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177 / Septiembre 2001 H e sostenido anteriormente que las dos últimas décadas fueron experimentales. También fue- ron contradictorias. El hecho de que hasta ahora no se haya estabilizado en los países centrales un nuevo modo de regulación so- cial en sustitución del modo fordista llevó a que las solucio- nes experimentadas, además de empíricas (el Adhocismo) e inestables (el Stop and go, no sólo en el campo económico, sino también en los dominios social y cultural), sean contra- dictorias. No es de extrañar pues que el exceso de regulación que acabo de mencionar haya convivido en los últimos vein- te años con movimientos emancipatorios poderosos, testigos del surgimiento de nuevos protagonistas en un renovado es- pectro de innovación y transformación sociales. La contra- dicción reside en que la hegemonía del mercado y sus atribu- tos y exigencias alcanzó un nivel tal de naturalización social que, aunque lo cotidiano sea impensable sin él, no se le debe por eso mismo, ninguna lealtad cultural específica. Así, es so- cialmente posible vivir sin duplicidad y con igual intensidad la hegemonía del mercado y la lucha contra ella. La concre- ción de esta posibilidad depende de muchos factores. Por ejemplo, se puede decir con certeza que la difusión social de la producción contribuyó a desenmascarar nuevas formas de opresión y que el aislamiento político del movimiento obre- ro facilitó el surgimiento de nuevos sujetos sociales y de nue- vas prácticas de movilización social. La sociología de la década de los ochenta estuvo domi- nada por la temática de los nuevos sujetos sociales y de los Nuevos Movimientos Sociales (NMSs). Aún aquellos que no compartieron la posición de Touraine (1978), para quien el objeto de la sociología es el estudio de los movimientos sociales, reconocen que la última década impuso esa temá- tica como una fuerza sin precedentes, siendo sólo objeto de debate el elenco y la jerarquización de las razones explica- tivas de ese fenómeno. Se trata pues de un tema sobre el cual se acumuló una extensa bibliografía, tanto en los paí- ses centrales como en América Latina y que aquí no es del caso revisar 2 . Sólo interesa mencionarlo brevemente en la medida en que intercepta los dos polos estructurantes de es- te texto: la relación entre regulación y emancipación y la re- lación entre subjetividad y ciudadanía. La identificación de la intersección de los nuevos movi- mientos sociales en esta doble relación es tarea difícil, por- que es grande la diversidad de estos movimientos y porque es dudoso si esa diversidad se puede reconducir a un concep- to o a una teoría sociológica únicos. Una definición genéri- ca como la que por último nos proponen Dalton y Kuechler –“un sector significativo de la población que desarrolla y de- fine intereses incompatibles con el orden político y social existente y que los prosigue por vías no institucionalizadas, invocando el uso de la fuerza física o de la coerción” (1990: 227)– abarca realidades sociológicas tan diversas que a la postre, es muy poco lo que se dice de ellas. Si en los países centrales la enumeración de los nuevos movimientos socia- les incluye típicamente los movimientos ecológicos, femi- nistas, pacifistas, antirracistas, de consumidores y de autoa- yuda, la enumeración en América Latina –donde también es corriente la designación de movimientos populares o nuevos movimientos populares para diferenciar su base social que es característica de los movimientos en los países centrales (la “nueva clase media”)– es bastante más heterogénea. Te- niendo en cuenta el caso brasileño, Scherer-Warren y Krischke destacan la “parcela de los movimientos sociales urbanos propiamente dichos, los CEBs (Comunidades [Eclesiales de Base] organizadas a partir de adeptos de la iglesia católica), el nuevo sindicalismo urbano y más recien- * Doctor en sociología del derecho de la Universidad de Yale. Profesor de la Universidad de Coimbra y de la Universidad de Madison, Winsconsin. Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, Portugal. Los nuevos movimientos sociales 1 Por Boaventura de Sousa Santos* Debates...

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He sostenido anteriormente que las dos últimasdécadas fueron experimentales. También fue-ron contradictorias. El hecho de que hastaahora no se haya estabilizado en los paísescentrales un nuevo modo de regulación so-

cial en sustitución del modo fordista llevó a que las solucio-nes experimentadas, además de empíricas (el Adhocismo) einestables (el Stop and go, no sólo en el campo económico,sino también en los dominios social y cultural), sean contra-dictorias. No es de extrañar pues que el exceso de regulaciónque acabo de mencionar haya convivido en los últimos vein-te años con movimientos emancipatorios poderosos, testigosdel surgimiento de nuevos protagonistas en un renovado es-pectro de innovación y transformación sociales. La contra-dicción reside en que la hegemonía del mercado y sus atribu-tos y exigencias alcanzó un nivel tal de naturalización socialque, aunque lo cotidiano sea impensable sin él, no se le debepor eso mismo, ninguna lealtad cultural específica. Así, es so-cialmente posible vivir sin duplicidad y con igual intensidadla hegemonía del mercado y la lucha contra ella. La concre-ción de esta posibilidad depende de muchos factores. Porejemplo, se puede decir con certeza que la difusión social dela producción contribuyó a desenmascarar nuevas formas deopresión y que el aislamiento político del movimiento obre-ro facilitó el surgimiento de nuevos sujetos sociales y de nue-vas prácticas de movilización social.

La sociología de la década de los ochenta estuvo domi-nada por la temática de los nuevos sujetos sociales y de losNuevos Movimientos Sociales (NMSs). Aún aquellos queno compartieron la posición de Touraine (1978), para quienel objeto de la sociología es el estudio de los movimientossociales, reconocen que la última década impuso esa temá-tica como una fuerza sin precedentes, siendo sólo objeto dedebate el elenco y la jerarquización de las razones explica-tivas de ese fenómeno. Se trata pues de un tema sobre elcual se acumuló una extensa bibliografía, tanto en los paí-ses centrales como en América Latina y que aquí no es del

caso revisar2. Sólo interesa mencionarlo brevemente en lamedida en que intercepta los dos polos estructurantes de es-te texto: la relación entre regulación y emancipación y la re-lación entre subjetividad y ciudadanía.

La identificación de la intersección de los nuevos movi-mientos sociales en esta doble relación es tarea difícil, por-que es grande la diversidad de estos movimientos y porquees dudoso si esa diversidad se puede reconducir a un concep-to o a una teoría sociológica únicos. Una definición genéri-ca como la que por último nos proponen Dalton y Kuechler–“un sector significativo de la población que desarrolla y de-fine intereses incompatibles con el orden político y socialexistente y que los prosigue por vías no institucionalizadas,invocando el uso de la fuerza física o de la coerción” (1990:2 2 7 )– abarca realidades sociológicas tan diversas que a lapostre, es muy poco lo que se dice de ellas. Si en los paísescentrales la enumeración de los nuevos movimientos socia-les incluye típicamente los movimientos ecológicos, femi-nistas, pacifistas, antirracistas, de consumidores y de autoa-yuda, la enumeración en América Latina –donde también escorriente la designación de movimientos populares o nuevosmovimientos populares para diferenciar su base social quees característica de los movimientos en los países centrales(la “nueva clase media”)– es bastante más heterogénea. Te-niendo en cuenta el caso brasileño, Scherer-Warren yKrischke destacan la “parcela de los movimientos socialesurbanos propiamente dichos, los CEBs (Comunidades[Eclesiales de Base] o rganizadas a partir de adeptos de laiglesia católica), el nuevo sindicalismo urbano y más recien-

* Doctor en sociología del derecho de la Universidad de Yale. Profesorde la Universidad de Coimbra y de la Universidad de Madison,Winsconsin. Director del Centro de Estudios Sociales de laUniversidad de Coimbra, Portugal.

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Por Boaventura de Sousa Santos*

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temente también rural, el movimiento feminista, el movi-miento ecológico, el movimiento pacifista en etapa de org a-nización, sectores de movimientos de jóvenes y otros”(1987: 4 l). La enumeración de Kärner, para el conjunto deAmérica Latina es aún más heterogénea e incluye “el pode-roso movimiento obrero democrático y popular surgido en elBrasil, liderado por Luís Inácio da Silva (Lula) y que luegoderivó en el Partido de los Trabajadores; el Sandinismo ques u rgió en Nicaragua como un gran movimiento social de ca-rácter pluriclasista y pluriideológico; las diferentes formasque asume la lucha popular en el Perú tanto a nivel de los ba-rrios (“pueblos jóvenes”) como a nivel regional (Frentes Re-gionales para la Defensa de los Intereses del Pueblo); lasnuevas experiencias de “paros cívicos nacionales”, con laparticipación de sindicatos, partidos políticos y org a n i z a c i o-nes populares (grupos eclesiásticos de base, comités de mu-jeres, grupos estudiantiles culturales, etc.) en Ecuador, enColombia y en el Perú; los movimientos de invasiones enSao Paulo; las invasiones masivas de tierras por los campe-sinos de México y otros países; los intentos de autogestiónen los tugurios de las grandes ciudades como Caracas, Limay Sao Paulo; los comités de defensa de los Derechos Huma-nos y las Asociaciones de Familiares de Presos y Desapare-cidos, habiendo surgido estas dos últimas iniciativas, básica-mente de los movimientos sociales3.

Estas enumeraciones son en sí mismas reveladoras de laidentidad tan sólo parcial entre los movimientos sociales delos países centrales y de América Latina, un tema al que vol-veré más adelante. Por ahora, nos sirven para identificar al-gunos de los nuevos factores que los movimientos sociales delas dos últimas décadas introdujeron en la relación regula-c i ó n-emancipación y en la relación subjetividad-ciudadanía ypara mostrar que esos factores no están presentes del mismomodo en todos los NMSs en todas las regiones del globo.

La novedad más grande de los NMSs reside en queconstituyen tanto una crítica de la regulación social capita-lista, como una crítica de la emancipación social socialistatal como fue definida por el marxismo. Al identificar nuevasformas de opresión que sobrepasan las relaciones de produc-ción, y ni siquiera son específicas de ellas, como son la gue-rra, la polución, el machismo, el racismo o el productivismo;y al abogar por un nuevo paradigma social, menos basado enla riqueza y en el bienestar material del que, en la cultura yen la calidad de vida, denuncian los NMSs, con una radica-lidad sin precedentes, los excesos de regulación de la moder-nidad. Tales excesos alcanzan no sólo el modo como se tra-baja y produce, sino también el modo como se descansa yvive; la pobreza y las asimetrías de las relaciones socialesson la otra fase de la alienación y del desequilibrio interiorde los individuos; y finalmente, esas formas de opresión noalcanzan específicamente a una clase social y sí a grupos so-ciales transclasistas o incluso a la sociedad en su todo.

En estos términos, la denuncia de nuevas formas deopresión implica la denuncia de las teorías y de los movi-mientos emancipatorios que las omitieron, que las descuida-ron cuando no fue que pactaron con ellas. Implica pues, lacrítica al marxismo y al movimiento obrero tradicional, asícomo la crítica al llamado “socialismo real”. Lo que es vis-to por estos como factor de emancipación (el bienestar ma-terial, el desarrollo tecnológico de las fuerzas productivas)se transforma en los NMSs en factor de regulación. Por otrolado, porque las nuevas formas de opresión se revelan dis-cursivamente en los procesos sociales donde se forja la iden-tidad de las víctimas, no hay una preconstitución estructuralde los grupos y movimientos de emancipación, por lo que elmovimiento obrero y la clase obrera no tienen una posiciónprivilegiada en los procesos sociales de emancipación. A d e-más, el hecho de que el movimiento obrero de los paísescentrales haya estado muy involucrado en la regulación so-cial fordista en el segundo período del desarrollo capitalistatiende a hacer de él una traba, más que un motor de emanci-pación en este tercer período. Por último, aunque las nuevasopresiones no deben hacer perder de vista las viejas opresio-nes, la lucha contra aquellas no se puede hacer en nombre deun futuro mejor en una sociedad por construir. Al contrario,la emancipación por la que se lucha, tiene como objetivotransformar lo cotidiano de las víctimas de la opresión aquíy ahora y no en un futuro lejano. La emancipación o comien-

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za hoy o no comienza nunca. De ahí que los NMSs, con laexcepción parcial del movimiento ecológico, no se movili-cen por responsabilidades interg e n e r a c i o n a l e s .

Las enumeraciones de los diferentes movimientos arribacitadas muestran por sí mismas que esa nueva relación entreregulación y emancipación bajo el impacto de los NMSs estan sólo manifestación de una constelación político-c u l t u r a ldominante, diversamente presente o ausente en los diferentesmovimientos concretos. Lo que la caracteriza verdaderamen-te es un fenómeno aparentemente contradictorio de globali-z a c i ó n-localización, tanto a nivel de la regulación como a ni-vel de la emancipación. La globalización a nivel de la regu-lación se hace posible por la creciente promiscuidad entreproducción y reproducción social señalada atrás. Si el tiem-po vital y el tiempo de trabajo productivo se confunden cadavez más, las relaciones sociales de la producción se descarac-terizan como campo privilegiado de dominación y jerarqui-zación social; y el relativo vacío simbólico así creado lo lle-nan las relaciones sociales de reproducción social (en la fa-milia y en los espacios públicos) y por las relaciones socialesen la producción (relaciones en el proceso de trabajo produc-tivo asalariado entre trabajadores, hombres y mujeres, blan-cos y negros, jóvenes y adultos, católicos y protestantes, hin-dúes y musulmanes, chiítas y sunitas).

Cualquiera de estos dos últimos tipos de relaciones so-ciales ha venido adquiriendo creciente visibilidad social enlos últimos veinte años. Pero, contradictoriamente, este pro-ceso de visibilidad social sólo es posible anclado en la lógi-ca (y no en la forma) y en la historicidad de la dominaciónpropia de las relaciones de producción. Es decir la difusiónsocial de la producción, al mismo tiempo que conduce al noprivilegio relativo de la forma de dominación específica delas relaciones de producción (la explotación a través de laextracción de plusvalía económica), hace posible que la ló-gica de ésta (la extracción de plusvalía en una relación so-cial que no tiene como fin explícito tal extracción) se difun-da socialmente en todos los sectores de la vida social y, poresa vía, se globalice. Mientras más fuerte fue en el pasadola vivencia social de la dominación en las relaciones de pro-ducción, más intenso será ahora su carácter socialmente di-fuso. La plusvalía puede ser sexual, étnica, religiosa, gene-racional, política, cultural; puede tener lugar en el hábito (yno en el acto) de consumo; puede tener lugar en las relacio-nes desiguales entre grupos de presión, partidos o movi-mientos políticos que deciden el armamento y el desarme,la guerra y la paz; puede incluso tener lugar en las relacio-nes sociales de destrucción entre la sociedad y la naturale-za, o mejor entre los llamados recursos “humanos” y los lla-mados recursos “naturales” de la sociedad.

Sin querer entrar en el debate sobre la continuidad o laruptura entre los viejos y los nuevos movimientos sociales4,

me parece innegable que sin la experiencia histórica de ladominación en la esfera de la producción, hoy no sería, so-cial y culturalmente posible, pensar la reproducción socialen términos de relaciones de dominación. Y la verdad esque los países con fuertes NMSs, tienden a ser países don-de fueron, y quizás todavía son fuertes los viejos movimien-tos sociales.

También es por eso, que en el campo de los NMSs,América Latina sobresale en forma destacada del resto delos países periféricos y semiperiféricos. El proceso de glo-balización en el campo de la regulación también es un pro-ceso de localización. La razón está en que, como formas deintersubjetividad, las relaciones sociales de reproducción ylas relaciones sociales en la producción, son mucho másconcretas e inmediatas que las relaciones sociales de pro-ducción.

Mientras éstas últimas se pueden esconder y abstracti -zar fácilmente detrás de las máquinas, ritmos de produc-ción, normas de fabricación, reglamentos de fábrica, aque-llas no son sino vivencias de relaciones entre personas, en-tre grupos, entre personas o grupos y el aire, los ríos, losbosques o los animales, entre la vida y la muerte. Es ciertoque también aquí hay mediaciones abstractizantes, seanellas las leyes, las costumbres, la religión, el discurso polí-tico, la publicidad o la idea de progreso, pero difícilmenteexcusa, ya sea la relación frente a frente entre opresor yoprimido, ya sea la relación frente a frente entre la víctimay la causa de su victimización. De ahí que lo cotidiano –quees, por excelencia, el mundo de la intersubjetividad– sea ladimensión espacio-temporal de la vivencia de los excesosde regulación y de las opresiones concretas en que ellos sedesdoblan.

A nivel de la emancipación, ocurre también un fenóme-no correspondiente de globalización-localización. Una vezliberada de la envoltura estructural que le conferían las re-laciones sociales de producción –el estado capitalista y elmovimiento obrero– la tarea de descubrir las opresiones yde la lucha contra ellas, es potencialmente una tarea sin fin,sin un sujeto social específicamente titular de ella y sin ló-gica de acumulación que permita distinguir entre táctica yestrategia. Los valores, la cultura y la calidad de vida, ennombre de los cuales se lucha son, por sí mismos, maxima-listas y globalizantes, no susceptibles de finalización y po-co inclinados hacia la negociación y el pragmatismo. Porotro lado, si en algunos movimientos es discernible un inte-rés específico de un grupo social (las mujeres, las minoríasétnicas, los habitantes de las favelas, los jóvenes), en otros,el interés es colectivo y el sujeto social que los titula es po-tencialmente la humanidad en su todo (movimiento ecoló-gico, movimiento pacifista).

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Por último, la lucha emancipatoria, siendo maximalis-ta, dispone de una temporalidad absorbente que comprome-te en cada momento todos los fines y todos los medios,siendo difícil la planeación y la acumulación y por lo tantomás probable, la discontinuidad. Porque los momentos son“locales” de tiempo y de espacio, la fijación momentáneade la globalidad de la lucha también es una fijación locali-zada, y es por eso que lo cotidiano deja de ser una fase me-nor o un hábito descartable para pasar a ser el campo privi-legiado de la lucha por un mundo y una vida mejores.

Frente a la transformación de lo cotidiano en una red desíntesis momentáneas y localizadas, de determinacionesglobales y maximalistas, el sentido común y el vulgar deldía a día, tanto público como privado, tanto productivo co-mo reproductivo, se desvulgarizan y pasan a ser oportuni-dades únicas de inversión y protagonismo personal y degrupo. De ahí la nueva relación entre subjetividad y ciuda-danía.

Subjetividad y ciudadanía en los nuevos movimientos sociales

Uno de los más encendidos debates sobre los NMSs in-cide en el impacto de éstos en la relación subjetividad-ciu-dadanía. Según algunos, los NMSs representan la afirma-ción de la subjetividad frente a la ciudadanía. La emancipa-ción por la que luchan no es política sino ante todo perso-nal, social y cultural. Las luchas en que se traducen se pau-tan por formas organizativas (democracia participativa) di-ferentes de las que precedieron a las luchas por la ciudada-nía (democracia representativa). Al contrario de lo que sedio con el dúo marshalliano ciudadanía-clase social en elperíodo del capitalismo organizado, los protagonistas de es-tas luchas no son las clases sociales, son grupos sociales, aveces mayores, a veces menores que las clases, con contor-nos más o menos definidos en función de intereses colecti-vos, a veces muy localizados pero potencialmente universa-lizables. Las formas de opresión y de exclusión contra lascuales luchan no pueden, en general, ser abolidas con la me-ra concesión de derechos, como es típico de la ciudadanía;exigen una reconversión global de los procesos de sociali-zación y de inculcación cultural y de los modelos de desa-rrollo, o exigen transformaciones concretas, inmediatas ylocales (por ejemplo, el cierre de una central nuclear, laconstrucción de una guardería infantil o de una escuela, laprohibición de publicidad violenta en la televisión), exigen-cias que, en ambos casos, van más allá de la mera concesiónde derechos abstractos y universales. Por último, los NMSstienen lugar en el marco de la sociedad civil y no en el mar-co del estado y, en relación con el estado mantienen una dis-tancia calculada, simétrica a la que mantienen con los par-tidos y con los sindicatos tradicionales.

Esta concepción, que basa la novedad de los movimien-tos sociales en la afirmación de la subjetividad sobre la ciu-dadanía, ha sido criticada ampliamente. La crítica más fron-tal proviene de aquellos que precisamente contestan la nove-dad de los NMSs. Según ellos, los NMSs son, de hecho, vie-jos (los movimientos ecológicos, feministas, pacifistas delsiglo XIX y el movimiento antirracista de esa época y de losaños cincuenta y sesenta); o son portadores de reivindicacio-nes que fueron parte integrante de los viejos movimientossociales (el movimiento obrero y el movimiento agrario ocampesino); o, por último, corresponden a ciclos de la vidasocial y económica y, por eso, su novedad, porque aunquerecurrente, tan sólo es aparente. Los modos de movilizaciónde recursos organizativos y otros, y no la ideología, debenser para estos autores, el punto de apoyo del análisis de losNMSs. Para esta segunda concepción, el impacto buscadopor los MNSs es, en última instancia, político y su lógicaprolonga la ciudadanía, que orientó los movimientos socia-les del pasado. La distancia de los NMSs con el Estado esmás aparente que real, pues las reivindicaciones globales-l o-cales siempre acaban por traducirse en una exigencia hechaal Estado y en los términos en que el Estado se sienta ante lacontingencia política de tener que darle respuesta5. A d e m á s ,la prueba de eso mismo es que no es raro que los NMSs jue-guen el juego de la democracia representativa, aunque seapor el l o b b y i n g y por la vía extraparlamentaria; y entran enalianzas más o menos oficiales con sindicatos y partidos,cuando ellos mismos no se transforman en partidos.

En mi opinión, no es preciso rechazar la novedad de losNMSs para criticar las ilaciones que saca de ella la primeraconcepción. La novedad de los NMSs, tanto en el campo dela ideología como en el de las formas organizativas, me pa-rece evidente, aunque no deba ser defendida en términosabsolutos. Tal como Scott (1990), dudo que los NMSs pue-dan ser explicados en su totalidad por una teoría unitaria.Basta tener en mente las diferencias significativas en térmi-nos de objetivos de ideología y de base social entre losNMSs de los países centrales y los de América Latina. En-tre los valores postmaterialistas y las necesidades básicas;entre las críticas al consumo y las críticas a la falta de con-sumo, entre el hiperdesarrollo y el sub (o anarco) desarro-llo, entre la alienación y el hambre, entre la nueva clase me-dia y las (poco esclarecedoras) clases populares, entre el es-tado-providencia y el estado autoritario, hay naturalmentediferencias importantes. No se excluye, por otro lado, quealgunos de los NMSs de América Latina tengan grandes afi-nidades con el tipo dominante de NMSs en los países cen-trales pero, en general, están correctos Fernando Calderón yElizabeth Jelin cuando afirman que, en contraste con lo quepasa en los países centrales, “una de las características pro-pias de América Latina es que no hay movimientos socialespuros o claramente definidos, dadas la multidimensionali-dad, no solamente de las relaciones sociales sino también de

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los propios sentidos de la ac-ción colectiva. Por ejemplo, esprobable que un movimientode orientación clasista estéacompañado de juicios étnicosy sexuales, que lo diferenciany lo asimilan a otros movi-mientos de orientación cultu-ralista con contenidos clasis-tas. Así, los movimientos so-ciales se nutren con innumera-bles energías que incluyen, ensu constitución, desde formasorgánicas de acción social porel control del sistema políticoy cultural hasta modos detransformación y participacióncotidiana de auto-r e p r o d u c-ción societaria” (en Ponte,1990: 281). A mi modo de ver,en esta “impureza”, reside laverdadera novedad de losNMSs en América Latina y suextensión a los NMSs de lospaíses centrales es una de lascondiciones de la revitaliza-ción de la energía emancipato-ria de estos movimientos engeneral. En la medida en queesto suceda, será más verosí-mil la teoría unitaria. Peroahora, sólo es posible hablarabiertamente de tendencias yde opciones.

La novedad de los NMSs no reside en el rechazo de lapolítica sino, al contrario, en la ampliación de la políticahasta más allá del marco liberal de la distinción entre esta-do y sociedad civil. Los NMSs parten del presupuesto deque las contradicciones y las oscilaciones periódicas entreel principio del estado y el principio del mercado son másaparentes que reales, en la medida en que el tránsito histó-rico del capitalismo se hace de una interpenetración siem-pre creciente entre los dos principios, una interpenetraciónque subvierte y oculta la exterioridad formal del estado y dela política frente a las relaciones sociales de producción. Enestas condiciones, invocar el principio del estado contra elprincipio del mercado, es caer en la trampa de la radicalidadfácil que consiste en transformar lo que existe en lo que yaexiste, como es propio del discurso político oficial.

Apesar de estar muy colonizado por el principio del es-tado y por el principio del mercado, el principio de la comu-nidad rousseauniana, es el que tiene más potencialidades pa-

ra fundar las nuevas energías emancipatorias. La idea de laobligación política horizontal entre ciudadanos y la idea de laparticipación y de la solidaridad concretas en la formulaciónde la voluntad general, son las únicas susceptibles de fundaruna nueva cultura política y, en última instancia, una nuevacalidad de vida personal y colectiva basadas en la autonomíay en el autogobierno, en la descentralización y en la demo-cracia participativa, en el cooperativismo y en la producciónsocialmente útil. La politización de lo social, de lo cultural, eincluso de lo personal, abre un inmenso campo para el ejer-cicio de la ciudadanía y revela, al mismo tiempo, las limita-ciones de la ciudadanía de extracción liberal, incluso de laciudadanía social, circunscrita al marco del estado y de lo po-lítico por él constituido. Sin postergar las conquistas de laciudadanía social, como en últimas pretende el liberalismopolítico-económico, es posible pensar y organizar nuevosejercicios de ciudadanía –porque las conquistas de la ciuda-danía civil, política y social no son irreversibles y están lejosde ser plenas– y nuevas formas de ciudadanía –colectivas yno meramente individuales: ejercicios y formas basados enformas político-jurídicas que, al contrario de los derechos ge-

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nerales y abstractos, incentiven la autonomía y combatan ladependencia burocrática, personalicen y localicen las compe-tencias interpersonales y colectivas en vez de sujetarlas a pa-trones abstractos; ejercicios y formas que parten las nuevasformas de exclusión social, basadas en el sexo, en la raza, enla pérdida de calidad de vida, en el consumo, en la guerra,que ahora ocultan o legitiman, ahora complementan y pro-fundizan la exclusión basada en la clase social.

No es sorprendente que, al regresar políticamente, elprincipio de la comunidad se traduzca en estructuras orga-nizacionales y estilos de acción política diferentes de aque-llos que fueron responsables de su eclipse. De ahí la prefe-

rencia por estructuras descentralizadas, no jerárquicas yfluidas, en violación de la racionalidad burocrática de MaxWeber o de la “ley de hierro de la oligarquía” de Robert Mi-chels. De ahí también la preferencia por la acción políticano institucional, fuera del compromiso neocorporativista,dirigida a la opinión pública, con vigorosa utilización de losmedios de comunicación social, involucrando casi siempreactividades de protesta y confiando en la movilización delos recursos que ellas proporcionan. Dialécticamente, estanovedad en las estructuras organizativas y en el estilo de ac-ción política es el eslabón que une los NMSs con los viejosmovimientos sociales. A través de esta novedad continúan yahondan la lucha por la ciudadanía, no siendo por eso co-rrecto justificar (con base en esta novedad) un pretendidodesinterés por las cuestiones de la ciudadanía en los NMSscomo lo hacen Melucci (1988) y otros.

No rechazo una cierta normatividad en este análisis y,un campo de muchas opciones, la preferencia por la opciónmás optimista o prometedora. Son conocidas las limitacio-nes de los NMSs y hoy en día empieza a ser común afirmarque ya pasó su momento de apogeo. Es debatible si la rela-ción tensa o de distancia calculada entre la democracia re-presentativa y los NMSs ha sido benéfica o perjudicial paraéstos últimos. Según algunos, esa tensión o distancia es res-ponsable por la inestabilidad, por la discontinuidad y por laincapacidad de universalización que, en general, han sufridolos NMSs y que a la postre son responsables por el impactorelativamente restringido de los movimientos en la transfor-mación política de los países donde han ocurrido. Por ejem-

plo, Tullo Vigevani señala losriesgos de asambleísmo, ple-biscitarismo y mesianismo re-sultantes de que no exista “nin-gún tipo de institucionaliza-ción”, de que no existan losmecanismos necesarios para laconstrucción de la voluntad co-lectiva”, y lo lleva a preguntar-se por los “alcances cuantitati-vos de los movimientos socia-les” (1989: 108). Pero, por otrolado, con un éxito muy diferen-ciado, algunos movimientos sehan “institucionalizado” con-virtiéndose en partidos y dis-putando la política partidariacon lo que, en este caso, correnel riesgo al adoptar la estructu-ra organizativa del partido demovimiento, de subvertir laideología y los objetivos delmovimiento que condujo alpartido: este es un riesgo bien

expresado en la forma del fraccionalismo entre pragmatismoy fundamentalismo, propia de estos partidos.

Dada la gran diversidad de los NMSs, es imposible ha-blar de un patrón único de relaciones entre democracia re-presentativa (cuando ésta existe, debido a que en AméricaLatina la lucha de los NMSs se ha dado muchas veces porlograr dicha democracia) y democracia participativa. No meparece en sí mismo negativo el hecho de que esas relacio-nes, cualesquiera que sean, siempre se hayan caracterizadopor la tensión y por la difícil convivencia entre las dos for-mas de democracia, toda vez que es de esa tensión que sehan liberado muchas veces las energías emancipatorias ne-cesarias para la ampliación y la redefinición del campo po-lítico. Hay que agregar que, incluso cuando las formas deinstitucionalización son más tenues, la discontinuidad delos NMSs puede ser más aparente que real, pues, como afir-

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ma Paulo Krischke, es necesario tener en cuenta las contri-buciones positivas de los movimientos “tanto para la me-moria colectiva de la sociedad, como para la reforma de lasinstituciones” (1987: 287). Similarmente, para Inglehart(1990: 43) y Dalton y Kuechler (1990: 227), los NMSs sonseñal de transformaciones globales en el contexto político,social y cultural de nuestra contemporaneidad y por eso susobjetivos serán parte permanente de la agenda política delos próximos años, independientemente del éxito, necesa-riamente diverso de los diferentes movimientos concretos.

Los años noventa

Si las dos últimas décadas fueron experimentales, esnatural que los años noventa traigan una profundización dealgunas de las experiencias, a menos que la sociedad del fu-turo no necesite de un modo específico y dominante de au-torreproducirse y haga de la inestabilidad de las nuevas ex-periencias, la única forma viable de estabilidad. También esposible pensar, como quiere algún postmodernismo, que lonuevo que hubo en estos últimos veinte años no cesará derepetirse, como nuevo, en los años venideros, no quedándo-nos otra actitud sino perder el hábito de imaginar otras po-sibilidades más allá de lo que existe y celebrar lo que exis-te como el conjunto de todas las posibilidades imaginables.Esta teoría, que tiene la peculiaridad de ser indeterministaen relación con el presente y determinista en relación con elfuturo, no nos impide sin embargo imaginar otras teoríasposibles donde quepa la diferencia del futuro y nuestra di-ferencia en relación con él.

Si fuera correcto hablar de “patologías de la moderni-dad”, diríamos que ellas consistieron hasta ahora en subsín-tesis entre subjetividad, ciudadanía y emancipación, que re-sultaron en excesos de regulación, los cuales además, enocasiones, se insinuaron bajo la forma de emancipaciones,denunciadas posteriormente como falsas. En las seccionesanteriores, mencionamos tales excesos en sus diferentesformas y el siguiente cuadro lo presenta de modo sinóptico.

No cabe analizar aquí cada uno de ellos. Los concibocomo diferentes subsíntesis de la modernidad, es decir

constelaciones socio-políticas que, por una u otra vía, no lo-graron una síntesis entre subjetividad, ciudadanía y emanci-pación, dando de ella una versión truncada, desfigurada,perversa. Frente a los fracasos de la teoría crítica moderna,que está, además, por detrás de algunas de las formas de fal-sa emancipación, la tarea de la teoría crítica postmodernaconsiste en apuntar de nuevo hacia los caminos de la sínte-sis, tomando como método, por un lado, la citación de todolo que existió de positivo en la experiencia histórica denuestra contemporaneidad, por más negativa que ocasional-mente haya sido, y por otro lado, la disponibilidad paraidentificar lo que de nuevo caracteriza el tiempo presente yhace de él verdaderamente nuestro tiempo. El esfuerzo teó-rico que está por emprender debe incluir una nueva teoríade la democracia que permita reconstruir el concepto deciudadanía, una nueva teoría de subjetividad que permitareconstruir el concepto de sujeto y una nueva teoría de laemancipación que no sea más que el efecto teórico de lasdos primeras teorías en la transformación de la práctica so-cial llevada a cabo por el campo social de la emancipación.

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Los nuevos movimientos sociales

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SUBSINTESIS

Ciudadanía sin subjetividad niemancipación.

Subjetividad sin ciudadanía niemancipación.

Emancipación sin subjetividadni ciudadanía.

Emancipación con ciudadanía ysin subjetividad.

Emancipación con subjetividady sin ciudadanía.

EXCESO

Normalización disciplinariafoucaultiana.

Narcisismo: autismodes-socializante; consumismo.

Despotismo; totalitarismo;reformismo autoritario.

Reformismo social-democrático.

Basismo; mesianismo.

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Notas

1 Extraido de de Sousa Santos, Boaventura 1998(1995) De la mano de Alicia. Lo social y lo político en

la postmodernidad (Santafé de Bogotá: Siglo delHombre Editores, Facultad de Derecho Universidad delos Andes, Ediciones Uniandes) 312-331.

2 Entre la extensa bibliografía, ver cuatro importanteslibros (tres de ellos colectivos), dos centrados en losNMSs de los países capitalistas avanzados (Scott,1990; Dalton y Kuechler, 1990) y dos centrados en losNMSs de América Latina (Scherer-Warren y Krischke,1987; Laranjeira, 1990).

3 Hasta el inicio de los noventa los movimientos indígenasson raramente mencionados. Sin embargo, en los últimosaños, sobre todo en América Latina, han sido muyimportantes e innovadores en la lucha social y política.

4 A título de ejemplo, cf. ver las posiciones de Frank,G. y Fuentes, M. (1989) y de Brand, Karl-Werner(1990), a favor de las tesis de la continuidad entreviejos y nuevos movimientos sociales; y las posicionesde Dalton y Kuechler (1990) en favor de la tesis de lanovedad de los NMSs.

5 Para el debate en el Brasil, ver por ejemplo, cf.,Cardoso, Ruth y Jacobi, Pedro.

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Debates

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En Bolivia, en los últimos quince años, a raíz delas reformas estructurales que han afectado laeconomía, el estado y la estructura de las cla-ses sociales, todo el basamento que hizo de lossindicatos obreros el núcleo de las identidades

subalternas, ha sido desmontado sistemáticamente.

Las grandes empresas y ciudadelas obreras han sidosustituidas por numerosas medianas y pequeñas fábricas ca-paces de extender el trabajo industrial hasta el domicilio pro-duciendo un efecto de desagregación social contundente yfragmentación material de la fuerza de masa del trabajo. Elcontrato fijo que sostuvo el sentido de previsibilidad, es hoyuna excepción frente a la subcontratación, la eventualidad, elcontrato por obra que precariza la identidad colectiva y pro-mueve el nomadismo laboral limitado en su capacidad deforjar fidelidades a largo plazo, dando lugar por una parte auna hibridación de la condición de clase y a la emerg e n c i ade “identidades contingentes” de los trabajadores según laactividad, los oficios laborales, los entornos culturales don-de se encuentren transitoriamente y la dinámica de “contor-nos difusos” entre el espacio del trabajo y del no trabajo(Bhabha, 1997; Beck, 2000). La transmisión de saberes porestratificaciones laborales estables y los ascensos por anti-güedad van siendo sustituidos por la polivalencia, la rota-ción del personal y el ascenso por mérito y competencia,quebrando la función del sindicato como mecanismo de as-censo y estabilidad social, tan propios de la antigua formasindical de movilización. Por último, el sindicato ha sidoproscrito de la mediación legítima entre estado y sociedad,papel que desempeñó durante décadas, para ser lentamentesustituido por el sistema de partido, erosionando aún más laeficacia representativa que antes poseía en la medida en queera el mediador político y el portador de ciudadanía.

Pero la disolución de las condiciones de posibilidad dela forma sindicato, en parte también han sido las condicio-nes de posibilidad del surgimiento de otras formas de inter-

unificación social y de acción colectiva manifiestas en losúltimos años a partir de la defensa del agua, los serviciospúblicos y el reconocimiento de derechos indígenas.

La forma multitud

A raíz de los intentos gubernamentales de entregar laadministración de la empresa de agua potable en la terceraciudad del país, Cochabamba, a un consorcio norteamerica-no, y de mercantilizar la gestión de los recursos hídricoscon que cuentan comunidades campesinas, ha surgido des-de el año 2000 un movimiento social urbano-rural, llamadoCoordinadora del Agua y la Vida, con tal fuerza de movili-zación que fue capaz de protagonizar un levantamiento ci-vil, expulsar a la empresa extranjera y modificar el panora-ma político regional. Veamos algunas de las característicasde esta forma de acción colectiva, que hemos denominadoforma multitud.

1. Modo de unificación territorial y flexible. A m e d i d aque se derrumbaba el centro de trabajo estable como lugar deagregación; formas de organización territorial preexistentes,

La estructura de losmovimientos socialesen Bolivia1

Por Alvaro García Linera*

* Matemático e investigador social. Docente de la Carrera deSociología y de la Maestría en Ciencias Políticas en la UniversidadMayor de San Andrés, La Paz, Bolivia.

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como las juntas vecinales, los sindicatos por jurisdicción(campesinos y gremiales), asociaciones por rama de oficio yuna multifacética, compleja y generalizada urdimbre org a n i-zativa de la sociedad subalterna enraizada en ámbitos localesy territoriales de preocupación, han adquirido una relevanciade primer orden con gran fuerza de movilización.

Lo decisivo de esta forma multitud es que, mayoritaria-mente, resulta de la agregación de sujetos colectivos, es de-cir, una asociación de asociaciones donde cada persona queestá presente en el acto público de encuentro no habla porsí misma sino por una entidad colectiva local ante la cualtiene que rendir cuenta de sus acciones, de sus decisiones,de sus palabras.

Pero además, y ésta es una virtud respecto a la formasindicato, esta multitud no crea una frontera entre afiliadosy extraños. Tanto en sus reuniones locales o departamenta-les, como en las acciones de masas, en las asambleas, en lasmovilizaciones, bloqueos o enfrentamientos, otras perso-nas, carentes de filiación grupal (individuos) o representan-tes de otras formas de organización (sindicatos obreros),también pueden intervenir, opinar, participar, etc., amplián-dose enormemente la base social de acción y legitimidad.En este sentido, la multitud es una red organizativa bastan-te flexible, hasta cierto punto laxa que, presentando un ejede aglutinación bastante sólido y permanente, es capaz deconvocar, dirigir y movilizar a una inmensa cantidad de ciu-dadanos “sueltos” que por su precariedad laboral, por losprocesos de modernización e individualización, carecen defidelidades tradicionales.

2. Tipo de reivindicaciones y base organizacional.Las principales demandas en torno a las cuales han comen-zado a articularse estos centros locales de asociación han si-do la gestión del agua, el acceso a la tierra y el precio de losservicios básicos que en conjunto delimitan el espacio de ri-quezas vitales y primarias que sostienen materialmente lareproducción social.

En ese sentido, utilizando la clasificación dada porTilly, se podría decir que estamos ante un tipo de acción co-lectiva “reactiva” similares a las que él estudió en el sigloXVIII europeo (Tilly, 1975). La preexistencia de “comuni-dades solidarias locales” como base de la movilización tien-de a reforzar esta mirada. Sin embargo, la forma multitudtambién contiene, y de una manera creciente, grupos de ba-se asociacionista y electiva emergentes de los intermitentesy mutilados procesos de modernización social.

Igualmente, la forma multitud también ha puesto en es-cena demandas y acciones de tipo “proactivas”. En la medi-da en que se fue consolidando, ampliando y radicalizandoel movimiento social, la base movilizada de la Coordinado-ra comenzó a buscar reconocimiento a sus formas de demo-cracia asambleísta como técnica de gestión de demandas ci-

viles, la institucionalización de otras maneras de ejercer losderechos democráticos –como el referéndum llevado a ca-bo en marzo de 2000 o la convocatoria a una asambleaConstituyente–, el control directo del poder político a niveldepartamental durante las jornadas de movilización, o lapropuesta de la implementación de una forma autogestiona-ria de la provisión de agua potable. Tenemos así una com-binación entre defensa de recursos anteriormente poseídos(el agua), con la demanda de recursos que anteriormente noexistían, en este caso derechos democráticos y poder políti-co que hacen a la multitud una forma de movilización pro-fundamente tradicional y radicalmente moderna por unaparte, y por otra defensiva y ofensiva a la vez.

3. Soberanía y democratización social. Teniendo co-mo base a las estructuras territoriales donde la asamblea, ladeliberación y la consulta directa son prácticas cotidianaspara atender asuntos particulares, estas extendidas prácticasde democracia directa comenzaron a convertirse en soportepara la consulta y elaboración de estrategias de moviliza-ción primero en el ámbito regional o provincial. Pero a me-dida que las redes de movilización centradas en una mismademanda crecieron a nivel departamental, estos saberes de-mocráticos y estas técnicas de deliberación tuvieron que ex-pandirse, al tiempo que reconfigurarse, para dar paso a unacompleja y sistemática estructura de ejercicio democrático

D e b a t e s

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de prerrogativas públicas, de formación de una opinión pú-blica y, con el tiempo, de resolución de la gestión de un bienpúblico (el agua) a escala regional, incluso en competenciacon el estado.

4. Institucionalidad y amplitud. A diferencia de loque fue el movimiento obrero, la forma multitud carece demecanismos duraderos de convocatoria y consulta que per-mitan tornar rutinarios los ámbitos de presencia de sus com-ponentes. Si bien los sujetos colectivos locales que la com-ponen mantienen continuamente prácticas de asamblea, laactuación mancomunada como multitud es siempre una in-certidumbre que sólo se resuelve en la práctica. De ahí quecada convocatoria a la movilización sea a su vez un referén-dum acerca de la vitalidad, la continuidad o la debilidad dela multitud, que permite entonces forjar una cultura organi-zativa que asume la unidad como resultado de un pacientetrabajo y no como un hecho dado que sólo basta evocar pa-ra presenciarlo.

La forma comunidad

En el mismo año 2000, paralelamente a estas moviliza-ciones urbano-rurales ubicadas en la región central de Boli-via, en el Altiplano y alrededor de la cede de gobierno, dosgrandes rebeliones indígenas aymaras han bloqueado todaslas carreteras de acceso a la ciudad de La Paz impidiendo laentrada o salida de productos y personas, y obligando al go-bierno a modificar varias de sus políticas públicas paraatender las demandas indígenas. Lo que ahora nos interesaseñalar son los mecanismos de movilización social que, aligual que lo que sucedió en abril en la ciudad de Cochabam-ba, marcan pautas y tendencias para una regeneración de lapolítica y de la acción de los movimientos sociales.

Primero: sustitución del poder estatal por un poder po-lítico comunal supra-regional descentralizado en varios no-dos (cabildos). A pocos días de la movilización, el sistemaestatal de autoridades (subprefecturas, corregidores, alcal-días, retenes policiales, administración estatal) fue disueltoen toda el área de movilización comunal y reemplazado porun complejo sistema de autoridades comunales (denomina-das dirigentes sindicales, pero que en verdad funcionan ba-jo la lógica comunal de la responsabilidad pública rotativaligada a la legitimidad de la tenencia familiar-comunal de latierra). Este armazón de poder político alternativo tenía alas asambleas de comunidad (sindicato campesino) comopunto de partida y soporte de la movilización.

Durante los dieciocho días nada se movía, nadie transi-taba por los caminos y ninguna decisión se tomaba si no eraa través de estas redes de poder que ocuparon carreteras,pueblos intermedios y medios de comunicación. En los he-chos, la autoridad territorial de la zona de rebelión se des-plazó del estado a las estructuras sindicales de la comuni-

dad y a sus cabildos y por quince días, en octubre de 2000,y treinta días, en junio-julio de 2001, éstas se mostraron co-mo eficientes y coordinadas formas de ejercicio de podergubernamental en una extensa región del país.

Segundo: sistema comunal productivo aplicado a laguerra de movimientos. La posibilidad de que tanta gentepueda mantenerse por tantos días en las carreteras se sostu-vo en el tradicional sistema de “turnos”, mediante el cualcada veinticuatro horas la gente movilizada de una comuni-dad es sustituida por la de otra comunidad a fin de permitirque la primera descanse, se dedique durante unos días a susfaenas agrícolas y regrese nuevamente a la movilizacióncuando le toque su “turno”. Por cada cien personas movili-zadas en uno de los cientos de bloqueos hay un círculo deotras mil o dos mil personas que esperan su turno para des-plazarse. De ahí el cálculo conservador de que sólo en el al-tiplano se movilizaron cerca de quinientos mil comunariosaymaras.

La logística del bloqueo estuvo también asentada en laspropias comunidades. Cada grupo movilizado traía su ali-mentación, su sistema de mandos, y sus armas. El momen-to culminante de esta organización de las comunidades in-dígenas ha sido sin duda la formación de un “Cuartel Gene-ral Indígena de Q´alachaca” donde cerca de cuarenta milaymaras, hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos, seatrincheraron durante semanas a fin de prepararse para unenfrentamiento bélico contra el ejército republicano. Lomás significativo de estas comunidades militarizadas fue elcarácter confederado que ha asumido la estructura de movi-lización y mando. El llamado “Ejército Indígena Aymara”concentrado en el cuartel era una formación compuesta pordestacamentos compactos de pequeños ejércitos regionalesy zonales que rotativamente se concentraban en la zona deoperaciones al mando de sus propias autoridades, con suspropios mecanismos de abastecimiento y logística militar(piedras, palos, dinamita, fusiles), y que en base a acuerdostemporales, tensos y permanentemente negociados, estable-cían acuerdos flexibles y provisionales de acción conjuntacon los otros destacamentos provenientes de otras zonas.

Tercero: ampliación de la democracia comunal al ám-bito regional-nacional. La pedagogía de democratización dela vida pública, en este caso de la decisión de desplazar lainstitucionalidad estatal, de conservar el agua como un biencomún, de levantar una estructura militar separada del esta-do, fue sin duda extraordinaria, y se ejerció mediante laaplicación de los saberes democráticos practicados en elámbito de las comunidades campesinas a escala superregio-nal, que permitió acordar fines colectivos, consultar reitera-damente a las bases acerca de la continuidad de la movili-zación, lograr consensos acerca de las demandas, coordinarla defensa territorial de las comunidades movilizadas anteel avance del ejército, y controlar la vida política en las zo-nas sublevadas.

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Bajo esta nueva forma de poder político, las prácticasdemocráticas mediante las cuales la población recuperó sucapacidad de intervención y gestión en la formulación delbien común y el uso de la riqueza colectiva fueron:

a. Los cabildos y las asambleas que funcionaron comoorganismos públicos de intercambio de razones y argu-mentos del que nadie estaba excluido, constituyeron unespacios de producción de igualdad política real y deformación de opinión pública, ambos componentes bá-sicos de lo que se denomina “democracia deliberativa”;pero no complementando el estado de derecho, como lohubiera deseado Habermas (1998), sino precisamenteinterpelando a un estado que, como el boliviano, estáatravesado de profundos racismos que han instituciona-lizado la desigualdad entre hombres y mujeres pertene-cientes a distintas culturas.

b. Las deliberaciones entre iguales se sustentaron enmovimientos sociales (las comunidades movilizadas)portadores de una moral de responsabilidad pública (lo-cal) en la que rigen formas de acción normativamentereguladas. Ciertamente, esto lleva a que muchos de losvalores colectivos que guían los comportamientos desus integrantes estén regidos por principios previos yobligatorios que pudieran limitar la generación de nue-vos consensos sustanciales, como por ejemplo sucede aescala comunal donde lo público tiene la misma dimen-sión territorial que el espacio de eficacia de los valoresnormativos. Sin embargo, en el marco de las accionescolectivas a gran escala donde la esfera pública, lo co-mún que interconecta a los sujetos colectivos, rebasa elmarco de las regulaciones normativas locales, tiende aser fruto de una nueva interacción comunicativa pro-ductora de nuevos consensos y normas colectivas.

Cuarto: política de la igualdad. Uno de los componen-tes más impactantes de la movilización social, tanto en lasdeclaraciones de sus portavoces como en la gestualidad co-lectiva de los comunarios bloqueadores, fue el derrumbesimbólico del prejuicio de la desigualdad entre indígenas yelites empresariales “blancoides”. La afirmación de que eldirigente indígena iba a negociar “de presidente a presiden-te”, de que los aymaras tenían derecho a “gobernar al país”,y la exigencia de que la “vida de un indio debe valer lo mis-mo que la vida de un blanco”, fueron palabras y gestos querompieron una secular jerarquía étnico-cultural por mediodel ejercicio y la reivindicación del derecho básico de laigualdad (Ranciére, 1996).

Quinto: política de la identidad y la alteridad. La rebe-lión de septiembre-octubre, pero ante todo de junio-julio de2001, ha sido en primer lugar una guerra simbólica, una lu-cha por las estructuras de representación, jerarquización, di-visión y significación del mundo. A medida que los esque-mas mentales dominantes (coloniales) eran impugnados,

otros se interponían y se levantaban orientando la acciónmovilizada de los objetadores del orden establecido. En lasmovilizaciones indígeno-campesinas recientes, el conoci-miento territorial devino en materialidad de soberanía queseparó dos mundos, el de ellos y el de las élites dominantes.El idioma devino de medio de comunicación en medio dediferenciación entre un “nosotros” y un “ellos” verificablepor el saber lingüístico y su modo de adquisición.

En conjunto, estos componentes del movimiento social,tal como tendieron a ser resignificados, comenzaron a re-crear los ejes de una identidad cultural contrapuesta, escin-dida a la dominante, de un sentido de filiación colectiva, dealteridad irreductible y que, por la dimensión de disputa te-rritorial y de autonomía política que adquirió esta construc-ción comunal de destino compartido, tiene todas las carac-terísticas de una rearticulación de identidad nacional indí-gena, mayoritariamente aymará, cuya vitalidad o existenciaefímera se medirá en los siguientes años.

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Notas1 Versión extractada y modificada del artículo “Sindi-cato, multitud y comunidad” en García, Álvaro; Gutié-rrez, Raquel; Prada, Raúl y Tapia, Luis 2001 Tiemposde rebelión (La Paz: Muela del Diablo) .

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