaciones entre la

Administración y los administrados, faltando asimismo a la

proporcionalidad entre medios y fines que debe regir la

conducta legislativa. Se ha vulnerado, por tanto, en este caso

concreto, la igualdad ante la ley y la prohibición de trato

discriminatorio que se impone al Estado y sus organismos

respecto de los particulares en materia económica;

Electricidad y Combustibles) de la falla del suministro, pueden seguir ejerciendo su actividad –sin desmedro económico- por todo el tiempo que demore el ejercicio del derecho a repetir y, ciertamente, supeditado al éxito del mismo‖. Sentencia del TC Rol N° 2356-2012.

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232

15°.Que, sin embargo, no puede llegarse a la misma

conclusión en lo que se refiere a la proporcionalidad de la

medida adoptada por el legislador en este caso. Y es que dicha

proporcionalidad supone que si alguien va a resultar sacrificado

como consecuencia del beneficio asegurado a otro u otros, no

lo sea en medida intolerable al punto de resultar totalmente

excluido de adquirir un derecho –el de aprovechamiento de

aguas subterráneas- al que legítimamente pudo aspirar en el

momento en que decidió impetrarlo conforme a las reglas

jurídicas imperantes en ese momento.

16°. Que, en este caso, la falta de proporcionalidad en la

medida impuesta por el artículo único de la Ley N° 20.411 se ha

traducido en una lesión del principio de confianza legítima que

debe presidir las relaciones entre la Administración del Estado y

los administrados. Así, este Tribunal ha expresado que ―en

nuestro sistema jurídico, la certeza y seguridad jurídica sobre el

verdadero derecho vigente está dada fundamentalmente por la

confianza en la publicación de las leyes en el Diario Oficial, en

las recopilaciones de la Contraloría General de la República, y

en las ediciones oficiales de los Códigos de la República

efectuadas por la Editorial Jurídica de Chile.‖ (STC Rol N° 1444,

considerando 54°). Ha agregado que ―se ha considerado que,

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233

entre los elementos propios de un Estado de Derecho, se

encuentran la seguridad jurídica, la certeza del derecho y la

protección de la confianza de quienes desarrollan su actividad

con sujeción a sus principios y normas positivas.‖ (STC roles

N°s. 207, considerando 67°, y 1144, considerando 52°).

Finalmente, ha indicado también, invocando jurisprudencia de la

Corte Constitucional de Colombia, que ―el alcance de la

protección de la confianza legítima ha de corresponder al grado

y tipo de afectación de la misma en conformidad con el principio

de proporcionalidad (…).‖ (STC Rol N° 1452, considerando

28°)219‖.

4.2.6. Principio del Debido Proceso Sancionador.

El Proceso previo, legalmente tramitado.

Nuestros Tribunales han exigido que para imponer una Sanción

Administrativa es necesario que se verifique un proceso previo, legalmente

tramitado. Al respecto, debemos señalar que: “la imposición de una sanción

administrativa debe siempre ser el resultado de un procedimiento idóneo

219 Esta argumentación va en línea con la desarrollada en la sentencia del TC Rol N° 1968

del año 2011.

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234

seguido por un organismo administrativo. No resulta constitucionalmente

admisible, en consecuencia, aun cuando una norma legal así lo permita

expresamente –la que de existir no dudaría en tachar de inconstitucional-, la

imposición de tales sanciones ―de plano220‖.

Independiente de la discusión acerca del ejercicio de funciones

jurisdiccionales por parte de la Administración, nuestra jurisprudencia

constitucional ha sido enfática en señalar sólo pueden aplicarse Sanciones

Administrativas en base a la sustanciación de un Procedimiento Administrativo

Sancionador, de carácter racional y justo, cuya decisión administrativa final

culpará o absolverá al afectado221. Esclarecedora resulta la sentencia de Rol N°

220 Op. Cit. ROMAN CORDERO, “Derecho Administrativo Sancionador en Chile”, p. 96.

221 Al respecto tenemos el fallo del Tribunal Constitucional, Rol N° 198-1995, que revisa la

constitucionalidad del Proyecto de Ley (Actual ley 19366) que sanciona el tráfico ilícito de estupefacientes y psicotrópicos. En aquel fallo se establece la inconstitucionalidad del artículo 16°, que hacía referencia a las atribuciones del Consejo de Estado para ejercer funciones jurisdiccionales, debido a que no contaba con las normas suficientes para configurar un debido proceso administrativo. En este sentido, en su considerando 10° se señala: ―que el precepto en cuestión vulnera también […] el artículo 19 de la Carta Fundamental, en su N° 3, inciso quinto, que establece el debido proceso legal, pues se está en presencia de un servicio público, legalmente facultado para ejercer jurisdicción, pudiendo decidir sobre la conducta o bienes de las personas; investigar hechos, recoger e incautar documentos y antecedentes que le permitirán en definitiva, a su mero arbitrio, decidir si se ejerce la acción penal ante la justicia del crimen tendiente a sancionar a los culpables de la comisión de los delitos investigados. La norma constitucional presupone dentro del debido proceso legal, la existencia de una sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción, debiéndose entender por tal no solamente aquella que definen los códigos procesales sino tal como lo explica el profesor José Luis Cea, en su ―Tratado de la Constitución de 1980 (pag. 275), ―que ella abarca todas las resoluciones que, por cualquier motivo o circunstancia un órgano o autoridad que ejerza jurisdicción dicta afectando la persona o bienes ajenos‖. En consecuencia, al adoptar el Consejo de Defensa del Estado la resolución de iniciar las investigaciones para la comprobación del cuerpo del delito y con posterioridad, si así lo decide libremente, deducir la correspondiente querella o denuncia, está dictando resoluciones o sentencias al tenor del texto constitucional, según la referida interpretación. Pero el artículo 19 N° 3, inciso quinto de la Carta Fundamental, asegura también que toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción se funde en un proceso previo,

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235

437-2006 de nuestro Tribunal Constitucional que en su considerando décimo

séptimo señala:

―17.- Que, de lo razonado en los considerandos

precedentes, fluye que los principios del artículo 19 Nº 3 de la

Constitución, en la amplitud y generalidad ya realzada, se

aplican, en lo concerniente al fondo o sustancia de toda

diligencia, trámite o procedimiento, cualquiera sea el órgano

estatal involucrado, trátese de actuaciones judiciales, actos

jurisdiccionales o decisiones administrativas en que sea, o

pueda ser, afectado el principio de legalidad contemplado en la

Constitución, o los derechos asegurados en el artículo 19 Nº 3

de ella, comenzando con la igual protección de la ley en el

ejercicio de los atributos fundamentales. Además y de los

mismos razonamientos se sigue que los principios contenidos

en aquella disposición constitucional rigen lo relativo al proceso

legalmente tramitado, exigiendo al legislador que garantice un racional y justo procedimiento. Es decir, lo que la disposición prescribe es que una vez establecido por el legislador un proceso legal, éste debe cumplir además con las cualidades de racional y justo. En el caso en análisis, no se cumple y se infringe el precepto constitucional anteriormente referido, pues el artículo 16, en su inciso tercero, otorga facultades a un servicio para que efectúe actuaciones de índole jurisdiccional, pero no se detalla ni se precisa en forma exhaustiva, al igual como lo hace el Código de Procedimiento Penal, para garantizar eficazmente los derechos de las personas, el procedimiento a que se debe someter dicho servicio con las facultades que se le otorgan.‖ En definitiva, el Tribunal no encuentra legítimo el hecho de que no se señale un plazo de investigación, la oportunidad y número de veces que las medidas pueden decretarse y realizarse; que no se contemple la asistencia de abogado defensor, el no otorgar recursos ordinarios o especiales para objetar sus resoluciones, entre otras situaciones.

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236

racional y justo, cualquiera sea la naturaleza, el órgano o el

procedimiento de que se trate, incluyendo los de índole

administrativa, especialmente cuando se ejerce la potestad

sancionadora o infraccional. Por consiguiente, el legislador ha

sido convocado por el Poder Constituyente a ejercer su función

en plenitud, esto es, tanto en cuestiones sustantivas como

procesales, debiendo en ambos aspectos respetar siempre lo

asegurado por la Carta Fundamental en el numeral referido‖.

Así se afirma que la existencia de un procedimiento racional y justo

constituye un presupuesto esencial al momento de aplicar Sanciones

Administrativas. En esta misma línea, en varias oportunidades el propio Tribunal

Constitucional ha declarado la inconstitucionalidad de cuerpos administrativo

sancionatorios por no contemplarse dentro de su Proyecto de Ley un

Procedimiento Administrativo especial que rija la aplicación de Sanciones. Más

aún, nuestra jurisprudencia es conteste a la hora de señalar que es una

obligación del Legislador, por imperativo constitucional, el dictar las normas

necesarias para asegurar los derechos y las garantías constitucionales de los

particulares. Efectivamente, dentro de esta gama de garantías se contempla la

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237

obligación de crear y determinar el contenido de un justo y racional

procedimiento222.

Por su parte, nuestro Tribunal Constitucional ha declarado en su

sentencia con causa Rol N° 2133 del año 2011:

“DECIMOSÉPTIMO: Que, sobre el particular, resulta

necesario recordar que, como este Tribunal ha señalado en

reiteradas ocasiones, la Constitución Política no define con

diáfana claridad lo que la doctrina denomina ―el debido proceso‖

y que, por lo mismo, esta Magistratura ha proporcionado

elementos para precisar este concepto, sustentada en un

conjunto de disposiciones de la Carta Fundamental (STC roles

N°s 821 y 1130).

222 El profesor Enrique EVANS, señala que: ―los incisos 4° y 5°, del numeral 3, del artículo

19, de la Carta Fundamental, están enfocados en proteger la garantía de la ―legalidad del juzgamiento‖, que incluye un proceso previo, legalmente tramitado. Por otro lado, al legislador le corresponde dotar al proceso de ciertas garantías, para conforme a lo que consideramos como un ―debido proceso‖. Las normas procedimentales deben establecerse en orden a que dicho proceso, se desarrolle de manera justa y racional. Las garantías de un justo y racional procedimiento no están contempladas en nuestra Constitución. La Carta Fundamental solo encarga y ordena al legislador, establecer dichas garantías. Por nombrar algunas, serían: derecho a ser notificado legalmente, derecho a audiencia del afectado, derecho a presentar pruebas, derecho a que el Tribunal reciba dichas pruebas, derecho a que el Tribunal las examine, derecho a que la sentencia sea dictada en un plazo razonable, derecho a que la sentencia sea dictada por un órgano imparcial y objetivo, la posibilidad de que lo fallado pueda ser revisado por un organismo superior, imparcial y objetivo, entre otros‖. EVANS DE LA CUADRA, Enrique. “Los Derechos Constitucionales”, Editorial Jurídica de Chile, 2° edición, tomo II, Santiago, pp. 143 – 144.

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238

Asimismo, esta Magistratura ha expresado que ―respecto

al alcance de la disposición constitucional que consagra el

debido proceso, la STC 481 precisó que de la historia fidedigna

de la disposición constitucional es posible comprender, en

primer lugar, que se estimó conveniente otorgar un mandato al

legislador para establecer siempre las garantías de un proceso

racional y justo, en lugar de señalar con precisión en el propio

texto constitucional cuáles serían los presupuestos mínimos del

debido proceso, sin perjuicio de dejar constancia que algunos

de dichos elementos decían relación con el oportuno

conocimiento de la acción y debido emplazamiento,

bilateralidad de la audiencia, aportación de pruebas pertinentes

y derecho a impugnar lo resuelto por un tribunal imparcial e

idóneo y establecido con anterioridad por el

legislador.‖ (Sentencia Rol N° 1518, considerando 23°).

Más específicamente se ha indicado que el derecho a un

proceso previo, legalmente tramitado, racional y justo, que la

Constitución asegura a todas las personas, debe contemplar las

siguientes garantías: la publicidad de los actos jurisdiccionales,

el derecho a la acción, el oportuno conocimiento de ella por la

parte contraria, el emplazamiento, la adecuada defensa y

asesoría con abogados, la producción libre de pruebas

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239

conforme a la ley, el examen y objeción de la evidencia rendida,

la bilateralidad de la audiencia y la facultad de interponer

recursos para revisar las sentencias dictadas por tribunales

inferiores (STC Rol N° 1448)‖.

Las Garantías específicas del Debido Proceso.

Como vimos, los Procedimientos Administrativos Sancionadores deben

satisfacer las exigencias constitucionales de un justo y racional procedimiento.

En este sentido, el Legislador debe preocuparse por preservar una serie de

derechos y garantías para cumplir con dichos fines. Algunas de las garantías

que integran el debido proceso son, según lo ha planeado nuestro TC:

1. El Derecho a la Defensa jurídica.

En esta línea, el Tribunal Constitucional declaró la inconstitucionalidad de

la facultad del Director del Servicio Electoral para imponer sanciones por el

rechazo de cuentas de gastos electorales, porque dicha facultad de imposición

punitiva carecía de un proceso administrativo previo, que permitiera al afectado

una adecuada defensa de sus derechos223. Asimismo, corresponde agregar el

223 Fallo del Tribunal Constitucional, Rol N° 376-2003, considerandos 34° y 35°. Respecto

de las facultades del Director del Servicio Electoral para imponer sanciones por rechazo de gastos electorales. El Tribunal Constitucional declaró inconstitucional dicha facultad, por carecer

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240

Derecho a la Defensa, el que se compone, al menos, por cuatro elementos, a

saber: la formulación precisa de cargos; la posibilidad de formular alegaciones;

la posibilidad de rendir y discutir la prueba; y la facultad para presentar

recursos224. A lo que tranquilamente puede agregarse el Derecho a ser

Notificado debidamente.

2. La presunción de inocencia.

Gracias al principio de Presunción de Inocencia podemos decir que la

carga de probar la responsabilidad administrativa de un particular recae en la

Administración del Estado. Este principio presenta su consagración

Constitucional en el artículo 19 N° 3, en cuanto dispone que: ―la ley no podrá

presumir de derecho la responsabilidad penal‖. Obviamente, este precepto

recibe aplicación en materia administrativa sancionadora, toda vez que el

Tribunal Constitucional ha establecido que los principios fundamentales que

inspiran el orden penal son susceptibles de ser trasladados ―con matices‖ al

Derecho Administrativo Sancionador. Así, nuestro Tribunal Constitucional ha

determinado en su sentencia con Rol de causa N° 519-2006 lo siguiente: ―la

de un procedimiento que permita al afectado una adecuada defensa de sus derechos, en sede administrativa. Lo que a contrario sensu nos permite entender que, en sí misma, la potestad sancionadora de dicho órgano es legítima, sin embargo, el procedimiento para proceder a la aplicación de sanciones no era el adecuado. Considerando 35°: ―El legislador ha dejado de cumplir con la obligación que el Poder Constituyente le impone, de dictar las normas tenientes a asegurar la protección y defensa jurídica de los derechos fundamentales de quienes realicen conductas que determinan la imposición de una sanción.‖ 224

Op. Cit. Mensaje 541-530 p. 40.

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241

prohibición de presumir de derecho la responsabilidad penal constituye un

principio que es concreción de la dignidad de la persona humana, consagrada

como valor supremo en el artículo 1º de la Constitución Política, y del derecho a

la defensa en el marco de un debido proceso, en los términos que reconoce y

ampara el artículo 19 Nº 3 de la Ley Fundamental‖.

Por último, es interesante el juego que se produce entre el principio

constitucional de la Presunción de Inocencia y la interpretación que las

autoridades hacen de la Presunción de Legalidad que beneficia a sus propios

actos. En opinión del profesor Luis PRIETO SANCHIZ: “no basta con que la

Administración afirme la existencia de unos hechos, sino que debe robarlos;

debe acreditar, cuando menos, los fundamentos fácticos sobre los que se actuó

para de esta forma poder penetrar en el modo o manera de ejercitarse la

discrecionalidad, a través del control de los hechos sobre cuya base se mueve,

siendo menos aceptable aún pretender elevar a la categoría de prueba plena a

los elementos informativos policiales, ya que, en tal supuesto, resultaría

inoperante la impugnación en la vía contencioso-administrativa225‖. Más

225 El autor basa su apreciación en la sentencia de 17 de febrero de 1981 del Tribunal

Supremo español que consideró que un informe policial no constituía una prueba sino lo que: ―podríamos denominar una simple opinión de la policía, por lo que la decisión de clausura no aparece justificada [ya que el derecho a la presunción de inocencia] sería conculcado al prevalecer frente a tal presunción la simple información de la autoridad actuante, aunque esta última no resulte en absoluto acreditada como debiera‖. Así el autor considera que el alcance de la presunción de legalidad de los actos administrativos no implica una inversión de la carga de la prueba sino que una inversión de la carga de la acción. PRIETO SANCHIZ, Luis, p. 113.

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242

adelante en nuestra obra revisaremos de manera más profunda esta relevante

cuestión.

3. El Derecho al Libre Acceso a la Justicia.

También se ha reconocido a los particulares el Derecho a un expedito

acceso a las vías judiciales para reclamar de sus derechos. Esta situación pone

en entredicho el principio ―solve et repete‖ que establece trabas (al requerir el

pago previo de una parte del importe de la multa) para habilitar la vía judicial de

reclamo. Tal es la situación que acontecía en nuestro Código Sanitario, el cual

exigía en su artículo 171° el depósito previo de una fracción de la multa para

habilitar la instancia jurisdiccional de reclamo. En definitiva, cabe hacer

presente que dicha exigencia ha sido tachada de inconstitucionalidad en

variados fallos de nuestro Tribunal Constitucional en base, principalmente, a

que no se encontraba una razón suficiente, y de gravedad, que justificara limitar

el Derecho al Libre Acceso a la Justicia de semejante manera.

Así por ejemplo encontramos variadas referencias al Derecho a la Acción

Judicial o al Libre Acceso a la Justicia en las sentencias Roles N° 792-2008,

946-2008 y 1535-2010 entre muchas otras.

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243

Muy ligado a lo anterior se encuentra el Derecho reconocido a los

particulares para recurrir a la justicia contencioso-administrativa, a través de los

medios especiales de revisión judicial que la Ley franquea (comúnmente

denominados como Recursos de Ilegalidad Administrativa)226. Lo mismo ocurre

a propósito de la utilización de acciones menos ortodoxas como son el ―Recurso

Protección‖ y la ―Nulidad de Derecho Público‖, siendo la primera de ellas una de

las herramientas más utilizadas para buscar la corrección de ilegalidades

administrativas. En estos momentos no nos detendremos a estudiar la

fisionomía jurídica de estos procesos contencioso-administrativos puesto que

son asuntos que tendremos la oportunidad de revisar con mayor ahínco en el

Capítulo III, a propósito de los Procedimientos y los Procesos de Impugnación.

Para finalizar, el profesor Andrés BORDALÍ SALAMANCA, dedica

esfuerzos en analizar críticamente la vigencia del Derecho al Libre Acceso a la

Justicia en nuestro sistema sancionador administrativo. Así nos dirá que: ―las

dificultades en la intelección jurisprudencial de este derecho [a la acción judicial]

no solo apuntan a un problema de tipo conceptual, sino también a su relación

con los demás derechos fundamentales de orden procesal. En ocasiones se

diferencia claramente entre un derecho de acceso a los tribunales y un derecho

al debido proceso, aunque ambos pertenecientes a un más global derecho a la

226 Para los casos en los que la Ley no contemple un proceso contencioso-administrativo

de carácter especial, se acepta la revisión de la legalidad de los actos administrativos mediante la interposición de una acción ordinaria civil ante los Tribunales de Justicia.

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244

igual protección de la ley en el ejercicio de los derechos227 . Otras veces se

expresa que el derecho de acción o a la tutela judicial es un presupuesto básico

de las garantías de la igual protección en el ejercicio de los derechos y del

debido proceso228, por lo que el derecho a la igual protección en el ejercicio de

los derechos ya no es un meta-derecho que comprende al debido proceso, sino

que se trata de dos derechos fundamentales diferentes, dos derechos que

operan como dos grandes contenedores de otros más, de los que el derecho de

acceso a los tribunales de justicia sería presupuesto. En un sentido similar, se

dice que el derecho de acceso a la justicia forma parte del derecho a la igual

protección de la ley en el ejercicio de los derechos y del derecho a un

procedimiento racional y justo229, por lo que se podría concluir que existirían dos

meta-derechos de carácter procesal en nuestro orden constitucional: un

derecho a la igual protección de la ley en el ejercicio de los derechos y un

derecho al debido proceso. El derecho de acceso a la justicia forma parte de

ellos dos. En otras sentencias se dice que el derecho de acceso a la justicia es

uno de los mecanismos que deben contemplar las reglas procesales para

garantizar un justo y racional procedimiento y que constituye un supuesto de la

protección de la ley en el ejercicio de los derechos230 . En otros casos se dice

227 Sentencia del Tribunal Constitucional Rol Nº 248, con fecha 22 de octubre del año 1996,

con voto de minoría del abogado integrante Eduardo SOTO KLOSS. 228

Sentencia del Tribunal Constitucional Rol Nº 946, con fecha de 1 de julio del año 2008 229

Sentencia del Tribunal Constitucional Rol Nº 1345, con de fecha 25 de mayo del año 2009. 230

Sentencia del Tribunal Constitucional Rol Nº 1345, con fecha de 25 de mayo del año 2009.

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245

que el derecho a la tutela judicial efectiva, que estaría reconocido en el inciso

primero del numeral tercero del artículo 19 de la Constitución (en adelante

CPR), comprende entre otros aspectos el libre acceso a la jurisdicción y el

derecho al debido proceso231. En este sentido, existiría un meta-derecho en

nuestro orden constitucional, que es el derecho a la tutela judicial efectiva, del

cual el derecho de acción y el debido proceso formarían parte. Sin embargo, en

un fallo más reciente se dice que el derecho de acción y el derecho a la tutela

judicial efectiva son elementos propios de las garantías de un procedimiento

racional y justo232 , por lo que la idea de meta-derecho estaría referida al debido

proceso233‖.

Conclusiones finales del Capítulo.

Hasta el momento, creemos que hemos logrado exponer argumentos

suficientes para sostener la existencia legítima del Derecho Administrativo

Sancionador en nuestro sistema. Hemos podido presentarlo y demostrar que

consiste en una disciplina jurídica autónoma del Derecho Penal, creado sobre la

231 Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 1535, con fecha de 28 de enero del año

2010. 232

Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 1373, con fecha de 22 de junio del año 2010. 233

BORDALÍ SALAMANCA, Andrés. “Análisis crítico de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional sobre el derecho a la tutela judicial”, en Revista chilena de derecho, volumen 38°, Santiago, año 2011, pp. 2 y ss.

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246

base de principios constitucionales sólidos, de desarrollo eminentemente

jurisprudencial, que ha incorporado a su base estructural.

A continuación nos avocaremos a la tarea de analizar la Estructura del

Derecho Administrativo Sancionador y nos sumergiremos en cada una de las

instituciones que lo componen. Al hacer esto lograremos descubrir aspectos

fundamentales que distinguen a esta rama del Derecho como un sistema de

normas interrelacionadas, configurado en base a la existencia de una Potestad

Sancionadora Administrativa, de Infracciones y Sanciones Administrativas y

diversos Procedimientos Administrativos Sancionadores, que aunque se

encuentren dispersos en diversos cuerpos legales, están unidos, en su base,

por los preceptos contenidos en la ―Ley de Bases de los Procedimientos

Administrativos que rigen los Actos de la Administración del Estado‖, en la LOC

de ―Bases generales de la Administración del Estado‖, entre otros cuerpos

normativos de pertinentes. En fin, de esta manera podremos constatar cómo las

propias instituciones que componen al DAS se alinean para cumplir con los

fines especiales y notables que pertenecen a la función pública administrativa.

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247

CAPITULO III.

1. Consideraciones Previas.

Gracias al Capítulo anterior creemos que estamos en condiciones de

afirmar que el Derecho Administrativo Sancionador constituye una rama del

Derecho independiente, que funciona con autonomía del Derecho Penal, sin

estar subyugado a este último, sino que en un plano de igualdad para con

aquél. En este orden de ideas, la siguiente labor que nos atañe es analizar,

específicamente, en qué consiste este sistema de normas.

Ahora bien, y para entrar de lleno en la materia, primero debemos

recordar que la Potestad Sancionadora de la Administración puede ser dividida

en dos vertientes: i) una de ellas, en razón de una función de auto-protección,

también denominado Régimen Sancionador Disciplinario234 y la segunda ii) con

una función de hetero-protección, por medio de la cual la Administración busca

tutelar: ―el orden general, en un sentido amplio de orden público235‖, también

denominada como el Régimen Sancionador General.

234 Como sabemos, esta función tiene por objeto tutelar la organización interna de la

Administración, mediante normas de disciplina que regulan la conducta de sus propios Funcionarios Públicos. 235

MONTERO CARTES, Cristián. “Introducción al estudio de la responsabilidad disciplinaria de los Funcionarios Públicos”, en Jornadas de Derecho Público, año 2012, p. 19. El autor, tomando prestadas las palabras de Mercedes LAFUENTE nos expresa que las funciones de hetero-protección: ―se justificarían en un poder de coacción que necesita la Administración

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248

En concreto, en el presente trabajo nos dedicaremos preferentemente a

realizar un estudio acerca del ―Régimen Sancionador General‖, sin embargo,

esto no implica desatender la gran relevancia que representa el ―Régimen

Sancionador Disciplinario‖, más aún en el entendido de que un correcto

funcionamiento de los mecanismos de disciplina interna resulta esencial para

lograr un recto ejercicio de la función pública en general, lo que lógicamente

también toca a su sensible vertiente sancionadora. El razonamiento no es difícil

de comprender, toda vez que son los mismos Funcionarios de la Administración

del Estado los encargados de desempeñar labores tan sensibles como la de

recabar datos durante los procedimientos de fiscalización e investigación, que

luego serán aportados dentro de los Procedimientos Sancionadores

Administrativos236.

para proteger su propia organización como titular de la misma frente a determinadas conductas de sus miembros […] esta tiene, pues, un marcado carácter instrumental‖. LAFUENTE BENACHES, Mercedes. “El régimen disciplinario de los funcionarios públicos de la Administración del Estado”, Ediciones Tirant lo Blanch, Valencia, año 1996, pp. 17-18. 236

Particularmente en Chile, existe un escaso desarrollo dogmático respecto de la Potestad Sancionadora Disciplinaria toda vez que la mayor parte de la atención se la ha llevado el estudio del Régimen Sancionador General. Sin perjuicio de lo anterior, puede notarse una creciente corriente jurisprudencial y doctrinal que viene bogando por que todas las manifestaciones punitivas del Estado tienen un fundamento común (ius puniendi del Estado). Esto incluye al Derecho Disciplinario, y así también procedería una traslación matizada de principios desde el Derecho Penal hacia éste. Cabe agregar que su traspaso tampoco debe ser inmediato, sino que ajustado a los fines y fundamentos que informan el Régimen Disciplinario. Dentro de las características más relevantes de este orden, podemos nombrar: su finalidad auto-protectiva; la vigencia del principio de probidad administrativa; la dignidad de la Función Pública; la evidente especialidad de del Régimen Disciplinario; las particularidades de los sujetos regulados (Funcionarios Públicos); la relación especial que une a los sujetos regulados con la Administración del Estado; la primacía del principio de ordenación jerárquica; entre otros. Del mismo modo, no debe perderse de vista que un correcto desempeño de las funciones de los empleados públicos, respetuoso del régimen de derechos, deberes, prohibiciones, inhabilidades e incompatibilidades funcionarias, resulta esencial para el óptimo desenvolvimiento de la Potestad Sancionadora General. En este sentido, los mecanismos de control interno (instrucciones, Sanciones Disciplinarias, calificaciones funcionarias, entre otros)

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249

Dicho lo anterior, y a modo de encauzar nuestro análisis, basaremos

nuestro trabajo en la estructura propuesta por el Tribunal Constitucional quien,

en su sentencia con Rol de causa N° 480-2006, se pronuncia acerca del DAS

en los siguientes términos:

“Tercero: Que, típicamente la actividad sancionadora del

Estado […] opera a través de una diversidad de normas que

cumplen funciones diversas. Entre ellas, se encuentran al

menos tres tipos: i) Las que establecen las conductas debidas

para los administrados; […] ii) Aquellas que entregan

resultan cruciales para desarrollar una correcta Función Administrativa, pues ésta debe sujetar su funcionamiento a los lineamientos de los principios de probidad, integridad, transparencia, eficiencia, consideración con lo público, entre muchos otros, que enriquecen y orientan a la Función Pública administrativa. Bajo este prisma, el correcto desempeño de los Empleados Públicos en sus funciones trae enormes beneficios, los que pueden notarse desde un inicio, en la fase de fiscalización, hasta la última etapa de un Procedimiento Administrativo Sancionador. Bajo esta perspectiva, sólo así pueden construirse los cimientos para un sólido ejercicio de la Potestad Sancionadora de la Administración. Esto nos permite potenciar notoriamente los estándares de racionalidad y justicia dentro de los procedimientos administrativos sancionatorios. De pasada, también sirven para mejorar los niveles de objetividad procedimental, cuestión que es vital al momento aplicar Sanciones Administrativas, pues otorga mayor legitimidad al sistema en su conjunto. Para más información, véase: MONTERO CARTES, Cristián. “Introducción al estudio de la responsabilidad disciplinaria de los Funcionarios Públicos”, en Jornadas de Derecho Público, año 2012; MARINA JALVO, Belén. “El régimen disciplinario de los funcionarios públicos, Editorial Lex Nova, tercera edición, año 2006, LA FUENTE BENACHES, Mercedes. “El régimen disciplinario de los funcionarios públicos de la Administración del Estado”, Ediciones Tirant lo Blanch, Valencia, año 1996; NIETO, Alejandro. “Problemas capitales del derecho disciplinario”, en Revista de Administración Pública, N° 63, Septiembre-Diciembre, año 1970; GONZÁLEZ MÉNDEZ, Mario. “Falta disciplinaria y sanción correspondiente”, en Revista de Ciencias Sociales, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso, N° 43, año 1998; SÁNCHEZ MORÓN, Miguel. “Derecho de la función Pública”, Editorial Tecnos S.A., quinta edición, España, año 2008, p. 300. Apud. MONTERO CARTES, Cristián. “Introducción al estudio de la responsabilidad disciplinaria de los Funcionarios Públicos”, en Jornadas de Derecho Público, año 2012; PARADA, Ramón. “Derecho Administrativo. Organización y empleo público”, Editorial Marcial Pons, Edición N° 20, Tomo II, Barcelona, año 2008, entre otros.

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250

potestades sancionadoras a la Administración y iii) las que

establecen, de un modo más o menos general, que el

incumplimiento a los deberes contenidos en otras normas debe

ser sancionado y iv) las que establecen las sanciones que han

de aplicarse a las conductas que infringen deberes‖. Del mismo

modo, un poco más abajo, en el mismo fallo, se agregan los

siguientes elementos a la clasificación antedicha: así, dentro de

tales normas se también se deben contar: ―las normas que

establecen los órganos que pueden juzgar las conductas que

infringen deberes y los procedimientos a que debe someterse

esta actividad sancionadora‖.

Como vemos, la sentencia expuesta es bastante didáctica en su

redacción y resulta de gran utilidad para efectos de nuestro estudio. Nos

basaremos en dichas directrices para identificar los elementos esenciales del

DAS y procederemos a descomponer su estructura. En este sentido,

analizaremos cada una de sus partes en el siguiente orden:

i. La Potestad Sancionadora.

ii. La infracción Administrativa.

iii. La Sanción Administrativa.

iv. El Procedimiento Administrativo Sancionador.

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251

Cada uno de estos elementos será examinado a partir de la identificación

de sus rasgos esenciales y de sus particularidades intrínsecas. De esta manera,

pondremos a disposición del lector un panorama general sobre la materia, con

el objeto de dar sustento teórico a la afirmación de que:

“El DAS es una expresión del poder punitivo del Estado

manifestado en su faceta administrativa, que representa un

sistema de normas interrelacionadas cuya estructura está

conformada por una base común de principios

constitucionales y legales que le son propios, y en donde la

determinación de la participación del sujeto afectado, de

las infracciones cometidas y la aplicación de sanciones se

produce, necesariamente, a través de la sustanciación de

un procedimiento administrativo de carácter sancionatorio,

cuyos cimientos también se construyen sobre una

plataforma normativa de carácter común.”

Para estos efectos, consideramos que resulta esencial comprender el

juego que se genera entre la Teoría del Ilícito Administrativo y la Teoría de la

Sanción Administrativa, puesto que una es correlato de la otra, evidenciándose

entre ellas una íntima vinculación. De la misma forma, también pondremos

especial énfasis en los aspectos especiales que caracterizan tanto a los

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252

órganos administrativos sancionadores como a la actividad administrativa

sancionadora en general. Por lo que corresponde también estudiar la relevancia

de los procedimientos administrativos sancionatorios en este esquema. Dado lo

anterior, también resultará esencial realizar un acabado estudio respecto de la

―decisión administrativa sancionatoria‖, que se dictamina bajo la forma de un

Acto Administrativo. Lo expuesto es relevante, en el entendido de que de ella se

derivan notables implicancias de relevancia jurídica237.

En razón de lo anterior, examinaremos lo que en doctrina ha sido

entendido como los ―poderes exorbitantes‖ de la Administración del Estado (o

―potestad de auto-tutela declarativa‖), entendidas éstos como prerrogativas de

poder público conferidas por el Legislador a la Administración Pública238.

237 Que la decisión administrativa sea un Acto Administrativo es una implicancia de enorme

relevancia. Como sabemos, el poder legislativo está capacitado para dotar a los órganos administrativos de variadas prerrogativas de poder público. Por su parte, en el caso de la imposición de Sanciones Administrativas, las manifestaciones de estos poderes son susceptibles de modificar de manera unilateral las relaciones jurídicas existentes entre la Administración y los particulares, sin necesidad de mediar previamente una declaración de orden jurisdiccional. Como sabemos, estas sanciones presentan un contenido gravoso, pues generan una privación de derechos en contra del particular afectado. Así las cosas, la aplicación de Sanciones Administrativas constituye un ejemplo de confrontación entre los intereses públicos -llamados a ser protegidos en este caso por la Administración- y los intereses privados. En efecto, el escenario se torna complejo bajo el entendido tradicional de que sólo los jueces, y no los órganos administrativos, estarían facultados para afectar los Derechos Constitucionales de los ciudadanos. Dada esta situación, se entiende por qué el Legislador se ha preocupado por introducir una serie de instancias de revisión judicial de las decisiones sancionadoras administrativas, pues así el juez está facultado para revisar la legalidad de la medida y determinar si la afección de garantías fundamentales es justa, legítima o ajustada a Derecho. 238

Estos “poderes exorbitantes” conferidos a ciertas autoridades administrativas les facultan para cautelar sus propias decisiones, sin necesidad de recurrir a una entidad jurisdiccional. Así por ejemplo, se entiende que las decisiones administrativas surten efectos desde su entrada en vigencia y se hacen jurídicamente obligatorias para los particulares desde aquél momento. Por otra parte, y al ir avanzando en nuestro estudio, analizaremos cómo las resoluciones administrativas, al cumplirse ciertos requisitos legales, son susceptibles de ser

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253

Por otra parte, y habida cuenta de las características peculiares que

revisten a los Procedimientos Administrativos Sancionatorios, estudiaremos el

rol efectivo de los medios de impugnación de resoluciones administrativas

sancionatorias, pues brindan al particular afectado la posibilidad de revisar el

contenido fáctico y jurídico del Acto Jurídico Administrativo de Sanción239.

Por último, y una vez hechas las precisiones anteriores, cabe hacer

presente que, con el objeto de ejemplarizar y profundizar cada tema tratado,

haremos uso de diversas normas sectoriales de las Superintendencias, pues en

ellas encontraremos componentes que nos sirven fantásticamente para

identificar los ribetes jurídicos que distinguen al Derecho Administrativo

Sancionador como un sistema de normas autónomo del Derecho Penal.

exigidas en cumplimiento ejecutivo al ciudadano responsable. Incluso, y en casos particulares, la Ley ha autorizado a la Autoridad Administrativa para exigir el cumplimiento directo de sus resoluciones, sin tener que acudir al órgano judicial para exigir su cumplimiento ejecutivo. De esta manera, se le ha facultado para solicitar auxilio de la Fuerza Pública de manera directa con el objeto de obtener el cumplimiento efectivo de la obligación contenida en la Sanción Administrativa. 239

Básicamente, estas herramientas pueden ser entendidas como una manera de asegurar la observancia y protección a los intereses privados de un particular. En este sentido, la posición del particular frecuentemente irá en una vía opuesta a la determinada por la Decisión Administrativa, la que en esencia busca la preservación del interés general. Por estos motivos, es importante analizar la importancia de las garantías y los derechos fundamentales del particular afectado, pues dichas protecciones se erigen como un contrapeso idóneo para regular el ejercicio de la actividad sancionadora administrativa y así evitar un aplastamiento del interés privado en pos del interés general. Lógicamente, esta es una de las formas de dar vigencia y observancia al principio de Legalidad, que es tanto la razón de ser de las potestades sancionadoras como su límite final.

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254

2. De la Potestad Sancionadora Administrativa.

Como podemos apreciar, parte de este tema ya fue tratado en el Capítulo

I de esta obra al referirnos acerca de la discusión que gira en torno a la

legitimidad constitucional del DAS y en torno al ejercicio de la Potestad

Sancionadora de la Administración. Sin embargo, existen algunas precisiones y

desarrollos conceptuales que bien merece la pena realizar.

2.1. Del ejercicio de la Potestad Sancionadora Administrativa.

Para comenzar, recordemos que sólo la Ley puede atribuir potestades

sancionadoras a los órganos administrativos, de tal manera que: “por lo que

respecta a la atribución de la potestad sancionadora, ésta no se puede

presumir, correspondiendo sólo a la ley reconocerla expresamente a un órgano

de la Administración. Consiguientemente, el reglamento está vedado para

reconocer o atribuir esta competencia a la Administración240‖.

Por otro lado, cabe agregar que es esencial, por imperativo

constitucional, que el ejercicio de la Potestad Sancionadora se desenvuelva en

concordancia con las exigencias del Debido Proceso, dentro del marco de un

240 CAMACHO CEPEDA, Gladys. “Tratado de Derecho Administrativo. Tomo IV: La

Actividad Sustancial de la Administración del Estado”, Legal Publishing, año 2010., pp. 194-195.

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255

Procedimiento Administrativo Sancionador racional y justo, así: “el ejercicio de

la potestad sancionadora debe realizarse con arreglo a un procedimiento que

garantice: la defensa del imputado; la imparcialidad, tanto de la autoridad

instructora y de la facultada para adoptar la resolución final; y la obtención de

todos los antecedentes necesarios para la adopción de una decisión

razonable241‖.

De esta manera, el Derecho a Defensa, el Derecho a la Acción

Jurisdiccional, el Derecho a la no existencia de trabas que impidan el libre

acceso a la justicia242, el Derecho a que las decisiones de la Administración

sean fundadas (motivación), entre otros, son elementos esenciales que

conforman el contenido de un Debido Proceso administrativo, y por tanto,

brindan racionalidad, justicia y legitimidad constitucional al ejercicio de la

actividad administrativa sancionadora, la que siempre ha estado bajo el ojo

crítico de los diversos operadores jurídicos.

Sin perjuicio de la vital relevancia que representa el tema que hemos

expuesto, no ahondaremos más en él, puesto que será tratado con mayor

241 Idem., p. 194-195.

242 Mucho se ha discutido acerca la exigencia denominada“solve et repete”, entendido este

como un privilegio de carácter procesal que la Ley ha brindado en algunas oportunidades a la Administración del Estado. En razón de aquél, se impone al particular afectado la exigencia de antepagar un porcentaje de la multa como requisito previo para poder recurrir y reclamar ante los Tribunales de Justicia. La jurisprudencia se encuentra dividida, aunque los últimos fallos del TC han declarado como inconstitucionales aquellas barreras arbitrarias (sin fundamento racional ni suficiente) que dificulten el acceso a las vías judiciales de acción.

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256

detención en la sección: “Del Procedimiento Administrativo Sancionador” de

este mismo Capítulo.

.

2.2. Facultades inherentes al ejercicio de la Potestad Sancionadora

Administrativa.

Una vez que hemos exhibido los asuntos preliminares, presentaremos a

continuación una clasificación que contiene una descripción de las facultades

que componen el ejercicio de la Potestad Sancionadora de la Administración.

Haremos uso de la estructura funcional planteada por el profesor Alejandro

NIETO, quien fracciona el ejercicio de las Potestades Sancionadoras

Administrativas en tres facultades:

i) Facultad de Establecimiento Normativo.

ii) Facultad de Imposición.

iii) Facultad de Ejecución.

Para demostrar el hecho de que estas facultades se encuentran

representadas legalmente, utilizaremos el contenido normativo de la Ley N°

20.417 que: ―crea el Ministerio, el Servicio de Evaluación Ambiental y la

Superintendencia del Medio Ambiente‖. También haremos uso de otras normas,

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257

pero nos basaremos en la primera meramente por fines didácticos, de esta

manera podemos aterrizar nuestras afirmaciones a un plano normativo.

i. Facultad de Establecimiento Normativo.

La facultad de establecimiento normativo se refiere a la potestad legal de

los órganos administrativos para dictar normas jurídicamente obligatorias para

los particulares, que pueden revestir la forma de Reglamentos, Órdenes,

Instrucciones u otro tipo de reglas jurídicas. Este aspecto se puede apreciar al

dar lectura al artículo 3° en la Ley N° 20.417:

“Artículo 3º.- La Superintendencia tendrá las siguientes

funciones y atribuciones: Letra s) Dictar normas e instrucciones

de carácter general en el ejercicio de las atribuciones que le

confiere esta ley. La normativa que emane de la

Superintendencia deberá ser sistematizada, de tal forma de

facilitar el acceso y conocimiento de la misma‖.

Como podemos apreciar, el Legislador es consciente de la utilidad de la

colaboración reglamentaria en materia sancionadora administrativa, pues sirve

como herramienta para afinar los detalles prácticos que muchas veces

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258

necesitan los preceptos legales243. Cabe hacer presente que nuestro Tribunal

Constitucional se ha referido en innumerables ocasiones al respecto y

encontramos en su última jurisprudencia las líneas definitivas para entender

cómo funciona la colaboración reglamentaria en materia sancionadora

administrativa. Así ocurre en su sentencia con Rol de causa N° 2264-2012, que

en su considerando decimosexto considera:

“DECIMOSEXTO: Que la norma impugnada establece la

facultad que tiene la Superintendencia de sancionar

infracciones en que pueden incurrir las empresas, entidades o

personas naturales sujetas a su fiscalización o supervisión. La

infracción puede operar respecto de dos tipos de regulaciones.

Por una parte, puede operar respecto de infracciones de leyes,

reglamentos y demás normas relacionadas con el ámbito

competencial de la Superintendencia. Por la otra, puede

consistir en incumplimientos de instrucciones y órdenes que

imparta la Superintendencia. La infracción puede consistir en

cualquier contravención a dichas regulaciones‖.

243 Como vimos, con la voz “colaboración reglamentaria” hacemos referencia a la potestad

reglamentaria de ejecución, que viene a hacer ejecutivo en la práctica el contenido determinado por una Ley. Queda fuera entonces, en opinión de la doctrina y de la jurisprudencia mayoritaria, la potestad reglamentaria autónoma, ya que el establecimiento normativo de infracciones y sanciones es materia de Ley, por lo que no puede un reglamento venir a llenar los vacíos de su contenido.

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259

Una vez dicho lo anterior, y volviendo a lo que es la práctica legislativa, la

Ley N° 20.417 en innumerables oportunidades hace remisiones al Reglamento

u otras normas de jerarquía infra-legal, toda vez que estos vienen en ayuda

para especificar y detallar diversos aspectos del contenido de una Ley que cree

Infracciones y Sanciones Administrativas. A modo de ejemplo, esto puede verse

en el artículo 35° de la Ley ya citada:

“Artículo 35°.- Corresponderá exclusivamente a la

Superintendencia del Medio Ambiente el ejercicio de la potestad

sancionadora respecto de las siguientes infracciones: […] Letra

g) El incumplimiento de las leyes, reglamentos y demás

normas relacionadas con las descargas de residuos líquidos

industriales244‖.

En lo relativo al ejemplo que hemos presentado, la Ley N° 20.417 debe

ser relacionada con la Ley N° 19.300 sobre “Bases Generales del Medio

Ambiente” y con las disposiciones especiales que se encuentran contenidas en

el Decreto Supremo N° 95 del año 2001, que modifica el Decreto Supremo N°

30 del año 1997, que fija el ―Reglamento del Sistema de Evaluación de Impacto

Ambiental‖.

244 Lo resaltado es nuestro.

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260

La técnica jurídica de la colaboración reglamentaria se repite a lo largo

de toda nuestra Legislación administrativa sancionadora. Así también puede

apreciarse a propósito del Decreto Ley N° 3538 que ―crea la Superintendencia

de Valores y Seguros‖, situación que se ve representada en su artículo 27°:

“Artículo 27°.- “Las sociedades anónimas sujetas a la

fiscalización de la Superintendencia que incurrieren en

infracciones a las leyes, reglamentos, estatutos y demás

normas que las rijan, o en incumplimiento de las instrucciones

y órdenes que les imparta la Superintendencia, podrán ser

objeto de la aplicación por ésta, sin perjuicio de las establecidas

específicamente en otros cuerpos legales o reglamentarios, de

una o más de las siguientes sanciones […]245‖.

En este sentido, el Decreto Ley N° 3538 debe ser relacionado con la Ley

N° 18.045 o: ―Ley de Mercado de Valores‖, cuyo cuerpo legal está vinculado

con una serie de reglamentos diversos, los que se han creado para regular

cada una de las aristas de su contenido, como por ejemplo: el Decreto Supremo

N° 702 del año 2011, que fija el ―reglamento de sociedades anónimas‖; el

Decreto Supremo N° 864 del año 1990 que crea el ―reglamento de fondos de

inversión”; entre muchos otros.

245 Lo resaltado es nuestro.

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261

Lo mismo ocurre respecto de la Ley N° 18.410, que: ―crea la

Superintendencia de Electricidad y Combustibles‖, que en su artículo 15°

dispone:

―Artículo 15°.- Las empresas, entidades o personas

naturales, sujetas a la fiscalización o supervisión de la

Superintendencia, que incurrieren en infracciones de las leyes,

reglamentos y demás normas relacionadas con electricidad,

gas y combustibles líquidos, o en incumplimiento de las

instrucciones y órdenes que les imparta la Superintendencia,

podrán ser objeto de la aplicación por ésta de las sanciones

que se señalan en este Título, sin perjuicio de las establecidas

específicamente en esta ley o en otros cuerpos legales‖.

De la misma forma, cuerpo legal citado debe ser relacionado con la Ley

N° 20.018 o: ―Ley General de Servicios Eléctricos‖ y con el Decreto Supremo N°

327 del año 1998 que fija el reglamento de la ―Ley General de Servicios

Eléctricos‖.

ii. Facultad de Imposición.

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262

La facultad de imposición hace referencia a las potestades legales de la

Administración del Estado para: determinar la participación de un sujeto en los

hechos que se le imputan; determinar las infracciones administrativas que ha

cometido246; ponderar los elementos subjetivos y objetivos de la actuación, y en

fin, proceder imponer de la Sanción Administrativa correspondiente o bien,

declarar la absolución del inculpado247.

Valga la redundancia, es preciso señalar que nuestra jurisprudencia

constitucional es conteste en señalar que la única forma de imponer una

Sanción Administrativa es a través de un Debido Proceso administrativo

sancionador. A modo de ejemplo, encontramos que en la Ley N° 20.417 el

Procedimiento Administrativo Sancionador se encuentra establecido en los

artículos 47° y siguientes. Por su parte, el procedimiento para la adopción de la

decisión final se contempla en sus artículos 53° y 54°248249.

246 La Ley N° 20.417 en su artículo 35° habilita a la Superintendencia del Medio

Ambiente para conocer y sancionar una gran variedad de infracciones administrativas. Así se dispone que: ―corresponderá exclusivamente a la Superintendencia del Medio Ambiente el ejercicio de la potestad sancionadora respecto de las siguientes infracciones: […]‖. De manera que a la mencionada autoridad administrativa le corresponde la tarea de determinar si el particular ha incurrido en una de dichas infracciones. 247

Ley N° 20.417, artículo 3º.- ―La Superintendencia tendrá las siguientes funciones y atribuciones: […] Letra o) Imponer sanciones de conformidad a lo señalado en la presente ley‖. 248

La Ley N° 20.417 dispone al respecto: Artículo 53.- ―Cumplidos los trámites señalados en los artículos anteriores, el fiscal instructor del procedimiento emitirá, dentro de cinco días, un dictamen en el cual propondrá la absolución o sanción que a su juicio corresponda aplicar. Dicho dictamen deberá contener la individualización del o de los infractores; la relación de los hechos investigados y la forma como se ha llegado a comprobarlos, y la proposición al Superintendente de las sanciones que estimare procedente aplicar o de la absolución de uno más de los infractores‖. Artículo 54.- ―Emitido el dictamen, el instructor del procedimiento elevará los antecedentes al Superintendente, quien resolverá en el plazo de diez días, dictando

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263

Por último, diremos que más adelante en nuestra obra estudiaremos al

Acto Administrativo de Sanción. Provisionalmente podemos decir que mediante

una Resolución Administrativa la Administración del Estado tiene el poder para

modificar unilateralmente las relaciones jurídicas de los particulares afectados

por una Sanción Administrativa (es unilateral en el sentido de que esto lo hace

sin requerir el consentimiento del sancionado). Así por ejemplo, el Órgano

Administrativo puede crear una relación jurídica de tipo pasivo entre un sujeto y

el Estado, así puede nacer la obligación en el primero de pagar el importe de

una multa al segundo.

iii) Facultad de Ejecución.

En general, la Administración cuenta con ciertas facultades de ejecución

sobre sus propias resoluciones, que en términos prácticos significa que ella

puede hacerlas cumplir directamente en contra de los particulares, con auxilio

de la Fuerza Pública si fuera necesario. En materia administrativa-sancionadora

la situación en general distinta. La Administración del Estado no estaría

facultada para exigir el cumplimiento de una Sanción de manera directa, esto

es, solicitando el auxilio directo de la Fuerza Pública, sino que necesariamente

al efecto una resolución fundada en la cual absolverá al infractor o aplicará la sanción, en su caso‖. 249

Más adelante en nuestra obra realizaremos un vasto estudio acerca del Acto Administrativo y de la Decisión administrativa. Asimismo, tendremos la oportunidad de ver cómo las resoluciones administrativas difieren sustancialmente de las resoluciones judiciales.

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debiera recurrir al Órgano Judicial para requerir su cumplimiento. Esto lo

podemos ver cuando el artículo 45° de la Ley N° 20.417 otorga ―mérito

ejecutivo‖ a la sanción de multa aplicada por la Superintendencia del Medio

Ambiente. En la misma línea, variadas leyes otorgan a los órganos de la

Administración una serie de facilidades para exigir el cumplimiento de sus

propias resoluciones. Así sucede a propósito del inciso final del artículo 3° de la

Ley N° 18.880 que: ―Establece Bases de los Procedimientos que rigen los Actos

de los Órganos de la Administración del Estado‖, que se refiere precisamente a

los efectos de los actos administrativos en el siguiente tenor:

―Artículo 3, inc. Final.- Los actos administrativos gozan

de una presunción de legalidad, de imperio y exigibilidad frente

a sus destinatarios, desde su entrada en vigencia, autorizando

su ejecución de oficio por la autoridad administrativa, salvo

que mediare una orden de suspensión dispuesta por la

autoridad administrativa dentro del procedimiento impugnatorio,

o por el juez, conociendo por la vía jurisdiccional‖.

Del mismo modo, cabe hacer presente que en ciertos casos la

Administración incluso está facultada para ejecutar sus propias decisiones

sancionatorias de manera directa, pudiendo solicitar el auxilio de la Fuerza

Pública para obtener el cumplimiento por parte del administrado inculpado, sin

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necesidad de mediar una decisión jurisdiccional previa. No obstante lo anterior,

y como veremos más adelante, dicha situación solo ocurre en contados casos

dentro de nuestro sistema, como sucede por ejemplo, a propósito de nuestro

Código Sanitario.

3. De las Infracciones Administrativas.

3.1. Cuestiones Previas.

Para comenzar, debemos señalar que el sistema jurídico chileno no

contempla un concepto legal de Infracción Administrativa, opinión que es

compartida por la profesora Gladys CAMACHO CEPEDA, quien nos advierte

que: ―en suma, no contamos con una identificación clara de las infracciones, a

lo más en algunos casos [la Ley] las ha graduado según la gravedad de las

mismas, de acuerdo a la mayor o menor afectación de los intereses generales,

calificándolas de muy graves, graves y leves250‖. A lo antedicho cabe agregar

que nuestros Tribunales de Justicia tampoco se han atrevido a presentar

criterios definitivos para elaborar su definición ni han aportado demasiados

elementos para confeccionar una Teoría del Ilícito Administrativo, lo que a ratos

250 CAMACHO CEPEDA, Gladys. “Tratado de Derecho Administrativo, Tomo IV: La

Actividad Sustancial de la Administración del Estado”, Legal Publishing, año 2010., p. 198.

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266

demuestra la evidente inmadurez jurisprudencial y normativa que aqueja al

Derecho Administrativo Sancionador chileno.

En la otra vereda, los textos doctrinarios, tanto de autores nacionales

como internacionales, se dedican por lo general a investigar la sustancia y los

contornos jurídicos de la Sanción Administrativa, lo que no sucede con tanta

vitalidad respecto de la Infracción Administrativa. Esto deja al estudio de su

teoría en una situación bastante desfavorable. Por estos motivos, el desarrollo

dogmático de la ―Teoría de la Infracción Administrativa‖ se torna una tarea algo

difícil, donde pareciera ser que nos moviéramos en arenas movedizas, sin que

encontremos un consenso definitivo en la materia. Sin perjuicio de lo anterior,

en este trabajo se ha realizado un examen de la doctrina nacional e

internacional justamente con el objeto de proponer al lector un marco

conceptual para dar con la estructura normativa de este tipo de infracciones.

Como primer acercamiento a la materia, mostraremos el desarrollo

doctrinario que ha girado en torno a la elaboración de una suerte de ―Teoría

General del Ilícito Administrativo‖, la que ha tratado de ser construida buscando

prescindir de las normas del Derecho Penal. El estudio de este enfoque nos

dará pie para comprender que también existe una ―Teoría General del Ilícito

Administrativo‖ esta vez construida dogmáticamente en base a los lineamientos

que tradicionalmente pertenecen a la ―Teoría General del Ilícito Penal‖.

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267

A nuestro modo deber, consideramos que resulta de gran utilidad utilizar

la estructura normativa que los operadores jurídicos han ideado para los Ilícitos

Penales como una forma para explicar la estructura de los Ilícitos

Administrativos. Evidentemente, haciendo esta operación podremos

aprovecharnos su vasto desarrollo dogmático, normativo y jurisprudencial. Por

cierto, en cuanto aceptamos realizar un ejercicio de este tipo ponemos en

evidencia una vez más la unidad basal, en su génesis, que existe entre estas

dos modalidades del ejercicio del Ius Puniendi del Estado. En definitiva, así

podemos entender que el Derecho Penal y el DAS son aliados, y no enemigos,

en función de un origen y pertenencia a un ordenamiento punitivo común.

3.2. Concepto de Infracción.

Para elaborar un concepto de Infracción Administrativa, primero debemos

conocer el significado de la expresión infracción. Varios autores han presentado

sus conceptualizaciones251, pero para estos efectos, nuevamente acudiremos a

las palabras de Alejandro NIETO, quien a nuestro parecer nos presenta una

definición bastante completa: ―la infracción, en definitiva, es una acción humana

251 La profesora Gladys CAMACHO utiliza definiciones sacadas del Diccionario de la Real

Academia Española para decir que: “la palabra infracción, del latín infraccionis, significa transgresión, quebrantamiento de una ley

�‖. Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys, p. 207. Por

otro lado, la profesora Camila BOETTIGER PHILIPS nos ayuda a aterrizar el concepto al mencionar que: ―[cuando hablamos de infracción] nos referimos a la conducta o deber que, de no cumplirse o infringirse, acarrea para el particular la posibilidad de ser sancionado‖. Op. Cit. BOETTIGER PHILLIPS, Camila. “El Derecho Administrativo Sancionador en la Jurisprudencia del Tribunal Constitucional”, p. 588.

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268

que la ley ha declarado como tal por ser causante de un hecho natural que

agrede un orden (físico, social o moral) que el ordenamiento jurídico considera

digno de esta protección Y ni que decir que también es libre la norma de

considerar protegibles determinados bienes, cuya valoración cambia día a

día252‖. De esta definición podemos extraer los elementos esenciales que

componen a toda Infracción:

a) Es una acción u omisión humana;

b) Que constituye una agresión a un orden;

c) Orden que la ley considera digno de protección.

En principio, todas las conductas humanas son eminentemente lícitas,

salvo que la Ley o el Derecho (ordenamiento jurídico) digan lo contrario Aquello

ocurre precisamente cuando se introduce una prohibición o un deber jurídico

dentro del sistema253. Bien describe la situación el famoso refrán alemán: ―Ohne

Recht, ensteht kein Unrecht‖, que traducido al español, quiere decir: ―sin

Derecho no hay no-derecho [en el sentido de anti-juridicidad, ilicitud o mal]‖.

3.2.1. Concepto de Infracción Administrativa.

252 Op. Cit. Alejandro NIETO. “Derecho Administrativo Sancionador”, p. 195.

253 La decisión de prohibir una determinada conducta dice relación con la necesidad de

proteger un orden, un estado de cosas o bien jurídico determinado.

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269

La Infracción Administrativa ha sido definida de varias maneras, así por

ejemplo, para el profesor Miguel MONTORO OPUERTO la Infracción

Administrativa es toda conducta que contravenga un deber o prohibición

contenido en el ordenamiento jurídico administrativo, el cual simplemente

reacciona represivamente por medio de una Sanción Administrativa254. A esto el

profesor Alejandro NIETO agrega que: “el objeto directo del Derecho

Administrativo Sancionador es un ilícito específico -la infracción administrativa-

para la que la ley establece una sanción, que es atribuida en concreto a un

sujeto por la Administración a través de un procedimiento especial (el

procedimiento sancionador) en el que se determina la infracción con todas sus

circunstancias materiales así como el autor con sus circunstancias

personales255‖.

Por otro lado, la profesora Gladys CAMACHO CEPEDA, haciendo un

análisis de la normativa creada para las Superintendencias, ha definido a la

Infracción Administrativa como: ―[una] expresión del control estatal sobre el

comportamiento peligroso o de aquel comportamiento anti-normativo

distanciado de lo socialmente adecuado, por cuanto pone en riesgo o afecta un

interés social relevante debidamente calificado […] de este modo, se

254 Cfr. MONTORO PUERTO, Miguel. “La Infracción Administrativa: características,

manifestaciones y sanción”, Editorial Nauta S.A, año 1976, pp. 114-122. El autor considera que existen varios tipos de ordenamientos jurídicos, por ejemplo, el civil, el penal, el administrativo, entre otros. En este sentido, la infracción administrativa debe su naturaleza, principalmente, a que la norma infringida pertenece al orden administrativo. 255

Op. Cit. NIETO, Alejandro. “Derecho Administrativo Sancionador”, p. 194.

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270

comprenden en el concepto de infracción a todas las conculcaciones: de leyes,

reglamentos y demás normas relacionadas con la actividad económica que la

respectiva Superintendencia deba fiscalizar, comprendiendo los

incumplimientos de las instrucciones y órdenes que ésta les imparta 256‖.

Sin embargo, aún cuando varios autores nacionales han generado sus

propias definiciones, consideramos que sus conceptualizaciones distan

bastante de lo que a nuestros ojos debe considerarse como un concepto

acabado de Infracción Administrativa.

Por estos motivos, nos aventuramos a presentar nuestra propia

definición, en los siguientes términos:

“La Infracción Administrativa es el presupuesto de la

Sanción Administrativa y consiste en una acción u omisión

típica, antijurídica y culpable, que supone una conducta

que infringe un deber o una prohibición contenida en el

Ordenamiento Jurídico Administrativo, la cual ha sido

establecida ya sea con la finalidad de prevenir la ocurrencia

de un riesgo, precaver la producción de un daño o reprimir

la producción efectiva del mismo, todos fundamentos que

256 Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys, pp. 194 y ss.

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271

el Legislador ha entendido que son suficientes para

habilitar a una autoridad administrativa para iniciar un

procedimiento administrativo sancionador, determinar la

efectividad o inefectividad de su comisión, y aplicar la

sanción administrativa si correspondiere”.

De ahí en más, la conculcación del orden jurídico administrativo es lo que

habilita al órgano administrativo para aplicar una Sanción Administrativa. Aquí,

la participación del sujeto y la determinación específica de la infracción

cometida se realiza a través del desarrollo de un procedimiento administrativo

sancionador, que finaliza con la dictación de un Acto Administrativo de castigo.

Por otra parte, y en cuanto a la forma externa que muestran los

preceptos tipificadores administrativos, estos generalmente se presentan bajo

una fórmula de ―deberes de actuación, obligaciones y prohibiciones‖, y cuya

sanción es habida, comúnmente, no en el mismo precepto, sino que en una

norma distinta. Esta técnica de formulación legislativa es constatada por nuestro

Tribunal Constitucional en su Sentencia recaída en causa Rol N° 480-2006, al

expresar que: ―En el derecho administrativo no se vinculan en una misma

norma, como típicamente ocurre en el derecho penal, la descripción de una

conducta antijurídica con su correspondiente sanción, sino que se describen

deberes u obligaciones de los administrados‖.

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272

3.3. Elementos de toda Infracción Administrativa.

Ahora que hemos revisado algunas definiciones acerca de lo que debe

entenderse por Infracción Administrativa, estamos en condiciones de examinar

cuáles son los elementos que componen contenido esencial. Al respecto, en la

doctrina nacional e internacional se pueden encontrar varios intentos dirigidos a

dilucidar sus elementos esenciales. Habiendo mostrado ya sus aportes, y en

forma de síntesis, señalaremos inmediatamente que son los siguientes: a) La

Conducta de un Sujeto (acción u omisión); b) La conducta debe suponer la

Infracción de un Deber contenido en ordenamiento jurídico administrativo; c) Un

Órgano Administrativo determina la participación del Sujeto Activo en los

hechos; d) Un Órgano Administrativo determina los deberes jurídicos

infringidos.

a) La Conducta del Sujeto Activo.

El Ilícito Administrativo admite las modalidades conductuales de

infracción por acción e infracción por omisión257, así: ―el ordenamiento jurídico

administrativo impone deberes, pero tales deberes pueden consistir en unas

ocasiones en la realización de determinadas conductas, sancionándose

257 Op. Cit., p. 191. En opinión de Miguel MONTORO OPUERTO, que representa a la de la

doctrina y jurisprudencia mayoritaria en Chile, la comisión por omisión también tiene cabida en el Derecho Administrativo Sancionador.

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273

precisamente el no llevarlas a cabo, y en otras, por el contrario, se exige que el

administrado se abstenga de realizar algo258‖.

La pregunta acerca de: ¿quién puede infringir el ordenamiento jurídico

administrativo?259, puede ser respondida señalando que el sujeto activo de la

infracción puede adoptar la forma de una persona natural o jurídica260. Nuestro

ordenamiento reconoce la capacidad de las Personas Jurídicas para cometer

Infracciones Administrativas, situación que bien puede inferirse de la forma en

que están redactadas diversas leyes sectoriales, como ocurre en el caso de las

Leyes N°s: 18.410261; 18.902262; 20.417263 y el Decreto Ley N° 3.538264, cuyos

258 Idem., Miguel, p. 176.

259 Ibibidem., p. 136.

260 La ley le reconoce a las personas jurídicas una capacidad de goce y de ejercicio en

materia de DAS, por lo que presentan la aptitud jurídica suficiente cometer y ser responsables por la comisión de ilícitos administrativos. 261

Por ejemplo, Ley N° 18.410 señala en su artículo 15°: ―Las empresas, entidades o personas naturales, sujetas a la fiscalización o supervisión de la Superintendencia, que incurrieren en infracciones de las leyes, reglamentos y demás normas relacionadas con electricidad, gas y combustibles líquidos, o en incumplimiento de las instrucciones y órdenes que les imparta la Superintendencia, podrán ser objeto de la aplicación por ésta de las sanciones que se señalan en este Título, sin perjuicio de las establecidas específicamente en esta ley o en otros cuerpos legales.‖ 262

Ley N° 18.902 señala en su artículo 11°: ―Las personas o entidades sujetas a la fiscalización de la Superintendencia que incurrieren en alguna infracción a las leyes, reglamentos y demás normas relacionadas con los servicios sanitarios, o en incumplimiento de las instrucciones, órdenes y resoluciones que dicte la Superintendencia, podrán ser objeto de alguna de las siguientes sanciones:‖. 263

El artículo 3° letra i), que debe ser relacionado a su vez con el artículo 10 de la Ley N° 19.300, se establece el deber de los titulares de proyectos susceptibles de calificación para someterse al sistema de evaluación de impacto ambiental, si así la Superintendencia lo requiere, bajo apercibimiento de sanción. La Ley 19.300 de ―Bases Generales del Medio Ambiente‖, en su artículo 9°, alude a un tipo genérico de persona sujeta a esta obligación, pues señala que: ―El titular de todo proyecto o actividad comprendido en el artículo 10 deberá presentar una Declaración de Impacto Ambiental o elaborar un Estudio de Impacto Ambiental, según corresponda‖. 264

Por ejemplo el D.L. N° 3538 señala en su artículo 27°: ―Las sociedades anónimas sujetas a la fiscalización de la Superintendencia que incurrieren en infracción a las leyes,

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274

textos generalmente hacen alusiones genéricas a “las personas o entidades”

como sujetos de fiscalización de las Superintendencias, sin hacer distinciones

entre personas naturales o jurídicas265.

La inclusión de las Personas Jurídicas como sujetos activos de la

infracción (y pasivos respecto de la Sanción, es decir, responsables

administrativamente) se condice con las exigencias jurídicas que hoy presenta

nuestra realidad social. Así, a lo largo de este último tiempo, el Estado ha ido

asumiendo un rol subsidiario en la economía, adoptando principalmente labores

de control y de fiscalización, lo que ha abierto las posibilidades para que los

particulares, personas naturales o jurídicas, puedan ofrecer una gran cantidad

de bienes y servicios de lo más diversos, pudiendo desarrollar las más

heterogéneas actividades económicas, incluso, pudiendo ingresar a áreas cuyo

ejercicio por mucho tiempo estuvo reservado en manos del Estado en su faceta

proveedora y de servicio.

En definitiva, y por regla general, cualquier persona puede infringir el

ordenamiento jurídico administrativo. No ocurre lo mismo respecto del Régimen

reglamentos, estatutos y demás normas que las rijan, o en incumplimiento de las instrucciones y órdenes que les imparta la Superintendencia, podrán ser objeto de la aplicación por ésta, sin perjuicio de las establecidas específicamente en otros cuerpos legales o reglamentarios, de una o más de las sanciones siguientes: […]‖. 265

Mención especial debe hacerse respecto del artículo 21 de la Ley Orgánica del Servicio Agrícola Ganadero, N° 18.755, la cual dispone que, en caso de que el infractor sea una persona jurídica: ―los apremios se harán efectivos en la persona natural que la represente legalmente o que actúe en nombre de ella‖ y también pasa a establecer un sistema de responsabilidad solidaria entre la persona natural y la jurídica, en razón de la obligación de pago de la multa.

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275

Sancionador Disciplinario, que tiene por objeto regular el ordenamiento interno

(organizacional) de la Administración del Estado (Derecho Disciplinario). Frente

a este contexto, sus normas sólo pueden ser infringidas por aquellas personas

(Funcionarios Públicos) que se encuentran sometidas a un régimen o estatuto

regulatorio especial.

b) La conducta debe suponer la Infracción del ordenamiento jurídico

administrativo.

Como ya vimos, las infracciones, viéndolas como un concepto genérico,

se configuran en base a un comportamiento que supone la inobservancia de un

deber jurídico (obligación o prohibición), cuyo principal efecto es provocar un

quebrantamiento del ordenamiento jurídico general266. En Siguiendo este modo

de razonar, para que estemos frente a una Infracción Administrativa esta vez

será necesario que la conducta del sujeto activo signifique una infracción a un

deber jurídico contenido en el ordenamiento jurídico administrativo267.

266 Cfr. MONTORO PUERTO, Miguel. “La Infracción Administrativa: características,

manifestaciones y sanción”, Editorial Nauta S.A, año 1976, pp. 114-122. Para el autor, los distintos tipos de ilícitos parten de una unidad conceptual, puesto que todos suponen, en esencia, una contravención al ordenamiento jurídico. En este sentido, los diversos tipos de ilícitos, civiles, penales o administrativos, no deben ser entendidos de manera contrapuesta, sino que como manifestaciones de vulneraciones a distintos tipos de Ordenamiento Jurídicos. Demás está decir, que una misma conducta puede generar vulneraciones en distintos Ordenamientos, y por lo tanto, generar diversos tipos de responsabilidad. 267

En opinión del profesor Miguel MONTORO PUERTO, la Infracción Administrativa debe su naturaleza al hecho de que ella supone una infracción al Ordenamiento Jurídico Administrativo. Frente a la pregunta: ¿qué es el Ordenamiento Administrativo?, el autor nos propone lo siguiente: “Si el ordenamiento jurídico general equivale a Derecho Positivo de un

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276

Para el profesor Miguel MONTORO PUERTO, la contravención del

ordenamiento jurídico general, es el elemento esencial o requisito de existencia

de todas las infracciones. Ahora bien, para poder distinguir entre los diversos

tipos de infracciones, debemos entrar a analizar sus elementos accidentales.

Así, por elementos accidentales el autor hace alusión a aspectos tales como: el

tipo ordenamiento infringido, la naturaleza de la Sanción imponible, el tipo de

órgano que aplica la sanción, entre otros. En opinión del autor, lo conveniente

es situar el examen sobre el tipo de ordenamiento jurídico infringido y no sobre

la naturaleza de la Sanción, puesto que el hecho de utilizar a la Sanción como

elemento diferenciador significaría identificar a la naturaleza de la causa del

ilícito con la naturaleza de su consecuencia, lo cual no parece lógico268.

Por tanto, y tal como señalamos más arriba, la Infracción Administrativa

debe su naturaleza a que su comisión supone una actitud específicamente

país, ordenamiento jurídico-administrativo es igual a Derecho Administrativo, tanto si lo definimos como –parte del Derecho Público-, cuanto si lo hacemos diciendo que es un –conjunto de normas y principios. Pues en el primer supuesto equivaldría a decir que está constituido por una serie de normas de aquellas que integran el Derecho Público, que integrarán un conjunto sistemático, idea a la que nos llevará de la mano de CAETANO a definir el Derecho Administrativo como –sistema de normas jurídicas que regulan las relaciones en las cuales el Estado participa, confirmando así cuanto venimos propugnando a lo largo de estas páginas, es decir, que el conjunto de normas integradoras del Derecho Administrativo, que tienen como sujeto a la Administración del Estado, directa o indirecta, que regulan las relaciones de aquellas con otros entes y sujetos, que proveen a la organización de la Administración misma contando con una serie de medios jurídicos, para la realización de sus fines específicos, constituyen el ordenamiento jurídico administrativo‖. Op. Cit. Cfr. MONTORO PUERTO, Miguel, p. 66. CAETANO, Marcelo, “Tratado Elemental de Derecho Administrativo”, traducción al español, Santiago de Compostela, Moret, 1946, p. 111. 268

Idem., pp. 114 – 122.

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277

contraria al ordenamiento jurídico administrativo, es decir, produce “anti-

juridicidad administrativa”.

Tal como podemos apreciar, el presupuesto fundamental de la postura

del profesor MONTORO PUERTO reside en que debemos concordar en que

existiría un ordenamiento jurídico general (o en genérico, “el Derecho”) y una

pluralidad de ordenamientos jurídicos especiales, como son: el Penal; el Civil; el

Administrativo, entre muchos otros. A modo de ejemplo, diremos que la

infracción tendrá naturaleza civil si la conducta contraviene una disposición

propia del ordenamiento jurídico civil y será Penal, si se infringe una propia del

ordenamiento jurídico penal.

Por consiguiente, es la comisión de una infracción lo que habilita al

ordenamiento jurídico afectado para reaccionar mediante la Sanción que

corresponda con su Naturaleza Jurídica. De esta manera, el autor concluye

que: ―la diferencia entre uno y otro ilícito vendrá determinada por el

ordenamiento infringido, y asimismo, las características de la sanción impuesta

en cada una de aquellas infracciones será expresión del propio ordenamiento‖.

Por lo tanto, respecto de la Infracción Administrativa, el autor opina que: ―no

será necesario que de la inobservancia se produzca un daño, sino que será

suficiente con que se produzca cualquier infracción de los deberes impuestos

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278

por el ordenamiento jurídico administrativo269‖. Con este argumento el autor

busca desligarse de aquella discusión acerca de cuáles son bienes jurídicos

tutelados por la Infracción y la Sanción Administrativa y si debiera o no regir el

principio de lesividad en materia sancionadora administrativa270.

Por consiguiente, cabe preguntarnos: ¿es necesario que se produzca un

resultado para que se verifique la Infracción Administrativa?

En cuanto al resultado271, creemos que las Infracciones Administrativas

pueden configurarse aún faltando el resultado dañoso (lesión), y bastaría

269 Op. Cit., MONTORO OPUERTO, Miguel, p. 117-130. En opinión del autor, el ciudadano

se encuentra en una relación de sujeción frente a la Autoridad Administrativa. Así, nos señala que es importante analizar las diversas posiciones, o estados de sujeción, en los que se puede encontrar una persona en relación a la Administración. Bajo esta teorización, se puede inferir la existencia de una distinción entre situaciones generales de sujeción y situaciones especiales de sujeción, en donde las primeras se relacionan con la potestad de policía (la que nosotros llamamos potestad sancionadora administrativa general) y la segunda, relacionada con la potestad disciplinaria, cuyo ámbito de influencia recae sobre los Funcionarios Públicos. Así las cosas, y siguiendo este razonamiento, la función de auto-protección de la Administración se vincula con la noción de ordenamiento jurídico interno de la Administración, y la función de hetero-protección, puede ligarse a la noción de ordenamiento jurídico externo de la Administración, donde las faltas a uno u otro ordenamiento, traen como consecuencia la activación de uno u otro mecanismo represivo. Cfr. Idem, p. 130. 270

El principio de “lesividad” rige de manera tradicional en materia penal. Sin embargo, con el correr del tiempo, dicho principio ha sufrido una serie de matizaciones y atenuaciones. Así es como se explica la inclusión en nuestro sistema de delitos de peligro efectivo, delitos de peligro abstracto o delitos de mera actividad. En este sentido, no es tan alarmante lo que ocurre en materia administrativa sancionadora, en donde generalmente puede sancionarse una conducta aunque la misma no haya generado un quiera un riesgo tangible. Se dirá que en nuestro sistema de DAS basta con la potencialidad inherente de un comportamiento para producir un riesgo o daño. 271

Según el profesor MONTORO PUERTO, el “resultado” debe entenderse como “la modificación del mundo exterior producida a causa de una acción u omisión […] en todo acto ilícito, como en toda actuación de la vida, existe una conducta y un resultado. En todo delito se comprende el movimiento corporal de la acción ejecutada (acción sensu stricto) o la acción esperada (omisión) y el resultado (daño) producido o la potencialidad de causarlo (peligro), que es también resultado porque produce un cambio en el mundo síquico externo‖. Op. Cit.

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279

simplemente con que se verifique la infracción. A ojos del Legislador, bastaría

como justificación la potencialidad de causarlo. Esta situación nos acarrea

ciertos problemas en orden a entender cómo opera la antijuridicidad en los

ilícitos administrativos. La situación no es baladí para la doctrina, más aún si

consideramos que muchas Infracciones Administrativas se configuraran en

base a la mera verificación de la conducta infraccional, independiente de la

provocación de daños, peligros o afecciones a Bienes Jurídicos protegidos.

Para estos efectos, resulta relevante la posición adoptada por el profesor

Miguel MOTORO PUERTO, quien se refiere a este punto de una manera

bastante particular. En opinión del autor, las Infracciones Administrativas

siempre tienen un resultado, aseveración que justifica brindando el siguiente

ejemplo: ―si el conductor que se propone variar la dirección de su vehículo no

avisa a los que vayan detrás de él, con la necesaria antelación, extendiendo el

brazo correspondiente al lado más próximo al borde de su vehículo (apartado b

del artículo 25 del Código de la Circulación), [se entiende que] en el mismo

momento en el que se ha producido la omisión de la conducta esperada […] se

ha producido también el resultado, aún cuando, […] no se aprecie una

materialización del mismo, no siendo por tanto conductas ilícitas sin resultado o

MONTORO PUERTO, Miguel, p. 196. Interesante resulta la precisión que hace el autor relativa a la modificación del mundo material externo o la del mundo síquico externo. A esta última clase corresponderían los ilícitos de peligro abstracto, que no han producido un resultado dañoso en el mundo material externo más allá de la efectiva comisión de la conducta ilícita en particular (la que puede ser muchas veces inocua o inofensiva en un caso concreto).

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280

formales272‖. En otras palabras, podemos comprender que aún cuando no se

haya producido un daño en el plano material, de igual manera ha habido un

resultado, puesto que se verificó la acción u omisión prohibida. Para entender

esto, en opinión del autor, es particular de las Infracciones Administrativas el

hecho de que el resultado se ha de producir en el mismo momento en el que se

incurre la infracción.

Al respecto, es importante que señalemos que el profesor MONTORO

PUERTO funda sus palabras en base a una concepción del Ilícito Administrativo

como un daño a los intereses de la Administración, quien representaría los

intereses de la colectividad. Así las cosas, las Infracciones Administrativas

generan como consecuencia una “anti-administratividad”, que es un daño a los

intereses generales. De esta forma se entiende que el resultado dañoso se

verificaría siempre que se contravengan dichos intereses, protegidos

normativamente en el ordenamiento jurídico administrativo.

c) Un Órgano Administrativo determina la Participación del Sujeto Activo

en los Hechos.

La participación del sujeto activo en los hechos que se le imputan es

investigada y determinada por un órgano administrativo, mediante un

272 Idem., p. 203.

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281

Procedimiento Administrativo Sancionador y cuya resolución final se materializa

a través la dictación de un Acto Administrativo de Sanción, o de absolución,

según corresponda. Para más información, revisar la sección: ―Del

Procedimiento Administrativo Sancionador‖, en especial, en lo referente al Acto

Administrativo como instrumento de Decisión Sancionatoria.

d) Un Órgano Administrativo determina los Deberes Jurídicos infringidos.

Al igual que la participación del sujeto activo en los hechos, y en base a

los mismos elementos fácticos, el órgano administrativo es el encargado de

determinar cuáles son los deberes, obligaciones o prohibiciones infringidas.

3.4. Tipos de Infracciones Administrativas.

Ya hemos dedicado algunas palabras respecto a este punto así que nos

adherimos a la opinión de la profesora Gladys CAMACHO quien nos indica que:

―no contamos con una identificación clara de las infracciones. A lo sumo, en

algunos casos, se han graduado las infracciones según la gravedad de las

mismas de acuerdo a la mayor o menor afectación de los intereses generales,

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282

calificándolas de muy graves, graves y leves Lo que tiene consecuencias en la

envergadura y el monto de la sanción que ésta puede conllevar273‖.

La misma autora nos expresa que las Infracciones Administrativas

pueden adoptar la forma de deberes de conducta, obligaciones y prohibiciones,

formulación jurídica que solo depende de la técnica legislativa ocupada por el

Legislador en cada caso en particular. Como vemos, la realidad del DAS chileno

muchas veces nos impide cerrarnos en dogmas, por lo que deducimos que la

creatividad del Legislador y los fines que éste persiga son factores que juegan

un rol muy relevante en esta materia.

Por consiguiente, no podemos decir que nuestra Legislación contemple

un Estatuto de Aplicación General para las Infracciones Administrativas. No

obstante esta situación, en algunas Leyes Sectoriales (relativas principalmente

a las Superintendencias) se pueden apreciar esfuerzos por generar ciertas

clasificaciones, que dicho sea de paso, muchas veces se reiteran en las

distintas regulaciones especiales.

Teniendo presente lo antedicho, podemos observar una técnica

legislativa de uso común, basada en la idea de distinguir entre Infracciones

leves, graves y muy graves, muy acorde con la idea de introducir niveles de

273 Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys, p. 211.

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283

proporcionalidad entre la Sanción y la Infracción, atendido el grado de reproche

que merezca la gravedad de la conducta infraccional. Esta técnica puede ser

apreciada en el artículo 15° de la Ley N° 18.410274; en el artículo 36° de la Ley

N° 20.417275, entre otros.

De la misma forma, la técnica legislativa consistente en distinguir entre

infracciones leves, graves y muy graves también es común en el Derecho

Comparado, tal es el caso del ordenamiento jurídico español.

Conclusiones.

Tal como tuvimos oportunidad de ver, algunos autores nacionales han

generado valiosos aportes encaminados a desarrollar una ―Teoría General del

Ilícito Administrativo276‖. Sin embargo, creemos que la doctrina nacional aún no

le ha brindado la atención que merece. Ni que decir de la jurisprudencia de

nuestros Tribunales de Justicia, que no han venido en ayuda para precisar

274 Ley N° 18.410, artículo 15°: “Las empresas, entidades o personas naturales, sujetas a

la fiscalización o supervisión de la Superintendencia, que incurrieren en infracciones de las leyes, reglamentos y demás normas relacionadas con electricidad, gas y combustibles líquidos, o en incumplimiento de las instrucciones y órdenes que les imparta la Superintendencia, podrán ser objeto de la aplicación por ésta de las sanciones que se señalan en este Título, sin perjuicio de las establecidas específicamente en esta ley o en otros cuerpos legales. Para los efectos de la aplicación de las sanciones a que se refiere el inciso anterior, las infracciones administrativas se clasifican en gravísimas, graves y leves.‖ 275

Ley 20.417, artículo 36°.- ―Para los efectos del ejercicio de la potestad sancionadora que corresponde a la Superintendencia, las infracciones de su competencia se clasificarán en gravísimas, graves y leves‖. 276

Cfr. Idem., pp. 198 y ss.

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284

ciertas artistas que a nuestro juicio son del todo relevantes, tales como: la

determinación de un concepto de Infracción Administrativa; la identificación de

los elementos que las componen; cuándo se entiende cometida una Infracción,

entre otras situaciones. En este sentido, consideramos que la discusión aún se

encuentra en pañales.

Por otro lado, una realidad muy distinta es la que se vive en la vereda del

Derecho Penal, toda vez que la ―Teoría General del Delito‖ ha experimentado

un notable desarrollo doctrinal y jurisprudencial, en base a una construcción

normativa bastante completa.

Así las cosas, esta situación hace sumamente tentadora su utilización

como un punto de partida para construir una moderna ―Teoría General de la

Infracción Administrativa‖ en base a los elementos que conforman la estructura

del Delito Penal. Sin duda, esto significa volver a generar vínculos con las

instituciones del Derecho Penal, situación que acerca al ilícito administrativo

con el delito penal.

3.5. Una Teoría General del Ilícito Administrativo a partir de la “Teoría

General del Delito Penal”.

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285

En la doctrina comparada es posible encontrar a varios autores que han

pretendido formular una Teoría de la Infracción Administrativa a partir de los

lineamientos propios de la Teoría General del Delito, ampliamente estudiada y

desarrollada por los autores penales.

Básicamente, esta idea permitiría trasladar los mecanismos de garantía

característicos del Derecho Penal al Derecho Administrativo Sancionador277.

Como primer paso, se parte de una definición conceptual que identifica a

la Infracción Administrativa con el Delito Penal, describiendo de la misma forma

a los ilícitos administrativos como una: ―acción u omisión, típica, antijurídica y

culpable278‖.

Este pensamiento ha recibido especial acogida en la jurisprudencia de

los Tribunales españoles, los que han señalado que: “para que una

determinada acción u omisión pueda ser objeto de sanción es necesario que

sea típica, antijurídica y culpable; presupuestos que quedan eliminados por la

concurrencia de causas de justificación o excluyentes de la culpabilidad o

277 MERLANO SIERRA, Javier. “La identidad sustancial entre el delito y la infracción

administrativa: Anotaciones a propósito de la aplicación analógica de la ley en el derecho administrativo sancionador”, en Revista de Derecho, N° 30, julio-diciembre, Barranquilla, año 2008, p. 5. En palabras del mismo autor: ―la utilidad que encierra el tema radica en la posibilidad de emplear los mecanismos de protección de los derechos humanos reconducidos al debido proceso, positivados en el derecho penal, pero ajenos a la regulación dispersa y sectorial reguladora de la potestad sancionadora administrativa, en razón de la identidad sustancial que media entre delitos e infracciones, como manifestación de lo ilícito.‖ 278

Cfr. Op. Cit. GÓMEZ TOMILLO, Manuel. “Derecho Administrativo Sancionador”.

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286

antijuridicidad279‖. De la misma forma, también han entendido que: ―las

infracciones administrativas para ser susceptibles de sanción […] deben ser

típicas, es decir, previstas como tales por norma jurídica anterior; antijurídicas,

esto es, lesivas de un bien jurídico previsto por el ordenamiento, y culpables,

atribuibles a un autor a título de dolo o culpa, para asegurar en su valoración el

equilibrio entre el interés público y la garantía de las personas280‖. Así, el

Tribunal Supremo español ha arribado a conclusiones bastante clarificadoras y

se han aventurado a definir a la Infracción Administrativa como una: ―conducta

típica, antijurídica, y culpable281‖, misma estructura funcional que se ocupa para

los Delitos Penales.

Aterrizando esta situación al plano nacional, nuestro ordenamiento

jurídico no contiene disposiciones legales expresas que impongan la necesidad

de exigir la tipicidad, la culpabilidad y la antijuridicidad de la conducta para

constatar la existencia de una Infracción Administrativa. Por lo tanto, ha sido

importante el trabajo unificador que ha hecho la jurisprudencia de los Tribunales

de Justicia chilenos, en cuanto determinó realizar un traspaso matizado de los

principios y reglas del Derecho Penal al Derecho Administrativo Sancionador.

De ahí nace la posibilidad de analizar los elementos de la Infracción

279 STS de 23 de febrero de 2000, (rec. 2436/1991).

280 SSAN de 28 de abril de 2005 (ar. 1236) y de 7 de octubre de 2004 (Ar. 1578).

281 STS de 17 de abril de 1990 (ar. 3321).

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287

Administrativa teniendo como referencia la estructura que históricamente ha

pertenecido al ilícito penal.

A continuación realizaremos una revisión sintética de los presupuestos

ya descritos, teniendo especialmente presente lo ya estudiado a propósito de

los “Principios del Derecho Administrativo Sancionador” en nuestro Capítulo II.

- i) La Tipicidad.

Este elemento es consecuencia del principio de legalidad o de reserva

legal. En virtud de esta regla, la conducta ilícita debe describirse en una ley, de

manera precisa, debiendo constar en el ordenamiento jurídico de forma previa

al acaecimiento de la conducta282.

De esta forma: ―se considera esencial la descripción legislativa previa de

las conductas sancionables y la sanción meritoria frente a tal previsión,

conforme a las garantías materiales, temporales y formales; aunque en ésta

última se verifique una flexibilización del principio de legalidad debido a la

posibilidad de habilitar fuentes normativas de segundo grado, como el

282 Esta característica se basa en la aplicación del principio de irretroactividad de las leyes

sancionadoras administrativas, tal como ocurre en materia penal, por lo que este principio constituye el: ―límite temporal para el ejercicio del poder sancionador‖. Entonces, no pueden sancionarse conductas que no hayan sido tipificadas previamente en la Ley. Op. Cit. MERLANO SIERRA, Javier, p. 5.

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288

reglamento283‖. La exigencia de tipicidad, como se desprende del texto citado,

también rige respecto de la Sanción Administrativa, cuyo contenido debe estar

contemplado en una Ley de manera precisa y de forma previa a la comisión de

la infracción correspondiente.

De tal manera que: ―de conformidad con estas consideraciones, se

puede concluir que, para que se estructure una infracción administrativa, a

semejanza con el derecho penal, se requiere que la conducta ilícita haya sido

descrita de manera clara, precisa y suficiente, […] así como los efectos que se

derivan de estos, o sea las sanciones284‖.

- ii) La Antijuridicidad.

La antijuridicidad supone el: ―juicio negativo de valor que recae sobre un

comportamiento humano y que indica que ese comportamiento es contrario a

las exigencias del ordenamiento jurídico285‖. En otras palabras, este requisito

implica que la conducta, para ser considerada como Infracción, debe

contravenir una regla prevista en el ordenamiento jurídico y produciendo por

283 GARCÍA GÓMEZ DE MERCADO, Francisco. “Sanciones administrativas. Garantías,

derechos y recursos del presunto responsable”, Estudios de Derecho Administrativo, Editorial Comares, 3ª ed., dirigida por ARANA GARCÍA, Estanislao, Madrid, 2007, p. 19 y ss. 284

Idem. P. 6. 285

MUÑOZ CONDE, Francisco, “Teoría general del delito”, Tiranto lo Blanch, 3ª ed., Madrid, año 2004, pp. 60-61. Cfr. Apud. Op. Cit. MERLANO SIERRA, Javier, p. 7.

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289

tanto un quebrantamiento en el mismo. Esta situación justifica y habilita la

aplicación de la Sanción.

Como hemos reiterado en innumerables oportunidades, en el ámbito del

Derecho Penal, por regla general, tiene vigencia el principio de lesividad. De

este modo, para que un comportamiento pueda ser considerado como

antijurídico, se requiere generalmente que la conducta lesione o ponga en

peligro efectivo un Bien Jurídico tutelado por la Ley. En este sentido: ―conforme

a este principio, la conducta tipificada en la ley penal como delito puede resultar

no sancionable si del juicio de antijuridicidad se verifica una causal que la

excluye y, en consecuencia, a pesar de ser penalmente típica devenga sin

reproche judicial, como sucedería en el caso de un homicidio en legítima

defensa286‖.

En el Derecho Administrativo Sancionador también debe verificarse una

contradicción al Derecho, contradicción que puede ser entendida en dos

sentidos: i) en un sentido formal y ii) en un sentido material. El primer sentido

dice relación, básicamente, con la mera infracción de normas positivas. En

cuanto al segundo sentido, la contradicción en un sentido material implica situar

la atención en la afectación de intereses sociales o Bienes Jurídicos

286 Op. Cit. MERLANO SIERRA, Javier, p. 8.

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290

protegidos287. Así, para Alejandro NIETO la cuestión en el DAS sería más

simple que en el Derecho Penal, pues la antijuridicidad de la conducta se basa

comúnmente en que éstas: “verifiquen el tipo legal288.

A nuestro modo de ver, y dada las finalidades previstas por el Legislador

al momento crear Infracciones y Sanciones administrativas, consideramos que

los Ilícitos Administrativos, en principio, pueden producir tanto un riesgo como

una afectación efectiva de Bienes Jurídicos. Estos pueden encontrarse

directamente vinculados con la Función Administrativa o con otros intereses

jurídicamente relevantes. Así pues, la dualidad Infracción–Sanción puede ser

utilizada para proteger la integridad de valores sociales de gran trascendencia

como lo son: el bien común; el interés general de la nación; el orden público; la

salubridad pública; la seguridad de la nación; la protección del medio ambiente;

la seguridad en el suministro de energía eléctrica; la provisión permanente,

regular continua, y uniforme de un servicio, etc. Todo esto sin perjuicio de que

en la práctica las conductas infraccionales administrativas también pueden

producir daños o riesgos en Bienes Jurídicos de otra especie.

287 A lo largo de nuestra historia, varios autores han discurrido acerca de de cuáles son los

bienes jurídicos protegidos en materia administrativa sancionadora. Así es como, por ejemplo, algunos han señalado que el bien jurídico tutelado es el interés público, el bien común, el orden público, la buena administración, el orden interno del Estado, entre otros. Incluso, ha habido algunos que no consideran que el ilícito administrativo suponga una contradicción al Derecho, sino que solo infringiría los fines o intereses de la Administración, para más información, véase: HUERGO LORA, Alejandro. “Las Sanciones Administrativas”, pp. 143y ss. 288

Op. Cit. NIETO, Alejandro. “Derecho Administrativo Sancionador”, pp. 363-365.

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291

Tal como podemos apreciar, cabría hacer un gran estudio acerca de este

interesante tema, especialmente en lo atingente a las causales de justificación

como manera de legitimar jurídicamente una conducta289. Sin embargo, dichas

situaciones escapan a los márgenes de nuestro estudio, por lo que estos

asuntos no serán tratados en este trabajo, a lo menos no de forma exhaustiva.

- iii) La Culpabilidad.

En Derecho Penal, la culpabilidad puede ser entendida como el

fundamento de la pena290. Este elemento constituye el Juicio de Reproche que

corresponde hacer frente a la conducta típica e incluye las nociones de

imputabilidad, conocimiento de la antijuridicidad y las ideas en torno a su

exigibilidad291. Su fundamento reside, principalmente, en considerar las

características personales del actor, principalmente poniendo atención en torno

289 Op. Cit. GARCÍA GÓMEZ DE MERCADO, Francisco, p. 47 y ss. Cfr. Apud. Op. Cit.

MERLANO SIERRA, Javier, p. 9. El autor sostiene que: ―resultan aplicables las previsiones del ordenamiento penal en materia de causales de justificación, a falta de previsión expresa, entre las cuales figuran la legítima defensa, el estado de necesidad y el cumplimiento de un deber o el ejercicio legítimo de un derecho, oficio o cargo‖. 290

Cfr. MERLANO SIERRA, Javier, p. 7. 291

Se ha abierto una gran discusión en torno a la vigencia de la presunción de conocimiento del Derecho en materia administrativa sancionadora, dada la gran producción y dispersión normativa existente. Bajo este contexto, difícilmente una persona puede estar en condiciones de conocer la diversidad de normas técnicas, deberes, y prohibiciones que existen en nuestro sistema. De esta manera, muchas veces puede ocurrir que una persona sea sancionada sin que ésta si quiera hubiera tenido conocimiento de que su actuar era ilícito. En este sentido, consideramos que existe la posibilidad de que se ponderen estas circunstancias subjetivas del actor, pues no parece justo exigir a una persona normal lo que sí puede ser exigido a otra con un mayor conocimiento técnico, como ocurre respecto de aquellos agentes que están a cargo del desarrollo de actividades económicas altamente reguladas y técnicas. Por nombrar algún sector, así sucede a propósito del rubro de la generación de energía eléctrica.

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292

a si el sujeto fue o no libre de dirigir su conducta: ―esto es, si en la situación en

que se encontraba hubiera podido actuar de otra manera292‖. En materia Penal,

para aducir responsabilidad Penal a un imputado primero es necesario probar la

culpabilidad en el actuar del agente. Aquella operación es necesaria para

destruir la presunción de inocencia que le ampara.

Algo semejante ocurre en materia sancionadora administrativa, pues

también existe un Juicio de Culpabilidad, sin embargo, las Infracciones

Administrativas han sido introducidas de tal forma en nuestro sistema que se

puede decir que en el DAS se seguirían más los parámetros propios de la

“culpa infraccional‖. En este sentido, cuando el Legislador crea tipos

administrativos en la práctica lo que está realizando es dar carácter normativo

un estándar de cuidado debido, lo que se ve reflejado en la norma que prohíbe

una realización conductual. Por estos motivos, la tarea de la Administración se

facilita, pues le basta con probar el acaecimiento de la conducta infraccional

para probar la verificación del tipo administrativo. En este sentido, probada que

sea la comisión de la infracción, se produciría una inversión de la carga de la

prueba, pesando luego en el sujeto inculpado la obligación de demostrar su

inocencia o la concurrencia de causales que le exculpen, pues: ―verificado el

292 Idem., p. 8.

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293

incumplimiento de las obligaciones […], la Administración presume la

culpabilidad en la comisión de la infracción293‖.

Así las cosas, nuestro ordenamiento jurídico se decide por construir una

ficción jurídica y se sitúa bajo la hipótesis de que los sujetos diligentes no

cometen Infracciones Administrativas. De esta manera, si la Administración

logra probar la comisión de una conducta prohibida por nuestro DAS, sistema

jurídico presume que se trata de un comportamiento descuidado o negligente.

Dicho lo anterior, aquí nosotros nos preguntamos si cabe una instancia para

que el sujeto inculpado administrativamente pueda probar la diligencia de su

actuar, en base a la demostración de que su comportamiento se ha adecuado al

estándar de cuidado debido exigido por nuestro sistema, de acuerdo con las

características del caso en concreto. En nuestra opinión, sí debe generarse un

Juicio de Culpabilidad dentro de los Procedimientos Administrativos

Sancionadores, pues no resulta lógico imponer sanciones en base a acciones u

omisiones desprovistas de un reproche negativo. Justamente, el fundamento de

la Sanción es el reproche negativo que se hace respecto de la conducta

prohibida, por lo que nos parece que no es razonable admitir la imposición de

una Sanción en contra de un particular a quien no pudiera exigírsele un actuar

distinto al exhibido. La idea se hace aún más razonable si consideramos la

existencia de una enorme cantidad de Infracciones Administrativas, lo que hace

293 Ibídem., p. 8

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294

muchas veces muy difícil evitar caer en situaciones de incumplimiento

normativo294. En este sentido, no es lógico admitir la imposición de Sanciones

desprovistas de su fundamento más íntimo, su causa, que es la comisión

negligente o dolosa de la Infracción.

Por otro lado, aún cuando efectivamente exista esta Presunción de

Culpabilidad de la que hablamos, no puede sino aceptarse que ésta pueda ser

destruida en base a la prueba de un caso fortuito o un hecho de fuerza mayor

(causales de exculpación). En efecto, cuando esto ocurre, se entiende que la

causa de la infracción no ha sido el actuar culpable del infractor, sino que un

hecho que le es ajeno, de carácter irresistible e imprevisto. Consecuentemente,

el sujeto inculpado puede solicitar su exculpación y así evitar que nazca la

responsabilidad administrativa295. Esta idea es compartida por el profesor Jorge

294 Este juicio es compartido por la profesora María Lourdes RAMÍREZ TORRADO, véase

su obra: ―La Sanción Administrativa y su diferencia con otras medidas que imponen cargas a los administrados en el contexto español‖, Revista de Derecho, N° 27, Barranquilla, año 2007, pp. 289 y ss., relativas al Juicio de Culpabilidad en materia sancionadora administrativa. 295

La discusión acerca de la culpabilidad se torna interesante cuando analizamos la situación desde el punto de vista de la falta de la diligencia debida. Al respecto uno se pregunta si es posible probar, por parte del inculpado, que su actuación no supone una contradicción al estándar de cuidado debido. Al respecto, en materia administrativa sancionadora, dicho estándar se encuentra “normativizado” al adoptar la forma de deberes, obligaciones o prohibiciones regladas expresamente. Ahora bien, y en lo relativo a las personas jurídicas, estas muchas veces pueden cometer infracciones no porque éstas así lo hayan decidido, sino que como un producto de su propia desorganización interna, situación, que al mismo tiempo, también puede ser entendida como una manifestación de una falta de diligencia organizacional. En este sentido cabe preguntarnos: ¿qué nivel de orden interno debe presentar una persona jurídica? Todo bajo la idea de que su estructura está compuesta por personas naturales, quienes frecuentemente pueden fallar o errar en su actuar. ¿Debemos exigir a las personas jurídicas unaorganización perfecta, sin fallas? Lamentablemente, no corresponde seguir tratando este tema en el presente trabajo, puesto que escapa a nuestras pretensiones, sin

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295

BERMÚDEZ SOTO, quien considera que generalmente el problema no se

generará tanto respecto del Juicio de Culpabilidad, que gira en torno al reproche

de la conducta y a la observancia de un estándar de Cuidado Debido, sino que

deberá revisarse si efectivamente se puede atribuir responsabilidad al agente,

lo que se relaciona con la existencia o inexistencia de causales de exención de

responsabilidad296.

Por otro lado, el Juicio de Culpabilidad gira, primordialmente, en torno a

verificar la culpa que le cabe al agente en la comisión de una Infracción

Administrativa. Obviamente, lo anterior no descarta las hipótesis de actuar

doloso, sin embargo, por regla general, no son utilizadas en el DAS como un

elemento determinante para la configuración subjetiva del tipo administrativo.

Entrabaría demasiado la actividad de la Administración el tener que indagar en

los motivos subjetivos inherentes a la conducta antijurídica, con la

correspondiente pérdida de eficacia y eficiencia que esta labor acarrearía.

Justamente son la eficiencia y eficacia en el actuar parte de los fines que el

Legislador ha querido preservar con la introducción de los tipos administrativos.

Por lo tanto, una vez probado el dolo en la conducta del agente, éste podría

perfectamente ser utilizado por la Administración como un argumento para

embargo, es una cuestión realmente interesante, por lo que vale la pena haberla apuntado, al menos de manera tangencial. 296

BERMÚDEZ SOTO, Jorge. “Derecho Administrativo General”, p. 287.

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296

agravar la responsabilidad administrativa e intensificar la magnitud de la

sanción297.

Como podemos apreciar, las implicancias en el plano de la culpabilidad

pueden ser objeto de un vasto estudio. Sería interesante estudiar lo relativo a

las causales de exculpación (eximentes de responsabilidad), especialmente en

lo concerniente a la discusión que discurre acerca de la cabida de la

Responsabilidad Objetiva dentro del sistema sancionador administrativo. Al

respecto, y dado que nuestra idea es solo demostrar los vínculos existentes

entre el Ilícito Administrativo y el Ilícito Penal, dichas materias no recibirán el

desarrollo que sí se les ha dado, de manera magistral, en diversos trabajos de

la doctrina nacional e internacional. En todo caso, ofrecemos al lector las

conclusiones a las que arriba nuestro Tribunal Constitucional, en su sentencia

de Rol N° 1518-09, cuando se refiere acerca de la Presunción de Culpabilidad:

“TRIGESIMOTERCERO: Que, sin perjuicio de lo anterior

y como señalaron las partes en estrados, no puede dejar de

repararse que, en la especie, además puede resultar infringido

el artículo 19, N° 3°, inciso sexto, de la Constitución, que

297 La verdad es que es más fácil ver infracciones administrativas configuradas en base a

un actuar descuidado o culpable, el que se produce sin la intención de producir un riesgo o u daño. De ninguna manera esto implica desconocer que haya hipótesis de actuar doloso, con la intención de causar una situación perniciosa. Por su parte, las hipótesis de dolo eventual parecen más cercanas a los parámetros de la culpa.

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297

prohíbe a la ley presumir de derecho la responsabilidad del

sedicente infractor. Siendo de anotar, al respecto, que según la

jurisprudencia de este Tribunal, de allí se deduce el principio de

presunción de inocencia, en armonía con el derecho a la

libertad individual y la seguridad de que los preceptos legales

que regulen o limiten las garantías constitucionales no pueden

afectar la esencia de las mismas (rol N° 993, considerando 3°).

Agregando que dicho principio es concreción de la dignidad de

la persona humana, consagrada como valor supremo en el

artículo 1° de la Carta Fundamental, y del derecho a la defensa

efectiva en el marco de un procedimiento justo y racional, en los

términos que reconoce y ampara su artículo 19 (rol N° 825,

considerando 24°);

TRIGESIMOCUARTO: Que, así, se ha considerado

enteramente inadmisible que la ley dé por establecida la

existencia del hecho como constitutivo de infracción o el grado

de participación que el sujeto tenga en él, impidiéndole a éste

demostrar su inocencia por todos los medios de prueba que le

franquea la ley (rol N° 519, considerandos 40° y 41°).

Igualmente, esta jurisprudencia ha señalado que se trata de un

principio referido al ―trato de inocente‖, que importa la obligación

de considerar al imputado como si fuera inocente, reduciendo

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298

las limitaciones y perturbaciones en su derecho a defensa al

mínimo indispensable para el cumplimiento de los fines del

proceso (roles N°s. 1.351, considerando 45°, y 1.584,

considerando 6°). Esto es, que la presunción de inocencia

implica una primera regla de trato o conducta hacia el imputado,

según la cual toda persona debe ser tratada como inocente

mientras una sentencia de término no declare lo contrario (nulla

poena sine iudicio);

TRIGESIMOQUINTO: Que el derecho a ser tratado como

inocente, durante todo el procedimiento y hasta que una

decisión ejecutoriada establezca fehacientemente la

responsabilidad, no sólo puede verse vulnerado cuando una ley

estructura en forma nominal alguna presunción de culpabilidad.

Si del contexto de la ley aparece que diversas disposiciones,

relacionadas entre sí, conducen al mismo resultado, también

debe ser declarada inconstitucional aquella norma que genere

como consecuencia práctica una suposición irreversible de

responsabilidad, cuando se desvirtúa el derecho del afectado

para presentar reclamos y pruebas en contrario de manera

eficaz‖.

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299

Conclusiones.

A modo de conclusión, es posible identificar una gran cantidad de

factores de conexión entre el Ilícito Penal y el Ilícito Administrativo, lo que

reafirma la idea de que los ilícitos comparten una misma esencia inicial. Gracias

a estas conexiones hemos podido presentar la construcción dogmática que ha

realizado la doctrina tomado prestados los elementos característicos de Teoría

General del Delito Penal para hacerlos aplicables a la Teoría General del Ilícito

Administrativo298.

Por otra parte, consideramos que esta situación permite concebir de

mejor manera la identidad sustancial que existe entre ambos tipos de ilícitos.

Esta idea se torna mucho más poderosa a la hora de admitir la pertenencia

común, tanto del DAS como del Derecho Penal, a un único y superior Ius

Puniendi del Estado. Bajo este paradigma, se entiende que ambos tipos de

ilícitos comparten en esencia una misma naturaleza de origen. Sin embargo,

dichos ilícitos toman caminos separados una vez que el Legislador decide

catalogarlos de “administrativos” o “penales”. Así se entiende que nuestros

Tribunales propongan que el traslado de los principios del Derecho Penal al

298 No obstante lo anterior, no podemos decir que este traslado analógico, casi inmediato,

desde la “Teoría General del Delito” a la “Teoría General de la Infracción Administrativa” esté exento de críticas, toda vez que, hay quienes reclaman por una teoría diferenciada, más acorde a los fundamentos y finalidades del DAS. Esas reclamaciones también se utilizan como un argumento para reafirmar su autonomía frente al Derecho Penal.

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300

DAS no se haga de manera directa o inmediata, sino que de forma matizada o

por regla general, lo que a nuestros ojos supone un criterio correcto, pues

significa un respeto a los fines y fundamentos que inspiran al DAS y toma en

cuenta los elementos accidentales que distancian a ambos órdenes punitivos.

De esta manera, nosotros somos de la idea de que, si bien es cierto,

ambos ilícitos comparten una fuente común, su régimen jurídico recibe una

diferenciación trascendental al momento de ser establecidos, diferenciados y

especializados como Ilícitos Penales o Administrativos. En efecto, el hecho de

que nuestra jurisprudencia constitucional sostenga que los principios y reglas

del Derecho Penal deben ser aplicadas con matices o por regla general al DAS

implica reconocer expresamente que ambas son ramas sancionadoras distintas

e independientes, lo que no conlleva a olvidar que muchas veces la segunda

necesita de la primera para complementar sus vacíos orgánicos y funcionales.

Por lo mismo, habría sido muy distinto si nuestros Tribunales se hubieran

limitado a determinar de manera simple y llana que “todas las reglas y principios

del Derecho Penal deben aplicarse al DAS sin excepción, atendida su identidad

sustancial”. Una afirmación de semejante naturaleza significaría un giro

diametralmente distinto al que evidenciamos hoy en día. Si así se hiciese, se

producirían efectos de la más variada índole: de partida, implicaría incluso

desconocer una Potestad Sancionadora a la Administración, puesto que tal

determinación haría necesario que las Sanciones Administrativas se asimilasen

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301

a las Penales, exigiéndose a su respecto la observancia de un Proceso Judicial,

que incluso pudiera ser de naturaleza Penal. Asimismo, también sería

obligatorio observar de manera idéntica las garantías de uno u otro orden

punitivo, sin matizaciones, entre muchos otros efectos de relevancia.

Por tanto, y en definitiva, no hay dudas de que es posible percibir

grandes vínculos entre la disciplina penal y la administrativa sancionadora,

sobre todo en lo concerniente a la comunicación matizada de sus principios y

reglas. Sin embargo, no hay que olvidar la naturaleza de origen del Derecho

Administrativo Sancionador, que es administrativa, ni tampoco sus fines y

fundamentos, que son diversos, encaminados a satisfacer otro tipo de

necesidades jurídicas. Así por ejemplo, el rol que corresponde a la

Administración del Estado es eminentemente activo, es de acción, es decir, sus

actuaciones son de oficio y trascendentalmente influenciadas por la función

pública que tanto el Legislador como el Constituyente le han encomendado en

cada caso.

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302

4. De las Sanciones Administrativas.

4.1. Cuestiones Previas.

Antes de entrar de lleno en esta materia, conviene tener presente los dos

tipos de Sanciones Administrativas, las cuales se dividen de acuerdo a sus

funciones:

1) Las primeras son aquellas por medio de las cuáles la Administración

organiza su propio orden y la disciplina interna de sus órganos, bien llamada

“función de auto-protección” (cuya infracción correlativa se denomina “falta

funcionaria”);

2) Las segundas son aquellas por medio de las cuáles la Administración

tutela el orden público, el bien común o el interés general, bien llamada “función

de hetero-protección” (cuya infracción correlativa se denomina “infracción

administrativa”).

Como expresamos en el inicio de este Capítulo, nos referiremos

primordialmente a aquellas Sanciones Administrativas que tutelan el orden

público, sin perjuicio de que existen un sinnúmero de relaciones con las

“Sanciones Disciplinarias”, derivadas de la comisión de faltas funcionarias.

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303

4.2. La Importancia del Concepto de Sanción Administrativa.

El significado de Sanción Administrativa es un aspecto vital en el DAS,

toda vez que de él se devengan una serie de consecuencias jurídicas de gran

relevancia.

Como sabemos, la Sanción Administrativa es una manifestación concreta

del ejercicio del Ius Puniendi del Estado, en su modalidad administrativa, y por

tanto, los principios y reglas que conforman su régimen jurídico sólo reciben

aplicación cuando la medida impuesta es una Sanción Administrativa y no una

medida de otra naturaleza299. Por estos motivos: ―la imposición de una Sanción

supone el cumplimiento de unos requisitos de fondo y de procedimiento mucho

más rigurosos que para la creación y adopción de cualquier otra medida

desfavorable no-sancionadora300‖.

A nuestro entender, la tarea de analizar los conceptos elaborados por la

doctrina resulta un ejercicio del todo beneficioso, puesto que nos sirve de gran

ayuda para identificar los elementos propios de las Sanciones Administrativas,

en especial, qué es lo que las diferencia de otro tipo de resoluciones

299 Cfr. REBOLLO PUIG, Manuel, IZQUIERDO CARRASCO, Manuel, ALARCÓN

SOTOMAYOR, Lucía y BUENO ARMIJO, Antonio. “Derecho Administrativo Sancionador”, Editorial Lex Nova, Valladolid, España, año 2010, p. 57. 300

Mensaje 543-350 de 2004, Proyecto de Ley de Bases de los Procedimientos Administrativos Sancionatorios.

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304

administrativas, que aún cuando pueden ser gravosas para el administrado, no

ostentan una naturaleza sancionadora.

Por su parte, también podemos encontrar autores que se muestran

contrarios a la idea de elaborar un concepto definitivo de Sanción

Administrativa. Tal es el caso del profesor ROMÁN CORDERO, quien señala

que: ―en vano es todo intento por definirla y hasta peligroso‖, pues si así lo

hiciésemos se correría: “el riesgo de rigidizar en demasía su concepto,

incluyendo en ella hipótesis dudosas, o bien, excluyendo otras que al parecer sí

tendrían tal carácter301‖. Así, el mismo autor agrega que: ―corresponde a la

jurisprudencia, en consecuencia, determinar la ocurrencia en cada caso

concreto y a la doctrina, a lo más, fijar sus lineamientos generales302‖. Puede

apreciarse como el autor considera que no debiésemos desgastarnos

intentando sacar conclusiones generales o expansivas para todo el Derecho

Administrativo Sancionador sino que, a su parecer, el desarrollo de esta

disciplina jurídica debiese estar regido por su crecimiento legislativo y

tratamiento jurisprudencial y no por construcciones de otra especie.

En nuestra opinión, consideramos que debemos tener presente el juicio

emitido por profesor ROMÁN CORDERO pues, a decir verdad, tal vez la tarea

301 ROMÁN CORDERO, Cristián. “El Derecho Administrativo Sancionador en Chile”, en

Revista de Derecho de la Universidad de Montevideo, año 2012, p. 98. 302

Idem. ROMAN CORDERO, Cristián, p. 98.

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305

de elaborar un concepto definitivo de Sanción Administrativa sea una tarea que

no traiga efectos permanentes e invariables en el tiempo, principalmente debido

a que las corrientes jurisprudenciales y doctrinales pueden percibir

modificaciones en el futuro, lo mismo puede ocurrir con nuestra Legislación. Sin

embargo, somos partidarios de la idea de que sí pueden sacarse algunas

conclusiones generales del estudio de un concepto de Sanción Administrativa.

Para decir esto nos basamos en las mismas palabras del autor citado, quien

curiosamente acepta la necesidad de a lo menos diseñar algunos planos

generales, con el objeto de distanciar a las Sanciones Administrativas de otro

tipo de medidas administrativas, que igualmente pueden suscitar un gravamen

o una restricción en los derechos para el particular afectado303. En efecto, el

autor concluye que: ―teniendo en consideración, como se ha señalado

precedentemente, que la potestad sancionadora de la Administración debe

necesariamente conformarse a una serie de principios, tanto sustantivos como

adjetivos, lo óptimo sería establecer, con cierto grado de certeza, un criterio

conforme al cual distinguir qué actuación lesiva de derechos que ejecute la

Administración, (entre los cuales se cuentan, la revocación de un acto

favorable, la expropiación, la imposición de medidas de coacción directa, la

303 Para estos efectos, la palabra “gravamen” se utiliza en el sentido de privación total o

parcial de derechos, una lesión a los mismos, o la pérdida total o parcial de un interés legítimo, irrogado unilateralmente por parte de la Administración al administrado afectado.

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306

adopción de medidas cautelares, la imposición de multas, etcétera), pueden ser

considerados, para estos efectos, una ―sanción administrativa304‖.

4.3. Concepto de Sanción.

Para descubrir el concepto de Sanción Administrativa, haremos uso del

mismo método que utilizamos en su momento para arribar a un concepto de

Infracción Administrativa. Así, partiremos nuestro análisis con la delineación de

un concepto genérico de Sanción, puro y llano, para luego indagar qué se

entiende por una Sanción Administrativa.

En este sentido, debemos mencionar que varios autores nacionales se

han dedicado a definir qué es una Sanción305. No obstante lo anterior, y sin

ánimo de desmerecer el valor de cada uno de sus valiosos aportes,

comenzaremos utilizando la definición que nos ofrece la profesora Gladys

CAMACHO, de gran simpleza, pero que es acompañada de certero análisis. De

esta forma: ―por lo que respecta al término sanción, el diccionario de la Real

304 Op. Cit. ROMAN CORDERO, Cristián, p. 97.

305 Por ejemplo, el Mensaje 541-350 de 2004, que presenta el Proyecto de Ley N° 3799,

que Establece las Bases de los Procedimientos Sancionatorios Administrativos, incluye el siguiente concepto de sanción: ―la sanción, entonces, es la respuesta del ordenamiento jurídico frente al obligado a cumplir las normas que no lo hace, es la reacción jurídica desfavorable para el sujeto que ha incumplido las normas imperativas del ordenamiento que trazaban una conducta a seguir‖. Por otra parte, el profesor Jorge BERMÚDEZ SOTO nos presenta un concepto de sanción en sentido amplio, y la define como: “toda retribución negativa dispuesta por el ordenamiento jurídico como consecuencia de la realización de una conducta”. BERMÚDEZ SOTO, Jorge. “Elementos para definir las Sanciones Administrativas”, en Revista Chilena de Derecho, Número especial, año 1998, p. 323.

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307

Academia de la Lengua Española nos propone la siguiente definición: es una

pena que una ley o un reglamento establece para sus infracciones306‖. A lo

anterior la autora agrega que: “de esta proposición se desprenden tres

propiedades de toda infracción‖:

i) Tiene un contenido de castigo a los infractores de la ley;

ii) El cumplimiento del principio de legalidad es fundamental para la

existencia de la sanción, por cuanto ésta debe estar establecida por la

ley; y

iii) La sanción es un mecanismo asegurador del cumplimiento de la

legalidad. Ergo la sanción va asociada a la existencia de una infracción y,

a su vez, no puede inventarse, sino que debe estar prevista en una

norma, pues las infracciones sólo pueden ser sancionadas con las

medidas establecidas en el ordenamiento307‖. En otras palabras, la

comisión de una infracción es un presupuesto necesario para la

imposición de una sanción y ambas instituciones deben estar

establecidas con antelación en el ordenamiento jurídico.

306 Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys, p. 208.

307 Idem., CAMACHO CEPEDA, Gladys, p. 208.

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308

4.4. Concepto de Sanción Administrativa.

Para comenzar, es importante tener presente que el concepto de

Sanción Administrativa es un concepto jurídico indeterminado. Esta

indeterminación jurídica también ocurre en varios pasajes del Derecho Público,

como sucede por ejemplo en el caso del concepto de ―falta de servicio308‖. Tal

como podemos apreciar, la tarea de generar un concepto definitivo de Sanción

Administrativa puede tornarse algo difícil, lo que de ninguna manera significa un

impedimento absoluto para plantear su desarrollo dogmático.

En lo que respecta a la jurisprudencia de nuestros Tribunales de Justicia,

no podemos decir que se haya propuesto algún concepto de Sanción

Administrativa, lo que no nos permite indicar que hoy en día su concepto

jurídico se encuentre plenamente afianzado. De ahí se explica que en doctrina

hayan proliferado los intentos orientados a elaborar su concepto.

De este modo, cabe señalar que existen varios autores nacionales que

han pretendido confeccionar una definición de Sanción Administrativa.

Consecuentemente, y para efectos metodológicos, partiremos primero

308 Cfr. ROMAN CORDERO, Cristian. “El Derecho Administrativo Sancionador en Chile”,

Revista de Derecho de la Universidad de Montevideo, N° 16, año 2009, p. 98.

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309

presentando algunas de sus elaboraciones, las que luego serán tratadas con

profundidad cuando analicemos los Presupuestos de la Sanción Administrativa.

En primer lugar, la profesora BOETTIGER PHILLIPS, entiende a la

Sanción Administrativa como: ―la consecuencia jurídica desfavorable prevista

por el ordenamiento jurídico, por la comisión de una infracción

administrativa309‖. Por su parte, el profesor ROMÁN CORDERO, tomando

prestadas las palabras del profesor SUAY RINCÓN, nos señala que: ―es

cualquier mal infringido por la Administración a un administrado como

consecuencia de una conducta ilegal a resultas de un procedimiento

administrativo y con una finalidad puramente represora310‖. De la misma forma,

y para finalizar, conviene exhibir la conceptualización confeccionada por del

profesor Jorge BERMÚDEZ SOTO, quien nos indica que: ―la sanción

administrativa es aquella retribución negativa prevista por el ordenamiento

jurídico e impuesta por una Administración Pública por la comisión de una

Infracción Administrativa311‖.

309 Op. Cit. BOETTIGER PHILLIPS, Camila, p. 592.

310 SUAY RINCÓN, José, “Sanciones Administrativas”, Publicaciones del Real Colegio de

España, 1era ed., Bolonia, año 1989, p. 55. Apud. Op. Cit. ROMAN CORDERO, Cristián, “El Derecho Administrativo Sancionador en Chile”, p. 98. 311

Op. Cit. BERMÚDEZ SOTO, Jorge, p. 326.

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310

En segundo lugar, y para efectos ilustrativos, nos parece conveniente

mostrar algunos conceptos extraídos de la doctrina extranjera, de manera de

percibir las afinidades que existen con respecto al panorama nacional:

―[La sanción administrativa] es una decisión unilateral adoptada por una

autoridad administrativa (estatal, como un ministro o un prefecto; local,

como un alcalde o una autoridad administrativa independiente) en el

ejercicio de una prerrogativa de poder público. Consecuentemente, no

pueden catalogarse como sanciones administrativas ni las sanciones

impuestas por jurisdicciones administrativas, tales como las

contravenciones de dominio público y las multas por recurso abusivo, ni

las medidas disciplinarias adoptadas en el ámbito profesional por

autoridades investidas de funciones jurisdiccionales312‖.

―[La sanción administrativa] es una decisión administrativa que inflige un

mal condenando una conducta ilegal. Castiga, pues, un incumplimiento

ilegal de una obligación previa, de carácter extracontractual, ya sea legal

o reglamentaria. La reacción administrativa conlleva que el

comportamiento del autor de la infracción supone una falta, que requiere

en todo caso la concurrencia de dolo, culpa o negligencia, esto es, el

312 FERNÁNDEZ TORRES, Juan Ramón. “La Potestad Sancionadora de las

Administraciones Públicas”, INAP, España, año 2009, pp. 9.

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311

elemento de culpabilidad313. De este último concepto cabe destacar que

da a entender que: ―lo que diferencia en este sentido la sanción

administrativa de los demás actos administrativos de gravamen o

desfavorables es su finalidad represiva314‖.

―Sanción, en sentido técnico, existe solamente cuando a la conducta

ilícita se añade la imposición de una privación de derechos con una

finalidad represiva o de castigo de la infracción, y preventiva o disuasoria

de conductas similares, sin que dicha privación deba guardar una

relación cuantitativa exacta con el volumen del daño causado315‖.

Por último, y en términos más sintéticos, también se ha entendido que:

―la sanción administrativa implica la imposición por la Administración de

un perjuicio jurídico al sancionado por haber incurrido en una actividad

ilegal tipificada por el ordenamiento como infracción316‖.

313 DELMAS-MARTY, Mireille y TEITGEN-COLLY, Catherine. “De la Répression

Administrative Audroit Administratif Penal”, Editorial Económica, París, 1.a ed., 1992, p. 90. Apud. Op. Cit. FERNÁNDEZ TORRES, Juan Ramón, p. 10. 314

Op. Cit. FERNÁNDEZ TORRES, Juan Ramón, p. 10. En la obra citada, y en opinión de los autores, DELMAS-MARTY y TEITGEN-COLLY: ―este criterio finalista, incluso si no es presentado siempre como tal por la jurisprudencia administrativa que se inclina por criterios más diversos en apariencia (móvil, motivo, finalidad…) deriva sin embargo de la misma, ya que a través de estos diversos elementos del acto el juez administrativo en realidad persigue determinar si la medida adoptada se dirige o no a castigar un comportamiento‖. 315

Concepto de Juan SANTAMARÍA PASTOR, citado en el proyecto de Ley 3799 de 2004, sobre “Bases de los Procedimientos Administrativos Sancionatorios”. 316

Op. Cit., REBOLLO PUIG, Manuel y otros, p. 63.

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312

4.5. Concepto definitivo de Sanción Administrativa.

Por nuestra parte, también nos aventuramos a presentar un concepto de

Sanción Administrativa en los siguientes términos:

“La Sanción Administrativa es aquella retribución

jurídica negativa, prevista en el ordenamiento jurídico, que

importa una privación o una restricción de derechos para el

particular responsable de la comisión de una infracción

administrativa, la que debe ser impuesta por la autoridad

administrativa legalmente competente, como resultado del

desarrollo de un justo y racional procedimiento

administrativo sancionador, y con una eminente finalidad

represiva o de castigo”.

4.6. Los Presupuestos de la Sanción Administrativa.

Una vez que ya hemos presentado algunas líneas para definir

conceptualmente a las Sanciones Administrativas, nos avocaremos a la tarea

de identificar y desarrollar sus elementos más relevantes. Esta tarea la

realizaremos con el apoyo de los estudios realizados por los profesores Jorge

BERMÚDEZ SOTO y Cristián ROMÁN CORDERO. Asimismo, no debemos

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313

olvidar las conclusiones elaboradas por la profesora Gladys CAMACHO, cuyas

ideas expusimos cuando presentamos su visión acerca del concepto de

Sanción.

Ahora bien, para el profesor Jorge BERMÚDEZ, los presupuestos

necesarios de toda Sanción Administrativa son los siguientes:

a) ―Vinculación a una Infracción Administrativa;

b) La Infracción debe estar establecida en el ordenamiento jurídico;

c) La Sanción debe establecerse mediante un Procedimiento Administrativo

Sancionador (impuesta por un órgano administrativo);

d) La Responsabilidad317‖. Este último elemento es agregado por el autor,

en base a su apreciación particular sobre la materia318.

Por su parte, diremos que la posición del profesor JORGE BERMÚDEZ

SOTO se acerca al criterio sostenido por el profesor Cristián ROMÁN

CORDERO, quien agrega que en todas las Sanciones Administrativas podemos

identificar al menos cuatro elementos principales, que a su juicio: ―configuran el

núcleo esencial de toda sanción administrativa319‖:

317 Cfr. BERMÚDEZ SOTO, Jorge. “Elementos para definir las Sanciones Administrativas”,

Revista Chilena de Derecho, número especial, año 1998, p. 323. 318

Idem., pp. 323-326. 319

Op. Cit. ROMAN CORDERO, Cristián, p. 98.

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314

a) ―La Sanción administrativa debe ser impuesta por un órgano

administrativo320‖. Por esta razón debemos excluir de nuestro estudio a

aquellas sanciones impuestas por órganos jurisdiccionales, como sucede

por ejemplo a propósito de los Tribunales de la Libre Competencia,

Tribunales Tributarios y Aduaneros, Tribunales Laborales o nuestros

Juzgados de Policía Local.

b) ―La Sanción Administrativa debe importar una lesión o menoscabo de

derechos o la imposición de un deber para un particular321‖.

c) ―La Sanción Administrativa debe haber sido establecida por el

ordenamiento jurídico como reacción a la contravención de éste322‖.

d) ―La Sanción Administrativa debe ser impuesta con un solo fin: la

represión o castigo de un ilícito administrativo323‖.

320 Al respecto, el autor señala que: ―Ciertamente la sanción administrativa debe ser

impuesta por un organismo que tenga atribuida por ley la facultad expresa en ese sentido. En consecuencia, no podría ser tal, por ejemplo, la medida lesiva de derechos impuesta por un organismo que no revista tal carácter, o bien, por un organismo administrativo que se ampare para ello en una norma reglamentaria, o bien, en una norma legal que sólo le confiera otras potestades, de inspección, y no expresamente la de sancionador, por muy ligadas que a ésta estén‖. Idem. P. 99. 321

El autor precisa su afirmación de la siguiente forma: ―la sanción administrativa debe importar para el afectado un menoscabo o lesión en sus derechos o la imposición de un deber –el cual necesariamente debe estar establecido en una disposición legal-. Si la medida impuesta por un organismo administrativo carece de esta cualidad, en caso alguno podrá ser considerada sanción administrativa‖. Idem. P. 99. 322

En este sentido, el autor nos expresa que: ―toda sanción administrativa debe ser, necesariamente, la reacción frente a una acción: la realización, por acción u omisión, de una infracción administrativa, tipificada como tal por ley‖. Idem., p. 99. 323

Por último, el autor nos indica la necesidad de que: ―la sanción debe ser establecida con un solo fin: reprimir o castigar la realización de un ilícito administrativo. Si se impusiera una sanción administrativa con otros fines, nos hallaríamos frente a una hipótesis de desviación de poder, que la tornaría arbitraria y que, a su vez, impediría calificarla como tal‖. Idem., p. 99. Para más información sobre la desviación de poder y a la vigencia del principio de legalidad materia administrativa por favor ver: LLEDÓ VELOSO, Camilo y DONOSO PARDO, José,.“La desviación de poder como vicio del acto administrativo”, memoria para obtener el grado de

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315

Como vemos, ambos autores comparten una estructura central similar,

aunque por cierto, con ciertas matizaciones. Consideramos que es posible

trabajar sobre esta base común toda vez que puede observarse cierto consenso

en la materia. Esto nos deja en condiciones de dar el siguiente paso, es decir,

de analizar en específico cuáles son los elementos esenciales de toda Sanción

Administrativa.

4.6.1. Existe una vinculación con una Infracción Administrativa. La

Conducta Antijurídica. (Elemento Objetivo).

Para que pueda aplicarse una Sanción Administrativa, primero es

fundamental que el sujeto haya cometido una Infracción Administrativa. En este

sentido: ―la causa objetiva que justifica la sanción, es un acto ilícito anterior,

entendiendo por tal una conducta social vulneradora de un mandato o

prohibición jurídicos. La infracción puede, además, atacar un derecho subjetivo

de un tercero, pero su elemento esencial viene dado por la antijuridicidad324‖.

En la misma línea se muestra el profesor BERMÚDEZ SOTO quien agrega que:

―la infracción es el presupuesto necesario de la sanción, por lo tanto, sólo son

sanciones aquellas retribuciones negativas previstas como tales en el

licenciado en ciencias jurídicas y sociales en Facultad de Derecho Universidad de Chile, año 2011. 324

Op. Cit. Mensaje 541-350 de 2004.

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316

ordenamiento jurídico como consecuencia de la comisión de una infracción

administrativa325‖.

El mismo autor profundiza su análisis apoyándose en consideraciones

del Tribunal Constitucional español, que al referirse acerca de la medida de

expropiación-sanción realiza una diferenciación para con Sanciones

Administrativas. En efecto, el mencionado Tribunal sostendrá que: ―no se sigue

que se trate de una decisión con finalidad punitiva por infracción de normas

penales o sancionadoras de inexcusable observancia, imputable a la

culpabilidad del infractor, sino de las consecuencias objetivas derivadas del

estado de explotación insuficiente o nula de una finca, [por lo tanto] no estamos

ante sanciones, sino ante un instrumento de acción pública en pro del

cumplimiento326‖. Como se desprende de esta última cita, es elemental para la

aplicación de una Sanción Administrativa la comisión culpable de una Infracción

Administrativa. Del mismo modo, es indispensable hacer notar que el

característico de las Sanciones Administrativas lo constituye su finalidad

punitiva. Por estos motivos, el Tribunal Constitucional español no considera que

la expropiación-sanción sea una Sanción Administrativa.

325 Op. Cit. BERMÚDEZ SOTO, Jorge, pp. 323 – 325.

326 Idem. pp. 323 – 325.

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317

En consecuencia, ya logramos advertir como la Teoría de la Sanción no

funciona de manera independiente respecto de la Teoría de la Infracción. Bajo

este supuesto, la Infracción se sitúa desde el punto de vista del sujeto activo de

la conducta y la Sanción pues, desde el punto de vista del sujeto pasivo. Este

último sujeto es el que resulta obligado a responder por los efectos de su actuar

infraccional, lo que también se conoce como la responsabilidad

administrativa327.

4.6.2. Existe una retribución negativa consistente en una privación o

restricción de derechos. (Elemento Teleológico).

Para que estemos frente a una sanción, es necesario que la medida

genere un perjuicio, un gravamen o un mal añadido al deber desatendido por el

infractor. En doctrina, es común que se utilice el vocablo ―mal añadido‖. Esto es

así, debido a que es posible que de la conculcación de una infracción se

deriven otro tipo de obligaciones, distintas y agregadas a los efectos propios de

la Sanción, como por ejemplo: aquellas que obligan al infractor a volver las

cosas al estado anterior a la comisión del ilícito; las que lo obligan a indemnizar

o compensar; las que lo obligan a dejar de ejercer una actividad; dentro de

muchas otras situaciones que son de común ocurrencia.

327 Op. Cit. OSSA ARBELÁEZ, Jaime. “Derecho Administrativo Sancionador: una

aproximación dogmática”, p. 532.

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318

Bajo este raciocinio, una resolución administrativa solo puede

considerarse como Sanción Administrativa si causa en el particular afectado un

perjuicio distinto, y añadido, al gravamen implícito que significa el deber jurídico

de restablecer la legalidad corrompida. De ahí que: ―el carácter de castigo

criminal o administrativo de la reacción del ordenamiento jurídico sólo aparece

cuando, al margen de la voluntad reparadora, se inflige un perjuicio añadido con

el que se afecta al infractor en el círculo de bienes y derechos de los que

disfrutaba lícitamente328‖. Lo mismo es expresado por el profesor BERMÚDEZ

SOTO, quien complementa nuestro análisis de una manera mucho más

profunda y nos indica que: ―no basta, pues, la sola pretensión de constreñir al

cumplimiento de un deber jurídico (como ocurre con las multas coercitivas) o de

restablecer la legalidad conculcada frente a quien se desenvuelve sin observar

las condiciones establecidas por el ordenamiento para el ejercicio de una

determinada actividad, sino que es preciso que el perjuicio causado responda a

un sentido retributivo, que se traduce en la irrogación de un mal añadido al que

de suyo implica el cumplimiento forzoso de una obligación ya debida o la

imposibilidad de seguir desarrollando una actividad a la que no se tenía

derecho329‖.

328 Op. Cit. REBOLLO PUIG, Manuel y otros. “Derecho Administrativo Sancionador”, p. 66.

329 Idem., pp. 63-74.

Page 319: De ruiz n

319

Asimismo, resulta conveniente indicar que todos los actos jurídicos

(administrativos) deben adherirse a una finalidad, pues siempre son creados o

impuestos con el objeto de cumplir con una determinada función. De manera

que, justamente, la finalidad de las Sanciones Administrativas es la de: ―reprimir

una conducta contraria a Derecho y restablecer el orden jurídico previamente

quebrantado por la acción del transgresor330‖. Por consiguiente, el Legislador,

consciente de esta situación, ha otorgado a la Administración el poder para

imponer Sanciones Administrativas y así reprimir las conductas ilícitas de sus

administrados. De esta forma, la Administración del Estado estría en

condiciones para cumplir los objetivos que tanto el Constituyente como el

Legislador le han encomendado. Por lo tanto, si un órgano administrativo ocupa

sus facultades no-sancionadoras con fines sancionadores, estará incurriendo en

una hipótesis de desviación de poder331.

Por tanto, y modo de conclusión, entendemos que la finalidad represiva o

de castigo en las Sanciones Administrativas constituye un factor fundamental

para elaborar su conceptualización. En este sentido, cabe agregar una finalidad

accesoria a la finalidad represiva, como lo es, la función de prevención o

disuasiva de nuevas conductas infraccionales. Por supuesto, entendemos que:

330 Op. Cit. Mensaje 542-350, del año 2004.

331 Para más información acerca de la desviación de poder y los lineamientos relativos al

principio de legalidad que rige la Administración Pública, ver: LLEDÓ VELOSO, Camilo y DONOSO PARDO, José, “La desviación de poder como vicio del acto administrativo”, memoria para obtener el grado de licenciado en ciencias jurídicas y sociales en Facultad de Derecho Universidad de Chile, año 2011.

Page 320: De ruiz n

320

―con el castigo se persigue tanto un fin de punición (de castigo al infractor)

como un fin de prevención (de desaliento futuro de conductas similares)332‖. Así,

muchas veces la amenaza de Sanción puede funcionar como un factor que

desmotiva a los individuos para cometer infracciones, lo que ocurre de manera

más frecuente a mayor intensidad o gravedad de la posible Sanción333.

4.6.3. La Sanción Administrativa debe estar establecida en el

ordenamiento jurídico (Previsibilidad).

Como tuvimos la oportunidad de revisar, la Infracción Administrativa debe

estar contenida en la Ley y debe cumplir con todas las exigencias relativas al

principio de Legalidad y de Tipicidad. Pues bien, lo mismo ocurre a propósito de

la Sanción Administrativa, toda vez que esta también está regida por el principio

de Legalidad. Esto implica que sólo puede aplicarse una Sanción Administrativa

si ella se encuentra previamente establecida en el ordenamiento jurídico y

ostentando dicha calidad. En palabras del profesor Jorge BERMÚDEZ SOTO:

―en efecto, si el concepto de infracción administrativa supone que se trate de

una vulneración al ordenamiento jurídico, que había sido previamente tipificada

como infracción. Ahora en el caso de las sanciones, veremos que también estas

332 Mensaje 541-350 sobre el Proyecto de Ley de Bases de los Procedimientos

Administrativos Sancionatorios. 333

Es evidente que el ser humano sitúa más atención y brinda más importancia a los aspectos de la vida que le pudiesen generar más problemas o beneficios a futuro (sanciones mayores). Se desatienten, en cambio, aquellas situaciones leves o de menor gravedad (sanciones menores).

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321

deben venir establecidas como tales por el ordenamiento. Esto es así, puesto

que infracción y sanción son los dos elementos materiales que conforman la

potestad sancionadora de la Administración334‖.

En razón de lo que hemos expuesto, la Sanción Administrativa debe

estar establecida de forma previa a la comisión del Ilícito Administrativo

(principio de irretroactividad), en términos claros y precisos, y debe constituirse

como una consecuencia jurídica directa de la comisión de una Infracción

Administrativa. De esta forma se satisfacen las exigencias mínimas de los

principios de Seguridad Jurídica, Legalidad, Tipicidad, Previsibilidad e

Irretroactividad que tienen especial vigencia en materia administrativo-

sancionadora.

4.6.4. La Sanción Administrativa debe ser aplicada por un Órgano

Administrativo, como resultado de la sustanciación un debido procedimiento

administrativo sancionador (Elemento Formal).

En efecto, bien sabemos que lo característico de las Sanciones

Administrativas es que éstas son impuestas por una autoridad administrativa.

La profesora Gladys CAMACHO comparte la apreciación y agrega que: ―las

sanciones administrativas son impuestas por la Administración, sin intervención

334 Op. Cit. BERMÚDEZ SOTO, Jorge, pp 325 – 326.

Page 322: De ruiz n

322

de los tribunales, siendo expresión de su poder de auto-tutela335‖. De tal manera

que las Sanciones Administrativas deben distinguirse y distanciarse de aquellas

sanciones cuya imposición es realizada por autoridades jurisdiccionales, pues

se entiende que son la manifestación de un poder público distinto.

Asimismo, y por imperativo constitucional, volvemos a reiterar que las

Sanciones Administrativas deben ser aplicadas a través de un Procedimiento

Administrativo Sancionador, ajustado a los cánones de un Debido Proceso, y se

proscribe la cabida en nuestro sistema de las sanciones dictadas de plano o sin

fundamento. Así es como se desprende al realizar una interpretación sistémica

de los artículos 6°, 7°, 19° número 3, y 63° número 18° de nuestra Carta

Fundamental.

Si perjuicio de lo anterior, es oportuno exhibir la opinión del profesor

Eduardo CORDERO QUINZACARA, que es contraria a la primera idea que

hemos propuesto más arriba. Básicamente, el autor sostiene que no resulta

esencial que la Sanción sea impuesta por una autoridad administrativa para

reconocer su naturaleza administrativa, sino que sería perfectamente posible

que la misma sea impuesta por un órgano de naturaleza jurisdiccional. Según el

autor, este cambio no mudaría la naturaleza de administrativa de la Sanción. El

autor basa su argumentación en que podemos advertir que otros países han

335 Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys, p. 205 7 ss.

Page 323: De ruiz n

323

optado por una vía diversa a la chilena: ―así, una posibilidad sería la de la

judicializar [el régimen de las sanciones administrativas], como ocurrió en

Francia y Alemania, mientras que otras es mantenerlas en manos de la

Administración […] como ha ocurrido en España e Iberoamérica en general336‖.

Por otra parte, agrega que: ―la discusión relativa a la diferencia entre sanciones

penales y sanciones administrativas es de larga data. Ahora bien, un criterio

que debe descartarse de plano, por tener carácter meramente superficial, alude

a la autoridad y técnicas de aplicación de las respectivas sanciones. A primera

vista la diferencia más ostensible –y que parece darle el nombre a una de las

dos categorías- radica en que, mientras que las sanciones penales son

aplicadas por los tribunales, y por lo tanto requieren, previamente, de un -

procedimiento jurisdiccional- las sanciones administrativas pueden ser

aplicadas por órganos administrativos, no siendo requisito el antecedente del

juicio previo para la juridicidad de su aplicación. Si bien esto corresponde a la

práctica usual en el modelo de organización de las administraciones públicas

del Derecho continental, nada obsta a perseverar en la distinción entre

sanciones administrativas y sanciones penales en un modelo en que todas las

sanciones sean aplicadas en sede jurisdiccional, desde un inicio337‖.

336 CORDERO QUIZACARA, Eduardo y ALDUNATE LIZANA, Eduardo. “Las bases

constitucionales de la potestad sancionadora de la Administración”, en Revista de Derecho, de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, N° 39, Valparaíso, Chile, 2012, p. 340. 337

Idem., pp. 355 - 356.

Page 324: De ruiz n

324

A nuestro modo de ver, el hecho de que las Sanciones Administrativas

sean impuestas por un órgano administrativo es más que una mera

característica formal, muy por el contrario, consideramos que es el factor

decisivo que determina e influye todo el Régimen Jurídico que corresponde

aplicarles. Así pues, la facultad de modificar unilateralmente las situaciones

jurídicas entre la Administración y los particulares338, que es lo que básicamente

sucede cuando la autoridad administrativa impone una Sanción Administrativa,

es una manifestación de los poderes de auto-tutela declarativa reconocidos por

el Legislador a la Administración del Estado. Esta cuestión dista en demasía de

ser una mera cuestión trivial. De tal forma que, si la potestad de imponerlas

descansara en los órganos judiciales, su aplicación no significaría la dictación

de un Acto Jurídico Administrativo de Sanción, sino que por el contrario,

estaríamos en frente de un Acto Jurídico de índole Jurisdiccional. Una decisión

de tal naturaleza presenta efectos jurídicos diametralmente diversos a los que

representan las Decisiones Administrativas. Ejemplos de lo anterior son: el

característico efecto de autoridad de cosa juzgada que producen las Decisiones

Jurisdiccionales firmes (sentencias definitivas e interlocutorias); la revocabilidad

o irrevocabilidad; los sistemas de recursos son diversos; el desasimiento del

338 Idem., p. 340.

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325

Tribunal que se produce una vez dictadas ciertas resoluciones judiciales; entre

muchas otras implicancias de relevancia339.

En definitiva, y de acuerdo con el razonamiento que hemos expuesto,

creemos que el hecho de dejar en manos de un Tribunal de Justicia la

aplicación de una Sanción Administrativa transforma su naturaleza jurídica,

eliminando por tanto su naturaleza administrativa.

4.6.5. La Responsabilidad.

Este elemento es agregado por el profesor Jorge BERMÚDEZ SOTO y

dice relación con el Juicio de Atribución de Responsabilidad que debe hacerse

respecto del agente infractor. No siempre el sujeto culpable de la infracción es

el mismo que el sujeto responsable de la Sanción, cuestión que es

especialmente tangible cuando el Legislador ha decidido hacer responsables a

las Personas Jurídicas, las cuales deben responder por la comisión de ilícitos

administrativos por parte de terceros (sus trabajadores por ejemplo). Esto

claramente lo explica el profesor BERMÚDEZ, quien nos expresa que: ―en

último término he destacado que el infractor pueda ser, por lo menos,

339 Cfr. GARCÍA GÓMEZ DE MERCADO, Francisco. “Sanciones Administrativas.

Garantías, derechos y recursos del presunto responsable”, en “Estudios de Derecho

Administrativo”, dirigida por: ARANA GARCÍA, Estanislao. Editorial Comares, Tercera Edición,

Granada, año 2007, pp. 2 y 3.

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326

considerado responsable de la sanción. Destaco este elemento, porque si bien

la mayoría de los autores estima que la culpabilidad es un elemento del ilícito

administrativo (fase de imputación), olvidan mencionarlo a la hora de definir la

sanción. Teniendo en cuenta que solo pueden ser sancionados aquellos a quien

la ley considera responsables de la sanción –aunque no necesariamente sean

los culpables de la infracción, como en el caso de las personas jurídicas-, me

parece que el concepto de sanción debe contener, por lo menos, el elemento de

atribución de la misma a su responsable. […] Este elemento opera en la fase de

la imposición de la sanción, mucho más amplia, y que es más consecuente con

la posición que permite sancionar directamente a las personas jurídicas340‖.

Así vemos como la Ley en variadas ocasiones se ha preocupado de

solucionar expresamente el problema acerca de la atribución de

responsabilidades, determinando de manera explícita quienes son los sujetos a

los cuales les debe ser imputada. Ejemplo de lo anterior se desprende al dar

lectura al texto del artículo 55° de la Ley N° 18.045, ―Ley de Mercado de

Valores341‖.

340 Op. Cit. BERMÚDEZ SOTO, Jorge, p. 326 – 327.

341 Ley N° 18.045, Artículo 55°: ―La persona que infrinja las disposiciones contenidas en la

presente ley […] ocasionando daño a otro, está obligada a la indemnización de los perjuicios. Lo anterior no obsta a las sanciones administrativas o penales que asimismo pudiere corresponderle. Por las personas jurídicas responderán además, civil, administrativa y penalmente sus administradores o representantes legales a menos que constare su falta de participación o su oposición al hecho constitutivo de infracción‖.

Page 327: De ruiz n

327

4.7. Características relevantes de las Sanciones Administrativas.

Por otro lado, la doctrina suele agregar algunos elementos que pueden o

no estar envueltas en todas las Sanciones Administrativas. A modo ilustrativo,

podemos enumerar algunas de estas características, por ejemplo: la eventual

instancia de revisión o control de las Sanciones Administrativas por parte de los

Tribunales de Justicia; la imposibilidad para provocar medidas de privación de

libertad342; la prohibición para ser convertidas en medidas de privación de

libertad343; la posibilidad de atribuir responsabilidad a las Personas Jurídicas; la

342 La regla es distinta en la Administración Militar. En dicha regulación la Administración

está facultada para imponer sanciones que directa o subsidiariamente impliquen privación de libertad. BERMÚDEZ SOTO, Jorge, “Derecho Administrativo General”, Editorial Abeledo Perrot Chile, 2nda edición, Santiago, año 2011, p. 278. 343

En cuanto a la “prohibición de ser convertidas en medidas de privación de libertad”, debemos manifestar las siguientes precisiones: En primer lugar, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, suscrita en San José de Costa Rica el 22 de noviembre del año 1969 no permite realizar este tipo de conversión. El mismo criterio se ve reflejado en el artículo 7°, referido al “Derecho a la Libertad Personal”, al disponer en su numeral 7° que: ―Nadie será detenido por deudas. Este principio no limita los mandatos de autoridad judicial competente dictados por incumplimientos de deberes alimentarios‖. En segundo lugar, también deben tenerse presente las sentencias de nuestro Tribunal Constitucional en esta materia. Así ocurre en los fallos Roles N°s 519 y 576 del año 2007, relativos al arresto como apremio en materia previsional, en el fallo Rol N° 1518-2009 relativo al arresto como apremio en materia sanitaria y el Rol N° 1006-2009, relativo al arresto como apremio en materia tributaria. De los fallos citados se desprende que, para el TC, los requisitos constitucionales para que pueda aplicarse una medida de apremio o sancionatoria, que implique la privación de libertad, son: i) la imposición de un apremio-pena debe hacerla un Tribunal de Justicia; ii) la ilicitud debe gozar de verdad judicial; iii) el apremio-pena debe ser mesurado, proporcional a la gravedad de la ilicitud y iv) la autoridad administrativa no está facultada para arrestar o detener a alguna persona sin intervención judicial. A tales conclusiones se llega de la lectura de los considerandos N°s 18, 19, 20 y 24 de la sentencia Rol N° 1518-2009 del TC, que se manifiestan en un sentido similar al de las sentencias Roles N°s 519, 576 y 1006 del mismo Tribunal y a la lectura e interpretación de los artículos 19 N° 1 y 7° de nuestra Constitución Política de la República. Cfr. ALVEAR TÉLLEZ, Julio. ”El principio de ejecutoriedad de los actos administrativos ante el apremio legítimo y el debido proceso: Notas a la sentencia del Tribunal Constitucional que declara inaplicable el art. 169 del Código Sanitario, en Revista Actualidad Jurídica, N° 23, Enero, año 2011, pp. 535 y 536. Cfr. Op. Cit. CORDERO QUIZACARA, Eduardo y ALDUNATE LIZANA, Eduardo, p. 348.

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328

facultad de la autoridad administrativa para exigir de manera autónoma su

cumplimiento forzoso, pudiendo impartir órdenes directas a la Fuerza Pública,

sin tener que recurrir ante los Tribunales de Justicia para solicitar su

cumplimiento; entre otras situaciones.

4.7.1. Distinción entre las Medidas Administrativas Sancionatorias y las

Medidas Administrativas de Simple Gravamen o No-Sancionatorias.

Una vez que hemos dado con un concepto y hemos logrado dilucidad los

elementos que componen a las Sanciones Administrativas, corresponde en

consecuencia diferenciarlas respecto de las demás medidas administrativas, las

cuales no poseen el carácter de Sanciones. En este sentido, se hace necesario

presentar al lector la discusión referente a los límites que separan el ejercicio de

Potestades Sancionadoras Administrativas (punitivas) de la aplicación de

Medidas Administrativas de Simple Signo Negativo, que presentan una

naturaleza diversa, pues implican el ejercicio de potestades de otra índole.

En suma, vale decir que solo en contadas ocasiones nuestra doctrina se

ha dedicado a atender este importante tópico344. Distinto es lo que ocurre en el

344 Lo mismo se plantea en el texto del Mensaje del Proyecto de Ley N° 3799, que

establece las “Bases de los procedimientos administrativos sancionatorios”: ―a primera vista parece del todo evidente qué es una sanción administrativa, mas como se verá a continuación son muchos los casos que parecen serlo pero que en definitiva no lo son. Cuestión que no es un mero divagar en cuestiones semánticas, pues sólo a aquello que es sanción administrativa

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329

Derecho Comparado, en España por ejemplo, en donde varios de autores han

confeccionado sendas obras que buscan determinar los deslindes entre las

Sanciones Administrativas y las demás Medidas Administrativas de Simple

Gravamen345.

La relevancia de esta discusión radica en que no siempre de la comisión

de una Infracción Administrativa se siguen como consecuencia medidas

puramente sancionatorias346. En muchas ocasiones, los elementos fácticos

presentes en la Infracción pueden servir de presupuesto para el ejercicio de otro

tipo de potestades no-sancionadoras, como por ejemplo: aquellas medidas

orientadas a obtener el restablecimiento de la legalidad ilegítimamente

le son aplicables los principios del derecho administrativos sancionador, sean sustanciales o procedimentales‖. Así, por ejemplo, la expropiación para la construcción de una carretera si fuera considerada como sanción, arrastraría consigo los principios del derecho Administrativo Sancionador. Lo mismo hace Alejandro HUERGO LORA quien en su libro “Las Sanciones Administrativas” trata exhaustivamente el tema. 345

En España, el estudio de estas materias ha visto un desarrollo notable. Así, por ejemplo, la obra española “Derecho Administrativo Sancionador”, de Manuel REBOLLO PUIG y otros, hace un análisis jurisprudencial al respecto y dedica la totalidad de su Capítulo II a determinar los deslindes entre las medidas sancionadoras y las medidas de otra especie. Lo anterior puede ser demostrado al exponer de algunas de sus conclusiones: “i) las indemnizaciones a favor de la Administración no son sanciones (p. 74); ii) el reintegro de subvenciones no es sanción, pero sí lo es la pérdida del derecho a obtenerlas (p. 75); iii) no es sanción la expropiación ni otras técnicas ablatorias o limitativas por incumplimiento de la función social de la propiedad (p. 78); iv) no son sanciones las multas coercitivas (p. 88); v) no son sanciones las consecuencias de los incumplimientos de los contratos administrativos (p. 89); vi) no es sanción la caducidad de las concesiones demaniales por incumplimiento de sus condiciones (p. 91); vii) recargos tributarios: carácter sancionador o no en función de su cuantía (p. 76); viii) no es sanción la declaración administrativa de pérdida de la condición de funcionario como consecuencia de ciertas condenas (p. 93)‖. Como podemos apreciar, el trabajo de precisar la naturaleza sancionatoria o no sancionatoria de una medida es una situación lata que requiere un análisis en concreto de cada materia, en donde difícilmente puede establecerse una regla general que se aplique a todos los casos por igual 346

A veces es difícil distinguir la naturaleza sancionadora de un acto administrativo, puesto que existen medidas que presentan un carácter aflictivo muy relativizado. Esto ocurre, por ejemplo, cuando la sanción prevista es una simple amonestación. Cfr. Idem., p. 65.

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330

corrompida; indemnizaciones; expropiaciones; revocaciones de actos

favorables; la imposición de medidas de coacción directa; la adopción de

medidas cautelares; entre otras.

En lo que respecta al plano nacional, expondremos los criterios de los

profesores Jorge BERMÚDEZ SOTO y Gladys CAMACHO, quienes han

abordado esta discusión desde distintos puntos de vista, pero que a nuestro

modo de ver, resultan complementarios. A su vez, dichas posturas serán

complementadas con algunas precisiones extraídas desde la doctrina

comparada, de autores como Manuel REBOLLO PUIG y otros, pues así

esperamos realizar un desarrollo más íntegro de la materia.

4.7.2. Criterio diferenciador del profesor Jorge BERMÚDEZ SOTO,

basado en un concepto restringido de Sanción Administrativa.

En un primer acercamiento a la materia, el profesor realiza una distinción

entre un concepto amplio y uno restringido de Sanción. Así, el concepto amplio

de Sanción corresponde a: ―toda aquella retribución negativa dispuesta por el

ordenamiento jurídico como consecuencia de la realización de una conducta347‖.

Tal como se puede apreciar, el concepto expuesto está redactado en términos

347 Op. Cit. BERMÚDEZ SOTO, Jorge. “Elementos para definir las Sanciones

Administrativas”, pp. 320-321.

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331

bastante amplios, pues no exige que existe una vinculación directa, y

consecuencial, entre la comisión de una Infracción Administrativa y la

imposición de la Sanción Administrativa. Tal como hemos estudiado,

corresponde a uno de los presupuestos esenciales de toda Sanción

Administrativa. Por estos motivos, el autor pasa a concluir que es más acertado

optar por un sentido restringido de sanción, el que presenta el siguiente

contenido: ―sólo son sanciones administrativas aquellas retribuciones negativas

previstas como tales en el ordenamiento jurídico como consecuencia de la

comisión de una infracción administrativa348‖.

Ahora bien, partiendo de la base de un concepto estricto de Sanción, el

autor nos propone revisar la problemática desde dos puntos de vista:

1) En primer lugar, deben excluirse aquellas consecuencias jurídicas

negativas que no se producen a causa de una Infracción Administrativa,

sino que surgen a partir de cualquier tipo de vulneración al ordenamiento

jurídico.

Al respecto, el profesor nos brinda los siguientes ejemplos: “i) las

medidas de coacción directa que adopta la Administración en ejercicio de sus

potestades de policía, como ocurre cuando ésta destruye un producto destinado

348 Idem. pp. 320-321.

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332

a la venta en público que estaba contaminado, siempre y cuando la situación no

constituya una infracción, como cuando éstos se encuentren contaminados en

su origen; o ii) la caducidad de un acto administrativo favorable [una licencia o

permiso p. ej.], a causa de una condición resolutoria presente en el mismo acto,

o en cuanto expire su plazo de eficacia349‖

2) En segundo lugar, también se deben distinguir aquellas consecuencias

negativas, que aunque se producen a causa de la comisión de una

Infracción Administrativa, no pueden ser consideradas como una Sanción

Administrativa en sentido estricto.

Para ilustrar lo anterior, el autor nos muestra algunos ejemplos de este

tipo de situaciones: “i) las consecuencias civiles que surgen de la infracción,

tales como la indemnización de perjuicios; ii) La obligación de reponer las cosas

al estado anterior al acaecimiento de la infracción; iii) las medidas provisionales,

que si bien están destinadas a asegurar la eficacia de la resolución

sancionadora, no son sanciones en términos estrictos, a pesar del contenido

aflictivo que puedan conllevar350‖.

349 En opinión del autor, aquí: ―ha habido una vulneración del ordenamiento (normas de

salubridad) y una consecuencia negativa (destrucción de productos), pero no necesariamente ha habido una infracción administrativa ni mucho menos una sanción stricto sensu‖. Idem. pp. 320-321. 350

Cfr. Op. Cit. BERMÚDEZ SOTO, Jorge. “Elementos para definir las Sanciones Administrativas”, pp. 320-323.

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333

4.7.3. El criterio diferenciador de la profesora Gladys CAMACHO, basado

en el principio de Legalidad.

La autora, en su trabajo: ―La actividad Sustancial de la Administración del

Estado‖ se avoca a la tarea de identificar dónde están los límites entre la

sanción y los diversos tipos de medidas administrativas de signo negativo351.

Esto lo hace encarando el problema desde el panorama de las

Superintendencias en Chile. Demás está decir que su labor ha significado un

gran aporte para la doctrina nacional, y en consecuencia, es conveniente a

revisar su postura:

Para la autora, la tarea principal reside en diferenciar a las Sanciones

Administrativas de otras decisiones administrativas, a las cuales ella denomina:

―medidas de simple signo negativo‖. Este tipo de medidas pueden significar un

perjuicio efectivo, o al menos, una situación jurídica desfavorable para los

derechos del administrado afectado. Sin embargo, se diferencian de las

sanciones debido a que la Ley no las contempla como tales: ―de esta manera,

351 En palabras de la profesora, las medidas de signo negativo son: ―decisiones de la

autoridad que, no obstante no han sido consideradas por el legislador como sanciones, deben ser adoptadas fundamentalmente para permitir la debida defensa de los interesados [estas medidas] que faculta el legislador a la autoridad administrativa, pueden confundirse con las sanciones, por el efecto negativo (perjuicio o situación desfavorable) que producen en el administrado. Sin embargo, ciñéndonos al principio de legalidad, en tanto no sean calificadas por el Legislador como sanciones, no tienen la calidad de tales, ni su imposición debe reunir todas las exigencias garantísticas que exige la sanción‖. CAMACHO CEPEDA, Gladys. “La Actividad Sustancial de la Administración del Estado”, en “Tratado de Derecho Administrativo”, Tomo IV, Legal Publishing, año 2010.

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334

mientras el Legislador no califique una medida como sanción, no cabe al

intérprete pretender cambiar su carácter352‖.

De ahí en adelante, y para dar sustento a sus aseveraciones, la autora

nos proporciona algunos ejemplos de situaciones que en esencia son medidas

de signo negativo y no Sanciones Administrativas, como son: “i) los

requerimientos que pueda hacer la autoridad administrativa a las empresas

sujetas a su fiscalización, bajo apercibimiento de multa; ii) los apercibimientos,

intimaciones y requerimientos para que cese una conducta ilegal; iii) la

compensación que las empresas de distribución deberán otorgar a los usuarios,

como puede suceder a causa de la interrupción de suministro eléctrico; iv) las

medidas provisionales, entre otras353‖.

Ahora bien, resulta provechoso destacar el último criterio seguido por los

Tribunales de Justicia españoles, que se manifiesta en una línea contraria a la

expuesta por la profesora Gladys CAMACHO. En diversas oportunidades, los

Tribunales españoles han procedido a calificar como Sanciones a medidas que,

según la letra de la Ley, no presentaban dicha naturaleza. En este sentido dirán

que: ―no siempre que una norma califique una medida como sanción, esta lo es

realmente, ni siempre que se le niegue ese carácter habrá que aceptar que no

352 Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys, p. 209.

353 Idem., p. 209.

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335

se trate de una sanción354‖. Por consiguiente, para los Tribunales de Justicia

españoles resulta esencial revisar los fines de la medida impuesta, esto es,

examinar si ella presenta o no un carácter represivo, punitivo o de castigo, que

supone un elemento vital para dilucidar la naturaleza real de la misma, aunque

ello implique llegar a contrariar el sentido literal de lo que el Legislador haya

dispuesto355. Así por ejemplo, puede resultar que en la forma la autoridad

administrativa haya aplicado una medida no-sancionadora pero que, sin

embargo, al analizar su fondo (sus motivos) se logre determinar la real intención

que subyace a la decisión. En la práctica significa dilucidar si la medida

administrativa fue o no fue utilizada con fines de castigo, represivos o punitivos.

A nuestro juicio, consideramos que es bastante revolucionario sostener

que los Tribunales de Justicia puedan descubrir la verdadera naturaleza

354 STC 239/1988: Según la sentencia del TC español, es importante dilucidar los

verdaderos fines de la medida impuesta: ―puesto que hay que esclarecer la verdadera naturaleza de los actos sin que sea suficiente y decisivo, a tal efecto, el nomen iuris utilizado en los correspondientes actos […] porque, no puede quedar en manos de la Administración la posibilidad de sustraer las garantías constitucionales establecidas en relación con el ejercicio de su potestad sancionadora‖. En la misma línea se muestra la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia español, de 5 de noviembre de 1998 (Ar. 4151), la cual explica el por qué del criterio asumido, esto es, porque: ―se causó indefensión a los recurrentes por haber sido sancionados de hecho, o de forma encubierta‖. Idem., p. 60. 355

Op. Cit. REBOLLO PUIG, Manuel, p. 59. Expongamos a continuación las palabras de la obra citada: ―pero el concepto de sanción, además de muy relevante, no es fácil ni queda al albur de lo que nominalmente digan las normas que prevén genéricamente la medida ni de lo que diga la Administración que la aplica al caso concreto. Como dice, entre otras muchas, la STS de 17 de diciembre de 1997 (rec. 850/1995), qué sean realmente los actos administrativos no depende de la denominación que se les dé, sino de su naturaleza y características y de las consecuencias que se deriven de su contenido. Ha dicho el TC que ni el nomen iuris empleado por la Administración o asignado por la Ley, ni la clara voluntad del Legislador de excluir una medida del ámbito sancionador, constituyen un dato decisivo a la hora de precisar si los artículos 24.2 y 25.1 CE resultan aplicables (SSTC 146/1991, 239/1988, 276/2000).

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336

sancionadora o no sancionadora de una medida, más aún cuando esta

interpretación pueda contrariar el texto expreso que contiene la medida en

cuestión. Sin embargo, y haciendo un razonamiento en favor de la protección

de las garantías de los administrados, consideramos que en algunas ocasiones

puede justificarse la aplicación del Régimen Jurídico Administrativo-

Sancionatorio para medidas sustancialmente sancionadoras. Así las cosas, y

dependiendo de las particularidades del caso en concreto, mediante una

operación de tales características podría lograrse un ejercicio más justo de las

Potestades Públicas de la Administración del Estado.

De todas maneras consideramos que debe valorarse el criterio propuesto

por la profesora Gladys CAMACHO, principalmente debido la vigencia del

principio de Legalidad en materia Sancionadora Administrativa. Corresponde al

Legislador determinar el carácter sancionatorio de una medida, sin que una

interpretación administrativa, y menos una doctrinaria, sea capaz por su sola

fuerza de modificar su naturaleza normativa. De ahí que es relevante el control

de legalidad que ejercen los Tribunales de Justicia, pues en ellos recae la

obligación de hacer una correcta y definitiva interpretación y aplicación del

Derecho, esto es, ajustada al texto y al espíritu de la Ley. Sin perjuicio de lo

anterior, y siendo consecuentes con el criterio seguido por los Tribunales

españoles, en muchos casos podría resultar provechoso identificar los

verdaderos fines que sirvieron de motivación para la imposición de una medida.

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337

4.7.4. Criterio de Manuel REBOLLO PUIG y otros356, basado en la

importancia de la Función Represiva o Punitiva de las Sanciones

Administrativas.

Estos autores, con el apoyo del criterio adoptado por los Tribunales de

Justicia españoles, señalan que la atención debe situarse sobre la función

represiva o punitiva de las sanciones, así pues: ―para determinar si una

consecuencia jurídica tiene o no carácter punitivo, habrá que atender, ante todo,

a la función que tiene encomendada en el sistema jurídico, de modo que si tiene

una función represiva y con ella se restringen derechos como consecuencia de

un ilícito, habremos de entender que se trata de una pena en sentido material.

Pero si en lugar de la represión concurren otras finalidades justificativas, deberá

descartarse la existencia de una pena, por más que se trate de una

consecuencia gravosa357‖.

Cuando los autores se refieren a estas ―otras finalidades justificativas‖,

están haciendo alusión a aquellas medidas cuya pretensión o finalidad es, por

ejemplo: obtener el cumplimiento de un deber jurídico; evitar la lesión del interés

356 El profesor Manuel REBOLLO PUIG es catedrático de Derecho Administrativo de la

Universidad de Córdoba, España, desde el año 1994. Es miembro del Consejo de Redacción de la Revista de Justicia Administrativa, Revista General de Derecho Administrativo, Revista Andaluza de Administración Pública y del Consejo Asesor de la Revista de Administración Pública. Cabe destacar que es investigador responsable numerosos proyectos de investigación, como lo es la gran obra de nombre “Derecho Administrativo Sancionador”, del año 2010, que, junto a otros investigadores, recopila y analiza profundamente la jurisprudencia de los Tribunales españoles. 357

Op. Cit. REBOLLO PUIG, Manuel. “Derecho Administrativo Sancionador”, p. 65.

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338

general; obtener el restablecimiento de la legalidad corrompida; entre otras.

Como puede apreciarse, en estos casos el signo negativo de la medida no

implica una punición o una aflicción en los derechos del particular, sino que

consiste en finalidades de otro orden. Es decir, no se busca castigar al sujeto

infractor sino que la Administración busca: exigir el cumplimiento forzoso de una

obligación no cumplida; el pago de una indemnización; la imposibilidad de

seguir desarrollando una actividad por cumplimiento de un plazo extintivo por

verificarse una condición resolutoria o por carecer de un derecho legítimo para

ejercerla (como ocurre en caso de revocación de una patente ilegal p. ej.); entre

otras.

Dicho lo anterior, cabe destacar que estos autores, basándose en el

criterio seguido últimamente por los Tribunales de Justicia españoles, han

señalado que: ―no es suficiente que la medida tenga una finalidad disuasoria o

de prevención general y especial358‖ para considerarla como medida

sancionatoria, sino que es menester que se presente una consecuencia

represiva, retributiva y de castigo.

358 Cfr. Idem., pp. 63-74.

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339

4.8. Clasificación de las Medidas Administrativas de Simple Gravamen359.

Gracias al aporte de los autores doctrinarios, tanto nacionales como

extranjeros, estamos en condiciones de exponer un esquema que agrupe a las

medidas administrativas de signo negativo. La utilidad de este análisis reside en

que, como bien señalamos, no es correcto hacer extensivas a ellas las

exigencias y regulaciones que sí son necesarias para modular la expresión de

las medidas sancionadoras administrativas, que sí significan un ejercicio del Ius

Puniendi Estatal.

Medidas de Control o de Fiscalización.

Aquí caben aquellas medidas como la prevista en el artículo 3B de la Ley

N° 18.880, por medio de las cuales las autoridades administrativas pueden

requerir a las empresas sujetas a su fiscalización, bajo apercibimiento de multa,

para que efectúen auditorías.

Apercibimientos, intimaciones y requerimientos.

359 En principio son medidas que implican un gravamen o una carga para los particulares,

pero que carecen de carácter represivo. No obstante lo anterior, también habría que atenerse a que no sean aplicadas con una finalidad punitiva o de castigo.

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340

Con ayuda de la doctrina comparada, también pueden incluirse aquellos

apercibimientos, intimaciones y requerimientos destinados para lograr el cese

de una conducta ilegal: ―como el apercibimiento para el cese de emisiones de

televisión sin título, medidas de intervención de entidades de crédito y

aseguradoras, exigir documentos, mostrar la contabilidad, etc.360‖.

De acuerdo con la Jurisprudencia de los Tribunales de Justicia

españoles, su fundamento reside en que: ―el apercibimiento impuesto no tiene

otro sentido que el de hacer saber a la persona de que se trata las

consecuencias que se seguirán de determinados actos u omisiones suyos, que

es uno de los significados usuales del término apercibir […] Tal apercibimiento

no tiene naturaleza sancionadora361‖. A lo que se agrega que, ―el hecho de que

deban ser impetradas a través de un procedimiento sancionador no modifica su

naturaleza no sancionadora362‖.

Medidas Indemnizatorias.

360 Idem., p. 69.

361 Idem., p. 69.

362 Cfr. Idem., p.69.

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341

Aquí se comprenden, por ejemplo, aquellas medidas que obligan a

determinadas empresas a otorgar compensaciones a sus usuarios, tal como

ocurre en el artículo 16B de la Ley 18.410363.

Medidas Provisionales impuestas por una autoridad administrativa en el

ejercicio de sus facultades legales.

Las medidas provisionales, tratadas en el artículo 32° de la Ley N°

19.880 de ―Bases de los procedimientos administrativos que rigen los actos de

los órganos de la Administración del Estado‖, constituyen una serie atribuciones

legales que permiten a la Administración precaver de manera provisional una

situación de importe perjudicial para los intereses generales, medidas que

incluso pueden ser aplicadas antes de la iniciación del procedimiento

administrativo. Son medidas de carácter provisional, temporal y no definitivas,

por tanto, estas medidas son adoptadas mientras se espera la resolución

definitiva del asunto principal y están orientadas a asegurar la eficacia de la

resolución final del asunto. Evidentemente, su carácter provisional las diferencia

de las demás medidas administrativas que resuelven una cuestión de manera

definitiva y se satisfacen a sí mismas.

363 Cfr. Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys, pp. 207 – 210.

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342

Normalmente, las medidas provisionales han sido establecidas en la Ley

con una formulación más bien genérica. Esto lo podemos ver al dar lectura al

artículo 32° de la Ley N° 19.880, al artículo 3° N° 22 de la Ley N° 18.410 y

respecto del artículo 48° de la Ley N° 20.417. Así por ejemplo, la

Superintendencia de Bancos e Instituciones financieras presenta amplias

atribuciones para adoptar las medidas que sean necesarias para: ―regularizar la

situación de un banco antes de llegar a su disolución, la designación de un

inspector delegado en caso de rebeldía para cumplir con lo ordenado por la

Superintendencia o también en caso que de que el banco estuviese en riesgo

de estabilidad económica364‖.

Asimismo, las medidas provisionales tienen por finalidad básica evitar o

hacer cesar una conducta o situación dañosa respecto de bienes jurídicamente

protegidos, como lo son: el medio ambiente; la salud pública; la provisión

permanente e ininterrumpida de un servicio público; entre muchos otros. En

este sentido, por esencia, su aplicación debe fundamentarse en razones de

interés público y su intensidad debe ser proporcional a los fines perseguidos.

Así, la Administración, al intervenir frente a un administrado, no debe causar un

gravamen mayor al que se pretende evitar, de manera que deben preferirse

aquellas medidas alternativas que afecten en menor medida los derechos de los

administrados. Por estos motivos, el mismo artículo 32° de la Ley citada señala

364 Idem. CAMACHO CEPEDA, Gladys, pp. 207–210.

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343

los límites frente a la imposición de estas medidas, pues: ―no se podrán adoptar

medidas provisionales que puedan causar perjuicio de difícil o imposible

reparación a los interesados, o que impliquen violación de derechos amparados

por las leyes‖. En consecuencia, la adopción de una medida provisional debe

corresponderse con un: ―ejercicio legítimo de los poderes de policía del

Estado365‖ y por tanto, se proscribe su utilización arbitraria, abusiva o

discriminatoria. De tal manera que debemos entender que estas medidas por

ningún motivo deben ser empleadas para fines de punición, de represión o de

castigo sino que han sido creadas para precaver efectos perniciosos en los

intereses generales de la nación, en el orden público o en la seguridad interna

de la nación.

Por último, debemos destacar lo interesante que resulta la solución

lograda por la Ley N° 20.417 pues introduce la necesidad de requerir la

intervención judicial previa para impetrar las medidas provisionales de carácter

más grave (o con un mayor contenido de gravamen), medida que también corre

365 PRIETO, María José. “Expropiación indirecta por medidas cautelares en procedimiento

tributario”, en Revista chilena de Derecho, vol. 39 N° 3, diciembre, año 2012, pp. 809. Según la autora, la Administración tiene poderes específicos para regular las actividades económicas dentro de un País. Esta actividad regulatoria constituye una actividad administrativa legítima, común en todos los Estados, sin embargo, una medida puede pasar a ser indirectamente expropiatoria y producir responsabilidad del Estado por la conducta de sus entes regulatorios. En opinión del autor citado, este análisis debe efectuarse en base a la ponderación de los siguientes criterios: i) el contexto que rodea la aplicación de la medida ii) la gravedad de sus consecuencias; iii) la extensión de los efectos; iii) el carácter de las medidas; y iv) la eficacia de las mismas. Por consiguiente, la expropiación es un ejercicio legítimo de la soberanía de un Estado siempre y cuando: ―responda a finalidades de protección del interés público y se otorgue una compensación justa y oportuna‖. Para más información, véase: pp. 809 – 817 de la obra citada.

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344

para ciertas Sanciones Administrativas. A nuestros ojos, nos parece que esta

modalidad operacional constituye una buena y sana práctica legislativa.

Medidas de Restablecimiento de la Legalidad Corrompida366.

Estas medidas se enmarcan dentro del grupo que la doctrina española

ha denominado como: ―Actos de Gravamen de Restablecimiento de la

Legalidad367‖. Estas medidas no implican la imposición de un castigo pues

están dirigidas a restablecer las cosas al estado anterior a la legalidad

corrompida. Su objeto principal es hacer desaparecer o aminorar los efectos

perniciosos de una acción o actividad. En el fondo, este grupo de medidas

constituyen una de las categorías más amplias, que es capaz de abarcar a

varias de las sub-categorías que ya hemos planteado.

Dentro de este grupo de medidas podemos incluir: “i) órdenes de cierre

de establecimientos o cese de actividades carentes del correspondiente título

administrativo (licencia, concesión) o por otra causa ilegal; ii) la clausura

temporal de una actividad industrial realizada sin licencia de apertura; o iii) el

cierre o suspensión de funcionamiento de un centro sanitario hasta que cuente

366 Op. Cit. REBOLLO PUIG, Manuel y otros, pp. 67-74. Nosotros agregamos a esta

clasificación, con ayuda de la doctrina comparada a aquellas medidas de restablecimiento de la legalidad corrompida y a las medidas destinadas a evitar la lesión de los intereses generales. 367

Idem., p. 67 y ss.

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con las autorizaciones necesarias para entrar en funcionamiento368‖, tal como

ocurre: ―cuando se ordena la demolición de edificios construidos ilegalmente y

no legalizables369‖. Por cierto, este último ejemplo representa un caso de:

―restablecimiento de la realidad física ilícitamente alterada‖. En este escenario,

la obra construida carece de permiso o habilitación legal, por lo que se entiende

que su construcción significa una actividad que nunca debió haber sido iniciada,

de manera que la legalidad corrompida solo puede repararse interfiriendo en la

realidad física, destruyendo la obra. Por consiguiente, estas razones habilitan a

la Administración para perseguir destrucción física del bien ilícitamente

construido, pues es la única manera posible para restablecer las cosas al

estado anterior al acaecimiento de su corrupción física. Por otra parte, es

evidente que los otros ejemplos dicen relación con una influencia en el plano

jurídico o ideal, tal como ocurre cuando se revoca una licencia de

funcionamiento. En efecto, en estos casos no debe destruirse o modificarse la

realidad física sino que basta con una orden de prohibición, revocación,

modificación, etc.

Medidas para evitar la Lesión de los Intereses Generales.

368 Idem., p. 67.

369 Idem., p. 68.

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Dentro de este grupo de medidas se contienen aquellas que la autoridad

administrativa adopta con miras de prevenir un mal mayor y así: “evitar la lesión

de los intereses generales‖. Haciendo una lectura de la jurisprudencia de los

Tribunales de Justicia españoles podemos sacar algunos ejemplos, como

cuando: “por la detección de sustancias no permitidas, fuera retirada la carne de

la res del mercado, pues no constituye esta medida, de estricta prevención

sanitaria, sanción alguna al infractor370‖.

Por tanto, estas medidas se adoptan con el fin de evitar que un peligro

potencial que derive en real, a modo de prevenir el daño que aquello supondría

para el sistema social y económico. Así ocurre cuando Superintendencia

interviene preventivamente a una entidad financiera que potencialmente pueda

caer en insolvencia a modo de evitar daños futuros al propio agente económico,

a sus clientes y al sistema financiero en general.

4.8.1. La diferenciación entre medidas sancionadoras y no-

sancionadoras en la jurisprudencia de los Tribunales de Justicia chilenos.

Volviendo al plano nacional, y tomando en consideración la opinión de la

profesora Gladys CAMACHO, podemos notar como tímidamente nuestros

370 Idem., pp. 67 – 68.

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347

Tribunales se han pronunciado acerca de la distinción que existiría entre las

Sanciones Administrativas y las medidas administrativas de simple gravamen.

Para estos efectos, resulta esclarecedor el fallo de la Corte Suprema, con

fecha seis de abril del año 2004, que concretamente dispone: ―que la

disposición en cuanto a establecer en lo futuro un sistema de monitoreo

preventivo de fugas en las ciudades de Punta Arenas, Puerto Natales y

Porvenir, no constituye una sanción en los términos que sí lo es la pena

pecuniaria, sino que una medida que busca el resguardo de la seguridad de las

personas y usuarios del servicio, tratando de evitar situaciones de peligro como

la que dio origen a la sanción reclamada, sin que ello signifique tampoco un

trato discriminatorio respecto de la empresa infractora371‖.

A juicio de la profesora Gladys CAMACHO, se puede percibir cierta

tendencia jurisprudencial en orden a concebir con un criterio amplio a algunas

medidas adoptadas por las Superintendencias como la clausura temporal o el

establecimiento de sistemas de monitoreo, negándoles en consecuencia la

naturaleza de sanciones. La fundamentación esgrimida por la Corte, en el

sentido de negarles el carácter sancionador, reside en que, a su juicio, estas

serían medidas adoptadas por la autoridad en cumplimiento de las funciones

371 Causa Rol N° 10.442, en autos Magallanes S.A. con Superintendencia de Electricidad y

Combustibles.

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348

que le encomienda la Ley para prevenir situaciones que pudiesen afectar un

interés público superior. De esta forma, la profesora Gladys CAMACHO

concluye que: ―este grupo de medidas estaría integrado por aquellas medidas

encaminadas a velar por la seguridad de las personas, para evitar la

interrupción de un servicio372‖.

Conclusiones.

A modo de conclusión, hemos querido demostrar la importancia que

reviste el trabajo de determinar los deslindes entre las Sanciones

Administrativas y las medidas administrativas de simple gravamen.

Como bien dijimos, tanto la doctrina nacional como la jurisprudencia de

nuestros Tribunales no han profundizado mayormente en esta materia, dejando

mucho camino aún por recorrer. Al efecto, bien nos parece incluir la opinión del

profesor Cristián ROMAN CORDERO, quien ilustra esta situación al expresar

que: ―da la impresión de que toda la discusión nacional, en torno al DAS, ha

partido de la base del supuesto teórico de que toda actuación lesiva desplegada

por la Administración importa una sanción administrativa […] llamativamente, a

no ser por contadas excepciones, nuestra doctrina no ha abordado éste tópico.

De ello es posible inferir que la discusión que ha habido en torno al Derecho

372 Cfr. Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys, p. 210.

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349

Administrativo Sancionador, en específico sobre los principios que lo informan,

ha partido del supuesto –no reconocido expresamente, por cierto- de que

cualquier actuación lesiva desplegada por la Administración importa una

sanción administrativa, produciendo con ello no sólo una hiperinflación del

concepto sino que, además, una ampliación desmedida de la órbita de acción

de los principios del Derecho Administrativo Sancionador, que preciso es

corregir373‖.

Por nuestra parte, consideramos que el juicio del profesor Cristián

ROMÁN CORDERO es correcto, toda vez que como ya vimos, resulta

conveniente realizar una distinción entre las Sanciones Administrativas y otras

medidas administrativas desfavorables, en el entendido de que no corresponde

aplicar el régimen de las primeras a las segundas, y vice versa.

Lamentablemente, solo excepcionalmente algunos autores nacionales se han

encargado de este tema, ni qué decir en lo que atañe a nuestros Tribunales de

Justicia. Extrañamos más pronunciamientos directos sobre la materia, a modo

de que se determine con mayor claridad cuál es el criterio seguido por nuestro

Tribunal Constitucional.

El decir de la jurisprudencia de nuestros Tribunales de Justicia es

profundamente relevante para seguir desarrollando la institucionalidad de

373 Op. Cit. ROMAN CORDERO, Cristián, p. 97.

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350

nuestro Derecho Administrativo Sancionador toda vez que no siempre podemos

contar con precisiones legales suficientes. Por estos motivos, la información

que se recaba del criterio seguido por nuestros Tribunales es vital, realidad que

se condice con las ideas de grandes autores, quienes han tildado al DAS como

una rama del Derecho de creación eminentemente jurisprudencial.

4.9, Existen diversos tipos de Sanciones Administrativas.

A modo simplemente expositivo, hemos de señalar que las autoridades

administrativas, en especial las Superintendencias, pueden imponer una gran

variedad de sanciones, siendo la multa: ―la sanción más común374‖. La misma

opinión ha sido expresada por nuestro TC, para el cual: ―las remociones e

inhabilidades, así como las multas, constituyen las sanciones típicas del

derecho administrativo375‖.

374 Idem., p. 211. La multa ha sido definida como: ―una decisión administrativa que, a

consecuencia de la realización de un ilícito, obliga al sujeto sancionado al pago, mediato o inmediato… de una cantidad de dinero… es impuesta por algún órgano de cualquiera de las administraciones públicas, de acuerdo a las normas del procedimiento administrativo, ya sean las comunes o generales, ya alguna especial. De modo que la imposición de una multa administrativa implica la puesta en marcha de un acto administrativo. Es importante recalcar el carácter de acto administrativo, de donde resulta, por el contrario, que no se trata de un acto jurisdiccional, aunque como tal acto administrativo, la multa tenga luego acceso a la jurisdicción‖. MARTÏN-RETORTILLO BAQUER, Lorenzo. “Multas administrativas”, en Revista de Administración Pública, Madrid, Nº 79, págs. 10, 11 y 12. Este concepto ha sido reconocido en la sentencia Rol N° 1518-09 de nuestro TC. 375

Sentencia del Tribunal Constitucional, Rol N° 1518-2009, considerando 5°.

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351

Favorablemente, la profesora Gladys CAMACHO ha confeccionado un

esquema general acerca de las diversas facultades sancionadoras que la Ley

ha reconocido a las autoridades administrativas y nos brinda la siguiente

enumeración de los diversos tipos de Sanciones Administrativas: a)

Amonestaciones o censuras; b) Multas; c) Suspensión o revocatorias de

autorizaciones o licencias; d) Comiso; e) Clausuras temporales o definitivas

(Revocación de la autorización de existencia o la liquidación forzosa de un

banco por SBIF); y la f) Caducidad de la concesión376‖.

Así, para ilustrar lo anterior, tales facultades sancionadoras se

encuentran contenidas, en mayor o menor medida, en los artículos 16° y 38° de

las Leyes N°s 18.410 y 20.410 respectivamente.

4.10. Criterios Legales para determinar la intensidad de la Sanción

Administrativa.

También a modo expositivo, podemos señalar que en variadas

oportunidades el Legislador se ha preocupado por introducir ciertos criterios

para determinar la intensidad de las Sanciones Administrativas. Esta situación

puede apreciarse en las leyes N°s 20.417377, 18.410378 o en el D.L. 3528379.

376 Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys, p. 211.

377 Ley N° 20.417, artículo 40: ―para la determinación de las sanciones específicas que en

cada caso corresponda aplicar, se considerarán las siguientes circunstancias: a) La importancia

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352

En este sentido, nos parece provechoso mostrar el esquema elaborado

por la profesora Gladys CAMACHO, quien al hacer un análisis de la normativa

sectorial relativa a las Superintendencias, aúna dichos criterios y genera una

sistematización para modular la intensidad de las Sanciones Administrativas: “a)

La importancia del daño causado; b) El peligro ocasionado; c) El porcentaje de

usuarios afectados; d) El beneficio económico obtenido; e) La intencionalidad; f)

La conducta anterior; g) La capacidad económica del infractor380‖.

Indudablemente, estos elementos deben ser considerados por la

Autoridad Administrativa correspondiente en el marco de un Procedimiento

del daño causado o del peligro ocasionado. b) El número de personas cuya salud pudo afectarse por la infracción. c) El beneficio económico obtenido con motivo de la infracción. d) La intencionalidad en la comisión de la infracción y el grado de participación en el hecho, acción u omisión constitutiva de la misma. e) La conducta anterior del infractor. f) La capacidad económica del infractor. g) El cumplimiento del programa señalado en la letra r) del artículo 3º. h) El detrimento o vulneración de un área silvestre protegida del Estado. i) Todo otro criterio que, a juicio fundado de la Superintendencia, sea relevante para la determinación de la sanción‖. 378

Ley N° 18.410, artículo 16, inciso final: ―para la determinación de las correspondientes sanciones, se considerarán las siguientes circunstancias: a) La importancia del daño causado o del peligro ocasionado. b) El porcentaje de usuarios afectados por la infracción. c) El beneficio económico obtenido con motivo de la infracción. d) La intencionalidad en la comisión de la infracción y el grado de participación en el hecho, acción u omisión constitutiva de la misma. e) La conducta anterior. f) La capacidad económica del infractor, especialmente si se compromete la continuidad del servicio prestado por el afectado‖. 379

D.L. N° 3528, artículo 28, inciso final: ―el monto específico de la multa a que se refiere el número 2) (Multa a beneficio fiscal), se determinará apreciando fundadamente la gravedad y las consecuencias del hecho, la capacidad económica del infractor y si éste hubiere cometido otras infracciones de cualquier naturaleza en los últimos 24 meses. Esta circunstancia no se tomará en consideración en aquellos casos en que la reiteración haya determinado por sí sola el aumento de la multa básica‖. 380

Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys, p. 211. Llama la atención que la circunstancia contenida en letra g) no tenga relación con las características o la intensidad de la infracción, vinculación que si se presenta en los casos anteriores. Su justificación pareciera residir en que una persona con mayor capacidad económica tiene más medios para evitar un actuar ilícito, lo que aumentaría el grado de reproche de su conducta. Sin embargo, quedan serias dudas respecto de una posible violación del principio de igualdad.

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353

Administrativo Sancionador y forman parte del proceso de motivación y

fundamentación que siempre debe estar presente en el contenido Acto

Administrativo sancionatorio (Resolución Administrativa de Sanción).

Sin embargo, y sin obviar la gran importancia que reviste la

fundamentación administrativa, aún pueden observarse ciertos rasgos de

discrecionalidad en el proceso de adopción de las resoluciones administrativas

sancionatorias. Así es como ocurre, por ejemplo, al momento de decidir el

importe o la cuantía de una multa. Esta situación no es irrelevante, sobre todo si

se considera que es el mismo órgano administrativo el que persigue la

responsabilidad administrativa y al mismo tiempo aplica la sanción

correspondiente. En este entendido, el órgano administrativo no es ni orgánica

ni teóricamente un sujeto imparcial, toda vez que de ninguna manera no puede

ser considerado como un tercero ajeno a la controversia, pues sin duda está

directamente implicado tanto en el desarrollo como en el resultado del

procedimiento.

Por su parte, y en lo relativo a la determinación de la cuantía de la multa,

la técnica legislativa que más se repite en nuestro sistema está orientada a

configurar segmentos o rangos dentro de los cuales la Administración puede

moverse y determinar el monto de la Sanción. Así por ejemplo, muchas veces

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354

dichos rangos están determinados por la gravedad de la infracción (gravísima,

grave o leve), tal como ocurre en las Leyes N° 20.417381, 18.410382, entre otras.

Al respecto, es interesante mostrar que en el Derecho Comparado se

contemplan normas dirigidas a establecer parámetros objetivos para determinar

la cuantía de la multa: ―como el establecimiento de algunas variables que

permitan cuantificar la magnitud de la falta, de tales como: la energía no

suministrada, el tiempo indisponible, la desviación respecto de un índice de

calidad de servicio, etc.383‖.

381 Ley 20.417, artículo 39: ―la sanción que corresponda aplicar a cada infracción se

determinará, según su gravedad, dentro de los siguientes rangos: a) Las infracciones gravísimas podrán ser objeto de revocación de la resolución de calificación ambiental, clausura, o multa de hasta diez mil unidades tributarias anuales. b) Las infracciones graves podrán ser objeto de revocación de la resolución de calificación ambiental, clausura, o multa de hasta cinco mil unidades tributarias anuales. c) Las infracciones leves podrán ser objeto de amonestación por escrito o multa de una hasta mil unidades tributarias anuales‖. 382

Ley 18.410, artículo 15: ―para los efectos de la aplicación de las sanciones a que se refiere el inciso anterior, las infracciones administrativas se clasifican en gravísimas, graves y leves‖. El cual debe relacionarse con su artículo 16º A, el cual dispone que:―sin perjuicio de las sanciones que establezcan leyes especiales, las infracciones tipificadas precedentemente (artículo 16) podrán ser sancionadas con: 1.- Multa de hasta diez mil unidades tributarias anuales, revocación de autorización o licencia, comiso o clausura, tratándose de infracciones gravísimas, conforme a lo establecido en el artículo 15; 2.- Multa de hasta cinco mil unidades tributarias anuales, revocación de autorización o licencia, comiso o clausura, tratándose de infracciones graves, de acuerdo con el artículo antes citado, y 3.- Multa de hasta quinientas unidades tributarias anuales o amonestación por escrito, tratándose de infracciones leves‖. 383

En palabras de Hugh RUDNICK y otros: ―en derecho comparado, encontramos algunos ejemplos donde se ha avanzado en objetivar el montante de la multa. Las normativas sancionadoras –según sostiene un estudio sobre los esquemas de sanciones en mercados eléctricos- en países como Argentina, Nueva Zelanda e Inglaterra-Gales han incorporado criterios de valoración vinculados a la infracción, como el establecimiento de algunas variables que permitan cuantificar la magnitud de la falta de tales como energía no suministrada, tiempo indisponible, desviación respecto de un índice de calidad de servicio, etc.‖. RUDNICK, Hugh, MOCÁRQUER, Sebastián, CERDA, Sebastián, “Propuestas sobre Sanciones y Multas en el Mercado Eléctrico Chileno”, Revista de Derecho Administrativo Económico, N° 14, año 2005, p. 49.

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355

Lamentablemente, no podemos decir que la situación sea análoga en el

sistema jurídico chileno, sin embargo, es probable que en un futuro nuestro

ordenamiento se ajuste a dichas prácticas legislativas. Su adopción podría traer

variados beneficios para nuestro sistema jurídico, pues funcionaría como una

forma de objetivar el procedimiento de determinación de la cuantía de las

sanciones pecuniarias.

Conclusiones.

A modo de conclusión, no debemos olvidar que las normas relativas al

DAS se encuentran desperdigadas en nuestro sistema jurídico, toda vez que

cada cuerpo legal ha sido formulado de forma personalizada y especializada, de

acuerdo con las particularidades del sector regulado. Por tanto, difícilmente

podemos observar intentos legislativos encaminados a generar vinculaciones

orgánicas entre uno y otro cuerpo normativo.

No obstante lo anterior, en la práctica pueden observarse varias

similitudes entre los diversos cuerpos de DAS. En muchos casos se han

utilizado técnicas legislativas que se han hecho usuales y comunes en materia

de Derecho Administrativo Sancionador. Sin embargo, es triste que no podamos

sacar de ellas mayores conclusiones sistémicas o de aplicación general. La

verdad es que dadas las características particulares del DAS, el Legislador ha

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356

optado por atribuir potestades sancionadores a cada órgano administrativo de

manera personalizada. Por estos motivos, el DAS se ha construido como un

entramado de normas complejo, especializado, y provisto de normas de gran

precisión jurídica en cada sector regulado.

5. Del Procedimiento Administrativo Sancionador.

5.1. Aspectos generales.

En doctrina, comúnmente se hace una distinción entre normas jurídicas

sustantivas o materiales y normas jurídicas adjetivas o procesales. Cuando nos

referimos al Derecho Administrativo Sancionador Adjetivo, nos estamos refiriendo

a las normas dedicadas a regular los procedimientos administrativos

sancionadores, que son un complemento esencial para el ejercicio de las

potestades sancionatorias de la Administración. Así, según ha declarado nuestro

TC, dentro de este grupo de normas podemos dilucidar al menos tres funciones

de gran relevancia:

i) Sirven para la correcta determinación de los hechos y de las

circunstancias personales del afectado;

ii) Garantizan el derecho a defensa de las personas; y

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357

iii) Las normas procedimentales sirven como un medio para asegurar el

goce efectivo y seguro de los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Como podemos apreciar, las normas procedimentales revisten una enorme

importancia dentro de nuestro sistema y distan mucho de ser simples reglas

formales o meramente ceremoniales. En efecto, la tendencia hoy en día es

considerar a los procedimientos administrativos sancionadores como una garantía

para la protección efectiva de los derechos de los particulares, toda vez éstos

significan un mecanismo muy útil para regular la forma correcta en la que deben

ser ejercidas las facultades sancionadoras de la Administración. De manera que,

cuando se exige a la Administración iniciar y seguir un procedimiento

administrativo sancionador, en términos racionales y justos, precisamente lo que

se pretende regular es el recto ejercicio de estas potestades384.

Asimismo, resulta trascendental el reconocimiento que hace el

ordenamiento jurídico a los derechos del particular afectado, en donde se incluyen

variadas protecciones, como por ejemplo: la práctica de una debida notificación al

384 Ciertos autores plantean que constituye una característica esencial del procedimiento

sancionador el equilibrar: ―la garantía de protección de los intereses públicos, que son los de

todos los ciudadanos convivientes en sociedad, dañados por el hecho infractor, y la garantía de

asegurar los derechos del administrado‖. AGÚNDEZ FERNÁNDEZ, Antonio. “Las

administraciones Públicas y el procedimiento administrativo común. Ley 30, de 26 de noviembre

de 1992. Comentarios y Jurisprudencia”, Editorial Comares, 3° Edición, año 2010, pp. 582 y

583.

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358

administrado; la presunción de su inocencia; el reconocimiento del derecho a

defensa del administrado (descargos); y del derecho al acceso libre a la justicia

(derecho a la acción jurisdiccional); entre otras garantías.

Por otra parte, un aspecto trascendental implica el reconocer que nuestra

Legislación exige que las decisiones emitidas por la autoridad administrativa

competente sean fundadas385, lo que impide a la Administración adoptar

decisiones de plano o sin motivación: ―aún cuando exista un control judicial

posterior386‖. De esta manera, se exige al órgano administrativo fundar sus

resoluciones en base a los argumentos fácticos, los que deben haber sido

debidamente recabados dentro de los procedimientos de fiscalización e

investigación, además de los argumentos de tipo jurídico, con el fin de evitar la

adopción de decisiones de carácter arbitrario, o la irrupción de elementos

385 Cabe tener presente el criterio utilizado en la sentencia del TC Rol N° 747 del año 2007,

en la cual se declara la inaplicabilidad por inconstitucionalidad del art. 539° del Código Orgánico de Tribunales, que posibilitaba a las Cortes de Apelaciones para resolver ciertos asuntos de plano. Se resuelve en definitiva, que dada las características sensibles y trascendentales de la materia en cuestión, se requiere la realización de una relación pública y oír a la parte requirente, a modo que dicho procedimiento pueda ser considerado como racional y justo. 386

Op. Cit. CORDERO QUINZACARA, Eduardo. “Sanciones administrativas y mercados regulados”, p. 136. El autor citado concluye que: “por su parte, según nuestra legislación, toda decisión formal de la administración ha de ser fundada [art. 44° Ley N° 19.880], es decir, debe expresar los motivos de hecho y de derecho que le sirven de fundamento y en estos procedimientos pueden intervenir no solo los titulares de derechos, sino también los titulares de intereses individuales o colectivos [art. 16° de la misma Ley, relacionado con el artículo 8° CPR y con la Ley N° 20.285 sobre acceso a la información pública], bajo una regla amplia de publicidad y de acceso a la información, así como de impugnabilidad de tales actos [art. 15° Ley N° 19.880]”.

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359

abusivos o ilegales en el transcurso del procedimiento para la imposición de una

Sanción Administrativa387.

De forma consecuente con lo que hemos expuesto, nuestro Tribunal

Constitucional ha considerado que el establecimiento, por Ley, procedimiento

administrativo sancionador, consiste en un presupuesto esencial para el ejercicio

de facultades sancionadoras por la Administración388. En diversas oportunidades,

el mismo Tribunal, al ejercer un control preventivo de constitucionalidad de

algunas Leyes, ha objetado la falta de un procedimiento administrativo

387 Esclarecedoras resultan las palabras que nos brinda el profesor Iván ARÓSTICA

MALDONADO, en torno a la necesidad de fundamentar las decisiones administrativas: ―Que todo acto de la Administración debe obedecer a un fundamento y justificación de hecho, para no ser tildado de arbitrario e ilegal, es tema pacífico tanto en la jurisprudencia administrativa y judicial como en la buena doctrina nacional. Siendo apenas de recordar que en el ordenamiento sólo el propietario está facultado para ―disponer arbitrariamente‖ (artículo 582 Código Civil): el dueño (respecto a las cosas de su dominio) es el único que puede decir ―así lo quiero, así lo ordeno; valga mi voluntad por razón‖. Pero que ello no puede hacerlo una autoridad que gobierna personas libres, tal como proclama de entrada la Constitución (artículo 1º inciso 1º), precisamente porque los sujetos no pueden ser objeto de dominio y comoquiera que la libertad consiste –negativamente– en no tener dueño. Y no querríamos decir mucho más, por miedo a caer en barroquismos. […]. Mas, como la autoridad siempre debe decidir merced a una ―discriminación no arbitraria‖, entre diferentes alternativas que poseen una misma posibilidad dentro de cierto contexto dado, ello la pone en el imperativo de fundamentar y justificar, con razones de hecho, la opción elegida: por qué tomó tal camino y descartó aquel otro. Esto, aplicado al hacer un juicio de realidad en fase de control, se traduce en preguntar qué motivo la condujo a sancionar o a negar la absolución. ¿En cuáles pruebas fiables, validadas por ceremoniales ajustados a derecho, se apoyó la autoridad para dar por probado el hecho imputado al infractor? ¿Hay o no discrepancia entre lo afirmado y la realidad? ¿Cuánta verdad y comprensión hay en el relato del episodio que sustenta la decisión tomada?‖. ARÓSTICA MALDONADO, Iván. “El motivo de Hecho en las Sanciones Administrativas: notas sobre procedimiento, fundamento y justificación”, en “Contraloría General de la República: 85 años de vida institucional (1927 – 2012), Conmemoración por su 85° Aniversario de vida institucional, año 2012, p. 233. 388

En opinión del profesor CORDERO QUINZACARA, el TC: ―nos ha señalado que el procedimiento administrativo debe estar regulado por la ley, lo cual no impide la colaboración reglamentaria. así, constituye un deber del legislador establecer este procedimiento a la luz de las exigencias constitucionales, sin perjuicio de la aplicación supletoria de la Ley nº 19.88055, como de la aplicación directa de las normas constitucionales que rigen a este respecto (artículo 19 nº 13 vinculado con el artículo 6º)‖.Idem., p. 136.

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360

sancionador que dirija, ordene y regule la forma en la que se aplica una Sanción

Administrativa. Así por ejemplo, el TC, ejerciendo el control preventivo de

constitucionalidad de la actual Ley N° 19.884, ha sido claro al señalar, en su

sentencia con Rol N° 376 de 17 de junio del año 2003, que : ―el artículo 19 N° 3 de

la Constitución consagra el principio general en la materia, al imponer al legislador

el deber de dictar las normas que permitan a todos quienes sean, o puedan ser,

afectados en el legítimo ejercicio de sus derechos fundamentales, ser emplazados

y tener la oportunidad de defenderse de los cargos que le formule la autoridad

administrativa. Fluye de lo anterior, lógicamente, que la voluntad del Poder

Constituyente es que la Ley contemple los preceptos que resguarden el goce

efectivo y seguro de estos derechos‖. Así, el Tribunal, al continuar el examen de

constitucionalidad de la citada Ley, determinó la inconstitucionalidad de las

normas que establecían Infracciones y Sanciones Administrativas pues consideró

del todo relevante que dicho cuerpo legal no contemplaba procedimiento

administrativo sancionador alguno.

Además, el mismo Tribunal se pronunció, al menos indirectamente, acerca

de las características esenciales que deben presentarse en un procedimiento

administrativo sancionador. En efecto, pasó a concluir que: ―en el citado Proyecto

de Ley no se contempla un procedimiento:

i) que permitiera al afectado una adecuada defensa de sus derechos;,

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361

ii) en sede administrativa;

iii) en forma previa a la imposición de las sanciones que se

establezcan389”.

Más aún, el mismo Tribunal determinó también que el Legislador tiene la

obligación constitucional de asegurar la protección y la defensa jurídica de los

derechos fundamentales de las personas, por lo que la instauración de un

procedimiento administrativo sancionador resulta vital para conseguir la función y

los fines que se le han encomendado: ―Que, del examen de las disposiciones

transcritas en el considerando anterior, se desprende que, en ninguna de ellas, se

contempla un procedimiento que permita al afectado una adecuada defensa de

sus derechos, en sede administrativa, en forma previa a la imposición de las

sanciones que en cada caso se establecen. Que resulta evidente en

consecuencia que el Legislador ha dejado de cumplir con la obligación que el

Poder Constituyente le impone, de dictar las normas tendientes a asegurar la

protección y defensa jurídica de los derechos fundamentales de quienes se

encuentren comprendidos en las situaciones que, de acuerdo con las

389 Sentencia del Tribunal Constitucional rol 376-2003, al ejercer el control preventivo de

constitucionalidad de la Ley N° 19.884 sobre “Transparencia, Límite y Control del Gasto Electoral”, declaró la inconstitucionalidad de los preceptos que contenían sanciones administrativas, en razón de la ausencia de un procedimiento administrativo sancionador que rigiera su imposición. Lo mismo ocurrió a propósito del proyecto de Ley que venía a regular la Unidad del Análisis Financiero, en su sentencia Rol 389, de 28 de octubre de 2003. Apud. Mensaje N° 541-350 de 25 de marzo del año 2004. Por último, en sentencia del TC, rol N° 1.413 de 2010, en su considerando 26°, se objeta el hecho de que “[en ninguna de las disposiciones contenidas en la Ley N° 18.175, "Ley de Quiebras"], se contempla un procedimiento que permita al afectado una adecuada defensa de sus derechos, en sede administrativa, en forma previa a la imposición de las sanciones que en cada caso se establecen‖.

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362

disposiciones indicadas, determinan la imposición de una sanción. A mayor

abundamiento, lo recién advertido por este Tribunal puede lesionar el ejercicio de

los derechos comprometidos, circunstancia que pugna con las garantías que, en

los incisos primero y segundo del numeral tercero, del artículo 19°, la Carta

Fundamental consagra resguardarlos390‖. En la misma línea se muestran las

sentencias del Tribunal Constitucional Roles N°: 389-03 y 1602-10.

En conclusión, debemos entender que el procedimiento administrativo

sancionador es un presupuesto absolutamente indispensable para concebir la

existencia de potestades sancionadoras administrativas. Es más, pues como

vimos, al Legislador le cabe la responsabilidad, por imperativo constitucional, de

confeccionar un procedimiento idóneo para garantizar los derechos

fundamentales de los ciudadanos, frente al ejercicio de las potestades

sancionatorias administrativas.

En este sentido, resulta esclarecedor lo concluido por nuestro Tribunal

Constitucional en su sentencia con Rol N° 437-05, criterio que ha vuelto a reiterar

en su sentencia de Rol N° 1518-09: ―Que este Tribunal ha reconocido la

importancia del procedimiento administrativo como garantía para los derechos de

las personas. En primer lugar, porque lo ha considerado una manifestación de lo

establecido en el artículo 19 N° 3 de la Constitución. Así ha señalado: ―Que, de lo

390 Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 376-03.

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363

razonado en los considerandos precedentes, fluye que los principios del artículo

19 Nº 3 de la Constitución, en la amplitud y generalidad ya realzada, se aplican,

en lo concerniente al fondo o sustancia de toda diligencia, trámite o procedimiento,

cualquiera sea el órgano estatal involucrado, trátese de actuaciones judiciales,

actos jurisdiccionales o decisiones administrativas en que sea, o pueda ser,

afectado el principio de legalidad contemplado en la Constitución, o los derechos

asegurados en el artículo 19 Nº 3 de ella, comenzando con la igual protección de

la ley en el ejercicio de los atributos fundamentales. Además y de los mismos

razonamientos se sigue que los principios contenidos en aquella disposición

constitucional rigen lo relativo al proceso racional y justo, cualquiera sea la

naturaleza, el órgano o el procedimiento de que se trate, incluyendo los de índole

administrativa, especialmente cuando se ejerce la potestad sancionadora o

infraccional. Por consiguiente, el legislador ha sido convocado por el Poder

Constituyente a ejercer su función en plenitud, esto es, tanto en cuestiones

sustantivas como procesales, debiendo en ambos aspectos respetar siempre lo

asegurado por la Carta Fundamental en el numeral referido;‖ (STC 437,

21.04.2005). Y 376-03 y 389-03: En segundo lugar, porque debe existir en todos

los procedimientos para no consolidar situaciones jurídicas. En este sentido, ha

señalado: ―Recordemos también que el derecho a la defensa jurídica debe poder

ejercerse, en plenitud, en todos y cada uno de los estadios en que se desarrolla el

procedimiento, en los cuales se podrán ir consolidando situaciones jurídicas

muchas veces irreversibles.‖ (STC 376, 17.06.2003; 389, 28.10.2003)‖.

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364

5.1.1. Ausencia de un Procedimiento Administrativo Sancionador General.

Asombrosamente, el sistema jurídico chileno no presenta un cuerpo

normativo que pase a regular, de manera general, todos los procedimientos

administrativos sancionatorios. Lo más cercano llegó a ser el Proyecto de Ley N°

3799 que: ―establece Bases de los Procedimientos Administrativos

Sancionadores‖, de 25 marzo del año 2004, que lamentablemente vio truncado su

desarrollo Legislativo, encontrándose archivado desde el año 2006.

Así las cosas, el Legislador se ha limitado a crear un sin número de

cuerpos legales especiales, regulando cada situación de manera casuística, con

procedimientos sancionadores específicos, plazos distintos y reglas diversas, sin

que podamos sacar conclusiones generales de ellos más que el uso de técnicas

legislativas que se repiten y se hacen habituales en el Derecho Administrativo

Sancionador. En razón de lo anterior, una técnica usual, al instaurar

procedimientos sancionatorios administrativos, es su creación conforme a

características breves y concentradas, cuya estructura básica se concibe en base

a la siguiente fórmula:

“i) toda sanción aplicada deberá fundarse en un procedimiento;

ii) que se iniciará con la formulación precisa de los cargos;

iii) notificándose al imputado para que presente su defensa;

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365

iv) con un término probatorio y;

v) Una resolución definitiva, que se pronunciará sobre las alegaciones y

defensas del imputado, conteniendo la declaración de la sanción

impuesta o la absolución391‖.

La estructura expuesta es muy similar a la que se contiene en el artículo

18° de la Ley N° 19.880 de: ―Bases de los procedimientos administrativos que

rigen los actos de la administración pública‖ en cuanto dispone que: ―El

procedimiento administrativo es una sucesión de actos trámite vinculados entre sí,

emanados de la Administración y, en su caso, de particulares interesados, que

tiene por finalidad producir un acto administrativo terminal. El procedimiento

administrativo consta de las siguientes etapas: iniciación, instrucción y

finalización‖. Al respecto, cabe agregar que en el mismo artículo 18° se impone la

obligación consistente en que todo procedimiento administrativo debe constar en

un expediente (escrito o electrónico), pasando a regular en los artículos siguientes

otro tipo de aspectos procedimentales de carácter específico.

Por los motivos ya expuestos, resulta relevante hacer un estudio sintético

acerca de la Ley N° 19.880 de: “Bases de los Procedimientos Administrativos que

rigen los Actos de la Administración Pública‖, principalmente debido a su

391 El ejemplo fue sacado del artículo 17° de la Ley N° 18.410, “que crea la

Superintendencia de Electricidad y Combustibles”.

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366

establecimiento como Ley de bases y dado su carácter supletorio para todos los

procedimientos administrativos sancionatorios. Dado lo anterior, dicho cuerpo

normativo se erige como un elemento común para todas las materias

administrativas sancionatorias, lo que nos sirve como argumento para considerar

la existencia de un vínculo basal, que sirve de vínculo jurídico y une de cierta

forma todo el sistema de normas que involucran la aplicación de Sanciones

Administrativas.

5.1.2. Ley N° 19.880, de “Bases de los Procedimientos Administrativos que

rigen los Actos de la Administración Pública‖.

La Ley N° 19.880 de: “Bases de los Procedimientos Administrativos que

rigen los Actos de la Administración Pública‖ surge del proyecto de Ley

presentado en el año 1992, el cual recibe materialización jurídica con su

publicación en el Diario Oficial el día 29 de Mayo del año 2003392. Este cuerpo

normativo viene a regularizar el procedimiento para la adopción de todos los

Actos de la Administración del Estado, sin perjuicio de que aún existen viejas

normativas que no han perdido su vigencia, como ciertas regulaciones

392

En palabras del profesor Alejandro VERGARA BLANCO: ―el antecedente inmediato de esta Ley es un Anteproyecto de Ley de Procedimiento Administrativo redactado por la Comisión Nacional de Reforma Administrativa (CONARA), que trabajó sostenidamente en el tema entre los años 1974 a 1980”. VERGARA BLANCO, Alejandro, “Panorama General del Derecho Administrativo Chileno”, pp. 136 y ss. Del libro: “El Derecho Administrativo Iberoamericano”, del Instituto de Investigación Urbana y Territorial, dependiente del Ministerio de Administraciones Públicas, Editorial INAP de España, director Santiago González-Varas Ibáñez, N° 9, año 2005, p. 144.

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367

procedimentales que hace la Ley N° 18.575 de: “Bases Generales de la

Administración del Estado393‖. En efecto, y en palabras de Nicolás ENTEICHE

ROSALES: ―el objeto de la Ley de Procedimiento Administrativo es especificar

el artículo 7º constitucional, detallando cómo actúa la Administración del

Estado, en otras palabras, desarrolla la forma o procedimiento por el cual se

emiten actos administrativos394‖.

Por consiguiente, la presente normativa legal nos sirve para acercarnos

al estudio de los procedimientos administrativos sancionadores, dado que la

aplicación de una Sanción Administrativa es, en esencia, un acto jurídico

decisorio, emanado de la Administración del Estado.

5.1.2.1. Aspectos Relevantes de la Ley N° 19.880.

Estructura.

i. El Capítulo I: “Disposiciones Generales”, nos brinda ciertas definiciones

importantes, como la de Acto Administrativo y fija ciertos principios que

informan al procedimiento administrativo.

393 Cfr. Idem., p. 144.

394 Op. Cit. EINTICHE ROSALES, Nicolás, p. 497.

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368

ii. El Capítulo II: “El Procedimiento Administrativo”, pasa a definir en qué

consiste el procedimiento administrativo, establece sus intervinientes,

regula los plazos, entre otros aspectos del procedimiento.

iii. El Capítulo III: “De la Publicidad y Ejecutividad de los Actos

Administrativos”, establece reglas acerca de las Notificaciones, la

obligación de publicación de los Actos Administrativos en el Diario Oficial,

la Ejecución de los Actos Administrativos y determina la vigencia del

Principio de Irretroactividad de los Actos Administrativos.

iv. El Capítulo IV: “Revisión de los Actos Administrativos”, se explaya acerca

los Principios Generales, consagrados en los artículos 5° y siguientes de

la misma Ley. Estos son: el de escrituración; gratuidad; celeridad;

economía procedimental; de contrariedad, de imparcialidad, de

abstención, de no formalización, de inexcusabilidad, de impugnabilidad,

de transparencia y de publicidad. Por otra parte, también se refiere

acerca de la Invalidación y de la Suspensión del Acto Administrativo, y de

los Recursos Administrativos, como: el Recurso de Reposición; el

Jerárquico; y el Recurso Extraordinario de Revisión. También se refiere

acerca de la Revocación de Oficio de los Actos Administrativos.

v. El Capítulo V: “Disposiciones Finales”, regula ciertos aspectos

específicos y dentro de ellos cabe destacar la regulación de los efectos

del silencio positivo y negativo.

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369

Es una Ley de Bases.

Según su artículo 1°: ―la presente Ley establece y regula las bases de los

procedimientos administrativos especiales. La presente Ley establece y regula

las bases del procedimiento administrativo de los actos de la Administración del

Estado.‖. En opinión de Alejandro VERGARA BLANCO, esta es una técnica

legislativa que implica una “derogación tácita” de toda la normativa antigua que

se muestre contradictoria con las: ―bases regulatorias nuevas395‖. Quedan

derogadas, por tanto, todas las normativas legales y reglamentarias contrarias a

los nuevos estándares básicos determinados por la esta Ley. Así, en palabras

del profesor mencionado: ―el efecto derogatorio de una ley de bases surge,

entonces, de esta premisa: la nueva regulación básica, opera al mismo tiempo

como un mínimo y máximo legal. A partir de ahora todas las leyes han de

cumplir los estándares fijados en la nueva LBPA396‖.

Carácter Supletorio.

395 Idem. Cfr., p. 146. Para el profesor VERGARA BLANCO: “la derogación (como efecto)

cumple la función de salvar las antinomias (contradicciones entre dos preceptos vigentes), en especial el caso de la derogación tácita, contemplada en el artículo 53 del Código Civil: la derogación tácita deja vigente en las leyes anteriores, aunque versen sobre la misma materia, todo aquello que no pugna con las disposiciones de la nueva ley”. En este sentido, todas las normativas antiguas y las nuevas, se nutren por las normas contenidas en la LBPA, manteniéndose sin embargo, aquellas disposiciones especiales de la normativa antigua, que entren en conflicto con disposiciones generales de la nueva. Si ambas normas son especiales, prima el criterio cronológico. 396

Idem., p. 147.

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370

Debemos destacar el carácter supletorio de esta Ley, tal como es

expresado en su artículo 1°: ―En caso de que la Ley establezca procedimientos

administrativos especiales, la presente Ley se aplicará con carácter de

supletoria‖. Este carácter es relevante, sobre todo considerando que el

Legislador se ha encargado de establecer una gran cantidad de procedimientos

especiales, de manera que la Ley N° 19.880 funciona como un mecanismo

integrador de todas las disposiciones a las cuales les haya faltado regular

situaciones básicas o fundamentales de tramitación, como las tratadas en la

Ley en estudio.

Se ha suscitado una gran discusión en la doctrina nacional, acerca de los

limitados efectos que tiene la “Ley de Bases de los Procedimientos

Administrativos” como elemento uniformador de los procedimientos

administrativos en Chile. A decir verdad, en muchas ocasiones pareciera que la

norma tiene características de una simple norma supletoria, sin alcanzar los

fines de una verdadera “Ley de Bases”. En este sentido, la crítica más

contundente implica señalar que una “verdadera Ley de Bases” debiera incluso

pronunciarse acerca de la estructura basal de los procedimientos especiales,

con reglas indisponibles, objetivos que sólo se cumplen de manera parcial, en

algunos pasajes de la Ley N° 19.880397.

397 FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos. “Los Procesos administrativos en el Derecho

Chileno”, en Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, XXXVI, Valparaíso, Chile, año 2011, 1er semestre, p. 257. Para mayor información, puede leerse:

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371

Ámbito de Aplicación.

En cuanto a su ámbito de aplicación, este se encuentra determinado en

su artículo 2° al señalar: ―las disposiciones de la presente Ley serán aplicables

a los ministerios, las intendencias, las gobernaciones y los servicios públicos

creados para el cumplimiento de la función administrativa. También se aplicarán

a la Contraloría General de la República, a las Fuerzas Armadas y a las

Fuerzas de Orden y Seguridad Pública, a los gobiernos regionales y a las

municipalidades‖.

Definición Legal de Acto Administrativo.

El Acto Administrativo es el objeto del Procedimiento Administrativo. El

artículo 3° de la Ley establece una definición legal de Acto Administrativo, y

dispone que: ―para efectos de esta Ley, se entenderá por acto administrativo las

decisiones formales que emitan los órganos de la Administración del Estado en

las cuales se contienen declaraciones de voluntad, realizadas en el ejercicio de

VERGARA BLANCO, Alejandro. “Eficacia derogatoria y supletoria de la Ley de Bases de los Procedimientos Administrativos” y CORDERO VEGA, Luis. “La supletoriedad en la Ley de Bases de procedimientos administrativos: Acto y procedimiento administrativo”, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, pp. 31 – 47 y 49 – 69.

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372

una potestad pública‖. De esta definición, el profesor CORDERO VEGA398 saca

las siguientes conclusiones:

i) Según la Ley N° 19.880, el Acto Administrativo es un acto de decisión.

ii) La decisión debe establecerse por escrito.

iii) Los Actos Administrativos solo pueden emanar de los Órganos de la

Administración del Estado.

iv) Estas decisiones implican el ejercicio de una potestad pública.

Consideramos que es importante desarrollar un estudio más acabado al

respecto, justamente porque las Sanciones Administrativas son impuestas

mediante la dictación de un Acto Administrativo. Por estos motivos revisaremos

cuáles son los alcances de esta aseveración cuando examinemos a los Actos

Administrativos en profundidad.

Definición Legal de Procedimiento Administrativo.

El artículo 18° brinda una definición legal de procedimiento administrativo

y nombra las etapas que lo componen en los siguientes términos: ―El

procedimiento administrativo es una sucesión de actos trámite vinculados entre

398 CORDERO VEGA, Luis. “El Procedimiento Administrativo”, Editorial Lexis Nexis,

Santiago, Chile, año 2003, pp. 50 – 51. Op. Cit. VERGARA BLANCO, Alejandro. “Panorama General del Derecho Administrativo Chileno”, p. 145.

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373

sí, emanados de la Administración y, en su caso, de particulares interesados,

que tiene por finalidad producir un acto administrativo terminal. El procedimiento

administrativo consta de las siguientes etapas: iniciación, instrucción y

finalización‖.

Recursos.

En el párrafo 2° del Capítulo IV se contemplan los Recursos de

Reposición y Jerárquico en el artículo 59° y un Recurso Extraordinario de

Revisión en el artículo 60°. En sus artículos 15° y 54° hace alusión que existen

otros Recursos creados por leyes especiales y hace referencia a aquellos que

actúan en vía jurisdiccional.

Medidas Provisionales.

Como tuvimos la oportunidad de analizar, el artículo 32° dispone que el

órgano administrativo: ―podrá adoptar de oficio o a petición de parte, las

medidas provisionales que estime oportunas para asegurar la eficacia de la

decisión que pudiera recaer‖, las que incluso se pueden aplicar con anterioridad

a la iniciación del procedimiento.

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374

En este sentido, la Ley no hace una enumeración legal y taxativa de

ellas, sino que por el contrario, el Legislador ha optado por introducir un número

abierto, quizás inspirado en la especialidad y complejidad que generalmente

presentan los asuntos de regulación e incidencia administrativa. No obstante lo

anterior, el Legislador ha sido precavido y ha introducido una limitación para la

adopción de tales medidas, toda vez que no deben ser impuestas en cuanto

éstas sean susceptibles de: “causar un perjuicio de difícil o imposible reparación

a los interesados, o que impliquen violación de derechos amparados por las

leyes‖.

Por último, y en lo relativo al carácter provisional de estas medidas,

estas: “se extinguen con la eficacia de la resolución administrativa que ponga fin

al procedimiento correspondiente‖, lo que nos permite distinguirlas de las

Sanciones Administrativas, que son determinadas en la decisión final.

La Ley N° 19.880 no regula específicamente los Procedimientos

Administrativos Sancionadores.

Como podemos apreciar, la presente normativa no regula los

Procedimientos Administrativos Sancionadores, lo que genera serias

consecuencias desfavorables. Por mostrar un ejemplo, nada dice acerca de la

prescripción de las Infracciones o Sanciones Administrativas, pues sólo hace

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375

alusiones genéricas a ellas en su artículo 14°, como elemento para poner

término al procedimiento, y en el inciso tercero de su artículo 43°, en lo relativo

al abandono del procedimiento, así dirá que: ―el abandono no producirá por sí

solo la prescripción de las acciones del particular o de la Administración. En

todo caso, los procedimientos abandonados no interrumpirán el plazo de

prescripción‖. De la misma forma, tampoco regula cuáles son las causales de

extinción de responsabilidad administrativa.

En lo referente a la prescripción, hace falta una regulación general, que

pase a determinar cuál es el funcionamiento de dicha institución en materia

sancionadora administrativa. Como se ha visto en el panorama jurídico

nacional, este ha sido un aspecto que ha provocado grandes discusiones, tanto

en doctrina como en nuestra jurisprudencia.

Por otra parte, el ya mencionado Proyecto de Ley N° 3799 de “Bases de

los Procedimientos Administrativos Sancionatorios399‖, ingresado a tramitación

el año 2004, iba a significar un avance en esta materia, pues hubiera pasado a

regular expresamente varios asuntos relevantes, como por ejemplo: lo que dice

relación con la prescripción de las Infracciones y Sanciones Administrativas,

algunos principios, entre otras situaciones. Lamentablemente, de nada nos sirve

399 Proyecto de Ley ingresado por Mensaje N° 541-350 del año 2004.

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376

su fisionomía jurídica, pues no genera efectos jurídicamente vinculantes, al no

presentar la calidad de Ley.

Sin perjuicio de lo anterior, y para efectos didácticos, mostraremos

algunos de los aspectos más relevantes del citado Proyecto de Ley.

5.1.3. El Proyecto de Ley N° 3799 del año 2004, que pretendía crear las

“Bases de los Procedimientos Administrativos Sancionatorios”.

En principio, varios autores doctrinales, entre ellos, CÁRCAMO

RIGUETTI400 y SALINAS BRUZZONE401, manifiestan que nuestro sistema

jurídico necesita contar con un cuerpo legal que regule los procedimientos

administrativos sancionatorios y lo que es el legítimo ejercicio de la Potestad

Sancionadora de la Administración del Estado. En efecto, la editorial de la

Revista “Gaceta Jurídica” ha señalado que: ―en recientes fallos con decisiones

contradictorias y votaciones divididas acerca de las normativas aplicables a la

prescripción o caducidad de las penas, emanadas de la potestad administrativa

sancionadora, ponen de manifiesto la necesidad de activar el Proyecto de Ley

400 CÁRCAMO RIGUETTI, Alejandro. “La Constitucionalidad y la necesidad del Derecho

Administrativo Sancionador correctivo en el complejo escenario económico moderno”, Revista Gaceta Jurídica, N° 363, p. 10. Apud. GOHURDETT JARA, Romina y ROBLES NÚÑEZ, María. “El Principio de Inocencia en el Derecho Administrativo Sancionador”, Tesis para optar al grado de Licenciado en Ciencias Sociales y Jurídicas, Facultad de Derecho, Universidad de Chile, año 2013, p. 51. 401

SALINAS BRUZZONE, Carlos. “Derecho Administrativo Sancionador: El Régimen Sancionador Eléctrico en Chile”, Editorial Punto Lex Thompson Reuters, año 2010, p. 56. Apud. Op. Cit. GOHURDETT JARA, Romina y ROBLES NÚÑEZ, María, p. 51.

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377

que se encuentra archivado. Es así, como no basta con tener presente que

delito e infracciones administrativas comparten una misma naturaleza como lo

hacen algunos autores, sino que es preciso fundamentar positivamente la

vigencia de cada uno de estos principios, sobre todo en un país como el

nuestro, donde la Administración suele ejercer sus atribuciones punitivas con

absoluta prescindencia de los mismos402‖.

En este sentido, el Proyecto de Ley en cuestión venía a solucionar varios

problemas, algunos que aún se presentan en la actualidad, sin que podamos

decir que haya sido un cuerpo perfecto, toda vez que ha sido objeto de diversas

críticas por buena parte de la doctrina nacional.

5.1.3.1. Elementos más relevantes del Proyecto de Ley.

Una vez expuestas las precisiones anteriores, pasemos a analizar los

elementos más relevantes del presente Proyecto de Ley.

Estructura del Mensaje:

402 Apud. Op. Cit. GOHURDETT JARA, Romina y ROBLES NÚÑEZ, María, EDITORIAL

GACETA JURÍDICA, N° 361, del año 2010, p. 5. p. 51.

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378

El Proyecto de Ley hace una serie de consideraciones previas, antes de

presentar el articulado del cuerpo normativo, así podemos distinguir:

i) Primera Parte: conceptos y elementos de las sanciones

administrativas, junto a la opinión de autores como Jorge BERMÚDEZ

SOTO, Enrique CURY y el autor español Suay RINCÓN.

ii) Segunda Parte: Se efectúa un análisis acerca del Derecho

Administrativo Sancionador, basado en argumentaciones hechas por los

autores españoles Eduardo GARCÍA DE ENTERRÍA y Alejandro NIETO.

Asimismo, se pronuncian acerca del contenido de la sentencia con Rol de

causa N° 244 de 27 de septiembre del año 1996, en cuanto a que los

principios del Derecho Penal deben aplicarse con matices al DAS, en

razón de su pertenencia a un único Ius Puniendi del Estado.

iii) Tercera Parte: Aquí se realiza una distinción entre los principios

sustantivos403 y adjetivos del Derecho Administrativo Sancionador404,

para luego hacer una exposición de estos.

iv) Luego, en una cuarta parte, presenta la sustancia normativa del

referido Proyecto de Ley, cuyo texto se divide en los siguientes títulos:

Título I, “de las disposiciones generales”; Título II, “del ejercicio de la

403 Principios de Legalidad, Irretroactividad, Tipicidad, Proporcionalidad, Responsabilidad

Personal, la prohibición que la sanción administrativa pueda traducirse en privación de libertad y la prescriptibilidad de las infracciones y de las sanciones. 404

Los principios del procedimiento Administrativo Sancionador son, según el Proyecto de Ley: El derecho a defensa y la presunción de inocencia.

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379

Potestad Sancionadora”; Título III, “del procedimiento sancionatorio de la

Administración”; y Título IV, “de los recursos”.

Dado que es un Proyecto de Ley, las consideraciones que en él se

encuentran de ninguna manera son vinculantes, sin embargo, podemos utilizar

ciertos pasajes de su cuerpo para nuestros intereses. De esta manera, haremos

mención de los siguientes puntos:

Ley de Bases y Carácter Supletorio.

El Proyecto de Ley venía a regular: ―las bases de los procedimientos

administrativos, para el ejercicio de la Potestad Sancionadora‖. Asimismo se

agrega que: “en caso que la ley establezca procedimientos especiales, el

procedimiento previsto en la presente ley se aplicará con carácter supletorio‖.

Potestad Sancionadora.

El artículo 1° dispone que el presente Proyecto de Ley regula el ejercicio

de la Potestad Sancionadora atribuida a los órganos de la Administración del

Estado. En su artículo 2° se hace referencia al Acto Administrativo y se remite a

lo dispuesto en los Capítulos I, III y IV de la Ley N° 19.880 para su regulación.

Según el artículo 4°, el ejercicio de la potestad sancionadora corresponde a los

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380

órganos de la Administración, a quienes se les ha atribuido gracias a una

disposición de rango legal o reglamentario. En este punto, consideramos que se

había cometido un error, pues solo cabe a la Ley atribuir potestades

sancionadoras a la Administración. Sin embargo, al parecer, la presente

disposición podría referirse meramente al ejercicio de potestades

sancionadoras, como una alusión al procedimiento, el que, según el mensaje

del mismo “Proyecto de Ley”, puede ser susceptible de ser complementado a

través de la dictación de reglas de menor jerarquía, girando la argumentación

en torno al artículo 60 N° 18 de la Constitución Política de la República, el cual

dispone que solo es materia de Ley el dictar las bases o la estructura esencial

de los procedimientos, lo que abriría la cabida a la colaboración reglamentaria

para especificar el contenido normativo de los mismos.

Por otro lado, cabe hacer presente que la forma del procedimiento

sancionador adopta una estructura semejante a la contenida en la Ley N°

19.880, al dividirlo en una etapa de iniciación405, otra de instrucción406 y una

última de finalización407.

405 El expediente sancionador se inicia por denuncia o de oficio.

406 En ella el organismo instructor formula los cargos de manera precisa, se notifica al

presunto infractor, se reciben los descargos y se abre una fase probatoria si fuere considerado necesario. 407

Aquí se presenta la resolución que pone fin al procedimiento sancionatorio, la que debe ser fundada, resolviendo todas las cuestiones planteadas en el expediente sancionador, declarando la sanción o la absolución del inculpado.

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381

Graduación de las Infracciones.

El artículo 6°, ajustándose a las exigencias del principio de

proporcionalidad, señala que: ―para los efectos de la graduación de la sanción,

las infracciones administrativas que no tengan señalada una clasificación en la

ley, se clasifican en leves, graves y muy graves‖. Lo que debe ser

complementado con el artículo 9° que dispone que: “en la imposición de

sanciones, la Administración deberá guardar la debida adecuación entre la

gravedad del hecho constitutivo de la infracción y la sanción aplicada‖, a lo que

pasa a enunciar una serie de criterios a tener presentes con el objeto de

graduar la magnitud de la sanción408.

Recursos.

Mantiene la vigencia de los recursos de Reposición y Jerárquico

contenidos en la Ley N° 19.880 e incluye el Reclamo de Ilegalidad en el artículo

29°. El fundamento de dicho reclamo debe ser la falta de ajuste del Acto

Administrativo a Ley, a los reglamentos o a las demás disposiciones aplicables

y se deduce ante la Corte de Apelaciones correspondiente. Esta situación

hubiese significado una propuesta general de solución contencioso-

408 Estos son: La existencia de intencionalidad o reiteración; la naturaleza de los perjuicios

causados; la existencia de riesgos o peligro para terceros, derivados de la infracción cometida y la reincidencia.

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382

administrativa, lo cual habría sido bastante útil para unificar y simplificar el

régimen de acciones de impugnación.

Prescripción.

Como ya dijimos, la prescripción ha sido un punto que ha suscitado gran

controversia tanto en la jurisprudencia de nuestros Tribunales de Justicia como

en la doctrina nacional. Este Proyecto de Ley venía a solucionar este problema

y en su artículo 10° dispone los plazos de prescripción al señalar que, a falta de

normas especiales, las infracciones prescribirán en 2 años y las sanciones en 3

años, ―desde la notificación del acto sancionatorio firme‖.

Non Bis in Idem.

El citado Proyecto de Ley también venía a solucionar el problema acerca

del doble castigo y disponía en su artículo 12° que: ―no podrá aplicarse sanción

alguna por hechos que hayan sido previamente sancionados penal o

administrativamente, cuando se acredite la identidad del sujeto, hecho y

fundamento‖.

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383

5.1.4. Necesidad de un Procedimiento Administrativo Sancionador de

aplicación general.

A nuestro parecer, se hace necesaria la creación de un cuerpo normativo

que regule de manera general y uniforme los Procedimientos Sancionatorios

Administrativos. Por un lado, significaría un gran aporte para la seguridad

jurídica, puesto que podría regular y normalizar aspectos tan relevantes como:

la prescripción; las causales de extinción del procedimiento administrativo

sancionador; el reclamo de ilegalidad administrativa; las causales de extinción

de responsabilidad administrativa; entre otros asuntos. Por otra parte, su

creación serviría como un potente mecanismo de vinculación entre las diversas

normativas sectoriales y demás cuerpos legales, lo que habría brindado al

Derecho Administrativo Sancionador más tintes de unidad sistémica en su

concepción como rama del Derecho.

A falta de un Procedimiento Administrativo Sancionador General, la única

forma de integrar sus vacíos legales específicos es mediante la utilización de

normas como la Ley N° 19.880; la Ley N° 18.575, y las demás normas

administrativas que resulten pertinentes. En silencio de aquellas, es menester

hacer uso de los principios y reglas propias del ejercicio del Ius Puniendi del

Estado, extraídas desde el Derecho Penal, operación que por cierto, siempre

debe hacerse en directa concordancia con los lineamientos de la Constitución

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384

Política de la República de Chile. En principio, muchas veces esta es la única

manera de proteger las garantías y los derechos fundamentales de las

personas, lo que constituye un imperativo constitucional.

Lo que hemos aseverado se muestra en la misma línea que lo sostenido

por el profesor Alejandro NIETO quien manifiesta que: ―la aplicación de los

principios penales se justifica únicamente, entonces, por la necesidad de

garantizar los derechos fundamentales del ciudadano en un mínimo suficiente

que impida una desigualdad intolerable de trato entre el afecto a un proceso

penal y el que es objeto de un procedimiento administrativo409‖.

5.2. Del Procedimiento Administrativo Sancionador: Aspectos Especiales.

Recapitulando, hemos dicho que las Sanciones Administrativas son

aplicadas por los órganos de la Administración como fruto del desarrollo de un

Procedimiento Administrativo Sancionador, que culmina con una decisión final

que reviste la forma de un Acto o Resolución Administrativa. Por su parte, los

Actos Administrativos presentan una serie de características y efectos

sumamente especiales, y de gran relevancia, que nos instan a revisar el rol

esencial que les cabe dentro de los Procedimientos Administrativos

Sancionatorios.

409 Op. Cit. NIETO, Alejandro. “Derecho Administrativo Sancionador”, p. 159.

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385

Por otra parte, también pondremos nuestra atención sobre los Recursos

de Impugnación por vía jurisdiccional, ya que forman parte integrante del

sistema global que implica el DAS. En efecto, consideramos que es relevante

hacer un estudio a su respecto, principalmente debido a que nuestro sistema de

DAS carece de un proceso de impugnación judicial de carácter general, eficaz y

eficiente. Muy por el contrario, el Legislador chileno se ha encargado de crear

diversos procesos de impugnación así como también ha designado distintos

Tribunales especiales destinados a conocer de las reclamaciones o acciones

que se impetren en sede jurisdiccional en contra de los Actos Administrativos de

Sanción.

Asimismo, también dedicaremos algunas palabras acerca del rol que le

corresponde a la Contraloría General de la República en los procedimientos de

determinación y aplicación de Sanciones Administrativas. A propósito, resulta

muy importante averiguar si la Toma de Razón es o no un requisito para la

existencia de la Sanción Administrativa o si es un elemento necesario para su

eficacia (validez).

Por último, revisaremos las diferencias sustanciales que existen entre las

Decisiones Administrativas Sancionatorias y las Decisiones Jurisdiccionales. De

manera preliminar podemos notar cómo las primeras no ostentan los ribetes de

permanencia, perdurabilidad e invariabilidad que sí exhiben las segundas. Estas

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386

últimas, naturalmente, son emitidas por un Juez, de carácter independiente e

imparcial, cuya decisión eventualmente adquiere el carácter de cosa juzgada

(una vez que estén ejecutoriadas), lo que convierte a aquella resolución en una

realidad o situación jurídica virtualmente inmodificable y con un eminente

carácter de permanencia en el tiempo.

5.2.1. El Acto Administrativo como Resolución Administrativa.

Para establecer sus decisiones, los órganos administrativos se

pronuncian en la vida jurídica mediante la dictación Actos Jurídicos

Administrativos o Resoluciones Administrativas. Evidentemente, lo mismo

ocurre respecto de las Sanciones Administrativas, puesto que éstas

corresponden al acto de decisión que pone fin al Procedimiento Administrativo

Sancionador. Dedicaremos las siguientes páginas a estudiar los aspectos más

relevantes de los Actos Administrativos a modo de visualizar su influencia en la

configuración de la Potestad Sancionadora de la Administración del Estado.

En un primer acercamiento a la materia, tomaremos prestado el concepto

de Acto Administrativo contenido en el artículo 3°, de la Ley N° 19.880, que:

―establece Bases de los Procedimientos Administrativos que rigen los Actos de

los Órganos de la Administración del Estado‖, que dispone lo siguiente:

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387

―Artículo 3°.- Las decisiones escritas que adopte la

Administración se expresarán por medio de actos

administrativos. Para efectos de esta ley se entenderá por acto

administrativo las decisiones formales que emitan los órganos

de la Administración del Estado en las cuales se contienen

declaraciones de voluntad, realizadas en el ejercicio de una

potestad pública".

A su vez, el mismo precepto legal, en su inciso final, contiene las

características del Acto Administrativo:

"Los actos administrativos gozan de una presunción de

legalidad, de imperio y exigibilidad frente a sus destinatarios

desde su entrada en vigencia, autorizando su ejecución de

oficio por la autoridad administrativa, salvo que mediare una

orden de suspensión dispuesta por la autoridad administrativa

dentro del procedimiento impugnatorio o por el juez, conociendo

por la vía jurisdiccional".

En atención al precepto citado, lo primero que debemos destacar es que

el Acto Administrativo es una decisión formal que contiene una declaración de

voluntad de la Administración del Estado. Su pronunciamiento corresponde al

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388

ejercicio de una Potestad Pública Administrativa. En segundo lugar,

destacamos que el Acto Jurídico Administrativo tiene una naturaleza resolutoria

o de decisión. En este sentido, el Acto Administrativo es un mecanismo

tendiente a decidir un caso en concreto, lo que debe hacerse por medio de la

aplicación de normas contenidas en el ordenamiento jurídico. Esta facultad de

aplicar normas contenidas en el ordenamiento jurídico supone también la

facultar de innovar en el mismo. Es así como, por ejemplo, la imposición de una

Sanción Administrativa sobre un particular implica la creación de una relación

jurídica nueva entre dicho sujeto y el Estado, en la que el sujeto pasivo de la

relación lo constituye el particular afectado por la medida sancionatoria y el

sujeto activo de la relación, capaz de exigir una conducta determinada del

sujeto pasivo, lo constituye el Estado. La situación es bien expuesta por el

profesor Francisco GONZÁLEZ NAVARRO, quien nos señala que: ―la

Administración goza del privilegio de crear derechos y obligaciones mediante

decisiones unilaterales que son vinculantes para los destinatarios de la

Administración Pública410‖.

410 GONZÁLEZ NAVARRO, Francisco. “Derecho Administrativo Español: El Acto y el

Procedimiento Administrativo”, EUNSA, Pamplona, España, p. 44. Apud. GOHURDETT JARA, Romina y ROBLES NÚÑEZ, María. “El Principio de Inocencia en el Derecho Administrativo Sancionador”, Tesis para optar al grado de Licenciado en Ciencias Sociales y Jurídicas, Universidad de Chile, año 2013, p 104. Las resoluciones tienen una función “creadora” de derechos y obligaciones pues son actos unilaterales de la Administración del Estado y tienen la capacidad de innovar la realidad jurídica toda vez que son susceptibles de imponer a los administrados relaciones jurídicas nuevas, sin que sea necesario que aquellos concurran con su voluntad para su perfeccionamiento.

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389

Asimismo, el profesor Jorge BERMÚDEZ SOTO nos advierte que: ―ello

quiere decir que a través del acto administrativo lo que hace la Administración

del Estado es tomar una decisión de aplicación del ordenamiento jurídico a un

caso concreto en una determinada forma. En efecto, lo que hace el ente público

a través del acto es resolver una determinada manera de aplicar o ejecutar el

ordenamiento jurídico público, a un caso en particular, que puede afectar o

favorecer a una persona, un grupo de personas o incluso a la comunidad en su

conjunto411‖. En opinión del mismo autor, el Acto Administrativo es una

manifestación del poder público cuya validez solo puede concebirse dentro la

esfera de competencia que la Ley ha encomendado para su ejercicio.

Así las cosas, basándonos en este eminente carácter ―decisorio412‖,

podemos generar una distinción entre Actos Administrativos puramente tales y

las demás actuaciones de la Administración, tales como: la dictación de

Reglamentos (actuaciones de tipo normativo), cuyo objeto es regular un asunto

no de forma concreta, sino de manera abstracta, o las denominadas simples

411 Idem., p. 105.

412 Así, para Nicolás ENTEICHE ROSALES: ―la Ley N° 19.880 tiene como objeto regular

procedimientos cuya finalidad es la dictación de un acto administrativo decisorio –decreto o resolución– siendo estos los que innovan la esfera jurídica de los interesados o bien en el ordenamiento jurídico objetivo‖. ENTEICHE ROSALES, Nicolás, “Ley N° 20.322: avances y desafíos respecto de la inspección y sanción de infracciones administrativas en materia tributaria”, en Revista Actualidad Jurídica, Universidad del Desarrollo, N° 26, julio, año 2012, p. 266.

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390

actuaciones, que: ―certifican, interpretan y manifiestan una opinión, pero que no

deciden nada en particular413‖.

Lo dicho hasta ahora es importante, bajo el entendido que la Ley ha

atribuido a las decisiones administrativas una serie de efectos especiales, con

el objeto de revestir a la Administración de las potestades necesarias para

tutelar eficiente y efectivamente los intereses públicos414. En efecto, uno de

estos interesantes privilegios lo constituye la ―Presunción de Legalidad” del Acto

Administrativo.

La ―Presunción de Legalidad‖ del Acto Administrativo.

La Presunción de Legalidad de los Actos de la Administración consiste,

básicamente, en que: ―los actos administrativos son legales mientras no se diga

lo contrario por el Juez o por la propia Administración del Estado415‖.

413 BERMÚDEZ SOTO, Jorge. “Estado Actual del Control de Legalidad de los Actos

Administrativos. ¿Qué queda de la Nulidad de Derecho Público?”, en Revista de Derecho, Vol. XXIII, N° 1, julio de 2010, p. 105. 414

FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos. “Las Potestades y Privilegios de la Administración Pública en el Régimen Administrativo Chileno, “Revista de Derecho, Volumen 20°, año 2007, p. 81. En cuando a los fundamentos de la “presunción de legalidad” de los actos administrativos, tomaremos prestadas las palabras del profesor Luis CORDERO VEGA quien sostiene que: ―los actos administrativos tienen una presunción de legalidad, pero no por efecto de la toma de razón, sino por hecho de provenir de autoridad pública que ejerce poder público de conformidad a las exigencias impuestas por la CPR (Art. 6 y 7), de manera que parcialmente actualiza la soberanía (Art. 5.2)‖. CORDERO VEGA, Luis. “La Contraloría General de la República y la Toma de Razón: Fundamento de Cuatro Falacias”, trabajo corresponde a la intervención del autor en el Panel sobre Contraloría General de la República, en las XXXVI Jornadas de Derecho Público, 1° de diciembre, año 2006, pp. 14 - 15. 415

Cfr. Op. Cit. BERMÚDEZ SOTO, Jorge, p. 106.

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391

En la práctica, esta Presunción de Legalidad provoca o implica una

inversión de la carga de la acción para el administrado que haya sido

sancionado administrativamente. En el fondo, una vez decretado el Acto

Administrativo Sancionatorio, el particular tiene la ―carga procedimental‖ de

reaccionar, impugnar o discutir por vía judicial legalidad del Acto administrativo.

Evidentemente, esta situación supone una carga, toda vez que si el sujeto

inculpado no manifiesta su oposición impugnando la Decisión Administrativa, la

Administración se encontrará habilitada para llevar a cabo la ejecución del

contenido Acto Administrativo, ya sea solicitando su ejecución a través de los

Tribunales de Justicia o por medios directos, según disponga la Ley416. De esta

manera, es el administrado el que debe movilizarse si desea: ―destruir la

eficacia inmediata, que por su propia fuerza, alcanzan las decisiones

administrativas417‖. Dado lo anterior, no por nada buena parte de la doctrina

considera que la Presunción de Legalidad del Acto Administrativo forma parte

de una potestad o más bien de un privilegio de ―auto-tutela declarativa418‖

recaído en la Administración del Estado.

416 Ejecución forzosa que puede producirse en ciertos casos como bien se representa en

los artículos 3° y 51° de la Ley N° 19.880: sobre Bases de los Procedimientos Administrativos. 417

FERRADA BÓRQUEZ, Juan. “Los procesos administrativos en el Derecho chileno”, en Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, N° 36, 1er semestre, año 2011, p. 252. 418

La referida ―auto-tutela administrativa‖ es concebida como un privilegio o una prerrogativa de poder atribuida por el ordenamiento jurídico a la Administración del Estado. Este poder de auto-tutela corresponde a una serie de potestades públicas le permiten, tal como señala Juan Carlos FERRADA BÓRQUEZ: ―ejercer su actividad por encima de los derechos e intereses privados, fundadas principalmente en los intereses públicos que tutela‖, lo que sitúa a la Administración en un plano de superioridad frente a los ciudadanos. Así por ejemplo, podemos nombrar algunas prerrogativas de poder público como son: ―la expropiación por causa

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392

Este escenario es también definido por el profesor Luis CORDERO

VEGA, quien nos aporta con la siguiente idea: ―la presunción de legalidad, cuyo

origen corresponde al derecho italiano, tiene efectos iuris tantum419 no

definitivos o iuris et iure, puesto que opera hasta que los interesados la

destruyan, admitiendo por lo tanto prueba en contrario en todo tipo de

procedimientos en lo que se discuta su validez. Ello significa asimismo que esta

presunción de legalidad desplaza al ciudadano la carga de la prueba [para

nosotros carga procedimental y no carga de la prueba] de entablar la pertinente

acción para evitar que el acto pueda considerarse consentido, e impidiendo así

la presunción que beneficia a la Administración y la eficacia inmediata de aquél.

Sin embargo […] el que el acto se presuma válido no supone, necesariamente,

que pueda modificar por sí solo, de modo autoritario, situaciones jurídicas de

de utilidad pública o interés nacional, la potestad invalidatoria y revocatoria de los actos administrativos, la ejecución de oficio de los actos de la administración, etc.‖, a las que nosotros agregamos las potestades sancionadoras de la Administración. Según el profesor Eduardo CORDERO QUIZACARA, esta potestad de auto-tutela administrativa: ―se habría manifestado en nuestra doctrina desde sus orígenes, como aparece en la obra de Santiago PRADO y seguida por autores tan influyentes como Guillermo VARAS, Patricio AYLWIN-AZÓCAR y Enrique SILVA CIMMA, pero que han tenido reputados detractores, desde Jorge HUNEEAUS y, en época más reciente, Eduardo SOTO KLOSS, con notable peso e influencia‖. Por otra parte, la noción de “auto-tutela” nos lleva al equívoco de hacer la comparación con una potestad de hetero-tutela o de hetero-composición. Sin embargo, en opinión de Eduardo CORDERO QUIZACARA la potestad sancionadora administrativa no implica el ejercicio de funciones judiciales, puesto que sus decisiones no tienen la fuerza obligatoria ni los efectos de cosa juzgada de que gozan las resoluciones jurisdiccionales, siendo estas siempre revisables por los Tribunales de Justicia. CORDERO QUINZACARA, Eduardo y ALDUNATE LIZANA, Eduardo. “Las Bases Constitucionales de la Potestad Sancionadora de la Administración”, en Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, XXXIX, Chile, 2° semestre, año 2012, pp. 348 – 350. 419

Esta opinión es compartida por el profesor MORAGA KLENNER, para quien, la presunción de legalidad de los actos administrativos es una presunción iuris tantum, es decir, admite prueba en contrario, debiendo el particular reaccionar ante su dictación y utilizar los medios de impugnación que la Ley franquee para cada situación. MORAGA KLENNER, Claudio. “Tratado de Derecho Administrativo: La actividad formal de la administración del Estado”, Tomo VII, Editorial Legal Publishing, Santiago, año 2010, p. 95 y ss.

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otros sujetos. La presunción, sólo expresa de modo bastante críptico, la

imposición al destinatario del acto de la carga de recurrirlo si desea privarle de

eficacia420‖.

Una vez dicho lo anterior, entendemos que de la Presunción de

Legalidad de los Actos Administrativos se desprenden a lo menos dos efectos

de gran trascendencia. Estos son: la ―Ejecutividad‖ y la ―Ejecutoriedad‖ del Acto

Administrativo.

a) La Ejecutividad del Acto Administrativo.

Bien dijimos que de la Presunción de Legalidad de los Actos

Administrativos se deriva su Ejecutividad. Este efecto puede verse desde dos

puntos de vista:

Desde un primer punto de vista, se señala que las Decisiones

Administrativas son ejecutivas dado que éstas son jurídicamente obligatorias

para los particulares desde su entrada en vigencia421.

420 CORDERO VEGA, Luis. “La Contraloría General de la República y la Toma de Razón:

Fundamento de Cuatro Falacias”, en panel sobre la Contraloría General de la República, en las XXXVI Jornadas de Derecho público, 1 de diciembre de 2006, p. 14. 421

La “ejecutividad” de los actos administrativos es, para Juan Carlos FERRADA BÓRQUEZ, su obligatoriedad jurídica. Op. Cit. FERRADA BÓRQUEZ, p. 82. Cfr. Apud. Op. Cit. GOHURDETT JARA, Romina y ROBLES NÚÑEZ, María, p. 110.

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Desde un segundo punto de vista, los autores señalan que la ejecutividad

también implica la posibilidad de que la Administración pueda solicitar

directamente el cumplimiento forzoso de un Acto Administrativo (es decir: su

ejecución forzosa). En efecto, la profesora Gladys CAMACHO se refiere al

respecto y señala que: ―[la ejecutividad es] la posibilidad de ejecutar el acto por

la fuerza, sin intervención del órgano judicial. Es lo que los administrativistas

llaman la ejecutividad o auto-tutela declarativa, que no es más que aquella

potestad por la cual la administración ejecuta forzosamente sus actos, sin

intervención de los jueces, imponiéndose coactivamente a la voluntad del

obligado. Se trata de una figura jurídica de origen doctrinario que se suma,

como prerrogativa, a las demás que presenta la sanción administrativa en orden

a satisfaces los intereses generales de la comunidad422‖.

Al respecto, debemos indicar que se ha gestado un interesante debate

doctrinario en torno a las potestades de ―Ejecución de Oficio‖ o de ―Ejecución

Directa‖ que tendría la Administración del Estado. En efecto, se ha cuestionado

el hecho de que un órgano administrativo esté facultado para ejecutar sus

propias decisiones y exigir su cumplimiento, sin necesidad de acudir de forma

previa ante la tutela de los Tribunales de Justicia.

422 Op. Cit. CAMACHO CEPEDA, Gladys, p. 209.

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Esta controversia no se presenta, en mayor medida, respecto de los

Actos Administrativos considerados como ―favorables‖ para los particulares, que

según el entender general de la doctrina pueden ser ejecutados directamente

por la Administración o por iniciativa del propio particular beneficiado. En efecto,

y por el contrario, la discusión se enfoca en aquellas resoluciones que resultan

―desfavorables‖ para los particulares, grupo al que pertenecen las Sanciones

Administrativas423. Así, unos han entendido que, por regla general, la

Administración del Estado estaría autorizada para exigir el cumplimiento forzado

de sus resoluciones, por lo que ésta podría requerir de manera directa el auxilio

de la Fuerza Pública. Los partidarios de esta idea declaran que esta facultad

constituye un privilegio de la Administración y que corresponde a una

manifestación de sus ―potestades de auto-tutela ejecutiva‖. Como bien puede

observarse, esta situación es opuesta a la realidad que deben enfrentar los

particulares, quienes deben acudir ante los Tribunales de Justicia para exigir el

cumplimiento forzado de un título ejecutivo424.

423 Por regla general, la doctrina ha entendido que la Administración puede ejecutar

directamente aquellos “actos administrativos favorables” para sus administrados. Por otra parte, esta regla se invierte respecto de los “actos administrativos desfavorables”, que afectan un derecho fundamental de un particular, generándole un perjuicio. Cfr. ENTEICHE ROSALES, Nicolás, “De la ejecución de oficio de los actos administrativos desfavorables. Comentario de la sentencia rol N° 2996-2012 de la Corte Suprema”, en Revista Actualidad Jurídica, Universidad del Desarrollo, N° 27, Enero, año 2013, pp. 495 – 496. 424

La posibilidad de exigir su cumplimiento, sin tener que recurrir al auxilio de los Tribunales de Justicia, implicaría reconocer una verdadera facultad de imperio de los órganos de la Administración del Estado sobre sus propias decisiones. El artículo 3° de la Ley N° 19.880 prevé que los actos administrativos gozan: ―de imperio y exigibilidad frente a sus destinatarios, desde su entrada en vigencia‖, lo que a la vez puede ser relacionado con el artículo 51°, precepto que dispone que: ―los actos de la Administración causan inmediata ejecutoriedad, salvo Ley en contrario, produciendo efectos vinculantes desde su notificación o publicación‖.

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En la otra vereda encontramos a quienes niegan que la Administración

del Estado esté facultada para exigir directamente el cumplimiento forzado de

sus resoluciones. El principal argumento consiste en que la ejecución forzosa

de un acto corresponde a una atribución exclusiva de los Tribunales de Justicia,

que deriva de su facultad de imperio, por lo que las Autoridades Administrativas,

no poseyendo facultad de imperio sobre sus decisiones, no estarían autorizadas

para dirigirse directamente ante la Fuerza Pública con el objeto de obtener la

ejecución coactiva de sus decisiones.

Al respecto, la doctrina mayoritaria ha concluido que la facultad para

ejecutar de oficio los Actos Administrativos de contenido desfavorable para los

administrados, es una potestad de carácter excepcional425, solo atribuible a un

órgano administrativo por medio de una norma legal expresa426. A la misma

425 Cfr. Idem., pp. 496 – 497. El autor de la obra basa su argumentación, principalmente,

en un análisis del artículo 76° CPR, en cuanto a que los Tribunales de Justicia pueden hacer ejecutar sus decisiones impartiendo órdenes a la Fuerza Pública, por otro lado, nuestra Carta Fundamental excepcionalmente permite a un órgano administrativo ordenar, directa e inmediatamente, la afectación de derechos fundamentales, como ocurre en el artículo 43° CPR, relativo a los estados de excepción constitucional. Asimismo, el autor sostiene que la Ley N° 19.880 tampoco establece que la Administración pueda ejecutar sus propios actos. 426

Idem., p. 499. El mismo autor señala que: ―distintas leyes facultan a la Administración del Estado para ―ejecutar de oficio‖ actos administrativos decisorios desfavorables. Los casos de excepción pueden ser agrupados dentro de las siguientes causales excepcionales: i) en virtud del quebrantamiento del orden público (reponer un servicio público paralizado, recuperar un bien nacional de uso público o demoler y/o desalojar obras de urbanización) y ii) en razón de la resistencia al ejercicio de las facultades de fiscalización de la autoridad‖. Así, en algunos casos la Ley faculta a Autoridades Administrativas para recurrir directamente a la Fuerza Pública para ejecutar sus decisiones, como ocurre, por ejemplo, para restablecer el quebrantamiento del orden público: en el artículo 3° de la Ley N° 20.504; el artículo 55° del DFL N° 323; el artículo 4° letra h) de la Ley N° 19.175, el artículo 1°; N° 1, letra d) de la Ley N° 20.494; en los artículos 121°, 123°, 124°, 145°, 153°, y 157 del DFL N° 458, o para permitir competencias fiscalizadoras: en los artículos 4° y 26° del DL N° 3.538; en el artículo 28° de la

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conclusión arriba el profesor Juan Carlos FERRADA BÓRQUEZ, quien agrega

que la Ley N° 19.880 no enumera, ni tampoco describe concretamente cuáles

son los instrumentos o medios de ejecución forzosa que la Administración

posee para exigir el cumplimiento de sus propios actos. En efecto, este contexto

es distinto al que se presenta en la Legislación española –que ha servido de

base para gran parte de la normativa de DAS en Chile– pues en ella sí se

enumeran los instrumentos de ejecución forzosa. En base a estos argumentos,

el autor nos señala que debe entenderse que, por regla general, la ejecución de

las Resoluciones Administrativas debe hacerse por medio de un proceso de

ejecución seguido ante los Tribunales de Justicia427.

En definitiva, y sin ahondar en la discusión antes expuesta, ya puede

notarse la preocupación del Legislador por dotar de fuerza obligatoria a las

resoluciones de la Administración del Estado. A si se ve reflejado cuando en

algunas ocasiones la Ley ha conferido a la Administración medidas de apremio

para compeler al cumplimiento de sus propias decisiones, así ocurre al menos

en el sector sanitario. Por nuestra parte, consideramos que facultades de este

Ley N° 20.417; en el artículo 1° N° 30 letra a) de la Ley N° 20.434 y en el artículo 60° del Código Tributario‖. 427

Dado que la Ley N° 19.880 no definió concretamente cuáles son los instrumentos o medios de ejecución forzosa de los actos administrativos en general, el profesor FERRADA BÓRQUEZ sostiene que: ―esto lleva a pensar que en nuestro derecho la ejecución forzosa de los actos administrativos es una potestad o privilegio entregado, por regla general, a los Tribunales de Justicia, salvo que la Ley disponga en un caso particular esta habilitación para la Administración, señalado al mismo tiempo los instrumentos específicos para hacerla efectiva‖. Así, en muchos casos, el Acto Administrativo tiene “mérito ejecutivo”, situación que posibilita a la Administración para solicitar su ejecución ante los Tribunales de Justicia. Op. Cit. FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos, p. 84.

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398

tipo no son naturalmente inherentes al órgano administrativo, sino que deben

ser atribuidas expresamente por la Ley, por lo que serán más o menos amplias

de acuerdo con las particularidades del sector regulado428.

Sin perjuicio de lo anterior, es evidente que el Legislador ha decidido

revestir a los Actos Administrativos de una serie de prerrogativas de poder,

como una manera para ayudar a la Administración para cumplir de una forma

eficaz y eficiente los fines que el Legislador y el Constituyente le han

encomendado. En este sentido, para los profesores Jaime OSSA ARBELÁEZ y

Miguel MONTORO PUERTO, las facultades de apremio y de ejecución forzosa

en algunos casos resultan imprescindibles para que la Administración del

Estado alcance sus fines, en orden de proteger los intereses públicos y

fomentar el bien común429.

428 A modo ilustrativo destacamos que la sentencia Rol N° 1518-09 de nuestro Tribunal

Constitucional, en su considerando 5°, menciona uno de los medios de apremio típicos ideados por el Legislador, esto es: brindar mérito ejecutivo al acto que dispone la Sanción Administrativa. Así ocurre, por ejemplo: “en el DFL Nº 163, del Trabajo y Previsión Social, de 1968, artículo 61; Ley Nº 16.395, artículo 60; DL 3.538, de 1980, artículo 31; leyes Nos 18.755, artículo 22; 18.840, artículo 62, inciso segundo del artículo 1º; 18.902, artículo 14; 19.995, artículo 55, inciso final, y DFL N°1, de Salud, de 2006, artículos 113, inciso sexto, y 116, inciso segundo, entre varias‖. A mayor abundamiento, se suscitó una gran discusión que derivó en la inaplicabilidad por constitucionalidad del artículo 169° del Código Sanitario, el cual dispone, como medida de apremio para quien no hubiere pagado una multa dentro del plazo del artículo 168, ―un día de prisión por cada décimo de unidad tributaria mensual que comprenda dicha multa”, a lo que se agrega, la posibilidad de exigir este apremio directamente con auxilio de la Fuerza Pública, a través de la figura del Intendente o Gobernador. Para más información, véase: ALVEAR TÉLLEZ, Julio. “El principio de ejecutoriedad de los actos administrativos ante el apremio legítimo y el debido proceso: Notas a la sentencia del Tribunal Constitucional que declara inaplicable el art. 169 del Código Sanitario”, en Revista Actualidad Jurídica, N° 23, Enero, año 2011, pp. 531 – 540. 429

Op. Cit. OSSA ARBELÁEZ, Jaime, “Derecho Administrativo Sancionador: una aproximación dogmática”, Editorial. LEGIS, año 2009, p. 523. Apud. MONTORO PUERTO,

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b) La Ejecutoriedad del Acto Administrativo.

Por otro lado, la “Ejecutoriedad‖ de las Decisiones Administrativas dice

relación con el preciso momento en el que los Actos Administrativos adquieren

el carácter de ―firmes‖, entendida esta firmeza como un requisito para poder

exigir su cumplimiento. Naturalmente, esto ocurre una vez cumplidos los

requisitos legales, lo que sucede cuando se entiende que se ha agotado la vía

administrativa430. En otras palabras, esto quiere decir que las Resoluciones

Administrativas no pueden cumplirse mientras no se encuentren ejecutoriadas.

Generalmente, esto sucede cuando se produce alguna de las siguientes

situaciones: una vez agotados los plazos de interposición de los Recursos

Miguel. “La infracción administrativa”, Barcelona, Ed. Nauta S.A., 1965, p. 61. Vale la pena dar lectura al juicio del profesor Miguel MONTORO PUERTO, quien se refiere acerca de los medios coactivos y coercitivos de la Administración: ―Grave contrariedad constituiría admitir la existencia de un poder propio de dictar normas, sin contar con la admisión de los medios necesarios –y entre ellos los de índole jurídica- para hacer cumplir aquellas normas. Si es inherente a todo ordenamiento jurídico dar efectividad a las normas que la integran, y si, por la misma administración como titular de aquella actividad, no cabe duda que nos encontraremos en presencia de un ordenamiento jurídico al que necesariamente habremos de denominar ordenamiento jurídico-administrativo, porque la posibilidad de obligar al cumplimiento de las normas integradoras de un ordenamiento jurídico no reside tan solo en el ordenamiento jurídico general, sino también en los ordenamientos jurídicos especiales que podrán contar con tal posibilidad de efectividad sin necesidad de acudir a otros ordenamientos, sean generales o particulares.‖ 430

Para Juan Carlos FERRADA BÓRQUEZ la “ejecutoriedad” del Acto Administrativo significa su potencialidad de ejecución coactiva, prestando la Ley, a la Administración, medios para su ejecución forzosa directa. La firmeza entonces resulta el presupuesto para que opere la “ejecutividad”. Op. Cit. FERRADA BÓRQUEZ, p. 82. Cfr. Apud. Op. Cit. GOHURDETT JARA, Romina y ROBLES NÚÑEZ, María, p. 110.

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Administrativos, si estos no son presentados, o, en caso de ser interpuestos,

una vez que la Administración se haya pronunciado resolviéndolos431.

Así las cosas, la ejecutividad del Acto Administrativo se relaciona con la

idea éste constituye una decisión que sólo crea efectos jurídicos obligatorios

una vez haya entrado en vigencia. De esta manera, una vez firme la resolución

en sede administrativa, se habilita a la Administración para solicitar su ejecución

forzosa. Evidentemente, lo anterior es necesario sólo en el supuesto de que el

afectado no se allane a su cumplimiento espontáneo. De esta forma, y tal como

bien lo señala el profesor Jaime OSSA ARBELÁEZ432, la “ejecutividad” y la

“ejecutoriedad” del Acto Administrativo no deben confundirse, de modo que: ―la

ejecutoriedad no es equivalente a la ejecutividad, porque no es ejecución

forzosa433‖.

431 El considerando N° 7 de la Sentencia Rol N° 1518-09 del Tribunal Constitucional nos

ayuda en la argumentación, al señalar: ―Que, además, es criterio generalmente asentado que las penas dispuestas por la Administración no pueden cumplirse mientras no se encuentren ejecutoriadas. Así lo ha manifestado la Contraloría General de la República en diversos pronunciamientos (dictámenes 34.644 de 1978; 36.415 de 1979, y 32.076 de 1996, entre otros), e igualmente lo ha plasmado el Legislador en variados cuerpos normativos (leyes Nos 18.168, artículo 36; 18.410, artículo 19, inciso segundo; 18.755, artículo 20; 18.838, artículo 40; 19.913, artículo 24, inciso segundo; 19.995, artículo 55, inciso final; DFL N° 1, de Salud, de 2006, artículo 113, inciso séptimo, etc.). 432

El profesor Jaime OSSA ARBELÁEZ es un catedrático colombiano de la Universidad de Antioquia, especializado en Derecho Administrativo. Ha sido Vice-procurador General de la Nación, Procurador General de la Nación y Procurador Delegado ante el Consejo de Estado. Actualmente dicta la cátedra de Derecho Administrativo en la Universidad de Antioquia y de práctica forense en la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín. 433

Op. Cit. Op. OSSA ARBELÁEZ, p. 524. Según lo expuesto en sentencia Rol N° 1518-09 de nuestro TC, OSSA ARBELAEZ sostiene que: ―los actos administrativos están destinados a ser eficaces, es decir, su contenido es obligatorio tanto para los ciudadanos como para la Administración, lo que quiere decir que son ejecutivos, como ya hemos tenido ocasión de notar. Pero hay algunos actos que, además de la ejecutividad, disponen, sobre ella, de la

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401

La Ejecutividad del Acto Administrativo en el Régimen Sancionador

Administrativo y la Suspensión de su Eficacia Inmediata.

En materia sancionadora administrativa, muchas veces la Ley ha dotado

de efectos suspensivos a la interposición del ―reclamo de ilegalidad

administrativa‖. Este reclamo puede ser entendido, en términos simples, como:

―aquél proceso administrativo de impugnación, creado por la Ley, de

conocimiento de los Tribunales de Justicia, con el objeto de que éstos revisen la

legalidad de un Acto Administrativo434‖. Tal como tendremos oportunidad de

estudiar más adelante, la Ley en cada caso se ha encargado de crear

Tribunales contencioso-administrativos especiales y procesos de impugnación

especiales, los que deben su fisionomía jurídica a las cualidades de cada sector

regulado.

característica añadida de la ejecutoriedad, es decir, la susceptibilidad de que la Administración pueda imponer el contenido obligatorio de sus propios actos administrativos utilizando medios coactivos‖ (Bocanegra, R., ob.cit., pág. 125). Dicha ejecución supone, por de pronto, la existencia de un acto administrativo. Enseguida, que el acto administrativo establezca una obligación que se haya incumplido. A continuación, es necesario que dicho acto sea exigible, o sea, apto para producir efectos. Ello implica, entre otras cosas, que no se haya suspendido. Finalmente, es necesario que se notifique de forma previa, antes de la ejecución, que se dispondrá su cumplimiento (Cordero, Eduardo; ob.cit., págs. 127-128; Bocanegra, Raúl; ob.cit., págs. 127 y 128; Silva Cimma, E.; ob.cit., págs. 102-103)‖. 434

La definición aquí expuesta es nuestra y la idea es unicamente tratar de generar un concepto genérico de “reclamo de ilegalidad”, dada la inexistencia de un reclamo judicial de ilegalidad administrativa, de carácter general y común. Muy por el contrario, encontramos en nuestro sistema muchos procesos contencioso-administrativos especiales, creados por la Ley para cada regulación en particular.

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402

Volviendo a la noción de la suspensión de la eficacia inmediata de los

Actos Administrativos, podemos observar la existencia de un Régimen General

y un Régimen Especial:

Al respecto, un ejemplo relativo al Régimen General puede ser

observado en artículo 17° de la Ley N° 18.410, el cual regula la forma en que

funciona el ―principio de ejecutividad” en materia de resoluciones

administrativas no-sancionadoras. El mismo artículo dispone que este tipo de

resoluciones quedan firmes y son exigibles aún cuando no hayan transcurrido

los plazos para interponer el Recurso de Ilegalidad ante la sede judicial

respectiva. Este es un ejemplo de ejecución inmediata, ya que se entiende que

la decisión administrativa puede exigirse forzosamente aun cuando ésta no

haya adquirido firmeza (habiendo recursos pendientes).

Por otro lado, y en lo que respecta al Régimen Sancionador

Administrativo, la misma Ley N° 18.410 en su artículo 19° señala que las multas

no pueden ser exigidas mientras no haya transcurrido el plazo de interposición

del Recurso Ilegalidad, o una vez interpuesto, este aún no se encuentre

resuelto por la Autoridad Administrativa respectiva. En este sentido, se

comprende que la Resolución Administrativa no adquiere firmeza, por tanto, se

suspende su ejecutividad, mientras no transcurra el plazo de interposición del

recurso, o una vez interpuesto, mientras se encuentre pendiente de resolución.

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403

El criterio seguido por nuestro Tribunal Constitucional respecto de los

efectos de los Actos Administrativos.

En cuanto a los efectos del Acto Administrativo, especialmente lo que

dice relación con la presunción de su legalidad, resulta esclarecedora la

sentencia con Rol N° 1518-09 de nuestro Tribunal Constitucional, la cual se

cuestiona si los Actos Administrativos pueden, por regla general, ser ejecutados

una vez estos entran en vigencia, o por el contrario, su eficacia ejecutiva se

suspende mientras la Resolución Administrativa no se encuentre ejecutoriada y

firme. A continuación pondremos a disposición del lector la línea de

pensamiento del fallo y los fundamentos que lo sustentan435:

1. “CONSIDERANDO SÉPTIMO: Que, además, es criterio

generalmente asentado que las penas dispuestas por la

Administración no pueden cumplirse mientras no se encuentren

ejecutoriadas. Así lo ha manifestado la Contraloría General de

la República en diversos pronunciamientos (dictámenes 34.644

de 1978; 36.415 de 1979, y 32.076 de 1996, entre otros), e

igualmente lo ha plasmado el Legislador en variados cuerpos

normativos (leyes N°s. 18.168, artículo 36; 18.410, artículo 19,

inciso segundo; 18.755, artículo 20; 18.838, artículo 40; 19.913,

435 Hemos subrayado lo que nos parece más interesante en cada intervención.

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404

artículo 24, inciso segundo; 19.995, artículo 55, inciso final; DFL

N° 1, de Salud, de 2006, artículo 113, inciso séptimo, etc.). En

la misma línea, cabe recordar que el proyecto de ley sobre

bases de los procedimientos administrativos sancionadores,

iniciado por Mensaje Presidencial N° 541-350 (25.3.2004),

señalaba justamente que ―Las sanciones que impongan multa

serán siempre reclamables y no serán exigibles mientras no

esté vencido el plazo para interponer la reclamación o ésta no

haya sido resuelta‖ (artículo 30, inciso primero). Sin embargo,

en este caso, la autoridad sanitaria cuenta con el desusado

privilegio de poder consumar la pena, con auxilio de la fuerza

pública, sin autorización judicial previa, a pesar de encontrarse

ésta sometida a revisión jurisdiccional y con sentencia

pendiente conforme al artículo 171, por aplicación de lo

prescrito en el artículo 169, en relación con los artículos 170 y

172 del Código del ramo‖.

2. ―CONSIDERANDO OCTAVO: Que no aminora la

observación precedente el que la Ley N° 19.880, sobre bases

de los procedimientos administrativos, disponga que los actos

administrativos gozan de exigibilidad ―desde su entrada en

vigencia‖ (artículo 3°, inciso octavo) y que los actos de la

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405

Administración ―sujetos al Derecho Administrativo‖ causan

inmediata ejecutoriedad (artículo 51, inciso primero). Como

quiera que las sanciones administrativas han de sujetarse,

preeminentemente, a las garantías y principios inspiradores del

orden penal, contemplados en la Constitución Política, según la

jurisprudencia asentada por esta Magistratura (roles N°: 244,

479, 480, 725, 766, 1.183, 1.184, 1.203, 1.205, 1.221 y 1.229),

entonces su entrada en vigencia no puede producirse sino

cuando se encuentren ejecutoriadas o firmes, puesto que

materializarlas antes significaría privar de todo efecto práctico a

una ulterior sentencia favorable, en tanto hayan sido

reclamadas oportunamente por los afectados –como ocurre en

la especie- ejerciendo el derecho a la acción que les reconoce

la Carta Fundamental y, en este caso, el propio Código

Sanitario.‖

Según hemos podido observar, el criterio seguido por nuestro Tribunal

Constitucional se condice con el tratamiento de los efectos del Acto

Administrativo que hemos expuesto, en base a la ayuda que nos ha ofrecido la

doctrina nacional e internacional, postura que es doctrina mayoritaria en nuestro

país. Sin embargo, cabe destacar la argumentación desarrollada en el mismo

fallo por los Ministros don Francisco FERNÁNDEZ FREDES y don Carlos

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406

CARMONA SANTANDER quienes votan en contra de la decisión contenida en

el fallo. De manera preliminar, señalaremos que el voto de minoría considera

que el reclamo en sede judicial no suspende de Derecho la eficacia de la multa

o de otro tipo de Sanción Administrativa. Los autores fundan su postura

indicando que nuestro Legislador ha creado toda nuestra normativa

administrativo-sancionadora teniendo especialmente en vista la eficacia del

actuar de la Administración, pues su función pública es por esencia activa y

dinámica. De ahí se entiende que el Legislador haya querido atribuir a la

Administración del Estado semejantes prerrogativas de Poder Público436.A

modo ilustrativo, expondremos el criterio del voto de minoría, pues contiene una

interesante argumentación:

1. Los Actos Administrativos gozan de presunción de legalidad, de

imperio y exigibilidad frente a sus destinatarios, gracias al fin público que

protegen.

2. Gracias a estos particulares privilegios, dichos efectos se

producirían junto con la sola entrada en vigencia de la resolución

administrativa, lo que ocurre una vez que éstas se publican o notifican437.

436 SILVA CIMMA, Enrique. “Derecho Administrativo Chileno y Comparado: Actos,

contratos y bienes”, Editorial Jurídica, Santiago, año 1995, pp. 102-103 y 119. Cita contenida en voto de minoría de la sentencia Rol N° 1518-09 de nuestro Tribunal Constitucional. 437

Artículo 51° de la Ley N° 19.880.

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407

3. Por tanto, los efectos antedichos se producirían

inmediatamente, salvo que la propia Autoridad Administrativa, o un Juez,

ordenen la suspensión de su exigibilidad.438 Por ello, aún cuando se

discuta la validez del acto, sobre el administrado afectado pesa la carga

de solicitar la suspensión de los efectos del mismo, pues si así no lo

hiciere, se entiende que el acto produce todos sus efectos con

normalidad439.

4. Agregando a lo anterior, los Ministros sostienen que nuestro

sistema jurídico reconocería esta concepción acerca de la ejecutoriedad

de los Actos Administrativos, incluso: “el propio constituyente se ha

encargado de establecer los mecanismos idóneos para precaver

eventuales afectaciones de derechos fundamentales, tales como

acciones constitucionales consagradas en los artículos 20° y 21° de la

Constitución440‖.

5. Por otro lado, y en relación a la exigencia del “solve et repete”

en materia de Sanciones Administrativas, nos señalan que la obligación

de consignación previa para reclamar es un elemento independiente al de

la suspensión de los efectos ejecutivos de los Actos Administrativos de

438 Inciso final del artículo 3° de la Ley N° 19.880.

439 Artículo 57°de la Ley N° 19.880.

440 Voto de minoría en sentencia Rol N° 1518-09 de nuestro Tribunal Constitucional.

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408

Sanción. En este sentido: ―el solve et repete no se opone a la ejecución

de los actos administrativos (STC 1173 16.04.2009)441‖. De tal manera

que: ―la eficacia y el imperio de las resoluciones administrativas dice

relación con su cumplimiento y no con las barreras que se establezcan

para reclamar de ellas (STC 1345, 25.05.2009; 1046, 22.07.2008; 1061,

28.08.2008; 1253, 27.01.2009; y 1279, 02.04.2009)442‖. Como vemos, los

autores consideran que el “solve et repete” no sería ni remotamente una

exigencia para la vigencia práctica de los principios de ejecutoriedad y

ejecutividad.

6. En consecuencia, los Ministros opositores nos indican que

justamente esta concepción del principio de ejecutoriedad de los Actos

Administrativos se regula gracias a la garantía entregada a los

particulares para solicitar la suspensión de los efectos de la resolución

administrativa. De esta forma, la suspensión del Acto Administrativo

consiste en un: ―mecanismo de interrupción provisional de la eficacia del

acto administrativo, dispuesta, total o parcialmente, de oficio o a petición

de parte, en sede administrativa o jurisdiccional443‖, y su cabida en

441 Idem.

442 Ibídem.

443 GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo y FERNÁNDEZ, Tomás Ramón. "Curso de Derecho

Administrativo, Thompson-Civitas, Vol. I, 13° edición, Madrid, año 2006, p. 587. Cita contenida en voto de minoría de la sentencia Rol N° 1518-09 de nuestro Tribunal Constitucional.

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409

nuestro sistema sería esencial para entender al principio de ejecutoriedad

en este sentido.

7. Por otro lado, también señalan que esta conceptualización de la

ejecutoriedad del Acto Administrativo no se contrapone a la Constitución,

ya que: ―de acuerdo con el artículo 5°, inciso primero, de la Constitución,

la soberanía se ejerce por las autoridades que ella misma establece.

Tratándose de un ejercicio de la soberanía, la actividad de estas

autoridades es una expresión de poder, es decir, tiene eficacia

obligatoria‖. Por su parte, la: ―capacidad de obligar [de la Administración

del Estado] tiene su reconocimiento en el artículo 24°, que le asigna al

Presidente de la República, como funciones generales, el gobierno y la

administración del Estado y su autoridad se extiende a todo cuanto tiene

por objeto la conservación del orden público en el interior y la seguridad

externa de la República‖. Por último dirán que: ―la ejecutoriedad del acto

administrativo se funda en la necesidad de que el Presidente de la

República, y los órganos que colaboran con él, es decir, los órganos de la

Administración del Estado, lleven a cabo adecuadamente la labor de

gobierno y administración. Tal como lo ha puntualizado la doctrina

nacional, se considera a la ejecutoriedad como un elemento necesario

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410

para cumplir con el mandato constitucional de hacer realidad el bien

común y servir a la persona humana444‖.

8. Por último, sostienen que cada vez que el Legislador ha querido

que la presentación de los Recursos Jurisdiccionales suspenda de

Derecho la eficacia del Acto Administrativo así lo ha determinado

expresamente. Así es como ocurre respecto del recurso por privación o

desconocimiento de nacionalidad, que suspende por su sola presentación

los efectos del acto o resolución, cosa que ocurre muchos otros casos445.

444 Cfr. CALDERA DELGADO, Hugo. “El acto administrativo. Legalidad, efectos e

impugnación”, Santiago, Ed. Jurídica de Chile, año 1981, pp.76 y 77. Cita contenida en voto de minoría de la sentencia Rol N° 1518-09 de nuestro Tribunal Constitucional. 445

En opinión de los Ministros opositores: “así, el recurso por privación o desconocimiento de nacionalidad suspende por su sola presentación los efectos del acto o resolución (artículo 12). De no establecer esta suspensión de pleno derecho, el acto produciría efectos. Lo mismo sucede con el artículo 38° de la Constitución, que permite reclamar ante los tribunales que determine la ley si la persona se considera lesionada en sus derechos por la administración. El procedimiento de reclamo queda entregado a la regulación de una ley (artículos 77 y 63 N° 3), la que debe disponer si se suspende o no la decisión administrativa. La regla general es que las leyes no establezcan la suspensión del acto reclamado por la sola interposición del recurso. Por ejemplo, el reclamo por ilegalidad municipal (artículo 141, D.F.L. N° 1, Interior, 2006, que Fija el Texto Refundido de la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades); el reclamo por ilegalidad regional (artículo 108, D.F.L. N° 1, Interior, 2005, que Fija el Texto Refundido de la Ley Orgánica sobre Gobierno y Administración Regional). En ambos casos, la Corte es la que dicta la orden de no innovar si considera que puede existir daño irreparable para el recurrente. Lo mismo sucede con el recurso de protección, en que la Constitución faculta a la Corte para adoptar: ―de inmediato las providencias que juzgue necesarias para restablecer el imperio del derecho‖ (artículo 20). Consecuente con ello, el auto acordado de la Corte Suprema que lo regula (Auto acordado sobre tramitación del recurso de protección de garantías constitucionales, publicado en el Diario Oficial el 27.06.1992) establece que cuando la Corte lo estime conveniente para los fines del recurso, puede decretar la orden de no innovar. Tratándose de las facultades del Tribunal Constitucional, si se le requiere en relación con la inconstitucionalidad de un decreto, la sentencia que acoja el requerimiento hace que quede sin efecto de pleno derecho dicha norma, con el solo mérito de esa sentencia (artículo 94, inciso tercero). Con ello hace desaparecer el acto, como si nunca hubiere existido. Pero se requirió que este efecto se regulara expresamente en la Constitución y fuera producto de la decisión de un tribunal. Dicho efecto parte de la base que el acto produjo efectos, que son eliminados por la sentencia del tribunal. Para evitar perjuicio a los particulares, la Ley Orgánica del Tribunal

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411

De esta forma, los Ministros opositores sostienen que: ―la suspensión de

eficacia del acto viene a concretar la interrelación existente entre la

presunción de legalidad, la autotutela administrativa y la

impugnabilidad446‖.

El criterio de nuestro Tribunal Constitucional acerca de la exigencia

“solve et repete”.

Nuestro Tribunal Constitucional se ha pronunciado en variadas

oportunidades acerca de la legitimidad constitucional de los mecanismos que

exigen una consignación previa para habilitar la vía de impugnación judicial de

una Sanción Administrativa. Así ha sucedido, por ejemplo, respecto del artículo

474° del Código del Trabajo447, del artículo 31° del Decreto Ley N° 3.538448 o

como ha ocurrido respecto del artículo 171° del Código Sanitario449.

Para los efectos de nuestro análisis, la sentencia que ha marcado la

pauta definitiva en torno a este punto ha sido el fallo recaído sobre causa Rol N°

Constitucional faculta para dictar medidas cautelares, de oficio o a petición de parte (artículo 38)‖. Voto de minoría en sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 1518-09. 446

BERMÚDEZ SOTO, Jorge. “Derecho Administrativo General”, Editorial Abeledo Perrot, Santiago, año 2010, pp. 93 y 95. 447

Fallos del Tribunal Constitucional roles: N° 1173-08; N° 946-08 y Nº 968-08. En la actualidad, el artículo 474° ya ha sido derogado por el Legislador con la dictación de la Ley N° 20.260, que modifica la Ley N° 20.087, consagrando el nuevo procedimiento laboral, y pasa a eliminar el pago previo para impugnar judicialmente. 448

Fallos del Tribunal Constitucional roles N° 1885-10; N° 1886-10 y N° 2021-11. 449

Fallos del Tribunal Constitucional roles: N° 1046-08; N° 1061-08; N° 1253-08; y N° 1345-09.

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412

1345-09, que discurre acerca de la legitimidad constitucional del artículo 171°

del Código Sanitario450. El criterio que ha seguido nuestro Tribunal

Constitucional se basa principalmente en una determinada interpretación del

artículo 19° número 3° de nuestra Carta Fundamental, que contiene el principio

constitucional de ―igual protección de la ley en el ejercicio de los derechos‖. Más

aún, nuestro TC también ha considerado que el citado principio incorpora a su

vez al ―derecho al libre acceso a la justicia”451.

En atención de lo anterior, nuestro TC entiende que dichos derechos

constitucionales se ven vulnerados al solicitarse una consignación, previa del

monto de la multa, como requisito para habilitar la vía judicial de reclamo. Es

más, nuestro TC ha considerado que dicha exigencia importa una: ―severa

450 Artículo 171° del Código Sanitario: “De las sanciones aplicadas por el Servicio Nacional

de Salud podrá reclamarse ante la justicia ordinaria civil, dentro de los cinco días hábiles siguientes a la notificación de la sentencia, reclamo que tramitará en forma breve y sumaria. Para dar curso a ellos se exigirá que el infractor acompañe el comprobante de haber pagado la multa‖. 451

Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 1345-09, considerando octavo: ―Que la primera premisa que habrá de establecerse para la resolución de este asunto es que la Constitución sí incluye el derecho de acceso a la justicia entre las garantías de igual protección de la ley en el ejercicio de los derechos, consagradas en el numeral 3º de su artículo 19. Esta ha sido una doctrina reiterada en varios fallos anteriores de este Tribunal. Para tenerla por cierta debe tenerse presente, desde luego, que esa garantía es uno de los mecanismos que deben contemplar las reglas procesales para garantizar un justo y racional procedimiento; porque constituye un supuesto necesario de otras garantías explícitas, como lo son el derecho a la defensa o al juez natural, y porque ella es un supuesto de la protección de la ley en el ejercicio de los derechos, que se consagra en el inciso primero de la norma en comento. (Así, por ejemplo, se ha razonado en sentencias de fechas 7 de marzo de 1994, Rol Nº 184; 1º de febrero de 1995, Rol Nº 205; 28 de octubre de 2003, Rol Nº 389; 17 de junio de 2003, Rol Nº 376; 8 de agosto de 2006, Rol Nº 478; 4 de junio de 2006, Rol Nº 481; 30 de agosto de 2006, Rol Nº 536; 17 de noviembre de 2006, Rol Nº 546; 3 de enero de 2008, Rol Nº 792; 1º de julio de 2008, Rol Nº 946; 22 de julio de 2008, Rol Nº 1046, y 2 de abril de 2009, roles 1262 y 1279). El derecho de acceso a la justicia forma parte de la igual protección de la ley en el ejercicio de los derechos consagrada por la Constitución, pues sin tal acceso la protección asegurada simplemente no es posible‖.

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413

restricción al derecho de accionar judicialmente para que se revisen las

sanciones […] la que no encuentra justificación suficiente en la propia Carta

Fundamental452‖.

Esta situación, es bien descrita por el Ministro preveniente en el mismo

fallo, don Enrique NAVARRO BELTRÁN, quien concurre en la declaración de

inconstitucionalidad, adicionando lo siguiente: ―dicho precepto [artículo 171°

Código Sanitario] infringe diversas disposiciones constitucionales,

particularmente la igualdad en el ejercicio de los derechos, tutelada en el

artículo 19 N° 3 de la Carta Fundamental. En efecto […] la disposición legal

impugnada afecta y limita severamente el derecho del particular de acceder a la

justicia para reclamar de las sanciones administrativas impuestas por la

autoridad sanitaria453‖. A su vez, el mismo Tribunal concluye en su

considerando decimoséptimo: ―que la conclusión necesaria de lo razonado […]

es que el precepto legal contenido en el enunciado normativo que dispone

que:―Para dar curso a ellos se exigirá que el infractor acompañe el comprobante

de haber pagado la multa‖, constituye una barrera injustificada y carente de

razonabilidad al derecho de acceso a la justicia, que forma parte de la garantía

452 Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 1345-09, considerando vigesimoprimero:

―Que, en cambio, y conforme a lo razonado, la declaración de inconstitucionalidad hará cesar la vigencia de una severa restricción al derecho de accionar judicialmente para que se revisen las sanciones aplicadas por el Servicio Nacional de Salud, la que no encuentra justificación suficiente en la propia Carta Fundamental‖. 453

Argumento del Ministerio preveniente don Enrique NAVARRO BELTRÁN en sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 1345-09.

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414

de la igual protección de la ley en el ejercicio de los derechos y del derecho a

un procedimiento racional y justo, que consagra la Carta Fundamental en el

numeral 3º de su artículo 19 y así se declarará454‖.

En atención a lo expuesto, este razonamiento nos lleva a pensar que una

exigencia de tal naturaleza no presenta los caracteres de racionalidad y justicia

que todo Debido Proceso debe observar, por lo que contraría derechamente el

sentido sustancial del artículo 19 N° 3 inciso 6° de nuestra Carta Fundamental.

454 De manera que las restricciones a los derechos fundamentales deben cumplir con

ciertos márgenes de razonabilidad y funcionalidad constitucional, así lo ha señalado nuestro Tribunal Constitucional en su considerando décimo: ―Al efecto, este Tribunal ha establecido que si bien el legislador goza de discreción y de un amplio margen en la regulación de las relaciones sociales, debe cuidar que las restricciones al goce de los derechos que puedan resultar de tales regulaciones encuentren justificación en el logro de fines constitucionalmente legítimos, resulten razonablemente adecuadas o idóneas para alcanzar tales fines legítimos y sean -las mismas restricciones- proporcionales a los bienes que de ellas cabe esperar, resultando por ende tolerables a quienes las padezcan en razón de objetivos superiores o, al menos, equivalentes. (Doctrina que puede encontrarse expuesta, entre otros, en el considerando 15º de la sentencia de 26 de diciembre de 2006, dictada por este Tribunal en la causa Rol Nº 541, y reiterada, entre otras, en las sentencias de inaplicabilidad de este mismo precepto citadas en el considerando 3°). […]Asimismo, este Tribunal ha exigido que las restricciones o limitaciones al ejercicio de un derecho se encuentren determinadas por el legislador, no vulneren el principio de igualdad ante la ley y respeten el numeral 26 del artículo 19 de la Carta Fundamental, que prohíbe afectar los derechos en su esencia o imponer condiciones, tributos o requisitos que impidan su libre ejercicio. Al explicar el alcance de lo que significa impedir el libre ejercicio de un derecho, esta Magistratura ha afirmado constantemente que ello ocurre cuando el legislador ―lo somete a exigencias que lo hacen irrealizable, lo entraban más de lo razonable o lo privan de tutela jurídica.‖ (Sentencia de 24 de febrero de 1987, Rol Nº 43, criterio reiterado en varias sentencias posteriores). De análogo modo, el Tribunal ha reiterado que el legislador, dentro de su ámbito de autonomía para legislar, debe elegir aquellas opciones que impliquen una limitación menor de los derechos, estándole prohibido afectar su contenido más allá de lo razonable, con relación a los objetivos que se quiere lograr. Asimismo, el Tribunal ha sostenido que si bien el legislador tiene autonomía para reglar el ejercicio de un derecho, debe hacerlo ―en forma prudente y dentro de latitudes razonables.‖ (Sentencias de fechas 30 de octubre de 1995 y 20 de octubre de 1998, roles Nºs. 226 y 280, respectivamente, y cuya doctrina fue reiterada en la sentencia de 22 de julio de 2008, Rol Nº 1046). Debe revisarse entonces si las limitaciones que establece la norma legal en examen se encuentran suficientemente determinadas por la ley y si están razonablemente justificadas; esto es, si persiguen un fin lícito, resultan idóneas para alcanzarlo y si la restricción que imponen puede estimarse proporcional al logro de esos fines lícitos que la justifican‖.

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415

Cabe agregar que incluso se ha considerado que el cuestionado artículo ni si

quiera cumple con su presunta finalidad disuasiva. Esta situación es bien

expresada por el Ministro preveniente, don Enrique NAVARRO BELTRÁN,

quien en su considerando tercero y cuarto nos indica:

“3. Que, como se indica en el considerando

decimotercero, el mecanismo en examen en nada impide la

litigación frívola, dado que el sancionado con capacidad de

pago igualmente recurrirá a la vía judicial aunque su petición

sea infundada y carente de razonabilidad;

―4. Que, en tal sentido, confirma lo anterior la circunstancia

de que, preguntado en estrados acerca del porcentaje de

reclamos presentados en el último año, el representante del

Instituto de Salud Pública señaló que éste superaba el

cincuenta por ciento de los actos que impusieron multas, lo que

da cuenta de la inefectividad del mecanismo de consignación

que se reprocha de inconstitucional455‖.

Debemos mencionar que el modo de razonar expuesto por el Ministro

preveniente es compartido por el pensamiento final del mismo fallo, quienes

concuerdan que el artículo 171° del Código Sanitario no tiene utilidad real como

455 Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 1345-09.

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416

mecanismo para evitar la litigación frívola, innecesaria, o eminentemente

dilatoria456. Esto nos hace pensar que una norma de semejantes características

debe estar dotada de fundamentos sólidos, que justifiquen su existencia en

nuestro ordenamiento jurídico, situación en la que obviamente deben

ponderarse las circunstancias particulares del sector regulado, cosa que,

evidentemente, no sucede en el caso del artículo 171° del Código Sanitario.

Para concluir, conviene tener presente el juicio emitido por don Enrique

NAVARRO BELTRÁN, quien nos señala que la misma tendencia es la que se

ha avizorado en el Derecho Comparado. Así pues en España: ―se ha indicado

que el condicionamiento de la admisión de un recurso dirigido contra un acto

456

Considerando decimotercero: ―Siendo la finalidad de evitar la dilación en el cumplimiento de sanciones por la vía de litigación frívola una finalidad lícita, cabe preguntarse si la norma en examen es un medio idóneo para alcanzar el fin que se alega. Nuestra convicción es que esta pregunta debe responderse negativamente, por las siguientes tres razones: 1. Porque en el mecanismo del Código Sanitario, la reclamación judicial no suspende lo resuelto por la autoridad. En efecto, el artículo 172 del Código Sanitario dispone que ―las sentencias que dicte la autoridad sanitaria podrán cumplirse no obstante encontrarse pendiente la reclamación a que se refiere el artículo anterior [...]‖. En consecuencia, no es posible convencer que la consignación previa resulte un modo eficaz de evitar el reclamo injustificado o puramente dilatorio de la multa, pues el reclamante se verá sometido igual a cumplir con la sanción de multa y su litigación –justificada o no- tendrá igualmente por objeto recuperar lo que se ha pagado. La única diferencia es que el pago de la multa, establecido como solve et repete, esto es, como condición de admisibilidad del reclamo judicial, es de pago más seguro que el crédito que emana de una sanción, pero ello en nada ayuda a desincentivar la litigación infundada, pues el mecanismo se aplica por igual a los reclamos fundados y a los infundados. 2. Porque el mecanismo en examen en nada impide la litigación frívola. El sancionado con capacidad de pago tendrá la misma tentación de litigación frívola si posteriormente puede recuperar el dinero pagado que si puede evitar el pago. 3. En tercer lugar, debe tenerse presente que el derecho sí cuenta con una serie de instrumentos destinados a desincentivar la litigación infundada o puramente dilatoria, y que son idóneos para tales objetivos, pues sí discriminan y desincentivan los libelos que carecen de fundamento plausible. Entre ellos, los exámenes de admisibilidad y la condenación en costas. A diferencia de ellos, la barrera del solve et repete de la especie se aplica con entera independencia de que el juez estime un reclamo bien fundado, que presenta plausibilidad de ser acogido, o si lo estima infundado, temerario o puramente dilatorio. En esas condiciones, no puede sostenerse que el mecanismo sirva a la finalidad que se ha alegado‖.

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417

declarativo del crédito a la efectiva satisfacción de éste: ―limita la posibilidad de

impugnación a quienes tengan disponibilidades para ese pago, imponiendo una

indefensión absoluta a quienes no se encuentren en esa situación‖, todo lo cual

contravendría el derecho a la tutela efectiva de los jueves y tribunales (Eduardo

García de Enterría y Tomás-Ramón Fernández, Curso de Derecho

Administrativo, Tomo I, año 1981, p. 434)457‖.

Las Potestades Punitivas Administrativas458 y el problema de la igualdad

ante la Ley. El criterio de nuestro Tribunal Constitucional.

A este respecto, vale la pena revisar el voto en contra manifestado por

los Ministros don Jorge CORREA SUTIL y don Francisco FERNÁNDEZ

FREDES en el fallo en causa Rol N° 576-06 de nuestro Tribunal Constitucional,

457 Más recientemente, variados autores extranjeros incluso han llegado a sostener que:

―es asombroso que una técnica tan tosca, que hace que sólo los ricos puedan recurrir, haya podido subsistir hasta recientemente‖ (Ibid., tomo II, 2002, p. 204). A su turno, en Chile se ha afirmado ―la notoria inconstitucionalidad de la exigencia de la previa consignación de una suma de dinero equivalente a un porcentaje de la sanción de multa impuesta por una autoridad administrativa, por cuanto ella vulnera de manera flagrante el derecho fundamental del afectado a la igual protección de la ley en el ejercicio de sus derechos (artículo 19 Nº 3 de la Constitución), derecho que implica en sí mismo el derecho fundamental de acceso a la justicia y el derecho fundamental a una efectiva tutela judicial por parte de los tribunales en un debido proceso, racional y justo‖ (Eduardo SOTO KLOSS, La impugnación de sanciones administrativas y el derecho fundamental de acceso a la justicia: el “solve et repete” y el Estado de Derecho, Revista de Derecho de la Universidad Finis Terrae 10, 2006, p.199)”. Considerando segundo del preveniente don Enrique NAVARRO BELTRÁN en fallo Rol N° 1345-09. 458

Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 2381-12, considerando decimoséptimo. En dicho considerando se señala que la potestad punitiva administrativa puede entenderse como: ―el poder con que actúan los órganos estatales no jurisdiccionales investidos de atribuciones para sancionar hechos ilícitos‖ (Luis Rodríguez, “Bases para distinguir entre infracciones criminales y administrativas” en Revista de Derecho Universidad Católica de Valparaíso 11, 1987, p. 128).

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418

pues el criterio ahí contenido se ha transformado en el criterio general

actualmente adoptado por nuestro Tribunal Constitucional. Así es como puede

ser apreciado dando lectura al contenido de los fallos Roles N°s 1518-09; 766-

08; 1183-09; 2264-12 y 2381-13.

Volviendo a lo sucedido en el fallo en causa Rol N° 576-06, en dicha

oportunidad se discurrió acerca de la verdadera naturaleza de la Función

Sancionadora ejercida por el Director del Servicio de Impuesto de Internos, en

el sentido relativo a si aquélla debía asimilarse a la de un Juez, o si por el

contrario, correspondía a una función de índole no-jurisdiccional. Básicamente,

la discusión gira en torno a si estamos ante un órgano que, violando las

garantías constitucionales de independencia e imparcialidad, está ejerciendo la

función pública de jurisdicción, o si estamos frente a un Órgano que cuya

Potestad Sancionadora no es de naturaleza jurisdiccional, sino que

correspondería al ejercicio de una función pública administrativa.

De manera preliminar, nos detendremos algunos momentos en

desfragmentar la línea argumentativa del voto de minoría en el fallo citado en

cinco argumentos principales, con el objeto de dilucidar su sentido final. Los

Ministros en cuestión señalan que los órganos administrativos que conocen

Infracciones Administrativas e imponen Sanciones Administrativas carecen de

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419

los atributos básicos de la Función Jurisdiccional. Esto es así por lo siguientes

motivos:

PRIMERO. No hay controversia entre partes sometida a la

decisión de un tercero. La Sanción Administrativa constituye una

resolución en sede y con carácter administrativo. Por lo mismo, sus

reclamaciones son de la misma naturaleza, pues se refieren a lo obrado

por el propio servicio.

SEGUNDO. Por consiguiente, se entiende que: ―un nombre o una

designación legal no es un antecedente suficiente para resolver que una

situación es realmente lo que la Ley dice que es. En este sentido ―las

cosas en derecho son lo que son y no lo que la ley dice que son‖. Así,

debe considerarse que el órgano no es un Tribunal, ni el procedimiento

uno judicial ni la resolución un fallo459‖.

TERCERO. Además, no están presentes las características más

elementales de la jurisdicción:

i) Tal como señalamos, no se verifica una

controversia entre partes sometida a la decisión de un Juez.

459 Considerando tercero, sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 576-06.

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420

En el caso que nos atañe, solo existe una parte, constituida

por el ―reclamante tributario‖. Por ningún motivo puede

entenderse que el ―Servicio reclamado‖ es parte en el

asunto. El Director del Servicio se trataría tan solo de un

órgano que dirige el Procedimiento Administrativo

Sancionador y que emite el Dictamen o Resolución Final del

asunto. Por su parte, tampoco habría un juez, pues no

puede ser tal un ente que tenga interés en el asunto que

debe resolverse.

ii) Peculiarmente, en el caso en cuestión existiría un

asunto de relevancia jurídica, que debe ser resuelto, sin

embargo, el Acto de Resolución. “no tiene por exigencia

conformarse con el derecho y ni si quiera existe obligación

de hacerlo460‖.

iii) Las Formas Procesales carecen de una

bilateralidad de la audiencia real.

iv) Como punto bastante relevante, y en atención de

lo expuesto más arriba, se entiende que: ―no hay

controversia jurídica [o conflicto jurídico] pues solo un sujeto

es parte: el reclamante. De manera que no existe ninguna

controversia. La autoridad administrativa no es parte en el

460 Ibídem.

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421

reclamo, el procedimiento no supone que comparezca, no lo

contempla ni le concede derecho alguno, no está llamada a

controvertir nada: ―y mal podría hacerlo, del momento que

es el mismo órgano que llevó a cabo el acto en contra del

cual se reclama y, a su vez es quien resuelve el asunto‖. No

podría ser parte pues sus intereses están representados por

quien va a resolver el reclamo y nadie puede controvertir

ante sí mismo461‖.

v) En seguida, los Ministros nos señalan que

resolución del Órgano Administrativo no es una Sentencia,

componente esencial de lo jurisdiccional. En este sentido:

¿por qué la decisión administrativa no sería una sentencia?

Esta interrogante es respondida por el Voto de Minoría en

base a cinco argumentos principales:

a) Dado el carácter modificable de sus resoluciones;

b) dada la forma particular que debe tener la

Resolución Administrativa, distinta a la que debe

tener la Sentencia Judicial;

461 Idem. Considerando sexto.

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422

c) porque la Ley concede al silencio o falta de

resolución efectos diversos (lo que se conoce como

el valor del silencio administrativo).

d) Agregan también que: ―el hecho de que pueda

interponerse un recurso de reposición en contra de

una resolución administrativa es impropio de una

sentencia definitiva y típico de una resolución

administrativa. Pues en caso de las sentencias

definitivas, una vez dictadas, ―el órgano respectivo

pierde su jurisdicción bajo el efecto del desasimiento.

En cambio, cuando la resolución es administrativa, el

órgano puede siempre modificar lo resuelto‖.

v) Por último, el Juez es por definición un tercero

imparcial, que se sitúa entre quienes contienden para

resolver una disputa de relevancia jurídica (jurisdicción

contenciosa). Entonces, el Juez es el único capacitado para

dictar una Sentencia, no ocurre lo mismo con un Órgano

Administrativo, que no es ni puede ser Juez. Por tanto: “[…]

el hecho de que sea un acto administrativo implica

descartar que se trate del ejercicio de funciones

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423

jurisdiccionales (STC 766/2008, 1183/2009, 1518/2010,

2264/2012 y 2381/2013)462‖.

CUARTO. De acuerdo con los argumentos exhibidos: ―puede

vislumbrarse la posición en la que se encuentra el afectado por un

procedimiento administrativo sancionador, en el sentido de que aquél se

encuentra en una posición de desigualdad jurídica frente a la posición de

poder en que se encuentra la autoridad administrativa. Y la verdad es que

no está mal que así lo sea, siempre y cuando que dentro de la

sustanciación del procedimiento se verifiquen las exigencias mínimas de

racionalidad y de justicia procedimental, desde la fase de fiscalización e

investigación hasta la de resolución del asunto. En este sentido, este

contexto es propio de las prerrogativas de poder público que se conceden

a ciertos órganos administrativos, los cuales ejercen sus funciones en

estricto cumplimiento de lo que la Ley les exige, en ejercicio de la función

pública que la misma les ha encomendado. Sin embargo, y en virtud de

vastos pronunciamientos de nuestro Tribunal Constitucional, los derechos

fundamentales no pueden ser constreñidos hasta un punto en el cual no

puedan ser razonablemente ejercidos, y es por eso que todos los

462 Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 2264-12, considerando trigésimo tercero:

―la sanción administrativa es un acto administrativo, que se dicta después de un procedimiento administrativo, a consecuencia de una infracción de bienes jurídicos de naturaleza administrativa (STC 124/1991, 725/2008, 1413/2010). El hecho de que sea un acto administrativo implica descartar que se trate del ejercicio de funciones jurisdiccionales (STC 766/2008, 1183/2009, 1518/2010, 2381/2013)‖.

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424

procedimientos administrativos sancionatorios deben observar un mínimo

constitucional razonable de modo que los derechos de los ciudadanos, en

su esencia, no sean burlados463‖.

QUINTO. Por último, y para sellar su argumentación, los Ministros

participantes del Voto de Minoría afirman, correctamente a nuestro modo

de ver, que: “no obstante la desigualdad intrínseca de los procedimientos

administrativos sancionatorios no debe obviarse el hecho de que el

particular afectado siempre tiene el derecho para accionar ante las

autoridades jurisdiccionales competentes para someter el asunto a la

decisión de un Tribunal de Justicia, con lo que se deja indemne el

derecho constitucional de los ciudadanos de un libre acceso a la justicia‖.

Conclusiones.

Para concluir esta sección, diremos que la presunción de legalidad de

los Actos Administrativos (y sus instituciones derivadas: ejecutividad, ejecución

463 Por estos motivos, las sanciones administrativas: ―deben cumplir dos tipos de garantías.

Por una parte, garantías sustantivas. En este sentido, esta Magistratura ha señalado que los principios inspiradores del orden penal contemplados en la Constitución, han de aplicarse, por regla general y con matices, al derecho administrativo sancionador, puesto que ambos son manifestaciones del ius puniendi propio del Estado (STC 294/96, 479/2006, 480/2006, 1413/2010, 1518/2010, 2381/2013). Por la otra, deben cumplir garantías vinculadas al debido procedimiento. El legislador debe permitir que quienes puedan ser afectados por dichas sanciones, puedan defenderse de los cargos que les formule la autoridad, pudiendo rendir prueba, impugnar la sanción, etc. (STC 376/2003, 388/2003, 389/2003, 473/2006, 725/2008, 792/2007, 1413/2010, 1518/2010, 2381/2013)‖. Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 576-06.

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425

forzosa, ejecutoriedad y la suspensión de su eficacia), dan forma a los poderes

de auto-tutela declarativa y ejecutiva de la Administración del Estado. Estos

efectos particulares del Acto Administrativo, reflejan poderes que, para muchos

autores, constituyen un: ―verdadero privilegio de la Administración464‖. Como es

lógico, esta situación se torna más compleja cuando comprendemos que

mediante tales decisiones la autoridad administrativa puede ―imponer

obligaciones o disponer sanciones465‖, las que son exigibles en cumplimiento:

―aún en contra de la voluntad del ciudadano466‖.

De hecho, puede notarse cómo el Legislador, al dotar de una serie de

“privilegios” a la actividad administrativa, ha realizado grandes esfuerzos por

generar herramientas que configuren una independencia funcional entre los

órganos de la Administración del Estado y los órganos Judiciales. Así por

ejemplo, cuando la Ley permite a la Administración del Estado ejecutar

directamente sus propias decisiones, se pone en evidencia la intención del

464 OSSA ARBELÁEZ, Jaime. “Derecho Administrativo Sancionador: una aproximación

dogmática”, ed. LEGIS, año 2009, pp. 522-523. También pueden encontrarse “privilegios” de carácter procesal, debidamente tratados por el profesor Juan Carlos FERRADA BÓRQUEZ, quien explica que: ―junto a las prerrogativas administrativas anteriores (presunción de validez, ejecutividad y ejecutoriedad), también existe una serie de privilegios procesales para la administración del estado. entre ellos los más reconocidos son el llamado ―solve et repete‖, la inembargabilidad de los bienes públicos y las vías especiales de ejecución de las sentencias condenatorias en contra de los órganos de la administración‖. Véase para más información: FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos. “Las potestades y privilegios de la Administración Pública en el Régimen Administrativo Chileno”, Revista de Derecho, Vol. 20°, Diciembre, año 2007, p. 84 y ss. 465

Idem., pp. 522-523. 466

Op. Cit. BERMÚDEZ SOTO, Jorge. “Estado actual del Control de Legalidad de los Actos Administrativos. ¿Qué queda de la Nulidad de Derecho Público?, p. 108.

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426

Legislador por introducir una separación entre las competencias de ambos

poderes del Estado, separación que es más o menos ostensible según la

intensidad de las facultades que la Ley otorgue autoridad administrativa en cada

caso en particular. Lo mismo ocurre cuando el Legislador robustece al Acto

Administrativo y lo reviste con privilegios de tal magnitud como la presunción de

su legalidad, su ejecutividad o su ejecutoriedad. Como vemos, no quedan

dudas que el Legislador ha visto la necesidad jurídica de dotar a las decisiones

administrativas con cualidades de poder especialmente fuertes, todo con el

preciso objeto de que la Administración esté capacitada para alcanzar sus fines

de una manera más eficaz y eficiente.

Bajo este contexto, y para finalizar, consideramos que es importante ser

conscientes de que las Sanciones Administrativas suponen la imposición de un

gravamen que muchas veces es susceptible de afectar y constreñir fuertemente

las Garantías y los Derechos Constitucionales de los particulares. Por estos

motivos, y poniendo especial atención en el carácter Resolutorio o de Decisión

del Acto Administrativo, consideramos que los medios de revisión, impugnación

y anulación del mismo deben ser entendidos como mecanismos de

“extraordinaria importancia467‖. Efectivamente, los medios de impugnación

467 Cfr. Idem., pp. 107 - 108. Con mecanismos de revisión o de anulación nos referimos,

por ejemplo, a las herramientas de impugnación que franquea la Ley en un procedimiento administrativo, contencioso-administrativo o en uno de otra naturaleza. Especial atención debe ponerse a propósito del recurso de ilegalidad administrativa, pues con ella se busca desvirtuar la presunción de validez de los Actos Administrativos, que a juicio del profesor Jorge

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427

configuran el contrapeso ideal para hacer de oposición frente a los poderes de

auto-tutela declarativa y ejecutiva468 atribuidos a la Administración, que como

vimos, corresponden prerrogativas de Poder Público que le facultan para

caucionar sus propias decisiones. Debido a su trascendencia, dedicaremos las

siguientes páginas a estudiar el funcionamiento de los mecanismos de

impugnación, tanto en sede administrativa como judicial.

5.2.3. La Revisión del Acto Administrativo: Los Procedimientos y los

Procesos de Impugnación del Acto Administrativo Sancionador.

Ciertamente, los Medios de Impugnación ostentan un sitial de enorme

relevancia dentro los Procesos Judiciales, pues se constituyen como un medio

idóneo para revisar las Resoluciones o Decisiones Jurisdiccionales. Así pues

representan la oportunidad jurídica para discutir la conformidad o inconformidad

de dichas decisiones con respecto a las normas de nuestro sistema jurídico. En

este sentido, los Recursos Jurisdiccionales sirven para que las partes puedan

defenderse y cuestionar el contenido y la forma de las decisiones de los Jueces,

lo que en términos de Justicia resulta una actividad muy sana dentro de un

Estado de Derecho.

BERMÚDEZ SOTO: ―aparece claramente consagrado a nivel constitucional (art. 38) y legal (art. 2 Ley Nº 18.575 orgánica constitucional de bases generales de la Administración del Estado y art. 15 LBPA)‖. Op. Cit. BERMÚDEZ SOTO, Jorge, ―Estado actual del control de legalidad de los actos administrativos: ¿Qué queda de la Nulidad de Derecho Público?‖, pp. 107 – 108. 468

La auto-tutela ejecutiva es un poder excepcional atribuido a la Administración bajo el último criterio de nuestro Tribunal Constitucional, sentencia Rol N° 1518-09.

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428

De cierta forma, podemos decir en materia sancionadora administrativa

existe una situación al menos similar. En esta área, el Sistema de Medios de

Impugnación juega un papel muy importante, ya que permiten tanto la revisión

del apego a la legalidad del Acto Administrativo, como la tutela de los derechos

e intereses legítimos de los particulares.

Así las cosas, el Legislador ha franqueado a los administrados diversos

mecanismos de defensa, los que pueden ventilarse tanto por vía administrativa

como por vía judicial Su objeto es discutir la validez y la legalidad del Acto

Administrativo. De esta forma, una vez impugnada una Decisión Administrativa,

en cualquiera de las dos vías, la Autoridad Administrativa o el Órgano Judicial

competente están facultados tanto para declarar la ilegalidad como la nulidad

de la resolución cuestionada. Incluso en ciertas ocasiones están facultados para

dictar un Acto Administrativo de reemplazo del acto declarado ineficaz469.

La impugnación es una carga para el administrado.

Naturalmente, esta situación se ve como una carga para el administrado.

Esto es así, debido a que si el particular no opone resistencia, impugnando la

Decisión Administrativa, la Autoridad Administrativa está plenamente facultada

469 Cfr. FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos. “Los procesos administrativos en el Derecho

chileno”, en Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, XXXVI, Valparaíso, Chile, año 2010, 1er semestre, p. 255.

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429

para ejecutar su decisión, ya sea administrativa mente o a través de los

Tribunales de Justicia, según disponga la Ley, tal como vimos al estudiar con

detención al Acto Administrativo. En consecuencia, esta situación demuestra la

importancia que reviste la facultad de solicitar la paralización o la suspensión de

la ejecutividad y ejecutoriedad de un Acto Administrativo en particular.

Lógicamente, esto puede ser logrado a través de la interposición de un medio

de impugnación en su contra, solicitando a su vez la declaración de la

suspensión de sus efectos. Mediante esta operación podemos salvar los casos

de duda en lo que existe incertidumbre acerca de si por la mera presentación de

un Recurso Judicial se produce automáticamente, o no, la inmediata

suspensión de los efectos del Acto Administrativo impugnado.

Una vez asentado lo anterior, debemos señalar que los mecanismos de

impugnación en materia administrativa se enmarcan dentro de un sistema que

no está exento de críticas, por lo que presenta varias particularidades que vale

la pena pasar a revisar470.

En esta sección no nos haremos cargo de estudiar la Potestad

invalidatoria de la Administración

470 Idem. p. 255. Así, para el profesor Juan Carlos FERRADA BÓRQUEZ, los principales

problemas que presenta nuestro sistema de medios de impugnación administrativos son: i) Los procedimientos de impugnación están dispersos y no presentan una regulación sistémica clara y ii) el efecto suspensivo o cautelar derivada de su imposición no estaría bien estatuido.

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430

Hacemos presente desde ya que no se dedicarán mayores palabras

acerca de la Potestad Invalidatoria de la Administración del Estado, entendida

ésta como aquella facultad que le permite revisar la legalidad de sus propios

actos, cuya consagración legal se contempla en los artículos 53° y siguientes de

la Ley N° 19.880. Sin lugar a dudas, esta potestad es del todo relevante, sin

embargo su estudio se aleja de nuestros fines, puesto que hemos tenido en

mente limitarnos a hacer un análisis de los Medios de Impugnación

únicamente471.

Procedimientos Administrativos de Impugnación.

Los Procedimientos Administrativos de Impugnación, que la Ley también

ha denominado “Recursos Administrativos”, corresponden a las “vías

administrativas de reclamo472”. Estos Recursos Administrativos constituyen un

mecanismo de revisión de la legalidad del Acto Administrativo. Mediante su

interposición se solicita a la Autoridad Administrativa competente que lo

471 Nos limitaremos a brindar su concepto doctrinario, utilizando las palabras de Javier

MILLAR SILVA, quien señala que: ―doctrinalmente, la figura de la invalidación, en el derecho público, forma parte de la teoría del acto administrativo y consiste en la posibilidad o facultad de la Administración del Estado de dejar sin efecto un acto anterior que adolece de un vicio de legalidad, mediante un acto posterior dictado por el mismo órgano administrativo emisor del primero‖. Como vemos, es una facultad de autotutela jurídica de la Administración para revisar sus propios actos. La invalidación provoca extinción del acto administrativo, a causa de la ilegalidad presente en su origen. Cfr. VARGAS ZINCKE, Osvaldo. “Algunos aspectos sobre la invalidación en la jurisprudencia de la CGR”, en Gaceta Jurídica, N° 178, año 1995, p. 37. Apud. MILLAR SILVA, Javier, “La Potestad Invalidatoria en la Jurisprudencia Nacional. Procedencia, alcance y limitaciones”, Revista de Derecho de Valdivia, Vol. XIV, julio, año 2003, p. 84. 472

Artículos 2° y 10° de la Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado (LOCBGAE).

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431

confirme, modifique o revoque. De esta manera, la resolución final de la

impugnación se realiza mediante la dictación de un nuevo Acto Administrativo

que pasa a resolver el recurso473.

Ahora bien, en doctrina encontramos que los Procedimientos

Administrativos de Impugnación pueden ser clasificados. Esta clasificación se

hace en base a una distinción entre los llamados “Recursos Administrativos

Ordinarios” y los “Recursos Administrativos Extraordinarios”.

Recursos Administrativos Ordinarios.

Dentro de este grupo encontramos a dos recursos: el Recurso de

Reposición y el Recurso Jerárquico. El primero se interpone ante la misma

Autoridad Administrativa que dictó el Acto Administrativo y el segundo se

interpone ante su superior jerárquico, quien conocerá de él474. El alcance de

473 Cfr. RODRIGUEZ DONOSO, Natalia. “El Sistema de Justicia Administrativa en el

Derecho Chileno”, Memoria para optar al Grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Austral de Chile, Valdivia, diciembre del año 2007, p. 9. 474

De acuerdo con el artículo 59 inc. 4° de la Ley N° 19.880, la regla general determina que el Recurso Jerárquico es improcedente en contra de las resoluciones emanadas de los Jefes Superiores de los Servicios Públicos Descentralizados. Esta interpretación es acorde al artículo 9° de la Ley N° 18.575 de “Bases Generales de la Administración del Estado”, cuando señala que los actos administrativos son susceptibles de ser impugnados por medio del Recurso Jerárquico solo cuando este “proceda”. Un ejemplo de esta situación lo encontramos en la Ley N° 20.417, la cual se refiere expresamente al Recurso de Reposición, pero nada dice acerca del Recurso Jerárquico. En este sentido, se entiende que no tiene cabida el Recurso Jerárquico en contra de la imposición de una Sanción Administrativa, puesto que esta es adoptada, en última instancia, por resolución del Superintendente, estatuido como el Jefe Superior del Servicio por la misma Ley. Cfr. OCHOA TOBAR, Fernando, “Entre la redención y el

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432

ambos es bastante amplio ya que permiten a la Autoridad Administrativa

revisora pronunciarse tanto respecto de la legalidad de la actuación

administrativa, como respecto de aspectos relativos a su oportunidad, mérito y

conveniencia475.

Recursos Administrativos Extraordinarios.

Nuestra Legislación contempla como Recurso Extraordinario el de

Revisión, el que opera en contra de los Actos Administrativos firmes. Dada su

naturaleza, algunos autores señalan que constituye una “excepción calificada a

la firmeza de los actos administrativos476‖. Por regla general, este debe ser

interpuesto ante el superior jerárquico de la Autoridad Administrativa que lo

dictó, siendo excepcional su interposición ante la misma autoridad de la cual

emanó. Las causales de este Recurso Administrativo están taxativamente

determinadas en la Ley 19.880477.

Procesos Administrativos de Impugnación.

castigo. Un análisis de la potestad sancionadora de la administración en el marco de la nueva institucionalidad ambiental”, Ars Boni Et Aequi, N° 1, año 2012, p. 124. 475

Artículos 1° y 11° de la “LOCBGAE” y el artículo 59° de la Ley N° 19.880 de “Bases de los Procedimientos Administrativos”. 476

Op. Cit. FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos. “Los procesos administrativos en el Derecho chileno”, p. 253. 477

Artículo 60° de la Ley N° 19.880.

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433

Los Procesos Administrativos de Impugnación, a los cuales la Ley

denomina simplemente como “Acciones” o “Acciones Jurisdiccionales”,

corresponden a las vías judiciales de impugnación478. Estos recursos o

acciones comúnmente han sido denominados como los “Recursos Contencioso-

Administrativos479”. Estos recursos deben ser interpuestos ante el Tribunal de

Justicia competente, quien decide el conflicto jurídico a través de la dictación de

una resolución de carácter jurisdiccional480. En cuanto a su objeto, son

entendidos como un mecanismo judicial de control de juridicidad del ejercicio de

las potestades administrativas.

Cabe hacer presente que, en los Procesos Administrativos de

Impugnación Tribunal tiene una competencia de revisión más limitada

comparativamente con la que ostentan las Autoridades Administrativas, dentro

de los Procedimientos Administrativos de Impugnación. Esto es así, porque el

Juez sólo está facultado conocer y revisar los presupuestos de hecho y los

elementos jurídicos, de fondo y de forma, que dieron lugar a la decisión

478 Artículos 2° y 10° de la LOCBGAE y artículos 15° y 54° de la Ley N° 19.880 hacen

alusión a las vías jurisdiccionales de impugnación. 479

Podemos brindar un concepto de justicia contencioso-administrativa, para fines didácticos: ―es aquella que tiene por objeto controlar la potestad reglamentaria y la legalidad de la actividad administrativa, así como el sometimiento de ésta a los fines que la justifiquen‖. PARADA VÁSQUEZ, Ramón. “Derecho Administrativo”, p. 686. Apud. Op. Cit. RODRÍGUEZ DONOSO, Natalia, p. 8. De esta manera, la jurisdicción contencioso-administrativa se alza como una herramienta de vital relevancia dentro de un Estado de Derecho. Como parte de sus fines se contempla asegurar la primacía de las garantías de los particulares frente a la actividad de la Administración del Estado, como también procurar la legalidad de ésta. 480

Natalia RODRIGUEZ DONOSO sostiene que las vías jurisdiccionales de impugnación son una forma de llevar a cabo la justicia administrativa en nuestro país. Op. Cit. RODRÍGUEZ DONOSO, Natalia, p. 9.

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434

administrativa. En este sentido, le está prohibido entrar a discutir aspectos de

mérito o de conveniencia que sirvieron de fundamento para pronunciar una

Resolución Administrativa en particular. La facultad de revisar aspectos de

mérito es una atribución que pertenece a la esfera de competencia de los

órganos de la Administración del Estado, puesto que dice directa relación con

función pública de Administración que el Constituyente y el Legislador les han

encomendado481.

Por otra parte, la principal diferencia entre los Procedimientos y los

Procesos Administrativos de Impugnación estriba en que los primeros se

ventilan ante una Autoridad Administrativa, la que está facultada para revisar

incluso la oportunidad o el mérito de la Decisión Administrativa, por otro lado,

los segundos se ventilan ante un Órgano de carácter Jurisdiccional (Tribunal de

Justicia). Estos últimos sólo tienen competencia para revisar la legalidad y

validez del acto, en atención a su ajuste a la Constitución y a las Leyes.

481 Cfr. Op. Cit. FERRADA BÓRGUEZ, Juan Carlos. “Los procesos administrativos en el

Derecho chileno”, p. 254. Al Juez no le compete la discusión acerca lo conveniente o inconveniente de una decisión, por ejemplo, en caso de que se decidiera administrativamente que el metro debiera pasar por algún sector, pero que resultaría menos costoso económicamente y más eficiente que pasara por un lugar distinto. Así, no puede impugnarse judicialmente una decisión a causa que el costo social de la misma es muy elevado, o que las prioridades nacionales son otras, pues claramente, se trata de un asunto de incumbencia de la Administración del Estado. Cfr. MORALES ESPINOZA, Baltasar. “El mérito, oportunidad y conveniencia en la Contraloría General de la República”, Facultad de Derecho Universidad de Concepción, año 2012, pp. 207 – 209.

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435

Los procesos Especiales y Generales de Impugnación.

La posibilidad de recurrir ante los Tribunales de Justicia está consagrada

en nuestra Carta Fundamental en su artículo 38° inciso segundo. Por imperativo

constitucional, se permite reclamar ante los Tribunales que determine la Ley a

quienes resulten lesionados en sus derechos a causa de la actividad de la

Administración del Estado. De esta manera, el particular que resulte afectado

por un acto u omisión administrativa, tiene la posibilidad de recurrir

directamente ante la Autoridad Jurisdiccional competente para buscar la

protección de sus intereses legítimos, presuntamente vulnerados.

En opinión de la doctrina, se ha señalado que los particulares afectados

por una Decisión Administrativa poseen un “derecho a opción” para impugnar,

esto es, que están facultados para optar por la vía administrativa de

impugnación o la vía judicial de impugnación, sin que resulte esencial agotar

primero la vía administrativa, como un paso previo o presupuesto, para habilitar

la vía judicial de reclamo. De esta forma, solo excepcionalmente podría exigirse

al particular agotar primero la vía administrativa como requisito para poder

impetrar acciones judiciales. Tal es el criterio que se desprende al dar lectura a

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436

la Ley N° 19.880, pues encontramos en el inciso tercero del artículo 54° la regla

general, plenamente vigente en materia sancionadora administrativa482.

Sin perjuicio de lo anterior, si el particular afectado ha optado primero por

la vía judicial de reclamo, se extingue (preclusión) la posibilidad de impetrar los

Medios de Impugnación por la vía administrativa. Esta cosa es del todo lógica,

puesto que la decisión jurisdiccional restará valor, y hará inoperante, cualquier

resolución que se eventualmente se adopte en la vía administrativa483. Distinto

es lo que ocurre, por regla general, en el Derecho español. En dicho sistema

jurídico se consagra la regla inversa, esto es, primero se exige al particular

482 Ley N° 18.880, artículo 54°: “Interpuesta por un interesado reclamación ante la

Administración, no podrá el mismo reclamante deducir igual pretensión ante los Tribunales de Justicia, mientras aquélla no haya sido resuelta o no haya transcurrido el plazo para que deba entenderse desestimada. Planteada la reclamación se interrumpirá el plazo para ejercer la acción jurisdiccional. Este volverá a contarse desde la fecha en que se notifique el acto que la resuelve o, en su caso, desde que la reclamación se entienda desestimada por el transcurso del plazo. Si respecto de un acto administrativo se deduce acción jurisdiccional por el interesado, la administración deberá inhibirse de conocer cualquier reclamación que éste interponga sobre la misma pretensión‖. 483

Este derecho a opción está contemplado en el artículo 54° de la Ley N° 19.880. En general, no se exige el agotamiento de la vía administrativa de impugnación para poder ejercer las acciones jurisdiccionales correspondientes, sin embargo, en muchas situaciones el Legislador ha optado por la regla contraria, como ocurre en los siguientes casos, por citar algunos ejemplos: el artículo 141° de la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades; el artículo 108° de la Ley Orgánica Constitucional de Gobiernos Regionales; el artículo 18° y ss. De la Ley N° 18.410 o los artículos 24° y 28° de la Ley N° 20.285. Al respecto cabe hacer presente que nuestro Tribunal Constitucional acepta la existencia de normas que exigen la utilización de la vía administrativa previa como presupuesto para la vía jurisdiccional. Esto se entiende en parte, porque el TC no objetó de inconstitucionales los artículos de las leyes citadas que establecen ese requisito. Posición contraria es la del profesor ARÓSTICA MALDONADO quien sostiene que dichas exigencias con inconstitucionales, pues ―suspenden del derecho a la acción reconocido por la Constitución, en su artículo 19 N° 3, al impedirle al afectado acudir sin más trámite ante los Tribunales en defensa de sus derechos‖. ARÓSTICA MALDONADO, Iván. “Los contenciosos administrativos especiales en la legislación chilena”, Edición Ius Publicum, N° 20, año 2008, p. 98. Apud. Op. Cit. FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos, p. 259. En nuestra opinión, consideramos que mientras dicha exigencia sea racional y justa, no se contradice con las directrices del artículo 19 N° 3, así se evita la carga excesiva para los Tribunales de Justicia, lo que sucede por ejemplo, en caso de que en sede administrativa de reclamación se obtenga una decisión favorable o conforme a las pretensiones del particular afectado.

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afectado agotar la vía administrativa de reclamo, lo que funciona como un

presupuesto para optar a la vía jurisdiccional. Esta exigencia está establecida

como un método para evitar la judicialización excesiva de los conflictos con la

Administración del Estado.

- Los Procesos Especiales de Impugnación.

Nuestro sistema jurídico de DAS cobija diversos Procesos

Administrativos Especiales de Impugnación, contenidos en los distintos cuerpos

jurídicos creados al efecto. Estos han sido creados especialmente de acuerdo a

las particularidades del sector regulado. En cuanto a los Procesos

Administrativos Generales de Impugnación, sucede una situación contraria a la

antedicha, pues no han sido establecidos específicamente por cada sector

regulado, sino que pueden ser utilizados para revisar la legalidad de

virtualmente casi cualquier Acto Administrativo. De ahí su calidad de Medios

Generales de Impugnación por vía jurisdiccional.

Volviendo a los Procesos Especiales de Impugnación, primero debemos

señalar que nuestra Legislación administrativa presenta una gran dispersión

normativa. Con el pasar de los años el Legislador se ha dedicado a elaborar

una gran variedad de cuerpos normativos especiales, dentro de los cuáles se

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438

configuran Procesos de Impugnación inherentes a la materia regulada, puesto

que se consideran las características y la naturaleza del sector normado484.

La situación arriba descripta constituye una práctica Legislativa usual en

nuestro sistema de DAS. Así por ejemplo, ya en el año 1971, el profesor Hugo

PEREIRA ANABALÓN planteó que en Chile el sistema de resolución de

conflictos administrativos: ―no puede ser más inorgánico, falto de técnica y de

sistema485‖. Por lo que podemos apreciar, sus dichos no están tan alejados de

la realidad actual, toda vez que el Legislador ha creado una extensa variedad

de Procesos Contencioso-Administrativos Especiales, con características y

elementos diversos, ajustados a las necesidades jurídicas particulares de cada

área regulada486. Este fenómeno ha sido denominado por el profesor Juan

Carlos FERRADA BÓRQUEZ como: ―una especie de justicia administrativa de

484 El profesor CARMONA SANTANDER, en un estudio que data del año 2005, determinó

que hasta el año 2003, existían 120 procesos contenciosos administrativos especiales, cifra que ha seguido aumentando, donde hasta el 2010 se contaron más de 140. CARMONA SANTANDER, Carlos. “El contencioso administrativo entre 1990-2003, y FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos como coordinador de: “La Justicia administrativa”, Editorial Lexis Nexis, Santiago, Chile, año 2005, p. 204. Para nombrar algunos ejemplos, podemos mencionar el artículo 39° de la Ley general de telecomunicaciones, el artículo 34° de la Ley N° 18.838, el artículo 3° de la Ley N° 18.696, el artículo 43° de la Ley del tránsito, el artículo 7° de la Ley N° 18.933, artículos 22° y ss. De la Ley N° 19.886, el artículo 19° de la Ley N° 18.410, el artículo 13° de la Ley N° 18.902, el artículo 3° de la Ley N° 19.253 y el artículo 28° y ss. De la Ley N° 20.285, entre otros. 485

PEREIRA ANABALÓN, Hugo. “Unidad de jurisdicción y justicia administrativa en el Derecho chileno”, en Revista de Derecho Público, Universidad de Chile, N° 12, 1971, pp. 49-50. 486

Según el profesor FERRADA BÓRQUEZ, el Legislador ha configurado los diversos procesos contenciosos administrativos especiales poniendo especial atención a: ―los derechos involucrados, la gravedad de la actividad desplegada por la Administración y el órgano específico que emite el acto‖. Op. Cit. FERRADA BORQUÉZ, Juan Carlos, p. 264.

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439

alfombra roja, cuya calidad eficacia y celeridad contrasta con los problemas de

la justicia civil general487‖.

El contexto que hemos presentado se hace especialmente evidente al

observar la normativa que crea distintas Superintendencias, todas

especialmente ideadas para fiscalizar, de una manera eficaz y eficiente, el

desarrollo de las más diversas actividades económicas y sociales. En estos

casos el Legislador ha optado por procesos y Tribunales especiales, todos

diferenciados, lo que ha generando una justicia administrativa de carácter

eminentemente especializado. En este sentido, compartimos el juicio del

profesor Juan Carlos FERRADA BORQUÉZ, en cuanto a que la tarea de buscar

las características comunes entre los Procesos Administrativos Especiales se

torna especialmente difícil488. De hecho, es fácil encontrar diferencias incluso en

cuanto a: ―[la] denominación (reclamación, apelación, recurso o demanda); [la]

tramitación del reclamo (ordinaria, sumaria, proceso de protección, tramitación

incidental o sin forma de juicio); [los] plazos de interposición del reclamo (5, 10,

487 Idem., p. 264.

488 Lo que no quiere decir que no haya sido intentado por algunos autores doctrinarios,

como lo hacen, por ejemplo, el profesor FERRADA BÓRQUEZ o Natalia RODRÍGUEZ DONOSO, quienes estudian la distinción entre procesos impugnatorios objetivos y subjetivos, realizando un vasto estudio de la Legislación nacional. Su estudio también se muestra cercana al análisis hecho por el profesor Santiago GONZÁLEZ-VARAS, quien ha llegado a expresar que: ‖la pregunta básica es la de si el proceso contencioso administrativo sirve ante todo para la garantía de los derechos individuales o para el control de la legalidad objetiva de la Administración‖, haciendo alusión a la existencia de procesos contencioso administrativos para proteger derechos subjetivos o para revisar objetivamente la sustancia del acto administrativo. GONZÁLEZ- VARAS, Santiago. “La jurisdicción contencioso-administrativa en Alemania”, p. 96. Apud. Op. Cit. RODRÍGUEZ DONOSO, Natalia, p. 6.

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440

15, 30 o 60 días); [las] reglas de prueba (término probatorio, medios de prueba

y valoración de la prueba) y el contenido mismo de la sentencia, (anulatoria,

condenatoria o reparatoria), [todos elementos que] denotan una pluralidad y

heterogeneidad difícilmente sistematizable489‖.

Por otro lado, y en cuanto a la conformación jurídica de estos procesos,

puede decirse que, en general, son diseñados con un carácter: ―concentrado,

breve y sumario, en el que la etapa de discusión se limita al recurso,

reclamación o demanda del particular y la contestación del órgano

administrativo recurrido –denominada en muchos casos informe-, una vista de

la causa oral ante la misma Corte y eventualmente un probatorio, que sólo

excepcionalmente da lugar el tribunal490‖.

En fin, y a modo ilustrativo, el autor citado nos brinda algunos ejemplos

de Procesos Administrativos Especiales, que en su conjunto, constituyen unos

cientos. Por nombrar algunos: ―el procedimiento de reclamo en materia de

489 Op. Cit. FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos,. “Los procesos administrativos en el

Derecho chileno”, p. 266. 490

Idem., p. 266. El mismo autor señala que al parecer, el Legislador se ha inspirado en muchas ocasiones en base al procedimiento establecido para el Recurso de Protección, diseñando procesos muchas veces similares al que éste presenta. Así ocurre, por ejemplo, a propósito del artículo 36° A de la Ley General de Telecomunicaciones; el artículo 7° de la Ley N° 18.933; el artículo 27° de la Ley N° 18.838, y los artículos 28 y ss. de la Ley N° 20.285. Cómo se puede apreciar, se privilegian procesos breves, sumarios y desformalizados, lo que constituye una situación no ha estado exenta de críticas, toda vez que en algunas circunstancias, dada la gravedad de los derechos comprometidos, se hace necesario un proceso más extenso, con una fase de discusión más profunda, dentro de un marco procedimental de lato conocimiento.

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expropiación (Decreto Ley N° 2.186), el reclamo por suspensión del servicio

público de telecomunicaciones (Ley N° 18.168), la impugnación de sanciones

que impone el Consejo Nacional de Televisión (Ley N° 18.838), el reclamo por

las multas que impone la Superintendencia de Electricidad y Combustibles, el

reclamo por el rechazo a la inscripción en el registro de iglesias y

organizaciones religiosas (Ley N° 19.638), la acción de impugnación por

irregularidades en un procedimiento de licitación pública (Ley N° 19.886) o el

reclamo de ilegalidad por acceso a la información pública (Ley N° 20.285)491‖,

entre muchos otros.

- Procesos Generales de Impugnación.

En primer lugar, cabe hacer presente que, en nuestra Legislación

administrativa, no encontramos un proceso contencioso-administrativo de

aplicación general que esté provisto de una regulación legal precisa y expresa

al efecto. Esta situación ha suscitado un gran debate en la doctrina nacional, la

que, en base a una interpretación sistémica de los preceptos de nuestra Carta

Fundamental (Derecho a la Acción Judicial, Igualdad ante la Ley,

Inexcusabilidad, etc.), ha convenido en aceptar que el Tribunal competente y

común, por regla general y a falta de normativa especial expresa, debe ser un

491 Op. Cit. FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos. “El Sistema de Justicia Administrativa

chileno: revisión de la legalidad de actos administrativos o protección de derechos y/o intereses”, en Revista de Derecho Valdivia, Vol. 25°, N° 1, julio, año 2012, p. 120.

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Juez Ordinario Civil, quien deberá ponerse en conocimiento de los asuntos a

través de un procedimiento civil ordinario y de lato conocimiento492. En nuestra

opinión, consideramos que dicha interpretación se sitúa en la vía correcta, sin

embargo, son conocidos los problemas de lentitud e ineficiencia que afectan a

nuestra justicia ordinaria civil. El problema se ve agravado si consideramos que

los Jueces pueden volverse reacios a conceder medidas cautelares, lo que no

permitiría paralizar los efectos especialmente nocivos de los Actos

Administrativos Sancionatorios -en este caso es idóneo hablar de la utilización

de medidas cautelares innominadas, pues nos permiten encontrar una que se

ajuste de mejor manera a la naturaleza del Acto Administrativo, que difícilmente

puede ser considerado como un Acto o Contrato común y corriente, lo que hace

complejo adaptarlo a la lista de medidas cautelares nominadas-. En efecto, tal

como lo expresa el profesor Andrés BORDALÍ SALAMANCA: ―[puede notarse

que] ha existido una reticencia, tanto de los abogados como de los jueces, en la

492 PANTOJA BAUZÁ, Rolando. “La jurisdicción contencioso-administrativa en Chile:

Decisiones legislativas al año 2001”, Fundación Facultad de Derecho, Universidad de Chile, año 2001, p. 45. Natalia RODRIGUEZ DONOSO, quien se apoya en texto “Sobre el proceso contencioso administrativo de general aplicación”, señalará que: ―a falta de Ley especial, la doctrina ha entendido que sólo cabe acudir al Juicio Ordinario de Mayor Cuantía, previsto en la Ley procesal común, el cual, obviamente, no sería el mecanismo más idóneo para incoar, instruir y resolver los asuntos que conciernen a una acción contencioso—administrativa, ni para proceder a su ejecución‖. Así, en un intento por zanjar la discusión acerca del Tribunal Competente, propone una línea argumentativa en base a una interpretación sistémica del artículo 19 N° 3 de la CPR en vinculación con el artículo 76° y 38° inciso segundo del mismo texto constitucional, para concluir que la solución lógica es aceptar la competencia plena de la Justicia Ordinaria Civil, todo en razón de que ninguna persona puede quedar en la indefensión por la inexistencia de un Tribunal Competente que resuelva la contienda. Esta postura es aceptada por varios autores de la doctrina nacional. Cfr. ARGANDOÑA, Manuel. “Sobre el proceso contencioso-administrativo de general aplicación”, en Revista de Derecho Público, Universidad de Chile, Volumen 63, año 2002, p. 192. Apud. Op. Cit. RODRÍGUEZ DONOSO, Natalia, p. 18.

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443

utilización de medidas cautelares innominadas493‖, así ocurre, por ejemplo, en

cuanto a la realidad de Nulidad de Derecho Público en nuestro sistema.

En razón de los motivos arriba expuestos, la práctica jurídica, con ayuda

de la jurisprudencia y de la doctrina, han impulsado la proliferación de otras

herramientas jurídicas, que resultan muchas veces más eficientes que la vía

civil ordinaria. Este es el caso del Recurso de Protección y de la Nulidad de

Derecho Público. Ambos instrumentos, de aplicación general y común, han sido

utilizados de manera frecuente para proteger los derechos de los administrados

frente a las acciones u omisiones ilegítimas de parte de la Administración del

Estado.

Habida cuenta de lo anterior, dedicaremos las siguientes páginas a

estudiar la función que cabe a la Acción o Recurso de Protección y a la Acción

de Nulidad de Derecho Público dentro del sistema de justicia administrativa en

Chile. Como lo ha entendido el profesor Juan Carlos FERRADA BÓRQUEZ, en

una visión que nosotros compartimos (al igual que gran parte de la doctrina y

jurisprudencia), estos dos mecanismos jurídicos de impugnación forman parte

493 BORDALÍ SALAMANCA, Andrés. “El Recurso de Protección entre exigencias de

Urgencia y Seguridad Jurídica”, en Revista de Derecho Valdivia, Vol. XIX, N° 2, diciembre, año 2006, pp. 205 – 228.

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444

de los: ―procesos generales de control de la actividad administrativa, de

aplicación general y común494‖.

a) El Recurso de Protección495.

En Chile, se ha generalizado el uso del Recurso de Protección como un

recurso contencioso-administrativo de carácter general y común. Es usual que

los operadores jurídicos lo ocupen con el objeto de reclamar frente a la

ilegalidad o arbitrariedad de las actuaciones administrativas, a tal punto que se

ha llegado a decir que: ―"el recurso de protección se ha convertido

efectivamente en el proceso contencioso administrativo por excelencia en

nuestro derecho496". Su utilidad estriba en que es una acción jurisdiccional de

tramitación rápida -en comparación con lo que ocurriría en sede ordinaria civil-

que puede ser deducida por cualquier particular que resulte afectado en sus

derechos fundamentales, y que en caso de ser acogida favorablemente, puede

producir la invalidación del acto administrativo ilegal, haciendo cesar sus

494 Idem., p. 264. Son de aplicación general y común toda vez que a través de ellos los

particulares pueden obtener la revisión de la generalidad de los actos u omisiones administrativas, siempre y cuando se satisfagan los presupuestos o requisitos de admisibilidad que la Ley haya establecido para uno u otro. 495

Este recurso es un proceso de tutela de derechos fundamentales, contemplado en los artículos 19° y 20 de la Constitución Política de la República. Se ejercita ante la Corte de Apelaciones respectiva y su procedimiento se ha regulado mediante un Auto Acordado del año 1992 emanado de la Corte Suprema. Es un proceso de carácter excepcional, con tramitación es breve y sumaria, con un plazo de interposición de 30 días desde la afectación del derecho fundamental, cuya apelación es conocida por la Corte Suprema. 496

FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos, "El recurso de protección como mecanismo de control contencioso administrativo", en Justicia Administrativa, Juan Carlos Ferrada Bórquez, coordinador, Ed. Lexis Nexis, Santiago, 2005, p. 133.

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445

efectos perniciosos497. Evidentemente, esto ocurre de manera indirecta, toda

vez que su principal función es remediar una situación de vulneración de

garantías constitucionales y no revisar la legalidad de la actividad

administrativa. De esta forma se entiende, en parte, por qué el Recurso de

Protección ha sido utilizado frecuentemente como un mecanismo general de

revisión de la legalidad, pues puede producir la invalidación de la generalidad

de los actos administrativos que produzcan una afección a los derechos

constitucionales de un particular.

En la práctica, para que la imposición del Recurso de Protección

produzca los efectos deseados, el particular afectado debe argumentar que la

actuación administrativa, además de ser ilegal o arbitraria, ha producido una

afectación respecto de un derecho fundamental determinado. Esta exigencia se

condice con lo manifestado por la Corte Suprema, la que ha expresado que: ―es

requisito indispensable de la acción de protección la existencia de un acto u

omisión ilegal –esto es, contrario a la ley- o arbitrario- producto del mero

capricho de quien incurre en él –y que provoque alguna de las situaciones que

se han indicado, afectando una o más de las garantías constitucionales

protegidas498‖. Lo anterior quiere decir que el objeto principal del Recurso es

remediar la afectación de derechos o garantías constitucionales de un

497 PIERRY ARRAU, Pedro. “Nulidad en el Derecho Administrativo”, en Revista de

Derecho, Universidad Católica de Valparaíso, Volumen XV, años 1993 y 1994, p. 79. 498

Fallo de la Corte Suprema, de 29 de abril del año 2008, rol N° 1695-2008.

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446

ciudadano, aquélla situación es la que justifica la utilización de este proceso

judicial. Por lo tanto, la invalidación o ineficacia del Acto Administrativo deviene,

necesariamente, como una circunstancia que es una consecuencia de la

persecución de su objetivo principal, que es terminar con un evento de

vulneración constitucional499.

A nuestro particular modo de ver, consideramos que la utilización del

Recurso de Protección como un proceso administrativo general de impugnación

no debiese ser tan extensiva. En concreto, no debe perderse de vista que este

recurso ha sido creado para amparar ciertas garantías fundamentales,

enumeradas en el artículo 20° de la Constitución Política de la República. Por

tanto, no es del todo correcta una práctica jurídica que intente hacer encajar

forzadamente los efectos del Acto Administrativo en una forma de afección de

garantías constitucionales, las que son objeto del recurso. Una práctica de esta

índole desnaturaliza los fines del recurso y muchas veces se realiza de una

manera bastante burda y artificiosa, con el mero propósito de ser utilizado como

un contencioso-administrativo de aplicación general. Obviamente, un uso de

499 El profesor Jaime JARA SCHNETTLER se refiere acerca de los efectos invalidantes del

Recurso de Protección, así nos señala que: ―Un ejemplo concreto en el ámbito procesal lo configura la estructuración del Recurso de Protección de Garantías Fundamentales. En esta acción tutelar la ilegalidad que afecta, a un acto administrativo, no es apta para producir por sí misma la anulación o invalidación del acto recurrido sino cuando dicha ilegitimidad aparece respaldada por el dato adicional de la afectación de una garantía constitucional protegida; por lo demás dicho recurso constitucional autoriza con amplitud una serie de medidas de protección que no se limitan necesariamente a la anulación del acto administrativo recurrido sino que pueden alcanzar su mera rectificación o aun la modificación del mismo; su conversión, etc.‖ JARA SCHNETTLER, Jaime. “La Nulidad de Derecho Público ante la doctrina y la jurisprudencia”, Editorial Libromar, octubre, año 2004, p. 130.

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447

naturaleza contradice la noble finalidad del Recurso de Protección y produce

una sobrecarga de trabajo para los Ministros de nuestras Cortes de

Apelaciones. Sin perjuicio de lo anterior, también es cierto que es tarea del

Legislador que crear una vía general de impugnación judicial idónea para estos

efectos, rápida, eficiente y eficaz, labor que consideramos que no ha sido

satisfecha como debiera.

Por otra parte, también han surgido ciertas complicaciones derivadas de

las modificaciones introducidas al auto acordado del 27 de junio del año 1992, a

causa del auto-acordado de fecha de 8 de junio de 2007, en cuanto varía los

requisitos de admisibilidad del Recurso de Protección. Esto último, en razón de

que antes de la reforma solamente se hacía necesario que el actor expresara

los ―fundamentos suficientes‖ en los que se basa su pretensión. En el presente,

esta situación ha cambiado y hoy se exige que se: ―mencionen precisamente

los hechos que puedan constituir la vulneración de garantías de las indicadas

en el artículo 20 de la Constitución Política de la República‖. Este nuevo

contexto, a juicio del profesor Jorge BERMÚDEZ SOTO, ha producido un aire

de inseguridad en los operadores jurídicos. Así, el autor nos señala que: ―existe

la percepción de que el criterio si ya era muy dispar respecto de la forma en que

se interpretaba la exigencia de fundamentación suficiente, hoy día existe una

gran incertidumbre acerca de lo que debe entenderse por hechos que puedan

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448

constituir la vulneración de garantías de las indicadas en el artículo 20500". Más

aún, esta inseguridad se intensifica si consideramos que las sentencias

interlocutorias, que declaran admisible o inadmisible el Recurso de Protección,

son de difícil acceso, dificultando la tarea de dilucidar cuál es el criterio general

seguido por las Cortes de Apelaciones en la materia.

Para finalizar, pueden observarse algunas de las dificultades que

presenta el Recurso de Protección como mecanismo contencioso-administrativo

general, sobre todo en razón de que se trata de una acción destinada a

proteger garantías fundamentales de los ciudadanos y no de un medio de

directo de impugnación judicial del Acto Administrativo. Como ya vimos, sucede

en la práctica que los administrados, con el objeto de defenderse respecto de

un Acto administrativo que les genere un agravio, intentarán ligar sus efectos a

la afectación de algún Derecho Fundamental501. Esta vinculación en ocasiones

se basa en interpretaciones demasiado extensivas, muchas incluso sin

demasiado asidero jurídico, lo que a nuestro modo de ver, constituye una

desviación de los fines esenciales del citado Recurso. Por otra parte, no es

500 Para más información, véase BERMÚDEZ SOTO, Jorge. “Estado actual del control de

legalidad de los actos administrativos. ¿Qué queda de la nulidad de Derecho Público?”, Revista de Derecho Valdivia, Vol. XXIII, N° 1, julio, año 2010, pp. 103 – 123. 501

Según el profesor FERRADA BÓRQUEZ, es común que ―los operadores jurídicos utilicen algunos de estos derechos, como la igualdad ante la ley, el debido procesos o la prohibición de comisiones especiales y la propiedad sobre bienes incorporales (artículo 19° numerales 2, 3 y 24° de la C.Pol., respectivamente), como cláusulas abiertas de cobertura, tratando, a veces forzadamente, de enmarcar la actuación administrativa como perturbadora de alguno de ellos‖. Op. Cit. FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos, “Los procesos administrativos en el Derecho chileno”, p. 269.

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menor el hecho de que esta situación hace trabajar en demasía a nuestras

Cortes de Apelaciones y Corte Suprema. No obstante lo anterior, y ante la falta

de diligencia de nuestro Legislador, quien no ha querido crear un proceso

administrativo de impugnación general y común, y de tramitación rápida, la

utilización del Recurso de Protección para estos fines constituye el mal menor.

ii) Nulidad de Derecho Público502.

La Acción de Nulidad de Derecho Público pretende producir la ineficacia,

por nulidad, de los actos de la Administración del Estado contrarios a la

Constitución y a las leyes. Su objeto es restablecer el imperio del Derecho y se

tramita a través de un procedimiento de lato conocimiento, de carácter civil y

ordinario. Asimismo, en el mismo proceso se deben determinar las

responsabilidades civiles derivadas de la actuación administrativa declarada

ineficaz503.

502

Según el profesor FERRADA BÓRQUEZ: ―este es un proceso ordinario, con fundamento directo en la propia Constitución (artículo 6° y 7°) […] que no tiene desarrollo legislativo y cuya construcción ha sido fruto de la construcción doctrinal y jurisprudencial‖. Op. Cit. FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos. “Los procesos administrativos en el Derecho chileno”, p. 271. 503

Cfr. SOTO KLOSS, Eduardo. “Derecho administrativo. Bases Fundamentales, Editorial Jurídica, Tomo II, Santiago, Chile, año 1996, p. 192. Por su parte, el profesor Jaime JARA SCHNETTLER contribuye al concepto presentado y nos indica que: ―la teoría de la ―nulidad de Derecho Público‖ constituye una particular figura doctrinal. Se trata de una formulación deducida de escuetas normas transmitidas por nuestro derecho constitucional histórico. Las Cartas Políticas, en una sostenida línea, han mantenido viva esta antigua regla formulada tempranamente por el artículo 119 de la Constitución de 1823; luego perfeccionada por el artículo 160 de la Constitución de 1833; reproducida en la Carta de 1925 (artículo 4°) y actualmente conservada en el artículo 7° de la Constitución Vigente”. JARA SCHNETTLER,

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450

En Chile, la Acción de Nulidad de Derecho Público ha sido utilizada como

un contencioso-administrativo de carácter general, sin embargo, existen

algunas circunstancias que restringen su utilidad como proceso administrativo

general. En opinión del profesor Juan Carlos FERRADA BÓRQUEZ, este

proceso de impugnación presenta varios problemas, los que pueden ser vistos

a lo menos desde dos puntos de vista:

1) Primero, y desde un punto de vista sustancial, los inconvenientes se

refieren a:

a) Lo limitado de sus causales, las cuales se encuentran contempladas

en el artículo 7° de nuestra Constitución Política de la República;

b) La prescripción de la Acción de Nulidad y de la Acción de

Indemnización Patrimonial, derivada del daño civil.

En opinión del profesor FERRADA BÓRQUEZ, esta cuestión ya se

encontraría zanjada por la jurisprudencia más reciente de nuestros Tribunales

de Justicia, quienes han concordado en la imprescriptibilidad de la Acción de

Nulidad de Derecho Público, no así las acciones derivadas de la nulidad, de

Jaime. “La Nulidad de Derecho Público ante la Doctrina y la Jurisprudencia”, Editorial Libromar, Santiago, octubre, año 2004, p. 15.

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451

carácter patrimonial, las que prescribirían según las reglas generales504. Dicho

criterio se corresponde con la doctrina tradicional en materia de Nulidad de

Derecho Público que: ―eleva a elemento central de la institución su naturaleza

imprescriptible505‖.

En una vereda distinta se sitúa el profesor Jaime JARA SCHNETTLER,

quien encuentra inconcebible las ideas que aceptan así, llanamente, una

supuesta imprescriptibilidad de la Acción de Nulidad. Para el autor: ―el régimen

de prescriptibilidad del derecho común sí es conciliable y aplicable a esta

nulidad pública, generando en el hecho un caso de validez sucesiva del acto

originalmente ilegal506‖: En efecto, él nos dirá que el tiempo es una coordenada

esencial en las relaciones jurídicas, lo que también ocurre en las relaciones

jurídico-públicas, de manera que debe ser considerado como un aspecto

fundamental para conciliar las exigencias de certeza y seguridad jurídica

presentes en nuestro ordenamiento normativo. Así, el autor citado dirá que: ―la

504 En opinión del autor, desde un punto de vista sustancial, los principales problemas se

deben a: i) lo acotado de sus causales de interposición, contempladas en el artículo 7° inciso primero de la Constitución Política de la República (relativas a la competencia, investidura regular de los órganos y las formalidades establecidas en la Ley). De esta manera, se deja fuera otras infracciones que no se relacionan con las presentes en dicho artículo, que pueden ser aún más importantes que las que en él se contemplan y ii) la prescriptibilidad o imprescriptibilidad de la acción de nulidad de Derecho Público. Respecto a este último punto, el autor nos señala que la discusión se ha zanjado desde finales del año 2000, en base al criterio que ha seguido la Corte Suprema, pues se ha determinado la imprescriptibilidad de la acción de nulidad y la prescriptibilidad de las acciones patrimoniales, según las reglas generales (Fallo de la Corte Suprema, de 27 de noviembre del año 2000, rol N° 852-2000). Cfr. Op. Cit. FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos. “Los procesos administrativos en el Derecho chileno”, p. 271. 505

SOTO KLOSS, Eduardo. “Derecho Administrativo. Bases Fundamentales”, t. II, p. 176. También en: “La nulidad de derecho público de los actos estatales y su imprescriptibilidad en el Derecho Chileno”, en Ius Publicum N° 4 (2000), pp. 55 y ss. 506

Op. Cit. JARA SCHNETTLER, Jaime, p. 240.

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452

prescripción mira al bien común‖, y por tanto, no ha sido creada tan sólo para el

amparo del interés individual de las personas507. Bajo este paradigma, el

profesor citado busca demostrar la vinculación existente entre la Nulidad de

Derecho Público y los artículos N°s 2497, 2514, 2515 y 2517 de nuestro Código

Civil, con el objeto de demostrar que la Acción de Nulidad de Derecho Público

sí es prescriptible508. Esta línea de pensamiento ha sido retratada en el caso

caratulado “DOMINIC / FISCO”, que en la sentencia de nuestra Corte Suprema,

en causa Rol N° 4753-2001, de 15 de mayo del año 2002, se determina que: ―el

fallo ha establecido la plena vinculación del artículo 2497 del Código Civil en

relación a la prescriptibilidad de las acciones intentadas por y en contra del

Fisco no obedece a una simple aplicación supletoria de dicha normativa, sino

que se produce directamente, por mandato explícito del Legislador, con lo cual

esta discusión queda en cierta medida zanjada509‖.

Por su parte, y en lo tocante al plazo extintivo de la acción, el profesor

JARA SCHNETTLER considera que dicho lapso debe ser de 10 años y no de 5,

tal como se señaló en la sentencia caratulada “ASOCIACIÓN DEL CANAL DE

507 Según el autor citado: ―la doctrina chilena siempre ha respaldado este criterio. Desde

antiguo ha destacado que es un principio de utilidad o conveniencia social indiscutido el que late en el seno de toda prescripción: mira al interés público y provee a la tranquilidad social por necesidades superiores de interés común‖. Para fundamentar el criterio expuesto, el autor se apoya en la sentencia de nuestra Corte Suprema, Rol N° 1458-03, dictada con fecha de 21 de enero del año 2004, en autos caratulados ―La voz del sur y otros con Fisco‖. Cfr. Op. Cit. JARA SCHNETTLER, pp. 241 – 242. 508

Bajo este paradigma, el estatuto de dichas normas del Código Civil no serían únicamente de Derecho Privado, como se ha señalado comúnmente en doctrina, sino que tendrían efectos extensivos que influyen en nuestro Derecho Público. Cfr. Idem., pp. 244 – 245. 509

Idem., p. 246.

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453

ARRIBA DE CATEMU / FISCO”, de nuestra Corte de Apelaciones de Santiago,

con Rol N° 8329-1999, que también acepta la prescriptibilidad de la Acción de

Nulidad Pública510.

2) Segundo, y desde un punto de vista procesal, se presentan problemas

que se relacionan con:

a) La indeterminación de los legitimados activos.

En lo relativo a la discusión precedente, el profesor Jaime JARA

SCHNETTLER señala que la doctrina tradicional ha entendido que: “la acción

de nulidad de Derecho Público configuraría una pretensión con amplia

legitimación subjetiva, para impugnar cualquier acto que contravenga el

principio de juridicidad. [Sin embargo] esta opinión debe ser revisada. En efecto,

ella pudiera conducir al equívoco de estimarla como una acción popular511 lo

que consideramos no es el caso de esta vía de impugnación512‖.En este

sentido, el autor citado considera que en la letra artículo 19 N° 3 de nuestra

Carta Política, y en la historia de su establecimiento, encontramos luces que

nos indican que el Derecho a la Acción se instaura en nuestro ordenamiento

510 Idem. Cfr., p. 246.

511 Como sabemos, las acciones populares pueden ser ejercidas por cualquier sujeto con

capacidad procesal suficiente: ―encontrándose dirigida a la defensa de un interés público que es a la vez un simple interés del ocurrente, no requiriendo acreditar un interés jurídico especial o cualificado‖. Idem., p. 219. 512

Idem., p. 218.

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454

jurídico como un mecanismo de protección para el “afectado” o para el

“afectado por un acto de autoridad513. En opinión del profesor JARA

SCHNETTLER: “solo las personas que sustentan una cualificada relación con la

pretensión están legitimadas en el proceso en que aquélla se deduce. […] En el

ámbito del contencioso-administrativo esta exigencia procesal se traduce en

que sólo pueden intentar la acción de nulidad los sujetos que resulten

directamente afectados por el acto administrativo, esto es, aquellos que tuvieren

un derecho subjetivo o interés legítimo en su anulación514‖.

Al respecto, cabe preguntarse: ¿qué tipo de interés faculta a un sujeto

para impetrar esta Acción de Nulidad? Para responder esta inquietud el autor

brinda una respuesta haciendo la siguiente subdivisión:

i) para los Actos Administrativos de efectos particulares: se requiere un

interés personal, legítimo y directo en la impugnación del mismo.

ii) Para los Actos Administrativos de efectos generales, o de naturaleza

normativa: se acepta una legitimación general, en base a un interés simple,

513 Por estos motivos, el autor plantea que: ―la idea de una legitimación objetiva en la

acción de Nulidad de Derecho Público, contrariamente a lo sostenido tradicionalmente, no es enteramente correcta Lo anterior considerando que siempre la legitimación anulatoria debe sustentarse en una cualidad subjetiva necesaria: la idea de agravio, lesión o afectación de una situación jurídica individualizada y no la mera vulneración abstracta de la legalidad. [De manera que] no puede afirmarse con propiedad que exista un derecho subjetivo a que los órganos administrativos actúen legalmente previo agravio subjetivo‖. Idem., pp. 219 - 220. 514

En opinión del profesor JARA SCHNETTLER: ―son titulares de un interés legítimo a la anulación, aquellos que sin detentar un derecho subjetivo, se encuentren en una especial situación de hecho frente a un acto que infringe el principio de legalidad afectando su esfera personal de manera directa y determinante‖.

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como puede ser el derecho a que la Administración respete la Ley o el derecho

a vivir bajo el imperio de la Ley.

En la otra vereda se encuentra el profesor FERRADA BÓRQUEZ, quien

difiere del criterio sostenido por el profesor JARA SCHNETTLER. Para

fundamentar su postura basa su análisis en ciertas sentencias de nuestra Corte

Suprema, la que ha interpretado en términos estrictos la noción de afectación

de un “interés legítimo”, la que ha asimilado a una noción afectación a un

derecho subjetivo de corte patrimonial, actual y directo. De modo que: ―esta

concepción queda especialmente clara en el ámbito de la nulidad de Derecho

Público, en que la jurisprudencia de la Corte Suprema, utilizando el concepto de

"interés legítimo", aparentemente como posición jurídica subjetiva, la reconduce

a la titularidad de derechos subjetivos515‖. Evidentemente, una interpretación en

este sentido limita el número de sujetos facultados para incoar la acción516.

515 FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos. “El sistema de justicia administrativa chileno:

revisión de la legalidad de actos administrativos o protección de derechos y/o intereses”, p. 124. 516

La doctrina nacional ha entendido que el derecho a la acción u tutela judicial en nuestro Derecho, representada en el artículo 19° N° 3 de nuestra Carta Fundamental, se extiende para proteger derechos subjetivos e intereses legítimos. Pero como vemos, la Corte Suprema ha hecho una interpretación estricta del concepto de “intereses legítimos”, lo que dificulta identificar a los legitimados activos. La situación se hace evidente en cuanto a la Nulidad de Derecho Público, donde la Corte Suprema interpreta el término interés legítimo de forma semejante a la contenida en el artículo 23 del CPC que dispone: ―hay interés actual siempre que exista comprometido un derecho y no una mera expectativa‖, lo que reduce al legitimado activo a aquél sujeto titular de un derecho subjetivo. Cfr. FERRADA BORQUÉZ, Juan Carlos. “Nuevas restricciones a la nulidad de derecho público como proceso administrativo: una jurisprudencia interesante, pero inconsistente”, Anuario de Derecho Público, Universidad Diego Portales, año 2010, pp. 189 y ss.

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456

b) Por otro lado, se agregan dificultades no menores vinculadas a la

impetración de las medidas cautelares.

Al respecto, los operadores jurídicos han intentado utilizar las causales

nominadas contempladas en el artículo 290° CPC (en especial la contenida en

su numeral 4°) las cuales difícilmente han sido acogidas, dado lo complicado

que resulta asimilar su contenido jurídico a la fisionomía normativa propia de los

Actos Administrativos, lo que deriva en una negativa para su concesión. Por su

parte, mejor suerte ha habido al utilizar medidas innominadas, contenidas en el

artículo 296° CPC517. Lamentablemente, según el profesor FERRADA

BÓRQUEZ, ambas figuras no siempre son acogidas por los Jueces de fondo,

quienes se han mostrado bastante reticentes a la hora de admitirlas, privando al

afectado de la obtención su finalidad intrínseca, que es la suspensión de la

ejecución del Acto Administrativo cuestionado518.

517 La opinión del profesor JARA SCHNETTLER difiere levemente del criterio que hemos

expuesto, y pasa a indicarnos que: “es plenamente procedente la dictación de medidas precautorias, sean prejudiciales o no, a fin de asegurar los resultados de la acción deducida. En tal caso hará necesario requerir una medida innominada de aquellas que autoriza el artículo 298 del CPC, toda vez que la suspensión de los efectos del acto reclamado de nulidad no figura dentro del catálogo de medidas precautorias expresamente autorizadas por el artículo 290 y 291 de la misma preceptiva”. Op. Cit. JARA SCHNETTLER, Jaime, pp. 217-218. 518

Para el profesor FERRADA BÓRQUEZ, respecto de la impetración de medidas cautelares, la práctica jurídica ha devenido en aplicar supletoriamente las normas del Código de Procedimiento Civil (CPC), específicamente en lo dispuesto en su artículo 290° y 298°. En este sentido, el problema radica en que las cautelares típicas o nominadas no son adecuadas para obtener la suspensión del acto administrativo impugnado. Así, por lo general se ha utilizado la causal N° 4, “prohibición de celebrar actos y contratos”, para suspender el cumplimiento o la ejecución del Acto Administrativo, que con frecuencia no ha sido concedida por nuestros Tribunales de Justicia. Por otro lado, comúnmente se han solicitado medidas cautelares de carácter innominado, como lo permite el artículo 298 del CPC, frente a las cuales los Tribunales se han mostrado reacios a concederlas, exigiendo un estándar elevado para que se configure la

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457

Por otra parte, y volviendo al punto de vista sustancial de la controversia,

específicamente en lo relativo a las causales que habilitan la interposición de la

Acción de Nulidad de Derecho Público, la Corte Suprema ha seguido un criterio

de interpretación estricto respecto del texto del artículo 7° inciso primero de

nuestra CPR519. Ante este criterio jurisprudencial, el profesor Jorge BERMÚDEZ

SOTO reacciona y señala que: “[esta situación] deja sin posibilidades de

impugnación a la situación más común de actuación viciada, tal es que el acto

administrativo se dicte adoleciendo de una ilegalidad material o en su objeto,

producto de la errada aplicación del ordenamiento jurídico. Frente a tales

supuestos, según la Corte Suprema, no procede la acción de nulidad de

Derecho público. Por lo tanto, la duda se plantea respecto de aquellos actos

que cumpliendo estos requisitos formales incurren en una ilegalidad sustantiva,

probabilidad de daño patrimonial (peligro de la demora) y de apariencia de buen derecho (humo de buen derecho). Esto en la práctica hace muy difícil que sea concedida. 519

En primer lugar, en el año 1998, la Corte Suprema, en su sentencia ―Bellolio con Distribuidora Chilectra Metropolitana, realiza una enunciación general de las causales que permiten hacer procedente la Nulidad de Derecho Público: °5° […] la doctrina ha elaborado la teoría de la nulidad de derecho público, que se puede producir por desviación de poder, ausencia de investidura regular, incompetencia del órgano, violación de la ley y vicios de forma del acto administrativo impugnado. Esta nulidad presenta las siguientes características básicas: es retroactiva, insanable o imprescriptible, no puede convalidarse y produce consecuencias erga omnes, con efectos reflejos, porque acarrea la ineficacia de todos los actos posteriores y consecuenciales del que se estima nulo y, por último, debe declararse de oficio por los Tribunales, para mantener la vigencia del orden jurídico establecido‖. En un fallo más reciente, con fecha de 28 de junio del año 2006, caratulado “Camacho Santibáñez con Fisco de Chile”, nuestra Corte Suprema pasa a enumerar las causales de Nulidad de Derecho Público en su considerando décimo:"Dicha acción (de nulidad de Derecho público) se justifica, cuando un acto ha sido dictado con omisión de la investidura regular que exige la ley para el nombramiento de la autoridad administrativa, o cuando ésta aun teniendo título de tal, dicta el acto fuera de la competencia que le ha fijado el constituyente o el legislador, o sea, cuando ha excedido el marco de autorización legal, que le otorga límites en su actuación con relación a la materia, jerarquía y el territorio y, finalmente, el acto carece de eficiencia absoluta por falta de formalidades inherentes para la validez intrínseca del acto que se reputa irregular".

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de fondo (por ejemplo, un acto administrativo dictado con desviación de

poder520 o con exceso de poder)521‖.

Por su parte, ya en el año 2004 el profesor JARA SCHNETTLER se

hacía cargo de esta relevante discusión. El autor nos muestra ciertos fallos de

nuestros Tribunales de Justicia en donde éstos se han mostrado bastante

estrictos al momento de declarar la nulidad de un Acto Administrativo: Así

ocurre, por ejemplo, en el caso “SHELL CHILE S.A: / MUNICIPALIDAD DE

SANTIAGO”, en donde nuestra Corte de Apelaciones determinó que: ―la

vulneración del artículo 6° ―no siempre conlleva la nulidad del acto‖, lo que sólo

queda reservado al caso de un grave y manifiesto exceso de las atribuciones

del órgano estatal, artículo 7°. […] En este caso, a lo sumo el Municipio pudo

incurrir en un error jurídico, el que en todo caso no se acreditó debidamente, y

sin perjuicio de que dicho vicio no se enmarcaría entre los graves excesos de

520 Para el profesor JARA SCHNETTLER: ―la desviación de poder es la actuación del

órgano administrativo que, realizando un acto de su competencia y respetando las formas legales, ejerce su potestad en casos, por motivos y para fines distintos de aquellos para los cuales le ha sido conferida por el ordenamiento‖. Luego, el mismo autor nos hace ciertas puntualizaciones y nos previene que:‖la desviación de fin no se configura ante la pura presencia de un acto inadecuado a su fin. Por el contrario, exige la comprobación fehaciente del ejercicio torcido de dicha potestad. Lo anterior impone demostrar por quien alega el vicio la intencionalidad, el propósito consciente y deliberado en la Administración denunciada de apartarse, de desviarse del fin de la potestad. […] No se incurre en desviación de poder por el mero error. Por otra parte, y según el mismo autor citado: ―se dejó constancia para la historia del establecimiento del artículo 7° de la Carta Política que la actuación de buena fe de los órganos estatales configuraría un requisito propio del ejercicio de la competencia a que alude el precepto‖. JARA SCHNETTLER, Jaime, p. 233 – 235. 521

BERMÚDEZ SOTO, Jorge. “Estado actual del control de legalidad de los actos administrativos. ¿Qué queda de la Nulidad de Derecho Público?, en Revista de Derecho, Vol. XXIII, N° 1, Valdivia, julio, año 2010, p. 120.

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459

poder que describe el artículo 7° de la Carta Política522‖. En la misma línea se

sitúa el caso “SALMONES AUCAR LTDA. / FISCO DE CHILE”, en donde

nuestra Corte Suprema concluyó que: ―11°. […] No se ha producido sino, a lo

sumo, un asunto o posible vicio administrativo, derivado de la interpretación que

se ha hecho de los mismos preceptos y de las normas del reglamento que

también se han invocado, que no puede ser estimado como uno de nulidad de

Derecho Público523‖, fallo del que se desprende que la mera ilegalidad o vicio

administrativo no es suficiente para configurar un vicio que acarree la Nulidad

Pública‖.

No obstante lo anterior, el profesor BERMÚDEZ SOTO ha observado que

paulatinamente se ha comenzado a producir un cambio de criterio, el que va

desde una interpretación estricta de las causales de Nulidad -limitada al inciso

primero del artículo 7° ya mencionado- hacia una interpretación más laxa, la

que abre el paso para incluir más situaciones. A modo ilustrativo, esta evolución

puede notarse, al menos de manera parcial, en el caso: “I.N.P. / CUELLO”,

sentenciado por nuestra Corte Suprema con fecha de 20 de agosto del año

2007, en donde se ha esbozado la idea de incluir dentro de los requisitos

formales del Acto Administrativo: ―el motivo o la finalidad del acto

522 Sentencia de nuestra Corte de Apelaciones de Santiago, Rol N° 6190-99, de 11 de

marzo del año 2003. 523

Sentencia de nuestra Corte Suprema, Rol N° 4126-2001, de 5 de junio del año 2003.

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administrativo524‖. Sin embargo, cabe agregar que esta situación dista mucho

de la aspiración de obtener declaraciones de nulidad por ilegalidad de objeto o

de sustancia del Acto Administrativo, que son los casos en los que concurrirían

vicios por abuso o desviación de poder.

Sin perjuicio de lo anterior, consideramos que el criterio implica un

avance y representa un cierto alejamiento respecto del criterio de interpretación

restrictivo, y usual, que se ha dado a las causales del artículo 7° CPR525. Por de

pronto, solo queda a la jurisprudencia determinar el camino a seguir526.

Conclusiones.

Hemos podido identificar la existencia de Procedimientos Administrativos

de Impugnación, ordinarios y extraordinarios, y Procesos Administrativos de

Impugnación, de carácter especial (los que se encuentran dispersos a lo largo

de nuestra Legislación, creados específicamente para cada sector regulado).

Agregados a estos, vislumbramos la existencia de otras acciones

jurisdiccionales, de aplicación general, que sirven como medios jurídicos para

revisar la legalidad de virtualmente todo tipo de Actos Administrativos. Dentro

524 Op. Cit. BERMÚDEZ SOTO, Jorge, p. 117.

525 Cfr. Idem, p. 117.

526 Para más información acerca de los aspectos de relevantes de la Nulidad de Derecho

Público en Chile, véase: PFEFFER URQUIAGA, Emilio. “La nulidad de derecho público; tendencias jurisprudenciales”, en Revista de Derecho Público, Universidad de Chile, Vol. 67°, año 2005, pp. 129 – 144.

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461

de este segundo grupo de acciones, denominados como los Procesos

Administrativos de Impugnación, se encuentran la Acción o Recurso de

Protección y la Acción de Nulidad de Derecho Público. Al respecto, tuvimos la

oportunidad de señalar las dificultades y carencias que estas acciones

presentan en su concepción como Procesos Administrativos de carácter

general. Sin embargo, no podemos obviar su gran utilidad como medios para

defender los derechos de los administrados frente a la ilegalidad administrativa.

Por otro lado, y tal como pudimos estudiar, existe un consenso general

en la doctrina y en la jurisprudencia en orden a considerar al Juez Ordinario

Civil, en un procedimiento de lato conocimiento, como contencioso-

administrativo general. Lamentablemente, su uso se ve manchado por lo poco

idóneo de su procedimiento, de larga duración, que no representa la vía más

conveniente para resolver situaciones tan importantes como lo son las que

implican una afectación de derechos o garantías constitucionales de los

particulares, tal como ocurre en el caso de la imposición de una medida

sancionatoria administrativa de carácter ilegítimo o ilegal.

Por el momento, y a falta de una regulación legal de aplicación común

que venga a regular estas deficiencias de manera expresa y definitiva, el

Recurso de Protección y la Acción de Nulidad de Derecho Público han venido a

salvar las grandes imperfecciones funcionales que presenta nuestro sistema de

recursos jurisdiccionales en materia administrativo-sancionadora.

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462

5.2.3. Otros Mecanismos de Control del Acto Administrativo: La

Contraloría General de la República, la Toma de Razón y la fiscalización.

Como hemos reiterado en inusitadas oportunidades, la resolución final de

los Procedimientos Administrativos Sancionatorios adopta la forma de un Acto

Administrativo. La presente facultad de dictar Actos Administrativos, con los

efectos que ya hemos estudiado, constituye una atribución exclusiva de la

Autoridad Administrativa competente. Esta atribución comúnmente es

concebida como una manifestación de un privilegio o prerrogativa de Poder

Público conferido por el Legislador a la Administración del Estado.

Ahora bien, un sitial muy relevante en esta materia es el que se

encuentra ocupado por la Contraría General de la República527. Este organismo

juega un rol fundamental en los procedimientos encaminados a dictar los Actos

Administrativos, en razón de que la Constitución le ha encomendado la misión

controlar la legalidad de la actividad administrativa, sea ésta en base a Decretos

o Resoluciones Administrativas528.

527 Indistintamente CGR.

528 A la CGR le está encomendado el “ejercicio de una competencia privativa y

constitucional de control, distinta a la Administrativa cual hace mención el artículo 24° y siguientes de la CPR, cuestión que corresponde al Presidente de la República, artículo 24°, y a la Administración activa, artículo 38°‖ de nuestra Carta Fundamental. CORDERO VEGA, Luis. “La Contraloría General de la República y la Toma de Razón: Fundamento de cuatro falacias”, forma parte de la intervención del autor en el Panel sobre la Contraloría General de la República, en las XXXVI Jornadas de Derecho Público, el 01 de diciembre, año 2006, p. 5.

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463

La Autonomía de la Contraloría General de la República como una

garantía para los Derechos de los Ciudadanos.

La CGR529, es organismo autónomo530, pues no depende del Presidente

de la República ni de otras Autoridades Administrativas. Por estos motivos, el

ente Contralor ejerce sus facultades de control531 sobre la actividad

529 CGR como sigla abreviada para denominar a la “Contraloría general de la República”.

530 La CGR, según nuestra CPR, es un entre centralizado, inserto en la organización de la

Administración del Estado, pero administrativamente autónomo. La Contraloría General de la República es un órgano independiente de Ministerios, autoridades, oficinas del Estado ni del Presidente de la República. Por tanto, no está sujeta a ningún tipo de vínculo jerárquico con alguno de ellos. El Contralor General de la República es designado por el Presidente de la República con acuerdo del Senado, y dura en su cargo 8 años, es decir, dos periodos presidenciales. Los límites de su autonomía están determinados por los preceptos de la Constitución y las leyes, debiendo el Legislador respetar el núcleo esencial de su autonomía. Para más información, véase: CORDERO QUINZACARA, Eduardo. “La administración del Estado en Chile y el concepto de autonomía”, en “Contraloría General de la República: 85 años de vida institucional (1927 – 2012), conmemoración por su 85° Aniversario de vida institucional, noviembre, año 2012, pp. 15 – 33. 531

Este es un control de juridicidad para revisar la concordancia de un Decreto o Resolución Administrativa con la Constitución y las Leyes, sin embargo, existen autores que han considerado, a la luz de la reforma legal introducida por la Ley N° 19.817 de 2002 y haciendo una interpretación de nuestra Carta Fundamental, que la CGR está facultada para controlar los aspectos formales del acto administrativo, como también sus aspectos materiales, sin que pueda abarcar el mérito, conveniencia y oportunidad de la decisión, como se expresa en la prohibición contenida el artículo 21 B de la Ley 10.336. Para más información, véase: MORALES ESPINOZA, Baltasar. “El mérito, oportunidad y conveniencia en la Contraloría General de la República”, en “Contraloría General de la República: 85 años de vida institucional (1927 – 2012), conmemoración por su 85° Aniversario de vida institucional, noviembre, año 2012, pp. 207 – 220. Lo mismo es planteado por el profesor Alejandro VERGARA BLANCO, quien indica que: “El trámite de toma de razón no puede convertirse en un mero examen de legalidad orgánica o formal, sino en un examen de juridicidad más completo, que implique el examen del objeto, el fin, motivo y toda esa materialidad que cubre el fenómeno de la buena Administración, entendiendo que ese control no puede abarcar el mérito u oportunidad de la decisión”. VERGARA BLANCO, Alejandro. “El rol de la Contraloría General de la República: desde el control de legalidad a los nuevos estándares de buena administración”, misma editorial, pp. 103 – 110. Opinión contraria es la sostenida por el profesor Luis CORDERO VEGA, quien señala que: “los pronunciamientos de la CGR sólo corresponde que sean expedidos en relación a acciones u omisiones que afecten a sujetos determinados y no a la comunidad en general ya que éstas afectan a cuestiones de oportunidad, conveniencia, mérito y oportunidad; de suceder de otro modo el rol de control de la Administración que realiza la CGR, se transformaría en la de gestión y co-administración de los servicios públicos, lo que

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administrativa de manera independiente, sin que se vea influida por eventuales

órdenes o directrices emanadas desde otros órganos de la Administración del

Estado532. Por estas razones, la autonomía de la Contraloría de la República

debe ser entendida como una garantía para los administrados. El ente Contralor

ejerce su actividad de control de la legalidad desligado de la llamada

“administración activa”, por lo que los análisis y controles que ella efectúe

presentan mayores tintes de objetividad, habida cuenta de su desvinculación

funcional respecto de los demás órganos de la Administración del Estado.

La Toma de Razón los Actos Administrativos.

Por regla general, la CGR realiza el control de la juridicidad de los Actos

Administrativos de una forma preventiva, lo que hace través del conocido

trámite de la “Toma de Razón”. El profesor Alejandro VERGARA BLANCO nos

significaría violentar las reservas institucionales reconocidas por la Carta Fundamental a cada uno de ellos. Vid. Dictamen Nº 1896, de 1999‖, quien considera que el control de juridicidad que debe hacer la CGR es de carácter objetivo, de contrastación directa entre el Derecho y el Acto Administrativo fiscalizado. Además, el mismo autor señala que en las sentencias de la Corte de Apelaciones de Santiago, roles 8344-2005, 531-200, 811-2006 y 3137-2006, confirmadas por la Corte Suprema, se objeta la participación de la CGR en competencias que son propias de la autoridad administrativa, por encontrar que se encontró sustituyendo a la Administración activa. Op. Cit. CORDERO VEGA, Luis, p. 5 - 20. 532

Principalmente, la CGR tiene facultades de control las que ejerce de forma previa al nacimiento o a la entrada en vigencia del acto administrativo. Dicho control de juridicidad se denomina comúnmente “Toma de Razón”. Por otro lado, la CGR también está facultada para controlar la legalidad de las actuaciones de la administración de manera posterior a su entrada en vigencia. Para más información, véase: AGUERREA MELLA, Pedro. “La Contraloría General de la República en la Jurisprudencia del Tribunal Constitucional: Autonomía, Control de Legalidad y Toma de Razón”, en “Contraloría General de la República: 85 años de vida institucional (1927 – 2012), conmemoración por su 85° Aniversario de vida institucional, noviembre, año 2012, pp. 118 – 117.

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explica este mecanismo en términos sencillos, así nos dirá que esta función

consiste en: ―un mecanismo de control preventivo que realiza [la Contraloría

General de la República] en el seno de un procedimiento administrativo, en

virtud del cual la Contraloría examina la juridicidad del mismo, y que puede

tener como resultado su ―representación‖, por considerar que adolece de un

vicio de ilegalidad o inconstitucionalidad, o bien estampar su ―Toma de Razón‖,

que implica que lo ha estimado ajustado a Derecho, superando, entonces, dicho

control533‖. Como se desprende de las palabras expuestas, para el autor citado

la Toma de Razón constituiría una fase integrante del procedimiento

administrativo. Esto último, sin perjuicio de que existen autores que la conciben

a la Toma de Razón de una forma diversa, ya sea como una atribución pública

de la CGR, o, incluso, como un Acto Administrativo de carácter singular.

Por su parte, los profesores Eugenio EVANS ESPIÑEIRA y Domingo

POBLETE ORTÚZAR, apoyados en las palabras de los profesores Eduardo

SOTO KLOSS y Jorge BERMÚDEZ SOTO, recalcan que lo esencial de la Toma

de Razón: ―es su carácter preventivo o ex ante, es decir, que tiene lugar antes

de que el acto nazca, constituyéndose así en un verdadero trámite que forma

parte del procedimiento administrativo, aunque la decisión ya haya sido

adoptada. De ahí que el efecto de la representación que haga la Contraloría, en

533 VERGARA BLANCO, Alejandro. “El rol de la Contraloría General de la República:

Desde el control de legalidad a los nuevos estándares de buena administración”, en “Contraloría General de la República: 85 años de vida institucional (1927 – 2012), conmemoración por su 85° Aniversario de vida institucional, noviembre, año 2012, pp. 108 – 109.

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caso de advertir antijuridicidad en el acto, será esencialmente impeditivo, pues

va a evitar que la conducta administrativa concretada en una decisión –proyecto

de acto– nazca a la vida del Derecho534‖. En este sentido, se puede apreciar

como los citados autores entienden que el control ex ante de juridicidad que

hace el órgano contralor es esencial para que las decisiones administrativas

nazcan en la vida jurídica.

- Sin embargo, ¿es la Toma de Razón un requisito de existencia del

Acto Administrativo?

Muchos autores se cuestionan si la Toma de Razón es un requisito de

existencia del acto administrativo o si, por el contrario, constituye un requisito de

eficacia del mismo535:

Por un lado, quienes sostienen que la Toma de Razón es un requisito

esencial o de existencia de las resoluciones administrativas, entienden que,

mientras ésta no se practique, el acto no ha nacido a la vida jurídica. Por lo

tanto, la decisión aún no existe como un Acto Jurídico Administrativo, lo que lo

534 EVANS ESPIÑEIRA, Eugenio y POBLETE ORTÚZAR, Domingo. “Efectos que produce

la declaración de contrariedad a derecho de un acto administrativo por parte de la Contraloría General de la República”, en “Contraloría General de la República: 85 años de vida institucional (1927 – 2012), conmemoración por su 85° Aniversario de vida institucional, noviembre, año 2012, pp. 123 – 138. 535

Para el profesor Luis CORDERO VEGA, los requisitos de eficacia del Acto Administrativo son: la Toma de Razón, la notificación y la publicación del mismo. Op. Cit. CORDERO VEGA, Luis, p. 11.

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condena a ser una: ―mera vía de hecho536”. Bajo este prisma: ―simplemente no

hay decisión administrativa [lo que implica que] este procedimiento forma parte

de la fase de elaboración del acto administrativo537‖. En este sentido, mientras

la CGR aún no realice el control de juridicidad de una Decisión Administrativa,

éstas deben considerarse tan solo como un mero “proyecto de acto

administrativo”538.

Por el contrario, para autores como Luis CORDERO VEGA, cuya

posición compartimos, la Toma de Razón constituye únicamente un trámite de

eficacia y no un requisito de existencia del Acto Administrativo. Para apoyar su

postura, el autor propone la siguiente argumentación: ―a) [La Toma de Razón]

no es un requisito de todos los actos administrativos [puesto que existen

exenciones], por lo que la vigencia del acto no se vincula con su cumplimiento;

b) […] la propia Constitución reconoce que la toma de razón se realiza sobre

actos dictados, y no sobre proyectos de actos. Esa es la interpretación

razonable, en nuestra opinión, de los art. 98° y 99° de la CPR, en cuanto aplica

536 Idem. p. 11.

537 Idem. p. 11. El profesor Luis CORDERO VEGA nos explica que, bajo esta postura: “la

toma de razón es un requisito integral del acto, esto es, constituye un requisito de la existencia del acto administrativo, de modo que antes de que se lleve a cabo dicho control de legalidad el decreto o resolución aún no nace a la vida del derecho y sólo tiene el carácter de un proyecto de acto administrativo”. 538

El profesor Iván ARÓSTICA MALDONADO también es partidario de esta postura y pasa a expresar que el trámite de Toma de Razón: ―es un control preventivo imprescindible para la entrada en vigencia de los actos administrativos y puede ser impeditivo de la misma en el supuesto de ser irregular la decisión de la Administración‖. Op. Cit. ARÓSTICA MALDONADO, Iván. “El motivo de Hecho en las Sanciones Administrativas: Notas sobre Procedimiento, Fundamento y Justificación”, pp. 233 y ss.

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la toma de razón a ―actos‖, no a pretensiones de voluntad o declaración; c) La

LOCCGR señala que sólo pueden se pueden cumplir los decretos o

resoluciones después de la toma de razón, bajo apercibimiento de sanción. Sin

embargo, pueden excepcionalmente ejecutarse antes del trámite, cuando se

refieran a actos [fundados] que dispongan medidas que tiendan a evitar o a

reparar daños a la colectividad o al Estado, originados por terremotos,

inundaciones, incendios, desastres, calamidades públicas u otras emergencias;

o medidas que perderían su oportunidad o estarían expuestas a desvirtuarse si

no se aplicaren inmediatamente, siempre que no afecten derechos esenciales

de las personas, art. 10, inciso 7°, sin que ello afecte la validez del mismo539‖.

Asimismo, el profesor Alejandro VERGARA BLANCO indica que: [la toma de

razón] es un trámite que, a nuestro juicio, no forma parte o no contribuye –por lo

menos directamente– en la formación de la voluntad de la Administración

contenida en el acto administrativo. Aún así, es considerado un requisito

esencial de este último, y no como lo que realmente es: un requisito de

legalidad del acto administrativo, que no puede provocar por sí mismo la falta

de validez y eficacia del acto, pues su falta o ausencia en la tramitación de un

acto que lo requiera sólo produce un vicio de ilegalidad del acto, lo que no

genera directamente la falta de eficacia o validez del acto jurídico540‖.

539 Idem. p. 12.

540 VERGARA BLANCO, Alejandro, pp. 104 – 106.

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469

En razón de lo expuesto, consideramos que lo dicho por ambos

profesores citados es extremadamente relevante para efectos de los Actos

Administrativos Sancionatorios. Tal como veremos más adelante, gran parte de

ellos se encuentran exentos del trámite previo de la Toma de Razón. Por estos

motivos, no puede suponerse que éstos sean inexistentes mientras dicho

trámite no se efectúe. Así las cosas, para que el Acto Administrativo pierda sus

efectos es menester que se declare su invalidez o ineficacia jurídica, la que

puede deberse a causa de la ausencia de un presupuesto de validez o por un

vicio de ilegalidad, que es lo que ocurre frente al caso de un Acto Administrativo

afecto al trámite de Toma de Razón que carece de ella.

- No es cierto que la Toma de Razón sea el origen de la presunción de

legalidad de los Actos Administrativos.

Al respecto, algunos autores sostienen que el elemento que origina en

los Actos Administrativos su “presunción de legalidad” es justamente la Toma

de Razón. Ellos dirán que: ―[la Toma de Razón] le imprime al acto administrativo

una presunción de legalidad, en cuanto a su ejecutoriedad, pero no implica

inmunidad jurisdiccional, o que el acto o dictamen asociado esté exento de

interpretaciones discutibles de la legalidad541‖. En la misma línea, también se ha

señalado que: ―si el Contralor toma razón del decreto supremo o de la

541 Idem., p. 109.

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470

resolución, el acto queda investido de una presunción de legalidad, pero ella no

es definitiva542‖. En base a esta doctrina se entiende que la “legalidad” obtenida

por el acto una vez se ha tomado razón de él, no es de carácter definitiva, dado

que aquel carácter no impide que, con posterioridad, se proceda a la

impugnación de la Resolución Administrativa en sede jurisdiccional (Tribunales

Ordinarios o Tribunal Constitucional543).

No obstante lo anterior, el profesor Luis CORDERO VEGA (cuyas ideas

compartimos) se apura en señalar que los Actos Administrativos adquieren una

presunción de legalidad: ―no por haber sido tomada su razón, sino porque

provienen de autoridad pública, que ejerce poder público, de conformidad a las

exigencias impuestas por la CPR (art. 6° y 7°), de manera que parcialmente

actualiza soberanía (Art. 5.2). Por esta razón, entonces, el artículo 3° de la

LBPA otorga dicha presunción al acto (conjuntamente con la de imperio), con

indiferencia de la condición del trámite (afecto o exento)‖. Más aún, incluso hay

quienes señalan que: ―la toma de razón no es constitucionalmente preventiva,

sino que legalmente preventiva544. Así, la Ley puede disponer el

cumplimiento545 o la ejecución anticipada546 de los actos administrativos [antes

542 Idem., p. 109.

543 Op. Cit. CORDERO VEGA, Luis, p. 5.

544 Según el autor, tal resultado se obtiene de interpretar el artículo 10° de la LOC N°

10.336, y el artículo 17° del DFL N° 7.912, del año 1927, del Ministerio del Interior. 545

STC de 13.09.1984 (Rol Nº 22, Ley Nº 18.348 que crea la Corporación Nacional Forestal y de Protección de Recursos Naturales Renovables); STC de 16.01.1989 (Rol Nº 64, Ley Nº 18.782, atribuciones especiales del Servicio Agrícola y Ganadero), y STC de 12.09.1989

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de la toma de razón], o el cumplimiento547 o los efectos inmediatos548 de los

mismos. En una fórmula original, incluso se ha previsto que determinados actos

administrativos se puedan ejecutar desde su ingreso a la Contraloría General

de la República (STC de 29.07.2003, rol N° 381)549‖. En virtud de los

argumentos expuestos, debe entenderse que las actuaciones administrativas

exentas del trámite de Toma de Razón también cobijan los efectos derivados de

la presunción de legalidad del Acto Administrativo.

- La Toma de Razón no siempre se ejerce respecto de los Actos

Administrativos más importantes.

Uno podría llegar a pensar que la Toma de Razón de los Decretos y

Resoluciones Administrativas es la regla general. Sin embargo, la CGR,

basándose en el texto del artículo 10° de la Ley N° 10.336550, ha considerado

(Rol Nº 79, Ley Nº 18.834, Estatuto Administrativo, sobre asunción inmediata). AGUERREA MELLA, Pedro. “La Contraloría General de la República en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional: Autonomía, control de legalidad y toma de razón”, en “Contraloría General de la República: 85 años de vida institucional (1927 – 2012), conmemoración por su 85° Aniversario de vida institucional, noviembre, año 2012, pp. 111 – 119. 546

Idem. p. 117. STC de 11.01.1991 (Rol Nº 117, Ley Nº 19.030, que crea el Fondo de Estabilización de Precios del Petróleo). 547

Idem. p. 117. STC de 13.04.1993 (Rol Nº 168, Ley Nº 19.212, crea la Dirección de Seguridad Pública), y luego la STC de 3.09.2004 (Rol Nº 417, Ley Nº 19.974, crea la Agencia Nacional de Inteligencia). 548

Idem. p. 117. STC de 12.02.1992 (Rol Nº 142, Ley Nº 19.129), y STC de 15.10.1992 (Rol Nº 157, Ley Nº 19.173). 549

Idem. p. 117. 550

La LOC N° 10.336, en su artículo 10°, inciso 5°, faculta al Contralor para eximir ―a uno o más ministerios o servicios del trámite de toma de razón de los decretos supremos o resoluciones que conceden licencias, feriados, y permisos con goce de sueldos, o que se refieran a otras materias que no considere esenciales‖.

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472

que: ―una correcta gestión de las potestades de control, obliga por una parte a

concentrar el control preventivo de juridicidad en los actos sobre materias que,

en la actualidad, se consideren esenciales‖. Para el profesor Alejandro

VERGARA BLANCO: ―a pesar de ser la toma de razón la regla general, según

se desprende del art. 98° la CPR de Chile, están exentos de este trámite los

actos administrativos que se señalan en la vigente Resolución N° 1.600, de

2008, del organismo contralor. La justificación de que ciertos actos estén

exentos de la toma de razón tiene que ver con la necesidad de agilizar la

función administrativa y que sólo estén sometidos a este trámite los actos de

relevada importancia y que comprometan considerablemente los recursos

públicos, todo ello con el propósito de favorecer la oportunidad y eficacia de los

actos de la Administración551‖. Bajo este razonamiento, se entiende que exigir a

la CGR la realización de controles de juridicidad a priori, respecto de la totalidad

de los Actos Administrativos, resultaría todo un despropósito, pues ralentizaría

en demasía el ejercicio de la actividad administrativa.

551

VERGARA BLANCO, Alejandro, p. 105. Según el autor citado: ―la masiva exención de la toma de razón se ha traducido en que la toma de razón se concentra mayoritariamente, sino exclusivamente, en materias vinculadas al personal. En efecto, considerando la información estadística entregada por el órgano contralor, desde 2002 al 2005, es posible ver que del total de materias objeto del trámite de toma de razón, el 88% de ellas se encuentra referida a materias de personal. En cuanto al trámite de registro, a través del cual la Contraloría ha forzado un control de legalidad, la circunstancia es aún más evidente: el 97% de las materias que van a registro se refieren a personal. […] La circunstancia de que el registro consista en una mera constancia o anotación material del acto respectivo en los registros de personal que este organismo fiscalizador lleva, no excluye, en caso alguno, el ejercicio de control de legalidad sobre el mismo, el que puede realizarse de un modo anterior, simultáneo o posterior a dicho trámite‖. Para más información, véase: SILVA CIMMA, Enrique. “Derecho Administrativo Chileno y Comparado. Introducción y Fuentes”, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1992, p. 206.

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473

Por estos motivos y aludiendo a razones de eficacia y eficiencia, la CGR

ha adoptado una postura que consiste en entender a la generalidad de las

materias administrativas como no esenciales, y por tanto, estarían exentas del

trámite de Toma de Razón. Ejemplo de lo anterior es que la CGR ha emitido

variadas resoluciones con el objeto de determinar qué actos están afectos y

cuáles están exentos al trámite de Toma de Razón. Recientemente, la CGR

emitió la resolución N° 1.600, del año 2008, que pasa a enumerar

específicamente qué casos y qué grupos están afectos al mencionado control, y

cuáles, dentro de dichos grupos, se encuentran exentos. Así las cosas, se

entiende que sólo están afectas dicho trámite aquellas actuaciones que la

Contraloría General de la República considere como esenciales y las declarará

afectas a dicho trámite. Evidentemente, también pueden venir otras normas a

declarar la afección de ciertos actos al trámite de Toma de Razón,

especialmente si son normas de mayor jerarquía.

Por otro lado, y teniendo presente lo antedicho, el profesor Alejandro

VERGARA BLANCO bien nos previene que es fundamental que las materias

exentas aún así sean: ―controladas ex post, pero de manera efectiva y

selectiva‖552. En este sentido, cabe agregar lo interesante que resulta la postura

propuesta por los profesores Eugenio EVANS ESPIÑEIRA y Domingo

POBLETE ORTÚZAR, quienes sostienen que la CGR estaría facultada para

552 VERGARA BLANCO, Alejandro, p. 106.

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474

hacer controles de juridicidad ex post a través de su “potestad dictaminante”. En

efecto, la Ley le permitiría, de manera indirecta, lograr la invalidación de los

Actos Administrativos Sancionatorios ya vigentes, mediante la dictación de

dictámenes obligatorios para las Autoridades Administrativas en dicho

sentido553. Claramente, el estudio de una teoría de esta naturaleza sobrepasa

los límites que nos hemos propuesto para el presente estudio, por lo que no nos

dedicaremos a analizarlas con mayor profundidad.

La Función Contralora respecto de los Actos Administrativos de Sanción.

La resolución N° 1.600 del año 2008 emitida por la Contraloría General

de la República nos señala que se encuentran exentos del trámite de Toma de

Razón los Decretos y Resoluciones Administrativas no declarados como afectos

a este trámite. La declaración de “afecto” de un acto puede ser hecha tanto por

553 Los autores consideran que la Contraloría General de la República también puede

ejercer un control de legalidad ex – post respecto de los actos administrativos ya vigentes. En efecto, como bien señala el mismo autor, ―la Contraloría carece de la facultad de invalidar, anular o dejar sin efecto un acto administrativo vigente‖. Sin embargo, la CGR podría emitir dictámenes generalmente obligatorios para los funcionarios públicos, corrigiendo una forma de interpretar el derecho, y así revelar la ilegalidad presente en un acto administrativo ya vigente. En este sentido, a través de la emisión de dicho dictamen, la CGR podría solicitar a la autoridad competente que ejerza su potestad invalidatoria sobre el acto administrativo por ella dictado, en razón de lo dispuesto en el artículo 53° de la Ley N° 19.880. Para más información acerca de los alcances de estas facultades, véase: EVANS ESPIÑEIRA, Eugenio y POBLETE ORTÚZAR, Domingo. “Efectos que produce la declaración de contrariedad a derecho de un acto administrativo por parte de la Contraloría General de la República”, en “Contraloría General de la República: 85 años de vida institucional (1927 – 2012), conmemoración por su 85° Aniversario de vida institucional, noviembre, año 2012, pp. 123 – 138.

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475

la misma resolución N° 1.600 como por otro cuerpo normativo que resulte

vinculante para la CGR.

En la mencionada resolución, no se hace referencia a las Sanciones

Administrativas en general, sino que procede a realizar una especie de

enumeración, en la cual se incluyen: los actos que impongan la pérdida de la

nacionalidad chilena; la expulsión de extranjeros; las medidas ajenas a la

comisión de un delito que afecten la libertad de las personas (ocurre con las

medidas de apremio , como el arresto); las sanciones a contratistas y

consultores; la suspensión o negación del pago de subvenciones a

establecimientos educacionales; la aplicación de medidas disciplinarias en

investigaciones sumarias y sumarios administrativos instruidos u ordenados

instruir por la Contraloría General de la República; la aplicación de medidas

disciplinarias en los demás sumarios administrativos e investigaciones

sumarias; y las medidas expulsivas del personal de las Fuerzas Armadas y de

Carabineros. Bajo este contexto, solo deberá tomarse razón de las demás

Sanciones Administrativas cuando una Ley o u otro tipo de norma vinculante

para la CGR determine su afección a dicho trámite.

Ahora bien, vale preguntase ¿en qué situación quedan las demás

Sanciones Administrativas? Para estos efectos, revisaremos algunos casos

para poder determinar qué criterio se sigue en materia sancionadora.

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476

En primer lugar, diremos que los diversos cuerpos normativos que

componen la Legislación sobre las Superintendencias han ocupan una técnica

jurídica similar, concibiendo a la Contraloría General de la República como un

ente fiscalizador, muy en la línea de lo dispuesto en el artículo 16° de la Ley N°

10.336554. Por nombrar un ejemplo, esta situación se ve reflejada en el artículo

24° de la Ley N° 18.410.

Por otro lado, el artículo 51° de la LOC de Municipalidades prescribe que

las municipalidades serán fiscalizadas por la CGR. A su vez, en su artículo 53°

se dispone que: ―las resoluciones que dicten las municipalidades estarán

exentas del trámite de toma de razón, pero deberán registrarse en la

Contraloría General de la República cuando afecten a funcionarios públicos‖. En

un sentido similar pueden citarse los casos de los artículos 15° de la Ley

20.417, 93° del D.L. N° 3.500, 24° del D.L 3.538. En general, estos cuerpos

señalan que las Superintendencias están sometidas a la fiscalización de la

Contraloría General de la República, con facultades más o menos amplias

según lo dispone la Ley en cada caso particular.

554 Artículo 16° de la Ley 10.336.- ―Los Servicios, Instituciones Fiscales, Semifiscales,

Organismos Autónomos, Empresas del Estado, y, en general, todos los Servicios Públicos creados por ley, quedarán sometidos a la fiscalización de la Contraloría General de la República, sin perjuicio del control que ejerce la Superintendencia de Bancos sobre el Banco Central y el Banco del Estado de Chile, del que cumple la Superintendencia de Compañías de Seguros, Sociedades Anónimas y Bolsas de Comercio sobre el Instituto de Seguros del Estado y la Caja Reaseguradora de Chile y del que desarrolla la Superintendencia de Seguridad Social sobre las instituciones y entidades sometidas actualmente a su fiscalización. […] quedarán sujetos al control de la CGR y deberán observar las instrucciones, proporcionar los informes y antecedentes que este Organismo le requiera para hacer efectiva la fiscalización a que se refiere el inciso anterior‖.

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477

Por otra parte, y en lo relativo a los procedimientos administrativos, el

profesor Luis CORDERO VEGA señala que la LBPA ha excluido del trámite de

Toma de Razón a los actos administrativos destinados a sustanciar los

Procedimientos Administrativos en general (iniciación, instrucción y finalización).

Esto es así, en parte, porque la Ley N° 19.880, en el inciso 2° de su artículo 1°,

simplemente hace alusión a que las actuaciones de la Administración deberán

regirse por lo dispuesto en la CPR y en la LOCCGR. Entonces, se debe

observar el criterio de esencialidad que ha adoptado nuestra Contraloría

General de la República que orienta la afección o desafección de un Acto

Administrativo al trámite de Toma de Razón. Consecuentemente, lo mismo se

hace aplicable en materia de Procedimientos Administrativos Sancionatorios.

Bajo el contexto antedicho, ¿qué argumentos motivan a la Contraloría

General de la República para no declarar afectas al trámite de Toma de Razón

a un espectro de las Sanciones Administrativas? La pregunta en cuestión puede

ser contestada en base a dos argumentos:

En primer lugar, debido a que la propia CGR entiende que su propio

funcionamiento debe ajustarse a los principios de eficacia y de eficiencia, por

tanto, tal como lo ha manifestado en su resolución N° 1600, ésta ha decidido

funcionar en base a exenciones, como una manera de no perturbar, ralentizar o

paralizar el ejercicio de la actividad administrativa. Lo anterior se explica dado

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que trámites de control preventivo disminuyen la velocidad en la que se adoptan

las Decisiones Administrativas.

En segundo lugar, esta situación puede explicarse a causa de que

nuestro sistema jurídico prevé distintos mecanismos de Revisión de la

Legalidad del Acto Administrativo Sancionatorio, que como vimos, funcionan

tanto por vía administrativa como por vía judicial. Por estos motivos, puede

comprenderse que no resulte estrictamente necesario realizar exámenes

preventivos de juridicidad para la totalidad de los Actos Administrativos

Sancionatorios.

En definitiva y para concluir, consideramos que la situación es un tanto

anormal. Resulta extraño que respecto de las Potestades Disciplinarias de la

Administración, muchas de sus sanciones más graves sí están afectas al

trámite preventivo de Toma de Razón555 (a veces, por lo menos están sujetos al

trámite de “registro)556. No ocurre lo mismo en lo relativo a la Potestad

555 La toma de razón es la regla general para la sanción de destitución o para la

determinación de la absolución del inculpado en un sumario administrativo o investigación sumaria. Para otro tipo de sanciones, como censura, multa o suspensión del empleo, también se puede solicitar la verificación de su legalidad, sin embargo, dichos actos administrativos no necesitan de la Toma de Razón para nacer a la vida jurídica, sino que producen efectos una vez notificados. 556

Para el profesor Luis CORDERO VEGA: ―El registro es un acto de ejecución material en virtud del cual la CGR incorpora a un registro público una relación detallada del contenido del acto administrativo de que se trate, que regularmente se encuentra vinculada a materias relativas a personal y dotación. El problema central que se ha planteado es si mediante el trámite del registro puede la CGR ejercer un control de legalidad. Según la jurisprudencia administrativa esto es posible como consecuencia de que el velar por la legalidad del

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Sancionatoria General, puesto que, por ejemplo, nada se dice acerca de las

sanciones que imponen las Superintendencias. Así se dirá que la Toma de

Razón se centra: ―mayoritariamente, sino exclusivamente, en las materias

vinculadas al personal (funcionarios públicos)557‖.

Si nos basamos en una visión bastante garantista de los derechos de los

particulares, puede considerarse que un control de de juridicidad previo por

parte de la CGR serviría como una segunda fase administrativa de control de

legalidad de los Actos Administrativos Sancionadores. Así podría brindarse una

protección más plena a las garantías de los ciudadanos, confiriendo más

legitimidad al ejercicio de potestades sancionatorias. De paso, esto también

serviría para reducir la carga de trabajo de los Tribunales de Justicia, en cuanto

podría declararse de manera previa la ilegalidad de un Acto Administrativo

Sancionatorio. Nos imaginamos que por lo menos debieran estar afectos los

Actos Administrativos Sancionatorios más graves, por ejemplo, en base a una

segregación relacionada con la mayor o menor cuantía de una sanción.

comportamiento administrativo es una competencia genérica de la Contraloría, toda vez que la circunstancia de que el registro consista en una mera constancia o anotación material del acto respectivo en los registros de personal que este organismo fiscalizador lleva, no excluye, en caso alguno, el ejercicio de control de legalidad sobre el mismo, el que puede realizarse de un modo anterior, simultaneo o posterior a dicho trámite‖( Dictamen Nº 28372, de 2003). Para más información, véase: SILVA CIMMA, E. Derecho Administrativo Chileno y Comparado. Introducción y Fuentes, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1992, pág. 206). 557

Op. Cit. CORDERO VEGA, Luis, p. 15.

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Sin perjuicio de lo anterior, no debe menospreciarse la preocupación del

Legislador por conferir a la Contraloría General de la República amplias

potestades de fiscalización respecto de los organismos públicos, tal como

ocurre en las leyes que crean Superintendencias o en la LOC de

Municipalidades. Ciertamente, esta es una notable función contralora que

siempre debe ser tomada en consideración.

5.2.4. La Decisión Administrativa y la Decisión Jurisdiccional: El Acto

Administrativo forma parte de la función pública administrativa y no de la función

pública jurisdiccional.

Para finalizar, estamos en condiciones de asentar diferencias

sustanciales que distinguen a la actividad sancionadora administrativa de la

actividad jurisdiccional de los Tribunales de Justicia. Situaremos nuestra mirada

en las ideas expuestas por el profesor Javier MILLAR SILVA, Doctor en

Derecho de la Universidad de Chile, quien concibe que la base de la distinción

debe realizarse en función de cuatro aspectos que deben tomarse en

consideración:

i) La facultad de declarar el derecho;

ii) El conflicto de relevancia jurídica y el asunto de relevancia jurídica;

iii) La invariabilidad de la sentencia judicial y el efecto de cosa juzgada;

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iv) la imparcialidad orgánica del Juez;

i) La Facultad de Declarar el Derecho.

Como sabemos, el Legislador ha entregado a la Administración del

Estado una serie de privilegios o “poderes exorbitantes”, a modo de

herramientas para que los órganos del Estado puedan desplegar correctamente

su función pública: ―con vistas a la satisfacción de los fines específicos que el

ordenamiento jurídico les [ha atribuido] y que, por tanto, influye directamente en

su situación jurídica558‖. En base a esa lógica, la Ley ha revestido a ciertos

órganos de la Administración con potestades sancionadoras, las que les

permiten iniciar y sustanciar Procedimientos Administrativos Sancionatorios,

conocer los hechos e incluso declarar el Derecho, tal como ocurre cuando

imponen una Sanción Administrativa.

Esta función de “declaración del Derecho” dice relación con la potestad

de auto-tutela declarativa de la Administración, pues le permite interpretar y

declarar el Derecho, con el objeto de aplicarlo a un caso en concreto, cosa que

puede realizar con prescindencia de los Tribunales de Justicia. De acuerdo con

lo expuesto, y como bien señala el profesor Javier MILLAR SILVA, la Autoridad

558 MILLAR SILVA, Javier. “La potestad invalidatoria en el Derecho chileno”, Tesis para

optar al grado de Doctor en Derecho, Universidad de Chile, Facultad de Derecho, Escuela de Graduados, Santiago, año 2008, p. 64.

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Administrativa: ―está facultada para afectar o declarar derechos subjetivos en la

esfera individual de los administrados a través del ejercicio de potestades

administrativas sancionadoras o resolutorias. [En este sentido] se puede

sostener que la auto-tutela se acerca a la jurisdicción, en tanto en ambas se

declara el derecho aplicable a una situación concreta, incluso de manera

obligatoria o directamente eficaz para el afectado con la declaración559‖.

ii) El Conflicto de Relevancia Jurídica y el Asunto de Relevancia Jurídica.

Debemos declarar, inicialmente, que es cierto que la facultad de aplicar:

―normas a casos concretos es común en ambas funciones560‖. Sin embargo, el

profesor Javier MILLAR SILVA nos señala que la actividad administrativa se

distingue de la Función Jurisdiccional, justamente porque cuando un órgano

judicial declara el Derecho: ―[este] lo hace respecto de las partes de una

controversia jurídica, sin afectar su propia situación jurídica […] y con total

indiferencia respecto del resultado de la litis, [pues no tiene mayor interés] que

hacer observar el derecho a los otros, [encontrándose, por tanto,] fuera de las

559 Idem., p. 60 y 65.

560 BORDALÍ SALAMANCA, Andrés. “La Administración Pública ante los Tribunales de

Justicia chilenos”, en Revista Chilena de Derecho, Universidad Católica de Chile, N° 33, año 2006, pp. 17 – 36. Apud. Op. Cit. MILLAR SILVA, Javier, “La potestad invalidatoria en el Derecho chileno”, Tesis para optar al grado de Doctor en Derecho, Universidad de Chile, Facultad de Derecho, Escuela de Graduados, Santiago, año 2008, p. 62.

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483

relaciones que el Derecho regula para los otros561‖. De acuerdo con estas

palabras, la Función Jurisdiccional es naturalmente realizada por un órgano que

represente a un tercero independiente e imparcial, distinto de las partes

interesadas, a quien se le encarga la resolución del conflicto de relevancia

jurídica. Es por esto que la finalidad de un proceso de carácter jurisdiccional es:

“hacer observar el derecho a otros. [Bajo este contexto,] es lógico que la

declaración jurisdiccional alcance un punto en el que ya no puede ser revisada

por otro órgano del Estado562‖, situación que ocurre una vez que la decisión

jurisdiccional haya adquirido su carácter de firme y ejecutoriada.

Dado lo anterior, puede apreciarse cómo la actividad administrativa se

encuentra en una vereda totalmente distinta. Cuando la Autoridad

Administrativa decide imponer una Sanción Administrativa, ésta innova el

Derecho, pues crea una relación jurídica nueva, generando una vinculación

entre el administrado inculpado y la propia Administración del Estado. El propio

órgano administrativo y el particular afectado son los dos únicos sujetos que

integran el proceso. Sin embargo, el órgano administrativo inicia, sustancia y

decide la cuestión, sin que se promueva una contienda entre partes, sino que

561 Así, en teoría, al órgano jurisdiccional no interesa el resultado de la decisión final del

asunto, puesto que: ―[está] juzgando una actividad ajena y de una voluntad de Ley concerniente a otros‖. CHIOVENDA, Giuseppe, citado por CALAMANDREI, Piero. “Derecho Procesal Civil: Instituciones de Derecho Procesal Civil”, (Traducción de Santiago Sentis Melendo), Ediciones Jurídicas Europa-América, Bue(o nos Aires, año 1973, p. 178 y p. 188. Apud. Op. Cit. MILLAR SILVA, Javier, p. 63. 562

Op. Cit. MILLAR SILVA, Javier, p. 65.

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es la Autoridad Administrativa la que unilateralmente hace pesar sobre el

administrado una determinada realidad jurídica (o situación jurídica) nueva. En

otras palabras, no puede concebirse al Procedimiento Administrativo

Sancionador como un conflicto jurídico entre partes563. Por tanto, y dado que no

se entiende que se trate de un conflicto de relevancia jurídica propiamente tal,

resulta más justo denominar la situación como un asunto de relevancia jurídica

sometido a la decisión de la Autoridad Administrativa competente. En dicho

asunto de relevancia jurídica se realiza una relación entre el interés general de

la ciudadanía, representado por la Administración del Estado, y el interés

particular del administrado inculpado.

iii) La Invariabilidad de la Sentencia Judicial: la cosa juzgada.

Cuando nos referimos a la invariabilidad o irrevocabilidad de las

sentencias judiciales, hacemos alusión a uno de los efectos característicos de

las resoluciones o declaraciones jurisdiccionales: en cierto momento, éstas

alcanzan una situación tal en la que no pueden volver a ser revisadas por otro

órgano del Estado. Esto es lo que comúnmente se entiende como: “el efecto o

la autoridad de cosa juzgada”. Este particular efecto dota de estabilidad jurídica

a las declaraciones jurisdiccionales, ya que les otorga permanencia en el

563 Entonces, el objeto del Procedimiento Administrativo Sancionador es dar inicio y fin un

asunto de relevancia jurídica, el que está compuesto por la determinación de la infracción, la determinación de la participación y la determinación de la sanción aplicable, declarando la responsabilidad o la absolución del administrado afectado.

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tiempo, pues no permite la revisión futura del asunto decidido. Cuando una

resolución judicial está firme o ejecutoriada, la decisión adquiere los efectos

típicos de la cosa juzgada en sede jurisdiccional. Entonces, la decisión se

convierte en un elemento jurídico-fáctico virtualmente irrevocable, lo que es lo

mismo, en virtud del aquél pronunciamiento judicial se ha introducido una

realidad jurídica nueva dentro del Estado de Derecho, o bien, se ha creado una

situación jurídica nueva y de carácter definitivo, entre las partes intervinientes

en un proceso judicial.

En lo que respecta al ejercicio de la Potestad Sancionadora

Administrativa, la función de declaración del Derecho es ejercida por una de los

sujetos que integran el procedimiento, un ente orgánicamente parcial, y con

eminente interés en el asunto, que a través de una declaración unilateral genera

efectos obligatorios para el particular inculpado. Bajo este contexto, es evidente

que el administrado se encuentra en una situación bastante desfavorable, toda

vez que el sujeto que decide el asunto, el órgano administrativo, se encuentra

en una situación de poder superior, pues su voluntad decisoria presenta una

eminente fuerza obligatoria. En consecuencia, dada la desigualdad de poderes

y esta imperfección intrínseca del propio procedimiento sancionador: ―es natural

que dicha declaración no alcanzará su estabilidad definitiva mientras no sea

revisada por un verdadero órgano jurisdiccional, imparcial, independiente de las

partes de la relación jurídica y desinteresado en las consecuencias o efectos

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486

que la declaración final de certeza del derecho pueda acarrear a las partes564‖.

Así es como que el Legislador, que está al tanto de esta situación, ha creado

diversos mecanismos para revisar en sede judicial la legalidad de las

Decisiones Administrativas565. En este sentido, y a modo de contrapeso para las

relevantes prerrogativas de poder atribuidas al órgano sancionador, la última

palabra siempre la tendrán los Tribunales de Justicia.

No obstante lo anterior, es importante destacar que la fuerza del Acto

Administrativo Sancionatorio no se verá perturbada mientras el particular

afectado no se movilice e impugne la resolución que le afecte. Naturalmente, si

éste no se opone a sus efectos, es cuestión de tiempo para que la decisión

administrativa adquiera firmeza y sea susceptible de ser ejecutada

forzosamente en contra de la voluntad del administrado inculpado566.

564 Op. Cit. MILLAR SILVA, Javier, p. 65.

565 Aquí hacemos referencia a la potestad de auto-tutela declarativa y ejecutiva de la

Administración y tal como vimos, los efectos derivados de la presunción de legalidad, la ejecutividad y la ejecutoriedad de los actos administrativos. 566

Al respecto, no deben olvidarse las limitantes que presenta la Administración para lograr la ejecución directa de sus propias resoluciones, lo que se da claramente en materia sancionadora administrativa, pues el Legislador ha permitido excepcionalmente su ejecución directa. En este sentido, la Administración presenta una plena tutela declarativa respecto de sus decisiones, pues se le permite declarar el Derecho de forma unilateral, con el objeto de crear situaciones jurídicas obligacionales nuevas para los particulares, con contenido jurídicamente vinculante. Sin embargo, y por el otro lado, en el común de los casos, la Administración no puede enviar órdenes directas a la fuerza pública para exigir forzosamente el cumplimiento de la sanción administrativa impuesta, sino que muchas veces es obligada a seguir las reglas generales y acudir a la tutela judicial, mediante el proceso judicial que corresponda. Así, y en vista de esta situación, el Legislador frecuentemente ha otorgado al acto administrativo sancionatorio la calidad de título ejecutivo, lo que le permite a la Administración exigir su cumplimiento forzoso a través de un juicio ejecutivo.

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487

iv) La Imparcialidad Orgánica del Juez.

Por último, lo que caracteriza en esencia a la Función Jurisdiccional es

que el conflicto jurídico se somete a la decisión de un tercero imparcial, ajeno a

las partes que componen el proceso, quien decide el asunto controvertido con

autoridad de cosa juzgada. Evidentemente, no ocurre lo mismo respecto los

órganos administrativos con Potestades Sancionadoras. Tal como venimos

expresando, la Autoridad Administrativa no está en una situación de igualdad

frente al sujeto afectado, no es parte en el asunto, sino que sólo se encuentra

en una posición de poder, de superioridad, pues es el ente instructor y juzgador

del asunto. Él da inicio y pone fin al asunto de relevancia jurídica.

El profesor Javier MILLAR SILVA es de una idea similar y nos señala

que: ―existe una diferencia abrumadora e insalvable que impide ubicar a la

autotutela administrativa dentro de la función jurisdiccional. Esta consiste en la

imparcialidad, independencia, en suma total ausencia de interés en el resultado

del juicio, del órgano llamado a ejercer dicha función […] Situación, ésta, que es

enteramente contraria a la actividad administrativa de autotutela, por cuanto, en

ésta, el órgano que pronuncia el derecho aplicable, lo hace respecto de su

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488

derecho, afectando su situación jurídica en la relación y totalmente involucrado

en los resultados de la declaración567‖.

Como podemos apreciar, la Autoridad Administrativa no presenta las

características mínimas necesarias para ejercer una Función Jurisdiccional, por

tanto, no puede ser considerado un “Juez” en el asunto. En efecto, el interés

que tiene la propia Autoridad Administrativa en la decisión del asunto es una

mezcla entre la función pública que el ordenamiento jurídico le ha

encomendado y la protección de los intereses de la colectividad. De esta

manera, la Autoridad Administrativa pierde objetividad, puesto que, en un

mismo momento, debe proteger un interés que no le es propio (el de la

colectividad), a la vez que un interés propio, derivado de la función pública que

se le ha encomendado. Esto produce indefectiblemente que el órgano

administrativo en algún momento se verá en la necesidad de proteger su propia

posición jurídica en el procedimiento, lo que reafirma la imparcialidad inherente

de su rol en el procedimiento. Esto último es así, aún cuando la Administración

tiene la obligación, constitucional y legal, de ponderar y proteger objetivamente

la posición jurídica del particular inculpado, la que está en un “aparente”

conflicto con los intereses que la Autoridad Administrativa debe proteger.

Decimos aparente en el sentido de que la Administración debe adecuar su

actuación al principio de Legalidad, pues la Ley es el fundamento primero y

567 Idem. p. 65.

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último de todas sus atribuciones, de lo que se entiende que la única manera de

ejercer bien su función pública es proteger equilibradamente el interés público y

el interés privado, así: ―el Derecho constituye un límite sustantivo que determina

su propia actuación […] como sujeto para la realización de fines colectivos [o de

interés público]‖.

Efectivamente, no podría entenderse que la Administración estuviera

realizando una “buena administración pública” ésta si no considerara con

objetividad la posición jurídica del sujeto inculpado. Bajo este supuesto, el

interés último de la Administración está determinado por asegurar la correcta

observancia de la Ley, de manera objetiva e imparcial. Este trabajo debe ser

realizado con indiferencia de los resultados de la litis, por lo que su función

pública no consiste simplemente en realizar una irreflexiva protección de los

intereses generales, sino que también las decisiones que adopte deben reflejar

un justo equilibrio entre los intereses de los particulares y los intereses

colectiva. Sin embargo y aún cuando la Ley sea clara frente a este respecto, por

más que el ente administrativo desee resolver el asunto con objetividad,

imparcialidad y justicia, éste está orgánicamente incapacitado para hacerlo,

dado que tiene un interés inminente en el resultado del asunto. Es por esto que,

el verdadero conflicto de relevancia jurídica consiste en determinar el justo

equilibrio entre el interés público y el interés colectivo, lo que corresponde a una

contienda que sólo puede ser resuelta por medio de una decisión de justicia,

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490

que constituye el fin último de la Función Jurisdiccional, la que concierne a una

atribución propia y exclusiva de los Tribunales de Justicia. Como vimos recién,

es justamente esta presunción de falta de imparcialidad la que ha motivado al

Legislador para crear los mecanismos necesarios para facultar a los Tribunales

de Justicia para revisar el contenido de los Actos Administrativos

Sancionatorios, los que están capacitados para verificar su conformidad con el

ordenamiento jurídico vigente, y están legal y constitucionalmente habilitados

para decir la última palabra en el asunto568.

Por otro lado, y dado el escenario en el cual nos encontramos, resulta

esencial que el procedimiento de adopción de una Sanción Administrativa sea

racional y justo, en todas sus fases, pues solo así se puede evitar el ejercicio

abusivo y arbitrario de estas Potestades Sancionadoras. Por sobre todas las

cosas, el ejercicio de facultades de esta índole debe siempre verificarse en un

plano de respeto frente a las garantías de los derechos e intereses legítimos de

los administrados, bajo un irrestricto respeto a las reglas y principios son la

base de un ejercicio justo y recto del Ius Puniendi del Estado. En este sentido,

las potestades de auto-tutela declarativa y ejecutiva de la Administración no

implican, por ningún motivo, que ésta tenga la: ―capacidad de hacerse justicia

568 Esta aseveración es sin perjuicio de la existencia de la acción de Nulidad de Derecho

Público, que puede echar abajo lo decidido por un órgano jurisdiccional al resolver una impugnación administrativa.

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por sí misma569‖. Como vimos, la actividad administrativa es esencialmente

variable y esto se debe principalmente a que la facultad de dictar justicia reside

única y exclusivamente en los órganos jurisdiccionales y no en los órganos de

la Administración del Estado. Esto quiere decir que la potestad de decidir un

conflicto jurídico con autoridad de Cosa Juzgada constituye una atribución

privativa y exclusiva de los Tribunales de Justicia. Este Poder Público es

absolutamente distinto e independiente al que corresponde a la Administración

del Estado, cuyas decisiones tienen efectos muchísimo más limitados que los

efectos de las decisiones judiciales. Naturalmente, lo anterior no obsta que

puedan existir ciertas similitudes entre el ejercicio de la jurisdicción y el ejercicio

de las Potestades Sancionatorias Administrativas, tal como vimos recién.

En conclusión, se acepta el hecho de que las Autoridades

Administrativas declaren el derecho aplicable a un caso en concreto, lo que

sucede justamente cuando imponen una Sanción Administrativa. Esta actividad

es legítima y corresponde a la función pública que el Legislador le ha atribuido

al órgano administrativo, con los efectos que ya estudiamos. Sin embargo, el

verdadero conflicto de relevancia jurídica solamente se presenta una vez que

administrado inculpado impugna judicialmente la Decisión Administrativa, pues

instancia de confrontación real entre partes sólo puede darse legítimamente en

sede jurisdiccional.

569 Op. Cit. MILLAR SILVA, Javier, p. 60.

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CAPÍTULO IV

Conclusiones Finales.

1. Síntesis del Capítulo I.

En la actualidad, es innegable la trascendencia que ha adquirido el DAS

como instrumento de regulación conductual. En el Derecho Comparado, sus

autores han reaccionado frente a esta realidad y se han hecho cargo por

identificar las características particularidades que distinguen al Derecho

Administrativo Sancionador. Gracias a dicha labor, han surgido grandes

estudios que han dilucidado y analizado los diversos aspectos relativos a su

naturaleza jurídica, su fisionomía como rama del Derecho, su relación con el

Derecho Penal –y con otras ramas del Derecho-, la identidad o diversidad

sustancial entre el Ilícito Administrativo y el Penal -y entre la Sanción

Administrativa y la Pena Penal-, sus regímenes jurídicos particulares, entre

otros temas de relevancia. Como ejemplo de lo anterior, podemos hacer alusión

a las distintas tesis que han buscado explicar la naturaleza jurídica del DAS, las

que debidamente tratamos en nuestro primer Capítulo, a saber: las Tesis

Sustancialistas; las Tesis Sustancialistas del Derecho Penal Administrativo; las

Tesis Formalistas del Derecho Administrativo Sancionador; las Tesis

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Cuantitativas del Derecho Administrativo Sancionador; y por último, la visión

normativa del problema, planteada por el profesor Alejandro NIETO.

Estas teorías, nacidas en el exterior, no son ajenas a nuestra realidad

jurídica, toda vez que, como ya ha quedado demostrado, no puede cuestionarse

la influencia que ha ejercido el Derecho Comparado en nuestro sistema jurídico.

Esto es especialmente visible en lo concerniente al Derecho español, pues

existen notorias semejanzas entre la normativa administrativa sancionadora

chilena y la española.

La doctrina nacional por su parte, también influenciada por las corrientes

extranjeras, no se ha quedado atrás y ha albergado un intenso debate en torno

a la legitimidad existencial del DAS y las particularidades que caracterizan el

ejercicio de la Potestad Sancionadora Administrativa. El proceso ha sido largo

pero paulatinamente vamos observando varios consensos en estas materias.

Por otro lado, y en lo que respecta a nuestros Tribunales de Justicia,

éstos han recogido varios de los argumentos discutidos en la doctrina y en la

jurisprudencia comparada, y los han utilizado para formar su propio criterio

frente a la materia. A modo ilustrativo, la situación antedicha se observa a

propósito de las discusiones relativas a la legitimidad constitucional del Derecho

Administrativo Sancionador; la relación de éste con el Derecho Penal; la

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concepción del Ilícito y la Sanción Administrativa, la unidad del Ius Puniendi del

Estado, la aplicación “matizada” de los principios, garantías y normas del

Derecho Penal al DAS, etc. De hecho, es tan fuerte la influencia de la doctrina y

de la jurisprudencia en esta materia que varios autores han considerado que el

Derecho Administrativo Sancionador sería una disciplina jurídica de desarrollo

eminentemente jurisprudencial.

Así las cosas, nuestro Tribunal Constitucional poco a poco ha ido

afirmando sus posturas frente a la materia, lo que queda de manifiesto en el

sentido de que no ha doblegado su postura sustancial, la que consiste en

aceptar la existencia y la legitimidad constitucional del DAS, determinando su

origen en un único, genérico y superior Ius Puniendi del Estado. Dato aparte lo

constituye el criterio divergente que existe en torno a la real naturaleza de la

función sancionadora. Específicamente, los autores y los Jueces aún se

preguntan si la función sancionadora de la Administración corresponde a un

ejercicio de la jurisdicción o de potestades públicas de otra índole. Más allá de

la opción que se adopte en la materia, la contienda no ha significado un

obstáculo para que la Administración mantenga su desarrollo a paso firme.

En lo relativo a la relación existente entre el Derecho Penal y el DAS,

nuestra jurisprudencia ha sostenido que ambos regímenes sancionatorios

nacen de una misma fuente, el Ius Puniendi estatal. Nuestro TC ha pasado a

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495

determinar que los principios y normas del Derecho Penal tienen vigencia en el

DAS “por regla general” o “con matices”. La construcción del Ius Puniendi como

un “supra-concepto”, que se alza por sobre el Derecho Penal y el DAS, sirve de

sobre manera, puesto que establece un vínculo estructural, una fuente de

origen que une a ambas ramas del Derecho, mientras también constituye un

tope, un límite para el ejercicio de las funciones sancionadoras estatales. Lo

anterior ha sido bastante útil, y ha servido para complementar una serie de

deficiencias y de vacíos que ha presentado -y aún presenta- el Derecho

Administrativo Sancionador chileno.

El criterio jurisprudencial sostenido por nuestro TC es realmente

importante, toda vez que en base a él se ha determinado que, en esencia, una

gran parte de las reglas y principios contenidos en el aparataje del Derecho

Penal no son únicamente de su propiedad exclusiva, sino que también forman

parte del contenido normativo del Ius Puniendi estatal. Bajo esta forma de

pensar, variadas normas del Derecho Penal deberán ser entendidas como una

representación concreta del contenido normativo que corresponde al

ordenamiento jurídico superior del que hemos hecho mención. Por estos

motivos, constituye un error pensar que el Derecho Penal sea un mero

“prestamista” de normas y de principios para con el DAS. El primero no es un

Derecho de jerarquía superior al DAS, ni mucho menos, de tal modo que no

podemos sino aceptar que ambos cuerpos normativos se sitúan en un plano de

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igualdad, sujetos a un ordenamiento jurídico punitivo superior. Así las cosas,

cuando el Legislador “crea” un cuerpo normativo de Derecho Penal o de DAS,

lo que sucede en la práctica es que se está utilizando una vertiente de este

Derecho Superior de Punición. Así las cosas, el ejercicio de las potestades

sancionadoras del Estado debe respetar su contenido mínimo, y cada

mecanismo de represión estatal deberá ajustar su normativa de acuerdo con los

fines perseguidos, sus fundamentos, su estructura, su funcionamiento práctico

y los sujetos regulados.

Por otro lado, en el presente estudio se ha identificado una estructura

normativa que es propia del DAS. Para estos efectos, resulta trascendental el

esquema propuesto por nuestro Tribunal Constitucional, en el sentido de que,

básicamente, podemos concebir la existencia las siguientes los siguientes tipos

de reglas estructurales: las que crean ilícitos administrativos; las que crean

sanciones; las que facultan a un órgano administrativo para conocer de dichas

infracciones -e imponer sanciones- y las que establecen el procedimiento a

través del cual deben ser ejercidas dichas prerrogativas de poder público

sancionador. Por consiguiente, y una vez hemos identificado la estructura basal

del DAS, uno puede percatarse de que el funcionamiento del sistema de

Derecho Administrativo Sancionador chileno puede ser descompuesto en 3

facultares principales, las que están íntimamente relacionadas: i) La Facultad de

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Establecimiento Normativo; ii) La Facultad de Imposición; y iii) La Facultad de

Ejecución.

Bajo este contexto, y gracias a los pronunciamientos que ha hecho el

Tribunal Constitucional sobre la materia, están dadas las condiciones para

considerar al Derecho Administrativo Sancionador como una rama o disciplina

autónoma del Derecho Penal. Felizmente, el estudio de su fisionomía jurídica

nos ha brindado luces que iluminan el camino para descubrir el alcance y las

áreas límites entre el Ius Puniendi estatal, el Derecho Penal y el Derecho

Administrativo Sancionador.

2. Síntesis Capítulo II.

Como hemos tenido la oportunidad de estudiar, tanto el Derecho

Administrativo Sancionador como el Derecho Penal utilizan la determinación de

infracciones y la imposición de sanciones como un mecanismo jurídico para

regular el comportamiento humano. Su modo de operar es bastante intuitivo y

funciona en base a una regulación directa, reprimiendo o castigando una

conducta ilícita exteriorizada, como también, por medio de una regulación

indirecta, gracias la presión que ejerce en la psiquis de los individuos el

sentimiento de amenaza de que serán sanción en caso de cometer una

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infracción. Sin lugar a dudas, la amenaza de sanción constituye una

herramienta útil para desincentivar la comisión de cualquier tipo de ilícito.

Aún cuando ambos ordenamientos de represión (Administrativo o Penal)

funcionen en base a una estructura semejante, el uno y el otro deben ser

comprendidos como dos ordenamientos punitivos diferenciados, con funciones

y finalidades diversas. De ahí que el Tribunal Constitucional haya aceptado la

posibilidad, y la necesidad, de realizar un traspaso con “matices” o “por regla

general” de los principios del orden Penal al Derecho Administrativo

Sancionador. Lo contrario habría sido determinar que el traspaso sea hecho de

manera “directa”, “inmediata” o sin “matices”, lo que habría implicado

desatender la realidad jurídica del DAS al establecer una igualdad de trato entre

ambos sistemas represivos.

En razón de lo anterior, debe entenderse que, una vez que dichos

principios son traspasados al Derecho Administrativo Sancionador, éstos pasan

a formar parte del contenido normativo propio del Derecho Administrativo

Sancionador, como si siempre le hubiesen pertenecido. Tal como tuvimos la

oportunidad de ver, se opera bajo la lógica de que muchas de las normas que

componen el Ius Puniendi Estatal se encuentran representadas normativamente

en el Derecho Penal, lo que no deja de ser una situación meramente

circunstancial. Que el Derecho Penal haya recibido un mayor desarrollo

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normativo (en comparación con el DAS), se debe a una serie razones

históricas, culturales, políticas, económicas y sociales, las que no alcanzan para

impedir la existencia legítima del DAS. Que los principios y normas del Ius

Puniendi Estatal se hayan encontrado reflejados con mayor vigor en el Derecho

Penal corresponde sólo a una tradición legislativa, la que fue habitual en la

mayor parte del mundo occidental.

En consecuencia, las fuentes del Derecho Administrativo Sancionador se

encuentran en el Derecho Público y sus raíces de origen se encuentran en el

Derecho Administrativo y no en el Derecho Penal. De acuerdo con este

paradigma, sus vacíos normativos primero deben ser complementados

mediante las normas contenidas en cuerpos de Derecho Administrativo. Si esta

operación no resulta suficiente, podemos pasar a ocupar la técnica

hermenéutica mencionada ya en innumerables oportunidades. Mientras el

Legislador no complemente dichos vacíos, consideramos que esta práctica es

del todo saludable, mientras se utilice para resguardar de forma legítima y

razonable las garantías y los derechos fundamentales de los particulares.

Por último, y para afianzar nuestras ideas, hemos elaborado un concepto

de Derecho Administrativo Sancionador que intenta englobar la variada

argumentación que hemos tratado en esta obra. En este sentido, entendemos

que el Derecho Administrativo Sancionador consiste en: ―aquella rama del

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500

Derecho Público, descendiente del Derecho Administrativo, que reconoce y

regula las potestades sancionadoras autónomas de determinados órganos de la

Administración del Estado, que a través de un debido procedimiento

administrativo sancionador, están facultados para sancionar tanto a sus propios

Funcionarios Públicos, mediante una investigación sumaria o sumario

administrativo (función de auto-protección), como a los particulares comunes

(función de hetero-protección), a fin de proteger y potenciar, en base a normas

y principios propios: su organización interna; el bien común; y los intereses

generales de la población, todo lo cual deben hacer en estricto cumplimiento a

los fines inherentes a la función pública administrativa que el Legislador y el

Constituyente les ha encomendado.‖

3. Síntesis Capítulo III.

Dentro de la estructura normativa del Derecho Administrativo

Sancionador puede distinguirse fácilmente la existencia de Infracciones y

Sanciones Administrativas. Ambas instituciones se encuentran entrelazadas,

una sirve de fundamento para la otra.

En cuanto a la Infracción Administrativa, hemos dicho que esta

constituye: ―una conducta que infringe un deber o una prohibición contenida en

el ordenamiento jurídico administrativo, la cual ha sido establecida ya sea con la

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finalidad de prevenir la ocurrencia de un riesgo, precaver la producción de un

daño o reprimir la producción efectiva del mismo, todos fundamentos que bajo

el criterio del Legislador son suficientes para habilitar a una autoridad

administrativa para iniciar un procedimiento administrativo sancionador,

determinar la efectividad o inefectividad de su comisión, y aplicar la sanción

administrativa si correspondiere‖. Más aún, y en lo relativo a nuestra Legislación

vigente, cabe apreciar ciertas técnicas que son comunes en el Derecho

Administrativo Sancionador chileno. Una de ellas está constituida por la idea de

clasificar a las Infracciones Administrativas según su gravedad, en infracciones:

Leves; Graves y Muy Graves.

Por su parte, también hemos propuesto una “Teoría General del Ilícito

Administrativo” que puede ser perfectamente construida en base a la conocida

estructura de la “Teoría General del Delito Penal”. En función de esta operación,

la Infracción Administrativa también puede ser concebida como: ―aquella acción

u omisión típica, antijurídica y culpable‖. Apreciando esta conexión, se ve que

existen similitudes entre los ilícitos penales y los administrativos, lo que es

obvio, pues como hemos visto, ambos comparten una misma fuente de origen.

Sin embargo, no debemos olvidar que el entendimiento del ilícito administrativo

debe ser hecho en razón de los fundamentos, fines y demás elementos que

conforman su naturaleza normativa. La inclusión de los ilícitos administrativos

en nuestro sistema jurídico se ha realizado con el objeto integrar la función

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502

pública administrativo-sancionadora. De esta forma, y a modo de ejemplo, es

posible observar diferencias entre ambos tipos de ilícitos en lo relativo a su

estatuto de responsabilidad. En efecto, en el DAS se acepta tranquilamente la

atribución de responsabilidad administrativa en las personas jurídicas, por el

contrario, la situación aún no se ve tan clara ni pacífica en el Derecho Penal.

En la otra vereda, es decir, en lo que respecta a la “Teoría General de la

Sanción Administrativa”, hemos identificado los diversos elementos que le

componen y explicamos que su construcción teórica se encuentra íntimamente

relacionada con la “Teoría General del Ilícito Administrativo”. De este modo,

podemos definir a la Sanción Administrativa como: ―aquella retribución jurídica

negativa, prevista en el ordenamiento jurídico, que importa una privación o una

restricción de derechos para el particular responsable de la comisión de una

infracción administrativa, la que debe ser impuesta por la autoridad

administrativa legalmente competente, como resultado del desarrollo de un

justo y racional procedimiento administrativo sancionador, y con una eminente

finalidad represiva o de castigo‖.

Para estos efectos, también es muy importante considerar la naturaleza

administrativa del DAS. Así por ejemplo, el procedimiento sancionatorio

presenta una naturaleza administrativa y lo mismo ocurre con decisión final, que

toma la forma de un acto jurídico administrativo de sanción (o de absolución).

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503

Esta decisión final está investida por una serie de efectos particularísimos,

siendo uno de los más relevantes la presunción de su legalidad, lo que ocurre

desde su dictación o entrada en vigencia. Por situaciones como la antedicha, se

ha entendido que las Resoluciones Administrativas forman parte de una serie

de privilegios de poder público que el Legislador ha atribuido a los órganos de la

Administración del Estado, ofreciendo a la Administración las herramientas

idóneas para tutelar de manera efectiva los intereses de la colectividad.

Cabe señalar que de la presunción de legalidad del Acto Administrativo

se desprenden otros efectos de gran relevancia, como son su ejecutoriedad y

su ejecutividad. A su vez, también deben considerarse otros aspectos, por

ejemplo, en cuanto a la suspensión de los efectos del Acto Administrativo

(suspensión de su eficacia o exigibilidad); la eminente naturaleza modificable de

la Decisión Administrativa (pues existen variadas instancias de revisión tanto

por vía administrativa como judicial), entre otros.

Por otro lado, hemos de destacar que el procedimiento de formación del

Acto Administrativo representa un elemento común a toda la actividad

administrativa, por lo tanto, lo que sirve como un factor más para respaldar la

idea de que existe una unión en la base entre los diversos procedimientos

administrativos sancionadores. Para estos efectos, la Ley N° 19.880 juega un

rol fundamental ya que establece las “Bases de los Procedimientos

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504

Administrativos que rigen los actos de los órganos de la Administración del

Estado”. Dicho precepto legal regula algunas materias que son de gran

trascendencia para efectos del DAS, como por ejemplo: el sistema de recursos

administrativos; el procedimiento de formación de la decisión administrativa; la

sustancia del Acto Administrativo, sus características, sus efectos, entre otras

situaciones. En la misma vía, existen otros elementos que también son

comunes en todos los cuerpos de DAS: la existencia de un mecanismo

represivo en base a la dualidad infracción/sanción; la existencia de vías

judiciales de reclamo contencioso-administrativas (especiales y generales); la

atribución de potestades sancionatorias administrativas; la pertenencia de la

disciplina sancionatoria administrativa a la función pública administrativa, la

pertenencia del DAS al Ius Puniendi estatal, etc.

Sin perjuicio de lo expuesto, aún hace falta una Ley que venga a sentar

las “Bases de los Procedimientos Administrativos Sancionatorios”, estatuyendo

de manera definitiva cuáles son los principios y las normas esenciales que

conforman y regulan el ejercicio de las potestades sancionadoras de la

Administración. Por su parte, un cuerpo normativo de este tipo serviría para

orientar y unificar el crecimiento de esta rama del Derecho, de gran dispersión

normativa, aportándole mayores aires sistémicos.

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505

En otro orden de ideas, consideramos que es importante el rol que

corresponde a la Contraloría General de la República en lo relativo al ejercicio

de las potestades administrativas sancionatorias. De acuerdo con la resolución

N° 1.600 del año 2008, están expresamente afectos a los trámites de toma de

razón: las sanciones a contratistas y consultores; los actos que impongan la

pérdida de la nacionalidad chilena; las medidas ajenas a la comisión de un

delito que afecten la libertad de las personas (como puede serlo una medida de

apremio que prive de libertad a un sujeto); la expulsión de extranjeros; la

suspensión o negación del pago de subvenciones a establecimientos

educacionales; la aplicación de medidas disciplinarias en investigaciones

sumarias y sumarios administrativos instruidos u ordenados instruir por la

Contraloría General de la República; la aplicación de medidas disciplinarias en

los demás sumarios administrativos e investigaciones sumarias; las medidas

expulsivas del personal de las Fuerzas Armadas y las medidas expulsivas del

personal de Carabineros. De esta manera, y atendido el sentido del texto de la

resolución N° 1.600, no se entienden afectas al trámite de toma de razón

aquellas Sanciones Administrativas que no se encuentren expresamente

mencionadas en la regulación antedicha. Lógicamente, otros cuerpos

normativos vinculantes para la CGR pueden declarar la afección de una medida

administrativa a dicho control de legalidad.

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506

Sin perjuicio de lo anterior, es frecuente ver que el Legislador ha

atribuido a la Contraloría General de la República facultades de fiscalización

respecto de ciertos órganos administrativos sancionadores, así ocurre

especialmente en lo relativo a las Superintendencias. Estas prerrogativas de

control público son altamente saludables dentro de un sistema jurídico, más aún

cuando tratamos con el ejercicio de poderes punitivos estatales, los que son

susceptibles de afectar sensiblemente los derechos y las garantías

constitucionales de los particulares.

Por otra parte, y de acuerdo con los argumentos que hemos expuesto en

nuestra obra, hemos demostrado que la actividad sancionadora administrativa

no es una función jurisdiccional, sino que corresponde al ejercicio de un poder

público administrativo. Dentro de los motivos que nos impiden concebir a la

actividad sancionadora administrativa como una actividad jurisdiccional

encontramos que, en los procedimientos administrativos sancionatorios, no se

promueve realmente una contienda entre partes, pues de ninguna manera la

Autoridad Administrativa puede ser considerada como una “parte” interviniente

en el procedimiento sancionatorio. En efecto, el Órgano Administrativo no es la

contraparte, sino que es el ente que dirige el procedimiento y que decide el

asunto jurídico, de acuerdo con la función pública que el Legislador y el

Constituyente le han encomendado. Por estos motivos, aún cuando no pueda

hablarse de un conflicto jurídico propiamente tal, es efectivo que el asunto

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507

sometido a la decisión de la Autoridad Administrativa sí constituye una cuestión

de relevancia jurídica. Por esta razón le hemos denominado como un asunto de

relevancia jurídica.

Por otro lado, hemos dicho que la Autoridad Administrativa no constituye

un tercero orgánicamente imparcial ni es un ente independiente frente al asunto

que le toca resolver, por lo que es imposible que el particular inculpado se

relacione en un plano de igualdad con el órgano sancionador. Efectivamente, la

Autoridad Administrativa domina la relación procesal, estando legal y

constitucionalmente autorizada para modificar de forma unilateral la realidad

jurídica del sujeto afectado, lo que hace mediante la imposición de una sanción

administrativa. Sin perjuicio de estos notables poderes, también es importante

recalcar que la Ley no ha querido dotar a la Decisión Administrativa con los

mismos efectos que sí ha atribuido a las Sentencias Judiciales (desasimiento

del Tribunal, acción y excepción de cosa juzgada, irrevocabilidad de las

sentencias firmes, etc.). Estos efectos contrastan con los que se presentan en

las Resoluciones Administrativas. Así por ejemplo, estas últimas son

eminentemente modificables, ya sea por parte de un Órgano Administrativo o

por parte de los Tribunales de Justicia. Por supuesto, esta situación también

nos aleja de la idea de concebir que la imposición de Sanciones Administrativas

constituya un ejercicio de jurisdicción.

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508

Por los motivos antes expuestos, el proceso de dictación del Acto

Administrativo debe atenerse a una estructura administrativa antes que a una

forma judicial. Evidentemente, lo último es cierto sin perjuicio de los mandatos

constitucionales y legales que prescriben la observancia de garantías de

carácter procedimental mínimas para asegurar la justicia y la racionalidad de los

Procedimientos Administrativos Sancionatorios.

En otra vía, también diremos que no es novedad que las normas relativas

al DAS se encuentran desperdigadas a lo largo y ancho de todo nuestro

sistema jurídico, lo que constituye una de las características más distintivas de

esta rama del Derecho. El Legislador se ha encargado de revestir a cada

órgano administrativo con mayores o menores poderes públicos en razón de las

exigencias jurídicas propias del área regulada. Esto último tiene su razón de

ser, toda vez que, muchas de las materias reguladas por el DAS son complejas

y técnicas, por lo que se requiere de técnicas legislativas bastante rigurosas,

casi casuísticas. A medida que nuestras comunidades se expanden, se

complejizan y la actividad económica, política y social se hace más ferviente,

resulta imprescindible contar con herramientas adecuadas para guiar y controlar

todo este crecimiento, orientar el actuar de los particulares y para reordenar a

nuestras comunidades hacia la persecución del bien común y la preservación

de los intereses generales.

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509

En vista de esta dispersión normativa, ha resultado vital el trabajo

realizado por nuestros Tribunales de Justicia, quienes han interpretado el

contenido de nuestros preceptos constitucionales y legales de manera

sistémica, con el objeto de aunar los criterios que giran en torno a nuestro

Derecho Administrativo Sancionador.

A modo de conclusión, recalcamos que nunca debe olvidarse la razón

ser de un Estado de Derecho: éste debe estar al servicio de la persona humana

(art. 1° CPR). Son las personas quienes le dieron nacimiento, quienes le

componen y legitiman su existencia. El particular individualmente considerado

no debe ser avasallado irracionalmente por los poderes públicos, aún cuando

los fines perseguidos sean tan loables como la protección de los intereses de la

colectividad. En efecto, la protección y la preservación de los derechos

individuales también forma parte integrante de los intereses generales de una

nación. De manera que resulta claro que la actividad sancionadora

administrativa debe desplegarse respetando las garantías y los derechos

fundamentales de las personas.

Bajo este paradigma, puede notarse que la Administración del Estado, al

momento de ejercer sus potestades sancionatorias, debe enfrentar una realidad

sumamente compleja. Para el Órgano Administrativo no es fácil tomar una

decisión que logre equilibrar todos los intereses que están en juego. En efecto,

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510

aún cuando el principio de Legalidad le impone al Órgano Administrativo

Sancionador el deber de ejercer su actividad respetando las garantías y los

derechos fundamentales de las personas, su función pública no es en esencia

la de impartir justicia. Por estos motivos, aquí es donde entran en juego

nuestros Tribunales de Justicia. De esta forma, reclamada su intervención en

forma legal, y en negocios de su competencia, será el Órgano Judicial el

encargado de decidir definitiva e irrevocablemente, y en términos de justicia,

racionalidad y equidad, el conflicto jurídico entre los intereses del particular y los

perseguidos por la Administración. De esta manera, el Juez debe determinar en

qué lugar se encuentra aquel anhelado e intangible punto de equilibrio entre los

intereses privados y los intereses de la colectividad. En efecto, al Juez toca la

noble labor de decidir finalmente si acaso la Administración del Estado ha

ejercido sus poderes de forma respetuosa con nuestra legislación vigente, con

los derechos fundamentales de los particulares y con los grandes fines que el

Constituyente y Legislador le han encomendado. El resultado de este juego

dibujará los márgenes que servirán para ilustrar, hacia el futuro, cómo debe

desplegarse correctamente la actividad sancionadora administrativa, y proveerá

de sustancia al ideal de perseguir la buena administración pública.

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7. Excelentísima Corte Suprema Rol N°2783-210.

8. Excelentísima Corte Suprema Rol N° 2968-2010.

d) Pronunciamientos Administrativos:

Dictámenes:

1. Dictamen Número 1896 del año 1999 emitido por la Contraloría General de La

República.

2. Dictamen Número 28372 del año 2003 emitido por la Contraloría General de La

República.

Page 526: De ruiz n

526

―[…] en definitiva, contra viento y marea, hay que afirmar que el derecho administrativo

sancionador es, como su nombre lo indica, derecho administrativo, engarzado directamente en

el derecho público estatal, y no un derecho penal vergonzante […]570

570 NIETO, Alejandro. “Derecho Administrativo Sancionador”, pp. 21 -23.